ARCHIVOS DE LA SOCIEDAD ESPAÑOLA DE OFTALMOLOGÍA 1972 – Julio Nuestra experiencia en la terapéutica del glaucoma infantil F. Clement; G. Orduña543 Crioterapia ciliar (estudio anatomopatológico y ultraestructural) Jesús Montero; Antonio Piñero; Ricardo Vaamonde549 El problema del afaco y su corrección Francisco Javier Pérez Irisarri581 Estudio estadístico de 4.894 ametropías J. García-Sánchez; J. Méndez González; M. Sánchez-Salorio595 La oftalmodinamometría en la fisiopatología de la regulación ortostática F. Palomar-Petit605 Contribución personal al conocimiento de la retinopatía hipertensiva D. Pita Salorio615 Arch. Soc. Esp. Oftal., 32, 543-548 (1972) N U E S T R A E X P E R IE N C IA EN L A T E R A P E U T IC A D E L G LA U C O M A IN F A N T IL * P or lo s D octores F. C L E M E N T Y G. O R D U Ñ A ** Hemos considerado interesante traer esta comunicación por tres ra­ zones: contribuir con ella, aunque sea modestamente, a la inform ación estadística; analizar algunos aspectos que ofrecen dificultades en la técnica de la goniotom ía, y aportar una m odificación personal, que esti­ mamos del m ayor interés: el punto previo para el cierre de la cámara anterior. Resum irem os brevem ente nuestra conducta fren te a un caso de po­ sible glaucoma congènito. 1.° Envío al pediatra para su exploración general, y, especialm en­ te, para que dictam ine sobre la posibilidad de em pleo de anestesia general. 2.° Exploración bajo anestesia general. Hemos utilizado casi siem ­ pre fluothane, sólo en algunos casos ketalar. El fluothane se administra sin intubación, instilando además anestésico local. Si la intervención se considera oportuna se procede a la intubación. * Trabajo presentado en el X L IX septiembre de 1971. ** Congreso S. E. O. de Torremolinos, en Cátedra de O ftalm ología del profesor Pérez Llorca. Madrid. La exploración se efectúa según el siguiente orden: — Oftalmoscopia. — Medida del diám etro corneal. — Tonom etría con el tonóm etro de indentación y, recientem ente, con el Mackay Marg, — Biom icroscopia y gonioscopia. Generalm ente esta exploración, e incluso algunos casos de goniotomía, la efectuamos con carácter ambulatorio. El niño perm anece unas dos horas en observación y luego se le perm ite abandonar la clínica. En las muy numerosas anestesias efectuadas en este Servicio por el doctor Lacalle no hemos tenido el menor incidente. Si se establece la indicación quirúrgica se procede a ella directam en­ te en unos casos, en otros se dem ora para otra sesión. ASPECTO S IN T E R E S A N T E S DE L A T E C N IC A DE L A G O N IO TO M IA 1.° Si la abertura palpebral es insuficiente se practica una cantotomía previa. 2.° Cuando existe edema corneal se elim ina el epitelio corneal m ediante una gasa humedecida. 3.° Punto previo: Con el blefarostato en posición se practica una incisión con portacuchilla en la conjuntiva perilím bica, a m edio m ilím e­ tro del limbo. Se penetra luego de form a inclinada en el lim bo esclerocorneal hasta incidir el tercio externo de su espesor. Se monta un punto en « U » corneo-esclero-conjuntivo-esclero-corneal pasando por la incisión escleral (fig u ra 1). 4.° Fijación del ojo. Se suprime e l blefarostato y se hace presa en Figu ra 1. F igu ra 2. __________________________________________________________________________ los rectos verticales con pinzas de diente de ratón. La m aniobra de su­ jeción es fundam ental y muy delicada, debiendo estar a cargo de per sona competente. Esta sujeción tiene que ser firm e, y, a la par, ha de evitarse toda com presión ocular. El ayudante que la realiza debe per­ manecer durante toda la intervención pendiente de estos dos objetivos. 5.° Introducción de la aguja de gonitom ía. U tilizam os la agujacánula de Worst. Se introduce hasta que la punta inicia su ocultam iento por el lim bo del lado opuesto. En ese momento es cuando se aplica el cristal de goniotom ía y, sincrónicamente, se enciende e l fotóforo, al tiem po que se apaga la luz general. C onviene u tilizar como cristal de gonioscopia uno pequeño, que perm ita su desplazam iento fá cil a fin de lograr diversos ángulos de observación y, que además, logre una m ejor adaptación corneal sin burbujas. Como sistema de ampliación nos da muy buen resultado la telelupa fabricada por Storz, capaz de conseguir diferentes aumentos (2, 4, 6 ), que con los dos aumentos que, aproximadamente, proporciona la lente de gonioscopia da un total de 8-12 aumentos, suficientes para una bue­ na visualización del área operatoria. Esta telelupa va, además, provista de un fotóforo con el que se consigue una iluminación adecuada, coa­ xial con el sistema de observación. tJn segundo ayudante mantiene la jerin gu illa conectada a la aguja de goniotom ía a unos 34 centím etros por encima del nivel del ojo operado, con lo que se consigue una presión en cámara anterior de unos 25 m ilím etros de m ercurio. Debe estar, no obstante, preparado para aumentar o reducir la presión. Se desliza luego la aguja de goniotom ía siguiendo un arco inm edia­ tam ente por detrás de la línea de Schwalbe. En la prim era intervención actuamos sobre un arco de unos veinte grados de longitud (desde las cinco a la una en ojo derecho, desde las siete a las once en ojo iz­ qu ierd o). Si se tiene que rep etir la goniotom ía, elegim os entonces otro sec­ tor, el tem poral, el in ferio r o el superior, según las condiciones que en cada caso tienen los relieves de la nariz, el reborde orbitario o el arco supraciliar. N aturalm ente que, tanto para el sector superior como para el in ferior, m odificam os la presa de los músculos verticales por la de los horizontales. Realizada la goniotom ía se retira la aguja progresivam ente detenién­ dose antes de sacar su punta. En ese momento el ayudante que mantenía la presa de los músculos, los suelta y procede a lig a r el punto m ante­ niendo su tensión mientras se term ina de retirar la aguja. G eneral­ mente inyectamos un poco más de suero antes de esta últim a maniobra, a fin de conseguir una presión ocular fin al superior a la normal. Queremos insistir en la im portancia de este punto previo. Nosotros venim os realizándolo desde 1969. Dos son los fines que persiguen: M antener la cámara anterior llena para im pedir la adhesión del iris sobre la zona goniotom izada (sinequia anterior p e riféric a ) y p re ­ ven ir la hem orragia de cámara anterior. Este accidente, enorm em ente frecuente, no se origina sólo a consecuencia de roturas vasculares du­ rante la intervención (cuando éstas se producen la eficacia de la ma­ niobra que estudiamos es mucho m en or), sino a menudo, como resulta­ do de una inversión d^l m ovim iento del líquido a nivel de las estructu­ ras del ángulo. La hipotensión ocular y la goniotom ía favorecerían la penetración de sangre desde las venas esclerales a través del conducto de Schlem. Ello explicaría el porqué la sangre no aparece hasta después de haber dado por term inada la operación. Se com prende fácilm ente que el m antenim iento de la tensión ocular evitará este accidente, y, efectivam ente, así ocurre: la frecuencia del hifem a postoperatorio ha disminuido mucho con la aplicación del punto previo. Y a Worst, en 1964 (1 ), describió un punto de tracción en el limbo, destinado a ejercer una tracción en el momento de introducir la aguja de goniotom ía y cjue al fin al de la intervención debía servir para bloquear la salida del humor acuoso. Posteriorm ente, sin em bargo, en obras como la de Etienne (2 ) y la de S h affer (3 ) no se menciona diclio punto. Nosotros al principio usamos el punto de W orst, pero si bien nos fue útil para la tracción, en cambio fallaba a menudo en el cierre. Prob a­ mos entonces con un punto intracorneal (figu ra 2 ), pero con facilidad se perfora la córnea (porqu e debe ser bastante profundo, a fin de dejar pasar la a gu ja), y en ese caso obliga a suspender la intervención, ha­ ciendo inútil la anestesia general realizada. Con la modalidad del punto que les hemos mostrado se evitan estos inconvenientes y, además, fa ­ cilita la penetración de la aguja de goniotom ía. El punto se retira aproxim adam ente a la semana, con ocasión de una nueva tonom etría de control. Si el control es satisfactorio, como es lo normal, al paciente se le cita para los dos meses, y si en esta nueva exploración continúa el buen estado se aumenta el período intertonom étrico a seis meses o un año. Para term inar les voy a m ostrar los resultados obtenidos en este Servicio en 51 ojos tratados durante el período 1969-1971 (cuadro I ) . En e l cuadro II se muestra la frecuencia con que ha sido necesario re ­ p etir la goniotom ía hasta alcanzar el control de la presión ocular. En la prim era de las tablas hemos de señalar que el segundo grupo, el de «goniotom ías más otras técnicas», no se ha añadido al grupo p ri­ mero, como parecería lógico, porque se re fie re a casos operados en el prim er período, cuando aún no teníamos confianza en los resultados de la goniotom ía, y preferim os, en lugar de rep etir dicha intervención, utilizar otras técnicas. Naturalm ente, en este grupo no agotamos las posibilidades de la goniotom ía. Quiero llam ar la atención sobre el excelente resultado que logró esta intervención, ya que de 42 casos se consiguió el éxito en 33, lo que sig­ nifica un 78,5 por 100 de buenos resultados. N aturalm ente que hay casos en los que no es posible realizar la goniotom ía, principalm ente por falta de transparencia de córnea (que no cede a la elim inación del epitelio corn eal). Para esos casos hay que recu rrir a otras técnicas, y quizá entre ellas pueda seleccionarse la del profesor P érez Llorca, modalidad combinada de ciclodiálisis y gonioto­ mía, que probablem ente será objeto de una próxim a comunicación. CONCLUSIONES Se confirm a el buen resultado de la goniotom ía en la terapéutica del glaucoma congénito. Se describe un punto previo destinado al cierre de la cámara ante­ rior cuando se term ina la goniotom ía, considerando el mecanismo de su acción e insistiendo en el beneficio que proporciona. Se exponen los resultados obtenidos en el tratam iento de 51 ojos cle glaucoma infantil. RESUM EN Se estudian sucesivamente los tiem pos de la exploración del glauco­ ma congénito, las etapas de la goniotom ía y, especialmente, la aplica­ ción de un punto previo que, según los autores, asegura el cierre de la cámara anterior al term inar la intervención, evitando e l aplanamiento de dicha cámara y previniendo el hifem a posoperatorio. Se exponen los resultados en 51 ojos, de los que en 42 se em pleó la goniotom ía con un 78,5 por 100 de éxito. SU M M A R Y The successive exploration steps are studied on the congenital glau­ coma, and also the goniotom y stages, specially the application o f a previous point. This, fo llow in g the authors, insures the oculi anterior camera closure at the operation end, and also prevents the flattening of that camera and the postopera tory hyphema. The results on 51 eyes are outlined, in 42 o f them was applied the goniotom y with good effects in the 78,5 per cent. RÉSUMÉ L ’auteur fa it l’etude successif des tours de l’exploration dans le glaucome, des étapes de la goniotom ie et principalem ent de l ’applica­ tion d’un point préalable, lequel, selon les auteurs, garantit la ferm enture de la chambre antérieure de l’oeil au fin al de l ’intervention et de cette m anière on écarte l ’aplanissement de la chambre et aussi l ’hypéma postérieur a l’opération. On fa it l ’exposition des résultats dans 51 ma­ lades, aux lesquelles on fa it 42 fois une goniotom ie avec une propor­ tion du 78,5 par cent de réussite. Fuencarral, 90 Madrid-4 E S C U E L A P R O F E S IO N A L «C O N D E DE A R R U G A » V C A T E D R A DE O F T A L M O L O G IA . S E V IL L A D ir e c t o r : P r o f e so r C A T E D R A DE H IS T O L O G IA Y P rofesor P in e r o C a r r ió n A N A T O M IA A g u ir r e P A T O L O G IC A V ia n i Arch. Soc. Esp. O f tal., 32, 549-580 (1972) C R IO TER APIA CILIAR * (Estudio anatomopatológico y ultraestructural) P or lo s d o c to r e s JESUS M O N TERO , A N T O N IO P lN E R O Y R IC A R D O V A A M O N D E IN TR O D U C C IO N La aplicación de la crioterapia ciliar en nuestra Clínica U n iversita­ ria como tratam iento de ciertos tipos de hipertensión intraocular y la diversidad de los resultados obtenidos, nos ha m ovido a realizar este trabajo en un intento de m aterializar objetivam ente el substrato anato­ mopatológico, causa de las m odificaciones fisiopatológicas que hemos venido observando como expresión clínica de esta técnica crioquirúrgica. La criocoagulación a — 80° C realizada sobre el cuerpo cilia r en el ojo humano hace descender la presión intraocular por inhibición de la secreción del humor acuoso. Este descenso tensional persiste durante períodos de tiem po desiguales, lo cual nos plantea la problem ática de su patogenia. Que el frío a tem peratura de — 80° C produce destrucción de los elem entos secretores del cuerpo ciliar está fuera de duda. A l mismo * Trabajo presentado en el X L IX en septiembre de 1971. Congreso de la S. E. O. de Torremolinos, tiem po que ocurre esta lesión en la zona enfriada sospechamos que existirá una inhibición funcional de las zonas vecinas. Después de practicada la criocoagulación, la elevación tensional vu elve a hacer su aparición en un tiem po más o menos largo. Este heclio podría ser la consecuencia de una h ip e rfu n ción secretora de las zonas sanas, de la recu p era ción fu n cion a l de las zonas destruidas o de la norm alización funcional de las zonas inhibidas, próximas al foco de lesión. M A T E R IA L Y METODOS Hemos utilizado para nuestras experiencias globos oculares de co­ nejos pigmentados, cuya edad oscilaba alrededor de los dos meses. La criocoagulación fue realizada con el aparato de A m oils a una tem peratura de — 80° C. P revia anestesia local hemos realizado, a dos m ilím etros del lim bo esclerocorneal, tres criocoagulaciones, en los m eridianos de las tres, nueve y doce horas, a través de la conjuntiva de un minuto de dura­ ción. Se form aba un criocráter y posteriorm ente una reacción hiperém ica de los vasos conjuntiva'es. A los pocos minutos de la intervención observam os el fondo de ojo y, en la m ayoría de los casos, nos muestra hem orragias retinianas en las zonas próximas al punto de aplicación de la crioterapia. Los globos oculares son enucleados en períodos de tiem po que osci­ lan entre veinticuatro horas y cuarenta y cinco días. Se procedió a su fijación inm ediata en fo rm ol neutralizado con creta y diluido al 10 por 100 en agua destilada. Después de las cuaren­ ta y ocho horas de fijación se cortaron pequeños trozos de las zonas tratadas por el frío, los cuales se incluyeron autom áticam ente en parafina. Los cortes de 5-7 m ieras se han obtenido con un m icrotom o Leitz, tipo Minot. Se tiñeron con hematoxilina-eosina. La observación y m icrofotografías se realizaron con un m icroscopio Leitz, m odelo Ortholux, equipado con cámara Orthomat. Hem os em ­ pleado dos tipos de película: a) Para blanco y negro, la Duplo Copex Ortho, de Valca. b) Para color (diapositivas), la A gfach rom e 50 L. Profesion al de A gfa. El revelado de la prim era se hizo con Rodinal al 1 por 100 durante ocho minutos. M IC RO SCO PIA E LE C TR O N IC A En el mom ento de la enucleación del ojo se tom aron pequeños trocitos de la zona tratada con ayuda de una lupa estereoscópica. Se f i ­ jaron en aldehido glutárico al 5 por 100 tamponados y conservados du­ rante tres días en fr ig o r ífic o a + 4 " C. Pasado este tiem po se hicieron pequeños fragm entos de aproxim adam ente un m ilím etro de lado que se incluyeron en A ra ld it (Durcupan A C M, F lu k a ). Los cortes ultrafinos se practicaron con un ultrotom e III, L. K. B. Fueron teñidos con ácido ósmico y contrastados con citrato de plomo. La observación de los preparados fue hecha con un m icroscopio electrónico Elm iskop I de Siemens. Las fotografías se hicieron en pla­ cas Scientia 23 D - 56, de 6y2 x 9 centímetros, A gfa. OBSERVACIONES En prim er lugar hemos realizado un estudio histológico y ultraestructural de la región ciliar en globos de conejo considerados norm ales (sin aplicación crio te rá p ic a ). Este estudio m orfológico testigo nos ser­ v irá de comparación para va lora r las lesiones que van a hacer su aparición en los globos tratados y que posteriorm ente comentaremos. En los globos normales, y al m icroscopio de luz, aparece la esclera recubierta por un ep itelio plano estratificado que corresponde a la conjuntiva bulbar. Su estrom a está constituido por fascículos de colá­ gena laxos e irregu lares con variable riqueza celular. El cuerpo ciliar separado de la esclera por la lámina fusca supraciliares, posee un estrom a más laxo, entre cuyas mallas conectivas se sitúan las células musculares y pigmentadas (m elanocitos d e n d rítico s ). El sistema vascular está muy desarrollado. El ep itelio ciliar es una estructura histológica funcionalm ente muy interesante debido a la misión secretora que le está encomendada. Se encuentra tapizando toda la cara posterior interna del cuerpo ciliar y toda la extensión de los procesos ciliares. Esta capa ep itelial está constituida por dos hileras celulares; una en íntim o contacto con el estrom a del cuerpo ciliar, del que se separa por una membrana basal, que está constituida por células cúbicas fu er­ tem ente pigm entadas; su núcleo es pequeño y generalm ente invisible. La otra capa ep itelial está constituida por células cilindricas, de citoplasma claro, núcleo oval y grande que se desplaza hacia las cé­ lulas pigmentadas. PROCESOS C ILIA R E S Son expansiones del estroma del cuerpo ciliar. Están constituidos por un eje conectivo muy laxo, con abundantes vasos capilares resul­ tantes de la división de una arteriola y que por sí solos constituyen una red venosa. La doble hilera epitelial, descrita en el cuerpo ciliar, O ftalm ología 7 - 2 Figu ra 1.— L a punta de flecha señala el epitelio de la conjuntiva. (E ), fibras conjuntivas de la esclera; (C ), cuerpo ciliar. (P. C.), proceso ciliar; (L ), limitante externa ( fibrocito ). (100 X .) Figu ra 2.— (240 X ). (E ), esclera; (C ), cuerpo ciliar; (V ), vena en cuya luz hacen prominencia los núcleos de sus células endoteliales. Las flechas del cuerpo ciliar señalan melanocitos dendríticos. F. S. P., lámina fusca supraciliaris. Epitelio claro señalado por la flecha. El epitelio pigmentario se señala con dos flechas. F igu ra 3.— Procesos ciliares (240 X )Obsérvese el estroma laxo y la doble hilera de células epiteliales: claras y pigmentadas. L a flecha señala fibrocitos de la limitante interna. Figu ra i .— M icrofotografía electrónica de cuerpo ciliar. Se aprecian varios melanocitos dendríticos entremezclados con fibrillas de colágena (C ), seccionadas oblicua o transversalmente. Obsérvense los densos gránulos de pigmento, rodeados de membrana unidad. L a flecha señala expansiones de un fibrocito. 17.000 X. Figu ra 5.— Cuerpo ciliar. M icrofotografía electrónica de células musculares lisas. 30.000 X- (N ), núcleo; (M ), mitocondrias; (F ), leiomiofibrillas. Figu ra 5A.— (11.400 X ). Procesos ciliares. Epitelio de revestimiento. Nótese la clara diferencia entre las células pigmentadas, provistas de densos granulos osmiófilos, escasez mitocondrial y núcleo pequeño, con las células claras, secretoras, de núcleo grande, cromatina laxa, abundancia mitocondrial y un complejo de Golgi muy desarrollado, al igual que el retículo endoplasmático. Entre los plasmolemas se establecen gran número de desmosomas, que se ven muy pequeños. F igu ra 5B.— (24.000 X ). M ayor aumento de una célula clara. (N ), núcleo. (M ), numerosas y grandes mitocondrias. Retículo endoplasmático muy desarrollado y grupos de polirribosomas (puntas de flecha), (P ), granulo pigmentaro de una célula de la capa epitelial externa. Figura 6.— (100 X ). (E ), esclera. (V ), vaso congestivo cortado longitudinalmente. (C ), coroides. (R ), retina. Obsérvese la dehiscencia entre las distintas capas. F igu ra 7.— (140 X ). (C ), cuerpo ciliar. L a flecha señala un proceso hemorrágico. Obsérvese la total desaparición del epitelio secretor. Figura 8.— (140 X ). (E ), esclera. (C ), cuerpo ciliar, en el que abundan los melanocitos dendríticos e e histiocitos. (X ), cavidad irregular, en la que se disponen libremente hematíes, leucocitos y macrófagos. Obsérvense grandes acúmulos de pigmento en en el borde de la lesión. tapiza este e je conectivo del que se separa por una m em brana basal, continuación de la ya descrita en el cuerpo ciliar y que recibe el nom ­ bre de m em brana basal lim itante externa. Sobre la cara interna de las células claras encontramos otra membrana basal que recibe el nom bre de lim itante interna. Vemos, pues, que las células de las dos hileras epiteliales contactan entre sí sin interposición de m em brana basal, exis­ tiendo entre sus plasmolemas gran número de desmosomas, según lo demuestra la miscroscopia electrónica. Enumeradas brevem ente las características fundam entales de la histología norm al de la región objeto de nuestro estudio, expondrem os a continuación las alteraciones histopatológicas encontradas en una serie de globos oculares que han sido enucleados en diferen tes períodos de tiempo, después de haber aplicado sobre su región ciliar la acción del frío. E X P E R IE N C IA N U M ER O 1 Ojo enucleado a las ve in ticu a tro horas después de la crioterap ia. La esclera conserva su estructura histológica característica. En la coroides se observa una intensa congestión y dilatación vascular; separación de esclera, coroides y retina, esta última a n ivel de su ep ite­ lio pigm entario (fig . 6). En el cuerpo ciliar destaca la intensa congestión vascular (fig. 7). Los m elanocitos dendríticos son finos y poco abundantes. Entre la esclera y el cuerpo ciliar existe una zona dislacerada., en la que se disponen libre y desordenadam ente hematíes, leucocitos y células pigm entadas (fig. 8). A este nivel existe gran cantidad de m e­ lanocitos dendríticos e histiocitos. En los procesos ciliares encontramos los siguientes cuadros histoló­ gicos: A) Algunos tienen su estructura histológica norm al (fig . 9) tenecen a una zona alejada de la lesión ). (p e r ­ B) Otros presentan alteraciones consistentes en: dilatación y con­ gestión vasculares con considerable aumento de leucocitos en el in­ terio r de la luz vascular (fig. 10). Fuerte edem a del estrom a que nos presenta aspecto reticulado (fig. 11). Tam bién existen dilata­ ciones quísticas cuya pared está constituida por las dos hileras ep i­ teliales altam ente m odificadas (fig. 12). El contenido de estas cavi­ dades es acidófilo, finam ente granular, con algunos hem atíes y leu- Figu ra 9.— (100 X ). (E ), esclera. (C ), cuerpo ciliar. Procesos ciliares. Histológicamente bien constituidos. L a separación entre los dos epitelios la consideramos debida a un defecto de técnica. Figu ra 10.— (450 X ). Proceso C. Vaso muy dilatado en cuya luz aparecen muchos leucocitos. El epitelio claro es bajo. Figu ra 11.— (450 X ). Proceso ciliar. Dilataciones vasculares y vacuolización del estroma. Desigualdad en la repartición del pigmento. Alteración intensa del epitelio secretor, Figu ra 12.— (450 X ). Proceso ciliar. Intensa dilatación quística, fuerte movilización del pigmento y total desaparición del epitelio cla,ro. Figu ra 13.— (450 X ). Proceso ciliar. Gran cavidad quística de contenido grumoso con algunos hematíes. Figu ra 13 bis.— (240 X ). Se muestran procesos ciliares hemorráglcos, formaciones quísticas y alteraciones edematosas del estroma. E l epitelio claro ha desaparecido en unas zonas, en otras es a trófico y se conserva normalmente en otros puntos. Figu ra 14.— (240 X ). (C ) Cuerpo ciliar, congestión vascular. Procesos ciliares intensamente hemorrágicos, Ausencia de epitelio claro. F igu ra 15.— (240 X ). Fusión de varios procesos ciliares intensa­ mente hemorrágicos. Figu ra 16.— (240 X ). M ovilización de pigmento, que se va acumulando (flech a) entre las zonas de emergencia de los procesos ciliares. Alteración variable del epitelio secretor. cocitos (fig. 13) interpretándolo como plasma sanguíneo, rico en pro­ teínas. El epitelio claro ha desaparecido en la m ayoría de estos casos. C) Finalm ente aparece otra zona, en la cual las lesiones son mu­ cho más intensas y se caracterizan por: intensa dilatación y conges­ tión de los vasos del estroma, que se han roto, dando lu gar a h em o­ rragias profusas que alteran intensamente la arquitectura del proceso cilia r (fig. 14); varios procesos intensamente distendidos han lleg a ­ do a fusionarse entre sí y el epitelio claro ha desaperecido en su to­ talidad (fig. 15); estas alteraciones afectan tam bién al epitelio p ig ­ m entario y se nos m anifiestan por una m ovilización y desigual dis­ tribución del pigm ento (fig. 16) que va a ser fagocitado por histiocitos del estroma. E X P E R IE N C IA N U M ERO 2 O jo enucleado a los tres clícis de la criotera p ia cilia r En la esclera aparece in filtración hem orrágica difusa; abundan­ tes histiocitos (fig. 27, puntas de flech a) que fagocitan los hematíes extravasados. Persisten la dilación y congestión vasculares, tanto en e l cuerpo ciliar (fig. 28) como en los procesos ciliares (fig. 29). En esta experiencia no hemos encontrado zonas hem orrágicas, si bien se han encontrado zonas con franco predom inio de histiocitos car­ gados de hemosiderina. Persisten las alteraciones epiteliales, tanto a nivel de la capa pig­ m entaria (m ovilización y desigual distribución del pigm en to) como a nivel del epitelio claro que ha desaparecido en su inmensa mayoría. E X P E R IE N C IA N U M ER O S O jo enucleado a los cinco clics de la criotera p ia c ilia r . Entre los fascículos conjuntivos de la esclera observam os discreto número de hem atíes dispuestos predom inantem ente en la proxim idad de vasos sanguíneos. En el cuerpo cilia r la in filtración hem orrágica es mucho más in­ tensa (fig. 30). Los procesos ciliares que em ergen del C. cilia r a ni­ vel de la zona hem orrágica presentan tam bién intensa dilatación y congestión vascular, que originan deform ación de los mismos, si bien no hemos encontrado soluciones de continuidad en el proceso. Se con- Figura 17.— (11.400 X ). M icrofotografla electrónica de un vaso capilar del estroma de un proceso ciliar. Ojo humano enucleado a las tres horas de una crioterapia ciliar. (L ), leucocito. (H ), hematíes muy comprimidos. (P ), plaquetas. Figura 18.— (15.000 X ). Proceso ciliar. Ojo humano. Tres horas, (E ), célula del epitelio pigmentario. (B ), membrana basal. (H ), hematíes fuera de un vaso, de­ mostrándonos una hemorragia intersticial (1, 2. 3, 4), zona edematizada de la membrana basal. (F ), fibrocitos del estroma. Las puntas de ílecha señalan fibras de colágena seccionadas transversal­ mente. F i g u r a 1 9.— (5.700 X ). Proce­ so ciliar. Ojo hu­ mano. Tres horas. (M. B .), membra­ na basal alterada e intensamente ede­ matosa. (F ), fibrolastos. (G ), fib ri­ llas de colágena. (N .E .), núcleo de una célula endoterial de un vaso ca­ pilar. (H ), hematíe en la luz capilar. (S ), células del epitelio secret o r de citoplasma tu­ mefacto, gran hi­ pertrofia mitocondrial con desapari­ ción de las crestas. (Flechas), desmo­ mas. (C. P .), célu­ la pigm entaria sin pigmento. Figura 2 0.— ( 18.000 X ). Ojo humano, tres ho­ ras. Proceso ciliar. (M B ), membrana basal con profun­ da alteración; s e observan acúmu1o s g r a nulares muy probablement e d e mucopolisacáridos; algunos son más densos y sospecham o s se trata de proteínas. Sobre la MB se dispone una célula pigmentaria (C .P.), en su citoplasma hay grandes dila­ taciones quísticas del sistema endoplasmático. L a fle ­ cha señala un gránulo de pigmento. Figura 21.— (18.000 X ). (B ), membrana basal con idénticas alteraciones que en el caso anterior. Sobre ella se sitúa una célula pigmentada, de la que vemos una pequeña porción. Obsérvense los gruesos granulos de pigmento (P ) rodeados de membrana unidad. Intensas dilataciones del sistema retículo endoplasmático. (D ) tumefacción mitocondrial (M ) con pérdida de las crestas. (N ), núcleo, probablemente bilobulado. Figu ra 22.— (15.000 X) Ojo humano, tres horas. Célula p i g mentada. Los gránulos de pigmento son menos nu­ merosos y más pequeños q u e normal­ mente. Se ob­ servan tres núcleos. Figu ra 23.— (15.000 X ). Ojo humano, tres horas. (M B ), membrana basal con las alteraciones ya desci’itas. Obsérvense las células pigmentadas que descansan sobre ella, amplia dilatación del retículo endoplasmático. (P ), célula pigmentaria. (S ), célula secretora. Figura 24.— (12.000 X ). Ojo humano, tres horas. Entre las células pigmentarias con escaso pigmento (P ) se observan células claras (la central binucleada) con profundas alteraciones mitocondriales. F igu ra 25.— (20.000 X ). Ojo humano, tres horas. Otro aspecto de una célula clara idéntica a las de la imagen anterior. Las mitocondrias, muy numerosas, están tumefactas y han perdido sus crestas. Complejo de Golgi (punta de flecha) muy desarrollado. Abundante retículo endoplasmático rugoso. En el extrem o supei’ior derecho aparece un núcleo denso con abundante cromatina perteneciente muy probablemente a un fibroblasto. Figu ra 26.— (24.000 X ). Proceso ciliar. Membrana basal edematosa, en la cual aparecen dos fragm entos de células conectivas cuyo citoplasma está intensamente tumefacto. Figu ra 27.— (450 X ). Esclera con infiltración difusa de hematíes en vías de ser fagocitados por histiocitos. Las flechas señalan algunos de estos últimos. F igu ra 28.— (240 X ). cuerpo ciliar, en el que se aprecian la dilatación y congestión vascular. Los procesos ciliares, al igual que el cuerpo ciliar, carecen de epitelio secretor. La flecha señala una zona en la que éste aparece muy atrófico. Irregularidad en la distribución del pigmento. E l estroma de algún proceso (punta de flecha) aparece edematoso. (C ), Figu ra 29.— (100 X ). Proceso ciliar. Intensa congestión y dilatación vascular. Ausencia de epitelio claro y anormalidad en la disposición del pigmento en la capa epitelial externa. Figu ra 30.— (240 X ). Cuerpo ciliar y emergencia de procesos ciliares. (H ), infiltración hem orrágica de cuerpo ciliar y procesos ciliares. Figu ra 31.— (100 X ). Procesos ciliares. Intensa congestión y dilatación de los vasos capilares, que llegan a deform ar el polo distal del proceso. En el espacio libre se observan hematíes extravasados, ya sea por diapédesis o por pequeñas roturas de la pared vascular. Figu ra 32.— (450 X ). Detalle de la imagen anterior. Obsérvese la atrofia del epitelio claro, la congestión vascular y los hematíes dispuestos libremente en la cavidad de la cámara posterior. O ftalm ología 7 -3 serva el epitelio claro muy atrófico; el ep itelio pigm entario muestra alteraciones muy evidentes en la distribución del pigm ento (figs. 31 y 32). E X P E R IE N C IA N U M ERO 4 G lobo enucleado a los ocho días de la criotera p ia c ilia r Esclera sin anomalías. Cuerpo ciliar en el que no hay zonas hemorrágicas, pero sí algún histiocito. Ausencia de ep itelio claro (fig. 33). Los procesos ciliares carecen generalm ente de ep itelio secretor o lo presentan atrófico. En el estrom a de uno de ellos (fig. 34) se observa una profunda hem orragia. En zonas más distales el cuerpo cilia r apa­ rece histológicam ente bien constituido, pero sin ep itelio claro. Del C. cilia r sale un proceso, tam bién sin epitelio secretor, que se ram i­ fica en T, dando lu gar a procesos ciliares histológicam ente bien cons­ tituidos, cuyo lado orientado hacia el cuerpo ciliar carece de ep ite­ lio secretor (lado A de la fig. 35). Hemos de destacar que entre cada dos procesos, norm alm ente desarrollados, aparece uno mucho más cor­ to y estrecho (flecha de la fig . 35). N o hemos encontrado descrip­ ción ni im ágenes de este hecho, y en la actualidad desconocemos el porqué de su presencia y significación. E X P E R IE N C IA N U M ERO 5 G lobo enucleado a los doce días de la crio te ra p ia cilia r Esclera generalm en te sin anomalías; entre ella y e l cuerpo ciliar aparece una zona cavitaria en la que existen gran núm ero de células pigmentadas, fibroblastos e histiocitos, junto con otros restos celula­ res no identificados (fig. 36). En el C. cilia r de esta zona hay un n o­ table increm ento de células pigmentadas, ya sean histiocitos o melanocitos dendríticos; tam bién se observan pequeñas dilataciones vascula­ res. La m ayoría de los procesos ciliares no presentan ep itelio claro; su estroma es edematoso. En la proxim idad de la ora observamos la dehiscencia de la do­ ble hilera ep itelial (fig. 37 y en la figu ra 38 aparece el depósito, so­ bre las células claras de un m aterial fib r ila r y reticulado que in ter­ pretam os como: a) exudado proteico sim ilar a la fib rin a; b) tum efac­ ción de la lim itante interna, y c) condensación del cuerpo vitreo. Figu ra 33.— (100 X ). Cuerpo ciliar separado de la esclera a nivel de la lámina fusca supraciliaris (señalada con una flecha). Las puntas de flecha señalan histiocitos. N o hay alteraciones en los capilares. Procesos ciliares sin epitelio claro. Figu ra 34.— Cuerpo ciliar sin anomalías. La flecha señala un proceso ciliar con estroma hemor,rágico. Total desaparición del epitelio secretor. 240 X. Figura 35.— (100 X ). Cuerpo ciliar histológicamente bien constituido. De él sale un proceso ciliar que se ram ifica en T. F igu ra 36.— (100 X ). (X ), cavidad lim itada por la esclera (E ) y el cuerpo ciliar (C ), en el que se observan algunos vasos congestivos (puntas de flecha). F igu ra 37.— (240 X ). Cuerpo ciliar. Considerable aumento de las células pigmentadas. Dehiscencia de las dos hileras epiteliales (flech a). F igu ra 38.— (100 X ). Cuerpo ciliar en la proximidad de la ora. Se conservan los dos epitelios y sobre el claro se deposita una sustancia filamentosa débilmente basófila. Figura 39.— (100 X ). (E ), esclera. (C ), cuerpo ciliar. (X ), cavidad. (R ), retina. ( A ) Procesos ciliares normalmente constituidos. (B ) Procesos ciliares atróficos y sin epitelio secretor. Figu ra 40.— (200 X ). M ayor aumento de una zona de la imagen anterior. Obsérvese el gran número de células pigmentadas en el estroma del cuerpo ciliar. Densidad de pigmento (histiocitos) señalados por la flecha. Figu ra 41.— (100 X ). Visión panorámica de la orientación atípica de los procesos ciliares. E X P E R IE N C IA NUM ERO 6 G lobo enucleado a los dieciséis citas de la criotera p ia ciliar. Entre la esclera y el cuerpo cilia r existe una zona que se adelgaza para delim itar una pequeña cavidad irregu la r de bordes y lím ites im ­ precios constituidos por restos celulares no id en tifica b a s, destacan­ do gran número de m elanocitos dendríticos (fig. 39). N o descartamos la posibilidad de que esta cavidad sea consecuen­ cia de un defecto de técnica. D el cuerpo cilia r salen procesos que se ram ifican perpendicularm ente, saliendo de una banda común de la misma estructura que los procesos, pero con un estroma muy poco des­ arrollado. E l C. cilia r no muestra alteraciones, salvo la total ausencia de ep itelio secretor. Los procesos ciliares están generalm ente carentes de ep itelio claro, si bien las form aciones señaladas en la figu ra 39, y que reproducim os en la figu ra 41, se observan hacia un lado procesos atrofíeos carentes de ep itelio secretor con un estroma laxo e hialino (fig. 42). Hacia e l otro lado los procesos están bien desarrollados y conservan su doble hilera epitelial. En la figu ra 43 vem os un detalle de la figu ra 41, en la que se aprecian las notables diferencias entre los procesos del lado « A « y el lado « B ». L a flech a señala una zona con m ayor densidad de pigm ento. In ­ sistimos en la disposición no habitual de estos procesos. En la fig u ­ ra 41 se señalan con puntas de flecha los procesos más cortos que se intercalan entre cada dos norm alm ente constituidos. Hem os pensado que esta disposición puede ser debida a un proceso de regeneración o a una orientación no habitual en los cortes de esta zona. E X P E R IE N C IA N U M ER O 7 G lobo enucleado a los tre in ta días de la crio te ra p ia cilia r. Esclera que presenta una pequeña cavidad irregu la r que contiene restos celulares no identificables. En el cuerpo ciliar subyacente hay gran número de células muy voluminosas repletas de un pigm ento negro (figs. 44 y 45). Los procesos ciliares de esta región carecen de ep itelio secretor; distribución anorm al del pigm ento y un estroma laxo, reticulado con zonas de hialinización. En él abundan las células histiocitarias que han fagocitado pigm en to (fig. 46). En zonas más alejadas los procesos ciliares no presentan alteracio­ nes (fig. 48), CRIOTERAPIA CILIAR 573 Figura 42.— (450 X ). Proceso ciliar. Ausencia de epitelio claro. Alteración de la distribución del pigmento y estroma edematoso e hialinizado. Figu ra 43.— (240 X ). D etalle de la figu ra 41. En el lado « A » , procesos normales. En el lado «B », procesos atrofíeos. F igu ra 44.— (100 X ). (E ), esclera. (X ), cavidad. (C ), cuerpo ciliar, con grandes células cargadas de pigmento. L a flecha señala prismas cristalinianos, que se ven entre dos procesos ciliares. F igu ra 46.— (240 X ). Procesos ciliares sin epitelio secretor y anormal distribución del pigmento. Algunos de ellos se han fusionado entre si. Figu ra 47.— (450 X ). M ayor aumento de la im agen anterior. Obsérvese la intensa fagocitosis del pigmento por histiocitos. N o se observa epitelio secretor (claro). Figu ra 48.— (240 X ). Procesos ciliares histológicamente bien constituidos. L a flecha señala melanocitos dendríticos del cuerpo ciliar. Figu ra 49.— (240 X ). (E ), esclera. (C ), cuerpo ciliar. (X ), cavidad. Obsérvense los distintos grupos formados por grandes células pigmentadas. Figu ra 50.— (240 X ). (R ), retina. (C ), coroides, con evidente congestión de uno de sus vasos, que ha sido cortado longitudinalmente. L a punta de flecha señala un grupo de células pigmentadas en el cuerpo ciliar. Figu ra 51— (240 X ). Procesos ciliares. En el lado « A » se han fusionado y carecen de epitelio secretor. El que ocupa el centro de la imagen tiene un estroma muy edematoso (L ). (V ), vaso del estroma del proceso edematoso. F igu ra 52.— (240 X ). Procesos ciliares fusionados. Generalmente carecen de epitelio claro. E X P E R IE N C IA N U M ER O 8 G lobo enucleado a los cuarenta y cinco días ele la crio te ra p ia cilia r Esclera sin anomalías. El C. ciliar presenta una pequeña cavidad en la cual aparecen células histiocitarias cargadas de pigm ento ne­ gro; en el lím ite de la cavidad aparecen leucocitos (fig. 49). En la proxim idad de la ora hay tam bién grandes acúmulos de cé­ lulas pigmentadas. La retina se ha desprendido de la coroides a ni­ vel del ep itelio pigm entario en una zona muy delim itada (fig. 50). Los procesos ciliares se disponen muy próximos entre sí, constituyendo auténticos pelotones; todos ellos carecen de ep itelio secretor o lo con­ servan atrófico en pequeñas zonas (puntas de flecha de la fig . 51). CRIOTERAPIA CILIAR 577 Figu ra 53.—■ (15.000 X ). Estrona de un proceso ciliar. Se observan fragm entos de dos fibroblastos, escasas fibras colágenas e intenso edema del intersticio. Figu ra 54.— (36.000 X ). Cuerpo ciliar. Célula conectiva que ha fagocitado gránulos de pigmento (P .) A su alrededor fibras colágenas (F ), que evidencian su caracte­ rística estriación transversal periódica. Figura 55.— (9.000 X ). Epitelio de los procesos ciliares. Las células pigmentadas son pequeñas y contienen escasos gránulos de pigmentado. Sobre ellas se disponen las células secretoras con intensos pliegues de la membrana (P. B .) plasmática. N orm a­ lidad mitocondrial. Las células del ep itelio pigm entario en unos casos muestran franca disminución de su pigm ento, en otros lo conservan en cantidad n or­ mal. El estroma en algunos casos es muy laxo ( L ) , de la figu ra 51, y en otros su estructura es normal. C ONCLUSIONES Las lesiones precoces más características consisten en: 1. H iperem ia, congestión vascular y profusas hem orragias, tanto en la esclera como en el cuerpo y procesos ciliares, con rotura de estos últimos, que llegan a fusionarse entre sí, 2. A parición de cavidades irregu lares entre la esclera y el cuerpo ciliar con acúmulos de pigm ento y restos celulares. 3. Edema, hialinización e intensa vacuolización del estroma de los procesos ciliares, en el que llegan a form arse auténticas cavidades quísticas. 4. Desaparición o atrofia intensa del epitelio claro. 5. M ovilización y desigual distribución del pigm ento, que es fagocitado por células m acrofágicas del tejid o conectivo del cuerpo y procesos ciliares. 6. La m icroscopía electrónica muestra profundas alteraciones: a) a n ivel de la m em brana basal del epitelio; b) grandes dilataciones quísticas del retículo endoplasmático que se localizan fundam entalm ente en las células de la capa pigm entaria; c) el) fragm entación nuclear, y tum efacción y desaparición de las crestas mitocondriales. 7. Edema y tum efacción del citoplasma de las células claras. 8. Tum efacción de las células conectivas y edema del estroma de los pi’ocesos. 9. En las experiencias número 4 (ocho días) y número 6 (dieciséis cuas) se observa disposición atípica de los procesos ciliares, que sos­ pechamos sea debida a fenóm enos regenerativos. En los casos de enucleación más tardía son de destacar: 10. a) Persistencia de: cavidades en la esclera y entre ésta y el cuerpo ciliar; b) fusión de procesos ciliares que generalm ente carecen de ep i­ telio secretor, y c) la hialinización y edem a del estroma de los procesos alterados. 11. Abundantes histiocitos repletos de pigm ento negro que se dis­ tribuyen a todo lo largo del cuerpo cilia r y por el estroma de los pro­ cesos. 12. L a m icroscopía electrónica nos demuestra en estos casos un considerable descenso de los gránulos de pigm ento en el epitelio, nor­ m alización m itocondrial y desaparición de las dilataciones del retículo endoplasmático. B IB L IO G R A F IA B ieti, G. B.: A tti Soc. Oftal. Itcil., 9, 64-72 (1947). L in c o ff, H., y LONG, R. S.: Ophthal. Clin., 7, 405, 409 (1967). P o u l iq u e N, Y . : A tlas de H istología y ultraestrutura. 1969. S c u l l ic a , L . : A c ta Conc. Ophtha. (X X I Congreso. M éxico). P o l a c k , F. M., y R o e t t h : Invest. Ophth., 3, 164 (1964). McLean, J. M., y L in c o ff, H. A .: A, Ophth. Soc., 62, 385 (1964), G e o r g e , M. H., y R o e t t h , J r .: P in e r o C a r r i ó n , A., y A. Journal of Aphth., 1967. B e n j u m e d a , A .: C o n g r e s o P a r ís . 1971. Imagen, 9. Sevilla EL PR O BLEM A D EL AFACO Y SU CORRECCION * POR EL DOCTOR F R A N C IS C O J A V IE R P E R E Z IR IS A R R I (Barcelona) ínos proponemos hacer un análisis del ojo tras la extracción del cristalino con e l fin de hallar el sistema corrector más idóneo a la vista de los problem as que surgen al cam biar las características déi sistema óptico ocular. E l problem a radica esencialm ente en que pa­ samos de un ojo em étrope (puede ser igualm ente am étrope) a un sistema form ado por un lente corrector y un ojo al que se le extirpó e l cristalino y que puede sim ilarse a un dioptrio esférico. Estudiarem os prim eram ente el problem a bajo el aspecto puram ente teórico, partiendo de un ojo em étrope y viendo lo que sucede al sis­ tema a través del análisis de los elem entos principales del mismo al elim inar la potencia del cristalino. P R IM E R A P A R T E Estudio te ó rico Datos y características del ojo te órico Indices de refracción Abscisas (referid a s a la cresta ex terio r de la córnea) Superficie posterior de la córnea ........................... Superficie anterior del cristalino ........................... Superficie posterior del cristalino .......................... 0,55 3,6 7,6 mm. mm. mm. Radios de curvatura Superficie Superficie Superficie Superficie anterior de la c ó r n e a ............................... posterior de la córnea ........................... anterior del cristalino ........................... posterior del cristalino ........................... 7,8 6,5 10,2 — 6,— mm. mm. mm. mm. Ojo P o t e n c ia ........................................................................ Posición del punto principal objeto ......................... Posición del punto principal im agen ..................... Posición del foco objeto ............................................ Posición del foco im a g e n .......................................... Longitud focal o b j e t o ................................................. Longitud focal im a g e n ................................................ 59,9404 1,5946 1.9078 — 15,0887 24,1965 — 16,6832 22,2888 dt. mm. mm. mm. mm. mm. mm. Ojo áfaco A l suprim ir el cristalino del ojo, prácticam ente queda reducido a un sim ple dioptrio de separación aire-humor acuoso, y un análisis más crítico nos sitúa ante un sistema form ado por la córnea (m enisco ne­ gativo ) que separa los dos medios, aire y humor (prácticam ente puede tom arse un va lor único para el índice del humor acuoso y v itr e o ). La fórm u la gen eral del dioptrio esférico, referid a a los ángulos de apertura y proyección es: n ' ^ — no- (n' — n) — ------ R Siendo: a — ángulo de apertura, o*! = ángulo de proyección, n = índice del p rim er medio, n' = índice del segundo medio, h = altura del incidencia. R = radio de curvatura. A plicando esta relación a los dos dioptrios (de la córn ea), supuesta incidencia paralela al eje ( 01 = 0 ): hi P rim er dioptrio: n’a <j\ = (n \ — 1 ) ------ (I) Ri Segundo dioptrio: n’2 a\ — n\ <t\ = (n’2— n2 h2 in\ = n R, /o- 1 — <r2 Sumando estas dos relaciones: n’2 <j\ = (n\ — 1) — — + (n’2 — n2) — — (II) Ri R2 hallaremos h2 en función de hi. De la figura 1, trazando una paralela al eje desde el extrem o de h2 tendrem os que: h, = hj — Dh = h, — e <r\ y sustituyendo (A de ( I ) . n’i — 1 hi h2 = h1 — e ------ -------------- (I I I ) n\ Rt sustituyendo este valor de h2 en ( I I ) n ’2 a . t = (n’i — 1) — Ri + (n’2— n’) hi h2 n’t — 1 ■e • n’j hi Rj R 2 y teniendo en cuenta los poderes refractantes n’, a\ hi e ■n’2 D’ = D, + D2— Dx D 2------ (I V ) nx Siendo: D ’ : la potencia del ojo áfaco. D,: el poder refractante de la prim era ¿uperficie de la córnea. D2: el poder refractante de la segunda superficie de la córnea. e: el espesor de la córnea. n’2: el índice del humor vitreo. n\: el índice de la córnea. O fta lm ología 7-4 PO SIC IO N DE LOS FOCOS EN E L N U E VO SISTE M A (o jo áfaco) Tom am os como orígenes las crestas de la córnea sy = s 2f ’ h2 De la figu ra 1 se deduce que: S y = -----a2 Sustituyendo h2 de ( I I I ) y teniendo en cuenta que: = hi f C A LC U LO D E L V A L O R DE L A CORRECCION P A R A R E S T IT U IR L A V IS IO N DE LEJOS D E L A F A C O A l suprim ir el cristalino hemos visto que la im agen de un punto del infinito deja de form arse sobre la retina, por lo que debe de exis­ tir un punto rem oto, conjugado de la retina, tal que, colocando en él un objeto o una imagen, la im agen dada por el ojo se fo rm e sobre la retina. Se trata, pues, de determ inar el rem oto del áfaco. P o r otro lado, el principio de la corrección de un ojo se realiza al seleccionar un lente tal que su foco im agen coincida con el rem oto del ojo; luego tendrem os (fig u ra 2 ): H 2F \ = H 2H\ + H ’^ ’i ( V I I ) HaF’t es la distancia al punto remoto. H 2H ’ i es la distancia del plano principal objeto del ojo al plano principal, im agen del lente corrector cambiado de signo, pudiendo escribir que: Figuras 3 a y b. H2 H ’, = — 8 H’j F ’ = f ’v = —— D’v D’v es la potencia en dioptrías del lente corrector. — , la vergencia del punto remoto. R S = H\ H2, aproximadamente igual a 13 mm. Sustituyendo en (VII) CALCULOS NUMERICOS Potencia del ojo áfaco: Sustituyendo los valores del ojo teórico en la expresión (I V ): n’2 D’(u) = Di + D2 — Di D2 ei Siendo: D’,! = potencia del ojo áfaco. Dx = n’i — 1 Do = n 2— n Ri R, n’2 = índice de refracción del hum or vitreo (tomamos el valor 1,3365, valor m edio entre el hum or acuoso y el vitreo), e = espesor de la córnea = 0,00055 mm. n ’a D\, = 41,88 dt. POSICION DEL FOCO IMAGEN Tomando com o origen la cresta anterior de la córnea: Sx s, f ’ = s T s 2 + S7 F ’ Sí S2 = espesor de la córnea en el centro = 0.00055 m. S T F ’ de (V) luego: Sx F ’ = 0,00055 1— e n’ — 1 f’ R, y sustituyendo los valores conocidos y teniendo en cuenta que: n’2 D ’a = 41,88 dt. = n ’a f ’a = 0,0319 m. f ’a ________________ luego: S, F ’ = 0,00055 + 0,0313 = 0,03185 m. PLANOS PRINCIPALES Referido a la cresta anterior de la córnea s. i r = Si s 2 + s 2 H’ Teniendo en cuenta (VI) n’ — 1 1 Sj H’ = 0,00055 — e ----------------------- f . n'i R, y sustituyendo los valores conocidos: S, H = 0,00055 — 0,000617 = 0,000067 El plano principal se sale del ojo. AMETROPIA DEL AFACO Supongamos que el ojo operado no cambia en dimensión antero­ posterior. Aplicando la relación de puntos conjugados referidos a los planos principales del ojo, calcularem os el punto conjugado de la retina, que será el punto rem oto y nos medirá la ametropia del áfaco (figura 2 ). Orígenes: H2 y H ’2 Distancia objeto: HR = r n n --------------------= -------a’ a f ’a (VIII) Distancia imagen: H’.R = H^Si + SXR n’ = n'-¿ — 1,3365 n = nx = 1 H'2R = H’aSi + S,R = 0,00067 + 0,0241.96 = 0,0242665 Sustituyendo en (VIII) y despejando — —j— = 13,1? at. r = 0,0762 m. El ojo se com porta com o hiperm étrope de 13,12 dt. CALCULEMOS AHORA EL LENTE NECESARIO PARA CORREGIR ESTA AMETROPIA HsF’v = HaH’i + H’xF’v Sustituyendo los valores conocidos y operando, llegamos a deducir el valor del lente corrector: Dv -• 11,33 dt. CALCULO DE LOS ELEMENTOS CARDINALES DEL SISTEMA FORMADO POR EL OJO AFACO Y EL LENTE CORRECTOR Pretendem os llegar a com parar la imagen del áfaco corregido con la del emétrope. Para ello es preciso conocer Jas características del lente corrector, sus elem entos cardinales e igualmente los propios del sistema ojo afaco-lente corrector. COMENZAREMOS POR EL ESTUDIO DEL LENTE CORRECTOR Supuesto el lente de + 11,33 dt. hallado en el cálculo anterior, este lente está caracterizado por unos datos técnicos tales que: Ri R2 e n = = = = 0,0378 m. 0,1394 m. espesor en el centro = 0,008 m. 1,523 í'v = ---------- = H ’jF ’v = 0,0882 m. D ’v POTENCIA DEL SISTEMA OJO-LENTE Llamemos D’s a la potencia del sistema D ’s = D’v + D ’„ — e D’ .D ’a Siendo: D’v = potencia del lente. D’a = potencia de ojo áfaco. e = distancia H\H2 = 0,013 m. Sustituyendo en (IX ) D ’ h = 47,03 dt. PLANOS PRINCIPALES DEL SISTEMA OJO-LENTE e 0,013 H’üH’ = ---------- f = --------- --------f ’v 0,0882 1 -------------- = — 0,00314 47,03 Igualmente: HXH = 0,00866 TAMAÑO DE LA IMAGEN RETINIANA En la figura 3-a hemos representado un o jo emétrope, y vem os que y ’o el ángulo subtendido por el objeto «u » es tal que u = ---------- por lo que H’K podem os escribir: u = y ’„ D’;1 (X ) En la figura 3-b hemos representado el ojo áfaco corregido, con su plano principal (del sistema) desplazado hacia fuera, el objeto es el mismo, luego el ángulo «u » también lo será, pudiendo poner: y’» u = -------------- = v ’a D ’. H ’K de (X y X I) deducim os que. (X I) y sustituyendo los valores conocidos: ¡3’ — 1,276, es decir, que el aumento es del orden del 27,6 por 100. Vem os teóricam ente que el áfaco corregido debe enfrentarse con un mundo visual aumentado de tamaño. Fácil es deducir el problem a de fusión en el caso de áfacos monoculares. ESCOTOMA ANULAR Hemos visto en nuestro estudio teórico que el áfaco precisa de un lente corrector de 11,33 dt., impuesto por el lente colocado a 13 mm. del ojo, o, más exactamente, que: H ’tH = 0,013 mm. Nos basaremos para esta parte del estudio en este dato teórico. Un lente, en c.;anto lo utilizamos fuera de su eje óptico, se com por­ ta com o un prisma cuya potencia es el producto de la potencia de aquél en dioptrías, multiplicado por la distancia de la zona usada al centro óptico, expresado en centímetros. En la figura 4 tenemos representado al ojo corregido con la línea de mira rasante al borde del lente, pero sin pasar por él (rayo 1 ); el ángulo de campo sería ¡p y la tangente: ------D D tgp = ---------- : OQ = -----------2 5 Donde OQ = 2,5 cm., igual a la distancia de la cresta interior del lente al centro de rotación del ojo. Si desplazamos una cantidad infinitesimal, la línea de mira pasará por el interior del lente, poniéndose eri juego el efecto prismático del mismo, <o será el ángulo de desviación tal que tg «>. 100 = A, siendo A el número de dioptrías prismáticas, que también es igual a: A - D ’v — — 2 siendo D el diám etro del lente en centímetros. D’v . D Todo el espacio com prendido entre los rayos (1) y (2) es un es­ pacio muerto para el observador si únicamente mueve el ojo perm ane­ ciendo quieta la cabeza. Esta zona muerta es la que recibe el nombre de escotom a anular. Según lo expresado, el campo visto a través de la gafa no es el <¡>, sino el <f (figura 4 ). En e l triángulo AOM se verifica que: <f >_ — (p -------- OJ por tanto: tg <p— tg (0 tg <f' = --------------------------------1 + tg <p. tgü> sustituyendo los valores de tg <f y tgo>, sale t g / = 0,48 - » <? = 26°. Vem os que el ángulo real de campo del áfaco corregido es de ^ = 26°, en lugar del aparente, <p — 39°. Puede deducirse fácilm ente a partir de lo dicho que cuanto más cerca esté el lente del o jo el escotoma será menor. CONCLUSIONES Además de estos problem as que se le presentan al áfaco, y que de por sí suponen el enfrentarse con un mundo visual distinto, debe­ mos pensar que si estudiamos la refracción del ojo afáquico foveal y extrafoveal, deberá presentar variaciones relativas notorias con res­ pecto al ojo completo. Este es el estudio que nos proponem os realizar en un próxim o trabajo, esperando sacar conclusiones que sirvan de base para el cálculo de lentes adecuados para la corrección del áfaco. RESUMEN Comparando la óptica del ojo em étrope con la del ojo afáquico co­ rregido, nos encontramos con: 1. Un desplazamiento de los planos principales que implica la apa­ rición de un aumento en la imagen retiniana del orden del 27 por 100. 2. Por extirpación del cristalino aparece una ametropia cuya co­ rrección precisa un lente de + 11,33 dt. 3. El campo visual disminuye sensiblemente, de manera que de­ penderá de la potención del lente corrector, de la distancia lente-córnea y del tamaño del lente utilizado. SUMMARY Perform ing a com parative study of the em m etropic eye with the corrected aphakic one, we had found, the following: 1st.— A displacement of the main planes with retinal image increase o f about the 27 per cent. 2nd.— A fter the crystalline lens extirpation there are an ametropia corrected with a lens of + 11,33. 3rd.— The field o f vision diminish in a great deal, in relation to the size and potency of the corrector lens and also to the length from the cornea at it. RÉSUMÉ Si l’on com pare l’optique de l’oeil ém étrope avec celle de l’oeil aphakique nous trouverons: 1. Un déplacem ent des plans principaux, qu’im plique l’apparition d’une am plification de l’image rétinienne de l’ordre d’un 27 pour 100. 2. L ’extirpation du cristallin donne lieu à une amétropie dont la correction doit se faire avec une lentille de + 11,33 dt. 3. Le champ visuel diminue sensiblement, en rélation avec la puis­ sance de la lentille correcteure, de la distance lentille-cornée et de la magnitude de la lentille utilisée. Alicante, 27. Barcelona-6 U N IV E R S ID A D D E S A N T IA G O D E C O M P O ST E L A F A C U L T A D D E M E D IC IN A . C A T E D R A D E O F T A L M O L O G IA PROFESOR SÁN C H EZ-SA LO R IO Arch. Soc. Esp. Oftal., 32, 595-604 (1972) ESTUDIO ESTADISTICO DE 4.894 AMETROPIAS * P or J. G A R C IA -S A N C H E Z , J. los M ENDEZ D octores GON ZALEZ Y M. S A N C H E Z -S A L O R IO Se refiere el presente trabajo a la distribución de las ametropías en relación con la edad, resultado del estudio de un total de 4.894 ojos amétropes en pacientes con edad com prendida entre los cuatro y los veinticuatro años. Anteriorm ente hem os realizado un estudio sobre la distribución de los distintos defectos de refracción en una población infantil en edad escolar (cuatro a catorce años), y próxim am ente se completará con un estudio longitudinal en 1.000 pacientes que fueron seguidos de forma ininterrumpida desde los cuatro a los veinticuatro años. MATERIAL Y METODOS Se estudian 4.894 ojos de pacientes com prendidos entre los cuatro y los veinticuatro años y que presentan defecto de refracción. * Trabajo presentado en el X L I X septiembre de 1971. Congreso S. E. O. de Torremolinos, en En todos los casos se hace la determinación objetiva y subjetiva de la refracción, previa parálisis de acom odación con ciclopentolato. (Com o prueba objetiva se utiliza la esquiascopia; la prueba subjetiva se realiza por corrección óptica ante optotipo de Márquez.) RESULTADOS En la gráfica 1 se presenta el número total de ametropías en re­ lación con la edad y el sexo. En la gráfica 2 se muestra el tanto por ciento de cada una de las ametropías, relacionándolas asimismo con edad y sexo. La hiperm etropía se presenta en los pacientes de más corta edad con una extraordinaria frecuencia, de tal m odo que a los cuatro años representa, tanto en el varón com o en la hembra, casi el 50 por 100 del total de los defectos de refracción. En edades más avanzadas des­ ciende la frecuencia de este defecto de m odo constante y a partir de los quince años apenas supone el 10 por 100 del total (gráfica 3 ). El astigmatismo hiperm etrópico simple es un defecto poco frecuen­ te. En ninguno de los grupos edad alcanza el 15 por 100 del total de ametropías (gráfica 4 ). El astigmatismo hiperm etrópico compuesto, con una frecuencia si­ milar a la de la hiperm etropía a los cuatro años, es más tarde el de­ fecto que se observa con mayor frecuencia, y aunque ésta disminuye con la edad, todavía a los diez años supone el 40 por 100 del total de las ametropías. A partir de los trece años, si bien continúa repre­ sentando parte importante del total de defectos de refracción, su fre ­ cuencia es m enor a la del astigmatismo m iópico compuesto, que, com o verem os luego, es el defecto más repetidamente encontrado desde esta edad hasta los veinticuatro años (gráfica 5). La miopía, que es muy poco frecuente en los grupos de edad más bajos, va haciendo más importante a medida que avanza la edad, al­ canzando su mayor frecuencia hacia los dieciocho años (gráfica 6). El astigmatismo m iópico simple es el defecto que menos aparece en todos los grupos edad, representando menos del 5 por 100 del total de los defectos de refracción (gráfica 7). El astigmatismo m iópico compuesto, que hasta los dieciocho años es un defecto poco frecuente (no alcanza el 10 por 100), aumenta constan­ temente, y a partir de los diecinueve años supone más del 40 por 100 del total de los defectos de refracción (gráfica 8). El astigmatismo mixto representa un bajo porcentaje del total de ametropías, no alcanzando apenas el 10 por 100 (gráfica 9). El total de los defectos hiperm etrópicos es más frecuente que el total de los defectos m iópicos hasta los doce años; a partir de los trece y hasta los veinticuatro, el total de defectos m iópicos es mucho más frecuente. Por lo que respecta al sexo, la hiperm etropía aparece más en los varones hasta los catorce años, peiro desde este m omento se en­ cuentra más repetidam ente en las hembras. La frecuencia de la hiper­ m etropía disminuye en el varón hasta los quince años, y desde este m omento perm anece constante hasta los veinticuatro; en las hembras, por el contrario, disminuye hasta los catorce años, mostrando a conti­ nuación una tendencia a aumentar (gráfica 10). El total de defectos m iópicos, que es poco importante en los pri­ meros años, aumenta de m odo constante, y a partir de los trece años y hasta los veinticuatro es, com o señalábamos anteriormente, más importante que el núm ero total de defectos hiperm etrópicos. Estos de­ fectos son más frecuentes en las hembras hasta los once años, aparecien­ do a partir de esta edad, y hasta los veinticuatro años, más en los varo­ nes. Su frecuencia aumenta en el varón ininterrumpidamente hasta los diecisiete años, disminuye desde este m omento hasta los veinte y au­ menta nuevameñte a los veintiún años. En la hem bra la frecuencia aumenta hasta los catorce años, y desde esta edad hasta los veinticua­ tro se mantienen prácticamente constante (gráfica 11). COMENTARIO Consideramos de interés señalar que, en líneas generales, tanto la hiperm etropía com o el astigmatismo hiperm etrópico, que durante los prim eros años de la vida son los defectos más frecuentem ente encon­ trados, disminuyen de m odo constante, al mismo tiem po que la miopía y el astigmatismo m iópico com puesto van haciéndose más frecuentes, de tal m odo que al llegar a la pubertad se invierten los térm inos y el total de defectos m iópicos es más importante que el total de de­ fectos hiperm etrópicos. También llama la atención el hecho de que hasta los doce años los defectos hiperm etrópicos son más frecuentes en los varones y los miópicos en las hembras, observándose lo contrario a partir de esta edad. Otro hecho significativo es que, mientras que la m enor frecuencia de hiperm etropías se alcanza en el varón a la edad de quince-dieciséis años, en la hem bra aparece más precozm ente (catorce años) y, del mismo modo, los defectos m iópicos alcanzan su máximo antes en la hembra que en el varón. El hecho de que a los veintiún años se observe en los varones un increm ento inesperado del núm ero total de defectos m iópicos no le vemos otra explicación sino que coincide con la edad de incorporación al servicio militar y, por tanto, es mucho mayor el núm ero de pacien­ tes m iopes que acuden a com probar el estado de su corrección o incluso a indagar una posible inutilidad. Plaza de la Mina, 12, 1.° Cádiz H O S P IT A L D E L S A G R A D O C O R AZO N P O L IC L IN IC A : SE R V IC IO D E O F T A L M O L O G IA D octores A. A rruga y F. P a i o m a r - P e t it Arch. Soc. Esp. O ftal., 32, 605-614 (1972) LA OFTALMODINAMOMETRIA EN LA FISIOPATOLOGIA DE LA REGULACION ORTOSTÀTICA * PO R EL DOCTOR F. P A L O M A R -P E T IT A l cambiar la posición del cuerpo existen unas respuestas hemodinámicas. Inmediatamente después de la adopción de la posición ortostática, tiene lugar un descenso transitorio del retorno venoso al cora­ zón, con la consiguiente reducción del volum en minuto cardiaco y de la presión sanguínea. En tal situación existen unas respuestas fisioló­ gicas que se ponen en marcha com o una serie de mecanismos com pen­ sadores (contracciones musculares de los músculos abdominales y de las extremidades inferiores, reflejo barorreceptor inducido, vasocons­ tricción arteriolar y venosa, aumento de la frecuencia cardiaca, activa­ ción del sistema renina-angiotensina, secreción aumentada de aldosterona y horm ona antidiurética), encaminados a restaurar la presión ar­ terial media normal. Durante un ortostatismo prolongado persisten ciertas m odificacio­ nes hemodinámiCas fundamentales, características de dicha posición: volum en minuto cardiaco más bajo, así com o reducido volum en latido y una frecuencia cardiaca más elevada. Para que la presión arterial media se mantenga, a pesar de un volum en minuto cardiaco reducido, debe aumentar la resistencia periférica. La filtración capilar aumenta en las partes declives del organism o debido a la elevación de la pre­ sión capilar. Esto conduce a una ligera reducción del volum en plas* Trabajo presentado en el X L I X Congreso de la S. E. O. de Torremolinos, en septiembre de 1971. Figura 1. Hipotensión oftálm ica ortostática asociada a una hipotensión general ortostática. mático Los estudios hem odinám icos clásicos de la regulación or­ tostática, realizados mediante el test en posición de pie o en la prueba de la mesa basculante, se limitan en general a la medida de la presión arterial humeral sistòlica y diastólica, al mismo tiem po que se mide la frecuencia cardiaca. Estos elementos perm iten clasificar los sujetos se­ gún el com portam iento de su respuesta (V adot). En las pruebas ortostáticas se han valorado los siguientes pará­ metros: a) b) c) d) Frecuencia cardiaca. Presiones sistòlica y diastólica. Alteraciones electrocardiográficas. Síntomas asociados con la posición ortostática. A l objeto de facilitar la valoración de las pruebas ortostáticas, Thulesius ha propuesto un esquema de respuesta basado en la relación cardiaca-presión sanguínea, utilizando para ello un sencillo diagrama. En el sujeto normal, el paso de la posición reclinada a la posición vertical (inm óvil durante seis-diez minutos) provoca un aumento de la frecuencia del pulso v una m odificación transitoria de la presión arterial con descenso de las presiones sistòlica y diastólica de corta duración. Después de uno o dos minutos, el nivel de las presiones Figura 2. Hipotensión oftálmica ortostática sin modificación sensible da la presión humeral (hipotensión oftálmica ortostática aislada). está sensiblemente restablecido; por el contrario, el pulso conserva un valor ligeramente más elevado, y parece estabilizarse en el curso de seis-diez minutos. Las variaciones fisiológicas oftalm odinam ométricas según la posi­ ción corporal fueron estudiadas por W eigelin (1948) en un grupo de 50 sujetos normales, colocados en tres posiciones (sentada, de pie y en decúbito dorsal), hallando los valores medios siguientes en relación con los valores determinados en posición sentada y para las presiones oftálmicas medias: En decúbito dorsal: + 4,4 mmHg (corresponde entonces a una PAH media teórica de 5 mmHg más elevada que la PAH media verdadera). En posición de pie: — 7 mmHg (corresponde, en tal caso, a una PAH media teórica de 8 mmHg más baja que la PAH media verda­ dera). Cuando la relación de la presión media de la arteria oftálm ica con la presión media de la arteria humeral (PAO m edia/PA H m edia) es normal en posición sentada, una elevación exagerada de la PAO media en posición acostada traduciría un reflejo vasoconstrictor muy intenso. Inversamente, la disminución relativa de la PAO media, superior a 7 mmHg en posición de pie significaría una vasodilatación cerebral exagerada. Posteriormente, W eigelin y Niesel (1950), en 250 sujetos normales, cualquiera que sea la posición corporal, no encuentran m odificaciones superiores a 7,5 mmHg en las cifras de la presión arterial media de la oftálmica. Para tener un base con que juzgar la regulación norm al en indivi­ duos sanos, Remky (1955) estudió 337 sujetos, com probando una va­ riación de com portam iento según la edad. Pasando de la posición sen­ tada a la posición horizontal, la PAO media se m odifica com o sigue: Estas m odificaciones parecen confirm ar la interpretación de W ei­ gelin y sus colaboradores. En efecto, se sabe que las reacciones vaso­ motoras son más rápidas y más intensas en los sujetos jóvenes (De L a e t). En relación con la patología de la regulación ortostática, el oftal­ m ólogo puede detectar, mediante la oftalm odinamometría, un desequi­ librio de la presión a nivel de la arteria oftálmica, com o manifestación de tres cuadros sindrómicos: a) Hipotensión oftálm ica ortostática asociada a una hipotensión arterial general ortostática. b) Hipotensión oftálm ica ortostática asociada a una hipotensión arterial general ortostática latente. c) Hipotensión oftálm ica ortostática sin m odificación sensible de la presión humeral. En el prim er caso, la hipotensión oftálmica es paralela a la hipo­ tensión ortostática general. La oftalm odinam om etría pone en evidencia la afección global, pero no ofrece características propias. El segundo cuadro sindróm ico abarca los pacientes en los que la presión oftálm ica desciende notablemente en ortostatismo y en los que existe una hipotensión arterial general ortostática latente, ya que se pone de m anifiesto solamente cuando se toma la presión con los brazos elevados a 45° por encima de la horizontal. El tercer caso com prende los pacientes en los que la presión oftál­ mica desciende notablemente en ortostatismo, sin que se aprecien cambios signicativos en la presión arterial general. Constituye el sín­ drom e descrito por Pauficjue y Moreau (1953) con el nom bre de hipo­ tensión cerebrorretiniana ortostática aislada. La sintomatología funcional de este síndrome es abundante, y el paciente llega incluso, a veces, a tener que abandonar su actividad profesional. Acusa cefaleas localizadas en la región occipital, frontal o dolores retrooculares; en otras ocasiones, las cefaleas son difusas, sin topografía precisa. Frecuentem ente se asocian vértigos con tenden­ cia lipotím ica, e incluso sincopal, y en ocasiones aparece un estado nauseoso. El conjunto del cuadro puede simular una hipertensión intracra­ neal, y no es raro que estos pacientes sean dirigidos al oftalm ólogo con objeto de que explore el fondo de ojo en busca de un edema pa­ pilar (Moreau, 1968). Menos signicativos, aunque relativamente frecuentes, son los zum­ bidos de oídos o una fatiga visual ligada a una insuficiencia con con­ vergencia (frecuentem ente asociada a la hipotensión). El interrogatorio es decisivo: Los síntomas descritos se presentan en posición ortostática (algunos minutos o algunas horas después de levantarse o al iniciar el trabajo) y desaparecen rápidamente en decú­ bito dorsal (clinostatism o), para no volver mientras perm anece en cama. En la exploración, la caída de la presión de la arteria oftálmica es patognom ónica: se presenta en posición ortostática, inmediatamente o de form a retardada. La hipotensión de la arteria oftálmica afecta preferentem ente la mínima y, com o consecuencia, repercute en la pre­ sión oftálm ica media; la presión máxima apenas se modifica. Estudiando 82 pacientes con este síndrome, Makabe (1965) com ­ prueba que cuanto más acusado es el descenso de la presión media de la arteria oftálm ica en ortostatismo tanto más frecuentes e intensos son los síntomas clínicos. La sintomatología descrita recuerda la de la gran hipotensión or­ tostática general, pero se com prueba que la presión humeral perm a­ nece fija o varía en una proporción mínima en posición reclinada, sen­ tada o de pie. En la serie estudiada por Moreau y Pichón (1968), se comprueba frecuentem ente una disminución de la diferencial humeral en posición de pie (24 casos del grupo de 31 estudiados) por elevación de la presión diastólica (indicando la posible relación del cuadro clíni­ co con la hipotensión ortostática «hiperdiastólica» de los autores ale­ m anes). El pulso no se acelera, al contrario de lo que se observa en la gran hipotensión ortostática general. Se trata de un verdadero síndrome, a veces esencial, otras veces secundario a diversas etiologías, e incluso de origen iatrogénico. La form a esencial, franca o aparente, es propia de todas las edades hasta la cincuentena, interesando a ambos sexos por igual. Actuarían com o factores desencadenantes un proceso intercurrente, intervención quirúrgica, la premenopausia o la menopausia, estado de psicoastenia y psicoafectividad, etc. En las form as secundarias cabría destacar la hipotensión oftálmica ortostática propia del síndrom e posconm ocional en algunos traumati­ zados craneales, en determinados pacientes epilépticos, en el síndrome cervical posterior de Barre-Lieou y en las obstrucciones parciales de los troncos supraaórticos (síndrom e de M artorell-Fabre). Como form as iatrogénica pueden considerarse los cuadros de hipo­ tensión oftálm ica ortostática en el curso del tratamiento con fármacos neurolépticos, en especial los inhibidores de las monoaminooxidasas. Para poder disponer de series valorables, y con objeto de dism i­ nuir las causas de error (pues hay casos en que los datos oftalmodinam om étricos significativos pueden encontrarse después de un ortostatismo prolongado o solamente al levantarse), Moreau (1969) propuso la siguiente pauta oftalm ológica para el examen clínico de una hipo­ tensión ortostática: a) b) Tonom etría por aplanación. Medición de la presión de la arteria humeral (P A H ). c) Medición de la presión arterial oftálmica (PAO) con el oftalm odinam óm etro de Muller. d) La PAH y la PAO deben medirse sucesivamente: — En posición de pie, prolongada durante quince minutos. — En posición horizontal, después de quince minutos. — Inmediatamente después de levantarse. Tanto en la posición de pie com o en la posición horizontal, creem os de utilidad efectuar varias m ediciones inmediatamente después de adoptar las referidas posturas y luego cada cinco minutos, hasta un total de cuatro m ediciones. Para expresar los porcentajes de variación se aplica la fórmula: x — x’ -------------- X 100 x (x = medida en posición horizontal; x ’ = medida en posición de p ie). Los resultados de cada medida oftalm odinam om étrica se han de expresar en mmHg, con la ayuda de los cuadros de conversión de Niesel y Bedavanija. La PAH media y la PAO media se obtienen con la fórm ula de W ezler y Boger: (P s — Pd) X 42 Pm — Pd + ----------------------------100 Se hallan los datos de las presiones oftálmicas media y mínima, teó­ ricas en relación a las presiones humeral y media y mínima del paciente, en los cuadros correspondientes (realizados con las curvas de Bedavanija y fórmulas de W eigelin, para conocer las posibles desviacio­ nes de las presiones oftálmicas media y mínima del paciente en cada determinación realizada. RESUMEN Mediante la oftalmodinamometría puede evidenciarse un desequi­ librio de la presión a nivel de la arteria oftálmica, como manifestación de tres cuadros sindrómicos, en relación con la fisiopatologia de la re­ gulación ortostàtica. Pauta adecuada de exploración oftalmodinamométrica para el exa­ men clínico de una hipotensión ortostàtica. SUMMARY Ophthalmodynamometry shows pressure imbalance at the level of the ophthalmic artery, which may characterise three syndromic pictu­ res related with the physiopathology of orthostatic regulation. The technical method of ophthalmodynamometric determination fo r clinical examination of orthostatic hypotension is described. RÉSUMÉ Par l’ophtalmodynamométrie on peut mettre en évidence l’existen­ ce d’un deséquilibre de la pression au niveau de l ’artère ophtalmique, traduction clinique de trois syndromes possibles et en rapport avec la physiopathologie de la régulation orthostatique. On rappelle le procédé d’ophtalm odynam om étrie qui perm et l’ex­ ploration clinique d’une hypotension orthostatique. INTERVENCION DEL DOCTOR BARBERA CARRE A LA COMUNI­ CACION DEL DOCTOR PALOMAR PETIT Conocemos desde hace años la trayectoria científica del doctor Pa­ lomar Petit, que tanto en oftalm odinamometría, fluoresceingrafía y neurooftalm ología, ha demostrado sus profundos conocim ientos y gran dedicación, y tenemos que felicitarle por su magnífica exposición, que abre una nueva senda en la exploración de cuadros sindróm icos de difícil diagnóstico. No podem os apórtale nada, por no tener casuística propia del tema que ha tratado, y sólo animarle que continúe el camino em prendido y, repito, nuevamente felicitarle por su brillante exposición. B IB L IO G R A F IA P .: «Circulation artérielle rétinienne. Essais de détermination de la tension artérielle dans les branches de l’artère centrale de la rétine». Ann. d’Ocul., 154 257-271 (1917). B a i l l i a r t , P. : «L a pression artérielle dans les branches de l’artère centrale de la rétine: Nouvelle technique pour la déterminer». 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P IT A S A L O R IO Importancia y justificación clei trabajo I) El estudio de la sem iología retiniana provocada por la hipertensión arterial ha puesto de relieve la capacidad de observación y las dotes descriptivas de num erosos oftalm ólogos, desde la época Marcus Gunn (1898). Pero la perfección de estas descripciones dista mucho de haber agotado un tema cuya significación clínica es muy importante, tanto para el m édico general com o para el oftalm ólogo. Porque los cuadros tan minuciosamente detallados precisan, para ser entendidos cabalmen­ te, ser interpretados en dos parám etros que desoordan la metodología puramente descriptiva. De un lado, son expresión de un proceso que se desarrolla en el tiempo, lo que obliga a entenderlos com o etapas evo­ lutivas. De otro, son m anifestaciones locales de un desorden de carác­ ter sistemático, lo que exige encajarlos en el balance lesional total del enferm o hipertenso. Sólo cum pliendo esas dos condiciones, las alteraciones retinianas podrán no solamente ser entendidos en su patogenia, sino también ser * Resumen de tesis doctoral. Oftalmología 7 - 6 valoradas correctam ente com o una inform ación lícitamente extrapolable a territorios del organism o que, por su difícil accesibilidad, no pueden ser explorados con la minuciosidad y exactitud con que es ex­ plorada la retina. Aunque parezca mentira, el problem a de las correlaciones de la retina con el estado general del enferm o hipertenso esta muy mal es­ tudiado. En un trabajo reciente, Michaelson (1969) ha escrito: «P odría esperarse que el cuadro retiniano y sus características evolutivas fuese algo bien com prendido, así com o la relación entre este cuadro y el es­ tado visceral, especialm ente en el corazón y en el cerebro. Pero no es así. Pocos de nosotros hemos intentado analizar críticam ente la segu­ ridad de nuestras inferencias.» El presente trabajo intenta contribuir al conocim iento de este pro­ blema abordando el tema desde dos vertientes diferentes, pero com ­ plementarias. 1. De un m odo «inductivo». Partiendo de una hipótesis de trabajo que explicaría los fenóm enos, se com prueba si los datos recogidos «en cajan » en el esquema propuesto. 2. De un m odo «dedu ctivo», los datos son recogidos mediante una metódica que los objetiviza (retinografía, angiografía fluoresceínica, re­ gistro de los datos),, que luego son analizados estadísticamente y proce­ sados en el com putador electrónico. Los resultados se agrupan en series homogéneas. La hipótesis previa que nos permita com prender de una form a di­ námica y evolutiva los diferentes cuadros que la hipertensión arterial origina a nivel de la retina, la expresam os mediante el esquema si­ guiente (figura 1) : Con el paso del tiempo, en el árbol vascular se produce, sobre todo a nivel de las grandes arterias, la form ación del tejido conectivo por sustitución del tejido elástico. Este proceso es lo que se denomina es­ clerosis involutiva. Con todo ello, las grandes arterias pierden su ca­ pacidad de am ortiguar la onda sistòlica y convertir el flujo cardiaco discontinuo en continuo. Esto ocasiona un aumento de la presión sis­ tòlica sin que, concordantem ente, se eleve la diastólica. En la retina, a este nivel, no se van a producir alteraciones importantes en esta si­ tuación, pues en el árbol retiniano, com o sabemos, no existe una re­ presentación de las grandes arterias. Simplemente se puede observar que las arteriolas retinianas han perdido su turgencia, apareciendo rec­ tas y algo estrechas. No habrá más m anifestaciones a nivel retiniano y esto es lo que corresponde a un fondo de ojo senil. Ahora bien, si sobre estas arteriolas, con esclerosis involutiva, actúa la hipertensión arterial, entonces se produce una elevación de la resis­ tencia periférica, que traerá, com o consecuencia, una presión diastólica elevada. La misma fibrosis involutiva de las arteriolas im pedirá que la vasoconstricción sea muy marcada y el cuadro clínico general resul- Figura 1. tante será el de la hipertensión de la edad adulta. Por otro lado, la hipertensión hace que la esclerosis avance, y a la esclerosis involutiva antes citada se añade otra más difusa y sistemática, que denominamos reactiva. En la retina el proceso se va a expresar dando lugar al llamado «síndrom e vascular esclero-hipertensivo» (figuras 2, 3 y 4 ), que signifi­ ca que sólo existe afectación del árbol vascular y no del parénquima retiniano, com o sucede en la «retinopatía esclero-hipertensiva». Conse­ cuentemente, vamos a observar en el árbol vascular retiniano alteracio­ nes en la transparencia de la pared arteriolar. Este fenóm eno se explica de la siguiente manera: La pared de los vasos, en condiciones normales, es transparente y la luz que penetra por le orificio pupilar es reflejada por la columna sanguínea, form ando lo que llamamos la «estría luminosa central». El engrasamiento y la hialinosis de la túnica media hace que aumente el índice de refracción de la pared, y entonces se observa que la estría luminosa se hace más o menos mate. Una exageración de este proceso es lo que conocem os con el nom bre de arteriolas en hilo de cobre, en la que la pared del vaso aparece con un color gris metálico. Si este proceso aún se hace de m ayor intensidad, entonces se form a lo que llamamos «arteriolas en hilo de plata», que nos indican que la afectación de la túnica media vascular es tan importante que la arteriola ha perdido toda su transparencia. Ahora bien, cuando la hiperplasia del tejido conectivo no queda li­ mitada a la túnica media, sino que también participa en e l proceso el tejido conjuntivo periacventicial y la neuroglía. Entonces se produce una vaina o manguito perivascular. Los procesos de fibrosis y gliosis reactiva se acentúan más en donde las arterias y las venas se cruzan. Este hecho fue genialmente obser­ vado por Marcus Gunn (1893), que describió el conocido signo que lleva su nombre. No vamos a relatar aquí las fases y características del signo de Gunn, ya que son explicadas en otros capítulos de esta tesis. Juntamente con este fenóm eno se produce otro que es un cambio en el ángulo que form a la arteriola y la vénula al entrecruzarse, originando en algunas ocasiones el llamado «cru ce en bayoneta». Fue prim era­ mente descrito por Pines, pero su verdadero significado se lo dio Salus. Finalmente, en este síndrom e se produce una de las alteraciones más típicas que lo constituyen: la irregularidad del calibre vascular. Las arteriolas distales aparecen estrechas, rectas y acortadas, mientras que las arterias peripapilares aparecen dilatadas y tortuosas. Todo este fenóm eno puede realizarse, com o ya es lógico, de carácter seg­ mentario. También aparecen estrechamientos en el calibre vascular precisamente en los sitios donde no hay fibrosis, ya que el segmento vascular fibrosado no puede reaccionar con una vasoconstricción al em ­ puje hipertensivo. Todas estas son las m anifestaciones que engloban el llamado «síndrom e vascular escíero-hipertensivo». Si todo el proceso antes descrito continúa en su intensidad y en el tiempo, los requerim ientos m ecánicos a los que está sometida la pared arteriolar conducen a que se produzca una hialinosis entre el endotelio y la capa muscular. El cuadro c ’ínico que aparece conduce a una ele­ vación del nivel tensional y, a nivel retiniano, se produce una disminu­ ción de la luz vascular, lo que motiva que se observen pequeños infartos y zonas de atrofia. En este mom ento las m odificaciones que se producen son muy parecidas a las ocasionadas por la arteriosclerosis, ya que en estos casos ésta desempeña un papel definitivo en la hipertensión ar­ terial. Esta es una etapa muy interesante en la historia natural del proceso hipertensivo, porque es justamente en este mom ento cuando existe el m ayor peligro de que a nivel retiniano se produzcan acciden­ tes vasculares u obstructivos del tipo de la trombosis. Sin embargo., nosotros intentaremos demostrar, a lo largo de esta tesis, que este peligro no sólo existe en esta fase que conocem os com o de «retinopatía esclero-hipertensiva», sino que ya en el estadio anterior, en el síndrome vascular esclero-hipertensivo, la frecuencia de trom bosis y de acciden­ tes vasculares de la retina es muy frecuente. En cuanto a la significa­ ción de la «retinopatía esclero-hipertensiva», en esta tesis intentamos aportar unos datos más que permitan realizar una correlación entre las lesiones de la retina y lo que se ha llamado los «órganos diana» de la hipertensión arterial (corazón, riñón y cerebro). Pero volvam os al punto de partida y exam inem os ahora qué es lo que sucede cuando la hipertensión arterial incide sobre unas arteriolas sanas sin esclerosis involutiva. Aquí el árbol vascular está plenamente capacitado para responder de la form a más adecuaos, c ]e es la vasoconstrucción arteriolar; es decir, a este nivel predominan los signos de la hipertonía estando ausentes los de la esclerosis; por eso se ha llamado a este síndrom e «síndrom e vascular hipertono-hipertensivo». En él encontrarem os, com o expresión más importante, la disminución del calibre vascular; las arterias y arteriolas aparecen pálidas, estrechas y rectas, y las arteriolas periféricas incluso están inservibles; las venas, por el contrario, aparecen tortuosas, dilatadas y oscuras, y entonces encontrarem os aquí lo que Salus llam ó mácula hipertensa y el signo de Guist. Este cuadro puede evolucionar hacia tres form as distintas. Si la elevación de la presión diastólica no es muy intensa, se produce una hipertrofia de la capa muscular originando una hiperplasia del tejido conectivo, dando lugar a que exista una fibrosis que, en realidad, es la esclerosis reactiva que antes hemos mencionado. A nivel retiniano se van a observar signos muy parecidos a los m encionados en el prim er caso. Si esta esclerosis reactiva no se instaura por cuanto la elevación de la presión diastólica ha sido brusca, entonces aparece un hecho totalmente nuevo que es la necrosis arterio’ ar y la anoxia tisular brusca, que son signos fundamentales de la hipertensión maligna. En la hipertensión maligna podem os considerar, en prim er lugar, la hipertensión arterial fulminante, que es la que fue llamada «re ti­ nopatía de la hipertensión m aligna» o «retinopatía angioespástica». Ahora bien, en loá casos donde la hipertensión no es tan fulminante, y aun cuando van a existir fenóm enos de arteriolonecrosis y anoxia tisular, aún puede originarse un cierto fenóm eno com pensador que sería «la esclerosis». Estas hipertensiones cursan de una manera pa­ recida com o aquellas producidas por las glom erulonefritis, dando lugar a lo que se llam ó la «retinopatía renal o album inúríca». Sin extendernos mucho en el cuadro clínico de esta form a de retinopatía, diremos, sim­ plemente, que las arteriolas aparecen rectas, estrechas, las venas son tortuosas, existe un edema retiniano; si ha dado tiempo a que se pro­ duzca esclerosis, entonces hay los signos que ella ocasiona: arterias en hilo de cobre, arterias en hilo de plata, envainamientos, signos de Gunn y de Salus, etcétera, y, sobre todo, lo que se va a apreciar aquí es la existencia de hemorragias que casi siem pre presentan la form a «en llama típica», siguiendo el trayecto de las fibras de Henle, aunque pue­ den ser, también, redondeadas u ovaladas, o incluso perretinianas. Pero lo que hace a este cuadro más típico es la aparición de los verda­ deros signos de malignización, tales com o: enturbiamiento difuso de la retina, exudados algodonosos, estrella macular, abanico papilo-macular, edema papilar. Quisiéramos resaltar que si bien antes hemos ha­ blado de la «retinitis album inúrica» o de la «retinopatía tipo renal», no es la lesión renal la que produce las manifestaciones en el fondo de ojo, sino la elevación brusca y sostenida de la presión arterial, sea cual fuese su causa (feocrom ocitom a, nefritis crónica, pielonefritis, et­ cétera). Diremos, finalmente, que la verdadera significación del exuda­ do algodonoso aún está por determinar. Ultimamente se piensa que el exudado algodonoso es la expresión de una necrosis arteriolar que con­ duce a una lesión isquémica en el territorio inervado por dicha arteriola. En este sentido hay varias investigaciones concordantes, y así Friedenwald dem ostró que cada uno de los exudados algodonosos co­ rresponden al área retiniana irrigada por una arteriola terminal. Por otro lado, Asthon, inyectando m icro-esférulas en la carótida de los animales de experim entación, pudo reproducir, mediante la obstruc­ ción de una arteriola terminal, el mismo cuadro del exudado algodonoso. Clínicamente la fluoresceingrafía nos demuestra que en el lugar donde se ha producido un exudado algodonoso la arteriola terminal que irriga esa zona está obstruida, apareciendo, además, signos que indican que existe una necrosis arteriolar. En suma, decimos que lo fundam en­ tal en la producción de la retinopatía es la anoxia tisular, pues recor­ demos que ya Volhard, en el año 1929, decía que los cam bios retinianos son debidos solamente a la hipertensión arterial. Los cambios renales no están en relación de causa-efecto, sino que son manifestaciones también colaterales de la vasoconstricción, pues el parénquima es afec­ tado por la vasoconstricción y la anoxia. Más fácil resulta explicar la verdadera naturaleza de la estasis papilar que, com o sabemos, es debido a la hipertensión intracraneal provocada por la hipertensión arterial (en cefalopatía h ipertensiva). Concluimos, por tanto, diciendo que todo el problem a radica en sa­ ber hasta qué punto el fondo de ojo nos indica si una malignización se ha instaurado o no, por cuanto el valor de los datos oftalm oscópicos serán importante, siem pre y cuando puedan inform arnos si se ha pro­ ducido esa m alignización o no, y de su m ayor o m enor precocidad con respecto a los restantes signos, pues el cuadro clínico subjetivo (cefaleas occipitales, astenia, insomnio, ambliopía fugaz) son poco concluyentes. Porque los cuatro datos objetivos que nos indican que una hipertensión se ha malignizado, son: la elevación de la presión diastólica, la retino- patía, la insuficiencia renal y, sobre todo, el em peoram iento rápido de los tres signos antes mencionados. Esta tesis doctoral intenta contri­ buir al conocim iento de la retinopatía hipertensiva estableciendo una correlación entre los datos obtenidos en enferm os hipertensos a nivel de la retina, a nivel del riñón, a nivel del corazón y, en alguna parte, a nivel del cerebro. La m etódica que para elló hemos seguido la ex­ plicamos en el capítulo correspondiente, y hemos intentado que todos los datos por nosotros recogidos fuesen objetivados de la manera más real, para luego ser analizados estadísticamente y procesados e*1 el com putador electrónico. Tales datos les hemos agrupado, com o luego explicarem os, en series homogéneas y correlacionables. MATERIAL Y METODOS Hemos estudiado un total de 181 enferm os hipertensos, de los cua­ les 126 son m ujeres (69 por 100) y 55 son varones (30 por 100) con arreglo a la siguiente pauta: 1.° Interrogatorio. 2.° Exploración de polo anterior, anejos y pupila. 3.° Motilidad ocular extrínseca. 4." Refracción ocular y campo visual. 5.° Exploración de fondo de ojo: — Oftalmoscopia - retinografía. — Angiografía fluoresceínica. 6.° Medida de la tensión arterial humeral. 7.° Análisis de sangre: — Glucemia - Uremia - Potasemia. — Colesterol - L. totales - Natremia. — Proteinogram a-Clorem ia - R. Leucocitario. — R. glóbulos rojos - Hem oglobina y valor globular. — V. S. G, - T. de hem orragia - T. coagulación. — T. de Protrombina. 8.° Análisis de orina. — Densidad - sedimento - albúmina. 9.° Pruebas de función renal: — Concentración - Dilución - V. Slyke. — Renograma radioisotópico. 10. Electrocardiograma, RESULTADOS La edad de nuestros pacientes oscila entre veintinueve y setenta y ocho años, si bien el 80 por 100 de la población estudiada está com pren­ dida entre los cincuenta y los sesenta y cinco años. La media de las ten­ siones arteriales es la siguiente: Tensión Arterial SistóUca (T. A. S.) 201 mm. Hg. Tensión Arterial Diastólica (T. A. D.) = 116 mm. Hg. Los resultados obtenidos los podem os agrupar del m odo siguiente: 1.° Correlación entre el grado de alteración de los cruces arteriovenosos y las cifras de tensión arterial: Relación gravedad C. A . V . Gravedad C. A . V ...................................................... T. A . S ............................................................................ T. A . D ............................................................................ Tensión arterial media I 200 110 II 210 113 III 215 113 IV 225 120 En esta gráfica tenemos que resaltar los siguientes hechos: El menor grado de alteración de los cruces arteriovenosos (gra­ do I) se corresponde con cifras de tensión arterial ya claramente pa­ tológicas: 200/110. b) A medida que el grado de alteración en dichos C. A. V. aumenta se observa un incremento correlativo de las cifras de T. A., es decir, que a mayor gravedad de cruces arteriovenosos, mayor elevación de la tensión arterial. a) 2.° Correlación entre el grado de alteración de los cruces arterio­ venosos y la alteración cardíaca y renal: Relación gravedad C. A . V. Gravedad C. A . V ....................................................... Afee, cardiaca ............................................................ Afee, renal ................................................................... Afectación I 2,5 1,7 II 2,7 2,1 renal y III 2,9 2,1 cardiaca IV 3,5 2,4 En esta gráfica cabe resaltar los siguientes hallazgos: a) Tanto las alteraciones cardiacas com o renales van siendo pro­ gresivamente de mayor intensidad a medida que el grado de alteración de los C. A. V. aumenta. b) La alteración cardiaca es siempre mayor que la alteración re­ nal con respecto a la alteración de los cruces arteriovenosos. 3.° Correlación entre Ensanchamiento de la estría luminosa central y las cifras de T. A. A l igual que sucede con los cruces arteriovenosos cuanto mayor es el ensanchamiento de la estría luminosa central tanto mayor es la cifra de tensión arterial. Sin em bargo, parece ser que las cifras de tensión arterial son m ayores que con respecto a los cruces arteriovenosos. 4.° Correlación entre el ensanchamiento de la estría luminosa cen­ tral y la afectación cardiaca y renal. Los resultados son muy parecidos a los encontrados con respecto a los cruces arteriovenosos, si bien parece que se observa un aumento de gravedad con respecto a las alteraciones de la función renal. 5.° Correlación entre el exudado algodonoso con respecto a la ten­ sión arterial y a la edad. En esta gráfica podem os observar que en los pacientes de menos de cincuenta años es necesario cifras m enores de tensión arterial que en los pacientes mayores de cincuenta años, lo que indica que en estos últimos la existencia de una esclerosis vascular que juega un papel s<protector» contra la m alignización de la hipertensión arterial. 6.° Correlación entre el exudado algodonoso y la alteración car­ diaca y renal: En esta gráfica se pone de m anifiesto com o, al contrario de lo que sucedía con los signos anteriorm ente estudiados, la alteración cardiaca es de m enor frecuencia y de m enor intensidad que la afectación renal. 7.° Correlación entre los cuadros clínicos retinianos y las cifras de tensión arterial: En esta tabla puede observarse cóm o una misma cifra de tensión arterial diastólica (125 mm. Hg.) en enferm os donde predom ina la « h i­ pertonía», corresponde a una hipertensión claramente malignizada, mientras que en el cabal de la esclerosis se corresponde con una form a retiniana no malignizada. Debe tenerse en cuenta que el grupo de en­ ferm os con signos de hipertonía, los prim eros signos de malignización en fase todavía recuperable, se incluyen en la retinopatía hipertonohipertensiva y, por tanto, la cifra tensional media malignizante oscila­ ría alrededor de 110 mm. Hg. de tensión diastólica. También debe re­ cordarse que en este grupo se encuentran los individuos más jóvenes y las hipertensiones de más corta duración, y por ambas razones no hay una esclerosis vascular «protectora» de la malignización. Si rela­ cionamos los distintos cuadros oftalm oscópicos con la afectación car­ diaca y renal encontram os los siguientes resultados que se exponen en la gráfica siguiente, en ella podem os ver cóm o la afectación renal es más grave y más fi’ecuente en el «canal de la hipertonía», que en el de la «esclerosis». Con la afectación cardiaca sucede lo contrario. En estos casos sería la duración de la hipertensión y la consiguiente escle­ rosis el factor patogénico para el corazón, mientras que la isquemia sería la clave de la afectación renal. 9.° Correlaciones estadísticas totales: Incluimos aquí el estudio de las correlaciones entre los diferentes signos oftalm oscópicos y los síntomas generales de esos mismos pa­ cientes. 10. Correlaciones estadísticas totales: Incluim os aquí el estudio de las correlaciones entre los diferentes signos oftalm oscópicos y los síntomas generales de esos mismos pa­ cientes. Todos los datos de la sem iología oftalm oscópica y general fu e­ ron codificados de 0 a 4 y procesados por los ordenadores del Centro de Cálculo de la Universidad de Santiago de Compostela. En la progra­ mación de este trabajo se utilizan 80 variables por cada enferm o. Cada uno de estos fue relacionado con los 79 restantes, obteniéndose así un total de 6.400 correlaciones, de las cuales sólo exponem os aque­ llas que nos parecen más significativas. El índice de correlación en una magnitud com prendida entre 0 y 1 y a partir de 0,50 (50 por 100) se considera que la c o r r e c c ió n es significativa. 1.° Correlaciones más importantes que presenta la irregularidad de calibre: De 90 por 100 con la vasoconstricción arteriolar. De 70 por 100 con la relación arteriovenosa. De 65 por 100 con las alteraciones de los vasos perimeculares. De 50 por 100 con la esclerosis global del árbol vascular retiniano. De 40 por 100 con el exudado algodonoso. De 35 por 100 con la anemia. De 30 por 100 con la insuficiencia renal, y de 25 por 100 con las alteraciones electrocardiográficas. 2.° Correlaciones más importantes que presentan las alteraciones a nivel de Jos cruces arteriovenosos: De 50 por 100 con la irregularidad de calibre arteriolar y la escle­ rosis global. De 45 por 100 con la vasoconstricción arteriolar. De 30 por 100 con el tiem po de coagulación. De 20 por 100 con la insuficiencia renal, y de 10 por 100 con las alteraciones electrocardiográficas. 3.° Correlaciones más importantes que presenta el ensanchamiento de la estría luminosa central. De 60 por 100 con la opacidad parietal. De 35 por 100 con la irre­ gularidad de calibre arteriolar y con la alteración de la relación arteriovenosa. De 30 por 100 con la vasoconstricción arteriolar. De 25 por 100 con los infiltrados duros, y de 15 por 100 con las alteraciones electrocardiográficas. 4.° Correlaciones más importantes que presenta el exudado algo­ donoso: a) Correlaciones directas: De 75 por 100 con la albuminuria, de 70 por 100 con la anemia. De 60 por 100 con el sufrim iento macular. De 45 por 100 con los microaneurismas. De 30 por 100 con las alteraciones electrocardiográficas. De 10 por 100 con la esclerosis global del árbol vascular retiniano. b) Correlaciones inversas: Con la estría luminosa central. 5.° Correlaciones más importantes que presenta la estrella macu­ lar: de 70 por 100 con la albuminuria, de 60 por 100 con las alteracio­ nes del E. C. G., la anemia, el exudado algodonoso y la relación arteriavena. 6.° Correlaciones más importantes que presenta el edema papilar: De 95 por 100 con el exudado algodonoso, de 70 por 100 con la ane­ mia y la estrella macular, de 50 por 100 con las hem orragias retinianas y de 30 por 100 con la vasoconstricción arteriolar. CONCLUSIONES 1.a Existe una estrecha relación entre las m anifestaciones del fon­ do de ojo y las cifras de tensión arterial (tanto diastólica com o sistòlica). De manera que los cuadros que indican m ayor afectación en el fondo de ojo corresponden a las cifras de tensión arterial más patológicas. 2.a Los signos de malignización retinianos sobrevienen en el curso del proceso hipertensivo: a) En los pacientes m enores de cincuenta años, los signos reti­ nianos que nos inform an de su malignización, pueden alcanzarse con tensiones diastó'icas a partir de los 12 mm. Hg. b) Después de los cincuenta años, los signos retinianos que indi­ can una malignización, aparecen con tensiones diastólicas mayores que en los pacientes de más de cincuenta años. 3.a Las lesiones en el parénquima retiniano, sin signos de m alig­ nización (retinopatía esclero-hipertensiva), se producen: a) En el sujeto de menos cte cincuenta años, con cifras diastólicas por encima de los 11 mm. Hg. y sistólicas de 18 mm. Hg., por lo que parece ser que la tensión diastólica, más que la sistòlica, condiciona la aparición de dichas lesiones. b) En el sujeto por encima de los cincuenta años, el parénquima retiniano no se efectuará hasta que existan tensiones diastólicas por encima de los 21. Es decir, que lesiones que en el sujeto joven conducen a la malignización, en el sujeto m ayor de cincuenta años son toleradas sin que aparezcan signos. 4.“ Por debajo de los niveles antes mencionados, en el fondo de ojo, sólo se observan signos a nivel del árbol vascular retiniano, sin evidenciarse lesiones ofta’ m oscópicas en el parénquima. 5.a Las m anifestaciones del E. C. G., que indican una participa­ ción cardiaca en el proceso hipertensivo, aparecen simultáneamente con los signos más precoces del fondo de ojo. A medida que el cuadro oftalm oscópico se va haciendo más severo, la afectación cardiaca va haciéndose paralelamente más importante, teniendo su máxima gra­ vedad en los cuadros en los que el fondo de ojo inform a de su malig­ nización. 6.a La participación renal en el proceso hipertensivo es tan precoz com o las m anifestaciones del fondo de ojo y las cardiacas. Al agravarse el fondo de ojo, no se observa un increm ento paralelo de la afectación renal, perm aneciendo relativamente igual que al comienzo. En el m o­ mento en el que el fondo de ojo se han instaurado los signos de malig­ nización se observa una brusca agravación de la lesión renal. 7." El estudio fluoresceingráfico practicado a nuestros enferm os nos inform a de lo siguiente: a) En la m alignización: 1) El edema de papila : en aquellos casos en los que el examen oftalm oscópico no es concluyente en el diagnóstico precoz de la estasis papilar, la fluoresceingrafía confirm a, sin ninguna duda, su ausencia o su existencia. 2) El exudado algodonoso: Esta téc­ nica permite su diferenciación con otras lesiones similares (nodulo disórico, etcétera) y establece su verdadera naturaleza: anóxica y ede­ matosa. 3) Permite evidenciar la existencia de m icroaneurismas no visibles a la exploración oftalm oscópica. b) En las hem orragias perm ite establecer su existencia cuando hay un silencio fluoresceínico a su nivel. c) En los accidentes vasculares obstructivos permite establecer el carácter obstructivo de la lesión y patentizar el establecimiento de una circulación colateral. d) En la esclerosis: El estudio del calibre vascular nos inform a de la luz útil del vaso. 2) En el cruce arteriovenoso inform a más precoz­ mente que el examen oftalm oscópico de la existencia de una disminu­ ción del calibre vascular. 8.a Las conclusiones expuestas nos confirm an la autenticidad del esquema utilizado com o hipótesis de trabajo. República del Salvador, Edificio Apolo II, 7." D Santiago de Compostela