15 de septiembre de 2015 Nº 208 Política CONTENIDO 1. ¿G uer r a contr a la inmigr ación? Por Sami Naïr 2. G r andes esper anzas por Ser gio R amír ez 3. Democr acia inacabada por J or ge C astañeda 4. L as for tunas y el poder por R odr igo B or ja 5. L a fr onter a caliente por H éctor A bad F aciolince 6. C r isis bolivar iana por E nr ique A yala 7. L ecciones del 12 de septiembr e por A r iel Dor fman 8. L a G r an M anipulación por G r egor io M or án 9.¿Quién sufr ir á más las consecuencias del cambio climático? por B ill G ates 10. A ndando por M adr id por J or ge E dwar ds 1 3 5 7 7 10 11 13 15 17 1. ¿GUERRA CONTRA LA INMIGRACIÓN? POR SAMI NAÏR La tragedia humana que tiene lugar a las puertas de la UE conjuga de forma espectacular la profunda imbricación de varios tipos de demanda migratoria; los solicitantes de asilo, huyendo de la descomposición de sus Estados y de las guerras civiles, se suman a los inmigrantes económicos, intentando escapar de la miseria o sencillamente deseosos de vivir más dignamente. Lo novedoso es que los candidatos a la emigración, pertenezcan a la categoría que sea, quieren abrir a toda costa las fronteras de la fortaleza Europa. Esta ofensiva refleja el agotamiento del modelo de gestión migratoria puesto en marcha desde 1985. Con la adopción de los Acuerdos de Schengen (1985-1990) y su prolongación con los Acuerdos de Dublín (1990-2003), la estrategia comunitaria ha erigido una auténtica barrera de hierro frente a las migraciones externas: cierre de la inmigración laboral para los no comunitarios (compensada con una admisión más flexible de la reagrupación familiar para los inmigrantes instalados legalmente en Europa); reducción drástica de la concesión del estatuto de refugiado y por tanto del derecho de asilo; gestión cuasi militar del control de fronteras; y adopción, en 2003, del principio por el cual el solicitante de asilo no puede interponer su solicitud en el país final de destino sino en el de llegada a Europa. Si se observa la reacción tanto de los inmigrantes económicos como de los solicitantes de asilo —es decir, recurso inevitable a la inmigración ilegal, incremento de la reagrupación familiar— Pagina 2 de 19 ante este vasto muro de seguridad, se puede constatar que la presión migratoria, aunque con el endurecimiento progresivo de las leyes, ha sido mantenida en límites estrechos para la UE. Pero, en paralelo, poniendo en evidencia el carácter cortoplacista de esas medidas, la demanda migratoria no ha cesado de aumentar en los últimos 30 años. Se ha creído que se podía contener, para siempre jamás, un problema estructural de naturaleza demográfica y geoeconómica únicamente con medidas policiales: ¡esto es lo que hoy explota en plena cara de la Unión! La ofensiva conjunta de los solicitantes de asilo, trabajadores comunitarios provenientes de países pobres de la Unión e inmigrantes económicos no comunitarios quiebra finalmente la muralla del imperio europeo. Pero más que nunca, y por causa de la crisis, la mayoría de los países europeos clama su rechazo a la acogida de nuevos inmigrantes; algunos no dudan en desestabilizar la situación de los extranjeros ya instalados legalmente para recortar aún más los derechos o expulsarlos; otros limitan la libre circulación de los trabajadores comunitarios, las opiniones públicas se arman contra la amenaza migratoria, mientras que centenares de miles de desesperados piden ayuda a los pies de la fortaleza sin vacilar a la hora de poner su propia seguridad en juego, transformando su búsqueda de una vida mejor en obligación de socorro a personas en peligro. Desbordado por completo, el sistema Schengen-Dublín se raja poco a poco. Es lo que ha reconocido, el 16 de agosto, ante la afluencia de refugiados en Alemania, la canciller Merkel. Así pues, sugiere “revisarlo completamente”. Pero, ¿en qué sentido? La tendencia desarrollada estos últimos años ha sido la de la renacionalización de las políticas migratorias, reduciendo a su más simple expresión la capacidad común de gestionar estos flujos, aunque sepamos que son continentales. ¿No hemos asistido, por cierto, en relación al asilo, a un lastimoso espectáculo dado recientemente por países de la zona euro —cuyo PIB se encuentra entre los más altos del mundo— rechazando rotundamente acoger a unos cuantos millares de siniestrados? Esta voluntad de renacionalizar la gestión de flujos, de la que Gran Bretaña ha hecho bandera, es más nefasta que la propia impotencia actual. Y es irrealista, puesto que no tiene en cuenta la complejidad del fenómeno migratorio. Si las políticas de contención de estos últimos 30 años saltan hoy es principalmente porque han llevado a la acumulación de una enorme demanda migratoria insatisfecha sin percatarse que la única manera de limitarla era el aumento significativo de la ayuda al desarrollo en los países no comunitarios a fin de estabilizar in situ las poblaciones. Además, este blindaje de la fortaleza europea se sufre como una cruel relegación a espacios de miseria a millones de personas que viven en las fronteras de la riqueza, mientras que la libertad de circulación aparece hoy día como un derecho fundamental en el mundo. Por último, y es la variable agravante, la voluntad de emigrar se ha redoblado por el crecimiento demográfico, que vuelve prácticamente imposible, especialmente en el África subsahariana, la absorción de las jóvenes generaciones por el mercado de trabajo. Ahora bien, ningún Estado europeo puede, por sí solo, afrontar estos desafíos. Solo una política común, que tenga en cuenta los tropismos históricos y los intereses económicos de cada Estado concernido, puede aportar soluciones. En caso contrario, la Unión se verá involucrada en una espiral de militarización caótica de sus fronteras. Es, por tanto, crucial que las instituciones europeas inicien juntas una reflexión que elabore una estrategia solidaria de gestión a largo plazo de las migraciones. Podría llegar a ser una fuente de relegitimación del proyecto europeo. Debería proponer, junto con los permisos de residencia ya existentes en todos los países de la zona euro, la creación de documentos de Pagina 3 de 19 residencia móviles de los trabajadores, de acuerdo con los países de origen y en función de las necesidades de los países de acogida. Estos documentos no supondrían, automáticamente, el derecho a la reagrupación familiar pero podrían responder, en parte, a la demanda migratoria no satisfecha; desarrollar sobre todo una política europea común de cooperación, articulándola, si es necesario, con las distintas políticas nacionales, con el fin de aumentar la parte del presupuesto europeo consagrado a la ayuda al desarrollo para financiar proyectos empresariales (comerciales e industriales), medioambientales y agrarios; revisar — necesariamente al alza— el derecho de asilo acordado a los refugiados si quieren evitar más muertes de inocentes; atacar a las mafias de trata de personas con una fuerza de intervención asociada con los países afectados y bajo mandato de la ONU; y reforzar el papel de las asociaciones civiles, de los municipios y de las comunidades en la acogida de los refugiados. Estas líneas de actuación no son exhaustivas; tienen únicamente por finalidad reformar un sistema migratorio demasiado rígido, responsable en parte de las tragedias actuales, y considerar a los inmigrantes no una amenaza de guerra, sino una oportunidad para la Europa del siglo XXI. Fuente: El País, 3.9.15 por Sami Naïr, politólogo, filósofo, sociólogo y catedrático francés. 2. GRANDES ESPERANZAS POR SERGIO RAMÍREZ Todo parece una burda trama de mafiosos de barrio que por torpeza se cuidan poco las espaldas, como que tienen un teléfono al que pueden llamar los interesados en negociar el contrabando de mercancías en las aduanas. Pero no se trata de una banda formada por codiciosos burócratas de segunda, que se meten al bolsillo unos cuantos miles a costas de lo que debería percibir el erario nacional. Son millones de millones los esquilmados en impuestos de importación, al punto de descalabrar las finanzas públicas. La red de delincuentes es de tan alto nivel, que la encabeza nada menos que el presidente de la República, al que en su argot llaman el número 1, o “el mero mero”, o “el dueño de la finca”; y la vicepresidenta, la número 2, se ocupa de manejar el día a día del negocio. Ambos perciben una mitad de las ganancias, y se lo reparten equitativamente. La otra mitad va a dar a los bolsillos de los funcionarios involucrados. El público conoce ahora a la banda como La Línea, por la línea de teléfono designada para las transacciones. Todo ocurre en Guatemala, y el escándalo estalló en abril de este año, cuando se presentaron las primeras evidencias contra la vicepresidenta Roxana Baldetti. Obligada a renunciar, y ahora en prisión, está siendo procesada por los delitos de asociación ilícita para delinquir, defraudación aduanera y cohecho pasivo; y se han reunido pruebas suficientes para enjuiciar por los mismos cargos al presidente Otto Pérez Molina, quien se acerca al final de su mandato, y se resiste a dejar el cargo, abandonado por la mayoría de sus ministros después de que la Corte Suprema ha autorizado unánimemente su enjuiciamiento por el Congreso Nacional. Desde que se conocieron las acusaciones contra la vicepresidenta, un movimiento ciudadano comenzó a tomar cuerpo con vigor inusitado, y al revelarse lo que todos sospechaban, que el presidente de la República era el jefe de la banda, el país, sin excepciones visibles, demanda su renuncia: la Iglesia católica, las iglesias evangélicas, las organizaciones de empresarios, los sindicatos, las universidades, los gremios profesionales, los maestros, estudiantes, empleados públicos, los medios de comunicación. Una oleada cívica incontenible ha desbordado las calles de la capital y de las principales poblaciones, miles y miles de ciudadanos indignados ante esta trama obscena de corrupción, Pagina 4 de 19 como no se veía desde que manifestaciones similares salieron a exigir la renuncia del dictador Jorge Ubico, que terminó yéndose al exilio en julio de 1944. El fin de aquella dictadura abrió el periodo de la revolución democrática en Guatemala. Y se probó esa vez que hay en Centroamérica un sistema de vasos comunicantes: las protestas en las calles sacudieron también El Salvador, donde el dictador Maximiliano Hernández Martínez resultó derrocado, y las dictaduras de Somoza en Nicaragua y Carías en Honduras fueron remecidas. Hoy, en Honduras la gente sale también de manera masiva a las calles a protestar contra la corrupción. Cuando uno mira el desolado panorama de los países centroamericanos, los acontecimientos de Guatemala dan motivos de grandes esperanzas: democracias que a duras penas se sostienen bajo el peso de los viejos vicios del poder, el caudillismo rampante y la corrupción crónica e impúdica; pandillas juveniles convertidas en verdaderos ejércitos de delincuentes que desafían al Estado con su propio poder basado en el terror; el narcotráfico con sus garras sucias que pervierte todo lo que toca; la violencia contra los periodistas que pagan con sus vidas el derecho de informar a los ciudadanos; el negocio atroz del tráfico de indocumentados, el sicariato, la impunidad, la justicia como remedo. Y de pronto, una rebelión cívica, sin un solo hecho de violencia, en un país donde la represión política ha desembocado a lo largo de su historia en asesinatos, desapariciones y cementerios clandestinos, convocada a través de las redes sociales por jóvenes que prefieren el anonimato para no dar pretexto a ningún protagonismo oportunista. Grandes esperanzas, porque una sociedad sometida por largos años a la inseguridad y al terror, ha terminado perdiendo el miedo para volver con integridad y valentía por sus fueros democráticos. Una rebelión en las calles por la decencia. ¿Cómo no tener grandes esperanzas? ¿Y cómo ha sido posible que un gobierno corrupto, que en la voz del arzobispo de Guatemala, Óscar Julio Vian Morales, “roba a los pobres” con desfachatez, con un presidente que viene de las filas militares represivas, y llegó a la presidencia bajo el lema de “mano dura”, no haya sido capaz de someter a jueces y fiscales, como es tan común en estas tierras? Ayuda a explicarlo que Guatemala es el único país donde existe una Comisión Internacional Contra la Impunidad (CICIG), creada por un acuerdo suscrito en 2006 entre el Estado y Naciones Unidas. La comisión, que tiene carácter internacional y es independiente, está facultada para llevar adelante investigaciones contra funcionarios públicos a través de la Fiscalía Especial contra la Impunidad (FECI), como lo hizo en 2008 al poner tras las rejas al ex presidente Alfonso Portillo por actos de corrupción y malversación. El general Pérez Molina, al negarse a renunciar a la presidencia, se quejó de que “no es aceptable que en Guatemala se pretenda instalar una estrategia intervencionista que tiene como objetivo dictarnos qué hacer o dejar de hacer y quebrantar la democracia”. La sociedad civil, al contrario, respalda plenamente a la comisión como una garantía de que los crímenes ocultos, como este de La Línea, no quedarán impunes. Para su mal, son los investigadores de la comisión los que intervinieron los teléfonos de los implicados, y presentaron a los jueces las transcripciones de las conversaciones mafiosas. En una de ellas, el propio Pérez Molina da órdenes a un funcionario de aduanas, miembro de la banda. El último capítulo de esta historia no ha concluido. La gente seguirá en las calles. Un rótulo en la puerta de un restaurante cerrado en respaldo de las marchas lo dice mejor: “Preferimos perder dinero a perder el país”. Pagina 5 de 19 Fuente: La Jornada, 4.9.15 por Sergio Ramírez, escritor nicaragüense 3. DEMOCRACIA INACABADA POR JORGE CASTAÑEDA Guatemala vive un proceso electoral extraño: escoger un nuevo presidente, mientras que el saliente renuncia, acusado de corrupción por la calle, el Congreso y el Poder Judicial. Es una de las paradojas de una miniregión convulsa y a la vez anunciadora de cambios cruciales en América Latina. Un recorrido por cuatro países centroamericanos muestra las consecuencias del olvido internacional y del legado de las guerras del siglo pasado. Sociedades entrañables, desgarradas por pobreza, violencia y corrupción, impulsadas por la emigración, instaladas en una democracia inacabada pero resistente: estas son características de Guatemala, El Salvador, Honduras y Nicaragua. Centroamérica es una de las regiones más inseguras del mundo. Pandillas desagregadas en Guatemala, maras organizadas en El Salvador y la combinación de ambas en Honduras desuelan ciudades y barrios, desangran a sus juventudes y ahuyentan a inversionistas. En Honduras, las pandillas se han entreverado con el crimen organizado, que se ha dedicado a traer drogas desde Venezuela a partir de 2005, y a reenviarlas a México y Estados Unidos. En El Salvador, el narco tiene menor presencia y las bandas armadas encierran otro origen: las deportaciones de salvadoreños de Los Ángeles hace 15 años. El Gobierno anterior facilitó una tregua con sus dirigentes que, al principio, permitió disminuir la violencia, pero que ya se agotaba cuando el Gobierno actual la clausuró. La Barrio 18 y la MS-13 respondieron con fuego y la violencia alcanzó grados nunca vistos: 677 muertos en junio, 250 en la primera semana de agosto. En Guatemala las grandes organizaciones delictivas se encuentran incrustadas en el Estado desde hace tiempo, y las pandillas son más un vehículo de movilidad social que otra cosa. Las carreteras y costas de Guatemala encaminadas a México son arterias cruciales de la circulación de drogas. Los narcos las aprovechan y se las disputan. Los efectos perversos en Centroamérica de la guerra sangrienta e inútil del expresidente mexicano Felipe Calderón se multiplican y se resumen en un factor: a pesar de sus debilidades, México es más capaz de administrar y acotar al crimen organizado que sus socios del Triángulo del Norte. Las consecuencias de esta tragedia son diferentes en cada país. En los tres casos la mezcla específica de bandas, narcos y Estado cautivo varía, el resultado no: delincuencia, inseguridad y violencia. Ese resultado conduce a su vez a un segundo rasgo regional: el peso de la emigración y las remesas en las sociedades y economías. De Nicaragua los nacionales parten al sur: a Costa Rica y a la industria de la construcción de Panamá; las remesas equivalen al 11% del PIB. De Guatemala huyen a EE UU debido a la inseguridad; los envíos de expatriados alcanzan el 10% del ingreso nacional. Para Honduras, de donde la gente huye por la violencia, la cifra es del 15%; para El Salvador, de donde se alejan por la postración económica, es del 16%. Como lo describió Joaquín Villalobos, la región corre el riesgo de convertirse en el equivalente de una sociedad asistida, viviendo de remesas y del consumo que generan, pero condenada a la pobreza que aflige a los desterrados del universo de envíos de dólares. Hace décadas que Washington no ejercía tal influencia en Centroamérica y centra sus esfuerzos en el narcotráfico y en asuntos que le afectan directamente: la migración, la violencia, la gobernabilidad y la corrupción. Sus políticas contrainsurgentes en los años Pagina 6 de 19 ochenta y su guerra contra las drogas desde 1971 contribuyeron a las desgracias centroamericanas; hoy EE UU se ve forzado a rectificar y a atender los problemas que en buena medida creó. Lo cual nos lleva al acontecimiento más esperanzador de este tiempo en Centroamérica. En 2006 Ban Ki Moon y el Gobierno chapín crearon la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (CICIG). Su propósito consistía en ser un coadyuvante de la fiscalía y del ministerio público en la investigación y juicio “de los delitos cometidos por integrantes de los cuerpos ilegales de seguridad... como en general en las acciones que tiendan al desmantelamiento de estos grupos... (para) fortalecer a las instituciones del sector Justicia para que puedan continuar enfrentando a estos grupos ilegales en el futuro”. Con el tiempo, la CICIG se ocupó más de temas de corrupción gubernamental, y se vinculó más a EE UU. En el primer semestre de 2015, la CICIG ocupó las primeras planas de los diarios guatemaltecos por sus acciones dirigidas contra miembros del gabinete del expresidente Pérez Molina, su vicepresidenta y él mismo. Con sus 200 oficiales de seguridad y 200 fiscales, todos extranjeros, trabajando directamente con el MP; con un nuevo comisionado colombiano vigoroso; con recursos suficientes y el apoyo de la Embajada norteamericana, la CICIG se ha convertido en un potente instrumento de lucha contra la corrupción en el país. Como contó un alto funcionario del Gobierno: “Duele reconocer que somos incapaces de limpiar la casa nosotros. Pero mejor que lo haga alguien a que no lo haga nadie”. Llegó hasta el final: la renuncia el 2 de septiembre de Pérez Molina, obligada por las investigaciones de la CICIG, el desafuero por el Congreso, y las protestas callejeras. La idea ha hecho su camino. En Tegucigalpa se manifiestan exigiendo la creación de una CICIH: el equivalente en Honduras. En una visita a la capital hondureña, el emisario estadounidense Tom Shannon insinuó que la aprobación de los recursos para la llamada Alianza para la Prosperidad serían más rápidamente desembolsados de surgir una CICIH. En El Salvador, aunque el Gobierno confronta menores desafíos en materia de corrupción que sus vecinos, también han surgido demandas a favor de una comisión análoga, que hasta ahora el régimen rechaza. La razón es obvia. Los 1.000 millones de dólares que prometió el vicepresidente norteamericano a los tres países del Triángulo hace casi un año no constituyen una cifra deslumbrante, pero revisten un valor emblemático. Washington puede condicionarlos a la perpetuación de la guerra antinarcóticos, o a la disuasión migratoria, o al combate a la corrupción a través del modelo de la CICIG. Los dos primeros temas serían más de lo mismo; el tercero, con todo y sus implicaciones de soberanía acotada, representarían un avance para la región. Como lo sería la consumación de un viejo sueño: la unión aduanera de los países del Triángulo, y posiblemente también de Nicaragua y/o Costa Rica. Ninguna de estas economías, ni siquiera Guatemala, es verdaderamente competitiva —o incluso viable— por sí sola. No es seguro que lo sean en un esquema de mercado común, como en los años sesenta, sin México. Y los obstáculos políticos son monumentales. Pero al menos ya empiezan a hablar de eso y a negociarlo. Es otro rayo de esperanza en una región donde no abundan. Fuente: El País, 5.9.15 por Jorge Castañeda, mexicano, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional Autónoma de México. Pagina 7 de 19 4. LAS FORTUNAS Y EL PODER POR RODRIGO BORJA En el año 2012, según la revista norteamericana “Forbes”, cinco de los siete gobernantes más ricos del mundo pertenecían a países árabes: Bashar al-Assad de Siria con un patrimonio mal habido de 45.000 millones de dólares, el sultán Muda Hassanal Bolkiah de Brunéi con 40 mil millones —cuya fortuna incluye la demencial colección de cinco mil automóviles de lujo y una gigantesca mansión con bóvedas de oro y un salón de banquetes para cinco mil invitados—, el rey Abdullah bin Abdulaziz de Arabia Saudita18 mil millones, el jeque Khalifa bin Zayed de los Emiratos Árabes 19 mil millones y Mohammed bin Rashid del mismo país 16 mil millones. Esas fortunas, amparadas por los poderes omnímodos de sus propietarios, se esparcen en cuentas bancarias secretas de Suiza, el Reino Unido, Dubái, el sureste de Asia y el golfo Pérsico. Saddam Hussein —quien gobernó Iraq con mano de hierro por un cuarto de siglo y cometió toda clase de atrocidades— fue otro de los dictadores ricos del planeta. Su fortuna, calculada en 6.000 millones de dólares por la revista “Forbes” en 1999, ocupaba un lugar preferente en el escalafón mundial de los billonarios. La fuente principal de su enriquecimiento fueron los clandestinos negocios de petróleo, cuyas utilidades no ingresaban al tesoro de Irak sino a las cuentas secretas del autócrata y las de sus hijos. Sin embargo, gobernantes que se decían de izquierda —como el ruso, el chino y algunos otros— apoyaron incondicionalmente a este pillo enriquecido al socaire del poder, al igual que algunos gobernantes norteamericanos lo hicieron con el corrupto monarca de Arabia Saudita. Según “Forbes”, Estados Unidos es el país con el mayor número de multimillonarios en el mundo, seguido de China —donde uno de cada tres de sus 71 multimillonarios es afiliado al Partido Comunista—, Brasil, Alemania, India, Rusia. En este proceso de creciente concentración de la riqueza se marca el ascenso de chinos, rusos e hindúes a la ultraprivilegiada categoría. Entre los ricos del mundo está el actual gobernante chino. La agencia de noticias financieras “Bloomberg” reportó en junio del 2012 que Xi Jinping, presidente de China, tenía una fortuna familiar —tierras, negocios inmobiliarios, telefonía móvil— calculada en 390 millones de dólares. Ya sólo falta que el multimillonario Donald Trump venza en las elecciones presidenciales de la potencia del norte. En contraste con el mundo de los multimillonarios —según el Foro de Sao Paulo— “mientras en 1960 el 20% más rico de la población mundial disponía de un ingreso 30 veces mayor que el del 20% más pobre, hoy esa relación es de 82 a 1. Existen actualmente 358 personas, las más ricas del mundo, cuyo ingreso anual es superior al ingreso del 45 por ciento de los habitantes más pobres, o sea 2.600 millones de personas”. Y agrega: “30 millones de personas mueren por hambre cada año y más de 800 millones están subalimentadas”. Fuente: El Comercio, 6.9.15 por Rodrigo Borja, abogado, ex Presidente del Ecuador 5. LA FRONTERA CALIENTE POR HÉCTOR ABAD FACIOLINCE Hasta hace dos semanas el puente sobre el río Táchira entre Cúcuta y San Antonio -la más importante frontera entre Colombia y Venezuela- hervía de actividad: motos, automóviles, camiones, buses, bicicletas, carrotanques, contenedores, y sobre todo, miles de personas que Pagina 8 de 19 caminaban de ida y vuelta. En esa zona fronteriza entre los estados del Táchira en Venezuela y el Norte de Santander en Colombia viven un millón de personas. A ambos lados se habla la misma lengua con acentos levemente distintos; se ve la televisión nacional de ambos países, se oyen los dos himnos patrios, hay miles y miles de parejas mixtas, de niños nacidos aquí o allá y que estudian en colegios a uno u otro lado del río que marca el confín. Decenas de miles tienen las dos cédulas de ciudadanía (DNI) y para nadie es (era) vergonzoso ni incómodo ser venezolano, colombiano o colombo venezolano. Para que se entienda: cultural y lingüísticamente un venezolano y un colombiano se parecen mucho más que un andaluz y un gallego. La frontera incluye desiertos, en la Guajira, llanuras, en el Orinoco, y selva amazónica, hacia el sur. La pequeña ciudad donde hoy se hacinan la mayoría de los expulsados y escapados de Venezuela, Villa del Rosario, fue la sede del Congreso de 1821, en que los dos países ensayaron –por solo nueve años- el sueño de Bolívar: una sola república constituida por Venezuela, Colombia y Panamá, la Gran Colombia. El anhelo bolivariano, pues, viene a dar en este ataque de xenofobia y persecución por motivos de nacionalidad de parte del gobierno que se ufana de ser “bolivariano”. El epicentro de este terremoto humanitario es la región de Cúcuta, donde una vez los dos países decidieron ser uno. El comercio allí, en el último medio siglo, se ha regido por una especie de regla natural que podríamos llamar hidráulica: así como los líquidos fluyen hacia las partes más bajas, así mismo los productos más baratos van hacia donde están más caros. Cuando el bolívar era una moneda dura y el peso colombiano no valía casi nada, los venezolanos entraban a Cúcuta a hacer la compra. Se llevaban de todo: alimentos, telas, muebles, cerámica, zapatos. Había una frase proverbial que usaban los vecinos orientales después de preguntar un precio: “Ta’ barato…” Y como estaba barato, de cualquier cosa se llevaban dos docenas, veinte kilos, ocho pares. El comercio florecía en Cúcuta y los venecos estaban contentos de comprar barato. Ellos eran los ricos, los petroleros, y las gentes más pobres de Colombia se colaban a Venezuela para hacer los oficios humildes: peones de construcción, empleadas domésticas, niñeras, obreros no calificados. Desde allí enviaban divisas a sus familias en Colombia, gracias al bolívar fuerte. ¿Cuántos colombianos se fueron a vivir al país vecino? Las cifras no son muy exactas pues la mayoría (en buena parte gracias a Chávez, que buscaba votos entre la base más pobre de la población) obtuvieron la doble nacionalidad. Alrededor de dos millones. Muchos colombianos, sin embargo, a pesar de llevar decenios del lado venezolano, no arreglaron su situación migratoria. Tenían allí su casita, su familia, su empleo más o menos precario, pero allá vivían, sin papeles. Muchos, los más humildes, llegaron en los años más duros de la violencia colombiana, huyendo de ella: de la guerrilla o de los paramilitares, del mal gobierno o los abusos de los narcos. Durante muchos años era menos malo ser pobre en Venezuela que en Colombia, y “la hermana república”, como se le dice, absorbía bien una mano de obra barata que necesitaba. Desde los primeros años del chavismo el flujo de personas hacia Venezuela siguió, aunque menos intenso: los migrantes paupérrimos seguían el espejismo de una nacionalidad express, a cambio del voto por el Comandante. Muchos de los que se fueron en esta época eran simpatizantes políticos del chavismo y de la guerrilla. Después la situación económica de los vecinos se fue deteriorando. De repente el bolívar valía lo mismo que el peso, y poco a poco el peso costaba el doble, el triple, siete veces el bolívar, hasta que ya nadie sabe bien cuál es el precio justo de un bolívar. Le quitaron tres ceros y a pesar de esto los ceros a la derecha Pagina 9 de 19 volvieron a crecer. También el dinero obedece a reglas más o menos hidráulicas: si no te sientes seguro con tu moneda, la cambias por otra que te ofrezca menos incertidumbre en el futuro. Si comprar dólares es imposible, consigue al menos pesos, pues al lado colombiano la inflación es de un dígito, y del lado venezolano está descontrolada y más vale guardar los ahorros en una moneda que no pierda el 80% de su valor en un año. Lo que antes era comercio regular, poco a poco se volvió contrabando. De repente pasar arroz, azúcar, leche o harina (productos normales, que nadie consideraría ilegales), se volvió contra la ley. Y cuando cualquier cosa, así sea el inocente arroz, se vuelve “ilegal”, alrededor de la ilegalidad florecen el soborno, la corrupción, las mordidas, las coimas. Colombia cayó en una absurda trampa venezolana. Para mantener tranquilos a los vecinos que subvencionaban la canasta básica, resolvió que pasar mercancías normales venezolanas era contrabando. Y así la corrupción llegó también a la policía y al ejército colombiano: pasar harina se volvió casi tan grave como pasar cocaína. Una idiotez. Cuando una economía centralizada (fundada en ilusiones y no en la realidad) subsidia ciertos productos, se somete a una presión en las fronteras. Si no quiere que los productos se escapen hacia las partes más bajas, como el agua, tiene que cerrar las fronteras, multiplicar los controles, dedicar a la represión del comercio ejércitos de vigilantes. Y tras las reglas vienen las trampas, como con la varicela llegan las llagas. Todo lo que en Venezuela casi se regala (empezando por la gasolina), se escapa hacia Colombia como agua entre los dedos. ¿Puedes ponerle diques al agua? Puedes, sí, pero el agua se sigue filtrando a no ser que hagas una frontera totalitaria, hermética y feroz, como en Corea del Norte. ¿Es esto lo que intenta Maduro controlando las trochas con soldados y cerrando los puentes con barricadas de alambre de púas? Maduro usa a Colombia para explicar su crisis de popularidad y el desastre de la economía venezolana. Aun suponiendo una cifra enorme (que se escape a mi país el 10% de los productos subsidiados por Venezuela) esta no es la causa de la falta de bienes de primera necesidad. Quizá en las fronteras explique en parte el fenómeno, pero no es culpa de Colombia lo que ocurre en Caracas o en Isla Margarita. Además el contrabando hacia Colombia es un negocio binacional de corruptos de los dos lados. La gasolina que Venezuela regala (US$ 0,02 por litro, una locura financiera y un crimen ecológico) llega a Colombia porque la Guardia Nacional y el Ejército Bolivariano (previo pago de sobornos) lo permite. Y porque los cucuteños iban a llenar el tanque al país vecino, mientras los dejaron. ¿Si uno vive en Gerona y en Colliure venden la gasolina a € 0,03 el litro, cuántos catalanes no harían el viaje? Hasta el paseo les sale casi gratis. Igual que los suizos van a comprar verduras y vino en los pueblos fronterizos de Italia. Si yo fuera el gobierno colombiano declararía que la circulación de toda mercancía es libre en la frontera colombiana: arroz, harina, leche, huevos, azúcar, gasolina. Si Venezuela subsidia esos productos y no quiere que salgan, pues que pongan controles y no dejen sobornar (si pueden) a sus autoridades aduaneras. Pero ese no puede ser un problema colombiano. Vender arroz venezolano en Colombia será un delito para el primer país, pero no para el segundo. El problema colombiano sí está, en cambio, en los productos ilegales, y más concretamente en uno bien específico, parecido a la harina, pero más caro y más blanco: la cocaína. Esta la producen mafiosos, guerrilleros y criminales. El negocio es tan bueno que el Estado colombiano, por mucho que lo intente, no logra controlarlo del todo: también a este lado hay ejército y policías comprados. Además hay avionetas que despegan con la droga en pistas hechizas al borde de la frontera, donde nuestra aviación no puede perseguirlas sin violar el Pagina 10 de 19 espacio aéreo vecino. Se les avisa a las autoridades aeronáuticas venezolanas: “allá va un avioncito”, pero del otro lado lo dejan pasar. ¿Por qué? Bueno, por lo mismo de siempre, por el billete. Porque también la cocaína, como el agua, fluye hacia donde se dejan comprar por hacerse los ciegos ante la ilegalidad. La cocaína es un negocio compartido entre autoridades venezolanas, guerrilleros, paramilitares y narcocriminales colombianos. Aquí se produce, y allá se le da libre tránsito (con peaje ilegal, pero sustancioso) hacia África y Europa y Asia. ¿Qué haría yo? Declararía también despenalizado este comercio, pues 30 años de guerra contra las drogas no han servido de nada. Cuando una política no sirve, al menos se prueba otra, a ver qué pasa. Hay que mencionar, para no terminar en el dulce sino en la amargura, lo más triste: la gente, las personas. De repente el discurso bolivariano (siempre tan elocuente en su retórica fácil: “todos somos hermanos bolivarianos”) ha cambiado de cuño: de la noche a la mañana los “hermanos colombianos” se volvieron contrabandistas, asesinos, ladrones, paramilitares. Las cédulas de nacionalidad chavista también se devaluaron, y hoy sus portadores son ciudadanos de segunda categoría y se exponen al destierro. A veces les rasgan la cédula en la cara. El señor Maduro empezó a deportarlos por miles sin fórmula de juicio. Como su denostado Israel, señala y tumba las casas de los supuestos delincuentes, y los empuja a salir, sin dejarlos usar siquiera los puentes, atravesando ríos y montañas. Otros, con miedo, empiezan a huir antes de que los deporten sin dejarlos sacar siquiera los corotos. Y en la frontera colombiana se vive una crisis humanitaria que crece cada día: ya son 12.000 los que han cruzado, y podrían llegar a decenas de miles, si la locura xenófoba bolivariana no se detiene. El gobierno colombiano dice que recibe a sus compatriotas con los brazos abiertos. Pero esos brazos abiertos se necesitan de repente que vengan con agua, comida, techo, escuela, trabajo. Las palabras bonitas no reemplazan la leche ni el arroz. Se requeriría la solidaridad de toda América, pero lo más vergonzoso es que Brasil, Argentina, Ecuador y muchos otros gobiernos “populares” prefieren mirar hipócritamente para otro lado. Mientras tanto la tragedia económica y moral de chavismo llega a Colombia bajo la forma más triste: expulsados y refugiados con hambre y miedo. La diferencia con los refugiados de Europa es que aquí es un regreso y mi país tiene que hacerlo todo para dar la bienvenida a sus ciudadanos. El único sentido que tiene la nacionalidad es tener un lugar sobre la tierra del que no puedan expulsarnos. Fuente: El País, 6.9.15 por Hector Abad Faciolince, periodista y escritor colombiano 6. CRISIS BOLIVARIANA POR ENRIQUE AYALA En pleno siglo XXI es un escándalo que subsistan o se agraven problemas fronterizos, que los países vecinos cierren fronteras y se provoquen fugas de refugiados. Esa es, sin embargo, la lamentable realidad de Venezuela y Colombia en nuestros días. Las causas del conflicto, desde luego, son complejas. Los hechos no son en blanco y negro como algunos la quieren ver, cargando las culpas a un solo lado. Los hechos vienen de antecedentes que se han desarrollado por años y no pueden adjudicarse a una situación coyuntural. Eso solo complica más las cosas. En este problema hay cuestiones que son evidentes. Venezuela sufre un inocultable quiebre económico con un desabastecimiento crónico y el desangre de recursos por su frontera con Colombia, lo cual demanda que las autoridades tomen medidas para frenarlo. También, es verdad que en las zonas fronterizas se han creado condiciones para que operen y crezcan impunemente los paramilitares, con todas las consecuencias que ello trae. Pagina 11 de 19 Pero cerrar la frontera y perseguir colombianos, algunos de los cuales están asentados desde hace años en Venezuela, forzar a que la gente se desplace a pie cargando sus pocas pertenecías por una frontera extensa y peligrosa, suspender abruptamente una relación económica y social que ha existido por siglos, no es una solución. En realidad, viene a constituirse en modo de agravar el problema. Ahora, ante la emergencia, más allá de reconocer la realidad y profundidad del conflicto, hay que buscar una solución duradera para la situación compleja. Para este urgente propósito, las posturas guerreristas y manipuladoras no ayudan. Más bien profundizan el enfrentamiento. Usar el problema para desviar a la opinión pública interna venezolana es negativo. Y, peor aún, no funcionará en el mediano y largo plazos. De otro lado, tocar tambores de guerra, pedir una respuesta violenta por parte de Colombia no solo es un error, sino un acto expreso de mala fe y oportunismo. Álvaro Uribe es un guerrerista confeso que ha hecho una forma de vida el fomentar la violencia entre su propio pueblo. Sus propuestas no son soluciones, sino mecanismos para agudizar el conflicto. Por ello, no queda otra alternativa, por difícil que parezca, que se acuda al diálogo para enfrentar la crisis. Como en otras situaciones de grave tensión internacional, la acción de los organismos regionales es necesaria. Unasur, por ejemplo, tiene un papel y una responsabilidad en este momento. Es una lástima que haya sido atacada junto con su Secretario General por varias figuras colombianas. Con ello, no se buscan arreglos sino que se profundiza el conflicto. Más allá de las soluciones unilaterales que promueven el cierre de la frontera, que no puede durar largo, o la respuesta violenta, que solo creará mayor conflicto, la negociación es la salida. Fuente: El Comercio, 11.9.15 por Enrique Ayala, historiador ecuatoriano 7. LECCIONES DEL 12 DE SEPTIEMBRE POR ARIEL DORFMAN ¿Acaso la fecha significativa no es la mañana anterior, acaso durante 42 años no hemos rememorado el 11 de septiembre, aniversario del golpe militar contra Salvador Allende, acaso desde el 2001 no se añade otro 11 brutal e inolvidable y lleno de terror, ahora norteamericano? Si hace falta evocar el miércoles 12 de septiembre de 1973 ahora es porque ese día nos enseña una lección que todavía no hemos plenamente aprendido. En mi caso particular, fue un día después de la catástrofe chilena cuando me asomé a sus secuelas más duraderas, comenzando a darme cuenta de que las víctimas de esa sistemática violencia no iban a ser únicamente los frágiles cuerpos de nuestros ciudadanos indefensos, sino que también nuestra alma e identidad. Entendí que hasta el lenguaje mismo con el que nos comunicábamos iba a ser corroído de forma irremisible y perversa. Ese miércoles era el cumpleaños de mi mujer Angélica y el único regalo que podía ofrecerle era la noticia de que no me habían matado durante el golpe. Un regalo difícil de entregarle. El único teléfono se encontraba en un bungaló a unas cuadras de la casa en la que me encontré, náufrago, con otros militantes. La Junta había instaurado un toque de queda de 48 horas, amenazando ejecutar en el acto a quien saliera a la calle, algo que había que tomar en serio. Los militares habían bombardeado La Moneda y anunciado la muerte del presidente Allende, y ya estaban persiguiendo a millares de sus seguidores. Aun así, crucé las peligrosas calles y llamé a mi mujer. Para ofrecerle consuelo, sí, aunque el consuelo lo necesitaba yo, que me anclara en algo real, una prueba de que no todo había sido Pagina 12 de 19 desmembrado por la contra revolución. Y, sin embargo, la conversación me perturbó. Días antes hubiéramos compartido libremente nuestros pensamientos, esperanzas, noticias. Ahora, la intimidación rondaba cada palabra. Sin saber quién podía estar escuchándonos, cada frase emergía de forma reservada, cauta, oscura, blandiendo alusiones y doble sentidos. “Dicen que el papá de Amanda está en el hospital”, dijo Angélica, tratando de transmitir que habían detenido al cantante Víctor Jara. “¿En tratamiento intensivo?”, pregunté, como una manera de averiguar si estaba muerto. “Los médicos todavía no opinan”, respondió Angélica. Y así siguió una conversación en la que yo me aferraba a la única verdad definitiva en tanta circunlocución: su voz y mi voz y nuestro amor y la desesperación innombrable. Fue una primera lección que el país entero tendría que aprender durante los próximos 17 años de dictadura. Una lección en perífrasis y oblicuidad, tan prevaleciente en los intercambios cotidianos que la gente terminó internalizando al censor, entrenando su mente para no pensar lo que no se atrevían a declarar públicamente. Porque la vida privada es una ilusión cuando un gobierno sabe todo acerca de nosotros y puede castigarnos salvajemente. Más tarde, miré desde el exilio cómo mi patria se iba envenenando, una situación agravada por al abismo cada vez más insalvable entre quienes habíamos huido y teníamos libertad para hablar y escribir, y aquellos que se habían quedado y estaban sometidos a oídos y ojos invisibles y al arbitrio de armas excesivamente visibles. En la medida que crecía la represión, fueron muchos los que se nos juntaron en el extranjero, pagando el precio de probar el límite de lo permisible. Óscar Castro montó una obra en Santiago en la que un capitán se hunde con su barco mientras le promete al público un amanecer más auspicioso. La policía secreta no tuvo problemas en descifrar la referencia a Allende, detuvo, torturó y finalmente expulsó del país al dramaturgo, haciendo desaparecer a su madre y a su cuñado. Guillermo Núñez, un insigne pintor chileno, después de salir de la cárcel, montó una exhibición de jaulas en las que encerró pájaros, poemas y zapatos como los del cuadro de Van Gogh. Se lo volvió a apresar y a torturar y, posteriormente, se exilió en Francia. Su padecimiento sirvió de advertencia a quien quisiera tantear los confines de los tímidos códigos de expresión. Aunque el pueblo de Chile fue capaz de enfrentar este terror ubicuo, encontrando la astucia y el coraje como para derrotar a la dictadura, el daño a nuestra psiquis y nuestra sintaxis, a nuestro arte, vocabulario y literatura, todavía perdura hoy en los rincones recónditos de nuestros corazones, todavía poluciona y tuerce la manera en la que nos dirigimos a los conciudadanos. Esta atmósfera tóxica es una de las razones por las que Angélica y yo ya no vivimos en Chile, a pesar de los muchos esfuerzos por retornar antes y después de la restauración de la democracia. No podíamos ya reconocer el país donde la duplicidad y el temor sofocaban la confianza en los demás. Y, sin embargo, paradójicamente, Estados Unidos, la nación donde terminamos recibiendo refugio se ha convertido, después de su propio 11 de septiembre, en una tierra donde la experiencia de Chile se ha vuelto tristemente relevante. No soy tan ingenuo como para ignorar las muchas instancias en las que el Gobierno norteamericano espió a sus propios ciudadanos y los persiguió utilizando información extraída de forma ilegal, pero nada en el pretérito se compara con los poderes de vigilancia y delación de los que disponen hoy las autoridades estadounidenses. El hecho de que ahora, y no sólo en el país de Obama, la tecnología permite a extraños escuchar cada conversación, cada pedacito de información, cada intercambio Pagina 13 de 19 íntimo, cada secreto y cada chiste, debería hacernos temblar, anticipar que un escrutinio tan asfixiante ha de corromper nuestra libertad. ¿Queremos acaso vivir en un país donde no podamos llamar a la persona amada para desearle un feliz cumpleaños sin el temor de que alguien escuche nuestras palabras y las grabe, un país donde hombres desconocidos que todo saben de nosotros puedan irrumpir violentamente en nuestro hogar? Que no se diga que mi advertencia, la lección que aprendí ese penoso 12 de septiembre, no tiene asidero en el mundo actual, que nadie diga que ese terror no puede repetirse aquí, cerca, tan cerca de nosotros, hoy, o mañana. Fuente: El Mundo, 12.9.15 por Ariel Dorfman, escritor chileno, autor de ‘La Muerte y la Doncella’ y de la novela ‘Allegro’, de próxima aparición. 8. LA GRAN MANIPULACIÓN POR GREGORIO MORÁN Salvo el sufrimiento, todo lo demás, o es mentira, o está manipulado. Empezando por el niño, Aylan Kurdi –tres o cuatro años; información restringida–; sirio de la minoría kurda, echado sobre la arena como un durmiente. Lo único cierto es que está muerto, lo demás es espectáculo. La ropita bien colocada, los brazos como para ser retratados, la cabeza abajo, oculta, porque de estar mirando al cielo la representación hubiera sido políticamente incorrecta. ¿Ha visto usted alguna vez a un niño ahogado? El mar pisándole el cabello, con las olas en descenso. Un icono. La manipulación de este pobre niño sobre el que nadie se pregunta nada, salvo quedarse anonadado ante la tragedia, es tan descomunal que avergüenza hasta escribirlo. A su lado, de pie, un soldado turco de espaldas, parece tomar nota de algo. ¿De qué? Se trata del trágico protagonista de una obra en un solo acto –la muerte accidental de un niño que viajaba con sus padres en una barca o una lancha neumática–. Los narradores de la trampa no se ponen de acuerdo. Les puedo asegurar, con más de cuarenta años de oficio sobre mi jeta muy trabajada, que detrás del turco impasible de bota alta, habrá como tres docenas de personas entre fotógrafos, cronistas, canallas y autoridades… ¿A qué esperan para retirar al niño? ¿A que llegue el juez que levante el cadáver? Y si fue así, ¿qué dijo? O esperaron a que el jefe de policía de Bodrum diera por terminado el espectáculo. Conviene saber que Bodrum es el lugar más exquisito de la costa turca. El equivalente europeo a Cannes o Marbella, allí donde tienen asiento las clases dominantes turcas y algunos extranjeros dentro de toda sospecha, como el exrey de la Fórmula 1, Flavio Briatore. La exclusividad de la playa y el niño ahogado causan el mismo pasmo que una patera marroquí desembarcando en Marbella. ¡Les faltó tiempo para detener a los cuatro responsables de la embarcación! Cuatro sicarios de patera, sirios, por más señas. Pero qué pasó realmente. Porque la barca iba a Kos, isla griega a cuatro kilómetros de la playa en la que reposa muerto para los medios de comunicación un niño que nunca sabrá que además de entrar en el Paraíso, ocupa ya un lugar en la historia del mundo. Un icono histórico de trascendencia aún incalculable. Porque la verdad es que los sicarios, esos mafiosos de medio pelo, llegaron a Kos, la isla griega, donde debían dejar la mercancía humana y hasta parece que la rodearon, pero nadie explica por qué volvieron, y zozobró, y allí murieron no sólo el pequeño Aylan Kurdi, sino su hermano Galib, apenas mayor que él y del que no se sabe en qué playa dejó sus restos, ni si Pagina 14 de 19 había reporteros y fotógrafos en su entorno. Y su madre, Rihan, 35 años. Pero aquí es donde entramos en el terreno sumergido de lo inconcebible. Abdulá Kurdi, el padre, recoge los cadáveres –mujer y dos hijos– y vuelve atrás desde las playas de Korum y se los lleva a su pueblo, Kobane, en Siria. Cómo lo hizo es para mí un misterio. Conociendo un poco la zona, las temperaturas no permiten traslados en una ambulancia sin nevera ¿O se arriesgó a las bravas rodeado de periodistas? Lo cierto es que enterró a sus muertos en Kobane, casi un barrio de la castigada ciudad siria de Alepo. Hay hasta una foto, confusa y un tanto equívoca, pero se da como oficial por las grandes agencias de información y servicios. Korum-Alepo, dos países diferentes –Turquía y Siria– y bastantes kilómetros para una furgoneta con tres muertos. ¿Alguien se imagina la diáspora española del final de la Guerra Civil? Esa misma que ahora cita como ejemplo el desvergonzado Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea y hombre capaz de dejar morirse de hambre a media Grecia, niños incluidos. ¡Que un padre republicano diera la vuelta para enterrar a sus hijos después de pasar la frontera francesa está fuera de lugar, de texto y de contexto! Esto que estamos viviendo no tiene nada que ver con nada, y a mí me gustaría saber dónde está la Gran Oficina de Manipulación de la historia de este peculiar éxodo retransmitido por las grandes cadenas, donde se plantea algo inédito en la historia de la emigraciones modernas: “En nuestro país no hay futuro”. Los pobres, desde hace siglos emigran, porque les quitaron el presente. Entremos en política, porque en definitiva es la única que ayuda a explicar las cosas. ¿Por qué se exige a los emigrantes, huidos, refugiados –los términos deberían analizarse porque dan muchas pistas– que sean sirios? Los brillantes transmisores de la Gran Manipulación sostienen que Siria lleva más de cuatro años de guerra civil. ¿Y cuántos lleva Iraq? Yo creo que José María Aznar debería abrir una sede para refugiados iraquíes y habilitar la FAES para instalar tiendas de campaña. Es lo menos que se puede pedir a uno de los principales responsables del crimen de Estado y el destrozo de ese país que arrasaron. ¿Y qué decir de los libios, tan olvidados? El presunto intelectual y notable negociante Bernard-Henry Lévy llamó a la guerra santa “laica” para derrocar a Gadafi. Lo consiguió y barrió todas las pruebas de la colusión entre el dictador libio y la derecha francesa que se cobró beneficios de aquel Estado inventado, como todos, pero más frágil, y que tras la liquidación del gran líder se ha convertido en un lugar imposible, como si lo hubieran retirado del mapa. Bajo el control de las mafias tribales y sin ninguna posibilidad para su gente que no sea huir del desastre. Estos talentos de Estado estarían obligados, como Aznar, a que el sufrimiento que provocaron no lo tuvieran que asumir sólo las víctimas, sino sus promotores. Siria es una obsesión geoestratégica desde hace muchos años. Israel lo sabe muy bien. Gobernada por una familia y una minoría chií, fue sin duda el país más estable y culto de una región regida por ricos asesinos amamantados de petróleo. Para liquidar lo que parecía el único reducto laico, las monarquías del Golfo, animadas y armadas por Estados Unidos, se lanzaron a cambiar el mapa y convertir los estados árabes en regímenes confesionales; lo que les debilitaba a todas luces y facilitaba el papel de Israel como jefe mafioso de la zona, único poseedor del arma letal: las famosas bombas. La operación salió de puta pena y lograron exactamente lo contrario de lo que se proponían. Irán, país no árabe, sobrevivió con una dictadura a la que ayudaron intensamente algunas potencias occidentales con el beneplácito de Pagina 15 de 19 la inteligencia más audaz de Europa, ¿quién puede olvidar los textos de Foucault sobre Jomeini y su revolución? No hay un solo Estado en la zona, Israel incluido, que no haya utilizado bombas de fragmentación o gases tóxicos. Todos las tienen y obviamente las usan, achacándoselas siempre al enemigo. Pero nuestro problema ahora es otro. Se trata de la Gran Manipulación, según la cual un país como Arabia Saudí, o Qatar, patrocinador de equipos que se jactan de su sentido democrático para engañar a los descerebrados sociales del fútbol, son al mismo tiempo quienes alimentan al Estado Islámico, que se dedica a arrasar fanáticamente todo lo que no se ajusta a sus principios. Nacieron del apoyo táctico de Estados Unidos y Francia, principalmente. Eso ha devenido en un hecho incontestable: las ansias de una vida normal de millares de iraquíes, sirios, afganos… Y se exhibe como algo tan prioritario de nuestra derecha europea, que se puede asegurar que a partir de ahora la impunidad bancaria y financiera, la ansiedad de recortes a las cada vez más sufridas clases populares, se convertirá en pan de cada día. Aseguran que Merkel y Rajoy lloraron de emoción, conmovidos, ante el icono del niño de la playa de Bodrum. No hay Gran Manipulación sin sentimientos. Tener que callarte ante la política regresiva de los gobiernos conservadores de Europa o que te acusen de no ser solidario con la emigración. Y al tiempo tendremos que contemplar, perplejos, como ellos distribuyen unos fondos a partir de lo que nos están robando a nosotros. Fuente: La Vanguardia, 12.9.15 por Gregorio Morán, periodista y escritor español 9.¿QUIÉN SUFRIRÁ MÁS LAS CONSECUENCIAS DEL CAMBIO CLIMÁTICO? POR BILL GATES Hace unos años, Melinda y yo visitamos a un grupo de cultivadores de arroz en Bihar (India), una de las regiones del país más propensas a padecer inundaciones. Todos ellos eran extremadamente pobres y dependían del arroz que cultivaban para alimentar y mantener a su familia. Todos los años, cuando llegaban las lluvias de los monzones, los ríos experimentaban una crecida y amenazaban con inundar sus explotaciones y arruinar sus cosechas. Aun así, estaban dispuestos a apostarlo todo a la posibilidad de que su explotación se librara. Era una apuesta que con frecuencia perdían. Con las cosechas arruinadas, huían a las ciudades en busca de chapuzas para alimentar a sus familias. Sin embargo, el año siguiente regresaban – con frecuencia más pobres que cuando se habían marchado– listos para volver a plantar. Nuestra visita fue un poderoso recordatorio de que los agricultores más pobres del mundo viven en la cuerda floja y sin redes de seguridad. No tienen acceso a semillas mejoradas, fertilizantes, sistemas de riego y otras tecnologías beneficiosas, como los agricultores de los países ricos, y tampoco tienen aseguradas sus cosechas para protegerse contra las pérdidas. Un solo golpe de mala suerte –una sequía, una inundación o una enfermedad– es suficiente para hacerlos caer más profundamente en la pobreza y el hambre. Ahora el cambio climático va a sumar una nueva clase de riesgo a su vida. El aumento de las temperaturas en los próximos decenios provocará importantes perturbaciones en la agricultura, en particular en las zonas tropicales. Los cultivos no crecerán por culpa de la escasez de agua o del exceso de ella. Con un clima más caluroso, las plagas prosperarán y destruirán las cosechas. También los agricultores de países más ricos experimentarán cambios, pero cuentan con los instrumentos y los apoyos para gestionar esos riesgos. Los agricultores más pobres del mundo acuden al trabajo todos los días y en la mayoría de los casos con las manos vacías. Ésa es la Pagina 16 de 19 razón por la que, de todas las personas que padecerán las consecuencias del cambio climático, ellos son los que probablemente sufrirán más. Los agricultores pobres sentirán las duras consecuencias de esos cambios precisamente cuando el mundo necesitará su ayuda para alimentar a una población en aumento. Se espera que de aquí a 2050 la demanda mundial de alimentos aumente un 60 por ciento. La disminución de las cosechas pondría en jaque el sistema mundial de alimentos, aumentaría el hambre y erosionaría los enormes avances que el mundo ha logrado en el último medio siglo en su lucha contra la pobreza. Soy optimista, en el sentido de que, si actuamos ahora, podemos evitar las peores repercusiones del cambio climático y alimentar al mundo. Hay una necesidad apremiante de que los gobiernos inviertan en nuevas innovaciones en materia de energía limpia, reduzcan espectacularmente las emisiones de gases causantes del efecto de invernadero y frenen las altas temperaturas. Al mismo tiempo, debemos reconocer que ya es demasiado tarde para detener todos los efectos de unas temperaturas más altas. Aun cuando el mundo descubriera la semana que viene una fuente de energía limpia y barata, haría falta tiempo para abandonar los hábitos de utilización de los combustibles fósiles y pasar a un futuro sin carbono. Ésa es la razón por la que reviste importancia decisiva que el mundo invierta en medidas encaminadas a ayudar a los más pobres a adaptarse. Muchos de los instrumentos que necesitarán son totalmente básicos, cosas que necesitan, en cualquier caso, para producir más alimentos y obtener más ingresos: acceso a la financiación, semejillas mejores, fertilizantes, capacitación y mercados en los que puedan vender lo que cultivan. Otros instrumentos son nuevos y están adaptados a las necesidades impuestas por un clima cambiante. La Fundación Gates y sus socios han cooperado para crear nuevas variedades de semillas que crezcan incluso en épocas de sequía o inundaciones. Los cultivadores de arroz que conocí en Bihar, por ejemplo, están cultivando ahora una nueva variedad de arroz – apodado arroz “submarinista”– que tolera las inundaciones y puede sobrevivir dos semanas bajo el agua. Ya están preparados para el caso de que los cambios de las tendencias climáticas provoquen más inundaciones en su región. Se están creando otras variedades de arroz que pueden resistir la sequía, el calor, el frío y problemas del suelo, como la contaminación salina. Todas esas medidas pueden transformar vidas. Es muy común ver a esos agricultores duplicar o triplicar sus cosechas y sus ingresos cuando tienen acceso a los avances que los agricultores del mundo rico dan por sentados. Esa nueva prosperidad les permite mejorar su dieta, invertir en sus explotaciones y enviar a sus hijos a la escuela. Además, gracias a ella su vida no pende de un hilo, lo que les infunde sensación de seguridad aun cuando tengan una mala cosecha. También habrá amenazas del cambio climático que no podamos prever. Para estar preparado, el mundo debe acelerar las investigaciones sobre semillas y apoyos para los pequeños agricultores. Una de las innovaciones más apasionantes para ayudar a los agricultores es la tecnología de los satélites. En África, los investigadores están utilizando imágenes por satélite para confeccionar mapas detallados de los suelos, que pueden informar a los agricultores sobre las variedades más apropiadas para su tierra. Aun así, una semilla mejor o una nueva tecnología no pueden transformar la vida de familias de agricultores hasta que no lleguen a sus manos. Varias organizaciones, incluido un grupo sin ánimo de lucro llamado One Acre Fund, están buscando formas de lograr que los agricultores se beneficien de esas soluciones. One Acre Fund coopera estrechamente con más de 200.000 Pagina 17 de 19 agricultores africanos, brindándoles acceso a la financiación, los instrumentos y la capacitación. Se proponen llegar, de aquí a 2020, hasta un millón de agricultores. En la Carta anual de este año, Melinda y yo apostamos por que África podrá alimentarse en los quince próximos años. Aun con los riesgos del cambio climático, es una apuesta que mantengo. Sí, los agricultores pobres lo tienen difícil. Sus vidas son rompecabezas con muchas piezas que colocar correctamente: desde plantar las semillas adecuadas y utilizar el fertilizante correcto hasta obtener capacitación y disponer de un lugar donde vender su cosecha. Si una sola pieza falla, su vida puede venirse abajo. Yo sé que el mundo tiene lo que hace falta para contribuir a colocar las piezas en su lugar a fin de afrontar las amenazas a que están expuestos actualmente y las que afrontarán en el futuro. Lo más importante es que sé que los agricultores también lo tienen. Fuente: Project syndicate, 12.9.15 por Bill Gates, Founder and Technology Adviser of the Microsoft Corporation, is Co-Chair of the Bill & Melinda Gates Foundation 10. ANDANDO POR MADRID POR JORGE EDWARDS Un amigo madrileño partió hace pocas semanas a ocupar un cargo en Tokio. Antes se había dado a conocer como poeta fino, más bien ocasional, y las circunstancias actuales lo han convertido en asiduo cronista. Todas las crónicas que escribe, y las que seguirá escribiendo, son y serán inevitablemente japonesas. Así tendrán la unidad temática, la novedad, el exotismo, asegurados, y leerlas, para nosotros, pasará a ser costumbre. El enfoque japonés me hace pensar en un posible, accesible, probable, enfoque madrileño. Muchos latinoamericanos han escrito sobre Madrid, pero lo han hecho en épocas en que la distancia, la incomunicación, la historia misma, añadían alguna forma de extrañeza, de misterio. Ahora, en tiempos de globalización, para bien y para mal, Madrid es como una esquina de Bogotá, una calle de la parte sur de la Alameda de Santiago de Chile, los sectores de Miraflores o de San Isidro en Lima. En los años veinte y treinta, Joaquín Edwards Bello escribió un conjunto de crónicas madrileñas: Andando por Madrid y otras páginas. En una de ellas se dedicó a contar chistes literarios del Madrid de esa época. Por ejemplo, chistes sobre doña Emilia Pardo Bazán. ¿En qué se parece doña Emilia al tranvía número diez?, decía uno de esos chistes: en que pasa por Lista y no llega a Hermosilla. Había que saber un poco de geografía madrileña y conocer algo al personaje con su leyenda para entender el chiste. Otra de las crónicas hablaba de un encumbrado embajador español en el Moscú del siglo XIX, el duque de Osuna, y de su añoranza de la sopa de ajo. Joaquín salía de su modesta casa de la calle Santo Domingo, en el viejo Santiago, y le daba un poco de sopa de ajo a una mendiga criolla. ¡Sopa de pan!, exclamaba la mendiga con un gesto de repulsión: ¡ni en mi casa comen esto!, y tiraba la sopa, añorada por el duque de Osuna, a un basurero. Bello, bisnieto de don Andrés Bello, a quien nombraba como «el bisabuelo de piedra», ya que se lo encontraba en estatua en los más diversos lugares de Chile y América del Sur, escribió una novela casi exclusivamente madrileña, El chileno en Madrid. Es divertida desde la primera línea, siempre exótica para sus lejanos lectores de hace casi un siglo, y tiene páginas verdaderamente interesantes. El narrador vivía en una pensión de tercera clase situada detrás de la Puerta del Sol, en una calle que se llamaba, si no me equivoco, del Carmen. Conocía a fondo todos los garitos y las tabernas de juego del sector. Se reunía en un café cercano con personajes como Ramón Gómez de la Serna, el pintor Zuloaga, Alejandro Sawa, escritor de Pagina 18 de 19 Madrid y de París. Asistió a un desfile en bicicletas, en automóviles de capota abierta y en carrozas, del Rey Alfonso XIII y de su corte. Las mujeres del pueblo de Madrid, aglomeradas en una esquina de Sol, exclamaban cosas extraordinarias. «¡Ricuras, les gritaban a los ministros, a chupar del bote!». Otro notable cronista de Madrid fue el mexicano Alfonso Reyes, uno de los grandes prosistas de nuestra lengua en el siglo veinte, algo olvidado ahora en nuestro mundo olvidadizo. Reyes era capaz de escribir ensayos sobre la época helenística y sobre la biblioteca de Alejandría, a la que algunos conocían como el «gallinero de las musas». Hace poco leía a un «experto» que afirmaba que no había ensayos interesantes sobre Goethe en lengua española. Se olvidaba nada menos que de don Alfonso («El Goethe de mi otoño») y de José Ortega y Gasset («Goethe desde dentro»). Conseguí hace algunos años, en librerías de viejo de Buenos Aires, un ejemplar de crónicas de don Alonso sobre la cocina de Madrid: maravillosos cocidos, pilpiles formidables, fabadas y pochas llegadas de más al norte. Si usted añade maíz y calabazas a las pochas de la Rioja y de Navarra, el resultado son los inolvidables «porotos granados» del Valle Central de Chile. El que siempre escribió sobre Madrid, en verso y a veces en prosa, y desde la distancia y la nostalgia, fue Pablo Neruda. En Memorial de Isla Negra, memorias en verso de sus sesenta años, mejores que las memorias en prosa que siguieron algo más tarde, escribía: «Me gustaba Madrid por arrabales…», y hablaba en seguida de «calles de cordeleros y toneles / trenzas de esparto como cabelleras…». Eran recorridos suyos, acompañado por la pintora gallega Maruja Mallo, por las cercanías de la Plaza Mayor y La Latina. Es decir, el Madrid de Pérez Galdós y el de Pablo Neruda coinciden en alguna medida, y los de Joaquín Edwards Bello y Alfonso Reyes no andaban lejos. Son espacios urbanos y espacios literarios, mentales. Ahora hacemos esfuerzos diplomáticos e institucionales de todo orden, con gran esfuerzo, con notables despliegues tecnológicos, y me pregunto si conseguimos una comunicación tan eficaz, tan de fondo, como la de los años 20 y 30 del siglo pasado, un tiempo en que Unamuno, Azorín, José Ortega y Gasset, Ramón Pérez de Ayala, Pío Baroja, publicaban en La Nación de Buenos Aires, en El Mercurio de Santiago, en El Comercio de Lima. En esos años anteriores a la guerra, Neruda preparaba ya el paso de su poesía hermética, emparentada con el surrealismo, a su poesía social. Trataba de unir, como escribió él, sus «pasos de lobo a los pasos del hombre». Pero la relectura de hoy demuestra que el intimismo, la memoria involuntaria, la contemplación de la belleza del mundo, en escenarios mayores y menores, dan mejores resultados en poesía que las buenas intenciones sociales o políticas. El poema sobre Madrid termina con una visita a la calle Wellingtonia, donde lo esperaba «bajo dos ojos con chispas azules / la sonrisa que nunca he vuelto a ver / en el rostro / –plenilunio rosado– / de Vicente Aleixandre…». Son, precisamente, chispazos, momentos, visiones fugaces, pero que revelan la existencia de un tejido sólido, mejor armado, en el sentido real de la cultura y de su transmisión, que los de ahora, tecnología mediante o no tecnología. Fuente: ABC, 13.9.15 por Jorge Edwards, escritor chileno Pagina 19 de 19 Tel: 591 2 279 96 73 Fax: 591 2 211 7326 Calle 21 Nr. 8227 Torre Lydia, oficina 201, Calacoto, La Paz – Bolivia Edición a cargo de Ronald Grebe