BETANIA Y LA VALLA: COMUNIDAD y HOGAR DE NUEVAS RELACIONES MOTIVACIÓN Y EJERCICIO DE CONTEMPLACIÓN Te invitamos a leer las palabras de nuestro hermano Provincial: Luis Carlos Luego puedes CONTEMPLAR los dos iconos acogiendo los sentimientos que ellos te susciten. Finaliza haciendo un ejercicio de ubicación: ¿Dónde te colocas tú, en estos momentos, en cada uno de los iconos?¿Por qué? (Podemos tomarnos unos minutos para compartir con algunos de los hermanos) Dos iconos: La Valla y Betania. La vida religiosa latinoamericana ha adoptado el icono de Betania para simbolizar algunos rasgos del camino que se desea vivir en estos años. A la imagen de Betania, nosotros los maristas, asociamos también la imagen de La Vallá. Les invito a contemplarlas y orarlas ambas. Unámonos así a nuestra tradición marista y a nuestra comunidad de vida religiosa latinoamericana. Dado el énfasis del Capítulo provincial en la comunidad, la espiritualidad, los pobres y la vocación religiosa y laical, es una excelente oportunidad para motivarnos interiormente. Ambos Iconos resultan estimulantes para abordar estas llamadas. La Vallá y Betania nos mueven a vivir la fraternidad, la creación de una comunidad, la mezcla del trabajo intenso y la contemplación sosegada, el sentarse junto a Jesús y junto a los hermanos y los niños, para estar presentes, para ser. La Vallá y Betania nos mueven a ponernos frente a Lázaro, imagen de tantos hombres, mujeres, niños y adolescentes envueltos en situaciones de muerte, sufrientes, marginados y adoloridos del mundo; frente a tantos Montagne que miran con desconsuelo un futuro negado o una realidad atormentada, por la pobreza, por la soledad, por el abandono, por la violencia, por el consumismo, por el ciclo interminable de una sociedad demandante. La Vallá y Betania nos inspiran para acercarnos, para dar el tiempo a quien lo necesita, para escuchar y ofrecer una palabra de ánimo y de vida, para dar un poco de esperanza, para revelar en última instancia a Dios en nuestros pasos, gestos, manos y palabras. La Vallá y Betania nos invitan a la compasión que hizo a Champagnat conmoverse desde lo profundo al ver la realidad de sus aldeanos y de los niños, y que llevó a Jesús a conmoverse desde lo profundo, entender y sentir las lágrimas del otro y la súplica confiada del que pide una luz de esperanza, una resurrección. La Vallá y Betania son icono de los hermanos reunidos en la misma mesa, partiendo y compartiendo el mismo pan 'hecho del color de la tierra’, donde se mezclan sudor y risas, silencios y cansancios, pero un alma plena, entregada y feliz. La Vallá y Betania son fuerza de hospitalidad, de casa abierta, de vida que “trasparenta la comunidad” y la hace visible a nuestra gente, y a nosotros mismos. La Vallá y Betania recuerdan la hermosura de la vida de hermanos que entregamos generosamente, serviciales, compasivos, solidarios, alegres, sanos para celebrar y para estar en el dolor. La Vallá y Betania representan el trabajo arduo, el silencio contemplativo, la fiesta, el sufrimiento, la esperanza y el proyecto construido alrededor de la presencia del Señor, humano, fraterno, trascendente. La Vallá y Betania son las casas también de nuestras pobrezas, lugar para mirar nuestras limitaciones e incluso las heridas, que debemos pasar para alcanzar la luz y el perdón. La Vallá y Betania son mística y profecía, servicio y amor, compromiso y fiesta. (Motivación: hno. Luis Carlos Gutiérrez, Provincial) Del Capítulo Provincial: “Vivir un nuevo estilo de vida comunitaria que sea espacio para el cultivo de una fraternidad que se compromete con el crecimiento humano y espiritual de sus miembros y se proyecta proféticamente en su contexto”. Oración comunitaria Motivación: La Vallá y Betania nos mueven a vivir la fraternidad, la creación de una comunidad, la mezcla del trabajo intenso y la contemplación sosegada, el sentarse junto a Jesús y junto a los hermanos y los niños, para estar presentes, para ser. A ser lugar teológico de descanso, como lo fue la casa de Betania para Jesús, donde el que llegue a nuestra vida y a nuestras comunidades sienta que respira ancho, que le vuelve el alma al cuerpo, porque percibe humanidad, calidez, comprensión, alivio. Canción: BETANIA: CASA DEL ENCUENTRO (Escuchada) Betania, casa del encuentro, Betania, comunidad de amor, Betania, mesa compartida, Betania, corazón de humanidad. Betania, oasis de amistad, Betania, lágrimas de Dios, Betania, derroche de ternura, fiesta de la vida. “Tu amigo Lázaro ha muerto, lleva días en el sepulcro”. Jesús se estremece y llora.“En verdad, ¡cuánto lo amaba!” El Señor va hacia Judea donde intentaron matarlo. “Vayamos también nosotros a morir con el Maestro”. “Si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano”. “Yo soy la resurrección; ¿crees, Marta, que él tendrá vida?” “Creo que eres el Mesías, el Hijo de nuestro Dios”. “¡Lázaro, sal del sepulcro!” He aquí la gloria de Dios. “Muchos siguen a ese hombre; todo el mundo en él creerá; es un tipo peligroso, tenemos que darle muerte”. En la fiesta de la Pascua será inmolado el Cordero, para salvación del Pueblo y de los hijos de Dios. María con fino perfume unge los pies del Amado. La fragancia del perfume inunda toda la casa. “¡Déjala!, pues anticipa la unción de mi sepultura. Siempre tendrán a los pobres; no siempre a mí me tendrán”. Letra: Fernando Torre, msps. Música: Mercedes Casas, fsps. La casa y la mesa de La Valla La Vallá y Betania son icono de los hermanos reunidos en la misma mesa, partiendo y compartiendo el mismo pan 'hecho del color de la tierra’, donde se mezclan sudor y risas, silencios y cansancios, pero un alma plena, entregada y feliz. Firmado el contrato se puso él mismo a limpiar y acondicionar la casita y colocó en ella los muebles más indispensables. Con sus propias manos fabricó dos camas de madera para los dos Hermanos, y una mesita de comedor. Luego trajo a sus dos discípulos a la casita, que se convirtió en la cuna de los Hermanitos de María. La pobreza más estricta se respiraba por doquier. Pero también eran pobres el establo de Belén y la casita de Nazaret. Y los hijos de María debían tratar de imitar a su Madre y llevar desde su nacimiento el sello de la pobreza y la humildad. Distribuían su tiempo entre la oración, el trabajo manual y el estudio. El padre Champagnat, que los quería como a hijos, trabajaba a veces con ellos, los animaba y les daba clases de lectura y escritura. Escuchamos: SOMOS UNA FAMILIA (Kairoi) Inspirados en las canciones anteriores y los textos escuchados: Comparte algo de lo que te llena de orgullo en tu vida de hermano marista y algo que echas de menos en tu comunidad, de tus relaciones… (podemos reunirnos en grupitos) Para reflexionar y acoger los clamores de tantas comunidades religiosas que quieren vivir auténticas experiencias de encuentros profundos con el Señor, con los hermanos/as y con los demás. La Vida Religiosa de América Latina y del Caribe se siente invitada hoy, con este Icono de Betania a: (Libremente vamos leyendo cada una de las invitaciones…) A ponerse frente al sepulcro de tantos Lázaros que se encuentran en situaciones de muerte, vendados de pies a cabeza, atados por la violencia, la vejación, la injusticia, la marginación, el olvido, la enfermedad, el pecado..., y a saberse, como Vida Religiosa mediación, con Jesús, ante el Padre "que siempre escucha", fuente de la Vida y de la Alegría. A ser las manos que necesita Jesús para quitar las vendas... A "acompasionarnos" ante el amigo, el hermano, hasta dejar que el corazón se rompa en lágrimas y se exprese en súplica confiada resucitadora de la vida... A fortalecer la fe y la esperanza de quienes sienten que ya todo está perdido, que no hay más que hacer... A ser casa de hospitalidad y de escucha, donde todos somos hermanos sentados a la misma mesa, junto al Maestro, el único Señor, en el que se centra nuestra hospitalidad y nuestra escucha. A ser una Vida Religiosa derrochadora de amor, de servicio, de compasión, de solidaridad, de tiempo, de espacio, de justicia, de alegría, de esperanza... A ser lugar teológico de descanso, como lo fue la casa de Betania para Jesús, donde el que llegue a nuestra vida y a nuestras comunidades sienta que respira ancho, que le vuelve el alma al cuerpo, porque percibe humanidad, calidez, comprensión, alivio. A ser lugar de paso, donde se toman fuerzas para vivir situaciones de Pascua, donde se da la intimidad del encuentro de los amigos que hablan de asumir las consecuencias de vivirse en favor de otros, de dejarse llevar por el Espíritu y amar hasta el extremo... Donde se fortalece la opción por vivirse atravesados por la pasión de Cristo y de la Humanidad. A ser una Vida Religiosa "casa de los pobres" (Beth-anawim) entendiendo en primer lugar que en ella habitan nuestras pobrezas personales, comunitarias, congregacionales; nuestra pequeñez bendecida y nuestra miseria enaltecida; pero también donde las pobrezas de nuestro mundo, de la humanidad, tienen cabida, y tocan nuestro estilo de vivirnos, de relacionarnos, de confrontarnos en nuestro seguimiento de Jesús. Oración de la Comunidad Queremos darte gracias, Señor, porque nos has elegido y reunido en comunidad; por eso, levantamos nuestros brazos en acción de gracias y te alabamos, Padre, por la unidad que estableces en nosotros, a pesar de nuestras resistencias e impaciencias. Como un solo cuerpo estamos congregados ante Ti porque cuidas de nosotros con amor. Te damos gracias por tu Hijo, Jesús, que ha sido capaz de amar a los hermanos más que a sí mismo, hasta ofrecer su vida por todos. Ante esta muestra de entrega amorosa te pedimos santifiques nuestras comunidades: haz que nos amemos de verdad los aquí reunidos; que ninguno de nosotros ahorre energía en amar; que quien venga a nuestra comunidad encuentre nuestras manos extendidas para acoger y abrazar; que aquí nadie se sienta juzgado sino acogido y comprendido; que nuestra comunidad sea fermento de paz y de fraternidad. Que tu espíritu, Señor, ayude a transformar nuestras comunidades en presencia viva de tu amor aquí donde vivimos. Que, como en Betania, y en la Valla, y junto a Jesús, María, Marcelino y los primeros hermanos, nuestras comunidades sean testimonio vivo de tu amor. Amén. BETANIA, CASA DE ENCUENTRO Como Vida Religiosa estamos llamadas y llamados a ser mujeres y hombres del encuentro, a “ser encuentro”. Releyendo y orando el hermoso texto de Jn 12,1-11, me parece encontrar en él las características de una verdadera casa de encuentro, de esos que perduran, que dejan huella, que marcan vida. Nuestras comunidades están llamadas a ser, desde el Icono de Betania, una verdadera “casa”, espacio que acoge, que contiene, que establece límites y al mismo tiempo mantiene abierta la puerta de la libertad y de par en par las ventanas por donde entra y sale el aliento creador del Espíritu. Por eso, como “casa de encuentro”, es también: + Casa de Identidades, porque en la medida en que nos encontramos como hermanas y hermanos en un mismo seguimiento de Cristo, vamos siendo nosotros, se va consolidando nuestra identidad en medio de la diversidad. Aquel imperativo categórico: “¡Sé lo que eres!” nos recuerda que somos mujeres y hombres llamados a vivir el discipulado, a escuchar la Palabra y a construir el Reino. En la cercanía con el otro, el yo se redescubre. + Casa de Comunión, porque somos mujeres y hombres capaces de relacionarnos, de acompañarnos, de acogernos y de contenernos. Estamos hechos para la comunión, para generar encuentros más allá de la simpatía o antipatía, encuentros en los que el “Espíritu” es el “en” que nos vincula, y nos familiariza, haciendo que se establezcan entre nosotros lazos más fuertes que los de la carne y la sangre. + Casa de Reciprocidad, porque ahí aprendemos a corresponder amorosamente al amor gratuito de quienes comparten con nosotros la fe y la vida; porque en el seno de una comunidad así la amistad no escasea, ni su aporte de calidez, alegría, fiesta y consuelo; porque en una comunidad así se da el mutuo reconocimiento y nos comunicamos desde un “adentro”. + Casa de Compasión, porque nos encontramos también más allá de la reciprocidad y la amistad, y el amor trasciende a nosotros mismos y a nuestra casa, hasta ponerse en la situación de quien sufre, de quien con su sola presencia reclama la mía, cercana, comprensiva, solidaria, llena de ternura: que goza con quienes gozan y sufre con quienes sufren. + Casa de Diálogo, pues “desde un diálogo existimos”, nos miramos a los ojos, donde acogemos en silencio la palabra de quien me habla, donde le pongo palabras a lo que llevo en el corazón para construir la hermandad, donde los gestos expresan la apertura y disponibilidad para buscar juntas y juntos el querer de Dios. + Casa de acogida, donde nos sentamos a la mesa con Jesús, como lo hizo Lázaro, y centramos en Él nuestra vida; donde “la referencia constante y profunda hacia Jesús” nos devuelve al manantial de nuestro yo más profundo, nos revela nuestra identidad de hijas e hijos, de hermanas y hermanos. Casa de acogida a Jesús que nos visita continuamente en nuestros hermanos que tocan a nuestras puertas; acogida que se hace camino de encuentro, para ir a sentarnos con Jesús a “los márgenes existenciales del corazón humano”. + Casa de la unción, en la que se concentra el aroma del perfume derramado a los pies del Esposo Amado, como lo hizo María, y donde nos hacemos esclavos por amor a los hermanos. + Casa del servicio amoroso, como el de Marta, en donde nos vamos descentrando y vivimos para darnos y hacer algo por los demás; donde practicamos la hospitalidad y cocinamos la dulzura y el buen humor. Betania es encuentro que ensancha la casa, pero que, al mismo tiempo, hace casa de todo encuentro… Betania es casa-tienda de campaña, que se levanta cada vez que se da el encuentro, y se enrolla para continuar caminando hacia el encuentro… Betania es casa de amistad, “donde tenemos pan para nuestra hambre, agua para nuestra sed”, abrazo, presencia, confianza, en una palabra, humanidad… Si está Jesús en Betania, entonces los laicos y las nuevas generaciones encontrarán en ella, una hermosa manera de creer, de servir y de vivir. Invirtamos en construir, cada día, comunidades religiosas que sean casas y talleres donde nos formemos para la cultura del encuentro. Acojamos como Vida Religiosa la invitación que recientemente hizo nuestro querido Papa Francisco a los jóvenes en Brasil: “Vayan más allá de las fronteras de lo humanamente posible, y creen un mundo de hermanas y hermanos”. Hna. Mercedes Leticia Casas Sánchez, F.Sp.S. - Presidenta de la CLAR Editorial de la Revista CLAR (No 3 / Julio - Septiembre 2013) BETANIA, CASA DE ENCUENTRO Mercedes Casas, FSpS Presidenta de la CLAR Revista Testimonio Nº 260 (Noviembre-diciembre 2013) El icono de Betania, que como Horizonte Inspirador acompaña la vida consagrada latinoamericana y caribeña de este trienio, nos asombra cada vez más por su riqueza inagotable, por todas las luces e invitaciones que nos da para resignificar nuestro seguimiento de Cristo, para ir configurando a la luz de esta Palabra, una Vida Religiosa Nueva. Cuántas reflexiones hechas y por hacer sobre este icono, que nos van tocando el corazón y hacen surgir nuevos anhelos y deseos de autenticidad evangélica, de una vida religiosa fresca, renovada, más encarnada en el hoy de la historia, más cercana y compasiva, con capacidad de escuchar a Dios donde la vida clama. Es desde aquí, desde un corazón movido por Betania, que comparto esta reflexión. I. Tres palabras evocadoras: BETANIA, CASA, ENCUENTRO 1. Betania Algunos biblistas dicen que Betania puede significar "casa de misericordia" o "casa de los pobres" (bayittyb / anawim). De hecho, ahí vivía Lázaro o Eleazar, cuyo nombre significa "Aquel al que Dios ayuda" o "Aquel al que Dios socorre". Era un nombre muy común en aquellos tiempos, por lo que además de referirse a una persona, puede representar a quienes han tenido un encuentro significativo con Jesús, o una comunidad cristiana que se sabe pobre y por lo tanto cuidada, amada, ayudada, protegida con la ternura, la misericordia y la amistad de Dios, en Jesús. Betania huele a frescura, perfume, amistad, acogida, casa, encuentro; nos recuerda nombres bien concretos: Lázaro, Marta, María, así como situaciones de muerte, de mal olor, de resurrección y de vida. Nos habla de piedras que hay que quitar y vendas que hay que desatar. Es el lugar donde se profesa por primera vez, la fe en Jesús, el "Hijo de Dios" (Jn 11, 27) por boca de una mujer, Marta, la que sirve (Jn 12, 2; Lc 10, 40),la diaconisa de la comunidad naciente; donde el discipulado representado en su hermana María (Lc 10, 39) vive el proceso lento de la escucha creyente, que debe ser fortalecida con los signos de su Maestro (Jn 11 , 42); lugar de la aceptación de la muerte como paso a la Vida (ln 12,7); de la ternura desmesurada del amor que rompe el frasco de Perfume, que derrama la vida a los Pies de su Dios y Señor (Jn 12,3a), transformando el olor de muerte salido del sepulcro de Lázaro, en olor de Pascua (Jn 12,3b). Betania también nos habla de lugar de temores (Jn 11. 8) de consuelo (Jn ll. 3l), de cuchicheos e intrigas (Jn 11, 37 .46), de justificaciones (Jn 12, 5) de planes de muerte (Jn 1l, 53). Betania, la casa de los pobres, es también lugar de amistad, de la familia, de los hermanos, en donde la mujer tiene presencia y visibilidad a la par con los varones. Es significativo que en la comida de Betania las protagonistas activas sean Marta y María. 2. La casa La casa, en tiempos de Jesús, era la estructura básica de la sociedad. El cristianismo nació y se desarrolló en casas (Cfr. Hech 2, l-2; Hech 2, 46, etc.). Jesús también habla de la casa o santuario de su propio cuerpo (Jn 2, 2l), y de la casa de su Padre que es casa de oración (Jn2, 16). La palabra casa podía referirse tanto al espacio donde se habitaba, a 1os miembros que componían la familia, las relaciones que mantenían entre sí. A partir de este núcleo básico se organizaban y entendían e1 resto de las estructuras sociales. La casa-familia tenía una estructura patriarcal y la mujer pertenecía al ámbito de lo doméstico. Por un lado se mantenía una vinculación muy estrecha al interno de las familias, y por otro, se establecían relaciones también estrechas con el resto de las otras familias, 1o cual reforzaba su sentido de pertenencia como pueblo, o linaje. Las primeras comunidades cristianas se organizaron de acuerdo a este modelo de casa-familia: se reunían en casas, en ellas se partía el Pan, los dirigentes eran como los pater familias de la comunidad, eran solidarios y tenían un fuerte sentido de pertenencia Y de Pueblo de Dios. Sin embargo, las comunidades Primitivas modificaron algunas cosas fundamentales: a Dios se le atribuye el papel del padre, un Padre que cuida de sus hijos e hijas, casi maternalmente. Nadie puede ocupar su lugar, haciendo eco de las Palabras de Jesús: "no llamen a nadie Padre en la tierra, porque uno solo es su Padre, el del cielo" (Mt 23,8). El cristianismo era una casa donde todos se sentían incluidos, porque todos eran considerados hijos de un mismo Padre y hermanos en Cristo. Su manera de vivir era ya una casa, que acogía a los más necesitados, y devolvía sentido de vida. En esta casa se compartían los bienes, se practicaba la limosna. Era una casa abierta a su entorno, pero donde también se discernía, a la luz del Espíritu, 1o que recibía de la sociedad, así como lo que le podía aportar. 3. Encuentro Betania es también espacio teologal para los encuentros. Primero, Jesús se encuentra con un mensaje, "Señor, aquel a quien tú quieres, está enfermo" (Jn 11, 3). Luego, ya en Betania, se encuentra con la muerte de Lázaro (Jn 11, 17) en seguida Marta sale al encuentro de Jesús (Jn 11, 20) y después María responde a su llamado (11, 28). Jesús también se encuentra con un grupo grande de personas que van a consolar a las hermanas de Betania (Jn 11, 18-19,31). Hay un clima de tristeza e impotencia. a) Encuentro de Jesús con Marta Ella toma la iniciativa, va sola al encuentro de Jesús. La distancia que recorre entre su casa y Jesús es el camino de su fe que la lleva al encuentro con el Señor de la Vida. Progresivamente, en su diálogo con Jesús comienza a abrir su corazón: "Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano" (Jn 11 ,21), expresa la fe plena en é1, y al mismo tiempo la desilusión por haber llegado "tarde" según los tiempos de Marta. Sin embargo, sabe que la presencia de Jesús no es en vano y a pesar de lo que parece imposible le dice a Jesús: "Pero ahora sé que cuanto pidas a Dios te lo concederá" (Jn 11 ,22). Jesús le dice a Marta que lo resucitará, pero continúa su desilusión hasta que el encuentro dialogante con Jesús la lleva a una profunda confesión de fe (Jn 11, 27). Es aquí donde el encuentro llega a su culmen. b) El encuentro de Jesús con María Jesús aquí toma la iniciativa, y ella recorre el camino hacia Jesús acompañada de quienes la fueron a visitar. Lleva su dolor a cuestas, y necesita del consuelo de la comunidad. Cuando María se entera de la llegada de Jesús, "permanece en casa" (11, 20b), en su dolor, y sin esperanza, pero la llamada de Jesús la saca de sí misma y reacciona con prontitud para ir a su encuentro (Jn 11, 29). Cuando llega a Jesús, cae a sus pies, sin embargo, todavía su fe no puede vencer a la desilusión, sigue perpleja ante la muerte, cerrada a la esperanza. No será sino hasta la mañana de la resurrección, cuando comprenderá plenamente, al ser llamada de nuevo por su Maestro y Amigo: "¡María!". c) El encuentro de Jesús con el pueblo El pueblo consuela a Marta y María con un consuelo que no alivia el dolor. Quien consuela verdaderamente es Jesús, Porque vence a la muerte y da la vida. El encuentro de Jesús realmente transforma la tristeza en gozo. En el llanto se da un momento de encuentro entre María, el pueblo y Jesús, pero de inmediato este encuentro se vuelve desencuentro cuando comienzan las críticas y la cerrazón ante Jesús. d) El encuentro de Jesús con la muerte En el cara a cara con la muerte, Jesús demuestra su poder. Se conmueve profundamente, pide ayuda a los hombres, ora a su Padre, llama a Lázaro y pide que le desaten las vendas. Este encuentro con la muerte empieza a despertar también a la comunidad enferma, muerta, mediante el servicio, el amor corresponsable, que quita rocas y desata vendas. Al final, triunfa la vida y Lázaro puede andar. Este encuentro con la muerte que resucita a Lázaro, es un encuentro que conduce a la comunidad cristiana a la fe en Jesús, a reconocer su vinculación íntima con el Padre, "que siempre lo escucha" (Cfr. Jn 11, 42) y de quien É1 es su Plena expresión. Una vida consagrada como casa de encuentro Es muy significativo ver que hoy la vida consagrada tiene muchas casas vacías, que nos están quedando grandes; casas que antes albergaban a muchas hermanas y hermanos y que ahora, ante la disminución generalizada de personal, las hemos ido transformando en casas de retiro, de encuentros, o las hemos vendido. Muchas de esas casas grandes necesitan continuo mantenimiento y en eso se nos va buena parte de nuestra economía. Algunas de estas casas tienen un significado histórico muy fuerte, porque fueron adquiridas a base de grandes sacrificios o porque en ella habitaron nuestros Fundadores, y nos ponemos a hacer serios discernimientos en relación a dejarlas o no, porque son Parte del Patrimonio congregacional. ¿No será que esta constatación es una oportunidad para retomar el verdadero sentido de nuestras "casas"? La vida consagrada podría recrearse desde Betania. ¿Qué tipo de "casa" queremos construir, en la que queremos hoy vivir nuestro seguimiento de Jesús? ¿Cómo se nos antoja, cómo soñamos nuestros espacios cotidianos, donde queremos que se desenvuelva nuestra consagración, comunión y misión? ¿Qué estilo de "casa" nos ayudaría a vivir una vida consagrada más mística y profética? ¿Qué características tendría una "casa" donde se pudieran escuchar los clamores del mundo, de la historia, donde hubiera siempre espacio para la diversidad, la inclusión? ¿Qué tipo de "casa" sería aquella que mantuviera el olor de la alegría, la amistad, del amor hecho servicio? Como vida consagrada, ¿cómo podemos ser hoy una verdadera "casa de encuentro"?¿Qué o quiénes queremos que se encuentren en nuestra casa? ¿Qué queremos encontrar en ella? a) Casa de encuentro con Jesús El Amigo y Maestro, con quien nos sentimos profundamente vinculadas/os, el que nos ha llamado. Encuentro que se vive en la escucha atenta y cotidiana de su Palabra, sentándonos a sus pies, centrándonos y concentrándonos en su presencia. Uno con Jesús vivido en fidelidad orante, donde derramamos el perfume de nuestra vida a sus pies, donde derrochamos el tiempo con é1, e invertimos lo mejor de nuestro día en su presencia. Desde este encuentro se forja la mística y la profecía que no nace más que de un corazón enamorado, apasionado, porque ha mirado largamente al Amigo. Casa donde se da la amistad profunda, incondicional, donde Jesús se sienta a la Mesa y nos enseña a compartir el pan, la vida, el amor. Espacio donde se da el "encuentro de amigo con amigo" que cambia por dentro, como dice un himno de la Liturgia de las Horas. Casa de encuentro con Jesús, en el que también se evidencian, frente a é1, nuestros duelos, pérdidas, pero que expuestas ante la luz de su mirada, se iluminan y dejan ver que algo nuevo está naciendo. b) Casa de encuentro con Lázaro. Betania nos invita, como vida consagrada, a ser casa donde nos encontremos con "los que Dios ayuda", con los lázaros y lázaras de todos los tiempos y en todos los sentidos. ¿A quién no “le ayuda” Dios? ¿Quién no ha sido objeto de su misericordia, de su cuidado, de su auxilio y de su compasión? La vida consagrada tendría que ser la casa donde, en un principio, se asumen las propias pobrezas como bienaventuranza, es decir, como camino de espiritualidad y de santidad; pobreza con la que cotidianamente nos encontramos, las veinticuatro horas del día, pues nuestra vida y nuestro seguimiento depende totalmente de su gracia y de su amor providente. Encontrarnos con nuestras pobrezas es encontrarnos con su misericordia. Es encontrarnos también con la muerte, cara a cara, como se encontró Jesús delante de la tumba de Lázaro. Mirar de frente aquello que no nos está dando vida en nuestro seguimiento de Jesús, sensibilizarnos al mal olor de aquello que huele a comodidad, aburguesamiento, individualismo. Encontrar también las piedras que no nos dejan salir con libertad hacia los demás, y que necesitan con urgencia ser removidas para que entre el aire nuevo del Espíritu que vivifica. Supone también reconocer lo que nos ata, y que nos paraliza, aquello que no nos deja salir del sepulcro; aquellas llagas que preferimos mantener ocultas bajo las vendas, y que pueden tener su origen en nuestras posturas fijas, inamovibles, que expresan nuestra resistencia al cambio y a la novedad de Dios. Encontrarnos con Lázaro nos invita también a salir al encuentro de las muertes de nuestros hermanos-amigos, de aquellos "a quienes Jesús ama" (Cfr. Jn 11,3); y Prestar atención a los mensajes, los clamores, que nos hablan de la enfermedad de nuestros hermanos, de nuestro mundo, para salir a su encuentro al ritmo de Dios, "con pausas y sin prisas", confiando en que el Padre siempre nos escucha. c) Casa de encuentro con Marta. Con su audacia y su confianza en Jesús. Una vida consagrada que sea capaz de correr y de dirigirse a Jesús con la confianza de quien se sabe profundamente amada, y por eso puede decirle al Señor: "Si hubieras estado aquí"... Una vida consagrada donde no falte Jesús, porque si él no está "muere mi hermano", viene el desencanto, la inercia, se adelantan las muertes, se agota la vida y la alegría. Que quienes vengan a nuestras casas encuentren el espíritu de Marta, que es diaconía, amor que sirve y que cuida la vida, que se traduce en hospitalidad. Donde aprendamos a confesar nuestra fe en Jesús con nuestras propias Palabras, expresiones, gestos, con aquel nombre que exprese la experiencia de su amor salvador en nuestras vidas. Casas de encuentro donde nuestra oración, nuestras liturgias sean más vivas, y nuestro credo más humanizado. Encontrarnos con Marta es también encontrarnos con ese lento proceso de vivir la centralidad de Dios donde ya sea orando a sus pies o sirviendo la mesa, el centro sea Él y su Reino. d) Casa de encuentro con María. Una vida consagrada que se encuentra con María, es la que se encuentra con su interioridad, que la vive como espacio vital y habitado, donde se alimenta el amor y el sentido de pertenencia. Una interioridad tocada por la Palabra del Maestro, bebida directamente del aliento de su boca, contemplada con los ojos del amor que está a sus pies. Es también reconocer las dudas. las incertidumbres que como vida consagrada hoy nos asaltan: ¿Tendrá caso la esperanza cuando parece que todo muere a nuestro derredor, cuando huelen mal tantas cosas, instituciones, estilos, proyectos? ¿Tiene futuro nuestra vida consagrada?¿Esta forma de vida consagrada tiene futuro? ¿Tiene sentido desprendernos del consuelo que nos dan nuestras seguridades, justificaciones para no dar pasos? Solo la voz del Maestro que nos llama, como a María, nos puede levantar; solo la voz de Jesús nos puede dar la prontitud para salir de nuestra desesperanza y acudir a la fuente de la vida, aunque por el camino vayamos cargando todavía con las voces de los falsos consuelos y desesperanzas. Como vida consagrada hemos caído tantas veces de rodillas ante Jesús, pero solo hasta que vivamos un verdadero proceso pascual, de verdadera muerte vida, escucharemos el nombre, como María, que nos devuelve nuestra más profunda identidad, y nos lanza hacia nuestros hermanos a decirles que está vivo Jesús, nuestra Vida y nuestra Esperanza. e) Casa de encuentro con lo diverso. La vida consagrada más que nunca está llamada a ser casa de encuentro que incluya lo diverso, que se deje juzgar y hasta condenar a muerte, como en el caso de Jesús. Tal vez el camino de la compasión, del llorar juntos ante el pecado del mundo, ante tantas muertes y vidas de lázaros amenazadas, sea un punto de encuentro con aquellos que piensan diferente. No nos vinculamos ni nos encontramos solo a base de ideas, lo que verdaderamente posibilita el encuentro son los anhelos, los sueños, los deseos de que pase algo mejor en nuestro mundo y en nuestra historia. Hoy más que nunca hay que formarse en la cultura del encuentro, y aprender, como vida consagrada, a dialogar con la diversidad cultural, religiosa, carismática, etc., para unir fuerzas, articular compasiones, de manera que sea como sea el Reino acontezca, la Vida triunfe sobre la muerte, y Dios sea escuchado en la vida que clama. f) Casa de encuentro, casa del Espíritu. Tal vez esta expresión no se deduce muy naturalmente del texto de Betania que hasta este momento hemos contemplado y releído. Mas la casa de la vida consagrada en realidad es el Espíritu. "En é1 vivimos, nos movemos y existimos", dice san Pablo. El "en" de nuestra consagración, comunión y misión, es el Espíritu. Es no solo el que nos in-habita, es decir, el que hace casa en nosotros, sino es también nuestro espacio vital, nuestro "hábitat", la casa que nos contiene, que nos acoge y posibilita todos los encuentros. Es quien ensancha nuestra capacidad de encuentro, haciendo que podamos acoger a cada persona, al mundo entero. Una vida consagrada, casa de encuentro, es una vida en el Espíritu, una vida pneumatizada por la fuerza de la Ruáh, una vida gozosa, artesana de la Paz, compasiva y misericordiosa, solidaria y encarnada, con fuerza transformadora, que "hace nuevas todas las cosas" (Ap 2l, 5) y quien hará posible eso que tanto anhelamos, una vida religiosa nueva. María de Nazaret es también "Betania", la "casa de los Pobres", de los "anawim", donde se da el mayor encuentro de la historia: el encuentro de Dios con nuestra humanidad, con nuestra pequeñez. La vida consagrada dirige siempre sus ojos hacia Ella, cuando quiere reorientarse, renovarse, dejarse llevar por el Espíritu. Ella es la verdadera "Casa del Encuentro" donde Dios pone "su morada entre nosotros" (Jn 1, 18), donde aquellos "a quienes Dios ayuda", los olvidados del mundo, pero no de Dios, encuentran en su corazón su casa. Como Ella, queremos ser Betania, una vida consagrada Casa del Encuentro, donde escuchemos siempre a Dios, donde la vida clama. BETANIA: CORAZÓN DE HUMANIDAD Marcela Sáenz, ACI Integrante de la presidencia de la CLAR Saborear el desarrollo del icono bíblico de Betania, la parte central del Horizonte Inspirador del plan Global de nuestra Vida Religiosa Latinoamericana y Caribeña 2012- I 2015, nos deja resonando en el corazón una invitación, como una suave moción del Espíritu que se nos hace, al mismo tiempo, desafío y exigencia: entrar en Betania. Entrar, no quedarnos mirando desde lejos. Entrar en Betania para dejar que la mirada y el corazón sean atraídos por Jesús, el Amigo Resucitado, que no teme acercarse a nuestros sepulcros aunque huelan mal y que tiene una palabra decidida de Vida sobre todas nuestras muertes. Entrar, es decir, arriesgarnos al encuentro que transforma y compromete. El icono alude a Betania como "Casa de Encuentro, Comunidad de Amor y Corazón de Humanidad". En esta última expresión, omite intencionalmente el uso del artículo: no solo quiere decir que Betania es y puede ser el corazón de "la" humanidad, sino que es corazón de verdadera humanidad, fuente de toda posible humanización. Y en esto recoge y profundiza una veta que viene siendo claramente del Espíritu para nosotras y nosotros, fuertemente cuestionadas/os por todo aquello que, en el modo en que vivimos el seguimiento de Jesús a través de nuestros votos: Nos está quitando humanidad: en las relaciones interpersonales superficiales o con gusto a poco (¡a poco Evangelio!), dentro y fuera de la comunidad, las elecciones poco libres, las adicciones... O nos pone delante una medida de humanidad que no es la de Jesús, y nos perdemos buscando extraños "equilibrios" que dicen bien poco de una vida ya entregada, a fondo perdido, a Jesús y su Reino. O nos impide ser instrumentos sencillos y amigas/os cercanos en el proceso de humanización de otras y otros: nuestras ansias de protagonismo, la pretensión inconsciente de ser dueños de la verdad o de Dios, el seguir viviendo nuestra VR como "estado de perfección", ¡aunque hayamos renovado nuestros discursos! ¿Qué "escuela de humanidad" encontramos, entonces, en Betania? Aquí solo unas pocas pistas, para impulsar la búsqueda de cada una/o y cada comunidad... I. La presencia del Resucitado en nuestra vida Los tres textos sobre Betania que convergen en el icono, son textos en que lo central es el encuentro y la relación con el Señor. Todo gira en torno a la presencia de Jesús o, en contraste, a su ausencia o demora. En el fondo, al lugar que ocupa el Resucitado en nuestra vida y en la de nuestras comunidades. Esta es la primera clave -y fuente, también- de humanidad que nos ofrece Betania. Lo que hace que una comunidad pueda hacer camino desde sus situaciones de muerte -los adormecimientos, los sepulcros cerrados, el mal olor- hacia la experiencia de dejarse renovar, desde dentro, por el amor, capaz de hacerse "perfume que llena toda la casa". La muerte de Lázaro podía tener muchas causas y lecturas. Marta y María, sin embargo, no dudan en afirmar que lo que llevó a que la comunidad tuviera dentro de sí la muerte fue algo muy hondo. Al encontrarse con Jesús, cada una de ellas exclama, como si quisieran que lo escucháramos varias veces: “Si hubieras estado aquí…”. Es la ausencia de Jesús lo que afirmó la muerte en la dinámica comunitaria, lo que la dishumanizó, y es la causa más verdadera también de nuestras propias enfermedades, adormecimientos y ataduras. II. La práctica compasiva y humanizadora de Jesús Entrar en Betania quiere ser para nosotras/os, ese "nuevo Pentecostés" al que aludía Aparecida ("La Iglesia necesita una fuerte conmoción que le impida instalarse en la comodidad, el estancamiento y en la tibieza, al margen del sufrimiento de los pobres del continente. Necesitamos que cada comunidad cristiana se convierta en un poderoso centro de irradiación de la vida en Cristo. Esperamos un nuevo Pentecostés que nos libre de la fatiga, la desilusión, la acomodación al ambiente, una vida del Espíritu que renueve nuestra alegría y nuestra esperanza”) (Aparecida, 362) Buscamos conocer a Jesús de un modo tal que nos transforme, que nos haga más parecidas/os a é1, que nos ayude a aprender de é1 su práctica compasiva y recrearla en nuestro continente. Cada día y cada vez encontrar en él la medida y la plenitud de nuestra humanidad, como don y como promesa, como criterio de nuestras búsquedas y de nuestra cotidianidad. Aprender de Jesús su modo de hacerse próximo, con las amigas y amigos, y con la gente que no conoce, ampliando siempre el círculo, incluyendo. Su modo de llegar a tiempo a nuestra vida y a las vidas de otras y otros. Su escucha vulnerable, su dejarse afectar por la realidad. La manera suave y firme a la vez con que se acerca –y nos ayuda a acercarnos- ahí donde dolemos, donde nos avergonzamos porque olemos mal, donde la muerte nos tiene atrapadas/os. Su Palabra decidida, sin concesiones con 1o que quita vida: "¡Sal fuera!". Su involucrar a otras/os en esta tarea liberadora: "Quiten la piedra", "Desátenlo". III. Una libertad creciente, atravesada por el conflicto La práctica compasiva y humanizadora de Jesús, así como nuestro propio crecimiento en humanidad, está muy lejos de conducir a un mero bienestar carente de dificultades o a ese anhelo de armonías sin lugar para ninguna tensión que a veces nos ronda por dentro. La verdad es que, si miramos a Jesús, y particularmente en Betania, está siempre presente una cierta tensión fundamental, que tiene que ver con el amor y la fidelidad al Padre y al Reino. Y, en quienes lo rodean, con el amor y la fidelidad a Jesús y a su proyecto. El conflicto es parte de la práctica humanizadora de Jesús. Aprender a vivir desde Betania, Corazón de Humanidad, supone aceptar de antemano que el conflicto se hará presente en nuestra vida, como en la Suya. Ojalá por los mismos motivos que en la Suya... El texto de Jn 12, que corona el icono de Betania, presenta dos lógicas que se contraponen. Las dos provienen de personas (al menos aparentemente) muy cercanas a Jesús: María y Judas. Sin embargo, ¡qué diferencias entre ellos! La pretendida generosidad de Judas hacia las y los más pobres, en realidad solo una cubierta para sus propios intereses estrechos y cortos de mira, es elección y camino que lo va alejando progresivamente de Jesús: de Sus opciones y de Sus pasos. Solo puede conducir a la división de la comunidad y a una muerte absurda: el colmo de la deshumanización. El gesto de María, en cambio, entra en profunda sintonía con los gestos del mismo Jesús: ella también lo da todo, también por amor, también desde abajo... Para hacerlo más patente, el evangelio pone a María en la misma postura en que después estará Jesús: a los pies de otros, en gestos de amor hasta el extremo, que implican la propia vida entregada. El gesto de María no solo se hace perfume que llena la casa entera: será también amor que sepa estar -como é1cerca de otros sepulcros y reconocerlo cuando llegue de maneras nuevas, en la vida que sorprende al surgir resucitada. IV. Jesús es siempre “comunitario” Por último, solo un comentario, que me parece especialmente decidor en un tiempo como el nuestro. La comunidad no aparece en el texto solo a través de la figura de los hermanos de Betania. Es también una nota en todo lo que los textos nos traen de Jesús. Aparece siempre acompañado, formando comunidad. Involucrando a quienes le siguen en su práctica compasiva y humanizadora. Dialogando con ellas/os sobre lo que sucede. Enseñándoles con paciencia. Provocando un nosotros que es capaz de comprometernos aun desde nuestra limitación o cobardía: "Vayamos también nosotros a morir con é1". Quizá habría sido más "eficaz" si hubiera actuado solo, sin permitir que las incomprensiones y torpezas de las y los discípulos retardaran su paso... ¿Cuántas veces nos pillamos pensando algo así? ¿Sin terminar de creer en la comunidad como sacramento fundamental en nuestra vida religiosa apostólica, don Suyo ofrecido y tarea nuestra, Palabra que quiere decir a otras/os? La cercanía comprometida con las y los más pobres y la vida en comunidad, vividas desde la relación fontal con el Resucitado, son nuestros espacios fundamentales de crecimiento en humanidad. LA VALLA: CASA-FAMILIA-COMUNIDAD Formó una familia. El señor Champagnat, viendo a ambos jóvenes con tan excelentes disposiciones, creyó llegado el momento de dar comienzo a su obra. Pero, ¿dónde encontrar un local adecuado para albergar a sus dos discípulos? Próxima a la casa parroquial se hallaba en venta una casita. No titubeó en comprarla, aunque no disponía de dinero. Esa casa le convenía por dos razones: estaba cerca de la casa parroquial, con lo cual podía dirigir y formar a los jóvenes sin largos desplazamientos, y su precio era muy módico. Por eso la adquirió, junto con un huertecillo y terreno adjuntos, por la cantidad de mil seiscientos francos, que pidió prestados. Firmado el contrato, se puso él mismo a limpiar y acondicionar la casita y colocó en ella los muebles más indispensables. Con sus propias manos fabricó dos camas de madera para los dos Hermanos, y una mesita de comedor. Luego trajo a sus dos discípulos a la casita, que se convirtió en la cuna de los Hermanitos de María. La pobreza más estricta se respiraba por doquier. Pero también eran pobres el establo de Belén y la casita de Nazaret. Y los hijos de María debían tratar de imitar a su Madre y llevar desde su nacimiento el sello de su pobreza y humildad. Era el 2 de enero de l817 cuando los dos novicios tomaron posesión de la casa, constituyeron comunidad y pusieron los cimientos del Instituto de los Hermanitos de María. Distribuían el tiempo entre la oración, el trabajo manual y el estudio. Los ejercicios de piedad fueron al principio pocos y muy breves: oración de la mañana, misa, lecturas cortas, tomadas del Manual del Cristiano o del Libro de Oro, distribuidas a lo largo del día; rosario, visita al Santísimo Sacramento y oración de la noche. La ocupación manual consistía en fabricar clavos. El producto de este trabajo era suficiente para el sustento. El señor Champagnat, que los quería como a hijos, los visitaba a menudo, trabajaba a veces con ellos, los animaba y les daba clases de lectura y escritura. Los orientaba y les comunicaba los planes y proyectos que abrigaba. (Vida, p.63-64) Les decía: “La caridad fraterna es el primer apoyo externo de los Hermanos y uno de los mejores medios para mantenerlos en el espíritu de su estado, precaver los abusos y alejar del Instituto cuanto podría comprometerlo. Así pues, los Hermanos no olvidarán nunca que, al venir a vivir en comunidad y al juntarse para constituir una familia, se han comprometido a quererse como hermanos, a darse buen ejemplo, avisarse mutuamente de sus defectos y ayudarse a alcanzar la salvación”. (Vida. p. 133) La casa de La Valla y nuestras casas y comunidades La casa de La Valla es una casa sencilla de pueblo, una casa en la que Champagnat va acomodando los espacios mínimos para que puedan vivir los jóvenes a quienes ha invitado para ser catequistas, para ser jóvenes hermanos. Champagnat pronto decide vivir con ellos, fabrica la mesa y los muebles necesarios… de modo que la vida sencilla es uno de los rasgos más característicos de Champagnat y sus hermanos. Se muestra como padre, no es el párroco, alejado, distante, no es el coadjutor que domina a unos muchachos a su antojo; es padre cariñoso, es padre orientador, es padre que ayuda a discernir la vocación de hermanos. La primera comunidad de hermanos, La Valla, fue una comunidad entre la gente de esa población, no era un monasterio en su sentido tradicional. Tenían vecinos, trabajaban para mantenerse, cuidaban la casa, cocinaban, se formaban y llevaban adelante la misión de anunciar a Jesús a los niños y jóvenes pobres del campo. La relación del Padre Champagnat y de los primeros hermanos con la gente, les hizo sensibles, más atentos a las necesidades del otro, les hizo ser más compasivos y solidarios, les invitó constantemente a compartir sus bienes, incluso aquellos que necesitaban. La Valla es casa de pueblo, La Valla es casa de vecino, La Valla es familia en medio de familias, La Valla es inserción en tiempos de crisis, La Valla ilumina nuestra inserción. La tradición maristas nos da elementos para seguir viviendo esa vida sencilla en medio del pueblo, y es la experiencia de los primeros hermanos en La Valla, con medios sencillos y en relación con la comunidad del entorno. Esta comunidad nos habla de pueblo pobre: los primeros hermanos no tenía una gran formación académica, pero si un gran corazón, hombres que trabajan la huerta y fabrican clavos para ganarse su alimentación y cubrir sus necesidades, viven un sentido de familia y de hermandad, no son ajenos a la realidad del joven pobre de la Valla y de los pueblos vecinos, se preparan para servirles y ayudarlos a tener una vida digna según los valores del evangelio de Jesús al estilo de María. Hombres sencillos y sin formación, vivían con gran sencillez y unidad. Su jornada transcurría aprendiendo a leer, escribir y enseñar, y trabajando con sus manos para sostenerse económicamente. Vivían en medio de la gente y compartían su suerte. (AR 3) Marcelino y los primeros hermanos estaban unidos en mente y corazón. Sus relaciones estaban marcadas por el calor y la ternura. En sus reflexiones sobre el vivir juntos como hermanos vieron apropiado comparar el espíritu de su vida comunitaria con el de una familia. (AR 30) La mesa de La Valla… 78. La fuerza del espíritu de familia congrega a los que vivimos el carisma marista en una nueva familia de seguidores de Cristo al estilo de María. La mesa de La Valla es un símbolo de la relación que nos une. 79. La comunión entre laicos y hermanos complementa y enriquece nuestras vocaciones específicas y diferentes estados de vida. No sólo hay lugar para unos y otros en la mesa, sino que nos necesitamos mutuamente al lado. 80. Este compartir requiere tiempos en común. En torno a la mesa se reúnen las personas para hablar, para reír, para estar juntos. Es necesario buscar esos momentos y espacios de comunicación en profundidad, encuentros de calidad que nos unan en lo esencial. Así, será más fácil comprender las diferentes formas de pensar y actuar, aceptando los límites propios y ajenos en un clima de fraternidad. ... nos une al mundo entero 81. La mesa de La Valla se ensancha y acoge a todas las personas de nuestro entorno. Queremos ser instrumentos de paz en nuestras profesiones, en la vida cotidiana, en nuestro mismo corazón. El esfuerzo de cada día nos puede llevar, a veces, a distanciarnos y enfrentarnos a otras personas; pero deseamos vivir las dificultades, desde Dios, con paz y serenidad, tratando de unir en lugar de dividir. 82. La mesa sencilla de los primeros hermanos nos mantiene en comunión con la Iglesia, Pueblo de Dios, y con otras iglesias cristianas que caminan con nosotros siguiendo a Cristo. Además, nos une a otras personas, no creyentes o de otras religiones, con los que compartimos el compromiso de construir un mundo más justo. 83. Hermanos y hermanas en humanidad, buscamos crear redes de apoyo mutuo como forma de hacer visible la interdependencia de todas las personas. Jesús nos invita a cuidar de nuestro planeta como la casa común, en la que habitan todos los seres. Los hermanos en la Valla estaban en medio del pueblo pobre. Como en La Valla vivimos el espíritu de familia: damos testimonio de una familia de iguales, la familia del Evangelio, construyendo familia con la comunidad humana entre la que vivimos, uniéndonos a sus vidas, haciendo parte de su trama humano-cultural, entretejiendo una familia más amplia que la de la sangre, familia en luchas comunes, en una vida mejor y abundante para superar las amenazas de las situaciones de riesgo. De nuestro espíritu de familia surge una espiritualidad que es intensamente relacional y afectiva... Entre los maristas de hoy, con una amplia presencia de mujeres, la imagen de hermana ha enriquecido los modos en que nos relacionamos y definimos nuestro apostolado. Esencialmente nuestra relación con los demás consiste en ser hermano y hermana para cada uno. (AR 31) Marcelino dio a los primeros maristas de La Valla el nombre de “hermanos”. Él creía en la fuerza del amor que sana las heridas y construye fraternidad. Atraído por un amor que no conocía fronteras, se sentía impulsado a ser un hermano para todos. (AR 138) De la misma manera, la mesa de La Valla es también hoy un símbolo poderoso de familia y servicio para la comunidad que Marcelino creó. Esa mesa, hecha por el propio Marcelino, puede contemplarse como la encarnación de sus esfuerzos por crear una comunidad dedicada al Señor. Más aún, con el fin de compartir más íntimamente la vida con los primeros hermanos, el Fundador abandonó la relativa comodidad de la casa rectoral para irse a vivir con ellos. La vida en común, expresada como espíritu de familia, es parte integral de su visión. (AR 92) Para la reflexión: 1. Piensa en tus encuentros, personales y comunitarios. ¿Cómo son? Son como los del pueblo con Jesús o como los de Jesús con Marta? ¿Cómo puedo ir transformándolos? 2. ¿Quiénes son los “lázaros” que forman parte de tu vida? ¿Tu vida religiosa, es una Betania, casa de pobres, en realidad? 3. Tu experiencia de vida religiosa ¿te ha permitido percibir la comunidad como "fuente de verdadera humanidad"?¿En qué concretamente? 4. Hacer vida hoy la experiencia de “Betania, corazón de humanidad”. ¿Qué desafíos implica paro tu vida personal y comunitaria? 5. Somos Hermanos ¿qué novedad ofrece este estilo de vida, como hermanos, a la hora de configurar nuestras comunidades? 6. De los rasgos propios de un religioso hermano y de un Hermano Marista, que el documento nos ha ido ofreciendo ¿cuáles tenemos que potenciar hoy día?¿Cómo lo podemos hacer? Este tema puede ser tratado en comunidad. Podría entregarse para que los hermanos lo trabajaran en un día de retiro o en una reunión comunitaria amplia. Nos puede ayudar a visualizar esas nuevas relaciones comunitarias que nacen de ese nuevo estilo de ser Hermanos. LA “PROFECÍA DEL DIÁLOGO” COMO GERMEN DE “COMUNIDADES NUEVAS”. (1) Hna. María Cristina Robaina Piegas, STJ Cultura del encuentro No se cansa el papa Francisco de insistir en esta invitación: cultivemos la cultura del encuentro que conlleva mirar a las personas, tocarlas, escucharlas, estar atentas/os a sus necesidades. En un emotivo mensaje grabado para los fieles que acuden a la Parroquia de Liniers, Buenos Aires, el día de San Cayetano, 7 de agosto, les pidió que empezaran a encontrarse con el otro y promovieran la cultura del encuentro. "Lo importante no es ayudar desde lejos, sino ir al encuentro: eso es lo que nos enseña Jesús", aseveró Francisco y citó como ejemplo el acto de dar una limosna. Según aconsejó, al dar dinero a las personas necesitadas "hay que mirarlas a los ojos, hay que acariciarles las manos" porque -insistió- “Jesús nos enseña que hay que saber encontrarnos y luego ayudar”, ya que "el encuentro multiplica". "Tu corazón cuando se encuentre con ese que más necesita se va a empezar a agrandar. Agrandar, agrandar, porque el encuentro multiplica la capacidad del amor, agranda el corazón. Anímate, con Jesús y San Cayetano", insistió el Papa.(2) La primera pregunta para nosotras/os, llamadas/os a compartir vida y fe en comunidades que seguimos a Jesús en la Vida Religiosa es: ¿nos miramos a los ojos?, ¿cultivamos el contacto cordial?¿dedicamos tiempos a escucharnos? Estas son cuestiones previas e imprescindibles a cualquier reflexión sobre el diálogo que es un itinerario exigente: punto de partida, camino sinuoso y punto de llegada para cualquier pretensión de entretejer relacionalidad y alcanzar la meta de nuestra verdadera naturaleza y vocación comunitaria en el seguimiento de Jesús. Somos seres narrativos Nuestras vidas van configurándose como una sucesión de experiencias que, a la larga, pueden ser efímeras y evanescentes. Sin embargo tenemos la capacidad de darles consistencia cuando tematizamos lo vivido construyendo un relato con principio, desarrollo y fin. Y entonces damos un contenido y un sentido a dichas experiencias.(3) De este modo vamos construyendo y consolidando una historia personal que adquiere unidad al integrarse en el yo íntimo de nuestra conciencia y en el ámbito espacio-temporal que es la comunidad en cuanto a construcción colectiva de un itinerario vital. Nos da un lugar en el mundo y nos permite ir entretejiendo la reciprocidad que sostiene y profundiza nuestra pertenencia a un grupo o comunidad. Necesitamos para ello interlocutores: ser escuchados y escuchar. Porque también nos nutrimos de otras historias, relatos, narraciones con las que otras personas nos comunican percepciones, sentimientos, emociones, interpretaciones. Y unas y otras, propias y ajenas, van constituyendo un espacio y un tiempo históricos, una casa común a la que pertenecemos, de la que nos sentimos parte, en la que somos sostenidos. La historia personal así narrada, repetida y reconfigurada continuamente, va estructurando nuestra propia identidad. En un diálogo permanente con nosotros mismos, con quienes son nuestros "tú", nuestros "otras/os" y con el "nosotras/os" que somos como comunidad. Y, Por supuesto, con el Tú que nos llamó y nos llama a compartir la vida con El y dejarnos configurar con Jesús.(4) Escucha y silencio Por segundo trienio consecutivo, la CLAR nos invita a que "escuchemos a Dios donde la vida clama" y nos convoca a "Promover y acompañar comunidades nuevas" mediante la "escucha y el diálogo" como medios necesarios.(5) ¿Qué conlleva esta escucha? "El vaciamiento de uno mismo para acoger at otro, a la otra... El aprender a no saber, a la espera de que el otro, la otra formule con sus propias expresiones lo que quiere dar y decir... Aprender a mirar adentro de modo que se me revele un mundo nuevo no solo en las otras personas, situaciones, realidades, sino en mí.(6) Estas disposiciones nos piden silencio, un silencio que nos ayude a encontrarnos con nosotros mismos. Silencio desde la perspectiva del "cuidado de sí" y de la "inquietud de sí" para ordenar o dar un cauce fecundo a tantos sentimientos y emociones que nos habitan. O sencillamente, despojarlas del dominio que ejercen sobre nosotros y reposar el corazón. Abrazar y permanecer en el silencio nos permite conocernos, hacer una revisión de lo que somos, de lo que verdaderamente anhelamos ser. Buscar el silencio nos capacita para escuchar y discernir lo que en nuestro corazón el movimiento diario hace callar, enmudece o simplemente no encuentra cómo pronunciar. Sólo desde en silencio podemos tocar el misterio que nos habita y, desde allí, abrirnos reverentes al misterio del otro. La propia experiencia de no encontrar palabras ni gestos suficientes para que contengan y expresen nuestro yo íntimo, nos ayuda a beber de la sabiduría necesaria para acoger al otro, a los otros, escuchando, contemplando y amándonos más allá de sus balbuceos. No hay escucha honda sin silencio. Y sin escucha, el diálogo es sólo intento superficial. Y aun sabiéndolo con certeza, frecuentemente entrar en el silencio nos atemoriza. ¡Qué bien lo expresa Mario Benedetti! El silencio Qué espléndida laguna es el silencio allá en la orilla una campano espera pero nadie se anima a hundir un remo en el espejo de las aguas quietas.(7) Preguntas necesarias ¿Cómo vivimos el encuentro, el silencio y la escucha en nuestras comunidades? ¿Cómo facilitamos a cada una/o que exprese sus pequeñas o grandes experiencias de vida? ¿Cómo entretejemos ese misterio de ser y vivir como comunidad que se va haciendo historia a partir de la comunicación y acogida de nuestras historias personales? En el transcurrir de cada día hay múltiples realidades que nos convocan y acaparan. Quiero detenerme en dos de ellas. La primera es todo lo que tiene que ver con la actividad, las relaciones interpersonales, el trabajo, el servicio apostólico. La segunda es nuestro vínculo con la computadora y las nuevas tecnologías. No es éste el lugar para profundizar específicamente cada una de esas realidades. pero sí para preguntarnos sobre nuestro manejo de los tiempos personales y comunitarios. La comunicación requiere de actitudes y hábitos de comunicación que nutran nuestras necesidades afectivas y espirituales de relacionamiento. Son realidades matriciales que nos van humanizando y haciendo cuerpo. Necesitan ser cuidadas intencionalmente y para ello puede ayudarnos esta herramienta que en psicología se llama tempograma. En un eje de coordenadas podemos establecer cómo ocupamos el tiempo durante las 24 horas de cada día. Veremos plasmados no soto los tiempos dedicados a necesidades objetivas -dormir, comer, trabajar... sino también tas horas dedicadas a silenciar el corazón, escuchar a nuestras/os hermanas/ os de comunidad, acoger con gestos o palabras los sentimientos, emociones o, sencillamente, a compartir las experiencias cotidianas. Asimismo verificaremos los tiempos de oración, de recreación, de capacidad de estar sin necesidad de hacer, de correr, de "ocupar el tiempo". En nuestro tempograma es muy importante que visibilicemos las horas dedicadas a la computadora para nuestras tareas, servicios apostólicos, comunicaciones por medio de las que, virtualmente, también realizamos el ministerio de la escucha y construimos el Reino. Pero también es preciso que contabilicemos los tiempos en los que estar frente a alguna pantalla es el camino elegido para "matar el tiempo", distraer el hastío o recurrir a la privacidad de la laptop para aislarnos de los lugares y tiempos comunes de la convivencia comunitaria. Lo cierto es que si nos encontramos cada vez menos, tendremos menos que comunicarnos.(8) Si queremos vivir la "profecía del diálogo" como germen de "comunidades nuevas de Vida Consagrada", como nos pide la CLAR, hemos de transitar el camino de la conversión pastoral cultivando la ascética y la mística de una convivencia fraterna y sororal cuidada, fruto del empeño y la determinación colectivas. Y esto nos pide una gestión del tiempo discernida a la luz de nuestra vocación a ser comunidades que comparten vida y fe con Jesús y son anuncio del Reino. Entrar en Betania En la casa de Betania (Lc 10, 38-42) Marta y María nos ofrecen pistas para reflexionar sobre cómo vivimos la cultura del encuentro y la profecía del diálogo en nuestras comunidades.(9) Marta recibe a Jesús en su casa y está atareada con el servicio propio de los quehaceres domésticos. Mientras tanto, María se pone a los pies de Jesús y escucha su palabra. Lo interesante es que se produce una situación en que Marta no le expresa directamente a María su reclamo, sino que se dirige a Jesús y entonces hace una doble recriminación. La una, para con la actitud de María; la otra, para Jesús por no tomar posición a su favor. Parece como si hubiera una dificultad en Marta para manifestar sencillamente a María su necesidad o su queja. Esto puede hablar también de nosotras/os en cuanto a la necesidad de cultivar otra forma de relacionarnos comunitariamente, de modo que, cuando llegue el momento de expresar una disidencia o una reclamación, podamos hacerlo con naturalidad y de un modo franco y directo. Por otra parte, en la respuesta de Jesús se hace evidente una llamada a Marta a no comparar su rol de ese momento con el de María y a resituar la percepción y la interpretación de la escena desde otro tugar: lo importante es que ambas, se sientan y estén centradas en El, que es quien da sentido, consistencia y alegría a cuanto hagamos. ¡Et Señor está atento y agradecido al modo de estar y hacer de cada una!(10) La "buena parte" es que nosotras/os estemos pendientes de sus labios para que nos haga partícipes del amor del Padre y de la presencia del Espíritu, para que nos hable de nuestras comunidades como "espacios teologales" en los que se revela el misterio de la mutua donación amorosa de la Trinidad (11) para que nos pueda revelar progresivamente su misterio pascual en nuestras vidas y en todas las realidades existenciales. Notas 1 Cf. CLAR, Plan Gobal 2012-2015, p. 18- 19, "Objetivo general y Líneas de acción" 2 Cf . http://www.diariopanorama.com/ sección/nacionates-16/et-emotivo mensaje-del-papa-a- los-devotos-de san- cayetano-a-152396. Consultado el 15 de setiembre de 2013 3 Cf. Zagmutt, Augusto; "Vínculos afectivos, mentes conectadas", Uqbar editores, Santiago de Chile, 2010, p 52-57 4 Cf. Arrieta, Lola, "Comunicación y comunión. La comunidad: mediación de encuentro y compromiso", in Revista Frontera Heguian, n. 12, Vitoria, 1996, pp. 23-55. 5 Cf. CLAR, Plan Global 2012-2015, p. 14, "Objetivo general". 6 Cf. Jubinville, Pedro CSSP Revista Testimonio, n. 246, julio-agosto 2011, pp. 50-51. 7 Cf. Benedetti, Mario, La vida ese paréntesis, Seix Barrat, 1998. 8 Cf. Martínez Díez, Felicísimo y López Legido, José Angel, "El ordenador y las nuevas tecnologías: una nueva frontera de la Vida Religiosa", in Revista Frontera-Heguian, n. 79, Vitoria, 2014, pp. 39-48. 9 Cf. CLAR, Plan Global 2A12-2015, pp. 1B-19, "Objetivo general y Líneas de acción". 10 Cf. López Villanueva, Mariola, "En casa de dos mujeres: diálogos, silencios e intercambios compasivos" in VVAA, He visto al que me ve, Soto Vareta, Carmen (ed), Editorial Verbo Divino, Estella, 2006, pp. 164-169 11 Cf. VC 71, 41-42, 46, NMI 43. PARA EVALUAR NUESTRAS RELACIONES EN COMUNIDAD De acuerdo con el significado que el hogar de Betania tuvo para Jesús, estamos invitados a: Ante tantos Lázaros heridos, en situación de muerte, víctimas de la injusticia, la marginación, el pecado, ponernos ante ellos y como Jesús ser mediación ante el padre “que siempre escucha”, fuente de Vida y de la Alegría. A ser las manos que necesita Jesús para quitar las vendas. A ser vulnerables ante quienes sufren, hasta que el corazón se rompa en lágrimas y se exprese en súplica confiada resucitadora de vida… A fortalecer la fe y la esperanza de quienes están desanimados y piensan que todo está perdido. A ser casa de hospitalidad y escucha, donde Jesucristo sea el centro de esa hospitalidad y esa escucha. A derrochar amor, servicio, compasión, solidaridad, tiempo, espacio, alegría, esperanza… A ser lugar teológico de descanso, como lo fue la casa de Betania para Jesús, donde quienes llegan a nuestra casa siente que le vuelve el alma al cuerpo, que respira ancho, porque percibe humanidad, calidez, comprensión, alivio. A ser lugar de paso, donde se toman fuerzas para vivir situaciones de Pascua, donde se ve la intimidad del encuentro con los amigos…Donde se fortalece la opción por vivir atravesados por la pasión de Cristo y de la Humanidad. A ser una Vida Religiosa “casa de los pobres” entendiendo en primer lugar que en ella habitan nuestras pobrezas personales, comunitarias, congregacionales; nuestra pequeñez bendecida y nuestra miseria enaltecida; pero también donde las pobrezas de nuestro mundo de la humanidad, tienen cabida y tocan nuestro estilo de vivirnos, de relacionarnos, de confrontarnos en nuestro seguimiento de Jesús. Que estos puntos nos sirvan para evaluar el estilo de nuestra vida comunitaria y de nuestra comunidad como casa abierta y escuela de humanidad. Hna. Berta Graciela Acero G