El Hijo del hombre va a ser entregado

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XXV domingo del Tiempo Ordinario • AÑO / B • Mc 9, 30-37
● Primera lectura ● Sb 2,12.17-20 ● “Lo condenaremos a muer- ● Segunda lectura ● St 2, 14-18 ● “Los que procuran la paz
te ignominiosa”.
están sembrando la paz, y su fruto es la justicia ”.
● Salmo responsorial ● Sal 53 ● “El Señor sostiene mi vida”.
● Evangelio ● Mc 9, 30-37 ● “El Hijo del hombre va a ser entregado ”.
Mc 9, 30-37
30
Salieron de allí y atravesaron Galilea. Jesús no quería que se supiera, 31
porque estaba enseñando a sus discípulos. Les decía: «El hijo del hombre
va a ser entregado en manos de los
hombres; lo matarán y, después de
muerto, a los tres días resucitará». 32
Pero ellos no entendían estas palabras
y no se atrevían a preguntarle.
33
Llegaron a Cafarnaún y, una vez en
casa, les preguntó: «¿Qué discutíais
por el camino?». 34 Pero ellos callaban, porque en el camino habían discutido sobre quién entre ellos sería
el más grande. 35 Jesús se sentó, llamó a los doce y les dijo: «El que
quiera ser el primero que sea el último y el servidor de todos». 36 Tomó
en sus brazos a un niño, lo puso en medio de ellos y les dijo: 37 «El que
acoge a uno de estos pequeños en mi nombre me acoge a mí; y el que
me acoge a mí, no es a mí a quien acoge, sino al que me ha enviado a
mí».
Para entender el Evangelio
mino del Mesías (Mc 8,29). Después explica qué quiere decir
seguirlo (Mc 8,34-38): cargar
con la propia cruz, dar la vida,
no avergonzarse de Jesús ante
la gente. Y es un acto de libertad: el que quiera venirse con
migo (Mc 8,34).
● El domingo pasado escuchábamos (Mc 8,31-38) cómo Jesús
anunciaba
su
muerteresurrección (Mc 8,31), que los
apóstoles no aceptaban (Mc
8,32). Ante ese cerrarse, Jesús
reacciona con dureza (Mc 8,33)
y manda a Pedro -y, en él, a ● Entre aquel pasaje y el de hoy,
cualquier discípulo- que se todavía hay unas narraciones
ponga detrás de él, en actitud que conviene tener en cuenta:
de seguimiento, y no delante, la transfiguración (Mc 9,2-13) y
como queriendo marcar el ca- el relato de un hecho intere-
sante (Mc 9,14-29). Se trata del
caso de un hombre que pide a
los discípulos que echen un
espíritu mudo de su hijo. Los
discípulos no pueden. Jesús
les reprocha su falta de fe y
constata la fe de aquel hombre que aprovecha para pedir
a Jesús que le ayude a tener
más fe. Los discípulos, finalmente, le preguntan a Jesús
por qué no han podido, y él
les dice que era necesario orar.
Notas para fijarnos en Jesús y en el
Evangelio
9 Jesús y los discípulos están en movimiento: "se marcharon de la montaña" (30),
"llegaron" (33). Es una actitud permanente
en el Evangelio. Ahora, sin embargo, están
haciendo un camino muy concreto: la subida a Jerusalén, el camino a la Pascua muerte y resurrección-.
9 Jesús es Maestro. Lo es haciendo camino,
enseñando sobre el sentido de ese mismo
camino: “estaba instruyendo” (31) sobre lo
que sucederá, que el poder querrá quitárselo de encima y que la muerte no tendrá
la última palabra. Podemos decir que educa
en la acción y mediante la acción. Podemos
decir, también, que en Él palabra y acción
van juntas.
9 También es Maestro cuando, "una vez en
casa" (33), provoca una revisión de la jornada. El evangelista lo subraya diciendo
que "se sentó" (35), gesto indicativo de magisterio. Podemos decir que Jesús no deja
nunca de educarnos. Y lo hace con una pedagogía que consiste en hacer preguntas
(33), toma la iniciativa para ver qué aprenden y para desbloquear "miedos" (32).
9
Pero dice más aún: quien acoge a un
niño acoge al mismo Dios (37). Y diciendo eso Jesús habla de Dios como el que
envía y de sí mismo como el Enviado. En
tiempos de Jesús era habitual la idea de
que el enviado es igual a aquel que lo
envía; aquí no se trata, por tanto, de un
simple gesto de hospitalidad, sino de la
acogida que se hace a Dios a través de
sus enviados.
9
Toda esa enseñanza de Jesús tiene
una serie de consecuencias compromisos
para el que quiere hacerle caso, para
quien quiere seguirlo con libertad:
-
hacerse el "último de todos", el
"servidor de todos" (35), es decir, renunciar a todo poder;
- apoyar las relaciones comunitarias en la
actitud de servicio desinteresado y generoso;
- acoger a los últimos: niños, pobres, enfermos...
- reconocer en el apóstol, en el militante,
al mismo Jesús que lo ha enviado, al
mismo Dios que ha enviado a su Hijo
(37).
9 Y quien asume todo eso, recibe su fruto: acoge a Jesús, acoge al Padre.
9 Con la advertencia de que Jesús "se sien-
“El Evangelio en medio de la vida”
ta", Marcos nos está indicando que Jesús
está a punto de dar una enseñanza especialmente importante. Y, ciertamente, da la
vuelta (35ss) a la idea corriente sobre quién
es "el más importante" (34): entre los seguidores de Jesús "el primero" es el que se
hace "el último de todos y el servidor de
todos" (35).
José María Romaguera
9
Y pone un ejemplo: "un niño" (36). Los
niños no eran valorados en la sociedad de
la Palestina de aquel momento. Jesús se
identifica con ellos, que aquí representan a
los más pobres, los más pequeños y débiles: quien acoge a uno de ellos, "me acoge
a mí", dice (37).
(Domingos y fiestas del ciclo-B)
Colección Emaús
Centro de Pastoral Litúgica
•
•
Ruego para pedir el don de comprender el Evangelio y poder conocer y estimar a Jesucristo y, así,
poder seguirlo mejor
Apunto algunos hechos vividos
esta semana que ha acabado
•
Leo el texto. Después contemplo
y subrayo.
•
Ahora apunto aquello que descubro de JESÚS y de los otros personajes, la BUENA NOTICIA que
escucho...veo.
•
Los discípulos son "instruidos"
por Jesús en el camino. ¿Qué experiencias vivo/vivimos de acoger
el Evangelio, la enseñanza de Jesús, en la vida, en la acción?
•
Y vuelvo a mirar la vida, los
HECHOS vividos, las PERSONAS
de mi entorno... desde el Evangelio ¿veo?
•
En alguna de las personas con las
que me he relacionado esta semana (en el pueblo o barrio, en el trabajo ... ), ¿he acogido a Jesús y al
que lo ha enviado?
•
Llamadas que me hace -nos haceel Padre hoy a través de este
Evangelio y compromiso.
•
Plegaria. Diálogo con Jesús dando gracias, pidiendo su ayuda...
La señal del niño… (Mc 9, 33-34)
No digas que no, tú, como yo, como todos, también llevas en tu interior esa pregunta: ¿quién es el
más importante?
Porque para ti, par mi, para casi todos y todas, de
lo que se trata es de esto: de ser lo más importante.
En la escuela nos enseñan a ser los más listos/as.
En la Iglesia nos enseñan a ser los más perfectos.
En la televisión enseñan a ser los más famosos.
En casa nos enseñan a ganar más, ser más,…
Casi nadie quiere los últimos puestos.
Casi nadie acepta ser servidor de los demás.
Jesús sí.
Jesús escoge los últimos lugares,
se hizo servidor de todos.
La gente de estudios, la gente de Iglesia, la gente
de poder, la gente de dinero
casi nunca entendieron a Jesús.
Y fue Jesús y cogió un niño, y lo puso en medio
como señal para toda la gente del mundo: señal de
debilidad la que dice que es bueno agacharse; señal
de ternura de Dios, de la que carecen muchos corazones; señal de humildad necesaria para caminar
por al vida; señal de los puestos sin importancia
que busca el seguidor de Jesús; señal de Jesús mismo, muerto y resucitado, por una mayoría radical
del mundo que nos acoge.
a de fe”
“Una prueb
VER
C
omentando un libro en el que el autor hacía unas
afirmaciones despectivas hacia la religión en general y la Iglesia en particular, una persona dijo: “Es
curioso cómo los no creyentes no desperdician oportunidad para dejar bien patente que no creen y para
lanzar comentarios despreciativos.” Esto se ve mucho
en programas y series de televisión, en páginas de
internet… Es lógico que los escándalos provocados por algunos miembros de la Iglesia
provoquen ese rechazo, pero lo cierto es que normalmente, sin venir a cuento, si se habla de
la Iglesia es para mal, o para ridiculizarla… Y esto, como Iglesia que somos, nos provoca
indignación, a veces con reacciones muy airadas, y ganas de responder del mismo modo.
JUZGAR
L
a semana pasada reflexionábamos que
tenemos que ser testigos creíbles que
hagan realidad las palabras del apóstol Santiago: Enséñame tu fe sin obras y yo, por las
obras, te probaré mi fe. Y una “obra” que
puede servir para probar la fe es precisamente nuestra reacción ante las críticas, comentarios y ataques hacia Dios y hacia la
Iglesia. Por una parte, como se indica en el
documento de trabajo del próximo Sínodo de
los Obispos sobre La nueva evangelización
para la transmisión de la fe cristiana (128),
hay que tener el coraje de denunciar las
infidelidades y los escándalos que
emergen en las comunidades cristianas
(…) Se necesita coraje para reconocer
las culpas, mientras continúa el testimonio de Jesucristo y de la perenne necesidad de ser salvados.
Pero por otra parte, a veces esas críticas,
comentarios despectivos, etc. no tienen una
“causa” objetiva, no sabemos a qué se deben.
Ocurre lo que hemos escuchado en la 1ª
lectura: Acechemos al justo, que nos resulta
incómodo… es un reproche para nuestras
ideas y sólo verlo da grima; su conducta es
diferente, nos considera de mala ley… Y
aunque no se exprese conscientemente, hay
una “razón” para ese ataque: Veamos si sus
palabras son verdaderas, comprobando el
desenlace de su vida… lo someteremos a la
prueba… para comprobar su moderación y
apreciar su paciencia. Esos ataques, comentarios, desprecios… podemos verlos como
una ocasión para poner a prueba nuestra fe,
para comprobar cómo reaccionamos, para
evaluar si de verdad vivimos lo que decimos
que creemos. Porque quizá, como los apóstoles en el Evangelio, nos guiamos más por
los criterios del mundo (por el camino habían
discutido quién era el más importante) que
por los criterios del Señor: Quien quiera ser el
primero, que sea el último de todos y el servidor de todos. Nuestro modo de reaccionar,
en un sentido o en otro, probará nuestra fe, la
“calidad” y credibilidad de nuestra fe en
Cristo.
Y en la medida en que vayamos asumiendo el
estilo de Cristo, en el camino de nuestra vida
iremos adquiriendo la sabiduría que viene de
arriba, como hemos escuchado en la 2ª lectura, porque donde hay envidias y peleas,
hay desorden y toda clase de males.
Para ser testigos creíbles de Cristo, la
prueba de nuestra fe que debemos ofrecer
es la del servicio, no devolver mal por mal
ni insulto por insulto (1Pe 3, 9) sino dar
muestras de esa sabiduría que viene de
arriba y que es amante de la paz, comprensiva, dócil, llena de misericordia y
buenas obras, constante sincera… Ésa debe
ser nuestra respuesta, porque los que procuran la paz están sembrando la paz; y su
fruto es la justicia.
ACTUAR
¿H
e sufrido en persona comentarios,
desprecios… hacia Dios o hacia la
Iglesia? ¿Cómo he reaccionado? ¿Tengo la
valentía de reconocer los escándalos e infidelidades en la Iglesia? En el caminar
diario, ¿tengo actitud de servicio, o me guío
por los criterios del mundo?
Necesitamos manifestar esa sabiduría que
viene de arriba. Aprendamos a afrontar los
ataques, comentarios, desprecios… como
una oportunidad para probar nuestra fe.
Como indica el documento de trabajo del
Sínodo (119): Esto sirve para renovarnos, para anunciar más incisivamente
en el mundo en que vivimos la esperanza y la salvación dadas por Jesucristo (…) Es una invitación a vivir con
aquella fuerza humilde que nos viene
de nuestra identidad de hijos de Dios,
de la unión con Cristo en el Espíritu y
de la novedad que esta unión ha generado en nosotros.
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