Mujeres Amadas: Una lectura del Discurso Amoroso desde la Metaficción. MONOGRAFÍA. Presentado por: Diana Maritza Arango Loaiza. Para optar al titulo de: Licenciada en Español y literatura. Bajo la dirección de: Magíster Julián Giraldo. Facultad de Ciencias de la Educación Universidad Tecnológica de Pereira Pereira Mayo del 2010 Contenido. Introducción Capítulo I: Definiciones y método. 1.1 Por qué Fragmentos, por qué Discurso y por qué amoroso. 1.2 El Amor en el discurso de Roland Barthes. 1.3 El relato amoroso en la postmodernidad. 1.2.1 La postmodernidad expresada en la literatura. 1.2.2 El relato metaficcional en Colombia. 1.3 Conclusiones metodológicas. Capítulo II: Figuras para componer el discurso amoroso. 2.1 Consideraciones Previas. 2.2 Las Figuras del discurso amoroso. 2.3 Consideraciones finales a las Figuras de Mujeres Amadas. Capítulo III: El discurso amoroso de Mujeres Amadas en la novela colombiana. 3.1. Mujeres Amadas y el relato metaficcional. 3.1.1. La escritura como tema y problema. 3.1.2. Equivalencia entre Realidad y ficción. 3.1.3 Exigencias de Nuevas competencias Narrativas. 3.2 La tradición amorosa. 3.3. Consideraciones finales. Conclusiones. Anexo 1: Reseña argumental de la novela Mujeres Amadas, de Marco Tulio Aguilera G. Anexo 2: Aporte pedagógico de la monografía. Bibliografía 2 Introducción. Amor y literatura. Una pareja para nada extraña que parece complementarse en cada instante y cuya rica tradición nos ha legado las más grandes historias de pasión, traición y encuentro. La influencia del sentimiento amoroso ha sido tal, que resulta imposible contar la historia de occidente sin remitirnos a un gran número de amantes que la han protagonizado. Desde el bello Cantar de los Cantares que Salomón le compusiera a la Reina de Saba, pasando por los relatos míticos del Zeus zoomorfo engendrando héroes y Odiseo perdido en viaje hacia su paciente amada, desde la trágica separación de Orestes y Eurídice y los amores infieles de Tristan y la bella Isolda que cerraron la baja Edad media, y el recorrido infernal, prefigurador del Renacimiento, que realizara Dante y que finalizara en un cielo que era igualmente su amada; desde la ruda lavandera que era Dulcinea del Toboso, y el joven Werther, Madam Bovary, y Lady Chaterly, hasta nuestros días, la historia ha sido vivida por amantes que no dudaron en dejarse llevar por la fuerza de una pasión que no pocas veces iba en contravía de la historia, solo para cantar su amor de tal manera que tras siglos y siglos hoy los recordamos. El lenguaje del amor quiérase o no, es un lenguaje literario. Todo aquel que ama se convierte casi que automáticamente en un poeta. Si se consideran brevemente los mecanismos del amor, este fenómeno no tiene por que resultar extraño. Amar es una apuesta por la esperanza (espera del ser amado, espera del encuentro, espera de la felicidad) en la que el mundo se vuelve más detallado y colorido. Por ello son tan comunes las sospechas, índices y grandes pistas que el amante ve en los pequeños detalles y que a la larga conforman toda historia de amor. Imposible referirse a este mundo suprarrealista sin tener que echar mano a la poesía, imposible no sentir que el lenguaje corriente se torna escaso e insuficiente para describir lo que sentimos. No hay que extrañarse entonces que la literatura, ya sea desde la poesía o la narrativa, ha sido desde siempre la forma por excelencia para referirnos al amor. Este lenguaje literario de lo amoroso configura evidentemente un discurso con sus propias reglas y actores, el cual ha sido también objeto de múltiples reflexiones a lo largo de la historia, entre las cuales se podrían nombrar rápidamente El Arte de Amar, de Ovidio, El libro del Buen Amor, y más recientemente La llama doble de Octavio Paz y Fragmentos de un 3 Discurso Amoroso, de Roland Barthes, este último de gran importancia para el desarrollo del presente trabajo. En las últimas décadas, al hablar de discurso amoroso, suele pensarse inmediatamente en la obra casi homónima de Roland Barthes Fragmentos de un discurso amoroso (1977), sin embargo, como ya se ha indicado, los tratados sobre el amor nunca han sido escasos en la tradición literaria. Si bien es cierto que la connotación de discurso para las prácticas y el lenguaje del amor es propio de la segunda mitad del siglo XX, momento en el cual este concepto estaba en boga tras la aparición del Análisis del Discurso, no es posible negar que obras como las arriba mencionadas configuran ya representaciones sociales y culturales de auténticos Discursos amorosos. El concepto de Discurso amoroso por lo tanto escapa a una reducción a la obra barthesiana, aun cuando esta sea el principal referente conceptual que sobre discursos amorosos se tiene en la actualidad. La importancia de la obra de Barthes no reside precisamente en la descripción o la reflexión explicita del tema, sino por su manera de abordarlo desde su naturaleza misma, es decir desde el lenguaje del enamorado. Barthes deja de lado las formas ensayísticas tan preciadas por el análisis estructural para rescatar el tema del amor desde su voz propia, sin intermediarios de interpretación religiosa o ideológica que pretendan de alguna manera explicar al amor como fenómeno y no como lo que realmente es en los individuos: un discurso autónomo y concreto, cuya sistematicidad se basa en lenguaje de quien lo siente. Precisamente por ello, por renunciar a ofrecer un método de análisis en procura de una descripción vitalista del discurso amoroso, que la concepción del amor en Barthes resulta tan atractiva y vigente a más de treinta años de su publicación, y es esta la razón por la cual se ha elegido como referente conceptual para ocuparnos de la obra que aquí se pretende abordar: La novela Mujeres Amadas del escritor colombiano Marco Tulio Aguilera. Esta autor, hoy es apenas conocido por algunos lectores en nuestro medio pese a haber tenido una gran aceptación durante los años setenta, ochenta y principios de los noventa, época en la cual se dieron a conocer buena parte de sus obras. Aunque es un escritor vivo y que en su momento fue casi un autor de culto, hoy su nombre es poco tenido en cuenta por críticos y estudiantes de literatura en Colombia, lo cual podría explicarse por su alejamiento 4 voluntario del país, ya que hace más de dos décadas vive en México en donde oficia como docente universitario. Una de sus obras más importantes es la novela Mujeres Amadas, obra aparecida en 1991 y que ha sido reconocida por muchos otros escritores, entre los que se cuenta Gabriel García Márquez, como una de las mejores novelas eróticas de la literatura colombiana del siglo XX. Sin embargo, y pese a ser una obra de culto que hasta el día de hoy suscita comentarios y artículos en revistas y blogs especializados, en nuestro país, dicha obra no ha sido objeto de un estudio académico que de cuenta de sus contribuciones a la literatura nacional en el campo de la formación del concepto de sujeto amoroso. El presente trabajo busca llevar a cabo un análisis del discurso amoroso presente en esta obra desde una doble perspectiva. La primera, puramente barthesiana si se quiere, trata de identificar el discurso amoroso propuesto por esta obra, objetivo que se podría resumir en una sencilla pregunta ¿De que hablan los enamorados de esta obra cundo hablan de amor? La segunda perspectiva que se aborda, es la que ofrece el discurso amoroso de Mujeres Amadas, enmarcado dentro de la de la tradición literaria colombiana. Es importante advertir desde ya que dentro de dicha tradición, Mujeres Amadas figura como una de las obras representativas del llamado metarelato propio de una pretendida postmodernidad literaria. Nuestra historia literaria-romántica en particular no ha sido escasa y son múltiples los grandes romances de los que como colombianos hemos podido ser testigos. La pregunta a seguir desde este enfoque sería por la relación y posible trasgresión que el discurso amoroso de de la novela de Marco Tulio Aguilera, pudiera presentar frente a la tradición amorosa aparecida en literatura Colombiana. Para realizar esta doble búsqueda se ha repartido este texto en tres capítulos de los cuales el primero tendrá una función meramente conceptual, tratando de rescatar lo planteado por Barthes en su mencionada obra, al tiempo que se definen las características de una obra meta narrativa. En el segundo capitulo, se desarrollará el análisis del la novela en cuestión a través de lo planteado en el primer capitulo, buscando construir lo que podríamos llamar el discurso amoroso de Mujeres Amadas. Finalmente, en el último capítulo, se confrontara dicha díscursividad particular con la tradición literario-amorosa de Colombia, para concretar de esta manera el aporte discursivo que esta obra representa en el panorama literario nacional. 5 Capítulo Primero: Definiciones y Método. Mujeres Amadas vio la luz en 1988 bajo la supervisión editorial de la Universidad de Veracruz, México, institución educativa para la cual, el bogotano Marco Tulio Aguilera, autor de esta novela ya trabajaba como catedrático. Durante los años setenta, el por entonces joven escritor había irrumpido en la escena literaria latinoamericana con una notable aceptación de parte de un público lector que se extendía desde México, país en el que vive desde hace ya más de veinte años, hasta Argentina, dónde en 1975 y con apenas 25 años de edad, publicó su primera novela Breve historia de toda las cosas, la cual fue merecedora del Premio Nacional de literatura de Costa Rica “Aquiles J. Echevarria”. A esta le siguieron algunos volúmenes de cuentos, tales como Alquimia Popular (1979) y Cuentos para después de hacer el amor y otra novela Paraísos Hostiles (1985) con los cuales logro de nuevo un notorio éxito. En todas estas obras resulta claro el uso del lenguaje en función de crear atmósferas plenas de eroticidad, en las cuales el amor y el sexo sirven de telón de fondo para sendas reflexiones entorno al mundo contemporáneo, sus retos y deseos. Pero solo es hasta la aparición de Mujeres Amadas (1988) que dicha atmósfera se vuelve un proyecto estético consiente, caracterizando por una díscursividad de lo amoroso. Reconstruir dicha discursividad requiere un método. Tratándose de un Discurso el análisis estructural tal vez no parezca lo más indicado pero es justamente a través de la obra de Rolad Barthes, uno de los más reconocidos semiólogos estructuralistas, que abordaremos el discurso amoroso de la obra de Marco Tulio Aguilera. Fragmentos de un discurso amoroso (1977) del semiólogo francés Roland Barthes, es una obra un tanto extraña. Aunque no deja de ser un texto ensayístico, su estructura, planteada a través de la contemplación (y no del análisis o racionalización) de ciertas figuras que estructuran el discurso amoroso, se aleja de lo que podríamos llamar los cánones del ensayo. De igual manera, la búsqueda que propone esta obra, no es la de definir un concepto, ni mucho menos plantear un método de critica literaria para las obras en las que el tema amoroso tenga cierto protagonismo. En esta medida, la búsqueda que se plantea Barthes parece ser más humilde, menos académica y más sentimental, tal y como no lo hace 6 notar en la nota introductoria a esta obra: La necesidad de este libro se sustenta en la consideración siguiente: el discurso amoroso es hoy de una extrema soledad. Es un discurso hablado por miles de personas (¿Quién lo sabe?), pero al que nadie sostiene; esta completamente abandonado por los lenguajes circundantes: o ignorado, o despreciado, o escarnecido por ellos, separado no solamente del poder sino también de sus mecanismos (ciencias, conocimientos, artes). Cuando un discurso es de tal modo arrastrado por su propia fuerza deriva de lo inactual, deportado fuera de toda gregariedad, no le queda más que ser el lugar, por exiguo que sea, de una afirmación. Esta afirmación es, en suma, el tema de este libro. (BARTHES, 1993: 12) La afirmación a la que Barthes hace mención, no es otra mas que la afirmación del amor, en esta época en particular, en la cual este término se ha dejado de ver como un fin deseable en cada persona, para comenzar a considerarse como una imposibilidad, un discurso subyugador e incluso, un mito burgués. Se hace evidente entonces desde esta página inicial, que pese al título de la obra y la trayectoria del autor, en esta, lo último que se podría hallar seria una estructuración formal y discursiva del tema amoroso en la literatura actual. No se ofrece un método sino más bien una visión sobre el asunto. Cabe entonces preguntarse ¿Cómo este texto puede servir para realizar un diagnóstico del discurso amoroso presente en otra obra literaria? ¿Cómo la visión (su no-método) que ofrece sobre un discurso puede enriquecer la lectura de otro texto en particular? Y más específicamente ¿De qué manera se puede valorar una obra como Mujeres amadas, del escritor colombiano Marco Tulio Aguilera a través de la obra de Barthes? Para responder estas dudas, es necesario profundizar en los dos textos fundamentales que nos ocupan. Para resolver la última inquietud planteada, es evidente que tenemos que configurar un método a partir de Fragmentos de un discurso amoroso, aun a pesar de su nometodología, lo cual tan solo será posible a partir de un acercamiento profundo a este texto. De la misma forma, es necesario acercarnos a las principales características estilísticas de la novela de este novelista colombiano, con el fin, de que al momento de aplicar nuestras reflexiones sobre la obra de Barthes en ella, se haga de una manera consecuente con las particularidades estilísticas y estéticas que ofrece esta novela. Este primer capitulo busca 7 por lo tanto ofrecer una propuesta metodológica y conceptual de los términos que en esta tesis se manejaran, con el fin de que en el siguiente capitulo se pueda evaluar verdaderamente el Discurso Amoroso presente en Mujeres Amadas. 1.1 Por qué Fragmentos, por qué Discurso y por qué amoroso. Barthes comienza su libro afirmando que el discurso del amor es hoy de una extrema soledad ¿Qué quiere decir con esto? Ante todo que el tema de su libro es un tema que va en contravía de lo que hoy ocupa la mente de la mayor parte de pensadores y sujetos cotidianos. El amor, a pesar de ser un sentimiento compartido por muchos, es un tema que hoy en día se piensa poco. Evidentemente Barthes no desconoce que como tema, el amor es un leitmotiv incansable, pero esto no quiere decir, que cada vez que se hable de amor, se hable realmente en torno y sobre el amor, de tal manera que, este sentimiento, que en otro tiempo resultaba trascendental, hoy es visto de una manera sencillamente trivial: “Todavía anoche lo escuche en una pieza de Sagan: una de cada dos noches, en la TV, se oye: te-amo” (Barthes: 178). La soledad del amor que Barthes nos plantea es igual a la mayoría de las paradójicas soledades postmodernas: rodeada por un grupo representativo de semejantes y al tiempo ignoradas en su esencia. ¿Pero quienes rodean al discurso del amor? Barthes asegura que son los otros discursos circundantes como el de la ciencia, el arte y la religión, los que rodean al discurso amoroso para simplemente utilizarlo como tema sin adentrarse en su voz propia, en su discurso y su potencial de acción. La figura –dice Barthes acerca de la soledad amorosa- remite no a lo que puede ser la soledad humana del sujeto amoroso sino a su soledad “filosófica”, al no hacerse cargo hoy del amor-pasión ningún sistema importante de pensamiento (de discurso) (Barthes: 168). Esta aparente no-sistematicidad del discurso amoroso, no es de ninguna manera, una característica propia, sino más bien una condena impuesta frente al resto de discursos, de tal forma que solo es a través de estos, que se considera, hay posibilidades serias de entender al amor: En el Banquete, Erixímaco comprueba con ironía que ha leído en alguna parte un panegírico de la sal, pero nada sobre Eros; y es porque Eros esta censurado como tema de conversación que la pequeña sociedad del Banquete decide hacer de él la materia de su mesa redonda: se dirían intelectuales de hoy aceptando discutir a contracorriente, precisamente del 8 amor y no de la política, del Deseo (amoroso) y no de la necesidad (social). La excentricidad de la conversación proviene de que dicha conversación es sistemática: lo que los convidados intentan producir no son declaraciones probadas, relatos de experiencias, sino que es una doctrina: Eros es para cada uno de ellos un sistema. Hoy, sin embargo, no hay ningún sistema del amor: y los sistemas que rodean al enamorado contemporáneo no le reservan ningún lugar (a no ser un lugar devaluado): por más que se vuelva de los lenguajes recibidos, ninguno le responde, si no para alejarlo de lo que ama. El discurso cristiano, si todavía existe, lo exhorta a reprimir y a sublimar. El discurso psicoanalítico (que, al menos, describe su estado), lo obliga a privarse a pesar de su Imaginario. En cuanto al discurso Marxista, no dice nada. (Barthes, 1993: 168) Barthes no acepta tranquilamente este estado de segunda categoría al que ha sido relegado el discurso amoroso. Su obra en cuestión es un ejemplo de cómo este se rescata y justifica a través de sí mismo. Tal vez por ello la construcción de este resulta tan especial. Como se ha comentado desde el inicio, aunque Fragmentos de un discurso Amoroso se cataloga comúnmente como un ensayo, lo cierto es que su estructura dista mucho del ensayo tradicional. Para entender las implicaciones de la forma propuesta es necesario entender de una buena vez a que es lo que este autor llama Discurso. Evidentemente estamos hablando de una acción enunciativa que en un solo momento dice y hace algo. Hasta este punto, el Discurso de Barthes no difiere en gran medida de la planteada por Teun Van Dijk dentro de su Análisis Critico del Discurso (ACD) o su Lingüística Textual (LT), en las cuales el Discurso es la parte cargada de contenido dentro de un texto. Pero hasta aquí pueden ser tenidas en cuenta dichas semejanzas. Barthes se interesa por la estructura de su discurso, pero esta estructuración no es, no puede ser, la que se desprende del ACD o la LT. La estructura aquí planteada no olvida en ningún momento la razón de ser del discurso, es decir, el amor, y se pone a la medida de éste: Dis-cursus es, originariamente, la acción de correr aquí y allá, son idas y venidas, “andanzas”, “Intrigas”. En su cabeza, el enamorado no cesa en efecto de correr, de emprender nuevas andanzas y de intrigar contra si mismo. Su discurso no existe jamás sino por arrebatos del lenguaje, que le sobreviene al capricho de circunstancias ínfimas, aleatorias (Barthes:13). 9 Pero ¿Quién enuncia este discurso? Para que exista un discurso amoroso, debe existir sin lugar a dudas, un sujeto amoroso que es a la vez vehículo y razón de ser del discurso que aquí nos ocupa. El sujeto amoroso, entendido desde la perspectiva de Barthes, es un sujeto dramático en la medida que su trato requiere que se piense más allá del sintomático. El sujeto amoroso entendido de manera sintomática, tan solo puede describir los efectos del amor en él, sin que estos expliquen su naturaleza enamorada. El discurso amoroso requiere de un actor dramático que diga y que al decir actúe. La obra de Barthes se basa en esta premisa: el lenguaje del sujeto amoroso es el que lo determina como tal. Este sujeto amoroso, y dramático, se instala desde una honesta, y en ocasiones dolorosa, primera persona: el sujeto amoroso habla de si mismo y de sus actos como un testimonio de la realidad de su discurso, en una prueba de fe que incluye como garantía su existencia misma. El sujeto amoroso manifiesta pues su discurso a través de los arrebatos del lenguaje ¿A qué se refiere Barthes exactamente con esto? No es el lenguaje entendido simplemente desde su capacidad comunicativa, sino atendido por medio de su potencial para evocar y crear una realidad amorosa. Dichos arrebatos, no son más que las unidades fundamentales que articulan el discurso amoroso y que Barthes denomina en su texto figuras. Este término es tomado por el autor en un sentido casi que etimológico ya que remite a las σχήµά es decir, a las representaciones escultóricas de los atletas en medio de su actividad física. Dichas estatuas, al igual que las figuras que ahora nos ocupan, evidencian un gran potencial de energía por liberar pese a su aparente quietud. En efecto, al ser separadas del uso del lenguaje, las figuras planteadas por Barthes (Abrazo, angustia, loco, magia, por ejemplo) parecieran ser simples ideas sueltas que por si solas no significan nada, sin embargo, al considerarse imágenes dentro del lenguaje de un sujeto amoroso, estas pierden su mutismo de estatua, para transversalizar todo su discurso y evidenciar gimnásticamente su verdadero carácter: Las figuras se recortan según puedan reconocerse, en el discurso que fluye, algo que se ha leído, escuchado, experimentado. La figura esta circunscrita (como un signo) y es memorable (como una imagen o un cuento). Una figura se funda si al menos alguien puede decir: “¡Qué cierto es! Reconozco esta escena en el lenguaje.” Para ciertas operaciones de su arte, los lingüistas se valen de un algo vago: el sentimiento lingüístico; para componer las figuras 10 no se necesita ni más ni menos que esta guía: el sentimiento amoroso. El sentimiento amoroso presente en quien observa al sujeto amoroso es pues la única via para que se revele ante este una figura. En el caso de que por ejemplo el sujeto amoroso estuviese integrado a una obra literaria, el único método que dispondría el lector para sentir la presencia plena de su discurso seria su propia sensibilidad para evidenciar la presencia de una figura. En efecto, esta idea no se aleja mucho de las teorías fenomenológicas aplicadas a la literatura, en las cuales el lector es participe activo de la construcción de la obra y no un simple receptor pasivo de lo que esta cuenta. Este punto puede ayudarnos a construir el modelo metodológico que aquí se requiere. En el caso de nuestra lectura de la obra de Marco Tulio Aguilera, trasversalizada por el pensamiento de Barthes, seria inútil intentar aplicar las figuras que este propone en su texto. Evidentemente algunas de las imágenes y argumentos amatorios expuestos por el semiólogo francés serian aplicables a Mujeres Amadas, pero no sin esforzarlas hasta el punto de desfigurar su sentido en búsqueda de cualquier aparente relación. En vez de ello, lo que se propone metodológicamente para este trabajo es descubrir y de ser necesario construir las propias figuras presentes a la obra de Marco Tulio Aguilera, a la usanza de Roland Barthes. Concluyendo esta presentación preliminar de la obra de Barthes, diremos que aquella sistematicidad que se ignora y que tanto se reclama en Fragmentos de un Discurso amoroso, reside justamente en el punto que hemos situado como base angular de nuestro método: en el sentimiento amoroso propio de quien observa y atiende el discurso de quien ama. Como si fuese un ejercicio de escritor-lector, la enunciación del discurso del amante muere si no es percibido en su real dimensión o es condenado a una deformación de sentido si es parcialmente atendido. Esto es justamente lo que ocurre cuando el discurso amoroso es asumido por otros lenguajes y sentimientos ajenos a él y ello explica la soledad que le aqueja. Para comprender la voz del enamorado es preciso hacerla parte de si mismo, pues no basta con conocerla, sino que se además es necesario ser capaz de hablarla. 1.2 El Amor en el discurso de Roland Barthes. Influenciado tanto por el estructuralismo como por las explicaciones lingüísticas del mundo que cobraron fuerza en el siglo veinte tras la irrupción de la denominada filosofía del lenguaje, Roland Barthes ve la realidad del amor como una acción correspondiente al 11 lenguaje. Es en el uso de este discurso del ser enamorado, que el amor cobra empuje y se convierte en la fuerza dinamizadora. Para Barthes, el lenguaje es el escenario de todas las transformaciones que acontecen en el sentimiento amoroso, mientras que las palabras que lo componen se tornan síntomas de la salud afectiva del enamorado. Al condensar este discurso en figuras, tal como lo propone Barthes, la naturaleza lingüística del amor se hace evidente. Una breve ejemplificación de algunas de estas figuras así lo demuestra. Frente a la figura titulada Adorable, Barthes se expresa de la siguiente manera: …Todo no podría inventarse sin disminuirse: en ¡Adorable! Ninguna cualidad cabe, sino solamente el todo del afecto. Sin embargo, al mismo tiempo que adorable lo dice todo, dice también lo que le falta al todo; dice especialmente ese lugar del otro donde quiere aferrarse especialmente mi deseo, pero tal lugar no es designable, de él no sabré jamás nada: mi lenguaje tanteará, balbuceara siempre su intento de decirlo, pero nunca produciré más que una palabra vacía, que es como el grado cero de todos los lugares dónde se forma el deseo muy especial que yo tengo de ese otro. (Barthes, 1993:22) Dentro de esta figura encontramos ya la clase de retos que el sentimiento amoroso le impone al lenguaje. Para amar no se requiere simplemente de una forma determinada de la expresión, o de una jerga en especial, con lo cual se hace evidente que el suyo no es un problema del habla sino un reto que requiere de una nueva lógica, de un nuevo modo de pensar el mundo, es decir, de un nuevo lenguaje. Adorable es a la vez, una formula sintética, que abarca múltiples sentidos y referencias, y al tiempo vacía pues solo indica una ausencia, un deseo por llenar. Adorable es también, una tautología: llamamos adorable a aquello que no podemos definir. Como el propio Barthes menciona, Adorable es el argumento tautológico del amor: Adorable es aquello que es adorable. De esta manera, el lenguaje del enamorado, es un lenguaje plástico y multiforme, extraño quizás para quien lo escuche fuera del sentimiento amoroso, pero en ningún caso común o inexistente (Otras figuran expresan muchos ejemplos de ello: Lo Incognoscible –Nadie te conoce como yo, pero me resultas impenetrable-, La languidez –yo te espero, pero quiero que estés ya aquí-, etc. ) En la figura denominada Lo Intratable, el semiólogo señala como, sólo a través de quien 12 ama, se puede prefigurar un lenguaje enamorado: En el occidente cristiano, hasta hoy, toda fuerza pasa por el interprete (…) pero la fuerza amorosa no puede transferirse, ponerse en mano de un interpretador, ahí queda, en estado de lenguaje, encantada, intratable. El tipo aquí no es el Sacerdote, sino el enamorado. (Barthes, 1993:25) El discurso amoroso se basta por si mismo sin la ayuda de discursos foráneos. De ahí que el rechazo sea doble: se rechaza a quien obra como intermediario y se rechaza al que busca ser intérprete, pues ambos encarnan a otros discursos, desprestigiados por Barthes quien señala que estos solo buscan hablar por el amor, sin darle la oportunidad a este de que elabore su propio discurso. Únicamente a través del enamorado, el discurso amoroso cobra la honestidad y la altura que otros discursos buscan en gurúes e iluminados, lo cual no debe resultar extraño, pues es una afirmación más de que el enamorado está iluminado. La relación lenguaje-sentimiento, cobra en este caso una singular identidad: Traicionar (dejar de usar) el lenguaje apropiado para el discurso amoroso equivale a traicionar el sentimiento amoroso en si. En la figura Un pequeño punto en la nariz, se pone de manifiesto que la mayor degradación que puede sufrir un ser amado frente a su enamorado, se da cuando el amado abandona una actitud de decoro frente a su lenguaje, como si este fuese algún tipo de último bastión de la virtud, el cual una vez traspasado, deja paso libre a la corrupción y la trivialidad: Una vez, hablando de nosotros, el otro me dijo “Una relación de calidad”; esta palabra me resultó desagradable: venia bruscamente de fuera, desdibujando la singularidad de la relación bajo una formula conformista. Muy a menudo es por el lenguaje que el otro se altera; dice una palabra diferente, y escucho zumbar de una manera amenazante “todo otro mundo”, que es el mundo del otro. (Barthes, 1993:27) Esta delicadeza del lenguaje que requiere el amor para no ir a alterar el mundo del enamorado, es la que torna particular esta práctica discursiva. Más allá de denotar o connotar, el lenguaje del enamorado sirve para reflejar una actitud frente al mundo, la cual le 13 permite detallar de una manera profunda el universo, recomponer diferencias, hallar experiencias nuevas ocultas tras el velo de lo común y lo ordinario. Este nuevo lenguaje precisa dejar atrás formas propias del lenguaje tradicional, que poco o nada tienen que hacer ante el sentimiento amoroso: Accedo entonces a un lenguaje sin adjetivos. Amo al otro no según sus cualidades, sino según su existencia; por un movimiento que ustedes podrían llamar místico, amo no lo que él es, sino: que él es. El lenguaje del que el sujeto amoroso hace protesta entonces (contra todos los lenguajes sutiles del mundo) es un lenguaje obtuso: todo juicio es suspendido, el terror del sentido es abolido. (Barthes, 1993:174) Si dentro de la evolución teórica de la lingüística del el siglo XX, se considera como uno de los mayores avances, el giro de atención hacia los sentidos, en detrimento del simple estudio de los significados lexicales, se hace evidente que en este punto estamos a puertas de presenciar un nuevo giro: El sentido y su búsqueda, pierden protagonismo dentro de un discurso que requiere de una pragmática especial. En la figura denominada Te amo, Barthes afirma: Te amo no es una frase: no transmite ningún sentido sino que se aferra a una situación límite: “aquella en la que el sujeto esta suspendido en una relación especular con el otro”. Es una holofrase. (Barthes, 1993:177) Te amo, afirmación fundamental del discurso amoroso, no tiene como objetivo lingüístico comunicar ni transmitir nada, pertenece más a un orden ritual: luego de pronunciarse sobreviene la nueva existencia y el fin de un viejo mundo. Aceptado o no, tras la declaración, el enamorado deja de ser quien era para entregarse al goce, o padecimiento, de sus sentimientos. Retomando ideas diremos que, el lenguaje enamorado se torna en discurso dentro del pensamiento de Barthes debido a la capacidad de actuar que este conlleva, al usarse, no busca simplemente comunicar sino poner en escena actitudes y formas propias de asumir el mundo bajo el designio de una lógica propia, independiente de cualquier otro discurso. En su 14 calidad de manifestaciones discursivas puntuales, las figuras planteadas por Barthes, son realidades lingüísticas atravesadas por realidades emotivas y sentimentales. Para un pensamiento racional-moderno, esto podría resultar extraño, pero no es casual que se hable de giro hacia el lenguaje y múltiples mundos y realidades (lingüísticas, sentimentales: la realidad del enamorado), pues como se verá a continuación, todo este discurso se enlaza conceptual y estéticamente, con otro discurso igualmente provocador: el de la postmodernidad literaria. 1.3 El relato amoroso en la postmodernidad. Hasta ahora hemos concentrado nuestra atención en la obra de Barthes como eje fundamental para la descripción del discurso amoroso presente en Mujeres Amadas, ello nos ha permitido generar un marco conceptual y metodológico para llevar a cabo la tarea que nos ocupa. Sin embargo esto no resulta suficiente ya que para evaluar el discurso amoroso por medio de nuestra sensibilidad necesitamos de un reconocimiento estilístico de la obra que nos permita ser cuidadosos en nuestra lectura. Esto, por dos razones principalmente. La primera, para no dejar pasar de largo posibles rasgos estilísticos que puedan ser característicos del discurso amoroso en cuestión y la segunda, para enmarcar la búsqueda de dicho discurso amoroso dentro de una tradición, lo cual permitiría realizar una lectura más contextualizada de las posibles figuras que en la novela encontremos. Para comenzar dicho análisis estilístico, diremos que la crítica literaria colombiana ha situado a Marco Tulio Aguilera como uno de los llamados narradores postmodernos de finales de siglo XX1 y su obra Mujeres Amadas ha sido considerado como una de las más representativas en dentro de la temática erótica-postmoderna. Pero ¿Qué es el postmodernismo literario en Colombia? Para resolver este interrogante, debemos precisar primero como se ha expresado la postmodernidad en la literatura para luego entrar a considerar su papel en nuestra literatura nacional. 1 La obra de Marco Tulio Aguilera ha sido reconocido en esta clasificación por diversos críticos entre los cuales cabe señalar a Jaime Alejandro Rodríguez en su texto Autoconciencia y postmodernidad (1995) y Raymond Williams en su articulo Postmodernidades latinoamericanas. Ver Bibliografía 15 1.2.1 La postmodernidad expresada en la literatura. Como concepto, el postmodernismo es un movimiento cultural y sistema de surgido en los años sesenta en Francia que se caracteriza por su crítica abierta al pensamiento moderno al que consideran opresor y fallido. El postmodernismo niega los principales valores de la modernidad al advertir que la razón no significa necesariamente libertad y reivindica nuevas y múltiples formas de asumir el mundo, la realidad y las relaciones que dentro de la cultura se dan. El pensamiento postmoderno surge tras una larga tradición de pensadores que se origina casi que desde los inicios de la modernidad, puesto que ya en la obra del Márquez de Sade es posible atisbar a uno de los precursores de esta corriente de pensamiento, dispuesto siempre a criticar a los valores morales de un mundo moderno recién inaugurado. El postmodernismo ha tenido eco en diferentes campos de la actividad humana, desde la filosofía, hasta la economía, el arte, la arquitectura y la literatura. Todas estas manifestaciones han sido atravesadas por el pensamiento postmoderno caracterizado por la negación de las convenciones, la linealidad y la unilateralidad. No le han sobrado sin embargo, críticos que consideran que el postmodernismo al ignorar las nociones éticas del modernismo socava las bases de occidente mismo, por lo cual tachan la postura postmoderna como escéptica y pesimista, poco aportativa e incluso revisionista de los cambios proporcionados por la modernidad, esto sin tener en cuenta las acusaciones de pensamiento light con que se le ha llegado a tachar. De cualquier manera, es necesario centrar nuestro punto de interés no en el postmodernismo como fenómeno global, sino en las manifestaciones que este ha tenido en el quehacer literario. Para ello nos basaremos en el estudio que al respecto realizara el profesor colombiano Jaime Alejandro Rodríguez en su libro Autoconciencia y postmodernidad (1995). Lo primero que habría que advertir sobre la narrativa postmoderna, es que esta también entra a socavar muchos de los conceptos que tradicionalmente se han manejado dentro de la narrativa tradicional. Así por ejemplo, se habla de una narrativa fragmentada lo que se opone a la linealidad del relato moderno, a la vez que el autor como figura principal en la construcción del texto va perdiendo protagonismo en la medida en que se concibe el relato como un producto no acabado del que entra a participar el lector con su sensibilidad. El propio Barthes, habla de la muerte del autor (1968) dentro de una de sus obras, en la medida en que su voz se disuelve dentro de la obra: en cuanto un hecho pasa a ser relatado, con fines 16 intransitivos y no con la finalidad de actuar directamente sobre lo real, es decir, en definitiva, sin más función que el propio ejercicio del símbolo, se produce esa ruptura, la voz pierde su origen, el autor entra en su propia muerte, comienza la escritura. Todo esto lleva al planteamiento de que el relato moderno es un producto estilísticamente superado. El principal rasgo característico del relato postmoderno, no es sin embargo, ninguno de los anteriormente planteados. Jaime Alejandro Rodríguez, en su obra ya mencionada, considera, que este rasgo fundamental, es la naturaleza metaficcional de esta propuesta narrativa (1995: 17). Para entender este concepto debemos preguntarnos primero por la ficción como elemento constitutivo del quehacer literario. Rodríguez inicia su texto advirtiendo que la ficción es una fuerza heurística, en la medida en que es capaz de dar cuenta de múltiples planos de la realidad para re-crearla. La vieja disputa entre considerar la obra de ficción de una manera creativa o representativa frente a la realidad; se desvanece si se considerara la ficción como una amalgama en la que crear y representar, más que dos polos separados, son dos actividades que se conjugan para recrear tal o cual plano de la realidad o incluso, para propiciar una nueva mirada sobre este. El texto literario y la visión que realiza del mundo, llegan para ser una parte nueva de la realidad, puesto que la realidad escrita por la ficción es en si misma una realidad nueva (1995:16). No debe resultar extraño entonces, que sobre esa ficción se pueda ficcionar nuevamente ya que es un fenómeno plenamente integrado al mundo. A este ejercicio de usar lo ya ficcionado para seguir construyendo nuevas dimensiones de la realidad, es a lo que se llama meta ficción. La metaficción se entiende entonces, como una recreación de segundo orden, pero en ningún momento de segunda clase o categoría. Su importancia reside en que a través de esta podemos romper esquemas estilísticos, pero también ideológicos que subyacen en la construcción de relatos, permitiendo que estos sobrepasen los terrenos de la conciencia narrativa, para adentrarse en lo polifónico, lo intimo y por que no, la desnudez absoluta del ser humano a través del desmonte y la evidencia del truco que implica narrar. A su vez, esta capacidad de recrear sobre lo recreado, solo puede ser evidenciada, y existir, debido al fenómeno de autoconciencia que se presenta en la metaficción. Esta autoconciencia se entiende como la capacidad de la ficción para hacer referencia a lo que esta creando, en el momento justo en que se crea. En el caso de la literatura esto significa, que la misma literatura y el quehacer literario, se convierten en tema de la obra narrativa. 17 Al hacerse consciente de su naturaleza textual, el relato metaficcional alcanza la capacidad para auto referirse y el autor logra la libertad de hacer del texto mismo, una nueva fuente narrativa a través de la cual sus personajes no están encarcelados dentro de un relato lineal y opresor, sino que se tornan dialógicos y polisémicos puesto que en este punto se funda una autoconciencia del relato, es decir una indagación autónoma sobre su propia identidad (Rodríguez, 1995: 25) Hasta este punto hemos descrito varias de las rupturas que el relato metaficcional ha presentado como consecuencia de la postmodernidad literaria. Sin embargo, no se ha indicado la manera en la que se expresan todos estos cambios generados en el interior del texto frente al lector y como estos influencian su percepción de mundo. Alejandro Rodríguez expone esta preocupación de la siguiente manera: Ahora –ya dadas sus funciones y capacidades podríamos preguntarnos cuál es, (o debe ser) el rol del relato en una cultura asombrada por la imagen postmoderna de una concepción paralingüística del universo humano, ante la percepción de lo real como una ficción, es decir, como una reconstrucción de la realidad a través del lenguaje, del mundo como simulacro. ¿Cuáles son ahora sus posibilidades (¿o sus obligaciones?)? ¿Cuál a de ser ahora su saber-hacer? Ya no solo se trata de la posibilidad de re-presentar el mundo de la ficción (tal como se planteo en el primer acercamiento), sino de re-presentar el mundo como una ficción, de acercar esa nueva conciencia y esa nueva percepción del mundo, es decir, de hacer saber que lo real es una construcción del lenguaje, que la realidad no existe más que como un simulacro, que todo es ficción. Se trata, por lo tanto, de abrir camino hacia un aprovechamiento nuevo de las capacidades de autoconciencia del relato y hacia una revisión de sus competencias narrativas. (Rodríguez. 1995:25) El relato metaficcional se caracteriza por su intento de ir más allá del hacer-saber propio del relato tradicional, y encamina sus nuevas capacidades en la búsqueda del hacer-hacer y el hacer-ser. Dentro de este marco de ideas, el relato busca que el lector haga uso de sus 18 potencialidades creativas y se vincule a través de su propio ser-en el-mundo en medio de un ejercicio de libertad y reconocimiento. El relato metaficcional en última instancia se caracterizaría por la presencia de líneas de equivalencia entre lenguaje, escritura y realidad (1995:29), lo que significa que el texto deja a un lodo la inocencia de la simple narración, para descubrir su real potencial de transformación ideológica latente, capaz de gestar nuevas posturas para asumir la realidad inmediata. Finalmente, en este punto mencionaremos cuales son, a consideración de Jaime Alejandro Rodríguez las principales características estilísticas del relato metaficcional propio de la postmodernidad 1) La asimilación del discurso critico dentro del texto narrativo, 2) Una despreocupación por la forma que es síntoma de una ruptura con la tradición formalista y de género, y finalmente 3) la aparición de un nuevo horizonte expresivo como resultado de la ampliación del concepto de mundo y realidad. En el primer punto, la asimilación del discurso crítico dentro del texto narrativo, se expresa a través de la inserción consciente de elementos propios de la crítica literaria que hasta entonces habían sido ajenos a la narración. Entre estos elementos se pueden resaltar la inserción de nuevas lecturas de la historia desde la novela que compiten con las versiones oficiales y que en si misma, es un ejercicio de sociocrítica. La despreocupación por las formas, que configura la segunda gran característica de la narración metaficcional, se hace evidente cuando esta busca negar las formas tradicionales al tiempo que inevitablemente tiene que reconocerlas para no transformarse en un producto extraño e ilegible: Habría, pues, dos limites expresivos para la metaficción: el primero – inevitable, dada nuestra estructura mental que, como lo afirma Eco, pese a todo, sigue siendo el ejercicio de una razón que intenta reducir las cosas a la claridad discursiva-, la “re-utilización” de las estructuras narrativas, en los términos de Eco o de Patricia Waugh (Ostentación: mitoclásia y/o hurto); el segundo, a modo de referencia, la destrucción de la estructura y de la forma. Entre estos dos extremos, surge lo que hemos llamado “la despreocupación por la forma”, es decir el manejo de una visión relativa que no acepta el 19 discurso, pero que se niega al silencio, que busca en las distintas posibilidades expresivas de la mitocásia o del hurto, hacer conciencia, no solo ya del mundo como desorden, sino del discurso como imposición, como orden arbitrario, y proponer entonces la posibilidad de que el lector tome la novela como un borrador, de de cuya lectura surja la construcción de un mundo alterno satisfactorio. (Rodríguez, 1995:43) En cuanto al origen de la tercera característica, es decir, la parición de un nuevo horizonte expresivos, se puede decir que esta surge de la asimilación de la realidad como una ficción susceptible de ser maleable y transformable con fines estéticos y cuya expresión más palpable se da en la fragmentariedad del discurso narrativo, lleno de voces y matices que a través de la lúdica, el humor y la parodia, hace posible un ensanche del mundo. 1.2.2 El relato metaficcional en Colombia. Las manifestaciones iníciales de postmodernismo narrativo en Colombia surge a finales de la década de los setenta con voces tales como las de R.H. Moreno-Duran con su novela Toque de Damas (1977), Rodrigo Sandoval con El álbum secreto del Sagrado Corazón (1978) y Alba Lucía Ángel con Misia Señora (1982): Los antecedentes para la narrativa postmoderna en Colombia (además de Borges y Cortázar) son las narrativas experimentales de Eutiquio Leal, Humberto Navarro y Germán Pinzón en los años sesenta. Aunque Cien años de soledad (1967) es fundamentalmente una novela que participa de la gran tradición de la novela moderna de este siglo, su llamada a la libertad imaginativa absoluta y su juego metaficticio fueron modelos importantes para los escritores postmodernos en Colombia. Y se puede afirmar que la novela postmoderna existe en Colombia a partir de 1968, fecha en la cual Alberto Duque López publica su homenaje a Rayuela y Morelli, Mateo el_flautista. (Raymond, 2008) Todas estas voces disímiles tienen como núcleo común una narrativa dispuesta explorar nuevos usos del lenguaje, estrategias narrativas no omniscientes y un uso del humor y la trasgresión cultural. Todo ello marcaba una ruptura con la generación narrativa anterior, la del 20 llamado Boom, que en Colombia, como en el resto de Latinoamérica, había alcanzado, apenas una década atrás, la cumbre de la literatura moderna con obras tan representativas y fundamentales como Cien años de soledad (1968) En la década de los ochenta aparece un buen número de narradores postmodernos entre los cuales podemos enumerar a Boris Salazar, Darío Jaramillo y el propio Marco Tulio Aguilera. Todos ellos se presentaban como nuevos autores pertenecientes a una tradición más cosmopolita que dejaba atrás los temas atávicos de nuestra novelística, como la violencia y lo terrígeno para abordar thrillers urbanos, historias policíacas y viajes oníricos en los que lo cotidiano y la cultura popular tienen una gran incidencia. Raymods Wiliams (2008) en su ensayo Postmodernidades Colombianas los describe de esta manera: Los postmodernos suelen ser transnacionales y cosmopolitas, como es el caso de varios de estos escritores. Moreno -Durán, lo mismo que Ángel, han adelantado la mayor parte de sus carreras literarias en Europa en contacto con el mundo intelectual y los desarrollos teóricos europeos, y al mismo tiempo, unidos a Colombia. De forma semejante, Duque López ha trabajado bajo influencias como Rayuela y el cine norteamericano. Aguilera Garramuño ha vivido durante más de una década en México y la escritura de Caicedo siempre lleva las huellas de la música rock y caribeña de los años sesenta. Además, está surgiendo una nueva generación de jóvenes escritores postmodernos como Philip Potdevin, Octavio Escobar Giraldo, Germán Silva Pabón y Hugo Chaparro, que operan a menudo con referentes culturales como el cine y la televisión colombianos y extranjeros, que aparecen en sus novelas a veces como parodia, a veces como pastiche. Desde el momento de su aparición, Mujeres Amadas, ha sido vinculada a esta reciente tradición, siendo considerada por muchos, una obra modelo de la narrativa de metaficción en Colombia, hasta tal punto que el mismo Jaime Alejandro Rodríguez la tuvo en cuenta para ejemplificar muchos de sus postulados en su obra aquí referida, Postmodernidades. 21 Autoconciencias y 1.3 Conclusiones metodológicas. En este primer capitulo hemos situado tanto el discurso de Barthes, como el contexto donde estilístico desarrollaremos nuestro análisis. El primero nos servirá de modelo de lectura, mientras que el segundo nos brinda unos límites teóricos a los cuales suscribirnos. Podemos decir en este punto, que nuestro trabajo se podría considerar una exploración del discurso amoroso presente en un relato metaficcional en la Colombia de finales del siglo XX. En esta mediada conceptos aquí planteados como autoconciencia, metaficción (Rodríguez) serán considerados igual de importantes a otros como Discurso y Sujeto amoroso, aportados por Barthes. En el siguiente capitulo se desarrollará entonces, la exploración aquí planteada. 22 Capítulo II: Figuras para componer el discurso amoroso. 2.1 Consideraciones Previas. La obra de Roland Barthes nos ha provisto hasta el momento de un modelo sólido para construir nuestro análisis sobre Mujeres Amadas, la obra de Marco Tulio Aguilera. En este segundo capítulo, nos ocuparemos de llevar a cabo dicho análisis, dejando a un lado la discusión sobre las características metanarrativas y postmodernas de la obra en cuestión, concentrando nuestra atención en un análisis estructural del discurso amoroso, antes que una crítica estilística de la novela. De la obra de Barthes tomaremos a modo de plantilla, la forma en que este presenta sus figuras, para construir a nuestro modo nuestras propias figuras que caracterizan la obra a analizar. De esta manera, en este estudio se proponen nueve figuras consideradas fundamentales para la construcción de este discurso amoroso en particular. Estas figuras no deben ser entendidas como una incorporación de las figuras Barthesianas a este estudio, pues si bien se inspiran en estas, pretenden ser novedosas en tanto están sujetas a un texto determinado. Las figuras aquí propuestas al igual que las desarrolladas por el semiólogo francés en Fragmentos de un discurso Amoroso, intentan responder a la pregunta: ¿De que hablan los enamorados cuando hablan de amor? En este estudio particular, las figuras de Barthes nos sirven de inspiración y guía, pues como ya se planteo largamente en el capitulo anterior, más que forzar un método a partir de la obra de Barthes, lo que se busca es rescatar la sistematicidad propia del discurso amoroso, es decir, la capacidad del amor para definirse a si mismo sin la intervención de otros discursos que lo interpreten a su conveniencia. Al igual que en las figuras de Barthes, las nuestras son síntesis de construcciones discursivas presentes en los personajes de la obra. Estas son exclamaciones, apuntes y citas que en determinado momento alguno de los enamorados dice y que aquí sirven como argumento de la figura en cuestión: La figura existe porque alguien la ha creado al decir algo. 23 Es en esa medida en que debe entenderse la vinculación de las figuras con la pregunta fundamental sobre la naturaleza del lenguaje cuando se habla del amor. Cada una de las figuras propuestas es por lo tanto, un micro tema recurrente, generalmente no explicito, que trasversaliza la historia y el discurso de Ramos e Irgla, los amantes presentes en Mujeres Amadas. La intención de seguir el modelo de la construcción de las figuras planteadas por Barthes solo es desatendida en un punto: el orden en que se desarrollan nuestras figuras no es dejado al azar como ocurre en Fragmentos de un discurso amoroso, sino que siguen un curso narrativo. Esto se debe a que éste es un discurso amoroso particular, es decir propio de una obra y carente de pretensiones arquetípicas, contrario al ejercicio realizado por el semiólogo francés, quien lejos de querer plantear una Historia de amor, hace evidente que sus figuras están por fuera de todo sintagma, fuera de todo relato, y mas que una narración componen una enciclopedia de la cultura afectiva (Barthes, 1993:15). Así, nuestras figuras para este análisis son: El Amador, La Batalla, La Virtud, Lo Perfecto, El Pecador y la Historia, Escribirte-escribirme, La Simultaneidad, La Imposibilidad, y finalmente, La vida - la literatura. 2.2 Las Figuras del discurso amoroso. I. “… Siento una terrible ostalgia.” El amador: Más allá de sus límites amorosos, el amante se transfigura, funda así un nuevo lenguaje y una nueva realidad: deja de ser amante, se convierte en amador. En Mujeres Amadas, tenemos un sujeto que ama y un objeto amado. Ramos2, joven escritor colombiano que realiza una Maestría en literatura dentro de la universidad estadounidense Stillwaker conoce a Irgla, estudiante Mexicana que realiza una especialización en el mismo lugar. Lo que comienza siendo una habitual conquista se transforma pronto en una verdadera love story. Para enamorar a la esquiva Irgla, Ramos le relata su vida amorosa antes de conocerla, es decir, se convierte en una Sherezada masculina que hace un recuento de sus 2 Cómo es posible que el lector desconozca la trama de la novela Mujeres Amadas, al final de los capitulo, en la sección de anexos, se adjunta una reseña argumental de la obra. (N. de A.) 24 Mujeres Amadas. Ramos es de esta manera, nuestro sujeto amoroso. A través de la novela somos testigos de la construcción de una relación que de simple conquista se transforma en un verdadero sentimiento amoroso: el amor se torna una fuerza transformadora, cuyo sujeto no es simplemente el amante, sino un Amador, es decir, un sujeto cuya realidad se define por el amor que siente. Más adelante veremos como el juego metatextual que propone la novela hace que confluya la vida con la literatura, pero por ahora tan solo señalaremos que dicha confluencia funda una amalgama en la que las fronteras entre los recuerdos tergiversados o falsos, las citas de libros leídos y las vivencias propias, son difusas, no con el fin de confundir al lector o al enamorado, sino para construir una nueva realidad en la cual el amor pueda ser posible: … los amantes al comenzar a amarse inician la creación de un universo inédito, quizás semejante a muchos otros miles de universos, pero no por ello no menos emocionante y esquizofrénico. (Aguilera, 1988:106) En su ensayo La llama Doble (1997), Octavio Paz afirma que la imaginación es un personaje y siempre activo en todo encuentro amoroso. Es por medio de esta imaginación fundadora que el hombre deja de ser espécimen destinado a la reproducción, y el acto sexual se transforma en rito erótico: “El erotismo es exclusivamente humano, es sexualidad socializada y transfigurada por la imaginación y la voluntad de los hombres.” La imaginación permite por lo tanto, el surgimiento de una nueva y esquizofrénica realidad, dentro del cual, los cambios no se limitan al amador y su percepción del mundo, sino que se hace necesario crear un lenguaje nuevo en el que se involucren entre otros, la ternura, la rabia e incluso, el sarcasmo, elementos corrientes dentro de la vivencia amorosa. Entre Ramos e Irgla, pronto aparecerá el Chumpulum, para designar el acto amatorio y Dedalus y Laberinto para designar las partes intimas de cada uno. Estos términos, junto con otras tales como ostalgia, Saúd, mostró espiritual, no pueden ser simplemente entendidos como elementos de un código privado entre dos amantes, pues no se limitan a denotar la cotidianidad que acontece entre cualquier pareja, sino que connotan una realidad especifica: su amor. Son pues palabras-discursos, sintéticas, íntimas e inexpresables fuera de su ámbito, que habitan y fundan esa realidad en la que es posible el amador: 25 Cada vez que pienso en Irgla y ella no está a mi lado me da una terrible ostalgia. Es sabido que la ostalgia se diferencia de la nostalgia, en que es más profunda y dolorosa. La ostalgia es una nostalgia que viene desde los huesos. Irgla es de ese tipo de mujeres —pero, ¡qué demonios digo!, si solo hay una que no pertenece a un tipo o a una especie, sino que se diferencia de todas por la absoluta imposibilidad de concebir la posibilidad de su existencia — que solo se podría evocar recurriendo a fragmentos de otros seres, a rasgos de la naturaleza, a gestos solo hallables en ciertos animales de feliz placidez. (Aguilera, 1988: 23) ¿Y que sucede con Irgla? ¿Acaso ella no ama también? Irgla es la razón de esta fundación y habitante imprescindible de ella. Pero no deja de ser el objeto amoroso, es decir, su rol dentro del discurso, es el de ser apreciada, no el de apreciar. Con el tiempo, y fruto de su incorporación en esta realidad, ella también comenzará a ser una Mujer Amada (es decir, mujer imaginada), entonces Ramos, el amador deberá preguntarse a quién tiene a su lado ¿A la verdadera Irgla? ¿A la construida para que se ajuste a esa nueva realidad? ¿O acaso ambas son una sola? Y de irse la verdadera ¿Sobreviviría dicha realidad tan solo con la Irgla imaginada? Todas estas preguntas son posibles porque para el amador, amar e imaginar son un mismo ejercicio, por eso sus relatos a veces son inexactos, lúdicos y más próximos a la ficción literaria que a la vida (¿y es que acaso no son en ultimas literatura?). Al final, puede que el objeto amado no termine a su lado, pues esta, como la mayoría de historias de amor tiende a la imposibilidad, pero el amador no habrá perdido con ello: su fundación permanecerá ahí, otorgándole una transformación y una libertad que antes no poseía. Tal vez dicha realidad fundada pierda su brillo y se torne artificial, se aleje irremediablemente de la vida concreta y caiga para siempre en el territorio de la ficción (literatura, memoria), pero permanecerá en el sentimiento amoroso del amador, como prueba irrefutable, casi ontológica, de su existencia: amo, luego existo. II. “… Pégale un puño en la nariz” La batalla: Intrigado por su resplandor, el amador se acerca por primera vez al ser amado: el desconocimiento y los prejuicios de uno y otro son murallas que hay que derribar. 26 Retrocedamos un poco, justo al momento en que Ramos e Irgla se conocen, de parte de él hay un gusto instantáneo, pero aun no hay amor, eso vendrá con el tiempo; de parte de ella hay rechazo compasivo atenuado por su estricto comportamiento social. Él la ve como una mujer bella pero mojigata e hipócrita, no puede entender su rechazo hacia los placeres del mundo y su sociabilidad se le antoja aparente, impuesta. Ella ve en él a otro de tantos, a un galán casanova lejano del virtuoso y elegante hombre con el que busca fundirse espiritualmente, lo halla en últimas, corriente, ordinario, incapaz de trascender. Ambos están incomunicados, prejuiciosos el uno del otro. Pero el deseo y la curiosidad existen y justifican la batalla. El ataca su impuesto moralismo, ella su rabiosa superficialidad: Lo que pasa –te decía- es que te falta sentido de la aventura, tienes alma de comerciante, eres una maldita abadesa que guarda su cuerpo como quien invierte a plazo fijo. Piénsalo bien, eso se pudre y se seca. -Lo que el tiempo pudre, lo reverdece la virtud.- respondiste. Ajá, pensé o debí pensar, es de las que todavía se atreven a pronunciar sin rubor las grandes palabras, una absolutista, una monárquica de las convicciones. (Aguilera, 1988:9) Entonces la batalla se torna violenta; para conquistarla Ramos tiene que raptarla de ella misma, de sus motivaciones, rituales y creencias. La lucha no es simple, se ataca justamente lo que se ama y se corre el riesgo que una vez se alcance la victoria, entre los despojos de la batalla no esté eso que atraía, que hacia adorable al sujeto amado. Leyendo a Barthes (1993:22) descubrimos que adorable es el argumento tautológico del amor: es adorable aquello que se adora. ¿Cómo entonces podemos ir contra aquello que es tan hermoso que es incluso inaprensible con el lenguaje? ¿Cómo domesticarlo sin el riesgo de dañarlo? El enamorado tiene pues que desacralizar para poder salir victorioso y aguantar el furor de su propia arremetida: imagina defectos (…Aquella noche, para consolarme, invente un lunar horrible sobre el párpado derecho), inventa calumnias (Te acuse de cursi, de taimada, de mojigata, de solterona precoz…) y llega incluso a la humillación física (más tarde te zampe una cachetada en pleno centro de Kansas City) en un inútil y falaz intento de demostrarle a su amada y a si mismo que no es él quien lleva las de perder en aquella batalla. 27 Como el buen lector de Ovidio que es, Ramos sabe que para conquistar, tiene que transfigurarse en cazador. Nunca la metáfora de la conquista-caza resulta tan clara como cuando se está enamorado. Fuera del amor, esta metáfora llega incluso a parecer grosera, pero para quien ama, la conquista se reviste de sangre, traición, fuerza y sobre todo, naturaleza en movimiento, voluptuosa y cruel. Es un rito en el que atrapar no es sinónimo de destruir, así destruir sea el método. Ramos aprende esto aun antes de conocer a Irgla, a través de la figura de MU, una de sus anteriores Mujeres Amadas, y lo entendió precisamente, a través de un verso de Ovidio: El cazador ha de conocer los parajes donde ha de tender los lazos del ciervo, y sabe en que cueva tiene su madriguera el jabalí; así como el pajarero, los árboles en que se posan las aves y el echador de redes, las aguas donde abundan los peces. (Ovidio, El arte de Amar, libro III) Así pues, este es el único momento donde al hablar de amor, el enamorado lo hace con brutalidad: mezcla de deseo y orgullo fascinación y temor, la mujer amada tiene que ser derrotada para ser conquistada y de nuevo, nadie mejor que Ovidio para expresarlo: Si no recibe tu billete y lo devuelve sin leerlo, confía en que lo leerá más adelante y permanece firme en tu propósito. Con el tiempo los toros rebeldes acaban por someterse al yugo, con el tiempo el potro fogoso aprende a soportar el freno que reprime su ardor. (Ovidio, Libro I) Al final, la fiera indomable y virtuosa que es Irgla, cederá a los reclamos románticos de Ramos, pero esto no ocurrirá gracias a los intentos de este por socavar las bases moralistas de ella, sino por un voluntario reconocimiento el uno del otro. La batalla de todas maneras, no habrá sido en vano: el amador aprende que para amar es necesario el ataque, el acecho e incluso la caza, en una confrontación en la que cada uno se hace consciente del patetismo que conlleva todo aquello que lo define, y que le permita ver en el otro, al complemento que remedie la imperfección a la que ha quedado expuesto. En el ataque al ser amado se da el primer encuentro: tu dolor es mi dolor. 28 III. “…Antes morir que pecar” La Virtud: Rodeada de dones y como si fuese la última doncella, la Amada lleva como estandarte la virtud. Ante ella, el amador parece espiritualmente pobre. ¿Y qué tiene Irgla para que todos la amen, para que el resto de mujeres la tomen como modelo y para que Ramos se convirtiera en un amador profundo y entregado? Católica y tradicional, Irgla practica con quienes la rodean una especie de misericordia social: aconseja a los perdidos, cuida de los desvalidos, da motivos a los desesperanzados y como no, enamora a quienes ha dicho juego se atreven a practicar. Bella y misteriosa, Irgla no solo atrae a Ramos sino a toda una corte de seguidores y pretendientes a quienes una palabra, una salida a cine o la promesa de una conversación bastan para inculcar la más profunda alegría en el corazón. La razón de esto se halla, en que Irgla no solo es aquello que se podría esperar de una mujer atractiva, sino que además de todo es virtuosa. Virtuosa como una doncella de leyenda, criatura mística y espiritual, etérea pero cercana, lejana pero posible (el discurso amoroso no teme contradecirse, sabe que su lenguaje es muchas veces insuficiente, por lo que en ocasiones recurre a un cierto barroquismo acaparador). Y es exactamente aquel virtuosismo lo que permite que Ramos insista en ella, no como un objeto más de conquista, sino como un objetivo ante el cual hay que batallar. Antes morir que pecar, dice la asediada y aquello no solo la define como una criatura deseable, sino además prohibida, de la cual no nos es posible siquiera conocer su pasado y a la que es necesario agradecer los favores dados, como si fuesen los más grandes dones: Le pedí que me relatara pasajes de su vida. -No-dijo-de mi no sabrás nada. -es injusto. -Falso. La diferencia entre tu y yo es que yo no tengo memoria. A mi no me afecta el pasado. Ni sufro ni me envanezco en el. (Aguilera, 1988:150) La intemporalidad parece ser pues, un don de la virtud: ni siquiera la memoria perturba la castidad de la doncella que ante los ojos del amador se engrandece, al tiempo que él se vuelve pequeño e indigno de su favor. La amada parece tornarse arquetípica y él, simple mortal que ataviado de lo que parece ser cierto heroísmo mítico, se lanza a la conquista de lo 29 que ha sido bendecido por la divinidad. No es posible sin embargo, caer en falsas impresiones, el amador, por su naturaleza misma es incapaz de percibir que detrás de todo aquel virtuosismo, también puede esconderse una máscara, una sombra socialmente útil: tarde que temprano, el amador descubrirá que no es solo la virtud la que puede esconderse tras el misterio, sino que también es posible el caso contrario, que detrás de la virtud se halle lo oscuro, lo feo y lo cotidiano. Pero por ahora él solo ve la conquista de aquella divinidad por su paciencia de enamorado y celebra su victoria, victoria que en últimas, no es sobre la virtud (lo cual resultaría fatal para cualquier historia de amor) sino, sobre los esquemas sociales que esta representa. Así se lo hace entender la astuta Irgla, tras haberse entregado al esperado chumpulum: -¿Entonces crees que he pecado?- (…) Frente a la abatida inquietud de su silencio que pudo prolongarse diez minutos, organice en mi mente sus pensamientos: el umbral del pecado había retrocedido y hallado su justo lugar en el sitio donde se iniciaba el displacer; ya no era una convención social sino una compleja sensación –por llamarla de alguna forma- que estaba vinculada exclusivamente con la intimidad. Lo sagrado ya no pertenecía a un ritual exterior a Irgla, sino precisamente a una serie de ceremonias que inauguraba, al inventarlas, a mi lado cada vez que nos desvinculábamos del mundo. (Aguilera, 1988: 101) Irgla no solo no ha pecado, sino que con su acto ha transmitido un poco de su virtud a Ramos. A partir del encuentro entre estos dos seres, el amador se tornará más espiritual y comprenderá, como solo comprende quien ha visto su propio amor reflejado en los ojos de su amada, que al comenzar a amar, toda burla, toda ironía, son formas de traición. Así, la virtud, que nunca dependió de una pretendida virginidad, se mantiene incólume y dispuesta a servir de telón de fondo de la relación de los ahora amantes, por que la fuerza de la realidad inaugurada por ellos es tal que afecta de manera retroactiva la realidad social ignorando tajantemente cualquier prejuicio que fuera en contra de ellos. Ramos e Irgla, divinizados el uno al otro a causa del amor comprenden que amar es justamente, aprender a mover juntos los límites del pecado y la virtud. 30 IV. “…Si le faltase un diente, la habrían violado sin vacilaciones.” La perfección: Ojos bellos tiene el amador, a través de ellos la amada doma las pasiones que le acechan. La virtud no es sin embargo la única prenda que adorna a Irgla. En cierta forma, el virtuosismo que le engalana, es síntoma de aquel afán de perfección que le caracteriza. Habría que hacer un alto en este punto y confesar que, como solo conocemos a Irgla a través de la voz (el discurso) de su enamorado, es posible que toda aquella perfección espiritual y física (que para Ramos es una sola e inseparable perfección) sean simplemente fantasmas causados por el sentimiento amoroso en la imaginación del amador. El mismo Ramos nos confiesa que ni en Irgla, ni en ninguna de sus anteriores amantes, podría admitir imperfección alguna. El amador ve, o cree que ve (el límite entre uno y otro se torna ambiguo), en su amada de turno una coherencia interna que las embellece como especies: cada una es perfecta en su forma de ser y así, mientras MU es perfecta dentro de su belleza, la Ballenita Caliente lo es dentro de su sencillez y fealdad. Irgla, por su parte, es perfecta en su virtud: En China se considera a las mamadoras como verdaderas artistas, tan apreciadas como los músicos, y se les sometía a una serie de extensos y difíciles estudios al final de los cuales se les otorgaba el titulo de Celestes Flautistas del Emperador. Tengo Alma de chino. Ni pensar que Irgla llegue a semejantes extremos de sabiduría. Ahora entiendo por que los ángeles no tienen sexo. (Aguilera, 1988:92) Dentro de la batalla, la aparente perfección es lo primero que ha de atacarse e inevitable, o felizmente para el amador, esta será la primera derrota que ha de sufrir: ¿Podrías ponerte en pie y caminar? –pedí. -Soy paralítica- dijiste y con ello clausuraste el asunto. La verdad es que estaba buscando el defecto. Aquella noche, para consolarme, invente un lunar horrible sobre el párpado derecho. Traté entre sueños de discernir si era parte del maquillaje o un imperdonable 31 error de quienes te fabricaron. Y es que, aunque no lo he dicho, las mujeres imperfectas no me interesan. Tienen que estar bien acabadas hasta en el más mínimo detalle (Aguilera, 1988:14) Virtud y perfección parecen ser entonces piezas de un mismo esquema, manifestación una de la otra y por lo tanto elementos convergentes. La perfección sin embargo, es una característica que no admite transformación una vez la cortejada pasa a ser la amada, pues al contrario de lo que acontece con la virtud, la perfección es un punto máximo en si mismo: cualquier novedad solo puede ir en detrimento de la amada. Ramos así lo sabe y por esto dice de Irgla que en ella la perfección, es su mayor defecto, pues excluye toda posibilidad de cambio (Aguilera, 1988:147). La virtud puede correr sus límites para darle paso al amor, la perfección solo puede permanecer ahí, impávida, erosionándose cada vez que haya menos imaginación y más cotidianidad. Este triste dictamen, sentencia al amor a una irremediable fatalidad. Al materializarse el sentimiento amoroso en una relación, los amantes crean una tensión, invisible para ellos, entre su realidad amorosa fundada y la realidad social e histórica que los rodea, en la cual los prejuicios, las diferencias y las historias (que las hay, así la virtud pretenda esconderlas), permanecen al acecho. La perfección, bella imaginación del amador, piedra angular de la fundación, es paradójicamente, la primera burla, la primera traición. V. “…La virtud carece de historia, solo el pecado la tiene” El Pecador y la historia: Todo amador es un amante converso. Dentro de su naturaleza, como dones herejes, esta la memoria, el pasado y el pecado. A lado de Irgla, el joven y talentoso escritor Ramos parece una bestia inculta, Un ser necesitado de la revelación divina que le enseñe de una buena vez los límites entre el deseo de copula y el amor verdadero, que es espiritual y fruto de la entrega sincera. Pero esta imagen no es más que un fantasma producido durante esa batalla que es enamorar. Ramos podrá no tener el decoro que se supone debe adornar a un pretendiente de Irgla, y mucho menos la elegancia y los millones que pareciera son igualmente indispensables, pero esto no lo hace un pecador. 32 De la misma forma en que Irgla no es una santa, Ramos, no es un pecador, sino un hereje: él busca igualmente algo divino, solo que lo hace del lado en que la amada considera incorrecto ¿De dónde entonces esta injusta acusación que atraviesa toda la relación y que el mismo Ramos parece dispuesto a aceptar? Si la virtud pretende ampararse en una negación del pasado y la memoria, asumiendo que su pureza no es perturbada ni siquiera por el flujo del tiempo, la existencia de un pasado (y en este caso, un pasado amoroso) es en si misma, una mancha que evidencia un desperfecto espiritual en el enamorado, por lo cual este solo puede ser un pecador: -La virtud- ¡de nuevo!- carece de historia, sólo el pecado la tiene. La frasecita tenía lo suyo. Tuvo, por lo menos, justificación a lo largo de nuestra relación. Nunca llegue a saber de tus labios ni una sola escena coherente de tu pasado. -Por lo tanto –agregaste-, supongo que tienes mucho que contarme, ya que presumes de pecador empedernido (Aguilera, 1988:25) Existe una lucha entre la sosa espiritualidad amorosa de Irgla contra la Voluptuosidad amatoria de Ramos. El Curriculum genital de Ramos pareciera demasiado extenso, y definitivamente contraproducente, si la misión es conquistar a una señorita con ínfulas de santa, pero es exactamente aquel conjunto de experiencias pasadas las que lo convierten en un individuo apto para amar: él, como ninguno otro en la vida de Irgla, ha experimentado las diferentes formas que puede tomar el amor, y aunque esto indudablemente lo condena ante los ojos de la amada, también lo salva, pues no hay terreno más fértil para que surja el amor que el pecado previo. El amador, que en últimas es el mismo sujeto amoroso, no es una negación del amante, sino una prolongación de aquella identidad, llevada hasta su punto más intenso y consciente de su quehacer amatorio. En él, cuerpo y espíritu se funden en una sola entrega que no da lugar las mezquindades o la inmediatez de su anterior condición. Desde su nueva naturaleza, Ramos ve su pasado, no como lo haría un juez, sino a la manera de un aprendiz: con ternura y agradecimiento, cada una de sus mujeres amadas, le enseñó algo sobre el cuerpo, el deseo y esa empresa trágica a la que llamamos amor. Aun más: Ramos no solo contempla sus anteriores actos con agradecimiento sino con cierto exotismo de espectador, los encuentra mágicos y estéticos, así en la realidad hallan sido 33 corrientes y escuetos; si la memoria de esos actos ante Irgla es condenada, ante el amador, estos se tornan verdaderas obras de arte para las cuales se hace imperativo fundar un organismo dispuesto a evidenciar la naturaleza, una Sociedad de apreciadores de coitos dificultosos, en alusión a la Sociedad imaginada por DeQuince dispuesta a valorar y defender el carácter artístico del asesinato. Y entonces, Si es posible enaltecer hasta niveles estéticos un crimen como lo es el homicidio ¿por qué juzgar tan duramente los actos dulces que a la larga nos hacen humanos? Tarde o temprano Irgla pasará a ser una mujer amada, sus cuerpos se encontraran, vivirán felices un tiempo y luego sus propias realidades los separaran, como si de un guión de telenovela se tratase. Tal vez Irgla se haya convertido en la amada por definición, pero será, como muchas otras, habitante de la memoria, y por qué no, a la vista de una nueva enamorada, habitante del pecado. Es imposible romper este esquema del cual poco a poco los enamorados irán dándose cuenta. Una escena casi que al final de la novela así nos lo recuerda: -¿Cómo esta la corte de Penélope? –pregunté. -Tan nutrida como siempre –dijiste- y sin esperanza de que Odiseo regrese (Aguilera, 1988:208) La amada ya no pertenece a ese eterno presente que es el amor, ha entrado al orden mítico, es ya parte de la memoria. VI. “…Voy a escribirte, capítulo por capítulo, mi vida.” Escribirte-escribirme: Para enamorar, el amador desnuda su historia, sus debilidades y pecados, asombrado descubre que quien maravillado lo observa, no es su amada, es él mismo. Cuando leemos Mujeres Amadas, notamos de inmediato que la identidad del narrador y el narratario, no siempre son claras ¿Quién escribe la obra? ¿A quien la dirige? La mayoría de veces es Ramos quien toma la palabra para contarle su vida a Irgla. Otras veces, es al escucha clásico que configuramos los lectores a quienes se dirige Ramos. Finalmente, hay 34 pasajes en que un narrador omnisciente asume el relato y nos cuenta de la vida y los amores de Ramos. El salto entre una y otra forma, es en ocasiones abrupto: en un párrafo comenzamos leyendo a Ramos y terminamos leyéndolo: Ramos parece no decidirse entre conservar su papel o convertirse en un personaje más. Puede decirse que toda aquella confusión entre narradores y narratarios, es en últimas la confusión que produce en Ramos descubrir que al repasar su vida, quien más aprende de esta, no es Irgla, a quien finalmente se dirige, sino él mismo. Rememorar sus pecados es de alguna manera volver a vivirlos, solo que de una nueva y enriquecida manera ¿Pero cómo ocurre exactamente este proceso de rememoración? Ocurre de la mano de una de las maneras más efectivas que existen para enamorara alguien: convirtiendo su propia vida en historia y ofreciéndola al ser amado como tributo. Ramos busca demostrarle a Irgla que la manera en que ella exige ser amada no es la única posible y busca a través de sus relatos convencerla de ello. Si lo logra, no es porque Irgla decide convertirse en una Helena o en una Margarita más de las que pueblan los relatos de Ramos, sino por que este acto en si, es avasallador y bello: Como si fuera un Sherezada masculino, Ramos se muestra en todo el esplendor de su imperfección de pecador y al tiempo confirma una entrega verdadera. Aun así, sus relatos no escapan de su naturaleza de fabulador y Ramos es consciente de que lo importante es el cambio, el dramatismo que implica confesar su anterior ser para asumir el nuevo, no duda en ficcionar sobre sus pasos, imaginar (y hacer que ella lo imagine) más atrevido, más galante y por que no, más pecador de lo que verdaderamente fue: … Que sean coherentes sus postulados con las narraciones de hechos memorables, le tiene sin cuidado, Lo fundamental no es la verdad o la verificabilidad de sus experimentos, sino el carácter estético de ellos. (Aguilera, 1988:67) Toda la aventura amorosa de Ramos e Irgla, no seria una más de todas las Loves Stories que pueden acontecer entre dos estudiantes, sino fuera por la forma que asume la entrega de Ramos. Al escribirse, Ramos deja en segundo plano todo lo trivial y corriente que en su historia pueda haber (y que de hecho hay) y se convierte en un ser de ficción: su amor se torna literario y justamente, la literatura será un elemento común en su nuevo lenguaje, en su nueva realidad y hasta en sus discusiones: 35 -Me cago en el pasado y en todos los precursores –responderá Ramos. Lo importante no es si mis hechos han sido ya vividos, descritos o prefijados por alguien, sino si para mi y para ti tienen sentido, nos permiten comprendernos, acercarnos, ser otros para ser los mismos. -Klossoski –musitó Irgla. (Aguilera, 1988:113) En su narración, Ramos le ira presentando una a una a Irgla, todas aquellas mujeres que en alguna ocasión fueron amadas por él. Sin excepción ella las encontrará defectuosas, feas o tontas. En el mejor de los casos, y si ninguno de los tres defectos podría ser achacado, Irgla las acusará de imaginarias. Los veredictos de tan inusual juez poco importan. La memoria de las mujeres amadas habrá llevado a cabo su objetivo de ser un medio para comprenderse uno al otro a través de sus diferencias. Irgla, ya enamorada de Ramos terminará por asumir como parte de su amado todas aquellas sombras del pasado. Ramos por su parte, habrá descubierto la verdadera naturaleza del amor sin tener que sacrificar el recuerdo de su propia naturaleza. Al final de su búsqueda, cuando todo parece maravilloso y solo queda por darse el derrumbe, Ramos confesara que él como todos los enamorados, recordó para olvidar: Yo sabía que Irgla guardaría minuciosamente mis palabras en su memoria. Que yo olvidaría cuanto ella sabía de mí. Que llegaría el día en que tendría que preguntarle pasajes de mi vida que ella repetiría incluso con idénticas palabras, mordazmente, de la misma forma en que había memorizado sin falta, las aventuras amorosas que la había escrito o contado, y que en el futuro ella podría enunciar mis propios pensamientos cada vez que pasáramos al lado de una mujer, que contempláramos un paisaje o viéramos una película. (Aguilera, 1988:149) El acto de amor definitivo será pues, confundir al narrador con el escucha, ceder la memoria propia al otro y dejarse ir por el mundo, amnésico de si mismo, esperando reconocerse en el amor. 36 VII. “…Me descubrí riendo a tu lado” La simultaneidad: En el clímax del encuentro, el amador se funde con su amada: el destino es uno solo para ambos. El relato que nos hace Ramos de la noche en la cual Irgla y él se aman por primera vez, es sumamente ideal: las palabras son dichas en su justa medida de espacio, tiempo y entonación, los planes y las estrategias se cumplen como si obedecieran a un orden predestinado, los cuerpos se mueven, se desnudan y encuentran en el momento preciso, ni un minuto antes, ni un instante después. Esto sólo puede ser posible a que este es un relato imaginado: No es que nada de ello hubiese pasado, es que las circunstancias y los detalles han sido trastocados para hacer evidente la magnitud del evento que finalmente sí ocurrió. De todo lo relatado, solo nos queda la certeza de un pasaje, que por suceder al final (y por su importancia para el desarrollo de la historia) es muy probable que no halla sido imaginado: la risa de Irgla tras la entrega, una risa que Ramos nos describe de la siguiente manera: Irgla emite una pequeña carcajada. La entiendo, la quiero entender, como una forma de alivio, como una manifestación de júbilo. Sé que quiere decir algo pero noto que todo su cuerpo se opone, se revela contra una explicación. Sigue riéndose. Ríe dolorosamente a pesar suyo. Lagrimas corren por las mejillas. Sus puños están apretados, encerrados en si mismos, ajenos a mí. Entierra su rostro en mi hombro y continúa riéndose. No hay nada que yo pueda hacer, excepto esperar (Aguilera, 1988:98) Ramos intentará encontrar pronto la naturaleza de aquella risa. Imaginará erróneamente que se trata de una manera de prolongar el misterio, una vez que el misterio principal ha sido esclarecido, imaginará también que se trata de una forma de liberación de su mascara social en tanto que Irgla nunca reiría de esa manera ante los demás. Pasará mucho tiempo para que aquella risa nerviosa que acompaña cada orgasmo, tenga un sentido claro, por lo pronto a Ramos solo le queda continuar esperando, o asumir una actitud más comprometida: una actitud de compañía: Pronto me vi acechando con sigilo y ansia los primeros estremecimientos 37 que anunciaban tu risa. Aprendí a escuchar los presagiosos ecos apagados en el distante fondo del túnel (...) Cuando me descubrí riendo a tu lado no hubo sorpresas. Ni de parte tuya ni de parte mía. La risa es una especie de perfume, de efluvio, sin el cual no estábamos completos (Aguilera, 1988:100) A partir de ese momento se inaugura una simultaneidad de sensaciones entre los amantes: todo lo acontecido en uno, ocurre en el otro y ya no es posible el prejuicio: Ramos se bendice en el amor puro de Irgla y ella peca noche tras noche con su bestia incivilizada. Ambos son felices. El amador ya no se limita a si mismo sino que se amplía y confunde con el otro. Ambos hablan una misma lengua al unísono: por primera vez, y por algún tiempo, podremos hablar de sujetos amorosos en plural. VIII. “… eso no es amor, es apenas su parte más animal, su porción más miserable” La imposibilidad: llega el momento fatal, la ilusión se rompe y el amador se enfrenta al sentido trágico de su deseo. La naturaleza del amor parece conllevar un destino trágico: el encuentro es solo un aplazamiento de lo inevitable, del adiós que se comenzó a tejer en el mismo instante de la seducción inicial. El amor eterno, el “vivieron felices por siempre” y la predestinación de almas, parecen ser promesas impensables en esta época de historias fragmentarias, narradores polifónicos y novelas metatextuales. Ramos e Irgla son un amor contemporáneo ¿Qué hace tan difícil la posibilidad del amor caballeresco, en estos días? ¿Por qué es cada vez más ridícula la promesa de amarse hasta que la muerte los separe? Tal vez la carrera desenfrenada por convertir la propia existencia en un proyecto exitoso e individual, nos haga sujetos poco aptos para los proyectos compartidos como es el amor Entre Irgla y Ramos, las primeras señales de imposibilidad surgen justamente en aquello que fundamenta la realidad amorosa, es decir, en el lenguaje. Amor y erotismo, que al decir de Octavio Paz, son la Llama doble del fuego sexual, dejan de ser sinónimos, y al nombrarlos de formas diferentes, los amantes socavan entre ellos un abismo. Lo incomunicable, que antes podía ser considerada una forma más del lenguaje amoroso (No puedo expresar cuanto te 38 amo), pierde esta condición para adentrarse en el terreno de una nueva batalla, menos dulce que la anterior: la batalla de la incomprensión. Que dos palabras no signifiquen lo mismo entre aquellos que se aman resulta preocupante si aquello que no comparten es precisamente la definición de amor: -¿Y qué es el amor, dime tú, amor, sino ese abandono de la conciencia, ese retorno a la bestia mimosa que todos llevamos dentro, al animal de contacto que desearía toda la vida estar refocilándose, durmiendo, lamiendo, basando sin ocuparse ni un ardite ni un cacahuate ni un cohombro de lo que suceda con el resto del mundo? -Error. Eso no es el amor. Es apenas la parte más animal, su porción más miserable. -La más pura. -La más puta —dijo frunciéndose al pronunciar la palabreja (Aguilera, 1988:116) Luego, lentamente, como si se tratara de un fantasma que siempre estuvo ahí, los amantes se van dando cuenta de que la realidad por ellos fundada, no puede soportar más el peso de la realidad exterior, que arremete con toda la fuerza de su trivialidad y esa odiosa cotidianidad, escueta y simple que llama a cada cosa por su nombre y en la que el lenguaje ya no es ni sintético, ni barroco, sino simplemente referencial: Esos son tus defectos Irgla, aquellos los tuyos Ramos: El resto de la historia es deplorable y vulgar. Irgla enfermó. No de pena ni de tuberculosis, sino a causa de los excesos: De trabajo, de dietas, de ejercicios, de insomnios; tal vez las murmuraciones contribuyeron, el asedio de algunos pertinaces magnates, la indecisión, las presiones familiares, el pago de los plazos del coche y de un terreno en la Colonia del Valle, la incapacidad de Ramos para alcanzar una situación propicia al matrimonio. Una mañana Irgla llegó con su auto cargado de cosas a la casa del barrio Obrero. “Vengo a quedarme” dijo. Y comenzó a ordenar, a planear, a disponer, a quejarse. Al anochecer ya había regresado a la casa de sus 39 padres. Ramos de emborrachó en El Borrado en compañía de una deliciosa prostituta manca. No quiso usarla. Le puso en su única mano la mitad de su quincena y Salió a caminar. Deambuló maldiciendo a Irgla hasta el amanecer. Regresó a casa y se durmió abrazado a su perro. Su primer pensamiento al amanecer: “Hoy me largo a la chingada” (Aguilera, 1988:204) Irgla enferma de excesos: la muerte romántica por tuberculosis ni siquiera es una posibilidad, nada tiene que hacer aquí pues su trabajo como separadora de amantes ya lo realiza de una manera más efectiva la vida misma, que determina, que si se quiere soñar, no se debe amar. Pero en este caso los sueños resultantes son ambiciosos y egoístas: Ramos convertido en un escritor reconocido y cómodo, Irgla desempeñando el papel que se la había asignado en un mundo anterior al amador, ambos cumpliendo su destino, ambos imposibilitados de la venganza que seria negarlo y al final cada uno reprochándole al otro la separación (A mí siempre me pareció tan simple el asunto del amor. Cuestión de desnudarse. Nada más. A ti no. El secreto te era indispensable, el aplazamiento, la invención de obstáculos). En tiempos egoístas y mezquinos ¿Qué ha de ser de todos aquellos mundos por los amantes fundados? ¿A dónde irán a parar, quién los podrá nombrar? IX. “…Sólo me quedas como lo que quizá siempre fuiste: Literatura. " La vida, la literatura: Separado de su razón de ser, el amador descubre que su realidad no se desploma: se vuelve leyenda, narración, memoria. La amada, ahora escrita y recordada, se torna irremediablemente perfecta. Desde el comienzo de su relación Ramos acostumbra a citar como propios, argumentos de distintos escritores como respaldo a sus deseos amorosos. Nada menos extraño: siempre los enamorados han visto en los poetas sus más fieles intérpretes y mensajeros. Amor y literatura han tenido desde el principio de los tiempos una relación de mutua alimentación hasta el punto en que la definición más inocente de literatura, es la de lenguaje enamorado: imposible imaginar una buena historia sin un romance, imposible un verso sin el sentimiento primordial. Octavio Paz, en su ya citado ensayo, describe la relación entre erotismo y poesía, justamente de esta manera: La primera es una metáfora de la seguridad, la segunda es una erotización 40 del lenguaje. Literatura y amor, Eros y poesía, son en últimas los binomios que permiten trascender las practicas utilitaristas de la sexualidad y el lenguaje, permitiendo que, el amante al existir sea algo más que un animal, y al hablar, haga algo más que comunicar. En el caso de Irgla y Ramos, tal relación es más que evidente, pues no en vano Ramos es escritor, por lo que lo literario va más allá del simple acompañamiento de lo amoroso: la literatura atraviesa todo el sentimiento, permite que los juegos entre los enamorados surjan y que la transformación de Ramos en sujeto amoroso transite por los caminos de la narración. Este amor es pues, un amor literario: la tan mentada realidad fundada por los amantes, con su lenguaje a veces sintético, barroco y provisto de innumerables adjetivos en otras ocasiones, las amadas que más que idealizadas pareciera ser ficcionalizadas y los enamorados que se purifican en el amor, solo pueden ser entendidos desde la literatura. Esta idea sin embargo, no es un argumento más de la imposibilidad amorosa, sino por el contrario, es una declaración de que la literatura es un atributo del amor, no porque este pertenezca al vaporoso reino de las fábulas, sino porque es a través de lo literario que se asume la realidad del sentimiento, se olvida lo que resulta ingrato para el amor y se valoran los personajes, las escenas y las situaciones. En un momento de su relación, Ramos dice: Ese asunto de la literatura llega a aburrirlo a uno, lo ayuda a sobrellevar ciertos instantes, pero luego se torna en una especie de culpa; es más divertido vivir que inventar; la invención es apenas un sustituto para cuando la vida se vuelve insulsa. (Aguilera, 1988:108) Evidentemente lo que hace Ramos es enfrentar la vida con la literatura, pero ¿es real en él esta oposición? ¿Puede existir para este enamorado la una sin la otra? ¿Acaso su forma de transitar por el mundo, de amar, no es un continuo inventar? Para el enamorado, la realidad escueta no vasta, resulta demasiado seca y descolorida. Solo ante la presencia del amorliteratura las cosas tienen brillo, las aventuras parecen ser dignas de ser contadas, las mujeres superan su imperfección terrenal y se vuelven aptas para ser amadas. El efecto producido por la literatura en el sentimiento amoroso no es la idealización, sino por el contrario, la conscientización de que el otro, lo otro, esta ahí fuera de nosotros en espera de 41 que nos percatemos de su real magnitud y profundidad. Amar es leer la letra menuda que hay en el otro y eso es precisamente lo que Ramos hace con Irgla y con el resto de sus mujeres amadas, y solo en esa medida ellas dejan de ser meros recuerdos, para convertirse en memorias vivas y voluptuosas. Como todas las figuras que componen este discurso amorosos, lo literario también será subvalorado una vez que la relación decaiga: lo antes poético se mostrará artificial, los códigos íntimos se perturbarán con inesperados y groseros significados, lo antes inaprensible, hallará reposo en el lenguaje trivial y cotidiano: Miraste mis libros publicados. -Quizás tengas salvación –dijiste. -Goethe. -¿Cuándo dejarás de vivir de tus lecturas? Y, sin embargo, pediste que te leyera fragmentos de lo que había escrito recientemente. Te buscaste en cada palabra, en cada personaje, en cada situación. Pero a todos los hallaste demasiado sórdidos, de una oscuridad muy diferente a la que suponías debía provocar tu recuerdo, tú figura numinosa. -Cometí el error de dejar que me poseyeras. -Ahora estás jugando a ser Beatriz. -Una palabra más de literatura y me voy. (Aguilera, 1988:210) El resentimiento presente en aquellos que se amaron, sepulta el amor que cada uno de ellos decía sentir por el otro. Es la irremediable derrota del mundo real sobre la realidad del amador, quien al ver contaminada su creación, no tiene más que dar vuelta de página sobre la historia y aceptar que todo entre él y su objeto amoroso ha terminado. Aun así, la fuerza literaria impresa sobre un amor continúa viva aun después de la extinción de este. Puesto que la materia de la literatura es la memoria, nada mejor para el florecimiento de esta, que el fin del amor. La que alguna vez fue la mujer que se amó, ahora es una Mujer Amada, especie de personaje de ficción que cada vez que es rememorada (leída) vuelve para revivir aquella realidad que alguna vez habito: 42 Desde entonces no la he vuelto a ver sino diluida entre los pálidos velos del sueño. Ahora sólo me queda como lo que quizá siempre fue: Literatura. (Aguilera, 1988:213) Ramos siempre fue un narrador de historias. Su historia de Amor con Irgla, más que el relato de ambos, es el recuento de todos los amores que alguna vez tuvo. Como Amador, busco en el cuerpo y la virtud de Irgla la perfección que solo encontró una vez esta se torno personaje literario y pasó a habitar en el pasado, precisamente en el terreno que siempre acusó de pecaminoso, es decir, la memoria. Por estructura y finalidad resulta impropio pedirle a una love story moraleja alguna. Sabemos que al contar la suya, Ramos no intenta decirnos nada salvo que existió una mujer a la que amó y que terminó por marcharse. Pero quizás esta historia si nos enseñe algo simple pero trascendental en estos tiempos de amores sórdidos y rápidos: cuando el amador habla, inevitablemente hace literatura. 2.3 Consideraciones finales a las Figuras de Mujeres Amadas. Las nueve figuras aquí presentadas conforman lo que llamamos el Discurso amoroso en la novela Mujeres Amadas. Como conjunto pretenden responder la pregunta sobre aquello de lo que habla el sujeto amoroso cuando habla sobre su amor. Estas figuras nos ayudan a comprender y construir un panorama particular de nuestro objeto de estudio, enriqueciendo nuestra comprensión sobre el trato que se le da al tema del amor en una novela eróticoromántica perteneciente a la narrativa postmoderna en Colombia. Como una conclusión adelantada respecto a este estudio estructural, podemos señalar que las Figuras evidencian una correlación entre el manejo que se le da al tema de lo amoroso en la novela y su propuesta estilística, pues al vincular lo sentimental con lo literario dentro de una obra y el inusitado protagonismo que cobra el lenguaje para definir a los actores de este amor, se hacen notorios fenómenos pertenecientes a la estilística metanarrativa de la que nos ocuparemos en el siguiente capítulo. 43 Capítulo III: El discurso amoroso de Mujeres Amadas en la novela colombiana. En el anterior capitulo se ha visto la manera en que se formula el discurso amoroso de la obra que nos ocupa a partir de los elementos discursivos puestos en boca de sus personajes. Este Discurso amoroso remite directamente a novela por lo cual no es posible realizar generalización alguna a partir de ella. Este no es, ni pretende ser el discurso amoroso de la novela postmoderna colombiana, es simplemente el resultado de un estudio estructural de caso, útil como herramienta critica para abordar el análisis de la obra, pero insuficiente por si solo para entender el fenómeno de lo amoroso en la literatura colombiana de los últimos años. Es sin embargo, un buen punto de inicio para abordar dicha cuestión, tratando de entender cual es la particularidad de este discurso frente a la rica tradición de discursos amorosos que tiene nuestra literatura nacional. El problema aquí, es de qué manera el discurso amoroso presente en Mujeres Amadas dialoga con otros discursos de otros amantes canónicos de nuestra literatura nacional. Si lo que se busca es efectuar una comparación de diferentes discursos aparecidos en distintos momentos de una misma tradición, lo primero debe de hacerse es situar la obra que nos interesa, es decir la novela de Marco Tulio Aguilera, dentro de la tradición literaria colombiana. Al respecto, tal y como se planteo al final del primer capítulo, algunos autores críticos de los últimos tiempos, como Álvaro Pineda Botero, Alejandro Rodríguez y Raymond Williams han situado a este autor y a su obra dentro de la denominada narratividad postmoderna Colombiana. Ya se ha considerado lo que implica el concepto de postmodernidad en la literatura y cómo esta surgió a mediados de los años setenta en nuestro panorama local a través de autores de la talla de R.H. Moreno Duran, Alba Lucía Ángel y Fernando Cruz Kronfly. Recordemos por el momento tan solo una de las características más importantes de esta tendencia la cual es, la metaficción, la cual se entiende como la apuesta por alcanzar nuevos horizontes expresivos a través del acto reflexivo y consiente de la labor literaria, una labor que así presentada, diluye las fronteras entre lo ficticio y lo real, lo recordado y lo escrito. La presencia y desarrollo de esta característica determinaría en una obra su pertenencia o no al fenómeno de la narrativa 44 postmoderna, razón por la cual la pregunta sobre si Mujeres Amadas es una obra representativa de la metaficción en Colombia es de suma importancia para tener una base crítica que nos permita valorar su discurso en comparación con otros. 3.1. Mujeres Amadas y el relato metaficcional. En su estudio Autoconciencias y Postmodernidad (1995) Jaime Alejandro Rodríguez realiza un estudio conceptual sobre la narración metaficcional y su presencia en la tradición colombiana. Ilustra su disertación con la ejemplificación de diversas obras que a su juicio, hacen parte de esta tendencia. Una de dichas obras es precisamente Mujeres Amadas, novela a la que este estudioso ha dedicado varios ensayos. Con el fin de situar esta obra dentro del panorama general de la literatura colombiana, seguiremos varias de las consideraciones que este autor realiza y que a su juicio, hacen de la novela de Marco Tulio Aguilera, un ejemplo concreto de metaficcional en nuestro país. 3.1.1. La escritura como tema y problema. Esta primera característica del relato metaficcional versa sobre la tendencia a reflexionar acerca de la actividad literaria a medida que esta se realiza. Alejandro Rodríguez plantea este fenómeno de la siguiente manera: En todas estas novelas, la escritura es una preocupación. La escritura del texto, la escritura del mundo, la escritura que se impone, la escriturasalvación, la escritura imposible, la escritura refugio, la escritura conjuro, la escritura que, presente o ausente, lo anega todo. […] La escritura es, en fin la vida ampliada por los procedimientos heurísticos del relato. (Rodríguez, 1995:114-117) El tema de la escritura también se hace presente en Mujeres Amadas, donde Ramos lo aborda como vehiculó de su amor, concretamente en la figura denominada Escribirte, Escribirme. El enamorado desnuda su pasado a través de una literatura amorosa en la que emisario y destinatario terminan por confundirse siendo este el primer vínculo donde su amor se hace posible. La escritura es por lo tanto un tema central en esta obra, pues cumple una doble función estructural y discursiva frecuente en el relato metaficcional. La vida ampliada 45 surge como una búsqueda de lo amoroso en medio de la imposibilidad del amor, si en la realidad el amor esta condenado al fracaso, en la escritura aun los amores fracasados pueden encontrar brillo y lozanía; la escritura es agente comunicante y el lugar reservado al amor después del amor. 3.1.2. Equivalencia entre Realidad y ficción. Este segundo rasgo distintivo del relato metaficcional planteado por Alejandro Rodríguez es de suma importancia ya que pone de manifiesto uno de los mayor aportes de la postmodernidad en la literatura, como lo es la conciencia de que la realidad es también algo que se construye con el lenguaje, razón por la cual, los limites entre esta y la ficción literaria confluyen permitiendo que lo considerado verídico (el autor, la realidad histórica que rodea la obra) sea objeto de ficcionalización, y lo propio del relato (la ficción, los personajes) emerjan para constituirse en elementos capaces de determinar la realidad. En Mujeres Amadas el diálogo entre realidad y ficción no solo opera en la esfera de autorobra, sino además en la esfera del personaje-obra, es decir, no sólo hay un diálogo entre la vida del autor y la ficción de la novela, sino que hay un dialogo, aun más evidente, entre la realidad ficticia del personaje, y la ficción (dentro de la ficción) que este elabora. Para desentrañar esta situación, comencemos planteando que Ramos, dentro de la obra es un personaje real que vive dentro de una realidad social, una realidad en la que los prejuicios de clase y los roles sociales terminan por configurar una imposibilidad para el amor. Como hemos visto a través de las figuras construidas en el anterior capítulo, en estas condiciones, el amor solo es posible dentro de una realidad fundada por y para ese amor, una realidad que precisa características literarias, es decir ficcionales. Cuando Irgla finalmente abandona a Ramos, esta queda convertida finalmente en lo que quizás siempre fue: literatura, indicándonos tal vez que la Irgla amada no fue la real, sino la imaginada ¿Pero dónde esta la frontera entre una y otra? Para el sujeto amoroso (el amador como lo hemos llamado) una y otra solo son estados de un solo sujeto: poco importa si la imaginada es más o menos real que la que al final lo abandono, si de todas maneras ambas fueron amadas y en este amor, de naturaleza literaria, reside la única realidad importante: 46 -Las zonas sagradas solo deben visitarse cuando el rito puede cumplirse hasta sus últimas consecuencias- dijiste. -Estoy de acuerdo -respondí- Pero debes entender que hay quienes viven en rito perpetuo. -Literatura –dijiste lapidaria. -Vida –respondí- quizás sean lo mismo (Aguilera, 1988:212). Si solo concentráramos nuestra atención en este punto, Mujeres Amadas, sería ya, por si sola una metáfora de los alcances que puede tener nuestro lenguaje literario a la hora de fundar una realidad autentica, una vida ampliada. Pero dentro de esta obra surge otro nivel en la relación Ficción-realidad/vida-literatura al que podemos atender. Buena parte de Mujeres Amadas, puede ser leída desde una mirada autobiográfica, así este no sea el objetivo de la novela. Si bien Marco Tulio Aguilera no es Ramos, ni pretende serlo, muchos aspectos de la vida de su protagonista fueron vividos por él. Al igual que Ramos, Marco Tulio Aguilera realizó sus estudios universitarios en Cali donde tanto el autor como el personaje, iniciaron una vida literaria para después emigrar a Kansas a realizar estudios de Maestría. Ahí Marco Tulio Aguilera conoció a una joven mexicana de quien se enamoró y que sin duda alguna inspiro el personaje de Irgla (Ambas son de Monterrey, ambas dieron posada a sus enamorados, ambas los dejaron después de largas y tormentosas relaciones). Las semejanzas entre uno y otro dejan de ser analogías para sugerir una especie de identidad, cuando se percibe que muchos de los amigos, libros y concursos otorgados a Ramos, en realidad corresponden a amigos de Marco Tulio, libros escritos por este y premios reales recibidos por él. Aún más, el apodo de Mistercolombias que recibe Ramos en la novela, es actualmente usado por el escritor Marco Tulio Aguilera como nick de su Blog personal, y si bien nada indica que lo haya recibido como apodo durante su estadía en Kansas, nada tampoco indica lo contrario. ¿Qué significan entonces todas estas semejanzas? ¿Es acaso Mujeres Amadas una obra autobiográfica y debemos suponer que todo lo demás contado es realmente parte de la vida de Marco Tulio, alias Ramos? No es posible negar que esta sea una tesis plausible. De hecho, el critico literario norteamericano Peter Broad aborda esta lectura autobiográfica en su articulo La perdida de las raíces y el desarraigo en dos novelas de Marco Tulio Aguilera, en el cual conceptúa que la literatura escrita por el autor bogotano rebela los síntomas de un quebranto psíquico fruto del constante desarraigo al que se ha 47 visto sometido a lo largo de su vida: La temprana muerte de su padre, el trasegar durante su adolescencia por diferentes países sin quedarse permanentemente en ninguno y fruto de ello la carencia de una identidad nacional, su posterior enamoramiento y perdida de la mujer que inspiró a Irgla, así como su autoexilio de más de veinte años en Xalapa, y la posterior muerte de su madre, son a juicio del crítico norteamericano temas que han perturbado mentalmente al autor y que han servido de inspiración a la mayoría de sus novelas. P. Broad (1998) dice: Sería bueno que gracias a la literatura el autor encontrara un lugar en el mundo, desafortunadamente no ha sido así. Sin embargo, esta lectura acerca de Marco Tulio Aguilera, resulta pobre pues no explica nada. Es cierto que muchas obras narrativas de este autor, incluyendo Mujeres Amadas, remiten a pasajes explícitos de su propia vida, pero reducir la escritura a un simple proceso catártico destinado a solucionar (o agravar) padecimientos psiquico , es negar la riqueza implícita en estas recreaciones literarias, a la luz de la estructura del relato metaficcional que emprende como proyecto literario, resulta claro que ni en Mujeres Amadas, ni en ninguna otra obra, la vida de sus personajes es una proyección de la Vida de su autor, sino una lectura de esta. El autor de Mujeres Amadas, ha realizado con su obra, un ejercicio en el cual su vida misma es la materia prima de un ejercicio literario. La decisión de que es real y que es apariencia, olvido, creación y memoria, es un trabajo que se le deja al lector como una invitación a un juego de sentidos en el cual la definición misma de ficción entra ser objeto de juicio. 3.1.3 Exigencias de Nuevas competencias Narrativas. Como se ha visto, el relato metaficcional apuesta por una ruptura frente al relato tradicional de estructura lineal y de narración omnisciente. Frente a estas dos características, la metaficción propone un relato fragmentario y muchas veces desorganizado y una narración polifónica que en términos narratológicos, no pocas veces resulta ser de narradortestigo/narrador-actor. Esto no solo determina unas nuevas prácticas de escritura sino también unas nuevas competencias lectoras que le permitan a quien se acercan a la obra, entender la estética y las posibilidades de lectura de mundo que estas ofrecen. Si bien la estructura metaficcional apuesta por una construcción de significados difusos y poco explícitos, esto no es nuevo en la literatura, por lo cual nuevas competencias, no significan nuevas dificultades y barreras lectoras. Por el contrario, la narrativa metaficcional toma de manera reiterada elementos propios de la vida cotidiana y la cultura popular, así como de la parodia y el humor para establecer un dialogo mas cercano entre la narración, el lector y la 48 vida. Nuevas competencias significan nuevas posibilidades de abordar la obra y la petición por parte del autor de un nuevo y fortalecido contrato de verosimilitud: Lo que vas a leer es un mundo por si mismo. Sobre la exigencia de nuevas competencias lectoras en Mujeres Amadas, Alejandro Rodríguez, dice lo siguiente: En Mujeres Amadas (…) la fragmentación aparece atenuada mediante la articulación de esas pequeñas historias de amor (que componen uno de los hilos centrales de la novela y que aparecen disueltas a lo largo de la novela) a una narración global; el recurso de varios narradores también se utiliza amablemente, sin sobresaltos. (…) Los saltos temporales aparecen justificados. Y sin embargo, la novela crea un ambiente especial, poco usual, una necesidad de volver atrás constantemente. No solo es la parodia y la autoconciencia y esa dosis de humor impertinente que inyecta todo el texto, es la sensación de que tras esa historia de amor se oculta algo grande, algún mensaje, alguna metáfora mayor: quizás la relación entre escritor (Ramos que intenta seducir) y lector (Irgla que no se deja) ¿No están planteadas las diez pequeñas historias de amor como un relato al que Irgla siempre responde con una crítica? ¿No es la incomunicación de la pareja el tema central de la novela? Quizás sea así, como metáfora de las psicodinámicas del texto literario, como la novela nos está proponiendo su propia visión de mundo. (Rodríguez, 1995:129) Lo estilístico aquí se transforma en discurso, el relato fragmentado como la memoria de Ramos, es un vínculo entre lo que se nos presenta y lo que se nos dice. En virtud de esto, el lector competente notará que frente a Ramos e Irgla, no esta en presencia de dos alegorías, sino frente a dos posibilidades de ser en el mundo. 3.2 La tradición amorosa. A lo largo del segundo capítulo se han definido una serie de Figuras que en su conjunto configuran el Discurso Amoroso de Mujeres Amadas. Mediante estas Figuras construidas bajo la inspiración barthesiana, hemos podido apreciar la manera en que se aborda el tema 49 del amor en esta obra. Igualmente, se ha atestiguado la manera en que se aborda el amor en relación a otros temas tales como el descubrimiento del otro, el lenguaje y la imaginación literaria como escenario del sentimiento amoroso, y la sensación de imposibilidad que rodea los proyectos afectivos en el mundo contemporáneo. En el presente capitulo, hemos visto como la atmósfera que presentan estas figuras, se ve reflejada en la estructura de la obra gracias a una apuesta estilística puntual, como lo es el relato metaficcional, con lo cual podemos afirmar que en esta obra existe un vinculo entre lo que se relata y la manera en que se relata. Ahora bien ¿Qué es lo novedoso aquí? ¿Cuál es el sentido tras esta construcción de Figuras e identificación estilística? ¿Cómo puede ser novedoso un discurso acerca del amor cuando en toda nuestra historia literaria el amor ha sido un tema constante? Con el examen aportado por Alejandro Rodríguez, que suficientemente claro que por sus características Mujeres Amadas es una obra que estilísticamente se enmarca dentro del relato metaficcional colombiano, fenómeno literario aparecido a mediados de los setenta y que hasta el día de hoy sigue aportando obras y autores. De esta manera, la novela de Marco Tulio Aguilera se enmarca dentro de la tradición literaria colombiana junto a obras tales como Las cenizas del Libertador, de Fernando Cruz Kronfly y La muerte de Alec de Darío Jaramillo, pero especialmente, a la producción de H.R. Moreno Duran por su manejo de la parodia, el lenguaje y por abordar el amor y lo erótico, como temas de sus obras. Ya ubicados dentro de esta tradición y visto en perspectiva, cabria preguntarse de nuevo sobre el aporte que el discurso amoroso presente en esta obra realiza frente al resto de discursos amorosos ya existentes. Como ya se indicó, no se intenta extraer de este ejercicio ninguna regla temática general, sino más bien, saber hasta que punto Mujeres Amadas presenta un discurso amoroso innovador o simplemente se conforma con repetir esquemas ya presentados en otros momentos de la tradición. Dos momentos de nuestra literatura nos pueden ayudar a entender esta situación, estos son, La María de Jorge Isaac, y la aparición de la narrativa moderna en Colombia. La primera es una obra canónica perteneciente al realismo romántico colombiano (Ayala, 1994:230) que tiene la virtud de ser uno de nuestros clásicos indiscutibles. Siempre tendrá detractores como admiradores, pero esta misma discusión, es la que la mantiene vigente. Su 50 historia de amor, clásica y por todos conocida, nos sirve de marco referencial para medir el discurso amoroso de esta otra historia de amor, joven y pese a sus más de veinte años, no lo suficientemente conocida. En su Manual de Crítica literaria, Fernando Ayala Poveda nos muestra como su heroína, es en si un retrato de su mundo: La hacienda Paraiso, el Valle decimonónico y la sociedad que ahí se desarrolla son vividos, amados y padecidos por Efraín, a través de esta mujer-paisaje. Muerta esta, todo parece descolorido y el amante le da la espalda a esta realidad. El amor y María son de alguna manera símbolos idílicos que en un personaje como Irgla no encuentran eco. La construcción del amor en Mujeres Amadas, no corresponde a la construcción del amor en La María, no por un asunto generacional, sino debido a que la apuesta que se hace por el amor en una y otra novela es diferente. Ramos ama dentro de una búsqueda de autodescubrimiento, Efraín ve en el amor un fin en si mismo. De ahí que una vez desaparecida la amada el uno pueda evocarla y el otro tenga que abandonarse del mundo. Nótese que el destino trágico de Efraín no lo podría vivir Ramos en virtud de que el territorio de su pasión era una realidad fundada para tal propósito en contraposición de la realidad única y absoluta de los enamorados de El Paraíso. Hay pues un salto conceptual enorme entre una y otra propuesta, pero también lo hay entre una y otra obra: casi cien años hay entre la publicación de la única novela de Isaac y Mujeres Amadas. Y no pocas rupturas aparecieron entre estos dos periodos, de los cuales el más representativo, vino dado por la modernidad literaria aparecida entre los años cincuenta y los sesenta del siglo pasado. Dimensionar el aporte conceptual de una obra no es tarea fácil, por lo general son los años los que dictaminan si una obra es candidata a convertirse en un nuevo clásico, entrar en lo que se ha denominado el canon, o simplemente es un aporte más a la historiografía literaria. Pero existen elementos de juicio que nos permiten sospechar si una obra va por ese camino o no. El dialogo con la tradición, es decir, el reconocimiento positivo o negativo de lo que precedió, es uno de dichos síntomas que indican el alcance de una propuesta literaria. En el caso del proyecto narrativo postmoderno que asume Mujeres Amadas, los antecedentes deberían buscarse en la generación inmediatamente anterior, es decir la del llamado Boom Latinoamericano, acontecido en los años sesenta. Aunque dicho Boom no fue un fenómeno exclusivo de nuestro país, significo para las letras colombianas un inmenso avance estilístico que renovó la forma de hacer novelas y que significo la consolidación de una modernidad literaria. Dicha modernidad supuso un nuevo aire a la forma en que se narraba hasta entonces. La apuesta en este caso apuntaba a estilos más 51 experimentales frente a la desdeñada tradición romántica tardía que durante décadas había marcado las pautas narrativas, buscando siempre reinventar el lenguaje en virtud de una realidad latinoamericana que requería ser contada con urgencia. Sobre esta nueva estética en Latinoamérica, Álvaro Pineda (2007) comenta: La modernidad estética es consecuencia y también reacción frente a la modernidad social. Aunque el arte no ha podido sustraerse a los efectos del mercado, Se ofrece frecuentemente como protesta, como rechazo a la razón y al valor de cambio, como anarquía, rebelión o exilio voluntario. Al igual que lo acontecido con la aparición del relato metanarrativo en los setenta, la novela moderna en los cincuenta y sesenta supuso rupturas estilísticas y discursivas en el uso de las temáticas y el lenguaje. De muchas maneras, todo aquello que se ha descrito como parte de la metaficción tiene sus orígenes y usos tempranos en las búsquedas estilísticas que llevaron a autores como Cepeda Samudio y García Márquez a desarrollar una modernidad literaria nacional. El punto de diferencia entre un proyecto y otro radica en el enfoque sociológico que caracteriza la novela moderna en Colombia y en Latinoamérica. Comala o Macondo son representaciones terrígenas de una realidad que requería desarrollar una voz propia más allá del simple sumisión a estilísticas foráneas, y cuyos habitantes, los protagonistas imaginados por García Márquez y Juan Rulfo, pero también por muchos autores que emprendieron este desafío, se movían dentro de un engranaje social al que estaban ligados inexorablemente: un Pedro Paramo o cualquiera de los Buendía resultaría inverosímil fuera de la comunidad y los pueblos que les servían de hábitat. Como hemos visto, los amantes de la obra de Marco Tulio Aguilera, no se hallan desligados de un contexto social, pero éste pasa a segundo plano transformándose en escenario que posibilita que la atención en la narración se centre más en los acontecimientos íntimos de los personajes, lo cual posibilita la aparición de fenómenos como un discurso amoroso. Recordemos que todo discurso amoroso requiere un poco de solipsismo e intimidad, lo cual no es propio de las búsquedas literarias de los años sesenta. Nadie niega hoy el valor que supuso esta ruptura con la tradición y que permitió que figuras como Gabriel García Márquez y Cepeda Samudio aparecieran en nuestro panorama literario, pero lo cierto es que tal como lo indica Álvaro Pineda, en esta propuesta primaba más la búsqueda del hombre que se revelaba contra los modelos de aglutinación cultural producidos por la modernización que por entonces vivía Colombia junto con el resto del hemisferio. Así, 52 si el amor se hacia presente dentro de esta literatura, no lo hacia como tema o protagonista, sino como telón de fondo de unos personajes que si se encontraban, formaban familias, copulaban pero rara vez se amaban de forma tal que su sentimiento constituyera el tema de la obra. Recordemos que el amor artilugio, el amor explicado por otro discurso no puede hablar, es decir, no puede generar discurso amoroso. Es por esta razón que la narrativa postmoderna puede considerarse una continuación en el proceso de generar nuevas rupturas ante viejos esquemas, dando paso a la construcción de una literatura más fresca, pero al tiempo más representativa de nuestra condición contemporánea, proyecto este caracterizado por su uso imaginativo del lenguaje, el uso de la ironía, los juegos de sentido y lo más importante, posibilitando una mirada más intimista y menos sociológica del individuo. 3.3. Consideraciones finales. Entonces ¿Cuál es en definitiva el aporte de Mujeres Amadas a la literatura nacional? Medir avances en el terreno de la literatura es tarea difícil, pero aquello no debería ser motivo de preocupación, pues en la mayoría de casos esto resulta innecesario. Basta con decir que una obra aportó algo de oxigeno imaginativo, que no se conformó con seguir un patrón o formula, para agradecer su aparición. Y sin duda alguna Mujeres Amadas cumple con esta característica: divertida de leer, innovadora en su forma y con una propuesta narrativa que trasversaliza recíprocamente lo discursivo con lo estilístico, esta novela nos ofrece una mirada inteligente acerca de lo que es el amor en nuestro mundo contemporáneo, es decir, se atreve a releer (y recrear) para una generación, un viejo tema como es el del encuentro romántico, sin que ello signifique el desconocimiento de lo que se dijo anteriormente. 53 Conclusiones. Barthes nos dice en sus Fragmentos de un Discurso Amoroso, que hoy en día el discurso del amor padece una extrema soledad. Irgla y Ramos, los amantes protagónicos de Mujeres Amadas establecen un dialogo afectivo que es sin embargo incapaz de salvaguardar la relación cuando esta se viene a pique ¿Qué tan solos quedaron ellos? ¿Qué tan inútil fue este discurso? Se ha repetido muchas veces a lo largo de este trabajo que describir un discurso amoroso equivale a preguntarse sobre que hablan los enamorados cuando hablan de su propio amor. En este apartado de conclusiones, tal ves lo más propicio sea sintetizar respuestas a esta pregunta, pero lo cierto es que toda respuesta es tan solo una aproximación retórica que solo aportaría nuevas, pero débiles metáforas, a esa gran metáfora que encuentra el lector que se aproxima a esta obra. Basta decir que entre tanto palabrerío imaginativo, entre tantas realidades fundas verbigracia al ejercicio de ritualizar el lenguaje en función del amor, los amantes al hablar de sus sentimientos lo que hicieron fue hablar de si mismos, retratándonos a unos seres creíbles, en tanto se parecen a nosotros, los lectores que también amamos dentro de un mundo que también pareciera estar dispuesto a sacrificar los sentimientos esenciales, y que igualmente nos vemos en la necesidad de crear nuevos mundos para poder amarnos. La soledad del enamorado, es la soledad del lector que busca en los pliegues del lenguaje una identidad que ante la cotidianidad parece esquiva pero que describe como ningún otro uso del lenguaje nuestros deseos, pasiones y miedos. Pero dejando a un lado las tentaciones interpretativas de la obra, hay que decir que a partir del acercamiento discursivo realizado, es posible establecer como primera gran conclusión que existe dentro de esta novela, un intento por recrear la naturaleza del sentimiento afectivo en el mundo contemporáneo, una naturaleza diferente a la explorada literariamente en otros momentos de nuestra tradición, y cuya expresión no se limita sólo al nivel retórico, sino que se instaura a nivel estructural a través de la denominada estética metaficcional. En Mujeres Amadas, la estructura narrativa de ninguna manera es casual: sirve para reafirmar una manera de entender el mundo emocional de los personajes, en particular, su postura frente al devenir del sentimiento amoroso y su incidencia en una vida que cada vez se confunde más con la literatura. Al asumir una narrativa contemporánea, el autor no actúa guiado por una 54 simple preferencia estética, sino movido por la certeza de que las situaciones, el mundo y los seres que recrea, poseen una naturaleza postmoderna que es imposible ignorar. No hacerlo significaría contar otra historia. Estamos pues frente a un caso de identificación entre forma y contenido para elaborar una propuesta literaria que se sostiene gracias al vínculo que hay entre la manera con que se concibe y se construye el lenguaje amoroso dentro de la obra, y la estética narrativa postmoderna. A continuación se enumeran algunas características que respaldan esta primera conclusión: • Dentro de Mujeres Amadas, el uso del lenguaje como motor dinamizador del sentimiento amoroso, es un fenómeno consiente y de ninguna manera accidental. Al identificar el discurso amoroso de Ramos a través de figuras, se torna claro que el lenguaje del enamorado, puede llegar a tornarse sintético, capaz de inventar palabras capaces de contener una inmensa carga semántica (P. Ej.: Ostalgia), pero igualmente, puede llegar a ser pleno de barroquismos, de tal manera que ni todas las palabras existentes pudiesen expresar el menor sentimiento o sensación frente a quien se ama. Esta doble, y aparentemente contradictoria, connotación del lenguaje, sintáctico y barroco, sirve para demostrarnos la necesidad de recrearlo una y otra vez ante la insuficiencia que el lenguaje común presenta dentro de este discurso amoroso. El lenguaje es pues, no solo materia, sino además tema protagónico dentro de esta propuesta ficcional. • Dentro de la obra en cuestión, se hace uso de una narratividad fragmentaria que deja atrás la narración lineal, lo cual, como se ha visto ya en el tercer capitulo, es una de las características más recurrentes en la llamada literatura metaficcional. En este caso en particular, lo fragmentario se presenta en diversos niveles, pues no solo el relato se torna fragmentario en cuanto a su hilo cronológico, sino que nos presenta un personaje igualmente fragmentado, Ramos, cuyo YO amoroso, es decir el sujeto amoroso que nos señala Barthes, se nos presenta múltiple, contradictorio y polifónico. • Fruto de la continua recreación y problematización del lenguaje, se presenta una fusión entre la realidad y la ficción, la cual alcanza el nivel de característica estilística de la obra. La doble relación que esta novela presenta con la realidad (la de Marco 55 Tulio-Obra y la de Ramos-Relatos amorosos), permite percibir de primera mano una de las características fundamentales de la metaficcionalidad. Sin embargo, el vínculo existente entre Mujeres Amadas y un tipo particular de estética narrativa, podría no representar más que un ejercicio clasificatorio si no se vincula ese hecho con la tradición literaria en que se presentan ambos fenómenos, es decir la obra y la tendencia estética. Por ello, más allá de catalogar esta novela dentro de una determinada escuela o movimiento, esta primera conclusión nos sirve para evidenciar la forma en la cual el amor se desarrolla y problematiza dentro de la propuesta narrativa de Marco Antonio Aguilera, permitiendo entender la existencia de otro tipo de discurso amoroso frente a la tradición existente. Si bien es cierto que Mujeres Amadas no es la primera novela postmoderna que trata el asunto del amor (ya antes estaba entre otras, la experiencia de R.H. Moreno Duran con su trilogía Femina-Suitte) si es evidente que esta obra se eleva, a finales de la década de los ochenta, como el relato amoroso característico de la literatura de fin de siglo en Colombia, desarrollando nuevas posibilidades para la exploración del tema en la literatura nacional y generando un interesante dialogo con otras propuestas ya existentes cuyo tema había sido el sentimiento amoroso. Las diferencias entre este proyecto narrativo y otros tales como La María, no son simplemente estilísticos, sino también conceptuales en la medida en que diferentes obras y diferentes momentos, encarnan diferentes formas de asumir un mismo tema, el cual en este caso es el amor. Esta es pues nuestra segunda gran conclusión: El amor como tema literario presente en Mujeres Amadas, ofrece otra mirada sobre el sentimiento amoroso en la literatura, que sin ignorar lo ya planteado por obras canónicas como las citadas, lo enriquece y asumen como un fenómeno acorde con una nueva época social y literaria de naturaleza más intimista y menos idílica o sociológica. Aquí algunas consideraciones que sustentan este hecho: • El manejo del amor que deja del todo atrás las estéticas románticas propias de los mayores referentes del género en nuestro medio (Por ejemplo La María), al tiempo en que se hace uso del amor como tema por si mismo y no como telón de fondo de otras historias (Novela moderna y del Boom). 56 • Uso de la ironía, el humor y el sarcasmo dentro del discurso amoroso, con lo cual se rompe con la tradición que idealizaba dicho sentimiento, presentándolo así más humano y cotidiano. • Humanización de los personajes, los cuales se tornan vivénciales, sujetos presos del devenir del mundo y sus contingencias y no meras figuras arquetípicas o ideales (La María) sin caer tampoco en la obra de recreación sociológica. En definitiva, esta novela es un gran proyecto literario en el cual, el lenguaje amoroso se torna tema principal de la obra, alcanzando niveles discursivos en los cuales todo, desde su puesta en escena fragmentaria y sus juegos entorno a los limites difusos de la realidad y la ficción, apuntan a generar un impecable retrato de lo que significa vivir el amor en la contemporaneidad, con sus dificultades, absurdos y limitaciones. Al hablar de su amor, Irgla y Ramos, los héroes-amantes de este relato, hablan de si mismos, de lo endeble del mundo que les toco vivir y sus esfuerzos por revestirlo a través del lenguaje, de una lozanía propicia para poder asumir el amor. 57 Anexos Anexo 1 Reseña argumental de la novela Mujeres Amadas, de Marco Tulio Aguilera G. Anexo 2 Aporte pedagógico de la monografía. 58 Anexo 1 Reseña argumental de la novela Mujeres Amadas, de Marco Tulio Aguilera G. Mujeres Amadas (1989), es una de las más notables novelas del escritor bogotano Marco Tulio Aguilera (1949). Desde su primera edición esta obra ha recibido tanto el reconocimiento de la crítica como la de los lectores que siguen la trayectoria literaria de su autor. Personajes de la talla de Gabriel García Márquez, quien en su momento se refirió a esta obra como tratado de erotismo-burlesco trascendental, y Raymond Wiliams han considerado que esta es la novela erótica más representativa de la narrativa colombiana de la última década del siglo XX. El argumento de Mujeres Amadas presenta la relación amorosa existente entre el joven escritor colombiano Ramos, y la hermosa e inteligente Irgla, mexicana que al igual que su enamorado, realiza estudios de maestría en la ficticia universidad de Stillwater, Kansas. Al inicio de la relación, Ramos tan solo intenta una conquista casual, atraído por la belleza de Irgla, sin embargo, esta lo rechaza al considerar a Ramos poco digno de ser tenido en cuenta como pretendiente, puesto que acorde con su forma conservadora de vida, Ramos resulta ser un mujeriego. Esto no es del todo cierto, pues si bien Ramos ha tenido un buen número de experiencias amorosas (que ante el pretendido virtuosismo de Irgla rayan con lo pornográfico), sus sentimientos por la mexicana son honestos y reales. Poco a poco, Irgla comienza a interesarse en por el talento literario de Ramos, razón por la cual aceptando su compañía. Surge un noviazgo tímido, que manejado por Irgla, deja de lado todo contacto físico, al tiempo que Ramos lucha por llevar la relación terreno erótico. Frente a la tensión entre las demandas de Irgla y las pretensiones de Ramos, este opta por narrarle todo su pasado amoroso con el fin de que así ella se interese por esta dimensión de la relación. Surgen de esta manera los relatos acerca de MU, La Ballenita Caliente, Julianita y muchas otras amantes que en algún momento hicieron parte de la vida del joven escritor. Todos estos relatos resultan a los ojos de Irgla pruebas del pasado pecaminoso de Ramos, pero terminan teniendo el efecto deseado. Irgla encuentra en el amor en Ramos, y ve en su relación, la oportunidad de deshacerse de muchos de los estigmas sociales que sobre ella recaen. De esta manera por una temporada viven juntos despreocupados de los prejuicios 59 que uno y otro tienen. Pero una vez terminada la Maestría de Ramos, este decide buscar un futuro profesional en México, para lo cual viaja Monterrey en donde se aloja en la casa de la tradicional y rica familia Irgla buscando así asegurar el rencuentro con su amante una vez esta termine sus estudios en Kansas. Pero la convivencia con la familia no resulta del todo agradable pues la madre de Irgla le recrimina constantemente su imposibilidad para conseguir trabajo y su origen humilde. Ramos deja la casa de los suegros para refugiarse en un alberge y poco a poco consigue mejorar su situación económica. Es contratado como profesor en una universidad pública y gana algunos concursos literarios. Sin embargo tras el regreso de Irgla las cosas no entre ellos no vuelven a ser como en el exterior, pues ella asume su papel como hija de una respetable familia y su relación con el extranjero no es bien asumida por familiares y amigos. La relación decae y pronto llega a su fin dejando a Ramos con el recuerdo de una mujer a la que amó pero de la cual solo queda la constante recreación literaria que de ella hiciera. 60 Anexo 2 Aporte pedagógico de la monografía. Sesión pedagógica 1 ÁREA: HUMANIDADES GRADO: 10/ 11 ASIGNATURA: Español y literatura. SABER: Novela contemporánea ESTÁNDARES: • Literatura: Comprendo en los textos que leo, las dimensiones éticas, estéticas, filosóficas, entre otras que se evidencian en ellos. • Comprensión e interpretación textual relaciono el significado de los textos que leo con los contextos sociales, culturales y políticos en los cuales se han producido. LOGRO: Reconocer las obras literarias contemporáneas como una forma de expresión y reconocimiento propio, en las cuales se manifiestan y representan diversos factores de la vida cotidiana. INDICADORES DE LOGRO: • Lee fragmentos de la novela Mujeres Amadas del autor colombiano Marco Tulio Aguilera. • Realiza un ejercicio de interpretación de la obra vinculando lo ahí relatado con sus propias experiencias y/o convicciones. • Participa de forma ordenada y comprometida con las actividades propuestas Tiempo: Una sesión de aproximadamente cuarenta y cinco minutos a una hora Metodología: Lectura y Conversatorio guiado por el docente y Taller. • Fase de inicio: Durante esta fase se hará un primer acercamiento a la obra desde una 61 perspectiva atractiva. Se propone que el tema del amor sea el hilo conductor de esta primera etapa ¿Que historias de amor conocemos? ¿nos gustan las historias de amor? ¿cuales son los temas más recurrentes en las historias de amor? Y finalmente ¿podrían pasarnos o pasan en nuestras vidas verdaderas historias de amor? ¿en que se parecen o diferencian con las historias románticas que hemos leído? A través de este dialogo se busca formar un espacio comunicativo muto que involucre al alumno con el tema a la vez que percibe las diferentes posturas que sobre el tema amoroso se presentan- Esta fase termina cuando el docente canalice todas estas ideas hacia una deflexión-invitación ¿como se imaginan una historia de amor de nuestros tiempos? • Fase de desarrollo: A raíz de las respuestas que la reflexión final suscite el docente presentara la obra Mujeres Amadas. Es importante que se les comente a los alumnos que esta es una novela de amor contemporánea, lo cual significa que se va a abordar un tema clásico desde un estilo diferente al usado en la mayoría de obras hasta ahora leídas. Sin hacer mayor profundización se procede a la lectura de fragmentos de la obra que se consideren apropiados para estimular la atención y el interés de los estudiantes. (se sugieren fragmentos cómicos, irónicos o que aborden el tema de la sexualidad, otra opción es leer la primera parte de la obra, la cual además de corta, contiene los suficientes elementos como para atraer la atención de los estudiantes) • Fase de cierre: Como elemento de cierre de la sesión se invita a los estudiantes a continuar por si mismos la lectura de la obra, la cual servirá como eje temático de las siguientes sesiones pedagógicas. Se sugiere un plazo de tres semanas pero se advierte que a lo largo de las sesiones se estará haciendo referencia a la obra por lo cual es necesario adelantar cuanto antes su lectura. Como tarea para la siguiente clase se les pide a los alumnos que señalen los elementos estructurales y narrativos que les resulten extraños, curiosos o novedosos (saltos en tiempos verbales, cambios de narrador, uso de lenguajes coloquiales y aparentemente no literarios) 62 SESION 2. ÁREA: HUMANIDADES GRADO: 10/ 11 ASIGNATURA: Español y literatura. SABER: Características de Novela contemporánea ESTÁNDARES: • Literatura: Comprendo en los textos que leo, las dimensiones éticas, estéticas, filosóficas, entre otras que se evidencian en ellos. • Comprensión e interpretación textual relaciono el significado de los textos que leo con los contextos sociales, culturales y políticos en los cuales se han producido. LOGRO: Identificar las principales características estilísticas de la denominado relato postmoderno y reconocer estas nuevas propuestas narrativas como nuevas lecturas del mundo desde la literatura INDICADORES DE LOGRO: • Comparte con el grupo las impresiones que hasta el momento le ha dejado la lectura de la novela Mujeres Amadas haciendo hincapié en datos de orden estilístico y estructurales de la obra • Reconoce los principales rasgos estructurales de la denominada narrativa metaficcional • Participa de forma ordenada y comprometida con las actividades propuestas Tiempo: Una sesión de aproximadamente cuarenta y cinco minutos a una hora Metodología: Lectura y conversatorio guiado por el docente y Taller. • Fase de inicio: La sesión se abre preguntando a los estudiantes sobre las impresiones que hasta ahora ha dejado la lectura de la novela. Es necesario exhortarlos para que no dejen de último este ejercicio, pues si bien a este punto no es necesario que se la hayan leído completamente, si se requiere que estén apropiados de la trama y manejo de la novela. Las opiniones que de este primer acercamiento surjan pueden ser escritas en el tablero para ser juzgadas y comentadas por otros estudiantes. 63 • Fase de desarrollo: Tomando como referente los aportes dados por los estudiantes se plantea la pregunta ¿Qué caracteriza estilísticamente esta novela? Se da paso a una disertación entorno a las características de la narrativa metaficcional teniendo en cuenta los siguientes aspectos: 1. Definición de metaficción: la realidad y la ficción como tema de nuevas ficciones. 2. La fragmentariedad como propuesta estructural. 3. Aparición del relato postmoderno en Colombia: Narrativa de los años sesenta, información de autores y obras. • Fase de cierre: Es necesario que a medida que se desarrollen los puntos anteriores, estos señalen hacia la obra de Marco Tulio Aguilera a manera de ejemplo. Así, al hablar sobre la de la narración fragmentada, la propia fragmentariedad estructural de Mujeres Amadas puede servir de referente, y al definir metaficción, concepto que puede resultar difícil de entender, es posible señalar los ejemplos que al respecto contiene la obra. Finalmente se propone como ejercicio de cierre el siguiente taller: Taller Nº 1 Al hablar de metaficción en una obra narrativa nos referimos a la capacidad que tiene esta para generar nuevas ficciones a partir de la ficción literaria. El concepto también hace referencia a la recreación literaria que se hace de la realidad de tal manera que lo real y lo imaginado muchas veces se confunden. Teniendo en cuenta esto resuelve los siguientes ejercicios: • Imagina que Eres Ramos, el protagonista de Mujeres Amadas, y decides buscar a una de tus anteriores novias (MU, La Ballenita Caliente, Julianita, Jenny). Escríbele una carta en donde le cuentes por que has decidido volver a buscarla. Recuerda tener en cuenta la personalidad de cada uno de los personajes al momento de escribir. • Ahora imagina que tú te encuentras con Ramos y comienzan a hablar sobre el amor ¿qué le dirías? ¿cómo te imaginas la escena? ¿Qué crees que él diría si tú le dices que el amor no existe? • Reúnete con uno de tus amigos y compara la respuesta al ejercicio anterior. Escojan la mejor o intégrenlas en un solo texto. Ahora, a partir de este diseñen un pequeño socio drama no mayor a cinco minutos para ser representado en la próxima clase. 64 SESION 3. ÁREA: HUMANIDADES GRADO: 10/ 11 ASIGNATURA: Español y literatura. SABER: El discurso Amoroso en la Novela contemporánea ESTÁNDARES: • Literatura: Comprendo en los textos que leo, las dimensiones éticas, estéticas, filosóficas, entre otras que se evidencian en ellos. • Comprensión e interpretación textual relaciono el significado de los textos que leo con los contextos sociales, culturales y políticos en los cuales se han producido. LOGRO: Identificar las características discursivas que sobre el amor se elaboran en una obra contemporánea. Descubrir como las obras narrativas son capaces de entender y expresar nuestra realidad social, emotiva y cultural INDICADORES DE LOGRO: • Comparte con el grupo la representación preparada en la anterior sesión y comenta las llevadas a cabo por otros compañeros. • Entiende el concepto de díscursividad en la literatura. • Participa de forma ordenada y comprometida con las actividades propuestas Tiempo: Una sesión de aproximadamente cuarenta y cinco minutos a una hora Metodología: Representación, conversatorio y lectura guiada. • Fase de inicio: Se pregunta a los estudiantes por el avance que tenido en la lectura de la novela recordándoles que para la próxima sesión esta debe estar terminada. Se hace un recuento de lo visto en la sesión anterior y se procede al inicio de las representaciones. • Fase de desarrollo: Por motivos de tiempo se sugiere que solo se representen un máximo de cinco socio dramas, a partir de los cuales se genera una pequeña discusión ¿De que habla Ramos cuando habla de su amor? Esta puede ser la 65 pregunta que inicie el conversatorio ¿Hablara de idilio, de tristeza, de imposibilidad? ¿Qué pensamos nosotros del amor, cómo lo asumimos? Todas estas preguntas nos deben conducir a la elaboración de un concepto de discurso amoroso, a partir del cual definimos la idea de díscursividad en la literatura, como esa posibilidad que tienen las obras de plantear ideas o lecturas del mundo. • Fase final: Como elemento de cierre se repartirán fotocopias de entradas del texto Fragmentos de un Discurso Amoroso, de Roland Barthes, tratando que cada estudiante tenga al menos tres entradas y evitando que estas se repitan. Se sugiere la lectura de estas y se les pide que para la próxima sesión elaboren un escrito de dos páginas en el cual vinculen los fragmentos de Barthes con la Obra leída. SESION 4. ÁREA: HUMANIDADES GRADO: 10/ 11 ASIGNATURA: Español y literatura. SABER: Características de Novela contemporánea ESTÁNDARES: • Literatura: Comprendo en los textos que leo, las dimensiones éticas, estéticas, filosóficas, entre otras que se evidencian en ellos. • Comprensión e interpretación textual relaciono el significado de los textos que leo con los contextos sociales, culturales y políticos en los cuales se han producido. LOGRO: Reflexionar acerca del ejercicio lector llevado a cabo. Compartir oralmente y de manera clara impresiones sobre la obra literaria. INDICADORES DE LOGRO: • Participa activamente en el conversatorio sobre la obra, aportando ideas e interpretaciones. • Lleva a cabo de manera completa la lectura de la obra propuesta. • Participa de forma ordenada y comprometida con las actividades propuestas Tiempo: Una sesión de aproximadamente cuarenta y cinco minutos a una hora 66 Metodología: Lectura y conversatorio. • Fase de inicio: Una lectura comentada por parte del profesor de algunos fragmentos de Barthes abren la sesión, posteriormente se pregunta por quien quiere leer el texto que ha escrito al respecto y de esta manera se da por abierto el conversatorio. • Fase de desarrollo: Se inicia el conversatorio en el cual se tienen en cuenta los siguientes aspectos: 1. ¿Qué les pareció el argumento de la obra? ¿Es innovador? ¿La novela está bien desarrollada? 2. Teniendo en cuenta lo visto en la clase sobre relato metaficcional ¿Qué características de estas encontraron en la obra? 3. ¿Cómo es el discurso amoroso presente en la obra? 4. Finalmente ¿Gustó la obra? ¿Por qué? • Fase Final: Las reflexiones ahí planteadas se consignaran en un documento final elaborado por cada estudiante que servirá de elemento evaluativo del ejercicio. 67 Bibliografía Aguilera, M. T. (1988) Mujeres Amadas. Bogotá: Plaza & Janes Editores. Ayala, F. (1994) Manual de Literatura Colombiana. Santa fe de Bogotá: Educar Editores. Barthes, R. (1977) Fragmentos de un discurso amoroso (1993, 13ª ed. En español). Madrid: Siglo XXI Editores. ____________ (1968) La muerte de autor, En: El susurro del lenguaje (2005, ed.) Buenos Aires: Paidós. Broad, P. (1998) La pérdida de las raíces y el desarraigo en dos novelas de Marco Tulio Aguilera. Extraído el 25 de Enero del 2010 de http://148.226.9.79:8080/dspace/bitstream/123456789/242/3/2006139P195.pdf Ovidio, P. (1993) El Arte de Amar. Madrid: Cátedra, 1993. Paz, O. (1997) La llama doble. Barcelona: Seix-Barral. Pineda. A. (2007) Mito y Modernidad en la novela colombiana. Extraído el 15 de septiembre del 2009 de http://javeriana.edu.co/narrativa_colombiana/contenido/bibliograf/pineda_mito/mitoymodernid ad.htm Rodríguez. J. A. (1995) Autoconciencia y postmodernidad. Bogotá: Pontificia Universidad Javeriana _____________ (2007) Novela Colombiana. Página web. http://www.javeriana.edu.co/narrativa_colombiana/contenido/narrativa_col.htm 68 Williams, R. (2007) Postmodernidades Latinoamericanas. Extraído el 15 de septiembre del 2009 de http://www.javeriana.edu.co/narrativa_colombiana/contenido/bibliograf/williams/posmodernid ades.htm 69