Palabras de la Directora del Liceo Víctor Mercante en ocasión de la entrega del Título Doctor Honoris Causa Prof. María Isabel -Chicha- Mariani, el 29 de abril de 2010. Buenos días a todos, gracias por compartir este momento con Chicha. No puedo dejar de decirles la inmensa alegría, y el gran honor que significa para la comunidad educativa del Liceo la entrega del Título de DOCTOR HONORIS CAUSA a la Prof. Chicha Mariani. Hoy homenajeamos a alguien que honra la vida, a alguien que no se rinde, porque como ha dicho Mario Benedetti: “No te rindas que la vida es eso, Continuar el viaje, Perseguir tus sueños, Destrabar el tiempo, Correr los escombros, Y destapar el cielo”. Eso ha hecho Chicha, no rendirse ante nada ni nadie. Celebramos conocerla, celebramos tenerla con nosotros. Porque el Liceo es parte de su vida, la vida de Chicha como profesora de pintura, dando clases de Educación Visual, en el mismo lugar donde Diana Teruggi, su nuera, cursaba sus estudios de bachiller y Daniel, su hijo, se desempeñaba en el departamento de medios audiovisuales. Chicha, Diana y Daniel en este Liceo, en este mismo salón de actos, en nuestras aulas, pasillos, patios, allá por los años 1967/68/69. Hoy también junto a ella en su corazón y con sus miradas observándonos desde los cuadros del mural, que nos recuerdan los desaparecidos y asesinados de la última dictadura que pasaron por este colegio, homenaje que hiciéramos en 2008. María Isabel Chorobik, de muy pequeña llamada por sus padres “Chichita” y luego “Chicha”, apodo por el que es conocida en todos los ámbitos. También es “La Abuela”. Siempre le gustó leer, amaba la literatura, le gustaba enseñar y aprendía de sus alumnos, así lo cuenta Juan Martín Ramos Padilla en su libro Chicha. La fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo. Hizo la primaria en una escuela rural de San Rafael, y el Secundario en el Colegio Nacional de esa misma ciudad; siguió la carrera de Bellas Artes en la Universidad Nacional de Cuyo, le faltaban dos materias cuando cerró la universidad, si bien se reabrió, ella no retomó sus estudios allí. Se mudó a La Plata y se inscribió en Bellas Artes y e hizo nuevamente toda la carrera, obteniendo el título de Profesora Superior de Pintura. En marzo de1947 se casó con Enrique José Mariani “Pepe”, músico, fue uno de los fundadores del Cuarteto de Cuerdas de la UNLP y director de orquesta del teatro Colón. El arte un común denominador entre ellos…En 1948 nació Daniel Enrique, su único hijo. Licenciado en Economía de la UNLP, apodado por su madre “Posky” por un personaje judío Posky Popoff de una historieta que se publicaba en el diario Los Andes de Mendoza. Diana Teruggi, estudió en el Liceo entre 1964 y 1969, fue alumna de Chicha cuando tenía 12 años y Chicha la recuerda sentada en el primer banco, muy atenta, con trenzas largas y rubias… Diana y Daniel eran militantes montoneros que luchaban como tantos otros jóvenes de los años 70 por un país donde la justicia social se hiciera realidad; solidarios, alegres, comprometidos. Es Clara Anahí la hija de ambos, nacida el 12 de agosto de 1976. Tan solo tres meses tenía cuando el 24 de noviembre de ese año se la llevaron de la casa de la calle 30, luego de un ataque feroz perpetrado por fuerzas conjuntas dirigidas por el jefe del primer cuerpo del ejército, Guillermo Suárez Mason, el ex jefe de la policía bonaerense Ramón Camps y el comisario Miguel Etchecolatz. En ese ataque fue asesinada Diana y otros militantes que estaban con ella. Por distintos testigos se sabe que Clara Anahí fue sacada viva de la casa; desde entonces, Chicha la busca…. A Daniel lo asesinaron el 1º de agosto del 1977. Los secuestradores y responsables de los asesinatos de Diana y Daniel, borraron toda prueba que permitiera hallar a Clara Anahí, los enterraron como NN, hicieron creer que la beba había muerto. Como dice el citado Juan Martín Ramos Padilla: “Junto con los padres de Clara Anahí, los militares habían enterrado la identidad, la historia y la libertad de la niña”. Bien se equivocaron quienes creyeron que lo sucedido en la Casa de la calle 30, la historia de Diana y Daniel y mucho más la búsqueda de Clara Anahí, iban a quedar sepultados en olvido. Todo lo contrario, fueron el alma Mater de la incansable lucha de La Abuela, de Chicha, que hoy continúa infatigable llevándola adelante. Se equivocaron, sí, se equivocaron, el dolor de Chicha pudo más y de pie, erguida, comenzó su búsqueda. A pesar de tantos golpes, de tantas frustraciones, de tantas piedras en el camino para encontrar alguna respuesta, ella indoblegable, continuó la lucha. Golpeó todas las puertas, comisarías, regimientos, iglesias, colegios religiosos, institutos de menores, juzgados… Buscaba y buscaba, iba tras cada pista, pregunta tras pregunta, sin respuestas aceptables, dudas, caminaba y caminaba, dentro y fuera del país, inquieta, valiente, aplomada, escuchando a todos y a cada uno de los que tenían algo para aportar, de su nieta y de otros nietos… Supo de boca de la iglesia que su niña estaba en manos de gente poderosa, influyente. Hoy, quizá, Clara Anahí sigue con ellos… La asesora de menores de La Plata Lidia Pegenaute fue quien le habló de la existencia de dos señoras que iban cada tanto a verla a su oficina, porque las dos estaban buscando a sus nietos. Y fue quien le dio el nombre y la dirección de Alicia Zubasnabal de la Cuadra –Licha-. A poco de conversar se dieron cuenta que habían recorrido un camino común. Licha le contó sobre el grupo de madres que había comenzado a reunirse los jueves 15.30 frente a la casa de gobierno y que sin nombre definido sería luego las Madres de Plaza de Mayo. Por su parte Chicha tenía la idea de reunir a todas las señoras con nietos desaparecidos para trabajar juntas en su búsqueda. Fue así el comienzo de Abuelas. Primero el rastreo, luego la convocatoria al primer encuentro: el 21 de noviembre de 1977 en la Plaza San Martín, el día en que el secretario de es estado de EEUU, Cyrus Vance iba a estar allí en su visita a nuestro país enviado por James Carter. Debajo de un jacarandá Chicha y Licha esperaban… y una en una fueron llegando: Mirta, Ketty, Delia, Eva, Haydée, Vilma, Leontina, Clara, Raquel, María Eugenia, eran 12 mujeres con sus pañuelos blancos buscando a sus nietos robados. Ellas y tantas otras, de las que no dudo en decir que son “las imprescindibles” dieron al mundo un ejemplo de lucha, un ejemplo de dignidad, un ejemplo de amor, un ejemplo de vida. Y un ejemplo al afirmar que es la memoria, no el olvido, la justicia, no la venganza, que nos permitirá encontrar la verdad más temprano que tarde…sin reposo. Las abuelas fueron concientes de lo difícil que les sería comprobar que un menor robado podría ser el nieto buscado. ¿Cómo hacer? No existían las pruebas de ADN. Otra vez la búsqueda, otro largo camino que llevó a Chicha a distintos países, hasta dar en 1983 con el director del Banco de sangre de Nueva York, quien le dijo que era posible lo que buscaban, más adelante en Washington, el científico chileno Cristian Orrego de la Asociación Americana para el avance de las Ciencias, les confirmaba que había obtenido la fórmula para certificar que un niño pertenece a una familia, sin necesidad de extraer la sangre de sus padres y con un grado de certeza del 99 %. A partir de aquí, nuevos desafíos se les plantearon a las Abuelas de Plaza de Mayo, entre ellos el encontrar un laboratorio confiable para realizar las pruebas, la validez jurídica y la creación de un banco de datos para resguardar la sangre de los familiares de las personas buscadas. Luego de algunos intentos, el lugar que se estableció fue el Hospital Duran. Si bien los primeros estudios de “abuelidad” se hicieron en 1984, hubo que esperar hasta 1987 para la aprobación de la Ley 23511 por la cual se creó el Banco Nacional de Datos Genéticos de Familiares de Niños Desaparecidos Luego de dejar Abuelas de Plaza de Mayo en noviembre de 1989, Chicha continúa la búsqueda, y su lucha. En 1996 funda la Asociación Anahí, que desde entonces preside. La lucha de Chicha, una mujer valiente, serena, digna, sigue sin descanso, sin tregua, porque ni el punto final ni la obediencia debida la doblegaron, tampoco los indultos. Derogadas las leyes en 2003 por el Congreso de la Nación y luego rubricadas por la Corte Suprema de Justicia, se abrió el camino a los juicios y Etchecolatz fue juzgado. Cómo no recordar esos meses de 2006 cuando Chicha todos los miércoles se sentaba a escuchar los alegatos, y el momento en el que el juez Carlos Rozanski lo condena a la pena de reclusión perpetua, en cárcel común, en Marcos Paz. Pero no todo pasa, sobreviene la desaparición de Jorge Julio López. La lucha continúa… Hasta aquí un brevísima e incompleta reseña de la vida de Chicha. Pero me parece interesante compartir con ustedes algo central. La lucha que ella viene llevando desde que secuestraron a su Clara Anahí, es una lucha que enseña. Por definición natural quiénes sino los maestros somos los que enseñamos. Ella es una maestra, una docente, una profesora que hace mucho tiempo, desde estas aulas enseñó a los jóvenes estudiantes del Liceo, algunos de los cuales hoy están acompañándola. Fue el arte la excusa para estar con ellos, como lo es la geografía, la historia o la matemática, para otros. Desde la cátedra, dejó marcas, huellas, porque lo que hacía lo hacía con amor. Cuando dejó la docencia y comenzaba a disfrutar de los suyos, el accionar del Estado terrorista de 1976, la golpeó muy fuerte. El mismo amor que le daba a la docencia se lo dedicó y dedica a la lucha. Es docente, es luchadora. Y vuelve a darnos su docencia, en este mismo lugar cada vez que una jornada de Primavera, Lápices y Memoria que este colegio implementa desde el año 2006, la convoca y entonces Chicha vuelve como profesora y conversa con nuestros estudiantes, los de hoy, los chicos que nacieron en democracia, los que sólo saben de ese pasado oscuro del país por nosotros, por los adultos que se lo transmitimos. Y es en este punto donde no puedo dejar de decir que como docentes tenemos la obligación ineludible de rescatar el pasado, de mantener viva la memoria….. Esta institución se compromete permanentemente porque estamos convencidos que sólo esta política nos llevará a alcanzar un futuro de justicia, verdad y dignidad…. “Existe una cita secreta entre las generaciones que fueron y la nuestra”, escribió hacia 1940 el filósofo alemán Walter Benjamín. Una cita entre el pasado y el presente, entonces también entre el pasado y el futuro. Nos decía, con esta breve sentencia, que no es irreversible que lo acontecido en el pasado -con su carga de deseos, pero también de violencias e injusticias- permanezca desconocido para los nuevos. La grieta que nos distancia entre esas generaciones, puede ser zanjada y podemos reestablecer el diálogo interrumpido con lo que quedó irremediablemente del otro lado. Y el reestablecimiento de ese diálogo es responsabilidad nuestra, por eso estamos convencidos que es en las aulas donde debemos provocar esa cita secreta que Benjamin nos hablaba. En ellas nos encontraremos docente y alumnos, mirando pensando, preguntando… generando espacios de intercambio y compromiso. En nuestras aulas, el 29 de abril de 2010, estará siempre presente, este momento ya es parte de nuestra Memoria. Quiero cerrar tomando unas palabras de Chicha, de una carta que hace algunos años ella le escribió a Clara Anahí: “mi aspiración es abrazarte y reconocerme en tu mirada, me gustaría que vinieras hacia mi para que esta larga búsqueda se concretara en el mayor anhelo que me mantiene en pie, el que nos encontremos”. Profundas y bellas palabras que son el deseo de Chicha, pero que también es el de todos nosotros, que asumimos el compromiso de seguir acompañando su lucha para que ese instante se haga realidad. Gracias Chicha por tanto amor.