e rreb 15 DE ABRIL DE 1932 Orgapo äe sa Veperable Oräer) Cercen y (ofraäías Dirección y Administración: Silva, 39,-Madrid (12),-Teléf. 12803 S II M <> NÚM. 4 A 1 l, 10 = por Fr. Ricardo Delgado.— LOS VIAJES DE NUESTRO por Fr. Serafín Solaegui.—¡,Qué, ERAN LOS FARISEOS?, por Fr. JOSé MigUaeZ.--CONTEMPLACIÓN DE LA BEATA MARIANA DE JESÚS, por Fr. J. Gilabert.--EL ILUSTRÍSIMO FR. ALONSO ENRÍQUEZ, por Fr. Guillermo Vázquez.—LAS INJUSTICIAS SOCIALES, por García.—PROPAGAD LA BUENA PRENSA, por Fr. Emilio Silva.—MUNDO CATÓLICO, por Fr. Fernando Vázquez.—NOTAS RÁPIDAS. — LA BUENA ALEGRÍA, por Sergio M. DUrll.— PROVIDENCIA, por Julia G. Herreros.—OBERTURA, por Fr. José S. Crespo.—MUERTE DE ELENA, por Fr. Gurnersindo Placer. —NOTICIAS.—NECROLOGÍA.—BIBLIOGRAFÍA. JESUCRISTO ES VERDADERO DIOS, SEÑOR JESUCRISTO, JESUCRISTO ES VERDADERO DIOS En los anales del mundo hay un hecho de inmortal memoria que, después de veinte siglos, al celebrar su conmemoración, tiene aún el poder de llenar de inmensa alegría el corazón y de arrancar a los ojos lágrimas de gratitud y de amor. Es el misterio de la Resurrección de Jesucristo, Salvador del mundo. Veinte siglos han transcurrido, y lejos de amortiguarse el recuerdo de la escena de infinita bondad que hizo conmover a la Naturaleza y al mundo entero, perdura y perdurará eternamente en las conciencias y en las almas. ¿Por qué? ¡Ah! Es que aquella dulce y sublime escena dominguera en que el Cristo, aquel Jesús que, tres días antes había subido voluntariamente a la Cruz para derramar su sangre y dar su vida por la salvación del género humano, ha resucitado de entre los muertos, es verdadero Dios. ¿Y quién es Jesucristo? Sus enemigos lo califican de muy diversas maneras; para unos es un hombre extraordinario, el más grande de los hombres; otros—dicen—, es un ser ideal, imaginario, sin personalidad histórica. Voltaire le llama infame; Renán, un hábil impostor; Estrauss, proclama a todos los vientos que es un mito, y la época contemporánea, un gran revolucionario. Pero la humanidad de todos los tiempos, iluminada por la fe, confiesa y proclama en alta voz que Jesucristo es verdaderamente Dios. — 122 — Jesucristo vino al mundo a fundar un nuevo reino, que llamó «reino de Dios», y era necesario dictase una ley moral que fuese aceptada por todos los que quisieran pertenecer a este reino. Por consiguiente, era preciso que declarase quién era y maninifestase a los hombres los títulos que tenia para llamar a todos a formar parte de ese reino. Jesucristo dió cumplida respuesta a las preguntas, todas las que sobre su divinidad pudieran hacerle los hombres. La primera interrogante que los hombres hacen a Jesús, es aquella que enviaron a Juan los sacerdotes de Jerusalén: «¿Quién eres tú, y qué dices de ti mismo?» ¿Y qué dijo de sí mismo? Un día interrogó Jesús a sus discípulos diciéndoles: «¿Qué dicen de mí los hombres? Y ellos le respondieron: Unos dicen que eres Juan Bautista, otros que Jeremías, otros que Elías o alguno de los Profetas. ¿Y vosotros, replica Jesús, ¿quién creéis que soy? Y Simón Pedro, adelantándose a los demás discípulos, le dijo; Tú eres el Cristo, Hijo de Dios». Jesucristo acepta y confirma esta rotunda afirmación, diciendo: «Bienaventurado eres, Simón, hijo de Juan, porque ni la carne ni la sangre te lo han revelado, sino mi Padre que está en el cielo». Y premia al apóstol San Pedro por esta declaración de fe, cuando le dice: «Y yo te digo a mi vez que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia». Estaba Jesús rodeado de sus discípulos aleccionándoles en la ciencia del «reino de Dios», y uno de ellos, Felipe, le dice: «Señor, haznos ver al Padre, y esto nos basta». Entonces Jesús, un tanto condolido de la súplica de su apóstol, le contesta: «Tanto tiempo que estoy con vosotros y aún no me conocéis. Felipe, el que me ve a mí, ve también a mi Padre... ¿No creéis que yo estoy en mi Padre y mi Padre está en mi?» Jesucristo confiesa delante del pueblo que es Dios y ese mismo pueblo dice que lo condena porque se hace hijo de Dios. «¿Hasta cuándo—le dijeron un día—nos tenéis indecisos? Si sois el Cristo. decídnoslo francamente». Y Jesús les responde: «Os hablo y no me creéis; sin embargo, las obras que yo he ejecutado en nombre de mi Padre dan testimonio de mí— Mi Padre y yo somos uno». Ante esta afirmación del Divino Maestro, los judíos cogieron piedras para lapidario; pero Jesús, sereno, pleno de majestad y de grandeza, les dice: «Os he mostrado muchas obras de mi Padre, ¿por cuál de ellas me apedreáis?» Entonces ellos dan la razón de su modo de obrar, haciendo un acto de reconocimiento de la divinidad de Jesucristo, cuando le contestan: «Por ninguna de vuestras obras buenas, sino por la blasfemia, pues siendo hombre, os haceis Dios». ¡Bella y sublime declaración! Jesucristo y el apóstol incrédulo En los días que siguieron a la Resurrección del Salvador y a las apariciones a Magdalena y a los discípulos de Emmaús, llegó al Cenáculo el — 125 — apóstol incrédulo Tomas. Pedro y los demás discípulos de Jesús narran las apariciones del Señor y todo cuanto el Divino Resucitado les había dicho Tomás protesta de todo ello y declara que no creerá hasta que no nieta los dedos en las llagas de sus manos y pies y la mano en la herida de su costado. En la tarde del octavo día de la Resurrección, Jesús, rodeado de luz, se le aparece. Tomas se conmueve, teme, quiere huir..., pero el Señor se le acerca, le enseña las llagas de sus pies y manos y la herida de su costado, lo reprende amorosamente, y entonces Tomas cae de rodillas, exclamando: ¡Señor mío y Dios mío! jesús no rechaza este sublime homenaje de adoración; no rehusa esta bella confesión de su divinidad; antes bien, declara bienaventurados a los que, menos desconfiados que el apóstol, creen y adoran sin haber visto. Felices, Vos dijisteis, quienes sin ver han creído. Y yo, yo que la profunda palabra sabía, -Al oiros en aquellos días, en la parábola Un pasaje obscuro y breve, yo podía Dudar que Vos sólo mi fuerza guardaba fuera Y exclamar como en la tarde trágica de Judea Vuestro apóstol Tomás: Yo quiero ver... Y ¡he visto! Benévolo lector: Mezcla tu voz con la voz del humilde y dulce poeta, abaja tu frente que tal vez se obstina aún, y luego cayendo de rodillas a los pies de Jesucristo, aclámale en un bello arranque de fe, de esperanza y de amor, diciendo: «¡Señor mío y Dios mío!» Jesucristo es juzgado como Dios por los altos Tribunales «Si la vida y muerte de Sócrates son las de un hombre, la vida y muerte de Jesucristo son las de un Dios». Esta declaración la ha hecho uno de los impíos más grande de estos últimos tiempos, impulsado, sin duda, por la verdad clara y evidente de los hechos, por J. J. Rousseau. El proceso y la muerte de Jesús de Nazareth son algo único en los anales de la humanidad. Después de recordar las tristes y trágicas escenas del Jardín de las Olivas, en las que Jesucristo luchando con las supremas agonías en aquella noche del amor y del dolor por excelencia, se nos revela como el hombre más extraordinario. Pero vedle maniatado, sin dejar por eso los esplendores de su grandeza ante un Tribunal, encargado especialmente de velar por el dogma lundamental de la unidad de Dios. Jesucristo, sin temores, sin reticencias, declara ante la faz del mundo quién es y por quién se tiene. Conducido ante ese supremo Tribunal, el Sumo Sacerdote, Cans e le dirige esta solemne interrogación: «Te conjuro por el Dios vivo que me digas si eres tú el Cristo, Hijo de Dios ' . Y Jesús, conocedor de quién era El mismo y también del momento solemne que se le ofrecía para afirmar una vez mas su divinidad, responde; EGO SUM. «Tú lo has dicho». Y queriendo todavía dar una prueba más su divinidad, añade: .Y un día veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, viniendo a la tierra sobre las nubes del cielo». No se le ocultaba a Jesús que su respuesta había de escandalizar a los judíos, y, sin embargo, dice la verdad; y como no puede ocultarla, esco- - — 124 — ge morir en una cruz, para desde allí es Hijo de Dios. Una sola palabra de volver a proclamar a la faz de todo el retractación habría podido salvarlo; mundo su divinidad. pero El, firme en su declaración, camina silencioso hacia el Calvario, Jesucristo muere como Dios todo ensangrentado, se abraza a la Jesucristo no murió como mueren cruz y muere en ella, confesando que los demás hombres. Murió «porque es Dios. A la muerte del Salvador del quiso morir, cuando quiso y como mundo, el velo del templo se rasga, quiso»—dice San Agustín—. La muer- los muertos resucitan, la tierra tiemte de Jesús de Nazareth es una muer- bla, el sol se eclipsa, en lontananza te más serena que la del justo, más se oye el retumbar del trueno, a la luz noble que la del héroe y más sublime estridente del relámpago se ve al Dique la del mártir, porque es la muerte vino Ajusticiado luchando con las su de un Dios. premas agonías de su supremo dolor, Jesucristo sabía perfectamente que las tinieblas envuelven la montaña al proclamar su divinidad, los judios del Gólgata. En esa hora suprema, levantarían hasta el cielo el grito de Jesús pronuncia estas palabras, que su indignación; sabía que, creyendosólo podían pronunciar los labios de sele blasfemo, le aplicarían todo el un Dios: Todo está consumado». Ya no me extraño que San Pablo rigor de la ley; sabía que le condenapredique a Cristo crucificado, viendo rían a muerte. Y, sin embargo. proen él la manifestación del poder y de clama su divinidad, no en secreto, sino públicamente, ante la sociedad, la sabiduría de Dios. Ya se explica ante los Tribunales y en las confiden- perfectamente que las muchedumbres que habían presenciado la muerte de cias intimas con sus discípulos; no tímidamente, sino con toda la ente- Jesús se volviesen a Jerusalén golreza de un convencido. Y Jesucristo peándose el pecho, y que el centurión es condenado a muerte por los supre- exclamase: «¡En verdad que este hommos Tribunales de la nación como bre era Dios!» Y que Dionisio el Areopagita pronunciase aquellas célebres blasfemo, y el populacho amotinado pide su muerte ante el tribunal políti- palabras en el Areopago de Atenas: «O el autor de la naturaleza padece, o co, exclamando: «Tenemos una ley, y según esa ley debe morir, porque se la máquina del mundo se descompoha hecho hijo de Dios». Jesucristo ve ne». Y que Napoleón, confinado en la delante de sí la muchedumbre de sus roca solitaria de Santa Elena, desatormentadores; en torno suyo no oye pués de contemplar la colosal figura de Jesucristo, escribiese: «No hay más que los rugidos del odio y rencor Dios en el cielo, si un hombre ha popopular; la muerte se levanta delante de El; siente los dolores de los azo- dido concebir y ejecutar con éxito tan tes; ve su cabeza traspasada con las completo el designio gigantesco de espinas de la corona; y Jesucristo arrebatarle el culto supremo, usurpersevera en su declaración de que pando el nombre de Dios». 125 - Jesucristo es Dios; toma todos los títulos que sólo corresponden a Dios; reclama todos los homenajes que convienen a Dios, y ejerce todos los poderes propios de Dios; habla como Dios, perdona y juzga como Dios. P. DELGADO CAPEANS Los viajes de Nuestro Señor (CONTINUACIÓN) Al volver de Jerusalén después de celebrar la tercera Pascua de su vida pública, Jesús se retira a Cafarnaún, de donde salió también pronto para hacer uno de los viajes más largos de que nos dan cuenta los Evangelistas, a saber, a Tiro y Sidón Así, pues, saliendo de Cafarnaún se dirigió hacia el noroeste por el camino que conducía al mar, tocando primero en Tiro, distante 60 kilómetros de Tiberíades, pasando por Sarepta, llegó a Sidön, límite extremo del viaje que se había propuesto. No sabemos el tiempo que se detuvo en esta región, que de todos modos debió ser bastante breve. Después por el sur del Líbano, atravesando el alto Jordán sin penetrar en la Galilea, se refugia en la región de la Decápolis, a la par te sudoriental del lago de Genesaret. Durante este viaje, cuyos motivos nos son completamente desconocidos y que no debió de bajar de 200 kilómetros de recorrido, curó el Señor a la hija de ia mujer cananea, que era atormentada del demonio. Al llegar a la Decápolis se ve Jesús rodeado de una inmensa multitud, en gran parte paganos. Viendo, pues, entre ellos al gran taumaturgo, llevaron a sus pies a toda clase de enfermos y él los curaba, y decían todas las gentes: Bien hizo todas las cosas. ¡Magnífica canonización popular! A todo esto hacía tres días que le seguían las turbas a lugares despoblados, no lejos del mar de Tiberíades. Allí, mirando a los que olvidándose de sí mismos y hasta de su sustento, se apiñaban para escuchar su doctrina, se mueven a compasión las entrañas del Salvador y verifica la segunda multipli'cación de los panes, saciando a cuatro mil hombres sin contar las mujeres y niños, con siete panes. Después de haber despachado a la gente, Jesús y los discípulos subieron a una barca y se trasladaron a Magedán, probablemente Magdala, en la ribera occidental del lago. Luego que hubo desembarcado, se encontró con un grupo de fariseos que empezaron a disputar con él y pedirle una señal extraordinaria. La envidia y pésima voluntad de esos hombres, arrancó del pecho del Señor un suspiro profundo, y dijo: «Esta generación pide señales y no se les dará más señal que la del Profeta Jonás», y dejándolos volvió a embarcar, y atravesando el lago fueron a Betsaida, cerca del lugar de las dos multiplicaciones de los panes, curando allí a un ciego. Durante este último año de la vida de Nuestro Señor, los viajes fuera de la Galilea son frecuentes: pero lo que puede extrañar aún más, es que no habiendo venido, como él dijo, a predicar el Reino de Dios más que a los — 126 — de la casa de Israel, se retire a países habitados por paganos y fuera de los límites de la Tierra Santa. Despiiés de la curación del ciego de Betsaida, reune a los doce y emprende la marcha al norte, siguiendo el curso del Jordán hasta cerca de sus fuentes en los confines de la Palestina, a Cesárea de Filipo, llamada así para distinguirla de la otra Cesarea, situada a las orillas del Mediterráneo, entre Joppe y San Juan de Acre. Aquélla se hallaba emplazada al pie del gran Hermón, a 60 kilómetros del Tiberíades. ¿Cuáles fueron ¡os motivos de este retiro del Señor? Desde luego se ve de parte de Jesús un empeño estudiado de evitar todo encuentro con los fariseos; muchos de éstos le habían seguido desde Jerusalén, sin más objeto que el de espiar sus pasos y poderlo acusar ante los tribunales de ellos, quitándolo así de enmedio. Jesús, marchándose a donde sabía no le seguirían, quería desbaratar esas perversas intenciones. Por otra parte, veía que el pueblo le buscaba y le seguía a donde quiera que fuese por oir su palabra divina y gozar de los muchos beneficios. Permitiendo alrededor de sí este entusiasmo popular, no quería dar más motivos de animosidad a los fariseos, porque no se precipitasen los acontecimientos. Por todo ello, a fines de julio del año 30, o sea el tercero de su vida pública, se encuentra solo con los discípulos en las cercanías de la dicha ciudad de Cesarea de Filipo, donde tuvo lugar la magnífica confesión de su divinidad hecha por San Pedro: «Tú eres Cristo, Hijo de Dios vivo», y la sublime promesa de Jesús al mismo apóstol: «Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia». Jesús presiente ya cercano el tiempo de su inmolación y encarga a los apóstoles no digan que es el Mesías, porque conviene que padezca y muera. No se puede precisar el tiempo que pasó en aquellos contornos; lo que sabemos es que a los seis días de la confesión de Pedro tuvo lugar la Transfiguración en un monte. ¿ Q ué monte era éste? Existen opiniones para todos los gustos. La tradición cristiana lo ha identificado con el Tabor, donde actualmente tienen los Padres Franciscanos un maravilloso Santuario en recuerdo de aquella escena. No obstante, no deja de tener sus dificultades esta creencia, y la principal es que en menos de seis días, Jesús y los suyos tendrían que recorrer arriba de 100 kilómetros, que aunque no sea imposible ni mucho menos, habría que suponer que hicieron el viaje en jornadas poco menos que forzadas. Otra dificultad consiste en que San Marcos dice que después de la Transfiguración «atravesando Galilea llegaron a Cafarnaún». Estando el Tabor en esa provincia, ¿cómo la podrían atravesar? Hay que confesar, sin embargo, que no son suficientes estas dificultades para quitar al Tabor la gloria de haber sido el lugar escogido por el Señor para manifestar toda la hermosura que le era debida. Estaba situado ese monte al sudeste de Nazaret, a poco más de 10 kilómetros, teniendo una elevación de 562 metros sobre el Meditei ráneo; existía una aldea sobre la — 127 — cumbre. Allí, ante los tres discípulos más amados: Pedro, Juan y Santiago, muestra Jesús toda su gloria. Al día siguiente, al bajar del monte, vieron una gran turba rodeando a los nueve restantes apóstoles y a los fariseos disputando con ellos. Ante la multitud asombrada, curó Jesús a un joven endemoniado a petición de su padre. Saliendo de allí emprendieron el viaje hacia el norte, a Cafarnaün, donde durante una brevísima estancia, pronuncia las parábolas de la oveja y dracma perdidas, la del hijo pródigo. Instruye a los apóstoles en la verdadera humildad, el escándalo, la corrección fraterna, el perdón de las injurias, etc. Se acercaba ya la fiesta de los Tabernáculos, fines de septiembre del 30, y los paisanos de Jesús le invitaron a acompañarles a subir a Jerusalén, más por vanidad que por otra cosa; el Señor se, excusó de ir con ellos, aunque después los siguió ocultamente. Pero antes de dejar por última vez los ciudades donde tanto había trabajado, quiere darles el último adiós con una terrible amenaza; «Ay de tí, Corozain. Ay de tí, Betsaida..., y tú, Cafarnaún, ya que te has ensoberbecido, serás humillada hasta el infierno». La fiesta de los Tabernáculos o de las Tiendas, duraba ocho días; Jesús llegó a Jerusalén cuando habían pasado cuatro o cinco días de la octava. Como se había atrasado mucho, para evitar el rodeo que suponía el hacer el viaje por la Perea, y por ganar tiempo, decidió hacerlo atravesando la Samaria, en una de cuyas ciudades no le quisieron conceder el hospedaje, «porque conocieron que se dirigía a Jerusalén». Los apóstoles, indignados por aquel desacato, piden que baje fuego del cielo y abrase a sus habitantes. El Salvador, apaciguando los ánimos, les instruye en el nuevo espíritu de que deben revestirse. Durante el camino se encuentra con tres casos de vocación al apostolado: dos que espontáneamente le piden ser admitidos en su compañía y son rechazados por el Señor, y otro que es llamado y se excusa. Así llegó a Jerusalén y halló que los maestros de la ley enseñaban al pueblo como era costumbre durante las fiestas, y él también se puso a enseñar. Pronto los Príncipes de los sacerdotes y los fariseos comenzaron a alborotarse y buscaban la manera de matarlo, mas no se atrevían por temor al pueblo, pues éste le quería. El último día de la octava, que era el más solemne, tornando como base de su peroración la rogativa que acababan de celebrar pidiendo la abundante agua para fecundizar los campos (no hay que olvidar que era otoño y solían estar muy secas las tierras), se levantó, y poniéndose en pie en medio del templo, gritaba: «Si alguno tiene sed venga a mí y beba... y del seno del que cree en mí manarán ríos de agua viva». Al atardecer salió de la ciudad y se dirigió al monte de los olivos, a poca distancia fuera de las murallas, del que hablaremos más tarde. A la mañana siguiente muy temprano, vuelve al templo y se puso a enseñar al pueblo que había acudido -- 128 — a escucharle. Después de una violenta disputa suscitada por los fariseos, se ve obligado a salir del templo y esconderse porque querían apedrearlo. Los ánimos se hallaban excitadísimos; Jesús habla más clara y terminantemente de su divina misión. Los fariseos, no pudiendo sufrir sus certeros ataques, y viéndose descubiertos ante el pueblo, se dedican a excitar sospechas y odios contra él. Por fin, el milagro de la curación del ciego de nacimiento, obrado a las mis mas puertas de la ciudad, acaba por exasperarlos de tal modo, que Jesús tiene que ausentarse de allí. - 129 — A los pocos días lo encontramos en Bethania en casa de Marta y María, a cuatro kilómetros de Jerusalén. Los dos meses y medio siguientes a la fiesta de los Tabernáculos, los empleó en la instrucción de los apóstoles principalmente, sin salirse de las cer • canías de la Ciudad Santa. En el camino que baja de esta ciudad a Jericó, pronuncia las parábolas del buen samaritano, del rico avariento, de la higuera estéril, etc. FR. SERAFÍN SOLAEGLII Monasterio de San Juan de Poyo. (Concluirá.) ¿Qué eran los fariseos? Eran los fariseos, que tantas veces aparecen nombrados en el Santo Evangelio, un partido político-religioso del pueblo de Israel, una clase de hombres llenos de orgullo y muy pagados de si mismos, pasión vergonzosa que los tenía habitualmente ciegos para que no vieran los extremos terriblemente ridículos y crueles a que todos los días llegaban. El nombre con que se los distinguía es lo mismo que separatista, nombre que, como que lleva en sí un concepto odioso, no se lo habían dado ellos mismos, sino que se lo aplicó el pueblo, de manera semejante a lo que acaeció a los protestantes, quienes tuvieron que aceptar, aunque de mal grado, este nombre que ellos pugnaban por hacer desaparecer. Ellos entre sí solían llamarse hasebin, esto es, asociados, compañeros. Sin embargo el nombre les cuadraba admirablemente, por cuanto procuraban vivir separados de los demás a fin de no mancharse con el trato de los demás mortales. ¡Pobres fatuos! Su origen parece haber tenido lugar en el primer tercio del siglo II antes de Jesucristo, cuando Antíoco Epífanes se propuso exterminar el conocimiento y el culto del Dios de Israel. No faltaron hombres, pertenecientes al sacerdocio, que, siendo por una parte influyentes, y teniendo por otra parte sus corazones completamente corrompidos por la envidia y la ambición, se prestaron de buen talante a secundar los planes del griego, esperando así ver colmados sus propios deseos, aunque ello redundara en gravísimo perjuicio para la religión santa que debían defender. Esto, junto con varios decretos del perseguidor, dió margen a que en el pueblo de Dios se organizara un partido para oponer decidida resistencia a la helenización cultural y religiosa intentada por Antioco, partido que se puso fer- vorosamente del lado de los Maca beos cuando éstos se decidieron a al zarse en contra del tirano. Asideos eran llamados (acaso ellos mismos se hubieran dado tal denominación, que equivale a hombres piadosos) los miembros de aquel partido. De ese partido es, según hoy es cosa admitida, de donde procedieron esta raza de hombres perversos. Los saduceos, a quienes odiaban de muerte los fariseos, y que de los mismos eran correspondidos de idéntica forma, eran materialistas, a la manera de nuestros racionalistas contemporáneos, negando por tanto la inmortalidad del alma y la existencia de los ángeles y espíritus, cosas am bas que admitían los fariseos. Toda vez que para los saduceos el alma no era inmortal, lógico es el suponer que negaban también la resurrección que los fariseos defendían y enseñaban, aunque limitándola a los justos y sin perjuicio de los castigos eternos para los impíos. Estos respetaban la tradición oral, que en ocasiones interpretaba, en otras completaba la Ley escrita, mientras los saduceos, precursores de los p rotestantes, rechazaban toda tradición, contentos únicamente con la letra de la Ley. Para los fariseos, celosos guardadores de la religión, por lo menos en su parte exterior, a ella debía subordinarse todo lo demás. En relación con la dominación extraniera hubo siempre entre ellos una corriente que la aceptaba como castigo de Dios, disponiéndose a sopor tara hasta que la Providencia quisiera hacerla cesar, y la segunda, que, aun contra el parecer de los prudentes, aprovechaba toda ocasión para sub levarse en busca de la independencia Perdida, grupo que, como se puede suponer, contaba con todos los espíritus exaltados. Ganosos de conservar la populari- dad e influencia de que venían gozando, pronto se exacerbaban sus ánimos en contra de quien quiera que comenzaba a insinuarse en el ánimo del pueblo. Por eso, en cuanto Jesús de Nazaret comenzó a llamar sobre sí la atención de las gentes, y particularmente cuando el Bautista dió a su favor aquel testimonio tan elevado, ha debido causarles una impresión harto desagradable, por lo que desde luego se dispusieron a espiar los dichos y hechos de quien desde aquel entonces consideraron enemigo peligroso. Tampoco el Divino Maestro les regateó las más terribles censuras que salieron de su boca, ya condenando su falta absoluta de virtud interior, ya desenmascarando su sobrada hipocresía, unas veces llamándoles raza de víboras, sepulcros blanqueados otras veces, en forma tal que ya no podían dudar respecto de la disposición del ánimo del Nazareno para con ellos. En muchas ocasiones se acercaron al Maestro celestial proponiéndole cuestiones que ellos juzgaban comprometedoras y pensando que, cualquiera que fuese la solución que aquella Sabiduría del Padre les diese, tendrían manera de enredarle en los lazos que su propia perfidia e ignorancia le tendían. ¡Vanas ilusiones! Han tenido que llegar a convencerse de que sus mañas nada podían contra el Señor, y así se decidieron a ocultarse, no atreviéndose ya más a tentarle personalmente, hasta el punto de que los evangelistas vuelvan apenas a nombrarles; pero prueban fortuna haciéndolo mediante los escribas, sus representantes en el seno del sanhedrín, y últimamente lanzando a los príncipes de los sacerdotes y a los ancianos de la respetable asamblea. Pero.., non est consiliurn contra Dom/mini; el fracaso de éstos es tan manifiesto como el de los primeros. — 130 — • Hemos dicho que entre saduceos y fariseos existía un odio feroz; pero éste desapareció para que pudieran constituir el frente único contra el común adversario. También Herodes y Pilatos, siendo contrarios, «se han hecho amigos desde aquel día». Parece que con la muerte de Jesús se apaciguaron ya los fariseos. No así los saduceos, que emprendieron una campaña violentísima contra los - 131 — apóstoles, siendo un fariseo, por nombre Gamaliel, quien hace públicamente uso de la palabra en defensa de ellos. Según leemos en los Hechos de los Apóstoles, a esa secta pertenecían entonces los príncipes de los sacerdotes. Malos eran, muy malos, los fariseos; pero todavía les sobrepujaban en malicia los saduceos. FR. JOSe MIGUeLEZ Mercedario. La fiesta de la Beata Mariana de Jesús, 17 de marzo de 1932 Su contemplación Como ofrenda de mi devoción dedico a mis lectores estos recuerdos de la contemplación de la Beata Mariana de Jesús, alguno de ellos tomados del resumen del proceso que nunca se han publicado. Doy a la contemplación sentido amplísimo que comprende todo conocimiento amoroso de Dios, desde el elemental que puede tener un niño, pasando por el de las profundas meditaciones, hasta el de la contemplación mística. La contemplación es el más alto ejercicio de la vida espiritual. Es el acto de la facultad del alma más noble, la inteligencia, y versa sobre Dios, el más excelente de los seres. Nace generalmente de la caridad, la reina de las virtudes, que inclina a pensar siempre y ahincadamente en Dios a quien ama, y acaba en acto o actos de caridad, tanto más encendidos cuanto la contemplación es más profunda. Es necesaria para la vida espiritual, cuyos grados de perfección se miden por los de la oración o contemplación. Es metafísicamente imposible el acto de caridad si la contemplación por los ojos de la fe no presenta a la voluntad la amabilidad de Dios, y no puede ser mayor, en el orden de los afectos, el amor divino que lo ha sido, en el orden del conocimiento, la contemplación, porque amamos en tanto y según conocemos. Y así los estados afectuosos de nuestra alma para con Dios suponen los correspondientes estados de conocimiento, y los anonadamientos y pasmos de la voluntad en el amor divino proceden de los anonadamientos y pasmos del entendimiento en el conocimiento de la majestad de Dios. De aquí que la contemplación con la caridad, de la cual es disposición necesaria e inmediata, debe ser el ejercicio por excelencia de la vida de piedad. A la adquisición del hábito y de la perfección de la contemplación se han de dirigir todos los otros ejercicios de las virtudes morales, que o quitan estorbos o infunden hábitos, que hacen posible y fácil el de la contemplación, Y como éste es el fin de la vida espiritual, ha de ser, por lo mismo, la regla de las reglas en el gobierno de las almas; ver las mayores o menores disposiciones para la contemplación, y según ellas disponer los ejercicios piadosos, llegando hasla la exclusión o máxima reducción de la oración vocal, con tal que no esté mandada, en las almas mejor dispuestas. La contemplación, conocimiento cada vez más elevado de lo que será visión facial en la eternidad, acrecentamiento del amor, que en la eternidad será intensísimo y sin límites, gozo que sera en el cielo piélago insondable, es incoación de la gloria y bienaventuranza en la tierra, aunque imperfecta. No hay confesor que no haya tropezado en, el corto o largo ejercicio de su ministerio con alguna de estas almas que pueden llamarse en cierta manera bienaventuradas. La Beata Mariana es una de ellas; lo reflejaba en su semblante. ¡Lástima que haya sido tan corta en contarnos sus ejercicios de oración y en describirnos los estados de su alma! Lo cierto es que la contemplación fué el principio, el medio y el término de su gran santidad. El espíritu de oración se manifestó en ella con el uso de la razón. A los seis años le era habitual el ejercicio de la oración mental. Fué sorprendida por sus padres inmóvil ante un altar- cito, que ella misma había levantado, y los criados la vieron maravillosamente elevada del suelo. El P. Bartolomé de San José, que la confesó algunas veces y lo hizo cuando estaba para morir, en su declaración dice: «Desde niña esta Sierva de Dios fué muy dada a la oración, y cuando estaba en casa de su padre hacia que una de sus hermanas le leyese en el librito de San Pedro de Alcántara, y luego se retiraba a un desván a digerir en la oración lo que le habían leído; y así llamaba a la oración manjar del alma, diciendo que sin ella no puede el alma medrar en la vida espiritual.» Por otro testigo sabemos que cuando estaba en su casa pidió a su padre que le señalase un rincón a donde recogerse, y que allí le enviase su madrastra la labor y la comida para darse de todo punto a Dios. No lo consiguió, y así cualquiera parte en que se hallaba era solitaria para ella, y allí se ponía en oración, tropezando con ella la gente de casa por momentos, y solían decir sus hermanas: Mi hermana Mariana, donde quiera que le coge la oración, allí se queda, pasemos o no pasemos, haya ruido o no le haya; nada la inquieta. Siendo ya vecina de nuestros religiosos, y seguramente ya con el hábito de la Merced, «asistía, dice una de los testigos en el proceso, doña Marta Martínez, a la oración cuando los frailes la tienen, y en esto era tan atenta, que no admitía visita alguna, aunque fuese de señoras, mientras duraba la hora de la oración». Pero no se contentaba con este tiempo, — 132 — que es el mínimum que a ella puede dedicarse, y así, según Francisca de Arellano, «tenía la venerable Madre costumbre de estar en oración en la iglesia y en ella gastaba tres horas de rodillas», en lo que coincide la Marquesa de la Laguna, D. María de Villena. Además de este tiempo de oración intensa «era tan continua, afirma Melchora de los Reyes, que en todo lugar la tenía, y la hallaba este testigo ordinariamente de rodillas en oración en la iglesia, en su celda en un rincón y en el huerto, al pie de la cruz». Por Casandra de Alba, testigo 123 en el proceso apostólico, sabemos que «una persona amiga deseaba hablar a la Sierva de Dios, y le dijo: ¡Ay!, amiga, si supiese cuán falta ando de tiempo, no me ocuparía. Y la mujer entendió que la falta de tiempo era para darse a la contemplación y trato con Dios». Por donde llegó a tal perfección «que aun cuando estaba tratando con la gente estaba en altísima elevación espiritual» (su director, testigo 108). Oraba «echado el manto sobre el rostro» (testigo 49, Francisca de Arellano). «Estaba en ella (en la oración) tres y cuatro horas de rodillas, sin pestañear, sin menear pie, mano o cabeza, y esto todo sin arrobarse, cosa que notó como grande y admirable» (Marquesa de la Laguna, testigo 180). «La común postura que la santa usaba para orar era estar de rodillas y trabados los dedos de las manos unos con otros, y tenía grandes señales y hoyos de apretar cuando oraba y rogaba a Dios pidiendo alguna cosa, o lastimándose de culpas ajenas y ofensas de Dios» (D.' María de Mena y Barrionuevo). «Los días que estaba descubierto Nuestro Señor en el convento de Santa Bárbara, estaba tan absorta y elevada, que no había de hablarle nadie, y se quedaba con los ojos abiertos y fijos en el Sacramento Santísimo» (Dña. Elvira Manrique de' Lara, testigo 44). «De noche eran muy frecuentes sus raptos y éxtasis» (Catalina de Cristo, su criada, testigo 173). También los tenía de día haciendo por ocultarlos a los religiosos, pero como no estaba en su mano, «perdió el empacho que al principio tenía y no se le daba nada que la viesen o no» (Francisca de Castro, testigo 68). Esta misma testigo afirma que «la vieron muchas personas en un profundo éxtasis; tenía la boca abierta, los ojos llorosos, las manos elevadas y las rodillas en tierra, causando admiración y moviendo a devoción tan tierno espectáculo. Duró así algún tiempo». Con todo, sus raptos, por lo menos en los últimos años de su vida, que son los más conocidos, tenían más de gloriosos que de dolorosos. Su criada, compañera inseparable durante diecinueve años, dice que pocas veces la vió llorar, y Juana de San Pablo afirma era «su tranquilidad de ánimo y paz interior tan maravillosa, que jamas mudó semblante». «La continua oración de esta Sierva de Dios, o casi continua, es una suspensión y quietud interior en Dios, con grande paz, sin que las potencias — 133 — y sentidos la impidan, por estar todo en gran silencio interior, y como en un cielo muy sereno y pacífico interior, quedando ordinariamente en afectos muy íntimos de amor, y algunas veces con una fragancia extraordinaria y una unción en el corazón, que aun algunas veces redunda en su virginal cuerpo. Como una vez que estando acabada de cómulgar en las gradas del altar, pidiendo a nuestro Señor afectuosísimamente que, pues Su Majestad es fuego, que consumiese en ella todo lo que le desagradaba, y la abrasase toda en su divino amor, sintióse luego tan sabrosa y recogida interiormente, que no se podía casi aparte del altar, y aun juntamente el cuerpo todo encendido, que se pudo muy bien decir: Cor meum et caro mea exultarerunt in Deum vivum. «En la oración tenía el rostro hermoso y venerable» (Dña. Elvira Manrique de Lara). «En una ocasión salió de la oración alegre, risueño y encendido el rostro y una cara como un ángel» (Juan de la Serna). «Experimentó ordinariamente que cuando la hallaba orando, la preguntaba: ¿Qué hace?, y ella se estremecía y temblaba volviéndose en sí». (Su último director Padre San José). El Padre Tomas de Santa María dice que muchas veces la halló arrobada en la tribuna, y que llamada una y dos veces no respondía. «En los arrobos rebosaba hermosura celestial» (Catalina de Cristo). « Cuando se suspendía la sierva de Dios, y era muy frecuente, quedaba su rostro hermoso y resplandeciente, como un espejo herido del sol, que causaba gran consuelo mirarle». (Dña. Bernarda Ferrari, testigo 18). Un paje de Da. Elvira halló a la sierva de Dios puesta en oración, y vió su rostro muy resplandeciente y hermoso, de manera que los rayos de luz que de él salían, alumbraban el aposento donde estaba, que era bien oscuro, y ordinariamente cerraba la ventana cuando había de ponerse en oración. Lo mismo vió María del Zureo que atestigua en el folio 97 (la anterior declaración está entre los folios 330 y 358, bien distinta de la que cito ahora), que «estando la santa orando en un aposento oscuro vió resplandecer su rostro de manera que alumbraba todo el aposento». «Ha experimentado en estas ocasiones (las de ponerse en forma de cruz en una grande que tenía en su huerto), darle en el rostro una grande y extraordinaria luz». (Su confesor Padre Juan Bautista del Santísimo Sacramento, en la adición a la autobiografía de la Beata, incluida también en el proceso). Isabel Montero y Francisco Hem, natural de Flandes, hicieron a mucha costa un retrato extático de la Santa Madre, por ser en ella muy frecuentes los éxtasis y raptos, y afirman que causó admiración en la Corte y movió a grandísima devoción a todos. «¡Oh, exclama la Beata, bendita sea la bondad y grandeza de este Señor! ¡Y con qué amor tan ternísimo nos ama! ¡Y que se pierdan los hombres por no gastar la dulzura de este divino amor! Si la gustasen, ¡cuán diferentes serían sus ejercicios y ocupaciones!» FR. J. GILABERT o s 0000000occ0000% 00 c.›o .0 . o o ó o" ea<>" o o o o"*": 2 2 .0 .81, 0 2, -- 135 — r_ory, 9 Mercedarios Ilustres (3 504 No. o o o. ''00000000000000000Q20000000000000000000000000000000000000000000g0000000000000006.° 00 '00 °00o0cP° °C)°0°00° El Ilmo. Fray Alonso Enríquez 1- en 1628 Aunque de ilustre familia sevillana, el P. Enríquez debió nacer en América, donde su padre, D. Francisco de Castellanos, desempeñó un papel importante. Tuvo un hermano Mercedario llamado Fray Francisco de Veamonte (Beaumont), y varios otros seglares que usaban los apellidos de Castellanos, Orozco, Armendáriz y Toledo, que en varios documentos honran también al Mercedario. Tal vez con el propósito de hacer carrera universitaria, vinieron a España los dos hermanos y tomaron el hábito de la Merced en el Convento de Sevilla, profesando Fray Francisco el 1.° de abril y Fray Alonso el 17 del mismo mes del año 1566 en manos del Maestro Peñaranda, Provincial y Comendador. No debía pasar Fray Alonso de los dieciséis años reglamentarios, pues por la edad que él mismo se atribuye en múltiples documentos, debió nacer en 1550. Consta que el P. Veamonte hizo su carrera en Salamanca, pero ignoramos dónde estudió Fray Alonso, cuyo talento y cultura tanto brillaron luego. Pronto regresó a América, pues según una información de 1579 hecha en Cali, para esa fecha había desempeñado ya, durante cuatro o cinco años, una doctrina en Chuquiavo (La Paz, Bolivia) y otra en Manta (Ecua- dor), utilizando tal vez el quéchua aprendido en su infancia. El Obispo de Quito le nombró Visitador de Porto Viejo, donde fue Comendador y doctrinero y quitó muchos ídolos de los indios. A principios de 1579, fué nombrado Comendador de Cali (Colombia), que entonces pertenecía a la provincia mercedaria de Lima. Allí, como en todas partes, desarrolló grande actividad, mejorando su Convento y las doctrinas o parroquias de los indios, y obtuvo sentencia de la Audiencia de Quito, manteniendo a los Mercedarios en la posesión de que pretendía despojarlos el nuevo Obispo de Popayán, Fray Agustín de Coruña. La sentencia lleva la fecha de 3 de abril de 1580 (1). Diéronle a continuación la encomienda de Trujillo en el Perú, donde en febrero de 1585 se disponía a venir a España como representante de la Provincia en el Capítulo general. Difirióse éste dos años más, a causa del pleito que hubo sobre el lugar de su celebración, pues los catalanes pretendían que fuera siempre en B arcelona. El P. Enríquez aprovechó el tiempo en reclutar misioneros que llevaran adelante la conversión de los indios, cosa que le importaba más. (1) Monroy (Joel). El Convento de la Merced de la ciudad de Cali. 57. que la elección de General. En agosto de 1586 tenía reunidos ya en Sevilla 18 religiosos, entre ellos el venerable P. Juan Bautista González, que más tarde fundó nuestra Recolección (1). Después de alguna espera salieron de Sanlúcar a principios de 1587, pues el 4 de marzo escribe ya el Padre Enríquez a Felipe II desde Panamá: «Con próspero viaje fue nuestro Señor servido traer esta flota, y de los religiosos que por mandado de V. M. se trajeron, sólo ha faltado uno, que llevó a su santa gloria. Los demás partimos con salud y muy particular deseo de que en estas partes seamos útiles, en bien universal de los naturales y vasallos de V. M.» «Yo, como más obligado, por la confianza que de mí se ha hecho y de la estrecha cuenta que me ha de ser tornada en aquel gran día, con toda la solicitud y vigilancia posibles, y sin perdonar trabajos y largos caminos, cumpliré mi oficio de visita y reformación de estas provincias de nuestra Orden sagrada de Nuestra Señora de la Merced, y tengo confianza que a gloria de Dios y por los buenos Prelados y religiosos, se ha de hacer esto con suavidad espiritual» (2). Por donde se ve que el P. Enríquez llevaba el título de Visitador general de aquellas provincias expedido por el Maestro Zumel, Provincial de Castilla, que en la vacante del generalato (1) Pérez: Religiosos de la Merced que pasaron a América. 220. (2) 'bid. 229. gobernaba casi con entera independencia. Sin embargo, la jurisdicción de Castilla sobre las provincias americanas había sido abolida en el Capítulo general de 1574 y los peruanos se negaron a reconocerla. El P. Francisco de Salazar, elegido Ilmo. Fr. Alonso Enríquez. General en mayo de 1587, dió nuevos poderes al P. Enríquez, y para informarle mejor de su voluntad le ordenó volver a España, quedando en su lugar su hermano el P. Veamonte. Bien estudiado el asunto el Reverendísimo Salazar el 5 de junio de 1579 le comete sus veces con facultades amplísimas en la isla de Santo Domingo y en toda la América del Sur desde Panamá. Con estas patentes, firmadas en Madrid, el Rey le da licencia para em barcarse en Sevilla el 30 de marzo de 1590, en compañía del P. Juan de — 136 — Vega; el P. Veamonte volvió a España para ocupar el cargo de secretario general. Los religiosos más notables y las autoridades de América dieron repetidos testimonios de que el P. Enríquez desempeñó con acierto su misión, fomentando la observancia y los estudios, muy particularmente el de la lengua quechua, indispensable para el trato con los indios. El mismo daba cuenta a Felipe II de sus pasos en 30 de abril de 1592: «Yo habrá un año y medio que llegué a estas provincias, en el cual tiempo he visitado personalmente la provincia del Cuzco, Charcas y Potosí y parte de esta provincia de los Reyes, con tanto trabajo de los malos caminos y diversidad de temples, que, aunque tengo más de quince años de experiencia de la tierra, cosa importantísima, y cuarenta y dos de edad (que no es de menos importancia) me hallo muy quebrantado, aunque no desistiré de la obra hasta acabarla.' «Sólo a Chile no podré ir personalmente por la mucha distancia y por no dejar acá esto, que es de más importancia para el servicio de V. M.; enviaré a ello religioso de ciencia, conciencia y experiencia, de quien se pueden confiar cosas mayores, de los cuales hay muchos en estas partes...» «Llevo muy bien entablada la reformación y para perfeccionarla he mandado juntar los Provinciales de estas provincias, que son tres, para con ellos y los definidores dar tal asiento en todo que después no sea menester más que saber cómo se cumple lo que aquí quedará ordenado.., para que con poco trabajo se puedan gobernar tan largas provincias, que son desde lo último de Chile y desde el Paraguay hasta Panamá y hasta Cali en la gobernación de Popayán (1). Gran parte de este programa estaba ya realizado en 1594, en que el Virrey, Marqués de Cañete, escribía a Felipe II: «Habiendo Fray Alonso Henríquez de Armendáriz visitado las casas que de su religión hay en estas provincias y administrado su cargo con mucha aprobación y buen ejemplo, vuelve a esos reinos a dar cuenta dello, y tengo por cierto será tan buena como se podía esperar de persona de sus calidades y partes, y que obligará a que V. M. se sirva de hacerle merced de uno de los obispados, que al presente hay vacos en estos reinos, como en otras ocasiones le he propuesto para ello, por emplearse tan bien en él cualquiera gran merced que fuere V. M. servido hacerle» (2). Entre tanto, fué elegido Maestro General en 1593 el P. Zumel, que diez años antes había depositado ya su confianza en el P. Enríquez y premió con elogios su acierto en el Capítulo general de 1596, celebrado en Valladolid. No faltaron, sin embargo, quejosos, y para contrarrestar sus censuras, doce Padres de los más graves del Convento de Lima, dieron en 1598 un manifiesto en el que se lee, entre otras cosas: «Fué hombre tan recto en su oficio (1) Pérez: Ob. cit. 232. (2) Ibid. 234. — cuanto calumniado en él, de los que castigó. Este reformó las doctrinas de los indios, reedificó los conventos, dándoles muy grandes limosnas, puso grandísima claridad en las cosas de la redención y administró justicia con todo recogimiento y ejemplo, tan ajeno de intereses, que antes acrecentó las provincias y ayudó a los conventos con lo que deudos y amigos suyos le dieron, que no se aprovechase de lo que en ellos había (1). Siguiendo la corriente de separar los conventos de las casas de estudios, el P. Veamonte y su hermano concibieron la idea de fundar en Sevilla el colegio de San Laureano, cerca de la Puerta Real, proyecto que fué aceptado por el Rvmo. Zumel y por el Capítulo general, dándose el patronato a Don Juan de Castellanos, hermano de los fundadores. El colegio prestó buenos servicios a la Orden y su edificio subsiste todavía, no lejos del convento grande de la Merced. En los años siguientes permanece el P. Enríquez en España honrado con el título de Maestro en su provincia de Andalucía, de la que fue" Vicario en 1600, por haber sido llamado el Padre Heredia, que era Provincial, a gobernar la Orden interinamente. El Arzobispo de Burgos, Don Alonso Manrique, le pidió para auxiliar suyo, y el Nuncio dió su conformidad el 15 de junio de 1604. Sin embargo, por la muerte de Clemente VIII, se difirió su nombramiento hasta el 27 de junio de 1605 en que Paulo V lo pre(1) Ibid. 236. 137 — conizó Obispo de Sidonia, recibiendo luego la consagración en Burgos de manos del Arzobispo, a quien ayudó durante cinco años en el cuidado pastoral con su actividad acostumbrada. Felipe III le presentó para el Obispado de Cuba, y fue preconizado el 30 de agosto de 1610. Dirigióse allá inmediatamente, y aunque luchando con la escasez de personal apto, logró imprimir a aquella diócesis, que entonces comprendía toda la isla y la Florida, un vigoroso impulso. Quiso trasladar la Sede a la ciudad de la Habana, que ya entonces tenía más vida que Santiago, pero tropezó con los intereses creados que se amparaban en el incorregible expedienteo de nuestra administración, metropolitana y colonial. Son muchos los documentos que atestiguan su celo y energía indomable para el mejoramiento de la vida cristiana; el P. Pérez ha incluido bastantes cartas suyas en su obra: «Los Obispos Mercedarios en América». Escribió también una Relación de lo temporal y espiritual de la isla" de Cuba, y una carta al Maestro Remón en defensa de la Concepción Inmaculada. Sus visitas pastorales eran verdaderas misiones. En 1624 fué trasladado a la importante diócesis de Mechoacän, en México. A pesar de su avanzada edad, el P. Enríquez trabajó allí durante cuatro años, y trazó la fundación de un colegio en la Universidad de México para la formación de canonistas de las diócesis de Cuba y Mechoacán, donde había echado de menos un buen Provisor y otros curiales. — 138 — El colegio debía titularse de San Ramón Nonato y estar bajo la dirección de los Mercedarios que, en efecto, llevaron adelante la obra después de los días del P. Enríquez, a quien la Orden debía muchos favores, entre ellos la fundación en San Luis de Potosí. Dios Nuestro Señor le llevó al descanso eterno el 5 de diciembre de 1628 en 'limbo, recibiendo su cadáver honrosa sepultura en la Catedral de Mechoacán. FR. GUILLERMO VÁZQUEZ LAS INJUSTICIAS SOCIALES A mi amigo don X. Querido amigo: Le veo a usted demasiado indignado con las desigualdades sociales y propenso al comunismo como posible reparador de ellas; un comunismo cristiano, desde luego, muy diverso del ateo y salvaje que los anarquistas propagan con petardos y bombas. No es nueva en usted esta tendencia, que juzgo sin embargo peligrosa. Digo, pues, en primer lugar, que las injusticias en nuestra sociedad española son mucho menores de lo que usted se imagina. No niego en absoluto que existan, pero en la media España en que yo he vivido, que es la del Noroeste, el reparto de los frutos del trabajo es bastante equitativo. No existen grandes capitales, y los pocos vecinos que han llegado al millón siguen trabajando y viviendo con modestia igual o superior a la clase media. Yo he observado, muy de cerca, a algunos que pasaban por grandes capitalistas, los más ricos de su provincia, y puedo asegurar que trabajaban tanto como muchos de sus empleados, gozando quizá menos que ellos. Las fortunas, buenas y rápidas, son más bien de algunas gentes de la clase media, ciertos médicos y abogados, por ejemplo, (con frecuencia muy demócratas y aun revolucionarios) cuyo haber diario se puede cifrar arriba de 500 pesetas. Y no hablo de los enchufes, que se han puesto tan de moda en el nuevo régimen: ser embajador, diputado, profesor y alguna cosilla más, cobrando por todos esos conceptos, no es cosa muy extraordinaria. A bien que el Sr. Azaña ha presentado un proyecto de ley de incompatibilidades que va a cortar de raíz esos abusos.., si se cumple. La indignación de usted contra los propietarios, fabricantes y demás empresarios, me parece tan injustificada como su deseo mal disimulado de que fueran atacados los bancos y no los conventos. Ni unos ni otros deben ser quemados ni saqueados. Yo no tengo nada en los bancos y muy poco en el convento, y puedo juzgar de unos y otros con bastante indiferencia: considero a los conventos como focos de cultura y de moralidad, pero juzgo que los bancos son elementos importantes de civilización. ¿Qué hay en los bancos? El ahorro — 139 — de los ciudadanos que trabajan y pro curan mejorar su suerte, aseguran do lo necesario para la vejez y e 1 pan de sus hijos, que pueden encontrarse abandonados en cualquier momento. Esos ahorros son una necesidad de la civilización, que los utiliza en los empréstitos para llevar a cabo obras y mejoras, que de otro modo serían imposibles. Harto nos lo ha demostrado la experiencia • de estos meses en que, por no haber crédito, tenemos que suspender obras, que eran el pan de muchos miles de familias y la ilusión de toda España. Los rusos se apoderaron de los bancos y acabaron alegremente con los ahorros allí acumulados, pero ahora andan mendigando empréstitos en las naciones extranjeras, que no los facilitan sino a muy caro interés y con difíciles garantías, como es natural. Ante la imposibilidhd de obtener créditos, el gobierno comunista se ve obligado a mal vender los productos rusos para obtener dinero a cualquier precio. Las gentes que se indignan contra los ahorros de los demás deben examinar seriamente el fondo de su propia conciencia, donde tal vez encuentren la explicación sencilla de su aversión. ¿Será porque ellos no supieron nunca ahorrar una peseta? ¿Habrán, quizá, malgastado las que recibieron de sus padres? La Psicología encuentra a veces en los fenómenos de la subconsciencia, la explicación de muchas simpatías y odios que nos parecían inexplicables. No creo, por lo dicho, que la Iglesia, los clérigos y frailes, hayan pecado gravemente, inclinándose a los ricos en daño de los pobres. Lo que me parece es que usted padece en esto una ilusión, que es también frecuente en otros. La Iglesia es democrática; el clero, en su inmensa mayoría, procede de las clases media y humilde, y sus recursos salen también de esas clases. Sobre la riqueza y generosidad de los ricos, se fantasea sin medida; la verdad es que ni tienen lo que se dice, ni dan lo que se supone. ¿Por qué, pues, el clero es deferente y obsequioso con ellos? ¿Por qué no los aborrece como los revolucionarios? Porque no creemos que eso conduzca a nada bueno. Algunos clérigos despechados, cansados de la influencia de la aristocracia (y de cobrar mil pesetas al año) dieron sus votos a la democracia, esperando de ella más justicia. ¡Bien caras han pagado sus ilusiones! En resumen, amigo mío, milicia es la vida del hombre sobre la tierra y debemos resignarnos a luchar en lo material como en lo espiritual, procurando el bien de la mejor manera posible, sin desmayos ni grandes ilusiones. De unas y otras nos libre Dios, y sobre todo de la ilusión comunista, que a tantos seduce hoy día. GARCÍA - 141 - ¡Propagad la buena Prensa! Muy oportunamente escribió el Cardenal Mercier, al comienzo de su gran obra pastoral «La vida interior», la palabra recristianización de la sociedad, como ideal de aspiración en las obras de apostolado católico. Este debiera ser el lema y el grito de todos los católicos españoles hoy día: ¡La recristianización de España! Volver a ingerir en nuestra sociedad los vivificantes principios del Cristianismo que un tiempo lo hicieron grande y que hoy por olvidarlos amenaza resquebrajarse hasta sus cimientos. Vamos a ocuparnos ahora de un medio, quizá el más poderoso y eficaz junto con la oración, para realizar esa necesaria recristianización. Nos referimos a la buena Prensa y a la lucha hasta el exterminio contra la irreligiosa. Ya lo dijo el poeta latino, mens agitat molem. No lo olvidemos, el mundo será siempre movido por la inteligencia, el imperio de las ideas es universal, omnímodo y despótico; si encauzamos rectamente la inteligencia de nuestros semejantes, si en ella sembramos abundancia de ideas sanas y cristianas, pronto se hará sentir intensa la renovación. He aquí, por qué la prensa es tan eficaz para el bien y para el mal. Hoy es tal el predominio de la prensa que para un considerable número de personas constituye su única lectura. ¿Y qué sucederá si ésta es mala? Toda idea en nuestra mente tiende a realizar aquello que representa y significa; sólo la presencia de otra opuesta puede impedir su realización. Ahora bien; ¿cuál será el proceder de aquel en cuya mente se han sembrado casi exclusivamente ideas falsas, sin las buenas que pudieran in- hibir la acción de las primeras? Cuando a alguno le oigamos decir que a él no le hace daño el mal periódico, que en esto no busca formar su ideología religiosa o social, sino tan sólo la información política o financiera, no le creamos jamás, pues esto, es una defensa de su defección, si es que ya el periódico le ha dominado, o cuando menos es un iluso el que tal cree. Una niña de pocos arios le dice a su papá: —Papá, por Dios, no leas tal perió dico, que me han dicho que era irreligioso y te va a dañar mucho. —No, hija mía, no; yo no lo leo con el fin de estudiar religión, que ya la sé, yo no presto atención más que a lo que me interesa, y no a lo de religión. —Papá, ¿recuerdas qué comimos ayer noche? —Por más que pienso en ello, no soy capaz de recordarlo. —Pues mira, papá, aunque no recuerdes qué comiste, el alimento, con todo, sigue en tu interior nutriéndote, y así te pasa con el periódico, no pones atención a lo irreligioso que lees, pero las ideas que has ingerido, no dejarán de obrar en tu alma a su tiempo. Así es, en efecto; nadie es capaz de ponerse a cubierto de la influencia de las ideas que asimila; todo lo más puede darse un asunto en el que el lector, siendo muy versado, no ceda al error, pero al lado de eso existen en el periódico otros mil asuntos, en los que por no estar tan versado ni prevenido, no está inmunizado y admitirá inconsciente y gradualmente muchos errores que se manifestarán al tiempo oportuno. Por eso, con mucha verdad, dice un refrán: «Calan- nia, calumnia, que algo queda». Sí, es indudable, de toda idea que se aposenta en nosotros algo queda siempre. Por eso, ¡sembremos ideas buenas!, que algo ha de quedar; no nos cansemos nunca de esto, que es un apostolado fecundísimo. Las grandes y pequeñas revoluciones no tienen otro origen. Cuando una revolución ha estallado con violencia, candidez suma sería el suponer dile tal o cual hecho reciente que ha sido motivo del estallido, fue también la causa de la revolución; no, la revolución ha tenido su período de gestación más o menos largo en el que se sembraron a granel las ideas que luego al llegar a la madurez la produjeron. No de otro modo ha sido la revolución social que el Cristianismo primitivo, oculto en las catacumbas, ha efectuado en la sociedad pagana, Y ésta fué también la trayectoria de gestación de la revolución francesa y de la última rusa, por no hablar sino de las mayores. ¡Y tal ha de ser también el camino que ha de seguir la revolución social cristiana que es preciso efectuar en la actual sociedad europea, si queremos eficazmente reeristiani- zarla! Pues bien. No olvidemos un momento que la Prensa es el medio más eficaz e indispensable para hacer la siembra de ideas que hayan de hacer el milagro. Y que de dejar el monopolio a la Prensa mala nos vendrían daños incalculables e irreparables. ¡Triste espectáculo, por cierto, el que ofrecen los católicos españoles sosteniendo la Prensa anticatólica, que sin su cooperación no pudiera vivir y que sólo debido a ellos puede sostener su exuberancia y vigor! Esto es peor que el mismo suicidio, pues éste nos acabarla la vida temporal, pero tal situación equivale a retribuir y aplaudir al que haya de quitarnos la eterna a nosotros y a nuestros hijos. En nombre, pues, de Cristo, agonizando constantemente en su cuerpo místico por los pecados de sus miembros, declaremos ¡guerra sin cuartel al periódico irreligioso! Miremos cuánto vale un alma, y por ahí podemos calcular el valor de nuestra actuación, si logramos retirar de una sola el veneno que había de arruinar su vida eterna. Esgrimamos con valentía toda suerte de armas y persuasiones para convencer a tantos inocentes del daña que a sí mismos se irrogan con tales lecturas y tal cooperación. No desmayemos nunca en nuestra actuación, pues sabido es que el éxito va ordinariamente unido a la continuidad del esfuerzo; seamos constantes y sepamos esperar que lo que no se logra en un día se logra en un mes o en un año, y, sobre todo, nosotros menos que nadie debemos cejar en nuestro empeño, sabiendo que no trabajamos solos, que cuanto hagamos será recompensado ya se vea el fruto o no, y que a nuestras palabras y a todos nuestros esfuerzos acompaña siempre la gracia de Dios a quien no tenemos derecho alguno para señalarle plazo en sus victorias. Si alguno de mis lectores usa el periódico anticatólico, ¡por la gloria de Dios que se lo pido!, ¡por compasión de su propia alma!, renuncie desde este momento a cogerlo más en su mano y coja y lea en público el periódico católico; ¡el no hacerlo así no será más que una vergonzosa cobardía! Si cada uno de mis lectores lograse una suscripción al periódico católico y una menos al que no lo es, ¡ya sería una conquista! No seamos tan cándidos que con nuestro propio dinero paguemos al verdugo de nuestras almas. Fl2. EMILIO SILVA MUNDO CATÓLICO ROMA El Papa da trabajo en la Ciudad del Vaticano, a pesar de ser tan pequeña, a 8.000 obreros. Canonizaciones simpáticas. — Lo son todas. Pero las que aquí ponemos tendrán, sin duda, simpatías especiales. Como consecuencia de una reunión de la S. Con gr. de Ritos cele brada en el mes de marzo del corriente año en el Palacio Vaticano, se da ya como un hecho que para el año que viene veamos: La canonización de la Beata Vernadette, la de Lourdes. La beatificación de la Venerable Catalina Labouré, la de la Medalla Milagrosa; y La beatificación también de Gemma Galgani (así se la llama, sin cumplidos). Jesultas.—Al llegar a Irún varios grupos de Padres y estudiantes, los empleados de la Aduana requisaron cuidadosamente sus destartaladas maletas, casi todas atadas con cuerdas, pues las cerraduras hacía ya largo tiempo que no funcionaban, y también sus cestos en que llevaban frugales meriendas. Todo tuvieron que desatarlo los religiosos, hasta el más miserable paquete. Sin duda creyeron que se llevaban sus fabulosos millones._ Y después en los andenes, vuelta a liarlo todo con gran trabajo. A todo se prestaron sonrientes... Se ponen en marcha. Un Padre coge equivocadamente un maletín muy parecido al suyo. Detrás de sí siente una — 143 — '77( bronca de un obrero, muy española (pobre España!):--Oiga usted, ladrón, no lleve lo que no es suyo.—Perdón, replica humildemente el Padre, me había equivocado.—Nada de equivocaciones, insiste el desgraciado; raterías y sólo raterías. Por, ladrones los echan de España. Ya en Francia.—Orden terminante del jefe de la Aduana de Hendaya: ¡Que nadie les estorbe el paso ni se requise un solo bulto!... Los sanos y simpáticos mozos vascofranceses se desviven por cogerles los bultos de las manos y evitarles molestias. Les saludan, les besan la mano. Ya en el tren los Jesuitas, los empleados agitan alborozados y santamente vengativos sus gorros, al grito de ¡Viva Cristo Rey!... ¡Viva San Ignacio!... Y el tren rueda en marcha triunfal por tierras extranjeras... ¡Hurra, irrompible Vanguardia de la Madre Iglesia!... ¡Hasta luego!... Sabio humilde.--¿Es cosa tan rara? No lo es, por la gracia de Dios. Aunque el caso siguiente no abunda, por desgracia. A Mr. Eduardo Le Roy, célebre profesor de la Universidad de París, acaba de condenarle varios de sus libros la S. Congregación del Santo Oficio. El ilustre sabio ha dirigido una carta al Card. Verdier, sometiéndose humildemente a cuanto se le ordene. ¡Dios se lo premie! MEJICO Continúa, a pesar del malsano optimismo de ciertos simplones de la prensa, la persecución. No se derrama tanta sangre corno en tiempo de Calles. Cambio de táctica nada más. Antes se perseguía en caliente; ahora en frío. Siempre con la sañuda intención de borrar todo lo que sepa a Cristo, como se ha expresado poco ha el Santo Padre. El simpático y heroico Arzobispo Orozco, el apóstol de Jalisco durante el sangriento período de Calles, fué secuestrado por agentes gubernativos el 24 de enero último, cuando salía de su residencia de Guadalajara. Llevado en automóvil custodiado por solda-dos, .a un campo de aviación, fué deportado en aeroplano a California. Actualmente se halla en Los Angeles. ¡Segunda edición de nuestro queridísimo Cardenal Segura!.,. A los que lo llevaban dijo que mejor quería mil veces la muerte antes que el destierro. Al preguntar la causa, se le respondió que se le deportaba por sedición. ¡Qué poca originalidad tienen estas molleras de anticlericales en todas las latitudes!... Durante la persecución de Calles el intrépido Prelado se mantuvo en su Diócesis, a pesar de todas las asechanzas puestas a su vida. Abandonó su palacio y vivió en cavernas por la sierra, administrando su diócesis con celo admirable. Es, pues, un cavernícola por partida doble... Una vez un ejército de 25.000 federales se puso en marcha con el solo fin de darle caza. Quedaron con las ganas. Hizo imposibles por mantener la religión entre los suyos. Cuando el arreglo último entre las autoridades de la Iglesia y del Estado, el clero pudo volver a oficiar en sus templos; pero el Gobierno insistió en el destierro del santo Prelado. Sin embargo, poco después recibió permiso de ese mismo Gobierno para volver libremente a su diócesis. Y ahora tuvo lugar esta felonía o indecencia, muy propia de nuestros Miguelillos o Rafaelillos. Sin duda los del mandil y de la escuadra de Nueva España quisieron quitar de enmedio el apoyo más firme del pueblo católico mejicano, para hacer más a gusto todas sus hombradas. Una lección más, entre otras mil, para los que creen que estos grandes males se curan con paños calientes. FRANCIA Briand. —Unos datos de sus últimos momentos, de gran fuerza apologética y más consoladores que los de nuestra prensa a raíz de su muerte. En su última enfermedad fue visitado varias veces por un Prelado muy notable, y a éste expresó con toda libertad y claridad que quería hacer todo lo necesario para morir bien (en católico, se entiende). La privación del sentido y después la muerte le sorprendieron, sin dar tiempo a dicho Prelado para administrarle y hacer lo que el finado había deseado. Unido esto a los esfuerzos por él hechos para reanudar las relaciones diplomáticas con el Vaticano y la vuelta de muchas congregaciones religiosas, etcétera, todo ello logrado, justifican sobradamente la conducta del venerable Card. Verdier, al acudir al Ministerio de Negocios Extranjeros, con cruz alzada y varios ayudantes revestidos con hábitos de funciones litúr- — 144 — gicas, para bendecir los restos mortales del célebre estadista. Su Santidad Pío XI envió un sentido pésame. En Cocherel, pueblecillo de Nor mandía en donde Briand tenía su residencia de descanso, se celebraron solemnes funerales católicos, al ser trasladados sus restos desde París. ¡Que Dios lo haya acogido misericordiosamente! Palabras que consuelan.—Los republicanos de Belfort han proclamado a Tardieu candidato para las elecciones legislativas. Al mitin de proclamación asistió, representándole, su amigo el Dr. Péchin. Dijo, interpretando el título de republicanos de izquierda que ostentan: Somos republicanos que buscamos la solución de los problemas sociales dentro del orden y de la legalidad. Profesamos arraigadamente las ideas laicas y respetamos las ideas religiosas, porque las creernos necesarias. Se nos reprocha que estarnos aliados con hombres que tienen profundas convicciones religiosas. Pero estos hombres son buenos patriotas, son buenos franceses y estamos satisfechos de tenerlos con nosotros. Si la unión nacional con los radicales no se ha podido realizar, a nosotros no nos incumbe la culpa. Nota.-- Llevan los católicos franceses muchos años de trabajo admirable por la Iglesia y por la Patria, y han hecho así la apología mas eficaz que puede hacerse del catolicismo. Tienen hoy en su contra los de Herriot, a que alude Pechin, y también los comunistas, enemigos de todo el género humano. Todos los antiguos anticlericales los admiran y los aman. Curiosidad.— En Wisques, Pasode-Calais, ha sido elegido por un voto de calidad (el de su Abad) el P. Boudoux de Hautefeuille para desempeñar el cargo de concejal. Representará en el Ayuntamiento a los monjes de su abadía. Monseñor Baudrillart. - Está celebrando este ilustre Prelado su 25.° aniversario de Rector del Instituto Católico de París. De todo el mundo le han llegado felicitaciones, muy merecidas. Fué elegido en tiempos harto difíciles para el Instituto, seriamente comprometido por la persecución religiosa, y más aún por el modernismo. De todo ha triunfado con su virtud, talento y tenacidad. Dejando aparte sus méritos como sacerdote y su acendrado catolicismo, baste saber que el Instituto Católico cuenta al presente 2.500 estudiantes; hace veinticinco arios tenía 700. El cuadro de profesores se ha duplicado, y de 57 que contaba al empezar la guerra europea ha subido a 118. Por esta última cifra podrán apreciarse algo las múltiples actividades del Instituto. Actualmente están terminándose otros dos departamentos: uno para residencia de estudiantes seminaristas y otro para señoritas estudiantes. El Instituto está patrocinado por el Episcopado francés, que elige al Rector. Música.—El simpático y amable Bonnet acaba de celebrar una gran fiesta religioso-musical, con motivo de la transformación del órgano de San Eustaquio. Todo amante del arte sagrado que pasa por París no deja de ver a este legítimo heredero de Frank, y dicen que supera al maestro. — 145 — A cualquier hora que tenga que tocar su órgano, se pone antes de rodillas a orar, y lo hace de manera tan angelical, que ha ganado ya muchos corazones para Dios. Recuerdo la semblanza que de él hizo nuestro P. Otaño en su viaje a Londres. Cuando acaba el Sanctus en la Misa, no toca ya una nota más y se arrodilla para adorar con todo fervor la Sagrada Hostia durante la Elevación. Siempre da gracias invariablemente después de tocar, sea a la hora que sea. Se me olvidaba decir que es un seglar. Un buen ejemplo.—Los estudiantes sostenidos con las aportaciones privadas de los católicos estadounidenses en escuelas primarias, liceos (higher schools), colegios y universidades, ascienden a 2.662.000. Gastan con ellos, sin ayuda alguna del Estado, 290.000.000 de dólares. Descansen en paz. —El P. Delattre. de los Blancos del Card. Lavigerie, murió el 12 de enero último a la edad de ochenta y un años. Durante cincuenta arios dirigió las excavaciones en Cartago, descubriendo un arte que ya se creía perdido: el romano y el cristiano. En 1929 dió cuenta del descubrimiento de una basílica cristiana. Opinaba que era la erigida en el lugar del martirio de San Ciprianc. Dicha basílica fue usada para la Misa Pontifical del Congreso Eucarístico allí celebrado. —En París, el 21 de febrero del ario corriente, ha pasado a mejor vida el P. Adolfo Tanquerey, cuya Sinopsis dogmática tantos estudiamos y estudian en todo el mundo. Tenía setenta y ocho arios. Había sido ordenado sacerdote en 1878. Enseñó en Rodez, Baltimore y por fin en San Sulpicio (París). Era muy apreciado por su santa vida. — Una de las figuras benedictinas que hacen época, el Obispo Gerardo van Caben, acaba de morir en Villa S. Benoit, en la Costa Azul. El solo resumen de su obra es algo muy din cil para estas cortas noticias. Fue uno de aquellos grandes hombres que la providencia pu ,io a disposición de León XIII para sus grandes empresas. Era belga. Entró de benedictino en Beuron en 1874. Toda su vida fuefundador. Mareds o u s, St. André, S. Anselmo (Roma), el movimiento litúrgico belga, le deben todo o casi todo. Sus viajes a Rusia y demás disidentes orientales; la titánica implantación de los benedictinos en el Brasil; las misiones del Congo belga, etcétera, etc., son obras todas que le recordarán siempre. Su cuerpo ha sido trasladado a Bélgica con todos los honores. — El celebérrimo historiador de Lutero, Hartmann Grisar, ha muerto a los ochenta y siete años de edad. Estaba en la Compañía de Jesús desde 1868. Publicó su celebérrimo libro Lutero en 1911, seguido de algunas monografías documentadas, acabando en 1926 con Vida y Obras de Martín Latero. El daño hecho al luteranismo ha sido inmenso, pues con una documentación inédita y asombrosa va siguiendo paso a paso la vida del heresiarca, cínica en alto grado en todos los Mandamientos. FR. FERNANDO VÁZQUEZ 00 .0000000000000OP oo.000 000000000 0000000000000000 000 O 00 00 0000000000000000 000000000000000M 0000000,00000000Ø O — 147 — NOTAS RÁPIDAS cuya verificación, aun no queriéndolo, colaboran sus mismos enemigos. ISIDRO, OBISPO DE TARAZONA El Crucifijo Otros años, estos días benditos (los de la Semana Santa), el Crucifijo, en apoteosis triunfal del arte español, de la piedad y del culto españoles, que no tienen rival en el mundo, era gloriosamente paseado y levantado sobre ingentes multitudes como jamás se hizo con ningún Rey: VexiIla Pegis.., Era una explosión del alma española, que en estos días santos manifestaba clamorosamente su fe perenne en Cristo Crucificado, y recordaba ario tras año las lecciones de la Cruz. Ahora, no. Decretada oficialmente la eliminación de la Cruz y del Cristo bendito que de ella pende, en el culto público, en escuelas y cementerios, y abolida de nuestra Constitución la religión del Crucificado, se ha suprimido, en derecho, el polo que ha orientado durante siglos toda la actividad de este gran pueblo; se ha pretendido cortar el hilo de nuestra historia, que es el hilo de nuestra vida; se ha arriado la bandera de nuestros combates por la conquista de todo progreso; y, cuanto está del legislador, se ha arrancado del alma popular algo consustanciado con ella, causándola profunda herida. Esperemos con serenidad. San Pablo lloraba emocionado al ver entre los de Filipos que había quienes obraban en enemigos de la Cruz de Cristo: (Su fin, añadía, es la perdición; tie- nen por Dios a su vientre, y por gloria lo que es su vergüenza; sus pensamientos terrenales.» Esperemos y sigamos con ardor nuestra historia de amor al Crucificado. Los símbolos tienen gran fuerza, pero no son la fuerza del alma. Mientras el alma española se vacíe por los labios de millares de españoles y en forma de besos ardientes que rozan y desgastan los pies del Cristo de Medinaceli, en Madrid; y en Barcelona se cobijen otros millares bajo las bóvedas de su catedral para glorificar al Cristo de Lepanto; y mientras éste, mi pueblo de Tarragona, indemnice al Crucificado del agravio que por la ley se le ha inferido, lanzándole de sus escuelas, colgando más de mil crucifijos en otros tantos pechos creyentes; y mientras en otro pueblo de mi jurisdicción obliguen las mujeres al alcalde a besar y reponer el Crucifijo quitado de las Escuelas y paguen, gaudentes, las seis mil pesetas de multa en que por tal acción incurrieron; y mientras se alce en toda España este clamor, como de pueblo lastimado en sus entrañas, que hemos oído estos días, podemos confiar en los futuros triunfos del Crucifijo en la vida pública, y que seguirá siendo entre nosotros lo que es en el sistema y en la historia del Cristianismo: un hecho colosal, que no se anula con una ley; una síntesis de nuestras creencias, que no desarraigarán los odios sectarios; y una profesión a El Gobierno de la República francesa ha rendido un magnífico homenaje a nuestros misioneros En la inauguración del Pabellón de las Misiones católicas, Mr. Paul Reynaud, Ministro de las Colonias, en representación del Gobierno, ha hecho un magnífico elogio de los Misioneros. «¡Maravillosa historia la de las Misiones! Costas de Berbería, donde San Vicente de Paul y los Padres de la Merced acuden conmovidos por el dolor de los cautivos cristianos. »¡Canadá, de donde parte el Padre Marquette al descubrimiento del Mi sisipí y de Lousiana! »¡Brasil, donde un Franciscano es el primer operario de la Francia equi- nocial! »¡China, donde enfrente a una civilización milenaria, los Jesuitas se imponen por su ciencia, reciben los honores del mandarinato, y en tiempos de Luis XIV obtienen de Rusia que haga la paz con la China haciéndole ver las ventajas económicas de abrir el mercado chino! »¡Indo-China, en donde el Obispo de Adrán, Pigneau de Béhaine, merece que el inglés Macortney diga de él: «No faltó nada para que fundase en Asia un imperio superior al nuestro», y de quien hablaban con las lágrimas en los ojos los indígenas quince años después de su muerte! »¡En medio del Islan, Lavigierie y sus Padres Blancos; Foucauld, cuyo sepulcro al lado del de Laperrine, es uno de los lugares santos del patriotismo francés!... ›¡Y las mujeres!... »¡Cuando, allá abajo, lejos, bajo el sol implacable del Ecuador, un joven francés está para morir, ve frecuentemente a su lado una Hermana de la Caridad (une cornette blanche) y oye la melodía familiar de una voz de los suyos! »¡Hermanita lejana, que con vuestro humilde equipaje, os habéis llevado de Francia lo que tenemos de más puro, el Gobierno de la República os rinde el homenaje de su reconocimiento y de su respeto!... »¡Qué de historias no nos cuentan estos mur os!... ¡Descubridores, colonizadores, educadores, geógrafos, lingüistas, astrónomos, diplomáticos, los Misioneros son todo esto a través de tantos siglos y de todos los paí- ses!...» Esto es España Los oficios de Semana Santa, más solemnes que nunca; las iglesias, incapaces para contener a los fieles; las comuniones del Jueves Santo, interminables; la visita de los monumentos, más fervorosa y concurrida; las procesiones, donde las sacaron, imponentes manifestaciones de fe, y donde gente desalmada quiso impedirlas, no lo lograron y tuvieron que huir como alma que lleva el diablo con las manos en la cabeza y buscar seguridad para sus vidas en las cárceles, sus propios hogares. 1 — 148 — En fin, España es lo que era, y ahora más que antes: ni era católica porque lo fuesen sus instituciones, ni deja de serio porque su Estado se antodeclare laico. UJÁN ¡Es todo un símbolo! Acabo de ver en un periódico la información gráfica de un fausto suceso; la solución de un pleito viejo. En Oviedo, el Instituto de Segunda Enseñanza ocupaba el antiguo convento de Santo Domingo, arrebatado a sus dueños, que con inmenso esfuerzo lo habían levantado hace 300 años. Es una mole imponente, pero ya ruinosa y destartalada. Era preciso construir un edificio nuevo, pero no había dinero; ¡son tan caras las obras del Estado! Pero se ha encontrado una solución feliz: El Instituto se trasladará al Colegio de los Jesuitas, del que han sido arrojados ahora sus dueños. Es magnífico, nuevo, con todos los adelantos de la arquitectura y de la pedagogía. ¡Estamos de enhorabuena! Lo que hace falta es que los nuevos ocupantes no se contenten con el edificio, sino que se apropien también los métodos y la abnegación de los fundadores del colegio; de lo contrario, éste dará pronto la impresión de ruina inevitable. Pronto se verán los vidrios rotos, las goteras por todas partes y los muros agrietados. A bien que no faltará otra Orden religiosa que levante un nuevo colegio al que pueda trasladarse el Insti- — 149 — tuto dentro de cincuenta años, o antes, pues el mundo camina cada día más a prisa y las cosas envejecen más pronto. Así el Estado irá viviendo de las iniciativas y de los edificios que los frailes construyeron echando las entrañas para ello. ¡Y todavía hablarán mal de ellos! ¡Ingratos! Sepan al menos que esos edificios, de que tan alegremente se apoderan, han costado terribles esfuerzos a quienes los construyeron. Muchos frailes envejecieron antes de tiempo en las obras, otros perdieron tal vez la vida. Tengo de ello ejemplos muy recientes. GUILLERMO La mayor necesidad de España Se puso bien de manifiesto al principio de la revolución: la cobardía en todos los órdenes de la sociedad fue nuestro pecado capital. Mucho hemos adelantado en estos meses, pero queda todavía algo y aun mucho que corregir. Los frailes y los sacerdotes, despegados del mundo, somos los más obligados a dar el ejemplo. No dejamos atrás quien nos llore y debemos despreciar los peligros. Nuestra cobardía es de pésimo efecto para el pueblo cristiano. Si nosotros no nos corregimos, la generación que ahora se forma sería aún más encogida que la presente. Los enemigos de la civilización la arruinarían fácilmente, como los bárbaros destruyeron el Imperio Romano. Virtud se dijo de vir (varón); la virtud es siempre varonil. Hasta la mujer para ser virtuosa ha de ser fuerte. Por eso sin duda, porque son virtuosas muchas mujeres, son más varoniles que los hombres. Lo diré claramente, aunque nos duela: los confesores, predicadores y educadores cobardes hacen un mal servicio a la Iglesia y a la sociedad. No eran de ese temple los que formaron las generaciones de mártires en los primeros siglos. GUILLERMO La fuerza de la costumbre Era en la sesión nocturna de las Constituyentes el 16 de marzo último. Se discuten los enchufes y mientras habla el leader católico señor Gil Robles, los socialistas interrumpen furiosamente. El Sr. Alonso y otros diputados desafían al orador y le invitan a salir a la calle. El presidente de la Cámara acoge estas manifestaciones con sonrisa. ¿Por qué sonríe el señor Besteiro? Probablemente recordando escenas clásicas de taberna. Pero al fin tiene que ponerse enérgico y a duras penas logra convencer a los valientes de que están en el Parlamento. GUILLERMO •n1111M.P. LA BUENA ALEGRIA A los pocos meses de nacida nuestra República, todos los españoles sintieron el vacío de algo mejor, y dieron en la flor de amoscarse y sentirse tediosos. No había derecho a eso, y necesariamente debía rectificarse el perfil agrio que iban tomando las cosas. Entonces surgió uno de esos pavos reales Narcisos enamo• rados de su hermosura, y capaces de ofrecer la panacea de todo lo humano y divino en una fórmula intranscendente. Se quiso organizar la alegría de la República y... ¡ca, hombre! ¿para qué queríamos más alegría de la que nos da Gracia y fascia en cada una de sus dósis semanales? ¡ahí es, nada, dieciséis páginas de chiste por arrobas y con más sal que el Atlántico! ¿Quién ha dicho que la República necesita alegría..., más alegría..., mücha alegría? Sin embargo me väis a permitir que dude un poco. Son tantas las veces que oigo decir a toda clase de gentes, que andamos mal, son tantas las opiniones pesimistas esparcidas en el ambiente, que lo confieso, me dan escalofríos y temo. Pero me acuerdo de un paisano mío del siglo IV, llamado Paulo Orosio, y me tonifico y respiro a pulmón abierto. ¿Sabéis lo que pasaba entonces dentro de las fronteras españolas? El poder del emperador se vió usurpado por gentes desconocidas que salían de la selva; pueblos bárbaros enardecidos por un afan de pillaje y de revancha, se apoderaban de cuanto topaban a su paso. Nadie osaba resistirles de frente, porque había (como hay hoy), crisis de virilidad; los pudientes, causantes de tal invasión, huyeron como conejos asustadizos, — 150 — y fué ancho el campo para las hazañas de los invasores. Mientas tanto la moral, la propiedad, el orden y la religión cristiana, recibían los ataques directos de aquellos hombres empeñados en subvertir todo lo estable y eterno. Dominó en España la más completa anarquía. Pues bien, entre tanta catástrofe levantó su voz Paulo Orosio y dijo que aquello era nada, comparado con lo sucedido en épocas anteriores. Desvirtuó, cuanto pudo y supo, los males contemporáneos, y organizó debida y cristianamente la alegría del imperio. Ayudábale en esta empresa un pobre obispo africano, San Agustín. Al principio nadie le creía. ¡Pensar que aquello era obra de la mano de Dios, sólo podía ocurrírsele a Paulo Orosio! ¡No! Tales desgracias y castigos, tantas invasiones y muertes, no eran causadas por los pecados de los hombres, ni por haberse desviado del camino de la verdad, ni por dormirse beatíficamente en una vida regalona, afeminada y descreída. Aquello era obra del genio del mal, enemigo del mundo. Y Paulo Orosio decía: «Haced penitencia y recibiréis el don del Espíritu Santo», y la alegría verdadera os será añadida. Ese era el resumen de todas sus predicaciones. Dios es quien castiga, Dios es quien devuelve la salud. El es quien envía la muerte y El mismo puede traer la resurrección. ¿Quién lo duda? aposentad a Dios en vuestras almas y en vuestras conciencias y os le daré conservando vuestro cuerpo, vuestra vida, vuestra hacienda y tranquilidad y alegría y todo. Preguntemos ahora: ¿será esto lo que al presente necesitarnos? Yo, siguiendo la opinión de mi paisano, os digo que sí. Trabajemos en pro del cristianismo, de la fe y de las buenas costumbres. No podemos dejar la organización de la alegría de la República en manos de quien no sabe lo que trae entre ellas. Glosando una página de Von Keppler, les diría yo a todos esos masones, liberales utópicos y energúmenos de nuevo cuño: Luchar contra nosotros los verdaderos cristianos católicos, es una insensatez que destruye las alegrías. No os empeñéis en luchar contra Dios, en derribar lo que es eterno. Si vosotros no halláis ya gusto en los deleites del alma, en las delicias de la religión, y no podéis levantar las fuerzas del espíritu y de la voluntad para volver a la fe y a la vida cristiana, por lo menos dejad todo esto al pueblo, no le quitéis sus alegrías. No emponzoñéis su cuet po con vuestro vino artificial y venenoso, causa de engañadores gozos; porque ese narcótico trastorna al pueblo la cabeza y el corazón y le hace más infortunado que antes era. Guardad para vosotros ese tóxico letal, pero dejad al pueblo sus alegrías y dejadnos a nosotros que se las procuremos... nosotros podemos hacerlo, vosotros no. ;Católicos, a trabajar por Cristo! Devolvamos a Dios las ovejas que se han descarriado. ¡Alerta! SERGIO M. DUN Poyo-11-111-1932. PPOVIDENCIA Gonzalo de Alvear, con los codos apoyados en su mesa de trabajo y la frente entre las manos, parecía muy abismado en la lectura de un pleito del que esperaba alcanzar gran nombradía; sin embargo, de vez en cuan do, levantaba la cabeza y su mirada iba a fijarse en el grácil perfil de la mecanógrafa que resaltaba sobre el fondo luminoso del balcón como una silueta de virgencita bizantina. Poco tiempo antes, el joven abogado, que ya había adquirido algún renombre, gracias a su rectitud y relevantes dotes oratorios, pensó que le sería muy útil una mecanógrafa, además de los pasantes que en su estudio tenía y, en consecuencia, puso un anuncio en «A 13 C». El mismo día que esto se publicó, .acudieron un centenar de muchachas a la puerta del bufete. Gonzalo se vió un poco perplejo ante aquel desfile de lindas personillas la mayoría, más o menos pintadas, y bajo cuyo airecito modernista se descubría en muchas la triste huella de la miseria; rechazó con disgusto a algunas que le dirigieron miradas y sonrisas provocativas y hasta alguna frasecilla de doble sentido, y estaba ya cansado, y sin saber a cuál elegir, cuando entró en el despacho una completamente distinta de las demás. Vestía un trajecito de luto muy limpio y cepillado, pero que revelaba llevar bastante tiempo de uso, un sombrero de crespón con una ancha caída del mismo género que rodeaba graciosamente su cuello esbelto como el de las estatuas clásicas; aquel ne-gro marco hacía resaltar la palidez de su rostro sin el menor color, y sus labios exangües, pero de finísimo di- bujo, y que temblaban ligeramente a impulsos de una emoción contenida. Sus ojos no necesitaban del lápiz para ser rasgados, de admirable forma y mirada luminosa, que templaba el largo velo de sus pestañas naturalmente rizadas. En vez de empezar a hablar como sus predecesoras, enumerando sus méritos, guardó silencio acobardada, esperando que Gonzalo la interrogara, y sin atreverse a alzar hasta el el largo velo de sus pestañas. Gonzalo, algo admirado ante aquella silueta triste y hermosa, la señaló el sillón colocado al otro lado de la mesa, y entre ellos se entabló el diálogo siguiente: —¿Es usted mecanógrafa, señorita?. — Sí, señor; taqui-meca. - ¿Tendrá usted referencias de los sitios en que haya practicado? La joven movió tristemente la cabeza, y un ligero rubor la embelleció aún más. —No, señor; no he practicado en parte ninguna. —Pero está usted bien impuesta... —Creo que sí, señor; escribo con bastante rapidez y... —Al menos, tendrá usted el certificado de la Academia... Nuevo movimiento negativo. —No he ido a ninguna academia; me enseñó una amiga, por caridad..., cuando murió mi madre. Y la joven enjugó furtivamente dos lágrimas que se desprendieron de sus ojos. Gonzalo sintió también que los suyos se humedecían. — No se aflija, señorita, dijo dulcemente—. Va usted a demostrarme lo que sabe. Y levantándose, descubrió la máquina que estaba colocada junto al balcón. — 152 — La joven le siguió, y quitándose sus guantes raídos por la punta de los dedos, se sentó ante la máquina, que preparó con destreza, empezando a escribir con gran rapidez. —Basta—dijo Gonzalo, que la contemplaba dominado de una singular emoción. La mecanógrafa quitó el papel de la máquina y se lo alargó tímidamente. Gonzalo le leyó de una ojeada y pudo advertir que la joven había escogido palabras de difícil ortografía para demostrar su instrucción. —Muy bien, señorita - dijo sonriendo—. Veo que no sólo domina usted la máquina, sino también la gramática. Ahora sólo falta que fije usted sus honorarios. Esta vez la joven se puso roja como una cereza. —Lo que usted diga—murmuró. -Pero yo no voy a poner precio a su trabajo... —Señor; ya lo he dicho que no he trabajado en parte alguna... usted verá mi trabajo y... —Bien; pondremos por el pronto ciento cincuenta pesetas... luego, según aumente el trabajo, aumentará el sueldo; ¿le parece? La joven juntó sus manos blancas y diáfanas como el marfil y no pudo contener el llanto que corrió libremente por sus pálidas mejillas, —¡Qué bueno es usted, señor ! — murmuró—. ¡Y qué bueno es Dios! Me decían que no viniera sin referencias, pues no me admitirían. ¡Usted me ha admitido sin dificultad! ¡Dios se lo pague! —Dios es el bueno; señorita... ¿Cuál es su nombre? —Providencia, María de la Providencia. --A ver si es la Providencia quien hasta aquí la ha encaminado; empezaremos mañana; a las diez en punto; saldrá usted a la una para irse a comer y volverá a las cinco, la hora de — 153 — salida por la tarde, dependerá dell trabajo, pero nunca será muy avanzada. Y Gonzalo acompañó hasta la puerta a la joven, diciendo al criado: —Despida a las demás; queda admitida esta señorita. Pero cuando Providencia salió y el joven se encontró solo, quedó un momento confuso y como disgustado. —He sido bien poco cauto en admitir a esa muchacha que no sé quién es—se dijo—mi tía me reñirá con razón; parezco un colegial impresionable, que se deja cautivar por la primera mujer a quien ve llorar. No obstante, Providencia acudió puntualmente a la hora convenida y la primera mirada del joven abogado al entrar en su bufete todas las mañanas, era para el hueco del balcón en que se destacaba sobre el fondo luminoso la grácil silueta semejante al perfil de una Virgencita bizantina. II Hemos oído hablar a Gonzalo de su. tía; ésta era una excelente señora joven aún, aunque sus cabellos fueran blancos como la nieve, y que debía haber sido admirablemente bella. Gonzalo vivía anteriormente con su: padre; hombre de carácter raro y extremadamente rico al parecer, aun cuando su hijo jamás le oyera hablar de la cuantía de su fortuna. Tres arios antes de los sucesos que narramos, cuando el joven terminara, su carrera, fué su padre atacado de una congestión que le incapacitó para seguir ocupándose de sus asuntos, teniendo que recluirle en una casa de salud. Gonzalo a fuer de buen hijo y hombre ordenado, se hizo cargo de los papeles de su padre, encontrando entre sus apuntaciones una que acusaba la pensión de una parienta que denominaba, mi cuñada María, en el manicomio de Leganés. Gonzalo nunca había oído hablar de aquello. Era hombre de conciencia y de hermosos sentimientos y decidió conocer a la desgraciada tía María, que suponía sería hermana de su madre. Se dirigió al manicomio, quedando sorprendido ante el aspecto de la reclusa. Era una señora que no revelaba, en manera alguna, la triste dolencia que la condujera a aquel sitio; lo recibió amablemente, y al saber que era su sobrino, lo abrazó conmovido. —¡Qué bueno has sido al venir a verme!—dijo tristemente —. Es la primera visita que recibo hace tres años. —¿Pero mi padre?... —Tu padre tendría mucho que ha cer... --¿Y hace tres años que está usted aquí? —Sí; hace más, desde que murió mi marido; le perdí en un accidente de automóvil y estuve loca. Y los ojos de la enferma se llenaron de lágrimas. —Pero ahora está usted bien—dijo el joven cuya alma ,se estremecía ante la sospecha de una horrible iniquidad. Tía María sonrió con amargura. —Todos los locos dicen que están cuerdos—respondió . . Yo creo estarlo realmente. —Yo veré al médico dijo Gonzalo—. Y si él lo permite, se vendrá usted conmigo. En efecto; fué a ver al director del manicomio, que le dijo: —Esa señora está curada. Se lo he manifestado repetidas veces al señor que paga su pensión; pero siempre dice que la retuviéramos algún tiempo más; que teme una recaída. usted, doctor, no la teme? —En manera alguna; su locura ha sido muy violenta, pero de corta duración. En vista de aquellos informes, Gonzalo no volvió solo a su casa; tía María le acompañaba. Desde aquel momento, Gonzalo tuvo una madre. Madre amante y solícita que se esforzaba en adivinar los menores deseos del joven a quien consideraba corno su salvador. Este tenía para ella el alma trasparente. ¡Era tan semejante a su madre a quien vagamente recordaba! En cambio, en el corazón de tía María parecía haber un secreto que varias veces estaba a punto de escapársele... Cuando esto sucedía, la pobre señora cogía entre las suyas las manos del joven, le miraba fija mente a los ojos, pareciendo próxima a hablar. Pero las palabras expiraban en sus labios y soltando las manos de su sobrino con un ademán de desaliento, se reclinaba en su sillón, cerrando los ojos. En cambio, seguía como en un libro abierto todas las emociones del joven abogado en su mirada franca y leal; y no tardó en advertir que una preocupación dolorosa turbaba la limpidez de aquella mirada y la franca jovialidad de su sonrisa. J. G. HEIMEROS (Continuará.) 1 o o oo goo. ..... 00.00 0. .... ... 0 o ... o o o... o o .. g oo g .... ..... ... o o 0.0 goo ESTUDIOS GALLEGOS ROMANCES OBERTURA(1) Solían en Atenas las doncellas tejer un peplo del más rico paño que luego todo el año Minerva viera en sus espaldas bellas. Con arte primorosa bordaban en el peplo alguna escena del mito de la diosa: tal vez se viera a la marc ial Ateas con lanza, escudo y yelmo centellantes atiendo belicosa la raza nunca fiel de los gigantes. (También las musas mías, graciosas zurcidoras de artísticos engaños, llegados estos días, se tejen con amor todos los años el peplo de sus odas más sonoras, bordando en él con arte peregrino las glorias de Tomás, el sol de Aquino). Allí venido el día del festejo, sin número el gentío lanzábase a la Acrópolis sagrada; formábase un espléndido cortejo, y al frente, con la forma de un navío, marchaba una carroza engalanada: Atando en ella como vela airosa podía verse el peplo de la diosa. Seguía un pelotón de caballeros montados en solípedos corceles, seguían sacerdotes y agoreros llevando de las manos corderos que lozanos sonaban los alegres cascabeles. (1) Con esta composición se abrió la velada con que los Coristas de Poyo solemnizaron el día de Santo Tomás, del ario pasado. 0°°--°°`g n 9, "00°°°-.........-°--e-000.o..... Aquellos afamados generales que en Salamina, Maratón, Platea cubKéranse de lauros inmortales luciendo van sus clámides marciales en esta procesión panatenea. Y aquellos campeones que dieran de valor pública muestra venciendo en la carrera y la regata, colmaron sus mayores ambiciones llevando en tan lucida cabalgata, patente de la diestra, la copa bien ganada en la palestra... Se ven ya los relieves de frisos y frontones cincelados en mármoles pentélicos: envueltos en plegados mantos leves allí se ven los dioses congregados, allí los héroes con sus gestos bélicos... Ya sube los sagrados propileos, ya va la cabalgata pisando la marmórea escalinata del templo de Minerva y de Hereeteos. (También en esta fiesta aniversaria, también en este alarde de pompa musical y literaria, vereis cómo desfilan esta tarde con aire de aguerridos vencedores en lides de la pluma, valientes seguidores del santo y sabio que forjó la Suma. Pero así como el peplo de la diosa, flotando al viento como vela airosa, solía ir siempre al frente del cortejo, yo suelo abrir también este festejo, yo suelo caminar también delante lanzando al viento mi canción constante). FR. 1. SANTIAGO CRESPO o o. -0.- -00000.0°00° „„......, to. 2 0 . 00. .0. fc)'00 5.—Muerte de Elena —Anda carniceiro, que do meu pescozo fixcche un pandeiro. ( Versión de Moniferrol - Coruña ) Estando una niña bordando en corbata, vino un caballero pedindo pousada. --Si papá Iba dera a min mc gustaba. Puxdronlle mesa no medio da sala, con cochino d'ouro cubierto y cuchara. Fixéronlle a cama n'un cuarto da Si la, con cortinas verdes, sábana d'Holanda. De las tres hermanas a mí me escogió, montó en el caballo y conmigo marchó. Lh-gando a la sierra allí preguntara: —¡,caórne le llamaste, niña namorada? —En mi casa Pena, aquí desgraciada. Cogiera el cochillo y alií la mató, con tierra por riba, allí la dejó. Al cabo de siete años por allí volvió pastorcitos nuevos ya los encontró. —¿,Qué face3 pastores, qué hice ahí? —Coidando de llena, que mataches lf. —Levante, llena, y vente conmigo. Este romance, como otros similares portugueses y castellanos, está en versos de seis sílabas. Por razón de su origen portugués no se halla muy difundido en el resto de la península. Sólo conozco dos versiones castellanas y otra gallega: ésta que la publicó Murguia y aquéllas recogidas, una en Curueria (León) y la otra en Montevideo. Las lecciones corrientes en Portugal y sus islas complementan la que yo doy aquí, y la que Menéndez Pidal recogió en Montevideo tiene un sorprendente parecido con ella, y hace pensar si acaso emigrantes gallegos fueron los que lo llevaron a aquellas tierras. Murguía (1) titula este romance: Romance de Santa Irene. Y, en efecto, se trata de una leyenda hagiográfica, cuya fuente puede verse leyendo el tomo XIV de la España Sagrada (2). llena es Santa Irene, patrona de San- tarem. El metro es de romancillo, y muda el asonante de a-a en -ó, e -í, al final, donde se hallan los tres últimos versos que un mal avisado juglar zurció, desfigurando además el ritmo con iló(1) Historia de Galicia. T. I, pág. 579, de la primera edición. (2) Edición de Antonio Martín, páginas 389-391 (Madrid 1758). - 156 - gico asonante. Los conservo así para ser fiel en la trascripción. Lleno como está de un suave infantilismo, este romance pertenece al grupo de los que no vacilo en llamar precursores del tipo legendario del Tenorio; aquel personaje sin moral, que profana el derecho de hospitalidad, embauca a sus víctimas y luego se deshace de ellas por un método expeditivo cualquiera. Son muchas las palabras gallegas - 157 - conservadas en esta versión y algunas de ellas en la forma contracta, como el facés de los últimos versos, que debe entenderse facea'es. Por fin debo consignar que esta versión la hallé entre los manuscritos del poeta D. Francisco María de la Iglesia. FR. GLIMERSINDO PLACER Mercedario. Poyo-Febrero-1932. AIIIIIIMIEB1111111n1 NOTICIAS ROMA Erección de parroquia y nombramiento de párroco.—En la suntuosa iglesia argentina, residencia de nuestro Rvdmo. P. Maestro General, la Santa Sede acaba de erigir una parroquia para atender a la cura de almas en uno de los más poblados barrios de Roma, y el Vicario nombró párroco al muy reverendo P. Eugenio Marianecci, Provincial de la Merced de la provincia romana. A la ceremonia de lectura de la bula de erección y del nombramiento de párroco y a darle posesión, fué el Excmo. Sr. Obispo de Palica, Arzobispo de Filipos, Vicegerente. Pronunció una hermosa plática, y el nuevo párroco, después de tomar posesión de la Iglesia, celebró la Santa Misa y dirigió la palabra a sus nuevos feligreses que llenaban la vasta Iglesia. Esta nueva parroquia, hace el número setenta de las de Roma. Felicitamos a nuestro Rvdmo. P. Maestro General por el nuevo campo que abre a la actividad de los Mercedarios en la Ciudad Eterna y también al nuevo párro- co, a quien auguramos ápimos frutos en su nuevo ministerio. MADRID Durante la semana cuarta de Cuaresma y concluyendo el 5 de marzo, hicieron en esta Iglesia de la Buena Dicha los Santos Ejercicios, la Orden Tercera de la Merced y la Congregación de los Jueves Eucarísticos, bajo la dirección de los PP. Fray Antonio Rodríguez y José lynguélez. La asistencia fué grande y el fervor también. Del 11 al 19 del mismo mes, como de costumbre, se celebró la novena de San José, con pláticas todos los días sobre las principales parábolas evangélicas. El mismo día 19, a las siete de la tarde, el P. Ricardo Delgado dió una tanda de ejercicios para caballeros, que concluyeron con una comunión general el Jueves Santo antes de la de los oficios. En las pláticas trató el tema del apostolado seglar. La asistencia a los Oficios, mayor y más fervorosa que nunca. El M. R. Padre Provincial, dirigió la Hora Santa el Jueves Santo. SARRIA Conferencias para hombres.—El nlvenario anterior a la solemnidad de San José, tuvo lugar en esta Iglesia una serie de conferencias para caballeros dadas por el P. Comendador Fr. Fernando Díez, que eligió temas actuales y oportunísimos, con lo que resultaron de muy vivo interés, aumentando cada día el número de ios que venían a escucharle. Comunión general.—La hubo el día de San José, a la que, además de la gente que de costumbre se acerca ese dft que ya es mucha, juntóse este año la comunión de los caballeros de la villa, resultando por esto a'go extraordinario y emocionante. En honor de N. P. S. Pedro Nolas. co.—Desde hace algún tiempo ce!ébrase en esta Iglesia el último jueves el ejercicio mensual en honor de N. P. S. Pedro Nolasco, ejercicio que la gente llama de la buena muerte, implorándola tal del santo Patriarca. A pesar de hacerse muy de madrugada, son bastantes las personas que a é n asisten, comulgando en el mismo. Semana Santa.—No solamente ftié notable este ario por la mayor concurrencia de fieles a todos los oficios, sino que además notóse mucho más fervor y recogimiento que en años anteriores. El sermón de las Siete palabras, el de la Soledad, como también la Hora Santa celebrada el Jueves a la noche, predicado todo por el P. Comendador, fueron todos exponente de la fe y pi:dad que este pueblo conserva viva e intacta.—EI corresponsal. FERROL El día 7 terminaron en nuestra iglesia los santos ejercicios dirigidos por los Padres Rector y Fermín. Hubo buena concurrencia, mucho recogimiento y numerosas comuniones. E! P. Fermín preparó también a los obreros de la Escuela Nocturna para la comunión pascual en la capilla del Hospital. El día 19 tuvimos la comunión general del Colegio, que, según buenos testigos, fui la más numerosa hasta hoy conocida, siendo muchos los niños que por VEZ primera recibieron a Jesús. Tampoco en Ferrol hubo procesiones esta Semana Santa, aunque pudo haberlas. En cambio la gente se concentró en las iglesias, donde laz comuniones fueron numerosísimas y no pocas inesperadas. ¡Bendito sea Dios! No estará demás que tomen nota los que afirmaron que España dejó de ser católica. En nuestra iglesia se estrenó un monumento nuevo formado por tres pirámides luminosas. Todo lo nuevo place, pero si ha de repetirse es preciso que el Sagrario quede más visible. ¡Queremos ver a Jesús! Mientras tanto, diremos que eran más hermosos los monumentos de Dolores, San Juaän y cualquier otro. POYO El 14 de febrero de este año 1932, apareció el primer número de «El Amigo del Feligrés», revista parroquial de San Juan de Poyo. Es una publicación quincenal redactada por nuestros Padres del convento de Poyo. Con motivo de la festividad de Santo Tomás de Aquino los coristas obsequiaron a la Rvda. Comunidad con una velada literario-musical. Al final de la velada, el Rvdo. P. Comendador agradeció a los coristas el obsequio, en nombre de la Comunidad, felicitándolos por el éxito logrado. Semana Santa.— La celebramos en Poyo con la máxima solemnidad. Todos los oficios litúrgicos, como es costumbre, se cantaron en gregoriano por la Schola del convento. — 158 — El domingo de Remos predicó el Padre R Sanjurjo El jueves Santo hizo la Hora Santa el P. Gumersindo Placer. Este día los socios de los Jueves Eucarísticos velaron al Santif5imo en Hora Santa perpetua. A Tos Oficios del Viernes Santo asistieron, presididos por su director don A. de las Casas, catedrático del Instituto de Noya, los jóvenes rcgiona:istas gallegos «U treyas», a quienes acompañaba don José F. Filgueira, catedrático del Instituto de Pontevedra. Devotamente se acercaron todos a adorar la Cruz. El 26 llegó de predicar el R. P. Nolasco Gaita. Lleva fuera de casa dos meses de trabajo intenso, preparando y confesando a parroquias enteras. Viene complacido de la religiosidad y fe cada día más creciente en el pueblo. El domingo de Pasión predicó el Sermón de Dolores en Ribadurnia, el Revermdo P. Fr. M. Penedo. El mismo día, en San Bartolome de Pontevedra, ei Rvdo. P. José S. Crespo. El Jueves Santo, en la misma iglesia, predicó el Sermón del Mandato e hizo la Hora Santa el Rvdo. P. Nolasco Vázquez, El Rvdo. P. Armengol Fernández salió en la Dominica de Pasión y predicó en varios puntos de Galicia. Me pidió para Cee (Mugia) material para fundar los Jueves Eucarísticos. ¡30 coros! Espera aviso para ir pronto a fundarlos en Finisterre y Vinianzo.—FR. R. SAN- Ea Bilbao, el mismo día, doña Petra Fernández de Martínez, después de recibidos los Santos Sacramentos y Bendición Papal, hermana del R. P. Superior de Junquera de Ambia, a quien damos nuestro sentido pésame. En Escoriaza, el 3 de febrero, santamente en el Señor el reverendo P. Capellán de nuestras religiosas, don Gregorio la, como esperamos, en los brazos de su amor misericordioso. Su vida fue preparación para este trance. A su apreciada familia nuestro pésame. El 6 de marzo falleció en Ferro! don Jacobo Rodríguez Sanmartín, capitán de navío retirado, Terciario de la Merced, hab'endo recibido los Santos Sacramentos con gran fervor y extraordinaria solemnidad. Muy cristianamente también el día 12, doña Concepción Merino, viuda de MacMahon, consiliaria de nuestra Orden Tercera. El día 18 entregó su alma a Dios doña Vicenta Orjales, madre de nuestro herma no el P. José Rodríguez O r jales, fervorosísima cristiana. A las familias respectivas y muy particularmente al P. Orjales, acompañamos en el sentimiento. En Herencia, la piadosa señora doña Dominga Mendaiio, recibidos todos los Sacramentos. En Herencia, los Terciarios D. Críspula Palmero, Dolores Manso, Gzrarda Calcerrada, Francisca García Escribano, María de los Angeles G 'llego, Isabel Mora, !sidora García Hidalgo, Lina Almoguera, Marta García Calvillo, Cecilia Díaz Flörez, D. Abelardo Rodríguez Corrales y Patricio Torres. JURJO. NECROLOGIA En Laza, después de larga y penosa enfermedad sufrida con cristiana resignación, entregó santamente su alma al Señor el 12 de febrero, confortado con todos los Santos Sacramentos, el que fue modelo de padres cristianos don Carlos Fernáadez Besteiro. A su hijo el R. P. Manuel Fernández Paz, Mercedario, y demás familia, enviamos el Más sentido pésame, suplicando a los lectores de LA MERCED una oración por el eterno descanso de su alma. — 159 — 5. de Zaitegu i . Le aquejó una dolorosísima enfermedad que soportó con res'gnación edificante sin haberse apenas quejado. No soltó de las manos el crucifijo, ni en los momentos que los fuertes dolores de cabeza le hacían contestar desacorde. Su muerte santa edificó a todos. Acudieron a su entierro unos cuarenta sacerdotes y toda la villa, testimonio del aprecio en que le tenían. Fue muy devoto de Nuestra Santísima Madre y celoso de su culto. En Herencia, a las once de la noche del 21 de marzo, la fervorosa terciaria de la MERCED, doña Carmen Cobos Aragonés. Era una de las personas más adictas y favorecedoras de la Orden, con haberlas en aquel pueblo tan buenas, desde los mismos días de su fundación. Se dió cuenta que se moría, pero tal vez que sería tan pronto. Dios se la llevó algo por sorpre: a, como suele hacerlo, recibiéndo- BIBLIOGRAFIA Luz DE LA PE «Discursos y Sermones», del Ilmo. y Rvdmo. Sr. Dr. Fr. Francisco Pierini, Arzobispo de Sucre, Primado de Bolivia.--sVolumen XVII de 'La Predicación contemporánea». Madrid, 1932. Bruno del Amo. Editor. Ap3rtado 5.003. Precio, 5 pesetas. El editor dz esta estimada publicación, titulada =La Predicación Contemporánea», fiel a sus propósitos de dar a conocer los más renombrados oradores sagrados de la América española, nos ofrece hoy en el volumen XVII de la citada colección el primero de les obras oratorias del ilustrísimo Sr. Arzobispo de Sucre. Catorce discursos y sermones componen este nuevo volumen, y por la sola enumeración de SUS iftulos se dará cuenta el lector de que esta obra no desmerece de las publicadas anteriormente en la misma serie; estos títulos son: I. El problema social. II. Santa Teresa o la misión social de la mujer católica. III. La concepción cristiana de la vida. IV. El corazón de la madre de la humanidad. V. Jesucristo y la infancia. VI. ¡Hemos de morir! VII. ¡Somos inmortales! VIII. Religión. IX. Culto externo. X. La Providencia. XI. Combates y triunfos. XII. La bandera de las conquistas cristiauas„ XIII. La Pasión del Señor. XIV. La Aurora. Un nuevo éxito auguramos a la casa editora con este volumen, que viene a enriquecer la ya respetable colección de la «Predicación Contemporánea», única serie de obras en las que no figura ninguna traducida de idiomas extranjeros. « EL CARDENAL SEGURA '>, prólogo del excelentísimo Sr. D. Ramiro de Maeztu. Los productos de la venta se destinan al sostenimiento del culto, clero y enseñanza religiosa. En todos los hogares españoles debe - 160 — ser éste el libro predilecto, que ha de conservarse como homenaje al insigne Purpurado, como ofrenda a la Iglesia por el alto destino de sus productos y como recuerdo de tan emotivo episodio de la Historia contemporánea. Adquiera usted el libro y realizará una obra meritísima de caridad. gioe o de vasta cultura y emprendedor de buenas y grandes empresas de obras de celo y de apostol i cidad, no dudo que LuMEN conquistará en el campo periodístico un excelente puesto y que cosechará hermosos lauros para las letras peruanas y mercedarias. Felicitamos muy de veras a los Padres Mercedarios de la provincia mercedaria Revista mensual de «Ciencia y Cultura » . Padres Mercedarios. Lima (Perú). LUMEN. Tal es el título de una nueva Revista con que los Padres Mercedarios de nuestra provincia del Perú vienen a enriquecer el movimiento cultural y religioso de la Orden Mercedaria. Esta publicación de sesenta páginas, en papel de hilo, excelentemente presentad*, con hermosos grabados, lectura variadísima en la que se tratan, por prestigiosas firmas de los Padres de la expresada provincia y de fuera de ella, asuntos religiosos, sociales, literarios, de investigación histórica, de sociología contemporánea, de mística, de pedagogía y de moral cristiana, la colocan en el primer lugar de todas las publicaciones análogas de aquella República. LUMEN viene a ser una continuación, aunque muy mejorada y perfeccionada, como en la introducción lo indica, de «El Amigo del Hogar » y «El Bien del Hogar», en cuyas páginas han dejado impreso su saber los Padres Mercedarios del convento de Lima de principios de siglo. Dada la personalidad de su director, el P. Juan Costa Cavero, religioso entusiasta por las letras mercedarias, amante de la juventud y de su amada provincia; rel- del Perú por tan bella publicación, y hacemos votos a la Soberana Redentora de Cautivos bendiga, como Ella tan generosamente sabe hacerlo, las páginas de LuMEN, y le conceda largos años de vida para bien de las almas, gloria de la Iglesia, esplendor de la Orden y brillo de les letras peruanas. DEVOCIONARIO DE LA SANTÍSIMA VIRGEN DE volumen de 8 y medio por 14 cm., de 268 páginas. Luis Gili, editor, Barcelona, Córcega, 415. LA MERCED. Un Los cofrades, esclavos y terciarios de la Merced encontrarán en este librito, de un modo claro y preciso, las instrucciones y prácticas piadosas con que pueden ganar las numerosas e importantes gracias que les están concedidas. Aunque a ellos interesa especialmente, por hallarse reasumidos en la sección de Devociones Mercedarias, los ejercicios tradicionales con que se acostumbra honrar a la Santísima Virgen y Santos mercedarios, entre las Prácticas cotidianas y Devociones varias que los completan hallarán todos, en forma breve y compendiosa, lo principal - que el cristiano debe observar para cumplir con sus dE beres religiosos. CON LAS DEBIDAS LICENCIAS Editorial Católica Toledana, Juan Labrador, 6, teléfono 211