12 - Todos los Nombres

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guno de nosotros se largara al .maquislO, donde los grupos de .maquis-
CAPITULO X
LAS
COMPA~JAS
DE TRABAJADORES EXTRANJI!ROS.
LA OCUPACION ALEMANA.
LA RESISTENCIA DEL .MAQllS.
Una noche que mi compaftera y yo nos disponfamos a acostarnos.
sentimos llamar en la puerta. Al abrir me tro~ cara a cara con dos
gendannes y varios españoles. todos conocidos, que trabajaban por
aquellos alrededores; entre eUos, José ~jar y Cristóbal Casaoueva.
Los gendarmes me dijeron de acompañarles, dándome sólo tiempo de
despedirme de mi compaflera, a la cual le aseguraron que yo volverla
pronto, pues era cuestión de unos días, ya que estábamos obligados a
presentamos en la Comandancia del Grupo de Trabajadores Extranjeros al que pertenedamos, que se hallaba estacionado en FeuTS. lo
extraño era que tuviéramos que ir conducidos por los gendarmes. los
cuales nos llevaron primeramente a la Gendarmerfa de La Pacaudi~re,
donde después de tomarnos la filiación, nos encerraron en una celda y
en ella pasamos la noche, con un frlo que helaba las palabras. Estábamos a mediados de diciembre y haela un tiempo glacial.
Esta recogida de españoles que trabajábamos con propietarios
agrfcolas, no nos oUa muy bien. Al único que no recogieron fue a Jos6
Martfnez. Por algo sabia el francés y oficiaba de intérprete entre nos<>
Iros y los patronos. Habfa dejado de ser obrero, pues habfa arrendado
una vieja casa que tenía tierra laborable. Compró unas cuantas cabras
y dos vacas, dándose al cultivo por su cuenta.
El dinero para comprar las vacas, me dijo el joven malaguef'o, se
lo habla prestado el seftor ChaTTodi~re antes de morir. El estaba bien
situado para saberlo, porque trabajaba en su casa. Madame Charrodlbre, después de muerto su marido quiso reCUperar el dinero prestado al
intérprete. pero no pudo conseguirlo, pues no existla papel que justificara el préstamo que el difunto alcalde concedió a José Martfnez, aprovechándose de tal circunstancia.
Este sujeto debía conocer por los gendarmes nuestra recogida antes
que tuvIera lugar, pero no nos advirtió. Tal vez para evitar que nin·
'"
~do a las. fuenas al~manas de ocupación cada vez que tenían ocaSIón, al preCIO de sus VIdas. La mayoría de los refugiados españoles que
no se ~ueron al qnaquis. (resistencia clandestina en el bosque) y pero
manecleron en los Grupos de Trabajadores Extranjeros, las autorida·
des francesas, de acuerdo con las alemanas, se los llevaban a hacer fortificaciones en las bases marítimas y ~reas del Nordeste de Francia,
cuando no, en Alemania.
Todos tenfamrn;: conocimiento de esto y al recogernos los gendar·
mes improvisadamente sabfamos lo que nrn;: esperaba. No nos cabía
duda que nos llevarían a uno de los sitios mencionados. A menos de
escapamos y de irnos con los .maquissards•. Pero a esto no todos se
decidfan. Los riesgos eran grandes. Aunque a decir verdad. en parte
alguna se estaba seguro entonces. Hasta el mismo hio que sentíamos
encerrados en la celda de la Gendarmería de La Pacaudi~re, podía causamos la muerte.
Buscábamos un poco de calor apretándonos unos sobre otros, pero
como no teníamos mantas que cubrieran nuestros ateridrn;: cuerpos, no
podíamos concentrar y retener nuestras propias y tibias emanaciones
y el suei\o, por consiguiente, no nos rendía, por lo que cada cual daba
rienda suelta a sus cavilaciones sobre la suerte que comamos.
Yo no pensaba en la mía, sino en la de Anita que quedó sin mi
compafUa. Cuando trabajá.b~ en la hacienda de los Charrodi~re, ya
estuvo dos meses sin mí, rodeada noche y dfa solamente de animales.
Los vecinos más cercanos se encontraban a unos trescientos metros.
Los patronos iban de tarde en tarde y eUa tenfa que cuidar sola el
ganado como podfa. Se valia de sus maf'asJ que no le faltaban. Entonees aprendió a ordeñar las vacas, atarlas en el establo, a echarlas al
prado. a cuidar los cerdos y demás animales domésticos; en una pa·
labra, de hacer los muchos y duros trabajos que hay a diario en una
casa de campo.
Aquella vez fue larga mi ausencia. debido a que me salió un tumor
en el ano, del cual tuvieron que operanne en el hospital de Roanne,
donde permanecí los dos meses citados.
AlIf co.nocí a Antonio Sanz. hermano de Ricardo, jefe de la CoIl1Jn'"
na Durrutl. que ya he mencionado en estas memorias. Trabajaba en
una fábrica en Roanne y una máquina le cortó una mano por la mu.I'l.eca y lo metieron en la (Disma sala donde yo me encontraba operado.
Jamás había visto gritar un hombre tan desesperadamente como él.
Eran monjas las que cuidaban los enfermos y el desgraciado Sanz no
cesaba de decir con gritos lastimeros: .Ma soeur" je ne peux pas rester com'~! ... Ma soeur. je ne peux pas res ter com'"M lO (.. ¡Hermana,
yo no puedo quedarme así! _.. ¡Hermana. yo 00 puedo quedarme asfl ....)
Verdaderamente era horroroso verse con una mano cortada en plena juventud, A su dolor físico se unla el dolor moral en aquellos trisJ
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sards. (guerrilleros) se desarrollaban y se organizaban por todo, ata-
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trañas, fruto de nuestro amor, pues hacia tres meses que se hallaba
embarazada por vez primera, y, según nuestros deseos, la última. Y no
por dificultades generadoras o físicas, sino por considerar que en una
sociedad de desigualdad, de explotación del hombre por el hombre, es
un desatino, una irresponsabilidad, que los explotados se carguen de
hijos sin tener medios para mantenerlos ni educarlos, como les babia
sucedido a mis padres, cuyo estigma siempre me acompañó en mi acci·
dentada vida.
La miseria económica atrae la miseria física y el analfabetismo.
Esto, tanto mi compañera como yo, lo sabíamos y lo tuvimos en cuenta evitando el embarazo inconsciente, a pesar de que los medios anticonceptivos de entonces exigfan mayor sacrificio y no se hallaban tan
divulgados y de tan fácil acceso como hoy lo están generalmente, puestos
en venta en todas las farmacias y autorizados a la muchachada. Sin em·
bargo, hoy se desoyen las recomendaciones de ..huelga de vientres~.
que Relgis preconizó con acierto, ni se han desarrollado las teonas del
economista inglés Thomás Roberto Malthus, expuestas en su En.sayo
sobre la poblaciÓn..
Los gobiernos capitalistas, temerosos de ver en regresión la dem~
gratia, lo que pondría en riesgo los sistemas de explotación burguesa
y estatal, origen de la desigualdad y de las guerras, han sacado el cebo
de la .. ayuda familiar_, que aumenta gradualmente a medida que el
matrimonio se va cargando de hijos, entrando éstos al crecer en el engranaje social de tales sistemas, lo que en nada cambia su condición de
proletario. Y éstos. aunque no emancipados económicamente, en su
mayoría se dan por satisfechos, porque disponen de coche y de un nivel
de vida superior al de sus abuelos, pero que son explotados como lo
fueron ellos, bien por los burgueses de los regímenes capitalistas o por
los burócratas de los Estados llamados socialistas.
Mi campanera y yo habíamos estudiado este problema y de,cidimos
no cargamos de hijos para evitar que se vieran en la miseria como n~
sotros nos habíamos visto y nos veíamos. Fue por esto que concebimos
el primero, y el último, casi cuatro años después de habemos unido libremente.
Sin pensar que tres meses más tarde nos separarlamos de nuevo
forzosamente, ignorando cuando volveríamos a vemos. ¡Quién podía
saberlo en aquella época en que no se tenía seguridad de nada y la
vida siempre estaba en peligro! No me inquietaba mi suerte, sino la de
mi compañera y la del ser que, en gestación, tenía en su seno.
Menos mal que en Pont-Demain quedó rodeada de varias familias
y estábamos en muy buena relación con todas. Algunas de ellas le daban trabajos de costura, que gustosa hacía sin interés alguno, si se tra·
taba de Madame Fayot, de la senara Spade. de Madame Foret o de la
senora Baillit, que eran las vecinas más cercanas a nuestra casa, que
frecuentaban asiduamente. Tenía la seguridad que le ayudarían si necesitaba algo.
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tes momentos. S610 él sabía lo que sufría. Yo también sentía profundamente su desgracia. Cuando se restableció vino a verme en Pont-Demain
unas cuantas veces con su mujer e hijos, Le habían puesto una mano
artificial, pero ésta era más un engañoso espejismo que un consuelo.
El refugiado español que en las trincheras del trabajo de Francia
perdía una mano, no podía aspirar a la medalla de la ..Legión de H~
nOT», de la que tanto se enorgullecen los franceses. Ya era bastante si
conseguía una pequefta pensión; Sanz creo que la consiguió. Después de
la liberación perdimos el contacto y no nos vimos más. No sé lo que
habrá sido de él y de su familia.
Estando en el hospital de Roanne tuve la inesperada visita de mi
amigo Ricardo Villarrubia, el toledano, maestro de escuela del que ya
he hablado en páginas anteriores. Lo habían traído a trabajar al arsenal de Reanne y otro compañero que me conocía le dijo que yo estaba
allf hospitalizado, no perdiendo tiempo en ir a verme.
En una de las muchas visitas que me hizo, trajo un poema que
había escrito, me lo dedicó y me lo dio en prueba de nuestra amistad.
Era un canto al amor, titulado .. Primavera en una vida». En él evocaba
el nombre de su esposa y el de su hija y el amor que por ambas sentía.
Se veía en su escrito el alma de un poeta y el espíritu ensoñador de
un Quijote enamorado de su Dulcinea. que también era de la provincia
de Toledo, como la del ..hombre de la triste figura •. Unos cuantos días
antes de que los gendarmes nos recogieran había yo recibido una carta postal de este amigo, en la que me decfa que se encontraba haciendo
fortificaciones en el Lorient, puerto militar francés. Lo sacaron del aro
senal de Roanne y lo llevaron a trabajar allí con los alemanes.
Donde seguramente perdió la vida, como muchos refugiados espa·
fioles la perdieron en los bombardeos que efectuaban los ingleses en
toda aquella zona de guerra. Entre los muertos de entonces puedo dar
el nombre de Cristóbal Torres Gil, otro amigo que he mencionado ya
varias veces, el cual sufrió la gran pena -de ver morir una de sus dos
niñas en el campo de concentración de Argelés-Sur-Mer.
Yo no puedo afirmar si mi amigo Ricardo Villarrubia murió en el
Lorient. Lo que sí doy por cierto es que después de recibir su cartapostal citada no he sabido más de él ni de su esposa e hija, que estaban
en Toledo al terminar nuestra guerra. De haber sabido sus senas les
hubiese enviado el poema de su deudo, que todavia guardo entre mis
papeles como cosa de un valor para mi inestimable. Al escribirlo, lo
ilustró con unos cuantos dibujos muy expresivos, pues VilIllrrubia tamo
bién dibujaba muy bien. ¡Pobre amigo, debiste dejar tus huesos en tierra francesa, tanto como anhelabas volver a 1a tuya, liberada del fascismo para poder abrazar tus seres queridos!
Todos estos recuerdos pasaron por mi mente, encerrado en la cel·
da de la Gendarmerla de La Pacaudi~re. Pero el que más retenía mi
atención era el de mi companera. que estaba presente en mi alma en
todos los momentos. Pensaba en ella y en el hijo que llevaba en sus en-
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la cocina, COD intención, tal vez, de amedrentar a su obrero, pero éste
le arrancó al patrón la escopeta de las manos y lo mató de UD tiro.
Fue juzgado por un tribunal, que lo condenó a ocho aftos de prisión,
Que pudo ser mayor, de no haber concurrido la circunstancia atenuante.
Su abogado le hizo una defensa formidable, presentando a su deJendido como una víctima de su avariento patrón, que quiso quedarse
con lo que pertenecIa a su obrero, y éste. fren~tico, sin reflexionar, le
quitó la vida, tomándose la justicia por su mano.
No debió de hacerlo. Ningún hombre debe matar a otro, por
grande que sea el perjuicio o la ofensa recibida. la vida es sagrada.
Ni los tribunales, administradores de la justicia, deberlan quitársela
a nadie. Ya sé que se amparan bajo la ley de la pena de muerte, pero
con ella no está todo el mundo de acuerdo. EJIl:isten sus partidarios y
adversarios. Estos piensan, y con razón, que su aplicación denota lo
bárbaro que es todavia el hombre, que quita la vida a su semejante,
creyendo preservar la propia. Gran error. que la Humanidad viene
pagando con tributo de sangre. Mas. considerando que este es un
prolilema muy complejo y de dificil solución, que. de otra parte, no
pretendo dar en estas páginas. lo dejo para volver al Fuerte de Chapolit, donde, como be dicho anles, me encontré a mi amigo Andrés
Gálvez.. Este salió en una primera expedición para trabajar con los
alemanes en fortificaciones al Norte de Francia.
Yo qued~ all(, con otros muchos en espera de salir en otra e.:q:»
dición. Antes de su salida, sometían a tos trabajadores extranjeros a
un reconocimiento m~dico. Recuerdo que era de noche cuando a mi
me reconocieron. En el local que servía de enfermerla no había luz
eléctrica. Se alumbraban con una lámpara de carburo, y el auxiliar del
galeno que me reconoció, tuvo que acercarla a mis posaderas para que
pudiera examinar mejor la herida todavia abierta de la operación que
me hicieron en el hospital de Roanne. Detrás de mi le tOCÓ el turno a
Cristóbal Casanueva. Este era el mAs viejo de los presentes. Se hallaba
cerca de los 50 aftas, y padecía de una afección pulmonar bastante
aguda. que cualquiera sin ser médico. diagnosticaba. Pasamos el I'eCX>
nocimiento y ni a él ni a mi nos dijeron nada. No sabíamos si nos
dieron por inútiles, o útiles para partir en la próxima expedición.
A la maftana siguiente tuvo lugar su salida. Leyeron los nombres de los
españoles que la componEan y vimos, con sorpresa y alegría, que Jos
nuestros no venfan en la lista. Todos los nombrados montaron en ca·
miones que partieron en dirección a la estación ferroviaria más cero
can•.
Mientras. Cristóbal Casanueva y yo quedamos dentro del Fuerte
esperando que alguien nos dijera qu~ iban hacer de nosotros dos.
Por fin, uno de los que oficiaba de jefe en aquel sombrío recinto, nos
dijo que ambos volverfamos al Grupo estacionado en Feors, de donde
hablamos salido. Efectivamente, el mismo dia nos dieron dos patatas
cocidas con UD trozo de queso, y un camión nos llevó al citado Grupo.
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Yo pensaba que sola no la dejarían, ni sin comer, taIJlpocG, pues
todas eran propietarias agricolas y no carecfan de lo más indispensa.
ble al sustento de la vida, como el pan. la leche, la carne. la legumbre
y la fruta, que de todo esto más o menos produclan en sus haciendas,
pequeñas y grandes. Esto calmaba mi inquietud, pero no el frio que
nos helaba en la celda, donde pasamos una noche t~trica apretados unos
sobre otros como sardinas en barncas. sin conseguir entrar en calor.
Al amanecer Jos gendannes nos condujeron a la estación de la P.
caudiere, nos metieron en un vagón de tren, que nos llevó a feurs,
donde se encontraba el Campamento del Grupo de Trabajadores Extran·
jeros número 72 (Agrupación núm. 5), entregándonos al Comandante.
Este dio órdenes para que nos dieran de comer y nos alojaran en una
cuadra que sema de dormitorio a los que habian llegado antes Que nosotros. Nos congregamos allí unos doscientos españoles recogidos en
distintos lugares donde trabajaban.
Dos dias despu~ de haber llegado a Feurs, nos metieron a todos
en un tren y nos llevaron al Fuerte de Chapolit. situado, como ya he
señalado anteriormente. cerca de Lyon, y donde mi hermano Antonio
habia estado cuatro meses castigado. Nunca ~ que yo tam.bi~n iba
a conocer aquel malsano y siniestro lugar, construido en medio de una
profunda y vertical excavación, que no pennitia que pudieran escapar·
se los prisioneros. El primer piso del Fue.rte posefa dos o tres grandes
galerías que servían de dormitorio, sin literas. Habfa Que dormir en el
suelo pelado, O bajar a las celdas de los sótanos, donde habían extendido paja en el suelo. Nosotros no pudimos hacerlo, porque todas esta·
ban llenas cuando llegamos y nos instalaron en el piso primero. AlIf
concentraron espaftoles para llenar un tren que trajeron de los Depar.
tamentos limítrofes al del Rhone, como la Ard~che, la Loire, el Is~re,
la Drome, etc.
Procedente de este último Departamento me encon~ en Chapolit
con un amigo al que no veía desde nuestra guerra. Fue sargento en la
149 Brigada. Era de Prado del Rey, paisano de Aurora Villalba; se llamaba Andrés Gálvez. Era una excelente persona, de buenos sentimientos, pero algo impulsivo lo que hada fuera mal juzgado por otras pero
sonas de distinto temperamento, pero tal vez con peores sentimientos
que los suyos. Cuando nos vimos nos abrazamos como dos hermanos;
yo le conada y sabia que era un compañero leal y solidario, dispuesto
por la causa de la libertad al más grande sacrificio.
Rebelde nato, no toleraba la injusticia, ni se dejaba avasallar de
nadie. Volvió despu~s de la liberación a trabajar otra vez al Departamento de la Or6me, con un patrón agrícola, que le prometió compartir
con él el producto de su explotación, a condición de hacer solo 105
trabajos. sin su ayuda, cosa que cumplió a la letra, pero. el patrón,
hecha la recolección, no quiso cumplir su palabra, negándole la parte
que le correspondía. Entraron en discusión y llegaron a tal estado de
violencia, que el propietario cogió su escopeta que tenía colgada en
A los pocos días recibo una carta del mencionado comandante.
ordenándome. presentarme sin pérdida de tiempo en el Grupo. ya que
de fo con~no, los gendarmes irían a buscarme. Ante tal situación, el
señor Mur,?-er se ofreció a acompañarme y ver si podía recabar del
Jefe me dejara en su casa. como obrero. ya que él era .mutilado.. de
I~ guerra del 14 y al empleado que tenía José Béjar. lo recogieron también ~os gendarmes y había saHdo de Chapolit en una expedición para
trabajar con los alemanes en zona ocupada. Efectivamente, ambos
nos presentamos eo Feurs y el seriar Murcier habló con el comandante del Grupo, el cual aceptó que volviera a su hacienda a trabajar
con él. Recuerdo que el día que volvimos de Feurs a Saint-Bonnetdes-Ouarts, era el primero del año 1944. Hada un fr10 polar que helaba
los huesos. La noche antes dormimos en Roanne, en un hotel, al que
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fra.ocia en una de las expediciones que partieron del Fuerte de Cllapaht. Por muchas .que fueron las razones que expuse al Jefe del Grupo
para que me enviara donde estaba mi mujer. no pudo convencerlo.
Tuve que presentarme en la casa de campo de la citada señora.
. . ~ llama~a Madame Jonnard, y su hacienda se hallaba en el MuruClplO de Samt-Forgeux Lespinasse. Al verme llegar. salió del establo
con una hor:ca en la mano. Sin duda estaba arreglando las camas al
~do. El Jefe del Grupo me habla dicho que era la esposa de un
p.nslonero qu~ se encontraba en Alemania y no tenia nadie que le hiciera el. trabaJO. Pero grande fue mi sorpresa cuando se acercó a mí
y me di cue~ta. ~ue si mi mujl!.r estaba encinta de tres meses. la que
tenia ant~ miS oJos ~ hallaba, al menos. de siete u ocho. Yo me prc~té qwén pudo dejarla en tal estado. encontrándose su marido priSIOru: ro . No ~dé en saberlo, pues, al exponerle la causa de mi presenCia, me d~Jo que esperaba un espafiot. llamado Alejandro. al que
habian recogtdo los gendarmes. prometiéndole antes de partir. que
vo.lvería. porque se escapada del lugar donde Jo llevaran. De esto. me
afirmó, .estaba segura, y nadie lo reemplazaría en su casa. No tuvo
que declOne más para comprender quién era el padre de la criatura
que abultaba su vientre. pues por otra parte, no me dijo ni una sola
palabra de su marido, prisionero en Alemania. Yo me fuI a su corrien.
te, manifestándome desfavorable a la idea de quedarme en su explotación agrícola para reemplazar a su obrero, Alejandro
. Sobre todo que mi anhelo era el de volver a mi casa, donde también me esperaba mi esposa en el mismo estado en que se encontraba
eUa. Cuando supo esto. me aconsejó que desde al1f me fuera derecho
a ~Dcontrarla. Asf 10 hice. En aquel momento, emprendí el camino hacia
Samt-Bonnet-des-Quarls, sin pasar por el Grupo a dar conocimiento
de elJo al comandante. al cual. una vez en casa. te escribi diciéndole
que ~a~me Jonnard .no me necesitaba y habia dccidido volver con el
propletano que trabajaba a la jornada antes de que me recogieran
los gendarmes. que no era otro que el señor Murder.
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Dentro de nuestra desgracia, tuvimos suerte. Al lIe~r al Campamento nos presentamos al jefe y éste envió a Crist6bal Casanueva a
Saint-Bonnet-des.Quarts, donde habitaban su mujer e hijos, que estaban en la completa miseria. Pues si encontraban alguna ayuda de los
que trabajábamos por aqueUos alrededores, no solucionaba su lamentable situaci6n. Esta empeoro con la muerte de su esposa. Debido
a las privaciones, se le manifestó una tuberculosis galopante que en
poco tiempo la devoro, dejando seis hijos de Casanueva, que de no
enviudar, estaba dispuesto a completar la docena. lo que hubiese aceptado su consorte sin protestar. Esto prueba 10 que dice el que fue
presidente del Consejo de la Organización de las Naciones Unidas
por Ja Alimentación y la Agricultura. profesor Josué de Castro. brasi·
ledo. en su libro Geopolltica del hambre, que no es la superpoblaci6n
la que crea el hambre y la miseria en los pueblos. sino que es el hambre el origen de la superpoblaci6n, ya que el hambre, causa de degradaci6n y de muerte. lo es también de un excesivo crecimiento demográfico. aunque esto parezca parad6jico. Al parecer, la influencia del
hambre eleva el coeficiente de la fecundidad y por consiguiente, los
índices de la natalidad en los matrimonios más miserables sumidos
a su acción permanente. En refuerzo de esta teoría. demuestra Josué de
Castro en su libro. que los países que disfrutan de mejores condiciones alimenticias son los que se encuentran actualmente en un verdadero declive demográfico, llegando a equilibrar el número de las
muer~ con el de Ios nacimientos. Sin embargo, en China, en la India
y otras países donde su población vive miserablemente. se produce
10 contrario, la demografía va cada día en aumento. Pues en tanto que
es factor de la aceleración de la multiplicaci6n de la especie, la deficiencia alimenticia. un régimen excesivamente rico en protefnas, es
desfavorable a la reproducción, siendo causa de esterilidad o retardando la ~poca de la fecundación de la hembra, señala De Castro en
su trascendental estudio sobre el problema. Es la clase menesterosa
la más prolífica. de una parte. por las razones expuestas, y de otra.
porque en su miserable existencia. careciendo de todo. su único placer
lo encuentra en el instinto.
Como le sucedJa al matrimonio Casanueva, cuya inconsciencia en
tanta que no llegaba a prever que el resultado de sus frecuentes goces
eran los hijos y que. como ellos. serían víctimas de la miseria y de
las enfermedades más tarde. Muerta la madre, quedaron a merced
de la caridad y de la asistencia pública. viéndose obligados padre e
hijos a marcharse de Saint-Bonoet-des-Quarts a Roanoe, donde fueron amparados por los organismos de beneficencia. Si al infeliz de
Casanueva, el Jefe del Grupo lo envió a su casa, en cambio. a mI no
me envió a la mfa; me mandó a la de una señora que tenía su marido
prisionero de los alemanes, no pudiendo ella sola trabajar su explotación agrícola. Al obrero español que tenía antes también lo habían recogido los gendarmes cuando a nosotros, y salió para el Norte de
que donnfa cerca de su madre, en una cunita, regalo de Madame Fayol.
El alemán se aproximó al erio, que se habia despertado. le dijo unas
cuantas frases. que ni mi compañera ni la muchacha comprendieron.
y partió de la casa sin registrarla ni preguntar nada ni por nadie. Desde mi escondite lo vi partir, llevándose una saca de mano que se halla·
ba colgada en unos alambres que servían de tendedero. Pensé que era
preferible que se llevara la saca en vez de a nosotros. ¿ El no molestarnos se debió. acaso. a que el señor Homberit no nos denunció a la
polida por saber en la situación que nos encontrábamos mi COI&
pañera y yo, o bien por consideración a que le habia trabajado algún
tiempo cortando leña? Fue cosa ésta que no pudimos saber. Lo que sf
fue cierto es que se llevaron la familia Espade, de origen italiano.
que habitaba en una casa al lado de la nuestra. También se llevaron
al joven malagueño José Bejar, que se escapó de donde estaba ha·
ciendo fortificaciones y se vino otra vez al rancho de los Murcier,
donde trabajaba antes y del que era casi patrón.
Después que marcharon los alemanes llev<Úldose por delante sus
rehenes, los que no fuimos comprendidos en su salvaje represión quedamos angustiados y en la más completa aflicción. sin saber la suerte
que correrfan aquellos inocentes que, en realidad. no eran responsa·
bies de la acción que efectuaron en el pueblo los guerrilleros que bao
jaron de la montaña próxima. Tal vez algunos aceptaran un trozo de
carne y un paquete de tabaco del reparto que hicieron los cmaqui·
sards.. Pero esto no era una razón para que los alemanes destroza·
ran sus casas y se llevaran con ellos familias y animales. Menos mal
que no procedieron a una matanza entre la población indefensa. como
temimos al saber que estaban en el pueblo haciendo registros y deteniendo a sus vecinos, pues conocíamos las barbaridades que venían
cometiendo los alemanes en muchos lugares de Francia. Hablan llegado ya a nuestro conocimiento los horrorosos hechos de Oradour·
sur-Glane, pueblo del departamento Haute-Vienne, a cuyos habitantes
metieron en la iglesia el dia 10 de junio de 1944 y los exterminaron
dentro de ella, prendiéndole fuego. Al que quiso escapar, lo mataron
a tiros. Sólo un crio pudo salvarse, huyendo. como le fue posible, de
la Casa de Dios. convertida por obra de los alemanes. en infierno
dantesco. También sabíamos que muy cerca de Saint·Bonnet-desOuarts. en un lugar llamado La Cruz del Sur, hacia poco una patrulla
alemana encontró tres jóvenes. que. al verla, huyeron y se escondieron
en una granja. La patrolla los descubrió y los fusiló. creyendo que
serian resistentes. Sin embargo, eran tres pobres muchachos agricultores de aquellos contornos que, como era domingo, venian de corte·
jar a las chicas del pueblo.
Estos hechos criminales se producfan diariamente entonces por
todo el territorio francés, cuya población vivía aterrorizada y sin seguridad alguna. Cualquiera podJa ser víctima de una denuncia, detenido y deportado a Alemania, cuando no fusilado en el acto. sin for-
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si le faltaba la calefaceión. le sobraban las chinches. que 00 nos dieron reposo.
Después no fue mucho lo que pude trabajar con el sefior Murder.
Cogf por aqueUos dias un enfriamiento. que estuve unas cuantas somanas entre la vida y la muerte. SufrI una congestión pulmonar
acompañada de vómitos de sangre. que resultaron diftciles de cortar.
No hubo medio de que me pudieran hospitalizar. Se vivía entonces en
toda Francia unos momentos trágicos y decisivos. La lucha contra los
alemanes y las milicias cpetanistas., era encarnizada y sangrienta.
sin que hubiera posibilidad de conseguir mi traslado a un centro hospitalario. La resistencia se manifestaba en las ciudades, en los eampos y en las montafias.
El enemigo era atacado por todas partes. dondequi~ra.que se e~
contrase. Circular de un sitio a olro. además de ser difIcil, era pell·
groso. En Saint·Bonnet-des-Quarts no habfa médico, tenfa que venir
de La Pecaudi~rc o de Ambi~le, y esto era un problema por falta ~e
transporte. Habfa que ir a buscarlo con una caballería o un carruaje.
que no todo el mundo disponía en el pueblo, y menos. nosotros.
que no teníamos donde caernos muertos.
.
Si no mori entonces por eso fue gracias a mi volunta~. a mI vehe:mente deseo de vivir. y. sobre todo. a los constantes CUIdados de ffil
compatiera, que demostró ser una excelente enfermera. ayud,?dome
a salvar la vida. Mi restablecimiento no fue obra de un dla, SIDO de
meses. en el curso de los cuales se produjo la liberación. Mas antes
de eIJa, se produjeron en Saint-Bonnet-des-Quarts algunos hechos que
no quiero dejar sin evocar por la gravedad que revistieron. Un día
bajó de la montaña al pueblo un grupo de cmaquisards. (guerrilleros)
armados. entraron en el estanco y se llevaron el tabaco. Después C()o
gieron un becerro que se encontraba pastando en un prado. lo ~ata­
ron y repartieron la carne y el tabaco a las gentes del pueblo, volV1endo
otra vez a la montaña. El propietario del becerro resultó ser el ~ñor
Homberit, que al tener conocimiento de su pérdida se enfurecIÓ y
dio parte del hecho a la cGestapo» ( PoUda Secreta del Estado Atem<Úl) de Roanne, denunciando a los del pueblo que habían. o ~o. par·
ticipado en el reparto. Al día siguiente se presentaron en SalOt·Bon·
net-des-Quarts unos cuantos camiones cargados de soldados alemanes.
los cuales se llevaron. seguramente por indicación de Homberit. a
varias familias y todos sus animales. no sin antes destruir el mobiliario de sus hogares.
Entre las familias represaliadas se encontraba la de nuestro intú·
prete. José Martine7.. También se llevaron sus dos vacas. Al enterar·
me yo de que los alemanes estaban en el pueblo haciendo regist~?S
domiciliarios y deteniendo a los vecinos. me oculté en un escondrijo
de la casa donde habitábamos. A la cual llegó uno de los alemanes.
encontrando en ella a mi compañera acostada y a una joven que la
cuidaba. porque hada varios dfas que habia dado al mundo un niño.
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mación de causa. Igual que sucedía en España al comienzo de nuestra guerra, y después de terminarse. Contribuía a ello la acción de los
resistentes, que no dejaban de hostigar las fuerzas de ocupación ale.
manas, que eran las que mandaban en Francia, llevándose a su país
cuanto producian los franceses, y a muchos de éstos prisioneros a los
campos de exterminio, como el de .Mauthausen-Gusen.. y otros más
de los que tendré ocasión de hablar más adelante.
Quiero antes terminar de narrar lo de Saint-Bonnet·des-Quarts.
La mayoría de sus habitantes acusaban al señor Homberit de lo sucedido. No obstante, él continuó en sus ocupaciones como si nada
hubiese pasado. Al día siguiente de los hechos, yo lo veía desde la
puerta de nuestra casa segando una parcela suya sembrada de trigo
que se encontraba en la ladera de una loma cercana. Seguramente no
se suponía lo que le esperaba. Yo no podía comprender que un hombre
con los conocimientos que él poseía, con la experiencia adquirida en el
ejercicio de su profesión de inspector de policía, no llegara a percatarse de que por el hecho de ser él el promotor de la represalia que
sufrieron sus vecinos era suficiente entonces para poner su vida en
peligro. O era un inconsciente o no se crefa responsable de que los
alemanes efectuaran la represión citada; su actitud daba prueba de
inconsciencia o de sangre fría y cinismo.
Yo me hacia estas reflexiones viéndole segar su trigo, con un poco
de retraso, pues estábamos al comienzo de agosto de 1944. Pensé en
los libros que me había prestado cuando trabajaba con él para que
los leyera. Entre ellos La razón y Filosofía positiva, de Augusto Comte,
y una gramática española-francesa, de Sobrino, que todavía guardo
porque fue un regalo que me hizo para que aprendiera un poco el
francés, que entonces lo hablaba .como una vaca españo181O. Todavía
hoy no lo hablo mucho mejor. En 35 años de exilio en Francia no he
'podido conseguir correjir mi jeri2onga, pese a la gramática de Sobrino y al contacto que he tenido todo ese tiempo con los franceses. Los
libros que me prestaba el señor Homberit se los devolvía a medida
que los leía, sin deterioro alguno, como yo siempre he deseado que me
devuelvan los m10s cuando los he prestado, aunque varios me los
hayan devuelto con hojas de menos, arrancadas sin saber por qué. Los
que así proceden dejan al descubierto el respeto que le tienen a los
libros y el grado de cultura que poseen. La del senor Homberit era
extensa, pero de nada le sirvió su instrucción, porque en el caso que
relato se condujo como un perfecto ignorante, pagando con su vida.
Producida la liberación, en seguida lo detuvieron, llevándoselo a
la cárcel de Saint-Etienne, donde lo juzgaron y lo condenaron a muerte. Días después lo fusilaron, muriendo dando vivas a la monarqufa,
según leí entonces en La Tribune y Espoir, periódicos que se publicaban en la capital minera de la Loire. Exponerse a morir por la pérdida de un becerro era estar bien agarrado al derecho de propiedad, que
.,.----------------------
según su compatriota José Proudhon, es un robo. Este, lo legalizaron
en Francia los alemanes llevándose su riqueza, haciendo del derecho
de propiedad letra muerta. Si efectuaban requisas en país que no
era el suyo, ¿por qué los nativos no podían hacer igual sin ser castigados por ellos? Sencillamente porque .Ia ley del más fuerte .. autoriza
dos pesos y dos medidas. Aplicándola en los inocentes que detuvieron
en Saint-Bonnet-des-ouarts, los cuales volvieron todos a sus hogares,
que encontraron destruidos, pues no salieron del territorio del departamento, ya que los alemanes no tuvieron tiempo de llevarlos más
lejos. Los ingleses y americanos habían desembarcado en la costa de
Normandía y las fuerzas de Francia Libre, estacionadas en Africa,
desembarcaron en la región de Provenza el 15 de agosto de 1944, un
mes después del desembarco de ingleses y americanos en Nonnandía.
Acosados por todas partes, los alemanes viéronse obligados a replegarse hacia Alemania, abandonando sus rehenes y botín de guerra,
al tiempo que se jban liberando los departamentos y regiones de Francia. Este gran acontecimiento cogió a los que se llevaron de SaintBonnet-des·Quarts, en los centros policiacos de Roanne y de SaintEtienne, donde estaban sometidos a torturas y declaraciones. Una vez
liberados, pudieron recuperar sus animales_ Nuestro intérprete, José
Martfnez, tamb,ién volvió al pueblo con sus dos vacas f tuvo la desfachatez, el día de su llegada, de colgarles en los cuernos banderas rojas
con la hoz y el martillo (se las daba el hombre de comunista) y metió
los dos comúpedos en la iglesia, donde algunos meses antes había
escuchado misa sin que el cura le obligara a asistir.
Este herético e insólito hecho no se lo perdonaron los habitantes
del pueblo y viose obligado a marchar a la ciudad de Roanne, después
de vender las vacas y cuantos enseres le pertenecían en la casa de
campo que explotaba. Por esto y por otras causas se había producido
en el matrimonio cierta desavenencia que llegó a convertirse en disputas violentas, de las que fueron testigos sus vecinos. La víspera de
marcharse del pueblo se presentó en casa la mujer de Martmez con
sus hijos, por si queríamos darles posada aquella noche y partir por
la mañana en el autobús que pasaba por allí. Como se trataba solamente de la madre y los hijos, y nada más que para dormir una
noche, aceptarnos, improvisándoles camas por el suelo, y como no disponíamos de otras más confortables, en ellas se acostaron. Aún no nos
babíamos quedado dormidos, cuando sentimos llamar a la puerta.
Me levanto de la cama y me encuentro con el intérprete, que quería
hablar con su mujer. Esta, al escuchar a su marido, se levantó y vino
• la puerta a encontrarlo. Apenas quedaron solos, se pusieron a discutir por unos dineros. Al parecer, ella, antes de abandonar su casa,
había cogido una parte del dinero que tenían guardado de la venta
y él quería que se lo diera. El escándalo que formaron hizo que mi
compañera se levantara y que sus hijos se despertaran.
142
•
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No era la primera vez que yo había presenciado esta clase de espectáculo entre matrimonios espaftoles. En cierta ocasión me preguntó
un francés si era verdad que los españoles maltratábamos mucho a
nuestras mujeres. No es verdad, le contesté, y aún estuve a punto de
rogarle que lo preguntara a la mfa, pero me abstuve. Hay ml,ljeres
que son pegadas por sus maridos y lo niegan cuando algún intruso
se lo pregunta, y aunque este caso no era el nuestro, el francés podfa
pensarlo a su guisa. Porque la verdad es que las mujeres que han
tenido I.a desdicha de haberles tocado un marido verdugo, han hecho,
a veces, suyo el dicho de «cuanto más me pega más le quiero».
la respuesta que di a mi interlocutor no poseía mi convicción ne.
gativa, por conocer casos de sujetos que flagelan a su pareja, no sola·
mente en espafiol, sino en francts y todo, demostrándose con ello que
la animalidad de los tiempos primitivos no ha sido aún bien expurgada en el hombre, siempre orgulloso de su dudosa superioridad. En
la gente ignorante, falta de una instrucción conveniente. se comprende
que su único recurso persuasivo sea de origen violento, el cual se
apresurani a aplicar. a la menor contrariedad, sobre los seres que
considere inferiores en fuerza.
Resulta incomprensible y sin justificación alguna, que el odioso
acto de pegar 10 practiquen personas consideradas cultas y con ideas
progresistas, no tratándose de un caso de defensa personal. Sin duda
alguna, es en nuestra gran familia libertaria y confederal donde estos
casos de brutalidad se dan con la mayor rareza. Conocí en cierta oca·
sión un matrimonio, cuyos componentes se decfan compañeros, que se
abofeteaban y arañaban frecuentemente. Interviniendo varios conocidos para afearles su conducta y resolver sus düerencias con una sepatadón definitiva. Pero mientras, durante la noche no podían evitar
su reconciliación. Y a la mañana siguiente cada bofetón y puntapié
masculinos eran replicados con la misma energfa por la mano y el pie
de su cÓnyuge. Posiblemente este hábito indigno y brutal tenfa su
origen en la mutua consciencia de la potencia ffsica que poseía la mujer; pues de lo contrario habría llorado de impotencia, como el común
de las mujeres. El llanto es asimismo el desahogo de Jos niños cuando
son vapuleados por sus padres o por otras personas mayores. He oh-
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Se pusieron tan furiosos que llegaron a las manos; el marido sacó
una navaja y amenazó a su mujer con matarla, si no le daba los cuar,
tos. Mi compañera y yo, al ver esto, nos lanzamos sobre Martínez, le
quitamos la navaja de las manos y lo pusimos en la calle, cerrando
la puerta. Mientrastanto, su mujer gritaba: «¡Miserable, no me quitarás el dinero... ! ¡Miserable, no me quitarás el dinero ... l» Por la
maftana, hijos y madre cogieron el autobús, en el cual debió encontrarse el matrimonio, que, sin duda, pondría el mingo en otra parte. Despu~ no hemos sabIdo más de tales personajes.
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.... Sililll El;"n"". y un IVUPU de" .~i.l"lIIdi
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[] ARCOS DE LA FRONTERA
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La A,rociación de Trabajadores .Fralernid~d
Obrera~. de Arcos de i~ Frente... , fu~ esla.
bteciña en 1919. como io prueb~ la pvrUl<1a
d" sus Est¡,(uIOS qu~ reproducimo. en ..,,1:>
página.
'45
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Fachad:l del Sindicato _Fraternidad Ob"'l
d,;: la C.N.T., en la calle Antonio Cremona
Arcos de la Fronrera, incaut~do por ra¡~
Espa.n<>1a en 1936; incautación '1ue mant
lu<1a\1a el Ayunlamienlo de ArCU6.
ado en algunos que, después de haber sido objeto de castigos ffsihan llorado y se han negado a probar bocado en todo el día,
La impotencia, la convicción de haber sido injustamente tratados,
vaca reacciones rencorosas en los mayores, pero no en los niños,
olvidan tras un juego o una caricia la ofensa recibida. ¡Cuánto
-rían las dos tiernas criaturas que fueron muertas en Francia, la
por mano de su padre y la otra bajo las garras de su «protector.!
estos dos infanticidios se ocupó la prensa y no hace mucho que
produjeron. ¡Detestables monstruos que dan hijos al mundo para
rIos víctimas de su malhumor producido por el consumo exagedo del alcohol y por otros vicios castradores de la bondad natural
todo ser humano! Los que siempre están dispuestos a maltratar
su prójimo deben carecer de sensibilidad moral y física; de lo con·
rio se detendrían al levantar la mano, porque la conciencia les
pediría pegar, A mí nadie me ha pegado, pero siento en mi inte·
r el efecto que me produciría si alguien lo hiciera. Seguro que mi
cción sería de una violencia ciega, contrariamente a 10 dispuesto
r Cristo. De aquí que nunca haya levantado la mano en actitud de
enaza contra nadie, esto es, por imperativo de la propia concien. Derecho y razón de pegar no existen, como no existen tampoco
derecho y razÓn de matar. El malvado que pega atenta contra la dig·
dad humana y, por consiguiente, no es merecedor de consideración
ni respeto. El desprecio y la repugnancia es el mejor castigo que pueda dársele. Con esta clase de gente hay que evitar el contacto y la relación. Fue por esto que no supimos más del matrimonio Martínez
después que partió de casa y de habernos puesto en estado de violencia y en compromiso.
LIBERAClON DE FRANCIA Y FIN DE LA GUERRA.
REORGANlZACION DEL MOVIMIENTO LmERTARIO
EN FRANCIA.
LA UNION NACIONAL.
JUNTAS Y GOBIERNOS EN EL EXILIO.
No es mi propósito en estas memorias escribir la historia de los
exilados españoles. Pero como parte de mi vida está ligada a ella y sobre todo a la historia del Movimiento Confederal y Libertario exilado,
me permito evocar algunos hechos para que el lector pueda hacerse una
idea de la lucha sostenida, con pena y sin gloria. por los anti[ascislas
españoles en el exilio. El triunfo de las fuerzas aliadas contra las del
Eje trajo la liberación de los paises ocupados y con ello miles de es·
pañales fueron libertados de las compañías de trabajadores forzados,
de los campos de concentración, de las cárceles y de los ejércitos a los
que voluntariamente se habfan aUst.ado con la esperanza de contribuir
a la liberación de Espada. Otros muchos miles perecieron. Solamente
en los campos alemanes de Gusen, Buchenwald y Mauthausen murieron
más de siete mil españoles.
Solidaridad Obrera de París publicó, poco después de la liberación,
una relación completa indicando nombres y apellidos, fecha y lugar de
nacimiento y dia en que fueron muertos de hambre o asesinados. Entre
estas víctimas se encontraban tres paisanos míos, José Sánchez Ruano
.Cuatrete_, Juan Pilongo y José del Valle Serrano. En los cinco años que
duró la Segunda Guerra Mundial, el número de refugiados españoles de·
saparecidos fue considerable. Pero los que quedaron vivos de In cruel
contienda no perdieron la moral de lucha ni la esperanza de volver a Es·
paña liberada del fascismo, como 10 habían sido ya Francia, Bélgica, Holanda, Italia, Alemania y demás paises. Todos los refugiados españoles sin
excepción sintieron una gran ilusión. Creyeron, con justa razón, que su
país seria también liberado de la dictadura franquista, afirmada con la
ayuda de Hitler y Mussolini. La Carta del Atlántico, suscrita por Roosevelt y ChurchiU el 14 de agosto de 1941, declaraba; cEI presidente de
'46
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CAPITULO XI
Estados Unidos de América y el Primer Ministro, en representación
gobierno de Su Majestad del Reino Unido, respetarán el derecho de
s los pueblos del mundo para elegir la forma de gobierno bajo el
deseen vivir y deseen ver restablecidos los derechos de soberanfa
aquellos paises en los que, por fuerza, han sido privados de los mis_. Stalin, Churchill y Roosevelt afirmaron al terminar la confeia de Teherán que cesperaban con confianza el dfa que todos los
blos de la tierra vivan una vida libre inaccesible a la tiranfa y con·
e a su conciencia y a sus respectivos deseos_o
Había pues llegado la hora para los exilados españoles de reagru, de hacer un recuento de sus efectivos y saber con la fuerza que
contar para emprender el combate por la liberación de España,
rovechando el espíritu reivindicativo que en aquellos momentos 013estaban los pueblos liberados. asf como la situación confusa del r6en de Franco, atacado también por Jos antifascistas del interior. Urorganizar su batalla final de forma directa, con la ayuda, era de esr, de las fuerzas aliadas vencedoras.
Para alcanzar tal objetivo se organizaron los partidos paUticas y or·
. ciones sindicales exiladas, así como el Ejército, con el nombre de
A¡rupación Militar; el conglomerado de Fuerzas Democráticas Españolas, que fue reemplazado por la Junta Espaaola de Liberación. y ésta
por el gobierno José Giral, en el cual fueron incorporados dos ministros
de la CNT: Horado Martfnez Prieto y José Leiva.
Antes que todos estos conglomerados se organizaran y entraran en
función, se habia constituido y desplegaba sus actividades, la llamada
Unión Nacional Española, de triste recuerdo. ElJa fue fundada el 7 de
noviembre de 19.J2, en una conferencia que se había ceJebrado, se dijo
entonces, en Grenoble, pero que en realidad fue en Toulouse donde se
celebró, auspiciada por el partido comunista. el cual propaló que en ella
estuvieron representadas todas las organizaciones sindicales y partidos
políticos del exilio, cuando los representados en tal conferencia (si tuvo
lugar, que hay quien lo duda) fueron los comunistas y ciertas individua·
Udades desorientadas y dispersas pertenecientes a algunos sectores del
exilio.
la Unión Nacional no fue otra cosa que una añagaza del partido camunista español, aprovechando en su solo beneficio el ansia de lucha
"1 de unidad que animaba a todos los refugiados españoles para aglutinar a su alrededor a los elementos desperdigados y sin relación con los
organismos poUticos o sindicales a que pertenecieron en la guerra de
España. Sin embargo, en su propaganda dio a entender que en la consti·
tución de Unión Nacional en la asamblea o conferencia de Grenoble ha·
bian participado todos los partidos y organizaciones antifascistas espafiolas. Esta campaña de engaño hizo creer a muchos refugiados en
Francia en una verdadera unión que no existía en la época en que fue
constituida ni en realidad nunca existió. No obstante, el Partido Comunlsta llegó a formar una red de Comites que se relacionaban entre sí por
.
,
Como quiera que este organismo fue repudiado por todos los antifascistas del exilio, al darse cuenta de su comportamiento y del repugDante procedimiento de que se valieron para constituirlo, el mismo Partido Comunista español 10 dio por disuelto a últimos del año 1945, atribuyendo después su funesta acción a la presencia de elementos adveDedizos y sin responsabilidad. A alguien tuvo que cargarle su pesado
, sucio fardo. Contrariamente a 10 propalado por el Partido Comunista,
IOdos los sectores exilados, con más o menos fuerza, participaron en la
lucha de la Resistencia en Francia, sin pretensión por parte de ninguno
de dominar a los demás.
Interesados
los problemas que presentaba la liberación de España y para oponerse a los atropellos de Unión Nacional, los partidos
republicanos, el Partido Socialista y las sindicales CNT y UGT crearon
un nue\'o conglomerado antifascista denominado Alianza Nacional de
Fuerzas Democráticas, que galvanizó la acciÓn contra el franquismo en
España y que por rivalidades políticas no pudo culminar su acción coordinadora de todas las fucrzas antifranquiSLas, incluidas las monárquicas. Fue reemplazado entonces por la Junta Española de Liberación,
que nació en Toulouse el 23 de octubre dc 1944, desapareciendo dos
años más tarde envuelta en sus contradicciones y desacuerdos entre sus
componentes, debido en f'rimer lugar a la imposibilidad de conseguir
la liberaciÓn de España por sus propios medios y acción y en segundo
lugar por la constitución del gobierno José Gira}. que representaba para
muchos de los que lo componlan, la institución legal y oficial que más
ayuda podría obtener de las democracias vencedoras para alcanzar la
desaparición del franquismo.
Tambil!n dejó de existir la Agrupación Militar del Exilio, que presidía don Antonio Herrera Serrano, coronel del Ejército español. Este
organismo, aunque parezca paradójico, el sector que más lo apoyó
fue el libertario, o mejor dicho. algunos cmilitares cenetisLas. que
pertenecfan a ella. Estos no tuvieron en cuenta las ideas antimili·
taristas del Movimiento Libertario y tenían guardado su uniforme de
la guerra de España, que se encasquetaron en la primera ocasión que
se les presentó. Estaban dispuestos a lucir de nuevo sus galones en España, liberada de la dictadura caudillal. Desgraciadamente, esta liberación cada día se presentaba más aleatoria. La fonnnción del gobierno
Giral con la participación de dos ministros cenetistas, tampoco la consiguió.
Al contrario, la alejó todavfa más. Porque al participar en él los dos
ministros citados, produjo la escisión en el Movimiento Confederal y
Libertario, que era el mejor organ.izado y con mayor fuerza en el exilio.
En el Congreso de Federaciones Locales, celebrado en París del 1 al 12
de mayo de 1945, en el Palacio de la Qufmica, se hallaban representados
directa o indirectamente 25 mil afiliados. Aunque a decir verdad, el. M(}.
vimiento Libertario contaba por aqueUa época con más de 30 mil adherentes, si se tienen en cuenta los afiliados a la fracción cescisionis·
en
,..
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mediaci6n de sus adherentes, lo que fue motivo de que a raíz del desem·
barco de los aliados en Francia, los españoles pertenecientes a otros
sectores no comunistas, que habían respondido al Uamamiento de unidad nacional, se encontraron encuadrados bajo sus mandos superiores,
viendo así realizados los fines de dominación que perseguía el Partido
Comunista. Emplearon la misma táctica de absorción que en nuestra
guerra, amparados por fuerzas ajenas a los demás sectores de los refugiados españoles, como eran las de los comunistas franceses y los
rusos, que combatieron al lado de los aliados.
El hecho de que una de las cuatro potencias vencedoras del nazifascismo era la Rusia Sovil!tica dio derecho a los comunistas españoles
para considerarse los artífices de la resistencia de los españoles en Fran·
cia y de que la liberación de España tendrfa que ser auspiciada y dirigida por ellos, La pretensión de crear la Unión Nacional con el concurso
solamente de algunos elementos dispersos, y no de las organizaciones
polfticas y sindicales representativas, era tanto como poseer el control
del movimiento político y apoderarse al mismo tiempo del control de
la organización militar. Prueba de ello era que la llamada 35 Brigada
de Guerrilleros Españoles que se organizó para ayudar a liberar el suelo
francl!s, a pesar de que en ella los afiliados del Partido Comunista eran
una ínfima romana, éstos llegaron a apoderarse de todos sus mandos
superiores.
El Partido Comunista, con su Unión Nacional. no buscaba la unidad entre los españoles para conseguir pronto y fácilmente la liberaci6n de España, sino ser el centro dominador del que partieran sus
consignas, emanadas de Mascó, y que todas las demás organizaciones
políticas y sindicales exiladas tenían que acatar, subordinadas al citado
organismo.
Los sectores que manifestaron una actitud crftica y no quisieron
secundar sus maquiavelismos, fueron calumniados, cuando no asesinado alguno de sus miembros; como 10 fueran Auxiliano Benito, militante del Partido Socialista y el matrimonio Francisco Alberich y Mercedes Míralles, militantes de la CNT.
Esta última organización no se dejó intimidar por los stalinianos
de la Unión Nacional, declarando públicamente que estaba decidida a
emplear COn ellos sus mismos métodos. Esta postura de los libertarios
consiguió tenninar con los impunes asesinatos, pero no pudo impedir
que arrastraran algunas unidades guerrilleras a introducirse en España por el Valle de Adn, donde muchos de ellos perdieron la vida por
la acción de las tropas franquistas, que bien pertrechadas y en aplastante mayoría, no solamente cortaron en seco la penetración de los
focos guerrilleros dirigidos por los comunistas a través de Unión Nacional, sino que los que quedaron con vida viéronse obligados a volver
de nuevo a territorio francés, sin poder consolidar la cabeza de puente
que se propusieron establecer en suelo español.
.1..
150
ublicano consideraron que el ciclo de colaboraci6n gubernamental
había terminado y que era necesario que la CNT participara en el
iemo Gira! c:onstituido en el exilio.
Entonces, y ahora, yo me hice esta reflelC-ión: Si aceptó colaborar
el gobierno de Largo Caballero poco después de comenzar la guerra
-1, nombrando cuatro ministros, ¿por qué no en el del exilio? ¿Acaso
rque uno de los cuatro ministros entonces era Fedcrica Montseny y
se manifestaba ahora la más acérrima anticolaboracionista de tolos militantes de la CNT y del Movimiento Libertario? No lo creo.
hubiera sido así, era tanto como decir que la mayorla de la militan·
confedera] y anarquista carecfa de personalidad y se dej6 arrastrar
r el prestigio e influencia de la compañera Montseny, y no por lo
entonces parecía lo más razonable, colaborar o mantenerse al marde toda actividad de gobierno.
De todas formas, fuera o dentro del gobierno, unida o desunida,
C.N.T., pese a las alianzas de todas clases que hicieron las demás
rzas exiJadas, el franquismo continuaba finne gobernando d.ictatoLmente al pueblo español. Todo le fue favorable para consolidarse,
lIn temor a un ataque armado de envergadura del exterior. Lo pudo
temer a raíz de la liberación de Francia, pero una vez que pasaron
aquellos difíciles momentos sin que los .guerrilleros de Uni6n NacioAah fueran apoyados por las tropas de los aliados cuando aquellos peDetraron en territorio espafioI. la continuaci6n del franquismo qued6
asegurada. Esta seguridad se reafionó más al repartirse el mundo los
tres Grandes en la Conferencia de Valta y dividirlo en dos bloques
y zonas de influencia.
En una parte. el bloque comunista y en la otra el democrático. El
primero, llamado Oriental. y el segundo. el Occidental. Al ser ~r éste
reconocido Franco como el más rabioso anticomunista y el mejor ceno
tinela del Occ:idente, la causa de la República Espallola qued6. sino
definitivamente perdida, al menos muy comprometida, La acción de
los gobiernos republicanos que se sucedían en el exilio resultaba nula.
No obstante, continuaron uno y otro haciendo ostentaci6n de ~u legitimidad y solicitando en las cancillerías lo que no alcanzó mogono.
Igualmente hadan las organizaciones obreras exiladas acerca de las
dos grandes centrales sindicales mundiales, sin que éstas escucharan las
llamadas de solidaridad de la Aijanza Sindical que habían formado en
el exilio sus hermanas de clase. Sin embargo, no se descorazonaron,
prosiguieron el combate contra el fascismo español con los pocos medios de que disponían, no solamente denlro de la Alianza Sindical, sino
en todos los frentes y de todas las maneras, aunque su sacrificio resultara desproporcionado.
Cuando se desarrollaron los acontecimientos que he referido, yo
me encontraba todavía con la salud bastante quebrantada. en Pont-Demaín, aldea del municipio de Saint-Bonnet-des·Quarts. Pese a ello, mi
actividad y contacto orgAnico no se había enfriado. Al constituirse la
151
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talt faeil.ltados por el referéndum que efectuó para nombrar su primer
Subcomité Nacional en Francia y el número de adherentes presentad05
por la fracción de la organización oficial en su Pleno de Regionales celebrado en agosto del 46; la primera. unos 4 mil Y la segunda pasaban
de .I~s 25 mil. Pero esta fuef7.a, que era la más compacta y combativa del
E:ubo,. al ro~per su unidad, sus esfuerzos en la lucha contra el régi·
men dIctatonal de Franco no fueron muy positivos.
A partir de la aparición en Toulouse, el 27 de octubre de 1945. del
manifiesto tituulado .Con España o contra Españalt. finnado por los
secretarios de las Regionales de Origen en el exilio, pusieron sus militantes más inten!s en combatirse unos a otros, que en combatir a sus
comunes enemigos, que no podfan ser, de ninguna manera, los compai'i~ros de en.fJ:ente, pertenecieran a una u otra fracción. Sin emba~o, ,.1
cItado manifiesto constituyó una declaración de .sroerra diriP.id~ a la
fracci6n que dieron por llamarla .ortodoxalt, CUYO Comitl! Nacional representaba. sin duda, el ~eso de las fuer7.as nnarcosindicalistas del
exilio. Pero esto no fue 6bice nara que los firmantes del manifiesto dijeran en el mismo de foona imperativa: .A partir de este momento
todos los Comitl!$ omaieos v militantes rompernn sus relacione'!: con
ese Comitl! desleal e i~lar y enviarán sus adhesiones. ~Uli direcciones y SUs informes a e$te nuevo Comité Nacional provisional. que se·
tuar.l de acuerdo con. por y para Espana__
Este .ordeno V mando_ tenfa. en realidad. más parecido ~ un "aloe
de Estado militar que a una pública declaraci6n razonada v ')3dfioo. de
criterio diferente dentro de un Movimiento oue tenfa como nrincipio
la unidad en la variedad. La respuesta al manifiesto .Co., Esoo.ñ::l; 1) contra Espaii.a- no se hizo esoerar por parte del Comité Nacional oficial.
compuesto por Germinal E~~lea~, Juan Pui~ Ellas, Federica Montc:;env.
Angel Marln, Paulino Marsand y Mi2Uef Chueca. En una Plcl'larj::l; que
se c:elebró fue aDrobada una moci6n Que decía:
EXDulsi6n fulmi·
nante del MLE.cNT en Francia de los firmantes del manifiesto. lid como
de cuantos han contribuido a la acción escisionista por medio de difamadoras e insidiosas declaraciones públicas, orales o escrita'!. 2,· Consi.d~raT incursos en este mismo grado de responsabilidad y medida pumtlva, a todos los miembros de los comités escisionistas, alma v c:ontinuida~ de la disidencia, y a aquellos otros que sin tener cargo' alguno
han Sido y son elementos ac:tivos de la escisi6nlt, etc., etc:.
Despuh de esta lamentable ruptura no habfa medio de llegar a una
reconciliaci6n. El cisma se instal6 en el Movimiento Anarcosindicalista
del exi~i~ para largo tiempo; con el cúmulo de funestas secuelas que
toda dl,:s16n comporta en un Movimiento, que como el citado, tenfa
co,!,o pnncipal e inmediato objetivo de lucha ayudar con sus fuerzas
a liberar Espafía de la dictadura fascista. Por este mismo motivo habla
luchado con las armas en la mano cerca de tres años en zona republie;ana. colaborando en su gobierno. Fue por esto que muchos de sus militantes que quedaron en el Interior después de la derrota del Ejército
eón de ambiciones políticas ni para proclamar gobiernos. La C.N.'!.•
organización específicamente de trabajadores, fue creada por trabaJadores para luchar contra el capitalismo que los explotaba y. el ~tado
que los tiranizaba, con los cuales le era vedado colaboI1l.!" ID .C¡r(;UJ1Stancialmente.... Reincidir en ello era el mayor de los desatinos. Por algo
los hombres que dieron vida a la C.N.T. la impregnaron de espíritu libertario, de táeticas y principios inconfundibles, capaces de convertir
en realidad sus finalidades de lucha, como lo demostró en la Revolu·
ción española del 36. ¡Aquellos hombres supieron lo que hicieron!
La historia demuestra palmariamente su clarividencia. Siempre
hubo dentro de la C.N.T. gentes interesadas en desviarla de su feliz.
trayectoria reivindicativa y revoludonaria; mas siempre también existieron quienes se opusieron a tales designios, que entrañaban su desaparición. Las causas que motivaron su constitución no habíaD: d~pa­
recido. Permanecían inamovibles. intactas, pese a las orgarnzaclOnC5
obreras mastodónticas conducidas por di1erentes caminos de lucha
que creyeron sus dirigentes más eficaz, pero que se reveló completamente nulo y perjudicial para el proletariado. Siendo esto así, ¿por qué
ese interés en que la C.N.T. participara en el gobierno y por renovar
sus modalidades de lucha a fuer de que hablan pasado de moda? El
compaftero que se sintiera político. en buena hora podía serlo, fuera
de la C.N.T.• claro está. Pues el hecho de haber luchado más o menos
activamente dentro de ella y el haberse creado un nombre y una personalidad con su ayuda, no daba derecho a nadie a destrozarla y enterrarla.
Todo movimiento político, social o religioso, si quiere subsistir, tiene imperiosa necesidad de que sus adeptos ajusten sus ideas, su fundamento moral a sus respectivas conductas. Si el nervio fundamental
de un estado de opinión -la idea- se abandona. por fuerte que sea su
potencial numérico, pierde prestigio, vitalidad y, en definitiva, desaparece. Este es el caso del cristianismo primitivo. irradiante en sus buenos tiempos. faro sin luz en el presente, a pesar de lo voluminoso de su
torre o de su cuerpo.
Idéntico proceso atraviesa el socialismo politizado. al juzgar por
su aspecto presente. y pareja suerte corría la C.N.T. si sus militantes
se pagaban de paliativos, dejándose arrastrar por la corriente viciosa
del .hoy positivo~. aceptando en parte la colaboración gubcrn.am~nt~,
para ser absorbida por ella en un todo. La fuerza del anarcoslDdlC~S­
mo. y su vida, consistEa innegablemente en su condición de revulsIVO,
de renovación social, lógicamente experimentable después del fracaso
estruendoso de las religiones, de la sociologia caritativa y de decreto,
y del marxismo o socialismo científico; fracaso terrible que se evidenciaba cada día mAs. dando proporciones gigantescas al interés apócrifo, alodio, a la maldad, a la deshumanización de la raza. cual se
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Se olvidaron por completo la esencia de la C.N.T. Y el por~ué y
para qué fue organizada. No lo fue, de ninguna man~ra, para sausfac-
Federación Local de Roanne de la C.N.T. de España en el exilio, me adherí a ella, por ser la localidad más cercana del lugar de mi residencia
donde existía organización. Como quiera que babia entrado en relación
con el Comité Regional de Andalucía en el Exilio, también pertenecía
orgánicamente a ella, como otros muchos andaluces.
Su secretario general era. aunque parezca paradójico, el gallego
Pedro Rey. del que he hablado al comienzo de estas memorias. como re·
cordará el lector. Era también el mismo que había firmado. en nombre
del Comité Regional de Andalucia, el célebre manifiesto .Con España
o contra España..., que tanta polvareda levantó cn Jos medios libertarios. Al llegar a mi conocimiento, le escribí a Pedro Rey exponiéndole
mi sentir sobre el contenido del manifiesto y la participación de la C.N.T.
en el gobierno del Exmo. Mis sentimientos eran contrarios a la colaboración y a la actitud que marcaban los firmantes del citado mani·
fiesta.
No .me contradecía en mi posición. porque era la misma que había
manterndo antes y durante la guerra y la que mantuve en el exilio desde qu~ en él me hallaba. Esto lo sabia Pedro Rey y todos los andaluces
conocl(ios míos que con él se solidarizaron, como Luis de la Rosa, Mi·
guel Fernández Portillo. Antonio Valle. y otros compañeros más cuyos
nombres se baria largo mencionar. Era suficiente con más de dos aflos
de experiencia colaboracionista, para darse cuenta lo mucho que esta
organización anarcosindicalista perdió entonces en todo lo que le in·
fonnaba: en hombres, en ideas y en prestigio. Pérdida que, sin colaborar en adelante y actuando libremente de nuevo en España, no pt;
dría recuperar en las mismas proporciones de antes. Con su entrada
en el Gobierno se perdieron para siempre muchos de sus militantes,
p'orCl;ue dejaron de creer que era en la fábrica. en el taller y dentro del
smdicato donde se defendían los intereses de los trabajadores y sus
ideas de emancipación, y no en las Alcaldías. Ministerios y Salas de
Banderas.
Desde entonces el desacuerdo dentro de la gloriosa nave de la C.N.T.
se venía manifestando. producido por la disparidad de criterios. en las
tácticas de lucha. de sus dos .alas .... cuya rotura en el exilio acentuaba
más sus desavenencias y antagonismos. El .ala izquierda~ (la ortodoxa) le echaba en cara a la .derecha... (la reformista) su viciado y flexible
desarrollo tendente a la participación política y gubernamental. y la
.derecha... a la .izquierda.... su rigidez y fanatismo de secta. Lo que de
verdad habia en las acusaciones e improperios que ambas alas se lan·
zaban. lo sabíamos los que militando en la C.N.T., no nos habíamos de·
j~do arrastr:rr por ninguna pendiente resbaladiza y peligrosa, manteméndonos firmes en su seno y en su esprritu, observando y aquila·
tanda la lamentable paralización que producía en la lucha de nuestra
central sindica! la tendencia eminentemente colaboracionista que ma·
nifestaba uno de sus extremos. Era absurdo negar aquella realidad.
como era absurda su posición.
do Pedro Rey continuara regentando la secretaria del Comité Regional
de Andalucía en el Exilio.
Lo desautorizaron y eligieron un nuevo Secretariado compuesto
de los compafteros Piedra Vázquez, Morales Guzmán y Montiel. Tam·
bién me nombraron a mí de secretario de la Comisión de Estudios Económicos y Sociales. Que por cierto este cargo me dio mucho trabajo,
porque escribí una serie de estudios y proyectos sobre agricultura que
me quitaron no pocas horas de descanso. Los citados estudios y proyectos fueron publicados en _Cultura Proletaria», de Nueva York, en .Solidaridad Obrera. de Argel Y en .CNT. de Toulouse. Por aquella época
publicaba el Movimiento Confedera! y Libertario en Francia un número de periódicos que no superaba ninguna organización sindical o polidca del Exilio.
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había visto modernamente en los mataderos franquistas, nazis y si·
berianos. A mi entender, la culpa de las aberraciones humanas no se
debía totalmente a los conceptos erróneos y a las falsas ideas debido a
este O aquel principio. La culpa de la desviación que la humanidad sufría se debía en mayor escala al manifiesto abandono de los axiomas
y máximas saludables acumulados durante siglos por la sabiduría humana, capaces, con las verdades nacidas posterionnente, de disminuir
con su poder mosólico fundamental, el auge de la sociologfa superfi·
cial, que tiende a imposibilitar, cual el marxismo, la obtención de
una sociedad igualitaria.
y como quiera que la igualdad no puede conseguirse más que por
la acción consciente y por el trabajo del individuo, todo lo que sea
desvalorización de la persona y an-ebatamiento de la misma, sólo conseguiría alejarnos cada día más de la emancipación que postulaba la
Confederación Nacional del Trabajo.
Ninguna organización como ella tenía en cuenta la base del trabajo y la libertad. No existían concepciones polftico-sociales que pudieran convencenne de que la equidad que perseguía el anarcosindica·
lismo podía .ser obtenida desde la esfera gubernamental. Los principios
de parasitismo patronal y burocráticos, el imperio de la autoridad sobre el individuo, negaba toda facultad ascendente a los credos religiosos y poUtico-sociales. El ejército de los sacerdotes chupando de las
energias de Jos hombres Jaboriosos con veinte siglos de prédica no
había conseguido redimir,
¿Y cómo hahía de hacerlo si sometía a sus propios creyentes a servidumbre moral odiosa? Tenfamos, como nueva religi6n, al socialjsmo
de Estado, mantenedor del trabajo embrutecedor y desconocedora. como
ias otras religiones y sociedad burguesa, de la libertad del individuo.
Su ejército de burócratas y polidas equivalía al del mundo de los ensotanados y al de la guardia civil, y sus propios funcionarios estaban
en lo del miedo libre, pero no en la libertad sin miedo. El sometimiento al Estado anulaba a los voluntarios de .la renuncia e impedfa toda
acción a los voluntarios de la libertad. En el socialismo estatal no podía
haber regeneración ni emancipación del género humano, a pesar de que
millones de seres así lo creían, movidos por su incuria mental, por su
estolidez moral y física.
Yo pensaba en todo esto y no veía otras ideas que me satisfacieran
más que las anarcosindicalistas, sostenidas por la C.N.T., y como mili·
tante de esta organización queria contribuir a defenderlas con todos
los medios que estuvieran a mi alcance, De aquí mi posición contraria
a la de los colaboracionistas. Algunos de éstos quisieron formar después de la publicación del manifiesto _Con España o contra España»,
el _Partido Libertario», lanzando un escrito que firmaban, entre otros,
Horacio M. Prieto y Pedro Rey, cuyas ambiciones políticas evidenciaban. La mayorfa de los ceneListas andaluces se opusieron a que el cita·
andonó la dirección, entre ellos, Juan Ferrer, José Peirats y Fede-
ca Montseny. Era el órgano del Comité Nacional de la CNT oficial
en el exilio, o si se quiere, de la fracción .ortodoxa., de cuyas poWm.icas o enfrentamientos en sus columnas contra las publicaciones
Para que el lector pueda hacerse una idea voy a mencionar todos
los que recuerdo. En primer lugar cito a España Libre, que comenzó
a publicarse como órgano de la Regional del Centro en el Exilio, con·
virtiéndose después de la escisión de la CNT en portavoz del Subcomité Nacional de la fracción .colaboracionista... Este periódico se publicaba en Toulouse y su primer director fue Félix Lorenzo y más tarde Ramón Liarte. Hoy, órgano también de los «reformistas., que se
publicaba en Marsella y era su director Acracio Bartolomé. En Marsella salfa otro periódico, Acción Libertaria, lo sacaban los compañeros
de la región de Provenza pertenecientes a la fracción .integrista•. Uno
de sus principales animadores fue José Sanjuán. Cuando de periódico pasó a ser Boletín del Núcleo de Provenza, su redacción estuvo
a cargo de José Hiraldo, activo militante de Andalucía.
Ruta. portavoz de las Juventudes Libertarias, se editaba en Mar·
sella. pero después pasó a editarse en Toulouse. Dos de sus directores
fueron Benito Millá y Miguel Mejfa Peña. Inquietud, también órgano
de las Juventudes Libertarias, y al desaparecer ambos portavoces fueron sustituidos por Nueva Senda, que salía en Toulouse. En Rennes
se publicaba otro periódico libertario. Libertad. Igualmente los cenetistas de Cantal daban a luz otro órgano de prensa, Exilio. Fue éste
e.1 segundo prenombre que mi compañera y yo le pusimos a nuestro
hijo al nacer. De estos dos últimos periódicos no recuerdo los nombres de los compañeros que fueron sus directores. Solidaridad Obrera
se publicaba en Pans. Otro periódico con el mismo útulo se publicaba
en Argel, como he señalado anteriormente. El primer director de la
.So¡h de París me parece que era Cánovas Cervantes, al menos fue
uno de sus más asiduos colaboradores. Lo dirigió también Felipe Alniz,
Fernando Gómez Peláez y Juan Ferrer. ImpuLso se publicó en Toulouse por un grupo específico, es decir, de la FA! Y lo dirigía Felipe AJaiz,
que pasó después a director de CNT. que también se publicaba en Tou¡ouse. Este semanario tuvo unos cuantos directores después que Alaiz
minal Esgleas que, entre otras cosas, decía: .Si Durruti dijo: renundamos a todo menos a la victoria, nosotros no renunciamos a nada,
Di a la victoria_o Estos encontronazos tuvieron lugar a fin de verano
de J946. Otra publicación de los cenetistas .puritanos_ saHa en Pero
pigoan: se titulaba Boletín de Información. La Regional de Andalu·
da en el exilio también publicó dos periódicos, Nervio y El Rebelde.
Fue director de ambas publicaciones Francisco Olaya, el cual era al
mismo tiempo secretario general de La citada Regional. Un cierto perlodo formé parte con él en uno de los Comités, como secretario de
organización, cuya dimisión presenté en un Pleno que celebramos en
Clermont Ferrand a ultimos de marzo de 1959 O 1960.
La mayoría de todas estas publicaciones desaparecieron al prolongarse el exilio y acentuarse las bajas en el Movimiento L1berlario, por
defunción y dcsacuerdo de sus militantes, y las que quedaron cambiaron de título, como CNT por Despertad y después por Espoir. Solidaridad Obrera por Le Combat Sirldicaliste. que fueron ambos periódicos los que más vida tuvieron en el exilio. Si más tarde salieron
con tftuJos franceses fue porque se ampararon bajo la cobertura de
la CNT francesa, al tiempo que esta organización, a falta de periódicos propios, le servia de tribuna, en su lengua los de la CNT española
cxilada. Otras publicaciones que también tuvieron vida fueron las revistas Cenit y Umbral. La primera se publicaba en Toulouse y estaban
• cargo de su redacción Federica Montseny y Miguel Celma, y la se¡unda en Parls, cuyo director era Juan Ferrer.
Yo poseia la colección de la revista Cenit hasta el número 212 y
se la cedf al compañero Antonio Abad, de Grenoble, que adquirió un
local en propiedad para constituir un gran archivo de documentos y
publicaciones libertarias aparecidas en el exilio. Los portavoces de
los .escisionistas_ España Ubre y Hoy dejaron de aparecer por falta
de lectores y por consiguiente de medios económicos para sufragar
su tirada. Seguramente. también porque al hacerse la unidad del Movimiento Liberlario en el Congreso de Limoges, en 1961, sostener tales
publicaciones, que venían manteniéndose precariamente, no tenian rn·
ron de ser. Igualmente desapareció, al producirse la unidad de la CNT,
el periódico que tiraba Manuel Buenacasa titulado Uno, que fue el
portaestandarte de la Comisión Pro-Unidad Confederal, presidida por
el citado compañero Buenacasa, que residía en Yalence. Pero como l<¡l.
unidad que se hizo en el Congrcso de Limoges, una parle de campafteros de ambas fracciones no la sentian, volYieron de nuevo las: desave-
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CAPITULO XlI
LA LUCHA ANTIFASCISTA DE LA CNT
ACTIVIDADES CULTURALES, ARTISTICAS y SOLIDARIAS.
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de los .colaboracionistas_ son prueba aquellas frases históricas que
lanzó Hoy de Marsella cuando dijo a raíz de la escisión: .Rendimos armas y plegamos velas... Y contestándole CNT con un articulo de Ger-
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modo de vIvIr que dé menos de VIVIr que el de escribir para el
público. En efecto, estO era cierto en su época y me supongo que tam·
j)ién lo sea en la actual para los que han de ganarse la vida ejerciendo
el oficio de escritor. Aunque tengan el «arte de escribir sin arte_ que
al parecer es el mejor según nuestro inolvidable compañero Felipe
Alaiz, que lo preconizó y lo divulgó en un folleto publicado en Francia
en 1946 por la Editorial de las Juventudes Libertarias. Si los profesionales de la pluma difícilmente pueden vivir de ella en España, con
mucha más razón menos lo podrán los escritores españoles que escriben solamente por un ideal de emancipaciÓn cual el anarquista,
máxime si se encuentran en el interior o en el exilio. Aunque a decir
verdad y salvando las excepciones. tales escritores no pretendieron
nunca vivir de la pluma, sino valerse de ella para expresar clara y
públicamente los sentimientos manumisores que animan su idealismo. Que conlleva, por consiguiente, su voluntarioso sacrificio moral
material y fisiro, no comparable al de otros escritores de ideologí~
políticas y confesionales opuestas, protegidas de la autoridad v poseedoras de medios financieros con que pagar las plumas a su ~icio.
No ase la ideología libertaria. que no tiene otra fuente de riqueza
q.ue la quc em~ de su grandioso ideal y del bolsillo de sus partidanos, que lo sostJenen a fuerza de abnegación y constancia si quieren
que ~. conocido de los trabajadores y de los pueblos, sujetos a la
expoliaCión burguesa y estatal. Para ello es muy necesaria la propaganda, de la que se ocupan principalmente sus escritores, que son los
primeros en contribuir a cubrir sus cuantiosos gastos, sin esperar
recompensa alguna, salvo la de la satisfacción del deber cumplido y
la que puedan sentir al ver sus escritos publicados. si se publican,
que no todos. ven la luz, bien por una cosa u otra, casi siempre por
falta de medios económicos para imprimirlos. Porque como es sabido
los escritores anarquistas no tienen mecenas, ni Jos postulan. Sin embargo, nadie mejor que ellos saben las horas de desvelo, el descanso
que pierden en hilvanar sus Irabajos y ponerlos en condiciones de
que puedan ser expresados con claridad y comprendidos prontamenle por los lectores.
La tarea es sumamente ardua, sobre todo para los que no han
cursado estudios universitarios ni frecuentaron la escuela de periodistas. que en el exilio era el caso de casi todos los escritores liberta.
rios españoles. Estos eran, en su mayoría, autodidactas. Obreros manuales con ansia de instruirse y saber, que tenfan que ir todos los
dfas a la fábrica, a la mina o al campo a ganarse el jornal si querían
co~er. Era despl;lés de sus largas y ~nosas horas de trabajo que se
dedicaban al CUltIVO de las letras, no SIO encontrar dificultades en esta
actividad. Unas veces por la carencia de alojamiento con suficiente
espacio; o~s por la jnco~prensión ,familiar, y las restantes por faltarles. el tiempo y los mediOS matenaJes necesarios al empleo de su
obra Intelectual y de divulgación. El tiempo para ellos era 10 de me159
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nencias y esta vez se acentuó más entre los compañeros que formaban
antes de la unidad la fracción .ortodoxa_.
Con antelación a esta unidad surgió a la palestra un nuevo vocero
con el titulo de Atalaya, animado por un grupo de compafteros disidentes de la Federación Local de la CNT en París, que estaban en
desacuerdo con las tendencias centralistas y absorbentes que venfan
manifestándose, según eUos, dentro del Movimiento Libertario Exilado
que iba en menoscabo del de el lnterior. El citado periódico fue edi:
tado ~ Pans, siendo su director Fernando Gómez Peláez, pero tuvo
poca VIda. Desapareció meses más tarde de ver la luz, ahogado en la
polvareda que levantó y en el confusionismo polémico que creó entre
la militancia. en su mayor parte hostil a tal publicación.
Otro periódico que apareció por entonces y por las mismas cau·
sas que Atalaya, fue Mi Tierra, siendo uno de sus principales redactores Conrado Lízcano. Este compañero publicó una novela en el exilio
titulada «En medio de los escombros., a la cual yo le hice un comentario que insertó en sus páginas Le Combat Sindicaliste.
No tengo que decir que fui colaborador esponláneo de la mayoría
de los periódicos que he mencionado. Sin jactancia ni pretensión al.
guna, digo que durante mi largo exilio escribf cn ellos varias centcnas
de: ~rtículos ~in otra recompensa que la satisfacción que sentf en escnbtrlos, sabIendo que con eUo conlnoUÍa a la lucha antifranquista
y anarcosindicalista.
No quiero dejar sin evocar en estos apuntes históricos la obra meritoria de las editoriales libertarias en el exilio, principalmente las de
Francia, como .Universo., .Libertad., de Rennes; .Tierra y Libertad.,
de Burdeos; «Ruta., de Toulouse; «CNT., de Toulouse, y «Solidaridad Obrera., de París. El 11 Congreso celebrado por el Movimiento
Uhertarío considerÓ que todas estas editoriales debían fusionarse con
la editorial del Movimiento «CNT,., pero ninguna lo hicieron. salvo la
de «Solidaridad Obrera,.. No obstante, todas realizaron una impor.
tante ,labor cultu.ral y de ~vulgación, e~tando infinidad de folletos y
un numero. de Ilbros conSIderable de diversos autores anarquistas y
de otros afines. Podría dar nombres de los autores y títulos de los folI~t~s y libros publicados, porque casi todos los tengo en mi modesta
blbhoteca, pero no lo bago. Ocuparían una serie de páginas que necesito para hablar de otras cosas que considero de más interés. Al fin las
citadas eclitoriales los dieron a conocer a sus lectores lanzando millares de catálogos cada vez que los creyeron de utilidad.
Quiero evocar en estas memorias a los escritores libertarios exi.
lados para tributarles un sentido homenaje por su inmenso y desinteresado sacrificio en la lucha por la libertad del pueblo espaf\ol y de
todos los pueblos que sufren la explotación del capital y del Estado
sea éste proletario o burgués. Sus nombres sumaban centenares.
En uno de sus memorables articulas de costumbres decía Mariano
José de Larra que no reconocía en España ningún oficio menudo, nin-
Igual que he dicho de estos idealistas, puedo decir de los artistas
escénicos libertarios, en su gran mayoría aficionados del teatro, de
producirse en la escena, pues si entre eUos hubo algunos profesionales, no vivieron de sus representaciones o ~ctuaciones teatrales den.
de los Grupos Artísticos que existieron en el Movimiento Libertario
Exilio_
Todos lo hicieron desinteresadamente, con un elevado sentido de
solidaridad. Pues los Grupos Artfsticos Libertarios realizaban sus
resentaciones con fines solidarios, en provecho de los mutilados y
enfermos hospitalizados, al tiempo que con lo que recaudaban
daban a la resistencia antifranquista del interior de España. Los
tos que los citados grupos organizaban estaban patrocinados por
lA (Solidaridad Internacional Antifascista), organización a la cual pertenecían la mayoría de los militantes confederales y anarquistas, y a
4US festivales concurna un público numeroso compuesto en su mayoría de refugiados españoles de todas las creencias po!fticas, los cuales olvidaban unas horas su tragedia íntima, dando rienda suelta a su
risa y goce, que provocaban los Grupos Artísticos con sus representadones, ya que era su interés no solamente el aporte solidario. sino
tambi~n el de hacer pasar a los espectadores una tarde agradable y
divertida. Consiguiéndolo siempre porque trataban de poner en escena obras que más hicieran reír al público que llorar.
Ya tenía bastante con la tragedia que hacía años arrastraba. Era
por eso que si un grupo representaba un drama en algunos de sus
festivales, lo acompaf'iaba de un sainete cómico, o daba en segunda
parte un programa de variedades, en el que participaban muchos
aficionados de los cantes regionales de España, desde el cante flamen·
ro andaluz, a la jota aragonesa, alternando todos con sus bailes folklóricos, despertándole al espectador el deseo de subir al escenario. a
hacer lo propio. Terminándose la representación llena de júbilo
y con el más completo éxito. Todos los Núcleos Regionales de la CNT
de España, en Francia, organizaban festivales. Si sus Federaciones
Locales no disponían de Grupos Artísticos, los hacían venir de otras
regiones, y a las que soüa suceder que no solamente realizaban el espectáculo sin interés alguno, sino que debían pagarse el autobús en el
que hacían el viaje, quedando el beneficio hecho en la fiesta fntegramente para Solidaridad Intemacional Antifascista, que lo distribufa entre los necesitados antifranquistas del interior de Espafia o dei exilio.
Uno de los Grupos Artfsticos que más se produjo en la escena
fue el de Toulouse, llamado cTerra Lliure., nombre catalán que quiere decir .Tierra Libre... Por las obras que representó y los grandiosos
espectáculos de variedades que dio se creó dentro del Movimiento
Libertario en general un prestigio notable. Su labor cultural y escb
niea fue enorme. Sus representaciones siempre fueron remozadas
con nuevos géneros artf.sticos, que atraía público hasta llenar la sala
de espectáculos. Entre sus artistas aficionados menciono a Montiel
y el matrimonio Castillo y la simpática y meritísima cancionista Tina
Prat, que dirigía todos los conjuntos, La Federación Local de la CNT
Española de Grenoble también creó un grupo artístico, poniéndole el
nombre cPrimero de Mayo., el cual actuó en muchas localidades de
180
,.,
Estos libertarios, que alternaban con la pluma en tanto que trabajadores de la fábrica, de la mina y del campo, no solamente se hallaban exilados en Francia, existlan diseminados por muchos países del
mundo notablemente en Inglaterra, Marruecos, Venezuela y MéJtico,
pero que la mayor parte DO consiguieron echar rafees en la nación que
tos acogió, ni crearse una situación de independencia económica que
los liberara de la explotación patronal; de una parte por su condición
de apátridas y de otra porque día y noche pensaban en volver a su paf.s
de origen, teniendo siempre las maletas hechas, los que las tuvieran,
que no todos disponían de ellas, ni equipajes que mcter dentro. Ahora,
que si noche y día pensaban en volver a Espafia, nunca pensaron que
estarían 38 años sin poder entrar en ella, que un gran número morirían en el exilio y los demás en él se harían viejos. No obstante esto,
jamás perdieron sus ilusiones y esperanzas. La entereza de estos hombres debiera servir de ejemplo a las nuevas generaciones que luchan
en España por la verdadera libertad, la igualdad econÓmica y social.
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nos, porque se 10 tomaban robándoselo al sueño y al descanso. Pero
no así podían remediar la falta de dinero, ni la estrechez de la casa
en que habitaban, extremadamente pequeña para tene( sin estorbo
sus colecciones de libros, revistas y periódicos que deblan consultar
y sacar de ellos fechas y datos para acoplarlos a sus escritos, de serIes necesarios, cosa que, a lo mejor, no podían hacer con plena satisfacción, porque no dispusieran de las colecciones citadas, tal vez porque no pudieron cargar con ellas en un cambio de residencia, viéndose
obligados a abandonarlas. O bien porque su mujer, harta de tanto
embarazo. cuando hizo la limpieza, las echó al fuego o las metió en
el cubo de la basura, sin que nuestros escritores pudieran reprochárseJo. No faltarían a su consorte, para defenderse, argumentos conVtncentes expuestos con dialéctica de mujer casera moderna, que cree
útiles y necesarios en su reducido aposento, toda clase de cachivaches
menos los clibracos y papeluchos. de su melancólico y soñador marido que lo invadían todo. Y esto era cierto; había que reconocerlo.
Aunque no fuese el descrito. el comportamiento de su compañera,
que era digna dc admiración y respeto, pues en general era tolerante
y sufrida y compartía con su compafiero las inquietudes, los contratiempos y vicisitudes encontradas a través de sus años de lucha, de
regusto amargo, en un exilio sin fin, el cual puso a prueba su hombría
de combatientes libertarios, que aceptaron como Cristos rebeldes y
batalladores de la pluma, la cruz y las espinas del destierro, que no
fue para ellos dorado, pero sí, debo decirlo, más llevadero que "ivir
bajo la dictadura fascista del general Franco.
162
CAPITULO XIIl
TRASLADO AL DEPARTAMENTO DEL ISERE.
MI HOSPITALIZACION.
ACTIVIDADES ORGANlCAS EN LA F. L. DE IZEAUX
He dicbo en páginas precedentes que cuando se constituyó la Federación Local de la CNT de España en Roanne, yo me afili~ a ella
en la cual estuve hasta últimos del afta 1946, que con mi compañera
hijo me trasladé a Izeaux, pueblo industrial del Departamento del
t~re situado a 30 kilómetros de Grenoble, donde se hallaban traba·
Jand~ en una fábrica de calzado los hermanos de mi esposa. José, An·
tonio y Luisa. Sentí marcha.nne de la Federación LocaJ de Roanne
porque había aJlf muy buenos compañeros, con los ~es sostenía
acelentes relaciones. Recuerdo entre ellos Morales, Espigares, Alfon10 Leal Y los hermanos Reig, valencianos. Mas el hecho de que.r~r
reunirnos con la familia y de que ella nos habia encontrado alOJamiento en el pueblo citado, donde tendríamos la posibilidad de ser
empleados en un trabajo Que no fuera el agrfcola, hizo ~ue abandonáramos Pont.Demain y nos instaláramos en Izeaux. Amanecimos en n.uestea nueva morada el primer día de enero de 1947. De Pont-Demam a
Lyon hicimos el viaje en una camioneta de un comerciante de SaintBonnet-des.Quarts, llamado Mareel Manigot, que se dedicaba al transporte. De Lyon a Izeaox lo hicimos en un autobús que hada el servicio
de Saint-Marcellin a la capital del Ródano.
Aunque al parecer me había restablecido de la congestión pulmonar que cogí en Pont-Deroain dos años antes de nuestro traslado a
lzeaux, al poco tiempo de nuestra llegada tuve una grave recaída, .que
requirió mi pronta hospitalización. Llevándome en una. ambulanCia a
un Centro Hospitalario de Grenoble y de éste me enviaron al Sanatorio de Saint-Hilarie-du-Touvet. donde permanecí más de un año sometido a la severa disciplina del establecimiento y al tratamiento que
los médicos me prescribieron. Necesité todo ese tiempo para recuperar mi salud, quebrantada hacía más de doce años, durante los cuales había llevado una vida de agitación y de trabajo que no me permitía reponer mis fuerzas y empeoraba cada dla más mi estado fi·
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la región, cuya obra solidaria fue meritoria. Sus principales anima·
dores fueron Félix Martfnez, Anita Marcoval, Mario Jiménez, Natalia
La Salerosa, el gran cantante José Ríos y José Diaz, intrépido organi·
zador de los festivales.
Igualmente, el núcleo de Clermont Ferrand tenfa otro Grupo Escénico, llamado .Grupo Cultural., integrado por los hermanos Castro,
la compañera Berta Mateu y la familia Juan Naranjo, pues actuaban
en el grupo el matrimonio y su hijo Miguel como músico.
Si tuviera que hablar de todos los grupos artísticos y de sus representaciones, necesitaría un espacio del que no dispongo. Ahora que
no quiero dejar de mencionar el de Saint-Etienne, que llevaba de nomo
bre .EI Progreso•. Me siento en la obligación de mencionarlo, porque
le debo gratitud y reconocimiento, por el interés que se tomó en ensa·
yar y representar en la escena un drama en cuatro actos que tuve el
atrevimiento de escribir para contribuir a la obra solidaria de los ci·
tados Grupos. Incluyo en estas páginas el Programa fotocopiado que
fue impreso en Saint·Etienne y distribuido al público en ocasión del
estreno de mi citada obrita, que titulé _Rosita la heroína•. Los nombres de los actores que la representaron pueden leerse en el Programa
ahorrándome mencionarlos. El mismo drama más tarde lo representó
dos veces el .Grupo Artistico Cultural. de Clermont Ferrand. La inmensa satisfacción que tuve me pagó con creces las horas de sueño
que perdí escribiéndolo. Contribuí en lo que pude al esfuerzo solidario
de nuestras gentes, sostenedoras de las obras benéficas de S.LA.• que
tantos bogares socorrió y alivió en 38 años de exilio.
ba un empleado, pues el patrón, viejo y achacoso, no podía atender
numerosos parroquianos. Como yo tenfa algunas nociones del ofi·
'0 por haber hecho de «figaro_ improvisado en muchas ocasiones corf'ndoles el cabello a familiares y amigos, casi me convertí en maes; el de Izeaux, sabedor de esto, me admitió en su salón en el cual
estuve quince años ayudándole. En rcaUdad era yo quien arreglaba
• casi todos los clientes porque él apenas podía hacerlo.
y no es que fuera demasiado viejo, pero babia llevado una vida
bastante desordenada y tenía cierta incUnación al alcohol, lo que le
producía un acusado temblor que le hada cortar la barba y el cabello
con mucha dificultad. De más joven, Antoine Lapierre. que así se llamaba mi patrón, hahía sido un barbero de una reputación ejemplar
en Lyon y en París, pero habiéndose separado de su mujer, vio? ,a
instalarse a Izeaux en la q,oca de la ocupación alemana. donde VlV18
junto con una solterona que regentaba un cafl! contiguo a su barbería.
Tema una hija que era artista de cine, a la que tuve ocasión de conocer
y también a su madre, en el entierro de su padre, pues ambas vinieron de Paris para acompañarlo a su última morada.
Yo le tenía a Antoine Lapierre bastante consideraciÓD, porque era
una excelente persona. Yo hada el trabajo como me pIada y jamás se
atrevió a hacerme la menor observación. En Jos quince afies que nos
lratamos no tuvimos ningún roce desagradable. El beneficio que ha·
cíamos en la semana lo partfamos por igual para los dos y de su parte
~I pagaba la patente y demás impuestos del salón. No consentia que
yo le ayudara a pagar 10 que me correspondiera; me decía que ya le
ayudaba bastante.
En el pueblo habia otra peluquería de mujer y de hombre, pero la
de Antoine era la más concurrida por las gentes del pueblo y de sus
alrededores. Esta nueva ocupación mía no me impedía desplegar otras
actividades dentro del Movimiento Libertarlo Español Exilado. Asistfa a sus asambleas, Plenos o Congresos, al tiempo que no dejaba de
escribir artículos de combate en su prensa. Cuando lIegul! a lzeaux me
encontré que existía una Federación Local de la CNT española. la
constituyeron los compañeros Alfredo Campos, que fue alcalde de Sitges durante nuestra guerra. Armando Legaspe y Justo Labrid Costa.
Se hallaba en pleno apogeo y actividad, cuyos militantes, aunque pocoso eran muy consecuentes.
Uno de los que más destacaba, por la aClividad que desplegaba,
era Justo Labrid. Por entonces ocupaba ya el cargo de secretario de
la Local y sostenía correspondencia con muchos compañeros y conoci·
dos de nuestro Movimiento Confedera! y Libertario. Fue amigo de Jover,
Manuel Buenacasa y de Bernardo Pou, COD los cuales su relación era
muy particular e íntima. Por mediación del último compañero mencionado vino a visitarlo en la .ferme. donde trabajaba, la profesora
Renée Lambcret para pasar en ella una temporada de descanso por
encontrarse aquélla muy fatigada. El tiempo que estuvo la historia·
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sico, al extremo de adquirir una enfermedad cuyos síntomas presen·
taban todas las características de la tuberculosis, flagelo que por
entonces vino a disminuir considerablemente su mortandad, merced
8 varios descubrimientos medicinales, como la penicilina, la estreptomicina e infinidad de otros antibióticos, que tan notables resultados
han dado y dan en la terapéutica antituberculosa y en otras enferme·
dades microbianas.
Como algunos de eUos fueron experimentados en mi caso, me pero
mitieron salir del Sanatorio completamente restablecido a mediados
de 1948. Como el rudo trabajo del campo no me fue recomendado, un
organismo de la Seguridad Social me propuso entrar en un Centro de
Readaptación proresional, que se encontraba en los alrededores de
París, donde podrfa aprender un oficio de mecánico, electricista o
de tornero. Como entonces yo y la mayoria de refugiados espai\oles
creíamos inminente la liberación de España, mi voluntad estaba más
dispuesta a regresar a España que en aprender un oficio.
Por otra parte, si tema en cuenta mi edad y los dos aftas al menos de aprendizaje, saldría de la escuela con una nueva calificación
profesional a mis 40 años. Además, el tiempo que estuviese en el Cen·
tro de Readaptación tendría que estar alejado de mi compañera e hijo,
a los que debido a mi hospitalizaciÓn ya llevaba muchos meses que los
vefa muy de tarde en tarde, pues los medios de locomoción para ir
al lugar donde me encontraba eran cada vez más difíciles e iban a
venne cuando tenían ocasión. Entonces no era como ahora, que casi
todas las familias tienen uno o dos coches, mientras que en la época
de que hablo no disponían ni de bicicletas.
El cambio en el nivel de vida de una gran parte de trabajadores hoy
es evidente. Estos tienen derecho a disponer y disfrutar de los adelantos que la ciencia y la técnica ha puesto al servicio de todos, pero
ello no les obliga, por el hecho de haber mejorado sus medjos de exis·
tencia, a conducirse con espiritu de redomados burgueses, como se
conducen una mayoría de eIJos. Esto prueba las dificultades que se
encontrarán todavfa para poder vivir en una sociedad de libertad y de
igualdad económica y social, con una clase obrera que cae en los mis·
mos vicios y defectos de la clase Uamada superior.
El caso fue que decidi quedarme en Izeaux con mi hijo y esposa.
Esta había entrado a trabajar en una fábrica de confección de géne·
ros de punto y nuestro hijo lo guardaban durante sus horas de trabajo
en la escuela infantil. Como quiera que yo era asegurado agrfcola antes
de recaer enfermo. sus organismos competentes me concedieron una
pequc(¡a pensión por mi grado de incapacidad de trabajo en mi prefesión de agricultor, y con ella y con lo que ganaba mi esposa podía·
mos mantenernos. Por otra parte conseguí un trabajo llevadero que me
ocupaba cuatro horas por día en una fábrica de tejidos, en la que
estuve hasta que se cerró pot presentar quiebra su propietario. Más
tarde comencé a trabajar con un peluquero del pueblo que necesi·
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de 84 largos años. Cuando se fue a la citada Casa, por el año 1960, yo
fui quien le extendió la baja de la Federación Local de lzeaux por haber sido nombrado secretario de la misma. en sustitución de Justo
Labrid Costa. que presentó su dimisión meses antes de partir. Uevaba
muchos años en el cargo, desde 1945, en que fue constituida la Local.
Esta pertenecía al Núcleo Savoje-T~re de la CNT de España en el
exiUo. Estos Núcleos, Mtes de su nueva estructura, se llamaron Interdepartamentales y sus Comisiones de Relaciones. Comités. El Núcleo
de Savoie-Isere estaba compuesto principalmente por las Federaciones Locales de Annecy, Ugine, Pont de Claix, Péage de Vizille, Fontaine,
[zeaux y Grenoble. L..1. ComisiÓn de Relaciones del NticJeo residió la ma·
yor parte del tiempo en esta capital, centro turístico e industrial, que
acogió a muchos refugiados españoles de todas las tendencias pol1ticas
v sindicales, constituyendo los libertarios el grupo más numeroso. Los
socialistas tenfan oT1Zani7.ada la UGT y en virtud de los acuerdos de Alianza Sindical Que tomó la CNT con la citada organización. ambas tenían
formado en Grenoble su Comité de Enlace. Contribuyó a esta concentración de exilados en la capital del Delfinado, los _barrageslt (presas) Que
se construyeron en la región Rh6ne-Alpes, principalmente en los pueblos
de Séchiliene y de Tignes, cuya mano de obra barata fue compuesta de
refugiados españoles que vinieron a trabajar de otras regiones de Francia y no poco$ de eUos fijaron su residencia definitiva en Grenobte y SWi
alrededores.
En los departamentos de la Savoie y del I~re la orjlanización L.iber·
taria fue muv activa. La componía una pléyade de excelentes compafteros. Entre ellos me permito mencionar de la Federoción Local de Grenoble f\ los más si~ificado~ corno Juan Peñalver, V. Palomares, Antonio Botaya. Antonio Abad, Ramón Lafragueta, José MU7.as, José maz,
Manuel Prieto, Rafael Romero. Rivet, Daniel Morchón, etc. A este último compañero los fascistas le mataron en España a su madre y a
un hermano y él al tenninar lJuestra guerra fue hecho prisionero y 10
condenaron a muerte, pero habiéndole conmutado la pena por 20 afios
de presidio, después de cumplir una serie ele ellos, salió en libertad y
pudo pasar a Francia, donde se dio nuevamente a la lucha antifranquista y anarcosindicalista con denuedo, haciendo cara a las adversidades " amarguras que ella comportaba. incluso dentro de la organización. cuyas luchas internas destrozaron moralmente a muchos compañeros, que se apartaron hastiados.
Menciono igualmente de la Local de Annecy a los compañeros
Francisco Ortíz, José Díaz, primo del de Grenoble, J. Granero y Fran·
cisco Domínguez. De Péage de Vizille, tos hermanos Reig, José Castillo
y Francisco Gil. De Pont de Claix. Garda y Martorell. De Ugine, Cortés
y GÓmez.
y que los demás compañeros me excusen si no los menciono, pues
se haría la lista interminable. Los que estén vivos y me lean pueden
tener la seguridad que de todos me acuerdo y me merecieron la má·
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dora anarquista francesa. donde trabajaba y moraba Justo Labrid Cos·
tao recibió de éste todas las atenciones y cuidados. En la eferme-, si·
tuada en el término municipal de la Forteresse, a dos kilómetros de
Izeaux. era Justo quien dirigía y realizaba todas las labores. La duefia, ya anciana, era viuda y tenía UD hijo solteron con muy poco apego
al trabajo del campo. Por eso Labrid se ocupaba de todo y disfrutaba
de la máxima confianza de la patrona y de su hijo. En muchos aspec·
tos me recuerda su caso la peUcula francesa titulada eL'Espagnoh,
cuya argumentación se basaba en la historia de un refugiado. De aqul
que tuviera la posibilidad de recibir. alojar y mantener por algún tiem·
po cualquiera de sus amistades. como hizo con la compañera Renée
Lamheret, ya que él no tenía familia en Francia, pues su compaBera
Sara. que no le dio hijos, se quedó en Barcelona en la retirada, y habia
muerto.
Justo Labrid, sin ser campesino, se vio obligado a trabajar en Fran·
cia en el campo como muchos refugiados españoles. En Espafla su
profesión fue la de cartero. Este oficio comenzó a ejercerlo de muv
joven en Barcelona. Durante nuestra guerra ocupó el cargo de Inspec·
tor de Cartería en esta ciudad. No habla calle ni barrio de Barcelona
que no conociera, ni suceso que no recordara después que se constituyó en 1910 la CNT, organización a la que perteneció siempre. Justo
Labrid era muy instruido. Sabía hablar y escribir el francés correcta·
mente. muchos años antes que se refugiara en Francia. Habra hecho la
escuela de nmo en este pals por circunstancias que desconozco. SóLo
sé que era de origen aragonés y volvió a Espafia cuando tenIa 16 al'os
instalándose en Barcelona.
Huelga decir que sabIa el español y el catalán con la misma perfección que el francés, por 10 que llegó a ~er Inspector de Cartería en
la ciudad condal. No tenía Justo cualidad de escritor ni conferenciante,
pero hablaba sin descanso en privado si tenfa quien le escuchara. Cuando comenzaba a hablar se le paraba el reloj y perdla la noción de la
hora. Recuerdo una vez que desde la _fenoe. bajó a lzeaux a venne.
Uegó a casa a las ocho de la noche y dieron las cinco de la madru·
gada cuando yo, que estaba sentado frente a él escuchándole, le dije:
_¡Iusto. que son las cinco de la matiana!. eNo me digas, nano; me
voy corriendo, tengo que ordeñar las vacas •• me dijo atribulado. Lim·
pió sus antiparras, se las colocó y partió si no corriendo porque no
podía correr por fallarle la vista y la fuerza en las piernas, sí con baso
tante prisa, apoyándose en un trozo de palo que siempre Uevaba consigo sirviéndole de bastón.
Aquella noche visitó. y yo con él, todos los locales de los sindi·
catos de Ja CNT de Barcelona, hablándome de sus hombres y de sus
hechos que guardaba en su privilegiada memoria con el vivo deseo
de volver a España y vivirlos de nuevo. Ilusión que, como muchos otros
compañeros, no pudo lograr ya que la muerte se lo Ucvó antes. Murió
en J974. en la Casa de Jubilados de Carcassonne, a la avanzada edad
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mente llevaron y sostuvieron moral y materialmente la obra de la organización. Debo decir que la Comisión de Relaciones del Núcleo Sa\loie-Isere residió algunos períodos en Annecy, siendo su secretario
general unas veces José Díaz y otras Fnmcisco Ortlz.. Igualmente pero
maneció en cierta época en Albenrille, asumiendo la secretaría Ramón
Gómez. En 1zeaux estuvo también una temporada siendo yo su secretario general; Bienvenido Manzano de Coordinación y José Gutiérrez
de Administración.
En los actos conmemorativos o de propaganda antifascista y libertaria que la Comisión organizó a lo largo del exilio y que se celebraron
todos en Grenoble, tomaron parte en ellos como oradores los destacados compañeros Fabián Moro. Alonso Gin~, Juan José Doménech,
Anrlñs Capdevila, Juan Sans Sicart, Alejandro Lamela, Gastón Leval,
Roque Santamarfa, Federica Montseny, Germinal Esgleas y Cristóbal
Parra.
No quiero dejar sin seaalar que c;n Grenoble encontraron refugio
algún tiempo dos libertarios de gran notoriedad, que pasaron a la historia como Francisco Sabaté y Pedro Mateu, el que atentó contra Dato.
Es extraño que Antonio Téllez, tan informado de la vido. del .Quieo».
no hable en su libro La Guerrilla Urbana. a él dedicado, de su paso por
Grenoble, donde tuve ocasión de conocerlo.
A Grenoble vinieron otros compai\eros que en otras regiones encontraban dificultades para adquirir documentación francesa y los mi·
litantes de esta Local casi siempre conseguían obtenérselas encontrándoles patronos que los empleaban. pudiendo asi arreglar sus papeles.
No fueron pocos los perseguidos de España que pasaron la frontera,
y el Secretariado Intercontinental de la CNT en el exilio residenciado
en Tolosa, después de acogerlos y facilitarles medios económicos, los
enviaban a Grenoble para que los compañeros de esta Federación Le>cal se interesaran de su situación, a veces muy critica para algunos.
que no merecieron el interés que por ellos se tomaron.
No fueron 45stos los únicos que recibieron su ayuda; muchos otros.
w.lgares aventureros. la obtuvieron antes sorprendiendo su buena fe.
diciéndose perseguidos del franquismo. Mientras que algunas individualidades o grupos de jóvenes compañeros exilados entraban a luchar
al interior de España, donde perdían la libertad cuando no la vida, sin
obtener la menor ayuda de la organización. El número de ellos fue
crecido y sus nombres y fotograffas se han publicado en libros y en
la prensa exilada, por lo que me abstengo de consignarlos.
Empero. si el lector quiere conocer en detalle quiénes fueron algunos de estos hombres, le recomiendo lea dos libros de Antonio Tb
llez titulados La Guerrilla Urbana, uno dedicado a Francisco Sabaté y
el otro a José Luis Facerfas, cuyos documentos históricos son Jos más
completos y conmovedores que se han escrito sobre la suerte que co-
rrieron los libertarios. que murieron en su mayoría muy jóvenes. im~
pregnados de idealismo y de ilusiones y que de haber sobrevivido al
combate desigual que sostuvieron con la policía franquista. hoy contribuirían al resurgir y engrandecimiento de la CNT y del Movimiento
Libertario español en general. diezmada su militancia en los cuarenta
años de represión dictatorial.
El franquismo no se conformó con hacer desaparecer todas las organizaciones obreras y sus mejores militantes. sino que desvió también
su descendencia, a toda la juventud, por derroteros conformistas extirpando en ella su natural rebeldia, dejando que se desenvolviera y se
educara en el gran patio de Monipodio en que Franco convirtió Espa·
ña durante el primer cuarto de siglo de su reinado. O como dijo un
autor, en un imperio del desespero, con noches sin estrellas. Donde
los Rinconete y los Cortadillo operaban a sus anchas y proliferaban,
no solamente en Sevilla. sino en todas las ciudades espaiiolas.
El lector conoce la historia que Miguel de Cervantes narra en su
ejemplar novela Rinconete y Cortadillo. pero por si no la conociera
me permito resumírsela. porque viene a cuento.
El patio de Monipodio era el de una casa de un barrio de Sevilla
que seMa de centro de reunión a numerosos raterillos a las órdenes
de un astuto y viejo truhán que los citaba y les Indicaba los lugares
y clases de hurtos que los ióvenes o la joven banda debía efectuar ne>che y día. Los beneficios del negocio. Monipodio. que asf se llamaba
el pícaro viejo. los repartia entre todos. llevándose él la parte del
león, que justificaba con un plato de habichuelas que podfan comerse
los ratcrillos en el mismo patio de tan .honorable» casa.
Sucedia esto en una época que España se encontraba en un estado de miseria y obscurantismo comparado al que vivió con el régimen
franquista en sus primeros 25 afias. Habían sido expulsados de Espaaa iudfbs y moros, que eran los indiscutibles sostenedores e impulsores de la floreciente economía de entonces, convirtiéndose por ese
hecho de regresión y barbarismo, regiones enteras provistas de grandiosas canalizaciones en desiertos estériles, sufriendo la industria y
la agricultura desoladora ruina. Todo esto se tradujo en un pauperismo que aterraba a la población y que encontraba satisfacción en
la inmoralidad, en el robo, en la simulación y engaño reciproco de todas
las clases sociales y que fue la fuente de origen de la novela picaresca.
L..os cruzados de la reconquista implantaron por aquel entonces el reinado de los ruines y taimados, imponiendo en España su religión inquisitorial, sembrando por todo el terror, la desolación y la miseria.
Exactamente igual que hicieron los cruzados fascistas el 18 de julio
de 1936 en el ruedo ibérico, que después de matar, encarcelar y pero
seguir hasta en el exilio a republicanos, socialistas y anarquistas (equivalentes a moros y judíos en la ciencia y progreso cultural y material),
convirtieron a España en un amplio palio de Monipodio, donde no existIa Rente honrada que no se viera amenazada en su persona y bienes,
xima confianza y el más gran respeto y si no constan sus nombres
en estas líneas, tengo muy en cuenta que fueron ellos quienes mayor-
como hombres. Pero así no se conducían todos. Hubo muchos a quienes les importaba un bledo el juicio que podíamos formamos de ellos
si por arreglar sus asuntos dejaban al compañero en situación difícil.
Me permito relatar unos cuantos casos en los que tuve que intervenir, y como yo, miles de compañeros_ Primeramente vino uno de mis
parientes a Francia a trabajar en la agricultura con contrato de trabajo de siete meses, pero aún no llevaba quince días trabajando que
me escribe diciéndome que estaba dispuesto a romper el contrato y
trasladarse al departamento de mi residencia para trabajar en la Industria. De nada me sirvió señalar a mi pariente a lo que se exponía
si vcnfa a encontranne sin cumplir el contrato agrícola que habfa firmado en conformidad con los Servicios de Emigración; unos días después se presentó en casa dispuesto a no volver a España aunque tuviera que quedarse en Francia en calidad de refugiado. Precisamente
fue éste el medio del que bubo que valerse para que la Prefectura le
extendiera la .Carte de Séjour_ y la Mano de Obra Extranjera la .Carte de Travail_, no sin antes movilizar a los compai'ieros de Grenoble,
que le cncontraron trabajo y consiguieron se diera curso favorable a
su demanda de refugiado. Mas no J?asaron cuatro meses de tener formalizada su situación que viéndose con unos miles de francos ahorra·
dos n fuerza de no alimentarse, se le metió en la cabeza marcharse a
Espafia, y a ella se fue sin miramiento alguno ni pensar en el tn...'\1
lugar en que me dejaba ante los compañeros. 1.0 que, por otra parte,
no me sirvió de escarmiento.
Poco tiempo después lIe~ó a mi casa un traba iador español con
pasaporte de turista, con propósito de quedarse en Francia a trabajar.
Alguien lo envió a una grania de avicultura del contorno, cuyo nropietario buscaba un obrero. El tal nropietario no tenfa muy buena reputación, pues prometía mucho y nada cumpUa. Le hice saber esto al
compatriota recién lleqado, pero éste, deslumbrado por las promesas
que le hi.zo el granjero en cuanto a sueldo y arreglo de papeles. se enganchó a trabajar en la granja. Dos meses pasaron sin que ajustaran
cuentas ni le arreg:laran Jos papeles. De ello me informó y al verlo tan
desesperado debido a que le cumpUan los tres meses de turista sin
tener nada hecho que permiticra prolongar su estancia en Francia, le
aseguré colocarlo en una fábrica de calzado donde faltaban obreros.
Ambos fuimos a ver al patrono de la fábrica en cuestión, el cual prometió emplearlo si la Mano de Obra admitía el contrato y le hacfa
Carta de Trabajo de la industria, supuesto que la demanda de contrato agrlcola hecha por el granjero era cosa hipotética. Este mismo dia
el patrón de la fábrica se personó en la Mano de Obra y consiguió la
admisión del contrato, comprobando que el granjero todavía no habia
dado curso al suyo. Mientras tanto, nuestro compatriota -turista_ fue
a la granja para que le liquidaran la cuenta, pero el granjero al enterarse de su gestión le dio un anticipo y le hizo nuevas promesas de
sueldo y de arreglo de papeles, decidiendo el espai'iol continuar con
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Tal aseveración la confirmaban todos los que de España salían,
fueran turistas extranjeros o espaiioles emigrados. Entre ellos. tam·
poco las organizaciones libertarias pudieron encontrar fuerza joven
que engrosara sus filas y remozara sus cuadros de luchadores, cada d1a
más viejos y reducidos. Aunque el Movimiento Libertario se interesó
por su situación, abriendo una Sección en las páginas de sus periódicos titulada .Al Servicio de la Emigración_, no consiguió con ello ganar prosélitos y aumentar sus efectivos con nuevos adherentes de emigrados económicos_ A éstos les importaba un pepino la cuestión social
y poUtica. 1.0 que a ellos les interesaba era ganar dinero y volver a España COD la cartera llena. Que no les hablaran de ideas polfticas, que
decfan no entendían. Sin embargo, buscaban y encontraban la ayuda
de los exilados. que ellos llamaban .políticos-. No fueron pocos de
éstos los que se tomaron el máximo interés en resolver la situación, a
veces peliaguda, que se creaba a muchos de nuestros compatriotas que
venían a Francia provistos de contrato de trabajo O pasaporte de turista con la idea de encontrar en este país su soñado .Eldorado_ o la
tierra de promisión que les proporcionara los medios de liberarse de
la miseria y donde poder respirar un poco de libertad, de la que carecfan los trabajadores españoles, sometidos al sindicalismo vertical
y al gobierno dictatorial burgués, militar y eclesiástico de Franco.
Pero el solucionar algunos problemas que a estos compatriotas se
les presentaban, no dependfa siempre de los patronos ni de las autoridades competentes, menos aún del compañero que desinteresadamente y lleno de buena fe quería ayudarles en sus apuros. Dependía
de ellos en no pocos casos, si sablan adaplarse a las exigencias que imponra la situación que voluntariamente. e inconscientemente se creaban. Empero aquf radicaba el mal: en que no todos manifestaban predisposición para afrontar responsablemente las dificultades enojosas
que entrañaba el querer asentar una vida de trabajo y de familia, cuando no se tenían en cuenta las nonnas establecidas por los Servicios
de Emigración y de la Mano de Obra Extranjera.
Cabe decir que cuando se venfa de cturista_ a Francia con propósito de radicarse en este pais como trabajador o cuando se ven1a con
contrato de trabajo por equis meses y se quería, de la noche a la mañana, abandonar el patrono que le hubiese tocado. llevado de la idea
de que con otro y en distinto departamento. mejorarla su suerte, sin
saber o sabiéndolo, las fatales consecuencias que podía acarrear el
rompimiento de contrato y aventurarse en esas condiciones a buscar
en otros lugares la -fortuna_o De tales casos he sido testigo e intervine
en algunos de ellos y si llegué a encontrar solución favorable a los problemas que se crearon los interesados más tarde, ellos los embrollaron
con una inconsciencia e irresponsabilidad tan desconcertante que dejaba a cualquiera sin ganas de ayudar a salir del aprieto a otros emigrados. Sin embargo, era nuestro deber ayudarles. Como deber de ellos
era ser serios y consecuentes en sus actos, procediendo y cumpliendo
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di6 la significación de los discos de señalamiento. Tan bien, que la
primera \'ez que el inspector Ic examinó fue aprobado, Ya en posesión
del penniso de conducir, poco le faltaba para alcanzar su ideal de
tener un coche. Diose a su busca, de garaje en garaje, hasta que encontró uno de ocasión, Su economía no le alcanzaba para comprar uno
nuevo.
Así y todo el auto usado le enjugó los ahorros, pero tenía coche.
del cual podfa servirse solamente los domingos y no todos, porque la
mayoría de los encargados de la empresa se 10 solicitaban, cosa que llegaba con frecuencia. De otra forma no habría podido pagar ni las caras
lecciones que recibió para conseguir permiso de conducir; ni tampoco
habrfa pOdido comprarse el auto, que, aunque de ocasión, pagó por él
trescientos mil francos antiguos. Una fortuna, Sobre todo para un
obrero que antes de venir a trabajar a Francia no tenfa dónde dormir
ni de qué alimentarse, a no ser con moluscos. Pero ¿y la satisfacción
de tener un coche, de pasearse y recrearse en él igual que los ricos de
§u pueblo?
Allá pensaba volver en seguida que hiciera otros ahorrillos, Para
conseguirlo trabajó como antes de comprarse el auto, alimentándose
no de moluscos, sino de arroz y patatas, que Zarapito, como las aves
del mismo nombre, no era exigente para comer. Se conformaba con
poco. Con una sardina saJada y un trozo de pan, por ejemplo. Pues
aunque se hallaba en el pafs de Gargantúa. no se daba a las glotonerías gastronÓmicas. Para Zarapito lo principal era economizar. Para
esto tenía que alimentarse de corrido y trabajar muchas horas. De
otra manera no pocUa satisfacer su gran deseo de volver a su puebJo
en auto. dándoselas de rico y para que le vieran sus paisanos, que si
medio vivían ahora era por los turistas y los emigrados. Esto se lo
había dicho un refugiado polftico que con él trabajaba en la misma
empresa, No entendía de esas cosas, Zarapito ni le importaba entenderlas, El no pensaba ir a su pueblo como cualquier obrero emigrado,
sino como turista francés. Para mejor: parecerlo. le pondrfa detrás a su
coche, una F y hablarla la jerigonza que había aprendido en Francia.
Empero, si quería realizar su ensueño todavía tenla que trabajar noche y día unos meses más. Con las horas extraordjnarias que haria todo
ese tiempo podía agrandar sus ahorros y comprarse también alguna
ropilla, que mucha falta le hacia, pues el pObre Zarapito vestfa de harapos y evitaba encontrarse con un trapero por miedo a que 10 metiera en el saco. No estaría bien presentarse en su pueblo con tal indumentaria, sobre todo si quería Uegar dándoselas de turista rico. Asi
que antes de que llegara la fecha de. emprender el camino para España
se compro 10 necesario para ir bien vestido, porque si hay quien dice
que el vestido no hacc al monje, Zarapito no el'a de tal parecer. El juzgaba a las personas por su vestimenta y yendo bien vestido y en auto,
causarla grancUsima admiración entre los paisanos de su misma condiciÓn.
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él, de lo que vino a informanne y yo tuve que informar a mi vez al patrón de la fábrica que quería emplearlo y que se vio obligado a hacer
lo necesario paca que todo quedara sin efecto. Un mes más tarde. el
«turista_ tuvo que abandonar la granja y si no regresó a España fue
porque alguien lo acogió en su casa hasta encontrarle otro patrón que
lo empleó y le pagaba bien, ya que al año compro un coche para ir a
lucirlo a España. Menos mal que cuando fue con él no tuvo la mala
suerte de Zarapito.
y vaya contar aquí otra historia. Zarapito era el apodo de un obrero español que vino emigrado a Francia en busca de 10 que no encontraba en España: medios de vida y fortuna. Ninguno de sus paisanos
q!1e con él trabajaban en una empresa de construcción sabia el porqué
y quién lo «bautizó_ con el mote de Zarapito. Este era de un pueblo
costero de la provincia de Almena cuyos habitantes vivían en su mayoría de la cogída de esparto y de la pesca de moluscos.
y de aqlÚ tal vez le proviniera a Zarapito su apodo. en comparación a las aves del mismo nombre que viven en las playas y se alimentan principalmente de moluscos, aunque esto no deja de ser nada más
que una hipótesis mfa, Porque si sus paisanos, que Ic conocfan, no
sabían de dónde le venfa su original apodo, menos 10 sabía yo que
conocí parte de su vida por referencias, y no de sus amigos, que Zarapito no los tenía. No cultivaba la amistad y el compafierismo. Este
cultivo requiere constancia, sinceridad, reciprocidad, respeto y un máximo de honestidad, cosas éstas que zarapito no tenia en cuenta. El
iba a lo suyo, a Jo que le interesnba, como era la obtención de dinero,
aunque fuera haciendo muchas horas de trabajo suplementarias, valiéndose de su poco escrúpulo y de la oferta desventajosa de los encargados de la empresa donde trabajaba, interesados en que la misma
avanzara sus obras con el menos gasto posible y en detrimento de los
ignorantes obreros, cual Zarapito, que tenía solamente por ideal llegar
un día a poder comprarse un auto para lucirlo en su pueblo natal y
hacerles envidia a sus paisanos, que se habian burlado muchas veces
de él que aUá se encontraban, entre la costa y el monte, casi muertos
de hambre, alimentándose del esparto y de los moluscos, cad:t dla más
diffcile-s de hallar.
Huelga decir que zarapito era analfabeto, pues apenas sabia juntar
las letras y pronunciar las sflabas y palabras, pese a que poseSa una
memoria y un don de asimilación fonnidables, Pero el desgraciado,
como muchos de sus paisanos, no habfa ido nunca a la escuela. Estas
eran entonces en España, para los hijos de los ricos. Sin embargo,
por lo anterior dicho, se explica el por qué obtuvo en pocos meses
de práctica el permiso de conducir, que le fue extendido por las autoridades competentes del departamento donde trabajaba,
Lo más dificil para Zarapito fue saberse el Código de la carretera
en una lengua que comenzaba a conocer y pronunciar algunas frases.
Pero dada su portentosa memoria y cualidad asimilativa, pronto apren-
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hermana, que estaba casada, también ahora le darla posada. Para algo
están las hermanas. Aunque él no se hubiese acordado de la suya en
el tiempo que llevaba trabajando en Francia. Y menos aún se acordó
de enviarle algunos francos, no porque no le hicieran falta ni se lo
mereciera, que más de una vez se comió Zarapito el pan de los mjos
de ella.
A medida que zarapito iba acercándose al lugar de su nacimiento
más buJUan las ideas en su cabeza pensando en lo que hada o dejaría
de hacer a su llegada. a la par que male invadiendo una extraña e irTesistible excitación. Tal vez por los efectos de las copas de cofiac que se
habfa bebido a lo largo del trayecto, o bien por causas psíquicas, lo
cierto era que, más próximo se hallaba de su pueblo. más nervioso se
senda y más fuerte pisaba el acelerador del auto. Este coma a tal velocidad por la carretera que bordeaba el Mediterráneo, que al coger
un recodo desguarnecido de muro de defensa y desde donde se veia
muy cerca el pueblo, Zarapito, en vez de poner su atención en el peIIgro la puso en el pueblo, y sin darse cuenta el coche se precipitó por
el acantilado y cayó como una bomba a la vera del mar, destrozándose
entre las rocas. Alguien vio el accidente y previno en seguida a las autoridades. Estas se presentaron en el lugar del suceso creyendo que se
trataba de un turista extranjero. según los informes que dio un testigo del accidente. Fue grande la sorpresa de los asistentes cuando,
después de mucho trabajo, sacaron del coche un cadáver y comprobaron que era el de Zarapito. Este fue objeto de tantas lamentaciones
y comentarios entre sus paisanos que a uno de ellos, que permanecía
silencioso, se le ocurrió súbitamente proferir: e ¡Por qué lamentarse!
Al fin ha tenido suerte. pues si vivi4 pobre ha muerto rico, y en la
orilla del mar, como los zarapitos__
• • •
No exagero si digo que la mayoría de los emigrados económicos.
jóvenes. teman la misma mentalidad de Zarapito y las organizaciones
políticas y sindicales exiladas no consiguieron atraérselos a sus filas
para luchar contra el franquismo, por mucha que fuera su propagan·
da de acercamiento y proselitismo.
Que estos compatriotas, debido a su ignorancia. a la educación clerical recibida y a los anos de miseria en que habían vivido en la Espa·
da franquista, DO tuvieran ideales de libertad y de progreso y no sin·
tieran otras aspiraciones que las de alcanzar una situación económtca
que les pennitiera satisfacer parte de sus muchas necesidades, era
comprensible y explicable. Lo que ya era difícil de explicar para algunos, es que los jóvenes nacidos en el exilio, hijos de refugiados espaftoles. carecieran también de ideales y su gran mayorfa pensaran
solamente en divertirse y crearse una situación económica, burguesa.
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Llegó por fin el dfa de ir a su pueblo, donde gastaría en unas semanas lo que había ahorrado en unos años, pero en esto Zarapito no
pensaba demasiado, sino en el placer que sentirla viendo cómo sus paisanos rodeaban su coche, envidiosos de su suerte. La noche de su
partida no pudo dormir. Se acostó con la idea de descansar un rato
y salir de madrugada, pe_ro viendo que pasaban las horas .sin ~er
dormirse se levantó, meuó el auto en marcha y emprendió cammo
en dirección a España, con el alma llena de gozo y la cabeza pesada
a causa de la vig:ilia..
llegó a la frontera bien entrada la maiíana. A mediodfa se hallaba
en Barcelona. Metió dos horas largas para atravesar la ciudad, pues
a la intensa circulación se unió el desconocimiento que tema Zara·
pito de sus avenidas y tambi~n por lo poco práctico que estaba en el
volante. Sin embargo, consiguió salir de Barcelona y llegar a Sitges
antes de las tres de la tarde, sin probar bocado. Solamente hnbfa bebido en el trayecto unas copas de cofiac. Comió algo en Sitges y después de descansar un poco, emprendjó la carretera de Valencia.
A esta ciudad llegó cuando era más de media noche, con los ojos cargados de sueño, el estómago vacío y el auto casi en llamas. Evitó el
incendio la intervención de un garajista que le suministró aceite y
agua, aconsejándole a Zarapito que dejara enfriar el motor algunas
horas, las cuales el apurado las pasó durmiendo dentro del coche. Cuando se despertó ya era de dla. De nuevo se dispuso a emprender el ca·
mino en dirección de Almena, pero antes de hacerlo entró en un café
para comer y beber algo. El camarero le preguntó qué deseaba. eUn
rouge et un casse-croute_, contestó Zarapito. El camarero no comprendió palabra. De nuevo se lo repitió, pero viendo que continuaba sin
comprenderle. le dijo entonces que deseaba un vaso de vino tinto y un
bocadillo. El camarero se lo sirvió, aumentándole el doble de su importe. Pareciéndole a Zarapito un precio exagerado, le dijo al camarero si le habia tomado por un americano; mas el camarero no se achi·
có y le increpó diciéndole: ePor un americano. no. pero sI por un
pedante español dándoselas de turista francés_ Asf que lárgate de aqui
si no quieres pagar el "TOuge et le casse-croute" todavía más caro_.
Viendo Zarapito el pleito malparado. salió del café sin más reclamación emprendiendo la carretera de Almería a toda velocidad pensando ~n el .vivo_ del camarero, que por lo demás pronto olvidó.
Tales afrentas no hadan mella en su alma de cántaro. Volvió a
pensar de nuevo en la acogida que le harlan sus paisanos, en lo que
se divertida en los dfas que permanecería en su pueblo en plan de turista francés. Pues no iba a dejar de parecérselo pese a la historia del
camarero. ¡Vaya éste al diablo! No sabía Zarapito si hospedarse en un
hotel o alojarse en casa de su hermana. Era soltero y sus padres hacía
años habran muerto, cuyo hogar, adonde hubiese podido guarecerse
sin calentamientos de cabeza, no existía. PensÓ, por consiguiente, que
si antes de salir del pueblo para ir a trabajar a Francia vivía con su
''''
del orden burgués se veian desbordados por el fmpetu de los jóvenes,
sobre todo estudiantes. ansiosos de libertad. Podria recordar como
ejemplo el mayo del 68 en Francia. Igual le sucedía a los representantes de las creencias que admiUan y admiten comunicaciones misteriosas entre el hombre y la divinidad. La prueba estaba en la actitud
de los nuevos sacerdotes insurreccionados contra la opresión del viejo clero, cuyas ideas retrógradas y oscurantistas no concebían y rechazaban con rebeldia, buscando el contacto de otras ideas suscepti·
bIes de esclarecer su mente y que aportaran medios más seguros a la
redención del género humano. que los que ofrecía V ofrece la teología.
Aunque estas ideas resultaran al fin ser las libertarias, ya que sin eUas
no hay redención posible.
Para que asi fuera, teníamos que desprendemos los libertarios del
resabio autoritario, egoísta y sectario que veníamos manifestando a través del exilio. Cosa que no facilitaba. de ninguna manera, el hacer prosélitos entre los jóvenes de los que necesitábamos para que nuestras
organizaciones continuaran viviendo, y los que no dábamos un buen
ejemplo COD la persistencia de nuestras querellas, más por cuestiones
personales y de intereses creados que por desavenencia de interpretación ideológica.
Pues al prolongarse el exilio sin perspectiva de que se liberara España de la dictadura de Franco, perdJamos el tiempo en las reuniones discutiendo siempre de lo mismo, cuando no enfrentándonos abiertamente. y esto, teníamos que reconocerlo, no ayudaba en nada a la
formación libertaria de nuestros jóvenes. que si concurrian a nuestras
Asambleas, Plenos O Congresos, salían asqueados, sin ganas de volver
más a nuestras reuniones. En ellas no encontraban de nuestra parte
una buena orientación, de la cual estaban faltos y no sabían a ciencia
cierta el objetivo que perseguiamos con nuestras discordias. No pocHa
ser. a sus ojos y a los ojos del más lerdo. el de una sociedad de fraternidad y de respeto mutuo. de la que tanto alardeábamos. teórica:
mente, se entiende. Entre los jóvenes y los viejos existfa, si no el divordo, una acentuada tirantez. cuya rotura definitiva se produjo en
el Congreso de Montpellier, celebrado en el mes de agosto de 1965.
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Este fue un problema que dio a reflexionar en los medios libertarios, suscitando discusiones y polémicas entre sus militantes, los cuales se lamentaban y se echaban en cara haber becho de sus hijos, técnicos, ingenieros, profesores, etc.• pero no hombres capaces de luchar
por sus ideas, como si ser anarquistas se aprendiern igual que un oficio, maquinalmente. y no fuera una cuestión de sentimiento y temperamento. Un joven, hijo de libertarios, podía llegar por sus estudios
a ingeniero o a profesor, sin que llegara a asimilar, por no sentirlo, el
ideal de sus padres. En el caso contrario también se daba el hecho de
que un jo\-cn hijo de reaccionarios, no sinticra las ideas de sus padres
y sf las libertarias. En tales casos. los progenitores de ambos jóvenes
quedaban moralmente desilusionados. extremadamente doloridos. al
VeI: cómo las concepciones sociales de sus hijos eran distintas a las
suyas. Su vehemente anhelo de que fueran su imagen y semejanza, que
personificaran su sentir, se convertia en desoladora fn,tstración. Habla
que comprender la emotiva amargura de estos padres. Si de verdad
sentían sus ideas, pongámonos en su caso. Yo me ponía, pero, contrariamente a otros libertarios. justificaba al mismo tiempo, el despego,
la distancia que nos separaba de nuestros hijos nacidos y criados en
el exilio. Sin duda sentían como sus padres la libertad y la igualdad,
el deseo de que desnpareciera esta sociedad de injusticia. 1..0 que tal
vez no concibieran de la misma manera eran los medios para destruirla y construida en base puramente anarquista, que no entrañara la
vuelta a la autoridad coercltil'a y al privilegio.
Pero si los libertarios admitíamos esto en un sentido desviaci~
nista, podiamos disculpar a nuestros jóvenes, p;=ro no a los llamado..
anarquistas. que al hablar de nuestras ideas emancipadoras habian sembrado la confusión, a tal extremo que los jó\'enes que luchaban por
ellas se hallaban desorientados, se buscaban y no llegaban a encono
trarse. Conocfan de dónde partia el mal que aquejaba y aqueja a esta
sociedad, pero no veían claramente el remedio que pocHa atajarlo. Los
viejos temamos la obligación de señalárselo con toda nitidez, con la
nobleza y desinterés que debía caracterizarnos, sin crear riV3Hdades
ni distancias que nos separaran.
Era necesario, en primer lugar, que concediéramos a nuestros jóvenes un margen de confianza si querfamos que eUos la tuvieran con
nosotros. Teníamos que tener en cuenta también, y esto sin ningún
complejo de inferioridad, que su formación cultural y profesional era
superior a la nuestra y que a pesar de que no hubiesen asimilado bien
las ideas libertarias, deseaban, como nosotros, transformar la estructura social burguesa que les asfixiaba, para poder respirar dentro de
otro ambiente purificador de vida, donde su existencia no se viera en·
vuelta en esa incertidumbre desesperante y angustiosa que nos imp~
nian los poseedores del poder y de la riqueza.
Sin duda la lucha de las nuevas generaciones tema y tiene un caráeter anárquico más que mIstico y autoritario. Los representantes
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