EL AMOR EN C A T U L O, LOS T I B U L O POETAS y LATINOS P R OPERCIO (Lectura en la Academia de la Lengua) A Da r ío Echan día, cordialmen te. Quiso la Academia de la Lengua que el último de sus miembros, descabalado de los dones del ingenio y de la ciencia, escribiese sobre el tema que él excogitase para dilucidarlo en la lectura que corre ponde a este mes, y así fue como, buscando un vagar en medio a ocupaciones que casi no me dan tiempo de reposo, acepté tan honroso encargo y decidí entrarme por los campos de la literatura latina para espigar en ellos lo azonados frutos con que pasa dos m6s de mil novecientos años nos obsequian los poetas del gran siglo de Roma, y, entre ellos, Catulo, Tibulo y Propercio. Habiendo vivido éstos vida regalona y cortesana, como buenos paganos, me pareció que daría amplio lugar a la disertación literarh seguirles en sus gustos y aficiones con el tema del amor en que fueron señalados maestros, Catulo cantando sus querellas en versos apaFlionados que inspiraron al gran mantuano para el libro IV de su Eneida, Tibulo llorando en s u laúd tiernas penas de amor y Propercio exprel:!ando en elegantísimas estrofas todo el entusiasmo del corazón. ¿ Podía encontrar asunto más aquilatado que el del amor para un ensayo en las amenas letras? El amor impera suavemente en nosotros, 110S anima, seduce y acompaña, para valerme de la frase de Saavedra Fajardo, "desde los primeros hasta los últimos suspiros." Nace el niño y con el primer vagido le arrulla y acaricia y contempla sonriente la madre que le trajo a la vida; rapazuelo, unos ojos le siguel l , una mano le conduce, una sombra le cobija; hombre ya, se dilata esa sombra bienhechora y fuéra de las lindes del hogar en que pasó la infancia y la mocedad bu ca las dádivas de la amistad que consuela, como si alejado del recinto en que durmió el primer sueño quisiese reemplazar los afectos familiares conversando con amigos que le solacen y cautiven, mientrad aparece en el horizonte la estrella de Venus Citerea mirándole con plácidos ojos que le enhechizan, y una mujer le conversa al oído con palabras cariciosas y le abraza y le muestra el alcázar de la alegría, y un sol nace luégo en el hogar, hasta que fatigado de caminar y alcanzado el último mesón de la jornada, se recuesta en el lecho rodeado de los parientes y allegados para darles el último vale que se dn en este mundo y para recibir, por dicha ine · narrable, la final palabra de amor y caridad que pronuncia la Divina Misericordia en labio'! del sacerdote que bendice y perdona. Si todo en la vida es amor, desde el llanto y la sonrisa de la cuna hasta la postrera congoja, si aquellos an343 ©Biblioteca Nacional de Colombia Senderos ti'nlOs sintieron las ternuras y finezas del amor como pocos lo han experimentado, razón será que empiece diciendo en qué manera se vieron :-;ometidos a su imperio y señorío. Y como son hes los poetas cuyo amor voy a exponer, empezaré por Catlllo, el enamorado veronéR. CATULO Cayo Valel'io Catulo, el amigo de Cicerón y (le COl'l1elio Nepote, el que cantó en versos nc admirable bellezl1 el epitalamio de J lllia y Manlio en el c118l el fogoso hijo de Urania llev8 la<: \'írgeneR, caminando suavemente y orladas la!'\ frentes con coronas de flores olorosas, seme,iante<; a la diosa de Idalia, al tálamo nupcial; el (jue consideró entre los dioses del Olimpo al del amor como el más digno de la pleitesía quP deben tributarle los hombres; el que dijo que serían más fáciles de numerar las arenas de la abrasada Libia o los astros que brillan en el cielo que las caricias de los amantes; aquel que a la hora de Véspero se preparaba de continuo al sacrificio triunfante que habría de teñir con s2ngre los pétalos de los jacintos, había bebido en las copa" de Safo un filtro encantado, tan propicio al goce brutal de los Rentidos como al yeneno que pasa dulcemente matando pI alma. He mentaclo a Safo, la poetisa griega, porqllP en esa fuente hebió Catulo su inspiración mor· bosa, según lo revelan todos sus ver os y en especial aquellos a la amada Leshia que disfrazó a Clodia, hija de Metelo Céler, como atestigua Apuleyo. En esa oela a Lesbia se siente el apasionado ardor y sensualidad de la famoRa musa de Lesbos. Sentado a su vera y viéndola sonreír cariñosamente le parece igual a un dioR, y aun agrega que, sí vale decirlo, supera a los mismos dioses: embelesado con su pre:-;encia y enlabiado con sus amables palabra"l, mísero de él que va perdiendo el uso de todos los sentidos porque habiéndola mirado nada hay que pueda hallarse sobre él y que sea paJ'te a distraerle de los goces y alegrías del amor, pues adviene entonces que se le entorpece la lengua, y un fuego abrasador consume su~ arterias, y un sordo rumor discurre en sus oldos, y las lumbres de sus ojos se apagan en las sombras de la noche. Ille mihi par esse Deo vide tUl', rIle, si fas est, superare Divos, Qui sedens adversus identidem te specta(, et audit Dulce ridentem, misero quod onmes Eripit sellSUS mihi: llam simul te. LeEbia, adspexi, nihil est super mi. Lingua sfd lorpet: tennuis sub artus Flamma dimanat: sonitu suopte Tintil1'ant aures: gemil1a teguntur Lumina nocte. (Cat.-Ad Lesbiam.-Lll Razón era que se le entorpeciesen la s palab1'3f'. pues en sentir de Fray Luis de León que s(~ refie)'~ a amores espirituales y altísimos, "('1 ardor demasiado del ánimo traba la lengua y demedia las palabra" y razoneR." (1) Vuelt,) en sí del desmayo que HSÍ trabaja SUil fuerza,,; como si quisiese matarle, recuerda que se halla cerca a su amada, a la cual le dice' vivamoR y amemos, Lesbia mía, sin tener cuenta C011 las hablillas de 10R n.ncianos, severo" l:atones, las cuales debemos e timar como si fuesen nonada, que si los soles "an muriendo para renacer cada mañana y a nosotros nos fallece la breve luz ele este mundo, habremos de dormir la noche eterna deleitosamente unidos. Vivamu::" m€a Lesbia, atque amemus, Rumoresque senun severiorum Omnes unius aestimemus assis. Soles occiclere ct reclire p~ssunt: Nobis. quum semel occidit brevis lux. Nox cst perpetna una dormienda. (Ad Lesbiam.-V.) i. Qué mujPl' pudo Her tan amaela de su eRpo:-;o como 10 has sido por mí, Lesbia mía'? Nunca 10 ~llSUl 1'a al oído, ha Hielo tan religiosamente guardada la fe a la palabra empeñada como he guardado yo tu amor. Nulla potest mulier tantum se dicere amatam Vel'e, quantum a me, Lesbi:¡., amata, mea es. Nulla fides ullo fuit unquam foedere tanta, Quanta in amore tuo ex parte reperta mea est. (Ad Lesbian.-LXXV-) Suelen decirse los amantes que eiltán embelefía dos con el amor palabras ternísimas que brotan espontáneamente del corazón después de pasar por la alquitara del entendimiento, el cual, de tal manera se sutiliza y adelgaza que busca imágenes en los predios de la fcmtasía (l)-R.-Traducción del Libro de los Cantares. 344 ©Biblioteca Nacional de Colombia SenderO ~3 para expresar los conceptos que más puedan aplicarse al ser amado, a quien se le llama aho · 1'a de una manera, ahora de otra, pero siempre con encarecimientos y comparaciones que van a las parejas con la más enfiebrecida exaltación de los poetas. Allí es ver el sol, la luna y las estrellas, los prados verdeantes, los jardines floridos, los pájaros cantores, las fuentes, los ríos, las conchas y las perlas, los diamantes .'f otras piedras preciosas, el oro y demás metales ricos escondido::> en el seno de la tierra y todo cuanto tiene luz y perfumes y armonías y gracias y donaires, que eso será poco para los símiles que hallan fácilmente los amartelados, a los cuales ni los bienes sacian, ni los peligros azozobran, ni los ,Tientos contrastan, ni las calamidades abaten, puestos y dedicados corno están solamente a los goces volandero" y huidizos de la hora presente. De esa suerte pasan los días y son las horas, en medio a los dolores de esta vida caduca y trabajosa, apacibles y tranquilas lo que no puede encarecerse bastante. Así lo sintió Catulo cuando llamaba a Lesbia su luz, más cara que sus ojos y que él mismo a su corazón y por la cual le era grata la existencia y dulce más que los panales de mieles del Himeto . Ambobus mihi quae carior est oculis. . CAd quemdam de Lesbia.-GIV - ) ... mihi quae me cariar ipso est, Lux mea; qua viva vivere dulce mihi esto CAd Manlium.-LXVIII-l Ama el hombre a la mujer por diversos aspectos: quién por trasunto de la belleza y la hermosura; quién porque busca en ella un refugio en momentos en que sopla desatado el aquiJón de la desgracia; quién porque encuentra en su nido de caricias, almo seno de los placeres más nobles, bálsamo que se derrama sobre nuestraa penas y heridas sanándolas; quién por graciosa o por diRcreta. Amaba Catulo a Lesbia porque los ojos de su amad le hacían ver en ella todas las perfecciones reunida. . Comparándola con Quincia, que en opinión de muchos era hermosa, blanca, esbelta y airosa, hallaba que le faltaban a ésta la gracia y la sal, mientras que Lesbia daba quince y raya en atractivos a la' más bellas hijas de Venus, puesto que era sobremodo hermosa. Quintia formosa est multi5: mihi candida, longa, Recta est. Hoc ego: sic singula confiteor. TotUll1 illud formosa, nego: nam nulla venustas, Nulla in tam magno est corpore mica salís. Lesbia formosa est: quae quum pulcherrima tota est, Tum omnibus una :mnes surripuit veneres. tDe Quintia et Lesbia .-LXXXVID ¿ Sería dmadera su felicidad al lado de aquellh muj er atracti':a, amable como la encantador:'\. Circe o como Alcina , qu e le prometía un amo" consümte? Rogaba Catulo a los dioses que esas promesas no salieran de los labios únicamente, sino del corazón, para que pudieran ambos conservar toda la vida indestructible el vínculo de la santa amistad. Jucunjum, mea vita, mihi proponis amoron Hunc l10strum inter nos, perpetuumque fore. Di magni, facite, ut vere pl'cmittere possit ; Atque id sincere dicat et ex animo ; Ut liceat nobis tota pl'oducere vi t a Aeternum hoc sanctae fo edus amicitiae. (Ad Lesbian.- CIX ) Si quer ía Catulo que Lesbia fuese fiel a su amor, temía la inconstancla. del corazón femenino. asunto nunca agotado por incontables escritores de todas las literaturas del mundo. Quéjanse en la nuéstra los que nanan sus amores en las páginas del Romancero, los que discurren en la "Cárcel de Amor", los caba lleros que pasan, ahora enfierecidos, ahora galantes por los libros de caballerías, los guerreros que acuden a las batallas y encuentros y a las justas y torneos de las "Guerras Civiles de Granada", los personajes que conversan en el "Libro de Buen Amor", los pastores de la "Diana" de Montemayor, de la "Diana enamorada" y de "La Galatea", el Luzmán qu e refiere armoniosamente sus pesares en la "Selva de Aventul'as", los que dialogan en la escena de nuestro gran teatro castellano, los que hacen del mundo vasto campo de picardías en el "Lazarillo", el "Escudero Marcos de Obregón", el "Guzmán de Alfarache", el "Buscón don Pablos" o el "Bachiller Trapaza", los que acuitados deploran desvíos de sus damas en libros innumerables y, finalmente, todos cuantos en la historhl. o en la fábula, en el teatro o en la novela o la poesía trataron de propósito o por caso del amor. Juraba Lesbia que no amaría a otro que a Catulo, siquiera pidiese sus favores al'rodüJado 345 ©Biblioteca Nacional de Colombia Senderos el mismo Júpiter; pero el poeta sabía que lo que dicen en ocasiones las mujeres qUe no tienen un corazón puro a sus amantes es como 1;i lo escribiesen en el viento o en el agua. ... sed mulier cupido quod dicit amanti, In vento, et rapida scribere oportet aqua. (De inconstal1'tia foemin'ei amoris.-LXXI Entonces, cuando Lesbia pronunciaba juramentos de amor, aseveraba que a ningún otro querría si no fuese a su Catulo, ni aun al p"Opio Júpiter que la requebrase de amores. Amábala Catulo, no ya con aquel amor vulgar que algunos tienen a la amiga, sino con el cariño entrañoso con que un padre mira a sus hijos; pero acababa de conocerla, sabía que le trai· cionaba y aunque encendido en amor, ya no la miraba como antaño solía, porque representándosele tamaña injuria, si pudo amarla más se vio obligado a quererla menos. Dicebas quondam, solum te nosse Catullum, Lesbia; nec prae me velJe tener e Jovem. Dilexi tum te, non lantum ut volgus amicam, Sed pater ut gnatos diligit et generoso Nunc te cognovi: quare, etsi impen5ius uror, Multo mi tamen es vilior et levior. ¿Qui potis est? inquis. Quod amantem injuria talis Cogit amare magis, sed bene velle minus. (Ad Lesb.-LXXIl) He traducido literalmente este último verso del poeta porque tiene inmenso valor para sondear su alma, para penetrar en su sicología y para comprender cuán grande fue el hombre que abrigó aquel corazón apasionado y noble. Comprendemos por estos versos que una lucha terrible se empeñaba en ese Etna ardiente: la tiranía de un amor desapoderado e irresistible apenas le dejaba ver las faltas de Lesbia, pero atado, como Prometeo, a la roca de su impotencia para librarse del yugo fatal, trataba de olvidarlas y aun perdonarlas sin cerrar los ojos al tierno mirar de los que le fascinaban y traían embelesado, y así disculpaba sus traiciones con el recuerdo de la paciencia dp Juno, la mayor de las diosas, ante las muchas infidelidades que ~ hurto le cometía su augusto esposo. Un día en que arreciaban los vientos de la tempestad en aquella alma pretendió marcharse a lejanas tierras para cal- mar las ansias que le atosigaban: pensó viajar hasta los más apartados términos de la India, donde se azotan con eco resonante los tumbos del mar, recorrer la Hircania y la sensual Arabia, el país de los Scitas y el de los flechadores Partos, o las riberas del Nilo que colora con sus siete bocas el Mediterráneo, es·· calar las altas cimas de los Alpes, visitar los campos en que demoran los trofeos de César el grande, el Rin de la vieja Galia y los salvajes britanos. Al emprender el viaje a esas extremas comarcas pedía a sus amigos le dijesen a Lesbia que viviese con el cortejo de sus trescientos amantes, los abrazase y se holgase con ellos, sin amar verdaderamente a ninguno, para ruina y perdición de todos. Que no espere como antes, les decía a sus amigos Furio y Aurelio, un amor que murió por su culpa y su perfidia, bien así como muere o se tron cha la flor del prado verdegay al pasar sobre ella la reja del arado. Cum suis vivat valeatQue moechis, Quos símul complexa tenet trecentos, Nullum amans vere, sed identidem omnium lila rumpens. Nec meum respectet, ut ante, amorem, Qui illius culpa cecidit: velut prati mtiml f1os, praetereunte postquam Tactus aratro esto (Ad Furium et Aw·elium.-Xl) ¡Bella comparaClOn la de estos versos finales: Otro hubiera sido que él le estallara la ira del pecho e impelido por el concepto de la honra hundiera en el corazón del injusto agresor la hoja del acero hasta los gavilanes. Pero eran tantos los amantes de Lesbia y ésta, no su mujer legítima, sino una cortesana, y él hombre tierno, más hecho a las caricias del amor quP. al choque de las armas! En esos versos está de cuerpo entero Catulo, pues prefiere la pa · labra gentil, noble y generosa que sale de un corazón semejante al de una mujer, alodio y a la ira que abrigan otros hombres. Gran amor el que muere como la flor del valle segada por la reja del arado para que nos veamos obligados a respetarle y cubrirle de flores! Mientras tanto Lesbia, aquella Lesbia a quien amó el poeta más que a sí mismo y a sus parientes y amigos, arrojaba su dignidad por los lupanares y hasta en los cuadrivios y eH 346 ©Biblioteca Nacional de Colombia Senderos las callejuelas sin salida, para el placer de los disolutos descendientes de Remo. Ipse valere opto, et t:etrum hunc deponere morbum. o Di, reddite mi hcc pro pie tate mea. CAd se ipsum.-LXXVn Nunc in quadriviis et angiportis Glubit magnanimos Remi nepotes. (Ad Coelium de Lesb.-LVIlL-' Torpezas tales hubieran bastado para lanzar la infame a los profundos silos del olvido; sino que Catulo, cruelmente atormentado por el amor e incapaz de arrancarlo de su pecho profiere entonces el epifonema admirable que ha recorrido el mundo "por cuantos son los climas y los mares", en labios de amantes infortunados: odio y amo a un mismo tiempo sin poder explicar cómo acibaran mi vida sentimientos tan encontrados; pero siento el amor y el odio y ambos son acicate de mi dolor. O j i et amo. Quare id faclam , fortas5e requiris. Ncscio : Fecl fieri sentio et excrucior. (De amore suo.-LXXXVI) Un día en que se hallaba el poeta conversan · do consigo a sus solas en la más recóndita cámara de su castillo interior, se le representaron como a la voz de un llamamiento todas sus penas y alegrías: su amor, sus cuidados y finezas, sus goces y entusiasmos, al par que 10'3 juramentos de la amada y las traiciones e in fidelidades que le cometía. Después de un reñido combate con sus más íntimos afectos decidió luégo deponer su viejo amor a costa de cualquier sacrificio para conquistar la paz del espíritu, así le cercasen y acometiesen osados enemigos, y extendiendo los brazos exoran tes a los dioses del Olimpo les pidió ahincadamente le librasen de aquel mal de corazón que circulaba por sus venas envenenándole y apartando del alma la divina leticia. N o busco ya que la ingrata me ame, rogaba, y menos aún que sea fiel y pudorosa, porque eso no puede acaecer, sino que convalezca de este negro mal que me acompaña, lo cual os pido, oh dioses, me otorguéis por piedad. o Di, si vostrum est misereri aut si quibus unquam Extrema jam ipsa in morte tulistis opem; Me miserum adspicite, et si vitam puriter egi, Eripite hanc pest-em perniciemque mihi, Quae mihi subrepens irnos, ut torpor, in artus, Expulit ex omni pectore Jaetitias. Nc·n jam illud quaero, contra ut m e diligat illa, Aut, quod non potis est , esse pudica velit, Hé aquí el amor de Catulo. Si los dioses le oyeron y si curaron o no la grave enfermedad de que adolecía, es cosa que aún está por averiguar, aunque no es aventurado decir que con ese mal le enterraron. Habría de poner aquí punto final a esta disertación sobre el amor de Catulo si no fuese porque habiéndome sugerido en esta AcademÍit el exquisito y .castigado poeta y prosista dor. Luis María Mora que al tratar de los amores de Catulo recordase el libro IV de la Eneida, ofrecí satisfacer con mucho gusto los deseos de tan docto académico, con tanto mayor razón para mí cuanto creo que debió el mantuano su inspiración sobre ese asunto al insigne hijo de Verona, el cual dio a la literatura universal , en su famoso epitalamio de Peleo y Tetis, una de las joyas más preciosas con que se enga · lanan las musas antiguas. Dice, pues, la leyenda que fue un tiempo en que una gloriosa falange de heroicos mancebos, la flor, la nata y la espuma de la juventud argiva, como deseasen adquirir el vellocino de oro, se hicieron osados a la mar en una nave ligera que volaba al impulso de los remos y qu<.' fue la primera que surcó las aún vírgenes ondas de Anfitrite. Bogaban los héroes en la mal' huracanada dejando a su paso blancos cenda· les de espumas, cuando surgieron del fondo del abismo las Nereidas que se pusieron a admirar seguidamente la extraña visión. Fue aquélla la única y la última vez que pudieron contemplar ojos mortales los desnudos cuerpos de las ninfas marinas. Encendido Peleo en el amor de una de ellas, nombrada Tetis, que no despreció como diosa a un simple mortal, se concierta su feliz himeneo con consentimiento y aplauso de su padre, cuando hé aquí que pasado algún tiempo amanece el deseado día y toda la Tesalia se congrega en el palacio donde van a efectuarse las bodas. Numerosos y alegres invitados que llevan valiosos presentes y a los cuales les retoza el gozo en el rostro, llenan las salas del palacio; todos los habitantes de Scyros, del riente valle 347 ©Biblioteca Nacional de Colombia Sendero') de Tempe, de Cranón y los que habitan dentro de las murallas de Larisa abandonan sus moradas, que quedan desiertas, y van a Farsalia; nadie cultiva los campos, los bueyes no someten al yugo su cerviz, no se limpian los viñedos de cizañas, ni se aran lo campos, pues las rejas de los arados están tomadas de orín, y tampoco se rozan los barbechos. Mientras tanto resplandecen por doquiera, en las opulentas y regias sala del palacio, el oro fino y la rica argentería; luce el marfil en los sillones; brillan vasos preciosos en las mesas y tocios los ojos se recrean viendo los espléndi · dos tesoros de aquella casa que se atavía con pompa real. En medio de las estancias se encuentra el lecho nupcial de la diosa cuidadosamente pulido y arreado con mantos de pÚl'pUl'a de Tiro bordados con arte maravilloso que ostentan en antiguas figuras las costumbres de los hombres de antaño y las maravillosas hazañas de los héroes. Entre aquellos paños bordados hay uno que representa a Ariadna en el momento en que, poseída de indómito furor, contempla desde la ribera que se van alejando por las ondas resonantes las rápidas naves de Teseo, su prometido. Abandonada po r éste en una playa desierta, apenas libertadr: ele las falaces ombras del sueño, le parece que es mentira lo que está viendo, que es a Teseo huyendo ligero a todo el impulso de los remos con sus promesas desvanecidas en los viento,> aborrascados del mar. Petrificada como la e tatua de una Bacante, . in la redecilla que retenía sus blondos cabellos, ni la clámide que velaba su seno, ni el sostén de sus redondos y mellizos pechos, libre ele todas la vestiduras que han caído a sus pies y se convierten ahora en juguete de las ondas, llena de lágrimas mira Ariadna alejars,-, al fementido y perjuro Teseo, en tanto que el alma de la diosa se mece sobre las grandes ola'! de las contradicciones y amarguras. Nada le importan entonces su redecilla de oro, ni las prendas y vestidos que flotan a merced del mar, si con la mente perdida en Teseo es a él a quien invoca con toda el alma y con todo el corazón. ¿ Puede darse algo más bello que estos verSOd que pintan a Ariadna apenas despertada del s ueño en los momentos en que observa que ya no está su amante a su lado? Presurosa corr~ a orillas del mar, tibio su cuerpo todavía, y temblorosa de emoción, de tristeza y de cólera, queda inmóvil como una Bacante, desnuda, con la túnica y demás prendas acariciadas por las ,ondinas, sin tener cuenta con el pudor, porque en esos instantes sólo ve y siente la perfidia del que huye en rápida nave dejándola a sola~ con s u amargura y su dolor. Con razón dice Naudet que esa imagen es verdaderamente digna del pincel de Miguel Angel (1). Por mi parte me resisto a creer que haya un cuadro máR beilo en la literatura moderna. Por eso no puedo dejar el placer que voy a sentir recitando ante vosotros los versos que encierran tan her .. moso episodio, en la purísima lengua del Lacio. Quem procul ex alga moestis Minois ocellis, Saxea ut effigies bacchantis pl'ospieit Evoe; Prospleit, et magnis eUl'arum fluetuat undis, Non flavo l'etinens subtilem vel'tiee mitram , NO:l eonteeta levi velatum peetus amietu, NOll tel'eti strophio luetantes vineta papillas; Omnia quae Loto delapsa e corpore passim lpsius ante pedes fluetus salis alludebant. Sed neque tum mitrae, neque twn fluitant is amie tu ~ lila vicem eurans, toto ex te peetore, Thes'eu, Toto animo, tota pendebat pel'dita m ente. (Epithalamium Pelei et Thetidos l . Refiere Iuégo el poeta lo que cuentan la., cl'ónicas de la atrevida empresa de Teseo contra el Minotauro y cómo la llevó al cabo felizmente; pero comprendiendo en seguida que se había apartado de su canto iniciado en lo primeros versos (sed quid ego, a primo digressus carmine, plura conmemorem'? .. ), vuelve a Adadna y la presenta en la ribera de la isla desierta en que la había abandonado Te eo, lanzando imprecaciones contra el ingrato, ora triste y lacrimosa, ora poseída de furor, exclamando las semejantes querellas: ¿ así me dejaste, Teseo, en esta playa desierta, después de haberme retirado, pérfido, de los lares de mi padre? ¿ Con que así te vas y te encaminas a tu casa sin recordar los devotos juramentos que hiciste y que son otros tantos pel'jlll'ios que (1 ) C. Valerius Catullus ex 'e ditione Frid. Guit. Docl'ingii, cuí suas et aliorum annotationes a djecit Josephus Naudet.-Parislis.-MDCCCXXVI. 348 ©Biblioteca Nacional de Colombia Senderos agravian a los dioses? ¿ Nad::t pudo apartar ta·· maño designio de tu mente cruel? ¿ No hubo en ti ninguna clemencia que pudiera enternecer tu pecho y venir en mi ayuda? No fueron ésas las promesas que otro tiempo me hiciste ni las que me hacías esperar i desdichada de mí! sino alegres nupcias, ambicionados hime· neos, cosas todas que se han llevado los vientos. No crea ya ninguna mujer en juramentos de hombre, ni espere de varón que sus palabras sean fieles y verídicas, que mientras están abrasados en los fuegos de la concupiscencia, ni temen jurElr, ni perdonan prometer, porque tan pronto como han saciado el apetito que le:;; sugiere HU libidinoso pensamiento, no temen lo q uc han dicho ni les importan perj urios. Yo, cierto, te saqué del torbellino en que te viste sumergido y antes preferí perder a mi hermano que faltarte a ti, hombre falaz, en el momento supremo. i Y por eso me entregas a las fieras y a las aves de rapiña para que me des· pedacen sin que la tierra cubra mis despojos! ¿ Qué leona te en:6endró en su solitaria gua¡'ida? ¿ Qué monstruo te vomitó del mar después ele haberte concebido en sus abismos espumosos? ¿ Qué Sirte, qué Scylla voraz, qué vasto Carybdis hicieron tales cosas que a í r etribuye::; el beneficio de haberte salvado la vida? Siccine me patris aveetam, perfide, ab oris, Perfidc, deserto liquisti in littore, Theseu? Sieeine discedel1s, n~glecto numine Divum, Inmemor ah! devota domum perjuria portas? Nullane res potuit erudelis flectere mentis Consilium? tibí nulIa fuit clementia praesto, inmite ut noslrí vellet mlteseere pectus? At non haee quondam nobís pr~missa dedistí Voee: míhí non hoe miserae sperare jubebas : Sed eonnubía lacta, sed optatos hymeneos; Quae cuneta aerii diseerpunt irrita venti. Jamjam nulla viro juranti foemina eredat, Nulla viri speret sermones esse fideles. Quí, dum aliquid cupiens animus praegestit aplscl, Ni! metuunt jurare, nihil promittere pareunt: Sed simul ae eupidae mentls satiata libido est, Dicta nihil metuere, nihil perjuría eurant. Certe ego te in medio versantem Jeti Eripui, et potius germanum amittere crevi, Quam tibí faUaei supremo in tempore deesem. Pro quo dilaeeranda feris dabor alitibusque Pra-eda, neque injeeta tumulabor mortua terra. Quaenam te genuit sola sub rupe Jeaena? Quod mare conceptum spumantibus exspuit undis? Qua'e Syrtis, quae ScyUa vorax, quae vasta Charybdis, Talía quí reddis pro dulei praemia vita? Ahora cambia sus acentos Ariadna por palabras exquisitamente dulces y tiernas. Acaba de llamar a Teseo monstruo, pérfido, ingrato, falaz, perjuro, parto de las fieras, aborto de los senos espuman tes del mar; ahora le dice con el corazón en los labios: si no quisiste cordialmente nuestro connubio por temor de des .. agradar a tu anciano padre, pudiste al menos llevarme a tu casa donde te habría servido como una criada con alegría, ya lavando tus blancos pies en purísimas linfas, ya cubriendo tu lecho con frazadas de púrpura. Si tibí non eordi fuerant connubia nostra, Saeva quod horrebas prisci pracepta pareni:s; Attamen in vestras potuisti dueere sedes, Quae tibi jueundo famularer serva labore, Candida permulcens liquidls vestigia lymphis, Purpureave tuum eonsternens veste eubile. j Qué cosa más bella y sublime! Poeta que así conoce las pasiones del corazón humano y las retrata, cuándo entigrecidas y rencorosas, cuándo suaves, delicadas y cariciosas, es un altísimo poeta. Y lo era efectivamente Catulo. Pero sigamos con el apóstrofe de Ariadna. ¿ Por qué, exclama, he querido quejarme enloquecida a los vientos que ignoran mis tristezas y que siendo insensibles ni pueden oír mis l)alabras acrecentadas por el dolor, ni responderme? El ingrato, en tanto, navega ya por mitad del piélago y ningún mortal se presentn ante mí en esta playa solitaria. Así, en esta hora aciaga en que me insulta despiadada la suerte, no hay persona que preste oídos a mis quejas. i Omnipotente Júpiter! j Pluguiera al cielo que no hubieran tocado nunca las nave~ atenienses a las riberas de Gnosia; que nunca un pérfido marinero hubiera desembarcado en Creta para llevar crueles estipendios al Minotauro, y que jamás un hombre malo se hubiera hospedado en nuestros lares ocultando bajo la almibarada forma de palabras mentirosas perversas intenciones! ¿ Adónde iré? ¿ Cómo he de cobrar aliento si está perdida toda esperan · za? ¿ Podré subir a los montes de Idomeneo? Pero de ellos me separa el ancho mar tempestuoso. ¿ Si podré esperar acaso el auxilio de mi padre, a quien dejé yo misma, después de la matanza de mi hermano, para eguir al hombre manchado con sangre? ¿ Podré consolarme con el amor del esposo si huye por el cur- 349 ©Biblioteca Nacional de Colombia Senderos vado mar al golpe de los remos? Me encuentro sola en esta ribera, en una isla inhabitada, sin poder salir de ella porqu€ la ciñe el océano. No hay remedio, ninguna esperanza; todo está callado y desierto; todo parece muerto; sin embargo, antes que se apague en la muerte la luz de mi vida, antes que en mi cuerpo fatigado se extingan los sentidos, pediré en mi postrimera hora a los dioses el justo castigo para el traidor. Vosotras, Euménides, que castigái; con penas vengadoras los crímenes de los hombres; vosotras que lleváis como cabellos venenosas serpientes y en la frente las iras que cela el pecho, i venid acá, acudid presto, oíd mi ~ quejas, las cuales, desdichada, me veo obligada a proferir ahora que estoy desamparada y enloquecida por el amor y la cólera! Porque ellas vienen verdaderamente de 10 más hondo de mi corazón no permitáis que sea baldío mi llanto, sino que así como Teseo me dejó sola. así sea, oh diosas, su suerte y la de sus parientes! Sed quid ego ¡gnaris nequicquam conqueror auris, Externata malo? quae l1ullis sensibus auctae Nec mlssas audire queunt, mc reddere voces. IlIe autem prope jam mediis versatur in undls, Neo quicquam adparet vacua mortalis in alga. Sic nimis insultans extremo tempore saeva 80rs 'etlam ntJstris invidit questibus Aures. Jupiter omnlpotens, utinam ne tempore primo Gnosia Cecropiae tetigissent llttora puppes; Indomito nec dira ferens stipendia tauro Perfidus in Cretam reJigasset navita funem : Nec malus hic, celans dulci crudelia forma Consilla, in nostris requiesset sedibus hosp'es ! Nam quo me l'eferam? Quali spe perdita nitar? Idomeniosne petam montes? at gurglte lato Discernens pon ti truoulentum dividit aequor. An patrls auxilium sperem, quemne ipsa reliqul, Respersum juvenem fraterna caede sequuta? Conjugis an fido consoler memet amore, Quine fugit lentos inourvans gurgite remos? Praeterea litus, nullo sola insula tecto; Nec patet egressus, p'elagi clngentibus undis. Nulla fugae ratio, nulla spes: omnia muta, Omnia sunt deserta; ostentant omnla letum. Non tamen ante mihi languescent lumina morte, Nec prius a fesso seoedent corpore sensus, Quam justam a Divis exsposoam prodlta multam, Coelestumque fidem postrema compl'eoer hora. Quare facta vlrum multantes vindioe poena, Eumenides, quibus angulneo redlmita capillo Frons exsplrantes praeportat pectoris iras, Ruc, huc advel1'tate, meas audite querelas, Quas ego, vae miserae! extremis proferre medullis Cogor inops, ardens, amenti coeoa furore. Quae quoniam vel'e nascuntur pectore ab Imo, Vos noute pati nostrum vanescere luctum; Sed quali solam Theseus me mente reliquit, Tali mente, Deae, funestet seque suosque. He procurado sujetarme al carácter de la lengua latina al traducir estos versos, siguiendo el pensamiento del autor, para mostrar las be'llezas que encubre el original, las cuales son de tal naturaleza que no le va en zaga el famoso apóstrofe de Ariadna a Teseo al de Dido ::t Eneas en el libro IV de la Eneida, y aun le aventaja por algunos aspectos. Conocéis tanto, señores académicos, el memorado libro de la Eneida, que no hay para qué tratar ese asunto con el detenimiento que por su reconocida alteza merecía; baste decir que cuando Dido se entera de que Eneas se apresta con sus comnañeros a surcar el ponto para cumplir la orden de los dioses de fundar una nueva Troya en Italia, recorre la ciudad excitada y loca de furor como una Bacante en las trietéricas orgías y zahiere a Eneas tratándole de pérfido, cruel y disimulado, le representa su amor, las lágrimas que por él derrama, le recuerda que debe ser fiel a los juramentos y a la fe prometida, y aun le dice que por su causa perdió el pudor y la honra, con la cual R remontaba a las estrellas. . ............... te propter eundem ExstincLu::, pudor. et, qua sola sidera aclibam Fama prior . .... (Aeneis. Liber IV .-321). Mas como le contestase Eneas que no podía de obedecer la voluntad de los dioses, llena ele cólera , volviendo los ojos a una y otra parte y mirándole con repugnancia y desvío, le increpa: ni desciendes del linaje de Dárdano, ni tu madre es una diosa, pérfido; antes te engendró el horroroso Cáucaso entre sus duros peñascos y una tigre hircana te arrimó a sus pechos. Pero, ¿ qué disimulo? ¿ o qué más me reservo? ¿ Acaso se enterneció con mi llanto? ¿ Volvió los ojos para no verme? ¿ Se confesó vencido llorando o se muestra siquiera amante y cariñoso? ¿ Qué cosas antepondré a otras acusándole? Ya ni Juno, la mayor de las diosas, ni Saturno, padre, miran esto como debían. En ninguna parte, ni siquiera en el cielo, hay 6eguridad de la palabra empeñada: arrojado ©Biblioteca Nacional de Colombia Senderos en una playa le acogí necesitado y le coloqué, i estúpida! . en una parte del reino; salvé a sus camaradas y a su ya perdida armada. j Ay! j Me siento arrebatada y encendida por todas las Furias! j Ahora el augur Apolo le guía y hasta un intérprete de los dioses, enviado del mismo Júpiter, neva por los aires hórridos man·, datos, como si no tuviesen otra labor en qué ocuparse! Ni refuto lo que has dicho, ni te detengo; vé, sígue a Italia favorecido por los vientos; márcha en busca de tu reino por medio de las ondas. Espero, sí, que encontrarás s uplicios en medio a los escollos-si algo pueden los dioses piadosos- y llamarás a Dido por su nombre a cada instante, Aun estando ausente habré de seguirte para atormentar tu pensamiento con negros fuegos, y cuando la fría muerte haya relajado todos mis miembros por la salida del alma, en todas partes estaré contigo como sombra siniestra. Sufrirás, infame, las penas que mereces; oiré que las cuentan y su fama me llegará a las profundidades de los Manes del Averno. N'ec tibi diva parens, genu'is nec Dardanus auctor, Perfide; sed duris genuit t'e cautibus hOl'l'ens Caucasus, hyrcanaeque admorunt ubera tigres, Nam quid dissimulo? aut quae me ad majora reservo? Num fletu ingemuit nostro? num lumina flexit? Num lacryrnas victus dedit? Aut miseratus amantem est ? Quae qUibus anteferam? Jam jam nec maxima Juno, Nec Saturnus haec oculls pater aspicit aequis. Nusquam tuta fides: ejectum littore, egentem Excepi, et regni demens in parte locavi ; Amissam classem socios a morte reduxí. Heu! Furlis incensa fe rol' 1 Nunc augtu' Apollo, Nunoc Lyciae sortes, nunc et Jove missus ab ipso Interpres divum fert horrida jussa per 'aUl'as. Ssili.cet is Superis labor 'e st, ea cW'a quietos Sollicitat : neque te teneo, neque dicta refello ; I , sequere Italiam ventis, pete regna per undas. Spero equidem medíis, si quid pia numina possunt, Supplícia hausurum scopulis, et nomine Dido Saepe vocaturum. Sequar atris ignibus absens; Et, quum frigida mors anima seduxerit artus, Omnibus umbra ¡ocis adero; dabis, improbe, poenas; AUdiam, et haec Manes veniet mihi fama sub inlOS. (P. Virgílii Maronis.-Aeneis.- Lib. IV. 365 et s.' Los dos poemas encierran extraordinarias bellezas, pero yo pongo sobre mi cabeza el de Catulo y le otorgo la joya y la palma del triunfo sobre el de Virgilio, si me perdonáis la osadía de opinar en tan altas materias, ya porque es más suave y más tierna la Ariadna de Teseo que la Dido de Eneas, ya porque las pasiones de aquélla se gradúan y suceden con mayor na .. turalidad que las de la reina burlada de Cartago : Dido se enloquece y vaga por la ciudad con la desenvoltura de una bacante tan pronto como sorprende la intención de Eneas de partir a lejanas tierras, sin que aquella actitud, sobrado escandalosa, cause el entusiasmo de la admiración a todo lo que es bello y sublime; Ariadna, en cambio, al llegar a orillas del mar, no luégo que despierta, en prosecución del esposo que ya ha izado las lonas de su nave y boga en medio de las ondas, y al ext ender los brazos suplicantes hacia el piélago mientras se le caen las sutiles vestiduras que quedan jugando con las olas, pues no ha tenido tiempo de pensar en su inocente desnudez, sino en Teseo, representa un cuadro que está pidiendo el pincel de un gran artista; Dido ruega. primeramente, expone su amor y sus lágrimas, los servicios prestados, las desgracias que han de afligirla si la desampara: mas cuando Eneas responde imperturbable que no tiene más que un amor y una patria, se muestra desdeñosa y altiva, no quiere detenerle, acusa a los hombres y a los dioses, se burla de éstos con notoria impiedad, le llama infame, niega su alta progenie al suponerle criado a los pechos de una tigre y, en el colmo de la ira, concita a las potestades del averno en la más terrible de las imprecaciones, sin que decline ni se apague por un instante esa furia inflamada; en tanto Ariadna, que también moteja a Teseo de aborto de los monstruos del mar, hijo de una leona, de cruel y desagradecido, pasa de los acentos incomportables de la cólera al arrullo de una encelada paloma en aquella frase sublime que pasará en triunfo por todas las literaturas y que no podía pronunciar la descompuesta Dido, que es decir, cuando manifiesta que se habría ido contenta a servir a Teseo como la última de sus esclavas bañándole los pies y aderezando su lecho con mantos de púrpura; la pasión de Dido es desenfrenada y ciega: la de Ariadna, discreta y delicada; Dido es la Venus dominada por el demonio del rencor: Ariadna, la mujer llena de gracia y de los atractivos de la armonía y del ritmo; Dido, al marcharse Eneas, queda en su reino, en medio de su ciudad y sus súbditos: 351 ©Biblioteca Nacional de Colombia Senderos Ariadna, en una isla descaecida de todo humano socorro, con la sola compañía de las fieras; aquélla más parece, demudada por la ira, una Meguera, una Furia o una Euménide, que una mujer sensible; estotra es mesurada en su desesperación, exquisita, y por eso mismo encanta y seduce; aquélla hablaba en presencia del ingrato que la iba a dejar sumida en un mar de dolores: estotra no tiene la fortuna de hablarle, que así, más cariñosa que Dido y menos orgullosa, le hubiera conservado a su lado; :-i aquélla amó, aun a trueque de su honra, por· que Eneas no le prometió hacerla su esposa, no dejó de llevar al tálamo los cálculos del interés: estotra se entregó al que la había desposado, por un amor en que no fueron parte la ambición ni el lucro; finalmente, si Dido amó, porfió, rogó y odió enloquecida, Ariadna adoró y sufrió con ternura su desolación limitándose a pedir a la divinidad el justo castigo para el culpado, exenta de la innoble complacencia de Dido que espera gozarse en las moradas de Dite con las noticias del suplicio de Eneas. No disculpa a la reina de Cartago el haber dicho en su aflicción que otra fuera su suerte si hubiera tenido de Eneas un hijo que recordara las cualidades del padre, pues a la postre termina deseando solazarse en los mayores males que le puedan acaecer. Faltóle a Virgilio en ese paso de su libro inmortal la habitual ternura que le reconocen sus biógrafos y críticos y que a manos colmadas atribuyen a Catulo, cuya blanda condición se muestra en esa oda elegíaca de singular belleza en que llora la muerte del pajarito de Lesbia, que sin apartarse de ésta y saltando de una a otra parte a su lado, llamándole con graciosos gorjeos, se fue por el sendero tenebroso de donde no se regresa nunca. Nee sese a gremio illius movebat, Sed eircurnsiliens modo hue, modo illue, Ad solam dominam usque pipilabat. Qui nune it per iter tenebricosum, Illue, unde negant redire quemquam. (Luetus in morte passeris.-III). Enamorada y dadivosa fue Dido; liberal en sumo grado; su hermosura, extremada; sus gracias, muchas; su talento perspicuo en gran manera; ardiente tanto cuanto altiva y orgullosa. Aún admiramos el inagotable caudal de sus h2chizos y oímos llevados en alas del favonio los melodiosos acentos de su voz apasionada' y las músicas de su palacio real; pero así y 'todo, por más que las elegantes estrofas virgilianas nos hayan prolongado les ecos de esas fiestas en que se aspira el perfu · me de los pebeteros y se perciben los acor, des .de las cítaras y de las harpas y el rumor de los besos, nos dice el corazón que si nos diesen a escoger, antes prefiriríamos los de Ariadna por exquisita y tierna que los de Dido por ardiente y altiva, Y es que si el cisne de Mantua cantó el estruendo y el fragor de las armas y exaltó al héroe conquistador de Lavinia y le colocó en contiendas y combates rodeado de la gente troyana, y le agasajó en saraos y festines suntuosos en el palacio de Dido, y le rindió enamcrado primeramente y luégo desamorado por cumplir los mandatos divinos, en el episodio que imitó indudablemente de Catulo no acertó a salir de la atmósfera de la pelea y de la violencia de las armas, y por eso puso en Dido el tipo de una mujer d'e varonil empaque, cuando el ruiseñor de Verona nos dio en Ariadna la de entrañas maternales, Como sea verdad que los dioses no oyen quejas injustas, las conminaciones de Dido no impiden que Eneas cumpla felizmente sus altos destinos; las de Ariadna son escuchadas por el soberano rector del Olimpo, el cual, haciendo temblar la tierra y los elementos del mar y conmoverse los brillantes espacios siderales, envuelve a Teseo en las sombras de una noche caliginosa que oscurece su mente y le quita la memoria para impedirle recordar cómo había prometido a su padre Androgeo que al regresar de Creta vencedor del Minota uro, como venía, izaría velas blancas en los mástiles de la trin'eme. Sucede, pues, que olvida Teseo la promesa que había hecho a su padre, el cual, mirando d~sde una roca de la playa marina en que estaba amaitinando la llegada del hijo, que no se acerca la nave con los nuncios felices de la victoria, se arroja al mar cre·· yendo que habían perdido a Teseo los hados adversos, 352 ©Biblioteca Nacional de Colombia Sendero',,; At pater, ut summa prospectum ex arce petebat, Anxia in assiduos absumens lumina fletus, Quum primum inflati conspexit linte a veli, Praecipitem sese scopulorum e vertice jecit, Amissum credens inmiti Thesea fato. habiendo regresado el aguerrido Teseo a sus lares enlutados con la muerte de su padre, tal llanto le acomete cual el que había causado a la hija de Minos desamparándola, con olvido injustificable, en aquella playa en que mira tristísima hacerse a la vela la nave de su prometido, mientras se revuelven y agitan en su ánimo copia innumerable de encl)nadas cuitas. ASÍ, Sic funesta domus ingr'essus tecta paLerna Marte ferox 'Iheseus, qualem Mino:di luctum Obtulerat mente inmemori, talem ipse recepit. Qrae tum prospectans cedentem moesta carinam, Multiplices animo volvebat saucia curas. Dido termina en dolorosa tragedia cuando se lanza airada y despechosa a la pira que la abrasa y consume; Ariadna se ve consolada en su tristeza por el alegre dios de las orgías que se presenta encendido de amor por ella en medio de un coro armonioso de Sátiros y Silenos, de los cuales unos profieren delirantes evohés, otros agitan tirsos, otros se ciñen con retorci- das serpientes, éstos se disputan los miembros palpitantes de un toro, aquéllos tocan címbalos, en tanto qUe los de acullá se huelgan en la orgía que en vano desean oír los profanos v en la cual se oye el ronco sonido de las ata~­ bores y el bárbaro estridor de las trompetas frigias. No puede negarse que tiene su punto de pimienta el remate de ese poema en que describe el poeta una mujer llorando primero amargamel".te y consolada después por Baco y sus regocijados acompañantes, los Sátiros y los Silenas, como la representa esa parte del tapiz que cubría el lecho de Tetis en el venturoso día en que se afianzó para siempre el amor de ésta con Peleo. El de Catulo no se puede decir sino que fue desatado como el de la musa que le inspiró y por la cual se vio aherrojado y sometido a amar y odiar a un mismo tiempo; que fue sentimental y delicado y que cantó sus afectos en versos que vivirán mientras viva h lengua del Lacio para embelesarnos y decirno~ lo que fue esa mujer de múltiples encantos, tan amante como ingrata, manantial de exquisitas delicias y flor que deshojaron, noramala. tedos los hijo, dv la Roma cesárea. JULIAN MOTTA SALAS (Continuará) 353 ©Biblioteca Nacional de Colombia