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Revista Casa de la Mujer, Segunda Época, Número 14. Setiembre de 2008 42
Aportes de Simone de Beauvoir a los Estudios de la
Mujer: Un punto de vista.
Zaira Carvajal Orlich
Agradezco la invitación a participar en esta mesa redonda, en ocasión de celebrarse los
100 años del nacimiento de Simone de Beauvoir. Felicito a quienes impulsaron y
organizaron esta actividad, porque personalmente lo siento como una oportunidad para
expresar gratitud a una precursora de la liberación de nosotras las mujeres. Cuando leí
su famosa obra El segundo sexo aclaré muchas dudas sobre la subordinación de las
mujeres, por lo que tomo prestadas las siguientes palabras: “leerla era como si a una le
dieran alas”.
Nadie como ella desmontó la creencia que, afincada en la supuesta naturaleza,
permitiría continuar justificando la opresión y subordinación de las mujeres, como
pretendían hacerlo los ideólogos del patriarcado.
El segundo sexo, publicado en 1949, es una obra que bien puede considerarse un
emblema de la política y cultura feminista, al sostener la teoría que las características
comúnmente atribuidas a la “mujer”, como la sumisión, docilidad, abnegación y ternura
son, en realidad, un producto cultural construido por un vasto adoctrinamiento social, no
achacable por cierto a determinaciones genéticas. A ello obedece, precisamente, su más
célebre frase: No se nace mujer, se llega a serlo”.
El segundo sexo, también se considera una obra enciclopédica, pues aborda la
identidad de las mujeres y la diferencia sexual desde los puntos de vista de la
psicología, la historia, la antropología, la biología, la reproducción y las relaciones
afectivo-sexuales. Es una obra exquisita para quienes quieran ahondar en cómo la
mujer fue construida para ser el Otro, entiéndase para ser objeto, en oposición al
hombre erigido como el sujeto. Por eso, una de las mayores preocupaciones de Simone
de Beauvoir fue la deconstrucción del mito del eterno femenino. A continuación un
extracto de la explicación que da la autora:
“Hay diversas clases mitos. Éste, al sublimizar un aspecto inmutable de la
condición humana, que es la “división” de la humanidad en dos categorías de
individuos, es un mito estático que proyecta contra un cielo platónico una
realidad captada en la experiencia o conceptualizada a partir de la experiencia;
sustituye el hecho, el valor, la significación, la noción, la ley empírica, por una
idea trascendente, intemporal, inmutable, necesaria. Esa idea escapa a toda
oposición porque se sitúa más allá del dato y su verdad es absoluta. Así, a la
existencia dispersa, contingente y múltiple de las mujeres, el pensamiento místico
opone el Eterno femenino único y estancado; si la definición que se da de él es
contradicha por las conductas de las mujeres de carne y hueso, el error es de
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éstas; no se dice que la femineidad es una entidad, sino que las mujeres no son
femeninas. Los desmentidos de la experiencia no pueden nada contra el mito
(:299).
El mito del eterno femenino (y otros que se podrían agregar) favorecen la perpetuación
del dominio patriarcal, explicando que por naturaleza las mujeres somos inferiores y por
ende en permanente estado de subordinación y opresión.
En total complicidad con un sistema ideológico patriarcal, algunos pensadores y
filósofos influyentes fueron temerarios al referirse a las mujeres. Por ejemplo, Pitágoras
dijo: “Hay un principio bueno que ha creado el orden, la luz y el hombre y un principio
malo que ha creado el caos, las tinieblas y la mujer”. Entre los beneficios que Platón
agradecía a los dioses, el primero era que le hubiesen creado libre y no esclavo y el
segundo hombre y no mujer. Para Simone de Beauvoir la diferencia sexual constituye
un ámbito de opresión para las mujeres, explica que la mujer siempre ha sido, sino la
esclava del hombre al menos su vasalla, los dos sexos jamás han compartido el mundo
en pie de igualdad y todavía hoy, aunque su situación esté evolucionando, la mujer
tropieza con grandes dificultades. Basta con transitar, decía, con los ojos abiertos para
comprobar que la humanidad se divide en dos categorías de individuos, cuyas ropas,
rostros, cuerpos, sonrisas, aire, intereses y ocupaciones son manifiestamente distintos, tal
vez se trate de diferencias superficiales, tal vez estén llamadas a desaparecer. Lo cierto
es que por ahora existen con categórica evidencia.
Ninguna otra ciencia como la biología ha sido más utilizada para explicar la supuesta
superioridad del hombre y por ende la supuesta inferioridad de las mujeres.
Precisamente por eso la autora analiza en detalle datos biológicos, los que considera de
suma importancia, pues explicaba que el cuerpo es el instrumento de nuestra
aprehensión del mundo, éste se presenta distintamente según se le aprehende de una u
otra manera. El cuerpo, decía, constituye una de las claves que permite comprender a la
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mujer. El sujeto adquiere conciencia de sí mismo y se cumple solo como cuerpo, como
cuerpo sujeto a determinadas leyes y tabúes, se valoriza en nombre de ciertos valores.
Por ejemplo, si el respeto o el temor que inspira la mujer prohíben el uso de la violencia
en contra de ella, la superioridad muscular del macho no sería fuente de poder ó de
abuso del poder, como pretende explicarse desde algunos mitos. Pero lo que
rechazamos, decía de Beauvoir, es la idea que el cuerpo constituya para la mujer un
destino inamovible. No bastan los datos provenientes de la biología, para definir una
jerarquía de los sexos, pues ellos no explican por qué la mujer es el Otro y no la
condenan a conservar para siempre ese papel subordinado.
Sobre
el
cuerpo
se
disciplina,
se
impone
comportamiento y se ejerce
control, lo cual le permitió
pronunciarse a favor del
control de los nacimientos y
de un acceso legalizado al
aborto. También planteó la
necesaria integración social
de lo femenino, con los
mismos derechos que los
hombres y con los mismos
deberes y con todas las
conquistas que todo ello comporta, incluyendo la igualdad en los salarios y todos los
reconocimientos civiles, políticos, jurídicos que han poseído y poseen los hombres.
Lo que la autora quiere dejar bien puntualizado es el rol inferiorizado que la mujer ha
cumplido históricamente. Sea en el amplio marco de la comunidad global, o en el más
estrecho de la vida familiar. Ella busca señalar que a lo largo de los tiempos los
hombres han procurado regir solos el mundo, abandonando a la mujer a la tentación
de consagrarse por completo a los quehaceres de la vida matrimonial y al cuidado de
los hijos e hijas. Esta situación se ha podido sostener por la internalización que las
mismas mujeres hicieron de la propia incapacidad. También se ha sostenido por la
creencia de que quedarse soltera la habría de poner en riesgos económicos o sociales.
A este respecto, toda la comunidad en los diversos momentos de la historia ha
reafirmado la inferioridad femenina y la necesidad de que tener una familia y un
marido contribuirían a completar su ser "carenciado".
El matrimonio y los hijos y las hijas son obra de hombres y mujeres, pero en conjunto
son tareas que siempre han comportado mayores responsabilidades para ellas que para
ellos. Tal rol las ha atado y les ha impedido pensar en una realización fuera del hogar.
La responsabilidad de esta situación histórica de hecho no es sólo de las mujeres. Los
dos sexos han contribuido para que se sostuviera. Y así como las mujeres no deberían
abandonar sus cometidos específicos y propios, los hombres deberían renunciar a la
presión expresa o implícita para que ella lo hiciese. Categóricamente se establece, y no
está de más remarcarlo: en un mundo de iguales, ambos sexos se beneficiarían. Sólo tal
igualdad y la liberación posibilitarán un rol social y político de mayor envergadura de la
mujer.
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Antes de puntualizar los aportes de Simone de Beauvoir a los Estudios de la Mujer, voy
a definirlos. Los Estudios de la Mujer son una corriente de investigación crítica en el
campo del conocimiento científico sobre la condición de las mujeres y las diferencias
entre los sexos. Los Estudios de la Mujer han desarrollado una reconceptualización del
conocimiento existente sobre las mujeres, así como las maneras en que el mismo ha
sido construido y transmitido socialmente.
Los Estudios de la Mujer recogen para el campo de la investigación científica sobre la
condición de la mujer, las diferencias entre los sexos y la realidad social, la conciencia
política de la opresión de las mujeres como género, es decir, como construcción social,
en el orden patriarcal. Plantean, por lo tanto, que el conocimiento mismo debe ser
reexaminado con el fin de dilucidar el posible compromiso de la ciencia con una
ideología opresiva y represiva del género sexual femenino.
En esta área del conocimiento, Simone de Beauvoir dejó bien establecido que la
asimetría entre hombres y mujeres fue siempre signo de los tiempos. Demostró, de
manera exhaustiva, que el determinismo biológico no es la causa de la subordinación
de las mujeres, sino más bien la jerarquización entre los sexos de cuyos resultados se
robustece la ideología y cultura patriarcal. En virtud de lo cual las mujeres se enfrentan
a toda clase de obstáculos para ser sujetos independientes y autónomas.
Dio una gran lucha por la igualdad entre hombres y mujeres, condición fundamental
para la equivalencia entre los sexos, la igual valoración implica la desjerarquización
entre mujeres y hombres, así como la eliminación de privilegios masculinos y la
servidumbre femenina.
Ayudó también, de manera contundente, a que las mujeres dejáramos de ser tratadas,
simplemente, como «la Otra». Son destacables ante todo los avances de su obra para la
liberación de las mujeres, ya que demostró que era "capaz" de mantener la igualdad
con el hombre, en todos los niveles de la vida, del pensamiento, la política o la vida
social y el placer.
En lugar de ir pasando al olvido, como señalan algunas de sus biógrafas, sus obras —
literarias, políticas, filosóficas— cada vez adquieren mayor importancia. "Enseñó a pensar
libremente", lo que puede suponer "pensar con ella, pero también eventualmente contra
ella".
Precisamente en ocasión de este centenario, la psicoanalista Julia Kristeva, organizó en
París un Coloquio Internacional y dijo que "es siempre agradable celebrar los
aniversarios de las personas que nos han ayudado a vivir".
Bibliografía
De Beauvoir, Simone (1989). El segundo sexo. Los hechos y los mitos. Alianza Editorial
mexicana. Siglo Veinte.
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