Acuña Domínguez L. Psiquiatria.com. 2013; 17:11. http://hdl.handle.net/10401/6176 Caso clínico Trastorno disociativo de trance y posesión en un caso de inmigración Lourdes Acuña Domínguez1*, María Morano Guillén2, Tomás Sánchez- Araña3 Resumen Presentamos una nota clínica en la que se pone de manifiesto que los estresores asociados a la inmigración pueden suponer un factor de riesgo para el desarrollo de enfermedad mental en general y para el trastorno disociativo de trance y posesión en particular. Palabras claves: Trastorno disociativo de trance y posesión, inmigración, psiquiatría transcultural. Abstract We present a case report in which it becomes clear that the stressors associated with immigration can be a risk factor for developing mental illness in general and dissociative trance disorder and possession in particular. Keywords: Dissociative trance disorder and possession, immigration, transcultural psychiatry. Recibido: 13/12/2012 – Aceptado: 03/01/2013 – Publicado: 11/03/2013 * Correspondencia: [email protected] 1 MIR Psiquiatría Hospital Universitario de Puerto Real (Cádiz). 2 PIR Psicología clínica Hospital Universitario de Jerez de La Frontera (Cádiz). 3 FEA Psiquiatría Hospital Universitario de Puerto Real (Cádiz). Psiquiatria.com – ISSN: 1137-3148 © 2013 Acuña Domínguez L, Morano Guillén M, Sánchez- Araña T. Acuña Domínguez L. Psiquiatria.com. 2013; 17:11 - http://hdl.handle.net/10401/6176 Introducción Los cambios sociodemográficos experimentados en los últimos años en nuestro país han evidenciado un intenso flujo inmigratorio. Esto ha dado lugar a la aparición de psicopatología condicionada por fenómenos asociados tradicionalmente a culturas diferentes a la nuestra (1). En este contexto la psiquiatría transcultural trata de entender el impacto de las diferencias socioculturales en la enfermedad mental, tanto a nivel de las manifestaciones psicopatológicas como en la forma de abordaje de la misma (2). Es sabido que el hecho de inmigrar es un factor de vulnerabilidad para la salud mental. Así en la historia reciente se ha descrito psicopatología que se ha relacionado en mayor o menor medida con el fenómeno de la inmigración y la variabilidad intercultural. Diferentes autores coinciden en que se trata de un problema de salud emergente en las sociedades más desarrolladas (3). En la actualidad la prevalencia de trastornos mentales entre los demandantes españoles de atención primaria es del 20%, mientras que entre los demandantes inmigrantes es ya del 50% (4). La Organización Mundial de la Salud, señala que los dos factores que contribuyen con mayor frecuencia al aumento de enfermedades mentales en el mundo son tanto los rápidos cambios en el ambiente como el inmenso número de gente que vive en situaciones de pobreza. En los inmigrantes Latinos se dan ambos factores, ya que muchos se mueven de un país a otro con la esperanza de mejorar su situación socioeconómica, y por ello se enfrentan a cambios bruscos tanto en el ambiente físico y económico como en el ámbito social, dejando atrás su tierra, país, costumbres y, en muchos casos, a sus familias y amigos (5). Las diferentes costumbres entre el país de origen y las españolas son un punto importante a tener en cuenta. Una de las particularidades de las culturas latinas, puesta de manifiesto en el caso clínico presentado, es la necesidad de mantener a la familia unida como un todo a pesar de que puedan existir problemas de violencia doméstica o abuso infantil. Entre las variables migratorias que pueden afectar a la salud mental se pueden destacar las siguientes: la edad del sujeto al emigrar, la duración del periodo migratorio, los motivos y circunstancias migratorias (dificultades lingüísticas, experiencia del viaje, compatriotas en el país huésped), los rasgos de personalidad, las diferencias y similitudes entre el origen y el destino, la actitud del emigrante hacia la cultura huésped y viceversa (3). En este proceso de adaptación a una nueva cultura se pueden originar cinco situaciones diferentes que modifican en sí mismas el abordaje médico en general y psiquiátrico en particular. Estas situaciones son (1): - integración: adquirir la cultura del país huésped sin perder la propia. - coexistencia (“su pequeño país dentro de otro”): manteniendo sus costumbres y relacionándose sólo con personas de su cultura de origen. - asimilación: la persona renuncia a su propia cultura y adquiere los usos y costumbres del país al que llega. - marginación: el inmigrante no es capaz de integrarse ni de mantener sus raíces. - rechazo: el propio inmigrante critica todo lo que le ofrece la nueva cultura y el país receptor rechaza asimismo al inmigrante. Además, el proceso de adaptación varía de una generación a otra. Debemos de tener en cuenta la existencia del conflicto intergeneracional, que afecta a la segunda generación de inmigrantes 2 Acuña Domínguez L. Psiquiatria.com. 2013; 17:11 - http://hdl.handle.net/10401/6176 (hijos de inmigrantes y nacidos en España) que están y estarán más integrados culturalmente hablando pero estarán más inadaptados socialmente y en conflicto frecuente con sus mayores. Tienen mayor riesgo de padecer trastornos mentales, ya que carecen del punto de referencia del país de origen y viven un choque importante de culturas: entre su casa y lo que ven en la calle y en el colegio. Será la tercera generación de inmigrantes la que comience a abandonar la sensación de sentirse extranjeros (6,7). Conocemos que los síndromes psiquiátricos mayores son fenomenológicamente universales pero su expresión clínica y patoplastia está primariamente determinada por factores culturales (2). Desde la perspectiva de la psicopatología uno de los cuadros que aparece con más frecuencia en los inmigrantes es la depresión. A la clínica depresiva habitualmente conocida (CIE-10) se añadirían nuevas formas de expresión de la psicopatología que tendrían que ver más específicamente con las tensiones características de la migración y con el estrés migratorio. Lo denominamos síndrome del inmigrante con estrés crónico y múltiple (“Síndrome de Ulises”). Se trata de una sintomatología depresiva con características atípicas en las que los síntomas de tipo depresivos se entremezclan con síntomas de tipo ansioso, somatomorfo y, en ocasiones, disociativo (8). Sobre las peculiaridades de los trastornos disociativos en inmigrantes, la mayoría de estudios refuerzan la idea de que la cultura ejerce una poderosa influencia en la conformación de presentación de síntomas y la determinación de las actitudes relacionadas con la salud. Se ha observado una mayor vulnerabilidad de la población inmigrante para desarrollar síntomas disociativos más severos ante estresores objetivamente menores, incluso muchos años después de que los inmigrantes hayan llegado al nuevo lugar de residencia. El perfil neuropsicológico de este tipo de pacientes revela características comunes: limitada flexibilidad en el funcionamiento ejecutivo y dificultades en el procesamiento emocional (9). Caso clínico Presentamos un caso de un paciente de 18 años que ingresa en la Unidad de Salud Mental Hospitalaria de forma voluntaria tras presentar un aparente episodio de desvanecimiento seguido de conductas disruptivas en el medio familiar (ruptura de mobiliario en el domicilio). Se trata de un paciente sin antecedentes somáticos de interés. Como antecedentes psiquiátricos a destacar, el paciente había acudido a una primera cita en su USMC de referencia un mes antes de los hechos que motivaron su hospitalización. La causa de la consulta ambulatoria era de similares características al motivo de ingreso (aparente pérdida de conciencia y desconexión del medio seguida de heteroagresividad hacia los objetos y posteriormente amnesia parcial de lo ocurrido). Entre sus hábitos tóxicos destacaban el consumo de mate de coca y alcohol desde los 16 años de una forma habitual y en un contexto sociocultural propio de su país de origen. Abandona este consumo desde que reside en España, 6 meses antes de su ingreso. Como antecedentes familiares cabe mencionar padre alcohólico. La psicobiografía del paciente está muy marcada por los aspectos culturales. Natural de Bolivia. El segundo de una fratria de tres hermanos. Emigra a España en Noviembre de 2010, acompañado de su hermana menor de 16 años, y ambos se instalan en el domicilio materno. Su madre reside en Andalucía desde hace 5 años, trabajando como empleada del hogar. Su hermano mayor, de 23 años, permanece en Bolivia con su padre. 3 Acuña Domínguez L. Psiquiatria.com. 2013; 17:11 - http://hdl.handle.net/10401/6176 Realizó estudios de bachillerato en su país. Desde su llegada a España desempleado laboralmente, pendiente de realizar un curso de Informática. Según refiere el paciente antecedentes de malos tratos parentales en el contexto de un alcoholismo. Estos se agravan una vez que su madre emigra a España y él se queda en Bolivia al cuidado de su padre. El día de su hospitalización, su madre avisa a los Servicios de Emergencias, tras presenciar un episodio de “desmayo” seguido de conductas disruptivas en el domicilio, tales como volcar la cama, golpear muebles, arrojar sillas… Tanto el paciente como su madre relatan un cuadro consistente en desconexión del medio desde hace aproximadamente un año; son episodios de caídas al suelo, sin pérdida del control de esfínteres, de entre 30 y 120 minutos de duración (según refiere) que suelen aparecer al caer la noche, cuando empieza a presentar intensa inquietud psicomotriz, llegando a la agitación y rompiendo todo cuanto encuentra a su paso (la madre y la hermana tienen que sujetarlo) y con una amnesia posterior de lo ocurrido. Intercrisis, y de forma más intensa durante los periodos de agitación, aparecían alucinaciones visuales y auditivas. Refería que podía ver y comunicarse con personas fallecidas que le hablaban. Hay cierto arraigamiento familiar, mediatizado por el contexto sociocultural de origen, a temas mágico-esotéricos. Asimismo verbalizaba sentimientos de posesión por fuerzas sobrenaturales, que achacaba a espíritus del más allá, y de heautoscopia (sentía como si estuvieran entrando en su cuerpo y él a su vez se veía desde fuera). Refiere que estos episodios van incrementando en frecuencia y también se acompañan de cefalea y en alguna ocasión de cuadros de epistaxis autolimitados. A la exploración durante su ingreso se muestra consciente, orientado en las 3 esferas, abordable y colaborador. Normoquinético, normopsíquico y normolálico. Impresiona de sugestionable y de cierta inmadurez afectiva. Discurso con cierto tinte victimista con “belle indeference”. Se pone de manifiesto un pensamiento mágico-primitivo (creencias en la brujería, fenómenos paranormales…). Se objetiva escasa consistencia de los fenómenos alucinatorios que lo expresa con escasa/nula resonancia afectiva. Refiere fenómenos de despersonalización y de posesión: “A veces noto como si espíritus entraran dentro de mí y me siento extraño, como si no fuera yo” (sic). Ambivalente respecto a la figura de sus padres, así como de su estancia en España. Refiere ánimo bajo desde su traslado a este país. Ocasionalmente ideas pasivas de muerte. Sentimientos de culpa, minusvalía y rabia en relación con los sucesos biográficos. Quejas somáticas tales como disfagia, náuseas, cefaleas…Expresa en reiteradas ocasiones temor a “tener algo malo en la cabeza” por las palizas recibidas de su padre. Dificultad para conciliar el sueño. Durante el ingreso, se realizan pruebas complementarias para descartar proceso orgánico tales como tóxicos en orina, que resultaron ser negativos, EEG dentro de los parámetros normales y RMN en la que se objetiva una pequeña imagen hiperintensa, subcortical, parietal izquierda de aspecto inespecífico. Se consulta esto último con Neurología que no considera relevante el hallazgo ni que justifique el cuadro por el que ingresa. A lo largo de su ingreso, que dura unos 8 días, la evolución es favorable, y refiere mejoría clínica en la medida en que no se han repetido estos episodios, existe también una regulación del sueño. El paciente fue diagnosticado al alta de trastorno disociativo de trance y posesión (CIE-10, F44.3). Se le pauta tratamiento con antipsicóticos a bajas dosis y benzodiacepinas con propiedades anticonvulsivantes. Es remitido de nuevo a su USMC de referencia para continuar seguimiento. 4 Acuña Domínguez L. Psiquiatria.com. 2013; 17:11 - http://hdl.handle.net/10401/6176 Discusión Los trastornos disociativos consisten en una alteración de las funciones integradoras de la conciencia, la identidad, la memoria y la percepción del entorno. Esta alteración puede ser repentina o gradual, transitoria o crónica (10). Según la CIE -10 entre los trastornos disociativos (de conversión) se incluyen distintos síndromes entre los que se encuentra la amnesia disociativa, la fuga disociativa, el estupor disociativo, los trastornos de trance y posesión, el trastornos disociativo de la motilidad, las convulsiones disociativas, las anestesias sensoriales disociativas y otros como el síndrome de Ganser y la personalidad múltiple (CIE-10). Concretamente, los trastornos de trance y posesión (F44.3) se caracterizan por una pérdida temporal del sentido de la identidad personal y un estrechamiento del campo de la conciencia. En algunos casos el enfermo actúa como poseído por otra persona, espíritu, deidad o "fuerza". La atención se focaliza en estímulos muy concretos y la conciencia puede limitarse al entorno inmediato. A menudo se presenta un pequeño pero reiterado conjunto de movimientos, posturas y manifestaciones expresivas. Se incluyen aquí sólo aquellos estados de trance que son involuntarios o no deseados, que interfieren en la actividad cotidiana porque tienen lugar al margen (o son una prolongación de) ceremonias religiosas o culturales aceptadas (11). El cuadro también se ha definido como un episodio único o de aparición periódica a través del tiempo con alteración de la conciencia, la identidad o la memoria, considerado propio de ciertos lugares o culturas concretas (Doctor Julio Fernández). En un estudio donde se revisaron 402 casos, se ha observado amnesia en un 20% de los pacientes y síntomas alucinatorios en un 56% (12). Por otro lado, existen evidencias sólidas de la relación entre el trauma en la infancia y la disociación. El trauma en la infancia se asocia con cifras más altas de depresión y disociación y está relacionado con una tendencia a considerar las voces alucinatorias auditivas como malévolas como parece ser el caso que nos atañe. Con respecto al diagnóstico diferencial del estado de trance o posesión, cabe decir que habría que distinguirlo de un trastorno psicótico (se incluye el trastorno del estado de ánimo con síntomas psicóticos y el trastorno psicótico breve) o de un trastorno de identidad disociativo, y no se debe a los efectos fisiológicos directos de una sustancia o de una enfermedad médica. El propio trastorno disociativo puede remedar la forma de una psicosis y llevar a confusión. Las "psicosis histéricas", en términos de psicopatología clásica francesa (13) serían cuadros caracterizados por la eclosión súbita de un delirio transitorio, generalmente polimorfo en sus temas y manifestaciones. Clasificaciones más actuales, como el DSM IV, hablan de Trastorno psicótico breve, cuyo diagnóstico se aplica en el caso de cuadros psicóticos que duran como mínimo un día, pero menos de un mes, y que no se explicarían mejor bajo el epígrafe de otros trastornos mencionados en el Criterio C (en especial Trastornos del estado de ánimo). El episodio se caracteriza a menudo por la presencia de sintomatología florida que se acompaña de confusión y descontrol emocional y suelen precederse de un desencadenante, denominándose psicosis reactiva breve. Para Henri Ey (14) destacarían el comienzo brusco, la experiencia delirante intensamente vivenciada, la oscilación del cuadro clínico en un breve espacio de tiempo, el carácter perceptivo e intuitivo de la experiencia delirante o el "fondo tímico" de exaltación o angustia de la vivencia delirante. Normalmente el final de este cuadro clínico es brusco, después de algunos días o semanas (excepcionalmente meses). Según Magnan (15), no tiene consecuencias ni deja tras sí secuelas o complicaciones mentales aunque esta regla, como 5 Acuña Domínguez L. Psiquiatria.com. 2013; 17:11 - http://hdl.handle.net/10401/6176 era de esperar, admite numerosas excepciones. La mala respuesta al tratamiento, la duración del cuadro clínico o la sistematización del delirio serían factores de mal pronóstico. Por la similitud en la clínica que presentan, también habría que distinguir el trastorno de trance y posesión de las convulsiones disociativas y a nivel orgánico de la epilepsia. Las convulsiones disociativas (F44.5) pueden imitar en los movimientos a los ataques epilépticos, pero en estas la mordedura de la lengua, las contusiones debidas a las caídas y la incontinencia de orina son raras, no existe pérdida de conciencia, sólo si acaso un estado de estupor. Ciertos comportamientos, como los giros de la cabeza de lado a lado, los movimientos amplios y asimétricos de sacudidas de las extremidades, los movimientos de agitación de las 4 extremidades sin pérdida de conocimiento, los movimientos de empuje de la pelvis y el gritar o hablar durante el episodio se asocian más frecuentemente a las convulsiones psicógenas que a las epilépticas. Los movimientos no suelen ser estereotipados y con el paso del tiempo se van haciendo más complejos. Las convulsiones psicógenas suelen durar más que las epilépticas y aparecer y desaparecer en minutos u horas y no suele existir un periodo postcrítico tras el episodio. A menudo están precipitadas por situaciones que suponen un estrés emocional y normalmente ocurren en vigilia y en presencia de testigos. Sin embargo, en ocasiones resulta difícil realizar la distinción basándose sólo en datos clínicos. El diagnóstico de convulsiones psicógenas no excluye un diagnóstico concurrente de epilepsia ya que con frecuencia ambos coexisten (16). Volviendo a nuestra nota clínica, podemos apuntar que las características y criterios de los trastornos disociativos, y más concretamente del trastorno de trance y posesión, coinciden en gran parte con los síntomas manifestados por el paciente (aparente pérdida de conciencia, las conductas heteroagresivas son vividas por el paciente como egodistónicas y no voluntarias, amnesia del episodio, fenómenos alucinatorios, aparición periódica del episodio y atribución de la sintomatología a entidades mágicas). Finalmente señalar que aunque el “duelo migratorio” puede ser la base sobre la que se desarrollen enfermedades mentales graves, hemos de estar especialmente atentos a no medicalizar reacciones vivenciales normales. Los modelos de atención a las enfermedades psiquiátricas de la población inmigrante deben desarrollarse integrados en los modelos generales de atención sanitaria. La creación de recursos específicos no suficientemente contrastados en nuestro ambiente y con las características de la población inmigrante que atendemos constituiría un riesgo y un coste no justificado, fundamentalmente de asimilar como problemas sanitarios situaciones cuyo origen y solución están en el ámbito de lo social y de potenciar la resistencia y marginación frente a la integración y asimilación entre culturas. Podemos concluir que es necesario integrar la problemática transcultural en la evaluación y el tratamiento en salud mental, así como la progresiva sensibilización de los profesionales en temas culturales y de inmigración, en programas y recursos específicos (3). 6 Acuña Domínguez L. Psiquiatria.com. 2013; 17:11 - http://hdl.handle.net/10401/6176 Referencias 1. Mora Mínguez F. Psiquiatría e inmigración. 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Psiquiatria.com [Internet]. 2013 [citado 11 Mar 2013];17:11. Disponible en: http://hdl.handle.net/10401/6176 8