Subido por Willman Jahir Moncada Duque

ÉXODO BIBLIA

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ÉXODO.
CAPÍTULO 1.
LIBERACIÓN DE EGIPTO.
MOISÉS, EL LIBERTADOR.
ISRAEL SE CONVIERTE EN UN PUEBLO.
Estos son los nombres de los israelitas que
entraron con Jacob en Egipto, cada uno con su
familia:
Rubén, Simeón, Leví, Judá,
Isacar, Zabulón, Benjamín,
Dan, Neftalí, Gad y Aser.
El número de los descendientes de Jacob era de
setenta personas. José estaba ya en Egipto.
Murió José, y todos sus hermanos, y toda aquella
generación; pero los israelitas fueron fecundos y
se multiplicaron; llegaron a ser muy numerosos y
fuertes y llenaron el país.
OPRESIÓN DE LOS ISRAELITAS.
Se alzó en Egipto un nuevo rey, que nada sabía
de José; y que dijo a su pueblo: "Mirad, los
israelitas son un pueblo más numeroso y fuerte
que nosotros.
Tomemos precauciones contra él, para que no
siga multiplicándose, no sea que en caso de
guerra, se una también él a nuestros enemigos
para luchar contra nosotros, y salir del país."
Les impusieron pues, capataces para aplastarlos
bajo el peso de duros trabajos; y así edificaron
para Faraón, las ciudades de depósito: Pitom y
Ramsés.
Pero cuanto más les oprimían, tanto más crecían
y se multiplicaban, de modo que los egipcios
llegaron a temer a los israelitas.
Y redujeron a cruel servidumbre a los israelitas,
les amargaron la vida con rudos trabajos de
arcilla y ladrillos, con toda suerte de labores del
campo, y toda clase de servidumbre que les
imponían por crueldad.
El rey de Egipto dio también orden a las parteras
de las hebreas, una de las cuales se llamaba
Sifrá, y la otra Puá, diciéndoles: "Cuando asistáis
a las hebreas, observad bien las dos piedras: si
es niño, hacedle morir; si es niña dejadla con
vida."
Pero las parteras temían a Dios, y no hicieron lo
que les había mandado el rey de Egipto, sino que
dejaban con vida a los niños.
Llamó el rey de Egipto a las parteras y les dijo:
¿Por qué habéis hecho esto, y dejáis con vida a
los niños?
Respondieron las parteras a Faraón: "Es que las
hebreas no son como las egipcias. Son más
robustas, y antes que llegue la partera, ya han
dado a luz."
Y Dios favoreció a las parteras. El pueblo se
multiplicó, y se hizo muy poderoso.
Y por haber temido las parteras a Dios, les
concedió numerosa prole.
Entonces Faraón dio a todo su pueblo esta
orden: "Todo niño que nazca, lo echaréis al Río;
pero a las niñas las dejaréis con vida."
CAPÍTULO 2.
NACIMIENTO Y SALVACIÓN DE MOISÉS.
Un hombre de la casa de Leví, fue a tomar por
mujer, una hija de Leví.
Concibió la mujer, y dio a luz un hijo; y viendo
que era hermoso lo tuvo escondido durante tres
meses.
Pero no pudiendo ocultarlo ya por más tiempo,
tomó una cestilla de papiro, la calafateó con
betún y pez, metió en ella al niño, y la puso entre
los juncos, a la orilla del Río.
La hermana del niño se apostó a lo lejos, para
ver lo que le pasaba.
Bajó la hija de Faraón a bañarse en el Río, y
mientras sus doncellas se paseaban por la orilla
del Río, divisó la cestilla entre los juncos, y envió
una criada suya para que la cogiera.
Al abrirla, vio que era un niño que lloraba. Se
compadeció de él, y exclamó: "Es uno de los
niños hebreos."
Entonces dijo la hermana a la hija de Faraón:
¿Quieres que yo vaya y llame una nodriza de
entre las hebreas, para que te críe este niño?
"Vete", le contestó la hija de Faraón. Fue, pues,
la joven, y llamó a la madre del niño.
Y la hija de Faraón le dijo: "Toma este niño y
críamelo, que yo te pagaré." Tomó la mujer al
niño y lo crió.
El niño creció, y ella lo llevó entonces a la hija de
Faraón, que lo tuvo por hijo, y le llamó Moisés,
diciendo: "De las aguas lo he sacado."
HUIDA DE MOISÉS A MADIÁN.
En aquellos días, cuando Moisés ya fue mayor,
fue a visitar a sus hermanos, y comprobó sus
penosos trabajos; vio también cómo un egipcio
golpeaba a un hebreo, a uno de sus hermanos.
Miró a uno y a otro lado, y no viendo a nadie,
mató al egipcio, y lo escondió en la arena.
Salió al día siguiente, y vio a dos hebreos que
reñían. Y dijo al culpable: ¿Por qué pegas a tu
compañero?
El respondió: ¿Quién te ha puesto de jefe y juez
sobre nosotros? ¿Acaso estás pensando en
matarme como mataste al egipcio? Moisés, lleno
de temor, se dijo: "La cosa ciertamente se sabe."
Supo Faraón lo sucedido, y buscaba a Moisés
para matarle; pero él huyó de la presencia de
Faraón, y se fue a vivir al país de Madián. Se
sentó junto a un pozo.
Tenía un sacerdote de Madián siete hijas, que
fueron a sacar agua, y llenar los pilones para
abrevar las ovejas de su padre.
Pero vinieron los pastores y las echaron.
Entonces, levantándose Moisés, salió en su
defensa, y les abrevó el rebaño.
Al volver ellas a donde su padre Reuel, éste les
dijo: "Cómo es que venís hoy tan pronto?
Respondieron: "Un egipcio nos libró de las
manos de los pastores, y además sacó agua
para nosotras, y abrevó el rebaño."
Preguntó entonces a sus hijas: ¿Y dónde está?
¿Cómo así habéis dejado a ese hombre?
Llamadle para que coma."
Aceptó Moisés morar con aquel hombre, que dio
a Moisés su hija Séfora.
Esta dio a luz un hijo, y llamóle Guersom, pues
dijo: "Forastero soy en tierra extraña."
DIOS SE ACUERDA DE SU PROMESA.
Durante este largo período, murió el rey de
Egipto; los israelitas, gimiendo bajo la
servidumbre, clamaron, y su clamor, que brotaba
del fondo de su esclavitud, subió a Dios.
Oyó Dios sus gemidos, y acordóse Dios de su
alianza con Abraham, Isaac y Jacob.
Y miró Dios a los hijos de Israel, y los tuvo en
cuenta.
CAPÍTULO 3.
VOCACIÓN Y TAREA DE MOISÉS.
Moisés era pastor del rebaño de Jetró, su suegro,
sacerdote de Madián. Una vez llevó las ovejas
más allá del desierto; y llegó hasta Horeb, la
montaña de Dios.
El ángel de Yahveh, se le apareció en forma de
llama de fuego, en medio de una zarza. Vio que
la zarza estaba ardiendo, pero que la zarza no se
consumía.
Dijo, pues, Moisés: "Voy a acercarme para ver
este extraño caso: por qué no se consume la
zarza."
Cuando vio Yahveh que Moisés se acercaba
para mirar, le llamó de en medio de la zarza,
diciendo: ¡Moisés, Moisés!
El respondió: "Heme aquí."
Le dijo: "No te acerques aquí; quita las sandalias
de tus pies, porque el lugar en que estás, es
tierra sagrada."
Y añadió: "Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de
Abraham, el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob."
Moisés se cubrió el rostro, porque temía ver a
Dios.
Dijo Yahveh: "Bien vista tengo la aflicción de mi
pueblo en Egipto, y he escuchado su clamor en
presencia de sus opresores; pues ya conozco
sus sufrimientos.
He bajado para librarle de la mano de los
egipcios, y para subirle de esta tierra a una tierra
buena y espaciosa; a una tierra que mana leche
y miel, al país de los cananeos, de los hititas, de
los amorreos, de los perizitas, de los jivitas y de
los jebuseos.
Así pues, el clamor de los israelitas ha llegado
hasta mí, y he visto además la opresión con que
los egipcios los oprimen.
Ahora, pues, ve; yo te envío a Faraón, para que
saques a mi pueblo, los israelitas, de Egipto."
Dijo Moisés a Dios: ¿Quién soy yo para ir a
Faraón, y sacar de Egipto a los israelitas?
Respondió: "Yo estaré contigo, y esta será para ti
la señal de que yo te envío: Cuando hayas
sacado al pueblo de Egipto, daréis culto a Dios
en este monte."
Contestó Moisés a Dios: "Si voy a los israelitas y
les digo: "El Dios de los padres de ustedes me ha
enviado a vosotros"; cuando me pregunten:
¿Cuál es su nombre? ¿qué les responderé?
Dijo Dios a Moisés: "Yo soy el que soy."
Y añadió: "Así dirás a los israelitas:
"Yo soy" me ha enviado a vosotros."
Siguió Dios diciendo a Moisés: "Así dirás a los
israelitas: Yahveh, el Dios de vuestros padres, el
Dios de Abraham, el Dios de Isaac, y el Dios de
Jacob, me ha enviado a vosotros. Este es mi
nombre para siempre, por él seré invocado de
generación en generación."
"Ve, y reúne a los ancianos de Israel, y diles:
"Yahveh, el Dios de vuestros padres, el Dios de
Abraham, de Isaac y de Jacob, se me apareció y
me dijo: Yo os he visitado, y he visto lo que os
han hecho en Egipto.
Y he decidido sacaros de la tribulación de Egipto,
al país de los cananeos, los hititas, los amorreos,
perizitas, jivitas y jebuseos, a una tierra que
mana leche y miel."
Ellos escucharán tu voz, y tú irás con los
ancianos de Israel, donde el rey de Egipto; y le
diréis: "Yahveh, el Dios de los hebreos, se nos ha
aparecido. Permite, pues, que vayamos camino
de tres días al desierto, para ofrecer sacrificios a
Yahveh, nuestro Dios."
Ya sé que el rey de Egipto no os dejará ir, sino
forzado por mano poderosa.
Pero yo extenderé mi mano, y heriré a Egipto con
toda suerte de prodigios, que obraré en medio de
ellos, y después os dejará salir."
"Yo haré que este pueblo halle gracia a los ojos
de los egipcios, de modo que cuando partáis, no
saldréis con las manos vacías, sino que cada
mujer pedirá a su vecina, y a la que mora en su
casa, objetos de plata, objetos de oro y vestidos,
que pondréis a vuestros hijos y a vuestras hijas, y
así despojaréis a los egipcios."
CAPÍTULO 4.
Respondió Moisés y dijo: "No van a creerme, ni
escucharán mi voz; pues dirán: "No se te ha
aparecido Yahveh."
Díjole Yahveh: ¿Qué tienes en tu mano?
"Un cayado", respondió él.
Yahveh le dijo: "Échalo a tierra." Lo echó a tierra
y se convirtió en serpiente; y Moisés huyó de ella.
Dijo Yahveh a Moisés: "Extiende tu mano y
agárrala por la cola." Extendió la mano, la agarró,
y volvió a ser cayado en su mano...
"Para que crean que se te ha aparecido Yahveh,
el Dios de sus padres, el Dios de Abraham, el
Dios de Isaac, y el Dios de Jacob."
Y añadió Yahveh: "Mete tu mano en el pecho."
Metió él la mano en su pecho, y cuando la volvió
a sacar, estaba cubierta de lepra, blanca como la
nieve.
Y le dijo: "Vuelve a meter la mano en tu pecho."
La volvió a meter, y cuando la sacó de nuevo,
estaba ya como el resto de su carne.
"Así pues, si no te creen ni escuchan la voz por la
primera señal, creerán por la segunda.
Y si no creen tampoco por estas dos señales y
no escuchan tu voz, tomarás agua del Río y la
derramarás en el suelo; y el agua que saques del
Río se convertirá en sangre sobre el suelo."
Dijo Moisés a Yahveh: ¡Por favor, Señor! Yo no
he sido nunca hombre de palabra fácil, ni aun
después de haber hablado tú con tu siervo; sino
que soy torpe de boca y de lengua."
Le respondió Yahveh: ¿Quién ha dado al hombre
la boca? ¿Quién hace al mudo y al sordo, al que
ve y al ciego? ¿No soy yo, Yahveh?
Así pues, vete, que yo estaré en tu boca, y te
enseñaré lo que debes decir."
Él replicó: "Por favor, envía a quien quieras."
Entonces se encendió la ira de Yahveh contra
Moisés, y le dijo: ¿No tienes a tu hermano Aarón
el levita? Sé que él habla bien; he aquí que
justamente ahora sale a tu encuentro, y al verte
se alegrará su corazón.
Tú le hablarás, y pondrás las palabras en su
boca; yo estaré en tu boca y en la suya, y os
enseñaré lo que habéis de hacer.
El hablará por ti al pueblo, él será tu boca y tú
serás su dios.
Toma también en tu mano este cayado, porque
con él has de hacer las señales."
MOISÉS REGRESA A EGIPTO.
Moisés volvió y regresó a casa de Jetró, su
suegro, y le dijo: "Con tu permiso, me vuelvo a
ver a mis hermanos de Egipto, para saber si
viven todavía." Dijo Jetró a Moisés: "Vete en
paz."
Yahveh dijo a Moisés en Madián: "Anda, vuelve a
Egipto ; pues han muerto todos los que buscaban
tu muerte."
Tomó, pues, Moisés a su mujer y a su hijo, y
montándolos sobre un asno, volvió a la tierra de
Egipto. Tomó también Moisés el cayado de Dios
en su mano.
Y dijo Yahveh a Moisés: "Cuando vuelvas a
Egipto, harás delante de Faraón todos los
prodigios que yo he puesto en tu mano; yo, por
mi parte, endureceré su corazón, y no dejará salir
al pueblo.
Y dirás a Faraón: Así dice Yahveh: Israel es mi
hijo, mi primogénito.
Yo te he dicho: "Deja ir a mi hijo para que me dé
culto," pero como tú no quieres dejarle partir,
mira que yo voy a matar a tu hijo, a tu
primogénito."
Y sucedió que en el camino le salió al encuentro
Yahveh, en el lugar donde pasaba la noche, y
quiso darle muerte.
Tomó entonces Seforá un cuchillo de pedernal, y
cortando el prepucio de su hijo, tocó los pies de
Moisés, diciendo: "Tú eres para mí esposo de
sangre."
Y Yahveh le soltó; ella había dicho: "esposo de
sangre", por la circuncisión.
Dijo Yahveh a Aarón: "Vete al desierto al
encuentro de Moisés." Partió, pues, y le encontró
en el monte de Dios, y le besó.
Moisés contó a Aarón todas las palabras que
Yahveh le había encomendado, y todas las
señales que le había mandado hacer.
Fueron, pues, Moisés y Aarón, y reunieron a
todos los ancianos de los israelitas.
Aarón refirió todas las palabras que Yahveh
había dicho a Moisés, el cual hizo las señales
delante del pueblo.
El pueblo creyó, y al oír que Yahveh había
visitado a los israelitas, y había visto su aflicción,
se postraron y adoraron.
CAPÍTULO 5.
ENCUENTRO CON EL FARAÓN.
Después se presentaron Moisés y Aarón a
Faraón y le dijeron: "Así dice Yahveh, el Dios de
Israel: Deja salir a mi pueblo para que me celebre
una fiesta en el desierto."
Respondió Faraón: ¿Quién es Yahveh para que
yo escuche su voz, y deje salir a Israel?
No conozco a Yahveh, y no dejaré salir a Israel."
Ellos dijeron: "El Dios de los hebreos se nos ha
aparecido; permite, pues, que vayamos camino
de tres días al desierto, para ofrecer sacrificios a
Yahveh, nuestro Dios, no sea que nos castigue
con peste o espada."
El rey de Egipto les replicó:
¿Por qué vosotros, Moisés y Aarón, apartáis al
pueblo de sus trabajos? Idos a vuestra tarea."
Y añadió Faraón: "Ahora que el pueblo de esa
región es numeroso, ¿queréis interrumpir sus
trabajos?
Aquel mismo día, dio Faraón esta orden a los
capataces del pueblo y a los escribas:
"Ya no daréis como antes paja al pueblo para
hacer ladrillos; que vayan ellos mismos a
buscársela.
Pero que hagan la misma cantidad de ladrillos
que hacían antes, sin rebajarla; pues son unos
perezosos. Y por eso claman diciendo: Vamos a
ofrecer sacrificios a nuestro Dios.
Que se aumente el trabajo de estos hombres,
para que estén ocupados en él, y no den oídos a
palabras mentirosas.
Salieron los capataces del pueblo diciendo: "Esto
dice Faraón: No os daré ya más paja; id vosotros
mismos a buscárosla donde la podáis hallar.
Pero vuestra tarea no se disminuirá en nada."
Esparcióse, pues, el pueblo por el país de Egipto
en busca de rastrojo para emplearlo como paja.
Los capataces por su lado los apremiaban,
diciendo: "Terminad la tarea que os ha sido fijada
para cada día, como cuando había paja."
A los escribas de los israelitas, que los capataces
de Faraón habían puesto al frente de aquéllos, se
les castigó, diciéndoles: ¿Por qué no habéis
hecho, ni ayer ni hoy, la misma cantidad de
ladrillos que antes?
Los escribas de los israelitas fueron a quejarse a
Faraón, diciendo: ¿Por qué tratas así a tus
siervos?
No se da paja a tus siervos, y sin embargo nos
dicen: "Haced ladrillos." Y he aquí que tus siervos
son castigados."
El respondió: "Haraganes sois, grandes
haraganes; por eso decís: "Vamos a ofrecer
sacrificios a Yahveh."
Pues, id a trabajar; no se os dará paja, y habéis
de entregar la cantidad de ladrillos señalada."
Los escribas de los israelitas se vieron en grande
aprieto, pues les ordenaron: "No disminuiréis
vuestra producción diaria de ladrillos."
Encontráronse, pues, con Moisés y Aarón, que
les estaban esperando a la salida de su
entrevista con Faraón, y les dijeron: Que Yahveh
os examine, y que él os juzgue por habernos
hecho odiosos a Faraón y a sus siervos, y haber
puesto la espada en sus manos para matarnos."
Volvióse entonces Moisés a Yahveh, y dijo:
"Señor, ¿por qué maltratas a este pueblo? ¿Por
qué me has enviado?
Pues desde que fui a Faraón para hablarle en tu
nombre, está maltratando a este pueblo, y tú no
haces nada por librarle."
ÉXODO.
CAPÍTULO 6.
Respondió Yahveh a Moisés: "Ahora verás lo que
voy a hacer con Faraón; porque bajo fuerte mano
tendrá que dejarles partir, y bajo fuerte mano él
mismo los expulsará de su territorio."
VOCACIÓN RENOVADA.
Habló Dios a Moisés, y le dijo: "Yo soy Yahveh".
Me aparecí a Abraham, a Isaac y a Jacob como
El Sadday; pero mi nombre de Yahveh, no se lo
di a conocer.
También con ellos establecí mi alianza, para
darles la tierra de Canaán, la tierra en que
peregrinaron, y en la que moraron como
forasteros.
Y ahora, al oír el gemido de los israelitas,
reducidos a esclavitud por los egipcios, he
recordado mi alianza.
Por tanto, di a los hijos de Israel: Yo soy Yahveh;
Yo os libertaré de los duros trabajos de los
egipcios, os libraré de su esclavitud, y os salvaré
con brazo tenso y castigos grandes.
Yo os haré mi pueblo, y seré vuestro Dios; y
sabréis que yo soy Yahveh, vuestro Dios, que os
sacaré de la esclavitud de Egipto.
Yo os introduciré en la tierra que he jurado dar a
Abraham, a Isaac, y a Jacob, y os la daré en
herencia. Yo, Yahveh."
Moisés dijo esto a los israelitas; pero ellos no
escucharon a Moisés, consumidos por la dura
servidumbre.
Entonces Yahveh habló a Moisés diciendo:
"Ve a hablar con Faraón, rey de Egipto, para que
deje salir a los israelitas fuera de su territorio."
Respondió Moisés ante Yahveh: "Si los israelitas
no escuchan: ¿cómo me va a escuchar Faraón, a
mí que soy torpe de palabra?
Pero Yahveh habló a Moisés y a Aarón, y les dio
órdenes para los israelitas y para Faraón, rey de
Egipto, a fin de sacar del país de Egipto a los
israelitas.
GENEALOGÍA DE MOISÉS Y AARÓN.
Estos son los jefes de sus casas paternas: Hijos
de Rubén, primogénito de Israel: Henoc, Pallú,
Jesrón y Karmí, éstas son las familias de Rubén.
Hijos de Simeón: Yemuel, Yamín, Ohad, Yakín,
Sójar y Saúl, hijo de la cananea; éstas son las
familias de Simeón.
Y éstos son los nombres de los hijos de Leví por
sus linajes: Guerson, Quehat, Merarí. Los años
de la vida de Leví fueron 137.
Hijos de Guerson: Libní y Simei según sus
familias.
Hijos de Quehat: Amram, Yishar, Hebrón y
Uzziel. Los años de la vida de Quehat fueron 133
años.
DESCENDIENTES DE LEVÍ.
Hijos de Merarí: Majlí y Musí. Estas son las
familias de los levitas, por sus linajes.
Amram tomó por mujer a Yokébed, su tía, de la
cual nacieron Aarón y Moisés. Y los años de la
vida de Amram fueron 137.
Hijos de Yishar: Coré, Néfeg y Zikrí.
Hijos de Uzziel: Missael, Elsafán y Sitrí.
Aarón tomó por mujer a Isabel, hija de
Amminadab, hermana de Najsón; de la cual le
nacieron Nadab, Abihú, Eleazar e Itamar.
Hijos de Coré: Assir, Elcaná y Abiasaf. Estas son
la familias de los coreítas.
Eleazar, hijo de Aarón, tomó por mujer a una de
las hijas de Putiel, y de ella nació Pinjás. Estos
son los jefes de las casas paternas de los levitas,
según sus familias.
Estos son, pues, aquel Aarón, y aquel Moisés, a
quienes dijo Yahveh: "Sacad a los israelitas de
la tierra de Egipto, en orden de campaña."
Estos son los que hablaron a Faraón, rey de
Egipto, para sacar de Egipto a los israelitas.
Estos son Moisés y Aarón.
AARÓN, PROFETA DE MOISÉS.
El día en que Yahveh habló a Moisés en el país
de Egipto, le dijo: "Yo soy Yahveh; di a Faraón,
rey de Egipto, cuanto yo te diga."
Moisés respondió ante Yahveh: "Siendo yo torpe
de palabra, ¿cómo me va a escuchar Faraón?
CAPÍTULO 7.
Dijo Yahveh a Moisés: "Mira que te he constituido
como dios para Faraón, y Aarón, tu hermano,
será tu profeta; tú le dirás cuanto yo te mande; y
Aarón, tu hermano, se lo dirá a Faraón, para que
deje salir de su país a los israelitas.
Yo, por mi parte, endureceré el corazón de
Faraón, y multiplicaré mis señales y mis
prodigios, en el país de Egipto.
Faraón no os escuchará, pero yo pondré mi
mano sobre Egipto, y sacaré de la tierra de
Egipto a mi ejército, mi pueblo, los israelitas, a
fuerza de duros castigos.
Y los egipcios reconocerán que yo soy Yahveh,
cuando extienda mi mano sobre Egipto, y saque
de en medio de ellos a los hijos de Israel."
Moisés y Aarón, hicieron lo que les mandó
Yahveh.
Tenía Moisés ochenta años, y Aarón 83 cuando
hablaron a Faraón.
2. LAS PLAGAS.
EL BASTÓN MARAVILLOSO.
Habló Yahveh a Moisés, y Aarón, y dijo:
"Cuando Faraón os diga: Haced algún prodigio,
dirás a Aarón: "Toma tu cayado, y échalo delante
de Faraón, y que se convierta en serpiente."
Presentáronse, pues, Moisés y Aarón a Faraón, e
hicieron lo que Yahveh había ordenado: Aarón
echó su cayado delante de Faraón, y de sus
servidores, y se convirtió en serpiente.
También Faraón llamó a los sabios y a los
hechiceros, y también ellos, los sabios egipcios,
hicieron con sus encantamientos las mismas
cosas.
Echó cada cual su vara, y se trocaron en
serpientes; pero el cayado de Aarón devoró sus
varas.
Sin embargo el corazón de Faraón se endureció,
y no les escuchó, conforme había predicho
Yahveh.
PRIMERA PLAGA:
EL AGUA CONVERTIDA EN SANGRE.
Entonces dijo Yahveh a Moisés: "El corazón de
Faraón es obstinado; se niega a dejar salir al
pueblo.
Preséntate a Faraón por la mañana, cuando vaya
a la ribera. Le saldrás al encuentro a la orilla del
Río, llevando en tu mano el cayado que se
convirtió en serpiente.
Y le dirás: Yahveh, el Dios de los hebreos, me ha
enviado a ti para decirte: "Deja partir a mi pueblo,
para que me den culto en el desierto"; pero hasta
el presente no has escuchado.
Así dice Yahveh: En esto conocerás que yo soy
Yahveh: Mira que voy a golpear con el cayado
que tengo en la mano las aguas del Río, y se
convertirán en sangre.
Los peces del Río morirán, y el Río quedará
apestado de modo que los egipcios no podrán ya
beber agua del Río."
Yahveh dijo a Moisés: "Di a Aarón: Toma tu
cayado, y extiende tu mano sobre las aguas de
Egipto, sobre sus canales, sobre sus ríos, sobre
sus lagunas, y sobre todos sus depósitos de
agua. Se convertirán en sangre; y habrá sangre
en toda la tierra de Egipto, hasta en los árboles y
la piedras."
Moisés y Aarón hicieron lo que Yahveh les había
mandado: alzó el cayado y golpeó las aguas que
hay en el Río, en presencia de Faraón y de sus
servidores, y todas las aguas del Río se
convirtieron en sangre.
Los peces del Río murieron, el Río quedó
apestado de modo que los egipcios nos pudieron
beber el agua del Río; hubo sangre en todo el
país de Egipto.
Pero lo mismo hicieron con sus encantamientos
los magos de Egipto; y el corazón de Faraón se
endureció, y no les escuchó, como había dicho
Yahveh.
Se volvió Faraón y entró en su casa sin hacer
caso de ello.
Y todos los egipcios tuvieron que cavar en los
alrededores del Río, en busca de agua potable,
porque no podían beber las aguas del Río.
SEGUNDA PLAGA:
LAS RANAS.
Pasaron siete días desde que Yahveh hirió el
Río.
Y dijo Yahveh a Moisés: "Preséntate a Faraón y
dile: Así dice Yahveh: "Deja salir a mi pueblo
para que me dé culto."
Si te niegas a dejarle partir, infestaré de ranas
todo tu país.
El Río bullirá de ranas, que subirán y entrarán en
tu casa, en tu dormitorio y en tu lecho, en las
casas de tus servidores y en tu pueblo, en tus
hornos y en tus artesas.
Subirán la ranas sobre ti, sobre tu pueblo, y
sobre tus siervos."
CAPÍTULO 8.
Dijo Yahveh a Moisés: "Di a Aarón: Extiende tu
mano con tu cayado sobre los canales, sobre los
ríos y sobre las lagunas, y haz que suban las
ranas sobre la tierra de Egipto."
Aarón extendió su mano sobre las aguas de
Egipto; subieron la ranas, y cubrieron la tierra de
Egipto.
Pero los magos hicieron lo mismo con sus
encantamientos, e hicieron subir las ranas sobre
la tierra de Egipto.
Faraón llamó a Moisés y a Aarón, y dijo: "Pedid a
Yahveh que aparte las ranas de mí, y de mi
pueblo, y yo dejaré salir al pueblo para que
ofrezca sacrificios a Yahveh."
Respondió Moisés a Faraón: "Dígnate indicarme
cuándo he de rogar por ti, por tus siervos y por tu
pueblo, para que se alejen las ranas de ti, y de
tus casas, y queden solamente en el Río."
"Mañana", contestó él. Replicó Moisés: "Será
conforme a tu palabra, para que sepas que no
hay como Yahveh, nuestro Dios.
Las ranas se apartarán de ti, de tus casas, de tus
siervos y de tu pueblo, y quedarán sólo en el
Río."
Salieron Moisés y Aarón de la presencia de
Faraón, invocó Moisés a Yahveh acerca de las
ranas que afligían a Faraón, y Yahveh hizo lo que
Moisés pedía: murieron las ranas de las casas,
de los patios y de los campos.
Las juntaron en montones y el país apestaba.
Pero Faraón viendo que tenía este respiro,
endureció su corazón, y no les escuchó como
había predicho Yahveh.
TERCERA PLAGA:
LOS MOSQUITOS.
Dijo Yahveh a Moisés: "Di a Aarón: extiende tu
cayado, y golpea el polvo de la tierra que se
convertirá en mosquitos sobre todo el país de
Egipto."
Así lo hicieron: Aarón extendió su mano con el
cayado, y golpeó el polvo de la tierra; y hubo
mosquitos sobre los hombres y sobre los
ganados. Todo el polvo de la tierra se convirtió
en mosquitos sobre todo el país de Egipto.
Los magos intentaron con sus encantamientos
hacer salir mosquitos, pero no pudieron. Hubo,
pues, mosquitos sobre hombres y ganados.
Dijeron los magos a Faraón: ¡es el dedo de Dios!
Pero el corazón de Faraón se endureció, y no les
escuchó, como había dicho Yahveh.
CUARTA PLAGA:
LOS TÁBANOS.
Yahveh dijo a Moisés: "Levántate muy de
mañana, preséntate a Faraón cuando vaya a la
ribera, y dile: Así dice Yahveh: "Deja salir a mi
pueblo, para que me dé culto."
Si no dejas salir a mi pueblo, mira que voy a
enviar tábanos contra ti, contra tus siervos, tu
pueblo y tus casas, de manera que las casas de
los egipcios, y hasta el suelo sobre el cual están
se llenarán de tábanos.
Pero exceptuaré ese día la región de Gosen,
donde está mi pueblo, para que no haya allí
tábanos, a fin de que sepas que yo soy Yahveh
en medio de la tierra; haré distinción entre mi
pueblo y el tuyo. Este prodigio sucederá
mañana."
Así lo hizo Yahveh, y un enorme enjambre de
tábanos, vino sobre la casa de Faraón y la casas
de sus siervos; y toda la tierra de Egipto; la tierra
fue devastada por los tábanos.
Entonces llamó Faraón a Moisés y a Aarón, y les
dijo: "Id y ofreced sacrificios a vuestro Dios en
este país."
Moisés respondió: "No conviene que se haga así,
porque el sacrificio que ofrecemos a Yahveh,
nuestro Dios, es abominación para los egipcios.
¿No nos apedrearían los egipcios si ofreciéramos
ante sus ojos, un sacrificio que para ellos es
abominable?
Iremos tres jornadas de camino por el desierto, y
allí ofreceremos sacrificios a Yahveh, nuestro
Dios, según él nos ordena."
Contestó Faraón: "Os dejaré ir, para que
ofrezcáis en el desierto sacrificios a Yahveh,
vuestro Dios, con tal que no vayáis demasiado
lejos. Rogad por mí."
Moisés respondió: "En cuanto salga rogaré a
Yahveh, y mañana los tábanos se alejarán de
Faraón, de sus siervos y de su pueblo; pero que
no nos siga engañando Faraón, impidiendo que
el pueblo vaya a ofrecer sacrificios a Yahveh."
Salió, pues, Moisés de la presencia de Faraón, y
rogó a Yahveh.
Hizo Yahveh lo que Moisés pedía, y alejó los
tábanos del Faraón, de sus siervos y de su
pueblo, sin quedar ni uno.
Pero también esta vez endureció Faraón su
corazón, y no dejó salir al pueblo.
CAPÍTULO 9.
QUINTA PLAGA:
LA PESTE SOBRE EL GANADO.
Yahveh dijo a Moisés: "Preséntate a Faraón y
dile: Así dice Yahveh, el Dios de los hebreos:
"Deja salir a mi pueblo para que me den culto."
Si te niegas a dejarles salir, y los sigues
reteniendo, mira que la mano de Yahveh caerá
sobre tus ganados del campo, sobre los caballos,
sobre los asnos, sobre los camellos, sobre la
vacadas, y sobre las ovejas; habrá una
grandísima peste.
Pero Yahveh hará distinción entre el ganado de
Israel, y el ganado de los egipcios, de modo que
nada perecerá de lo perteneciente a Israel."
Y Yahveh fijó el plazo, diciendo: "Mañana hará
esto Yahveh en el país."
Al día siguiente cumplió Yahveh su palabra, y
murió todo el ganado de los egipcios; mas del
ganado de los israelitas no murió ni una sola
cabeza.
Faraón mandó hacer averiguaciones, y se vio
que del ganado de Israel no había muerto ni un
solo animal. Sin embargo, se endureció el
corazón de Faraón, y no dejó salir al pueblo.
SEXTA PLAGA: LAS ÚLCERAS.
Dijo Yahveh a Moisés y a Aarón: "Tomad dos
grandes puñados de hollín de horno, y que
Moisés lo lance hacia el cielo, en presencia de
Faraón; se convertirá en polvo fino sobre todo el
territorio de Egipto, y formará erupciones
pustulosas, en hombres y ganados, por toda la
tierra de Egipto."
Tomaron, pues, hollín de horno y presentándose
ante Faraón, lo lanzó Moisés hacia el cielo, y
hubo erupciones pustulosas en hombres y
ganados.
Ni los magos pudieron permanecer delante de
Moisés, a causa de las erupciones; pues los
magos tenían las mismas erupciones que todos
los egipcios.
Pero Yahveh endureció el corazón de Faraón,
que nos les escuchó, según Yahveh había dicho
a Moisés.
SÉPTIMA PLAGA:
LA TORMENTA.
Dijo Yahveh a Moisés: "Levántate de mañana,
preséntate a Faraón y dile: Así dice Yahveh, el
Dios de los hebreos: "Deja salir a mi pueblo para
que me den culto."
Porque esta vez voy a enviar todas mis plagas
sobre ti, sobre tus siervos, y sobre tu pueblo para
que sepas que no hay como yo en toda la tierra.
Si yo hubiera extendido mi mano y te hubiera
herido a ti y a tu pueblo con peste, ya habrías
desaparecido de la tierra; pero te he dejado con
vida, para hacerte ver mi poder, y para que sea
celebrado mi nombre sobre toda la tierra.
Tú te opones todavía a mi pueblo, para no dejarle
salir.
Pues mira que mañana, a esta hora, haré llover
una granizada tan fuerte, como no hubo otra en
Egipto desde el día en que fue fundado hasta el
presente.
Ahora, pues, manda poner a salvo tu ganado, y
cuanto tienes en el campo; porque el granizo
descargará sobre todos los hombres y animales
que se hallan en el campo, y cuantos no se
hayan recogido bajo techumbre perecerán."
Aquéllos de los siervos de Faraón que temieron
la palabra de Yahveh, pusieron al abrigo a sus
siervos y su ganado; mas los que no hicieron
caso de la palabra de Yahveh, dejaron en el
campo a sus siervos y su ganado.
Dijo Yahveh a Moisés: "Extiende tu mano hacia el
cielo, y que caiga granizo en toda la tierra de
Egipto, sobre los hombres, sobre los ganados, y
sobre todas las hierbas del campo que hay en la
tierra de Egipto."
Extendió Moisés su cayado hacia el cielo, y
Yahveh envió truenos y granizo; cayeron rayos
sobre la tierra, y Yahveh hizo llover granizo sobre
el país de Egipto.
El granizo y los rayos mezclados con el granizo,
cayeron con fuerza tan extraordinaria que nunca
hubo semejante en toda la tierra de Egipto,
desde que comenzó a ser nación.
El granizo hirió cuanto había en el campo en todo
el país de Egipto, desde los hombres hasta los
ganados. El granizo machacó también toda la
hierba del campo, y quebró todos los árboles del
campo.
Tan sólo en la región de Gosen, donde habitaban
los israelitas, no hubo granizo.
Faraón hizo llamar a Moisés y a Aarón, y les dijo:
"Ahora sí, he pecado; Yahveh es el justo, y yo y
mi pueblo somos inicuos.
Rogad a Yahveh que cesen ya los truenos y el
granizo; y os dejaré salir. No tendréis que
quedaros más tiempo aquí."
Moisés le respondió: "Cuando salga de la ciudad,
extenderé mis manos hacia Yahveh, cesarán los
truenos, y no habrá más granizo, para que sepas
que la tierra es de Yahveh.
Pero bien sé, que ni tú, ni tus siervos, teméis
todavía a Yahveh, Dios."
Fueron destrozados el lino y la cebada, pues la
cebada estaba ya en espiga, y el lino en flor.
El trigo y la espelta no fueron destrozados por ser
tardíos.
Dejando a Faraón, salió Moisés de la ciudad,
extendió las manos hacia Yahveh, y cesaron los
truenos y granizos, y no cayó más lluvia sobre la
tierra.
Cuando Faraón vio que había cesado la lluvia, el
granizo y los truenos, volvió a pecar,
endureciendo su corazón, tanto él como sus
siervos.
Endurecióse, pues, el corazón de Faraón, y no
dejó salir a los israelitas como Yahveh había
dicho por boca de Moisés.
CAPÍTULO 10.
OCTAVA PLAGA:
LAS LANGOSTAS.
Dijo Yahveh a Moisés: "Ve a Faraón, porque he
endurecido su corazón. y el corazón de sus
siervos, para obrar estas señales mías en medio
de ellos; y para que puedas contar a tu hijo, y al
hijo de tu hijo, cómo me divertí con Egipto, y las
señales que realicé entre ellos, y sepáis que yo
soy Yahveh."
Fueron, pues, Moisés y Aarón donde Faraón, y le
dijeron: "Así dice Yahveh, el Dios de los hebreos:
¿Hasta cuándo te resistirás a humillarte ante mí?
Deja salir a mi pueblo para que me dé culto.
Si te niegas a dejar salir a mi pueblo, mira que
mañana traeré langostas sobre tu territorio; y
cubrirán la superficie del país, de suerte que ni
podrá verse el suelo. Devorarán lo que os quedó
de la granizada, y comerán todos los árboles que
os crecen en el campo.
Llenarán tus casas, las casas de todos los
egipcios, como nunca vieron tus padres, ni los
padres de tus padres, desde el día en que
existieron sobre la tierra, hasta el día de hoy." Y
retirándose salió de la presencia de Faraón.
Dijeron entonces a Faraón sus siervos: ¿Hasta
cuándo ha de ser este hombre causa de nuestra
ruina? Deja salir a esa gente, y que den culto a
Yahveh, su Dios. ¿Te darás cuenta a tiempo de
que Egipto se pierde?
Hicieron, pues, volver a Moisés y a Aarón, a la
presencia de Faraón; el cual les dijo: "Id a dar
culto a Yahveh, vuestro Dios. ¿Quiénes van a ir?
Respondió Moisés: "Saldremos con nuestros
niños y nuestros ancianos, con nuestros hijos y
nuestras hijas, con nuestras ovejas y nuestras
vacadas; porque es nuestra fiesta de Yahveh."
Contestóles: ¡Así esté Yahveh con vosotros,
como voy a dejaros salir a vosotros con vuestros
pequeños! Ved cómo a la vista están vuestras
malas intenciones.
No será así; salid si queréis los varones solos, y
dad culto a Yahveh, pues eso es lo que
buscábais." Y fueron echados de la presencia de
Faraón.
Yahveh dijo a Moisés: "Extiende tu mano sobre la
tierra de Egipto, para que venga la langosta;
que suba sobre el país de Egipto, y coma toda la
hierba del país, todo lo que dejó el granizo."
Moisés extendió su cayado sobre la tierra de
Egipto; y Yahveh hizo soplar el solano sobre el
país, todo aquel día y toda la noche. Y cuando
amaneció, el solano había traído la langosta.
La langosta invadió todo el país de Egipto, y se
posó en todo el territorio egipcio, en cantidad tan
grande, como nunca había habido antes tal plaga
de langosta, ni la habría después.
Cubrieron toda la superficie del país hasta
oscurecer la tierra; devoraron toda la hierba del
país, y todos los frutos de los árboles que el
granizo había dejado; no quedó nada verde ni en
los árboles, ni en las hierbas del campo en toda
la tierra de Egipto.
Entonces Faraón llamó a toda prisa a Moisés y a
Aarón, y dijo: "He pecado contra Yahveh, vuestro
Dios, y contra vosotros.
Ahora, pues, perdonad por favor mi pecado,
siquiera por esta vez; rogad a Yahveh, vuestro
Dios, que aparte de mí al menos esta
mortandad."
Salió Moisés de la presencia de Faraón, y rogó a
Yahveh.
Yahveh hizo que soplara con gran violencia un
viento del mar que se llevó la langosta, y la echó
al mar de Suf. No quedó ni una langosta en todo
el territorio de Egipto.
Pero Yahveh endureció el corazón de Faraón,
que no dejó salir a los israelitas.
NOVENA PLAGA:
LAS TINIEBLAS.
Yahveh dijo a Moisés: "Extiende tu mano hacia el
cielo, y haya sobre la tierra de Egipto tinieblas
que puedan palparse."
Extendió, pues, Moisés su mano hacia el cielo, y
hubo por tres días densas tinieblas en todo el
país de Egipto.
No se veían unos a otros, y nadie se levantó de
su sitio por espacio de tres días, mientras que
todos los israelitas tenían luz en sus moradas.
Llamó Faraón a Moisés y dijo: "Id y dad culto a
Yahveh; que se queden solamente vuestras
ovejas, y vuestras vacadas. También vuestros
pequeños podrán ir con vosotros."
Respondió Moisés: "Nos tienes que conceder
también sacrificios y holocaustos, para que los
ofrendemos a Yahveh, nuestro Dios.
También nuestro ganado ha de venir con
nosotros. No quedará ni una pezuña; porque de
ellos hemos de tomar para dar culto a Yahveh,
nuestro Dios. Y no sabemos todavía qué hemos
de ofrecer a Yahveh hasta que lleguemos allá."
Yahveh endureció el corazón de Faraón, que no
quiso dejarles salir.
Y dijo Faraón a Moisés: ¡Retírate de mi
presencia! ¡Guárdate de volver a ver mi rostro,
pues el día en que veas mi rostro, morirás!
Respondió Moisés: "Tú lo has dicho: no volveré a
ver tu rostro."
ÉXODO.
CAPÍTULO 11.
3. NOCHE DE PASCUA.
ANUNCIO DE LA DÉCIMA PLAGA.
Dijo Yahveh a Moisés: "Todavía traeré una plaga
más sobre Faraón y sobre Egipto; tras de lo cual
os dejará marchar de aquí, y cuando por fin, os
deje salir del país, él mismo os expulsará de
aquí.
Habla, pues, al pueblo y que cada hombre pida a
su vecino, y cada mujer a su vecina, objetos de
plata y objetos de oro."
Yahveh hizo que el pueblo se ganase el favor de
los egipcios. Además, Moisés era un gran
personaje en la tierra de Egipto, tanto a los ojos
de los servidores de Faraón, como a los ojos del
pueblo.
Moisés dijo: "Así dice Yahveh: hacia media noche
pasaré yo a través de Egipto; y morirá en el país
de Egipto todo primogénito, desde el primogénito
de Faraón que se sienta en su trono, hasta el
primogénito de la esclava encargada de moler,
así como todo primer nacido del ganado.
Y se elevará en todo el país de Egipto un alarido
tan grande como nunca lo hubo, ni lo habrá.
Pero entre los israelitas, ni siquiera un perro
ladrará, ni contra hombre, ni contra bestia; para
que sepáis cómo Yahveh hace distinción entre
Egipto e Israel.
Entonces vendrán a mí todos estos siervos tuyos,
y se postrarán delante de mí, diciendo: Sal, tú y
todo el pueblo que te sigue. Y entonces, saldré."
Y, ardiendo en cólera, salió de la presencia de
Faraón.
Y dijo Yahveh a Moisés: "no os escuchará
Faraón, para que así pueda yo multiplicar mis
prodigios en la tierra de Egipto."
Moisés y Aarón, obraron todos estos prodigios
ante Faraón; pero Yahveh endureció el corazón
de Faraón, que no dejó salir de su país a los
israelitas.
CAPÍTULO 12.
EL CORDERO PASCUAL.
Dijo Yahveh a Moisés y Aarón, en el país de
Egipto:
"Este mes será para vosotros el comienzo de los
meses; será el primero de los meses del año.
Hablad a toda la comunidad de Israel y decid: El
día diez de este mes tomará cada uno para sí,
una res de ganado menor por familia, una res de
ganado menor por casa.
Y si la familia fuese demasiado reducida para
una res de ganado menor, traerá al vecino más
cercano a su casa, según el número de
personas, y conforme a lo que cada cual pueda
comer.
El animal será sin defecto, macho, de un año. Lo
escogeréis entre los corderos o los cabritos.
Lo guardaréis hasta el día catorce de este mes; y
toda la asamblea de la comunidad de los
israelitas, lo inmolará entre dos luces.
Luego tomarán la sangre, y untarán las dos
jambas y el dintel de las casas donde lo coman.
En aquella misma noche comerán la carne. La
comerán asada al fuego, con ázimos y con
hierbas amargas.
Nada de él comeréis crudo ni cocido, sino asado,
con su cabeza, sus patas y sus entrañas.
Y no dejaréis nada de él para la mañana; lo que
sobre al amanecer lo quemaréis.
Así lo habéis de comer: ceñidas vuestras
cinturas, calzados vuestros pies, y el bastón en
vuestra mano; y lo comeréis de prisa. Es Pascua
de Yahveh.
Yo pasaré esta noche por la tierra de Egipto, y
heriré a todos los primogénitos del país de
Egipto, desde los hombres hasta los ganados, y
me tomaré justicia de todos los dioses de Egipto.
Yo, Yahveh.
La sangre será vuestra señal en las casas donde
moráis. Cuando yo vea la sangre pasaré de largo
ante vosotros, y no habrá entre vosotros plaga
exterminadora cuando yo hiera el país de Egipto.
Este será un día memorable para vosotros, y lo
celebraréis como fiesta en honor de Yahveh, de
generación en generación. Decretaréis que sea
fiesta para siempre".
LOS PANES SIN LEVADURA.
"Durante siete días comeréis ázimos; ya desde el
primer día quitaréis de vuestras casas la
levadura. Todo el que desde el día primero hasta
el día séptimo coma pan fermentado, ese tal será
exterminado de en medio de Israel.
El primer día tendréis reunión sagrada; también
el día séptimo os reuniréis en reunión sagrada.
Ningún trabajo se hará en esos días, salvo la
comida para cada uno. Esto es lo único que
podréis hacer.
Guarden la fiesta de los Ázimos, porque en ese
mismo día saqué yo a sus ejércitos de la tierra de
Egipto. Guarden este día de generación en
generación como decreto perpetuo.
Comeréis ázimos en el mes primero, desde la
tarde del día catorce del mes, hasta la tarde del
día veintiuno.
No habrá levadura en vuestras casas por espacio
de siete días; todo aquel que coma algo
fermentado, sea forastero, o natural del país,
será exterminado de la comunidad de Israel.
No comeréis nada fermentado; en todo lugar
donde habitéis, comeréis ázimos."
SACRIFICIO DEL CORDERO.
Llamó Moisés a todos los ancianos de Israel, y
les dijo: "Id en busca de reses menores para
vuestras familias, e inmolad la pascua.
Tomaréis un manojo de hisopo, lo mojaréis en la
sangre que está en la vasija, y untaréis el dintel y
las dos jambas con la sangre de la vasija; y
ninguno de vosotros saldrá de la puerta de su
casa, hasta la mañana.
Yahveh pasará y herirá a los egipcios, pero al ver
la sangre en el dintel y en las dos jambas,
Yahveh pasará de largo por aquella puerta, y no
permitirá que el Exterminador entre en vuestras
casas para herir.
Guardad este mandato como decreto perpetuo
para vosotros, y vuestros hijos.
También guardaréis este rito cuando entréis en la
tierra, que os dará Yahveh, según su promesa.
Y cuando os pregunten vuestros hijos: ¿Qué
significa para vosotros este rito? responderéis:
"Este es el sacrificio de la Pascua de Yahveh,
que pasó de largo por las casas de los israelitas
en Egipto, cuando hirió a los egipcios y salvó
nuestras casas." Entonces el pueblo se postró
para adorar.
Fueron los israelitas e hicieron lo que había
mandado Yahveh a Moisés y a Aarón; así lo
hicieron.
DÉCIMA PLAGA:
LA MUERTE DE LOS PRIMOGÉNTIOS.
Y sucedió que, a media noche, Yahveh hirió en el
país de Egipto a todos los primogénitos, desde el
primogénito de Faraón, que se sienta sobre su
trono, hasta el primogénito del preso en la cárcel,
y a todo primer nacido del ganado.
Levantóse Faraón aquella noche, con todos sus
servidores y todos los egipcios; y hubo grande
alarido en Egipto, porque no había casa donde
no hubiese un muerto.
Llamó Faraón a Moisés y a Aarón, durante la
noche, y les dijo: "Levantaos y salid de en medio
de mi pueblo, vosotros y los israelitas, e id a dar
culto a Yahveh, como habéis dicho.
Tomad también vuestros rebaños y vuestras
vacadas, como dijisteis. Marchaos y bendecidme
también a mí."
MARCHA.
— SALIDA DE EGIPTO.
Los egipcios por su parte, instaban al pueblo
para acelerar su salida del país, pues decían.
"Vamos a morir todos."
Tomó, pues, el pueblo la masa, antes que
fermentara, y envolviendo en los mantos las
artesas de la harina, se las cargaron a hombros.
Los israelitas hicieron lo que les dijo Moisés, y
pidieron a los egipcios objetos de plata, objetos
de oro y vestidos.
Yahveh hizo que el pueblo se ganara el favor de
los egipcios, los cuales se los prestaron. Así
despojaron a los egipcios.
Los israelitas partieron de Ramsés hacia Sukkot,
unos 600000 hombres de a pie, sin contar los
niños.
Salió también con ellos una muchedumbre
abigarrada, y grandes rebaños de ovejas y
vacas.
De la masa que habían sacado de Egipto,
cocieron tortas ázimas, porque no había
fermentado todavía; pues al ser echados de
Egipto, no pudieron tomar víveres ni provisiones
para el camino.
Los israelitas estuvieron en Egipto 430 años.
El mismo día que se cumplían los 430 años,
salieron de la tierra de Egipto todos los ejércitos
de Yahveh.
Noche de guardia fue ésta para Yahveh, para
sacarlos de la tierra de Egipto. Esta misma noche
será la noche de guardia en honor de Yahveh,
para todos los israelitas, por todas sus
generaciones.
EL CORDERO PASCUAL.
Dijo Yahveh a Moisés y a Aarón: "Estas son las
normas sobre la Pascua: no comerá de ella
ningún extranjero.
Todo siervo, comprado por dinero, a quien hayas
circuncidado, podrá comerla.
Pero el residente y el jornalero no la comerán.
Se ha de comer dentro de casa; no sacaréis
fuera de casa nada de carne, ni le quebraréis
ningún hueso.
Toda la comunidad de Israel la celebrará.
Si un forastero que habita contigo, quiere
celebrar la Pascua de Yahveh, que se
circunciden todos sus varones, y entonces podrá
acercarse para celebrarla, pues será como los
nativos; pero ningún incircunciso podrá comerla.
Una misma ley habrá para el nativo y para el
forastero, que habita en medio de vosotros."
Así lo hicieron todos los israelitas. Tal como
había mandado Yahveh a Moisés y a Aarón, así
lo hicieron.
Y en aquel mismo día, sacó Yahveh del país de
Egipto, a los israelitas en orden de campaña.
CAPÍTULO 13.
LOS PRIMOGÉNITOS Y LOS PANES SIN
LEVADURA.
Habló Yahveh a Moisés, diciendo:
"Conságrame todo primogénito, todo lo que abre
el seno materno entre los israelitas. Ya sean
hombres o animales, míos son todos."
Dijo, pues, Moisés al pueblo: "Acordaos de este
día en que salisteis de Egipto, de la casa de
servidumbre, pues Yahveh os ha sacado de aquí
con mano fuerte; y no comáis pan fermentado.
Salís hoy, en el mes de Abib.
Así, cuando Yahveh te haya introducido en la
tierra de los cananeos, de los hititas, de los
amorreos, de los jivitas y de los jebuseos, que
juró a tus padres que te daría, tierra que mana
leche y miel, celebrarás ese rito en este mes.
Siete días comerás ázimos, y el día séptimo será
fiesta de Yahveh.
Se comerán ázimos durante siete días, y no se
verá pan fermentado en tu casa, ni levadura
en tu casa, en todo tu territorio.
En aquel día harás saber a tu hijo: "Esto es con
motivo de lo que hizo conmigo Yahveh, cuando
salí de Egipto."
Y esto te servirá como señal en tu mano, y como
recordatorio ante tus ojos, para que la ley de
Yahveh esté en tu boca; porque con mano fuerte
te sacó Yahveh de Egipto.
Guardarás este precepto, año por año, en el
tiempo debido."
Cuando Yahveh te haya introducido en la tierra
del cananeo, como lo tiene jurado a ti y a tus
padres, y te la haya dado, consagrarás a Yahveh
todo lo que abre el seno materno. Todo primer
nacido de tus ganados, si son machos,
pertenecen también a Yahveh.
Todo primer nacido del asno, lo rescatarás con
un cordero; y si no lo rescatas lo desnucarás.
Rescatarás también todo primogénito de entre
tus hijos.
Y cuando el día de mañana te pregunte tu hijo:
¿Qué significa esto? le dirás: "Con mano fuerte
nos sacó Yahveh de Egipto, de la casa de
servidumbre."
Como Faraón se obstinó en no dejarnos salir,
Yahveh mató a todos los primogénitos en el país
de Egipto, desde el primogénito del hombre,
hasta el primogénito del ganado. Por eso
sacrifico a Yahveh todo macho que abre el seno
materno, y rescato todo primogénito de mis hijos.
Esto será como señal en tu mano, y como
insignia entre tus ojos; porque con mano fuerte
nos sacó Yahveh de Egipto."
SALIDA DE EGIPTO.
Cuando Faraón dejó salir al pueblo, Dios no los
llevó por el camino de la tierra de los filisteos,
aunque era más corto; pues se dijo Dios: "No sea
que, al verse atacado, se arrepienta el pueblo y
se vuelva a Egipto."
Hizo Dios dar un rodeo al pueblo por el camino
del desierto del mar de Suf. Los israelitas
salieron bien equipados del país de Egipto.
Moisés tomó consigo los huesos de José, pues
éste había hecho jurar solemnemente a los
israelitas, diciendo: "Ciertamente Dios os
visitará, y entonces llevaos de aquí mis huesos
con vosotros."
Partieron de Sukkot y acamparon en Etam, al
borde del desierto.
Yahveh iba al frente de ellos, de día en columna
de nube, para guiarlos por el camino, y de noche
en columna de fuego para alumbrarlos, de modo
que pudiesen marchar de día y de noche.
No se apartó del pueblo, ni la columna de nube
por el día, ni la columna de fuego por la noche.
CAPÍTULO 14.
PERSECUCIÓN Y PROMESA DE AYUDA.
Habló Yahveh a Moisés, diciendo:
"Di a los israelitas que se vuelvan y acampen
frente a Pi Hajirot, entre Migdol y el mar, enfrente
de Baal Sefón. Frente a ese lugar acamparéis,
junto al mar.
Faraón dirá de los israelitas: "Andan errantes en
el país, y el desierto les cierra el paso."
Yo endureceré el corazón de Faraón, y os
perseguirá; pero yo manifestaré mi gloria a costa
de Faraón, y de todo su ejército, y sabrán los
egipcios que yo soy Yahveh." Así lo hicieron.
Cuando anunciaron al rey de Egipto que había
huido el pueblo, se mudó el corazón de Faraón y
de sus servidores, respecto del pueblo, y dijeron:
¿Qué es lo que hemos hecho dejando que Israel
salga de nuestro servicio?
Faraón hizo enganchar su carro, y llevó consigo
sus tropas.
Tomó seiscientos carros escogidos, y todos los
carros de Egipto, montados por sus
combatientes.
Endureció Yahveh el corazón de Faraón, rey de
Egipto, el cual persiguió a los israelitas, pero los
israelitas salieron con la mano alzada.
Los egipcios los persiguieron: todos los caballos,
los carros de Faraón, con la gente de los carros,
y su ejército; y les dieron alcance mientras
acampaban junto al mar, cerca de Pi Hajirot,
frente a Baal Sefón.
Al acercarse Faraón, los israelitas alzaron sus
ojos, y viendo que los egipcios marchaban tras
ellos, temieron mucho los israelitas, y clamaron a
Yahveh.
Y dijeron a Moisés: ¿Acaso no había sepulturas
en Egipto para que nos hayas traído a morir en el
desierto? ¿Qué has hecho con nosotros
sacándonos de Egipto?
¿No te dijimos claramente en Egipto: Déjanos en
paz, queremos servir a los egipcios? Porque
mejor nos es servir a los egipcios que morir en el
desierto."
Contestó Moisés al pueblo: "No temáis; estad
firmes, y veréis la salvación que Yahveh os
otorgará en este día, pues los egipcios que ahora
veis, no los volveréis a ver nunca jamás.
Yahveh peleará por vosotros, que vosotros no
tendréis que preocuparos."
EL MAR SE DIVIDE Y SE SALVA ISRAEL.
Dijo Yahveh a Moisés: ¿Por qué sigues
clamando a mí? Di a los israelitas que se pongan
en marcha.
Y tú, alza tu cayado, extiende tu mano sobre el
mar y divídelo, para que los israelitas entren en
medio del mar a pie enjuto.
Que yo voy a endurecer el corazón de los
egipcios para que los persigan, y me cubriré de
gloria a costa de Faraón, y de todo su ejército, de
sus carros y de los guerreros de los carros.
Sabrán los egipcios que yo soy Yahveh, cuando
me haya cubierto de gloria a costa de Faraón, de
sus carros y de sus jinetes.
Se puso en marcha el Ángel de Yahveh, que iba
al frente del ejército de Israel, y pasó a
retaguardia. También la columna de nube de
delante se desplazó de allí, y se colocó detrás,
poniéndose entre el campamento de los egipcios,
y el campamento de los israelitas. La nube era
tenebrosa, y transcurrió la noche sin que
pudieran trabar contacto unos con otros en toda
la noche.
Moisés extendió su mano sobre el mar, y
Yahveh hizo soplar durante toda la noche un
fuerte viento del Este, que secó el mar, y se
dividieron las aguas.
Los israelitas entraron en medio del mar a pie
enjuto, mientras que las aguas formaban muralla
a derecha e izquierda.
Los egipcios se lanzaron en su persecución,
entrando tras ellos, en medio del mar, todos los
caballos de Faraón, y los carros con sus
guerreros.
Llegada la vigilia matutina, miró Yahveh desde la
columna de fuego, y humo hacia el ejército de los
egipcios, y sembró la confusión en el ejército
egipcio.
Trastornó la ruedas de sus carros, que no podían
avanzar, sino con gran dificultad. Y exclamaron
los egipcios: "Huyamos ante Israel, porque
Yahveh pelea por ellos contra los egipcios".
Yahveh dijo a Moisés: Extiende tu mano sobre el
mar, y las aguas volverán sobre los egipcios,
sobre sus carros, y sobre los guerreros de los
carros."
Extendió Moisés su mano sobre el mar, y al rayar
el alba, volvió el mar a su lecho; de modo que los
egipcios, al querer huir, se vieron frente a las
aguas. Así precipitó Yahveh a los egipcios en
medio del mar, pues al retroceder las aguas,
cubrieron los carros y a su gente, a todo el
ejército de Faraón, que había entrado en el mar
para perseguirlos; no escapó ni uno siquiera.
Mas los israelitas pasaron a pie enjuto por en
medio del mar, mientras las aguas hacían
muralla a derecha e izquierda.
Aquel día salvó Yahveh a Israel del poder de los
egipcios; e Israel vio a los egipcios muertos a
orillas del mar.
Y viendo Israel la mano fuerte que Yahveh había
desplegado contra los egipcios, temió el pueblo a
Yahveh, y creyeron en Yahveh, y en Moisés, su
siervo.
CAPÍTULO 15.
CANTO DE ACCIÓN DE GRACIAS DE LOS
LIBERADOS.
Entonces Moisés y los israelitas, cantaron este
cántico a Yahveh. Dijeron:
"Canto al Señor pues se cubrió de gloria:
arrojando en el mar caballo y carro.
Mi fortaleza y mi canción es Yahveh.
Él es mi salvación. Él, mi Dios, yo le glorifico, el
Dios de mi padre, a quien exalto.
¡Un guerrero Yahveh, Yahveh es su nombre!
Los carros de Faraón y sus soldados, precipitó
en el mar.
La flor de sus guerreros tragó el mar de Suf;
cubriólos el abismo, hasta el fondo cayeron como
piedra.
Tu diestra, Yahveh, relumbra por su fuerza; tu
diestra, Yahveh, aplasta al enemigo.
En tu gloria inmensa, derribas tus contrarios,
desatas tu furor, y los devora como paja.
Al soplo de tu ira, se apiñaron las aguas, se
irguieron las olas como un dique, los abismos
cuajaron en el corazón del mar.
Dijo el enemigo: "Marcharé a su alcance,
repartiré despojos, se saciará mi alma, sacaré mi
espada, y los aniquilará mi mano."
Mandaste tu soplo, cubriólos el mar; se
hundieron como plomo en las temibles aguas.
¿Quién como tú, Yahveh, entre los dioses?
¿Quién como tú, glorioso en santidad, terrible en
prodigios, autor de maravillas?
Tendiste tu diestra, y los tragó la tierra.
Guiaste en tu bondad al pueblo rescatado.
Tu poder los condujo a tu santa morada.
Oyéronlo los pueblos, se turbaron, dolor como de
parto en Filistea.
Los príncipes de Edom se estremecieron, se
angustiaron los jefes de Moab, y todas las gentes
de Canaán temblaron.
Pavor y espanto cayó sobre ellos.
La fuerza de tu brazo los hizo enmudecer como
una piedra, hasta que pasó tu pueblo, oh
Yahveh, hasta pasar el pueblo que compraste.
Tú le llevas y le plantas en el monte de tu
herencia, hasta el lugar que tú te has preparado
para tu sede, ¡oh Yahveh! Al santuario, Adonay,
que tus manos prepararon.
¡Yahveh reinará por siempre jamás!
Porque cuando los caballos de Faraón, y los
carros con sus guerreros entraron en el mar,
Yahveh hizo que las aguas del mar volvieran
sobre ellos, mientras que los israelitas pasaron a
pie enjuto por medio del mar.
María, la profetisa, hermana de Aarón, tomó en
sus manos un tímpano, y todas la mujeres la
seguían con tímpanos, y danzando en coro.
Y María les entonaba el estribillo: "Cantad a
Yahveh pues se cubrió de gloria, arrojando en el
mar caballo y carro."
2. HACIA EL SINAÍ.
AGUAS AMARGAS:
MARÁ.
Moisés hizo partir a los israelitas del mar de Suf,
y se dirigieron hacia el desierto de Sur:
caminaron tres días por el desierto sin encontrar
agua.
Luego llegaron a Mará, porque era amarga. Por
eso se llama aquel lugar Mará.
El pueblo murmuró contra Moisés, diciendo:
¿Qué vamos a beber?
Entonces Moisés invocó a Yahveh, y Yahveh le
mostró un madero que Moisés echó al agua, y el
agua se volvió dulce. Allí dio a Israel decretos y
normas, y allí le puso a prueba.
Y dijo: "Si de veras escuchas la voz de Yahveh,
tu Dios, y haces lo que es recto a sus ojos, dando
oídos a sus mandatos, y guardando todos sus
preceptos, no traeré sobre ti ninguna de las
plagas que envié sobre los egipcios; porque yo
soy Yahveh, el que te sana."
Después llegaron a Elim, donde hay doce fuentes
de agua, y setenta palmeras, y acamparon allí
junto a las aguas.
ÉXODO.
CAPÍTULO 16.
MANÁ Y CODORNICES.
Partieron de Elim, y toda la comunidad de los
israelitas llegó al desierto de Sin, que está entre
Elim y el Sinaí, el día quince del segundo mes,
después de su salida del país de Egipto.
Toda la comunidad de los israelitas empezó a
murmurar contra Moisés y Aarón en el desierto.
Los israelitas les decían: ¡Ojalá hubiéramos
muerto a manos de Yahveh en la tierra de Egipto,
cuando nos sentábamos junto a las ollas de
carne, cuando comíamos pan hasta hartarnos!
Vosotros nos habéis traído a este desierto para
matar de hambre a toda esta asamblea."
Yahveh dijo a Moisés: "Mira, yo haré llover sobre
vosotros pan del cielo; el pueblo saldrá a recoger
cada día la porción diaria; así le pondré a prueba,
para ver si anda o no según mi ley.
Mas el día sexto, cuando preparen lo que hayan
traído, la ración será doble que la de los demás
días."
Dijeron, pues, Moisés y Aarón a toda la
comunidad de los israelitas: "Esta tarde sabréis
que es Yahveh quien os ha sacado del país de
Egipto; y por la mañana veréis la gloria de
Yahveh. Porque ha oído vuestras murmuraciones
contra Yahveh; pues ¿qué somos nosotros para
que murmuréis contra nosotros?
Y añadió Moisés: "Yahveh os dará esta tarde
carne para comer, y por la mañana pan en
abundancia; porque Yahveh ha oído vuestras
murmuraciones contra él; pues ¿qué somos
nosotros? No van contra nosotros vuestras
murmuraciones, sino contra Yahveh."
Dijo entonces Moisés a Aarón: "Ordena a toda la
comunidad de los israelitas: Acercaos a Yahveh,
pues él ha oído vuestras murmuraciones."
Aún estaba hablando Aarón a toda la comunidad
de los israelitas, cuando ellos miraron hacia el
desierto, y he aquí que la gloria de Yahveh se
apareció en forma de nube.
Y Yahveh habló a Moisés, diciendo:
"He oído las murmuraciones de los israelitas.
Diles: Al atardecer comeréis carne, y por la
mañana os hartaréis de pan; y así sabréis que yo
soy Yahveh, vuestro Dios."
Aquella misma tarde vinieron las codornices, y
cubrieron el campamento; y por la mañana había
una capa de rocío en torno al campamento.
Y al evaporarse la capa de rocío, apareció sobre
el suelo del desierto una cosa menuda, como
granos, parecida a la escarcha de la tierra.
Cuando los israelitas la vieron, se decían unos a
otros: ¿Qué es esto? Pues no sabían lo que era.
Moisés les dijo: "Este es el pan que Yahveh os
da por alimento.
He aquí lo que manda Yahveh: Que cada uno
recoja cuanto necesite para comer, un gomor por
cabeza, según el número de los miembros de
vuestra familia; cada uno recogerá para la gente
de su tienda."
Así lo hicieron los israelitas; unos recogieron
mucho, y otros poco.
Pero cuando lo midieron con el gomor, ni los que
recogieron poco tenían de menos. Cada uno
había recogido lo que necesitaba para su
sustento.
Moisés les dijo: "Que nadie guarde nada para el
día siguiente."
Pero no obedecieron a Moisés, y algunos
guardaron algo para el día siguiente; pero se
llenó de gusanos y se pudrió; y Moisés se irritó
contra ellos.
INFORMACIONES SOBRE EL MANÁ.
Lo recogían por las mañanas, cada cual según lo
que necesitaba; y luego, con el calor del sol, se
derretía.
El día sexto recogieron doble ración, dos gomor
por persona. Todos los jefes de la comunidad
fueron a decírselo a Moisés; él les respondió:
"Esto es lo que manda Yahveh: Mañana es
sábado, día de descanso consagrado a Yahveh.
Coced lo que se deba cocer, hervid lo que se
tenga que hervir; y lo sobrante, guardadlo como
reserva para mañana."
Ellos lo guardaron para el día siguiente, según la
orden de Moisés; y no se pudrió, ni se agusanó.
Dijo entonces Moisés: "Hoy comeréis esto,
porque es sábado de Yahveh; y en tal día no
hallaréis nada en el campo.
Seis días podéis recogerlo, pero el día séptimo,
que es sábado, no habrá nada."
A pesar de todo, salieron algunos del pueblo a
recogerlo el séptimo día, pero no encontraron
nada.
Yahveh dijo a Moisés: ¿Hasta cuándo os
negaréis a guardar mi mandatos y mis leyes?
Mirad que Yahveh os ha puesto el sábado; por
eso el día sexto, os da ración para dos días.
Quédese cada uno en su sitio, y que nadie se
mueva de su lugar el día séptimo."
Y el día séptimo descansó el pueblo.
La casa de Israel lo llamó maná. Era como
semilla de cilantro, blanco, y con sabor a torta de
miel.
Dijo Moisés: "Esto manda Yahveh: Llenad un
gomor de maná, y conservadlo, para vuestros
descendientes, para que vean el pan con que os
alimenté en el desierto cuando os saqué del país
de Egipto."
Dijo, pues, Moisés a Aarón: "Toma una vasija,
pon en ella un gomor lleno de maná, y colócalo
ante Yahveh, a fin de conservarlo para vuestros
descendientes."
Tal como Yahveh se lo mandó a Moisés, Aarón lo
puso ante el Testimonio para conservarlo.
Los israelitas comieron el maná por espacio de
cuarenta años, hasta que llegaron a tierra
habitada. Lo estuvieron comiendo hasta que
llegaron a los confines del país de Canaán.
El gomor es la décima parte de la medida.
CAPÍTULO 17.
AGUAS DEL JUICIO:
MASÁ Y MERIBÁ.
Toda la comunidad de los israelitas partió del
desierto de Sin, a la orden de Yahveh, para
continuar sus jornadas; y acamparon en Refidim,
donde el pueblo no encontró agua para beber.
El pueblo entonces se querelló contra Moisés,
diciendo: "Danos agua para beber."
Respondióles Moisés: ¿Por qué os querelláis
conmigo? ¿Por qué tentáis a Yahveh?"
Pero el pueblo, torturado por la sed, siguió
murmurando contra Moisés: ¿Nos has hecho
salir de Egipto para hacerme morir de sed, a mí,
a mis hijos, y a mis ganados?
Clamó Moisés a Yahveh y dijo: ¿Qué puedo
hacer con este pueblo? Poco falta para que me
apedreen."
Respondió Yahveh a Moisés: "Pasa delante del
pueblo, llevando contigo algunos de los ancianos
de Israel; lleva también en tu mano el cayado con
que golpeaste el Río y vete, que allí estaré yo
ante ti, sobre la peña, en Horeb; golpearás la
peña, y saldrá de ella agua para que beba el
pueblo." Moisés lo hizo así a la vista de los
ancianos de Israel.
Aquel lugar se llamó Massá y Meribá, a causa de
la querella de los israelitas, y por haber tentado a
Yahveh, diciendo: ¿Está Yahveh entre nosotros o
no?
VICTORIA SOBRE LOS AMALECITAS.
Vinieron los amalecitas, y atacaron a Israel en
Refidim.
Moisés dijo a Josué: "Elígete algunos hombres, y
sal mañana a combatir contra Amalec. Yo me
pondré en la cima del monte, con el cayado de
Dios en mi mano."
Josué cumplió las órdenes de Moisés, y salió a
combatir contra Amalec. Mientras tanto, Moisés,
Aarón y Jur subieron a la cima del monte.
Y sucedió que, mientras Moisés tenía alzadas las
manos, prevalecía Israel; pero cuando las
bajaba, prevalecía Amalec.
Se le cansaron las manos a Moisés, y entonces
ellos tomaron una piedra y se la pusieron debajo;
él se sentó sobre ella, mientras Aarón y Jur le
sostenían las manos, uno a un lado y otro al otro.
Y así resistieron sus manos hasta la puesta del
sol.
Josué derrotó a Amalec, y a su pueblo a filo de
espada.
Yahveh dijo Moisés: "Escribe esto en un libro
para que sirva de recuerdo, y haz saber a Josué,
que yo borraré por completo la memoria de
Amalec de debajo de los cielos."
Después edificó Moisés un altar, al que puso por
nombre Yahveh Nissí, diciendo: "La bandera de
Yahveh en la mano; Yahveh está en guerra con
Amalec de generación en generación."
CAPÍTULO 18.
Encuentro con Jetró e institución de los jueces
Jetró, sacerdote de Madián, suegro de Moisés,
se enteró de lo que había hecho Dios en favor de
Moisés y de Israel, su pueblo, y cómo Yahveh
había sacado a Israel de Egipto.
Entonces Jetró, suegro de Moisés, tomó a
Séfora, mujer de Moisés, a la que Moisés había
despedido, y a sus hijos; el uno se llamaba
Guersom, pues Moisés dijo: "Forastero soy en
tierra extraña," y el otro se llamaba Eliezer, pues
dijo Moisés: "El Dios de mi padre es mi protector,
y me ha librado de la espada de Faraón."
Llegó, pues, Jetró, suegro de Moisés, con los
hijos y la mujer de Moisés, al desierto, donde
estaba acampado junto al monte de Dios.
Y dijo a Moisés: Yo, Jetró, tu suegro, vengo a ti
con tu mujer y sus dos hijos."
Moisés salió al encuentro de su suegro, se postró
y le besó. Se saludaron ambos y entraron en la
tienda.
Moisés contó a su suegro todo lo que Yahveh
había hecho a Faraón y a los egipcios, en favor
de Israel; todos los trabajos sufridos en el
camino, y cómo Yahveh les había librado de
ellos.
Jetró se alegró de todo el bien que Yahveh había
hecho a Israel, librándole de la mano de los
egipcios.
Y dijo Jetró: ¡Bendito sea Yahveh, que os ha
librado de la mano de los egipcios y de la mano
de Faraón, y ha salvado al pueblo del poder de
los egipcios!
Ahora reconozco que Yahveh es más grande que
todos los dioses."
Después Jetró, suegro de Moisés, ofreció un
holocausto y sacrificios a Dios; y Aarón y todos
los ancianos de Israel, fueron a comer con el
suegro de Moisés en presencia de Dios.
NOMBRAMIENTO DE JUECES.
Al día siguiente, se sentó Moisés para juzgar al
pueblo; y el pueblo estuvo ante Moisés desde la
mañana hasta la noche.
El suegro de Moisés vio el trabajo que su yerno
se imponía por el pueblo, y dijo: ¿Cómo haces
eso con el pueblo? ¿Por qué te sientas tú solo
haciendo que todo el pueblo tenga que
permanecer delante de ti desde la mañana hasta
la noche?
Contestó Moisés a su suegro: "Es que el pueblo
viene a mí para consultar a Dios.
Cuando tienen un pleito, vienen a mí; yo dicto
sentencia entre unos y otros, y les doy a conocer
los preceptos de Dios y sus leyes."
Entonces el suegro de Moisés le dijo: "No está
bien lo que estás haciendo.
Acabarás agotándote, tú y este pueblo que está
contigo; porque este trabajo es superior a tus
fuerzas; no podrás hacerlo tú solo.
Así que escúchame; te voy a dar un consejo, y
Dios estará contigo. Sé tú el representante del
pueblo delante de Dios, y lleva ante Dios sus
asuntos.
Enséñales los preceptos y las leyes, dales a
conocer el camino que deben seguir, y las obras
que han de practicar.
Pero elige de entre el pueblo hombres capaces,
temerosos de Dios, hombres fieles e
incorruptibles, y ponlos al frente del pueblo como
jefes de mil, jefes de ciento, jefes de cincuenta y
jefes de diez.
Ellos juzgarán al pueblo en todo momento; te
presentarán a ti los asuntos más graves, pero en
los asuntos de menor importancia, juzgarán ellos.
Así se aliviará tu carga, pues ellos te ayudarán a
llevarla.
Si haces esto, Dios te comunicará sus órdenes,
tú podrás resistir, y todo este pueblo por su parte
podrá volver en paz a su lugar."
Escuchó Moisés la voz de su suegro e hizo todo
lo que le había dicho.
Eligió, pues, hombres capaces de entre todo
Israel, y los puso al frente del pueblo, como jefes
de mil, jefes de ciento, jefes de cincuenta, y jefes
de diez.
Estos juzgaban al pueblo en todo momento; los
asuntos graves se los presentaban a Moisés,
mas en todos los asuntos menores juzgaban por
sí mismos.
Después Moisés despidió a su suegro, que se
volvió a su tierra.
CAPÍTULO 19.
3. ALIANZA Y LEY.
1. ALIANZA EN EL SINAÍ.
EL SEÑOR PROPONE LA ALIANZA.
Al tercer mes después de la salida de Egipto, ese
mismo día, llegaron los hijos de Israel al desierto
de Sinaí.
Partieron de Refidim, y al llegar al desierto de
Sinaí, acamparon en el desierto. Allí acampó
Israel frente al monte.
Moisés subió hacia Dios. Yahveh le llamó desde
el monte, y le dijo: "Así dirás a la casa de Jacob,
y esto anunciarás a los hijos de Israel:
"Ya habéis visto lo que he hecho con los
egipcios, y cómo a vosotros os he llevado sobre
alas de águila y os he traído a mí.
Ahora, pues, si de veras escucháis mi voz y
guardáis mi alianza, vosotros seréis mi propiedad
personal, entre todos los pueblos, porque mía es
toda la tierra; seréis para mí un reino de
sacerdotes, y una nación santa." Estas son las
palabras que has de decir a los hijos de Israel."
Fue, pues, Moisés, y convocó a los ancianos del
pueblo, y les expuso todas estas palabras que
Yahveh le había mandado.
Todo el pueblo a una respondió diciendo:
"Haremos todo cuanto ha dicho Yahveh."
Y Moisés llevó a Yahveh la respuesta del pueblo.
Dijo Yahveh a Moisés: "Mira: Voy a presentarme
a ti en una densa nube, para que el pueblo me
oiga hablar contigo, y así te dé crédito para
siempre." Y Moisés refirió a Yahveh las palabras
del pueblo.
Yahveh dijo a Moisés: "Ve donde el pueblo, y haz
que se santifiquen hoy y mañana; que laven sus
vestidos y estén preparados para el tercer día;
porque al día tercero descenderá Yahveh a la
vista de todo el pueblo sobre el monte Sinaí.
Deslinda el contorno de la montaña, y di:
Guardaos de subir al monte, y aun de tocar su
falda. Todo aquel que toque el monte morirá.
Pero nadie pondrá la mano sobre el culpable,
sino que será lapidado o asaeteado; sea hombre
o bestia, no quedará con vida. Cuando resuene
el cuerno, subirán ellos al monte."
Bajó, pues, Moisés del monte, adonde estaba el
pueblo, y ellos lavaron sus vestidos.
Y dijo al pueblo: "Estad preparados para el tercer
día, y absteneos de mujer."
EL SEÑOR DESCIENDE A LA MONTAÑA.
Al tercer día, al rayar el alba, hubo truenos y
relámpagos, y una densa nube sobre el monte, y
un poderoso resonar de trompeta; y todo el
pueblo que estaba en el campamento se echó a
temblar.
Entonces Moisés hizo salir al pueblo del
campamento, para ir al encuentro de Dios, y se
detuvieron al pie del monte.
Todo el monte Sinaí humeaba, porque Yahveh
había descendido sobre él en el fuego.
Subía el humo como de un horno, y todo el
monte retemblaba con violencia.
El sonar de la trompeta se hacía cada vez más
fuerte; Moisés hablaba, y Dios le respondía con
el trueno.
Yahveh bajó al monte Sinaí, a la cumbre del
monte; llamó Yahveh a Moisés a la cima de la
montaña y Moisés subió.
Dijo Yahveh a Moisés: "Baja y conjura al pueblo
que no traspase las lindes para ver a Yahveh,
porque morirían muchos de ellos; aun los
sacerdotes que se acercan a Yahveh, deben
santificarse para que Yahveh no irrumpa contra
ellos."
Moisés respondió a Yahveh: "El pueblo no podrá
subir al monte Sinaí, porque tú nos lo has
prohibido, diciendo: Señala un límite alrededor
del monte, y decláralo sagrado."
Yahveh le dijo: "Anda, baja, y luego subes tú y
Aarón contigo; pero los sacerdotes y el pueblo no
traspasarán las lindes, para subir hacia Yahveh,
a fin de que no irrumpa contra ellos."
Bajó, pues, Moisés adonde estaba el pueblo, y
les dijo:
CAPÍTULO 20.
PROCLAMACIÓN DEL DECÁLOGO.
Entonces pronunció Dios todas estas palabras
diciendo:
"Yo, Yahveh, soy tu Dios, que te he sacado del
país de Egipto, de la casa de servidumbre.
No habrá para ti otros dioses delante de mí.
No te harás escultura ni imagen alguna,
ni de lo que hay arriba en los cielos, ni de lo que
hay abajo en la tierra, ni de lo que hay en las
aguas debajo de la tierra.
No te postrarás ante ellas, ni les darás culto,
porque yo Yahveh, tu Dios, soy un Dios celoso,
que castigo la iniquidad de los padres en los
hijos, hasta la tercera y cuarta generación de los
que me odian, y tengo misericordia por millares
con los que me aman y guardan mis
mandamientos.
No tomarás en falso el nombre de Yahveh,
tu Dios; porque Yahveh no dejará sin castigo a
quien toma su nombre en falso.
Recuerda el día del sábado para santificarlo.
Seis días trabajarás, y harás todos tus trabajos,
pero el día séptimo es día de descanso para
Yahveh, tu Dios. No harás ningún trabajo,
ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu sierva,
ni tu ganado, ni el forastero que habita en tu
ciudad.
Pues en seis días hizo Yahveh el cielo y la tierra,
el mar y todo cuanto contienen, y el séptimo
descansó; por eso bendijo Yahveh el día del
sábado, y lo hizo sagrado.
Honra a tu padre y a tu madre, para que se
prolonguen tus días sobre la tierra que Yahveh,
tu Dios, te va a dar.
No matarás.
No cometerás adulterio.
No robarás.
No darás testimonio falso contra tu prójimo.
No codiciarás la casa de tu prójimo, ni codiciarás
la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su sierva,
ni su buey, ni su asno, ni nada que sea de tu
prójimo."
MOISÉS MEDIADOR.
Todo el pueblo percibía los truenos y
relámpagos, el sonido de la trompeta, y el monte
humeante, y temblando de miedo se mantenía a
distancia.
Dijeron a Moisés: "Habla tú con nosotros, que
podremos entenderte, pero que no hable Dios
con nosotros, no sea que muramos."
Respondió Moisés al pueblo: "No temáis, pues
Dios ha venido para poneros a prueba, para que
su temor esté ante vuestros ojos, y no pequéis".
Y el pueblo se mantuvo a distancia, mientras
Moisés se acercaba a la densa nube donde
estaba Dios.
CÓDIGO DE LA ALIANZA.
LEY DEL ALTAR.
Dijo Yahveh a Moisés: Así dirás a los israelitas:
Vosotros mismos habéis visto que os he hablado
desde el cielo.
No haréis junto a mí dioses de plata, ni os haréis
dioses de oro.
Hazme un altar de tierra para ofrecer sobre él tus
holocaustos y tus sacrificios de comunión, tus
ovejas y tus bueyes. En todo lugar donde haga
yo memorable mi nombre, vendré a ti y te
bendeciré.
Y si me haces un altar de piedra, no lo edificarás
de piedras labradas; porque al alzar tu cincel
sobre ella queda profanada.
Tampoco subirás por gradas a mi altar, para que
no se descubra tu desnudez sobre él.
ÉXODO.
CAPÍTULO 21.
SOBRE EL ESCLAVO HEBREO.
Estas con las normas que has de dar:
Cuando compres un esclavo hebreo, servirá seis
años, y el séptimo quedará libre, sin pagar
rescate.
Si entró solo, solo saldrá; si tenía mujer, su mujer
saldrá con él.
Si su amo le dio mujer, y ella le dio a luz hijos o
hijas, la mujer y sus hijos serán del amo, y él
saldrá solo.
Si el esclavo declara: "Yo quiero a mi señor, a mi
mujer y a mis hijos; renuncio a la libertad", su
amo le llevará ante Dios, y arrimándolo a la
puerta o a la jamba, su amo le horadará la oreja
con una lezna; y quedará a su servicio para
siempre.
Si un hombre vende a su hija por esclava, ésta
no saldrá de la esclavitud como salen los
esclavos.
Si no agrada a su señor que la había destinado
para sí, éste permitirá su rescate; y no podrá
venderla a gente extraña, tratándola con engaño.
Si la destina para su hijo, le dará el mismo trato
que a sus hijas.
Si toma para sí otra mujer, no le disminuirá a la
primera la comida, ni el vestido ni los derechos
conyugales.
Y si no le da estas tres cosas, ella podrá salirse
de balde sin pagar rescate.
DELITOS CAPITALES.
El que hiera mortalmente a otro, morirá; pero si
no estaba al acecho, sino que Dios se lo puso al
alcance de la mano, yo te señalaré un lugar
donde éste pueda refugiarse.
Pero al que se atreva a matar a su prójimo con
alevosía, hasta de mi altar le arrancarás para
matarle.
El que pegue a su padre o a su madre, morirá.
Quien rapte a una persona, — la haya vendido o
esté todavía en su poder ,— morirá.
Quien maldiga a su padre o a su madre, morirá.
GOLPES Y HERIDAS.
Si dos hombres riñen, y uno hiere a otro con una
piedra o con el puño, pero no muere, sino que,
después de guardar cama, puede levantarse y
andar por la calle, apoyado en su bastón, el que
le hirió quedará exculpado, pero pagará el tiempo
perdido, y los gastos de la curación completa.
Si un hombre golpea a su siervo o a su sierva
con un palo, y muere a sus manos, cae bajo la
ley de venganza.
Pero si sobrevive un día o dos, no será vengado,
pues lo había comprado con dinero.
Si unos hombres, en el curso de una riña, dan un
golpe a una mujer encinta, y provocan el parto
sin más daño, el culpable será multado conforme
a lo que imponga el marido de la mujer, y
mediante arbitrio.
Pero si resultare daño, darás vida por vida, ojo
por ojo, diente por diente, mano por mano, pie
por pie, quemadura por quemadura, herida por
herida, cardenal por cardenal.
Si un hombre hiere a su siervo o a su sierva en el
ojo, y le deja tuerto, le dará libertad en
compensación del ojo.
Si uno salta un diente a su siervo o a su sierva, le
pondrá en libertad en compensación del diente.
Si un buey acornea a un hombre o a una mujer, y
le causa la muerte, el buey será apedreado, y no
se comerá su carne, pero el dueño del buey
quedará exculpado.
Mas si el buey acorneaba ya desde tiempo atrás,
y su dueño, aun advertido, no le vigiló, y ese
buey mata a un hombre o a una mujer, el buey
será apedreado, y también su dueño morirá.
Si se le impone un precio por ello, dará en
rescate de su vida cuanto le impongan.
Si acornea a un muchacho o a una muchacha, se
seguirá esta misma norma.
Si el buey acornea a un siervo o a una sierva, se
pagarán treinta siclos de plata al dueño de ellos,
y el buey será apedreado.
DAÑO A LA PROPIEDAD AJENA.
Si un hombre deja abierto un pozo, o si cava un
pozo y no lo tapa, y cae en él un buey o un asno,
el propietario del pozo pagará al dueño de ellos
el precio en dinero, y el animal muerto será suyo.
Si el buey de uno acornea al buey de otro,
causándole la muerte, venderán el buey vivo, y
se repartirán el precio, repartiendo igualmente el
buey muerto.
Pero si era notorio que el buey acorneaba desde
tiempo atrás, y su dueño no le vigiló, pagará buey
por buey, y el buey muerto será suyo.
Si un hombre roba un buey o una oveja, y los
mata o vende, pagará cinco bueyes por el buey,
y cuatro ovejas por la oveja.
CAPÍTULO 22.
Si el ladrón, sorprendido al perforar la pared, es
herido mortalmente, no habrá venganza de
sangre.
Mas, si esto sucede salido ya el sol, su sangre
será vengada. Debe restituir; si no tiene con qué,
será vendido para restituir por su robo.
Si lo robado, sea buey, asno u oveja, fuere
hallado vivo en su poder, restituirá el doble.
Si un hombre causa daño en un campo o en una
viña, dejando suelto su ganado de modo que
pazca en campo ajeno, restituirá con lo mejor de
su propio campo, y lo mejor de su propia viña.
Si se declara un fuego, y se incrementa con
zarzales, de modo que se abrasen las hacinas, la
mies, o el campo, el autor del incendio deberá
resarcir el daño.
Cuando un hombre dé a otro dinero o utensilios
en depósito, para que se lo guarde, y son
robados de la casa de éste, el ladrón, si es
hallado, restituirá el doble.
Pero si no es hallado, el dueño de la casa se
presentará ante Dios, para declarar que no ha
puesto su mano sobre los bienes de su prójimo.
En todo caso delictivo, ya se trate de buey, asno,
oveja, ropa o de cualquier cosa desaparecida, de
la que uno diga: "Es esto", la causa de ambos se
llevará ante Dios; y aquel a quien Dios declare
culpable, restituirá el doble a su prójimo.
Si un hombre entrega a otro un asno, buey,
oveja, o cualquier otro animal para su custodia, y
éstos mueren o sufren daño, o son robados sin
que nadie lo vea, mediará entre los dos el
juramento de Yahveh, para atestiguar que el
depositario no ha puesto su mano sobre la
hacienda de su prójimo; el dueño tomará lo que
quede, y el otro no tendrá que restituir.
Pero si el animal le ha sido robado estando él
cerca, restituirá a su dueño.
Si el animal ha sido despedazado, que traiga
como testimonio los despojos, y no tendrá que
restituir.
Si un hombre pide a otro que le preste un
ganado, y éste sufre un daño o muere, en
ausencia de su dueño, tendrá que restituir.
Si estaba presente su dueño, nada se restituirá.
Si lo había alquilado, el dueño recibirá el precio
del alquiler.
Si un hombre seduce a una virgen, no
desposada, y se acuesta con ella, le pagará la
dote, y la tomará por mujer.
Y si el padre de ella no quiere dársela, el
seductor pagará el dinero de la dote de las
vírgenes.
LEYES SOCIALES Y RELIGIOSAS.
A la hechicera no la dejarás con vida.
Todo el que peque con bestia, morirá.
El que ofrece sacrificios a otros dioses, será
entregado al anatema.
No maltratarás al forastero, ni le oprimirás, pues
forasteros fuisteis vosotros en el país de Egipto.
No vejarás a viuda, ni a huérfano.
Si le vejas y clama a mí, no dejaré de oír su
clamor, se encenderá mi ira, y os mataré a
espada; vuestras mujeres quedarán viudas, y
vuestros hijos huérfanos.
Si prestas dinero a uno de mi pueblo, al pobre
que habita contigo, no serás con él un usurero;
no le exigiréis interés.
Si tomas en prenda el manto de tu prójimo, se lo
devolverás al ponerse el sol, porque con él se
abriga; es el vestido de su cuerpo. ¿Sobre qué va
a dormir, si no? Clamará a mí, y yo le oiré,
porque soy compasivo.
No blasfemarás contra Dios, ni maldecirás al
principal de tu pueblo.
No tardarás en ofrecerme de tu abundancia y de
tus jugos. Me darás el primogénito de tus hijos.
Lo mismo has de hacer con el de tus vacas y
ovejas. Siete días estará con su madre, y al
octavo me lo darás.
Hombres santos seréis para mí. No comáis la
carne despedazada por una fiera en el campo;
echádsela a los perros.
CAPÍTULO 23.
DEFENSA DE LOS DÉBILES.
No levantes testimonio falso, ni ayudes al
malvado dando testimonio injusto.
No sigas a la mayoría para hacer el mal; ni te
inclines en un proceso por la mayoría, en contra
de la justicia.
Tampoco favorecerás al pobre en su pleito.
Si encuentras el buey de tu enemigo, o su asno
extraviado, se lo llevarás.
Si ves caído bajo la carga, el asno del que te
aborrece, no rehúses tu ayuda. Acude a
ayudarle.
No tuerzas el derecho de tu pobre, en su pleito.
Aléjate de causas mentirosas, no quites la vida al
inocente y justo; y no absuelvas al malvado.
No recibas regalos; porque el regalo ciega a los
perspicaces, y pervierte las causas justas.
No oprimas al forastero; ya sabéis lo que es ser
forastero, porque forasteros fuisteis vosotros en
la tierra de Egipto.
FESTIVIDADES.
Seis años sembrarás tu tierra, y recogerás su
producto; al séptimo la dejarás descansar y en
barbecho, para que coman los pobres de tu
pueblo, y lo que quede lo comerán los animales
del campo. Harás lo mismo con tu viña y tu
olivar.
Seis días harás tus trabajos, y el séptimo
descansarás, para que reposen tu buey y tu
asno, y tengan un respiro el hijo de tu sierva y el
forastero.
Guardad todo lo que os he dicho. No invocarás el
nombre de otros dioses: ni se oiga en vuestra
boca.
LAS TRES FIESTAS ANUALES.
Tres veces al año me celebrarás fiesta.
Guardarás la fiesta de los Ázimos.
Durante siete días comerás ázimos, como te he
mandado, en el tiempo señalado, en el mes de
Abib; pues en él saliste de Egipto. Nadie se
presentará delante de mí con las manos vacías.
También guardarás la fiesta de la Siega, de las
primicias de tus trabajos, de lo que hayas
sembrado en el campo; y la fiesta de la
Recolección al término del año, al recoger del
campo los frutos de tu trabajo.
Tres veces al año se presentarán tus varones
delante de Yahveh, el Señor.
No ofrecerás la sangre de mi sacrificio con pan
fermentado, ni guardarás hasta el día siguiente la
grasa de mi fiesta.
Llevarás a la Casa de Yahveh, tu Dios, las
mejores primicias de tu suelo. No cocerás el
cabrito en la leche de su madre.
EXHORTACIÓN FINAL.
He aquí que yo voy a enviar un ángel delante de
ti, para que te guarde en el camino, y te
conduzca al lugar que te tengo preparado.
Pórtate bien en su presencia, y escucha su voz;
no le seas rebelde, que no perdonará vuestras
transgresiones, pues en él está mi Nombre.
Si escuchas atentamente su voz, y haces todo lo
que yo diga, tus enemigos serán mis enemigos, y
tus adversarios mis adversarios.
Mi ángel caminará delante de ti, y te introducirá
en el país de los amorreos, de los hititas, de los
perizitas, de los cananeos, de los jivitas, y de los
jebuseos; y yo los exterminaré.
No te mostrarás ante sus dioses, ni les darás
culto, ni imitarás su conducta; al contrario, los
destruirás por completo y romperás sus estelas.
Vosotros daréis culto a Yahveh, vuestro Dios, yo
bendeciré tu pan y tu agua. Y apartaré de ti las
enfermedades.
No habrá en tu tierra mujer que aborte, ni que
sea estéril; y colmaré el número de tus días.
"Sembraré delante de ti, mi terror; llenaré de
turbación a todos los pueblos donde llegues; y
haré que todos tus enemigos huyan ante ti.
Enviaré avispas delante de ti, que ahuyentarán
de tu presencia al jivita, al cananeo y al hitita.
No les expulsaré de tu presencia en un solo año,
no sea que al quedar desierta la tierra, se
multipliquen contra ti las fieras del campo.
Les expulsaré de tu vista poco a poco, hasta que
tú te multipliques, y te apoderes de la tierra.
Y fijaré tus confines desde el mar de Suf, hasta el
mar de los filisteos, y desde el desierto hasta el
Río, pues entregaré en tus manos a los
habitantes del país, para que los arrojes de tu
presencia.
No hagas pacto con ellos, ni con sus dioses.
No habitarán en tu tierra, no sea que te hagan
pecar contra mí, pues dando culto a sus dioses,
caerías en un lazo."
CAPÍTULO 24.
RATIFICACIÓN DE LA ALIANZA.
Dijo a Moisés: "Sube donde Yahveh, tú, Aarón,
Nadab, y Abihú, con setenta de los ancianos de
Israel; os postraréis desde lejos.
Sólo Moisés se acercará a Yahveh; ellos no se
acercarán. Tampoco el pueblo subirá con ellos."
Vino, pues, Moisés, y refirió al pueblo todas las
palabras de Yahveh y todas sus normas. Y todo
el pueblo respondió a una voz: "Cumpliremos
todas las palabras que ha dicho Yahveh."
Entonces escribió Moisés todas las palabras de
Yahveh; y, levantándose de mañana, alzó al pie
del monte un altar, y doce estelas por las doce
tribus de Israel.
Luego mandó a algunos jóvenes, de los
israelitas, que ofreciesen holocaustos e
inmolaran novillos, como sacrificios de comunión
para Yahveh.
Tomó Moisés la mitad de la sangre, y la echó en
vasijas; la otra mitad la derramó sobre el altar.
Tomó después el libro de la Alianza, y lo leyó
ante el pueblo, que respondió: "Obedeceremos y
haremos todo cuanto ha dicho Yahveh."
Entonces tomó Moisés la sangre, roció con ella al
pueblo y dijo: "Esta es la sangre de la Alianza,
que Yahveh ha hecho con vosotros, según todas
estas palabras."
Moisés subió con Aarón, Nadab, y Abihú, y
setenta de los ancianos de Israel, y vieron al Dios
de Israel. Bajo sus pies había como un
pavimento de zafiro, tan puro como el mismo
cielo.
No extendió él su mano contra los notables de
Israel, que vieron a Dios, comieron y bebieron.
Moisés se encuentra con el Señor en la montaña
del Sinaí.
Dijo Yahveh a Moisés: "Sube hasta mí, al monte;
quédate allí, y te daré las tablas de piedra, — la
ley y los mandamientos, — que tengo escritos
para su instrucción."
Se levantó Moisés, con Josué, su ayudante; y
subieron al monte de Dios.
Dijo a los ancianos: "Esperadnos aquí que
volvamos a vosotros. Ahí quedan con vosotros
Aarón y Jur. El que tenga alguna cuestión que
recurra a ellos."
Y subió Moisés al monte. La nube cubrió el
monte.
La gloria de Yahveh descansó sobre el monte
Sinaí, y la nube lo cubrió por seis días. Al
séptimo día, llamó Yahveh a Moisés de en medio
de la nube.
La gloria de Yahveh aparecía a la vista de los
hijos de Israel, como fuego devorador sobre la
cumbre del monte.
Moisés entró dentro de la nube y subió al monte.
Y permaneció Moisés en el monte cuarenta días
y cuarenta noches.
CAPÍTULO 25.
2. NORMAS PARA EL CULTO.
LA TIENDA DE LA PRESENCIA.
TRIBUTOS PARA SU CONSTRUCCIÓN.
Yahveh habló a Moisés diciendo:
Di a los israelitas que reserven ofrendas para mí.
Me reservaréis la ofrenda de todo aquel a quien
su corazón mueva.
De ellos reservaréis lo siguiente: oro, plata y
bronce; púrpura violeta y escarlata, carmesí, lino
fino y pelo de cabra; pieles de carnero teñidas de
rojo, cueros finos y maderas de acacia; aceite
para el alumbrado, aromas para el óleo de la
unción, y para el incienso aromático; piedras de
ónice y piedras de engaste para el efod y el
pectoral.
Me harás un Santuario para que yo habite en
medio de ellos.
Lo haréis conforme al modelo de la Morada, y al
modelo de todo su mobiliario que yo voy a
mostrarte.
EL ARCA DE LA ALIANZA.
Harás un arca de madera de acacia, de dos
codos y medio de largo, codo y medio de ancho y
codo y medio de alto.
La revestirás de oro puro; por dentro y por fuera
la revestirás; y además pondrás en su derredor
una moldura de oro.
Fundirás para ella cuatro anillas de oro, que
pondrás en sus cuatro pies, dos anillas a un
costado, y dos anillas al otro.
Harás también varales de madera de acacia, que
revestirás de oro, y los pasarás por las anillas de
los costados del arca, para transportarla.
Los varales deben quedar en las anillas del arca,
y no se sacarán de allí.
En el arca pondrás el Testimonio que yo te voy a
dar.
Harás asimismo uno propiciatorio de oro puro, de
dos codos y medio de largo, y codo y medio de
ancho.
Harás, además, dos querubines de oro macizo;
los harás en los dos extremos del propiciatorio:
haz el primer querubín en un extremo, y el
segundo en el otro. Los querubines formarán un
cuerpo con el propiciatorio, en sus dos extremos.
Estarán con las alas extendidas por encima,
cubriendo con ellas el propiciatorio, uno frente al
otro, con las caras vueltas hacia el propiciatorio.
Pondrás el propiciatorio encima del arca; y
pondrás dentro del arca el Testimonio que yo te
daré.
Allí me encontraré contigo; desde encima del
propiciatorio, de en medio de los dos querubines
colocados sobre el arca del Testimonio, te
comunicaré todo lo que haya de ordenarte para
los israelitas.
LA MESA.
Harás una mesa de madera de acacia, de dos
codos de largo, uno de ancho, y codo y medio de
alto.
La revestirás de oro puro y le pondrás alrededor
una moldura de oro.
Harás también en torno de ella, un reborde de
una palma de ancho, con una moldura de oro
alrededor del mismo.
Le harás cuatro anillas de oro, y pondrás las
anillas en los cuatro ángulos correspondientes a
sus cuatro pies.
Estarán las anillas junto al reborde, para pasar
por ellas los varales y transportar la mesa.
Harás los varales de madera de acacia y los
revestirás de oro. Con ellos se transportará la
mesa.
Harás también las fuentes, los vasos, los jarros y
las tazas para las libaciones. De oro puro los
harás.
Y sobre la mesa, pondrás perpetuamente delante
de mí, el pan de la Presencia.
EL CANDELABRO.
Harás también un candelabro de oro puro.
Harás de oro macizo el candelabro, su pie y su
tallo. Sus cálices, — corolas y flores, —
formarán un cuerpo con él.
Saldrán seis brazos de sus lados: tres brazos de
un lado, y tres del otro.
El primer brazo tendrá tres cálices en forma de
flor de almendro, con corola y flor; también el
segundo brazo tendrá tres cálices en forma de
flor de almendro, con corola y flor; y así los seis
brazos que salen del candelabro.
En el mismo candelabro habrá cuatro cálices en
forma de flor de almendro, con sus corolas y sus
flores: una corola debajo de los dos primeros
brazos que forman cuerpo con el candelabro; una
corola, debajo de los dos siguientes, y una
corola, debajo de los dos últimos brazos; así con
los seis brazos que salen del candelabro.
Las corolas y los brazos formarán un cuerpo con
el candelabro. Todo ello formará un cuerpo de
oro puro macizo.
Harás sus siete lámparas, que colocarás encima,
de manera que den luz al frente.
Sus despabiladeras y sus ceniceros, serán de
oro puro.
Se empleará un talento de oro puro para hacer el
candelabro con todos estos utensilios.
Fíjate para que lo hagas según los modelos que
te han sido mostrados en el monte.
ÉXODO.
CAPÍTULO 26.
LA MORADA.
Harás la Morada con diez tapices, de lino fino
torzal, de púrpura violeta y escarlata y de
carmesí; bordarás en ellos unos querubines.
La longitud de cada tapiz será de veintiocho
codos, y la anchura de cuatro. Todos los tapices
tendrán las mismas medidas.
Cinco tapices estarán unidos entre sí, y lo mismo
los otros cinco.
Pondrás lazos de púrpura violeta en el borde del
tapiz, con que termina la primera serie, y lo
mismo harás en el borde del tapiz con que
termina el segundo conjunto.
Pondrás cincuenta lazos en el primer tapiz, y
otros cincuenta en el borde del último tapiz del
segundo conjunto, correspondiéndose los lazos
unos a otros.
Harás cincuenta broches de oro, y con los
broches enlazarás entre sí los tapices, para que
la Morada forme un espacio único.
Tejerás también piezas de pelo de cabra, para
que a modo de tienda cubran la Morada. Tejerás
once de estas piezas.
La longitud de cada pieza será de treinta codos;
de cuatro, la anchura. Las once piezas tendrán
las mismas medidas.
Juntarás cinco piezas en una parte, y seis en la
otra, y doblarás la sexta pieza ante la fachada de
la Tienda.
Harás cincuenta lazos en el borde de la última
pieza del primer conjunto, y cincuenta lazos en el
borde de la última pieza del segundo conjunto.
Harás cincuenta broches de bronce e introducirás
los broches en los lazos, uniendo así la Tienda
de modo que forme un espacio único.
Como las piezas de la Tienda exceden en
amplitud, harás extender la mitad de la pieza
excedente, por detrás de la Morada.
Lo que excede en longitud de las piezas de la
Tienda, — un codo por cada lado, — se
extenderá a ambos lados de la Morada, a un lado
y a otro, para cubrirla.
También harás para la Tienda un toldo de pieles
de carnero teñidas de rojo; y encima otro toldo de
cueros finos.
LOS TABLEROS DE MADERA.
También harás para la Morada tableros de
madera de acacia, y los pondrás de pie.
Cada tablero tendrá diez codos de largo, y codo y
medio de ancho.
Tendrá además dos espigas paralelas. Harás lo
mismo para todos los tableros de la Morada.
Pondrás veinte de los tableros en el flanco del
Négueb, hacia el sur.
Harás cuarenta basas de plata para colocarlas
debajo de los veinte tableros: dos basas debajo
de un tablero para sus dos espigas, y dos basas
debajo del otro tablero para sus dos espigas.
Para el segundo flanco de la Morada, la parte del
norte, otros veinte tableros, con sus cuarenta
basas de plata: dos basas debajo de un tablero, y
dos basas debajo de otro tablero.
Para la parte posterior de la Morada, hacia el
occidente, harás seis tableros; y para los ángulos
de la Morada, en su parte posterior, dos más,
que estarán unidos, desde abajo hasta arriba,
hasta la primera anilla. Así se hará con los dos
tableros destinados a los dos ángulos.
Serán, pues, ocho tableros con sus basas de
plata; dieciséis basas, dos debajo del otro
tablero.
Harás, además, cinco travesaños de madera de
acacia para los tableros de un flanco de la
Morada, cinco travesaños para los tableros del
otro flanco, y cinco travesaños para los tableros
de la parte posterior de la Morada, hacia el
occidente.
El travesaño central pasará a media altura de los
tableros, de un extremo al otro.
Revestirás de oro los tableros, y les harás anillas
de oro, para pasar los travesaños. También
revestirás de oro los travesaños.
Erigirás la Morada según la norma que te ha sido
mostrada en el monte.
VELOS DE SEPARACIÓN.
Harás un velo de púrpura violeta y escarlata, de
carmesí y lino fino torzal; bordarás en él unos
querubines.
Lo colgarás de cuatro postes de acacia,
revestidos de oro, provistos de ganchos de oro, y
de sus cuatro basas de plata.
Colgarás el velo debajo de los broches; y allá,
detrás del velo, llevarás el arca del Testimonio, y
el velo os servirá para separar el Santo del Santo
de los Santos.
Pondrás el propiciatorio sobre el arca del
Testimonio, en el Santo de los Santos.
Fuera del velo colocarás la mesa, y frente a la
mesa, en el lado meridional de la Morada, el
candelabro; pondrás la mesa en el lado norte.
Harás para la entrada de la Tienda una cortina de
púrpura violeta y escarlata, de carmesí y lino fino
torzal, labor de recamador.
Para la cortina harás cinco postes de acacia, que
revestirás de oro; sus ganchos serán también de
oro, y fundirás para ellos cinco basas de bronce.
CAPÍTULO 27.
EL ALTAR DE LOS SACRIFICIOS.
Harás el altar de madera de acacia de cinco
codos de largo, y cinco de ancho; será cuadrado
y tendrá tres codos de alto.
Harás sobresalir de sus cuatro ángulos unos
cuernos, que formarán un cuerpo con él; lo
revestirás de bronce.
Le harás ceniceros para la grasa incinerada,
badiles y acetres, tenedores y braseros. Fundirás
de bronce todos estos utensilios.
Fabricarás para él una rejilla de bronce, en forma
de red; y en los cuatro extremos de la red fijarás
cuatro anillas de bronce.
La colocarás bajo la cornisa inferior del altar, de
modo que llegue desde abajo hasta la mitad del
altar.
Harás varales para el altar, varales de madera de
acacia, que revestirás de bronce.
Para transportar el altar, se pasarán estos
varales por las anillas de ambos lados del altar.
Harás el altar hueco, de paneles; conforme a lo
que se te ha mostrado en el monte, así lo harás.
EL ATRIO.
También harás el atrio de la Morada. Del lado del
Négueb, hacia el sur, el atrio tendrá un cortinaje
de lino fino torzal, en una longitud de cien codos
a uno de los lados.
Sus veinte postes descansarán sobre veinte
basas de bronce; sus ganchos y varillas serán de
plata.
A lo largo del lado septentrional, habrá
igualmente un cortinaje en una longitud de cien
codos, con sus veinte postes que descansarán
sobre veinte basas de bronce; los ganchos de los
postes y sus varillas serán de plata.
A lo ancho del atrio, por el lado occidental, habrá
un cortinaje de cincuenta codos; sus postes
serán diez, y diez igualmente las basas en que
descansarán.
La anchura del atrio, al este, al oriente, será de
cincuenta codos.
Quince codos tendrá el cortinaje de un lado, con
sus tres postes y sus tres basas.
Por el otro lado, otro cortinaje de quince codos,
con sus tres postes y sus tres basas.
La puerta del atrio tendrá un tapiz de veinte
codos, de púrpura violeta y escarlata, de carmesí
y lino fino torzal, labor de recamador. Tendrá
cuatro postes y cuatro basas.
Todos los postes que rodean al atrio tendrán
varillas de plata; sus ganchos serán de plata y
sus basas de bronce.
El atrio tendrá cien codos de largo, cincuenta
codos de ancho, y cinco codos de alto; todo de
lino fino torzal, y con sus basas de bronce.
Todos los utensilios de la Morada para toda clase
de servicios con todo su clavazón, y toda la
clavazón del atrio, serán de bronce.
ACEITE PARA LAS LÁMPARAS.
Mandarás a los israelitas que te traigan aceite
puro de oliva molida para el alumbrado, para
alimentar continuamente la llama.
Aarón y sus hijos lo tendrán dispuesto delante de
Yahveh, desde la tarde hasta la mañana en
Tienda del Encuentro, fuera del velo que cuelga
delante del Testimonio. Deben arder ante el
Señor desde la tarde hasta el amanecer. Esta
será la ley perpetua para todas las generaciones
de Israel.
CAPÍTULO 28.
LOS ORNAMENTOS SACERDOTALES.
DISPOSICIÓN GENERAL.
Manda acercarse a ti de en medio de los
israelitas a tu hermano Aarón, con sus hijos, para
que ejerza mi sacerdocio: Aarón, con Nadab y
Abihú, Eleazar e Itamar, hijos de Aarón.
Harás para Aarón, tu hermano, vestiduras
sagradas, que le den majestad y esplendor.
Hablarás tú con todos los artesanos hábiles a
quienes he llenado de espíritu de sabiduría; ellos
harán las vestiduras de Aarón para que sea
consagrado sacerdote mío.
Harán las vestiduras siguientes: un pectoral, un
efod, un manto, una túnica bordada, una tiara y
una faja. Harán, pues, a tu hermano Aarón y a
sus hijos, vestiduras sagradas para que ejerzan
mi sacerdocio.
Tomarán para ello oro, púrpura violeta y
escarlata, carmesí y lino fino.
EL EFOD.
Bordarán el efod de oro, púrpura violeta y
escarlata, carmesí y lino fino torzal.
Se le pondrán dos hombreras, y se fijará por sus
dos extremos.
La cinta con que se ciña el efod, será de la
misma hechura, y formará con él una misma
pieza: de oro, púrpura violeta y escarlata,
carmesí y lino fino torzal.
Tomarás dos piedras de ónice, sobre las cuales
grabarás los nombres de los hijos de Israel: seis
de sus nombres en una piedra, y los seis
restantes en la otra, por orden de nacimiento.
Como se tallan las piedras y se graban los sellos,
así harás grabar esas dos piedras con los
nombres de los hijos de Israel; las harás
engarzar en engastes de oro.
Después pondrás las dos piedras sobre las
hombreras del efod, como piedras que me hagan
recordar a los hijos de Israel, y así llevará Aarón
sus nombres sobre sus dos hombros para
recuerdo delante de Yahveh.
Harás engarces de oro; y también dos cadenillas
de oro puro; las harás trenzadas a manera de
cordones, y fijarás las cadenillas trenzadas en los
engarces.
EL PECTORAL.
Bordarás también el pectoral del juicio; lo harás
al estilo de la labor del efod. Lo harás de oro,
púrpura violeta y escarlata, de carmesí y lino fino
torzal.
Será cuadrado y doble, de un palmo de largo y
otro de ancho.
Lo llenarás de pedrería, poniendo cuatro filas de
piedras: en la primera fila, un sardio, un topacio y
una esmeralda; en la segunda fila, un rubí, un
zafiro y un diamante; en la tercera fila, un ópalo,
una ágata y una amatista; en la cuarta fila, un
crisólito, un ónice y un jaspe; todas estarán
engastadas en oro.
Las piedras corresponderán a los nombres de los
hijos de Israel: doce, como los nombres de ellos.
Estarán grabadas como los sellos, cada una con
su nombre, conforme a las doce tribus.
Para el pectoral harás cadenillas de oro puro,
trenzadas a manera de cordones; y harás
también para el pectoral dos anillas de oro que
fijarás en sus dos extremos.
Pasarás los dos cordones de oro por las dos
anillas, en los extremos del pectoral; unirás los
dos extremos de los dos cordones, a los dos
engarces, y los fijarás en la parte delantera de las
hombreras del efod.
Harás otras dos anillas de oro que pondrás en los
dos extremos del pectoral, en el borde interior
que mira hacia el efod.
Harás otras dos anillas de oro, y las fijarás en la
parte inferior de las dos hombreras del efod, por
delante, cerca de su unión encima de la cinta del
efod.
Sujetarán el pectoral por sus anillas a las anillas
del efod, con un cordón de púrpura violeta, para
que el pectoral quede sobre la cinta del efod, y
no se desprenda del efod.
Así llevará Aarón sobre su corazón los nombres
de los hijos de Israel, en el pectoral del juicio,
siempre que entre en el Santuario, para recuerdo
perpetuo delante de Yahveh.
En el pectoral del juicio pondrás el Urim y el
Tummim, que estarán sobre el corazón de Aarón
cuando se presente ante Yahveh. Así llevará
Aarón constantemente sobre su corazón, delante
de Yahveh, el oráculo de los hijos de Israel.
LA TÚNICA.
Tejerás el manto del efod, todo él de púrpura
violeta.
Habrá en su centro una abertura para la cabeza;
esta abertura llevará en derredor una orla, tejida
como el cuello de una cota, para que no se
rompa.
En todo su ruedo inferior, harás granadas de
púrpura violeta y escarlata, de carmesí y lino fino
torzal; y entre ellas, también alrededor, pondrás
campanillas de oro: una campanilla de oro y una
granada; otra campanilla de oro y otra granada;
así por todo el ruedo inferior del manto.
Aarón lo llevará en su ministerio, y se oirá el
tintineo cuando entre en el Santuario, ante
Yahveh, y cuando salga; así no morirá.
LA LÁMINA DE ORO SOBRE LA TIARA.
Harás, además, una lámina de oro puro, y en ella
grabarás como se graban los sellos:
"Consagrado a Yahveh."
La sujetarás con un cordón de púrpura violeta, de
modo que esté fija sobre la tiara; estará en la
parte delantera de la tiara.
Quedará sobre la frente de Aarón; pues Aarón
cargará con las faltas cometidas por los israelitas
en las cosas sagradas; es decir, al ofrecer toda
clase de santas ofrendas. La tendrá siempre
sobre su frente, para que hallen favor delante de
Yahveh.
Tejerás la túnica con lino fino; harás también la
tiara de lino fino, y la faja con brocado.
EL RESTO DE LAS VESTIDURAS.
Para los hijos de Aarón harás túnicas. Les harás
también fajas y mitras, que les den majestad y
esplendor.
Vestirás así a tu hermano Aarón y a sus hijos; los
ungirás, los investirás y los consagrarás para que
ejerzan mi sacerdocio.
Hazles también calzones de lino, para cubrir su
desnudez desde la cintura hasta los muslos.
Aarón y sus hijos los llevarán al entrar en la
Tienda del Encuentro, o al acercarse al altar para
oficiar en el Santuario, para que no incurran en
culpa y mueran. Decreto perpetuo será éste para
él y su posteridad.
CAPÍTULO 29.
CONSAGRACIÓN DE LOS SACERDOTES.
RITUAL.
Para consagrarlos a mi sacerdocio, has de
proceder con ellos de esta manera. Toma un
novillo y dos carneros sin defecto, panes ázimos
y tortas sin levadura: unas, amasadas con aceite,
y otras, untadas en aceite. Las harás con flor de
harina de trigo.
Las pondrás en un canastillo, y las presentarás
en él junto con el novillo y los dos carneros.
Mandarás que Aarón y sus hijos se acerquen a la
entrada de la Tienda del Encuentro, donde los
bañarás con agua.
Tomarás las vestiduras y vestirás a Aarón con la
túnica, el manto del efod, el efod y el pectoral,
que ceñirás con la cinta del efod.
Pondrás la tiara sobre su cabeza, y sobre la tiara
colocarás la diadema sagrada.
Entonces tomarás el óleo de la unción, lo
derramarás sobre su cabeza, y así le ungirás.
Harás igualmente que se acerquen sus hijos y los
vestirás con túnicas; ceñirás a Aarón y a sus
hijos las fajas, y les pondrás las mitras. A ellos
les corresponderá el sacerdocio por decreto
perpetuo. Así investirás a Aarón y a sus hijos.
SACRIFICIOS EN LA CONSAGRACIÓN.
Presentarás el novillo ante la Tienda del
Encuentro, y Aarón y sus hijos impondrán las
manos sobre la cabeza del novillo.
Luego inmolarás el novillo delante de Yahveh, a
la entrada de la Tienda del Encuentro.
Tomando sangre del novillo, untarás con tu dedo
los cuernos del altar, y derramarás toda la sangre
al pie del altar.
Saca todo el sebo que cubre las entrañas, el que
queda junto al hígado, y los dos riñones con el
sebo que los envuelve, para quemarlo en el altar.
Pero quemarás fuera del campamento la carne
del novillo, con su piel y sus excrementos. Es
sacrificio por el pecado.
Después tomarás uno de los carneros, y Aarón y
sus hijos impondrán las manos sobre la cabeza
del carnero.
Una vez inmolado el carnero, tomarás su sangre
y la derramarás en torno al altar.
Luego despedazarás el carnero, lavarás sus
entrañas y sus patas; las pondrás sobre sus
porciones y sobre su cabeza, y quemarás todo el
carnero en el altar. Es holocausto para Yahveh,
calmante aroma de manjares abrasados en
honor de Yahveh.
Tomarás también el segundo carnero, y Aarón y
sus hijos impondrán las manos sobre la cabeza
del carnero.
Una vez inmolado, tomarás su sangre y untarás
con ella el lóbulo de la oreja derecha de Aarón, y
el lóbulo de la oreja derecha de sus hijos; el
pulgar de su mano derecha, y el pulgar de su pie
derecho, y derramarás la sangre alrededor del
altar.
Tomarás luego sangre de la que está sobre el
altar, y óleo de la unción, para rociar a Aarón y
sus vestiduras, a sus hijos y las vestiduras de sus
hijos juntamente con él. Así quedará consagrado
él y sus vestiduras, y con él sus hijos y las
vestiduras de sus hijos.
Toma después el sebo de este carnero: la cola,
el sebo que cubre las entrañas, el que queda
junto al hígado, los dos riñones con el sebo que
lo envuelve, y la pierna derecha, porque se trata
del carnero de la investidura.
Toma del canastillo de los ázimos que está
delante de Yahveh un pan redondo, una torta de
pan de aceite y otra, untada de aceite.
Lo pondrás todo sobre las palmas de las manos
de Aarón y de sus hijos; y lo mecerás como
ofrenda mecida delante de Yahveh.
Después lo tomarás de sus manos y lo quemarás
en el altar, junto al holocausto como calmante
aroma ante Yahveh. Es un manjar abrasado en
honor de Yahveh.
Tomarás también el pecho del carnero inmolado
por la investidura de Aarón, y lo mecerás como
ofrenda mecida delante de Yahveh; esa será tu
porción.
Así santificarás el pecho de la ofrenda mecida y
la pierna de la ofrenda reservada, es decir, lo que
ha sido mecido y reservado del carnero, de la
investidura de Aarón y de sus hijos; según
decreto perpetuo, pertenecerán a Aarón y a sus
hijos, como porción recibida de los israelitas,
porque es ofrenda reservada; será reservada de
lo que ofrecen los israelitas, en sus sacrificios de
comunión como ofrenda reservada a Yahveh.
Las vestiduras sagradas de Aarón serán,
después de él, para sus hijos, de modo que,
vestidos con ellas, sean ungidos e investidos.
Por siete días las vestirá aquel de sus hijos que
le suceda como sacerdote, y entre en la Tienda
del Encuentro para oficiar en el Santuario.
Tomarás después el carnero de la investidura, y
cocerás su carne en lugar sagrado; Aarón y sus
hijos comerán a la entrada de la Tienda del
Encuentro, la carne del carnero y el pan del
canastillo.
Comerán aquello que ha servido para su
expiación al investirlos y consagrarlos; pero que
ningún laico coma de ello, porque es cosa
sagrada.
Si a la mañana siguiente, sobra algo de la carne
o del pan de la investidura, quemarás este resto;
no ha de comerse, porque es cosa sagrada.
Harás, pues, con Aarón y con sus hijos de esta
manera, según todo lo que te he mandado. Siete
días invertirás en la investidura.
Cada día ofrecerás un novillo en expiación como
sacrificio por el pecado; y purificarás, mediante tu
expiación, el altar, que ungirás para consagrarlo.
Siete días harás la expiación por el altar, y lo
santificarás; el altar será cosa sacratísima; todo
cuanto toque al altar quedará consagrado.
SACRIFICIOS DIARIOS.
He aquí lo que has de ofrecer sobre el altar: dos
corderos primales cada día, perpetuamente.
Ofrecerás un cordero por la mañana, y el otro
entre dos luces; y con el primer cordero, una
décima de medida de flor de harina, amasada
con un cuarto de sextario de aceite de oliva
molida, y como libación un cuarto de sextario de
vino.
Ofrecerás el otro cordero entre dos luces; lo
ofrecerás con la misma oblación que a la
mañana, y con la misma libación, como calmante
aroma del manjar abrasado en honor de Yahveh,
en holocausto perpetuo, de generación en
generación, ante Yahveh, a la entrada de la
Tienda del Encuentro, donde me encontraré
contigo, para hablarte allí.
Me encontraré con los israelitas en ese lugar que
será consagrado por mi gloria.
Consagraré la Tienda del Encuentro y el altar, y
consagraré también a Aarón y a sus hijos, para
que ejerzan mi sacerdocio.
Moraré en medio de los israelitas, y seré para
ellos Dios.
Y reconocerán que yo soy Yahveh, su Dios, que
los saqué del país de Egipto, para morar entre
ellos. Yo, Yahveh, su Dios.
CAPÍTULO 30.
OTRAS NORMAS Y UTENSILIOS.
ALTAR DEL INCIENSO.
Harás también un altar para quemar el incienso.
De madera de acacia lo harás.
Será cuadrado: de un codo de largo, y otro de
ancho; su altura será de dos codos. Sus cuernos
formarán un solo cuerpo con él.
Lo revestirás de oro puro, tanto su parte superior,
como sus costados, así como sus cuernos.
Pondrás en su derredor una moldura de oro,
y debajo de la moldura, a los costados, harás dos
anillas. Las harás a ambos lados, para meter por
ellas los varales con que transportarlo.
Harás los varales de madera de acacia, y los
revestirás de oro.
Colocarás el altar delante del velo que está junto
al arca del Testimonio, y ante el propiciatorio que
cubre el Testimonio, donde yo me encontraré
contigo.
Aarón quemará en él incienso aromático; lo
quemará todas la mañanas, al preparar las
lámparas, y lo quemará también cuando al
atardecer alimente las lámparas. Será incienso
continuo ante Yahveh, de generación en
generación.
No ofrezcáis sobre él incienso profano, ni
holocausto, ni oblación, ni derraméis sobre él
libación alguna.
Aarón una vez al año hará expiación sobre los
cuernos de este altar. Con la sangre del sacrificio
por el pecado, es decir, el de la expiación, una
vez cada año hará expiación por él en vuestras
sucesivas generaciones. Cosa sacratísima es el
altar en honor de Yahveh.
CENSO Y TRIBUTO.
Habló Yahveh a Moisés, diciendo: Cuando
cuentes el número de los israelitas para hacer su
censo, cada uno pagará a Yahveh el rescate por
su vida al ser empadronado, para que no haya
plaga entre ellos con motivo del
empadronamiento.
Esto es lo que ha de dar cada uno de los
comprendidos en el censo: medio siclo, en siclos
del Santuario. Este siclo es de veinte óbolos. El
tributo reservado a Yahveh es medio siclo.
Todos los comprendidos en el censo, de veinte
años en adelante, pagarán el tributo reservado a
Yahveh.
El rico no dará más, ni el pobre menos del medio
siclo, al pagar el tributo a Yahveh, como rescate
de vuestras vidas.
Tomarás el dinero del rescate de parte de los
israelitas, y lo darás para el servicio de la Tienda
del Encuentro; y será para los israelitas como
recordatorio ante Yahveh, por el rescate de sus
vidas.
LA PILA PARA EL LAVATORIO RITUAL.
Habló Yahveh a Moisés, diciendo:
Haz una pila de bronce, con su base de bronce,
para las abluciones. Colócala entre la Tienda del
Encuentro y el altar, y echa agua en ella, para
que Aarón y sus hijos, se laven las manos y los
pies con su agua.
Antes de entrar en la Tienda del Encuentro, se
han de lavar con agua para que no mueran;
también antes de acercarse al altar, para el
ministerio de quemar los manjares, que se
abrasan en honor de Yahveh.
Se lavarán las manos y los pies, y no morirán.
Este será decreto perpetuo para ellos, para
Aarón y su posteridad, de generación en
generación.
ACEITE DE LA UNCIÓN.
Habló Yahveh a Moisés, diciendo:
Toma tú, aromas escogidos: de mirra pura,
quinientos siclos; de cinamomo, la mitad, o sea,
250; de caña aromática, 250; de casia,
quinientos, en siclos del Santuario, y un sextario
de aceite de oliva.
Prepararás con ello el óleo para la unción
sagrada, perfume aromático como lo prepara el
perfumista. Este será el óleo para la unción
sagrada.
Con él ungirás la Tienda del Encuentro, y el arca
del Testimonio, la mesa con todos sus utensilios,
el candelabro con todos sus utensilios, el altar del
incienso, el altar del holocausto con todos sus
utensilios, y la pila con su base.
Así los consagrarás, y serán cosa sacratísima.
Todo cuanto los toque quedará santificado.
Ungirás también a Aarón y a sus hijos, y los
consagrarás para que ejerzan mi sacerdocio.
Hablarás a los israelitas, diciendo: Este será para
vosotros el óleo de la unción sagrada de
generación en generación.
No debe derramarse sobre el cuerpo de ningún
hombre; no haréis ningún otro de composición
parecida a la suya. Santo es, y lo tendréis por
cosa sagrada.
Cualquiera que prepare otro semejante, o
derrame de él sobre un laico, será exterminado
de su pueblo.
INCIENSO PERFUMADO.
Dijo Yahveh a Moisés: Procúrate en cantidades
iguales aromas: estacte, uña marina y gálbano,
especias aromáticas e incienso puro.
Prepara con ello, según el arte del perfumista, un
incienso perfumado, sazonado con sal, puro y
santo; pulverizarás una parte que pondrás
delante del Testimonio, en la Tienda del
Encuentro, donde yo me encontraré contigo.
Será para vosotros cosa sacratísima.
Y en cuanto a la composición de este incienso
que vas a hacer, no la imitéis para vuestro uso.
Lo tendrás por consagrado a Yahveh.
Cualquiera que prepare otro semejante para
aspirar su fragancia, será exterminado de en
medio de su pueblo.
ÉXODO.
CAPÍTULO 31.
ELECCIÓN DE LOS ARTESANOS.
Habló Yahveh a Moisés diciendo:
Mira que he designado a Besalel, hijo de Urí, hijo
de Jur, de la tribu de Judá; y le he llenado del
espíritu de Dios, concediéndole habilidad, pericia
y experiencia en toda clase de trabajos; para
concebir y realizar proyectos en oro, plata y
bronce; para labrar piedras de engaste, tallar la
madera, y ejecutar cualquier otra labor.
Mira que yo le he dado por colaborador a
Oholiab, hijo de Ajisamak, de la tribu de Dan; y
además, en el corazón de todos los hombres
hábiles, he infundido habilidad para que hagan
todo lo que te he mandado: la Tienda del
Encuentro, el arca del Testimonio, el propiciatorio
que la cubre, y todos los utensilios de la Tienda;
la mesa con sus utensilios, el candelabro con
todos sus utensilios, el altar del incienso, el altar
del holocausto con todos sus utensilios, la pila
con su base; las vestiduras de ceremonia, las
vestiduras sagradas del sacerdote Aarón, y las
vestiduras de sus hijos para las funciones
sacerdotales: el óleo de la unción y el incienso
aromático para el Santuario. Ellos lo harán
conforme a todo lo que te he ordenado.
RESPETO AL SÁBADO.
Habló Yahveh a Moisés diciendo:
Habla tú a los israelitas y diles: No dejéis de
guardar mis sábados; porque el sábado es una
señal entre yo y vosotros, de generación en
generación, para que sepáis que yo, Yahveh, soy
el que os santifico.
Guardad el sábado, porque es sagrado para
vosotros. El que lo profane, morirá. Todo el que
haga algún trabajo en él, será exterminado de en
medio de su pueblo.
Seis días se trabajará; pero el día séptimo será
día de descanso completo, consagrado a
Yahveh. Todo aquel que trabaje en sábado,
morirá.
Los israelitas guardarán el sábado celebrándolo
de generación en generación, como alianza
perpetua.
Será entre yo y los israelitas una señal perpetua;
pues en seis días hizo Yahveh los cielos y la
tierra, y el día séptimo descansó y tomó respiro.
Después de hablar con Moisés en el monte Sinaí,
le dio las dos tablas del Testimonio, tablas de
piedra, escritas por el dedo de Dios.
CAPÍTULO 32.
3. APOSTASÍA Y RENOVACIÓN DE LA
ALIANZA.
EL BECERRO DE ORO.
Cuando el pueblo vio que Moisés tardaba en
bajar del monte, se reunió el pueblo en torno a
Aarón y le dijeron: "Anda, haznos un dios que
vaya delante de nosotros, ya que no sabemos
qué ha sido de Moisés, el hombre que nos sacó
de la tierra de Egipto."
Aarón les respondió: "Quitad los pendientes de
oro de las orejas de vuestras mujeres, de
vuestros hijos y vuestras hijas, y traédmelos."
Y todo el pueblo se quitó los pendientes de oro
que llevaba en las orejas, y los entregó a Aarón.
Los tomó él de sus manos, hizo un molde y
fundió un becerro. Entonces ellos exclamaron:
"Este es tu Dios, Israel, el que te ha sacado de la
tierra de Egipto."
Viendo esto Aarón, erigió un altar ante el becerro
y anunció: "Mañana habrá fiesta en honor de
Yahveh."
Al día siguiente se levantaron de madrugada, y
ofrecieron holocaustos y presentaron sacrificios
de comunión. Luego se sentó el pueblo a comer
y beber, y después se levantaron para solazarse.
ACUSACIÓN DIVINA, Y PRIMERA
INTERCESIÓN DE MOISÉS.
Entonces habló Yahveh a Moisés, y dijo: ¡Anda,
baja! Porque tu pueblo, el que sacaste de la tierra
de Egipto, ha pecado.
Bien pronto se han apartado del camino que yo
les había prescrito. Se han hecho un becerro
fundido, y se han postrado ante él; le han
ofrecido sacrificios y han dicho: "Este es tu Dios,
Israel, el que te ha sacado de la tierra de Egipto."
Y dijo Yahveh a Moisés: "Ya veo que este pueblo
es un pueblo de dura cerviz.
Déjame ahora que se encienda mi ira contra
ellos, y los devore; de ti, en cambio, haré un gran
pueblo."
Pero Moisés trató de aplacar a Yahveh su Dios,
diciendo: ¿Por qué, oh Yahveh, ha de
encenderse tu ira contra tu pueblo, el que tú
sacaste de la tierra de Egipto con gran poder y
mano fuerte?
¿Van a poder decir los egipcios: Por malicia los
ha sacado, para matarlos en las montañas y
exterminarlos de la faz de la tierra?
Abandona el ardor de tu cólera, y renuncia a
lanzar el mal contra tu pueblo.
Acuérdate de Abraham, de Isaac y de Israel,
siervos tuyos, a los cuales juraste por ti mismo:
Multiplicaré vuestra descendencia como las
estrellas del cielo; toda esta tierra que os tengo
prometida, la daré a vuestros descendientes, y
ellos la poseerán como herencia para siempre."
Y Yahveh renunció a lanzar el mal con que había
amenazado a su pueblo.
MOISÉS BAJA DE LA MONTAÑA:
CASTIGO.
Volvióse Moisés y bajó del monte, con las dos
tablas del Testimonio en su mano, tablas escritas
por ambos lados; por una y otra cara estaban
escritas.
Las tablas eran obra de Dios, y la escritura,
grabada sobre las mismas, era escritura de Dios.
Cuando Josué oyó la voz del pueblo que gritaba,
dijo a Moisés: "Gritos de guerra en el
campamento."
Respondió Moisés: "No son gritos de victoria, ni
alarido de derrota. Cantos a coro es lo que oigo."
Cuando Moisés llegó cerca del campamento, y
vio el becerro y las danzas, ardió en ira, arrojó de
su mano las tablas y las hizo añicos al pie del
monte.
Luego tomó el becerro que habían hecho, lo
quemó, y lo molió hasta reducirlo a polvo, que
esparció en el agua, y se lo dio a beber a los
israelitas.
Y dijo Moisés a Aarón: ¿Qué te hizo este pueblo
para que hayas traído sobre él tan gran pecado?
Aarón respondió: "No se encienda la ira de mi
señor. Tú mismo sabes que este pueblo es
inclinado al mal.
Me dijeron: "Haznos un dios que vaya delante de
nosotros, ya que no sabemos qué le ha sucedido
a Moisés, el hombre que nos sacó de la tierra de
Egipto."
Yo les contesté: "El que tenga oro despréndase."
Ellos se lo quitaron y me lo dieron; yo lo eché al
fuego y salió este becerro."
Vio Moisés al pueblo desenfrenado, — pues
Aarón les había permitido entregarse a la
idolatría, en medio de sus adversarios —
y se puso Moisés a la puerta del campamento, y
exclamó: ¡A mí los de Yahveh! y se le unieron
todos los hijos de Leví.
Él les dijo: "Así dice Yahveh, el Dios de Israel:
Cíñase cada uno su espada al costado; pasad y
repasad por el campamento de puerta en puerta,
y matad cada uno a su hermano, a su amigo y a
su pariente."
Cumplieron los hijos de Leví la orden de Moisés;
y cayeron aquel día unos 3000 hombres del
pueblo.
Y dijo Moisés: "Hoy habéis recibido la investidura
como sacerdotes de Yahveh, cada uno a costa
de vuestros hijos y vuestros hermanos, para que
él os dé hoy la bendición."
NUEVA ORACIÓN DE MOISÉS.
Al día siguiente dijo Moisés al pueblo: "Habéis
cometido un gran pecado. Yo voy a subir ahora
donde Yahveh; acaso pueda obtener la expiación
de vuestro pecado."
Volvió Moisés donde Yahveh y dijo: Ay, Este
pueblo ha cometido un gran pecado al hacerse
un dios de oro.
Con todo, si te dignas perdonar su pecado, y si
no, bórrame del libro que has escrito."
Yahveh respondió a Moisés: Al que peque contra
mí, le borraré yo de mi libro.
Ahora ve, y conduce al pueblo adonde te he
dicho. He aquí que mi ángel irá delante de ti, mas
en el día de mi visita los castigaré yo por su
pecado."
Y Yahveh castigó al pueblo a causa del becerro
fabricado por Aarón.
CAPÍTULO 33.
EL ÁNGEL, COMPAÑERO DEL VIAJE.
Dijo Yahveh a Moisés: "Anda, sube de aquí, tú y
el pueblo que sacaste de Egipto, a la tierra que
yo prometí con juramento a Abraham, a Isaac y a
Jacob, diciendo: "A tu posteridad se la daré."
Enviaré delante de ti un ángel, y expulsaré al
cananeo, al amorreo, al hitita, al perizita, al jivita
y al jebuseo.
Sube a una tierra que mana leche y miel; que yo
no subiré contigo, pues eres un pueblo de dura
cerviz; no sea que te destruya en el camino."
Al oír el pueblo estas duras palabras, hizo duelo
y nadie se vistió sus galas.
Dijo entonces Yahveh a Moisés: "Di a los
israelitas: Vosotros sois un pueblo de dura cerviz.
Si yo saliera contigo, aunque fuera un solo
momento, te destruiría. Ahora, pues, quítate tus
galas, para que yo sepa qué he de hacer
contigo."
Y los israelitas se despojaron de sus galas a
partir del monte Horeb.
LA TIENDA DEL ENCUENTRO.
Tomó Moisés la Tienda y la plantó para él a
cierta distancia, fuera del campamento; la llamó
Tienda del Encuentro. De modo que todo el que
tenía que consultar a Yahveh, salía hacia la
Tienda del Encuentro, que estaba fuera del
campamento.
Cuando salía Moisés hacia la Tienda, todo el
pueblo se levantaba y se quedaba de pie a la
puerta de su tienda, siguiendo con la vista a
Moisés, hasta que entraba en la Tienda.
Y una vez entrado Moisés en la tienda, bajaba la
columna de nube, y se detenía a la puerta de la
Tienda, mientras Yahveh hablaba con Moisés.
Todo el pueblo veía la columna de nube detenida
a la puerta de la Tienda, y se levantaba el
pueblo, y cada cual se postraba junto a la puerta
de su tienda.
Yahveh hablaba con Moisés cara a cara, como
habla un hombre con su amigo. Luego volvía
Moisés al campamento, pero su ayudante, el
joven Josué, hijo de Nun, no se apartaba del
interior de la Tienda.
MOISÉS PIDE AL SEÑOR QUE LOS
ACOMPAÑE PERSONALMENTE.
Dijo Moisés a Yahveh: "Mira, tú me dices: Haz
subir a este pueblo; pero no me has indicado a
quién enviarás conmigo; a pesar de que me has
dicho: "Te conozco por tu nombre", y también:
"Has hallado gracia a mis ojos."
Ahora, pues, si realmente he hallado gracia a tus
ojos, hazme saber tu camino, para que yo te
conozca, y halle gracia a tus ojos, y mira que
esta gente es tu pueblo."
Respondió él: "Yo mismo iré contigo, y te daré
descanso."
Contestóle: "Si no vienes tú mismo, no nos hagas
partir de aquí.
Pues, ¿en qué podrá conocerse que he hallado
gracia a tus ojos, yo y tu pueblo, sino en eso, en
que tú marches con nosotros? Así nos
distinguiremos, yo y tu pueblo, de todos los
pueblos que hay sobre la tierra."
Respondió Yahveh a Moisés: "Haré también esto
que me acabas de pedir, pues has hallado gracia
a mis ojos, y yo te conozco por tu nombre."
MOISÉS PIDE AL SEÑOR LE MUESTRE SU
GLORIA.
Entonces dijo Moisés: "Déjame ver, por favor, tu
gloria."
Él le contestó: "Yo haré pasar ante tu vista toda
mi bondad, y pronunciaré delante de ti el nombre
de Yahveh; pues hago gracia a quien hago
gracia, y tengo misericordia con quien tengo
misericordia."
Y añadió: "Pero mi rostro no podrás verlo; porque
no puede verme el hombre y seguir viviendo."
Luego dijo Yahveh: "Mira, hay un lugar junto a
mí; tú te colocarás sobre la peña.
Y al pasar mi gloria, te pondré en una hendidura
de la peña, y te cubriré con mi mano hasta que
yo haya pasado.
Luego apartaré mi mano, para que veas mis
espaldas; pero mi rostro no se puede ver."
CAPÍTULO 34.
RENOVACIÓN DE LA ALIANZA, Y
REVELACIÓN A MOISÉS.
Dijo Yahveh a Moisés. "Labra dos tablas de
piedra como las primeras, sube donde mí, al
monte, y yo escribiré en las tablas las palabras
que había en las primeras tablas que rompiste.
Prepárate para subir mañana temprano al monte
Sinaí; allí en la cumbre del monte te presentarás
a mí.
Que nadie suba contigo, ni aparezca nadie en
todo el monte. Ni oveja, ni buey, paste en el
monte."
Labró Moisés dos tablas de piedra como las
primeras, y levantándose de mañana, subió al
monte Sinaí, como le había mandado Yahveh,
llevando en su mano las dos tablas de piedra.
Descendió Yahveh en forma de nube, y se puso
allí junto a él. Moisés invocó el nombre de
Yahveh.
Yahveh pasó por delante de él, y exclamó:
"Yahveh, Yahveh, Dios misericordioso y
clemente, tardo a la cólera, y rico en amor y
fidelidad, que mantiene su amor por millares, que
perdona la iniquidad, la rebeldía y el pecado,
pero no los deja impunes; que castiga la
iniquidad de los padres en los hijos, y en los hijos
de los hijos, hasta la tercera y cuarta
generación."
Al instante, Moisés cayó en tierra de rodillas, y se
postró, diciendo: "Si en verdad he hallado gracia
a tus ojos, oh Señor, dígnese mi Señor venir en
medio de nosotros, aunque sea un pueblo de
dura cerviz; perdona nuestra iniquidad y nuestro
pecado, y recíbenos por herencia tuya."
Respondió él: "Mira, voy a hacer una alianza;
realizaré maravillas delante de todo tu pueblo,
como nunca se han hecho en toda la tierra, ni en
nación alguna; y todo el pueblo que te rodea verá
la obra de Yahveh; porque he de hacer por medio
de ti cosas que causen temor.
EXHORTACIÓN.
Observa bien lo que hoy te mando. He aquí que
voy a expulsar delante de ti al amorreo, al
cananeo, al hitita, al perizita, al jivita y al jebuseo.
Guárdate de hacer pacto con los habitantes del
país en que vas a entrar, para que no sean un
lazo en medio de ti.
Al contrario, destruiréis sus altares, destrozaréis
sus estelas, y romperéis sus cipos.
DECÁLOGO RITUAL.
No te postrarás ante ningún otro dios, pues
Yahveh se llama Celoso, es un Dios celoso.
No hagas pacto con los moradores de aquella
tierra, no sea que cuando se prostituyan tras sus
dioses y les ofrezcan sacrificios, te inviten a ti, y
tú comas de sus sacrificios; y no sea que tomes
sus hijas para tus hijos, y que al prostituirse sus
hijas tras sus dioses, hagan también que tus hijos
se prostituyan tras los dioses de ellas.
No te harás dioses de fundición.
FIESTAS.
Guardarás la fiesta de los Ázimos; siete días
comerás ázimos como te he mandado, al tiempo
señalado, esto es, en el mes de Abib, pues en el
mes de Abib saliste de Egipto.
Todo lo que abre el seno es mío, todo primer
nacido, macho, sea de vaca o de oveja, es mío.
El primer nacido de asno, lo rescatarás con una
oveja; y si no lo rescatas, lo desnucarás.
Rescatarás todos los primogénitos de tus hijos,
y nadie se presentará ante mí con las manos
vacías.
Seis días trabajarás, mas en el séptimo
descansarás; descansarás en tiempo de siembra
y siega.
Celebrarás la fiesta de las Semanas: la de las
primicias de la siega del trigo, y también la fiesta
de la recolección al final del año.
Tres veces al año se presentarán todos tus
varones ante Yahveh, el Señor, el Dios de Israel.
Pues cuando yo expulse a los pueblos delante de
ti, y ensanche tus fronteras, nadie codiciará tu
tierra, cuando tres veces al año subas a
presentarte ante Yahveh, tu Dios.
No inmolarás con pan fermentado la sangre de
mi sacrificio, ni quedará hasta el día siguiente la
víctima de la fiesta de Pascua.
Llevarás a la casa de Yahveh, tu Dios, lo mejor
de las primicias de los frutos de tu suelo. No
cocerás el cabrito en la leche de su madre."
Dijo Yahveh a Moisés: "Consigna por escrito
estas palabras, pues a tenor de ellas hago
alianza contigo y con Israel."
Moisés estuvo allí con Yahveh cuarenta días y
cuarenta noches, sin comer pan, ni beber agua.
Y escribió en las tablas las palabras de la
alianza, las diez palabras.
LA GLORIA DEL SEÑOR, SE REFLEJA EN LA
CARA DE MOISÉS.
Luego, bajó Moisés del monte Sinaí, y cuando
bajó del monte con las dos tablas del Testimonio
en su mano, no sabía que la piel de su rostro se
había vuelto radiante, por haber hablado con él.
Aarón y todos los israelitas miraron a Moisés, y al
ver que la piel de su rostro irradiaba, temían
acercarse a él.
Moisés los llamó. Aarón y todos los jefes de la
comunidad se volvieron a él, y Moisés habló con
ellos.
Se acercaron a continuación todos los israelitas,
y él les conminó cuanto Yahveh le había dicho en
el monte Sinaí.
Cuando Moisés acabó de hablar con ellos, se
puso un velo sobre el rostro.
Siempre que Moisés se presentaba delante de
Yahveh para hablar con él, se quitaba el velo
hasta que salía, y al salir decía a los israelitas lo
que Yahveh había ordenado.
Los israelitas veían entonces que el rostro de
Moisés irradiaba, y Moisés cubría de nuevo su
rostro hasta que entraba a hablar con Yahveh.
CAPÍTULO 35.
4. EJECUCIÓN DE LAS NORMAS PARA EL
CULTO.
RECUERDO DEL DESCANSO SABÁTICO.
Moisés reunió a toda la comunidad de los
israelitas y les dijo: "Esto es lo que Yahveh ha
mandado hacer.
Durante seis días se trabajará, pero el día
séptimo será sagrado para vosotros, día de
descanso completo, en honor de Yahveh.
Cualquiera que trabaje en ese día, morirá.
En ninguna de vuestras moradas encenderéis
fuego en día de sábado."
LA TIENDA DE LA PRESENCIA.
OFRENDAS DE LOS ISRAELITAS.
Moisés habló así a toda la comunidad de los
israelitas: "Esta es la orden de Yahveh:
Reservad de vuestros bienes una ofrenda para
Yahveh. Que reserven ofrenda para Yahveh
todos aquellos a quienes su corazón mueva: oro,
plata y bronce, púrpura violeta y escarlata,
carmesí, lino fino, pelo de cabra, pieles de
carnero teñidas de rojo, cueros finos y maderas
de acacia, aceite para el alumbrado, aromas para
el óleo de la unción y para el incienso aromático,
piedras de ónice y piedras de engaste para el
efod y el pectoral.
LA OBRA DEL TABERNÁCULO.
Que vengan los artífices hábiles de entre
vosotros a realizar cuanto Yahveh ha ordenado:
la Morada, su Tienda y su toldo, sus broches, sus
tableros, sus travesaños, sus postes y sus basas;
el Arca y sus varales, el propiciatorio y el velo
que lo cubre; la mesa con sus varales y todos
sus utensilios, el pan de la Presencia, el
candelabro para el alumbrado con sus utensilios,
y sus lámparas, y el aceite del alumbrado; el altar
del incienso con sus varales; el óleo de la unción,
el incienso aromático, la cortina del vano de la
entrada a la Morada, el altar de los holocaustos
con su rejilla de bronce, sus varales y todos su
utensilios; la pila con su base; los cortinajes del
atrio con sus postes y sus basas; el tapiz de la
entrada del atrio; la clavazón de la Morada y la
clavazón del atrio y sus cuerdas; los ornamentos
de ceremonia para oficiar en el Santuario; las
vestiduras sagradas para el sacerdote Aarón, y
las vestiduras de sus hijos para sus funciones
sacerdotales."
Entonces, toda la comunidad de los israelitas se
retiró de la presencia de Moisés; todos aquellos a
quienes impulsaba su corazón y movía su
espíritu, vinieron a traer la ofrenda reservada a
Yahveh, para los trabajos de la Tienda del
Encuentro, para todo su servicio y para las
vestiduras sagradas.
Venían hombres y mujeres: todos los que eran
movidos por su corazón traían zarcillos,
pendientes, anillos de oro, el oro que cada uno
presentaba como ofrenda mecida para Yahveh.
Cuantos poseían púrpura violeta y escarlata, y
carmesí, lino fino, pelo de cabra, pieles de
carnero teñidas de rojo y cueros finos, los traían
también.
Cuantos pudieron reservar una ofrenda de plata
o de bronce, la llevaron como ofrenda reservada
a Yahveh. Lo mismo hicieron los que poseían
madera de acacia, que sirviera para los trabajos
de la obra.
Todas las mujeres hábiles en el oficio hilaron con
sus manos, y llevaron la púrpura violeta y
escarlata, el carmesí y lino fino que habían
hilado.
Todas las mujeres hábiles en hilar, hilaron pelo
de cabra, movidas por su corazón.
Los jefes trajeron piedras de ónice, y piedras de
engaste para el efod y el pectoral; aromas y
aceite para el alumbrado, para el óleo de la
unción y para el incienso aromático.
Todos los israelitas, hombres y mujeres, cuyo
corazón les había impulsado a llevar algo para
cualquiera de los trabajos que Yahveh, por medio
de Moisés, les había encomendado, presentaron
sus ofrendas voluntarias a Yahveh.
COMIENZAN LAS OBRAS.
Moisés dijo entonces a los israelitas: "Mirad,
Yahveh ha designado a Besalel, hijo de Urí, hijo
de Jur, de la tribu de Judá, y le ha llenado del
espíritu de Dios, confiriéndole habilidad, pericia y
experiencia en toda clase de trabajos, para
concebir y realizar proyectos en oro, plata y
bronce, para labrar piedras de engaste, tallar la
madera, y ejecutar cualquier otra labor de
artesanía; a él y Oholiab, hijo de Ajisamak de la
tribu de Dan, les ha puesto en el corazón el don
de enseñar.
Les ha llenado de habilidad para toda clase de
labores en talla y bordado, en recamado de
púrpura violeta y escarlata, de carmesí y lino fino,
y en labores de tejidos. Son capaces de ejecutar
toda clase de trabajos y de idear proyectos."
ÉXODO.
CAPÍTULO 36.
Así, pues, Besalel, Oholiab, y todos los hombres
hábiles en quienes Yahveh había infundido
habilidad y pericia, para saber realizar todos los
trabajos en servicio del Santuario, ejecutaron
todo conforme había mandado Yahveh.
Llamó Moisés a Besalel y a Oholiab, y a todos los
hombres hábiles en cuyo corazón Yahveh había
infundido habilidad, a todos los que su corazón
movía a ponerse al trabajo para realizarlo.
Recibieron de Moisés todas las ofrendas que los
israelitas habían reservado, para la ejecución de
la obra del Santuario. Entre tanto los israelitas
seguían entregando a Moisés cada mañana
ofrendas voluntarias.
Por eso, todos los artífices dedicados a los
trabajos del Santuario, dejaron cada cual su
trabajo, y fueron a hablar con Moisés, diciendo:
"El pueblo entrega más de lo que se precisa para
la realización de las obras que Yahveh ha
mandado hacer."
Entonces Moisés mandó correr la voz por el
campamento: "Ni hombre ni mujer reserve ya
más ofrendas para el Santuario." Suspendió el
pueblo su aportación, pues había material
suficiente para ejecutar todos los trabajos; y aun
sobraba.
LA MORADA.
Entonces los artífices más expertos de entre los
que ejecutaban el trabajo hicieron la Morada. La
hizo con diez tapices de lino fino torzal, de
púrpura violeta y escarlata y de carmesí, con
querubines bordados.
La longitud de cada tapiz era de veintiocho codos
y la anchura de cuatro. Todos los tapices tenían
las mismas medias.
Unió cinco tapices entre sí, y lo mismo los otros
cinco.
Puso lazos de púrpura violeta en el borde del
tapiz,
con que termina el primer conjunto; los puso
también en el borde del tapiz, con que termina el
segundo conjunto.
Puso cincuenta lazos en el primer tapiz, y otros
cincuenta en el borde del último tapiz del
segundo conjunto, correspondiéndose los lazos
unos a otros.
Hizo también cincuenta broches de oro, y con los
broches enlazó entre sí los tapices, de modo que
la Morada vino a formar un espacio único.
Tejió también piezas de pelo de cabra para que,
a modo de tienda, cubrieran la Morada. Tejió
once de estas piezas.
La longitud de cada pieza era de treinta codos, y
de cuatro la anchura. Las once piezas tenían las
mismas medidas.
Juntó cinco piezas en una parte, y seis en la otra.
Hizo cincuenta lazos en el borde de la última
pieza del primer conjunto, y cincuenta lazos en el
borde de la última pieza del segundo conjunto.
Hizo cincuenta broches de bronce para unir la
Tienda, formando un espacio único.
Hizo además para la Tienda un toldo de pieles de
carnero teñidas de rojo, y encima otro toldo de
cueros finos.
LOS TABLEROS DE MADERA.
Para la Morada hizo los tableros de madera de
acacia y los puso de pie.
Cada tablero tenía diez codos de largo, y codo y
medio de ancho.
Tenía además dos espigas paralelas. Hizo lo
mismo todos los tableros de la Morada.
Puso los tableros para la Morada: veinte para el
flanco del Négueb, hacia el sur; hizo cuarenta
basas de plata para colocarlas debajo de los
veinte tableros: dos basas debajo de un tablero
para sus dos espigas, y dos basas debajo del
otro tablero para sus dos espigas.
Para el segundo flanco de la Morada, la parte del
norte, hizo otros veinte tableros, con sus
cuarenta basas de plata; dos basas debajo de un
tablero, y dos basas debajo del otro tablero.
Para la parte posterior de la Morada, hacia el
occidente, hizo seis tableros; para los ángulos de
la Morada en su parte posterior, dos más, que
estaban unidos desde abajo hasta arriba, hasta
la primera anilla. Así lo hizo con los dos tableros
destinados a los dos ángulos.
Eran, pues, ocho tableros con sus basas de
plata; dieciséis basas, dos debajo de cada
tablero.
Después hizo travesaños de madera de acacia:
cinco travesaños para los tableros de un flanco
de la Morada; y cinco travesaños para los
tableros del otro flanco de la Morada; y otros
cinco para los tableros de la parte posterior de la
Morada hacia el occidente.
Hizo el travesaño central de tal suerte que
pasase a media altura de los tableros, de un
extremo al otro.
Revistió de oro los tableros; de oro hizo también
sus anillas para pasar los travesaños, y los
revistió igualmente de oro.
VELOS DE SEPARACIÓN.
Hizo el velo de púrpura violeta y escarlata, de
carmesí y lino fino torzal; bordó en él unos
querubines.
Hizo para colgarlo cuatro postes de acacia,
revestidos de oro y provistos de ganchos de oro;
fundió para ellos cuatro basas de plata.
Hizo para la entrada de la Tienda una cortina de
púrpura violeta y escarlata, de carmesí y lino fino
torzal, labor de recamador, con sus cinco postes
y sus ganchos. Revistió de oro sus capiteles y
sus varillas, y fundió en bronce sus cinco basas.
CAPÍTULO 37.
EL ARCA DE LA ALIANZA.
Besalel hizo el arca de madera de acacia, de dos
codos y medio de largo, codo y medio de ancho,
y codo y medio de alto.
La revistió de oro puro, por dentro y por fuera, y
además puso en su derredor una moldura de oro.
Fundió cuatro anillas de oro para sus cuatro pies,
dos anillas a un costado, y dos anillas al otro.
Hizo también varales de madera de acacia, que
revistió de oro; pasó los varales por las anillas de
los costados del arca, para transportarla.
Después hizo un propiciatorio de oro puro, de
dos codos y medio de largo, y de codo y medio
de ancho.
Hizo igualmente dos querubines de oro macizo;
los hizo en los dos extremos del propiciatorio; el
primer querubín en un extremo, y el segundo en
el otro; hizo los querubines formando un cuerpo
con el propiciatorio en sus dos extremos.
Estaban los querubines con las alas extendidas
por encima, cubriendo con ellas el propiciatorio,
uno frente al otro, con las caras vueltas hacia el
propiciatorio.
LA MESA.
Hizo, además, la mesa de madera de acacia, de
dos codos de largo, un codo de ancho y codo y
medio de alto.
La revistió de oro puro, y le puso alrededor una
moldura de oro.
Hizo además, en torno de ella, un reborde de una
palma de ancho, con una moldura de oro
alrededor del mismo.
Le hizo cuatro anillas de oro, y puso las anillas en
los cuatro ángulos, correspondientes a sus cuatro
pies.
Junto al reborde se hallaban las anillas para
pasar por ellas los varales, y transportar la mesa.
Hizo los varales de madera de acacia y los
revistió de oro.
Asimismo hizo de oro puro los utensilios que
habían de estar sobre la mesa; sus fuentes, sus
vasos, sus tazas y sus jarros, con los que se
hacían las libaciones.
EL CANDELABRO.
Hizo el candelabro de oro puro. Hizo el
candelabro de oro macizo, su pie y su tallo. Sus
cálices, — corolas y flores, — formaban con él
un cuerpo.
De sus lados salían seis brazos: tres brazos de
un lado, y tres brazos de otro.
El primer brazo tenía tres cálices en forma de flor
de almendro, con corola y flor; y así los seis
brazos que salían del candelabro.
En el mismo candelabro había cuatro cálices, en
forma de flor de almendro, con sus corolas y
flores; una corola debajo de los dos primeros
brazos que formaban cuerpo con él, una corola
debajo de los siguientes, y una corola debajo de
los dos últimos brazos; así con los seis brazos
que salían del mismo.
Las corolas y los brazos formaban un cuerpo con
el candelabro; todo ello formaba un cuerpo de
oro puro macizo.
Hizo también de oro puro sus siete lámparas, sus
despabiladeras y sus ceniceros.
Empleó un talento de oro puro para el candelabro
y todos sus utensilios.
ALTAR DEL INCIENSO.
Hizo también de madera de acacia el altar del
incienso, de un codo de largo y uno de ancho,
cuadrado, y de dos codos de alto. Sus cuernos
formaban un solo cuerpo con él.
Lo revistió de oro puro, por su parte superior, sus
costados y también sus cuernos. Puso en su
derredor una moldura de oro.
Y debajo de la moldura, a los costados, hizo dos
anillas a sus dos lados, para meter por ellas los
varales con que transportarlo.
Hizo los varales de madera de acacia y los
revistió de oro.
Preparó también el óleo sagrado de la unción, y
el incienso aromático puro, como lo prepara el
perfumista.
CAPÍTULO 38.
EL ALTAR DE LOS SACRIFICIOS Y LA PILA.
Hizo el altar de los holocaustos de madera de
acacia, de cinco codos de largo y cinco de ancho,
cuadrado, y de tres codos de alto.
Hizo sobresalir de sus cuatro ángulos unos
cuernos que formaban un cuerpo con él, y lo
revistió de bronce.
Hizo, además, todos los utensilios del altar: Los
ceniceros, los badiles, los acetres, los tenedores
y los braseros. Fundió de bronce todos sus
utensilios.
Fabricó para el altar una rejilla de bronce en
forma de red, bajo la cornisa inferior, de modo
que llegaba hasta la mitad del altar.
Fijó cuatro anillas para los cuatro extremos de la
rejilla de bronce, para meter los varales.
Hizo los varales de madera de acacia, y los
revistió de bronce, y pasó los varales por las
anillas a los flancos del altar, para transportarlo
así. Hizo el altar hueco, de paneles.
Hizo la pila y la base de bronce, con los espejos
de las mujeres que servían a la entrada de la
Tienda del Encuentro.
EL ATRIO.
Hizo también el atrio; por el lado del Négueb,
hacia el sur, estaba el cortinaje del atrio, de lino
fino torzal, de cien codos.
Sus postes eran veinte, y veinte sus basas de
bronce; los ganchos de los postes y sus varillas
eran de plata.
Por el lado septentrional había igualmente un
cortinaje de cien codos. Sus postes eran veinte, y
veinte sus basas de bronce; los ganchos de los
postes y sus varillas eran de plata.
En el lado occidental había un cortinaje de
cincuenta codos. Sus postes eran diez, y diez
sus basas; los ganchos de los postes y sus
varillas eran de plata.
En el lado Este, al oriente, colgaban también
cincuenta codos de cortinaje.
El cortinaje era de quince codos, con tres
columnas y tres basas, por un lado de la entrada;
y por el otro lado, — a ambos lados de la entrada
del atrio, — había un cortinaje de quince codos;
sus postes eran tres, y tres sus basas.
Todos los cortinajes del recinto del atrio eran de
lino fino torzal.
Las basas de los postes eran de bronce, sus
ganchos y sus varillas de plata. También sus
capiteles estaban revestidos de plata, y todos los
postes del atrio llevaban varillas de plata.
El tapiz de la puerta del atrio era labor de
recamador, y estaba recamado de púrpura
violeta y escarlata, de carmesí y lino fino torzal.
Tenía veinte codos de largo; su altura, — en el
ancho, — era de cinco codos, lo mismo que los
cortinajes del atrio.
Sus cuatro postes y sus cuatro basas, eran de
bronce; sus ganchos de plata, como también el
revestimiento de sus capiteles y sus varillas.
Toda la clavazón de la Morada y del atrio que la
rodeaba, era de bronce.
RECUENTO DE GASTOS.
Este es el inventario de la Morada, de la Morada
del testimonio, realizado por orden de Moisés, y
hecho por los levitas bajo la dirección de Itamar,
hijo del sacerdote Aarón.
Besalel, hijo de Urí, hijo de Jur, de la tribu de
Judá, hizo todo cuanto Yahveh había mandado a
Moisés, juntamente con Oholiab, hijo de
Ajisamak, de la tribu de Dan, que era artífice,
bordador y recamador en púrpura violeta y
escarlata, en carmesí y lino fino.
El total del oro empleado en el trabajo, en todo el
trabajo del Santuario, es decir, el oro de la
ofrenda reservada, fue de veintinueve talentos y
730 siclos, en siclos del Santuario; la plata de los
incluidos en el censo de la comunidad, cien
talentos, y 1775 siclos, en siclos del Santuario:
un becá por cabeza, o sea medio siclo, en siclos
del Santuario, para cada hombre comprendido en
el censo de los 603550 hombres, de veinte años
en adelante.
Los cien talentos de plata se emplearon en fundir
las basas del Santuario y las basas del velo; cien
basas correspondientes a los cien talentos, un
talento por basa.
De los 1775 siclos, hizo ganchos para los postes,
revistió sus capiteles, y los unió con varillas.
El bronce de la ofrenda reservada, fue de setenta
talentos y 2400 siclos.
Con él hizo las basas para la entrada de la
Tienda del Encuentro, el altar de bronce con su
rejilla de bronce, y todos los utensilios del altar,
las basas del recinto del atrio, y las basas de la
entrada del atrio, toda la clavazón de la Morada y
toda la clavazón del atrio que la rodeaba.
CAPÍTULO 39.
LOS ORNAMENTOS SACERDOTALES.
EL EFOD.
Hicieron para el servicio del Santuario, vestiduras
de ceremonia de púrpura violeta y escarlata, de
carmesí y lino fino. Hicieron también las
vestiduras sagradas de Aarón, como Yahveh
había mandado a Moisés.
Hicieron, pues, el efod, de oro, de púrpura violeta
y escarlata, de carmesí y lino fino torzal.
Batieron oro en láminas, y las cortaron en hilos
para hacer bordado junto con la púrpura violeta y
escarlata, con el carmesí y el lino fino.
Pusieron al efod hombreras, y lo fijaron por sus
dos extremos.
La cinta con que se ciñe el efod, era de la misma
hechura, y formaba con él una sola pieza: era de
oro, púrpura violeta y escarlata, carmesí y lino
fino torzal, como Yahveh se lo había mandado a
Moisés.
Prepararon igualmente las piedras de ónice
engastadas en engastes de oro, y grabadas
como se graban los sellos, con los nombres de
los hijos de Israel; las colocaron sobre las
hombreras del efod, como piedras que sirvieran a
Yahveh de recuerdo de los hijos de Israel, según
Yahveh había ordenado a Moisés.
EL PECTORAL.
Bordaron también el pectoral, al estilo de la labor
del efod, de oro, púrpura violeta y escarlata,
carmesí y lino fino torzal.
El pectoral era cuadrado y lo hicieron doble; tenía
un palmo de largo y otro de ancho; era doble.
Lo llenaron de cuatro filas de piedras. En la
primera fila había un sardio, un topacio y una
esmeralda; en la segunda fila: un rubí, un zafiro y
un diamante; en la tercera fila: un ópalo, una
ágata y una amatista; y en la cuarta: un crisólito,
un ónice y un jaspe. Todas ellas estaban
engastadas en engarces de oro.
Las piedras eran doce, correspondientes a los
nombres de los hijos de Israel, grabadas con sus
nombres como se graban los sellos, cada una
con su nombre, conforme a las doce tribus.
Hicieron para el pectoral cadenillas de oro puro,
trenzadas a manera de cordones.
Hicieron dos engastes de oro, y dos anillas de
oro; fijaron las dos anillas en los dos extremos
del pectoral.
Pasaron después las dos cadenillas de oro, por
las dos anillas en los extremos del pectoral.
Unieron los otros dos extremos de las dos
cadenillas a los dos engarces, que fijaron del
efod.
Hicieron otras dos anillas de oro, y las pusieron
en los otros dos extremos del pectoral, en el
borde interior que mira hacia el efod.
E hicieron otras dos anillas de oro, que fijaron en
la parte inferior de las dos hombreras del efod,
por delante, cerca de su unión, encima de la cinta
del efod.
Y por medio de sus anillas, sujetaron el pectoral
a las anillas del efod, con un cordón de púrpura
violeta, para que quedase el pectoral sobre la
cinta del efod, y no se desprendiese del efod,
como Yahveh había mandado a Moisés.
LA TÚNICA.
Tejieron el manto del efod, todo de púrpura
violeta.
Había una abertura en el centro del manto,
semejante al cuello de una cota, con una orla
alrededor de la abertura para que no se
rompiese.
En el ruedo inferior del manto, hicieron granadas
de púrpura violeta y escarlata, de carmesí y lino
fino torzal.
Hicieron campanillas de oro puro, colocándolas
entre las granadas, en todo el ruedo.
Una campanilla y una granada alternaban con
otra campanilla y otra granada, en el ruedo
inferior del manto. Servía para oficiar, como
Yahveh había ordenado a Moisés.
OTROS VESTIDOS.
Tejieron también las túnicas de lino fino para
Aarón y sus hijos; la tiara de lino fino, los adornos
de las mitras de lino fino, y también los calzones
de lino fino torzal, lo mismo que las fajas
recamadas de lino fino torzal, de púrpura violeta
y escarlata, y de carmesí, tal como Yahveh había
ordenado a Moisés.
LA LÁMINA DE ORO SOBRE LA TIARA.
E hicieron de oro puro una lámina, la diadema
sagrada en la que grabaron, como se graban los
sellos: "Consagrado a Yahveh."
Fijaron en ella un cordón de púrpura violeta para
sujetarla en la parte superior de la tiara, como
Yahveh había mandado a Moisés.
PRESENTACIÓN Y CONSAGRACIÓN DE LAS
OBRAS REALIZADAS.
CONCLUSIÓN DE LAS OBRAS, Y
PRESENTACIÓN DE MOISÉS
Así fue acabada toda la obra de la Morada y de
la Tienda del Encuentro. Los israelitas hicieron
toda la obra conforme a lo que Yahveh había
mandado a Moisés. Así lo hicieron.
Presentaron a Moisés la Morada, la Tienda y
todos sus utensilios; los broches, los tableros, los
travesaños, los postes y las basas; el toldo de
pieles de carnero teñidas de rojo, el toldo de
cueros finos y el velo protector; el arca del
Testimonio con sus varales y el propiciatorio; la
mesa con todos sus utensilios, y el pan de la
Presencia; el candelabro de oro puro con sus
lámparas, — las lámparas que habían de
colocarse en él, todos sus utensilios y el aceite
del alumbrado; el altar de oro, el óleo de la
unción, el incienso aromático, y la cortina para la
entrada de la Tienda; el altar de bronce con su
rejilla de bronce, sus varales y todos sus
utensilios; la pila con su base; el cortinaje del
atrio, los postes con sus basas, el tapiz para la
entrada del atrio, sus cuerdas, su clavazón y
todos los utensilios del servicio de la Morada
para la Tienda del Encuentro; las vestiduras de
ceremonia para el servicio en el Santuario: los
ornamentos sagrados para el sacerdote Aarón, y
las vestiduras de sus hijos para ejercer el
sacerdocio.
Conforme a cuanto Yahveh había ordenado a
Moisés, así hicieron los hijos de Israel toda la
obra.
Moisés vio todo el trabajo, y comprobó que lo
habían llevado a cabo; tal como había mandado
Yahveh, así lo habían hecho. Y Moisés los
bendijo.
CAPÍTULO 40.
ORDEN DIVINA DE CONSAGRAR LA TIENDA
DE LA PRESENCIA.
Yahveh habló así a Moisés:
"El día primero del primer mes, alzarás la Morada
de la Tienda del Encuentro.
Allí pondrás el arca del Testimonio, y cubrirás el
arca con el velo.
Llevarás la mesa y colocarás lo que hay que
ordenar sobre ella; llevarás también el
candelabro, y pondrás encima las lámparas.
Colocarás el altar de oro para el incienso delante
del arca del Testimonio, y colgarás la cortina a la
entrada de la Morada.
Colocarás el altar de los holocaustos ante la
entrada de la Morada de la Tienda del Encuentro.
Pondrás la pila entre la Tienda del Encuentro y el
altar, y echarás agua en ella.
En derredor levantarás el atrio, y tenderás el
tapiz a la entrada del atrio.
Entonces tomarás el óleo de la unción, y ungirás
la Morada y todo lo que contiene. La consagrarás
con todo su mobiliario, y será cosa sagrada.
Ungirás además el altar de los holocaustos con
todos sus utensilios. Consagrarás el altar, y el
altar será cosa sacratísima.
Asimismo, ungirás la pila y su base, y la
consagrarás.
Después mandarás que Aarón y sus hijos se
acerquen a la entrada de la Tienda del
Encuentro, y los lavarás con agua.
Vestirás a Aarón con las vestiduras sagradas, le
ungirás, y le consagrarás para que ejerza mi
sacerdocio.
Mandarás también que se acerquen sus hijos; los
vestirás con túnicas, los ungirás, como ungiste a
su padre, para que ejerzan mi sacerdocio. Así se
hará para que su unción les confiera un
sacerdocio sempiterno, de generación en
generación."
EJECUCIÓN DEL MANDATO DIVINO.
Moisés hizo todo conforme a lo que Yahveh le
había mandado. Así lo hizo.
En el primer mes del año segundo, el día primero
del mes, fue alzada la Morada.
Moisés alzó la Morada, asentó las basas, colocó
sus tableros, metió sus travesaños, y erigió sus
postes.
Después desplegó la Tienda por encima de la
Morada, y puso además por encima el toldo de la
Tienda, como Yahveh había mandado a Moisés.
Luego tomó el Testimonio, y lo puso en el arca;
puso al arca los varales, y sobre ella colocó el
propiciatorio en la parte superior.
Llevó entonces el arca a la Morada, colgó el velo
de protección, y cubrió así el arca del Testimonio,
como Yahveh había mandado a Moisés.
Colocó también la mesa en la Tienda del
Encuentro, al lado septentrional de la Morada,
fuera del velo.
Dispuso sobre ella las filas de los panes de la
Presencia delante de Yahveh, como Yahveh
había ordenado a Moisés.
Luego instaló el candelabro en la Tienda del
Encuentro, frente a la mesa, en el lado meridional
de la Morada, y colocó encima las lámparas
delante de Yahveh, como Yahveh había
mandado a Moisés.
Asimismo puso el altar de oro en la Tienda del
Encuentro, delante del velo; y quemó sobre él
incienso aromático, como Yahveh había
mandado a Moisés.
A la entrada de la Morada colocó la cortina, y en
la misma entrada de la Morada de la Tienda del
Encuentro, colocó también el altar de los
holocaustos, sobre el cual ofreció el holocausto y
la oblación, como Yahveh había mandado a
Moisés.
Situó la pila entre la Tienda del Encuentro y el
altar, y echó en ella agua para las abluciones;
Moisés, Aarón y sus hijos, se lavaron en ella las
manos y los pies.
Siempre que entraban en la Tienda del
Encuentro, y siempre que se acercaban al altar,
se lavaban, como Yahveh había mandado a
Moisés.
Por fin alzó el atrio que rodeaba la Morada y el
altar, y colgó el tapiz a la entrada del atrio. Así
acabó Moisés los trabajos.
LA GLORIA DEL SEÑOR.
La Nube cubrió entonces la Tienda del
Encuentro, y la gloria de Yahveh llenó la Morada.
Moisés no podía entrar en la Tienda del
Encuentro, pues la Nube moraba sobre ella, y la
gloria de Yahveh, llenaba la Morada.
En todas las marchas, cuando la Nube se
elevaba de encima de la Morada, los israelitas
levantaban el campamento.
Pero si la Nube no se elevaba, ellos no
levantaban el campamento, en espera del día en
que se elevara.
Porque durante el día, la Nube de Yahveh,
estaba sobre la Morada, y durante la noche,
había fuego a la vista de toda la casa de Israel.
Así sucedía en todas sus marchas.
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