6 La Palabra Israelita VIERNES 29 DE SEPTIEMBRE DE 2006 FEIGALE ABRAMOWICZ Entramos en el mes de Tishrei y otro año se termina. Hemos vivido, hemos trabajado, hemos estudiado, hemos sobrevivido otra guerra y los embates contra Israel y contra los judíos, a nivel mundial, y nuevamente, como todos los años, volvemos a florecer. Y llega nuevamente el tiempo de la introspección. Tenemos varios días para prepararnos para Yom Kipur, el día más sagrado y más solemne, y nos aprestamos a sincerarnos con D's y con los hombres. Vamos a expiar nuestras culpas, aclarar nuestras deudas con nuestros semejantes, pedir perdón a aquellos que hubiésemos dañado, y a examinarnos internamente. Trataremos de aprender de nuestros errores, haremos un balance de nuestra vida en el año que termina, y le rendiremos cuentas de nuestros actos a D´s. También, –¿por qué no?– en este día tenemos que resaltar lo que fue bueno. Pero no resaltaremos demasiado. Nos gusta sufrir. Y tenemos que concentrarnos en las culpas. La culpa judía que todos llevamos dentro. En otras religiones, quizás es más fácil expiar las culpas. Existe el concepto bien definido de lo que es "pecado". Cada niño es educado sabiendo desde edad temprana qué es pecado y qué no lo es. Existen los siete pecados capitales, y el perdón por cometer alguno de ellos es entregado directamente y en forma se diría que proporcional. En este sentido, D´s ha sido con nosotros más benévolo. Si bien existen normas estrictas sobre lo que es el bien y sobre lo que es el mal, pareciera que el "mal" sólo adquiere categoría de "pecado" según el contexto. Desde pequeños, se nos insta a usar nuestro libre albedrío y saber diferir. No en vano tenemos sólo diez mandamientos, pero millones de interpretaciones. Tomemos por ejemplo la Creación misma del hombre y del universo. Tras haber sido creados Adán y Eva, y residiendo ellos en el Jardín del Edén, en perfecta armonía tanto con la naturaleza como con D´s, rompieron el único mandato que se les impuso: abstenerse de comer del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal. La tradición talmúdica interpreta este hecho como "La falta primordial" al mandato divino, cuya consecuencia fue, –como todos sabemos– la expulsión del paraíso, la necesidad de trabajar, la enfermedad y la muerte. En otras palabras, se diría que, tras haber usado nuestra propia capacidad de elección, y habiendo fallado, nos hicimos humanos. POR Sobre culpas y expiaciones Sin embargo, los descendientes de Adán y Eva, en nuestra cultura, no nacieron intrínsecamente pecadores. En la cultura católica, el concepto de "naturaleza caída" –que se refiere al mismo hecho– se transmite a cada uno de los recién nacidos tras la expulsión del Edén. En otros términos, cada niño nace siendo ya "pecador". Y de este hecho nace la cultura del bautismo, durante el cual se libera al recién nacido del pecado que trae consigo. Otro "perdonazo" del cual nosotros carecemos. Carecemos igualmente de los conceptos de "paraíso" o "infierno", entendidos como recompensa plena o castigo de fuego eterno, en el Más Allá, después de la muerte, según sean nuestras acciones, -buenas o malas- realizadas en vida. Por el contrario, todo lo que hacemos o dejamos de hacer, tiene que rendirse aquí y ahora. Y para eso, D´s dispuso de un día especial. Complicado. Tampoco tenemos el dudoso "privilegio" de ser recompensados con un paraíso lleno de vírgenes, por el sólo hecho de volarnos a nosotros mismos dentro de algún recinto en el cual se encuentre la mayor cantidad posible de "infieles". Nuestra mitzvá es vivir, y hacerlo lo mejor posible. Compleja tarea. Sin embargo, a pesar de considerarnos una sociedad liberal y portadora de libre albedrío, durante todo el año, y más aun en los días cercanos a Yom Kipur, somos portadores igualmente de un sentimiento de culpa tan arraigado que ya ha sido interpretado e incorporado como parte de nuestra tradición, y pertenece a lo más profundo de nuestro "folklore", como característica intransable. De esta forma, somos educados desde temprana edad en este sentimiento y encontramos las culpas en todos los ámbitos de nuestro quehacer. Lo que nos genera culpas desde nuestra más tierna infancia, lo llevamos durante nuestras vidas como un estigma que luego, a fuerza de ser digerido, analizado, sobrellevado y muchas veces superado, lo vemos pronto reflejado en 12345678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234 12345678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234 12345678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234 12345678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234 12345678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234 12345678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234 12345678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234 12345678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234 Dirigido a jóvenes de 18 a 35 años profesionales y/o académicos que 12345678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234 12345678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234 hayan completado al menos 2 años de estudios universitarios. 12345678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234 12345678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234 12345678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234 12345678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234 Pasaje parcialmente subvencionado 12345678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234 12345678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234 Actividades sociales y culturales 12345678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234 12345678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234 Duración: de 2 a 4 meses 12345678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234 12345678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234 12345678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234 La verdad es que fue una experiencia hermosa desde todos los aspectos. Volví muy conforme con todo lo 12345678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234 12345678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234 que viví y no quería dejar de contárselos. 12345678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234 12345678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234 Espero que puedan seguir ofreciendo esta posibilidad, porque, por lo menos a nivel personal, la considero 12345678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234 12345678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234 única e imperdible. 12345678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234 Saludos. 12345678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234 12345678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234 Leila Meyer 12345678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234 12345678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234 PARA MAYOR INFORMACIÓN, COMUNÍQUESE AL FONO: 9520437 MAIL: [email protected] nuestros hijos nuevamente. No en vano somos los campeones del "doble mensaje", si no es que nosotros mismos inventamos el concepto. Y el complejo de culpa, ya sea subjetivo o impuesto externamente por las circunstancias históricas, lo transmitimos de generación en generación, casi tanto como el resto de nuestras tradiciones. El sentimiento de culpa en los judíos se ha llevado a extremos y ha sido objeto de análisis psicológicos y sociológicos, así como fuente de incontables chistes y caricaturas. Hace poco leí que ha llegado incluso a afectar algunos cánones en el ámbito judicial. Así, cuentan que en EEUU una madre judía no puede oficiar de jurado, ya que en cuanto se comienza a exponer el caso, ella se declara inmediatamente "¡culpable!". No hace mucho ví un programa televisivo que comentaba categóricamente que "un judío no puede ser asesino en serie". La razón no era moral o de orden comunitario…Simplemente, después del primer muerto…por efectos de "la culpa judía", ya no puede continuar con el siguiente. Y los ejemplos sobran, incorporados ya a nuestra vida cotidiana, tanto como el guefilte fish de mi madre, el leikaj de la bobe o la jalá de los sábados. En otras culturas existen claros mecanismos para liberarse de culpas, tales como la confesión, proceso durante el cual aquél que siente que ha cometido alguna falta tiene la opción de acercarse a un sacerdote, y en secreto y anonimato confesar sus culpas. Recibe entonces un castigo muy terrenal que deberá cumplir ante D´s, y es el mismo sacerdote que escuchó la confesión quien le otorga condena y absolución. Un mecanismo simple, podría decirse, tras el cual el "pecador" se puede sentir libre de culpas y reiniciar su vida nuevamente. Mejor que cualquier terapia costosa y extensa. Debo reconocer, sin embargo, que dudo de la efectividad que este mecanismo tendría en nuestra cultura. No puedo llegar a imaginar a una "idishe mame" frente a un "Rebe Confesor". No sería suficiente la vida de un solo rabino para escuchar tantas culpas. Y una idishe mame tampoco aceptaría "cualquier" condena y menos la absolución. ¿Cuál sería su propósito de vida entonces? Hoy en día, hemos escuchado en los medios noticiosos muchas culpas y disculpas por dichos y actos cometidos en círculos sociales, religiosos y políticos. Sin analizar sus contenidos o intencionalidades, pareciera que el proceso de expiación es muy simple: Ante lo dicho o hecho por el Papa, citando un texto: "!Ups!, perdonen, se me interpretó mal". En todo el mundo hay revueltas y se quema la bandera de Israel. Ante lo dicho o hecho por funcionarios de alto rango venezolano (incluso en Chile)…"Ups!, perdón, se me interpretó mal". Y se queman las banderas de Israel. No importando quién diga qué y dónde, la frase "me equivoquéquemen las banderas de Israel" ya aparece como algo tan repetido, que pareciera haber sido acogida con cierto consenso a nivel mundial, como proceso casi automático de expiación social. Pero los judíos no. Independientemente de lo social, político y religioso, y llegando a un nivel individual, los judíos no podemos conformarnos con eso, no podemos decir simplemente "perdón, me equivoqué"; no acostumbramos quemar banderas de país alguno y tampoco se nos permite consentirnos con poco. Tenemos que llegar a otro nivel de espiritualidad, por el camino más duro. Ante nuestras faltas anuales, nosotros hacemos "kaparot" y las aves giran por sobre nuestras cabezas sin conocer el valor de su sacrificio. Vamos al río (siempre que las modernas construcciones de las autopistas nos permitan encontrar alguno en Santiago), a lanzar nuestros pecados en sus aguas, reflexionamos y ayunamos durante todo el día para no distraer el cuerpo en pequeñeces como el alimento y el agua, y acudimos a los diversos recintos de oración que han sido especialmente habilitados para estos efectos. Somos un pueblo en constante evolución, en búsqueda de algún tipo de perfeccionamiento, y puedo decir con certeza que ni siquiera Yom Kipur es hoy en día como lo era antes, en otras épocas, un día solemne en el cual los jóvenes solíamos ir con nuestros padres a nuestras sinagogas, y nos sentábamos con nuestras madres para no perturbar la concentración quizás más estricta de los varones, y porque sabíamos que no faltaba la tía que llevaba desde temprano alguna golosina escondida en su cartera, para el final del día, pero que los más pequeños podíamos saborear antes y luego recorríamos caminando las diversas comunidades, visitando a una abuela acá, y al zeide por allá, sin faltar el tío que había optado por una tercera. Porque, entre otras características, por lo menos en Santiago, somos el único pueblo que en el día más solemne, en el día más sagrado, en el día de expiación más santo, y al parecer eso sí sin culpa alguna, cerramos nuestros hermosos recintos sagrados de rezo, nuestras sinagogas, y pagamos nuestra entrada para expiar nuestras culpas en fastuosos y amplios recintos que al parecer son más competentes para estos efectos, ya que nos asegura, junto con liberarnos de nuestras pequeñas o grandes culpas, gran capacidad de estacionamientos y satisfacción garantizada. Y de este modo, podemos poner cara otra vez al futuro, hacia otro año, esperando el día sagrado, el mayor y consagrado, cuando nuevamente sea momento de analizarnos, de revisar nuestras almas, nuestras faltas, nuestras culpas y nuestros pecados. Gmar Jatimá Tová.