liderazgo carismático y sociedades de convivencia en la ciudad de

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LIDERAZGO CARISMÁTICO Y SOCIEDADES DE CONVIVENCIA
EN LA CIUDAD DE MÉXICO
HÉCTOR MIGUEL SALINAS HERNÁNDEZ
PUBLICADO EN:
VARGAS S. (2009). LIDERAZGO, POLÍTICAS PÚBLICAS
Y CAMBIO ORGANIZACIONAL. LECCIONES DESDE
IBERO AMÉRICA, MÉXICO, PORRÚA PP. 225-264.
LIDERAZGO CARISMÁTICO Y SOCIEDADES DE
CONVIVENCIA EN LA CIUDAD DE MÉXICO
Héctor Miguel Salinas Hernández*
“Es verdad que son tan sólo una minoría; pero su triunfo es
el triunfo de todos. También aunque aún lo ignoren, es el
triunfo de quienes se oponen a esta ley, porque es el triunfo
de la libertad. Su victoria nos hace mejores a todos, hace
mejor a nuestra sociedad.”
(Fragmento del discurso del presidente del gobierno español, José Luís
Rodríguez Zapatero, en el pleno del Congreso de los diputados, para
defender la modificación del código civil que reconoce el derecho a contraer
matrimonio a personas del mismo sexo, Madrid, 30 de junio de 2005).
PROEMIO
En el presente trabajo analizaré la relación de un líder político carismático (Andrés Manuel
López Obrador) con un movimiento social de nuevo tipo basado en la identidad (el
Movimiento de Disidencia Sexual) a través del proceso de aprobación de la Ley de
Sociedad de Convivencia como instrumento que permite entre otras, la unión legal de dos
personas del mismo sexo con la finalidad de establecer un hogar común dentro del
territorio del Distrito Federal.
Para analizar esta relación estableceré, por un lado, un marco teórico donde plantearé
algunos tipos de liderazgo, con énfasis en el carismático; posteriormente, presentaré una
breve historia de lo que comúnmente se denomina Movimiento LGBTTTI (Movimiento
Lésbico, Gay, Bisexual, Transgénero, Transexual, Travestí e Intersexual) y que yo
denomino Movimiento de Disidencia Sexual (MDS), en el Distrito Federal, explicando qué
son las Sociedades de Convivencia y el proceso que siguió su aprobación en el Distrito
Federal, sus alcances y limitaciones. Utilizo aquí el término Disidencia Sexual pues me
parece más operable además de más adecuado para un movimiento socio-político de
reivindicación.
*
Profesor-Investigador de tiempo completo en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México.
Luego de plantear algunos aspectos de la biografía de Andrés Manuel López Obrador
(AMLO), trataré de establecer una relación entre la teoría del populismo carismático y su
estilo de gobierno y discurso, para tratar de explicar a continuación los liderazgos en el
seno de los grupos que impulsaron la aprobación de la Ley de Sociedad de Convivencia,
para plantear la relación establecida entre AMLO y el MDS.
El propósito principal de este trabajo es establecer la forma en la que respondió el
populismo basado en el liderazgo carismático, en el caso concreto de México, a las
demandas de un movimiento social basado en la identidad, rescatando las características
de dicha respuesta y tratando de explicarla.
Para lo anterior, parto de la hipótesis de que AMLO negó su apoyo a las demandas del
MDS sobre sociedades de convivencia por una evaluación política de costo-beneficio,
donde el costo político por apoyar una medida tan controversial no hubiera sido
compensado con un apoyo electoral significativo, debido, entre otros factores, a la poca
fuerza de los grupos y actores del MDS y al escaso nivel de organización del mismo. Con
lo anterior, AMLO demostró, por un lado, su peso específico dentro de su partido,
obligando a los diputados del mismo a retrazar su apoyo a la iniciativa hasta que ésta
fuera políticamente viable, y por otro, el pragmatismo que caracteriza a líderes
carismáticos de tipo populista, apegados a las masas en el discurso, pero transclasistas
en los hechos.
LIDERAZGO Y CARISMA
I.
A partir de la década de los años ochenta, el mundo ha vivido procesos de transformación
política que para nadie han podido pasar desapercibidos. Como consecuencia de la
desaparición del campo socialista y el surgimiento de un mundo unipolar encabezado por
los Estados Unidos, así como por el fenómeno de la globalización, entendida como “los
procesos de intensificación de los intercambios comerciales entre países, la rápida
circulación de datos e información en el orbe y al libre tránsito de capital financiero entre
diferentes regiones del mundo” (Agüera,2004:135), la democracia se ha establecido desde
el poder como la única utopía digna de ser imaginada, como el elemento procedimental e
ideológico que sustenta los principios del libre mercado y de economías globales.
No obstante, en América Latina algunos países como Venezuela, Argentina, Brasil y
Bolivia han establecido en diferente medida un distanciamiento importante en relación con
el paradigma del libre mercado y del neoliberalismo, y en otros países líderes provenientes
de la izquierda o de movimientos denominados alter-mundistas han disputado con
posibilidades reales el poder político de sus naciones. El denominador común de estas
experiencias ha sido la presencia de líderes poseedores de un gran carisma (Hugo
Chávez es quizá el ejemplo más claro después del mítico Fidel Castro) quienes han
sabido conectarse con amplias capas de votantes.
El surgimiento y consolidación de estos movimientos político-sociales, que algunos han
llamado “la tentación populista”, ha sido explicada a partir de una teoría de escasez y de la
elaboración discursiva del líder como ideología. La teoría de escasez indica que las
nuevas manifestaciones populistas se desprenden de lo que América Latina no tiene, a
saber, economías con mejores niveles de ingresos, instituciones políticas más
consolidadas o una cultura de participación más difundida, y señala que si nuestros países
tuvieran cubiertas esas capacidades no serían blanco fácil del populismo. Para reforzar
esa teoría, la capacidad de persuasión de los políticos populista suele explicarse como
medio de penetración en las masas de seguidores a través del discurso como productor
de ideología, es decir, se presenta al líder populista como constructor de un discurso
emotivo que penetra fácilmente en las masas pobres y poco educadas cívicamente.
En México, por sus dimensiones políticas y electorales, el más importante movimiento de
este tipo ha sido el encabezado por Andrés Manuel López Obrador, jefe de gobierno del
Distrito Federal entre 2000 y 2006 y candidato a la presidencia de la república en ese
último año por una coalición electoral encabezada por el Partido de la Revolución
Democrática (PRD), al que pertenece.
II.
Por otro lado, a partir de la década de los años ochenta, en el ámbito internacional se ha
consolidado la recuperación de la idea de sociedad civil a partir de dos fuentes de
inspiración que, en el ámbito europeo y de acuerdo con Olvera, fueron casi simultáneas:
una, de tipo teórico, iniciada como crítica al socialismo autoritario, reprochaba la
estatización global de la vida cotidiana
en los países de Europa del este; otra, de
naturaleza práctica, la constituyeron las formas de auto identidad que adoptaron diversos
movimientos sociales contemporáneos de naturaleza anti-autoritaria (Olvera, 1999:28).
Para superar la estatización social los neo marxistas buscaron un modelo tripartita de tipo
gramsciano, que diferenciara al Estado, la sociedad civil y el mercado, y buscaron apoyo
en las teorías del liberalismo democrático a través del rescate de algunas dimensiones
clásicas basadas en tres principios normativos: la autoorganización de la sociedad
(movimientos sociales); la reconstrucción de lazos sociales fuera del Estado autoritario
(recuperación de la idea de comunidad); y la construcción de una esfera pública
independiente (Olvera, 1999:30).
En relación con la emergencia de nuevos movimientos sociales, éstos surgieron como
luchas por profundizar la democracia en sociedades que ya se consideraban
democráticas, (coincidiendo temporalmente con las redefiniciones teóricas aludidas).
Estos movimientos, contrario a la crítica neoconservadora, plantearon que “el Estado de
bienestar ha olvidado dimensiones completas de la vida social”, como las relaciones de
género, la destrucción de la naturaleza o el riesgo de guerra por el fomento de la industria
armamentista. Surgen así, entre otros, los movimientos feminista, ecologista y pacifista.
En América Latina, la recuperación de la idea de sociedad civil ha servido, además de
como un símbolo de identidad anti-autoritaria, como “eje de una reorientación estratégica
de la izquierda, que progresivamente ha abandonado el maximalismo revolucionario... (y)
como defensa de la sociedad frente a la desintegración del tejido social provocada por una
modernización brutal” (Olvera, 1999:37).
En el caso particular de México, el concepto de sociedad civil se expresó de manera clara
a partir de la década de los años ochenta con una serie de acontecimientos que culminan
con las elecciones presidenciales de 1988 y la posterior creación y valoración de nuevas
formas de organización por parte de actores políticos y sociales.
Así, la sociedad civil tiene dos componentes básicos: instituciones (elemento institucional)
definido por la estructura de los derechos ya reconocidos por el Estado de bienestar; y,
movimientos sociales (elemento activo) que transforma mediante nuevas demandas y el
ejercicio de los derechos ya reconocidos, lo que se conoce como el “espacio público”
III.
Desde la segunda mitad del siglo XX existe un profundo interés por definir y estudiar los
liderazgos en el seno de procesos sociales e institucionales. Este interés ha generado un
concepto multívoco que rara vez encuentra una definición aplicable a distintas realidades o
contextos. Así, es posible encontrar definiciones de liderazgo que aluden a procesos
productivos, al marketing, a la teoría organizacional, a los procesos sociales o al ámbito
gubernamental.
Para efectos de este trabajo me interesa destacar sobre todo lo concerniente a los
liderazgos relacionados con los procesos sociales, a través de los cuales los seres
humanos “organizan su cooperación y se transforman en un ser político y social
reprimiendo en el arcaísmo simbólico, su fondo salvaje y rapaz” (Dorna, 2003:16).
A lo largo de la historia de occidente han existido tres símbolos de autoridad y de orden
con su propia historia de violencia: la espada (lo militar), la cruz (lo religioso) y el cetro (el
poder político). En el orden militar la obediencia se garantiza a través de la fuerza física,
en el caso de la religión, ésta garantiza la obediencia con base en la idea de la existencia
de fuerzas sobrenaturales, lo que facilita la mediación indispensable cuando se trata de
poblaciones numerosas. (Dorna, 2003:17-18) La obediencia desde el poder político se
logra a través de otros mecanismos definidos a lo largo de varios estudios de la sociología
clásica
Así por ejemplo, para Durkheim, en su texto “La División del Trabajo”, los jefes son las
primeras personas que surgen de la masa por situaciones excepcionales que los colocan
en un plano especial y les crean una individualidad; aunque apoyados por el grupo de
origen, los jefes sobresalen por cierto tipo de características propias.
Para Simmel, la autoridad y el poder solo pueden darse a través de relaciones entre
individuos que actúan en contextos determinados y que generan dependencia entre ellos,
la cual puede explicarse a través de tres modelos: la dependencia a un individuo, la
dependencia a un grupo, y la dependencia a un principio.
La dependencia a un grupo tiene, de acuerdo con el mismo autor, dos reglas precisas: la
externa señala que mientras más bajo se encuentra el grupo en la escala social, más sus
miembros se acostumbran a la subordinación y menos el grupo acepta que uno de sus
miembros lo dirija, por lo que la autoridad viene del exterior; la regla interna indica que
mientras más un grupo se eleva en la escala social, más oportunidades existen para que
conceda someterse a uno de sus miembros, por lo que la autoridad viene del interior. Es
decir, a mayor nivel social del grupo, mayor auto aceptación de la autoridad propia.
Por su parte, la dependencia a un principio señala que las personas al supeditarse a
objetos, incluso simbólicos, caen también en la categoría de simples objetos
(Dorna,2003:20).
Es sin duda Max Weber quien aporta un conocimiento ya clásico respecto a la legitimidad
-- teoría que redunda en la explicación de los liderazgos --, con base en el estudio de las
religiones, el cual le permite plantear un concepto sociológico de carisma a través del cual
coloca al jefe carismático en los orígenes de la organización social. Su análisis parte de
una crítica a los pensadores marxistas, pues asegura que la dominación no solo se da por
el estatus público o privado de los medios de producción, sino que es necesario considerar
los procesos culturales.
El concepto de carisma Weber lo retoma de Rudolph Sohm quien siendo historiador de la
Iglesia Católica lo había tomado a su vez de San Pablo. En su tipología de legitimidad,
Weber establece una concepción psico-sociológica de la autoridad carismática (sociología
comprensiva) que alude tanto a los aspectos de la personalidad del líder, como a las
relaciones que guarda con sus seguidores. Así, la legitimidad es una autoridad que
fundamenta el poder en el ámbito social. Weber plantea distintos tipos ideales de ella, a
saber, la legitimidad tradicional, la de la gracia personal y la legal, cada una de las cuales
deviene en tipos de autoridad (entendida como el poder que depende del reconocimiento
de que una persona tiene derecho a tomar decisiones por los demás); de tal suerte, los
tipos de autoridad weberianos son: la tradicional, la carismática y la racional-legal (Weber,
2006)
Así, la legitimidad tradicional alude al respeto hacia un hábito y un individuo por
costumbre, lo que le otorga a ese individuo la autoridad por herencia. Por su parte, la
legitimidad legal está basada en preceptos y normas establecidas como principios legales
positivos, lo que determina una serie de límites de tipo racional a la autoridad que de ella
se desprende y que se deposita en un cargo, cuyo detentador tiene una autoridad
delimitada y definida.
La legitimidad que proviene de la gracia personal era considerada por San Pablo como la
manifestación de los dones y la gracia concedida por Dios. En tal sentido, pero alejado de
la idea divina, Weber considera al carisma como “una cierta cualidad de un individuo en
virtud de la cual es distinguido por sobre otros hombres y tratado como si estuviera dotado
de cualidades sobrenaturales o sobrehumanas o, por lo menos, de poderes o cualidades
específicamente excepcionales” (Weber, citado por Gardner,1991:53) La autoridad que se
desprende de este tipo de liderazgo está fundamentada en esas cualidades.
La diferencia fundamental, como es de notarse, entre las formas de legitimidad, es que la
legal-racional se basa en principios establecidos que acotan la autoridad del líder,
mientras las otras formas dependen más de su propia libertad. Por ello, la forma legalracional es la característica común de las organizaciones burocráticas, es decir, la forma
que predomina en las actuales formas de Estado y en las organizaciones actuales.
Cabe destacar que las formas de legitimidad aquí señaladas son tipologías ideales, pocas
veces encontradas en forma pura en la realidad y que debido a ello dan pie a muchas
formas o subtipos de dominación.
Weber hizo hincapié en las cualidades revolucionarias de muchos líderes carismáticos,
considerando que emergen en momentos de crisis económicas, religiosas o políticas. Sin
embargo, esta es una característica central de todos los liderazgos, pues suelen surgir en
tiempos difíciles, o sea, cuando la gente necesita un líder. No obstante, la legitimidad
carismática debe buscar posteriormente a la crisis que le da origen una forma de
“normalización”, es decir, para permanecer, el líder carismático debe buscar una cierta
burocratización
(institucionalización),
en
un
permanente
juego
de
rompimiento-
establecimiento-rompimiento. De tal suerte, el carisma es un mecanismo social que
explica el cambio social a través de un doble proceso: ruptura y continuidad. Por ello, el
carisma es a la vez una fuerza creativa que revoluciona lo existente, y una fuerza
conformista que se adapta a las situaciones. Al fomentar un cambio, el carisma asienta las
bases de una nueva realidad que necesita institucionalizar (burocratizar) para darle
continuidad a la “normalidad”. Esta normalización no significa, desde luego, regresión a
situaciones pasadas, sino el establecimiento de nuevas realidades.
Para Weber, así, lo más importante de un líder es conocer su legitimidad (aceptación y
obediencia de seguidores) y su autoridad (capacidad de tomar decisiones en nombre de
esos seguidores).
Las características de personalidad del líder carismático están relacionadas con su
capacidad de encantar, acumula capacidades emocionales y cognitivas, pero privilegia las
primeras para esconder las segundas; es táctico y estratega, y utiliza lo que en términos
contemporáneos
podemos
llamar
una
“inteligencia
emocional”,
pues
no
es
necesariamente el individuo más inteligente, sino aquel que razona la afectividad, aquel
que provoca emociones fuertes pero controlándolas. Contra lo que pudiera pensarse, éste
no es un rasgo de carácter, sino un aprendizaje.
El líder carismático es un antidepresor, pues funciona introduciendo esperanza en sus
seguidores, compartiendo con ellos un proyecto, más que una realidad. El líder se
encuentra rodeado de cierta “aura” que alimenta la admiración, sumisión y confianza de
sus seguidores, pues lucha a la vez contra el statu quo y por un orden establecido. Por
ello, los movimientos carismáticos son periodos de transición entre un régimen que muere
y otro que surge, por lo que su duración histórica es muy breve (Dorna,2003:23-28).
Ahora bien, lo que hace a un líder carismático no son solo sus rasgos o características de
personalidad, sino cómo convergen éstas en una situación social determinada. Por ello, el
líder carismático surge en ciertos periodos de crisis sociales (situación social) que le
permiten mostrar sus habilidades y potencialidades, ciertas y esperadas por sus
seguidores, estableciendo tres dimensiones: la orientación racional hacia un objetivo, la
orientación emocional hacia sus seguidores y el activismo para llevar a los segundos al
cumplimiento del primero.
La capacidad del líder carismático para conducir a sus seguidores al cumplimiento de
objetivos ampliamente valorados lo logra, de acuerdo con Bass (1990) a través de cuatro
fuerzas: la inspiración para que se impongan ante las adversidades, la consideración de
actuar como un mentor para el desarrollo del grupo, el estímulo para prever el cambio de
creencias y valores y la identificación con un proyecto colectivo y la adhesión de la
mayoría.
Ahora bien, el carisma tiene varios rostros, mismos que, basado en Dorna, propongo a
continuación, aclarando junto con el autor que estas categorías hipotéticas se conforman
como una tentativa esquemática con carácter descriptivo y que está basada en diversos
estudios politológicos e históricos (Dorna, 2003:42-64)
1. El carisma mesiánico. Se relaciona con la idea de los profetas y los enviados por Dios
(cualquiera que se a la concepción de él). Se caracteriza por una de dos tipos de actitud:
la mística o la ascética. Ambas son de tipo contemplativo, pero la primera rechaza la
acción (el hombre no es instrumento sino receptáculo de Dios) mientras la segunda la
utiliza para lograr la salvación.
2. El cesarismo carismático. Designa a la vez un sistema y a un poder autoritario,
comúnmente se le conoce como “pueblo en armas”. Se basa en la idea de la dictadura
temporal por excepción establecida en la antigua Roma. Julio César (con sus
características psicológicas de orgullo, manipulación, inteligencia, elegancia, majestad,
reflexión, etcétera) es el prototipo de este “carisma de Estado”.
3. El carisma totalitario. Su naturaleza es abominable y genocida. Los ejemplos típicos de
esta tipo de carisma son el nazismo y el stalinismo (aunque pueden mencionarse los
regímenes comunistas de la Europa del este de la segunda mitad del siglo XX). Su caldo
de cultivo son masas desesperadas que aceptan líderes paranoicos, autoritarios y
perversos. Se caracteriza por confiscar las instituciones y la vida social a través de una
fuerza que no admite contrapoderes. El líder con carisma totalitario se “funde” con las
masas a través de una fascinación que encuentra su punto álgido en el culto a la
personalidad.
4. El carisma populista. Este es un fenómeno moderno del cual nadie sabe con precisión
qué representa ni qué significa, por lo que sirve para diversos propósitos. A pesar de ser
un término polifónico lleno de contenidos opuestos, todos los líderes populistas son
carismáticos. Mientras en Europa se le asocia como un fascismo ligero o una seudo
democracia demagógica, en América Latina se le distingue más como una condición
predemocrática que antidemocrática.
Por lo anterior, y en términos generales, el populismo es:
- un movimiento social y político contra el stablishment,
- una reacción popular en forma de rebelión y conflicto ante una crisis democrática,
- un acto brusco y rápido para cambiar el régimen político, pero sin ideología clara o
estructurada (el líder carismático se distingue por su plasticidad pragmática, su
adaptabilidad para sacar provecho de las crisis, de allí la frecuente comparación con las
estrellas del espectáculo),
- una orientación pragmática, cristalizado en un movimiento de masas transclasista
dominado por el líder
- una lógica discursiva y retórica cuyo centro es la idea del “pueblo” (un elemento del
discurso retórico del líder populista es la utilización de la tercera persona para referirse a él
mismo, lo cual le da un efecto de desdoblamiento que lo coloca en un status especial. Es
curioso
notar
que,
entre
otros,
Hugo
Chávez,
presidente
Venezolano,
utiliza
frecuentemente estas formas discursivas).
En este punto, y para concluir este apartado, se hace importante establecer una
aclaración. En sus estudios respecto a la legitimidad, Weber se pregunta cuál es la razón
de la obediencia, cómo se acata y en qué medios se apoya el dominio de un líder, pero en
la actualidad el término carisma ha dejado de ser utilizado de manera original. Su
apropiada aplicación plantea muchas dudas pues de acuerdo con Gardner no hay un
consenso entre los estudiosos del tema respecto al valor científico o la aplicación precisa
del término. De hecho, de acuerdo con Gardner, (1991:54).
“el sentido común sugiere que ignoremos el peso histórico y teórico que viene con la
palabra y aceptemos el hecho de que ahora es parte del vocabulario popular, refiriéndonos
de una manera más o menos simple al magnetismo, persuasividad o atracción no racional
de ciertas personas. En el uso popular la palabra no está limitada a los líderes. Oradores
que mantienen fascinados a sus oyentes, celebridades de la farándula que dejan
desfallecientes a sus fans, y casi cualquier variedad de fanfarrón magnilocuente pueden
ser considerados carismáticos”
La palabra carisma en la actualidad debe circunscribirse a la relación entre líder y
electores, donde el líder cuenta con una gran capacidad para la comunicación no racional
y la respuesta de los electores se caracteriza por el temor, la reverencia o la dependencia
emocional. En este sentido, no solo existen fallas en los liderazgos sino también en los
seguidores, relacionados a dos campos: la apatía y pasividad y en general los hábitos que
permiten que el líder abuse de ellos, por un lado; por otro, la colaboración que brindan con
la elaboración de su propia decepción, a través de permitir que los líderes les digan las
mentiras que quieren y necesitan escuchar (Gardner,1991:55).
A manera de resumen puede entenderse la dominación carismática de tipo populista, de
acuerdo con Weber, como las circunstancias culturales de un grupo social que, al
atravesar una crisis, sucumbe ante la personalidad de un líder, el cual establece un
liderazgo de tipo pragmático y transclasista, aunque con el “pueblo” en el centro de su
discurso, mismo que aunque no contiene una ideología clara lucha contra el stablishment.
DISIDENCIA SEXUAL EN EL DISTRITO FEDERAL
El Distrito Federal, siendo la capital de la república mexicana, ha sido testigo de las más
importantes manifestaciones organizativas y sociales de la historia reciente del país. No es
extraño entonces que haya sido también escenario de la conformación del Movimiento de
Disidencia Sexual (MDS) iniciado en los años setenta. Por Movimiento de Disidencia
Sexual me refiero al movimiento que aglutina a diversos actores y organizaciones que
trabajan por los derechos civiles, sociales y políticos de las distintas opciones de ejercicio
de la sexualidad distintas a la heterosexual. Se trata en realidad de varios movimientos,
pero de acuerdo con las teorías de Melucci (1986) analíticamente lo trataré en este trabajo
como uno solo, pues su planteamiento de fondo alude a la inclusión social de la diversidad
sexual, el reconocimiento de sus derechos legales y la aceptación de la diferencia como
aspecto de igualación jurídica.
A. Breve historia del Movimiento de Disidencia Sexual
En forma apretada y por demás esquemática, diré que el Movimiento socio-político de la
Disidencia Sexual puede dividirse en cuatro etapas, cada una de las cuales cuenta con
características propias, y cuyo devenir explica las actuales condiciones de incorporación
social con que cuentan las identidades sexo-genéricas disidentes de la norma
heterosexual. En este caso me refiero a la incorporación de muchos actores de la
disidencia sexual a la vida “normal”, es decir “normada” de la sociedad en el ámbito
geográfico de la ciudad de México, donde a través de distintas asimilaciones e
intercambios culturales entre los grupos dominantes y la subcultura sexo-genérica
disidente, así como por efectos del mercado, se vencen obstáculos para la relación e
incorporación social de dichos actores. Las cuatro etapas a las que aludo son las
siguientes.
Primera etapa. 1971 a 1981, cuenta con dos momentos: el surgimiento y la consolidación.
El surgimiento de la organización de lo que entones se denominó “Movimiento de
Liberación Homosexual” se dio a través de la conformación de algunas organizaciones
inspiradas fundamentalmente en los movimientos feminista, del poder negro y chicano,
todos ellos basados en identidades relacionadas con la construcción colectiva del cuerpo,
que en esa década cobraban fuerza en los Estados Unidos de Norteamérica. Las tres
organizaciones pioneras fueron el “Grupo Lambda”, el “Frente Homosexual de Acción
Revolucionaria” y “Oikabeth”, las cuales crearon grupos de discusión, órganos de difusión,
reuniones e intercambios con otras organizaciones de Europa y del mencionado país del
norte.
Desde luego, dadas las condiciones del contexto, caracterizado por un sistema político
para el cual toda expresión fuera de los cauces institucionales era sometida o cooptada,
todas las actividades de las organizaciones del movimiento tenían un profundo sentido de
clandestinidad y de riesgo. No es sino hasta 1978, año en el que se conmemoraba el
décimo aniversario de la represión gubernamental que dio fin al movimiento estudiantil y
popular de 1968, que las organizaciones mencionadas deciden manifestarse públicamente
en la marcha organizada para tal efecto por partidos y organizaciones de izquierda. A
partir de entonces y hasta 1981 se da la consolidación del movimiento reivindicativo, cuyas
demandas se centraban en exigir la igualdad en el ejercicio de derechos consagrados de
manera oficial en la Constitución General de la República.
Segunda etapa. 1982 a 1991. Esta etapa está caracterizada por la aparición de la
pandemia del SIDA. Siendo el sector de población con prácticas homoeróticas el más
afectado por la enfermedad y al mismo tiempo el que conformaba al Movimiento de
Liberación Homosexual, la merma en la membresía de las organizaciones del movimiento
se debió fundamentalmente a la enfermedad o la muerte de muchos activistas, sus parejas
o amigos, o simplemente a la clandestinidad a la que obligó la asociación perversa,
moneda común en esa época, entre homosexualidad y SIDA. Con la aparición de la
pandemia, la libertad y respeto sociales conseguidos en la etapa de 1978 a 1981 se
diluyeron. Además, la actividad fundamental de los sobrevivientes se encaminó hacia la
respuesta a la enfermedad y las consecuencias en el estigma social, lo que hizo que
desaparecieran muchas organizaciones del movimiento y se conformaran otras dedicadas
de manera prácticamente exclusiva a actividades asistenciales y de apoyo a las víctimas
de la enfermedad. Las demandas pasaron de tipo simbólico (igualdad, inclusión, respeto)
a tipo material (campañas preventivas, recursos para la atención médica, investigación de
la enfermedad).
Tercera etapa. 1992 a 2000. Esta etapa esta caracterizada por ciertas variabilidades en la
naturaleza del SIDA y por un cambio determinante en la óptica social con relación a la
disidencia sexual. En ella se consolidaron muchas de las organizaciones surgidas de la
emergencia social causada por el SIDA y se crearon otras nuevas, más enfocadas a la
construcción de identidades sexualmente disidentes, dando paso al Movimiento de
Disidencia Sexual. Desde luego, las demandas del movimiento se mezclaron entre las de
tipo material (ahora enfocadas al acceso a los medicamentos antiretrovirales, llamados así
porque impiden la reproducción dentro del organismo humano del retrovirus que causa el
SIDA,) y las de tipo simbólico (superada la emergencia se retomaron las demandas
relacionadas con los derechos básicos).
En los años noventas se generaron descubrimientos en el campo de la medicina
relacionados con la condición clínica causada por el SIDA. A través de lo que se conoce
como la terapia de cóctel, consistente en una combinación de medicamentos que inhiben
la replicación del VIH dentro del organismo humano, se logró cambiar la condición de las
personas que viven con VIH/SIDA haciendo que su tiempo y calidad de vida se amplíe de
manera eficaz. De hecho, a partir de la incorporación de este tipo de terapias se habla del
SIDA como una condición de tipo incurable y crónica, más ya no necesariamente mortal.
Pese a estos avances, muchos datos dan cuenta de los resultados poco satisfactorios que
arrojan las acciones implementadas a lo largo de los más de 25 años en los que la
sociedad mexicana ha tenido que convivir con la pandemia del SIDA. Debido a que al
principio de la misma el gobierno mexicano negó la existencia de la enfermedad en
territorio nacional, retrazando la asignación de recursos para su atención, las acciones
gubernamentales fueron inconsistentes y se dispersaron los escasos recursos asignados a
la prevención; además, se estableció una política sesgada que priorizó la vía de
transmisión sanguínea pero descuidó la más importante por su frecuencia: la vía de
transmisión sexual (Salinas, 2000). Por lo anterior, de acuerdo con cifras oficiales del
Consejo Nacional para la Prevención y Control del SIDA, CONASIDA, responsable del
Programa Nacional sobre SIDA en México, al 15 de noviembre de 2006 existían en el país
107 625 casos acumulados de SIDA, de los cuales 5 102 se reportaron en ese año, y un
total de 182 000 personas viviendo con el virus causal de la enfermedad (CENSIDA,
2007).
A estas fallas gubernamentales deben agregarse como elementos a considerar las
limitaciones propias de los empeños sociales, pues el trabajo desde la sociedad civil tiene
siempre como mérito que se desarrolla en forma espontánea y a través de redes de
solidaridad, además de que se caracteriza por realizarse entre pares, pero tiene como
limitante el hecho de contar con pocos recursos y por ende con un alcance limitado tanto
temporal como espacial.
Los avances en la medicina generaron que los grupos sociales más afectados se
percibieron a si mismos como menos vulnerables frente a la pandemia (pasado el
momento de miedo, la actividad sexual se relajó y se continuó con prácticas sin
protección) y fueron percibidos por el imaginario colectivo como “menos peligrosos” para la
salud pública, debido a que el fenómeno de la globalización permitió un intercambio de
información y de costumbres de vida con otras regiones y países del mundo, incorporando
a la cultura del mexicano de las ciudades y con acceso a ciertos niveles socioeconómicos, una visión más cosmopolita de la disidencia sexual, y a partir de la
incorporación de lo gay al mercado. Tan solo para el caso de México, la firma de
investigación de mercados De la Riva, calcula que existen alrededor de 11 millones de
homosexuales que suman un poder de compra de $4,663 millones de dólares al año, por
lo que consideran al sector de la disidencia sexual ya no como un nicho de mercado, sino
como un mercado completo (De la Riva, 2007).
De tal suerte, una amplia gama de identidades sexuales, cuyas fronteras son poco claras y
en algunos casos móviles, ganaron terreno como opciones válidas.
Cuarta etapa. 2000 a 2006. Esta etapa se caracteriza por la recuperación de demandas de
inclusión, pero a partir del derecho a la diferencia. Ganada la incorporación al imaginario
social fundamentalmente a través del mercado, las demandas de tipo social trascienden
la necesidad de la igualdad y avanzan en la reivindicación del derecho a la diferencia. Ante
el aparente ejercicio de derechos sexuales por los sectores sociales de la disidencia, se
trata de avanzar en la diferenciación de dichos sectores en relación con otros. En esta
lógica se inscriben las demandas relacionadas a la no discriminación (consignadas en la
Ley Federal Contra la Discriminación y la creación del Consejo Nacional Para Prevenir la
Discriminación, CONAPRED), la educación sexual, y muchas otras entre las que destaca
la demanda por el matrimonio entre personas del mismo sexo, que por ahora, en el Distrito
Federal ha quedado sancionada en forma legal como “Sociedad de Convivencia”.
B. Las Sociedades de Convivencia
De acuerdo con el texto de la ley (Gobierno del Distrito Federal, 2006), la sociedad de
convivencia “es un acto jurídico bilateral que se constituye cuando dos personas físicas de
diferente o del mismo sexo, mayores de edad y con capacidad jurídica plena, establecen
un hogar común, con voluntad de permanencia y de ayuda mutua que obliga a las o los
convivientes, en razón de esos principios, la cual surte efecto frente a terceros cuando la
Sociedad es registrada ante la Dirección General Jurídica y de Gobierno del Órgano
Político
Administrativo
por
demarcación
territorial
(comúnmente
denominados
Delegaciones Políticas, y que son el equivalente a los Municipios) correspondiente”.
Es decir, una sociedad de convivencia es un acuerdo legal entre dos personas,
independientemente de su sexo-género, para vivir juntas y apoyarse a través de un
acuerdo que debe registrarse ante la autoridad administrativa donde establezcan su
domicilio común.
Para establecer una sociedad de convivencia, ésta deberá constar por escrito en cuatro
tantos: uno para el Archivo General de Notarías; uno para la Dirección General Jurídica y
de Gobierno del Órgano correspondiente, quien actuará como autoridad registradora y
contará con fe pública para el efecto; uno para cada uno de los convivientes. En el
documento deberá asentarse el nombre y domicilio de cada uno de los convivientes, el
domicilio del hogar común, la manifestación expresa del deseo de vivir juntos, las formas
de regular la Sociedad y las relaciones patrimoniales que se desprendan de ella, así como
las firmas de ambos convivientes. Se requiere además, pagar los derechos establecidos
para tal efecto en el Código Financiero del Distrito Federal.
Durante su vigencia, los convivientes podrán hacer las modificaciones que de común
acuerdo decidan, procediendo a registrarlas de la misma manera en que se registró el
convenio original.
Tanto para el registro primario como para el correspondiente a las modificaciones que en
su caso decidieran realizar posteriormente, los convivientes deberán contar con la
asesoría jurídica del Órgano correspondiente a su domicilio común, pues en ningún caso
éste podrá negar el registro por inconsistencias legales, sino que deberá apoyar a los
convivientes para superarlas. Frente a la negación de registro puede recurrirse el acto, es
decir, puede solicitarse una revisión del acto administrativo que niega el registro, con base
en lo establecido por la Ley de Procedimiento Administrativo del Distrito Federal, y se
aplicarán otras disposiciones en materia de responsabilidad de servidores públicos.
El contenido de las Sociedades será considerado como información pública y se contendrá
en un sistema de control y archivo conformado por la Consejería Jurídica y de Servicios
Legales del Distrito Federal, el Archivo General de Notarías y el Órgano Político
Administrativo.
Las Sociedades generan como derechos el deber recíproco de proporcionar alimentos, la
sucesión legítima, la tutela en caso de declaración de interdicción luego de dos años de
establecido el convenio o de inmediato si no existe algún familiar responsable, las
relaciones patrimoniales mutuas, la pensión alimenticia y la subrogación de derechos por
contratos de arrendamiento en caso de defunción. En todos estos casos se aplicaría lo
establecido en el Código Civil para el Distrito Federal.
Los convenios pueden terminar por voluntad mutua de los convivientes, abandono de
hogar, matrimonio de cualquiera de ambos, por que alguno de los convivientes haya
actuado de manera dolosa o por la muerte de algún conviviente.
Por otro lado, es importante destacar que no son las sociedades de convivencia. La
sociedad de convivencia no es ni matrimonio ni concubinato, pues ambas figuras incluyen
como requisito el trato sexual, y en la Sociedad de convivencia el trato sexual no es un
requisito, basta con la voluntad de permanencia, ayuda mutua y establecerse en un hogar
común. Además, esas figuras jurídicas contemplan la posibilidad de reconocer hijos como
propios, y la sociedad de convivencia no. Así tenemos que la sociedad de convivencia:
- No es un matrimonio, pues el Código Civil del Distrito Federal en su artículo 146
establece claramente la definición de esta institución:
Matrimonio es la unión de un hombre y una mujer para realizar la comunidad de vida, en
donde ambos se procuran respeto, igualdad y ayuda mutua con la posibilidad de procrear
hijos de manera libre, responsable e informada. Debe celebrase ante el Juez del Registro
Civil y con las conformidades que la ley establece.
- Tampoco es Concubinato, ya que el artículo 129 Bis del mismo ordenamiento dice:
La concubina y el concubinario tienen derechos y obligaciones recíprocos, siempre que sin
impedimentos legales para contraer matrimonio, han vivido en común en forma constante y
permanente por un período mínimo de dos años o en su caso, cuando hayan procreado un
hijo en común no es necesario el transcurso de los dos años.
- No contempla la adopción. El Código mencionado, en el capítulo V relativo a la adopción,
establece los requisitos supuestos para que proceda la adopción, derechos y obligaciones
que se generan y quién la determina, entre otros aspectos.
La Ley de Sociedad de
Convivencia, no legisla sobre adopción ni sobre menores (solamente sobre los derechos
de las personas mayores de edad que la establezcan), ni se propone reformar el Código
Civil en lo relativo al tema.
- No es “la ley gay”, porque no restringe sus posibilidades a personas del mismo sexo, sino
que es una ley a la que pueden recurrir todas las personas cuya vivienda se encuentre en
territorio del Distrito Federal. Aunque desde luego, de manera específica es un
instrumento que reconoce el deber del Estado de otorgar igualdad de oportunidades a
todos los ciudadanos; el deber del Estado de desalentar la discriminación; la diversidad de
las formas de convivencia social y las relaciones afectivas no convencionales.
Habiendo distinguido que son y qué no son las sociedades de convivencia, es importante
señalar su accidentado proceso de aprobación.
En 1999 el entonces diputado a la Asamblea Legislativa, David Sánchez Camacho,
promovió una reforma al artículo 281 bis del Código Penal del Distrito Federal para
penalizar la discriminación en la ciudad de México, reforma que prosperó y que sanciona
la discriminación por cualquier motivo, incluyendo la preferencia sexual (aunque existe un
debate teórico sobre si es más adecuado hablar de “orientación” que de “preferencia”
sexual, el término se utiliza aquí debido a que así se encuentra en el Código mencionado).
Asimismo, en 2001, fue reformado por el Congreso de la Unión el artículo primero de la
Constitución General de la República para prohibir la discriminación en cualquiera de sus
formas dentro del territorio nacional y en 2003 se promulga la Ley Federal para Prevenir y
Eliminar la Discriminación, misma que da origen al Consejo Nacional para Prevenir la
Discriminación, CONAPRED.
Con estos hechos como antecedente y marco, la sociedad de convivencia empezó a
gestarse con el objetivo fundamental de generar legislación que incorporara los derechos
de la población sexualmente diversa. Específicamente se consideró la necesidad de
avanzar en el establecimiento de un mecanismo legal que reconociera las uniones de
personas del mismo sexo, toda vez que hasta entonces estas uniones carecían de la
posibilidad de protegerse jurídicamente.
Frente a la coyuntura, misma que impedía avanzar en la modificación del código civil para
el Distrito Federal en materia de matrimonio, se pensó en crear una figura jurídica que
estableciera muy claramente la diferencia entre el matrimonio tradicional solo permitido
para parejas heterosexuales, y la unión entre personas de distinto o mismo sexo aplicando
los principios del concubinato y sin que se afectara el estado civil de los contrayentes.
La necesidad de avanzar en esta figura se dio con base en una realidad innegable: un
porcentaje considerable de los hogares a nivel nacional no son tradicionales, es decir, no
están conformados por mamá, papá e hijos; por el contrario, muchos mexicanos viven en
hogares diversos, entre otros, conformados por personas del mismo sexo, con y sin
actividad sexual entre ellas. De acuerdo con la Encuesta Nacional sobre Dinámica de la
Familia, realizada en 2005 por el instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática,
INEGI, el 6.6% o sea, más de 1.5 millones mexicanos, viven fuera del esquema de familia
nuclear (papá, mamá e hijos) o extendida (con la presencia de algún otro familiar cercano).
(INEGI, 2005). Asimismo, el Conteo de Población y Vivienda, realizado por el mismo
organismo también en 2005, señala que 115 mil hogares restan formados por coresidentes, es decir, personas que sin contar con lazos sanguíneos, han decidido vivir
juntos y ser solidarios respecto a manutención del hogar común (INEGI, 2005).
La iniciativa de Ley se presentó por primera vez ante la Asamblea Legislativa del Distrito
Federal el 26 de abril de 2001, pero es hasta el 20 de marzo de 2002 cuando se dictamina
en las comisiones unidas de Derechos Humanos y Estudios Legislativos y Prácticas
Parlamentarias por mayoría absoluta, dictamen que es ratificado el 15 de abril del mismo
año. No obstante, el 4 de julio, por iniciativa del Partido Acción Nacional, el dictamen no
logra llegar al pleno de la Asamblea, cayendo en un impasse.
En abril 22 de 2003 un nuevo dictamen se presenta ante el pleno, pero el 30 del mismo
mes queda nuevamente congelado debido a la falta de tiempo para su discusión. El 5 de
diciembre del mismo año se presenta un tercer dictamen a consideración y el día 28
queda aplazado de manera indefinida por la mayoría legislativa del Partido de la
Revolución Democrática, luego de que el entonces Jefe de Gobierno del Distrito Federal,
Andrés Manuel López Obrador, propusiera una consulta ciudadana al respecto.
Luego de tres años, el 26 de octubre de 2006 el Partido Alternativa Socialdemócrata y
Campesina, junto con el Partido del Trabajo y el Partido Convergencia, retoman la
iniciativa y el 6 de noviembre se aprueba en comisiones y se turna al pleno, el cual
finalmente aprueba el dictamen el 9 de noviembre con 43 votos a favor, 17 en contra y 5
abstenciones (Romero y Llanos, 2006). De los 43 votos a favor 33 fueron del Partido de la
Revolución Democrática, 4 del Partido Revolucionario Institucional, 2 del Partido Nueva
Alianza y 4 del Partido Alternativa Socialdemócrata y Campesina. Los votos en contra
fueron del Partido Acción Nacional y las abstenciones provinieron del Partido Verde
Ecologista de México.
En relación a este proceso de aprobación, puede decirse que difícilmente se podrá
encontrar una ley más profunda y extensamente discutida en el ejercicio parlamentario de
la Asamblea Legislativa del Distrito Federal que la Ley de Sociedad de Convivencia. En 7
años pasó por cuatro dictaminaciones en comisiones, y se consultó con múltiples
instancias y especialistas en jurisprudencia, incluyendo a una comisión de 12 jueces y
magistrados de lo familiar, civil, penal y administrativo adscritos al Tribunal Superior de
Justicia del Distrito Federal.
Con la aprobación de esta Ley, la ciudad de México se convirtió en la tercera ciudad
latinoamericana en aprobar legalmente un tipo de unión civil entre personas del mismo
sexo, luego de Buenos Aires, Argentina, y Río Grande do Sul, Brasil. A nivel mundial, seis
países han legalizado el matrimonio entre personas del mismo sexo, con idénticos
derechos a los matrimonios heterosexuales: Bélgica, República Checa, Países Bajos,
Sudáfrica, España y Canadá. Reino Unido reconoce estas relaciones a través de la Ley de
Unión Civil, Alemania lo hace a través de la Ley de Vida en Común y Francia a través de
un Pacto Civil de solidaridad. En los Estados Unidos de Norteamérica, Massachussets es
el único estado que permite el matrimonio entre personas del mismo sexo, Vermont y
Conecticut tienen uniones civiles y California y Nueva Jersey tienen Asociaciones
Domésticas.
En México, el caso del Distrito Federal se pretende emular en otras entidades federativas;
por lo pronto en Puebla, Jalisco, Michoacán y Chihuahua cuentan ya con iniciativas de Ley
en los Congresos correspondientes y Coahuila aprobó el “Pacto Civil de Solidaridad” el 11
de enero de 2007 (Ramos, 2007), bajo cuyo amparo se celebró, el 31 de enero del mismo
año, la primera unión entre personas del mismo sexo en el país. Aunque Coahuila es el
segundo estado que aprueba uniones de este tipo (el primero, como ya se dijo, fue el
Distrito Federal) es la primera entidad federativa en cuyo territorio entra en vigor. El trámite
legal lo llevaron a cabo Karina Almaguer y Karla López, tamaulipecas de 25 y 30 años,
ante la oficial tercera del Registro Civil, Luz Alicia Rivera Berrueto, y firmaron como
testigos el subsecretario de Asuntos Jurídicos del Gobierno del Estado, Armando Luna
Canales y la abogada Tania Castillón, quien trabaja en la secretaría de Gobierno
(Fernández, 2007).
EL JUEGO DE LOS LIDERAZGOS
Hasta aquí he mencionado, en forma apretada, una historia de lo que ha sido el
Movimiento de Disidencia Sexual y lo que son las Sociedades de Convivencia. A
continuación trataré de avanzar en la relación de los liderazgos, tanto políticos como
civiles, en el proceso de aprobación de la Ley de Sociedad de Convivencia, como el
aspecto más acabado de políticas de disidencia sexual en México.
A. El liderazgo político
I.
Por liderazgo político me refiero al ejercido por quienes ocupan los cargos públicos
relacionados con el proceso de aprobación de la mencionada ley. Específicamente, por su
peso político, me referiré a Andrés Manuel López Obrador, jefe de Gobierno del Distrito
Federal en el periodo 2000-2006, periodo en el que se genera la discusión y aprobación
del instrumento jurídico en comento y en el que su influencia fue notable en la toma de
decisiones en el seno de su partido y en el de las fracciones parlamentarias de éste.
Para abordar el tema trazaré algunas líneas respecto a la biografía y el estilo de gobierno
del AMLO con el propósito de establecer cómo se conformó como un líder carismático a
través de sus acciones y del contexto de crisis en el que gobernó a la ciudad de México.
Para ello considero algunos de los rasgos generales del líder carismático mencionados
antes en este trabajo, a saber: que el líder carismático posee una personalidad que
irrumpe en contextos de crisis, que es un antidepresor que inyecta esperanza a las masas
que más sufren esa crisis, y que trabaja con promesas, más que con realidades.
Como elementos de contexto, pude decirse que a lo largo de cuatro periodos sexenales de
gobierno, desde Miguel de la Madrid hasta Vicente Fox, pasando por Carlos Salinas y
Ernesto Zedillo, en México se ha implementado un modelo de desarrollo de corte
neoliberal inspirado en las teorías económicas que condenan toda limitación del mercado
por parte del Estado (de bienestar), y que ha sido impulsado en países endeudados y con
problemas de desarrollo a través de reformas tendientes a controlar la falta de recursos y
la deuda pública, mediante la ampliación de los mercados y la disminución de las
facultades del Estado.
Este experimento neoliberal se aplicó, por ejemplo, durante la dictadura militar de Augusto
Pinochet en Chile, con el apoyo de teóricos como Milton Friedman y políticos como
Margaret Teacher.; también en Bolivia se aplicó desde 1985 durante los gobiernos de
Hugo Banzer y Víctor Paz Estensoro, cuyos periodos presentaban la necesidad imperiosa
de detener el fenómeno hiperinflacionario. Sin embargo, el gran viraje continental hacia el
neoliberalismo se dio con los gobiernos de Carlos Salinas de Gortari en México, Carlos
Saúl Ménem en Argentina, Alberto Fujimori en Perú y Carlos Andrés Pérez en Venezuela.
De las cuatro experiencias, las tres primeras tuvieron resultados exitosos de corto plazo, la
cuarta fracasó.
La condición política que garantizó la deflación, la desregulación, el desempleo y la
privatización de las economías mexicana, argentina y peruana, fue una concentración
formidable de poder en el titular del ejecutivo (En el caso de México esta concentración de
poder operaba ya desde hacía un largo periodo de tiempo).
La implementación de este modelo neoliberal ha generado consecuencias serias en la
economía de los sectores tradicionalmente menos favorecidos, creando una profunda
brecha entre los pocos que tienen mucho y los muchos que tienen poco. Como expliqué
en la primera parte de este trabajo, el surgimiento de liderazgos carismáticos, sobre todo
de tipo populista, encuentra campo fértil en medio de las crisis, económicas o de valores,
pues le permiten al personaje carismático erigirse en el líder que las masas desprotegidas
necesitan para la búsqueda del proyecto común.
Las diferencias de tipo económico han repercutido en las formas de organización y
relación social de las sociedades latinoamericanas, creando descomposición pública tanto
en la esfera gubernamental como social, y han generado, desde luego, la aparición de
modelos y líderes opositores que han aprovechado estas crisis para establecer una gran
comunicación con esos sectores poco favorecidos y presentarse como alternativas frente
al modelo que les ha arrebatado las posibilidades de desarrollo personal y social.
La llegada al poder de Luiz Inacio Lula Da Silva en Brasil, Evo Morales en Bolivia, Néstor
Krishner en Argentina y Hugo Chávez en Venezuela, así lo demuestra.
Solo después del mítico e histórico Fidel Castro, el presidente de la República Bolivariana
de Venezuela, Hugo Chávez, es la expresión más acabada de este populismo carismático
que, con sus constantes alusiones al “pueblo”, genera la imagen de ser el destinado para
conducirlo hacia una revolución bolivariana de tipo marxista-latinoamericana, inspirada lo
mismo en Marx y Engels que en Bolívar, con la que busca regresar a los pobres lo que es
de ellos.
Chávez llena de contenido simbólico sus actos públicos, viste de verde olivo y alude
constantemente a sí mismo en tercera persona, dando la sensación de referirse a un ente
superior; en sus discursos da la sensación de sentirse sublimado por las masas a las
cuales se entrega siempre en largos mítines o programas de radio y televisión
maratónicos; se reúne con sindicatos y grupos sociales afines a quienes dedica mucho de
su tiempo, lo mismo que saluda a las personas con la familiaridad de padre simbólico. La
referencia constante a los Estados Unidos de Norteamérica como enemigo del pueblo y la
necesidad de integrarse a Latinoamérica como asidero protector le han valido un amplio
respaldo popular, mismo que le ha permitido acumular para sí facultades extraordinarias
para gobernar.
En clara relación con la teoría aquí expuesta, Chávez ha logrado consolidar su liderazgo a
través de los procesos electorales, pues ha sido ratificado en el cargo de presidente con
amplios márgenes de ventaja sobre sus competidores, ventaja sancionada por organismos
supranacionales y de observación electoral, algunos incluso norteamericanos, que han
dado fe de la legalidad de los procesos. Es digna de mención a este respecto la
organización casi militar de los grupos de apoyo, los cuales se despiertan el día de la
votación al toque de Diana, para organizar las “brigadas” de electores, conformadas en su
mayoría por jóvenes que han sucumbido al encanto del líder, quien representa para ellos
la esperanza de un futuro cerrado por el neoliberalismo.
En el caso de México, frente a la crisis generada por el modelo económico ya mencionado,
la expresión de liderazgo carismático de corte populista lo representa Andrés Manuel
López Obrador.
También en él son constantes las referencias al pueblo y su auto
percepción de ser “un rayo de esperanza” para los más desprotegidos. Bajo el lema “Por
el bien de todos, primero los pobres”, su actuación al frente del gobierno de la ciudad de
México estuvo plagada de simbolismo referente a la historia nacional y personajes
históricos presentes en el ideario colectivo, tales como Juárez, Morelos, Zapata. En este
sentido estableció programas de “sencillez republicana”, rendición de cuentas y consultas
populares.
Andrés Manuel López Obrador nace en Tepetitán, municipio de Macuspana, Tabasco, en
1953. Licenciado en Ciencias Políticas y Administración Pública por la Universidad
Nacional Autónoma de México, en 1976 inicia su carrera política.
En 1988 se une a la Corriente Democrática que se conformó en el seno del gobernante
Partido Revolucionario Institucional, PRI, como un grupo de prominentes políticos que
buscaban la democratización de las estructuras y procesos partidistas, y que con el paso
del tiempo se escindiera del partido para incorporarse a un frente opositor denominado
Frente Democrático Nacional, FDN.
En agosto de ese mismo año asume la candidatura para gobernador del estado de
Tabasco por el frente opositor. En 1989 es nombrado presidente del Partido de la
Revolución Democrática (PRD) cuya conformación es resultado directo del FDN y que se
conforma cuando éste desaparece luego de los resultados electorales de 1988.
Encabeza un éxodo a la Ciudad de México por las irregularidades cometidas por el PRI en
las elecciones municipales de 1991. En 1994 es nuevamente candidato a la gubernatura
del estado de Tabasco. En 1995 encabeza un segundo éxodo por la democracia,
antecedido por una “Proclama Nacional” que plantea como ejes la defensa de la soberanía
nacional, la democracia, el desarrollo económico con sentido social, impedir la
privatización de PEMEX y lanza como frase "Primero comer y luego pagar".
Contiende por la Presidencia Nacional del PRD el 17 de abril de 1996, cargo que ocupa
del 2 de agosto de 1996 al 10 de abril de 1999. Durante su gestión, el PRD obtiene los
mayores logros electorales y la mayor presencia nacional que ese partido político ha
tenido desde su fundación en 1989.
El 29 de marzo de 2000 AMLO obtiene su registro ante el Instituto Electoral del Distrito
Federal como candidato a Jefe de Gobierno de la capital del país y el 2 de julio gana las
elecciones con 37.5 por ciento de los votos emitidos; toma posesión el 5 de diciembre de
2000 y con ello se convierte en el primer gobernante electo para un periodo de seis años
en la Ciudad de México.
Durante su gestión se establecen procedimientos novedosos en el estilo de gobierno, por
ejemplo es el primer gobernante en México en ofrecer diariamente, alrededor de las seis
de la mañana, una rueda de prensa ante medios nacionales e internacionales. Asimismo,
establece estrategias dirigidas a rendir informes de su trabajo cada tres meses,
independientemente del informe anual que por ley le corresponde brindar al jefe de
gobierno ante la Asamblea Legislativa.
Siempre aludiendo al pueblo como censor del gobierno, somete a consideración cada dos
años su permanencia en el cargo a través de consultas populares, mecanismo al que
somete la toma de decisiones en aspectos diversos, como el uso del horario de verano, la
construcción del segundo piso del periférico, el aumento a las tarifas de transporte público,
y, en el caso que nos ocupa, su respaldo a la iniciativa de ley de Sociedad de Convivencia.
Otro rasgo destacable es la reducción de sueldos de los principales funcionarios del
gobierno local hasta convertirlos en los más bajos en cargos similares a nivel nacional.
Bajo la consigna de “por el bien de todos, primero los pobres” en su periodo de gobierno
se destinan grandes cantidades de recursos en el cumplimiento de programas de
asistencia social hacia grupos vulnerables, algunos de estos programas son elevados a
rango de ley con la aprobación de la Asamblea Legislativa. Algunos ejemplos de estos
programas son la Pensión Universal Alimenticia para Adultos Mayores (apoyos mensuales
a 385 mil adultos mayores), la entrega de útiles gratuitos a los alumnos de instrucción
básica inscritos en escuelas públicas de la capital (más de un millón 300 mil útiles
escolares cada año), el Programa de Apoyo a Personas con Discapacidad (75 mil
personas) y el Programa de Atención Médica y Medicamentos Gratuitos (acceso a la salud
de 725 familias que no cuentan con seguridad social). Se apoya también a madres
solteras (más de 16 mil beneficiarios) y a jóvenes con conductas antisociales (casi 15 mil).
Asimismo crea la Universidad Autónoma de la Ciudad de México y el sistema de
preparatorias (educación media superior) del Distrito Federal, consistente en 16 escuelas
con una inversión de 776 millones de pesos.
Como una prueba de pragmatismo transclasista, en lo relativo a la inversión extranjera,
según datos de la Secretaría de Economía del gobierno federal, de enero de 2001 a
diciembre de 2004 el Distrito Federal atrae 30 mil 795 millones de dólares que representan
57.8 por ciento del total nacional, por lo que se trata del cuatrienio con mayor inversión
extranjera en la historia de la ciudad.
Con todas estas acciones destinadas a las capas menos desarrolladas de la ciudad, los
índices de aprobación de su gestión alcanzan en algunos momentos hasta el 80%, y
durante mucho tiempo encabeza las preferencias electorales de la ciudad hasta por 15
puntos más que otros posibles candidatos. Para 2004 de acuerdo con una encuesta de la
organización City Mayors (previous winners…) es nombrado el segundo mejor alcalde del
año a nivel mundial.
Se separa de la jefatura de gobierno el 7 de abril de 2005 para enfrentar cargos judiciales
por el supuesto incumplimiento de una resolución judicial que le prohibía realizar ciertas
obras públicas. Este caso lo enfrenta a la posibilidad de perder el fuero constitucional
propio de su cargo y quedar sujeto de acción legal en su contra, lo que
independientemente del resultado del juicio, le impediría contender por la presidencia de la
república. Nuevamente apela al pueblo y logra reunir a enormes cantidades de personas
en las manifestaciones políticas más grandes
que se recuerden la capital del país.
Regresa al cargo el 25 de abril del mismo año, ante la tardanza del proceso. Tres días
después, el 28 de abril, en mensaje a la Nación el presidente de la república, Vicente Fox,
anuncia una salida política al caso de López Obrador, dimite el Procurador General de la
República y se decide que la PGR no ejercerá acción penal
El 29 de julio de 2005 pide licencia al cargo de Jefe de Gobierno del Distrito Federal para
iniciar su campaña política como candidato a presidente de México. En el proceso
electoral de 2006 se dan las elecciones más reñidas en la historia del país cuyos
resultados han permitido el cuestionamiento de un sector importante de mexicanos que no
quedaron conformes con el manejo de las cifras y los procedimientos institucionales al
respecto.
Ante ello, el 16 de septiembre de 2006, en el zócalo capitalino, se constituye la
“Convención Nacional Democrática” la que entre otras cosas decide nombrar a López
Obrador como “presidente legítimo” del país quien el 3 de noviembre designa a un
“gabinete” de 12 personas y cinco consejeros ciudadanos, y toma “posesión del cargo” el
día 20 del mismo mes y año.
Como ya se ha dicho, sus principales acciones de gobierno estuvieron encaminadas a
resguardar a los más desprotegidos, como personas de la tercera edad, mujeres
separadas y madres solteras, jóvenes y niños, cuyo estrato social y económico fuera de
los más bajos. Ya como candidato a la presidencia de la república, la estrategia de López
Obrador estuvo basada en el acercamiento con el pueblo, más alejado de los medios de
comunicación pero más cercano al contacto físico con las masas. Su desprecio al
excesivo contacto con los medios masivos de comunicación se debió en mucho a su
rechazo a las formas con el que se promocionó Vicente Fox, tanto en el tiempo de
candidato (marketing político), como en su gestión como presidente de México (marketing
público). Para López Obrador era más importante conocer y tratar a la gente que a los
medios, perspectiva que le daba el hecho de mantenerse durante mucho tiempo, en
diversas encuestas y sondeos, varios puntos por encima de sus competidores.
De manera constante, el discurso lopezobradorista machacaba la necesidad de un modelo
alternativo que permitiera una mayor igualdad para los mexicanos, y una repartición más
justa de la riqueza nacional. Ese discurso caló hondo en sectores amplios de las capas
marginales del país, con las cuales se asoció ideológicamente al candidato.
No obstante, AMLO y su partido abrieron lazos de comunicación con otros sectores de la
sociedad mexicana, tanto como gobernante local como candidato, en lo que se entendió
como una estrategia encaminada a garantizar la gobernabilidad en el caso de ganar las
elecciones. Esta estrategia colocó a López Obrador en diálogos con los empresarios (el
caso de Carlos Slim, el segundo hombre más rico del mundo para 2007, de acuerdo con la
revista Forbes, es emblemático), la iglesias Católica (Norberto Rivera Carrera, arzobispo
primado de México) y otros sectores. Este último acercamiento determinó, en mucho, la
relación del entonces jefe de gobierno del Distrito Federal con los grupos de la sociedad
civil promotores de la Ley de Sociedad de Convivencia y con el proceso de aprobación de
la misma en el órgano legislativo local.
II.
La disidencia sexual organizada en la ciudad de México realiza distintos eventos
relacionados con la afirmación identitaria y cuenta con muchos lugares y espacios de
socialización. Algunos de los eventos de reafirmación identitaria son la “Marcha del Orgullo
LGBTT”, la “Semana Cultural de la Diversidad Sexual”, y una serie de eventos culturales
como Teatro, Cine y festivales culturales realizados a lo largo del año, sobresaliendo el
mes de junio por ser considerado el mes de la diversidad sexual en muchas partes del
mundo, debido a que fue en el mes de junio de 1969 que tuvo lugar la rebelión del bar
Stonwell Inn de Nueva York, la que marcó el inicio de la organización de la disidencia
sexual en los Estados Unidos de Norteamérica y que se constituyó como referente
histórico de las organizaciones y movimientos con ese carácter en el mundo occidental
desde los años setenta.
En cuanto a los espacios de socialización son varias decenas los que se encuentran en la
ciudad de México, principalmente en forma de discotecas, bares, restaurantes y servicios
diversos, creados principalmente para gays, definido así no solo en relación con su
orientación homo-erótica, sino también a sus características socio económicas, lo que
implica que el gay es el hombre joven, de ciudad, con suficientes recursos económicos
para vivir desahogadamente un estilo de vida basado en servicios exclusivos y cierto
grado de aceptación social producto de su nivel de consumo. En este caso, gay no es
sinónimo de homosexual ni es una palabra sustitutiva, más bien, alude a una identidad
específica marcada más por el consumo que por la orientación sexo-afectiva
En todos los eventos las garantías de organización y manifestación han sido respetadas,
en algunos casos desde hace más de 25 años (como en el caso de la marcha y de la
semana cultural) y todos los espacios funcionan de acuerdo con la normatividad en
materia de establecimientos comerciales y se rigen por las reglas que tutelan a cualquier
local comercial. Durante el periodo de López Obrador al frente del gobierno local
solamente fue motivo de noticia el cierre de algunos establecimientos dirigidos a población
gay ubicados en la Zona Rosa por no contar con medidas de seguridad e incumplir con la
normatividad relativa a giros comerciales. Aunque los dueños de los locales argumentaron
homofobia de parte de las autoridades y pretendieron utilizar a sus clientes para presionar
políticamente, lo cierto es que muchos locales no contaban con seguridad y servicios
adecuados.
Puede decirse entonces que no existió, salvo estos acontecimientos menores, problema
en la relación de la disidencia sexual con el gobierno de López Obrador; aún más, en el
discurso el entonces Jefe de Gobierno manifestó cierta solidaridad con las demandas del
MDS, e incluso, siendo candidato a la presidencia recibió las propuestas de agenda
(aunque nunca aceptó reunirse con el grupo de activistas de la sociedad civil que las
generó) respecto a disidencia sexual. La campaña se conoció como “Vota Rosa y solo una
candidata, Patricia Mercado, aceptó de buena gana las propuestas de la agenda, las
incorporó a su programa, y se reunió con los grupos de la sociedad civil de la disidencia
sexual.
La iniciativa de Ley de Sociedad de Convivencia representó desde el inicio para López
Obrador un desafío, pues suponía la discusión pública de un tema muy controversial,
rechazado por grupos del conservadurismo muy fuertes en términos económicos, y por la
jerarquía de la Iglesia Católica, dos grupos clave en la intención de cualquiera de
conquistar el poder político, pues si bien durante muchos años López Obrador pidió que lo
dieran “por muerto” (expresión popular que significa no estar dentro de la competencia o
no tener deseos de ser considerado para algo), lo cierto es que tenía la intención de
buscar la presidencia desde muy temprana etapa de su gestión al frente del gobierno de la
capital federal. Incluso la solicitud de darlo “por muerto” obedecía a esa estrategia, para no
adelantar sus intenciones y ser blanco de ataques tempranos contra su candidatura.
Para la aprobación de la Ley y como trabajo de “lobby”, muchos de los esfuerzos del
equipo de trabajo impulsor del proyecto dentro de la Asamblea Legislativa, consistieron en
lograr acuerdos con la fracción parlamentaria del PRD, partido que desde la primera
legislatura posee la mayoría absoluta, lo que obliga a que cualquier legislación requiera de
su acuerdo.
Como resultado, el PRD se había comprometido tanto en su discurso como en sus
documentos básicos, a apoyar este tipo de decisiones, y varios de los diputados
perredistas manifestaron su adhesión a la iniciativa; sin embargo, a lo largo de su gestión
al frente del gobierno del Distrito Federal López Obrador se impuso a su partido para que
esta situación no se diera.
La imposición del líder sobre el partido obedeció a la estrategia general de no entrar en
compromisos específicos con ningún grupo, no desgastar su imagen y manejar a su antojo
a los medios de comunicación, aspecto que durante su gestión realizó de manera muy
adecuada para sus intereses políticos.
En concreto, considero que cuatro factores jugaron en contra de la ley en los seis años de
gobierno de López Obrador.
Primero, las estrategias electorales y el peso de López Obrador como Jefe de Gobierno y
como líder del partido (recuérdese el aumento en su popularidad a partir de su toma de
posesión).
Segundo, una característica fundamental y fundacional del PRD como una mezcla variada
de orígenes, unida en términos pragmáticos encaminados a la toma del poder político.
Tercero, desprendido del anterior, la apuesta electoral del partido confluyó con la de su
líder para evitar poner en el centro de la discusión pública temas controversiales que
pudieran modificar las preferencias electorales en el Distrito Federal y restarle votos.
Y es que sin duda el reconocimiento de parejas del mismo sexo es un tema controversial.
De acuerdo con la “Encuesta Nacional de Sexo” (Campos, 2004), solo cuatro de cada 10
personas en México aceptaría a un homosexual o lesbiana en su casa sin ser su pariente,
lo que equipara el grado de discriminación con el relacionado con una persona con
VIH/SIDA. Asimismo, otra encuesta realizada por “Consulta Mitofski” señala que solo
10.6% de los encuestados consideraba “normal” tener relaciones con personas del mismo
sexo (Campos y Penna, 2007). Estos datos son muy parecidos a los que arrojan otros
ejercicios de sondeo de opinión (Secretaría de Desarrollo Social, 2005).
Cuarto, la dispersión de esfuerzos por parte de las organizaciones y actores de la
Disidencia sexual para organizar una agenda en común.
En esta lógica de no compromiso, el 7 de diciembre de 2003, luego de que se presentara
ante el pleno de la Asamblea Legislativa un tercer dictamen de la Ley, el entonces Jefe de
Gobierno propuso someter a consulta popular su apoyo a las Sociedades de Convivencia.
En conferencia, el ejecutivo local consideró que en esta iniciativa de Ley de Sociedades en
Convivencia en especial – la cual ya empezó a crear polémica entre grupos como el de
Pro Vida – se debe preguntar directamente a la gente antes de criticarla. López Obrador
dijo que no se trata nada más de “consultar por consultar”, porque hay la posibilidad de
que haya más información acerca del tema. Al subrayarle que la mayoría en la Asamblea
Legislativa del Distrito Federal son del Partido de la Revolución Democrática, el jefe de
gobierno aclaró que ése no es un factor importante para aprobar las iniciativas (Porras,
2003).
Como respuesta, algunos grupos se manifestaron en el sentido de que tal
iniciativa violentaba derechos ya consagrados en las leyes nacionales.
Organizaciones y miembros de la sociedad civil se pronunciaron y firmaron ayer un
manifiesto en favor de la Ley de Sociedades de Convivencia y calificaron la propuesta de
Andrés Manuel López Obrador (AMLO), para someterla a referéndum, como una
aberración legal que viola los derechos humanos. Rodolfo Millán (abogado, uno de los
creadores de la iniciativa de Ley de Sociedades de Convivencia y asesor jurídico de la
Comisión Ciudadana Contra los Crímenes de Odio por Homofobia) insistió en la invalidez
de la propuesta de referéndum. “Los derechos fundamentales de las personas no están
sujetas a referéndum alguno. Viola dos pactos que México tiene suscritos y clasificados: la
Declaración Universal de los Derechos Humanos y el Pacto Internacional de Derechos
Civiles y Políticos. Además, pasa por alto la Constitución de la República, que ya tiene
inscrito en su artículo primero el principio de no discriminación, y la Ley Federal para
Eliminar toda clase de Discriminación (Guarque, 2003).
Así, las estrategias electorales del jefe de gobierno confluyeron con el pragmatismo del
partido y sus integrantes más prominentes, los cuales, basados en el innegable hecho de
que la sociedad mexicana conserva distintos tipos y niveles de fobias relativas a la
diversidad sexual y afectiva, decidieron no apoyar abiertamente la aprobación de las
sociedades de convivencia, lo cual, junto con la oposición abierta del conservador Partido
Acción Nacional y la ambigüedad del ex partido oficial, dieron como resultado los siete
años que la iniciativa pasó en el “limbo” legislativo.
B. El liderazgo civil
El liderazgo social se ha constituido históricamente en el contrapeso que las sociedades
ejercen hacia los gobiernos para obtener respuestas. Por eso cobra sentido la tesis
gramsciana que coloca a la sociedad como la base ética del Estado, como la articulación
del consenso y la dirección moral por la que organismos privados desarrollan una función
publica. En ese sentido, por liderazgo civil me refiero al que ejercen algunos actores
sociales desde las organizaciones de la sociedad civil, mismas que, por definición, inciden
en la vida pública a través de asuntos de su interés privado. Específicamente considero la
definición que da Agüera cuando dice que el liderazgo
consiste en la dirección de la conducta de los integrantes de un grupo hacia la realización
de un conjunto de acciones interrelacionadas e interdependientes para el logro de una
finalidad determinada Así, el liderazgo es una acción individual cuyas consecuencias
repercuten en todo un sistema social y, por ende, crea vínculos mas o menos permanentes
y profundos, a través de la confluencia de cualidades diversas, como la persuasión, el
poder, la influencia, el entusiasmo, la motivación (orientada al logro de metas o fines
considerados valiosos) y la comunicación, entre otros (Agüera,2004:27)
En este sentido, y para poder organizar el trabajo a favor de la Ley tuvieron que gestarse
dos procesos complementarios: por un lado, el acceso a los cuerpos legislativos; por otro,
la conformación de una red de apoyo civil.
El primer aspecto se cumplió con la llegada de la fórmula Enoé Uranga y Arturo Díaz,
propietaria y suplente, a la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, como candidaturas
independientes impulsadas por DiVersa, Asociación Política Nacional (la figura de
Asociación Política Nacional se establece en el Código Federal de Instituciones y
Procedimientos Electorales de México, como una forma de organización política de
carácter nacional, que recibe recursos públicos y que interviene en la vida política del país
con pleno reconocimiento, aunque no es considerada como Partido Político). El registro de
las candidaturas se consolidó a través del Partido Democracia Social (la ley electoral
mexicana no permite candidaturas ciudadanas, por lo que algunas organizaciones civiles y
movimientos sociales buscan acuerdos con partidos políticos para arribar a instancias
legislativas; este es uno de esos casos).
El segundo aspecto buscó solventarse a través de la conformación de la “Red Ciudadana
por las Sociedades de Convivencia”, cuyo trabajo no es sino continuación del que se había
venido realizando en las distintas etapas del movimiento, ya señaladas en este trabajo.
Enoé Uranga, lesbiana militante, participó en el Frente Nacional contra la Represión, fue
sindicalista en la Universidad Nacional Autónoma de México, UNAM, donde tuvo diversas
funciones y cargos. Dentro del Sindicato de Trabajadores de la UNAM se especializó en
derechos de la mujer, así como en la implementación y organización de asuntos
electorales. En los años ochentas fue participante activa en la militancia del movimiento
feminista, y a fines de esta década ingresó al activismo LGBTT, mismo que se convirtió
cada vez más en un punto nodal de su activismo al dirigir la Coordinadora Nacional de
Lesbianas Feministas. Fue secretaria de Equidad y Género de DiVersa y diputada local
independiente entre 2000 y 2003 (Enkidu, s.d.).
Para dar respaldo social al trabajo legislativo, la Red Ciudadana por las Sociedades de
Convivencia, conformada por 640 organizaciones en todo el territorio nacional y
encabezada actualmente por el empresario y activista Tito Vasconcelos, organizó diversos
eventos enfocados a conseguir y mostrar el respaldo de los sectores de disidencia sexual
y en general, el apoyo de la ciudadanía a la iniciativa de Ley. En este sentido se realizó
entre 2000 y 2006 una campaña de apoyo cuya manifestación más visible consistió en la
organización de un festival “del día del amor”, realizado cada 14 de febrero (Medina,
2003), donde se registraban simbólicamente
las parejas que acudieran al evento y
manifestaran su deseo de ser reconocidas. El evento contó en los primeros dos años con
el apoyo de personalidades del medio artístico y cultural como Gael García Bernal,
Eugenia León, Ofelia Medina, Diana Bracho, Carlos Monsiváis, Federico Reyes Heroles,
Martha de la Lama, Daniel Cazés, entre otras, algunas de las cuales acudieron al evento y
fungieron como “testigos” de las uniones (Notiese, 2002).
Es importante mencionar que la participación de los sectores de la disidencia sexual en los
eventos de apoyo a la Ley, a lo largo de los seis años que duró su gestación, no fue ni
amplia ni comprometida. Los eventos adolecieron de algo común en este tipo de
acontecimientos, por lo menos los efectuados en México: terminaron siendo programas de
auto consumo, es decir, eventos realizados por activistas para activistas, donde muy
pocas personas ajenas a los grupos se incorporan, a pesar de las cada vez más
sofisticadas herramientas de publicidad y marketing utilizadas para la convocatoria.
Un llamado de la propia Enoé refleja lo anterior:
No es con movimientos aislados como se llegará a la construcción de una sociedad más
equitativa que reconozca y valore su propia diversidad, ya que es necesario para su propio
fortalecimiento la unión de los colectivos de lesbianas, Gays Bisexuales, Transgéneros y
Travestis y el demostrar su capacidad de colaboración entre ellos y su cercanía con otros
grupos afines (Arteaga, s.d.)
La escasa participación de los públicos pertenecientes al sector poblacional de la
disidencia sexual obedece a la aparente normalización del hecho homosexual en la capital
del país, fenómeno que ya he mencionado, y que aparenta una aceptación amplia de los
sectores sexualmente disidentes en la vida cotidiana del país. Al hecho innegable de la
discriminación u homofobia de amplios sectores sociales se une la apatía de los sectores
a quienes se pretende beneficiar.
En este sentido, el liderazgo ejercido por Enoé Uranga fue propiciado por haber sido ella
quien llegara a la Asamblea Legislativa debido a cuestiones coyunturales (su militancia en
DiVersa y la relación electoral de ésta con el PDS), y al momento en que se encontraba el
MDS. Pero al mismo tiempo ese liderazgo se vio acotado por las propias limitaciones
tradicionales del movimiento, como las contradicciones internas, la poca capacidad para
llegar a acuerdos y generar agendas comunes a las organizaciones y actores sociales,
con miras a conseguir objetivos colectivos y valorados, la apatía de los públicos a los que
se pretende involucrar, entre otros. De hecho, este ha sido un problema constante a lo
largo de los años del MDS.
CONCLUSIONES
A partir de hace aproximadamente un cuarto de siglo, la esfera pública se ha visto
ensanchada debido a un energía cívica que ha desbordado por mucho él ámbito
estrictamente gubernamental, y que ha colocado en la palestra de la discusión pública,
colectiva, abierta, temas que antes permanecían en el campo de la vida privada o incluso
íntima. La sexualidad y todo lo relacionado con sus distintas variantes y posibilidades es
uno de esos asuntos que, a partir de la organización de movimientos denominados de
“nuevo tipo”, ha puesto en el centro de la discusión el hecho hoy irrefutable de que “lo
sexual es político” y por ende público y aún gubernamental.
La discusión pública de la sexualidad ha motivado la creación de políticas públicas y
programas gubernamentales destinados a atender las específicas demandas de sectores
que se reconocen como agentes sociales iguales en derechos y obligaciones jurídicas,
pero diferentes en su particularidad establecida a través de identidades individuales y
colectivas.
La Ley de Sociedad de Convivencia es producto de un largo camino de mas de 30 años
de organización del sector sexualmente disidente de México, específicamente en la ciudad
de México, el cual ha pasado por distintas etapas en su desarrollo, desde la relativa a la
conformación de las primeras organizaciones y acciones públicas, pasando por la etapa
de consolidación, la disminución de acciones a causa de la aparición del VIH/SIDA, la
reorganización en torno a las demandas de tipo civil y político, hasta nuestros días.
La consolidación del modelo neoliberal junto con el fenómeno de la globalización, han
generado una supuesta mayor apertura de las sociedades actuales a los temas de la
diversidad y disidencia sexuales, sin embargo, resulta interesante analizar las causas de
dicha apertura, y comprobar que se trata más de un fenómeno mercadotécnico que
cultural, el cual, por las mismas razones, cuenta con un target determinado. En este
sentido, los avances producto de la globalización se enfrentan a los mismos limitantes en
otras áreas: su alcance, pues el problema de la globalización es el acceso a sus
beneficios, limitado para amplias capas sociales.
Precisamente las falta de acceso a los beneficios de la globalización junto con la enorme
brecha entre los sectores económicamente protegidos y los menos favorecidos por el
modelo neoliberal, han generado en México crisis tanto en el plano económico como en el
relacionado con la moral pública (en el sentido de la escasa idea de futuro de las actuales
generaciones), lo que ha provocado un profundo sentido de desprotección y cancelación
de oportunidades para amplias capas de la sociedad.
No es de extrañar entonces la capacidad de convocatoria y apoyo logrado por Andrés
Manuel López Obrador durante su periodo al frente del gobierno de la capital del país. Sus
programas y políticas públicas encaminadas a atender los problemas de los más pobres,
su discurso contra “los ricos”, su defensa política y activista de las “economías populares”,
su apuesta por que sean “primero los pobres”, le ganó un profundo respaldo en lo que
para muchos analistas es considerada la manifestación de liderazgo populista más
reciente y acabada en México, al grado de catalogarlo, no sin una gran carga de mentiras
propagandísticas de tipo electorero, como un “peligro para México”.
A la distancia, parece innegable que el interés por llegar a la presidencia de la república
por parte de López Obrador se dio desde sus primeros escarceos contra el poder, luego
de haber roto con el entonces partido oficial
e incorporarse a la oposición en 1988.
Probablemente con un genuino interés por los asuntos nacionales, y convencido de que el
suyo es el camino correcto, López Obrador ejerció el cargo de Jefe de Gobierno como una
plataforma para llegar a la presidencia.
Uno de los rasgos característicos de López Obrador, como el de todos los líderes
carismático-populistas, fue su falta de definición en materia de programa o inclinación
política. Aunque resulta imposible catalogarlo de derecha, no es del todo sencillo ubicarlo
en la izquierda (al menos la tradicional izquierda mexicana y latinoamericana). Puede
decirse que López Obrador conformó una alternativa política propia de carácter más
pragmático, que le permitió utilizar las reglas de la política, dialogar sin comprometerse y
manejar un discurso dirigido a convencer a los mas necesitados pero guardando cierto
acercamiento con los sectores más poderosos y conservadores del país.
De las demandas concretas y materiales del sector de la disidencia sexual, la más
atendida por AMLO es la relacionada con la problemática del VIH/SIDA. Durante su
gestión se creó el “Programa de VIH/SIDA de la ciudad de México” que coordina las
acciones de prevención y tratamiento relativos a la pandemia en Distrito Federal e incluye,
entre otras: creación de la Clínica Especializada Condesa (primera en su tipo en México),
reparto gratuito de medicamentos antirretrovirales, pruebas de detección y campañas
preventivas e informativas.
En lo relativo a las sociedades de convivencia, las acciones de los grupos sociales no
contaron con el apoyo de AMLO, si bien tampoco con su reprobación o ataque. Lo que
más lamentan las organizaciones de la disidencia sexual es la falta de apoyo del líder y del
partido para con sus demandas, siendo que contaban con los mecanismos y la fuerza
política para la aprobación de dicha ley.
Para tales grupos, un desafío permanente es involucrar a capas más amplias de públicos
en los asuntos de su interés, pues hasta la fecha y a pesar de haberse aprobado la ley, el
nivel de apoyo social es bastante bajo. Por la incorporación al imaginario colectivo de la
disidencia sexual como asunto de mercado, la vanalización de las demandas ha
alcanzado tales niveles que se consideran asuntos comunes pero ajenos hasta para los
grupos y sectores beneficiados o perjudicados con las decisiones públicas.
Aunado a esta falta de cultura participativa, la falla en los liderazgos civiles, involucrados
en problemas de vanidad, desunión, protagonismo, falta de cultura organizativa,
incapacidad para generar agendas comunes, etcétera, ha generado un avance lento en
cuestiones de fondo, aunque muy visibles en términos comerciales y carnavalescos.
En un análisis más amplio me atrevería a asegurar que este factor ha sido determinante
para la diferencia existente entre sociedades como la mexicana y la española, que a pesar
de provenir de un pasado autoritario en lo político (franquismo) e ideológico (catolicismo),
cuenta hoy con la figura del matrimonio universal sin distinción de sexo o género de los
contrayentes.
El papel del liderazgo civil, en este caso realizado por Enoé Uranga, consistió en impulsar
el trabajo de lobby y generar las condiciones favorables para la discusión del tema desde
la palestra legislativa, apoyada por una serie de organizaciones civiles que para efectos de
este asunto, lograron formar un frente común. No obstante, el atavismo a viejas prácticas
políticas dentro del MDS junto con la apatía de amplios sectores sociales frente al tema,
limitó los alcances y posibilidades de la Ley para reconocer derechos para la población
sexualmente disidente.
El liderazgo político ejercido por Andrés Manuel López Obrador jugó un papel fundamental
en la lentitud y en los alcances limitados que logró la Ley de Sociedad de Convivencia,
debido a que el capital político logrado tanto a nivel personal como partidario no fue puesto
a disposición de la iniciativa, entre otras razones porque ésta podía poner en riesgo las
oportunidades de ganar la presidencia de la república. Desde luego, la escasa
participación y compromiso de los sectores sociales potencialmente beneficiados con la
iniciativa no permitió a Uranga y a la Red Ciudadana de Apoyo constituirse en factor de
presión, con lo que pudieran negociar políticamente con el líder y su partido a través de un
intercambio de apoyos, en una especie de intercambio, en este caso legislación por votos.
En una sociedad invadida por la crisis económica que ha reducido las expectativas de
desarrollo para amplias capas sociales, la aparición de un líder carismático es aceptada y
aún promovida por esos grupos sociales como un mecanismo de búsqueda de la
redención de sus males sociales y económicos, pero no justifica su apoyo a algo que es
mal visto por esas mismas capas sociales. Para decirlo de otra manera, el tema de la
disidencia sexual no es un tema que resultara importante para el pragmatismo de un líder
que aspiraba llegar primero a conquistar el poder político, y luego buscar las soluciones
para los problemas sociales.
Con todo, las sociedades de convivencia son una figura importante en el avance
democrático del país pues reconocen formas de organización familiar y social que existen
en los hechos, con lo cual se avanza en la construcción de una sociedad más tolerante e
igualitaria.
Como expectativa, es deseable que en un futuro cercano, la creación de políticas,
programas y legislación encaminada a la inclusión social de este sector poblacional se
propicie de manera más rápida y menos tortuosa, pues como señalara en su momento
José Luís Rodríguez Zapatero, jefe de gobierno español, no se trata de gentes (sic)
remotas y extrañas, estamos ampliando las oportunidades de felicidad para nuestros
vecinos, para nuestros compañeros de trabajo, para nuestros amigos y para nuestros
familiares.
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