~ 11. E lementos n o ver bal es del corÍ. _ .>rta m iento inte rpersonal l. Introducció n Hasta hace pocas décadz.s la comunicac1on verbal suscitaba el máximo, si no incluso el único, interés de los investigadores. Pero la comunicación verbal es sólo una de las tantas formas de comunicación y no siempre la más completa y~ más correcta. Es el comportamiento no verbal, por ejemplo, el que nos proporciona informaciones más precisas cuando no podemos utilizar las pal:lbrns, tanto en el caso de que el que habla pretenda intencionalmente engañarnos, como en el caso de que haya bloque<:.do o reprimido las informaciones que nos interesan. El descubrimiento de Ja importancia de Ja comunicación no verbal ha transformado profundamente el estudio del comportamiento social humano; la investigación a este nuevo nivel de análisis se remonta z. principios de los años 60. La psicología social, entorpecida por los matices y la complejidad de la interacción social, a menudo se limitaba a analizar aspee-• tos no demasiado significativos, buscando por ejem plo cuán to · habíc:.n durado los encuent ros a quién había hablado con más frecuencia. Se llegó a admitir que los hombres (análogamen te a lo que los etólogos señalaban respecto al comportamiento social de los animales) disponen del canal verbal de comunicación, pero que como acompañamiento del lenguaje subsiste todo un conjunto de señales no verbales, vocales y gestuales que inciden sobre el significado, sobre el énfasis y sobre ot.roS-aspectos del acto lingüístico. Así pues, ha aparecido un nuevo campo de investigación y un nuevo nivel de análisis: el del comportamiento espacial del hombre, del movimiento y de la gestualidad, de los cambios en la mirada, en Ja expresión de Ja cara, en el aspecto externo y en Jos aspectos no estrictamente lingüísticos del dis- 26 curso; este ca( . _nto c.k :.-=ñ:ilec; -no 'l:crha les 1ie~c. según Argyle (1972 b), una triple función de cont rol de la situació n social inmediata, de apoyo de la comunicación verbal y, en ocasiones, de sustitución del discurso. Subsiste el problema de la interpre tación del compo rtamiento no verbal, que puede plantear di fic ultades, quizá casi tantas como el comportamiento verbal: por eso, para algunos tipos de CNV se postula una facilidad de co ntrol, y pa ra otros en cambio se prevén inexactitudes y errores de d esciframiento e interpretación. En el sector de la psicología contemporánea q ue estudia el comportamiento interpersonal, y a la luz de cuanto hemos dicho más arriba, están asumiendo una gran impor tancia las principales señales no verbales. Ekman y Friesen (1969 y 1972) dieron un gran impu lso a la investigación sobre el C~V. y creemos oportuno citar .las directrices principales de su trabajo. Su enfoque es de tipo global, considerando no un único aspecto del comportamiento motriz sino todos los aspectos en su conjunto ; dicho enfoque se justifica debido a que, en la medida en que las actividades de las distintas partes del cuerpo pueden desar rolla r funciones equivalentes o sustitutivas, los estudios efect uados sobre un único tipo de actividad ofrecerían un cuadro incompleto de cuanto sucede; además, dada la extensión del área de interés relativo a las· impresiones que una persona recibe de otra, es preciso considerar toda la gama de CNV. Antes de empezar a analizar gestps específicos y detallados, queremos insistir en la naturaleza global del CNV del hombre, y en la necesidad por lo tanto de no perderla de vista en el detalle analítico de las clasificaciones. Ekman y Fr iesen estudiaron principalmente el desarr<r llo de los métodos pará el estudio del CNV, guiados po r un doble interés: Ja comprensión de cada individuo en particular con sus actitudes, sentimientos, rasgos, características de s u pers<r nalidad, y la comprensión de la interacción social, de su naturaleza, de las condiciones y características d e la comunicación, de las impresiones que sacan de ello los interagentes, del es tilo y de las habilidades interpersonales que se m anifiestan en su seno. Obsérvese (véase cuadro 1) la clasificación de los elementos no verbales esbozada por Argyle (1972 a , 1972 b) que establece diez tipos de señales, y la clasificació n de Cook (1971) que presenta doce señales, dividiéndolas en estáticas y dinámicas. 27 Cuadro 1. Clas1/IC(l(; ÍÚll d.: las sc1ia/es ~eg1i11 Cnok y 1\ n : l"ic 110 a. Ca1.1. b. Configur:ición física c. Voz d. Ropa, maquillaje, peinado... 2. Aspectos dinámicos a. Orientación b. Distancia c. Postura, gestos y movimientos del cuerpo d. Expresión del rostro e. Dirección de la mirada f. Tono de voz g. Ritmo y velocidad del discurso es Argyle ( 1972 a) Cook ( 1911) l. Aspectos cst:iticos ver l. Contacto físico 2. Proximidad 3. Orientación 4. Aspecto exterior s. Postura 6. Gestos con la cabeza 7. Expresión del rostro 8. Gestos 9. Mirada 10. Aspectos no lingüísticos del discu rso En el análisis de las señales no verbales que presentamos aquí hemos establecido seis grupos: a medida que pasemos revista a cada una de las señales, intentaremos explicar las razones de dicha clasificación; ello nos permite situar señales individuales y específicas en un marco más global, a saber, el comportamiento espacial, el comportamiento motriz-gestual, el comportamie nto mímico, el comportamiento visual, el conjunto de las señales que constituyen el aspecto exterior, e l conjunto de as pectos que acompañan al comportamiento locutivo sin ser de naturaleza estrictamente lingüística. La elección de los seis grupos nos ha parecido oportuna a pesar de reconocer su arbitrariedad; de hecho son posibles otros tipos de clasificación: muchos investigadores por ejemplo tienen serias dudas a la hora de situar el contacto físico dentro del comportamiento espacial y sitúa n a la postura en la esfera del movimiento. 2. E l comportamien to espacial La existencia de complejas relaciones de correspondencia entre nombre y ambjente físico constituye el resultado común de dis tintas investigaciones, y actualmente se ha convertido 28 en un dato gen/ m..:nte aceptado. L1 misma complejidad de dichas relaciones implica un m¿ toJo de análisis interdisciplin<.rio, que incluye a todas aquellas disciplinas que, como la Psicología, Ja Antropología, Ja Sociología, la Etología, el Urbanismo y la Arquitectura, estud ian e intervienen directamente sobre el • ambiente• para modificarlo (véase capítulo 111). Se puede estudiar la relación entre persona y espacio, para determinar el significado que un ambiente tiene para un individuo a través de percepciones, sentimientos, valores personales; se pueden analizar las relaciones de correspondencia entre espacio y hombre a. nivel de las u nidades sociales más amplias de las que el individuo forma parte, a través de las normas y de los valores relacionados con la forina de vida y la cultur a del propio grupo¡ pueden ser examinadas las rel aciones de correspondencia entre hombre y espacio por analogía a las relaciones entre animales y el mismo espacio. Muy interesantes son los estudios e tológicos sobre Jos e fectos patológicos de la superpoblación en los animales. y sobre las implicaciones que este mismo fenómeno puede tener para el hombre; y muy importante es la aportación hecha por la etología al estudio de l::t .vida urbana. Algunos trabajos presentan la hipótesis de la inadecuación de la vida urbana, en la medida en que el hombre estaría filogenéticamente adaptado a la vida en pequeños grupos con una interacción menos intensa y cargada que la que se produce en la ciudad. Un interesante estudio sobre el espacio y sobre el comportamiento espacial humano (desde un punto de vista antropológico) está representado por Ja «prosémica» de Hall (véase cap ítulo III). Los estudios de psicología experimental de Sommer (1967) observaron la disposición espacial de diferentes personas respecto a la naturaleza de sus relaciones interpersonales. Territorio e territorialita negli animali, de De Rosa (1974), examina dos conceptos inherentes al comportamiento espacial: el concepto de territorio que, tomado de la ornitologja, indica el área defendida por un animal o por un grupo de ellos contra las posibles intrusiones de miembros de s u misma especie; se identifican como territorio la cueva, el nido o, más ~g~ral._el area de~t_i:g__Qs_ l~-~'!a_!__e!_~i_ti_m~I _!I~!ii_~u~--~~vi­ m ientos habituares, y que a su vez se diversifica en Jugares especializados: lugares_ p~x:a_l_as crfaS. para beber, para bañarse, etc, Aaemás del territorio existe uri áreá más- restringida, que rodea al animal, que no tiene límites visibles y que se configura como una esfera irregular y una distancia que los animales mantienen entre sí y los demás. Así tenemos una distancia de fuga y una distancia crítica caractenst1cas del encueñtro -eñtre animales 29 ~especies diferentes; una distancia pe[ .al y social entre animales de la m isma especie. El concepto de territorialidad define el característico comportamiento der defensa del territoriG. Según H_ediger (1955) la territorialidad tiene importancia porque asegura la propagación de la especie regulando su densidad, desarrolla respuestas reflejas en relación a las características del terreno que permiten actuar al animal a la vista de un peligro, mantiene a los animales a una distancia de comunicación justa para que puedan advertirse Ja presencia de la comida o del enemigo. *T#rcicoriaUdad y gsqacjo persqna1 en el hombre. Las investigaciones empíricas ~ han estudiado la utilización humana del es acio E_a_recen indicar que el comportamiento espa@ f;_ t:í estrechamente condicionado por factores culturales, m ctores socio-emocionales, por Ja es tructura física del ambie nte. Según Hediger (1955) el término territorio indica un _área que es defendida y representada por su propietario; el término espacio personal indica Ja zona que rodea de forma !nmediata al individuo y es considerada como proyección del yo. Luego existen territorios de carácter colectivo constituidos por la acumulación de unidades territoriales relacionadas entre si, y que pueden ser caracterizados en sentido formal (profesional) e informal (social), y sustentar una representación topológica caracterizada por la definición de determinados lugares físicos como la casa, el despacho, el barrio, la ciudad. Otros estudios analizan las correlaciones existentes entre el comportamiento territorial y las características egocéntricas y sociocéntricas del individuo, en particular entre territorialidad y dominación. Se trata de estudios realizados en situación de aislamiento y de confinamiento de los sujetos (De Rosa, 1974). Se ha comparado, por ejemplo, el comportamiento espacial de parejas de marineros mantenidas aisladas en una habitación durante 10 días, con el de parejas no mantenidas aisladas. Se_ querían estudiar dqs factores: la manifestación de un comportamiento territorial en relación a las distintas partes de la habitación y a Jos objetos que en ella había (cama, mesa, sillas) y las distancias sociales mantenidas por las parejas durante el desarrollo de determinadas actividades, partiendo de Ja hipótesis de que las parejas formadas a partir de características de personalidad diferentes tendrían un comportamiento espacial diferente. Los resultados de las observaciones en el arco de 10 días respecto a la territorialidad revelaron que las parejas mantenidas en aislamiento habían mostrado inmediatamente una preferencia por la elección de las camas con una intrusión 30 . t('-~casa en el espacio-noche . re l auvamen del compañero; entre el cuart? y et .,exto día los sujetos demostraron preferencia por un particular extremo. de la mes~: que terminaron por ocupar de forma estable; lo mismo suced10, aunque con mayor lentitud, respecto al uso de las sillas. Los grupos de control no aislados demostraron un creciente comportamiento territorial respecto a ~as ca~as y u na ~ncipiente manifestación de dic ho comportamiento mcluso hacia mesa y s illas, que sin embarao fue disminuyendo significativamente con el paso de Jos días. "'oe las observaciones sobre el tipo de actividades desarrolladas se evidenció una tendencia gradual a pasar el tiempo solos, que permitió suponer la creación en tomo a los individuos aislados de una especie de • capullo» psicológico y espacial. En cuanto a Ja relación entre territorialidad y características de la personalidad, los resultados más significativos se refiere n a la dominación y a la necesidad de asociación: los más ahos ni\·eJes de territorialidad e ran alcanzados por parejas con un elevado arado de .homogeneidad (c??sideradas por la m isma razón como "'h ipotéticamente co_mpetrnvas y por lo tanto incompatibles) o con un escaso nivel de asociación y de dominación; la terricorialidad resultó menos evidente, en cambio, entre parejas compatibles, es decir, compuestas h eterogéneamente, entre las que podía desarrollarse una relación complementaria. Otros estudios abordan el problema de Ja elaboración de criterios objetivos para describir el comportamienco espacial de los pacie ntes de hospitales psiquiátricos, y para analizar Ja relación entre comportamiento territorial y categoría ocupada por el p aciente en la jerarquía del grupo (De Rosa, 197-t). A toda una categoría de pacientes que desempeñaban tareas dentro del hospital no se les planteaba el problema de Ja dominación porque ~ran consi?erados. líderes y, a pesar de no posee r lugares u Objeto~ propios, pod1an ocupar cu alquier lugar expulsando a l~s demás pa~iente_s. Esto~ últimos, caracterizados por un bajo mv71. de dommanc1a, partiendo de una categoría 110 muy bien deflmda dentro del grupo, tendían a crearse territorios propios. A t~avés del exa_m.en de los distintos lugares ocupados por el paciente, las actividades desarrolladas, las posturas asumidas, las personas con las que interactuaba, el ritmo y la duración de la interacción, cuál era el paciente que había tomado la iniciativa en la inte racción, llegó a definirse el comportamiento ter~it?rial de los.p?cientes y Ja relación entre componamiento y pos1c1ón de domm10. Las. observac:_ipne~ _hechas a partir del exam~t:J.iLtcla.dó.A.enti:e. agresividad, escala jerárquica y territOrJ.o.~eJª!L~upone!"_que_ 1:1!!ª inestabilidad en Ja posición de domrmo lleva__~.. ~~-!.1:1~n_!!est~_ción _de~~g_i:~_:;i~id_ad hasta--alcanzar . - ----- 31 r un alto grado de tluminaciún o la clara inició n de un territorio. b. · Las situaciones examinadas contribuyen tai:n ~~n a com· prender el porqué tle la búsqueda .Y de la _aprop1ac1?n de ':1n espacio. Podemos afirmar que, segun las circunstancias, el individuo busca la soledad, como aislamiento del ser observado po r los demás, la in timidad d~ las relacion~s interpersonales, po r ejemplo familiares, el anonimato en ambientes fuertemente ins titucionaliLados. El concepto de privacy s intetiza todos los objcti\'OS más arriba indicados; se pued~ afirmar, pues, que el comportamiento ter r itoria l tiene valor 1~strumental para conseouir una autunurnía personal a travc=s del control de u n o espacio. Goííman (197 1), al analizar las relaciones entre ambiente y comportamiento del hombre, pone de manif_iesto có_mo la confiouración espacial de los mismos comportamientos t1en· de a definirse de manera de tallada y precisa, según determina· das reglas; de este modo Goffman localiza aspectos particulares de los .. territorios de sí mismo», donde se expresa el portamiento, y presenta una hipótesis de clasificación. !orna de otros autores conceptos como •espacio personal» e introd uce además toda una serie de otros conce¡;itos. inherentes a 1 comportamiento e~pac~al como r_eser:vas terntonale~, contrase·\ ñas espaciales, violaciones territoriales, transgresiones espa- ¡ ciales. comJ 2.1. Contacto físico Esta señal es particularmente interesante porque constituye Ja ~ma más prim:itiYa deo= cién-'..soc.ilrl y está presente en todos los animales. Además ~ ~ partes -del cuerpo y puede asumir formas muy distintas: exiSten, de hecho, contactos sexuales, agresivos, de empujones, de choque, manotazos en los hombros, diversas y múltiples modalidades de estrechar Ja mano. Se observan importantes diferencias interculturales en relación al uso y al significado de esta señal no verbal Y. a la frecuencia con la que es utilizada. En la cultura inglesa Y }ªPOnesa su utilización es muy escasa, mientras que en la africana y á r abe hallamos un empleo mucho más extendido. ~demás, mientras en las culturas occidentales en general esta senal está reservada a determinadas ocasiones como situaciones de saludo o de despedida en los ambientes públicos, en las culturas africana y árabe se emplea en las más variadas ocasiones con gran frecuencia; la fre{ :icia del contacto físico transmite, en general, sentido de intimidad. En Gran Bretaña y en Estados Unidos, una mayor recurrencia al contacto físico, experimentado en el marco de situaciones muy concretas como, por ejemplo, los •grupos de sensibilización», fue hallado excitante y molesto a la vez; lo que puede explicarse po r el hecho de que los participantes en los encuentros habían interiorizado las fuertes restricciones al contacto físico propias de laS' culturas en las que habían sido sociaJizados. En general, en la mayor parte dé las culturas el contacto físico es particularmente usado en las efusiones afectuosas entre marido y mujer, padres e hijos, es decir, dentro de la institución familiar. También en este marco se levantan rígidas restricciones en base a las cuales se establece qué par tes del cuerpo se pueden tocar y quiénes las pueden tocar: J ourard (1966) puso de manifies to que los estudiantes americanos blancos de sexo masculino eran tocados por sus padres sólo en las manos, mientras eran tocados con mayor generosidad por sus amigas. 2.2. Proximidaq-distancia En toda relació n interpersonal la recíproca posición asumida por los interlocutores en el espacio representa esta señal. Estudios experimentales han puesto de manifiesto que ' la persona prefiere la proximidad de individuos que le gusten, que sean sus amigos·. y que no dirijan su mirada sobre ella (manteniéndola baja o cerrando los ojos). Estas tendencias pueden ser explicadas por el hecho de que una fuerte proximidad física constituye fundamentalmente una forma de invasión del ' •territorio• personal del individuo, del que tienden a ser cluidas las per sonas consideradas hostiles, antipáticas, o con las que se han establecido relaciones puramente formales. La proximidad física parece seguir r eglas determinadas, que varían en relación a la situación, al ambiente, a la cultura. Por esto esta señal. como la precedente (contacto físico) está caracterizada por evidentes diferencias interculturales: por ejemplo, los árabes y los latinoamericanos son mucho más amantes de la proximjdad física qúe los pueblos nórdicos, tipo Suecia, Escocia o Inglaterra (Lott, Clark y Altman, 1969). Existen también diferencias individuales a propósito del uso de esta señal no verbal: Lott, Clark X Altman (1969) descubrieron de .hecho. gue el maniene~5-9~a..e~ uii'a"Jé'q~P.i~9e l0:s personas con eerturbacj,ones del CO..wllQ.ú.am,iegto. Kendon ex-¡ 33 32 2. -uca arrn (1973) afirma q ue el tipo de relación cxistC .•e entre los miembros de un grupo puede deducirse, con cierta aproximación, de Ja recíproca proximidad o distancia física de los componentes del grupo. Los cambios de distancia también pueden suministrar información sobre la intención de iniciar o poner punto final a un encuentro, por parte de un interagente respecto a otro. No obstante, respecto al conjunto de estudios y experimentaciones realizados los resultados son más bien escasos: de hecho, parece que la proximidad física en sí no proporci.~ma informaciones suficientes, por ejemplo, sobre las característ:Jcas personales: y así, entre personas que elegían sentarse a diferentes distancias (2. 4, 8 pies) no se apreciaban diferencias de personalidé:d (Porter, Argyle y Salter, 1969). Podemos decir que en general la proximidad física es importante en relación a la intimidad y a la dominación. Su significado varía según las circunstancias físicas externas: por ejemplo, la proximidad en un ascensor, al ser forzada, no asume ningún significado asociativo, o bien la proximidad tendrá significado si un individuo elige colocarse cerca de otra persona teniendo a disposición otros lugares. Cuando la proximidad se hace más estrecha entran en juego otras modalidades sensoriz.les como contacto y olor (Argyle, 1972 a). 2.3. Orientación Así se define el ángulo según el cual las personas se sitúan en el espacio, de pie o sentadas, unas respecto a otras; constituye un elemento de comunicación de las actitudes interpersonales,_ Las dos orientaciones principales que dos personas suelen asumir en el curSO-dEftmriuteracd'órr-son-las c1e· ~u::aFa a cara;·y ciado a lado». Parece que· esta señaf indica la"NeraCiónes de" colaooracióñ--iñtimiaaao de jérarqti.ía" (supe"iioiidiéi:iñféiiOrídad)-qüepúe~~~sfáblecerse" eñtré doS....personas iri,téi-.agenies. Dos amigos..íntimos o dos personas con una .t:elación_de cola- boraCiOñ, asüiiieñ fa posic:;ión de lad~- ~- lado. En ?~ _situaciones la orientación ·asumida -Ja de 900_,(Sommer, 1965; Cook, '1970). En cºambio, en- una relación_jerárquica. el superior se colocará. en fie·n·te del dependiente-inferior. A partir de las recíprocas orientaciones asumidas por los miembros de un grupo pueden extraerse informaciones sobre los papeles desempeñados por los componentes del grupo. Una persona situada a mayor altura respecto a otra (por ser más alta o por hallarse sobre una tarima o un estrado) asume una posición dominante; algunos atribuyen el origen de este es 34 fenómeno al hv-:ho de que en la infa ncia se hace coincidir la altura de los padres y de los adultos e n general (« los mayores•) con su poder. Es también una convención cultural e l que las personas jerárquicamente superio res permanezcan sentadas mientras los demás están en pie. Burns (1 964) presentó a algunos sujetos unas filmaciones en las que podía n verse a algunos ejecutivos empresariales entrar en los despachos de otros ejecutivos; para los sujetos que vieron la filmación resultó muy fácil adivinar quiénes eran los ejecutivos de m ás. categoría a partir de sus comportamientos espacia les de o r ientació n. Respecto a la orientación también e xisten va riantes interculturales: los árabes, por eje mplo, prefieren !:i posición cara a cara (W<:.tson y Graves, 1966); los s uecos evi tan la posición-a 90" (lngham, 1971). En un encuentro focalizado los participantes orientarán sus cuerpos de forma que puedan gira r la cabeza uno hacia otro recorriendo un ángu lú inferior a 90" del plano sagital de orientación (Kendon, 1973). Muchas son las variantes posibles en este campo; la o rientación, por ejemplo, puede variar sobre todo en relación al grado con que cabeza, hombros y caderas se alinean respecto a los de otra persona e n una relación cz.ra a cara. Si los participantes, en cambio, están uno al lado del otro, la interacción se producirá entre cada uno y un centro de interés común (por ejemplo, como cua ndo se asiste a una . representación teatral) . La orientación vis-a-vis en el encuen tro focalizado e ntre dos personas es probablemente proporcioqal a la d istancia recíproca y a la intensidad recíproca de la implicació n (Schefle n, 1964; Argyle y Dean, 1965). Mebrabian (1971) ha facilitado muchas observaciones sobre la relación entre Ja orientación del cuerpo en la interacción y las actitudes o.las diferencias de status entre los interagentes. Dichos experimentos fueron realizados con destinatarios imaginarios (se pedía a los sujetos que actuasen como s i estuviesen en presencia de interlocutores): en s ujetos de pie no había ninguna relación entre orientación más o menos directa del cuerpo hacia el interlocutor imaginario, y la actitud asumida frente a él. Las mujeres sentadas asumían en cambio una acti· tud más positiva cuanto más directa era la orientación del cuer: po hacia el destinatario imaginario, excepto en el caso de destinatarios muy queridos, en cuyo caso la orientación perdía toda importancia. En los hombres se daba una orientación menos directa únicamente frente a destinatarios muy queridos; en el caso de relaciones con personas no queridas no exisúa ninguna relación entre orientación y actitud. No obstante, sería necesario ratificar estos resultados en situaciones reales; Sommer 35 r (1965) estudió las orientaciones asumidas pl. estudiantes en una mesa rectam?Ular de un bar7·y observó que las parejas de estudiantes clcgí;n p;:;ra se ntarse las esquinas de la m esa : es decir, sus bus tos se hallaban en ángulo recto: si uno de ellos quería darse \'Uclta hacia e l otro tenía que girar 45º; en dicha situación hay una gran posibilidad de variaciones en la dirección de la mirad;: : para mirar al o tro basta con girar la cabeza sin mo\'er el cuerpo, y lo mismo para apartar la mirada. En lu!!ar de una orientación ca ra a cara. al hallarse los interagentes intensamente implicados. para reducir la implicación tienen que girnr cabeza y c ue rpo, con movimie ntos po r lo tanto mucho más C\'identcs. En grupos de más persom:s el fenómeno de la orientación se hace más complejo: S cheflen ( 1964) observó que se puede fraccionar la o rientació n en el sentido de que un participante puede orientar parte del cuerpo hacia uno y parte hacia otro simultáneamente. Los cambios en la o rientación d el cuerpo (cade ras, hombros. articulaciones) son m ás lentos que los de In cabeza y o j os, por lo que as umen especial importancia en la interacción. 2.4. Postura Se trata de una señal en gran parte involuntaria que puede participar en el proceso d e comunica~ión. En cada cultura existen muchas formas posibles y dis tintas de estar echados, sentados o de pie. Exis ten. pues (Kendon, 1973), varios tipos de postura, aunque algunas se realicen con escasa frecuencia debido a las dificultades objetivas que comportan; de hecho existen determinadas posturas vinculadas a situaciones específicas de interacción: por ejemplo. arrodillarse en una ceremoni6 refü!iosa. Hewes (1955) hizo un estudio sobre los cambios de po;tura según el rol y la actitud interpersonal en relación a la variante cultural: se detectan, por ejemplo, variaciones entre las posturas del hombre y la mujer. Sin embargo, Hewes no pretendió establecer los contenidos sociales en los que se daban cierto t ipo de posturas, mientras seguramente existe una relación directa entre postura y contexto social: de hecho, en 1 ciertos contextos existen reglas muy precisas para definir qué ~ posturas son correctas y cuáles no. Goffma n (1961) analizó las reglas posicionales a lo largo de encue ntros e ntre el personal de un hospital psiquiátrico: para los miembros de status más alto las reglas eran menos rígidas; de hecho presentaban una gama de posturas bastante más amplia que la de los miembros de status inferior. Existen 1 36 P?Sturas domir. ces-<;~1pe riores e inferiores-sometidas: por ejemplo, el po rte erguido, la cabeza echada hacia atrás y las manos sobre las caderas pueden indicar deseo de dominación. Hay posturas dis tintas que corresponden a situaciones de amistad y hos tilidad, p osturas que indican un estado o posición social: quien tiene un cargo importante se sienta erguido y en posición central respecto a los demás. Hay posturas con\'encionales para diferen tes situaciones públicas. La postura varia con e~do~n:iotivo, sobre todo a tra\'és de Ja dimensión reiaja":1'_<:~-~_!ens ión : en este sentido los estudios de Mehrabian (1971 ) son muy reveladores, y los de Ekman y Friesen (1969) demuestra~__qu_~ _J:.1 postura es menos controlable que el rostro o el tono de. voz, por ello en la relación entre estado de ánimo y pos tura, esta última puede desvelar una ansiedad secreta que !a.máscara del ros tro no deja traslucir. Además, a través de la postura un~_e_e_rsona. P!l~~e mostrar a los demás presentes su ac;_titud:. por ejemplo, sentán"dose de forma distinta a los demás, CQn may_9r_. o ..rnenor compostura. La fo rma de caminar, de estar de pie o de sentarse -también revela estilos de comportamiento que son expresión de los roles vividos; además del estado de ánimo la postura puede indicar Ja confianza que una persona tiene en sí misma, o la propia imagen que se ha creado de sí misma. Mehrabian (1971) analizó la comunica ción de actitudes (valoración agrado) y status social (poder y control social) a través de indicios posicionales; observó que la proximidad física, un contacto visual más intenso, una inclinación hacia delante, son todas ellas señales encaminadas ·a comunicar una actitud positiva hacia el destinatario. La posición asimétrica de las ar. ticulaciones, la inclinació n oblicua o recostada, modalidades específicas de relajación de las manos o del cuello constituyen un campo de indicios que denotan «relajación p osicional•. Ello puede relacionars e con diferencias de status social entre señalador y receptor: si el receptor es de status inferior, el señalador se mostrará más relajado; y, al contrario, con un receptor de s tatus superior al suyo se mostrará más tenso y ans ioso. Mehrabian observó también que frente a personas de status inferior, los sujetos ocupaban una posición claterab interpretándola como señal del status de la otra persona. Estudió también la posición en situaciones duales remitiéndola al grado de ace.ptación (agradable-desagradable) relativa al receptor, al status del receptor (super ior-inferior) y al sexo de los interlocutores. El análisis de las señales de relajación ofreció dos resultados: los sujetos se mostraban más relajados con interlocutores de status inferior al s uyo y meaos rela- y 37 { . jados con los de s tatus superior; también ..:n~ontr:iban más relaj ados frente a interlocutores ~el sexo femenino. Una ~xpe­ rimentació n análoga en la que los interlocutores permanecieron sentados dio resultados semejantes; además se pudo observar que los sujetos de sexo femenino eran más directos qu_e los sujetos de sexo masculino hacia su interlocutor; no fue obser\•ado ninoún efecto significativo en relación al sexo del receptor c uando el status del indicador era inferior al del receptor. ' Los resultados de los estudios de Mehrabian indican pues de forma concluyente l~ existe~cia de una directa rel~­ ción lineal entre postura y actitud hacia el receptor; y en part1· cubr, que el relajamiento es una función lineal decreciente de una actitud positiva hacia el receptor, y que el relajamiento r.ument:i linealmente con el aumento del poco agrado producido por el receptor, excepto en el caso de cindicadores• varones que, al dirigirse a otro varón sumamente poco grato mostraron el nivel más bajo de relajación; el fenómeno fue interpretado como resultado de la vigilancia motivada por la intimidación ejercida por el otro. . Mehrabian (1971) también es autor de una sene de trabajos sobre la postura en situaciones públicas. Ofrece los re~ultados del estudio efectuado en tres ambientes: _una ~alle, un espacio para un picnic y el campus de una u~1vers1dad. De dichos estudios se desprende claramente la relación entre postura y actividad desarrollada, existiendo importantes diferencias según las distintas situaciones. Por ejemplo, en l':lgares públicos o semipúblicos las personas que no se hallan interesadas en ningún centro particular de atención permanecen de pie apoyándose preferentemente sobre una pierna I?ás qu~ en ambas, y sin orientar la cabeza y el busto en la DllS~a d1:~c­ ción. Las personas que se hallan al margen de la s1tuac1on, tanto a nivel espacial como a nivel de interés, asumen la postura de la mano sobre las caderas con más frecuencia que las que participan activamente en la interacción o las que se hallan físicamente en el lugar del encuentro;. las persopas que, al margen de la situación, la están sondeando, tiende_n. a mante_ner la cabeza levemente echada hacia atrás o en pos1c1ón ergwda, mientras que los que participan directam~nte en el e!'cu~ntro tienden más bien a mantener la cabeza ligeramente mclinada hacia delante. Scheflen (1964) demostró que la postura depende de i otros aspectos de la relación entre los miembros de un grupo. Por tanto la forma en Ja que un miembro remite su postura a Ja de s~ interlocutor puede constituir un aspecto interesante [: del comportamiento comunicativo. También ha estudiado la l 38 - congruencia en . .: las posturas de dos inte rlocutores: los micm- } bros de un mis mo grupo pueden adopta r posturas semejantes J o diferentes. Los interesantes es tudios de Chamy (1966) considera. ron Ja relación entre cong ruencia posicional y otros paráme tros. interpersonales (por ejemplo, en el terreno del coloquio psi- · quiátric~) ; puso de manifiesto as í las relacio nes entre congruencia posiciom:l y p roducción \·erbal, y entre incongruencia posicional y activación emocional. La incongruencia posiciona l depeñderia de la crdistancia psicoló gica• entre los interlocuto r es o de las diferencias de roles en el seno de la relación. 2.5. <:;onfiguraciones y disposici ones espaciales Las seña les de co municació n no \'e rbal presentadas hasta el momento (co11 tacto físico, proximidad, orie11tació11 y postura) tienen en co mún I~ ca racteríst ica de ser elemen tos espaciales, de cuya interacción e in tegración nace como resultado ! ~ conf}·gu.r?l0ón _espacial (Kendon, 1973) de los distin tos t ipos de interacción social; constituyen pues impor tantes fuentes de i~SC1bre-"'cómo los individuos se re lacionan entre sí Y:9J.!!""_e_!encuenfro co mo un todo : po r e jemplo, podemos afirmar contoaa -segurtdaa que existe una relación entre configuración espacial de la interacción y d iferencia de roles. También podemos observar que el tipo de interacc ió n iniciada por un grupo estará en relación con la dis posición espacial adoptada. Hall J l966) establece cuatro d iferen tes distancias o zonas para- léf°"rnteracción humana: íntima, personal, social y pú· blica; no todos se comportan con idéntica seguridad en las cuatro situaciones: algunos se sienten incómodos en la pública (por ejemplo, sobre un escenario) o en la socia l (una comida con muchos comensales); otros no so po rtan estar en contacto con los demás, incluyendo a aquellos que, como el cónyuge, tienen derecho ·a contar con semejante contacto. . {~ (~965) estudió la ~isposición espacial con parejas unp~ diferentes modalidades de encuentr o: competitivo, cooperativo, de autonomia, de trabajo: la tendencia de las · parejas en competición era sentarse una frente a o tra, la de las parejas en cooperación sentarse una al lado de otr a o, con mayor frecuencia, en diagonal. Según la distancia, los sentidos operan de forma distinta: a una distancia íntima, calor, olfato y tacto pueden tra nsmitir informaciones; a mayor distancia se usan vis ta y oído, y su eficacia disminuye al aumentar la distancia; en tonces entran 39 r en juego modelos de lenguaje fonnal, mientr disminuye la importancia de bs señales no verbales (como gestos ~º!' la cabeza cambios en la expresión del rostro). Hall no swmmstra indica~iones sobre las situaciones en las que se adoptan diferentes distancias; Sommer (1961) y Little (1965) subrayan en cambio Ja importancia de esta situación. Por ejemplo, la comu· nicación en ambiente público tendrá Jugar a menor distancia que Ja que se produce en un ambiente privado: de hecho la menor dist:incia en público demuestra el énfasis del hallarse juntos, hecho que no hay por qué evidenciar en el interior de un dl!spacho o de una habitación. La distancia expresa aquí la relación entre el encuentro y otras actividades que pueden desarrollarse en el mismo Jugar. Además, el mantenimiento de la misma disposición espacial dentro de un grupo indicará una concordancia a nivel de intimidad, de dominación y de otras dimensiones de la intei:acción, mientras Jos cambios de Ja disposición espacial habrá que interpretarlos como cambios del consenso en el seno de Ja interacción. 3. Los mo,·imicntos del cuerpo Uno de los aspectos más interesantes del comportamiento no \'erbal y. en este sentido, uno de los temas más frecuentes de investigación, es el representado por Ja gestualidad. Ekman y Friesen (1969 y 1972) se cuentan entre los principales autores que han conferido un fuerte impulso a la investigación en el terreno de la gestualidad. En sus investigaciones han aplicado un método de tipo global, considerando en su conjunto, y no a cada uno por separado, los._elementos del com ortamiento motriz, como la~sión del rostro..-los_mo.Yimientos de la cara, de las manos. de .las_ emidades, a ser posible en el mismo sujeto y en Ja misma situació..u... Dicho enfóque ilustra claramente cómo en toda la gama del CNV la realidad del movimiento. es decir, del comportamiento motriz de una persona, posee una expresividad global, aunque puedan ser diferenciados y sometidos a análisis detallado cada uno de Jos movimientos y los gestos relativos a cada parte del cuerpo. Entre los diferentes movimientos algunos ri:: su! ser articularmente expresivos, como lós gestos con las -- -- 40 3.1. Los gestos El movimiento de las manos es enormemente expresivo: sobre este tipo de señales no verbales se han hecho estudios sistemáticos que se han planteado como principal objetivo csiablecer una relación entre los gestos y los estados emotivos. atribuirles un particular significado, o analizar sus funciones en relación a la comunicación verbal; estos estudios permitieron a numerosos investigadores establecer diferentes clasificaciones de los gestos (véase Cuadro 2). ' Ekman y Friesen (1969 y 1972) e:;tabJecieron cinco cate· gorías de señales no verbales, que, si bien se refieren a los movimleñtos de todas las partes del cuerpo, definen especialmente los gestos de las manos. Algunas de ellas so_n señales «emblemá· _ticas• (emblems). o bien señales emitidas inté.ndonalmente con un significado específico que puede ser traducido directamente por pal~~r~~; gestos· típicamente emblemáticos son por ejemplo el acto de agitar la mano en señal de saludo, el llamar a alguien mediante gestos de la cabeza, el acto de indicar; dichos gestos pueden repetir o suplir el contenido de la comunicación verbal, pueden ser utilizados cuando. la comunicación verbal tenga algún impedimento, pueden dar mayor énfasis a los aspectos más rituales del iptercambio verbal (saludo, despedida). Los gestos • ilustra_tivo.~~~füuslrat.o~J2_~ _ h_allan represen tados por tódos aquellos....rnuvlm~~ q:i~-_l~.)nayoría de los individuos realiza dwrante--la-corríunicación verbal y que ilustran lo que se va Jli.ciendo.. Algunos de ellos separan las partes sucesivas del discursq, y en último extremo podrían ser considerados como un sistema de_puntuación, otros amplían o completan el contenido de la comunicación indicando relaciones espaciales, delineando formas de objetos o movimientos. Se trata de gestos emitidos conscientemente y en algunos casos inclu.so intencionalmente (al igual, por otra parte, que los gestos emblemáticos) y varían en relación al background étnico y cultural del individuo. Otras señales nc>Verbales son •indicadores del estado emotivo• de la persa~ _q~s ei;nite (atfectalSpTajis);-áú"ñque el° canal principal ~ara .la .•ostentación• de los estados de ánimo esté representado~por - la-<:ru:a,.-también _Jos gestos cumpl~n una función en _este.,..sentido:-tle-becho, ~-la ansiedad y la tensión emotiva originauJ.ransfoonaciones...x:econocibles en los movimieñtós de un individuo; ~ gesto típico perte~eci~nt~ a esta' categorla es el representado por el acto de agitar un puño en señal de rabia. Movimientos y gestos son producidos también por parte de quien habla o quien escucha con objeto de regular la sincronización de las intervenciones a lo largo del diálogo: son las 41 señales •reguladoras• (regulators) que tie .n a man tener el flujo de Ja conversación y que pueden indicar a quien está hablando si su interlocutor está interesado en lo que dice o no, si desea hablar, si desea inter rumpir Ja comunicación, etc.; además de unos cuantos gestos muy · típicos de las manos, pueden utilizarse con este objeto los movimientos con la cabeza, el arquear las cejas, el cambiar de postura, etc. Existen finalmente algunos gestos no intencionales que las personas u tilizan sistemáticamente, al h~ber aprendido precedentemente a reconocer su utilidad, y que pasan a forma r parte del inventario comportame ntal del individuo que Jos utiliza con fines de autorregulación en las distintas situaciones de la vida cotidiana; son los gestos de cadaptación» (adaptors), que representan una forma de satisfacer y controlar necesidades, motivaciones y emociones relacionadas con situaciones concretas en las que el individuo se halla inmerso; aprendidas generalmente durante Ja iñfancia como pzrte de un modelo global de comportamiento adaptivo, representan, en el adulto, señales habituales. generalmente inconscientes, no ._dirigidas a . comunicar nin~n __mensaje específico. Ekman y Friesen, dentro de esta última categoría, distinguen tres tipos de señales no verbales: los gestos cwto-adaptivos» - (self-a.daptors), cuyos ejemplos mas típícos los constituyen toda esa serie de .movimientos de manipulación del propio cuerpo que los individuos realizan en el transcurso de la interacción; los gestos de •adap tación. centrados . ~p.b_g;_el •otro• (alter-adaptors) y los gestos ~e _!' ad_aP.~é!~J_ón 9ix:igida s a objetos» · (objéé-adáptors). Los autores señalan que las cinco categorías de gestos por ellos presentadas no poseen un carácter de exclusividad, en el sentido de que .un gesto no está incJuido necesariamente. en . una solé! -~e ~~s -éa tc:g_q[las,_~ifilL_que puede pertenecer a más de una. - -·- ---> Cuadro 2. Clasificación comparada de los gestos Rosenfeld (1966): l. 2. gesticulación manipulación de sí mismo Freedman y Hoffman (1967): movimientos centrados en objetos y relacionados con el discurso 2. movimientos centrados en el cuerpo y sin relación con el discurso l. 42 ( -... Mahl ( 1968}: l. gestos comunicativos 2. gestos autistas Ekman y Friesen (1969}: l. gestos 2. gestos 3. gestos 4. gestos 5. gestos emblemátic.os ilustrativos que expresan estados emotivos reguladores de Ja in1eracción de adaptación Argyle (1975): l. gestos ilustrativos y 01ras señ*s vinculadas al lenguaje 2. señales convencionales y lenguaje de signos 3. movimien1os que expresan es tados emotivos y actitudes in1er- personales - 4. movimientos que expresan la personalidad 5. movimientos utilizados en Jos rituales y en las ceremonias . l Rgsenfeld h966) subdivide el comportamiento gestual de Jos individuos en dos grandes categorías: gesticulación pro- , piamente dicha, .y manipulación de sí mismo; a Ja primera categoría pertenecen todos los gestos de los brazos, de las manos o de los dedos que, al moverse, no entran en contacto con las demás partes del cuerpo y que parecen indicar, en el transcurso de la interacción, una forma positiva de atención y de implicación y son considerados por Rosenfeld como caracteri~­ ticos q~_tofios aquellos que buscan la aprobación y el consenso del"ínterlocutor; a Ja otra categoría pertenecen los gestos que ----=-=---- - . implican el movimiento de una parte del cuerpo en contacto con otra: por ejemplo, rascarse o darse gofpecitos sobre una pierna o un brazo; dichos gestos parecerían indicar embarazo y serían cara~t~r_isticos, según Rosenfeld, de quienes evitan la ap~·pp .. ··- - .. . . · FreedÜian y Hoffman b967) distinguieron los gestos en base a que estuvieran o -00 orientados sobre el cuerpo del individuo, y a que estuvieran o no \li"nculados a Ja comunicación verbal: de este modo diferencian los • movimientos centrados en un objeto y vinculados al discurso• (object-focussed aru1 speech-related) de los •movimientos centrados en el cuerpo y no vinculados al discurso• (body-focussed and non speech-related); los . P.time.ro.s. a consecuencia de su estrecha relación con el discurso~parecen funcionar claramente como modificadores del de- camu.nicac1on-vertnlt;-el-grado- de integración entre Proceso _..., - - - ~-~--- 43 éstos y la co muni cac ió n verbal en curso refleja( gún los autores, el grado de o rganiz::ición del propio pensamiento. Los gestos perteneci en tes al segundo grupo, al carecer de vínculo con la comunicación verbal, son considerados como gestos que responden a procesos internos, físicos o .Psicológicos; su funci~n, en cuanto m ov imi entos que implican un contacto sensorial direc to, es probablemente la de modificar la experiencia sensorial; pueden llega r a influenciar el estado de tensión del cuerpo, di sm inuyé ndola o intensificándola. En cuanto a los ges tos vin cul ados al discurso, Freedman y Hoffman distinguen gestos que as umen la función de enfatizar todo lo que se dice, mo vimient os diri gi dos a reproducir ciertas formas o a describir un concreto referente físico, gestos que intentan describir algo de lo que un concreto referente físico carece, como el flujo de una i d = Ta mbién Mah (1968) clasifica los movimientos de las manos de acuer os categorías generales: gestos «comunicativos» (comnwnicative) y gestos «autistas» (autistic) . Los primeros son considerados como sustitutos de exyresiones verbales, que poseen el mismo significado para todos los individuos implicados en la interacción (por ejemplo, señalar con el dedo, ·dar un puñe tazo sobre la mesa, realizar movimientos explicativos de la verbalización); los del otro grupo son gestos espontáneos, aparentemente carentes de cualidades comunicativas, que en general no suelen considerarse sustitutos de expresiones verbales (por ejemplo, rascarse, manipular distintas partes del cuerpo o el propio vestido, juguetear con anillos, collares u otros o~ Ar le 975), finalmente, distingue cinco tipos diferentes ae seña es no verbales: gestos de ilustración y otras señales vinculadas al discurso, signos convencionales, movimientos que expresan estados emotivos, movimientos que expresan el carácter, movimientos utilizados en los rituales. Pertenecen al primer grupo de gestos todos aquellos movimientos que en relación al discurso contribuyen a explicitar la estructura de la emisión verbal y definen el ritmo, proporcionan énfasis, transmiten ulteriores informaciones e ilustran figurativamente lo que es expresado a nivel verbal, permiten al oyente enviar informaciones de retorno al que habla (feed-back) e indicar el grado de atención, facilitan la sincronización entre ambos interlocutores. Son gestos convencionales los que poseen un significado universalmente aceptado dentro de una cultura; el significado específico de dichos gestos puede o no ser traducido directamente por palabras: los ejemplos típicos de dichos gestos están representados por los diferentes movimientos de 44 las manos que s( .!alizan en el marco de las distintas modalidades de saludo; también en el caso de gestos que p osee n una específica traducción verbal, hay que señalar que muy a menudo las palabras no transmiten la intensidad emo tiva que poseen las señales no verbales. Los lenguajes basados en señales convencionales son característicos de ciertas culturas (indios de América, aborígenes de Australia) o de categorías de personas con algún déficit sensorial (sordomudos) . Los gestos que expresan estados emotivos no tienen como finalidad principal la de comunicar con los demás, tanto si son interpretados como reflejo de tensiones emocionales o como expresión de actitudes hacia uno mismo; se trata de gestos, por lo general, dirigidos a sí mismo (como los gestos de manipulación de sí mismo), rea lizados en privado o . en situaciones interpersonales caracterizadas por un alto grado de intimidad y a menudo reprimidos en situaciones públicas. También pertenecen a este grupo los crestas que expresan actitudes inte rpersonales. Por último, exis~en los gestos que, al organizarse en un específico estilo expresivo gestual representan la especificidad de la persona y de su carácter, hasta · el punto de permitir, por ejemplo, su reconocimiento a distancia; es decir, toda persona, aunque modifique , su mÓdalidad expresiva a tenor de las d iferentes situaciones y de los diferentes estados de · ánimo, mantiene un estilo global · de comportamiento .típico y original que la distingue de los demás individuos. Por último Argyle cita los gestos utilizados en e[ marco de ritos religiosos, de ceremonias, de representaciones dramáticas que asumen significado por asociación o por analogÍá; convirtiéndose muy a menudo en reales y verdad!'!raS señales convencionales. 3.2. Gestos con la cabeza Se trata de una de las señales no verbales más veloces; . aunque aparentemente insignificantes, estas señales son en cambio importantes indicadores respecto al desarrollo de la interacción. Un gesto con la cabeza hecho por el oyente es percibido por el que habla como signo de atención o de asentimiento, desarrolla pues en este caso una función de «refuerzo» en el sentido de recompensar el comportamiento precedente y de estimularlo; también puede desarrollar una importante función en el control de la sincronización del discurso entre dos interlocutores. Argyle (1972 b) afirma que en Inglaterra un gesto de asentimiento es la señal enviada al que habla para comunicarle 45 tras as istían ( ".a proyecc10n de una ma la pel ícu la sus ca ras reflejaron distintas actitudes de des agra do. Lu ego, cu a nd ~ fueron interroga dos a propósito de la p e!íc'Jla p or los e ~p e nm e n­ tadores, los sujetos america nos man i fes t ara~ las r:i1 s ma ~ expresiones, mientras los j a poneses pe rm an ec iero n 1mpas 1bles. Ekm an y Friesen (1969) afi r ma n que exi sten reglas de exhibición de las expres iones del rostro· y que dep ende de ellas el que una expresión sea manifestada a b iert am ente, modi f icad ~ o bien totalmente r eprimida: H aggard e Is aacs (1966)_ ~ ~r.i.s1- _ guiero~ diferencia r expresiones de·· brevísima · ·du_rácíQr!_~a l p ro- -. yectar mz.tenal film ado ~ n cá ma ra lenta. L;s -~~gl;~ ·-de ex hibición de las expresiones fac iales, seaún Ekman y Friesen, ac tua ría n de la mi s ma forma en ca da Índividuo durante su desa r rollo. Por ej emplo, las exh ib iciones de cólera podrían desarrollarse a partir de los movi mientos musculares en las zonas de la b oca y de los ojos; la infelicidad podría desarrollarse a partir d e un estad o de agotamiento, quizá con algunas de las caracteristicas a s oc ~a ~ a.s a un l a r~o período de resister;icia al dolor físico; las exh1b1c10nes de tristeza podrían tener su origen en Cier tas consta ntes vincula das a contracciones dolorosas y a un es tado de ago tam iento; el miedo podría proceder de una combinación del r eflejo de espanto con las contracciones dolorosas . Tomkins (1962) sostiene . que el adiestra mien to social enseña al individuo un cierto número de asociaciones entre acontecimientos, recuerdos, previsiones y em ociones. Por ejemplo, lá iisonbmía facial de una persona que tiene hambre mostrará una cierta conformación, pero lo que suscita hambre se halla determinado, al menos en pa r te, por el ap rendizaje social, con variantes interculturales. En consecuencia, las reglas de exhibición serían socialmente a p rendidas , probablemente durante los primeros añqs de vida, y de ellas dependerá el que una emoción sea expresada tal cual, modificada o totalmente reprimida. (1969) distinguieron cuatro importantes reglas de exhibición : que pros iga su di scurso, mi entrns que unÍ .1picl::l suces1on de gestos de ase ntimiento sirve para indicar que quien los efectúa está deseando a su vez tomar la palabra. Es decir, que el líder de un grupo o el que lleva una conversación puede regular la sucesión de las intervenciones a partir de los gestos con la cabeza. En ge neral, los gestos con la cabeza se hal!an coordinados con otros movimientos físicos en los dos interagentes, de forma que parece desarrollarse entre los dos una especie de «danza gestual» (Argyle, 1972 b). 4. La expresión de la cara Es ta señal se limita a los cambios de poszczon de los ojos, de la boca, de las cejas, de los músculos faciales, a la sttdación frontal, etc. La cara, por tanto, puede ser contemplada como «Zona de comunicación especializada» utilizada para comunicar emociones y actitudes. Ekman y Friesen (1969) llaman «exhibidoras de afectos» (affect-displays) a estas señales no verbales que expresan un estado emotivo, y consideran la cara como sede primaria de la expresión de las emociones. Mientras entre los animales no existen problemas de percepción ni de interpretación de las emociones vinculadas al control de la expresión facial, dichos problemas sí existen en cambio entre los humanos, los cuales pueden controlar o alterar sus propias emociones (por ejemplo, sonreír en una situación emotiva de rabia o de ofensa). Podemos afirmar, pues, que las expresiones espontáneas permanecen muchas veces ocultas debido a las importantes restricciones a las que se halla sometida la expresión de actitudes y emoc1ones consideradas negativas. No obstante, en algunos aspectos el control se hace muy difícil, como en el caso de la transpiración en estados de ansiedad, la dilatación de las pupilas en estado de excitación, el micromovimiento en relación a sentimientos reprimidos. Landis (1929) fotografió a sujetos que asistían a la decapitación de un ratón. Muchos sujetos sonreían al ver al ratón decapitado; lo cual no indica necesariamente alegre complacencia, pero sí revela un aspecto interesante de la expresión emotiva; es decir, el hecho de que los individuos no dan libre expresión a sus sentimientos, sino que los controlan mostrando una «fachada», una «presentación de sí mismos». Lazarus (1969) estudió estas «reglas de exhibición» en un estudio hecho sobre sujetos americanos y japoneses. Mien- 46 ¡·¡ /i. des-intensificar el indicio visual de una cierta eme: ción: por ejemplo mostrar u n ligero temor cuando se experimenta 1f1 tremendo miedo; f 2. aumentar la intensidad: tener un m iedo m oderado y simula}'lo enorme; 113. aparentar indiferencia: mostrar una expresión neutra miej tras se experimenta emoción; y 4. disimular la emoción experimentada: tener miedo 47 r y ostentar seguridad, disimular por tanto Ja •ci6n realmente experimen tada simulando una no experimentada. Segú n ambos autores existen precisas nonnas sociales, [ruto del aprendizaje, y que varían según la qlltur a. a propósito de cu::íl es la regla de ostentación apropiada para cada emoción. Estas displays rules tienen en cuenta las características de la personalidad de cada individuo que expresa Ja emoción, las de los que observan Ja exhibición de Ja emoción, y el con· texto social. Para hacer este estudio Jos investigadores se basa· ron en expresiones faciales, generalmente a partir de fotogra· fías, para muchas de las cuales posaron actores. En otros casos las fotografías procedían de situaciones de la vida real o de laboratorio. La utilización de fotografías tiene el inconveniente de presentar al que hará de juez una única expresión estática, mientras e n Ja realidad se observaría una secuencia dinámica de cambios en la expresión facial. Los límites y la artificiosidad de estas técnicas han sido superados en cambio por la utilización de filmaciones muy breves y por la observación de emociones y expresiones en situaciones reales. Los criterios de valoración empleados son, según Cook (1971) , poco satisfactorios: una limitación de Jos juic:ios de reconocimiento reside en el hecho de que son formulados por jueces que no interactúan con los sujetos; se trata de juee:es verbales, mientras muchos tipos de juicios de las emocione~ no pueden ser conscientemente formulados. Frijda (1958) afirma que la valoración de fotografías está fuertemente influenciada por su inserción en •m contexto, y que únicamente Ja expresión tomada en sí misma es capaz de proporcionar informaciones. Según Tagiuri (1969) los investigadores que utilizaron fotografías realizadas en C'Jntextos so- ' dales naturales llegan a resultados menos precisos que los que emplearon fotografías con sujetos en pose, debido a que los sujetos del primer tipo de fotografías a menudo muestran expresiones inesperadas. Los métodos utilizados han sido criticadCJs de todas maneras tanto por su artificiosidad como por la utilización de criterios de individuación insatisfactorios. Tal vez los resultados obtenidos de los trabajos sobre el reconocimiento de las emociones indican simplemente que los jueces plteden tener ciertas imágenes estereotipadas de expresiones del rostro y no demuestran s u capacidad de identificar expresiones reales. Según algunos trabajos, ciertas emociones serían más 48 fácil y directam( ;; identificables que otras: Thompson y Melt· zer (1964) observan q~ felicidad, amoi:. miedo, son m::ís fácilmente reconocibles que disgusto, desprecio, dolor. Davitz (1964) a partir del examen de las expresiones vocales de las emociones, · observó que es más difícil identificar emociones semejantes que las que no lo son. En torno al problema del reconocimiento de las emociones e.~iste una extensa bibliografía experimental. Los primeros trabajos de investigación sobre las expresiones y sobre el reconocimiento de las emociones se remontan a Darwin (1872), que se proponía comprobar por vía experimental su teoría evolucionista sobre la expresión de las propias emociones. Muchos trabajos se propusieron como _objetivo la identificación de ciertas expresiones de la cara asociadas a las diferentes emociones. Darwin (1872) sost iene que el origen de las expresiones del rostro está en relación con las respuestas dadas por el organismo en determinadas situaciones. Cook (1971) afirma que la teoría darwiniana asocia implícitamente determinadas situaciones específicas a conformaciones del ros· tro. Los primeros estudios intentaban comprobar si algunas emociones eran mejor expresadas por la parte superior o por la parte inferior de la cara, sin que se llegase a resultados definitivos. Pollack, Rubinstein y Horowitz (1960) realizaron estudios ex.perimentales sobre la expresión vocal de las emociones, de los que se· desprende que, incluso en una situación muy ruidosa, es. posible identificar las emociones. Este dato es significativo porque impliea que la expresión emotiva es más bien redundante, y que en condiciones normales el juez, al disponer de un muestrario de elementos más amplio, podrá desempeñar su . tarea con mayores probabilidades de formular un juicio exacto. Ekman y Friesen están de acuerdo con Darwin (1872) en admitir la existencia de movimientos de músculos faciales típicos para cada estado emocional primario: se trataría de movimientos innatos transmisibles por vía hereditaria. El problema de la definición específica de los cafectos primarios• (o emociones fundamentales) ha levantado más de una polémica. A pesar de las diferencias metodológicas, teóricas, ambientales, socffi'.:<:Ultlifales que han-presídícJO esfo-seslffdiós; ºs e ha llegado -a-distingúriSieTe~ ·a:r~etos pririlariós-:..iaflíªdad, ·1a,-sorpresa., el ~1;?40. l~ -~-;-ia ' cóle_ra.,- el- des<:g:ª o y eÜpte,~~·......, ... Woodworth (19jS)fue ef'Pf'llm!to en -proponer las siete emociones primarias; más tarde Schlosberg (1954) propuso un esquema circular de las emociones, y llegó a establecer una 49 estructura tridimensional para el reconocirl lto de las ~xpre­ siones del rostro: agrado-desagrado, calma-tensión, atenciónrechazo. A partir de estas tres dimensiones se puede valorar cualquier sentimiento: y, en este espacio tridimensional, a puntos distintos corresponden sentimientos distintos. Se considera útil desplazar el estudio de la valoración de sentimientos aislados y de sus correspondientes indicios no verbales, a una caracterización de los • referentes» generales del comportamiento no verbal sobre un espacio de dimensiones limitadas. Con ello se esperaba facilitar la identificación de grandes clases de comportamiento no verbal relacionadas entre sí. Está por demostrar y subsisten en tomo a ella numerosas polémicas, la a firmación de que existen movimientos car acterísticos esenciales de los músculos faciales para cada una de las emociones primarias. Ekman y Friesen sostienen que mientras los movimientos musculares del rostro, provocados por una emoción determinada, son siempre los mismos a través de diferentes culturas, en cambio pueden variar notablemente los •estímulos evocadores• de las emociones, las creglas de exhibición» y las consecuencias comportamentales. Estudios muy recientes han proporcionado ulteriores elementos para la caracterización de los creferentes» del comportamiento no verbal en Jos términos de una zona de dimensiones limitadas. La expresión del rostro con todas sus posibles transformaciones es utilizada también en estrecha combinación con el lenguaje, tanto por parte del que habla como del que escucha: de hecho el primero acompaña sus expresiones verbales de ciertas expresiones faciales que le sirven para enmarcar, atribuir valor, modificar, interpretar lo que dice; el oyente expresa sus reacciones ante lo que escucha con leves movimientos de los labios, de las cejas, de la frente, para indicar desacuerdo o acuerdo, sorpresa, satisfacción, perplejidad, indiferencia. Las cejas (Argyle, 1972 b) ofrecen un comentario continuado y puntual según la siguiente escala: cejas cejas c.ejas cejas cajas completamente arqueadas : semi-arqueadas : normales : semi-inclinadas: completamente inclinadas: incredulidad sorpresa indiferencia pe.r plejidad cólera En el comentario gestual también participa la zona que está alrededor de la boca, con un arco de variación que va desde 50 subir las comL ;as de los labios_en señal de satisfacción, hasta bajarlas en señal de desagrado. Las expresiones del rostro, afirma Cook (197 1), además de transmitir emociones, pueden faci litar también otro tipo de informaciones. Birdwhistell ( 1968) suministró a lgunos da tos sobre las transformaciones en los rasgos de la car a de una persona que habla, en relación a lo que d ice, así como por parte del interlocutor, como respuesta a lo que escucha. Elaboró un sistema cquinésico» según el cual, en el espacio cultu ral norteamericano, se pueden diferenciar 53 varia nces significativas, llamadas a:quinemas,. por analogía con los fonemas. Birdwhistell sostiene que el que habla utiliza •Subrayados quinésicos" como arquear las cejas mientras sub raya vocalmente las palabras (los subrayados pueden consistir también en gestos). Análogas señales transmite el inte rlocutor como res-r puesta: según Condon y Ogston (1966) existe u na sincronía entre las señales y los movimientos del que h abla . Naturalmente se trata de material inicial, haciéndose necesarios estudios más sistemáticos y precisos. Uno de los problemas planteados y afrontados por la investigación es el del universalismo o relativism o a propósito de las expresiones de las emociones: es decir, si las expresiones emotivas son de tipo universal o peculiares de determinadas culturas. También se ha planteado el problema de eventuales diferencias interculturales en la interpretación de las emociones y de las características generales interculturales de la percepción de las emociones. En este sentido puede ser interesan te citar los estudios inlerculturales realizados por Ekman (197 1) y por sus colaboradores. Tras una detenida selección, fueron examinadas más de 3.000 fotografías y secuencias filmadas, adoptando la técnica · del ' FAST (esquema de decodificación de los movimientos faciales asociados a cada uno de los afectos primarios). Se descartaron las expresiones faciales más com p lejas, es decir, las que presentaban indicios de varios es tados de ánimo: se aislaron así las expresiones •puras» que expresaban un único estado de ánimo. Se llegó a un inventario final de 34 fotos de diferentes expresiones, sea de hombres sea de mujeres (muchos adultos, algunos niños, artistas de cine y algunos enfermos mentales). Las fotos- así seleccionadas fueron mostradas a un grupo de estudiantes de un college norteamericano: de entre una lista de 8 estados de ánimo tenían que escoger el q ue mejor correspondiese a la expresión facial que mostraba la fo to. Se repitió el experimento con un grupo de estudiantes de la 51 r Unive rsidad Naciona l de Bra~i l ia. En 1::i. ma) .i de los casos los mismo<; estados de ánimo fueron asociados a las mismas expresiones del ros tro indicadas po r las fotos. Las diferencias de va lo ración resulta ron prácticamente insignificantes. Lo que avalaba la hipótesis de los investigadores de Ja existencia de • sem ejam:.as i11tercult11rales en los movimientos de los músculos / aciales, que expresan afectos primarios. Sin embargo, surgía un proble mn : los dos grupos de observadores, es tudiantes estadounidenses y lnti noamericanos, te nían backgro1mds culturales muy d iferentes, pe ro pertenecían fundamentalmente a una misma c ivi lizació n basada en los mass media para la transmis ió n y la es timulació n de los valo res culturales. esta podía ser l:i cnusa de las a finidades res ultantes de la inves tigación, y no la supues ta uni,·ersalidad de los movimientos expresivos del ros tro. Ento nces Ekman realizó otros trabajos en el South Fo re de Nueva Guinea. Los observadores fueron e legidos sobre la base de un nivel de cultura diferente: algunos alfabetizados que habían aprendido, en las escuelas del Gobierno y en las misiones, c iertas elementales costumbres occidentales, otros analfabetos que no habían tenido ninguna relación con la civilización occidental. Los sujetos reconocían las expresiones del rostro asociándolas en Ja mayoría de los casos a las mismas emociones. Se planteaba entonces un importante problema de tipo lingüístico: Ja ignorancia de la lengua creaba dificultades a los suje tos menos culturalizados que, para expresarse, se veían obligados a recurrir a relatos sobre lo que estaba sucediendo, s i quería n explicar el significado emocional de la expres ió n mos trada en la foto. Eibl-Eibesfcldt (1970) tiende a confirmar la hipótesis de la universalidad expresiva de ciertas emociones. Estudió un movimiento injustamente olvidado: el levantar las cejas vinculado a un ges to con la cabeza y a una sonrisa, como señal de saludo entre personas muy bien avenidas. Se trata de una señal utilizada inconscientemente, a la que el individuo responde inmediatamente con una sonrisa, un gesto con la cabeza, un ligero movimiento de cejas. En las culturas europeas y primitivas no aparece entre extraños o .e ntre personas que mantienen una r elación fría y formal. Además de en las situaciones de saludo, esta señal es utilizada también entre dos personas que «flirtean » durante una conversación, cuando un interagente quiere señalar a otro su atenció n y aprobación. Eibl-Eibesfeldt afirma que el co mún denominador fundamental es un • SÍ• al contacto social : la señal utilizada para solicitar dicho contacto o para aprobar una demanda de coW.acto. En situación expe- 52 rimental los sujc. . que recibían esta seña l se sentían evidentemente incómodos si el experimentado r era una persona extraña, y nada incómodos si existía una relación de fa m iliaridad con el experimentador. Eibl-Eibesfeldt observa también que esta pa r te de la cara tiene para la mujer especial importancia: de .hecho muy a menudo el párpado superior se halla des tacadamen te m aquillado y coloreado para hacer más evidente este tipo <le señal. Las conclusiones extraídas de numerosos trabajos de investigación no han resuelto los problemas precedentemente indicados, ya que pueden ser invocadas tanto en apoyo del punto de vista relativista como del universalista sobre las expresiones de las emociones. Los trabajos de Vinacke (1949) y Vinacke y Fong (1955) presentan resultados a favor de la tesis de la universalidad intercultural en el reconocimiento de las emociones, mientras los estudios de Fong (1965) documentan la influencia del aprendizaje social. Vista la incoherencia de los r esultados, Ekman (1971) volvió a enfrentarse al problema y propuso el pu nto de vista relativista y universalista presentando finalmente s u teoría integradora y las investigaciones experimentales a q ue ha dado lugar. _,- · Dicha teoría llamada cneurocu lturaJ. postula la exis~ tencia_de_d~..!~L~~~ntes de las c!ipreSloOeSeñlotiv.a s-seá de- tipo .- universal sea peculiarescide termihaaás·-culturas. LOs- aspec"tos comunes de · todas las culturas se hallan r~mido~ -e~~!~_?!>~.i ~n-~e7afi~T. ~ffecc_"pr~gram que relacionaría las emociones pnmarias con configuraciones de impulsos neuralescorrespoóéfíeñies_a _determinados músculos faciales cuyas secu«!nc1ª_~.:.:si.dan-·en. amplia.. meclida-:naturales . Los resultados deraprendizaje social se detectarían en las determinantes culturales de las expresiones_ emotivas que-EKñiaó ·e:ia-sifica en categoi-ías generales: estímulosque piovc>can- em-ocionés, ~ue rigen las expr~ciales de las emociones, consecuenc_igs _compor:.tamentales determinada s por una determ.ináda -expresión del rostro. El aprend~je social modela las respuestas a las emociones expresadas, los estímu los q ue las provocan y las reglas que presiden su manifestación. Una orientación teórica dis tinta, inspirada en los trabajos de Osgood (1955) y Schlosberg (1954), q ue hace h incapié en la función de las actitudes generales y en los modelos de comportamiento y los obj etivos del reconocimiento de las emociones (Frijda y Philipszoon , 1963), también identificó posibles factores comunes a todas las culturas en la percepción de las i ----·-- ties 53 emociones. El punto común entre las dos , .1dencias es la convicción de que exis te una semejanza intercultural de la experienc ia emotiva, considerando la percepción y la expresión de las e mociones como un proceso en el que interactúan factores innatos y adquiridos. 5. La mirada Los movimientos de los ojos desarrollan una función de extraordinaria importancia en el transcurso de la interacción social. En cuanto a la terminología, Cook (1973) habla de cdirecc1on de la mirada•; Argyle (1972 b). de «movimientos de los ojos• , entre los que distingue la «mirada» (durante la interacción A mira a B en la región de los ojos de manera intermitente y durante breves períodos) del •Contacto visual• (mientras A mira a B. B mira también a A en Ja regiór. de Jos ojos). La mirada forma parte integrante de Ja expresión global de la cara y es enormeme nte expresiva. Muchas son las funciones de la interacción visual: la mirada cumple una función importante a la hora de comunicar actitudes interpersonales y de instaurar relaciones; además se halla estrechamente ligada a la comunicación verbal, a lo largo de la cual es utilizada para obtener informaciones de retorno relativas a las reacciones del interlocutor mientras se está hablando, o para obtener ulteriores elementos de información respecto a lo que se está diciendo mientras se escucha; mimerosas modalidades de interacción visual son utilizadas también ~a regular la sincronización en el marco de 1,m diálogo; Ja mirada, finalmente, es utilizada como señal para propiciar encuentros, al saludar, para indicar que se ha captado una idea . expresada por el otro. Se trata de funciones distintas, por lo que el estudio de Ja mirada resulta especialmente complejo debido a Ja dificultad de distinguir Ja función específica desarrollada por Ja propia mirada en cada momento determinado. Sobre esta cuestión existen numerosos trabajos experimentales (Argyle, 1972 b; ExJine, 1971). Pero ya anteriormente, entre lo que podriamos calificar de especulación no científica, era posible hallar referencias extraordinariamente interesantes sobre la importancia del comportamiento visual. Los trabajos realizados en el campo de las relaciones sociales han centrado su atención de forma particular sobre la relación existente entre 54 mode los de ir. _racc1on vi.,ual y actiiucl in1c1 personal comunicada (po r ejemplo , interés, pre fe rencia o dominio). Basándose eo o bservaciones experimentales, Exli ne (1971) formula la hipótesis de que el oyente q ue no mira da una impresión de rechazo o de ind ifere ncia hacia e l o tro interagente ; por otra parte el que mira demasiado intensamente al o tro, permaneciendo en silencio, da la impresión de ser una persona extraña, anómala. Se ha dedicado un especial interés a l estudio de la interacción visual en relación a la compe titividad, a l sexo, a la necesidad de a sociación. Los resulta dos de los estudios realizados (Exline, 1971 ; Argyle, 1972 b ) han demost rado una correlación estadísticamente significativa entre la tendencia a implicarse en miradas recíproca s y los fac to res más a r riba indicados. Las personas con una fue rte tendencia a la asociación y las 1 mujeres se muestran decid idamente más acti\·as a la hora de 1 implicarse en miradas recíproca s y no recíprocas. Otro aspecto particula rmen te interesante es el constituido por las bases motivacionales de Ja m irada, por las motivaciones que se hallan en la base de la búsqueda de Ja mi rada y de la huida de la mirada, que se revela n como basta nte complejas. En este sentido Argyle (1972 b) afir ma que los recién nacidos se sienten atraídos por los ojos desde las primeras semanas de vida; la mirada puede tener un valor de recompensa y se halla a sociada a recompensas de otro tipo (por ejemplo la cara sonriente, el contacto físico, la comida). Quizá por ello el ser mirado posee un valor de recompensa; también es fuen te de emociones sobre todo en el caso de mir¡ldas más largas (las breves forman parte del proceso de señalización y adquisición de las informaciones) que significan un inte r és más vivo por la otra persona en sentido asociativo o sexual o agresivo-com. petitivo. ' Cuando el contac to vis ual es excesivamente intenso y está co~or JEi.~~a~ i~cíP.Eº~-~ c!efaasiado largas, puede ~ar mc;omcidl'aad.,:....molestia. i . sen~~ciones desagradables, qu!zá gorq!-1!?...<:!-J°esultada. es una excesiva ,exdtación fisiológica, o por el . significado concre to implícito en las largas miradas, o p~éCh,q,jj~,qu_e l~ comunicación visual está r elacionada con componentes de a!ejamiento. (a~oidance) . ev•.'t· ~. .,:...... ,~ ,.._Así pues, si por una parte exis ten fuerzas que tienden · a establecer y por otra a evitar la comunicación visual, eso significa que en la misma comunicación existe un punto de equi. , librio de las miradas cuya estabilidad puede ser puesta de m ani. \ fiesta. Además de la proximidad física, el tono de la voz, la expresión sonriente del rostro, el carácter personal del tema I 55 . . 1 es ~ de conversacton, la co mumcact0n nsua componente d e la intimidad. Pa rtie ndo de la hipó tesis de un equilibrio global de la in1 im idad. se puede comprobar que, en caso de alteració n de a lgu no d e s us co mponentes. se producirán alteraciones complementari:-is !e nd ientes a restablecer el equilibrio. Un trabajo de J\r2vlc v Dean (1965) demostró que al aumentar la proximidad -fis i¿a d isminuye la comunicación visual. P:i-.c mos ahora <. conside rar el otro tema fundamental afro ncado por los trabaj os que han estudiado Ja mirada, es deci r. el te ma del poder comunicado a tra\·és d el comportamienlo \"isua l. T hibaut y Kelley (1959} d efinen el poder social como el cont rol ejercido por una persona sobre las respuestas interac li,·as de o tra. Surge así la hipótesis de que en una interacción vis-a-vis, el interagente menos poderoso tiene más necesidad de co n t ro lar el comportamiento expresivo del otro para darse cuenta d e s us reaccio nes frente a sus propios refuerzos verbales y no p<.ra indicar a la persona más poderosa la aceptación del propio pape l dependiente y de la consiguiente adecuación a dicha func ió n de s u comportamiento. Los trabajos experimentales de Exline parecen confirmar dicha hipótesis. El tema del poder interpersonal expresado a través del comportamiento visual, en base a los estudios de Exline, parece es tar particularmente relacio nado con la fuga del contacto visual: las personas socialmente poderosas no controlan visualmente a las personas menos poderosas; las personas dominantes parecen acusar la fuerza pe rsona l de quien escucha sin mirar; el interagente que percibe el po der del otro como ilegítimo tiende a evitar el ' co ntac to visua l. Argyle (1972 b} estudió la experiencia de sentirse ·mirado. Dicha expe riencia, si se produce durante un breve espacio de tiempo, es agradable y posee un valor de recompensa, si se prolonga crea incomodidad y ansiedad. En este aspecto pueden aparecer tendencias contradictorias en el mismo sujeto entre desear ser mirado (exhibicionismo) y el evitar ser mirado (ansiedad frente a un público). Probablemente, la ansiedad frente a un público procede de experiencias infantiles de vigilancia y obseFVació n por parte de los padres. La sensación de sentirse juzgados y valorados, al notarse observados, tiene como resultado la imposición de comportarse bien, es decir, de ofrecer una cierta presentación de uno mismo. Exline (1971) demostró que la intimidad producida por el contac to visual es incompatible con el engaño y actúa en el sentido de inhibir revelaciones embarazosas. Quizás esto explicaría el que las situaciones sociales y la experiencia de sentirse 56 mirados sean ful... .! de tcns1on pa ra las persona s que intentan ocultar algunos as pectos de su imagen y para los enfermos mentales. A este respectó Laing (1959 y 1961} p ropone dos hipótesis: l. que los pacientes expuestos a miradas de co ntra r iedad se sienten dominados por un sentimiento de rechazo a raíz de experiencias anteriores con los padres o con otras pt:rsonas, por lo que pueden suponer que van a ser rechazad os o percibi r expresiones negativas en el rostro del interagente; 2. la tu rbación tendría su origen en el hecho de convertirse en objeto de la percepc1on de otra persona, por lo que algunos p<:cienles se sienten controlados y pierden su espo ntaneidad. Otro aspecto importante de los es tudios sob re la m irada es el de las variantes individttales respecto a las modalidades habituales de utilización de la mirada. Exis ten diferenc ias individuales en la mirada relativas a los rasgos de la perso- ¡ nalid~d. ll Las personas extrovertidas utilizan más la mi rada y sus miradas son más largas que en el caso de las perso nas introvertidas. Las personas que tienen mayor necesid ad de asociación usan en mayor medida la mirada en s ituaciones am is tosas o de colaboración, mientras en una situación co mpe titiva u tilizan más la mirada las personas dominantes. Este efecto es especialmente destacable entre las mujere s; además u tiliza n la mirada bastante más que los hombres, especialmente h ablando entre ellas; y emplean la mirada de forma distin ta a cómo la usan los hombres: si experimentan s impatía hacia una persona la miran mientras hablan, mientras los hombres hacen lo propio cuando escuchan. Y finalmente, las personas que piensan de fo rma abstracta utilizan la mirada más a menudo que las que piensan de fo rma concreta, en cuanto se distraen m enos con los aspectos visuales. Los niños con síndromes autis tas y a lgunos pacientes psicóticos apenas utilizan la mirada o no la u tilizan en absoluto, debido quizás a una larga experiencia de rechazo, o a una carencia en la dependencia inicial de la madre. 6. El aspecto exterior En el campo del comportamiento no verbal que abarca una amplia variedad de elementos, pueden distinguirse siguiendo a Cook (1971) dos grupos de señales, algunas está ticas y otras dinámicas, basándose en el hecho de que las primeras, a dife57 rencia de las segundas, no cambian en transcurso de la interacción. Pertenecen al primer grupo la cara 1 y la configuración f isica, el vestido, el maquillaje, el peinado, el estado de la piel, etc. Todos estos elementos en su conjunto constituyen los componentes del aspecto exterior. La cara transmite diferentes informaciones, de las cual«:s la más importante es la identidad de la persona, y otras más s uperficiales como la raza a la que pertenece el sujeto, dentro de ciertos límites y con la ayuda de ulteriores indicios, edad y sexo. Parece ser que el ros tro apenas revela casi nada sob re dimensiones y aspectos más importantes del sujetu (por ejemplo, sobre la personalidad y la inteligencia). Se ha avanzado la hipótesis según la cual si un individua asume habitualmente determinada expresión facial, dicha expresión terminará dejándole huellas identificables en músculos y piel, sin que ello se haya confirmado a nivel empírico. Cook (1971) afirma que la cara parece tener escaso valor como señal, si bien es de la cara de donde la mayoría de personas extraen muchas inferencias a propósito de los demás individuos. Pueden resultar interesantes algunas experiencias llevadas a cabo por "Secord (1958) sobre este aspecto: el investigador ha solicitado de algunos sujetos que le fueran descritas las personalidades de unos individuos de los que había mostrado fotografías que los reproducían en situaciones de inmobilidad. La rapidez de la descripción y la frecuente uniformidad de las inferencias extraídas llevaron a la conclusión de la existencia de estereotipos faciales, es decir, de reglas de identificación ampliamente compartidas mediante las cuales el aspecto exterior es relacionado con la personalidad: por ejemplo, a los. individuos de piel oscura se les atribuían características indeseables. Brunswick y Reiter (1937) realizaron uno de los primeros estudios sobre este aspecto que reveló la existencia de es tereotipos a la hora de analizar rostros considerados inteligentes y poco inteligentes. Dichos estereotipos parecen no respon. der a ninguna base cierta; sin embargo puede intervenir un !efecto de autoconfirrnación en el sentido de que las personas . consideradas de cara desagradable terminan por serlo efectiva/ mente, al acusar el hecho de ser percibidas como impopulares. Durante el reposo la cara puede suministrar muy pocas informaciones útiles, en la medida en que la persona tiene sobre ella muy escaso control, por lo que la cara no puede de ninguna manera reflej ar la personalidad. En cuanto a la configuración física ha sido demostrada por Strongman y Hart 58 ,. 1 (1968) la exis .:ia de estereotipos a panir de los cuales se espe ra que las personas gruesas sean bonachonas, las delgadas nerviosas y las musculosas enérgicas. En relación a la configuración física han sido construidas ,·arias tipologías, algunas de las cuales incluyen opiniones sólo parcialmente válidas sobre los rasgos de personalidad asociados a las diferentes confor· maciones. De hecho, la configuración física difícilmente suministra informaciones útiles sobre carac1erísticas importantes de la personalidad. Otros elemenios del aspecto exterior se hallan bajo el control vol unia rio de la persona y por tamo pueden ser, aunque sea parci<:lmente, modificados. Dichos componentes serían el maquillaje, el estado y el tratamiento de la piel, el peinado y el vestido. El hecho de que el individuo emplee energías, Liempo y dinero pa~¡r controlar el propio aspec!O nos ayuda a explicar que la principal finalidz.d <le la manipulación de si mismo es la de proporcionar una cierta au topresen1ación, es decir, Ja de > ofrecer la imagen que él posee de sí mismo y la propia imagen ! que quiere presentar a los demás (Argyle, 1972 b; Cook, 1971). De. hecho, a través de este tipo de señalación no verbal son enviados mensajes relativos a la personalidad y al estado de á nimo (por ejemplo, un individuo extrover1ido eufórico no se pondrá un traje oscuro con una corbata negra), a Ja edad, a las actitudes, a las opiniones y a las creencias del sujeto, a las actividades, al grupo, al s tatus, a la clase social a la que pertenece (por ejemplo, un hippy y un director de banco no se vestirán de la mis ma fo rma). El problema de la relación entre CNV y clase social o status social al que se pertenece es muy interesante, aunque complejo. Se puede afirmar que las modalidades expresivas de una persona son ciertamente util izadas por los observadores que de ellas inferirán informaciones, elementos de juicio (es decir, que descifran, descodifican los comportamientos), como indicios de pertenencia a una clase social, o de status social. Pero también hay q ue decir que mientras es innegable la inferencia de informaciones por parte de los jueces a partir del comportamiento de la persona, mucho más incierto y complejo se presenta el problema de si existen realmente relaciones específicas entre la pertenencia a una cierta clase social o a un cierto status y el comportamiento global, es decir, si la emisión, la realización de determinados comportamientos está en relació n con el status social o con la clase a la que se pertenece, y por lo tanto si puede hablarse de una especificidad de CNV para cada clase social. 59 I Es importante observar que en los ti .1jos hasta ahora realizados sobre esta cuestión en situaciones muy a menudo art ificiosas. los té rminos clase social y estatus h an sido utilizados de forma indiscriminada e imprecisa: dicha imprecisión no pe rmite referirse a parámetros específicos como poder, prestigio, riqueza, ni al conjunto de todos estos indicios. Pase mos ahora a ilustrar brevemente dos estudios experimentales sobr e dicho tema. Exlinc (1969) hizo un experimento in sit11; un sujeto, precedentemente aleccionado, pedía consejo en público a hombres de negocios. La pregunta era hecha alternativamente por un estudiante vestido con un traje trad ic iona l y por un hippy. El resultado fueron significativas diferencias en la actitud de quien respondía en relación a los dos aspectos ex teriores diferentes de quien les dirigía la pregunta. t.lary Sisson (1971) examinó el papel de la clase social en un encuentro informal (transportes públicos, tienda, campo de deportes, cinc) entre miemb ros pertenecientes a distintas clases sociales, para descubrir si esta última influía en la naturaleza de las inte racciones. La experimentación consistía en hacer representar a un actor dos papeles , uno de un individuo de clase media, otro de un obrero: el actor pedía informació n a personas de diferente clase social: aparecían 4 categorías de interacciones: Actor El que responde clase media clase media obrero obrero clase media obrero clase media obrero Resultó que todos los que fueron interrogados, en lo que se refiere a la duración de la conversación, se entretuvieron más tiempo con el actor de clase media que con el obrero, por lo que la clase social de los que eran interrogados no pareció ser significativa, mien tras en cambio sí lo era la del que interrogaba. Los comportamientos no verbales valorados (sonrisa, mirad<1, movimiento de la cabeza) resultaron diferentes según la clase social a la que se pertenecía. Como es natural, por obvias diferencias interculturales, el aspecto exterior sólo resulta significativo dentro de un cierto contexto social en el que comúnmente se advierte el significado del maquillaje, del peinado, del vestido. En las culturas actuales una de las princ ipales dimensiones del aspecto exterior consiste 60 en estar iz la pag .:bido a la extraordinaria ra:Ji<lcz de los cam· bios en la moda. En cuanto a los estudios realizados sobre otras fuentes de información los trabajos realizados sobre estas señales son escasos, probablemente por considerar que vestidos, maquillaje, peinado, etc., son aspectos efímeros, al hallarse sujetos a las variaciones de la moda. Por ejemplo, un trabajo de Thornton (1944) suministró el dato de que las personas que llevan lentes son consideradas más inteligen tes; pero el autor no se manifestó sobre la corrección o no de dicho juicio percep tivo. Argylc y McHenry (1971) demostraron que este efecto no se produce si el juez dispone de un muestrario más amplio del comportamiento del sujeto. Este hecho podría indicar la sobrevaloración de los resultados de aquellos t rabajos que infieren características de la persona, proporcionando un único tipo de información: si el juez posee elementos más amplios de juicio no se dejará influenciar únicamente por el elemento de la apariencia externa del sujeto. McKeachie (1952) observó que las mujeres que utilizan lápiz de labios son consideradas distintas de las que no lo usan. es decir, más frívolas y ansiosas. Gibbins (1969) puso de • manifiesto que los adolescentes no sólo se forman ideas precisas sobre las personas basándose en la forma de vestir~ sino que incluso llegan a prever en todos sus pormenores su comportamiento. 7. Los aspectos no lingüísticos del discurso El estudio de los aspectos no lingü ísticos del comportamiento verbal durante la interacción constituye un terreno de investigación particularmente interesante. Los. interlocutores, durante una interacción, al estar implicados en el comportamiento lingüís tico, se comunican recíprocamente, interactúan mediante mensajes verbales: desde un punto de vista estrictamente lingüístico el comportamiento verbal se halla determinado por dos factores: el código, común a ambos interlocutores, y la intención de comunicar un determinado mensaje a través de ese código. Sin embargo, estos dos factores estrictamente lingüísticos no determinan totalmente el comportamiento verbal de los interlocutores: las mismas palabras pueden ser pronunciadas de formas completamente diferentes y transmitir así diferentes estados de ánimo o distintos 61 ( significados (como, por ejemplo, cuando - pronuncia un «SÍ» para decir de forma educada un •no•). En el lenguaje existen por una parte variaciones lingüísticas que comprenden la elección de Ja lengua, la utilización de un lenguaje simple y elaborado, la elección de las formas, de los tiempos, y, sobre todo, existen diferentes variaciones no lingiiísticas: estas últimas co mprenden las variaciones inherentes a la cualidad de la voz, el ritmo, Ja continuidad del discurso y otras características temporales. Un último aspecto a considerar es el representado por el hecho de que, además de la inmediata intención de comunicar, otras condiciones y procesos psicológicos están operando simultáneamente, contribuyendo a determinar el comportamiento verbal en sus aspectos lingüísticos y no lingüísticos. Los aspectos no lingüísticos del comportamiento verbal han sido analizados y definidos de muy distintas . maneras por sus investigadores: Trager (1958) fue el prime ro que se interesó por estos fenómenos y los clasificó según el esquema siguiente. A. Tipo de voz: depende del sexo, de la edad, del lugar de origen (en este aspecto se estudian los diferentes tipos de voz uti lizados por la misma persona en diferentes circunstancias) . B., Paralenguaje: se divide en: Cualidad de la voz y entonaciones retóricas 2. Ritmo . 3. Continuidad l. 1. Caracterizadores vocales: risa, llanto, bostezo, sus- a) b) c) 6. 62 Emisión verbal y productividad. Reflejos (estornudar, toser, etc. ) Vocal Cualidad de la voz ('especifica de personas, de grupos, etc.) Verbal Lingüística Prosódica (por ejemplo, en. Locutiva tonación. acento, en relación · a la estructura gramatical). < z < No.segmenta! Mahl y Schulze (1964) proponen otra clasificación de los aspectos no estrictamente lingüísticos del discurso, incluyéndolos en la zona extralingüística según el esquema que mostramos a continuación. E stilo del lenguaje Selección y variedad del léxico Pronunciación y acento (dialecto) Dinámica de la voz: Duración d e las elocuciones Ritmos de interacción Latencia Lyons (1972, ed. 1974, p. 121 ) a su vez, tras haber puesto de manifiesto la incoherencia y la imprecisión con la q ue generalmente se traza la linea divisoria entre lo verbal y lo no verbal, y la ambigüedad del término paralingüístico, prefiere hacer la dis tinción entre comunicación vocal y no vocal según el esquema siguiente: 2. Cualificadores vocales: intensidad (tenue, fuerte), tono (alto, bajo), extensión (arrastrada, incisiva). 3. Segregados vocales: chumm• y variantes, sonidos de acompañamiento como nasalizaciones, inspiraciones, gruñidos, pausas de silencio, sonidos extraños, un cierto farfullar, etc. A. B. C. D. Ritmo de la elocución Otros fenómenos temporales 4. S. a) Cualidad de voz: tono, resonancia, tiempo, control de articulación . b) Vocalizaciones piro, etc. Pausas de silencio Falta de fluidez Intrusiones, manierismos del discurso a) b) c) No.vocal Paralingüística (por ejemplo, gesws y movimi_ent~~ secundando Ja comumcac1on verbal). Gestos y mov1m1entos que no secundan la comunicación verbal. 63 Otros autores han afrontado dichos fenómenos desde diíerentes pcrspccti\·as: los psicólogos y los psiquiatras se han de<lica<lo sobre todo a analizar las relaciones existentes entre determinadas clases de fenóme nos paralingüísticos (o extralingüísticos o supralingüísticos) y la personalidad de los pacientes o aspec tos de la mis ma (por ejemplo, el grado de ansiedad) o las variantes situacionales. En las últimas décadas la metodología aplicada en este tipo de investigaciones ha alcanzado niveles de precisión particularmente eficaces: tiasta citar aqu í el método cronográfico <le interacción elaborado por Chapple (1956) para estudiar las caracterís ticas temporales de la interacción verbal, o el método po:ira la medición de Jos fenómenos de vacilación (falta de fluidez o speec11 disturbances); dichas metodologías han tenido una influencia importante sobre las ulteriores orientaciones asumidas po r la invest igación e n este secto r . Las primeras investigaciones estudiaron predominantemente las relaciones existentes entre fenómenos no estrictamente lingüísticos y aspectos o características de los sujetos estudiados (diagnosis de personalidad; respuestas a los test de performance; Q I). Posteriormente, y con un mayor rigor metodológico, se estudió la relación funciona l existente entre estados emocionales transitorios y a parición de los fenómenos paralingüís ticos. Davitz (1964) valoró Ja posibilidad de reconocer el estado emocional del locutor basándose únicamente en distintos aspectos de la cualidad de Ja voz (ti mbre, tono, ritmo) y no en el con tenido verbal, el autor utilizó pos terio rmente este método como medio de adiestramiento a Ja sensibilidad perceptiva. El conj un to de estos estudios coinciden en Ja existencia de una estrec ha relación entre estado emocional del locutor y manifestaciones paralingüísticas: un a persona con ansiedad, por ejemplo, t iende a hablar más de prisa y en un tono de voz más alto, m ientras una persona deprimida tiende a hablar lentamente y con un tono de voz más bajo. Otros trabajos han intentado analizar la relación entre si tuaciones de s tress y aparición de aspectos no lingüísticos del comportamiento verbal, y en especial los fenómenos de vacilación: para ello se ha recurrido en algunos casos a la manipulación de la situación inter¡iersonal con objeto de crear situaciones de stress de diferente tipo (introduciendo pausas, interrumpiendo al sujeto). En los estudios en los que la manipulació n del stress fue realizada con intención de aumentar el grado d e a ns iedad se obtuvo un efecto significativo en el sentido de una elevación del tono de voz, del número de las interrup- c1ones de fluidez : los fenómenos de vacilación, y del ritmo de la elocución. Las observaciones clínicas y los datos experimentales , han puesto de manifiesto toda una serie de fac tores que corroboran Ja relación entre la falta de fluidez y la ansiedad correspondiente: e n este aspecto parece importante el proceso de atenuación del discurso realizado para conseguir superar el conflicto entre hablar y callar; exceptuando algunos casos más evidentes, las perturbaciones del discu rso se p roducen en su mayoría fue ra de la conciencia del locutor o del oyente, lo que significa que difícilmente pueden representa r el resultado de un control deliberado. Otros a utores (Boomer. 1963) ha llaron relaciones muy inte resantes e ntre las interrupciones de fluidez y los movimier1tos del cuerpo: dicha relación representaría un índice si1mifi. cativo de una compleja y pluridimensional estructura de la ansiedad. 64 65 }. - .ice BITTl