Abuso sexual con acceso carnal

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Sentencia Nº 38:
En la ciudad de Córdoba, a los veintisiete días del mes de agosto de dos mil quince,
siendo día y hora fijados de conformidad al art. 409, 2° párrafo del C.P.P., se constituye
el Tribunal para dar lectura integral a la sentencia cuya parte dispositiva fue leída con
fecha catorce del mismo mes y año, en los autos caratulados “Montaño Martínez,
Cristian Eduardo p.s.a. abuso sexual con acceso carnal, etc.” (Expte N° 1279588),
radicados en la Sala Unipersonal N° 3 de esta Cámara en lo Criminal de 6° Nominación
(Secretaría N° 11), según lo establecen los arts. 34 y 34 bis del C.P.P.- Las audiencias
de debate se llevaron a cabo los días 6, 27 y 31 de julio; 5 y 13 de agosto del año en
curso, con intervención de la Sra. Juez de Cámara, Dra. Adriana Carranza; con
participación del Sr. Fiscal de Cámara, Dr. Marcelo Altamirano, del imputado Cristian
Eduardo Montaño Martínez y su defensor, Dr. Rosendo Montero; todo con asistencia de
la Secretaria Dra. Alicia Loza Achával.Preguntado por sus condiciones personales, Cristian Eduardo Montaño
Martínez (a) “Pelado”, D.N.I. nº 27.849.261, dijo ser argentino, soltero, de 35 años de
edad, nacido en la Ciudad de San Juan el día 22/12/1979, hijo de Omar Eduardo
Montaño y Nancy Mabel Martínez, domiciliado en Soto nº 1239 Dpto. 1 de barrio
Acosta de esta Ciudad de Córdoba, donde vivía desde hacía un año y medio, haciéndolo
antes en Barrio Altamira; que vive en concubinato con María Eugenia Moyano. Que
vino a esta ciudad de chico, pero luego estudió en la Escuela Militar de Suboficiales
Sargento Cabral de Buenos Aires, ciudad donde tiene una hija reconocida de 15 años, a
quien antes veía. Que tiene educación secundaria completa y el título de Instructor
Auxiliar del Ejército, pero no ejerció ya que pidió la baja; que trabajaba como operario
de la empresa de limpieza “Iscot Servicios”, no recordando cuánto dinero le pasaba a su
hija. Que ha tomado alcohol y drogas ocasionalmente y no tiene antecedentes (Prio. N°
899.336 A.G. - fs. 122 C.3 y Certificado del RNR de fs. 415 - C7).Al nombrado se le atribuyen los siguientes HECHOS, conforme a las
distintas piezas acusatorias dictadas en los presentes autos, siendo pertinente aclarar que
a fin de evitar inútiles repeticiones y sin alterar el tenor de los relatos se ha precisado el
dominio de la motocicleta del imputado (circunstancia que había sido esclarecida
durante la investigación, pero no se había la hecho constar en el factum de cada pieza
acusatoria); como asimismo se ha quitado la expresión “supuesta víctima” de los
mismos, como también toda otra referencia condicional:
Primer hecho (Sumario N° 41/12 de la U.J. de la Mujer - Requisitoria de fecha
20/9/2013, fs. 159/200 del 1° Cuerpo de actuaciones): El 10 de enero de 2012, en
horario no determinado con exactitud, pero presumiblemente entre las 12:00 y las 13:00
hs., Cristian Eduardo Montaño Martínez llegó a bordo de una motocicleta -color
negro, con asiento blanco, Dominio “132-GSG”- al inmueble donde residía M. L. T.,
sito en Manzana 1, Lote 1 de barrio Cormec o Villa Los Artesanos de esta Ciudad de
Córdoba, aduciendo haber estado allí anteriormente realizando un censo. Preguntó por
su marido y la mujer le hizo saber que no se encontraba, por lo que Montaño Martínez
le respondió que volvería en otro momento. M. L. T. regresó al interior de su vivienda,
pero como no escuchó retirarse a la motocicleta, salió nuevamente, momento que fue
aprovechado por Montaño Martínez -que había descendido del motovehículo Dominiopara ingresar al domicilio en contra de la voluntad de M. L. T., a través de un “espacio
libre entre las rejas”. En el interior de la vivienda volvió a preguntarle por su marido y
revisó el lugar para asegurarse de que no hubiera otra persona, hallando sólo a Z.A.T
(menor de dos años de edad, hija de la víctima, nacida el 3 de agosto de 2009).
Aprovechando la ausencia de otras personas, tomó con fuerza del brazo a M. L. T. y la
llevó contra su voluntad a la única habitación de la vivienda. Allí, pese a las resistencias
opuestas por la mujer (gritos y golpes), le dijo “dale, dale, sacáte la ropa” y la obligó simulando tener un arma entre sus ropas, a la altura de la cintura y en la espalda- a que
le practicara sexo oral, a lo que M. L. T. se negó. En ese momento, a raíz de los gritos
de la mujer, su pequeña hija (Z.A.T) se acercó con un cuchillo Tramontina en la mano,
que el imputado le sacó y con el mismo agredió a M. L. T. en sus brazos. Luego,
Montaño la tiró sobre la cama boca arriba, le sacó el pantalón y la bombacha y de
manera intimidante le manifestó “dejate de llorar, porque si no agarro a tu hija”. De
esta manera la accedió carnalmente por la vagina, manifestándole el imputado mientras
lo hacía que “el dueño de la casa me manda, porque ustedes deben plata, me pagó para
que hiciera esto”. Luego le ordenó ponerse en posición de banco (“cuatro patas”, según
la víctima). Al resistirse M. L. T., Montaño volvió a accederla por la vagina, sin
preservativo. Finalmente, el imputado se acomodó sus ropas y de manera intimidante le
ordenó “quédate acá hija de puta, decile a tu marido que pague porque si no la próxima
vez va a ser peor” y abandonó el lugar en la motocicleta. A raíz de lo relatado, M. L. T.
resultó con las siguientes lesiones: “1) Lesión punzo cortante en cuello sector derecho
de 20 cm., 2) Lesión punzo cortante de 4 cm. dirección de arriba abajo en sector
derecho de tórax, 3) Lesión punzo cortante de 4 cm. dirección vertical en sector
izquierdo de tórax, 4) lesión punzo cortante de 4,5 cm. paralela a la anterior, 5) lesiones
cortantes de 2 a 2,5 cm. c/u paralelas entre si dirección horizontal en cara interna de
antebrazo y brazo izquierdo” de gravedad leve, por lo cual se le asignaron cinco días de
curación e inhabilitación para el trabajo.
Segundo hecho (Sumario N° 1162/12 - Requisitoria del 10/10/2013, fs. 519/583 del
Cuerpo 8): El día 26 de septiembre de 2012, en horario no determinado con exactitud,
pero presumiblemente con posterioridad a las 20:00 hs., Cristian Eduardo Montaño
Martínez citó a M. B. G. y a V. R. en los semáforos del ingreso a Barrio San Lorenzo
de esta Ciudad de Córdoba, ubicados sobre la Avda. Sabatini intersección con calle
Huergo, diciéndoles que pasaría por ese lugar a fin de llevarlas a entrevistarse con una
asistente social. El motivo era definir el supuesto otorgamiento de un plan de vivienda o
crédito para vivienda para madres solteras que Montaño promocionaba, aduciendo ser
miembro de una O.N.G. denominada “Centro Comunitario Popular y Asesoramiento
Legal” (CECOPAL). Cuando se encontró con las mujeres, Montaño Martínez manifestó
que una sola podía subir a la moto (negra, Dominio “132-GSG”), haciéndolo M. B. G.,
quedando V. R. donde se habían encontrado. Supuestamente concurrirían a Barrio
Ampliación Ferreyra de esta Ciudad, donde se encontrarían con la asistente social.
Repentinamente -con la mujer a bordo de la motocicleta- comenzó a conducir a alta
velocidad, dirigiéndose a otro lugar, desoyendo los ruegos de M. B. G. que le pedía que
la dejara bajar e intentaba descender del biciclo. Así, la llevó contra su voluntad a un
descampado ubicado en zona rural, pasando Barrio Ampliación Ferreyra, bordeado por
las calles San Andrés y Luis Piedrabuena -atrás de Bº San Lucas de esta Ciudad de
Córdoba-, donde se encuentra emplazada una casona abandonada semi-demolida. Una
vez en el lugar, la tomó por la fuerza, la bajó de la motocicleta de los pelos y la arrastró
hacia el interior de la construcción donde la comenzó a golpear en todo el cuerpo, a la
vez que le decía de manera intimidante que “se dejara sino quería que fuera peor y que
la iba a matar”. Posteriormente le sacó el pantalón y le arrancó la bombacha. Pese a los
esfuerzos y a la resistencia de M. B. G. para impedir que Martínez Montaño siguiera
con las conductas descriptas, la obligó a practicarle sexo oral sin eyacular. Luego, a
ponerse en posición de banco (“cuatro patas”) y la accedió carnalmente por ano y
vagina, eyaculando y repitiendo los dichos intimidantes que arriba se destacan. A raíz
de lo relatado, M. B. G. resultó con las siguientes lesiones: “1) equimosis traumática 2
x1 cm. en pómulo derecho, 2) equimosis traumática 1x1 cm. en pómulo izquierdo, 3)
equimosis traumática 1x1 cm. en mucosa, labio inferior, 4) zona de 12 x 6 cm. de
excoriaciones varias, traumáticas en cara lateral de abdomen derecho, 5) zona de 5 x 5
cm. de excoriaciones traumática en cara lateral de abdomen izquierda, 6) zona de 8 x 6
cm. de excoriaciones en cara anterior interna de abdomen, 7) equimosis traumática 1 x 2
cm. rodilla derecha, 8) equimosis traumática 1 x 2 cm. rodilla izquierda”, las que fueron
calificadas como leves. Finalmente Montaño Martínez se alejó del lugar en la
motocicleta, abandonando a M. B. G. en el descampado.
Tercer hecho (Sumario N° 1288/12 - Requisitoria de fecha 1/10/2013, fs. 209/247 del
5° Cuerpo): El 24 de octubre de 2012, durante la mañana, presumiblemente entre las
09:00 y 11:00 hs., Cristian Eduardo Montaño Martínez -que se había identificado
como Marcos Martínez- buscó a M. M. O. en las cercanías de donde vivía a la época de
los hechos (en situación de calle), esto es en la inmediaciones del Playón Municipal de
Barrio General Paz, en la zona del Puente Maipú de esta Ciudad de Córdoba. La excusa
era llevarla a conocer los terrenos y entrevistarse con una asistente social para el
supuesto otorgamiento de una vivienda en barrio Ampliación Ferreyra. Montaño le
había hecho creer que, por pertenecer al Ministerio de Desarrollo Social que depende
del Gobierno de la Provincia, tenía posibilidades de hacerle otorgar un inmueble. Una
vez allí el imputado le sugirió a la mujer que subiera a la moto en que se conducía -de
color negro, Dominio “132-GSG”- para llevarla a firmar los papeles pertinentes. M. M.
O. le manifestó que lo haría “sólo si podía ir con su hija” M.A.O. (nacida el
01/05/2009, de tres años de edad a la fecha del hecho). Pese a la negativa de Montaño,
ante la insistencia de la mujer, finalmente le permitió ascender a la moto con la pequeña
y emprendieron viaje los tres -el incoado, la mujer y la niña, a bordo de la motocicletasupuestamente hacia el lugar acordado. Luego de un viaje “en el cual circularon por Av.
Costanera, calle Estados Unidos y Av. Sabattini”, frenó a comprar carne sobre Av.
Sabattini a “una cuadra del Arco de Córdoba”, supuestamente para “llevarle carne a una
mujer que vive en forma muy precaria en Ampliación Ferreyra”. Continuaron el viaje,
arribando a una vivienda abandonada, semiderruida, situada en un descampado de zona
rural, pasando Barrio Ampliación Ferreyra, entre calles San Andrés y Luis Piedrabuena,
detrás de barrio San Lucas de esta Ciudad de Córdoba. Allí detuvo la marcha, frente a la
construcción, con la excusa de que bajaría a entregar el comestible, descendiendo
Montaño de la motocicleta, dejándolas a ellas afuera y entró solo en la construcción,
simulando que hablaba con una tal “Rosa o Norma”. Esta situación atemorizó a M. M.
O., que ya había advertido que nadie vivía en el lugar, por lo que tomó a su hija de la
mano y comenzó a correr, intentando alejarse. Montaño, entre tanto, las persiguió,
dándoles alcance, tomando por detrás y de los cabellos a M. M. O., lo que provocó que
esta cayera al suelo, donde comenzó a pegarle golpes de puño en la cara y en la cabeza,
a la vez que le apretaba el cuello. Al advertir lo que ocurría, la niña gritaba “no vamos a
gritar más, no vamos a gritar más”. Posteriormente Montaño tomó de los pies a M. M.
O. y la llevó arrastrando hacia el interior de una de las habitaciones de la casona semidemolida, dejando a la niña sola fuera de la casa. La mujer le pidió que la llevara
adentro, por lo que el traído a juicio tomó a M.A.O. de los cabellos y la obligó a entrar
en la construcción, arrojándola cerca de su madre. La niña gritaba y lloraba, por lo que
el imputado le pegó una patada en la pierna derecha, lo que le provocó una “fractura de
tibia... lesión grave...”. Luego, estando la menor tirada en el suelo, le bajó el pantalón y
la manoseó en la zona de las nalgas y la vagina. La pequeña no cesaba de gritar ni de
tirarle patadas a su agresor. Seguidamente el imputado se desprendió el pantalón y sacó
su pene, intentando introducirlo en la boca de la pequeña, sin éxito, toda vez que juntaba
fuertemente sus labios. Para evitar que continuara la agresión sexual contra su hija, M.
M. O. le imploró: “déjame la nena, hacéme todo a mí, pero no me la toqués”. Entonces,
Montaño se le acercó, la obligó a arrodillarse, la sujetó de la nuca y le introdujo el pene
en la boca a M. M. O., obligándola de esta manera a que le practicara sexo oral,
mientras le gritaba “así putita, así putita”. Luego le ordenó que se pusiera de pie, le bajó
el pantalón y la bombacha, mientras le decía “ponéte en cuatro, dale, movéte, movéte”.
La mujer accedió, colocándose en posición de banco (“cuatro patas”). En esta posición
la accedió carnalmente por ano y vagina. A raíz de lo relatado, M. M. O. resultó con las
siguientes lesiones: “1) dolor en zona lateral de cuello derecho", lesiones de carácter
leve. Por su parte la menor M.A.O. resultó con las siguientes lesiones: “fractura de tibia
derecha sin desplazamiento” lesiones graves.
Cuarto hecho (Sumario N° 1485/12 - Requerimiento del 24/9/2013, fs. 164/202 del 2°
Cuerpo): El día 3 de diciembre de 2012, en horario no determinado con exactitud, pero
presumiblemente con posteridad a las 14:00 y antes de las 15:30 hs., Cristian Eduardo
Montaño Martínez llegó a bordo de la motocicleta de color negro, Dominio “132GSG”, a las inmediaciones del terreno en el que se emplazaba la casilla de madera de A.
M. B. A., sita en barrio Cormec o Villa Los Artesanos de esta Ciudad de Córdoba -sobre
calle trece, colindante con casa 14 de propiedad de Lucas Matías Oliva y Natalia
Roldán-, preguntando por un tal Matías. La mujer respondió que no se encontraba y
continuó con sus tareas; no obstante, Montaño Martínez permaneció en el lugar y
aprovechó para trabar conversación con la joven y comentarle que era el socio de
“Matías” y que estaban ofreciendo créditos para acceder a una vivienda y promover
actividades y talleres de albañilería y electricidad. En razón de ello, solicitó a A. M. B.
A. que lo dejara ingresar en la casilla de madera construida en el interior del terreno, a
los fines de continuar con la explicación del ofrecimiento y hacerle conocer las
condiciones. La mujer -que se encontraba sola- accedió. Una vez adentro de la casilla,
Montaño le solicitó un vaso con agua, lo bebió y devolviéndole el vaso, repentinamente
la tomó con fuerza de la nuca y la llevó contra su voluntad hacia el fondo de la casilla,
ubicándola en uno de los vértices donde nadie desde afuera pudiera verlos, contra una
pared. Allí, utilizando un martillo que había sobre la mesa, Montaño -de manera
intimidante- le dijo “quédate quieta, sino te mato... ahora vas a hacer lo que yo te
diga”; se bajó el pantalón y la ropa interior, sacó su pene -siempre con el martillo en la
mano-, tomó de los cabellos a la mujer e intentó que ésta le practicara sexo oral, no
logrando su cometido por la resistencia opuesta por ella. Posteriormente, pese a los
esfuerzos y a la resistencia de A. M. B. A. para impedir que el imputado siguiera con las
conductas descriptas, metió su mano por dentro del pantalón de la mujer y le introdujo
sus dedos en la vagina y ano en varias oportunidades, “metiéndoselos y sacándoselos...
haciendo fricción”. A posteriori, esgrimiendo el martillo intentó golpearla en la cara,
pero la mujer opuso tal resistencia, que logró escapar por unos metros. Montaño
Martínez la tomó de los cabellos y la hizo caer, lo que motivó que se torciera el tobillo
derecho. La golpeó nuevamente y, estando la mujer en el suelo, de manera intimidante
le manifestó “quédate acá, no salgas, hasta que yo me vaya si no te mato”. El traído a
juicio abandonó el lugar en el mismo biciclo en que había arribado. A raíz de lo
relatado, A. M. B. A. resultó con las siguientes lesiones: “1) edema traumático
equimótico de 3 cm. en sentido transversal en cara externa brazo izquierdo, 2)
excoriación de 5 cm. en sentido longitudinal y esta asienta sobre equimosis en su parte
central, cara interna brazo derecho, 3) edema traumático equimótico en zonas nasales
izquierda, 4) erosión en extremo derecho de labio inferior, 5) edema traumático
equimótico en tobillo derecho”, de gravedad leve para lo cual se le asignaron siete días
de curación.
Quinto hecho (Sumario N° 187/13 - Requisitoria del 26/9/2013, fs. 275/311 del 4°
Cuerpo): El día 22 de febrero de 2013, en horario no determinado con exactitud, pero
presumiblemente en horas del mediodía, probablemente antes de las 13:00 hs., Cristian
Eduardo Montaño Martínez buscó a K. S. R. en las cercanías de donde vivía a la
época de los hechos, en la inmediaciones de la Nueva Terminal, debajo del Puente
Pucará de esta Ciudad de Córdoba. La excusa era llevarla a firmar documentación para
el supuesto otorgamiento de una vivienda en barrio Ampliación Ferreyra, que Montaño
tenía posibilidad de conseguir por tener contactos en el “Hospital Pablo Pizzurno”. Una
vez allí, Montaño le sugirió a la mujer que subiera a la moto en la que se conducía
(identificada luego como marca “Brava” de 110 cc Dominio “132-GSG”) para llevarla a
firmar los papeles pertinentes, accediendo Reynoso a la propuesta. Repentinamente -con
la mujer a bordo de la motocicleta- comenzó a conducir a alta velocidad, supuestamente
hacia el lugar acordado. Luego de un viaje que duró aproximadamente una hora, la llevó
a una vivienda abandonada semi-demolida situada en un descampado ubicado en zona
rural, pasando Barrio Ampliación Ferreyra, entre calles San Andrés y Luis Piedrabuena,
detrás de barrio San Lucas de esta Ciudad. Una vez en el lugar, bajaron de la
motocicleta. Estando ambos frente a la construcción, Montaño Martínez tomó por la
fuerza a Reynoso de los pelos y la obligó a dirigirse hacia el interior de una de las
habitaciones de la casona derruida, a la vez que le decía de manera intimidante
“chupámela o si no te hago cagar”. Le ordenó arrodillarse, mientras K. S. R. le pedía
que “la dejara ir y no le hiciera nada”, obteniendo como respuesta un golpe de puño en
el abdomen, conociendo el imputado que se encontraba embarazada, lo que la propia K.
S. R. le había hecho conocer en oportunidad de tratar acerca de la supuesta concesión de
la vivienda. Esto provocó temor en la mujer, que la dejó paralizada. Encontrándose
arrodillada, Montaño se desprendió el pantalón, se bajó el calzoncillo y le colocó el
pene en la boca y la obligó a practicarle sexo oral, sin preservativo y sin eyacular.
Luego, le quitó la ropa que K. S. R. llevaba puesta -arrojándola por la ventana-, la
obligó a ponerse en “cuatro patas” y la accedió carnalmente por ano y por vagina,
eyaculando sin preservativo. K. S. R. optó por resguardar la vida de su hijo y totalmente
amedrentada, soportó los sometimientos sexuales. A raíz de lo relatado, K. S. R. resultó
con las siguientes lesiones: “hematoma en rodilla derecha de 3cm. x 2 cm. de evolución
reciente”, lesiones de carácter leve. Finalmente, Montaño Martínez abandonó el lugar en
la motocicleta, obligando a K. S. R. a que no se moviera de allí, dejándola sola y
desnuda en el descampado.
Habiendo dado lectura a los hechos por los que se acusa al imputado, el
Tribunal se planteó las siguientes cuestiones a resolver: Primera: ¿Existieron los
hechos y fue su autor penalmente responsable el traído a juicio?; Segunda: En su caso
¿Qué calificación legal corresponde aplicar?; Tercera: ¿Qué pronunciamiento
corresponde dictar y procede la imposición de costas?A la primera cuestión planteada, la Sra. Juez Adriana Carranza dijo:
I) Los extremos de la imputación que pesa sobre Cristian Eduardo
Montaño Martínez han sido precedentemente transcriptos, por lo que a ellos me remito
en honor a la brevedad y a los fines de evitar redundancias, quedando así satisfecho el
requisito estructural de la sentencia previsto por el inciso 1° del art. 408 del C.P.P.Cabe señalar que las respectivas piezas acusatorias atribuyen al nombrado, la comisión
de los siguientes delitos: primer hecho: violación de domicilio y abuso sexual con
acceso carnal continuado calificado por el uso de arma en concurso real (arts. 45, 150,
119 tercer párrafo en función del 4º párrafo “d”, 55 “a contrario sensu” y 55 del C.P.);
segundo hecho: abuso sexual con acceso carnal continuado (arts. 45, 119 tercer párrafo
y 55 “a contrario sensu” del C.P.); tercer hecho: abuso sexual sin acceso carnal y
lesiones graves en concurso real (arts. 45, 119 primer párrafo, 90 y 55 del C.P.) y abuso
sexual con acceso carnal continuado (arts. 45, 119 tercer párrafo y 55 “a contrario
sensu” del C.P.); cuarto hecho: abuso sexual gravemente ultrajante (arts. 45 y 119
segundo párrafo del C.P.); y quinto hecho: abuso sexual con acceso carnal continuado
(arts. 45, 119 tercer párrafo y 55 “a contrario sensu” del C.P.), todo en concurso real
(art. 55 del C.P.).-
II) Declaración del imputado: Al ejercer su defensa material ante este
Tribunal de juicio -previa consulta con su defensor técnico- Montaño Martínez expresó
que se abstenía de prestar declaración y responder preguntas (Acta del 6/7/15 glosada a
fs. 782), incorporándose por su lectura las declaraciones prestadas durante la
investigación (fs. 119/120 del C.1; fs. 298/299 del C.7; fs. 173/175 del C.5; fs. 96/97
C.2 y fs. 171/172 del C.3), en las cuales había negado cada uno de los hechos que se le
atribuyen. Durante la audiencia del día 31/7/15 (Acta de fs. 792) negó los hechos,
sosteniendo que en los tiempos en que fueron fijados, se encontraba trabajando o con
Carpeta Médica por lo que tenía que esperar al médico en esos horarios. Solicita se cite
a los encargados de la Empresa Iscot, que hace la limpieza en la fábrica Fiat (Carlos
Barrera y Hugo Vijarra), informando que sufría de “abombamiento en tres vértebras de
la cintura”. Requiere además se le practique una “pericia médica” ya que no tiene
ningún tatuaje en su cuerpo, afirmando -por otra parte- que su moto es negra, por lo que
no es la que figura en la causa. Cabe agregar que luego de la discusión final (art. 402 del
C.P.P.), el imputado se negó a hacer uso de la “última palabra”.
III) Prueba: a) Durante la investigación suplementaria que se llevó a cabo
conforme al art. 365 del C.P.P., se incorporaron los siguientes elementos que se
encuentran agregados al Cuerpo 8: Informe de Identificación de Personas de Policía
Judicial (fs. 645/649); Informe médico (fs. 696); Informe de la Empresa Iscot del que
surgen los horarios de trabajo del imputado a las fechas de los hechos, según marcación
“por reloj” (fs. 715/730); Cooperación de Planimetría Legal con planos de los sectores
donde sucedieron los hechos, que se encuentra reservada en Secretaría.
b) Durante el desarrollo del debate se procedió a recibir declaración a las
siguientes personas: 1.- Ramón Osvaldo Martínez, de quien se incorporó -a pedido del
Sr. Fiscal de Cámara, para ayudar a su memoria- la declaración de fs. 22/23 del Primer
Cuerpo, contando con el consentimiento de la defensa; 2.- Irma Esther Silva, cuya
declaración de fs. 24 del C. 1°, también fue incorporada por su lectura; 3.- Mariana Del
Carmen Pedraza (habiéndose incorporado sus declaraciones de fs. 43/45 y 64 del 6°
Cuerpo de actuaciones); 4.- Elsa Andrea Ríos Silva, de quien se incorporaron -con la
misma modalidad- las anteriores declaraciones (fs. 41 y 108/110 del 6° Cuerpo); 5.Silvia Cristina Zarria (quien ya había declarado a fs. 186 del 6° Cuerpo), 6.- M. B. G.
(víctima del 2° hecho, cuya declaración de fs. 7/8 -6° C- fue incorporada con todas las
formalidades de ley); 7.- Carlos Matías Barrera, Encargado de la Empresa Iscot en la
“planta mecánica de Fiat-Iveco” y 8.- Hugo Alfredo Vijarra encargado de la misma
Empresa en los sectores de “Chapa” y “Montaje”. Asimismo, como prueba nueva (art.
400 del C.P.P.), se incorporaron al Cuerpo 9 los demás elementos probatorios ofrecidos
por el imputado al prestar declaración ante este Tribunal: Informe médico sobre
ausencia de tatuajes (fs. 796); constancias de asistencias e inasistencias de la firma
“Iscot” (fs. 809/825) y certificado de Secretaría sobre ingreso y egreso de empleados a
la misma (fs. 826).
c) Prueba reunida durante la investigación penal preparatoria que fue
legalmente incorporada al debate, a tenor de los arts. 397 y 398 del C.P.P.:
Primer hecho (requisitoria de fs. 159/200 - Cuerpo 1): Testimoniales: Juan Carlos
Brignoni (fs. 1/2), M. L. T. (fs. 8/9), Pablo Augusto Martínez (fs. 15/16), Ramón
Osvaldo Martínez (fs. 22/23), Irma Ester Silva (fs. 24), Juan Bevilacqua (fs. 26), Elías
Sarria (fs. 39), Eliana Noelia Romero Cardozo (fs. 85), Rita Raquel Viviana Gallardo
(fs. 104), Cristian Mario Cuevas (fs. 106); Prueba Documental: Acta de Inspección
Ocular y Secuestro (fs. 3), Croquis ilustrativos del lugar del hecho (fs. 4, 17), Entrevista
de Contención Primaria receptada en la U.J. de la Mujer y el Niño a M. L. T. (fs. 7),
Informe Técnico-Médico nº 1257430 de M. L. T. (fs. 11/12), Acta de Inspección Ocular
(fs. 18), Acta de Secuestro (fs. 27), Reconstrucción Grafica del Rostro (fs. 40/41),
Informes Químicos n° 1049-1259449 y 01032-1259309 (fs. 42 y fs. 45), Informe de la
División Procesamiento de las Telecomunicaciones de Policía Judicial (fs. 50/67),
Certificado del Actuario (fs. 73), Informe del Centro de Telecomunicaciones de la
Policía de la Provincia de Córdoba “101” (fs. 94/95 y 109/111), Acta de Nacimiento de
la menor Z. A. M. L. T. (fs. 149), Reconocimiento en rueda de personas por parte de M.
L. T. (fs. 81/82). Pericial: Pericia Psicológica del imputado (fs. 123/127), Pericia
Psiquiátrica del imputado (fs. 141/142), Cotejo de huella genética (ADN) del semen
hallado en la bombacha de la víctima y la sangre hallada en el juego de sábanas (fs.
152/156), Pericia Psicológica de la víctima (fs. 157/158); Copias de algunas constancias
obrantes en el Sumario N° 229/13 de la U.J. de la Mujer y el Niño, labrado con motivo
de la aprehensión de Montaño Martínez (cuyos originales obran en el 3° Cuerpo, fs. 72
y sig.): Testimoniales de: Paola Soledad Oliva (fs. 74/75), Daniel Martín Sánchez (fs.
76), Yamila Victoria Oliva (fs. 77/78), Elías Moisés Sarría (fs. 132/134), Pablo
Martínez (fs. 130/131 y 139/140), Erika Vanesa Carcaravilla (fs. 143/144); Actas de
aprehensión del imputado (fs. 135), de secuestro (fs. 136), de allanamiento de la
vivienda del imputado (fs. 138) y demás constancias de autos.
Segundo hecho (Requisitoria fs. 519/583 -Cuerpo 8°- cuya prueba se encuentra en los
Cuerpos 6°, 7° y 8°): Testimoniales: Carlos Dante Mamóndez (fs. 1/2), M. B. G.(fs.
7/8), Pablo Fonseca (fs. 17, 37/38, 58, 76, 93/95 y 177/179), V. R. (fs. 31), S. M. S. (fs.
39/40), Elsa Andrea Ríos Silva (fs. 41 y 108/110), Mariana Del Carmen Pedraza (fs.
43/45 y 64), Elías Sarría (fs. 65 y 59), Dante David Pedraza (fs. 62/63), Silvia Gabriela
Reyna (fs. 78/79), Silvia Cristina Zarría (fs. 186). Documental: Entrevista Psicológica a
M. B. G. realizada en la U.J. de la Mujer y el Niño (fs. 6), Croquis ilustrativos (fs.
18/19, 27 y 66), Fotografías del lugar del hecho (fs. 20/24), Acta de Secuestro (fs. 25),
Acta de Inspección Ocular (fs. 26), Oficio del Centro de Comunicación Popular y
Asesoramiento Legal (CECOPAL) (fs. 49), Informe de la Sección Química Legal (fs.
70/71), Informe de titularidad de línea telefónica de Movistar (fs. 75), Informe
reconstrucción gráfica de rostro Nº 171-1181089 (fs. 57), Certificado del actuario (fs.
268), Inspección corporal del imputado (fs. 320), Informe de la Central de
Comunicaciones de la Policía de la Provincia de Córdoba “101” (fs. 403/406), Informe
del Registro Nacional de Reincidencia (fs. 415), de la Empresa Iscot (fs. 418/469),
Reconocimientos en rueda de personas de M. B. G.(fs. 278/279), Silvia Reyna (fs.
280/281), V. R. (fs. 282/283), Silvia Zarria (fs. 284/285), recorridos fotográficos y
retrato hablado de M. B. G.(fs. 51/54), Mariana del Carmen Pedraza (fs. 83/86), S. M.
S. (fs. 88/91), periciales: Copia de Pericia Psiquiátrica del imputado (fs. 315/316),
originales de la Pericia Psicológica de Montaño Martínez (fs. 485/489 del 8° Cpo.),
Cotejo de huella genética -ADN- con hisopados vaginales y anales de la víctima (fs.
491/500), Pericia Psicológica de la víctima Maria M. B. G.(fs. 517/518). Copias de
constancias obrantes en el Sumario N° 229/13 de la U.J. de la Mujer y el Niño, labrado
con motivo de la aprehensión de Montaño Martínez (cuyos originales obran en el 3°
Cuerpo, fs. 72 y sig.): Testimoniales de: Paola Soledad Oliva (fs. 269/270), Daniel
Martín Sánchez (fs. 271), Elías Moisés Sarria (fs. 309/311, 324), Pablo Martínez (fs.
313/314 y 326/327), Erika Vanesa Carcaravilla (fs. 317/318); actas de aprehensión del
imputado (fs. 321), de secuestro (fs. 322/323), de allanamiento de la vivienda del
imputado (fs. 312) y demás constancias de autos.-
Tercer hecho (Requisitoria de fs. 209/247 del Cuerpo 5): Prueba Testimonial: Carlos
Martín Olea (fs. 1/2), M. M. O.(fs. 8/11), Pablo Fonseca (fs. 28/29, 36/37, 42, 56),
Aníbal Raúl Molina (fs. 33/34). Prueba Documental: Croquis ilustrativo del lugar del
hecho (fs. 3), Acta de Inspección Ocular (fs. 4), Entrevista de Contención Primaria
receptada en la Unidad Judicial a M. M. O.(fs. 7), Informe Técnico-Médico nº 1379714
de la niña M.A.O. (fs. 13/14), Entrevista de Contención Primaria de la menor (fs. 15),
Informe Técnico-Médico nº 1379715 de M.A.O. (fs. 17/18), Fotografía del lugar del
hecho (fs. 38/41), Copia Historia Clínica de M. M. O. del Hospital Rawson (fs. 62/68)
Informe Químico n° 22997 (fs. 84), Consultas por dominio de moto-vehículos con la
terminación “123” de la D.N.P.A (fs. 48/55); Copia de Historia Clínica de la menor
M.A.O. del hospital de Niños de la Santísima Trinidad de la Provincia (fs. 125/136 y
152/167), Informe Médico de la Sección Medicina Forense de las lesiones de la menor
M.A.O. (fs. 171), Certificado de nacimiento (fs. 202), reconocimiento en rueda de
personas por parte de M. M. O.(fs. 101/102); periciales: Pericia Psiquiátrica del
imputado (fs. 186/187), Pericia Psicológica del imputado (fs. 146/150), Cotejo de huella
genética (ADN) del semen hallado en hisopados vaginales y anales de la víctima y
babucha (fs. 193/199 y 203/207), Pericia Psicológica de la víctima M. M. O.(fs.
200/201). Copias de las constancias obrantes en el Sumario N° 229/13 de la U.J. de la
Mujer y el Niño, labrado con motivo de la aprehensión de Montaño Martínez (cuyos
originales obran en el 3° Cuerpo, fs. 72 y sig.): Testimonios de: Paola Soledad Oliva (fs.
94/95), Daniel Martín Sánchez (fs. 96), Yamila Victoria Oliva (fs. 97/98), Elias Moisés
Sarria (fs. 177/179 y 190); Pablo Martínez (fs. 184/185 y 176/176 bis), Erika Vanesa
Carcaravilla (fs. 188/189), actas de aprehensión del imputado (fs. 180), de secuestro (fs.
181), de allanamiento (fs. 183) y demás constancias de autos.Cuarto hecho (Requisitoria de fs. 164/202 del Cuerpo 2°): Testimoniales: Denuncia
formulada por A. M. B. A. (fs. 1/3), Lucas Matías Oliva (fs. 14/15), Ramón Osvaldo
Martínez (fs. 39), Victoria Valeria Arancibia (fs. 44/45), Jorge Daniel Peralta Sánez (fs.
74), Natalia Del Valle Roldán (fs. 78), Fátima Araceli Roldán (fs. 81), Mario Rafael
Ruiz (fs. 110 y 161), Documental: Entrevista de Contención Primaria (fs. 4), Informe
Técnico-Médico nº 1396346, de A. M. B. A. (fs. 9/10), Informe de la Sección Huellas y
Rastros (fs. 40), Informe Químico (fs. 39), certificado de fs. 49; reconocimientos en
rueda de personas por parte de A. M. B. A. (fs. 57/58), Ramón Martínez (fs. 112/113) y
Natalia Del Valle Roldán (fs. 153/154), Pericias: Cotejo de huella genética (ADN)
sobre hisopados vaginales practicados a la víctima (fs. 116/122), Psicológica del
imputado (fs. 123/127), Psiquiátrica del imputado (fs. 146/147), Psicológica de la
víctima A. M. B. A. (fs. 161/163). Copias de las constancias obrantes en el Sumario N°
229/13 de la U.J. de la Mujer y el Niño, labrado con motivo de la aprehensión de
Montaño Martínez (cuyos originales obran en el 3° Cuerpo, fs. 72 y sig.): Testimoniales
de: Paola Soledad Oliva (fs. 50/51), Daniel Martín Sánchez (fs. 52), Yamila Victoria
Oliva (fs. 53/54), Elías Moisés Sarría (fs. 137/139, 150), Pablo Martínez (fs. 136/137 y
144/145), Erika Vanesa Carcaravilla (fs. 148/149); Actas: de aprehensión (fs. 140), de
secuestro (fs. 141), de allanamiento (fs. 143), y demás constancias de autos.Quinto hecho (requisitoria de fs. 275/311 del Cuerpo 4, cuya prueba obra en el Cuerpo
3, entre la cual se encuentran los originales del Sumario 292/13 iniciado con motivo de
la aprehensión del imputado Montaño Martínez): Testimoniales: Fernando José Sivilotti
(fs. 1/2), K. S. R. (fs. 7/9), Patricia Noemí Palmiotti (fs. 24/25, 31/32 y 34), Silvia
Beatriz Díaz (fs. 29/30), Nelson David Britos (fs. 33), Guillermo Gabriel Caribaux (fs.
71), Pablo Augusto Martínez (fs. 73/74 y 101/102), Paola Soledad Oliva (fs. 78/79),
Daniel Martín Sánchez (fs. 82), Yamila Victoria Oliva (fs. 83/84), Elías Moisés Sarría
(fs. 87/89 y 135), Juan Carlos Tevez (fs. 144/145), Erika Vanesa Carcaravilla (fs.
149/150), Oscar Gustavo Britos (fs. 154/155). Documental: Actas de Inspección Ocular
(fs. 3 y 26), Croquis ilustrativos (fs. 4, 27, 35, 36 y 136/137), Entrevista de Contención
Primaria a K. S. R. (fs. 6), Informe Técnico-Médico nº 1425753 (fs. 11), Acta de
aprehensión (fs. 90) Actas de Secuestro (fs. 91 y 95), Acta de allanamiento de la
vivienda del imputado (fs. 100), Planilla prontuarial (fs. 122); Certificado sobre dominio
de la motocicleta del incoado (fs. 142); Informe Químico (fs. 174), Informe de
Fotografía y Planimetría Legal (fs. 183/188), Informe de la Central de Comunicaciones
de la Policía de la Provincia de Córdoba “101” (fs. 228/231), Copia de la Inspección
corporal del imputado Montaño Martínez (fs. 271), Copia de Historia Clínica del
Hospital Materno Provincial “Felipe Lucini” de K. S. R. (fs. 234/270), Certificado del
Actuario (fs. 272), Reconocimientos en rueda de personas por parte de K. S. R.
(111/112) y Silvia Beatriz Díaz (fs. 124/125); recorrido fotográfico de K. S. R. (fs.
39/42), Periciales: original de la Pericia Psiquiátrica del imputado (fs. 119/120), Cotejo
de huella genética (ADN) sobre trozos de ropa de la víctima (fs. 206/214), Copia de
Pericia Psicológica del imputado (fs. 215/219) y demás constancias de autos.
IV) Conclusiones finales de las partes (art. 402 del C.P.P.): El representante
del Ministerio Público, Dr. Marcelo Altamirano, al hacer uso de la palabra mencionó
el “modus operandi” con que Montaño Martínez procuraba sus víctimas; esto es,
prometiendo viviendas a mujeres sumamente carenciadas, aprovechándose de sus
necesidades; mencionando además que las golpeó ferozmente para vulnerar su libertad
sexual. Se remite al contenido de las piezas requirentes, pues entiende que los hechos
allí consignados se han visto probados tal como fueran fijados, por lo cual procede a
reseñar brevemente cada suceso. Respecto al primero, destaca que ocurrió en enero de
2012, en la vivienda de la damnificada M. L. T. y que el ataque fue cometido en
presencia de la hijita de la víctima, utilizando un cuchillo. En cuanto al segundo,
recuerda que fue en setiembre de ese año y que, en este caso, hizo subir a M. B. G. a su
moto, llevándola a una casa abandonada. Sigue relatando que, en el tercer hecho, utilizó
el mismo medio, subiendo a su moto a Mayra M. M. O. y a su hijita MAO -de tres añosa quienes condujo a la misma casa abandonada, donde fracturó y abusó de la niña y de
su madre. Enfatiza el obrar perverso desplegado por Montaño en este hecho, donde no
fue capaz de conmoverse por una nena de corta edad. Se refiere luego al cuarto hecho,
en el que la víctima fue A. M. B. A. y en el que ingresó a la casilla precaria donde ésta
vivía, amenazándola con un martillo para lograr su cometido. En relación al último
evento (quinto hecho) sostiene que buscó a la víctima en el puente donde vivía en
situación de calle y la llevó a la casa abandonada, pegándole en el abdomen sabiendo
que estaba embarazada. Tras este resumen destaca que el imputado ha asumido una
actitud fría y calculadora al escuchar los contundentes testimonios que se receptaron en
el juicio, limitándose a negar todos los hechos con el justificativo de que se encontraba
trabajando o con carpeta médica. En ese sentido, sostiene que los compañeros de trabajo
que comparecieron al debate no apoyaron su postura defensiva y que la enfermedad que
dijo padecer no resulta incapacitante. Agrega que la conducta de Montaño Martínez
incurre en lo que los victimólogos denominan “serialidad” y destaca que los hechos se
esclarecieron gracias a la concentración de información que responde a los nuevos
parámetros de política criminal. Así, afirma que existe prueba común para los cinco
hechos, la que lleva a afirmar que todos fueron cometidos por un mismo sujeto,
sosteniendo que los indicios de presencia y plan delictivo son contundentes. Enumera:
1) que siempre se usó la misma moto y casco; 2) el despliegue de un mismo ardid
[ofrecer ayuda para mejorar las condiciones de hábitat de sus víctimas], sin presentar
credencial que lo identificara como miembro de alguna organización; 3) el modo de
relacionarse con las mujeres, efectuando tareas de inteligencia y fijando reuniones para
conocerlas; 4) su manejo del sector, ya que vive y trabaja en la misma zona; 5) que
todos los testigos lo describen de forma similar, mencionando un característico lunar; 6)
que si bien usaba distintos nombres, solía dar como apellido uno de los suyos:
“Martínez”, lo que es propio de los psicópatas; 7) siempre empleaba las mismas
expresiones y acciones durante los hechos [por ej.: “ponete en cuatro”]; 8) las víctimas
tienen un mismo perfil de vulnerabilidad, lo que era aprovechado por Montaño Martínez
quien asumía una posición de poder para someterlas. Enfatiza, además, que después de
su aprehensión no se produjeron más hechos de estas características. Sigue diciendo que
las víctimas fueron coherentes en sus relatos y que ninguna tenía motivo para mentir,
además de que no surge de ninguno de los informes psicológicos tendencia a la
fabulación. Aclara que los dichos de las damnificadas no son la única prueba, sino que
hay abundantes elementos probatorios independientes, por caso la declaración de los
policías que investigaron los hechos, los cuales son contestes en los datos que aportan;
asimismo cita los informes del “101” que corroboran -en cada caso- el lugar y fecha de
los hechos; las entrevistas de contención de las víctimas en la Unidad Judicial de la
Mujer y los testimonios que ratifican la modalidad con la que se presentaba el imputado.
En este sentido, menciona a Paola, Romina y Yamila Oliva, Erika Carcaravilla, Silvia y
V. R., María del Carmen Pedraza y S. M. S. (quien mantuvo relaciones consentidas con
el imputado, pero lo ocultó porque él se lo ordenó). Alude también a lo informado por
los integrantes de la ONG “S.I.”, al acta de aprehensión de Montaño Martínez y al
secuestro de la motocicleta negra, aclarando que ello sucedió cuando el imputado tocaba
la puerta de Romina Oliva, momento en que se presentó el Oficial Sarría y detuvo al
imputado. Se ocupa luego de los informes ginecológicos, destacando que casi todas eran
mujeres que habían logrado una pareja estable, por lo cual -en dos casos- hay perfiles
masculinos mesclados de dos sujetos. Señala que en todos los casos las víctimas fueron
golpeadas por el imputado, lo que revela que no hubo consentimiento para mantener
relaciones sexuales con él. Subraya que los informes psicológicos son contundentes en
cuanto al daño sufrido por estas mujeres, dando cuenta de que fueron “cosificadas” por
el imputado; haciendo la salvedad de que no se pudo ubicar a los fines de las entrevistas
psicológicas a K. S. R. (quinto hecho) debido a su situación de calle. Vuelve a referirse
a cada uno de los hechos, sosteniendo que, en el primero, M. L. T. y lo reconoció en
rueda de personas y explicó que lo había visto dos veces y luego del hecho lo vio salir
de “Iveco” de noche. Menciona que la testigo Silva escuchó los gritos de su vecina y vio
la moto negra; mientras que Ramón Martínez no pudo o no quiso reconocerlo cuando
compareció al juicio. Refiere que, en este caso, la víctima no supo especificar si el
sujeto había eyaculado o no, infiriéndose de ello -y del informe químico- que no lo hizo.
En relación al segundo hecho, sostiene que la pericia de ADN da cuenta de dos perfiles
genéticos (el de la pareja de la víctima y el del imputado). Recuerda que M. B. G.había
acudido a la cita con el acusado junto a su amiga Vanesa Reyna, pero ésta no subió a la
moto. El tercer hecho, dice, es uno de los más aberrantes que se haya conocido. Indica
que del hisopado a la víctima Mayra M. M. O.se obtuvo perfil de Montaño y subraya
que le produjo una lesión grave a la hijita de ésta, de la que también abusó. Destaca que,
en este caso, la víctima reconoció al imputado y además hay vecinos que la vieron subir
a su moto. Al repasar el cuarto hecho, sostiene que los vecinos de la víctima (Antonella
Altamirano) dijeron que el sujeto se presentaba regularmente en el lugar (menciona a
Ramón Martínez, Natalia y Fátima Roldán) y destaca que la damnificada lo reconoció
en rueda de personas. Afirma también que la damnificada presentaba una fisura anal y
que el ADN dio negativo porque en este caso no hubo abuso carnal. Finalmente, alega
que en el quinto hecho, K. S. R. no lo reconoció, pero la pericia genética arrojó
resultado positivo. Añade que el informe médico de fs. 271 del 3° Cuerpo demuestra
que el imputado tiene lunares, tal como señalaran casi todos los testigos. En
consecuencia, entiende que el marco probatorio lleva al estado de certeza respecto a la
existencia de los hechos, en las condiciones de modo, tiempo y lugar en que fueran
narrados, recalcando que todos fueron perpetrados con violencia. Enumera los delitos
por los que debe responder Cristian Montaño Martínez y las normas sustanciales que los
describen (primer hecho: violación de domicilio y abuso sexual con acceso carnal
continuado calificado por el uso de arma en concurso real; segundo hecho: abuso sexual
con acceso carnal continuado; tercer hecho: abuso sexual sin acceso carnal y lesiones
graves en concurso real; abuso sexual con acceso carnal continuado; cuarto hecho:
abuso sexual gravemente ultrajante; quinto hecho: abuso sexual con acceso carnal
continuado), para luego concretar su pretensión punitiva, destacando que se trata de un
“depredador social” y que las únicas pautas favorables son su edad, carencia de
antecedentes y que no tiene adicciones. Detalla, en consecuencia, las pautas de
agravación a tener en cuenta y concluye que se trata de hechos de suma gravedad.
Respecto a la pena, dice que -en ejercicio de la obligación de objetividad- se ubica en el
tercio medio de la escala penal a tener en cuenta, solicitando la imposición de
veinticinco años de prisión.A su turno, el Dr. Rosendo Montero, ejerciendo la defensa técnica del
imputado, sostuvo que en autos hay una total orfandad probatoria, solicitando en
consecuencia la absolución de Cristian Eduardo Montaño Martínez. Argumenta que el
Fiscal no pudo traer a juicio a las víctimas y que los testigos que comparecieron al
debate cambiaron su declaración respecto a la investigación preparatoria. Así, entiende
que ninguno reconoció al imputado y subraya que el testigo Ramón Martínez dijo que el
imputado no fue la persona que lo entrevistó; respecto a Irma Silva dice que lo único
que aportó fue que dio aviso a la policía ya que vio que la víctima “venía” gritando,
pero negó haberla visto con los pantalones bajos, además dijo que el sujeto no era el
imputado, ya que era más flaco. Señala también que los testigos Barrera y Vijarra dieron
cuenta de las “paradas técnicas” de la fábrica Iveco, durante los meses de noviembre,
diciembre y enero, por lo que -en esos meses- se trabajaba de día (turnos de 6,00 a 14,00
hs. o de 14,00 a 22,00 hs.), deduciendo de ello que el imputado no pudo ser el autor de
los hechos ocurridos en esos meses, ya que estaba trabajando. Luego se ocupa de la
testigo Ríos Silva, señalando que estuvo en varias reuniones de las que organizaba el tal
“Marcos Martínez”, pese a lo cual no reconoció al imputado ya que dijo que el sujeto
tenía ojos claros. Enfatiza que en las oportunidades que se allanó el domicilio de su
defendido, nunca se encontraron lentes de contacto, por lo cual afirma que “estamos
hablando de otra persona”. Alude también a la Sra. Zarría, tía de la damnificada
Gigena, quien dijo que el sujeto usaba tres nombres, pero tampoco reconoció al
imputado, al igual que Pedraza. Sostiene que la única que lo reconoció fue María
Beatriz Gigena, pero alega que compareció al juicio sabiendo que tenía que reconocer
al sujeto que se estaba juzgando. Insiste que todos hablaban de una persona de ojos
claros. Particularmente, dice que en el tercer hecho no hay testigos ni ninguna prueba;
que en el cuarto hecho no compareció la víctima, no existiendo testigos ni
reconocimientos. Aclara que en este hecho aparece también el testigo Ramón Martínez
(al igual que en el primero), quien no reconoció a Montaño Martínez. En relación al
quinto hecho, afirma que no coincide la descripción del sujeto ni de la moto; que Oliva
habla de cicatriz y no de lunar, al igual que la testigo Carcaravilla, mientras que otra
testigo también mencionó los “ojos claros”. Agrega que la víctima y Silvia Díaz no lo
reconocieron en rueda de personas, reiterando que la primera habla de una persona de
tez blanca y ojos claros, lo cual no coincide con la fisonomía del imputado. Así, reitera
que existe una absoluta orfandad probatoria y requiere la absolución de Montaño
Martínez, agregando que -subsidiariamente-, para el hipotético caso en que el Tribunal
no acoja su petición, solicita se le imponga el mínimo de la escala penal, ya que se trata
de una persona trabajadora, que tiene familia y se ha capacitado en el lugar de
detención.V) Análisis de la prueba colectada: El minucioso análisis del plexo
probatorio reunido me lleva al convencimiento de que los hechos atribuidos a Montaño
Martínez ocurrieron de la forma en que han sido reproducidos en el pasaje pertinente de
la presente Sentencia.
A fin de fundamentar tal aserción, por cuestiones de método, resulta necesario efectuar
ciertas consideraciones generales respecto a todos los hechos, cimentadas en la prueba
común para todos ellos. En primer lugar -para una cabal comprensión de la trama
delictiva llevada a cabo por el imputado- se debe desarrollar una reseña de la génesis de
la investigación mediante la cual se arribó a la conclusión de que los hechos contenidos
en varios sumarios que se tramitaban en la Unidad Judicial de la Mujer tenían un nexo
común que llevaba a afirmar que su autor era la misma persona (circunstancia que fue
advertida -en un principio- por el comisionado Pablo Fonseca, al investigar el “segundo
hecho” [Srio. 1162/12], según surge de su declaración de fs. 177/178 del 6° Cpo.). Así,
en el Sumario N° 229/13, iniciado con fecha 2/3/13 (cuyos originales obran a fs.
72/158 del 3° cuerpo de actuaciones y se encuentra fotocopiado y agregado a cada uno
de los expedientes que conforman la presente causa), prestó declaración el Oficial
Inspector Pablo Augusto Martínez (fs. 73/74 y 101/102), adscripto a la División
Protección de Personas, quien informa que ese día se encontraba cumpliendo funciones
en la U.J. de la Mujer cuando se hicieron presentes los Sres. Nelson Conrado García y
Marcos Urán (miembros de la O.N.G. “S.I.” que asiste a personas carenciadas), los
cuales le relataron que habían tomado conocimiento que, a fin del año anterior, una
joven a la que ayudaban había sido abusada sexualmente por un sujeto que le había
prometido una vivienda. Que con tal motivo, instruyeron a las mujeres para que
estuvieran atentas y les comunicaran inmediatamente cualquier sospecha. Que Marcos
Urán le relató que en la víspera había recibido una llamada de Paola Oliva quien le dijo
que en su casa se encontraba un sujeto en una motocicleta, quien se negó a sacarse el
casco mientras les hablaba a ella y a su cuñada Erika Carcaravilla, prometiéndoles
otorgarles viviendas. Agrega que el Sr. Urán también le dijo que el sujeto decía que era
asistente social y ofrecía casas a “madres solteras”, insistiendo que lo acompañaran a
ver las casas que supuestamente les iban a entregar, explicando que debían ir “una por
vez”, ya que no podía llevar a ambas en la moto. Agrega que las nombradas, al haber
sido alertadas, le pusieron excusas y acordaron que se reunirían nuevamente el día 4 de
marzo en la casa de ambas (viene al caso señalar que, según surge de los testimonios de
estas testigos, son personas sumamente humildes que viven en viviendas precarias
debajo del Puente Avellaneda, tratándose de Estela Maris Oliva, sus hijas Paola, Yamila
y Romina y su nuera Erika Carcaravilla). El relato del Oficial Martínez fue confirmado
por las nombradas; en primer lugar, Paola Soledad Oliva (fs. 78/79) dijo que vive en
Barrio Ducases con su cuñada Erika Carcaravilla y los hijos de ambas (siete en total), en
una vivienda precaria que se encuentra a la margen del río. Amplía las circunstancias
aportadas por Urán a través del policía Martínez, diciendo que -el día anterior- su madre
la fue a buscar para avisarle que había un hombre que quería entrevistar a madres solas
para ofrecerles viviendas, por lo que salió junto a Erika y vieron al sujeto que estaba
frente a su casa y había descendido de una moto grande (gris oscuro, con detalles en
rojo y asiento blanco), el cual dijo ser de una O.N.G. y ofrecía viviendas, explicándoles
que ellas mismas debían trabajar en la construcción y que recibirían un pago por ello.
Aclara que no exhibió credencial y que se mostraba muy interesado en que la declarante
y su cuñada fueran entrevistadas por una asistente social. Manifiesta la testigo que se
puso muy nerviosa porque recordó que Marcos (el ya mencionado Urán), el año anterior
les había advertido el peligro, ya que había un sujeto que ofrecía casas y luego violaba
mujeres. Por tal motivo -dice- prestó atención a varias circunstancias que le llamaron la
atención, por caso el empeño en llevarla a ella o a Erika a la asistente social, pese a que
era tarde (más de las 18,00 hs.) para que una ONG estuviera abierta, negándose a
llevarlas juntas. Relata también que su madre se mostró interesada, siendo rechazada
por el sujeto quien argumentó que no reunía las condiciones ya que tenían que ser
madres jóvenes con niños a cargo. Que ante eso, la declarante se retiró y llamó por
teléfono a Marcos Urán. Sigue diciendo que luego llegó su hermana Romina Oliva
quien no tiene hijos, pese a lo cual el hombre le dijo que lo acompañara que él iba a
hacer un “chamuyo” para que le dieran trabajo. De otro costado, esta testigo informa
que en ese momento había personal policial por el sector, notando que el sujeto se puso
nervioso y observaba atentamente lo que los uniformados hacían, tras lo cual dijo que
volvería el lunes por la mañana. Por su parte, Erika Vanesa Carcaravilla (fs. 149/150)
ratifica los dichos de su cuñada Paola, relatando que el sujeto primero había conocido a
otra de sus cuñadas (Yamila Oliva) quien lo mandó a hablar con la declarante. Esta
testigo describe al sujeto como de unos 30 años, de 1,70 m. de estatura, de tez trigueña y
ojos oscuros, con una cicatriz debajo de uno de sus ojos, agregando que tenía puesto un
casco negro. También describió la motocicleta en que se conducía de modo coincidente
a la que fuera secuestrada al imputado. Informa que el sujeto se hacía llamar Marcos y
que también habló con su suegra Estela Maris Oliva y con su cuñada Romina, que vive
en una casa contigua a la de la declarante. Explica que alertaron a esta última sobre el
peligro que significaba este hombre, por lo que Romina se hizo la descompuesta y el
sujeto quedó de pasar a buscarla el lunes siguiente (ocasión en que fue aprehendido por
el Of. Subinspector Elias Sarría, según surge del acta de fs. 90 quien también secuestró
la motocicleta descrita y el casco, tal como consta en el acta de fs. 91). Por su parte,
Yamila Victoria Oliva (fs. 83/84) confirma lo relatado por su hermana y cuñada,
aclarando que el sujeto se le arrimó mientras ella limpiaba vidrios de autos en La
Cañada, preguntándole si conocía una chica embarazada que también limpiaba. Agrega
que -sin bajarse de la moto- le dijo que trabajaba para una ONG que daba viviendas y
trabajo, queriendo que lo acompañara a una entrevista, cosa que no hizo, pero le dijo
dónde vivían su madre y hermanas a quienes seguramente les interesaría la oferta,
enterándose esa noche que el sujeto se había presentado y había querido llevar a sus
hermanas con la misma excusa, pero no pudo hacerlo ya que Paola se había enterado por una persona de una ONG que la asiste- que el sujeto había abusado sexualmente de
una chica. Describe a la persona que ella vio de manera compatible con el imputado,
refiriendo que tenía una cicatriz en la cara y ojos “verdecitos”, aclarando que siempre
tuvo el casco puesto y no se bajó de la moto (de color negro).
Como se advierte, las circunstancias que precedieron y determinaron la aprehensión de
Montaño Martínez revelan palmariamente que, de no haber sido por la oportuna
intervención de Marcos Urán (ONG “S.I.”) -que había advertido a las chicas acerca de
este sujeto- y de la Policía, alguna de las testigos (Paola Oliva, su hermana Romina o
Erika Carcaravilla) se hubiera convertido en la próxima víctima del imputado. A partir
de ello, los investigadores pudieron conectar diferentes hechos que habían sido
cometidos por el mismo sujeto, que a la postre resultó ser Cristian Eduardo Montaño
Martínez. Así pues, el Cabo Primero Daniel Martín Sánchez (fs. 82), adscripto a la
División Policial Protección de Personas, comisionado ante la Unidad Judicial de la
Mujer, advirtió que el hecho del que pudieron ser víctimas las hermanas Oliva y Erika
Carcaravilla estaba íntimamente relacionado con otros hechos tramitados en esa U.J., ya
que las características físicas del sujeto eran coincidentes con las descripciones del autor
de otros hechos similares (enumera los Sumarios Nos. 41/12, 1162/12, 1288/12,
1485/12 y 187/13, que finalmente integraron los presentes autos). Este investigador
menciona también que el modus operandi era el mismo (se presentaba en zonas
precarias prometiendo viviendas a mujeres de entre 20 y 30 años y luego -tratativas
mediante para mostrarles y/o entregarles la supuesta casa- las conducía a bordo de una
motocicleta a un lugar apartado donde abusaba sexualmente de ellas); agrega que el
hombre se conducía en motocicleta y visitaba previamente a las víctimas antes de
cometer los hechos. Da cuenta que el mismo era descrito como de entre 35 y 40 años, de
contextura mediana, de una altura de 1,65 a 1,75 metros, cabello corto negro, tez
trigueña y que la mayoría de las damnificadas observaron un lunar, mancha o cicatriz en
su rostro, coincidiendo estas características con los datos proporcionados por Paola
Soledad Oliva. Por su parte, el Oficial Sub-inspector Elías Sarría (fs. 87/89) se avocó a
la investigación del Sumario N° 187/13 (quinto hecho, cuya víctima es K. S. R.), al
cual luego se adjuntó el N° 229/13 (en el que se logró la aprehensión de Montaño
Martínez y fuera iniciado con motivo de los datos aportados por los miembros de la
Fundación “S.I.”), toda vez que -por la descripción del sujeto y modalidad del hechoinfirió que se trataba de la misma persona. El aludido policía también prestó declaración
a fs. 135, manifestando que existían otras circunstancias -como la zona en que
acaecieron los hechos- que permitían relacionar estos sucesos con los contenidos en las
Actuaciones Nos. 41/12, 1162/12, 1288/12 y 1485/12. Explica que el hecho que se
investiga en el Sumario n° 187/13, al igual que los que constan en las Actuaciones N°
1162/12 y 1288/12 sucedieron en la misma construcción abandonada, emplazada en
zona rural de B° Ampliación Ferreyra; que -además- todos los episodios ocurrieron en
zonas cercanas, pues los que surgen de los Srios. N° 41/12 y 1485/12 acontecieron en
domicilios particulares de barrio Cormerc, que es un asentamiento ubicado en
inmediaciones de Ampliación Ferreyra. Por otra parte, destaca que el detenido Montaño
Martínez trabaja como empleado de limpieza en la planta Fiat y tanto el domicilio de su
madre (B° 23 de Abril) como el de su hermano (B° Ampliación Ferreyra), se encuentran
próximos a los lugares donde sucedieron los hechos (acompaña croquis de fs. 136/138).
Los datos aportados por los investigadores, analizados conjuntamente con las
declaraciones de las víctimas y testigos nos convencen que el prevenido Montaño
Martínez intervino en todos los hechos juzgados. En orden a respaldar esta afirmación,
cabe verificar un catálogo de las circunstancias que se encuentran probadas y conducen
indefectiblemente a la solución condenatoria:
1.- La descripción del autor es coincidente en todos los hechos y compatible
cabalmente con la fisonomía de Montaño Martínez; siendo del caso señalar que el Of.
Inspector Elías Sarría al aprehender al encartado hizo constar en el acta de fs. 90
(cuerpo 3°), que mide aproximadamente 1,70 mts., es de tez trigueña, cabello corto
negro, cejas tupidas, posee una cicatriz en la mejilla derecha y un lunar en la mejilla
izquierda, ojos color marrón claro, contextura robusta. Por otra parte, la Inspección
corporal de fs. 271 del mismo cuerpo de actuaciones, da cuenta que no tiene tatuajes en
su cuerpo y que en su rostro presenta: un lunar negro de aproximadamente 0,5 cm. en la
“hemicara” izquierda, mientras que a la derecha posee una línea cicatrizal (antigua,
levemente hipo-pigmentada) y otro lunar más pequeño y más claro. A su vez, el
Informe médico de Policía Judicial (fs. 115 del 3° cuerpo) corrobora que el acusado
mide 1,70 mts., pesa 75 kilogramos y que su tipo constitucional es normosómico (es
decir, ni gordo ni flaco). Finalmente, en el Informe médico incorporado durante la
instrucción suplementaria (fs. 696) no consta la existencia de cicatriz, pero se destaca un
lunar del lado izquierdo y otro más pequeño en la mejilla derecha, rasgo que fue el que
más llamó la atención a las víctimas y testigos. Se advierte entonces que todas las
constataciones efectuadas en la persona de Montaño -examinadas en conjuntocoinciden con la descripción del sujeto hecha por quienes tuvieron contacto con él, no
resultando óbice que ciertas personas (por caso K. S. R. -fs. 7 vta. del 3° Cuerpo-;
Yamila Victoria Oliva -fs. 83 vta. del C. 3°-, entre otros) hayan dicho que tenía ojos
claros, incluso “verdes”. Es que, tal como lo detalla el acta de aprehensión, el imputado
tiene ojos marrones “claros”, lo cual puede llevar a confusión, sin descartar que alguna
vez haya usado “lentes de contacto” aunque los mismos no se hayan secuestrado. A más
de ello, también puede tratarse de un defecto de percepción por parte de los testigos,
debido a la luz o a la circunstancia de que casi nunca se quitaba el casco (ver por ej. lo
dicho por Paola Soledad Oliva a fs. 78/79 del 3° C.). Ese detalle -en el que hizo
hincapié la defensa- no resulta relevante frente a todos los datos fisonómicos que
coinciden absolutamente con la persona del imputado; además no podemos pretender
que los testigos tengan “memoria fotográfica”, sino que debemos admitir que las
personas aprecian la realidad de formas distintas, ya que la percepción es un proceso
complejo en el que intervienen sensaciones, experiencias, características personales de
la memoria y hasta la imaginación de quien observa. A más de todos esos elementos,
cabe señalar que, de la impresión de visu con el imputado, surge su parecido con los
retratos hablados elaborados por las víctimas y testigos antes de la identificación de
Montaño Martínez (valgan como ejemplo los agregados a fs. 41 del 1° Cuerpo, fs. 57
del 6°, fs. 83 del 5° Cpo. y fs. 169 del 3° Cuerpo). Lo mismo acontece con las
fotografías tomadas al imputado en el gabinete respectivo de Policía Judicial (fs.
645/649) que evidencian su parecido con las descripciones de los testigos y los retratos
hablados. A su vez, esas fotos explican por qué algunos de los testigos que
comparecieron al debate dudaron de que fuera el hombre al que ellos habían visto, ya
que al ser detenido Cristian Montaño Martínez tenía el pelo más largo y usaba flequillo,
mientras que al comparecer a juicio lo tenía bien corto. Ahora bien, en este sentido, se
debe consignar que aun quienes no lo reconocieron en el debate destacaron que
recordaban el lunar que tiene cerca de la nariz, lo que -analizado de forma conjunta con
los reconocimientos en rueda de personas y otros elementos incriminantes- resulta
suficiente para afirmar que se trata del autor de los hechos.
2.- La participación del prevenido se ve corroborada también con la descripción de la
motocicleta en la que siempre se movilizaba (de iguales características a las de
Montaño Martínez). Efectivamente, el acusado utilizó la misma moto en todos los
hechos, la que fue coincidentemente descrita por los testigos como “de 110 cc de
cilindrada, negra o de color oscuro, con asiento blanco, en buen estado de
conservación” (ver, entre otras, las declaraciones de Ramón Osvaldo Martínez -fs.
22/23 del C.1 y fs. 43 del C.2-; V. R. -fs. 31 del C.6-, quien incluso dijo que se trataba
de una moto “Brava - Nevada”; Mayra M. M. O.-fs. 6/11 del C.5-, que vio que la
patente terminaba en “123”; Lucas Oliva -fs. 14/15 del C.2-; Silvia Díaz -fs. fs. 29/30
del C.3-, etc.), lo cual fue confirmado al ser aprehendido Montaño Martínez, pues surge
del acta de secuestro (fs. 91) que se trata de una motocicleta marca “Brava”, modelo
“Nevada” de 110 cc de color negro, con detalles en color gris y asiento de color blanco,
Dominio “132-GSG”, surgiendo del certificado de fs. 142 del 3° Cuerpo que la misma
es de propiedad de Cristian Montaño Martínez. Cabe destacar que en el quinto hecho, la
víctima K. S. R. dijo que la moto era blanca (fs. 7/9), sin embargo no cabe duda que se
trata de la motocicleta de Montaño, toda vez que la testigo de ese hecho, Silvia Beatriz
Díaz (fs. 29/30) afirmó que se trataba de una moto grande y negra. En este caso, vale
hacer la misma reflexión que se hiciera respecto al color de ojos del imputado, pudiendo
tratarse de un error de percepción de la ofendida, comprensible si se recuerda que el
asiento de la moto es blanco.
3.- También se ha probado con certeza el conocimiento de la zona que tenía el
imputado, quien se manejaba con soltura en los barrios o “villas” del Sur-Este de la
ciudad, ya que tanto él como sus familiares vivían en el sector, a la vez que trabajaba en
la planta de Fiat-Iveco ubicada en las inmediaciones de Avda. Sabatini y
Circunvalación, en cercanía de los domicilios de las víctimas M. L. T. y Altamirano, a
quienes atacó dentro de sus viviendas (primero y cuarto hechos respectivamente), según
surge de la Cooperación de Planimetría Legal reservada en Secretaría, como también
de los diversos croquis confeccionados por los policías intervinientes o comisionados
para la investigación (entre otros, los labrados por Juan Carlos Brignoni [fs. 4 del C.1];
Pablo Ángel Fonseca [fs. 18 del C.6]; Cabo 1° Carlos Martín Olea [fs.3 del 5° Cpo.] y
Sargento Fernando José Sivilotti [fs. 4 del C.3]).4.- Vinculado con lo anterior, se ha acreditado que el lugar de los sucesos donde violó a
las víctimas de los hechos segundo, tercero y quinto, es el mismo al que llevó a otras
mujeres (Mariana Pedraza y S. M. S. , ambas testigos del segundo hecho), tratándose de
una construcción abandonada, casi demolida, ubicada en un descampado cercano a
barrio Ampliación Ferreyra, a la que se arriba por el denominado “Camino Interfábricas”. Esto surge del Informe de planimetría reservado en Secretaria, de los croquis
antes citados, de la descripción efectuada por las víctimas y comisionados, del informe
fotográfico elaborado por Policía Judicial (fs. 183/188 del 3° Cuerpo de actuaciones) y
de las copias de las fotos del lugar (fs. 20/24 del 6° Cpo.; fs. 38/41 del C. 5°, entre
otras), imágenes que indican que se trata de una construcción antigua, con aberturas sin
puertas ni ventanas, carente de techos, con piso de tierra y escombros, observándose
abundante arboleda y malezas a su alrededor.
5.- Otro tópico incuestionable es que el autor desplegó el mismo ardid y modo de
relacionarse con las víctimas, habiendo dicho en algunas ocasiones que era de la
Universidad, en otras que era integrante de una ONG y en otras invocaba la realización
de un censo, pero no presentaba credenciales ni documentación que lo vinculara con
institución alguna. Actuaba con absoluta desfachatez, pues organizaba reuniones a fin
de elegir a ciertas mujeres para hacerlas sus “presas”, con el engaño de que les podía
hacer otorgar una vivienda o ayuda para su adquisición. A su vez utilizaba diferentes
nombres, pero casi siempre mantenía uno de sus apellidos “Martínez”. Así en el primer
hecho (según el testigo Ramón Martínez - fs. 22, Cpo.1) el sujeto se presentó como
Cristian Martínez; en el segundo hecho dijo llamarse Marcos Martínez (ver declaración
del policía Mamondez -fs. 1/2 del C. 6- y de M. B. G.de fs. 7/8), como también Marcos
Ceballos (según lo declarado por Mariana Pedraza en el debate y a fs. 43/45), surgiendo
de lo aportado por Silvia Zarría (en el debate y a fs. 186/187) que se hacía llamar
indistintamente Marcos Martínez, Marcos Gómez y Marcos López; en el tercer hecho, el
policía Carlos Martín Olea (fs. 1/2 del 5° Cpo.) y Shail Melaní Sosa (fs. 39/40) aluden
también a Marcos Martínez, mientras la víctima (M. M. O., fs. 8/11) dijo haber
escuchado que se llamaba Marcos Martín “o algo así”. Esto concuerda con lo dicho por
Antonella Altamirano, damnificada del cuarto hecho, quien afirmó que el sujeto se hacía
llamar Marcos Martín. En cambio, en el quinto hecho y en el caso de las hermanas
Oliva (Srio. 229/13) no se identificó.
6.- También se puede aseverar que escogía un determinado perfil en sus víctimas,
siendo todas sumamente vulnerables en virtud de ser mujeres jóvenes y carecientes por
la situación de fragilidad social en que se encuentran. En efecto, las damnificadas
coinciden en edad (de 20 a 30 años), condición social y estilo precario de vida
(destacándose el caso de K. S. R. -quinto hecho- que vivía debajo del Puente Pucará y
las hermanas Oliva -potenciales víctimas- que lo hacían en casillas levantadas debajo
del Puente Avellaneda), condiciones que parecían ser determinantes para que el
imputado se motivara para abusarlas, ya que previamente las esperanzaba ofreciéndoles
mejorar su situación con trabajo y vivienda. De otro costado, al consumar los hechos les
pegaba donde más les dolía al amenazar con atacar a sus familias, logrando mayor
sumisión cuando estaban con sus hijos menores (lo que ocurrió en los casos del primer y
tercer hechos).
7.- Asimismo, el incoado empleó el mismo patrón de conducta durante las agresiones.
Si bien a algunas víctimas las conducía a un descampado de la zona de barrio
Ampliación Ferreyra donde se emplazaba la construcción semiderruida a la que ya
hemos hecho referencia (hechos nominados segundo, tercero y quinto), mientras que a
otras las agredió dentro de sus propias viviendas (primero y cuarto hechos), el “modus
operandi” era similar en cuanto a las amenazas, golpes y requerimientos sexuales. En
los hechos nominados 2°, 3° y 4° su forma de actuar fue prácticamente idéntica, pues en
los tres casos logró que las damnificadas subieran a su moto, llevándolas a la casa
abandonada a la que ya hemos hecho referencia. Una vez allí, ejerció violencia física
sobre ellas, tomándolas del cabello o del brazo para conducirlas por la fuerza al interior
de la construcción, ejerciendo una violencia extrema. Asimismo, utilizó similares
expresiones para amedrentarlas y lograr que se sacaran la ropa, tales como “si no… va a
ser peor” o “si no lo haces, agarro a tu hija” (tercer hecho, en el cual cumplió su
amenaza, agrediendo física y sexualmente a una criatura de tres años); obligándolas de
ese modo a que le practicaran sexo oral, tras lo cual -siempre empleando fuerza contra
ellas- las accedió carnalmente, sin preservativo, por vía vaginal y anal, para lo cual les
exigía que se agacharan, diciéndoles “ponete en cuatro patas” o simplemente “en
cuatro”. Esa conducta también fue desplegada por Montaño Martínez en los dos ataques
que cometió en el interior de los domicilios de las víctimas, en los cuales simuló tener
un arma, llegando incluso a esgrimir un cuchillo (hecho primero) y un martillo (cuarto
hecho). En dichas ocasiones desplegó violencia física sobre las víctimas y empleó las
mismas o similares expresiones a las ya consignadas a fin de lograr acceder carnalmente
a las mujeres, lo que consiguió en el primer hecho pero no en el cuarto (debido a la
resistencia de la damnificada, solo vulneró su intimidad y reserva sexual metiéndole los
dedos con fuerza en su ano y vagina). Las tramas criminales descritas evidencian, sin
lugar a dudas, que todos los hechos fueron cometidos por la misma persona, pues se
erigen en un “sello” particular y característico, utilizando no sólo la fuerza para lograr
su cometido, sino también expresiones humillantes que revelan su plan de degradar a
sus víctimas para someterlas. Por otro lado, no podemos soslayar que el agresor,
previamente, se había ganado la confianza de las mujeres a las que luego agredió, lo
cual contribuyó a que las mismas accedieran a subir a su moto en la creencia de que
podía ayudarles a mejorar sus precarias condiciones sociales, circunstancia que torna
aún más siniestro el accionar del imputado.
8.- Finalmente, la postura exculpatoria de Montaño Martínez, lejos de contribuir a
desvincularlo de los hechos, se erige en un indicio de mala justificación. En efecto, el
nombrado -durante la investigación penal preparatoria- se limitó a negar los hechos (fs.
119/120 del C.1; fs. 298/299 del C.7; fs. 173/175 del C.5; fs. 96/97 C.2 y fs. 171/172 del
C.3), mientras que en el juicio -a más de negar los hechos- arguyó que se encontraba
trabajando o con carpeta médica debido a un “abombamiento de vértebras”. Su
coartada aparece como sumamente endeble, ya que ha sido desvirtuada por toda la
prueba que lo relaciona con los hechos (como se analizará en cada caso) y no fue
apoyada por los testigos que él mismo ofreció, como tampoco por los informes
remitidos por la Empresa “Iscot” donde trabajaba. En efecto, Carlos Matías Barrera,
encargado de esa firma, indicó que la misma presta servicios de mantenimiento y
limpieza en la fábrica Fiat-Iveco, supervisando el testigo la Planta Mecánica. Dijo que
Montaño Martínez llevaba a cabo sus tareas en el turno noche (de 22,00 a 06,00 hs.),
pero aclaró que durante los meses de noviembre, diciembre y enero no hay producción
en la fábrica (lo que se llama “parada técnica”), por lo que no se trabaja en el turno
noche, sino que los empleados se distribuyen en turnos diurnos rotativos (de 06,00 a
14,00 hs. y de 14,00 a 22,00 hs.), no pudiendo informar en qué horarios trabajó
Montaño Martínez durante el año 2012. A preguntas formuladas por el representante del
Ministerio Público, dice que no se considera compañero de trabajo del imputado, ya que
compartió el ámbito laboral por poco tiempo (aproximadamente seis meses, hasta abril
de 2012 cuando Montaño salió “de ART” por lumbalgia), precisando que en enero de
2012 él trabajó en la Planta Mecánica y el acusado no lo hizo en ese sector, por lo que
no lo veía. Por su parte, Hugo Alfredo Vijarra encargado de la misma Empresa pero
en los sectores de Chapa y Montaje, informa que Montaño Martínez durante la semana
trabajaba de noche y los sábados lo hacía durante el día. No recuerda bien en qué
periodo trabajó, pero -dice- debe haber sido hasta abril o mayo de 2012 y menciona que
antes era un excelente empleado, pero en ese tiempo comenzó a faltar mucho, con
carpetas médicas o ART, enfatizando que antes no faltaba nunca. Explica que, durante
el periodo de “parada técnica” de Fiat, los operarios no trabajan pero Iscot sigue
prestando servicios. Tampoco supo dar detalle de los horarios en que Montaño trabajó a
la fecha de los hechos, reiterando que cuando se hizo cargo de esa planta era un
excelente empleado, pero luego empezó a faltar, hasta que en un momento no apareció
más. Como se aprecia, estos testimonios no ayudan a convalidar la posición
exculpatoria esgrimida por el acusado, toda vez que de manera alguna puede derivarse
de ellos que el acusado se encontrara trabajando al momento de los hechos. No resulta
ocioso aclarar que sería inverosímil que los testigos recordaran con precisión si
Montaño había trabajado los días de los sucesos y en qué horario lo había hecho, pero
ambos destacaron que pedía muchas carpetas médicas (siendo del caso aclarar que la
patología invocada -lumbalgia o abombamiento de vertebras- no resulta de ningún
modo invalidante). Por otra parte, resulta sugestivo que Vijarra haya manifestado que
hubo un evidente y repentino cambio de conducta por parte de Montaño Martínez, quien
antes no faltaba nunca y luego -coetáneamente al inicio de los hechos objeto de la
presente sentencia- comenzó a hacer uso de licencias por enfermedad. Pues bien,
analizadas estas declaraciones junto con la documental remitida por la Empresa Iscot de
la cual era operario Montaño Martínez, echan por tierra la excusa esgrimida por el
encartado. En efecto, surge de las copias de las planillas del “Reloj de marcación” que
abarcan el periodo comprendido entre el 01/01/2012 al 25/05/2013 (fs. 715/730 del 8°
Cuerpo) la gran cantidad de ausencias en que incurría el imputado. Concretamente, y
teniendo en cuenta las fechas en que sucedieron los hechos, se advierte que el día
10/1/2012 (primer hecho) el imputado no fue a trabajar, figurando como ausente (ver fs.
716); luego consta que el 26/9/2012 (segundo hecho) ingresó “tarde” -entre las 22,48 y
las 23,12 hs.- (planilla de fs. 717), lo cual le dio tiempo para cometer el hecho, el que
aconteció poco después de las 20,00 horas [téngase presente, además, la proximidad
entre el lugar donde levantó a la víctima, la casa abandonada donde la golpeó y violó, y
la fábrica; además de que la testigo V. R. (fs. 31/32) se enteró de lo sucedido a las 22,00
hs., con lo cual tuvo tiempo de más para llegar a Fiat a las 22,48 hs.]; a fs. 718 se
advierte que el día 24/10/2012 (tercer hecho) el imputado también estuvo ausente de su
trabajo; al tiempo que la planilla del día 3/12/2012 (cuarto hecho) da cuenta que
tampoco fue a trabajar en esa fecha (fs. 719); finalmente, se observa que el 22/2/2013
(quinto hecho) también estuvo “ausente” (ver fs. 720). Cabe aclarar que ninguna duda
cabe acerca de las circunstancias temporales en que los hechos sucedieron, pues en casi
todos los casos existe una constancia del aviso dado a la Policía a través del Centro de
Telecomunicaciones “101”, cuyos informes ratifican las fechas y horas consignadas en
cada uno de los relatos fácticos (fs. 94/95 del 1° Cuerpo; fs. 403/406 del 7° C.; fs.
228/231 del 3° Cuerpo). Además, en todos los hechos contamos con la entrevista de
contención primaria efectuada a la víctima en la Unidad Judicial de la Mujer, a poco
tiempo de sufrida la agresión (fs. 7 del C.1; fs. 6 del C.6; fs. 7 del C.5; fs. 4 del C.2 y fs.
6 del C.3), con lo cual las circunstancias de tiempo están absolutamente acreditadas. En
último lugar, debemos agregar que el imputado solicitó una inspección corporal, a lo
que se hizo lugar, para probar que no posee tatuajes en su cuerpo (informe de fs. 769),
circunstancia que resulta absolutamente irrelevante, pues ninguna de las personas que
tuvo contacto con él, hizo referencia a la existencia de tatuajes.
Las coincidencias fácticas y los patrones de conducta comprobados, confluyen a definir
el perfil del acusado, tratándose de alguien que padece un trastorno de “personalidad
antisocial”, evidenciada en la manipulación y violación a la integridad física y sexual de
sus víctimas; surgiendo además -de la reiteración delictiva- lo que en victimología se
denomina “serialidad”, entendida como recurrencia criminal mediante el despliegue de
pautas de conducta similares que atentan contra el mismo bien jurídico, casi de manera
compulsiva. Esta afirmación se ve corroborada por la Pericia Psicológica efectuada por
la Lic. Vanesa Sandin del Cuerpo de Psicología Forense, cuyo original corre a fs.
485/489 del 8° Cuerpo y que fue agregado en copia en los restantes cuerpos de
actuación. Dicho estudio da cuenta de que el imputado -durante las entrevistas- se
encontraba ubicado temporo-espacialmente, con conciencia lúcida y se expresaba en un
discurso sin contradicciones. Sin embargo, advierte características de desafectación y la
implementación de mecanismos de control que lo llevan a reprimir su interioridad,
tratando de no mostrar aspectos de sí mismo que pudieran resultar inconvenientes. Se
advierte que, frente a la profesional, reconoció que consumió cocaína de los 23 a los 26
años, argumentando que la abandonó sin tratamiento. La perito informa que su nivel
intelectual es “promedio” y refiere que “se observa una disminución en su
productividad, lo que se estima reactivo a la interferencia de elementos afectivoconflictivos, como así también a características de oposicionismo y manipulación
propias de su personalidad, lo que contribuye a generar inhibiciones y bloqueos
parciales”. Observa asimismo componentes confabulatorios y fabulatorios, como
también indicadores de impulsividad. En cuanto a la estructura de su personalidad y
afectividad, sostiene que el imputado tiene una estructura lábil con presencia de rasgos
antisociales ilustrando que según el “Manual Diagnóstico y Estadístico de los
Trastornos Mentales” (DMS IV) el “trastorno antisocial” implica un patrón repetitivo y
persistente de comportamiento en que se violan los derechos básicos de los demás o las
principales reglas o normas sociales. Aclara que quienes presentan este tipo
personalidad desprecian los derechos o sentimientos de los demás, frecuentemente
engañan o manipulan con la finalidad de obtener beneficios personales. Además,
advierte en el imputado características de inseguridad, inmadurez, dependencia,
inestabilidad emocional, oposicionismo, manipulación, pobre autoestima, baja
tolerancia a la frustración, escasa capacidad de empatía y remordimiento, impulsividad
y ansiedad persecutoria. Considera que tiende a acomodar la realidad de acuerdo a su
necesidad e intereses personales, priorizando la satisfacción de los mismos, con
tendencia a la actuación impulsiva y dificultades para mantener el control racional.
Agrega que implementa mecanismos defensivos (modalidad de adaptación a la realidad)
de tipo esquizoides (disociación), obsesivos (negación) y depresivos. Es decir que, ante
situaciones de estrés o relacionadas a aspectos conflictivos, toma distancia de los
mismos, des-responsabilizándose y justificando los hechos que acaecen como si no
pertenecieran a su persona. Explica que tiende a negar las vivencias displacenteras y, en
ocasiones, puede ubicarse en el lugar de víctima, proyectando su agresividad en los
demás o deprimiéndose. Agrega que los frenos inhibitorios aparecen debilitados (no
anulados), dadas las dificultades en el control armónico de los impulsos y emociones.
La profesional actuante hace otras consideraciones y, en sus conclusiones, se remite a
los aspectos sintetizados precedentemente, aclarando que no se observaron
psicopatologías manifiestas al momento de las entrevistas. Sin embargo, alude a
indicadores compatibles con la propensión a realizar actos de aprovechamiento sexual y
existencia de caracteres de agresividad, compulsividad o impulsividad, que puedan
derivar en hechos violentos y/o de abuso sexual. Enfatiza que Montaño Martínez se
expresó con un discurso desafectizado, apelando a mecanismos defensivos que lo llevan
a reprimir su interioridad, tratando de esconder o no mostrar aspectos de sí mismo; que
acude a mecanismos proyectivos, depositando la responsabilidad de situaciones
problemáticas en terceros. Infiere la psicóloga que retiene y/o distorsiona la información
con el objetivo de obtener beneficios, tratando de acomodar su imagen a lo que supone
se espera de él, destacando que no brindó argumentaciones acerca de la situación de
privación de libertad por la que estaba atravesando. Revela que mostró una fachada
rígida, procurando estar tranquilo, seguro y formal, en un intento de mostrarse adaptado
al ámbito social. No obstante eso, afirma que subyacen en él características de
inseguridad, oposicionismo, manipulación, escasa capacidad de empatía y
remordimiento, pobre autoestima, baja tolerancia a la frustración e impulsividad, lo que
podría desembocar en reacciones impulsivas-agresivas, esgrimiendo conductas
tendientes a la consecución de objetivos personales en menoscabo de los derechos de
los otros. En la esfera de la sexualidad, colige que existen indicadores de inseguridad,
pasividad, femineidad, ambivalencia sexual, bloqueos y shocks, lo que daría cuenta de
dificultades a este nivel, subyaciendo dichos indicadores tras una fachada que intenta
demostrar lo opuesto, es decir rígida, viril, formal y segura. Esas cuestiones -dicesumadas a las características de su personalidad y la precariedad de sus mecanismos
defensivos, se conjugarían dinámicamente y lo tornarían proclive a incurrir en
conductas inadecuadas, invasoras, transgresoras y agresivas, que podrían abarcar la
esfera de la sexualidad, ya que necesita reafirmar su masculinidad. Infiere que, a fin de
llevar a cabo conductas tendientes a buscar satisfacción de sus impulsos sexuales de
manera inadecuada, podría esgrimir comportamientos manipulatorios con la finalidad de
imponerse y obtener beneficios personales, con escasa capacidad de empatía y
remordimiento, sin consideración por los derechos de otros. Agrega además que se
advierte una mirada cosificadora de las personas, a quienes posiciona como objetos que
podrían ser utilizados a los fines de satisfacer sus necesidades personales. Esa
cosificación implica quitarle al otro los atributos de persona para valorarlo como una
cosa. Respecto a su tendencia a la fabulación y confabulación, aclara que los
componentes confabulatorios distorsionan lo primariamente percibido de manera
correcta, mientras que los fabulotarios producen distorsión de la realidad para obtener
beneficios personales. Confabulación es un constructo ideativo inconsciente que
consiste en realizar sobre-agregados en una figura, objeto, etc., percibido primariamente
de manera adecuada. Tal ideación no persigue beneficios secundarios, sino que más
bien sería la manifestación de lo conflictivo-estructural, de lo que le preocupa al sujeto
en la realidad. Fabulación, en cambio, es un constructo consciente, una distorsión
deliberada de la realidad con la finalidad de obtener beneficios secundarios. Destaca que
si bien Montaño dijo que superó su adicción a las drogas, no puede descartarse que haya
seguido consumiendo. Sugiere tratamiento psicológico y controles periódicos. Para
completar este cuadro debemos tener presente que la Pericia Psiquiátrica del imputado
(cuyo original obra a fs. 119/120 del 3° Cuerpo) da cuenta que no posee adicciones a
psicotrópicos, que tiene una inteligencia promedio y un juicio crítico conservado.
Concluye que no presenta alteraciones psico patológicas manifiestas, tampoco evidencia
signos compatibles con insuficiencia o alteración morbosa de sus facultades mentales, ni
alteración grave de la conciencia que permita inferir que, a la fecha de los hechos, no
pudiera comprender la criminalidad de sus actos o dirigir sus acciones.
Corresponde ahora abordar el análisis de la prueba colectada para cada uno
de los hechos, a fin de fortalecer la conclusión a la que ya se ha arribado. Así, en
relación al Primer hecho, su existencia histórica se encuentra sólidamente acreditada
con la declaración de la víctima M. L. T. (fs. 8/9 del primer cuerpo) y las pruebas
independientes que la respaldan. La nombrada relató el hecho tal como consta en la
acusación, evidenciando que el imputado actuó desplegando un ardid para sorprenderla
y luego asustarla (la abordó desde afuera de su domicilio y desde arriba de la moto, con
el pretexto de que buscaba a su marido), tras lo cual se introdujo a su domicilio sin
autorización. Esta mujer relata puntualmente las circunstancias que constan en el factum
de la acusación, debiendo destacarse que el imputado -además de ejercer fuerza sobre
ella- logró quebrantar su intimidad amenazando con agredir a su pequeña hija,
colocándola así en una situación de mayor vulnerabilidad, ya que la niña apareció con
un cuchillo en la mano pese a su corta edad (2 años), seguramente en la creencia de que
podría ayudar a su madre. Cabe señalar que, si bien el imputado mencionó que había
sido mandado por un tal “Hugo” a fin de que le pagaran lo que le debían (siendo Hugo
el nombre del dueño de la vivienda a quien la víctima y su esposo le adeudaban dinero),
no surge de la causa ninguna relación del nombrado con el hecho, apareciendo como
probable que haya averiguado el dato hablando con la gente del sector, tal como era su
costumbre (a fin de escoger sus víctimas), habiéndose hecho pasar -en este caso- como
encuestador. El evento encuentra corroboración con el relato del empleado policial
Juan Carlos Brignoni (fs. 1/2) y de la vecina de la damnificada Irma Esther Silva
(quien compareció al juicio y previamente había declarado a fs. 24 del 1° Cuerpo). Esta
mujer escuchó los gritos de Luciana, aunque no le prestó atención porque pensó que
estaba jugando con su marido y su hijita, y si bien no aporta demasiados datos acerca
del evento, corrobora su existencia ya que vio perturbada a la víctima y colaboró con
ella llamando a la Policía. También dijo que entró a la casa de Luciana, mostrándole
ésta cómo habían quedado las sábanas sobre la cama. Habiéndose incorporado al debate
la declaración prestada a fs. 24 (Cuerpo 1°), la testigo dijo que no recuerda haber visto a
Luciana con el pantalón y la bombacha baja, no reconociendo al imputado como al
sujeto que vio salir en su moto después del hecho, aclarando que aquél era más flaco,
pero que no lo vio de frente porque la moto pasó por el frente de su casa -pero a cierta
distancia- ya que lo hizo por el asfalto y ella vive en la calle de tierra paralela. La
agresión física sufrida por M. L. T. se encuentra acreditada con Informe Médico de fs.
11/12 (C.1), el que describe las lesiones de carácter leve, detalladas en el hecho de la
acusación, al que me remito en honor a la brevedad. Ahora bien, en este caso la
exploración química en el cuerpo de la víctima no detectó la presencia de semen (fs.
42), pero esa circunstancia no resulta determinante pues ella no pudo precisar si el
sujeto eyaculó (ver fs. 8 vta.), lo que sumado al resultado del estudio químico, nos lleva
a inferir que hubo secreción de semen. Sin embargo, la agresión sexual se encuentra
acreditada con el relato coherente de M. L. T., con los dichos de su vecina Irma Esther
Silva que la vio inmediatamente después de sufrir el hecho con el pantalón bajo (si bien
en la audiencia dijo no acordarse de esta circunstancia, me inclino por lo declarado en la
primera ocasión, ya que ocurrió en una fecha cercana al evento, habiéndose advertido
que en la audiencia de debate la testigo mostró cierta resistencia a hablar de lo sucedido,
como si se sintiera cuestionada, circunstancia que -incluso- le fue reprochada por parte
del Fiscal de Cámara) y con la presencia de sangre en las sábanas (informe químico de
fs. 45), pudiéndose colegir de ello que se trata de la sangre producto de las heridas que
el sujeto le infringió para lograr someterla sexualmente. De otro costado, la entrevista
de contención efectuada en la Unidad Judicial (fs. 7), momentos antes de su
declaración testimonial, da cuenta de la angustia con que concurrió allí M. L. T.;
mientras que la Pericia Psicologíca efectuada por las Lic. Laura Beltramino y Romina
Clarini (fs. 157/158 - C.1) también refiere un estado de gran angustia y crisis de llantos,
dando cuenta además de aspectos disociados en su discurso, enfatizando que muestra
más angustia cuando se refiere a lo vivido por su hija Z.A.T., quien presenció el hecho.
Igualmente informa que el episodio le causó problemas con su pareja, el cual se
mostraba desconfiado y la culpaba a ella, situación que aumentó los altos montos de
angustia y preocupación que la víctima padecía, ya que no tenía otras personas que
pudieran contenerla. Alude también a sueños, en los que revivía el hecho o veía la cara
del agresor, tras los cuales se despertaba con mayor angustia, no pudiendo volver a
conciliar el sueño. En esas entrevistas, relató M. L. T.i que, hasta reconocer al imputado
y saber que estaba preso, no se animaba a salir de su casa ni quedarse a solas en su
domicilio. La pericia también describe el desgano con que transitaba sus días la víctima,
quien llegó incluso a pensar en quitarse la vida. En sus conclusiones, este documento
advierte que la damnificada presenta sintomatologías de estrés proveniente del hecho;
aclarando que ella decidió no recibir atención psicológica, lo que hizo más persistente
sus síntomas. Consigna -además- que su hija menor le recordaba frecuentemente el
hecho vivido. En cuanto a la participación de Montaño Martínez en el hecho, en primer
lugar debemos mencionar que la víctima aclaró que ya lo había visto con anterioridad,
en ocasión de que este hombre -en la misma moto- se hizo presente en el barrio
manifestando ser encuestador; habiéndole despertado desconfianza, por lo que alertó al
“Presidente del Barrio” (en alusión al Presidente de la Cooperativa Luz Milagro),
Ramón Martínez que justo pasaba por la calle, quien habló con el sujeto. El aludido
vecino, Ramón Osvaldo Martínez (fs. 22/23) recuerda el episodio, manifestando que
esta persona dijo que estaba haciendo un censo ordenado por la Universidad y que se
llamaba Cristian Martínez. Aclara el testigo que le resultó sospechoso por su aspecto,
describiendo la moto y las características fisonómicas del individuo de modo
coincidente con la motocicleta del imputado y su apariencia física. Sostuvo que se
enteró de lo sucedido a Luciana por los vecinos, quiens le describiéndole al sujeto y la
moto, dándose cuenta que era el chico con el que había hablado. Agrega que el joven
había dicho que trabajaba en una Universidad y que no era la primera vez que andaba
por la zona, mencionando que “siempre andaba con un carpeta”. Sostiene que él lo
conoció porque en una oportunidad le hizo unas preguntas y luego se fue, no recordando
cómo era físicamente, pese a lo cual afirma que no es el imputado (respondiendo luego
que la persona que entrevistó tenía la contextura del imputado, pero la cara era más
delgada). Tras la incorporación de su declaración de fs. 22/23 (1° Cuerpo) aclara que el
chico hacía una especie de “censo”, por lo que él le pidió una credencial, a lo que el
sujeto le respondió que la iba a buscar, pero no volvió más, ocurriendo el hecho de
Luciana al día siguiente. Preguntado sobre cómo estaba vestido el hombre, dijo que de
negro y tenía “botines”, describiéndolos más bien como “borceguíes”. Explica que las
circunstancias que conoce del hecho las supo por Luciana, quien le contó que fue
amenazada con un cuchillo y que fue abusada sexualmente. Por otra parte, al efectuarse
reconocimiento en rueda de personas (art. 249 y sig. del CPP) del prevenido Montaño
Martínez, Maria M. L. T. (fs. 81/82 del Cuerpo 1) lo reconoció sin dudar, señalándolo
como “el n° 4” (lugar que ocupaba el imputado en la rueda), lo cual se convierte en un
fuerte indicio de su participación que, sumado al plexo probatorio al que se ha hecho
referencia al analizar la prueba común, no deja espacio para dudar que el traído a juicio
cometió el hecho y debe responder penalmente por el mismo.
En cuanto al Segundo Hecho, la prueba recabada en el debate y la que fuera
reunida durante la investigación preliminar -incorporada por su lectura al juicio oralresulta más que suficiente para acreditar, con certeza, su existencia material y la
participación responsable de Cristian Montaño Martínez en el mismo, habiendo sido
narrado en detalle por la damnificada M. B. G.tal como consta en la acusación. En
primer lugar compareció a la audiencia de debate Mariana del Carmen Pedraza quien
-al serle requerido que relatara lo que sabía- dijo que conoció como “Marcos Ceballos”
al hombre que se hizo pasar por miembro de una ONG y organizó una reunión a la que
ella asistió, aclarando que no lo recuerda bien. Así, en un primer momento manifiesta
no reconocer al imputado, mas luego precisa que “mirando al hombre no lo recuerdo,
pero al lunar que tiene sí”. Habiéndose incorporado legalmente sus declaraciones de fs.
43/45 y 64 del 6° Cpo., identificó a la víctima (María Beatriz Gigena, apodada “Cori”)
como “la chica del lado”, aclarando que no tiene contacto con la gente del barrio,
informando que en esa época ella vivía en la casa de su hermana, pero ahora vive en la
“Villita” donde se hizo la reunión con el tal Marcos. Sostiene que la gente se refería con
diversos nombres a la persona que ofrecía los créditos de la ONG, cosa que no le llamó
la atención porque pensó que había varias personas que lo hacían. Expone que ella
también subió a la moto del sujeto (de la cual luego dijo que era “nuevita”), porque la
iba a llevar a Barrio San Lucas, pero en vez de tomar en esa dirección, agarró para
Ferreyra llegando a una casona abandonada (de color rosa, semiderruida), diciéndole
que allí vivían unas personas a las que ayudaba, pero ante su solicitud detuvo la moto
antes de llegar. Admite que -tal como lo declaró ante la Unidad Judicial- el sujeto la
agarró de un brazo “para darle un beso”, pero ella le puso la mano y le dijo que no, que
se estaba equivocando, por lo que él le pidió disculpas, sin intentar nada por la fuerza.
Que finalmente la llevo a Barrio San Lucas donde supuestamente habría una reunión
(que no se hizo) y después la llevó a la Comisaría que está cerca del Arco de Córdoba
(en barrio Ciudad Evita). Que al tiempo se enteró lo de “Cori” y que había sucedido en
la misma zona de esa casa vieja, pero dice que no recuerda mucho ya que cuando se
enteró “se traumó”, aunque sostiene que después de unos días la vio “muy bien” a Cori.
Cuando el representante del Ministerio Público le pregunta si se da cuenta que ella pudo
ser una víctima más, se muestra reticente a responder. Seguidamente, el Dr. Rosendo
Montero la interroga acerca de la visita de “Marcos” a la Comisaría, respondiendo que
ambos se bajaron y él se presentó con dos policías (un hombre y una mujer) como
miembro de una ONG, pero en ningún momento les mostró documento o credencial
alguna. Ante otra pregunta, dice que ella no habló con Cori, pero la gente decía que se
trataba del mismo que hizo la reunión. También explica que el hombre hablaba “bien”,
que parecía instruido y todo el mundo le creyó que trabajaba en una fundación. Al ser
requerida para que mire al imputado, se resiste diciendo que “le da cosa” y llora.
Reitera que se acuerda del lunar pero dice que no puede mirarlo a la cara, solicitando al
Tribunal no hacerlo. Por su parte, Elsa Andrea Ríos Silva, dijo que ella vivía en la
Villita (aclarando que se trata de la Villa La Tablita o Los Artesanos); que conoció al
sujeto que se hacía llamar Marcos Martínez y hacía reuniones como que miembro de
una ONG y ofrecía viviendas. Dice que se enteró que en dos o tres ocasiones llevó a
algunas chicas supuestamente a la sede de la ONG, una de las cuales era M. B. G.(Cori)
a quien iba a llevar al Centro, pero luego la llamaron a la testigo desde la Comisaria de
Ampliación Ferreyra avisándole lo que pasó. En ese momento mira al imputado, se
emociona y dice “a ese lunar lo tengo acá” (señalándose la cabeza, al tiempo que
Montaño Martínez permanece imperturbable). Luego narra que se enteró que Cori,
después del ataque, corrió por un descampado hasta que la encontraron unas personas
que la socorrieron; que cuando habló con ella le explicó a donde la había llevado el
hombre y la declarante fue a ver la casona. Agrega que vio a la víctima inmediatamente
después del hecho, cuando la llevaron a la “Comisaría de la Mujer”; que tenía la boca
lastimada, ya que -según le dijo- el tipo “se la hizo chupar” y la había violado, pero no
sabía si “terminó”, aunque estaba “toda pegajosa”. Dice que no tenía ropa interior y
estaba “golpeada por todos lados”. Preguntada por la defensa sobre cuantas veces vio a
“Marcos” dijo solo una vez lo vio de frente y otras lo observó pasar en la moto (que era
negra), agregando que recuerda el lunar y le parece que también tenía una cicatriz.
Aclara que la chica no le describió al sujeto, pero la gente del barrio la vio salir con el
tal Marcos. A esta altura del testimonio, se procede a incorporar la declaración prestada
a fs. 108/110 del 6° Cuerpo, donde alude a una conversación con una pariente de su
esposo, quien le pidió que no diera su nombre, la cual se asustó cuando ella, Cori y
Silvia describieron al sujeto, especialmente cuando mencionaron el lunar de su cara,
preguntándoles si tenía ojos claros (pareciéndoles a ellas que eran marrones claros o
“atigrados”), ya que a esta mujer le había pasado algo raro con ese sujeto y luego lo
había visto en una librería de Ampliación Ferreyra con unas carpetas en la mano. En la
audiencia, explica la compareciente que se trataba de un sujeto con una cara “tipo
boliviano”, que siempre llevaba casco y tenía un lunar igual que el imputado y que
sospechaban que usaba lentes de contacto claros. Luego compareció Silvia Cristina
Zarría, informando que es tía de M. B. G.y que se enteró que a la casa de su sobrina fue
un chico haciéndose pasar por representante de una ONG, ofreciendo casas en
“Malvinas”. Que el sujeto empezó a hacer reuniones y a llevar chicas -una por una- a un
descampado, con el pretexto de ver a una asistente social. Refiere que un día su sobrina,
como a las siete de la tarde, se fue con él y luego la llamaron a la deponente de la
Comisaría de Ferreyera, a donde fue a buscarla, acompañándola a la Unidad Judicial de
la Mujer. Informa que el sujeto les dio tres nombres distintos (Marcos Martínez, Marcos
Gómez y Marcos López), que ella lo vio una o dos veces, pero no reconoce al imputado.
El Fiscal le solicita que relate lo que le contó su sobrina, respondiendo que decía “el
tipo abusó de mí”, que la llevó a una casona abandonada donde le golpeó
reiteradamente la cabeza contra una pared y que se desmayó y que cuando se recuperó
corrió por los campos. Sostiene que cuando se encontró con ella, estaba llorando, con
raspones por todo el cuerpo y la ropa rota, que el hombre “le hizo de todo”, que le sacó
la ropa, la penetró por la cola y la vagina, y le metió el pene en la boca. Preguntada
sobre la descripción del sujeto, dijo que siempre andaba con el casco puesto y afirma
que recuerda bien el lunar de la cara (en su declaración de fs. 186 había dicho que tenía
una estatura de 1,65 aproximadamente, ni gordo ni flaco, piel trigueña, cabello corto,
cara redonda, ojos marrones y un lunar no muy grande pero sí visible en la mejilla,
cerca de la nariz). Interrogada por la defensa acerca de los ojos, dice no recordar nada
en particular. Aclara que también es tía de Elsa Ríos Silva (la anterior testigo) e informa
que su sobrina Cori vive en la esquina de su casa. En virtud de la mediación de la Sra.
Zarría, compareció al juicio la víctima, María Beatriz Gigena, quien al ingresar a la
Sala de Audiencias se dirigió al Tribunal solicitando que el imputado no escuchara su
declaración, a lo que se hizo lugar ante el pedido del Fiscal y la anuencia de la defensa.
Manifiesta que le dicen “Cori”, que vive en la “Villita”, que el tipo dijo que trabajaba en
una ONG y que hizo muchas reuniones con las mujeres del barrio. Que el 26/9/2012
llamó por teléfono a una vecina y le dijo que ella y una amiga tenían que ir con él a la
ONG, pero cuando llegó dijo que podía subir una sola, por lo que decidió ir ella.
Explica que se desvió del camino, diciéndole que tenía que ir a ver unos viejitos a los
que ayudaba, pidiéndole que la acompañara. En ese momento se quiebra en llanto y pide
no seguir declarando, por lo que se le pregunta si la persona que vio retirar de la Sala es
el que la llevó en la moto, respondiendo categóricamente que sí, que “nunca se
olvidaría de esa cara que le hizo tanto daño”, lo cual debe ser analizado conjuntamente
al reconocimiento practicado por ella durante la investigación (fs. 278/279 - Cpo.7,
ocasión en que lo indicó sin dudar, señalándolo como el “N° 2” conforme al lugar que
ocupaba el encartado en la rueda de personas). Consecuentemente, el Fiscal de Cámara
solicita que se incorpore por su lectura la declaración de fs. 7/8, el informe médico de la
víctima y el acta de secuestro de la motocicleta, aceptando la defensa que se lea sólo la
declaración testimonial. No obstante -ante la opinión del fiscal argumentando que el
defensor no fundó su oposición-, se incorpora también la prueba documental pertinente.
Leído el testimonio prestado en la investigación preparatoria, admite la damnificada que
el sujeto la violó vaginal y analmente, que le además le pegó para obligarla a hacerle un
“pete”, amenazándola con que le iba a hacer daño a su familia (a la que conocía ya que
hacía las reuniones en la puerta de su casa), que la golpeó y la amenazó, dejándola
tirada allí, pensando que la había matado. Agrega que estuvo años sin poder salir de su
casa, que perdió a su pareja y la gente se burlaba de ella diciendo “ahí va la violada”;
que hizo tratamiento psicológico pero lo dejó porque le hace mal recordar lo sucedido.
De la lectura de su declaración en la Unidad Judicial se deduce la causa por la que Cori
-al igual que otras mujeres- confió en el sujeto que resultó ser Montaño Martínez. Es
efecto, allí relató que una vecina (a la que identifica como Melisa Sosa, tratándose en
realidad de S. M. S. ), unos quince días antes, había sido conducida por el tal Marcos
Martínez, en su moto, a entrevistarse con una asistente social; que Melisa le contó que
se había reunido con ésta y que le iban a adjudicar una casa en Malvinas Argentinas.
Luego de esto transcurrió un lapso de tiempo en que el imputado no se presentó en ese
barrio, hasta el día del hecho que sufrió Cori, ocasión en que apareció por allí y luego
concretó el encuentro con ella y Vanesa Reyna, para lo cual se comunicó a un teléfono
que la última de las nombradas le había proporcionado (el de su hermana Andrea
Reyna). En esa ocasión dejó dicho que lo esperaran a las 20,00 hs. en la Ruta 9, para
llevarlas a la asistente social, acudiendo las nombradas al encuentro. Como ya lo
explicara antes, dice que sólo ella subió a la moto y que Marcos la llevó a la casa
abandonada donde aconteció el hecho. La mencionada V. R. (fs. 31), corrobora lo
relatado por la ofendida y brinda detalles acerca del sujeto, explicando que lo
conocieron aproximadamente dos meses antes de lo sucedido con María Beatriz y que
éste dijo que era de una ONG (cree que se llamaba “CECOPAL”, siendo del caso
aclarar que existe una Asociación Civil con esa denominación, según surge del informe
de fs. 46), pero nunca mostró ninguna identificación, presentándose primero como
Marcos Gómez y luego como Marcos Martínez. Relata que iba al barrio dos o tres veces
por semana, haciendo reuniones en la casa de María Beatriz, siempre para explicarles la
forma en que podían construir sus propias viviendas de material. Recuerda que en una
oportunidad dijo que había un nuevo programa para madres solteras, por lo que ella y
María se mostraron interesadas, dándole a Marcos fotocopias de sus documentos y de
sus hijos. Menciona también que una vecina de nombre S. M. S. fue a la ONG a
entrevistarse con una asistente social, después de lo cual el sujeto no volvió al barrio por
unas semanas. Agrega que el día del hecho fue a su casa y le dijo que estaba trabajando
en otro barrio, dándole ella el número de celular de una de sus hermanas (Andrea), al
cual el sujeto llamó desde un número privado alrededor de las 12,00 hs., siendo
atendido por Silvia -otra de sus hermanas- (lo que se encuentra acreditado con el
informe de la Empresa Claro de fs. 183 del 6° Cpo.), a quien se dirigió como si se
tratara de la declarante (Vanesa), diciendo que las esperaba a las 20,00 hs. a ella y a
María en el semáforo de la Ruta 9. Que Marcos se sorprendió cuando las vio a ambas y
les dijo que no podían subir las dos a la moto, retirándose a cargar nafta, mientras ellas
resolvían quien iría con él, decidiendo que lo haría Maria. Dice que vio la moto retirarse
rumbo al Centro y que a las 22,00 hs. se enteró de lo sucedido a su amiga. Al describir
al sujeto, esta testigo dice que no era “ni gordo, ni flaco”, cabello corto negro, con un
lunar en la cara del lado derecho, cejas anchas y que siempre usaba un casco negro, lo
que se ve corroborado con el acta de secuestro de fs. 91 del 3° cuerpo de actuaciones practicada en oportunidad de la aprehensión del imputado, donde consta que se trata de
un casco negro con cobertor frontal-. También prestó declaración la Sra. Silvia
Gabriela Reyna (fs. 78/79 del C.6), hermana de la anterior, quien explica que vio
aproximadamente siete veces al sujeto (al que describe de forma similar a las demás
testigos, haciendo alusión al lunar que tenía cerca de la nariz). Agrega que el día del
hecho que sufrió “Cori”, lo vio alrededor de las 11,30 hs., comentándoles a Vanesa y a
su suegra que lo habían removido de la cooperativa “Cecopal”, ya que habían hablado
por teléfono a lo de S. M. S. y los había atendido el marido (siendo que los créditos eran
para madres solas); pero les dijo que a Vanesa y a Cori ya les había conseguido casas.
Dice que, con tal motivo, Vanesa le dio el número de teléfono de su hermana Andrea,
pero la declarante atendió el llamado del tal Marcos quien le dijo “Hola Vane… las
espero a las 08,00 (20,00 hs.) en el semáforo con María…”. La prueba reunida en
relación al presente hecho muestra palmariamente el despliegue de un elaborado ardid
por parte del imputado para escoger a sus víctimas, llegando incluso a seducir a S. M. S.
(ver fs. 39/40), a quien obligó a mentir para acrecentar la confianza de las demás
mujeres del barrio. La nombrada S. M. S., al prestar declaración en la Unidad Judicial,
se refiere a él como Marcos Martínez, pero aclara que usaba otros dos nombres (uno de
los cuales era Marcos Gómez). Narra que lo conoció porque hacía reuniones para
informar acerca de planes de viviendas para madres solteras; que hubo como diez
reuniones a las que iban sólo mujeres. Informa que el 30/8/2012 a las 21,00 hs. se
reunió con Marcos en la Ruta 9, llevándola a un galpón en Alta Córdoba donde había
oficinas con computadoras, en una de las cuales había una chica a la que le presentó
como “Natalia”. Sostiene que a la vuelta la dejó en el mismo lugar donde se habían
encontrado, pero que antes intentó conducirla a un descampado al fondo de barrio
Ampliación Ferreyra (donde está la casa abandonada donde llevó a Cori), con el
pretexto de que tenía que ver a una “abuelita”, pero la dicente se negó. Describe al tal
Marcos de la misma manera que las anteriores testigos, mencionando que es atractivo,
tiene ojos negros y un lunar en una mejilla. Ahora bien, con posterioridad a esta
declaración, la testigo fue entrevistada por el Oficial Principal Pablo Fonseca (fs.
76/77), habiendo reconocido frente a él que “mintió en algunas cosas”. Así, dijo que
nunca entró a ninguna oficina, sino que Marcos la llevó a la casona derruida de zona
rural de Ampliación Ferreyra, donde comenzó a besarla y tocarla, manteniendo
relaciones sexuales consentidas. También reconoció que el sujeto le pidió que no
contara nada y que les dijera a las demás mujeres que había estado en la ONG,
haciéndole caso ella ya que tenía pareja, pero que se sintió muy mal cuando se enteró lo
de Cori. Lo acontecido a M. B. G.se encuentra corroborado también por el informe
médico de fs. 11/12 del 6° Cpo.), el cual es decisivo como prueba del presente hecho,
ya que además de las lesiones descritas en el hecho de la pieza requirente (las que eran
de carácter leve), da cuenta de que la víctima presentaba el himen “muy congestionado
y doloroso”, mientras que tenía una “fisura sangrante en el ano”, el cual estaba
congestionado y doloroso al tacto, y no habituado al coito. Por otra parte, de la
entrevista de contención (fs. 6 del 6° Cpo.) surge que al comparecer a denunciar el
hecho se mostró con un elevado monto de angustia durante toda la entrevista. Esto se ve
corroborado con la Pericia Psicológica practicada por la Lic. Laura Beltramino (fs.
117/118 del 8° Cpo.), que también afirma que María M. B. G.se mostraba muy
angustiada, sin poder controlar el llanto y la ansiedad que le generaba recordar la
situación vivida (pese a haberse practicado a casi un año de sucedido el episodio).
Aclara que su discurso es coherente, con capacidad de evocación, circunstanciando
claramente el hecho pese a que no lograba tranquilizarse, interrumpiendo el relato por
llantos compulsivos. Sostiene que los sentimientos de desvalimiento, angustia,
desvalorización y vulnerabilidad fueron causados no sólo por el ataque sexual, sino
también por la violencia padecida. Agrega que la “ilusión de conseguir un hogar” se
habría presentado a través del que luego fuera su agresor, por lo que el engaño del
sujeto y la credibilidad propia acentúan su malestar. Observa una marca psíquica en la
joven, que se siente desprotegida y afirma que hay suficientes indicadores compatibles
con la denuncia realizada. Descarta en la víctima tendencias a la fabulación,
confabulación o mitomanía. La autoría del hecho por parte del prevenido Montaño
Martínez se ve respaldada, en este caso, por los reconocimientos en rueda de personas
practicados por las testigos Silvia Reyna (fs. 280/281) y V. R. (fs. 281/283), las cuales lo
señalaron sin dudar como “el N° 2” (que era el lugar que ocupaba el imputado), además
del reconocimiento practicado por la propia víctima (fs. 280). Finalmente, avala esta
afirmación la actitud asumida por la damnificada y la testigo Pedraza al comparecer a la
audiencia de debate, habiéndose mostrado ambas muy perturbadas al encontrarse ante
él. Si bien Pedraza al principio dudó de que el imputado fuera “Marcos”, luego enfatizó
que “mirando al hombre” no podía olvidarse de ese lunar, pero se negó a mirar de frente
a Montaño Martínez, habiendo irrumpido en llanto al serle ello requerido. Por su parte
Gigena, quien sólo vio al encartado cuando lo retiraban de la Sala, aseguró que se
trataba del sujeto que la agredió, mostrándose muy afligida cuando ingresó al recinto,
por lo que solicitó no declarar en presencia del acusado.
En relación al Tercer hecho, el plexo probatorio reunido también concurre
a corroborar con certeza los extremos de la imputación. Así, contamos
fundamentalmente con los dichos de la víctima, M. M. O.(fs. 8/11 del 5° Cuerpo),
quien relató circunstanciadamente el hecho, tal como consta en el respectivo
requerimiento fiscal. Proporciona además otros detalles, tales como que la patente de la
moto terminaba en “123”; que recorrió un largo trayecto en la motocicleta a la que subió
junto con su hijita de tres años, ya que no la quería dejar con nadie; que el hombre paró
en una carnicería con el pretexto de que debía llevarle carne a una mujer de barrio
Ampliación Ferreyra, etc.- Explica que este sujeto detuvo el vehículo en un
descampado, momento en el que ella advirtió que había sido engañada e intentó fugarse
-previó tomar a su hija de la mano- corriendo. Precisa que fue interceptada por el sujeto
que le propinó golpes de puño en la cara y en la cabeza, mientras que con la otra mano
la agarraba del cuello. Los demás datos constan en la pieza acusatoria, siendo del caso
enfatizar que, para vencer la resistencia de la víctima principal (M. M. O.), atacó
también a la niña intentando inclusive introducir su pene en la boca de la criatura. El
actuar despiadado y desvergonzado de Montaño Martínez se evidencia en este hecho, no
sólo durante su ejecución, sino con postrioridad, pues la mujer -en su estado de angustia
y miedo- le pidió que no las dejara solas en ese lugar, aceptando el imputado volver a
subirlas a su moto, dejándolas cerca de barrio Ampliación Ferreyra, desde donde la
víctima pudo acceder a la dependencia policial más próxima (la Sub-comisaría de
Barrio Ampliación Ferreyra, según da cuenta el Cabo Primero Carlos Martín Olea a fs.
1/ 2). Este hecho se encuentra acreditado también con la declaración del concubino de la
madre de la víctima, Aníbal Raúl Molina (fs. 33/34), quien explica que viven en casas
contiguas, en un asentamiento precario en calles Costanera y Maipú y dice que el día del
hecho vio a Mayra subir a la moto del sujeto junto a su hijita M.A.O., aclarando que
antes había visto dos veces a esta persona, pensando que trabajaba para una fundación.
Aclara que Mayra estaba interesada ya que viven en condiciones muy precarias y este
hombre le había prometido conseguirle una vivienda mejor. La autoría del imputado en
el hecho también se encuentra acreditada en este caso por el reconocimiento en rueda
de personas practicado por la víctima a fs. 101/102 (C.5°), oportunidad en que -tras
haber solicitado que los integrantes se ubicaran de costado- señaló a Montaño Martínez,
sin dudar. A más de esto, se efectuó una “Pericia Genética” sobre el siguiente material
o “evidencias”: hisopado anal; hisopado vaginal; bombacha y pantalón (babucha) de
M. M. O.. El informe de fs. 193/198 del C.5, concluye, respecto a la babucha, que
presenta una mescla de perfiles genéticos, la cual es compatible con la superposición de
los ADN de Mayra M. M. O.y Cristian Eduardo Montaño Martínez. En la fotocopias
certificada de fs. 203/207 del mismo cuerpo, corre el informe acerca del resto del
material, el cual da cuenta que en la bombacha se recuperaron indicadores de presencia
de un perfil genético masculino compatible con el imputado; en cuanto a los hisopados
anal y vaginal concluye que presentan la misma mescla genética que resulta compatible
con la superposición de los ADN de Mayra M. M. O.y Cristian Montaño Martínez. Por
otra parte, el Informe médico de M. M. O.(fs. 13/14 del 5° Cpo.) da cuenta del dolor
que padecía la víctima en el cuello (como consecuencia de que el imputado se lo apretó
con fuerza), no habiendo padecido otras lesiones debido a que la nombrada -para evitar
que el prevenido siguiera atacando a su hijita de tres años- le permitió que abusara
sexualmente de ella. Como en los demás casos, antes de prestar declaración, se llevó a
cabo una entrevista de contención en la Unidad Judicial (fs. 7), en la que consta que se
encontraba muy angustiada por la situación vivida por ella y su hija. Por su parte, la
Pericia Psicológica practicada por la Lic. Beltramino (fs. 200/201 del mismo cuerpo),
da cuenta que no se hizo sobre la niña (M.A.O.) debido a su corta edad y al malestar que
le producía a la madre someter a la menor a una pericia después del hecho vivenciado.
Explica que la víctima no lograba controlar la angustia que le ocasionaba revivir los
hechos, pese a lo cual le relató lo sucedido, partiendo de su necesidad de obtener una
vivienda -cosa que había tramitado ante distintos organismos-. Así, relató a la psicóloga
que esa posibilidad apareció a través de un hombre que refería ser de una ONG (le narró
el hecho con detalles, aclarando que cuando llegaron a un descampado se dio cuenta del
engaño e intentó huir del sujeto). Consta en este instrumento que la señora lloraba
angustiosamente, sintiendo vergüenza y dolor por lo vivido, lo que se agrava por la
circunstancia de que su hijita había sido golpeada y presenció la escena. Asimismo,
informa que a partir de ese hecho hubo un quiebre en la vida de la damnificada, quien
no puede quedarse sola, el temor irrumpe constantemente, por lo que la ansiedad y
angustia aparecen como sentimientos sostenidos; la niña no puede hablar de lo ocurrido
ni siquiera con su madre. Agrega que no pudo sostener un tratamiento psicológico,
abandonando los encuentros. Observa a la mujer desvitalizada, sin incentivos ni deseos
que le permitieran retomar su vida. Dice que este síntoma es esperable en víctimas de
situaciones traumáticas y que de no ser tratado puede transformarse en un daño psíquico
grave. La despersonalización y disociación habrían actuado como amortiguador del
dolor físico, ya que sólo pensaba en su hijita que se encontraba presenciando el hecho.
Concluye que no se detectaron indicadores de fabulación o confabulación en relación a
los hechos denunciados; existiendo suficientes indicadores psicopatológicos de que
Mayra M. M. O.fue víctima de abuso sexual. Respecto a la niña M.A.O., de 3 años a la
fecha del hecho, contamos con el Informe Médico de fs. 17/18 (5° Cpo.) que dice que
se encontraba angustiada y llorando, no pudiendo asentar el pie derecho; observándose
equimosis de 3x2 cm. en pierna derecha (cara anterior) compatible con patadas,
sugiriendo un control traumatológico. Con tal motivo la niña fue atendida en Hospital
de Niños de la Santísima Trinidad, surgiendo de la Historia Clínica allí labrada (fs.
152/168) que que M.A.O. fue atendida por la Guardia, con diagnóstico de fractura de
tibia derecha, sin desplazamiento (informe del Dr. Jorge A. Pedro de fs. 163),
habiéndola tratado con yeso. Aclara que el tiempo de inhabilitación fue de
aproximadamente 120 días, con lo cual nos encontramos en presencia de una lesión de
carácter grave. Además de esto, obra a fs. 171 un Informe de Medicina Forense que
concluye que la lesión descrita como “fractura de tibia” fue producida por un objeto
duro y romo que actuó por “compresión-percusión”, por ej.: patada y confirma que se
trata de una lesión grave. Como se advierte de la simple lectura de estos informes, el
daño infringido a estas víctimas es enorme, por no decir irreversible, dada la dificultad
de la damnificada para afrontar lo acontecido y someterse a un tratamiento psicológico.
Respecto al Cuarto hecho, la prueba colectada también conduce a la
solución incriminatoria. Efectivamente, la damnificada A. M. B. A. (fs. 1/3 del 2°
Cuerpo), narra el hecho que sufrió de la forma en que se encuentra relatado en la
acusación, explicando la forma precaria en que vivía (en una casilla de madera
construida en terrenos fiscales). Luego describe la moto de forma coincidente a la
secuestrada en autos y explica que el sujeto frenó frente a su casa preguntándole por el
vecino (Matías), tras lo cual le comenzó a contar que pertenecía a una Cooperativa que
tenía proyectos para vender casas, fomentar el trabajo pagando sueldos y realizar
talleres, habiéndose presentado como Marcos Martín. Que también le dijo que con sólo
anotarse en la Sede podía acceder a ello, lo cual le resultó interesante por lo que dejó
entrar al sujeto a su terreno a fin de que le explicara bien, pero aclara que luego ingresó
a su casa sin su autorización, entrando antes que ella. Que allí, tras pedirle agua,
comenzó con las agresiones, habiéndola arrinconado contra una pared, bajo amenazas
con un martillo que había tomado de la mesa. Explica que el hombre se bajó el pantalón,
resistiéndose la víctima a practicarle sexo oral, por lo que el sujeto la agredió
sexualmente con una mano. Relata pormenorizadamente la acción desplegada por el
sujeto, agregando que se fue diciéndole que no saliera hasta que él se fuera, por lo que al sentir la moto- salió a buscar ayuda, previo tomar una pala para defenderse. Agrega
que caminó hasta la Av. Sabattini y tomó un colectivo hasta la Jefatura de Policía,
siempre con la pala en la mano “por las dudas se encontrara con el sujeto”. Describe al
mismo destacado que tenía ojos claros que le llamaron la atención y comenta que no lo
había visto con anterioridad al ataque. El vecino de la víctima, Lucas Matías Oliva (fs.
14/15) relató que un sujeto de similares características se había acercado a su casa
hablando con su concubina Natalia Roldán y en otra oportunidad el hombre tocó la
puerta de su casa, atendiéndolo el declarante. Que el sujeto dijo que era la cooperativa
“Un techo para mi País”, que él le dijo su nombre pero le aclaró que no le interesaba su
propuesta. Agrega se conducía en una moto negra marca Apia, modelo Nevada y que
luego de que se retiró le contó esto al Presidente de la Cooperativa del barrio -Ramón
Martínez-, quien le dijo que todo era mentira y que avisara a la Policía si lo volvía a ver.
Al prestar declaración el mentado Ramón Martínez (fs. 39) relacionó lo que le relató
Matías con lo sucedido con Luciana (primer hecho de la presente resolución) y así se lo
hizo saber. Agrega que después se enteró lo sucedido a Antonella -a quien dice no
conocer-, habiéndoles dicho a los vecinos que prestaran atención. Por su parte, Natalia
del Valle Roldán (fs. 78), concubina de Matías Oliva, luego de hacer conocer que
Antonella se mudó después del hecho sufrido, relata que una mañana se le presentó un
hombre que dijo llamarse Ezequiel, ser de la Universidad y trabajar para el plan “Un
techo para mi país”, dejándole un número de teléfono en un papel (que luego ella tiró).
Describe al sujeto y a la moto (marca “Nevada”, negra, con asiento blanco) y agrega
que regresó dos veces más. Que con posterioridad, un día fue a la casa de su madre a
lavar ropa, pidiéndole a su hermana Fátima que fuera a buscar unas prendas que se
había olvidado, cosa que ésta hizo, comentándole al regresar que había visto salir de la
casa del lado a un hombre con casco negro que subió a una moto también negra,
enterándose luego que su vecina había sido violada. Sostiene que después de ese hecho
el hombre volvió, intentando entrar a la casa de Antonella (donde no había nadie) por lo
que ella le preguntó que quería, ante lo cual se retiró. A su turno, Fátima Araceli
Roldán (fs. 81) manifestó que en diciembre de 2012, en circunstancias que fue a lo de
su hermana Natalia a buscar una bolsa con ropa para lavar, observó que del interior de
la casa del lado salía un sujeto que tenía puesto un casco negro y se subió a una
motocicleta negra que estaba estacionada en la calle, pensando que se trataba de un
familiar de los dueños de casa -a los que no conoce-. Practicados reconocimientos en
rueda de personas, la víctima, A. M. B. A. reconoció -con toda seguridad- al imputado
en rueda de personas (fs. 57/58 del C.2), mientras que la testigo Natalia del Valle
Roldán (fs. 53/54), manifestó que podía ser el N° 2 o el N° 3 (siendo que Montaño
Martínez ocupaba el puesto 3 en la rueda). Por otra parte, contamos con el Informe
médico de A. M. B. A. (fs. 9/10 del 2° Cpo.) que confirma la existencia de las lesiones
enumeradas en la acusación, siendo las mismas de carácter leve, ya que se le otorgaron
siete días de inhabilitación, constando además una fisura anal, además de escoriación
y/o hematoma “en hora 12”, aclarando que el ano no estaba habituado al coito. Por otro
lado, a fs. 4 del mismo cuerpo de actuaciones, se encuentra glosada la entrevista de
contención efectuada en la U.J. de la Mujer, que da cuenta que emocionalmente
presenta signos leves de angustia, mostrándose muy dolorida por los golpes recibidos.
En cuanto a la Pericia Psicológica practicada por la Lic. Beltramino (fs. 161/163),
consigna en primer lugar el relato de los sucesos efectuado por la víctima, destacando
que su agresor la engañó ofreciéndole vivienda y trabajo en una cooperativa. Destaca
que al momento de la entrevista (nueve meses después), aún conserva el impacto
sufrido, ya que se tensa y llora al evocar el hecho, expresando que fue “agredida con un
martillo, golpeada, mordida y manoseada”. Explica que en su relato aparecen fuertes
emociones que denotan angustia, dolor, ira, vulnerabilidad y desvalimiento, narrando
que no se animó a contarle todo a su pareja u otros familiares, debido a que se siente
avergonzada, habiéndoles dicho que había sido golpeada durante un robo. También
refiere secuelas, tales como no poder estar sola o concurrir a determinados lugares.
Destaca que proporciona abundantes detalles, no sólo del hecho sino también de otros
temas que abordaron, lo cual da mayor credibilidad a lo que trasmite. Concluye que no
se advierten indicadores de fabulación o confabulación, detectándose en cambio un alto
grado de ansiedad, angustia, sensación de vulnerabilidad, culpa, imposibilidad de relatar
los hechos en su entorno, ideas recurrentes, temores exacerbados, imposibilidad de
retomar su vida y sus proyectos. Aclara que se trata de indicadores de haber sufrido
hechos como el descrito por ella.
Finalmente, el plexo probatorio reunido para el Quinto hecho resulta más
que suficiente para acreditar su existencia histórica y la participación de Montaño en el
mismo. En primer lugar, la damnificada -K. S. R. (fs. 7/9)- relató que vive debajo del
puente Pucará, junto a Silvia Beatriz Díaz y otros dos amigos. Relata que a mediados de
febrero de 2013, se apersonó al lugar un sujeto en moto que dijo que su mujer trabajaba
en el “Pablo Pizzurno” y tenía la posibilidad de entregarles una vivienda en barrio
Ampliación Ferreyra. Que la conversación fue corta y ocurrió en presencia de Silvia
Díaz, ofreciendo el sujeto regresar para buscarla y llevarla a que firmara los papeles.
Describe al hombre de forma coincidente a los demás testigos que tuvieron contacto con
él, diciendo que tenía algunas pecas. Informa que el día del hecho subió a la motocicleta
(ya que supuestamente iba a firmar unos papeles), haciéndolo en presencia de Silvia.
Agrega que el viaje duró como una hora y que el sujeto conducía velozmente, llegando
a una casa abandonada en un descampado donde todo estaba destruido. Que ella
descendió de la moto por propia voluntad, pero el imputado la tomó de los cabellos y la
hizo entrar a la construcción. Sostiene que el temor la paralizó y por tal motivo se
arrodilló cuando se lo ordenó el agresor, señalando que le rogaba que la dejara ir, cosa
que enfureció al hombre, quien le propinó un golpe de puño en la panza, pese a saber
que estaba embarazada (de cuatro meses) ya que ella misma se lo había contado la
primera vez que lo vio. Inmediatamente relata con precisión las acciones desplegadas
por Montaño Martínez en su perjuicio, tal como surge de la pieza acusatoria, aclarando
que no prestó mayor resistencia debido a que temía por su embarazo. Agrega que salió
después que escuchó la moto del agresor y encontró a dos muchachos que iban en una
moto, los cuales se detuvieron ante su requerimiento. Dice que estos chicos le contaron
que en ese lugar habían sucedido otros hechos iguales. Que luego caminó hasta llegar a
una casa donde llamaron a la Policía, llegando un móvil que la traslado a la Unidad
Judicial de la Mujer. Al comparecer a la instrucción, Silvia Beatriz Díaz (fs. 29/30) dijo
que vive debajo del Puente Pucará y que conoce a la víctima desde hace muchos años ya
que vive con ella, con (Juan) Carlos Tevez y con un tal Fernando. Refiere que vio dos
veces al sujeto que abusó de su amiga, el cual se hizo presente -en una moto grande,
negra- preguntando directamente por K. S. R. que no estaba; que el hombre le dijo que
la buscaba por una casa que le iban a dar porqué estaba embarazada. Aclara que a los
pocos días, mientras se encontraba comiendo junto a K. S. R., regresó el sujeto,
sentándose a charlar con la nombrada, diciéndole que debía acompañarlo a Ampliación
Ferreyra por el tema de la casa. Dice que K. S. R. le pidió a ella que la acompañara,
negándose el sujeto a llevarla, enterándose de lo sucedido cuando volvió su amiga, no
sabiendo nada del hecho. También prestó declaración en relación a este hecho, Juan
Carlos Tevez (fs. 144/145), el que también vive debajo del puente Pucará, aclarando
que no vio al sujeto y que lo que sabe lo sabe por dichos de Karina. Informa que la
víctima padece un serio problema de adicción a las drogas y que Silvia Díaz tiene un
retraso mental. En orden a acreditar este hecho, contamos con el Informe médico de K.
S. R. (fs. 111 del 3° Cpo.) del cual surge que padeció un hematoma en rodilla derecha y
que al examen genital se constató una fisura anal “en hora 6”, observándose además
“congestión en labios menores y congestión anal”. También refiere que la víctima
manifestó que el sujeto le pegó en la panza cuando ella le dijo que estaba embarazada.
Por su parte, la entrevista de contención efectuada en la Unidad Judicial (fs. 6 del C.3),
sostiene que presentaba un estado de angustia leve que logró controlar durante la
entrevista. Cabe aclarar que, en este caso, no se pudo realizar pericia psicológica de la
víctima, toda vez que el Oficial Principal Mario Daniel Arguello (fs. 222 del 3° Cpo.)
no pudo ubicarla, ya que al ir a citarla (abajo del Puente Pucará, en cercanías de la
nueva Terminal de ómnibus, donde había fijado domicilio), los ocupantes del lugar le
dijeron que hacía unas semanas se había ido de allí y que estaría viviendo en
proximidades de la Plaza San Martín. En cambio sí contamos con la Pericia Genética
(fs. 206/214 del 3° Cpo.) que se practicó en este caso sobre: un corte de bombacha y un
corte de calza -ambos con semen y sangre-, además de dos hisopados vaginales y tres
hisopados anales de la víctima, K. S. R. Las conclusiones de este estudio informan que
todas las evidencias analizadas presentan el mismo perfil de ADN que corresponde a
una mescla de perfiles genéticos compatible con la superposición de ADN de K. S. R. y
Cristian Eduardo Montaño Martínez.
Resta aclarar que -en este tipo de hechos- el testimonio de la víctima resulta
de vital importancia, dado el ámbito de intimidad en que se llevan a cabo (conf. T.S.J.,
“Sisterna”, S. n° 4 del 16/02/2009); no obstante lo cual, considero que en la presente
causa las declaraciones de todas las víctimas -y potenciales víctimas- se encuentran
corroborados
por
copiosos
indicios,
serios
y
concordantes,
que
conducen
indubitablemente a la condena del imputado (conf. T.S.J., “Díaz” - S. n° 12,
20/02/2008), existiendo varios testigos que -aunque no hayan presenciado los hechosdan cuenta del accionar desplegado por Montaño Martínez, observando incluso a
algunas de las victimas subir a su moto.
En virtud de lo expuesto, este Tribunal concluye que las circunstancias de
lugar, tiempo y modo en que se desarrollaron los hechos, se encuentran acreditadas con
la prueba analizada, la cual permite arribar al grado de certeza necesario en esta
instancia para dictar una sentencia de condena. En consecuencia, se dan por
reproducidos los hechos que constan al comienzo de la presente resolución, a los fines
de cumplimentar la manda del art. 408 inc. 3° del C.P.P. y evitar inútiles repeticiones.
ASÍ RESPONDO LA PRESENTE CUESTIÓN.-
A la segunda cuestión planteada, la Sra. Juez Adriana Carranza, dijo:
Atento la respuesta dada en la cuestión anterior, corresponde ahora efectuar
la calificación legal de los hechos, adelantando que se estima ajustada a derecho la
adecuación típica propuesta por el Sr. Fiscal de Cámara al emitir sus conclusiones. Así,
en relación al primer hecho, el mismo encuadra en los delitos de violación de domicilio
y abuso sexual con acceso carnal continuado calificado por el uso de arma, en
concurso real (arts. 45, 150, 119 tercer párrafo en función del cuarto párrafo y art. 55
C.P.), ya que -como ha quedado probado- Montaño Martínez, se introdujo sin
autorización en la vivienda de M. L. T.i y en un marco de extremada violencia,
quebrantó su voluntad con fuerza física, amenazas y la utilización de un cuchillo. De
este modo logró que la víctima le practicara sexo oral, tras lo cual la accedió
carnalmente, por vía vaginal, en dos oportunidades, quebrantando así su libertad sexual.
Si bien la damnificada resultó lesionada como consecuencia de la fuerza ejercida para
quebrantar su resistencia, las lesiones que constan en el informe médico de fs. 11/12
revisten carácter leve, por lo que las mismas quedan subsumidas en el tipo del art. 119
tercer párrafo en función del cuarto párrafo, ya que se trata de heridas producidas como
consecuencia de la violencia ejercida para lograr el acceso carnal. De tal guisa, no
superando el injusto previsto por el art. 89 del C.P., se trata de lesiones que integran la
delincuencia del delito de violación (conf., T.S.J., Sala Penal, autos “Pereyra”, S. n° 1
del 17/2/1993).Por el nominado segundo hecho, el prevenido Montaño Martínez deberá
responder como autor responsable del delito de abuso sexual con acceso carnal
continuado (arts. 45 y 119 tercer párrafo del C.P.), puesto que utilizando violencia (la
bajó de la moto tirándole del pelo, la arrastró hacía una casa abandonada y la golpeó
persistentemente) obligó a M. B. G.a practicarle sexo oral, aunque no eyaculó.
Seguidamente -empleando intimidación- la obligó ponerse en “cuatro patas” y la
accedió carnalmente por vía anal y vaginal, eyaculando en estos casos. Mediante este
accionar el imputado atentó contra la libertad sexual de Gigena, impidiendo que
dispusiera libremente de su cuerpo, pese al esfuerzo desplegado por la víctima para
resistir el ataque. Al igual que en el caso anterior, las lesiones padecidas por Maria B.
M. B. G.integran la acción típica del abuso sexual, no configurando un delito
independiente.
Respecto al tercer hecho, de conformidad al resultado al que se ha arribado en la
primera cuestión, no cabe duda que Montaño Martínez deberá responder como autor
responsable de los delitos de abuso sexual sin acceso carnal y lesiones graves -en
perjuicio de la menor M.A.O.- en concurso real (arts. 45, 119 primer párrafo, 90 y 55
C.P.) y abuso sexual con acceso carnal continuado (arts. 45, 119 -tercer párrafo- del
C.P.),en perjuicio de M. M. O., todo en concurso real (art. 55 C.P.). En efecto, cabe
recordar que el prevenido -tras haber evitado que la víctima huyera junto a su hija- atacó
a la niña -(de 3 años de edad), pateándole la pierna derecha, provocándole una fractura
de la tibia, herida que resulto ser de entidad grave, según corrobora el Informe Médico
de fs. 171. Luego de eso, le bajó el pantalón y manoseó a la criatura -que no cesaba de
gritar y tirarle patadas a su agresor- en la zona de las nalgas y la vagina, para
inmediatamente desprenderse el pantalón y sacar su pene, intentando introducirlo en la
boca de la pequeña, sin éxito. Ante ello, Mayra M. M. O.-presa del miedo por su hija- le
imploró que dejara a la niña, permitiendo que Montaño Martínez la sometiera
sexualmente. En esa circunstancia el imputado pudo quebrantar sin dificultad la
voluntad de M. M. O.y la obligó a que le practicara sexo oral, tras lo cual la desvistió y
la hizo poner en posición de banco, accediéndola carnalmente por vía anal y vaginal.
En relación al cuarto hecho, deberá responder como autor penalmente
responsable de abuso sexual gravemente ultrajante (arts. 45 y 119 segundo párrafo del
C.P.), pues los actos practicados por Montaño Martínez en la persona de Antonella
Maria Beatriz Altamirano, tienen en sí mismos una entidad que supera el tipo básico. En
efecto, el acusado ingresó a la casilla de madera donde vivía la víctima, donde (tras
forcejear con ella para anular su voluntad, libertad y autodeterminación, habiendo
utilizado un martillo que encontró en el lugar para alcanzar su propósito) le introdujo
sus dedos en la vagina y ano en varias oportunidades, ejerciendo fricción, produciéndole
una humillación que excede la ilicitud del abuso sexual previsto en la figura básica del
art. 119 del C. Penal. Viene al caso recordar que el calificativo “ultrajante” resulta un
concepto impreciso que debe ser analizado en cada caso particular, pues cualquier abuso
entraña un ultraje, ya que se traduce en una ofensa contra la intimidad de las personas.
De conformidad a ello, el T.S.J. en el precedente “González, Orlando Manuel p.s.a.
abuso sexual, etc. - Recurso de casación” (Sent. n° 82, 9/9/2004,) ha dicho que
corresponde a la jurisprudencia precisar la extensión de dicho término. Pues bien, a fin
de delimitar su alcance, la doctrina suele brindar ejemplos tales como la introducción de
objetos en el ano o en la vagina de la víctima (palos, botellas, lanzas, consoladores, etc.)
que son utilizados como sucedáneos del pene. En el sub lite, no cabe duda que el
prevenido empleó sus dedos para invadir la esfera de intimidad de Altamirano,
sometiéndola a su dominio sexual de forma denigrante. En apoyo de esta afirmación,
Jorge E. Buompadre en su “Tratado de Derecho Penal”, Parte Especial, Tomo I (Ed.
Astrea, 3° Edición, 2009) sostiene que “Un sometimiento sexual es gravemente
ultrajante para la víctima cuando afecta su dignidad como persona humana o cuando
tiene un particular signo degradante y envilecedor. Lo que caracteriza conductas de
esta clase es la humillación que causa en sus víctimas…” y nos brinda como ejemplo de
ello -precisamente- la introducción de los dedos en la vagina o ano de la víctima (ob.
citada, pág. 414). A mayor prueba de ello, la damnificada resultó con las lesiones de que
da cuenta el informe de fs. 9/10 (las que al igual que en los otros casos quedan
subsumidas por el delito de mayor entidad penal)
Finalmente, el hecho quinto encuentra adecuación jurídica en el delito de abuso
sexual con acceso carnal continuado (arts. 45, 119 tercer párrafo del C.P.), pues -luego
de llevarla engañada a una construcción abandonada- la accedió carnalmente reiteradas
veces, habiendo exigido los coitos ejerciendo fuerza y abusando de la preocupación de
la mujer por su estado de gravidez, circunstancia que conocía Montaño y le sirvió para
quebrantar, sin dificultades, la voluntad de K. S. R., a quien llegó a pegarle en el
abdomen.
Así las cosas, Cristian Eduardo Montaño Martínez deberá responder por
los siguientes delitos, en calidad de autor: violación de domicilio y abuso sexual con
acceso carnal continuado calificado por el uso de arma en concurso real -arts. 45, 150,
119 tercer párrafo en función del cuarto ap. “d” y 55 del Código Penal- (primer hecho);
abuso sexual con acceso carnal continuado -arts. 45, 119 tercer párrafo y 55 a contrario
sensu del C. Penal (segundo hecho); abuso sexual sin acceso carnal y lesiones graves
en concurso real -arts. 45, 119 primer párrafo, 90 y 55 del C. Penal- y abuso sexual con
acceso carnal continuado -arts. 45, 119 tercer párrafo y 55 a contrario del mismo
código- (tercer hecho); abuso sexual gravemente ultrajante -arts. 45 y 119 segundo
párrafo del Código Penal- (cuarto hecho); y abuso sexual con acceso carnal continuado
-arts. 45, 119 tercer párrafo y 55 a contrario sensu del C. Penal- (quinto hecho),
debiendo concursarse todo materialmente (art. 55 ibid). ASI RESPONDO A ESTA
CUESTIÓN.-
A la tercera cuestión planteada, la Sra. Vocal Adriana Carranza dijo:
Para determinar la sanción a aplicar a Cristian Eduardo Montaño Martínez,
de conformidad a las pautas previstas por los arts. 40 y 41 del C. Penal, hago mías las
conclusiones del Fiscal de Cámara, pues en su alegato especificó claramente cuáles son
las circunstancias que agravan la conducta del imputado, por exceder el marco de las
figuras delictivas por las que debe responder, aclarando que las únicas circunstancias
que operan en su favor son: la carencia de antecedentes penales, que es un hombre
joven y que no tiene adicción al alcohol ni a las drogas. Así, en su contra se deben tener
en consideración las siguientes circunstancias que rebasan la descripción típica de cada
uno de los delitos que se le atribuyen: 1) la violencia inusitada que desplegaba en todos
los casos, infringiendo desesperación y temor a las víctimas, siendo ejemplo de ello el
caso de A. M. B. A. [cuarto hecho], quien permaneció aferrada a la pala con que se
defendió durante cinco horas, incluso cuando se encontraba en la Jefatura de Policía; 2)
que el acusado llevaba a cabo tareas de inteligencia para obtener datos de las víctimas y
de sus familias, logrando que ellas mismas le mostraran sus puntos más débiles, para
luego amenazarlas con hacerles daño a sus hijos u otros familiares; 3) el ardid
desplegado ante los vecinos, organizando reuniones en las que ofrecía falsamente
créditos para viviendas, a fin de detectar a las mujeres más vulnerables y hacerse con
datos que luego usaba para engañarlas, ganándose la confianza de jóvenes carenciadas,
a las que luego traicionaba; 4) que en dos de los casos [primer y tercer hechos] cometió
hechos aberrantes frente a criaturas pequeñas; 5) que una de las niñas [tercer hecho] fue
lesionada, ya que como consecuencia de los golpes le quebró la tibia y la manoseo,
acciones que trascienden los tipos debido pénales por la brutalidad empleada para
golpearla y la modalidad del abuso, ya que intentó introducir su pene en la boca de la
nena, lo que se frustró porque ésta cerraba fuertemente los labios; 6) que a una de las
víctimas [Reynoso] la golpeó en el abdomen sabiendo que estaba embarazada,
mostrando un total desprecio por la vida; 7) la extensión del daño causado, el cual
surge de cada una de las pericias psicológicas practicadas a las víctimas, en momentos
en que subsistía la angustia por la agresión sufrida, dejando secuelas indelebles en ellas,
ya que no han podido rehacer su vida y aún viven con temor. Es del caso recordar que
M. B. G.[segundo hecho] manifestó en el debate que perdió hasta su pareja, que no
podía salir de su casa y que fue objeto de burlas. Igualmente, se puede citar el caso de
Mayra M. M. O.quien cuidaba tanto a su pequeña hija que no quiso dejarla con nadie y
subió con ella a la moto de Montaño, resultando la niña víctima de éste, lo que
acrecentó el padecimiento de la mujer. Se advierte entonces que el acusado atacó no
sólo la integridad física y sexual de las víctimas sino que defraudó la confianza que
estas mujeres depositaron en él, en la creencia que podían cumplir el sueño de la casa
propia, dejándolas en condiciones de extrema vulnerabilidad, tal como lo hizo constar la
psicóloga Beltramino en una de las pericias al decir que “el engaño del sujeto y la
credibilidad propia acentúan su malestar”, circunstancia que puede aplicarse a todos
los casos; 8) la modalidad de los hechos, ya que el imputado no trepidaba en intentar
acceder por las tres vías a sus víctimas, lográndolo la mayoría de las veces, todo ello sin
usar preservativos. Es del caso aclarar que ese accionar constituye un plus que debe ser
valorado como agravante, ya que trasciende la conducta descrita en el tipo penal del
abuso sexual con acceso carnal; 9) el desprecio por la vida humana demostrada al
abandonar a dos de sus víctimas como si fueran una cosa en una zona rural donde no
podían ser asistidas de inmediato, tras haberlas ultrajado y golpeado cruelmente; 10)
también se debe considerar su carácter de “depredador sexual”, ya que si bien
conocemos “sólo cinco hechos”, ha quedado en claro que muchas mujeres se salvaron
de ser abusadas, tal como lo relató la testigo María del Carmen Pedraza y la propia
Romina Oliva, en cuyo domicilio se produjo la aprehensión del acusado; 11) finalmente
debe valorarse -en su contra- que, pese a tener una familia que lo contenía, un trabajo
estable y haber recibido capacitación suficiente, llevaba a cabo una “caza sexual” de
mujeres socialmente frágiles, lo que lo convierte en merecedor de un fuerte reproche, ya
que debía comprender cabalmente lo inadecuado de sus acciones.
En función a las pautas de mensuración enumeradas, estimo justa la pena
solicitada por el Sr. Fiscal de Cámara y consecuentemente considero que se debe
imponer a Cristian Eduardo Montaño Martínez, para su tratamiento penitenciario, la
pena de veinticinco años de prisión, adicionales de ley y costas (arts. 12 y 29 inc. 3°
del C. Penal y 550 y 551 del C.P.P.). ASI VOTO.-
Por todo ello y normas legales citadas, el Tribunal, en Sala Unipersonal,
Resuelve: I) Declarar a Cristian Eduardo Montaño Martínez, ya filiado, autor
responsable de violación de domicilio y abuso sexual con acceso carnal continuado
calificado por el uso de arma en concurso real -arts. 45, 150, 119 tercer párrafo en
función del cuarto ap. “d” y 55 del Código Penal- (primer hecho); abuso sexual con
acceso carnal continuado -arts. 45, 119 tercer párrafo y 55 a contrario sensu del C.
Penal (segundo hecho); abuso sexual sin acceso carnal y lesiones graves en concurso
real -arts. 45, 119 primer párrafo, 90 y 55 del C. Penal- y abuso sexual con acceso
carnal continuado -arts. 45, 119 tercer párrafo y 55 a contrario del mismo código(tercer hecho); abuso sexual gravemente ultrajante -arts. 45 y 119 segundo párrafo del
Código Penal- (cuarto hecho); y abuso sexual con acceso carnal continuado -arts. 45,
119 tercer párrafo y 55 a contrario sensu del C. Penal- (quinto hecho), debiendo
concursarse todo materialmente (art. 55 ibid); II) En consecuencia, imponerle la pena de
veinticinco años de prisión, con accesorias de ley y costas (arts. 5, 9, 12 y 29 inc. 3º
del C.P.; 550 y 551 del C.P.P.).
PROTOCOLÍCESE, NOTIFÍQUESE Y COMUNÍQUESE.
DRA. ADRIANA CARRANZA (VOCAL DE CÁMARA)
DRA. ALICIA LOZA ACHÁVAL (SECRETARIA).
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