HISTORIA DE LA CIENCIA IMPARTIDA POR Don Javier Ordóñez Rodríguez La Revolución Francesa es un tema que siempre ha suscitado muchísimo interés por ser un acontecimiento que da inicio a los tiempos modernos. La idea de revolución, generalmente, se relaciona con cambios políticos y sociales. Lo que hace la unidad de la revolución francesa es esta voluntad para derrocar el antiguo régimen tradicional y crear otro nuevo basado en la razón cuya obra maestra es la Ciencia. Hay que subrayar que el proceso revolucionario no supuso ninguna interrupción en la actividad científica en Francia. Haciendo un balance de lo que fue la revolución francesa diremos que, en todos los diferentes gobiernos que se sucedieron entre 1789 y 1799, existió la idea profunda de revolución como el final del antiguo régimen político y social en nombre de la igualdad de derechos, de la libertad individual y económica, de la soberanía de la nación. Se puede decir que es una revolución desde el conocimiento Sabemos que las causas que llevaron a la revolución francesa fueron múltiples y complejas: los gobernantes: nobleza, clero y burguesía eran incapaces de hacer frente a los problemas del Estado, los impuestos excesivos que recaían sobre los campesinos, el empobrecimiento, la agitación intelectual alentada por el Siglo de las Luces… La revolución francesa fue también una revolución cultural, ya que, en aquel momento, el pueblo francés era bastante culto y con muy buen nivel de vida con respeto al resto de Europa y, quizás por eso fue que venía, solicitando repetidamente, aunque de forma moderada, a su rey Louis XVI mediante los “cahiers de doléances” la implantación de un sistema de pesos y medidas por toda Francia que facilitara los limites de la propiedad, él comercio y las transacciones entre las distintas áreas geográficas; en efecto todas las quejas: impuestos excesivos que desembocaban en la injusticia, el hambre … se debían, en realidad a la ausencia de medidas o mejor dicho a la falta de unificación de las medidas dentro del territorio francés. Esta solicitud que Talleyrand hizo en la Asamblea de 1790 originó una comisión científica formada, entre otros, por Condorcet, Antoine Lavoisier, Pierre Simon Laplace, Louis Lagrange y Gaspard Monge, para definir una medida universal; se llevaron a cabo unas mediciones de un arco del meridiano terrestre entre la ciudades de Dunkerque y Barcelona y se logró definir la medida de longitud como la diezmillonésima del cuadrante del meridiano: el metro: esta medida no tendría pues un carácter artificial sino natural como para que todos los países lo aceptaran. En base a esta medida se estableció también la medida de peso, el kilogramo tomando como medida el peso de un litro de agua destilada a 0º C; a esta medida le acompaña la del tiempo: el segundo, definida anteriormente por los astrónomos. Había nacido, y es el testimonio de una obra colectiva, el sistema decimal, a veces llamado “grand monument de la Révolution Française” como escala de divisiones para longitud, peso y moneda que se adoptó por votación en 1793 y que fue un paso hacia la abolición de los privilegios de los poderosos, ya que la implantación de un sistema universal llevaría a la anulación de la arbitrariedad que utilizaban los señores y la nobleza a la hora de aplicar los impuestos. Algo similar pasaba con el comercio, la normalización evitaría el fraude. El entusiasmo hacia las ciencias explica la creación de grandes instituciones científicas y la importancia que se da a las ciencias en la Escuelas Centrales. Fue la época en la cual abundaban sabios e investigadores: matemáticos como Lagrange, Laplace y Monge, químicos como Lavoisier, Berthollet, Chaptal, naturalistas como Geoffroy de Saint Hilaire, Lamarck, Lacépède, Cuvier… Al mismo tiempo, siguiendo a los filósofos del XVIII, los hombres de la revolución intentaron aplicar los métodos científicos al estudio de ideas y sentimientos del hombre: Pinel y Cabanis, médicos, fueron los primeros en estudiar las enfermedades mentales; une escuela de filósofos conocidos como “Idéologues” investigó para determinar de forma experimental, cómo las ideas se forman en la mente. Así nacieron lo que hoy en día llamamos Humanidades. Los progresos tan rápidos que la ciencia experimentaba desde principios del siglo XVII proporcionaban a los hombres de la revolución una enorme confianza en el ser humano y un optimismo desmesurado en la ciencia y sus logros. Como rasgo central de la Revolución Francesa la separación de la Iglesia y el Estado (que no fue completa, en Francia, hasta primeros del siglo XX) significa la primacía de la razón sobre la fe religiosa. Los bienes del clero fueron declarados nacionales, de allí la necesidad de ofrecer una educación laica, basada en el razonamiento y en los resultados de la ciencia según el proyecto de Condorcet, notable matemático convencido del poder liberador que tiene el aprendizaje de las ciencias. Dicho proyecto propugna una educación universal, igual para ambos géneros, con un sistema de niveles que va desde la educación básica hasta una academia de ciencias. Condorcet atribuía a la nueva educación un fuerte significado moral, pues ella formaría ciudadanos, dispuestos a defender el orden republicano, y, preparados para gobernar y decidir con inteligencia y responsabilidad. La educación cívica impartida a todos sería el lazo inherente a los principios de 1789. Las ideas de Condorcet se recogieron durante la Tercera República, por el ministro Jules Ferry que establece en forma definitiva la educación pública, laica, gratuita, a cargo del Estado. El avance de la ciencia, el despertar del pensamiento impulsado por filósofos y pensadores, y el crecimiento cada vez más sostenido de la población, permitieron que en toda Europa surgieran movimientos contrarios a las monarquías o sistemas de gobierno imperantes así como la aceleración de revolución industrial con la de la ciencia. Lavoisier y Condorcet murieron, uno en la guillotina, el otro, se cree que se envenenó en la cárcel, así como otros tantos tan sólo por los cargos políticos que desempeñaron anteriormente o durante los años de la revolución, y no por sus investigaciones como ocurría en la antigüedad. Esto nos lleva a un aspecto que muchas veces, se quiere eludir pero hay que saber que la revolución francesa también tuvo sus fracasos como en el sistema financiero, y, sus errores en cuanto a la religión pues el pueblo seguía muy ligado a sus religiones tradicionales. La revolución francesa es el acontecimiento fundador de las formas contemporáneas del gobierno republicano, a partir de la igualdad de los ciudadanos ante la ley (Declaración de los Derechos Humanos) y las ideas que surgen en la revolución francesa siguen siendo derechos sagrados e inalienables como aspiraciones del hombre del siglo XXI: “Liberté, Égalité, Fraternité” En toda esta situación, se puede observar desde la óptica actual, como una situación tan simple como es para nosotros la aplicación de una Norma Universal de medida, se convirtió en un verdadero cambio revolucionario que afectaba las estructuras sobre las cuales se asentaba el Estado y que supuso la aceleración en el desarrollo de la ciencia como base fundamental de nuestro bienestar actual. Gracias a los avances científicos y a la tecnología se va transformando un mundo hasta ayer altamente improbable en probable. La ciencia puede ser lo mejor siempre y cuando el hombre sepa y quiera utilizarla para construir. Mal utilizada nos puede llevar a la destrucción: ya tenemos el triste ejemplo de Hiroshima y Nagasaki en nuestra historia contemporánea A modo de conclusión, a este corto y humilde trabajo no me resisto a decir lo que siento, aun sabiendo que no forma parte de lo que se espera de nosotros: Evidentemente para vivir organizados obedecemos a las horas que marca el reloj y el tiempo que se nos otorga para una clase! A pesar de mi frustración por un tema desarrollado en un tiempo que se me hizo demasiado corto, se ha conseguido lo que suele pretender un profesor: despertar interés para que el estudiante reflexione y se busque los medios para saber más del tema. Así ha sido en mi caso y le agradezco a Don Javier Ordóñez Rodríguez su capacidad para conseguir, durante hora y media, la atención sostenida de un grupo de « mayores » ¡Me atrevo a calificar sus clases de embeleso! Gracias Febrero 2008 PUMA: 1er Curso Lucile ESCRIVA