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The Red Tapes
The Red Tapes
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Excèntrics Dietario Voluble. Verano de porras eléctricas Enrique Vila-Matas The Red Tapes
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Verano de faxes chapuceros que llegaban menguados
y riéndose de la muerte. Verano de porras eléctricas. En
la guapa Barcelona, peste turística con vómitos variados.
Mucho artículo y reportaje refrescante en el circo mediático,
como si quisieran decirnos que el verano, al igual que
todo el año, es esencialmente inculto. Y, como siempre,
la voz de ciertos vecinos que todos los años ponderan las
maravillas de Barcelona cuando se queda vacía. ¿De verdad
lo estaba? ¿Acaso no había, no hay mucha basura al sur
de Barcelona?
Escucho un blues mientras recuerdo que ayer paseé por
las calles de Badia del Vallès, antes Ciutat Badia, el lugar
sobre el que el artista sevillano Pedro G. Romero prepara
para finales de año una exposición-reflexión en la Fundació
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Amanece en mi cuarto de las ventanas altas de la Travesía
del Mal cuando, al inaugurar este cuaderno de notas o
diario que escribiré desde Barcelona y otras ciudades
nerviosas, me pregunto cuál es mi nombre, quién escribe,
y se me ocurre que mi cuarto es como una cavidad
craneal de la que surjo como un ciudadano inventado.
De pronto viene en mi auxilio Erik Satie: “Me llamo Erik
Satie como todo el mundo.” Recuerdo que un amigo me
dijo que si esta frase me gustaba tanto era porque resumía
mi noción de personalidad. Ser Satie sería entonces tener
la conciencia de ser único, es decir, encontrar un modo
propio de disolverse hacia el siempre memorable anonimato,
donde lo único es atributo de todos.
Verano de porras eléctricas
Enrique Vila-Matas
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A Woody Allen, por ejemplo, le divertiría El viaje de las
palabras, la alegre novela conmovedora que en junio
pasado publicó Clara Usón, joven escritora barcelonesa
que posee un evidente talento literario y a la que no
creo que le hayan hecho un favor sacándole el libro en tan
suicidas fechas. Clara Usón ha escrito un libro triste para
personas con humor. En él cuenta cómo Lucía Almandoz,
una barcelonesa de ahora, entra en un túnel del tiempo
y aparece en la finca rusa que tenía en 1892, en Melijovo,
el escritor Chéjov. Allí ella, sin saberlo, se comporta como
un personaje chejoviano, es decir, como una buena persona,
incapaz de hacer el bien. Sería divertido que Woody Allen
leyera El viaje de las palabras y desconcertara al sector
más latoso de sus seguidores rodando en Barcelona,
entre nuestra flamante basura, una comedia triste y rusa.
Antoni Tàpies en torno a arrabales obreros, lo que él
llama ciudades vacías, lugares que no son casi nunca
noticia y donde parece que no suceda nada. Piensa Romero
precisamente centrarse en Badia, la ciudad de la que es
oriundo Busquets, aquel guardameta del Barça que se
quemó en su casa las manos al detener, en gran estirada
familiar, el psicodélico vuelo de su máquina de planchar.
He hablado hace un rato con Romero y me ha pasado más
datos. La forma de Badia, por ejemplo, coincide con la de
la Península Ibérica y su callejero se ajusta al toponímico
hispano-portugués, con calles como Algarve, Oporto o
Vía de la Plata hasta avenida del Mediterráneo, Mallorca
o Ibiza. Es muy fácil orientarse en esta ciudad. Si uno, por
ejemplo, está en Menorca, ya sabe que al sur tiene Ibiza,
y después ya se verá. Es, por otra parte, la ciudad más
joven de Cataluña y de España. Alcanzó la independencia
en 1994, y lo celebran el 14 de abril. Todas las viviendas
son sociales.
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Cuando pienso en el director general de Tráfico, Pere
Navarro, que, estadísticas en mano, vaticinó 50 muertos
para el puente del 15 de agosto, me acuerdo del físico
norteamericano Brian Brady, que, con unos meses de
antelación, predijo un terremoto de magnitud 8,5 en Lima
para el 28 de julio de 1981. Muchos sismólogos peruanos
criticaron a Brady, acusándole de especular con la
estadística, pues Perú es un país muy sísmico. El hecho
es que pasó el tiempo y la prematura predicción se olvidó
hasta que, la noche anterior a la fecha misma del seísmo,
un tío político del escritor Bryce Echenique (un tío que
era entonces ministro del Interior de Perú y estaba cenando
aquel día a solas con Belaúnde Terry en el palacio
presidencial) recibió una llamada de la Casa Blanca en la
que le dijeron que Brady acababa de ratificarse en su ya
casi olvidada predicción y que, por tanto, aquella misma
noche habría un serio terremoto en Lima.
¿Qué hacer? En Nueva Orleans estos días hemos visto
que hubo tiempo para la evacuación masiva. Pero aquel día
en Lima no parecía prudente avisar de pronto a la población
del temblor que les esperaba aquella noche y pronosticar
los muertos antes de que los hubiera, pues con eso sólo
lograrían una buena cantidad de muertos seguros, los que
originaría el pánico general en la huida. ¿Qué hacer con
tan escaso margen de tiempo? El tío de Bryce y el presidente
Belaúnde decidieron que era más prudente no hacer nada
y pasaron la noche entera bebiendo y hablando angustiados
en el despacho limeño. Fueron las horas más lentas de
sus vidas, y todo para que al amanecer se viera que nada
había ocurrido y que habían hecho bien al ser tan prudentes
y mantenerse tan callados. No murió nadie, gracias a su
silencio.
Por la misma razón que no me ha sorprendido saber que
un ministro catalán socialista diga que todavía es demasiado
pronto para que Cataluña tenga un presidente de la
Generalitat charnego, me dejó perpleja saber que un artista
contemporáneo, un iconoclasta, alguien que lleva a cabo
un proyecto tan complicado de entender como es el Archivo
F.X., y un escritor capaz de escribir la maravilla que es
Doctor Pasavento fijaban su atención en Badia, en Badia
del Vallès o en la antigua Ciutat Badia. Uno de mis tíos,
un salmantino que había emigrado a Rubí, a un barrio
que posiblemente también le interesaría a Pedro G. Romero
y a Vila-Matas, siempre hablaba de “La Badía” y a mi
madre y a mí nos crispaba los nervios ese artículo que,
en perfecto cumplimiento de su función, determinaba,
concretaba el significado de Badia cerrándolo en otros
contornos mucho peores que los reales: la autopista del
Vallès, la C-58, y el pestilente río seco, tan lejos del perfume
de la badiana, esa flor del badián, de la familia de las
magnoliáceas que evoca Laura García Lorca en su texto.
No imagino a Enrique Vila-Matas escuchando la radio
a esas horas imprudentes de la mañana en que todo el
mundo sale a trabajar y colapsa las principales carreteras
y autopistas de entrada y salida de Barcelona. Algunos dejan
la ciudad dormida para irse a la ciudad nerviosa, y otros
hacen el viaje inverso. El caso es que en las emisoras de
radio, cada 30 minutos, puntualmente, se informa del colapso
y del foco de contaminación que suponen esas arterias de
muerte –del tiempo, del aire, de los sueños y de la paciencia.
En esa situación, y no otra, es donde se revela Badia para
la opinión pública, en esas crónicas el polígono empieza
a existir. Quiero decir que Vila-Matas, que a esas horas en
Los contornos de la infancia
Sonia Hernández
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que la mayoría de la humanidad escucha el nombre de
Badia debe de estar enfrascado buscando en qué atascos
se encontraba Kafka en ese mismo momento 90 años atrás,
tenía razón al afirmar que en Ciutat Badia no pasa nada. Es
un conglomerado de rascacielos con vocación de enjambre,
introvertido porque se esconde de los curiosos ojos de los
ocupantes de los coches parados que quieren ver quién
vive en esos edificios que muestran la ropa tendida en
las ventanas y las ventanas tapiadas de antiguos colegios.
Los badienses son escurridizos y huyen. Algunos huyen
y otros emigran; sí, emigrantes que emigran. Los que se van
siempre tienen miedo de ser descubiertos, por eso no les
gustan los artistas sevillanos iconoclastas ni los escritores
que sacan a relucir sus vergüenzas para que las vea todo
el mundo. Los que se quedan están tranquilos porque
han encontrado el mejor escondite, la ciudad vacía, la
ciudad sin ley. El polígono de drogadictos, delincuentes
y criminales es otro, está en otra dimensión, la más mítica,
la de los prejuicios y los estigmas, la del miedo infundado
de los mentirosos prejuiciosos. Badia es una ciudad
introspectiva que sólo mira hacia sus adentros. Los edificios
y los pisos, como la mayoría de las cosas de nuestra realidad,
tienen dos caras: la delantera y la trasera. De noche las
partes traseras no existen, desaparecen, se introducen en
el vacío, en el que sólo se atreven a sumergirse los artistas
de los graffiti. Las partes delanteras están alumbradas
y los despistados transeúntes pueden pasear o acompañar
a sus perros; pero las umbrías partes traseras dan miedo.
En mi infancia, la ventana de la habitación de mis hermanas,
en una planta baja de la calle Bética que daba a la parte
trasera, tenía una persiana de aquellas que para recogerse
se enrollan sobre sí mismas y luego una cuerda verde
atada en los barrotes de la ventana las sujetaba. Una noche
descubrieron que un gitano se atrincheraba tras la ligera
y voluble persiana para ver, tras las cortinas, cómo se
desnudaban mis hermanas. Nunca he sentido tanto miedo
como cuando escuchamos el chasquido de la persiana
contra el cristal y mis hermanas salieron corriendo. Éste es
el significado del miedo para mí, la intuición de que en esa
parte de la vida que no podemos ver ni controlar se esconde
algo que de alguna manera, por vacua que sea, nos amenaza.
Y en Badia nunca se ha sabido demasiado bien qué hay en
la parte oscura. Dice Vila-Matas que después de llegar a la
calle Ibiza ya se verá…
Hay muchas cosas que todavía están por verse en Badia.
Y las tendrán que ver también los que emigran de allí,
porque nadie puede deshacerse de Ciutat Badia. En las
ciudades donde aparentemente no pasa nada, todo pasa
subrepticiamente, ocultamente, como si se viviera en
esa parte oculta que los demás no pueden ver porque la
verdadera función de los altos edificios es ocultar a los
de afuera su extraña forma de vida. Algunos han intentado
inmiscuirse en esos secretos y han utilizado avionetas
para su espionaje, pero no les ha servido. Los badienses
se han sumado a la reivindicación contra el aeropuerto
de Sabadell, porque están cansados de los curiosos que
quieren fotografíar la ciudad sin ley para hacer exposiciones
y congresos, especulando sobre lo que pasa en una ciudad
donde no pasa nada. Y no pasa nada porque la mayoría
de los badienses no existen. Es un censo de cerca de
20.000 fantasmas, de hologramas que parecen estar pero
que no están. La mayoría sigue estando en Andalucía,
en Extremadura o en Salamanca, como mis padres, que
se quedaron muy pronto sin papeles. Hablar de integración
con relación a los hologramas exiliados es una quimera.
Me pregunto cuántos sabían dónde iban cuando compraban
aquellos pisos por un precio total de cerca de 300.000
pesetas. También hubo algunos que se colaron en los
pisos vacíos, es cierto. Alguien, algún gobernante decidió
hacer una colonia, un polígono para albergar a todos esos
emigrantes que venían a trabajar a Cataluña. Y para que no
sintieran demasiada nostalgia, decidieron poner a las calles
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nombres de comunidades y provincias españolas. Ésa es
la verdadera razón por la que existe la calle Bética, la
Mancha, la avenida Mediterráneo –la Medi de mi infancia,
la calle del miedo porque se extendía más allá del bosque
que empezaba en la parte trasera de mi casa, de mi edificio–
o la avenida Burgos, la verdadera unidad de destino de
los badienses, porque están obligados a atravesarla para
ir a cualquier punto de la ciudad, cada vez más nerviosa
y siempre vacía.
Cuando se habla de migración ya se habla de generaciones.
Badia y yo ya tenemos treinta años. Si alguien le pregunta
a mi madre cuándo se construyó la ciudad más joven de
España, ella dirá que cuando nació la más joven de sus
hijas. Además, hacía poco también que había nacido la
todavía joven, insegura y coqueta democracia posfranquista.
Somos hologramas o charnegos de segunda generación.
Todavía es demasiado pronto para aspirar a ser presidentes
de la Generalitat, es cierto. Tal vez por eso la inmensa
mayoría de mi generación y la de mis hermanos ha huido
de la ciudad vacía. Vacía también de historia, aunque a los
treinta años se puede empezar a tomar conciencia de que
se tiene un pasado, por ínfimo que sea. Badia del Vallès
no tiene una tradición milenaria. No existían celebraciones
ni conmemoraciones que celebrar cuando los hologramas
conquistaron los edificios, todo estaba por hacer.
Tal vez cuando los emigrantes sepan, cuando sepamos,
que Badia ya existe, que no sólo se habla de ella en las
informaciones matutinas sobre el estado del tráfico o por
los accidentes de avioneta, alguien se atreva a volver de
verdad. Porque para integrarse, es decir, “hacer un todo o
conjunto de partes diversas”, Maria Moliner dixit, curiosa
y paradójicamente, los badienses tienen que emigrar.
No es extraño que en estas condiciones, y por todo lo
dicho anteriormente, en el escudo de Badia haya una
golondrina como emblema de un municipio carente de
mayores simbologías. Para saber cómo es el mundo, hay
que abandonar la ciudad dormitorio, despertar de una vez
y añadirse a la contaminante caravana que lleva a las
ciudades nerviosas más cercanas: Sabadell, Terrassa,
Barcelona…
Yo, y no hablo como Sonia Hernández la desconocida invitada
por Vila-Matas y Pedro G. Romero a hablar sobre Badia,
sino como un yo colectivo informe y difuso, supe que esas
ciudades, en las que pasaban cosas, existían gracias a lo
que se ha dado en llamar asociacionismo: es decir, el deporte,
la iglesia y las entidades culturales. El grupo de jóvenes
católicos que yo frecuentaba organizaba encuentros con
otros colectivos de características similares del resto de
Cataluña. Tales celebraciones constituían las primeras salidas
del núcleo, de ese punto blanco centrífugo del que habla
José Antonio Garriga Vela, que trata de absorber al residente
y al visitante con su fuerza centrífuga. Las competiciones
deportivas cumplen una función similar y con fortuna. Quiero
decir que el deporte funciona bien en Badia. Carlos Busquets
es el ejemplo, y también Moisés Hurtado, jugador del Español,
que nació en Sabadell pero ha pasado su vida en el mismo
polígono, ciudad dormitorio o suburbio que yo. La lista de
badienses insignes continuaría, con la famosa Fresita de
Gran Hermano, por ejemplo.
Más allá de la función integradora o socializadora del deporte
y la religión, la verdadera ventana al mundo para muchos
de los badienses ha sido la educación, la oficial quiero
decir. El primer paso: los colegios. En un municipio donde
las calles tienen nombre de provincias y ciudades españolas,
no ha de sorprender que los colegios tengan nombre de
bailes regionales. Tal vez la idea, a las mentes que la
desarrollaron, les pareció brillante, pero seguramente no
pensaron en la vergüenza que les podía dar a algunas
personas poner en su curriculum vitae que habían cursado
la Enseñanza General Básica en el Colegio La Jota, o La
Sardana, La Muñeira o La Seguidilla. Entre tanto ambiente
de Coros y Danzas, el nombre que parecía más exótico era
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el de un colegio que a los del centro, que vivíamos cerca
de la calle Burgos, nos parecía el más lejano: el colegio
Antonio Machado.
Y después de la primaria, el instituto. La verdadera puerta
al norte que permitía la entrada de aire fresco, aunque en
este caso la orientación era al oeste, y no sólo porque el
conserje más emblemático que ha tenido el centro fuese
conocido como el sheriff, sino porque tras el instituto se
extendía el desierto. Si yo tuviera que inventar una infancia
en el Bronx para el Doctor Pasavento o el Doctor Ingravallo
lo tendría más fácil que Vila-Matas. Podría inventar un edificio
sin ascensor en el que vivían dos hermanos camellos en
el quinto piso. Siempre podría recurrir también a todas
esas historias que siempre he escuchado sobre Badia, sin
ser ciertas la mayoría. Me costaría mucho más, en cambio,
tramar una infancia para ese Arturo Pasavento criado en
el paseo San Juan.
El caso es que gracias al instituto y al trabajo de los
profesionales, que no se dejaron amedrentar por la
reputación de la ciudad sin ley, muchos de los alumnos
pudieron mantener el primer contacto con ciudades tan
imprescindibles como Florencia. Es una experiencia única
ver los tejados florentinos desde la cúpula de Brunelleschi
cuando uno ha crecido casi sin ver el cielo porque está
rodeado de edificios altísimos y secuestrado por la fuerza
centrífuga del lugar de la infancia. Uno de los profesores
más míticos del instituto, y no me refiero al profesor Badía
de Garriga Vela, sino a Pepe Royo, quien al escoger destino
a la hora de ejercer como profesor de filosofía se quedó
encandilado con el nombre Badia. En verdad le pareció
extraordinario poder acceder a una especie de varadero
privilegiado en el corazón del castigado Vallès Occidental.
A él y a sus colegas le deben la inmensa mayoría de
universitarios badienses el haber llegado al supuesto “templo
del saber”. Algo que, por otra parte, físicamente tampoco
tenían demasiado difícil, puesto que desde Badia se accede
en unos 10 minutos a la Universidad Autónoma de Barcelona
por un camino de montaña, asfaltado desde hace unos
7 u 8 años. En época de mis hermanas existía el camino,
pero sin asfaltar, y discurría entre matorrales y huertos
ilegales, por lo que no era extraño que junto a la carpeta
con los apuntes, algún libro y bolígrafos cargasen unas
botas de agua para no aparecer con los zapatos llenos
de barro luciendo abiertamente el estigma de su lugar de
procedencia. De entre los huertos y los matorrales a veces
emergía un espontáneo dispuesto a exhibir sus atributos
o, en el peor de los casos, a agredir sexualmente a las
jóvenes universitarias. Supongo que había una base de
realidad, pero lo cierto es que con el tiempo se convirtió en
una leyenda que no sé si calificar como urbana o campestre.
Tal vez era alguno de los espontáneos que se acercaban
a la ventana de la habitación de mis hermanas, que luego
fue la mía, para verlas desnudas. Siempre he tenido esa
duda, de la misma manera que conservo un terror irracional
a lo que puede surgir de esa parte de Badia que no conozco
y se ha convertido en un miedo a lo que deparan los rincones
de todas esas ciudades vacías en las que cada vez me
siento más atrapada y más nerviosa.
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Excèntrics Dietario Voluble. Lolita al volante Enrique Vila-Matas The Red Tapes
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Han convertido Praga en un parque temático.
La antigua ciudad misteriosa se ve hoy brutalmente arrasada
por las manadas de turistas que inundan sus calles y
callejuelas y que le han quitado a la ciudad su viejo aspecto
de lugar ensoñado, aciago y reflexivo. Ahora se ha
vulgarizado todo y en Praga ya no se puede dar ni un paso
por el Puente Carlos, por ejemplo. Lejos queda ya la ciudad
de las sombrías callejuelas y de los extraños conjuros, la
misteriosa Praga del Golem y del Castillo (Hradschin) con
sus enigmas, nebulosas y sombras nocturnas. A todas horas
1
“Badia del Vallès es el lugar sobre el que el artista sevillano
Pedro G. Romero prepara para finales de año una exposiciónreflexión en la Fundació Antoni Tàpies en torno a arrabales
obreros, lo que él llama ciudades vacías, lugares que no
son casi nunca noticia y donde parece que no suceda nada”,
escribía yo aquí mismo hace tres semanas, el día en que
inauguraba este dietario. Y acababa diciendo: “La forma de
la ciudad coincide con la de la Península Ibérica y su callejero
se ajusta al toponímico hispano-portugués (...) Es muy fácil
orientarse en esta ciudad. Si uno, por ejemplo, está en
Menorca, ya sabe que al sur tiene Ibiza.” Pues bien, no ha
pasado ni un mes y Badia del Vallès (antes Ciutat Badia) ya
no tiene nada de “ciudad vacía”. El pasado miércoles fue
noticia trágica cuando una avioneta se dirigió de forma
precipitada, tambaleándose, hacia un edificio de viviendas
de la calle Menorca. Murieron el piloto y el fotógrafo que le
acompañaba.
Lolita al volante
Enrique Vila-Matas
4
Al escritor británico Martin Amis los atentados del 11 de
septiembre le han llevado a pensar que el humor es una de
3
Cuando los atentados de Nueva York del 11 de septiembre,
me asaltó un impulso extraño y se me ocurrió pensar en
Kafka y buscar en su Diario qué había escrito él noventa
años antes, el 11 de septiembre de 1911. Encontré la
descripción de un leve choque entre un triciclo y un automóvil.
Ese día Kafka, que se encontraba en París, presenció ese
choque y lo describió con todo lujo de detalles. Unos días
después, esa especie de crónica novelada del incidente
acabó transformándola en una narración, lo que, según Jordi
Llovet, demostraría “la labilidad de una frontera clara entre
realidad y ficción en la obra de Kafka en general”.
Por curiosidad, acabé mirando qué le había sucedido a Kafka
un año después, el 11 de septiembre de 1912. Ese día, según
cuenta en su Diario, soñó. Se vio a sí mismo en una lengua
de tierra que se adentraba en el mar. Al principio, él tenía la
impresión de que no sabía muy bien dónde estaba. Pero al
alzarse levemente para ver algo más de lo que tenía a su
alrededor, pudo ver “el vasto mar claramente circunscrito,
con muchos navíos de guerra alineados y firmemente
anclados”. Y concluía Kafka (y yo leí eso con la emoción que
acompaña al investigador solitario que en su laboratorio
descubre, a través del microscopio, algo que hasta entonces
el resto de la humanidad no ha visto): “A la derecha se veía
Nueva York, estábamos en el puerto de Nueva York.”
los turistas la maltratan del mismo modo que los camareros
y los taxistas (alto porcentaje de ladrones entre ellos)
maltratan a los turistas. Una pésima sorpresa haber visto
tan destrozada a la Praga mágica.
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The Red Tapes Enrique Vila-Matas Dietario Voluble. Lolita al volante Excèntrics
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5
Hace tres días murió, a los noventa y seis años, Simon
Wiesenthal. Gracias a sus investigaciones fue posible la
captura de algunos célebres criminales nazis. La detención
de Adolf Eichmann, por ejemplo. La muerte de Wiesenthal, de
noventa y seis años, me recuerda ahora que el asesino
Eichmann, en los días previos a su ejecución, se llevó de
la biblioteca de la prisión Lolita, de Nabokov. Quería leer un
rato y escogió esa novela entre otras muchas. Le sonaba,
había oído hablar bastante de ella. Lolita, por cierto, está de
las diferencias fundamentales entre la civilización occidental
y el Islam. Amis, que acaba de publicar entre nosotros Perro
callejero (una fantasía radical que él define como “comedia
pos-11-S”) sostiene en esa novela que el aburrimiento y el
terror van juntos: “El odio de los varones islámicos se
produce al observar el lugar que tienen las mujeres en
Occidente. Esto es lo que les ofende. Ver mujeres
conduciendo un coche realmente les duele. Y hay que tener
mucha imaginación para comprender que alguien pueda
sentirse herido al ver una mujer al volante, algo que es
completamente normal en nuestra cultura.”
A veces, me acerco a ciertos textos a la velocidad de un
bólido. Cuando vertiginosamente ojeé estas declaraciones de
Amis, leí mucho más de lo que allí se decía, pues en lugar
de “una mujer al volante” leí “una jovencita sin carné de
conducir, una lolita mediterránea por una carretera de la
Costa Brava, al volante de un descapotable, con un pañuelo
de seda al viento y un humor a prueba de bomba”, y esta
imagen me llevó a imaginarme a un británico parecido a
Amis que ante la visión de esa mujer se veía dominado
repentinamente por una especie de envidia y rencor hacia
nosotros, los mediterráneos: algo que no habría podido
imaginar yo nunca de haberme limitado a leer simplemente
“una mujer al volante”.
actualidad estos días, pues, si no me equivoco, hoy se
cumplen cincuenta años y diez días de su publicación. En
fin. Cuenta un biógrafo de Nabokov que, después de leer
unas pocas páginas de Lolita, Adolf Eichmann rechazó
furiosísimo el libro. “¡Pero esto es inmoral, pero esto es una
vergüenza, es repugnante!”, dijo. La delicada conciencia de
los asesinos nazis.
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Rodalia Badia desde el aire y otros vuelos Juan José Lahuerta The Red Tapes
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Fig. 1
5
Uno de los emblemas de los Hieroglyphica de Horapolo ilustra
la palabra Deum. Quo modo Deum representa un ojo que, fijo entre
las nubes, flota sobre una pendiente llena de ruinas antiguas. Es
un ojo izquierdo, uno solo, aunque tal vez eso se deba a la inversión
del grabado, y el autor del dibujo pensara estar representando
el derecho, lo que uno esperaría tratándose del oculo picto Deum.
[fig. 1] En cualquier caso, los párpados, sin pestañas, están muy
separados, y mientras el inferior se curva en arco de gravedad por
el peso de una bolsa, el superior oculta en parte la pupila, la
cual, como el ojo en el cielo, también flota –en el blanco del
1
“Ya no construimos máquinas que puedan realizar las mil acciones de que un
solo hombre es capaz, sino que, al contrario, pretendemos que cada máquina
realice una única acción, pero sustituyendo a mil hombres.”
Hermann von Helmholtz
Juan José Lahuerta
BADIA DESDE EL AIRE
Y OTROS VUELOS
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The Red Tapes Juan José Lahuerta Badia desde el aire y otros vuelos Rodalia
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globo. Si ese ojo saltón se desdoblase en su simétrico y apareciese
el rostro, nos encontraríamos con un semblante fatigado, o algo
trasnochado, por trasnochador, tal vez. Pero no hay nada de eso.
Lo que ocurre es que ese ojo Deum no se cierra nunca: no duerme,
ni siquiera parpadea. Ésa es su presencia: su postura, mantenida
infinitamente, del ojo siempre abierto pero siempre relajado y sin
lágrimas. Aunque, ¿podríamos albergar dudas sobre su potencia?
Claro que no. De ella nos habla elocuentemente la mata tupida
de la ceja que lo corona, más bien cabellera, pelambrera espesísima,
impresionante. O plumaje, porque no dejan su curva y su dibujo
de recordar un ala. Ojo alado, en efecto, o, para acabar, ojo de
águila: ¿cómo, si no, podría ser el ojo que todo lo ve? El poder
de su visión aérea, que es lo mismo que el poder a secas, se
demuestra en el contraste entre el ojo y el paisaje que se extiende
bajo él, entre su visión eternamente sostenida y las ruinas vacías,
sin rastro ya de los hombres que las construyeron, que se deslizan
irremediablemente por el plano inclinado del tiempo. El fin del
mundo, como advertía Pablo a los Corintios, llegará in icto oculi,
en un abrir y cerrar de ojos, pero el instante del ojo Deum es la
eternidad. La ira de Dios destruye el mundo en ese instante eterno.
Imagen de Su ira es ese ojo, gran bombardero avant la lettre.
Separándose de la Tierra, convierte un mundo siempre en destrucción
en su espectáculo. No por nada aman los poderosos extender su
índice sobre la hermosa maqueta de un gran edificio, de un barrio
entero, de toda una ciudad. Como los soldaditos y los autómatas
que las habitan, esas maquetas son un privilegio de los príncipes,
más o menos saturninos. Ésos eran los juguetes que los reyes
cristianos enviaban a los sultanes turcos, o que los misioneros
jesuitas regalaban a los mandarines chinos y a los señores del
7
Japón, esperados y apreciados por su ingeniosidad, pero también,
o sobre todo, por su valor político: en las maquetitas llenas de
ejércitos de autómatas, súbditos perfectos en un encierro ideal,
se representaba un mundo ordenado e inmutable, muy distinto,
en verdad, del auténtico, en el que los hombres y los elementos
parecen siempre empeñados en estorbar los planes de los príncipes.
Se dice que, retirado en Yuste, tras haber visto fracasar los objetivos
fundamentales de su política, el melancólico Carlos V desplegaba,
después de comer, ejércitos de soldaditos sobre los campos de
batalla de los manteles de su mesa, entre las copas, los cuchillos
y los restos de comida, campos más visibles, abarcables y benignos,
sin duda, que los que él había incendiado a lo ancho y a lo largo
de toda Europa, mientras que por la habitación volaban los pájaros
mecánicos, inefables pájaros sobrevolantes que su ingeniero Juanelo
le construía. Del mismo modo, Sébastien Vauban y el relojero
Gottfried Hautsch construyeron para Luis XIV, entonces aún
delfín de Francia, un ejército automático de cien mosqueteros
y caballeros, más campante y menos hipocondríaco, sin duda,
que el del emperador jubilado. Sometido a las leyes claras e
inexcusables de la mecánica, debía dar gusto señalar con el índice
el destino de aquel ejército, ya que nadie se iba a revelar para
cortarlo. Sébastien le Preste, mariscal de Vauban, ingeniero militar,
comisario general de las fortificaciones del rey, restauró más
de 300 fortalezas y elevó 33 de nueva planta en las fronteras de
Francia, así que no es muy difícil imaginar el dedo de Luis XIV
extendido sobre sus dibujos y maquetas, tal como lo vemos
sobre el plano de los Inválidos, ordenando su construcción en
ese grabado con el que Le Corbusier remata su Urbanisme.
“Homenaje a un gran urbanista”, titula Le Corbusier, precisamente,
Rodalia Badia desde el aire y otros vuelos Juan José Lahuerta The Red Tapes
83
Fig. 2
9
En los libros y folletos que a lo largo de sus treinta años se han
dedicado a Ciutat Badia, empezando por La nueva Ciudad Badía,
editado por el Ministerio de la Vivienda en 1974 para celebrar la
construcción, las fotografías aéreas son mayoría [fig. 3]. Inmensa
mayoría, en realidad: en pocas ocasiones se enseña la perspectiva de
una calle, un edificio, cualquier detalle a ras de suelo. Todo lo contrario: desde el avión, lo único que una y otra vez se muestra es el
conjunto –lo único: eso es todo, sin paradoja. Aunque no debería
2
esa última ilustración de su libro, antes del apéndice, y en efecto,
ahí vemos cómo al dedo que señala el plano responden no tanto
los súbditos perseverantes, cuanto el extensísimo paisaje que a
vista de pájaro se extiende tras el rey, en el que ondulan montes,
ríos y caminos, avanzan en grupos ordenados caballeros y soldados,
y París se perfila a lo lejos como fondo; y responde también el
ángel trompetero que necesariamente, como los pájaros de Juanelo,
sobrevuela la escena, retumbo del ojo del rey, que lo ve todo,
hasta lo que aún no existe, porque él lo ordena [fig. 2]. Las
trompetas anuncian la inmediata urbanización de ese paisaje,
ya poseído por la vista con alas. Dedo tendido y ojo, ojo y ángel,
ángel y pájaro mecánico, pájaro mecánico y avión bombardero.
Prolongación táctil y miembro eréctil del ojo, en fin, ese dedo
que señala compone el gesto del hágase lo que veo y quédese así:
maquetita, deshabitada ruina de nueva planta, vacía para siempre
–una bella destrucción.
84
The Red Tapes Juan José Lahuerta Badia desde el aire y otros vuelos Rodalia
10
parecer extraña la preferencia institucional por la perspectiva aérea
o la vista de pájaro, o por el golpe de vista, ante una ciudad pretendidamente construida en un abrir y cerrar de ojos –in icto oculi,
pues, se mire como se mire. ¿No tenían todos los palacios una sala
de vistas o de mapas con frescos o cuadros de la región o del
planeta, en la que contemplar el mundo desde el aire y sin moverse?
En un caso como éste, ese punto de vista convertido en vista única
de la ciudad, vista y no vista, explica elocuentemente una historia
verdadera de abandono y ausencia: la que trata de cómo, aquí
y en todas partes, la tierra se ha disuelto en el aire. Esas fotografías
aéreas que enseñan una ciudad recién terminada, detenida ya para
siempre en un último toque a distancia, se proponen hablarnos
de la novedad como algo conveniente y verdadero. La ciudad es
el perfecto artefacto surgido sobre la tabla rasa: no ha habido más
que ordenar que surgiera, por decreto, nueva y acabada, igual a
sí misma, adulta y armada, gran idea cristalina. Y cristales son, en
efecto, los sólidos dispuestos sobre el tablero allí inventado. La
necesidad de novitas anula cualquier recuerdo de la tierra que aún
existe, supongo, bajo ese tablero: una tierra hasta no hace mucho
tiempo cultivada, de cuya explotación son prueba las masías
y ermitas que aún quedan por los alrededores, aquí y allá, o los
nombres mismos que Ciutat Badia ha ido recibiendo a lo largo
del tiempo, siempre referidos a sus lugares o a los apellidos de sus
propietarios rurales, bien concretos y reconocibles, vivos hasta
hace muy poco y aún con herederos, perfectamente identificables
por fotos y documentos que todavía permiten decir quién era
quién y hasta “yo le conocí”. La tierra se funde en los papeles, en
los planos y en los formularios, y, antes de que nada exista, ese
no-lugar o lugar futuro, inversión, futurible, ya va cambiando,
Fig. 3
11
Rodalia Badia desde el aire y otros vuelos Juan José Lahuerta The Red Tapes
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12
como las formas del humo: santa María de Barbará, Badía-Sanfeliu,
Polígono Badía, Ciudad Badía y luego, Ciutat Badia y Badia del
Vallès. Pero volvamos a las fotos. Con ellas podría provocarse
un extraño efecto de estereoscopia. Vemos, por ejemplo, una foto
de la familia Valls Sanfeliu [fig. 4], antigua propietaria del 90% de
los terrenos en los que hoy se asienta Badia, y vemos, del mismo
modo, en el mismo abrir y cerrar de ojos, la imagen aérea de la
ciudad nueva y vacía: poco a poco se superponen las dos figuras,
la de las torres prefabricadas, tan aérea y diáfana, y la de los cuerpos
y los rostros que surgen ya borrosos de las viejas fotografías, como
de un espejo turbio, y el resultado es una extraña radiografía
tridimensional en la que la caja torácica son los bloques y las
vísceras, ya muy difuminadas, la masa indistinguible de personas:
un fantasma diluido en un esqueleto, o un esqueleto irisado, en
aceleración fantasmal. Aunque, ¿no tendrá que haber huesos
en esa tierra hasta no hace mucho arada y ahora escondida bajo
la ciudad? Un proverbio flamenco, al que se refiere una pintura
de Bruegel –y creo que volveremos a ella– dice que el arado pasa
siempre sobre los muertos. No es muy difícil de imaginar, en efecto,
al arado pasando por esas tierras ahora abolidas, y, del mismo
modo, los pies del labrador sobre los terrones, su espalda encorvada
y la mirada dirigida hacia el suelo. El surco es la exasperación del
contacto, pero no sólo porque acoge la semilla y su fruto, sino
porque, en el momento de labrar, el hierro puede toparse con
cualquier cosa: un hueso, desde luego, o bien, qué sé yo, una
vasija o un mármol. De golpe, también, aunque éste es un golpe
que, antes que en los ojos, retumba en los brazos. Algo se siente,
y algo brilla: se rompe el terrón y quedan en la mano, por ejemplo,
unas monedas. Las cosas van y vienen por la tierra, suben y bajan
Fig. 4
13
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The Red Tapes Juan José Lahuerta Badia desde el aire y otros vuelos Rodalia
14
por sus profundidades, y si uno escarba, y mete los pies y las manos,
hasta las encuentra. Por eso, cuando pasa el arado, las grandes
empresas aéreas pierden sentido y se vuelven ridículas. El cuadro
de Bruegel al que me refería hace un momento es La caída de Ícaro,
aunque lo más cercano que hay en él es un labrador en primer
término, casi de espaldas. Esforzado en su trabajo, siguiendo al
animal, no está para levantar la vista y contemplar la majestuosa
ensenada que el pintor ha extendido ante nosotros; menos aún
para advertir cómo a la derecha, cerca de las rocas, dos piernas
diminutas chapotean en el mar: son las de Ícaro que ya ha caído,
o que ya ha llegado [fig. 5]. Cuanto más profundo es el surco,
desde más alto se produce la caída, y más tonta es. Ícaro quiere
volar, pero se abre el surco y cae, como la semilla: todo lo atrae
la tierra abierta, que es donde están los huesos, y donde estarán
también los huesos de Ícaro, ni más ni menos que para que alguien
los encuentre arando. Pues bien: la tierra, que acababa siempre
por atraer a los cuerpos volantes, es vencida ahora por la fotografía
aérea, cuyo instante desprecia la gravedad; todo lo verdadero que
hay en la tierra, los restos y las ruinas que encierra, los muertos
y enterrados, desaparece en la ingravidez de la gran distancia
fotográfica, en la vista de pájaro y su extraordinaria capacidad de
persuasión, que proviene, bien claro está, de una “majestad escénica”
antes nunca vista. En el espléndido paisaje de la pintura de Bruegel,
alrededor de cuya ensenada se despliegan montañas y ciudades,
todo queda sujeto por ese surco que nos recuerda la gravedad de
las cosas, su peso y su riesgo, en su destino último, que es bajar
a la tierra, su entierro. En la fotografía aérea, en cambio, el paisaje
es un puro panorama, y la tierra ya no es tierra, sino vista, o vista
captada, de manera que uno no tiene más que estirar el brazo
Fig. 5
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para trazar sobre ella, sin peligro y sin esfuerzo, las líneas de su
invención. La tierra se ara con sudor, como dicen los tópicos,
y sobre el panorama, en cambio, vista lejana en la que nunca
entraremos, empresa militar, simplemente se deslizan los ojos.
Nada que hacer: todos sin tierra. Nada hay que escarbar en una
fotografía aérea, que tampoco nunca nos araña, porque no tiene
huellas. Es verdad: esas fotografías aéreas con las que siempre se
muestra la imagen de Ciutat Badia no son más que la exasperación
de un proyecto de vaciamiento y desaparición, porque todo avión
es, primero, avión de reconocimiento, y, después, al fin, bombardero. De hecho, la tierra de lo que hoy es Badia empezó a disolverse
en 1962, cuando se iniciaron los procesos de expropiación, que
terminaron en 1967, y acabó de hacerlo en 1973, cuando concluyeron las obras, aunque las casas no se ocuparon hasta 1975. Ese
año, el 14 de abril (!), los Príncipes inauguraron una Badia aún
no habitada, vacía, fantasmal, sin nadie, en la que hasta los muebles
y los electrodomésticos eran de atrezzo: ciudad potemkinizada,
pero para persistir en Potemkin. Fue en esta última etapa, ya sin
tierra y aún sin gentes, cuando se hicieron las fotos aéreas de La
nueva Ciudad Badía. Forma urbis, ciertamente, pero no polis:
desaparece la tierra, se aleja el suelo, cristalizan las formas, y no
hay ni un alma. Este vuelo todo lo ha vencido, y el panorama que
nos ofrece no podría ser más conforme: bonitas curvas de los
bucles de las autopistas, geometría de los bloques, horizonte…
Corografía instantánea. Belvedere automático. Las cosas vistas
permanecen más en la memoria que las oídas, y esa pulcra vista
quiere decir: así es, ni más ni menos, mi pequeño juguete de
motor escondido. Cámara, máquina, motor de avión. ¡Clic!:
despolitización.
Fig. 6
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The Red Tapes Juan José Lahuerta Badia desde el aire y otros vuelos Rodalia
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¿Tierra? ¿Pero qué tierra? En los esquemas de construcción de
los bloques prefabricados publicados en La nueva Ciudad Badía
[fig. 6] no hay tierra, sino aire, y es del aire, por medio de una
grúa de la que no sabemos ni vemos nada, pero que perfectamente
podría estar colgando de un helicóptero, desde donde llegan los
grandes paneles de los techos y paredes con los que se montan las
casas. Llegan del cielo, en efecto. En uno de los dibujos, que
representa la construcción de los cimientos, aún podemos ver a
la izquierda a un par de hombres hormigonando, aunque sin
aparentar el muy considerable esfuerzo que esa tarea suele requerir,
mientras que a la derecha otros dos reciben una gran pieza de
forjado que desciende con suavidad desde la grúa, con su hembra
y sus muescas como signos de la absoluta precisión de un ensamblaje
inmediato. Esos dos albañiles –aunque propiamente ya no son
albañiles, sino operarios de la construcción o, aún mejor, del
montaje– levantan los brazos para ayudar al panel a encajar
dulcemente en sus esperas, pero parece más bien que estén
celebrando el don del cielo que les ofrece esa misteriosa grúa deum,
como los israelitas hacían con el maná. Así, mientras que los de
la izquierda aún remueven el material, una argamasa verdadera,
los de la derecha se mantienen alejados de esas piezas ya completas
y acabadas, producidas en la cadena y transportadas aquí, volantes,
como si ese dibujo, más que las dos fases de un proceso, quisiera
ilustrar un antes y un después: un antes sucio, de contacto y mezcla,
ya anacrónico, y un después puro, de distancia y admiración.
El trabajo, en el que los hombres hacen, queda sustituido por el
3
Fig. 7
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montaje automático, en el que, como cualquier otra cosa, son
hechos, o mejor, producidos a imagen de la incógnita necesidad
que mueve la grúa –a imagen del perpetuum mobile. El dibujo de
La nueva Ciudad Badía se sitúa al final, o casi, de la larga serie de
representaciones que desde mediados del siglo XIX orgullosamente
ilustra el fin de la albañilería y, de paso, del Homo faber y sus
recompensas, el habitar entre ellas, desde los grabados en los que
vemos cómo, ante la admiración general, las vagonetas transportan
y las grúas colocan con precisión en su lugar los elementos del
Crystal Palace [fig. 7], hasta la famosa fotografía del montaje de
una de las casas prefabricadas de Gropius [fig. 8] en la que, como
quien no quiere la cosa y no hace nada, cuatro hombres trajeados
–modestamente, es verdad, pero sólo uno de ellos con mandil–
instalan o enchufan las paredes, secas y ligeras. En ese elogio del
montaje, ¡qué importará que, al final, a la casa se la lleve el viento!
Al fin y al cabo, al igual que sus piezas llegan volando, también
los hombres levitan, como mecánicos histéricos adoradores del
proceso, aunque en eso es, justamente, en lo que el proceso mismo
los convierte, en mecánicos sin experiencia. Tal vez la grúa deum
sea uno de los misterios teológicos de la producción, y no me
extraña que los hombres de ese dibujo reciban sus dones encandilados, pues, ¿no fue el propio Yahvé quien ordenó que las piedras
de su templo fueran devastadas en la cantera para que así llegasen
ya perfectas y acabadas a la obra? El bloque prefabricado cumple
por fin, con asombrosa exactitud, esa orden divina, y ante el
arcano de la grúa deum y de la instantaneidad del montaje, visto
y no visto, el hombre moderno, verdadero producto final de todo
el proceso, parece mucho más predispuesto –por prefabricado–
a maravillarse de lo que nunca lo estuvo el hombre histórico, el
Fig. 8
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22
cual, al fin y al cabo, era un hombre sujeto a la gravedad y hecho
por la experiencia. Creo que en este punto vale la pena comparar
la ilustración que comentamos con una miniatura del siglo X en la
que se representa la construcción del Templo de Jerusalén [fig. 9].
En ella vemos cómo dos hombres, uno mayor y otro joven, sin
duda el maestro y su aprendiz –y ésta es la imagen inmediata de
la transmisión de la experiencia–, están colocando el fuste de la
que será la primera columna de una segunda galería, terminada
ya la serie de columnas y arcos de la primera. No se trata simplemente de una piedra ya devastada, como mandó Yahvé, sino de
un fuste perfectamente labrado, hasta en las molduras de lo que,
inverosímilmente, parece una basa. Más que fuste, pues, casi
columna, que desciende colgando de la soga gracias a una especie
de castillejo en el interior del cual se encuentran esos dos hombres,
a los que, en un gesto parecido al de nuestros modernos operarios,
sólo les queda ajustarlo suavemente sobre el pedestal ya preparado.
Dentro del marco del castillejo, todo parece ingrávido: la columna
colgante, pero también los elegantes cuerpos: el del hombre mayor,
que roza con sus talones uno de los pedestales, y el del joven, que
literalmente flota. Otra cosa bien distinta es lo que ocurre fuera.
Ahí vemos el contrapeso de tanta ligereza: tres hombres agarrados
al otro extremo de la cuerda deforman dolorosamente sus rasgos,
estiran las piernas hacia delante y echan atrás con enorme esfuerzo
cuerpos y brazos para impedir ser arrastrados, como ya lo están
siendo irremediablemente, madero arriba, por el peso terrible de
lo que parecía la más sutil de las columnas. La perfección que se
afirma dentro de esa máquina que es el castillejo, es decir, la
coincidencia armónica del cuerpo humano y de la columna, fuera
se niega en el bulto informe y atormentado en el que se confunden
Fig. 9
23
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24
“La ordenación urbanística supone el acoplamiento de muy
complejos elementos en una organización que debe acusar,
como toda obra de arte, unidad y personalidad. Esto quiere
decir que todas las necesidades fundamentales: vivienda,
industria, comercio, administración, educación, esparcimiento,
comunicaciones, etc., etc., deben resolverse ponderando de
forma adecuada la importancia y situación relativa de los
órganos que deben satisfacerlas. Pues bien: la estructura que
resulta de una ordenación semejante suele comprender, casi
siempre, un centro o casco urbano fundamental, en el que se
alojan la vivienda y el comercio, y que constituye algo así como
En 1952, en la Revista Nacional de Arquitectura, Pedro Bidagor
publicó un artículo titulado “Ordenación de Ciudades”, cuyo
breve texto dice así:
4
esos otros cuerpos, allí donde ya no se reconoce la figura humana.
El hombre con experiencia no se deja engañar fácilmente por los
mandatos divinos ni por sus propias utopías: conoce bien dónde
está y de qué carne amasada y doliente está hecho el contrapeso.
En el proceso que nos muestran las ilustraciones de La nueva
ciudad Badía, como en aquellas del Crystal Palace o de las casas
de Gropius, o en tantas otras imágenes-manifiesto de la misma
cadena teológica, el contrapeso, justamente, es lo que se ha abolido
por principio.
25
Dejaremos aquí de lado las conexiones que el urbanismo de
Bidagor tiene con la tradición organicista e intentaremos otra
interpretación más desmayada, casi desfallecida, de ese animal
que se perfila en el plano de la ciudad, que surge de él como
una epifanía paranoica. A través de la lectura de los antiguos,
y especialmente de la teoría vitruviana de las proporciones, la idea
del cuerpo humano como “pequeño mundo”, cuya armonía es
el cuerpo de la ciudad. Suele ser fácil distinguir, junto a ese
cuerpo, los sectores más representativos, que, naturalmente,
coinciden con los usos de mayor representación o jerarquía,
dando lugar con frecuencia a lo que puede considerarse como
cabeza de la ciudad. Por otra parte, una serie de elementos
urbanos se desarrollan con características independientes
adecuadas a usos estrictamente funcionales, tales como son las
zonas ferroviarias e industriales, elementos que forzosamente
se sitúan en el exterior y que pueden ser asimilados a las
extremidades. De esta manera resulta que casi siempre es
posible establecer un cierto paralelismo entre la ordenación
de una ciudad y el aspecto externo de un animal. Puede, por
tanto, aceptarse como procedimiento de explicación de la
organización urbana la interpretación resultante de dibujar
sobre el plano una figura que ayuda a ver cuál es la disposición
natural o prevista de los órganos fundamentales que constituyen
la estructura urbana. Con este objeto se han dibujado sobre
los planos de Madrid, Barcelona, Valencia y San Sebastián
figuras simbólicas, cuyas líneas se superponen a las de comunicación y zonificación. Se ofrece con ello una explicación
rápida y sintética de cada organización estudiada.”
27
Fig. 11
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imagen o reflejo de la armonía del cosmos, se convirtió en uno
de los más repetidos tópicos filosóficos, literarios y artísticos del
humanismo renacentista, de modo que resultaría fácil, en principio,
leer la declaración de zoomorfismo urbano de Bidagor –no parece
una broma y ni siquiera hay rastro de ironía en ella– como la
curiosa pervivencia de una tradición que, en fin, interpretaba
la ciudad –y, antes, la arquitectura, y, aún antes, los elementos
de la arquitectura– como un cuerpo. Aunque, más que con grandes
reflexiones, lo que dice Bidagor parece estar en relación directa
–y candorosa, pero ya veremos–, con los dibujos en los que, como
prueba de la perfección armónica y simbólica de un edificio o de
una de sus partes, un hombre o una mujer aparecen físicamente
representados en su interior. No tanto, pues, con los más abstractos,
del tipo de los del hombre ad circulum et quadratum, cuyo más
famoso ejemplo, aunque no el único ni el más bello, es de Leonardo,
sino con esos otros en los que el hombre o la mujer, dependiendo
del género del orden, se descubren dentro de una columna, la
cabeza perfectamente encajada en los perfiles del capitel y los pies
en el pedestal, que por algo tienen esos nombres; o aquellos otros
cuerpos que se visten con la planta de una iglesia, el ábside en la
cabeza, el altar en el corazón, las piernas y los brazos en cruz como
las naves, los pies en las puertas; o esos que se ajustan a una fachada,
de modo que todas sus molduras y cornisas concuerdan con las
alturas del tobillo, de las rodillas, de las ingles, del ombligo, etc.,
sobre cuyas distancias se han establecido series de proporción
perfectas [figs. 10, 11]. Del elemento al edificio, de la parte al uno,
el microcosmos que es el cuerpo humano se convierte en prueba
de una armonía en la que todo está contenido en todo. Sin embargo,
los mismos arquitectos que representan con minuciosa precisión
Fig. 12
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la correspondencia armónica entre el cuerpo y el edificio, cuando
tienen que representar ese mismo cuerpo como una ciudad,
cambian a un registro ya no matemático o geométrico, sino
puramente simbólico. Por ejemplo: un hombre joven y hermoso,
con sus pies y sus codos en las torres de la muralla, levanta con
sus manos el castillo del príncipe que coloca como una corona
sobre su cabeza, mientras que a la altura de su corazón aparece
dibujada la iglesia y en su estómago, en forma de círculo cuyo
centro es el ombligo, la plaza o mercado [fig. 12]. Lo que en el
capitel, o en la columna completa, o en el edificio entero, era
ajuste directo con las proporciones del cuerpo, se queda aquí en
analogía: la cabeza piensa y gobierna, el corazón siente, el estómago
se llena y en los pies y los codos está la fuerza. La excelencia de
la ciudad, pues, no estará en su compositio, dispositio o finitio, sino
en el equilibrio de su organismo vivo, templado entre la razón,
los sentimientos y las necesidades, y su belleza, en todo caso, no
será sino el resultado de su buen gobierno: la política, ella es bella.
Como parece lógico, pues, y aunque excepcionalmente lo hicieran
algunas veces, un humanista no tiende a comparar la ciudad con
un animal y reserva el zoomorfismo a casos muy especiales, casi
siempre de carácter militar: fortificaciones, murallas... Pienso
ahora, por ejemplo, en un caso cuyo autor, Francesco di Giorgio,
es precisamente quien nos ha dejado los más bellos dibujos de
cuerpos humanos superpuestos a elementos arquitectónicos,
edificios y ciudades. Se trata de la rocca de Sassocorvaro, una fortaleza construida efectivamente para Federico de Montefeltro, cuya
planta, como símbolo de su inexpugnabilidad, surge de la forma
de una tortuga [fig. 13]. O pienso, también, en los dibujos de
Miguel Ángel para los bastiones de Florencia, que evocan cangrejos,
Fig. 13
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acorazados y armados con tenazas. ¿Es pues, como decíamos, de
estas tradiciones de las que proviene la interpretación de Bidagor?
Sí, claro, pero sólo del modo enfermo en que podría seguirlas un
buen heredero del urbanismo moderno. En primer lugar, Bidagor
no contempla la ciudad como un organismo político, sino como
un sistema funcional zonificado –administración, vivienda,
industria…–, y en segundo lugar –pero eso es consecuencia de lo
anterior–, para él, no es el cuerpo, de animal o lo que sea, el que
justifica, armónica o simbólicamente, la ciudad o sus partes, sino
que, justo al revés, es contemplando la planta de la ciudad como
uno puede ver surgir de sus líneas zonales los rasgos del animal.
Si para los humanistas, el cuerpo era el microcosmos anterior a
todo y que todo lo contenía, para Bidagor, no es sino una forma
que se perfila en otra forma: nada más que una apariencia. Así,
la tradición en la que Bidagor se enmarca es más bien otra, también
humanista: la que se refiere al modo en que el azar es capaz de
crear formas que para su poder querría el arte. Es aquella que
parte de historias famosas como la de Protógenes, quien incapaz
de pintar la espuma en las fauces de un perro rabioso, arrojó
contra la tabla, más rabioso él que el perro, una esponja empapada,
obteniendo así, sin quererlo, con las salpicaduras, casualmente lo
que buscaba, y sigue en los no menos famosos consejos de Leonardo
a los artistas sobre la interpretación de la humedad de las paredes,
los nudos de los troncos de los árboles, las formas de las nubes
y hasta el tañer de las campanas, para que vieran en ellos toda
clase de figuras fantásticas o humanas, caballos o batallas, o en la
actitud de un pintor extravagante como Piero di Cosimo, quien,
dice Vasari, se fijaba en los vómitos o los escupitajos, descubriendo
así formas justamente en el lugar en el que un moderno –y aún
33
maldito, como Bataille– no iba a ser capaz ya de ver sino el ejemplo
por antonomasia de lo informe. Las formas que surgían de esas
nubes o de esos gargajos ya estaban previstas: eran storie magníficas,
cultura poderosa y sintética: baste pensar en la importante tradición
que consistía en aprovechar las superficies de algunas piedras muy
veteadas, como los jaspes, ágatas, ónices o alabastros, para representar
paisajes o historias. Frente a esa confianza infinita en una natura
pictrix, frente a un juego de arte y naturaleza tan difícilmente
superable, al que se dedicaron no sólo especialistas, sino pintores de
la talla de Antonio Carracci, las formas que ahora pueden surgir
de repente de lo informe, ¿qué serán sino, a lo mucho, un síntoma?
¿Y qué saldrá de esas formas sino diagnósticos, y bien desconfiados?
En nuestros tiempos, y desde hace tiempo, interpretar las manchas
de tinta ya no es un estímulo de la imaginación del artista ni un
juego de niños –que a veces, en vez de tinta, chafaban moscas en
un papel doblado–, sino un test psicológico, el test de Rorschach.
Cuidado, pues, con lo que ves en las manchas. Freud, por ejemplo,
siguiendo a Oscar Pfister, vio en el manto de la Virgen de santa
Ana, la Virgen y el Niño, un buitre que mete la cola en la boca del
Niño Jesús, y pudo hacer así grandes deducciones sobre la sexualidad
de Leonardo. Bidagor, en las ciudades que analiza, aunque dice
descubrir el cuerpo de un animal, lo que ve en verdad son ángeles,
además de un pájaro y un pez; y si ángeles y pájaros comparten
plumas y alas y una cierta etereidad, también los peces son animales
con cola y aletas, y bien resbaladizos. De Madrid, para empezar,
surgen, según Bidagor, un par de ángeles rodeados de una corona
de pájaros [figs. 14, 15]; Barcelona es también un ángel, pero
solitario, que avanza hacia el mar con cruz y palma [figs. 16, 17];
San Sebastián un pájaro majestuoso de alas desplegadas, tal vez
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Abreviando, y por si alguien no lo sabe, diré que Pedro Bidagor
no hablaba de “ordenación de ciudades” por capricho: él fue
el primer director general de Urbanismo en España, impulsor,
entre otras muchas cosas, de la primera Ley del Suelo y de las
figuras del Plan Provincial, del Plan Comarcal, del Plan General
de Ordenación Urbana y del Plan Parcial, que desde mediados
5
un águila; Valencia un pez de cuya especie no me atrevo a opinar.
En su particular test sobre la interpretación de las manchas de las
ciudades, que, como solía decirse al hablar de su crecimiento, son
manchas de aceite, Bidagor muestra una tendencia clara a lo que
flota y, aún más, a lo que vuela. O a lo que va de un lado a otro
sin pasar por la mitad, si seguimos la definición que Santo Tomás
dio de los ángeles. En todo caso, lo que está claro es que el cuerpo
ha desaparecido, se ha volatilizado. Cuerpo volátil, ciudad pluma.
Nada tiene de extraño que Bidagor haya compuesto sus demostraciones sobre la forma de la ciudad como una sucesión de
páginas dobles: en las de la izquierda, el plano y su “interpretación
orgánica”; en las de la derecha, vistas aéreas. Ésa es la vista del
ángel y del pájaro, que es, a su vez, la forma de la ciudad, de
modo que ésta se convierte en un tranquilo espejo, y Narciso, en
un inesperado urbanista. Pero, bien pensado, ¿no era Narciso uno
de los mitos de la paranoia crítica? Crítica o no, paranoia. Se
puede acabar viendo en la ciudad la forma de una cebolla, y llorar
–por usar los ojos.
39
los años sesenta se convirtió en el instrumento esencial de la
política de construcción de polígonos residenciales. Todavía en
1983, a sus 77 años, entrevistado por Fernando Terán, quien lo
llama “máximo dirigente del urbanismo español entre 1939 y 1969”,
Pedro Bidagor decía que “el paralelismo entre organismo y ciudad
es una gran tarea en la que sigo creyendo”, y que “descubrir la
organización funcional de una ciudad es el primer paso para el
planeamiento orgánico de la misma. Localizar adecuadamente sus
órganos, nuclearlos jerárquicamente y facilitar el funcionamiento
de los sistemas es la tarea”. O sea, que no había dejado de ver
surgir el cuerpo de un animal dibujado en los perfiles de la ciudad.
¿De la ciudad? Bueno, más propiamente de su plano o de su vista
aérea: una mancha, ya lo hemos dicho. ¿Y quién podrá ver formas
en esa mancha gigantesca sino el oculo Deum? Nadie como Le
Corbusier, de cuyas ideas sobre la ciudad Bidagor se consideraba
heredero en la entrevista antes mencionada, fue tan aficionado a
contemplar la ciudad desde el avión: así, desde la altura, perfilaba
los grandes trazos territoriales de Buenos Aires, Montevideo, São
Paulo o Río de Janeiro, y así, en la distancia, Argel o Barcelona
se le revelaban como mujeres tumbadas junto al mar. Como los
príncipes que jugaban con paisajes de copas y manteles, ejércitos
de autómatas y pájaros mecánicos, Le Corbusier amaba ver los
aviones pasando entre las maquetas de sus rascacielos cartesianos,
como si lo hiciesen entre las columnas del Partenón, pero aún
más sostener el rascacielos con la mano y luego ponerlo sobre la
ciudad, como quien dispone sobre el tablero una pieza en la gran
jugada maestra, final: eso es lo que hace su mano en la película de
Pierre Chenal, Bâtir [fig. 18]. Jugada de aviador: los pilotos italianos
que en 1911 realizaron los primeros bombardeos aéreos de la
Rodalia Badia desde el aire y otros vuelos Juan José Lahuerta The Red Tapes
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historia declararon eufóricos que desde 80 metros de altura, lanzar
siete u ocho bombas sobre la población de los oasis de Tanguira
y Ain Zara, en las afueras de Trípoli, les había hecho sentir el
verdadero sentido del poder de Dios sobre la vida y la muerte. El
oculo picto Deum se alza sobre las ruinas, y el avión desde el que
Le Corbusier trazaba sus planes provoca delirios. Él, Le Corbusier,
trazaba sobre las ciudades grandes curvas, como recuerdo de las
curvas de las mujeres de Argel; uno de sus muchos fantasmas,
Bidagor ya no veía firmes cuerpos de mujer, sino ángeles y pájaros
volátiles y siniestros cuando levantaba la vista sobre la ciudad. No
quiero forzar más las cosas, pero si ésa es la pendiente por la que
se deslizan las visiones, no me extraña que, cuando los responsables
de Ciutat Badia se alejaron un poco del plano que habían dibujado,
o tal vez cuando, despegando desde el cercano aeropuerto de
Sabadell, divisaron sobre el terreno sus primeras trazas, viesen
aparecerse ante ellos claramente, no una mujer, ni un ángel, ni
un pájaro, sino, nada más y nada menos que el mapa de España.
Gran iluminación, en ese polígono empezado en tiempos de
Bidagor pero acabado ya en otros tiempos. Eso sí que era, en
efecto, una revelación bien traída, porque aparecer, podrían haber
aparecido muchas cosas, y hasta ángeles o pájaros, en efecto, pero
en ese polígono, destinado como todos a acumular en vacío una
mano de obra emigrante, lo que venía al rescate de los urbanistas
y gestores era, ni más ni menos, el mapa de España. Y no un mapa
de España cualquiera, sino uno un tanto achatado, como si se
mostrara con cierto escorzo, desde un punto elevado frente a
Gibraltar. Es decir, no un mapa ortogonal, proyección abstracta,
como los que vemos en las cartillas escolares y los libros de
geografía, por ejemplo, sino uno en perspectiva, como los que
Fig. 18
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The Red Tapes Juan José Lahuerta Badia desde el aire y otros vuelos Rodalia
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Si tuviésemos que creer en la publicidad, diríamos convencidos
que nuestra sociedad ha eliminado las grandes miserias, aunque
multiplica las pequeñas, a las que cada vez concede más espacios
especializados en los márgenes de la ciudad, en los rincones de
la casa, en las arrugas del cuerpo. El ojo deum corresponde a la
primera parte de este enunciado: sobrevuela el solemne paisaje de
ruinas clásicas en que su mirada convierte al mundo, y no se
entretiene en los detalles. El diablo, en cambio, a la segunda. El
diablo Cojuelo, rengüelo, claro está, lisiado porque cayó de muy
alto al ser arrojado del cielo, pero capaz aún de volar; Cojuelo,
6
ilustran los folletos turísticos, en los que los accidentes y las
ciudades surgen en gran volumen, y la vista de pájaro, escorzada
y dinámica, es lo que se impone. España a vista de pájaro, en fin,
eso es lo que vieron: una España anamórfica. El gran panorama:
ver para querer. Todo encaja: la miseria se aleja con la vista aérea,
hasta hacerse invisible. Ésa es, en efecto, la vista de la invisibilidad,
porque elude los detalles. Si los polígonos son los lugares del
abandono, de la real ausencia de la casa, del común y del Estado,
¿qué mejor invención que el mapa que contiene al Estado, al
común y a la casa? Un puro espacio físico se convierte así en
remedo de un espacio social, tan pacificado como imaginario.
Aunque, bien pensado, ¿por qué remedo? Si el mapa es el de
España, será un refrito. ¿O es que no vieron en la mancha de aceite
de Badia, quo modo Deus, una piel de toro?
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además, para traer el baile al mundo, y no la Redención; y Cojuelo
para decir, renqueando, en lugar de “yo soy la Verdad”, “yo soy
la Mentira”, veraz y voraz. Al contrario de Dios, que nos observa
desde arriba para abolirnos en una totalidad majestuosa, el diablo
siempre nos propone acompañarlo en sus vuelos: él nos llevará
aquí o allá, y desde allí nos lo enseñará todo, pero no como gran
panorama, sino como montón de detalles, todos mezquinos.
No suelen ser grandes crímenes, sino pequeños vicios y miserias
corrientes, lo que el diablo nos muestra cuando levanta los tejados.
“Todo esto te daré”, podría decir. ¿Y quién lo querría? Cualquiera
lo querría: pajareando y picoteando, el diablo nos da a entender
el mundo. Vuela bajo y usa farol: enfoca. Como en el frontispicio
de Le diable à Paris, en el que el diablo es un hombre delgado,
con levita, bastón y linterna, cargado con un gran cesto de cartas
–los deseos y las cosas que debe hacer o decir–, que contempla
ajustando su monóculo el plano de París desplegado a sus pies
[fig. 19]. Ese plano, al contrario de aquel mapa, no sustituye a la
ciudad, sino que está a punto de ser agujereado por una mirada
que, como el rayo de sol a través de una lupa, lo encenderá. Así,
punto por punto, prende el diablo la ciudad, y la deja hecha un
colador, aunque colador ya lo era. Cojuelo, lisiado, danzarín, el
del diablo es un vuelo que no da forma, sino que encuentra
vida, la otra vida traducida a ésta, así que empecemos: “Daban
en Badia, por los fines de julio –eso es verdad (N.d.T.)–, las once
de la noche en punto, hora menguada para las calles y, por faltar
la luna, jurisdicción y término redondo de todo requiebro lechuzo
y patarata de la muerte”, etc., etc.
Rodalia Badia desde el aire y otros vuelos Juan José Lahuerta The Red Tapes
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Fig. 19
45
Más arriba he hablado de la relación entre cabeza y capitel o
pie y pedestal. No resulta tan obvia esta correspondencia si nos
ponemos a pensar en el resto de palabras con que se designan los
elementos de la arquitectura clásica, empezando por el tímpano,
que es también el nombre de un tambor, atabal o timbal de piel
y huesos, y siguiendo por los óvolos o huevos, toros, flechas,
tenazas, sogas, golas o gargantas, dientes, gotas, bucráneos o cráneos
de buey, páteras o sacrificaderos para recoger la sangre y todo lo
demás: basta pensar en todo eso para comprender la relación que
esa arquitectura, que siempre se ha descrito como armónica por
excelencia, tiene con el mundo del ritual y del sacrificio, con la
enajenación de la danza y con la arritmia del cuchillo y de la sangre.
Bien mirado, el orden, la medida y el ritmo del templo clásico no
son sino el intento de recomponer los disjecti membra del animal
sacrificado: o sea, devolver la forma a ese animal demasiado humano.
Ciudad, arquitectura, patarata de la muerte: ahí me quedo, por
ahora, esperando que los diablos, o P. G. R., den conmigo en los
infiernos.
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The Red Tapes Andrea Avaria Saavedra Una especie de escalera extraña: no sube ni baja. Observación del espacio público en Badia del Vallès Subterranis
Llegar a un lugar desconocido siempre me ha parecido viajar
hacia un mundo nuevo. Descubrir lugares que están cerca se transforma
muchas veces en una aventura que, según los resultados y las expectativas,
se puede reiterar.
A través del texto pretendo llegar a un lugar nuevo. A lo largo de
éste intentaré compartir el proceso vivido, en el viaje a Badia, en el acercamiento, en la observación, en la participación, mediante la circulación
por el espacio público, espacio regido por lo virtual y también lo concreto
(cf. Delgado, 1999), lugar vivido como espaciamiento, por la distancia.
De las descripciones desprenderé reflexiones y análisis. Las observaciones
realizadas, descritas, serán observadas nuevamente en un ejercicio
autorreflexivo. Es decir, observaré las propias observaciones generadas.
Entendiendo que la antropología de los espacios públicos reconoce a los
sujetos en interacción y da cuenta de la acción que se produce en, con
y desde los espacios. También reconoce la implicación de quien observa.
Tuve una primera aproximación a Badia del Vallès a través de
información de terceros, cuestiones de apreciaciones, observaciones
generales y muy personales. La información recogida en un primer momento
Introducción
UNA ESPECIE DE ESCALERA EXTRAÑA:
NO SUBE NI BAJA.
OBSERVACIÓN DEL ESPACIO PÚBLICO
EN BADIA DEL VALLÈS
ANDREA AVARIA SAAVEDRA1
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Subterranis Una especie de escalera extraña: no sube ni baja. Observación del espacio público en Badia del Vallès Andrea Avaria Saavedra The Red Tapes
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Antes de salir y de llegar a un lugar y realizar las observaciones,
“la cabeza se llena de imágenes”, de creaciones propias cargadas de los
relatos de otros, o de imágenes que pueden encontrarse en folletos o en
internet, en un libro en fotos, etc.
Al llegar a un lugar, nos enfrentamos a nuestros pre-juicios, a las
expectativas creadas, que luego reafirmamos o modificamos con lo
observado. En estas observaciones podemos buscar y encontrarnos con
lo que queremos. Por tanto, las preguntas que surgen son: cómo hacer de
un lugar recién visitado un lugar muy distinto al imaginado, al relatado,
cómo evitar comparaciones que invisibilicen, que dejen fuera lo relevante
a la hora de destacar las particularidades.
Las descripciones que hacemos responden a nuestras percepciones,
a la forma que cada uno tiene de aproximarse a algo nuevo, a los usos
Un día cualquiera de la semana, me dispongo a partir. Pongo en mi
bolso los mapas que he fotocopiado, también una pequeña libreta de
notas y un lápiz, y me visto con ropa cómoda.
Ese mismo día me he juntado con una amiga y aprovecho para
preguntarle si sabe cómo llegar a Badia. Es también una forma de
estar segura de que llegaré a destino por el lugar más directo. No lo
sabe. Me acompaña a la estación de Sants. La estación está llena de
gente, ya hace calor y seguramente se viaja más. Mi amiga me
acompaña a preguntar a las diversas ventanillas, a comprar el billete.
Estoy preocupada. No sé qué voy a encontrar, es como si fuera a un
lugar que nadie sabe muy bien dónde está, ni cómo llegar, es como
si estuviera en alguna parte del recuerdo, pero al mismo tiempo, parece
un lugar olvidado.
Antes de partir
me pareció suficiente, muchas veces he emprendido un viaje con información
básica. No busqué más, no quise construir ideas o juicios previos, deseé
acercarme lo más ingenuamente posible al lugar. Para ello, en al menos
tres ocasiones fui a Badia, recorrí sus calles, me impregné de ellas, me
dejé atrapar por el lugar. Entre junio y agosto del 2005, cogí un tren casi
a las mismas horas de la tarde en dirección a Badia.
A efectos de la presentación, iré exponiendo extractos de las
observaciones realizadas y las reflexiones que emergen de ellas, y que
en conjunto orientarán al lector en el viaje realizado hacia y por Badia
del Vallès. Y finalmente me detendré en reflexiones generales.
El tren no sólo es una forma de transporte, para mí es una forma
simbólica de acomodar el cuerpo y la mente para un viaje. Subirse a
Anuncian trenes con destino a Terrassa, Manresa, destinos más
familiares para mí. Andén número 2, ése es el tren que con seguridad se
detendrá en Barberà
Pregunto a diversas personas cómo llegar a Badia. Nadie lo sabe.
Los trenes de cercanías suelen llegar a todas partes. Es una especie de
red, ramificación que divide, y también acerca y vincula determinados
lugares, imágenes, entornos con los que parecen más familiarizados
quienes cogen un tren.
Las estaciones siempre están llenas de gente que va y viene. Que no
sabemos si regresa.
En la estación de Sants, me dirijo a la ventanilla de información. Las
preguntas entre los trabajadores de ventanilla van y vienen, nadie sabe
con certeza dónde está Badia. Quien más segura está afirma que hay
que bajarse en Barberà del Vallès.
Compro el billete para comenzar el viaje a Badia. Quiero regresar, así
que el billete es de ida y vuelta. La primera vez lo compro en ventanilla,
para cerciorarme de que no me perderé en una de las tantas venas
que rodean y cruzan Barcelona.
Primero: la estación
de nuestros sentidos, a las preparaciones y a la disposición con que
partimos a un lugar.
En la organización del viaje está presente quien observa (observará).
El que se ve enfrentado a sus temores, a sus desafíos, a su amplio campo
de cogniciones se enfrenta a sí mismo. En la preparación se hacen presentes
también experiencias anteriores de viaje, las formas utilizadas de dirigirse
hacia un lugar nuevo.
¿Cómo son los viajes a lugares cercanos? ¿Qué ocurre cuando
nos aproximamos a un territorio, a un lugar próximo, casi vecino? ¿Son
iguales o distintas las aproximaciones cuando nos enfrentamos a lo lejano
y extraño? Somos nosotros mismos los que establecemos las diferencias,
los que las dibujamos en las conversaciones, en las observaciones, en las
evocaciones. Parece indispensable cuestionar los marcos de referencia
con que partimos, también aquellos marcos con los que elaboramos las
observaciones y sus registros.
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The Red Tapes Andrea Avaria Saavedra Una especie de escalera extraña: no sube ni baja. Observación del espacio público en Badia del Vallès Subterranis
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un tren implica llegar, o al menos, aproximarse a mundos distantes,
e incluso desconocidos. El viaje en tren implica una suerte de aventura.
Me subo por la parte del medio del tren, que es como cualquier otro
de cercanías. Intento descubrir qué personas se dirigen a Badia.
Desconozco cómo es la gente de allá.
Pienso que, para muchos, éste debe de ser un medio de transporte
y un recorrido cotidiano, y que seguramente algunos, como yo, cogen
esta dirección por primera vez. Comienza un viaje, todos vamos en el
mismo tren.
Cada viaje es distinto. Sin embargo, se repiten algunas claves. La gente
en el tren no se mira, o por lo menos, eso parece. Es decir, las personas
se miran, pero mantienen la mirada y el rostro frío, distante, la mirada
del otro no circula, y aún menos entra en el espacio del otro.
En este tipo de lugares, las miradas son importantes. Me refiero a mirar
sin ser visto por el otro. Es decir, sin que las miradas lleguen a detenerse
o a posarse en la mirada del otro. Sin embargo, en el segundo viaje,
pareció que algunas cosas se producían de forma distinta. Una chica
venía en el tren; un chico y yo subimos al mismo tiempo. Él se sentó
a su lado. Los asientos contiguos daban justo frente a la ventana, eran
paralelos a las líneas del tren. Sus miradas empezaron a cruzarse en
el reflejo de la ventana, como en un juego de atracción y luego de
seducción mutua. Las miradas se tornaron cálidas, ellos sonreían,
tratando de no ser tan evidentes en ese gesto. El rubor de la chica se
hizo más obvio, hasta llegaron a reírse. Luego empezaron a desviar
la mirada, a mirar al vacío, a hacer muecas de seriedad, a estar cada
vez más distantes. Sobre todo ella, porque él seguía intentando
encontrarse con sus ojos; ella fue cogiendo poco a poco sus cosas,
su bolso, sacó un ticket, se acomodó. El resto de la gente parecía no
percibir nada. Cuando aún estábamos en Barcelona, ella se levantó
y esperó a la siguiente parada. El tren se detuvo. Cuando ella estaba
a punto de salir, él se puso de pie y salió tras ella. Los seguí desde
la ventana, sin poder evitarlo pensé en un encuentro, o en la posibilidad de que esas sonrisas y miradas se prolongaran, o quizá,
simplemente, de que cada uno siguiera su camino.
Los trenes se llenan de gente que lee, gente que se abstrae en los libros
o diarios que aprietan firmemente con las manos, personas que cierran
los ojos, quizás intentando o logrando dormir o al menos descansar.
Otros miramos por la ventana, y de vez en cuando, cruzamos las
miradas en el aire, como controlando a los que abandonan o contando
a los que han subido al tren.
El tren se detiene en cada estación. Recuerdo El país de las últimas
cosas de Paul Auster. Todo desaparece a mis espaldas. El hambre
Los viajes no sólo son el punto de llegada sino también el tránsito
que hacemos entre un punto y el otro. Ese tránsito, tanto físico como
imaginativo, es lo que creamos antes de partir, y lo que contrastamos al
llegar, al encontrarnos con cada uno de los elementos del lugar en
interacción. Son sus calles, sus plazas, los lugares de encuentro, el uso de
esos lugares, las personas que entran y salen de sus casas, que deambulan
por las calles. El tránsito entre dejar de estar en un lugar y volver a estar
en otro lugar distinto. El tránsito que obliga a la mirada a suspenderse más
allá de lo que lleva y de lo que encuentra, que va más lejos del lugar
donde se posan los sentidos.
El trayecto es parte importante. El tren no sólo marca distancias,
sino también tiempos, espacios que se distribuyen a lo largo de un territorio
determinado y que se marcan por las estaciones, por cada uno de sus
nombres, que se diferencian por los habitantes que se bajan en cada
parada y que al contacto con el territorio (la estación) resultan distintos de
los otros (los que no bajan en esa estación). Las claves comienzan a ponerse
en evidencia en el viaje, las que se refieren a las propias del tren y que
operan en cada vagón al abrir y cerrar sus puertas, y las que se aproximan
o dejan en cada estación, en cada lugar.
Las claves del territorio no sólo se leen en el territorio, sino que se
van descubriendo y (re)haciendo en el trayecto. Es una forma de ir incorporando nuevas formas de habitar, de pasar de ser completamente ajeno a
comprender por lo menos formas de relación básicas, de proximidad, distancia, acercamiento, atracción, claves que, si ponemos atención, nos permitirán
actuar y deambular, mientras estamos de tránsito, o fijos en un lugar.
Los espacios se diferencian los unos de los otros como las personas.
Cada una con atuendos distintos, con distintas formas de llevarlo, con o
sin maquillaje, con formas de andar, conversar, leer, etc., construyen una
especie de estar que los hace únicos. Los lugares y las personas nos
parecemos en ese estar diferenciado.
Badia parece estar conectada a Barberà a través de los que
llegamos en tren, conectada a través de quienes caminamos por las
empieza a hacerse evidente. Ya es más de mediodía y no he comido
nada. Hace calor, el calor de junio, anunciando verano.
Al llegar a la estación de Barberà del Vallès, descubro que hay dos
caminos. En la cafetería pregunto cómo llegar a Badia. Tras unas cuantas
preguntas y constataciones entre los presentes, salgo en la dirección
indicada. Una vez más, parece que nadie conoce el lugar de destino.
Camino por Barberà hasta llegar a Badia.
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Subterranis Una especie de escalera extraña: no sube ni baja. Observación del espacio público en Badia del Vallès Andrea Avaria Saavedra The Red Tapes
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En la estación de Barberà del Vallès, cruzo la línea del tren por abajo
y salgo casi recto a una pequeña plaza llamada España, que por sus
escaleras me conduce a una calle principal y recta, la calle que hay
que seguir para llegar al destino. Unos hombres trabajan en un edificio
situado casi frente a la plaza, el resto de los transeúntes parece haberse
marchado deprisa y me encuentro sola en la calle. Por la calle del
Abeto, cruzando la plaza del Vallès, me dirijo hacia Badia. A lo largo,
la calle llena de casas de dos pisos, amplias y en su mayoría con patio,
atiborradas de flores y plantas, impregnando la calle de sus olores,
hasta los árboles contribuyen con su perfume. Los jazmines destacan
sobresaliendo de las verjas con sus flores blancas. Barberà, o al menos
esta parte, entre la estación y Badia, parece agradable.
Al fondo, formando un horizonte de cemento elevado, unos edificios
alargados y grises parecen delimitar el lugar, el otro territorio.
Badia empieza a formarse, ante mis ojos, desde la avenida Tibidabo,
a izquierda y derecha. Cojo la dirección de la izquierda. A medida que
transcurre, la avenida va perdiendo su amplitud por los numerosos
coches aparcados en sus costados. La pared de cemento, formada por
las fincas en hileras, se abre hacia el cielo, también a lo largo. Imposible
calcular cuánta gente habita cada edificio, cuántas personas viven,
unos encima de otros. Imposible contabilizar cuántas puertas y ventanas
se abren y cierran cotidianamente, cuántos grifos sueltan agua, cuántas
llaves cierran las puertas, cuántos picaportes se accionan al día.
Distingo a algunas personas que se asoman a sus ventanas o balconcitos;
parecen abstraídas en la observación relajada de lo que acontece en
la calle y quizá más lejos, según la altura. Por algunas ventanas
también tienden ropa, las sábanas se secan al sol, o por lo menos al
calor que inunda las calles. No veo a nadie en la calle. Hacia el final,
un par de personas cruzan la avenida, y enfrente, en un bar, distingo
a otras. Pequeños espacios comunes, placitas de juego, bancos o
Segundo: a primera vista
calles de una y otra. Badia parece estar presente a través de Barberà,
de la estación, de las calles que quedan entre la estación y Badia. Hay
lugares invisibilizados en las propias ciudades, y en las proximidades de
éstas. Lugares que se mantienen ocultos o de espaldas, o casi colgando
de otros lugares que sirven como referencia, o como orientación. Quienes
viven, habitan estos espacios, ¿resultan también invisibilizados? ¿Son
descritos a partir de otros, ellos mismos se describen a partir de otros?
simplemente una vereda separa o une a algunas de las fincas. No se
ve a nadie.
Los coches no dejan de pasar. Muchos se hacen oír con sus músicas a
tope, estridentes, desde dentro ruge el reggaetón. Los conductores,
hombres jóvenes, parecen disfrutar y mostrarse sin pudor. Por lo general,
los coches son negros o rojos, alargados, lo más parecidos a un coche
deportivo, y se desplazan con las ventanillas abiertas, y en su interior,
ellos, con el pelo largo y húmedo, gafas de sol, mirada siempre adelante,
conducen atrapados en esa burbuja musical. En ocasiones transitan
despacio, mostrándose por la ventanilla abierta, o escapan a toda
marcha, hacen rugir los tubos de escape, que se acopla a los rugidos
de la música.
Un grupo de tres niños camina delante de mí, nos separan apenas
unos pasos. Se les ve entusiasmados, llevan dinero en la mano, se
paran ante un quiosco. Compran helados. Les imito.
Al acercarme al quiosco, le pregunto a la mujer que atiende cómo
llegar al mercado. Ella, de unos cincuenta y pico años, un poco gorda,
de movimientos ágiles y voz sonora, me aclara que hay dos, uno cerca
del ayuntamiento y otro que se instala una vez a la semana en la
misma calle. La mujer parece disfrutar de su trabajo en ese pequeño
lugar. Al momento llega un pequeño grupo de niños de entre 7 y 9
años. Compran unos dulces, apenas hablan y se van. Ella me entrega
el helado y además pronuncia unas frases como si fueran su eslogan:
“aquí estamos, dice, aquí tenemos de todo un poco, y sobre todo,
ganas de trabajar”, le agradezco el helado y me quedo pensando en
sus palabras, me despido y me alejo, siguiendo sus instrucciones para
llegar al mercado. Busco el lugar donde se reúne la gente, donde
comparten las compras y los comentarios del barrio; imagino que el
mercado es el mejor lugar.
Por la calle Burgos, mujeres con niños y niñas de la mano apuran el
paso, van a la escuela en junio, ya falta poco para terminar las clases.
Las distintas tiendas, en su mayoría abiertas, cubren las partes bajas
de los edificios. Destacan las inmobiliarias, la venta de pisos en el
sector. Las ofertas no son menos interesantes, varios pisos en (las calles)
Oporto, Oviedo, el Mediterráneo, Zaragoza, Vía de la Plata, La Mancha,
Mallorca, Menorca, Cantábrico, en cada una de esas calles se ofrece
un piso para comprar. Seguro que quienes compran en Badia no sólo
compran un piso, sino además, una especie de sueño, un lugar en el
mapa, a orillas del Mediterráneo, en la Península. Nadie entra a
preguntar.
Cruzo la calle. El ayuntamiento está casi en la esquina siguiente. Voy
detrás de unas mujeres que llevan a sus hijos al colegio, debe de ser
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The Red Tapes Andrea Avaria Saavedra Una especie de escalera extraña: no sube ni baja. Observación del espacio público en Badia del Vallès Subterranis
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el inicio de la segunda jornada escolar. Entro en el ayuntamiento,
reviso mostradores, en busca de información, a ver si encuentro un
pequeño plano que me permita identificar las calles. Al entrar, saludo
y nadie responde, aunque hay dos mujeres sentadas frente a un par
de ordenadores casi en la entrada del ayuntamiento, en la parte que
corresponde a actividades y cuestiones relativas a cultura y otras
informaciones. Me vuelvo hacia ellas. Les pido un mapa del lugar, me
equivoco y una de ellas me lo hace notar, me corrige: un plano, dice,
deben de estar allí encima, y muestra con la cabeza, en un gesto, el
mostrador donde acabo de revisar cada uno de los trípticos disponibles.
Le comento que no he encontrado nada. Ella se levanta y empieza una
búsqueda con aire de descontento y de crítica dirigido probablemente
hacia la persona que trabaja en ese lugar y que no se encuentra allí.
Por fin, la otra mujer busca en su escritorio, encuentra un plano y me
lo tiende. Les doy las gracias y salgo.
El ayuntamiento es amplio, es un edificio de un par de pisos, abierto,
luminoso. En la entrada está el escudo de Badia, una golondrina
encumbrando el vuelo, como si siempre estuviera migrando, a pesar
de tener el nido en ese escudo. El ayuntamiento está en una plaza de
cemento. A uno de los lados de la plaza, está el mercado con sus
puertas cerradas, y enfrente, las terrazas de un par de restaurantes
abarrotados de gente. A la sombra del edificio del restaurante se
cobijan las mesas, donde mujeres y hombres fuman y beben un aperitivo
o quizás un café para despertarse.
Me dirijo al colegio; es grande. Los más pequeños entran por una
puerta, se agrupan allí y luego los conducen a las salas en orden, en
fila, una mujer los guía, les habla en catalán. Por el otro lado, los niños
y niñas mayores se dirigen a un gran patio que los engulle tras los
edificios de entrada, los mayores van sin sus madres.
A la salida, cuando ya todos han entrado en sus aulas, un grupo de
cuatro mujeres se queda en la entrada, conversando. Parecen conocerse,
hablan de los pequeños y de sus parejas, hablan de otra mujer y su
pareja, de problemas entre ellos.
Las mujeres, así como todas las personas que oigo en el camino, hablan
en castellano. Sólo la profesora o encargada de los niños y niñas ha
hablado en catalán. La música, los juegos, todo está en castellano. En
cambio, los carteles y anuncios oficiales, están en catalán.
Por la calle Oporto, en Algarbe, se oye un ruido sordo y continuado
como de mar; es la carretera. La carretera que va a Manresa, que
marca el límite del municipio de Cerdanyola y de Sabadell. Badia
queda atrás, invisible, los coches no necesitan entrar. En el aparcamiento,
desde donde se ve la carretera, un hombre arregla un coche.
Quien viaja a un lugar aparentemente asociado a otro lugar, un
espacio al que se llega a través de otro territorio, quizás establece una
Por la calle, familias con sus pequeños y pequeñas vuelven del colegio.
Apenas hablan. Los dejo a mis espaldas. Me acerco a una guardería,
leo los carteles y la información que hay en los paneles a la entrada,
en catalán informan de la selección de los más pequeños.
Se acerca una mujer, muy joven, aparenta veinte y pico, viene a revisar
el panel, llama por teléfono a alguien, le comenta que están las listas,
pero falta el nombre que busca, afirma que no entiende nada, que todo
está en catalán, así que decide entrar y volver a llamar cuando lo haya
averiguado. Pulsa el timbre. Un hombre abre la puerta. Ella le dice lo
que necesita. Cruza el umbral de la puerta donde cuelgan flores,
mariposas, y dibujos primaverales, la puerta se cierra a sus espaldas.
Subo por la calle de la Plata, cruzo el colegio, llego al centro cultural
y de la familia (Departament de Benestar Social), allí también está el
Auditori Municipal. Me detengo. Junto a sus carteles y monumentos no
hay nadie, sólo un par de personas en el supermercado próximo.
Por la calle de la Plata, casi al llegar a un descampado, emergen los
aviones y avionetas como si corrieran por la misma calle. El cielo lleno
de avionetas, helicópteros como un enjambre de abejas, o el aleteo
incesante de los pájaros que llena el aire del reflejo brillante de las
latas, del tronar de los motores en vez de grillos. Como las golondrinas,
parecen ir y venir, pero sin abandonar el lugar: siempre vuelven al
mismo hangar.
En la esquina, entre las calles Cantábrico y de la Plata, decidida a
dirigirme hacia la estación, me sorprendo, veo una tienda Sativa World
Growshop que anuncia, justo en el límite entre Badia y Barberà,
asesoramiento, insecticidas, abono, semillas. Al extremo, una tienda
junto al bar de la esquina de la avenida Tibidabo y tiendas de verduras
más allá.
La estación está llena de gente, que espera para ir o volver a Barcelona.
A pesar del letrero que advierte la peligrosidad de cruzar por las vías,
un joven salta y cruza corriendo, a través de las vías, a marcar el billete
de sus padres y el suyo. Todos miramos a ambos lados: no viene ningún
tren, exhalamos un suspiro de alivio.
Vuelvo a subirme al tren después de un viaje a ninguna parte, después
de deambular por calles que me llevan y traen al Mediterráneo, pero
donde el mar queda muy lejos, donde las golondrinas se han
transformado en vuelos de instrucción o vuelos de pequeña envergadura,
donde todo parece suspendido, colgando de cemento y ventanas, de
pisos que van a dar a escuelas.
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Subterranis Una especie de escalera extraña: no sube ni baja. Observación del espacio público en Badia del Vallès Andrea Avaria Saavedra The Red Tapes
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doble distinción, alguna diferencia que dibuja los contornos entre el lugar
al que llegó y que transitó hasta su destino.
La arquitectura del sector de Barberà que colinda con Badia es
diferente. La arquitectura los diferencia. Estas diferencias se hacen evidentes
a través de la observación, de la experiencia de transitar por ambos
lugares y a través de ellos. En Barberà, casas de dos pisos, con patios,
pequeñas rejas, con aparcamiento en el interior de los edificios, calles
con pequeñas plazas de paso, sin gente asomada a las ventanas o
deambulando por las calles. Estos aspectos contrastan con las edificaciones
alargadas, con las calles atestadas de coches, de pequeños lugares de
esparcimiento colectivos entre las fincas, con pequeños quioscos de revistas,
de helados, con bares que sacan sus toldos y parasoles a la calle, con
gente andando, con coches que deambulan por Badia.
Las calles, ante el observador, dan cuenta de la diferencia. La
descripción de la observación subraya la divergencia, los espacios actúan
como descriptores de sí mismos, o por lo menos, eso parece distinguir
quien las observa.
Las calles y sus nombres permiten establecer otras distinciones.
Y nuevamente, en comparación o por contraste, las calles de Barberà
aluden a árboles, plantas, flores, están llenas de ellos.
En Badia se dibuja un trozo de la Península, las calles y sus nombres
evocan lugares. Recuerdan territorios desterritorializados, sacados de su
contexto natural y trazados en calles de una especie de mapa gigante,
que se reproduce en el plano local. Es la evocación implícita del viaje,
el traslado, el movimiento, el proceder de puntos distintos, “venir de todo
alrededor”, es como si en un punto se multiplicaran los puntos de referencia.
Las calles de Badia llevan implícita la historia del lugar, invocan otros
territorios, al nombrarlas y al transitar por ellas permiten invocar historias,
viajes y tiempos.
La música de la calle construye una especie de territorio, que se
asemeja y diferencia respecto a otras calles, tanto de Badia como de
Barcelona, o quizá de cualquier parte o lugar del mundo. La música que
suena, que se desplaza por las calles, que emerge de las ventanas de los
coches es la música de las radios, de la televisión, es música globalizada,
que parece sin embargo única, o que al menos intenta ser única cuando
sale por las ventanillas abiertas de un coche y de otro, por lo menos, es
una música que aparenta singularidad.
El reggaetón como música del presente. Música que se callejea,
que está en la calle. La rumba como música de la memoria, no suena, no
es escuchada por quien observa y transita.
Los retornos siempre parecen más relajados. Al menos uno ya conoce
el proceso, sabe cómo llegar. Directo a la estación. A comprar un billete
para Barberà. Me voy al valle. Es un viaje más a un lugar al que ya
he ido.
En la tercera estación desde que he subido al tren, empieza a sonar
una guitarra. Alguien canta flamenco. Canta desgarradamente. De
pie, con el pelo largo, pendientes, gafas a la última moda. El grupo
con el que va comparte su estética, incluso la única mujer que les
acompaña. Todos siguen el ritmo con las palmas, se intercambian la
guitarra y tocan por turnos. Bajan antes de llegar a Badia, junto a
otros pasajeros. Desde la ventana del tren, reconozco el horizonte
de edificios altos, la muralla de cemento que parece dividir Barberà de
Badia. El tren se acerca y me doy cuenta de que ya he llegado.
Tercero: el retorno
La música sirve para hacerse visible. Uno es observado desde el
rugir de los altavoces, a través de la misma música que retumba en los
cristales de los otros coches y de las fincas, un sonido que también vibra
en el cuerpo de quien camina, del viandante.
A través de la vibración del coche, el reggaetón se vuelve parte
de quien conduce, que conduce despacio, como dejando una dosis de
música en cada cuerpo. El viandante se vuelve parte del coche a través
de la música.
El lenguaje que se escucha en las calles, el lenguaje de los escolares
y las mujeres que les acompañan es el castellano (otra sonoridad). Ese
hecho habla por sí mismo, dice a través del lenguaje que ellos vienen de
otros lados, su lenguaje es diferente del que se da en las escuelas o se
lee en las oficinas del ayuntamiento.
Las calles también son parte de la memoria, no sólo porque evocan
con sus nombres, sino porque en ellas se han construido y levantado
símbolos que evocan ese ser de otra parte, que ponen en la memoria y en
el presente el proceder de otros territorios. Las calles son movimiento.
Las golondrinas como símbolos del movimiento, aves que migran,
que anidan y que se trasladan buscando verano. Las golondrinas perpetuadas
en ese ir y venir. Allí llegan y se reproducen las golondrinas, sus alas y las
calles reproducen la memoria del viaje de sus habitantes, el ser de otro
territorio, sin embargo, estar en Badia, en Cataluña. Un viaje que se
rehace en la memoria y que no obliga a desprenderse, un viaje que
se evoca desde el estar, desde un lugar, y que no obliga a moverse.
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The Red Tapes Andrea Avaria Saavedra Una especie de escalera extraña: no sube ni baja. Observación del espacio público en Badia del Vallès Subterranis
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Al cruzar hacia Badia bajo por la plaza España, al parecer, hay nuevos
graffiti, no los recuerdo muy bien. De hecho, me doy cuenta de que
no conservo la imagen de la plaza en la memoria, sin embargo, las
veces anteriores me había llamado la atención e incluso me permití
recorrerla una vez. En esta ocasión, sigo a otras personas, una chica
que lleva dos o tres cajas de pasteles, una mujer negra, que me llama
la atención: anda muy despacio, como si le costara. Pierdo de vista a
la chica, acabo adelantando a la mujer y luego me doy cuenta de que
hemos tomado direcciones distintas. Allí, justo en la avenida Tibidabo,
una vez más, decido hacer el mismo recorrido como si fuera un rito,
o como si me fuera a encontrar con las mismas personas que he visto
en las visitas anteriores.
El calor parece casi el mismo. Sin embargo, las cosas resultan distintas.
Debe de ser por las vacaciones: el lugar ha volcado a sus habitantes
a la calle.
La gente está en las calles. Algunos hombres parecen dar un paseo,
solos o acompañados de otro hombre. Hablan, dan cada paso muy
despacio, con las manos en la espalda, o en los bolsillos del pantalón,
todos con camisas de manga corta y pantalones largos a pesar del
calor. Las mujeres con las que me cruzo acarrean bolsas de supermercado
o el carrito de la compra, andan más deprisa, a pesar del peso que
arrastran. Los jóvenes adolescentes, en grupo, comparten un cigarrillo,
conversan. Ellos van vestidos de colores más oscuros, en cambio, ellas
utilizan tonos rosados o blancos, con algo brillante.
En el hogar de jubilados, justo entre la policía y el parque, los mayores
se juntan, ocupan las mesas dispuestas en el patio del recinto, comparten
un juego o un café, y algunas mujeres y hombres buscan sombra bajo
los escasos árboles del patio.
En el parque colindante se encuentran las abuelas, las madres o las
hermanas de los más pequeños. El área de juegos se divide en cuatro
sectores. Las madres, aparentemente de la misma edad, se sientan
y parecen agruparse alrededor. Los grupos son de tres o cuatro mujeres.
Algunas llevan en brazos o mecen en sus cochecitos a los más pequeños,
mientras los niños mayores intentan subir o escalar cada una de
las estructuras de juegos. A ratos, los mayores van a ver a los más
pequeños, les llaman primo o hermano. Las madres de los más pequeños
participan de los juegos, les acompañan y les muestran cómo subir,
lo que tienen que hacer. Las madres de los niños y niñas mayores los
observan a distancia, a ratos le dan algunas instrucciones, que los niños
no necesariamente siguen.
Más allá del área de juegos, en el parque, un par de parejas jóvenes
y mayores descansan, ajenos, distantes. De pronto, irrumpe un grupo
de chicas y chicos, como salidos de una película, todas ellas igual de
maquilladas y con la ropa parecida, se deslizan con rapidez.
Las chicas, de entre 12 y 15 años, parecen todas iguales. El pelo largo
recogido en un moño o medio moño, a menudo rizado artificialmente
y también teñido, más claro que su color natural. Llevan los ojos
pintados de negro, una línea que los resalta, la tez pálida, camisetas
escotadas o ajustadas, pantalones a la cadera, terminados en pernera
ancha, con un cigarrillo en la mano o el móvil. Los chicos llevan
pantalones similares, el pelo corto, pero más largo en la parte superior,
con aretes de oro o plata en ambas orejas. Andan como dispuestos
a un encuentro desagradable, generalmente llevando en la mano
derecha un cigarrillo encendido, que aspiran con determinación. Ambos
grupos se parecen, caminan juntos, y siempre en línea recta. Es decir,
si encuentran un obstáculo, pasan por encima. Atraviesan el parque
a lo ancho, saltan las rejas que separan las veredas de ambos costados,
no siguen los caminos internos trazados. Por las calles caminan recto,
y a ratos se apoyan en algún lugar, fuman, conversan, se ríen. Mantienen
cierta distancia entre unos y otros.
Fuera del ayuntamiento, nadie se detiene frente a la escultura de la
que emergen tres golondrinas. Éstas surgen de un arco que une
verticalmente el pedestal con las golondrinas, apuntando a varias
direcciones. El arco representa el espacio; la base sería la ciudad; las
golondrinas, las personas venidas de todas partes; el tronco, el elemento
de unión entre la ciudad y el espacio. Estos detalles se leen en una
placa que hay en la base.
La gente está sentada en la terraza del restaurante del mismo nombre.
En la medida que el sol avanza, las personas ocupan los bancos,
escaleras que rodean el ayuntamiento. Las entradas del mercado están
cerradas. Las personas se agrupan por edades. Muchas de ellas
parecen de la misma familia, van de la mano, se hablan, se dan
instrucciones de comportamiento. La escuela, que la primera vez vi
llena de niños, permanece ahora cerrada y vacía.
Vuelvo a la pequeña plaza donde se encuentra el Auditori Municipal;
esta vez no se anuncian actividades, frente al Departament de Benestar
Social que está cerrado; no se ve a nadie. Es la plaza de las Entidades,
en la que hay una instalación.
La instalación: una escalera que parece subir y bajar y no llegar a
ninguna parte ni venir de ninguna en particular; en el centro, un libro
sobre un atril, cerrado. Una pequeña placa afirma: Historia de una
escalera de Antonio Buero Vallejo. En cada peldaño hay inscripciones:
“Hemos crecido sin darnos cuenta, subiendo y bajando la escalera,
rodeados de padres que no nos entienden, de vecinos que murmuran
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Subterranis Una especie de escalera extraña: no sube ni baja. Observación del espacio público en Badia del Vallès Andrea Avaria Saavedra The Red Tapes
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El retorno implica volver allí donde se ha circulado, al lugar de las
observaciones, de lo observado, al lugar ya descrito. Observar nuevamente
no sólo es reproducir muchas veces la descripción, es decir, reproducir la
evocación, sino generar nuevas observaciones. Muchas veces, el retorno
es la búsqueda interna de las primeras percepciones, la búsqueda del
propio juicio, la suma de la observación presente y la evocación.
y de quienes murmuramos, buscando mil recursos y soportando
humillaciones para poder pagar la casa, la luz y las patatas, y mañana,
o dentro de diez años que pueden pasar como un día, como han pasado
estos últimos, será terrible seguir así, subiendo y bajando la escalera,
una escalera que no conduce a ningún sitio” (Imaginari, intervencions
artístiques per un món millor, el llenguatge de les flors). Es una escalera
extraña, una especie de trampa de la que no se sale, porque no sube
ni baja, o parece que ocurriera eso sin que en realidad pasara nada.
Una pareja de unos setenta años –ambos corpulentos– permanece
sentada en la escalera. Cada uno en un peldaño. Apenas hablan, me
observan, observan a distancia a los que pasan. Ella se apoya en un
bastón. Ambos parecen formar parte del lugar, de la escalera, nadie
más pasa cerca de ellos. Sólo los que entran y salen del supermercado.
Nadie se detiene.
Tal vez los aviones sean los mismos de las ocasiones anteriores. Surcan
el cielo uno tras otro, cada dos o tres minutos, se elevan y cruzan Badia.
Nadie los mira, nadie levanta la mirada para seguir el ruido, para
examinar el cielo. Quizá no los oyen, seguramente están acostumbrados
a ellos.
De regreso, me doy cuenta de que Badia ya no huele a rosas como la
vez anterior, aunque conserva los pequeños rincones verdes entre cada
edificio. De las ventanas y balconcitos cuelgan macetas y flores, o desde
las azoteas convertidas en patios improvisados, a los que acceden por
una ventana.
En el último viaje me llama la atención un cartel del ayuntamiento, en
catalán, que invita a la población a abstenerse de dar comida a las
palomas, para evitar que lleguen más. El cartel tiene un dibujo muy
grande de una paloma gris, genérica. Y me hace pensar que no he
visto ninguna paloma, he visto golondrinas (que puedo haber imaginado,
con tanto estímulo), un par de murciélagos y aves pequeñas. Tampoco
la gente parece tener pájaros exóticos cantando en los balcones. Me
pregunto cómo un lugar puede carecer de palomas y formar parte de
la ciudad (recuerdo el libro La Paloma de Patrick Süskind, y me alegro
de no haber encontrado ninguna en mi camino).
Esta observación –una primera o segunda observación– implica
dar cuenta de los contrastes de las formas, referir no sólo los cambios, sino
los hallazgos que se abren siempre ante los sentidos. Dar cuenta de la
totalidad desde los espacios llenos y también vacíos, los frontales, las
fachadas de los edificios con gente, con movimiento, las partes traseras
guardando un vacío, sólo la huella de los coches que entran y salen aparca
en sus calles. Los parques con gente, las escuelas vacías, como dice Isaac
Joseph, las “dos estéticas simultáneas: las de lo lleno y lo vacío, las del
espacio equipado y del espacio dramático” (Joseph, 1999: 9).
Quienes caminan se parecen a sí mismos reproducidos en los otros.
Es como si no sólo prepararan sus propios cuerpos, sino las escenografías
de sus actuaciones. En Badia se diferencian en las edades, en las ropas,
en los lugares donde se juntan, por donde caminan, los gestos y los rostros
que muestran, lo que hacen sus cuerpos, aspectos de la relación entre ellos
y ellas, y que les permiten una aparente cohabitación. Diversos elementos,
aspectos de las fachadas, de las máscaras (Goffman, 2004), de lo que se
ve y de lo que actúa cada una de ellas, permite que sean identificados por
el observador, categorías que les agrupan y distinguen como otros distintos
en el interior de un mismo espacio. Y esas diferencias podrían incluso
generar distinciones respecto de otros (por ejemplo, a partir de ellas se
abren posibilidades de elaborar precisiones al interior del tren, para de
esta forma hacer más efectivo el juego de adivinar quién baja y quién
pertenece a Badia).
Estas mismas características y la presentación de las personas
son las que facilitan afirmar a quien observa la ausencia de extranjeros,
y reafirman la idea de un conjunto de personas que comparten las mismas
fachadas; estas distinciones que diferencian a unos de otros suelen ser más
claras para quien habita el lugar. Aspectos relacionados con las maneras
o los modales (Goffman, 2004), que favorecen, por ejemplo, la diferenciación
en el parque, de las mujeres que son o no madres de los pequeños,
identificando a quienes, como ellas, dan las instrucciones, y al mismo
tiempo, observando si éstas son recibidas por los pequeños. Aspectos que
están en el cuerpo de las personas, en cómo caminan, en su comportamiento,
en el despliegue de sí mismos, y que sustentan las diferencias entre
observaciones, que dan cuenta de las diferencias en el momento en que
se observa: si es tiempo de trabajo o colegio, o tiempo de vacaciones.
Aparentemente, a Badia no hemos llegado los extranjeros.2 No se
oyen otros acentos, no se escuchan otros idiomas, no se ve gente muy
diferente, todos parecen compartir un porte, un color de piel, un idioma,
una forma de andar y de relacionarse. Quizá podamos preguntarnos
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The Red Tapes Andrea Avaria Saavedra Una especie de escalera extraña: no sube ni baja. Observación del espacio público en Badia del Vallès Subterranis
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Si alguien me preguntara lo que recuerdo de Badia, diría: es una
mezcla entre lo leído, lo escuchado de otros y la propia observación.
La observación, la sensación de mi propia piel es la que ha marcado
las distinciones. A través de ellas, percibo Badia como una isla, una
especie de lugar que se cierra y abre en sí mismo. La arquitectura
parece reproducir esto a través de los edificios que se extienden en sus
calles, ocultando, guardando las historias de los cuerpos que pasean
por las calles centrales, cuerpos que se funden con un coche que escupe
reggaetón por las ventanillas abiertas.
A pesar de estos edificios que separan y se juntan sobre sí mismos,
existen diversos epicentros (centros de congregación de personas, de
viandantes) en las calles principales, en los parques, plazas de cemento,
Cuarto: el recuerdo
¿qué y cómo se reproduciría Badia a sí misma, si éstos llegaran?, ¿serían
considerados palomas u otras golondrinas que vienen a fabricar sus nidos
y a buscar el buen tiempo por estos lugares?
Seguramente, en Badia, quien observe con frecuencia el cielo se
verá a sí mismo como un extraño, pues allí nadie parece alzar los ojos
al cielo. Los aviones y los pájaros surcan el aire, dibujan caminos
invisibles, recorridos que se repiten muchas veces y que quedan allí
intactos. En las calles tampoco quedan huellas de otros territorios, ni de
sus viandantes, o por lo menos, no son visibles. Quien no pueda traducir
las lógicas o los movimientos no podrá comprender la circulación de
quienes viven en Badia. Son los propios viandantes, quienes hacen en
y de las calles, con los coches, en las veredas, los que re-dibujan estos
trayectos, los intersticios, los quiebros, las rutas. El ejercicio de habitar
las calles es lo que permite dar cuenta de las rutas que transitan, crean
y re-crean de forma recta los y las jóvenes de Badia.
Las golondrinas como símbolo (re)producido en el lugar, en las
oficinas públicas, los monumentos que recuerdan o aluden al cambio, al
esfuerzo, se constituyen en la memoria de la calle, del transeúnte, de los
que habitan el lugar, y son las señales que debemos leer y en las cuales
tenemos que detenernos, conscientes o inconscientemente, los extranjeros,
los viandantes externos. Donde el extranjero, un desconocido, puede
detenerse para comprender dónde está. Son símbolos de la memoria que
no evocan (para el extraño, pero sí para quien comparte la memoria del
lugar), pero que hacen presente la historia, la convierten en un nuevo espacio,
en ese elemento de unión entre quien llega y quien ya habita el lugar.
La observación de un lugar genera, en una primera aproximación,
una construcción imaginaria, que luego puede ser contrastada o no con la
percepción, elaborada a través de la observación, por medio de la experiencia
corporeizada del propio tránsito; al volverse el observador parte del lugar.
El cuerpo se abre a las claves cotidianas de los lugares y de las personas
en interacción, lo mueve la urgencia de pasar desapercibido como extraño,
y al mismo tiempo, la urgencia de volverse parte y paradójicamente parecer
invisible, o por lo menos, dejar de ser evidente en la afluencia callejera,
para la observación in-directa de los demás paseantes.
Las claves están en la calle. En las formas de vestir, en los modos
en que las personas caminan, conversan o se encuentran. Las claves parecen
distintas, pero en cierto modo resultan familiares, la percepción de éstas
se activa en el momento del viaje, en el momento de entrar en una dimensión
desconocida, al interactuar bajo parámetros que se desconocen. Las claves
cambian de contenido, pero más o menos sabemos cómo iniciar una primera
aproximación a partir de los códigos y claves que cada uno trae. Las claves
están en la arquitectura, en la vivencia de ésta y del espacio, de lo que allí
ocurre. Las claves están en el cuerpo de quien observa y transita por un
lugar, están en las sensaciones, en la información que el cuerpo transmite
por medio de las percepciones y su interpretación.
Reflexiones finales
El recuerdo construido en fragmentos, breves escenas marcadas por
olores, sensaciones, contrastes, aspectos aparentemente sin importancia,
pero que dejan en un par de párrafos los detalles que la misma memoria
del observador evoca, memoria que escoge, retiene, destaca. El recuerdo
es la definición simultánea de lo importante y relevante, de aquello que
se establece y constituye como diferenciador, en una síntesis del tiempo
y espacio. Que permite no sólo la evocación, sino también la presentación
del lugar, de sus movimientos, de los aspectos que resultan parte definible
de esta identidad en interacción, identidad recreada en las calles, en los
juegos infantiles, en los bares y a la sombra de los árboles.
en los rincones de las fachadas de los edificios, alrededor de los bares,
de las tiendas de alimentos en particular.
Es un lugar donde vive gente que habla castellano en la calle. Donde
se escucha la música de la calle. Badia queda detrás de otro lugar. Entre
una carretera, las montañas y un aeropuerto.
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Subterranis Una especie de escalera extraña: no sube ni baja. Observación del espacio público en Badia del Vallès Andrea Avaria Saavedra The Red Tapes
Subterranis Recomponiendo el imaginario urbano. El municipio de Badia desde la perspectiva de sus habitantes María Teresa Tapada y Lucrezia Miranda
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2 La población total, según el censo del 2001, es de 14.714, de los cuales apenas 74 son extranjeros,
es decir, el 0,5% del total de la población. Esto confirma en cierto modo mi primera percepción. Se
trata de uno de los municipios de la región metropolitana con menor índice de población extranjera.
1 Master en Antropología y Desarrollo. Doctoranda en Antropología Social y Cultural. [email protected]
NOTAS
JOSEPH, Isaac. “Paisajes urbanos, cosas públicas”, Retomar la ciudad. El espacio público como lugar
de acción (Medellín: Universidad Nacional de Colombia, 1999).
GOFFMAN, Erving. La presentación de la persona en la vida cotidiana (1. edición, 5. reimpresión)
(Buenos Aires: Amorrortu, 2004).
DELGADO, Manuel. El animal público. Hacia una antropología de los espacios urbanos (Barcelona:
Anagrama, 1999).
BIBLIOGRAFÍA DE REFERENCIA
En un segundo momento, la observación de/sobre la observación
produce reflexión. Es un ejercicio que hace evidentes y conscientes (para
el observador y para quien se narra) tanto los modos de percibir, como
las formas de construir realidad a través de la descripción de aquello que
se observa y de las formas de (des)escribirlo. La observación de la
observación se constituye en una oportunidad no solo reflexiva, sino
metodológica, en la medida que nos abre hacia nuevas formas de construir
conocimiento y a reflexionar sobre lo que observamos y comunicamos.
Para quien anda o transita, ¿en qué se diferencia Badia de otros
lugares? Seguramente en aquellas cosas que se observan, que se hacen
más evidentes en la primera visita, en las claves que aprendemos a
descodificar y que se complejizan al habitar el lugar, y al estar más allá
del tránsito. Quizá no se diferencia en nada; con respecto a otros lugares
quizá no es más que el contenido de las claves y de cómo son integradas,
corporeizadas, performadas o simplemente interpretadas, las diferencias
no están en el lugar sino en las formas de observar, y en las distinciones
que generamos los que “viajamos”.
Las diferencias se evidencian en aquello que se hace presente al
ser parte de un mismo cuerpo social, espacial, político, etc. Una especie
de gran cuerpo en el que se reproducen a su vez cuerpos únicos y más
pequeños, pero que son parte y todo al mismo tiempo. Se produce en lo
específico de las calles, en las cuales se (re)produce el cuerpo que transita
y éste, a su vez, es una reproducción similar, pero distinta de lo mismo,
como las muñecas rusas, que se abren y salen una dentro de la otra,
reproducidas, similares, pero no idénticas. La pequeña es parte de la
grande y a su vez es una reproducción de las demás.
El texto que presentamos es el resultado de una prospección de
campo realizada en el municipio de Badia del Vallès, en el marco del
proyecto de Pedro G. Romero para la Fundació Antoni Tàpies de Barcelona1.
El municipio de Badia es un lugar con significados diferentes para
quien vive en él y para quien lo observa al pasar por las autopistas que
lo ciñen a un pedazo de territorio de la comarca del Vallès. Es posible
que personas ajenas a la vida cotidiana del barrio conserven ideas
preconcebidas de un lugar que no han visitado ni se plantean visitar
jamás. A Badia sólo se va si se tiene que hacer algo determinado, o si
se vive allí; por Badia no se pasa, a Badia se va.
Esas imágenes mentales de un lugar no vivido proceden de
nociones estereotipadas reproducidas por quienes no residen en el barrio
ni conocen a sus gentes. Nuestro esfuerzo se ha centrado en la voluntad
de agrupar el conjunto de imágenes y vivencias espaciales de algunos
residentes, con el objeto de reflejar la imagen de los que viven en ese
“lugar de lugares” que es Badia.
Los medios utilizados para captar esas imágenes, recomponerlas
y explicarlas se han basado en entrevistas en profundidad, trazado de
1. Introducción y metodología
RECOMPONIENDO EL IMAGINARIO
URBANO. EL MUNICIPIO DE BADIA DESDE
LA PERSPECTIVA DE SUS HABITANTES
MARÍA TERESA TAPADA Y LUCREZIA MIRANDA
(CON LA COLABORACIÓN DE NÚRIA SÁNCHEZ
Y MARÍA FERNANDA CASORZO)
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The Red Tapes María Teresa Tapada y Lucrezia Miranda Recomponiendo el imaginario urbano. El municipio de Badia desde la perspectiva de sus habitantes Subterranis
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Los polígonos de viviendas construidos en Europa desde los años
cincuenta hasta finales de los ochenta han representado una fase importante
de la historia de la planificación urbana europea. Fueron construidos para
resolver la fuerte demanda de vivienda, a partir de los principios
arquitectónicos aportados por el Movimiento Moderno. Comparten algunas
características básicas, tales como su gran escala, cierta homogeneidad
en las formas y técnicas constructivas, su localización en zonas periféricas
de las ciudades europeas, y la asociación casi inmediata con una mala
imagen externa. Dichos aspectos característicos, comunes a muchos de
estos polígonos, han ido generalmente acompañados de un deterioro
progresivo de la calidad constructiva de las viviendas, la carencia de
servicios básicos y el aislamiento respecto a las poblaciones cercanas.
El término que ha descrito de forma más clara el tipo de uso
asociado a estos polígonos ha sido el de barrio dormitorio. Los movimientos
pendulares de sus residentes al lugar de trabajo marcaron durante décadas
la actividad cotidiana del barrio. Las dinámicas demográficas plantean
cambios en los usos de los barrios, por lo que la imagen del barrio
dormitorio de antaño precisa de una actualización que incorpore usos
2. Badia como barrio dormitorio. Por una actualización
del concepto
mapas mentales y fotografías realizadas por los entrevistados con un tema
único: su vida cotidiana en Badia. Para facilitar la transmisión individual
del mundo particular de cada informante se distribuyeron cámaras de un
solo uso, que les acompañaron en su vida cotidiana durante una semana.
Cada informante buscó reflejar a través de la cámara sus impresiones
sobre el municipio en el que viven. Desde aquí agradecer a todos ellos
su colaboración desinteresada.
El resultado es una reflexión sobre el poder de representación
mental del espacio urbano, y de las repercusiones que estas representaciones
tienen en nuestra vida. La riqueza de imágenes de Badia transmitidas en
las entrevistas, fotografías y mapas cognitivos2 hablan de la diversidad
de matices en la vivencia del espacio construido, frente a la imagen
monolítica transmitida por otros medios.
Sólo cabe agradecer a los vecinos y vecinas de Badia su cordialidad
y apertura al plantearles participar de este experimento urbano y humano,
que nos ha proporcionado una visión particular de un lugar dinámico
y vivo, tal y como es el territorio de su ciudad.
3.1 Breve origen de Badia
Ni tan siquiera un polígono de viviendas como Badia se escapa
de tener un origen mítico. Según algunas fuentes orales, una condesa
cedió unos terrenos familiares para la construcción de un barrio que
cubriera las necesidades de personas sin vivienda. Parece que la supuesta
condesa no fue sino la señora Elisa Badia, hija de un fabricante de hilados
de Sabadell que vendió –y no cedió, como cuenta la historia popular– los
terrenos que ocupa Badia en la actualidad (Rovira, B. y Santos, I.,
1995:22). Tampoco la familia Badia era la única propietaria de este
territorio. Según algunas fuentes, existía también otra finca, Can Sanfeliu,
que tuvo que ceder una superficie superior a la de las fincas vendidas
originalmente por Elisa Badia. La elección del nombre de Badia para el
nuevo polígono se basó en la simplificación y la facilidad de pronunciación
del término “Badia” frente al de “Sanfeliu”, tal vez más propio, habida
cuenta que el 90% del territorio del municipio correspondía a esta última
finca (op. cit.: 17 y ss).
En 1961, el Gobierno aprueba el Plan Nacional de la Vivienda,
que prevé la construcción de doce mil viviendas. El INV, Instituto Nacional
de la Vivienda, actúa como contratista, y la Obra Sindical del Hogar como
ejecutor de la obra. Los alcaldes de los municipios colindantes (Ripollet,
Cerdanyola, Sabadell, Montcada y Barberà) se niegan a la construcción
del polígono en los terrenos previstos para la obra, situados entre los
municipios de Cerdanyola y Barberà. Proponen una alternativa a la
concentración, sugiriendo la distribución de las familias que precisen de
3. Fragmentos de la memoria urbana de Badia
antes no considerados. Los polígonos de vivienda, aunque conservan
como en el pasado muy bajos perfiles de ocupación dentro del barrio,
también contienen vida social, actividades de ocio y un tejido social activo
en el interior de su territorio.
Las imágenes de los polígonos de vivienda españoles de finales
de los ochenta en grandes ciudades como Madrid y Barcelona, tal y como
se transmiten a través de películas o de los medios de comunicación,
necesitan ajustarse a la realidad actual cambiante y diversa de estos
barrios.
Nuestro objetivo en este trabajo ha sido mostrar la vida dinámica
y compleja del interior de uno de estos barrios, tal y como se nos ha
revelado a través de entrevistas, mapas y fotografías.
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Subterranis Recomponiendo el imaginario urbano. El municipio de Badia desde la perspectiva de sus habitantes María Teresa Tapada y Lucrezia Miranda The Red Tapes
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Sin embargo Ricardo Piqueras Suárez, arquitecto al que se atribuye
el trazado urbano de la ciudad, desmitifica la intencionalidad política de
la idea. Asegura que no había ninguna idea previa al diseño. “Nosaltres
ens vam cenyir al terreny, que va resultar tenir aquesta forma. A mesura
que l’obra avançava, cada dia era més difícil moure-s’hi. Ens hi perdíem.
Foto aérea de Badia del Vallès.
vivienda social entre los distintos municipios. La propuesta alternativa de
los alcaldes no es ni siquiera considerada.
Helma, empresa encargada de la urbanización del polígono,
utilizó prefabricados3 para su construcción; en 18 meses, trabajando en
turnos continuados día y noche, Badia pasa de ser un proyecto sobre
plano a una realidad. Terminada la construcción a principios de los
setenta, hasta la ocupación de la primera vivienda en el año 1976, pasa
un tiempo en el que Badia se convierte en una inmensa ciudad deshabitada,
vacía y aislada. Diversos problemas derivados de la falta de servicios
básicos y otros tantos en la adjudicación de las viviendas convierten a
Badia en una clara representación de la ineficacia del aparato burocrático
franquista en sus últimos años. Durante ese tiempo, Badia es una ciudad
fantasma.
Una de las particularidades del polígono de viviendas de Badia
es que representa el mapa de la Península Ibérica. La intencionalidad de
la idea no es del todo clara, de la misma manera que otras metáforas
de la unidad de los pueblos de España –como la construcción del Pueblo
Español de Barcelona– tampoco pueden asignarse a una única paternidad
(Bengoechea, S., 2004: 37). A pesar del tiempo transcurrido entre uno
y otro proyecto (el Pueblo Español de Montjuïc se construye para la
Exposición Universal de 1929), ambos comparten referentes de la unidad
de España en Cataluña.
“Muy bonito, pero no había nada.” El entrevistado venía de “una
ciudad muy bonita” (Santander). Al principio Badia no le pareció tan
bonita, “pero luego sí”. Enseguida se hicieron amigos en el barrio…
“Cuando lo vi por primera vez me gustó mucho; el barrio en sí era
muy bonito; era todo nuevo, evidentemente. Mucho espacio abierto,
mucha zona verde, mucho arbolado… Era muy bonito, me gustó mucho.
A mí lo que no me gustaba tanto era el hecho de venirme a las afueras.
Yo estaba acostumbrada a vivir en Barcelona; vivía en el centro desde
los 8 años… y entonces lo que me costaba un poco era trasladarme
al campo: en aquel momento esto era el campo. Ahora ya no, pero
hace treinta años esto era el campo”. (Àngels A., 50 años, vive en
Badia desde la inauguración de los pisos)
3.2 Escenas de la memoria urbana: tres momentos en la narrativa
histórica
Esta metáfora de una “España en miniatura”, lugar de acogida
de familias venidas de diversos lugares, es ya una realidad en la época de
ocupación de las primeras viviendas, en el año 1976. La llegada al barrio
y la primera imagen de los vecinos de la Badia desocupada constituyen
uno de los puntos de partida de la historia particular de nuestros informantes.
Casi todos coinciden en los mismos calificativos al rememorar ese primer
momento de encuentro. Casi todos recuerdan la amplitud de las calles, el
cuidado de los jardines en los espacios entre bloques, el verde del césped
y la limpieza de sus espacios públicos:
Una tarda doncs, se’ns va ocórrer posar noms als carrers i com que la
forma s’assemblava al mapa d’Espanya, els vam batejar amb els noms
peninsulars”, recorda l’aparellador Salvador Molins. “Va ser una cosa
espontània, improvisada. Una idea que va sorgir de l’equip tècnic, a les
mateixes oficines de l’obra, i que es va resoldre amb un parell de tardes”
(Rovira, B. y Santos, I., 1995:10).
Lo cierto es que Badia nace contra-natura, lo que le otorga desde
su nacimiento un carácter de “acto erróneo”. Se la ha calificado de “ciudad
fantasma”, “ciudad artificial”, “error de planeamiento”, “mole de hormigón”.
Badia es un polígono resultante del planeamiento salvaje de la época,
situado entre el eje de las vías C-58 y la autopista A-7, que acoge a
14.313 habitantes (Diputació de Barcelona, 2004), con un total de
5.793 viviendas, en una superficie de algo menos de una hectárea
cuadrada.
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The Red Tapes María Teresa Tapada y Lucrezia Miranda Recomponiendo el imaginario urbano. El municipio de Badia desde la perspectiva de sus habitantes Subterranis
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“(El piso) no nos lo concedieron, porque… estábamos solteros. Y para
obtener el piso, había que cumplir una serie de requisitos y entre ellos
estaba el estar casado, tener hijos, unas rentas mínimas, etc. Nosotros
estábamos solteros. Entonces nos lo denegaron automáticamente.”
Los requisitos de adjudicación de la vivienda pasaban por la
demostración de la afiliación al sindicato vertical, la acreditación de unos
ingresos entre el 1 y el 2,5% del salario mínimo y la condición de que
las parejas compradoras estuvieran legalmente casadas. Aquellos que no
cumplían los requisitos exigidos eran rechazados. Es el caso de Àngels
A., que solicitó un piso para vivir con su novio:
”Yo recuerdo mucho el asunto de los jardines, que estaban muy bien
cuidados… muy bonitos, muy…, pero claro… viene lo que pasa…
mucho personal y ya empiezan las cosas a perder su tronco…” (Enrique
L., jubilado de Renfe, originario de Jaén. Llegó a Badia dos años
después de la inauguración del barrio, en 1978)
“No había coches… por aquí no había coches prácticamente…”
Entonces lo veía todo muy amplio: “una ciudad hecha para el futuro,
todo ancho, todo grande…” (Fernando J., divorciado, 3 hijos. Vivió
en Badia desde su ocupación. Se marchó hace dos años)
¿Cuál fue la impresión que recuerda de Badia cuando llegó por
primera vez? “La visión general de todo el que viene: la impresión
fue buenísima. Al principio la imagen era modélica: las viviendas
estaban muy bien, se vivía bien…” (Miguel B., alrededor de 40 años;
su familia se mudó a uno de los pisos en 1979. Hoy vive en Sabadell,
pero sigue trabajando en Badia y se siente muy identificado con el
barrio)
“La primera vez que llegué al barrio, lógicamente había pocas cosas…
faltaban muchas cosas (ambulatorios…). La cosa de jardinería y todo
eso –parques, jardines– estaba perfecto; esto era un vergel, era verde,
mucho césped…” (José T., jubilado, castellano-manchego. Llegó a
Badia cuando se adjudicaron las viviendas)
“Al principio, el barrio era muy diferente de lo que es ahora: había
muchas zonas sin construir, más parterres…” Le impresionó sobre
todo “la amplitud.” (Vicente O., cuarenta y tantos, funcionario de
Renfe. Vive en Badia desde el primer ingreso de los residentes)
En aquel momento, Badia formaba parte de una mancomunidad
entre Cerdanyola y Barberà del Vallès. El proceso de ocupación de pisos
vacíos desemboca en una situación de ilegalidad para una parte
“… se metieron a pegarle patadas a las puertas, las abrían, se colaban
dentro y se quedaban a vivir; luego, con los años, fueron arreglando
la documentación y todo para que el piso fuera de ellos.” (Eduardo,
46 años, casado y con hijos. Vive en Badia desde la inauguración
de los pisos)
“… Tuvo una época en que se deterioró muchísimo. Yo no sé si has
oído hablar del tema de las ocupaciones de los pisos… Empezaron
a ocupar pisos, ya que había muchos pisos vacíos. No sabemos por
qué, pero me imagino que, como aquello se construyó en tiempos de
Franco, había muchos chanchullos… Hubieron muchas concesiones
de pisos a gente que no los necesitaba y que especulaba alquilándolos,
o simplemente teniéndolos vacíos para esperar y especular con ellos.
En fin… que esto trascendió. En ese tiempo, Franco estaba muy mal,
entra la democracia y tal… La ocupación de los pisos creo que fue
antes del 75. Empezaron a haber ocupaciones de pisos, empezó a
venir gente a dar patadas en las puertas y a haber ocupaciones de
los pisos, porque sí. (…) Deterioró la imagen del barrio de cara
afuera…” (Àngels A.)
“Desde hace 15 o 16 años y tal, que vino ‘todo el personal’. Después
vino una racha que fue un poco ‘chunga’. Por ejemplo: a compañeros
míos les dieron piso… y [ocupantes ilegales] se vinieron a vivir, le
dieron una patada y se metieron. Lo ocuparon y no ha habido manera
de echarlos. Después nada; ¡yo vivo en una escalera que es una
divinidad!” (Enrique L.)
Muchos de los pisos fueron adjudicados a familias que cumplían
los requisitos, pero también lo fueron a otros que no necesitaban la vivienda
y compraron los pisos con el ánimo de especular. Muchos de estos pisos
permanecían vacíos, hasta que nuevas familias los ocupaban de forma
ilegal, reclamando su derecho a una vivienda digna. Algunos de los
vecinos entrevistados asocian este momento de ocupaciones ilegales con
el origen de la mala imagen del barrio. Otros atribuyen esta mala imagen
no tanto a las ocupaciones como a las movilizaciones posteriores de los
vecinos para solicitar la regularización de la situación habitacional en
el barrio.
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Subterranis Recomponiendo el imaginario urbano. El municipio de Badia desde la perspectiva de sus habitantes María Teresa Tapada y Lucrezia Miranda The Red Tapes
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“Lo que tú ves pasando por la autopista son bloques horrorosos… todo
el mundo dice ‘¡Badia, qué feo!… ¿cómo te vas a ir a vivir a ese sitio?’…
Pues sí, pero luego cuando entras, yo creo que ya querrían muchos
pueblos tener… no sé, las zonas verdes que tiene Badia, las calles que
son amplias, las aceras que son amplias, el sitio de aparcamiento…
[Cuando lo conocí] me dio una sensación de amplitud, de azul, verde,
“Desde la autopista ves sólo edificios muy altos, como un nido de
hormigas. Parece que vivamos todos los unos sobre los otros, pero la
verdad es que se vive muy bien: aceras muy anchas, muy espacioso,
mucha luz”… [Estoy] “muy contento de vivir en el barrio.” (Vicente O.)
4.1 ¿Qué es Badia? Las múltiples definiciones del territorio
Badia puede describirse como una gran mole de hormigón, uniforme
y monolítica. A pesar de la visión externa que se tiene del barrio, es
considerada por sus vecinos como un lugar agradable para vivir. La
amplitud de sus calles, los numerosos espacios verdes y unos pisos valorados
de forma positiva por sus vecinos son características mencionadas por los
residentes como aspectos positivos del lugar en el que viven.
Un entorno construido puede ser percibido de formas diversas,
contradictorias y complementarias. Algunos de nuestros informantes hacen
explícito el contraste entre imágenes de quienes ven a Badia desde fuera
y sin conocerla y las imágenes de quienes viven allí. Afirman que “el
barrio es muy diferente visto desde dentro” y que no se parece a la idea
que pueda uno formarse de él cuando pasa por la autopista:
4. Definiciones de Badia según los badienses
considerable de la población. Según datos del ayuntamiento, en 1995
había 715 pisos en situación irregular. Adigsa (Empresa Pública
d’Administració i Gestió S.A., dependiente del Departament de Política
Territorial i Obres Públiques de la Generalitat) se hace cargo del
mantenimiento y mejora del barrio en 1985, asumiendo trabajos importantes
de mejora del entorno construido. En 1994, tras casi veinte años de
pertenencia a la mancomunidad y varios años de lucha vecinal, se alcanza
la tan ansiada independencia de Badia, que se convierte oficialmente en
“Badia del Vallès”. No obstante, la independencia del municipio no va
acompañada de presupuestos propios, lo cual hipoteca la posibilidad de
gestionar recursos propios –una cuestión aún sin resolver.4
Cuestiones que preocupan a los vecinos son el desempleo de los
más jóvenes y la falta de recursos para materializar la independencia
política de Badia y generar sus propios puestos de trabajo. Los nuevos
proyectos llevados a cabo por el ayuntamiento son objeto de esperanza
y a la vez de crítica. La atracción de empresas para alojarse en naves
industriales que están en construcción parece ser una opción viable en
un municipio que necesita generar recursos propios. Por el momento, la
subvención de la Generalitat es prácticamente el único recurso que permite
que Badia funcione como entidad independiente.
“Los ciudadanos de Badia tenemos de todo. De transporte tenemos
Renfe allí al lado. Tenemos transporte que va a Barcelona, a Sabadell,
a Cerdanyola… Tenemos un ambulatorio que es una divinidad, que
tiene muy buenos médicos… Tenemos un mercado que es una divinidad,
todo muy bien presentado… ¡Yo vivo en una escalera que es una
divinidad!” (Enrique L.)
Otro aspecto muy valorado por los vecinos es el servicio de
transporte que conecta Badia con los municipios vecinos mediante
autobuses y con Barcelona por tren. También aparecen como valores del
barrio servicios como el ambulatorio y el mercado, que es visitado por
vecinos de Sabadell por su calidad y buen precio:
“… el pueblo en sí muy bonito que digamos no es… en el sentido de
que esos edificios enormes de cemento gris… Luego, si ves los pisos
por dentro, los pisos son muy majos. Pero por fuera no son bonitos:
son edificios grises, grandiosos, con aquellos balcones que parecen
cajas. Los edificios bonitos no son, pero las calles sí: las calles son muy
anchas, con espacio verde. Las calles, para mi gusto, sí que son
bonitas… en el sentido de amplitud, luz, claridad…” (Àngels A.)
La estética de los edificios recibe las críticas más contundentes:
los bloques son considerados feos y grises, los balcones parecen cajas,
las ventanas de corredera están muy deterioradas y son desiguales…
Pero frente a esta valoración negativa del diseño de los edificios, las
calles, los espacios verdes y la noción de amplitud general del barrio son
aspectos muy valorados por los vecinos.
parques… y no esa sensación de agobio.” (Esther G., trabaja en Badia
desde hace un año y medio)
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“Pienso en Badia como ‘mi pueblo’ [lo dice de modo enfático, sin dejar
lugar a dudas], o Badia. En cambio, Sabadell [ciudad a la que se mudó
hace unos años] ya es diferente. Sólo pienso en Sabadell como ‘el lugar
donde vivo’”. Y continúa diciendo de Badia: “No es que sea bonito,
pero tiene su arraigo también, señales de identidad. Hay una sensación
de pueblo: ‘Somos de aquí.’ Y eso ha costado. Antes, la gente no decía
que era de Badia del Vallès. Desde hace 10 o 15 años hay más sensación
“Yo hay veces que digo… todavía [se refiere al tiempo que ha transcurrido
después de la emancipación administrativa de Badia] tengo la costumbre
de barrio, pero bueno, ya es como pueblo. Además puedo asegurarte
que… siempre hay de todo ¿no?, pero un porcentaje muy alto de los
badienses estamos orgullosos de ser badienses, de verdad que sí…”
(José Luis Gracia)
“Lo veo como ciudad y barrio a la vez. Ciudad, porque hay de todo;
barrio –aunque extenso– por la tranquilidad. El único jaleo es el ruido
de los coches de la autopista.” (José Antonio)
“Yo lo veo como un pueblo; tiene una vida totalmente de pueblo.”
(Esther G.)
“La relación que hay entre la gente es como muy de pueblo… Es muy
de vecina, de pueblo.” (Àngels A.)
“Más bien es un pequeño pueblo.” (Eduardo)
“Badia es mi pueblo.” (Vicente O.)
4.2 Ciudad, barrio, pueblo: las dos Badias
La falta de servicios que caracterizó los primeros años de Badia
y los problemas generados por la ocupación ilegal de las viviendas obligan
a sus gentes a la reivindicación de sus derechos como ciudadanos. Casi
todo en Badia procede de la lucha de sus vecinos, quienes actualmente
son conscientes de lo que han conseguido con su esfuerzo. Si la
Administración creó una Badia surgida de la nada, un cuerpo uniforme
y mastodóntico de hormigón y hierro, sus vecinos le dieron vida y le
otorgaron voz. El orgullo de conseguir con esfuerzo lo que hoy es el
municipio genera un fuerte sentimiento de pertenencia al lugar que es
Badia. A la pregunta de cómo la definen (ciudad, barrio, pueblo), sus
respuestas reflejan el tejido social que la caracteriza:
Manuel se refiere al Casal d’avis al que los jubilados,
mayoritariamente hombres, acuden a jugar al dominó, la petanca o el
ajedrez, o a tomarse un cortado. Insiste en la falta de conciencia social
que puede degenerar en el surgimiento de actitudes incívicas, especialmente
en gente más joven, inmersa en la sociedad de consumo actual. Esa
crítica, insiste, es aplicable a cualquier contexto y no es un mal de Badia,
sino de nuestra sociedad.
“La gran ilusión que todo el mundo tuvo, en los años ochenta, setenta…
después hay mucha gente que se ha desengañado de cosas. (…) Yo
soy partidario de que la gente es la que se tiene que mover… pero
claro, a la gente le conviene mucho una especie de ‘aborregamiento’,
de aletargamiento… Aquí, en esta casa, los políticos… conciben que
aquí hay que jugar a petanca, bailar la sevillana… pero aquí no se
habla de una conferencia, de un cursillo de no sé qué; aquí no se quiere
aprovechar al mayor (…) Hombre, la gente cuando aprende… dame
un pan y si me enseñas a hacer pan y estoy harto de pan siempre. (A)
la gente no le conviene que los mayores se movilicen, que… no sé…
que no tengan sus… inquietudes. A ellos les conviene que el mayor
crea que tiene todo hecho… A ellos no les conviene –digo los que
gobiernan…” (Manuel J.)
Pero no hay espacio para la idealización. De la misma manera
que los vecinos valoran claramente el sentimiento de comunidad, perciben
la falta de civismo que aparece en el momento en que la gente deja de
implicarse en la reivindicación pública de sus derechos ciudadanos.
Manuel J., jubilado, persona políticamente involucrada en el movimiento
ciudadano de Badia –en el pasado, incluso llegó a ser concejal del
ayuntamiento– piensa que éste ha perdido fuerza porque no se colmaron
ciertas expectativas políticas tras la llegada de la democracia. En su
opinión, los políticos prometen cosas que no cumplen cuando alcanzan
el poder y la ciudadanía deja de creer en ellos y, de paso, también deja
de creer en la lucha política. Ahora que está jubilado cree que el fuerte
tejido social que caracteriza a Badia se ha ido vaciando de contenido
reivindicativo para convertirse en algo más folklórico, que tiene su interés
cultural, pero que no es esencial para la vida política y reivindicativa de
una comunidad.
Reflexiona Manuel:
de pueblo.” Dice que hay muchas fiestas asociativas y que se hacen
muchas cosas a nivel comunitario. (Miguel B.)
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“Badia tiene fama de mucho movimiento social. Aquí, la gente que
llegó joven y con hijos hace más o menos treinta años era gente de
clase media, funcionarios públicos o de servicios. Entonces tenían
una capacidad de lucha social. Tenían ganas, tenían tiempo. Llegaron
y no tenían nada… no tenían ni centro médico; tenían colegio, pero
vamos… a fuerza de organizarse y movilizarse, consiguieron centro
médico, colegios… Ahora tiene Casal d´infants, Casal de joves, d´avis,
Biblioteca, Centro cívico… O sea que no les falta de nada. Y eso ha
sido a puro luchar (sic) y de pedir a la Generalitat y a la Administración
local. Entonces lo que eran y ahora lo que es… Con el tiempo se han
ido suavizando, ha ido bajando mucho el nivel de lucha social. ¡Pero
ahora hay una cantidad de entidades!… ¡buff!… sobre todo de tipo
cultural. Y también yo, que trabajo con las entidades, veo que ahora
la calidad de la participación ha ido bajando mucho. Por ejemplo, no
ha habido un reemplazo generacional. Las mismas entidades que se
crearon hace 15, 20 años… sigue siendo más o menos la misma
gente. Entonces entidades jóvenes no hay, prácticamente. Hay una
o dos que funcionan bastante mal. Se han constituido para tener un
lugar donde reunirse y ya está. Luego, el resto es de carácter folklórico,
En sintonía con la apreciación de Manuel sobre la pérdida de
fuerza reivindicativa y política del entramado social de Badia, y con la
transformación de la naturaleza asociativa actual, dice Esther G., técnica
contratada del Plan de Desarrollo Comunitario:
“Lo tengo clarísimo, gracias a quien sea, lo tengo clarísimo. Lo que les
conviene es que aquí no haya quien se mueva para nada. Eso es
malísimo, eso se traslada luego al adecentamiento del jardín, al
comportamiento de la escalera con el civismo que se tiene que aplicar
aquí cuando ves una barbaridad, al otro no le dices… A aquel que
está haciendo eso allí, ¿por qué no le paramos los pies entre los dos?
Ah no, que se apañe como quiera. Por culpa de lo que sea los que lo
provocan… si lo encarrilan después; hay una serie de cosas que van
en cadena. Porque vemos una injusticia y la gente pasa como si tal
cosa con lo malo que esto es. Eso pasa porque no se fía nadie de
nadie… y porque han creado ese ambiente… porque es lo que les
conviene para después ir diciendo tonterías, haciendo ‘gilipolladas’,
y para pelearse por ‘gilipolladas’, mantener un ambiente que echa
lumbre. Yo por lo menos lo pienso así.” (Manuel J.)
Y continúa:
Es interesante comprobar la diferente perspectiva vital que tienen
jóvenes y mayores en Badia. Estos últimos tienen presente su origen
andaluz, extremeño, o castellano manchego, aunque declaren “ser de
Badia” con orgullo. Los jóvenes nacidos en Badia cuentan con su vinculación
al barrio en la construcción de su identidad individual. Algunos de los
veteranos de las sociedades folklóricas del municipio se quejan de la falta
de implicación de los jóvenes en las actividades que organizan. Sin
embargo, es muy probable que, si para los padres tiene sentido pertenecer
a la agrupación andaluza o de Castilla-La Mancha, para sus hijos, ese
vínculo ya no tenga tanto sentido.
“Todo el mundo tiene su trabajo, en casa, sus tareas, deportes y cosas.
Y luego el fin de semana lo dedicas para salir al cine, al campo, o a
Gerona, o al hipermercado… y nos involucramos poco. El chico de
aquí me lo dice, pero yo me voy a Tarragona, que tengo un apartamento
ahí… Pero yo me he ‘desinvolucrado’… El Centro cívico tiene un
montón de entidades. Cuando fui al catalán como mi mujer… en la…
hay 40 asociaciones diferentes, pero mucho de poco, de poca gente.
El polideportivo es lo que está funcionando más. Los que tenemos
niños… a aerobics, a natación… Badia es ajetreo, llevar los niños al
cole, cogerlos del cole, hacer comida…”
Asimismo, la apreciación de la gente joven sobre su supuesta
falta de implicación revela otros aspectos importantes. Los jóvenes
entrevistados hablan de las dificultades que tienen para compaginar su
ritmo cotidiano de trabajo, el cuidado de los hijos y la vida de barrio.
Fernando J. llegó a Badia con sus padres y hermanos cuando sólo tenía
dos años. Ahora con treinta y uno, está casado con una joven también
de Badia y son padres de una niña de cuatro años y un bebé de pocos
meses:
de Andalucía, de La Mancha… y a veces te da la impresión que es
el grupillo de amigas y amigos que se juntan para hacer su fiesta…
(…) Entonces ya no es tanto una participación de lucha social, sino
de otro tipo. Y luego te encuentras gente que realmente lucha por un
cambio social, que es de lo que trata el Plan Comunitario, pero son
muy pocos y son siempre los mismos. Entonces es todo como… sí,
hay una red social muy ancha y hay muchas organizaciones, pero es
todo un poco ficticio.”
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The Red Tapes María Teresa Tapada y Lucrezia Miranda Recomponiendo el imaginario urbano. El municipio de Badia desde la perspectiva de sus habitantes Subterranis
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Para algunos de sus vecinos, Badia se ha visto asociada con una
imagen negativa de ciudad de delincuentes que no corresponde a la
5. Reconstruyendo las imágenes externas de Badia.
La persistencia y reproducción del estereotipo
“Yo creo que es una cosa que está generalizada en toda España. Yo
creo que no es una característica exclusiva de Badia. Quizá sí que en
otros sitios se movilizan más, pero vamos, los jóvenes de hoy en día…
También cuestiones de tiempo, porque a veces le pedimos a la gente
que participe y yo misma en mi barrio no participo porque estoy más
en Badia que en mi barrio… Pues cuando estás estudiando, peor
todavía… que si tiene ganas de divertirse… no van a estar aquí todo
el día implicados. Y luego, aparte, la apatía generalizada de los
jóvenes que no se quieren implicar con nada… Y no sé… ¡mira
que aquí hay cosas para los jóvenes!… Yo trabajo en equipo con
los educadores sociales, la educadora de calle, el Casal de joves, los
dinamizadores, el integrador social… O sea que intentamos que sea
un trabajo en equipo y coordinado, y muchas veces te desmotiva
mucho porque cuesta mucho trabajar con ellos.” (Esther G.)
Por último, cabe reconocer que la despolitización y la disminución
en la intensidad de la participación ciudadana en general, y de los
jóvenes en particular, no son en ningún modo atributos exclusivos de
Badia, sino una expresión creciente en el panorama social urbano
de los últimos años. Esther G. reflexiona sobre la falta de participación
juvenil en Badia:
“Resulta que tenemos unos cuadros de baile de niñas y de personas
mayores, de gente de mi edad. Cada vez nos cuesta más encontrar
niñas para los grupos de baile. Hace poco se disolvió un grupo que
teníamos que ya tenía 18 y 19 años; ya están por otras historias las
nenas, y este grupo decidió que ya no iba a seguir bailando. Y tenemos
otro grupo de niñas de entre 8 y 12 años. Cada vez tenemos más
problemas para encontrar niñas, pero ya no te digo niños por que
los chicos en esto de bailar flamenco… los niños no, son más reticentes…
les cuesta mucho más. A las niñas les llama la atención esto de bailar
sevillanas. Cada vez nos cuesta más. De hecho las mayores nos
estamos planteando el hecho de volver a bailar con un grupo porque
es que no tenemos niñas…” (Àngels A.)
[Se transmite]… “cierta imagen de una historia de delincuencia. (…)
En los ochenta, un hombre mató a una persona y la enterró cerca de
Sabadell-Badia. ¡Ni siquiera eran de aquí!”. Pero el hecho “por supuesto
salió mucho en la prensa”. En cuanto al rol de los medios de
comunicación en la transmisión del estigma sobre Badia, cuenta: “Hace
poco, mirando una serie cómica que pasaban, creo que en City TV,
uno de los personajes, a modo de gracia, decía: ‘¡como no sea en un
mercado de Ciutat Badia…!” (como mercado con estigma). También
se refiere a un documental de Canal 33: “Fatal… En ese reportaje
“Un señor que vivía en Torre Baró, Esteban, este señor era un asesino
en potencia. Mató a un niño, los asesinó (sic), a una señora… Los
asesinó en Barcelona y los enterró delante del polideportivo. Cuando
cometió el asesinato en Barcelona, el titular de la prensa cuando lo
detuvieron decía que lo había enterrado en Badia. Eso nos hizo un
daño terrible. La película del Vaquilla no nos ayudó tampoco. Se dio
una imagen del año 1990 al 2000, se creó una imagen que no se
correspondía con lo que era el barrio en absoluto.” (Fernando J.,
divorciado, alrededor de 40 años. Vivió en Badia desde su inauguración;
hace dos años que vive en Sabadell)
“La mala imagen viene de otra época en que había mucha droga,
más delincuencia.” Dice que la delincuencia vino con la gente que
ocupó los pisos, aunque aclara que “muchas familias eran muy
buena gente”. También cree que ha contribuido “la mala imagen
transmitida por la película Perros Callejeros” y el hecho de que una
violación y un asesinato en Badia aparecieran alguna vez en la prensa.
(Vicente O., unos 40 años, trabajador de Renfe)
“Hace muchos años había delincuencia, ya que no había policía, ni
Guardia Civil, ni ayuntamiento. A Badia la llamaban ‘la ciudad sin
ley’… No tenía nada propio. Lo más negativo es esa mala fama, ese
mito que persiste hasta hoy. Además, cuando se construyó el barrio,
sólo estaban los edificios, que quedaban entre solares. Había droga,
como en cualquier barrio nuevo construido en zonas descampadas…,
pero eran yonquis de fuera de Badia; había trapicheo… Siempre
aparecía en las noticias: ‘En Badia pasó tal cosa’…, pero era siempre
gente de fuera.” Insiste en que Badia es “la gran desconocida del
Vallès”. (José Antonio, de 29 años, llegó a Badia con 3 meses)
realidad. Los medios de comunicación y el cine han contribuido al
mantenimiento de ese estigma que ha perdurado hasta hoy.
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Subterranis Recomponiendo el imaginario urbano. El municipio de Badia desde la perspectiva de sus habitantes María Teresa Tapada y Lucrezia Miranda The Red Tapes
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La asociación entre la mala imagen del municipio y la película
Perros Callejeros5 surge de forma espontánea durante las entrevistas. Gran
parte de los entrevistados se refiere de forma explícita a la proyección
negativa del barrio hacia el exterior a consecuencia de la película, que,
según expresan algunos, contribuyó a perpetuar una especie de mito sobre
Badia. Al mismo tiempo, los que han visto la película afirman que ellos
no han conseguido reconocer su barrio en las imágenes, pero que “les
han dicho” que la película se rodó en parte en Badia.
“Sí, tiene mala fama; yo voy con orgullo hablando de Badia y cuando
en Cerdanyola me miran yo puedo decir: ‘yo he estado en vuestros
barrios y no tenemos nada que envidiar’… a lo otro [se refiere a la
gente que vive en el barrio] somos todos gente trabajadora, gente
humilde, gente de trabajo indispensable.” (Fernando J.)
“[La imagen]… sigue siendo mala… La gente que no ha estado nunca
en Badia, cuando sabe que vivo en Badia, saca el comentario aquel:
‘¡Oh, es que la gente que hay allá…!’” (Àngels A.)
“Estaba buscando piso por Barberà y en las mismas inmobiliarias ya
me decían: ‘iuy, Badia! Ten cuidado, no te vayas allí’, porque vamos,
esto era poco más que el Bronx, y luego vine a trabajar y ya vi que
no era tanto…” (Esther G.)
“La gente piensa que es un mal barrio, pero no es verdad. Badia es
un barrio muy tranquilo, se vive muy bien y no pasa nunca nada.” Sus
compañeros del trabajo le han dicho muchas veces: “¡Uy, Badia…!”,
pero “ésa es la imagen de la gente que no vive en Badia. Si la conocieran
pensarían igual que yo, les gustaría”. (Vicente O.)
Es fuera del barrio donde el estereotipo se manifiesta:
“Ya te he dicho que ha cogido mala fama… Pero yo no he tenido
problemas, yo nunca he tenido problemas: ni del coche ni de robos…
ni nada… Nunca ha habido problema de nada. Eso es lo que más me
gusta de aquí de la barriada esta… que no es…” (Enrique L.)
cogieron todo lo malo y lo peor que podía haber… Sólo salió lo peor
de Badia (…) Cualquier cosa o cualquier noticia así hunde todo lo
trabajado, la convivencia de la gente. Fue todo horroroso, no fue una
imagen representativa.” (Miguel B.)
“Si hay lugares proscritos no los conozco. Me parece todo igual. No
distingo, es todo homogéneo. Lo que importa es la gente.” (Rafael,
bibliotecario)
“¿Sensación de inseguridad? No. No tengo ninguna zona a la que no
quiera ir en concreto.” (Àngels A.)
Cuando se pregunta a los informantes si existen zonas peligrosas,
o por las que prefieren no pasar, afirman de forma casi unánime que no
hay zonas que les inspiren miedo o rechazo.
“Como el cuartel está en Badia del Vallès, se trae aquí a gente que
pertenece a otros municipios y que en realidad no tiene nada que ver
con Badia… Ocurre que lo que la gente acaba viendo siempre en la
prensa es que alguien ‘ha sido detenido en el cuartel de Badia’.”
(Entrevista en el cuartel local de policía)
La mala fama del barrio queda contrastada por las informaciones
recogidas en la entrevista a Miguel B., miembro de la Policía Local. En
Badia no hay más actividad delictiva que en otros municipios del área
metropolitana; de hecho, hay mucha menos, y en general se trata de
problemas menores. Lo que ocurre en realidad es que, como no hay
cuartel ni en Polinyà, ni en Santa Perpètua, ni en Barberà del Vallès,
cualquier acto delictivo se registra en Badia del Vallès, aunque no se haya
cometido allí. Este hecho contribuye a la reproducción de la mala imagen
del municipio:
“Una imagen de Badia o dos… es cuando se metieron en esa calle de
ahí, cuando se rodó… en el Bar Los Romeros, yo nunca he conseguido
identificar esa calle en esa película, pero dicen que sale… Si dicen que
sale, es que sale… Yo no tengo ningún problema. Y me acuerdo que se
decía: ‘Sí, salimos en la película’, con cierto orgullo infantil; pero bueno,
luego dices: ¡tampoco no es ningún orgullo salir en Perros Callejeros!
(sic) (…) es circunstancial de un momento determinado… es una realidad
virtual, pero también real; ficticio, pero que se ajusta mucho a lo que
pasó en una época… aquí, en Madrid… La gente de los pueblos iba
a las ciudades… la sociedad incipiente sale de la dictadura…(…)
Pero es difícil aquí hoy en día mostrar algo… que se den a conocer
mediante diarios o prensa las cosas que se están haciendo, los del
pueblo saharaui… hay estos chicos de la izquierda alternativa, hay
hermanamientos…” (Fernando J.)
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6. Reconstruyendo imaginarios: representación,
comportamiento y narrativas del espacio vivido
Que la imagen externa de Badia siga siendo negativa es una
cuestión que preocupa a sus habitantes. Asumen que lo negativo perdura
sobre aspectos positivos del barrio y se preguntan qué hacer para cambiar
la mala reputación de su municipio. Cómo modificar esa calificación de
“ciudad sin ley”, frente a la Badia tranquila que ellos conocen es una
de las preguntas que plantean los residentes en las entrevistas. Fernando
J. considera que es cuestión de “ponerse manos a la obra”, de deconstruir
la imagen negativa con la divulgación de los aspectos positivos de Badia
hacia el exterior. De esa manera, y muy poco a poco, se puede cambiar.
La asignación de elementos negativos al barrio se traslada a las personas
que viven allí. Tal y como declara un vecino: “te ponen un cartel en la
espalda” que se mantendrá “hasta que se olviden de ti”, o hasta que
cambien de lugar de residencia.
6.1 Badia como representación de la Península Ibérica
Una de las particularidades del municipio de Badia es que representa
el perfil de la Península Ibérica a vista de pájaro. Los mapas cognitivop
recogidos reflejan la idea de Badia que tienen los residentes entrevistados.
En ellos aparecen diversos mensajes sobre el uso individual que se hace
del territorio del municipio.
Algunos mencionan con desagrado la relación entre el mapa
de la Península y el mapa de su ciudad. Les recuerda a la época de la
dictadura y una visión de España que para ellos está obsoleta. Utilizan
otros referentes espaciales para orientarse, por lo que no consideran
necesario o útil utilizarlo como orientación en el espacio.
“(…) A mí lo que me gustaría decir es que si alguien tiene alguna idea
para lavar esta imagen que me lo diga, para colaborar de la manera
que sea. Yo la verdad hace treinta años que vivo allí y estoy encantada
de la vida.” (Àngels A.)
“Lo que fastidia es la imagen al hablar con gente de fuera, los
comentarios sobre ‘la ciudad sin ley’.” (José Antonio)
“Yo reivindico que aquí se vive bien, que aquí no hay ese clima de
gamberrismo, de cosas que se ven desde fuera… Son reminiscencias
tipo Torete, tipo Vaquilla, que aquí no se palpan; yo no palpo eso. Otra
cosa es que veas alguno por ahí, como en todos los barrios… pero no
se palpa eso. Cuando vas al colegio… me fastidia que… [en relación
a otros municipios colindantes] tengamos aún ese pequeño complejo.
¡Todavía no sé cuándo nos lo quitaremos!” (Fernando J.)
“Para quitarte una mala imagen tienen que pasar muchos años, a ti
te ponen un cartel en la espalda y ese cartel lo tienes… hasta que se
olviden de ti o hasta que te vayas a vivir a otro lugar…” (Eduardo)
[La imagen de Badia] “sigue siendo mala… Por desgracia, las
cosas malas perduran siempre sobre las buenas… y entonces esto
en un momento determinado tuvo muy mala imagen y así se ha
quedado.” (Àngels A.)
“Badia creó una fama muy mala cuando empezó la ocupación.
Actualmente se le ha ido esa mala fama: La prueba la tienes que aquí
no hay nada, no se ven conflictos, no se ven follones, no se ve nada,
aparte de cuatro que se tomen ahí dos cuba libre…” (Eduardo,
alrededor de 40 años, casado, con cuatro hijos)
¿Hay algún lugar en Badia al que tuvieras miedo de ir cuando eras
pequeño, (…) algún rincón que evitaras? “Ninguno. Esto es menos de
un kilómetro cuadrado. Siempre ha habido rincones. Hoy en día, en
la ‘plaza de la Aspirina’… La plaza de la Aspirina es la plaza de la
Sardana, porque había un monumento que parecía una aspirina, una
fuente y se quedó lo de la aspirina. Pues… allí ves algo, incluso gente
que no es de aquí. Y en algunos sitios de ahí abajo, en la Mediterráneo…
pero ya sabías… no sentías ningún miedo.” (Fernando J.)
“La calle Algarve es zona difícil (…) y la calle Mediterráneo; se ha
creado un ambiente raro en la parte baja de la calle Mediterráneo.”
(Fernando J.)
“Badia no es peligrosa, pero piensa que quizás hay alguna parte más
peligrosa como la calle Mediterráneo…” (Vicente O.)
“Frecuento todo, ¿me entiendes? Yo me ando todo el pueblo… lo voy
a andar y me voy por aquí y me salgo por la otra parte…” (Enrique
L., jubilado)
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Subterranis Recomponiendo el imaginario urbano. El municipio de Badia desde la perspectiva de sus habitantes María Teresa Tapada y Lucrezia Miranda The Red Tapes
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Mientras que algunos informantes confiesan no haber identificado
jamás esa forma en el mapa del municipio, hemos recogido algunos
ejemplos donde la identificación entre el mapa de la Península y el territorio
de Badia coinciden en orientación y forma. La autora del mapa 1 vive en
la avenida del Mediterráneo, como queda representado en su mapa.
Señala las vías de salida de Badia al exterior (hacia Barberà, Sabadell
y Cerdanyola). Se trata de una trabajadora de la Universitat Autònoma
de Barcelona; su percepción de Badia, reflejada en el mapa cognitivo,
muestra la conexión hacia el exterior y no está cerrada en sí misma.
“Puede que venga relacionado… pero nunca me he parado tampoco
a pensar. A mí no me influye en nada.” (Eduardo)
Ha oído hablar de esta asociación porque los nombres de las calles
corresponden a poblaciones españolas. Pero, “los nombres de las
calles son sólo coincidencias. Puede llegar a asociarse por los nombres,
quizá, pero por las formas, no”. No ve la coincidencia, y dice que no
tiene la forma de la Península Ibérica en un plano: “Yo no se la he
visto.” En todo caso, dice: “tiene más forma de Cataluña… se forma
prácticamente un triángulo”. (José Antonio)
No piensa nunca en ello. “No sirve para orientarse”. No le gusta: le
recuerda a la época franquista, al nacionalismo… Duda que mucha
gente de Badia piense en ello. (Vicente O.)
“Bueno, yo creo que ya lo elaboraron así al principio…” [Entrevistadora:
¿Lo ve así o no; lo asocia con la forma de la Península Ibérica?]:
“Hombre, lo asocio… no me gusta”. [¿Por qué no le gusta?]: “… es
que a lo mejor estaba hecho con una idea un poco política de aquellos
tiempos, con la que no coincido, entonces… [¿Lo dice por la idea
nacionalista de…?]: “Exactamente.” (José Luis Gracia)
“Me imagino que son los últimos caprichos del régimen franquista,
de vista aérea se ve. Vista desde arriba se ve como la Península.”
(Fernando J.)
“Realmente, para orientarme en la Península, no lo utilizo. No sé, en
teoría es el mapa de España, pero no sé la orientación que tiene.” (Rafael)
“La forma sí, bueno… Yo pensaba que cuando lo diseñaron, como
tenía esta forma peculiar parecida a los pueblos de España, al mapa
de España, ya lo habían hecho así a propósito…” (Àngels A.)
Mapa 2. Autor: Fernando J.
Al igual que en el mapa 1, en los siguientes mapas queda claramente
reflejado el centro de Badia con instituciones emblemáticas como el
ayuntamiento, la iglesia y el parque Joan Oliver. En los mapas 2 y 3, los
centros han sido indicados por sus autores (con una mayor cantidad de
referencias espaciales en el primero que en el segundo). El autor del mapa
2, Fernando J., un joven de 31 años con dos hijos pequeños, destaca los
lugares relacionados con las actividades de sus hijos: el Casal dels infants,
el área de juego del parque Joan Oliver y la guardería La Mainada. El
puente que une Badia con Cerdanyola también queda reflejado en su
mapa. Fernando J. trabaja en una fábrica de dicho municipio.
Mapa 1. Autora: Àngels A.
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Mapa 4. Autora: Àngels R.
Otros dos ejemplos de mapas en los que puede identificarse
claramente la silueta de la Península Ibérica son el mapa 4 y, en menor
medida, el mapa 5. Àngels R. representa los ejes limítrofes del barrio de
Badia por su área sur, la autopista C-58 y el río, a su paso por el municipio.
Es de los pocos entrevistados que dibujan edificios en los mapas, uno por
cada tipología: uno con planta “Estrella” y otro con planta “Alcalá”. Sitúa
en el centro su lugar de trabajo, el ayuntamiento y los ejes de Badia: vía
de la Plata, Mediterrània, Burgos, Cantábrico y Costa Brava.
Mapa 3. Autor: Miguel B.
Miquel, el autor del mapa 3, indica con números las áreas que
considera representativas, en lugar de instituciones, como reflejaban los
autores de los mapas precedentes. El número 1 representa el centro de
Badia, el 2 señala lo que él denomina el Patronato del Deporte (el
polideportivo), mientras que la zona 3 corresponde al área de Menorca,
donde el autor ilustra el lago (río) y el puente.
6.2 Representación del espacio urbano. Límites, centro y periferia
Podemos reconocer en los mapas cognitivos de los entrevistados
diversas formas de representación de Badia, según se enfoquen en todo
el territorio del municipio o en sectores parciales del mismo. Pueden
identificarse formas diferentes de interpretar la cuestión que se les plantea
al final de las entrevistas: dibujar el territorio de Badia del Vallès, su pueblo.
En primer lugar, se identifican aquellos que representan todo el
territorio de Badia e incluyen conexiones externas a los límites del municipio.
Ejemplos de este tipo se han comentado en el punto 6.1: mapas 1, 2,
3, 4, 5. Sumamos a estos ejemplos el mapa 6, donde José Luis Gracia
reproduce los ejes viarios principales de Badia y las instituciones que
para él son más significativas, así como las conexiones del municipio con
el exterior. La Badia que así representa es una ciudad conectada con el
exterior.
Mapa 5. Autor: Vicente O.
Vicente O., trabajador de Renfe, unifica en su mapa –el número
5– la zona del ayuntamiento y el mercado como lugar central del municipio.
Sin duda es uno de los núcleos más claramente identificados de la vida
cotidiana de Badia y aparece reflejado en cada mapa realizado. Aparecen
también como significativos los supermercados Suma y Mercadona. La
biblioteca y los colegios e institutos se ilustran también. Entre las conexiones
viarias con el exterior, destaca el enlace con la Autopista A-7 y la C-58
en dirección a Sabadell. Asimismo, la cuenca del Riu Sec forma parte del
paisaje mental de los autores de los mapas 3 y 4.
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En segundo lugar se identifican aquellos informantes que, en vez
de representar a Badia en su totalidad, seleccionan un sector del territorio
que coincide con la zona en la que desarrollan su vida cotidiana. En este
caso incluyen también el resto del municipio, aunque sobredimensionando
Mapa 7. Autor: José Antonio.
Otro ejemplo de esta forma de representación de Badia se encuentra
en el mapa de José Antonio, quien durante la entrevista afirma que no
“siente” ni “ve” la forma de la Península Ibérica, sino más bien “la forma
de Cataluña”. “Se forma prácticamente un triángulo”, recalca, imagen
mental que queda plasmada en su mapa. Además, localiza el bloque tipo
“Estrella” en el que vive. También destaca el ayuntamiento y el edificio de
la iglesia.
Mapa 6. Autor: José Luis Gracia.
Mapa 9. Autora: Ana María R.
Por último, en tercer lugar se identifican aquellos informantes que
representan sólo una parte concreta del territorio y excluyen cualquier tipo
de referencia del exterior. Es el caso de Ana María R., que reside y trabaja
dentro del municipio y sale muy poco de Badia. Nuestra informante, como
puede observarse en el mapa, escoge representar el sector donde vive.
Es interesante destacar cómo identifica la partición territorial que divide
en dos la avenida Costa Azul (avenida del Cantábrico): una mitad de la
vía pertenece a Badia y la otra a Barberà.
Mapa 8. Autor: Eduardo.
el sector de “uso” del informante. El movimiento representado por las
rotondas como centrales en el mapa es significativo. En el siguiente mapa,
puede comprobarse cómo se representan las principales vías del municipio
de Badia (si bien cabe notar que, en este caso, se ha sobredimensionado
la avenida Mediterráneo).
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The Red Tapes María Teresa Tapada y Lucrezia Miranda Recomponiendo el imaginario urbano. El municipio de Badia desde la perspectiva de sus habitantes Subterranis
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“Hombre, yo te diría que es la calle donde está el ayuntamiento, el centro
cívico, el mercado… ¡Por supuesto, es el centro!” (Àngels A.)
“No sé si existe un centro… ‘debe ser’ la plaza del ayuntamiento.”
(Rafael)
Respecto a la cuestión planteada en las entrevistas sobre dónde está
el centro de Badia, casi todos consideran que el centro de Badia es la zona
donde se sitúa el ayuntamiento, la plaza o el Casal d’avis.
“Autopista, puente de Cerdanyola, limita con Barberà y Sabadell
(polideportivo, aeródromo).” (Fernando J.)
“Donde terminan los bloques: el río, la autopista y la vía del tren.”
(Vicente O.)
En las entrevistas, los vecinos señalan los límites claros que definen
el territorio de Badia. Palabra e imagen mental coinciden:
Si bien algunos dicen reconocer claramente este límite territorial,
otros no lo asumen como tal: no se “siente”, como expresa nuestro informante
José Antonio. Él sabe dónde acaba físicamente Badia, aunque añade “pero
no lo siento”. Por ejemplo, la calle que Badia comparte con Barberà –avenida
del Cantábrico– representa unos pocos metros de confusión en cuanto a
quién pertenece, pero Juan Antonio la percibe como parte de Badia.
Avenida del Cantábrico. De la isleta central hacia la
derecha es territorio de Barberà, mientras que la zona
de la izquierda forma parte del territorio de Badia.
Fotografía: Adrià.
La división de la avenida del Cantábrico en dos partes –una
perteneciente a Badia y la otra a Barberà– ha merecido la atención de uno
de nuestros informantes, según se observa en la selección de fotografías
que, a su juicio, ilustran los rasgos más representativos del municipio.
“Sí, muy amplios”: todos a partir de 70 m2, muy iluminados. La gente
se los ha arreglado muy bonitos. Por fuera parecen feos, pero por
dentro son bonitos.” (Vicente O.)
“El piso… aquí hay dos modelos; el modelo ‘Estrella’ y el modelo
‘Alcalá’, que son diferentes, y entonces los metros cuadrados mínimos
de un piso habitable son 74,5 m2, más o menos; no está nada mal. Al
principio, cuando lo adjudicaron, pues mira, costó el piso ochenta mil
pesetas de entrada, y pagábamos cinco mil ciento doce cada tres meses,
pagamos el piso, trescientas ochenta mil pesetas, en quince años. Era
una oportunidad para los jóvenes que nos casábamos entonces, y la
verdad es que en aquellos momentos nos fue muy bien, nos fue muy
bien.” (José Luis Gracia)
7.1 Vivienda, bloque, espacio interbloque y zonas verdes
Nuestros informantes han buscado reflejar sus vidas cotidianas a
través de sus fotografías. La vivienda propia ha sido fotografiada en
algunas ocasiones, si bien hemos seleccionado las perspectivas que los
vecinos tienen desde sus galerías como forma de ir avanzando hacia la
representación de los espacios de bloque y los espacios interbloque.
Los pisos de Badia constituyen uno de los aspectos más valorados
en las entrevistas.
El objetivo central del trabajo ha sido permitir a los vecinos de
Badia expresar su visión “desde dentro” de su ciudad. Para ello hemos
realizado entrevistas, recogido mapas cognitivos de la zona y animado
a nuestros informantes a fotografiar los aspectos que consideren más
significativos de su pueblo. Debido a la riqueza y al cuantioso número de
fotografías realizadas, hemos seleccionado una muestra del material
obtenido. En todas ellas queda reflejada la percepción del espacio del
informante; algunas son expresión de una proyección individual, mientras
que otras hablan de los elementos comunes y representativos de los
residentes de Badia.
7. Miradas desde Badia. Referentes individuales y representación simbólica del espacio
El centro es identificado con claridad por los vecinos entrevistados,
coincidiendo con las zonas de mayor actividad de Badia: la plaza
del ayuntamiento o el mercado.
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“… ¡Y de expansión!… Yo me asomo a mi balcón y no hay un piso
enfrente que me da (sic). Yo vivo en un segundo. ¡Pero que tenemos
una amplitud! (…) Las calles son anchas, ¿entiendes? Que no es eso
que te saca el vecino…” “Fabra y Puig ha sido siempre mi barriada,
¡pero a mí esto me encanta!” (Enrique L.)
Las amplias vistas recogidas por numerosos vecinos en fotografías
hechas desde las galerías de sus viviendas reflejan claramente la idea de
amplitud y zonas verdes tan valoradas por ellos en las entrevistas.
Tal y como describía un entrevistado:
Edificios Alcalá (bloques altos) y Estrella
(primer término a la izquierda.
Fotografía: Adrià.
“… faltaban muchas cosas, ambulatorios… La cosa de jardinería y todo
eso –parques, jardines– estaba perfecto; esto era un vergel, era verde,
mucho césped… ahora no existe…” (José T.)
“(Los pisos como el mío tienen…) tres habitaciones, balcón, lavadero…
Y bueno… están bien… hoy. O sea, hoy, cuando tú ves los pisos que
hay, dices: ‘pues este piso está muy bien’. Hace treinta años era un
piso pequeño, chiquito, y tal… 86 metros cuadrados… Piensa que yo
vivía en un piso que debía de tener 200 o 255 metros cuadrados, con
9 habitaciones, tres baños… un piso de aquellos antiguos, de aquellos
con el ascensor de madera con el enrejado con un espejo. Son aquellos
pisos tan enormes. Los pisos a los que yo estaba acostumbrada a ver
eran esos pisos, como los que había por aquella zona (la avenida
Príncipe de Asturias, donde vivía antes de llegar a Badia). Aquel piso
nos pareció pequeño. Ahora ya no; ves los pisos que hacen ahora, de
nueva construcción… y piensas: ¡Carai, Déu n'hi do! ¡Tengo un pisazo
en comparación con muchas cosas que ves y los precios que piden!”
(Àngels A.)
Vistas hacia la Universitat Autònoma de Barcelona.
Fotografía: Adrià.
Zona de aparcamiento.
Fotografía: José Antonio.
Fotografía: Fernando J.
Cuando el entrevistado llegó a Badia, le causó muy buena impresión,
porque “no había nada. Aquí había cuatro coches ‘aparcaos’ y en cada
bloque de pisos había dos o tres personas; no había más. Era una
pasada”. Le llamó la atención lo tranquila que era. “En sí”, dice, Badia
era una ciudad dormitorio; “la gente trabajaba fuera y venía a dormir
y descansar”. (Eduardo)
“La primera impresión del barrio fue buena porque aún ahora yo creo
que tenemos un barrio bastante… mucha amplitud, había mucho jardín,
que (aún) lo hay, y se estaba bastante cómodo. Después hay una de las
cosas, que no nos engañemos, el precio de los pisos.” (José Luis Gracia)
¿Usted modificó cosas del piso cuando llegó?
“Sí, por eso yo vine dos años después de la inauguración de ‘esto’.
Reformamos la cocina, el cuarto de aseo, el suelo de las habitaciones…
Todo.” (Enrique L.)
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El mantenimiento de los espacios verdes es muy importante para
la imagen del municipio, si bien supone un alto coste para el ayuntamiento.
Mientras que el mantenimiento de los espacios más cercanos a las porterías
de las viviendas depende de los vecinos, los pequeños parques urbanos
y zonas verdes, tan presentes en la imagen mental de los residentes
en el momento de la ocupación de las viviendas, están a cargo del
ayuntamiento. Àngels R., técnica de Medio Ambiente, nos explica la
perspectiva del ayuntamiento:
Zona al cuidado de los vecinos del bloque.
Fotografía: Àngels A.
Zona al cuidado de los vecinos del bloque.
Fotografía: José Antonio.
Zona de espacio verde.
Fotografía: José Antonio.
Los espacios entre bloques y las zonas ajardinadas, tan valoradas
por los vecinos en el momento de la ocupación de las viviendas, así como
los espacios verdes, son también aspectos muy valorados en la actualidad.
Fotografía: Fernando J.
Así pues, en Badia se aprecian zonas muy cuidadas y otras visiblemente menos atendidas, según la capacidad y calidad en el mantenimiento
de los espacios verdes por parte de los vecinos de las diversas escaleras.
Àngels R., en otro momento de la entrevista, menciona el enorme
esfuerzo que ha supuesto para el ayuntamiento mejorar los parques infantiles
de todo el municipio, unos treinta aproximadamente. Explica que los han
dotado de columpios de madera, vallas y arena para evitar daños a los
niños en las caídas. Los informantes han dejado plena constancia de la
valoración de este esfuerzo al fotografiar dichos parques como elemento
representativo de su municipio.
“Aquí se entregó… la jardinería ha cambiado mucho y se ha tecnificado
(…) La jardinería que se hacía… estaba obsoleta y era de difícil mantenimiento. El césped, por ejemplo, es bonito, pero gasta mucho (sic) agua…
y no son eficientes… requieren mucho trabajo. Hay cosas que, cuando
se plantan, están monas, pero cuando crecen son molestas: árboles muy
cerca de fachadas… (etc.). Pero aquí hay muchísima jardinería. Para
un municipio con las disponibilidades económicas que tiene… pues yo
creo que el esfuerzo que se hace es muy grande. Y también hay mucho
(…). En los jardines de bloque, sí… hay dos tipos de jardines… los que
están lindantes a los bloques, que también son municipales, pero han
de cuidarlos los vecinos… El ayuntamiento tiene una brigada que va
pasando, de dos personas. Tienen un recorrido y cuando lo terminan,
lo vuelven a empezar. Es un mantenimiento mínimo. Los jardines que
tienen que estar más cuidados… se los han de mantener los vecinos…
(…) Piensa que tenemos más de dos kilómetros de setos… Y recortar
dos kilómetros de setos dos veces al año… O sea, es una jardinería
que por estructura y fisonomía de municipio es un poco complicada,
ya que el mantenimiento es costoso, tiene muchos espacios muy pequeños…
Se pueden utilizar máquinas, pero es difícil. Tienen más rincones… se
pueden utilizar máquinas, pero hay que hacer muchas cosas manuales…”
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“Cuando hay cualquier necesidad de cualquier tipo la gente se vuelca
en ayudar. (…) Aquí en Badia tenemos… me parece que son ochenta
y siete entidades culturales; es muy rica en entidades, tenemos de todo
tipo, deportivas y culturales. Se hace prácticamente de todo ¿eh? Y en
deporte, como es una política que nosotros hemos tenido desde el
principio, todo deporte que la juventud de aquí ha querido hemos
tratado de procurarlo, de organizarnos para que lo tengan ahí, de
cara a que aquí en Badia no hay otra cosa, entonces si querían hacer
deporte “toma, aquí tienes esto”; “¿qué queréis, judo?”, judo, “¿queréis
natación?”, natación, “¿queréis volei?”, volei. (José Luis Gracia)
“[Antes] nos gobernaba dos años Barberà del Vallès y dos años
Cerdanyola, entonces aquello era incómodo. Era incómodo porque […]
a Barberà lo que le sobraba lo destinaba a Badia, y a Cerdanyola lo
que le sobraba lo destinaba a Badia; siempre ha tenido unas carencias
bastante importantes. En Badia, mira, hoy por hoy, yo creo que tiene
una serie de servicios importantes que muchos pueblos no tienen, pero
nos ha costado a todos pelearlos, hacer manifestaciones, cortar la
autopista… Lo hemos conseguido todo a base de lucha. Y hubo un
momento ya en que hubo que decidir por aquello, decir ‘bueno, hay
que pedir la independencia de este pueblo’… porque no podíamos
ser… la ‘cola’ de otras poblaciones.” (José Luis Gracia)
7.2 Las instituciones y entidades como referentes espaciales. Lugares
representativos
Badia se convirtió en municipio independiente en 1994, y esto
comportó la posibilidad de establecer instituciones propias. La estructura
física de polígono o barrio –como algunos siguen denominando a Badia–
contrasta con esta particularidad. Se trata de un pueblo con apariencia
de barrio periférico, pero con instituciones propias, tales como un
ayuntamiento.
No hay duda de que la gente de Badia se siente orgullosa de su
pueblo y de lo que han conseguido con la independencia. No obstante,
uno de los problemas más difíciles permanece aún sin resolver: conseguir
recursos propios para independizarse, no sólo política, sino también
económicamente.
Otra de las particularidades históricas del municipio es su amplio
tejido asociativo. El número de entidades activas o semiactivas es muy
alto. Todo ello habla de un tejido social fuerte. Nos lo explica el concejal
de Urbanismo, José Luis Gracia:
“… un porcentaje muy alto de los badienses estamos orgullosos de ser
badienses, de verdad que sí. Y eso porque bueno, […] hay de todo,
Uno de los servicios que merece especial atención es el servicio
funerario vinculado a la Asociación de Vecinos de Badia. Se trata de la
Vocalía de Servicios Funerarios fundada hace ya dieciocho años; todos
los asociados de la AAVV de Badia pertenecen a la misma. Sus miembros
tienen contratado un servicio funerario tipo (“el servicio número 8”), sencillo
pero suficiente, sufragado por cada vecino asociado, cuando fallece un
residente de Badia miembro de la asociación. Cuando se produce una
pérdida, se comunica a todos los asociados con un recibo de coste por
fallecido. La suma de los asociados, unos 6.000, comporta una cantidad
6
suficiente para poder ofrecer un sepelio digno al vecino o vecina fallecida .
El motivo principal que movió a los vecinos a organizarse en 1987 fue,
según sus propias palabras, “evitar que las compañías nos roben” (Rovira,
B. y Santos, I: 1995). Ciertamente lo que permite que funcione el sistema
es la colaboración solidaria de todos los vecinos toda vez que sea necesario:
un hecho probado desde hace ya casi veinte años.
El orgullo de los residentes de ser de Badia por su significado de
lucha, de hacerse a sí mismos, de formar parte de una comunidad, es una
realidad constatada. Algunas respuestas obtenidas durante las entrevistas
apuntan en este sentido:
“Lo que se ha logrado, en cuanto a servicios y otras implementaciones
(sic), ha sido gracias a las manifestaciones colectivas de los vecinos.”
(…) “… de la dejadez de la administración”… [se refiere a la
administración autonómica] …“ quizá nos tienen un poco olvidados”,
(por lo que) “hay que pelear el doble para conseguir cosas, cambios…
Hasta que las cosas no están muy muy mal no se hace nada.” (José
Antonio)
“Lo que tenemos ha sido a base de luchas: se crearon los pisos, todo
verde… Aquí era una ciudad dormitorio, aquí no había ambulatorio…
Por cierto, el ambulatorio eran unos barracones que estaban aquí
(indica con señas). Aquí accesos, infraestructuras… todo estaba
destartalado; el gas tuvieron que cambiarlo, ¡al principio se tenía que
traer agua con una cuba!…” (José T.)
Los vecinos son conscientes de que lo conseguido ha sido resultado
de su propio esfuerzo, y de que Badia se ha construido a sí misma como
pueblo:
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Mapa 10. Autor: Enrique L.
Como se ha visto en todos los mapas incluidos con anterioridad,
aparecen instituciones y entidades que representan Badia; incluso, en algún
caso, como el que se adjunta a continuación, el mapa entero de la ciudad
está constituido por sus instituciones.
Foto tablón de anuncios de la AAVV.
“Badia es muy pequeña y se conoce todo el mundo. Cuando llega una
cara nueva enseguida sabemos que no es de Badia. (…) La convivencia
entre la gente de Badia es muy buena.” (Eduardo)
gente buena, gente menos buena, pero vuelvo a decir que es muy
tranquila, a pesar de que hay rivalidad, pero hay mucho apoyo de cara
a ayudar a la gente. Cuando hay cualquier necesidad de cualquier tipo
la gente se vuelca en ayudar aquí ¿eh?” (Jose Luis G.)
[Entrevistadora]: ¿Existe una identidad propia de Badia?
“Sí, yo creo que sí. Hay una comunidad que hemos venido de fuera…
nos sentimos de Badia. Los badienses venimos todos… la mayoría somos
castellanos de provincias. Yo soy manchego, de Valdepeñas.” (José T.)
Otros referentes espaciales que los entrevistados mencionan con
asiduidad son las entidades culturales, los supermercados y el mercadillo
de los jueves.
Centro cívico, iglesia y plaza del Ayuntamiento.
Fotografía: Fernando J.
Casal d’avis.
Fotografía: Enrique L.
Ayuntamiento de Badia del Vallès.
Fotografía: Fernando J.
En el mapa se indica la dirección hacia la Casa Regional de
Castilla-La Mancha, donde el entrevistado suele acudir con frecuencia. Él
es quien se encarga de las excursiones. Acude también con cierta asiduidad
al Casal d’avis que está frente a su casa, al otro lado de la avenida de
Burgos. Cabe apuntar que para leer el mapa hay que ponerse de espaldas
a Barberà, exactamente la misma situación que tiene el entrevistado al
“pensar” el mapa desde su domicilio.
A continuación, pueden observarse algunas de las fotografías
realizadas por los vecinos de entidades e instituciones representativas de
la vida de Badia, tal y como éstos las recogen:
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7.3 Conexiones con el exterior y perímetro de Badia. Viales, puentes
y caminos
Badia no es un pueblo aislado, sino más bien un lugar donde la
conexión con el exterior forma parte de su propia definición de lugar.
Algunas fotografías muestran estos lugares por los que los vecinos pasan
habitualmente para realizar una actividad.
Plaza del Ayuntamiento.
Fotografía: Enrique L.
Fotografía: Enrique L.
Centro cultural andaluz.
Fotografía: Àngels A.
Fotografía: Àngels R.
Fotografía: Àngels A.
Puede afirmarse que Badia vive de espaldas a la Universitat, o que
la Universitat vive de espaldas a la población que tiene más cerca: tan
próximas físicamente, pero tan alejadas en el imaginario de unos y otros.
Sólo aquellos que conocen los dos lugares saben cuán cerca se encuentran.
Fotografía: Àngels A.
El puente sobre el Riu Sec es uno de los puntos de conexión
de Badia con el exterior. La siguiente fotografía representa otro lugar de
comunicación: el camino que lleva a la Universitat Autònoma de Barcelona,
vía utilizada con frecuencia por trabajadores de la Universitat que viven
en Badia. Más adelante se recoge una vista singular: Badia desde la
Universitat Autònoma.
Fotografía: Àngels A.
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The Red Tapes María Teresa Tapada y Lucrezia Miranda Recomponiendo el imaginario urbano. El municipio de Badia desde la perspectiva de sus habitantes Subterranis
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Este trabajo ha buscado explicar la imagen espacial que tienen
los vecinos de Badia de su propio municipio, de ese entorno vital al que
llaman ora ciudad, ora barrio, ora pueblo… de ese lugar en el que discurre
su vida cotidiana y en el que se construye parte de su historia. Lo hemos
hecho conjugando diferentes medios: sus palabras en las entrevistas, sus
imágenes a partir de fotografías propias y, por último, a través de mapas
cognitivos que plasman la imagen mental de los informantes sobre su
ciudad.
De la misma manera que un mosaico está formado por muchas
piezas, aquí se ha buscado recomponer el imaginario de un espacio
común a los vecinos de una población que hasta ahora nos era desconocida.
8. A modo de conclusión. Sobre las gentes de Badia
Los huertos son espacios “ocupados” por los badienses más allá
de la carretera que va a Cerdanyola. Constituye un uso inesperado para
el visitante de Badia. Se trata de unas 600 fincas cuidadas por vecinos
en territorio de Cerdanyola. Parece como si Badia se resistiera a perder
su origen agrícola, nutriéndose de fuentes de aguas limpias que, según
dicen sus habitantes, quedaron de las antiguas fincas de la zona. “Ir al
huerto en Badia” es una actividad cotidiana interesante y vital para muchos
de sus residentes.
Autopista C-58. Abajo, la carretera a Cerdanyola
y los huertos en primer término.
Fotografía: Adrià.
1 Se han realizado 26 entrevistas semiestructuradas a vecinos y vecinas de Badia del Vallès que han
colaborado de forma voluntaria en la elaboración de un mapa cognitivo de Badia y en el fotografiado
de lugares representativos del municipio desde su perspectiva particular, basada en su experiencia
cotidiana.
NOTAS
Rovira, B. y Santos, I. Badia del Vallès. Els barris d’Adigsa, 33 (Generalitat de Catalunya, 1995).
Oñate, J. y Quintana, A. Primera història de Badia del Vallès (1995-2005) (Centre Cultural Nova Badia,
2005).
Oñate, J. Primera història de Badia del Vallès:1985-1993 (Terrassa: Centre Cultural de Badia, 1993).
Oñate, J. Primera història de Ciutat Badia 1975-1985 (Terrassa: Centre Cultural de Ciutat Badia, 1985).
Jané, A. y Caldes, M. Ciutat Badia: Barri, ciutat i sistema metropolità (Barcelona: Generalitat de Catalunya,
1987).
Bengoechea, Soledad. Els secrets del Poble Espanyol 1929-2004 (Barcelona: Pemsa, 2004).
Arenós, Paloma. “Badia del Vallès sobrevive con las subvenciones de la Generalitat”, La Vanguardia
(edición digital), Barcelona, 19 de diciembre de 2004.
Ajuntament de Badia. Neix un poble. Badia del Vallès (Ajuntament de Badia del Vallès, 2003).
BIBLIOGRAFÍA
Sostenemos que este imaginario funciona como un puzzle al que siempre
le faltarán piezas. No hemos aspirado a aportar todas las visiones del
espacio dinámico y vivo de Badia del Vallès –ya que, en cualquier caso,
no es posible– sino a generar reflexiones en torno a las percepciones que
se construyen sobre los espacios físicos y mentales de Badia.
Creemos que las particularidades reveladas a partir de las
informaciones e imágenes que aquí se presentan nos hablan de la
singularidad de Badia, que no es más que el ejemplo de las singularidades
de otros muchos espacios físicos a los que se les asigna el calificativo de
barrio dormitorio. A la homogeneidad inerte y deslucida que ve reflejada
en la monotonía de los bloques quien circula por la autopista a cien
kilómetros por hora, los “de dentro” han contrapuesto una imagen rica,
heterogénea, inquieta… en definitiva, viva.
Sobre Badia del Vallès pesa una imagen negativa que le fue
atribuida hace ya demasiado tiempo. Es momento de cuestionarla desde
fuera, ya que también hace mucho tiempo que no se la creen los de dentro.
Sólo nos queda agradecer a Badia del Vallès el habernos acogido
como a unas vecinas más en sus lugares: sus plazas, calles, entidades e
instituciones. Y dar las gracias muy especialmente a todos y todas nuestras
informantes, que han compartido con nosotras opiniones y recuerdos con
la sencillez de quienes tienen la confianza en el otro como norma de
convivencia.
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Subterranis Recomponiendo el imaginario urbano. El municipio de Badia desde la perspectiva de sus habitantes María Teresa Tapada y Lucrezia Miranda The Red Tapes
Subterranis Zone Deborah Fernández
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6 Información proporcionada por responsables del servicio en la sede de la AAVV Badia.
5 Perros Callejeros es una película de acción dirigida por José Antonio de la Loma en 1977. Cuenta
la historia de un grupo de delincuentes juveniles con dos personajes centrales, “el Vaquilla” y “el Torete”,
en la Barcelona de los años setenta. Algunas escenas se rodaron en Badia y en otras áreas de la periferia
barcelonesa. La película causó un gran impacto en la Barcelona de la época.
4 Según el Institut Català d´Estadística, Badia es el municipio de Cataluña con menor renta familiar
disponible per cápita (7.400 euros por año y habitante). El municipio depende de un programa de
subvenciones de la Generalitat para compensar la falta de ingresos. “‘Badia es pobre porque su diseño
no le permite crecer más y va a seguir necesitando ayuda de la Generalitat durante tiempo, pero se vive
bien’, apunta una funcionaria” (La Vanguardia, 19 de diciembre de 2004).
3 “Es van construir dues centrals de formigó dintre de la mateixa obra” recorda en Piqueras. “Una feia
els plafons dels blocs Estrella i l'altra, els dels blocs Alcalá, nom amb el qual es coneixien els blocs més
alts, ja que Cubiertas ja havia experimentat aquest sistema a Alcalá de Henares. La patent dels prefabricats
era d'una empresa francesa, que s'encarregava de l'assistència tècnica. Cada dia sortien de les
formigoneres entre catorze i quinze cases!”.
2 Los mapas cognitivos, también conocidos como mapas mentales, constituyen un tipo de procesamiento
mental, o “cognición”, compuesto por una serie de transformaciones psicológicas mediante las cuales
un individuo puede adquirir, codificar, almacenar y decodificar información sobre la ubicación y atributos
relativos de su entorno espacial cotidiano o metafórico. Mediante los mapas cognitivos, el individuo
estructura su conocimiento espacial, permitiendo que “el ojo de la mente” componga imágenes para
reducir la carga cognitiva de la información disponible. Estos modelos mentales simplificados –cuya
representación ha sido trasladada al papel directamente por los entrevistados– sirven para percibir,
contextualizar y entender lo que de otro modo sería una realidad compleja.
ZONE
DEBORAH FERNÁNDEZ
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The Red Tapes Valentín Roma La memoria
El profesor Manuel Delgado observa minuciosamente
el perfil de la presentadora del acto y escucha, a lo lejos, el
sonido de los numerosos asistentes acomodándose en las
sillas del auditorio del Ateneu Barcelonès. Se fija en las dimensiones de la oreja de la chica mientras ésta enumera,
como una especie de retahíla de frases memorizadas, un
currículo innecesario de honores académicos, libros escritos
hace tiempo y participaciones en eventos diversos, algunos
de los cuales o no se celebraron cuando la joven explica o
tuvieron bastante menos solemnidad que la que ella intenta
aportar con su tono de voz y su dicción precisa. Durante
unos segundos Manuel Delgado intenta adivinar –sin
lograrlo– la edad de la chica, luego inicia con parsimonia
un ritual que consiste en quitarse el reloj de la muñeca,
mirarlo una última vez y colocarlo delicadamente a escasos
centímetros del grupo de folios mecanografiados que
constituyen la conferencia que leerá esta tarde. Después
bebe un trago de la botella de agua, sopla con fuerza el
micrófono para ver si funciona y se rasca disimuladamente
una pierna.
—Lo diré sin adornos y para romper el hielo: NOS
HEMOS DEJADO ARREBATAR LA MEMORIA.
»Sí; ya sé que ustedes piensan que esto que acabo de
plantear es una boutade alarmista o un truco de astuto
conferenciante mediático para ganarse desde el principio
a la audiencia, pero es exactamente lo que pienso –explica
Ateneu Barcelonès. Calle Canuda 6. Barcelona
25 de marzo de 2001
19.30 h
3
La memoria Valentín Roma The Red Tapes
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4
el profesor Delgado con su habitual tono de enfado, mientras
un par de jóvenes con rastas sentados en las últimas filas
cuchichean entre ellos y sonríen y asienten ostentosamente
con la cabeza–. No he venido hoy aquí a evangelizar a nadie,
pues los que me conocen saben que soy ateo confeso, devoto
de la iconoclastia, exmaoísta y admirador de Leon Trotsky
–se oye la carcajada solitaria de un individuo bajito que se
sienta justo delante del orador– y por ello, porque lo que
quiero exponer hoy aquí son sólo algunas preguntas y no
un conjunto de certezas, quisiera lanzaros así, a bocajarro,
cuatro cuestiones que matizan e ilustran mi afirmación inicial
de que NOS HEMOS DEJADO ARREBATAR LA MEMORIA.
»La primera pregunta es: ¿de quién es la ciudad en la
que vivimos? –el profesor Delgado hace una pausa teatral,
mira desafiante al auditorio y hace el gesto de contar con
su mano abultada–. Segunda pregunta: ¿los políticos que
gobiernan esta ciudad representan todas y cada una de las
sensibilidades que aquí se dan cita, por minoritarias que éstas
sean? Tercera pregunta: ¿la diversidad humana debe exhibirse
como si fuese un show demagógico, trivial y mediático? –el
individuo de la primera fila suelta otra carcajada que quiebra
el silencio de la sala y que sirve para que un jubilado sentado
a su derecha decida por fin levantarse y salir hacia la calle
disimulada y pudorosamente–. Y cuarta y última pregunta:
¿por qué tenemos que aceptar que los poderes fácticos nos
laven la conciencia histórica y nos digan cómo debemos
comportarnos en nuestra propia ciudad?
El auditorio rompe en ese mismo instante en un sonoro
aplauso, aprovechado por el profesor Delgado para beber
otro trago de agua y volverse a rascar la misma pierna que
al principio de su discurso.
—Si me permiten sólo algo más, querría decirles que
una cosa son espacios públicos de calidad y otra cosa son
espacios públicos monitorizados e hipervigilados. Una
cosa es urbanización y otra muy distinta lo que mi amigo,
el geógrafo Francesc Muñoz, ha llamado, titulando un
excelente libro suyo, ur-ba-na-li-za-ción –dice esta palabra
separando las sílabas y con una lentitud enfática–, es decir,
triunfo absoluto de lo fácil en el diseño de ciudades.
»No podemos dar ningún tipo de cobertura social a este
espacio racional, higiénico y desconflictivizado que algunos
llaman Barcelona; un espacio supuestamente habitado por
ciudadanos libres y responsables que se avienen en todo
momento a colaborar y que asisten entusiasmados a las
puestas en escena mediante las que el poder político se
exhibe en todo su esplendor –se oyen algunos noes y toses
y tímidos aplausos–. Una vez conseguida la coherencia en
los planos y las maquetas, ya sólo hay que esperar que la
ciudad así concebida se despliegue victoriosa sobre una
sociedad urbana hecha de fragmentaciones, incongruencias
y luchas. Basta una buena planificación para que el orden
de la representación se imponga sobre el desorden de lo
real, para que la amnesia triunfe sobre la memoria. Porque
la memoria es, si ustedes me permiten decirlo así, el gran
tema de esta publicación que hoy presentamos aquí; porque,
y ya con esto acabo, SÓLO SI RECUPERAMOS LA MEMORIA
PODREMOS RECUPERAR LA ACCIÓN.
»Muchas gracias y paso la palabra a mi compañero
Santiago López Petit.
5
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The Red Tapes Valentín Roma La memoria
6
A pesar del desorden, la cabina radiofónica huele a
desinfectante. Hay una mesa circular situada en el centro
y tres micros con las siglas AE grabadas en los mangos. De
las paredes cuelgan licencias de emisión y una fotografía
de Luis del Olmo entrevistado por el nuevo director de
informativos. Sentado en una silla ergonómica está Ramon
Argenté, el único locutor que queda del primer equipo de
Antena Escolar. Delante suyo tiene una libreta de espiral
abierta por la mitad, donde garabatea tramas geométricas
siguiendo las cuadrículas de las hojas. Carraspea mientras
escucha el pitido de la señal horaria primero y después la
sintonía musical de su programa.
—Buenas tardes a todos los oyentes de Viaje al Reino
del Metal desde el 107.3 de la Frecuencia Modulada. Empieza en estos momentos, justo cuando los relojes marcan
las cinco de la tarde –una hora menos en Canarias–, la tercera
edición de DIEZ HORAS CON EL REY.
»Como sabrán todos aquellos camaradas del rock and
roll que nos siguen, estamos celebrando mensualmente un
programa-homenaje en doce episodios para nuestro rey: el
único, el irrepetible Elvis Aaron Presley, el chico de Tupelo,
un pueblucho de Mississippi que cambió para siempre la
historia de la música popular.
»Empezamos el ocho de enero, con su nacimiento;
continuamos el diez de febrero, el día que se grabó en los
estudios de la compañía RCA, en Nashville, “Heartbreak
Hotel”, la mejor canción jamás escrita.
Antena Escolar. Calle de Menorca 14. Badia del Vallès
25 de marzo de 2001
17 h
—Buenas tardes a todos. En primer lugar querríamos
agradecerles de forma especial su asistencia a este acto de
presentación del nuevo libro de Luis García Montero titulado
La intimidad de la serpiente. También quisiera dar las gracias
a la editorial Tusquets, a través de la persona del profesor
Toni Marí, por su implicación para con este evento, así como
a Antonio Ramírez, director de la Librería La Central, por
la inestimable ayuda prestada en las cuestiones relacionadas
con la organización. Y, por supuesto, una gratitud especial
Librería La Central. Calle Mallorca 237. Barcelona
25 de marzo de 2001
19.30 h
»Hoy veinticinco de marzo conmemoramos el famoso
corte de pelo que tuvo que hacerse en mil novecientos cincuenta y ocho, en la base militar de Fort Chaffee, Arkansas,
el recluta número cinco tres tres uno cero siete seis uno,
conocido en el mundo entero como Elvis Presley.
»Comenzamos en estos momentos, cuando son exactamente las cinco y tres minutos de la tarde y hasta las
veintidós de la noche, una nueva edición de DIEZ HORAS
CON EL REY, un programa-homenaje a través de fechas
emblemáticas en la intensa biografía de Elvis.
»Buenas tardes a todos y a todas desde Antena Escolar,
la radio de Badia del Vallès. Soy Ramon Argenté y esto es
Viaje al Reino del Metal.
Tras hacer un gesto con la barbilla, el técnico de sonido
da paso a la carátula musical del programa e inserta progresivamente las primeras notas de Teddy Bear.
7
La memoria Valentín Roma The Red Tapes
139
8
y doble para Luis García Montero; gracias Luis por haber
escrito un libro tan excepcional –en ese momento el poeta
asiente mientras hace malabarismos con un bolígrafo Pilot
rojo entre sus dedos– y muchas gracias también por estar
hoy aquí entre nosotros, pues sé que has hecho un gran
esfuerzo para encontrar un hueco en tu apretada agenda.
»Dicho esto, quisiera lo más brevemente posible y antes
de ceder la palabra al autor, presentar el acto que nos
reúne aquí.
»La publicación de un libro de poemas es siempre un
pequeño milagro –se oye un murmullo de risas y arrastres
de sillas que tranquilizan, por fin, al presentador y le hacen,
fruto de la confianza recién adquirida, independizarse de
las notas escritas y adoptar un tono mucho más coloquial
para su monólogo. Todos sabemos que la poesía no está de
moda como lo está la literatura precocinada en los círculos
mediáticos, los escritores-promesa menores de treinta años
o el fast thinking o pensamiento de saldo. Sin embargo, la
poesía resiste todo tipo de embestidas y sigue siendo esa
arma cargada de futuro que decía Blas de Otero; un arma
que para cargarse de futuro debe mirar hacia el pasado.
»Este libro que presentamos hoy aquí es un libro que
participa de ese espíritu retroactivo, por decirlo de algún
modo. Es un libro en el que la madurez es un estado anímico
crítico y nada complaciente, un libro que rescata la memoria
de un tiempo y la proyecta sobre cada uno de nosotros.
»Nos reconocemos en esos ideales juveniles y también
en esas claudicaciones posteriores; nos vemos iluminados
por los destellos de la infancia y también por los borrones de
la cuarentena. La memoria, insisto, esa memoria biográfica,
moral y sentimental recorre los versos de este poemario que,
según mi opinión, consolida a Luis García Montero como
uno de los grandes poetas de nuestro presente. Por mi parte
nada más. Nuevamente agradecerles su asistencia y cedo
la palabra a Luis –otra vez se escuchan toses y nadie aplaude,
para sorpresa del presentador del acto.
El poeta toca con un largo dedo el micrófono que le
han puesto delante, saca unas gafas de su bolsillo y se recoloca el flequillo de universitario indomable que aún mantiene, por una cierta coquetería juvenil.
—Antes de empezar mi charla quiero decirles dos cosas:
una es que detesto hablar en público porque soy de los que
piensan que en los libros escritos por uno se encuentra todo
lo que uno mismo puede decir de sí; la otra es que quien
dijo que la poesía era un arma cargada de futuro no fue Blas
de Otero, sino Gabriel Celaya.
»Dicho esto, y a pesar de insistir en que explicar un
poema es una especie de profanación, voy a “perpetrar” el
sacrilegio de analizar mis propios poemas, es decir, voy a
psicoanalizarme; espero que ustedes sepan perdonarme
y no me denuncien a la policía –se oyen risas del público.
»Con La intimidad de la serpiente he querido comparar
las distintas contradicciones que ha vivido el país en el que
fui niño y adolescente –que eran las contradicciones de
la pobreza y del retraso– con las contradicciones de hoy, que
son las de la riqueza y la modernidad. Esa fábula de la
modernidad que nosotros tuvimos de adolescentes ahora
la vemos realizada y vemos sus contradicciones. Sobre todo
eso va el libro. Yo crecí en una ciudad como Granada donde
existía la pobreza, en la que se veían los trenes y los autobuses
llenos de gente que emigraba, y ahora cuando paseo con mi
hija por la ciudad lo que veo es todo lo contrario. Ahora la
9
140
The Red Tapes Valentín Roma La memoria
10
gente viene aquí a ganarse la vida. Es ese cambio antropológico –mucho más fuerte que lo que significó el paso de la
dictadura a la democracia– de ser un país pobre a uno rico,
consumista, seguro de sus derechos y con la prepotencia del
lujo, ese cambio es el que está en la atmósfera del libro.
»A propósito de la memoria a la que se refería Claudio
en la presentación del acto, me gusta citar como ejemplo el
ruido de una moto, que a mí me lleva a la Granada de los
primeros años sesenta a las ocho de la mañana, cuando
los albañiles iban con la “derbi obrera” a tomarse una copa
de coñac junto a la estación. Sin embargo, para mi hija el
ruido de una moto es la noche, la movida y la marcha. El
vocabulario de la realidad ha cambiado, y ese cambio a mí
me interesa como poeta porque también es un cambio de
lenguaje, es el lenguaje de la realidad.
»Decía António Lóbo Antunes que la imaginación es la
memoria fermentada. Sin embargo, y aunque suene tópico,
vivimos en un país sin memoria o un país muy mal relacionado con su memoria, donde los creadores no han ejercido
como portavoces de la memoria colectiva sino que se han
dedicado a otros intereses.
»Para acabar y siguiendo con ese homenaje a la memoria
que parece ser el eje argumental de esta noche, me gustaría
leerles dos fragmentos del poema “Nochevieja” (1940, 1970,
2000). El primero dice así: “La cenizas vivían / como lobos
cansados en el televisor. / Allí estaban los himnos, / los
santos y el Caudillo, / tras su mundo imperial de la espada
y la bruma, / enfermos y apoyados / en la fragilidad de una
madera inútil. / Por un momento rotos, pareció / que se
habían quedado sin país.” El segundo es el siguiente: “¿Qué
empezaba a romperse? / Más que el espejo sucio de las
La habitación no tiene ventanas. Hay un mueble hecho
a medida que ocupa la totalidad de una de las paredes del
cuarto. El mueble es de madera prensada y tiene cuatro
módulos. En el primer módulo hay cajones para guardar
ropa, una mesa que se dobla sobre sí misma hasta quedar
escondida entre dos estantes y un altillo. El segundo módulo
es una cama a la que hay que extender las patas antes de
Calle de Oporto 1, 5. A. Badia del Vallès
25 de marzo de 2001
16 h
comisarías / y las salas de espera, / en el que se arreglaron
sus trajes de domingo / las pobres gentes de la dictadura. /
Mucho más que el silencio, / el cristo de la alcoba, / las fotos
de familia numerosa / y el orden de los hijos / que deben ir
a la universidad.”
Se produce entonces un silencio incómodo en el auditorio. Luis García Montero, experto en este tipo de situaciones, se anticipa a los aplausos y da nuevamente unos toquecitos con el dedo en el micrófono.
—Perdónenme ustedes, me olvidaba de agradecerles
yo también la asistencia a este acto. Permítanme para ello
despedirme con la última estrofa del último poema del libro,
que se titula “La primavera de la esfinge” y dice: “Apágame,
viajero / la luz cuando te vayas. / Recuérdame, lector, / al
doblar esta página.”
Suena en ese momento una ráfaga de aplausos potentes
y uniformes, como si en lugar de ser reales fueran aplausos
grabados.
11
La memoria Valentín Roma The Red Tapes
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12
Max Rockatansky: Jefe, ten.
Fifi Macaffee: ¿Qué? ¿Qué pasa?
Max Rockatansky: Toma esto, me doy de baja.
Fifi Macaffee: ¿Otra vez?
Max Rockatansky: Otra vez no, va en serio, me marcho.
Fifi Macaffee: Siéntate.
Max Rockatansky: No, no vine aquí a discutirlo sino a
decírtelo. Me voy.
Fifi Macaffee: ¡Espera un minuto! De acuerdo, El Ganso perdió
el pellejo pero hacía tiempo que se lo estaba buscando.
Max Rockatansky: Te equivocas.
Fifi Macaffee: Max, reconoce que sus métodos no eran
adecuados. ¡He dicho que esperes! Eres un triunfador Max,
lo mejor que tenemos y no voy a perderte porque se te haya
metido eso en la cabeza.
dejarla reposar en el suelo. El tercer módulo es un armario
con una barra para colgar perchas que se extiende y se recoge
hacia dentro. El cuarto módulo es otra cama de patas extensibles. Arrinconada contra la puerta hay una mesita con una
televisión y un vídeo.
—¿Han llamado tus padres diciendo a qué hora vienen?
—No, no han llamado. Igual tendría que llamarles yo,
pero es que entonces se va a notar mucho que estoy controlando su llegada.
—Igual sí que va a cantar mucho.
Se hace un silencio incómodo entre los dos.
—¿Y no se te ocurre alguna excusa para llamarles y,
como quien no quiere la cosa, preguntarles cuándo piensan
salir para acá? Piensa algo tú que tienes tanta imaginación.
—Eso no es imaginar, Lidia, eso se llama mentir.
—Mentir, imaginar... al final es un poco lo mismo, ¿no?
—¿Tienes un montón de libros? ¿Te los has leído todos?
–dice la chica mientras tienta con su mano izquierda el suelo,
como buscando algo pero intentando que el chico no se dé
cuenta.
—Sí, casi todos. Algunos incluso me los he leído dos
veces –responde él incorporándose un poco de la cama para
vigilar lo que hace ella con su mano. Leer es lo que más me
gusta hacer ¿sabes?, pero soy un poco raro leyendo. Siempre
leo dos o tres libros a la vez. No sé por qué lo hago pero
es así.
—¿Y te enteras de los argumentos? ¿No se te mezclan
unas historias con las otras? –contesta la chica al mismo
Dicen que el pueblo ya no cree en héroes y valientes. Tú y yo,
Max, vamos a devolverles a sus héroes.
Max Rockatansky: ¡Bah, jefe! ¿De verdad crees que vas a
convencerme con tus discursos?
Fifi Macaffee: Je, je, reconoce que estabas casi convencido,
je, je.
Max Rockatansky: Hasta luego jefe.
Fifi Macaffee: ¡Eeeh! Venga hombre, ¿quieres que te suplique,
que me ponga de rodillas y llore?
Max Rockatansky: Ja, ja, ja.
Fifi Macaffee: Un momento. Dame una razón.
Max Rockatansky: Tengo miedo, jefe.
Fifi Macaffee: Bah...
Max Rockatansky: ¿Sabes por qué? Porque todo me parece
un circo y empiezo a disfrutar con ello.
Fifi Macaffee: ¡Qué tonterías se te ocurren!
Max Rockatansky: Escucha, si sigo voy a acabar como
cualquiera de ellos: loco perdido. Sólo soy de los buenos porque
lo dice la placa de policía. ¿Entiendes lo que quiero decirte?
13
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The Red Tapes Valentín Roma La memoria
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tiempo que levanta la sábana y mira de costado hacia los pies
de la cama, siguiendo con su búsqueda.
—No, no se me mezclan. Tengo bastante memoria y
además, cuando leo llevo una libreta donde voy apuntando
cosas.
—Ya. Y también he visto que escribes en los libros –dice
ella para que él vea que ha observado algunos detalles significativos.
—Sí, bueno. A veces, cuando no tengo la libreta a mano
escribo en los márgenes de los libros. Por eso nunca dejo
mis libros a nadie, ¿sabes?, porque no me gusta compartir mis
pensamientos con la gente –contesta él mientras tienta con
su mano derecha el suelo, buscando algo pero intentando
que la chica no se dé cuenta.
—Yo no he leído nada de lo que tú has escrito en tus
libros, ¿eh? He visto que había cosas escritas y por eso te lo
he dicho, pero yo no las he leído –responde ella levantando
la pelvis y pasando la mano por el trozo de cama que hay bajo
sus riñones.
—Me da lo mismo si tú lo lees, porque tú no eres como
el resto de gente –dice esto mirando hacia el techo, mientras
nota que la chica se ha puesto colorada–. ¿Buscas esto? –y le
enseña unas bragas de algodón grises con rayas blancas, lo
que aumenta el sonrojo de la joven.
—¡Eres la hostia, Dani! –contesta ella al mismo tiempo
que va metiendo sus dos piernas en los huecos de las bragas
y se cuida de que la sábana le tape el gesto.
—¿Por qué soy la hostia? ¿Porque te dejé leer mis escritos
–cosa que no he dejado hacer nunca a nadie– o porque
encontré tus bragas? –dice él con una media sonrisa y como
si estuviese atrapado en el diálogo ocurrente de una secuencia
El profesor Manuel Delgado llega a su casa después de
la presentación de su último libro. Entra sin hacer ruido y se
dirige al comedor para ver si hay alguien. La sala está vacía
pero hay una lamparita encendida. La apaga, va a la cocina
a buscar un vaso de agua y se marcha a su despacho. Se
sienta delante del ordenador, enciende un purito y abre el
correo electrónico. Los mensajes empiezan a caer en tromba.
Con los preparativos para el libro hace una semana que no
toca el ordenador y tiene ciento dieciséis mensajes nuevos.
Da un vistazo rápido a los nombres de los remitentes, reconoce
a unos cuantos pero le asalta una grandísima pereza sólo con
pensar en contestar a alguno de ellos. Cierra el correo electrónico, bebe un trago de agua, se recoloca en la silla y abre
el explorador de internet. Por defecto salta la página. Manuel
Delgado escribe en el sobre de dirección barcelona /indymedia.org y espera. La página tarda mucho en cargarse debido
a la gran cantidad de fotografías a gran resolución, por lo
Passeig de Sant Joan 21. Principal 2. Barcelona
25 de marzo de 2001
22.45 h
—No sé. Por todo.
—Oye, ¿yo te gusto por algo especial? ¿O estás dejándote
llevar? –le pregunta él a bocajarro.
—No sé. Eres distinto a los demás. Mira Dani, a mí me
da mucha vergüenza hablar de mis sentimientos... No estoy
acostumbrada. Con los otros tíos casi nunca hablaba. Íbamos
a lo que íbamos y luego cada uno por su lado. Nunca he sido
tía de mucho hablar, la verdad.
15
La memoria Valentín Roma The Red Tapes
143
16
que vuelve a Google. Escribe entonces la palabra manuel
delgado y pulsa enter. La séptima entrada de la búsqueda
dice: Manuel Delgado Villegas – Wikipedia. A Manuel Delgado
se le considera el peor asesino de la historia criminal ... Manuel
Delgado Villegas no tuvo abogado defensor hasta seis años
y medio tras... es.wikipedia.org / wiki / Manuel_ Delgado_Villegas
– 14k – . No entra en esta página. Sin embargo, sube al inicio
y vuelve a comenzar la búsqueda, aunque esta vez por imágenes. Va pasando a través de fotografías suyas y de gente
desconocida que también se llama Manuel Delgado. En
medio de éstas aparece la imagen de una lápida perfectamente encuadrada, en la que se lee DELGADO. Abre la página,
que está dedicada a retratos de cementerios. La lápida en
cuestión pertenece al Mount Olivet Cemetery, en Fort Worth,
Texas. En el lado derecho dice FATHER, MANUEL SR, JAN. 6,
1920 – JAN. 8, 1989. En el lado izquierdo MOTHER, RICARDA,
FEB. 6, 1921. En medio, con letras mayúsculas muy grandes,
se lee DELGADO. No entiende por qué la señora Delgado no
tiene fecha de defunción, pero aventura dos o tres teorías
posibles. Ninguna le convence totalmente. Cierra la página
sin querer cuando en realidad pretendía pulsar el botón de
ir hacia atrás. Vuelve a abrir Google nuevamente y escribe
en el sobre de búsqueda la palabra MEMORIA, con letras
mayúsculas. El buscador le muestra una colección de imágenes
sin ningún tipo de relación entre sí: cuadros de Dalí y Magritte,
gráficos incomprensibles, componentes informáticos, reproducciones de especies florales y una fotografía en blanco
y negro de Aldo Moro secuestrado, sin afeitar, esbozando
una especie de sonrisa, sentado delante de una bandera en
la que se lee Brigate Rosse. Manuel Delgado borra la palabra
MEMORIA y escribe ORNELLA VANNONI, luego MONICA
VITTI. Se queda un rato mirando las fotografías en miniatura
de la actriz italiana y se imagina a él mismo mucho más
delgado, vistiendo un esmoquin negro con pajarita y cantando
en un club glamuroso de luces bajas, posavasos de cristal
y mesillas redondas, como si fuese Frank Sinatra o, mejor,
Dean Martin. Tararea una estrofa de “Per sempre”, la canción
de Adriano Celentano: “Ci sarò per sempre / in ogni parte
ovunque / ci sarò con te per sempre / se qualcuno non ti
sente / Non importa se poi / sarà un destino amaro / non
importa perchè / Tu sei per me il bene più caro.” Luego
escribe en Google ACTRICES ITALIANAS y sólo le aparece un
documento. Vuelve a probar con la palabra ACTRICES RUBIAS.
Finalmente Manuel Delgado escribe SCARLET JOHANSSON
en el sobre de dirección de Google. El buscador le responde
con Quizá quiso decir SCARLETT JOHANSSON pero, a pesar
del error en la redacción, le ofrece seis páginas con fotografías
de la protagonista de Lost in Translation. Abre cada una de
ellas y observa detenidamente los gestos de la joven, su
artificial manera de posar ante la cámara. Se nota que no es
una modelo profesional y que interpreta con dificultades el
modo en que se muestra al objetivo. Pincha una imagen en
que Scarlett Johansson está sentada junto a Bill Murray.
Ambos tienen como fondo una pared empapelada con un
dibujo que pretende simular una piel de cebra. Él viste traje
negro y una inapropiada camiseta amarilla. Tiene el torso
erguido, las manos encima de las rodillas y la cara picada
por cicatrices que rememoran algún antiguo acné juvenil.
Ella lleva una peluca rosa y una falda abierta en un costado.
Los dos están con los ojos cerrados. Sin saber por qué guarda
esta imagen en la carpeta de Mis imágenes y después apaga
el ordenador.
17
144
The Red Tapes Valentín Roma La memoria
18
—Delirio número ocho, Barcelona, veinticinco de marzo
del dos mil uno –dice Manuel Delgado a una grabadora de
mano diminuta–. Posible escena a incorporar en un hipotético
guión para una representación teatral que (por supuesto)
no tiene ninguna relación con el teatro de Bertolt Brecht.
Primera visualización. Las luces se apagan y el telón sube,
dejando ver el escenario vacío y en silencio. Un punto de luz
muy dramático ilumina cualquier detalle anodino de una
de las esquinas. El silencio se mantiene hasta que se escuchan
algunas toses y los primeros murmullos. Entonces, de forma
repentina, comienzan a oírse los sonidos grabados de una
manifestación, donde las consignas particulares son ininteligibles. El volumen de este audio es excesivamente potente
y el tono muy preciso. En un momento determinado se apagan
durante unos segundos las luces generales de la sala y después
vuelven a encenderse. Aparece en medio del escenario una
chica rubia de espaldas, buscando ropa en un armario. La
chica se gira hacia el público. Lleva la cara tapada por una
especie de malla negra. Camina hacia su derecha, donde hay
una cómoda antigua. Abre el tercer cajón y saca una máscara
de carnaval veneciano, de aquellas que se aguantan mediante
una varilla. La máscara reproduce el rostro de Virna Lisi en
La hora 25, aquella película de Henri Verneuil en la que
Anthony Quinn es un campesino rumano que se vuelve loco
tras la invasión alemana durante la Segunda Guerra Mundial.
La actriz rubia que tapa su cara con la fotografía de Virna
Lisi se acerca al público y empieza a cantar una vieja canción
revolucionaria italiana, concretamente “La Guardia Rossa”,
que dice “Non ha pennacchi e galloni dorati, ma sul berretto
scolpiti e nel cor, mostra un martello e una falce incrociati:
gli emblemi del lavor! Viva il lavor!” Como un rumor de fondo
—Te propongo un juego, a ver qué te parece.
—¿Un juego? –dice ella con cierto pudor e intentando
ocultar, al mismo tiempo, ese pudor.
—Sí, un juego –sigue explicando él entusiasmado. Te
propongo que nos cambiemos los nombres y que sólo nosotros sepamos qué significan estos nuevos nombres. Será
una especie de contraseña personal que nada más sabremos
nosotros dos y que no podremos desvelar nunca a nadie,
¿vale?
—Bueno, ¿y yo qué tengo que hacer?
—Tú tienes que pensarte un nombre para mí.
—Ya.
Calle de Oporto 1, 5. A. Badia del Vallès
25 de marzo de 2001
17.15 h
se oye, unos minutos más tarde y pisando el texto de la chica,
una voz casi inaudible de narrador masculino que en perfecto
castellano lee el siguiente escrito: “Una extraña pasión invade
a las clases obreras de los países en que reina la civilización
capitalista: una pasión que en la sociedad moderna tiene
por consecuencia las miserias individuales y sociales que
desde hace dos siglos torturan a la triste Humanidad. Esa
pasión es el amor al trabajo, el furibundo frenesí del trabajo,
llevado hasta el agotamiento de las fuerzas vitales del individuo y de su progenitura. En vez de reaccionar contra esa
aberración mental, los curas, los economistas y los moralistas
han sacrosantificado el trabajo. Hombres ciegos y de limitada
inteligencia...”
19
La memoria Valentín Roma The Red Tapes
145
20
—Tienes que pensar un nombre que tenga un significado
especial. Piensa en algún recuerdo tuyo, en alguna particularidad mía, no sé, algo especial.
—Es que yo no tengo imaginación y...
—¡Joder, si te lo tomas con ese entusiasmo a tomar por
el culo el juego! –interrumpe él con gran brusquedad, levantándose de la cama y quedando desnudo en medio de la
habitación, con el pene hinchado y enrojecido–. ¿Tanto te
cuesta pensar algo? Estoy intentando buscar experiencias
diferentes que nos permitan compartir cosas distintas a las
que hace todo el mundo. Ya te dije el otro día que si hay
algo que no soporto es ser igual a los demás. No sé, dime
capullo o engreído si quieres, pero no lo aguanto.
—Vale, vale, no te cabrees. Ten un poco de paciencia
conmigo –responde ella sin poder disimular una sonrisa
y mirando como, mientras él agitaba los brazos por el enfado,
su pene daba pequeños saltitos.
—¿Qué estás mirando?
—Nada, nada. Venga, sigamos con lo de los nombres.
¿Tú ya has pensado en el mío?
—Yo sí. Ya lo tengo. ¿Quieres saberlo?
—Sí.
—Jessie.
—¿Por qué Jessie?
—Te lo cuento después que me digas tú el tuyo.
—¿El mío?
—Sí.
—El mío es... –mira entonces las sabanas que la cubren.
Son unas sábanas inapropiadas para un adolescente de
dieciséis años y ridículas para la conversación que los dos
jóvenes tienen en aquel cuarto. Sólo el empecinamiento en
la niñez de una madre puede explicar que esas sábanas
formen parte de la escena que ocurre en la habitación. En
esas sábanas aparecen reiterativamente los dos personajes
de una serie de dibujos animados. Dos abejas que caminan
sobre una gran hoja de color verde mojada por el rocío de
la mañana–. El mío es Willy.
—¿Willy? –dice él mientras se fija en la cara medio
dormida de la abeja niño y en su ridícula cresta roja–. ¿Estás
segura de que Willy es un buen nombre? Mira, te explico
de qué va el mío y tómate un poco más de tiempo para
pensar. Quizá lo dijiste un poco precipitadamente.
—¿No te gustó, verdad? Ya te dije que no tengo imaginación –responde ella un poco decepcionada consigo misma.
—No, no, no es eso. Mira, yo he pensado en Jessie
porque es el nombre de la mujer de Max Rockatansky. ¿Has
visto la película? Me refiero a si has visto Mad Max. Salvajes
de la autopista.
—No la he visto.
—¿No? –dice él en un tono exclamativo excesivamente
dramático, mientras salta otra vez de la cama y se empieza
a poner los pantalones de un chándal. No me creo que no
hayas visto Mad Max. Es mi película favorita. Lo sé todo
sobre ella porque la he visto doce veces. ¿Sabes que se hizo
con un presupuesto de 350.000 dólares y que, sin embargo,
consiguió recaudar 100 millones de dólares en todo el mundo?, ¿y que algunas de las cosas que dicen por la radio los
Nightriders son letras de la canción “Rocker” de AC/DC?,
¿y que se grabó en los desiertos de Australia?, ¿y que, ya
con esto acabo y no te doy más la paliza, el coche que conduce
Max (el "último de los V8 interceptors") es un Ford XB
Falcon Hardtop, vendido en Australia entre diciembre
21
146
The Red Tapes Valentín Roma La memoria
22
del 73 y agosto del 76, aunque el coche en la película tenía
un motor V8 de 5.75 litros standard?
—No, no lo sabía. Ya te he dicho que tengo una memoria
desastrosa para los nombres. Además, no he visto la película.
—Si quieres enciendo el vídeo y la pongo.
—¿Y si vienen tus padres?
—¡Hostia, es verdad! Se me había olvidado por
completo. Creo que lo mejor es llamarles con alguna excusa
para asegurarnos –dice él mientras sale de la habitación
saltando sobre un pie y calzándose el otro.
—Dani, ¿qué vas a inventarte para que no se note que
estás controlando cuándo llegan? –dice ella sentada en la
cama y poniéndose el sujetador.
—Les voy a decir la verdad –responde él desde el quicio
de la puerta, mirándola con el gesto de un héroe deportivo
típico de las películas de amor adolescente–. Les voy a decir
que no pueden venir aún porque tengo una chica en mi
cama.
—Oye, ya sé el nombre que me he inventado para ti –le
dice ella mirándole las piernas–. Te llamaré Mad.
—¿Seguro...? ¿No te parece mejor Max? Suena mejor,
más contundente ¿no crees?
—Si tú lo dices...
—Yo creo que Max es una idea de puta madre. Voy a
llamar, ahora vengo, no te muevas de la habitación, Jessie.
Primera llamada telefónica:
—Hooola, ¿qué?, ¿cómo fue la presentación?
—Hola, pues más o menos como siempre: aburrida.
—¿Aburrida por lo que dijiste tú o por lo que dijeron
los demás?
—Por todo un poco.
—Bueno, ¿pero no hubo nada interesante? ¿Y Claudio
qué tal estuvo? ¿Se puso igual de nervioso que la vez de
Madrid?
—Ya conoces a Claudio en público. Estuvo correcto pero
nada más. Antes de empezar la charla quedamos en que
centraríamos la cosa alrededor de la memoria y por ahí
andamos. ¡Ah! Sí que hubo algo interesante, Claudio citó la
siempre socorrida y original frase: “La poesía es un arma
cargada de futuro.”
—¡No me lo puedo creer! Lo tenía yo por un tipo original,
¿no? Cuando vamos de copas..., no sé, nunca se me ocurriría
decir semejante estupidez en la presentación de tus poemas.
—Ni de mis poemas ni de los de nadie. Pero espera, que
encima dijo que la frase era de Blas de Otero, aunque cuando
tomé la palabra lo primero que hice fue corregirle.
—¡Pobre! Menudo trago debió de pasar. Es que no sé por
qué Claudio se mete en ese tipo de historias. Él es muy bueno
en lo suyo, en la universidad, escribiendo esos textos llenos
de citas y referencias eruditas... Pero parece que con esto
no tiene bastante y se empeña en hacer vida social. No lo
entiendo, con lo bien que está uno en su casa tranquilo.
Hotel Citadines, Ramblas 122. Barcelona
25 de marzo de 2001
23.28 h
23
La memoria Valentín Roma The Red Tapes
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24
Bueno, sí lo entiendo. Para mí Claudio siempre ha querido
ser poeta y no ha podido o no ha sabido o no le han dejado
las circunstancias. ¿No crees?
—Igual sí, no lo sé, tú le conoces mejor que yo.
—Bueno, ya veo que no tienes muchas ganas de hablar;
quizá te dejaste todas las palabras en el auditorio.
—No, no es eso. Es que me duele un poco la cabeza.
—¿Entonces qué? ¿Me vas a decir lo que has explicado
o no? ¿De qué has hablado?
—He hablado de la niña.
—¿De qué niña?
—¿De qué niña va a ser?, de nuestra niña.
—¡Venga Luis! ¿No me dijiste antes que pactasteis con
Claudio lo de la memoria?
—Pues por eso hablé de la niña, de su memoria y de
la nuestra, bueno, de la mía.
—Ya...
—Oye, tengo que cortar que es tarde y quedé en hablar
con Cruz esta noche. Me ha dejado seis mensajes en el
contestador por lo de los artículos de El País.
—¿A qué hora vuelves mañana? ¿A mediodía, no?
—No, a mediodía no. Me parece que cojo el avión por
la noche después de cenar.
—¿Después de cenar? Pensaba que venías antes.
¿Has quedado con alguien?
—Más o menos. Toni Marí me ha propuesto algo y Nacho
Vidal también. Ya veré con qué plan me quedo.
—¡Hombre, ni lo dudes, entre el neorromántico director
de Marginales y el salvaje actor porno de moda no hay color!
—Me refería a Ignacio Vidal-Folch, el escritor y hermanísimo.
Segunda llamada telefónica:
—¿Juan? Hola, ¿qué tal? ¿Te llamo demasiado tarde?
Perdona por no haberte contestado antes pero es que la
presentación se alargó un poco. (...) Bien, correcta (...). Sí,
sí, se los di de tu parte. (...) Ni me lo nombres. Estuvo nefasto
(...). Sí, sí, mucho peor que en Madrid y eso que lo tenía difícil
para superar tan alto listón (...). Sólo te diré un dato y lo
dejamos ahí: ahora resulta que Blas de Otero fue el autor de
aquello que la poesía es un arma cargada de futuro (...). Como
lo oyes, lo soltó y se quedó tan ancho. (...) ¿Yo qué voy a decir?
Lo primero corregirle en público y luego intentar salvar los
muebles como pude. (...) No sé, decidimos hablar sobre la
memoria, fíjate que originalidad. (...) Sí, sí, mejor centrarnos
en lo nuestro. Oye (...), sí, he leído el mail y me parece correcto.
No sé yo si podré cumplir totalmente porque son muchos
textos..., ¿al final cuántos artículos me decías que eran? (...)
Ya, (...), sí, (...), sí, (...), sí, en principio creo que sí puedo
hacerlo. (...) Sí, bueno, no quería decírtelo yo pero ése es un
“aliciente” importante (...). ¡Ja, ja, ja! (...), sí, es un “aliciente”
66
que ya me he gastado antes de cobrarlo. (...) Totalmente de
acuerdo (...), sí, al final escribimos para pagarle a los albañiles.
(...) ¡No, no, eso nunca; antes muerto! (...) ¡Eso, ja, ja! (...),
aunque para sencilla ella y esos artículos sobre el chalet
y Evelio y todo eso. (...) ¡Es increíble cómo la gente se ha
enganchado a esas gilipolleces! ¿Y en el periódico qué dicen?
—Ya lo sé, era una broma. Aunque ten cuidado con lo
que le dices, que ya ves lo que le pasó a Manolo Vázquez.
—Es verdad. Bueno oye, hasta mañana, que voy a llamar
a Cruz.
—Vale, ya te dejo. Hasta mañana.
25
148
The Red Tapes Valentín Roma La memoria
26
Porque la Revista de Agosto es ya un monográfico suyo (...).
Sí, sí, nunca mejor dicho lo de “revista”. (...) ¡De verdad que
yo tampoco me lo explicó lo de Antonio! Cómo ha consentido
eso él, que es un tipo serio y concienzudo... (...) Ya, ya, pero
por mucha teoría literaria que le metas no sé si puedes
escaparte. (...) Sí, sí, mejor pasemos a otra cosa. Oye, por
cierto, ¿te has enterado de la nueva de Cueto? (...) No, no,
no me refiero a eso. Yo eso ni lo he leído ni creo que lo lea.
Lo que te digo son unas declaraciones que se ve que ha hecho
en no sé qué simposio sobre museos (...). No, no, en Madrid
no, creo que fue en Gijón o en Oviedo, ya te lo diré. Me lo
ha enviado Benjamín por mail. Bueno, el caso es que (...).
No, sí, (...), más o menos, pero esta vez ya se ha puesto
totalmente apocalíptico. Dice que la clase intelectual de
este país tiene la culpa de que España haya perdido el
tren de la modernidad, que los intelectuales de los sesenta
y setenta frenaron la utilización de las nuevas tecnologías y
provocaron el desfase que tenemos ahora en cuanto a
creatividad (...). ¿Qué? ¿Qué decías?, es que se te va la voz,
Juan. Muévete un poco que si no pierdes la cobertura. (...)
Ahora, ahora sí. (...) ¡Hombre por supuesto que sé a quién
se está refiriendo! Pero es que ése no es el tema, la cosa es
que para mí Cueto ya se ha convertido totalmente en una
parodia de sí mismo, una especie de cruce entre un McLuhan
de provincias y José Bové (...). Sí, eso, ahora que se ha ido
al campo con la parabólica, nada más le falta tirar un ladrillo
a algún McDonald’s y empezar a construirse la leyenda. (...)
Bueno oye, pues nada, todo eso que pasa por nuestra querida
“Hispania”. En fin, (...), sí, sí, eso. Cuando llegue a Granada
te llamo y quedamos para firmar el contrato. (...) Vale, sí
(...), de tu parte. (...) Hasta luego, Juan.
—Hola otra vez, vuelvo a ser yo de nuevo. No sé..., parece
que te escondes de mí. Te he llamado simplemente para decirte que desde que hablamos el otro día no he dejado de pensar
en tus palabras. He estado dándole vueltas a todo, de verdad,
evaluando los pros y los contras con objetividad, como tú
decías. No sé si te ocurre lo mismo pero, para mí, el principal
problema, la dificultad más grande que yo tengo para abordar
todo esto es precisamente eso: pensar objetivamente. Estoy
bloqueado, Lu; paralizado en un mismo punto y sin poder
avanzar. Después de cada una de nuestras broncas veo clarísimo que lo mejor es dejarlo correr todo para que cada uno
pueda reconducir su vida del modo que quiera; sin embargo
luego, si me pongo a imaginar el día a día sin ti no puedo
soportarlo. Es como si me quedase sin alicientes para continuar. Ya sé que tengo mi trabajo pero incluso hasta eso me
resulta insuficiente si tú no estás. Ya sé que no debería estar
diciendo esto ahora, que el otro día me dijiste que no es el
de hablar así ahora pero es lo que me sale decir, es
67momento68
lo que pienso. Tenía muchas ganas de escuchar tu voz esta
noche. He tenido un día horrible, uno de esos “días rojos”.
¿Te acuerdas, Lu, de nuestros “días rojos”? Por cierto, fíjate
lo que son las cosas: hay un cantautor sevillano que se llama
Manuel Cuesta –un chico joven, más o menos de tu edad–
que ha sacado un disco que se titula así: Días Rojos. En el disco
Tercera llamada telefónica:
—Hola, soy yo. ¿Estás ahí...? No sé si estás en casa. Creí que
me habías dicho que te llamara a las doce. Son las doce y diez.
Me he retrasado un poco porque tenía que hacer un par de
llamadas urgentes. ¿Estás o no? Quizás estás en la ducha o has
bajado a comprar tabaco. Bueno, te llamo un poco más tarde.
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La memoria Valentín Roma The Red Tapes
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28
—¿Has podido hablar con tus padres? –dice ella con la
camisa medio abierta, mientras guarda en su bolsa el sujetador
blanco.
—No, pero he hablado con los vecinos de arriba
–responde él mirando fijamente hacia el televisor.
—¿Qué te pasa? Estás muy serio. ¿Ya te has vuelto a
emparanoiar otra vez? –le reprocha ella con cierto miedo,
sin fuerza para presionarle un poco más.
Max Rockatansky: Jefe, ten.
Fifi Macaffee: ¿Qué? ¿Qué pasa?
Max Rockatansky: Toma esto, me doy de baja.
Fifi Macaffee: ¿Otra vez?
Max Rockatansky: Otra vez no, va en serio, me marcho.
Fifi Macaffee: Siéntate.
Calle de Oporto 1, 5. A. Badia del Vallès
25 de marzo de 2001
18.00 h
hay una canción que adapta un poema mío, aquel que se llama
“Live vest under your seat”. ¿Te acuerdas de ese poema? Empezaba con “Señores pasajeros buenas tardes / y Nueva York
al fondo todavía, / delicadas las torres de Manhattan...”.
Una mañana me dijiste que era uno de tus poemas preferidos y desde entonces a mí también me gusta más. Ya sé que
no debería decir todo esto, ya me lo dijiste el otro día, pero
es que no puedo pararlo, en serio. Bueno, ya te dejo tranquila
que te estaré agotando la cinta del contestador. Tenía muchas
ganas de escuchar tu voz esta noche. En fin, hasta luego, Lu.
Aunque ahora esto ya no tenga ninguna importancia
conviene resaltar que en ningún momento Ramon Argenté
planificó lo de las cartas anónimas. No estuvo observando los
Juzgados de Paz. Plaça de la Vila 1. Barberà del Vallès
27 de marzo de 2001
13.10 h
—No, no me pasa nada –dice sin dejar de mirar la pantalla
de la tele. ¿Te has fijado en esta parte de la película? Es mi
preferida.
—No, no estaba mirando –se excusa ella de forma
nerviosa–. ¿Por qué es tu parte preferida?
—Porque sí, porque me parece que toda la película es
una especie de prolegómeno de esa parte o, dicho de otra
manera, porque ese diálogo es lo que da sentido a la película
–dice él sabiendo que sus palabras son imposibles de entender.
—No te entiendo, Dani. Como no he visto la película no
sé a qué te refieres. Pásala hasta el principio y ahora ya sí me
fijo –contesta ella tomando la única iniciativa de toda la tarde.
—Imposible, tía. Otro día será. Mis vecinos me han dicho
que mis padres han salido hace más o menos quince minutos,
por lo que llegarán en media hora.
—Bueno, pues entonces me voy pitando –responde ella
un poco azorada, abrochándose la blusa y dando un vistazo
general a la habitación en busca de algún objeto propio–.
Bueno, ¿así qué? ¿Quedamos ahora o nos llamamos?
—Mejor nos llamamos en dos o tres días; bueno, me
llamas tú a mí mejor ¿no?
—Sí, mejor que no llames a casa. Ya te llamo yo.
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The Red Tapes Valentín Roma La memoria
30
movimientos de la chica a la hora del café ni espió las miradas
del jefe ni les siguió a los dos a escondidas hasta alguna
habitación del hotel Campanile del Centro Comercial Baricentro, donde solían terminar todas las escaramuzas amorosas de los habitantes de Badia y alrededores. No llevó a
cabo persecución alguna por los domicilios de los dos supuestos amantes ni se ocupó de tenderles posibles trampas
porque, de alguna manera, todo lo que sucedió durante esos
dos días que duró el “asedio”, como dirían luego los abogados
de oficio, fue fruto de una especie de impulso irrefrenable
por desahogarse, por incorporar cierta mezquindad ajena
a la mezquina existencia cotidiana que ya parecía haberse
instalado en su propia persona.
Y es que a pesar de todo lo dicho por esos mismos
abogados embrutecidos durante las interminables horas de
espera en salas inmundas, a pesar de sus apelaciones a las
“irregularidades testimoniales” y a la “ausencia de eximentes
psicológicos y morales” hay que señalar, aunque sólo sea
para añadir más elementos absurdos a toda esta historia,
que la maldad de Ramon Argenté no se incubó durante
meses y meses de silencio impuesto a sí mismo como si fuese
el único proyecto vital posible, sino que nació repentinamente una noche en la escalera de su casa, mirando de
forma casual los nombres de los buzones de los vecinos y,
unos cuantos pisos más arriba, delante de la puerta del
quinto B, donde podía leerse un letrero de letras góticas con
sus propios apellidos.
Fue entonces, a punto de cerrar la puerta, cuando
Ramon Argenté se quedó parado, inmóvil, escuchando el
ruido que había abajo. Esperó alguna tos, el sonido de las
llaves o un repiqueteo de tacones. Escuchó unos pasos en
los pasillos inferiores, nuevamente el silencio y después una
puerta que se abría y al instante se cerraba. Sin saber por
qué comprobó que la luz de la escalera se apagaba sin que
nadie volviese a encenderla. A oscuras caminó hasta el
ascensor y se sorprendió por verlo en su rellano. Pensó qué
vecino lo habría utilizado el último y a qué hora. Era poco
probable que hubiese sido la señora del A, pues se acostaba
muy temprano, los del C era imposible ya que se habían
marchado a ver la jura de bandera de uno de sus hijos y en
el piso D no vivía nadie. Miró otra vez al fondo de la escalera,
entró con rapidez en su casa y cerró la puerta con llave. Se
quedó nuevamente parado en el recibidor, apretando su
libreta con el sobaco y aguantando la respiración de forma
involuntaria. Se dirigió hacia el comedor y desde allí, sin
encender ninguna luz, observó los objetos decorativos que
se alineaban encima del televisor. Apoyado junto a la única
ventana de la sala, separó cuatro dedos la cortina y vio la
calle desierta, con el asfalto aún mojado por la lluvia. Bajó
la persiana hasta abajo, sin dejar la más mínima rendija.
Después juntó quince o veinte revistas que había dispersas
por las habitaciones de la casa, cogió unas tijeras de la
cocina y un paquete de folios del escritorio, encendió el
tocadiscos y puso en un tono casi inaudible La cançó del
cansat de Ovidi Montllor. Ahí empezaron esos dos célebres
días que luego han sido reconstruidos milimétricamente,
casi minuto por minuto, en los que Ramon Argenté no tuvo
el más mínimo cuidado en borrar pista alguna de su implicación en los hechos.
Sin embargo, bastaba con verle en silencio delante del
juez para comprender que ninguna de las acusaciones vertidas sobre su persona le afectaban lo más mínimo. No le
31
La memoria Valentín Roma The Red Tapes
151
32
avergonzaba el testimonio de la esposa del jefe diciendo que
hacía mucho tiempo que su marido y ella no tenían ningún
tipo de relación, que no se habían separado por respeto a
los niños más pequeños pero que los mayores estaban totalmente enterados de lo que sucedía. No se inmutó ni siquiera
cuando la señora explicó, avergonzada y mirando hacia el
suelo, que se sintió culpable al enterarse de que su marido
había estado durmiendo en el coche casi una semana cuando
supo lo suyo con su cuñado y que no tenía valor de asistir
los domingos a la Iglesia evangelista por lo que dirían el
resto de feligreses.
Tampoco cambió el semblante Ramon Argenté al ver
en el estrado a su jefe ni al escuchar la voz quebrada de éste
mientras contaba, atónito y resentido, que desde su nombramiento como director de la emisora Antena Escolar de
Badia del Vallès había intentando convencer a los miembros
más antiguos del equipo para que se quedaran pero que
ninguno había aceptado alegando cuestiones personales,
solo Ramonet, como le decían en la radio al acusado, con
quien el trato cotidiano siempre fue, según palabras textuales
del director de informativos, cordial y de respeto mutuo.
Nada de todo el juicio parecía incidir en la moral de
Ramon Argenté, ni los testimonios incriminatorios ni los
diferentes discursos de los letrados; nada que no fuese la
reconstrucción mental que el propio Ramon hacía de los
hechos mientras iban pasando las horas en la sala de la vista
oral; el modo en que se descubrió que había sido él quien
meses antes envió a la chica de la emisora un ramo de rosas
amarillas con una tarjeta de color también amarillo que
decía: “Avalancha, ¿pretendes llevarme en tu caída? El gusto
de la nada. CHARLES BAUDELAIRE”; el sentimiento de
A la atención del sr. Juan Carlos Onetti
avenida América 76, 8. 1.
28017 Madrid
Calle de Oporto 1, 5. A. Badia del Vallès
25 de marzo de 2001
23.45 h
ridiculez que ahora le suscitaba imaginar cómo ella habría
extraído la carta del interior del sobre, con sus dedos alargados, como quien se saca un pelo de la boca; las bromas que
seguramente en estos momentos estarían haciendo los técnicos de sonido de la mañana con las señoras de la limpieza
respecto a la costumbre, ya famosa en la radio, que tenía
Ramon de dejar post-its con palabras extrañas sobre los cd’s
de Elvis; los chistes que circularían en el bar de Vicente a la
hora del desayuno, alimentados posiblemente por alguna
hoja de su libreta recuperada de la papelera como si fuese
un trofeo comunitario. Fueron todas esas instantáneas que
circulaban juntas a través de su imaginación, unidas a aquella
en que se recordaba con las manos sucias de spray rojo,
delante de la fachada del número veinte de la calle de Oporto,
leyendo en la fachada la frase escrita con su propia letra
ANTONIO MARÍN BLANCO, ACOSADOR, el motivo por el
cual cuando el juez le hizo levantarse y le preguntó si quería
decir algo en su favor, Ramon Argenté movió de un lado a
otro la cabeza y el juez le dijo que dijese en voz alta y clara
su posición y Ramon Argenté contestó no señoría, quiero
decir que no tengo nada que decir en mi favor.
33
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The Red Tapes Valentín Roma La memoria
34
Saludos cordiales,
Firmado: Daniel García Pérez
Señor Onetti,
Le envío esta carta como un gesto inconsciente pero
imposible de controlar. Perdone pues, de entrada, mi atrevimiento, el cual puede achacarse al funesto cóctel que
produce ser joven y apasionado de la escritura. No quisiera
cansarle con vagos proyectos de gloria de los cuales carezco
ni reclamarle consejo o ayuda alguna. Escribo para mi propio
placer y dudo de que nunca permita a los demás leer todas
las mentiras a través de las cuales robo horas al sueño y al
trabajo. Sin embargo, de igual modo que rechazo cualquier
vinculación con ciertos seres humanos del planeta creo firmemente en el compromiso con algunas palabras leídas y que
parecen escritas para uno mismo, para decirle a la propia
cara cosas que los espejos aún no son capaces de expresar.
Por eso, porque tengo una deuda con usted que quiero ver
saldada, le envío un conjunto de fragmentos inconexos de
algo que debería convertirse en una novela si las fuerzas me
lo permiten. El argumento de ese hipotético relato es prácticamente inexistente: un hombre recibe el encargo casi anónimo de traducir un manual de entomología y progresivamente, mientras avanza en esta tarea, va desordenando su
existencia sin poder hacer nada al respecto. Circulan entonces
por delante suyo una serie de personajes cuyas vidas son
muchísimo más incomprensibles que las de los propios insectos que pueblan las páginas del libro que está traduciendo.
También le adjunto el texto que usted escribió en Marcha
el año 1939 y que fue el detonante que me armó de valor para
enviarle esta carta.
La deuda
Entre los sucesivos paisajes Fuentes se dedicó a seleccionar sólo aquellos que no pudieran ser recordados. Los más
monótonos, sólo los mediocres: una ladera con puesta de sol,
la casa junto al arroyo... Nada de presencia humana y menos
animal. La oscuridad también estaba prohibida.
—No es posible que no exista la pureza. Debe de estar
esperándome en alguna parte, sino cómo podría buscarla.
—Cosas más difíciles se vieron. Hoy, por ejemplo, un
político francés se tiró al fondo de un río. No era el Sena pero
dice Le Monde que todas las tardes de su infancia las pasó
remando con su padre en ese mismo río. ¿Quién te dice que
no lo encontraron flotando, también por la tarde, otros niños
que esperaban el empujón del barquero de turno? Estos otros
niños lo verían entonces acercarse lentamente, sonriendo con
la última brisa, la más apacible. Y el tipo seguramente llevaría
el mismo traje de la mañana en el despacho, la pluma seguiría
prendida del chaleco y, sin embargo, él estaba con el vientre
lleno de agua y flotando.
El fragmento
"Durar frente a un tema, al fragmento de vida que hemos
elegido como materia de nuestro trabajo, hasta extraer, de él
o de nosotros, la esencia única y exacta. Durar frente a la vida,
sosteniendo un estado de espíritu que nada tenga que ver con
lo vano e inútil, lo fácil, las peñas literarias, los mutuos elogios,
la hojarasca de mesa de café. Durar en una ciega, gozosa
y absurda fe en el arte, como en una tarea sin sentido explicable,
pero que debe ser aceptada virilmente, porque sí, como se
acepta el destino. Todo lo demás es duración física, un poco
fatigosa, virtud común a las tortugas, las encinas y los errores."
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A estas alturas todos sabían por qué Evelio se suicidó,
dejando a Martina al frente del Rosanti. Sin embargo eso
no bastaba, así que decidieron reunirse para seguir dándole
vueltas a lo mismo de siempre. Desafiaron así el miedo;
porque había mucho miedo a decir la única palabra que podía
resumir todo lo sucedido, un pánico a conjurar los últimos
tres años si se pronunciaban aquellas letras. Finalmente
alguien, temerario o arrebatado por el coraje que aporta
a veces el vino, rompió aquel silencio y dijo EPOPEYA.
Fingió sentirse sucio y molesto con el desorden emocional que le envolvía, por lo que se marchó simulando,
nuevamente y sin entusiasmo, unas cuantas zancadas que le
hacían parecer algo más joven.
Esta mañana crucé la calle donde se encuentra la casa
de Fuentes. Pensé que podía haber sido más majestuosa, que
tras leer la invitación había considerado que la casa debía
ser enorme, muy luminosa. Ahora que me hallaba frente a la
baranda, apoyando un hombro contra el número veinticinco,
podía ser mucho más indulgente con el editor. Sacarlo del
té servido por doncellas, de la atenta revisión de la clase de
piano, de toda una decadencia que Fuentes se había encargado de cultivar y que yo me había obligado a hacer suya.
Nada de esto servía ahora, sobre el número veinticinco. Nada
del Fuentes pensado y tampoco nada del Fuentes por venir.
Aun así había en todo ello una especie de pureza o acaso
sería más conveniente llamarlo premonición, pues si iba a
conocer por fin al editor y a su hija, mejor hacerlo de este
modo, es decir, desconociéndoles. Tal vez sólo había una
manera de avanzar por la casa con ventanas que jamás se
abrirían, un solo modo de entrar en ellos, en los que allí
vivían, en sus conversaciones, en sus silencios, en todas las
tristezas que le estuve imaginando al editor y que, éstas sí,
eran lo único verdadero.
Y sin embargo he sentido una inquietud antes de
despegarme del veinticinco y llamar a la puerta. Una apática
y ausente conciencia de que un horror llegaba justo ahora,
filtrándose por entre la imagen de Fuentes, la simplona
curiosidad por su hija, su altura, la forma de sus caderas y el
color de los ojos. Miedo, creo, solamente a la degradación
física; un temor a que también la mente desfalleciese,
acompañase al cuerpo en su desfallecimiento. Luego entraría,
no yo, un hombre que quiere salir de su agujero para meterse
en otro distinto e igualmente incomprensible, sino un misterio
hecho trizas, alguien que no supo mantener sus supersticiones
quietas en algún lado de sí y se dedicó a enturbiarlas con la
lenta e inexorable descompensación del pulso, con la blancura
de la frente, el leve sudor encima del labio y las manos, siempre
las manos sabiendo más de la desdicha de uno que uno mismo.
Da lo mismo cerciorarse que fabricar un consejo, al final
son sólo dos formas posibles de hacer el ridículo.
Le habían hablado en el casino de unas peñas que estaban
al norte del pueblo. Un lugar donde supuestamente se produjo
algún combate local que ni siquiera podría considerarse como
una guerra. Quizá sólo fue la discusión ampliada de dos
hombres en torno a unos naipes lo que se convirtió en ese
simulacro bélico. Pero lo cierto es que lejos de las salas de
juego cerradas al público, entre los dos o tres promontorios
y los raíles de las minas abandonadas se apostaron hombres
que no pretendían matar a nadie y que sólo querían tener
razón. Por ello esa disputa no aparece en los documentos
de la época ni en ningún manual de historia, y porque en esta
lucha no hubo ni un solo muerto se podría decir, al mismo
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tiempo y sin contradecirse, que nunca existió guerra alguna,
que la guerra aún no ha comenzado o que también mañana
volveremos a tener guerra.
Ahora estaba en todas partes, con diferentes formas
pero en todos sitios el mismo silencio. En el Pasaje San
Jerónimo, en la estafeta de correos, en cualquier sitio de
la ciudad. En todas y cada una de las parejas que se estaban
besando contra la sombra de un muro ese silencio atroz que
pasaba entre el alma de las cosas y de las gentes, llevándose
todo consigo, llevándose todo lo que no fuese él mismo.
Te miro. Miro la cara que tantas veces he imaginado.
Estoy viendo tus ojos sin coraje ya, los pliegues de tu rostro,
las facciones y los movimientos que un día quise comprender.
No me das miedo; esto es lo que ahora importa. Puedo mirarte
sin ver en ti nada más que un hombre, ni tan sólo eso: cuando
te miro sólo veo una imagen y únicamente yo sé hasta qué
punto esto es importante.
Esta mañana he recordado la calle donde vivieron mis
tías. En realidad el inicio del recuerdo no fue éste sino la cara
de Irene. No vi casi nada, sólo un trazo difuso que me hizo
recordar cómo se peinaba. Me pregunto si en verdad se
trataba de una calle o era simplemente ella, mi infancia, a
quien recordé.
Además del inaudito encargo de la traducción estaba
el reto de huir, la nostalgia por recobrar un afán cualquiera,
nada perdurable. Sólo algo con lo que subir al tren y sentarse
en el asiento indicado. Algo en lo que pensar mientras el tren
se iba deslizando, monótono, sobre los raíles. Una retahíla
que haría rimar con el traqueteo del tren, con el crujir de
las frenadas. Porque este afán inconcreto, esta moderada
voluptuosidad que el viaje había suscitado bastaban para
Cuando no estaba con Dani ella casi nunca salía a la
calle. Hacía los recados de la casa, iba al instituto pero poco
más. El resto del tiempo lo pasaba en su habitación, escuchando música y evaluando la maldad de su madre respecto a
todos los hermanos excepto hacia el pequeño. Observaba la
manera desaliñada de vestir de aquella mujer, sus tobillos
hinchados y, sobre todo, las miradas que dirigía a sus hijos,
el desprecio y la furia incontenible con la que les ponía el
plato de comida en la mesa o les peinaba para ir al colegio.
También miraba cómo le sobrecogía una especie de transfiguración en el rostro nada más escuchar las carreras del niño
pequeño por la casa, el modo en que sufría viéndole chocar
contra las puertas o escuchándole tartamudear cuando trataba de decir alguna frase sin sentido.
Ella hacía todo esto y escuchaba música durante todo
el día y también pensaba en alguna frase críptica de las
muchas que solía decir Dani. Habitualmente, cuando estaban
juntos, le era casi imposible pensar en nada y se abandonaba
al sonido de las palabras de él y a sus propias sensaciones,
pero cuando faltaban pocas horas para separarse se dedicaba
a esperar algún pensamiento más o menos comprensible de
él y se marchaba a casa dándole vueltas a éste, intentando
Calle de Lugo 9, 2. D. Badia del Vallès
25 de marzo de 2001
23.45 h
este hombre que se dirigía a Alcolea en busca de una dirección
escrita en rojo. Un hombre que era poco más que esa ansiedad
y el ruido de las vías.
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buscarle algún sentido oculto a eso que eran sólo palabras
dichas para fascinar. Luego, una vez en su habitación, abría
una especie de diario que le había regalado su hermana,
apuntaba ciertas palabras y miraba su propia letra en el papel,
concentrándose sólo en la fisonomía de su escritura, en el
modo de hacer las eles y las uves. Después encendía la radio
o el cassette, transcribía fragmentos de canciones, los memorizaba y los cantaba con la luz apagada, apoyándose la almohada muy fuerte contra la boca, para no ser oída por nadie.
Y casi siempre le venía a la mente un mismo trozo de canción
que le daba vergüenza recordar porque el cantante era un
tipo famoso por sus baladas sentimentales pero que, sin
embargo, a ella le gustaba el trozo de esa canción que decía:
“Lady Laura, abrázame fuerte; Lady Laura, y cuéntame un
cuento; Lady Laura, un beso otra vez; Lady Laura. Lady Laura,
abrázame fuerte; Lady Laura, hazme dormir; Lady Laura, un
beso otra vez; Lady Laura.”
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