periódico literario. - Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes

Anuncio
41
ftOMINGO 1 2 DE IMS.
La Redacción y
administración *e
hallan establecidas en la calle del
Príncipe, número 15 cto. segando da la iiquiei.
G CtO».
Se anscribe ea
Madrid en la l i brería de Cuesta,
frente de las c o vachuelas, en la
estamp. de Valí*,
calle de Carretas'
PERIÓDICO LITERARIO.
precaución.... Cardona.... envolrsjTlo en
una liamlera , qne Teresa le diga alguna
cota y despacharlo donde iremos todot,
porque es menester, que esto qnede mas
limpio que una patena. — E n aquel momento se hizo una señal por el persona ge
i.
que con KI nombre de Cardona había sido
¡nteipelado . y se siguió á ella un moví*
miento general. El hombre que había s i LAS EXEQUIAS.
do r sin a ¡de aquella agitación, sentado
¡\ sobro el dotado cabestrante (I) había
mirado con igual impasibilidad las conEl claro sol de las Antillas empelaba
torsiones
del infeliz Chispa , á quien s e & iluminar ya la» primeras nubes de
ñaló
cuatro
lineas paralelas sobre su
Oriente en una hermosa mañana de abril,
blanca
espalda
, que la fea y mutilada fiy á descubrir con n luz los sangriento!
gura
de
su
antiguo
compañero Blaquer»
rastros de un crimen reciente, cuando
rnyo
ensangrentado
cuerpo le pusieron
una TOX desapacible, ó mejor dicho, el
Halante
cuatro
de
sos
satélites, ain otro
graznido de nn hombre su hizo oir de
movimiento
que
el
que
prestó a su fisopopa a proa del bergantín Cavilan : —
nomía
una
infernal
muera
en forma de
Chispa—nuestro amo— ven aqai... /qné
risa
,
estirando
su
negra
boca
de oreja a
nudo traet hoy eu «1 rebenque! (J) ¿teoreja,
sacó
su
pipa,
j
revolviendo
el
mias qne te se escapase el cordón seráfico?... arrima bribón... uno... dos... trei...
cuatro.... ya estas despachado... á esto le
(i) Maquina de que se sirven en los buqnes
llamaba «1 pobre Blaquer medios de
para recoger el ancla y otros usos, colocada delante del palo mayor en forma de velador: la
del bergantín de que hablamos estaba adema*
adornada con mn chapeada de azotar.
(i) Latifo de cnerda embreada.
Escenas de un corsario.
Siguiente
322 —
carbón qu» en ella había, colocó dentro
la' brasa <jue Chispa la presentó desde el
ponto en que 1« TÍO meter la man i en el
bolsillo vn ademan de «arar de él sn tosco incensario. — Estás mas feo qne yo;
Blaquer.... y sin tñadir mas palabra se
poso £ contar las monedas que contenia
nn bolsón de cuero que le presentó Cardona.
Concluida esta larga operación dijo • —
Falta al chico qne llevaba á la mano.
Euoontróie este sobre el enerpo del d i funto , y con el grande , su maleta y* dos
palanquetas, compuso el lastra qne atado
al cuello había de hacerle descender al
fondo del mar.
Blaquer con toda su hacienda fue envuelto en una bandera inglesa , é iba ya
á ser cogido por sus sepultureros, cuando
el horrísono graznido te hizo oir con nua
terrible interpelación.—, Bárbaros' ¿que
reis arrojar al agoa á un hombre blanco
como si fuera nno de loa marranos que
están allá abajo ? Venga Teresa.
Era Teresa un hombrecillo de cuatro
pies y siete pulgadas, y tan enjuto como
chico: acercóse al difnnto, y descubrióse
echando al aire nn estrecho cerquillo,
que imitaba bastante bien el 'argador de
un melón. En sn trajese conocia que h i bia pertenecido á alguna comunidad religiosa, á pesar de la mezcla ridicula que
había hecho del gran sombrero de teja
con el chaquetón gris , botas y sable terciado, qne componía el que llevaba cuando «e acercó á prestar su péxirao ministerio. El drago-fraile murmuró algunas
frases latinas , después de lo cual descendiendo d« su observatorio el primer personaba dexaqróella Mceua , acercóse al cada-ver, tomóle una mano qn«t apretó en
silenoio. volvióle á colocar en sa anterior
posioion, y se retiró hacíanlo uní seña
Anterior
para que se le tributasen los últimos ho i
ñores ; en menos de nn minuto-fueron recogida» las ve^i del buque y cruxada
tns vergas, y empavesado con ma.» u
trescientos pabellones de diferente» coló
res. Los hercúleo» sepultureros altare
cuanto les fue poiible el cuerpo del ro
busto Blaquer, y tacándole fuera de 1
borda, le abandonaron á su propio pesr
viéndole desaparecer entre les oa la» : t
violenta detonación de una pieza de ádi*>.
y ocho anunció retumbando en la vecini
costa , que habia desaparecido la fúnebr.
ceremonia.
Las feroces miradas que echaba sobr
nosotros el horrible personaje que habí
tenido la bárbara complacencia de gozai
, se en el sufrimiento del niño infeliz qn
le servia, nos hicieron conocer la suert
que nos esperaba. Ochenta y cinco hombres componíamos la tripulación del airoso bergantín Cavilan , y apenas llegábamos á dos docena» los que atados de pies
y manos aguardábamos, tendido» eobre
cubierta, mas dura suerte que aquella
que habia cabido á nnettros compañeros
de infortunio, sintiendo el filo del puñal
homicida en la noche que acabábamos
de pasar. — Cardona -, veámosle la rara
á ese jaque ; y poco despnes vimos con dolor entrar a nuestro valiente capitán,
que envuelto en cnerdas y arrastrado con
crueldad, fne puseto en presencia del gefe.
— Has muerto á mi mejor amigo, ln dijo;
quiero darte la recompensa -, y dirijiéndose á sa teniente añadió: —Como al '
francés. Apenas habia acabado de hablar
cuando ya le habían atado dos balas de
a cuatro á lo* pies y un corcho en cad»
brazo, y en esc disposición fne arrojadoai mar. Los gritos que en su cólera exalaba , me revelaron la suerte que le c a bía: suspendida ro cabera sobr» el nivai,
Inicio
Siguiente
— 32.1 —
•le la» agnas, tendría tony en breve el
horrible tormento de ver in cuerpo mutilado por lo» vorace» pece» que habitan
aqusllos mares. Lo» ojo» de chispa dirijido» con »entimiento hacia el lado de donde »e ««cuchaban lo» ayes de aquel desgraciado, eran la única »eñal da que había uu corazón entre tanto bárbaro que no
cttnvieae ann familiarizado con semejantes iiieDai.
El velamen del bergantín había vuelto
a enchine de viento, y el Gavilán caminaba m»je»tuo»amente á lo largo de la
costa del norte d« la ida da Santo Domingo.
Na tardó mucho el protagonista de aquel
melodrama en tomar »u primara posición
•obra el cabestrante : en ella »u barba
cari tocaba á la» ro'Jilla» , y necesitaba
alzar lo» ojo» para mirar al frente, e s condiéndolos bajo do» cerdoio» arco» negro» , por eDtre cuyo» pelo» »e divisaba
tu amarillez. La descarnada cari del hombre que describimos no citaba compuesta
mas que de la hosamenta de »u cadáver,
cubierta de una rngoia piel curtida , cuyo
color de ver.tunna la hacia mas desagradable ; so boca entreabierta sostenía con
lo» molares la hueca caña que daba paso
al fumigante hamo de su pipa, y dejaba
ver do» hilera* de dientes á mitad roídos
por la intemperancia : un sombrero de paja da ancha ala, una camisa de color salpicada de sangre reciente, y nn calzón
sostenido por una correa en la cintura , y
(ine no cubria parto de su pierna , componían el traje de tan grotesco personaje,
esta correa sujeta por nu gran hebillon:
sostenía igualmente en un lado nn ancho
cuchillo de media vara de largo , y en el
•tro nna pistola de cnatro tiros guarnecida de riquísimo» adornos de plata. £1
bolsillo del holgado pantalón dejaba ver
moa parte de la compañera.
Anterior
— Miguel, dijo el pirata , llegaos aquí
tú y Cardona; que cada uno de TOSÍ)tro*
se haga cargo de la mitad de esa gente
(señalando al grupo que formábamos lo»
encadenados), y que dentro de diez minutos no Tea uno sobre cubierta. —Los n e gro» , respondió Miguel, ocupan todo el
p i «o bajo: ¿ dónde lo» metemos ? — / Imbécil • donde ha» metido a Blaquer ,'qna
no es mejor asa canalla: atarlo» espalda
con espalda y al agua. Cardona y Miguel
se acerraron a nosotros acompañado» de
una turba Un facinerosas que ron horrible
complacencia nos ligaron codo con codo.
F. F. C.
La velada de S. Juan.
Inicio
(A mi amigo D. Jote Serra y Ortega.)
Ya la noche que derpliega
Las sombras qne el sol ofende,
Clrri-oscnra» la» estienda
Con que el firmamento ciega.
Y para verle asomó
Sus estrellas mortecinas,
Tal vez pavesas mezquinas
Qne al pasar el sol dejó.
La luna tímida y cana.
Alzándose del oriente,
Imita cobardemente
El lucir déla mañana.
Se levanta opuesta al sol.
Porque sino cerca de él
Ciega el ardiente oropel
<
Su desplayado arrebol.
Y en l.uz
Siguiente
-324
Esmalta el cielo «ombrío,
Como la espuma de un rio
Tiñe «a azul trasparente.
Magnífico el prado brilla
Pautado da luces bellas.
Imitando á las estrellas
Con tibia luí amarilla.
T aunque lejanas, se ofenden
Una y otra tropa bermosa,
Y en competencia lumbrosa
Desvanecería pretenden..
Susurra allí el aurafria
En sns giros revoltoso*
Por los arboles pomposos
Plantados con simetría.
Ya sobre ellos se] revuelve
Y hacia el snelo los inclín».
Ya Tapida se avecina
Y otra vez a erguirlo» vuelve.
Ya aerea los desparrama
Cirando con rapidez,
Ya man «a agita tal vez
Solo algana que otra rama.
Ya rauda los desaliña
Meciéndolos turbulenta.
Ya arremolinada , lenta,
Hacia el centro los apiña.
Ora apacible desmaya
Y serpea por el suelo,
Ya remontándose al cielo
En la atmósfera se esplaya.
Las emblemáticas fuentes
Suavemente murmuran,
Y entre las pieilras trituran
Sus cristales trasparentes.
Diafanas el aire crujan
Vuelta» en claro vapor
Sus aguas , que con rnmor
Uniforme desmenuzan.
Su brillo descolorido
La lana en ellos retrata,
Como un círculo de plata
En tu cristal tntnerjido.
Anterior
Y los árboles parecen
Entre las sombras lejanas,
Densas nubes que livianas
Entre los vientos se mec»n.
Ya por sitios diferentes
Se ven al prado bajar
Alborozadas las ge.ites,
Como diversos torrente*
Que confluyen en la mar.
Cuando el inmenso gentío
En tumulto al prado llega.
Se esparrama a su alvedrío
Como un caudaloso rio
Que inunda enorme la vega.
Va en cada rostro pintado
El placer que piensa loco
Cada cnal ver realizadoV
Mas junto al placer soñado
El realizado es muy poco.
Del grande la vanidad
Va confundida en tropel
Con la indijente humildad,
Que iguala la otenridad
El harapo al oropel.
Y hay dias que respetuoso
Vé un pueblo so lin mortal,
Y etnonces supersticioso
Un instinto religioso
A todo el pueblo hace igual.
Ya va á gnisa de verbena
Llenando el prado'la gente;
Se junta, se desordena,
Se revuelve, cual la arena
Por el fondo de nn torrente.
Canta, corre, toca, grita,
Con discorde mormurar,
Y la atmósfera se agita.
Rebota, hierve, é imita
El murmullo de la mar.
Inicio
Siguiente
-325No hay allí gentil doncella
Que no llera seductora
Demuda la espalda bella,
Para competir con ella
Al asomarle la aurora.
Sus ojas envidia dan
A los nocturnos fulgores,
Ay! / q u e incentivas qua Tan !
Cómo ras a ser , San Juan,
Tercero da tus amores !
Los amantes la esquivez
Desdeñan , y los «mojos,
Y tupie en la lobreguea
Al manto la desnudez,
Y las manos i los ojos.
Aqni gratos conversando
Están dos con embeleso',
Y leve el céfiro y blando
Mansamente susurrando
Divulga el ruido de nn beto.
Allí para su desdoio
Uno que cela el semblante.
Oye el lúbrico "te adoro»
Que impúHica, sin decoro,
Da tu mujer a un amante.
Y en torno del monumento
Ay • que ayer mismo enlutaba
Crespón funeral , cruento,
£1 pueblo muestra contento,
Y el Dos de mayo lloraba.
Do ayer gemía afligido
Se pone alegre á danzar;
Tal es el pueblo y ha sido,
Porqne jumas ha tábido
Mas qn« reír 6 llorar.
Ay ! que cenizas , demente.
El pneblo imbécil profana !
Ay! sus hijos torpemente
Danzarín alegremente
Sobre lat tnyas mañana !'...
Pura la atmósfera hiende
Tal Tes fcego artificial,
C n i astro qua te detprendt)
Anterior
Y tlaza según asciende
Sulfúrea linea espiral.
Vaga cometa perdido
Desde cuya altura ve
Todo el pueblo embebecido,
Y cuánto placer vendido !
Cuánta quebrantada fé !
Luciente se remontó;
Las nubes que le carearon
Al reventar , sacudió,
Y tantos crímenes vio
Cuantos ojos la miraron.
El poeblo torna & bullir*,
Cual por un momtuto queda,
El vendaval sin mugir,
Y bruteo vuelve a crugir
Entre la inmenta arboleda.
El firmamento enmudece*
Con descomunales gritot,
Aturdidos enloquecen,
Y revoltosos parecen
Fiera legión de precitos.
Y creen en su frenetí
Que ofrecen incienso á Diot
Danzando torpes allt^
Yo , annque no lo creo ati
Voy de los necios en posj
Pues fuera tan loco intento
Querer á un pueblo alumbrar
En sai creencias sediento,
Cual poner lindes al Tiento,
O freno al airado mar.
Ya el alba entre mustia y bella
Desde tu cuna luciente
La oscura noche atropella}
Lat sombras huyendo de ella
Se apiñan en occidente.
Y al verla, languidecer
El sordo murmullo empieza,
Que para mas cuerdot ter,
No ha y cota como saber
Que se vé nuestra flaqueza.
Van tas rostros macilentos
Inicio
Siguiente
- 33 .'5 A la lo» matutinal ;
Encárame descontentos,
Y al vene tan soñolientos
Todos »e parecen mal.
Y eabitbajo, snohino.
Cada cual avergonzado
Toma iiistinto camino,
Como á en topio repentino
Se esparce el polvo acinxlo.
Alguno en tu mente rana
Volver otro año joro,
Nació en Sevilla en 1599, y de*da muy
niño manifestó su ditpoticion paia la
Anterior
Y el raido de una •campiña
Nonrio de'nt»«rter temprana
L* tumba le ictordó.
Hoy se maldice rendido,
Ayer todo era 'danta r:
Tal es el pnelilo y lia litio,
Porque jamái ha i»bid«
M u que reír 6 llorar.
Famon Cumjjoumor.
pintora. Principió á aprender con Herrera el viejo} pero el carácter áipere de la
Inicio
Siguiente
maestro le disgustó, y 1<*. abandonó para
seguir sus «utii.lio» Ron Francisco Pauheco, qniau conoció la» brillantes die(M>ciones, de tu n^sao discípulo. Tomó, k,
•n. servicio UD^^^en CUJA fisonomía,
maculatura y desenvoltura fijó su atención, y<l« ••rri* de modelo, poniéndolo
en divertai actitndet , hacii'nd.olo reír ó
llorar , teg'iu lo exijia el atunto que inventaba. Por ettfi medio adquirió una facilidad para la semejanza de lu» retmtBs,
qne ningún piutor ha. podido 1O¿ÍH). No,
tenia género determinado, pqrque,,nit,,et,»tullios no te limitaban al cuerpo humano.
Lai flore», las fruta.» y loi objetos i na ni —
madot loa producían •»• pincele* con una
verdad, con una facilidad difícil de detoribir. La» bambochadas del cunero flameneo la» ejecutaba también con maestría^
y entre la* producciones ift este jénero
descuella el aguador de Sevilla. En wrueba del aprecio que le manifestaba Pacheco, le concedió la mano He su hija , por
quien hacia tiempo suspiraba. En esta
apoca fue cuando entusiasmado con los
cuadros de Luis Tristan, so decidió á
imitar tu brillante coloríalo y la viveza
de sus concepciones.
En 1622 Tino por primera vez á Ma
drid, donde aprovecVió su corta estancia
estudiando los magníficos cuadro» que h^^k
bia en esta corte , y en los palacios <1»aT
Pardo y del Escorial. El primer cuadro
sle consideración qne pintó Velaíq'mz,
fue un retrato del canónigo Fonseca , su
protector, y produjo un efecto tan sorprendente, que fue cauta de que 'o llamase el rey para que le retratase, admitiéndole después en tu servicio. Tan contento quedó el soberano de la obra, q ie
la mandó esponer en un día festivo en I»
puerta da San Felipe el Real. El retrato
era de cnerpo entero, vertido coa a• ma-
Anterior
dura , y sobre un magoili.iocabillo ; pero
pintado de un modo, cj'ie sin seguir las
huellas de ninguna e»cj>«U en particular,
tenia un «-ttilo qu« *u,po crear tn genio,
imitando tiempie con escrupulosidad la
naturaleza. Ningun pintor 1« ha a venta-r
jado en lot retratos, y tolo pueden compararle con lot tuyos lot do Ticiano y YanDick.
En un concurto qne te verificó por orden^dfl rey, da un cuadro que representaba, la, rtpulsiou da lot morisco» por Felit>« I I I , Velazques consiguió al premio.
Por ette tiempo Rubent , con quien etta
ba en correspondencia , vino á Madrid,,
y le inspiró el <l«ieo de vititar la Italia,
para lo que solicitó el competente permito. E^-ey , que 'por temor de perderla
había rehusado siempre dar tu consentimiento, se lo acordó entonces, y en 1629
te embarcó Velazqnez para Venecia, adonde empezó & estudiar á Ticiano, á T i n torelto y á Pablo \ e r o n í i . Entre lat numerosas copias que hizo en Yenecia , deben citarle principalmente la del Calvario , y la de la Céha de Cristo, original
de ¡Tintoretto, la que regaló á Felipe IV
cunndo regresó á España, Llegado que
fue*a Roma , se aumentaron tus estudiot
con lo» cuadros de Miguel Anjel y de R i .
fael. En esta ciudad te retrató á sí mismo,
cuyo cuadro recaló á tu tuegro, juntamente ronsut obras maestras Lat fraguas
de Fulcano y la túnica de José.
Llamado á Madrid j.or orden del rey,
no quiso dejar la Italia tin haber vitto
en Ñipóle» á Joié R i b o * , que tan dignamente sostenía en aquella oindad l k
gloria de la escuela española.
Durante la amencia da Yelaiquea «}
iTey no había querido dejarte retratar por
ningun otro pintor, para manifestarla el
aprecie que le profesaba, mandándole
Inicio
Siguiente
ademas disponer una habitación para tallar dentro del miimo palacio, «le la que
M reservó una Ua»e para TÍiitar al <'gregio artista cuando le pluguiese.
Colmado de favores el conde- duque de
Olivare», quiso manifestarla su gratitud
mandándole hacer su retrato , que en el día
esta considerado como la obra mas perfecta
y admirable que ha producido el pincel de
nn pintor.
En I648 fue envia.lo por i l rey 4 Ita.
lia á ««coger modelos y todo lo necesario
para el establecimiento de la academia (Io
Bailas Artes que tenia proyectado furnia
•n Madrid. Este segundo viajn fue una nue
• a serie de triunfos para Velazquez. Lo,
artistas , los sabios" y lot príncipes le manifestaron su amiitad y el aprecio que^iarian de su eminente talento. Hito los retratos de Inocencio X y de varios cardenales , y fne admitido con pompa y solemnidad entre lot miembros de la academia
de S. Lucas. Cuando volvió á España trajo nn caudal inmenso en estatuas, bnttos
cuadros y dibujos pagados con profusión,
y para recompensar el rey so trabajo, le
nombró su aposentador. En 1656 puso el
• 'lio a su colosal reputación un magnífico
cuadro de familia, en que se representó &
si mismo retratando á la emperatriz Margarita de Austria , infanta de España, en
la flor de su edad.
La perfección, la gracia y la b e l l n *
resaltaban en este escalento cuadro, qua
fue y ser? la admiración de cuantos le
contemplan. En e»ta épo?a te cruzó de
Caballero de la orden de -Santiago, y dicen que el misino rey Felipe IV, habiendo un día entrado en su taller cuando pintaba el ena Iro <i« ¡\i*- hrmoi hecho mención, te llenó de admiración, y cogiendo
<lenciotainenre un pincel, le dijo, pintando en •! pecho da la fignra que repre-
Anterior
sentaba á Velazqnez la cruz de dicha orden : '-esto faltaba al cuadro.» Recibió el
hábito y título en 1658, y á poco tiempo
tuvo qne marchar á Inut^ara desempeñar
uno de los cargo* de su empleo, con motivo del viaje que tuvo que hacer el rey
para acompañar á la Infanta doña Maria
Teresa , prometida á Lnis XIV. Las fatigas de este penoso viaje alteraron tanto su
,nlud , qne a su regreso á Madrid es.jó enfermo, y murió en 1660, siendo la admiración de todas las naciones cultas del
muudo. Sus exequias fueron solemne», porque el ref no economizó nada de manto
podia aumentar el brillo y pompa d« este
acto, al que asistió toda la corteen truje
de ceremonia. Su viuda, la hija <le i'acheco, no pudo soportar la pérdida de so
esposo y bajó á la tumba á los siete 'lias
de su muerte.
Stringapatan.
A»
r
é
on el número de hoy se reparte
peñores suseritores la entrega novena
de la novela titulada: UNA CONSPIRACIÓN EN TIEMPO DE LUIS XIII.
La siguiente se titula; LA FATALID A D , original de Federico Soulie, vertida al castellano por D. Manuel Antonio Lasheras.
MADRID.
Imprenta de la Compañía Tipo Tífica-
Inicio
Descargar