Historia de España 1 PRINCIPADO DE ASTURIAS CONVOCATORIA JUNIO 2009 SOLUCIÓN DE LA PRUEBA DE ACCESO AUTORA: Marta Monje Molina Tema 1 El pronunciamiento protagonizado en Sagunto por el general Martínez Campos en diciembre de 1874 acabó con el régimen republicano, vigente en España desde febrero de 1873, y permitió el regreso al poder de la dinastía borbónica en la persona de Alfonso XII. De esta forma, se abría en España una nueva etapa histórica conocida como la Restauración. El artífice del sistema político que caracterizó a este período fue Antonio Cánovas del Castillo (1828-1897), un político de amplia experiencia que había sido miembro de la Unión Liberal de O’Donnell y que durante el Sexenio Democrático encabezó la facción de los defensores de la legitimidad borbónica encarnada en el hijo de Isabel II. En diciembre de 1874, poco antes del pronunciamiento de Martínez Campos, Cánovas había hecho firmar al príncipe Alfonso el Manifiesto de Sandhurst (nombre de la academia militar británica donde estudiaba el heredero al trono), un documento en el que se trazaban las líneas básicas de su programa político. El objetivo de Cánovas era dotar a la monarquía restaurada de un sistema que permitiera la alternancia pacífica en el Gobierno de dos grandes partidos de derecha e izquierda —sin sobrepasar los límites del liberalismo moderado—, que no se marginaran entre sí ni recurriesen a la insurrección o al pronunciamiento para acceder al poder. Los partidos antimonárquicos, antiliberales o antinacionales quedaron, en un principio, excluidos del sistema, al igual que las masas populares, ya que los resultados electorales de los dos partidos gobernantes se obtenían gracias a la manipulación y el fraude. Una condición indispensable para la consolidación de este sistema fue la pacificación del país. En el momento en que Alfonso XII accedió al trono, estaban en curso la Tercera Guerra Carlista (1872-1876) y la primera Guerra de Cuba (1868-1878). La conclusión de ambos conflictos constituyó un gran éxito para el Gobierno, entonces presidido por Cánovas. Sin embargo, no se resolvieron los problemas que los habían provocado. Los carlistas habían sido neutralizados como fuerza militar, pero la supresión de los fueros e instituciones vascas (1876) fue una de las causas del posterior surgimiento de un nacionalismo reivindicativo. En cuanto a la guerra de Cuba, la paz de El Zanjón de 1878 tuvo un carácter provisional; el conflicto rebrotó en 1895 y concluyó con la independencia de la isla en 1898. El sistema político de la Restauración El edificio político canovista se sustentó en la Constitución de 1876, en los partidos Conservador y Liberal y en el papel arbitral del rey. Un elemento indispensable en este régimen fue el fraude electoral, que se perpetuó gracias a la amplitud y fortaleza de un sistema de control social y político conocido como caciquismo. © Oxford University Press España, S. A. La Constitución de 1876 establecía un modelo de Estado centralista en el que el catolicismo era la religión oficial. El monarca, aunque compartía la soberanía con las Cortes, tenía un poder hegemónico sobre ellas: poseía la potestad ejecutiva (elegía el Gobierno, era el mando supremo del Ejército) y legislativa (poder de veto, iniciativa legislativa). El rey era el árbitro del sistema, ya que el Gobierno necesitaba la doble confianza de la Corona y de las Cortes. La Constitución establecía un sistema bicameral. El Congreso era elegido por sufragio censitario (y desde 1890 sufragio general masculino). Parte de los miembros del Senado eran designados por el rey y el resto por las corporaciones y los mayores contribuyentes mediante un sistema indirecto. El juego de partidos de la Restauración se articuló en torno a dos grandes formaciones: el Partido Liberal Conservador, situado en la derecha moderada, y el Partido Liberal, llamado inicialmente Partido Fusionista, que agrupaba a la izquierda liberal. El primero fue dirigido por Cánovas hasta su muerte en 1897 y, posteriormente, por Francisco Silvela. Agrupó a liberales moderados, antiguos miembros de la Unión Liberal, ex progresistas y algunos tradicionalistas. El líder del Partido Liberal fue Práxedes Mateo Sagasta, un político veterano, al igual que Cánovas, que había dirigido el Partido Constitucionalista durante el reinado de Amadeo I y era jefe de Gobierno cuando tuvo lugar el pronunciamiento de Sagunto. En el Partido Liberal se integraron antiguos progresistas y demócratas del Sexenio Democrático. Ni el Partido Liberal Conservador ni el Partido Liberal eran organizaciones de masas sino partidos de notables. Las diferencias ideológicas entre ambos eran escasas y su composición social e intereses, prácticamente idénticos. Su fortaleza no dependía tanto de la cohesión interna de sus miembros como de la influencia de su líder y de su capacidad para mantener unidas las distintas facciones del partido. Hasta 1923, ambas fuerzas se alternaron en el poder, en lo que se conoció como el turno de partidos, mecanismo que en última instancia era activado por el monarca, no por la voluntad popular. El turno de partidos se inauguró en 1881, cuando Alfonso XII encomendó la formación de Gobierno a Sagasta, en lugar de a Cánovas, y se oficializó tras la muerte del rey en 1885. Su esposa, María Cristina de Habsburgo, embarazada de quien sería Alfonso XIII, asumió la regencia. Cánovas, presidente del Gobierno en aquel momento, acordó con Sagasta cederle el poder durante los primeros años de la regencia (Pacto de El Pardo). El funcionamiento del turno era el siguiente: el candidato a presidir el Gobierno debía ser designado por el rey y contar con una mayoría sólida en las Cortes. De no ser así, obtenía del monarca el decreto de disolución de las Cortes y promovía Historia de España 2 PRINCIPADO DE ASTURIAS la celebración de elecciones. En este momento, se ponían en marcha los mecanismos de falseamiento del voto a través de las redes de clientes o «amigos políticos» con que contaban los partidos del turno: compra del voto o presión a los electores y a los poderes locales, y manipulación de las listas electorales y de los resultados. Estas prácticas recibieron la denominación de «pucherazo». El proceso se controlaba desde el Ministerio de la Gobernación a través del «encasillado», procedimiento por el que se decidía, antes de las elecciones, qué cargos debían corresponder al Gobierno y cuáles a la oposición. Este sistema, conocido como caciquismo, fue más eficaz en las zonas rurales que en las urbanas, donde la opinión pública y los votos eran más difíciles de controlar. El recurso a estas prácticas originó numerosas críticas y el abstencionismo de sectores cada vez más amplios de la sociedad. Las oposiciones: republicanismo, nacionalismo, movimiento obrero En sus primeros años, el sistema político de la Restauración se benefició de la debilidad de la oposición, compuesta por los carlistas y un heterogéneo conjunto de formaciones republicanas. En las décadas de 1880 y 1890 se desarrollaron dos importantes movimientos políticos críticos con el régimen: el movimiento obrero y los nacionalismos periféricos. Los carlistas, derrotados en 1876, se dividieron entre quienes se oponían a participar en el juego político del régimen y los que creyeron más conveniente formar un partido político y luchar dentro de la legalidad. El primer grupo, conocido como corriente integrista, se enfrentó al pretendiente carlista y fue expulsado del partido. Dirigido por Ramón Nocedal, se caracterizó por ser profundamente intransigente con el liberalismo. En el otro lado del espectro político, los republicanos ejercieron una gran influencia en los núcleos urbanos, pero siguieron padeciendo la división que les caracterizó durante el Sexenio Democrático entre los seguidores de Salmerón, los radicales de Ruiz Zorrilla y los federales de Pi i Margall. Los republicanos posibilistas, encabezados por Emilio Castelar, optaron por colaborar con el partido de Sagasta. El movimiento obrero fue cobrando fuerza a medida que se aproximaba el fin de siglo. Estaba dividido en dos grandes tendencias, el anarquismo y el socialismo. El anarquismo se oponía a la participación política y se escindió en varios grupos: los catalanes, los andaluces, los partidarios de los sindicatos legales y quienes practicaban el terrorismo individual. Las actividades de estos últimos provocaron una durísima represión en Andalucía a raíz de los atentados de la Mano Negra, y también en Cataluña (atentados en el Teatro del Liceo de Barcelona en 1893 y durante la procesión del Corpus Christi en 1896, también en la capital catalana). En 1897, Cánovas fue asesinado por un anarquista italiano. En cuanto al socialismo, en 1879 tuvo lugar el nacimiento del PSOE y en 1888 se constituyó la UGT. Débil inicialmente, el socialismo se fue afianzando en las zonas en que se estaba © Oxford University Press España, S. A. CONVOCATORIA JUNIO 2009 produciendo una industrialización acelerada (País Vasco) y en los grandes núcleos urbanos (Madrid). En el caso de los nacionalismos periféricos, los dos principales focos fueron Cataluña y el País Vasco. Un factor que explica el surgimiento de estos movimientos fue la existencia de movimientos culturales que impulsaron la recuperación de las lenguas vernáculas y las costumbres autóctonas (Renaixença en Cataluña y Rexurdimento en Galicia). Otras causas de su aparición fueron la impopularidad con que eran vistos en algunas regiones el proceso de centralización política y el nacionalismo español impulsados por los gobiernos liberales, y la reacción frente a las transformaciones sociales y económicas provocadas por la industrialización de finales del siglo XIX. Los contextos variaron de una región a otra. En Cataluña, que gozaba de un mayor desarrollo industrial, las élites burguesas defendían el proteccionismo y sus intereses como productoras frente a las medidas liberales adoptadas por los gobiernos de Madrid; además, exigían un mayor peso de Cataluña en la gobernación del Estado. En el País Vasco, se produjo una rapidísima industrialización en el último cuarto del siglo XIX y una llegada masiva de inmigrantes; desde algunos sectores esto se vivió como una amenaza a las costumbres e instituciones vascas, y se sumó al trauma provocado por la supresión de los fueros tras la conclusión de la Tercera Guerra carlista (1876). En Cataluña, la formación del Centre Catalá de Valentí Almirall (1882) y la Unión Catalanista (1891), la publicación de las Bases de Manresa (1892) y la constitución de la Lliga Regionalista (1901) marcaron el largo proceso de formación del catalanismo político. En el País Vasco, Sabino Arana fundó el Bizkai Buru Batzar en 1895, origen del Partido Nacionalista Vasco (PNV). También aparecieron regionalismos en Galicia y Valencia. El regionalismo gallego surgió como una reacción contra el atraso y la marginación de la región. Sus teóricos más importantes fueron Alfredo Brañas y Manuel Martínez Murguía. Reivindicaron la descentralización administrativa y el uso de la lengua gallega sin llegar a crear un partido unificado. El regionalismo valenciano, también tardío, no solo rechazó el centralismo del Estado español, sino también el nacionalismo catalán, que consideraba a los valencianos parte de la misma comunidad lingüística y cultural. La asociación cultural y política valencianista más importante fue Lo Rat Penat (1878). A finales de siglo el sistema atravesó una crisis profunda, tanto por la presión creciente que ejercían estas nuevas fuerzas políticas como por la pérdida de las últimas colonias españolas. El desastre del 98 provocó el surgimiento del regeneracionismo, un movimiento intelectual y crítico que rechazaba el sistema de la Restauración por considerarlo una lacra para el progreso político de España. La oposición, sin embargo, no logró rentabilizar la derrota y los partidos dinásticos asumieron algunas de las reivindicaciones del regeneracionismo en los primeros años del reinado de Alfonso XIII (1902-1931). Historia de España 3 PRINCIPADO DE ASTURIAS CONVOCATORIA JUNIO 2009 Tema 2 La Segunda República (1931-1939) es el primer ensayo de democracia de masas en la historia de España. Su desarrollo suele dividirse en tres fases: Bienio Reformista (abril de 1931septiembre de 1933), Bienio Radical-cedista (octubre de 1933-febrero de 1936) y etapa de Gobierno del Frente Popular (febrero-julio de 1936). Durante el Bienio Reformista se aprobó una nueva Constitución (diciembre de 1931), que configuraba un régimen democrático, parlamentario, laico y descentralizado, en el que se recogía la función social de la propiedad, y se impulsó un importante paquete de reformas que afectaron a todos los aspectos de la vida española —agricultura, trabajo, educación, Ejército, cuestión religiosa, organización territorial—. La línea política que, con apoyo de socialistas, republicanos de centro-izquierda y nacionalistas, siguió Manuel Azaña (octubre de 1931-septiembre 1933), sustituto del primer presidente del Gobierno provisional, Niceto Alcalá-Zamora, encontró fuertes resistencias por parte de grandes propietarios, patronos, algunos elementos del Ejército y de la Iglesia, además de por un amplio sector de la sociedad conservadora y católica. Este sector, apenas representado en las Cortes Constituyentes surgidas de las elecciones de junio de 1931, acogió con alarma algunos episodios que afectaron a las relaciones del Gobierno provisional con la Iglesia (quema de conventos en mayo de 1931, expulsión del primado de España, el cardenal Pedro Segura, un mes después) y la dirección adoptada por el nuevo régimen en lo referente a la cuestión religiosa (aprobación en octubre de ese año de los artículos 26 y 27 de la Constitución, que establecían una tajante separación entre la Iglesia y el Estado, además de la legislación específica aprobada posteriormente a lo largo del primer bienio). El Gobierno de Azaña también se enfrentó a una fuerte oposición de los anarquistas, que protagonizaron varios movimientos insurreccionales en 1932 y 1933. La oposición republicana conservadora se concentró en torno al Partido Radical de Lerroux, después de que este abandonara el ejecutivo en diciembre de 1931. A lo largo de 1932 y 1933 también se fueron configurando diferentes formaciones políticas de la derecha antiliberal. Algunas eran enemigas del sistema republicano; otras mantuvieron una posición ambigua. Entre las primeras figuraban Renovación Española (monárquicos alfonsinos), fundada el 1 de marzo de 1933, y Comunión Tradicionalista (carlistas). En octubre de ese mismo año, José Antonio Primo de Rivera fundó Falange Española, una formación de corte fascista que en febrero de 1934 se fusionó con las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista (JONS), formando FE de las JONS. La derecha católica, por su parte, decidió luchar desde dentro del régimen. Se aglutinó en torno a Acción Popular (1932), núcleo del que surgió la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA), constituida en marzo de 1933. La CEDA se convirtió en un partido de masas de la derecha posibilista o accidentalista © Oxford University Press España, S. A. (con respecto al tipo de régimen), que pretendía reformar la Constitución sin abolir la República. Su líder, José María Gil Robles, era partidario de un régimen corporativo y autoritario (no liberal) y del restablecimiento del poder de la Iglesia. La CEDA contaba con una organización juvenil, las Juventudes de Acción Popular (JAP), que se acercó al fascismo en los meses previos a la Guerra Civil. En septiembre de 1933, tras la caída de Azaña, formaron gobierno los radicales y se convocaron elecciones para noviembre, los primeros comicios en la historia de España en los que las mujeres ejercieron su derecho al voto. A las elecciones acudió una derecha antiliberal más organizada, que se presentó en coalición (Unión de Derechas y Agrarios). La agrupación dominante era la CEDA, pero también incluía a monárquicos alfonsinos, carlistas, independientes agrarios y a José Antonio Primo de Rivera (Falange). Los comicios dieron un triunfo cómodo a las candidaturas de centro derecha, con predominio de la CEDA y del Partido Radical. El PSOE se convirtió en la tercera fuerza política, pero quedó aislado debido al hundimiento de los republicanos de centro-izquierda. El Bienio Radical-cedista Comenzó así el Bienio Radical-cedista (noviembre de 1933febrero de 1936). El período se caracterizó por la dificultad para formar gobiernos estables (se sucedieron diez gabinetes ministeriales en poco más de dos años), debido a que la CEDA no se declaró republicana y se mostró ambigua con respecto al futuro del régimen. Por ello, hasta octubre de 1934 los gobiernos tuvieron un claro predominio radical. Generalmente, estuvieron presididos por Lerroux, y respaldados por los votos de la CEDA, a la que se hicieron todo tipo de concesiones. Además, los radicales tuvieron que enfrentarse a su propia división interna, que había provocado la alianza con los cedistas. Diego Martínez Barrio, descontento con la derechización de Lerroux, retiró su confianza a este último; posteriormente formaría un nuevo partido político, la Unión Republicana. El objetivo de los Gobiernos de este bienio fue frenar o anular las medidas adoptadas durante los dos años anteriores. La reforma agraria se paralizó casi por completo a partir de 1934, y la legislación laboral para el medio rural del socialista Largo Caballero fue suspendida o anulada. Los sindicatos agrarios de la UGT organizaron una huelga general en junio de 1934, pero fue un fracaso. El Gobierno aprovechó para ejercer una brutal represión y desmantelar las organizaciones obreras en las zonas rurales. También se suspendió el desarrollo autonómico. No se transfirieron más competencias a la Generalitat, y cuando esta aprobó una Ley de Contratos de Cultivo (1934), que permitía el acceso a la propiedad, previo pago por parte de los arrendatarios (los rabassaires), fue declarada inconstitucional. Los estatutos vasco y gallego no se tramitaron, lo que sirvió para acercar las posturas del PNV (a pesar de su catolicismo militante) y del Partido Galleguista a las de los Historia de España 4 PRINCIPADO DE ASTURIAS socialistas y republicanos de izquierda. Por otra parte, se produjo una parálisis legislativa. Los intentos de emprender nuevas reformas, como la del democristiano Manuel Giménez Fernández, sobre el campo, o la del liberal Joaquín Chapaprieta, sobre los impuestos, naufragaron por falta de apoyo. La mayoría parlamentaria de derechas impidió que estos proyectos prosperaran. Tampoco se llegó a un acuerdo para revisar la Constitución ni se optó por una solución autoritaria. No se produjo, en definitiva, una alternativa a la política reformista del primer bienio. La Revolución de Octubre En octubre de 1934 se produjo la entrada de tres ministros de la CEDA en el Gobierno, lo que fue interpretado por los socialistas como una entrega de la República a manos de sus enemigos. El acontecimiento fue el detonante para el estallido de una revolución que llevaba tiempo preparándose. El movimiento insurreccional contó con el apoyo de la Generalitat, del PCE y de la CNT (esta última solo en Asturias) y se redujo a una huelga general política en las grandes ciudades. En algunos casos, el conflicto se prolongó hasta una semana y se produjeron conatos de insurrección armada de las milicias socialistas. Companys, por su parte, proclamó el «estado catalán dentro de la República federal española», pero no armó a los revolucionarios. Como consecuencia, se suspendió la autonomía de Cataluña y Companys fue encarcelado junto con los miembros de su Gobierno. En Asturias, sin embargo, se produjo una revolución social. Los mineros se adueñaron de la región durante dos semanas, colectivizaron los medios de producción y llegaron a abolir el dinero. La región tuvo que ser literalmente conquistada por el Ejército, dirigido por el general Franco, al que se incorporaron tropas coloniales (españolas e indígenas) de Marruecos. La represión fue durísima. El episodio abrió una profunda brecha en la sociedad española. La derecha antiliberal percibió estos hechos como la confirmación de que el movimiento obrero preparaba una revolución a la que los republicanos burgueses, demasiado débiles, no podían hacer frente. Como, además, los partidos centristas republicanos se negaron a ejercer la represión implacable que exigía la CEDA, esta reafirmó su convicción de que la única salvación estaba en el Ejército. La Iglesia interpretó el movimiento asturiano como una insurrección anticatólica, ya que en ella murieron más de treinta religiosos. La indignación que provocó la represión y las voces que solicitaban amnistía contribuyeron considerablemente a acercar las posturas de las formaciones de centro-izquierda (Izquierda Republicana, Unión Republicana). Azaña, convertido en un mártir político por la persecución de que había sido objeto por parte del Gobierno, encabezó a lo largo de 1935 la reacción de los partidarios del régimen republicano. En los últimos meses de ese año, se produjo el hundimiento de los radicales, provocado por una serie de escándalos de corrupción (straperlo, asunto Nombela). Ante esta situación, Gil Robles exigió todos los poderes, y Alcalá-Zamora se negó a dárselos; fue imposible constituir gabinetes que © Oxford University Press España, S. A. CONVOCATORIA JUNIO 2009 duraran más de un trimestre. Finalmente, se encomendó la formación de Gobierno a Manuel Portela Valladares (diciembre de 1935). Las Cortes fueron disueltas y se convocaron elecciones para febrero de 1936. El triunfo del Frente Popular En enero de 1936 se firmó el pacto del Frente Popular, suscrito por un amplio abanico de fuerzas de centro-izquierda e izquierda: Izquierda Republicana, Unión Republicana, PSOE, UGT, PCE, POUM y los sindicalistas contrarios a la FAI, liderados por Ángel Pestaña. Aunque el nombre de Frente Popular no aparecía en su programa fue adoptado por una experiencia similar realizada en Francia y respondía a las directrices marcadas en 1935 por la Internacional Comunista, en las que se recomendaba la formación de alianzas tácticas del movimiento obrero con la burguesía para combatir al fascismo. El Frente Popular constituyó una plataforma electoral con un programa mínimo y poco revolucionario: amnistía para los represaliados por los sucesos de la Revolución de octubre de 1934, restablecimiento de la Constitución de 1931, recuperación de la legislación del primer bienio y aceleración de las reformas agraria y educativa. En Cataluña, se creó una formación similar, el Front d’Esquerres, liderada por Esquerra Republicana y compuesta por organizaciones nacionalistas, republicanas y obreras catalanas. Los partidos de derecha se presentaron a las elecciones divididos, lo que facilitó la victoria a los candidatos del Frente Popular, que obtuvieron más del 40 % de los votos en la mayoría de las ciudades importantes. El partido que obtuvo más diputados fue el PSOE, seguido por la CEDA e Izquierda Republicana. El PCE consiguió quince escaños. El Partido Radical, desacreditado tras su etapa de Gobierno, obtuvo muy pocos diputados. El impacto de esta victoria fue considerable, al igual que las demostraciones masivas de júbilo popular. El traspaso de poderes se produjo en medio de una gran tensión —Gil Robles, Calvo Sotelo y Franco intentaron que el Gobierno invalidara los resultados y declarara el estado de guerra— y se hizo de forma precipitada. Azaña formó un gobierno exclusivamente republicano; el PSOE, dividido entre su facción reformista, encabezada por Prieto, y el ala revolucionaria de Largo Caballero, no participó en el Gobierno. En los meses siguientes, aumentó la conflictividad social. El movimiento sindical lanzó una ofensiva —ocupaciones de tierras, oleada huelguística en Madrid en mayo-julio— y se desató una espiral de violencia protagonizada por los pistoleros falangistas y las milicias armadas izquierdistas. En mayo las Cortes destituyeron al presidente de la República, Niceto Alcalá-Zamora; le sustituyó Manuel Azaña, mientras Santiago Casares Quiroga asumía la jefatura del Gobierno. El 12 de julio fue asesinado el teniente de la Guardia de Asalto José Castillo. Al día siguiente, compañeros de Castillo secuestraron y asesinaron a José Calvo Sotelo, líder de la extrema derecha. Cuatro días después, un sector del ejército dio un golpe de Estado que desencadenó la Guerra Civil (1936-1939). Historia de España 5 PRINCIPADO DE ASTURIAS CONVOCATORIA JUNIO 2009 Texto 1 El texto corresponde al bando emitido en Móstoles el 2 de mayo de 1808 llamando a la resistencia contra los franceses tras tenerse noticia de que se había producido una sublevación en Madrid ese mismo día. Pese a estar redactado en primera persona del singular, el bando fue firmado por los dos alcaldes de la localidad: Andrés Torrejón, por el estamento nobiliario, y Simón Hernández, por el de los pecheros. Sus puntos principales son: 쐌 En su calidad de alcalde de Móstoles, Andrés Torrejón se dirige a los Justicias de otros pueblos, a quienes se hace su llamamiento, sin especificar un destinatario concreto y sin referirse a ninguna instancia de poder superior. 쐌 Al tomar por la fuerza el control en Madrid y secuestrar al rey, los franceses han puesto al descubierto sus verdaderas intenciones, ocultas hasta ese momento por la falsa amistad: someter al pueblo español. 쐌 Ante tal situación de emergencia, y apelando al rey, a la patria y a la lealtad y valentía del pueblo español, se hace un llamamiento a la resistencia armada para «escarmentar tanta perfidia» y acudir en socorro de Madrid. El 2 de mayo de 1808 los alcaldes de Móstoles, una localidad situada al suroeste de Madrid, emitieron este bando llamando a la resistencia armada tras recibir la noticia de la sublevación del pueblo madrileño contra los franceses, que había tenido lugar ese mismo día y supuso el inicio de la Guerra de la Independencia (1808-1814). Se trata de una fuente histórica primaria de carácter político. Firmaron el llamamiento los alcaldes de Móstoles, Andrés Torrejón (por el estamento de los nobles) y Simón Hernández (por el de los pecheros, es decir, el pueblo llano, que pagaba impuestos), aunque fue redactado por Juan Pérez Villamil y Paredes, auditor general y secretario del Almirantazgo. Se hicieron dos versiones del bando: una más corta («La Patria está en peligro. Madrid perece víctima de la perfidia francesa. Españoles, acudid a salvarla.»), destinada a ser expuesta en los caminos, y otra más elaborada, analizada aquí, dirigida a los alcaldes de los pueblos de Extremadura y Andalucía. Se trata de la primera reacción ante la rebelión espontánea y popular del pueblo de Madrid contra la presencia francesa, que se extendió por toda España durante el mes de mayo, y podría decirse que es un reflejo del pensamiento de quienes participaron en ella. El planteamiento político expuesto en el bando es sencillo y contundente. Se sustenta en la conciencia que tienen los autores y sus destinatarios de su condición de españoles y, como tales, de su lealtad al rey (Fernando VII) y a la patria. Consecuencia de ello es la obligación de defenderlos por las armas de enemigos extranjeros. No se dan argumentaciones políticas sofisticadas sobre las razones de la guerra, sino que se sitúa a esta en términos de lucha entre el bien (en posesión del pueblo español, leal © Oxford University Press España, S. A. y valiente) y el mal (cuyo portador es el pérfido invasor francés), y de reparación de la injusticia («escarmentar tanta perfidia»). El texto es, por tanto, producto de una reacción de urgencia frente a la sublevación que acababa de producirse en Madrid. La sublevación del dos de mayo estalló cuando Napoleón estaba a punto de cerrar el cerco al que durante meses había sometido a Godoy y a Carlos IV. En virtud de la alianza entre Francia y España, el ejército francés penetró en 1807 en la Península con el pretexto de tomar parte en la guerra con Portugal; meses después, quedó claro que Napoleón, además, pretendía acabar con la dinastía de los Borbones. El 23 de marzo de 1808 las tropas francesas entraron en Madrid, donde fueron bien recibidas. Cuatro días antes, como consecuencia de la conspiración de Aranjuez, Carlos IV había cedido el trono a su hijo Fernando VII, pero al retractarse de su decisión provocó una crisis dinástica en la que los franceses intervinieron con la intención de imponer su propio candidato. En abril, Fernando VII partió hacia Bayona (Francia) para, con el arbitraje de Napoleón, solucionar el conflicto que le enfrentaba a su padre. En lugar de eso, el emperador francés obtuvo la renuncia al trono de ambos (abdicaciones de Bayona, 5 y 6 de mayo). Antes de partir, Fernando VII había nombrado una Junta Suprema de Gobierno con la misión de gobernar en su nombre. A lo largo del mes de abril, en Madrid se registraron constantes incidentes entre la población y las tropas francesas, que se habían convertido en el auténtico poder político. El 2 de mayo, a la noticia de la salida de la familia real y el rumor de que los franceses iban a deponer al rey, siguió una sublevación de las clases populares madrileñas, que combatieron a los franceses en la Puerta del Sol. En los enfrentamientos también participaron soldados españoles, entre ellos los oficiales de Artillería del cuartel de Monteleón. Las tropas de Napoleón llevaron a cabo una dura represión y fusilaron a un elevado número de personas en las afueras de la ciudad. El eco de la revuelta y la noticia de las abdicaciones de los reyes (5 y 6 de mayo) recorrieron todos los rincones de la Península y provocaron el inicio de la guerra. La primera reacción fue la de los alcaldes de Móstoles. En el bando no se cita autoridad alguna que medie entre los alcaldes y las altas instancias de la patria y el rey, lo que es una muestra del vacío de poder existente en España en aquel momento, aunque aún no se habían producido las abdicaciones de Bayona. La Junta Suprema de Gobierno nombrada por Fernando VII estaba a merced de las fuerzas francesas y quedó completamente desacreditada tras los sucesos del 2 de mayo. Esto explica el surgimiento en las semanas posteriores de instancias de poder espontáneas, las juntas, compuestas por notables locales, las únicas referencias de autoridad existentes en aquel momento, y elegidas por el pueblo. Estas juntas fueron el germen de un proceso revolucionario Historia de España 6 PRINCIPADO DE ASTURIAS que desembocó en la primera experiencia de poder liberal en España, durante las Cortes de Cádiz, que se celebraron entre 1810 y 1813. Como conclusión, el bando de los alcaldes de Móstoles refleja uno de los rasgos dominantes en la Guerra de la Independencia, el espíritu de resistencia de las capas populares españolas frente a los invasores franceses, que explica factores importantes en el desarrollo del conflicto, como la dura resistencia que ofrecieron algunas ciudades frente a las tropas napoleónicas (Gerona, Zaragoza) y el surgimiento de la guerrilla. Tras la Guerra de la Convención (1793-1795), la monarquía española retornó a la alianza con Francia. Este acercamiento, promovido por Godoy, se plasmó en los tratados de san Ildefonso, firmados en 1796 y 1800, que convirtieron a España en un satélite del estado francés. También debilitaron su posición, ya que provocaron el bloqueo marítimo por parte de los británicos (1796) y condujeron a la batalla de Trafalgar (1805), en la que la flota hispanofrancesa fue aniquilada. En 1807, Napoleón decidió la invasión de Portugal, aliado del Reino Unido, para lo que firmó con Godoy el Tratado de Fontainebleau, que permitía al emperador francés utilizar España como territorio de paso y situar sus tropas en lugares estratégicos de la Península. Pero el objetivo de Napoleón no solo era Portugal, sino el trono español, y desde la posición de fuerza alcanzada aprovechó la crisis dinástica que provocó la abdicación de Carlos IV y el acceso al trono de Fernando VII (conspiración de Aranjuez, marzo de 1808) para desplazar a ambos e imponer su candidato: su hermano, José Bonaparte. Con esta maniobra, el emperador francés pretendía conseguir un control más férreo de la Península Ibérica en su política de bloqueo continental, dirigida contra el Reino Unido, y eliminar una rama de los Borbones —que podía ser utilizada por los legitimistas franceses— en beneficio de la dinastía que él mismo estaba formando con los miembros de su propia familia. Napoleón alcanzó sus objetivos, pero al hacerlo provocó la oleada de sublevaciones de mayo de 1808 y el inicio de la Guerra de la Independencia. La Guerra de la Independencia enfrentó a España y Francia entre 1808 y 1814. Fue provocada por la ocupación militar de la Península Ibérica por parte de los ejércitos de Napoleón para imponer por la fuerza a José I, hermano del emperador, como nuevo rey español frente a Fernando VII. La pretensión francesa provocó la insurrección del 2 de mayo de 1808 en Madrid, a la que siguió una oleada de rebeliones en todo el reino que marcaron el inicio del conflicto. Desde un punto de vista político, la Guerra de la Independencia enfrentó al monarca impuesto por Napoleón, José I —quien, con el apoyo de los afrancesados, trató de establecer un régimen autoritario en el que se reconocían algunos derechos individuales y libertades económicas—, contra unas instituciones (juntas) que no acataban la autoridad del nuevo monarca, sino que se mostraban partidarias de Fernando VII. Estas instituciones © Oxford University Press España, S. A. CONVOCATORIA JUNIO 2009 habían surgido como consecuencia del vacío de poder provocado por la ausencia del monarca y su legitimidad residía en la rebelión popular de mayo. Las juntas se organizaron en juntas supremas provinciales y, más adelante, en una Junta Suprema Central (septiembre de 1808). Posteriormente, se convocaron las Cortes en Cádiz (18101813). Con las medidas aprobadas en dichas Cortes se implantó el primer régimen de corte liberal en España. Desde la perspectiva militar, tres factores resultaron decisivos en el desarrollo de la guerra: la presencia de un contingente militar británico, dirigido por el duque de Wellington, que operó desde Portugal en coordinación con las fuerzas españolas; el surgimiento de las guerrillas, formaciones armadas irregulares que hostigaron a las tropas francesas y obstaculizaron sus líneas de comunicación; y la situación bélica en el resto del continente, especialmente desde 1812 con el inicio de la campaña de Rusia, que obligó a Napoleón a retraer recursos de la Península. La guerra se desarrolló en tres etapas: 쐌 Mayo-octubre de 1808. En este período el ejército francés fue incapaz de dominar la Península. Numerosas ciudades (Zaragoza, Gerona) se rebelaron y fueron sitiadas. Las tropas francesas que invadían Andalucía sufrieron una aplastante derrota en Bailén (Jaén, julio de 1808) y las destacadas en Portugal se rindieron frente a los británicos. Estas derrotas obligaron a los invasores a replegarse hacia el País Vasco. 쐌 Octubre de 1808-julio de 1812. Inmediatamente se produjo la reacción francesa, pese a lo cual se mantuvieron importantes centros de resistencia; los más importantes fueron Lisboa y Cádiz. Durante esta etapa se incrementó la actividad de las guerrillas. 쐌 Julio de 1812-1814. En esta fase tuvo lugar una gran ofensiva de los aliados, que culminó con la expulsión del suelo peninsular de las tropas francesas. Fueron decisivas las batallas de Arapiles (Salamanca, julio de 1812), Vitoria (1813) y San Marcial (Guipúzcoa, 1813). El 11 de diciembre de 1813 tuvo lugar la firma del Tratado de Valençay, por el cual Napoleón reconoció a Fernando VII como rey de España. En 1814 los últimos soldados franceses abandonaban la Península. Las principales consecuencias de la Guerra de la Independencia fueron: 쐌 Numerosas pérdidas demográficas. Se calcula que murieron unos 200 000 franceses y unos 500 000 españoles. A las muertes ocasionadas por los enfrentamientos armados hay que sumar las producidas por las represalias, la dureza de la vida diaria durante el conflicto (hambruna en Madrid en 1812) y las epidemias (tifus, cólera, fiebre amarilla…), cuya difusión se vio facilitada por la situación de guerra. 쐌 Grandes pérdidas materiales: edificios destruidos, especialmente, en las ciudades sitiadas como Zaragoza y Gerona o bombardeadas, como San Sebastián; campos arrasados y cosechas perdidas por los episodios bélicos y los saqueos de ambos bandos; talleres Historia de España 7 PRINCIPADO DE ASTURIAS paralizados por la falta de materias primas y operarios (que luchaban en la contienda)… 쐌 Difusión de nuevas formas de lucha como la guerrilla, que sería empleada en conflictos posteriores, como la Guerra de Secesión Americana y la Segunda Guerra Mundial. CONVOCATORIA JUNIO 2009 쐌 Fin del entramado institucional del Antiguo Régimen en España, por obra de las Cortes de Cádiz, aunque a su regreso Fernando VII intentó restablecer la situación anterior a 1812, anulando todas las disposiciones de las Cortes gaditanas y reinstaurando un régimen de corte absolutista (decreto del 4 de mayo de 1814). Texto 2 Los puntos principales de la resolución sometida al IV Congreso del Movimiento Europeo de Múnich (celebrado los días 7 y 8 de junio de 1962) por los delegados españoles son los siguientes: 쐌 Es requisito indispensable para la integración en Europa, en cualquiera de sus modalidades (asociación o adhesión), que los países aspirantes se rijan por instituciones democráticas. 쐌 Los criterios que se toman como referencia para definir un Estado como democrático proceden de la Convención Europea de los Derechos del Hombre y de la Carta Social Europea, aprobadas bajo los auspicios del Consejo de Europa en 1950 y 1961 respectivamente. La primera, una réplica de la Declaración emitida por la ONU en 1948, protege los derechos humanos y las libertades fundamentales; la segunda traslada esos derechos al ámbito del trabajo. 쐌 España no cumple los requisitos indicados en el punto anterior. Para que así sea debe instaurarse en ella un régimen democrático y representativo en el que se garanticen los derechos de la persona humana (libertad personal y de expresión, supresión de la censura) y el ejercicio de las libertades sindicales (incluido el derecho de huelga), y se reconozcan los derechos de la oposición (legalización de los partidos políticos y otras corrientes de opinión). 쐌 Por tanto, España no debería «ingresar en Europa» mientras se mantenga vigente el régimen de Franco. Se deduce de lo expuesto que los firmantes de la resolución se oponen al sistema político surgido de la sublevación militar del 18 de julio de 1936 y defienden la instauración de una forma de gobierno democrática y de respeto a los derechos humanos en España. El texto, una fuente primaria de carácter histórico-político, es parte de la resolución presentada por la delegación española que asistió al IV Congreso del Movimiento Europeo celebrado en Múnich los días 7 y 8 de junio de 1962. Dicha delegación estaba integrada por una amplia representación de los partidos democráticos que en esa época se oponían al régimen de Franco: monárquicos, democratacristianos, republicanos, socialdemócratas, socialistas y nacionalistas vascos y catalanes; el PCE no acudió a la reunión. Meses antes de la celebración del Congreso, el régimen de Franco había solicitado a la CEE el inicio de conversaciones de asociación. Para la © Oxford University Press España, S. A. oposición al franquismo, el Congreso constituía una excelente oportunidad de presentar un frente unido y denunciar la naturaleza autoritaria del régimen franquista —que había logrado un cierto grado de aceptación internacional en la década de 1950— en uno de los foros desde los que se estaba impulsando el proceso de integración europea sobre bases democráticas. En el texto convergen las trayectorias históricas del europeísmo, de parte de la oposición democrática al franquismo y del propio régimen del 18 de julio. El Movimiento Europeo surgió en Europa tras la celebración del Congreso de La Haya (1948) y fue consecuencia de las iniciativas de diferentes personalidades —entre las que desempeñó un papel relevante Winston Churchill— para impulsar un proceso de integración política que impidiese la repetición en el Viejo Continente de episodios catastróficos como las dos guerras mundiales. El primer gran logro del Movimiento Europeo fue la constitución del Consejo de Europa (1949) —que aprobó la Convención Europea de los Derechos del Hombre y la Carta Social Europea, a las que se acogen los delegados españoles en su resolución, y que no fueron aprobadas en España hasta la instauración de la democracia—. En los años siguientes, prosiguió el proceso de construcción europea. Uno de sus frutos fue la firma de los Tratados de Roma, por los que se constituyó la Comunidad Económica Europea (CEE, 1957). En 1949 se constituyó en el exilio un Consejo Federal Español del Movimiento Europeo encabezado por Salvador de Madariaga. En el interior de España, también surgieron grupos europeístas. Uno de ellos fue la Asociación Española de Cooperación Europea (AECE), dirigida por José María Gil Robles. Precisamente Madariaga (republicano) y Gil Robles (monárquico juanista) fueron las personalidades más importantes de la delegación española presente en el IV Congreso del Movimiento Europeo. La participación de ambos, además de la amplitud de la representación y del hecho de que los reunidos procediesen tanto del exilio como del interior, fue interpretada por los asistentes como un signo de reconciliación entre quienes habían participado en bandos opuestos en la Guerra Civil y se oponían al régimen del 18 de julio desde diferentes posiciones. Hasta ese momento, la actividad de la oposición democrática al franquismo se había caracterizado por la debilidad y la división. Los republicanos en el exilio, muy desunidos, Historia de España 8 PRINCIPADO DE ASTURIAS habían intentado mantener ciertas instituciones republicanas, que se fueron debilitando progresivamente. Juan de Borbón, heredero de Alfonso XIII, reivindicaba la transición hacia una monarquía constitucional, aunque acordó con Franco que su hijo Juan Carlos fuese educado en España bajo los principios del Movimiento, lo cual implicaba que se convertiría en sucesor del propio Franco. En las reuniones previas a la aprobación de la resolución presentada en el IV Congreso del Movimiento Europeo, se obviaron las diferencias sobre el tipo de régimen que debería implantarse en España (monarquía o república) y se puso el acento en las coincidencias, que se basaban, como se aprecia en el texto, en el apoyo al proceso de integración europea sobre bases democráticas y de respeto a los derechos humanos, y en la necesidad de instaurar en España un sistema político de estas características (instituciones auténticamente democráticas, garantía de los derechos de la persona humana, reconocimiento de las libertades sindicales y del derecho de huelga, legalización de los partidos políticos). El régimen de Franco, por su parte, había logrado normalizar, en cierta medida, sus relaciones diplomáticas a lo largo de la década de 1950. El proceso se inició en 1953 con la firma de un Concordato con la Santa Sede y una serie de pactos militares con Estados Unidos. Dos años después, España fue admitida en la ONU y en 1958 ingresó en diferentes organizaciones económicas internacionales (Organización Europea de Cooperación Económica, OECE; Fondo Monetario Internacional, FMI). En 1960 se designó el primer embajador en la CEE y a principios de 1962 el Gobierno español solicitó el inicio de conversaciones de asociación con esta organización. Ante la iniciativa de los delegados españoles en el IV Congreso del Movimiento Europeo, los representantes de Franco presionaron con éxito para que la resolución no fuese recogida por la Mesa de la Asamblea. Finalmente, la resolución fue leída y refrendada simbólicamente con aplausos, pero no fue incluida en las conclusiones del Congreso. Se trataba de un mero gesto de simpatía. La diplomacia franquista, por tanto, logró neutralizar en buena medida el efecto político de la resolución. La reunión de Múnich es uno de los primeros episodios de oposición al franquismo en la década de 1960. Sin embargo, no tuvo consecuencias importantes en la evolución política del régimen de Franco, aunque sí provocó un ajuste en la correlación de fuerzas entre los partidarios del inmovilismo (falangistas) y quienes favorecían una línea más aperturista. Tampoco influyó en el desarrollo de la oposición al régimen en el interior de España, ya que esta transcurrió por otros cauces, en torno a los movimientos obrero y estudiantil y con una fuerte presencia de los comunistas y las organizaciones sindicales. La reacción del Gobierno de Franco, reprimiendo a los participantes y despreciando la iniciativa, perjudicó a sus propios intereses y retrasó el inicio de las conversaciones con la CEE. © Oxford University Press España, S. A. CONVOCATORIA JUNIO 2009 La razón fundamental por la que el franquismo no pudo lograr que España se integrara en la CEE fue que se trataba de un régimen dictatorial, que incumplía los principios en los que se inspiraba la construcción europea. La reacción represiva del Gobierno de Franco contra los asistentes al IV Congreso del Movimiento Europeo que pertenecían a la oposición del interior, a quienes encarceló o confinó en Canarias, supuso un freno en el intento de aproximación a Europa emprendida por el franquismo al solicitar el inicio de conversaciones de asociación a principios de 1962. El Gobierno español requirió sin resultado a la CEE en otras dos ocasiones el inicio de las negociaciones. Finalmente, la CEE accedió en 1964 a abrir conversaciones exploratorias que condujeron a la firma de un acuerdo preferencial —no de asociación como se había solicitado—, que entró en vigor en 1970 y se redujo a una serie de concesiones arancelarias en productos manufacturados. Las ventajas obtenidas en agricultura fueron simbólicas. Desde entonces, las relaciones con la CEE quedaron congeladas hasta la instauración de la democracia en España. En 1962 habían tenido lugar una serie de huelgas en el campo andaluz y en el sector minero asturiano que obligaron a las autoridades a realizar algunas concesiones (subida del salario mínimo). A ello se sumó, en junio, la resolución de la delegación española en el IV Congreso del Movimiento Europeo celebrado en Múnich. El hecho de que estuviese apoyada por un amplio abanico de fuerzas políticas moderadas y aceptadas en Europa, además de afectar a la posición diplomática del régimen, podía llegar a erosionar el apoyo de las clases medias al franquismo. Debido a esto, la reacción del Gobierno de Franco no se hizo esperar. Impulsó una campaña de prensa en la que se calificó la reunión de Múnich de «contubernio» y convocó manifestaciones de reafirmación y repulsa a las injerencias extranjeras. Además, suspendió el artículo 14 del Fuero de los Españoles, que reconocía el derecho de los ciudadanos a fijar su residencia en territorio nacional, y encarceló o deportó a Canarias a los participantes en el Congreso que regresaron a España. Sin embargo, Franco se dio cuenta inmediatamente de que la reacción del Gobierno ante la reunión de Múnich había perjudicado su política de apertura al exterior, de gran importancia para él y su régimen. Por esta razón, un mes después de la celebración del IV Congreso del Movimiento Europeo, el 10 de julio, Franco remodeló su Gobierno. Reforzó a los tecnócratas y prescindió del responsable de la campaña periodística desatada contra el encuentro de Múnich, el falangista Gabriel Arias-Salgado, ministro de Información y Turismo; y lo sustituyó por Manuel Fraga. El cambio de Gobierno fue presentado como un paso hacia la democratización y la integración europea; de esta forma, se intentaba neutralizar los posibles efectos del «contubernio» en el interior de España, prácticamente nulos, y corregir de cara a Europa el daño provocado por la primera reacción del Gobierno. Historia de España 9