Horizontes

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LITERATURA UNIVERSAL
_______________________________________________________________
Programas de Estudio a Distancia
Literatura
Universal
www.unipamplona.edu.co
Esperanza Paredes Hernández
Rectora
María Eugenia Velasco Espitia
Decana Facultad de Estudios a Distancia
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UNIVERSIDAD DE PAMPLONA-Facultad de Estudios a Distancia
LITERATURA UNIVERSAL
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Tabla de Contenido
Presentación
Introducción
Horizontes
UNIDAD 1: El Mito y lo Clásico de la Literatura
Horizontes
Núcleos Temáticos y Problemáticos
Proceso de Información
1.1
EL MITO
1.2
LAS LEYENDAS MITICAS
1.3
LA LEYENDA
1.4
LO CLÁSICO EN LA LITERATURA
Proceso de Comprensión y Análisis
UNIDAD 2: La Épica
Horizontes
Núcleos Temáticos y Problemáticos
Proceso de Información
2.1
CONCEPTO DE ÉPICA
2.2
BIOGRAFIA DE HOMERO
2.3
LA ILIADA
2.4
LA ODISEA
2.5
LA ENEIDA
Proceso de Comprensión y Análisis
UNIDAD 3: La Lírica
Horizontes
Núcleos Temáticos y Problemáticos
Proceso de Información
3.1
ORIGEN
3.2
CONCEPTO DE LÍRICA
3.2.1 Representantes de la Lírica
Proceso de Comprensión y Análisis
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UNIDAD 4: Dramática
Horizontes
Núcleos Temáticos y Problemáticos
Proceso de Información
4.1
ORIGEN
4.1.1 Festividades Musicales
4.1.2 Festividades Dramáticas
4.1.3 Teorías Sobre el Origen del Drama
4.2
DESARROLLO DE LA DRAMÁTICA EN ATENAS
4.3
TEATRO: ORIGEN
4.3.1 Principales Representaciones Escénicas Griegas
4.3.2 Principales Trágicos Griegos
Proceso de Comprensión y Análisis
BIBLIOGRAFÍA GENERAL
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Presentación
La educación superior se ha convertido hoy día en prioridad para el gobierno
Nacional y para las universidades públicas, brindando oportunidades de superación
y desarrollo personal y social, sin que la población tenga que abandonar su región
para merecer de este servicio educativo; prueba de ello es el espíritu de las
actuales políticas educativas que se refleja en el proyecto de decreto Estándares
de Calidad en Programas Académicos de Educación Superior a Distancia de la
Presidencia de la República, el cual define: “Que la Educación Superior a Distancia
es aquella que se caracteriza por diseñar ambientes de aprendizaje en los cuales
se hace uso de mediaciones pedagógicas que permiten crear una ruptura espacio
temporal en las relaciones inmediatas entre la institución de Educación Superior y
el estudiante, el profesor y el estudiante, y los estudiantes entre sí”.
La Educación Superior a Distancia ofrece esta cobertura y oportunidad educativa
ya que su modelo está pensado para satisfacer las necesidades de toda nuestra
población, en especial de los sectores menos favorecidos y para quienes las
oportunidades se ven disminuidas por su situación económica y social, con
actividades flexibles acordes a las posibilidades de los estudiantes.
La Universidad de Pamplona gestora de la educación y promotora de llevar
servicios con calidad a las diferentes regiones y el Centro de Educación a Distancia
de la Universidad de Pamplona, presentan los siguientes materiales de apoyo con
los contenidos esperados para cada programa y les saluda como parte integral de
nuestra comunidad universitaria e invita a su participación activa para trabajar en
equipo en pro del aseguramiento de la calidad de la educación superior y el
fortalecimiento permanente de nuestra Universidad, para contribuir colectivamente
a la construcción del país que queremos; apuntando siempre hacia el cumplimiento
de nuestra visión y misión como reza en el nuevo Estatuto Orgánico:
Misión: Formar profesionales integrales que sean agentes generadores de
cambios, promotores de la paz, la dignidad humana y el desarrollo nacional.
Visión: La Universidad de Pamplona al finalizar la primera década del siglo XXI,
deberá ser el primer centro de Educación Superior del Oriente Colombiano.
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Introducción
Sería petulante de mi parte tratar de abarcar en un módulo el estudio, análisis y
comprensión de un titulo “literatura Universal” sabiendo que las diferentes etapas
de la historia son intrincadas, superficiales y profundas; sin embargo tendremos
que empezar diciendo, que penetrar en ese mundo fascinante y de asombro de
nuestros antepasados es como introducirnos en una montaña mágica en donde
sólo conocemos los árboles que aparentemente tapan la entrada y no nos dejan
mirar las entrañas que vivifican y fortalecen el cúmulo de árboles que la
componen.
Se trata entonces de invitarlos a recorrer el camino lleno de sombras, incógnitas y
desarraigados precoces que el hombre teje en la telaraña de su entendimiento y
que; aunque se encuentra en estado latente; debe reanimarlo con el propósito de
no fatigarse y quedar tendido en la vera del camino.
Señor estudiante y quien desee por equivocación acercarse al texto déjese
arrastrar sin pena ni gloria como lo hiciera el Quijote para descubrirse a si mismo y
a los demás, porque si miramos el mito, lo clásico en la literatura en sí la épica,
lírica, y dramática, estamos seguros del impacto que produce en nuestros
espíritus, la presencia que el infinito asombro produce en la fibras sensibles e
infinitas del ser.
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Horizontes

Comprender, distinguir y analizar los conceptos y contenidos en la literatura
clásica.

Propiciar diferentes maneras del por que la Iliada, la Odisea y la Eneida
pertenecen al genero épico.

Distinguir e identificar los personajes, conceptos y características míticas en la
épica.

Promover la interpretación de los diferentes representantes de la lírica griega y
romana.

Formar actitudes y valores relacionados con las diferentes teorías del origen de
la escritura en cualquiera de las manifestaciones literarias reconociendo su
poder formativo.
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LITERATURA UNIVERSAL
UNIDAD 1: El Mito y lo Clásico de la
Literatura
Horizontes

Los alumnos comprenderán los conceptos en la literatura.

Los estudiantes distinguirán lo clásico en la literatura.

Los lectores penetrarán en los contenidos de la literatura universal.
Núcleos Temáticos y Problemáticos




El Mito
Las Leyendas Míticas
Leyenda
Lo Clásico en la Literatura
Proceso de Información
1.1
EL MITO
Se oye hablar de Mito; todo mundo lo invoca y lo utiliza, sin embargo cuando
preguntamos a esas personas que tanto lo nombran no saben qué responder a
semejante pregunta tan sencilla para los ignorantes y tan profunda cuando
empezamos a pensar sobre él ¿qué es el Mito?. "Todos los pueblos tejen leyendas
en un momento de su evolución, es decir, relatos maravillosos en los cuales creen
por un tiempo, al menos en cierto grado, lo más frecuente es que las leyendas
pertenezcan al dominio de la religión porque hacen intervenir fuerzas o seres que
se consideran superiores a los humanos".
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Vayamos a nuestros primeros inicios en los cuales los hombres empezaron a mirar
y reconocer su entorno. Se encontraba lleno de misterios y de fenómenos
naturales que le eran muy difíciles de entender, ¡las causas que lo producían! Esto
hizo que el hombre se asombrara y mitificara los diferentes fenómenos dándoles
nombres de dioses para poder postrarse ante el furor que presentaban algunos de
ellos sin percatarse del por qué sucedían; o míticos endiosamiento de los objetos,
animales, hombres y de naturaleza y que por falta de entenderlos se endiosan
para poder adorarlos ya que se pueden castigar o premiar; fue así como el hombre
y la relación que éste tenia con los fenómenos naturales, Júpiter, Afrodita, Hera
Atenea, Apolo, Vulcano, Argos, Marte son entre muchos los nombres que el
hombre crea para relacionarnos en las diferentes jerarquías e las etapas de
incomprensión de los diferentes fenómenos que lo estremecían y lo llevaban por el
camino de lo insondable, misterioso y de asombro pensando que colocándole un
nombre lo podía hacer suyo y entenderlo, pero no fue así.
El inicio de todos los pueblos pertenecen a una etapa que se relaciona con la
creación de leyendas y relatos míticos porque el nombre crea los héroes con
características de dioses en donde esta presente la intuición del pueblo y la
religión, entendiéndose por tal, como la relación que por naturaleza tiene el
hombre para asiarse o agarrarse a alguien con objeto de pedir auxilio en un
momento de dificultad, por esta razón mitifica a los fenómenos naturales para
pedirles perdón y no lo castiguen cuando ellos se enfurecen con el hombre y sin
causa justificada. Los mitos se presentan como un sistema incoherente para
explicar de alguna manera, el mundo. El héroe mítico no está ausente del relato,
supera las dimensiones humanas.
El Mito, logos fantasía y razón se unen y se repelen, sin embargo, son palabras
necesarias para introducirnos en el mundo maravilloso; mito es endiosar, logos es
la palabra, fantasía es mítica y la razón del mitológica, es un proceso de
acercamiento al mito por medio de la palabra y de asombrarse de todo aquello que
vemos pero que no podemos explicarlo ni razonarlo. Mientras vivamos mitificando
estaremos a la expectativa de conocer; quien no se asombre es porque está
perdiendo sensibilidad frente al mundo y a sí mismo.
El fin del mito es él mismo. Toda la parte irracional del pensamiento humano lo
encontramos en el mito, todas las manifestaciones del hombre, integrado con las
actividades del espíritu, tanto en la plástica, en las artes, en la literatura porque el
mito no conoce barreras ni fronteras, se encuentra en todas partes, es tan esencial
para el pensamiento como el aire o el agua para la vida de los seres vivos.
El mito es la mezcla constante entre lo humano y lo sobrenatural, gracias al mito lo
sagrado pierde sus horrores y la poesía se convierte en sabiduría.
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LITERATURA UNIVERSAL
“Los mitos no nacen como un conjunto organizado brotan al azar como las plantas
y corresponde al mitólogo encontrar las familias, las especies y las variedades”.
El mito está ahí presente pero no lo entendemos; cuántas cosas de las que vemos
y que creemos comprender no las entendemos por el simple hecho de mirarlas;
por ejemplo usted aborda un avión, va de pasajero, está sentado ahí, lo utiliza
pero esa no es la causa para que pueda comprender cómo funciona, cuál es el
sistema técnico-científico que lo hace ser ese aparato y no otro. Para un simple
pasajero, el avión, a pesar de poderlo utilizar, fue siendo un mito porque está ahí y
no lo comprende; en cambio para un científico de la aviación no es mito porque lo
entiende. El asombro que producen ante nuestros sentidos los objetos de la
naturaleza son más profundos y significativos cuando no somos capaces de
explicarlos aunque se encuentren presentes ante nuestros ojos.
Cuando se inflexiona sobre el mito se crea la mitología. Puede interrogar y hacerle
confesar de aquello que conserva de la época y del medio. El mito crea la leyenda
como deformación de la historia, a la leyenda se la de donde surgió.
Todos los pueblos han entendido la necesidad en un momento de su historia de
explicar el mundo, inventan a seres sobrenaturales para que sirvan de héroes
maravillosos y fantásticos que actúen dentro de la leyenda y el relato mítico de tal
manera que solucione las expectativas ideológicas e imaginativas de la aparente
comprensión del hombre por el mundo que lo rodea.
Las leyendas y cuentos populares están adornados por los mitos, el héroe es
mágico, embrujado y maravilloso.
La leyenda se considera como la deformación de la historia pero es la iniciación de
la misma. El mito tiene vida propia y se propaga en forma horizontal en todas las
culturas; es la mezcla constante de lo humano y lo divino; atrae hacia sí toda la
parte irracional del pensamiento hawaiano y los dioses no están ausentes del
relato.
El mito es el nutriente de la motivación literaria y se manifiesta como hipótesis
para permitir plantear respuestas a los interrogantes que el pensamiento objetivo
no satisface en sus conceptualizaciones; es la historia.
1.2
LAS LEYENDAS MÍTICAS
Las leyendas míticas fueron desde su origen objeto de transformación y su
elaboración compleja trae como consecuencia momentos de la edad épica trágica y
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LITERATURA UNIVERSAL
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filosófica y en ningún momento es posible comprender la formación primitiva de
las leyendas. La reflexión no se libera del mito y de la leyenda para verlos vivir
porque se convierten en expresión poderosa de la esperanza y del ideal.
El héroe trágico por más que se quiera humanizar, siempre participa de los
sufrimientos y de las pasiones de la humanidad en donde es más grande, terrible y
ejemplar como Edipo Rey. El mito en la leyenda se convierte en una forma oscura
y simbólica de las verdades racionales.
Aunque despojados del prestigio de verdad revelada no dejan de plantear un
problema espiritual; sin embargo, desde la antigüedad hasta hoy se siguen
buscando explicaciones a las leyendas mitológicas que aunque algunos sostienen
que son locuras de la imaginación humana por no estar dirigida por la razón y que
gracias a: Max Miller "la exégesis de los mitos pudo salir de los carriles
tradicionales".
Las sociedades siguen creando leyendas cotidianamente y cualquiera que sea el
pueblo o la casa desarrolla sus propios mitos de pensamientos y necesidades
profundas del ser humano. El mito es estimulante, da vida y actualidad a las
leyendas antiguas.
1.3
LA LEYENDA
En el matrimonio de Peleo con la divinidad marina Tetis son invitados todos los
dioses (excepto Iris fía Discordia). Resentida por ello, arroja, en lo más alegre del
festín, una manzana de oro con esta descripción: "Para la más hermosa". Zeus, el
padre de los dioses y los hombres, no sabe por cuál decidirse; O por Hera, su
esposa, o por Atenea o Afrodita, sus hijas.
En este concurso de belleza señala Zeus como juez a París, príncipe troyano, hijo
de Príamo, rey de Troya, en el Asia Menor para ayudar al arbitro e influir en la
decisión, todas las diosas le prometen algo: Hera, riqueza y poderío; Atenea,
gloria militar; Afrodita le ofrece la más bella de las mujeres del mundo. París
concede la mangana a Afrodita.
La mujer más bella es Helena, casada con Menéalo, rey de Esparta, Afrodita le
ayuda. París viaja a Esparta y es recibido hospitalariamente por Menelao, pero
poco después rapta a Helena y la lleva a Troya.
Los griegos unidos bajo el comando militar del rey Agamenón, hermano de
Menelao el ofendido, van a ayudar a vengar la ofensa cometida por París, hijo de
Príamo, rey de Troya y rescatar a Helena.
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LITERATURA UNIVERSAL
1.4
LO CLÁSICO EN LA LITERATURA
Lo clásico es el patrón, modelo y ejemplo que transciende a través del tiempo y de
las generaciones, Juan Ramón Jiménez dice: "lo clásico es lo eternamente actual".
En todas las épocas encontramos obras clásicas cuando cumplen los requisitos
anteriores.
Toda expresión sobre literatura griega clásica ha de iniciarse con la mención de
Hornero, personaje cuya vida carece de fronteras entre la historia, el mito, la
leyenda, la fantasía y el asombro. Según se cree fue un griego del siglo VIII antes
de Cristo cuando los pueblos, la lengua, la escritura y los orígenes de la literatura
se encuentran en forma primitiva; sin embargo, sus obras transcienden por la
madurez que los estudiosos desconocen de la evolución y procese del pueblo
griego.
El Peloponesio, hoy Grecia, es interesante para el estudio de la literatura clásica
per cuanto en él confluyen: etnias, rasas, pueblos, dialectos y lenguas diversas.
Los pelasgos o pueblos del mar que hoy se les llama heládicos habitaban el centro
de la península del Peloponesio y se cree que fueren los primeros habitantes, muy
habilidosos. Inteligentes y capaces de influir con los invasores y ser absorbidos
por ellos, su religión es muy confusa y le tributan adoración a las fuerzas
naturales. Pero del lenguaje nada queda porque los invasores lo anulan.
Los aqueos vienen del norte y se dirigen al sur del Peloponesio, proceden de las
regiones del Danubio. Es una rasa fuerte, robusta, inteligente, enérgica e
independiente, no nacieron para ser esclavos. Su lengua pertenece a la gran
familia Indo europea, por esta razón el Griego se encuentra influenciado por el
sánscrito, el Iranio, eslavo y latín, poseen rudimentos como canto a las cosechas, a
la guerra y algunos himnos fúnebres y que al hacer contacto con el mundo Egeo o
Aqueo se fusiona el lenguaje de los invasores y los nativos, se enriquece y se
modifican vocablos dando lugar a la lengua dórica heroica.
En cuanto al nivel cultural no es muy elevado pero tienen deseos de aprender. En
la religión sus dioses son personificación de los poderes de la naturaleza, veneran
a Zeus padre de los dioses y a Démeter madre de la tierra y las cosechas.
Los Dorios avanzan por el occidente de Grecia y penetran al Peloponesio y ganan
la primera batalla a los primeros invasores (Aqueos) y crean los estados de
Argos, Esparta y Mecenas. Los Dorios son tribus belicosas que despojan de tierras
a los primitivos habitantes, los dispersan y hacen que se refugien en África, Sicilia
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LITERATURA UNIVERSAL
y el Asia Menor. Su lengua es dórica y se usa en: Doras, Argos, Lacónica,
Mésenla, Creta, Sicilia, Magua, Grecia y el sur de las colonias asiáticas.
Los Jonios se encuentran al sur del Peloponesio y por los fuertes ataques de las
tribus belicosas los obligan a emigrar al Asia Meno. Se sitúan en Ática, Eubea,
Jonia y la mayor parte de las islas del Egeo. El lenguaje está dividido en: Jónico
Antiguo de la épica Homérica, Jónico nuevo, empleado por los poetas elegiacos,
Ático que es suave, armonioso y rico en vocales; lo emplearon los literatos en
prosa y verso. El Koiné o dialecto común es el lenguaje ordinario de la mayoría del
mundo civilizado.
Los Eolios situados en el centro de Grecia, cruzan el mar Egeo para situarse en el
Asia Menor: Macedonia, Tesalia del Norte, Beoda, Arcadia, Elis, Chipre, Lesbios y
norte de la costa asiática.
Proceso de Comprensión y Análisis

Responder los siguientes interrogantes:
 ¿Cree que el mito es el inicio de la literatura?
 ¿Por que se dice que el mito es el antecedente de la historia?
 ¿Qué entiende por mito?
 ¿Cuál es la razón de lo clásico en la literatura?
 ¿Cómo cree usted que se formó la lengua griega?
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LITERATURA UNIVERSAL
UNIDAD 2: La Épica
Horizontes

Comprender el concepto y características de la épica.

Capacitar al estudiante para que entienda por qué la Iliada, la Odisea y la
Eneida pertenecen al genero épico.

El estudiante valorará e identificará los personajes míticos en la épica.
Núcleos Temáticos y Problemáticos





Concepto de Épica
Biografía de Homero
La Iliada
La Odisea
La Eneida
Proceso de Información
2.1
CONCEPTO DE ÉPICA
Es un poema narrativo, heroico, nacional y maravilloso en donde intervienen
personajes míticos que son de interés nacional.
Se le denomina poema porque atrapa en forma poderosa e imaginativa el entorno
natural y humano y que evoca con infinita variedad y asombro los fenómenos
naturales. Es narrativo porque cuenta acontecimientos que se confunden entre la
fantasía y la historia.
Es heroico porque el personaje principal es un Dios o un semidiós que gracias a la
idealización e imaginación del hombre los convierte en seres perfectos.
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LITERATURA UNIVERSAL
Se dice que es nacional porque es de interés para determinado pueblo o región y
porque representa la vida cotidiana, política, las costumbres y la religión.
Es maravilloso o asombroso porque intervienen seres sobrenaturales que mueven
a los hombres a la acción. La épica se puede caracterizar por:

La valoración de la vida y del mundo. Uniformidad esencial de la cultura.

Estabilidad de las órdenes culturales.

Sencillez y grandiosidad como formas de vida y arte.

Es un arte de sistemas cerrados.
2.2
BIOGRAFIA DE HOMERO
Poeta griego del siglo IX y VIII antes de Cristo. A ciencia cierta no se sabe en qué
pueblo nació, si en Esmirna, en Quilos, Salamína, Colofón, Rodas, Aireos o Atenas
cuando surge un personaje importante se disputa su lugar de nacimiento muchos
pueblos, pero si fuese un vagabundo, ratero ningún pueblo lo acoge. Muchos
dudan de la existencia de Hornero sin embargo, la tradición le ha asignado la
paternidad de dos grandes poemas épicos La Iliada y La Odisea.
Su personalidad y su obra presentan muchos problemas por lo que la cuestión
Homérica ha sido uno de los temas más discutidos en las diferentes épocas, a ello
ha contribuido el propio lenguaje Homérico porque existen elementos Eólicos,
Jónicos y Áticos.
Antes de abordar la Iliada quiero sugerirles que lean el texto completo para que
puedan saborear la preeminencia en el estilo serio de la poesía; la dicción y
pensamiento inigualables, la enseñanza a los poetas el arte verdadero de una
ilusión, el lenguaje literario y maravilloso, las descripciones de los personajes y del
ambiente: el realismo difama tico de los pugilatos, el humanismo y el sentido
religioso.
Debido a la falta de espacio presento un argumento de la Iliada, la Odisea y la
Eneida.
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LITERATURA UNIVERSAL
2.3
15
LA ILIADA
En la remota ciudad de Ilion, la cual conocemos hoy con el nombre de Troya, hace
más de cuarenta siglos tuvo lugar una tremenda y heroica guerra, en la que
participaron dioses y hombres por igual. Eran tiempos en los cuales cada ciudad
era un reino autónomo, con sus propios jefes y reglamentaciones, y los guerreros
más poderosos, muchos de ellos hijos de los mismos olímpicos y de algún mortal,
comandaban sus ejércitos en procura de la victoria, la riqueza y la inmortalidad.
Los eventos que se narran en la Iliada son sólo unos pocos de cuantos sucedí ero
a lo largo de este enfrentamiento colosal, que tardó más de diez años en
resolverse. Tenemos la certeza de que todos los que protagonizamos aquel
magnánimo acontecimiento aparecen, con sus virtudes y desventajas, en ese
soberbio épico, quizá el más hondo y vibrante de la historia de la humanidad.
Hubo una ocasión en la cual los dioses organizaron una fiesta en el Olimpo. A ella
fueron invitadas todas las divinidades, grandes y chicas, sin distinción alguna. Sin
embargo, y aquí comienzan a trenzarse los hilos de nuestra historia, Zeus
Olímpico, el padre y el soberano de los dioses, deliberadamente omitió invitar a
Bride, la diosa de la discordia. El no quería que una ocasión tan feliz degenerara
en riñas y conflictos. Pero no obstante su prudencia y los cuidados con que trató
de ocultar su descortesía, la diosa se enteró del desaire y montó en cólera.
Sedienta de venganza, fundió una preciosa manzana de oro e inscribió en ellas las
siguientes palabras: “A la más hermosa”. Luego la arrojó en el centro de la mesa
alrededor de la cual departían los inmortales. Las reacciones no se hicieron
esperar. Todas las diosas se abalanzaron sobre la manzana, reclamándola para sí.
Cada una estaba convencida de ser la más bella. Entonces, Bride, diosa de la
discordia, satisfecha, se retiró. Una vez más había triunfado.
Zeus trató de controlar la situación. Más, ante la consumación de los hechos, no
tuvo otra alternativa que la de oficiar de arbitro. Una tras otra, las inmortales
fueron siendo eliminadas de la contienda, hasta que sólo quedaron tres de ellas:
fiera, la altiva esposa de Zeus; Palas Atenea, la diosa de las artes y de la guerra, y
la grácil Afrodita, diosa del amor. Pero entonces, ni siquiera el altivo Zeus quiso
cargar con la responsabilidad de señalar una ganadora, por no incurrir en la ira de
las otras dos rivales para ello acudió a los sabios consejos de su hijo y mensajero
Hermes, quien se ofreció a solucionar el aprieto. Hermes voló acompañado por las
tres deidades hacia el monte Gagazo. Allí encontró a un mortal e insignificante
pastor, y decidió encomendarle el peso de aquella pavorosa decisión. Aquel pastor
era París, el hijo repudiado del rey Príamo, soberano de Ilion.
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Cuenta la historia que un poco antes de nacer París, el rey Príamo supo por boca
de un oráculo que su hijo estaba cobijado por una funesta estrella: en su juventud
traería la ruina y la destrucción a su palacio y a su pueblo. Horrorizado, el rey
encargó a uno de sus servidores la ingrata faena de matar al bebé, para que la
predicción no se cumpliera. Sin embargo el hombre sucumbió a la belleza y la
ternura del recién nacido, lo salvó de la muerte y lo educó en el campo, donde
creció fuerte y vigoroso, ignorante del fatal designio.
He aquí que París, siendo ya un joven hermoso, se encontraba pastoreando sus
ovejas en el monte Gagazo cuando Hermes se presentó ante él, le dio la manzana
de oro y la orden divina de juzgar cuál de las tres diosas era la más bella. París,
sin sospechar que de ese dictamen pendía su destino, vio desfilar a la sublime
Hera, a la sobrecogedora Atenea y a soberbia Afrodita. Fue esta a quien, sin
dudarlo un instante, le entregó la manzana. Y aunque con esta decisión quizá hizo
Justicia a la belleza y se hizo acreedor de los favores de Afrodita, cargó desde
entonces con el odio de las otras dos contrincantes.
Su premio fue encontrar y poseer el amor de la mujer más hermosa de la tierra,
Helena, esposa de Menelao, rey de Esparta. Su castigo fue llevar a cuestas la
responsabilidad de haber iniciado una guerra de diez años, tras los cuales,
Menelao asistido por su hermano Agamenón, rey de Argos y Mecenas, y por un
pléyade de caudillos griegos, prendió fuego a Ilion y destruyó el reino de Príamo.
De este modo, Hera y Palas Atenea, encarnizadas enemigas de París, tuvieron su
venganza. Y fue así como, pese a las previsiones del rey Príamo, el augurio que
caía sobre París se cumplió.
Menelao y Agamenón, hijos de Atrieo, y por eso llamados Atridas, convocaron en
su auxilio, a fin de vengar la ofensa que recala sobre su casa, a los más poderosos
guerreros griegos. Entibe ellos se encontraban: Néstor, rey de Picos, sabio y
prudente; Idomeneo, rey de Creta; Ayas Telamón, rey de Salamín; Diomedes, rey
de Calidón; Odiseo, o Ulises, rey de Itaca, el más sagas e ingenioso de los griegos;
y el divino Aquiles, quien, junto con su entrañable amigo Patroclo, es el verdadero
protagonista de la obra.
Los hechos narrados en el libro abarcan un lapso que no llega a los dos meses. Se
inicia cuando al campamento de los griegos llega Crises, sacerdote troyano del dios
Apolo Febo. Este solicita piedad para su hija Criseida, quien es prisionera del rey
Agamenón Atrida. El sacerdote ofrece a Agamenón un espléndido rescate a
cambio de su hija, pero sus ofrecimientos y deseos son el hazmerreír de
Agamenón. El rey no sólo rechaza la solicitud del dolorido padre, sino que además
lo despide con insultos y amenazas. Crises, transido de dolor, implora la venganza
del divino Apolo. El dios escucha el ruego de su sacerdote y dispara sus saetas
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sobre los hombres y anímales del ejército griego, con lo cual provoca una mortífera
peste.
Al décimo día, Aquiles, inspirado por Hera, llama a los caudillos a una asamblea y
propone que se consulte a un sacerdote. Así, Calcas, el mejor de los adivinos,
luego de pedir la protección de Aquiles, señala la humillación y el insulto a Crises
como el origen de la calamidad.
También determina que sólo mediante la satisfacción plena de los deseos de Apolo
y de su sacerdote puede ponerse remedio al desastre. Es forzoso que Agamenón
se desprenda de su esclava Criseida y que presente una ofrenda regañadientes las
peticiones del adivino, exige ser resarcido de su pérdida con otra esclava que lo
satisfaga. A la sazón, enojado Apolo. El disgusto de Agamenón es enorme, y
admite a Aquiles le pide prudencia y le ruega que aplace su deseo de lucro hasta el
momento en que caiga Troya. En respuesta, Agamenón lo insulta y amenaza con
despojarlo de su esclava Criseida. Aquiles, encolerizado, se retira de la asamblea y
decide abandonar la guerra contra los troyanos. Momentos después, a pesar de
los consejos de Néstor, Agamenón envía a sus huestes a las tiendas de Aquiles y le
arrebata a Criseida. Aquiles invoca a su madre Tetis, diosa del mar, y le suplica
que intervenga en favor de los troyanos. Conmovida por la suerte de su hijo, la
diosa consigue de Zeus la promesa de favorecer los intereses de Ilion. En
consecuencia, pese a los deseos de Hera, Zeus se interna en los sueños de
Agamenón Atrida y dolosamente le aconseja disponerse al ataque.
Los líderes griegos consiguen mediante una estratagema avivar el decaído ánimo
de sus soldados y se aprestan para la batalla. Realizan los sacrificios y organizan
la ofensiva. De otro lado, los troyanos, al mando de Héctor, hijo de Príamo, ya
han sido alertados y preparan la resistencia. Los dos enormes ejércitos se
encuentran frente a frente. París se adelanta a las filas y desafía a sus enemigos a
una pelea singular, con el fin de evitar infructuosos derramamientos de sangre.
Entonces, el ofendido Menelao, creyendo ver la oportunidad de vengar su honor,
se ofrece al combate. París, al reconocerlo, retrocede y se esconde. Pero su
hermano Héctor lo reprende tan duramente por su cobardía que éste,
envalentonado, regresa a la lid. Los combatientes establecen la condición de que
el vencedor obtenga con su triunfo a Helena y todas sus pertenencias, además de
la paz y la amistad de los pueblos enfrentados. Aceptada la proposición y
refrendada por la presencia del rey Príamo y la celebración de sacrificios, los
contendores se preparan para la acción. Los ojos regocijados de los ejércitos y de
la bella Helena siguen las peripecias del enfrentamiento. París, pese a sus
bravatas y entusiasmos, lleva la peor parte. Está a punto de perder la contienda
cuando Afrodita lo envuelve en una densa niebla y lo lleva, junto con Helena, hasta
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LITERATURA UNIVERSAL
18
la cámara nupcial. Una vez allí, logra que Helena olvide la cobardía de su amante,
y entrega a la pareja de los deleites del amor.
Agamenón considera que la desaparición de París equivale a su derrota y exige el
cumplimiento de lo convenido. Pero los dioses han decidido otra cosa. Palas
Atenea desciende a la Tierra y hace que un soldado troyano dispare una flecha
contra Menelao. Esto es considerado una flagrante ruptura del acuerdo y se
desencadena la más feroz de las batallas hombres y dioses se trenzan en
sangrientos combates hasta el anochecer. Al día siguiente, se pacta una tregua
para rescatar y quemar los cadáveres. Los griegos aprovechan el armisticio para
levantar una enorme muralla con el objeto de proteger sus naves.
Al recomenzar la batalla, los dioses reciben el mandato enérgico de Zeus de no
intervenir, bajo temibles amenazas. Sin embargo, es el mismo Zeus el primero en
contradecir sus prohibiciones, y utiliza su poder para auspiciar a los troyanos. Al
final de la jornada, el daño sufrido por los griegos es terrible y su espíritu se
encuentra confuso y abatido. Agamenón Atrida propone abandonar la empresa y
emprender el regreso a su patria. Diomedes y Néstor repudian la idea y aconsejan
acudir a Aquiles; tal vez con su ayuda la fortuna les sería más favorable.
Agamenón accede. Sin embargo, a pesar de sus buenas lecho de la hermosa
Criseida, Aquiles desdeña las súplicas del rey de los Aqueos.
La cruel lucha continúa. Héctor abre una brecha en la muralla de los griegos y
avanza hacia las naves. Pero fiera toma parte. Distrae a su esposo Zeus para que
Poseidón, dios del mar, pueda cambiar el curso de la contienda en beneficio de los
griegos. Mas Zeus descubre pronto el engaño e inclina nuevamente la balanza en
favor de los troyanos. Agamenón y sus aliados están a punto de desfallecer.
Entonces Patroclo, conmovido por la suerte de los griegos, consigue que su amigo
Aquiles le permita comandar las tropas vestido con sus prendas, con el fin de que
sus adversarios, engañados, crean combatir con el divino Aquiles y retrocedan.
Pero Patroclo olvida las recomendaciones de sus amigos. Cegado por el fervor, se
adentra demasiado en el territorio enemigo y encuentra la muerte a manos de
Héctor. El troyano logra apoderarse de las armas que tímala Patroclo, aunque no
de su cuerpo, que es rescatado por los griegos.
Tras la muerte de Patroclo, la ira y el dolor de Aquiles adquieren magnitudes
sobrehumanas. Impaciente por la venganza, apenas espera las armas forjadas por
Hefesto que su madre Tetis le ha conseguido. Su reaparición en el campo de la
batalla es estruendosa, y como Zeus ha autorizado a los dioses a tomar partido
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abiertamente según sus preferencias, los acontecimientos que se desencadenan
son prodigiosos. Los griegos adquieren la ventaja. El furioso Águilas obliga a
caudillos y soldados troyanos a resguardarse detrás de las murallas de la ciudad.
Todos se encuentran atemorizados, menos Héctor, quien desoye las voces de sus
padres y se dispone a presentar batalla. Al final, pese a su valor, su fortaleza y su
heroísmo, Héctor encuentra la muerte. Aquiles desatiende las súplicas del
moribundo de permitir el rescate de su cadáver para el entierro. Ata los pies del
cuerpo exánime al carro de batalla y emprende el galope a través de la llanura
hasta la playa, dejando a toda Troya presa de la amargura y la desesperación.
El cadáver de Héctor se encuentra en los funerales de Patroclo y en los juegos
celebrados en su honor. Durante doce días, amarrado el carro de Aquí les, dio
varias vueltas alrededor del túmulo mortuorio. Entonces, Apolo, que hasta ese
momento había impedido que se destroce el cuerpo, eleva sus voces de protesta
ante tamaña ferocidad innecesaria, y encuentra en Zeus oídos complacientes.
Consigue por intermedio de Tetis la voluntad de permitir que Príamo recupere los
restos de su hijo, e infunde en el pecho del anciano rey la fuerza necesaria para
emprender el doloroso trance. El encuentro se realiza. Aquiles, conmovido,
atiende a Príamo como a un huésped y lo ayuda a transportar el cadáver. Se
declaran once días de tregua para realizar los funerales. Héctor, domador de
caballos, recibe las honras de sus padres y hermanos y de todos los troyanos en
general. El día décimo de la tregua se queman sus despojos mortales y se realiza
en el palacio real el banquete funerario. Así termina la Iliada.
2.4
LA ODISEA
Una vez concluida la penosa guerra de Troya, los vencedores, cargando consigo
los tesoros arrebatados, abandonan las ruinas de la ciudad y se hacen a la mar. Al
frente de su tropa de naves, cada cual acaricia el deseo de regresar pronto a su
patria, para gozar con los suyos el merecido solas de la victoria. Y todos
consiguen su aspiración, menos Odiseo-Ulises, rey de Itaca, quien luego de veinte
años de incesante vagabundeo y penosas vicisitudes, se encuentra varado en la
Isla de Igigia, retenido por la hermosa diosa Calipso. Ella, enamorada, se obstina
en hacerlo su esposo y lo mantiene prisionero de sus caricias. Pero los dioses,
reunidos en asamblea, consideran que ha llegado la hora que Odiseo regrese a su
patria, aunque Poseidón, el pavoroso rey del mar, se encuentra hondamente
enemistado con el héroe. Palas Atenea toma las providencias necesarias. Hermes
es comisionado para comunicar a Calipso la decisión de los inmortales. Y ésta,
muy a su pesar, se aviene a proporciónale al prisionero los medios para continuar
su camino.
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Atenea se presenta en el palacio de Odiseo rey de Itaca e incita a Telémaco hijo
de Odiseo para que expulse de la casa real a los príncipes pretendientes de
Penélope, su madre, y se embarque en busca de su padre perdido. Telémaco
sigue los consejos de Palas Atenea, pero en vano trata de deshacerse de los
pretendientes. Estos se niegan a proporcionarle una nave y se burlan de su
anhelo de buscar a Ulises. Según ellos, ante la evidente muerte del rey, sólo cabe
esperar que Penélope abandone su obstinación y escoja entibe ellos el marido que
ocupe el lugar de Ulises en el trono y en el lecho. Mientras tanto, pueden
solazarse dilapidando los bienes del palacio en suntuosos y frenéticos festines, día
tras día.
El joven Telémaco, con la ayuda de Atenea, encuentra una embarcación apropiada
para sus fines y esa misma noche resuelve zarpar a la Isla de Pilos. Allí, por
intermedio del rey Néstor se entera de los principales acontecimientos del sitio de
Troya, así como del desconocimiento del paradero de su padre. Sin embargo, el
anfitrión le indica que seguramente Menelao, en Lacedemonia, sí puede informarle
acerca de la suerte de Odiseo. Telémaco viaja por tierra hasta el palacio de
Menelao Atrida. Este último le cuenta que Odiseo está vivo, como prisionero en
una isla, en manos de la diosa Calipso.
En este punto, la narración retorna al momento en el cual Calipso se entera de la
voluntad de los dioses y le facilita a Odiseo las herramientas necesarias para
construir una balsa. Calipso despide con desconsuelo a su afinado héroe, después
de siete años de velado presidio. Odiseo navega con buen viento durante
dieciocho días, al cabo de los cuales el cruel Poseidón destruye su balsa y lo arroja
al mar. Sin embargo, la ninfa leucoteca se compadece de él y le obsequia su velo.
Sobre ese velo, el náufrago, luego de tres días de penurias, arriba a la costa de los
feaclos. Completamente agotado, se interna en un bosque y se tiende al abrigo de
un matorral junto a su arroyo. En ese lugar lo encuentra Nausica, hija de Alcino,
rey de los feaclos. Por su consejo, Odiseo se presenta en el palacio de Alcino e
implora su protección. Si rey y su esposa no dudan en acoger al viajero. Este,
empero, decide mantener en secreto su verdadera identidad.
Obligado por la grandiosa hospitalidad de Alcino, Odiseo participa en los festines y
juegos en su honor. En ellos logra descollar por su habilidad y valentía. Pero
entonces, profundamente emocionado por las historias de la guerra de Troya que
el criado Demédoco canta en el festín, no puede guardar más reserva y pone al
descubierto su identidad. Ante la fervorosa atención de Alcino y su corte, Ulises
narra la historia de sus andanzas desde que levó anclas en Ilion. Cuenta cómo, al
partir de Troya, un poderoso huracán lo arrojó a Ismar, el país de los halcones.
Allí, por asalto, se hizo a un copioso botín, del cual tuvo que separarse más tarde,
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21
cuando apresuradamente debió huir para salvarse del ataque de un enjambre de
refuerzos halcones, ávidos de venganza.
Nuevos inventos adversos condujeron a Odiseo, tras once días de vagabundeo, al
país de los loto fagos. Pero también de allá tuvo que salir rápidamente, pues,
como resultado de comer el fruto del loto, algunos de esos hombrea se olvidaron
de su patria y tuvieron que ser embarcados por la fuerza. Luego fue a parar a la
Isla de los cíclopes, en donde sucedieron los hechos que sellaron su enemistad con
Poseidón. Habitaban allí unos monumentales gigantes con un solo ojo, entre los
cuales se contaba Polifemo. La imprudencia guió a Odiseo y a la doce de sus
compañeros hacia la truculenta mansión de aquel monstruo, al que le encantaba
comer carne humana. Y aconteció que, al encontrarse ante el gigante, Odiseo le
pidió a éste que los tratara con hospitalidad. En respuesta, Polifemo devoró a seis
de sus cantaradas. Entonces Odiseo, pronto en ardides, ideó un plan para
vengarse de su cruel carcelero. Lo embriagó y, aprovechando su sueño, le clavó
una estaca de madera en su único ojo. A tientas el cíclope trató de atrapar a sus
verdugos, pero los griegos escaparon asidos de los vientres de los carneros que el
monstruo sacaba a pastar. Sin embargo, ya cuando se encontraban a salvo en su
embarcación, la soberbia venció a Odiseo y a voz en cuello declaró su nombre. A
la sazón, Polifemo invocó la venganza de su padre Poseidón, quien desde entonces
juró la perdición del héroe griego.
Después de sortear con éxito el duro episodio de los cíclopes, Odiseo atracó en la
isla Eolia, donde fue recibido con alegría el rey Eolo. El Guardián de los Vientos
alojó a los marineros durante un mes y el último día le entregó a Odiseo un odre
en el cual había encerrado a todos los vientos, salvo al céfiro, que habla dejado
libre para que empujara a los griegos a su hogar. Con esta esperanza, Odiseo
zarpó rumbo a su patria.
Avistados ya los aires de su Itaca natal, el ánimo de Odiseo se relajó, y tras
durísima jornada al frente del timón de su nave, se entregó al sueño, no sin antes
encargar a sus hombres la sencilla labor de llevar las embarcaciones a puerto.
Pero los marineros, confundidos por la codicia, abrieron el cofre de los vientos y
desataron una espantosa tempestad que los devolvió a la Isla de Eolia. Eolo
interpretó aquella calamidad como indicio del enojo de los dioses para con los
griegos y se negó a ayudar de nuevo.
Abandonado a su suerte, tras seis días de navegación Odiseo arribó a las costas de
Lestrigona. Pero sucedió que los gigantes lestrigones, comedores de carne
humana, atacaron la flota y la destruyeron sin piedad. Únicamente se salvó la
nave de Odiseo, gracias a su oportuna decisión. Así, con un reducido número de
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marineros, Odiseo llegó a la isla Egea, donde habitaba la hermosísima Circe,
célebre por su belleza y por su habilidad en las artes de la hechicería, con la que
transformaba en animales a todos aquellos que se acercaban a su vera. Tal fue la
suerte de los hombres que sirvieron como embajadores de Odiseo, y tal habría
sido la fortuna del mismo Odiseo si Hermes no hubiera aparecido en su camino. Y
en verdad fue el mensajero divino quien lo instruyó en la manera de evitar los
sortilegios de la diosa. Entonces, Circe, maravillada ante la inutilidad de sus oficios
con Odiseo, se rindió ante su poder y gozosa lo llevó a compartir su lecho. Pero
antes, devolvió la forma humana a sus compañeros.
Un año estuvieron los griegos gozando de los favores de la maga Circe, pero la
nostalgia de su tierra los llevó a pedirle licencia para la partida. La diosa accedió
con la condición de que Odiseo y su gente fueran hasta un determinado punto,
desde donde podrían comunicarse con el reino de los muertos. Una vez allí, debía
entrevistarse con el adivino Teresias. Este los documentaría acerca de las nuevas
penalidades que aún habrían de vencer para volver a Itaca. Realizada la
entrevista, Circe aconsejó a Odiseo sufre las precauciones que debía tomar al
afrontar el obligado paso por las inmediaciones de la isla de las sirenas y, sobre
todo, al transitar por el estrecho de Caribdis y Escila. Y al igual que la sabia
sombra de Teresias, la diosa les advirtió que, no obstante la necesidad que
estuvieran atravesando, al llegar a la Isla Trinarla no se atrevieran a tocar los
ganados del dios Sol, se les iría la vida sin remedio. A pesar de esto, luego de
sortear el paso de las sirenas y de eludir los apetitos de Caribdis y Escila, cuando
los viajeros llegaron a la mencionada isla sucumbieron al hambre que los devoraba
y sacrificaron las reces sagradas del Sol. Las consecuencias no se hicieron
esperar. Tan pronto como los marinos levaron anclas y se internaron en el mar,
Zeus, para complacer el enojo del Sol, desencadenó una tremenda tempestad. Los
rayos que cayeron sobre el barco trajeron la muerte a todos sus ocupantes, menos
a Odiseo. Este, por voluntad de los dioses, asido a unos tablones arribó a la isla
Ogigia, morada de la belleza Calipso, en la noche del décimo día de su naufragio.
De esta manera, Ulises termina su narración frente a los feaclos, quienes,
arrobados y estremecidos, ofrecen conducirlo de vuelta a Itaca.
A la mañana siguiente embarcan ricos presentes y en un ágil navío llevan al viajero
a su tierra natal. A su llegada. Atenea instruye a Odiseo sobre la situación de su
casa y de su nación, y le da consejos sobre el modo de vengar los insultos de los
pretendientes. Transformado en un viejo mendigo por virtud de la diosa, Odiseo
se inclina a su palacio y entra en contacto con el viejo porquerizo Eumeo. Sin
identificarlo, el criado lo acoge con cordialidad y le manifiesta su inquebrantable
fidelidad al desaparecido rey. Los hechos se suceden entonces de manera que
Odiseo es reconocido por su hijo. Telémaco lo introduce en palacio, guardando el
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deseo de que su padre castigue las infamias de los advenedizos, así como la
conducta deshonesta de los criados traidores. Al día siguiente, Penélope, quien
dúlzanse la ausencia de Odiseo ha urdido todo tipo de tretas con el ánimo de
retrasar el momento en que le fuera forzoso escoger un segundo marido, es
iluminada por Atenea y comunica en el banquete de los pretendientes su decisión
de casarse de nuevo. Ella desposaría a aquel que pudiera tensar el arco de su
amado Ulises y fuera capaz de hacer pasar una flecha a través de los anillos de
doce hachas colocadas en línea recta con los mangos clavados en una zanja.
Todos los pretendientes fallan. Entonces, Ulises, aún bajo la forma de mendigo,
pide por mediación de Telémaco la gracia de tensar el arco, esperando sólo armas
y vestidos como recompensa. Pese a loa insultos y burlas generalizadas, su
petición es concedida. El viejo limosnero logra la hazaña y en ese momento se
transforma, ante los ojos horrorizados e incrédulos de los pretendientes, en el
poderoso Odiseo. El héroe, ayudado por Telémaco y Eumeo, siembra por doquier
la muerte y la venganza.
La reticente Penélope identifica a su esposo, gracias a la relación de ciertos
detalles de su intimidad sólo conocidos por ellos dos. Y, finalmente, tras resolver
una leve escaramuza que los parientes de los príncipes fallecidos intentaron para
vengar sus muertes, Ulises entra en la posesión plena de su casa y de su nación, la
cual es conducida por fin a la paz, gracias a la voluntad de Atenea.
2.5
LA ENEIDA
Entre aquellos héroes que soportaron largamente el asedio de Ilion, sobresale la
figura descomunal de Eneas, caudillo troyano, hijo de la diosa Venus (Afrodita) y
del noble Aquiles, mortal, hijo de mortales. Siempre prudente. Eneas pudo
escapar al desastre y llevar consigo a su anciano padre, a su hijo Ascanlo y a un
grupo de guerreros y de mujeres. Con ellos fue a parar, al término de incontables
aventuras, a las costas de Italia. En aquel lugar su descendencia fundaría más
tarde la que con los días sería la capital del mundo: la gran ciudad de Roma.
Cuenta Virgilio cómo el héroe, quien al igual que Odiseo cargaba a las espaldas el
enojo de un dios, después de seis años de vagabundeos pudo atracar en la costa
de Libia. Allí, pese a las malas artes de Juno (fiera) consiguió un momento de
reposo en su inacabable periplo. Cuando hubo arribado, se encaminó hacia la
cercana ciudad de Cartago, donde reinaba la bella y esforzada Aldo, quien le había
fundado tras huir de Tiro. Eneas recibió ayuda de su madre Venus y su medio
hermano Cepido y logró que la severa soberana sucumbiera a sus encantos. En
verdad, Aldo alentó una profunda pasión por el troyano, luego que éste le refiriera
pormenores de su deambular por tierras y mares.
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Eneas comenta cómo los griegos se valen de un artificioso caballo de madera
Ideado por Ulises para entrar en Ilion y destruir la ciudad. En seguida relata cómo
él, consciente de lo inevitable, huye con su familia y, por consejo del oráculo de
Apolo, decide emprender un viaje en busca de la tierra de sus antepasados, donde
le está prometida la fundación de un reino inmortal. Así llega a las confundidas
tierras de Creta y erige una ciudad. Sin embargo, ésta pronto es asolada por la
peste y debe escapar de ellas, guiado por sus sueños. Tras múltiples acontecieres,
entre los que destaca su entrevista con las pavorosas arpías, quienes le ratifican su
destino pero le anuncian pesares sin cuento, desembarca en Sicilia. Ahí muere su
anciano padre Aquiles. Todo ello para terminar en Cartago, departiendo con la
bellísima Aldo.
La hospitalidad de la reina depara a los troyanos un merecido descanso pero
Júpiter (Zeus) impaciente por dar curso al destino, se manifiesta ante Eneas y lo
exhorta a partir. El héroe, inconmovible ante las amorosas súplicas de Aldo, leva
anclas y se entrega de nuevo al mar. La desdichada reina, presa del dolor más
acerbo, maldice al cruel viajero y se inmola sobre una pira.
Loa pasos de Eneas lo conducen a Italia. Las asechanzas de Juno, que han
llegado hasta el punto de provocar en las mujeres la locura de prender fuego a las
naves a fin de culminar aquella interminable peregrinación, han sido inútiles. A
pesar de ellas, Eneas, luego de descender al averno, en donde se entrevista con
las sombras de sus muertos y presencia la ilustre descendencia que le espera,
logra arribar a las bocas del río Tiber. En ese lugar es recibido por Latino, rey de
Lacio. Latino reconoce a Eneas al extranjero que ha sido vaticinado por los dioses
como el esposo de su hija Lavinia y el fundador de su Imperio. Pero la reina
Amanta, instigada por Juno, se niega a tal matrimonio y furiosamente se declara
en favor del caudillo Torno, rey de los rótulos, a quien la mano de Lavinia estaba
antes prometida.
Se desencadena aquí una guerra de proporciones gigantescas entre las filas de los
troyanos y las huestes aliadas de Turno. Eneas se desplaza desde las bocas del
Tíber hasta Palanteo, región poblada de pastores, ubicada donde más adelante se
fundaría Roma. En aquel lugar traba alianza con el rey Evandro y son su hijo
Palante, quien lo acompañará a la guerra. Pero su ausencia ha sido aprovechada
por el enemigo para asestar furiosos golpes sobre los troyanos. A su regreso,
Eneas presenta cruel batalla, asistido por una columna de esforzados guerreros.
En el enfrentamiento muere el Joven Palante a manos del propio Turno. Siguen
una serle de luchas en las que los dioses inmortales toman partido, pese a los
designios de Júpiter, quien pretende dar curso libre al destino. Al final, las fuerzas
troyanas apabullan a sus enemigos. La reina Amanta, viéndose perdida, se
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suicida. Por su parte, el caudillo Turno, sediento de una muerte gloriosa, reta a un
combate personal al furioso Eneas. En la pelea, Eneas desarma y derriba a su
oponente. Una vez en el piso, Turno comienza a dar angustiosos llamados de
clemencia. El troyano, entonces, intenta aquietar su furia, pero ve colgado al
cuello de turno el tahalí del Joven Palante. En aquel momento, sin indulgencia
alguna. Eneas mata a su enemigo. Así termina La Eneida.
Proceso de Comprensión y Análisis

Escribir el concepto de épica.

Enumerar las características de la épica.

Identificar y escribir los personajes que pertenecen a los Aqueos y a los
Troyanos.

¿Qué divinidades defienden a los griegos o Aqueos y cuales a los de Troya o de
Ilion?

¿Cuáles son las causas que motivan la Iliada?

¿Quienes ganan la guerra de Troya?

De su concepto personal sobre la importancia y trascendencia de la Iliada.

¿Quién es el personaje principal de la Eneida?

¿Cuáles son las divinidades que ayudan a Eneas y cuáles son antagónicas?

¿Hacia a donde se dirige Eneas y cuál es el objetivo que se persigue?

¿Cuál cree que es la importancia de la Eneida?
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UNIDAD 3: La Lírica
Horizontes

Los alumnos conocerán los orígenes de la Lírica.

Aprenderán el concepto de Lírica.

Los alumnos estudiarán algunos representantes de la Lírica griega y romana.
Núcleos Temáticos y problemáticos

Origen

Concepto de Lírica
Proceso de Información
3.1
ORIGEN
Después de la épica (Iliada y Odisea) aparece en Grecia un género literario
llamado lírica que supone reflexión, sensibilidad y expresión del yo que es
consecuencia gradual en la transformación del alma y la vida de los griegos y brota
de una cultura más refinada.
El proceso económico, político y social, se va renovando constantemente y la vida
de los hombres va ganando terreno para exaltar su sensibilidad, personalidad y la
conciencia de su propio valer.
Se cree, que al empezar el siglo VII antes de Cristo en la XX olimpíada no había
una forma poética para expresar lo cotidiano, el dolor, el amor, las
preocupaciones, la burla, la ira, las emociones de los hombres porque todavía
permanecen huellas profundas de la epopeya y de sus héroes míticos, sin
embargo, ya es un inicio el que el hombre empiece a ocuparse de su yo y la poesía
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27
lírica va apareciendo, por lo menos, en forma rudimentaria con cantos religiosos y
populares como un tesoro anónimo de inspiración espontánea. Aparece el canto
con el acompañamiento de un instrumento; como canto, en la Iliada aparece el
peana en honor de Apolo y el trono o canto fúnebre, que son formas comunes del
lirismo literario.
La belleza y sensibilidad atormentan el alma de los artistas por no encontrarle
palabras precisas para poderlas traducir y así nace la alegría del arte poético
provocada por variadas emociones que producen los santuarios, juegos, triunfos,
ciudades, dioses.
Por tratarse la lírica de un género profundamente humano enraizado en el interior
Espiritual se convierte en un elemento vivo que evoluciona y crece
constantemente.
El lirismo antiguo o poesía griega está descrito para ser cantado con
acompañamiento musical; el poeta lírico es músico y compositor. El lirismo puede
ser monódico a una sola voz o coral que dirige el coro. La poesía es lo esencial de
la lírica y no la música. La letra del lirismo se complementa con la música.
A veces la lírica se enlaza con la danza, el coro une la melodía de, la música, el
pensamiento de la letra, la belleza escultórica de la lírica y la evolución armónica
del movimiento humano.
En cambio la música cuenta con un reducido número de instrumentos de débil
sonoridad; por esta razón el lirismo predomina sobre la música. Se cree que la
lírica nace del instrumento llamado lira inventado por el dios Apolo, deidad de la
armonía y de la belleza.
La lira llamada también citara o forminga es el instrumento tradicional de los
Helenos. El tono de la lira es nítido, grave, sereno y viril; era el instrumento que
acompañaba la voz de los aedos cuando los héroes antiguos cantaban sus tristezas
y plegarias.
La elegía es una forma lírica que se acerca a la epopeya y es uno de los géneros
en donde se muestra, la personalidad del poeta en forma franca, dúctil, grave,
ligera y filosófica que se torna en expresión del corazón humano, de sentimientos,
nostalgias y amores.
La elegía es un lamento usado en los actos fúnebres por eso expresa tristeza y
amor.
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El culto a Démeter diosa de las cosechas y la agricultura para invocarla y pedirle
por medio de cantos llamados yambos que servían para que el pueblo se divirtiera
con insolentes burlas, sarcasmos vulgaridades y bailes desenfrenados. La palabra
yambo tiene relación con el nombre de la doncella Yambe y que cuando la diosa
Démeter iba buscando a su hija Perséfone, Yambe con sus cantos logró disipar la
tristeza y hacerla sonreír.
El yambo está al servicio de la sátira y trata de escarnecer las debilidades
humanas. La lírica personal o monódica es individual y la lírica coral es colectiva.
Existen tres épocas del lirismo coral:

Primera época: siglo VII antes de Cristo. Esparta es el centro, introduce la
citara de siete cuerdas.

Segunda época: mediados del siglo VII antes de Cristo.
Grecia, se introducen las tríadas.

Tercera época: finales del siglo VI y primera mitad del siglo V antes de Cristo;
se perfecciona con Píndaro.
Se extiende por
Lírica personal:













Elegía: Genera, política, sentimental, moral, sentenciosa.
Lírica Coral: Cantos religiosos
Himnos: peana a Apolo
Prosodion: en procesiones
Ditirambos a Baco
Hipar quemas a Apolo
Partéalas de doncellas
Cantos Profanos
Epitalamios (de boda)
Epinicios (de victorias o certámenes)
Escollos (de bebidas)
Trenos (fúnebres)
Encomios (para huéspedes grandes personajes).
3.2
CONCEPTO DE LÍRICA
Es la poesía subjetiva, narra en forma estética los sentimientos y sensaciones
intimas del poeta. La poesía crea otro mundo mediante la canalización de los
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sentidos, es el dialogo del recuerdo del vacío y de la ausencia: hace que el hombre
perdure en el tiempo porque el lenguaje es superior y transciende. Es la
experiencia natural que se cuela por los poros de la infancia. La poesía llega y
huye como la remembranza.
3.2.1 Representantes de la Lírica
Safo de Lesbos
Mujer de exquisito temperamento poético la más grande poetisa exótica de la
actualidad. Vivió en el siglo VI a. de c. y fue llamada por Platón la décima musa.
Hoy se tiene por calumnioso lo que se ha dicho contra la moralidad de su vida;
cultivó todos los géneros poéticos y enriqueció la poesía con la llamada estrofa
Sáfica, una de las más armoniosas combinaciones de la métrica. Por su encanto y
gracia se considera que la poesía de Safo en la antigüedad no tuvo rival. Venus y
las flores fueron el objeto preferido de sus cantos.
Sí a las hermosas, apacibles flores, tal vez monarca,
Jove dar quisiera, para este cargo la encendida rosa
fuera elegida.
Ella es el dije de la madre tierra ella es
la gloria de las plantas tosías; como a sus
ojos la aman, y la quieren ramas y flores.
Honra los prados su luciente grana, y
de hermosura sin igual ceñida, a los
placeres amorosamente llama las almas.
De verdea hojas coronada, astuta toda
su pompa y vanidad suave, y en su
oloroso y delicado cáliz céfiro ríe.

Análisis Formal: estrofas de pie quebrado. Los tres primeros versos son
endecasílabos y el cuarto pentasílabo en todas las estrofas.
Tiene rima consonante porque hay una sílaba a partir de la última vocal
acentuada. Los versos son libres porque sus terminaciones o desinencias del
verso no tienen similitud con el siguiente.
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30
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Hay trece sinalefas en el poema. La sinalefa se da cuando la vocal última de la
palabra se une con otra vocal de la siguiente palabra, entonces, dos sílabas
ortográficas se convierten en una sílaba fonética porque se pronuncian en una sola
emisión de voz.
Se encuentra en el poema anterior un hiato (suave). La diéresis sirve para
disolver el diptongo y aumentar una sílaba a la palabra suave sin diéresis tiene dos
silabas sua-ve y con diéresis tres su-a-ve.

Interpretación del Poema
 Interpretación textual o denotativa: la rosa sirve para ofrendas y regalos. La
rosa es la gloria de todas las plantas, las ramas y las demás flores le rinden
pleitesía. Adorna los prados pompa y olores perfumados.
 Interpretación contextual o connotativa: el poema a la rosa tiene una
significación trascendente porque Safo apasionada poetisa se vale de la rosa
para contarle a sus ninfas, y sobre todo, a las doncellas qué tiene en su estudio
y despertarles el amor mutuo.
Píndaro
Poeta lírico griego. La Lírica Griega llegó a su apogeo con Pindàro. Sus poesías
son modelos de odas heroicas llamadas en su honor pindáricas; los héroes por él
cantados fueron los triunfadores de los Juegos olímpicos. Poeta de circunstancias
su estilo es vehemente y apasionado; su carácter distintivo: mira las cosas en
forma sintética sin analizar; sus poemas son chorros de Imágenes, Ideas y
emociones que brotan unas de otras.
Asópico Orcomenio
¡Oh reinas del céfiro guardadoras
del orcomencio suelo; que
habitáis las riveras productoras de los
corceles de fogoso vuelo!
Propicias escuchad, gracias divinas
los ecos de mi canto
las que amparáis a los antiguos Minas
vírgenes puras de inmortal encanto.
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31
LITERATURA UNIVERSAL
De vosotras proceden soberanos el bien y
la belleza; por vosotras engendro en los
humanos la gloria y el saber, y la
grandeza.
No sin las gracias los festivos coros
rigen a los inmortales, Ni
suelta danza y cánticos sonoros alegran
las mansiones celestiales.
Las mesas del Olimpo refulgente
regís vosotras solo
y el honor prestáis al Padre Omnipotente, cabe
el asiento del crinado Apolo.
Oh tu Eufrosina, del cantar amante
y tu, Aglaya piadosa hijas del
dios del trueno resonante oh Talla de voz
armoniosa.
Mi canto oíd desde el etéreo cielo
allá su curso acabe
Que en pos del triunfador alza su vuelo en
lidio tono y número suave.
De Asópico celebra la victoria
en Olimpia lograda: vosotras
concedisteis tanta gloria al pueblo Minio,
a la ciudad Sagrada.
Tú de DITE te traspasa el negro muro
oh fama voladora
y esta nueva conceda al reino oscuro a
Cleodamo que en sus antros mora y le
dirás: "Las ramas han ceñido
del olvido, el dorado
cabello de tu hijo esclarecido de pisa
en el estadio coronado”.
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32
LITERATURA UNIVERSAL
Quinto Horacio Flaco
Fue príncipe de los lirios latinos y en la lírica universal no ha aparecido aún quien
le supere. Autor de sátiras, epístolas y Odas. Nació en Venus en el año 65 antes
de cristo.
Contra la Guerra Civil
Tornarás por ventura
a ser de nuevas olas, nao, llevada
a probar la ventura
del mar que tanto tienes ya probada?
Oh, que es gran desconocimiento
Oh, toma ya seguro estable puerto.
No ves desnudo el lado
de remos, y cuál adujen las antenas,
y el mástil quebrantado
del ábrego ligero, y cómo apenas
podrán ser poderosa
de contrastar así la mar furiosa?
No tienes vela sana
ni dioses a quien llames en tu amparo
aunque te precies vana
mente de tu linaje y nombre claro,
y seas noble pino
hijo de noble selva en el Euxino.
Del Narú pintado
ninguna cosa fía el marinero,
que está experimentando
y tiene de la ola el golpe fiero;
pues guárdate con tiento
si no es que quieres ser juego del viento.
Oh tú mi causadora
ya antes de congoja y de pesares
y de deseo ágora
y no poco cuidado; huye los mares
que corren peligrosas
entre las islas cicladas hermosas.
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33
LITERATURA UNIVERSAL
Proceso de Comprensión y Análisis

Explicar el origen de la Lírica.

Dar el concepto de Lírica.

De acuerdo al modelo del poema “La rosa” de Safo, hacer una análisis formal
y conceptual del poema Asópico Orcomenio de Píndaro.

En un cuadro sinóptico explicar la dimensión de la Lírica, ¿que piensa usted de
la lírica?
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34
LITERATURA UNIVERSAL
UNIDAD 4: Dramática
Horizontes

Los alumnos aprenderán los orígenes de la dramática.

Los estudiantes comprenderán el desarrollo y evolución de la dramática.

Los alumnos analizarán algunas obras de los representantes de la dramática.
Núcleos Temáticos y Problemáticos

Origen

Desarrollo de la Dramática en Atenas

Teatros: Origen
Proceso de Información
4.1
ORIGEN
4.1.1 Festividades Musicales
Empieza con la lira, la flauta, y el canto con los concursos de recitadores.
4.1.2 Festividades Dramáticas
Se desarrollan por la inclinación instintiva del hombre por la imitación y la mímica
para poder expresar los ideales, tradiciones y aspiraciones de la sociedad y hacer
reflexionar en forma literaria, con gracia, humor, poesía y danza.
El drama griego está relacionado con el culto a Dionisio o Baco; se sucede como
veneración a determinados Dioses que con sus ritos mágicos, asociados a la
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35
LITERATURA UNIVERSAL
muerte y resurrección de la naturaleza o a las actividades humanas en tiempo de
siembra o de vendimia, empiezan los carnavales y la aleación de disfraces.
El drama griego y especialmente la tragedia, significan conductas de cabras porque
celebran las festividades en honor a Dionisio dios del vino y de las borracheras, y
el hombre que bebe vino su conducta se transforma.
4.1.3 Teorías Sobre el Origen del Drama
Transformación del ditirambo como canto a Saco, se convierte en poesía lírica para
desembocar en el drama. El drama se origina con el diálogo.
4.2
DESARROLLO DE LA DRAMÁTICA EN ATENAS
En el siglo VI A. de C. se crean formas convencionales de tragedia y comedia en
honor a Dionisio. Las grandes Dionisiacas forman una de las más brillantes fiestas
de Atenas, se lleva la estatua de Dionisio en las procesiones.
4.3
TEATRO: ORIGEN
Al principio los primeros bailes en honor a Dionisio se celebran en cualquier lugar,
pronto se organiza y es necesario un espacio circular apropiado.
El director se sube en una mesa o en un carro para que los espectadores lo
puedan ver, luego se fabrica una plataforma o tarima, o especie de tablado para
los coristas y una caseta que sirva de cuarto para vestirse.
El teatro se compone de las siguientes partes:

El auditorio: corresponde al lugar donde se encuentran los espectadores.

El escenario: es el lugar donde actúan los personajes del drama.

Proscenio: es el espacio entre el auditorio y el escenario.
Las tres unidades fundamentales del teatro son:

Acción o interés: la tragedia Griega nace del ditirambo tiene un motivo
determinado y un profundo sentido de unidad esencial de interés, alrededor del
cual gira la acción.
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36
LITERATURA UNIVERSAL

Unidad de tiempo:
tiempo.

Unidad de lugar: es la relación que tiene el escenario con los lugares reales.
es la duración de un valor arbitrario y psicológico del
4.3.1 Principales Representaciones Escénicas Griegas
Solamente se llevan a cabo en algunos días y a plena luz del día. Al auditorio se le
advierte si la acción sucede de día, de noche o por la tarde. Además se presentan
las siguientes características:

Un drama rara vez se repite.

El escenario es un edificio consagrado a una divinidad, los ciudadanos asisten
con intención religiosa.

Los espectadores creen que los actores presentan ante sus ojos las hazañas de
sus héroes y sus dioses ancestrales.

La enorme magnitud de los teatros de piedra y la distancia entre los actores y
espectadores, hacen necesario el uso de coturnos o zapatos altos y el empleo
de mascaras.

Los actores son los mismos autores que desempeñan si es necesario papeles
femeninos.

Es importante para un actor desempeñarse en varios papeles sucesivos.

No se conoce ningún apuntador ni consueta alguno.

El dramaturgo se limita a un reducido círculo de historias míticas y no tiene
libertad para inventar.
4.3.2 Principales Trágicos Griegos
Esquilo
Poeta trágico griego, 526 - 456 A. de C. Sus obras Agamenón, Coéforas y
Euménide conforman la Orestíada. Entre otras obras tenemos: Las Suplicantes,
Los Persas, Los Siete contra Tebas.
La fatalidad, la envidia de los dioses, y la tradición, son las ideas directrices de su
teatro. Pertenece a la generación que lucha por la libertad contra el despotismo
oriental, su genio madura a la vista de las hazañas en que toma parte. Es el
primero en utilizar dos actores que hablen además del coro en una escena. Es el
autor de la Orestiada que es la trilogía de tres tragedias: Agamenón, Coéforas y
Euménides.
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37
LITERATURA UNIVERSAL
Esquilo se revela con un carácter aristócrata de la sociedad y del espíritu imperioso
pero de alma noble, es un gran solitario en medio de la multitud. Es más apto
para las ideas fuertes como el orgullo, el rencor y la venganza y tiene preferencia
por lo sobrenatural. Los dioses de Esquilo son los de Hornero pero con carácter
moral en donde el crimen es hereditario y el espíritu maldito se yergue sobre el
corazón del culpable; busca leyendas tremendas, de sombrías y de sufrimientos de
sus héroes fatales.
Interpreta los mitos tradicionales como una serie de cambios catastróficos en el
gobierno del mundo. El fondo de la tragedia de Esquilo es la presentación de un
gran infortunio seguido de una lamentación. Los personajes de sus tragedias
tienen caracteres religiosos, hombres, dioses, semidioses, héroes todos tienen algo
de sobrenatural pero predomina el dolor, el temor y la desventura.
Sófocles
Poeta trágico griego. Nació en Atenas, 497 - 406 A. de C. Sus principales obras
son:







Los Sabuesos
Antiona
Edipo Rey
Electra
Filoctetes
Las Triquina
Edipo en Colonia
Eurípides
Poeta trágico Griego. 465 -406 A. de C. Obras: Medea, Hipólito, Andrómarca,
Electra, Suplicantes, Ifigenia en Táurida de, Helena, Ifigenia en Aulida, Las
Bacantes, Orestes, las Fenicias.
Agamenón (Texto Íntegro)
Personajes: un centinela, (colocado en lo alto del Palacio de Agamenón), Coro de
Ancianos de Argos - Clitemnestra - Un Heraldo - Agamenón - Casandra - Egisto.
La acción se desarrolla en Argos. En el fondo se ve el palacio de Agamenón. Es
de noche. En lo alto del palacio el centinela reposa recostado.
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38
LITERATURA UNIVERSAL

El Centinela: a los dioses elevo mi súplica para que pongan fin a mis fatigas,
todo un año, día tras día, he pasado vigilando como un perro bajo el tejado del
palacio de los Atildas. He aprendido a conocer la asamblea de los astros
nocturnos, y especialmente aquellos que traen el verano y el invierno a los
hombres; de estos príncipes brillantes que resplandecen en medio del éter,
conozco ahora los levantes y los ocasos. Y heme aquí todavía espiando la señal
luminosa, el resplandor del fuego que anuncie la caída de Troya, porque así lo
ha dispuesto una mujer imperiosa y de corazón varonil que la espera. Pero en
vano dispongo aquí mi yacija, envuelta en las sombras, húmeda de roció, para
esperar la visita del sueño; en vez del sueño viene el miedo, y no me atrevo a
dejar que mis párpados se cierren vencidos por el largo sopor. Y sí quiero
gritar o silbar, buscando con ello distraerme de mis males, entonces me pongo
a llorar por las desgracias que se han abatido sobre esta casa, que no es regida
ya con la mano segura de antaño. ¡Pluguiese a los dioses que llegara hoy el fin
de mis fatigas y a través de la oscuridad nos llegase el alegre mensaje del
fuego!
(Descubre a lo lejos el luminar, y se incorpora con emoción). ¡Oh salud,
antorcha de la noche, aurora de un hermoso día, anuncio para Argos de
espléndidas fiestas de victoria.
(Se levanta bruscamente y emite un fuerte y prolongado grito).
¡Ahí ¡Ah! Con voz clara doy la señal, y corro hacia la esposa de Agamenón; es
preciso que mis voces de alegría la arranquen de su lecho y que todo el palacio
resuene al instante en un canto de bienvenida ante esta llama Troya ha caído;
este brillante fuego nos lo anuncia, Yo mismo, en la fiesta, danzaré el preludio,
y seré yo el primero que anunciaré a mis dueños su ventura porque esta llama
ha colmado también mis deseos. Ojalá pueda yo, al regreso del rey a su
palacio, estrechar en la mía su mano querida!.
En cuanto a lo demás, me lo callo; un oscuro temor traba mi lengua. El mismo
palacio, a tener voz, lo habría de explicar. Hablo para los que me entienden;
para los otros, no hace nada.
(Desciende hacia el palacio. Por la derecha entra el Coro, formado por doce
ancianos, con la espada al cinto y apoyándose en sendos bastones. Llevan
traje de fiesta y corona en la cabeza).

El Coro: (Solo) Diez años van transcurridos desde el día en que los enemigos
de Príamo, el rey Menelao y su hermano Agamenón, la invencible pareja de los
Atridas, que honra a Zeus con doble trono y doble cetro, llevaron anclas y
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LITERATURA UNIVERSAL
39
condujeron lejos de estas tierras a los mil navíos de la poderosa flota de los
argivos. Del fondo de su pecho lanzaron ellos el grito de la guerra; eran
semejantes a buitres en el instante en que, llenos de angustia inexpresable,
batiendo el aire con sus rápidos aletazos, giran por encima de su nido vacío, de
aquel nido en el cual el cuidado de sus crías les fue causa de tantos afanes
inútiles. Pero un dios ya sea Zeus, o Pan, o Apolo oye el agudo grito de dolor
lanzado por las aves y envía al punto a la vengadora Furia, que, tarde o
temprano, terminará por castigar a loe impíos violadores.
Del mismo modo, el poderoso Zeus hospitalario envió contra Alejandro a los
hijos de Atero, a causa de una mujer demasiado inclinada a cambiar de esposo.
Griegos y Troyanos se mezclaron por ella en esas luchas sin cesar repetidas, en
que el cuerpo se abate, la rodilla se dobla en el polvo; en la que, ya desde el
principio, las lanzas saltan en astillas. La suerte esto echada; lo dispuesto por
el hado se va a cumplir. Ni lamentos ni legitimas ni ofrendas podrán calmar la
ira implacable de las divinidades que no aceptan sacrificio de fuego.
Por nuestra parte, nosotros no seguimos entonces a la armada pues la
decrepitud nos privó de este honor, y permanecimos en esta tierra. Apoyados
en el bastón, ayudamos así a nuestra debilidad, semejante a la de los niños. El
corazón alimentado por una savia joven es igual que el corazón del anciano; en
él el dios Marte no tiene imperio. Y asimismo, cuando el vigor del cuerpo se ha
debilitado, cuando ya las hojas de esta vida han perdido su lozanía, el hombre
va haciendo su camino sobre sus tres píes y en su debilidad, semejante a un
pequeñuelo, se arrastra como un sueño que vagase en pleno día.
Pero di, hija de Tíndalo, reina Clitemnestra, ¿qué novedades hay? ¿Qué sucede?
¿Qué has sabido que te haya movido a ordenar todos estos sacrificios que
llenan la Juventud de Grecia, marcharon contra Troya ciudad? Las aras de los
dioses del empíreo o del infierno, de los que velan por nuestros campos y los
que presiden nuestra ágora; los altares de todos los dioses se ven rodeados por
las pompas del sacrificio, y desde todas partes las llamas y el humo suben
hasta el cielo. El aceite puro de las libaciones, traído del lugar más oculto del
palacio, es derramado sin parar y alimenta sin cesar la llama. ¿Querrás, pues,
decirme qué motivo te impulsa a obrar así? Sólo quiero saber lo que puedas
decirme, lo que te está permitido revelar. Calma, si puedes, con ello, la
ansiedad que me devora, que tan pronto me llena de funestos presagios, como
el aspecto de estos sacrificios deja que una dulce esperanza brille sobre el dolos
insaciable de lágrimas, sobre la angustia que me aflige.
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LITERATURA UNIVERSAL
40
Séame al menos permitido celebrar la partida de nuestros bravos guerreros,
aquella partida señalada con el presagio de la victoria, ya que los dioses me invitan
a hacerlo y me inspiran el cántico y me siento con ánimo de llevarlo a cabo. Diré
bajo que auspicio guerrero los dos reyes de los aqueos, tan perfectamente unidos,
con la lanza en la mano y animados por un mismo deseo de venganza, al frente de
los reyes de la armada, no lejos de su palacio, dos reinas de las aves se
aparecieron entonces por el lado de la mano que sostiene la lanza; una era negra;
la otra, blanca por el lomo. En la regia morada acababan de devorar a una liebre
preñada, con sus pequeñuelos, a los que la última carrera maternal no pudo librar
de su triste destino. ¡Canto el himno lúgubre, si, el himno lúgubre, pero que todo
acabe al fin felizmente!
El venerable adivino de la armada puso entonces sus ojos en los de Atrida, de
noble corazón; en las aves devoradoras reconoció a los dos caudillos que iban al
frente de la expedición, e inspirado por un espíritu profético lanzó el siguiente
augurio: al cabo de largos años alcanzará su objeto esta expedición; Troya será
tomada, y todas las riquezas atesoradas antaño tras sus muros por un pueblo
opulento serán entregadas al saqueo. Es preciso sólo que la cólera celeste no
destruya el sólido freno forjado para Troya en este ejército que sale de la patria.
Artemisa, la casta cazadora, está airada contra esta casa, pues en ella donde los
perros halados de su padre han inmolado al desgraciado animal y a la cría que
llevaba en su seno. Ante el festín de las águilas, Diana se ha sentido estremecida
de horror. ¡Canto el himno lúgubre, sí, pero que todo acabe al fin felizmente! Es
ella, la hermosa, la que protege a los tiernos cachorrillos del fiero león y se deleita
con las crías de las fieras del monte, que cuelgan aún de los pechos de sus
madres; es ella la que me pide que interprete el prodigio de estas aves, prodigio
que anuncia venturas y a la vez despierta temores. Tal es la voluntad de Artemisa.
Oh Pena salvador, dios que lanzas las flechas, ¡yo te invoco! haz que Artemisa no
suscite contra los griegos vientos contrarios que dificulten por largo tiempo la
partida de las naves; haz que no nos exija un sacrificio, cruel, un sacrificio
execrable al que no acompañarán festines, origen de crímenes familiares, que no
perdonarán ni siquiera a un esposo. En lo más oculto de un palacio fermenta, en
efecto, un terrible rencor, fecundo en astucias, que reavivado sin cesar, espera su
día, ansioso de vengar a una hija.
Tales fueron las predicciones de Calcas, ante las aves agoreras, en el día en que
las naves partían. Grandes bienes debían ir mezclados, para esta regla casa, a
grandes desventuras; por lo cual, haciendo eco a sus palabras, entono mi canto:
¡canta el himno lúgubre, sí, el himno lúgubre, pero que todo acabe al fin
felizmente!
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41
¡Zeus, quien quiera que seas, si este nombre te place, te invoco con este nombre!
Tras haber reflexionado detenidamente, de haber dado vueltas y más vueltas a mi
pensamiento, he venido a comprender que sólo hay un dios capaz de aliviar al
hombre del peso de sus vanas inquietudes, y este dios eres tú, el primero que
reinó en el mundo; aquel dios revestido antaño de un poder irresistible, nada
podría ya hacer. Su imperio pasó. El que vino después de él encontró uno que le
venció, y también él desapareció. Más el que de corazón eleve a Zeus, con
entusiasmo, un canto de esperanza, verá cumplirse todos sus deseos. El es quien
guía a los mortales por el camino de la prudencia; él es quien ha determinado que
la ciencia ha de alcanzarse por el dolor. Hasta en el sueño el remordimiento
atormenta nuestro corazón; aun a pesar nuestro penetra a veces en nosotros la
cordura, don del dios que se sienta sobre el trono augusto de la omnipotente.
El mismo caudillo de la armada griega, lejos de alzarse contra el adivino, se
resigna ante el destino adverso. Entre tanto, una devoradora inacción pesa sobre
los pueblos de la Acalla, detenidos frente a Cálele, en las playas tempestuosas de
Aulide. Los vientos soplaban del Estrimón, loa vientos autores del funesto retraso,
del hambre, del naufragio, de la dispersión, ruina de los navíos y de los
bastimentos, causa de la ociosidad prolongada que consumía a la flor de los
argivos. Entonces Calcas, en nombre de Artemisa, propuso a los jefes un remedio
más terrible que la misma tormenta, y los Atridas, al oírle, golpearon la tierra con
sus cetros y no pudieron contener sus lágrimas.
¡Desventura cruel exclamó el augusto soberano, es el no obedecer la orden, pero
no menos desventura es que haya de inmolar a mi hija, el ornamento de mi casa;
que la sangre de la virgen sacrificada ante el altar de Artemisa haya de manchar
las manos paternas! Mírelo por donde lo mire no veo sino desventuras. ¿Puedo,
acaso, desertar del ejército, traicionar a mis aliados? todos ellos desean
ardientemente este sacrificio que debe calmar los vientos todos ellos desean que
derrame la sangre de mi hija, y es justo su deseo, pues es éste el precio de la
victoria.
Pero Agamenón se somete al yugo de la necesidad; su alma es trastornada, y
resuelve el acto criminal, bárbaro e impío; no retrocede ya ante el atroz delito. Así
los mortales son arrastrados por la demencia, consejera de ignominias y fuente de
todos los males. El rey Agamenón se atrevió, pues, a convertirse en el verdugo de
su propia hija, para poder vengar en los combates el rapto de Helena, para abrir el
camino de sus naves. Ninguno de los Jefes, en su furor guerrero, se sintió
conmovido ni por la juventud de la virgen ni por sus súplicas, ni por las tiernas
palabras con que se lamentó ante su padre. Si mismo Agamenón, hecha la
sagrada invocación a los dioses, ordena a los ministros del sacrificio que la
levanten como a una cabritilla, y envuelta con los velos, con la cabeza colgante, la
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LITERATURA UNIVERSAL
depositan sobre el ara. Por orden suya se le cierra la boca a la victima; una
mordaza ahoga sus gritos, las imprecaciones que lanza contra su familia. Ella deja
caer en el suelo los velos rojos que cubren su frente, y lanza una mirada a los
sacrificadores, y éstos se sienten traspasados por el dardo de la compasión. La
virgen se ofrece ante ellos bella y resplandeciente, como en una hermosa pintura,
de tal modo, que se hubiera dicho que estaba en los días en que ella alegraba los
espléndidos festines de la casa paterna; aquellos días en que la casta doncella
encantaba con su voz la existencia dichosa de Agamenón.
Lo que siguió, ni lo vi ni quiero hablar de ello. Pero el arte de Calcas no engaña, y
la justicia, por las desgracias pasadas, nos enseñan a prevenir las que todavía han
de llegar. Mas ¿a qué inquietarnos por lo por venir, si lo que tiene que suceder
fatalmente sucederá? ¿Por qué afligirnos antes de tiempo? cuando llegue la hora,
todo se descubrirá ante nosotros más claro que la luz del día. Sea cuando menos
feliz el suceso, según el deseo de aquella que, más próxima allegada del rey,
constituye hoy el único baluarte de esta tierra.
(Se ha hecho de día. Clitemnestra ha aparecido a la puerta del palacio
acompañada de sus sirvientas. El Coro se inclina ante ella).

El Coro: heme aquí, Clitemnestra, rindiendo homenaje a tu potestad, pues es
justo honrar a la esposa del rey, cuando la ausencia de éste deja el trono
desierto.
¿Por qué feliz nueva o por qué esperanza de buen éxito has ordenado estos
sacrificios? Grato me sería saberlo; mas si es preciso que se mantenga en
secreto, respetaré tu silencio.

Clitemnestra: Ojalá de una noche feliz nazca un día dichoso, como dice el
proverbio. Tu alegría sobrepasará a tus esperanzas, pues sabe que los argivos
son ya dueños de la ciudad de Príamo.

El Coro: ¿Qué dices? ¡Apenas me atrevo a tener fe a tus palabras!

Clitemnestra: Digo que Troya es de los aqueos. ¿Hablo o no claramente?

El Coro: ¡Ah, el gozo se derrama por mi alma, me hace verter lágrimas!

Clitemnestra: Tus ojos pregonan la nobleza de tus sentimientos.

El Coro: ¿Tienes pruebas ciertas de este suceso?
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LITERATURA UNIVERSAL

Clitemnestra: las tengo, sí; Si no es que algún dios me traicione.

El Coro: ¿Te habrás acaso dejado impresionar por las imágenes de un sueño?

Clitemnestra: No soy yo quien fíe en las ilusiones de una mente dormida.

El Coro: ¿Te habrás dejado seducir por algún rumor sin consistencia?

Clitemnestra: ¿Crees quizá que soy una chiquilla, que hace caso del primer
rumor?

El Coro: ¿Cuándo, pues, ha sucumbido Troya?

Clitemnestra: En la misma noche que ha dado nacimiento a este día.

El Coro: ¿Qué mensajero ha podido traerte la noticia con tal rapidez?

Clitemnestra: Fiel estos, que envió desde el Ida el vivo resplandor de sus
rayos. Después, de hoguera en hoguera, el fuego mensajero trajo hasta aquí la
noticia. Del Ida la envió al promontorio de Hermes en Leamos; de esta isla
recibidla el Hatos, y en la alta cumbre consagrada a Zeus se enciende la tercera
señal, inmensa, con alto resplandor, y desde allí, mensajero de alegría,
franquea de un salto la ancha espalda del mar, corre presurosa, y semejante a
un sol viene a dorar con su luz las escarpadas rocas del Maciste. En ella no se
pierde momento; el centinela no se ha dejado vencer por el sueño, y muy
pronto el fuego encendido en el Maciste da la señal a los guardianes del
Mesapío, en las orillas del Eurico; los de Mesapío dan a su vez la señal;
amontonan para ello una alta pirámide de zarzas secas, cuyo resplandor, vivo y
sostenido, franquea los llanos del Asopo y, semejante a una luna muy clara,
lleva la noticia hasta la alta peña del Cicerón, que recibe la nueva señal.
Tampoco el centinela de aquí rehúsa propagar la noticia; un nuevo fuego se
enciende también en esta peña, más alta aún que todas las demás, y cuya luz,
por encima de la laguna de Gorgojes, llega hasta el monte Epiplato; en la cima
de este monte nuevos guardianes se apresuran a cumplir las órdenes que se les
dieron. Y encienden a su vez un ancho fuego; las llamas se elevan en
torbellinos, se inflama el horizonte, y su viva luz alcanza el promontorio que
domina el estrecho terónico, desde donde, despidiendo aún rayos de luz, pasó
al monte Arácneo, cuya cumbre domina nuestra ciudad; desde aquí llegó por fin
al palacio de los Atridas esta luz, cuyo origen estuvo en la primera hoguera
encendida sobre el monte Ida. Tales son las señales que yo había mandado
disponer para que fuesen levantándose en interrumpida sucesión. Más los
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LITERATURA UNIVERSAL
vencedores de la carrera son el primero que encendió la señal y el último que la
recibió. Estas son las noticias ciertas que mi esposo me ha enviado desde
Troya.

El Coro: antes que todo, ¡oh reina!, y sin pérdida de tiempo, daremos gracias a
los dioses. No obstante, desearía aún vivamente oír una vez más tan
asombrosa nueva, deleitarme con ella, mientras la vuelves a referir.

Clitemnestra: sí, en este día, son dueños de Troya los aqueos. Gritos muy
diversos resonarán, a lo que creo, en la ciudad. Verted en un mismo vaso
vinagre y aceite y loa veréis separase siempre, sin poderse unir. Del mismo
modo, indicios de un distinto suceso se distinguen los vencedores. A un lado,
inclinados sobre los cuerpos de sus esposos, de sus hermanos, de sus ancianos
padres, se ve a mujeres y a niños, privados ya de libertad, lamentarse por el
destino de los seres a quienes más amaron en el mundo; al otro, fatigados del
combate nocturno, acosados por el hambre, están los vencedores,
preparándose para la primera comida del día con los manjares que Troya les
sirve. No existe orden ni distinción de Jerarquías; cada cual se ha instalado en
la ciudad cautiva en la casa que la suerte le ha deparado, el abrigo, por fin, de
los relentes y los rocíos. ¡Cuan dichosos serán pudiendo, al fin, dormir toda
una noche sin centinelas que les guarden y que no ofendan al menos a los
dioses tutelares de la ciudad vencida, que respeten, piadosos, sus altares,
porque de este modo no tendrán que temer a su vez la suerte de los vencidos!
Quieran los dioses que nuestro ejército no se entregue al saqueo y a la ilícita
violencia, llevado por el afán del lucro, pues para regresar sanos y salvos a sus
casas les falta aún andar la mitad del camino Pero si regresaran sin haber
ofendido a los dioses, pudiera todavía despertar el daño inferido a los muertos,
si no se ha manifestado ya por desastres inmediatos. Tal es lo que, como
mujer, tenía que decir ¡Quieran los dioses que su dicha sea completa, que
ningún revés la ensombrezca! Nuestros bienes son muchos y sólo pido que
podamos gozarlos libres de inquietudes.

El Coro: Mujer, has hablado como pudiera hacerlo el hombre más prudente,
con Juicio y recto sentido. Ahora no dudo ya que la noticia es cierta, y voy al
punto a dar gracias a los dioses. El bien que nos conceden es la digna
recompensa de nuestros trabajos.
(Clitemnestra vuelve al palacio)
¡Oh Zeus soberano! ¡Oh noche amiga, gloriosa bienhechora que tendiste sobre
los muros de Troya una red indestructible! ni el hombre hecho ni el débil niño,
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ninguno ha podido escapar del lazo de la esclavitud: la desgracia les envolvió a
todos, ¡Oh grande Zeus!, poderoso protector de la hospitalidad, te reverencio,
porque todo lo debemos a ti, que ya desde tiempo tenias el arco tendido contra
Alejandro. El dardo no salió disparado antes de tiempo ni se perdió en vano
más allá de los astros. De Zeus ha partido la fuerza que ha abatido a Troya;
sobre esto no pueden dudar. Les sucedió según él lo dispuso. Los dioses, ha
dicho alguien, no se dignan ocuparse de los hombres que pisotean la gloria de
las cosas más santas. El que tal dijo era un impío. Más de una vez lo han visto
los hijos de aquellos que respiraron sólo guerra e iniquidad y vivieron ebrios en
la pompa de una opulencia funesta.
Conténtese el hombre con lo que le baste, y no desee bienes que entrañen
peligro. La riqueza es un débil escudo para el hombre que en la saciedad
derriba con pie insolente el ara sagrada de la justicia. Este será borrado de
entre los seres humanos.
La funesta confianza que engendra el delito cometido arrastra al imprudente;
pero su crimen no permanecerá oculto, sino que brillará, por el contrario, con
claros y siniestros fulgores. Como moneda de mala ley, ennegrecida al pasar
de mano en mano, así el, hombre es estimado en su justo valor. El niño que
corre tras el vuelo de un pájaro ve, al fin, que sólo ha conseguido infligir a su
pueblo una imborrable afrenta. Ningún dios escucha después sus plegarias, y
el mortal injusto, autor de tantos males, es borrado del mundo.
Así París, huésped de la mansión de los Atridas, deshonró la mesa de la
hospitalidad con el rapto de una esposa. Sale ella con paso ligero del recinto
de su ciudad, osando hacer lo que no podía osar; deja a los suyos al tumulto de
las armas, el chocar de las lanzas y los escudos, los preparativos de la armada;
a Troya le lleva por dote la ruina y la destrucción. Los adivinos del palacio
gemían en voz alta: ¡Ay casa! Ay casa y príncipes, hay lecho nupcial ¡Ay pasos
imprudentes de la inclinación de un hombre. He ahí al esposo, silencioso, lleno
de confusión en su abandono, pero sin abandonarse a la ira, desdeñando la
injuria, sin que altere sus facciones ni una leve pesadumbre. Devorado por la
nostalgia de la que huyó más allá de los mares, dirías que es un espectro el que
manda ahora en el palacio. Las hermosas estatuas, imágenes de su esposa, no
hacen más que acrecentar su dolor, porque en los ojos de ellas no hay vida, y
en ellos se ha desvanecido su hermosura. Tristes apariciones vienen en medio
de sus sueños a traerle una alegría vana; una vana alegría, porque en el
instante en que tiende sus brazos hacia el objeto de sus deseos, la visión se le
escapa, y, con rápido vuelo, huye tras los pasos del sueño.
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Tales era los tormentos de un esposo en el hogar doméstico; tales y superiores
aún a los referidos Pero aquellos que partieron de la tierra helena, también
ellos dejaron en su casa un acerbo dolor y corazones destrozados. Muchas son,
sí, las desgracias que afligen nuestros hechos. Cada cual recuerda a aquel de
quien se despidió en la playa; pero en lugar de hombres, lo que vuelve a los
hogares son urnas y cenizas. El dios que cambia hombres por cadáveres, el
que en los combates tiene en sus manos la balanza, Marte, devuelve desde
Ilion a los afligidos parientes el triste polvo recogido de la hoguera, todo lo que
queda de un fuerte guerrero, pobre puñado de cenizas, que cabe todo en un
vaso funerario. Se gime por el héroe; se le prodigan alabanzas: "este era
diestro en el combate; aquel sucumbió como un héroe en la lucha, por causa
de una mujer ajena". Esto último se pronuncia sólo en voz baja, murmurando;
y una sola indignación contra los Atridas, causantes de todo, fermenta en los
corazones. Entre tanto, una florida juventud llena las tumbas en torno a las
murallas de Ilion; la tierra vencida abriga en su seno a los vencedores.
Grave cosa es la indignación de todo un país, porque la maldición popular es
deuda que a la postre se paga. Esta honda ansiedad que me agita parece
advertirme que algo se está tramando en la sombra. A los que han derramado
tanta sangre, la mirada de los dioses no les deja un momento; llega un día que
las negras Érenlas cambian de golpe la existencia del hombre que labró su
felicidad con la injusticia; su fuerza desaparece y él es borrado de entre los
vivos. Peligrosa es la gloria excesiva, porque el rayo de Zeus hiere entonces los
ojos, y ciega y derriba. Daseme una dicha no envidiada. No es mi deseo
destruir ciudades; guárdenme los dioses a mi vez de caer cautivo, de verme
sujeto al capricho de los otros.
La feliz nueva traída por el fuego se ha difundido veloz por la ciudad ¿Quién
puede asegurar que sea cierta, que no sea un engaño de los dioses? ¿Quién
será tan niño, tan insensato, que se deje inflamar por la alegría ante esta señal
que brilló hace un momento, para hundirse de nuevo en el dolor cuando la
nueva sea desmentida? propio es de la mujer regocijarse con la victoria antes
de saberla segura. Fácilmente se deja convencer ella en su deseo, y hace
esparcir la nueva con rapidez, pero fácilmente también se desvanece la victoria
anunciada por voz de mujer.
Pronto sabremos si estas antorchas, estas lumbreras, esta sucesión de
hogueras han sido mensajeras de la verdad, o si, semejante a los sueños, la
alegre luz que ha brillado ante nosotros ha venido sólo a engañar nuestros
sentidos. Un mensajero avanza hacia aquí desde la costa, sombreada la frente
con ramos de olivo. El polvo que se eleva, este hermano sediento del fango,
me está anunciando la llegada de un mensajero, no mudo ya, no ya una
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hoguera encendida con ramos de las montañas, que nos enviara su mensaje
por medio de los humos del fuego; éste tendrá voz, nos dirá su mensaje y
colmará nuestra alma de alegría, o bien Pero, no; desterremos del pecho toda
idea contraria. ¡Quieran los dioses que nuestra dicha supere aún nuestras
esperanzas! ¡Que el que hace en su corazón votos distintos para Argos recoge
el fruto de sus impíos pensamientos!.
(Entra el Heraldo).

Heraldo: ¡Oh tierra de Argos! ¡Suelo de la Patria! Por fin te veo, después de
diez años de ausencia, a la clara luz de este día. Tras tantas esperanzas
defraudadas, he aquí que uno de mis deseos se ha cumplido. No, nunca
imaginé que podría cerrar mis ojos en la tierra de Argos, tener un día mi tumba
en estos lugares tan queridos. ¡Salve, pues, oh tierra. Salve, luz del Sol, ¡Y tú,
Zeus, dios soberano de esta región, y tú, dios Pitio, que no disparas ya tus
flechas contra nosotros! Harto tiempo en las orillas del Escamando, ¡Oh
poderoso Apolo!, nos fuiste enemigo; sé hoy nuestro salvador, nuestro dios
tutelar.
Y también a vosotros invoco, dioses que presidís el ágora, y a ti, Hermes
mensajero, mi protector, dios de los heraldos; y a vosotros, dios, que nos
acompañasteis al partir; vosotros todos, en fin, acoged benévolos los restos de
nuestro ejército, que escaparon al furor de las lanzas. ¡Oh palacios de mis
reyes; techos amados; altares venerables; dioses iluminados por los rayos de
Oriente, si alguna vez mirasteis antes con amables ojos a nuestro rey,
preparadle ahora una digna acogida, después de tantos años de ausencia!
Agamenón vuelve, y con él vuelve la luz que iluminará la noche en que estáis
sumergidos, vosotros y todo el pueblo. Recibidle entusiastamente y según
merece el que, con la piqueta de Zeus Justiciero, ha asolado la ciudad de Troya
removiéndola hasta sus cimientos.
Los altares, los templos de los dioses, han desaparecido; toda una raza de
hombres ha sido aniquilada. Tal es el yugo bajo el cual el rey Agamenón, el
mayor de los Atridas, sujetó la cerviz de Troya. Ahora regresa como el más
feliz de los mortales, como el más digno, en este día, de todos los honores que
puedan tributarse a un hombre. París y la ciudad cómplice de su infamia no
pueden ya alabarse de que su maldad haya sido mayor que su castigo.
Culpable de rapto y de robo, París no ha podido gozar de su proeza; se hundió
la antigua casa de sus padres y su patria quedó asolada. Los hijos de Príamo
pagaron doblemente sus culpas.
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
El Coro: ¡bienvenido seas, heraldo del ejército aqueo!

El Heraldo: pues que me dais la bienvenida, puedo ya morir tranquilo.

El Coro: bien se ve que la nostalgia de tu tierra ha atormentado tu corazón.

El Heraldo: hasta tal punto, que la alegría del regreso arranca lágrimas a mis
ojos.

El Coro: ¿así, pues, el dulce mal os afligía también como a nosotros?

El Heraldo: ¿a qué mal te refieres? Suplícamelo con claridad.

El Coro: a la nostalgia por aquellos que la sentían a su vez por nosotros.

El Heraldo: quieres decir que la patria y el ejército se afligían mutuamente por
la ausencia, ¿no es eso?

El Coro: así es, y mi alma suspiraba día y noche en su duelo.

El Heraldo: pero ¿por qué causa el pueblo se libraba a dolor tan violento?
Habla.

El Coro: hace tiempo que el silencio es el único remedio de mis males.

El Heraldo: ¿estando ausentes tus reyes podías temer a alguien?

El Coro: y de tal modo, que la muerte, de que hablabas antes, fuera para mí
una merced.

El Heraldo: yo puedo desearla, porque he visto colmada mi dicha. El curso del
tiempo trae consigo en nuestra vida bienes y males. ¿Quién puede, fuera de
los dioses, vivir exento de pesares durante toda su existencia? Cuántas fatigas
podía yo referirte las noches inclementes pasadas al sereno; el lecho duro, y las
incomodidades de toda suerte, ¿qué día, desde nuestra partida, pasamos sin
gemir? Una vez en tierra, se repiten las mismas y aún mayores fatigas.
Dormíamos al mismo pie de las murallas de nuestros enemigos; el rocío del
cielo, la humedad de los campos, nos penetraban; se pegaban a nosotros,
echaban a perder nuestros vestidos, erizaban nuestros yertos cabellos. Y no
hablo de los inviernos en que hasta las aves perecían, los horribles inviernos
que nos enviaban las nieves de Ida; tampoco hablaré de los veranos, no menos
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terribles, cuando el mar inmóvil, en ausencia de los vientos, dejaba caer en su
lecho y dormía bajo el ardor del mediodía. Pero ¿a qué evocar esos tristes
recuerdos? la miseria, ha pasado; ha pasado, sobre todo, para los que han
muerto, y de tal modo que nunca más pensarán en volver a levantarse. ¿Para
qué los supervivientes se ocuparían en contar los muertos, en deplorar los
rigores de la fortuna? Más bien alegrémonos, pues, en medio de nuestras
desgracias, hay muchas cosas de que nos podemos regocijar.
Para nosotros, reatos del ejército de los argivos, es mayor el provecho que el
daño: la balanza se Inclina a nuestro favor. Proclamemos, pues, nuestra alta
gloria a la luz de este Sol que vuela sobre mares y tierras. "La flota de los
argivos ha vencido a Troya, y estos despojos, antiguos trofeos, han sido
colgados en los templos de los dioses de Grecia". Que por todas partes se
oigan resonar estas palabras, y que el que las oiga exclame al oírlas: "Gloria a
la ciudad de Argos, gloria a sus Jefes” ¡Honor a Zeus que fue el dispensador del
triunfo. Es cuanto tenia que decir; con esto he terminado.

El Coro: tus razones, lo confieso, han satisfecho mis ansias, porque es cierto
que, aún en la vejez, somos siempre niños en la curiosidad. Pero la noticia, por
más que a mí me colme de alegría, interesará principalmente a este palacio y a
Clitemnestra.
(Mientras el Coro pronunciaba las últimas palabras, Clitemnestra ha aparecido
en el umbral del palacio con su séquito).

Clitemnestra: hace ya rato que lancé al aire los acentos de mi alegría; fue en
el momento en que el fuego mensajero brilló en la noche para anunciarme por
primera vez la toma y destrucción de Troya ¿Cómo? me decían entonces en
tono de reproche, ¿.darás fe a la señal de una llama? ¿Vas a imaginar por ella
que Troya ha sido tomada? Propio es de la mujer librarse a tan fáciles
entusiasmos. Y con estas palabras tachaban de locura mi alegría. Y, no
obstante, ofrecía yo sacrificios; la voz de las mujeres se elevaba celebrando la
victoria; gritos de regocijo resonaban por la ciudad; y en los templos de los
dioses, el himno de la victoria acompañaba al sacrificio, se elevaba en el
instante que la llama olorosa se extinguía. Pero ¿qué necesidad hay de que me
digas más? De labios del propio rey voy a saberlo todo Voy corriendo a
preparar a mi esposo venerado un recibimiento digno de él porque ¿qué día
más dichoso para una mujer que aquel en que va a ver de nuevo a su esposo
que vuelve de la guerra, aquel en que ella abra las puertas de la casa al
guerrero a quien los dioses han preservado? vuelve al encuentro de mi esposo
y dile que se apresure, que éste es el deseo más ardiente de su pueblo; dile
también que encontrará en su mansión a una mujer fiel, la misma en la partida
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que en el regreso, guardiana, como un perro, de su hogar, dulce para él, feroz
para sus enemigos; en una palabra, una mujer virtuosa que no ha violado,
durante su larga ausencia, el sello de su fe. Sé tanto de placeres, de las
conversaciones de un amor culpable, como sé de tañer el cobre. Esta es mi
alabanza, y la verdad que reside en ella hace que no desdiga en labios de una
mujer de mi linaje.
(Se retira de nuevo al interior).

El Coro: lo que acabas de oír debe bastarte sobre este punto; con ello podrás
explicarte claramente ante su esposo. Pero digne, heraldo: ¿Menelao viene
con vosotros? ¿Ha salvado su vida aquel gran rey, gloria de su patria, tan
querido en ella?

El Heraldo: quisiera deciros una hermosa mentira para animar con ella vuestra
esperanza, pero vuestro gozo duraría poco.

El Coro: ¡ahí ¡Hiciera el cielo que tus palabras fuesen anuncio de ventura y
fuesen a la vez verdaderas. Pero aquí todo está al descubierto; imposible es
disfrazar la verdad.

El Heraldo: el rey Menelao ha desaparecido, él y su nave, del ejército aqueo:
ésta es la verdad.

El Coro: ¿habría acaso salido de Troya a la vista de todos, y una tempestad,
azote común, la jauría arrebatado después al ejército?

El Heraldo: como un hábil arquero acabas de dar en el blanco, y en breves
palabras has expresado un gran desastre.

El Coro: pero entre las tripulaciones, ¿qué se dice? ¿Le dan por muerto?
¿Piensan que vive aún?

El Heraldo: nadie sabe nada; nadie podría darnos noticias ciertas sobre su
paradero, nadie.

El Coro: ¿cómo, pues, dime, se desencadenó, cómo cesó, esa tempestad de
que me hablabas, suscitada contra la flota por la ira de los dioses?

El Heraldo: no es conveniente profanar con funestos relatos la alegría clara de
este día. Es hora de dar gracias a los dioses.
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51
Cuando un mensajero, con rostro afligido, anuncia a su ciudad espantosos
desastres, la destrucción de un ejército, una herida, en fin, que alcanza a todo
un pueblo; cuando descubre que una gran multitud de guerreros heridos por
este doble azote grato a Marte, flecha de doble punta, homicida pareja, no
verán nunca más a sus familias, entonces si que el encargado de anunciar tales
calamidades debe entonar el peana de las Érenlas. Pero yo, mensajero feliz de
victoria, encargado de anunciar su salvación a una ciudad colmada con la
alegría de su dicha, ¿cómo podría mezclar bienes y males, hablándose de una
tempestad que no puede haberse desatado contra los griegos sino por la ira de
sus dioses?
El fuego y el mar, enemigos irreconciliables de siempre,
conspiraron aquí contra nosotros; la prenda de su alianza debió de ser sin
duda la destrucción de la armada infeliz de los aqueos.
Reinaba la noche cuando la tempestad se desencadenó sobre el mar,
levantando las olas fatales; los navíos chocaban entre sí, impulsados por los
vientos de Timada; las prosas se rompían bajo la fuerza de los golpes, y entre
los torbellinos del viento y la lluvia, que caía a torrentes, flaqueaba la mano del
piloto y los navíos se hundían girando en los abismos cuando la luz
deslumbrante del Sol apareció, vimos ante nosotros el mar Egeo cubierto de
guerreros arqueos, de restos de navíos.
Nuestra nave habrá sido, no obstante, preservada del estrago: sin duda un
dios no podía ser más que un dios puso su mano en nuestro timón y nos apartó
de la cólera de los otros dioses, obtuvo de ellos nuestra salvación. La Fortuna
salvadora se sentó, en fin, sobre nuestro navío, de tal modo que ni las áncoras
cedieron a la violencia, ni fuimos arrastrados contra los escollos. Entonces,
escapados de la furia terrible del mar; iluminados por nuestra fortuna; un
oculto dolor ensombrecía nuestras almas, saturadas todavía del espectáculo del
reciente desastre, de nuestra flota sumergida bajo las olas, destruida toda. Y
ahora mismo, si algunos de ellos han salvado sus vidas, hablarán de nosotros
como difuntos, pues no pueden imaginar otra cosa, y también nosotros, a
nuestra vez, creemos que tal ha sido su destino. Ojalá los acontecimientos nos
desmientan. Menelao, hay que creerlo así, reaparecerá sin duda alguna antes
que ninguno. Si los rayos del sol alumbraban sus ojos, si vive preservado por la
mano de Zeus, que no habrá querido aún destruir el linaje de los Atridas,
confiemos en que regresará un día a su mansión. Lo que acabas de oír, seño
por cierto, es la propia verdad.
(Entra en el palacio).

El Coro: (Solo) ¿Quién fue, quien, sino alguno de los seres invisibles que
saben de antemano las leyes del destino, que hasta en casos fortuitos guían
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nuestra lengua; quién fue sino él el que dio a Helena nombre tan verídico, a
Helena, a quien un esposo reivindica por medio de las armas, causa de tantos
desastres? Fatal en efecto, a los navíos, fatal a los guerreros, fatal a las
ciudades, esa mujer abandonó la cámara nupcial: sayo de entre los cortinajes
suntuosos, y en su nave, impulsada por un recio poniente, bogó lejos de
nosotros. Millares de hombres se cubren con sus armas y siguen el rastro
borrado del navío, mientras ellos habían ya abordado en las playas frondosas
del Símols, en aquellas riberas, campos muy pronto de sangrientas batallas.
Funesta unión, causa para Troya de infinitas desgracias.
Los griegos
satisficieron su cólera y, después de tantos años, vengaron al fin la ofensa
inferida a la mesa hospitalaria y a Zeus, protector del hogar; castigaron a
aquellos que en medio de transportes de gozo habían celebrado el canto
nupcial en honor de la esposa, ese canto que aquel día correspondía a los
cuñados entonar. La antigua ciudad de Príamo ha aprendido ahora a entonar
himnos diferentes: ahora no es la alegría la que canta en sus labios, sino el
acento lastimero del dolor; ahora maldice las funestas nupcias de París, ya que,
a partir de aquella hora fatal, sus días no han sido sino días de lamentos;
después de aquella hora ha visto dispersados a sus habitantes e inundadas sus
calles con la sangre de sus hijos.
De este modo cría un hombre un cachorro de león, sin pensar que ha de ser un
día el azote de su morada; privado de la leche materna, ansioso de ella, le ha
visto en los comienzos de su vida, inofensivo y juguetón, delicia de los
ancianos, acariciando a los niños y divirtiéndolos. Muchas veces, como a tierno
recién nacido, se le ha llevado en brazos, mientras él miraba con ojo alegre la
mano y movía la cola ansioso del sustento. Pero el cachorro crece y no tarda
en revelar el instinto de su raza. Como premio a los cuidados recibidos,
siembra el estrago en los rebatios, degüella y destruye, preparándose con ellos
un festín al que él mismo se ha invitado. La morada está inundada de sangre;
gimen sus habitantes acongojados por el terrible desastre. Pero nada contiene
el daño; es un sacerdote de Até, enviado por el cielo, que ha sido criado en la
morada.
Primero con Helena, entró en la ciudad de Troya algo así, diría yo, como un
espíritu de bonanza, como una calma de mar no agitado por los vientos, la Joya
más preciada del más rico tesoro, la luz de unos ojos que penetraban como un
dardo, una flor de deseo fatal a los corazones. Pero muy pronto cambió. Las
nupcias detestables se han cumplido, y Helena ya no es más que un huésped
peligroso, funesto a la morada que la cobija; es la Erinia que hará verter
lágrimas a las esposas, azote con que Zeus hospitalario confundirá a los hijos
de Príamo.
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Existe una antigua sentencia, repetida muchas veces entibe los humanos,
según la cual la prosperidad de los mortales, cuando ha llegado a su plenitud,
se hace fecunda y nunca deja de dar descendientes: de una feliz fortuna nace
siempre una miseria irreparable. Sólo yo pienso diferentemente y digo que una
acción tan impía engendra otras acciones del mismo orden, dignos hijos de su
raza; y que la felicidad, en la morada de los justos, engendra siempre la
felicidad. Si el exceso antiguo, entre los malvados, tarde o temprano, en el día
fijado por el destino, da nacimiento a un nuevo exceso, este exceso engendra a
su vez nuevas calamidades. La regirá Até, divinidad, terrible. Invencible, llena
de audacia y de impiedad, imagen de su madre, aparece con ello en la morada.
La justicia brilla, no obstante, hasta en las míseras cabanas, y es recompensa
de una vida sin mancha. En cambio, los palacios con techos de oro, cuando en
ellos hay manos manchadas, no atraen su mirada: se aparta de ellos, va en
busca de una vida santa. No rinde culto al poder de la riqueza, marcado con el
sello de la infamia, y en toda cosas mira sólo el fin.
(Por la derecha entra Agamenón, en pie en un carro, escollado por algunos
guerreros. Detrás de él, en otro carro, va Casandra, Avanza inmóvil, la mirada
fija: lleva los cabellos ceñidos con cinta de lana y una varita de laurel en la
mano, según el uso de las profetisas).

El Coro: ¡oh rey! ¡Oh destructor de Troya! ¡Oh vástago de Atrieo! ¿Con qué
titulo te saludaré? ¿Cómo te honraré para que mis palabras no traspasen los
límites de una alegría conveniente, ni queden tampoco cortas en el honor que
se te debe? Son muchos los mortales que aman lo aparente más que lo
verdadero, y se exceden siempre de la justa medida.
Todos, con el
desgraciado, se sienten prestos a mezclar sus lágrimas pero por el dolor no
roza siquiera los corazones así, con el afortunado, se muestran llenos de
alegría, y no falta quien, violentando un rostro dolorido, finge una dicha que no
siente. Más aquel que conoce a los hombres no se deja engañar y sabe muy
bien distinguir al adulador, que muestra un gozo que no siente y en cuyos
párpados tiembla acaso una lágrima de simpatía. En cuanto a mí, no te
ocultaré lo que pienso. Cuando armaste un importante ejército para correr tras
el rastro de Helena, desmereciste grandemente a mis ojos y apareciste ante
ellos como incapaz de gobernar derechamente tu razón; te juzgué, sí,
insensato, pues que, por vengar una afrenta voluntaria, no vacilabas en
arrancar a su patria tantos miles de guerreros. Pero hoy, y llevada a feliz
término la empresa, no con falso sentimiento, sino con una sincera amistad, os
doy a todos mi bienvenida.
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Luego, si quieres instruirte, de ello, sabrás quiénes de entre los ciudadanos se
han mantenido dentro de la ley y quiénes la han transgredido.

Agamenón: ante todo, justo es que te salude a ti, Argos, y a vosotros, dioses
de mi patria, a vosotros que me habéis ayudado en mi regreso y en la justicia
que he tomado de la ciudad de Príamo. Los dioses decidieron sin necesidad de
juicio: ninguno vaciló; todos emitieron su voto en la urna sangrienta,
condenando a Troya a la ruina, y a la muerte a todos sus guerreros. Sólo la
esperanza quedó en la urna de la clemencia; ninguna mano puso en ella su
sufragio. El unjo señala aún el lugar donde estuvo la ciudad conquistada. La
furia de Até sopla todavía sobre ella, y en las cenizas moribundas se exhalan los
vapores de los tesoros de un pueblo.
Elevemos, por tanto, a los dioses eternas acciones de gracias por tan inmenso
sacrificio, ya que nos han permitido vengar el agravio con tan cumplida
venganza, que por una mujer toda una ciudad ha sido reducida a cenizas. El
monstruo argivo, este pueblo en armas, nacido del vientre de un caballo, hábil
en el manejo del escudo, se lanzó sobre ella hacia el ocaso de las Pléyades;
saltó del caballo a tierra, franqueó las altas torres y, semejante a un león
carnicero, se sació con la sangre de los príncipes. Ante todo debía a los dioses
este preludio. Ahora, contestaré a tus prudentes razones; no me he olvidado
de ellas, y también yo soy de tu parecer. Pocos hombres, es cierto, son
capaces de aplaudir sin envidia a un amigo en su buena fortuna. Un dardo
envenenado traspasa el pecho del envidioso., que, roído por su veneno, gime
bajo una doble carga: sufre por sus dolores y se siente afligido por la felicidad
de los otros. Lo sé por experiencia, he estudiado el espejo de la amistad de los
hombres: aquellos que me parecían más adictos no fueron luego sino la sombra
de una sombra. Sólo Ulises, él, que se embarcó a su pesar, una vez atado al
yugo, ha soportado conmigo sus fatigas sin murmurar. Tanto si vive aún como
si ha muerto, le debo este homenaje.
En cuanto a lo demás, por todo lo que concierne a la ciudad ya los dioses, será
discutido en públicos debates en la asamblea de los ciudadanos. Lo que esté
bien, intentaremos afirmarlo, prolongar su duración; pero allí donde peligren la
salud y el interés del Estado, ya por el fuego, ya por el hierro, no vacilemos en
extinguir el mal. Ahora vuelvo a mi palacio, a mi hogar. En primer lugar me
apresuraré a saludar a los dioses, que, tras una larga expedición, han permitido
que viera otra vez a mi patria. Ellos hagan que la victoria, que nos ha seguido
hasta aquí, quiera sernos constante.
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(Mientras pronunciaba las últimas palabras, Clitemnestra ha salido del palacio,
seguida cíe algunas sirvientas, cargadas con telas y ricos tapices. La reina se
dirige hacia el carro; las sirvientas permanecen junto al portal)

Clitemnestra: ciudadanos, veneración de los argivos, no me avergonzaré de
expresar ante vosotros toda la magnitud de mi amor. Con los años se
desvanece en las almas la timidez. Lo que he de decir no se refiere a nadie,
sino a mí, pues será la historia de mis padecimientos durante el tiempo en que
él permanecía al pie de las murallas de Troya. Cosa terrible es ya para una
esposa el estarse sentada en el hogar, apartada de su esposo. Rumores
siniestros llegan hasta ella sin cesar, hieren de continuo sus oídos; a una nueva
infausta sigue otra más infausta aún, y todo es llanto en la morada. Si el rey
hubiese recibido tantas heridas como, por conductos diferentes, la fama ha
divulgado por Argos, más agujereado estaría que una red; si hubiese muerto
tantas veces como se le dio por tal, podría envanecerse de tener, como un
nuevo Gorrión, tres cuerpos, de haberse cubierto con más de una túnica en su
vida, pues no hablo de aquella con que se viste el cuerpo bajo tierra; hubiese
llevado tres túnicas, y bajo cada uno de esos aspectos hubiese muerto una vez.
Cuántas veces, desesperada por siniestros rumores, intenté darme muerte!
pero manos extrañas me contuvieron cada vez a mi pesar y desataron el nudo
de la cuerda, pasado ya en torno a mi cuello. (A Agamenón) También por
esto, a causa de tales rumores, Orestes, nuestro caro hijo, prenda de nuestra
fe, no está hoy a mi lado como habría de estar. No te extrañe. Está bajo el
cuidado de un huésped de guerra, Estrófico de Fócida, que, como sabes, nos
guarda afecto. El fue quien me decidió a ello, alegando el doble peligro a que
podía verse expuesto: el que tú corrías, ante los míos de Troya y la revuelta
popular que podía abatir la autoridad del senado, pues es ingénito en el
hombre el aplastar al caído. Esta es mi razón; en razón de tal no cabe engaño.
En cuanto a mí, no te extrañe no ver lágrimas en mis ojos, pues la fuente de mi
llanto se ha secado, ¡tanto he velado y he llorado, tanto he castigado mis ojos
en esta espera, siempre defraudada, de la aparición de las señales.
Por la noche, el ligero zumbido de un mosquito, agitando sus alas junto a mí,
bastaba a despertarme, y en mis sueños veía más desgracias sobre ti de las
que podían caber en la duración de mi sueño. Pero hoy, por fin, después de
tantos pesares, puedo decirlo con razón alegre: ese hombre es para mi lo que
el perro es para el establo, lo que el cabo salvador para el navío, la columna
que sostiene el alto edificio, el hijo único a los ojos de sus padres, la tierra que
se descubre ante el náufrago desesperado, un día sereno, pasada la tempestad,
fuente de aguas vivas para el viajero sediento. ¡Oh, cuan dulce me es verle
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aquí salvado por fin de tantos peligros! ¡Oh, cuan merecedor es de todos los
elogios que le he dado. Prodiguémosle las alabanzas y que la envidia se aparte
de aquí, ¡bastante hemos sufrido por su ausencia! Y ahora, rafe, cabeza amada,
desciende de este carro pero no pongas, sobre el suelo, oh rey este pie que ha
destruido a Troya.
Y vosotras, esclavas, ¿qué esperáis? ¿No os he encargado que cubráis con
alfombras el camino que debe recorrer el rey? Apresuraos. Que la púrpura se
extienda bajo sus pasos, sobre la cual la justicia le conduzca a una mansión
donde no se le esperaba. Lo demás corresponde a mi cuidado, siempre
vigilante; con la ayuda de los dioses, llegada la hora, lo cumpliré según los
decretos del destino.

Agamenón: hija de Leda, guardiana de mi morada; has hablado a la medida de
mi ausencia; te has extendido largamente. Pero las alabanzas legítimas son las
que nos vienen de los otros. Aparte esto, no debes tratarme con blandura, a la
manera de una mujer; no me saludes como a un rey bárbaro, puesta de rodillas
y con gritos en los labios; no tiendas púrpuras a mi paso, no sea que despierten
la envidia. Sólo a los dioses está reservado este homenaje. En cuanto a mí,
simple mortal, no podría caminar sin temor sobre esta púrpura ricamente
bordada. Quiero que se me honre como a un hombre, no como a Dios. Ni
siquiera hacen falta preciosos tapices, artísticos ornamentos, para excitar las
murmuraciones del pueblo, y además, la moderación del alma es el más
hermoso don del cielo. Sólo puede llamarse feliz aquel que ha terminado sus
días en una prosperidad sin exceso. No insistas, pues, en lo que pides, que no
lo haría con ánimo tranquilo.

Clitemnestra: dime, pues, con claridad, cuál es tu pensamiento.

Agamenón: lo que pienso no te lo ocultaré y no obraré tampoco contra mis
pensamientos.

Clitemnestra: ¿es acaso un voto hecho a los dioses en un momento de temor?

Agamenón: tengo mis razones para obrar como lo hago.

Clitemnestra: ¿crees acaso que Príamo victorioso hubiese obrado así?

Agamenón: pienso, al contrario, que hubiese caminado sobre púrpuras.

Clitemnestra: cesa, pues, de temer la opinión de los hombres.
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57
LITERATURA UNIVERSAL

Agamenón: poderosa es la opinión pública.

Clitemnestra: quien no es envidiado no es digno de envidia.

Agamenón: es impropio de una mujer obstinarse en las cosas.

Clitemnestra: hasta para los vencedores es dulce a veces dejarse vencer.

Agamenón: ¿tanto interés tienes en vencer?

Clitemnestra: sí. Créeme a mi y cédeme de buen grado esta victoria.

Agamenón: pues bien: si así lo quieres, que me desaten al momento estas
sandalias, habituales servidoras del pie en la marcha. (Una esclava le desata
las sandalias). No quiero que, cuando camine sobre estas púrpuras, algún ojo
envidioso se pose sobre mi desde lejos. Es cosa en verdad vergonzosa arruinad
su casa hollando con sus pies un tesoro de tejidos, adquiridos a precio de oro
(Mientras desciende del carro). Pero no hablemos más de esto. A esta
extranjera (Señalando a Casandra) acógela con bondad. Al que sabe mandar
con benevolencia los dioses le miran favorablemente. Nadie se sujeta de grado
al yugo de la servidumbre. Esta cautiva que me ha seguido hasta aquí es la flor
recogida entre un rico botín, es el presente de mi ejército. Y ahora, ya que has
logrado convencerme, entraré en las salas de mi palacio caminando sobre
púrpuras.
(Se dirige lentamente hacia el palacio, caminando sobre las ricas alfombras,
seguido de Clitemnestra. La escolta se retira)

Clitemnestra: está el mar donde se forma el manantial perenne y abundoso de
la púrpura, precioso cual la plata, con que teñimos nuestras telas, ¿y quién
podrá agotarlo? la mansión, gracias a los dioses, abunda en ella; nuestra casa
no conoce la pobreza. ¡Ah! ¡Cuántas ricas alfombras no habría yo consentido
en que fuesen holladas por los pies, si los oráculos me hubiesen advertido que
era éste el precio del retorno de esta alma querida. Mientras vive la raíz, las
hojas reposan y su sombra protege a la mansión contra los ardores de la
canícula. Tu regreso al hogar doméstico, la presencia del esposo en la morada,
es el rayo de sol en el invierno, es el fresco céfiro en esos días en que el aire
encendido madura el racimo verdeante. (Con un grito de triunfo, mientras
Agamenón traspasa el umbral) ¡Zeus, Zeus, que das cumplimiento a todo, dalo
también a mis deseos; piensa en la obra que he de llevar a cabo.
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58
LITERATURA UNIVERSAL
(Entra en el palacio. La puerta permanece abierta. En la escena queda sólo
Casandra, que continúa sin moverse, en pie en su carro)

El Coro: ¿de dónde viene ese terror que asalta mí corazón y le llena de
funestos presagios? ¿Qué significa ese oscuro oráculo que sin haberlo invocado,
sin haber pagado su voz, oigo resonar en mi alma? ¿Por qué, como con un
sueño indescifrable, no puedo arrojarlo lejos de mi y dejar que una dulce
confianza penetre en mi pecho? Mucho tiempo ha transcurrido desde el día en
que, desde lo alto de la proa, la flota guerrera echaba el acolia sobre la arena
de la playa y se lanzaba rumbo a Troya. La he visto regresar con mis ojos; yo
mismo fui testimonio de ello, y no obstante, mi corazón se niega a librarse de
lleno a la esperanza; mi canto inspirado resuena en mi interior, el himno que no
acompaña la lira, el canto fúnebre de Érenla. La vos que suena en nuestro
fondo no suena en vano. Esta sorda agitación, esta angustia, son el
presentimiento de que algo terrible se aproxima. Hagan los dioses que sea
todo un falso augurio, que mis temores no se cumplan.
La salud excesiva se extingue en el seno del dolor, porque a la enfermedad,
separada sólo por un débil tabique, esta allí junto a ella, amenazando. El
destino del hombre que avanza con próspero viento choca a menudo con el
escollo invisible. A veces un prudente temor sacrifica algo de la carga de las
riquezas; este sacrificio, aunque leve, es suficiente:
la casa escapa al
naufragio, a pesar de los asaltos de la suerte, y el navío resiste el embate de
las olas: los dones abundantes de Zeus, las fértiles mieses que cubren los
surcos todos los arios, son remedio seguro del hambre. Pero la negra sangre
de un muerto, esa sangre escapada del cuerpo de la victima, una vez
derramada por el suelo a los pies de un hombre, ¿qué conjuro lograría
devolverla a las venas? ¿El mismo Zeus, en su sabiduría previsora, no detuvo
un día a aquel cuyo arte devolvía la vida a los muertos? Dos destinos han sido
ordenados por los dioses. iAh, si hubiese estado en mi mano el sacrificar el uno
al otro mi corazón se ha adelantado a mi lengua; mi corazón lo ha revelado
todo. Pero no. ¡Mi alma está condenada a temblar en las tinieblas, presa del
dolor, devorada por la inquietud, sin esperanza siquiera de poder lanzar un
saludable consejo!
(Clitemnestra reaparece apresurado en el umbral)

Clitemnestra: entra con nosotros, tú, Casandra. Hablo contigo. Zeus clemente
ha querido que compartas en este palacio la fácil condición de nuestras
numerosas siervas, a la sombra de los altares domésticos. Desciende, pues, del
carro y depón tu orgullo. También del hijo de Almena cuentan que, vendido
como esclavo, tuvo que sujetarse al yugo de la servidumbre. Cuando la
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59
LITERATURA UNIVERSAL
necesidad nos constriñe, pues, a esta fortuna, gran merced es el topar con
dueños acostumbrados desde tiempo a la opulencia. Los que se han visto
inesperadamente levantados a una alta prosperidad, ésos suelen ser siempre
duros con sus esclavos, castigándolos con crueldad. En nuestra casa serás
tratada como es costumbre en ella.
(Una pausa).

El Coro: (a Casandra) La reina se ha explicado contigo con claridad. Ya que
has caído en el laso de la suerte, obedece, créeme a mí. Pero ¿cómo?
¿Desoirás acaso mi consejo?

Clitemnestra: si su lenguaje no es como el de la golondrina, un lenguaje
desconocido, bárbaro, mis razones habrán de penetrar en el fondo de su
espíritu. La extranjera me obedecerá sin duda.

El Coro: (A Casandra) síguela. En tu fortuna presente no podías oír mejores
palabras. Obedece. Desciende de este carro.

Clitemnestra: no tengo tiempo para esperarla ahora aquí a la puerta. Junto al
hogar, en el corazón de la casa, están ya dispuestas las victimas que hemos de
inmolar a los dioses, como acción de gracias por un beneficio en el que
habíamos ya dejado de esperar. Tú, Casandra, si has de venir, no tardes. Pero
si no comprendes nuestra lengua, si mis palabras carecen para ti de sentido,
haz, cuando menos, lo que los bárbaros contéstame por signos.

El Coro: la extranjera, a lo que parece, tiene necesidad de un intérprete, tiene
el aspecto de un animal salvaje al que acabaran de apresar.

Clitemnestra: acaba de ver a su ciudad conquistada, se ha visto arrancada de
ella y llevada aquí cautiva, y está como loca; sólo escucha la voz de su delirio;
no sabrá soportar el freno sin antes haberlo teñido de sangrienta espuma. Por
mi parte, no le diré ya nada más.
(Entra de nuevo en el palacio. La puerta permanece abierta.)

El Coro: pero yo, embargada el alma de piedad, no puedo explicárselo, deja
este carro, cede a la necesidad y sométete al yugo.

Casandra: ¡Oh dioses! ¡Oh dioses! ¡Ah! ¡cielo! ¡Tierra! ¡Apolo! ¡Apolo!
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LITERATURA UNIVERSAL

El Coro: ¿Por qué invocas a Apolo con estos gritos de dolor? No es Apolo dios
a quien convengan los lamentos.

Casandra: ¡Oh dioses! ¡Oh dioses! ¡Ah! ¡Cielo! ¡Tierra! Apolo! ¡Apolo!

El Coro: de nuevo invoca con sus lúgubres gritos al dios a quien no place
asistirnos en nuestros llantos.

Casandra: ¡Apolo.' ¡Apolo! ¡Dios del camino! ¡Dios que me destruyes! ¡Heme
aquí por segunda vez sometida al furor de tus golpes!

El Coro: dijeras que quiere predecir los males que la aguardan. Hasta en la
esclavitud el soplo divino continúa agitando su alma.

Casandra: ¡Apolo! ¡Apolo! ¡Dios del camino! ¡Dios que me destruyes! ¿A dónde
me has conducido? ¿Hacia qué palacio?

El Coro: hacia el palacio de los Atridas. Si no lo saberes, te lo digo yo. Esta es
la verdad.

Casandra: ¡Ah! Mansión aborrecida de los dioses, cómplice de tantos crímenes.
¡Lazo fatal!. ¡Esposo degollado!. ¡Suelo inundado de sangre!

El Coro: la extranjera posee la sagacidad del perro:
sangre y la descubrirá.

Casandra: ¡Ah! ¡Testimonios fidedignos!. ¡Pequeñuelos que lloran llevados al
degüello!. ¡Carnes asadas comidas por su padre!

El Coro: es cierto que posees el don profetice; no nos engañaban. La fama de
esta virtud tuya había llegado hasta aquí. Pero aquí no tenemos falta de
adivinadores.

Casandra: ¡Ay! ¡Ay! ¡Oh dioses! ¿Qué meditan todavía? ¿Cuál es este nuevo
daño; este mal terrible, sí, terrible, que se medita en este palacio? Atentado
odio a los propios; llaga difícil de curar. ¡Está tan lejos el remedio!.

El Coro: Nada comprendo ahora de estos vaticinios; pero lo demás es harto
conocido; el pueblo lo proclama aún en voz alta.

Casandra: ¡Ahí ¡Desgraciada! ¿Vas, pues, a cumplir lo que meditas? Al esposo
que comparte tu lecho vas a hacerle entrar en el baño, y después ¿Cómo diré el
sigue el rastro de la
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LITERATURA UNIVERSAL
61
fin? Muy pronto se cumplirá. ¡Extiende el brazo una y otra vez, deseosa del
héroe.

El Coro: todavía no entiendo; sus oráculos están envueltos en enigmas; nada
consigo adivinar.

Casandra: ¡Ay¡ ¡Ay! ¡Oh dioses! ¿Qué veo? ¿No es una red infernal? ¡Es el velo
protector un día del sueño y ahora cómplice del homicidio!. Furias insaciables
de la sangre de este linaje, exhalad vuestro grito de triunfo: ¡el sacrificio
infamante va a cumplirse!

El Coro: ¿cuál es, pues, esa Erinia cuyos gritos invocas sobre este palacio?
Tus palabras me infunden pavor. La sangre me refluye del corazón y se me
hiela; me siento como aquel que, herido de una lanzada, siente que se apagan
en su alma los últimos rayos de la vida, cuando la muerte se acerca veloz.

Casandra: ¡Ahí ¡Ah! ¡Helos aquí! ¡Aquí están! ¡Apartad al toro de la vaca! ¡Se
ha apresado entre sus redes; ha cogido al toro de negros cuernos, le ase entre
sus manos, le hiere! ¡Cae él en el recipiente que llena la onda, en el vaso lleno
de traición y de muerte!

El Coro: no quiero jactarme de ser un hábil intérprete de oráculos, pero estas
palabras me hacen presagiar el mal. ¿Qué oráculo ha habido que no fuera para
los mortales anuncio de desgracias? Siempre el arte de los antiguos adivinos ha
sembrado el terror en las almas.

Casandra: ¡Ay, ay! ¡Triste de mí! ¡Terrible suerte mía!. También por mi suerte
me lamento; por mí desventura derramo lágrimas ahora. ¡Ay desdichado! ¿A
dónde me has conducido, a dónde, sino a morir contigo? ¡Sí, a morir contigo!

El Coro: un furor divino enajena tu alma. Sobre ti misma entonas el canto del
dolor. Así el pájaro de plumaje oscuro, el dulce ruiseñor, de canto infatigable,
del fondo de su alma desolada, eterna víctima del dolor, lanza su queja
lastimera. ¡Itis! ¡Itis!

Casandra: ¡Ay, ay! ¡Destino del armonioso ruiseñor!. Los dioses le han
revestido de un cuerpo halado y subida la cabeza y contemplar con sus ojos
fieles el deslumbrante sol de la libertad disipando las tinieblas que lo envuelven.
Entonces, para celebrar la liberación de esta casa, nos lanzaremos por la ciudad
gritando nuestra alegría con los gritos con que las mujeres saludan la aparición
de los vientos favorables.
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62
LITERATURA UNIVERSAL
¡Victoria! ¡Victoria!. El triunfo de Orestes es mi dicha; si, mi dicha. Dichoso me
siento cuando la desgracia está lejos de los que amo.
No tiembles cuando llegue la hora de obrar. Ella te suplicará, llamándote: ¡Oh
hijo mío!" mas tú contéstale con las palabras de tu padre, y sin vacilación, sin
contestarle, cumple la obra amarga del castigo. Arma tu pecho con el inflexible
valor de Perseo, y con la sola idea de satisfacer ante todo a los tuyos, muertos
o vivos, y aun al precio de una sangrienta desdicha, da muerte a quien la dio a
tu padre.
No tiembles cuando llegue la hora de obrar. Ella te suplicará, llamándote: "¡Oh
hijo mío!" más tú contéstale con las palabras de tu padre, y sin vacilación, sin
contestarle, cumple la obra amarga del castigo.
(Llega Egipto por la derecha.)

Egisto: llego ya, no por mi voluntad, sino llamado por un mensaje. Me han
dicho que unos extranjeros nos traen una nueva, no deseada por cierto, la de
la muerte de Orestes. El rumor del suceso se esparcirá por este palacio, y será
para nosotros una nueva fuente de dolores, cuando otra muerte reciente
abruma aún y desgarra nuestras almas. Más ¿cómo saber con certeza si lo que
nos dicen es la verdad?. ¿No se tratará acaso de esas voces medrosas de
mujer, que brotan sin saber cómo y sin saber cómo se desvanecen? ¿Puedes tú
darme alguna luz sobre todo esto?

El Coro: hemos oído la nueva, pero no sabemos más. Los extranjeros deben
saber la verdad de todo; entra e infórmate de ellos. Ningún mensajero es tan
eficaz como el informarse uno de los mismos interesados.

Egisto: iré, pues, a ver y a interrogar a mi vez al mensajero. ¿Estaba él
presente cuando la muerte de Orestes o se enteró de ello por un rumor sin
consistencia? Le veré; tengo ojos y difícilmente logrará engañarme.
(Entra en el palacio)

El Coro: Zeus, Zeus, ¿qué diré? ¿Cómo empezaré mis plegarlas, mi ardiente
súplica a los dioses? en el fervor de mis deseos, ¿cómo expresar lo que debo
expresar sin incurrir en exceso?.
Ahora en efecto, las mortíferas espadas van a teñirse en sangre; ahora
acabarán de consumar la ruina del hogar de Agamenón; o bien, entre fuegos y
resplandores de libertad, se levantará nuestro héroe con su palacio y su trono
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LITERATURA UNIVERSAL
de soberano legitimo, a la deslumbrante prosperidad de sus mayores;
emprender ahora nuestro Orestes: él solo contra dos. ¡Que la victoria le
acompañe!
(Se oyen gritos detrás de la puerta.)

Egisto: ¡Ah! ¡Ah!

El Coro: ¡eh! ¿Qué sucede? ¿Qué lucha se desarrolla en el palacio? ¿Ha
terminado ya?
Retirémonos. La empresa toca a su fin. Que no se nos acuse de complicidad
con el asesino. En cuanto al combate, la suerte está ya decidida.
(El Coro se retira a un lado de la escena. Aparece un esclavo del palacio, se
precipita como loco a la puerta del gineceo, llamando en ella con fuertes
golpes.)

El Siervo: ¡ay! ¡Ay de mi! ¡Desdichado de mi! Mi dueño ha caído herido de
muerte. ¡Ay de mi, ay! ¡Una y mil veces ay de mi! ¡Lo digo una vez más!
¡Egisto ha dejado de existir! ¡Pero, abrid ya! ¡Quitad los hierros de las puertas!
¡Abrid! ¡Ah! Haría falta aquí un hombre joven que se hallase en pleno vigor.
No sin embargo, para defender al que no existe. ¿Para qué? ¡Eh! Estoy
llamando a sordos. ¡Deben de dormir! Llamo inútilmente, pues nadie me oye;
¿dónde está Clitemnestra? ¿Qué hace? ¡Ah! Muy pronto balo la espada de la
venganza va a caer, también ella', al lado de Egisto.
(Clitemnestra sale del gineceo)

Clitemnestra: ¿Qué pasa? ¿Qué clamores son esos que llenan el palacio?

El Siervo: digo que los muertos matan a los vivos.

Clitemnestra: ¡desgraciada de mí! Bien comprendo el enigma. Hemos matado
por la astucia, y por la astucia hemos de morir. ¡Que me den sin tardanza el
hacha homicida! ¡Sepamos de una vez si somos vencedores o vencidos, ya que
aquí nos ha traído nuestro triste destino!
(Clitemnestra se dirige hacia la puerta central; ésta se abre bruscamente y
Orestes aparece en ella, con la espada en la mano, y acompañado de Puados;
el esclavo huye lleno de terror.)
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LITERATURA UNIVERSAL

Orestes: precisamente te buscaba a ti. El ya ha recibido lo suyo.

Clitemnestra:
Egisto!.

Orestes: ¿le amas? Pues bien, ve a tenderte a su lado. Así ni después de
muerto podrás serle infiel.
¡ay de mi! ¡Has muerto, pues, a mi querido, a mi valeroso
(Se lanza hacia ella con la espada en alto. Clitemnestra cae a sus pies, y
desgarrando sus .vestiduras le muestra su seno).

Clitemnestra: ¡detente, Oh hijo mío! Respeta, mi pequeño Orestes, este seno
sobre el cual tantas veces dormiste, mientras sorbías con tus labios la leche en
que te amamantabas!
(Orestes deja caer su espada)

Orestes: pilades, ¿qué haré? ¿Puedo matar a una madre?

Pilades: ¿y qué será desde ahora de los oráculos de Apolo, revelados por Pitia,
y de la lealtad de los juramentos? No lo olvides: es mejor tener contra ti a los
hombres que a los dioses.

Orestes: tienes razón; lo reconozco. Tu consejo es justo. (A Clitemnestra)
sígueme: quiero degollarte junto a él. Vivo le preferiste a mí padre; en la
muerte ve a dormir con él, puesto que es a él a quien amaste y puesto que
aborreciste a quien debías amar.

Clitemnestra: yo te crié cuando niño; quiero envejecer a tu lado.

Orestes: ¿diste muerte a mi padre y pretendes vivir conmigo?

Clitemnestra: todo lo sucedido, Oh hijo mío, fue obra del destino.

Orestes: achaca, pues, tu muerte al Destino.

Clitemnestra: ¡Oh! Teme, hijo mío, la maldición de una madre.

Orestes: de una madre que no vaciló en sumir a su hijo en la ruina.

Clitemnestra: no es cierto; lo que hice fue ponerte en las manos de un
huésped amigo.
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LITERATURA UNIVERSAL

Orestes: ¡dos veces fui vendido yo, hijo de un padre libre!

Clitemnestra: ¿dónde está, dime, el precio que recibí por ti?

Orestes: es un precio de infamia que me avergüenza nombrar.

Clitemnestra: dilo todo, pero di también las faltas de tu padre.

Orestes: ¿te atreves a acusar a aquel que combatía mientras estabas tú
sentada en el hogar?

Clitemnestra:
marido.

Orestes: el afán del marido colma el ocio de la esposa.

Clitemnestra: ¿quieres en verdad, Oh hijo mío, dar muerte a la que te dio el
ser?

Orestes: no soy yo: eres tú quien te das muerte.

Clitemnestra: piénsalo bien. No olvides a las perras irritadas que vengan a las
madres.

Orestes: y las de mi padre, ¿cómo las evitaré si vacilo?

Clitemnestra: ¡ah! ¡Estoy aquí, viva, y suplico a una tumba!

Orestes: la suerte que deparaste a mi padre te condena a ti a la muerte.

Clitemnestra: ¡ah! He aquí la serpiente que parí y crié.

Orestes: es verdad. El terror de tus sueños fue un infalible adivino. Ya que
mataste a tu esposo, muere bajo el hierro de tu hijo.
cosa dura es, oh hijo mío, para las mujeres estar lejos del
(Arrastra a su madre hacia el palacio.)

El Coro: lloremos por la suerte de los dos. En este día el desventurado Orestes
ha coronado esta sangrienta serie de homicidios. Pero, al menos, una cosa nos
consuela: que la deslumbrante antorcha de esta raza no se haya apagado para
siempre.
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66
La Justicia llegó por fin; vino por fin a herir a los Priámidas con terrible castigo;
y, del mismo modo, el doble león, el doble homicidio, se abatió también sobre
el palacio de Agamenón. A la voz del oráculo, guiado en su anhelo por los
consejos de un dios, el desterrado ha llegado hasta el fin.
¡Voces de júbilo sobre el palacio de vuestros dueños, liberado por fin de sus
males, liberado también de los dos sacrilegios que, para disfrutar de sus
riquezas, habían tomado un camino de muerte!
Llegó por fin aquel que, luchando en la sombra, ha sabido por la astucia llevar
acabo el castigo. Ella, la hija de Zeus, dirigió en la lucha la manó vengadora;
Por esto la llamamos con razón justicia, y es ella la que hace soplar sobre sus
enemigos la Venganza y la muerte.
¡Ah! ¡Lanzad voces de júbilo sobre el palacio de vuestros dueños, liberado por
fin de sus males, liberado también de los dos sacrilegios que, para disfrutar de
sus riquezas, habían tomado un camino de muerte!
Sucedió según predijo Loxias Parnasio, el dios que habita un antro inmenso en
él centro de la Tierra. La justicia vino al fin a visitar en su venganza a la impla
y pérfida esposa que la había ultrajado. La divinidad tiene su ley, me atrevo a
declarar, y esta ley no favorece nunca a los malvados. ¡Adoremos, pues, según
conviene, el poder que reina en los cielos! Por fin volvemos a ver la luz.
He sentido caer el duro yugo que humillaba a esta morada. ¡Vamos, en pie,
palacio! ¡Demasiado tiempo has estado en el suelo!
Muy pronto la hora decisiva franqueará el vestíbulo de esta casa; será cuando
los ritos expiatorios, que alejan a los locos errores, hayan purificado el hogar de
la mancha que sobre él pesaba. Los extranjeros instalados también en esta
morada, serán a su vez echados.
Por fin volveremos a ver la luz. He sentido caer el duro yugo que humillaba a
esta morada. ¡Vamos, en pie, palacio! ¡Demasiado tiempo has estado en el
suelo!. (Se abre la puerta central. Véanse los cadáveres de Egipto y de
Clitemnestra tendidos uno junto al otro. Por la derecha se ve al pueblo que
acude a presencia el espectáculo.)

Orestes: ¡contemplad a los dos tiranos de la Patria, asesinos de mi padre y
azotadores de mi hogar! No hace mucho se sentaban, llenos de orgullo, en el
trono; ahora permanecen todavía unidos cuando menos, su suerte lo hace creer
así han permanecido, pues, fieles a su juramento. Habían jurado, les dos dar
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muerte a mi desgraciado padre, y también morir juntos los dos. Una vez más
han mantenido la palabra.
(Al pueblo)
Contemplad, vosotros, que oísteis sólo hablar de nuestros males; contemplad,
en fin, el instrumento en que fue apresado mi pobre padre, en que fueron
sujetados sus brazos, encadenados sus pies. Desplegad vosotros mismos esta
red; acercaos en circulo; extended el velo que envolvió al héroe, a fin de que
las infamias de mi madre queden manifiestas a los ojos de mi padre, no del
padre que me engendró, sino de aquel que lo ve todo, del Sol. De este modo
podrá testimoniar por mí en justicia que, cuando perseguí con la venganza
hasta la muerte a aquella que me dio el ser, estaba en mi pleno derecho.
No digo nada de la muerte de Egísto. Convicto de adulterio, ha pagado la pena
que señala la ley. Pero aquella que imaginó tal horror contra el hombre cuyos
hijos llevó ella en su seno peso tan dulce un día, motivo hoy de dolor, ¿qué dirá
de ésta? Era una murena, una hidra, un ser, en todo caso, capaz de
emponzoñar, no con su mordedura, con su simple contacto, con el solo efecto
de su audacia y de su natural orgullo. Y a esté velo, ¿qué nombre le daré que
sea justo, aun esforzándonos en mostrarnos benignos? ¿Sudario para envolver
a un hombre antes de llevarlo a la tumba? No red, ni trampa, lo llamaré,
aunque sea todo esto a la vez, sino instrumento de un malhechor que
engañase a sus huéspedes, y viviese de robos y rapiñas, y que gracias a este
ingenio pudiese aún gozarse, dando muerte a sus víctimas. ¡Ah, que una
compañera semejante no entre jamás en mi morada! ¡Quieran los dioses que
muera antes sin posteridad!

El Coro: ¡Ay, ay! ¡Ay de mí! ¡Crímenes lamentables! (Contemplando el cadáver
de Clitemnestra.) ¡Terrible ha sido, en verdad, tu suerte! (Por Orestes, que
comienza a manifestar inquietud) Tampoco la tuya es envidiable. El castigo se
hace esperar, pero llega un día que florece.

Orestes: ¿Fue o no fue culpable ella? Lo fue, y testigo de ello es este velo que
de tino en sangre la espada de Egisto. No obstante el tiempo transcurrido,
puede verse aún el rastro de la sangre en la alteración de los colores de este
rico tejido.
Y ahora puedo abiertamente aplaudirme y lamentarme
abiertamente. En el instante en que proclamo a este velo como asesino de mi
padre gimo a la vez por el crimen y por el castigo, y por mi familia toda. Esta
victoria ha de traer, en efecto, necesariamente una atroz expiación.
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
68
El Coro: ningún mortal podrá gozar de una existencia apacible; todos deben
pagar su tributo de dolor.
¡Ay, ay de mi! Uno en seguida; otro más tarde: todos en el dolor deben sufrir
su parte.

Orestes: pero, sabedlo bien ya que, por mi parte, ignoro cómo acabará esto,
semejantes a corceles fogosos lanzados fuera de la carrera, mis sentidos
indóciles me arrebatan a mi pesar. Oigo ya la voz del terror, que se levanta en
mi corazón y le hace palpitar enfurecido. Pero, mientras me siento aún dueño
de mi, lo proclamo en voz alta ante todos los míos: si, he matado a mi madre,
pero con toda justicia. Ella habla matado a mi padre. Estaba mancillada por el
crimen y era objeto de horror para los dioses. El profeta de pitia, el mismo
loxias, fue el que infundió valor a mi alma, el que guió a la venganza mi mano.
El me aseguró que el cumplirlo no me sería imputado a crimen, mientras que si
negligía su orden. No os diré el castigo con que me amenazó; tal es, que no
cabe en la humana imaginación. contemplad ahora cómo, con este ramo de
suplicante, adornado con tiras de lana, voy a emprender el camino del templo
edificado junto al ombligo del mundo, tierra de loxias, donde luce el esplendor
del fuego inextinguible. Hacia allí me dirigiré para huir de la sangre de una
madre; loxias me prohíbe que me dirija hacia otro altar. y a vosotros, todos,
gentes de argos, os pido que, cuando llegue la hora, el día en que menélao
entre en nuestra ciudad, testimoniéis por mi de cómo nacieron estos males.
Entre tanto, yo, desterrado da mi patria, viviré errante, no habiendo dejado de
mí, ni en vida ni después de muerto, sino un triste renombre.

El Coro: pues que tu venganza era justa, no abras tus labios para condenarte a
ti mismo ni los cierres cuando te condenen. No eches maldiciones sobre tu
cabeza el día en que has liberado al país argivo, cortando con un golpe feliz la
cabeza de estas dos serpientes.
(Orestes, que se dirigía hacia la salida de la izquierda, retrocede de repente,
lleno de espanto.)

Orestes: ¡Ah, ah! Esclavas... ahí están van vestidas de negro, envueltas en los
anillos de millares de serpientes. No puedo permanecer más aquí.

El Coro: ¿qué vanos fantasmas te atormentaron, oh tú, de entre todos los hijos
el más caro a tu padre? No te amedrentes. Un vencedor como tú, ¿qué puede
temer?
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LITERATURA UNIVERSAL

Orestes: no, no son vanos fantasmas los que aquí me atormentan; son
terribles realidades: son las perras irritadas que vienen a vengar a mi madre;
¡lo veo demasiado bien!

El Coro: la tibia sangre está aún en tus manos; ésta es la causa de tu terror.

Orestes: ¡poderoso Apolo, míralas cómo crecen y se agitan! De sus ojos mana,
gota a gota, sangre repugnante.

El Coro: un medio tienes para purificarte. vete a prosternar ante loxias; él te
librará de tu suplicio.

Orestes: vosotros no las veis; yo si las veo.
continuar aquí!
¡me persiguen! ¡no puedo
(sale por la izquierda, despavorido)

El Coro: adiós, pues, y que un dios, acompañándote con mirada benévola, te
guarde para mejores días.
¡He aquí, pues, la tercera tempestad, cuyo soplo brutal acaba de abatirse de
súbito sobre la morada de nuestros reyes! primero.
Fueron los niños devorados, triste festín de teste y principio de nuestros males;
fue después el asesinato de un rey: el jefe del ejército griego pereció degollado
en el baño; y ahora, por último, ha llegado a nosotros. ¿Cómo lo llamaré?
nuestra ruina o nuestra salvación? ¿dónde termina? ¿cuándo, adormecido al fin,
se calmará, el furor de la fatalidad?.
(trad: j. montsía.)
La Eumenides (Texto Íntegro)
Personajes: la eumenides (formando el coro) la pitia – orestes - la sombra de
clitemnestra – atena – los aeropagitas – pueblo de atenas de cortejo de mujeres y
doncellas.
La escena, en delfos, ante el templo de apolo. La pitia entra por la derecha y se
dirige hacia la puerta cerrada del templo. Antes de entrar se detiene y se inclina
piadosamente.

La Pitia: mi plegaria, ante los dioses, se dirige en primer lugar a la tierra que
fue la primera que dio aquí sus oráculos; después de ella saludaré a temis, que
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70
sucedió a su madre en este santuario profético, según se afirma en un relato
antiguo. Temis de grado, sin violencia ninguna, transmitió su trono a febe, una
titánida como ella, e hija de la tierra, siendo ésta la tercera que lo ocupó. Febo
lo recibió de febe como presente de su nacimiento, así como el nombre, que le
viene de ella. El dios dejó sus marismas y su rocosa delos y vino a abordar a
las costas de palos, familiares a los navegantes, a fin de instalarse en esta
tierra y en el parnaso, su nueva morada. Aquí fue recibido con grandes
honores. Los hijos de hifesto guiaron sus pasos, penetrados de un sagrado
respeto; le facilitaron el camino, allanando ante él el terreno áspero y salvaje.
El pueblo de delfos y el rey que reinaba entonces en el país le acogieron con
grandes manifestaciones de entusiasmo. Zeus le llenó el corazón de ciencia
divina y le sentó en el trono profético, cuarto profeta. Todavía hoy loxias es el
profeta de su padre. por estos dioses, pues, empezaré mis plegarias. Se
vuelve y lleva sus miradas sucesivamente en cada una de las direcciones en las
cuales puede saludar a los dioses que invoca. También a la diosa palas, cuya
estatua se eleva frente a este templo, debo rendir mi homenaje de adoración;
también ella tiene una buena parte en nuestras viejas narraciones, y al lado de
ella lo rendiré asimismo a las ninfas, que habitan el antro de codicia, refugio de
las aves y grato retiro de los dioses. En él tiene bromo su morada (tampoco
me olvidaré de bromo) desde el día en que el dios condujo a sus bacantes al
combate y tramó contra panteón una muerte semejante a la de la liebre.
Invocaré, por último, a las fuentes del plístos, y al poderoso poseidón, y al gran
zeus, sin cuya ayuda nada puede llevarse a término, antes de sentarme en mi
trono de profetisa. ¡Dígnense estos dioses bendecir en estos días, más aún que
nunca, mi entrada en el sagrado recinto! si hay aquí algún griego, llegado para
consultar el oráculo, que se acerque, según el orden señalado por la suerte.
Tal es la regla, establecida, y yo en mis oráculos sólo me guío por lo que me
inspira el dios.
(Entra en el templo y vuelve a salir casi al instante, llena de terror,
desfalleciente, apoyándose en la puerta, en los muros, en las columnas).
¡Ah, visión espantosa! ¿cómo lo diré? ¡espectáculo horrible de referir! un vivo
horror me arroja del santuario de loxias, tan vivo, que me ha dejado sin
fuerzas, temblando toda y sin poderme tener en pie, arrastrándome sobre mis
manos. Mis piernas se niegan a llevarme, porque una vieja aterrorizada no es
nada; es como un débil niño. Me dirigía hacia el santuario, ornado con millares
de ofrendas, cuando, sentado sobre la piedra que ocupa el centro del mundo,
me veo a un hombre manchado sin eluda por algún sacrilegio, acurrucado ante
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LITERATURA UNIVERSAL
71
el altar y en actitud de suplicante. Sus manos chorrean, sangre; tiene a su lado
una espada desnuda y un ramo de olivo de los montes, ornado, según el uso,
con largas tiras de lana blanca. Estas señales no pueden mentir. A los pies de
ese hombre, sentada en las gradas, se ve dormida una extraña tropa de
mujeres.
No, no mujeres, no; sino gorronas mejor. Pero tampoco, no; no es en esta
figura como, las vi ha mucho, reproducidas en una pintura, arrebatando la
comida a flanéo. Estas carecen de alas; son negras, y su solo aspecto inspira
horror. Al respirar emiten un ronquido, y exhalan a su alrededor un gorronas
hálito emponzoñado, y sus ojos lloran con horrible llanto. No es su vestido para
estar cerca de las estatuas de los dioses ni de las moradas de los hombres.
nunca monstruos semejantes se ofrecieron a mi vista. Ningún país puede
alabarse lo afirmo sin vacilación de haberlas criado impunemente, sin haber
tenido desgracias que deplorar. Pero a loxias toca velar por la pureza de su
morada; a él, que es el soberano del templo. El sabe curar por medio de sus
oráculos; sabe interpretar los prodigios, y hasta purifica las moradas de los
demás.
(La pitia se retira por la derecha. se abre la puerta del templo y se ve a orestes
acurrucado cerca de la piedra. Apolo está en pie junto a él. Las erinias
duermen a su alrededor, sentadas en las gradas).

Apolo: no, no te traicionaré; lejos de ti, cerca de ti, seré tu fiel guardián hasta
el fin, y nunca tus enemigos podrán acusarme de blandura con ellos. Aquí
puedes ver ya domadas a estas furiosas; aquí las tienes, vencidas por el sueño,
vírgenes malditas, condenadas a eterna doncellez, pues que nadie, ni hombre,
ni dios, ni bestia, quiere compartir su lecho. Nacidas para el mal, reinan en las
espantosas tinieblas y en el tártaro subterráneo, detestadas igualmente por los
hombres y por los dioses del olimpo. Huye, pues; no te detengas. Ellas van a
perseguirte hasta a través de un vasto continente, en la tierra o en el mar. Allí
donde pongas tus pasos errantes, hasta en el otro lado del mar y en las
ciudades de las islas.
Más que este pensamiento no haga desfallecer tu ánimo; tú dirige siempre tus
pasos sin vacilar hacia la ciudad de palas. Una vez allí, dobla las rodillas ante la
antigua estatua de la diosa y abrázate a ella. Con ayuda de los jueces y las
palabras convincentes, entonces encontraré el medio de librarte para siempre
de tus penas, ya que fui quien te indujo a dar muerte a tu madre.
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72
LITERATURA UNIVERSAL

Orestes: soberano apolo, tú sabes cuándo un hombre ha de ser tratado como
culpable y cuándo no. Acuérdate, pues, de mi para aquel día y no me
abandones. en tu poder está la garantía de mi salvación.

Apolo: ningún temor debe abatir tu ánimo; no lo olvides. Y tú, hermano mío,
nacido del mismo padre que yo, hermes, vela por él (aparece hermes) justifica
tu nombre y sirve de guía a un suplicante. El mismo zeus, ya lo sabes, practica
este respeto a los proscritos, por el cual se procura a los mortales la ayuda de
un guía propicio.
(Desaparece apolo. hermes y orestes salen del templo y se alejan por la
izquierda. La sombra de clitemnestra aparece de súbito en el centro del
templo).

La sombra de clitemnestra: ¡dormid! ¡dormid! ¡tengo, en verdad, necesidad de
durmientes! ¡hola! ¡arriba! yo sola entre los muertos soy de vosotras
abandonada. Acusada de homicidio, voy errante entre las sombras, objeto para
ellas de odio y de desprecio. Sí, os lo repito: sin cesar me echan en cara mi
delito, mientras que yo, tan cruelmente tratada por el mortal que me era más
querido; yo degollada por manos parricidas, no hallo dios alguno que se sienta
indignado por mi suerte. Contemplad estas heridas; vuestro espíritu las puede
ver, porque dormido el espíritu tiene ojos más penetrantes y alcanza a ver lo
que no le fuera posible a plena luz. ¿No saboreasteis más de una vez el humo
de mis ofrendas, mis libaciones sin vino, mis sobrias expiaciones? ¿no he
ofrecido por las noches más de una víctima para vuestros sagrados festines,
sobre el altar llameante, en una hora ignorada por todos los demás dioses?. ¡Y
todos estos homenajes los veo ahora hollados por vuestros pies! el se escapa,
desaparece como un cervatillo y de un salto se coloca fuera de lo real y os
saluda con una mueca magnífica. Escuchadme: se trata de mi vida. Recobrad
vuestros sentidos, dioses infernales desde el fondo de vuestros sueños
clitemnestra os invoca.
(El coro ronca).
¡Ah! ¡podéis roncar! el ha desaparecido y corre lejos de aquí. Los míos tienen a
quién acudir, y yo no.
(El coro ronca de nuevo).
¡Oh! demasiado prolongado es tu sueño y poca piedad muestras para lo que
padezco. Entre tanto, orestes, mi asesino, el asesino de su madre, ha
desaparecido.
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LITERATURA UNIVERSAL
(El coro emite un sonido inarticulado)
¿Gritas y todavía continúas durmiendo? ¡vamos, de prisa: levántate! ¿tendrás
acaso otra misión que la de hacer sufrir?.
(El coro emite de nuevo un grito inarticulado)
El sueño, la fatiga, invisibles conspiradores, han agotado la cólera de las
feroces serpientes.
(Doble ronquido estridente del coro)

El coro: ¡oh! ¡oh! ¡cojéele! ¡cojéele! ¡cuidado! ¡cojéele!

La sombra de clitemnestra: persigues a tu presa en sueños; ladras como el
perro que sigue sin descanso la pista de la bestia. Y todo, ¿por qué? ¡anda,
levántate! no te dejes vencer por la fatiga. No te olvides, amodorrada por el
sueño, del agravio que se te ha inferido. Que mis justos reproches alcancen a
tu corazón; los reproches son el aguijón del sabio. Exhala después sobre él tu
hálito de muerte; consúmele con el soplo inflamado que brota de tu pecho;
síguele hasta dejarle extenuado y luego vuélvele aún a seguir.
(La sombra desaparece)

El Coro: ¡eh tú! despierta, despierta tú y despierta a ésa. ¿Duermes? ¡arriba!
sacude el sueño con el pie, y veamos si este presagio es realidad o es vana
ilusión.
(Una tras otra las erinias van despertando y se agitan ruidosamente).




¡Ay! ¡ay! ¡qué dolor, amigas!
¡Tantos trabajos, para nada!
¡Ay! ¡doloroso sufrimiento! ¡ay, ay! ¡intolerable pesar!
Vencida por el sueño, he perdido mi presa.
 ¡Ay, hijo de zeus, has sido tú el astuto ladrón!
 ¡Eres joven y pisoteas viejas divinidades!
 Y guardas tus simpatías para el suplicante, para el impío que ha dado muerte a
su madre.
 ¿Cómo, siendo dios, quieres hurtar a mi venganza a un parricida?
 ¿Quién hallará en ello ni una sombra de justicia?
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74
LITERATURA UNIVERSAL
En el fondo de mis sueños un ultraje ha llegado hasta mí. Brutal, como el
aguijón que un auriga empuña por el medio, vino a herir un corazón. Sí, como
bajo el azote de un verdugo feroz siento estremecerse, cruelmente, ¡ay!,
demasiado cruelmente, mis carnes.
Esto es lo que hacen esos nuevos dioses, que quieren reinar en el mundo sin
preocuparse de la justicia. Ved ese trono, ombligo del mundo, todo él
chorreando sangre, arriba y abajo, cubierto todo con la horrenda mancha del
crimen.
El mismo, el divino apolo, ha manchado el sagrado centro de su morada. Sí, en
tu propio hogar, dios profeta, en tu santuario, y por tu propio impulso, sin que
nadie te lo pidiese, acogiste a este objeto impuro. Para honrar a un mortal has
sido infiel a la luz de los dioses; has violado los antiguos decretos del destino.
Me has afligido; pero no obstante, no conseguirás librar al culpable. Aunque se
ocultase bajo tierra, ni siquiera entonces podría considerarse libre; manchado
con la sangre de los suyos, allí donde vaya sentirá sobre él el peso del castigo.
(Apolo aparece de súbito, con el arco tendido).

Apolo: ¡fuera de aquí! ¡yo os lo ordeno! ¡salid al punto de esta morada! librad
de vuestra presencia este santuario profetice, si no queréis que os alcance la
serpiente de blanca ala, disparada de mi arco de oro. El dolor os hará vomitar,
entre oleadas de negra espuma, toda la sangre que de los hombres habéis
chupado. No sois vosotras quienes deben acercarse a esta mansión. vuestro
lugar está allí donde la justicia corta cabezas, arranca ojos; allí donde se abren
las gargantas, o donde para destruir el germen, se corta la flor vital de los
pequeños, donde se mutila a los malvados, donde se lapida: allí donde
resuene, en fin, el interminable lamento de los hombres clavados en un palo.
Estas son, éstas, oh seres malditos por los dioses, las fiestas que os contentan
y también denuncian vuestro aspecto. El antro del león sanguinario es la
morada que os conviene, y no este santuario profético, que no debe ser
manchado por vuestra impura presencia.
Marchad, id a errar sin pastor, que rebaño como éste no lo quiere ningún dios.

El Coro: soberano apolo, óyeme a mi vez. Tú no eres cómplice del crimen,
eres quien lo ha hecho: eres el único autor.

Apolo: ¿cómo fue eso? explícate mejor.
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LITERATURA UNIVERSAL

El Coro: tu oráculo ordenó al extranjero que diese muerte a su madre.

Apolo: mi oráculo le ordenó que vengase a su padre. Bien, ¿y qué?

El Coro: luego le prometiste defenderle, una vez consumado el crimen.

Apolo: así es, y le aconsejé que buscase refugio en este lugar.

El Coro: entonces, ¿por qué nos injurias cuando perseguimos al culpable?

Apolo: este templo no ha sido levantado para serviros a vosotras de asilo.

El Coro: sin embargo, ése es nuestro deber.

Apolo: ¿deber dices? explícame qué es eso, que no lo sé.

El Coro: consiste en echar de sus moradas a los culpables de parricidio.

Apolo: y cuando una mujer da muerte a su esposo, ¿entonces?

El Coro: en este caso ella no derrama, cuando menos, su propia sangre.

Apolo: ¡ah! ¡ah bien poca cosa reduces tú ese pacto de himeneo, del cual son
garantes zeus y hera! ¿y a qué quedan reducidos, ante esto, los honores de
ciprés, la diosa que dispensa a los mortales los más dulces placeres? el lecho
nupcial, donde el destino une al hombre y a la mujer, está bajo la protección de
un derecho mucho más poderoso que el de un simple juramento. Si tan blanda
se muestra para con los esposos que se quitan uno al otro la vida; si su crimen
nada representa para ti, y si nada tienen éstos que temer de su cólera, en tal
caso declaro que es injusta la persecución de que haces objeto a orestes. Ya
que, al lado de crímenes en cuyo castigo tan interesada te muestras, hay otros
ante los cuales no muestras ninguna prisa en el castigo. Dejaremos que la
diosa palas sentencie en este juicio.

El Coro: nunca, por más que digas, dejaré de perseguir a ese hombre.
Así, consumido en vida por una muerte lenta, te arrastraré a los infiernos, a fin
de que en ellos seas juzgado como parricida y castigado según la pena que
mereces.
Allí verás a los sacrilegios que ofendieron por propia voluntad a los dioses, a
sus huéspedes o a sus padres, sometidos cada cual al castigo de la justicia.
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LITERATURA UNIVERSAL
Hades, el poderoso juez de los infiernos, exige a los mortales estrecha cuenta
de sus actos; su alma, que lo ve todo, de todo retiene la huella.
(Sin volver los ojos hacia las erinias, orestes continúa implorando a atena.)

Orestes: instruido en la desgracia, sé que hay muchas maneras de expiar mi.
crimen, y, del mismo' modo, sé cuándo se debe callar y cuándo hablar. En el
caso presente debo alzar mi voz, pues que así me lo aconseja un prudente
maestro.
La sangre en mis manos se adormece y se borra; la mancha del parricidio se
lavó.
Estaba fresca todavía, cuando, en la morada de febo, la ofrenda purificadera de
un cerdo que inmolé la arrojó lejos de mi. Larga sería la relación de aquellos a
quienes me acerqué sin que de mi contacto les adviniera mal alguno. El
tiempo, al pasar y envejecer, va borrando todas las cosas. Así, puedo muy
bien, en esta hora, invocar sin sacrilegio, con labio puro, a la diosa que reina en
este lugar, a atena, para que acuda en mi ayuda. Sin esfuerzo ninguno se
atraerá a orestes a su lado, y con él se atraerá a su tierra y al pueblo de argos,
que quedarán como aliados suyos, para servirle de fidelidad y para siempre.
Acaso, visible o invisible, estás ahora combatiendo por tu pueblo querido en los
campos de libia, no lejos del río tritón, en cuyas orillas naciste; quizá,
semejante a un valeroso caudillo, estás revistando a tus tropas en la llanura de
felgra. Estés aquí o estés allá no importa. Eres dichosa y aun desde la
comarca más alejada oirás igualmente mi voz ¡ven, oh diosa, y libérame de mis
sufrimientos!

El Coro: no, no: ni apolo ni la fuerza de atena lograrán salvarte. Perecerás
abandonado de todos, extraño desde ahora a toda alegría, sombra extenuada
dada para alimento a las furias. Es en vano que no me contestes, que rechaces
despreciativamente mis palabras.
Eres la victima consagrada para los
sacrificios, la víctima a mí consagrada. Vivo aún, sin ser antes degollado sobre
el ara, nutrirás con tus carnes mi festín. Ahora escucha el canto que te
encadena a mi sin remedio.
Vamos, formemos nuestra cadena danzante y, enlazadas así, cantemos nuestro
canto de horror. Digamos la suerte que nuestro tribunal prepara a los
mortales.
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Nos consideramos rectas y justicieras, y cuando un hombre ostenta puras sus
manos, nunca nuestro odio se abate sobre él, y su vida transcurre sin daño.
Pero cuando uno ha cometido, como este hombre, un crimen y pretende
ocultar sus manos ensangrentadas, nos mostramos al punto, justas vengadoras
de los muertos, para hacerle pagar su deuda de sangre.
¡Oh noche, madre mía! tú que me diste a luz para que castigase igualmente a
los vil madre mía, escúchame. el hijo de letona me ha querido humillar; me ha
arrancado esta presa, única ofrenda capaz de expiar el asesinato de una madre.
Pero entonemos por esta víctima nuestro terrible canto, cantó de delirio, canto
de las erinias, que encadena las almas, canto sin lira cuyo horror consume a los
mortales.
La parca inflexible fijó para siempre mi destino: seguir a todo mortal autor de
un crimen hasta el momento en que desciende a los infiernos, y ni siquiera la
muerte ¡lo mismo da! señalará para él la liberación.
Pero entonemos por esta victima nuestro terrible canto, canto de delirio, de
locura y de desesperación; canto de las erinias, que encadena las almas; canto
sin lira, cuyo horror consume a los mortales.
La suerte, al nacer, nos impuso a lodos esta ley: que nuestras manos no debía
ponerse nunca en los inmortales. Del mismo modo que ninguno de ellos quiere
tomar parte en nuestros festines. Los blancos vestidos de la alegría no cubren
nunca nuestros cuerpos.
Nuestra misión consiste en sembrar la ruina en las morada donde ares,
admitido en el hogar, arma el deudo contra el deudo; sí. Es nuestra misión
perseguir al culpable hasta que, por más poderoso que sea, acabe por
sucumbir.
Nosotras nos afanamos para liberar a los otros del cuidado de esta venganza;
en nuestros afanes hallan su reposo los dioses. ¡No apelen, pues, contra
nuestra sentencia! una raza odiosa, manchada con la sangre de los suyos, es
indigna de comparecer ante el tribunal de zeus.
Las glorias de los hombres, incluso aquellas que más resplandecen bajo el cielo,
se deshacen y se pierden, vencidas en la tierra, bajo el salto de nuestras negras
vestiduras y la danza maléfica de nuestros pies. Con poderoso salto nos
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elevamos hasta lo más alto, para desde allí dejarnos caer sobre la víctima más
pesadamente, para aplastarla bajo nuestro peso.
Cae, sin que él lo advierta, en un delirio que le arrebata. Tal es la noche que
su pecado, volando en torno suyo, extiende sobre sus ojos. Una nube sombría
se abate en tanto sobre su morada, según lo proclama un quejumbroso rumor
con poderoso salto nos elevamos hasta lo más alto, para desde allí dejarnos
caer sobre la víctima más pesadamente, para aplastarla bajo nuestro peso.
Nuestra ley es ésta y es inmutable. Hábiles, rectas a nuestro fin, conservamos
religiosamente el recuerdo de todos los crímenes. Somos, para los mortales,
jueces inexorables, insensibles a sus lágrimas. Habitamos un reino triste y
desolado, separadas de los demás dioses, donde no penetran nunca los rayos
del sol. Allí los caminos son difíciles, así para los que ven como para aquellos
que han perdido el uso de sus ojos.
¿Qué mortal podrá, pues, oír sin respeto ni temor la ley que nos señaló la
parca, ratificada después por los dioses? También nosotras gozamos de un
culto antiguo, culto que no se ha visto descuidado jamás, por más que nuestra
morada esté bajo la tierra, por más que la luz del sol no penetre nunca hasta el
lugar donde vivimos.
(Aparece atena).

Atena: desde lejos oí una voz que me llamaba: desde las riberas del
escamando, donde yo tomaba posesión del país que los reyes y jefes de grecia
me han consagrado para siempre, la mejor parte de los del pueblo vencido, la
recompensa al valor de los hijos de teseo; desde allí oí la voz, y a sus acentos
me lancé aquí en rápida carrera; no necesito de alas; me basto con agitar mi
hinchada égida en los aires, y así uncidos a mi carro mágico estos poderosos
corceles llegué hasta aquí. Más ¿qué gente es esa que se ofrece a mis ojos?
espectáculo extraño, que, aunque no me infunde pavor, no deja por eso de
asombrarme. Decidme: ¿quiénes sois? a todos vosotros me dirijo: a este
extranjero que veo abrazado a mi estatua, y también a vosotras, que en nada
os asemejáis a las criaturas que se ven en el mundo; los dioses no os han visto
jamás entre los dioses, y no tenéis nada que os asemeje a los mortales. Más
usar de crueldad con alguien, sin tener que reprocharle sino su deformidad, no
es justo ni piadoso.

El Coro: lo sabrás todo en pocas palabras, hija de zeus. Nosotras somos las
tristes hijas de la noche, y en las moradas subterráneas somos llamadas furias.
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
Atena: ¡viere! sé ya vuestro linaje y el nombre con que se os llama.

El Coro: ahora te diré, pues, cuál es mi ministerio.

Atena: habla, pues, para que lo sepa.

El Coro: nuestra misión consiste en arrojar de su morada al asesino.

Atena: ¿y qué término, en su huida, habéis puesto al culpable?

El Coro: el lugar donde nunca se conoció la alegría.

Atena: ¿a una huida así has condenado, pues, a este hombre, acosándole con
tus terribles gritos?

El Coro: sí, este hombre ha osado dar muerte a la que le dio el ser.

Atena: ¿no lo habrá hecho obligado o por temor de alguna venganza?

El Coro: ¿qué fuerza, por poderosa que sea, será bastante a justificar el
asesinato de una madre?

Atena: hay aquí dos partes; hasta ahora no he oído sino a una.

El Coro: a prestar su juramento, ni a solicitar que lo preste yo.

Atena: y tú quieres parecer justa mejor que serlo.

El Coro: no entiendo tus palabras.
sabiduría.

Atena: no son los juramentos lo que hace triunfar a la justicia.

El Coro: ¡pues bien! examina las pruebas y dicta tu sentencia en justicia.

Atena: ¿dejas, .pues, en mis manos fa resolución de este juicio?

El Coro: en tus manos la dejo, en efecto. nadie más digna que tú de un honor
semejante.

Atena: y tú, extranjero, ¿qué puedes responder de tu parte? pero, dime, ante
todo: ¿de qué país eres, a qué familia perteneces? cuéntame también tus
explícamelo, ya que no careces de
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desventuras; luego te defenderás de las acusaciones de ésta. Sin duda tienes
fe en la justicia, ya que has venido aquí, a buscar refugio en mi templo y a
abrazarte a los pies de mi estatua, y, humilde suplicante, pedir, como ilion, la
expiación de tu delito. Si es así, contesta antes con toda claridad a lo que te
pregunto.

Orestes: poderosa atena, empezaré por librar tu espíritu de la preocupación
que delatan tus últimas palabras. No tengo delito alguno que expiar, y mis
manos, al abrazar tu estatua, no han impreso en ella mancha ninguna. Te daré
de ello una prueba cierta. Es exacto que la ley prohíbe al homicida elevar la
voz, pero sólo hasta el día en que, por mano de un purificador de la sangre
vertida, ha sido derramada sobre él la sangre de un joven animal sacrificado.
Pues bien, hace ya mucho tiempo que, en el contacto con otros hogares, en
todos los caminos de la tierra y del mar por donde anduve, mi delito ha sido
expiado.
Desecha, pues, de tu ánimo semejante inquietud. ahora te diré sin tardar cuál
es mi país y a qué familia pertenezco. Soy de argos y mi padre era un hombre
conocidísimo, el rey agamenón, el que armó la flota de los griegos que, con tu
ayuda, hizo que troya dejara de existir. Este gran rey murió a su regreso, y no
con una muerte digna de él, sino por la negra perfidia de mi madre, envuelto
traidoramente en una espléndida red, testimonio evidente de que el crimen fue
perpetrado en el baño. Transcurrió algún tiempo, y al regreso de mi destierro,
enterado del crimen, di muerte a mi madre, no lo oculto, a fin de que una
muerte pagara otra muerte y no quedase sin venganza mi padre querido. No
obstante, de mi conducta es cómplice también apolo, cuyos oráculos me
predecían sólo desgracias si no ejecutaba todas sus órdenes contra los
culpables. ¿He obrado bien? ¿he obrado mal? a ti, oh diosa, te toca decidir en,
ello. Me entrego a ti. Sea la que fuere, acepto tu sentencia.

Atena: el caso es grave, y ningún mortal osaría sentenciar sobre él. Ni
siquiera a mí me está permitido juzgar sobre un crimen cometido en un
arrebato de cólera. No obstante, en este caso, más de una razón abona mi
conducta. La primera es el haberte acercado a mi templo después de haberte
purificado de acuerdo con la ley; también porque tu presencia no constituye
ningún peligro para estos lugares y estás libre de toda ofensa con respecto a mi
ciudad. En cambio, por otra parte, éstas tienen también sus derechos,
derechos que no pueden ser despreciados a la ligera; si ellas no consiguen, en
efecto, ver triunfar la causa que defienden, tarde o temprano, sobre el suelo de
este país se abatirá el rayo de su despecho, un triste e insoportable azote. Tal
es el dilema en que me encuentro. Tanto si los rechazo como si los acojo, los
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dioses me prometen males inevitables. No obstante, ya que es preciso juzgar,
elegiré aquí a los jueces de la sangre vertida; se obligarán por medio de un
juramento, y el tribunal que estableceré así quedará establecido para siempre.
Entre tanto, vosotras, preparad los testimonios, las pruebas en que fundáis la
acusación, todos los medios auxiliares del proceso. Yo voy a escoger los jueces
entre los ciudadanos más dignos y volveré con ellos. Ellos juzgarán el caso con
conocimiento de causa y emitirán su fallo, fieles a la ley de su conciencia.
(Atena sale por la derecha).

El Coro: ¡este día verá, pues, el establecimiento de una ley nueva, si la causa
“el crimen” de este parricida logra triunfar aquí! no habrá mortal que no se
sienta tentado de imitar al asesino, viendo con este ejemplo asegurada su
impunidad. ¡Ah! ¡cuan cierto es que todo padre, a partir de este momento,
vivirá bajo la amenaza del puñal de su hijo! nuestra cólera, la cólera de las
furias, encargadas de vigilar a los mortales, no perseguirá ya al asesino: a
partir de hoy dejaremos libre curso a toda suerte de crímenes. y los hombres
se acusarán unos a otros; entonces aprenderán, cada cual a su vez, que no
existe ya para sus males ni paz ni una tregua durable, que no existe ya
consuelo para el afligido.
Que nadie entonces, cuando se sienta herido por la suerte, pretenda llamar en
su auxilio, que no clame, diciendo: ¡oh justicia, oh justicia! ¡oh tronos de las
erinias!
Este será sin duda el grito de dolor de un padre, de una madre, afligidas
victimas ambos de un atroz destino. Pero clamarán en vano. El palacio de la
justicia habrá caído hoy en ruinas.
Muchos casos hay en que el terror es inútil y, guardián atento de corazones,
debe estar en ellos permanentemente. La mejor sabiduría se aprende con la
ayuda del dolor. ¿Quién, pues, así entre los hombres como entre las ciudades,
no habiendo nada bajo el cielo que infunda el temor a su alma, guardará a la
justicia el respeto que debe? tanto como del despotismo, procurad vivir libres
de la anarquía. La verdadera salud está en huir de los extremos. Es éste el
privilegio que los dioses han conferido al hombre y el único que pone un freno
a los caprichos de su poder.
¿No es acaso cuestión de repetirlo aquí? si es cosa probada que el exceso es
hijo de la impiedad, de la sana razón; por el contrario, nace la amable felicidad,
meta de todos los deseos humanos.
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También yo lo repito, y es ésta la ley suprema: venera el altar ,de la justicia;
no quieras, con ultraje, mirando sólo a tu provecho, derribarlo con pie
sacrílego. El castigo seguirá a la culpa, y nada podrá torcer el curso del
destino. así, pues, ante todo, honra a tu padre y a tu madre, y respeta los
derechos del huésped que busca refugio en tu hogar.
El hombre que de voluntad practica la justicia nunca será desdichado, jamás se
verá hundido irremisiblemente. Más para el impío, cuya audacia no conoce
limites, que desprecia la equidad y confunde todos los derechos, para éste, lo
garantizo, llegará el día en que obtendrá su merecido.
La tempestad
destrozará las velas del navío romperá las antenas. Entonces invocará a los
dioses, pero los dioses permanecerán sordos a sus súplicas. Luchará con todas
sus fuerzas, pero, batido por todas partes por la tormenta, sus esfuerzos
resultarán vanos. El cielo ríe cuando ve al hombre impío perder para siempre
su arrogancia, envuelto en los inextricables lazos del infortunio, del que nada
ha de poder librarle.
Su prosperidad de antaño, después de un largo tiempo, se ha estrellado por fin
contra el escollo de la justicia. Perece el hombre, sin que nadie le llore ni
guarde memoria de él.
(Atena sale de nuevo por la derecha. Detrás de ella, un heraldo introduce a los
jueces, los cuales se sientan de cara al público. El coro se agrupa a un lado,
Orestes se coloca frente a él).

Atena: heraldo, cumple tu deber: contén a la multitud. que la trompeta de
etruria, resonando hasta el cielo, hiera con su voz aguda los oídos del pueblo.
En la hora en que se reúna este consejo conviene que se haga el silencio, a fin
de que la ciudad toda pueda enterarse de las leyes que ha establecido para que
rijan en lo futuro para siempre y para que permitan, a partir de hoy, a esos
hombres pronunciar una justa sentencia.
(Aparece apolo).

El Coro: poderoso apolo, permanece en tus dominios. ¿Qué tienes que ver tú
en esta causa?

Apolo: acudo aquí, en primer lugar, como testigo. Este hombre ha buscado
refugio en mi templo, llegó a mí como suplicante, se acogió a mis altares, y yo
le purifiqué de su crimen. En segundo lugar, acudo también a defenderme;
también yo debo ser implicado en la acusación, como instigador de la muerte
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de su madre. (A atena) abre, pues, el juicio y ordena el debate según las
formalidades del caso.
(Atena se vuelve hacia las erinias).

Atena: vosotras tenéis ahora la palabra; el juicio está abierto. Al acusador
corresponde hablar en primer lugar y exponernos ante todo las razones de su
querella.

El Coro: somos muchas, pero hablaremos con brevedad. A cada pregunta
nuestra procura tú dar clara respuesta. Di en primer lugar, si es cierto que has
dado muerte a tu madre.

Orestes: le he dado muerte; no puedo negarlo.

El Coro: bien. le he derribado ya una vez; me faltan sólo dos.

Orestes: no te jactes; no estoy todavía en el suelo.

El Coro: es preciso que declares ahora la forma en que le diste muerte.

Orestes: esta mano mía la degolló con la espada.

El Coro: pero ¿quién fue el que te indujo a hacerlo? ¿quién te aconsejó?

Orestes: los oráculos de este dios, hoy testigo mío.

El Coro: ¿el, el dios profeta, te indujo, pues, a dar muerte a tu madre?

Orestes: así es, y hasta aquí no tengo motivos para arrepentirme de ello.

El Coro: si la sentencia te condena, tal vez mudes de parecer.

Orestes: mi padre, desde el fondo de la tumba, me dará su ayuda; en él tengo
puesta mi fe.

El Coro: ¿confías en los muertos, tu, que has dado muerte a tu madre?.

Orestes: se había manchado con un doble crimen.

El Coro: ¿cómo? explícalo ante los jueces.
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
Orestes: dio muerte a la vez a su esposo y a mi padre.

El Coro: sí, pero tú vives todavía, mientras que ella, con su muerte, ha expiado
la culpa.

Orestes: más ¿por qué no la perseguiste mientras vivía?

El Coro: no lo hice porque ella no era de la misma sangre que su víctima.

Orestes: ¿y yo soy acaso de la misma sangre de mi madre?.

El Coro: ¿cómo, asesino, no siendo así, habrías podido nutrirte en su seno?
¿renegarás acaso de la sangre dulcísimo de la madre?

Orestes: es hora de que atestigües por mí, oh apolo. Humáname y dime si la
maté en justicia. El hecho en sí no puedo negarlo. Más di si en tu sentir el
crimen estuvo o no justificado. Dímelo para que pueda contestar.

Apolo: a vosotros, noble tribunal establecido por atena, daré mi respuesta: el
crimen estaba, en efecto, justificado. soy profeta y me guardaré por ello de
mentir. Nunca desde mi trono fatídico pronuncié palabra alguna para un
hombre, para una mujer o para una ciudad que no me la inspirase el propio
zeus, el padre de los dioses. Juzgad, pues, por ello el valor de tales decretos, y
someteos, os lo aconsejo, a la voluntad de mi padre. No hay juramento que
pueda prevalecer contra zeus.

El Coro: así, pues, a lo que dices, sería zeus quien pronunció este oráculo;
zeus quien ordenó a orestes que vengase la muerte de su padre, sin tener para
nada en cuenta los derechos de su madre.

Apolo: sí, porque es muy distinta la muerte de un noble héroe a quien zeus
puso en la mano el augusto cetro, rodeándole de respeto y de autoridad; y esto
por mano de una mujer y no desde lejos con el arco de las amazonas
guerreras, sino de la manera más ignominiosa. Os la diré aquí para que la
oigáis, oh palas, y vosotros, los jueces. Habéis escuchado las razones
expuestas por ambas partes; emitid, pues, vuestros sufragios y procurad, oh
extranjeros, guardar en vuestros corazones el respecto al juramento.

Atena: ahora escuchad, ciudadanos de atenas, lo que he establecido como ley;
vosotros, por primera vez, vals a dictar sentencia sobre la sangre vertida. pero
este tribunal, desde hoy en adelante, dictará para siempre sus sentencias al
pueblo de egea. Quedará establecido sobre esta colina donde acamparon las
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armazones y fijaron sus tiendas, en aquel tiempo, en que, llevadas por su ira
contra teseo, atacaron la recién fundada ciudad y a sus altas torres opusieron
torres enemigas.
En ella hicieron sacrificios a marte, y la roca y la colina tomaron de aquí el
nombre de areópago.
Sobre este monte, y a partir de hoy, el respeto y el miedo, su hermano, igual
de día que de noche, mantendrán a los ciudadanos apartados del crimen, a
menos que ellos mismos se decidan a alterar las leyes con perniciosas
innovaciones. Más no se olvide que el que enturbia una fuente pura, echando
en ella fango y suciedad, no encontrará después dónde beber.
Ni anarquía ni despotismo: he aquí la norma que aconsejo seguir a mis
ciudadanos; pero guardando siempre un saludable temor, porque si no existe el
freno del temor, ¿qué mortal se mantendrá dentro de los límites de lo justo? Si
reverenciáis, como debéis, este poder soberano, hallaréis en él un baluarte para
vuestra tierra, cual no lo posee pueblo alguno ni en escitia ni en la tierra de
pelope. Incorruptible, venerable, inflexible, tal es el tribunal que yo instituyo
aquí a fin de guardar, como fiel centinela, a la ciudad y velar sobre ella cuando
esté dormida. Que los hombres de mi ciudad tengan presente siempre en lo
venidero mis advertencias. Y ahora levantaos, emitid vuestro sufragio y dictad
sentencia respetando los juramentos. he dicho.
(Los jueces se levantan y se dirigen hacia las urnas)

El Coro: obrad con prudencia, jueces. No nos ofendáis; de lo contrario, atenas
habrá de sentir el peso de nuestra cólera.

Apolo: y yo os digo que respetéis mis oráculos, pues son los oráculos de zeus,
no hagáis que resulten inútiles.

El Coro: las causas de sangre no son de tu incumbencia; ¿por qué, pues,
ocuparte en ellas? si te obstinas por este camino, tus oráculos perderán
autoridad.

Apolo: ¿acaso mi padre erraría el día en que escuchó a ilion, el primer
homicida, que acudió a él como suplicante?

El Coro: ¡palabras vanas! os digo que si no se hace justicia, esta tierra sentirá
duramente el peso de mi presencia.
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
Apolo: viejos o nuevos, los dioses te desprecian todos. El triunfo será mío.

El Coro: así obraste ya en el palacio de feres. allí persuadiste a las parcas a
que dieran a hombres la inmortalidad.

Apolo: justo es recompensar a quien nos honra, sobre todo en "el momento
en que se halla necesitado”.

El Coro: si, tú fuiste quien destruyó las antiguas leyes y usaste del vino para
engañar a las viejas deidades.

Apolo: eres tú quien muy pronto, vencida por la sentencia de este tribunal,
vomitarás en vano tu veneno contra tus enemigos, perdida ya toda tu virtud.

El Coro: eres un dios nuevo y te complaces por ello en pisotear nuestra vejez;
yo, entre tanto, me limito a esperar la sentencia, antes de descargar mí cólera
sobre esta ciudad.

Atena: me corresponde a mí emitir mi voto en último lugar. Mi voto es a favor
de orestes. No tengo madre que me pusiera en el mundo. Siempre mí
corazón, cuando menos hasta el himeneo, se ha inclinado hacia los hombres.
Así, en este caso, estoy sin reservas al lado de mi padre. No puede inspirarme
ningún respeto la mujer que dio muerte a su esposo, el guardián de su hogar.
(Deposita su sufragio en la urna) para que orestes salga libre de culpa bastará
con que obtenga la mitad de los votos. Sacad al momento de las urnas los
sufragios y contadlos, jueces, a quienes está encomendado esta misión.

Orestes: ¡oh febo apolo! ¿cuál será la sentencia?

El Coro: ¡oh negra noche; oh noche, madre mía! mira esto.

Orestes: ¿tendré que ahorcarme, o veré todavía la luz?

El Coro: ¿desapareceremos o conservaremos aún nuestros honores?

Apolo: contad bien los votos, oh extranjeros, y en el escrutinio evitad el
fraude. La falta de un voto puede significar una gran desgracia; como un voto
de más, el que una familia se recobre de su ruina.
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(Los jueces encargados del escrutinio presentan a atena las tablas donde se
han inscrito los sufragios).

Atena: el acusado queda absuelto de su delito; el número de votos es igual por
ambas partes.

Orestes: ¡oh palas! ¡tú has salvado mi casa! ¡me hallaba desterrado de mi
tierra y tú me has vuelto a ella! ahora dirán en grecia: "vedle aquí, el
ciudadano de argos, restituido de nuevo a su pueblo y en posesión de los
bienes paternos, gracias al favor de palas y de apolo, y gracias también a zeus
salvador, autor sumo de todas las cosas”. Sí, zeus es quien me salvó. Vio a
esos monstruos que pretendían vengar a mi madre, y la suerte de mi padre me
viole a piedad. Más a este país, a tu pueblo, en este momento en que parto
para mi patria. Juro que en los siglos de los siglos nunca rey alguno de argos
traerá la guerra a los atenienses. desde el fondo de la tumba, donde estaré
entonces, he de oponer obstáculos insuperables a aquellos que intenten violar
el juramento pronunciado por mi en este día; levantaré ante él funestos
augurios, ante los cuales sentirá desfallecer su ánimo. Le obligaré, lo juro, a
arrepentirse de su empresa. Más en compensación, si se mantienen fieles a mi
juramento, si mi país no deja nunca de honrar a la ciudad de palas y prestarle
en todo momento la ayuda cíe sus armas, entonces mis manes le serán
propicios. ¡Adiós, pues, adiós! adiós, diosa palas. Adiós, pueblo de atenas, y
ojalá que los dioses, siempre que estés en guerra, os hagan irresistible a
vuestros enemigos, den gloria a vuestro ejército y salven a vuestra ciudad!
(Se va orestes, precedido por apolo).

El Coro: ¡ah dioses nuevos! ¡vosotros pisoteáis las leyes antiguas; me arrancáis
de las manos al culpable! más yo, vilipendiada, privada de todo honor,
encendido en ira, derramaré sobre esta tierra todo el veneno que destila mi
corazón; sí, el veneno de mi terrible venganza. Y toda hoja y toda flor se
secarán; y perecerán los hijos de los hombres. Una terrible plaga, ¡oh
venganza!, se abatirá sobre el país y sembrará por todas partes la ruina y la
devastación. Pero ¿lloro? ¿qué haré? ¿qué ha de suceder? meditemos un mal
terrible para esta ciudad. ¡Ah! ¡hijas de la noche, desventuradas! ¡heridas por
el infortunio, sólo hay parte de vosotras vergüenza y dolor!
No habéis sido humilladas, oh diosas; no vayáis, llevadas por la ira, a afligir con
males irremediables a los mortales; no hagáis que la tierra sea sorda a sus
llamamientos. por mi parte, cuenta con la ayuda de zeus, y ¿es preciso que lo
diga? yo sola entre los dioses poseo las llaves del lugar donde duerme el rayo.
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Pero aquí no hay necesidad de eso. Sigue mi consejo; no lances sobre esta
tierra el veneno de tus palabras, cuya fruta significa la muerte de todo. Calma
la áspera violencia de la tempestad que combate tu alma; recibe tu parte en los
honores y ven a vivir conmigo en esta morada. A partir de este día, todas las
primicias de esta dilatada comarca te serán ofrendadas a ti; recibirás ofrendas
de natalicio, ofrendas de himeneo, y no te cansarás, si lo sigues, de agradecer
mi consejo.

El Coro: ¡yo sufrir esto, oh dioses, yo siempre fiel a las antiguas leyes! ¡habitar
yo esta tierra, como ser impuro y despreciado! ¡no! ¡sólo venganza y cólera
respira mi alma! ¡ay dioses! ¡ay! ¡oh tierra! ¡oh cielos! ¡qué dolor, qué vivo
dolor penetra hasta lo profundo de mi alma! ¡escúchame, oh noche, madre
mía! los antiguos honores que me rendían los pueblos me han sido arrebatados
con engaño por los dioses; de mí antiguo poderío no me resta ya nada.

Atena: te perdono los arrebatos por respeto a tu edad. Es cierto que tu
sabiduría supera a la mía, pero también zeus me ha otorgado a mí el poder
pensar con discernimiento. No vayas a habitar otras tierras fuera de aquí; te
arrepentirías de ello, créeme a mí. La ola ascendente de los días hará crecer
incesantemente la gloria de mi ciudad, y tú, fijada sobre su suelo glorioso, junto
a la morada de erecteo verás acudir a ti cortejos de hombres y mujeres para
ofrendarte lo que ningún otro pueblo te podría ofrendar. Pero, tu, por tu parte,
no lances en estos lugares, que me son queridos, tus aguijones sangrientos que
desgarran los jóvenes pechos y sin vino emborrachan las mentes con loco
furor. No vengas, como se hace con los gallos, a excitar la cólera en el corazón
de mis ciudadanos y a encender en ellos esa sed de homicidio que lanza al
hermano contra el hermano, inspirándoles una audacia insensata. Lleven la
guerra al extranjero, y cuanto más lejos, mejor. es allí donde el amor a la
gloria alcanza su fruto más perfecto; la lucha entre animales domésticos nada
tiene de hermoso para mi. Estos son mis ofrecimientos; acéptalos; de ellos
recibirás sólo bienes; te serán prodigados honores y compartirás con nosotros
el beneficio de habitar en esta tierra amada de los dioses.

El Coro: ¡yo sufrir esto, oh dioses, yo siempre fiel a las antiguas leyes! ¡habitar
yo esta tierra, como ser impuro y despreciado! ¡no! ¡sólo venganza y cólera
respira mi alma! ¡ay dioses! ¡ay! ¡ay! ¡oh tierra! ¡oh cielos! ¡qué dolor, qué vivo
dolor penetra en mi alma! ¡escúchame, oh noche, madre mía! los antiguos
honores que me rendían los pueblos me han sido arrebatados con engaño por
los dioses; de mi antiguo poderío no me resta ya nada.

Atena: no, no dejaré por esto de seguir aconsejándote; no podrás decir que
atena, una diosa más joven que tú, que los mortales que habitan la ciudad, han
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echado de esta tierra, con su desprecio, a una vieja divinidad. Si sabes
respetar la persuasión sagrada, que llena mis palabra? de su encanto, no te
irás. Pero si te empeñas, con todo, en hacerlo, inicuo seria en verdad tu
proceder si dejaras caer sobre esta tierra el peso de tu cólera y tu despecho,
causa de amarguisimas aflicciones para mi pueblo. Sólo de ti depende el
compartir conmigo la posesión de esta tierra y de verte en ella honrada y
venerada para siempre.

El Coro: y di, soberana atena: en este caso, ¿cuál es la residencia que me
destinarías?

Atena: es tal que en ella vivirás libre de cuidados; acéptala.

El Coro: y si, en efecto, acepto, ¿qué honores se me otorgarán?

Atena: de ti dependerá la prosperidad de las familias.

El Coro: ¿y quién me asegurará tan grande poder?

Atena: yo. al que río te reverencie no le dispensaré mi protección.

El Coro: y esta promesa, ¿tendrá una validez eterna?

Atena: ¿quién me obliga a proteger si no pudiera cumplir?

El Coro: has calmado mis iras; renuncio a mi venganza.

Atena: tú reinarás aquí sobre muchos corazones.

El Coro: ¿qué votos deseas que formule sobre tu ciudad?

Atena: votos de victoria, pero de una victoria sin tacha. ¡Todas las auras que
se levanten de la tierra, de la onda marina o del cielo a los rayos de un sol
propicio, soplen con ellos imperturbablemente sobre ésta región! ¡que la
pródiga fecundidad del suelo y de los rebaños no se canse nunca de rendir
próspera a mi ciudad! ¡que se vean protegidos sus niños contra todo daño!
pero que crezca, en cambio, tu odio contra los impíos; sólo los justos son
dignos de vivir exentos de males. Esta es tu misión. En cuanto a la gloria de
los combates, me toca a mi velar por ella, hacer que sus triunfos la hagan
eternamente ilustre entre los hombres.
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90

El Coro: sí, quiero vivir desde hoy aquí con palas atena y compartir con ella la
veneración de la ciudad; quiero respetar la ciudad a la que el propio zeus
omnipotente y ares tratan como el asilo de los dioses, como el baluarte
esplendoroso que protege las aras de los dioses de grecia. Sobre ella derramo
mis votos en oráculos propicios. ¡Que todos los beneficios que hacen una vida
próspera y amable broten abundantes de su suelo a la luz de un sol
resplandeciente!

Atena: mi amor por atenas ha quedado al fin satisfecho. Desde hoy quedan
instaladas sobre este suelo poderosas e implacables diosas, cuya misión
consiste en regir el orden entre los humanos. Aquel que no sepa conciliarse a
estas diosas, en vano intentará comprender de dónde proceden los golpes con
que le abruma el destino. El crimen de sus padres le arrastra insensiblemente
hacia ellas y una muerte callada; por más que grite y se desespere, le
aniquilará bajo su cólera implacable.

El Coro: ¡que nunca un hálito infestado seque vuestros árboles! este es mi
voto más vehemente. ¡Que el fuego que consume los tiernos retoños no
traspase nunca vuestras fronteras! ¡que nunca la triste esterilidad se deje sentir
en estos campos! ¡que los rebaños sean en ellos siempre fecundos, y que
siempre, en el tiempo señalado, den sus partos prósperamente! ¡y que el
producto del tesoro revelado recientemente por este suelo no deje nunca de
rendir honores al don de los dioses!

Atena: ¿habéis oído, guardianes de la ciudad, los deseos expresados por ellas
con respecto a vosotros? grande es el poder de las erinias, tanto entre los
inmortales como entre los dioses del infierno. Dueñas de los destinos de los
hombres, ellas hacen que unos lancen cantos de alegría y giman otros en una
vida de tristezas y de lágrimas.

El Coro: yo alejo de vosotros los destinos que abaten a los jóvenes, como a las
mies es la hoz. Y vosotras, parcas, hijas de nuestra madre; vosotras que tenéis
en vuestras manos la suerte de los hombres, dispensad a las vírgenes amables
una boda feliz viviendo junto a su esposo; ¡a vosotras os lo pido, oh divinas
dispensadoras de equidad; a vosotras que, presentes en toda morada y en todo
momento, hacéis sentir en ellas el peso de vuestra presencia justiciera; a
vosotras, las más respetadas de las diosas!

Atena: ¡cuan grato es para mí oír de sus labios estas palabras; escuchar los
beneficios que en su bondad prometen derramar sobre mí pueblo! ¡oh
persuasión, cuan cara eres a mi alma! tú prestaste su dulzura a mis palabras;
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por ti vencí su cólera obstinada. ¡Zeus, el dios de la elocuencia, venció al fin; la
causa de la justicia alcanzó por mi medio un triunfo completo y eterno!

El Coro: ¡que la discordia, insaciable de crímenes, no deje oír en esta ciudad su
áspero rugido! ¡nunca se empape la tierra con la sangre negra de mis
ciudadanos, derramada en luchas fratricidas que lleven la ruina a las ciudades!
¡que el interés del estado sea siempre antepuesto al interés particular! ¡que los
ciudadanos se sientan llenos entre sí de un mutuo amor y de un odio único
para el enemigo! en ello radica entre los hombres el remedio de muchos males.

Atena: ¿quién podrá negar sus esfuerzos sinceros en el camino de los deseos
propicios? de estos espantosos semblantes van a nacer, lo veo bien, grandes
beneficios para mi pueblo. Devolvedles amor por amor; honradlas sin cesar, y
en esta tierra y en esta ciudad residirán para siempre la justicia y la
equidad.

El Coro: adiós. Vivid dichosos entre los dones benditos de la riqueza; vivid
dichosos, habitantes de esta ciudad, sentados a la sombra de la virgen de zeus,
devolviéndole el amor que siente por vosotros y aprendiendo todos los días a
ser prudentes. Aquellos a quienes atena protege bajo sus alas son respetados
por su padre.

Atena: ¡adiós asimismo a vosotras, diosas; vivid también dichosas! yo salgo
con vosotras, pues he de mostraros vuestra morada. Caminad a la piadosa
claridad de las antorchas de este cortejo; marchad con estas victimas sagradas;
descended, pues, bajo la tierra; apartad de nosotros la desgracia, y enviadnos
la felicidad para el triunfo de mi pueblo. Y vosotros, dueños de esta ciudad,
hijos de cronos, mostrad el camino a las diosas que habitarán desde hoy en
esta tierra. ¡Ojalá vuestros corazones no se olviden nunca de sus beneficios!

El Coro: ¡adiós, una vez más, y vivid dichosos; repito mi voto, vosotros, dioses
y hombres que habitáis en esta ciudad! vuestra ciudad es la de palas. ¡Que la
diosa honre a estos a quienes otorga el derecho de residir en ella, y nunca
habréis de lamentaros de vuestra suerte!

Atena: agradezco vuestros votos con toda el alma, y ahora, a la brillante luz de
estas antorchas, os conduciré hasta los lugares que se abren abajo, bajo la
tierra. conmigo vendrán mis sirvientas, guardianas de mi imagen. Su lugar está
allí. y vosotras, honor de la tierra de teseo, noble cortejo de mujeres, de niños;
piadoso cortejo de ancianos. (A las sacerdotisas que salen del templo) vamos,
venid, seguid mis pasos; honrad a estas diosas, envolviéndoos con mantos de
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púrpura, y haced brotar el resplandor del fuego para que su presencia entre
nosotros se manifieste en una constante prosperidad.

El Cortejo: abrid la marcha, poderosas diosas, que amáis los homenajes, hijas
infecundas de la fecunda noche; el piadoso cortejo os sigue. ¡Aplaudid todos,
atenienses!
Vosotras descended al antro subterráneo, residencia que honraremos para
siempre con nuestro respeto y nuestros sacrificios.
¡Aplaudid todos,
atenienses!
Propicias y benévolas con esta ciudad, id, pues, oh temibles, y gozad con la
brillante luz de las antorchas, devoradas por una llama que ilumina vuestro
camino. ¡y ahora lanzad el grito ritual en respuesta a nuestro grito!
(Grito prolongado).
El pueblo de palas ha conseguido hoy la paz y la dicha de sus hogares,
terminando con ello el acuerdo entre la parca y zeus, cuyo ojo lo ve todo. ¡Y
ahora lanzad el grito ritual en respuesta a nuestro grito!
(grito prolongado)
(trad: j. montsia)
Edipo Rey (Texto Integro)
Personajes del drama: edipo, rey de tebas – yocasta, su esposa, viuda de layo –
creonte, hermano de yocasta – teresias, adivino, ciego, anciano – mensajero,
corintio – un paje, de palacio – un pastor, antiguo criado de layo -un grupo de
suplicantes, con un sacerdote a la cabeza – coro de ancianos tebanos, dirigidos por
el corifeo – dos niñas, varios criados y doncellas de palacio.
Escenario
En el fondo, el frontis del gran palacio de los reyes de tebas. Muy cerca de la gran
puerta central se levanta un altar de apolo. Frente a las otras dos puertas
laterales, y un tanto apartados de ellas, otros dos pequeños altares. En derredor
de ellos está postrada una numerosa multitud de ancianos, mujeres y niños.
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Suplicantes vestidos todos con mantos de luto y ceñida con blancas cintas la
cabellera, han depositado sobre los altares las ramitas de olivo que todos traían
coronadas de blanca lana.
Sólo un venerable y anciano sacerdote está en pie en actitud suplicante y vuelto
hacia el altar del medio, cuando, abriéndose lentamente la puerta central, aparece
y se acerca edipo, vestido con regias galas y acompañado de dos pajes. Dirige su
mirada a toda aquella extraña concurrencia, que muestra en sus semblantes el
afecto con que recibe a su soberano, y da por fin comienzo al prologo.

Edipo: hijos míos, vástagos nuevos del antiguo cadmeo, ¿qué significa esa
postración humilde, y qué ese corro y los ramos suplicantes, mientras que la
ciudad está llena de timiamas y con ellos de himnos y de, lamentos? no me ha
parecido bien, hijos míos, averiguarlo por mensajeros, y yo mismo he querido
venir a preguntároslo; yo, el que todos llaman edipo el renombrado.
Dímelo tú, anciano, pues tú eres el llamado a hablar en nombre de todos, ¿qué
es lo que os tiene postrados ahí?, ¿el temor?, ¿algún deseo? con todo mi
corazón seré yo en vuestra ayuda, que insensible había de ser para no
conmoverme con tan triste espectáculo.

Sacerdote: ¡oh rey de nuestra tierra, edipo!, ya ves la edad de los que aquí
nos hemos acogido a tus aras; los unos aún no pueden levantar el vuelo; los
otros, sacerdotes abrumados por los años; y yo lo soy de zeus; éstos, la flor de
nuestra juventud; el resto de tus súbditos en el ágora está en torno a los
altares o ante los dos templos de palas, o junto a las cenizas adivinatorias de
ismeno.
Pues la ciudad, como tú lo estás viendo, parece horrible tormenta, y no puede
sacar la cabeza del fondo del sangriento oleaje. Corrómpesele en sus mismos
tallos los frutos de la tierra, muéreseles los rebaños que pacen sus praderas, y
los niños entre los infructuosos dolores de sus madres. Y, sobre todo esto, un
dios armado de fuego ha embestido a la ciudad y la acosa; una peste asoladora
va dejando vacía la mansión de cadmeo, y se llena de nuestros lamentos y
gemidos el negro infierno.
Ni yo ni estos tus hijos, al venir aquí y rodear tu hogar, pretendemos igualarte
con los dioses; pero entre todos los hombres, en ti vemos al más conocedor de
los vaivenes de la fortuna y de los planes de los dioses, pues tú, al venir a esta
ciudad de cadmeo, nos libraste del horrendo tributo que pagábamos a la
implacable esfinge, y esto, sin valerte de la menor información ni ser instruido
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por nosotros; no, con la asistencia de un dios (así se dijo y se creyó) sacaste a
flote nuestra vida.
Pues ahora también, ¡oh caro edipo!, a quien todos aclaman el poderoso, a ti
acudimos todos suplicantes, búscanos algún remedio, file te lo inspiren las
voces de los dioses, bien te lo dicte algún mortal, pues yo sé que a los
experimentados es a quienes el éxito confirma los consejos.
Es pues, tú, ¡el más piadoso de los hombres!, restaura a la patria, mira por ti,
pues recordando tus antiguos favores, a ti te aclama esta ciudad por salvador.
Jamás se diga de tu reinado que al principio nos pusiste a salvo y luego
volvimos a hundirnos. Restablece a tu patria sobre firmes bases. Edipo y la
esfinge (de un vaso ático.)
Con felices auspicios nos salvaste
anteriormente, muéstrate ahora el de
antes. Porque si rey has de ser de este
país, como lo eres, mejor es ser rey de
hombres que de desiertos. Nada es la
torre, nada la nave, sin hombre dentro
que la habiten.

Edipo:
sabidos,
hijos
míos
desdichados,
demasiado
sabidos
tengo todos los quebrantos que habéis
venido a exponerme. Bien sé yo que,
aunque todos estáis sufriendo, con todas vuestras penas, no hay uno entre
vosotros que sufra tanto como yo sufro; al corazón de cada uno de vosotros
sólo su propio dolor invade, y en él anida y en nadie más; en cambio, mi alma
todos los males de la ciudad, y los míos propios y los vuestros, todos los está
sufriendo a un tiempo.
¿Así que no venís a despertar? un dormido; tened por cierto que llevo
derramadas muchas lágrimas y he tanteado muchos caminos en mi
desconcierto y cavilaciones.
Un solo remedio he hallado, meditándolo mucho, y lo he aplicado: al hijo de
meneceo, mi cuñado creonte, le he enviado al templo pítico de febo para
preguntar qué podría yo hacer o qué aconsejar para salvar la ciudad. Y, por
cierto, que al computar los días transcurridos, me da cuidado qué le pasará;
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mucho tiempo lleva ya, mucho más de lo que es razón, ausente de nosotros;
en fin, así que llegue, yo cumpliré puntualmente cuanto el dios ordenare, o
tenedme por un malvado.

Sacerdote: ¡coincidencia singular! estás tú diciéndolo, y están éstos
suplicantes) señalando a creonte, que llega ya a nosotros.

Edipo: ¡oh rey apolo!. En tan buena hora llegue cuanto son buenas las
noticias que brillan en su rostro.

Sacerdote: gratísimas, ciertamente, a juzgar ponía apariencia; no vendría, si
no, con la frente coronada de laurel florido.

Edipo: pronto lo vamos a ver; ya está al alcance de mi voz ¿qué nuevas nos
traes de parte del dios, creonte, allegado mío e hijo de meneceo?
(los
(entra creonte como quien viene de fuera de la ciudad, por el lado izquierdo, y
trae una corona de laurel florido en señal de buenas noticias).

Creonte: ¡albricias! o anuncio que aun pesares tan duros, si logran tener
salida, pasarán en gran prosperidad.

Edipo: pero ¿cuál es el oráculo? pues hasta ahora tus noticias, ni aumentan
mis esperanzas ni mis, temores tampoco.

Creonte: si en presencia de éstos quieres oírlo, hablaré al punto; si gustas,
entraremos en el palacio.

Edipo: habla a todos; precisamente son sus males los que me apenan más que
los míos propios.

Creonte: séame dado decir cuanto al dios he oído. Manda perentoriamente
febo, nuestro dios, que desterremos la peste de nuestra patria, y que nuestra
tierra está cebando, y no la hagamos insanable.

Edipo: ¿con qué expiaciones? ¿qué clase de mal es?

Creonte: expulsando a un hombre o vengando con su sangre otra sangre;
aquella sangre es la tempestad de esta ciudad.

Edipo: pero ¿quién es el muerto a quien el dios alude?
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LITERATURA UNIVERSAL

Creonte: fue layo soberano nuestro, oh rey, antes que tu tomaras las riendas
de la ciudad.

Edipo: lo sé de oídas, porque verle nunca le vi.

Creonte: el murió asesinado, y ahora manda el dios, sin ambages, que alguien
castigue con mano fuerte a los culpables.

Edipo: ¿y dónde estarán ellos ahora? ¿cómo descubrir la pista de crimen tan
antiguo?

Creonte: dijo que en nuestra tierra están. quien busca, halla; con el descuido,
todo es perdido.

Edipo: ¿dónde fue el asesinato de layo?, ¿en el palacio?, ¿en el campo?, ¿en la
tierra extraña?

Creonte: dijo que se ausentaba a consultar al dios; salió, y aún no ha vuelto a
casa.

Edipo: ¿y no lo vio ningún mensajero, ningún compañero de viaje, cuyas
informaciones puedan guiarnos ahora?

Creonte: no, todos murieron; menos uno, que huyó espantado, y de cuanto
vio no supo darnos sino una noticia.

Edipo: ¿cuál? de ella quizá se saquen las demás; con tal que dé un hilo tenue
a nuestra esperanza.

Creonte: lo que dijo fue que le asaltaron y dieron muerte, no uno solo, sino
una pandilla de bandidos.
(pausa)

Edipo: pues otra vez voy a ser yo quien atine con toda la verdad de raíz. Bien
lo ha hecho febo y bien vosotros en tomar este cuidado en favor del difunto.
Vais a verme, como es razón, a vuestro lado, cual sujeto vengador de esta
tierra y del dios mismo. Pues al tratar de borrar este baldón, no persigo el bien
de amigos extraños; mi propio bien persigo; que quien dio la muerte a layo,
quizá pronto pondrá sus impías manos sobre mí mismo. En salir, pues, por
layo, por mí mismo salgo.
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Conque, hijos, sin demora, vosotros (a los suplicantes) levantaos de esas
gradas y levantad vuestros ramos suplicantes, y uno (de los criados) vaya,
convoque acá a todo el pueblo de cadmeo, que yo haré cuanto sea posible; con
el favor del dios, todos han de ver que o salimos airosos o quedamos
arruinados.

Sacerdote: hijos, levantémonos; esto que el rey anuncia era lo que veníamos
buscando. Dígnese febo, que tales oráculos envía, venir y ser a un tiempo
salvador nuestro y ahuyentador de nuestra peste.
(Retirase con orden y solemnidad toda la comitiva, también se va creonte, y
luego edipo, y da tiempo para que se congregue el pueblo, el coro, como lo ha
ordenado. Entra el coro, compuesto de quince ancianos nobles de tebas;
entran por la derecha; al hacerlo, y en las siguientes evoluciones en la
orquesta, van cantando el parado).

Coro: ¿con qué rostro vienes a la esplendente tebas del áureo delfos, oh voz
de zeus, la de dulces acentos? aterrado estoy, el miedo sacude mi amedrentado
corazón, oh sanador (apolo) delio, el de los himnos, preguntándome con
terror si tu respuesta pide algo nunca visto o algo con los años repetido,
dímelo ya, mensaje inmortal, hijo de la dorada esperanza.
A ti te invoco, ante todo, hija de zeus, inmortal atena, y a tu hermana, la
protectora de esta tierra, artemisa, la que se siente sobre el renombrado trono
de nuestra ágora circular, y también al flechador apolo. ¡Oh, brille sobre mí
vuestra triple protección y defensa; y, pues vosotros antaño, cuando se
abalanzaba sobre la ciudad el anterior infortunio, lanzasteis precipitado de
nuestras fronteras el incendio de su peste, venid también ahora!
¡Ay, ay de mi! males me abruman sin cuento. Todo mi pueblo está invadido de
la peste, y no halla la mente armas con que atajarla. No crecen los retoños de
nuestra afamada tierra, ni son fructuosos los acerbos dolores de las madres en
sus partos. Cual aves de raudas alas, más veloces que el fuego indomable, es
de ver cómo se van mis hijos, el uno en pos del otro, precipitándose en las
riberas del dios infernal.
Así se me consume mi patria con infinitos muertos. Tendidos en tierra sin
piedad y difundiendo la muerte, yacen sus hijos sin nadie que los llore; y en
tanto, acá y allá, refugiadas al pie de los altares, tratan de conjurar con
gemidos sus horrendos nidales las jóvenes esposas, y con ellas las encanecidas
madres. Resuenan las plegarias de salud y acordes con ellas los lastimeros
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ajes. Vuelve, pues, ya a nosotros, ¡oh dorada hija de zeus!, tu protectora
sonriente faz.
Y a este ares (la peste) implacable, que ahora, sin bronce ni escudo, me ha
acometido, atronador, y me abrasa, hazle volver las espaldas, huya de mi patria
llevado del huracán, bien sea a los hondos senos de han tirite (el atlántico)
bien a los inhospitalarios peñones del tempestuoso golfo tracio. ¡Ay!, que si
algo ha perdonado la noche, viene el día a consumirlo. llégate, pues, a nos,
¡oh padre zeus!, oh tú que en tu diestra empuñas el poder del fulgurante
fuego, y destrúyelo al golpe de tu rayo.
¡Lisió, defensor (apolo) yo quisiera que, cual vanguardia nuestra ante el
enemigo, saliesen de la cuerda trenzada en oro de tu arco irresistibles dardos; y
(que volasen) los relampagueantes destellos de artemisa, con los cuales
centellea por los collados de lisia. También suplico al de los bucles ceñidos en
oro, al que dio su nombre a esta tierra, al rubicundo baco, el de las algaradas,
que venga (como aliado nuestro) acompañado de sus bacantes y lanzando
rayos de su encendida tea contra este dios, baldón de todos los dioses.
(Llega edipo, que, al entrar, ha oído los últimos versos del coro)

Edipo: ¿eso deseas? pues tus deseos se verán cumplidos; si quieres escuchar
mis consejos y seguirlos, y poner mano en el remedio, te verás socorrido y
aliviado en tus males.
Públicamente hablaré, pues ajeno yo a todos los rumores, ajeno a todos los
hechos, mal podría por mí mismo y sin alguna clave penetrar muy adentro en el
pasado. Considerando que yo llegué a ser conciudadano vuestro después de
los sucesos, os ordeno a todos los cadmeos: quienquiera de vosotros que sepa
quién dio la muerte a layo hijo de lábdaco, mándale que venga y me lo declare
todo.
Y el culpable, si está aterrado, desvié por sí mismo el golpe que le amenaza;
ningún castigo le sobrevendrá; impune saldrá de la ciudad. Y si alguien sabe
de algún extranjero que es el asesino, tampoco calle; tendrá mi recompensa y,
además, mi gratitud.
Pero si os cerráis en callar, si alguno por temor sustrae a su amigo o a sí mismo
al alcance de mi decreto, a oíd lo que para ese caso de no: mando que a este
hombre, el que sea, nadie en esta tierra, cuyo cetro y trono poseo, le dirija la
palabra ni le dé participación en las plegarias y sacrificios a los dioses, ni en las
sagradas abluciones, sino que todos le echen de sus casas, como quiera que él
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LITERATURA UNIVERSAL
es la causa de nuestra peste, según me lo acaba de manifestar el oráculo del
dios de delitos; con lo cual me declaro reivindicado a un tiempo del dios y del
difunto.
Y que el asesino, ¡oh dioses!, bien sea uno el que se oculta, bien tenga
cómplices, arrastre el maldito una vida de maldición y miseria. y aun a mi. Si a
ciencia y conciencia mía estuviere en mi casa y entre los míos, que me
sobrevengan cuantos males acabo de pedir para los demás. Y el exacto
cumplimiento de todo esto os lo encargo a vosotros, en mi nombre, en el
nombre del dios y en el de esta tierra, que así se me va consumiendo, agostada
y abandonada de los dioses.
Ni aun cuando no mediaran los mandatos de los númenes, era justo lo dejarais
sin reparación, y debíais hacer averiguaciones, siendo el muerto tal ciudadano y
rey vuestro.
Por mi parte, yo, pues empuño las riendas que antaño él empuñó y poseo su
tálamo y su misma esposa y cónyuge, y aun comunes tuviera los hijos y de una
misma sangre con los suyos a no habérsele frustrado la descendencia pero, en
fin, la mala suerte ha descargado sobre él, por todo esto yo me constituyo en
vengador de layo, como de mi propio padre, y todo lo he de escudriñar, hasta
dar con el asesino, saliendo por el que es hijo de lábdaco, hijo a su vez de
polidoro, como éste del viejo cadmeo, y éste del padre de todos, agenor.
Y a los que no me obedezcan, oh dioses, no les deis ni cosechas en sus campos
ni hijos en sus mujeres, y mueran consumidos por esta peste u otra peor aún.
Y a vosotros, los demás cadmeos, que aprobáis sin duda cuanto digo, así os he
dad siempre la justicia y los dioses os protejan perpetuamente.

Corifero: puesto que con juramentos me obligas, con juramentos te hablaré:
ni soy yo el asesino, ni sé dónde para él. Aunque, a la verdad, esto de delatar
al delincuente, incumbencia era de febo, que mandó buscarle.

Edipo: dices bien; pero a los dioses nunca un hombre podrá forzarles a lo que
no quieran.

Corifero: yo te diría lo que se me ofrece como segundo recurso.

Edipo: aunque sea como tercero, no dejes de decírmelo.
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LITERATURA UNIVERSAL

Corifero: no sé de nadie que esté más al tanto de los secretos del sabio febo
que el sabio teresias. Preguntándoselo a él, se podría saber todo con certeza,
¡oh rey!

Edipo: ni siquiera en esto he andado remiso. Por consejo de creonte, le he
enviado ya dos avisos; y cierto que me maravilla su tardanza.
(Pausa)

Corifero: todo lo demás, rey, no pasa de rumores oscuros y trasnochados.

Edipo: ¿cuáles fueron? no menosprecio ni un rumor.

Corifero: contaron que murió a manos de unos caminantes.

Edipo: también yo lo oí; pero al que lo vio nadie le ve ahora.

Corifero: si sabe lo que es miedo, no aguardará mucho al oír imprecaciones
como las tuyas.

Edipo: a quien no espantan obras, no amilanan palabras.

Corifero: ya tenemos el que no le ha de descubrir: ahí nos traen al divino
profeta; al único mortal que lleva la verdad innata en el alma.
(Todos miran con gran interés y expectación a tehesias, que llega.)

Edipo: ¡oh teresias, que todo lo penetras, lo decible, lo indecible, los arcanos
del cielo y los secretos de la tierra! ya ves, aun ciego como estás, de qué plaga
la ciudad está presa. tú eres nuestra sola defensa y salvación.
Pues febo (quizá se lo has oído ya a los mensajeros) contesta a nuestra
consulta que el único remedio a tan grave dolencia es descubrir y dar muerte a
los que se la dieron a layo, o al menos, expulsarlos y ahuyentarlos de la patria.
Tú no nos niegues lo que. las aves o las otras fuentes del saber profetice te
comunican a ti; sálvate a ti mismo, salva a la ciudad, sálvame a mi, borra en
fin, la mancha de ese asesinato; en tus manos estamos: ayudar a los demás
con lo que uno sabe o puede es el más dulce de los trabajos.
(Entra, guiado por un lazarillo, teresias, ciego, muy viejo y venerable).
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LITERATURA UNIVERSAL

Teresias: ¡ay! ¡ay! ¡qué triste es saber cuando no le trae cuenta al que sabe!
estaba yo convencido de ello, pero lo había olvidado; no debía haber venido
acá.

Edipo: ¿qué es eso? ¡qué desalentado vienes.

Teresias: déjame volver a casa; así acertarás tú a mirar por ti y yo por mí;
sigue mi consejo.

Edipo: faltas a un deber, faltas a la patria que te crió, si nos niegas tu
respuesta.

Teresias: es que veo que tampoco tú andas muy atinado en tus palabras; y
para no caer yo en la misma falta.
(Hace ademán de irse).

Edipo: no, por los dioses; si lo sabes, no te vuelvas así, te lo pedimos todos
suplicantes.

Teresias: sí, porque todos andáis descaminados. jamás descorreré yo el velo
de mis pesares, por no decir los tuyos.

Edipo: ¿qué es eso?, ¿sabedlo y te callas, e intentas traicionarnos y arruinar la
ciudad?

Teresias: no, yo no quiero afligir a nadie, ni a ti ni a mí. ¿por qué te afanas
con vanas preguntas? de mi no has de saberlo.

Edipo: pero, villano el mis villano, eres capaz de encender en ira un peñasco,
¿no vas a hablar por fin?, ¿y así vas a quedarte empedernido e irreducible?

Teresias: me echas en cara mi pasión, y no ves tú la que en ti anida, ¡tú te
enojas contra mi!

Edipo: ¿quien no ha de irritarse oyendo tal lenguaje y tal manera de injuriar a
la patria?

Teresias: ello llegará, aunque yo lo cubra con el silencio.

Edipo: pues si ha de llegar, dímelo a mi ahora mismo.
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102
LITERATURA UNIVERSAL

Teresias: no digo una palabra más. ahora, si quieres, rabia con la más furiosa
de las rabias.

Edipo: pues yo sí, en mi enojo, voy a decir lo que tengo entendido: sábete
que voy deduciendo que quien tramó el hecho fuiste tú, tú quien lo llevó a
efecto, aunque con mano ajena, y si vista tuvieras, dijera que la obra fue
toda tuya.

Teresias: ¿de veras? pues yo te hago saber que todo el peso de tus propias
con mano ajena, y si vista tuvieras, dijera que la obra fue toda tuya.
Maldiciones descarga sobre ti mismo, y que de hoy más no has de poder hablar
ni a éstos ni a mi, pues eres tú la plaga que tiene a esta tierra contaminada.

Edipo: ¿así y con tal descaro osas hablar?, ¿esperas tú librarte de mis manos?

Teresias: muy libre estoy; llevo en mi seno a la verdad como un baluarte.

Edipo: ¿y quién te la ha enseñado? no habrá sido tu ciencia agorera.

Teresias: ¿quién? tú, pues tú me has forzado a hablar contra mi voluntad.

Edipo: a hablar ¿qué?; dilo otra vez, para que lo oiga mejor.

Teresias:
palabras?

Edipo: no, no puedo decir que lo sé; dilo otra vez.

Teresias: digo, pues, que tú eres el asesino que andas buscando.

Edipo: a fe que no te has de gloriar de haber pronunciado tíos veces tal
insulto.

Teresias: ¿quieres que siga diciendo, para que tú sigas rabiando?

Edipo: lo que te venga en talante, todo será vana palabrería.

Teresias: digo que, aunque no lo crees, vives en vergonzoso consorcio con los
tuyos y que no ves los males en que vives.

Edipo: ¿esperas tu seguir hablando así, sin llevarte tu merecido?
¿no lo has entendido a la primera?, ¿o tratas de acogerme en
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LITERATURA UNIVERSAL

Teresias: sí, si es cierto que la verdad tiene algún poder.

Edipo: que lo tiene, pero no para ti; para ti no, cegatón, tan tapiado de ojos
como de oídos y de entendimiento.

Teresias: ¡qué desdichado eres!, estás profiriendo los insultos que muy pronto
han de acumular sobre ti todos los presentes, sin faltar uno.

Edipo: vives envuelto en perpetua noche; no atinará tu golpe ni conmigo ni
con nadie que tenga ojos.

Teresias: no soy yo el llamado a darte el golpe; recursos tiene apolo, a quien
está confiado todo esto.

Edipo: ¿son de creonte, o son tuyas estas invenciones?

Teresias: no busques en creonte tus males; en ti mismo están.

Edipo: ¡oh riquezas, oh imperio, oh talentos sobre los demás aventajados en
esta vida sembrada de envidias!
Cuántos son los celos que os acechan, pues hambreando este mando que puso
en mis manos la ciudad graciosamente y sin pedirlo yo, piensa creonte el fiel, el
viejo amigo creonte desbancarme y suplantarme, echando por delante a este
mago marrullero, tramposo charlatán, que no ve sino para explotar, y en su
arte es un cegatón.
Porque, dime: ¿en qué has mostrado tu habilidad profética? ¿por qué, cuando
estaba aquí la esfinge con sus enigmas, no dijiste a estos ciudadanos cosa que
los salvara?
Y conste que el descifrar sus enigmas no era de un cualquiera; ciencia
adivinatoria requería; la cual tú no supiste sacar ni de los cantos de las aves ni
de dios alguno.
Y yo, recién llegado, yo, edipo el que nada ve, yo fui el que atajó a la esfinge, y
con mi ciencia y sin mendigarla de los pájaros. Y soy yo el que tú pretendes
ahora destronar, con la esperanza de sentarte un día muy orondo junto al trono
de creonte.
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LITERATURA UNIVERSAL
Creo que os va a costar lágrimas el celo por purificar esa tierra, a ti y a tu
colega. Y si no tuvieras esa cara de viejo, con los azotes entenderías lo que
estás tramando.

Corifero: a nuestro pobre juicio, la pasión ha movido la lengua de teresias;
pero la tuya también, edipo. Y no es esto lo que ahora urge, sino ver de
cumplir, lo mejor posible, los mandatos del oráculo.

Teresias: aunque eres rey, hemos de ser iguales, por lo menos en el derecho
de contestar; a eso también mi poder se extiende; que no soy yo siervo tuyo,
sino de apolo; y no me empadroné entre los clientes de cernote.
Yo te hago saber, pues me motejas de ciego, que tú si ves mucho, pero no ves
ni en qué males estás, ni dónde habitas, ni con quiénes vives.
¿Sabes, acaso, de quiénes desciendes? no, no sabes que eres la execración de
los tuyos, de los muertos y de los vivos; y que las acosadoras furias, ambas a
dos combinadas, la de tu padre y la de tu madre, te han de arrojar un día de
esta tierra, a ti, que ahora ves muy bien, pero pronto verás tinieblas. ¿Y cuál
será el puerto, cuál el monte citerón que no repetirá muy pronto el eco de tus
halles, cuando te des cuenta de tu himeneo, golfo a que arrumbaste, bogando
viento en popa? Tampoco entiendes otros males sin cuento que pronto te
igualarán contigo mismo y con tus hijos.
Ahora sigue con tus escarnios contra creonte y contra mis predicciones. Jamás
será mortal alguno aniquilado de modo más vil que tú.

Edipo: ¿es posible tolerarle tamaña desvergüenza? ¡sal de ahí, maldito; sal
inmediatamente, vuelve por donde has venido y deja ya este palacio!

Teresias: no hubiese venido si no me hubieses llamado tú.

Edipo: es que no sabía que habías de contarme necedades; que a saberlo,
como quiera te llamo a mi casa.

Teresias: si, necio soy yo, por lo visto, a tu parecer; muy otro soy en el
concepto de tus padres, de los que te engendraron.

Edipo: ¿qué padres? espera; ¿quién es el que me dio el ser?

Teresias: este día te va a dar tu verdadero ser, y a quitártelo también.
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LITERATURA UNIVERSAL

Edipo: pero ¡qué embrollado y por demás enigmático lo dices hoy todo!

Teresias: ¿no te pagas tú de diestro en desembrollar enigmas?

Edipo: motéjame por ahí; en eso precisamente hallarás mi grandeza.

Teresias: precisamente es ésa la gloria que te ha arruinado.

Edipo: si con ella he salvado a la ciudad, no me importa.

Teresias: entonces, oídme (al lazarillo) tú, niño, guíame a un mismo tiempo y
padre; y para la mujer que le dio la vida hijo a la par y marido, y para su padre,
cónyuge de su mujer y matador de él. Y ahora vete, piensa todo esto, y si en
algo me sacas mentiroso, entonces di que no entiendo de profecías.
(Se va teresias con el lazarillo.
entra en palacio con sus pajes).

Edipo, después de observarle meditabundo,
Coro: ¿quién será el designado por la roca de delfos, la dictadura de oráculos?
¿quién el que con ensangrentadas manos osó cometer lo indecible de lo
indecible? hora es ya que huya agitando sus pies con la precipitación de los
corceles del huracán; pues ya se le echa encima, armada la diestra de fuego y
de rayos, el hijo de zeus, al que siguen las irresistibles y certeras parcas.
Porque del nevado parnaso acaba de vibrar una voz. Que nos manda rastrear
por doquiera las huellas del ignoto culpable, pues bajo algún bosque salvaje o
por los antros y peñascos va triscando, sin duda, como un toro, solitario y
maldito en malditos pasos, por esquivar los oráculos venidos del pitón central
de la tierra ¡pero ellos se ciernen sobre él siempre inmortales!
Con terribles, con horrendas ideas me ha desconcertado el sabio agorero, y ni
aprobarlas sé ni acierto a negarlas. No encuentro qué decir. Juguete de mis
pensamientos, ni veo el presente ni leo el pasado. Qué encuentro han tenido
los labdácidas y el de polibio (edipo) ni en el pasado ni en el presente
descubro cosa por la que, cual piedra de toque, tenga que admitir el rumor que
se propala acerca de edipo, al salir yo en defensa de los labdácidas por el
misterioso asesinato.
Zeus, es verdad, y apolo sabios son, y sondean los corazones de los mortales;
pero si un adivino sabe o no más que yo, no es fácil definirlo; la ciencia de un
hombre puede superar a la de otro hombre. Pero no, mientras no me salten a
los ojos las pruebas, no asentiré a los que le condenan, que todos vieron cuál
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LITERATURA UNIVERSAL
vino contra él la halada doncella (la esfinge) y la prueba nos le mostró sabio y
salvador de la ciudad. No, en mi corazón jamás será condenado (edipo).
(Creonte entra, como antes, por la izquierda).

Creonte: indignado vengo, ciudadanos, por la horrible calumnia que dicen me
ha levantado el rey edipo. Porque, si se imagina que en la presente calamidad
tengo yo alguna culpa, y con mis palabras o con mis obras le he causado yo
algún daño, renuncio al deseo de una vida manchada con semejante infamia.
No un mal cualquiera, gravísimo es el daño de tal difamación, si toda la ciudad
me ha de llamar traidor, traidor vosotros, y traidor todos mis amigos.

Corifero: pero quizá fue la ira la que arrojó tal insulto y no lo dictó la reflexión.

Creonte: ¿con qué pruebas se ha dicho que, sobornado por mi, falseó los
oráculos el adivino?

Corifero: eso se dijo; pero ¿quién sabe el alcance que tenia?

Creonte: ¿pero con toda sinceridad, con toda seriedad se me ha atribuido tan
grande crimen?

Edipo: si, que te guíe; mientras estás aquí, no haces sino estorbar y molestar;
en sacándote, puede que no fastidies más.

Teresias: me voy porque he dicho ya lo que tenia que decir, y no porque me
dé miedo tu ceño, que no has de poder perderme tú. Repito: el hombre que
hace tanto tiempo y con tantas amenazas buscas, decantando el asesinato de
layo, ese hombre está aquí, y es, a lo que se dice, un extranjero domiciliado
entre nosotros; pero pronto se hallará ser verdadero y natural tebano, y a fe
que no se alegrará con el descubrimiento. Porque ciego el que ahora ve y
mendigo el que es ahora opulento, saldrá a recorrer tierras extrañas y a
tantearlas con su bastón de ciego. Y aparecerá que es para sus hijos hermano
a un mismo tiempo y padre; y para la mujer que le dio la vida hijo a la par y
marido, y para su padre, cónyuge de su mujer y matador de él. Y ahora vete,
piensa todo esto, y si en algo me sacas mentiroso, entonces di que no entiendo
de profecías.
(Se va tehesias con el lazarillo. Edipo, después de observarle meditabundo,
entra en palacio con sus pajes).
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107
LITERATURA UNIVERSAL

Corifero: no lo sé: no alcanzan mis ojos a lo que hacen mis señores. Ahí sale
él mismo de palacio.
(Sale edipo, irritado, de palacio).

Edipo: ¡eh! ¿tú vienes acá? ¿tanto es tu atrevimiento que osas poner el pie en
mi casa, convicto asesino de este hombre, usurpador desalmado de mi cetro?
dime por los dioses: ¿tan impotente o tan necio me ves, que te atreves a
tamaña felonía? ¿te figuraste que no había de sorprender el avance de tus
ocultos amaños, o que, descubiertos, no los sabría castigar?
¿No son una insensatez tales maquinaciones, asaltar sin fuerza y sin tropas un
trono que sólo a la fuerza y a las riquezas puede rendirse?

Creonte: edipo, haz lo que te voy a decir. Tú ya has hablado; ahora
escúchame a mi, y luego que me hayas oído, júzgame.

Edipo: diestro eres tú para hablar, yo soy muy tardo para entender tus
razones, pues te he encontrado malévolo y cruel para conmigo.

Creonte: eso mismo es lo que quiero explicarte, escúchame.

Edipo: eso mismo es lo que no debes decirme, que no eres un aleve.

Creonte: si te imaginas que te basta con tu obstinación, aun faltándote la
razón, estás muy equivocado.

Edipo: si te imaginas que has de estar persiguiendo a un pariente y no lo has
de pagar, estás también equivocado.

Creonte: bueno, sea así, tienes razón en todo. dime cuál es el daño que crees
te he causado.

Edipo:
¿me decías o no me decías que era preciso llamar a aquel
reverendísimo agorero?

Creonte: y aun ahora sigo siendo del mismo parecer.

Edipo: bien; ¿cuánto tiempo hace que layo?

Creonte: ¿qué es lo que hizo? no sé a qué te refieres.
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108
LITERATURA UNIVERSAL

Edipo: ¿que desapareció con muerte violenta?

Creonte: muchos y largos años se podrían contar desde entonces.

Edipo: en aquel tiempo, ¿ejercía ya ese agorero su profesión?

Creonte: muy sabiamente y con tanta aceptación como ahora.

Edipo: ¿hizo entonces mención alguna de mí?

Creonte: al menos estando yo en su presencia, no.

Edipo: pues ¿no hicisteis averiguaciones?

Creonte: las hicimos, ¿cómo no? pero nada descubrimos.

Edipo: ¿y cómo no dijo entonces ese sabiondo lo que ahora?

Creonte: no lo sé; en lo que no estoy informado, a mí me gusta callar.

Edipo: una cosa sí sabes, y pues la sabes me la dirás.

Creonte: ¿cuál? si la sé, no la negaré.

Edipo: que a no haberse confabulado contigo, no dijera ser cosa mía la muerte
de layo.

Creonte: si eso dice, allá' tú lo sabrás. Ahora yo quisiera preguntarte a ti tanta
como tú me has preguntado a mi.

Edipo: habla, que a mí no me convencerás de asesinato.

Creonte: vamos a ver: ¿estás casado con mí hermana?

Edipo: no se puede negar lo que preguntas.

Creonte: ¿no eres tu el rey consorte, con igual poder que ella?

Edipo: adonde se extienden sus deseos, se extienden mis concesiones.

Creonte: ¿no estoy yo igualado a vosotros dos como tercer soberano?
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109
LITERATURA UNIVERSAL

Edipo: eso es precisamente lo que te convence de amigo traidor.

Creonte: de ninguna manera, si haces como yo una pequeña reflexión. Ante
todo, ¿hay quien prefiera mandar entre sobresaltos, pudiendo gozar de ese
mismo poder en paz y tranquilidad? yo, por mi parte, y como yo todo el que
sepa tener juicio, más quiero reinar que ser llamado rey.
Pues bien: ahora yo en ti lo tengo todo sin sobresalto alguno; sí fuera rey,
habría de obrar en muchas ocasiones contra mi voluntad. ¿y cómo ha de ser
para mí el mando mismo más dulce que esta amable e inofensiva soberanía? no
ha llegado a tal grado mi insensatez, que esté hambreando honores que no
traen provecho.
Ahora todos me quieren bien, ahora todos me saludan, ahora todos cuantos
desean alcanzar algo de ti corren a mí, pues con sólo hacerlo lo obtienen todo.
¿cómo, pues, había yo de renunciar a esta suerte para abrazar la contraria?
tener juicio basta para no hacerse traidor. Ni soy yo da los que acarician tales
ideas, ni sabría tratar con los que las pusiesen por práctica.
Y en prueba de cuanto te digo, ve a belfos, pregunta por los oráculos y mira si
ha faltado a la verdad mi mensaje; y después, si hallas que nos hemos
confabulado en nada el adivino y yo, acógeme y dame muerte con el peso, no
de una, sino de dos sentencias: la tuya y la mía. Y deja de condenarme
arbitrariamente y por vagas sospechas; que no es de justicia tener a los
malvados por buenos sin motivo, ni tampoco tener a los buenos por malvados.
Perder un fiel amigo, tanto vale para mi como perder la vida, que es el mejor
amigo. Con el tiempo lo verás todo claro; que sólo el tiempo es el que
descubre al ciudadano honrado; para descubrir al malvado basta un día.

Corifero: prudentes reflexione, ¡oh rey!, para quien desea no dar un mal paso;
los precipitados no son seguros en sus juicios.

Edipo: cuando precipitado avanza el que a la sombra maquina mi perdición,
precipitado tengo que andar también yo en mirar por mí. Que si me estoy
quedo y espero, sus planes obtendrán su fin, y los míos, el fracaso.

Creonte: vamos, ¿qué pretendes? ¿desterrarme?

Edipo: acá no. El destierro no; has de morir, para que el mundo aprenda qué
es envidia.
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110
LITERATURA UNIVERSAL

Creonte: hablas como quien no piensa ceder ni darme crédito.

Edipo: “porque no eres digno de él”.

Creonte: es que veo andas descaminado.

Edipo: para lo mío, no.

Creonte: es que tampoco debieras para lo mío.

Edipo: es que eres un traidor.

Creonte: ¿y si te equivocas?

Edipo: pues hay que mandar.

Creonte: sin faltar a la justicia.

Edipo: ¡oh patria, patria!

Creonte: también yo soy de esta patria. ¿crees que tú solo?

Corifero: ateneos, soberanos, que muy a punto veo sale de palacio nuestra
reina yocasta. Ella sosiegue contienda tan importuna.
(Entra yocasta, acompañada de dos doncellas; colocase entre creonte y edipo).

Yocasta: ¡menguados! ¿a qué viene esa desatentada reyerta y gritería? está la
patria agonizando, ¿y no os da vergüenza de andar así enredándoos en pleitos
privados?
Vuélvete tú, edipo, a palacio, y tú, creonte, a casa, y no paren en tragedia las
nonatas. Es que tu esposo, hermana mía, me infiere un cruel agravio,
decretando contra mí uno de dos males: desterrarme de mi patria o quitarme
la vida.

Edipo: es verdad: porqué, mujer, le he sorprendido tramando alevosamente
un atentado contra mi vida.

Creonte: no; así sea yo maldito, así acabe yo mal, como he hecho jamás nada
de lo que me imputas.
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111
LITERATURA UNIVERSAL

Yocasta: ¡válganse los dioses! dale crédito, edipo, ante todo por reverencia a
tan sagrado juramento, y aun por respeto a mi y a estos que tienes delante.

Corifero: escucha, serénate, reflexiona, oh rey, yo te lo pido.

Edipo: ¿en qué quieres, pues, que yo ceda?

Corifero: en tener consideración a un hombre que, si antes no era un niño,
ahora es grande por el juramento prestado.

Edipo: ¿pero sabes lo que me pides?

Corifero: lo sé.

Edipo: vamos, ¿qué quieres?

Corifero: que no condenes y dejes afrentado, por rumores inciertos, a un
amigo que así se maldice.

Edipo: mira, tenlo por cierto; al pedir eso, pides mi multe o mi perpetuo
destierro.

El Coro: no. ¡Por este sol, príncipe de todos los seres celestiales! ¡maldecido
de dioses y de hombres muera yo de la manera más desastrada si tales
pensamientos abrigo! sino que me angustia y desgarra el alma ver que,
estándose consumiendo la patria, se van a colmar los males públicos con estos
nuevos males.

Edipo: váyase, pues, éste, aun cuando tenga yo que morir mil veces o salir
echado con pública afrenta. Al corazón me han llegado tus palabras, las tuyas,
no las de éste (creonte) que éste, donde quiera que esté, será execrado por
mi.

Creonte: bien se ve que sigues rencoroso al ceder; insufrible eres cuando te
domina la pasión. Caracteres así son los mayores verdugos de si mismos.

Edipo: déjanos ya en paz y sal de ahí.

Creonte: me voy. No he logrado que me conocieras; para éstos soy el mismo
de antes.
(Se va; corta pausa).
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112
LITERATURA UNIVERSAL

Corifero: ¿no convendrá, oh reina, llevar al rey a palacio sin demora?

Yocasta: quisiera antes saber lo sucedido.

Corifero: palabras vagas, sospechas inciertas; sino que ofende aun lo que es
infundado.

Yocasta: ¿del uno y del otro?

Corifero: de los dos.

Yocasta: ¿y cuál fue la disputa?

Corifero: basta reina; creo que basta, entre tantas amarguras de la ciudad,
dejar la cosa donde ha quedado.

Edipo: ¿ves tú adonde me llevas con toda tu buena voluntad, abandonando mi
interés y embotándome el corazón?

Coro: hetelo dicho ya, gran señor, y no una sola vez: sería, en verdad, el más
mentecato, el ser más privado de todo buen consejo, si me apartase un punto
de ti; de ti, que volviste a su rumbo a mi querida patria, cuando era juguete de
las olas. ¡También ahora sálvala felizmente!

Yocasta: por los dioses, dime también a mí, ¡oh rey!, cuál es el motivo que te
tiene tan enojado.

Edipo: te lo diré, que tú te mereces mis respetos, aún más que ésos. Creonte
es, y lo que él ha tramado contra mi.

Yocasta: prosigue, si puedes exponerme todo el altercado.

Edipo: dice que soy yo el asesinó de layo.

Yocasta: ¿lo sabía él? ¿o se lo ha oído a alguien ahora?

Edipo: un canalla agorero nos ha traído acá, porque él no ha soltado palabra
que le pueda comprometer.

Yocasta: nada te dé cuidado de cuanto dices, edipo. Escúchame, y verás que
no hay mortal que entienda palabra de vaticinios. Te daré una prueba clara,
breve.
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113
LITERATURA UNIVERSAL
Vino le a layo un oráculo (claro está, no de apolo mismo, sino de sus
servidores), y le decía que era su sino fatal morir a manos de un hijo que él y
yo habíamos de tener. Pues bien: él al menos ésa fue la voz que corrió murió
a manos de unos salteadores extranjeros, en un cruce de tres carreteras; y,
cuanto al muchacho, no llevaba tres días de nacido, cuando ya lo habla echado
por manos de un tercero en un monte inaccesible, sujetos con un hierro los
tobillos. Ya ves que apolo ni logró hacer al niño asesino de su padre, ni que el
padre muriera a manos de su propio hijo, como grandemente se temía. Tan
certeras como esto anduvieron las profecías.
Así que nada se te dé ya de todas ellas; cuando un dios necesita y busca algo,
él mismo lo descubre, y pronto.
(Pausa).

Edipo: gran desconcierto me ha venido al alma y grande turbación añalmente
al escucharte, yocasta.

Yocasta: ¿qué es lo que te angustia para hablar así?

Edipo: creo haberte oído decir que layo murió junto a un triple crucero.

Yocasta: así se dijo entonces, y aun se dice todavía.

Edipo: ¿y dónde está el paraje en que todo ello sucedió?

Yocasta: la tierra se llama fócida; es el lugar donde confluyen el camino de
belfos y el de daulia.

Edipo: ¿y cuánto tiempo ha pasado desde entonces?

Yocasta: precisamente, un poco antes de venir tú a ser rey de este país se
divulgó la noticia por la ciudad.

Edipo: ¡ay zeus!, ¿qué es lo que has decretado hacer conmigo?

Yocasta: pero ¿qué es lo que así te alarma, edipo?

Edipo: no me lo preguntes todavía dime, ¿qué figura tenia layo, de qué edad
era poco más o menos?
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114
LITERATURA UNIVERSAL

Yocasta: era alto, ya le empezaba a blanquear la nieve en la cabeza; su
fisonomía, bastante parecida a la tuya.

Edipo: ¡ay de mí! me sospecho que, sin pensarlo, he estado hace un momento
echándome maldiciones a mí mismo.

Yocasta: ¿qué dices? me da miedo mirarte a la cara, ¡oh rey!

Edipo: mucho me aterra pensar que quizá el adivino vea bien. Tú me sacarás
de dudas, si contestas a una pregunta no más.

Yocasta: me da pavor, la verdad; pero a cuanto preguntes contestaré lo que
sepa.

Edipo: ¿iba solo, o llevaba mucha escolta, como persona de autoridad?

Yocasta: en total, cinco eran; entre ellos, un heraldo; una carroza, en ella iba
layo.

Edipo: ¡ay! ¡ay! esto está claro ya. ¿Quién fue, oh mujer, el que acá trajo esas
noticias?

Yocasta: un criado, el único que sobrevivió y llegó a casa.

Edipo: ¿y vive todavía en palacio?

Yocasta: no. Apenas vino de allí y vio luego que tú estabas
después de muerto layo, estrechándome la mano me suplicó que
campo y al pastoreo de los rebaños, a fin, decía, de estar lo
posible de la vista de esta ciudad. Yo le envié, que siervo y todo,
ésta y otras mayores mercedes.

Edipo: ¿no podría volver acá ahora, en seguida?

Yocasta: poder, si; pero, ¿para qué le quieres?

Edipo: me temo, yocasta, que he hablado más de la cuenta. Tengo que verle
de todos modos.

Yocasta: pues él vendrá. Y yo, ¿no merezco saber de ti qué es lo que así te
aflige?
en el poder
le enviase al
más alejado
digno era de
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LITERATURA UNIVERSAL

115
Edipo: llegado a este punto en mis zozobras, nada te voy a ocultar, yocasta.
En trance tan angustioso, ¿a quién iba yo a hablar con más razón que a usted?
era mi padre polibio, el corintio. Merote, la doria, mi madre. Pasaba yo por el
más feliz de todos aquellos ciudadanos, hasta que me aconteció una cosa que,
si se merecía alguna atención, no se merecía toda la que yo le di.
Un hombre, en un banquete, al fin de él, ebrio ya y pasado del vino, me dice
que era yo hijo sólo adoptivo de mis padres. Terrible fue mi enojo; pude, a
duras penas, contenerme aquel día; pero al siguiente fui y pregunté la verdad a
mi padre. Muy a mal llevaron ellos la impostura del que así me había insultado.
Cuanto estaba de su parte, me dejaron tranquilo. Con todo, siempre me venia
carcomiendo la idea, porque se iba ya divulgando mucho.
A escondidas, pues, de mi padre y de mi madre, voy me a belfos; allí febo,
cuanto al objeto de mi viaje, no se dignó contestarme. En cambio, rife dictó
unos pavorosos y tristísimos oráculos: que yo había de contraer nupcias con mi
madre y mostrar una descendencia insoportable a la vista de todo mortal, y que
había de ser el asesino del padre que me engendró.
Oído esto, yo calculando por los astros el resto del camino, eché a huir adonde
jamás pudiese ver cumplidas las infamias de mis fatales oráculos.
En mi camino llegué a aquel paraje mismo donde tú dices fue muerto el rey
aquél, y te lo diré todo como pasó, yocasta. Cuando en mi viaje estaba ya
cerca de aquel triple camino, topé con un heraldo y con un hombre montado en
una carroza tirada de potros, todo como tú lo has descrito. El guía primero, y
después el viejo, se ponen entonces a echarme bruscamente del camino; yo,
enojado, doy un golpe al que me empujaba, al espolique; lo ve el viejo, espera
a que llegue yo, y desde el carro me descarga en medio de la cabeza su
aguijada de dos puntas. Muy caro lo pagó. En un abrir y cerrar de ojos, de un
golpe de mi bastón, esta mano le tumbó de espaldas y cayó rodando del medio
de la carroza. A mis manos murieron todos.
Si aquel extranjero tenía algo que ver en parentesco con layo, ¿hay hombre
más desgraciado que yo? ¿hay hombre más odiado de los cielos? pues que a
ningún ciudadano ni a ningún extranjero le será ya permitido darme hospedaje
ni aun dirigirme la palabra, sino que todos me han de echar de sus casas. Y
esto por las maldiciones que yo, yo mismo y nadie más, me he echado.
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116
LITERATURA UNIVERSAL
Además, estoy profanando el lecho del muerto con estas manos que le quitaron
la vida. ¿no soy yo un vil? ¿no soy yo la hez de la impureza? ¡estar forzado a
huir y, en mi huida, no serme dado ver a los míos y ni aun poner el pie en mi
patria, os pena de contaminarme con mi madre y dar muerte a mi padre
polibio, que me ha criado, que me ha engendrado! ¿andaría equivocado quien
dijese que un enemigo demonio rige los destinos de edipo? ¡oh, no; no, por la
pureza y respeto debidos a los dioses! ¡jamás llegue tal día! ¡desaparezca yo de
entre los mortales antes que ver que tan funesta mancha está ya sobre mi!.

Corifero: angustioso es para nosotros todo eso, ¡oh rey!; pero hasta que oigas
al que fue testigo de vista, ten alguna esperanza.

Edipo: esa es la única esperanza que queda: aguardar a que el pastor llegue.

Yocasta: ¿y qué sacas con quo él comparezca?.

Edipo: yo te lo diré: si resulta que narra los hechos lo mismo que tú, ya está
conjurada la tormenta.

Yocasta: pues ¿qué has visto de particular en mis palabras?

Edipo: decías que se aseguró que varios ladrones le habían asesinado. Si
también ahora habla así, en plural, no fui yo el que le mató; no es lo mismo
uno que varios. Pero si dice que era uno solo el caminante, entonces no hay
duda, todo el hecho encaja en mi fatalmente.

Yocasta: pues no dudes que eso fue lo que contó, y difícilmente lo podrá ahora
desmentir, que toda la ciudad lo oyó y no yo sola.
Pero en todo caso, aunque se desdiga en algo de lo que entonces elijo, al
menos, edipo, el oráculo relativo a layo, que, según decía apolo, había de morir
a manos de un hijo mío, ha resultado a todas luces falso, pues es cierto que no
le mató aquel pobrecillo, como que murió antes que él. Así que yo, de hoy
más, por vaticinios ni vuelvo la vista acá ni vuelvo la vista allá.

Edipo: tienes razón.
demores.

Yocasta: a toda prisa le llamare; pero entremos en palacio. nunca, haré yo a
sabiendas cosa que no sea de tu agrado.
Con todo, manda venir al campesino aquél; no lo
(se van todos; queda, solo el coro.)
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LITERATURA UNIVERSAL

117
Coro: ¡oh!, sea su suerte, conservar siempre la más respetuosa pareja en
palabras y en obras. Pues a todas presiden altísimas leyes, engendradas en las
etéreas regiones de los cielos. El olimpo es su único padre y no les dio ser
fuerza alguna mortal de hombres ni acabará con ellas jamás el sueño del
olvido. Un gran dios habita en ellas, que no envejece.
La intemperancia engendra a los tiranos; la intemperancia, que cuando se halla
cebada más de lo justo en afectos que son ilícitos y perniciosos, remontase
insolente hasta lo más alto, pero de allí se despeña en angustiosos aprietos,
don de no puede dar un paso en libertad. Certámenes que traen la bendición a
la patria yo mismo pediré al dios que jamás nos falten, y ese mismo dios será
quien los presida para siempre.
Sabias si alguien se pasea llevando la insolencia en sus palabras o en sus obras,
sin temor a la justicia, sin respeto a las sagradas imágenes de los dioses, a ése,
mal hado le arrebate en castigo de su malhadada impudicia; ya que no disfruta
de lo que hay que disfrutar como es debido, y no se aparta de toda impureza,
sino que con incontinentes manos toca lo que no hay que tocar. ¿Quién será el
que, reo de tales maldades, pueda gloriarse en su corazón de sustraer su vida a
los tiros (de los dioses) porque si honra (y no castigo) merecen tales
acciones, ¿para que estas danzas sagradas?
Yo ya; no iré respetuoso ni inviolable y central santuario (de delfos) ni al
templo, ni a olimpia tampoco, si todo esto ha de cumplirse a la letra; tal que
todo mortal lo señale con el dedo.
Más, ¡oh soberano zeus!, pues con razón eres aclamado señor que impera en
todo, no se escape esto a ti y a tu inmortal poder jamás. ¡Por tierra van
quedando aquellos (antiguos) oráculos de layo, y en ninguna parte es
glorificado por veraz apolo! ¡toda la religión se viene a tierra!
(Sale de palacio yocasta, acompañada de dos doncellas y llevando, como ella lo
dice, una guirnalda de laurel y otras ofrendas, y se dirige al altar de apolo).

Yocasta: he resuelto, príncipes de la patria, salir a visitar el santuario de los
dioses, llevando conmigo esta guirnalda y apuestos timiamas, porque está el
ánimo de edipo increíblemente sobreexcitado con toda clase de espantos, y no
conjetura como hombre sensato el porvenir por lo pasado; a merced está de
todo el que hable, con tal que diga cosas pavorosas.
Y ya que con todas mis exhortaciones nada he logrado, a ti vengo suplicante
con estas humildes ofrendas, oh licio apolo, que tan cerca estás y nos oyes,
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rogándote nos otorgues un desenlace libre de toda impureza. Pues ahora todos
estamos desconcertados, viendo así aterrado al rey que maneja el timón de la
patria.
(Entra, por la izquierda, un mensajero y habla al coro).

Mensajero: ¿podríais decirme, amigos, dónde está el palacio del rey edipo? y,
más que todo, decidme dónde está él, si lo sabéis.

Corifero: el palacio éste es, él está dentro, ¡oh extranjero!; esta señora es su
esposa madre de sus hijos.

Mensajero: pues bendita sea ella y benditos los que rodean digna esposa de
tan gran rey.

Yocasta: las bendiciones para ti, extranjero, que bien te las mereces por tan
gentil saludo. Pero dime ya, ¿qué es lo que deseas o qué noticias traes?

Mensajero: noticias buenas para tu casa y para tu esposo, señora.

Yocasta: ¿a ver cuáles? ¿de dónde has venido?

Mensajero: de corinto. Y la noticia que te voy a dar te va a alegrar, ¿cómo
no?, aunque quizá también te dé alguna pena.

Yocasta: ¿pero cuál es? ¿y qué doble virtud es ésa?

Mensajero: el pueblo va a proclamar a edipo rey de la tierra ístmica. Así se
dijo allí.

Yocasta: ¿qué no está ya en el poder el anciano polibio?

Mensajero: no; donde está es en el sepulcro, muerto.

Yocasta: ¿cómo? ¿ha muerto ya polibio?

Mensajero: aquí me muera yo, si no digo la verdad.

Yocasta:
noticias.
muchacha, anda a escape; cuenta al rey inmediatamente estas
(véase una de las doncellas).
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LITERATURA UNIVERSAL

¡Oh oráculo de los dioses!, ¿dónde estáis? de miedo de matar a este hombre
hace tanto tiempo se desterró edipo; y ahora está ya muerto, y eso a manos de
su sino, y no a las del rey.
(sale de palacio edipo).

Edipo: amadísima esposa, yocasta, ¿qué querías al mandarme llamar de
palacio?

Yocasta: oye a este hombre; escúchale, y ve en qué paran los decantados
oráculos de los dioses.

Edipo: ¿quién es ese hombre y qué es lo que quiere?

Yocasta: de corinto viene, anunciando que ya no es tu padre polibio, sino que
ha muerto.

edipo: ¿cómo? forastero, explícamelo todo tú mismo.

Mensajero: si eso es lo que primero debo declararte, no lo dudes, él está
muerto. Polibio se fue.

Edipo: ¿en qué manera? ¿a traición? ¿por enfermedad?

Mensajero: a cuerpos ancianos, un peso de nada los derriba.

Edipo: según las trazas, fue la enfermedad la que acabó con el desventurado.

Mensajero: sí, y los muchos años que llevaba encima.

Edipo: ¡bien, bien! para que nos preocupemos, mujer, con los santuarios
adivinatorios de apolo y con las aves que chirrían por los aires, según los cuales
yo había de dar muerte a mi padre. Muerto está él y oculto bajo tierra, y yo
aquí, sin tocar un arma. A no ser que haya muerto de pena por mi ausencia,
¡esto también seria matarle yo! en fin, ya está polibio en el hades y se ha
llevado consigo todos esos oráculos, probando la nada que son.

Yocasta: ¿no te lo decía yo hace ya tiempo?

Edipo: me lo decías; pero yo andaba a merced del miedo.

Yocasta: conque, en adelante, ni pensar siquiera en nada de esto.
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120
LITERATURA UNIVERSAL

Edipo: pero lo del lecho de la madre, ¿no es para angustiarme?

Yocasta: ¿qué preocupaciones ha de tener el hombre, cuando todo se lo
maneja el azar, y no tiene previsión cierta de nada? vivir a la ventura, eso es lo
que importa, y cada uno como mejor pueda. A ti, lo de las bodas de tu madre
no te dé pena, que dicen que también otros lían tenido tales himeneos
maternos, sí, en sueños. El que más se burla de todo esto, ése es el que mejor
se pasa la vida.

Edipo: bien estuviera todo eso, si no viviera aún mi madre. Pero, pues vive
ella, con todo lo bien que hablas, fuerza es temer, yocasta.

Yocasta: sí, para buen argumento ahí está el sepulcro de tu padre.

Edipo: bueno, lo confieso; pero al fin ella vive y todo es de temer.

Mensajero: (interrumpiéndole) ¿cuál es la mujer que tan alarmados os tiene?

Edipo: merote, oh viejo, la señora de polibio.

Mensajero: ¿y por qué os ha de causar tanta inquietud aquella señora?

Edipo: por un oráculo terrible que los dioses pronunciaron.

Mensajero: ¿se puede saber, o exige absoluto secreto?

Edipo: de ningún modo dijo loxias (apolo) que yo había de contraer nupcias
con mi misma madre y que, además, había de ensangrentar mis manos con la
sangre de mi padre. Esta es la razón porque no he puesto el pie en corinto
hace tanto tiempo. No me va ciertamente mal; pero siempre es dulce volver a
ver a los padres.

Mensajero: ¿qué, y por temor a eso vives expatriado?

Edipo: sí, viejo; para no llegar a ser el asesino de mi padre.

Mensajero: ¿por qué no te habré quitado yo esa inquietud, ya que con tan
buenas intenciones he venido acá?

Edipo: pues a fe que te llevarás un premio digno.
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121
LITERATURA UNIVERSAL

Mensajero: pues a fe que eso es lo que más me movió a venir; la esperanza
de que, vuelto tú a tu patria, prosperaría yo a tu lado.

Edipo: yo jamás vuelvo a donde mis padres.

Mensajero: ¡ay hijo!, acornó se conoce que no sabes lo que traes entre manos!

Edipo: ¿cómo, viejo?, por los dioses, dime qué hay.

Mensajero: si esa causa te retrae de volver a tu hogar.

Edipo: sí, el temor de que febo resulte verdadero.

Mensajero: ¿el temor de que te contamines con tus padres?

Edipo: eso mismo, viejo; eso es lo que me tiene en perpetua zozobra.

Mensajero: pues sábete que en ello no tienes motivo ninguno de desazón.

Edipo: ¿cómo que no, si ellos son mis padres?

Mensajero: porque polibio no tenia que ver nada contigo.

Edipo: ¿qué dices?, ¿no es él el padre que me engendró?

Mensajero: tanto como este hombre, lo mismo.

Edipo: ¿van a ser lo mismo el padre y el que no lo es?

Mensajero: es que ni él te ha engendrado, ni yo.

Edipo: ¿no?, ¿pues cómo me llamó siempre hijo?

Mensajero: mira, rey, porque fuiste un regalo que él recibió de mis manos.

Edipo: ¿y tanto supo amarme habiéndome recibido de otros?

Mensajero: el verse sin hijos le enseñó a hacerlo.

Edipo: ¿y tú me compraste o me encontraste casualmente y me pusiste en sus
manos?
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122
LITERATURA UNIVERSAL

Mensajero: en los replegados valles del citerón te había encontrado.

Edipo: ¿y a qué andabas tú por aquellos parajes?

Mensajero: allí por los montes pastoreaba mis rebaños.

Edipo: ¿pastor eras entonces y andabas vagando asalariado?

Mensajero: y tu salvador, hijo, en aquel trance.

Edipo: pues ¿qué mal tenía yo, cuando tus manos me cogieron?

Mensajero: tus tobillos te lo podrían decir.

Edipo: ¡ay de mi! ¿cómo me explicas tú esa deformidad tan antigua?

Mensajero: es que yo te solté unos hierros que te atravesaban los píes.

Edipo: ciertamente, desde la cuna me vienen esas vergonzosas cicatrices.

Mensajero: como que por ellas te dieron el nombre que llevas.

Edipo: ¡por los dioses!, di quién fue: ¿el padre?, ¿la madre?

Mensajero: no lo sé; esto mejor lo sabrá el que te me entregó.

Edipo: ¿me recibiste de manos de otro? ¿no me encontraste tú mismo?

Mensajero: no; otro pastor te me dio.

Edipo: ¿qué pastor? ¿podrías mostrárnoslo?

Mensajero: le llamaban el pastor de layo, uno de ellos.

Edipo: ¿de layo, el antiguo rey de esta tierra?

Mensajero: de ese mismo; pastor suyo era.

Edipo: ¿vive ese viejo todavía?, ¿le podría yo ver?

Mensajero: eso vosotros lo sabréis mejor (a los del coro) los de la tierra.
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123
LITERATURA UNIVERSAL

Edipo: ¿hay alguno de los aquí presentes que conozca al pastor de que habla?,
¿alguno que le haya visto, sea aquí, sea en el campo? dígalo, que a punto
hemos llegado ya de descubrirlo todo.

Corifero: creo qué no es otro que el pastor del campo, el mismo que hace un
rato deseabas ver. nadie podría decirlo mejor que aquí yocasta.

Edipo: ¿conoces, yocasta, al que hace un momento llamábamos?, ¿es aquél el
que éste dice?

Yocasta: (con desazón) ¿y qué que sea cualquiera?; déjalo estar, no des ni un
solo pensamiento a lo que se ha dicho, todo es en vano.

Edipo: de ninguna manera; en este punto ya de mi pesquisa, no cejo hasta dar
con mi nacimiento.

Yocasta: no, por los dioses; si no deseas tu perdición, no des un paso más
bástame lo que he sufrido.

Edipo: ten buen ánimo; tú nada pierdes aunque yo resulte siervo, hijo de
sierva nacida de sierva.

Yocasta: aun así, obedéceme, te lo suplico, no lo hagas.

Edipo: no cedo hasta no dar con la verdad y la evidencia.

Yocasta: que te lo digo por tu bien; que mi consejo es el mejor.

Edipo: esos consejos tan buenos son precisamente los que hace tiempo me
están molestando. (Le vuelve las espaldas.)

Yocasta: ¡Ay, desventurado!, ¡ojalá nunca descubras quién eres!

Edipo: (a sus pajes) que vaya alguno inmediatamente a traerme acá al
pastor; y a ésta, dejadla que se pavonee con la opulencia de su linaje.

Yocasta: ¡ay!, ¡ay!, ¡¡desdichado!!, éste es el único nombre que té puedo dar
¡y jamás ya otro alguno! (furiosa y desesperada, se mete en palacio - pausa.)

Corifero: ¿por qué, edipo, se habrá precipitado así la señora, presa de salvaje
furor? me temo que este silencio reviente en algún mal estruendoso.
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124
LITERATURA UNIVERSAL

Edipo: reviente por donde quiera. Yo tengo que descubrir mi linaje, por más
villano que sea. Esa (mujer había de ser para presumir) se siente humillada
ante mi bajo nacimiento. Yo soy hijo de mi fortuna, y no me dejará
abochornado quien tan bien me cuida. Fortuna es mi madre. los meses y los
años, mis hermanos, deciden de mi linaje, alto o bajo. Hijo de tales padres, ni
he de resultar otro, ni hay por qué ignorar mi cuna.

Coro: si adivino soy yo, si sabe predecir mi corazón, no, por todo el olimpo, no
dejarás, al llegar la luna llena de mañana, de ser celebrado por mí, ¡oh monte
citerón!, como padre y sostén y madre de edipo, ni de verte festejado con mis
danzas cual bienhechor de mi amado soberano. ¡Oh salvador apolo, sean de tu
agrado estos mis votos!
¿Cuál, niño, cuál de las ninfas; inmortales es la que te ha dado el ser, visitada
del dios pan, que retoza en las montañas? ¿o fue alguna compañera de apolo?,
pues él halla sus delicias en las praderas y dehesas. Quizá fue el rey de selene
(hermes) quizá el dios de las bacanales, quien te recibió cómo una sorpresa de
una de las linfas del helicón, pues con ellas se solaza el dios que mora en las
cumbres de los montes.
(Edipo está frente a la puerta de palacio. Viendo que por el lado izquierdo
entra el viejo criado pastor de layo, medio arrastrado por dos sirvientes del rey,
dice).

Edipo: si también yo tengo derecho a conjeturas, me figuro, anciano, aunque
jamás me he visto con él, que es ése el pastor que vamos buscando hace
tiempo.
¿Su edad avanzada se da la mano con la de esté? y por otra parte, criados que
conozco de casa son los que le traen. Tú lo sabrás mejor que yo, pues le
habrás visto antes de ahora.

Corifero: le conozco, ciertamente. Pastor era de layo y fiel como el que más.

Edipo: primero tú, mensajero corintio, di: ¿es éste el que decías?

Mensajero: el mismo que ven tus ojos.

Edipo: ahora tú, viejo (al pastor) mírame y contesta a cuanto te voy a
preguntar. ¿Eras tú de la servidumbre de layo?

Criado: siervo suyo, y no comprado, sino nacido en casa.
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125
LITERATURA UNIVERSAL

Edipo: ¿en qué te ocupabas y cuál era tu vida?

Criado: gran parte de mi vida la gasté en el pastoreo.

Edipo: ¿en qué parajes lo ejercías de ordinario?

Criado: a veces en el citerón, a veces en los lugares comarcanos.

Edipo: pues bien; ¿recuerdas haber visto allí alguna vez a este hombre?

Criado: ¿en qué ocasiones y de qué hombre hablas?

Edipo: de este que tienes delante ¿te viste con él alguna vez?

Criado: (receloso y desazonado, porque lo ha entendido todo) no, que yo
sepa así, de repente.

Mensajero: nada tiene de extraño, señor. Pero yo alumbraré su olvidadiza
memoria. Pues sé muy bien que se acuerda cómo, él con dos rebaños y yo con
uno, anduvimos juntos en las vertientes del monte citerón, en tres ocasiones y
durante seis meses cada vez, desde la primavera al arturo. En invierno, yo me
retiraba a mis rediles, y él a los apriscos de layo; ¿es o no es así, como yo digo?

Criado: verdad dices, aunque han pasado ya tantos años.

Mensajero: sigamos adelante, ¿te acuerdas cómo me diste un niño para que
yo lo criase para mi?

Criado: ¿a qué viene ahora eso?, ¿por qué me lo preguntas?

Mensajero: camarada, este señor es el que entonces era un niño.

Criado: ¡maldito seas! ¿no te vas a callar?

Edipo: no le reprendas a él, viejo; tus palabras y no las suyas son las que
merecen castigo.

Criado: ¿en qué he faltado yo, señor el bueno entre los buenos?

Edipo: en que no contestas a la pregunta sobre el niño.

Criado: es que no sabe lo que se dice y está cansándose en vano.
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126
LITERATURA UNIVERSAL

Edipo: no quieres hablar a buenas, a malas hablarás.

Criado: no, por los dioses; no maltrates a un anciano como yo.

Edipo: venga acá alguno, átele las manos a la espalda.
(los criados se disponen a hacerlo).

Criado: ¡infeliz de mí! ¿por qué? ¿qué quieres saber?

Edipo: ¿le diste el niño de que éste habla?

Criado: se lo di, y ojalá me hubiese muerto aquel día.

Edipo: ahora morirás, si no hablas claro.

Criado: más muerto soy si hablo claro.

Edipo: por lo visto, este hombre quiere más evasivas.

Criado: no, por cierto; ya he dicho hace rato que si se lo di.

Edipo: ¿de dónde lo habías tomado?, ¿era propio o de algún otro?

Criado: mío, no, no era; alguien me lo dio.

Edipo: ¿alguno de estos ciudadanos?, ¿de qué casa?

Criado: no, por los dioses, no me preguntes más, señor.

Edipo: como me obligues a repetir la pregunta, date por muerto.

Criado: bueno, pues era un niño de la casa de layo.

Edipo: ¿siervo? ¿o hijo legítimo de su familia?

Criado: ¡ay, ay de mi!, llego ya al borde de la palabra terrible de decir.

Edipo: y de oír también; con todo, hay que oiría.

Criado: le llamaban hijo de layo.
explicarlo todo claramente.
Tu mujer, que está en palacio, sabrá
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127
LITERATURA UNIVERSAL

Edipo: ¿ella fue quien te lo entregó?

Criado: ella misma, señor.

Edipo: ¿con qué objeto?

Criado: para que acabase con él.

Edipo: ¿su propio hijo?, ¡malvada!

Criado: si, por miedo a unos funestos oráculos.

Edipo: ¿a cuáles?

Criado: corría la fama de que había de dar muerte a sus padres.

Edipo: y tú, ¿por qué lo entregaste a este anciano?

Criado: por pura compasión, señor, esperando que lo llevarla a las lejanas
tierras de donde él era. El lo salvó, y en mala hora lo hizo. Si tú eres en
realidad el que éste dice, sábete que has nacido con mal hado.

Edipo: ¡ay!, ¡ay!, ¡ay! la verdad ha quedado desnuda. ¡Oh luz!, ¡por postrera
vez te ven mis ojos! ya se ha descubierto: nací de quien no debiera: con quien
no debiera me casé, y he matado a quien menos debía.
(Se mete precipitado en palacio; se van los demás por los lados; queda solo el
coro.)

Coro: ¡oh generaciones de los mortales! ¡cómo vuestra vida no monta para mi
más que la nada! ¿quién es, quién es el hombre que roba a la dicha otra cosa
que parecer y en pareciendo desaparecer? con tu caída, con tu fatal caída,
como ejemplo ante mis ojos, oh edipo desventurado, ya nada que toque a
mortal llamo yo feliz.
Tú que asestaste con sin par destreza y arrebataste la más venturosa fortuna
(¡oh zeus!) tú que acabaste con la rampante doncella y sus fatales enigmas, y
en medio a nuestra tierra, te alzaste cual baluarte ahuyentador de muertes; y
yo por ello te aclamé rey mío, y te colmé de honores cual soberano de tebas, la
magnifica.
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128
LITERATURA UNIVERSAL
Más ahora, ¿quién tiene más triste historia?, ¿quién es presa de tantos pesares,
de tantos trabajos con tan súbita catástrofe? ¡oh edipo el famoso!, que cual
padre y cual hijo fuiste a caer en un mismo puerto, en un mismo regazo. ¡Oh!
¿cómo pudo, cómo pudo el maternal seno, ¡oh desdichado!, sufrirte en silencio
por tan largos años?
Por fin, y a despecho tuyo, ha dado contigo el tiempo, que todo lo ve; ya ha
condenado el maridaje in maridable de engendrar y engendrado por tanto
tiempo. ¡Oh verdadero hijo de layo! ¡ojalá, ojalá jamás te hubiese visto!
gemidos doy, como quien no tiene para sus labios sino ajes de dolor. A decir
verdad, por ti alcé la cabeza y por ti cierro ya los ojos a la dicha.
(sale un paje desolado de palacio).

Paje: ¡oh cosas las que vais a oír, oh cuadro el que vals a ver, oh pena la que
os va a abrumar, príncipes y magnates de esta tierra, si aún os llegan a vuestro
noble corazón las cosas de la familia de lábdaco.
Ni el istmo con todas sus aguas, ni el oasis, creo que han de poder lavar y
purificar este palacio de una abominación que en él se encierra, y presto,
presto ha de salir a luz; voluntaria, voluntaria ha sido, y de los males, los que
más acongojan son los que resultan ser voluntarios.

Corifero: tampoco a los males, que ya conocíamos, les faltaba nada para ser
dignos de toda lamentación. ¿Qué tienes que añadir a ellos?

Paje: una palabra basta para decirlo y entenderlo todo: ha muerto la divina
yocasta.

Corifero: ¡desdichada! ¿quién la ha matado?

Paje: ella, ella a sí misma. Yo no sabré describir el momento más doloroso,
pues el acto mismo no lo vi; pero cuanto alcanza mi conocimiento, oíd las
desdichas de aquella infortunada.
Así que furiosa y frenética atravesó el portal, abalanzándose precipitada hacia
el tálamo nupcial, tirandose y arrancándose con ambas manos los cabellos;
entra en la cámara, cerrase dentro y empieza a dar gritos a layo, hace ya
tiempo muerto, recordándole el hijo que engendraron un día, para que al padre
le diera muerte y luego se quedara a sacar de su madre lo que no debe
llamarse hijos; y daba gritos al lecho aquel, do un esposo le dio a la
desventurada esposo y un hijo le dio hijos.
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LITERATURA UNIVERSAL
129
Cómo acabó después yocasta, yo no lo sé. Porque nos sorprendió con un
alarido edipo y no pudimos ver la catástrofe de la reina, por llevarnos tras si los
descaminados pasos del rey.
Vagaba de acá para allá, pidiendo le trajésemos una espada, y a aquella mujer,
ya no su mujer, sino campo donde había hallado el ser, para sí y para sus hijos.
Enfurecido como andaba, algún ser invisible le dirigía, y no mortal alguno de
cuantos allí estábamos.
Dio entonces un horrendo alarido y, como empujado por alguien, se echa
contra los batientes de la puerta, tuerce y desencaja la férrea tranca y se mete
dentro. Allí, colgada y meciéndose en la retorcida cuerda, vemos a la reina,
ahorcada.
El apenas la vio, dando pavorosos bramidos, la suelta del lazo que la sostenía;
y ya que estaba tendida en tierra la desdichada ¡oh escena lastimera la que
entonces vimos!, le arranca los dos largos y áureos broches con que sujetaba y
adornaba sus vestiduras, levántalos en alto y... los clava en las órbitas de sus
propios ojos, diciendo cosas como ésta “no veáis, ojos míos, ni cuanto yo
estaba sufriendo ni cuanto yo estaba haciendo; sepultados en eterna noche,
contemplad a los que yo jamás debiera haber visto, y nunca veáis a los que yo
tanto deseé ver”.
Con tales lamentaciones, una y mil veces repetidas, se iba desgarrando los
párpados, y, enrojecidas las órbitas, iban enrojeciendo las mejillas, y a poco ya
no eran gotas de fresca sangre las que corrían, sino una masa de sangre
coagulada lo que lo bañaba todo. A dos y no a uno solo ha asaltado la
desgracia: a rey y reina los ha arrollado la desgracia.
Aquella antigua ventura de otros tiempos era, en verdad, ventura entonces. En
este día y de hoy mas es lamentos, maldición, muerte, vergüenza, todos los
males que tienen nombre en el mundo; no falta uno solo.

Corifero: ¿está el infortunado ahora ya tranquilo? clamando que le abran las
puertas y que alguno vaya y saque aquí, a la vista de todos los cadmeos, al
parricida, al que a su madre. Impiedades profiere que no puedo yo repetir,
como quien se destierra de la patria y no ha de vivir en casa bajo las
maldiciones que él mismo se echara.
Está empero sin fuerzas y necesita alguien que le guíe; que su estado es
insoportable en demasía.
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130
LITERATURA UNIVERSAL
Tú mismo lo vas a ver, pues ya sé: abren las puertas de palacio y pronto verás
un espectáculo capaz de arrancar lágrimas aun a los enemigos.
(Sale edipo ciego y ensangrentado, tal como lo ha descrito el paje, y con
inseguro paso avanza en el escenario).

Coro: ¡oh espectáculo desgarrador para todo mortal, oh cuadro el más
lastimero que mis ojos han presenciado! ¿qué locura, infeliz, qué locura te ha
asaltado?, ¿cuál es el maligno espíritu que con, brutal ímpetu se ha abalanzado
sobre su ya insufrible desgracia? ¡ay, ay, desdichado! pero si ni a mirarte me
atrevo, han sucedido cosas que tengo que decirte, tantas cosas que
preguntarte tengo que meditar en ti. Tal es el estremecimiento que me causas.

Edipo: ¡ay, ay, desgraciado de mí! ¿a qué rincón del mundo huiré, infeliz?
¿dónde irá mi voz a perderse en la soledad? ¡oh espíritu malo, hasta dónde te
has abalanzado!

Coro: ¡hasta un abismo, para el oído, para los ojos!

Edipo: ¡oh tinieblas, oh noche mía, insufrible, tan íntima a mí y tan
inexplicable, tan irresistible, tan funestamente arrolladora! ¡ay de mi!, ¡ay de mí
una y otra vez, cuan adentro habéis entrado, punta de acero cruel y recuerdo
de males más crueles!

Coro: nada de extraño que, en tan horrendas desdichas, dobles sean los males
que lamentas, dobles los que sufres.

Edipo: ¡oh amigo verdadero, pues sigues aún constante en asistirme! aún
tienes paciencia para mirar por este ciego. ¡Ay de mí! no te desconozco, no;
envuelto en tinieblas, aun reconozco el acento de tu voz.

Coro: ¡oh acciones las tuyas! ¿cómo te has atrevido a desgarrarte así los ojos?
¿qué mal espíritu te ha poseído?

edipo: apolo, apolo ha sido, oh amigos, quien ha descargado sobre mi todos,
todos estos males míos, tan míos. pero el golpe no lo descargó nadie, sino yo,
yo mismo. porque ¿a qué había yo de tener ojos, si los ojos no habían de ver
cosas que no fueran su tormento?

Coro: así es, como tú dices.
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131
LITERATURA UNIVERSAL

Edipo: sí, amigos, ¿qué puedo yo ya ver, qué puedo ya amar, qué pueden mis
oídos escuchar, que sea para gusto mío? sacadme, “amigos, cuanto antes de
aquí, sacadme; expulsad al ser más funesto, al mortal más execrado, al más
aborrecido de todos los dioses”.

Coro: desdichado, y aún más por las desgracias que por lo que entiendes de
ellas ¡así no la hubieras conocido jamás!

Edipo: maldito sea, quienquiera que fue, el que en la floresta arrancó mis pies
de los crueles grillos y me libró de la muerte y me restituyó a la vida, ¡maldito
beneficio! hubiera yo entonces muerto y no seria hoy el tormento de mis
amigos y el de mí mismo.

Coro: también yo lo deseara así.

Edipo: no hubiera llegado a ser el matador de mi padre, ni las gentes me
llamarían el marido de la que me dio el ser.
Más ahora soy ya el dejado de los dioses, el fruto del infame himeneo, el
miserable que dio a otros el ser allí donde él lo recibió. Y si todavía hay
abominaciones más abominables, todas ellas han tocado en suerte a edipo.

Coro: no acierto a dar por bueno lo que has hecho. Para vivir ciego, mejor
estuvieras muerto.

Edipo: no me digas que lo hecho no está bien hecho, ni me des ya más
consejos. Que no sé yo con qué ojos había de presentarme y mirar, al bajar a
los infiernos, a mi padre y a mi madre desventurada, habiendo cometido contra
el uno y la otra cosas que con la horca aún quedan honradas.
¿O era en la vista de mis hijos, hijos nacidos como nacieron, en la que había de
desear deleitarse mis ojos? no, no; estos ojos míos, jamás.
Ni la ciudad tampoco, ni sus torreones, ni las sagradas estatuas de los dioses;
de todo esto me privé para siempre yo, desventurado de mi; yo, el más famoso
de cuantos han vivido en Tebas, cuando decreté que todos echasen de sus
casas al impío, al declarado por los dioses como infame, al verdadero
descendiente de Layo.
Y a estos ciudadanos, ¿con ojos serenos los había de mirar yo, después de
haber descubierto tan fea mancha en mí? jamás, jamás; antes al contrario, si
hubiera cómo obstruir las vías del sonido en los oídos, cerrará también al punto
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132
LITERATURA UNIVERSAL
esa entrada a este miserable cuerpo, para que ni voz percibiera ni luz, que es
dulce al alma vivir aislada de los males que por fuera la rodean.
¡Oh Citerón! ¿Por qué me recibiste? ¿Por qué al recibirme no me estrellaste al
punto para que jamás llegase a revelar al mundo mi torpe nacimiento? ¡Oh
Polibio, oh Corinto y hogar que llamábamos paterno, qué belleza criabais en mi,
encubriendo una postema! ¡V al reventar he salido yo, malvado e hijo de
malvados!
¡Oh tres caminos y escondido valle y encinar aquel y desfiladero junto a la triple
encrucijada, que de mis manos bebisteis la sangre de mi padre, que era la
mía!, ¿os acordáis de lo que hice yo ahí y de lo que hice al llegar acá?
¡Oh himeneo, himeneo! Me diste tú la vida y por mi luego la diste tú mismo a
otros, e hiciste; a amalgama de padres, hijos, hermanos, todo en uno mismo; y
doncellas, esposas, madres y cuantas abominaciones son posibles en los
hombres.
Más, pues no es dado hablar de lo que está vedado obrar, cuanto antes, y por
los dioses, escondedme, en alguna parte, fuera de aquí, o dadme la muerte, o
arrojadme al fondo del mar, donde no podáis yerme jamás. Por favor, dignaos
tocar a un hombre desdichado; por piedad, no me tengáis miedo, que males
como los míos no puede soportarlos nadie sino yo.

Corifero: muy a tiempo para responder a tus deseos y darte consejo y ayuda
ha llegado acá creonte, que, en faltando tú, es el único soberano de esta tierra.

Edipo: ¿qué le voy yo a contestar, desdichado de mí, a este hombre? ¿qué
derecho tengo yo a que de crédito, yo que tan abiertamente injusto fui con él?
(Llega creonte, acompañado de otros).

Creonte: no vengo, edipo, a insultarte en tu desgracia, ni tampoco a echarte
en cara indiscreciones pasadas.
Vosotros (a los acompañantes de edipo) si no tenéis miramiento a los ojos de
los hombres, al menos, por respeto a esa sagrada luz del sol que todo lo
vivifica, no tengáis así al descubierto tan fea mancha, que ni la tierra, ni la
sagrada lluvia, ni la luz del cielo pueden soportar.
Llevadle sin demora a palacio, que reclama la piedad que males de familia no
se vean ni se oigan sino en el seno de la familia.
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133
LITERATURA UNIVERSAL

Edipo: por los dioses, ya que tan inesperadamente disipas mis recelos,
mostrándote tan amable para con hombre tan detestable como yo, concédeme
una gracia; por tu bien te la pido y no por mi interés.

Creonte: ¿cuál es el favor que así deseas alcanzar de mí?

Edipo: échame cuanto antes de esta tierra, adonde no haya mortal que pueda
hablarme.

Creonte: lo hubiera hecho ya, edipo, no lo dudes, si no hubiera creído mejor
preguntar primero al dios lo que conviene hacer.

Edipo: su voluntad bien la manifestó ya el dios: acabar con el parricida, con el
impuro, conmigo.

Creonte: así se dijo, es verdad. Con todo, en tan apretado trance, mejor es
preguntar lo que hay que hacer.

Edipo: pero ¿de veras hacéis así consultas en favor de un ser tan desdichado?

Creonte: así darás tú también crédito a la respuesta del dios.

Edipo: si. Más en tanto, acoge tú mis ruegos y mi última voluntad. A la que
yace en palacio, dale el enterramiento que tu amor te inspire, que tú sabrás
mirar por las honras de los tuyos.
En cuanto a mi, que jamás se vea esta mi patria condenada a tenerme vivo
dentro de sus muros; déjame vivir en los montes, donde está el citerón de
edipo, sepulcro mío propio, señalado en vida por mi padre y por mi madre;
mátenme allí muertos los que vivos lo intentaron. Pues bien sé yo que ni las
enfermedades ni males algunos han de acabar conmigo; que no hubiera
escapado de las garras de la muerte si no fuera para mal alguno sin ejemplo.
Pero mi suerte ruede como ella guste. Tampoco mis hijos varones te den
mayor cuidado, creonte; hombres son, y donde estén no les faltará con qué
vivir.
(A una señal de creonte, se va un paje por el lado izquierdo).
Pero a mis dos pobres y desgraciadas niñas, que jamás se llevaron el pan a la
boca sin tener a su padre al lado, y que participaban de cuantos bocados
gustaba su padre, cuídamelas con amor. Sobre todo, permíteme que llegue yo
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LITERATURA UNIVERSAL
134
a abrazarlas y a llorar sobre ellas mis males. Sí, príncipe, otórgamelo, tú, noble
por tu sangre; que si llego a estrecharlas en mis brazos, creeré que aún son
mías, como cuando las veía con mis ojos.
(Oyese el lloro de las dos niñas de edipo, y entran éstas, traídas por el paje).
¿Qué es esto? ¡por los dioses! ¿no son mis dos hijitas las que oigo llorar?, ¿no
se ha compadecido de mí creonte y me ha traído los más queridos de mis hijos?
¿no es verdad?

Creonte: verdad; yo soy quien te las ha traído. sé, por lo que con ellas antes
te gozabas, lo que ahora te han de consolar.

Edipo: seas tú bendito, y por tanta delicadeza, el cielo sea contigo más
benigno que conmigo. ¿Dónde estáis, hijas mías? venid a estas manos,
hermanas de las vuestras; a ellas debéis, hijas, el ver como los veis los antes
radiantes ojos de vuestro padre; padre que, sin verlo y sin saberlo, os ha
sacado de donde él salió.
Lloro, hijas mías, ya que no me es dado ver vuestro rostro, al contemplar la
triste vida que sin remisión os han de dar los hombres. ¿A qué reuniones de
ciudadanos podréis acudir, a qué fiestas podréis asistir que no hayáis de
volveros llorando y excluidas del espectáculo? y cuando estéis en sazón ya para
la boda, ¿quién será el hombre, hijas mías, quién el que no tenga empacho en
cargar sobre sí con las feas inculpaciones con que todos deshonrarán vuestro
nombre y el de mis padres? ¿no están aquí todos los males juntos? vuestro
padre mató a su padre, se casó con la que a él le engendró y los obtuvo a
vosotras de allí mismo de donde él salió.
Todo ello se os echará en cara, ¿y quién pedirá vuestra mano? nadie, hijas
mías, nadie. Irremediablemente huérfanas y abandonadas, habréis de arrastrar
vuestra miserable vida.
Más tú, hijo de meneceo, creonte, que eres el único padre que les queda pues
nosotros, ella y yo, estamos ya sin vida, no permitas que tus sobrinas vaguen
mendigas y sin marido por el mundo, ni las midas con la medida de mis
desventuras. Compadécete de ellas al verlas así tan abandonadas y sin más
apoyo que el tuyo. Prométemelo, noble creonte, y dame en prueba de ello tu
diestra.
(Se las da creonte).
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A vosotras, hijas, muchas cosas os dijera, si tuvierais ya edad; sean éstas
vuestras plegarias, hijas mías: que el cielo os conceda vivir en la moderación y
gozar de suerte más feliz que la del padre que os engendró.

Creonte: ya, basta de lástimas, edipo; vamos, entra en el palacio.

Edipo: habrá que obedecer, aunque a la verdad es doloroso.

Creonte: las cosas son buenas cuando están a punto.

Edipo: ¿sabes con qué condición obedezco?

Creonte: puedes decírmela, y la sabré.

Edipo: que me eches lejos de la patria.

Creonte: al dios le toca eso, no a mi.

Edipo: ya los dioses me han declarado su enemigo.

Creonte: entonces tendrás pronto lo que pides.

Edipo: ¿me lo prometes?

Creonte: lo que no pienso, no me gusta decirlo inútilmente.

Edipo: sácame, pues, ya de aquí.

Creonte: camina y deja ya a las niñas.

Edipo: ¡oh, no!, no me las quites a éstas.

Creonte: no quieras mandar en todo, que ni aquello en que mandabas te ha
obedecido de por vida.

Corifero: ciudadanos de nuestra patria tebas: mirad el ejemplo de edipo, él
resolvía las misteriosas adivinanzas; él estaba en la cumbre de su poder, no
había quien no mirase con envidia su prosperidad y ventura. Mirad en qué
abismo le ha hundido la desdicha.
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A ningún mortal que esté aún en espera del último día de su vida llaméis jamás
feliz, esperad a que haya traspasado el umbral de la muerte sin caer en
desventura alguna.
(Entra Edipo en palacio. Sígnenle Creonte y las Niñas. (El Coro se retira).
(Trad: ERRANDONEA, S. J.)
Proceso de Comprensión y Análisis

Responder los siguientes interrogantes de acuerdo a los textos leídos.
 Una ves leído el texto Agamenón; explicar con sus propias palabras el papel
de Orestes.
 ¿Qué destino tuvieron Egipto y Clitemnestra?
 ¿Cuál fue el motivo que condujo a Orestes a obrar de esa manera?
 ¿Le parece justa la actuación de Orestes?
 Explicar con sus propias palabras la problemática de la tragedia.

Según el texto la Euménides:
 ¿Que destino le espera a Orestes después de dar muerte a Clitemnestra y a
Egisto?
 ¿Que papel desempeñan Apolo y Atena?
 Hacer un parangón entre Agamenón, Coéforas y la Euménides, teniendo en
cuenta: los personajes, temas, acciones, características y problemática.

Según el texto Edipo Rey:
 En breves palabras explicar la problemática de Edipo Rey.
 ¿Edipo tuvo la culpa de su desgracia? Sí, no ¿por qué?
 ¿Cómo se dio cuenta Edipo que era esposo de su propia madre?
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 ¿Qué oficio desempeña Teresias en la obra?

Seleccionar y analizar una de las obras.
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LITERATURA UNIVERSAL
BIBLIOGRAFÍA GENERAL
CANTARELA, Rafaelle. Literatura Clásica Grecolatina. Madrid. 1975.
DICCIONARIO DE LITERATURA UNIVERSAL. Ediciones Distein. Barcelona, 1977.
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Colección Loyola. Bogotá, 1966.
GANDARA MIRANDA, M.
E.P.E.S.A. 1978.
El Genio Literario Griego.
Cuadros esquemáticos.
Tomos I, II y III.
Literatura Universal.
Madrid:
GRIMAL, Fierre. La Mitología Griega. Editorial Pluma. Bogotá, 1977.
MÉNDEZ BRISNAL, Rafael. 101 Clásicos de la Literatura Universal. Editores Santa
fe de Bogotá. 1995.
RIQUER Y VALVERDE, José María. Historia de la Literatura Universal. Tomos I, II, III y
IV. Barcelona. Ed. Aguilar. 1978.
RODULGO ELOY, Hernando. Literatura Universal. Librería Stella. Bogotá, 1958.
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