VÑOI. JEREZ DE LA FRONTERA. PRECIOS DE SUSCRICION. En Jerez, llevado á. domicilio, por un mes 8 rs Trimestre. , , , 14 < Número suelto. . . 2 « NOM. ASTA REGIA SEMANARIO 21 PRECIOS DE SUSCRICION. En la provincia y en la Península, un mes 6 rs Semestre. . . 34 « Numero suelto, , . 2 « D£ CIENCIAS. LETRAS. ARTES É INTERESES LOCALES. Dirección y Administración, plaza de Eguilaz, número 17. JUNIO 14 DE 1880. Horas de redacción, de de la tarde. é. A BlREgiORA; jÜAROJLINA DE ^OTO Y jÜORRO. EL ALMA EN PENA. CUENTO SH BREVES CAPÍTULOS Y TODOS MUY BUENOS. (CONTINUACIÓN.) CAPÍTULO V. Cervantes! El que se lamentaba de que su siglo lo mató (le hambre, lo dejaba salir de su casa con ella. Ya se vé; á la obra faltaba el nombre. Conocía el nombre, pero no el talento. CAPÍTULO VL DE COMO EL ALMA SE ENJUENTRA EN UN DE COMO UN ADORADOR DE ESTA ALMA, NO C0N0CI5 TAMPOCO EL ALMA QUE ADORA. Pasó i casa del poeta, teólogo, arquitecto y •farmacéutico. Veíanse en las paredes grabados en ricas molduras con aventuras del Quijote, I'inturas con escenas de las novelas y bustos y a'egorlas de Cervantes por doquiera. }' en primorosa estantería todas las ediciones de sus obras, encuadernadas lujoslsimamente. «Aquí sí, que estoy en mi centro,» dijo el alma, ¡PoLrccita! Salió el buen señor; Cervantes se presentó Como cervantina. Lfiyóle la novela minntras el D. Camilo Apalátegui y Macharnudo lo miraba con aire altanero y pasaba la vista por las uñas de una y otra mano, espantaba las moscas y mosquitos y se entretenía en verse la hechura y los moños de sus zspatos. No le dfjó concluir. «La empresa de V. es temerarii, titánica, le dijo. No tiene V. su genio, ¿cómo es posible? Vamos, vamos; no sea V. niño: dediqúese V. á otras cosas. Los que sabemos de memoria las obras de aquel grande hombre, los que hemos alcanzado á comprender basta los instantes en que dio bostezos ó se esperezó al escribir sus libros, no podemos agradarnos de estos juguetes pretenciosos como el de V., que serán muy buenos, pero muy distantes del nümf^n inmortal de todas las edades.» No quiso comprar un libro á Cervantes su admirador; ¡un cervantista que no conocía á PURGATORIO. Al despedirse le dio el cervantista un billete > un programa de la solemne función que se iba i celebrar dentro de cinco cuartos de horas en la Academia Dulcineista. En él se anunciaba la lectura de diez y nueve discursos y cuarenta y siete poesías en elogio del grande hombre. Asombróse éste, no comprendiendo cómo y porqué y sobre todo, qué se se podía escribir do sus libros y per.^ouas en cantidad tan enorme, capaz de poner terror al de más paciencia. Y ya había empezado á escamarse con los cervantistas. En alas do la curiosidad llegó á las puertas de la Academia Dulcineista guiado por un chico, y después pjr los s)nes de una banda de música que tocaba el petaco con variaciones de Suppé. El salón estaba lleno de señoras y señoritas y niños y pollos y pocos hombres formales, y en una plataforma hasta unos treinta señores de tiV das edades y cataduras, y ninguna de estas buena, por aquello de que la sabiduría del hombre luce en su rostro, y en los rostros no habia vestigios de ella. Comenióel acto por el discurso del Presilent», un señor muy gordo. Catedrático de la Escuela de Veterinaria, el cual pretendió convencer al auditorio de qutt Corvantes para gloria de España pose.vó la ciencia de albeitar, según se demostraba en sU4 obras. 2 ASTA REGIA. Aplaudió el concurso. Un mocito muy lampiño y consunto y con gafas azules, leyó un soneto que acababa asi: Y en el punto feliz de tni sepelio Sobre mi pecho pongan el Quijote Que es de la humanidad el Evangelio. Otro señor, Catedrático de Agricultura, prorumpió en un discurso demostrando que Cervantes fué un escultor de primer orden, porque sabia redondear las figuras de las personas que con la pluma describía. Grandes aplausos. Salió otro monicaco y leyó unos versos que dccian; De la falsedad el manto Oculta toda la historia; D. Juan de Austria la victoria No consiguió, no, en Lepantol No fué su dicha y valor. Mentira: D. Juan atrás. Esa gloria no obtendrás, Cervantes fué el vencedor. Espúreo! la has usurpado: Miente la historia y lemiente, Pues la obtuvo solamente Cervantes siendo soldado. La escuadra infiel conmoviia "Vio sus gentes vacilantes, Cuando supo que á Cerváotes Habian causado una herida. El público aplaudió mucho las muchas boberias de aquel vale; pero mayor fué el sueeso al leer un señor muy barbudo, fabricante de licores y callista, los siguientes versos: Brote el genio, el genio brote A la luz de tanto chiste. ¿Sabéis porqué el mundo existe? Existe por el Q(At;oíc. Cuenta el mundo más instantes, Se aplazó el juicio ñnal. Para que en canto inmortal Cilebreel mundo á Cervantes. Tiemble de rabia el abismo: No hay al genio quien resista ¡Plaza á un nuevo Cervantista! ¿Quién es? ¿Quién es? ¡¡Es Dios mismo!! Los aplausos interrumpían á cada momento la lectura de los versjs; pero al retumbar estos ültimos, parecía que la casa se estaba hundiendo. El poeta coa sonrisa y con la calma de la satisfacción, hacia ademan con la mano para que se paciBcase el auditorio como diciéndole.' «pues falta lo mejor.» Al fin, pudo ser comprendido, y con las ore- jas aguzadas esperaron la lectura de esta copla: Pues al que tuvo un calvario En su genio, así Dios premia, quede Dios de esta Academia Por Presidente honorario. Aquí llegó la locura al delirii). Los cervantistas corrían unos á abrazar al poeta, con peligro de ahogarlo ó hacerle echar el alma por la boca, cosa que por otra parte muy bien nierecia; otros A apretarle las manos por via de enhorabuena, cun riesgo de romperle un délo ó descoyuntárselo; otros con lágrimas en los ojos aplaudían desaforadamente, aquellos agitaban lüS pañuelos y hub o uno que hasta le tiró su sombrero y su paraguas. Cinco ó seis cervantistas de los que iban j venian, c'egos por el entusiasmo para felicitar al poeta, tropezaron coa la silla en que Cervantes estaba y dieron con ella en el suelo y con él en el quicio de una puerta, magullándola la cara por lo pronto. Los cervantistas, en tanto, sin cuidarse de Cervantes, pedían la repetición de los versos, que el poeta cada vez más inspirado leia como un energúmeno hasta siete veces, dejándose á la última caer sobre un sillón como derrengado al peso de tanta gloria. Un criado fué el único que advirtió las desolladuras en la cara de Cervantes, y llevándoselo á un gabinete contiguo, le lavó el rostro dolorido con un poco de árnica. Al fin hubo quien tuviese alguna compasión del grande hombre, y ese cervantista verdadero no era un cervantista. (Concluí} á.) APUNTES ECONÓMICOS. A MI QUERIDO AMIGO DON FERNANDO DE LAVALLE. La Economía política, ciencia que á cada paso se vá relacionando intimamente con todos los actos de la vida del hombre, encierra doctrinas de tan general interés, que nos proponemos ocupar algunas páginas de esta revista, tratando varias de sus más importantes cuestiones. Si en medio del organismo social moderno, estudiamos siquiera un instante el carácter de transición que señala la época histórica actual, en sus relaciones con todos los demás órdenes, lo primero que se nos ocurre es el px4men de un fin social y último, determinado por las tendencias toda", de la humanidad á su mejora práctica en la vida. El problema social no afecta solamente al orden económico, tiene relaciones muy íntimas coa todos los demás órdenes que constituyen juntos el orden total social. La Ciencia, el Arte, 'la Industria, la Religión, el Derecho, la Moral, ASTA REGIA. son órdenes todos de un fin quo se haUa formulado, puesto que ninguno es bastante para llevar por sí solo la resolución y planteamiento de ningún problems político y social, sin el concurso y cooperación de los otros. Linnitada hoy la ciencia económica, no se puede esferar iodo de ella, por no ser rus relaciones tan estensas, y de aquí las tendencias de algunos á constituir y sistematizar una ciencia nueva, que abrace el total orden social y lo estudie, á que ha dado en llamarse Sociología. Aquel fin nacido de nuestra propia naturaleza, atestiguado por nuestras necesidades constantes y progresivas, dependiente de nuestro destino rn la tiorra, síntesis precisa do todos los fines parciales de !a vida, no se comprende sin los fmes-déberes de actividad humana que determinan el hacer, el trabajo. La vida entera fuera uo enigma, porque colocado el hombre sobre la tierra para elcumpHmiento de un fin individual y propio, en unión con otro común y social, mal podría comprenderse su realización en el tiempo, sin el trabaj o, por lo que hace referencia á todos ios fines de la vida. Exigencia obligada, legítima de nuestra naturaleza racional y social, el trabajo, constituyendo una ferie pr( grosiva de manifestaciones en relación con todos y cada uno de Ins fines precitados, regido y ordenado por la ley absoluta del cambio, facilita el cumplimiento de nuestro fin último y social y abro el camino á la práctica de nuestro ideal, en todas las esferas conocidas. ¿Qué seria del ser humano sin ese espíritu de actividad, fijándonos particularmente en el siglo mercantil porque at^avesamo^? Pasó ya aquella época en que la industria, estrellándose en las fronteras da los Estados, circunscribía el comercio en el estrecho círculo de un pequeño misterio. La Economía, pues, siendo como es la ciencia de las compensaciones, reguló el trabajo como necesidad santa y benéfica, anuló y reprobó las trabas que a su desarrollo se oponían, y entonces el ser individual, dueño en absoluto de todos los misterios y de una naturaleza pródiga, que ocultaba en sus estrafiss los más ricos tesoros, puso en práctica la terrible sentencia, origen de todas IHS necesidades, alas cuales debía cjmbatir coa el poderoso ariete dal trabajo, Y si del individuo pasamos al Estado, del hombre á la Humanidad, en el momento en que el trabajo no existe, caracterizindo toda una actividad nacional, el progreso del orden sdcial se detiene y cual fantasmo envuelto en inmenso sudario, se sepulta en las tinieblas lóbrrgras de otras edades pasadas de la Historia. Obligado pues el hombrea desarrollar por el trabajo todas sus facultades dentro de la existencia, una de las relaciones mes íntimas, es la que mantiene con la naturaleza. Aparte de la relación nóstica (1) y estética que tiene con esta, hay otra moral que sirve á nuestro objeto, determinada por la relación de utilidad recíproca. Dentro de esta relación, (1) Relación de conocimiento, dentro de la cual ge dá un orden de vida. Del grif go, conocimiento, inteligencia, raion. dase el orden económico como correspondiente á un fin de nuestra vida; de aquí que el hombre en el cumpiimiento de este fin, obra sobre la naturaleza para arrancarla resultado*, productos, que han de satisfacer, directa é indirectamente, las necesidades que se ofrecen dentro de la relación mantenida con ella. Al realizar, pues, el hombre su relarion con la naturaleza, puede hacerlo por si mismo, directamente (mediante su cuerpo) 6 por medio de agentes, que son resultado, producto ü. otra otra de ambos, en una segunda relación indirectamente. Por cons-iguiento al htmbre 6 «1 trabajo, á la naturaleza ó «1 producto deaqnellospodemos referir todos los agentes de la producción, siguiéndose rigorosamente quesean también medios necespriog y esenciales del fin, en el orden económico. Entre las formas del agente produelo, muy ben podemos colocar en primer término las Máquinas, cuyo asunto vamos á estudiar dentro de la ciencia económica, pero bsjo el punto de vista social. Resultado, obra del hombre y la naturaleza, las máquinas no son para nuestro estudio un producto cualquiera, son medios también del cumplimiento de un fin, el económico. Son medios s.uplementarios del hombre en segunda relación y por lo tanto elementos esenciales coa este, en la realización del fin consabido, que so dá dentro del orden déla economía. Si bajo esta hipótesis se verifica el estudio de las máquinas, mucho se habrá adelantado para el examen de las teorías que, como la de Mr. Sismondi, se oponen í su introducción. Bajo este concepto y consideradas como respondiendo á los medios ya trascritos, se desprende también sean las máquinas uc)a de las formas de! capital. De aquí el método conque los economistas las estudian al tratar de aquel, no tan solo por lo que á ellas se refieren, como agentes de producción, sino que también como resultados, producto del hombre y la naturaleza, formación constante del capital. Materia bruta, inconsciente, pero aplicada, regida por la mano del hombre, las máquinas tienen una misión más alta en la vida que el aumento de producción y riqueza de los pueblos. Con sus fuerzas materiales é inmensas, vi nen á emancipar á la Humanidad en el hombre, sustituyéndolo en el trabajo, dando así una clara idea de Estados más perfectos, y contiibuyendo no poco con este carácter á la tan agiladísima cuestión social. Invocando la felicidad humana, hubo lietrpo on que so llegó á anatentatizar todo progreso. ¡Perezca la ciencial jabajo las máquinas! jque no muera el hooibrel eran los gritos que una escuela cegada por un estraño pesimismo, dejara escapar, estudiando solo la tan debatida cuestión superficialmente, y sin querer ver ni comprender su fin utilitario; grito de ruina lanzado por algunos hombres ilustres, que se obstinaban en considerar al obrero y á la máquina como enemigos irreconciliables, que rehuían todo encuentro, y que so devoraban al avistarse. Corroborando esto, vemos que en el siglo XVII una orden superior ordena destruir una ASTA REGIA. máquina de tegiJos ea Dantzig, y ahorcar á su inventor; recientemente otro in=!trum9nto de producción 63 quemado públicamente en Hamliurgo; y á pesar de todo, el h.^mbre, deseando llegar á lajmeta de sn perfección, y destruyendo esta contraria tendencia y consiguiendo dominar á la- naturaleza, oposición que no podrá estar en consonancia con el progreso material, camina impávido, profundizanJo é investigando los elementos quele rodean, para procurarse su bienestar en los brillantes albores de un nuevo y hermoso porveoir. •• « ARTURO CATUELA PELLIZZARI. DOS A L M A S . POR MERCEDES GUTIÉRREZ DE VALLE. CAPITULO IV, ^ (CONTINUACIÓN.) Algunos dias después, Herrera volvió á casa de doña Leonor: la noble dama le recibió afectuosa como siempre, y con cierta ternura que en vano procuraba oculttr, y que para Herrera no encerraba otro objeto que la indulgencia. Aquella entrevista fué tranquila; nadie hubiera adivinado en las corteses y reservadas frases del poeta, la tempestad que rugía en su alma; nadie en las afectuosas do la condesa, la lucha que el amor y el deber empezaba á agitar su conciencia. Se separaron ceremoniosamente, él sin aludir siquiera la escena de dias anteriores, ella hablando con naturalidad de su última visita, y como sino evocara recuerdo alguno, los doi quedaron satisfechos de su fu-írza. Herrera no tembló ya por su amor, y se creyó fuerta contra sí mismo, encerrándose en la inexorable fortaleza de su conciencia; doña J^ponor, fuertr) también con sa deber, no tuvo miedo de recibir á aquel digno y leal amigo, confiada en la virtud de arabos; y después de flquel dia de prueba, victoriosos los dos, satisfechos uno del otro, se entregaron con inocente confianza al cultivo de su profunda amist»'1. Las visitas de Herrera eran más fri'cuentes; le leía ó recitaba algunos de sus magniñcos versos, y como habia muchos dedicados á ella, en los que inspiraba su amor inmenso, velado bajo el respeto, doña Leonor le premiaba con una sonrisa, ó aplaudia entusiasta con la candida sencillez de su alma; Herrera era feliz en aquellas visitas que se prolongaban á veces, hasta que el cinlo se cubría de estrellas; entonces partia dichoso con la esperanza dfl dia siguiente. ¡Cuántos pensamientos grandiosos, cuántas compo.sifion'ís sublimes, germinaron en su alma y tomaron forma en su mente, en el lindo gabinete de la dama, ó en las solitarias y apacibles alamedas de un iardin donde ellos paseaban!.., A veces doña Leonor escuchaba admirada los inspirados versos de su amigo... sucedía un largo silencio; el poeta miraba á la condesa, después al cielo.... ella callaba un suspiro, mentía una sonrisa, y buscaba una misma nube, una misma estrella, para mirar donde miraba él... dolor mudo y resignado amor digno y sublime, digno de ambos; él negándose á si mismo en aras del honor, ella aliogando inexorable el primer germen de aquel amor; y asi pasaron dias... días felices en su amargura, alegres en su tristeza, dichosos ea su sacrificio. Uní tarde. Herrera atravesaba el jardín hacia el sitio favorito de la condesa... el sol se iba ocultando... era una do esas tardes bellas y melancólicas, que inspiran al alma, evocan recuerdos y se sueña amor... Doña Leonor estaba sentada en un banco rústico; tenia las inanos cruzadas y tendidas sobre la falda, la mirada fija, el aspecto triste, como si estuviera entrpgad'aá una meditación dolorosa; alguna lágrimí furtiva re>bíilaba de sus ojos, que se apresuraba 6 enju^jar mirando á su aire ledor; Herrera apareció en una de las calles del jardín; la condesa procuró serenarse, fingió una sonrisa tranquila, y contestó afablemente al saludo de su amigo; Herrera se sentó al lado de doña Leonor, la miró un momento con ternura, y viendo la palilez de su semblante, la dijo: —Paréceme que estáis afligida, que estáis desmejopada.... — Óh, no, me siento bien... contestó con esfuerzo. —Entonces, sufrís, condesa... Queréis ocultarlo y vuestro rostro os vende. La dama sonrió con tristeza. —No sé porque os empeñáis en que sufro: contestó: el mismo motivo tengo hoy q'ie otros dias. —Y sin embargo, yo veo vuestras mejillas pálidas, vuestros ojos enrojecidos... ah, señora... quftreis sonr iros y lloráis... En efecto, dos lágrimas gruesas y cristalinas, templaban en las largas pestañas desús magníficos ojos. El poeta la contempló ansiosamente. A través de aquel velo que abrillantaba sus pupilas, una mirada inmensa, ardiente, abrazó el alma de Herrera en un fuego desconocido; los dos se miraron con ansia, con deliri), con embriaguez.,, aquel fué un momento de locura, de goce inefable, de tortura infinita; ambos olvidaron sus deberes, su reserva, su sacrificio, todo; solo vivía en ellos un pensamiento, solo alentaba un amor; doña Leonor fué la primera en volver de aquel éxtasis pasagiro... ¡Ella sabia ya que era amada!.. No así Herrera, que estremecido con aquella mirada, anonadado de felicidad ante el amur que se desplegaba á su vista en la acariciadora y luminosa mirada da la dama, comprendió tolo el abismo del dolor de la condesa... ¡Ella le amaba también!.. A aquella idea, á aquella revelación, todo se oscureció, todo se borró de su alma, deber, virtud, conciencia, sicriflcio. Doña Leonor se pasó una mano por la frente; después dijo con acento seguro: —Escuchadme Herrera.... A aquella interpelación, el poeta la miró asombrado... Habia despertado de un modo tan brusco de aquel sueño inefable que creyó no habia existido, observó tal firmeza severa en el bellísimo rostro de doña Leonor, que acab) de borrar su dulce creencia. ASTA REGIA. --O5 escucho, señora,., dijo con el tono de un sor que despierta . —Vüs coiioc(JÍs al mundo, conocéis á los hombres, estáis dotado de uu talento superior.... —Y bien, señora... —Mi esposo esti ausente... soy jcWen... la maledicencia no tardará en clavar en nosotros sus g u r a s envenénalas.,. —La voz de la Condesa estaba trémula; vibraba en ella el dolor. —Y como él uo contestase, ella añadió con Voz ininleligible: —Pues bien, Herrera.... deb3mos separarnos.!. El poeta quedó mudo, petrificado, muerto; quiso hablar y no tuvo fuerzas; solamente sus ojos fijos, aterrados, se clavaban con espanto en doña Leonor. —lis preciso, amigo mió... murmuró con una voz tan dulce como una caricia; Vos que »ois tan noble, no vacilareis en un sacrificio por salvarme... —Salvarosl.. pudo decir Herrera coa voz sorda: ¡salvaros!., ¿y de qué?... —L)e qué, Dios mió!.. Y'o soy joven, estoy sola .. Vos sois joven también, me visitáis con írecuencia... El mundo no tardará en señalarnos con el dedo... — El mundo!... Oh, que importa el mundo cuando está tranquila nuestra conciencia!.. —No, no, Herrera... balbuceó doña Leonor; no me atrevo á arrostrar su fallo... mucho he sufrido con esta idea, pero es preciso separarnos... yo lo quiero. —Decid eso, señora; esclamó Herrera con despecho; decid que os molestan mis visitas, y no volveré á importunaros... La condesa fija sus ojos en el pálido y contraído rostro del poeta. —Herrera, dijo coa sentimiento: nos separaremos porque es necesario: no achaquéis á un capricho mío lo que es un deber sagrado... Y si lo dudáis, si dudáis aún... si vos tan nob'e y tan grande me habéis amado creyéndome digna de vos... si os creéis fuerte con vuestra virtud apoyada con la mía... si comprenieis algo... Herrera... separémonos... e^ preciso... —Señora!.. Leonor!.. Me amáis!... esclaoió arrebatado, delirante, loco. Doña Leonor no contestó sino con un llanto. Herrera la contempló e,stasiadoun momento; después inclinó la cabeza, y dos ardientes, lágrimas cayeron de sus ojos... —Nos separaremos, Leonor... reposo con triste firmeza: Solos sin vernos, sin amarnos, seremos digno uno del otro... Yo os amaré pura y celestial... vos me amareis mártir de mis deberes... Y'o os amaré en los encantos del cirtlo, os miraré en los rayos de la luna, aspiraré en el ambienta el perfume de vuestra alma; y cuando la di<!ha de veros sea ya un imposible, cuando tne sea prohibido e-!cncharos... os veré vagar en el espacio, os oiré en la armonia de los cielos... y si la fé me abandonase, recordaré vuestra mirada, beberé en el roció de la noche el bálsamo del amor. —Callad, Herrera, esclamó la dama estremecida... oh, callad... Dios miü!.. murmuró n una mortal espresion de agonía. —Tanto me amáis, Leonor!., oh, no t e máis... decidlo una sola vez... esto me dará fuerzas para el sacrificio.... — Si, os amo... Herrera... Pero como vo«, amo vuestra alma, vuestro genio, vuestro espíritu sublime.... ahora.... separémonos.... adiós... para siempre... Los dos se miraron un momento con dolor infinito, con mortal desesperación... qneriaH sobreponer la raz m á aquel trastorno doloroso, pero la razón no existia... En sus almas no brilliiba uno la luz de su amor, iluminando su infortunio; sus ojos se buscaban, se confundían hambrientos de aquel amor que ambos guardaban en su pecho; ya era tiempo de separarse; un momento más; y acaso sus fuerzas fuerao impotentes. Herrera se levantó; doña Leonor le tendió una mano que él besó con efusión. —Adiós, señora, le dijo: algún día gozaremos en el cielo el premio de nuestro sacrificio... —Hasta ese dia.. adiós Fernando... Y la voz de la condesa vibró dulcísima, empapada en llanto, al pronunciar su nombre por primera ViZ. En el último rayo de luz, en el postrer suspiro de la tarde, se miraron, se comprendieron, separándose pira siempre, aquellas dos almas grandes y sublimes. [Se continuará ¡ A MI PATRIA. ODA Es ella: ¿no la veis? es la que hermo-^a disfruta el sueño de la paz bendita y extiende su orgullosa mirada por doquier, mostrando ufana al mundo todo su inmortal grandeza, y ostenta soberana, al sólo nombre de la raza hispana, sus afamados timbros de nobleza. Es ella, es ella, sí; la que arrogante, alzando su pendón sobre el Pirene, llama á los hijos que nefanda lucha de su lado apartó; la que del llanto conserva la señal en sus mejillas y ciñe majestuosa el regio manto do reposa el león de amba^ Castillaf!. La que abrasada en la celeste lumbre de su preciada gloria logró subir hasta la enhiesta cumbre, do inmensa muchedumbre mil y mil veces, ya, cantó su historia. Mal segura la planta, y abatida por el fiero rigor que la entristece; hermosa cual la i.lea de la vida, brillante como el Sol que resplandíce. Fijando por doquiera sus bellos ojos, que á la \MZ del cielo robaron su poder y es mensajera de alegría, de amor y de cotfsuelo; suelta al aire la blonda cabellera; ceñido el manto real, el pié desnudo;, lúgubre la expresión, do se retrata ASTA REGIA. de hondo pesar el sufrimiento insano, que con su angustia mata al coraron que le albergó tirano. Triste con su pesar y acerbo UOD, benéflco tesoro del alma que á sufrir manda el destino, que airado y ciego su itnpiedad pregona, por un estrecho y desigual camioo discurre una matrona que acompaáada va de un peregrino. Fijan ambos doqu'er su planta breve, silenciosos y lúgubrt s marchando, mientras del alto Sol un rayo leve fúlgido hace brillar de vez en cuando el puro y eternal manto de láeve que cubre la montaña, mole gigante qnn al erguirse airosa en todo tiempo fué muro de España, que defiendo su raza valerosa. Ascienden sin cesar los dos unidos, caminando á la par siempre ligeros; inaccesibles sendas cruzan y cruzan con afán constante; al llegar & la cumbre se detienen y ambos se miran con cariño amante al tiompo que sus pasos so contipnen. n ícia el va^to horizonte sus miradas t enden duspuos los dos, y silenciosos, contemplan afanosos los valles, las llanuras regaladas, donde el pueblo español, sobrio y valiente, al trabajo dedica sus afanes y sus brios mejores, nunca ten-.iendo, no, burlen sus planes ponsamientos de lucha destructores. La matrona revela en sus enojos un ocu'it) dolor; el sentimiento enlristi'Cí! su f z, sus bellos ojos ííianso en amoroso arrobamiento en la comarca hispana, su ternura demuestra sin querer, y al par que iDquieta contempla y cariñosa el risufño país quj amante mira, acongojada, triste y pesarosa íiempr3 apenada sin cesar suspira. El pasado, su inmóvil compañero, la quiere consolar, mas es en vano; en su iJolor artero Ti'cucrda el tiempo alegre y placentero en que fué tan fol z el puf-hlo hispano. —¿Por qut'? dice: ¿por qu6 de ilustre gloria ccñistns ol laurel, ¡¡uoblo querido, enaliecionio el limlin! de tu hiátoria, si ya tu fama y brillantez notoria el pbSado lo arrastra en ol ovido? ¿Por qufi de tu va'or, de tus hazañas hoy el recuerdo evocas reverr'nte s'. enemigas Naciones, dn ti extrañas, renuevan contra ll todas sus safas sin pensar ou tu honor, pueblo v .lioale? Recuerda tu h¡ ialguía, recuerda tu heroísmo, t i indómito valor y lizarn'a y tu nunca mentido patriotismo Sus rencores profundos te muestra el Orbe airado: á ti, pueblo adorado, que registes el cetro de los Mundos, Vuelve la vista airas, y en tu nobleza evoca con orgu'lo tu* inmortales hechos de grandeza. Extinguida la vcí en la girganta, su sien dob'ega la matrona altiva; es la Patria infeliz, que triste canta al mirar á su pueblo compasiva. Es la España doliente, que en vano el fuego de su afán sofoca, cuando orguUosa, hidalga y prepotente sus nobles hechos entusiasta evoca. Llorando su infortunio y desventura luengos años vivió la Patria mia do se alberga el honor y la hermosura. La Patria generosa, que, en memorable din, luchando por su honor y honra ultrajada el temple de su espada quiso probar intrépida y valiente. | La que en remotos mares, . at noble grito de española gente, que invocaba sus santos tutelares, lavar supo la afrenta que le infirió inhumana otra Nación que un tiempo fué su hermana. La que ciñó laureles por fU valor y su saber profundo y á Cristóbal Colon prestó híleles para llevar su nombre a un Nuevo-Mundo. La patria de Clavijo y el Salado, da San Quinlin, Lepanto y Zaragoza, que el Universo aclama; la que, bhndiend) el rayo de la guerra, logró extender su fama desde un confin al otro de la tierra. Un liempo fué que tu esplendor brillante el Mundo entero con amor miraba; tus hechosde jigante, tu insigne gloria y tu valor guerrer), con cariño las gentes repetían, y al brillo de tu acero, en cien combates vencedor glorioso, las Naciones más bravas su.:umbian. Da tus hi os valientes el nombra ilustre atravesó los mares, cuindo, al ceñir á sus guerreras frentes de la gloria los lauros á millaros, supieron deci i los, por defender tu nombre respetado, combatir entusiastas y atrevidos é tu solo recuordT enamorado. Potente y aguerrida tu noble ra/.a defendió orgullos» el bendito pais de sus mayores, y al resonar gloriosa la voz de la pelea en la montaña, consiguió castigar al que, insolente, y en su insensato afán, soñó demente con su yugo oprimir á nuestra Espaila. Reina y señora de la tierra un dis, por tu féy tu valor, siempre invencible, al recuerdo de honor y de hidalguía ceñistes á tu sien, con valentía, la corona del lauro inmarcesible. ASTA REGIA. Cien distintas naciones sus bélicas ÍPgioties lunzaron contra ti; mas (ü, indomable, bizarra cual ninguna y valerosa, luchando con afán, siempre incansable, cun tu valor y arrojo formidable sblistes en las lides victoriosa. El África á tus playas manda su gente con ardor guerrero; tnas tu cristiano acero vencer consigue su tremenda saña, y después de luchar con heroísmo arrojas otra vez al Islamismo de las comarcas fértiles d-» España. Todos tu ayuda por doquier imploran, todos tu nombre y tu valor aclaman y del lejano suelo donde moran lus asombrosos triunfos conmemoran y augusta y noble sin cesar le llaman. Tú vas á todas partes é mostrar tu pasmosa int-íligencia, descubres los arcanos de la ciencia y levantas el templo de las artes. En tu inmortal Quijote aprende el mundo entero loque vales al fin y lo que puedes; vítores incesantes saludan tu saber, y asi ensalzada sabes erguir tu frente coronada por el sublime geaio de Cervantes. Tú sabes el secreto de dar valor al arte de Talla y orgullosa presentas á porfía un Calderón, un Lope y un Morete. Mil genios se levantan humildes á tu voz, genios sublimes que tan solo por ti quieren la gloria; genios por todo el mundo conocidos, que recogen laureles motecidos por aaoieatar los timbres de tu historia. ¡Oh! Patria, ¡oh! dulce bien: deja que cante toda la dicha que mi pecho siente y que del polvo mi laúd levante para ensalzar tu nombre omnipotente. El sacro y dulce fuego que en mis venas arder siento animoso inflama ya mí ardiente fantasía, y á tí tan sólo con placer entrego estos cantos de vaga melodía. ¿Qué mejor que el hogar en que nacimos? ¿Qué mejor que el hogar en que jugamos? fcJobre su blando seno nos mecimos, cabe su azul sereno suspiramos. En tí me inspiro con atan profundo y en los hechos mas grandes de tu historia; para guardar tu renombrada gloria no bastan, nó, los ámbitos delmunáo. ARTURO CATÜILA. PELLIZZÁKI^ ROMANCE Iba una nube del Norte cotí el rumbo hacia Levante, negras alas agitando y entre dorados cambiantes» azules gasas de aire. Rápida cruza y se aleja, el hielo de aquellos montes envuelto en sus pliegues trae. Vá donde flores y aromas en grato concurso hacen á las auroras envidias en el rosado celage. Y por su dulce susurro largos celos á la tarde .. vá donde Alhaken se arroja tras la ilusión insaciable. Nube, qtie corre al Oriente, si acaso liquida esparces tus gotas sobre esos prados de floridos arrayanes, si mojas el blanco lienzo de la tienda de mis padres, si rujes en esa cima donde las águilas nacen; Di, con lengua de vapores, con eco de tempestades, que un hijo llora en cadenas y que en aquellos lugares con hierro mas duro el alma entre sus lágrimas trae. No te olvides, negra nulje, de mis horribles pesares, no cambies por otro rumbo ese rumbo de Levante. ALHAKEM. mJgL^* •^.^m'^igt., RECUERDO Y OLVIDO. A... Recuerdo que cierto dia sus labios no te mintieron, que de Alicio las palabras brotaban amor inmenso. Tu lo escuchabas dichosa, sintiendo en tu amante pecho crecer la ardorosa llama del mas vivo sentimiento. Recuerdo bien que aquel dia, para tí de triste acuerdo, tenias una flor blanca prendida entre tus cabellos. Él te la pidió, y tii niña se la negaste mintiendo, pues que por dársela estabas con los mayores deseos. Mas cuando insistió en pedirla pasó la flor al momento de tus manos á las suyas, de tu cabeza á su pecho. Til imaginabas. Felisa, que acasO' en aquel recuerdo la verdad él viera siempre de tu purísimo afecto. Tú pensabas, que en su alma aquel cariño sincero. ASTA RIÍGIA. teniendo la flor seria invariable y eterno. Pero la flor al secarse perdió su color tan bello, y sin fragancia y marchita se marchitó su recuerdo. Por eso, ya sin perfumes, no inspira su sentimiento, ni la miran ya sus ojos ni ^a lleva ya en su seno. ¿Porqué aquella flor tan b'anca no tiene en su pensamiento, fresca como estaba un dia, pura como en tus cabellos? ¿Porqué, fué el amor de AÜcio tan grande como ligero? ^•porqué, desgarrado y triste dejó tu sensible pecho? ¿Qué ha quedado, pobre amiga, de aquel cariñoso afecto? ¡en él. tan solo el olvido; y en tí, Felisa, el recuerdol CAROLINA DE SOTO T CORRO. GACETILLAS. De n u e s t r o a p r e c i a b l e colega E L Universal de Sevilla, copiamos con gusto el siguiente suelto: «CERTAMEN LITERARIO.—La «Sociedad Colombina Onubense,» ha anunciado para el dia 3 del próxicno Agosto la celebración de un certamen para dar mayor solemnidad al aniversaiio de la salida de Colon del puerto de Palos. Tres premios Se adjudicarán: Primero, á una composición liricu en que se cante la sa ida de Colon del puerto de Palos. .Segundo, á una composición poética á Isabel la Católica, dejando á voluntad del auior la elección del género. Y tercero, á otra composición poética en las mismas condiciones que la anterior á Fray Juan Pérez de Marchena. Lns trabajos deberán dirigirse antes del dia 16 de Julio próximo ai presidente de la «Sociedad Colombina Onubense,» en la misma forma admitida en todos los certámenes de esta índole. El) caso de figurar a'guna composición además de las tres que se premien digna también de esla distinción, se le adjudicará ouo premio.» * * H e m o s t e n i d o el g u s t o de r e c i b i r el númerro 15 de la ilustrada revista Cádiz, cuyo sumario es el que sigue; SUMARIO. - E l pintor Steinle.—Mi viae á España en 1879 por Juan Fasten,iiih. —Las almas getnel-is, novela, por 'atrocinio de Biedma. —Pocsms, cantas. por Ju ia de Asensi.-Diálogo, por atrocinio de Biedma.—Un astro, por Narciso Campillo.—En un álbum, por Luis Vidart.—La oración, por José Mariano Milago.—A... por J. de Torre Rangel.—Es seguro, seguro, por Gamborg Andressen.—La estrella de la tarde, por Manuel l'ernandez y González. —Anuncios. * Nuestra distinguida directora ha recibido una atenta comunicación de la Academia de Bellas Artes de esta ciudad, inv tándola á concurrir al solemne acto de la repartición de premios, á ios a'umnos que los hayan merecido en e! presente curso. Un hecho digno de mención ocurrió hace pocas noches en el teatro de Eguilaz. La frecuencia con que se vienen repitiendo en dicho local escenas parecidas manifiesta bien claro la poca vigilancia de los agentes de la autoridud y la estupidez ó perversas intenciones de algunas personas. Apesar de la terminante prohibición de no fumar on el teatro, cosa como saben nuestros lectores, altamente grosera é impropia de un sitio como este, al que concurren señoras, y apesar de las infinitas quejas de algunos esiimados colegas, tenemos el disgusto de decir que la noche de que nos ocupamos, hallábase un honrado vecino nuestro con su señora en la fila tercera de tablillas, disfrutando tranquilamente del espectáculo, cuando varios de los que se hallaban en las gradas fumando hubieron de echarse sobre el respaldo de los asientos que ocupabandiciio matrimonio, molestándolos no solo con su inconveniente / j o s i clon sino hasta con el humo del cigarro. Hechas por el referido vecino las más prudentes observaciones á los importunos, tuvo por contestación que mientras los agentes déla autoridad fumaran, estaban en el derecho de hacerlo también, y quealli cada uno se ponia como queria. Cuando marido y mujer volvieron á su casa, ha laron el magnífico pañuelo de Manila que llevaba ésta con dos grandes quemaduras en el pico y otros varios agujeros en distintos lados, lo que se comprendía claramente que habían s do hechos con dañada intención. Hechos cotno el que acabamos de referir son inconcebibles y no podemos dejar de hacerlo saber á quien corresponda para su debida corrección. Imp. de E L CONTRIBUYENTE. Santa Maria, H.