Tropiezos Y CaÍdas - Escuela Freudiana de Buenos Aires

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"Tropiezos Y CaÍdas"
(*) Jornadas Aniversario "30 Años De Escuela (1974-2004)". Escuela Freudiana De Buenos Aires. 1, 2, 3 Y 4 De Julio De
2004.
Adriana Wenger
El deseo al cual apostamos nace alienado en el Otro primordial: tener un lugar en el Deseo del
Otro, he allí la razón primera. El sujeto es efecto de una dialéctica de la relación con el Otro,
dialéctica en la cual dos operaciones son necesarias: alienación y separación, de su
efectuación deviene el objeto causa que mueve el deseo. Una y otra vez ponemos en juego
esas operaciones.
El llamado a un analista se produce cuando hay un real que retorna haciendo que el sujeto se
enrede los pies, una y otra vez, con el sufrimiento que conlleva en la dimensión subjetiva. No
es banal llamar a un analista. Los matices, los pliegues, las resonancias de la relación a la
palabra, tendrán sus implicaciones en la cura, relación a la palabra que no es sin ese objeto a,
donde se juega ese poco de das sein que tenemos.
Uno de los cauces posibles, lleva a la instalación del análisis alrededor del eje simbólico de la
transferencia. ¿Qué se juega en ese primer tiempo? Algo de este tenor: "dime tú que quizás
sabes ¡alguien tiene que saber!, dime en qué tengo enredado los pies". La punta de real
queda entramada dando tiempo al armado transferencial.
Diferente configuración se produce cuando el sujeto llega en un acting, o habiendo realizado
un pasaje al acto, como ocurre en el caso de la joven homosexual que en este sentido es
paradigmático, ya que no hay síntomas, no hay angustia, sí, hay acting out, pasaje al acto,
acting out -en esta secuencia-. En un solo momento se esboza algo diferente y es cuando la
paciente produce los sueños mentirosos, único momento donde hay un esbozo de
transferencia positiva, subraya Freud, y tiene razón, pero allí se produce el atascamiento.
No caben dudas que el tratamiento de por sí, era complicado. Consulta a instancias del padre,
produciéndose una situación poco propicia, como quien transita por un carril motorizado desde
otro lado. La joven había desarrollado una relación con una dama de reputación dudosa, una
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cocotte, y se paseaba con desparpajo en una actitud por momentos excibicionista por las
calles de Viena. En ese carácter de mostración, revela su constitución como acting out en este
caso dirigido al padre, como Otro.
Subirse a la escena es característico del acting. La inclinación homosexual como acting surgió
después que la madre tiene un niño, el hermano pequeño de la joven, en un momento donde
la adolescente seguramente esperaba a nivel inconsciente un hijo del padre. Desengañada y
furiosa se aparta, adopta una modalidad masculina de amar y comienza a buscar subrogados
maternos, nos dice Freud. La escena en cuestión fue la culminación de otras escenas
anteriores. Lo que sucede esta vez es que se cruza con el padre mientras ella acompañaba a
la cocotte, ¡tenía que suceder ya que había elegido para su paseo las cercanías de la oficina
paterna! Éste le dirige una mirada colérica.
Si buscaba ser alojada en el Deseo del Otro, no encuentra un lugarcito, queda despedida. Allí
se dirige a la cocotte. Le explica que ese hombre era su padre, quien desaprobaba la relación
que mantenían, absolutamente. ¡Y allí la cocotte le dice que la relación entre ellas tiene que
terminar, en ese preciso momento! La joven que había hecho de ese amor la razón de su vida,
en la modalidad del amor cortés que da todo a la dama, sin pedir nada a cambio, sacrificando
cualquier otro interés, para mostrarle a su padre como se da lo que no se tiene, toda ella
identificada al falo para donarlo, se desbarranca, se cae de la escena. La madre estaba
cerrada desde siempre y allí radica uno de los problemas. Entonces, no teniendo a quien
dirigirse sale despedida, al mundo real, sin escena donde guarecerse, corre y se arroja a la
fosa de un tren, produciéndose heridas de consideración. "Niederkommen": dejar caer; parir,
fallido intento de parirse. El pasaje al acto es evasión de la escena, donde el sujeto
identificado al a como desecho hace cesar la escena y allí agujerea al Otro que se le
presentaba como completo.
Efectivamente, posterior al pasaje al acto, la cocotte se vuelve tolerante con la joven y se
instala nuevamente el acting. Y así llega al análisis. Por ello, efectivamente como lo percibe
Freud, cuando dice que para no causarles pena a sus padres va a intentar el tratamiento, es
puro verso, no, porque no los ame, sino porque no puede jugar de otra manera la dialéctica
con el Otro. Freud dice que necesariamente el analista de esta joven tenía que sentir
desasosiego al iniciar el tratamiento, -¡y él era el analista!- porque las condiciones distaban de
ser las ideales. Compara al análisis con un viaje, diferenciando dos etapas: los preparativos y
el viaje mismo y especifica que este tratamiento en su mayor parte fueron preparativos. ¡Justo
Freud que en algún momento desarrolló una fobia a los viajes!, ¡éste se presentaba como un
viaje difícil!
En estas condiciones, el tratamiento se pone en marcha, podemos pensarlas como entrevistas
preliminares, y al poco tiempo la joven paciente lleva al análisis sueños mentirosos, sueños
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que anticipan la curación: se casará y tendrá hijos, según los ideales del padre, de Freud y de
la época; mientras tanto sus comentarios eran que no iba a renunciar al amor a la dama, al
contrario, con esa fachada familiar podría dedicarse justamente a ese amor, el único amor
verdadero. Recordemos que era una versión sublimada del amor.
Freud recibió el impacto. Todo el edificio del psicoanálisis parecía estar en peligro, ¡qué
horror! ¿Es que el inconsciente podía mentir? El sueño no es el inconsciente, responde
aliviado Freud. El inconsciente aporta el deseo capitalista del sueño, en este caso el amor al
padre, el engaño es preconsciente, incluso consciente. Freud percibe el galanteo de la joven
en la línea del amor al padre, pero concluye precipitadamente que lo quiere ilusionar para
defraudarlo mejor.
Le dice entonces que él no cree en esos sueños, que son sueños mentirosos y que lo quería
engañar como lo engañaba al padre. Agrega Freud que estaría en lo cierto porque los sueños
cesaron, pero en ese movimiento ¿acaso no desarma la transferencia incipiente? Daría la
impresión que Freud va a parar al mismo lugar que el padre, al mismo lugar de impotencia
que el padre. Insiste que las interpretaciones resbalaban sin hacer mella. No lograba con la
palabra tocar el cuerpo de su paciente, ni tampoco encaminarla en el deseo de saber, saber
supuesto al analista. La joven le decía a Freud: ¡qué interesante! y no se le movía ninguna
ficha. Lo cierto es que aplasta los sueños, con el gesto del amo, alli barre con el armado
transferencial. Estos sueños, por lo tanto formaciones del inconsciente habían entrado en el
análisis y convivían con el desafío de la entronización del amor cortés hacia la dama,
tirándoselo a la cara ya no sólo al padre, sino a Freud.
Podría haber resultado un comienzo de análisis, si Freud recogía el guante que le tira su joven
paciente. Quizá hubiera bastado con decir que no se entendía lo que estaba pasando, o bien
darle forma de pregunta a la contradicción entre los sueños y el énfasis desafiante en sostener
ese amor, pero más allá de las palabras, darle alojamiento, darle un lugar en el Deseo del
Otro. Quiero decir, que si el acting se dirige al analista –que es lo que sucede cuando un
paciente está en análisis, el analista puede no entender de qué se trata, ya que en esa
mostración, algo se muestra en relación al a, pero se muestra casi de costado, amortiguado,
dice Lacan, pero algún tiempo hay, en tanto se mantiene la escena. Tampoco hay mucho
tiempo porque es el macho cabrío arriba de la escena, a veces es molesto, a veces es
riesgoso, puede precipitar en un pasaje al acto, pero esencialmente hay un dirigirse al Otro.
Freud no pudo redoblar la apuesta cuando fue tocado en lo real de la transferencia, quizá
porque ese galanteo tenía cierta cuota de enigma y el desafío cierta amenaza de escándalo,
quizá por su propia relación al padre y el amor a la verdad. No supo ser incauto del
inconsciente de su paciente y tiempo después se sustrae, se desentiende y la deja caer,
dando la indicación de que se analice con una mujer. Lacan dice: Freud "la deja caer",
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"niederkommen". Detengámosnos por un instante en la indicación de Freud que se analice
con una mujer, ¡lástima que en estos términos! Digo ¿podría haber sido más propiciatorio el
análisis con una mujer? No lo sabemos. De hecho un análisis en sus derroteros, habría
llevado a lo no tramitado respecto al Otro primordial. El personaje de la madre, respecto a la
cual contamos con unas pocas pinceladas, es muy particular. Interesada en conquistar la
mirada de los hombres no había alojado a la joven, prefería a sus hijos varones que no
representaban ninguna competencia. Es más, frente a la inclinación homosexual de la hija
había reaccionado hasta con cierta complacencia. El nivel de alarma se produce cuando el
escándalo tomó proporciones. En muchos casos, aquel que encarna al Otro, sea la madre o
sucedáneos, no sostiene el espejo, no está allí para un encuentro de miradas, abriendo ese
campo de ilusión que proyecta a una hija hacia la exogamia. La joven cuando gira no
encuentra el brillo que la proyecta, porque la madre está abstraída mirándose ella misma. Es
un Otro que no ofrece la falta, y produce un estrechamiento del cono de ilusión y una opacidad
que en tiempos por venir se traduce en recursos que desfallecen y a la hora del acto
trastabillan en actings o pasajes al acto.
Estos fenómenos son paradigmáticos en este caso freudiano y llaman la atención por su
frecuencia en algunas presentaciones clínicas, pero además son de todos los análisis.
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