50 Encarnación Lemús López enfrentaban por conseguir un imperio

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Encarnación Lemús López
enfrentaban por conseguir un imperio, «los Estados Unidos parecían considerar que
el poder era inmoral». Destaca, pues, la existencia de un profundo «moralismo» norteamericano, y eso no quiere decir que la política extranjera fuera en esencia moral,
sino que la opinión pública deseaba que lo fuera y que los políticos explicaban sus
actos aduciendo siempre declaraciones de esa índole, justificando, por ejemplo que «el
deber de una potencia imperial es preparar el camino al autogobierno en los pueblos
sobre los que se ejerce su control». En concreto, para Wilson, la «misión civilizadora»
de los EEUU consistía en otorgar la democracia a los países atrasados, aunque hubiera que imponérsela a la fuerza. No hay acto por cínico que sea que no se justifique...
basta convertir una conquista en «misión», una intervención «en castigo de malos»,
una guerra en «cruzada», para reconciliar lo inconciliable y estar satisfecho de lo que
se hace. Señala, igualmente, que Wilson no tenía previamente ningún interés en la
política exterior, que no le había preocupado nunca y, en sus escritos históricos y constitucionales, apenas aparece, y aventura que las ideas sobre el pacifismo universal y la
necesidad de una organización internacional puede haberlas tomado de Kant (J. B.
Duroselle, 1965, págs. 7 y 48) Se podría añadir que su concepción del pacto implicaba una actualización de la política de Locke.
La interpretación de esta etapa ha sido inseparable de la controversia sobre la propia
figura de Wilson, de una visión ensalzadora de su carácter precursor y su clarividencia,
recogida por una biografía clásica, realizada por Charles Seymour en 1921, y otra visión
más negativa, la de John W. Coogan, que subraya su ambición providencialista que le
llevó tarde a descubrir, como tanta gente, que es más fácil destruir lo antiguo que crear lo
nuevo 2 . En este capítulo abordaremos la explicación de ese cambio entre el nacionalismo
como base de las relaciones internacionales y el emergente internacionalismo moral.
2.
ENTRE EL «NUEVO NACIONALISMO» Y LA «NUEVA LIBERTAD»
En 1901 fue asesinado el presidente McKinley por un anarquista. Theodore Roosevelt se hizo entonces cargo de la presidencia y fue elegido en 1904; William Taft, a
su vez, le sucede entre 1908 y 1912 y en 1912 resultó elegido Woodrow Wilson y se
rompe, por fin, el predominio republicano hasta 1920. Las elecciones presidenciales
de 1912, al terminar con una larga etapa de poder republicano y fijar el inicio del w'dsonismo, han adquirido un marcado carácter de inflexión, que, en algún modo, ha
enmascarado la existencia de una cierta continuidad, porque algunos de los rasgos
propiamente considerados como demócratas —reformismo en la política interior y
mayor presencia de la política exterior— ya estaban presentes con anterioridad. Se
podría decir que el mismo éxito de las presidenciales contaba con un preludio, porque las elecciones al Congreso en 1910 ya las ganaron los demócratas.
El reformismo en esta etapa va definiendo la idea de que la actuación del Estado
es necesaria y la sociedad ha de ser campo para su continua atención. Realmente esto
2
Ch. Seymour, Woodrow Wilson and the World War: a chronicle ofour time, Alien Jonhson editor,
New Haven, Yale University Press, 1921 y Jonh W. Coogan, The end of neutrality: the United States, Britain, andMaritime Rights 1899-1915, Cornell University Press, 1981, pág. 255.
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quería significar una mayor atención a los problemas de la mayoría como actitud política que favoreciera el equilibrio social correlativo al avance económico. De hecho, en
1902 ya Roosevelt aprobó una legislación antitrust, la ley Sherman. Estas actitudes se
orientaban entonces hacia la captación política de sectores medios protestantes, urbanos y, en concreto, obedecían a la necesidad de acallar la indignación moral de esos
sectores medios, preocupados por el coste de la vida, la corrupción de los monopolios,
la falta de atención a las necesidades pública, y a calmar sus miedos por las presiones
obreras, la inundación de inmigrantes y el hacinamiento indigno en los barrios obreros de los recién llegados.
En este marco, el senador republicano Roben F. de la Follette buscó un punto de
partida para combatir la corrupción y desarrolló en el Estado de Wisconsin (1903)
una experiencia pionera de profundización democrática, que fue el origen de la reforma constitucional, la 17. a enmienda, en mayo de 1913, casi al comienzo de la Presidencia de Wilson, para la elección directa de los senadores como vía de combatir a los
oligarcas y de exigir honradez y responsabilidad en el desempeño de un cargo público mediante el control electoral.
Theodore Roosevelt quebró inicialmente también el tradicional aislacionismo.
Fue Secretario Adjunto de Marina, potenció la creación de bases navales en el exterior, el comienzo de la apertura del canal de Panamá y la construcción de la flota de
guerra americana. Se pensaba en el dominio entre rutas de un triángulo estratégico
para controlar el Pacífico: Alaska, Hawai y Panamá. Se rompió, además, con la política aislacionista al intervenir en la Conferencia de Algeciras y en La Haya, y estableciendo la mediación entre Rusia y Japón. Con esta política, los EEUU eran en 1900
la cuarta potencia naval mundial y en 1907 la segunda, pero rápidamente se pierde el
puesto, en 1911, ante la presencia de Alemania. Desde 1900 se había emprendido un
programa sistemático de renovación y modernización de la flota. En 1906 la Armada
británica lanza la nave Dreadnaught, la marina norteamericana también tomará este
modelo, pero fue Alemania quien intensificó su respuesta con un poderoso programa
de construcción de barcos tipo dreadnaughts y la reapertura del canal de Kiel, que
estuvo lista el 1 julio de 1914; esta circunstancia estratégica resulta, pues, inseparable
del conflicto. Paralelamente, y formando parte de la marina, estos años suponen el
desarrollo de una intensa investigación en las tres armadas para el perfeccionamiento
de la aviación y los submarinos.
En este marco, se inscriben tanto el Corolario de Roosevelt a la Doctrina Monroe
como la Diplomacia del Dólar, aplicada por el presidente Taft. Es decir, en las relaciones con Latinoamérica, una visión esquemática adjudicaba a esta primera década del
siglo una línea dura, mientras que se atribuía al presidente Wilson el ejercicio de una
política moralista, centrada en el destino civilizador de los Estados Unidos; no obstante, en la realidad se comprueban un mayor número de intervenciones políticas y
militares que durante las presidencias precedentes: se trataba, así, de ejercer la voluntad democratizadora sin descartar ningún medio 3 .
3
E. Lemus, «Estados Unidos e Iberoamérica, 1918-1939: del intervencionismo a la cooperación»,
en J. C. Pereira Castañares (coord.), Historia de las relaciones internacionales contemporáneas, Ariel Historia, 2.» ed. 2003.
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Por otra parte, tanto el triunfo electoral de los demócratas como el desarrollo de
su programa electoral, que se llamó La Nueva Libertad —New Freedom—, exige una
mirada a la muy interesante existencia del Progresismo Republicano. En 1911 se forma
la Liga Republicano Progresista impulsada por Roosevelt, y para las elecciones primarias del partido en la designación de su candidato de cara a 1912, se organizan dos
candidaturas, como no consiguen ganar las primarias, los partidarios de Roosevelt se
reúnen en Chicago y fundan el Partido Progresista. La filosofía del Progresismo contempla la intervención del Estado en el mundo de los negocios y las transacciones,
apareciendo como una necesaria tercera parte en el juego, aunque nunca con un sentido inhibidor, sino corrector de graves desequilibrios.
Al tiempo, entre los demócratas aparecen personajes nuevos: uno de ellos era Wilson —profesor de historia y teoría política—, que en 1902 era presidente de la Universidad de Princeton. Su primer éxito político sobrevino en las elecciones a gobernador de Nueva Jersey; luego, algo inesperadamente, por la división republicana, tuvo la
posibilidad de ganar en 1912; el 4 marzo 1913 es investido presidente. Además, en
esa convocatoria también destacó el Partido Socialista de América, que nació en 1901,
de la mano de un inmigrante llegado de Riga, en Nueva York y en 1912 obtuvo un 6
por 100 de los votos, aunque, a partir de 1918, y como consecuencia de las reacciones de postguerra, entró en decadencia.
Un punto esencial para la campaña se situó en la reducción de tarifas aduaneras
como mecanismo de ampliación de la sociedad capitalista, expresando la argumentación de que «los mercados interiores no son suficiente, se necesitaban mercados
extranjeros»4. Tal era el sentido de la inauguración del Canal de Panamá, en ese 1914,
que Wilson consideró una versión americana del canal de Suez en cuanto a su valor
estratégico militar y económico. En su entusiasmo por la Nueva Libertad —como
tituló la campaña su colaborador Louis D. Brandéis— se resistió al paternalismo y a
la intervención del Estado como remedio a las enfermedades del nuevo capitalismo y
situó la gran esperanza en la responsabilidad individual como primera respuesta, confiaba en las operaciones de un mercado libre y expandido, pero no hay que despreciar
sus matizaciones, porque aceptaba que también se requería un más fuerte papel del
gobierno no solamente para actuar sino para reforzar, y tuvo durante la guerra oportunidad de poner en práctica esta creencia, de forma que, a pesar del discurso liberal,
la crítica republicana se centró en el ejercicio autoritario de su presidencia. En definitiva, la distancia entre la Nueva Libertad y el Nuevo Nacionalismo predicado por los
republicanos era menor de lo que los dos candidatos querían admitir.
Poco antes de la toma de posesión presidencial, se había aprobado una reforma de
signo progresista, el impuesto sobre la renta, que había exigido una enmienda, la 16. a
de la Constitución, ratificada el 16 de febrero de 1913. Ello posibilitó grandes ingresos al Estado Federal y que pudieran acometerse reformas antes imposibles, y con esta
baza el Congreso consiguió la anunciada reducción del arancel, que abría para Wilson
la libertad de comercio y la libertad de los mares, como componentes de lo que se ha
llamado el internacionalismo moral.
«We must... fill de seas again with our own fleets».
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Lloyd C. Gardner interpreta que Wilson veía en el asalto a los aranceles la vía de
transformación de las relaciones internacionales mejor que en el camino nacionalista
de reforzar las instituciones nacionales, es decir la sustitución de un sistema de relaciones internacionales basadas en el nacionalismo —como había sido en el xix— por
el universalismo moral. Wilson logró su reducción de tarifa, el Underwood Act
de 1913, y esperó mucho del cambio, considerando que el proteccionismo había sido
un error que había encorsetado el mercado americano, ahogado el crecimiento del
liberalismo y creado los dos peligros, el radicalismo revolucionario, que estaba conociendo en México y luego se vería en Rusia, y la reacción conservadora, por ejemplo
de Alemania. La reducción de aduanas era un primer paso: ya en 1907 Wilson había
argumentado que si el comercio ignoraba las fronteras internacionales y el industrial
se plantea el mundo entero como mercado, la bandera de la nación debe seguirle y el
Estado tiene que salvaguardar esos logros financieros5.
Como complemento, en diciembre de 1913, también se aprueba un sistema de
Reserva Federal que refuerza el funcionamiento bancario, creando una especie de asociación de entidades que funcionaba como banco central de control sobre un sistema
demasiado fraccionado. La intervención en materia económica continúa, además, con
la discusión y aprobación de nuevas leyes antitrust —Clayton Act— finalmente aprobadas en 15 octubre de 1914 y con una legislación laboral que logra el apoyo de los
sindicatos al reconocer la jornada de ocho horas y la regulación del trabajo de los
menores de edad.
Bajo esas condiciones, la paz era una materia de conferencia y combinación internacional y él abogaba porque los EEUU adoptaran estos métodos por sí mismos.
Estos análisis son reforzados por las visiones de los colaboradores más cercanos de
Wilson. William C. Redfield firmó un ensayo titulado The New Industrial Day que
recordaba los propios análisis de Wilson: «Hemos salido al mundo porque debemos.
El producto de nuestros hombres y nuestras mentes ha crecido tanto que se ha extendido a través del territorio y rebasa las fronteras tradicionales. Nuestro comercio exterior es una válvula de seguridad que relaja la presión de la superproducción en casa».
En cuanto al primer Secretario de Estado, William J. Bryan, intentaba demostrar que
la diplomacia del dólar de Taft había trabajado en contra de los intereses del comercio americano, y argumentaba que, por el contrario, una vez que las naciones extranjeras comprenden que la administración democrática no va a hacer nada con un comportamiento falto de escrúpulos, dan la bienvenida al capital americano y a los
capitalistas americanos. En cuanto al coronel Edward M. House, el más cercano de
sus colaboradores, compuso una novela con un alter ego de Wilson, Philip Dru. En su
historia, House imaginaba un directorio mundial que aseguraría el limpio desarrollo
5
La expresión de Wilson dictaba el liberalismo más radical, en el que el ejercicio político revestía ya
un simple valor instrumental ante el auténtico poder de la economía: «Since trade ignores national boundaries and the manufacturer insists on having the world as a market, the ílag of his nation must follow
him, and the doors of the nations which are closed against him must be battered down. Concessions
obtained by financiers must be safeguarded by ministers of state, even if the sovereignry of wnwilling
nations be outraged in the process. Colonies must be obtained or planted, in order that no useful córner
of the world may be overlooked or left unused» (Ll. C. Gardner, 1987, pág. 41).
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de amplios lugares de la tierra y mantendría un sistema de puertas abiertas y de igualdad de oportunidades para cualquiera en cualquier parte. Cuando llegó la guerra el
sueño empalideció, pero en las mentes de House y de Wilson el peligro para un estable futuro en todos los países existiría a menos que un nuevo orden internacional
fuera erigido cuando terminara la refriega.
3.
LA NEUTRALIDAD Y LA SUSPENSIÓN DEL ACUERDO DE LONDRES
Junto al aislacionismo, el mantenimiento de la paz había demostrado ser otra de
las actitudes de las delegaciones norteamericanas presentes en las Conferencias de La
Haya de 1899 y 1907 y, en medio de las crisis europeas que se prologaron hasta la
guerra de 1914, la opinión americana parecía expresar que la guerra era una dificultad propiamente europea y que los Estados Unidos deberían continuar respaldando
los derechos de las naciones neutrales. En 1910, en concordancia con esa teoría, se
crea La Fundación Carnegie para la Paz Internacional y, así, el Palacio de la Paz de La
Haya fue inaugurado en 1913, como regalo de Carnegie.
Por otra parte, existe un acuerdo bastante general sobre el hecho de que inicialmente Wilson no tuvo interés alguno por la política exterior y que en sus escritos universitarios apenas aparecen tales aspectos 6 . Nombró a Bryan como Secretario de Estado, pero su confianza la depositó en House. Indican Duroselle y Paxson que Bryan
nombró sus embajadores entre distinguidos personajes de la vida pública que no eran
técnicos y que sus informaciones y gestiones fueron muy pobres, insuficientes en una
situación tan compleja, una circunstancia que parcialmente se compensó con la actividad de House.
Edward M. House no tenía una representación diplomática oficial pero era la persona que más influyó en la opinión de Wilson sobre Europa. Con la esperanza de establecer una mediación, viajó a Europa en mayo de 1914. En junio, se entrevista con el
Kaiser y, después de su estancia en París y en Gran Bretaña, sostiene entrevistas con el
Primer Ministro Asqui, y con el Secretario de Exteriores, Sir Edward Grey. Transmitió a Wilson la impresión de que había posibilidades de negociación y no percibió el
impacto del incidente de Sarajevo, pero estalló la guerra. Incluso cuando AustriaHungría declaró la guerra a Serbia no fue para los americanos más que un pequeño
titular. Permanecieron mucho más ocupados en temas internos como las negociaciones para la aprobación de las leyes antitrust y por situaciones externas como el conflicto con México y la marcha de una negociación con Nicaragua por el derecho sobre
la construcción de una canal, alternativo al de Panamá, desde San Juan de Rivera al
Pacífico.
6
Sin duda una de las más entusiasmadas y tempranas biografías sobre Wilson, la de Charles Seymour ya dejó bien claro no sólo el completo sentimiento de aislamiento que los norteamericanos tenían
con respecto a Europa, sino que en la campaña para las presidenciales de 1912 apenas se prestó atenció a
la política exterior y cuandos estas referencias se formularon se refirieron al canal de Panamá, al problema
de la inmigración japonesa, la situación en México, el proceso hacia la autonomía en Filipinas o Latinoamérica, ni una mirada a Europa, Ch. Seymour, 1921, pág. 35.
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Hay componentes distintos en la actitud de neutralidad, un sentido ideológico de
neutralidad activa, que lleva a Wilson a trabajar por la paz en la forma que declara al
Congreso el 8 de diciembre de 1914 «Tener la inmensa suerte tan escasamente concedida a ninguna nación, de poder aconsejar y realizar la paz y la reconciliación en el
mundo»; es decir, un deseo de ejercer la intermediación. Esta aspiración justifica los
intentos de mediación hasta enero de 1917: el del mismo Bryan en septiembre de
1914, que fue rechazado y la segunda visita de House a Europa en enero de 1915, que
le hace exclamar después de dos meses de gestiones diplomáticas en París, Londres y
Berlín: «Hemos cometido un error al creer que podrían iniciarse conversaciones sobre
la base de la evacuación de Bélgica y de Francia», aceptando esa imposibilidad, reduce su objetivo a defender, al menos, la Libertad de los mares y que queda también paralizada por el hundimiento del Lusitania, en el cual él había llegado a Europa. También aconseja la iniciativa presidencial de finales de 1916.
Pero, añade Renouvin, en coincidencia con Duroselle, que también había muchas
causas propiamente políticas y no ya ideológicas para mantener la neutralidad. Porque, como claramente resumía House: si los Aliados triunfan, «veremos la hegemonía
de Rusia sobre el continente europeo; si por el contrario, sale victoriosa Alemania,
estaremos durante varios años bajo el indescriptible yugo del militarismo germánico».
Pero a ello se sumarían otras valoraciones más reales: la realidad de que Japón —integrado en 1914 con los Aliados— quería aprovechar la guerra para ampliar su influencia en China, por encima de intereses europeos y americanos y, además, el hecho fundamental de que, por la diversa composición de la población americana, temía un
negativo refuerzo de nacionalismos particularistas.
La neutralidad oficial fue automática y aceptable, en principio, para todos los elementos de la opinión americana. Los temas que llevaban a la guerra no tenían sentido mirados desde el punto de vista americano y parecía fuera de toda duda que el conflicto podría ser confinado a sus zonas europeas y asiáticas. Muchos de los invocadores
americanos por la paz vieron en la guerra la confirmación de sus doctrinas de que la
preparación para la guerra por sí misma es un incentivo para ello y hasta los impulsores de la idea de una adecuada defensa estuvieron conformes en aceptar la neutralidad como política nacional. Los beligerantes fueron advertidos contra el uso de la
fuerza en territorio de América y sus aguas territoriales. Y se declaró el derecho de libre
expresión y opinión, simpatía e industria, comercio de armas y municiones. Como
rasgo de interés para el derecho de asilo internacional, sucede el precedente de que las
embajadas americanas custodiaron a los ciudadanos no militares, sorprendidos por la
guerra en país enemigo.
Tal vez, todo un símbolo de esa uniformidad en la opinión lo constituyen los
artículos que Th. Roosevelt, que algo después pasaría a ser la primera voz de los intervencionistas, escribiera en estos primeros meses para el Outlook de New York, negando que los americanos estuvieran concernidos por los temas de la guerra y manejando todo tipo argumentos que, luego, cuando pasa a la beligerancia, modifica. Sin
embargo, aun desde la no participación, el expresidente sí se expresó con pasión en
favor de los aliados, afirmando con rotundidad que la historia sostendría que el emperador alemán era responsable de la guerra. En este sentido, resulta extremadamente
interesante la aparición de un fenómeno que sería luego determinante en las muchas
guerras del siglo xx: la guerra en los medios de comunicación y sus efectos sobre la
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opinión pública. Casi con tanta intensidad como en el mismo continente europeo, los
dos bandos abrieron sendos frentes de opinión en los Estados Unidos, cuya población
se vinculaba sentimentalmente al bando donde se situaba su país de procedencia: frente a la tradicional conexión con el Reino Unido y la sintonía republicana con Francia,
la inmigración alemana, cuantiosa en Chicago y en la región de Los Lagos, defendía
a los Imperios Centrales y a ella se unían los irlandeses, por su enfrentamiento con los
británicos, y el resto de la inmigración centroeuropea. Tal como hemos visto sostener
a Roosevelt su inclinación en las campañas de prensa, también, lo harían estos otros
grupos, que abrieron nuevos periódicos, el primero de ellos el Fatherland, que aparece en Nueva York el 10 agosto de 1914.
Aunque es tradicional en los estudios que analizan esta fase de la historia de la Primera Guerra referirse a ella como la Neutralidad, los escritos de Coogan disienten
frontalmente de esa consideración, para él solamente por la definición personal de
Wilson se podía denominar a los EEUU como neutral, y destaca su «no-neutralidad»
con respecto a los Alemanes y su manifiesta dejadez para salvaguardar los intereses de
los ciudadanos norteamericanos perjudicados en sus legítimos negocios por el bloqueo aliado y las violaciones británicas continuas del derecho marítimo internacional
(J. W. Coogan, 1981, pág. 250).
El uso del bloqueo y de la guerra submarina transformaron la Gran Guerra en la
primera experiencia histórica de «guerra total», tal como se indicó, en el sentido de que
los efectos de la guerra alcanzaron a todos; tanto en el peligro como en el sufrimiento
o la carestía desaparece la división entre combatiente y no combatiente, porque cualquier ciudadano o sus bienes, incluso de los países neutrales, se vio afectado. Durante
tres siglos, las potencias navales habían desarrollado un complejo sistema legal que preveía las normas de cómo tratar a los barcos mercantes durante una guerra y componía
un delicado entramado legal, analizado por John W. Coogan. La Declaración de Londres (1908/9) constituía el vértice de ese entramado tradicional, que quedó definitivamente desarticulado por el bloqueo británico y que Wilson quiso sustituir por el principio de la Libertad en los Mares según infundía la filosofía política de sus 14puntos.
En un principio, los aliados controlaban el mar e intentaron aplicar la asfixia de
las Potencias Centrales, pero, en las primeras semanas, con algunos puertos mediterráneos abiertos para los austríacos y los holandeses, daneses y escandinavos para los
alemanes, todo bloqueo era insuficiente. Los aliados planean la estrangulación económica; desde el 4 de agosto, Londres notifica unas listas mucho más estrictas de lo que
se considera contrabando y que además podían ser continuamente ampliadas; luego,
en noviembre, declaran zona de guerra todo el mar del Norte y no se respetan los tradicionales derechos de los neutrales, al efecto de considerar contrabando o no la mercancía, no por el puerto sino por el país de destino final, y de ampliar lo que se consideraba contrabando de guerra, incluyendo muchas materias primas básicas, e
incluso alimentos y textiles. Los beligerantes podían detener los mercantes y registrarlos en busca de contrabando, en ese caso se les obligaba a atracar en el puerto aliado más próximo y un tribunal de presas marítimas decidía si el cargamento era contrabando. Si todo ello no era facilitado, el barco incluso podría ser destruido, una vez
puesta a salvo tripulación y pasaje. Los alemanes responden en febrero de 1915 calificando como zona de guerra todo el perímetro de las Islas Británicas y descartando
esa importante salvedad de poner a recaudo al pasaje antes de destruir la nave.
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El bloqueo aliado provocó la consecuencia esperada para los imperios centrales:
en Alemania, la mortandad infantil había aumentado el 50 por 100 y se desataban
todo tipo de enfermedades relacionadas con la desnutrición. Pero también se arrastraron consecuencias para los neutrales: en los EEUU la guerra perjudicó seriamente
el comercio transatlántico, y por ello, en el primer año, a gran parte de la producción
industrial y agraria, la neutralidad le iba a ser costosa. Destacó su repercusión en algo
tan simbólico como el algodón: se hundió el comercio en las provincias algodoneras
del Sur y apareció la campaña de que cada americano —empezando por el presidente— comprara una bala de algodón sureño. Pero, más allá de la simbología, se produjo inicialmente una crisis económica, porque, además de los stocks, se multiplicaron
las pérdidas de mercancías por captura o hundimiento de naves; se incrementaron,
por ello, los precios de lo seguros y también aparecieron nuevas tasas gubernamentales para cubrir los gastos de seguridad. No sólo se vivió el peligro de captura, también
el minado los puertos.
La aplicación del bloqueo en el mar generó cantidad de controversias en el Departamento de Estado norteamericano que tuvo que escuchar a su empresariado y ante
las que se esperaba que actuara, tanto en el exterior —las tensiones con el Foreign
Office fueron más graves en ocasiones que con los Imperios Centrales— como en el
interior. El comercio americano empleaba barcos de otros países y su navegación quedaba sometida a las estaciones de aprovisionamiento de carbón que tenían los ingleses por todo el mundo. Ante la nueva situación hay que actuar en todos los frentes
legislativos. La construcción de barcos americanos tenían lanzada una vieja polémica
de petición de subsidios que ahora se recupera, provocando una dura discusión, porque había sectores contrarios a esta competencia pública. Se modifica en agosto el
Ship Registry Act con la intención de dar bandera americana —neutral— a naves no
fabricadas en América pero de propietario americano, en septiembre se vota la War
Risk Insurance Act, que era una tasa para la protección; la tarea legislativa sigue con la
Alexander Bill para promover el bienestar y la seguridad de los marineros, que fue firmada por el presidente el 4 marzo de 1915.
Para entonces, se habían producido las elecciones de representantes a las Cámaras, el 3 de noviembre de 1914, de las que resultaron, para los demócratas, una ganancia en el Senado, con 56 escaños, y una pérdida in el Congreso, con 231, lo cual les
mantenía aún con una clara mayoría demócrata. Los historiadores —y aun la misma
prensa coetánea— calificaron este resultado como ambiguo, porque no demostraba
una total aprobación para los progresos demócratas en esa tarea legislativa ni tampoco el rechazo abierto a la campaña electoral basada sobre el éxito de la neutralidad:
«¡Guerra en el Este! ¡Paz en el Oeste! ¡Gracias a Dios por Wilson! 7 .
No hubo lugar para la duda sobre el significado del ya citado mensaje de Woodrow Wilson al Congreso el 8 de diciembre de 1914. El discurso fue breve y expuso
su actitud hacia la vieja práctica militar y la nueva emergencia militar, dijo que no
iban a cambiar su posición porque algunos de «nosotros estén nerviosos y excitados»,
eso significaría que habían perdido su capacidad de depender de sí mismos, que
7
« War in the East! Peace in the West! Tbank Godfor Wilson!»
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habían roto el equilibrio por una guerra en la que no tenían nada que hacer, mientras
que su reputación como campeones de la paz y la concordia puede, si Dios quería,
ofrecerles la oportunidad de aconsejar y obtener la paz en el mundo 8 .
Simultáneamente, en su argumentación, la preparación militar era ofrecida como
una camino hacia la paz, y comienza un claro intento de cambiar el significado de la
palabra 'pacifismo', algo muy reiterado en la Historia, desde entonces: el fondo del
debate estaba en si la preparación militar es de hecho una salvaguarda para la paz o
una provocación para la guerra. A pesar de todo esto, Coogan defiende que Wilson
antepuso la tradicional amistad y colaboración con los británicos al derecho de neutralidad y declara que en 1914 la administración de Wilson permitió e incluso estimuló la violación de los derechos neutrales, creando un vacío legal que fue rápidamente aprovechado por los británicos.
En suma, el bloqueo tuvo repercusiones fundamentales no sólo en el plano estratégico militar y en el económico, sino en otro mucho más definitivo como el administrativo— político, al provocar el arrumbamiento de un ordenamiento legal que se
había levantado con los siglos. Pero no todas las consecuencias económicas habrían de
ser negativas, las hubo, luego, muy favorables, pasada la primera fase de desconcierto.
Como la guerra se alargara y la destrucción en los frentes se convirtiera en voraz consumidora de mercancías, el incremento de precios y el que los EEUU se convirtieran
en principal proveedor ocasionó fabulosos beneficios, nunca antes conocidos, y balanzas, desde 1915, cada vez más favorables: la guerra se transformaría inesperadamente
en el más lucrativo de los negocios, tanto por las ventas como por el impacto en el
consumo interior de cara a la preparación armada.
Si la sensación inicial fue la de que solamente con la paz una nación como los
EEUU podían permanecer desarmada y a salvo, sacando beneficios de su industria y
que el bloqueo implicaba un ataque sobre América por la interferencia en su comercio, la mentalidad del negocio se adapta a la guerra, la experiencia de los buenos negocios con los beligerantes arrasa con el Reformismo Progresista, con su filosofía antitrust y anticorrupción, y con el incipiente socialismo; y abre paso a una nueva
mentalidad que ve la guerra como máquina de hacer dinero y que no era proalemana, porque se dio la alianza entre las ganancias de los aliados y los holdings y no era
prosocialista porque el holding asociaba el beneficio de la guerra a su propio beneficio, y todo esto habría de jugar tanto en la alianza con los aliados como en el rechazo
a la revolución social.
La guerra abrió, igualmente, su frente financiero. Esta dimensión económica tendría también su repercusión en la opinión pública y su efecto sobre el mantenimiento o no de la neutralidad. Aparte de la ayuda en alimentos, municiones, materias primas, etc., existe una conexión financiera: en principio, Wilson autorizó a los bancos
americanos a otorgar créditos a los gobiernos extranjeros para resolver las deudas
comerciales, luego en octubre de 1915 consintió la emisión de un amplio empréstito
8
«...would mean merely that we had lost our self-possession, that we had been thrown off our
balance by a war with which we have nothing to do; whereas our reputation as 'champion of peace and
of concor ... may presently, in God's providence, bring us an opportuniry such as has seldom been vouchsafed any nation, the opportunity to counsel and obtain peace in the world (F. L. Paxson, 1966, pág. 201).
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franco-inglés en el mercado americano. Se consideraba que tomaba estas medidas en
interés de la prosperidad americana para que no se redujeran más las posibilidades de
exportación. Pero a veces, acontecía una marcha atrás en el ritmo de los compromisos
económicos: tres semanas después de su reelección, en noviembre de 1916, el presidente autoriza al Federal Reserve Board a tomar una iniciativa que restringe las facilidades anteriores, el 28 noviembre de 1916 un comunicado recomienda a los bancos
que no coloquen sus fondos en bonos del Tesoro emitidos por los Estados extranjeros
y que no otorguen créditos a estos Estados a menos que no respondan a «garantías reales» (P. Renouvin, 1990, pág. 348). Un frenazo que responde a preocupaciones económicas y también a forzar actitudes hacia la paz en una inmediata mediación, la que
estaba estudiando a finales de 1916, como veremos más adelante.
Una idea del transcurso de estos conflictos diplomáticos entre los Estados Unidos
y la Gran Bretaña la encontramos en la crisis de febrero de 1915, el embajador norteamericano en Londres presenta una dura reclamación al Ministerio de Exteriores de
Grey, el día 11 de ese mes, y sólo obtiene una nota que no reconoce los efectos negativos del bloqueo sobre la economía norteamericana, al contrario: se argumenta que,
salvo para el algodón, las consecuencias eran más bien positivas y no se promete ninguna relajación en la política de presión sobre Alemania. Confiaba, además, en que
los americanos siguieran demostrando su comprensión y buena voluntad. Simultáneamente, como se indicó con anterioridad, Wilson reintentaba una mediación a través del coronel House, quien había viajado hasta Londres en el Lusitania en enero en
busca de una paz sobre base de la evacuación de Bélgica y las zonas ocupadas de Francia. El Questfor Peace fracasó antes de empezar. House tardó en conseguir la invitación para viajar a Berlín y no fue hasta marzo de 1915, pero se convenció de que no
había clima para la paz. Entonces intentó defender tan sólo el respeto a la libertad de
los mares y choca con la total oposición británica. Su gran frustración llegó con la
novedad de la guerra submarina alemana, anunciada el 4 de febrero de 1915 9 .
La respuesta norteamericana al anuncio alemán de guerra submarina enfatizó
cómo implicaba una ruptura sin precedentes del derecho de navegación, al declarar el
derecho a destruir, sin determinar primero su beligerancia y si su carga era contrabando, incluso la Administración declaraba su rechazo a creer que, en realidad, el
gobierno de Alemania contemplara como posible algo tan brutal 10 . Pero la reclamación sólo recibió la reiteración de la amenaza y la justificación de que, si se hubiera
obligado a los británicos a respetar el comercio neutral, no hubiera sido necesaria esa
medida y recomendaba a los Estados Unidos que sus embarcaciones permanecieran
fuera del espacio inglés de guerra marítima.
9
«Neutral vessels expose themselves to danger within this zone of war since in view of the misuse
of the neutral flag ordered by the British Government on January thirsty-first and of the contingencies of
maritime warfare ¡t cannot always be avoided that neutral vessels suffer from attacks ¡ntended to strike
enemy ships» (F. L. Paxson, 1966, pág. 215).
10
«To declare or exercise a right to attack and destroy any vessel entering a prescribed área of the
high seas without first certainly determining its belligerent nationality and the contraband character of its
cargo would be an act so unprecedent in naval welfare that this Government is reluctant to believe that
the Imperial Government of Germany in this case contemplates it as possible.»
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Encarnación Lemús López
En el interior, paulatinamente, el intervencionismo se abría paso entre los proaliados y la neutralidad entre los proalemanes, los cuales fundan una liga, la American
Independence Union —30 enero 1915—. Se abre, así, la brecha en la ciudadanía americana que Wilson siempre había temido, la liga intentaba aglutinar a los anti-English
y se apoyaba particularmente en los Irish-American, provocando el fenómeno de que
algunos americanos resucitaran una doble identidad separada con un guión —una
identidad hyphenated—, característica que fue criticada por Wilson al denunciar a
quienes necesitaban recuperar su origen con un guión (irlandés-americano, alemánamericano), lo cual demostraba que sólo una parte de ellos mismos se había transformado en auténtico ciudadano americano. Esa división atávica, marcada por la procedencia, se ampliaba por el hecho de cómo la prensa publicaba los sucesos de la guerra:
la invasión de Bélgica, la guerra submarina, los bombardeos de Reims, el hundimiento del Lusitania... lanzadas como «atrocidades». Las campañas de prensa se hacían
cada vez más polémicas, la violencia se vivía en manifestaciones que llegaban al
enfrentamiento en las calles, el hundimiento del Lusitania fue declarado por Roosevelt y una parte del partido Republicano como una declaración de guerra llevada a la
práctica, que exigía una respuesta. Un clima de división que no haría sino crecer a lo
largo de 1916 y que tendría su incidencia en las decisiones del presidente.
4.
E L LUSITANIA Y LA PREPARACIÓN
Los aliados habían impuesto el bloqueo absoluto y provocaron graves incidentes
diplomáticos con los EEUU, pero todo ello quedó olvidado con el hundimiento del
Lusitania el 7 mayo 1915. Las listas de víctimas, que nunca fueron definitivas, arrojaron 1.198 muertos, de entre ellos 124 norteamericanos. Hoy todos los investigadores
reconocen que, sin duda, el buque llevaba contrabando de municiones y que el consulado alemán de Nueva York había advertido el riesgo del viaje, noticia que apareció en
la prensa neoyorkina el día 1 de mayo, cuando el Lusitana zarpaba. Nada de esto disminuyó el impacto psicológico ni la oleada de indignación que provocó: el mismo
coronel House temió que la agresión provocara la entrada en el conflicto de los EEUU.
Ante la airada respuesta ciudadana considerándolo una declaración de guerra, la
respuesta inicial de Wilson acudió a atemperar los ánimos y pronunció una frase afirmando que los Estados Unidos eran «too proud to fight» —demasiado grandes para
luchar—, una expresión que fue muy criticada públicamente, porque las posiciones
beligerantes comienzan a reforzarse enormemente y aparecen gritos como ¡os de que
«los alemanes ya están en lucha contra los EEUU y la Nación debe luchar». Se abrió,
sin embargo, un intercambio de notas diplomáticas que logró un paréntesis de más de
un año, hasta enero de 1917. La Administración envía una primera nota americana al
gobierno alemán y, mientras llega la respuesta, el Nebraska fue alcanzado por un
torpedo sin aviso y averiado.
Se produce la segunda nota de intercambio, pero dimite el Secretario de Estado
Bryan; pacifista a ultranza, consideraba que el hundimiento no era causa de guerra y
que la Administración se encaminaba hacia ella. La segunda nota está firmada por el
que era hasta entonces su subsecretario, Robert Lansing, el 9 de junio 1915. Cuando
llega la respuesta, Alemania reconoce el teórico principio de libertad por todas partes
La Primera Guerra Mundial. La tentación del aislacionismo
61
del mar abierto a los barcos neutrales. En la opinión, la controversia se acrecienta, y
según la afirmación de algún rotativo del momento, Wilson había perdido el 92 por 100
de los votos por no responder al hundimiento del Lusitania. En 1935 el embajador
alemán en Washington, el conde de Bemstorffen su Roadto War, America, 1914-1917,
explica este estado de opinión: «la yuxtaposición en el carácter americano del pacifismo y el impulsivo deseo de la guerra debería haber sido reconocido por nosotros»
—a tiempo— se sobreentiende.
La tercera nota sonó, el 21 de julio, como una ominosa última palabra que, aunque reiteraba el escrupuloso cumplimiento de la observancia de neutralidad, terminaba con la amenaza de repetición de hundimientos. Según el embajador BernstorfF, se
abrió un impasse que estuvo también a punto de irse al garete por el hundimiento del
Arabic camino de Nueva York, y en el que viajaban dos ciudadanos americanos que
murieron. Entonces, sobrevino una intervención inmediata del conde de BernstorfF,
quien no esperó, siguiera, el contacto con su Gobierno: por su propia iniciativa, presentó a Lansing una promesa de no reincidir en los hundimientos, que éste le obligó
a poner por escrito, fue censurado por ello por el Gobierno Imperial, aunque aceptó
su actuación. Bernstorff quedó convencido de que había salvado la paz y también lo
interpretó así el Coronel House. El embajador actuó así, porque valoraba que la intervención norteamericana al lado de los aliados, por su capacidad bélica e industrial,
sería desastrosa para Alemania. Se logró, pues, desde octubre de 1915, que Alemania
se abstuviera de perpetrar más provocaciones hasta que llegó el ataque al Sussex en el
canal de la Mancha, 24 marzo 1916, tras lo cual el Presidente envió un ultimátum al
Gobierno alemán.
No obstante, a pesar del paréntesis, la guerra comenzaba a ser divisada como un
destino inevitable y a ello miraba tanto la opinión pública, seriamente dividida, como
la Administración, que aborda decididamente una rápida preparación militar. Sobresalen las fortísimas inversiones vertidas en propaganda sobre Norteamérica tanto por
los aliados como por los alemanes. Aunque una parte del pacifismo estuvo movido por
intereses alemanes, hubo movimientos desinteresadamente pacifistas: Women's Peace
Party, nacido en enero de 1915 y que participó en la Conferencia Internacional de La
Haya en abril 1915. Leagne to Enforce Peace impulsada por el expresidente Taft, que
recibe un abierto respaldo universitario, con el apoyo de los presidentes de Harvard,
Princeton, Stanford y también conexiones con Baltimore y Berkeley, Labor's National
Peace Council, Freinds for Peace, ésta última recabó la presencia del exsecretario Bryan.
Por otra parte, la agresividad de los conocidos como hyphenated provocó que W. Wilson llegara a coincidir bastante con Th. Roosevelt en su rechazo a la tibieza en la identidad nacional. En el otro espectro de la opinión, también se fortaleció un movimiento de asociaciones por la americanización, que lanzó mensajes como «America
First, the English Language, First» lanzados por la Voluntary NationalAmericanization
Committee, nacida en octubre 1915 para afirmar la doctrina de la asimilación.
En realidad, las expresiones verbales y las declaraciones públicas de pacifismo o
militarismo se hicieron mucho más extremas que la realidad que las sustentaba. De
hecho, los proalemanes o antibritánicos deseaban la reducción del plan de rearme porque aminoraría la fuerza de EEUU si entraba en guerra junto a los aliados, y los proaliados, que esperaban esa asociación, querían estar bien armados. Entre los dos grupos quedaban aquéllos que temían que unos EEUU desarmados estuvieran en peligro
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Encarnación Lemús López
y desventaja si la guerra colocaba a uno de los combatientes en una posición de victoria con todo el potencial de Europa en sus manos. Pero también es fácil creer que
los empresarios y los financieros querían armarse y hasta desearan la guerra al temer
la derrota de los aliados, principales perceptores de suministros y préstamos norteamericanos.
La polémica sobre la preparación militar era, no obstante, antigua y reactualizó
algo ya vivido después de la guerra de 1898 con España. Aunque se reforzó ese sentimiento en el otoño de 1914, durante un año quedó refrenado por la posición de Wilson a favor de la paz, pero, desde el verano de 1915, el presidente no pudo sostener
una paz desarmada como defensa de neutralidad o salvaguarda de la seguridad ciudadana en un mundo en guerra. El Secretario de Estado Lansing se convenció de que
sino podía permitir que ganara Alemania y Wilson terminó siendo favorable a prepararse. Aunque la Administración planteaba sus proyectos con un sentido claramente
preventivo y como fórmula disuasiva ante los beligerantes, expuso al Congreso un
programa de preparación en diciembre de 1915 y comenzó el proceso el siguiente
enero. Antes del cierre de su período de sesiones se había conseguido la aprobación
del más completo sistema de leyes de defensa que jamás antes se hubieran conocido
los EEUU. Eso era lo que pedían los defensores de la preparación y el más célebre de
ellos llegó a ser Th. Roosevelt, que había modificado por completo el contenido y los
argumentos de sus escritos, olvidando del todo la neutralidad: America andthe World
War (1915), Fear Godant Take Your Own Part 1916, The Foesfo Our Own Household
(1917)... Y en esa postura, más que un expresidente significaba una esperanza, porque sus seguidores creían que en torno a él se fundirían los trozos del Partido Republicano para las presidenciales de 1916.
Pero ya queda indicado que se va produciendo un cambio gradual en la opinión
de la Administración Demócrata y del propio Wilson a lo largo de 1915. De hecho,
con la correspondencia suscitada por el hundimiento del Lusitania acontece un cambio en la opinión: la frase «too proud to fight», tan criticada por la oposición, ya no
reflejaba la verdadera imagen de Wilson, quien, coincidiendo con la tercera nota, el
21 de julio, había encargado una planificación a los dos Secretarios de Defensa. Hacia
el otoño de 1915 parecía que el patriotismo y el pacifismo recorrían caminos divergentes y si Wilson razonaba en la sesiones del Congreso que veía la preparación como
«absolutamente impuesta» en su intervención de final de año el mensaje defendía ya
que la nación debía armarse. Definitivamente la expresión del cambio se vivió en la
Conferencia de la Liga de Seguridad Nacional (National Security League) el 20 enero
de 1916 en Washington (PAXSON, EL., 1966, pág. 293). El interés de la población
por la preparación militar y la guerra, como se viene observando, dependía de su origen, de su implicación en los negocios, de su ideología, etc., y el conjunto de factores
componía un mapa en el que la preocupación disminuía cuanto más al Oeste: en el
Este la población era intervencionista, en el Medio Este la preocupación era más
moderada y en el Lejano Oeste la incidencia de la guerra apenas era ruido. La presidencia desarrolló un intenso plan de conferencias y discursos para explicar los proyectos de Defensa Urgente, tomando en consideración esta realidad y seleccionando
los tipos de ciudades, todo ello antes de que el Congreso comenzara la discusión de la
Ley de Defensa Nacional que se inició el 6 de marzo de 1916, al día siguiente, el 7,
Newton D. Baker fue nombrado nuevo Secretario de Guerra.
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