Subido por Erika Ortiz Balade

textos udie reflexion sobre el lenguaje

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Texto descriptivo
EL AGUA
El agua es uno de los elementos más importantes de la Tierra: de hecho, cubre las tres cuartas partes de nuestro planeta
y, sin agua, ningún ser vivo podría vivir.
La cantidad total de agua en la Tierra es, más o menos, siempre la misma, pero no está siempre en el mismo sitio.
La mayor parte del agua está en los mares y océanos, en los ríos y los lagos, pero también hay agua por debajo del suelo:
de allí la sacamos los hombres, cavando agujeros que llamamos pozos.
Con el calor del sol, el agua se evapora y asciende por la atmósfera: al llegar a cierta altura, con el frío, el vapor se
vuelve a condensar en gotitas de agua, formando así las nubes.
Esas nubes se desplazan, empujadas por el viento. Si llegan a algún lugar más frío (por ejemplo, si una montaña les
obliga a subir aún más alto) o si las gotitas, al juntarse, aumentan demasiado su volumen, se produce la lluvia: las gotas
caen al suelo.
Si la capa de aire donde llega la nube es muy fría, las gotitas de agua se cristalizan en copos de nieve.
A veces, entre la nube y el suelo se cuela una capa de aire helado: las gotas de agua que caen de la nube, al cruzar ese
aire tan frío, se congelan y caen en forma de granizo.
Al caer al suelo, el agua de la lluvia o de la nieve, cuando ésta se derrite, va resbalando o se filtra dentro del suelo,
siempre hacia abajo.
De esta forma, a través de los ríos el agua vuelve al mar y el ciclo vuelve a empezar.
Las mayores precipitaciones se producen en torno al Ecuador y en las zonas templadas cercanas a los océanos, pero hay
zonas donde apenas llueve: son zonas áridas.
No siempre llueve de la misma forma: hay lloviznas, chubascos, aguaceros, trombas de agua y tampoco llueve igual
todos los años: a veces pasan varios meses sin llover, es la sequía. Otras veces llueve tanto que los ríos se desbordan y
provocan inundaciones.
Las Plantas Y El Agua
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(Arjona Delia)
Hay olor a tierra mojada,
las raíces beben su agua,
un ramillete de plantas,
que se nutren con su savia.
Pura ella se desparrama
por los surcos del terreno,
que con las lluvia y el viento
hacen florecer el suelo.
Resurgen de las cenizas
todos los brotes tan tiernos,
que estuvieron esperando
lentamente en el invierno.
Agua bendita necesaria,
las hace vestir de verde,
las ramas en plegaria al cielo,
¡como aplaudiendo agradecen!
2
El agua es el principal problema de Mendoza
El agua es sin duda el primer problema que debemos enfrentar en nuestra provincia,
sea su uso para consumo humano, riego agrícola, uso industrial o recreación, porque
en todos estos casos siempre la cuestión es la misma: su escasez.
(Imagen ilustrativa / Los Andes)
Por Editorial
La cantidad de agua de que disponemos es limitada y con tendencia a su reducción por el cambio climático. Quizás
resulte ilustrativo relacionar el recurso escaso con la población que lo necesita, asunto que pocas veces se menciona.
Desde 1960 hasta ahora la población de la provincia pasó de 824.000 habitantes a 1.760.000, un crecimiento del 113%
en poco más de 50 años. En ese lapso la población rural se redujo considerablemente y la inversa ocurrió con la
población urbana.
Esto apareja un mayor consumo de agua por habitante por modificación de los hábitos y calidad de vida. Basta pensar
en la cantidad de baños y duchas existentes en 1960 y en 2017. Los ríos de los cuales nos abastecemos siguen siendo los
mismos.
Sabido es que el modo más importante para aumentar la cantidad de agua en geografías como la nuestra, es la
construcción de embalses, guardando los excedentes que se producen en determinadas épocas del año, o años de
mayor escurrimiento, para usarlos en otros momentos.
Es aquí donde se advierte un grave problema: los dos ríos del sur, Diamante y Atuel, cuentan con cuatro embalses de los
seis que tiene la provincia. En tanto que sobre los ríos Tunuyán y Mendoza que abastecen a la mayor población sólo hay
dos. La última obra de envergadura fue la construcción de Potrerillos hace dos décadas. Vale mencionar la elevación de
cota de El Carrizal, realizada por Irrigación, que ha permitido recuperar parte de la capacidad perdida por embanque.
Hay dos obras "en veremos": Portezuelo del Viento sobre el Atuel (en absurdo conflicto planteado por La Pampa), y Los
Blancos sobre el Tunuyán.
Mendoza necesita más embalses, pronto, porque pensando a mediano plazo, unos 25 años, la crisis por falta de agua
puede ser dramática.
En este sentido sorprende la diferencia de lo realizado por San Juan. En febrero de este año nuestro colega Diario de
Cuyo informaba que "los cuatro diques de San Juan están a pleno después de siete años de sequía". Un funcionario dijo
que "es la primera temporada hídrica en la historia de la provincia que se puede aprovechar para guardar agua en cuatro
diques, y en gran volumen". Vale señalar que de esos cuatro diques tres han sido construidos en las últimas dos décadas
y hay un quinto en construcción. A ello hay que agregar que nuestros vecinos están construyendo una gigantesca red de
acueductos para agua potable que permitirán abastecer a casi el doble de la población actual.
Esta comparación muestra que la capacidad de gobierno y la capacidad técnica de San Juan ha estado bien por encima
de nosotros, nos guste o no.
Mientras esperamos que los embalses lleguen, que no será mañana, hay que apuntar a un mejor uso del agua en todas
sus aplicaciones, ya que son de sobra conocidas las ineficiencias. Esto no se modifica con palabras o con apelaciones a la
buena voluntad sino que hay que entender las reglas de la acción colectiva, claramente expuestas en la conocida
expresión: "Porqué voy ahorrar yo si me vecino no lo hace". La cuestión se arregla cobrando el agua que se consume,
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puesto que producir agua potable en Mendoza tiene costos altos. Hay que aplicar la tarifa medida pendiente desde hace
20 años, durante los cuales se perdieron millones de dólares en medidores que se colocaron y nunca se usaron. No es
cierto que los pobres se quedarán sin agua, eso es demagogia. Hay sobrados conocimientos para aplicar subsidios y
ahorrar agua. Los ejemplos de la energía eléctrica y el gas están a la vista.
En cuanto al riego agrícola hay que hacer lo mismo: cobrar por volumen, y esto de ningún modo es incompatible con el
principio jurídico de la inherencia. Por otro lado es necesario que todos sepamos a ciencia cierta cuántas hectáreas se
riegan actualmente y dónde está el agua de las más de 100.000 has que dejaron de cultivarse, incluidos los cientos de
barrios cerrados.
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