El papel de las memorias y las prácticas sonoras en la construcción de paz y del territorio en Nueva Venecia y Bocas de Cataca, Magdalena.1 Guillermo Federico Rey Sabogal2 Resumen Luego de las masacres en febrero y noviembre del año 2000 (respectivamente, Bocas de Cataca, Pueblo Viejo y Nueva Venecia, Sitio Nuevo, en el departamento de Magdalena), ha quedado marcado en la historia del conflicto armado colombiano, pero mucho más en la comunidad y sus habitantes. Este fue en su momento, una acción violenta brutal que más que cicatrices, los invitó a deconstruirse como grupo, a reconfigurar sus conflictos y las prácticas requeridas para ello. En este sentido, la música en los territorios palafíticos de la Ciénaga Grande de Santa Marta adquiere un sentido en la memoria y en esa deconstrucción. El ritmo musical de baile de negro es el ejecutado allí, y hace parte del repertorio ribereño de los bailes cantaos, que basan su estructura lírica en la composición inmediata e improvisada que al repetirse regularmente se fijan en las mentes de los escuchas, luego convertidos en coristas y divulgadores de sus mensajes. Estos forjan la memoria de la comunidad, porque les da sentido a la vida y a la muerte. Con cantos primigenios en la cotidianidad y en la vida festiva de ellos, estas prácticas sonoras cumplen un papel más que catalizador de la realidad, logran reforzar las estructuras vitales de la comunidad. Esta ponencia que busca dar cuenta de un avance en la investigación de Maestría, mostrará el trabajo de campo en las carnestolendas de Nueva Venecia en el presento año. Se realizó un primer acercamiento etnográfico a aquellas memorias y prácticas musicales y su relación con los sucesos emanados del conflicto armado colombiano y la actual existencia de las causas estructurales de éste en la región. De esta manera, se procura analizar, desde las categorías locales de la vida cotidiana y la vida festiva, las líricas y sus contenidos en la construcción de paz y la gestión del conflicto social. Territorio e Historia En el municipio de Sitio Nuevo del departamento de Magdalena, existe un poblado dentro de un complejo lagunar cenagoso con alta diversidad ecológica, sus habitantes viven literalmente sobre el agua en casas palifíticas incrustadas en la Ciénaga Grande de Santa El capítulo pertenece al avance de investigación de la tesis de grado para la Maestría en Conflicto Social y Construcción de Paz titulada “Caracterización de las prácticas musicales para la gestión del conflicto en Nueva Venecia, Magdalena”. 2 Antropólogo y Músico, Estudiante de la Maestría Conflicto Social y Construcción de Paz de la Universidad de Cartagena. Asesor de la Oficina de Turismo de la Gobernación de Magdalena en Santa Marta, Colombia. Sus investigaciones han rondado las áreas referentes al Campesinado, los Afrodescendientes, el Patrimonio Cultural, el Turismo, la Economía, la Música, las Artes y la Cooperación Internacional al Desarrollo. Correo electrónico: [email protected] 1 Marta, con una capacidad inundable incalculable, esta última se concibe como el delta del río más largo del país hacia el mar Caribe, y que además se convierte en la desembocadura de una decena de ríos cortos, pero caudalosos de la Sierra Nevada de Santa Marta, así como de bifurcaciones del mismo río Magdalena; allí encontramos a Nueva Venecia. Como corregimiento se encuentra bastante aislado en el agua, pero su construcción data del siglo XIX como oportunidad para los pescadores de la región, de ahí su ubicación. Los fundadores llegaron por esos caños del Gran Río, pescadores nómadas en búsqueda de playones con diversidad de peces, esta se da justamente en el gigantesco encuentro de aguas dulces de los caños y ríos con el agua de sal del mar Caribe. La alta variedad de especies se logra en este espacio declarado reserva ambiental de la humanidad, de allí su importancia. Por otro lado, este complejo lagunar tiene una posición geográfica vital para las vías alternativas de transporte de cualquier tipo de elementos y personas, pues entre caños y vertientes se llega casi de incognito a cualquier punto del territorio norte de la región. Se comunica desde el Canal del Dique en Bolívar y los Montes de María, el río Magdalena y sus afluentes en el departamento de Atlántico, la ciénaga en sí y todos los municipios a los que baña, salida y entrada al mar y su cuenca, de la misma forma, hacia la sierra y a los municipios del Magdalena y del César que ésta recubre, La Guajira y la serranía del Perijá, frontera con Venezuela. Así que, para las empresas privadas, el Estado y los grupos armados, esta subregión se presenta como oportunidad de provecho de todo tipo. De ahí el interés de inversión constante en detrimento del costo ambiental generado en los proyectos de desarrollo infraestructural. Nueva Venecia y otros pueblos del complejo lagunar en medio de todo sin oportunidad de consulta de decisiones en lo que va corrido de la historia. Variados desastres ambientales ha soportado el fortín medioambiental, que han destruido las condiciones requeridas para la diversidad, de ahí, la extinción de las especies exóticas de fauna y flora, tras la desoxigenación y desalinización de las aguas del complejo. Desastres como la construcción de acequias y desvíos de los ríos que la nutren para el cultivo de banano desde hace cien años o de palma, más recientemente, y su consecuente uso de pesticidas que derivan en sus aguas. Desastres como la construcción de la carretera encima de la ciénaga, que comunica Barranquilla con Santa Marta y el resto del norte del país, creando una barrera de arrecife asfaltado entre el mar y el complejo lagunar, obstruyéndole así el intercambio de oxigeno y sal entre las aguas. Todo esto ha generado nuevas dinámicas de adaptación cultural al ambiente difícil de alcanzar, pues se ha destruido el sustento (pesca), salubridad (manejo) y en sí, las razones naturales del ubicarse allí hace ya dos siglos: Su etnodesarrollo se ha troncado. En medio de todo eso, hace 17 años la guerra les llegó, sin pedirla, contrayendo las dinámicas de adaptación hasta la expulsión temporal, tras una masacre paramilitar que dejó un saldo indeterminado de 60 personas asesinadas. En el retorno necesario (pues, son gentes de agua, no de tierra) se han construido ideas de seguir adelante a pesar de. Al no ser gente que desea la guerra para su pueblo, las relaciones de parentesco y vecinales han logrado ese ansiado retorno, pero entendemos que existe una variedad de dinámicas externas que les dificultan la vida y que no tiene que ver exclusivamente con el conflicto armado. En resumen, todos los conflictos sociales y ambientales generados por la causas estructurales de la guerra. Categorías: Prácticas y Maneras de hacer Una de las categorías principales que se implementa en esta investigación, es la de prácticas musicales. Debemos hablar de maneras de hacer, esta se puede equiparar con práctica, pero el hacer es la práctica, y las maneras envuelven el todo de esa práctica; son las tácticas de los sujetos para realizar una práctica específica. En este sentido, las maneras de hacer se ubican en un campo más alto de análisis de la realidad, que la práctica específica, por ejemplo las maneras de cocinar, caminar o tejer. Es decir, la práctica musical, en este caso, se refiere principalmente al cómo se realiza (descripciones formales), las maneras de hacer de un músico, denotan un análisis del hacer, con temas heterogéneos a la música, tales como las vicisitudes políticas, económicas, sociales y culturales de la práctica específica del tocar. En nuestro caso, revisar y caracterizar el papel que cumplen esas maneras de tocar en Nueva Venecia. Categorías: Memorias sonoras Como concepto en construcción, traigo a colación las acepciones confluidas desde las lecturas y escuchas que, nos hablan de la posibilidad de la construcción de unas memorias sonoras. Esto nos habla no solo de experiencias musicales anteriores, sino de cualquier sonido que genere una evocación a sucesos. Además desde lo individual se acumula colectivamente para construir una sola que represente y dé significado a la vida en comunidad. Así, ésta se convierte en una forma de acercarse a la vida de las gentes y sus memorias, es uno de los niveles de acercamiento a esa realidad vívida. Por otro lado, sonido y música tienen una obvia cercanía, de allí que mi propuesta a las prácticas musicales y las memorias sonoras de la comunidad también requieran de un acercamiento a un segundo nivel, al de la sonoridad musical. Las memorias sonoras desde los trabajos realizados en Colombia a través de las iniciativas y las acciones paz en las comunidades que padecen el conflicto armado, nos entregan un repertorio inicial de aproximaciones a este nivel, desde dos subniveles: 1) El de utilizar y reutilizar sus ritmos tradicionales con alto bagaje ritual y festivo para recuperar y recordar constantemente a través de líricas que relaten y construyan de manera expresiva, las memorias sonoras de su comunidad, sobre todo tras el marco de las acciones violentas del conflicto armado. De hecho, se configuran como resistencia a los nuevos embates y conflictos con los grupos armados, empresas privadas y el papel del Estado hacia sus tierras y su cultura. 2) El de utilizar y reutilizar los ritmos de músicas exógenas con un alto bagaje lírico y que se encuentran más cercanas a las nuevas generaciones, además, buscan también todo el objetivo de la posibilidad número 1. Como expresiones juveniles tiene también una tradición urbana de cantarle a la realidad, y que en estas comunidades tradicionales logran una hibridación estética y sonora recurrente en el cambio de época. Nuestra propuesta es detallar estos niveles en terreno, provocando y evocando la memoria de las comunidades. Categorías: Cotidianidad y Gestión del conflicto A la pregunta necesaria sobre la existencia de un estado de paz que se construye, desde J. P. Lederach es muy respetable la mirada en la cual se idealizan mundos y realidades, aunque, si llamamos estado de paz a la ausencia de conflicto armado, este estado definitivamente si puede construirse3. La cuestión aquí tiene que ver con que, en Colombia, las comunidades que han sufrido violencia directa a causa del conflicto armado siguen sufriendo vulneraciones desde afuera y desde adentro, pues tienen que ver mucho con las causas estructurales del conflicto armado acaecido. Es decir, los conflictos sociales recurrentes en los territorios vulnerabilizados requieren, además, de iniciativas ideales de construcción de paz, “gestionar y transformar los conflictos, respetando siempre la vida, pero sin renunciar a presionar y persuadir tanto al gobierno, como a los actores armados, para exigir que se opte por un camino distinto a la guerra”4. De esta manera, la gestión del conflicto se ubica en el campo de la cotidianidad, la cultura, de ahí que es imperioso entender la cultura no como reguladora del orden de los acontecimientos, sino como un motor del movimiento constate entre el orden y el caos, y que en medio estamos todos como sujetos dentro de una investigación que entregan su testimonio sobre cualquier suceso5. Por ello la cotidianidad y sus actores se convierten en la base de esta investigación, porque son ellos los que gestionan sus conflictos, en palabras de Natalia Quiceno; “la cotidianidad como un arte de crear, producir y ensamblar cuidadosamente los elementos que la fuerza que los anima a resistir, propiciar los encuentros y darle continuidad a la defensa de la vida y el territorio”6. Primer acercamiento Este subtítulo es obviamente un eufemismo sobre un corto trabajo de campo, planeado desde salidas previas como acceso a la comunidad. En un marco bastante reciente referente a los procesos actuales de las comunidades palafíticas de la CGSM, encontramos entonces la realización de la obra de infraestructura de un muelle ecoturístico en el municipio de Pueblo Viejo y de una plataforma flotante en el municipio de Sitio Nuevo, ubicado en la entrada de Nueva Venecia. Esta constituye una inversión nacional entre FonTur, el 3 Lederach, J. P. (2008). La imaginación moral El arte y alma de la construcción de paz. Bilbao: Gernika Gogoratuz. 4 Acevedo, E. (2014). Prácticas Sonoras y Construcción de Paz en Tumaco: Una Historia de Sonidos y Silencios, de Memorias y de Resistencia. 5 Rosaldo, R. (1989) Cultura y verdad, Nueva propuesta de análisis social. Grijalbo. 6 Quiceno, N. (2016). Vivir sabroso. Luchas y movimientos afroatrateños, en Bojayá, Chocó, Colombia. Universidad del Rosario. Ministerio de Industria y Comercio y la Gobernación de Magdalena bajo una consigna: “el turismo es la vía al desarrollo en estas poblaciones”. Surge inmediatamente la pregunta sobre la participación de las comunidades en la toma de decisiones sobre ello, y la respuesta se encuentra simplemente en un permiso ambiental emanado por la entidad encargada: CorpaMag. La concertación con la comunidad fue prácticamente nula al ser informada en una reunión con un solo representante de la sociedad civil, mientras que los pequeños y medianos empresarios del sector turístico local que si asistieron, encontraron beneficios en el megaproyecto. En este marco de inversiones, la USAID financia la creación de productos turísticos en la ciudad de Ciénaga y en Nueva Venecia a través de la Fundación Creata. Al constatar en campo la ejecución de este proyecto específico, se encuentran paralelos profundos que no han sido posibles de solucionar. En la ciudad de Ciénaga, al ser un contexto urbano y con operadores dedicados parcialmente y con antigüedad al sector turístico, la acogida al objetivo inmediato de la Fundación ha sido de mayor receptividad en los escasos 4 meses de ejecución. Cuestión muy diferente en el contexto rural-pescador-anfibio de Nueva Venecia, en donde las dificultades se multiplican exponencialmente: el manejo de los tiempos de la comunidad, los lugares de reunión, las formas de comunicación entre los habitantes, la escasa experiencia de los ejecutores en trabajo etnográfico, la poca experiencia en idearios productivos del sector servicios que generen excedentes en los lugareños; sin mencionar todas las secuelas de las rupturas comunitarias y organizativas que forjaron en el tejido social la guerra, el desplazamiento forzado, las estrategias corporativas y la ausencia del Estado. Conocer esto de primera mano, nos ha permitido un acceso a la comunidad y sus actores desde la confianza y el hábitus antropológico. Asistir a las reuniones y talleres realizados por el proyecto, evidenciar sus estrategias metodológicas con nulo enfoque diferencial y luego constatarlo con los participantes como analistas de las complejidades, concluyen ellos, que el proceso incrementa la división en la comunidad y la desconfianza en organismos estatales y empresariales. Lograr realizar etnografía institucional al proceso ha permitido entender los pareceres de la comunidad respecto al megaproyecto ecoturístico bajo una idea propuesta por ellos: “están buscando ganar territorio aquí”. Aplicando entonces, estratagemas comunicativas y publicitarias a nivel local venidas desde CorpaMag para nublar la mirada histórica comunitaria hacia esta corporación. Esto nos lleva a una cuestión necesaria, pero que tocaremos rápidamente, y es la que tiene que ver con las razones de la masacre y el territorio. Iniciemos con la premisa comunitaria de que la masacre en El Morro (Nueva Venecia) es la continuación de la masacre en Trojas de Cataca. Este es un corregimiento palafítico de Pueblo Viejo ubicado en la punta suroriental de la CGSM, y dada su ubicación estratégica como una de las puertas de entrada de las aguas dulces de la sierra al complejo lagunar, se convierte en vigía de lo que le sucede a la ciénaga. Esta población fue de las primeras en denunciar los permisos formales e informales a los palmiculturos y bananeros de la región para realizar desvíos y captaciones de los ríos vertedores de agua dulce; allí encontramos a CorpaMag, sea por otorgarlos o por prohibir la limpieza comunitaria y ancestral de los caños en el veranillo, o por no realizar acción alguna que contrarreste la situación. De hecho, la masacre sucedió el 11 de febrero del 2000, contemporáneamente al control paramilitar de la zona y a la implementación de los cultivos de palma; tras amenazas, se dio el hecho violento, pero al volver y hasta la actualidad sigue sucediendo lo mismo: captaciones ilegales de aguas para cultivos, pasividad de las autoridades ambientales, amenazas, asesinatos y desplazamientos. Este poblado prácticamente ha desaparecido, pues solo quedan escasas 20 familias, pero su estirpe se ha desplazado por el resto de los poblados a orillas de la ciénaga (Isla del Rosario, Palmira, Tasajera, Sevillano, Ciénaga, Palermo, cabecera municipal de Sitio Nuevo) y los palafitos (Nueva Venecia y Buenavista), en donde siempre han compartido relaciones de parentesco de manera extensiva. De hecho, en el mes de noviembre del mismo año de la masacre, sucedería su continuación, pero ahora en territorio de Sitio Nuevo y sus dos palafitos, que ya hemos mencionado aquí. En estos poblados podemos encontrar personas que fueron perseguidos por toda la región Caribe de manera selectiva a través de la consanguinidad, con familiares asesinados en varias ciudades. Por ello, es de cuestionar la importancia que se les ha dado a los testimonios paramilitares, que vociferan las causas de estas atrocidades a la colaboración de estas comunidades con la insurgencia. La claridad de esta colaboración quedó en la cotidianidad de las poblaciones, pero lo que se ha demostrado en trabajos investigativos de memoria histórica en los territorios que sufrieron estas abatidas explican justamente que el argumento de la colaboración inició como un pretexto para las violencias, luego vendrían los megaproyectos agroindustriales y mineros, es decir: las causas principales del despojo de tierras tienen móviles macroeconómicos de mayor entendimiento, que ya han sido develados en el caso de Los Montes María, por ejemplo, pero que requieren aun evidenciarse por completo, estas relaciones económicas y de poder en cada uno de los territorios, ante la opinión pública y académica. Por una razón sencilla: las narrativas locales y regionales se nutren de una historia recortada, de una realidad ficcionada, de un mito que revictimiza consuetudinariamente a estas poblaciones. El Carnaval anfibio Nuestra salida de campo intensivo en el pueblo de Nueva Venecia se dio en las fechas que el calendario cristiano otorgó al adiós a la carne en las Américas y demás territorios: la pre-cuaresma. En esos días los lugareños saben que están en carnavales pero no necesitan unos eventos institucionales que se los indiquen. Simplemente, desde la llegada en la lancha el día viernes en la mañana, se observa cómo se renuevan y pintan las maderas de las viviendas, se encienden y estrenan los picós, se engallan las lanchas, los jóvenes se hacen el corte de moda, las mujeres atiborran los salones de belleza, los tenderos y los dueños de KZs se abastecen de cerveza y anisado de coco y los tamboreros sacan sus tambores al sol, que han construido semanas atrás. Cuando se pregunta sobre el carnaval algunos dicen, “si, va haber KZ”, o “no, el colegio no hizo carnavalito”, o “mañana viene un grupo de Ciénaga”, o “antes amarrábamos al inspector, y nos tomábamos la ley, pero la ley del carnaval, con multas a los que estuvieran aburridos, que no bailaran o al que no estuviese disfrazado se encerraba en la inspección”, o “ya no hay tantos disfraces como antes”, en fin, un collage de frases recurrentes entre los niños y más adultos sobre la vivencia de las carnestolendas. En la práctica, durante el viernes, solo se calientan picós y garganta: la KZ El Mexicano realizó la lectura del Bando a cargo de la Reina del Carnaval leyendo para todo el pueblo por medio de los altavoces la invitación a participar de las carnestolendas. Esa noche se dio inicio al carnaval con los tambores de los Manga, que es la familia de tamboreros que resguardan la tradición del baile de negro desde hace varias generaciones. Durante toda la jornada se tocó y cantó líneas improvisadas bajo unos ritmos específicos de la región. Estos ritmos solo requieren de un tambor, unas maracas de totumo y una guacharaca de madera, y sobre todo, las palmas de los acompañantes. Sobre el tambor se debe aclarar que es un tambor de características muy específicas al territorio: es más delgado que el conocido alegre, de estatura intermedia entre este último y un llamador, la forma del tubo no es cóncava, es alargada y recta hasta el final; además, la madera que se utiliza es el palmiche (palma real) y el cuero es de algún animal disponible en la zona pero que logre la finitud requerida para el sonido alto, agudamente afinado (zorro chucho o zarigüeya, ternero); las cuñas que abrazan la madera para mantener y generar la afinación se ubican en lo más alto del cilindro. Los Manga no son los únicos en componer y tocar, también encontramos a los hermanos Moreno y a sus hijos pequeños que tienen su propia agrupación infantil reconocida en el pueblo. En una rueda de tambores podemos encontrarnos hasta cinco compositores espontáneos y/o preparados para crear un verso para todos. Además, a muchos de los participantes, al entregarles un instrumento, no se niegan al acto de intentar y demostrar su poca o mucha experticia, aunque no sean reconocidos por su talento musical. Los tocadores también son cantadores, también son coristas, al igual que los espectadores que llevan el pulso de las canciones en las palmas. El que no vaya a bailar, está en la obligación de prestar mucha atención a las composiciones improvisadas, porque en algunos de los ritmos evidenciados, el coro cambia según el verso, como sucede en otros contextos como los ritmos de la danza de El Torito y el Congo en Barranquilla o en el son de negro del Canal del Dique. Aquí es donde se encuentran conexiones histórico-regionales con variados ritmos. El baile de negro en Nueva Venecia tiene composiciones y andantes similares en la improvisación, desde el ya mencionado Canal del Dique hasta San Sebastián de Buenavista en el sur de Magdalena. Mientras que el otro ritmo del lugar, el pajarito, tiene fuertes conexiones rítmicas con su hermano gemelo en varias poblaciones de la ribera norte del Magdalena. Por ello, es conveniente decir que estos provienen de la vertiente idéntica de los bailes cantaos, con gentes que se movilizaron durante dos siglos por los caños y canales del río Magdalena, venidos de los palenques y las arrochelas de la región. En la CGSM se enquistó de forma muy particular, pero por varios pueblos recónditos de estos departamentos los volvemos a encontrar, realizando una cartografía musical del baile de negro y del pajarito por la región. Durante las jornadas diurnas de la época, estamos los que se recuperan de la resaca, los que continúan sus labores cotidianas, los que se preparan para la noche, pero en medio de todos, están las brujitas. Nos referimos a todos aquellos que se disfrazan y abordan desde sus canoas a cada una de las familias en sus casas, emanando sonidos molestos e injuriosos, buscando someterlos juguetonamente hasta que paguen la multa por estar aburridos en sus casas sin celebrar el carnaval. Son muchos los que se disfrazan, hasta jóvenes que no necesitan de este dinero-multa, a menos que sea para mejorar la noche con bebidas en las KZs. Son vestigios de otros lustros, causan nostalgia y aturdimiento al mismo tiempo, pero dan la sensación de que aun se puede gozar cruzando límites de la convivencia, pero solo durante esta extracotidianidad. A medida que avanzan las noches, la fiesta se complejiza mas. Las KZs reciben más asistentes, las canoas a su alrededor son indicador de esto. Llegan nacidos de otros poblados, pero sobretodo, lugareños que dejaron su pueblo para trabajar o estudiar en otras ciudades como Barranquilla, Medellín, Santa Marta o Bogotá. Volver al pueblo y recordar las tradiciones ayudan a la actualización de la fiesta. Para el domingo 11 de febrero del presente año, durante la mañana divisamos a una piragua enorme que traía con ella un grupo de jóvenes y adultos que tocaban, bailaban y cantaban los ritmos de baile de negro y pajarito. Estos personajes llegaron a Nueva Venecia con el objetivo explicito de tocar en las diferentes KZs, billares y casas del pueblo que requirieran sus servicios durante este día en específico. Estaba claro que cobraban por tandas, así lograron financiar el costoso viaje desde la ciudad de Ciénaga hasta allí, y el recorrido dentro del pueblo; y así lograr devengar algún excedente en los integrantes. Recorriendo el pueblo desde la mañana hasta las 7 de la noche, en una extenuante jornada de tandas y tandas de canciones que duran hasta 9 minutos de improvisaciones, toques y bailes. Las bailadoras se relevaban en su función mientras pasaban a hacer palmas y coros, y los 4 o 5 improvisadores se repartían los versos a componer para la ocasión. Encontramos a adultos mayores con amplia experiencia en los ritmos, las temáticas y el verseo, y otros más jóvenes con aprendizajes equilibrados. Bailadoras de alta edad disfrutando y enseñándoles a las más jóvenes. Todos tienen lazos de consanguinidades lejanas o cercanas, no solo con el grupo, sino con muchos pobladores del corregimiento. Este grupo definitivamente alegró todo el día de casa en casa, de billar en billar, de KZ en KZ, pero al profundizar en sus orígenes y funciones para la comunidad, nos dimos cuenta de las bases de sus objetivos más implícitos. Estos actores que venían de la ciudad de Ciénaga, se identifican como desplazados de la violencia justamente 18 años atrás, nacidos y criados hasta la fecha de la masacre que les cambió la vida en su pueblo palafítico: Bocas de Cataca. Ese 11 de febrero, domingo de carnaval, decidieron salir a conmemorar tal suceso con su pueblo hermano, como se llaman entre los pobladores. Homenajeando a Nueva Venecia, recordando a sus muertos, relatando la historia, refrescando sus memorias y las de los escuchas a través de sus canciones. Improvisando sobre el desplazamiento forzado, sobre la masacre, sobre las conexiones con El Morro, sobre la situación de la CGSM, sobre su nueva vida y la vida que dejaron atrás, en fin. Los relatos emanados de la siguiente canción, entre otras que se registraron, concluyen que estos están por reconstruirse, y la música se ha convertido en ese catalizador de la memoria. Y de allí me desplacé Después de la madre mía Ay, mi mente se encuentra triste Yo no sé qué es lo que pasa Hace 18 años Hombe, salí de Cataca De mi mente no lo borro Voy a seguir adelante Y a la masacre del Morro Eso lo sentí bastante Ay, qué bonito caserío Mírenlo cómo ha quedado Se están secando los ríos Se nos acabó el pescado Aquí desde mi pensamiento Yo hago un verso muy sincero Yo me encuentro muy contento En la tierra de mi abuelo Hombe, salimos de allá Hombe, no a todos nos toca Nos tuvimos que marchar Por culpa de la violencia Yo he salido de Cataca Le voy a seguir cantando Hombe, nos hicieron salir Y eso fueron los paracos Canta, cántale bonito Ay, el que más quiere estar Ay, por culpa de la violencia Tuve que salir allá Cántale, cántale bonito En mi mente vienen de lado Porque hace 18 años Que yo salí desplazado Y ese 11 de febrero Ay, qué noche tan horrible Que en el pueblo cataquero Todo se hizo imposible Cataca y Nueva Venecia Somos pueblos hermanitos Atropella la delincuencia Ay, pero aquí estamos junticos Así como cantas tú Verdad que tienes razón Porque al pueblo de Cataca Lo llevo en el corazón Ay, Cataca pueblo querido Ay, yo nunca lo olvidaré Porque ahí fue donde nací Hay gente mala, hay gente mala Qué mala suerte la mía Yo he salido de Cataca A Cataca no lo olvido yo tampoco. BONITA ES LA VIDA MÍA - responden todos a ritmo de pajarito(D.R.A.) Dicen que la pena mata Pero la pena no los mató Que sí la pena matara Ya me hubiera muerto yo Cataca pueblo querido Lo tengo en el pensamiento Yo ese pueblo no lo olvido La cuna de mi nacimiento Yo a Cataca no lo olvido Hombe, pase lo que pase Yo a Cataca no lo olvido Pongan cuidado mi gente Ay, pasen los años que pasen Ay, no los saco de mi mente Para concluir, Encontramos pertinente continuar la búsqueda de estas prácticas en comunidades, para ello, esta investigación se encuentra aún en fase de avance constante de registro y construcción de los datos. En el país ubicamos un inventario inicial de prácticas sistematizadas recurrentes al tema de las músicas y los contextos que han sufrido violencia, esto tiene una razón clara: demostrar cómo se deconstruyen las comunidades en la gestión de sus conflictos a través de sus propias prácticas cotidianas y festivas. En nuestro caso, la música y sus contenidos. Por ello, hacemos este corto avance de investigación hasta el punto logrado, pero concebimos que cada verso y cada golpe está construido con un bagaje experiencial de vida y muerte, de amor y odio, de goce y dolor, que deben ser caracterizados desde una apuesta científica y comunitaria. BIBLIOGRAFÍA Acevedo, E. (2014). Prácticas Sonoras y Construcción de Paz en Tumaco: Una Historia de Sonidos y Silencios, de Memorias y de Resistencia. Arango G. (2015). Las Musas de Pogue. Documental. Pasollini en Medellín Producciones. 30 min. Araque-Hernández, J. E. (2014). Visibilización y Difusión de la Música Tradicional Campesina en Boyacá y la Región, como Herramienta de Paz. Revista Principia Iuris, 22, 39–50. Ariza, M.; Rosentiehl, J.; Londoño, W. (2016). Un caso de construcción de lugar en la Ciénaga Grande de Santa Marta: El Oasis. Memorias, 28. Blanco, C., & Castro, K. (2011). 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