Capítulo 1 LA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO MARROQUÍ: DE LA INDEPENDENCIA A LA ALTERNANCIA Cuando Marruecos accede a la independencia en 1956 se inicia una fase de transición que transcurre entre el momento de devolución de la plena soberanía y autoridad al Sultán, Mohamed V, por las potencias coloniales -España y Francia-, y la posterior formalización de una Monarquía constitucional con el advenimiento del reinado de Hassan II en 1961. Durante los primeros años emerge paulatinamente una lucha por la hegemonía política entre el rey Mohamed V y las fuerzas afines a Palacio, de una parte, y los partidos herederos del Movimiento Nacional (el Istiqlal y sus sucesivas escisiones), de otra. Esta lucha, en ocasiones violenta, marcará la construcción del Estado marroquí y el itinerario político de Marruecos durante el largo reinado de Hassan II hasta la formación en 1998 del llamado "gobierno de la alternancia" presidido por el socialista Yusufi, un gobierno que culminaba la asociación consensuada entre la oposición histórica y la Corona. Durante esos cuarenta años, no se dejó de reivindicar la democratización del régimen por ambas partes, pero ninguna de ellas aceptó estar subordinada a la otra. En este capítulo analizaremos las distintas fases por la que pasó el proceso de consolidación de la hegemonía monárquica, destacando la movilización de distintos repertorios de legitimación que superaban el unanimismo nacionalista forjado durante la lucha anticolonial y que apelaban a distintas tradiciones, que se tratarán de articular y reiventar. Estas tradiciones eran la liberal en su versión francesa y la precolonial, esto es, la islámica en su versión jerifi *. También, haremos hincapié en las alianzas forjadas entre los distintos grupos sociales y en las contingencias derivadas de algunos acontecimientos que se convertirán en referentes, como la recuperación del Sáhara o el saneamiento de la crisis financiera de los años ochenta. Por último, analizaremos el papel desempeñado por el Majzen* de Hassan II en la construcción del Estado y la conformación del campo político. 31 1. EL PERÍODO DE TRANSICIÓN INSTITUCIONAL Las declaraciones públicas de Mohamed V realizadas antes del acceso a la Independencia (1956) afirmaban su voluntad de formar un gobierno de transición que fuese representativo de las distintas tendencias existentes en la opinión pública marroquí. La misión de este gobierno radicaría en la elaboración de las reformas necesarias para hacer de Marruecos un Estado democrático con Monarquía constitucional. Ahora bien, la construcción del Estado independiente era tributaria de la herencia colonial, convirtiéndose el nacionalismo en pacto fundacional del nuevo Estado. Asimismo, si bien por convicción o por las relaciones de fuerzas existentes nadie, o pocos, contestaban la forma monárquica del nuevo Estado, sí se producirá disenso sobre la amplitud de los poderes concentrados en el Monarca. El objetivo para la Monarquía consistía en legitimar la amplitud de sus poderes, mientras que para el Istiqlal se trataba de devolver al pueblo, es decir al partido que lo representaba, los poderes acumulados en la figtu^a del Monarca. El Monarca pretenderá institucionalizar una legitimidad sin mediación de partidos entre él y su pueblo, aplazando la creación de una Constitución y de instituciones democráticas para evitar que el Istiqlal se convirtiera en el único intermediario '. 1.1. El legado colonial y la legitimidad nacionalista Dentro del marco de la lucha por la independencia, la alianza entre el Trono y el Istiqlal fomentó el hecho de que este último promoviese la figura del Sultán como encarnación de la unidad de la nación y del liderazgo ante el poder colonial, contribuyendo, con los errores de la Residencia General (máxima autoridad del Protectorado), a impulsar la dimensión carismática de Mohamed V. Convertida a los ojos de la población en el símbolo de la resistencia al Estado colonial, la Monarquía recuperaba los atributos de la autoridad y de la identidad colectiva, al tiempo que Francia, que desconfiaba del Istiqlal, le transfería el poder del Estado, incluido el del ejército. Ante el protagonismo del Ejército de Liberación Nacional, la Monarquía reivindicará la continuidad del poder dinástico sobre las fuer' A propósito de la cuestión constitucional durante este período véase Aguenouche (1987: 309-315). 32 zas armadas y aspirará a controlar el monopolio de la coerción, dotándose de un ejército nacional con la creación de las Fuerzas Armadas Reales (FAR). Durante el Protectorado se preservaron los atributos simbólicos del Sultán alauí como califa* y como jerife*, al tiempo que se tuteló la soberanía marroquí y convirtió en ficción la autonomía de decisión del Sultán, pero en ningún momento la erradicó, ya que la legitimación del dominio colonial pasaba por el mantenimiento de dicha ficción. Con la independencia, el Sultán conservará intacto su liderazgo religioso y recuperará las prerrogativas que se había arrogado la administración del Protectorado. Además, el Sultán se benefició del control territorial impuesto por el poder colonial y recibió el poder legislativo, un poder que tradicionalmente había recaído en los ulamas * de acuerdo con sus funciones de intérpretes de la sharí `a * y el principio de cons^lta (shura *) z. Asimismo, el compromiso adquirido con Francia, que reconocía al Sultán como interlocutor y le aceptaba los requisitos de creación de un Consejo del Trono y de constitución de un gobierno de unión nacional para gestionar el período de transición, sería otro elemento que reforzará el poder de Mohamed V. Por tanto, el legado del Protectorado consolidará la soberanía del Sultán y le ofrecerá los elementos necesarios para subordinar la legitimidad nacionalista del Istiqlal. El legado colonial contribuirá también a que la legitimidad de la construcción política se fundamente en un doble proceso: de un lado, por oposición al Estado colonial que trató de instrumentalizar las antiguas fuerzas centrífugas portadoras de legitimidades altemativas a la dinastía alauí (antiguas oposiciones regionales, étnicas, lingiiísticas, religiosas, etc.), y, de otro lado, integrando en el imaginario de la Monarquía y el movimiento nacionalista unos principios propios del Estado francés, tales como el centralismo y universalismo burocrático en su versión despótica ilustrada. Como consecuencia de ello, el proclamado unanimismo de la lucha por la independencia se convirtió en un dogma que probaba la unidad y autenticidad de la identidad nacional marroquí encamada en el Sultán, mientras que se consolidaba la desconfianza y el rechazo ante cualquier particularismo cultural, geográfico o religioso. El nacionalismo se convertirá en la mayor fuerza de movilización social y la democracia será una exigencia reivindicada por el Movimiento z Sobre la innovación que representa la transferencia del poder legislativo al Monarca, véase Bendourou (1986: 28-35). 33 Nacional, que, no obstante, sólo la concebirá dentro del unanimismo forjado durante los años de lucha y al servicio de la emancipación del país. Dentro de ese contexto, la democracia prometida tanto por Mohamed V como por el Istiqlal, no será un sistema de transacciones para resolver de forma pacífica el reparto del poder entre intereses divergentes, sino la renovación de la expresión unánime del pueblo (Camau, 1990). Desde esta perspectiva, los protagonistas de la lucha nacionalista pretenderán el monopolio de la representación populaz y, por ende, la monopolización del poder. 1.2. La segmentación de la escena política 3 Para evitar la lógica del partido único implícita entonces en el proyecto del Istiqlal, Mohamed V descartará la opción de una asamblea constituyente elegida democráticamente, al tiempo que fomentazá la consolidación de un pluralismo controlado y limitado a las élites. Ello se plasmará en una estrategia de segmentación del Movimiento Nacional y en el enfrentamiento en su seno entre el Istiqlal y los demá ^ partidos. Estos últimos, partidos con una escasa base social, como el Partido Democrático de la Independencia (PDn y el de los Liberales Independientes (PLI), serán incorporados en los gobiérnos y las instituciones recibiendo así el apoyo de la Monazquía. Dentro de esa misma lógica se constituirá el Movimiento Populaz en 1959 con el objetivo de representar a las masas rurales del entorno beréber. Por último, es preciso mencionar la suerte reservada al Partido Comunista Marroquí (PCM), que, a pesaz de haber contribuido a la lucha anticolonial, será marginado por la Corona y prohibido en 1959 con el argtunento de la incompatibilidad de su ideología con los valores del Islam °. En definitiva, cabe decir que el pluripartidismo, que no era en principio un elemento consustancial del 3 Véase la obra de J. Waterbury (1975), especialmente los capítulos IX y sg. Este autor defiende, en este libro de referencia, la tesis según la cual la segmentación de la escena política es el resultado de la lógica segmentaria de la ^ élites y de las maniobras de la Monarquía. ^ ° Es importante señalar aquí el precedente jurídico que se establece con la prohibición del Partido Comunista Marroquí, ya que la Corte de Apelación de Rabat se fundamentó en el discurso del Rey del 8 de septiembre de 1959, que condenaba las doctrinas materíalistas, para decidir su disolución. Dicha jurisprudencia hará que los discursos y actos del Rey posean una fuerza superior a la ley y la Constitución. 34 nuevo régimen político, se convierte en una de las fórmulas para asegurar el liderazgo de Mohamed V(Camau, 1990: 404-406). Asimismo, la Corona encontrará en los grupos de interés económico, como los grandes propietarios fundiarios modernizados reunidos en la UMA (iJnión Marroquí de la Agricultura) y la ASPAM (Asociación de Productores de Cítricos), una base social de apoyo cuando se hizo patente la amenaza de una reforma agraria por el Gobierno Ibrahim (1958-1960), cuyo dirigismo económico reforzará la desconfianza de los cúculos empresariales de la UMCIA (Unión Marroquí de Comerciantes, Industriales y Artesanos), más cercana al ala salafz* del Istiqlal, que a su ala obrerista, antecedente de la LTNFP (Unión Nacional de Fuerzas Populares) (Ashford, 1962). El reconocimiento de la legitimidad de intereses funcionales en el sistema de representación política, contribuirá también a limitar el protagonismo de los partidos políticos. Todos estos procesos activarán y modernizarán la función tradicional de arbitraje del Rey, que éste usará para incrementar su poder en detrimento de potenciales competidores. 1.3. El control del gobierno Mohamed V, que no podía obviar la legitimidad del Istiqlal y su poder de convocatoria, aprovechará la reforma de sus servicios y atribuciones, así como la organización del gobierno y de la administración territorial, para constituir una red de alianzas que impidiera la formación de cualquier pretensión hegemónica alternativa (Bendourou, 1986: 32-52). Para el Istiqlal, mientras se aplazase la celebración de elecciones que deberían ratificar su posición dominante, su poder pasaba por la participación en el gobiemo, pero a condición de que consiguiese incrementar el poder del Ejecutivo en detrimento del poder de la Corona. En sustitución de la representación por vía electoral, el Monarca utilizará la cooptación, una fórmula más controlable, que se plasmó en la designación de los miembros que iban a formar la Asamblea Consultiva (en noviembre de 1956). Dicha Asamblea incorporó a representantes de los partidos políticos (dominada por el Istiqlal con 10 miembros de 26), de los sindicatos (LTMT con 10), de: los gremios corporativos (con un predominio de los 18 agricultores), de las confesiones religiosas (4 ulamas y 2 rabinos), de los jóvenes (2) y de las instituciones culturales (2) (López García, 2000: 6-8). Las limitaciones de sus atribuciones no impi35 dieron que fuera una tribuna utilizada por algunos de sus miembros, entre ellos su propio presidente, Medhi Ben Barka, para expresar sus críticas. Para asociar el Istiqlal al gobierno, el Monarca buscará imponer, en contra de la reivindicación nacionalista de un gobierno homogéneo, gobiemos de coalición que representaran a las distintas sensibilidades políticas del país. En ningún momento, la formación del gobierno significó el abandono de parcelas de poder por parte del Rey. A1 contrario, la composición del gobierno fue aprovechada por el Rey para reafirmar sus prerrogativas y profundizar en la segmentación de la escena política para constituir un frente anti-Istiqlal. Dicho proceso se realizó mediante tres elementos: en primer lugar, la activación de las ambiciones antagónicas entre las distintas personalidades del Istiqlal; en segundo lugar, la legitimación de los representantes de otros partidos; y, en tercer lugar, la afirmación del derecho del Monarca de designar personas de su propia confianza en las carteras de Defensa e Interior. La constitución de un gobiemo encabezado por el Istiqlal en mayo de 1958 no cuestionó esta lógica, sino que fue precisamente la aceptación de dichas condiciones lo que permitió la constitución del gobierno Balafrey. Los conflictos internos al Istiqlal evidenciaron el éxito de la estrategia real. En diciembre de 1958, el Rey encargará a Ibrahim, líder del Istiqlal y próximo al sindicato Unión Marroquí del Trabajo (UMT), la formación de un nuevo gabinete. Dicha decisión anunciaba la primera escisión dentro del Istiqlal y que daría lugar meses más tarde a la creación de la Unión Nacional de Fuerzas Populares (UNFP). El gobierno se formó a pesar de no evitar que el Monarca nombrara a los ministros de su ámbito de soberanía y conservara así el control sobre él ejército, la seguridad y la administración territorial. Dichas prerrogativas eran de suma importancia, puesto que entre las tareas del nuevo gobiemo estaba , la preparación de las elecciones locales. La relevancia de dichos comicios no escapaba a ninguno de los protagonistas, como lo refleja tanto el tiempo transcurrido desde la Independencia, como la destitución del gobierno Ibrahim en vísperas de su celebración 5. 5 Debido al apoyo populaz y en pro de su proyecto reformista, la UNFP se atreverá a cuestionar abiertamente los dominios reservados y a reivindicaz un control gubemamental pleno. La respuesta de Palacio consistirá en una represión contra los cuadros de la L1NFP y, posteriormente, el 20 de mayo de 1960, en la destitución del gobierno Ibrahim, asumiendo el Rey la dirección del gobierno y confiando al Príncipe (el futwo Hassan II), la Vicepresi- 36 1.4. El control administrativo y político del mundo rural El proceso de nacionalización de la administración colonial y su extensión a nuevos sectores permitió integrar en la vida política local y regional a los militantes del Movimiento Nacional. En un país esencialmente rural como el Marruecos de los años cincuenta, la integración de los miembros del Istiqlal en la administración se realizó sin mayores dificultades. No obstante, chocó con el tradicional control de la población rural ejercido por los notables y sus reglas particulazes de intermediación (Leveau, 1976). La nueva racionalidad que querían imprimir al Estado los nuevos administradores, a menudo jóvenes de origen urbano, creó pronto un cierto desencanto en el mundo nual y beréber ante la percepción de que no iba a beneficiarse de los frutos de la independencia. Una serie de conflictos en el medio rural, algunos de ellos liderados por personalidades cercanas o leales a la Monazquía y cuyo nacionalismo no podía ser cuestionado, iba a reflejaz el antagonismo del bled* hacia el Istiqlal. Si bien algunas de las revueltas rurales, en particulaz, en el Rif, pudieron tomar formas propias de la siba * tradicional, tampoco se puede descartar que dichas reivindicaciones se enmarcaban también dentro de una lógica de integración dentro del marco del Estado-nación (Gellner, 1981: 194-200). Dicho descontento promovió la constitución de una fuerza política que fuera el representante de los intereses del mundo rural, el ya mencionado Movimiento Populaz, al tiempo que la represión de las revueltas por las FAR marcaba los límites de tales reivindicaciones. Las elecciones locales convocadas en mayo de 1960 fueron presentadas por el Monazca y su gobierno como apolíticas y le ofrecieron la opórtunidad de duplicar el control administrativo del mundo rural por vía democrática. Aunque muchos antiguos notables fueron apartados de los procesos de integración administrativa y política por su colusión con el Protectorado, fue entre los notables rurales y sus hijos que se nombraron los cargos subordinados de la administración territorial local shay* y moqaddem * (almocadén^ y fue dentro de sus filas donde se encontró gran parte de los nuevos ediles. En 1960, la posición de fuerza de la Monarquía reunía las condiciones favorables para la elaboración de un marco ^onstitucional y la confidencia. Con esta decisión, el Rey ya no será un mero árbitro, puesto que intervendrá directamente en la escena partidista convirtiéndose en el centro de las críticas por parte de la recién creada UNFP. 37 guración de un Parlamento en conformidad con la formalización de la amplitud de sus poderes. En agosto de 1960, Mohame`d V nombró un Comité Constitucional de 78 miembros con la tarea de proceder a su redacción. La cuestión de la redacción de la Constitución iba a dividir aún más a las fuerzas políticas (López García y Fernández Suzor, 1985: 239-240). Las fuerzas cercanas a Palacio rechazaron participar debido al protagonismo conferido al Istiqlal con el nombramiento de su líder carismático, Allal A1 Fassi, como presidente de dicha Asamblea, mientras que la disidente UNFP exigía como requisito previo la elección de una Asamblea Constituyente. La muerte repentina de Mohamed V en marzo de 1961 y el acceso de Hassan II al trono acelerarán la organización del marco institucional marroquí sin contar con la participación de las fuerzas políticas. Desde 1956, las opciones elegidas por la Monarquía para formar los gobiernos y elaborar la Constitución disociaban la función de representación política de la legitimidad electoral, puesto que eñ ausencia de comicios la representación era el resultado de la cooptación legitimada por el poder de designación del Rey. Dicha fórmula propició la segmentación de la escena política y convirtió al Rey, en detrimento del Istiqlal, en el único representante capaz de abrazar al conjunto del pueblo marroquí. No obstante, es "con la Constitución del 14 de diciembre de 1962, que la monarquía consagraba su supremacía al tiempo que era proclamada como constitucional" (Camau, 1990: 406). 2. HASSAN II Y LA CONFORMACIÓN DE LA HEGEMONÍA MONÁRQUICA Con el acceso de Hassan II al Trono (1961), la Monarquía alauí pierde parte de la dimensión carismática que poseía con Mohamed V, pero conservó, no obstante, una gran popularidad, así como el respaldo del mundo rural y el apoyo del Ejército. Para alejar el posible contagio de la opción revolucionaria, así como para favorecer la consecución de ayuda exterior, el nuevo Monarca aceptará una democratización limitada de las instituciones para completar el edificio estatal. De la conciliación entre los objetivos de legitimación del poder y de participación de las fuerzas políticas surgirán los límites del proceso democrático. Los succesivos textos constitucionales y procesos electorales, lejos de institucionalizar el protagonismo de los partidos políticos y el Parla38 mento, contribuirán ante todo a legitimar el poder supremo que encarnaba el Rey. La reactivación de repertorios precoloniales confirma la relación directa entre el Monarca y el pueblo marroquí, ofreciéndole la oportunidad de hacer una lectura extensiva de la Constitución y minimizar la función de movilización ideológica y de agregación de intereses de los partidos políticos. Es desde esta perspectiva que deben interpretarse las convocatorias para ratificar la Constitución (referéndum de 1962) y elegir a los parlamentarios (elecciones legislativas de 1963). 2.1. La Constitución de 1962 Descartada la convocatoria de una Asamblea constituyente y ante la parálisis de la Asamblea consultiva, la redacción del texto constitucional fue confiada a un grupo reducido de expertos. El texto fue presentado a la nación como si hubiera sido elaborado por las manos del Rey, por lo que el referéndum que debía aprobarlo se asemejaba a un plebiscito, concebido como la renovación del pacto (bai `a*) que siempre había unido al Rey con su pueblo. EI carácter otorgado de la Constitución, que los juristas de Palacio legitimaron como una concesión del Rey y que, por tanto, no significaba una cesión de poderes, provocó los recelos del Istiqlal y el boicot del referéndum por la LTNFP. La Constitución de 1962 mantenía una serie de prerrogativas reales que aseguraban el predominio de la Monarquía dentro del edificio político, al tiempo que le confería la imagen de modernidad que necesitaba 6. Así, el texto constitucional proclamaba en su artículo Primero: "Marruecos es una monarquía constitucional, democrática y social", pero al Monarca le atribuía una autoridad superior a los demás poderes constitui6 La Constitución de 1962 se asemeja en muchos aspectos al texto de la Constitución francesa de la V República (1958). No obstante, introduce una mayor subordinación de los distintos poderes al ejecutivo (Bendourou, 1986), subordinación que los juristas y exegetas de Palacio.van a confirmar mediante la elaboración de una doctrina constitucional que instaura la primacía del derecho califal sobre el derecho de inspiración liberal (Aguenouche, 1987: 319-331; Tozy, 1999: 87-98). Según Aguenouche (1987: 320): "el derecho califal es anterior al derecho constitucional. Este último fue el fruto de la influencia extranjera, de la modemidad, a partir de la colonización, así como de la consecuencia de la lucha que opuso el Sultán y la élite nacionalista a la potencia y dominación coloniales. EI patrimonio político constitucional francés, una vez en las manos de la élite marroquí ilustrada, se volvió contra Francia. En cuanto al derecho califal, traduce la historia marroquí más remota y más anclada en los espíritus y costumbres". 39 dos, es decir, el Gobierno y el Parlamento (Bendourou, 1986: 90 y sg.). El artículo 3 reconocía la contribución de los partidos políticos a la organización y representación de los ciudadanos y prohibía el partido único, permitiendo así el desarrollo de la competición electoral al tiempo que dejaba entender que los partidos no poseían el monopolio de la representación política. El éxito del referéndum constitucional de17 de diciembre de 1962 no se reproducirá en las elecciones legislativas de 1963 (López García, 2000), sino que estas últimas volvieron a mostrar, de la misma forma que en las elecciones locales de 1960, la implantación del Istiqlal y de la iJNFP en las grandes ciudades. En las elecciones legislativas de 1963, las fuerzas cercanas a Palacio, reunidas en el Frente de Defensa de las Instituciones Constitucionales (FDIC)', no consiguieron la mayoría absoluta en la Primera Cámara, elegida mediante el sufragio directo (47,9% de los escaños), por lo que tuvieron que esperar a la corrección . que propiciaba la elección de los diputados de la Segunda Cámara por medio del sufragio indirecto. Estos resultados an ^nciaban los límites de una experiencia que pronto resultó inviable: el FDIC se rompió bajo el peso de las querellas entre sus distintos componentes; el gobierno careció del respaldo parlamentario de una fuerza política cohesionada que sirviese de correa de trasmisión de la Corona; el Rey se negó tanto a comprometerse con un partido como a limitar sus poderes; el Istiqlal y la LJNFP no pudieron formar mayoría para gobernar, y, las medidas arbitrarias y de represión a la que fueron sometidos no les permitieron efectuar una oposición constructiva, mostrando su incapacidad para erigirse en partidos de gobierno (Leveau, 1976: 80-81). El deterioro de la situación económica y el creciente malestar social agravado por la represión de la manifestaciones de123 de marzo de 1965, condujeron al Monarca a proponer de nuevo la fórmula del gobiemo de unión nacional. Ante el fracaso de dicha iniciativa, Hassan II proclamó e17 de junio de 1965 el estado de excepción: el Parlamento fue suspendido y el Rey asumió la presidencia del Gobierno. Se ponía así fin a la primera experiencia democrática que conoció Marruecos. ' El FDIC, creado por A. Reda Guedira, Jefe del Gabinete Real y Ministro de Interior, integró a los candidatos del Movimiento Populaz y del Partido Constitucional y Democrático. 40 2.2. El estado de excepción Durante el período de estado de excepción (1965-1970), el régimen persiguió la despolitización de la sociedad para que la articulación de intereses no se expresara en términos antagónicos que los partidos políticos hubieran podido agregar. En ausencia de cauces institucionales democráticos, la comunicación con la sociedad se hizo de forma privilegiada a través de un sistema de redes clientelares que convergían hacia el Rey y su entorno y que éste podía controlar, dominar y manipular. Así, se restableció el poder absoluto del Monarca, acompañado por una forma de gobierno wazirial *, que encarnaban las prerrogativas asumidas por el Gabinete Real y el Ministerio de Interior. Prueba de ello fue la ampliación de las atribuciones de este Ministerio ^esarrollo rural, urbanismo y vivienda- y la extensión de su capacidad de control sobre los demás departamentos gubernamentales. El Ministro de Interior se convirtió así en el Gran Wazir, o sea en el centro del sistema de recompensas y castigos del nuevo Majzen. De acuerdo con la tesis de Waterbury (1975: 302-311), las tácticas del régimen revelarán un maquiavelismo erigido en arte de gobernar, reproduciendo con los interlocutores políticos los mecanismos de neutralización propios del antiguo Majzen con las tribus: negociación y represión; promoción y caída en desgracia; integración y exclusión. Desde ese momento, el Rey se apoyó para gobernar en una élite de tecnócratas, en el ejército y en un sistema de clientelismo que cooptaba a las notabilidades rurales y urbanas para llevar a cabo un proceso de modernización económica que preservará la lealtad de su base social al tiempo que reprimirá la contestación política y social. Los comicios electorales para la renovación de la mitad de las Cámaras Profesionales (1966) o de parte de los Consejos Comunales (1969) fueronboicoteados por la oposición, que no dio su beneplácito a unas elecciones orquestadas por la Administración. 2.3. La Constitución de 1970 y la banalización del estado de excepción La nueva Constitución de 1970, lejos de proponer una solución al conflicto con el Movimiento Nacional (Istiqlal y UNFP), que boicoteó el referéndum para ratificar el texto, vaciaba de contenido las instancias repre41 sentativas, razón por la cual no es de extrañar que se llegara a hablar de "banalización del estado de excepción" (Bendourou, 1986: 192 y sg.). El texto de 1970 introducía dos innovaciones que marginaban aún más el papel de los partidos políticos en su función de representación de la sociedad. La primera de ellas daba al Parlamento un cariz corporativista y estaba contenida en el art. 3, que especificaba que, al lado de los partidos políticos, "las organizaciones sindicales, los consejos comunales y las cámaras profesionales concurren a la organización y representación de los ciudadanos". La segunda innovación es la que producirá el mayor cambio, cón la introducción en el art. 19 del principio constitucional de que el Rey en tanto que Amir al-Muminin (Príncipe de los Creyentes) es el "Representante Supremo de la Nación". En lo que se refiere a la hegemonía ideológica en torno a la figura del Monarca, la Constitución de 1962 ya incluía de manera expresa referencias al Islam (preámbulo, art. 6, art. 7), y, de forma implícita, la vinculación del liderazgo político al liderazgo religioso del Rey, pero es el artículo 19 del texto constitucional de 1970 $, que será mantenido sin cambios hasta hoy, el que expresará la esencia califal del Derecho positivo marroquí. Dicha innovación irá adquiriendo un alcance insospechado por sus promotores, ya que su interpretación significará una transferencia de las fuentes de legitimidad al referirse a los fundamentos del poder según el derecho califal9. 8 Art. 19: "El Rey, Amir al-Muminin, Representante supremo de la nación, Símbolo de su unidad, garante de la perennidad y de la continuidad del Estado, vela por el respeto del Islam y de la Constitución. Es el protector de los derechos y libertades de los ciudadanos, grupos sociales y colectividades". ' Según Aguenouche (1987: 322), "la Constitución en Marruecos comprende dos niveles: el nivel superior, que expresa y consagra el derecho califal, y un nivel inferior, que expresa y crea el derecho constitucional. El primero concieme al estatuto político religioso del rey califa, afectando así a la relación de éste con la Umma (o comunidad de los creyentes) (en la que se incluye a todos los miembros del gobierno y del Parlamento) de manera que represente lo esencial, siendo por ello que este derecho goza de una supremacía constitucional absoluta. El segundo, que puede ser definido, en cierta medida, como un conjunto de reglas y técnicas jurídicas que permiten el juego pazlamentario y el funcionamiento del gobierno, goza sólo de una supremacía constitucional relativa, ya que las expresiones que de él emanan son supremas en tanto en cuanto no entren en contradicción con el nivel superior". 42 2.4. I,a incorporación de la oposición como condición de la desactivación del campo politico La siguiente Constitución de 1972, así como las sucesivas reformas de 1992 y 1996, aportaron unas modificaciones que pueden considerarse respuestas ad hoc para facilitar la integración de los partidos de la oposición en el sistema político. Dicha integración sancionará la satelización y mar^inación de los partidos del Movimiento Nacional al estar subordinados y mediatizados por la construcción de una hegemonía ideológica fundamentada en la sacralización de la figura del Monazca como Príncipe de los Creyentes. Ello fue posible a partir de 1975, cuando el Rey asume el liderazgo de la causa nacional de recuperación del Sáhara y adquiere una dimensión carismática que le permite fusionar en su figura el unanimismo de los repertorios islámicos de la umma (comunidad de los creyentes), las referencias nacionalistas de la recuperación de la integridad territorial y las bases históricas de finalizacibn del proceso de descolonización (Del Pino, 1990). Ello llevará a lo que Tozy ( 1991 y 1999) ha llamado la desactivación del campo político marroquí. A pesaz de que la nueva Constitución de 1972 perseguía entre sus objetivos atraer a la oposición reunida entonces en el Frente Nacional (Al-Kutla al-Wataniya), el texto estaba lejos de satisfacerla, por lo que dicho Frente decidió boicoteaz el referéndum. Tras el segundo intento frustrado de golpe de estado por parte del ejército, de agosto de 1972, Hassan II reanudó el diálogo con los dirigentes de la oposición en un intento de llenar el vacío democrático que rodeaba a la institución monárquica. No obstante, las negociaciones con Palacio estuvieron marcadas por la reticencia del Monazca a abandonaz o delegar algunas de sus prerrogativas -como la convocatoria de una Asamblea constituyente- al tiempo que iban acompañadas de medidas represivas contra la UNFP y alguno • grupos políticos izquierdistas implantados entre cúculos intelectuales y estudiantiles. Ello conducirá a un impasse sólo superado por las llamadas a la marroquización del sector extranjero en 1973 y la recuperación del Sáhara a partir de 1974. En efecto, la apropiación de las reivindicaciones nacionalistas por parte del Rey posibi!itó un acercamiento a la oposición a partú del verano de 1974. Ello se plasmó en la legalización de la rama de Rabat de la iJNFP -la Unión Socialista de Fuerzas Populazes (USFP^- y del antigao partido comunista marroquí ^1 Partido del Progreso y del Socialismo (PPS}-, así como en la liberación de opositores en prisión. Cabe dec‚, por tanto, que el ideal nacionalista alrededor de la causa terri43 torial se convertía en tema de cohesión y de alianza entre el Trono y la oposición. Ello se tradujo en la restauración de las instituciones representativas y la asociación de varios lideres de la oposición en el gobierno con objeto de supervisar la preparación de las elecciones. 2.5. Las experiencias electorales La búsqueda de un consenso alrededor de la Monarquía y de la política que el Rey Hassan II deseaba llevaz a cabo marcará el ritmo de las convocatorias y el desenlace de los comicios. Por lo tanto, estos últimos deben ser entendidos como parte de un proceso pedagógico de educación política de las élites cuya integración pasaba por la aceptación del conformismo ideológico10. La desconfianza del poder y de sus allegados hacia la oposición hacía que las elecciones actuasen como un revelador de la disposición de la Corona respecto a los paztidos nacionalistas: Así, los resultados eran tanto recompensas como castigos, y, debido a la falta de institucionalización de las reglas del juego, revelaban los límites de lo legítimamente reivindicable. La participación de la oposición en las elecciones locales de 1976 y legislativas de 1977, no dio los resultados esperados de `íula experiencia de democratización con objetivos limitados", según la fórmula de Leveau (1993). Dichos comicios sirvieron sobre todo paza legitimaz el régimen en el contexto unanimista de la recuperación del Sahara ". La Carta comunal de 1976, si bien ampliaba las prerrogativas de los presidentes de la comunas (municipios), éstos seguían sometidos a la autoridad y legitimación de la Corona tal y como lo especificaba el artículo 5 de dicha Carta. En cuanto a las elecciones legislativas de 1977, dieron la victoria a los candidatos 10 Sobre la cuestión de las élites políticas en Marruecos, en general, y de las élites pazlamentarias, en particular, véase el libro ya citado de M a Angustias Parejo (1999). ""Catorce años después (de las elecciones de 1963), el desgaste producido en los partidos políticos nacionalistas por más de un lustro de esrado de excepción, el apoliticismo de una población frustrada por dos décadas de indepen3encia que no habían satisfecho las esperanzas puestas en ella, van a convertir las eleccir,nes de 1977 en unos comicios de compromiso. La opción política que se presenta al elector será la más amplia desde la independencia: se amplia la oferta de partidos y también de candidatos oficialistas..." (López García: 1991: 234). Sobre las elecciones legislativas de 1977 véase López García (1979 y 2000), así como Parejo Fernández (1999). Véase también un interesante análisis comparado de las elecciones en Marruecos y los demás países del Magreb (Argelia y Túnez) en Montabes Pereira (1999). 44 sin etiqueta política (SEP) que serán reunidos bajo el liderazgo del cuñado del Rey, y Primer Ministro (1972-1977), Ahmed Osman. En los siguientes comicios de 1984, "la desnatt^ralización del sistema electoral con el establecimiento sécreto entre los partidos mayoritarios de un repazto previo de la mayoría de los escaños de la Cámaza a elegir por sufragio directo, impedirá cualquier análisis acerca del nivel de atomización de la oferta política, ya que en la mayor parte de los casos ésta se convirtió en puramente retórica. Así, el Majzen aparecía como árbitro, equilibrando y oponiendo fuerzas concun-entes que habían, mal que bien, aceptado sus cuotas previamente" (López García, 1991: 235). En 1993, la celebración de elecciones legislativas fue posible tras la reforma constitucional de 1992. No obstante, la victoria del Frente Democrático (Kutla Ad-dimucratiya) que reunía, una vez más, a la oposición (Istiqlal, USFP, PPS y OADP) en las elecciones por sufi-agio directo, fue conregida por posteriores elecciones indirectas. Como señala Santucci (1991: 287 y sg.), las elecciones en Marruecos no fueron en ese período el lugaz de la representación, sino un indicador privilegiado de las características del sistema político, asemejándose en muchos aspectos a una reactualización del antiguo Majzen, que mantenía o regeneraba las redes clientelazes necesarias para su estabilidad. Desde Palacio, las elecciones fueron concebidas como un medio de integración y de circulación de las élites controlado desde arriba. Ello se traducía en el protagonismo que el aparato administrativo cumplía en las funciones de control en las fases de nombramiento de los candidatos, de selección de las circunscripciones electorales, de libertad durante la campaña electoral, del desanollo del escrutinio y de su recuento. La creación ad hoc de partidos políticos en vísperas de la celebración de comicios (Reagrupamiento Nacional de los Independientes en 1977 y Unión Constitucional en 1982)1z hacía que la administración proporcionaza una entidad por la que dirigir el voto legitimista. Ello permitía el multipartidismo y la apa- 1z Con la reactivación del Pazlamento a part ^ de 1977 y con el objetivo de imped^ que la oposición de la Kutla formará una mayoría, es elocuente, además del diseño institucional, la formación de partidos políticos en víspera de las contiendas electorales. Éstos eran llamados por sus detractores "partidos de la administración", puesto que sus candidatos y electores eran movilizados por vía administrativa (Claisse, 1992). A nivel local, éstos contaran con el apoyo de los shiuj y moqaddem para facilitaz su campaña electoral y obstaculizar las de sus oponentes, o/y para orientar el voto de la población y si era preciso corregir los resultados del escrutinio. 45 riencia de un juego competitivo al tiempo que restaba a los partidos del Movimiento Nacional (Istiqlal y USFP, sobre todo) la exclusividad de la representación y los situaba en una posición periférica. 2.6. Interpretaciones relativas a la funcionalidad de la representación y el juego politicos Como ya lo hemos señalado, la cuestión de la recuperación del Sahara a mediados de los años setenta ilustra estos procesos de integración y exclusión. La referencia nacionalista unánime, que subyace tras el símbolo del Rey íniciando la Marcha Verde, será movilizada de forma oportuna dando la imagen de una simbiosis entre el Rey y su pueblo (Del Pino, 1990), así como del conformismo de la oposición legal en torno a la asimilación del tríptico nación-Estado-régimen político (Camau, 1979). Dicho consenso nacional conllevará la movilización de referencias simbólicas, erigidas, de ahora en adelante, en fundamentos del régimen, por lo que, en lugar de fomentar la profundización del proceso democrático, le servirá de coartada. Dichas referencias no pertenecían a un único repertorio de legitimación (histórico, nacionalista, religioso,...), pero fueron fusionadas en la figura del Rey como Príncipe de los Creyentes (Amir al-Muminin). Dentro de este marco de confom^smo ideológico, la oposición no tendrá otra opción que participar en el juego institucional diseñado por la Monarquía y acatar su concepción del poder. Dicha concepción era explicitada en los discursos del Rey y en los comentarios de los exegetas del régimen, pero hasta mediados de los años setenta la ausencia de la oposición del juego institucional reducía el alcance de su legitimidad. Por ello, es con la incorporación de la oposición en el juego político, que la "relación de lealtad" y su subordinación se hicieron explícitas, como lo refleja el discurso real de apertura de la sesión parlamentaria del 13 de octubre de 1978: "Vuestra acción será apreciada por Dios y por su Profeta sobre la Tierra, es decir por el Representante de su Profeta sobre la Tierra, que es el responsable supremo en el país. Asimismo se confirma lo que siempre afirmé, que seáis poder legislativo o poder ejecutivo, que si la separación de los poderes es indispensable, en ningún caso puede referirse a la responsabilidad suprema" (Sehimi, 1991: 219). Ello iba a significar que, a través de la institución de Amir al-Muminin, la obediencia debida al soberano sería ante todo religiosa, es decir, 46 la de un creyente a su Imám. Con estas disposiciones y referencias a un répertorio de legitimación islámica, la Constitución, lejos de formalizar los límites y la separación de poderes, confería al Rey el monopolio de la enunciación e iniciativa políticas, al tiempo que desactivaba el campo político. La obligación canónica de dirección de la comunidad bajo la autoridad de un califa y el deber de obediencia a éste desarrollado por el derecho político musulmán, propiciarán el paso de la necesidad del califa a la sacralización de su función y de su titular, sacralización (arts. 23, 37 y 28) que, en el caso de la dinastía alauí, será inherente a su condición de jerife. En este sentido, los dahires reales (decretos) serán actos sagrados, y los discursos del Monarca producirán normas (arts. 28 y 37), lo que conducirá a una apropiación del campo normativo, y a una desresponsabilización política, jurídica y legislativa del titular del poder monárquico (Tozy, 1999: 95-96). En el sistema político marroquí bajo Hassan II, ni la Constitución ni el Parlamento ^onferían la legitimidad del poder, sino el pacto que la bai `a* instituía entre el Rey .y el pueblo. Según Tozy (ibidem), dicha movilización de la bai `a era instrumentalizada en la medida en que descansaba en el absolutismo califal13. De dicha interpretación derivaba que, dentro de la bai `a, la contractualización de la relación entre el califa y la colectividad no implicase una relación de representación; de ahí que lá bai `a se refiriera a los objetivos y no a los fundamentos del poder. La omnipotencia del derecho califal convertía el derecho positivo marroquí en una mera formalización de la autoridad política que preexistía al Estado. Así, los intereses en pugna no podían tener como objetivo central la consecución del poder supremo. Además, la existencia de mecanismos de participación y representación de la comunidad en el sistema político marroquí no cobraba sentido dentro del léxico de la ciencia política occidental, sino dentro del derecho califal. Por lo tanto, el consenso (ijma'*) y la consulta (shura*). eran relativos al ámbito de los objetivos del poder, ya que toda contestación 13 La bai'a permitía institu• la filiación de la monarquía con los primeros dirigentes de la comunidad islámica, los calijas rashidun (los sucesores del Profeta, bien encaminados u ortodoxos). Dicha filiación no era explícita en los primeros años de la construcción del Estado postcolonial, ya que éste tenía que integrar la herencia nacionalista, sino que sería movilizada más tarde ante la contestación de la autoridad provocada por los intentos de magnicidios, la radicalización de parte de la izquierda y la emergencia de los islamistas. Así, el poder sólo procede de Dios, que lo entrega a su vicario en la tierra, el califa. 47 de sus fundamentos era rechazada al ser asimilada a la anarquía ^tna *) o disidencia (siba *) dentro de la comunidad de los creyentes; ambos eran, por lo tanto, condenados. El papel del Parlamento, al convertirse en un mecanismo de intercesión (shafa'a*), quedaba así relativizado, y, si bien no era nulo del todo, vaciaba cualquier idea de representación soberana. Su función principal radicaba en interceder ante la autoridad suprema ". Asimismo, el Parlamento se veía marginado por la formación de instituciones cooptadas de carácter definitivo o temporal --consejos consultivos, coloquios o conferencias nacionales, comisiones- creadas para deliberar sobre asuntos estratégicos. Todo ello contribuía a despolitizar la toma de decisiones, a imponer el conformismo y el consenso, a marginar las instancias políticas que podrían disputarle el monopolio de la representación nacional, y a provocar reflejos de sumisión. En opinión de Tozy (1991 y 1999), estos mecanismos fueron integrados por la oposición frenando la transformación de las relaciones de poder. Así, después de 1992, cuando el Rey buscó una fórmula que permitiera integrar de nuevo a la oposición en el gobierno, esta última, inducida por la cultura de la servidumbre, desarrollaría un doble discurso: de un lado, sus reivindicaciones dirigidas hacia Palacio se convertirán en solicitudes, mientras que, de otro lado, el discurso militante se dirigirá a las bases de sus partidos. Además de la desconfianza del Majzen hacia las fuerzas políticas, éstas no estaban exentas de reproches desde el punto de vista democrático. Prueba de ello es que, en la segunda mitad de los años noventa, la renovación generacional de sus cúpulas se realizaría de forma traumática, evidenciando la falta de democracia interna. Estos procesos estaban, además, marcados por la entrada en la escena política de grupos islamistas. Los islamistas representaban una alternativa a la oposición con legitimidad nacionalista para movilizar los descontentos y convertirse en su portavoz, pero para poder participar en el sistema político tenían que acatar los principios majzeníes, por lo que apostaron, unos, por la cooptación que les daba una cobertura oficial y, otros, por el mantenimiento fuera del sistema. Ahora bien, de acuerdo con A. Hammoudi (2001), no se puede perder de vista que la preeminencia otorgada al lazo directo establecido entre el Rey y sus súbditos ha sido una construcción empírica cuyo objeti- 14 Sobre el Parlamento y la renovación de las élites parlamentarias entre 1977 y 1993, remitimos de nuevo a M a A. Parejo (1999). 48 vo político era debilitar a las fuerzas que pretendían reivindicar su legitimidad como intermediarios de la sociedad. En opinión de este antropólogo marroquí, la elaboración de esa nueva legitimación sería virtual si no existiese una estructura que permitiese la configuración política autoritaria y el conformismo de los gobernados. Dicha estructura se establecería sobre la cultura de la servidumbre, que encuentra su paradigma en la figura del notable rural,^. y que se ha reproducido gracias a tres elementos: un aparato de coerción controlado por el Monarca; la neutralización de los representantes de las clases medias urbanas, y el control social ejercido sobre las masas rurales por los propios notables. Desde esta interpretación, la legitimidad del poder político, si era aceptada por los actores era porque conectaba con los intereses de ciertos grupos con un peso decisivo en la sociedad, tal y como lo demostraron los estudios de Leveau (1976 y 1993) y Waterbury ( 1975). Por tanto, la hegemonía de la Monarquía no descansaría tanto en un consenso ideológico, sino que se fundamentaría en el confonnismo de determinados grupos sociales con el régimen y los repertorios de legitimación que éste movilizaba de acuerdo con la capacidad del Majzen para arbitrar los conflictos a favor de esos grupos. Por ello, los mecanismos de legitimación del Estado-nación no podían ser descartados, ya que, si bien los fundamentos del poder supremo no se cuestionaban, todo podía ser objeto de negociación en los demás ámbitos y de lucha entre los distintos grupos de intereses. Ahora bien, la representación no utilizaba siempre los cauces formalizados, visibles y oficiales, por lo que no debe perderse de vista el hecho de que dicho confonnismo era también el resultado de una relación de fuerzas que dificilmente podía ser considerada como una adhesión definitiva al régimen, tal como lo reflejarían en los años noventa los obstáculos para la formación de un gobierno de alternancia o las incertidumbres relativas a la transición en el Trono. En defmitiva, la supervivencia del régimen alauí dependía de su capacidad para gestionar los conflictos entre estas élites y para protegerlas ante las amenazas del resto de la sociedad. Para ello, contaba con su brazo secular: el Majzen, encarnado en el Ministerio de Interior, que incrementó sus competencias durante el reinado de Hassan II, impidiendo la emergencia de contrapoderes procedentes de la sociedad civil (Claisse, 1992). 49 3. EL MAJZEN DE HASSAN II El Majzen bajo el reinado de Hassan II se identificó con el Ministerio de Interior, y debido a la amplitud de sus prerrogativas y a las modalidades de sus relaciones con el Rey o con los demás interlocutores, las personalidades que ocuparon dicho cargo recordaban a la figura del Gran Wazir precolonial. La funcionalidad del Majzen permitió que el régimen marroquí superara parte de sus contradicciones y, en particular, la escasa institucionalización de los cauces políticos liberales. Dicha funcionalidad descansó en la conciliación de sus fórmulas tradicionales de gobernabilidad con las exigencias propias del Estado-nación, dando la imagen de un despotismo administrativo que asumía tanto las funciones de orden y de representación del Estado, como el proyecto de desarrollo económico (Ben Ali, 1991). 3.1. La mediatización de la construcción del aparato estatal por el Majzen De acuerdo con Alain Claisse (1992), el principal objetivo del Majzen consistió en reforzar la eficiencia y la lealtad del aparato estatal. Por ello, modernizó el sistema administrativo sin renunciar a las formas antiguas de autoridad y de patronazgo, controlando las fuentes de acumulación de poder e integrando el cambio social para regularlo y endogeneizarlo (Ben Ali, 1991). El dominio del Majzen se asentaba en la administración territorial y su red de agentes de autoridad, que multiplicaron sus ámbitos de intervención al tiempo que circunscribían el horizonte de circulación de las élites. Los agentes de autoridad eran la prolongación de la autoridad real y sus prerrogativas le permitían cumplir las funciones de control de la representación electiva y de los distintos cuerpos que formaban la base social del régimen (instancias religiosas, fuerzas armadas y distintas notabilidades). La modernización de la función del Majzen y su omnipotencia a ella asociada plantea varias cuestiones en torno a las posibilidades de evolución del sistema político marroquí, a la naturaleza del cambio social en curso y a su traducción en términos políticos. El Estado bajo el reinado de Hassan II era percibido por los distintos grupos sociales subordinados como algo externo y superior, cuya legitimación pasaba por su capacidad para protegerlos mediante una serie de prestaciones que garantiza50 ran el acceso a una serie de recursos escasos, como era el agua en la agricultura (política de regadío), la subvención de los productos alimentarios básicos (las capas sociales bajas urbanas), el empleo público (las clases medias alfabetizadas),... Este sistema que conformaba la base del régimen alauí funcionó, incluso recurriendo a la coerción, mientras éste no estuvo désbordado por la necesidad de ampliar sus bases sociales a los nuevos grupos que emergían como producto del cambio social inducido por el desarrollo económico, el crecimiento demográfico, los procesos migratorios internos y extemos, la urbanización y la masificación del sistema educativo. Hasta los años ochenta, la integración de estos nuevos colectivos se hizo principalmente mediante la distribución de los beneficios de la expansión del Estado, descartándose la reivindicación de sus intereses fuera de los cauces corporativos instituidos y de una representación política limitada a las élites, y, por lo tanto, sesgada y ajena a gran parte de ellos. La negación de la legitimidad de los intereses de ciertas capas de la población (universitarios, desempleados, trabajadores,...) y de su expresión pública convertiría la movilización de estos colectivos en un constante cuestionamiento del régimen. Así, cuando el régimen alauí se veía cuestionado por movimientos de masas (estudiantes en 1965; trabajadores y proletariado urbano en 1981, 1984 y 1990) no dudaba en apelar a otro de sus fundamentos, al Ejército. El dilema radicaba en ^ómo conciliar, de un lado, la potencia del Ejército requerida para la seguridad externa ante las amenazas del vecino argelino (1963) y la recuperación del Sahara a partir de 1975 y, de otro, el riesgo que suponía tal potencia militar para la estabilidad del régimen cuando éste tenía que llamarle de forma repetida para cumplir funciones internas de restablecimiento del orden15. Durante años, los mecanismos de integración propios del Estado-nación en su vertiente desarrollista permitieron gestionar las tensiones ocasionadas por el cambio social y demográfico y las expectativas políticas de las franjas de la población que aspiraban a la movilidad social. El coste que suponía para el Estado la incorporación de estas expectativas se efectuó de forma privilegiada a través de la extemalización de su financiación, es decir, mediante la aportación de divisas procedentes de 15 Las distintas tentativas de golpes de Estado (1971 y 1972) o complots (1970, 1973 y 1985) mostraron los límites de la concentración del poder militar en manos de un solo hombre (Ufkir o Dlimi) y ponía de manifiesto que la lealtad del Ejército no estaba siempre asegurada (Del Pino, 1990). 51 los sectores agro-mineros exportadores (cítricos, hortalizas y fosfatos), de las remesas de los emigrantes, de las concesiones para la explotación de recursos a compañías extranjeras (pesca) o de la ayuda financiera procedente de países aliados -Estados Unidos, países europeos, países de la Península Arábiga (Hernando de Larramendi, 1997}-. Los dirigentes marroquíes apostaron por un sistema económico de corte liberal que en la práctica se reveló, sin embargo, como estatalista, ya que el poder político concentrado alrededor de Palacio y de la tecnoburocracia controlaba y orientaba las grandes orientaciones económicas en nombre, no obstante, de los intereses nacionales. Ahora bien, dicha estatalización fue mediatizada por una apropiación del Estado por las élites en el poder que, inspiradas por las lógicas majzeníes, impregnaron de patrimonialismo las políticas económicas, utilizándolas con frecuencia como un instrumento oportuno de legitimación del poder político y de recomposición de alianzas. 3.2. La crisis distributiva El resultado de dicha lógica fue un incremento desorbitado del gasto público y la gestación de una grave crisis fmanciera. A principio de los años ochenta la insolvencia del Estado impuso una serie de restricciones presupuestarias y reformas que modificarán su capacidad distributiva. Prueba de la magnitud de la crisis es que el Estado marroquí no tuvo otra altemativa que llamar al Fondo Monetario Intemacional (FMI) a partir de 1983 y aceptar un importante programa de estabilización, seguido de un plan de ajuste estructural. Los programas de ajuste estructural impusieron un modelo basado en la disciplina respecto a los grandes equilibrios macroeconómicos y la adopción de una serie de medidas de liberalización económica interna y extema. Estos programas tuvieron ante todo una dimensión financiera y no fueron capaces de fomentar el crecimiento económico, ni preparar al país para enfrentarse a la competencia intemacional. La fractura social se acentuó, desentendiéndose el Estado de ampliar a las franjas de la población excluidas el acceso a los bienes públicos, por lo que éste perdería parte de su función integradora. Amplias capas de la población se colocaron al margen del ámbito estatal de actuación y responsabilidad, refugiándose en el sector informal (Salahdine, 1992). Asimismo, numerosos empresarios prosperaron tanto en el sector formal como en el informal, un sector este último en el que las 52 fronteras entre actividades legales e ilegales eran en ciertos casos fluidas (Mejjati, 1996; Hibou, 1996). Debido al éxodo rural continuo y al ritmo del crecimiento demográfico, menor que antes, pero aún importante, surgió una nueva periferia cuyo escenario era la ciudad. Pero la marginación social en un país como Marruecos no era sólo urbana ni estaba delimitada espacialmente, sino que era también generacional, de tal modo que la presión ejercida por las nuevas generaciones respecto a demandas sociales ( educación, servicios, vivienda, ocio) y económicas (puestos de trabajo, infraestructuras viarias, comunicaciones) estaba ya condicionando profundamente el futuro del país (López García, 1996). En este nuevo escenazio, el futuro de los jóvenes de menos de 30 años y que representaban cerca de160% de la población, se caracterizaba por la exclusión, es decir un futuro sin expectativas de empleo, ni de vivienda, ni de matrimonio, y que se traducía en una ausencia de confianza en el sistema político, en la economía y en la sociedad. Además de los efectos disgregadores en las capas populares y medias de la sociedad marroquí, las medidas de ajuste estructural fueron incapaces de romper con algunas lógicas que marcaban la gobernabilidad majzení tanto en los ámbitos interno como externo. Así, en el ámbito interno, las privatizaciones permitieron la redefinición de las alianzas entre grupos monopolísticos que habían prosperado al ampazo del Estado protector. En el ámbito externo, si bien la ^apacidad de gestionaz la captación de recursos intema ^ionales no parecía cuestionarse, lo que evidencia el carácter estructural del vínculo económico, pero también político del país con Europa (Hernando de Larramendi, 1997), lo cierto es que los Acuerdos firmados con la Unión Europea (1996) proporcionazon una nueva dimensión a una serie de elementos que hasta mediados de los noventa no parecían haber movilizado la atención del régimen. Es desde esta perspectiva que debe enfocarse según Hibou (1996) el análisis de la polémica "campaña de saneamiento" lanzada en el invierno de 1995-1996. Dicha campaña fue una ocasión paza que el Ministerio del Interior demostrase que el desarrollo de las actividades económicas ^lentro de la legalidad o desde la ilegalidad- era un objetivo altamente político cuando éstas alcanzaban una cierta relevancia y que no podían prosperar sin su control. Si bien las derivas de dicha campaña supusieron un terremoto político, provocando la dimisión del Ministro de Derechos Humanos y el temor de gran parte de la clase empresarial, lo cierto es que su conclusión bajo la forma de un primer pacto entre el Ministerio del Interior y la patronal, y un segundo, entre esta última y los 53 sindicatos, pemútiría reactivar los repertorios de la legalidad. Estos repertorios se asociaron en los discursos oficiales a la construcción de un Estado de derecho y al "buen gobierno" de los asuntos públicos y privados. La crisis de la capacidad distributiva del Estado agudizaría la crisis de la representación, llevando al régimen alauí a ampliar y multiplicar los espacios de mediación para permitir la incorporación y la circulación de las élites surgidas tras la independencia1ó. Ello nos conduce a plantear la cuestión de los mecanismos institucionales de integracibn que fueron elaborados para responder a la pérdida de eficacia de los antiguos repertorios de legitimación. Para tratar de aportar elementos de respuesta es preciso ahondar en el proceso de altemancia. 4. LA ESTRUCTURA DE PARTIDOS POLÍTICOS La estructura del sistema de partidos políticos en Marruecos durante el reinado de Hassan II se caracterizaba por su dispersión, que, como se ha señalado, era un rasgo consustancial con el modelo pluripartidista implantado desde la Independencia e instrtunentalizado por la Corona. En este apartado haremos una descripción ordenada del panoramá político marroquí utilizando como base los resultados de las elecciones legislativas de 1997 " por sufragio directo para la Cámara de los Representantes18. La diversidad de partidos políticos marroquíes puede ordenarse distinguiendo cuatro grupos de partidos (ver cuadro n.° 1)19. 16 Ello se plasmó, en particular, en dos fenómenos: de un lado, la emergencia de un tejido asociativo que irá abarcando un número importante de sectores, y, de otro lado, la creación de una serie de consejos consultivos. " No hemos incluido aquí los resultados de las eleccioñes legislativas de septiembre de 2002, ya que el marco temporal de nuestro estudio fmaliza en el año 2000. 'g La Cámara de Representantes tiene 325 miembros, elegidos por sufragio universal directo para un período de cinco años. Junto a ella, hay una Cámara de Consejeros, formada por 270 miembros, elegidos por sufragio indirecto para un período de nueve años, renovándose por tercios cada tres años: 3/5 partes de sus miembros son elegidos en cada región por un colegio electoral compuesto de representantes de las colectividades locales, y el resto es elegido por dos colegios electorales (uno, regional, formado por representantes de las cámaras profesionales, y otro, nacional, compuesto de representantes de los trabajadores). 19 Una presentación de las distintas fuerzas políticas que conforntan el panorama político marroquí se encuentra en Montabes Pereira (1999: 118-128). 54 CUADRO 1. Número de escaños en la Cámara de Representantes de Marruecos tras las elecciones de 1997 Partidos políticos Herederos del Movimiento Nacional USFP ................................... Istiqlal . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Escaños 57 32 Otros partidos de izquierda PPS .................................... 9 OADP ................................... FFD .................................... 4 9 PSD .................................... 5 Oficialistas MNP .................................... MP ..................................... NIDS .................................... 19 40 32 UC ..................................... 50 R1vI .................................... PND ..................................... 46 10 Islamistas MPDC (PID) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9 Otros PA ..................................... PDI ..................................... 2 1 TOTAL ... .............................. 325 1) El primer grupo de partidos correspondía a los que se alineaban en la llamada "oposición nacionalista", entre los cuales destacaban el histórico Istiqlal (Partido de la Independencia) (que obtuvo 32 escaños en las elecciones legislativas de 1997) y la USFP (iJnión Socialista de Fuerzas Populares), heredero de una de sus más importantes escisiones 20 ^ue encabezó con 57 escaños 20 La primera escisión en el Istiqlal fue la liderada en 1959 por A. Ibrahim, M. Ben Bazka y A. Buabid creando la UNFP, de cuyo seno se desgajaría más tarde en 1975, la USFP. A partir de esa escisión, la UNFP quedaría muy debilitada. 55 2) 3) 4) los resultados de dichas elecciones, y que, por ello, uno de sus máximos dirigentes, A. Yusufi, fue nombrado Primer Ministro del primer gobierno de la "alternancia". El segundo grupo era el formado por los llamados "partidos oficialistas", caracterizados por su identificación con la Corona y por su tradicional enfrentamiento con el viejo partido nacionalista Istiqlal y sus sucesivas escisiones. En este segundo gnzpo cabe, no obstante, distinguir dos familias políticas. La primera es la constituida por formaciones que proclamaban representar al mundo bereber y rural, y que giraban en torno al partido Movimiento Popular (creado en 1958, y que en las elecciones legislativas de 1997 obtuvo 40 escaños en la Cámara de Representantes) y a sus sucesivas escisiones: el MNP (Movimiento Nacional Popular) (con 19 escaños) y el MDS (Movimiento Democrático y Social) (con 32 escaños). La segunda familia de partidos oficialistas era la representada por los llamados "partidos de la Administración", calificados así por sus detractores por haberse creado en contextos preelectorales para encabezar el futuro gobierno. En ella encontraríamos a la UC (Unión Constitucional), que obtuvo 50 escaños en las elecciones de 1997, al RNI (Reagrupamiento Nacional de los Independientes), con 46 escaños, y al PND (Partido Nacional Democrático) con 10 escaños 21. A la izquierda y con menor presencia en el panorama político de la oposición destacaba un tercer grupo de partidos, que surgieron al margen del Istiqlal y de la USFP. Entre ellos, el antiguo partido comunista PPS (Partido del Progreso y del Socialismo) ---con 10 escaños- y la OADP (Organización de Acción Democrática y Popular) ---con 4 escaños-, así como sus respectivas escisiones fomentadas para la ocasión, el FFD (Frente de Fuerzas Democráticas) -^on 9 escaños- y el PSD (Partido Social Democrático) ^on 5 escaños. El cuarto grupo estaba formado por los islamistas, que aprovecharon la estructura formal de un partido en declive (el MPDC) para garantizarse la cobertura legal y participar en las elecciones Z' Otros partidos con escasa representación que obtuvieron escaños en las elecciones de 1997 fueron el Partido de la Acción (con 2 escaños) y el PDI (Partido Democrático de la Independencia) (con sólo 1 escaño). 56 legislativas de 1997 obteniendo 9 escaños en la Cámara de Representantes 22. Algtmos autores (López García, 1998) han,señalado que los resultados de esas elecciones continuaban reflejando una especie de "Marruecos virtual", lejos aún del Marruecos real. Esta afirmación crítica estaba basada en el hecho de que las elecciones de 1997 estuvieron aún mediatizadas por la interferencia del Ministerio del Interior para garantizar que la aritmética del reparto de la representación parlamentaria estuviera en sintonía con lo que deseaba Hassan II. Era lo que B. Lópéz García (2000: 87-91) ha llamado la tafileteria electoral 23, es decir, que ninguna fuerza política fuese mayoritaria, sino que existiera una atomización de la escena política, y que la primera Cámara (la de Representantes), en la que los partidos de la oposición histórica representaban la primera fuerza, se viera neutralizada, si necesario, por la segunda Cámara (la de los Consejeros), controlada por partidos afines a Palacio y al Majzen. Fiel reflejo del desfase entre el Marruecos oficialmente retratado en los resultados electorales y el Marruecos real fue la alta tasa de abstención (41,7%), así como de votos nulos y blancos ( 1 millón), que puede interpretarse como una traducción del inconformismo de la población con el sistema, de la despolitización de la sociedad marroquí y de la falta de legitimidad de los partidos. Con los resultados de las elecciones de 1997, Hassan II formaría el llamado "gobierno de la alternancia", presidido por A. Yusufi, dirigente del partido socialista USFP. 5. LA ALTERNANCIA: SOLUCIÓN POLÍTICA AL CAMBIO ECONÓMICO Y SOCIAL El análisis de la experiencia del gobierno de alternancia puede ser^ enfocado desde la perspectiva de una crisis de gobernabilidad en el senzz En octubre de 1998, el Consejo Nacional del MPDC decidió cambiar el nombre del partido por el de Partido de la Justicia y el Desarrollo (PJD). Otras tendencias islamistas, como la liderada por el jeque A. Yassin (Justicia y Caridad), de mayor poder de convocatoria incluso que la anterior, no participan en los procesos electorales por no disponer de cobertura legal como partido político. Sobre el islamismo y el sistema político marroquí . véanse M. Tozy (1999) y Martín Muñoz (1999: 345-356). ^ Dicha expresión recuerda la región de origen de la dinastía alauí (el Tafilalet) y la tradición artesanal que posee. 57 tido de que es una respuesta a la conjunción de dos crisis: una de representac'ión, y otra de distribución. El problema de la gobernabilidad en contextos de reformas marcados por las pautas de la doble transición económica y política como el marroquí, plantea la cuestión de la articulación de la sociedad civil, ya que es precisamente de su seno desde donde surgen las demandas que el Estado debe canalizar si desea que los conflictos no desemboquen en situaciones de polarización y de inestabilidad política. No se debe olvidar que los cauces de intermediación entre el Estado y la sociedad se conciben como una estructura de oportunidades y límites para la acción, por lo que, como señala J. Ph. Bras (2000), la sociedad civil o se organiza de forma autónoma desde su propio seno o es organizada por agentes externos desde fuera. Este tema está en el centro de las reformas y los procesos que acompañan la búsqueda y la formación del gobiemo de alternancia. 5.1. La gobernabilidad y los retos de la doble transición La alternancia 24 fue el resultado de la voluntad de Hassan II, quien, a través de la reconciliación con la oposición del Movimiento Nacional, perseguía varios objetivos, tanto en el plano interno como externo, a saber: 1) consensuar con la oposición del movimiento nacionalista un acuerdo de mínimos alrededor de la introducción de modificaciones relativas a las instituciones formales (constitución, parlamento, regionalización) que permitiera el paso de una oposición de ruptura a otra de gestión; 2) continuar el proceso de rehabilitación de la imagen internacional del régimen -fuertemente deteriorada a final de los años ochenta y principio de los noventa-, para seguir beneficiándose del acceso a los fondos que proporcionaba la ayuda internacional y, en particular, la Unión Europea. Ambos objetivos eran indisociables de dos principios que conformaban la fórmula de gobernabilidad desarrollada por Hassan II a lo largo de su reinado. El primero era que, si la Monarquía y su titular son into- 24 Sobre la cuestión de la altemancia véanse N. Bensbia (1996) y Z. Daoud (1997), quienes analizan la evolución política que marca los años anteriores a la formación del gobierno Yusufi, así como el ensayo de A. Khatibi (1998) y el número monográfico de la revista Maghreb-Machrek "Un Maroc en transition: alternance et continuités" bajo la dirección de A. Rousillon, y la ya citada obra de referencia de B. López García (2000). 58 cables, la reproducción del régimen alauí pasaba por la incorporación de innovaciones a iniciativa suya, innovaciones plasmadas en mecanismos institucionales nunca definitivos, que aseguraban así su continuidad en un momento dado y que eran supuestamente reformables si se llegase a quebrar el antiguo consenso. El segundo principio era si la financiación de las políticas públicas se gestionaba o no a través de su capacidad para movilizar los recursos de su red de solidaridad internacional (Leveau, 1987; Hibou, 1996). En los años noventa, debido al deterioro de la imagen intemacional del régimen y a las dificultades ante los problemas sociales y económicos, se puede considerar que la conducta de las reformas mediante la integración de la oposición en el gobierno debería actuar como un mecanismo de compensación. De acuerdo con la hipótesis de la compensación, ante los resultados contrastados de más de diez años de Planes de Ajustes Estructurales (PAEs) y en relación con el pasado, el cambio que se produjo con el gobierno de alternancia radicaba en el hecho de que la oposición histórica aceptaba la gestión de la crisis económica y social, y legitimaba unas reformas que anteriormente fueron criticadas por su esencia tecnocrática e inspiración foránea. No obstante, dicho gobierno de altemancia rechazaba asumir la responsabilidad de la crisis económica, que consideraba como un legado del pasado, un pasado asociado al mal gobierno de una administración pública marcada por lógicas neopatrimoniales y clientelistas que provocaron grandes pérdidas financieras. Por otra parte, la liberalización económica, al ir acompañada de un proceso que se presentaba como de liberalización política, se enmarcaba dentro de la coherencia de la doble transición -política y económica-, un postulado que sólo podía seducir a los partenaires occidentales de Marruecos. En efecto, este proyecto convergía con la voluntad de la UE de implicarse a partir de los años noventa en la modernización del conjunto de la zona mediterránea con la promoción, en un primer momento, de una Política Mediterránea Renovada (1992) y, en un segundo momento, a partir de 1995, en la formación de una zona euromediterránea de paz y seguridad asentada en el libre comercio y la democratización (Desrues y Moyano, 2000). En definitiva, Manuecos se incorporaba con la alternancia a los grandes principios enunciados por la UE y podía esperar un trato preferencial a la hora de solicitar ayuda técnica y financiera para llevar a cabo la modemización de su Estado y su economía. 59 5.2. Los mecanismos institucionales de integracfón La preparación de la formación de un futuro gobiemo de alternancia, como ya lo hemos señalado, se realizará mediante una serie de reformas institucionales que inauguró la reforma constitucional de 1996. El texto constitucional restablecía el bi-camaralismo y la elección por sufragio directo de los miembros de la Cámara de los Representantes; instauraba la regionalización anunciada desde 1984; rehabilitaba la actuación del Estado mediante la planificación; reconocía^la libertad de empresa, y contemplaba la creación de un Consejo Económico y Social, como vector de la consolidación de una cultura del diálogo profesional entre empresarios y sindicatos. La cultura del consenso, que oficializó la campaña para el referéndum constitucional, se verá ratificada posteriormente por la firma de la Declaración Común entre el gobierno y los partidos en febrero de 1997 sobre el buen desarrollo de las contiendas electorales. Por lo tanto, el análisis del gobierno de altemancia debe enfocarse desde esta perspectiva, es decir, como el deseo personal del Rey 25 de Ilegar a un pacto en torno a la forma monarquica del régimen con los líderes de la generación del Movimiento Nacional, que se encontraban ya lo bastante debilitados como para aceptar la participación en el gobierno a cambio, no obstante, de una serie de concesiones. Dentro de ese contexto, la rehabilitación del juego parlamentario y gubernamental no gozó de una autonomía real. A pesar de que la alternancia significaba un período de apertura, los límites políticos de su alcance eran patentes: en primer lugar, además del déficit de legitimidad popular ya señalado, la realidad del poder político escapaba al Primer Ministro y se mantenía entre las manos del Monarca, del Gabinete Real y del Ministro de Interior, sin olvidar la siempre incógnita del ejército; y, en segundo lugar, la capacidad distributiva del gobierno seguía siendo reducida, puesto que debía respetar los grandes equilibrios macroeconómicos y las pautas marcadas por el ajuste estructural en un contexto de crisis económica y social. La crisis de la representatividad política se reflejaba en la composición heterogénea del gobierno de alternancia (formado por siete partidos) y, por lo tanto, condicionaba el proyecto de reforma económica y social que prometía el acceso de la oposición a la gestión gubernamen- u Véanse los extractos de los discursos del Rey que reproduce Z. Daoud (1997). 60 tal. Paradójicamente, la heterogeneidad de la composición de dicho gobierno lo asemejaba en cierta medida a un gobierno de unión nacional, que debería gestionar un tema ocultado en la agenda política, esto es, la transición en el Trono, así como una serie de desaftos que podemos identificar en los siguientes: la gestión del movimiento islamista, que pondría a prueba los mecanismos de cooptación del Majzen y el amaigo real de los partidos políticos en el seno de la población; la modernización del tejido económico para asumir los compromisos internacionales adquiridos con la firma de acuerdos de índole económico-comercial (OMC, UE), y el siempre pendiente referéndum sobre el Sahara, un conflicto cuya resolución hipotecaba el futuro económico y político de Marruecos" En definitiva, si bien el principal reto era la reforma del Estado -una reforma siempre esbozada y anunciada, algunas veces aplazada, y que se llevaba a cabo de forma muy empírica, calculándose siempre los riesgos políticos y sociales de las medidas-, lo'cierto es que la formación del gobiemo de alternancia no significaba el reconocimiento de intereses antagónicos anteriormente excluidos, sino la convergencia de éstos akededor de consensos plasmados en grandes pactos mediatizados por el Majzen. 5.3. El consenso como eje de la gobernabilidad En los años noventa, uno de los corolarios de la liberalización económica era la reforma de las relaciones profesionales, marcada, de un lado, por la transición desde un sindicalismo de tipo partidista (Confederación Democrática del Trabajo y Unión General de Trabajadores Marroquíes) y de enfrentamiento con el Estado, hacia un sindicalismo profesional en la que se vislumbrara una cierta disociación entre las actividades políticas y las sindicales, y, de otro lado, y paralelamente, por la reactivación, a sugerencia del Rey, de la Confederación General de Empresas Marroquíes (CGEM), que se va a consolidar como portavoz del sector empresarial. Dicha transición no era espontánea, sino organizada desde Palacio mediante el establecimiento de unos mecanismos institucionales con vocación integradora, si bien a menudo limitada a un protagonismo consultivo 26. Entre estos mecanismos podemos señalar los siguientes: zb Un análisis muy sugerente de este proceso y sus implicaciones se encuentra en Catusse (1998b). 61 - la institucionalización del diálogo social con la creación en 1993 del Consejo Nacional Consultivo de Seguimiento del Dialogo Social; - el establecimiento del bicameralismo con la Cámara de los Consejeros, reservando una representación de tipo corporativista a distintos sectores económicos que encarnaban, en palabras del Rey, las fuerzas vivas de la nación, asimiladas éstas a la sociedad CiVll z^; - la firma del "Gentleman Agreement" de julio de 1996 entre el Ministro de Interior y la Confederación General de las Empresas Marroqúíes (CGEM), que puso fin a la controvertida "campaña de saneamiento"; - la firma del Acuerdo tripartito del 1 de agosto de 1996 para el Diálogo Social, que instituía las bases para una concertación entre la patronal y las distintas centrales sindicales. Presentados como un código de buena conducta de los poderes públicos y las organizaciones que representaban a los empresarios y los trabajadores, estos pactos eran declaraciones de intención que establecían las bases consensuadas para poner fin a las prácticas neopatrimoniales asimiladas a la corrupción y para proclamar el compromiso de acatar los principios del buen gobierno y de una gestión acorde con las normas liberales 28. Estos acuerdos de mínimos compartían una serie de constantes que evidenciaban la emergencia y la consolidación de un nuevo _modo de hacer política. El modus operandi consistía en la ratificación de un consenso en torno al pacto de "buen gobierno", que anticipaba dos grandes principios retóricos que articularían el pacto de gobierno de la USFP: la moralización (at-tajl^) y la racionalización (at-tarshid) de los asuntos públicos (El-Aoufi, 1999). Ambos principios debían guiar las grandes líneas políticas del gobierno y de los actores privados. Asimismo, este conjunto de pactos tenía una doble lectura, dificilmente disociable de unos objetivos estratégicos para el futuro del país, a saber: el compromiso de avanzar en la liberalización que, en el 27 Véase el discurso del Rey del 20 de agosto de 1996 publicado en el diario, Le Matin, 21 de agosto de 1996. 28 Estos acontecimientos permitían enunciar las reglas, negociar las modalidades de la aplicación de las políticas e incluso proyectaz al primer plano mediático a algunos actores, como se evidencia en el caso de la figura del empresario y la CGEM, la organización patronal. Véase la tesis doctoral de M. Catusse (1998a). 62 ámbito económico, se concretaba en la continuación de la fuma de los acuerdos de la OMC y de Asociación con la UE, es decir de la ratificación de la integración del país en una economía liberal e internacionalizada, y, en el ámbito político, en la preparación del marco para conseguir la formación de un gobierno de alternancia que implicaría a los partidos de la Kutla ad-Dimucratia. Ahora bien, se puede afinmar que estas respuestas institucionales no se erigían sobre el silencio de la sociedad, sino que eran la consecuencia de iuia conflictividad y de unos antagonismos cuyos modos anteriores de gestión ya no eran funcioñales y que de ahora en adelante se veían deslegitimados. Asimismo, la promoción de la empresa y la iniciativa privada eran elementos propios de los nuevos repertorios inducidos por los compromisos contraídos en los acuerdos de la OMC y la Unión Europea y estaban reflejados en los discursos oficiales sobre la emergencia de actores innovadores y diferenciados del Estado, discursos que eran reapropiados por una CGEM que enarbolaba el lema de la empresa, del liberalismo económico y de la contribución al empleo. EI Estado=majzen estaba en el centro de todos estos procesos y se presentaba como un árbitro en los conflictos entre las distintas partes, alternando las referencias y las acciones propias del repertorio del neocorporativismo (pacto y consenso) y del corporativismo orgánico (unión nacional ante los desafios internacionales) o del Majzen (campaña de saneamiento). Dicha evolución de las relaciones profesionales no era ajena a una voluntad de transferir los conflictos desde el ámbito estatal hacia el ámbito privado, por lo que se puede considerar que el reconocimiento de un estatus público a las organizaciones profesionales era un mecanismo compensatorio contingente a la modernización de la función de árbitro desarrollada por el Majzen. Estos procesos conllevaban, no obstante, una serie de límites, como la excesiva personalización de los sindicatos e incluso de la CGEM. Este hecho se reproducía en las negociaciones que, a menudo, parecían afectar sólo a las cúpulas y al ámbito mediático, dándose en la realidad numerosas divergencias entre las bases y las cúpulas de las distintas organizaciones. Ello hizo que la regulación neocorporativista se convirtiera durante la transición en la nueva fuente de referencia de los repertorios discursivos e institucionales. Cabe decir que el principal beneficiario de este proceso fue la clase empresarial, como lo refleja el protagonismo que adquirió su portavoz, la CGEM, en el espacio público. De acuerdo con los discursos del mun63 do empresarial, se dibujaba un modelo de empresario "ciudadano", cuya imagen se vería enturbiada de vez en cuando por los escándalos relativos a los fraudes y corrupciones, si bien es cierto que, de entonces en adelante, estas prácticas eran condenadas y denunciadas como ajenas a la ética del nuevo empresario. La cultura empresarial defmía un perfil de empresario que no debía limitar su campo de actividad a lo económico, sino que, respaldado por sus competencias privadas, se debía involucrar en los asuntos de la polis. La lectura de dicha evolución es compleja (Catusse, 1998a) y cabe decir que las estrategias políticas de los empresarios, al efectuarse en beneficio de candidatos con una base local y económica, incrementaban el espacio de los notables, que poseían mayor capacidad de movilización de las redes clientelistas. Asimismo cabe señalar que el compromiso con el tejido asociativo o la actividad partidista podía ser la consecuencia lógica de una nueva ética del empresariado cuyo éxito en los asuntos privados no sería maximizado sin una legitimación pública, es decir sin un reconocimiento social de su enriquecimiento. En definitiva, la evolución de las relaciones profesionales se caracterizaba por la transición desde una dinámica de confrontación hacia un discurso consensuado y una privatización de la gestión de las relaciones profesionales, que se plasmaba en el hecho de que el Estado organizaba su retirada y promovía a determinados actores, erigiéndoles en intennediarios legítimos para actuar dentro del marco institucional de diálogo social que se intentaba consolidar. 6. CONCLUSIONES En este capítulo se ha analizado el proceso de formación del Estado marroquí desde una doble perspectiva: diacrónica y sincrónica. Para ello se han presentado las distintas fases por las que ha transcurrido dicho proceso desde la Independencia hasta la formación del gobiemo de la alternancia en 1998. El análisis efectuado señala los aspectos relevantes que permiten comprender mejor algunos de los rasgos característicos del modelo estatal en el Marruecos de hoy. Entre ellos se han señalado: la singularidad del multipartidismo marroquí; los modos de gobemabilidad desarrollados por el Estado-majzen; la instrumentalización del islam apelando a la tradición jerifiana como repertorio de legitimación; el desarrollo de un 64 aparato estatal que ha permitido la movilidad social; y la presencia de una élite rural importante que ha jugado hasta hace poco un papel fundamental en el equilibrio entre las distintas fuerzas políticas. Se han analizado también los conflictos y alianzas que surgieron en el proceso de construcción estatal, identificando los diferentes actores que lo han protagonizado. Lo más importante a resaltar de este capítulo, como un elemento singular de la trayectoria política marroquí, es la formación de un nuevo Majzen que mediatiza el poder infraestructural del Estado y el modelo multipartidista, permitiendo neutralizar a las fuerzas políticas procedentes del Movimiento Nacional y consolidar el principio de una relación sin intermediarios, es dec ^, d^ecta entre el Rey y el pueblo. Esa singularidad marcará el sistema político del Marruecos independiente, que, sobre todo, a raíz del acceso de Hassan II al Trono, consolidará la hegemonía ideológica del Representante Supremo sobre la base de la fusión en su persona del poder religioso y del poder político, sancionada en las distintas constituciones. El vacío democrático, es dec ^ la ausencia de contrapoderes, hará que se •rease una fuerte imbricación entre los ámbitos público y privado en torno a Palacio y a la figura del Ministro del Interior, imbricación que fue respaldada por un aparato de coerción controlado por el Monarca, la neutralización de los representantes de las clases medias urbanas y la alianza entre el Trono y los notables rurales. No obstante, los mecanismos de legitimación del Estado-nación redistribuidor y democrático fueron utilizados tanto para satisfacer las asp^aciones de justicia social y libertad de amplias capas de la población, como para rehabilitar a un régimen que, en ausencia de cauces democráticos de representación, corría el riesgo de hacer converger hacia la máxima institución todas las frustraciones del pueblo. Los intentos de golpes de Estado y el conflicto del Sáhara culminaron dicho proceso de hegemonía de la Monarquía que, paradójicamente, pasaba por la integración de la oposición histórica, confiriéndole a Hassan II la dimensión carismática que lo situaba en la senda de su padre Mohamed V. Este conjunto de factores desactivó el campo político, convirtiéndose en un lastre para afrontar los cambios que, recomendados por los organismos financieros internacionales FMI y BM, tuvieron que introduc^se en la economía de Marruecos para sal ^ de la grave crisis de los años ochenta. El contexto del gobierno de la altemancia es el de la necesidad de afrontar la reconciliación de la Corona con los partidos de la oposición para acercar el Marruecos oficial al Marruecos real y crear el escenario 65 favorable para abordar las reformas. No obstante, el período analizado del gobiemo Yusufi (hasta el acceso al tronó de Mohamed VI en julio de 1999) muestra cómo la desactivación del campo político marroquí había afectado profundamente a los propios partidos de la oposición, envejecidos en sus liderazgos, con unas estructuras organizativas poco renovadas desde un punto de vista democrático y por una audiencia social cada vez más reducida. Por ello, el gobierno de alternancia ha reflejado una cierta circulación de las élites políticas provenientes de la oposición, siendo su principal rasgo diferenciador la movilización de nuevas referencias alrededor de la regulación institucional, la organización de actores colectivos (organizaciones patronales, sindicatos, sociedad civil) y el "buen gobierno" de los asuntos públicos 29. El gobierno de la alternancia quiso promover la reforma del Estado, tratando de reconfigurar la relación Estado-sociedad asimilada al objetivo de la "despatrimonialización" mediante la continuación del proceso de privatizaciones (como fuente de ingresos para las arcas del Estado), lo que en definitiva ratificaba la reconciliación de la socialista USFP con la economía de mercado y el sector privado. La despatrimonialización se efectuaba también en los ámbitos éticos y simbólicos, desvinculándose el gobierno de alternancia de la grandeza majzení. Así, se promocionaba el "buen gobierno" de los recursos públicos y de las empresas tanto públicas como privadas, así como el establecimiento de instituciones de comunicación y coordinación con los representantes de la sociedad económica. No obstante, la monopolización de la capacidad de iniciativa política en manos del Rey, la omnipotencia del Majzen, la escasa coherencia del gobierno formado por siete partidos políticos con proyectos ideológicos y trayectorias históricas divergentes, y un partido USFP envejecido en su liderazgo y escasamente cohesionado, son elementos que se añadieron al carácter otorgado de la experiencia gubernamental y evidenciaron que el Rey reina y gobierna y que la oposición estuvo llamada para cumplir con el programa de la Corona. En este sentido, cabe decir que la altemancia actuó como una compensación ante la crisis económica y social para promocionar la imagen democrática y reformista que necesitaba el régimen para insertarse entre los buenos alumnos de la doble transición. 29 Véase la Déclaración General del Gobiemo ante el Parlamento publicada en el diario Le Matin el 18 de abril de 1998 en la que el Primer Ministro Yusufi propone un pacto de buena gestión. 66 En definitiva, el legado del pasado y el contexto de cambio que acabamos de analizar hacen que la modernización económica y social parezca transitar por la emergencia de actores colectivos que se enmarcan dentro de la nueva configuración que impone el "buen gobierno" como fórmula de integración de nuevas élites. La trayectoria histórica y la configuración política que hemos analizado evidencian que el contexto marroquí ha sido poco propicio a la consolidación de una sociedad civil, sin olvidar, no obstante, que estas dificultades han sido también el reflejo de una polarización fomentada por una lucha a menudo violenta entre grupos ideológicos e intereses antagónicos para conseguir la hegemonía. 67