CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios CONJURA DE INFIELES (una obra original de Juan Mª Navarro Peña) LIBRO I— REINO DE NECIOS JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Autor maquetación y portada: Juan Mª Navarro Peña © 2016 Todos los derechos reservados. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios AGRADECIMIENTOS A mis padres, por su apoyo incondicional en todo lo que hago. Por la paciencia de mi padre en leer estas primeras líneas, con tiempo y dedicación, dispuesto a dar consejos y ejercer la necesaria crítica. A Luis Alberto y Maricarmen, lectores de nivel, y grandes amigos, por el tiempo invertido en leer el borrador, por su opinión y su aliento sincero, tan importante para quien se embarca en un viaje arduo como lo ha sido este. A Enrique y Vero, por su apoyo y supervisión, en los largos días y meses de solitud, en los que uno ha encontrado tiempo y dedicación, para sumirse en el sueño de contar una historia, como siempre había querido, pero nunca había confirmado. En general, a todas las personas que alguna vez me han animado a seguir y completar esta pequeña aventura, entendiendo que, para ser escritor, solo hace falta una cosa: voluntad para escribir. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios PRÓLOGO DEL AUTOR ¿Por qué decide uno escribir una novela histórica, ambientada, precisamente en el siglo XII?. No hay muchas respuestas al respecto. La inercia de la vida, el azar, una idea interesante. En mi caso, hacía tiempo que me interesé sobre el magno evento de la Batalla de las Navas de Tolosa. Sin duda, fue esta una contienda como pocas, única en su tiempo, disputada en un rincón escondido de Sierra Morena, adosado al paso de Despeñaperros, un caluroso 16 de Julio de 1212. Circulando por la Autovía A—2, al sur del Parque Natural de Despeñaperros, hay un desvío a la localidad de Santa Elena. Desde allí, a pocos minutos en coche, se alcanza la aldea de Miranda del Rey. Recorriendo sus alrededores, hace algún tiempo ya, tuve ocasión de reconocer algunos parajes de toponimia algo recalcitrante: comenzaban en un alto collado denominado el “Puerto del Rey”; desde allí, faldeaba un largo barranco, horadado por las intermitentes aguas del “Arroyo del Rey”; por el que serpenteba una cómoda pista forestal, mientras dejaba, a mano izquierda, una amplia meseta elevada denominada “Mesa del Rey”; para arribar, finalmente, a unos llanos de cultivo, de vuelta en las afueras de la propia Miranda del Rey. Estos llanos, para no variar, respondían al nombre de “Suerte de la Mesa del Rey”. Aquel día, sin saberlo, estuve rememorando un recorrido similar al que hicieron las huestes cristianas del norte JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios peninsular, prestos a participar de una de las batallas más relevantes y cruciales de la historia. En el caso particular de España, más que crucial, definitiva. Hay un baile de cifras, sin embargo, entre 20.000 a 35.000 efectivos combatieron al pie de aquellos cerros, cristianos contra sarracenos. Los cristianos, por cierto, serían superados en número, hasta casi el doble. Los musulmanes, por su parte, aguardaban agazapados en su territorio, sobrepasando en medios a su oponente, descansados, mientras un ejército despendolado de cristianos, con muchas jornadas de camino en sus escarpines, un par amagos de abandono, y una moral quebradiza, afrontaban un trance decisivo para los reinos píos de la península. Tal y como he resumido, muchos lugares en aquella zona tienen sobrepuesto en su denominación una suerte de genitivo particular: “del Rey”. Cierto es, pero, ¿de qué rey hablamos?. No deberíamos hablar de uno, sino de tres: Alfonso VIII de Castilla, Pedro II de Aragón y Sancho VII de Navarra. Fue el castellano el catalizador de todo, pero fue el Aragonés un aliado fiel e imprescindible y, por último, fue el Navarro un gigante que, tal vez, pudo tener el mérito de romper el cerco defensivo del Califa, hecho trascendental en la batalla. Sea como fuere, aquella contienda, desarrollada en tan recóndito y singular contexto, no fue cualquiera cosa. Por número de combatientes, méritos, valentía y circunstancias heroicas, es un hecho que ha de figurar en los anales, que se merece una piedra, bien gruesa, más que un hito, en la JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios desmemoria con que a menudo despreciamos nuestra historia y la épica de los antepasados que nos precedieron. Investigando sobre tan interesante acontecimiento, un reguero de información, acerca de hechos trascendentales, inundaron mis baldíos conocimientos de aquella época pretérita. Tantos, que constituían, en sí mismos, apuntalados en la celebérrima batalla de las Navas, una interesante materia de la que hablar: el surgimiento del arte gótico; la culminación de la Reforma Gregoriana; la creación y destrucción brutal de la herejía cátara en el Mediodía francés, cuyos vizcondados, por cierto, se declaraban vasallos del Reino de Aragón; las Cruzadas, no solo las de Oriente, pues la guerra en “las Españas,” así fue tildada, mediante bula papal; la consolidaciónde de la Iglesia Católica Apostólica Romana, tal y como la conocemos hoy; las primeras cortes (de las Cortes de Carrión, en 1188, a las Cortes Generales de León, en 1202, nunca antes vistas en los reinos cristianos), el germen del parlamentarismo y la democracia participativa que hoy disfrutamos en Occidente; el fenómeno trovadoresco, la difusión de la cultura por toda Europa, frente al oscurantismo de los siglos precedentes; la creación de las primeras universidades y centros de conocimiento, en particular, en España, en los Estudios Generales de Palencia. El viejo continente se sacudió de un golpe la era oscura, los siglos baldíos que mediaron entre la caída del imperio romano y la consolidación de los reinos europeos; en el entretiempo, la gloriosa dinastía Omeya, y sus muchos méritos, frente a la torpeza inane de los reyes Visigodos. Posteriormente, se JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios desdibujaría en el formidable imperio de la dinastía abásida, heredero de los Omeyas, que se vería relegado a Oriente Medio, dejando paso, en el Magreb, a sectas bereberes que, con fiereza, sometían la península ibérica. España dejaba atrás el dominio religioso de los “bárbaros” Godos, en cuyas manos delegó Roma el cuidado de la fe en estas tierras. La reforma cluniacense vino desde Francia para aclarar los entresijos espirituales de una Reconquista que no acababa de llegar, pero que, sin embargo, estaba periódicamente arreada por héroes de acero y blasón, como son el popular Cid Campeador y su espada Tizona, o Rolando y su hoja Durandarte. Los ingredientes, estaban sobre la mesa; sin embargo, para amalgamarlos, hacían falta dos cosas: un rey que los liderase y una fe para aglutinarlos. Ricoshombres no faltaron, y se alzaron los reyes de entre los condes, peleados, como mortales, a menudo, entre ellos mismos. Fue la fe, en ese caso, irradiada desde Cluny, la que consolidó la correosa llama de la Reconquista. Fue la fe, catalizada, catapultada y cohesionada desde Roma por los Papas, la que, en última instancia, abalanzó a unos cuantos miles de cristianos locos a las faldas de Sierra Morena, a vencer una batalla perdida de antemano, mediando una coalición endeble, para dar un giro definitivo a la historia. Dicho lo cual, volvemos a formularnos la misma pregunta de nuevo: ¿Por qué decide uno escribir una novela histórica, ambientada en el siglo XII?... JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios La respuesta, para mí, es sencilla: ¿Y por qué no?. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios (UNA AYUDITA PARA DESMEMORIADOS) LAS ESPAÑAS A FINALES DEL SIGLO XII ATLAS DE REINOS LUGARES Y POBLACIONES DE INTERÉS (Fuente: elaboración propia) JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios INDICE DE CONTENIDOS CAPÍTULO I. UNA LEVE HISTORIA DE AMOR 12 CAPÍTULO II. UN BASTARDO PROMETEDOR 51 CAPÍTULO III. DOS AMAPOLAS EN UN TRIGAL 88 CAPÍTULO IV. EL JUICIO DE UN INOCENTE 114 CAPÍTULO V. EL PRELUDIO A LA TRAGEDIA 175 CAPÍTULO VI. A LA GUERRA 210 CAPÍTULO VII. UN BASTIÓN LEJANO 243 CAPÍTULO VIII. LA HERIDA DE ALARCOS 268 CAPÍTULO IX. CASTILLA EN EL ALERO 294 CAPÍTULO X. DE LARAS, ET DE HAROS, ET DE CASTROS 315 CAPÍTULO XI. LA TRISTE COMITIVA 355 CAPÍTULO XII. EL ENEMIGO A LAS PUERTAS 375 CAPÍTULO XIII. DON PEDRO FERNÁNDEZ DE CASTRO, DE NOME “EL CASTELLANO” 398 CAPÍTULO XIV. EL DÍA QUE ARDIÓ EL CIELO 436 CAPÍTULO XV. LA NOCHE QUE TODO CAMBIÓ 455 CAPÍTULO XVI. CALATRAVA EN LLAMAS 512 CAPÍTULO XVII. UN RETORNO AMARGO 536 CAPÍTULO XVIII. LA FURIA DEL REY DE LEÓN 560 CAPÍTULO XIX. LAS MIL Y UNA NOCHES 589 JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios CAPÍTULO I. UNA LEVE HISTORIA DE AMOR JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Don Pedro García de Lerma, era un conde de vieja alcurnia y rancio abolengo, proveniente de la Castilla vieja del siglo XII. Avanzaba con su séquito, distraído por los vientos y las tibias lluvias de aquel mes anodino de abril del año de nuestro señor Jesucristo de 1195. En su cabeza había varias preocupaciones, la principal, sin duda, era un ejército desproporcionado de musulmanes, procedentes del imperio almohade, que se aprestaban a asaltar el Reino de Castilla. Se dirigía este noble a Toledo, junto a sus correligionarios, como tantos otros señores, con la intención de participar en la organización de las huestes con las que el que Rey de Castilla, don Alfonso VIII, apodado “el noble”, había de dar la réplica a los sarracenos. Sin embargo, antes de llegarse a su lugar de destino, don Pedro se desviaba hacia una población, sita a escasas leguas del mismo Toledo, llamada la Aceca. En aquellos tiempos, la Aceca estaba bajo la regencia y propiedad de la orden religioso— militar de Calatrava, habiéndose constituído una comendadura para enseñorear aquellos predios. Aquel noble había recibido una carta del mismo comendador en persona, que no era otro que el señor y regidor de aquellas tierras de Dios, además de ardiente defensor de la Cruz, en su condición de freire calatravo, de nombre don García Ordóñez de Valdelabuena. En su misiva, el comendador Ordóñez transmitía una singular petición al ricohombre don Pedro García: “… estimado don Pedro García de Lerma. Me permito escribiros, a fin de poner en vuestro conocimiento los notables avances de vuestro estimado Fernán García, quien se muestra prolijo en escribanías, JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios lecturas et traducciones. No en vano, ha entrado a formar parte de la incipiente escuela de traductores que se está conformando en Toledo, mostrando un notable intelecto, además de una soltura simpar, como para poder acometer grandes empresas en el devenir de los acontecimientos de esta, nuestra convulsa Castilla. Así mismo, ha atendido con seriedad y firmeza su formación guerrera, y me consta que está ya capacitado para participar de la defensa del reino, de Dios, de la Cristiandad y de los fonsados y levas del rey. Yo mismo me presto a tutelar sus avances, en la creencia de que ya es capaz de forjar su destino y de asumir una vida adulta. Tal es así, que opta a desposar con la hija de un notable físico y prohombre de la comunidad Sefarad de Toledo, de nombre Hayyim Alfacar, ligado al relevante linaje de los Alfacar de Granada, notables servidores de los intereses de nuestro amado rey Alfonso. La dama es una meritoria moza, hermosa como pocas: sana, aventajada y virtuosa, ya sea en su conducta intachable, como en sus modos y conocimientos. Por todos aquellos motivos, et algunos otros más, me está a bien solicitaros, en virtud del cariño et la devoción, que me consta siempre habéis mantenido por este muchacho, que seáis vos, como aventajado del rey, caballero castellano y señor de alcurnia, quien promueva el espaldarazo, et habilitéis como caballero, al muy noble et muy digno Fernán García, en el servicio a Dios, así como el vasallaje al muy noble rey don Alfonso…” Don Pedro García de Lerma, estaba bien situado entre la nobleza de aquella Castilla. Optaba a ser Mayordomo Real, probablemente la más alta dignidad dentro de las cortes cristianas peninsulares. No sería de inmediato, pues el puesto estaba ocupado, sin embargo, la vacante podía surgir más JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios pronto que tarde. No en vano, pertenecía a la prosapia de los Lara, la familia noble más influente y poderosa que había en las Españas de aquellos tiempos. Sin duda, se encontrarían entre las élites peninsulares, por miembros, títulos y posesiones. El linaje de los Lara estaba imbricado con la corona de Castilla, pudiéramos decir, del mismo modo que una madreselva abrazada y se enredada a un viejo roble… hasta estrangularlo. No obstante a lo cual, Don Pedro García de Lerma, no se hallaba entre sus más fieros y poderosos representantes. Sea como fuera, sí disponía del título y de la influencia suficientes como para armar caballero a un joven muchacho, tal cual era el citado Fernán García, objeto de tan peculiar epístola. Y es que aquel muchacho, de nombre Fernán García, no suscribía, aparentemente, más méritos que sus propias virtudes, además del hecho de ser vasallo predilecto del comendador calatravo de la Aceca. Por lo tanto, ¿quién era aquel mozo?. Por otra parte, ¿por qué un noble caballero, don Pedro García de Lerma, de alto linaje y valía, se desviaba de sus obligaciones y premuras en Toledo, para atender, tan solícitamente, la llamada del comendador calatravo de la dizque población de la Aceca, en favor de este mismo joven?. Tal vez debamos contar su historia desde el principio, pues aquel Fernán estaba por participar de algunos de los acontecimientos más extraordinarios y relevantes de aquella época y de aquellos reinos, de cristianos locos, y de sarracenos en guerra. Todo ello, para mayor gloria de Castilla, todo ello, para mayor desgracia, del propio Fernán. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Volviendo atrás en el tiempo, corría el año de nuestro señor Jesucristo de 1177, y nuestro noble don Pedro García de Lerma andaba enfrascado en una particular aventura amorosa; aquello sucedía lejos de las frías tierras Burgalesas que le vieron nacer en la villa de Aza. Preso de una endemoniada fijación por una mujer, a la sazón, prima lejana del mismo, y esposa, como lo era, de un joven noble con prosapia Toledana, encimó a la joven esposa, contraviniendo las leyes de Dios, e induciendo al adulterio. El fogoso amante: don Pedro García, no pudo refrenar sus bajas pasiones y folgó, en ciertas ocasiones, con aquella joven esposa, y prima lejana, a espaldas de su legítimo marido. Aprovechaba sus estancias en Toledo, al servicio de los caudales, intereses y repositorios de la corona en aquellas tierras, para dar rienda suelta a sus galanterías y consumar afectos por la joven esposa, de nombre Isabel Fáñez. En el camino de la lujuria desatada entre ambos, dejó don Pedro García su semilla. Mientras don Pedro García dejaba preñada a su querida Isabel, el esposo vituperado de la interfecta, amigo de la infancia del propio don Pedro García, estaba ausente de su coyunda, atendiendo a la llamada del fonsado de don Alfonso VIII de Castilla, con el objetivo de poner sitio a Cuenca, de la mano de algunos villanos y menuda caballería; todo lo cual acaeció desde calendas de enero del citado año del nuestro de señor Jesucristo de 1177, hasta el mes de septiempre de aquel mismo año, momento en el cual se quebró la resistencia mora, dando fin al largo asedio. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios A su glorioso retorno a casa, el joven y afrentado noble, además de marido legítimo, comprobó ciertos malestares, así como un notorio engorde, en la persona de su esposa. En enero del año siguiente, el embarazo era notable. Así es que fue mandado llamar a casa del joven matrimonio un prometedor médico judío, huido de la represión almohade en Granada, de nombre Hayyim Al-Fakhar; el galeno diagnosticó fácilmente el embarazo, informando discretamente al vituperado marido del avance de la gestación en casi cinco meses de su esposa. Ante estas evidencias, consideró aquel joven noble que la intervención del Espíritu Santo no debió influir en aquella concepción, de la que era seguro que él mismo, a su vez, tampoco había participado. Indigando, el joven noble repudió a su mujer, y la arrojó a la calle. Viose de este modo la pobre Isabel Fáñez, abandonada a su suerte en Toledo, despojada de señorío, además de señalada y marcada por todos. Consiguió dar noticia a su familia de tan notoria desgracia, que lo puso en conocimiento, a su vez, del adúltero don Pedro García de Lerma. Al saber de la desventurada situación de su prima y amante, el ahora señor “de Lerma”, acudió raudo a rescatarla, pues andaba distraído, últimamente, en asuntos de la corte en el corazón de la Castiella Viella, como así llamaban a las tierras entre Rioja y Burgos. No tardó don Pedro García en presentarse en cierto hospicio benedictino, donde habían acogido, afortunadamente, a la desamparada mujer. Don Pedro García de Lerma tenía cierta amistad entonces con el magnate Palentino, y por ende, de la vieja Castilla, don Rodrigo JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Gutiérrez Girón, a la sazón, Mayordomo Mayor del Rey en aquellos tiempos. El palentino ejercía su señorío, por intercesión real, en la villa de Moceisón, a escasas dos leguas al este del Toledo; aquel don Rodrigo resolvió entonces asistir a su amigo, el de Lerma, procurando un alojamiento a Isabel Fáñez en una casa solariega. Mientras don Pedro García de Lerma meditaba qué hacer con ambos, madre e hijo, Isabel dio a luz a un hermoso varón a los pocos días de su rescate. Dedidió don Pedro llamar al pequeño como a su abuelo: Fernán, Fernán García. A su vez, Don Pedro se sintió conmovido por la hermosura y dignidad de su hijo, pese a su condición de ilegítimo, por lo que decidió hacerse cargo del mismo. Sin embargo, un hijo bastardo era una mácula discutible para un señor noble que pretendía optar a la curia. Las nuevas reglas del gobierno en los reinos cristianos importaban las virtudes de los caballeros de las crónicas y de los cantares de gesta. El sacramento del matrimonio era un obstáculo insalvable para que don Pedro García de Lerma reconociese a su hijo Fernán como propio. Optó por poner su formación y cuidado nada más y nada menos que a cargo de la orden religioso—militar de Calatrava. No encontró ninguna razón en particular para obrar de esta manera don Pedro, más allá de que eran los propios calatravos, quienes regentaban aquellas tierras alrededor de Moceisón, juntamente con su amigo, el magnate palentino. De otra parte, para su amada Isabel, dispuso traerla de vuelta a sus tierras en Castilla Vieja, intercediendo ante el abad de San Pedro de Arlanza, en Cuevarruvias, para que ingresara en el Convento de San Mamés de Hura, en el corazón de tierras JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios burgalesas. De esta manera, pudo mantener cercana a su hermosa amante y prima, quien también ejercía de confidente para él. Por su parte, Isabel Fáñez se resignó a ver los días pasar entre los muros del convento, sepultada bajo las altas paredes de conglomerado que dibujaba el cañón de las Matas Viejas, entre alisos, choperas y sabinas; helados los inviernos, grises los otoños, mohínas las primaveras, umbrosos los veranos. Sumida en la contemplación y el rezo, Isabel Fáñez miraba con una tristeza cada vez más opaca al azul de sus ojos, cómo su juventud y el abolengo que deseaba haber creado se inmolaban en la persona de un hijo ilegítimo y las caricias de un pariente lejano, aunque muy dedicado. Rumiaba su tragedia personal día tras día, entre los sillares del convento, donde apenas se llevaban a cabo actividades más allá que la contemplación y la oración. La ausencia de labores manuales, que eran realizadas por los campesinos de la villa, unido a la naturaleza tranquila de aquellos parajes, dieron rienda suelta a los pensamientos y las angustias más terribles en la mente de la joven, que no encontraba en la consagración a Dios el sentido de una vida que le había sido arrebatada. Barajó la hipótesis del suicidio, sin embargo, el escaso calado del río de las Matas Viejas, unido al miedo al purgatorio, al mismo infierno en realidad, le hicieron desistir, hecho este que ahondó, aún más, en su desesperación. Por otro lado, las visitas de su amante eran frecuentes, pues este acudía muchas noches desde Cuevarruvias a la aldea para arrimarse y folgar. Mas el JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios tiempo pasaba, su vientre parecía no estar dispuesto a dar más frutos, lo que tal vez hubiera precipitado su salida de aquel oscuro convento. Por eso se entregaba con ahínco y pasión a su amante, satisfizo todos sus deseos, sin conseguir, de sus contumaces consumaciones, nada más que una abnegada devoción de su amante don Pedro García. Los duros inviernos hacían mella en la joven y hermosa Isabel; cada hora era un día, cada día, una semana, cada año, eran cien más. La tersura de su piel y la voluptuosidad de su cuerpo no cedían al tiempo, ni al frío húmedo de aquellos lares; sin embargo, tras casi dos décadas de enclaustramiento, el corazón de aquella mujer se había helado, petrificado, más bien. Se alimentaba del calor de don Pedro García… no solo de eso, puesto que su joven hijo, nuestro joven Fernán García, había empezado a escribirle cartas a su madre a la edad de once años. En efecto, translúcida ya el alma de la monja extoledana, mustia de sentimientos y sensaciones, recibió una tibia mañana de primavera de 1188, de la mano de su amante don Pedro García de Lerma, una breve carta escrita por un joven que firmaba como “Fernán García, hijo de Isabel Fáñez”. De a poco no dio un vuelco el corazón de la pobre mujer, cercana a convertirse en una imagen embozada en los frescos del transepto monástico. Pareció volver a circular la sangre por su cuerpo, el rosado tornó a sus mejillas, la expresión agostada y cansina esbozó una leve sonrisa, y el candor de la soleada mañana en que tuvo noticias de su vástago, doró notables desvelos sobre la persistente melancolía de la monja Isabel. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Entonces, ¿cuál fue la suerte de aquel recién nacido, llamado Fernán García, hijo ilegítimo de don Pedro García de Lerma y de Isabel Fáñez?. ¿Cómo terminó Fernán García escribiendo cartas a su madre, largo tiempo enclaustrada en un convento, años después de su nacimiento?. Lo cierto es que el pobre Fernán pasó bastantes penurias antes de llegar a escribir la primera carta a su madre Isabel. Tal y como ya se expuso, el noble don Pedro García de Lerma había optado, en tiempos, por entregar a su pequeño hijo ilegítimo, Fernán, al cargo de los freires calatravos que poblaban las tierras cercanas a la aldea de Moceisón. En concreto, los calatravos regentaban una comendadura cerca de dicha aldea: la Comendadura de la Aceca. Aquella comendadura, no era sino que un conjunto de propiedades y heredades regentadas por la orden, a modo de dueños y señores de la misma. Se constituía, para ello, un cargo, el de comendador; un alto rango dentro de la propia orden, destinado a ejercer el señorío y propiedad en las comendaduras que, como en el caso de la Aceca, eran generosas y abundantes propiedades. En los tiempos en los que aconteció el nacimiento de nuestro Fernán García, era comendador de la Aceca un talludo freire de nombre Martín Pérez. Intercedió ante el comendador, don Martín Pérez, el mismo don Rodrigo Gutiérrez Girón en persona, como amigo que era de don Pedro García de Lerma. Acordaron las partes que la orden, desde la comendadura de la Aceca, se haría cargo de la educación, manutención y adiestramiento del joven Fernán, a cambio de una pensión anual de cinco doblas de oro. Llegados a este punto, y sin JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios desearse mayores complicaciones para sí mismo don Pedro, decidió este desentenderse de todo lo demás, depositando toda su confianza en el buen criterio del comendador Martín Pérez. La primera decisión del comendador Martín Pérez, como tutor del pequeño Fernán García, fue poner al joven durante un tiempo bajo la tutela de una nodriza, que pudiera amamantar y dar los debidos cuidados al pequeño. Se eligió, con mal tino, a una gruesa y apechugada señora casada con un collazo —o campesino— de tantos que servían y se ganaban el pan trabajando aquellas tierras. La nodriza prestaba poca atención al bebé, más allá de darle el pecho a la vez que a los cachorros de su propia camada, motivo por el que el pequeño bastardo no recibía el calor de una madre ni sus caricias. Pasaba las horas abandonado en un pesebre de paja, mientras, acalorado en verano y mal cubierto en invierno, el tiempo transcurría en la más absoluta soledad y ausencia de amor. El pobre crío se defecaba y orinaba encima, siendo aseado solo cuando la señora acudía a darle el pecho, por lo que padeció severas irritaciones en las nalgas y unos pruritos notables; en más de una ocasión cayose de su lecho de paja, situado a media vara del suelo, golpeándose en la cabeza en el intento, quedando así tendido en el suelo frío y mugriento; en una de estas ocasiones, perdió la consciencia, una helada mañana de invierno. Se despertó entumecido y helado, presa de una temblequera terrible. Para cuando llegó la señora, que no tenía la costumbre de acudir a sus llantos, aprovechó para darle una azotaina, antes que nada, por su mala conducta, reincidente, sin duda, en eso de JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios arrojarse, una y otra vez, de aquel pesebre del demonio en el que había sido abandonado desde sus primeros días de vida. La jugada no salió mal dado que, al ver el estado febril en que se hallaba sumido, la madrastra se asustó terriblemente, dado que si el pequeño fallecía, algo probable, dadas las circunstancias, el comendador calatravo y señor sobre aquellas tierras seguramente les expulsara de su vasallaje, perdiendo la hacienda y el sustento. Fue así que la señora le acogió a su vera, envuelto en una gruesa manta de paño, durante una semana entera, sentada junto al hogar, saciando su apetito, manteniéndole límpido y caliente. El niño estuvo gravemente enfermo, una mañana apareció lívido, había dormido como todas esas noches en el jergón del matrimonio, impidiendo la coyunda, dicho sea de paso, si bien no todas las noches, al patriarca de la familia. En efecto, el bebé amaneció lívido e inmóvil. El matrimonio se agitó al no poder notarle la respiración. La señora, que se había encontrado alguna vez en esta tesitura con alguno de sus hijos, intentó, a la desesperada, frotar el pecho del pequeño junto al calor del fuego con un ungüento balsámico que le había preparado una partera que vivía por la zona. Desesperados, tras más de una hora de friegas sin respuesta del pequeño, entre gritos y maldiciones, que no son menester reproducir en estas líneas, el niño comenzó a gemir levemente, de manera inesperada. Tal era la condición del pequeño, que a pesar de su frágil apariencia y denostamiento, parecía estar dotado de una JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios notable resiliencia. Sea como fuera, la casa entera respiró aliviada. A partir de entonces, la señora puso algo más de atención al crío, sin que eso supusiera mayores muestras de amor o cariño. Simplemente, la señora acostumbraba a asomarse con frecuencia junto al pesebre. A cambio, decidieron atar las manitas del niño a su lecho, para prevenir más aventuras del tipo de la sufrida anteriormente. Este hecho no pasó por alto al comendador, que cada pocas semanas pasaba por la aldea para revisar las heredades y las rentas, entre las cuales estaba este pequeñín. Al preguntar por las marcas de las muñecas, casi en carne viva, respondía el matrimonio de labriegos que el niño andaba endemoniado y se autolesionaba gravemente. El propio comendador no receló del testimonio de los atolondrados collazos. Temiendo por el alma del pequeño y, ante la posibilidad de una manifestación demoníaca, más que por el martirio en vida al que estaban sometiendo al niño, buscó ayuda clerical, hallándola, obviamente, dentro de la orden. En los meses sucesivos, diversos abades y clérigos adscritos a la misma visitaron la casa de los padres adoptivos, venidos de Zorita, Maqueda, Cogolludo, Sigüenza y Toledo. El comendador no reparaba en atenciones espirituales al niño, que entre visitaciones y exorcismos, seguía sumido en la soledad, la desatención y las sempiternas marcas de ligaduras en sus manos. El infortunio era tal, que al apreciar las yagas en las muñecas del retoño, los clérigos visitantes y exorcizantes ahondaban más en la casuística demoníaca, mencionando JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios purgas, estigmas sobrenaturales. sagrados, posesiones y otros casos Realizaron todo tipo de bizarros rituales para purificar el alma del bebé. En cierta ocasión, pasó a visitarles un monje benedictino, a petición del abad de San Clemente, en la Alcarria, un hombre enjuto y pequeño, vivaz y despierto. Los Benedictinos tenían fama por su estricta observancia de las sagradas escrituras, así como del misticismo teológico, siendo perfectos conocedores e interpretadores de los caminos que traza Dios nuestro Señor. El susodicho monje, dentro de su profundo conocimiento de los misterios fecundos de la sacristía, de los códices de la cristiandad y del mensaje de Cristo, llegóse a la aldea, revisó al pequeño, para concluir, simplemente: ‹‹…soltad las ligaduras del pequeño, y sanarán después de un tiempo; dejad a Dios y al demonio fuera desta balsamía…››. Después de aquello, se marchó de vuelta su monasterio, de donde en realidad, no gustaba salir para nada. Nadie hizo caso de sus instrucciones. La naturaleza tranquila y serena del pequeño le mantenía en silencio, desde siempre, era rara la ocasión en la que se le oía llorar. Soportaba las penurias y la soledad con estoicidad sorprendente. Tal vez era la forma de manifestar una temprana infancia yerma y asolada, carente de estímulos positivos, regado de torpezas, necedades y supersticiones. Realmente, aquellos labriegos no eran malvados, simplemente, eran unos pobres diablos ignorantes, que intentaban salir adelante cada día, y no sacaban nada más en claro de sus vidas. Las tierras JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios toledanas de la Sagra son duras y de extremos, de rigor e infecundidad, más allá de las riveras del Tajo; ardientes en el verano y heladas en invierno. Por todo ello, aquellos pobres collazos, al servicio de la encomienda de la Aceca, bastante tenían con asegurar la cosecha de trigo del año siguiente, como para atender las necesidades de un cargo impuesto por el señor de sus tierras y es que, la verdad sea dicha: ¿a quién le importaba un bastardillo más en este mundo?. Por cinco doblas anuales, a alguien le debía importar, sin duda; y así es que cada año acudía a entregar las rentas debidas don Pedro García de Lerma en persona, momento que aprovechaba para revisar el buen hacer de los servicios por los que tan generosamente pagaba. De la mano del comendador don Martín Pérez el niño era trasladado al castillo y ungido para la ocasión, a fin de dar fe del buen estado de las cosas. Tras unos guiños y gestos de cariño hacia su hijo, don Pedro García hacía entrega de las cinco doblas del ala, siendo invitado acto seguido a una opípara comida, lo que entraba en contradicción con el férreo voto de humildad y la regla Cisterciense que regía ya los avatares de la Orden de Calatrava. Al final de la jornada, el pequeño recibía una última salutación por parte de su padre, quien partía hacia Toledo a satisfacer otras empresas, mientras el niño quedaba trastocado por la presencia de ese señor galante y bien plantado que decía ser su padre, por no mencionar las cosas buenas que sucedían cuando, una vez al año, este mismo señor se aparecía por allí. Después de la jornada anual de asueto y de pago de gabelas, el pequeño era enviado de vuelta al chozo donde habitaba su nodriza, quien JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios seguiría dando el pecho al crío junto a tres mozalbetes más, unos más pequeños y otros más mayores. Se le desprendía de sus nobles paños de seda, empleados en el ardid y en la escenografía montada para don Pedro García de Lerma; a continuación eran transferidos oportunamente a alguno de sus hermanastros o compañeros de camada, si no vendidos en Toledo, en alguna alquería de ricos tejidos, de donde volvería a ser readquirida al año siguiente, tal vez, para repetir de nuevo el teatro del patrocinio, por llamarlo de alguna manera. La única condición que impuso don Martín Pérez a la familia de campesinos fue que no hicieran trabajar al niño en los oficios de la casa ni el campo. Sin embargo, no especificó en ningún momento indicación alguna relativa a los afectos, educación o simple compasión hacia la persona del pequeño, por lo que los collazos no prestaron mayor atención a este hecho nunca. Así llegó Fernán García, a su cuarto año de edad, silencioso, inmutable, aislado. Hacía algún tiempo que los desvaríos sobre la supuesta posesión demoníaca del pequeño habían terminado. No así las ligaduras, que el propio comendador Martín Pérez había dictado mantener “indefinidamente”, ante el riesgo de que la condición de posesión maligna pudiera volver a manifestarse. El pobre niño se había habituado a su condición de presidiario y asumía las ataduras, de las que era liberado durante el día, para que se moviera un poco y jugueteara en la soledad de aquella habitación. Sus hermanastros tildaban al pobre Fernán de “pasmado” o “idiota”, repartiendo adulaciones de estas a diestro y siniestro a lo largo del día. Sobre todo por la noche, y dependiendo del JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios humor de la señora, volvía a ser atado y encajado en su pesebre, del que empezaban a sobresalir sus piececitos y sus manos. Fernán procuraba no dañarse más con ellas, o hacerlo lo menos posible, no tanto por el dolor que le provocaran, antes bien, para espantar la posibilidad de que quisieran reconocer en él nuevos estigmas en las muñecas. De ser así, probablemente, acudirían nuevas visitas, a renovar las actuaciones exorcizantes, y las jornadas de honda y delirante religiosidad que tenía que soportar cada vez que algún miembro secular se acercaba a la morada de los labriegos, a requerimiento del comendador calatravo. A la tierna edad de cuatro años, el infante Fernán García alcanzaba a comprender y a asociar conceptos, de manera vívida y preclara. Se adaptaba a la situación y a su suerte, percibía lo que le sucedía, y empezaba a impregnarse de recuerdos. El trago que estaba pasando iba, poco a poco, dibujando un fresco de memorias en las paredes de su alma, un padre anualizado, un tutor evangelizador, una madre impostada, unas cuerdas de esparto anudadas… curiosamente, lo verdaderamente duro para el crío, causa de su mayor desazón, era, precisamente, su madre impostada. Alcanzaba a comprender que no era su madre auténtica quien lo cuidaba, igual que sí lo era de sus hermanastros, que alguna ley o causa regulaba la existencia de una madre o un padre y que estos se manifestaban a su antojo, como así sucedía con su padre, una vez al año. El imaginario de Fernado García era una amalgama de horas de pensamientos entre cuatro paredes, una notoria carga de religión cristiana y una nostalgia mal encauzada, JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios mohína y persistente. La necesidad y el motor de existencia del niño era evidenciar la existencia de su madre, aunque solo fuera anualmente, como así sucedía con su padre. Ese fue mal año de cosechas, llegando a notarse cierta hambruna, los pechos de la señora se secaron y no daban apenas para los mozos a su cargo. Hubo que tirar un poco más del pan y lo cierto, aunque poco creíble, es que incluso en este punto, los palurdos labriegos no prestaban atención al sustento del ya crecidito retoño. El pobre Fernán García comenzó a sufrir una desnutrición severa en la que transparentaba sus costillas, se hinchaba su vientre y sangraban sus encías, que a veces impregnaban las mamas de la señora, empecinada en seguir alimentando igual que siempre al muchacho; de vez en cuando, con sus tímidos dientes de leche, mordía angustiado el pezón de su nodriza, buscando unas gotas más de sustento, sobresaltando a la señora y recibiendo un buen pescozón en consecuencia. Todo esto, cuando realmente el pequeño aborrecía la escasa leche materna con que se había de sostener. La situación del muchacho se tornaba desesperante, en el albur de los cinco años de edad, malnutrido, descuidado, solo… y endemoniado, el último año estaba siendo terrible para él. Tenía ya plena conciencia de sí mismo y de la desgracia en que estaba sumido; paradójicamente, creía que la vida era así y que Dios, en su infinita misericordia, pronto le arrancaría de la triste existencia mundana, para acogerlo en su seno, en el reino de los cielos. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Una vez allí, estaba seguro que hallaría a su verdadera madre, quien saldría a recibirle, para darle todo su amor y permanecer a su lado, para siempre. La imaginería del pequeño era un retablo absurdo y surrealista de conceptos sobradamente mal hilvanados. A estas alturas, lo mejor que podía pasar a aquel niño era pasar a mejor vida. En aquellos mismos días, el viejo comendador de la Aceca: don Martín Pérez, en su agostamiento, ya no tenía los mismo bríos para atender las rentas y los pleitos de sus dominios. Estaba en el ocaso de su vida, lo que era el colmo para las penurias del pequeño Fernán García, dado que ya nadie verificaba desde hacía largo tiempo la inversión de don Pedro García de Lerma en su vástago ilegítimo. Sin embargo, la fortuna decidió sonreir por una vez, tal vez la única, al joven Fernán. Coincidió en aquellos tiempos un relevo en el maestrazgo de la misma orden de Calatrava. Se designó a un nuevo Maestre, llamado don Nuño Pérez de Quiñones, quien pasaría a situarse como el jefe supremo de la orden desde aquel instante. Aquel Nuño, tras hacer revista de las propiedades y heredades de la orden, tomó ciertas decisiones, entre las cuales incluyó un relevo generacional y espiritual al frente de la encomienda de la Aceca. A tal efecto, designó a don García Ordóñez, un recio freire de origen palentino, curtido en las escaramuzas contra el Rey de León en el Infantazgo. Don García Ordóñez entró en la orden por intercesión de su familia, para rendir armas en la mismísima cibdad vieja de Calatrava, a orillas del Guadiana, en la marca con Al-Andalus, JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios donde se poblaban los campos bajo la continua amenaza de las razzias alárabes, andalusíes y almohades. La cibdad vieja de Calatrava era la sede del priorato de la orden, casa mayor y centro ecuménico de los calatravos; se hallaba a la orilla del Guadiana. Unos años después, tras la derrota de Alarcos, se perdería para siempre. Y sin embargo, Fernán García sería testigo privilegiado de aquellos hechos, gracias a don García Ordóñez, el nuevo comendador de la Aceca. El nuevo comendador, el ilustre Ordóñez, partió un día de otoño del año de nuestro señor Jesucristo de 1182 hacia el castillo de la Aceca. Llegado allí y presentadas sus credenciales, tomó posesión de inmediato, mientras el anciano Martín Pérez reposaba sus últimas jornadas de vida en su lecho conventual. El ilustre García Ordóñez tenía varias cualidades que le alzaron a su puesto: en primer lugar, era letrado, lo que le hacía muy útil en semejante posición; en segundo lugar, era un ferviente freire calatravo, que hacía una estricta observancia de la regla del Císter, ganada para la orden: los votos de castidad, obediencia y pobreza, de silencio en refectorio, dormitorio y oratorio, dormir con la armadura y no llevar ropa más que el hábito de la orden. Así fue desde el primer día, remozando las costumbres de algunos milites, algo más libertinos, que habían flaqueado de espíritu a tenor de lo que pudo observar el ilustre Ordóñez al llegar a la Aceca. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios El nuevo comendador de la Aceca era un tipo de carácter sobrio, agrio con frecuencia, aunque honesto como pocos. Su falta de frescura era solo equivalente a la equidad con trataba a todos los que estaban bajo su mandato. Aquel era un hombre de principios, con un alma de piedra, demasiado dura para encresparse por nadie, para latir por nada… o tal vez, tal vez no fuera así. Revisó minuciosamente la contabilidad, las cédulas y otros escritos expedidos bajo la encomienda de su predecesor. Llevaba dos semanas incesantes de revisión de legajos, de preguntas y pesquisas, a freires y a villanos, incluido el alcaide del concejo, cuando cayó entre sus manos un curioso contrato que rezaba lo siguiente: “… suscribe aquí don Pedro García de Aza, señor de Lerma, por mor del Rey de Castilla y de Dios nuestro Señor, pechar renta anual de cinco doblas, en favor de los caualleros cistercienses de Calatraua para el sostenimiento y manutención de Fernán García, en tanto que menor de edad, a los ojos de Dios y de la Virgen Madre Nuestra, y que los caualleros cistercienses de Calatraua avénganse a darle cobijo y educación, y que lo formen como a cauallero digno y temeroso de Dios nuestro Señor et iuren por esta escriptura que y han de dar deuido complimiento de la mesma…” A la luz de unas trémulas velas, el freire encontró fascinante el contenido de este legajo sobre todos los demás que, sistemáticamente, había estado revisando desde hacía muchos días. El documento estaba fechado hacía casi cinco años, en febrero de 1178. Se preguntaba dónde estaba el muchacho que JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios había sido dejado a su cargo por el excelso señor de Lerma. De hecho, el ilustre Ordóñez tenía noticia del firmante don Pedro García, por ser de originario de Aza y miembro de la corte de don Alfonso VIII de Castilla. Movido por la curiosidad y por la perentoria necesidad de tomarse un respiro de sus obligaciones, pidió referencias a don Martín Pérez, el yaciente excomendador de la Aceca, sobre la suerte de aquel muchacho. Recibida la información oportuna, el ilustre Ordóñez se encabalgó a lomos de su montura y partió, con un remedo de ilusión y alborozo bajo sus hábitos, en busca del misterioso objeto del contrato, allá en la aldea de Moceisón. Mediado el día en las vegas del Tajo, el freire avanzaba a paso ligero por la trocha que conectaba la Aceca con Moceisón. Al llegar a la aldea: apiñadas una cincuentena de chozas habitadas por campesinos con su recua comunal de gochos y gallinas, dedicados a cultivar los campos y a recolectar las vides, cuando no bracear para la pesquería de Toledo o la de la propia Aceca. Apretando el calor por San Miguel, el freire acudió, como siempre hacía, con su hábito calatravo, enfundado en camisa ancha blanca estampada de una cruz negra flordelisada en las puntas, sus leotardos de paño y sus escarpines de buena piel. Se engalanaba con capazo de ciclatón, con otra cruz estampada, para mostrar el rango. A la vista del freire, los campesinos, genuflexos, acudieron a mostrar sus respetos al nuevo visitante, cuyas galas evidenciaban su eminencia. Allí preguntó por Crismonda y su esposo: Isidoro Mencías, los torpes tutores designados desde la Aceca para hacerse cargo de aquel niño, objeto de tan extraño contrato. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Se plantó frente a la barraca del matrimonio. Apeose del caballo el ilustre Ordóñez, pidió permiso para entrar al hogar, pues era ante todo hombre respetuoso con todas las condiciones del ser humano. La señora Crismonda recelaba de aquel caballero, no le resultaba conocido, pese a presentarse con las credenciales de ser el nuevo comendador. No quería cuentas con él ni con ningún señor de la Aceca, allí vivían felices y tranquilos; incluyendo, así pensaba, el pequeño Fernán, y hacía ya largo el tiempo que no acudía nadie desde el castillo a “importunarles”. El ilustre Ordóñez entró en el amplio chamizo, una típica palloza de dos varas de alto, con viguetas de chopo, peladas de termitas, techado de paja y ramas de ciprés o arizónicas. Dentro se estaba relativamente fresco. Un sencillo tabique de adobe partía en dos la vivienda, en aquella sección se alojaba el dormitorio. Atravesó la penumbra de la estancia, que disponía apenas de un ventanuco de menos de dos palmos, por el que penetraba un vívido haz de luz proyectado sobre las sombras de la habitación. Allí, postrado en un pesebre desvencijado, lleno de paja seca, había un niño de escasos años de edad, que permanecía quieto, hermoso, en silencio. Tornó la mirada sobre el caballero que observaba fijamente desde el umbral. Tumbado boca arriba, con las manitas atadas por una recia correa de esparto pasada por debajo del jergón, de lado a lado, la purulencia de sus llagas tintaba las espinas deshilachadas del cordón; su hermosura estaba demacrada y sus huesos asomaban por doquier, su barriguita estaba hinchada y su piel mortecina, casi mohosa. Más que un niño, parecía un guiñapo. El caballero apenas dijo palabra alguna, pero emitió un hondo JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios suspiro y agachó la cabeza, como compungido. Se dejó caer sobre el marco de la puerta, se sentía pesado y agobiado en aquel lugar tétrico. A la vista de aquel hecho, entendió lo que pasaba: había venido a ver el estado de un mozalbete saludable, otro bastardillo de la nobleza, acogido, previo pago, para ser criado, mediando garantías dinerarias, por otros padres. Lo de don Pedro García de Lerma era relativamente habitual, nadie cuidaba de huérfanos ni de bastardos, solo la compasión de unos pocos, o bien la cínica piedad de estos padres nobles que ocultaban sus pecados pagando una penitencia de cinco doblas anuales… más de lo que se daría por un buen caballo. En su lugar, descubrió un infante torpemente criado, mal alimentado, víctima de un fundamentalismo religioso inicuo. El ilustre Ordóñez giró sobre sí mismo, dando la espalda a la habitación, miró con desdén al matrimonio Mencía. Se sentó en un tocón de la estancia y empezó a meditar durante un largo rato. Sabe Dios qué barruntaba el freire, aquel malhumorado calatravo de disciplina castrense y requiebros de hiel. Sabe Dios qué podía importarle aquel crío desmejorado, más allá de un negocio de cinco jugosas doblas al año, de las que, por otra parte, podían prescindir perfectamente. Sin embargo, después de unos minutos de silencio sepulcral, levantó la voz, para interrogar al matrimonio: ‒Isidoro y Crismonda, ¿cuánto hace que se hacen cargo del niño? JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒Cinco inviernos casi ha—respondió el marido, su esposa permanecía en silencio, se mostraba tensa. ‒¿Qué edad tiene el crío?. ‒Trájolo maese Martín recién nacido, como una almendra. Casi cinco años ha de tener. ‒¿Qué rentas recebís por su manutención?. ‒Apenas nada, así dispuso maese Martín desde Aceca, y nos… hemos de obedecer. ‒¿Por qué está atado de manos?. ‒El muchacho hace largo tiempo comenzó tener espasmos y palpitaciones, estaba como poseído, se abalanzaba del pesebre y se hacía daño. Se lo llevaban los demonios, con la soga está más tranquilo. Muchos monjes y sacristanes acudieron a verlo, mas poco pudieron facer—Siempre hablaba el marido, pues su mujer, se limitaba a clavar la mirada sobre el freire. ‒No parece poseído ni endemoniado, antes bien, mal yantado. ‒Padecemos escasez este año, la cosecha de trigo no ha tirado bien, por la falta de lluvias, la de vid fue mejor, pero de vino no se vive solamente… ‒Vuestros mozos son más rollizos que aquel bastardo de la habitación, no han notado igual la hambruna. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒Nos… nos somos gente pobre y humilde, hacemos lo que nos es dicho, lo mejor que Dios nos da a entender—El pobre campesino se empezaba a trabar y a quedarse sin respuestas; el tono de reproche del freire se mostraba muy hostil. El ilustre Ordóñez se incorporó en aquel instante. Sacó una bolsita de piel, llena de mencales alfonsíes de oro. La dejó sobre una mesa mientras se dirigía a la puerta de la palloza. En el umbral de la puerta, se paró y dijo unas palabras definitivas: ‒Ahí está el pago por vuestros servicios—y tornando la mirada, sancionó—. Ahora, desligad al niño y traedlo a mi montura. Mientras salía por la puerta se inició una discusión en el matrimonio de labriegos, a grito pelado. Empezaron a desgañitarse a voces entrambos. El ilustre Ordóñez no atinaba a entender la causa de la disputa. De improviso, se escuchó el sonoro escándalo de cacharros o enseres precipitándose al suelo en el interior de la barraca. El freire calatravo, alzado sobre su caballo, comenzaba a sopesar intervenir de manera más contundente ante la batahola y dilación de los Mencía. Amagaba ya con descabalgar el freire, cuando salió del interior de la casucha la señora Crismona, con los pelos alborotados, fruto sin duda de algún tipo de forcejeo con su marido. Arrojó la bolsa de mencales al suelo, mientras gritaba en alto al freire: ‒¡No tenéis derecho a llevarlo, yo soy su madre, yo he cuidado de este niño, no tenéis derecho a arrebatárnoslo, soy yo quien le JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ha dado el pecho largo tiempo y limpiado sus inmundicias… no tenéis derecho, no lo tenéis!… Dicho lo cual se desplomó sobre el suelo, presa de una llantina inconsolable. El ilustre Ordóñez asistía impertérrito a la escena, la misma mujer que descuidaba de tal manera a aquel pequeño desafortunado y menesteroso, no podía soportar ahora la idea de perderlo; si quiera a cambio de una pequeña fortuna de mencales de oro. Y es que el nuevo comendador acababa de emplear casi toda su soldada en compensar a los collazos por sus servicios, evitando laminar, con su autoridad, la injusticia alimentada por el comendador saliente. Ciertamente, don Martín Pérez, su predecesor, había gestionado dolosamente el contrato por la manutención de aquel crío. Salió Isidoro con el niño en brazos, medio desnudo, protagonizando una escena lamentable. El crío se mostraba vivaracho, a pesar de su notable enfermedad, al notar la luz del día y verse en brazos del patriarca de la casa. Emitía sonidos, aunque apenas sabía pronunciar palabras, debido al aislamiento al que se vio sometido mientras crecía. El muchacho hizo una mueca al caer en la presencia imponente del ilustre Ordóñez, a lomos de su caballo. Asustado, al verse echado en brazos de aquel nuevo desconocido, sobre aquella enorme bestia marrón que lo portaba, el crío empezó a gritar, a retorcerse y a agitarse, lo suficiente para escurrirse de entre las manos de ambos hombres. Cayó al suelo y, como un gato, se revolvió y entró corriendo de vuelta a la morada de los labriegos. Isidoro y el propio freire Ordóñez, apeado ya de su JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios caballo debido a la agitación del momento, penetraron rápidamente de vuelta en casa en busca del huidizo muchacho, sorprendentemente ágil para su estado famélico. Al llegar al umbral de la habitación de nuevo, el freire calatravo quedó postrado, atónito, ante la escena que presenció, y que jamás olvidaría: allí estaba el niño, acurrucado en las penumbras de aquella estancia, casi lo único que había conocido en su corta vida, tratando de enredarse la soga suelta en su muñequita huesuda, pretendiendo anudarse de nuevo a su lecho, inseparable, como lo estaba, de aquel hierático destino en que había vivido. García Ordóñez se incorporó resolutivo para decir: ‒Basta de contemplaciones… El freire se desprendió del capazo y se abalanzó sobre el crío. Envolviendo al niño en el mismo, a fin de inmovilizarlo, salió con el fardillo en brazos. El pequeño seguía forcejeando, intentando liberarse, aterrado. Sin embargo, en esta ocasión, los recios brazos del curtido milite serían una mordaza insalvable para él. Alzado de nuevo el ilustre Ordóñez sobre su caballo, el niño dejó de forcejear pronto, presa de su enorme agotamiento, de unas declinadas fuerzas, limitadas y escasas, debido a su condición tísica y su estado enfermizo. La escena era peculiar: el comendador, a lomos de su caballo, cargando un saquito de huesos que aún respiraba; la señora Crismona, llorando desconsolada mientras los hilos de moquera y las lágrimas embadurnaban sus enormes pechos descolgados y arrugados JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios por sobrelactancia; el marido, Isidoro, recogiendo procelosamente las monedas de oro esparcidas por el suelo, instantes antes, por su ofuscada esposa. Así fue que el ilustre Ordóñez se dirigió a los presentes antes de partir, elevando la voz: ‒Aquí heme yo, don García Ordóñez, comendador de la Aceca, por designación de Maese Nuño Pérez de Quiñones, ante Dios nuestro Señor, el Rey de Castiella y el abad de Morimond. Y han de ser hoy testigos los aquí presentes, que acudo a casa de Isidoro Mencía y de su esposa Crismona, en cumplimiento del contrato suscrito entre el sacro convento y el muy noble don Pedro García de Lerma; que he de llevar a su hijo, aquí presente, de nome Fernán García, como custodio de su persona, y en cumplimiento del acuerdo suscrito; que relevo de sus encomiendas y cargas a este propósito a Isidoro Mencía y a su esposa Crismona; que, en justicia, la orden ha pechado doscientos mencales de oro por sus servicios. Quede claro que han sido recompensados generosamente y que non face agravio ni estrago alguno el señor sobre los vasallos; que no se ha de hablar ni calumniar el erechamiento administrado hoy, en el nombre de la Santísima Orden y Convento de Calatrava— Dicho lo cual, se dirigió a dos de los aldeanos allí presentes—. Acudid, ambos dos, hoy, antes del ocaso, a la hacienda del alcaide de la Aceca, a dar testimonio de lo sucedido, para que se levante acta y quede constancia. Tras estas palabras, partió el jinete al trote de vuelta hacia la Aceca. Bien entrada la tarde, bajo un calor sofocante, llegó el JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios jinete con su polluelo al Castillo. Era la de la Aceca una fortificación somera, consistente en un torreón de sillarejo y un muro piedra caliza, sin adarve de vigilancia, mas con dos torres albarranas para observación y contra asedio. Se llevó al niño a las estancias interiores, donde residía el excomendador, y dispuso en su estancia un lecho para el muchacho. El pequeño había decaído ya mucho de fuerzas y empeño. A la tibia luz de la sala se le distinguía más lívido que nunca. Había manchas resecas de sangre en sus labios y la espalda estaba ulcerada en varios puntos. El duro freire, acostumbrado a muchos y trágicos avatares fruto de la guerra, no podía soportar la contemplación de aquel hermoso niño en semejante estado y, ciertamente, derramó alguna lágrima de soslayo, mientras los ayos del castillo ayudaban a lavarlo y adecentarlo. Se intentó dar de comer al escuálido infante, pues era fundamental que ganara peso. Mas su cuerpo no toleraba el pan mojado en leche de oveja que le servían a cucharadas, vomitando todo lo ingerido una y otra vez. Las regurgitaciones causaban aún mayor malestar y desazón al pequeño. Las salidas se acababan para el joven Fernán García. El ilustre Ordóñez envió con urgencia a sus ayos a dar aviso a Toledo para traer de allí a algún buen físico o médico, hallando entre la judería los más prestigiosos y valorados. Los legados designados por del comendador, aconsejaron llamar al insigne Hayyim Al-Fakhar . Parecía una capricho del destino, dado que aquel tal Hayyim, médico sefarad, era el mismo que asistió la madre del propio Fernán, Isabel Fáñez, en su embarazo. El mismo que dio parte, con honestidad y coherencia, de la JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios posibilidad de que el fruto de su vientre no fuera a ser legítimo, con las consecuencias que ya se narraron anteriormente. Terciaba el día y decaía el sol, cuando apareció por allí el joven Hayyim Al-Fakhar , escoltado por los dos ayos enviados por el ilustre Ordóñez a Toledo en su busca. Viajaba en su acémila vestido, según obligaba las costumbres, en su condición de judío, con una sencilla túnica blanca, tirando al beige, con poca decoración y un bonete pardo con florituras. Peinaba una fina barba en la quijada, sin mostacho alguno, tenía una mirada penetrante y ojos hundidos, nariz aguileña. De complexión delgada pero firme, medianamente alto y estilizado. Portaba, siempre que salía, un ancho zurrón donde en que acarreaba ungüentos y plantas para uso medicinal. Entrado en la fortaleza de la Aceca y apeado ya de su humilde y afeada montura, resultaba, puesto en pie, un sabio imponente. Llegado pues a la fortaleza, acudió a presentar sus respetos al nuevo Comendador; le interesaba mostrarse lo más cumplido y colaborador posible, dado que los calatravos recelaban bastante de los judíos como él. En la ciudad vivían más tranquilos e integrados; fuera de los muros de Toledo, las sociedades rurales de las que formaban parte los calatravos y sus poblamientos les miraban a menudo con precaución, si no desprecio. Llegado a la recámara del ilustre Ordóñez, hizo una salutación solemne, mientras entonaba unas palabras en tono profundo: ‒Me llamo Hayyim Al-Fakhar , hijo de Slomo Al-Fakhar , de linaje antiguo procedente de Granada, humilde médico y físico JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios de la aljama del Toledo. Acudo a la llamada del Comendador de la Aceca para poder servirle en lo que sea menester, con gran honor por mi parte. El ilustre Ordóñez observaba al médico con expresión sombría, sin perder su lugar en la silla de esparto sobre la que se hallaba sentado, revisando los legajos a la luz de las velas, mientras un yaciente niño pequeño reposaba en su jergón, al lado de un bacín de latón, en el que había derramadas algunas inmundicias. Tras unos breves instantes, se levantó, caminó lentamente hacia el esbelto judío, sito a la entrada de la recámara. Se paró a dos varas del mismo, y con un leve gesto le invitó a entrar. A ojos de la algo torticera mirada del piadosísimo comendado, parecía el judío a un brujo más que a un hombre de bien. Por tales motivos, no acababa de sentirse cómodo a la vista del hábito gris y el bonete del judío Al-Fakhar , no allí, entre aquellas paredes, de aquel lugar sagrado, porque sagrado era todo edificio habitado por calatravos. El galeno se plantó frente al niño en el jergón. Lo observó tal y como se mostraba: silencioso y quedo. La evidencia de su estado no dejaba lugar a dudas sobre el diagnóstico primordial. No obstante, el médico procedió a auscultar al pequeño, para lo cual solicitó visualmente la venia del freire Ordóñez, quien de reojo asintió de nuevo, levemente. Toda la escena se libraba en el más absoluto silencio. Hayyim Al-Fakhar sabía de la regla cisterciense de los calatravos, y no era menester hacer ruido ni mudar palabra en el dormitorio. Revisó el hinchado y duro vientre del pequeño, la lengua y su color, la dentadura, llena de JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios heridas, las nudosas rodillas y las marcas de las muñecas. Giró al pequeño sobre su cuerpo, para observar las laceraciones y úlceras de su espalda. Al finalizar la revisión, el joven AlFakhar se incorporó con gesto desabrido y preocupado. Se dirigió al exterior de la estancia, esperando al pie de las escaleras. Mientras llegaba a la puerta, alcanzó a ver al hierático comendador, reclinado sobre el lecho, haciendo una leve caricia al pequeño en la sien. El freire, al sentirse observado, dio un respingo para recuperar la compostura y salir apriesa de la estancia. Una vez en las escaleras, ambos hombres conversaron sobre la gravedad del asunto: ‒Y bien, Al-Fakhar , ¿cuál es la vuestra prognosis?—dijo el calatravo. ‒Es seria y delicada. Antes bien, muy grave. ‒¿Podéis poner remedio a su situación?. ‒Solo Dios lo sabe… bueno, ya me entendéis. Es muy joven y su estado es muy decrépito, es difícil que pueda alimentarse, pero es fundamental hacerlo. ¿Puedo saber cómo ha llegado a ese estado? ‒Creo que eso no es de vuestra incumbencia…—El ilustre Ordóñez se mostró contrariado. ‒No he de insistir si no es porque he de saber cómo ha llegado a esa condición. Si consideráis que no es de mi incumbencia, mi juicio médico no podrá ser desmerecido—Al-Fakhar era un JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios hombre de principios, cuando ejercía como médico no se arredraba si era por ayudar a sus pacientes. ‒Seguirá sin ser de vuestra incumbencia, se trata de un niño cristiano, un hijo de Dios… ¿podéis ayudarle acaso?—Un breve silencio medió entre los dos, Al-Fakhar se sentía ofendido, pero leía el fondo de buen hombre que había en aquel calatravo. Mientras el milite no fuera capaz de abrir corazón y mente, había que ayudar con lo que sabía o intuía. ‒De acuerdo, comendador, debemos ayudar a este hijo de Dios, por supuesto. Haremos lo siguiente: démosle infusiones de ortiga y menta tres o cuatro veces al día, endulzadas con miel. Coced avena y cebada, a poder ser con canela. Debe intentar comer eso. ¿Hay naranjos o limoneros aquí?. ‒En el patio hay algunos, y en la villa también. Tenemos naranjas y limones. ‒Id bañando sus labios con el jugo de una naranja o de un limón aguado. Se quejará de la irritación, pero ayuda mucho en las llagas de la boca. Hacedlo en el orden que os he dicho. Que laven las laceraciones de su espalda con agua con unas gotas de vinagre. Dejad su espalda desnuda o ponedle paños de gasa limpios. Sobre todo limpiar esas yagas, tantas veces como sea necesario. ‒Así lo haremos. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒Y rezad, sobre todo, rezad. El niño solo se ha alimentado de leche, su cuerpo rechaza el alimento, ¿me equivoco?... El ilustre Ordóñez se sorprendió con la habilidad deductiva del médico. Aún así, no dio respuesta alguna. Simplemente espetó: ‒Haremos como decís. Por otra parte me preguntaba si… ‒…vendré mañana por la mañana, iré preocupándome por su estado. Por cierto, cómo está el ilustre don Martín Pérez, ha llegado el rumor de que está enfermo. Puedo echarle un vistazo, si lo estimáis oportuno. ‒No es menester, maese Martín está departiendo su gloria con Dios nuestro señor; él, como todos nosotros, al único al que hemos de rendir cuentas y en cuyas manos nos ponemos, así en la fortuna, como en el padecimiento. Todo el convento reza por él, no hace falta más. Dicho lo cual, tras un breve interludio, el médico judío, asumiendo una indirecta por parte del calatravo, abandonó el alojamiento. El freire tuvo el detalle de acompañarle hasta los establos. Una vez allí, despidió al médico judío. Se vio en la desazón de no poder pagar pos sus servicios, pues había soltado todo el oro en indemnizar a los collazos de Moceisón, aquellos padres impostados de desgracia. El calatravo no tenía aprecio por el judío, pero la cortesía y las buenas costumbres obligaban a no abusar de la posición y ofrecer pago por los JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios servicios. Hayyim Al-Fakhar, al notar el gesto contrariado del calatravo, intuyó su tribulación y decidió anticiparse: ‒Permitidme mi señor, ofreceros mis servicios sin gabela ni pago alguno. Es mi obligación prestar servicio al comendador en lo que sea menester, para mayor gloria de la orden. Mientras Al-Fakhar abandonaba el castillo, era observado por el ilustre Ordóñez, quien dirigía un sucinto gesto de aprobación, a la vez que se decía a sí mismo, que tal vez aquel brujo toledano, de tela gris y bonete pardo, pudiera ser un buen hombre. El ilustre Ordóñez durmió, como hacía siempre, en el establo, junto a las bestias. Era un estricto observador de la regla cisterciense de los calatravos, tal vez en exceso. Dormía con sus armas y hacía ayuno cuatro días a la semana… salvo en tiempos de guerra, donde no era prudente andar mal yantado, pues se requerían de todas las fuerzas disponibles. Aquella noche el freire rezó más que nunca, desde que tocaron completas en el cercano campanario de la ermita de San Teodoro, hasta bien entrada la noche. Dejó a dos de sus ayos vigilando el estado del pequeño, mientras hacía guardia con sus hombres, a los que puso a orar en común con él mismo por la ventura de aquel pobre bastardo de apenas cinco años de edad. A la mañana siguiente, despuntando el sol, se apareció de nuevo el eminente médico Al-Fakhar , lo que pilló por sorpresa al ilustre Ordóñez, quien aún no se había despejado las legañas. Hayándose ya en el patio de armas de la pequeña fortaleza, Hayyim Al-Fakhar asintió con cierta estupefacción al JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios recibimiento del comendador calatravo proveniente de los establos, donde, a todas luces, había pasado la noche. Puestos uno frente al otro de nuevo, se saludaron cortésmente, empezando por el judío: ‒Buenos días, estimado comendador de la Aceca, he vuelto a atender mis obligaciones para con el niño, según me había comprometido. ‒Buenos días, sois bien recibido, si bien no os esperábamos tan temprano. ‒La urgencia del paciente requiere toda mi atención. ‒Acompañadme, por favor. ‒…¿Por ventura habéis dormido en el establo?—Aquel joven médico tenía una curiosidad irrefrenable, nunca de dejaba de preguntar con descaro. ‒… Seguís metiéndoos en asuntos que no son de vuestra incumbencia—El comendador amaneció de malas pulgas, como solía hacer siempre. Ambos dos se llegaron hasta la celda del comendador. Cuál no fue su sorpresa cuando, tras penetrar en la estancia, encontraron a los dos ayos dormidos como retoños y desocupado el lugar del crío en el jergón… el susto fue mayúsculo para el ilustre Ordóñez, quien despertó a patadas a los adormilados vigilantes. Los ayos se agitaron de sus lugares JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios con premura al notar el mal humor del comendador calatravo. Juraron haber conseguido del pequeño hacer algo de hueco en el estómago, que llegó a sorber incluso el jugo de una naranja que le ofrecieron. Después, inquieto aún, pero agotado, se echó a dormir. Uno de los ayos se había recostado con él para que no se volviera sobre su espalda incluso. Sin embargo, a altas horas de la madrugada, no pudieron resistir más el cansancio y quedaron dormidos. A todas estas explicaciones, el calatravo respondió secamente: ‒¡A qué esperáis para encontrarlo par de tarugos!... El ilustre Ordóñez andaba frenético por la ausencia del niño, hecho este que no pasó desapercibido al joven Hayyim AlFakhar , el cual, cada vez apreciaba más claro el poso de bondad y honor de aquel tosco, rudo y malencarado calatravo, en la devoción que mostraba removiendo toda la vivienda en pos de aquel pequeño que, normalmente, no importaría a nadie. Andaba asomado a las almenas de la fortaleza, aturullado por la idea de que el niño se hubiera acercado a la planta superior y, asobinado a las almenas, hubiera caído. Si eso hubiera sucedido, tal vez los perros de la aldea se lo hubieran llevado consigo y haberlo desmenuzado ya. Tales eran sus fabulaciones, mientras se encontraba aferrado con fuerza a las almenas y la mirada perdida en el vacío… Nada más lejos de la realidad, los ayos dieron aviso al calatravo al poco de estar este último auscultando las alturas del torreón. El pequeño se había escondido en la cámara del excomendador, JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios el senescente Martín Pérez. Al llegar a la puerta de la celda, encontraron al crío acurrucado junto al lecho del delirante y agostado calatravo. Don Martín Pérez, quien tan neciamente había gestionado el cuidado de aquel muchacho, llevándolo al borde del abismo, era la única cara familiar para el pequeño en aquel lugar, rodeado de extraños. El niño se aferraba a su pasado, habiéndose trasladado de su lecho al frío suelo de maderos junto a la figura conocida y algo más afable que representaba para él aquel defenestrado anciano, lleno de mitos y religiosidad delirante, responsable de sus ligaduras y de sus pecados. Y como prueba de ello, el mocito no estaba simplemente acurrucado, además, había tomado el cíngulo del anciano, pasado un extremo por el lecho de la estancia, y el otro, renovando la costumbre, lo había enrollado torpemente a su muñequita. Al presenciar aquella escena tan peculiar, el médico judío, Hayyim Al-Fakhar , puso su mano sobre el hombro del aliviado comendador Ordóñez, mientras le decía: ‒Mi señor Ordóñez, creo que tendremos que trabajar muy duro con este muchacho… JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios CAPÍTULO II. UN BASTARDO PROMETEDOR JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Contra todo pronóstico, el joven Fernán García salió de aquel trance. Se recuperó en pocas semanas de su notable malnutrición gracias a los generosos esfuerzos de Hayyim AlFakhar. El notable físico acudía todas las semanas una o dos veces a la Aceca, dejando atrás su aljama y sus asuntos. Las gentes de aquellas tierras, que acostumbraban a mirarlo de soslayo y con sospechas, se habituaron a sus visitas. Se sabía que contaba con la protección del mismísimo comendador: el ilustre Ordóñez, un aval insubstituible. Y es que el circunspecto gobernador de la Aceca había desarrollado un amor paternalista por el niño, desde el mismo momento en que lo vio abandonado sobre aquel pesebre de paja. Tal vez fuera su abnegada devoción por nuestro señor Jesucristo, lo que indujo en aquel pío comendador a luchar por salvar a aquel niño abandonado al martirio de lo absurdo. La cuestión es, que Fernán García ocupó desde el primer momento un hueco muy especial en el corazón de aquel desabrido y ponderoso freire, quien solo distraía sus obligaciones de rezo, devoción, combate y gestión con las atenciones y formación del pequeño Fernán. El niño, por su parte, crecía dignamente. Era reservado y muy inteligente. Aprendió rápido de letras de la mano del comendador, de manera que era capaz de escribir en romance y en latín a los nueve años. Lloró largamente la muerte del ex comendador Martín Pérez, pese a la torpe gestión que hizo aquel hombre al ponerlo en manos de una nodriza aburrada, por no mencionar el tenerlo atado y endemoniado durante JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios años. Sin embargo, los retazos de memoria del joven se habían formado alrededor de aquellas figuras y, si bien iban desdibujándose poco a poco, no dejaban de formar parte de su más primitiva conciencia de sí mismo y del mundo. Ese poso nunca desaparecería del todo. De hecho, el muchacho nunca mostraba sus muñecas, que siempre llevaba envueltas en gasas de lino. Guardó el cíngulo que tomó del excomendador Martín Pérez, que siempre llevaba consigo, teniendo por costumbre agarrarlo con fuerza al irse a dormir. Literalmente, una soga unía al joven Fernán con su tortuoso pasado. Por su parte, las visitas del conde don Pedro García de Lerma se sucedían todos los años, incluso más, si cabe, al ver la notable progresión de que hacía alarde el muchacho. El de Lerma no dejó de pechar las cinco doblas por el cuidado y la educación de su bastardillo. Una brizna de afecto entre un mar de desarraigos. Cada vez que acudía el conde a la visitación, el joven Fernando se agitaba presa de una enorme emoción. No en vano, acudía su padre a verle. Sin embargo, la imagen que proyectaba aquel chico de su padre no era como la de su progenitor; antes bien, lo veía como a un santo, una especie de dios creador, un dador de vida. Aparecía por allí, se besaban y comían todos juntos. Mas el pequeño no probaba bocado, se limitaba a observar las facciones y los gestos de su padre, a memorizarlos pormenorizadamente. Miraba a su propio padre como quien admira a un notable escultor o a un pintor de talento, a un maestro cantero o a un orfebre. Al fin y al cabo, el joven Fernán García había sido creado por aquel ser cuasi divino. Nada de aquello, sin embargo, borraba de su mente una JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios idea particularmente obsesiva y cerrada, alumbrada en los años pretéritos, en las soledades de aquel lecho y aquella estancia opresiva: la idealización de su madre. Y es que el joven Fernán García había materializado siempre la esencia de su padre y creador al ver, conocer y palpar a don Pedro García de Lerma. Sin embargo, seguía sin saber nada de su madre, a la que había idealizado como su salvadora particular, quien habría de guiar sus pasos en el paraíso, abrirle las puertas del cielo, igual que le abrió las puertas de la vida. Fabricó un pequeño altar con buena maña en su celda, heredada del propio excomendador Martín Pérez, donde puso una tosca figurita de madera tallada en la imaginería de la memoria de su madre. Esa imagen, icónica para él, era su virgen particular. A los nueve años empezó a insistir en saber de aquella mujer, algo que su padre no veía prudente, dada la situación conventual de la misma. Sin embargo, la firme insistencia del niño, y la asertividad del ilustre Ordóñez, abrieron la puerta a que aquel muchacho pudiera iniciar una relación epistolar con su enaltecida progenitora. Así es como recibió la primera carta de su hijo la pobre Isabel Fáñez, de las manos de su amante don Pedro García de Lerma, en la que aquel imberbe muchacho le daba relación de los principales acontecimientos de su, hasta entonces, breve existencia. Le contó cómo la rezaba todas noches, cómo esperaba caminar a las puertas del cielo de su mano, cómo acudiría a verla cuando le fuera permitido. Por su parte, Isabel Fáñez inundó de vida sus venas con la esperanza escrita en las JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios líneas, justo cuando se sentía más marchita que nunca. El fruto de su vientre y origen de todas sus desgracias, era ahora su tabla de salvación, su sentido de la existencia. La calidad de la prosa del rapaz era también sorprendente y seductora, a pesar de su edad, lo que contribuyó a conmover más aún la conciencia de su madre. Sin embargo, la pobre Isabel seguía allí, atrapada entre aquellos muros y esa realidad desgraciada, había dejado su corazón y su alma encanecidos ya. Su espíritu, petrificado por las mismas partículas del lecho calizo de aquel valle Burgalés en que yacía, solo emitía calor ante las caricias apasionadas de don Pedro García, bien por mor de las misivas de su amado vástago. Y eso, traería sus consecuencias. Por lo demás, el auténtico padre para el joven Fernán García no era otro que el ilustre Ordóñez, por quien tenía auténtica devoción. Atendía la regla cisterciense con la misma dedicación con que lo hacía el propio comendador. Le obedecía sin reparos y buscaba su consuelo si se sentía contrariado. No obstante, eran las menos de las ocasiones; aquel muchacho era muy reservado, flemático y distante. El ilustre Ordóñez se enorgullecía del temperamento de aquel niño, que no lloraba ni traslucía sus sentimientos ni turbaciones. Cuadraba a la perfección con su ideal de caballero, de luchador por la cruz. A los once años comenzó a entrenarse con las armas, con espadas de madera y rodela practicaba durante muchas horas la técnica del esgrima medieval y del combate en lid singular. No cabía duda de que el muchacho tendría un físico notable y un destacado desempeño en la guerra, de llegar la ocasión, si bien JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios su inclinación natural era a las letras y al recogimiento, a la práctica de sus meditaciones y disertaciones interiores. Si su auténtico padre era el ilustre Ordóñez, el insigne Hayyim Al-Fakhar , era como su tío. El magnetismo de aquel niño atrajo también la atención del físico largo tiempo después de su recuperación. El médico era ya relevante prohombre de la comunidad judía de Toledo. Estaba emparentado con los Alfacar, sefardíes toledanos involucrados, ya fuera como almojarifes en la administración de la cuentas y portazgos del mismo Rey de Castilla, como médicos y físicos de alta cualificación, banqueros y usureros o versados traductores y escribanos, nexo de unión entre el hebreo, el árabe, el latín y el romance castellano. Hayyim encontró un inesperado amigo en la figura del comendador, pese a las barreras espirituales y sociales que les distanciaban. Sin embargo, y muy a su pesar, habían encontrado en el joven Fernán García un motivo para juntarse y debatir sobre lo humano y lo divino. Al fin y al cabo, ambos profesaban religiones con un nexo en común; por lo demás, el comendador omitía el hecho de la entrega de Jesucristo y del juicio del Sanedrín, para mantener la fiesta en paz; no en vano, era este motivo habitual de represalias, reproches y asaltos de juderías, sobre todo en los períodos de Pascua y de Semana Santa. Un día, el ilustre Ordóñez, haciendo alarde de su osco carácter y displicencia por los judíos, preguntó al insigne Hayyim : ‹‹Largo tiempo ha que el niño salió de su trance; si ya no requiere más vuestras atenciones, ¿por qué seguís acudiendo?››. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios A estas razones respondió el físico: ‹‹Supongo que por el mismo motivo que vos os distraéis tanto de vuestras meditaciones como freire››. Después de esto, ambos rieron. Rozaba ya los trece años el joven Fernán García y suponía un motivo de orgullo para el padre y el tío impostados. Mensualmente enviaba una o varias cartas a su idealizada madre, quien iba desperezándose de su letargo y su ausencia vital, gracias a la prosa de su hijo. El pequeño rescatado de aquella aldea de Moceisón, se aproximaba a su mayoría de edad, se mantenía lampiño y era hermoso. A pesar de la crudeza de los tiempos y la escasez de recursos, el muchacho aparecía lustroso, inmaculado. No se juntaba apenas con los muchachos de la Aceca y su dedicación estaba volcada en las faenas de la comendación, bien sus amados tutores, bien su canonizada madre. Aunque aquello supusiera motivo de orgullo para el ilustre Ordóñez, lo era a su vez de preocupación para el insigne Hayyim, quien no encontraba carta de naturaleza en la disposición de aquel muchacho a aislarse de su mocedad, de sus juegos y aventuras. Para aquel entonces, el año de nuestro señor Jesucristo de 1191, los tiempos se volvían convulsos; las noticias llegaban sobre una coalición contra Castilla: la Liga de Huesca, promovida desde León, frente al creciente poder e influencia de un rey castellano que se iba haciendo fuerte en la reconquista de las plazas, que subyugaba a los Navarros apropiándose de todos los territorios, desde Nájera a Calahorra, desde Haro hasta Vitoria, que forjaba alianzas con reyes y emperadores europeos, JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios y que no se cansaba de guerrear doquiera que fuera necesario. El mismo rey castellano que ponía en manos del Arzobispo de Toledo, el primado Martín, la fusta para golpear al moro entrando a la guerra en los Campos de Calatrava, llegando a Córdoba, Jaén, Sevilla incluso, haciendo cautivos a no menos de trescientos andalusíes, apropiándose de ganados, de riquezas, talando e incendiando. El año en que se concedía la tenencia del bastión de Alarcos a don Diego López de Haro, gran señor del norte y mayor amigo del rey castellano. Se abrían, poco a poco, las puertas al desastre que unos años después, arrojaría al reino de Castilla de nuevo a las tinieblas, obnubilado por la hermenéutica de un rey empeñado en escribir su propia historia. Se ponían las primeras piedras para construir un altar al borde de un precipicio. Lógicamente, el comendador de la Aceca no se podía mantener ajeno a estos asuntos, por lo que se prodigó en las cabalgadas contra los moros en territorio fronterizo. La acidez de aquellos tiempos empezaba a oscurecer la sangre y el corazón del calatravo, que recuperaba la costumbre de rebanar algún gaznate en nombre de Dios. El Rey de Castilla se mostraba más y más generoso con la Orden, que se convertía en el baluarte y salvaguarda de la frontera sur del reino toledano, mientras multiplicaba heredades y bienes. El ilustre Ordóñez se enrocaba inconscientemente en una firme creencia del papel de la Orden, de los principios, morales y católicos, que según entendía habían de imperar. No en vano era un oficial, un líder, un señor, al cargo de un feudo; estaba en su papel hacer cumplir JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios las directrices de su Iglesia y servir a los preceptos de su Dios y de su rey. La terquedad del calatravo se envolvía, más que nunca, de las sombras del fundamentalismo en aquellos años de entreguerras. Se mascullaba una nueva era de conquista y expansión, en nombre de Dios, y se asumía el liderazgo de la sinrazón como polea de acción. Los calatravos no eran, obviamente, los que se fueran a abstraer de este fenómeno, que empezaba a afilar los ánimos y las espadas de muchos señores y caballeros en todo el reino. El tono más relajado y proclive con que recibía el comendador al judío Al-Fakhar, se empezaba a trabar, a la vez que las discusiones entre ambos aumentaban. En su última disputa verbal salieron a la palestra los agravios milenarios entre judaísmo y cristianismo, las usuras, las brujerías y el insigne Hayyim se vio obligado a abandonar precipitadamente el castillo de la Aceca. Apenas se pudo despedir a las puertas de la encomienda de un apesadumbrado Fernán García que, doliente, salió a abrazar a su tío de pega, mientras este se encaminaba de vuelta a Toledo. El insigne Hayyim pidió al joven que no lo tuviera en cuenta, que eran discusiones entre adultos, que el comendador era hombre noble y bondadoso, pero terco a veces. Apuntó en un legajo su dirección en la judería grande de Toledo, por si era necesaria para el muchacho, pues desconocía si podría volver allí por largo tiempo. Hayyim le hizo una observación a estos efectos: ‹‹… Fernán, usa este salvoconducto para entrar en Toledo, luego, busca la aljama; si me necesitas, allí me encontrarás…›› JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios La pubescencia de Fernán García no iba a dejar las cosas así, no tardando en entrar al trapo con su tutor calatravo. También discutieron terriblemente, los afilados argumentos de aquel muchacho irritaron más si cabe al ilustre Ordóñez, quien terminó por descargar tremendo el bofetón al combativo muchacho, conminándole a obedecer sus órdenes y a callar. Al anochecer, el joven Fernán se deslizó fuera de su celda y agarró una acémila para escaparse a Toledo. Se movió de noche por la trocha que se arrimaba pronto a la vera del Tajo para dirigirse luego hacia Toledo. La oscuridad no le arredró, pues era más dado a seguir sus principios que a cederlos por miedo a un paseo nocturno. De cualquier manera, los caminos de noche no eran seguros, la proximidad a la gran ciudad y el alfoz espantaban a los maleantes y forajidos, pero no debía desdeñar la posibilidad de toparse con algún transeúnte de malas intenciones o ladronzuelo que viera una buena oportunidad para robarle la burra y los escarpines. De este modo, el muchacho avanzaba en silencio y con una daga en la mano, atado su inseparable cíngulo a la cintura. La noche era cerrada y avanzaba a tientas casi. La ayuda inestimable de su compañera equina hizo la labor mucho más fácil: el animal, se sabía el camino al dedillo. Estaba bien entrado el mes de abril y a la vera del Tajo la noche refrescaba. El muchacho avanzaba aterido de frío y se abrazaba a la borrica para que le diera calor. Bien entrada la madrugada llegó a las proximidades de Toledo, tras unas cinco horas de paseo nocturno. A esas horas todas las puertas estaban JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios cerradas, motivo por el que se echó a dormir envuelto en su brial, arrebujado entre unas rocas. El joven Fernán García despertó terciado el amanecer, se desperezó rápido tras apenas tres horas de sueño. Al descubrirse la ciudad de Toledo ante sus ojos se maravilló. Sobre un domo rebañado por el Tolmo del Tajo, se alzaba una larga muralla de sillar y sillarejo, a tramos regular, a tramos desalineado. Apuntados minaretes sobresalían por varios puntos, dada la prodigalidad de mezquitas de la ciudad; destacaba de entre todas la Mezquita Mayor, situada en uno de sus puntos más elevados. El relieve desnudaba la fisionomía de la urbe evidenciando las serpenteantes callejuelas y los adarves a intramuros. Se atisbaba a ver la ciudadela o Almudaina en su extremo oriental, pegado a la propia puerta de Al—Qantara, lugar de efervescencia y reunión, de negociados y de tratos, presidida por un palacete cual debía ser el de Alfonso VI, conquistador de Toledo. Dos enormes pendones ondeaban en los torreones de la acodada puerta de Al—Qantara. A primera hora ya había una patulea acampada en las proximidades de la entrada, dotada de una barbacana enfilada junto al puente que salvaba el Tajo para acceder a la ciudad, apuntada en otro pendón castellano. Por motivo del puente era este el portón más transitado y ya sobre esa hora había una muchedumbre para entrar. Ganaderos con sus recuas, mensajeros, campesinos, aguadores, marchantes; todo tipo de gente se apelotonaba ya a las puertas de Toledo, ocupando el vano del puente y los alrededores de la entrada. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Pensó entonces que el ilustre Ordóñez ya habría notado su ausencia y tal vez hubiera dado orden de salir a buscarle. Razón de más para azorarse. La perspicacia del muchacho le llevó a preguntar a una señora que había allí con un cántaro de leche, por la aljama de la ciudad. La señora, respondió amablemente al muchacho que el barrio judío se hallaba en el otro extremo de la ciudad, que le saldría más a cuenta desplazarse hasta la puerta del Cambrón, en el extremo de poniente. De este modo, se encaminó el muchacho en su acémila hacia occidente de la muralla, rodeando el arrabal, donde se agolpaban las gentes más humildes y de peores oficios de la ciudad, muchos de ellos sirvientes de los señores y fortunas de las zonas altas, aprendices, masones, carpinteros, pedreros, etc. Había un hedor notable en aquella parte de la ciudad, si bien, se distinguían ciertos meandros de aguas negras en la base de los muros, restos de canalizaciones romanas. Atolondrado con las maravillas que observaba y el trasiego de gentes alrededor de la ciudad en el zigzagueo del camino, se llegó a topar con unas ruinas presididas por una especie de recinto enorme y extraño. Llamó su atención por la fachada abovedada de vieja piedra, hilado en arcos de medio punto enjaretados en dovelas finamente labradas. Accedió a su interior dando a unas anchas gradas que daban a un patio alargado y redondeado en sus extremos. Se hallaba en el circo romano de Toledo. En aquel momento, algunos muchachos de la ciudad se hallaban allí jugando a peleas con espadas de madera. Al notar la presencia del joven espía uno de ellos, que aparentemente JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios lideraba el grupo, se acercó a él con expresión agria y amenazante. El joven Fernán no movía un ápice, se mostraba confiado, en cualquier caso no era un crío asustadizo, dadas sus vivencias hasta la fecha. El líder de la banda que simulaba la guerra en el foro romano, llegó a su lado y empezó a amenazarle por su presencia allí: ‒¡Tú!, ¿Quién eres?—preguntó el mozo. ‒Soy Fernán García—respondió nuestro joven amigo. ‒¡Qué quieres, qué haces aquí!. ‒Solo miraba… ‒¿Acaso no sabes que esto es de los guerreros de Santiago del Arrabal?. ‒Lo desconocía, no soy de aquí. ‒¿No eres de aquí?—entonces el muchacho tornó la mirada a sus compañeros, reclamando su atención—. ¿Acaso has venido sólo?. ‒Cierto. ‒¿Y esas ropas tan ricas?—Fernán iba bien ataviado, en comparación con los harapos de aquellos niños del arrabal. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒Estoy al servicio del comendador de la Aceca, él me las ha dado. ‒Estás muy lejos de la Aceca, paleto. Anda, danos lo que tengas. ‒No tengo nada. ‒Algo tendrás, vas muy bien vestido para ser pobre. Mírate, danos lo que tengas y te dejaremos ir. Para aquel entonces el muchacho estaba escoltado por todos sus amigotes. ‒Soy Fernán García, ayo del comendador de la Aceca, señor de muxas tierras y grande señorío. Duermo en lecho de paja y manejo espada como vosotros. No me asustáis para nada. ‒Te van a caer castañas a bulto. ¡A por él!. Y allí se inició una pelea entre críos, al pobre Fernán le abrieron el labio a golpes y le amorataron un ojo, aunque él, por su parte, mostró la bravura que extendería en años futuros. Se defendió lo suficiente para dejar a dos de sus rivales maltrechos antes de dar con sus huesos en el suelo. Al final de la contienda le robaron los ricos escarpines que llevaba, pues el calzado era un lujo de no todo el mundo. No se apercibieron de la mula que había dejado atada afuera del recinto, por lo que al menos, después de rehacerse de la tollina, pudo seguir su camino, JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios aunque algo desmejorado. Ya solo pensaba en llegar a su destino y dejarse de visitas turísticas. Dejando atrás la zona del arrabal, la ciudad de Toledo empezó a mostrarle la judería en todo su esplendor. Al principio se pudo distinguir el Alacava, la judería alta, donde se ubicaban comercios, despachos, talleres de oficios y edificios públicos de los sefarad toledanos. Se distinguía perfectamente por situarse a las faldas de un altozano a modo se espolón, bordeado de generosas pendientes al sur y oeste. Más allá se distinguía la Judería Mayor, faldeando el perímetro exterior de la ciudad, arrimada al Tolmo del Tajo. Allí es donde se arracimaban las viviendas de los judíos desde tiempos inmemoriales. A pesar de las vicisitudes padecidas hasta entonces, el joven Fernán no perdía el ánimo y se mostraba fascinado por la voluptuosidad arquitectónica de aquella ciudad prodigiosa. No en vano, estaba en la capital del reino, que así era desde tiempos de los Godos, cientos de años atrás. Y es que el ilustrado Fernán era un mozo de lectura, habiendo tenido acceso a todos los documentos y manuscritos que habían caído en sus manos; no en vano, la comendación disponía de un archivo escaso pero decente de manuscritos. El joven Fernán contaba entre sus dotes con el conocimiento del latín, algo muy propio teniendo en cuenta que estaba bajo la tutela de una Orden Militar, pero al fin y al cabo, religiosa. El monopolio de la edición estaba en manos de los monjes cistercienses y clunienses peninsulares, por lo que todos los textos que se transcribían o publicaban eran en esta lengua, requisito JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios fundamental para ser letrado en esos reinos. Entre esos legajos encontró el muchacho ciertas alusiones a la geografía de Estrabón el Griego. Por ella tenía constancia de enormes cordilleras en el norte, desde León hasta el Condado de Barcelona, ríos inacabables además del Tajo, como el Ebro, el Duero o el Guadiana. De hecho, todos los días asomaba la cabeza sobre las almenas de la Aceca, buscando en el norte los riscos de la Transierra, a donde se juró que algún día se encaminaría, en busca de alguna aventura para tener qué contar luego. Conocía ya algo del mundo que había ahí fuera y se moría en deseos de conocerlo. Lo cierto era que estaba viviendo su primera gran aventura. Hasta ahora el balance estaba siendo nebuloso, aunque seductor, andaba sin escarpines, pero el sol radiante ya le calentaba los pies y se hallaba a las faldas de Toledo, la mayor maravilla de la cristiandad peninsular. Entre el bosque ralo de coscojares y encinas, intercalados con lavándulas y jarales, se llegaba por fin a la Puerta del Cambrón, acceso al arrabal de los judíos. La cola no era tan notable para entrar aquí, pues tan solo daba acceso a las aljamas de Toledo, de manera primordial, y a una avenida ancha y comercial en particular: la cuesta del Ángel. Las mercancías entraban principalmente por las puertas de Al—Qántara y la Bisagra , hacia el Zocodover, así como los zocos y mercados hacia la zona alta de la ciudad. Por aquí accedía de manera preferente gentes pudientes, marchantes y negociantes en busca de orfebrería de calidad, telas, tejidos, tintes, bordados, platería y, por supuesto, oro. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Cada puerta tenía un par de soldados del rey, salvo las de Al— Qántara y Bisagra , que tenían una columna y arqueros, a fin de evitar altercados. El Arzobispado también tenía algunos hombres dispuestos en diferentes puntos de la ciudad, a fin de repartirse el espacio con la Corona y con ellos el control de pasos y la pechada de ciertos peajes y alcabalas. No obstante, había cuadrillas que gestionaban el acceso en cada una de las puertas. Eran bandas rivales que se repartían la ciudad, los más fuertes actuaban en el arrabal y en la zona alta. Eran quienes de verdad controlaban los ingresos y los pagos, después repartían los caudales asegurando que el rey y el arzobispado tuvieran su pieza junto al funcionario de turno. Mediando la extorsión y el buen ojo con que sabían negociar y apretar a los transeúntes, sacaban mayores beneficios que cuando se facultaba al funcionario real designado a tal efecto por parte del alcaide o el merino. Todo el mundo se llevaba su parte: el funcionario su sueldo, el señor su portazgo, el soldado su sisa y los mozos un dinero; además, los cuadrilleros se ganaban la vida sin tener que partirse la espalda levantando muros, ni limpiando inmundicias ni restos de carnicería vertidos, purines de recuas o esclavizados como aprendices durante años, trabajando de sol a sol en un taller o en masonería. Menos aún si cabe preferirían trabajar en el campo: las horas interminables arando una yuntada tras otra, las tullidas en la espalda de vendimiar, desgarradas las manos de recoger zarcillos de garbanzos, ampollas de golpear con el mayal el trigo y el centeno, de la hoz para segar, de la forca para aventar la paja. Sin duda alguna, JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios estos muchachos preferían sentarse a la sombra de la gran puerta para esperar a que las recompensas llegaran en tumulto para entrar a la ciudad, y a veces, para salir: de hecho, en ocasiones, era un prestatario despojado de cuartos quien solicitaba entrar a buscar algún prestamista en el Alacava, prometiendo pagar a la salida, una vez recabara los caudales necesarios. ¡Ay! pobre del que intentara zafarse de la pechada. Aun saliendo por otra puerta. En estas cuestiones las cuadrillas colaboraban por mor de confraternidad. Si el prestatario intentaba escurrirse por otro portón, controlado por otra cuadrilla, tenía tres opciones: en primer lugar, pechar el triple que por la puerta por la que había entrado; en segundo lugar, pechar el doble y un vareo en la espalda por tramposo y cicatero, para salir por donde había entrado; en tercer lugar… bueno, en ese caso, mejor ser hábil con la espada. La cuestión estaba clara, nadie entraba ni salía de Toledo sin contar con las cuadrillas. Y allí estaba nuestro frágil Fernán García, presto a penetrar en la aljama toledada. La puerta del Cambrón estaba controlada por la cuadrilla de San Román. Se hallaban entre las menos favorecidas de la ciudad, la puerta del Cambrón no era el sitio ideal para la extorsión, dado el perfil del visitante y la escasa entrada que registraba. Sin embargo, se llevaban bien con los judíos, quienes les daban un diezmo a través del consejo de ancianos. La cuadrilla de San Román, a cambio, daba información puntual sobre entradas y salidas de la ciudad, mercancías, acontecimientos, ferias, algún noble cargado de maravedíes o dinares, dispuesto a comprar ricos paños. No JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios obstante, lo que más agradecían de todo los judíos de Toledo a la cuadrilla de San Román, eran sus alertas ante la irrupción de los pogroms: violentos ataques indiscriminados, perpetrados por la población cristiana, enardecidos de voluntad de venganza contra los judíos, a quienes acusaban de la traición y muerte de nuestro señor Jesucristo. Era en fechas de Pascua y Semana Santa cuando más abiertos tenían los ojos, cuando se hacía presente el recuerdo del martirio del redentor, vendido por el sanedrín, prendido por los traidores Saduceos y Fariseos, entregado a la equidad mal medida de Poncio Pilato. La evocación del martirio, la traición del prendimiento, la injusticia de la muchedumbre y la crucifixión, extendía el fuego entre el populacho. La figura de Cristo en cada pared, en cada friso, en cada relieve, en cada mantillo; el símbolo omnipresente que amalgamaba a los cristianos bajo un cierto orden en el temor a Dios, se transfiguraba en histeria colectiva y cólera desatada, que rápidamente inflamaba los callejones y las plazas, los zocos y las alquerías; la masa corría entonces inundando las callejuelas, como una riada de odio e inquina, camino a la judería, a tomar venganza en la carne de los sefarad, descendientes de aquellos malnacidos judíos que entregaron a Cristo nuestro señor. A su paso, arrasaban comercios, locales, hogares, masacraban en las sinagogas, derramando la sangre de toda alma viviente en sus suelos, aprehendían riquezas y caudales. De paso, por cierto, se liquidaban deudas contraídas con esos sucios usureros sefardíes, se quemaban los contratos y escrituras, desaparecían JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios evidencias. Era una catarsis colectiva, como que el bosque mediterráneo ardía en verano, para rebrotar en otoño. Una catarsis en la que la ciudad entera se reciclaba y purgaba, si bien, con frecuencia, se llevaba a cabo a costa de las mismas víctimas. Los mensajes de la cuadrilla llegaban justo unos minutos antes de la marea cristiana. Tiempo suficiente para echar el cierre a los arquillos y cobertizos que daban acceso a la aljama; para aprisionarse en el castillo nuevo, cerca del degolladero, un recinto amurallado construido dentro de la judería mayor. Toledo era una ciudad cerrada por muchas llaves, por si acaso, en la que convivían, no obstante, las tres culturas, algo complicado en aquellos tiempos extremos de algaradas y batallas campales, a lomos de la religión. El jefe de la cuadrilla de San Román se llamaba Guillermo Gómez, aunque le apodaban “Triguero”, pues gustaba salir en otoño a mojarse a la calle con las primeras lluvias. Despuntaba ya los veintitrés años, desgarbado y feucho, de buena estatura y descaro reconocido. Era tan hábil como cruel con el enemigo, lideraba la cuadrilla con firmeza y autoridad. Era él quien había conseguido buenos tratos con el consejo de ancianos sefarad, lo que reportaba pingües beneficios a la cuadrilla. Habían adquirido buenas armas, cuchillos, espadas, dagas, algunas monturas incluso. Se estaban volviendo, de la mano de Triguero, en la cuadrilla más temible del Toledo. Aquel día soleado de abril, Triguero estaba recortándose las uñas con una vasta navajuela, viéndolas venir en la puerta del Cambrón. En aquellos momentos, llegó aquel muchacho JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios estirado y elegante, descalzo, amoratado, a lomos de su montura. Los dos soldados reales salieron a su paso, había un apuntador para los caudales, más otros tres cuadrilleros escoltando la escena. Triguero se mantenía al margen, mientras intervenían sus esbirros: ‒¿Quién sois vos?, no nos suena vuestra cara—preguntó un primer subalterno de los de Triguero, a nuestro joven Fernán. ‒Mi nombre es Fernán García, ayo del comendador de la Aceca. Vengo a buscar a Hayyim Al-Fakhar , el insigne físico— respondió Fernán, reincorporándose sobre su acémila. ‒Ningún judío de los de aquí es insigne, ni nada de eso. Qué negocios os traen, habéis de pechar para poder entrar. ‒No traigo negocios a la ciudad, solo vengo a ver al insigne Hayyim Al-Fakhar . ‒Dale con la martingala del insigne. ¿Tenéis con qué pechar portazgo o no?. ‒No tengo nada más que lo que veis, en añadido a unos escarpines que me fueron desvalijados por una pandilla un rato ha. ‒Entonces, no podéis pasar. Volved por do hayáis venido. ‒No me voy a ninguna parte pues tengo derecho a entrar en la ciudad, ¡libre y sin portazgo!. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios El joven Fernán se obstinaba en su actitud de entrar a la ciudad. Estaba claro que no había caudales que sacarle, era un mozo simplón y avezado que tendría que atender algún recado a las órdenes del comendador de la Aceca. Triguero valoraba que se le podía dejar pasar, máxime, considerando que la orden de Calatrava tenía exención de Portazgo en Toledo, por intercesión real. Nadie quería vérselas con un señor calatravo que viniera a ajustar cuentas por haberle dado la patada a uno de sus ayos. No obstante, había algo que atraía su interés por aquel muchacho altivo aunque desmejorado a golpes. Allí, enardecido, en lo alto de su burra, Fernán mostraba coraje y gallardía, estando a varias leguas de su casa, solo, y mediando ya el día. El ojo clínico de Triguero le llevó a pensar que el muchacho tendría sus herramientas para defenderse y convencer a sus secuaces y, de este modo, le fuera permitido entrar en la ciudad. Por eso decidió no tomar parte aún y esperar acontecimientos. Así fue que el jefecillo de los tres cuadrilleros conminó de nuevo a Fernán a darse la vuelta: ‒¡Fuera de aquí, que cortas el paso con tu acémila!—espetó el secuaz. ‒Llevo prenda del insigne Hayyim, aquí mismo en mi faltriquera—Fernán procedió presto a sacar de su zurrón el legajo que le escribió el insigne Hayyim, a su salida precipitada de la Aceca. ‒Qué decís, ¿un salvoconducto acaso?. Dejadme ver… JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Arrebatando el legajo de las manos del joven Fernán, el cuadrillero miró fijamente el escrito, el pobre analfabeto no sabía leer la composición, escrita en latín, por el insigne Hayyim. Para salvar este pequeño, pero habitual inconveniente, se acostumbraba marcar con un sello o símbolo particular la prenda. De esta manera, el portador identificaba fácilmente su destino final al portero. Cada ricohombre o funcionario de la ciudad tenía su seña propia, lo que le identificaba y servía de referencia a todo aquel que acudía a Toledo. El cuadrillero identificó la enseña del insigne Hayyim, los judíos de relevancia tenían las suyas propias, memorizadas, a tal efecto, por lo cuadrilleros. Finalmente, el subalterno se dirigió a su jefe, aquel llamado Triguero, coartado ya por su presencia, puesto en evidencia ante la irreverencia de mocoso de Fernán. Se acercó y le mostró la enseña. A la vista del legajo, Triguero decidió tomar parte en la cuestión. Tras una breve pausa, Triguero se acercó a Fernán, enaltecido a lomos de su burra, sin mudar el gesto, incólume. Algo en aquel muchacho le producía hilaridad, la vez que inspiraba cierto respeto en la obstinación del orgulloso mozo. Triguero echó un vistazo de arriba abajo a Fernán y a su montura, para dirigirle la palabra a continuación: ‒Buscáis al “insigne” Hayyim Al-Fakhar , y sois ayo del comendador de la Aceca… ‒Cierto—aseveró Fernán. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒¿Puedo preguntaros su nombre, por casualidad?. ‒¿De quién?. ‒¡¿De quién va a ser, pardiez?!, del comendador. ‒… Don García Ordóñez de Valdelabuena. ‒Sé de vuestro comendador, cierto es. ¿Y qué asuntos os traen desde la Aceca aquí?. ‒¡No son de vuestra incumbencia!—Esto en particular, lo había aprendido del ilustre Ordóñez. El desaire de Fernán terminó por encabritar a Triguero, quien no tenía por costumbre dejarse avasallar por un mocoso a lomos de una mula. Normalmente, le habría soltado un bofetón al muchacho para devolverlo enseñado a su casa. Además, la actitud de Fernán ponía en evidencia al cuadrillero delante de sus subalternos, algo que no podía consentir. Triguero resolvió no actuar precipitadamente y poner al muchacho en su lugar de una vez por todas. Aunque no renunciaba a que aquel niño altivo mostrara su auténtico ingenio. De nuevo, Triguero tomó la iniciativa: ‒Atendedme, malcriado, os pregunto con educación, pues está en mis atribuciones. Son tiempos de guerra y los espías campan por doquier, a la ciudad entran mercancías y mercaderes de todos los rincones del reino y aledaños. Unos traen sus negocios, otros sus visitas y algunos sus conspiraciones. Son los JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios portones santo y seña frente a los intrigantes y fabuladores, que traen deshonor y trampas tras estos muros, bien a robarse sus mayores secretos. ¿Acaso no sabéis cuántos los exércitos suspiran por el buen acero toledano?... ‒¡Vos no sois funcionario del rey ni adelantado de ningún, para andar cediendo el paso!. ‒Habéis de saber que, sin ser yo funcionario, delegado ni furriel, soy quien dice quién pasa por el aro, quién entra y quién no sale si es necesario. ¡Y como que me llamo Guillermo Gómez, que si proferís otra impertinencia a mi persona, os hago echar al Tajo en lo hondo con una piedra adosada al gaznate!... ¿lo habéis comprendido?. A estas palabras, Fernán asintió de manera ostensible, tragando saliva, sin mediar más palabras. Triguero, continuó con su interrogatorio: ‒Ahora, respondedme: ¿qué negocios os traen a Toledo desde la encomienda?. Responded, o me aseguraré de que os retornen hoy mismo a la Aceca, maniatado, tomada en prenda vuestra mula, con un cargo de espionaje y habladurías dictado por el alcaide de San Román. Allá buena cuenta dé de vos vuestro señor el comendador. Fernán debía responder adecuadamente, Triguero había decantado el asunto, sin levantar un dedo, sin ajustar ni un mamporro. Debía buscar un argumento convincente, y debía JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios exponerlo ya. A tiempo de que Triguero mandara a uno de sus esbirros a buscar montura y ligaduras para el joven Fernán, este resolvió responder lo siguiente: ‒La Aceca tiene negocios con el almojarife, vengo a dar cuenta del tributo que haya a pechar la comendadura. Los almojarifes, eran altos funcionarios, de la confianza del rey, encargados de recoger y contar los portazgos, pontazgos, montazgos, gabelas, sisadas, almotacenías y demás tributos debidos a la corona. Toledo, por su tamaño y efervescencia, con sus tierras aledañas, ricas vegas, cigarrales, aceñas, aldeas tributarias y abundancias de pastos y otras regalías, era una de las principales fuentes de ingresos para la corona de Castilla. Para llevar la contabilidad de semejante negociado, era necesario en concurso de buenos escribanos y avezados matemáticos. Los hebreos siempre contaron a estos entre sus más cualificados oficios, heredando una estructura muy similar a la empleada desde los tiempos del califato. Largo tiempo hacía que se designaban a estos almojarifes, a menudo entre los judíos, por sus avanzados conocimientos en números y finanzas, en comparación con el grueso de la sociedad ignorante y embrutecida. Toledo, desde tiempos de los Omeyas, disponía de esta estructura tributaria, igual que disponía de mezquitas y mozárabes en abundancia, seña de identidad de un no tan lejano pasado musulmán. Los reyes cristianos, desde la toma de Toledo por parte de Alfonso VI el Bravo, algo más de cien años atrás, habían adoptado muchas de estas estructuras para sí, incorporándolas a sus regímenes como JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios parte casi integral de la curia. Los negocios del rey eran cuestión mayor en las puertas de entrada a Toledo. Los Alfacar eran una de las familias judías más importantes de la ciudad, hallándose uno de los almojarifes del rey entre ellos. El insigne Hayyim estaba vinculado a la familia Alfacar, que era el apellido en romance que acostumbraban a usar en Toledo los judíos de esta familia. El propio Hayyim, por su parte, mantenía la esencia de origen árabe de su apellido: Al-Fakhar , situado en la Granada de los almorávides, de donde tuvo que huir, como muchos otros judíos, ante la llegada de una sombra oscura y radical venida de las tórridas montañas del Atlas: los almohades. Parece que Fernán había elegido bien su respuesta, en definitiva, aunque aún la debía engalanar un poco para vencer el empeño del indisoluble Triguero. De este modo, continuaron el diálogo: ‒Y a qué negocios os referís, y no respondáis que no son de mi incumbencia, pues tengo priesas las ligaduras y el jinete para vos. ‒… Las, las salinas del rey. Las Salinas de Espartinas. Fernán había hecho los deberes, estudiando los legajos de la Aceca, cayeron entre sus manos los contratos de una permuta, fechados el año 1182, poco antes de incorporarse el ilustre Ordóñez a la comendadura, intercambiando la Villa de Ocaña a la Orden de Santiago, a cambio de estas salinas. El mismo JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios comendador recibía a menudo los rendimientos de las mismas. Sin embargo, siendo mercancía de tan elevada estima, solía ser llevada a Toledo, bien a la alquería de Madrid, Talavera, Alcalá, hasta de la Sigüenza incluso. También era negociada al por mayor, mediante letras de cambio, mediando precios cerrados para volúmenes altos. Los negocios que se llevaban a cabo en Toledo rendían cuentas a la corona, y las salinas, pese a estar en manos de los calatravos, resultaban un activo muy valioso como para que el rey se abstuviera de recibir cierto beneficio. Sorprendido y casi convencido, Triguero, que era muy descreído, decidió aceptar la ingeniosa treta del muchacho, no sin antes forzarla un poco más, prosiguiendo el interrogatorio: ‒¿Y manda a un mozo, el comendador, a dar cuenta de los tributos de la comendadura?. ‒Un cahíz de cada diez, mandan casi un maravedí a la decena a nuestro serenísimo rey. Yo hago cuentas para mi señor, que así me ha sido enseñado e impuesto, como que os sé leer el legajo que porto, la filacteria del portón o las anotaciones del apuntador que tenéis aquí a vuestro servicio… Triguero quedó patidifuso ante la respuesta del descarado muchacho. Se vivieron unos breves instantes de tenso silencio mientras el cuadrillero decidía la suerte de Fernán. Con gesto pensativo, finalmente resolvió responder: JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒De acuerdo, mi joven amigo. Entrad, sois libre de facer. Mas permitidme que yo mesmo os lleve ante el propio Hayyim. Se bien do se hallará en estos momentos. Acompañadme. Los tres esbirros, atónitos, se miraban mutuamente mientras presenciaban cómo aquel mozuelo cambiaba el desplante de instantes antes, para ser ahora escoltado al interior por el mismísimo jefe de la cuadrilla. Pasando bajo el arco del Cambrón, se accedía a una plazoleta enlodada, donde se agrupaban algunas tiendas de mercadería variada. De ahí se inciaba la cuesta del Ángel, hacia el corazón de la judería, una calle ancha al principio, que se iba estrechando poco a poco hacia la parte más elevada. Toda la cuesta del Ángel estaba plagada de tiendas con útiles, orfebrería, complementos, telas y ropajes. Hacia la parte más alta se vendían comidas, miel, melaza, azúcar, sal, siropes, mermeladas, compotas, membrillo, encurtidos, salazones, higos secos, manzanas, ciruelas, borrajas, alcachofas, guisantes, garbanzos, judías; había condimentos y especias variadas: casia o canela, estragón, nuez moscada, pimentón, orégano, hinojo, cilantro, jengibre, hierbabuena, vainilla, menta, mostaza, tomillo, matalahúva, laurel, alcaparras o incluso azafrán, que era guardado con celo en cajas sobre las que a menudo se sentaban los tenderos; había hierbas aromáticas e infusiones como ajedrea, manzanilla, bergamota, abrótano, zarzaparrilla, ambrosía, poleo, ajenjo, artemisa, había incienso para quemar, romero, mirra. El aroma cambiaba a cada paso, cada matiz exaltaba una sensación diferente en el joven Fernán, tenso por la compañía que de mala gana acarreaba a su lado, en la persona de Triguero, pero que, no obstante, no JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios dejaba de abstraerse ante los fulgores de la bisutería y los colores de los puestos. El sol apretaba a esas horas, y ya se agradecían los parapetos montados por los tenderos para cuidar su mercadería. La cuesta del Ángel quedó grabada vívidamente en la memoria del joven Fernán, en su entrada triunfal a Toledo, a sumar a la excitación y a las aventuras de ese día, se añadía este recibimiento en olor de multitudes, agolpadas a ambos lados de la calle, ofreciendo sus productos. Todo en aquel día resultaba mágico y especial, a pesar de aquel tropezón en el foro romano y la sustracción de sus escarpines. Fernán seguía alzado a lomos de su mula guiada por Triguero, quien sostenía las bridas, haciendo los honores de palefrenero. Allí estaba él, como los grandes señores y dignatarios, entrando en la capital del reino, por la avenida de las especias y los aromas, de los lujos y las veleidades, donde se podía pasar de comer manjares a vestir ricas telas o a enlucirlas con platerías, escoltado por el jefe de los cuadrilleros. Sin embargo, todo aquello no eran sino ambages para el colofón de la jornada, un velo de seda que ocultaba la joya más preciada que encontraría Fernán en vida. El motivo por el que aquel día quedaría definitivamente impregnado en su conciencia, el motivo de su mayor felicidad, si bien, también de su mayor desgracia. A medio camino en la cuesta del Ángel se hallaba la Manzana del Sófer, compuesta de una puerta con una sinagoga anexa. A ambos costados de la puerta se distinguían ya los límites de la judería mayor, que daba acceso al corazón del arrabal judío. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Pasaron de largo esta puerta, donde había dos cuadrilleros a su vez, que saludaron con una sutil reverencia al líder de la manada. No dejaron de clavar la mirada en aquel muchacho atribulado cuya acémila guiaba su propio jefe, apodado Triguero. El camino no admitía pérdida, pues la Cuesta del Ángel no tenía callejones ni cruces ni ramificaciones; a ambos lados se hallaban respectivamente, a mano izquierda, el Alacava y a mano derecha, la Judería Mayor. Todas las edificaciones de espaldas a esta larga calle estaban adosadas, o bien cerradas por tabiques cortos de mampostería. No había huecos, no había grietas, si la masa cristiana, bien un enemigo exterior, acudían furibundos al asalto de la aljaima, estaría cerrada, literalmente, a cal y canto. Allí dentro, donde se mezclaban el aroma a almizcle con el de las deyecciones, se encontraba más seguridad que en medio del llano, esperando la embestida de algún enemigo, fuera formal o religioso, dispuesto a arrasar los cultivos, violar a las mujeres y secuestrar a los niños. Continuando la travesía a lo largo de la cuesta, entre más y más puestos de comida y consumibles, llegaron al llamado Arquillo de la Judería Mayor, puerta principal de acceso a la misma. Ni que decir tiene que había otros tantos esbirros de la cuadrilla. Al otro lado, el acceso principal al Alacava, donde los principales de entre la sociedad sefardita de Toledo atendían sus negocios y dineros. Triguero llevaba el rumbo fijo y eso hacía malpensar a Fernán, sin embargo, ¿qué alternativa tenía el pobre mozo?. Con un cuadrillero en cada esquina, poco iba a hacer intentando huir de Triguero. Antes de proceder a JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios penetrar en el Alacava, Triguero se paró en seco, a poco de la entrada, en un apartadero. Se dio la vuelta, y habló de nuevo a Fernán: ‒Antes de llevaros a la presencia de Hayyim, os he de preguntar algo. ‒Decidme.. ‒¿Cuántas fanegas facen un cahíz?. ‒… No, no lo sé. ‒Deberíais. ‒¿Por qué?. ‒No se vende la sal en cahíces en Toledo, nadie tiene tanto dinero, se vende en celemines o fanegas, si son para pueblos enteros. Mal os van a echar las cuentas si no domináis las medidas. ‒Yo vengo a hablar de dineros, no de pesos. ‒Llamaremos al Almotacén, para aclarar el entuerto, si no sabéis de pesos, ¿cómo sabréis los dineros que de verdad corresponden?. Triguero arrinconó definitivamente a Fernán, allí, lejos de las miradas inquisidoras de sus acólitos. No quería dejar pasar la JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios oportunidad de averiguar los maniqueos de aquel arrojado muchacho. De este modo, Triguero volvió a la carga: ‒Esos cabrones de calatravos son tercos y mohínos. Son cristianos feroces, no quieren tratos con judíos, cuando aparecen por aquí tenemos palos y arreones, ellos llevan sus negocios y nosotros los nuestros. Ahora respóndeme, en serio: ¿qué vienes a buscar a Toledo?. Dicho lo cual, Triguero sacó una fina daga del faldón y la puso en el pescuezo de Fernán, para seguir su alocución: ‒No es la primera vez que se manda a un niño a espiar en los arrabales. Los agarenos tienen la ciudad en la mira, ¡desde hace tiempo!. Es su obsesión recuperarlo para el califato. Luego hay fanáticos que quieren saber qué se hace en la aljama, dónde están las puertas y quién las guarda. Mucho dinero, joyas, oro. Hay demasiados moscones oliendo la rica miel que destila la judería. Mandan corderos a colarse en el rebaño, para abrir las puertas del aprisco a los lobos. ¡Responde de una vez, responde o te degüello!. El filo de la cuchilla aprisionaba el gaznate de Fernán, un escalofrío terrible recorrió su espalda de arriba a abajo. Apenas juntó saliva, para responder: ‒… Son, son amigos, el comendador y el médico… son amigos desde hace tiempo y hace poco discutieron, se pelearon y el comendador no tenía razón, es un hombre bueno, pero JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios testarudo. Me escapé de la Aceca para hablar aquí con el ilustre Hayyim, para que hicieran las paces. ‒¡Me tomas por estúpido, quién se puede creer eso!... el comendador y el médico judío, colegas y compañeros—Acto seguido, Triguero arrojó al muchacho bruscamente al suelo. Una vez allí, descargó un bofetón en la cara de Fernán—. ¿Do está ahora tu ingenio?. Habla de una vez, habla, ¡que te echo de pienso para mis puercos!. ‒Os juro que es la verdad, no tengo otra más que esa. El médico cuidó de mí desde pequeño, por indicación del comendador. ¡Son mi familia!. Triguero descargó una patada en el estómago del indefenso muchacho, que se retorcía de dolor en suelo: ‒¡Mientes desgraciado, qué pretendes!—Triguero levantó del suelo al empolvado Fernán, aún conmocionado por el agudo dolor en el vientre-. Al-Fakhar es un buen hombre, de hecho, es amigo mío, no vais a comprometerle por nada ni por nadie. ¡Quién te envía, dímelo, mocoso, que hoy no sales con vida de la judería!. El pobre Fernán apenas balbuceaba algo, presa del dolor y con el labio partido. Estaba aterrado como nunca en su vida, si quiera el ilustre Ordóñez le había causado nunca semejante pavor. Triguero hizo una última señal a sus acólitos, dejó a Fernán en el suelo, bamboleante, aunque aún manteniendo algo JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios de entereza. Triguero iba a descargar un último golpe sobre la cara del pobre Fernán, que permanecía en pie, cuando una suave voz interrumpió la escena que estaba a punto de consumarse. Era una voz femenina, muy joven, suave y melodiosa: ‒Hola Triguero, ¿vienes a ver a papá?. Triguero se giró, dejando al descubierto a la dueña de aquella agradable entonación. Fernán vio a espaldas de Triguero la criatura más hermosa del mundo, una adolescente de unos trece años, pelo rizado, por los hombros, ligeramente cubierto por una toca, ojos grandes, de color verde, levemente rasgados, boca carnosa y saliente, nariz amplia y apuntada, barbilla fina, mejillas rosadas y sendos hoyuelos. Era alta y estilizada, voluptuosa de senos, piel marmórea y muñecas finas con manos alargadas, nudosas. Portaba un brial ceñido y una capa de lino atada al cuello. Debajo del brial, una camisa descotada entallada en los codos.Acarreaba un cántaro con agua. Al desvelársele la presencia del pobre y aturullado Fernán, la muchacha emitió un leve grito, llevándose la mano a la boca en señal de sorpresa. Cruzó una mirada acusadora con Triguero, para después lanzarle un reproche: ‒¡Estás otra vez con tus maniqueos en la aljama, Triguero!. A ver: ¿qué delito ha cometido este pobre muchacho? JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒Son asuntos de la cuadrilla, Raquel, no pasa nada, el mozo se ha intentado colar sin pago—respondió a estas razones Triguero. ‒Os llevo siguiendo desde la cuesta de los Ángeles con el cántaro en brazos, mientras tú guiabas la mula de este mozo. Os he perdido la vista la girar en el arquillo, y cuál es mi sorpresa, al encontrarte aquí dando una tunda al muchacho que hace unos instantes escoltabas al interior. ¡Eres incorregible!... ‒No te preocupes, no le daremos más. ‒¡Júramelo, por lo más sagrado!. ‒¡Lo juuuuro!. No te preocupes. ¡Cuadrilleros!—se dirigió a sus acólitos—, largad al mocoso de la ciudad, con su burra y de una pieza, ¡¿entendido?!. El pobre Fernán, tullido a golpes y atemorizado, no se atrevía a hacer ni un desplante más, a la vista del brillo de la daga de Triguero y la dureza de sus nudillos, no le quedaba otra que resignarse a su suerte. Mientras se sacudía el polvo de las telas, sorbiendo la sangre de la nariz, protagonizando una escena de indigencia sin par, se deslizó de su faltriquera el legajo que había recibido de manos del insigne Hayyim. La hermosa joven, de nombre Raquel, miraba con ternura y compasión al desventurado Fernán, que tan altivo se mostraba un rato antes, a tiempo de ver caer al suelo el papelito que portaba consigo. Dos fornidos cuadrilleros agarraron de los brazos al muchacho JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios de la Aceca y se encaminaban con el mismo de vuelta al arquillo, mientras la joven se acercaba a recoger el legajo del suelo, presta a devolverlo a su portador. Medio desdoblado como estaba el legajo, la muchacha reconoció la seña inscrita en él. Detuvo sus pasos, para leer con detenimiento el contenido del mismo. Acto seguido gritó a Triguero y sus secuaces: —¡Alto!. Todos se dieron la vuelta al instante, la joven Raquel se acercó a ellos, circunspecta, leyendo de viva voz el contenido del papel, lógicamente, traducido del latín: ‒“… sirva la visa presente de santo y seña del portador: don Fernán García de la Aceca, para que tenga acceso, libre y en paz, a la aljama y a mi casa, allá en Toledo, que es menester, como amigo y allegado que es de mi persona…”. Explicadme, Triguero: ¿qué hace este mozo con el labio partido, portando un salvoconducto del puño y letra de mi propio padre?. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios CAPÍTULO III. DOS AMAPOLAS EN UN TRIGAL JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios El ilustre Ordóñez se encontraba de pie, apeado de su montura, en la puerta del Cambrón. Escoltado por dos freires y con rostro serio, el sol apretaba bastante a esas horas de la sobremesa. Y es que el ilustre Ordóñez no tardó en hilar cabos al poco de notar la ausencia del joven Fernán de la Aceca. Si a esto añadimos una nota dejada por el mozo, denotando su intención de acudir a Toledo, a disculparse, en nombre del Calatravo, de las ofensas e improperios recibidos por el insigne Hayyim, el comendador pudo tener preclara intuición del paradero del muchacho. Los soldados de la puerta no mascullaban palabra y, evidentemente, no iban a impedir el paso a un freire calatravo, máxime un comendador. Sin embargo, no era la intención del ilustre Ordóñez entrar aún a la aljama de Toledo. Antes bien, quería algo de información. Se aproximó a los tres cuadrilleros blandiendo esa expresión inconfundible de perro enjaulado que solía acarrear. Los cuadrilleros, por su parte, eran los que ahora tragaban saliva. A tiempo de arrimarse a uno de ellos, el comendador preguntó en voz alta: ‒Trece años, montaba mula, ropas limpias, cabello oscuro, ondulado, gasas encordadas en las muñecas. Porte elegante y mucho más inteligente que vosotros, garrulos: ¿dónde está?—El ilustre Ordóñez no se andaba con rodeos. ‒No hemos visto a tal mozo—respondió el más avezado de los tres cuadrilleros. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒¿Acaso he dicho yo que no fuera una moza?—El ilustre Ordóñez había liado al cuadrillero. ‒Lo… lo he supuesto. ‒No se os paga por suponer, cuadrillero, se os paga por haraganear a la sombra de estos muros, ramoneando miserias a los pobres diablos que acuden a la ciudad. Decidme, sabandijas, que el “mozo” no ha podido entrar a Toledo sin vuestro conocimiento: ¡¿Dónde está?!. ‒No lo hemos visto…—respondió una vez más el líder del terceto, seguro de sí mismo. Antes de poder reaccionar, el avezado cuadrillero recibió un puñetazo en la cara del recio comendador, quedando inconsciente en el acto. Se dirigió al siguiente: ‒Volveré a preguntarlo, una sola vez, después, será mi espada, y no mi puño enguantado, lo que use con vos… Los cuadrilleros contaron inmediatamente al calatravo lo sucedido en la mañana, y como finalmente el muchacho había sido conducido al interior por su jefe Triguero. El ilustre Ordóñez siguió los pasos del joven Fernán hacia la judería menor: el Alacava. Penetró por el arquillo acompañado de su escolta, bajo la atenta mirada de los sefardíes que allí trabajaban o desarrollaban sus negocios. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Largo rato antes, en el dispensario del insigne Hayyim, se habían reunido el desventurado Fernán, de la mano de la hermosa muchacha Raquel, escoltados por el errático Triguero. A su llegada al dispensario, el depauperado aspecto del muchacho supuso un susto notable al médico judío, quien recibía la sorpresiva visita del joven Fernán, acompañado de sus moratones y cortes. Acomodaron a Fernán en una planta superior privada, mientras Raquel le prestaba unos primeros auxilios por las magulladuras de que había sido víctima. Mientras tanto, Triguero y el insigne Hayyim conversaban en el dispensario: ‒Maldita sea, Triguero, no podéis seguir tratando a trompicones a la gente. Menos a un simple mocito como este— decía indignado Hayyim. ‒Lo siento, Hayyim, sabes que no soy hombre de buenos modales, pero sí de buena intención. Ya hemos encontrado a varios muchachos enviados a espiar y dar parte del Alacava y aledaños. Hay varias personas detrás de la judería, incluyendo a otras cuadrillas. ‒Entre todas la cuadrillas estáis convirtiendo Toledo en una ciubad de perdición, de juego, extorsión y de putas. Ya no se sabe quién manda en las puertas, si el alcaide, el merino, el arzobispo o las cuadrillas. ‒Cada cuadrilla sirve a un señor, aunque nunca se reconozca: los de Zocodover sirven al merino don Gimeno de Cogulla y al JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios almotacén real, don Silverio de Espartales, manejan la puerta del Al—Qántara; la cuadrilla de Santiago manejan los arrabales y sirven al alcaide mozárabe, controlan la puerta de Bisagra… ‒… Quieres decir Bab—Shakra. ‒Como sea, Toledo es cristiano y llamamos a las cosas en román. La cuestión es que las Puertas Bisagra y Almofala son controladas por ellos, tienen más gente que nadie y son muy territoriales. Sin embargo, los últimos son los peores: la cuadrilla de San Martín, los amigos del arzobispo, a ese bastardo le gusta tener oídos en todas partes. Son unos fundamentalistas, cada vez más, algún día terminarán creando una secta, os lo juro, y prenderán a gente para hacerla arder en la hoguera, si no, al tiempo. Mandan cuervos a olisquear lo que se mueve en la judería, como no pueden pasar por medio de nuestro barrio, dan un rodeo para entrar por la puerta. ‒Triguero, el muchacho llevaba un salvoconducto de mi puño y letra… ‒Ardites semejantes a ese ya los he visto, hay gente muy fina por ahí fuera, intentando meter mano en los negocios y riquezas de la judería. Muchos sefarad han llegado a Toledo huyendo de la represión almohade en Al—Ándalus, gentes pudientes y preparadas. Todos ellos, acogidos en Toledo y alrededores, con la venia del Nasí de los judíos, bajo el protectorado del rey Alfonso VIII de Castilla. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒Pasas demasiado tiempo al lado del Nasí y el consejo de ancianos, se te suben los humos a la cabeza, Triguero, no tienes que demostrar nada. El servicio de tus cuadrilleros a mi gente aquí en Toledo es un hecho contrastado. Pero tus métodos se están volviendo crueles y desalmados. ¡Mira cómo has dejado al pobre Fernán! ‒Se recuperará… ‒Cuando venga a buscarle su tutor calatravo, tal vez debas ser tú mismo quien de las explicaciones oportunas sobre el estado del pobre muchacho—decía el insigne Hayyim, señalando con el dedo acusador a Triguero. Triguero guardó entonces silencio, refunfuñando para sus adentros, afortunadamente para él, pues estaba a punto de proferir unas cuantas lindezas en contra de los calatravos, cuando se descorrieron las cortinas de la entrada, dando paso a la recia figura del comendador de la Aceca. Triguero notó un escalofrío recorriéndole la espalda. Fue entonces que el comendador habló: ‒¿Dónde está el muchacho?... ‒Está arriba, está siendo atendido por mi hija, me alegro de veros por aquí, ilustre comendador. ‒Atendiendo al muchacho ¿de qué?—El comendador hacía alarde de su legendaria tosquedad. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒De unos golpes, ha tenido un encontronazo con unos muchachos de los arrabales—respondía Hayyim, mientras Triguero guardaba silencio y miraba hacia la ventana en busca de salidas de emergencia. ‒¿Cuadrilleros?... —preguntaba, inquisidor, el calatravo. ‒… No sabemos, ya nos dirá algo el chico, ha llegado poco antes que vos, así que le hemos subido de paso. Una alegría teneros por aquí entre nos, si me permitís decirlo. ‒Exijo verle. ‒Ahora mismo, dejémosle asearse un poco y reparar sus magulladuras. Mi hija le está atendiendo, estará bien. Permitidme ofreceros algo, hace un calor de mil demonios, tengo algo de fruta fresca, agua y vino. Triguero, ten la amabilidad de dejarnos, por favor—El insigne Hayyim pretendía dar cobertura a Triguero para que este abandonara el lugar. Triguero se encaminaba a la puerta, cuando el malhumorado comendador puso el brazo en el marco, cortando el paso, a la vez que respondía: ‒Agradezco vuestra invitación, Hayyim, sentémonos los tres, no obstante. Hace tiempo que quería conocer al famoso “Triguero”, de la cuadrilla de San Román—respondió el calatravo, alargando la mirada hasta clavarla en el cuadrillero jefe. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios En la estancia superior se hallaban el joven Fernán y Raquel, recuperado ya del susto inicial, el mozo observaba fijamente a la muchacha. Era su ángel salvador, le había rescatado del maltrato de Triguero, le tomó de la mano hasta su casa y ahora, con delicadeza, lavaba sus heridas y contusiones. Tenía presentes sus facciones y la tersura de su piel; tal era así, que al cabo de unos instantes notó una notable erección en su entrepierna, algo que a duras penas podía ocultar. Tan abultada era la cuestión, que la joven Raquel esbozó una pequeña sonrisa: ‒No os emocionéis, tan solo os curo las heridas, joven Fernando—espetó Raquel. ‒No sé cómo agradeceros vuestra ayuda. ‒Debéis disculpar a Triguero, es un buen hombre, ha peleado muy duro por sacar adelante a sus amigos de la cuadrilla, y nos presta gran servicio aquí en la aljama. Son malos tiempos, los muros se engrosan y la gente se emboza en sus adentros. ‒… Sois hermosa—Fernando tenía la sinceridad entre sus virtudes. ‒Gracias, es todo un halago—La joven Raquel se sonrojó levemente. ‒Muy hermosa, quiero decir… JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒No es necesario que lo insinuéis más—La muchacha, a esas alturas, sonreía radiante. ‒Os escribiría un poema en romance. ‒¿Acaso sois juglar o escribano?. ‒Sería lo que vos desearais, pero se me da mejor escribirlo que cantarlo. ‒Qué edad tenéis, se os ve muy maduro. ‒Trece años. ‒Casi sois un hombre. ‒¿Y vos, qué edad tenéis?—el joven Fernán estaba desatado ante la contemplación de Raquel. ‒¡No seáis entrometido!, no es de buena educación preguntar a una dama por su edad. ‒Sois toda una mujer, ya se os ve, os juro no haber presenciado nunca un acontecimiento de la naturaleza semejante. Pedidme algo, por favor, deseo serviros… ‒En ese caso… ¡de acuerdo, arrojaos por la ventana!. ‒Si es acaso lo que deseáis. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒¡No, estúpido, qué hacéis!—Fernán había hecho el amago de arrimarse al alféizar—, ¡alejaos de la ventanay volved aquí!. Qué clase de loco es el que ha llegado desde la Aceca. Sois un caballero singular… La mención por parte de Raquel de la palabra “caballero” para dirigirse al joven Fernán enardeció su ánimo. Ya no había heridas ni restregones de qué dolerse. Se sentía capaz de enfrentarse a Triguero y toda su cohorte de pardillos, todo por causar admiración en aquella hermosa joven. Sin duda, aquel muchacho lívido y elegante de la Aceca, de tan peculiar carácter como destacada nobleza, empezaba a sentir los hormigueos y la fascinación de su primer amor. A pesar de la magia del momento, el joven Fernán mantenía un priapismo considerable, además de un irrefrenable deseo de arrojarse sobre la muchacha. El joven sabía de las coyundas de los ayos de la Aceca, incluso de algunos de los freires, pese al voto de castidad. Tenía bastante claro lo que quería hacer, si bien, hasta entonces, casi nunca se sintió realmente atraído por ninguna mujer en especial, salvo un par de lavanderas descocadas a la vera del Tajo, el verano anterior. Daría lo que fuera por poder yacer en aquel mismo instante con aquel ángel de fina piel, llamado Raquel. El mundo se había consumido a su alrededor, ya no existían los viejos mitos en los que tanto creía, se olvidó de sus lecturas, de las maravillas de Toledo, de la probable bronca de su tutor el comendador, de su idealizada madre incluso. En aquellos momentos, el joven Fernán encontró el sentido a su existencia. Podría ser exagerada, semejante JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios afirmación, pero, a la postre, no cabría duda alguna. Raquel, por su parte, auscultando al muchacho, reparó en las sucias gasas que envolvían sus muñecas: ‒¿Qué son estas gasas que portas en tus muñecas?. ‒No son nada. Una vieja herida…—Fernando las apartó oscamente, ocultándolas tras su espalda. De repente, la explosión de excitación previa se disipó como la niebla, como hojarasca arrastrada por el viento. El joven Fernán volvió a sentarse en el reclinatorio, agachó la cabeza y quedó en silencio. En aquel momento, Triguero entró en la estancia, a dar aviso a la joven pareja: ‒El comendador de la Aceca está aquí, ha venido a buscar al mozo. Breves instantes después, bajaron ambos dos, seguidos de Triguero. El ilustre Ordóñez había tomado algunos vasos de vino y reía, junto al insigne Hayyim . Hablaban de política Alfonsina y de cosas banales, olvidados ya, en apariencia, los motivos de la discusión de unos días atrás. A la vista de los moratones del joven Fernán, el calatravo trocó el gesto: ‒¡Pero, hijo mío, quién ha hecho esto, quién te ha causado semejante mal!—decía el calatravo. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Triguero tragaba saliva, después del trato que había dado al pobre chico. ¿Qué le impediría ahora, delante del mismo comendador, delatar al causante de semejantes magulladuras?: ‒Nada de importancia, mi señor—respondió el joven Fernán—, una pandilla cerca del circo romano, me acerqué a visitarlo y había unos mozos. Me preguntaron de dónde era, yo les dije que de la Aceca. Ellos entonces insultaron a la orden, decían que los calatravos son demonios malévolos. Yo no podía permitir que insultaran a la orden, así que nos peleamos y yo salí malparado. En la entrada me atendió Triguero, a la vista de mi salvoconducto, firmado por el tío Hayyim, él mismo me escoltó hasta aquí. Triguero respiró aliviado. El joven Fernán demostraba su nobleza. El ilustre Ordóñez no acababa de creerse la historia, mas no le quedaba otra, pues no iba a entrar a discutir el testimonio del muchacho. Antes de llegar a más conclusiones, el insigne Hayyim intervino: ‒No se hable más, sois mis invitados, por favor, aceptad mi hospitalidad, es la primera vez que nos reunimos aquí en Toledo, gracias a la buena voluntad del joven Fernán García de la Aceca. Estamos en la Peshá, celebremos la Pascua con nuestros hermanos cristianos, la liberación de los israelitas del cautiverio y la esclavitud. Al ilustre Ordóñez, la invitación del insigne Hayyim le sobrevino de manera inesperada, embriagado como estaba, de JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios vino perfumado, feliz, de ver de nuevo a su querido Fernando, de la mano de su forzado amigo, aquel brujo judío Toledano capaz de revivir al más enfermo de los mortales. Intentó resistirse en vano a la invitación, si bien, finalmente accedió, para mayor alegría de la camarilla circundante. Aquella tarde se cerró el despacho del insigne Hayyim antes de lo habitual. El comendador dio orden a su escolta de tornar a la Aceca, idea que fue acogida con recelo por sus hombres. Al llegar al arquillo del Alacava, Triguero se despidió del séquito, pues se sabía no del agrado del calatravo y además, el sentimiento era mutuo. Se acercó a dar la mano al joven Fernán, a modo de despedida, a la vez que le espetaba lo siguiente: ‒Ha sido un placer y un honor haber conocido a tan valiente caballero, don Fernán. Desde hoy, la Puerta del Cambrón siempre estará abierta para vos—al terminar la declaración, le hizo un leve guiño al joven Fernán, en señal de complicidad. Acto seguido, penetraron en la judería mayor de Toledo. El escenario cambiaba por completo. Calles estrechas, más si cabe, con adarves por doquier, un laberinto de puertas y ladrillos en los que se perdía la vista y la orientación. Todos miraban con recelo al calatravo, que acompañaba al insigne Hayyim . Un freire calatravo en la aljama de Toledo era asociado a problemas por todas aquellas gentes. Nada más lejos de la realidad, el ilustre Ordóñez se sentía relajado y feliz, deseoso de enjuagar la garganta con algo más de vino aquel día soleado. Viviendo siempre entre las sombras de la meditación, el rezo y la JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ordenación, encontrar algo de espacio para dispersar los pensamientos y la comendación era algo que agradecía el calatravo. Por su parte, el joven Fernán se sentía sorprendido por la actitud del ilustre Ordóñez, dicharachero y distendido. Rara vez le había encontrado en semejante estado y con esos humores. Si bien, el rosado de sus mejillas y nariz delataban lo que iba a ser una melopea notable, lo que explicaba gran parte del alborozo del milite. Además, el joven Fernán aún recordaba el desplante que había hecho a Raquel un rato antes en la sala ambulatoria. No había cruzado palabra alguna con la muchacha desde entonces; se sentía muy mal por aquello, torpe y antipático, a cada paso, a cada instante, penetraba más en sus pensamientos la idea de que de su ineptitud le alejaba de Raquel. Y, cuanto más lo rumiaba, más se enrocaba en su estúpida postura. Llegaron a la suntuosa casa de los Al-Fakhar , allí vivía el insigne Hayyim con su madre Shula, y su hermano Abdel. Abdel estaba casado y tenía varios hijos. Todos vivían cómodamente en aquella casa. La planta era ancha, tenía tres alturas, instalaron confortablemente a los invitados en el amplio patio interior, rodeados de helechos y lentiscos. Unas toldas protegían de la solanera exterior, que ya declinaba a esas horas, generando en su interior un frescor notable. Hayyim se ausentó junto a su hermano apenas una hora, a asistir sus rezos en la cercana Sinagoga del Tránsito, excusaron JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios a las mujeres para que atendieran debidamente a los invitados. El joven Fernán no probaba bocado de entre las viandas que les estaban siendo servidas, suspirando por ver aparecer entre las vidrieras del patio a la hermosa Raquel. Por otra parte, el ilustre Ordóñez daba buena cuenta de todo aquello, sobre todo del vino, cada vez más embriagado y desconectado por completo de sus obligaciones. A su retorno, el insigne Hayyim y su hermano se unieron a la fiesta particular del ya etílico Ordóñez, que hacía alarde de hechuras para almacenar litros y litros de vino en su interior, sin llegar a desplomarse. Finalmente, iniciaron la ceremonia del Séder, previa a la cena ritual de la Pascua, entonaron varios plegarias y bendiciones ya todos juntos. El joven Fernán se sentía más aliviado ahora que se había unido a la cena su escurridiza amada, a quien miraba furtivamente situada en el otro extremo del corro que habían formado. La veía bromear y juguetear con cariño con sus primos, de quienes estaba secundada, con una frescura encomiable. En un par de ocasiones, el pobre Fernán se descubrió a sí mismo ensimismado, embobado en la observación de Raquel, cuando un trompicón en la espalda, dado por la ancha palma del ilustre Ordóñez, le sacaba de sus ensoñaciones. A la vez, el calatravo gritaba: ‹‹...¡Este es mi muchacho, este es mi Fernán, cómo quiero a este desgraciado!...››, reivindicándose en el amor y en una cierta exaltación de la amistad, algo muy propio en aquellos momentos. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios La noche estaba ya muy entrada, los ánimos empezaron a declinar, el ahora no tan ilustre Ordóñez daba serias muestras de embriaguez y empezaba a cerrar los ojos, igual de Abdel. No así el insigne Hayyim, que no era especialmente aficionado a los festines. Retirada la cena, se sirvió un té para los comensales, a la vez que se iniciaba la parte más densa y trascendental de las múltiples conversaciones y chanzas que se habían desarrollado hasta ahora. Abdel y el etílico Ordóñez estaban, hombro con hombro, disfrutando de un té con licor y profundizando, junto a Hayyim, en los aspectos más fundamentales de la vida y la existencia humana, de la mando de las interpretaciones del Talmud, los mensajes de la sagrada Biblia en un batiburrillo de comentarios y anotaciones estúpidos, deslavazados, propios de gentes que disfrutan de una cogorza conjunta. Hacía un rato que el joven Fernán había vuelto a perder de vista a su hermosa Raquel, toda vez que se levantaron las mujeres a retirar la mesa, mas no se atrevía a moverse de su sitio. No se perdonaría a sí mismo que terminara la jornada sin volverle a hablar.¿Y si Raquel se retiraba ya a su habitación, y si se limitaba a dar las buenas noches, sin más y a perder aquel instante, tal vez, para siempre?. Al pobre Fernán le latía el corazón de manera compulsiva, se sentían angustiado y tenía un nudo en el estómago. Fue entonces, que notó la tersura de una mano de piel fina sobre la suya, algo fría, lo que le sobresaltó ligeramente. Al JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios girar la mirada, encontró a su espalda a Raquel, mirándole fijamente, mientras le decía: ‒Ven conmigo… Probablemente ninguna fuerza conocida por el hombre habría podido retener en su sitio al joven Fernán ante esta invitación. Acompañó de la mano a su querida Raquel, escaleras arriba, emocionado, absorto, embriagado de alegría. Había vuelto, su ángel había vuelto y le había tomado de la mano. Llegando a la tercera planta, una irregular puerta de madera simplemente empotrada, daba acceso a un altillo desde el que se alcanzaba a ver todas las azoteas de la judería, y allí, en la distancia, la gran mezquita, ahora catedral, junto al palacio real. Fernán quedó boquiabierto por unos instantes, a la vista de tan hermosas panorámicas. La ciudad estaba muy oscura, evidentemente, pero el tenue baño de luz de la luna en cuarto creciente, y las múltiples hogueras, antorchas y lámparas que se encendían en todos los hogares producían un efecto lumínico particular y hermoso. Aquella escena solo pudo ser interrumpida por la muchacha, de nuevo: ‒¿Te gusta?—preguntó Raquel al patidifuso Fernán. ‒Me encanta, es precioso. ‒Creía que os había ofendido después de preguntaros por lo de, ya sabéis, lo de vuestras muñecas. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒No no, perdonadme, al contrario, soy yo quien os ha ofendido. Creía que no me volveríais a dirigir la palabra debido a mi tosquedad. ‒Sois un joven peculiar, Fernán García de la Aceca. ‒Vos sois el ángel más hermoso que nadie ha podido hallar—A Fernando se le volvía a calentar el morro. ‒¡Otra vez con esas!, decidme, qué me queríais escribir, si no sois trovador ni armado caballero. Yo por mi parte, soy una simple judía de Toledo. ‒Os equivocáis, sois el remanso de paz en el río revuelto… ‒Seguid, Fernán, sois agradable al oído. ‒Sois… sois la frescura de la mañana de Agosto, el rumor de los ruiseñores al amanecer, el aroma a lavanda en la campiña, el fruto maduro de un cerezo, el jazmín de los naranjos… sois como girones de nube en el cielo, la riqueza de los pastos, el anhelo de los sueños…sois, como una amapola en un trigal. ‒¡A fe mía que seríais un gran trovador! ‒Seré trovador por vos, Raquel, seré lo que queráis que sea. ‒Basta ya de esa martingala de ser lo que yo desee. Habladme, ¿do están vuestros padres?. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒Mi padre es don Pedro García de Aza, señor de Lerma por designación real. Mi madre, es una hermosa y noble religiosa de aquí de Toledo, mas vive profesando su fe en Cuevarrubias, allá hacia Burgos. ‒Sois bastardo… perdón, ilegítimo. ‒A los ojos de Dios, sí, me temo. Mas el ilustre Ordóñez me ha dicho que, mediante el rezo y la estricta observancia de las reglas cistercienses, no tendré problema en alcanzar la salvación. ‒Es un buen hombre, se nota que os ama. ‒Es rudo, tosco, fervoroso, pero también noble, honesto e igualitario. Nadie trata mejor a sus collazos de lo que lo hace él mismo. Es generoso, no guarda caudales para sí, como hizo el anterior comendador. Es hombre recto y valiente. Ha combatido a los moros en muchas ocasiones, porta grandes cicatrices. No se comporta como un señor, con desprecio y altivez hacia el vulgo. ‒Habláis muy bien para vuestra edad, no hay muchos mozos con vuestra verborrea. ‒Siempre me han gustado las letras y los escritos. Me aburren las peleas y las espadas. Los mozos de la Aceca están todo el día en esas, cuando no trabajan el campo y cuidan de las recuas, a darse palos con espadas de madera. El ilustre Ordóñez se JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios empeña en que aprenda del uso de la espada, llevo dos años con ello, mas no me gusta demasiado. ‒Pero sois valiente, habéis hecho el camino hasta aquí, solo para reconciliaros con mi padre. Eso es muy noble de vuestra parte. ‒De haber sabido de vuestra existencia, me habría dejado golpear por Triguero tantas veces como fuera necesario… solo para entrar por el arquillo a veros. ‒¡Ja ja ja!, basta de galanterías, joven García, no es propio recibir estos halagos aquí en la soledad de esta terraza. ‒¿Y vuestra madre?, no quería preguntaros. ‒Mi madre…—La joven muchacha suspiró—, murió dando a luz, de camino desde Granada hasta aquí. Mi padre nunca habla de ello. Dice que era la mujer más hermosa del mundo. ‒Como vos… ‒¡No tonto!. Era la más hermosa y la más buena. No se puede llorar por una madre que no has conocido, ¿verdad?. ‒Se pude llorar por la desgracia de no tenerla a su vera. ‒Tenéis respuesta para todo, ¿no es así?. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios La abuela Shula llamó a la joven Raquel entonces, era hora de retirarse a sus aposentos, los hombres quedarían allí tendidos, divagando el resto de la noche, recostados entre cojines, al calor de la embriaguez que abrigaba sus cuerpos y enturbiaba sus mentes. Antes de retirarse, la joven Raquel alcanzó a besar la mejilla del joven Fernán, mientras le decía: ‒Ha sido un placer conocerte, valiente Fernán. Buenas noches. El muchacho ya nunca olvidaría aquella noche mágica, aquel día en el que se trastocó su vida al encontrarse con Raquel, la judía Raquel. Una extraña carambola del destino acercaba a un comendador calatravo, a un hijo ilegítimo y a un judío eminente de la aljama toledana, para toparse de lleno con el amor de dos críos. El joven Fernán acudió a recostarse al lado de su soñoliento tutor, en las proximidades de un coma etílico. Se arrinconó junto a él, sin ser capaz de conciliar el sueño durante el resto de la noche, con la mirada en las estrellas, donde, a cada rato, parecía contornear o leer las facciones de la judía de sus amores. Amaneció el comendador con una resaca épica y un mal humor de mil demonios. Se azoró en salir de la casa de Hayyim, de vuelta a sus quehaceres en la comendadura. De la mano iba casi el joven Fernán, con los ojos abiertos como platos, rojos, de no haber conciliado el sueño durante la noche. No dejó el tosco calatravo de renunciar a sus buenos modales, despidiéndose oportunamente de todos los miembros de la casa, JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios especialmente de la abuela Shula y de los jóvenes primos de Raquel, entre los que repartió algunos mencales. Salió como un rayo hacia las caballerizas donde habían dejado las monturas la tarde anterior. En el camino por el adarve, se topó con el insigne Hayyim, quien conversaba con algunos notables de la aljama, cerca de la manzana del Sofer. Con el estilo y la psicología de los que siempre hacía gala, se acercó al calatravo para pausar su agitada marcha: ‒Veo que vais con prisa, ¿Me permitís acompañaros?, quisiera departir con vos—decía Hayyim. ‒Adelante—respondió el calatravo, caminando, algo más despacio. mientras seguían ‒El chico, Fernán, ¿está mejor?. ‒Algo debió beber anoche que le ha sentado fatal, no ha conciliado el sueño y está muy raro, embobado, estoy por darle una guantada, no me gusta cuando se porta así… ‒Han sido muchas emociones, entendedlo. Creo que le gusta Toledo. ‒¿Qué queréis decir?. ‒Mi madre dice que es un mozo estupendo, bien formado, educado, hermoso… bueno, eso ya son cosas de mujeres. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒… Qué quiere, ¿acaso casarlo con alguien?. El pobre no tiene dote, solo una tontuna enorme en lo alto de la cocorota. ‒La familia está encantada con él. ‒Ha sido bien educado, para ser un buen hombre. ‒Sin duda, muy bien formado, en letras también. ¿Os habéis fijado en cómo habla?. ‒Habla como se le ha enseñado. ‒¿Y en cómo escribe? He leído las cartas a su madre, son hermosas. ‒¿Habéis leído sus cartas?. ¡Demonios!, pues a mí nunca me las muestra… ¡mi cabeza va a explotar!. Y vos, para colmo, me la estáis llenando de pájaros. ¿A dónde queréis llegar?—El ilustre Ordoñez frenó en seco en ese mismo instante. ‒El rey Alfonso de Castilla busca trovadores y escribanos para su corte. Quiere escribir sobre fechos, gestas, quiere poetas entre sus adláteres. Quiere crónicas, narrarle al Papa sobre los avances de la reconquista, sobre los méritos conseguidos. Trae maestros de toda Europa a su escuela catedralicia de Palencia. Está formando un núcleo de poder real y, para ello, necesita ministerios, gente docta, capaz de llevar la palabra y la épica de Castilla y de su rey hasta los confines de la tierra. ‒No os entiendo. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒Nuestro amado rey don Alfonso es un hombre sabio, además de guerrero. Hay más reyes cristianos combatiendo en la península, quien más goce del favor de Roma, de Aquitania, de Inglaterra, será quien reconquiste Hispania a los moros. El favor se consigue divulgando las virtudes que le hacen a uno merecedor de tales dignidades. Los mensajes se montan sobre un caballo y son entregados por un heraldo. Allá en su destino, son leídos delante del regente de turno. Son cantados en la liturgia de las plazas públicas, sobre los altares y cadalsos. Es en la fuerza e intensidad de esas líneas do está la clave para seducir a los aliados. La gloria y la épica no solo se conquistan, mi buen Ordóñez, también se escriben, más aún, se cuentan. ‒Y bien, ¿qué proponéis?... ‒Estoy promoviendo con el consejo de ancianos y el Nasí la creación de una escuela de traductores: latín, hebreo, árabe… tal vez romance. En realidad, hace largo tiempo que hay que se hacen traducciones aquí en Toledo, algo a lo que, orgullosamente, ha colaborado mi gremio. Lo que pretendemos es algo más, a edificar, a construir y a consolidar. Mi propioa hija formará parte de ella, yo mismo la estoy formando. Asimismo, podríamos formar al muchacho, puede ser un gran letrado para el rey. Es una noble salida para él. ‒¿Más que la orden, queréis decir?. ‒No quiero decir eso, pero está por encima de nosotros la voluntad del rey: ¿qué mejor logro que apoyar a su causa?. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒No voy a tomar en serio vuestras argucias, me tomáis por estúpido, pero os lo puedo consentir, dado que vos, al igual que yo, deseáis lo mejor para el muchacho. ¿Creéis poder ofrecerle mejor vida que la devoción a Dios y la lucha por la Santa Madre Iglesia?. ‒No, no es eso, tan solo que… ‒… Es así, Hayyim. Hay muchas formas de servir a Dios, no todas han de usar la espada. En aquel momento el ilustre Ordóñez llevó la mirada al joven Fernán. El muchacho estaba apoyado en un esquinazo, meditabundo, con los ojos colorados y mirando a las palomas revolotear: ‒¡Demonios!… ¿qué le habéis dado al chico que parece estar pasmado?—volvió a insistir el calatravo. ‒Creo que ha bebido el néctar que destilan los encantos de mi hija Raquel; no es el primer polluelo que se distrae viendo pasar a esa polla. ‒Dejadme pensar en ello… siempre creí que el muchacho sería un ardiente caballero. ¡Malditos judíos, siempre lo embarullan todo!. Dicho lo cual, dio un respingo el calatravo, dando la espalda a Hayyim, a tiempo de sopapearle con la larga capa al girarse bruscamente, para dejarlo allí plantado. Acto seguido, propinó JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios un coscorrón al joven Fernán, para sacarlo de su ensimismamiento. El muchacho reaccionó de golpe, saliendo detrás de su tutor a paso ligero. Se giró brevemente para decir adiós con la mano a Hayyim, quien permanecía, sonriente, en el fondo del callejón. El ilustre Ordóñez y su joven secuaz, de nombre Fernán, retomaron sus monturas y salieron a toda prisa de Toledo. En la puerta del Cambrón había un cuadrillero con un ojo amoratado, de los de la jornada anterior, a quien miró el joven Fernán, para acto seguido hacer chanza y burlas del mismo. Se tomaba venganza, de forma irónica, aquel mozo altivo de la acémila, por las afrentas de la jornada anterior. Vigilaba Triguero, desde los adarves de la puerta, la salida de ambos dos. Durante el retorno a la Aceca, el ilustre Ordóñez no mentaba palabra, pensativo y ofuscado. El joven Fernán no permaneció ajeno a este extremo, intuyendo que algo consumía por dentro al recio calatravo. Así avanzaron casi dos leguas, hasta que, mediado el día, el ilustre Ordóñez frenó en seco sobre su montura. Se dirigió en aquel mismo momento al joven Fernán: ‒Irás a Toledo, a formarte en letras. No se hable más… Y siguió su camino, tras espolear su caballo. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios CAPÍTULO IV. EL JUICIO DE UN INOCENTE JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Nadie acogió la idea de acudir a formarse a Toledo tan bien como el propio Fernán García. De este modo, empezó a visitar frecuentemente Toledo entre semana. Allí, el insigne Hayyim le abrió las puertas de su hogar, acogido en una estancia, junto a dos de los hijos de su hermano Abdel. El joven Fernán era muy querido en la casa, por sus modos refinados, su elegancia natural, por su naturaleza sosegada y bondadosa. La abuela Shula le tenía un cariño especial. Le preparaba dulces y suculentas comidas, si bien, el pobre Fernán no era un glotón, como la mayoría de miembros de aquella familia. Vivía un sueño continuo, del que no quería despertar; estaba aprendiendo hebreo, árabe y latín, tenía acceso a muchos libros y manuscritos, cartas geográficas de los musulmanes, poemas vernáculos de tierras lejanas, escritos en otros tiempos, narraciones épicas, filosofía, ciencia. Era increíble el fondo bibliográfico que almacenaba en su seno el Alacava. Se habían acabado las escrituras, las aburridas traslaciones de los evangelios o las hagiografías tan presentes entre los mamotretos de la comendadura. Por el contrario, allí en Toledo tenía acceso a muchas fuentes, se asombraba con la geografía y el tamaño del mundo, medido por un tal Ptolomeo, las enseñanzas de los antiguos griegos, interpretadas por un tal Averroes, que vivía en Córdoba por aquellos tiempos; tratados de artes, ciencias, astronomía, filosofía… en una era de oscuridad, Toledo era una lámpara encendida en el corazón de Castilla. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Mucho más agradecía el muchacho las horas que pasaba al lado de su amada Raquel. La joven, por su parte, siempre prestó más atención al dedicado Fernán que a los múltiples moscones que la soleaban de continuo. El insigne Hayyim se vio obligado a rechazar algunas peticiones de mano, incluyendo generosas dotes, de gentes acaudaladas de la región. No es menos cierto que el propio Hayyim también mantenía y acrecentaba su cariño por el joven Fernán a cada día que pasaba, viendo con buenos ojos los arrumacos y galanterías que se traían los dos incipientes amantes. La abuela Shula, por su parte, vigilaba de cerca a los palomos, por no descuidar la honra de su nieta, y es que ningún mozo en esa edad, ni siquiera el galante y refinado Fernán, dejaban de tener una enorme apetencia por desflorar una rosa tan bien formada como lo era Raquel. Algunas cosas no cambiarían, sin embargo, y es que Fernán mantenía sus muñecas cubiertas y la correspondencia con su madre. En este último aspecto, andaba algo más espeso y difuminado; espaciaba las misivas, al andar más distraído y falto de tiempo, detallando menos sus venturas y citando muchas de sus lecturas y progresos. El insigne Hayyim, harto de ver esas gasas, añosas y sucias, en las extremidades de Fernán, le hizo fabricar sendos brazaletes de plata fina, labrados por un amigo orfebre, con la enseña de la orden de Calatrava: un guiño al ilustre Ordóñez, que se mantenía agrio, como siempre, mas prolijo, por otra parte, en asistir a Toledo, casi siempre escoltando en persona al joven Fernán. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Un día, en camino desde la encomienda, el ilustre Ordoñez le espetó a Fernán un consejo, al estilo seco y directo de aquel viejo calatravo: ‒Fernán, no me pasa por alto el hecho de que tienes amoríos con la joven hija de Hayyim—dijo Ordóñez. ‒Sí, mi señor, amo a Raquel más de lo que amo a la vida— respondía, ilusionado, Fernán. ‒Hazme caso, no te enamores de ella. Una mujer tan hermosa solo te traerá problemas, atraerás miradas y envidias. Una joya así no puede ser expuesta en público. Todos querrán tocarla, acariciarla… quererla, ya sabes. Deja su suerte para algún ricohome, que no le faltan; alguien que la pueda guardar en un castillo, y protegerla de la codicia y la lujuria ajenas. Tú no serás más que un humilde escribano, amigo de los judíos, que no podrá ofrecerle más ventajas. ‒Mi señor, todos los hombres somos iguales a los ojos de Dios, ¿no?. ¿No tengo derecho yo a amar tanto como cualquier otro?. ‒Dios mide a los hombres por sus almas Fernán, nada más. En el mundo terrenal, la vida es como es, cada uno tiene su lugar. Escucha bien lo que te digo, amando a esa muchacha, caerás en desgracia. No volvieron a comentar el asunto, pues el ilustre Ordóñez, a pesar de su sentido agudo y lapidario de la realidad, no podría influir en este aspecto en modo alguno. Sin embargo, JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios consideraba su obligación el dar consejo al muchacho, aunque fuera en vano. El joven Fernán, mientras tanto, se consagraba a su nuevo futuro como escribano, pero no perdía de vista la posibilidad de ser ordenado caballero, bien de la mano de los calatravos, bien de la influencia de su padre. Las palabras del ilustre Ordóñez restañaban en su cabeza con frecuencia; fuera de los muros de Toledo, del Alacava, había ferocidad, desgracia, muerte… igual que heroísmo, honra, coraje… El joven Fernán no podía dejar de desdeñar la espada y una eventual caballería, como forma de garantizar un futuro de felicidad con su querida Raquel. A veces fantaseaba, con que acudía a las cruzadas durante el día y, en la noche, mientras todos dormían, volaba junto al lecho de Raquel, a recitarle poemas. Raquel se hallaba siempre en una pequeña habitación, con las mismas paredes de adobe de aquel encierro en vida que el propio Fernán sufrió de niño. No sabía por qué, pero seguía imaginándose la felicidad bajo la honda melancolía del fondo de una pequeña y humilde estancia, esperando a que una señora fornida entrara por la puerta a darle el pecho. Sea como fuere, seguía entrenándose en el arte de la lucha con la espada, adquiriendo un notable manejo. La verdad es que el muchacho se esforzaba por hacer feliz a todo el mundo. Se levantaba poco antes del alba, para emplear todo el día en su preparación y en los quehaceres diarios. En casa de Hayyim, era el único varón que ayudaba a las mujeres en las labores del hogar, algo que los demás miraban mal, aunque el joven no dejaba de atenderlo bajo ninguna circunstancia. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Triguero hizo también buenas migas con el joven Fernán, quien sacaba tiempo para enseñar a leer al jefe de los cuadrilleros. Lo hacían a escondidas, pues Triguero tenían que mantener su prestigio intacto ante sus muchachos. Recibir clases y reproches del jovenzuelo Fernán era algo que podía dañar la imagen del cuadrillero de manera notable. No obstante, Triguero sacó cierto partido de las clases y, en contraprestación, afilió a Fernán a las intrigas de la cuadrilla. Pronto estuvo al corriente de todos los devaneos y guerras intestinas que se cocían en Toledo, las fluctuaciones de poder, los amagos de asalto a la judería, escándalos y chismes; sin duda, la cuadrilla de San Román y Triguero eran su contacto con el mundo real de las calles. A pesar de todo, trascurrían los años felices allí en el reino toledano. La escuela de traductores estaba muy avanzada en su concepción, estaban construyendo un edificio en el Alacava para alojar escritos y escribientes. El principal mecenas de esta obra era el Nasí de los judíos: su príncipe. No solo eso, también era el Almojarife principal del rey y mayor figura de referencia de la comunidad Sefarad, no solo en Toledo, sino en toda la península. Su nombre: Josef ben Salomón ben Sushan, era la segunda generación de la prominente familia judía de los AlFakhar , originaria de Granada, habían prosperado de la mano de los reyes cristianos de Castilla y León, desde los tiempos de Alfonso VII. Muchos judíos huían ya de la fuerte represión antisemita que corría por los territorios bajo control de los almohades. Se extendía el odio, asimismo, en el corazón de Francia, el fundamentalismo cristiano empezaba a expulsar a JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios los judíos de sus tierras o a promover matanzas sin sentido en nombre del Dios Cristiano. El Nasí, conocido en Toledo como Josef Alfacar, fue un faro que iluminó las oscuras aguas en las que zozobraban familias enteras huyendo de la represión, refugiándose en alguna de las múltiples juderías de Hispania: la última tierra libre que de verdad quedaba en el continente. Tendría oportunidad de conocer al Nasí nuestro joven Fernán, aunque más adelante. Al lado de Josef Alfacar, príncipe de los judíos, estaba su mano derecha, un prominente usurero del Alacava, de nombre Judá ben Mahmud. Era el judío más rico de Toledo, era responsable directo de la contabilidad del rey cristiano por legación del propio Nasí. Dos poderes fácticos dentro de la judería de los que no podía abstraerse el insigne Hayyim, quien guardaba ciertas reservas hacia estos dos gerifaltes. Y es que el insigne Hayyim era un estricto observador de la tradición escrita, la Torá, ignorando a menudo la tradición oral y la interpretación rabínica de la religión judía que se imponía en las sinagogas peninsulares. Estaba muy convencido de ello, lo que le convertía, al menos potencialmente, en un caraíta. El caraísmo era considerado como una herejía dentro del ámbito judío de la época, al postularse, como todas las herejías, en una corriente diferente de pensamiento respecto de la dominante. Una suerte de intolerancia similar a la que afrontaban los albigenses o cátaros cristianos en el Mediodía francés. El mismo dios, diferente adulación. El mundo debatía sobre la heterodoxia o condescendencia de unas corrientes JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios frente a otras. Las desavenencias se resolvían mediando el filo de las espadas o los más severos castigos, el rechazo social, el estigma. Y en esas, el insigne Hayyim llevaba muy cerca del corazón el caraísmo; con su manera de entender el mensaje de Dios en las antiguas escrituras, heredado de los tiempos en que vivía en Granada. El problema frente a aquello, sin embargo, era notable, dado que el gran Nasí se había caracterizado por una firme y decidida persecución sistemática de los caraítas, hasta su total erradicación de la península. El corazón de Hayyim, muy a su pesar, le situaba dentro de la población de riesgo. En este sentido, sus relaciones con el gran príncipe, Josef Alfacar, fueron cordiales pero cautelosas. De hecho, el propio Josef Alfacar tenía enorme predicamento por el insigne Hayyim, no así al revés. Alcanzaba ya más de la quincena y con ella la mayoría de edad nuestro joven Fernán, cuando una fría mañana de Diciembre, del año de nuestro señor Jesucristo de 1194, el insigne Hayyim solicitó su compañía para atender un juicio presto a producirse en la gran plaza del Zocodover. Caminaban por las angostas calles del barrio de Montichel, dejando atrás la judería. El carácter jovial de Hayyim andaba trastocado en seria preocupación, algo poco habitual en él; apenas había mentado palabra desde que salieran de casa. Finalmente, el ya maduro Fernán, decidió preguntar: ‒¿Qué te turba Hayyim, dime?. ¿A dónde vamos, es acaso un amigo el juzgado?. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒Es un amigo peculiar. En realidad, es un ahijado. Una larga historia… Tenía un buen amigo, cristiano, un caballero villano, venido de los campos góticos, me ayudó mucho cuando llegué a Toledo, con mi hija en brazos. Decía que él mismo había padecido lo indecible en tiempos pretéritos, razón por la que me comprendía y me prestaba su ayuda. ‒Hablas de vuestro amigo en pasado. ‒Porque falleció, hace ya tiempo… ‒Entonces, cuál es tu preocupación, ¿acaso una herencia?. ‒Algo así, antes bien, un heredero. Aquel amigo se casó con una mozárabe Toledana, de nombre Jasmina. Quedó preñada la mujer de mi amigo y al poco tiempo murió, debido a las heridas sufridas defendiendo Toledo de una aceifa organizada por el mismísimo califa almohade, Abu Yaqub Yusuf. El hombre dejó una heredad notable a su esposa: una finca de más de treinta yugadas a la vera del Tajo, enclavada junto a un estupendo farallón para entrar al río. Así mismo me pidió, en su lecho de muerte, que me asegurara de que a su hijo nonato le fuera bien en esta vida, en honor a la ayuda que me había prestado él mismo en tiempos. ‒¿Es entonces su hijo el que está en problemas?. ‒Jasmina, la viuda de mi amigo, se casó a los pocos meses, con un aparcero que vivía y vive aquí en Toledo. Habiendo recibido la herencia de su marido fallecido, ambos han juntado un JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios notable patrimonio. Al poco tiempo de sus segundas nupcias, nació de Jasmina el hijo de mi amigo fenecido. De nombre Alejo de Turiégano, por su padre, nació, digamos, con un cierto retraso... ‒…Un pasmado. ‒Ciertamente, un poco alelado, mas bueno y honrado, fiel y juicioso. Trabajador incansable, se deslomaba desde muy pequeño en las tierras de su madre y en los negocios pesqueros de su padrastro. Pocas manos hay más desgastadas en todo Toledo. A pesar de ello, nunca ha gozado del favor de ninguno de los dos. ‒¿Y en qué lío se ha metido?. ‒Ayer mismo me avisaron, a través de Triguero, que el alguacil había mandado prender al pobre Alejo, acusado del robo de tres cabezas para yuntar. Hoy mismo le van a juzgar y, si no encuentro forma de ayudarle, tendrá que pechar con creces por el robo, tal vez lo encierren, o tal vez le metan el látigo. ‒Pero, ¿y si es un ladrón?. ‒¿No lo entiendes?, el pobre no tiene malicia, ni para robar tres sueldos, menos para robar tres cabezas de ganado. No sé qué clase de malentendido es este, pero he de averiguarlo. Se apresuraba, por las calles de Toledo el insigne Hayyim, pensativo, abstraído, preocupado. La curiosidad innata de JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Fernán le llevó a pedir más información a Hayyim sobre su difunto amigo y las circunstancias que rodeaban a su hijo, ahora acusado de robo. Hayyim prosiguió dando explicaciones a Fernán, dado que, de alguna manera, le ayudaba a él mismo a ordenar sus pensamientos. Llegando a la plaza del Zocodover, la población aumentaba notablemente; muchos toledanos hacían conciliábulo ante la noticia de los juicios que se iban a cursar aquella fría mañana. Dos jueces, uno castellano y otro mozárabe, se sentaban en taburetes junto a una larga mesa alfombrada con un tapiz de lana gruesa, con bastas representaciones sacras. Un largo capazo rojo con ribetes dorados, junto a un sombrero de ala ancha y color similar, presidían la mesa, uno sobre otro. La muchedumbre murmuraba, redundando en un ruido de fondo ensordecedor. Todo el mundo farfullaba y hacía elucubraciones y juicios paralelos, cotilleaban o se llevaban las manos a la cabeza. El espectáculo estaba servido y, con suerte, la mañana les regalaría una sentencia a cincuenta latigazos a algún pobre desgraciado. Era hora de empezar, así que el alguacil, de nombre Illán Estébanez, decidió llamar a todo el mundo al orden. Se soplaron una media docena de trompetas para silenciar al populacho, a la vez que el seco y mal encarado alguacil Mayor se encaramaba al cadalso de la plaza, junto al que se hallaba la mesa de juicios, para alzar unas palabras: JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒¡Atended villanos, autoridades y clérigos de Toledo. Atended todos!. Se dicta hoy juicio público, en derecho otorgado por los fueros, el Rey de Castilla y Dios nuestro señor, en denuncia de Severio de Planchuela, hijo de Pedro, labriego de nuestras vegas, contra Alejo de Turiégano, hijo de Aluendo, labriego también que lo es, de las fincas de don Brígido, notable entre nuestros vecinos. Atended todos, que fue mandado prender por el juez, a la denuncia de Severio, que así fue prendido el día de ayer e llevado preso, pues prudencia dicta sentencia. Mas se ha de cumplir la ley, se haga hoy el juicio e peche quien haya hacerlo. Que quien la hace, la paga, así sea siendo, que malqueriendo. Procedió el alguacil, a continuación, a exponer los hechos: ‒Sepan las sus señorías que el aquí presente, Severio e cuatro testigos más, afirman que ha tres días que Alejo, aquí presente a su vez, aprehendió tres buelles, mientras pastaban al fresco, en las veredas del brezo… e que al tratar de refrenar al rufián, salióles, horca en la mano, fornido como es, tras los pasos de ellos—La multitud rugía entonces—. Et que no pudieron hacer cosa alguna que dejarlo escapar, por mor de ser trinchados por el feroz cuatrero. Los lanceros del alguacil habían abierto corrillo para el juicio, en dos esquinas estaban acusador y acusado, respectivamente. Allí estaba el pobre Alejo, un hombre alto, fuerte, de manos huesudas, labradas y callosas. Tenía la mirada perdida, parecía no asimilar dónde se encontraba, la encrucijada en que se hallaba. Vestía pobremente, apenas llevaba una camisa larga JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios con una gonela farpada de sobrevesta. Curiosamente se abrigaba con una aljuba de cuero rica, probablemente, heredada de su malhadado padre. De inmediato, el joven Fernán sintió una profunda compasión por aquel pobre estúpido desamparado, objeto de chanzas e insultos. El populacho gustaba de aprovechar cualquier ocasión para sacar su zafiedad a las calles, para escupir en la cara del débil, para arrojar despojos al desfavorecido. Bastaban las palabras del alguacil, sumadas a las ganas de gresca y algarabía del vulgo, para arrojar un juicio sumario sobre cualquier pobre infeliz. Por eso conectó de inmediato el joven Fernán con la causa del pobre Alejo, la causa del desvalido, del indefenso, la causa del calmado, el pacífico. El insigne Hayyim salió al encuentro de Alejo, que empezaba a sentirse aterrorizado por la muchedumbre arrojada a gritos sobre él. El médico tomó del brazo al pobre Alejo, quien se agitó sobremanera a causa de esto. Al reconocer las facciones de Hayyim a su lado, Alejo sonrió levemente, asomando sus dientes descascarillados y mugrientos: ‹‹He venido a ayudarte, amigo mío››, le susurró al oído. Alejo se alivió inmediatamente y abrazó a su amigo con sus enormes brazos. Muy cerca se encontraba su madre, Jasmina, sumida en un profundo estupor. A su lado, su marido, de nombre Brígido de Almadán, un aparcero adinerado, regentaba algunas de las pesquerías de Toledo y llevaba varios puestos de corte de pescado. También era corredor de mercancía, para el abasto de Maqueda, Santa Olalla, Talavera e incluso Ocaña, por lo que JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios concentraba bastante negocio alrededor de la pesca. Jasmina aparecía compungida y lagrimosa, asustada por el escarnio que enfrentaba su hijo. Brígido, por su parte, mantenía el gesto serio, tenso. Fernán pareció leer en su expresión cierta excitación incluso, impaciencia. Hayyim se limitó a saludar con una ligera reverencia al matrimonio, motivo por el que Fernán concluyó que la simpatía del médico judío por el pobre Alejo no se extendía a sus padres. Llegó el momento de ordenar el juicio, y el alguacil Mayor prosiguió su alocución: ‒¡Atended villanos, autoridades y clérigos de Toledo. Atended todos!. Porque hoy la voluntad de justicia se impone desde los más alto, Dios nuestro señor aspira a la redención del preso, del ladrón, del felón; Dios es misericordioso en la búsqueda del perdón y en la impartición de la justicia. Y es por eso que tenemos hoy entre nosotros al Arcediano de Toledo, el ilustrísimo y reverendísimo don Eleucadio. Toda la plaza prorrumpió en aplausos, don Eleucadio, arcediano de Toledo en aquellos tiempos, era la mano derecha del arzobispo: el primado Martín López de Pisuerga. Era este un personaje odiado y temido a partes iguales. Don Eleucadio controlaba el Cabildo de Toledo, tenía fama de perspicaz, despiadado, codicioso y acaparador de riquezas. No era, precisamente, un siervo de Dios. Sin embargo, era un político encomiable, un subalterno irremplazable y un estilete por la cristiandad plena en Toledo. Formaba parte de las familias JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios mozárabes que controlaban el abadengo en la ciudad, empezando por el cabildo catedralicio, los monasterios, sacristías e iglesias sufragáneos. Estas familias ejercían un nepotismo acusado en la ciudad, sobreponiéndose a los clérigos francos que tanto habían dominado estos estamentos hasta la muerte del arzobispo don Cerebruno. No en vano, el propio alguacil, Illán Estébanez, formaba parte de estas élites mozárabes. Su presencia allí no era casual. Sin embargo, ¿por qué se personaba a intervenir una figura de relumbrón semejante, en un juicio menor como era ese?. El grueso clérigo se alzó al cadalso, en medio de la ovación general, marcadas las facciones, una reluciente papada, unos cabellos ondulados y blanquecinos asomando por la cofia que portaba, junto a todas las enseñas y emblemas de decoro. Venía investido de plenos poderes, a alentar a las masas, precisamente aquel día, precisamente, aquel juicio. Todo ello hacía sospechar lo peor a Hayyim. ¿En qué asuntos estaba involucrado el pobre Alejo, como para echarse encima la apisonadora judicial y sacra de la capital del reino?. Fernán, por su parte, guardaba silencio, aunque se le notaba profundamente pensativo. El arcediano Eleucadio impartió bendiciones para todos los congregados, emitió una breve exégesis en latín a modo de introducción, para hacer entrar en calor al público asistente. Después del alarde en forma de panegírico, inició el discurso que de verdad le trajo a la plaza: JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒Hermanos todos, hijos de Dios, gracias por vuestra asistencia hoy, cercanos como estamos a las fechas señaladas, del nacimiento de Jesucristo nuestro señor, de celebración de la natividad y de los buenos augurios que conlleva. Ha sido un año duro, lleno de pruebas, se quiebra la tregua con los moros, las fronteras del sur de las Extremaduras se asientan. Dios nos otorga parabienes y bendiciones, nos aporta aguas en primavera, riega nuestras vegas, sol en otoño, maduran las cosechas, porque Dios nos quiere fieles en la devoción y el servicio, en las gavelas y en los diezmos. La Salvación, hermanos, está en nuestras manos, más cerca que nunca en esta nuestra ciudad amada: Toledo. ‒Pero tengo miedo, hermanos, de que tanto esfuerzo, tanta devoción, tanta fe dedicada a cultivar el paraíso eterno, la esperanza de Dios, quede truncada, baldía, putrefacta, entre los ríos de miseria y corrupción que infiltran a veces estos muros, que escurren por nuestras callejuelas y adarves. Hablo de la corrupción moral, del delito, de la felonía. Hablo del malvado, el miserable, el jodido, el delincuente. ¡No podemos permitir que la fe se contamine de perdición y de escarnio, de depravación!. El público enloqueció, arrojándose sobre la plaza, enfervorizados, contra el acusado Alejo. Apenas podían los lanceros contener la turba. Mientras, el arcediano Eleucadio hacía gestos ostensibles pidiendo calma, a la vez que continuaba: JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒Hermanos todos, hemos de administrar justicia en la tierra, pues así lo exige Dios, pues Dios no solo exige no pecar, mas no dar albergue o comodidad al pecado. No podemos permitirlos caminando entre nosotros, entre los muros de nuestra ciudad. Si la degradación repta por nuestras calles, convive con nuestros vecinos, nos terminará consumiendo, haciéndonos parte de ella. Es un absceso, una purulencia, que perturba la existencia, la buena ventura, que quema los flecos de la blancura de vuestros corazones, de vuestras almas. No habrá purgatorio para desfacer semejante zalagarda, será la perdición total—El público seguía jaleando—. Por eso os pido, hermanos, hoy, ¡más que nunca!: ¡atended la decencia de nuestros jueces, de la justicia terrena, pues está aquí para salvarnos, para librarnos del mal!. Yo os libraré del demonio, mas vosotros… vosotros mismos os debéis librar de la maldad… ¡de la malevolencia!. La plaza del Zocodover estaba a punto de arder, consumida por la llamas del fundamentalismo enardecido en las palabras del clérigo. El insigne Hayyim no acababa de creerse la escena, el mismísimo arcediano de Toledo exhortaba en su diatriba contra la persona del ladrón, incluso antes de ser sentenciado como tal. Se dirigió a Fernán, quien no apartaba la mirada del arcediano Eleucadio, mientras ahondaba en sus cábalas, las que fueran: ‒Demonios, es como si el mismo arcediano quisiera quemar en una pira al pobre Alejo. ¡Está echándole encima a la plaza entera! JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Ya se oían voces, al ver al insigne Hayyim, asiendo del brazo al desamparado Alejo, juramentando contra los judíos: ‹‹... !mirad ese bastardo judío, amigo de ladrones!...››. El arcediando Eleucadio, cerró su discurso antes de retirarse: ‒¡Hermanos, hermanos!, calmaos. Pues la bondad de Dios es infinita, celebremos juicio, como está escrito desde tiempos remotos, conforme al Libro—Se refería ahora don Eleucadio al Liber Iudiciorum, el código legal de tiempos de los Reyes Godos, de la cristiandad remota; la misma de la que los mozárabes toledanos habían sido depositarios, desde tiempos ancestrales—. Dejemos ahora a la justicia seguir su curso, tal y como dictaron nuestros antepasados. ¡Sea la paz con vosotros! Procedió a apearse de Cadalso ante los aplausos del gentío, para retirarse entre la muchedumbre, hasta desaparecer, no se quedó ni siquiera a presenciar el juicio, lo que Fernán interpretó como una manera de difuminar su participación en esta aparente pantomima de juicio. El público se abalanzaba cada vez más sobre el corrillo del juzgado. Todos querían alcanzar a escuchar la sentencia, el castigo, la contrición, todos deseaban escuchar cómo el juez les libraría de la vileza que cohabitaba con las gentes de Toledo. Nadie contaba, sin embargo, con que un perspicaz muchacho, ayo del comendador de la Aceca, letrado precoz y bien informado, podía tirar abajo todas las expectativas de la plaza. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Se procedió a continuación, a instruir el juicio oral, intervino, de nuevo, el alguacil Mayor: ‒Habiéndole sido tomada declaración a Severio, hijo de Pedro, jurada, por la Biblia y ante Dios, nuestro señor. Y habiendo sido suscrita y verificada por cuatro otros testigos, de buena honra, sin pecado ni haber participado de falso testimonio nunca, se ha de considerar como fundada, e debidamente juzgada en plaza, como hacemos hoy e así lo estime nuestro rey don Alonso el noble—Procedió a nominarlos—. Se personen ahora los testigos otros, a saber: Isidoro y Nuncio de Maqueda, Pedro Jalón de Ronda e Alfredo de Sotuélamo. Se dispusieron un largo banco de madera donde se sentaron todos: acusador y testigos. Concluyó entonces el alguacil: ‒ Se ha denunciado a Alejo de Turiégano bajo jurisdicción del Libro, a Fuero Juzgo. Mas libre es de acogerse, pues dicta la costumbre, jurisdicción de Fuero de los Castellanos… Un silencio sepulcral inundó la plaza entonces; todo el mundo esperaba que Alejo se pronunciase, mientras que el pobre estúpido, ni siquiera se enteraba que era a él mismo a quien se dirigían. Fue Hayyim quien le aconsejó en voz baja: ‒Pide Fuero de los Castellanos, Alejo, ¡pídelo!… El joven Fernán, que hasta entonces guardaba silencio, interrumpió el duelo agarrando a ambos: Alejo y Hayyim, del brazo, para decir: JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒¿Por qué Fuero de los Castellanos?...—Se dirigió Fernán directamente a Alejo— Escúchame bien Alejo, soy un amigo de Hayyim, soy tu amigo también. Escúchame bien: pide Fuero Juzgo. ‒¿Por qué Fernán, qué tienes en mente?, es de locos, Alejo es castellano de raza, el juez de los castellanos será más benevolente con él. El mozárabe lo va a lapidar. ‒Sé de lo que hablo, Hayyim, confía en mí. El Fuero Castellano es consuetudinario, se basa en muchas reglas no escritas, criterios difusos, ahora no necesitamos eso. ‒Es eso lo que necesitamos, le dará al juez más pie a ser clemente. Fuero Juzgo son cincuenta latigazos al ladrón, ¿has visto las heridas de un hombre tras sufrir cincuenta latigazos?... muchos no sobreviven a eso. Soy responsable por este pobre muchacho, ¿lo entiendes?. ‒No quiero otra cosa que ayudarle y creo que sé cómo. Pero tengo que usar las leyes del Libro. ‒¿Conoces el Libro acaso?. ‒Es de las primeras prosas que leí en la Aceca, hace ya algún tiempo. ‒¿Te tragaste todo ese mamotreto?. ‒Bueno, me parecieron fascinantes, las reglas de los antiguos. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Hayyim quedó sumido en una breve pausa, incapaz de responder, pareciera que el joven Fernán lo viera ahora todo claro. La seguridad que transmitía le reconfortaba, sin embargo, no dejaba de ser un mozuelo de escasos quince años. Tras un corto lapso, se dirigió de nuevo a Alejo: ‒De acuerdo, Alejo, amigo mío, pide al alguacil, don Illán, Fuero Juzgo. El pobre Alejo gritó en alto las palabras, tal y como le había indicado su amigo Hayyim. Hubo ciertas caras de sorpresa entre los congregados, especialmente, por parte del alguacil. Acto seguido, uno de los jueces, en este caso el mozárabe, se incorporó, tomó el sombrero y el capazo que habían depositados sobre la mesa, procediendo a investirse en juez del caso. Quedó en solitario, sentado en la larga mesa, cubierta con el tapiz. Se sentó un escribano en un lado; se dispuso el alguacil en el opuesto. Se inició la apertura de juicio oral con unas palabras: ‒Sea así que en el día de hoy, doce de Diciembre del año de nuestro señor de Jesucristo 1194, se va a dictar juicio, conforme a Fuero Juzgo, en la denuncia de Severio, hijo de Pedro, contra Alejo, hijo de Aluendo. La acusación ha sido formulada y escripta. Habiendo tomado declaración a los testigos otros, Severio, aquí presente, habla en representación de sus intereses. Se pregunta a Alejo, aquí presente, si habla alguien por su persona y en representación de sus intereses… JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Hayyim dio un paso adelante, de manera instintiva. Antes de que alzara la voz, sintió las manos del joven Fernán, refrenándole. El joven tenía la mirada perdida, como valorando la situación, retornó la mirada hacia Hayyim, para hablarle así: ‒Se prudente Hayyim, los ánimos están caldeados gracias a las palabras del arcediano Eleucadio. Lo que menos le interesa a la aljama es que salga un judío a defender a un ladrón. ‒¿Y qué quieres que haga entonces?... ‒Deja que hable yo. ‒¡Imposible!. ‒¿Por qué?. ‒Estoy aterrorizado, Fernán, ¿cómo pretendes lidiar con esto?. ‒Yo también tengo miedo, Hayyim, pero tengo algunas ideas y me conozco el Libro bastante mejor que tú. No puedo dejar que intervengas, si el gentío malinterpreta tu defensa de Alejo, podemos tener una jauría hoy mismo abalanzándose sobre el arquillo de la Aljama. No podemos hacerle eso a Raquel. ‒Espero que no hagas esto por fanfarronear ante mi hija, Fernán, esto es serio. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios El joven Fernán no respondió, se sintió ofendido por el comentario de Hayyim, aunque era fruto del nerviosismo y de la tensión. Finalmente, Fernán resolvió: ‒Solo quiero ayudar a otro pobre desvalido como siempre lo he sido yo, ¿lo entiendes?. Siempre he contado con vuestra mano tendida, ahora soy yo quien puede devolver algo de lo mucho que me has dado siempre Hayyim. El médico judío quedó estupefacto por la seguridad que irradiaba aquel céreo mozo de escasos quince años. Decidió arriesgarse, a la vista de los argumentos de Fernán, y asistió levemente. Para aquel entonces, el pobre Alejo les miraba fijamente con ojos vidriosos, buscando ayuda desesperadamente. Tal vez lo mejor fuera admitir la ignominia, haberse puesto en manos del juez de los castellanos, y que le hubieran mandado a una fría mazmorra un par de años. Hayyim le llevaría comida y agua limpia. Podrían ayudarle a pagar la caloña que tendría que pechar por el robo reconocido, cierto es, aunque le llevaría años. Pero esa no era ya la opción, se habían puesto en manos del juez mozárabe y ahora, aún peor, se iba a poner en manos de un imberbe muchacho que tenía su ingenio como única herramienta de salvación; pero eso ya no importaba, pues Fernán dio ahora el paso adelante mientras decía en voz alta: JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒Yo hablaré en representación de los intereses de Alejo, aquí presente. Todo el mundo asistía con sorpresa a la escena, la finura de los rasgos de Fernán no daban pie a nadie a pensar que frisara la mayoría de edad, motivo por el que fue cuestionado por el alguacil Illán: ‒¿Vos sois acaso un hombre?, parecéis un niño. ‒Soy joven, cierto, pero mayor de edad. Por tal motivo puedo hablar ante este tribunal. ‒¿Vuestro nombre, buen mozo?—irrumpió el juez en la conversación. ‒Mi nombre es Fernán García de Lerma, ayo del comendador de la Aceca, el ilustre García Ordóñez. ‒Con vuestras buenas referencias, este tribunal aceptaría vuestra defensa… ‒… no obstante—interrumpió a su vez el alguacil Illán—¿sois letrado acaso?. ‒Formado en la Aceca para ser testamentario y escribano del Comendador, quien me ha enviado al Alacava, para ser instruido en lenguas e traducciones—respondió resueltamente Fernán. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒Válame vuestro servicio, y así procedamos a dictar sentencia—sancionó el juez definitivamente—. Cedo la palabra a Severio, hijo de Pedro. Severio, algo inquieto y aún sorprendido por la presencia que aquel joven muchacho de fina piel y delicada presencia, se encorvó para realizar su alegato en público. Severio relató de nuevo los hechos, de manera algo imprecisa e inconexa, a menudo se atascaba en su argumentario, lo que levantaba las sospechas de Fernán. Quien tenía muy presente lo que podía estar sucediendo. Finalmente, Severio concluyó su exposición, requiriendo la confirmación, de viva voz, de todos los testigos reunidos, como así lo hicieron, sentados en su bancada. Concluido el alegato, el juez procedió, muy educadamente, a dar la palabra al “niño” Fernán. El joven se acercó a la bancada del acusador y sus testigos, mirando al otro extremo del corro donde se desarrollaba el juicio. No se había apercibido de que había dispuesta otra bancada en aquel extremo. De este modo y antes de nada, se acercó de nuevo a Alejo, apartándolo del gentío y, muy delicadamente, le condujo a tomar asiento en la bancada. El gesto, humanizó la figura del acusado ante los ojos de los asistentes, todo el mundo pudo apreciar el pavor en la mirada del pobre Alejo, la mirada de un ladrón a punto de ser sentenciado, aunque también podría ser la de un pobre idiota, incapaz de matar a una mosca, incapaz de robar, horcada en mano, una res. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Fernán procedió con su escenificación con una seguridad encomiable, tras depositar al atolondrado Alejo en la bancada opuesta, volvió a dirigirse a los acusadores, para exponer su alegato: ‒Me dirijo a los testigos, y al acusador, señoría—exponía al juez—, pues creo fundado que Alejo, aquí presente, no ha cometido felonía alguna ni robo. Tal vez, pudiera ser, que haya sido confundido con otro cualquiera el malhechor. Antes de proseguir, de hecho, quisiera que Severio Planchuela, aquí presente, confirmara la identidad del acusado: Alejo de Turiégano. Fernán se arrimó al banco de los acusadores, para proseguir: ‒Severio, hijo de Pedro, ¿confirmáis, con toda seguridad, que habéis reconocido a Alejo de Turiégano como el ladrón de vuestra recua?. ‒Por su puesto—respondió convencido Severio. ‒¿Y os reafirmáis en que habéis sido robado y que os han sustraído los bueyes?... Sin darle tiempo a responder al testigo, Fernán hizo una severa puntualización: ‒Recordad que habéis jurado por Dios y sois prisionero de vuestras palabras… JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒¡Por supuesto que lo afirmo!. Prosiguió Fernán, interrogando a Severio: ‒Severio, ¿de qué conocéis a Alejo? ‒¿A qué os referís? ‒Le habéis identificado, eso es porque le conocíais, ¿cierto?. ‒Soy labriego, en una finca de la vera, aledaña a la de sus padres. ‒Sus padres no son tal, mas solo lo es su madre, Jasmina, ¿lo sabéis?. ‒Sí, efectivamente. ‒Su padrastro no es dueño de las tierras, pues son herencia de su madre, enviudada de un caballero villano. Noble convecino de Toledo, Aluendo de Turiégano, solariego de los campos góticos, hijo del Infantazgo, estirpe de gentilhombres… muerto, tras combatir, ferozmente, en defensa de estos muros, de su cristiandad, contra el asalto del Miramamolín. Muchos años hace de esto—dicho lo cual, se dirigió al público—, pero los más viejos del lugar lo recordarán, ¿no es cierto?. Un murmullo sordo recorrió entonces las primeras hileras de la muchedumbre, la gente se relataba unos a otros el suceso de aquella algarada, los mayores apuntaban los detalles, y el JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios rumor corrió como la pólvora entre los congregados. Era, aquel pobre diablo de Alejo, el hijo de un mártir. Fernán dominaba la escena con una refrescante y sorprendente soltura, mientras proseguía: ‒Severio, vos conocéis bien al acusado Alejo. Él es labriego, como vos. Habrán compartido duras jornadas de trabajo, palabras, vino, pan. ‒Nos conocemos de arar las tierras, de recoger sus frutos, pero poco más—respondió Severio. ‒¿Discutieron alguna vez, en estos años, por las lindes?, eso es muy habitual. ¿Recordáis algún conflicto entrambos?. ‒Ninguno, ¿qué queréis decir?. ‒Entonces, si os conocéis tan bien, durante tantos años, siendo Alejo un pobre pasmado, que ara las tierras que no ha alcanzado a heredar de su padre legítimo, os pregunto: ¿por qué se iba a arriesgar este pobre idiota a robaros tres cabezas delante de vuestras narices, a sabiendas de que sería denunciado y ajusticiado por ello, toda vez que le habríais reconocido?. Severio se quedó sin palabras, incapaz de responder, balbuceando. Estaba empezando a sudar copiosamente, mientras sus acompañantes testigos le iban a la par, salvo uno de ellos: Pedro Jalón de Ronda; era este un hombre de postín, con buenos negocios en la ciudad y se sentía intocable. Fernán JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios empezó a presionar a Severio, quien no se podía creer el verse atosigado por aquel mocoso de quince años: ‒Severio, responded ante el juez, ¡¿estáis seguro de reconocer en vuestro vecino Alejo de Turiégano a un cuatrero desalmado y peligroso?!. ‒Bueno… tal vez, no sé…—Severio balbuceaba. ‒¡Basta de estupideces!—interrumpió en voz alta y firme el alguacil Illán—, cinco hombres de buena fe han jurado ante Dios que Alejo de Turiégano robó tres bueyes. Habiéndome personado en su finca para comprobarlo, no halláronse las yuntadas que todos sus convecinos le reconocían y que tiene registradas. A Fernán le sobresaltó la intervención del alguacil, lo que le amedrentó brevemente. El juez medió en el conflicto: ‒El alguacil tiene razón, atendiendo al código del Libro, son testigos honestos y como tales se les concede valor de buena fe y franqueza. Severio emitió un suspiro y se secó el sudor de la frente con la manga. Para entonces los espectadores empezaban a murmurar en las primeras filas. Las argucias de Fernán surtían efecto. Sin embargo, necesitaría hechos contrastados, y alguna evidencia de peso, a fin contrarrestar toda la inquina que se había volcado en el proceso, incluida la exhacerbada intervención del JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios arcediano. El joven letrado cambió su táctica, mientras el exaltado alguacil Illán, recuperaba su asiento: ‒Isidoro, Nuncio, Pedro Jalón y Alfredo, son los testigos de Severio; ¿Isidoro y Nuncio, son ustedes hermanos?—prosiguió Fernán. ‒Cierto—respondió Isidoro. ‒Así es—respondió Nuncio. ‒¿A qué se dedican los dos hermanos?. ‒Labriegos somos—respondió Isidoro. ‒Somos labriegos—respondió Nuncio. ‒¿Aran los campos cerca de la finca de Severio?, ¿por eso estaban con él el día de autos?. ‒Así es, la finca de al lado—respondió Isidoro. ‒Eso es, la finca del costero—respondió Nuncio. ‒¿Vieron entonces a Alejo robar los tres bueyes?. ‒Sí—respondió Isidoro. ‒No…—respondió Nuncio, de manera simultanea. A estas palabras, quedó patidifuso el paleto por unos instantes, JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios mientras todos clavaban su mirada en él, para finalmente enmendar su su testimonio— quiero decir, ¡sí!. ‒¿Sí o no, Nuncio?—Fernán empezó a presionar a Nuncio ‒Quiere decir, que no presenció el robo…—Ahora el que interrumpió fue el seguro y competente Pedro Jalón— mas acudió pronto a la llamada de auxilio de su vecino, Severio, alcanzando a ver a Alejo de Turiégano llevándose los bueyes. Pedro Jalón miraba fijamente al labriego Nuncio, quien, a su vez, no levantaba la vista del suelo, mientras concluía vagamente y con voz temblorosa: ‒Así… a…así es. De nuevo frustraban las intenciones del joven Fernán, no obstante, el muchacho deshojaba la margarita poco a poco en su mente, empezando a atisbar una salida para Alejo. Así es como se dirigió a Pedro Jalón, el ricohombre: ‒Vos sois don Pedro Jalón. ‒El mismo. ‒Ricohombre de Toledo, de familia prominente. Uno de vuestros hermanos es diácono del cabildo catedralicio, otro es abad en Fuentesdueñas. Nobleza no os falta, ni fortuna. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒Mi familia lleva generaciones en Toledo, hemos ayudado a levantar y reforzar estos muros así como los de la diócesis. Me enorgullezco de mis aportaciones a los pobres y a los menesterosos, hermanos míos, como todos los buenos cristianos. ‒¿Vos presenciasteis el robo?. ‒Efectivamente, y temí por mi persona ante ese salvaje de Alejo, quien me amenazó con su forca, mientras se llevaba a arreones los tres cabestros. ‒¿Os hallaban en la finca de Severio por negocios?. ‒No tengo negocios con labriegos, paseaba por allí, venía de la azuda de Fresnedilla, a una legua escasa. ‒Cierto, tenéis algunas tiendas en el Zoco de los cambistas, negocios rentables. ‒Es sorprendente que un mozalbete tenga tanto conocimiento sobre mi persona sin conocerme personalmente—Pedro Jalón desconocía que el joven Fernán tenía en Triguero a un informador de primera, y que el propio Fernán, a su vez, gozaba de una memoria encomiable. ‒Sois prohombre de la comunidad cristiana de Toledo, todos os conocen. Pero decidme, mi noble don Pedro: ¿veníais de la azuda de Fresnedilla? JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒Cierto. ‒¿Tenéis negocios con la cofradía de Fresnedilla?. ‒Somos amigos el cofrade, don Alfredo de Sotuélamo, aquí presente, y yo mismo. ‒Acudían los dos a Toledo entonces, ¿juntos?. ‒Esa tarde, sí. A la altura de la finca de Severio, nos topamos con la escandalera del robo, estando a grito pelado Alejo y Severio. Pudimos presenciar cómo Alejo se llevaba los bueyes por la fuerza. ‒Por qué motivo le pudo dar semejante arrebato a Alejo, como para abalanzarse a robarle los bueyes a Severio. ‒Lo desconozco, los labriegos discuten frecuentemente entre ellos, sobre todo por las lindes… ‒No obstante, hace unos instantes—interrumpió Fernán al ricohombre—, Severio ha asegurado que no ha tenido discusiones por las lindes con Alejo, nunca, de hecho. ‒No es eso lo que habrá querido decir, tenían conflictos, pero el pobre Severio se ha enredado con vuestras preguntas. Estos pobres labriegos no son gente letrada, a veces se traban cuando se les pregunta demasiado—Terminada la frase, Pedro Jalón lanzó una mirada de desaprobación sobre el acogotado Severio, JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios que aún daba muestras de nerviosismo, junto a los otros dos labriegos. Fernán se quedaba sin recursos, aunque analizaba simultáneamente la información que le llegaba, sobre todo los testigos, quiénes eran y a qué se dedicaban. Había lazos entre algunos de ellos, pero no entre todos. Para Fernán ya estaba muy claro que estaban confabulados, y empezaba a intuir el porqué. Para confirmar sus suposiciones, se dirigió al último testigo: Alfredo de Sotuélamos: ‒Alfredo de Sotuélamos, ¿de la cofradía de Fresnedilla?. ‒Así es. ‒Un pescador, y sois amigo de tan relevante figura de Toledo. ‒Soy el cófrade, no un simple pescador. ‒¿De qué se conocen don Pedro y vos?. ‒Era amigo de su padre, conozco a don Pedro desde que era un mozo. ‒El noble don Pedro Jalón, ¿tiene acaso negocios con la explotación de la Fresnedilla, es el dueño siquiera?. ‒Ni lo uno ni lo otro. ‒En ese caso, ¿quién es el dueño de la pesquería?. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒Fue donada por el Conde Tello y su esposa, a la mayor gloria de la catedral y del arzobispado. ‒Fue donada al arzobispo, entonces. ‒Efectivamente. Fernán ya ataba los cabos, pues el cabildo catedralicio englobaba los bienes de la catedral y el arzobispado; al frente de la administración de todos estos bienes, estaría el mismo arcediano de Toledo. Fernán percibía qué podía estar pasando, intuía cierta connivencia de las partes, incluido el arcediano Eleucadio, que con tanto ahínco había rogado a Dios y a los jueces por la impartición de justicia en día tan señalado. Para aquel entonces, el alguacil Illán deshilachaba nerviosamente flecos del tapete de la mesa de juicios. De manera involuntaria, evidenciaba cierta inquietud. Sin embargo, a Fernán le faltaban piezas en el rompecabezas. Hayyim, por su parte, sumido en un estado de tensión importante, observaba desde el cordón formado por los lanceros las evoluciones del muchacho. El galeno entendía que había que haber pedido clemencia por Alejo, mientras que Fernán, por su parte, parecía querer encontrar resarcimiento. El murmullo en la plaza ya era un clamor. La gente no comprendía que un pobre idiota como era Alejo pudiera haber sido un asaltante sin escrúpulos. Se difuminaban las arengas del arcediano Eleucadio, el fervor de justicia dejaba paso a la sombra de la duda, que se extendía por la plaza del Zocodover, JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios conforme el gentío murmuraba e intercambiaba información sobre las preguntas formuladas hasta entonces por el perspicaz Fernán. Este, a su vez, se veía bloqueado ahora, faltaba alguna pieza para completar el rompecabezas. Decidió dirigirse ahora a Alejo. El juez empezaba también a impacientarse, aunque se deducía de su expresión ciertas cogitaciones sobre la certidumbre del proceso que estaban realizando contra aquel pobre estúpido, huérfano de padre. Por eso dejaba aún algo de margen, para que aquel muchacho macilento y enjuto que con tanta facilidad arrinconaba a los testigos del procedimiento, destapara aún más el tarro de las esencias. Fernán se acababa de sentar junto al pobre Alejo, quien asistía distraído a la algarabía de la plaza, ajeno a la realidad. Apoyó su mano el muchacho sobre el hombro de aquel fortachón, quien volvió a dirigirle una sonrisa. Fue entonces que habló Alejo: ‒Eres bueno, como Hayyim, me estas ayudando, lo sé. No entiendo muy bien qué pasa, pero Dios me quiere castigar, supongo, porque he hecho cosas malas… ‒¿Has hecho cosas malas Alejo?—preguntó extrañado Fernán. ‒Me he masturbado, mucho, siempre lo hago. ¡Pero nunca he folgado con las bestias!, como hacen muchos por ahí, como ese Severio, muchas veces me lo decía: “…ven a folgar mis bueyes. A lo alto de una piedra alcanzas a meterla, sabe casi como a JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios hembra, ¡vamos Alejo, vamos!...”. Eso es una barbaridad, Dios no lo permite. Fernán se sintió turbado ante las revelaciones de Alejo: ‒Dime Alejo, ¿tú te llevaste los bueyes?. ¿Lo hiciste para que Severio no siguiera folgando así?. ‒No, yo no me los llevé. Se los llevó Severio. ‒¿Cuándo, sabes a dónde?. ‒Claro que sí, a la feria de ganado de Maqueda. No hace ni un mes de aquello. Allí los vendió, estuvo bebiendo vino tres días seguidos después. Casi se ahoga en el río, al irse al lavar el culo con la cogorza. Le tuve que sacar nadando de allí. ‒¿Te contó algo, por qué los vendió, a quién?. ‒No lo sé, no me dijo nada… y luego viene ese hombre Illán, con cinco lanceros, a prenderme. Y no me cuenta nada, más que me denuncia mi vecino Severio. Que debo responder por la acusación en la plaza pública. Y yo le digo que no he de responder de nada más que de haberme cagado en sus lechugas por matar a uno de mis perros; que Dios sabe quién es malo de conciencia y de acto, juzga a los hombres sabiendo la verdad que hay en ellos. Y él dice que me lleva preso por que me niego a asistir al juicio. Y yo digo que no me niego a nada, que se vayan y me dejen en paz… y uno de sus soldados me golpea en la cabeza; y luego se me abalanzan los demás encima. Y me JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios tiran ligaduras, me llevan a empujones a un calabozo oscuro, lleno de cucarachas y de ratas, con un trozo de pan duro y mohoso… ¡yo no quiero volver allí, maese Fernán, no quiero, antes me quiero morir! Fernán pensaba, su corazón se azoraba, no tenía testigos ni evidencias más que la palabra de Alejo, el acusado, frente a la de cinco hombres “de buena honra”. Nadie que él conociera podría dar fe de las ventas de los bueyes y no se iba a acudir a buscarlos a Maqueda. Al no venderlas en Toledo, no habría rastro ni evidencia, ninguna escritura o cédula de venta. Eso le dio que pensar a Fernán en otra derivada: por qué un labriego, en posesión de tres bueyes, se desprendería de ellos. Aquellas tres cabezas suponían una fortuna: araban sus tierras y los podía arrendar para que arasen otras. Una yunta y media vendidas, sumaban un capital enorme, pero no para toda la vida, no para comprar el retiro del labriego de mediana edad. La cuestión era: por qué decide ese labriego, con una pequeña fortuna, en forma de bueyes, deshacerse de sus medios principales de ingresos, de producción, con los que arar sus propias tierras, sin depender de terceros, solo para juntar un capital modesto. Y lo que es más: ¿por qué razón luego participa de un conciliábulo, tomando parte algún prohombre de la ciudad, para denunciar al pobre Alejo?. Sus pensamientos se agitaron al observar la mirada inquisidora del juez sobre sí. Al juez se le acababa la paciencia y la plaza se le echaba encima. Fernán dio un respingo y se apresuró a preguntar de nuevo a Alejo: JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒Dime Alejo, qué decía Severio, cuando le llevaste a su chozo, de vuelta, el día de la borrachera. ‒Decía muchas cosas, sin sentido, que se iba a hacer rico, que si la azuda, que si la pesquería, que si el aparcero, hablaba de mi padre… bueno, mi padrastro. Me decía que yo iba a trabajar para él, y entonces sí que me iba a obligar a folgar con lo que él quisiera… En ese momento, Fernán juntó todas las piezas; se levantó apresuradamente, antes de que el juez se alzara a imponer orden. Se arrimó el muchacho a la mesa de juicios, sobre el tapiz, dando unas indicaciones al juez, bajo la atenta mirada del alguacil Illán. Hayyim asistía estupefacto a aquella escena, mientras algunos entre el gentío empezaban a gritar: ‹‹…¡soltad a ese pobre muchacho, es inocente!...››. Otros, muy al contrario gritaban: ‹‹…¡justicia al ladrón!...››. Ya no había consenso en la plaza, eso estaba claro. El físico judío no perdía de vista las evoluciones de Fernán, dirigiéndose al juez. Tras hablar cara a cara con Fernán, el juez hizo un gesto al alcaide quien acudió presto. Acto seguido, le susurró unas palabras al oído. El alcaide Illán, salió precipitadamente del corrillo del tribunal, con una expresión de seriedad notable. Hayyim no soportaba más la incertidumbre, y llamó a gritos a su pupilo, reconvertido ahora en abogado defensor. Fernán se arrimó al borde del corrillo, donde pugnaban los lanceros por mantener el orden, para poder atender a Hayyim: JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒¡¿Qué pretendes, Fernán?!—preguntaba el judío. ‒¡Solo llamar a mi testigo, en favor de Alejo!—respondía Fernán al otro lado de los lanceros. ‒¡¿Un solo testigo?! ‒¡Este testigo vale por esos cinco de enfrente, si no mucho más!. Los minutos pasaban, ya se alargaba el sol del mediodía, que ayudaba a entrar en calor al personal, favoreciendo que no se moviera un alma de la plaza. El escribano jugaba con la pluma y el juez, a la sombra ahora, se entornaba malhumorado en su capazo de togado. Severio, don Pedro Jalón y los otros tres testigos murmuraban en corrillo. Don Pedro Jalón miraba de soslayo al joven Fernán, circunspecto. Toda el Zocodover y aledaños estaban sumidos en la más profunda expectación. Finalmente, retornó el alguacil Illán, se dirigió al juez susurrándole unas palabras al oído, tras lo cual el juez asintió, incorporándose y solicitando el apoyo de los trompeteros para hacer callar al vulgo. A su señal, resoplaron las trompetas, invadiendo con estrépito el rumor de la plaza, silenciando al personal. El juez prosiguió con su instrucción: ‒En defensa de los intereses del acusado Alejo, aquí presente, se ha hecho llamar al muy ilustre y reverendo don Miguel Pérez de Sigüenza, Notario del rey don Alonso el noble. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Con un gesto de cortesía conminó al interfecto a sentarse en la bancada del acusado, lo que el noble conde hizo con presteza, aposentándose en el extremo contrario en que se hallaba el pobre Alejo. Procedió Fernán, no sin antes tragar saliva, a interrogar al prohombre: ‒Decidme, ilustre don Miguel, sois el notario real, ¿cierto?. ‒Así es. ‒Tenéis fama de un intelecto prodigioso y una memoria pródiga, no os hace falta registro escrito de las muchas escribanías que atendéis en el ejercicio de vuestras funciones. ‒Dios me ha dado ciertos dones, debo admitir, motivo por el que sirvo fielmente a nuestro rey. ‒¿Puedo en ese caso, preguntaros por un contrato de arras, celebrado hace algunas semanas, sobre la aparcería de una pesquería en las proximidades de Toledo? ‒Por supuesto, lo recuerdo perfectamente, en calendas de noviembre, el decimocuarto día. ‒¿Quiénes eran los suscriptores, ilustre don Miguel?. ‒Suscribían don Brígido Almadán, e don Pedro Jalón de Ronda, e don Severio de Planchuela. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios De nuevo el murmullo se extendió por la plaza, el juez incluso dio un pequeño respingo en su asiento. Mientras, Fernán proseguía el interrogatorio: ‒Y bien, ilustre don Miguel. Solicitando de nuevo de vuestra portentosa memoria, podríais aclarar ante el juez, si entre los testigos del contrato celebrado en calendas de Noviembre, el decimocuarto día, ¿puede identificar a alguno de los testigos sentados en aquella bancada?—Señalaba Fernán a los cinco acusadores. ‒Alguno, no… Todo el mundo se quedó estupefacto, mientras Fernán se contrariaba. Antes de que formulara una nueva pregunta, el notario real prosiguió: ‒… Ciertamente, a todos ellos. La gente empezó a gritar y montar algarada. Se veía la columna de humo, aunque no se distinguía aún el origen de las llamas. Fernán estaba presto a apagar el incendio: ‒El contrato de arras, se refiere a una pesquería, ¿y dónde se ubicaría esta explotación? ‒Una finca, de cinco yugadas, pegada a la vera del Tajo, propiedad de don Brígido Almadán y de su esposa, Jasmina, heredera de la finca en tanto que viuda de don Aluendo de Turiégano. En concesión de una azuda para pesquería, JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios franqueada por don Pedro Jalón de Ronda, mediante cédula real, se entrega la finca e pesquería al propio don Pedro Jalón, en heredad. Concedida la explotación por la mediación de don Pedro y, entregada su propiedad al mismo, el acuerdo suscrito reconocería a don Brígido Almadán y a don Severio Planchuela la concesión, en régimen de aparcería, a veinte años de arrendamiento, siendo la tercia parte de las rentas para cada una de las partes suscribientes. El público no comprendía el testimonio del notario real, pero bastaron sus palabras para lanzarse en masa a clamar por la libertad del pobre Alejo. Volvió a intervenir Fernán, para deshacer el entuerto de una vez por todas: ‒A la vista de las exposiciones del testigo, el muy ilustre y muy reverendo notario real, pido a este tribunal la exoneración de todo cargo contra Alejo de Turiégano—El juez guardaba aún silencio pensativo—. Y es que Alejo, aquí presente, ha sido víctima y no ejecutor; víctima de un complot urdido contra su persona. Don Pedro Jalón, disponiendo de una cédula real para la concesión de una pesquería, buscaba una finca adecuada, a la vera del Tajo, siendo ideal la de don Brígido Almadán, padrastro del acusado e importante aparcero de Toledo, experimentado en la gestión de estas explotaciones, si bien no ha sido nunca poseedor de ningunas tierras. Don Pedro Jalón, ofreció la concesión de una pesquería en la finca de Brígido y de su esposa Jasmina, a condición de poder quedarse con ella. A cambio de tan generoso favor, se compensaría al propio Brígido JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios con una aparcería casi de por vida, de la que beneficiarse jugosamente, sin dejar de explotar la riqueza de su vega. ‒¿Y los demás testigos, qué papel juegan en este asunto?— preguntó intrigado el juez. ‒Don Alfredo de Sotuélamo, en tanto que cófrade de Fresnedilla, traería a sus pescadores para poder poner en explotación la nueva pesquería, de lo que se beneficiaría, también, el cabildo catedralicio, dado que los pescadores de la Fresnedilla, están actualmente al servicio de una explotación, precisamente regentada por el propio cabildo. ‒¿Y los dos hermanos labriegos?. ‒Nuncio y su hermano Isidoro, debieron ser convencidos por su vecino, Severio Planchuelo, a cambio de algunas monedas, para declarar contra el pobre ignorante de Alejo. ‒¿Y por qué Severio estaba incluido en la operación, si la finca objeto del contrato no es de su propiedad?—seguía preguntando el juez. ‒La finca de Severio es aledaña y comparten la ensenada donde se ubicaría la pesquería; lo más razonable es meter en el trato a Severio. Al aceptar compartir la aparcería con Brígido, renuncia a reclamar ningún derecho más sobre la explotación. ‒¿Y qué ha sucedido, en el nombre de Dios, con los bueyes de marras?. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒Los bueyes fueron vendidos por Severio hace un mes en la feria de ganado de Maqueda. Con los caudales, aparte de guardarse unas monedas para comprar vino y sobornar a Nuncio y a su hermano Isidro, Severio financiaría la construcción de la azuda requerida para la pesquería. ‒¡No podéis demostrar semejante extremo!—gritó entonces un enojado y encendido Pedro Jalón, incorporado de su bancada. ‒Atienda el juez a estas razones: ¿cómo pudo un humilde labriego, juntar treinta maravedíes de oro, para dejar, en depósito, conforme al contrato de arras suscrito, para financiar la azuda?. El juez dirigió la mirada hacia el notario real, quien asintió, confirmando este extremo, a la vez que exponía los detalles: ‒Treinta maravedíes de oro, en depósito, de don Severio Planchuelo, para financiar la construcción de una azuda, de ejecutarse el contrato de arras en su totalidad. Depositados en el tesoro del cabildo catedralicio de Toledo, consignados por el ilustrísimo y reverendísmo Arcediano don Eleucadio. La multitud rugía enfebrecida, todos clamaban justicia para el pobre Alejo; Fernán quería redondear la actuación, lo que pudo hacer de la mano del juez. Y es que, ante el ruido ensordecedor en el Zocodover, el propio juez ordenó sonar las trompetas de nuevo, tres salvas hubieron de lanzar al viento, hasta que acalló JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios de nuevo a la turba. Requirió entonces el juez su última pregunta: ‒Habiendo quedado probada la connivencia de los testigos, lo que invalida sus testimonios; y habiéndose asumido, por parte de este tribunal, que los bueyes objeto del litigio fueron vendidos, mas no robados, yo me pregunto: ¿cuál es la razón, motivo, fuerza motriz y causa de derivar de este contrato, legítimo, por otra parte, el suscrito entre los falsos acusadores; de derivar, como he dicho, falsa acusación y levantar perjurio contra la persona inocente y mansa de Alejo de Turiégano, de querer provocarle el mal del escarnio público, y la más severa condena de la ley, en nombre del loado Dios?... Todo el mundo se mostraba inquieto. A estas alturas, el responso del arcediano Eleucadio había sido vilipendiado por la narrativa de aquel muchacho desgarbado. En espera de acontecimientos, Fernán se respondió a sí mismo, para tornar definitivamente los acontecimientos: ‒El mismo motivo por el que se acoge Alejo, aquí presente, al Fuero Juzgo: cito el Libro IV, título III: De los que nascen después de la muerte del padre. ‒¿Y bien?—el juez exigía concreción a Fernán. ‒Muy sencillo: el trato pudiera ser deshecho e invalidado por Alejo, en tanto que heredero legítimo de su padre Aluendo, pues tendría derecho a heredar la totalidad de la finca, si así lo JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios reclamara. Por tal motivo intrigaron, las partes suscriptoras del contrato, muy de común acuerdo, verter injurias sobre la persona de Alejo, para poder hacerlo preso y echarlo a un agujero, tirando la llave luego, si no muerto a latigazos. Una vez encerrado, por ladrón, en las mazmorras de Toledo, ya se ocuparían los interesados, de que no volviera a ver la luz. La algarabía en la plaza era mayor, Jasmina miraba ahora a su marido entornada en una expresión de sorpresa y decepción insondables, parecía no estar al corriente de las maquinaciones de su marido. Al fin y al cabo, Alejo era su primogénito e hijo de su primer marido. Brígido sudaba de manera perceptible, allí muchos le conocían y la trampa que había pretendido tender a su hijastro no había sido del agrado del público. Para colmo, la escenificación que dio al juicio el mozo Fernán, sin haberlo pretendido, había exaltado aún más los ánimos de la gente. Los empujones se sucedían entre el gentío, el alguacil Illán estaba muy nervioso también, temía por la integridad de los cinco acusadores y el cerebro de la trama, zarandeado, en medio de la turba. La situación se escapaba a su control, el exiguo grupo de lanceros de guardia no sería suficiente para contener aquella marea. Fernán quiso pescar en río revuelto, aprovecharse de la situación, en beneficio de Alejo. Quería tornar su suerte aún más, Alejo no debía salir indemne, debía ser resarcido, por las calumnias, la traición y la desgracia en la que habían pretendido sumirle. Así es como se acercó al juez de nuevo, que empezaba a evidenciar una ansiedad notable, dada JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios la situación. Fernán le ofreció una salida, no obstante, para concluir: ‒¿Qué pensáis hacer con los falsos testimonios, mi señor?— Fernán interpretaba un circunloquio. ‒¿Qué pretendéis muchacho, que castigue a estos miserables por su codicia?... ‒Iban a hacer encerrar a un inocente, aprovechándose del Libro. Han roto la ley, pues el testimonio veraz es la virtud más sagrada en los juicios y las leyes. El Libro sanciona duramente el falso testimonio. ‒¿Queréis que los mande azotar?; de todas formas ese Pedro Jalón no puede ser sancionado por linaje. Tan solo se le puede imponer una caloña, saldrá indemne. ‒No sé cómo se puede medir la caloña a imponer a estos miserables, mi señor juez. ‒De tres bueyes era la mentira, así han de pechar, con intereses, ¡pero no pienso mandar a nadie de estos azotar!. ‒¿Por qué, porque son mozárabes como vos?; si fueran castellanos de los campos góticos no seríais tan compasivo. Además, la mitad de ellos jamás podrán pechar la caloña. Si los sanciona a pechar, serán presos de la deuda durante mucho tiempo, suficiente para acumular rencor y cuitas que hacer pagar al pobre Alejo, a cuchilladas, si es necesario. No JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios necesitamos eso. Podemos resarcir a Alejo, haciendo pagar a estos idiotas, haciendo daño a los que de verdad se lo merecen, los dos maquinadores, el ricohombre y el padrastro inefable. Dejad que hable, seguidme la corriente—El juez asintió de manera ostensible ante la seguridad que transmitía Fernán. El propio Fernán se apartó de la mesa de juicios. Estaba imbuido de la escena, la dominaba y la comprendía. Veía volar los pensamientos del populacho, leía las líneas que escribían con sus gestos, sus silbidos, sus gritos, la multitud congregada. Deseaban justicia para el pobre, querían ver humillado al rico y poderoso. Las trompetas sonaron tres veces más, pero el gentío no callaba, el rumor no cesaba. Fernán optó entonces por alzarse a lo alto del cadalso, donde horas antes había lanzado su perorata fingida el arcediano Eleucadio. Sin embargo, el muchacho era ahora quien se había ganado al público. Hizo gestos ostensibles con los brazos, a lo que la turba reaccionó guardando silencio de inmediato. Fernán inició su discurso: ‒ Ciudadanos de Toledo, convecinos; hoy se ha impartido justicia, tal y como el ilustrísimo y reverendísimo arcediano de Toledo, de manera tan preclara, ha pronosticado. Dios ha sembrado con su benevolencia este tribunal, y ha hecho aflorar la verdad, pura y cristalina, para lavar la ponzoña del alma de los infames—La multitud rugía de nuevo—. ¡Pero calmaos!, pues en el día de hoy todos veréis la justicia de Dios, la bondad de Jesucristo, la misericordia con el menesteroso. Hoy podréis volver a casa felices, satisfechos, por la equidad que se va a JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios impartir, pues de la mentira de los falsos acusadores, saldrá el beneficio para el desheredado. ‒Porque este tribunal va a dictar su sentencia, sin poner a nadie en la picota, sin malferir ni agraviar, sin grilletes ni caloñas. Pues los tramposos purgarán su culpa, en beneficio del agraviado. Y es que este sabio juez ha decidido lo siguiente, y soy yo quien lo hace público, por el gozo que me produce: ¡el contrato entre los tramposos, se habrá de ejecutar!... Un rumor alto de perplejidad surgió entre el público, pero Fernán no había terminado: ‒…Se habrá de ejecutar, efectivamente, pero con una adenda: el injuriado, Alejo de Turiégano, orgulloso heredero de Aluendo y de sus tierras, cederá la titularidad de la finca y la pesquería a Pedro Jalón, como está escrito; y se construirá la azuda con los dineros empleados por Severio Planchuelo, conforme al depósito efectuado ante la tesorería del cabildo; y los pescadores de la cofradía de Fresnedillas prestarán sus servicios para el mayor beneficio de la explotación; ¡mas será partícipe Alejo, aquí presente, de la aparcería de la explotación, correspondiéndole la mitad de las rentas generadas, de por vida, quedando la otra mitad de la aparcería, y la administración de la explotación, en manos de los otros tres suscriptores!. Dicho lo cual, Fernán guardó silencio, expectante, ante la confirmación del juez, quien presenciaba ahora cómo todas JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios miradas de la plaza pública se clavaban en su propia persona. El pobre juez había sido víctima de la encerrona del muchacho, poniéndole a los pies de los caballos si es que no sancionaba conforme a la declaración pública efectuada por Fernán. Tras otro breve lapso, siendo consciente el juez de la falta de alternativas, observando el semblante de Pedro Jalón, presa de una rabia contenida, hinchado el rostro, estampada una gruesa y prominente vena en la frente, resolvió lo siguiente: ‒Así será, ¡visto para sentencia!. La plaza entera prorrumpió en aplausos y vivas. Pedro Jalón enfureció, renegando de la sentencia, profiriendo insultos y blasfemias. Discretamente se le arrimó el alguacil Illán, quien le susurró al oído, para que se calmara: ‒Sois hombre de negocios, unas veces se pierde y otras se gana; hoy habéis perdido, solo es eso, dad gracias que no ha sido nada más, que no es la primera vez que el vulgo enfurecido trincha a un ricohombre que se pasó de listo… dejadlo ir pues. Alejo y Fernán se fundieron en un abrazo, acababan de sellar una amistad para siempre. Hayyim lloraba de alegría, el matrimonio de Brígido y Jasmina respiraba. El jolgorio en la plaza fue tal, que el joven Fernán tardó dos horas más en salir de ella. Todo eran abrazos, felicitaciones, incluso le ofrecieron trabajo un par de comerciantes. Fernán estaba feliz, satisfecho, pero no engreído, su mayor satisfacción no era para sí mismo, sino por el desvalido Alejo. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Alejados ya del barullo y de la plaza, volviendo todo el mundo, se citaron con Alejo para la cena, pues este último debía acudir a la firma de la sentencia que se iba a redactar tras el juicio público. Aún se reían los dos amigos, cual maestre y pupilo, cuando un grupo de soldados del arzobispo les salieron al paso. Otros tantos se cruzaron a retaguardia. Se deslizó de entre ellos la figura del condestable del arzobispo, el máximo oficial de esta mesnada. Se trataba de un soldado esbelto y espigado, con una prominente barba y cabellera, de añadido, una notable cicatriz en el costado derecho de la cara. Con paso distraído y lento, se arrimó a la pareja; una vez a su altura, se apoyó en la pared, sin decir palabra, sacó una fina daga de su costado, con la que empezó a cortarse las uñas, mientras decía: ‒Alguien quiere hablaros, solo os robará un minuto de vuestro tiempo… A los pocos instantes apareció la figura gruesa del arcediano Eleucadio; parece que el asunto enjuiciado, finalmente, era muy de su interés: ‒El notable físico del Alacava, el insigne Alfacar. Siempre es una alegría veros—inició la conversación el clérigo. ‒Espero que andéis mejor de vuestras almorranas, su ilustrísima—respondió Hayyim, quien se ve que ya había tratado de delicadas patologías al arcediano de Toledo. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒Y venís en compañía de un curioso ejemplar: ¿Cómo os llamáis muchacho?—preguntó don Eleucadio. ‒Fernán, Fernán García de la Aceca, ayo del… ‒… ¡Ya ya ya!, del comendador calatravo de la Aceca—resolvió de manera impertinente el Arcediano—. Habéis armado una buena gresca en ese juicio, muchacho, sois muy perspicaz. ‒Vos pedíais justicia en público y ante Dios, yo os la he dado— Fernán respondía subversivamente. ‒No seáis sedicioso, joven mozo, habéis actuado con brillantez hoy, pero habéis de medir la grandeza de vuestros actos, pues podrían pasaros por encima. ‒Ilustrísima—optó por intervenir Hayyim—, actuamos en defensa de los intereses de un buen amigo, de un ahijado, nada más… ‒¡Calla, maldito judío de mierda!. Tus amigos no deciden lo que se hace en Toledo: acaso… ¡¿quién se ha creído este pequeño bastardo que es?!. Fernán estuvo a tiempo de echarse de rodillas a los pies del arcediano Eleucadio, como muestra de sumisión y perdón. Atajó de este modo, y justo a tiempo, el presumible arrebato del clérigo, diciendo estas palabras: JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒No soy nadie, ilustrísima, un bastardo más que intenta ganarse la vida, solo eso. Si me he excedido hoy en el enjuiciamiento ha sido en beneficio de mi amigo. No pretendo fama ni preseas, no rumio ambiciones. Disculpadme pues mi intención no era interferir en los asuntos del cabildo. Solo pretendemos volver al hogar, a seguir enterrados entre legajos y letras. ‒Podría haceros cortar el pescuezo ahora mismo, aquí, por vuestro descaro y desfachatez… sin embargo, habéis hablado bien. Si el pueblo está feliz por la justicia de hoy, ¡yo lo estoy por él!—Alzó los brazos el arcediano Eleucadio—. Habéis hecho hincar rodilla a ese cabrón de Pedro Jalón, se lo merece, ¡es un cerdo huraño!. Yo, por mi parte, seguiré sacando mi tajada del trato, pese a todo… de cualquier manera, os ha de quedar claro un extremo: yo digo a quién se encierra en Toledo, a quién se le degüella y a quien se le hace rico: ¿entendéis?. Ambos, Hayyim y Fernán, asintieron de cabeza: ‒Está bien, id en paz hermanos—dicho lo cual, don Eleucadio administró una bendición a la pareja. Los dos asustados amigos iniciaron el paso lentamente, no se fiaban de la encerrona, se encaminaron hacia los soldados, el condestable, de nombre Juan Ruiz de Samaniego, cortaba el paso. Levantó la mirada secamente a Fernán, mientras se apartaba de en medio. Hayyim respiró aliviado. Antes de JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios perderse entre los soldados del arzobispo, que les habían abierto un pasillo de salida, el arcediano sancionó: ‒Hay una cosa más Hayyim… saca a tu pequeño bastardo una temporada de Toledo, que se quede en la Aceca, no queremos que la gente pregunte por él por un tiempo. Cuando los ánimos se hayan relajado, podrá volver y, ¿quién sabe?, a lo mejor hablamos de negocios. Después del susto, los dos precipitaron el paso de vuelta a la aljama. A su llegada a la judería, Raquel salió a recibirles, pues se venía jaleando a Fernán por las noticias del juicio, que habían corrido rápidamente por la ciudad. Al notar la expresión lívida de los dos, Raquel preguntó qué les había sucedido. Fernán, finalmente, optó por reconfortarla mintiendo, aludiendo a un cierto malestar por no haber probado bocado en todo el día. Organizaron una gran cena, mientras la gente se acercaba por la casa de Hayyim a comentar la noticia. Las puertas de la casa, que siempre estaban abiertas, esa noche se cerraron. La abuela Shula dispensaba a Fernán ante los visitantes que acudían en su busca, siguiendo las indicaciones de su hijo Hayyim, excusándose en que el muchacho andaba indispuesto y que tenía que regresar al día siguiente a la Aceca. Cenaron con Triguero y Alejo, para celebrar la gesta del día. En la intimidad del hogar, expusieron la brillante gestión del joven Fernán. Luego, en reservado, explicaron el incidente acaecido con el arcediano Eleucadio al propio Triguero, quien puso a sus muchachos en guardia aquella noche, pues cualquier cosa era posible. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios A la mañana siguiente partió Fernán, escoltado por algunos mozos de la cuadrilla, hasta la misma Aceca. Agradecido, se despidió nuestro joven letrado de sus escoltas, presto a acceder de vuelta a la seguridad de los muros del castillo de la comendadura. No encontró Fernán al ilustre Ordóñez sumido en sus quehaceres habituales. Fue informado entonces de que este se hallaba reunido con el mismísimo maestre en persona, el muy ilustre caballero de nombre don Nuño Pérez de Quiñones. Al concluir la reunión, se encontraron con el joven Fernán. Por algún motivo, ninguno de los dos calatravos se sorprendía por la presencia del muchacho de vuelta en la Aceca. A continuación, hicieron pasar al mozo a capítulo. El ilustre Ordóñez se mesaba la barba, pensativo, mientras el aún más ilustre maese Nuño sonreía tibiamente. Fue el propio maestre en persona quien se dirigió con familiaridad al joven Fernán: ‒¿Así que tú eres el muchacho del que tanto me habla mi estimado García Ordóñez?—A estos extremos, el comendador torció el gesto en señal de desaprobación por el indiscreto comentario del maestre calatravo—. Bien muchacho, ¿qué entuerto sucedió ayer, que mereció la visita inesperada de un legado del cabildo de Toledo a mi presencia?. Fernán relató entonces lo sucedido el día anterior de manera pormenorizada. El maestre Nuño atendía distendido el relato del muchacho. Al concluir con su historia, el calatravo empezó a aplaudir y a jalear a Fernán, fascinado por el suceso y la JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios curiosa resolución del mismo. Tras lo cual se serenó el maestre, para dirigir unas palabras al joven Fernán: ‒Hijo, eres un buen hombre, y has demostrado un coraje y una astucia sin par. Mas ha sido temerario por tu parte. Entiende, joven Fernán, que no se puede jalear al vulgo así, pues hay poderes de facto, más aún en Toledo, que no gustan de hacerles sombra. Cuando alguien asoma la cabeza más de lo necesario y el hecho trasciende, normalmente le estará siendo cercenada: ¿me entiendes, hijo?—Fernán asintió ostensiblemente. ‒Me alegro que hayas vapuleado a esos malnacidos, ayudando a un menesteroso, pues es la esencia de la orden, en el servicio a Dios y a la cristiandad. Nosotros adoptamos la regla del Císter, y está en nuestros hábitos cuidar al necesitado… Sin embargo, hijo mío, la política es una cuestión complicada. Debemos ahorrarnos los conflictos con otras “instituciones de Dios”. ‒El muchacho lo tiene claro, maese Nuño—El ilustre Ordóñez se incomodaba ante el paternalismo de don Nuño. ‒Ten claro, Fernán, que estás bajo la protección de la Orden. Tu valía ha sido probada, seguro que podrás prestar grandes servicios en nombre de Dios y de nuestro amado rey. ‒Os lo agradezco profundamente, maese Nuño—respondió Fernán. ‒Así sea—dijo don Nuño para cerrar la reunión, mientras se incorporaba de su asiento—, debo partir, tengo asuntos que JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios atender. Ha sido un placer hablar contigo, joven Fernán García… y ahora, Ordóñez, por favor—Se dirigía ahora el maestre al comendador—, ¿podemos terminar de comentar nuestros asuntos?. Tras la indirecta del maestre Nuño, Fernán salió del capítulo. A la media hora, aproximadamente, partió el maestre de la orden. Quedaron solos de nuevo Fernán y el ilustre Ordóñez, que compartieron una dilatada comida, aprovechando para ponerse al día: ‒¿Y qué tal te va con tu hermosa Raquel?—preguntaba, curioso, el tosco comendador. ‒Igual que siempre: bebo los vientos por ella... ‒Y ella, ¿qué te dice?. ‒Nada, pero me trata muy bien, me dedica buenas palabras. ‒Vaya… ‒¿Es mala señal?—Fernán se tomaba muy en serio el arrobo del ilustre Ordóñez. ‒¡No, no!. Entiéndeme, Fernán, el corazón de las mujeres no es una de mis especialidades… ahora, pasarás una temporada con nosotros, ¿verdad?. ‒Así es, padre. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒Siempre es grato tenerte por aquí… pero no me llames padre, sabes que me incomoda. Tu padre el don Pedro García de Lerma. ‒Mi padre es quien me ha dado cobijo, calor y amor. Y ese no es otro que vos. ‒Dejemos esas grandilocuencias…—El calatravo gustaba zozobrar en el mar de los sentimientos, mientras que Fernán, navegaba en ellos a toda vela— No sabes la vergüenza que he pasado ante el maestre. La has liado buena con el Arcediano de Toledo. Afortunadamente, no ha trascendido al mismísimo arzobispo. Las relaciones de la orden con el arzobispado no son buenas, especialmente con esos especuladores del cabildo. ‒Ese hombre es más malo que la quina, padre. ‒Malo, cierto es… mas peligroso, por encima de todas las cosas. ‒Pero ¿por qué tanto escándalo por el juicio?. ‒¿Acaso no prestaste atención a maese Nuño?—El comendador se levantó de su silla para hablarle cara a cara a Fernán—. No solo defendiste a tu pobre amigo, también jaleaste al público, aireaste un sucio trato de los muchos de ese hideputa del arcediano… bien cierto es que esa culebra sabe nadar siempre entre el lodo y salir sin mácula. Nadie se habrá dado cuenta de los manejos que ha tenido en todo este asunto ese desgraciado. Sus socios, sin embargo, han sido vituperados. Tu manera de JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios actuar, no obstante, le ha expuesto al público y eso es algo que odia la gente como el arcediano Eleucadio. ‒¿Y en qué ha de afectar eso a la orden de Calatrava?. ‒En muchos aspectos, Fernán. La Orden es fe, devoción y servicio a Dios. Pero es negocio, también. El rey mantiene un equilibrio de fuerzas entre los nobles, los clérigos y los milites. Reparte las preseas y los frutos de la Reconquista, es el precio al servicio prestado. La orden necesita fondos, caudales, cosechas, collazos. Hay que mantener a los caballeros, las mesnadas; hay que reparar los muros del Convento. Todos nos queremos repartir los bienes de la tierra. Pero se cumple un delicado equilibrio, unos no entramos en el terreno de otros. El Arcedianto Eleucadio no tardó ni un minuto en mandar mensajero a dar aviso al maestre Nuño, para requerirle sobre un ayo del comendador calatravo de la Aceca que, hallándose en Toledo y haciendo uso de su ascendente, puso en la picota ciertos “tratos” del cabildo, muy fuera de su incumbencia. ‒Lo siento, padre, yo no sabía que todo esto podía pasar… ‒No lo entiendes, Fernán, no es una reprimenda que te doy. Lo que quiero decirte, es que el único motivo por el que aún respiras, es porque esos cabrones sabían que eres ayo y servidor de un calatravo de alcurnia. Fernán tragó saliva y se recostó en su asiento. Toda la gloria y la felicidad ganada la jornada pasada se habían volcado en un JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios baño de cruda realidad. Esa fue la primera gran lección que aprendió nuestro joven Fernán: no vivía en un mundo de ideales y de triunfos de la justicia y la verdad; vivía en un mundo oscuro, lleno de lobos feroces, dispuestos a devorar sus sueños y anhelos más profundos. Reflexionaría el muchacho acerca de todo aquello, sobre lo esencialmente voluble del carácter del vulgo; de cómo la libertad estaba acotada por el poder de señores, ricoshomes y clérigos varios; de cómo el discurso de la buena intención, de la justicia, bien podía quedar deslenguado por el filo de una hoja de maledicencia, de ansias de poder. Fernán García empezaba a ser el hombre en que se convertiría el día de mañana: el héroe, el santo, el maldito, el poeta y el guerrero, pero, por encima de todo, el enamorado, con locura, de la judía de Toledo. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios CAPÍTULO V. EL PRELUDIO A LA TRAGEDIA JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Pasó una semana desde el glorioso incidente del juicio en la plaza del Zocodover, en la que un mocito de apenas quince años, con unos arrestos e ingenio impresionantes, había salvado a un pobre hombre de un castigo terrible, fruto de la maquinación de unos desalmados bien alimentados. El pueblo siempre tuvo la habilidad de convertir en héroe al villano, en mártir al delincuente. Todo ello gracias, no solo al ingenio, sino también a la sobreactuación de meritorio Fernán. Motivo este por el que se metió en un embrollo con los poderes fácticos de la ciudad, viéndose obligado a desnaturalizarse durante una temporada de su amada Toledo. La tristeza, la continua reflexión y una honda melancolía se repartían el día a día de Fernán, lejos de su querida Raquel, de sus libros y de su escuela de traductores. Sin embargo, el muchacho era ya un hombre de principios y como tal, no se arrepentía un ápice de su actuación en apoyo del pobre Alejo. Operaba de manera incipiente una cierta transformación en su conciencia y visión del mundo. Estaba entrando en la transición a la edad madura por medio no tanto de su desarrollo intelectual y maduración física y mental, antes bien, por un susto terrible que le arrinconó emocionalmente, arrebatándole, de una mano, las cosas buenas que tanto apreciaba. Se refugió, durante esas jornadas, que se transformarían en semanas, en su querido “padre”, el ilustre Ordoñez. Las cartas a su madre, dulce costumbre que había abandonado a redacciones esporádicas, sirvieron también de distracción al muchacho, que las retomó con energía. Al calatravo Ordóñez, JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios mientras tanto, la crudeza sentimental latente bajo su escapulario, no le refrenaba de mostrar la enorme alegría que le suponía recuperar la compañía habitual de su apreciado Fernán. El rudo milite abrió una brecha en su alma el día que aquel pequeño atado en el fondo de un pesebre, de aspecto flacucho y desmembrado, resultó capaz de salir adelante, a pesar de su apariencia pálida y cenceña, con una fortaleza y resistencia encomiables. Con la magia escrita en sus labios y en su pluma, hermoso y digno, el mozo Fernán atraía incluso las miradas de las muchachas, ya fuera en el pueblo, como en la aljama toledada. En definitiva, el freire, el comendador, el guerrero por y ante Dios, vivía bajo la luz refulgente de su fe y su fervorosa devoción que, sin embargo, a menudo se veía eclipsada por la presencia de su ahijado. En esos días redactó la misiva más larga y elaborada a su madre, Isabel Fáñez, que seguía languideciendo entre muros conventuales, deshaciendo su feminidad entre los empellones de su amante; y es que don Pedro García de Lerma no perdía la pasión y el deseo por su prima, siendo presa de una extraña fijación. Cierto es que Isabel Fáñez pudo haber sido hembra de recursos y dote, de no haberse dejado colar entre las faldas a su primo carnal. Hacía largo tiempo que las cartas de su pequeño no la distraían más que brevemente de sus angustias y pesares. Era un ruiseñor atrapado entre muros de oración y roca fría, helada. Los episodios depresivos volvieron a reaparecer y alguna que otra nueva tendencia suicida. Algo que a lo que no era ajena su comunidad. Desde su ingreso conventual, al menos otras tres novicias forzosas no habían encontrado otra salida JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios más que la inmolación, despreciando el castigo divino. A veces, la desesperación del espíritu podía ser más fuerte que el miedo a la condena eterna. La diferencia entre Isabel Fáñez y aquellas otras mujeres, era que ellas sí habían encontrado el coraje para cercenarse, estamparse o bien envenenarse, respectivamente, consumando sus añoranzas de una salida definitiva a todo aquello. Y de seguro que Isabel se hubiera unido a ellas, de no ser por dos razones: la devoción por su hijo, que tantas cartas hermosas le escribía y, en última instancia, la más poderosa de todas: cual es el deseo de venganza. Se hallaba, como decíamos, de nuevo, asomada al abismo de la depresión sin vuelta, cuando llegó una nueva carta, muy especial, de cinco resmas nada más y nada menos. Su querido Fernán, ya un hombre, le dedicaba unas líneas hermosas, confesoras y descarnadas. El muchacho quiso desahogar parte de sus frustraciones compartiéndolas por escrito. La monja, por su parte, había notado el cambio, la riqueza de detalles, los razonamientos que exponía el muchacho en sus palabras. Y es que Fernán había permanecido abstraído de su vida pasada en tanto que permaneció en Toledo, aprendiendo lenguas y traducciones en el Alacava, bien jugando a hacer arrumacos con Raquel. Todo aquello se tradujo en una disyunción de la ubicuidad de su madre, a la que trasladaba cada vez testimonios más difuminados. Sin embargo ahora, pasado aquel interludio de unos breves años de ignorante felicidad, un jarro de agua fría devolvió al muchacho de vuelta JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios al mundo real. Fernán retomó con fuerza su epistolario materno, tirando de detalles, de reflexiones y dudas; relató a su madre su día a día en Toledo, sus estudios de lenguas y escribanías, los bullicios de las calles, los chismes de su informante Triguero, todo aquello que no era sino un espejismo de prosperida. No obstante, algo turbó especialmente la atención de Isabel Fáñez, algo más que estaba escrito y explicado con pormenores en aquellas líneas: el amor de su hijo por una hermosa judía llamada Raquel y, en particular, su padre: un eminente médico judío de nombre Hayyim AlFakhar. Al llegar a este punto, los legajos resbalaron de entre las manos de Isabel: era la memoria de lo imposible. Aquel era el médico judío que, siendo ambos muy jóvenes, diagnosticó su embarazo, fuera de los plazos compatibles con la paternidad de su legítimo marido. Fue aquel médico quien desenmascaró el accidente sucedido tras unas jornadas de pasión y amancebamiento con su primo. Volvieron a su memoria los ruegos, en aquella habitación helada, implorando al médico que mintiera a su esposo. La respuesta de Hayyim fue taxativa, no podía mentir, no solo por sus principios religiosos, si no por las bases éticas de su ejercicio de la medicina. Isabel Fáñez nunca entendió el gesto, responsable y moral, del joven galeno, entendiéndolo como una conducta prepotente y machista. Focalizó, durante largo tiempo, el origen de todas sus desgracias en aquel judío desgraciado que la despreció y la puso a los pies de los caballos. Ella, por su parte, pretendía ignorar que la fuente de sus males fueran su infidelidad y su JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios mal entendido deseo, junto a la crueldad de aquellos tiempos. Siendo la naturaleza humana proclive a refugiarse en artimañas emocionales para evadir la realidad, Isabel Fáñez evadió sus errores considerando que su hijo bastardo era lo mejor que había hecho en esta vida, y que había sido víctima de la confabulación de un médico judío misógino, prepotente y traicionero, como todos los judíos. El odio y la rabia contenida fueron disipándose, con los años, en el vacío espiritual y el éter taciturno que se inhalaban en San Mamés de Ura. Hasta aquel mismo día, en el que despertó de nuevo la hidra que albergaba Isabel Fáñez en sus adentros, dos veces había visto el óbito y la negrura de cerca. En dos ocasiones había soslayado la depresión, la muerte en vida, saboreado el ricino de la soledad conventual. No habría una tercera, no volvería a arrimarse al piélago de la locura. Su motivación, desde aquel mismo instante, sería salir de aquellos muros, cautivar a su hijo amado y castigar dolosamente al causante de sus males: no era otro que aquel médico sefardí, de nombre Hayyim Al-Fakhar. Aquel día, aquella carta, obraron también un profundo cambio en una Isabel Fáñez que iba a encontrar la voluntad, los recursos, el ingenio y, sobre todo, la falta de escrúpulos necesarios para recuperar parte de su vida arrebatada. Mientras su madre idealizada se reafirmaba como nunca en su retiro espiritual, el joven Fernán se centraba en progresar con la espada. Trabajaba más duro de lo que lo había hecho nunca, lo que suscitaba el orgullo paternal del calatravo Ordóñez. Pasaban las semanas distraído, como estaba, con el duro trabajo JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios de la encomienda, y recibió un par de visitas del insigne Hayyim. El médico judío se mostraba apesadumbrado por la suerte de Fernán. Se sentía culpable por haberle llevado aquel día al juicio del pobre Alejo. Nada de esto habría sucedido si Hayyim no hubiera cruzado las suertes de su joven amigo y de su ahijado. Las palabras de Fernán no le reconfortaban, pese a que el muchacho no dejaba de reafirmarse en su defensa de Alejo en aquel juicio tramposo, menos de haberle sacado del trance con notable recompensa. Lo que ocultaba el joven, a todas las miradas, era el nudo en el estómago que le devoraba lentamente lejos de su amada Raquel. Así fue como una mañana plomiza de Enero del año de nuestro señor Jesucristo de 1195, un fornido viajero amaneció entelerido a las puertas del castillo. Los ayos de la comendadura acudieron a dar aviso al ilustre Ordóñez: ‹‹…Un forastero pregunta por Fernán García de Aceca…››, vinieron a decirle. Al salir a su encuentro, el calatravo y su hijastro se encontraron al pobre Alejo envuelto en su rica aljuba. Al aparecer el joven muchacho a las puertas del castillo, antes si quiera de darle un abrazo, el forzudo labriego se arrojó a sus pies, llorando: ‒¡Mi señor Fernán, Fernán García, gracias, gracias, mi señor! El propio Fernán se ruborizó ante este hecho, y tomó inmediatamente a Alejo de la sobaquera, para hacerlo levantar: ‒Tranquilo, amigo mío—decía Fernán—, no tenéis que mostrar agradecimiento alguno. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒He de hacerlo, mi señor Fernán y he de agradeceros por el tormento del que me habéis salvado, y la bendición que me habéis conseguido. ‒Era mi deber cristiano nada más: ¿qué os trae por aquí?. ‒He venido a ponerme a vuestra disposición, a vuestro servicio, como mejor estiméis. Tengo una deuda con vos. ‒No tenéis deuda alguna, Alejo, somos amigos, los amigos y los buenos cristianos se deben ayudar. Además, no te debes poner al servicio de nadie, debes atender tus asuntos y tareas. ‒Eso os venía a contar. He firmado unos escritos, asesorado por Hayyim, ante el Notario Real. Y luego Hayyim me ha dicho que ya no tendré que preocuparme de las rentas, que soy señor de parte de las tierras de mi padre, Dios lo guarde en su gloria, y que participaré de los beneficios sobre la aparcería de la pesquería que allí se va a construir… mi madre me ha dicho que ya no tengo que trabajar más como labriego para mi padrastro, que ya se buscará a quién lo haga, que nos ha tenido engañados mucho tiempo. Ahora mi madre no le dirige la palabra, ¿sabe?—Fernán sonrió a colación de esto último. ‒En ese caso pasa, querido Alejo, a desayunar con nosotros y a entrar en calor: leche caliente, requesón y pan con ajoaceite. Hay sopa negra hecha de ayer, deliciosa. Luego discutiremos eso de ponerte al servicio de nadie. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Alejo no se quiso separar desde entonces de Fernán. Poco pudo hacer este último por convencerle, pues no atendía más razones que la devoción por su salvador. El buen espíritu y nobleza de Fernán decantaban más la balanza a su favor. Optaron por dar un camastro a Alejo en la casa común de los sirvientes, mas Fernán se negó, acogiendo al fortachón en su celda. Cuál no fue la sorpresa de Alejo cuando Fernán le ofreció su jergón: ‒Pero, ¿do es que váis a dormir vos?—preguntaba Alejo extrañado. ‒En el suelo, mi amigo, cerca del hogar, por su puesto. ‒¡De ninguna manera, en modo alguno!. ‒Es mi decisión, Alejo, así duermen los caballeros de la orden de calatrava, es parte de nuestra regla... Fernán no lo sabía, pero se había ganado a su compañero más fiel, quien le seguiría hasta el último rincón de la tierra, hasta el final de sus días. Alejo, por su parte, procuraba irle a la par, se levantaba antes que Fernán todas las mañanas, disponía sus enseres, su desayuno, cuidaba y limpiaba sus armas y utensilios, preparaba sus monturas, acarreaba los pesos más grandes en las faenas diarias. Siempre pedía la dispensa de Fernán si había de ausentarse. Un día le habló al respecto el siempre preclaro comendador Ordóñez: ‒Fernán, hijo, no has recibido el espaldarazo, y ya eres armado caballero—Se mostraba irónico el calatravo. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒¿Por qué lo decís?—preguntaba Fernán. ‒Tenéis escudero… ‒No hagáis mofa del pobre Alejo, comendador—reprochaba cariñosamente Fernán. ‒Al contrario, hablo muy en serio. El espíritu de la caballería es servir al débil, mostrar coraje y gallardía, pero con ingenio. No dispondréis del brazo más fuerte entre los freires, si bien, dudo quien puede enfrentaros en cualesquiera de las demás virtudes. Ese pobre idiota de Alejo es una metáfora de vuestra nobleza interior, no conozco a nadie más que se haya ganado el servicio y la devoción de otro cristiano si no es a través del miedo a perder sus tierras, bien sea el miedo a Dios. Alejo os ama por como sois, por lo que hacéis y por la manera en que lo hacéis. Y creedme, Fernán: haréis grandes cosas. En ocasiones el ilustre Ordóñez destilaba gotas de requiebro para su querido Fernán. Eran escasas, dado el carácter agrio del comendador, pero contundentes y definitivas. Sin embargo, a fe que nadie consiguió influir tanto ni aportar mayor confianza en sí mismo al joven Fernán, que el propio comendador. No habría elegido otro padre para sí, ni siquiera a su muy querido Hayyim. El invierno avanzaba en el reino de Toledo. Los milites se azoraban pues se cernía una terrible amenaza sobre los Campos de Calatrava. El califa Abu Yacub Yusuf preparaba un ejército formidable. El rey castellano estaba exultante debido a sus JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios victorias: primero recuperó Toledo, arrebatándosela al Rey de León y a su batallador Virrey, don Fernán Rodríguez de Castro; después contratacó al Rey de Navarra, aun siendo niño, entrando hasta Logroño; siendo mayor de edad cercó e hizo caer Cuenca, escaso reducto almorávide en la Península; acogotó a Navarra definitivamente, fundó Plasencia y regó la frontera de soldados de Dios: los freires calatravos. Viéndose así de fuerte, inició correrías hostigando Andalucía. La postrera reacción del califa almohade, no tardaría en producirse. Y es que los apocados almorávides ya no gobernaban la península: la tercera generación de los sectarios almohades había unido cabilas y taifas; había dado cohesión y unicidad de respuesta. La hostilidad del rey castellano, frente a la relativa calma e incluso maledicente afinidad de los demás monarcas cristianos de España, encendieron el ánimo del califa en pos de la joya perdida: Toledo. Solo había un rey cristiano cometiendo el desplante de atacarles en su casa, solo aquel malnacido rey Alfonso impelía a los agarenos a recuperar para Dios, el único y grande, las tierras mancilladas por la cruz. Los preparativos para fundamentar el bastión de Alarcos se apresuraban, mas no al ritmo deseado. El nombrado tenente de la fortaleza y ciudad: don Diego López II de Haro, no alcanzaba alzar el muro de la ciudad ni la falsabraga del Castillo de Alarcos. Los ecos de la guerra estaban llegando a la quietud de la Aceca. El ilustre Ordóñez hacía preparativos de campaña, si bien su JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios puesto le restringía de entrar en combate, algo que deseaba arduamente. Se sentía como una fiera enjaulada, disponiendo mesnadas y organizando intendencias. El acero toledano de sus milites desfilaba ante sus propias narices, mientras él se limitaba a emitir despachos. Caudales partían hacia Toledo con frecuencia, a manos del cabildo y el almotacén real. Se esperaba gran contingente en la plaza Toledana para el verano, para cuando se alzara la guerra, mientras se secaban de lodos los caminos y se terminaba de trillar el trigo. El ilustre Ordóñez se refugiaba de sus frustraciones en Fernán, al que dedicaba incontables horas enseñando las artes del combate y la espada. No en vano, el talludo comendador había sido partícipe de numerosas contiendas, atesorando coraje y experiencia, claves que se empeñaba, ahora más que nunca, en transmitir a su hijo adoptivo Fernán. Un día hablaban tras una larga jornada de instrucción: ‒¿Sientes miedo, Fernán?—preguntó el freire—. Del futuro, de tener que luchar, de tener que matar o morir. ‒Sí tengo miedo, pero, no por mí, padre. ‒¿Por qué entonces?. ‒Por no poder volver aquí con vos, a la Aceca; por no poder volver a sentir el tacto de un hermoso manuscrito entre mis manos; por no poder mirar al cielo de una noche clara; por no, en fin…—El muchacho agachaba la cabeza, apesadumbrado. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒¿Por qué más, Fernán?. ‒… por no volver a ver a Raquel. Ambos quedaron de pie en silencio, junto a las almenas del castillo, mientras se ponía el sol hacia los llanos de la Sagra. El milite respondió, tras un rato de sosiego: ‒Yo también amé una vez. Hace mucho tiempo. Hace tanto tiempo… ‒¿Qué paso?—Fernán despertaba su atención, a la vez que apartaba brevemente su melancolía. ‒Bueno, sabes de mi ascendente de los campos góticos, cerca del Infantazgo: en Astudillo. Pertenezco a una familia solariega y de abolengo. Ella pertenecía a una familia acomodada que movía variadas recuas en el Alfoz de Palenzuela. Era muy guapa… y me correspondía. De hecho, se entregó de lleno. Aún recuerdo los restregones entre la paja y la hierba. Tenía unos senos prominentes y erguidos, una cadera generosa, unos curiosos hoyuelos en su expresión pícara y unos enormes ojos negros. Yo me creía morir en sus brazos. ‒¿Y qué pasó?. ‒Quedó preñada…—se hizo el silencio, mientras el maestre apretaba los dientes. ‒Entonces, ¡¿tenéis un hijo carnal?!. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒Yo así lo afirmo. Esa maldita zorra no… ‒Contadme, ¿qué más?—el ilustre Ordoñez rumiaba las palabras, seleccionando entre las maldiciones y las explicaciones. ‒Recibió una mejor oferta… ‒¿Mejor que vos?. ‒Mejor que yo supongo: no te confundas, mi querido Fernán, no todos los nobles son ricos, ni todos los ricos son nobles, en los campos góticos. El solariego se ganó después de generaciones de caballeros guerreando en verano, arando sus tierras en otoño, haciendo embutido en invierno y purgando en primavera. Llegaba el verano… y de nuevo a la guerra. Había guerreros formidables, capaces de acumular mérito y botín por encima de los demás, otros, menos batalladores, administraban bien las tierras ganadas por presura. Sea como fuere, unos cristianos fueron elevándose respecto a los demás, acumulando riqueza y privilegios, siempre fruto del servicio a su rey, a Dios y, a menudo, a otros señores más poderosos que el rey mismo. ‒¿A dónde queréis llegar, padre?. ‒Pues que mi familia tenía abolengo, pero no riqueza. Siempre se nos dio mejor ganarnos el jornal a mamporros que fruto de nuestras buenas gestiones. Por eso, supongo, un rico maestre de Palenzuela resultó más tentador para mi hermosa moza, de nombre Claverina. Ocultó su embarazo por todos los medios al JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios público, incluyendo fajas de gasa aprisionándole el vientre. Y a mí me daba largas para el matrimonio. Se resistía a que nos casásemos, poniendo variadas excusas: no se atrevía a explicárselo a sus padres, que si la criticarían, que si la iban a meter en un convento… ‒¿Y qué hicisteis?, aquel otro hombre debió notar aquello. ‒El tipo no sería estúpido; sin embargo, si ella se entregó a él la mitad de lo que se me entregó a mí, créeme Fernán, bebería los vientos por ella. Cualquier hombre puede perder los estribos y la razón por una buena hembra, si esta de veras se lo propone. ‒¿Dónde está entonces vuestro hijo?. ‒Yo me decidí a acudir a la casa de su familia, me presenté allí y expuse lo sucedido, solicitando la mano de la muchacha. Ella se volvió loca, empezó a gritarme, me acusó de haberla forzado, aunque ella, decente y virtuosa, se había conseguido resistir. El alfoz tiene sus propias leyes y merindades, allí yo no era nadie, montó tal escándalo que pasé la noche en un calabozo; no fue mal la cosa, se me sometió a un juicio público, casi me ahorcan, mas mi familia pudo sacarme del atolladero. Luego, por prudencia, mi padre me buscó un sitio dentro de la Orden de Calatrava, que apenas llevaba diez años abriéndose paso en la cibdad vieja . Me vine a la frontera, dejando atrás mi pasado; descargando la rabia contenida contra los escudos y las chilabas de los moros. Y ahora estoy entre estos muros, ¡atrapado!; aún siento la cólera correr por mis venas, y necesito, Fernán, lo JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios necesito de veras, encararme con un ejército de infieles; es la única manera que encuentro para olvidar lo que la malevolencia de una sola mujer fue capaz de causarme. ‒¿Sabéis cómo se llama?. Vuestro hijo, quiero decir. Otra larga pausa interrumpió el diálogo, el ilustre Ordóñez parecía querer contener un atisbo de sollozo entre dientes: ‒Mi hijo se llama Fernán, Fernán García de la Aceca… no he conocido otro. Si me preguntas por aquel niño que nació de una relación ilegítima: se llama Hugo. Lo sé por mi familia, nada más. Me consta que no tiene conocimiento de mí, aunque, para ser sincero, no hay día en que no piense yo en él. El ilustre Ordóñez apoyó su brazo en el hombro de Fernán, para después retirarse comedidamente a sus aposentos; probablemente, a dejar escapar alguna lágrima en la intimidad de su celda. Fernán, por su parte, quedó melancólico, mirando al atardecer, intentando recordar cuando la vida era más fácil y los sentimientos, un juego sencillo. Amaneció una mañana lluviosa al día siguiente, Alejo había preparado un caldo caliente con pan frito para el desayuno. Fernán preguntó por el comendador al no hallarlo en su celda, a lo que Alejo respondió: ‹‹Salió muy temprano hacia Toledo››. Después del espeso desayuno, se dirigió a sus rutinas matutinas dentro del castillo. Sin la presencia del comendador, a media mañana asistió a su instrucción guerrera. En este sentido, si bien el comendador supervisaba casi todos los avances de JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Fernán, este había delegado en dos buenos freires su tutela: Mariano de Esquivias y Fruelo do Miranda; Mariano era un recio y arrogante milite, muy diestro con la espada, no obstante. Fruelo, portugués de origen, en cambio, era de naturaleza jovial y cercana. Mariano no dudaba en golpear y arrojar al lodo a Fernán si le notaba distraído o poco motivado. Era su forma de mostrar al muchacho lo que podía traerle la vida si se veía envuelto en un combate. Fruelo era más suave y apelaba a menudo a la psicología del mozo:‹‹Vamos Fernán, así no vas a ganarte a tu amada judía, pelea con más brío››, le decía a menudo para animarlo. Esa mañana Mariano no dudó en plantar a Fernán bajo la intensa lluvia que regaba la comarca de la Sagra: ‹‹¿Sabes lo que es luchar bajo lluvia intensa, joven Fernán?, no ves nada, el agua te nubla los ojos; entonces no ves los mandobles venir. La única ventaja de la lluvia es que a los jinetes les va peor, si es que tú combates a pie››. Mariano estaba arreando de lo lindo. Fruelo, a su vez, observaba impasible desde un alero, a resguardo de la lluvia, afilando con una piedra su espada. Acabada la sesión, Fernán estaba exhausto, llevaba marcados dos moratones de relevancia y había besado el suelo en varias ocasiones. Mariano, no obstante, se terminó llevando una buena estocada, lo que espoleó aún más su ánimo, mientras pensaba para sí:‹‹¿Cómo es posible que este flacucho gañán me haya conseguido arrear de esa manera?››. Recuperándose con unos paños calientes de la restregada y el aguacero, Alejo iba y venía pacientemente a mojar gasas en una JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios marmita con agua puesta al fuego, en interés de evitarle una pulmonía a su amado señor Fernán. La fragilidad y delicadeza aparente del mozo, sin embargo, contrastaban con la robustez de su salud, sopesada desde el día en que fue rescatado, malnutrido, de la aldea de Moceisón. Dieron las seis de la tarde y ya andaba Fernán preocupado por la larga ausencia de su padre. El día estaba siendo plomizo y la lluvia intensa de la mañana dio paso, tras un interludio a mediodía, a una llovizna prolongada en la tarde. Fernán permanecía asomado a las almenas del castillo, bajo un capazo de piel encerado, a fin de no mojarse. Alejo permanecía a su vera, envuelto en su inseparable aljuba, cuando apareció la silueta del comendador en lontananza. Recibido en las estancias del castillo, el freire se cambió las ropas mojadas, siendo este un privilegio de unos pocos, mientras indicaba a Fernán y a Alejo que aguardaran en la sala de guardia. Finalmente apareció el calatravo, portando un objeto alargado, envuelto en gasas. Se sentaron junto a la mesa y el ilustre Ordóñez empezó a explicar el porqué de su discreción: ‒Tengo noticias, Fernán, buenas noticias. Pero, vayamos por partes: Tu padre, don Pedro García de Lerma, opta a ser nombrado Mayordomo Mayor del Rey. Como ya sabrás, querido Fernán, es una de las mayores dignidades del reino. ‒Hace años que no sabía nada de él, ya no acudía por aquí— respondió Fernán a estas razones. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒Bueno, ha estado muy atareado en asuntos varios: la guerra desatada con Navarra, por un lado, y en el Infantazgo, por el otro. La Castiella Viella ha estado muy agitada en estos últimos tiempos. El año pasado, precisamente por estas fechas, se firmó el tratado de Tordehumos, a fin de regularizar la situación de conflictividad entre Castilla y León, sellando la paz entrambos reinos. Nuestro amado rey Afonso ha apoyado a su primo homónimo en la cuita que mantenía con el infante Sancho. Este infante Sancho, es hijo ilegítimo de Urraca López de Haro y el fenecido Rey de León, don Fernando, siendo estos dos amantes. ‒López de Haro decís… ¿es acaso familia del famoso caballero don Diego López de Haro?—interrumpió Fernán. ‒Hermana, para ser precisos. Don Diego ha regresado a Castilla, al servicio de nuestro amado rey Alfonso, tras haber perdido su familia los intereses forjados a través de Doña Urraca en León. Básicamente, el otro rey Alfonso, el de León, los ha echado a patadas: ha arrebatado a los de Haro las posesiones que su padre, el difunto rey Fernando de León, había legado a su amante Doña Urraca. Últimamente, estas fortalezas eran guardadas por el propio conde don Diego López de Haro; sin embargo, el Rey de León, Alfonso, las tomó por la fuerza. ‒¿Don Diego estaba exiliado en León, acaso?. ‒En realidad, esto sucedió años atrás, hijo mío. Sin embargo, a su vuelta, nuestro amado rey Alfonso de Castilla le ha JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios restituido sus posesiones y dotado del cargo de alférez real, general de sus ejércitos y levas. Sea como fuere, Tordehumos son los rescoldos de una hoguera muy intensa, en la que ha ardido el orgullo y la vanidad de grandes señores, empezando por el mismo Rey de León, quien ha salido perdiendo, al menos por ahora. Nuestro amado rey Alfonso de Castilla arrebató a León varias fortificaciones durante la guerra en el Infantazgo. Tras el Tratado de Tordehumos, Castilla tan solo ha restituido tres a León: Alba, Luna y Portilla. Muchos otros siguen en manos castellanas. El equilibrio con León es muy tenso, tanto, que la paz no ha sido sino que impulsada desde Roma, por medio de un legado del pontífice: el Cardenal Gregorio, de Santángelo. Este último decidió que se pusieran, como garantía de las paces, ciertas fortalezas fronterizas entrambos reinos, a fin de ser custodiados, unos por la Orden de Calatrava y otros por la de Santiago, respectivamente. ‒¿De cualquier modo, qué tiene esto que ver con mi padre, don Pedro García?. ‒Bueno, tú preguntabas por qué hace años que no nos visita. Como has estado imbuido por tus libros y judías toledanas, no te has enterado apenas de lo que pasaba a extramuros de la ciudad. Y lo cierto, es que en todos esos fechos, ha tenido gran participación y entretenimiento tu padre. Por eso, finalmente, podría ser recompensado con la mayordomía: una bendición de mucho renombre. ‒¿Y bien?... JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒Atiende mozo, he tenido a bien escribir a tu padre, quien me respondió que estará encantado de acudir a Toledo, con motivo de los preparativos en curso frente a la amenaza almohade. Intercederá por ti ante el Cabildo de Toledo. El Arcediano Eleucadio tendrá que permitirte regresar a Toledo. Al oír esto Fernán, no pudo reprimirse, arrojándose a abrazar a su padre postizo entre gemidos de felicidad. El muchacho, a pesar del lodo y las espadas, seguía disponiendo un inusitado sentimentalismo: ‒Cálmate, Fernán, aún no está cerrado el asunto. En cualquier caso, vendrá aquí, a la Aceca, a vernos. El Rey de Castilla está ordenando asuntos en las extremaduras castellanas, pero ha dispuesto que el primado Martín lance una serie de correrías contra los almohades—prosiguía el Calatravo. ‒¿El Arzobispo de Toledo, don Martín?. ‒El mismo. Don Nuño, nuestro reverendo Maestre, me ha confesado que el mismo Rey de Castilla, don Afonso el Noble, ha mandado una misiva retando al Miramamolín. A juzgar por las noticias que llegan del sur, puede estar armando el moro un ejército formidable. De ser así, solo hay dos obstáculos en su camino a Toledo: Alarcos y la Cibdad vieja de Calatrava. Sin duda, nuestro amado rey se siente reconfortado por las paces de Tordehumos, la buena amistad con el rey de Aragón y el yugo sobre el monarca Navarro. Se siente fuerte y confiado JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios para embestir de frente al almohade—Ahora el ilustre Ordóñez pensaba en voz alta, sin duda. ‒Y vos: ¿qué opináis, padre?—sonsacaba Fernán. ‒Opino que los almohades ya no son los reinos de Taifas. Han unificado credo y alianzas. Han denostado al rey Lobo de Murcia, un aliado de enjundia para Castilla. Creo, mi querido Fernán, que nuestro amado rey Alfonso está precipitando la furia de los agarenos sobre las posiciones de Calatrava, al sur del Tajo. El rey se podrá refugiar entre los muros y acantilados del Torno de Toledo, pero la Cibdad vieja y Alarcos están demasiado expuestos. No es tiempo de buscar una batalla en campo abierto. ‒¿Y cómo se puede ganar al moro si no es enfrentándolo?. ‒Hijo, debemos enfrentarlo con precaución; desde el Tajo hasta las puertas del alto del Muradal, los llanos y los montes son jurisdicción cristiana, ya es fecho asumido. Debemos afianzarnos en los campos de Calatrava primero. El almohade ha de luchar contra los portugueses, ha tenido que recuperar posiciones en levante, resolver conflictos internos entre sus cabilas, envía barcos a las islas mayorquinas; por si fuera poco, los muros de la Sierra Morena son una muralla de contención frente a las pretensiones andalusíes; incluso las valiosísimas minas de azogue de Almadén, en nuestras manos, han sido dadas por perdidas por los visires de Córdoba, al hallarse estas más allá de los Pedroches. Esta guerra la ganaremos paso a JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios paso. Además, no actuamos como uno solo, querido Fernán, los cristianos andamos desunidos frente al moro. Sin embargo, el moro ahora sí ha aunado sus fuerzas. La Orden de Calatrava no será suficiente para contener al ejército del califa, si es que este decide arrojarse, con grandes efectivos, hacia las puertas de Toledo. ‒Pero, no estamos desunidos, vos lo acabáis de decir: ¿qué hay del Tratado de Tordehumos, de la paz con León, de la amistad de Aragón? ‒Sí lo estamos, más de lo que dictan las apariencias. Ya te he dicho que Tordehumos, lejos de apaciguar los ánimos, es una paz forzada. El Rey de León no es de fiar. El Rey de Navarra aguarda, seguramente agazapado, una nueva oportunidad. El de Aragón mira ahora hacia sus intereses en Occitania: los vizcondados donde la herejía cátara se extiende por doquier, donde pretende mediar, mientras arrima condados al norte de los pirineos. No, mi querido Fernán, algo se mueve, algo sombrío. ‒A qué os referís: ¿una traición?... ‒… Real como la vida misma—continuaba con determinación el ilustre Ordóñez—. Los freires Truillenses, de la Orden de Alcántara, nos informan que don Pedro Fernández de Castro, un leal vasallo del Rey de León, se ha desnaturalizado de su señorío de Trujillo, internándose en territorio almohade. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Obviamente, no creo que tenga planeado conquistar Córdoba o Sevilla con su exiguo ejército. ‒¿Unirse al moro entonces?: pero eso le puede costar la excomunión. ‒Mi querido Fernán, eso poco importa a algunos mortales, que aspiran, cegados por la codicia, más a sus posesiones en vida, que a su salvación eterna… pero dejémoslo ya, hijo, basta de preguntas. La cuestión es que tu padre nos va a visitar y, en su condición de portador de realengo, te va a ordenar caballero. Un escalofrío de emoción recorrió la espalda de Fernán: ‒Te has quedado sin palabras…—responió, alegre, el comendador— la orden piensa que puedes prestar gran servicio, por tus consabidas virtudes y tu fina agudeza. Por ahora no has de portar el hábito de la cruz negra. Sin embargo, siempre has atendido todos los demás compromisos de los freires. Tan solo lo vamos a hacer oficia. ‒¡Qué alegría!, mi noble y querido señor Fernán: ¡ahora sí que puedo decir que sirvo a un auténtico caballero!—El pobre Alejo no cabía en sí de satisfacción por la noticia. ‒Necesitarás una buena espada. Ese es un regalo que yo quería hacerte hace tiempo…—Lentamente, el ilustre Ordóñez empezaba a destramar el bulto envuelto en gasas que había traído a la reunión— Es Toledo el lugar de la cristiandad con la mejor manufactura de aleación; el acero toledano se tiene por el JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios mejor templado sobre el orbe. Tu brazo no será el más largo, ni el más fuerte; pero eso no importa, con esta hoja cortarás las lorigas y las chilabas, partirás almófares y los destellos de oro y plata deslumbrarán a tus enemigos. Proseguía la perorata del calatravo, mientras descubría la espada a la vista de Fernán. A sus ojos apareció una reluciente espada de tres cuartas de vara, de doble filo, con una profunda acanaladura a lo largo de su eje, punta en ojiva, cortos gavilanes plateados, mango de tiras de piel curtida, negra, pomo en forma de disco, con un grueso broche de plomo, revestido con la cruz flordelisada de la orden: ‒Con esta espada, Fernán, partirás los cielos, de ser necesario… Fernán tomó la espada entre sus manos, la reluciente e impoluta hoja tenía inscrita una filacteria, como era usual; normalmente eran pliegos u oraciones, sin embargo, el ilustre Ordóñez había elegido en esta ocasión una sentencia más pagana: Audentes fortuna iuvat (La fortuna favorece a los audaces). Al leer esta frase, Fernán respondió: ‒La Enedia, de Virgilio… es hermoso—Fernán contemplaba absorto la espada. ‒Atiende Fernán, porque un caballero es él y su espada; y así mismo lo es, también, su montura. Salgamos afuera—Las sorpresas no terminaban aquí. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Salieron de las estancias del castillo, al patio de armas. Fuera aguardaba Fruelo, haciendo las veces de palafrenero, cinchando una yegua hispanoárabe de color negro… hasta los cuartos traseros, donde torcía a gris, esbelta, extremidades longas, cascos pequeños, cabeza alargada, dorso espigado, anquialmendrada. Se mostraba mansa y queda: ‒Se llama Lanza, porque trota tan rápido que corta el viento— decía Fruelo, mientras acariciaba el dorso del animal—. Es mansa y muy obediente; créeme Fernán, es un gran regalo. Una semana más tarde llegó el gran momento. Hacia media mañana llegó el cortejo de don Pedro García de Lerma. Fernán se sentía agitado, presa de muchas y variadas emociones: sobre qué iba a pasar ahora con sus estudios; acerca de si se debería involucrar de lleno en la orden; tal vez, tendría que luchar cara a cara, finalmente, contra el infiel; y la más que más desasosiego le producía, sin duda: ¿cuándo volvería a ver a su amada Raquel?. Especialmente se inquietaba a raíaz de las razones expuestas por el comendador la semana anterior, mencionando conspiraciones, desunión entre cristianos, o bien pactos poco o nada afianzados. Nubes negras se cernían sobre la hasta entonces relativa calma y felicidad de que había gozado en Toledo; la quietud duró hasta que se mostró en público, hasta que asomó la cabeza, dándose a conocer, aquella mañana fría de Diciembre, en defensa de su fiel escudero Alejo. Sea como fuere, no había tiempo para lamentaciones. Fernán era ya un hombre para la época y, como tal, debía penetrar en el JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios mundo real. Tocaba asumir nuevos compromisos, pues eran tiempos para luchar o ser esclavo. La aljama y la comendadura eran el palio que habían acogido cálidamente a Fernán. Ahora, sin embargo, era tiempo de deslindarse de aquel concepto de quietud y despreocupación. El joven Fernán, asumió el nuevo escenario desde un punto de vista positivista, tan propio de él. Usaría sus conocimientos, sus saberes, sus capacidades y su espada, para construir un futuro mejor para aquellos que conocía y amaba. A pesar de las vicisitudes que tendría que cruzar en su vida, jamás renunciaría del todo a estos principios. De lejos se pudo apreciar la llegada del séquito, don Pedro, en tanto de parte de la curia real, portaba estandartes de tal significación. La bandera del castillo dorado en fondo de gules brincaba sobre un largo astil, a lomos de un caballero señalado, situado al frente de la comitiva. A su llegada al castillo, el séquito fue recibido con honores, disponiéndose toda la guarnición en revista. Unos cincuenta freires, de diferentes graduaciones, y no menos de cien ayos engalanados en armas, se dispusieron en riguroso orden a recibir tan notable legación. No era asunto menor impresionar a los representantes del rey, exhibiendo un destacamento de buenos soldados y caballeros. La orden se nutría de muchas y muy generosas donaciones reales. A modo de contrapartida, el rey necesitaba guerreros bien alimentados y equipados. Si alguien fallaba en este cometido, podría perder el favor de la curia regia y con esto, las futuras donaciones y botines. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Los calatravos se habían constituido, merced a sus estricta disciplina y rigurosa regla cisterciense, en un ejército de élite entre la caballería hispana. No gozaban del mismo predicamento que otras órdenes, especialmente la de Santiago, mucho más laxa en sus reglamentos, lo que le permitía atraer para sí a más vocaciones guerrero—espirituales. Sin embargo, sí se podía considerar, objetivamente, que un único y auténtico milite de Calatrava, valía mucho más que la media de la soldadesca de la península durante aquellos aciagos tiempos. La comendadura de la Aceca, de la mano del ilustre Ordóñez resultaba, en este sentido, sobresaliente. Llegada era la compañía del futurible mayordomo del rey. Recibido a la entrada de la fortaleza, se conformaba un pasillo con los clérigos de las parroquias circundantes de la vega del Tajo, más los monjes del cercano monasterio de San Marcos de las salinas, con su abad al frente; al final del pasillo, aguardaban el Maestre de la Orden, don Nuño Pérez de Quiñones, el comendador, el propio Fernán y el párroco de la Aceca. El orgulloso don Pedro García de Lerma se bajó con solemnidad de su montura, ayudado de un palafrenero, vistiendo galas oficiales, resultando aquello una pesada carga. Se acercó y besó en las mejillas al Maestre, luego al Comendador, luego a su hijo ilegítimo y, finalmente, se santiguó ante el párroco. Después del saludo procedimental, se dirigió a su hijo, con cierta excitación: ‒Qué alegría y qué enorme satisfacción, mi querido Fernán. Has progresado mucho y crecido hasta convertirte en un hombre. Veo que los caudales invertidos en tu formación no han sido en balde—Don Pedro García omitía el hecho de que JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios hacía años que no pagaba gabela alguna por la manutención de su hijo. ‒Don Pedro, es todo un orgullo y un honor gozar de vuestra presencia entre nos—respondió educadamente Fernán, quien debía evitar, en público, dirigirse a don Pedro García como su padre. ‒La comendadura de la Aceca es bendecida hoy con la visita de tan ilustre representante—concluyó el comendador Ordóñez—. Pero por favor, mi señor, permitidme mostraros los avances en la preparación de nuestros avanzados y guarniciones. Bien podréis apreciar los progresos de la orden bajo la tutela de nuestro reverendísimo maestre don Nuño. Pasaron revista al cuerpo principal de caballeros de la orden, un núcleo duro de rudos freires, entre los que se hallaban Mariano de Esquivias y Fruelo do Miranda. Don Pedro quedó deslumbrado por la buena presencia y estado de revista de los hombres de Ordóñez: buena presencia, pulcritud, formalidad; ningún caballero mostraba evidencias de la degeneración que originan los vicios perniciosos con que otros soldados, menos ardientes en la fe, caían con frecuencia. No había herpes extraños ni sangrados de dudosa procedencia, no había vientres hinchados o ganglios inflamados. Pasada ya revista, tras atender estos pormenores oficiales, tuvieron un rato, para comer y charlar, de manera más distendida. Don Pedro García de Lerma puso al comendador al corriente de los planes que se cernían sobre Toledo. Venía a supervisar los preparativos JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios necesarios para alojar las huestes que habrían de enfrentar al moro. Confirmó que se esperaba, casi con toda seguridad, la llegada de un gran contingente formado por el califa Almohade. Era un hecho: la guerra contra el infiel volvía, tras años de tregua firmada entre las partes. El haz formado por los soldados y la caballería de la Aceca habrían de incorporarse, obviamente, a esta batalla. Después de una intensa jornada de despachos y actos oficiales, declinaba la tarde y don Pedro quiso dedicar un rato tranquilo y sosegado a charlar con su hijo Fernán: ‒Eres todo un hombre, Fernán. Sigues escribiendo a tu madre, ¿cierto?—preguntaba distraídamente don Pedro García. ‒Así es padre. Añoro poder conocerla de primera mano. ‒Sin duda llegarás a conocerla, a su debido tiempo. Es una hembra hermosa y fuerte—Se diría que don Pedro se relamía al evocar a su apetecida prima— Suspira por ti, te lleva en todas sus plegarias. Las líneas que le dedicas son bálsamo para su espíritu, me consta. Debo admitir, de otra parte, que estás dotado de cierto talento. Tal vez en el futuro se pueda aprovechar adecuadamente. Tengo entendido que te has estado formando en una escolanía de Toledo. ‒Así es padre, en la judería, se está creando una escuela de traductores. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒A juzgar por tus avances, has sabido aprovechar las enseñanzas. Se nota que eres hijo mío. ‒Por su puesto, padre, no puedo más que agradeceros vuestras muchas bendiciones. Fernán desdeñaba a su padre biológico a estas alturas de la historia. Despreciaba la forma en que se había desentendido de él, reconociéndole ahora una parte de su paternidad y haciéndose acreedor de las grandes virtudes heredadas por su muchacho. Ciertamente, Fernán había perdido casi todo el interés filial por aquella figura idolatrada de don Pedro García de Lerma. Ahora se le aparecía delante un jactancioso y petulante noble de la rancia nobleza castellana, venido a más, de la mano de su alteza real de Castilla. Sin embargo, la diplomacia y las formas obligaban a Fernán a seguir rindiendo cierta pleitesía. Don Pedro García continuaba sus discernimientos: ‒Mira, Fernán, no he sido un buen padre contigo, lo sé. Pero he procurado ponerte en las mejores manos, lo cual creo que ha resultado satisfactoriamente. Espero que estés agradecido por ello. ‒Nunca lo estaré lo suficiente, padre. ‒Sigue trabajando así de duro, Fernán, llegarás lejos. Mañana, yo te armaré caballero, por intercesión real, ¿sabes lo que eso significa?. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒Que estaré al servicio de mi noble rey Alonso. ‒Cierto, mas serás recompensado como tal. Podrás iniciar tu abolengo, con audacia y deliberación. Yo mismo podré contribuir a ello, llegado el momento. Tengo algo para ti—Sacó don Pedro García un anillo de latón con una piedra engarzada; labrado en ella: el sello de la casa de Lerma. Acto seguido, se lo ofreció a su hijo Fernán, para proseguir—. Llévalo con orgullo, a su debido tiempo, podrás acudir al señorío, conocer a tu madre y besar la tierra de tus antepasados. Recuerda que, ante todo, serás caballero castellano. ‒Me esforzaré, padre, tanto como sea necesario. ‒… Hay algo más, Fernán, tengo entendido que tienes amoríos con una judía de Toledo. Me lo participó tu madre. ‒Cierto, es una mujer digna y honrada. ‒Verás Fernán, es un poco delicado, entiendo que quieras folgar con ella, son cosas propias de tu edad. Yo mismo he folgado con otras mujeres de dudosa honra…—A estas razones, Fernán apretaba los dientes y los puños, en señal de contención— Sin embargo, espero que no consideres seriamente el casarte con una judía. ‒Eso no se ha decidido padre, somos jóvenes. ‒Jóvenes, cierto, mas fecundos, también. Hijo, la tersura de la piel de una mujer es algo perecedero, sin embargo, el nombre, JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios la honra, la casa solariega, permanecen en el tiempo. Diviértete con tu judía, pero cásate con una buena cristiana. De otra manera, tu progresión se habrá precipitado antes de haber dado el salto si quiera: ¿me has entendido?. ‒Sí, padre. ‒Perfecto, ahora atiende: ponte tu hábito, tienes que subir a tu celda y allí velarás armas toda la noche: será tu noche en blanco. Reflexiona sobre todo esto, porque mañana, serás nombrado caballero; entonces, pasarás al servicio, no solo del rey, sino de todos los cristianos. Deberás ser recto en tu conducta, fiel y devoto, piadoso, honrado y valiente. Son tiempos cruentos, el rey necesita de hombres fuertes, valerosos y virtuosos para mantener el orden y controlar no solo al moro, sino también al conspirador y al rebelde. Dios nuestro señor y nuestro amado rey Alonso, cuentan contigo también. Ahora ve, hijo mío. Fernán atendió las indicaciones de su padre, desdeñando sus presunciones sobre su amada Raquel. Qué clase de mundo quería defender, qué clase de cristiandad. Vestido con su largo camisón blanco de gasa, mantuvo la vigía toda la noche, en honor a las guardias que había de llevar a cabo el caballero, quien debe estar presto para el combate, bajo cualquier circunstancia. Meditó hondamente sobre las palabras de su padre don Pedro. Y es que aquellas palabras eran ecos vacíos de contenido para él, que se había criado en las enseñanzas de un tosco freire calatravo dotado, sin lugar a dudas, de una mayor JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios sensibilidad y empatía que aquella de la que hacía alarde el relevante don Pedro García de Lerma. Por eso se armaría caballero, por eso lucharía, por salvaguardar a los hombres de honor, como su padre el comendador, por proteger la virtud de mujeres como su madre, por preservar la igualdad entre los hombres, ya fueran judíos, conversos, cristianos o herejes; por ganar, para siempre, el amor de su querida Raquel y poder así ofrecerle un campo de amapolas, en un cigarral toledano, una tierra limpia y segura, lejos de las correrías y las razzias musulmanas. Lejos de la miseria y vicisitudes de los reinos del norte. Un reino seguro, cálido y acogedor, para él y para los suyos. Sin embargo, Fernán era aún muy joven. Apenas atisbaba los tormentos y miserias que aquel mundo de locos y fundamentalistas podrían arrojar sobre él mismo y sobre los suyos. Con los ojos inyectados en sangre, fruto del velatorio protagonizado la noche anterior, se presentó Fernán a la ceremonia. Vestía con un ropaje sencillo, un fino gámbax, una camisa larga de manga corta y ancha, rematado con un escapulario blanco con cruz negra flordelisada, ceñido por un cinto de cuero y hebilla de plata. No llevaba calzas ni leotardos, tan solo unos escarpines de talle alto. Inclinó la cabeza para recibir el espaldarazo de manos de su padre biológico. Al menos, alguna ventaja debía tener ser el hijo bastardo de un noble de la prosapia de los Lara. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Luego pasaron a firmar los legajos que daban fe del hecho litúrgico, el salvoconducto de Fernán a aspirar a dignidades más elevadas. Fue lacrado el documento con el sello de don Pedro García de Lerma, actuando de testigo el mismísimo Maestre de la orden, de la mano del comendador de la Aceca, en añadido a la nutrida representación solariega y eclesiástica que les acompañaba. Una vez suscrito este auto, ya nadie podría negar la nueva categoría social y señorial del joven Fernán. Parecía que los acontecimientos se precipitaban en la placentera vida del muchacho. La guerra llamaba a las puertas de Castilla y él era llamado a unirse, de ser necesario. Por ahora, quedaban atrás los escritos, los poemas, las traducciones y las escuelas: era el preludio de la gran tragedia de Alarcos. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios CAPÍTULO VI. A LA GUERRA JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Tras los preceptivos procedimientos que seguían al espaldarazo, se celebró un generoso banquete en honor a la visita del don Pedro García de Lerma. Escurrido el ágape, se llamaron a capítulo el propio don Pedro García de Lerma, el maestre de la orden, don Nuño Pérez de Quiñones y el propio comendador de la Aceca, don García Ordóñez. El joven caballero Fernán García, en su nueva condición de escudero leal del comendador de la Aceca, fue invitado, así mismo, a esta reunión. Haciendo los honores, comenzó el mismo don Pedro García de Lerma el cónclave: ‒La situación es complicada, señores: maese Nuño, nuestro rey me ha pedido que os traslade un mensaje. Nuestro serenísimo Alfonso lleva varios meses enfrascado en poner en orden la frontera con León, más concretamente, desde la firma del Tratado de Tordehumos. No será hasta finales de Mayo que llegue a Toledo a pasar revista al ejército cristiano. Se han despachado hace semanas los emisarios, reclamando el fonsado y las levas. Acuden con gran hueste los señores de Lara, como el Señorío de La Molina; el arzobispo amalgama las caballerías de las parroquias sufragáneas del Cabildo desde Talavera hasta Talamanca, pasando por Toledo; las Extremaduras y Transierra acuden con gran participación de los obispos de Cuenca, Sigüenza, Ávila, Plasencia, Osma, y Segovia, de los abades de Huerta, de Cogolludo, de Coca, de los concejos de Atienza, Medinaceli, Pedraza, Arévalo, Almazán, Calatañazor, Aza, Ayllón, Maderuelo, Peñafiel, Portillo, Olmedo, Medina… y como no puede ser de otra manera, Castiella Vétula, de los campos góticos vendrán los condes de Téllez, de la Finojosa, los JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Girón, los Cameros, mis hermanos, los García de Villamayor, Lerma y tantos otros; finalmente, se unirán las huestes regias de los Leales de Ávila, el Infantazgo, Burgos, Trasmiera, Campóo, Santillana, Liébana o Álava, que irán de la mano de don Diego López de Haro, desde Vizcaya, Guipúzcoa, La Bureba, Rioja y Nájera. ‒Gran contingente, no es batalla lo que se cuece, mi señor don Pedro, más la guerra—confesaba, preocupado, el maestre don Nuño. ‒La guerra viene y se ha de librar en campo abierto. Nuestro amado rey Alfonso confía en la experiencia y pericia adquiridas en tantas refriegas, en la reconquista de grandes ciudades y territorios. ‒No neguemos que la voluntad de hierro de nuestro rey Alonso nos ha llevado a innumerables victorias sobre los otros reinos cristianos—aseveró el comendador Ordóñez—. Mas las escaramuzas con los moros y la defensa de la frontera no han sido más que eso. Castilla no ha comandado una gran batalla en campo abierto desde tiempos inmemoriales. Ni si quiera cuando se reprimió el cerco de los almohades a Huete. Allí estaban los dos ejércitos, encarados a ambos extremos del Júcar. La refriega se resolvió al retirarse los moros sin apenas plantar batalla. ‒Pretende reclamar los campos de Calatrava—prosiguió don Pedro—, arrinconar al moro, más allá de Sierra Morena, de JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios espaldas a los océanos. Luego vendrán Vilches, Baeza; después, caerá Jaén; se abrirá el paso a Almería y a Córdoba; finalmente, será Hispalis la que caiga. Simultáneamente, recuperaríamos Murcia desde Alcaraz. Es fundamental para Castilla dar con una salida al Mediterráneo. El rey de Aragón no se opondrá. ‒¿Y todo esto en vida del socarronamente el ilustre Ordóñez. rey Alfonso?—insinuó ‒Bien sabéis que este rey nuestro es beligerante y viene cargado de fuerza y tesón—defendía con convencimiento don Pedro—. No se agota de sitiar, contratacar, golpear, a la vez que tiende una red diplomática sin precedentes. Sabe de la importancia de ganar el favor exterior. El papa Celestino nos concedió la Cruzada, sus bulas papales atraen a guerreros cristianos y caudales, levantan simpatías en el extranjero, por encima de los demás reinos de las Españas. ‒Ahora que mentáis otros reinos: ¿se confirma el apoyo de los reyes vasallos?—preguntó Maese Nuño. ‒El Rey de León ha iniciado los preparativos para venir a Toledo con grueso ejército—respondió don Pedro—. El Rey de Navarra también, aunque no nos fiamos de la palabra de ese sodomita. Había rumores que ponían muy en duda la heterosexualidad del reciente Rey de Navarra: Sancho VII, de nombre “el fuerte”, JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios algo con lo que se solía hacer chanza en Castilla. El ilustre Ordóñez prosiguió: ‒No despreciéis el brazo de Sancho el fuerte, es un coloso de dos varas de estatura, ha luchado con bravura en el sur de Francia, del lado de su cuñado Ricardo Corazón de León. Su sola presencia puede hacer declinar una batalla. ‒Mas disoluto y vaporoso, poco constante, desordenado— replicaba don Pedro—. De nada vale su alargado brazo si no es capaz de mantenerlo alzado el tiempo suficiente. ‒Hay algo que me preocupa sobre nuestros aliados. Los freires truillenses nos han informado que el Señor de Trujillo, don Pedro Fernández de Castro, ha abandonado su señorío, con gran hueste, e internádose en territorio almohade—comentaba serio maese Nuño—. Es una noticia preocupante, cuando menos. ‒Esa es una cuestión delicada, ciertamente—respondía don Pedro, a estas razones, ligeramente absorto. ‒Bien recibiríamos una aclaración al respecto—insistió maese Nuño. ‒No son buenas noticias, el señor de Trujillo, don Pedro Fernández de Castro, ha perdido muchas de sus aspiraciones con el Tratado de Tordehumos. No en vano intentó boicotearlo, muy a su pesar, pues nuestro amado rey Alfonso fue capaz de hacer doblar el brazo a su beligerante primo, el Rey de León. El JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios precio mayor para León fue la renuncia a sus intereses en Portugal; de hecho, esa era la gran apuesta de los Castro para alargar sus posesiones. Don Pedro de Castro no es tan beligerante como su padre, el correoso Fernán Rodríguez, si bien más ladino y traidor. Mantiene un enconado odio contra los Lara. Por si fuera poco, el emplazamiento castellano de Plasencia, a espaldas de su Señorío de Trujillo, le ha sentado a hierro quemado. Lo cierto, es que nuestro amado rey ejecuta sus planes reacio a la sensibilidad de los grandes señores, ya sean propios o ajenos. Como excepción, el Rey de Castilla tan solo atiende a las razones de los Lara: especialmente los herederos del Conde Manrique y de Alvar Núñez de Lara, sus tutores en el pasado, a la vez que sostiene una devoción, hermética, por la figura de don Diego López de Haro: ¿cómo si no, habría podido mantener a Castilla protegida de los embates de sus vecinos?. ‒¿Y qué opináis, en definitiva?—inquiría el ilustre Ordóñez. ‒No me puedo creer que un cristiano, como lo es el Castro, se alíe con el moro contra otros cristianos. Tampoco tengo claro el beneficio que pueda sacar de desnaturarse de su señor, el Rey de León. Ahora bien, yo soy político, por eso opto a la mayordomía, mi rey Alfonso lo sabe. Vos no lo sois: en su lugar, sois guerreros y cristianos de pura fe. Yo, por mi parte, sé más de intrigas y conspiraciones y, en este particular: ¿sabéis que opino?. ‒Decidnos, os lo ruego. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒Opino que ese cabrón de Castro se ha arrimado al Miramamolín a sopesar el tamaño de su ejército. Si lo ve claro, informará a su Rey de León, quien sabrá los pormenores de la amenaza que afrontamos antes de tiempo. ‒¿Eso nos beneficiaría a todos no?—preguntaba, idealista, Maese Nuño. ‒O tal vez no, tal vez haya mediado con el Miramamolín para que, en caso de encontrarnos todos en el campo de batalla, se garantizara una salida favorable para el Rey de León. Todo ello, gracias a la colaboración del Castro, poniendo cien o doscientos caballeros, no más. ‒No lo entiendo, entonces: ¿y si los informes del Castro son que el Miramamolín acude con exiguo ejército?—inquirió, de nuevo, maese Nuño. ‒En ese caso, querido Nuño, el Rey de León acudirá presto y orgulloso a la batalla para compartir la gloria, la victoria y los parabienes con el Rey de Castilla. En cualquier caso, el Rey de León siempre contará con una cierta ventaja sobre el de Castilla, en esta guerra anunciada. ‒Pero esto son suposiciones… ¿cierto?—remataba el ilustre Ordóñez. ‒Por mi parte, son suposiciones… pero el hecho claro y franco es que un enemigo secular de Castilla y de los Lara, colaborador habitual de los intereses de León, se ha JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios desnaturado en ciernes de la mayor batalla librada en décadas. Algunos hemos opinado ya al respecto. El rey Alfonso de Castilla medita profundamente sobre este asunto. Sospecha grandemente de sus dos primos: el Castro, por un lado, y el Rey de León, por otro. ‒¿Y qué hará al respecto?—Maese Nuño, por su parte, se mostraba perturbado. ‒Medita seriamente adelantarse a la jugada: cita para mediados de julio a sus socios, los otros reyes cristianos, a concentrarse en Toledo. Si no lo ve claro, se adelantará en Alarcos con sus huestes y aliados de Castilla, a esperar al Miramamolín. ‒¡Eso es una locura!—gruñó el ilustre Ordóñez—. Alarcos no puede aguantar el sitio, apenas es bicoca por castillo, los muros de la ciudad no están cerrados. Si el Miramolín viene a nosotros, es que ha reclutado gran ejército. En ese caso, ahora deberíamos defender la línea del Tajo, que será segura. ‒¿Y qué hay entonces de los Campos de Calatrava, qué hay de la orden?: qué sería no solo de Alarcos, si no de la Cibdad Vieja, de Consuegra, de Caracuel, de Malagón—respondía subversivamente don Pedro al malcontento del ilustre Ordóñez. ‒Las fortalezas caerán, y ellos talarán, quemarán y arrasarán, mas conservaremos los efectivos. Tras replegarnos y darles caza en Toledo, en Zorita, en Cuenca, ¡doquiera que nos quisieran JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios enfrentar, podríamos contratacar y recuperar el territorio perdido!—respondía agriamente Ordóñez. ‒Sea como fuere, esa no es vuestra decisión, sino de vuestro rey—aseveró de manera categórica don Pedro. El ilustre Ordóñez se prestó a responder con mayor contundencia si cabe a don Pedro. Sin embargo, medió en la conversación maese Nuño para zanjar la discusión y evitar palabras improcedentes: ‒¡Y se ha de cumplir la voluntad del Rey de Castilla, y la orden estará a su lado, para afrontar los peligros que sean necesarios; fiel, como ha sido siempre!—Dicho lo cual, lanzó una mirada de reproche al ilustre Ordóñez. Terminaron la conversación detallando los pormenores del trasiego de tropas previsto desde Toledo hasta Alarcos. Los calatravos debían revisar el buen estado de los caminos y realizar las mejoras oportunas, a fin de asegurar el rápido movimiento de las columnas del ejército. Eventualmente, debían de proveer de yantada e intendencia a la caravana. Al fin y al cabo, el ejército cristiano se iba a internar en los dominios de los calatravos: unos dominios ganados mediante intercesión real. Terminada la conversación, se hallaba ligeramente desairado don Pedro García de Lerma, poco acostumbrado a reproches, como los protagonizados por el ilustre Ordóñez. Dispuso su partida inmediata a Toledo. Se despidió brevemente de su hijo, JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios el joven Fernán, deseándole lo mejor en su nueva etapa, aunque sin prestar mayores atenciones ni apoyo futuro. Marchó la comitiva a media tarde en pos de no arribar de anochecido a Toledo. La emoción embargaba al joven Fernán, no por los acontecimientos que había vivido en esos últimos días, incluso horas; más bien, esperaba agitadamente que su padre saliera lo antes posible a Toledo, a verse con el arzobispo y mediar para que el joven, ordenado caballero, pudiera volver a arrimarse a Toledo, a reencontrarse, como no, con su querida Raquel. A la mañana siguiente se despidió también Maese Nuño, presto a organizar los preparativos desde Calatrava. Concluía su visita con unas últimas palabras con el ilustre Ordóñez: ‒Parto hoy hacia Toledo, habrá un cónclave pasado mañana. Escucharé las directrices y luego saldré a la Cibdad vieja—daba estas razones maese Nuño. ‒Escuchad, Maese Nuño, pero exponedlo también: ¿acaso no consideráis una locura la actuación del rey?. ‒Atended vos, mi querido Ordóñez—respondió maese Nuño, tras un hondo suspiro—. Os tengo por el más preclaro de mis comendadores, y no dudo que en vuestras palabras no hay miedo, sino precaución. No obstante, entended esto, ¡entended!… porque tal vez algún día estéis vos al frente de algo más grande: la orden está al servicio de Dios, antes incluso que el rey. Nuestro mandato viene del Papa, nuestra regla, viene del Abad de Morimond; estos, y no otros, son nuestras JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios autoridades en la tierra. No quiera Dios que demos un paso atrás contra el agareno; menos aún, si el Rey de Castilla, nuestro mayor benefactor, ¡y el vuestro!, decide no darlo: ¡No seáis tan imprudente de volver a poner en duda el oficio del rey ante un funcionario de la curia real, Ordóñez!. Todo esto lo sabrá el rey, tarde o temprano. ¡Y no debe ser así, Ordóñez!; porque el Rey de Castilla debe ser consciente de que la última gota de sangre que se derramará en el campo de batalla, si es contra el moro, será la de un calatravo. El último que abandonará la refriega, será un milite de los nuestros. La última barrera de contención será sostenida, incluso, con los trémulos brazos de la orden, hasta que expire el postrero hálito de vida del último freire en pie. El ilustre Ordóñez se limitó a agachar la cabeza y asintió, levemente, pidiendo así disculpas a su maestre. Maese Nuño, por su parte, se despidió con los habituales dos besos en las mejillas y partió en silencio hacia Toledo. Y así fue que, pasada casi una semana más, enjaezaron los jumentos y partieron hacia Toledo el caballero Fernán García, de la mano del comendador de la Aceca, debidamente escoltados por su escudero Alejo. El joven caballero apenas podía contener la emoción, retornar a divisar los muros de Toledo le produjo una sensación extraña. Había algo diferente en la ciudad; había un mayor gentío, grandes colas para entrar en la misma, recuas grandes y ferias itinerantes se estaban armando a extramuros: JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒El vulgo huele el negocio, acuden al mercado Fernán— sancionaba el comendador—. Pronto acudirá el rey con sus señores y sus huestes, habrá que dar de yantar a gran ejército. Las putas y los armentos proliferan dentro y fuera de la ciudad, todos traen sus carnes para que sean vendidas. Al llegar a la puerta del Cambrón, los habituales cuadrilleros de San Román recibieron con alegría la vuelta de Fernán, “el redicho”, que es como le llamaban, a raíz del juicio que protagonizó en favor de Alejo. Fernán no quería entretenerse con nadie, portaba escondida su espada en el arzón, envuelta en gasas, si bien acarreaba vestimenta guerrera, aunque informal. La mayoría de sus aparejos iban guardados en su talega de viaje, incluyendo una sencilla cota de malla, un gámbax sin mangas, un alpartaz y un yelmo. Alejo le regaló un elegante aunque desgastado cinto con hermosa hebilla de plata, propiedad de su padre, que Fernán portaba con orgullo. Se cumplían ya cuatro años desde aquel maravilloso día de primavera en el que tuvo ocasión de conocer a Raquel, previo revolcón recibido por parte de Triguero. De nuevo remontaba la cuesta del Ángel hacia el arquillo de la judería, y de nuevo, pudo viajar en el tiempo, al pasado, inhalando la terciada aroma de las conservas, las frutas, los condimentos que se servían en los tenderetes de los comerciantes. Todo evocaba la frescura de aquella jornada en que se asomaron a la noche toledana, tomados de la mano, Raquel y Fernán. Aquella jornada de abril de 1195, por contra, estaba siendo gris y lluviosa, plomiza, como anunciando que los tiempos pretéritos JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios se habían lavado como la argamasa entre los desconchones de las paredes de la aljama. Se dirigieron directamente al Alacava, a ser recibidos por el insigne Hayyim, en su estudio. Llegados a su negocio, el médico sefarad los acogió con gran alegría y regocijo. Hayyim ya había sido informado del presumible retorno de Fernán a Toledo, por lo que no mostró mayor sorpresa. A los pocos minutos apareció Triguero, puntualmente informado por sus acólitos, quien lo dejó todo para acudir a atender a tan estimada visita. Incluso el comendador se alegró, tibiamente, de la visita del jefe de los cuadrilleros. Fernán preguntó, acto seguido, por Raquel; Hayyim, por su parte, esbozó una sonrisa pícara y respondió al muchacho: ‒Creía que no ibas a preguntar por ella nunca… mi hija ha estado muy triste desde tu marcha. ‒¿Dónde está acaso?—A Fernán le palpitaba el corazón. ‒Casualmente bajó, hará media hora, a la rivera a por agua. Debe estar subiendo ahora mismo. Apenas acababa la frase Hayyim, cuando Fernán salió raudo hacia el arquillo, en busca de Raquel. El joven llegó al portón de entrada del Alacava, volvió sobre sus pasos en la cuesta del Ángel. A los pocos instantes distinguió la figura esbelta y grácil de Raquel entre el gentío. Iba cargada con un voluminoso cántaro de agua. Raquel se aparecía tal y como Fernán la recordaba desde siempre: con elegancia, con soltura y JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios desenvolvimiento, hermosa y digna, solariega, llena de matices. Sin embargo, su expresión era indiferente, algo poco habitual en ella, que solían sonreír con denuedo en todas las circunstancias. Fernán se limitó a observarla, simplemente; aún tenía miedo a aquella muchacha. ¿Qué le iba a decir, cómo iba a reaccionar?. El joven caballero simplemente se dedicó a observarla avanzar. Así, hasta que se topó con ella de frente. Raquel levantó la mirada, reconoció la cara de Fernán a unos pocos pasos de ella. La sorpresa fue mayúscula, la muchacha soltó el cántaro, fruto de la impresión, mientras se llevaba las manos a la boca. El cántaro se hizo añicos contra el suelo mientras la muchacha corrió a fundirse en un abrazo con Fernán. Apenas dijeron nada ninguno de los dos. Se limitaron a abrazarse, durante un largo rato. Fernán se reclinaba sobre la mejilla de la muchacha, intentando arrullarla. Durante tantos años, habían jugueteado mucho, pero no habían tenido apenas contacto, debido a la vigilancia estricta de su abuela Shula y a la actitud honrosa de la moza, quien parecía querer resguardar su virtud y las apariencias por encima de todas las cosas. Sin embargo, hoy se saltó sus protocolos habituales, para arrojarse en brazos de un sorprendido Fernán. Había algo más en aquel abrazo, algo más afectivo, algo más erótico, Fernán lo sentía, notaba la turgencia de los senos de Raquel contra su pecho y como ella los apretaba aún con más intensidad. Ella alargaba su cuello, perfumado de almizcle y lavanda, contra las facciones del muchacho. Parecía rozar levemente con sus labios la mejilla y el lóbulo de la oreja de Fernán, a la vez que emitía una honda y jadeante JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios respiración. Finalmente, la joven Raquel susurró a Fernán al oído: ‹‹…no vuelvas a marcharte, Fernán, no vuelvas a dejarme…››. Después se miraron, fijamente, durante breves instantes, ensimismados, queriendo robar para siempre aquel instante, de entre todos los demás. El mundo a su alrededor no existía, en aquellos momentos. El mundo volvió a existir, no obstante, cuando una sonora colleja de Triguero sacó de su ensimismamiento al joven Fernán, mientras decía, en tono jovial: ‒¡Qué hacéis, pareja!... vale ya de abrazos y arrumacos, que viene tu padre ahí detrás con el calatravo de los cojones… Acudieron todos a comer a casa de Hayyim, de nuevo, como en los viejos tiempos. Y de nuevo, como en los viejos tiempos, la abuela Shula recibió con alegría al joven Fernán, descargó luego dos sonoros besos en las mejillas del ilustre Ordóñez, quien fue puesto al borde del rubor. Y de nuevo, como era de esperar, el calatravo se pilló una notable melopea junto a Abdel, el hermano de Hayyim, tal que, antes del anochecer, las amistades se exaltaban, el amor corría a raudales y las canciones sonaban mientras las religiones quedaban apartadas brevemente. De nuevo, como en los viejos tiempos, Raquel se mostraba de manera intermitente, pese a los afectos evidenciados, horas antes, en la cuesta del Ángel. Y lo cierto, es que esto desconcertaba al joven caballero Fernán, quien llegaba a sentirse algo irritado e impaciente al respecto. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Triguero, que era agudo observador, no quitaba el ojo de encima de Fernán. Apreciaba como se agitaba, sentado en su puff de lana, observando a la muchacha llevar y traer los platos, servir las bebidas, sin prestar mayores atenciones al pobre enamorado. Para cuando el etílico comendador empezaba a reclinarse sobre sus cojines, desprovisto de sus armas y lorigas, relajado y olvidado por completo de sus obligaciones para con la orden, Triguero agarró del hombro a Fernán, presto a darse un garbeo con su joven amigo. El muchacho hizo el ademán de resistirse, por lo que pudo comprobar Triguero que este ya no era aquel enclenque crío de la Aceca al que abofeteó años atrás. Un gesto de complicidad de Triguero, ante la mirada turbada de Fernán, bastaron para sacar de la vivienda al joven caballero, para salir a dar una vuelta: ‒¿A dónde vamos, Triguero?—inquirió Fernán. ‒Vamos a putas, que te veo que vas a reventar—respondía Triguero—, ahora están baratas, han acudido muchas a la ciudad. Pasaremos un buen rato. Allí dentro no eres capaz de divertirte mientras ves pasar a Raquel de un lado para otro. ‒¡Estoy harto de ella!—respondió enrabietado Fernán, lo cual sobresaltó a Triguero sobremanera. ‒¡Tranquilo, galán, tranquilo!. Raquel bebe los vientos por ti, pero guarda su honra con celo. Ella es todo lo que tiene su padre. Lloró muchas noches desde que te desterraron de la ciudad. No seas injusto con ella. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒Pues no se le nota… ‒Luego está la abuela Shula, ya sabes, no ve a su nieta con un cristiano, y eso que te adora. En fin, la moza tiene que cumplir con la familia. No le eches cuentas. Ahora atiende, que tendrás los huevos hinchados: tenemos una timba en un cobertizo que administra la cuadrilla. Vamos para allá, que hay peleas de gallos, mucho vino y mujeres. ‒No es eso lo que necesito Triguero—mascullaba con amargura Fernán. ‒Necesitas distraerte, siempre estás rodeado de calatravos, con la jodida cruz metida en el culo. Vamos pues. Además, tenemos que hablar de negocios. Salieron de la Aljama, para internarse en el barrio de San Román, de calles más abiertas y enlodadas. Las casas tenían una factura distinta, con muchos techados de paja a dos aguas y carpintería recia. Allí había un enorme cobertizo de caballerías reconvertido en una particular sala de fiestas y celebraciones. En su interior almacenaban los cuadrilleros enseres, armas, riquezas y alguna bestia con la que contaban. Cinco enormes pellejas de vino saciaban la sed de los asistentes, que celebraban jornada de puertas abiertas, rodeados de vecinos y señoras de vida licenciosa. Triguero hizo pasar a Fernán a su interior, ascendiendo las escaleras a una entreplanta que había en la parte superior, donde habían montado una mesa y unas bancadas para celebrar concilios en toda regla. Ahí arriba se JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios entendían mejor, algo apartados del bullicio de los trovadores y músicos que alegraban el ambiente abajo. Una vez sentados, despacharon algunos asuntos: ‒¿Desde cuándo montáis estos fastos tan onerosos, Triguero?— inquirió Fernán, muy sorprendido. ‒Vivimos en la opulencia, Fernán, los comerciantes, los señores, los caballeros villanos, todos acuden a la ciudad desde hace semanas. Ingresamos más que nunca. ¡Justo a tiempo para que pudieras retornar a Toledo, amigo mío!. ‒Sí, afortunadamente mi padre intercedió ante el Arcediano Eleucadio para que levantaran mi destierro. ‒Cierto es, el comendador es un gran hombre. ‒No te confundas Triguero, me refiero a don Pedro García de Lerma. El comendador Ordóñez le solicitó a don Pedro que, aprovechando su presencia en Toledo, hablara en mi favor ante el arcediano. ‒¿Quién te ha contado eso?...—preguntaba Triguero, descreído. ‒El propio comendador Ordóñez. Triguero hizo un breve lapso sumido en una ligera meditación. Después se incorporó sobre su asiento para hablar un poco más en serio: JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒Verás Fernán, debo ser honesto contigo. Entiendo que el comendador te haya contado esa historia, sin embargo… ‒¿Qué, a qué te refieres?—urgía Fernán a Triguero, para que hablara con franqueza. ‒No ha sido don Pedro García de Lerma quien ha intercedido por ti ante el Arcediando Eleucadio. Más bien, ha sido el comendador de la Aceca, don García Ordóñez. ‒¿Cómo lo sabes?. ‒Bueno, mi trabajo es saber cosas; lo que sé bien es que estuvo tu “padre” el calatravo aquí en Toledo, semanas atrás. El motivo de su visita fue firmar la cesión, en heredad, de una de las tiendas que regenta la orden en el zoco principal, en favor del arcediano Eleucadio. Vamos, que el comendador ha pagado un rescate por levantar tu destierro. ‒No puede ser… ‒Así es, no sé si eres consciente de cómo te quiere ese calatravo: la orden y el cabildo catedralicio se llevan a matar, mantienen un equilibrio de fuerzas; lo que ha hecho Ordóñez le habrá sentado a cuerno quemado. Sin embargo, lo ha hecho por ti— respondió Riguero señalando firmemente hacia el propio Fernán. Fernán agachó la cabeza, presa de un sentimiento de culpabilidad inconmensurable, Triguero prosiguió: JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒Siento haberme inmiscuido en esto, Fernán, pero creo que debías saber quién está de veras a tu lado. ‒Nunca lo he dudado… mas, ahora lo tendré definitivamente claro para siempre. ¡Maldito Eleucadio, malditos chantajistas! ‒No es muy pío el arcediano: la Semana Santa ha sido tensa, como hacía mucho tiempo que no sucedía. Creemos que desde el cabildo han promovido un pogrom contra la judería. Afortunadamente, entre la cuadrilla y los clérigos de las parroquias aledañas se pudo contener la situación y los ánimos de los cristianos. ‒Pero, ¿por qué, qué gana nadie con eso?. ‒El arcediano quiere meter mano en alguno de los prósperos negocios del Alacava, y en particular, en la naciente escuela de traductores. Los judíos de Toledo están al amparo del Rey de Castilla, algo que el cerdo del arcediano se niega a acatar, así que está buscando maneras de chantajear al consejo de ancianos y al Nasí. Por ahora todo va a quedar en suspenso; el rey acudirá a Toledo a finales de mes a ultimar los preparativos de guerra. Todo el mundo se debe centrar ahora en defender la frontera. Lo que me preocupa es lo que pueda pasar después, ¿sabes?. ‒¿A qué te refieres?. ‒El rey Alfonso VIII de Castilla es un bravo guerrero, un valiente soldado, un caballero de voluntad firme, dicen que JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios algo arrogante y ferviente en su fe en Dios. Acudirá a la guerra con su espada en la mano, no envainada. El moro, por su parte, arma un potente ejército, según dicen. No podemos esperar una contienda fácil, más bien una guerra sangrienta. Si perdiéramos al Rey de Castilla, Dios no lo quiera, quedaría todo el reino en manos de lobos hambrientos y desalmados. En nuestra amada Toledo, en particular, podemos quedar en manos de los mozárabes y del arzobispo, el primado Martín. El arzobispo es hombre belicoso y profesa la cruzada en nombre de Dios. Para lo demás, tiene depositada toda su confianza en el arcediano, especialmente en lo referente a la gestión del cabildo catedralicio. Hay algunos diáconos que no están de acuerdo con las maneras de ese hideputa del arcediano, pero nadie se atreve a plantarle cara. ‒En cualquier caso, Triguero, tenía entendido que el Arcediano de Toledo no era otro que don Julián, no ese maldito Eleucadio. ‒Don Julián ben Tauro es un hombre pío y honrado. Es misionero de vocación, no político de abadengo. Sus votos y su compromiso han estado siempre con los más pobres, desde los mozárabes que persisten en Al—Ándalus, hasta los pobladores de las tierras indómitas de Calatrava. Tan ausente está de sus atribuciones, que es el segundo. No Fernán, es don Eleucadio quien manda en el cabildo, de veras. De hecho, don Julián siente más afección por los calatravos que por el arzobispo en sí mismo; de hecho, me consta que el propio maestre calatravo cuenta con ofrecerle ser deán del convento de la mismísima Orden de Calatrava. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒Estoy hastiado de tanta malevolencia, tanto egoísmo y tanta maldita beligerancia Triguero. El mundo es demasiado complicado. Todos habláis de intrigas, de guerras y de ambiciones. ‒Fernán, estás despertando un poco tarde a la vida real, y eso ha sido culpa de la sobreprotección que han ejercido sobre ti tanto el comendador como el mismo Hayyim. Yo solo te puedo decir una cosa: siempre habrá hombres malos, egoístas, ambiciosos, traicioneros y crueles; hombres que querrán controlar la vida y la prosperidad de otros; hombres que querrán ejercer el poder por encima de todas las cosas. Yo no soy una excepción, manejo una cuadrilla que extorsiona a las puertas de Toledo, en lugar de ganarme la vida con el sudor de mi frente. Esto es lo que he elegido, no pienso hacer otra cosa con mi vida. ‒No es lo mismo, Triguero, la cuadrilla de San Román presta un servicio a su comunidad. ‒Pero mantenemos un coto cerrado, donde nadie entra. Molemos a palos a quien haga falta, acaso hemos llegado a dar muerte a algún pobre desgraciado. Ejercemos la violencia hasta donde sea necesario Fernán. ‒Entonces, ¿qué me queda?: el mundo es un albañal de inmundicias de la humanidad. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒En eso te equivocas, Fernán. Yo soy un lobo, no me veo en el cielo, mi conducta no es ejemplar. Sin embargo, sé lo que hay en el corazón de los mortales. Y te puedo decir algo muy seguro: las más de las persona sobre el orbe son buenas, solo quieren lo mejor para ellos, para sus familias, para sus amigos. Todos quieren prosperidad. Tú eres una buena persona, mi querido Fernán. Eres bravo e inteligente, lo sé desde el primer día en que te conocí, cuando optaste por no delatarme ante el comendador, a pesar de la paliza que te había dado; porque ayudaste al pobre idiota de Alejo a salir de un trance que no era de tu incumbencia; porque siempre has sido honesto… ¡demonios, si has obrado un milagro haciendo amigos a un freire de la Orden de Calatrava y a un médico judío de la Aljama de Toledo, cuales están emborrachándose juntos en estos instantes en su casa!. ‒¿Y eso a dónde lleva, Triguero?. ‒Escúchame, cabezota: haz que tu tiempo entre los mortales valga, tú puedes cambiar muchas cosas, tienes las habilidades y la sinceridad de corazón. No te desalientes, son las personas como tú quienes pueden cambiar el mundo, poco a poco, eso sí. Pero siempre habrás de luchar para hacerlo. ‒Si tú lo dices… ‒Y ahora dejemos las cuestiones trascendentales. ¡Vamos a mamarnos y a echar un polvo, Fernán!; aún te queda tiempo hasta que se la puedas meter a tu querida Raquel, mientras JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios tanto, desfógate un poco con alguna de estas mozas, que invita la casa. Y no te preocupes por nada, ¡yo te diré las que están limpias!. A Fernán no le gustaba demasiado el vino, ciertamente, de hecho, le sentaban muy mal, en general, todas las bebidas alcohólicas. Aquella noche, por contra, frustradas sus intenciones por la esquiva conducta de su querida Raquel, decidió trincarse casi dos pintas de vino, con resultados catastróficos para su persona. Perdió el sentido antes de llegar a copular si quiera, con alguna de las muchachas que, mirándole con buenos ojos, se prestaban a darle servicio aquella noche. A la mañana siguiente, el comendador y su ahijado Fernán se desperezaron con una resaca de mil demonios. Liaron los bártulos y se volvieron a la Aceca, con la promesa de volver lo antes posible. Por ahora, Fernán había decidido prestar sus servicios a la orden. El ilustre Ordóñez, sin embargo, se mostró reacio a que el joven Fernán se desvinculase de sus estudios y de la escuela de traductores, por lo que le impuso que la mitad de la semana la empleara en Toledo. El muchacho jovial y soñador de meses atrás se había vuelto algo más huraño y agrio de carácter. No renunciaba a lo esencial de su forma de ser, pero su ingenuidad habitual había dado paso a un cierto desdén por las amistades y por los sentimientos de los demás. Sus habilidades con la escritura y traducción se encontraban en plena efervescencia, aunque ahora se empleaba con mayor ahínco y devoción en las artes guerreras. Practicaba a menudo con sus tutores de armas: Fruelo y Mariano. Mariano era JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios especialmente contundente ahora con el muchacho, al punto de causarle serías magulladuras y cortes en sus simulacros de combate. Este hecho fue objeto de reproche por parte del comendador, a lo que Mariano de Esquivias respondió: ‹‹Cuanto más sufra los palos en el corral, menos sufrirá las estocadas en el campo de batalla››. Mientras tanto, Hayyim se reunía con el Nasí de los judíos, el mismo Yosef Alfacar, junto al consejo de ancianos. Las noticias eran que el cabildo catedralicio insistía en participar de la escuela de traductores de Toledo, entre otros negociados. La presión del arcediano Eleucadio y de su gente empezaba a ser agobiante. El patriciado mozárabe de Toledo, por medio de su caíd o alcaide, de nombre Esteban Illán, se sumaban a las presiones para que los judíos repartieran limosnas para participar del enriquecimiento de los principales oficiales de la ciudad. Posteriormente, celebraban capítulo, a título particular, el insigne Hayyim y el propio Nasí, junto a un prominente banquero del Alacava de nombre Judá ben Mahmud, estrechamente ligado a los Alfacar de Toledo. Durante el contubernio, se lamentaba en privado el príncipe de los judíos, Josef Alfacar, quien exponía: ‒Nos quedamos sin alternativas ni aliados. El arcediano extiende sus influencias a intramuros del Alacava. Amenaza con echarnos a todas las parroquias de Toledo encima, mientras JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios el caíd y su hijo, el alguacil Illán, abren los portones de par en par al avispero de cristianos. ‒Pedid ayuda a nuestro amado rey, ahora más que nunca necesitamos su apoyo firme y decidido. Pronto acudirá de nuevo a Toledo—rezaba ben Mahmud. ‒No, Judá, no podemos tensar más la cuerda del Rey de Castilla—Seguía lamentándose el Nasí—. Ahora toca permanecer fieles a su lado y pedir a Dios por la victoria de los cristianos ante los malditos almohades. Son una plaga salida del polvo del desierto; a estas alturas, estamos atenazados entre esas víboras venidas del Sáhara y los acaparadores señores que gobiernan Toledo. Estos últimos, a su vez, son cercanos a la corte y a los ricohombres que manejan la curia real. Si nos los echamos en contra ahora, antes de tiempo, solicitando el favor del rey, poniendo al descubierto al arcediano y a sus acólitos… bueno, que Dios nos ayude si luego le sucediera algo al Rey de Castilla, después de enfrentarse a los almohades. ‒Hay que proteger la aljama por encima de todo, hay muchas vidas en juego—respondía a estas razones el insigne Hayyim. ‒Y así lo haré, como príncipe de los judíos—reafirmaba el Nasí—. No hemos sobrevivido al genocidio almohade para ser luego sepultados por la malevolencia de ciertos señores cristianos. Ahora, estimado Hayyim, tengo una solicitud de la que haceros partícipe. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒Contadme, Yosef—repuso el insigne Hayyim. ‒El arcediano me ha solicitado personalmente dar acceso al mecenazgo y supervisión de la escuela de traductores a un hombre de su confianza: es un diácono del cabildo, de nombre Luján Alpolichén. ‒¿No estará emparentado con el Arcipreste de Madrid, don Domingo Alpolichén?—preguntó sorprendido ben Mahmud. ‒Lo cierto es que sí—proseguía el Nasí—, es hijo ilegítimo del arcipreste mozárabe Alpolichén. A pesar de ser un bastardo, está en la estima de su padre, motivo por el cual ha sido bien situado en el cabildo, a instancias del mismo, gozando de la total confianza del arcediano Eleucadio. Mi opinión es que conviene tener cerca a uno de los adláteres de nuestro enemigo. Así podremos intuir algo de las aviesas intenciones del arcediano. En este sentido, Hayyim, solicito, más que nunca, tu ayuda, y lo reitero, a pesar de nuestras diferencias; ten a bien aproximarte a este Luján, gánate su confianza. Abre para él las puertas del Alacava y de la escuela de traductores, hazle sentir cómodo, para que se sienta cercano. ‒¿Qué os hace pensar que ese confidente del arzobispo vaya a simpatizar en algo con nosotros?—se mostraba dubitativo el propio Hayyim. ‒No puedo más que confiar en vuestro buen hacer, tanto como en la necesidad que tienen los mortales por hacerse afines a JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios aquello que viven en el día a día. Ofrece aliento y calor a este fisgón, sin desvelar los secretos del Alacava, pues no es menester. La propensión natural de muchos hombres a sentirse aceptados, probablemente le haga renunciar, al menos en parte, a su papel de taimado informante. ‒No entiendo bien el papel que me adjudicáis, Nasí. Sin embargo, si está en mi mano el ayudar a mis hermanos judíos, estaré con vos—El insigne Hayyim, mantenía ciertas disquisiciones con el Nasí toledano, a sabiendas de la persecución ejercida por el mismo sobre los judíos caraítas. ‒Entonces, sea así—sancionó finalmente el Nasí—. En esta semana os presentaré al diácono Luján, para que le introduzcáis en la escuela y sus pormenores. Ganaos su confianza, es fundamental poder obtener información de su parte. ‒Haré todo lo que esté en mi mano. Y así, en tanto que la judería intentaba sobreponerse a las presiones y los chantajes que afloraban a extramuros, entraban ya los calores del verano manchego. Llegados a principios de calendas de julio se concentraban ya multitudes en Toledo. El ambiente que se respiraba era de gran excitación, exaltación de Dios, de nuestro señor Jesucristo, de lucha contra el infiel. Todo el mundo en las calles de Toledo, en los campamentos de alrededor, en los pueblos aledaños, contaba con que el grueso del ejército esperase a orillas del Tajo, toda vez que se confirmaba que el Miramamolín había conformado un ejército JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios desproporcionado en efectivos. Se aguardaba también, con impaciencia, a las tropas leonesas y navarras que venían de camino, supuestamente al menos. Heraldos y mensajeros se despachaban por doquier a diario y la agitación era cada vez mayor en la ciudad. En estas andaban intentando mantener la normalidad los habitantes de la aljama. Y entre ellos se hallaba el insigne Hayyim, profundamente preocupado por las evoluciones de la esperada guerra y del espía que se había visto obligado a introducir en la escuela de traductores. El comendador de la Aceca y su joven ayo Fernán andaban también ajetreados en los preparativos de la contienda, por lo que hacía unas pocas semanas que se ausentaban de Toledo. Cuál no sería la sorpresa del insigne Hayyim, al recibir la visita de los dos, comendador y ayo, una de aquellas tórridas mañanas. Después de comer juntos, el ilustre Ordóñez pasó a poner al día a su amigo Hayyim: ‒Las noticias no son buenas, Hayyim—decía el ilustre Ordóñez—. El cuatro de Julio cruzó el califa el Alto del Muradal, en Sierra Morena. Salió en su búsqueda el destacamento de la Orden de Calatrava, sito en la cercana fortaleza de Salvatierra, junto a varios caballeros de algunas fortalezas de alrededor: Caracuel, la Ciruela, Almodóvar… se toparon con el ejército almohade, las primeras columnas tan solo; pensando que ese era el cuerpo principal de los moros, lo acometieron, con gran valentía. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒¿Y el resultado?—preguntaba inquieto el insigne Hayyim. ‒Fueron laminados. Apenas hubo supervivientes. Casi trescientos hombres, muchos de ellos caballeros, todos muertos. ‒Y entonces, ¿cuál es el paso a dar a continuación?. ‒El Rey de Castilla ha dado la orden de salir de inmediato hacia Alarcos, sobresaltado por los acontecimientos y…—Hacía una breve pausa el calatravo. ‒¿Y qué más, a qué os referís?. ‒… Y mal aconsejado por sus señores. ‒Dios mío, Alarcos.... Dicen que la ciudadela no está cerrada. El castillo, poco más. ¿Allí pretende a salir a enfrentar al califa?; decidme, ¿qué hay de las tropas de los reyes de León y de Navarra?. Un corto silencio se produjo entre los dos, tras lo cual terminaron las explicaciones del calatravo: ‒Ni están ni se las espera. Por eso sale el Rey de Castilla hacia Alarcos. Yo, en mi condición de comendador, no puedo participar de la batalla, algo que me ha sido explícitamente prohibido, muy a mi pesar. Y lo cierto es que ardo en deseos de rebanar el gaznate de esos sucios moros, de oler la sangre sobre el acero. Casi todos mis hombres parten hacia la matanza, que JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios es lo que va a ser Alarcos. Mientras, yo quedo postergado, encadenado y envilecido, en la retaguardia. ‒Acaso… ¿acaso no podemos hacer algo al respecto?. ‒Atended, Hayyim, temo que vamos a quedar pocos en pie tras la batalla que se haya de producir en Alarcos. No podemos hacer nada por torcer los hilos de este destino. Pero debemos permanecer en guardia para lo que vendrá después. Solo podemos rezar por que el Rey Alfonso y el mayor número posible de hombres queden en pie, para defender luego las fronteras de Castilla. ¿Me entendéis?—Hayyim asintió notablemente con la cabeza, sin mudar palabra. ‒Mientras, le he pedido a Fernán que permanezca en Toledo, a la espera de noticias, yo he de guardar el puesto en la Aceca. Necesitaremos que Triguero nos informe de todos los chismes que se muevan en la ciudad. Cualquier información podrá ser de valor. Cualquiera. Fernán velará por vos y por vuestra familia, ya es un caballero, capaz de empuñar con soltura la espada. No le falta coraje ni inteligencia. ‒Es toda una bendición para nosotros contar con vuestra ayuda y valiosa información, amigo mío. Tras la breve charla, partió el comendador de vuelta a la Aceca. Quedó el joven Fernán en casa de los Al-Fakhar. Al contrario que en fechas anteriores, el joven Fernán se mostraba algo distante, distraído, como agobiado por los acontecimientos. En JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios realidad, era su manera de ocultar la desazón que le producía la actitud evanescente de su querida Raquel. No podía evitar sentirse desconcertado por las palabras de la joven, semanas atrás, cuando se volvieron a encontrar en Toledo; desde entonces, iban y venían, cruzándose de manera esporádica, entre las visitas a Toledo y el bullicio de los preparativos para la guerra. El joven caballero sentía que mantenerse él mismo, a su vez, distante, le ayudaría a sobrellevar la congoja de sus amoríos frustrados. Sobre los cielos cielos claros de Toledo, muy a pesar del sol que bañaba sus cigarrales y huertas, las veras del Tajo o que calentaba los granitos del tolmo toledano, el pobre Fernán solo veía que negros nubarrones. Su mirada se perdía en el mar de techados que inundaban la vista del interior de la ciudad. Se imaginó una marea enorme, descomunal, irrigando las callejuelas y los adarves, prendiendo fuego a los cobertizos y a las jácenas, desmoronando los hogares. Una marea con destellos de plata, con chilabas y almaizares, con rodelas y cimitarras. Una marea que engullía y sepultaba las iglesias, que colgaba pendones en la ciudadela, que tendía minaretes en la catedral, que abarrotaba la aljama, justo a tiempo de penetrar en aquella casa, un instante antes de robarle su espíritu, de llevarse su alma, de arrancar de su memoria el recuerdo de Raquel. Un instante antes, de regresar a la realidad, con más angoja en el pecho y tósigo en el aire que, inhalado, parecía cerrarle los pulmones. Una angustia impropia de un caballero, pero muy propia, sin duda, de un profundo enamorado. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios CAPÍTULO VII. UN BASTIÓN LEJANO JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Don Diego López de Haro observa el atardecer desde la torre del homenaje de la fortaleza de Alarcos. Es un tórrido día de calendas de julio del año de nuestro señor Jesucristo de 1195. Don Diego López de Haro es el alférez real, o lo que es lo mismo, el comandante de los ejércitos armados por el Rey de Castilla. Es, así mismo, tenente de la ciudad y fortaleza de Alarcos. En su condición de tenente, tiene la posesión, no en heredad ni señorío, pero sí en usufructo, de la villa y de sus bienes. Le ha sido encargado por el Rey de Castilla en persona la adecuación y fortificación de este puesto recóndito en medio de los campos de Calatrava. Se alza el castillo en lo alto de un cerro, que bautizaron los moros como “Al—Arak”. El conde López de Haro está preocupado, no han evolucionado los preparativos tal y como estaba previsto. La fortificación está incompleta, al igual que el muro de la villa, mientras aguardan dentro la embestida de un ejército desmedido, venido de AlÁndalus, con la intención de devorar todo lo que haya entre aquellas paredes de cuarcita. En los últimos días han estado llegando huestes de caballeros y milicias concejiles de toda Castilla. El mismo López de Haro ha incorporado, desde hace semanas, una notable soldadesca al albur de aquellos muros, procedente de los señoríos que regenta en La Bureba, La Rioja, Trasmiera, Campoo, o Liébana. No confía en la suerte que le ha sido adjudicada, mas mantiene una amistad y fidelidad perenne por el Rey de Castilla, don Alfonso. Rememora las palabras que le dijo: ‹‹…en vos confío la caballería y mis recios, en vos, amigo y señor de la casa más fiel a la corona, de Haro, mi capitán, de Haro: mi alférez real. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Pongamos en fuga al moro de vuelta a sus zahúrdas de arena y sol, llenemos los aljibes de Alarcos con la sangre de esos indeseables. Breguemos entre almaizares encrespados de rojo de Toledo a Hispalis, de Baza a Jaén, de Cuenca al Júcar, mi noble Diego, señor de La Bureba y Briviesca…›› Don Diego López de Haro apenas recibió herencia de su padre, el conde Lope Díaz de Haro. Pertenecía a una estirpe que había navegado entre aguas infestadas de tiburones, entre los jimenos de Navarra y los autoproclamados “imperator” de Castilla, atenazado por los zarpazos de León en el Infantazgo y por el abrumador empuje de “los batalladores” de Aragón. López de Haro luce en su cuartel dos lobos devorando un cordero, toda una declaración de intenciones. López de Haro es el puño de hierro de Alfonso de Castilla, juntos, abocarían a la cristiandad a una de sus mayores contiendas, por encima de lealtades, de disputas, de egoísmo y de creencias. López de Haro es imprescindible para el Rey de Castilla, su alter ego, su guardián, su tesorero de coraje. No estará solo en esta contienda, aguarda con paciencia la llegada del propio rey castellano, al frente de sus huestes. Aguarda, así mismo, la arribada de otros señores, de mayor o menor enjundia; en cualquier caso, todos aportan su grano a la batalla que se ha de librar en Alarcos: ‹‹…maldito el día…››, que piensa el tenente para sus adentros. Le reconforta la llegada anticipada de dos notables caballeros, cuales son, de una parte, su sobrino: don Martín Muñoz de la JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Finojosa, de rancio abolengo, señor de la Finojosa y Deza, en la castilla vétula; de la otra parte, un viejo amigo: don Nuño Pérez de Quiñones, el ya mencionado Maestre de la Orden Militar de Calatrava. De hecho, no muy lejos de allí, a unas cuatro leguas, se halla la cibdad vieja de Calatrava, sede conventual de la orden del mismo nombre. En caso de caer Alarcos, la cibdad vieja será el siguiente objetivo almohade. El siguiente bastión, en la defensa de la línea del Guadiana. Un gesto desde las almenas y conmina a los dos caballeros, recién llegados, a subir a la azotea de la torre y reunirse con su persona. A su llegada, don Diego López de Haro abraza con cariño a los dos compañeros, por quienes siente respeto y aprecio. Allí conversan sobre los pormenores de la guerra que se está armando: ‒Y bien, don Diego—abre la cuestión el de la Finojosa—, ¿aquí hemos de guardar el sitio?. Me preocupa de veras. ‒Es lo que hay, don Martín. Esperaba disponer de unos meses más, pero me temo que la falta de diplomacia de nuestro amado rey ha precipitado los acontecimientos. ‒¿Es cierto lo de la carta?—insiste el de la Finojosa. ‒Cierto es, don Alfonso ordenó a la cancillería trasponer el mensaje de su firme voluntad de enfrentar al califa, si es que este resolvía salir de su escondrijo, dispuesto a luchar “como un hombre”. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Maese Nuño Pérez de Quiñones recordó la conversación con el comendador Ordóñez y el conde don Pedro García de Lerma, semanas atrás. Todo el mundo parecía convenir la precipitación del Rey de Castilla en entrar en esta guerra de semjante manera. Mientras, proseguía López de Haro la conversación: ‒¿Qué hay de los Lara?. ‒Os puedo concretar que acuden varios—responde el de la Finojosa—, los más relevantes son el Conde Manrique, acompañado de su hijo: don García Pérez; también acude su sobrino: el conde Fernando Núñez de Lara y el conde Pedro García de Lerma. Naturalmente, vienen de la mano del rey. ‒Miro a mi alrededor y veo muchas obras y masonería, don Diego—pregunta Maese Nuño, quien lleva fisgoneando unos instantes desde las almenas—. ¿En qué condiciones estamos de aguantar el sitio?. ‒Las peores, me temo, los aljibes se han completado apenas ahora, no ha dado tiempo de llenarlos. Acumulamos escasa munición de proyectiles y dardos. Las poternas no se han podido armar. El muro está incompleto, lo hemos remozado con retales. Aquí no se podrá aguantar, tan solo parapetarnos. ‒Aún no sabéis lo mejor—prosigue maese Nuño. ‒No me digáis más,—interrumpe López de Haro, ¿qué son: cincuenta mil, sesenta mil hombres tal vez?. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒Muchos más, don Diego, muchos más. ‒Pues aquí nos hallaran a todos. ‒No es esa la cuestión. ‒¿Cuál es, entonces?. ‒Se trata del Castro, don Pedro Fernández. ‒Ese malnacido… ¡cómo disfruté viéndole arrastrarse durante el tratado!. ‒¿A qué os referís?—pregunta, a estas razones, el de la Finojosa, quien parece haberse perdido en medio del diálogo entre el alférez real y el maestre calatravo. ‒Don Diego se refiere al Tratado de Tordehumos, celebrado el año pasado. Ahora los freires de Calatrava y de Santiago están llamados a administrar la mayoría de los bienes que tenía el Castro en su señorío de Trujillo. Ha pasado de gran señor a hidalgo en un santiamén. ‒Realmente, ese tratado le vino de perlas al leonés—continúa el de la Finojosa. ‒No lo creáis, realmente calmó los ánimos entre los dos primos, el de Castilla y el de León—rebate López de Haro—. Pero no ha restituído a León las posesiones arrebatadas por el castellano en los años precedentes. Sin embargo, no podía hacer otra cosa, le JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios estaban dando de lo lindo, de lo cual, yo me alegro, por otra parte. ‒Vos no empatizáis mucho con el Rey de León, don Diego— corrige el de la Finojosa. ‒Bueno, ese desgraciado se sobrepasó desafiando el derecho legítimo de mi hermana sobre sus posesiones en León. Nos echó a los Haro a patadas de su reinado infame. ‒No era muy legítimo vuestro derecho, don Diego—proseguía el maese Nuño, cuya vocación clerical le obligaba a ser sincero—, ni la relación de vuestra hermana con el rey Fernando de León, ni el hijo que le dio eran legítimos a su vez. Fuera del santo matrimonio nada lo es. Sabéis perfectamente que don Alfonso de León es el hijo legítimo de don Fernando. Vuestro sobrino, Sancho, no lo es. Desde que vuestra hermana entró a desafiar el dogmático derecho sucesorio de don Alfonso de León, se hizo merecedora de su más grande enemistad. ‒Y aquí hémonos los tres, en consecuencia—Diego López de Haro se muestra divertido, pues habla con dos hombres de confianza, pese al exceso de sinceridad de maese Nuño—. Debo reconocer que ese bastardo del Castro y yo tenemos algo en común: a ambos nos ha decepcionado el Rey de León. Sin embargo, hemos distraído la conversación: ¿cuál es la mala noticia que tenéis, frei Nuño, en relación a ese malnacido Señor de Trujillo?. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒Me temo que se ha desnaturado del su señor, el Rey de León, y a abandonado sus tierras, para internarse en territorio almohade. ‒Entonces, ¿lo tendremos en frente, eso queréis decir?. ‒Lo desconozco, en realidad no sé si acudirá con el ejército del moro, si quiera si estará tramando algo. De cualquier manera, algunos convenimos que podrían conspirar tamaña traición entre el ostracismo del Castro y la conveniencia del Rey de León. Por eso, en parte, el rey ha decidido anticiparese y salir a plantar cara aquí en Alarcos. ‒Una cosa os puedo decir: ese cabrón no se ha ido a AlÁndalus a por ricas telas ni a por seda blanca de Armenia. Es un contrabandista, un vendido y un miserable. Mejor será que no me lo encuentre de frente con mi caballería, de ser así, yo mismo haré los honores. ‒Sea como fuere, el rey llegará mañana—remata el de la Finojosa—. Y seguramente, acompañado de los Lara y del Arzobispo de Toledo: el primado Martín. En unas pocas jornadas completaremos el ejército con las milicias y las huestes que quedan por llegar. Espero que para entonces tengáis un buen plan, don Diego, vuestra es la ofensiva. ‒Algo he pensado, considerando nuestra inferioridad numérica tan palmaria… ‒Espero que no pase por parapetarnos aquí dentro a esperar. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒Precisamente no—López de Haro toma su espada y señala hacia el sur, hacia el camino presumible de llegada del ejército del califa—. Observad bien, el contingente del califa es descomedido, mis atalayeros me informan que mide más de dos leguas. Las máquinas de asedio y los víveres van en retaguardia, junto a la mayoría de hombres a pie. Cuando empiecen a llegar, lo harán como gotas de lluvia, que arrecia poco a poco. Apostaría que el Miramamolín se instalará en aquel montón de centeno—Señala un cerro espigado a dos tiros de flecha de Alarcos—. Llegará con el grueso de caballería y tenderá su almofalla en lo alto. Ahí saldremos a su encuentro, formaremos para atacar a sus primeras líneas. Le debemos tentar el orgullo, algo de lo que ya se ha ocupado el propio rey Alfonso de Castilla, para hacerle caer en la trampa. ‒¿Salir a su encuentro, a pecho descubierto?—pregunta el de la Finojosa, incrédulo. ‒Debemos diezmar sus tropas de vanguardia mientras el resto de la larga columna va llegando—prosigue ahora Maese Nuño—. Si les diera tiempo de organizar sus líneas completas con todos los efectivos de que disponen, más las máquinas de guerra, creedme: estarímos perdidos, ya fuera entre estos muros, como fuera de ellos, en campo abierto. ‒No es mala idea, mas constituye una ardite arriesgado— maese Nuño insiste en su objeción. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒Son tiempos arriesgados, frei Nuño. ¿Dónde irían las alabanzas del futuro, que serían pesquisas en el pasado, si no las hubiera, grandes hazañas que contar?. No tenemos más opción que ir desgastando sus fuerzas por tramos—sanciona López de Haro—. En particular, si consiguiéramos diezmar su caballería antes de la arribada de los arqueros y de la infantería, tendríamos muchas más opciones de vencer. ‒En ese caso, veo que tenéis un plan. Que Dios lo oiga y ayude a que funcione—apostilla el de la Finojosa. ‒En cualquier caso, contamos con el diestro brazo de la Finojosa para defendernos a todos—Diego López de Haro conserva algo de humor para ironizar con sus dos contertulios, pero en el fondo de su alma, presiente un horrible escenario de muerte para los cristianos que acuden a Alarcos. Así transcurre una jornada más, es el día dieciséis de calendas de julio del año de nuestro señor Jesucristo de 1195. Unos treinta mil efectivos cristianos se podrían estar dando cita en la ciudad de Alarcos, mientras el rey entra en ella, presto a efectuar sus observaciones y organizar sus despachos. Antes de nada, se funde en un largo abrazo con don Diego López de Haro, su amigo del alma. Los Lara contemplan la escena con cierto estupor, por no hablar de celos. Acto seguido, el rey solicita celebrar capítulo a solas con su alférez real. Desplegada su tienda en el collado que forman los dos cerros de Alarcos, conversan animadamente: JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒Los avances de la fortificación son un poco decepcionantes, amigo mío—el rey castellano arranca con un reproche. ‒La masonería no se halla entre mis puntos fuertes, me temo— López de Haro conserva algunas gotas de chanza aún. ‒No desdeñéis don Diego. Hace largo tiempo que os concedí la tenencia de Alarcos, a vos y solo a vos, desoyendo los consejos del Conde Manrique, dispuesto a traer más de doscientos collazos y caudales para acelerar la construcción del foso y de la fortaleza. ‒Alfonso, hace lustros que luchamos juntos, eso es lo que más apreciamos el uno del otro. Sabéis que no debéis acudir a una pelea sin mí. ‒Sois un terco y obstinado caballero, Diego, pero tenéis razón, amigo mío. Esos lameculos de afuera no os empatan en descaro y sinrazón. Pero la política es tan importante o más que la espada, y en ese sentido, reclamo vuestro apoyo, un poco más solícito. ‒Si no os conociera bien, diría que sois el mejor amigo de los Lara. ‒Sabéis lo importantes que son los Lara en Castilla. Y no es menos cierto que debo mi reino a los padres de aquellos. ‒Sus padres estuvieron a punto de venderos en Soria a vuestro tío el de Léon, cual despojo. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒Y no os cansáis de recordármelo. Sea como fuere, fueron su educación y sus caudales los que a la postre alzaron mi reino. La deuda que tengo con ellos la traslado a sus herederos, que han acudido hoy conmigo a luchar en Alarcos. Reconozco que no gozan de la misma simpatía por mi parte de la que gozaban sus padres. Especialmente el Conde Manrique, al que yo mismo creo capaz de cualquier cosa en pos de una cuota mayor de poder. Sea como fuere, yo nunca negaré mi preferencia por vos, Diego, pues sois el caballero que más admiro en este reino, capaz de lo máximo en el campo de batalla. Vuestro ingenio, gallardía y desempeño nos han llevado a alcanzar muchas metas, además de esta, espero. ‒Haré lo posible, dentro de mis limitaciones. ¿Cómo está vuestra esposa Leonor y la nacida infanta Constanza?. Sois un semental, Alfonso, cubrís a vuestra mujer con más frecuencia de la que yo me arrimo a darme un baño. ‒Se hallan bien, ambas, a Dios gracias. Constanza es una rolliza cría de mechones rubios. Mi hijo Fernando me preguntaba que cuándo le voy a dar un hermanito para poder jugar con él a las espadas. ‒Es un pendenciero y un salvaje vuestro hijo Fernando. Adoro a ese mozalbete. ‒Y él a vos, me consta. Siempre está preguntando por “su tío Lope”. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒Tiene la nobleza de vos. ‒Os equivocáis, es mucho más noble, mucho más valiente, mucho más digno. Será el rey que una los dos reinos de nuevo, Diego. Es bravo y juicioso. Es el mayor bien que me ha regalado mi esposa. Dios mío, si pudieran reinar hermanos, la propia Berneguela sería la consorte ideal. ‒Suena un poco raro lo que insinuáis, pero os entiendo. El corazón de Fernando y el cerebro de Berenguela formarían un dúo sin par. Yo no le gusto mucho a Berenguela, pero lo atribuyo precisamente a su perspicacia. ‒Berenguela sabe reconocer a un rufián como vos a leguas de distancia, claro está, es la más lúcida en nuestra casa—Ambos caballeros ríen ahora. Recuperemos el sitio, Diego, hemos de hablar de la guerra. ‒Esta conversación me estaba entreteniendo… hasta ahora, al menos. ‒Pongámonos serios, Diego. Soy consciente de la situación, sé el aprieto en que os pongo, pero no confío en nadie más que en vos para sacar esto adelante. Me informan de una larga columna de sarracenos con arcos, picas, lorigas, caballería ingente, aljamaneques y foráneos a hartar. ¿Hay esperanza, Diego?. ‒Bueno, lo cierto… JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒… Ha de haberla—don Alfonso interrumpe a López de Haro, se aparece nervioso, muy inquieto, azorado, no tanto por lo que puede perder, muy al contrario, por lo que puede ganar—. Si nos imponemos aquí ya nada parará a Castilla, hace tiempo que lo he pensado, Diego. Dejar en ridículo a mi primo leonés, desarbolar al navarro y cornear al califa. Os juro que si ganamos aquí, el año que viene mojaré mis pies en Almería, tal y como fizo mi abuelo, el emperador. El papa apoyará nuestra causa, nos dará la primacía, por encima de los demás. Cuando le retornemos la Diócesis de Córdoba podremos restituir la gloria y el derecho natural a gobernar las Españas. ¿Quién lo discutirá entonces?. ‒Alfonso, sois gran guerrero, pero no os reconozco, sumido en tantas elucubraciones. ‒Lo sé por que lo he soñado, Diego, lo he visto, he visto a mi pobre padre, don Sancho, dándome la mano en el Alto del Muradal, mientras el sol bañaba de luz el camino hacia Andalusía, y los fulgores eran de piedras preciosas. ‒Me preocupáis, Alfonso, ¿véis a vuestro fallecido padre, al que no conocisteis, por mor de vuestra corta edad, muy a menudo?—El caballero López de Haro bromeaba con gran desvergüenza ante el mismo Rey de Castilla. ‒Es una forma de hablar, Diego. Mas ahora lo tengo claro. Ahora sé que Castilla se impondrá a todos sus rivales, y uniremos los reinos, y expulsaremos al agareno. Pero todo pasa JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios por el hoy, por el ahora, por el aquí. Es para mí una señal, un hito, este conflicto, este imposible. ¿Lo ves Diego?, es la providencia la que nos sitúa aquí, y la providencia dicta el milagro, lo inaudito se hace frecuente, el prodigio, Diego, ha de ser Alarcos. Hablarán en las crónicas de nuestra victoria, traeremos trovadores a componer versos sobre nuestros logros, los esparciremos por las faldas de Gascuña, la dote de mi amada Leonor. Los vizcondes gascones nos rendirán pleitesía, con respeto y devoción, pues seremos los adalides de la victoria de Alarcos, de la cristiandad. El referéndum de la libertad de los cristianos. Mi primo leonés será vasallo hasta su muerte, y luego cederá su lugar a mi querido Fernando, pues no se podrá oponer. Pronto bajará mi hijo con tropas desde Miño hacia el sur, para doblegar a los insolentes portugueses. Cuando el obispo de Braga ceda, Portugal será nuestro. Luego, quién sabe, imaginaos, Diego, por un instante, la quimera, lo imposible, Castilla y León unidos con Aragón, un matrimonio, una simple unión bastará, un legado fuerte a sus espaldas, no como ahora, y saldremos de las sombras… ¡para siempre!. ‒¿Y todo esto pasa por vencer en Alarcos?... ‒Soy optimista, Diego, no me queda otra. Ahora, contadme, ¿qué plan tenemos, para que un ejército que nos triplica en número, caiga a nuestros pies?. Mientras se celebraba el encuentro, entre los muros de Alarcos se juntaban los condes de Lara a analizar la situación. Se hallaba al frente el Conde Manrique, de nombre don Pedro Manrique JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios de Lara, cuyo señorío más prominente se alzaba en la frontera de Castilla con Aragón: La Molina. El Conde Manrique era, por derecho sucesorio, el cabeza de familia del linaje más poderoso de Castilla. Este Conde Manrique acudió con su hijo, don García Pérez de Lara, un elegante y algo engreído joven que acudía a su bautismo de guerra. Se hallaba junto a ellos Fernándo Núñez de Lara, primo hermano del Conde Manrique, de similar relevancia, si bien, bastante menos avieso y ambicioso. Por último, nuestro ya conocido don Pedro García Lerma, vinculado al linaje de los Lara. El Conde Manrique, jefe del clan, establecía sus líneas rojas: ‒Cada vez estoy más harto del vizcaíno—Se refería el Conde Manrique a la persona de López de Haro—. Es un entrometido y además, don Alfonso lo adora sin disimulo ni recato; ¡qué desplante es este!, se abrazan primero, y se encierran a hablar luego a solas. ‒A mí tampoco me gusta, primo, pero es el caballero más despegado y belicoso de Castilla. Mantiene a raya al navarro y repele al leonés… ‒… Cuando no se vende a ellos—interrumpió el Conde Manrique. ‒Cierto, cuando no se vende. Pero, primo, ¿qué le habéis de reprochar?. Al fin y al cabo, ha sabido buscar su suerte a golpe de espada. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒No pienso dejar que ese riojano descarado me escatime las propiedades. ¡Y la corona de Castilla es propiedad de los Lara desde que adoptamos a su rey cuando era un niño!. ‒Dejadle pulirse el puesto como alférez real, no hay cuidado en eso. Nadie quiere serlo en tiempos de guerra, se juega uno el prestigio y la hacienda. En cambio, aquí lo tenemos, don Pedro García de Lerma, catapultado a la mayordomía del rey. ‒Con la venia del actual mayordo del rey: don Pedro Rodríguez de Guzmán—respondía el de Lerma. ‒Procurad sobrevivir a esta desgracia—prosiguía don Fernando de Lara—, pues temo que pocos vayan a quedar en pie. No en vano, si cayese el de Guzmán, antes de invierno podría ser vuestro el cargo. ‒Hace tiempo que eso se ha negociado, don Pedro—remataba el Conde Manrique. Tú que te llevas bien con ellos y sobre todo con el comendador de la Aceca, respóndenos, ¿qué dicen los calatravos sobre el Castro?. ‒Bueno, los freiles truillenses afirman que ha causado defección ante su señor de León, y que se ha internado en territorio almohade. ‒Eso lo sabemos todos pero… qué opinan ellos, ¿acudirá a luchar del lado de los moros?. ‒Ellos opinan que sí. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒¡Juro que si se halla un heredero de los Castro entre los moros, yo mismo saldré a partir su corazón en dos, así me vaya la vida en ello!—El Conde Manrique enfureció de manera espontánea—. Don Pedro Fernández de Castro, hijo de Fernando Gutiérrez de Castro, aquel caballero infame que ejecutó a mi padre en la Batalla de Huete. Solo espero que el destino no me prive de esa oportunidad. ‒De acudir a luchar con el moro, más vale que sume hueste de enjundia—continuó don Fernando de Lara—, mas no hemos de alcanzar a verlo entre el tropel almohade. Dicen que acuden casi cien mil hombres. ‒Una cosa está clara, y espero que aquí conste, a todos: será jornada señalada, la de la batalla, el Rey de Castilla ha puesto todo su empeño, mas no es momento de apartarse. Estamos aquí al servicio de los intereses de nuestro linaje: la Casa de Lara. Estamos aquí a rebatir las bravuconadas del vizcaíno, a sopesar las veleidades de nuestro rey y, eso espero, a encontrar la ocasión de cercenar al Castro del demonio—El Conde Manrique se dirigía ahora a su hijo, de frente, apoyando con fuerza su brazo en el hombro del primogénito—. Hijo mío, no vaciles, ni por un instante, pase lo que pase; ni los hombres, ni las riquezas, ni los insumos que hayamos dilapidar en esta campaña son nada comparado con la gloria del linaje y la aquiescencia del rey. ¡¿Está claro?!. ‒Por supuesto, padre. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Una voz se alza desde las almenas:‹‹…!abrid paso, abrid paso a los atalayeros!...››. Así grita el vigía. Un grupo de cuatro hombres entran al galope en el recinto amurallado. Traen nuevas: el ejército del moro se halla a menos de una jornada. Hoy, al atardecer, empezarán a llegar a los pies mismos de Alarcos. La columna es interminable. Un cuerpo completo de hintatas, la tropa de élite de los almohades, equivalente a las órdenes militares cristianas. Junto a ellos, guerreros persas, llamados guzz, que apenas conoce nadie; hablan de arqueros a caballo con una pericia encomiable. Tras ellos, el mismo califa con su estandarte y un generoso escuadrón de la guardia negra, gigantes africanos armados con picas de madera, agresivos y feroces. No hay rastro del Castro, tal vez oculte su estandarte, tal vez esté mucho más atrás, en realidad, tal vez sus huestes sean solo una gota de agua en medio de una marejada de refuerzos. Informan a don Diego López de Haro de los avances almohades. Se reúnen los principales, conveniendo en la idoneidad del plan concebido por el vizcaíno. Todos están de acuerdo. En la jornada siguiente, se dispondrá el ejército cristiano, armando todas las líneas, tentarán su suerte, enardecerán los ánimos de los sarracenos, en especial, de su líder. Habrán de cargar sobre las primeras líneas, desbastar al ejército almohade, tanto como puedan, antes de que junten todas sus líneas, que marchan rezagadas, a leguas incluso de distancia. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Así amanece la mañana del caluroso día 18 de calendas de julio del año de nuestro señor Jesucristo de 1195. El ejército cristiano se halla desplegado a los pies de Alarcos, enfilando la arribada del ejército almohade. Distinguen un marasmo de hombres y monturas detrás del cerro apuntado que se alza hacia el sur, a dos tiros de flecha. Las masas del ejército agareno aguardan parapetadas tras el cerro, juntando multitudes. López de Haro hace sonar su cuerno de guerra, gritan y aúllan los cristianos, que han acudido a la gresca. El orgulloso rey castellano aguarda en retaguardia, nervioso, exacerbado por una victoria que ansía con denuedo. Lleva semanas conjurándose para este momento, el todo o la nada, una apuesta arriesgada que puede poner a su reino a los pies de los caballos. Una utopía que vale la pena buscar, pues quedará inscrita en los anales como la batalla más épica que haya desempeñado la cristiandad, la cruzada de las Españas será legendaria y los foráneos acudirán a admirar las virtudes, la valentía y el coraje de un monarca homérico. La mitología de Castilla arranca en esa jornada, bajo un sol de justicia y ante un ejército invencible. David contra Goliath. Cree a pies juntillas el noble Rey de Castilla que dará lugar aquel día al inicio de una saga de gentilhombres destinada a gobernar los límites de la cordura, azuzar a invasor al interior de las cavernas de la historia, a la corona de los emperadores, al tabernáculo de los invencibles. El Rey de Castilla se siente inexpugnable, aunque con resquemores. Mira al frente, sin embargo, y allí atisba a su añorado don Diego López de Haro, quien le ha conducido hasta aquí, quien, por qué no, le llevará más lejos, si cabe. Don Alfonso de Castilla no JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios se ve en ningún otro lugar, no rehúye el desafío, pues esta es su oportunidad de fundirse con él. A las tres de la tarde los cristianos están agotados, sedientos y abrasados. El califa no ha movido ficha, parapeta a su desproporcionada soldada lejos del alcance de la carga de la caballería cristiana. No parece caer en la trampa, mientras los castellanos aguantan la pose desde hace horas, bajo un sol de justicia, envueltos en gámbax, alpartaces, lorigas y yelmos que parecen querer escaldar a sus portadores. Muchos hombres han perdido el sentido, desplomados, y son retirados a duras penas de la escena de batalla por monjes cistercienses que cargan con ellos como despojos, para remojar sus labios con agua. El sueño del rey castellano se desdibuja con los embates de un enemigo insospechado: la canícula de los Campos de Calatrava. El califa es hombre sabio, no acierta a entrar al envite de su opuesto. Espera a juntar todas sus fuerzas. Lleva unas semanas de camino, qué más da una jornada más que menos. Frustrados, los cristianos diluyen los haces de combate, tornan las monturas a beber, al toque de retirada de López de Haro. Los mustios soldados de la infantería se desnudan, casi por completo, atiborrados de calores y deshidratación. Todo el mundo ha olvidado la amenaza que tienen en frente, la sed puede con las ganas de botín y de épica de los castellanos. La jornada ha sido un chasco, el preludio de un desenlace infortunado. Nada bueno se puede presagiar, y lo imposible se hace corpóreo en la relidad de la nada. Tan solo la retina de don JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Alfonso de Castilla parece capaz de visualizar la victoria, cegado, tal vez, obnubilado por la desesperación del neurasténico de corte y enseña. Demasiada gente loando, pudiera ser, ha trastocado su ambición y su criterio regio, en una enfermedad senil. Algunos ricoshombres alientan la idea de una retirada ordenada de Alarcos. Si quiera retroceder tras la línea del Guadiana, a esperar la embestida, como sucedió, veintitrés años atrás, en el cerco a Huete: entonces, dos ejércitos, cristiano y moro, a ambas orillas del río Júcar, enfrentados; la contienda no tuvo lugar, el sitio que acudieron a auxiliar los cristianos fue levantado. Un éxito militar, sin soltar un solo tajo. O tal vez, por qué no, retroceder hasta la cibdad vieja de Calatrava, unirse a su escasa guardia, y circundarse a sus recios muros. Con el río a la espalda, la aguada a mano, el coraje de la defensa del templo, del convento, que haría arder en los corazones de los calatravos la llama de la devoción más férrea y destructiva. El rey castellano se obceca, se niega, ha elegido su sitio, su lugar en la historia: ha de ser en Alarcos. Castilla está a sus pies y se niega a aceptar otra salida distinta de la más rotunda de las epopeyas: vencer al invencible, salvar lo insalvable, prosperar a la aniquilación. ¿Al fin y al cabo, para qué quiere el hombre ser rey, si no es para hacer su voluntad, por absurda que pueda resultar?. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios El pronunciamiento está hecho, López de Haro no se deslinda de su fidelidad al rey castellano; los Lara, por motivos obvios, tampoco. Así las fuerzas, no habrá desbandada: que Dios nos perdone. Se relajan los ánimos, se reparte buena comida, mucha agua, el rey castellano quiere a sus hombres contentos, animados; la angustia de ver armarse un ejército desproporcionado ante sus miradas, bajo una coraza metálica, puesta al rojo vivo por los destellos del sol, ha causado desazón, miedo y angustia. Se autoriza a todo el mundo a desprenderse de sus aperos de combate, a esparcirse un poco y disfrutar. Incluso las putas y el vino corretean entre la soldadesca, como parte del séquito que nunca falta en estas ocasiones. El Rey de Castilla quiere infundir ánimos a sus hombres, mientras los desarma y deja inermes, para que puedan gozar de sus veleidades y olvidar una jornada aciaga. Una exigua guardia vigilará los movimientos del moro, que sigue juntando una masa ingente oculta tras el cerro, lo que no atina a distinguir don Diego López de Haro que piensa:‹‹…faltan muchos hombres, mas se ocultan a a la vista, sin duda…››. Desde la atalaya de Alarcos no consiguen distinguir el fabuloso endriago en que se está constituyendo el agareno, mientras el anochecer envuelve en tinieblas a la bestia mora. Don Diego ordena a sus hombres mantener sus pertrechos y estar preparados. Los calatravos, fieles a su voto, dormirán también con su armadura y su espada en mano. El resto del ejército cristiano retoza feliz negando la realidad de la JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios muerte almohade que se está cribando a escasa distancia de sus posiciones. Incluso los freires santiaguistas, truillenses o los portugueses de Évora se dan un respiro, a su vez. Al amanecer, un rumor de tambores liviano enturbia el canto de los grillos en la madrugada. Poco a poco el sol destapa sus esencias. Apenas está bañando los campos de Alarcos, al tiempo que la quimera se ha hecho corpórea. El ejército almohade se distingue, armadas sus líneas en franco avance hacia Alarcos. Suenan los cuernos y las voces de alarma, el deslavazado ejército cristiano se rearma entre ojeras y resacas. Algunos aún tienen un pesado dolor de cabeza tras la insolación padecida en la jornada anterior. Ya está López de Haro y sus recios, junto al Maestre de la Orden de Calatrava y sus freires, desplegados en las faldas del cerro de Alarcos. Esperan los restos de un ejército que se ha deshecho en la jornada anterior, deshidratado y apesadumbrado, que ahora, sin embargo, se ha de aglutinar precipitadamente, mientras enfilan la mayor derrota en la historia cristiana de la península, si quiera desde la Batalla de Gudalete, si quiera desde las escabechinas del general Almanzor, si quiera desde la Batalla de Uclés. Que Dios nos perdone, pues Alarcos va a caer… con estrépito. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios CAPÍTULO VIII. LA HERIDA DE ALARCOS JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios El sol brillaba implacable regando los Campos de Calatrava. En el día de nuestro señor Jesucristo de 19 de Julio de 1195, víspera de San Símaco, que tanto sufrió embestidas de los cismáticos, que tan bien cuidó de la fe en el norte de Yfriquiya, donde los vándalos extendían la purulenta concepción del arrianismo, ignorantes y salvajes, como todo lo que se criaba en el vientre de aquellas dunas y desiertos allende Marrakech; origen de la misma peste que hallábase esparcida sobre Hispalis y Corduva, sobre los cristianos, proveniente del hedor emanado de las aceifas de los moros. Víspera de Santa Áurea de Córdoba, que negó la fe, presa del miedo, para después redimirse, aún a costa de su vida, alcanzando, mediada la contrición, la salvación divina. Como que la voluntad de Dios era arrojar de nuevo a los agarenos a las llamas abrasadoras y a los rigores de las cumbres del Atlas, a devolverlos a golpe de espada y lanzada a los ojos del mar, que separaba Algeciras, a retornarlos al infierno en vida que extiende el Sahara a sus pies, donde las monturas acarrean giba, el agua es escasa y enlodada, el día injusto y la noche fría; donde las víboras hacen jerigonza a sus anchas en el recuerdo de su vileza así escrita en la Sagrada Biblia. Mas ese día el sol regaba con abundancia la derrota de los Cristianos; el bastión de Alarcos caía a cada golpe de mandobles y estocadas, de las flechas multitudinarias, arremolinadas por los cielos. Don Alfonso, Rey de Castilla, languidece, traspasada la clavícula por una flecha. Su ejército cae con estruendo ante el tornafuga de los moros, que ha desbastado ya a la caballería pesada. El alférez real, don Diego JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios López II de Haro, comanda hacia la extremaunción a la mayoría de sus efectivos. Empecinado y zaherido al extremo, don Alfonso de Castilla mantiene el pulso de la batalla, la derrota se derrama como la mancha carmesí que impregna el gámbax que porta, mientras piensa: ‒Dios me ha abandonado, donde estás, ¡oh Dios mío!, dónde las plegarias, los ruegos, los sollozos, las penurias… Diez mil hombres he traído a tu servicio, al de Castilla… aún de la cristiandad. Cuarenta mesnadas desmembradas por el campo, sembrados sus cuerpos, perdidas las almas. El moro remontando las laderas de Alarcos y yo traspasado por la caprichosa voluntad de una flecha liviana. Aquí ha de acabar todo, aquí he de hallar yo la muerte. Mas antes de capitular ante estos bárbaros de chilaba y turbante, han de empalar hasta el último cristiano que haya entre los muros de Alarcos. No muera la fe bajo el fuego las blasfemias de estos perros agarenos. No ha de recibir San Pedro a quien no exprima el filo de su hoja con la última gota de sangre del enemigo. Ha de verterse el odio, la negrura y la brutalidad de la guerra sobre las fauces de esta bestia que ha copado Calatrava, que ha violado Salvatierra, que ha tomado Murcia y Almería, amenaza la Transierra, las puertas del reino de Toledo. Después de aquello, pierde el sentido… Los zenetas hoyaban ya los aproches de la fortaleza, y no era posible la contención con arco y flecha. El incompleto muro del JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Castillo y la ciudad de Alarcos hacía fútil la defensa. La algarada mora se avecinaba, con los ágiles jinetes andalusíes, junto a los teñidos hombres del Sáhara, sañudos en sus movimientos de ataque, alabando al aire con sus almalafas de colores ocres, claros o negros, algunos; otros, menos menesterosos, portaban jaiques de lino, eran de seda los más orgullosos, sin duda. Se movían con elegancia y majestuosidad. La coreografía de la victoria se abocinaba sobre los parapetos de la atalaya real sobre ágiles corceles de envergadura escasa y brío descorazonador para el enemigo cristiano. Don Diego López de Haro contemplaba con estupor la extensión de la derrota. Silban algunas flechas a sus costados, mas no se agita una brizna de su lugar en el adarve. Más bien, permanece petrificado, contemplando la magnitud del desastre. La mayor gloria para su casa, su hacienda, su abolengo, se deshacían al mismo ritmo que los guerreros rivales remontaban las laderas de aquel bastión lejano. Mal fario volaba sobre los cerros de Alarcos, la cristiandad colapsaba a los pies del poderoso califa Yusuf II. Sin embargo, el rey Castellano, obstinado, henchido de éxitos y fuerza afianzada desde su más tierna infancia, decidió adelantarse y acaparar la gloria para Castilla ante los ojos de Dios, del Papa de Roma y del resto Europa. Sería un hecho: al sur del Tajo, las tierras cristianas volverían a pasar a manos almohades. En algún momento se torció la refriega, se preguntaba López de Haro. La mañana del año de nuestro señor Jesucristo de 19 de JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Julio de 1195 se encontraron finalmente los ejércitos castellano y almohade a los pies de Alarcos. En un principio, la caballería pesada de don Diego López de Haro arrasó con los voluntarios bereberes, mientras que muchos de los guerreros kurdos, los guzz, cayeron también en un ataque frontal sin compasión, comandado por el propio alférez real. La soldadesca de voluntarios andalusíes y los guzz empezaron a huir, y los caballeros cristianos, viéndolo venir, se agitaron; cayó incluso el visir andaluz, al frente de los moros andalusíes; parecía ponerse de cara la contienda y los rigores de la canícula en la Mancha se hacían notar tras varias horas de combate. Los caballeros y peonadas en campo no podían rezumar más sudor, enfebrecían bajo los ropajes de gasa, las ardientes lorigas y los yelmos… ¡demonios!, el maldito acero parecía ponerse al rojo en las manos; y la marea enemiga no cesaba, a pesar de las bajas. En los contornos se movían desprendidos los ligeros caballos árabes, de aspecto de jaco y brío de corcel. Al ver al moro en huida, las tropas cristianas se azoraron a perseguirles y rematar la faena, una faena que les llevaba consumidos y exhaustos, cerca del límite. Todo soldado allí presente tenía ya una sola obsesión, acabar con la agotadora y extenuante lid cuanto antes, y poder acudir a achaparrarse a la orilla de un cercano río Guadiana, donde remojar la cabeza durante horas. El enjambre moro no paraba de aguijonear el ánimo cristiano, pero el paso de las horas redujo el ímpetu y la fogosidad, tornándolo en sed y opresión causada por la sobrevesta y el yelmo. Cuando la línea frontal de los moros se desbandó en retirada, algo hizo desconfiar a López de Haro; habían tumbado JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios a buena parte de los efectivos moros, sin embargo, había muchos más, sin duda. El alférez real recordaba vivamente las jornadas precedentes, observando la larga silueta de la algarada enemiga contorneándose desde lejos. Desde lo alto de las almenas de Alarcos alcanzó a distinguir una columna de veinte mil, treinta mil hombres, tal vez más. Los atalayeros habían informado de una cola de varias leguas, avanzando por los campos de Calatrava. Faltaban muchos efectivos sobre el campo de batalla, en opinión de don Diego López de Haro. El hecho era que ahora se hallaba en el llano, en campo abierto, limitada la vista por las siluetas de los combatientes, apenas aupado a lomos de su montura, hincándose en los estribos, buscando lo que el ojo desnudo no alcanzaba a ver más allá: ¿dónde hallábase el mar de refuerzos que había visto desde su atalaya?. La guerra enseña al guerrero muchas cosas, no solo a luchar: el alférez sabe distinguir de un vistazo si las bajas enemigas son ya suficientes para efectuar la carga definitiva o si, por el contrario, toca retirada. El escenario de Alarcos daba a entender que la victoria era cristiana; aderezado por una lucha febril, el devorador calor que llevaba a la locura y a la desesperación a las tropas cristianas, el irritante frente preparado por el enemigo y el espoleado ánimo de los caballeros, que les hacía romper lanzones y espadas, quebraban los brazos en cada estocada, como si fuera la última, deseando, más bien, que JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios fuera la última. Las fuerzas flaqueaban ya, no daría para mucha contienda más. Solo los milites de la Orden de Calatrava, los caballeros de López de Haro y algunos hombres más, mantenían el pulso y templaban la pelea, regulaban y sopesaban. Las peonadas y el resto de efectivos estaban entregados a obtener la victoria por la vía rápida; Martín López de Pisuerga, de nombre “el Magno”, belicoso Arzobispo de Toledo y asolador de poblaciones andalusíes, se entregaba también de lleno a la aniquilación de los moros. Derramaba sangre de un fuerte golpe en la cabeza, el yelmo aboyado no le dejaba ver bien. No obstante no se lo quitaba, pues sabía que los endiablados guerreros guzz eran arqueros expertos, y una saeta bien podría atravesar el cuello o el cráneo de un desprevenido caballero en aquellas circunstancias. Vistiendo, además, galas de señor y portando emblemas del mismísimo Papa de Roma, no dejaba de ser un objetivo encomiable para cualquier arquero enemigo. Con el arzobispo, luchaban caballeros y peones de los concejos de Alcalá, Belinchón, Brihuega, Talamanca y Esquivias. Almonacid quedó exento, pues sufrían una epidemia de peste que había mermado sensiblemente su población dos años atrás. López de Haro vio caer en batalla a varios principales de la iglesia cuales eran los obispos de Ávila y Segovia. Había perdido de vista en el caos de la batalla al obispo de Sigüenza, y al maestre de la orden de Santiago. Para su decepción, apenas se distinguían ya blasones de freires Santiaguistas, que habían sido arrasados. Breves instantes antes, cayó golpeado por una cimitarra el maestre de la Orden portuguesa de Évora. Los de la JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios cruz sinople habían sido laminados a su vez. El ejército castellano, compuesto por villanos, nobles, obispos y milites de órdenes militares, quedaba desprendido de comandantes, a estas alturas de la contienda. Con todo, López de Haro no se había apercibido que un enfurecido don Alfonso, a la sazón Rey de Castilla, había abandonado la seguridad de la retaguardia y se habían colado en la refriega, rodeado de los restos de sus mesnadas reales, incapaz de asumir la deriva de la batalla, dispuesto a llevar de su puño el coraje que faltaba a sus vasallos para empujar al tropel almohade al precipicio de la derrota. El aspecto de la batalla en estos instantes, es de una pírrica victoria cristiana. Tal es así, que los moros que quedan en pie empiezan a escapar, dan la espalda a los cristianos y vuelven sobre sus pasos, desperdigándose, por los campos de Calatrava, en todas direcciones. El alférez del rey, don López de Haro, sigue desconfiado, pero no se mantiene el orden ya. Los portaestandartes rezan mantener el sitio, pero la chusma no responde: ya han empezado a correr tras los moros. Los escasos efectivos cristianos se azoran tras los remanentes de la primera línea almohade. Ya se esparcen a lo largo y ancho del llano. Don Alfonso de Castilla también observa la hazaña. Han puesto en fuga al enemigo. A unas doscientas varas distingue a su alférez, don López de Haro. Este, permanece petrificado, observando la escena, no mira hacia atrás, escudriña en lontananza. Se estremece, las tropas se están abriendo, desperdigando. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios El campo de batalla se vacía como la espuma de una ola que se recoge en la orilla del mar. El alférez saca ahora su olifante y lo hace soplar tan alto como puede. Llama a formar a los descarriados efectivos. Algunos hombres paran, miran atrás, a su general; otros siguen, empecinados, catatónicos, las huellas de los huidizos moros. Es en ese estado cuando se cometen las mayores tropelías y crueldades en batalla, solo se busca que degollar, ensartar y abrir en canal al enemigo que tan frenéticamente ha querido arrancarte la vida a cortes y golpes, que luego arrasaría tus tierras y tus cosechas, que violaría a tu esposa, ahorcaría a tus hijos e incendiaría tu aldea... nadie lo duda, porque ya había pasado, y volvería pasar. La Reconquista era una partida en la que se golpeaban sucesivamente los señores cristianos y los musulmanes y, en la hoguera de sus disputas, ardían familias y pueblos. En esos momentos, la lucha es una cuestión de vida o muerte, por uno mismo y por los tuyos. El odio es ciego y la furia es vida, no ha de quedar en pie una sola alma enemiga, pues han venido a arrebatarlo todo, por eso, no se les deberá dejar nada… Ni siquiera el sonido marcial del cuerno de guerra del adalid castellano saca del éxtasis a muchas de las tropas allí congregadas. Las filas no se recompondrán, y eso es ya un hecho. De repente todo cambia, prorrumpen tambores, estremeciendo el cielo, plastificando el aire que no suena, sino que impregna JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios los oídos con un sonido profundo y grave. El ruido penetra hasta el pecho, tan hondo, que se deja sentir en el corazón, cual late al ritmo de la percusión. Don Alfonso se estremece al escuchar la tamborrada, le recordó por unos instantes a su niñez, cuando miraba desde las almenas de Ávila cómo se asomaban las tormentas sobre La Sierra de la Paramera, retumbando en el horizonte. El ruido de los tambores va en aumento, ahora se suman gritos y aullidos del enemigo. La escena produce congoja en muchos hombres, nunca habían oído un estruendo semejante, se diría que temblaba el suelo. El tímpano vibra y ya hasta el último cristiano había cesado la persecución. Ojiplático, López de Haro observaba una masa de caballería ingente rodeando sus posiciones en el campo. La primera línea almohade se disolvió entre los pasajes que abría la cabalgada andalusí, como granos de arena fina que se escapan de entre los dedos de la mano. En su lugar, de frente, los hintatas, la tropa de élite almohade; hacia poniente, una berberisca variada, de las cabilas del norte de África; hacia oriente, los Gund andalusíes, tropas regulares. ‹‹…Definitivamente, Dios nos ha abandonado…›› espeta López de Haro, a lomos de su caballo, mientras se recuesta sobre el arzón, habiendo reconocido la encerrona. Se recomponen las líneas a trompicones, los jinetes enemigos enciman con presura, las desperdigadas tropas castellanas empiezan a caer pisoteadas a los pies de los caballos, asaetadas, golpeadas o ensartadas. La escena es terrible, gran parte de los peones están siendo masacrados. Los caballeros que persisten JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios en el grupo se preparan para el cuerpo a cuerpo. El Arzobispo de Toledo repone su yelmo por el de un caído, aunque el golpe en la cabeza comienza a pasar factura. Martín López de Pisuerga era un caballero luchador, ardiente en la fe, entendía que la mejor manera de ejercer su ministerio era al estilo del canonizado Santiago “Matamoros”. Don Alfonso de Castilla, en la otra esquina del tablero, no ha tenido tiempo de arrimarse a su alférez. Enfila, rodeado de caballeros, los jinetes andaluces. Alza la espada al grito de ‹‹¡Por Dios y por Castilla!››. No se verá comprometido su coraje ni su honor, que habrán de quedar pesados en la justa de la batalla. No piensa ceder un paso. Todos los cristianos contemplan la escena, con terror, al ver que las líneas almohades son inabarcables. El contingente, muy superior, se estira a velocidad vertiginosa en una envolvente que está cerrando la retaguardia. La maniobra es prodigiosa, una lección magistral de estrategia militar, han desgastado lo mejor de las fuerzas cristianas y ahora se abalanzan sobre los despojos que de ellas quedan sobre el campo. La línea de defensa ya no sirve ni protege, toda vez que la espalda ha sido tomada. López de Haro mantiene la cabeza fría, toca formar, en dirección a Alarcos, las picas y las espadas cambian de orientación. Rebañando las energías que quedan, la algazara cristiana emprende paso ligero hacia las faldas de Alarcos, al abrigo de sus pendientes, de los muros del Castillo y de los escasos arqueros y ballesteros que ocupan sus lares. No llegarán muy lejos, pero cada metro que ganen ahora, les dará JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios una posibilidad más de salir con vida. Empiezan a llover flechas, de todas direcciones, caen veinte o treinta hombres. No se para por nadie, no se recoge a nadie, quien caiga, quedará atrás, esperando ser desvencijado por los cascos de la caballería musulmana. Algunos ya desesperan, los menos duchos en la guerra huyen despavoridos, sueltan pertrechos y vuelan, el terror hace presa en casi todos. Nadie ha visto nunca carga semejante, ni la península entera, desde los romanos. El Alférez exprime los pulmones tocando el cuerno, intenta mantener la compostura del plantel a toda costa; muy a su pesar, el sonido grave y profundo de su olifante apenas queda en susurro a unos pasos de distancia, ahogado, sepultado bajo el estruendo de los tambores y los gañidos del ejército musulmán. El moro sabe atacar de veras, sus armas van más allá del filo de las espadas o las esquirlas de las flechas: usa el engaño, la sorpresa y el miedo. A menos de un tiro de flecha se hallan las tropas cristianas de las laderas de Alarcos, cuando se produce el encontronazo. Muchos hombres caen pisoteados al ser rebasados desde la espalda por las cabalgaduras hintatas. Hasta ahora no han hecho uso del acero y, sin embargo, ya han causado estragos. Los adelantados apenas consiguen esquivar las picas y mandobles con que les reciben los agarenos en retaguardia. La situación se ha dado las tornas, por completo, poniendo al borde del abismo a los castellanos. López de Haro grita a la masa, ‹‹!No se paren, no miren atrás, que avancen al socaire de los cerros, abrid paso a espada y lanzada!››. La escena y el caos JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios es terrible, el núcleo de las fuerzas cristianas se repliega sobre sí mismo, los descolgados quedan aislados, a merced de las pezuñas de los alborotados caballos y de la inmisericorde voluntad de sus jinetes. Se consuma la victoria, solo resta saber cuántos cristianos y caballeros podrán salir con vida de la trampa. Sin embargo, el sobresalto y el canguelo iniciales, tras la abultada maniobra de amedrentamiento almohade, habían sido repuestos por el instinto de conservación y de supervivencia. El honor y la gallardía de los mejores caballeros toman el pulso a la refriega. En el bullaje de mamporros los cristianos se abren paso a estacazos y empujones. López de Haro consigue formar en cuña con varios de sus caballeros, atrochando entre el bullicio. Solo los cuerpos abultados de sus hombres, junto a la hechura de sus brazos impedían que el alférez cayera en cualquier instante, sitiado por las picas y los tajos de los almohades. Un bosque de lanzadas y trompicones arremeten contra la compañía del mariscal castellano; López de Haro teme por su vida, más de lo que nunca había temido, incapaz de ver atisbo de salida entre el avispero enemigo. De vez en cuando algún golpe llega a rozarle, los enemigos se cuelan por ambos extremos:‹‹…!guardad al alférez, guardad al capitán!...››, tañía alguna voz enturbiada entre los suyos. La atmósfera es asfixiante, sofoca el aliento, junto el hedor de los congregados, el aire no se inhala, más bien se engulle, como un bien escaso y perentorio. A duras penas puede el caballero si quiera alzar el brazo para defender su integridad, arrebujado JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios contra sus hombres, mientras la columna avanza rastrojando entre las masas Bereberes que rodean su flanco. Siente ya el aliento de los hintatas a su espalda, quienes estan defenestrando su retaguardia con celeridad; nadie puede defender sus propias espaldas. En la huida, el único escudo al dorso era el soldado que acababa de morir empalado, arrimado a los talones propios. Los berridos agarenos empiezan a resonar con fuerza en la retaguardia, apenas puede volver la mirada el Alférez, comprobar la cobertura trasera. En cualquier momento podría colarse un lanzón por la celada, por la cintura, en las canas, trinchar a su montura, hacerle caer al suelo y, allí, una vez postrado, el rodillo de la caballada daría cuenta de su persona. Y en el cielo alcanza a ver ya las almenas de Alarcos:‹‹…estamos a un suspiro, ¡demonios!…›› pensaba en alto. A resueltas del empeño de sus cohortes, López de Haro alcanzó la salida de la algarabía, próximo ya a las faldas del cerro de Alarcos. Emitió hondo suspiro, sin duda, sus recios habían cumplido, a Dios gracias. Hincó espuelas y, al trote, ascendió a las navas entrambos cerros, de allí enfilaría al portón trasero de la fortaleza. Urgía sacar al rey castellano de Alarcos. López de Haro sabía que de la obstinación reconocida de su rey solo podría persuadirle su alférez real. Conocía bien a don Alfonso, quien querría verse muerto antes que dar su brazo a torcer. En peregrina situación y embrollo tajante se había metido el Rey de Castilla a su vez. Rodeado, así mismo, como su mariscal de campo, instantes antes, de agarenos enfurecidos. Solo el JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios mayor abultamiento de la guardia caballeresca del rey le preservaba en mejores condiciones del trance que había pasado López de Haro. Sin embargo, falto del toque marcial que daba su general en las acciones y en las respuestas, el tumulto que escoltaba al rey no encontraba la vía para abrirse paso, los efectivos caían de manera incesante y apenas se movía un palmo. En unos minutos, el Rey de Castilla quedaría desguarnecido y siendo presa de los moros. Espoleando a su alfana, un hispano—bretón anquiboyuno, percherón y duro como acero toledano, consigue que la bestia apezuñe y abra paso. El caballo, de nombre Arnulfo, estaba bien enseñado como caballo de guerra; regalado por el concejo de Burgos, los palafreneros del rey acostumbraban a entrenarlo uncido con lastre de diez quintales o más, araba el huerto de Zorita que daba gusto, abría los surcos en la tierra como ahora horadaba la caterva cristiana que sitiaba al rey entre sus hombres. El jacón había sido preparado y seleccionado para el empeño de las justas y la batalla cuerpo a cuerpo, haciendo bueno su entreno. Mas no era suficiente, el cerco almohade sitiaba al rey, reconocido el estandarte real a su vera, el enemigo redobló el empeño en pillarlo. López de Haro llega intramuros del castillo, irrumpe al ruido de los cascos de su caballo de guerra, el animal llega exhausto, a punto de reventar. El adalid castellano busca al rey: ‒¡El rey!, ¿do es que está el Rey de Castilla?, ¡decidme, no nos queda tiempo… don Alfonso!—gritaba López de Haro azorado JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios en encontrar al interfecto, rastreando con la mirada las almenas y la coronación de la torre del homenaje. Sin embargo, el rey, no hallábase en su puesto: ‒¡Do está el rey, por Dios!... López de Haro desespera, no encuentra los estandartes reales, que deberían hallarse apoyados junto al portón trasero. Por un instante se siente aliviado, piensa que el rey ya ha partido, para evitar el sitio… poco honorable, pero muy inteligente. Se engaña a sí mismo, conoce bien la persona de don Alfonso, jamás rehuiría una pelea, menos contra el agareno. Este rey fue criado por y para la guerra, pasó su niñez rodeado de extraños y caballeros que le avenían a combatir por su reino. Este rey no escaparía de ningún frente, de hecho, nunca le hizo falta. La tensión es elevada, nadie quiere ser heraldo de la desgracia ante el comandante del ejército. Finalmente, el Repostero Real, de nombre Diego de Saldoña, se aparece ante el mariscal. Su expresión está desencajada, apenas consigue mover los labios, emitir sonido alguno, levanta la cabeza, despacio, López de Haro está frenético, está apunto de descargar su ira sobre cualquiera de los presentes, si más grande es la corajina de uno, mayor es el pavor de los otros. Por fin, Diego de Saldoña resuelve informar: ‒Mi señor, el rey ha salido a dar guerra; no hemos podido pararle. Cuando los moros se estaban dando a la fuga, las caballerías de los agarenos se dispersaban… JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios López de Haro ya había escuchado suficiente, da la espalda y se entorna hacia las almenas de la cara sur, Diego de Saldoña le sigue, narrando, mientras el alférez le ignora: ‒…Viéndolos en fuga, el rey quiso salir a su encuentro. No se imaginaba esto—Seguía justificándose el repostero. ‒El rey considera el valor en la batalla y el honor en la derrota. Si pudiera, empujaría al ejército del Miramamolín hasta los acantilados de Tarifa—López de Haro responde secamente mientras acelera el paso; intenta analizar la situación, la machacona verborrea del repostero le desconcentra. ‒… Luego hicieron la maniobra, giraron por sorpresa, se echaron encima de vos. El rey no quiso retirarse, lo vimos desde las almenas, podría haber retornado a la fortaleza, pero no quiso, ¡no quiso!—El Repostero seguía a López de Haro tropezando con su propia toga—. Luego los almohades envolvieron a todos, incluido el rey y sus caballeros, todo se cubrió de lanzas y de cabezas, apenas se distingue al rey y a su portaestandartes… ¡Están en algún lugar del tumulto, hacia el suroeste!. ‒¡Callaos de una vez!—espeta López de Haro, para cortar la plañidera de Diego de Saldoña—, luego valoraremos la diligencia de los sirvientes en prestar servicio y resguardo a su rey. Ahora, toca sacarlo de entre las ascuas moras. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios A trancos, López de Haro se encarama al adarve, oteando la refriega… desespera, no atisba al rey entre el bosque de cabezas, turbantes, yelmos y lanzas. El corazón le da un vuelco, la pesadilla del Rey de Castilla muerto, de nuevo, antes de tiempo… no puede ser, se sacude y vuelve la mirada, mas sigue sin hallarlo. Toma la espada, enfundada, por el pomo, la va a desenvainar a la vez que torna a su montura. Uno de sus fieles le sale al paso: ‒Mi señor, ¡¿do es que váis?!. ‒¡Pardiez, a buscar al rey, a sacarlo a tajones, si es necesario, do quiera que esté!. ‒No mi señor, aguantad entre los muros, no perdáis sitio en la plaza. Iremos nosotros por él. ‒¡Apartaos mentecato!, ¿es que no lo veis?, ¡si el Rey de Castilla muere aquí, mañana tendremos al moro a las puertas de Madrid, minaretes en Toledo, Cuenca retornada al agareno; y de otra parte Ávila, Segovia y el Infantazgo en manos de León, y a mi rey Sancho enseñoreándose en La Bureba y Logroño, aprehendiendo mi abolengo!. ¡Apartaos que os rebano el pescuezo!.—López de Haro estaba fuera de sí. Justo a tiempo, Diego de Saldoña sí atina a avizorarlo, señalando con el dedo al grito de ‹‹¡Allí, mi señor, allí está! ››. López de Haro se torna sobre sí mismo, acelera el paso y se asobina precipitadamente sobre las almenas de Alarcos, JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios contempla con horror el sitio del rey. Dos columnas enteras de andaluces atenazan la fuga del mismo, que avanza despacio, gracias al empuje de su rocín, inadvertido de la presencia de los andalusíes en el borde de la lid. El rey se está echando en los brazos del enemigo en su escapatoria y van a dar buena cuenta de su real persona. ‹‹No hay tiempo, Dios mío, no hay tiempo de llegar a su auxilio›› piensa el Alférez, petrificado de nuevo, atenazado por la escena. Muerde las aristas del alfeizar con las uñas, como queriendo retener lo que se le escapa entre las manos inexorablemente, a cada paso que avanza su rey. La escolta de López de Haro abandona de nuevo la seguridad de los muros en busca del rey sitiado, han conseguido que su señor permanezca dentro, sano y salvo. Ahora hay que apresurarse, con gran rodeo, al encuentro de don Alfonso de Castilla. López de Haro contempla a un oficial de campo andalusí, que remonta la ladera de Alarcos, encimando la pendiente empieza a agudizar la mirada y reparar en la presencia del estandarte real, que sabe reconocer bien: un castillo dorado sobre fondo de gules, en paño rectangular. Alza una expresión de sorpresa y una mueca de satisfacción, ha encontrado a su presa. Al instante, alza los brazos y suelta una jerigonza a gritos, atendida por varios jinetes equipados con arco compuesto que comienzan a tomar posiciones en sus flancos. Están armando los dardos y enfilando las piquetas. No hay tiempo que perder, JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios López de Haro llama a posiciones a los arqueros y a ballesteros: ‹‹¡A mí señal, templad el pulso, apuntad con finura!››. Todo el mundo sabe hacia dónde apuntan las saetas. Apenas unas varas de espacio entre el rey y los agarenos apostados en emboscada. Señala con el filo de la espada. Los andalusíes tensan las cerdas. El viento es intenso, imprevisible, los proyectiles podrían volar en cualquier dirección. No hay salida, allá abajo nadie oye los gritos lanzados desde los muros. Veinte brazas o más se hayan de distancia desde las almenas hasta las posiciones de los andalusíes. El rey sigue avanzando, precipitándose a su perdición. Los moros ya están apuntando, quieren asegurar el tiro, la andanada almohade causará impacto en la corona, casi seguro; peor aún, el rey se ha quitado el yelmo, también le oprimía, como a tantos otros. Don Alfonso ha perdido el sitio, abrumado. El Repostero Real asiste con pavor a la escena, agarra por el hombro al alférez, le mira fijamente, mientras gime: —No lo hagáis, por Dios… Mientras, López de Haro se gira sobresaltado, clava los ojos en el Repostero… y ve su expresión de terror, ve en la profundidad de su mirada décadas de horror y de caos, de Laras y Castros batallando por la corona, de moros plantando acequias a la vera del Tajo, ve a otro niño rey, Fernando, refugiado de las afrentas de sus antepasados, ve a su lúcida infanta Berenguela, gobernando un reino lleno de lobos, dispuestos a poner veto a su falta de hombría; en definitiva, ve Castilla ardiendo, una vez más, como antaño. La quintaesencia JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios de estos tiempos se destila en forma de coraje, gallardía y horror; sublimados en una vasija de honor, ahormada a golpes de espada en las inacabables luchas entre los pueblos, hervida con el ardor de los reyes, capaces de alinear los haces de guerra y de unir las voluntades seglares, seculares y concejiles, acaudillando los fueros y las tenencias. En estos tiempos, por encima de los ejércitos, las riquezas y el poder, está el liderazgo. Castilla se recompondrá, pero sin su rey, penderá de un hilo mientras las fieras que la rodean se abalanzan sobre ella para devorarla sin compasión… …El Rey de Castilla debe vivir, como sea: —¡Fuego!—grita López de Haro, impasible, desde el alero. Los caballeros de López de Haro habían salido al encuentro del rey instantes antes. Al frente, Íñigo Sánchez de Villafoz comandaba. Fue campesino en una aldea de La Bureba, descendiente de autrigones, antiguas tribus prerromanas que habitaron la comarca; hombre fornido, de estatura elevada, barba negra apuntada, mirada profunda y ojos pequeños y azules. Nariz prominente y aguileña. Impresionaba por su dentadura aserrada, pues le partieron todos los dientes paletos, superiores e inferiores, de un mazazo inesperado; fue en el curso de una refriega en el sur de Francia, habiendo ido de la mano de su señor López de Haro, como mercenario al servicio de Enrique II de Inglaterra, en ciertas cuitas que tenía este último que resolver, con los revoltosos nobles de Aquitania. Allí conoció, de hecho, a una linda Gascona, de nombre Annäis, JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios que trajo de regreso a su tierra, tras desflorar primero, para desposar después. El bruto siempre estuvo perdidamente enamorado de su muñequita francesa. Así mismo, quedó una notable cicatriz en el labio, que le daba un aspecto de fiereza sin igual. López de Haro era un líder nato y, como tal, una de sus virtudes principales fue siempre la de elegir los escuderos adecuados: Sucedió que años atrás hubo de acudir a mediar en una riña entre aldeas en La Bureba, que discutían por unas veredas de pastoreo, no queriendo compartirlas. Acordados parlamentos entrambas facciones, se reunieron, bajo tutela y mediación de su señor de Haro, a hablar en los predios citados. Los concejos se presentaron un día antes, ambos con una saya de rebaños merinos, dispuestos a tomar el sitio y dar prenda ante su señor de la mayor relevancia del uno sobre el otro. La vara de medir sería quién tenía más grande armento: a mayor ganado pastoreado, más necesidad, de una parte, y más aportación al feudo, de la otra. El parlamento no llegó a tener lugar, toda vez que varios insultos y al menos cinco hondadas satisfactorias impactaron entre contendientes, incluyendo un herido de gravedad, que quedó inconsciente durante otros cinco días. Resultó ser el herido un tío del susodicho Íñigo Sánchez, hombre pacífico este último, mientras no se le agitara. Huérfano de padre y madre, fue su tío, maltrecho ese día de la hondada quien, con amor y diligencia, le sacó adelante desde niño. El pobre hombre había acudido a apaciguar los ánimos recibiendo, como cortesía, una trepanación pedrera. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Arribando a la mañana siguiente López de Haro a los parlamentos, halló la escena de la batalla campal, puesta en fuga la aldea enemiga, a manos de un solo hombre. Habiendo sido testigo de la batalla, el cura de la parroquia de Vallartilla, relató a López de Haro como ‹‹un solo ome tumbó a treinta de los allí presentes, además de tres perros pastores y…›› en un exceso de imaginación, tal vez, ‹‹…a un borrico, usando para ello sus manos y un basto de cerezo…››. De paso, el pleito había sido solucionado y puesta en fuga la vecindad de la otra aldea. A López de Haro de Haro no le pasó por alto este hecho y se encaminó hacia Villafoz. A medio camino, halló su séquito al héroe villano, acarreando en parihuelas a su inconsciente tío, con evidentes síntomas de haber participado en una pelea. Desde entonces, puso al bruto Íñigo a su servicio, dotó a su familia, quedando él libre para luchar a su lado. Tras tres años de instrucción y combate, se había convertido en uno de los caballeros más temibles que hubieran hoyado Castilla y Navarra. Ahora, tras unos años más de batalla, sería el león más fiero que se topasen los almohades, saliendo de caza, libre, desatado; ahora no tenía que atender la seguridad de su amo, ahora tocaba rebanar mahometanos. La andanada de flechas vuela, las almenas de Alarcos han descargado toda su cadencia de tiro en una tacada. El viento sopla fuerte y cambiante, la cortina de flechas se abre surcando el aire. Riega los Campos de Calatrava, trayendo más muerte el frente de batalla. A esa distancia, el arco es dañino, y las ballestas, letales. Llegan a galope Íñigo Sánchez y los suyos, yendo a la carga atinan a ver cubierto el cielo por las flechas de JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Alarcos. La andanada ha funcionado, gran parte de los arqueros andalusíes que amenazaban la integridad del rey han caído o están en trance de ir al suelo. Al poco justan los hombres de Haro y alcanzan la columna almohade por la retaguardia, saben a donde tienen que ir. El sañudo capitán almohade que había encontrado al rey pugna por zafarse del contraataque, es hábil con la espada y rechaza dos embestidas. Íñigo Sánchez clava la mirada en él. Para deshacer la columna que cierra el paso deben quitar de en medio al nakib musulmán, el hábil oficial que instantes atrás había localizado y por poco no da caza al Rey de Castilla. Sin embargo, es un hábil guerrero andalusí. De un tajo abre el cuello del primer caballero que le afronta; ante la estocada lanzada por un segundo jinete cristiano reacciona rápidamente, volcándose hacia los cuartos traseros de su montura. La falta de arzón y la monta a jineta le han permitido esquivar el certero golpe, con habilidad asombrosa: ‒…singular guerrero…—dice para sí el capitán Íñigo. Decide afrontarle él mismo, ahuyentarle al menos, Íñigo ya es un experto luchador y sabe medir a los rivales, a este le afronta con cautela. El agareno monta cabalgadura ligera, al contrario que la habitual en los andalusíes, más familiarizados con la infantería y caballería cristianas, que forran sus jumentos con lorigas y mantones, a imagen y semejanza de los cruzados. Sin embargo, este andaluz se mueve más rápido, si bien está más desprotegido. El sañudo riojano está ya a la altura del moro y JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios descarga dos formidables golpes. El primero es esquivado de nuevo. El segundo es repelido con un hábil movimiento de la espada del moro. Rápidamente responde el nakib quien devuelve la estocada en el jubón de cuero de Íñigo, a la altura de los riñones. La coraza coriácea preserva la piel del cristiano, pero no le libra del impacto afilado del acero, que le llega a cortar la respiración. A penas sí llega a cubrirse con la rodela antes que una nueva estocada le vaya directa a la cara. Sin su escudo, sería hombre muerto ya. No recordaba un espadachín tan hábil y experto el noble Íñigo. Justo a tiempo llegan a su auxilio dos caballeros más, que ahora sí ponen en fuga al nakib. Al ver volar su lina o bandera, más allá de las faldas del cerro, al galope del nakib, muchos jinetes andalusíes se desconciertan y comienzan a perder el sitio. Los caballeros del de Haro se recomponen, con Íñigo Sánchez al frente, para abrir hueco en la depauperada columna andalusí. La andanada de flechas ha caído sobre la multitud, hay muchos guerreros almohades ensartados, pero también empiezan a aparecer algunos cristianos. El grosor de las flechas y los perfiles las delatan, proceden de la andanada disparada minutos antes desde Alarcos. De cualquier manera han facilitado el trabajo. Íñigo Sánchez agarra un lanzón andaluz y comienza a trinchar caballos y jinetes de manera indiferente, va abrirse paso como sea. Ya distingue el estandarte real a unas pocas varas de distancia. La columna almohade se descompone definitivamente y empieza a desperdigarse en varias direcciones. Por fin han abierto brecha. A gritos claman por el rey, avisando del paso abierto: JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒¡Por aquí el rey, por aquí don Alfonso!—berrea Íñigo Sánchez alzando la espada al viento. Abre paso la caballada, aparece Arnulfo, con su enorme cabezota, acogotando a los demás caballos. El animalito ha cumplido su oficio, como siempre ha hecho, enorme montura, mejor caballero. El Rey de Castilla emerge a lo alto, aliviados todos al verle, en medio de la batalla se oyen gritos de júbilo… sin embargo, un momento, algo no va bien, el rey titubea en lo alto de su montura, se recuesta sobre el arzón. El capitán Íñigo trueca el gesto al ver la saeta que porta el rey encalomada a su hombro izquierdo. La andanada de flechas no solo abrió paso, también abrió una herida muy cerca del pecho del rey: la herida de Alarcos. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios CAPÍTULO IX. CASTILLA EN EL ALERO JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios El rey malherido es escoltado hasta la entrada de la fortaleza de Alarcos. La andanada ordenada por el alférez real fue una medida desesperada y mal medida para asegurar la supervivencia de don Alfonso. López de Haro es un general formidable no solo por su inteligencia, sino por su capacidad de decisión; y las decisiones críticas en los momentos difíciles salvan las batallas. La capacidad para enviar cientos de hombres a una muerte precipitada y cruel sin apenas doblar el pulso, distingue los señores que hacen abolengo. López de Haro podía ensartar a su rey con una flecha y salir del trance indemne… El alférez permanece junto a las almenas mientras escoltan al Rey de Castilla a intramuros de la fortaleza. Abajo queda argamasa de soldados, caballeros y almohades acuchillándose sin piedad. El estruendo de los tambores no cesa, antes bien, crece en intensidad. Las sobredimensionadas tropas moras comienzan a rebasar la lid campal, que ya se les quedaba pequeña. Dirigen sus miradas a la fortaleza: piensan ya en el botín, en tomarse la presa. Alarcos iba a caer, con estruendo, aún mediaban mil cristianos en el campo, sucumbiendo, desesperando por sus vidas. Padres que iban a dejar huérfanos y viudas, aldeas enteras que perderían sus mocedades. Ciudades desprendidas de brazos que las levantasen de vuelta, diezmos y portazgos que no se pagarían, ganados que morirían de hambre, cosechas perdidas. El precio para Castilla iba a ser alto: aquí no solo luchaban JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios caballeros, también luchaban los villanos, los que debían engendrar descendencia y poblar las sierras, los eriales, las cuencas. Todo ello, gracias a las funestas decisiones y a la prepotencia de sus líderes. La Reconquista se gana palmo a palmo, golpeando primero, ocupando después. En las marcas que delimita el Júcar, el Tajo o el Guadiana, se gana espacio arrebatándolo al moro, llenándolo de almas cristianas primero; de parroquias, de luz apostólica, después. Los colonos eran escudos humanos enclavados entre reyes rivales; sus poblados dibujaban las fronteras en favor de los contendientes, las aldeas fronterizas eran las mugas de La Reconquista; sus pobladores vivían el día a día bajo la incertidumbre de organizar cabalgadas y razzias o, por el contrario, de ser víctimas de alguna de ellas. Era esto una aceifa mora: reunido ejército entre voluntarios, regulares de las coras musulmanas, yihadistas bereberes procedentes de las Cabilas, se unen todos al califa almohade: un diablo nacido generaciones atrás entre las montañas centrales del Atlas magrebí. Si viene la aceifa, los tambores suenan, rugen, el suelo tiembla, aldeas y concejos de desmembran al paso de la comitiva musulmana. En esta ocasión, no fue una aceifa de los moros, más bien, fue la guerra entera… JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Los guerreros guzz son los primeros en encimar los aproches, descargando saetazos que pasan con escalofriante tino las almenas de Alarcos: ‹‹…esos bastardos persas lucha bien…›› piensa López de Haro para sí. El adalid castellano se había quedado sin respuestas, intentaba asimilar el nuevo escenario, recomponer la escena. Los errores cometidos ya no eran el problema, el rey seguía en pie, aunque zaherido. El Alférez ya asume la derrota de facto. Su rey, tal vez no, pero eso no importa, él está allí para pensar por su rey. Los precedentes son malos, el rey Castellano ha enardecido, ofendido y mancillado el honor del califa almohade. Es más, se lo puso por escrito. Cabe esperar poca compasión por su parte. López de Haro se plantea escapar con sus tropas, las que puedan moverse rápido. Quien no tenga montura con que huir de Alarcos será perseguido por jinetes enemigos, cazado, ejecutado o enrejado después; le serán sustraídos sus ropajes y riquezas: la guerra es un negocio en el que la oferta es la espada y la demanda el botín. La sangría de hombres y caballeros de la jornada amenaza poner en asaz compromiso el reinado de uno y el señorío del otro. Una espantada de Alarcos supondría la pérdida de más almas cristianas en la huida. López de Haro cuenta con reagrupar al máximo número de tropas de entre la masacre. Aún quedan ciertas cartas que jugar en esta desgraciada timba. Por eso permanece en el adarve, observando más allá de la batalla, eso ya no le preocupa, si ya está perdida. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Los cristianos van saliendo a trompicones de entre la algarabía y los tajos. Suben por las laderas de Alarcos al recinto abaluartado. Si en su huida no se cruzan un flechazo o un lanzón apuntado, los supervivientes conseguirán ver la luz de un nuevo día, al menos, uno más. De esta manera acuden, como gotas de agua, de vuelta a la seguridad de los muros los peones y caballeros que aún se mantienen con vida. A estas alturas casi todo el mundo está exhausto en ambos bandos, no quedan fuerzas ni para cortar a mandobles la almilla del oponente. Cuesta ya gran trabajo sacrificar a cada enemigo, por lo que se le deja escapar. El odio deja paso al agotamiento, los filos caen al suelo, los lanzones ya no se cargan, se tornan báculos donde reposar el ajetreo del día. Los jinetes andalusíes son los más sañudos en este aspecto. A pesar de la notable victoria obtenida, tras seis horas de pelea, se empeñan en seguir empalando cristianos. López de Haro sigue en la ronda de guardia, a pesar de que la densidad de saetas aumenta peligrosamente a extramuros. Los Hententas se aproximan ya a paso firme a las faldas de la fortaleza. Hoy no habrá asalto, dentro están seguros. En cualquier caso, se han de tomar las decisiones oportunas. La albarrana mora pondrá sitio al castillo tarde o temprano, impidiendo la salida del recinto al rey. Podría suceder antes del ocaso, sin duda. Se mueve por el adarve en dirección a la torre del homenaje, situada a Oriente, poligonal, apunta hacia las navas de la ciudad de Alarcos, donde quedó plantada la tienda del rey. Es el punto más elevado del recinto, necesita buena vista, calcular bien. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Busca la retaguardia del notable ejército almohade. Escudriña, avizora, peina el horizonte con la mirada. ¿Quién gobierna el ejército enemigo?. Dónde están los estandartes. Sabido es que entre los almohades solo puede portarlo el califa y sus hombres. Ahora entra la diplomacia en juego. El alférez se enfrenta al peor de los escenarios: derrotado, menguado en hombres, atascado en una mota aislada, tiene en frente la fiereza y radicalismo del viejo califa Yusuf II, portador de los preceptos del movimiento almohade, los partidarios de la unicidad. Negociar con un fundamentalista era cuestión delicada, López de Haro era católico apostólico, pero pragmático ante todo. López de Haro podría apartar su orgullo y la venganza divina en pos de una salida ventajosa para sus intereses. Mas el califa musulmán y el rey cristiano, por su parte, tal vez no tuvieran terreno para entenderse. Sea como fuere, alineaba las piezas López de Haro en su mente; la negociación la realizaría el mismo, ¿pero cómo?... lo primero era obtener la licencia del rey para negociar la rendición de la plaza de Alarcos. El rey estaba malherido y habría que sacarlo del recinto apriesa. Tal vez no tuviera juicio sano, siquiera consciencia en unas horas. Ese asunto pudiera estar salvado. Necesita, sin embargo, aclarar a quién tendría en frente. De ello dependía quedarse a negociar la rendición o salir por peteneras. El tiempo se agotaba, había que hallar la respuesta. Revisaba una y otra vez el mapa almohade esparcido a los pies de Alarcos. Distinguía a los estandartes blancos del Miramamolín, pero nada más. Eso no era buena señal. En esos JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios momentos se arrimó el bruto Íñigo, su fiel caballero, que se reincorporaba a la guardia tras retornar al rey salvo, que no sano, a los muros del castillo. El gigantón era hombre de pocas palabras, algo que López de Haro apreciaba por encima de todo. Íñigo siempre observaba antes de decir nada: se fijó en la expresión meditabunda y errática de su amo. No tardó en captar la honda preocupación del alférez. Se aproximó a él, para sacarle de su ensimismamiento: ‒Mi señor…—dice Íñigo. López de Haro torna la mirada, serio, incólume a su capitán: ‒Hablad, buen Íñigo. ‒Había cristianos luchando entre los moros… Se aproxima lentamente a López de Haro, se lleva la mano a la espalda, saca un paño que llevaba en la escarcela, a buen recaudo, es una enseña: seis roeles de azur en fondo plata, a dos palos. López de Haro lo reconoce al instante: ‒Apenas distinguí una veintena dellos—sigue relatando el bruto—. Eran extremeños leoneses, de la marca. Molí a uno a golpes, antes de darme testimonio. Luchan para un Castro, Pedro, para más señas. ‒¡¿Alguien más lo sabe?!.—pregunta ansioso López de Haro, ha torcido el gesto de golpe. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒Lo desconozco, mi señor, entre mis hombres algunos. Los calatravos se apercibieron, ansí mesmo, pero no veo ninguno en la plaza. He visto alguno, cierto es, desperdigarse hacia el sur y hacia el Guadiana, hace pinta que tornarán a la cibdad de Calatrava. Son duros, fervorosos, no se quedarán aquí. ‒No obstante el maestre de los calatravos se halla entre estos muros. Esperemos que no lo denote. Decidme: ¿y los caballeros de los Laras?. Esos bastardos son los que más dolor de cabeza me van a dar—renegaba López de Haro. ‒Luchaban en otro haz de combate, dudo mucho que los hayan visto. ‒Correremos los riesgos, así sea. Mi noble Íñigo, guardad el paño, vigilad el puesto, notificadme cualquier movimiento; voy a resolver este dilema… según se haya hincado de fondo la flecha que lleva el rey a sus hombros. Íñigo de Villafoz asiente. López de Haro, por su parte, se encamina precipitadamente hacia el patio de armas. Antes de enfilar las escaleras en descenso se gira, tornando la mirada hacia su capitán, y dice: ‒Nos quedamos a guardar la plaza… El rey entró por la puerta dolorido en extremo, sangrante, bamboleante. La situación podría ser más seria de lo que pensaban. Al frente de los servicios sanitarios reales estaba don Diego del Villar, médico de don Alfonso de Castilla desde hace JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios años. En su séquito se hallaban tres cirujanos y dos físicos, dedicados en exclusiva a atender heridas del realengo y aledaños. Se hallaban cosiendo la cabeza del Magno Martín López de Pisuerga, quien contaba con una notable brecha en el cogote y un corte en la mano. Había recibido, en adición a esto, el impacto de varias flechas que no se habían hincado, pero que llegaron algunas a causar severos hematomas. Los guzz, con los que habían luchado horas antes, disparaban sus flechas al galope, dotándolas de una inercia brutal. Usaban maderas nobles y arcos compuestos, mucho más rígidos. Hacían de la batalla un avispero. Al entrar el rey en brazos de sus hombres, Diego del Villar da un alarido: ‒Maldito loco, maldito loco sois, en buena hora os avecináis a la guerra. ¡Mal lugar y peor circunstancia, qué habéis hecho, mi señor!. El rey balbuceaba, no articulaba palabra alguna. Bastante que sostenía la consciencia. Remueven la loriga de don Alfonso, la flecha está ensartada de la cabeza del hombro hacia el cuello, no transfixiante, apenas brota sangre ahora, pero el dolor debe ser descomunal para el rey: ‒¡Esa flecha es cristiana!—responde Martín López de Pisuerga. El Repostero Real, Diego de Saldoña, asiste a la escena. Evidentemente, no es capaz de insinuar nada de lo que ha pasado. En la sala noble del castillo, postrado el rey sobre una mesa, asistían otras notables figuras con las que iba a lidiar don JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Diego López de Haro. Había allí representantes de los tres estamentos: realengo, abadengo y solariego. Los Lara habían organizado el capítulo, asistiendo al mismo todos los altos estandartes del ejército cristiano que aún quedaban en pie. El de la Finojosa se hallaba entre ellos, para mayor fortuna. Reparaba sus heridas el Arzobispo de Toledo, don Martín López de Pisuerga, el Magno. Maese Nuño Pérez de Quiñones, por la evanescida Orden de Calatrava, rezaba absorto ante el desastre acumulado. Atendían de una terrible fractura abierta al maestre de la Orden de Santiago. La erosión de los freires de las distintas órdenes militares había alcanzado tintes desproporcionados. Rechinan los goznes del portón, abren los fieles el paso al alférez. Irrumpe en la estancia con rostro serio y amargo. Los candiles y las velas parecen amedrentarse con las galas de López de Haro. Viene a hacer su función, como los mejores farautes. Encarnado en salvador y mártir, viene a anunciar la caída de Alarcos y la huida del rey: ‒¿Cómo está el rey?—incoa el de Haro. ‒Malferido y malahadado, o secamente don Diego del Villar. en ese trance—responde ‒La plaza esta pronta a ser sitiada, poco se puede hacer. Los peones de desperdigan, los caballeros remontan las laderas al abrigo de los muros. Los estandartes del Miramamolín avanzan hacia la ciudad de Alarcos…—responde de Haro. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒… Y el rey dirá cuándo se ha de abandonar la plaza al moro— responde don Pedro Manrique de Lara. Interrumpiendo la plática entre el médico y el general, avanza pausadamente el Conde Manrique desde la esquina del salón, a la luz de las velas. En estos momentos, nadie más se atrevía a mudar palabra. Un cortante silencio domina la escena. El Conde Manrique no consiente dejarse avasallar por los modos de López de Haro: ‒Temo no poder manejar esta ferida, es muy seria…—dice de nuevo el galeno. ‒Vos sois el médico del rey, don Diego—responde severamente López de Haro—. De vos depende ahora su ventura. ‒Y cirujano formado en Palencia, nada menos…—interporne don Pedro Manrique. Al pobre médico se le viene el mundo encima, tiene claro el problema, no así la solución: ‒He visto más feridas como aquesta en campaña, et he reparado algunas. Mas en otras, al extraer la flecha se ha derramado la vida del ferido, a borbotones. En unos minutos es muerto entonces. Irremediablemente. ‒Entonces, ¿qué salida le dais a vuestro rey, la extremaunción?, han y Obispos entre nos—Pedro Manrique se mostraba mordaz ahora. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒No es momento de chanzas, Conde Manrique, todo buen médico ha de saber no solo arreglar herimientos, como saber quién puede mejor curarlos—asevera el médico. A López de Haro se le despejaba el panorama, habían de sacar al rey en volandas de la fortaleza. Con él, se retiraría casi todo el séquito. Mientras, él mismo, en tanto que alférez real y tenente de Alarcos, quedaría con la obligación de guardar la plaza. Don Pedro Manrique dirigió su mirada hacia el silencioso don Pedro García de Lerma, el padre de nuestro joven caballero Fernán, quien se hallaba pensativo, al pie de una mesa, mesando su barba rala. El Conde Manrique le conmina a hablar: ‒Diga algo el señor de Lerma. ¿Haremos de Alarcos botín de los moros?. El rey se halla medio inconsciente. ¿Quién se hace cargo de aquello?, debe quedar registro de lo acaecido. Llamad al Merino y al Notario a levantar escrito desto... Es vostro militarismo y malcontento, López de Haro—responde ahora dirigiéndose al alférez real—, lo que nos ha empujado a esta isla defensiva. Las puertas de Toledo son inexpugnables: los arribes del Tajo, la boca del lobo. Dará con sus huesos el agareno en sus peñascales, torcerá la voluntad de cualquier sitio puesto, soliviantará la almofalla, tirará los trinquetes y batirán la tienda roja del Miramamolín, de vuelta a Andalusía, con el rabo entre las piernas, y la honra Dios nuestro señor, y de vuestro rey, engrandecida y loada... JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Para entonces López de Haro ya había torcido el gesto hacia el Conde Manrique, clavándole la mirada con severidad y angostura, pareciera tal que no hubiese nadie más en la sala. Sin embargo, era este Lara señor de referencia, acostumbrado a pulsos de poder y grandilocuencia. No cede ni un palmo en sus aseveraciones, más bien, ahonda en ellas: ‒... Pero vos habéis conjurado la desgracia con vuestra lozanía y bravura desbocada. Y henos aquí ahora, con almohades a espuertas y flechazos hincados en la corona de Castiella. ‒¡Basta, Manrique!—exclamó Martín interrumpiendo el responso del Manrique. de la Finojosa, El voluntarioso de la Finojosa sabía que López de Haro no tenía la lengua del de Lara, pero le sobraba brazo para cortársela si se veía soliviantado. Por eso continuó: ‒López de Haro es nuestro general en la guerra, mas las otras decisiones las ha tomado el rey con el consejo de todos en la curia. ¡Y vos, Manrique, estáis entre ellos!. ‒El alférez real ha arrastrado nuestras mesnadas y nuestros maravedíes a una batalla perdida, desbastando nuestros concejos y raspando nuestros dineros…—Manrique estaba arriesgando mucho, tal vez perdiendo los nervios— responded, noble Haro, ¿acaso no sacará partido vuestro otro rey, el gigante navarro, cuando no queden hombres de castilla para defender Soria y Burgos?. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Esa fue la gota que colmó el vaso, López de Haro se echó mano al mango de la espada, a la vez que se dirigía hacia Pedro Manrique de Lara, mientras mordía entre dientes ‹‹¡Maldito Rufián y mala lengua!››. Salió al paso el de Finojosa, a calmar los ánimos, a la vez que el avezado García Pérez de Lara, lo hacía para defender a su padre. No mediaba nadie más en aquella discusión: ‒¡Basta, por Dios y por el rey. Quedad quietos!—insiste el de la Finojosa—. ¿Do pretendéis llegar, Manrique?. No levantaremos acta de vuestra notable acusación, pero medid bien las palabras, que sois preso dellas. El Conde Manrique buscaba encabritar el ánimo de López de Haro. La amplia derrota dejaba en una posición de fuerza al alférez real; mientras que una eventual victoria habría sido gestionada directamente por el rey. Los Lara habían perdido caudales y hombres, mientras su fuerza mermaba a la vez que López de Haro ganaba prestigio en un reino militarizado. Las curias regias que se empezaban a mover desde Nájera diez años atrás se podían debilitar ante el empuje marcial de la guerra al agareno. En realidad, a los Lara no les interesaba acudir a las cortes a discutir melindres con los alcaldes de concejos, los abades y los obispos. Pero menos aún le interesaba que un riojano malhumorado y soberbio se hiciera con la voluntad del rey Castellano, toda vez que decidiera ausentarse del reino o echarlo a la guerra. Por eso, el Conde Manrique aguijoneaba, si cabe, con más denuedo: JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒¿Ahora que haréis, de Haro, rendiréis el castillo y volveréis a exiliaros a Navarra o Aquitania con los sueldos recaudados del Miramamolín?. Dejaréis al rey de nuevo a su merced…. López de Haro se contuvo y relajó el gesto, pese a que en el fondo de su alma lanzaba destellos de furia, allí no iba a cercenar la cabeza de un bastardo Lara… tal vez, en otro lugar más recogido. Aunque no estaba entre sus hábitos, debía seguir administrando sus galones. Respondió finalmente al Lara: ‒Vos hacéis la guerra con las palabras, ganando favores y haciendo deudas. Yo invierto sangre y donceles cristianos en ganar terreno a los moros, para que vos tengáis más sitio en que orinar y marcar territorio. Es la voluntad de Dios, supongo. No pienso discutir más, Manrique. Tengo la tenencia del castillo y el rey no responde… ¿o acaso me equivoco, don Diego?—López de Haro se dirigía ahora al médico real. ‒Hemos de evacuar al rey de aquí, sé a quién puede enjaretar esta ferida. Pero está en Toledo. No obstante, no creo que aguante el rey mi señor así hasta la capital. Haré que lo traigan a galope si es necesario, hemos de llevar a don Alfonso a guarecido y estabilizarlo hasta que arribe el cirujano que os digo. ‒¿Quién es el interfecto?—inquirió Pedro García de Lerma. ‒Eso ahora no importa…—respondió el licenciado. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒... Don Diego, vos sois médico del rey por algo, no se deja en manos de cualquiera la convalecencia del monarca. La prudencia indica que sea un buen cristiano, bien formado y de prestigio. ¿Do es que se esconde tan nómino galeno?. De Toledo estáis vos entre los más nombrados, largo el tiempo. Escoltado por colegas de alcurnia y prestigio, aprobados para hacer la incisión en las llagas del mismísimo Cristo nuestro señor. ¿Quién habría de obrar mejor que vos?—La elocuencia de don Pedro García de Lerma era uno de los motivos de que optara a la mayordomía, sin duda, y la ejercía cuando buscaba una respuesta definitiva. ‒Se, se llama…—titubea el médico. ‒¡Hablad por Dios!—interrumpe López de Haro. ‒Hayyim, Hayyim Al-Fakhar —dijo don Diego a la vez que emitía un suspiro. ‒¿Queréis poner el pecho de nuestro rey cristiano en manos de un judío?—intervino el Martín López de Pisuerga, el sangrado Arzobispo de Toledo, indignado—. ¡Eso es inaceptable!, por mor de judíos crucificaron a nuestro señor Jesucristo, sus manos están manchadas desde generaciones, ¿acaso queréis poner a nuestro rey a cargo del pecado más intolerable que haya conocido cristiano jamás?. ‒Muchos conocimientos médicos de valor se deben a los sefarad, no os llevéis ahora a engaño. Seguro que vos mismo, JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Maese Martín, habéis sido tratado con ungüentos y medicinas escritas en hebreo. ‒No lo veo prudente, don Diego.—don Pedro García de Lerma había escuchado el nombre del insigne Hayyim con un nudo en el estómago. Por discreción, prefería mantenerlo alejado de la curia real—. Los judíos, son prestamistas y usureros, lo que a ningún cristiano aplica, lo hacen ellos. Sus manos no están limpias a la las ojos de Dios Nuestro Señor. En los cartularios no podemos apuntar prerrogativas de los sefardíes. Ellos son lo que son y hacen lo que hacen, no forman parte de nuestras querencias cristianas ni se les puede espolear en aspiraciones. Un médico judío salvando al rey es una idea poco cristiana y concebible… ‒¡Paparruchas!... dejad la política y a Dios fuera de esto. Vuestro rey languidece, y temo que mis conocimientos no sean suficientes para evitar perderlo aquí mesmo—Diego del Villar empezó a ponerse en su sitio y a ejercer de Hipócrates. ‒Lo llevaremos a Consuegra, no se hable más—interviene de nuevo López de Haro—. Los Caballeros Hospitalarios de San Juán darán cobijo y protección al rey. Para cuando lleguemos, pueden estar trayendo de vuelta a vuestro cirujano judío. ‒¿Estáis loco acaso?—respondió Fernando Núñez de Lara, que había guardado silencio hasta aquel instante—. Lo que hay ahí fuera no es una cabalgada cualquiera, ni siquiera una aceifa mora. ¡Lo que hay allá fuera es una expedición de guerra!. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Después de tomar Alarcos, y todos sabemos que va a caer, los ismaelitas se dirigirán hacia Toledo. Y en su camino, se hallan Calatrava y Consuegra, el paso más practicable y derecho a la ribera del Tajo. No podemos llevar al rey a una trampa. Los espías almohades en sus caballerías ligeras estarán apostados por doquier de aquí al Guadiana, vigilando nuestra arribada a Alarcos, igual que vigilarán nuestra salida, a prudente distancia. Quién dice que no alcancen a distinguir al rey ferido y encerrado en la fortaleza de Consuegra. De ser así, el Miramamolín le hará sitio, por alta que esté, por altanera que sea la fortaleza, por duras que sean sus puertas, sabiendo que el Rey de Castilla está a una mano. Mientras… ¿de dónde esperar refuerzos para rescatar al rey de su enclaustramiento en la Muela: de León, de Navarra, de Portugal o de Aquitania?. No será de Castilla tampoco, porque Castilla está en el alero ahora, desperdigados sus peonadas, destripadas sus hidalguías y cercenadas sus caballerías a los pies de estos cerros. La rotundidad y clarividencia de don Fernán Núñez de Lara era evidente. La realidad palmaria. No era una salida adecuada, más bien una encerrona mortal, peor aún, un rey castellano secuestrado por los moros les abriría las puertas del reino de par en par. La corte se estaba impacientando, don Diego empezaba a sentirse asfixiado por el ambiente. Perdiendo los nervios respondió: ‒¡Pues el rey no aguantará hasta Toledo, hemos de abrirle cuanto antes!. Y no seré yo, no, ya os lo digo. Luego me arrojaréis a un forno de cal, si es que lo pierdo, para mostrar al JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios populacho la justicia que aplican vuestras mercedes, y ganarse sus favores. ¡Pues no seré yo cómplice de vostros devaneos! ‒Dejad la llorera de una vez, don Diego… irrumpió en la conversación el último que faltaba, Maese Nuño Pérez de Quiñones, de la Orden de Calatrava. Y es que el ya muy maduro maese Nuño estaba asistiendo a la debacle que se alzaba sobre los campos de Calatrava, pero sobre todo veía cómo su santuario, a orillas del Guadiana, quedaría a merced de las tropas almohades. La ciudad y convento de Calatrava estaba a escasas leguas del desastre de Alarcos. Sin duda, la cibdad vieja sería la siguiente pieza en la cuenta del califa. Una fortaleza aislada en el llano, a orillas del Guadiana, en tierra de nadie. Aquella ciudad fortificada era la sede, el centro neurálgico, la capitalidad de la Orden de Calatrava. Los freires calatravos eran los guardianes de la frontera. Maese Nuño cavilaba las consecuencias de aquello que con tantos años de esfuerzo y sacrificio se había logrado. Sumido en sus preocupaciones, apenas había prestado atención a la conversación hasta aquel instante. Ahora ya, consciente de que su deber era para con su rey, el hijo de quien les dio a los calatravos su reino y su sentido, don Nuño propuso su solución: ‒¿Necesitáis un refugio?, Guadalerzas es el sitio. ‒¿El castillo calatravo de Guadalerzas?—inquirió López de Haro. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒Se halla a medio camino de Toledo, aún más cerca si cabe— respondió el maestre calatravo. ‒No lo veo prudente, en ningún caso…—opinaba don Pedro García de Lerma. ‒¿No lo véis prudente, don Pedro?. Es más prudente que nada, porque no hay nada de por medio hasta Toledo, salvo Yevenes y Consuegra—siguió don Nuño Pérez—. Los agarenos llevan gran exército y tal vez no elijan las trochas de la antigua calzada romana en los campos de calatrava. ‒Maese Nuño—inquirió con respeto López de Haro—, hablamos de la ruta habitual desde Córdoba a Toledo, el Miramamolín seguirá nuestros pasos, sin duda. ‒Tal vez sí, o tal vez no, dependerá de lo que crea saber. En primer lugar, el Miramamolín se dirigirá a la cibdad vieja de Calatrava. Allí será enfrentado por los caballeros de mi orden…—Agachó la cabeza levemente compungido, ante este último comentario, emitiendo un leve suspiro, para proseguir a continuación— pasarán algunas jornadas entre tanto. De ahí habrá de sopesar, si dirigirse directamente hacia Toledo, o si hacer estrago entre estas tierras. Desviarse hacia la joya de Consuegra sería muy tentador para ellos. Un bastión de interés estratégico para controlar. ‒El camino que escoja el Miramamolín será el que le lleve tras los pasos del rey. Propongo mandar un señuelo a Consuegra: JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios una columna de jinetes portando estandartes reales. Los atalayeros de los moros informarán al Miramamolín de este hecho. De este modo, aumentan las probabilidades de que el exército almohade se distraiga en otra dirección—respondió don Pedro García de Lerma. ‒Buena idea, don Pedro—sancionó Mase Nuño—. Eso nos dará tiempo para ocultar y dar cuidado al rey. ‒No se hable más—Recuperó la compostura don Diego del Villar—. Urge mandar emisario por el cirujano a Toledo. Por mi parte, iré habilitando a mi señor rey para que viaje, no le será fácil. La herida no se debe menear ni tomar mucha ponzoña del camino. Haced los preparativos lo antes posible, no hay más tiempo que perder. ‒Solo queda aclarar, por mi parte—irrumpiendo de nuevo el Conde Manrique—, la manera y condiciones de la defensa de Alarcos. El tenente se ofrece guardarla, si bien he entendido. ‒En efecto—responde López de Haro ‒¿Y a qué precio?—replica, ácido, el Conde Manrique. ‒El que sea necesario, para mayor gloria de Dios et de Castilla… JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios CAPÍTULO X. DE LARAS, ET DE HAROS, ET DE CASTROS JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Don Diego del Villar, médico del rey, procedió a ungir de alivio a don Alfonso de Castilla. Seccionó la flecha, dejando solo la cabeza hendida, lavó cuidadosamente la herida, añadió un emplaste empleando musgo esfagnáceo, de los charcos del cercano Guadiana, sobre apósitos de gasa fina, que contuviera la purulencia; le dio un poco de agua, no mucha, aconsejando se bebiera poco a poco y en cortos tragos cada hora. Puso el brazo en cabestrillo y aupado fue a su caballo Arnulfo. Un recio caballero burgalés del séquito del rey se subió a las ancas del trotón para asegurar el balance del monarca, que permanecía seminconsciente, consecuencia del dolor y de la sangre derramada. En el patio de armas realizaban los preparativos de partida. Los almohades habían ocupado ya todo el territorio al sur de las faldas de la fortaleza sitiada. El Miramamolín instaló su tienda colorada sobre un cerro próximo a dos tiros de flecha de Alarcos. El cansancio de todos no deparaba más batalla en la jornada. Se orillaban los rencores en pos de una cazuela de judiones con tocino y un pedazo de pan… o de cuscús con pita, dátiles y verduras. El sol del verano Manchego deponía en el oeste y las primeras brisas del atardecer se colaban entre las almenas de la fortaleza. EL rumor de la noche se asomaba lentamente y por unos instantes mecía la angustia y el dolor sufridos en la jornada. Muchos hombres allí estaban aterrorizados, otros, pensaban en sus esposas e hijos, en sus arados y en sus hogares; otros, los menos, esperaban la luz del nuevo día para guerrear al enemigo JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios y caer empuñando su espada de ser necesario. Los rezos y ensalmos se elevaban al cielo, decenas de soldados se agolpaban a la intemperie, mientras los escasos monjes cistercienses, pertenecientes a órdenes mendicantes, venidos de varios rincones de Castilla, se azoraban en dar sosiego espiritual a los vivos, sepelio a los muertos y extremaunción a los que estaban en trance de ello. Todo el mundo torcía la mirada ahora, más que nunca, hacia Dios nuestro señor, Dios redentor. Los pecados afloraban y las almas se arremolinaban en pos de una salvación que podría estar servida en la entrega a la causa, en blandir una espada por la cruz, esa misma cruz en la que padeció y murió Jesucristo nuestro Señor; el mismo padecimiento que debían afrontar los cristianos allí sitiados como prueba de su auténtica fe. Servir al rey y en nombre de Dios sería la antesala del cielo, la vía directa al paraíso. No sin antes alcanzar el perdón por la vía de la contrición. Las violaciones, los asesinatos, los atropellos cometidos en el pasado en cabalgadas e incursiones salvajes, los hijos bastardos, la gula de las comidas y los festejos, la lujuria practicada fuera del matrimonios, muchos puntos oscuros en la vida de villanos y señores, en una era en la que no se solía temer a la justicia terrena, sino, más bien, a la divina. En el mismo patio de armas de la fortaleza, apretados entre el gentío de caballeros recluidos en el interior del castillo, se debatía el desenlace de la contienda. Parlamentaban de urgencia el Conde Manrique, quien conspiraba para mantener JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios el sitio; don Diego López II de Haro, señor de La Bureba y Briviesca, quien lideraba la derrota; don Martín Muñoz de la Finojosa, señor de la Finojosa y Deza, quien trataba de templar los ánimos; don Fernando Núñez de Lara, señor de Lara, quien apuntalaba a su tío el Conde Manrique; Martín López de Pisuerga, prelado toledano, quien aguijoneaba la situación; don Nuño Pérez de Quiñones, Maestre de la Orden Militar de Calatrava, quien pensaba en sus huestes, atrapadas en la cibdad vieja , a escasas leguas de distancia; por último, don Pedro García de Lerma, notable y aspirante a mayordomo del rey, quien velaba por los intereses y posesiones de su alteza, que hoy sufrían hecatombe y quebranto. Disponía así el Conde Manrique en primer lugar: ‒Admitamos la derrota de hoy, deshechas nuestras levas y fonsados, hallámonos cautivos de nuestros pecados, siendo así que hoy Dios nos ha arrebatado la gloria y la bendición; de ser así… de ser así, haremos penitencia por nuestros desvíos y desmanes, para mayor gloria de Dios, debemos presentar a nuestro Señor la penitencia a sus ojos y el servicio a mi buen rey; y así será, mas no quiero que la gloria de Castilla se minore por la dejación del señorío de La Molina. Así pues, señor de Haro, dispongo aquí que he de dejar mis mesnadas a vuestro servicio, más retornarán mis peones, señor de Haro. Mi hijo García quedará a vuestro servicio ansi mesmo, si bien os pido que veléis por su persona, igual que el velará por el buen hacer de mis caballeros en prenda.—Había algo de cinismo en el tono de don Pedro Manrique de Lara, quien tornaba la mirada a su hijo, sito unos metros tras el conciliábulo. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒Quede constancia, Conde Manrique, del buen servicio, la notoriedad de los medios y abnegado sacrificio con que dota el señor de Molina al tenente de Alarcos—respondía don Pedro García de Lerma, haciendo un gesto de reverencia a don Pedro Manrique—. Y conste que este último, en su condición de tenente, hará buen uso de los mismos,—Mientras, clavaba la mirada en el irreverente López de Haro— a la vez que ha de disponer de todos los sus omnes aquí presentes, para mayor gloria de Dios, del Rey y de Castilla, en defensa de los bienes de la corona y en el mejor interés de todos sus vasallos. ‒Y no ha el tenente de entregarlos en vano, ni rendir vilmente la villa—repuso don Fernando Núñez de Lara, siguiendo el discurso de sus precedentes—. El Alfoz de Lara dispondrá también la mitad de mis caballerías, que son puestas a vuestro servicio y lo que quede de arqueros. Pido al prelado aquí presente, además, que eleve un salmo para que Dios nuestro señor os de la fuerza necesaria para encarar al enemigo agareno y guardéis con celo los bienes del rey en vuestra tenencia. ‒Y así será, mis nobles señores de Lara—afirmaba don Martín López de Pisuerga—, que todo el cabildo Toledano aquí presente ha de rezar tres jaculatorias con fervor de víspera de martirio, que los cristianos mañana han de entregarse en jornada decisiva a la salvación de Cristo o encontrar la victoria frente al invasor… ‒Gran recaudo hay entre estos muros invertido, en la repoblación de aquestos campos y veredas, no deben JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios desperdiciarse ni enajenarse libremente como botín al moro— sancionaba don Pedro García de Lerma. ‒Y a mayor gloria de Dios, que no se ha de ceder el buen cristiano ante el impío exército que copa estos campos—el Arzobispo de Toledo, don Martín López, seguía repicando—. Grave y profunda desilusión se respira en la cima de este alto, el desconsuelo de nuestro señor, por nuestra vanidad y nuestros pecados; por haber caído en la complacencia y la ociosidad. A don Diego López de Haro comenzaba a levantarle dolor de cabeza la verborrea de sus adláteres; los Lara estaban empeñados en figurar en los anales como firmes defensores del rey, cuando iban a abandonar Alarcos por la puerta trasera. A cambio, arriesgaban dejar sus hombres más fieles atrás, incluso a su primogénito, solo con tal de labrarse aún más un nombre en los pergaminos reales. Tal era la calaña de los sujetos, aliándose con el fanatismo del arzobispado, pretendían poner al de Haro contra la pared: a la siguiente jornada, habría de sacrificarse por su rey, o bien caer en la más absoluta deshonra, tras entregar la bicoca que ya era Alarcos, cual a estas alturas, mermaba en muros y albarranas: ‒Tanta voluntad me conmueve, mis señores—respondió con ironía en el tono don López de Haro—, agradecido de las fuerzas que ponéis en mis manos, de entre vuestros propios medios… por no mencionar la voluntad de Dios, transmutada en el señor arzobispo, quien tan bien ha estocado, a conciencia, JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios desde años, al moro en sus dominios, para volcarlo ahora, con ira y venganza, sobre estos muros y antes de tiempo. Mientras el rey forzaba la construcción de este frontispicio ante los campos de Calatrava, con pocos medios y escasos fondos. Los caudales se fueron para Plasencia, para Uclés, para Cuenca, para las catedrales y las Huelgas de Burgos, supongo… ¿dónde se hallaban vuestras mercedes cuando picábamos el granito de estos montes con escasa peonada, quién ayudó a dotar la villa de un horno de cal, con que hacer argamasa, quién despobló sus tierras para traer yuntas y villanos a este rincón aislado y pendenciero?... ‒…vuestro tono suena excesivo, señor de Haro—dijo don Pedro García de Lerma, tratando de amenazar la retahíla del alférez real. López de Haro dio un paso al frente para sobreponerse a las maneras del de Lerma y continuar su discurso; no era el jefe militar por acostumbrar a ceder en las cuitas: ‒¿Acaso no llevan los calatravos diez lustros bendiciendo estas tierras, a petición del Rey de Castilla, desde aquí cerca, por cierto?. Y no es menos cierto, que la cibdad vieja de Calatrava, erguida tras largo tiempo, afirmada durante décadas, con la firme voluntad de milites y monjes, cosidos ya sus cimientos al suelo, va a caer, con estrépito, a manos de este ejército prodigioso del agareno… JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Dicho lo cual, dirigió la mirada a don Nuño Pérez de Quiñones, el maestre de la Orden de Calatrava seguía sumido en una pertinaz preocupación. Y es que la Orden de Calatrava iba a perder casi todo en esta contienda. El de Haro, entre tanto, proseguía: ‒Mirad bien, señores aquí presentes, que Dios nos lee el alma, sabe lo que somos adentro, en nuestros pensamientos y bagatelas espirituales. No apelen al orgullo cristiano ni a la gallardía del tenente, que vuestras mercedes bien han disfrutado de la comodidad de sus feudos y gabelas, de las preseas del rey. Que la última contienda de enjundia lidiada por alguno de los presentes fue en el sitio de Cuenca… y ya ha llovido mucho desde entonces. No deslengüen la leyenda escrita por los cristianos en estas tierras, que tal y como fue escrita, hoy ya está deshecha. Más allá de Malagón y de Consuegra, han sido los milites de Calatrava y el de Haro aquí presente, quienes han plantado cara a la guerra. Vienen ahora vuestras mercedes, en buena la hora, a traer famélico refuerzo a la mano del rey, después de haberle lamido la oreja, susurrado sus bondades y entresacado su ambición, para hacerle perder el criterio y arrojarlo a estos bajíos ibéricos, con mermada caballería, escasa lanzada, menor espadería y cuatro puntas de flecha, a mirar de frente al ejército más grande que haya hoyado aquestas tierras desde los Visigodos, siquiera… ‒…Los cargos y tenencias que da el rey son un privilegio, no una carga—respondió de nuevo don Pedro García de Lerma. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios El gesto de López de Haro se tornó más lúgubre y oscuro, perdió las facciones, las arrugas del ceño fruncido, apretó los labios; se veía en una batalla perdida, mientras la sangre derramada en el campo por tantos hidalgos se diluía por los arroyos del secano que caían hacia el Guadiana. Ante tan pendenciero panorama, los señores de Castilla, en ausencia del rey, ya solo pensaban en resguardar su nombre y su gloria: ‒Quinientos caballeros vinieron conmigo, de Logroño hasta Briviesca, de Vizcaya hasta Atienza—respondía rotundo López de Haro, dando otro paso, para encararse con el don Pedro García de Lerma—, algunos Gascones, incluso Navarros, buenos cristianos, dispuestos a servir a Dios y al llamado fiel de la Casa de Haro. Ahora, apenas quedan cincuenta en pie… al tenente de Alarcos le sobran la gloria y la redención en la jornada de hoy, que ha sido saldada en su cuenta y de largo. Vos, en contra, habéis vivido bien en el centro de Castilla, supongo, donde las fronteras son seguras, más allá del Tajo y de Toledo, de la Transierra, allá hace siglos que no se sabe del moro… en la marca, en cambio, solo se juega con el riesgo y la exposición, se golpea con cabalgadas y razzias, las cosechas arden, se talan las vides, se tiran las viviendas, se secuestran los concejos, se violan las mujeres y se ahogan a los niños en los ríos. don Pedro García se vio amedrentado de veras, casi cediendo el sitio, dando un imperceptible paso atrás, acongojado por la seriedad del alférez real. Juntó saliva para responderle: JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒¿A dónde pretendéis llegar, don Diego?. ‒A quedar constancia de esto también—sancionó López de Haro. ‒Y así ha de ser, ¿acaso no?—respondió don Pedro García, trémulo. ‒Solamente, aseguraos, para que conste, que no se os caen los legajos de la montura en vuestra huida precipitada a Toledo; por mi parte, os guardaré las espaldas, a vos… y a vuestras mesnadas. Dicho lo cual, don Diego López de Haro dio la espalda y se dirigió a reunirse con sus oficiales. El Conde Manrique, por su parte, hizo un gesto con la cabeza a su hijo, don García Pérez de Lara, quien acudió presto a la vera de su padre: ‒Decidme, padre—susurró el hijo. ‒No le quitéis el ojo de encima—le instruyó el padre—, pues habrá de rendir el castillo, regalará a nuestros hombres y a los de tu primo; notad cómo y a quién rinde la plaza. Luego, de vuelta en Toledo, será llamado a capítulo, el rey aprecia a ese bastardo de Haro por encima de todo el mundo, pero quedará hondamente decepcionado por la estrepitosa derrota de hoy y por la entrega de Alarcos. Vuestro testimonio, hijo mío, será fundamental para arrebatarle el alferazgo y para echarle de vuelta a sus prados de Nájera, a pastar junto al Ebro. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒Sí, padre. ‒Ve a reunirte con Girón y sosiega a la tropa. Seguramente se olerán los problemas si se quedan a defender el sitio. Pero al ver que un Manrique de Lara se queda aquí, se sentirán más tranquilos. Anda y ve, hijo mío—mientras su hijo García se retiraba, don Pedro Manrique reposaba la mano sobre el hombro del joven, en señal de apoyo y de orgullo. EL concilio se desmembraba, los congregados habían espetado las principales directrices y el desplante de López de Haro dejaba sin mayor relevancia el congreso. Los Lara debatían de una parte mientras el Arzobispo de Toledo llamaba a capítulo a sus huestes, monjes y sacerdotes. Don Pedro García de Lerma tornaba, aún un poco desasosegado por la actuación de López de Haro, a atender la partida del rey. Don Martín Muñoz de la Finojosa, más pendiente de las personas que de las tenencias, se dirigió hacia el Maestre de Calatrava. Posó su mano sobre el hombro don Nuño Pérez de Quiñones, lo que sacó a este último de su ensimismamiento. El Maestre calatravo se mostraba profundamente preocupado. En estas horas tomaba conciencia de la funesta sombra que se cernía sobre la cibdad vieja de Calatrava. Cincuenta años de historia y trabajo duro se desmembraban a cada paso del califa Yusuf II. Las tierras duramente labradas, los majanos arrancados a tiro de yuntas para hacer cultivable la tierra, los sacrificios, la leyenda y el voto ameritados por los milites y monjes calatravos, la adopción cisterciense, los castillos JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios levantados, los poblamientos, las donaciones de Fitero, en definitiva, el muro de contención del avance almohade en la península: la Orden de Calatrava, todo ello iba a ser pisoteado por las huestes congregadas a extramuros del Castillo. Y es que don Nuño Pérez de Quiñones maldecía entre dientes al Rey de Castilla, por haber salido de Toledo, por haber espoleado hasta el extremo al rey moro, por haber recabado tan endeble ejército para la ocasión. No cabía duda que el califa almohade iba a hacerse con Calatrava de todas formas. Pero un ejército cristiano mayor, apostado a las puertas de Toledo, habría podido contragolpear, más allá de Consuegra, recuperando el terreno perdido en esta misma campaña. Sin embargo, el Rey de Castilla había gastado sus fuerzas y sus mejores hombres, de todo el reino, adelantándose en Alarcos, quedando incapacitado, inerme, en la postrimería, para revertir la victoria almohade. Calatrava había quedado abandonada, más aislada y más perdida que nunca. Y eso estaba carcomiendo el alma de Maese Nuño. Por fin, la mano cálida del señor de la Finojosa sirvió para sacar de su ensimismamiento a Maese Nuño, quien abrió los ojos, ampliamente, para buscar la leve sonrisa del de la Finojosa, mientras le decía: ‒Sé lo que estáis pensando, amigo mío, pero debéis quitároslo de la cabeza… JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒¿En qué pienso acaso?—replicaba maese Nuño. ‒No podéis hacer nada por vuestros milites de Calatrava. Debéis acompañar y escoltar al rey a Guadalerzas. ‒¿Y abandonar a mis hombres al tormento y la muerte?... no puedo, don Martín. El de la Finojosa fijó su mirada en maese Nuño, asiéndole por los hombros, de frente, franco, para volver a animarle: ‒Podéis y debéis: vos sois Calatrava, vos sois la Orden, si caéis en la cibdad vieja , Calatrava caerá con vos, en el vacío de los tiempos. ‒La cibdad vieja caerá de todos modos, y no volverá a alzarse, gracias a los devaneos del rey… qué sentido tiene que yo me salve, desposeído de honor, derrotado; maestre de una lápida escrita junto al Guadiana, sobre los restos de la debacle que trae el Miramamolín sobre nos. ‒Tiene todo el sentido del mundo, mi señor, pues sin vos, el Abad de Calatrava se hará cargo de los retazos de la orden y con él, se consumirá el ardor y la gallardía de los milites que tan bien han guardado la merindad fronteriza durante décadas. Debéis permanecer al lado del rey en este trance. El Rey de Castilla se recuperará, tomará fuerzas y se apoyará en vos. Os dotará de nuevo, seguro, para que la orden recupere su fuerza y su brazo armado. Castilla necesita a la Orden de Calatrava, más que nunca, tomando el testigo a los caídos hoy. Más aún, la JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios necesitará en el futuro… sin vos, no hará más que desmenuzarse los restos, y luego, tamizados de las tenencias y heredades, volarán los polvos desechados en los que estaba inscrito el honor, la valentía y el coraje que defendieron Castilla años atrás. Maese Nuño, debéis escoltar al rey, hoy, y seguirle hasta el final, pase lo que pase. La mirada perdida de Maese Nuño revelaba la inquietud de sus pensamientos. Las palabras de don Martín Muñoz de la Finojosa calaron hondo en su persona. Sentía el compromiso firme con sus hombres, que iban a ser sepultados en la cibdad vieja, sin embargo, debía prevalecer la orden. No en vano, los votos de la misma implicaban dedicarse a la causa por encima de todo, por encima, incluso, de las personas. La institución era la prioridad, aún a costa de las vidas de sus miembros. Sin embargo, ¿cómo pasar por alto el tiempo vivido con todos ellos, a quienes conocía, en muchos casos, desde su mocedad?. Los agarenos, por otra parte, no darían el sacramento a los muertos, obviamente, eso atemorizaba a los milites más que otra cosa. Tener las puertas del cielo cerradas, por mor de una muerte injusta, tras una vida de vocación y servicio. Aclaradas las ideas, atenazados los remordimientos, maese Nuño concluyó con la arenga del de la Finojosa: ‒Acudid junto al rey, mi buen señor de la Finojosa, gran amigo y mejor consejero… yo he de despachar con el orgulloso señor de Haro. Con su desplante no hemos podido concretar el servicio que ha de prestar la Orden mañana. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒De acuerdo—respondió don Martín Muñoz—, no obstante, disponed vuestros avíos pronto, no nos queda tiempo. López de Haro camina en busca de su guardia, para hablar con su gigantón Íñigo Sánchez. La conversación y el parlamento celebrados minutos antes, le llevan al convencimiento de que nadie sabe de la presencia de un señor cristiano entre los almohades, a más razón, de un Castro. De lo contrario, el Manrique de Lara habría optado bien por retirarse con toda la tropa, bien por quedarse allí con toda ella. A pesar del daño sufrido, los años invertidos en Alarcos y la estrepitosa derrota, por fin el Señor le ofrecía algo de aliento al de Haro para aminorar el impacto de la caída. Para ello, solo necesitaba quitarse de encima al mocoso de García Pérez de Lara, el desafiante hijo del Conde Manrique. En eso, el de Haro era hombre expedito y ya solo pensaba en clarear de zarzos su camino de vuelta hacia Toledo, con los restos de sus mesnadas y las del rey a salvo, sacrificando a las de los Lara. El califa Yusuf II era inteligente, se dejaba aconsejar por un mercenario cristiano, seguro que atendería sus razones para negociar la entrega del botín de Alarcos, así como de una nutrida representación de soldados cristianos, previamente seleccionados, para evitar el asedio y la pérdida de vidas y de tiempo que le supondría la toma de la fortaleza. Ya llega junto a sus hombres, Íñigo de Villafoz, el autrigón, come un potaje de garbanzos con tocino recién preparado, a grandes cucharones que introduce en su enorme boca, sin que JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios aparente notar la elevada temperatura a la que aún está el guiso. Se diría que podría morder un acero al rojo sin sufrir quemadura. A la vista de su señor, se incorpora raudo y se dirige hacia López de Haro, a la espera de nuevas instrucciones: ‒Mi señor… López de Haro toma un cucharón del potaje, el comandante también tiene hambre, pero no un paladar de piedra, sopla un par de veces el caldo antes de introducir una generosa cucharada al gaznate: ‒Ordena colgar el pendón real, que no te lo impida nadie: órdenes del tenente. Haremos creer a los ismaelitas que el rey se halla defendiendo el castillo. Luego, en una hora más o menos, saldrá el séquito del rey por la puerta, espera a que desaparezcan por la dehesa para salirte con algún hombre de confianza. Aguarda al pie de la torre de oriente, la más alta. Te enviaré algo de lo que te habrás de deshacer. Íñigo asintió sin hacer más preguntas, sabía que, llegado el momento, entendería de qué se tendría que deshacer. Por su parte, López de Haro no dijo nada más, giró la mirada a su espalda, por donde se aproximaba maese Nuño, tenía que hablar con él, en privado: ‒Íñigo, traedme un buen cuenco de ese chanfaina, que he hablar con el señor de los calatravos… JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Dicho lo cual, se tornó el fiel Íñigo a satisfacer la orden de su señor. La devoción de Íñigo por López de Haro era notable, casi febril. Era un muchacho de campo, un simple campesino, en cuyo camino se cruzó todo un señor cristiano. Le dio una espada y le enseñó a usarla, le dio fama y gloria, una buena soldada, abrigo y cota de malla. Lo arrimó a su vera y le dio su confianza. A cada paso que daba, la fidelidad de Íñigo era más y más elevada. Ya se llega maese Nuño a la presencia de López de Haro. Se miran ambos, sosegados, alejados de la presencia de los córvidos Lara, de las melindres del mayoral del rey y de los infaustos fundamentalismos del arzobispado. Allí se hallaban los dos auténticos señores de la guerra, el brazo derecho e izquierdo del Rey de Castilla, se podría decir. Entre ellos se comprendían, se respetaban, a pesar de la rivalidad y de las diferencias. Aquellos dos hombres eran líderes, entre un mar de codicias y malcasos. ‒Señor de Haro… ‒Maese Nuño… ‒Mal desaire el vuestro, allí atrás. Más comprensible, de otra parte. ‒Vos y yo sabemos mejor que nadie de la rudeza de estas tierras y la picota en la que me quieren enclavar esos Laras. Están embravecidos, peor aún, ahora manejan todos los hilos. ¿Acaso no lo sabéis?: cayó en las primeras cargas de mi JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios caballería el Conde don Pedro Rodríguez de Guzmán, junto a su yerno. Muerto el conde, el Mayordomo Mayor del Rey in pectore es don Pedro García de Lerma, otro maldito Lara. ‒Todo el mundo aquí ha luchado contra el moro, don Diego. No en vano, el señorío de Molina es un notable bastión fronterizo. ‒No es Calatrava, maese Nuño. Esto es la avanzada, ¿dónde si no se ha recibido el choque directo de la algarada mora más que aquí?... lamento lo que he dicho en alto sobre vuestra cibdad vieja y sus hombres, no quisiera causar afrenta alguna ni traer mal fario sobre vuestras huestes. Pero el siguiente paso, y botín más apreciable, si quiera más que Alarcos, es la cibdad de Calatrava, sin duda. Vos y yo sabemos hacia dónde va a ir ese ejército toda vez que haya devorado lo que haya entre estos muros—Maese Nuño asiente, pensativo. ‒Y bien, mi buen Diego—responde el calatravo—, ¿cómo puede servir la orden al tenente de Alarcos en la jornada de mañana…? Se aproximó un poco más a López de Haro para susurrarle: ‒Entiendo que sería de locos querer plantar cara al moro en esta fortaleza desvencijada e incompleta, carente de aguada y recursos. ‒La cibdad vieja de Calatrava no está mucho mejor y no por ello dejará de plantar cara… JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒Mi buen Diego, no juguéis con este viejo perro. Soy consciente de la carga que portáis, quiero pensar que haréis lo necesario para salvar el mayor número de hombres posible. Tan solo tened presente una cuestión: incluso los soldados de los Lara son cristianos… López de Haro inclinó la cabeza, no le faltaba razón a don Nuño. Los hombres que allí luchaban no merecían ser víctimas de las cuitas entre sus señores. Sin embargo, en tiempos de guerra, había que atender primero las propias necesidades para luego, si sobraba algo, repartirlo a los demás. Así pues, no era intención del de Haro sacrificar más milites calatravos en aquella contienda; bastantes penurias quedaban por afrontar a la orden, como para consumir más recursos en el bastión de Alarcos. Alza de nuevo la mirada y le replica a maese Nuño: ‒Llevaos a vuestros milites, mi señor don Nuño. El alfoz de Calatrava ya ha pagado gran precio en el día de hoy. Vuestros omnes han cumplido fielmente su cometido. Velad ahora por vuestros bienes y por sus almas. Atended la buena fortuna del Rey de Castilla. Podremos rehacernos del infortunio de esta jornada; para ello será necesario el concurso de nuestro rey rehabilitado y el puño de Calatrava rearmado. Llevad vuestro estandarte de regreso a Toledo, guardad al rey. Maese Nuño se volvió lentamente, apesadumbrado por el abandono de Alarcos, por el abandono de la cibdad vieja de Calatrava y por el deshonor de la jornada. Sin embargo, el tenente de Alarcos le exoneraba, en nombre del rey, de pagar JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios más gabela en forma de almas, por defender el destierro de Alarcos. López de Haro, como todo guerrero, simpatizaba con los que eran de su misma condición. Mientras, don Nuño se alejaba, lentamente, don López de Haro hizo una última aserción: ‒Volveremos a Alarcos dentro de un tiempo, os lo juro, maese Nuño, y entonces… ¡entonces, será para siempre!. Cae la noche y el séquito del rey está encabalgado, los pormenores de la partida ya han sido registrados. Los notarios han dado cuenta de la soldadesca que queda a disposición del tenente, don Diego López de Haro. El Mayordomo real, don Pedro García de Lerma, ha consignado las cédulas que consignan a la autoridad de don López de Haro las negociaciones con el enemigo, en nombre del rey. Mientras enrollaba los pliegos firmados, Pedro miraba con resquemor al descarado López de Haro, ese caballero vascón abigarrado de descaro y de rudo trato. Sospecha que hay algo en su cabeza, masculla alguna idea allí dentro, pero no suelta prenda. Parece inquieto, ligeramente agitado, no por la dureza de la situación, más bien parece ansiedad, por algo que espera, con anhelo. En cualquier caso, el Mayordomo real no tiene interés en resolver sus dudas esperando al amanecer entre estos muros. En la jornada de mañana, desventurado será todo aquel que permanezca en Alarcos. Los caballeros allí sitiados empiezan a removerse, se van poniendo en pie, reposando sus meriendas, observando la JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios huida del rey. Sin embargo, el orden se mantiene, no reina el caos, no hay miedo, solo agitación, porque todos, desde el patio de armas, aun viendo al rey salir con su guardia, un centenar de hombres y la nobleza aledaña, pueden volver la mirada al adarve del sur, donde permanece enclavado don Diego López de Haro; a su izquierda, Íñigo de Villafoz, su mayor capitán, y a su derecha, el noble García Pérez de Lara. No es casualidad que estén allá en pie, se muestran a todos para que se les vea. Los cristianos, siguen en pie, guardarán el sitio; aún hay esperanza, el señor de Alarcos aguanta la plaza… no estaremos tan mal. Los goznes del portón se cierran tras el séquito del rey, toda la guardia real, el maestre calatravo, el de la Finojosa y los Lara, parten en la tibia oscuridad del ocaso. Aún revela el sol sus últimos fulgores en poniente, la noche es clara, y el lucero del alba empieza a despuntar. Una leve brisa sopla de manera constante sobre los altos de Alarcos. Abajo, en la hondonada, el calor de la jornada languidece y aguanta, aún se nota en la tierra el calentón de la sobremesa. Sin embargo, la sangre que empapa las piedras y embadurna las eras ya está fría, coagulada y pastosa. Un incipiente ejército de moscas comienza a rondar los aledaños; al amanecer, se multiplicarán hasta lo indecible. Yuntas de caballos arrastran los cuerpos que son despejados y amontonados en una pila. Los almohades votan por prenderles fuego antes de que llegue la mañana y que los cristianos se desesperen y acongojen en la oscuridad de la noche, mientras ven como los cuerpos de sus amigos, hermanos y conocidos arden, insepultos, anticipando la pesadilla que deberá continuar a la mañana siguiente. Los andalusíes median JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ante el califa Yusuf II, en respeto a los caídos: ‹‹dejad a los cristianos llevarse a sus muertos…››, imploran. Los Andalusíes tienen más afinidad con los cristianos, a pesar de las peleas y las cuitas, saldadas las cuentas en la jornada precedente, ahora se impone el sentido común. Siglos de convivencia fronteriza, a base de mamporros, tal vez, no pueden borrarse de un plumazo. La tierra llora las vidas perdidas, las muertes injustas, crueles, brutales. Los cuerpos deslavazados, las caras desfiguradas, la inquina de los golpes, dejan paso a una escena de horror y de tragedia. El Guadiana se tiñe levemente de rojo, allí, en Alarcos. El polvo se ha hecho barro, el barro se hace costra y la costra se pega ahora a los corazones de los combatientes, para recordarles que aquel no es lugar para nadie, no es más que un horrífico escenario de muerte, dolor e injusticia. No es culpa de nadie, pero es culpa de todos, el poder nubla el corazón de los hombres lo suficiente como para pasar por los trances más horrendos, solo por imponerse, por perdurar sobre el contrario, sobre lo opuesto. Así andaban, dos ejércitos en tierra de nadie, discutiendo, a su manera, sobre cuestiones de poder. Y en el sopor de la noche, nadie atisbaba a entender bien el motivo que les había arrastrado a aquel lugar: un fonsado, un vasallaje, la voluntad de Dios o la fidelidad a un señor, a un califa… a un rey. La memoria de Castilla quedó allí congelada, paralizada, más aún, volvió atrás en el tiempo. Volver a repoblar los pueblos, replantar las mieses, levantar los palenques de nuevo, JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios requeriría una nueva generación, una entera. Una generación para poder armarse de nuevo, para volver a la guerra, tras fabricar nuevas armas, tras recoser nuevas telas, remendando el pasado en la esperanza del futuro. Diecisiete añadas nuevas de cosecha castellana harán falta para poder volver a la guerra y esta vez… esta vez será más allá de Calatrava. Pero eso no eran esperanzas, ni divagaciones, ni pensamientos, ni intuición de nadie. Aquello era el espíritu del reino, que vagaba por aquellas lindes, plañidero, sobre los cuerpos de los cristianos muertos, dudando de si podría rehacerse de este envite, volver a transfigurarse en la gloria corpórea de su rey. Ahora, el reino era un espectro mustio y lívido, como lo era el rostro del monarca malherido que abandonaba Alarcos, desposeído de honor y de gloria. Y entre las tinieblas de la memoria rota del reino, apenas se reconocía nadie, apenas se intuía lo que podría traer el futuro, más de una década después. Mientras, hoy, todos flotaban embriagados de la summa derrota sufrida, estacados en el fondo de un pozo de negrura y de falta de perspectiva; mientras los restos del orgullo castellano abandonaban Alarcos por la puerta de atrás, el ala marcial de los cristianos permanecía en el bastión con una sola idea en la mente de todos: abandonar cuanto antes aquella ratonera. Cerradas ya las puertas de Alarcos, alejándose la Santa Compaña del rey, los candiles de los viajeros se nublan ya a la vista. En las salas interiores del catillo, don García Pérez de Lara, hijo del Conde Manrique, comenta con su lugarteniente: Girón Sanchís de Saelices, la estrategia seguir. Girón era un JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios caballero al servicio del señorío de Molina, hijo de un pequeño noble de la Alcarria, pasó media vida luchando por los Lara en sus escaramuzas fronterizas con los moros. Este capitán, honesto y valeroso, fue testigo privilegiado de la secular rivalidad entre los clanes de los Castro y de los Lara. Una rivalidad que amenazaba con prender fuego al reino. Participó de la guerra que don Fernán Rodríguez de Castro volcó con tanto empeño e inquina sobre los Lara, iniciada en la batalla del Lobregal, veinticinco años atrás. No llegó el noble Girón a esta batalla, por su minoría de edad, si bien sí alcanzó, siendo muy joven, a presentarse en la batalla de Huete, cuatro años después, defendiendo los intereses del Señorío de Molina. Allí asistió a la muerte, en lid singular, del todopoderoso I Señor de Molina: don Manrique Pérez de Lara, padre del conde Pedro Manrique, el mismo que partía ahora con el Rey de Castilla camino de Guadalerzas, y abuelo, como lo era, de este joven don García Pérez de Lara, dejado hoy al servicio de López de Haro, en Alarcos. El I Señor de Molina se irguió en aquellos tiempos en regente de Castilla y tutor del rey niño don Alfonso VIII. El factótum del Señorío de Molina cayó ensartado en un costado por la lanza del mismísimo Fernán Rodríguez de Castro, apodado “el castellano”, por los andalusíes. don Fernando Rodríguez de Castro fue correoso y combativo noble y adalid de la casa de Castro, poblador y baluarte de las Transierra Castellana. Arrebató, en tiempos, al mismo rey de Portugal la ciudadela de Badajoz, recibiendo, en recompensa, entre otras, la plaza de Trujillo. Desde esta ciudad, años después, su heredero: don Pedro Rodríguez de Castro, también JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios apodado como “el castellano”, igual que su padre, había gestionado sus alianzas con los almohades, para acudir a luchar del lado agareno contra el Rey de Castilla y en defensa, probablemente, de su posición ante el Rey de León, de quien venían, al fin y al cabo, casi todos sus privilegios. Los Castro estuvieron ligados a Castilla y a su rey, don Alfonso VIII, por mor de su bisabuelo, don Alfonso VII, de nombre “el Emperador”, Rey de Castilla y de León. El precipitado advenimiento a la corona del niño rey que era don Alfonso VIII, al deceso de su padre, desató una lucha intestina por la regencia y el control de Castilla. Este conflicto se resolvió en favor de los Lara, lo que llevó al exilio y a la defección a los Castro, en favor de León, consagrando su linaje, pese a sus raíces castellanas, a la aniquilación de los Lara y a fomentar el conflicto con el rey castellano, en favor de los intereses del Rey de León y, sobre todo, del control y enseñoramiento de las extremaduras sitas entre el Tajo y el Guadiana. Realmente, se puede concluir, sin lugar a dudas, que el mundo cristiano no estaba menos loco ni alejado de la fragmentación de las taifas almorávides, que tan metódicamente había arrasado la secta de los almohades, para hacerse con el control de Al—Ándalus. A estas alturas, ni Girón ni su señor García Pérez de Lara tenían idea alguna de que el susodicho don Pedro Rodríguez de Castro era quien debiera hallarse acampado, con sus huestes, compartiendo sitio y cena con el ejército agareno que acababa JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios de masacrarlos. De lo contrario, no se habrían desarrollado así los acontecimientos. En medio de su ignorancia de los hechos, don García Pérez y su capitán, Girón Sanchís, dialogaban sobre su situación: ‒¿Cómo están los hombres de ánimo?—pregunta el de Lara. ‒Confundidos, preocupados, mi señor. ¿Dónde va vuestro padre, el Conde Manrique, si se puede saber?. ‒El rey está malferido Girón, puede pasar cualquier cosa, ha de estar a su lado. ‒No es plato de buen gusto quedar a cargo del vizcaíno, es hombre de honor, pero no guarda fidelidad alguna a la Casa de Lara. Es de esperar que nos entregue a los moros como esclavos o para ser ejecutados en su deleite. ‒Girón, calmaos, yo estoy aquí para vigilar su conducta. Si López de Haro entrega la plaza, algo de esperar, nos perjudicará, seguro. A cambio, ajustaremos cuentas en Toledo… ¿lo entiendes?. ‒¿Y mis hombres, qué será de ellos, mi señor?. ‒El señorío de Molina puede pagar buen rescate por ellos, si llegara a ser necesario, caudales no faltan, Girón. Mas debes mantener la cabeza fría y guardar las líneas. Evita que se desmande el tropel. Asegúrate que hay doble ración de vino JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios para todos. Que llenen bien el estómago. Diles que aquí está un Manrique para defender su sitio. ‒Eso les calmará, sin duda que… En esos momentos suena la puerta de la pequeña estancia en que se hallan, interrumpiendo la conversación entre señor y capitán: ‹‹adelante››, indica don García Pérez. Cuidadosamente, abre la puerta una figura entre velada y silenciosa, a la luz de los candiles. Muy lentamente se distingue el rostro amargo de López de Haro. El tenente de Alarcos clava la mirada en el joven Lara, tras unos breves instantes, alza la voz para decir: ‒Necesito hablar con vos, don García, pero en otro sitio, aquí las paredes oyen… Mientras se giraba para guiar los pasos de García, el joven Lara quedó clavado en su sitio para, simulando voz de firmeza, afirmar: ‒Yo no tengo secretos para mi capitán Girón, don Diego... López de Haro, malhumorado, se ve refrenado en su paso decidido hacia la otra estancia, contrariado por el tibio desplante del joven Lara, masculla una mueca de impaciencia y, desabrido, se vuelve de nuevo hacia las dos estatuas de sal, para insistir: JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒¿He de discutir las cuestiones señoriales con don García Pérez de Lara, o con su ayo, Girón Sanchís…?—pregunta, de manera irónica, López de Haro. Dicho lo cual, interpelado el orgullo del joven Lara, procede este a indicar, con un leve gesto de cabeza a Girón, que aguarde mientras él acude a capítulo con López de Haro. A continuación, el joven Lara prosigue tras los acelerados pasos del alférez real, apenas se atreve a preguntar a dónde se dirigen, dada la seguridad con que avanza el Vizcaíno. La juventud del de Lara, prácticamente un niño, no se atreve a contradecir al veterano, así que sin más, prosigue tras el tenente de Alarcos. Atraviesan otra estancia para tomar las escaleras que se elevan a la torre del homenaje, en la vertiente de oriente del castillo. Son casi cuatro niveles de altura. Allá en lo alto, López de Haro ordena a la guardia retirarse. El joven sigue sus pasos, algo acongojado. Se hallan por fin solos en lo más alto de la fortaleza, López de Haro busca hacia el sur la almofalla mora. Mirando fijamente el campamento del califa Yusuf II y sus tropas, don López de Haro emite un hondo suspiro, parece haberse olvidado, algo abstraído, del asunto que les trajo a esta terraza: ‒¿Y bien, qué cuestiones tiene que discutir el tenente de Alarcos?—pregunta el joven Lara, sacando de sus cavilaciones a don López de Haro, quien se gira, como despertando de un breve letargo, para cuadrarse y exponer la situación al joven muchacho. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒Seré claro: debéis marchar de aquí, antes del amanecer… ‒… ¡¿Estáis loco acaso?!, tengo órdenes de permanecer aquí, a vuestro servicio, al frente de mis hombres. ‒Estáis aquí para dar cuenta de lo que pase mañana, pero eso ya os lo voy a aclarar yo: mañana negociaré la entrega de Alarcos, con la mediación de un castellano—leonés, señor de Trujillo, Extremadura y la Transierra… ¿os resulta familiar?. ‒No a mi persona. ‒Tal vez a vos no, pero a vuestro padre sí, hondamente. Es un Castro, un linaje que ya ha dado grandes quebraderos de cabeza a vuestra casa. No en vano, el padre del interfecto, fue el ejecutor de vuestro abuelo, en la campaña de Huete. ‒Razón de más para que yo permanezca aquí—el muchacho intenta mantener la compostura, al oír hablar de un Castro, un terrible escalofrío acaba de recorrer su espina dorsal. ‒Os revelo esto para que tengáis testimonio que dar, no quedaréis en mal lugar, pero entended que no voy a permitir que ande un mocoso de la casa de Lara husmeando en mis negociaciones. ‒¡Eso es inaceptable!, represento a la casa de Lara, al señorío de Molina, a los hombres y fonsados que mi padre y mis tíos han desplazado hasta aquí al servicio de Dios y del Rey, ¡exijo un respeto por ellos!. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒Recapacitad, llevad el mensaje a vuestro padre, si partís en un rato, llegaréis a Guadalerzas con el séquito, le explicaréis la averiguación que habéis hecho y vuestro padre os lo recompensará. Habréis defendido bien los intereses de vuestra familia. Tenéis testimonio que llevar ante el rey—López de Haro empezaba a sentirse turbado por la obstinación del muchacho. ‒Sois un traidor, tal y como siempre me insinuó mi padre… ‒Puedo hacer de menos vuestras palabras por la juventud y el ímpetu que corre por vuestras venas, pero que eso no os desvíe de la cuestión principal… debéis marcharos. ‒No tengo por qué, más justificada está mi presencia aquí. No permitiré que manejéis a vuestro antojo esta situación, es humillante… ‒No creo que alcancéis a comprender vuestra posición, joven García—el tono de López de Haro se estaba volviendo agrio y agresivo, su paciencia comenzaba a desbordarse—. Como he dicho antes, ningún muchacho ignorante se inmiscuirá en estas negociaciones. ‒No me amedrentáis, de Haro, yo también soy un señor, no un vulgar collazo a quien podáis avasallar—el tibio muchacho de minutos atrás se había encabritado, presa probablemente de su régimen hormonal y de su naturaleza adolescente, lo cual llevó la paciencia de López de Haro a su límite cercano. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒¡Seguid insistiendo y conseguiréis que os ate a una estaca, os de una azotaina en presencia de vuestros hombres y os deje enclaustrado hasta que pasemos mañana los parlamentos!—la voz honda y contundente de López de Haro desalentó al joven de seguir con sus bravuconadas. ‒¿No me dejáis alternativa alguna, he de marcharme, sin más?... ‒Así es; así que salid con vuestro capitán Girón, no tengáis prisa, con discreción, pero hacedlo a lo largo de la madrugada. Hay una poterna en la cara sur por la que podéis salir sin ser vistos, dispondré vuestros caballos afuera. Ambos dos avanzarán rápido por la arboleda, me consta que Girón conoce el camino que, hacia Toledo, pasa por Guadalerzas. ‒Si no me dejáis alternativa, como tenente que sois, debo aceptar… ‒Os agradezco vuestro sentido común, propio de un señor de vuestra planta. Entended la situación, no debemos distraer la negociación y vuestra presencia aquí podría ser malinterpretada… ‒…sin embargo, don López de Haro—interrumpe el muchacho a don Diego—, en representación directa de los intereses de mi casa y de mi padre, me veo en la obligación de, en ausencia del propio Conde Manrique, revocar su decisión y no disponer las caballerías de Lara a vuestro servicio. Conocidas vuestras JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios intenciones, no creo que sea del interés del señorío de Molina dejar sus huestes a vuestras órdenes. Deberéis llevar vuestras negociaciones con los medios de que dispongáis, conocida la ventaja que tenéis ahora, no os supondrán mayor problema. El muchacho es inteligente, ya se ha percatado de la jugada que pretende hacer López de Haro, quien prosigue: ‒Creo que no lo entendéis, vuestras caballerías se quedan aquí, sois vos quien se va solo… ‒… Y cómo vais a impedirlo: ¿atándome a una estaca y dándome una azotaina?...—el muchacho ya se muestra desafiante, se lleva la mano a la espada. ‒No voy a impedíroslo, de ninguna manera, joven Lara— responde más sosegado, López de Haro, que de repente agachaba la cabeza y aparentaba resignación. ‒En ese caso…—El joven Lara se ve contrariado, no era la respuesta que esperaba. Permanece petrificado por un instante, no alcanza a comprender el giro marcado por López de Haro. don García Pérez relaja su brazo, ante el gesto de López de Haro. El tenente de Alarcos parece apesadumbrado, asiente ligeramente, emite un leve suspiro; entonces, gira sobre sí mismo, permanece pensativo, absorto. Don García Pérez no sabe cómo actuar, no espera un arrebato de furia por parte de López de Haro; tampoco espera un atisbo de colaboración por su parte, ni voluntad para cambiar de opinión. Ahora, más que JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios nunca, se pregunta qué hay en la mente de López de Haro. Pronto rompe el silencio el mismo tenente, para decir: ‒Una última cuestión, joven Manrique, decidme por favor: ¿habéis venido con el canónigo de Covarrubias, verdad, el noble don Pedro de Cañavera?. don García Pérez se siente fuera de lugar, no acaba de asimilar el cambio de compostura de López de Haro; sea como fuere, no es momento de hacerle un desplante ahora: ‒Efectivamente, acostumbra desplazarse con los Lara, es nuestro sacerdote desde hace tiempo… ‒Un buen hombre, piadoso. Benedictino, creo recordar—dice mientras se entorna lentamente hacia el joven, con mirada distraída. El joven Lara no podía evitar cierta fascinación por el giro de la conversación por parte de López de Haro, cálido, cercano, amable. ‒De corazón lo es, pero se mueve demasiado de su iglesia, como para considerarlo Benedictino—prosigue el hilo don García Pérez. ‒Sin embargo, es un profundo conocedor de las sagradas escrituras y del Evangelio: ¿Cierto?. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒Cierto, no en vano ha enseñado teología a mis primos. Siempre nos ha reconfortado en trances delicados, su voz aclara muchos misterios sobre la manera de obrar de Dios nuestro señor, parece como si le entendiera perfectamente. ‒Tuve ocasión de tratar con él durante la campaña del rey don Alfonso sobre tierras alavesas, contra los condes de Vela y el rey Navarro… hace largo tiempo, no recuerdo bien—López de Haro se acerca a las almenas, divagando—. Yo era muy joven, cercano a tu edad ahora, estaba asustado, mi padre había muerto recientemente, me dejó poco más que algunas heredades y ningún señorío, en tierras de Nájera. Sin embargo, frecuentaba la curia, asistí a la toma de decisiones y clarividencia del rey y de sus adláteres, admiraba al Rey de Castilla, siempre había sabido defender nuestros intereses en La Bureba y Briviesca, en la Rioja. ¡Dios, cómo amo esas tierras!... El joven se acerca a López de Haro, reflexivo, al pie de las almenas, como un perro asustado, que se resiste a alejarse de su amo. El alférez real sigue en su perorata: ‒…tenía claro que debía luchar del lado del Rey de Castilla, pero la campaña era dura, atacamos varios concejos, de camino a Vizcaya. Un mandoble por poco no acabó conmigo en un lance, me vi morir. Recogido más tarde en un lecho de paja, recuperándome de mis heridas, apareció el padre Pedro, muy joven entonces, lógicamente. Estaba administrando bendiciones entre los heridos. Se acercó a mí y hablamos. Yo lloraba, lloraba desconsolado… ¿sabéis por qué? JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒¿Vos, llorando…?—el joven Lara se muestra fascinado. ‒… había matado a un niño, el muchacho tomó la espada de su padre fallecido y me trinchó por un costado. Al sentir la estocada, por sorpresa, presa de la furia y del instinto de supervivencia, torné con todas mis fuerzas y descargué un terrible golpe sobre la cabeza del muchacho. Sin yelmo ni almófar, le abrí la cabeza... la partí en dos, como a un melón maduro. Aún se agitaba el cuerpo en el suelo después de unos instantes, presa de unos terribles espasmos, con los sesos derramados. ‒Cosas así suceden en estas guerras, mi señor. ‒Es injusto, del todo injusto, nadie debería morir tan joven. Somos nosotros, los mayores, los guerreros, sátrapas de los baños de sangre, quienes deberíamos quedar en estas lides; pues si ha de ser, hemos de sacrificarnos, en el nome de Dios… ‒¿Por qué esa pesadumbre ahora, mi señor?...—El joven casi apoyaba su mano sobre la espalda de López de Haro. ‒… Sin embargo, esa tarde tuve la oportunidad de hablar con el padre Pedro, me explicó que todo sucede por alguna razón, que Dios así lo quiere, que seguramente el muchacho tenían un sitio reservado entre los querubines, al lado de la Madre María. Dios me eligió a mí para darle la estocada al muchacho, abrir su cráneo en dos y enviarlo raudo a las puertas del señor… y luego, luego me confesé. Era la primera vez que de verdad JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios necesitaba hacer penitencia y confesar. Estaba desgarrado, roto por dentro—Algo parecido a una leve lágrima corría por la mejilla de López de Haro—. Después de confesar, todo estaba mejor, sentía el calor de Dios, entendía el mensaje que me había dado. Obramos en favor de los cristianos, siempre en favor de los auténticos cristianos, ¿sabes?. Los auténticos cristianos, son los de Castilla. A estas alturas, la monserga de López de Haro había abstraído por completo al joven Lara, quien había olvidado, por unos instantes la discusión de hacía unos minutos. Mientras López de Haro prosigue: ‒El padre Pedro… qué gran hombre de Dios, la confesión te da paz, bienestar, quietud, para afrontar los momentos difíciles… Llegados a este punto, levanta la mirada hacia el joven Lara, que se había colocado a su vera, aún no se había percatado de su cercanía. López de Haro calla durante unos instantes, para luego continuar: ‒¿Os ha confesado el Padre Pedro a vos?... ‒Hoy por la mañana, por supuesto, para afrontar semejante batalla…—responde, inocente. ‒Y decidme: ¿habéis hallado la paz, el sosiego? ‒Ciertamente, el Padre Pedro saca lo mejor de uno mismo… JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒… ¿Tenéis miedo, joven Lara? ‒¿A qué os referís?. ‒Después de confesaros… ¿tenéis miedo?. El joven titubea por unos instantes, se endereza un poco y responde: ‒No… supongo que no. ‒Entonces, todo será más fácil…—responde, distraído, López de Haro. ‒No os entiendo, don Diego… Sin mediar palabra, López de Haro saca una fina daga de dos palmos, que hunde rápidamente, sin previo aviso, en el cuello del joven muchacho. Sin apenas poder reaccionar, manando sangre a borbotones del cuello, el tierno caballero busca un apoyo, agarrándose a una almena; mientras, desesperadamente trata de tapar su herida con la mano, empieza a sentirse muy somnoliento, mira con una honda expresión de sorpresa al otrora dialogante López de Haro, quien permanece, impertérrito, de pie frente al muchacho, cual es moribundo, a su vez. Al joven Lara le parece escuchar cómo López de Haro masculla una breve oración, mientras siente como el calor se derrama por su hombro izquierdo. Terminada la oración, el joven está apenas recostado en el alféizar de la almena. Ya no tiene fuerzas para sostenerse. Su mirada se torna borrosa y un JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios frío terrible le entumece el cuerpo. Siente, levemente, como López de Haro hace una cruz con su pulgar en su frente, como en el rito de extremaunción. Acto seguido, siente como le toma de las botas y le empuja hacia atrás, siente volar desde la almena, mientras pierde la mirada en el cielo de la noche, unos breves instantes antes de no sentir, apenas, nada más. Íñigo Sánchez de Villafoz, por su parte, había seguido las instrucciones de su señor y, tal y como le había indicado, salió por la poterna del sur una vez que perdieron de vista las luces del séquito real. Amparado en la oscuridad de la noche, se movía con cautela entre los escombros y chozas que alcanzaban a alzarse apenas en la incipiente ciudad de Alarcos, a los pies del castillo. Sin bajar la guardia, esperando presencia de saqueadores turcos o alárabes apresurados que, de entre los moros, solían ser los más raudos en rapiñar la pieza, revisó las callejuelas en los aproches de la fortaleza. No habiendo hallado nada de relevancia, se dirigió a los pies de la torre de poniente. Allí se sentó a observar las estrellas, al son del alborozo que a poca distancia de allí celebraba la acampada almohade. Estaba acompañado de otro de sus hombres, al que ordenó silencio. Íñigo Sánchez era un gigantón sensible, amaba el silencio y la quietud. Tornó la mirada hacia cielo nocturno, algo que siempre le había fascinado, maravillado por el dosel de estrellas con que Dios nuestro señor regaba las noches del verano. Poco a poco empezó a olvidarse de la campaña y a viajar muy lejos, sentado en una peña cuarcítica desde donde se podía apreciar la plenitud de aquella madrugada, lo que trajo a su memoria recuerdos de Annaïs, “mon petit fleur”, como había aprendido JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios a llamarle. Podía sentir la tersura de su piel y la sensualidad con que se abría mientras yacían sobre un campo de amapolas y manzanilla primaveral, podía sentir el calor húmedo en su entrepierna, mientras inhalaba el aire puro de la tarde y su amante se derramaba con él. Annaïs se bañaba en agua con azahar, fabricaba perfumes delicados, con almizcle y lavanda, impregnaba el caserío con su dulce aroma. Annaïs hacía el mundo un lugar dulce y candoroso. El de Villafoz no pedía ya más a la vida que arar sus tierras y amancebarse todas las noches con su dulce Annaïs. Y así es que el noble Íñigo empezó a sentirse tremendamente excitado, tras dos meses fuera de casa, sin probar hembra ninguna, pues era hombre fiel ante todo, se descubrió a sí mismo frotándose las gónadas. Apenas se abría el braguero de paño basto para rematar la faena, cuando notó un golpe seco y contundente a su espalda, que le causó un sobresalto. Se giró raudo para descubrir el origen del leve estruendo. A los pies de la torre, yacía el exangüe cuerpo de don García Pérez de Lerma, malogrado sucesor del II señor de Molina. El muchacho, en un último suspiro, miró fijamente a los ojos de Íñigo, su expresión era de terror, pues no asimilaba lo que le estaba pasando. Íñigo de Villafoz quedó petrificado durante unos instantes, al igual que su acompañante: esa era la señal que le iba a mandar su señor López de Haro, ese era el objeto del que se habría de deshacer el gigantón. Íñigo sintió una profunda compasión por el muchacho, que tan lozano defendía su pabellón, al lado de su padre, unas horas antes, para reposar ahora en sus brazos, a las puertas del cielo, sumido en terribles estertores. El gigantón JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios hincó rápido la rodilla, tomó la mano del joven y acarició su cara, mientras el adolescente escupía el último esputo de sangre. De la mano de aquel basto guerrero autrigón de La Bureba, pudo el joven don García Pérez de Lara sentir, mediando algunas lágrimas escurridas por la comisura de sus labios, una última brizna de humanidad, entre tanta desazón. El noble Íñigo echó entonces mano de un breviario que llevaba siempre consigo, regalo de un monje cluniense de Pamplona, con algunos salmos escritos, para entonar una breve oración, una plegaria por el alma de un joven inocente, una víctima más de la locura desatada a los pies de Alarcos. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios CAPÍTULO XI. LA TRISTE COMITIVA JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios En la noche que seguía a la derrota de Alarcos, el séquito real camina entre las brumas de la noche, por un bosque ralo de encinas y coscojas, una cohorte de caballeros, de entre las huestes reales, escolta al Rey de Castilla, junto a los hombres del de la Finojosa, los de los Lara, el Arzobispado de Toledo y de algunos fieles calatravos. Parecen una caricatura de sí mismos, derrotados, acarreando a un rey moribundo, desprendidos de los acontecimientos que devoran su reino. Se dibujan en la noche como una marcha espectral, que fuera a quedar impregnada, para siempre, en las dehesas de Malagón. Un esbozo de lo que sería un reino prominente y altivo, demacrado ahora en la lividez del rostro de don Alfonso. La marcha es de un funeral, el funeral de la gloria de Castilla y de su señor. Dios nos ha castigado, nos ha castigado por la opulencia de nuestro orgullo y la vanidad de nuestras acciones. Dios nos ha dado una lección y nos ha devuelto a las llamas de la frustración y la penuria. No puede ser de otra manera: Dios nos ha castigado. Nadie muda palabra mientras alcanzan las proximidades de Malagón a altas horas de la madrugada. Don Alfonso, Rey de Castilla, apenas consigue dejarse desfallecer, pese a que todo en su cuerpo le pide caer muerto, sometido a los zarandeos de su caballo negro, de nombre Arnulfo. Diríase que el animal percibe la gravedad del estado de su amo e intenta apezuñar suavemente las pendientes, midiendo el paso y arriostrando la grupa. Sobre la silla de montar, don Alfonso siente, a cada paso, la hendidura de la maldita flecha que lleva hincada desde hace horas en su hombro. Se pregunta, vagando en la inconsciencia, JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios en qué momento se fue todo al traste; en qué momento del caos y la desolación, en la que presa del miedo y la furia, a partes iguales, pasó de la gloria de morir en el campo de batalla, a quedar ensartado e inerme por un flechazo, conducido en volandas a la seguridad del castillo y sacado a escondidas de el sin poder remediarlo. Cabalgaba ligero de ropa, apenas unas calzas y una sobrevesta. El calor de la noche manchega evita abrigos más gruesos, si bien, las laderas de los montes empiezan a refrescar, a medida que la inversión térmica cuela viento fresco por los canutos y las quebradas. El rey sufre una fiebre creciente de añadido a sus padecimientos. Padece unos terribles escalofríos. El señor de la Finojosa, por su parte, decide enviar a algunos de sus hombres a Malagón, a dar aviso a sus gentes de la situación de Alarcos. Deben prepararse para lo peor. Tal vez el ejército moro pase de largo, directo a la cibdad vieja de Calatrava. Sin embargo, no se puede descartar que saqueadores, y correrías de jinetes agarenos, vayan a hacer estrago a la población. Por orden del de la Finojosa se traen a algunos enfermos de los que haya en Malagón, así como los más ancianos. Embridan algunas caballerías sin jinete a tal efecto. No era habitual en estos tiempos tener en cuenta el bienestar del vulgo, máxime, teniendo en cuenta las penurias y la responsabilidad que acarreaba el huidizo séquito. Sin embargo, la guerra extrae el mejor poso de las personas, y el conde Martín Muñoz de la Finojosa, era uno de esos seres humanos que, contracorriente, pensaban más en el bienestar de los demás, que en el suyo propio. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios El Arzobispo de Toledo decidió asimismo que lo más piadoso era unir los medios de que disponía a la misión de rescate, aunque fuera a colación del humanitario proceder del señor de la Finojosa. El resto de las gentes de Malagón decidieron huir con víveres y agua a los montes, donde difícilmente se les podría dar caza. La exigua empalizada del poblado apenas resultaría en dar un aprisco para el formidable ejército almohade. El Castillo de Malagón, en tenencia de los calatravos, se alza en un promontorio artificial, pudiendo ofrecer cierta seguridad y resistencia. Sin embargo, no quedan almas cristinas suficientes en los campos de calatrava para hacer frente al moro, si quiera a guardar un sitio. El padecimiento del don Alfonso es poco concebible. Vaga entre este mundo y el de su inconsciente, rebelándose a sí mismo la tragedia de la realidad, simultáneamente a una visión absurda de los acontecimientos, en la que la trascendencia de los hechos es nimia: evocando el sabor de un dulce membrillo con queso degustado, quién sabe cuándo, en Burgos; jugando con su hija Berenguela en unos jardines en Cuenca; otrora las caricias de su amada esposa Leonor, entre sábanas de seda; mientras, otra punzada en el hombro, y otro terrible escalofrío sacude su débil cuerpo de arriba abajo, desperezándole de sus visiones. Entre estertores, está entrando en contacto con un nivel de percepción extraño de la realidad y del mundo, en el que lo bueno y lo malo, lo suave y lo tosco, lo gentil y lo zafio, se entrelazan a cada paso y cada meneo de la montura en que viaja; su mente flota por los páramos, percibe al fresca brisa nocturna, como ventisca glacial, debido a su estado febril y a la pérdida de JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios sangre. Los dolores de su hombro parecen ceder y agudizarse al mismo tiempo. Sus acompañantes, resuenan como espectros en su retina, de blanquecinos a grises, togados nebulosamente a la luz de las estrellas. No alcanza a distinguir si es un sueño o si es real, pero quiere despertarse, aunque la profunda somnolencia que le invade no cede, si bien la excitación que hace presa en el no permite perder el sentido; intenta hablar a quienes le rodean, pero nadie responde, ni el mismo entiende lo que dice, si quiera lo que quiere decir; estira la mano para tomar la de su querida esposa, sentado junto al hogar encendido de una noche fría de invierno y un breve instante después se deshace la imagen de su consorte, está tocando el vacío en la oscuridad, mientras las firmes manos del caballero que va en su montura intentan enderezar su posición. Cada respiración es un trago amargo, que infiere acerbo dolor sobre su hombro; cada paso de su caballo se hunde en sus posaderas. Se resigna, frustrado por la inacabable peregrinación en la que es acarreado, deseando llegar a algún lado, dar reposo a sus huesos, endulzar su padecimiento en un lecho, dormir, perder el sentido, y no despertar jamás, quedar allí, para siempre, tomando la mano de su querida Leonor, junto al hogar, engolosinado con el dulce membrillo, distraído, entre rosales, con sus hijas, ensayando esgrima con su infante Fernando… ¡su querido Fernando!, el centro de su mundo ahora. Su portentoso y valiente heredero, su orgulloso vástago, su anhelo máxima. Su amado Fernando, infante nacido en Cuenca, en bienaventurado el día, seis años atrás. Su hijo varón, su ofrenda a los cristianos de Castilla: Fernando. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Bastó el recuerdo de su hijo varón para espabilar al compungido y desnortado monarca, que recuperó parte de su ímpetu al evocar, como decimos, la imagen de su heredero. No podía permitir que su hijo padeciera lo que el mismo padeció años atrás, perder a un padre a tan tierna edad, quedar de nuevo entregado a manos de extraños, poner de nuevo al reino en un brete. El desperezo del rey alivia tibiamente al médico real, don Diego del Villar, quien no quita el ojo de su señor. Teme que su decisión le salga cara si la ayuda no llega a tiempo. Hace todo lo posible por que la herida se mantenga limpia, algo que sabe es fundamental. Le preocupan los delirios del rey, tan pronto, tan intensos. Los delirios anticipan la muerte, son estertores, no son devaneos. Un cuerdo tan serio como el rey solo perdería la compostura ante una decadencia extrema, como es la que le envuelve, como el mártir a su crucifixión. El Rey de Castilla acarrea sobre sus espaldas la cruz con la que ha de pagar por los pecados de los cristianos de la península: incapaces de unirse frente al moro, como predica el Papa Celestino. No escuchan la voluntad de Dios, los reyes quieren tener sus reinos, los nobles sus herencias, las ciudades, sus riquezas. Dios castiga la desobediencia de los cristianos con la más amarga de las derrotas, ofreciendo cientos de sacrificios al enemigo agareno. Eso piensa el arzobispo y, tal vez, quién sabe, eso piense Dios también… JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios El de la Finojosa va en cola, vigilando que no se descuelgue nadie, marcha a pie junto a algunos de sus caballeros, quienes han cedido sus monturas a menesterosos de Malagón. Lamenta las pérdidas, llora por dentro, tantos buenos hombres, desperdigados, trinchados, destripados, descabezados… nada de aquello tenía sentido para una mente ilustrada, como era la del conde Martín Muñoz. Era un adelantado a su tiempo, sin duda. Los Lara marchaban al frente, tampoco decían mucho, a su vez. El Conde Manrique, don Pedro, solo pensaba ahora en su hijo García, que había dejado al frente de una complicada empresa. Temía por él, por su hijo, lo amaba con pasión; sin embargo, lo había dejado atrás, al servicio de un despiadado señor de la guerra, como lo era él mismo. Don Diego López de Haro era capaz de todo, eso pensaba don Pedro Manrique. A estas alturas no le importaba perder los caballeros que había dejado encerrados en Alarcos, el prestigio, el dinero, la curia que se habría de celebrar en Toledo, si quiera la muerte del rey. Los pensamientos del frío Conde Manrique estaban con su hijo, obsesionado con la idea de ver pasar el tiempo rápido, de recibirlo en la ciudad, hecho un señor, habiendo dado la cara por su casa, cierto, pero sobre todo, poder volver a estrecharlo entre sus brazos, algo que no hacía a menudo; bien podría decirse que, a estas alturas de la historia, es lo que más anhelaba en el mundo. El propio Conde Manrique despertó de una breve ensoñación, viéndose a sí mismo parado en medio del camino, JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios entorpeciendo el paso, y alertando a la vanguardia del séquito. Había tirado ligera e involuntariamente de las bridas de su caballo, en un inconsciente acto por tornarse. De repente se sentía atemorizado por las maneras de López de Haro y la situación en la que había abandonado a su primogénito. Ahora, en la oscuridad del camino, atemperado el ánimo, olvidado de la tiesura de la batalla, de la acritud y de las rivalidades, sus pensamientos brincaban entre las tinieblas y las manchas oscuras que dibujaban los coscojares, los espliegos, los jarales; ahora, los especulaciones vagaban libres, lejos de la realidad que obligó, horas antes, a preservar los intereses del linaje y a retener los pendones de La Molina en Alarcos; ahora, en fin, el padre recordaba que había puesto a su joven heredero en la picota, que mil hechos podían acaecer más allá del pulso y de la pendencia que nunca quiso dejar de echar don Pedro Manrique a don López de Haro: una negociación rota, un sitio condenado a muerte en Alarcos, el cautiverio… ahora la razón del sosiego colegía la desgracia que envolvía al destino, quien sabe si de vuelta, todo por haber interpuesto su orgullo, cuitas y sobre todo, la insaciable codicia de poder y riqueza frente a su amor como padre. Y es que, en la negrura de la noche, los remordimientos relucían entre los pliegues del alma del Conde Manrique, incapaz ahora de velarlos con los destellos de la espada de López de Haro. La realidad para él sería que, a esas alturas de la noche, su hijo había sido degollado por López de Haro y arrojado su cadáver por una almena, cual vil despojo. Tal vez lo mejor para este JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios desventurado padre, sería no saber nunca de lo que sucedió a su heredero varón. Y así caminaban, empecinados en recabar sus temores y miedos, cuando la auténtica soledad turba a los hombres, cuando se sumen en sus más vívidas elegías, cuando llega el tiempo de la reflexión insondable, en las afueras del raciocinio, volando del mundo real, caminando, entre fabulaciones, de lo que devendrá el futuro a razón de los errores del pasado: un rey que se no sabe si está en la antesala de la muerte o queriendo salir de ella; un obispo apesadumbrado por el castigo divino; un conde, el Manrique, presa de remordimientos, en buena la hora; un médico aterrorizado por una decisión incauta. Todos cargan sus fantasmas consigo mismos. Todos llenan el vacío de la oscuridad, con sus peores pesadillas. El de la Finojosa, sin embargo, no se sume en malos sueños, antes bien, se afana en asegurar el confort de los heridos y los postrados que van a la zaga del séquito. Noble caballero que siempre encontró en el auxilio del prójimo la mayor fuente de sosiego espiritual. El rey, de nuevo, hundido en sus delirios, presa de la inconsistencia en que se sumía, entre los territorios de la fábula y de la realidad, se erguía apenas como una flor de cáñamo en aguas bravas, con la voluntad mellada y las fuerzas perdidas. Entre las figuras terciadas y difusas que se distinguía apenas a su alrededor, alcanzó a ver a un caballero que aparecía en pie JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios en medio del camino. Era ancho y fornido, vestido de armas, con una loriga larga, un almófar con alpartaz por los hombros, de anillas casi doradas, brillantes; ricamente protegido en las piernas por brafoneras que prolongaban la loriga, hasta los tobillos, donde calzaba unos escarpes con protección metálica; en la cabeza portaba un yelmo de calva plana, apuntado con piedras preciosas, también reluciente, dorado, a pesar de la poca luz de la escena; el yelmo portaba un facial que protegía y ocultaba por completo el rostro y la identidad del guerrero; una sobrevesta de color bermellón y tejido suave, diríase de seda o cendal, con ricos bordados, que apenas se intuían, cubiertos por un alquice anudado a un costado, hecho de ciclatón, con una costosa cenefa de caros brocados en oro y plata. El acaudalado caballero no pasó por alto a don Alfonso, que abrió los ojos de lleno a pesar de la lúgubre somnolencia que le absorbía. Ambos se clavaron la mirada mutuamente mientras el séquito avanzaba, dejando atrás a la solitaria figura. Allá, entre las brumas, quedó el caballero, tornando la mirada al cielo. Terciaba el amanecer, cuando el maltrecho cortejo real llegaba a los pies de la sierra que mediaba entre Malagón y Guadalerzas, motivación principal para, eventualmente, desviarse los ejércitos almohades hacia Consuegra. El notable frescor de la mañana y los primeros destellos de sol relanzaron el ánimo de los concurrente,s que marchaban en una cola de casi una legua de largo, a estas alturas. Allí había sita una aldea, llamada de la Fuenfresca, donde se decidió parar un par de horas, a dar descanso al personal y los caballos. Apresuradamente, habían recorrido casi siete leguas en la noche, sobre todo los caballos. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Teniendo en cuenta las penurias que acarreaban consigo, hicieron gran distancia; no en vano, las espadas y lanzones almohades a la espalda, eran motivo suficiente para acelerar el paso de la sufrida comitiva. El rey fue instalado en una de las casas de la aldea, y cayó en un profundo sueño, tras una noche de altibajos y pesadillas insomnes. Diego del Villar no se movía de su lado, vigilaba su respiración y lavaba con agua de azahar la herida, que estaba ahora muy hinchada y sonrojada. Preparó un ungüento para cubrirla de nuevo, a base de aceites y plantas. Un par de relicarios completaban las fuentes de poder para velar por la sanación del rey, colgados sobre su pecho. El Arzobispo de Toledo, asistido por la compañía de algunos sacerdotes y monjes cistercienses, la mayoría pertenecientes a parroquias sufragáneas de la Catedral de Toledo, se agolparon al pie de la casa donde hallaba reposo el monarca, entonando oraciones por la salvación en vida del sufrido rey. Maese Nuño se unió al rezo, seguido de sus milites y algunos caballeros del rey. De tal manera que se agolpó una multitud alrededor del pesebre real, como pastorcillos, adorando a su niño Dios. La escena causó pavor en los habitantes de la aldea, atemorizados con la idea de que el Rey de Castilla pudiera fallecer, dando al traste con los años invertidos y la familia formada en aquel rincón apartado de los campos de Calatrava. Qué sería de ellos sin la protección de su rey. No tardaron en unirse a la plegaria multitudinaria, que se expandía como rayos de sol manando del heliocentrismo sito en la improvisada casa de socorro. Las JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios voluntades y los ruegos de los asistentes al rezo eran una metáfora de la tragedia y la compulsión que padecía el reino en ese día. Cuarenta años de trabajo duro, de reconquistas, de pleitos y de valor, de pervivencia y honor, de sacrificios y muertes, podían darse al traste de nuevo, volver casi al punto de partida: Toledo, Segovia y el Infantazgo de Palencia, conquistados desde León, atacada Soria desde Navarra, asimilada Cuenca desde Aragón. Muerto el Rey de Castilla, a los pies de los almohades, ¿quién iba a ofrecerse a guardar las llaves del reino?. La aldea de Fuenfresca se hallaba en una vaguada poco pronunciada en las estribaciones de la transierra de camino a Guadalerzas. Un imponente cerro agudo y perfectamente piramidal alojaba en sus faldas parte de la aldea; el susodicho cerro, apuntado en una sucinta atalaya de madera, servía de punto de vigilancia y observación para controlar lo que sucedía allende el Guadiana incluso. Subieron un par de jinetes a observar el panorama e intuir en la posible polvareda que levantara una avanzadilla de perseguidores almohades, si es que existiera riesgo alguno para la persona del rey. No apreciaron nada en lontananza, recibiendo el despacho de permanecer allá por el resto de la jornada y vigilar cualquier posible avance enemigo en esta dirección. Acopiaron ramas frescas de fresnos aledaños para improvisar una fogata humosa, en caso de tener que anticipar la alerta al huidizo séquito del rey. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios La mañana avanzaba, tornándose plomiza y calurosa, como era propio de estas fechas. Se acordó dar descanso al grupo durante unas cuatro horas, tiempo de dormir algo y reponer un mínimo de fuerzas. Los aldeanos prepararon unos buenos calderos de garbanzos con matanza, que aderezados con pan y el escaso vino picado con que contaban a esas alturas del año, hicieron las delicias de los agotados peregrinos reales. Las huestes llenaron el buche tras despertar del gratificante sueño, repusieron agua en las botas y pellejos que acarreaban. Hacia mediodía estaban preparados y en sus monturas los caballeros reales y las huestes de los Laras. Acordaron movilizarse con el rey lo antes posible, mientras que el Señor de la Finojosa y el Arzobispo de Toledo, aguardaban por los más menesterosos, que acarreaban desde Malagón. El rey apenas consiguió conciliar el sueño, era presa de un atroz agotamiento y una notable fiebre, sin embargo, los dolores y la extrema incomodidad que sufría no le dejaban sumirse del todo en sus sueños. don Alfonso de Castilla se agita en su lecho mientras el calor del cercano mediodía empieza a colarse por los ventanucos de la cabaña en que se aloja. Apoyado sobre el costado contrario al que alberga la endemoniada punta de flecha, sigue vagando entre las sombras del delirio; machacado del duro lecho de paja en el que apenas consigue sestear, se gira para descubrir en la estancia la presencia del médico real, don Diego del Villar, sentado a su vera, junto a la extraña figura que escasas horas antes alcanzó a distinguir en la oscuridad de la noche, situada al fondo junto a la puerta. El notable caballero fornido mantiene JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios unas galas envidiables, envuelto en el ciclatón y enmascarado por el facial del yelmo, lo que contraria, dentro de su padecimiento, al rey castellano. La presencia del caballero, contribuyó a desperezarlo de la pesadez que hacía presa en don Alfonso. Mirando fijamente al fondo de la habitación, distingue junto a él a don Diego del Villar, quien le inquiere amablemente por su estado y sus dolores. Don Alfonso apenas le presta atención al médico; tras unos breves instantes de silencio comprometido, el rey le indica a don Diego del Villar: ‹‹Dejadnos solos, don Diego…››. A lo que el médico real, responde torciendo el gesto, torna la mirada hacia atrás, como buscando la complicidad del caballero, antes de volverse de nuevo al rey, quien insiste de nuevo: ‹‹… por favor, traedme un poco de agua.››. Ante la insistencia del monarca, don Diego se levanta y camina lentamente hacia la puerta, se para un breve instante junto al caballero, tornando de nuevo la mirada hacia donde se halla el engalanado guerrero. Amaga de nuevo con querer decir algo. Sin embargo, decide, en el último momento, callar y salir en silencio del real recinto. don Alfonso se mantiene entre confuso y molesto a la vista del caballero, quien permanece inmutable en el fondo de la habitación. Hay un tenso silencio en el ambiente, el misterioso caballero no muestra el rostro ni muda palabra alguna. Don Alfonso, por su parte, permanece con la mirada fija en el extraño personaje, haciéndose preguntas sobre su presencia; por algún motivo, hay algo que le produce cierto estupor y una JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios cierta congoja en aquel individuo. Finalmente, don Alfonso se decide a interpelar al silencioso équite: ‒Mostraos ante el rey… No hay respuesta: ‒Hablad, por Dios… ¿quién sois, por qué permanecéis en silencio, por qué seguís mis pasos con la mirada fija, por qué ocultáis vuestro rostro?. El caballero sigue sin pronunciar palabra, cierta irritación e incomodidad se apoderan de don Alfonso: ‒¡Hablad de una vez, u os mando fustigar por vuestra insolencia!. La extraña figura da un paso adelante, lo que sorprende y arredra al yaciente don Alfonso sobre su lecho, haciendo ademán de retroceder. Se arrincona, inconscientemente, adosado a los toscos tocones de la pared junto a la que se apoya su jergón. El misterioso caballero da entonces otro paso más, y otro más, para, lenta y cuidadosamente, acercarse hasta el lecho de don Alfonso. El rey inerme, apenas reaccionaba ante la imponente figura que se arrima a su lado. Durante unos instantes permanece de pie, erguido, parece tocar el techo; don Alfonso se siente abrumado por la basta presencia del caballero, sudores fríos recorren su espalda mientras se derraman gotas por su frente. No cae ahora en la reminiscencia del dolor que le infiere su zaherido hombro, mientras se estrecha contra la JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios pared, sin dejar de mirar, fijamente, el facial de aquel hombre. La angustia punza el alma del rey que no sabe, que no puede reaccionar ante la sola presencia que turba su sueño y su descanso. A punto de desfallecer ya, perdiendo la mirada, torna los ojos en blanco, no soporta ya la tensión. Es entonces cuando la gruesa figura se comba y suavemente toma la cabeza de don Alfonso, para recostarla sobre su almohadón. Una vez reubicada la exigua voluntad de don Alfonso sobre su lecho, el guerrero se postra sobre una rodilla, para ponerse a la altura del mismo, alarga su enorme brazo, enfundado en un maniquete de malla de ribete dorado, como el resto de la loriga, que aún porta al completo. Apoya su mano sobre el pecho del monarca, mientras emite unas breves palabras, con voz honda y grave: ‒Descansad Alonso, descansad, Rey de Castilla, sed fuerte, no dejéis este mundo, pues Dios no quiere que así sea. Dicho lo cual, se reincorpora, tornando de regreso a la puerta, para salir raudo por ella. Don Alfonso permanece ya solo y confuso en la habitación, mientras el eco de las palabras del caballero retumba aún en su cabeza: ‹‹… Dios no quiere que así sea…›› Afuera, el Conde Manrique apenas consiguió echar un leve sueño, pese al cansancio acumulado. Sus pensamientos estaban con su hijo García. A esas horas, ya se debiera estar negociando con el moro, allá en Alarcos. Tal vez no, tal vez ese bastardo loco de López de Haro hubiera decidido dar guerra a toda JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios costa, espoleado por acerbos los comentarios y amargas las críticas suscitadas en la jornada anterior, fruto de la derrota, la frustración y los intereses cruzados. Don Pedro Manrique era ahora preso de sus palabras, más que nunca, de sus dictámenes, que tan buen partido habían sacado siempre para el Señorío de Molina, que tan funestos se le aparecían ahora en la visión borrosa de su primogénito atrapado en el sitio de Alarcos. Para cuando la caravana se pudo en marcha de nuevo, bien mediado el día, no había señales de los moros, el rey volvió a alzarse a la silla de tortura sobre la que cabalgaba, aún sobresaltado por las palabras de aquel misterioso caballero. La penitencia de la comitiva proseguía de nuevo, esta vez, envuelta en la luz del día. La claridad acuna los pensamientos, que se muestran más amables, bañados por la luz del día, que bajo el palio sinsentido de la oscuridad nocturna, donde las mentes divagan entre sombras. Distinguir en la distancia el paso que afrontar en la sierra, los ciervos que se cruzan a saltos por el camino, las liebres, el cantar de los pájaros, que bambolean entre las ramas, todo son estímulos que contribuyen a un mayor optimismo, a aliviar la desazón. Todos habían pasado por la noche más extraña y quejumbrosa de sus vidas. Tras lo vivido la jornada precedente, parecía que muchos sufrirían las secuelas de tan graves pensamientos y atriciones. Cada, uno a su manera, portaba sus cargas consigo, y era de esperar, que de alguna manera, les dieran oportuno desahogo. En medio de la marcha, el de la Finojosa, relataba con el médico del rey, don Diego del Villar: JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒¿Cómo está el monarca, don Diego?—preguntaba el de la Finojosa. ‒Sigue en pie, que no es poco. La herida no ha sangrado tanto como esperaba, a Dios gracias. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒Parece tranquilo. ‒Demasiado… ‒¿A qué os referís?—El de la Finojosa se incorporaba en su arzón. ‒Temo que sufre delirios. ‒Delirios, ¿qué clase de delirios?. ‒No sé, no será nada… ‒Hablad, don Diego, pues no es buena señar que don Alfonso sufra delirios; menos aún, que vos se los queráis disculpar. ‒En realidad… en realidad, hace un rato, poco antes de partir, don Alfonso se sobresaltó en su lecho. Después, me conminó a salir de la estancia. Me pidió que le dejara solo, o eso quise entender. ‒¿Pues qué habría de querer decir, de otra manera?. Vamos don Diego, os he de arrancar la confesión a preguntas. ‒Sin duda se refirió a alguien más, pues mencionó: “dejadnos solos”. Antes de abandonar la estancia, tenía perdida la mirada y juraría…—don Diego del Villar disiente, ofuscado. ‒Hablad, don Diego, ¡por Dios!. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒Juraría haberle escuchado hablar solo. Como médico, puedo decir, con criterio, que únicamente hablan solos, o bien los locos, o bien los moribundos. ‒En ese caso, don Diego, ninguna de las dos salidas son favorecedoras. Que Dios nos asista, a todos. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios CAPÍTULO XII. EL ENEMIGO A LAS PUERTAS JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios La noche de antes, Girón de Saelices andaba inquieto entre los muros de Alarcos. Dos horas hizo que había perdido de vista a su señor, don García Pérez de Lara, siguiendo los pasos de López de Haro, en pos de un secreto conciliábulo. Dudaba mucho que su señor demorara tanto en traerle noticias; el hecho era que la torre del homenaje andaba cerrada a cal y canto por orden del tenente de la fortaleza, quien celebraba en aquellos momentos una camarilla con sus más allegados caballeros y algunos fidalgos de las Extremaduras, incluído el alcaide de la ciudad. Por lo demás, toda representación de los Lara había sido dejada fuera, pues la única embajada que allí había del clan era el destacamento reservado por don Fernando Núñez de Lara y por don Pedro Manrique. Para colmo de sus males, al mando de un, por aquel entonces, malhadado don García Pérez de Lara. El bravo Girón sospechaba lo peor, la condición de don Diego López de Haro era ya legendaria y su pulso firme había sido demostrado en más de una ocasión. No en vano, este magnate se volvió contra su condición natural en favor de los intereses de Castilla y de su rey, contra los designios del monarca Navarro. Se había volcado hasta lo indecible en la figura del don Alfonso VIII de Castilla, sin dudar en ningún momento, sin arrimarse a ningún otro señor más que al monarca: dura tentación. Por el contrario, la alianza con otros magnates frente al rey no era extraña razón de actuar. Los Lara manejaban mayores cuotas de poder que el mismo Rey de Castilla, sin duda. Solo el apoyo firme de López de Haro y el desgaste sufrido por los Lara a manos de los Castro, en guerras JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios intestinas como el Lobregal o en Huete, muchos años atrás, habían impedido que hoy en día el linaje de los Lara fuera prácticamente el que copara la corona, o incluso la detentara. Mas Girón decide tomar cartas en el asunto. Acude a las puertas de las salas nobles, guardadas por veinte hombres a espada desenvainada y lanzón en alto. Girón no se arredra, ese es su trabajo. Llega con otros veinte hombres más. La cuestión es igualar, no amedrentar. El capitán molinés se dirige al sargento de guardia: ‒Solicito audiencia del tenente. ‒El señor de este castillo se halla en concilio y ha dado orden de no ser molestado ni interrumpido—responde el cancerbero, un sargento maloliente de origen alavés. ‒Habrá de ser molestado, si es menester, la casa de Lara requiere explicaciones. ‒En ese caso, que venga el señor de Lara a solicitar audiencia, no uno de sus acólitos.—sanciona el viejo sargento que estaba muy resabiado, incluso para el bravo Girón y sus veinte caballeros. El pobre Girón se queda sin palabras. Sería ridículo que reconociera no conocer el estatus de su señor, motivo por el que deseaba entrar en el torreón. La gente como Girón, al fin y al cabo, es de pocas palabras y de muchos mamporros. El capitán es presa del bochorno que le está haciendo pasar la actitud JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios chulesca de aquel sargento vascón; se halla presto el capitán a desenvainar la espada, antes de que si quiera un atisbo de rubor pinte su expresión. En ese mismo instante, una voz alta y seria prorrumpe en la preclara tangana que se iba a formar, para decir lo siguiente: ‒No es de buena planta negar trato y ofender a un capitán de La Molina… ¿sabéis?. Un caballero fornido y alto se dirige al sargento de guardia. Aquel caballero porta una expresión de solemnidad y hombría simpar. Caminaba despacio, a grandes zancos, con un enorme látigo de guerra, en cuyo extremo, hay una estrella del alba, una enorme bola de bronce con pinchos, salpicada de sangre reseca de moro, arrastrada por el suelo. Aún habla el caballero, mientras prosigue dando pasos: ‒¿Conocéis La Molina, sargento?...—Nadie responde, nadie se atreve, tal parece— No la conocéis, en serio.—Todos observan al portador del mayal— .Dejadme que os hable de ella: se eleva sobre una alta colina, con acantilados a los costeros; el invierno es perenne, en enero, helador, se come el alma de los vivos, agosta la memoria, oprime el corazón. ¿Conocéis La Molina, sargento?.—La pregunta ya es retórica, obviamente; el alargado caballero se halla ahora a un palmo del vascón, sin que nadie mueva un dedo—. No, claro que no lo conocéis. Mirad mis manos, ¿las veis bien?,—muestra sus dos manos peludas, sin soltar el armatoste que portaba en la derecha—, en invierno están blancas, lívidas, entumecidas, por mor del maldito frío. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Nunca se va, el frío está siempre, en medio de la noche es peor que nunca, peor que nunca, no hay nada similar. Sabéis que hago para calentarlas… ¿para poder entrar en calor de vez en cuando?: nada mejor que desollar un puerco o un jabalí, aún vivo, para que las manos de uno entren en calor. ¡Así es!… abrirlo en canal y hurgar en sus tripas… a veces las dejo ahí metidas, un buen rato, mientras la vida de la bestia se extingue, mientras algo de calor permanece; solo entonces me puedo descuidar del endemoniado frío de La Molina. Y el invierno es largo allí, maldita sea, ¡nunca se acaba!; durante esos largos meses me dedico solo a eso, a destripar bestias: puercos, jabalíes, muflones, ciervos, cabras, lobos… y algún que otro agareno, si se da la ocasión. Sabéis que pienso ahora… ¿sargento? ‒…no, no lo sé.—Para aquel entonces el vascón ha dado un paso atrás, y responde con voz temblorosa. ‒Creo que empieza a refrescar a estas horas de la noche… Nadie se mueve un ápice, el vascón mira temeroso a aquel señor de manos tan frías. Resueto, el vascón acciona entonces la puerta para abrirla, mientras sugiera: ‒De acuerdo, que entre uno solo, dejad vuestra espada. Los dos guardias en la antesala os darán audiencia. Girón suelta el tahalí en que llevaba la espada, se encamina hacia la puerta, no sin antes intercambiar una mirada cómplice JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios con aquel recio y longo caballero de las manos frías. Cruzan una leve sonrisa, el caballero está volviendo sobre sus pasos, con su amenazadora estrella del alba a la espalda. Su nombre es Bertrand, Bertrand Caillou de Aigues—Blanches. Bertrand era gabacho de origen, un caballero gascón que acudió al servicio del Rey de Castilla, don Alfonso VIII, nuestro malherido rey. El Rey de Castilla casó, en tiempos, con Doña Leonor de Plantagenet, a la sazón, hija de la serenísima, ilustrísima y gloriosa Doña Leonor de Aquitania, una de las reinas prontoconsortes de mayor factura que había parido aquella vieja Europa de francos locos, guerrilleros de cruzadas contra albigenses y peregrinaciones imposibles a tierra sagrada. Leonor de Aquitania, era reina por méritos propios, pues era Duquesa de Aquitania y Guyena, antes que nada, y Condesa de Gascuña, lo que hacía de ella la mayor feudataria de la Isla de Francia, más que el propio rey Francés, Luis VII. Esta dama brava, aventurera, amante de la cultura y abierta de miras, había casado, en segundas nupcias, con el que a la postre sería el rey de Inglaterra: Enrique II de Plantagenet. De esta unión nació Leonor de Plantagenet, reina consorte de Castilla, esposa fiel, piadosísima y amada del asaetado Rey de Castilla. Entró en la dote de la joven reina el condado de Gascuña, que no acabó de anexionar nunca el rey castellano. No obstante, alentados por la perspectiva de gresca con el moro, la exuberancia de aquellas tierras íberas y las promesas de terrenos libres para heredad, muchos caballeros gascones peregrinaron al servicio del citado Rey de Castilla. Se hallaba JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios este Bertrand entre ellos, malencarado y bravo joven, peludo, alto y recio, muy en la línea del fiel Íñigo Sánchez de Villafoz, aunque algo más esbelto y de porte más elegante. Gastaba mal humor a raudales y gustaba abrir cabezas a golpe de maza y/o espada. Cierto día pudo contemplar como unos campesinos golpeaban con mayales el trigo para separar el grano de la paja. Fascinado por la fuerza con que golpeaban aquellos tísicos collazos las mieses gracias al efecto fustigador que proporcionaba el uso del mayal, se hizo de uno, seccionó una de las varas en su extremo, encargando a un herrero enganchar en el mismo un grueso pomo de espinas que hacía las delicias del citado guerrero en el campo de batalla. A veces tardaba en armar el golpe, pero cuando lo conectaba, solía tener un efecto anestésico a letal inmediato. El angelito gascón, combatió contra los navarros y los leoneses, se frustró en Toledo al ser retomada sin apenas esfuerzo y esperó a su gran día a las puertas de Cuenca. Después de unos meses de asedio y penurias entre lodos, polvillo de arcillas y tobas calizas, lo que contribuyó a desmejorar su idealización de Castilla, no veía el momento de llegar a enganchar unos cuantos de aquellos almorávides, que no almohades, conquenses para ensayar con ellos sus mejores movimientos. Aburrido y frustrado, llegó a aplicar su látigo de guerra sobre un toro, un buey, un caballo y una gruesa mula. Esta última fue la única que se negó a ir al suelo hasta el quinto golpe, si omitimos aquel segoviano mohoso y borracho que intentó robarle la soldada; el sañudo Bertrand dio buena cuenta del mismo con sus manos, arrojando su cuerpo a una laguna JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios cercana. Era un tipo, en líneas generales, atormentado y borroso. El pobre gascón no sabía qué hacer con su vida, dudaba incluso de la existencia de Dios, algo sobre lo que hablaba solo cuando se emborrachaba lo suficiente, costándole algún disgusto y ciertos cargos por herejía. Realmente era un sofista en un mundo de fundamentalistas religiosos, así que su manera de pasar el tiempo, dada la escasez crónica de metafísicos que le rodeaba, con quien discutir sus ideas, era apuntarlas en alguna de las espinas de su arma, que incrustaba con fervor en los cráneos enemigos, a la vez que se decía a sí mismo: ‹‹un creyente menos…››. El pobre Bertrand iba camino de la perdición absoluta, sin duda, sus pecados iban a requerir muchos siglos de purgatorio. Pero él lo afrontaba con serenidad, convencido de que no había nada más allá, y que todo se iría al garete el día en que el muriese. No podía evitar a veces agitar el cuerpo inerme de alguna de sus víctimas, esperando que despertara, que volviera sobre sí misma, que abriera los ojos, retornada, del más allá, para que le confirmara la verdad que él creía o… quien sabe, le dijera que venía de las puertas del cielo y que por qué demonios le había devuelto a la vida. Realmente esa última opción le aterraba, porque, de ser así, habría cielo. Y si había cielo, habría infierno. Y en ese infierno, habría un lugar para él, un lugar especial, sin duda. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios El espigado Bertrand era lo que siglos después se podría ser calificar como un sociópata, bajo control, dado que podía dar rienda suelta a sus inherentes deseos homicidas con frecuencia en el campo de guerra. Sin embargo, aquel año de nuestro señor Jesucristo de 1177, estaba sediento de sangre y enloquecido ya por la larga espera, mientras los proyectiles de los aljamaneques volaban las recias paredes del recinto amurallado de Cuenca. Llegado el día del ataque, víspera de San Mateo, el gascón, constreñido por sus pesadillas y la espera que le consumían, se lanzó con ansiedad y precipitación a las paredes y acantilados del sur. Sobre artilugios mecánicos algunos, sobre escalas o cuerdas otros, asaltó este Bertrand con algunos valientes gascones más la muralla septentrional desde el río Huécar. El francés tropezó con su conciencia en forma de una roca aparentemente firme que cedió a sus pies, precipitándose casi quince brazas de cabeza. Dado por muerto primero, tras hacer un ademán de despertar, fue recogido y llevado en volandas a un nosocomio improvisado entre las confluencias del Júcar y el Huécar, en menudo el lugar, donde se lavaban con frecuencia las heridas con el agua abundante y cercana de ambos ríos. Para el longo Bertrand, aquella concusión masiva resultó definitiva, a la vez que transformadora. Creyó ver la imagen de la virgen María en tres ocasiones durante esos días. Poco después se hallaba hablando a querubines al pie de un aliso, quines le reprocharían su conducta condescendiente ante la fe, y la existencia de Dios mismo. Aquel día de la toma de Cuenca murió un hereje, que cayó desde el precipicio y nació, o renació, más bien, un piadoso caballero al servicio de la causa de Dios JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios nuestro señor. Un clérigo molinés, desplazado al sitio de Cuenca, presenciando la viva escena del pertinaz converso, sus conversaciones con los angelitos y sus lágrimas derramadas ante la invisible presencia de la virgen, se apiadó de él, ofreciéndole un lugar en el Señorío de La Molina. Por intercesión del mencionado clérigo, de la parroquia de Nuestra Señora de Ribagorda, recibió del mismo conde Manrique un quiñón de tierra en la sexma del Sabinar de la Sierra, la más dura y extrema de las sexmas del señorío. Y así se fue vivir a Checa, a unas siete leguas de la capital molinesa, donde recibió su quiñón, dedicándose a picar piedra, algo que se le daba bien y espantaba sus tormentos. Durante el verano y la primavera se dedicaba al caolín, que llevaban a los hornos de cal de los alrededores, como a los de la capital. Entrado el otoño, los lodos de las caolinitas se hacían muy farragosos y la gente no se dedicaba tanto a la masonería y el sillarejo, por lo que se pasaba a los minerales de hierro, explorando territorios más alejados, en el interior de los Montes Universales, muy cerca ya de las fuentes del Tajo. Gustaba pasear por entre aquellas soledades, dar buena cuenta de alguna pieza de caza, pues nadie molestaba allí su presencia. Conociendo sus peculiares inclinaciones y su enrevesado fundamentalismo, toparse con Bertrad Caillou de Aigues—Banches en medio de las soledades de aquellos montes, alejado de las miradas displicentes y refugiado en la coartada del despoblamiento, podría ser una experiencia muy desagradable. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Dejaremos los cuentos sobre este Bertrand Caillou para otro momento, pues es menester recordar que el bravo Girón pedía audiencia al tenente don Diego López de Haro. En efecto, accedió el Conde López de Haro a atender al bravo Girón, siendo recibido este último en la antesala, junto a los guardias: ‒Decidme, noble Girón Sanchís—insinuaba, condescendiente, don Diego. con tono ‒Siento la intromisión, pero me veo en la obligación de preguntar por mi señor don García Pérez de Lara, quien se retiró hace rato largo tras sus pasos, a atender parlamentos. ‒Y parlamento celebramos, en efecto.—Dicho lo cual, se produjo un corto silencio. ‒No es menester preguntar por el contenido de sus parlamentos, sin embargo, os debo preguntar por el paradero de mi señor, quien no da señales de vida desde que lo vi marchar con vos. ‒Puedo responder a ambas cuestiones, Girón. Efectivamente, expuse a vuestro señor ciertas preocupaciones que tengo para la situación que se nos plantea mañana: en primer lugar, que es un muchacho muy joven y tal vez mañana peligre de veras nuestra posición aquí, en segundo lugar, que podía entorpecer unas negociaciones que, de darse, serían harto complejas y en las que no tendría voz ni voto, dado que solo el tenente de Alarcos podría convenir acuerdo alguno; en tercer lugar, que JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios hay un caballero, don Pedro Fernández de Castro, entre los aliados del Miramamolín y, dada la inquina que tienen en perseguir a los Lara, no sería nada conveniente para él ni para nos que permaneciera en el recinto amurallado por más tiempo. ‒¡¿Pero, cuál fue su respuesta, dónde está?!—inquirió el bravo Girón, que a cada palabra de don Diego se temía lo peor. ‒… si tenéis la cortesía de dejar hablar a vuestro mariscal, os expondré todos los fechos—don Diego echó una mirada displicente sobre el inquieto capitán alcarreño—. La cuestión es, estimado capitán, que el joven se avino a razones, presa de cierto temor a las consecuencias de un sitio imposible de mantener, ante un enemigo implacable que, con total seguridad, requeriría su cabeza. El joven don García, algo nervioso y agitado, quiso poner, acertadamente, pies en polvorosa, a lo que tuve que poner freno. Le conminé a dejar aquí sus caballeros, pues de ninguna manera debieran abandonar el sitio, dado que eso minaría severamente la moral de mis mesnadas. Finalmente, le propuse una alternativa para salvar su honor: dado que no podía enfrentar el fecho de tomar sus omnes y marcharse, pues ni yo ni mis caballeros lo íbamos a permitir, le ofrecí salir por su cuenta tras las huellas del séquito del rey, a llevar aviso a su padre, motivo por el que puse en sus manos el testimonio de la presencia del ricohome de los Castro entre las fuerzas del enemigo. Llevando dicha revelación a conocimiento del Señor de La Molina con urgencia, salvaría el honor de su familia, enmendando la falta de abandonar la plaza, contraviniendo lo que le había sido instruido por su JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios propio progenitor, don Pedro Manrique de Lara. Hay una poterna en la cara sur por la que debió salir, pues le invité a facerlo con sigilo extremo. Uno de mis omnes pondría un buen jamelgo a su servicio. Siguiendo la trocha hacia Malagón, por la antigua calzada romana, no tendría pérdida en hallarlos. De nuevo un silencio sepulcral y la mirada de Girón Sanchís profundamente hendida en los ojos de don Diego López de Haro, tan vacíos de sentimientos, como llenos de coraje para haber despachado al heredero de La Molina como a un simple alfeñique de la tropa. Sondeando aquel vacío enorme en las dilatadas pupilas del alférez, Girón, agudo y perspicaz por naturaleza, no veía más que retazos de verdad. El violento silencio entre ambos fue disipado por don López de Haro, quien pretendía persuadir al desconcertado capitán con un último y definitivo argumento: ‒Como prueba de nuestro acuerdo, convino don García dejarme en prenda el privilegio de La Molina.—Dicho lo cual, el alférez real sacó de su faldón un anillo con el sello de los Manrique. Aquella evidencia resultaba incontestable. Dicho esto, mi noble Girón, no tengo más a decir, ahora, id en paz y dejadme que termine de despachar asuntos. El bravo Girón se vio de nuevo en la calle, entre las miradas expectantes de sus correligionarios. Su expresión de duda y asombro se podía leer desde el primer instante: el bravo Girón no asumía lo sucedido, trataba de analizar las explicaciones de don Diego López, mientras valoraba la gravedad de la JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios situación. De ser cierto, no podía más que permanecer al servicio de López de Haro en tanto no se aclarara el entuerto; pero, por otra parte, de no serlo… Así es como se desató la angustia y la desazón en el corazón del bravo Girón, precipitadamente cayó en la cuenta, en la más funesta de las dudas, atisbando en el enredo planteado por don Diego, conocida su capacidad de manipulación y su firmeza de carácter. El bravo Girón evitaba ponerle nombre a sus sospechas, pero no reparó sin embargo en ponerles remedio. Allí en el patio de armas de aquella fortaleza sitiada, en aquella batalla perdida, abandonados sus hombres a albedrío del tenente de Alarcos, todas las miradas de sus caballeros y principales puestas en él mismo, salió de su ensimismamiento, para poner orden: ‒Escuchadme, Guzmán y Prieto, salid con unos pocos hombres, decid que a por aguada a los guardias. Luego buscad, buscad con denuedo en el poblado, agarrad a cualquiera que transite por sus calles, por las faldas del monte, solitario, a quien venga de apartarse de la fortaleza… ‒… ¿bus, el qué?—interrumpe la gresca la voz de uno de sus hombres. ‒Buscad a vuestro señor: don García Pérez de Lara. Por su parte, el capitán Íñigo Sánchez de Villafoz, andaba atribulado en resolver la desaparición del cadáver del interfecto. Aún sobresaltadao por el impacto contra el suelo de JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios aquel noble muchacho desprendido de la torre más elevada de Alarcos, tuvo a bien elevar una breve plegaria por su muerte, y tratar de darle una última brizna de consuelo. Hecho lo cual, acarreó el cuerpo con sus fornidas hechuras, mientras andaba, algo agobiado, por las callejuelas del incipiente poblado de Alarcos. Mañana, toda la población sería todo presa de las llamas y el saqueo. Debía, por tanto, asegurarse de ocultar bien el cadáver, motivo por el que se descolgó a las faldas del cerro. Halló próxima la cantería de la que se servía las duras cuarcitas para sillar las paredes de la fortaleza y el parapeto del la construcción del lugar. Aprovechó las montoneras de bloques y piedras allí apiladas para sepultar el cadáver en una letrina improvisada, en lo profundo de un hueco horadado ya a vara y media de profundidad. Despojaron al cuerpo de sus ropajes y enseres, para que no pudiera ser identificado por ellos. El asistente de Íñigo se quedó con las joyas y objetos de valor, que el propio capitán no quiso guardar, por respeto al señor caído. Finalmente, usó un cuchillo de fierro que solía llevar para rebanar el morcón y seccionó con el mismo la cara del pobre muchacho, que arrojó para que devoraran las alimañas del campo, quedando definitivamente irreconocible. Allí quedó, insepulto, el joven heredero de La Molina, entre las heces y orines de los plebeyos. El noble Diego se juró a sí mismo volver algún día a sepultar en sagrado los huesos de aquel joven y desgraciado noble, pues no era de justicia para ningún cristiano semejante inhumación. Todo JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios aquello se dibujaba como una tragedia improvisada por un alma despiadada e implacable, como lo era la de López de Haro, pero tan necesaria para el Rey de Castilla en aquellos tiempos, en los que bien parecía un león, rodeado de hienas asesinas. Y es que la gloria del Rey de Castilla, era la gloria de don Diego López de Haro. Y en estas, ya vuelve el noble Íñigo Sánchez al castillo, en medio del vacío de la noche, secundado por su descuidado adlátere. En medio de la oscuridad, cruzan tres caballeros, portando antorchas, presurosos y agitados, que exhortan al bravo Íñigo a dar parte de su presencia allí: ‒¿Decidnos: quién sois y por qué os a halláis aquí?—pregunta uno de ellos. ‒La pregunta la debo hacer yo, como capitán que soy del tenente de Alarcos…—responde, desafiante, el noble Íñigo. ‒De dónde venís, no nos hagáis preguntar de nuevo…— responde un segundo. ‒Mis asuntos no os conciernen, pues hago ronda por orden del alférez real, buscando espías, avizoradores o atalayeros del enemigo.—Íñigo hacía méritos por que hubiera paz, pues la prepotencia de los caballeros molineses, hecho contrastado, por cierto, empezaba a exasperarle. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒¡Registradlos!—inquiere el primero en hablar. ‒No os conviene pleitear conmigo, pues hemos de salir malparados, es un ultraje lo que decís, recordad que estáis a mis órdenes en tanto que al servicio del tenente del castillo.—Íñigo se ve obligado a reaccionar, pues el patán de su acompañante aún acarrea los objetos personales del noble asesinado. ‒Nos solo atendemos a las órdenes de nuestro señor don Manrique, no a las de ese bastardo vizcaíno.—responde de nuevo el primero, aparentemente, líder del grupo. ‒Sea así pues…—dicho lo cual, se lleva la mano a la espada, habiendo desenvainado ya un palmo, puestos en guardia sus asaltantes, cuando interrumpe la trifulca la voz clara del bravo Girón, en medio de la oscuridad reinante. ‒… no os recomiendo, hombres de La Molina, asaltar al capitán Íñigo de Villafoz, en medio de la oscuridad. A fe que dará buena cuenta de todos, a la par que afrentar a su señor don Diego López de Haro.—Se transfigura el bravo Girón a la luz tenue de la antorcha, hallándose ya entre los contendientesAhora, mis nobles caballeros, dejadnos solos y seguid buscando. Mientras se alejan los tres caballeros, Íñigo despacha a su acompañante con viento fresco, no sin antes arrebatarle la talega en la que el rufián de su compañero porta, con los enseres del joven asesinado allí entre las sombras, a fin de JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios guardar y custodiar el mismo. Esto llama poderosamente la antención del bravo Girón: ‒Disculpad la intromisión, capitán Íñigo, guardáis con celo vuestra talega.—pregunta, receloso, el bravo Girón. ‒De patrulla no gusto acarrearla, siempre llevo a alguien conmigo para que me haga el porte. Ventajas del puesto— responde Íñigo. ‒Una noche fresca, ¿verdad?.—dice, importancia, el bravo Girón. sin darle mayor ‒Cierto, necesitaba respirar un poco, fuera del bullicio del castillo. ‒Extraño, pues vuestro señor estaba reunido y no os ha llamado a capítulo. Sois uno de sus capitanes más leales y cercanos… ‒Pedí permiso para salir, eso es todo. ‒Peculiar decisión, vuestro amo encerrado, decidiendo la estrategia a seguir en el sitio y guerra de Alarcos y vos paseando a extramuros en la oscuridad, con una talega llena de trastos.—Girón arrea su ingenio para provocar alguna respuesta en el gigante autrigón, y tentando a su suerte, dicho sea de paso, pues este toro bravo era noble, aunque corneaba como ninguno, si se le daba con larga fusta. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒El motivo os lo he expuesto. Sabéis que soy hombre de campo, de armas, desconozco de tácticas y de sabedurías de las que tienen los nobles con quienes discute mi señor. No obstante, Girón de Saelices, creo que no son de recibo tantas cuestiones. Antes bien, ¿qué buscáis vos, con tanto denuedo?. ‒Disculpadme, Íñigo, por mi ofuscación. En realidad, buscamos a mi señor, don García Pérez de Lara. Vuestro señor don Diego afirma que ha salido por la poterna sur en busca de su padre. El bravo Girón busca generar algún estímulo sobre Íñigo. Si el autrigón tuviera algo que ver con la desaparición, seguramente vacilaría mientras fingía una respuesta. Íñigo vacila unos instantes, antes de responder: ‒… así es, yo llevé su caballo a la poterna para que pudiera salir con sigilo, siguiendo las instrucciones de mi señor—el noble Íñigo trata de improvisar. ‒Vaya, eso aclara el entuerto. ¿Partió en su montura, entonces?. ‒Efectivamente.—Íñigo se siente reafirmado tras su primera mentira. ‒Es extraño, sabéis, porque hace unos instantes acudí a las caballerizas y su palafrén aún se hallaba allí.—El bravo Girón mostraba sagacidad. ‒Tal vez me equivocara de montura, con la agitación del momento…—el bravo Íñigo zozobra en sus mentiras y JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios contradicciones— en cualquier caso, esta conversación llega a su fin. He de reintegrarme a mi puesto. Dando la conversación por zanjada, se encamina el noble Íñigo a las puertas del castillo. Girón no piensa tentar más la suerte, conociendo la fama del puño del autrigón. Sabe ya que oculta algo, se teme lo peor. Pero no puede hacer nada, acaso intentar doblegar al noble Íñigo; eso jamás funcionaría, tal vez con otro caballero pero, con este Íñigo, ni se planteba. En un último ademán, el bravo Girón replica, una última vez, al bruto capitán de La Bureba: ‒… Atendedme una sola cuestión más, Íñigo, de capitán a capitán—El autrigón se para, resopla ligeramente, pero decide volverse y atender un último recado que aquel capitán que, igual que a otros hombres de honor, respetaba profundamente. ‒Debo seros sincero, sin levantar ofensa por ello pero… me temo lo peor, por mi señor, ¡se de lo que es capaz don Diego!. Vos también lo sabéis—Se acercó levemente y tomó del brazo al noble Íñigo, con un ligero sobresalto por parte de este—. No os ofendáis si os digo que creo que mentís, que mi señor no ha partido a hurtadillas del castillo, abandonando su haz de combate, su formación y su honor. Mi señor es joven e impulsivo, pero noble y valiente. Le conozco desde que era un infante, le he cuidado y velado, le he guardado y vigilado. Y ahora… ahora todo me dice que lo he perdido. Vos lo sabéis, sabéis algo, algo que no es menester rebelar—Algunas lágrimas asomaban por la comisura de los labios del bravo Girón—. Pero JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios os pido algo, tan solo tenedlo en cuenta: si es ventrura, haceos cargo de mi señor, como cristiano ques es, ya sea que esté entre nosotros, o no. Decidme, noble Íñigo, ¿me comprendéis?. Ambos caballeros se miran fijamente, sin pronunciar palabra alguna, clavadas las miradas. Tras unos breves instantes, en noble Íñigo asiente levemente. No hacen falta más gestos, el bravo Girón libera el brazo del de Villafoz, que retorna ya a intramuros del castillo. Allí queda Girón, solo, en la oscuridad de la noche y de sus pensamientos. Asumiendo lo peor: ha fallado a su señor y a su linaje. Ha perdido al heredero natural del Señorío de La Molina. Ha herrumbrado su honor y su valía. El bravo Girón, consciente de la realidad de los acontecimientos, vaga a extramuros de Alarcos, cuan ánima en la noche. Sus hombres acuden de vuelta a informar que no hallaron nada, ‹‹… pues no hay nada que hallar…››, se dice a sí mismo Girón Sanchís. El capitán alcarreño libera a sus hombres de la patrulla, enviándoles a descansar, con la excusa de que su señor ha partido en pos de más refuerzos. No es momento para soliviantar a sus caballeros contra don Diego López de Haro, extendiendo entre ellos un rumor, por él constatado, de que su señor de La Molina ha sido apartado a un lado, borrado del tablero, desechado, simplemente, ejecutado. No es momento, retiraos a descansar, la jornada ha sido terrible y agotadora, llega a su fin, y hay que rejuntar fuerzas y voluntades para la víspera del día siguiente. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios El pobre Girón no ha de volver al castillo, allí dentro se siente asfixiado, traspuesto, abrumado. Permanece al socaire del torreón de Alarcos, muy cerca del sector septentrional, lugar donde, pocas horas antes, recibía el noble Íñigo el funesto encargo caído del cielo. Allí encuentra el pobre Girón el manchón de sangre dejado por su malhadado señor. Él lo ignora, pues puede ser de cualquiera. Junto al charco, ya reseco, hay algo más: una enseña, de apenas un palmo, de seda, abandonada precipitadamente: dos calderos de oro a un palo, en fondo de gules. El noble Girón lo estrecha, lo aprieta en sus manos, presa de una enorme frustración, de una incontrolable rabia. Levanta la mirada al cielo, a las almenas de la torre del homenaje, desde ahí una caída sería mortal. Por segunda ocasión, en la triste jornada de Alarcos, una enseña pone en evidencia una triste realidad de traición. Los pensamientos de Girón se azoran, más que nunca, allí, en la leve oscuridad clareada de estrellas, acaba de refutar su teoría. Su señor, don García Pérez de Lara, ha debido ser ejecutado. Probablemente, cuando quedó a solas con don Diego. Tal vez fuera premeditado, tal vez, fruto de una acalorada situación. Sea como fuere, se trataba de dos hombres de poder, en una situación desesperada, sometidos a una enorme carga de tensión y preocupación. Una respuesta normal, bien pudiera haber sido llegar a las manos, tirar de espada. Un forcejeo, un mal golpe. Tal vez, la más furiosa rabia desatada. Algo había sucedido, a opinión del bravo Girón, algo terrible, involucrando a los dos señores. Y sin dudad, la peor parte, habría decaído del lado de su bando. Sin embargo, ya no hallará más pruebas, han JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios podido ocultar el cuerpo muy lejos de allí, mediada su lentitud en responder, o la torpeza de dejar marchar en soledad a su señor, con el nada tibio López de Haro. Sus errores son lo que ahora más le apesadumbra, mas decidió dejar las cosas ahí, con sus remordimientos, sepultados do quiera que se a hallase su señor, aliviados por la leve pero firme palabra del noble Íñigo, de ocuparse del cadáver del joven noble. Allí, mirando a la bóveda celeste, encogido en sus pensamientos, poco a poco halló la paz, el bravo Girón. Unas briznas de hierba seca y su capazo hicieron el resto, y así, el valiente capitán, se dejó vencer por su descomunal agotamiento, en pos de un merecido sueño. Descansa, Girón Sánchez de Saelices, descansa merecidamente, porque en el día de mañana, el enemigo esperará, a las puertas de Alarcos. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios CAPÍTULO XIII. DON PEDRO FERNÁNDEZ DE CASTRO, DE NOME “EL CASTELLANO” JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Amanece sobre Alarcos en el día de nuestro señor del 20 de Julio de 1195. Los ecos de la estrepitosa derrota de la jornada previa aún resuenan en el espíritu de los allí presentes. El bravo Girón se despierta ante el graznido de unos buitres leonados, posado casi a su vera. Parecen haber confundido la quietud durmiente del capitán con la de alguno de los cientos de cadáveres que se apilan en las cercanías del astillo. El hedor de los muertos empieza a aumentar y atrae desde muy temprano a los carroñeros y alimañas de varias leguas a la redonda. El bravo Girón hace un aspaviento para espantar a los buitres. Se repone y presto retorna a la seguridad de la fortaleza. Aún no tiene tiempo para lamentarse, ni para rezar el más que probable óbito de su señor, el joven don García Pérez de Lara. En la claridad de la mañana es de notar que se han desperdigado las huestes, escuderías, los séquitos, las milicias que ayer se arremolinaban a extramuros de Alarcos. Se distinguen dispersos, como cantos sobre una cama de arena los grupos que huyen hacia Toledo, hacia Uclés, hacia Madrid o Talavera, según la orientación de las hileras. El panorama es desolador. Solo la contención de Alarcos impide que los musulmanes acudan a dar caza y hacer botín de toda aquella pobre gente, de los milicianos y de los caballeros villanos que retornan como pueden a sus casas, de las mujeres y los muchachos que acudieron para dar soporte y auxilio a sus mesnadas respectivas. En estos tiempos, todo el mundo participaba en la guerra, unos portando la espada, otros, dejándola afilada, otros, trayendo el agua al campo de batalla. De hecho, todos buscaban su trozo del botín en ella. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Girón se reincorpora a su haz de combate. Los hombres de Lara y de La Molina forman en el patio de armas y al frente de ellos está Girón. Algunos aún duermen mientras los heridos contienen sus sufrimientos. Se apilan los cadáveres de los heridos graves que fallecieron en el transcurso de la noche. Don Diego López de Haro permanece en el adarve, expectante. Rodeado de sus lugartenientes y junto al fiel Íñigo Sánchez de Villafoz, observa como, poco a poco, van los moros recomponiendo las líneas en derredor del cerro donde se halla la tienda roja del Miramamolín. Dos horas más tarde, las líneas aguardan completas, junto a varias armas de asedio, debidamente desplegadas en las campiñas que rodean el sur de Alarcos. A media mañana se desprende un grupo de cinco jinetes del núcleo central de las fuerzas enemigas. Portan pendones andalusíes, del califa, en blanco. Al frente luce el pendón claro y nítido de los Castro, “el castellano”, como le denominan los musulmanes, está entre ellos, efectivamente. Diego López de Haro masculla “maldito traidor” entre dientes, mientras ordena elevar el pendón blanco aceptando el parlamento. Se dirige a su fiel Íñigo, le dice: ‒Prepara tus mejores arqueros, si el que acude al frente es ese bastardo de Pedro Castro y la cosa se tuerce, intentaremos, al menos, ensartarlo. Íñigo atiende raudo los designios de su señor. La breve comitiva se halla a unas cien varas de distancias de los muros. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios López de Haro sale a su encuentro dispuesto, rodeado de una pequeña escolta, compuesta por los hombres que ha elegido Íñigo bajo las directrices del propio alférez real. Avanzan a paso ligero hasta la posición de la comitiva musulmana. En frente ya unos de otros, se saludan, según el código de la caballería; mediados los preceptivos gestos de cortesía, comienza hablando el representante portaestandarte de Castro: ‒Me llamo Alfredo de la Retamosa, portaestandarte de don Pedro Fernández de Castro, señor de la Casa de Castro y de la plaza de Trujillo. Vengo en son de paz, a negociar los términos de la rendición del castillo y ciudad de Alarcos. ‒Y bien, ¿Cuáles son vuestros términos?.—Diego López de Haro se recoloca sobre su arzón, más relajado, en ausencia del famoso Pedro Fernández de Castro. ‒El califa Abu Yusuf, magnánimo y generoso, accede a dar tregua si se entrega el castillo con todas las pertenencias y riquezas que en él se hallaren, las caballerías con sus arzones y jaeces, igual palafrén que acémila; posesiones, prendas, monedas, abalorios, sortijas o cualquier pieza de valor será entregada en público antes de abandonar el sitio. No será obligado ser convertido cristiano alguno, mas se deberá abjurar del dios crisitiano, judío y del propio Jesucristo, reconociendo a Alá como el único y grande, victorioso entre todos los mortales, de la mano del gran califa Yusuf, desde hoy, conocido como Al—Mansur, el victorioso. Quien no realice abjuración, podrá ser ejecutado, amputado o fecho prisionero en el acto, a JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios voluntad del califa. Mujeres y mancebos podrán ser tomados como esclavos por los alcaides y emires, a voluntad, durante la entrega del castillo. Cartas, pliegos, pergaminos o escripturas de cualquiera clase habrán de ser conservadas y dejadas en su ubicación. La destrucción de cualesquiera documentos será duramente sancionada.—Dicho lo cual, terminó la exposición. ‒¿Eso es todo?.—replicó, casi irónico, López de Haro. ‒Eso es todo, sobre los caballeros, fijosdalgos, villanos, clérigos, abades y collazos. Sobre los señores y el Rey de Castilla, se dispone lo siguiente. Todos rendirán sus armas ante el califa, no serán obligados a abjurar, pues han luchado con bravura. El rey cristiano jurará sobre el Corán que no habrá de enfrentar en vida al señor de los almohades, al victorioso; pedirá perdón por su afrenta a Alá y a la pureza de las tierras andalusíes, entregará solemnemente el castillo al mismo califa, al igual que rubricará la entrega de las plazas de Caracuel, Benavente, Malagón, Calatrava y Consuegra. En añadidura, mi señor, don Pedro Fernández de Castro, avizoró en batalla los pendones de Lara y La Molina de retorno a la salvaguarda de castillo. Es su voluntad que los comes de Lara allí presentes sean entregados en calidad de prisioneros a mis señor de Castro, que dispondrá de ellos conforme a los códigos de caballería. Unos breves instantes mediaron entre la declaración del heraldo del señor de Trujillo y la respuesta de don López de Haro. El alférez debía escoger adecuadamente sus palabras. De lo contrario, caerían todos prisioneros: JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒… escuchadas vuestras condiciones, procedo a exponer las nuestras: se entregarán riquezas y caballerías sin oponer resistencia, se capitulará el castillo, con la venia del tenente de Alarcos. Mas ningún cristiano en la plaza será prisionero ni abjurará de Cristo nuestro señor, pues no se puede obligar al hombre a condenarse para la eternidad. Se pueden sacrificar los objetos materiales, pero no las almas, que arderían en el infierno de los malditos. No, mi señor Alfredo, antes sacrificaré hasta la última bestia que haya en las caballerizas, sepultaré las alajas de que dispongamos y derramaré hasta la última gota de sangre de mis caballeros y mía que hacer abjurar a nadie de la fe de Dios nuestro señor. Haremos buena la derrota de ayer y no habrá aljamaneques para derribar los muros, que se levantarán con la ayuda de Dios de ser necesario, ni faltará el agua, si acaso caerán aluviones de lluvia, las fuerzas serán renovadas con el aliento de nuestra Santa Madre María y el espíritu del Longinos habrá de ser encarnado en nos para facernos soportar cualquier martirio que atisbe el califa en represalia. Esta fortaleza, será tumba de los cristianos y foso para los musulmanes, si así se ha de pergeñar por parte el califa y de su aliado—sancionó claramente el alférez esta vez. ‒¿Ese es el mensaje que he de trasponer?... qué hay del rey, y de los comes de Lara—el heraldo de Fernández de Castro se sintió turbado, no era esa la clase de respuesta que esperaba. ‒Ese es el mensaje que habéis de llevar. Sobre el rey, sobre los comes, si quiere saber más, que venga el traidor cristiano en persona a negociar sus términos. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Dicho lo cual dio la espalda y volvió sobre sus pasos al galope. Tal desplante hizo don López de Haro a la legación del califa y al legado de Castro que tornaron indignados, especialmente los alcaides, quienes vociferaban a su retorno: ‹‹¡yihad!››, mentando la guerra contra los cristianos. Poco antes, don López de Haro se reintegraba a su tenencia sobre el cerro que los moros denominaban “Al—Alarak”, desde tiempos añejos. Los condes Martín y Peñafierra acompañaban a don López de Haro en su retorno al castillo, dos ricoshomes de Logroño, descendientes del Conde Vela Ladrón. Habituales entre las levas de López de Haro y entre los principales activos por los que el alférez real se había destacado en su puesto. López de Haro atrajo desde la corte a muchos señores de enjundia y valor al norte de Burgos, arrebatados incluso a Navarra. Su carácter marcial y desabrido contrastaba con la generosidad de sus botines y la largura de sus concesiones. López de Haro entregaba casi todas las riquezas que capturaba, pero se guardaba para sí la joya más preciada de todas, que no compartía con nadie: el corazón del Rey de Castilla. Los citados condes Martín y Peñafierra comentaban la jugada de don López de Haro con el propio tenente de Alarcos: ‒Mi noble señor de Haro—decía Peñafierra, alto y desgarbado—. Poco prudente vuestro desplante. El moro es muy suyo para con estos desmanes. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒No he de discutir con lebreles si lo que busco es un jabalí escondido entre los zarzos—replicaba López de Haro mientras se sacaba los guantes de piel de caballo. ‒Bastaría haberlo planteado al heraldo y a sus équites acompañantes, ¿acaso no?—inquirió Martín, más rechoncho y robusto. Uno de los pocos capaces de echarle un pulso al noble Íñigo de Villafoz. ‒No se os paga para hablar, ni para decidir los parlamentos. ¿Acaso os he nombrado consejeros de alferazgo?—respondió con acritud López de Haro, que se encaminaba de nuevo al adarve. ‒Mi noble señor de Haro—insistía Peñafierra—, estamos vivos de milagro, pero seguís tentando a la suerte divina, aclaradme la vista un poco, solo eso pido. De no ser así, acudo raudo a las faldas de Frai Pimientos, pues me he de confesar por onanista recurrente. He estado toda la santa noche tocándome y pensando en mi querida Brunilda, por miedo a no verla nunca. Ahora mi mayor desazón es que me voy derechito a las puertas del infierno, después de la declaración de guerra que habéis espetado al califa almohade. ‒Perderás el miembro por onanista irredento, Peñafierra. Yo aguanté toda la noche sin si quiera pensarlo—replicaba Martín. ‒Tú has estado de coyunda con putas desde Nájera hasta Toledo, ¡malparido!—respondía receloso Peñafierra. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒¡Basta desgraciados!—interrumpió de viva voz don López de Haro—. Me pregunto en qué momento se perdió la sangre noble de vuestro linaje. Pareciese que hubiérase esparcido por las brechas que ensancha vuestra estulticia, perdida para siempre. Agarrad vuestras espadas y escudos, ¡acudid a la guardia de levante y dejad al alférez en paz de una vez u os hago ejecutar por lenguaraces!. Encalomado de nuevo al adarve, Íñigo de Villafoz se aproxima a su señor, para darle las nuevas. Las tropas están dispuestas y los hombres en sus puestos. Don López de Haro permanece impasible mientras recibe el informe de guarnición, mirando las hileras almohades, andalusíes, alárabes, los guzz, los hintatas, los masmudas… el formidable y devastador ejército venido del corazón del califato para devorar a los cristianos de Castilla. Aún se preguntaba por qué siguió sin más a su rey a esta locura, por qué aceptó la tenencia de Alarcos, por qué no cerró sus dominios del norte y medró, como los Laras, tras una cuota de poder más grande para él mismo y para sus descendientes; ‹‹no…››, se respondía a sí mismo, porque el señor lo sabía, porque Dios lo advertía, porque el mundo es de los que se arriesgan, de los que salen de su madriguera, de los que van más allá de sus tierras y de sus feudos, tras la mayor de las glorias… o la más rotunda de las derrotas. Solo el que se arrimaba al lado del rey incluso en los trances más complicados, podría tener su fidelidad y absoluta confianza; tanto, como para conseguir ensartarle una flecha y seguir gozando de su amistad. Rememoraba las penurias para financiar la locura del asedio a Cuenca. Solo el apoyo decidido JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios del alférez real, dio a don Alfonso VIII de Castilla la posibilidad de organizar un asedio de meses, a una de las ciudadelas más inexpugnables de aquella era; solo el empuje y la pasión de don Diego plegó a caballeros y a condes a soportar meses de asedio, abandonando sus gobiernos y tenencias durante largo el tiempo, a sabiendas del deterioro y la escasez postreros que nacen de la anarquía sobre las tierras. Y todo por llevar una idea hasta el final; una idea tibia, pero prodigiosa, una idea latente, enterrada en el pasado, desde la muerte de Alfonso VII, de nome el Emperador, una idea de locos cristianos: recuperar palmo a palmo cada una de las taifas, fortaleza tras fortaleza, asedio tras asedio, cabalgada tras cabalgada. Así era la combinación de cualidades del noble López de Haro: una mezcla de ambición controlada, tenacidad en su estrategia y coraje a raudales. Si bien, sobre todo, la voluntad de poner el pie en tierra enemiga, de escapar de su poltrona, tantas veces como fuera necesario, en pos de bienes mayores. Pero no todo han de ser benevolencias y coraje infinito; tal es que López de Haro cede por un instante, de manera casi imperceptible, sus piernas tiemblan ligeramente y pierde la respiración. Se apoya sobre una almena sintiéndose asfixiado, sofocado. Sabía que había pocas posibilidades de sacar su estrategia adelante. El fiel Íñigo, que conoce a su amo mejor que nadie, acude a ayudarle, con sobriedad, sin denotar su asistencia en brazos, JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios apenas. Reincorporaá al alférez en su sitio, mientras le preguntaba susurrante por su estado. López de Haro, sobrecogido en aquellos momentos, le confesó sus pensamientos: ‒¿Crees que he obrado mal, Íñigo?—dice, lacónico, López de Haro. ‒Yo vine aquí a morir por vos, a morir por el rey, a morir por Dios—responde el noble Íñigo. ‒¿Y crees eso de verdad?... yo no lo creo—habla el tenente con la mirada perdida en el vacío del precipicio que dibujan los haces de combate almohades—. Piensas en tu amada francesita. Yo pienso en mi esposa, en mis hijos. Pienso en poder vivir la vida en paz algún día. Eso sucederá cuando echemos al último perro agareno al mar, cuando el último Jimeno de Navarra caiga a los pies de Castilla, cuando León vuelva a ser uno con nos y con él, Portugal. Cada paso es duro, complicado, cada avance, salpicado de sangre. Mas no podemos pararnos. Pretendo vivir un día más, mi noble Íñigo, añoro vivir un día más, y pasar el trago de acudir a Toledo a decirle a mi rey que perdí su castillo y su gloria. Y vivir unos años remendando este descosido, para volver de nuevo por venganza y con fuego, sometiendo al insumiso, derrotando al imbatible. No pretendo caer con gloria en el campo de batalla, no en el día de hoy, amo demasiado a la vida, deseo que nos dé una oportunidad de venganza y consuelo. Por eso he desairado a esa legación del califa. De exponer claramente que el Rey de Castilla no se halla JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios entre aquestos muros, que no hay Laras si quiera entre ellos, pues al último lo desangré yo anoche como a un puerco, no habría más consuelo para el Miramamolín, que el de ensañarse con nosotros. De ser así, no nos quedaría otra que lamer las calzas llenas de boñiga de caballo del califa y de sus hombres. De abjurar de Dios nuestro Señor, o de ser decapitado en el acto… Una vez más, el terrible estrépito de los tambores invade la escena, sepultan el espíritu e interrumpen el monólogo de López de Haro. Los haces de combate avanzan, al frente, sus alcaides. El emir de Al—Ándalus ha caído en la batalla del día anterior, acuden en su venganza. La guerra se aproxima, con furia y sed de venganza, la muerte porta estandarte de blanco, hoy no hay suerte. Sin embargo, López de Haro sigue en sus trece, algo más resuelto ahora, prosigue su plática: ‒O tal vez si quiera eso, tal vez el califa decidiera resolver su frustración por la ausencia del escurridizo Rey de Castilla laminando esta ciudad, arrasando con todas las almas encerradas entre aquestos muros. Yo estaba allí cuando don Alfonso mandó redactar la carta para el Miramamolín, emplazándolo a la lucha, tildándolo de cobarde, despreciando sus fuerzas. Mientras aquí levantábamos los muros, solapados con los valientes freires calatravos, el rey no esperaba a las empalizadas y rugía al león del desierto. El rumor se hizo certeza. Los espías alárabes y andalusíes venían por doquier, a alguno le arrancamos la confesión, después de los dientes: el califa resolvería salir de sus montañas, acudir en nuestra JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios búsqueda, con formidable ejército, arriostradas sus cuitas ya, con los bereberes Benimerines. Acudiría como una ola, batiendo la orilla con mar agitada por las afrentas y las deshonras, como se agita el Cantábrico contra los acantilados, arrastrando las arenas de las playas, hasta dejar descarnada la roca hojosa y negra de Vizcaya. Los campos de Calatrava no son sino una endeble cala presta para ser barrida por el temporal almohade. Estamos lejos del espigón de Toledo. Aquí nada pararía la furia de la marea de agarenos… Los haces forman al sur de la fortaleza, esperando la señal. Se adelantan dos aljamaneques, con enormes contrapesos para arrojar moles de piedra contra los muros de Alarcos. El pavor y la desesperación comienzan a extenderse, más allá del sosiego. Mientras tanto, López de Haro, impávido y abstraído sanciona: ‒No, mi noble Íñigo, antes bien, es ese bastardo de Castro lo único que se interpone entre el desairado califa y nosotros. Solo su orgullo cristiano y su ambición, trastocada hace apenas un año en Tordehumos, cuando los dos reyes, de León y de Castilla, pactaron sus paces, haciendo desmerecer a este Castro. Él quiere algo más, sabrá ya que el Rey de Castilla, su primo, no se halla entre aquestos muros. Su mayor ambición era hacer presa de los Laras y arrodillar a don Alfonso VIII de Castilla. Ahora, el tal Castro, habrá de clamar al califa, si quiere sacar algo más de este encuentro, que la polvareda de los muros de Alarcos, una vez derribados, y tal vez la sangre de su tenente, aquí presente. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios El ataque está presto a su inicio. El noble Íñigo ya centra todo su interés en la batalla, con el sonoro eco de las palabras de su señor, el cual, ya se limita a contemplar impasible la pléyade mora que se avecina. Y es entonces cuando dejan de sonar los cuernos, sordos los tambores, la máquina de guerra se ha parado. Se ha congelado, rotundamente. El silencio se ha precipitado sobre los campos de calatrava para ocupar el vacío generado por el ruido ensordecedor de instantes antes. El noble Íñigo empieza a pensar que su señor, tal vez, solo tal vez, tenga razón. Tal vez haya una posibilidad. El milagro sucede, se abre paso entre la maraña de jinetes, espaderos y arqueros una nueva comitiva de paz. Ahora parecen todos cristianos, ahora se aparece ondeando en vivos colores ese estandarte del demonio; los Castro de nuevo irrumpen en el destino de Castilla a su estilo, que no es otro que trayendo la guerra. Al frente alardea el mismísimo don Pedro Fernández de Castro, apodado “el castellano”, por los moros. Es un hombre grueso, de edad mediana, cabello castaño y ondulado. Acude presto a los muros de Alarcos. De buena gana lo degollaría don López de Haro con sus propias manos. Mas es este caballero su única esperanza. De nuevo, reza a su Íñigo: ‒A mi orden, darás cuenta de ese bastardo si no se aviene a sacarnos de aquí de una pieza. De nuevo sale un grupo a su encuentro. Don Pedro Fernández se halla escoltado por notables caballeros y dos lanceros bien JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios enjaretados. No sería fácil llevarlo por delante. Los códigos de caballería exigen salir a su encuentro con similar montura, ni una más. Por si acaso, mejor ni una menos. Don López de Haro tiene las líneas de su guión, el pez ha mordido el anzuelo. La codicia y el desaire de Tordehumos arrastran a don Pedro a salir de su escondrijo. Se hallan ambas comitivas una enfrente de la otra sobre el hombro de poniente del cerro de Alarcos. A sus pies el Guadiana, turbio, no refleja los destellos del mediodía. Inicia su exposición don Pedro, en calidad de afrentado: ‒Me llamo Pedro Fernández de Castro, señor de Trujillo. Acudo a negociar la rendición de Alarcos, en los términos que se han de convenir. Hablemos en privado, don Diego… Dicho esto, se gira con su montura, levemente, alejándose de la escolta. En esto le sigue don López de Haro. Los guardianes se quedan atrás, sin perderse de vista un instante. Tras los pasos del Castro, López de Haro da apertura a sus particulares parlamentos: ‒Y bien, don Pedro, ¿desde cuándo luchan los Castro del lado del moro?—pregunta, con ironía, López de Haro. ‒Sabéis de sobra cómo funciona este negociado, don Diego. A veces somos vasallos y a veces somos enemigos de nuestro rey, así sople el viento. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒Se ve que terciaron las brisas después de Tordehumos, a la vista de vuestra alineación. ‒Precisamente, con más razón si cabe. Vos estuvisteis presente allí, al igual que yo. ‒¿Qué os aguijonea tanto como para volveros contra vuestros hermanos cristianos?. ‒El mismo factum que os hizo a vos participar de acuchillar a los cristianos de Navarra, en lugar de defenderlos de la prepotencia del Rey de Castilla. Nadie es santo, de entre nos, don Diego. ‒Seguís sin responder a mi pregunta… ‒Vuestro rey, mi primo, gusta acaparar todos los territorios, como hiciera su abuelo, recordad bien: el emperador. Los Castro han sido los señores de las extremaduras entre el Guadiana y el Tajo por designación del Rey de León y por los méritos contraídos luchando contra el moro y los portugueses, recordaréis, en Badajoz. Mi padre enseñoreó Trujillo y fue Mayordomo Mayor del Rey de León. Después de tantas penurias y tanta sangre derramada, aparece por allí vuestro amado Alfonso de Castiella, reclamando para sí las tierras que hay más allá de Ávila, para fundar Plasencia, dotarla de obispado y plantar su estandarte justo a los pies de la Transierra Leonesa, en el Valle del Jerte y a la vera de JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Monfragüe. Eso fue toda una declaración de guerra contra los Castro… ‒… y sin embargo, vuestro Rey de León, no quiso dar guerra. ‒No quiso dar guerra, por quedar folgando con vuestra hermana y dotarla a ella y a los de Haro con tenencias y castillos en León. ‒Si pretendéis ofender a mi hermana en grave pleito hemos de entrar. ‒Vuestra hermana Urraca sabe bien lo que sacó folgando del rey Fernando de León: mucha devoción y un potencial heredero de la corona. De todo ello se han pretendido beneficiar los de Haro. Bien pronto acudió mi buen don Diego a atender sus nuevas posesiones en León, abandonando a su Rey de Castilla, ¿verdad? ‒Face ya un tiempo de aquello. ‒En menuda la cuita que dejó el rey don Fernando de León a su heredero legítimo, don Alfonso. Con vuestra hermana pugnando, como ilegítima consorte, por alzar a su propio hijo Sancho, a la corona de León. ‒Mi hermana defendía sus derechos, ¿acaso no es cierto?. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒No si es por encima del primogénito e hijo legítimo del Rey de León y la infanta de Portugal, que no es otro que mi rey: don Alfonso de León. ‒Todo eso es agua pasada, en cualquier caso. ‒Agua pasada, ni mucho menos, mas bien escurrida y enlodada. Mi rey don Alfonso no pudo sacar la cabeza por Trujillo por pactar con su primo, el otro Alfonso, el de Castilla, vuestro amado rey, unas paces infecundas, para sacudirse de una vez a vuestra ambiciosa hermana de encima y de paso echar a patadas a los de Haro de su reino. Luego, en Tordehumos, acobardado y temeroso, mi querido Rey de León se vuelve a plegar a los designios del castellano, traicionando a la herencia de los Castro, abandonando a su suerte a mi señorío. ‒Tal, vez, don Pedro, sois vos poco digno heredero de vuestro padre, incapaz de domeñar los acontecimientos y dejando que se os escape de entre las manos lo que construyó vuestro glorioso y épico ancestro. ‒No, mi señor de Haro, estoy hastiado de estos imberbes reyezuelos bisoños que no saben ni guerrear entre ellos. No hay espaldarazo para mi señorío y mientras, a la marca, llegan mensajeros desde Hispalis, informando que el califa arma en Marrakech tamaño ejército, que se beberá los ríos y arroyuelos, que asolará los pastos y los viñedos, que rugirá a las puertas de Toledo. Busca aliados para su aceifa, quien le dé su apoyo ha de ser bien recompensado. Harto de los de Haro, de los dos JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Alfonsos, del proselitismo las órdenes de caballería, entregada la plaza mayor de Trujillo a los milites de Santiago, armo mis mesnadas y me marcho con el agareno. ‒La traición se puede llamar de muchas maneras, ladinas, todas ellas, mas son, al fin y al cabo, traición a vuestro pueblo… ‒… esa no es la cuestión, querido Diego, la cuestión es, que sin embargo, después de todo aquello, os hallo aquí de nuevo, estorbando en mi camino. Por eso mismo me pregunto, ahora más que nunca, por qué no echaros encima a todo el ejército moro que acampa allá abajo. ‒Os jugáis la excomunión, el Papa Celestino llama a la cruzada contra el moro. Quien no suscriba puede ser condenado. ‒El Obispo de Ciudad Rodrigo, don Martín, me dará el perdón a cuenta de otros méritos. El Papa de Roma no es nadie en estas tierras. ‒No estéis tan seguro, fue el primado del Papa, el Cardenal Celestino, quien refrenó a la Liga de Huesca, de la que vos os habríais beneficiado, sin duda. De otra parte, fue el legado papal, el cardenal Gregorio de Sant Angelo, quien patrocinó el Tratado de Tordehumos. Si no contáis con el favor de la eglesia, no solo seréis excomulgado, también menguaréis en amigos. ‒No hay aún clérigo, incardinado ni primado que haya solventado disputas entre nuestros orgullosos reyes. Más bien, JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios han puesto requisiciones a sus bienes y heredades, que a las cuestiones espirituales. ‒Podéis pensar como queráis, yo, por mi parte, aún recuerdo a los reyes Navarra y Aragón entrando en tierras Sorianas, recién fundada la Liga de Huesca, no face tanto el tiempo. Todos los reinos cristianos alineados contra Castilla, el Rey Lobo, vencido en Murcia, como único aliado contra los almohades. Entonces apareció aquel seco y macilento Cardenal Gregorio para meter el miedo en el cuerpo a todos los monarcas de esta tierra de locos y silenciando los tambores de guerra. La amenaza del purgatorio obliga a luchar contra el moro, no frente al cristiano, eso predica la Eglesia. Y sea como sea, la Eglesia está erigiendo a su líder en Roma, y la Eglesia, querido Pedro, es Dios y de Dios somos temerosos todos los Cristianos. ‒No es con la amenaza del purgatorio con lo que habéis de salvar vuestro pellejo—don Pedro empezaba a impacientarse—. Respondedme, ¿dónde se halla el apocado Rey de Castilla, mi noble primo, que parece haber huido raudo de la batalla que él mismo ha convocado?. ‒Marchó a Toledo, a ajustar cuentas con vuestro noble rey Leonés, quien parece no quiso atender su palabra de acudir a luchar contra el moro. Tal parece que ambos dos, el señor de Trujillo y el Rey de Léon, hubieran pactado en conventículo el desenlace de aquesta batalla, uno por activa y el otro por pasiva. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒Mi noble Alfonso de León ahora anda en sus paces con su primo Alfonso de Castilla, y a mí me han echado a patadas de su zahúrda, un año ha, en Tordehumos. Pienso ahora en los botines de guerra para desquitarme de las ofensas de mis descreídos primos, los dos reyes cristianos. Gran premio es para mí sacar al Rey de Castilla a hurtadillas de su gran fortaleza al sur de Toledo. Haber humillado a su tenente, quien abandonó a su rey en el fragor de la batalla y de nuevo humillar al mismo alférez del rey, a suplicar por su gente. ‒No tengo noticia de Castro alguno que atendiera a súplicas ni tuviera piedad. Y la pieza que soñábais cazar se os ha escurrido entre las manos, me temo. Ahora bien, podéis resarciros y volver con gloria a las faldas del Rey de León… ‒¿Lo veis, don Diego?, por eso he conseguido convencer a ese oneroso y terco moro Yusuf, aún a riesgo de mi cabeza, para que os que diera otra oportunidad de parlamento. Porque siempre guardáis vuestra mejor baza para la segunda carga— La expresión de don Pedro se volvió más jovial y cercana—. Se había bajado de su caballo y arrimado a un peñasco desde donde divisaba todo el ejército almohadeY bien, mi noble Diego: ¿qué me ofrecéis para evitar que os eche encima a este ejército grandioso, en nombre de Alá?.—Su mirada se perdía en un bajío de turbantes y chilabas. ‒Sé muy bien cómo funciona la política del exilio. Los reyes echan siempre de menos los brazos fuertes de sus señores de confianza. Somos nosotros quienes guardan sus fronteras, JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios controlas las ambiciones de otros, reunimos sus levas y hacemos pagar sus impuestos. Vos no sois una excepción. Entiendo que casi os echan a patadas de Trujillo sin remedio, que ante el inmovilismo del Rey de León, habéis optado por desnaturalizaros a tierras almohades. Los andalusíes os han ofrecido cobijo, sabiendo que es bueno contar con un fuerte aliado cristiano. Pues bien, ahora podéis volver conmigo a Toledo, a interceder entre el Rey de León y Castilla, los que se habrán de ver allí las caras. Ante el Rey de Castilla, yo os presentaré como el negociador de los moros y el que ha salvado los intereses y las almas de los cristianos aquí presentes. El Rey de León, por su parte, sabrá reconocer en vos al caballero que ha dado estocada profunda a su gran enemigo: el Rey de Castilla. Restaurado vuestro honor y bien dotado el servicio que habéis prestado indirectamente a la corona de León, vuestro rey volverá a acoger a un Castro como adalid de sus ejércitos y guarda de sus fronteras. Al fin y al cabo, siempre hubo un Castro en León para rastrojar Laras en Castilla, y refrenar las aspiraciones portuguesas en Extremadura y Galicia. ‒Suena tentador, sin duda. ¿A cambio de qué?. ‒Ni más ni menos que lo que transmití a vuestro heraldo: dejar libres a todos los cristianos de Alarcos, sin vejación ni mancha, sin abjuración ni perjuicio. Que nos permitan recoger a los muertos, darles sepultura o devolverlos a sus tierras. Bastante se ha perdido en la jornada. El califa encontrará mucha más resistencia en la cibdad vieja de Calatrava o en Consuegra. Que JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios conserve fuerzas y tiempo para las siguientes batallas. La gloria de hoy ya es suya. ‒Creo que podré convencerlo de esto. Mas creo también que alguna costa añadida tendrá. El Miramamolín se obstina en hacerse con alguna cabeza para su ajuar, preferentemente la del capitán de la plaza. Vuestra carga ayer fue terrible, debo decir, me costó muchos omnes. Pero sabed, mi noble Haro, que ayer también disteis buena cuenta del visir Abu Yahya, hermano del mismísimo califa, quien clama venganza, sentado en su tapiz, rezando a su Dios—responde a estas razones don Pedro, quien se muestra dubitativo. ‒El negocio no podrá cuajar si no vamos de la mano a Toledo. Vos elegís: permanecer en el ostracismo andalusí, o volver a llevar las riendas del Infantazgo, las llaves de León, quién sabe, tal vez la mayordomía del mismo Rey de León. don Pedro Fernández permanece entonces pensativo, apenas unos segundos. Abstraído, observando la magnitud de aquellas fuerzas concentradas frente a Alarcos, mascullaba pensamientos dominados por la codiciada gloria de volver a la vera de su rey en León, a la curia real. Ese era el resorte que López de Haro quería activar. Gran parte de su éxito, de la mano del Rey de Castilla, vino de saber leer las líneas de los deseos y motivaciones de los grandes señores del reino, de situarse a medio camino entre la corona y los condes. Don Pedro mira entonces hacia la tienda del califa Almohade. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Asiente, finalmente, dando la espalda a López de Haro, para tornar sobre sí mismo, y sancionar: ‒De acuerdo, aceptaremos vuestras condiciones… Vuelve a encaramarse a su caballo. Una vez en lo alto de su montura, amaga con atizar a su montura, pero se refrena, para hacer una última matización a López de Haro: ‒Haceos cargo, mi noble Diego, que no está garantizada la satisfacción del califa. Yo haré lo mejor posible por convencerlo, mas estad preparado. Si no se aviene a razones, que Dios os guarde junto a los vuestros, porque ya no habrá piedad.— Dicho lo cual, espolea tibiamente a su pequeño pero ágil corcel, saliendo al trote, de regreso. Se reintegra de nuevo el alférez real a su tenencia, junto a sus hombres. Aguardan de nuevo en sus puestos, y así pasa una hora tras otra. La tensión empieza a hacer presa en los soldados y caballeros. Solo aquel caballero de estatura notable y manejo formidable del látigo de guerra, de nombre Bertrand parece estar tranquilo. Ha visto el rostro de Dios y de la virgen, opina, y le han hablado del cielo. Permanece recostado sobre un lecho de paja seca esperando que su destino le lleve a las puertas del paraíso, o bien de vuelta a sus frías tierras molinenses. El noble Íñigo, por su parte, talla una figurita con trazos bastos, pues no es muy mañoso, pese a tener un cierto sentido de la proporción y la originalidad. Está recreando la figura esbelta y voluptuosa de su querida Annaïs. El bravo Girón, a su vez, sigue preso de JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios sus remordimientos y de la incompetencia tras noche anterior. En cierto modo, desea que se desate la guerra, antes que tener que regresar a explicar a su señor cómo dejó que su hijo y heredero callera en manos de López de Haro. Atusando el paño que había encontrado la noche anterior, que a ciencia cierta pertenecía a su amo don García Pérez. Y vuelven a sonar los cuernos, no tocan carga. Más bien a deshacer las líneas. Los hombres y las caballerías se pueden retirar a refrescarse y a pacer tras varias horas bajo un sol de justicia y a la espera de instrucciones. Casi todo el mundo respira aliviado, salvo López de Haro, que sospecha que el califa no va a aceptar sin más. Una hora más tarde acude de nuevo el heraldo de don Pedro Fernández de Castro, recibido a escondidas, junto a la poterna sur. Allí se ve a solas con don Diego, la tropa se inquieta y las rumorologías estallan entre los sitiados. Los términos de la rendición han sido expuestos y don López de Haro no regresa con cara de muchos amigos. Se dirige a su fiel Íñigo de Villafoz junto al resto de sus caballeros, incluidos los breves condes Martín y Peñafierra: ‒Disponed a todo el fonsado y huestes para la rendición— explica lenta y pausadamente—. Todos han de partir hacia el corro que se ha de formar ante la tienda bermeja del califa. El viejo agareno exige que cada caballero, soldado, villano o escudero acuda ante su presencia con montura, jaeces, abalorios y armas varias. Solo aceros y puntas de lanza. No quiere ningún arco ni ballesta a su vera… JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒… Lógico no querrá que le asaete algún temerario, como a nuestro rey…—interrumpe, torpemente, el Conde Martín. Tras un breve silencio, y una mirada displicente de don Diego en honor al estúpido comentario del Conde Martín, prosigue con su trágico pregón el destronado tenente de Alarcos: ‒… Estupideces aparte, todas las preseas serán entregadas ipso facto ante el califa, haciendo genuflexión en señal de respeto. De ahí se podrá partir libre, a hacerse cargo de los caídos o de retornarlos en paz a su tierra. Dejarán acémilas a disposición para acarrear los muertos. ‒Es un noble gesto, me veía rebanado por estos moros—afirma otro locuaz zopenco, cual es Peñafierro. ‒No acaba aquí la cuestión, mis nobles capitanes. El califa reclama mi cautiverio, accediendo a intercambiarlo por diez mil maravedíes de oro, para empeñarlos a mayor gloria de su dios, en el minarete que están alzando en Hispalis, a orillas del Guadalquivir. No es necesario que me entregue ahora, mas el califa reclama doce de mis capitanes, elegidos a su voluntad, para llevar como cautivos, en tanto que yo me entregue o efectúe la pechada oportunamente. ‒¿Y os vais a entregar mi señor de Haro?.—pregunta, estúpidamente, Peñafierro. De nuevo se alza un silencio sobrecogedor, el aire se puede cortar con un cuchillo, en finas tiras de ansiedad y JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios desesperación. El noble López de Haro tiene clara la respuesta; sin embargo, por una vez en su vida, no se atreve a expresarla. ‒… Por supuesto que no se va a entregar—Interrumpe la intriga el noble Íñigo Sánchez; el de Villafoz, midiendo los tiempos, sale de nuevo al paso de su señor—. Es el alférez del rey, Castiella le necesita, como el león de sus zarpas o el águila de sus garras. Nosotros estamos aquí al servicio de nuestro Dios, de nuestro rey y de nuestro señor. Dura pena es perder a quien rige, y así está escrito en los fueros. No podemos juntar recaudos para semejante rescate, menos aún después de la caloña que nos toca pechar al califa en el día de hoy. ‒Yo quisiera volver con mi esposa, si quiera decirle adiós…— de nuevo disiente el torpe conde Martín, espoleando el ánimo de don Diego. ‒¡No has de ser tú escogido como cautivo, pues serías más losa que beneficio, alfeñique!—grita don López de Haro—, preparadlo todo, antes del ocaso ha de estar finiquitado el asunto. Se disponen las huestes para la entrega. Las caballerías y los soldados se azoran en acudir a desfilar ante el califa y poder escapar de aquella encerrona. Unos quieren poner tierra de por medio, huir de aquel escenario. Otros pretenden recoger el cadáver de un familiar o un amigo. Ese es el caso de un caballero villano, de nombre Miguel Sonseca de Cubillas. En medio de la batalla había presenciado como su padre, de JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios nombre Godo Sonseca, caía muerto por una lanzada atravesando su cráneo de lado a lado. Miguel Sonseca era un caballero villano, sin heredades, cuyo padre estaba a cargo del gremio de arrieros del concejo de Atienza. Los arrieros de Atienza tuvieron un papel insospechado en devenir de los acontecimientos de aquel reino de locos que era Castilla, cuando salvaguradaron al niño rey que fue don Alfonso de Castilla. De alguna manera, los de Atienza se las arreglaron para mantener oculto al niño de las garras de su tío Fernando II de León. Había pasado ya, no obstante, mucho tiempo desde aquello. Miguel Sonseca barajaba ahora un futuro sombrío, a la trágica pérdida de su padre se sumaba la falta de heredades. Habría que ver cómo iba a ser capaz de recomponer la situación. Al menos otros dos rivales pugnaban con él por hacerse cargo ahora del gremio de arrieros. Por ahora, su mayor interés era poder llevarse el ya pestilente cadáver de su querido primogénito, a fin de darle cristiana sepultura. Ya salen los sitiados de Alarcos, el día está declinando, el rey malherido debe andar ya en Guadalerzas, o bien cerca de llegar allá. Se dispone la comitiva de rendición. Salen ordenadamente y el fila los caballeros y los villanos. El bravo Girón sale al frente de los suyos, desolado, tras el triste resultado de la jornada previa y la ulterior. Después salen los restos de los concejos que han asistido a luchar con el tenente de Haro: Logroño, Navarrete, Nájera, Treviño, Vitoria, Belorado, Cerezo, Bureba, Miranda y Calahorra son algunos de los que desfilan. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Largo camino de vuelta les espera, entre los rigores del sol y la falta de comida. Las alimañas de Malagón a Guadalajara se esconden en sus madrigueras. Un ejército de castellanos hambrientos amenaza con devorarlas a todas, de regreso a sus hogares, incluyendo bulbos, babosas, pescados, ganados y acémilas. El hambre va a hacer estragos entre las tropas. Todos desfilan ante la tienda del califa, cual se refugia del sol en su seno, a la sombra, entre tapices y alfombras, rodeado de oficiales y abanicado por esclavos. Todos desfilan, abandonando sus pertrechos e hincando rodillas. Luego parten, aliviados, unos hacia el norte, directos, sin mayor dilación. Otros, como el desconsolado Miguel Sonseca, hacia la morgue improvisada en forma de pila por los almohades. Muchos de los cuerpos están tremendamente desfigurados, desnudos, cercenados. El vencedor se ha cebado y regocijado en los restos de la derrota cristiana, algo habitual, por otra parte. La guerra es un acontecimiento esencialmente deshumanizador, como a menudo lo son los propios seres humanos. Llegado el momento, López de Haro, al frente de los suyos, se postran ante el califa; la vergüenza de un reino, su adalid sometido y rogando por su vida. Entregando la fidelidad de sus hombres para salir indemne. Don Pedro Fernández de Castro preside la comisión delegada por el califa en la selección de los cautivos en nombre de López de Haro. El noble Íñigo se muestra impávido al frente de ellos, firme, esperando su suerte. Los condes Martín y Peñafierra sufren de un canguelo estrepitoso, les tiemblan las piernas. El bravo Girón observa la JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios escena en lontananza, de alguna manera se alegra por la gloria truncada del noble López de Haro, pese a la derrota sufrida y las bajas acumuladas. El capitán de La Molina, encuentra el consuelo en la humillación de López de Haro, mientras se dice a sí mismo: ‹‹El califa te ha dado tu merecido, López de Haro››. Paradojas del destino, contaba don Diego López de Haro con vender a las huestes de Lara a cambio de su libertad y, sin embargo, el califa le hizo optar por que entregara las suyas propias; ciertamente, Girón se alegraba por ello. El Señor de Trujillo camina con los brazos en jarra, se aproxima a don López de Haro, a quien dirige una mirada cómplice. Después se acerca con cortos y marcados zancos hacia el primero de la línea: el noble Íñigo. Observa de arriba abajo, mira de soslayo don Pedro a nuestro caballero autrigón. El de La Bureba no tuerce el gesto ni deja de clavar su mirada, desafiante, sobre señor de los Castro. En el último instante, don Pedro agacha levemente la cabeza, cosiendo con una leve sonrisa el rubor que le produce la presencia de Íñigo, al que sin embargo, parece que va a eximir de ser cautivo. Así pasa a los siguientes, poco a poco va escogiendo a otros notables caballeros, distinguidos por enseñas, ropajes o por su ubicación en la línea. Apenas ha seleccionado al último de los cautivos, cuando uno de los mismos rompe a llorar, desconsolado, para mayor vergüenza de los allí presentes; se revuelve y acude a postrarse a los pies de don Pedro, quien lo mira con desdén. Hace un gesto a dos gigantones de la guardia negra del califa, para que acudan a quitarle de encima al quejumbroso caballero: JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒Mal servicio valorará vuestro señor López de Haro como para pagar por vos, viendo como os echáis a llorar, rogando a mis pies—insinúa el Castro, desprendido, al impetrante caballero—. ¡Que le corten la cabeza, este ya no sirve a ninguna de las partes…! López de Haro, por su parte, no mueve un ápice ni hace gesto alguno más que mirar también con desdén al plañidero. Agacha la cabeza el alférez real, en señal de desaprobación y vergüenza. El noble Íñigo, sin embargo, observa la escena, más agitado, al contrario que su señor. El pobre caballero gimotea por su vida, ha caído presa del terror y la desesperación, algo que puede suceder hasta al más cierto guerrero; es arrastrado unos metros por los dos fornidos senegaleses de la guardia negra. Uno ya saca una enorme cimitarra, consagrada a ejecuciones sumarias. El caballero yace de rodillas ante los ejecutores, mientras el noble Íñigo aprieta los dientes, y López de Haro observa el cielo, absorto, ignorando la situación, esperando salir del trance. El verdugo negro alza el estilete presto a ejecutar la sentencia, una mala forma de morir, sin duda. Un afilado cuchillo vuela por el aire, raudo, hasta clavarse en el costado del verdugo. El noble Íñigo lo tenía guardado en los calzonas. Decide tomar parte en la ejecución sumaria, saliendo en defensa de su compañero. Se abalanza sobre el etíope acuchillado y, de un empujón, le arrebata la espada. El otro gigantón africano echa mano de su espadón, y en un abrir y cerrar de ojos comienzan a luchar. Los aceros restañan en el aire varias veces. El noble Íñigo se siente lento y torpe con ese JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios alfange que no tiene costumbre de usar. Su contendiente, por contra, descarga golpes con furia, haciéndole perder el sitio, cuesta abajo, en la ladera del cerro donde se halla la tienda del califa. Todo el mundo asiste obnubilado a la contienda. El otro africano se reincorpora, malherido, pero su corpulencia le da una resistencia asombrosa, se saca el cuchillo del costado, lo que puede tener funestas consecuencias para él. Con el cuchillo en la mano, se abalanza sobre el noble Íñigo, quien esquiva la estocada por poco. Mientras, su contendiente sigue descargando golpes terribles, con mayor fiereza si cabe, pues se sabe superior con su espada. Íñigo mira a su alrededor, todo el mundo está quieto, boquiabierto. Sin recato el guerrero de La Bureba se abalanza sobre la pila de espadas desechadas por los cristianos ante el califa. Sabe que no tiene más chance si no es con armas de las suyas. Ya no tiene nada que perder. Nadie parece pretender interrumpir la escena, López de Haro está petrificado, mientras que el Castro parece estar disfrutando la justa. No se hable más, a combatir, tocan. El noble Íñigo se agencia una espada corta de amplio gavilán plateado, bien equilibrada. Ha habido suerte, pues no había tiempo para escoger. Apenas está echando mano de una rodela cuando se abalanza de nuevo el sengalés. Descarga con furia el negro un estacazo recibido con la rodela por el de La Bureba. Siente las lajas de madera del escudo quebrarse a la vez que casi lo hace su brazo. El etíope golpea con una potencia descomunal. Por eso están en la guardia personal del califa. Por suerte, Íñigo no es precisamente un endeble y aprovecha la inercia del gigante JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios negro para acarrearlo y lanzarlo por encima de sí. El etíope vuela y cae de espaldas, sorprendido por la maniobra de Íñigo, quien se dispone a rematar la faena. Se halla el espigado africano en el suelo, aturdido por el vuelo y totalmente indefenso, cuando llega en su auxilio su compañero, armado aún con el cuchillo que instantes antes llevaba ensartado en su costado. Íñigo distrae su atención brevemente en pos de evitar la afilada cuchilla y en un rápido y contundente gesto esquiva a este otro atacante sobre el que descarga un espadazo que sesga la espalda del enemigo en diagonal. El tajo es profundo y se ha llevado por delante la mayor parte la musculatura posterior. Entre dolores terribles el valiente guardián cambia de mano el cuchillo, pues su diestra está inoperante debido a los tendones seccionados de su espalda a hombro. El arrojado africano empieza a respirar con dificultad, pues sufre un neumotórax que está contrayendo su pulmón, presionado por el aire que penetra por la herida que él mismo ha abierto al sacarse el cuchillo. Ahora se encuentran ambos sengaleses de cara con nuestro autrigón castellano. Atacan a la par. Sin embargo, ahora el bravo Íñigo tiene las armas adecuadas, guarda el sitio, ya no espera nada, si acaso su ejecución tras la reyerta. De nuevo esquiva la embestida, hiriendo al que sabe más débil, esta vez en la pierna. Uno cae así, sobre su rodilla derecha. El otro, entero y de una pieza, ataca de nuevo. Dos mandobles enlaza el negro, desviados por el acero de Íñigo, el tercero no llega a buen puerto pues antes recibe una estocada en la boca del estómago orientada hacia arriba, que por poco no parte su corazón en dos. Suficiente para hacerlo caer, inerme ya. Un JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios gañido final del maltrecho contendiente armado con el cuchillo, obstinado en acabar con Íñigo, más allá de lo humanamente soportable. En un último y rápido gesto, el capitán esquiva primero y cercena después la cabeza del malherido senegalés, para después hacer lo propio con el exangüe portador de la cimitarra quien, de rodillas, espera su suerte, sin poder apenas alzar los brazos. De inmediato Íñigo es rodeado por arqueros guzz, prestos a recibir la orden de ejecución; el noble Íñigo suelta sus armas en el suelo y espera de pie su suerte; tensan las cerdas de sus potentes arcos compuestos los persas. Apenas un instante antes de que procedan a asaetar al valiente Íñigo, un grito interrumpe la ejecución. Entre los congregados, el autrigón atiende a distinguir la figura del oficial que en la jornada anterior por poco no acaba primero con el Rey de Castilla y después con su propia persona. Viste totalmente de negro, a la usanza de los bereberes de Yfrikiya, camina altivo y está apenas saliendo del interior de la tienda del mismo califa. Mientras se acerca al erguido Íñigo, sostiene una sonrisa aviesa, retorcida. Se acerca hasta enfrentar al valiente capitán castellano. Ambos se miran fijamente. El nakib procede entonces a rodear al noble Íñigo, a quien observa y revisa completamente. Dirige a continuación unas palabras en lengua bereber a sus hombres. Varios de los soldados zenetas, de las tribus del Magreb, se arriman y rodean al gigante con sus lanzas. Finalmente, dirige unas palabras en un romance bastante claro hacia don Pedro Fernández: JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒Así será que este altivo guerrero sea hecho preso en lugar de aquel otro—dice mientras señalaba son su cimitarra al caballero que minutos antes rogaba llorando por su libertad. ‒¡No puede ser, la elección ya estaba fecha!—don López de Haro tomaba parte en la discusión, en defensa de su mejor capitán—. ¿Con qué derecho y mando este oficial cambia los términos negociados por don Pedro?. El nakib guarda entonces silencio. Don Pedro se adelanta unos pasos, para hablar en confidencia a don Diego: ‒Moderad vuestro lenguaje, no os conviene soliviantar a este joven. ‒¡Es un simple oficial, reconozco sus enseñas, un vulgar nakib!. ‒Eso fue hasta ayer, don Diego, vuestra caballería acabó en batalla con el visir de Andalusía: Abu Yahya, como ya os dije antes, mientras luchaba al frente de los soldados alárabes hintata. Hoy, el califa ha elegido a un poderoso jefe tribal como nuevo visir: Hassan Abd-el Walif. El joven es su sobrino y lugarteniente: Hicham Abd-el Walif. Vuestras huestes, don Diego, han puesto a este joven al mando. Y os puedo asegurar que no debéis contrariarlo aún más—Tras estas palabras, don Pedro de Castro torna la mirada hacia el agudo Hicham, mientras alza la voz para aclarar—. Así será la voluntad del califa y de su visir. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Íñigo se abalanza sobre don Diego, tomándolo del brazo. Don Diego hace lo propio en un gesto de hermandad poco habitual en su persona. Ambos se miran fijamente, mientras el noble Íñigo le hace una última rogación: ‒Vos y yo sabemos que no ha de haber rescate…—don Diego no responde. ‒… Solo os pido que os ocupéis de mi querida Annaïs, que no quede sola. ¡Por Dios, decidle que la amo con todo mi ser!… Sin más palabrería, cinco zenetas se abalanzan sobre en noble Íñigo para llevárselo a empujones. Mientras, lozano y altivo, el agudo Hicham observa a su adversario, convertido en cautivo, con orgullo indisimulado. Antes de retirarse de nuevo, rebana el pescuezo del caballero doliente cuyos gemidos habían desencadenado todo el entuerto. Después se acerca lentamente al noble Íñigo, refrenado por aquellos cinco hombres del desierto. Mientras limpia el filo de su espada, teñida de la sangre derramada por el degüello, se arrima a pasos firmes y pausados hasta el frente del autrigón, antes de susurrarle unas últimas palabras: ‒Ahora el cobarde está muero y vos sois mi cautivo. Tal parece que de nada sirvió vuestro gesto. Tras estas palabras, se retira de nuevo a la tienda del califa. El noble Íñigo mira fijamente a López de Haro, quien le devuelve la mirada; Íñigo se resiste a ser amarrado y no pueden JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios refrenarlo los cinco recios hombres que lo aprisionan. Un leve gesto de López de Haro, asintiendo, es suficiente. Se lo ha jurado, sin duda, López de Haro cuidará de su querida Annaïs. Ahora, el noble Íñigo podrá marchar, al menos, despreocupado por el destino de su esposa. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios CAPÍTULO XIV. EL DÍA QUE ARDIÓ EL CIELO JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Pasaron unos pocos días, ya había abandonado Toledo el grueso del ejército castellano, había calma tensa en la ciudad, se respiraba, se olía, se mascaba incluso. El aire Toledano era sofocante esos días, pareciera ser el mismo demonio el que follaba las ascuas del infierno en espera de una arribada masiva de almas pecadoras, de penitentes de Alarcos. Aquella noche permanecía Fernán asomado al balcón de la casa, como en ocasiones anteriores, observando la claridad de la noche Toledana, bañada por la tétrica luz de la luna llena. Apareció al poco Raquel, dispuesta a hacerle compañía. Al principio se saludaron, de manera algo indiferente. Era extraña la manera en que se habían distanciado últimamente, y ninguno de los dos tenía claro el por qué. Permanecieron en silencio por unos minutos, ambos, observando las estrellas. Raquel deslizó levemente la mano sobre la baranda de forja, hasta tomar la de Fernán. El joven caballero se mostró indiferente a este gesto. Al poco, habló Raquel: ‒¿Tienes miedo, Fernán?. ‒¿Acaso no debiera tenerlo?...—Fernán no estaba nada receptivo. ‒Yo estoy aterrorizada, Fernán. ¿Qué será de nosotros, de mi familia?: mi pobre abuela no está en condiciones de moverse, ni de afrontar calamidades de nuevo; mi padre está muy preocupado por el Alacava; mi tío teme por sus hijos; y vos, Fernán, vos ahora empuñáis una espada… JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Ahora Raquel sí empezaba a captar la atención del hierático Fernán: ‒Fui armado caballero, es un buen designio. ‒Decidme, Fernán: ¿qué os librará ahora de tener que salir a luchar por el rey a los campos de Calatrava?; peor aún, ¿a luchar por los despojos que queden detrás?. ‒¿Acaso es eso lo que os preocupa?. ‒La vida era más sencilla cuando leíamos nuestros libros y escribíamos nuestras traducciones. Ahora… ahora todo se ha complicado. ‒No cambiéis la cuestión. ¿Os desasosiega tanto que yo empuñe una espada ahora?. ‒Fernán yo… yo no quiero que os traigan un día de vuelta a la Aljama sobre vuestro escudo, desangrado como un puerco. Es más: ¿a qué caballero cristiano se le va a permitir juntarse con una judía, si no es para folgar, nada más?. ‒Entonces, es eso, ¡eso es lo que os produce tal pesadumbre!— Fernán se sentía muy contrariado, había depositado muchas esperanzas en su futuro como caballero. Jamás pensó que podría ser un obstáculo para Raquel. ‒Solo quiero decir que… JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒¡Habladme, Raquel!. ‒No podría soportar perderos, no podría soportar que os arrepintieseis de haberos arrimado a una simple judía, que me repudiaseis, o que me llegara noticia de vuestra caída en el campo de batalla…. ¡La maldita guerra ha vuelto a las puertas de Toledo, y vos, vos os habéis hecho armar caballero, para sumergiros de pleno en ella!. Dicho lo cual, la muchacha abandonó precipitadamente la terraza, sumida en lágrimas y sollozos. Fernán, por su parte, quedó allí, petrificado, inerme. ¿Qué podía responder a aquello?. El joven caballero tan solo aspiraba a una vida sencilla y, en cambio, la vida se empeñaba en poner abrojos a sus pies en cada paso que daba adelante. Permaneció así durante una hora más, sin saber qué hacer. Optó, a altas horas de la madrugada, por retirarse a intentar dormir. Se recostó en su colchón de lana, tirado en el suelo, en la habitación que compartía con los hijos de Abdel, el hermano de Hayyim. Allí, recostado, padeciendo los rigores del calor de la noche Toledana, observaba el prolongado haz de luz lunar que apenas mantenía en penumbra la estancia. Allí, tan abstraído en sus cogitaciones, no prestaba atención al perentorio cansancio tras una larga jornada de trabajo, ni siquiera al tórrido ambiente que se respiraba en la estancia, apenas aliviado por el frescor de la madrugada. Aquella noche, sin duda, no podría conciliar el sueño. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Pasaba ya un largo rato desde que tomó el lecho nuestro joven Fernán, cuando sintió los goznes de la puerta al abrirse esta lentamente. Apenas pudo distinguir una figura fantasmagórica en el rellano, que poco a poco tomó forma al aproximársele. Vestía un camisón claro, a la luz de la luna. Se postró la figura de rodillas, alcanzando a gatear pausadamente hasta sus pies. Entonces pudo notar levemente la fragancia de Raquel. La muchacha empezó a levitar, suavemente, sobre las piernas del joven Fernán, y así continuó, como flotando, hasta encontrarle cara a cara. Lentamente, agachó la cabeza, para besar al joven caballero en los labios. Al principio, fue un beso tibio y dulce. A los pocos instantes, Raquel introdujo con firmeza su lengua en la boca de Fernán. La respiración de los dos se empezó a agitar, sobre todo la de Raquel. Fernán, por su parte, procuraba no prestar demasiada atención a los ligeros ronquidos de sus compañeros de habitación, menos a que pudiera despertarse alguno, descubriendo la escena. Se sintió tan excitado, cuando apenas terminaba de pensarlo, que se olvidó por completo de aquello, dedicándose de lleno a saborear la boca de Raquel. Ella le tomó las manos, se encontraba a horcajadas, con sus muslos firmemente anclados a la cadera de Fernán; y se las llevó debajo del camisón de cendal que llevaba puesto. Fernán sintió la tersura de su piel blanca y fría, recorrió sus caderas, sus nalgas, tan perfectas, tan suaves. Remontó las caderas, palpando sobre su vientre, hasta alcanzar sus senos, turgentes, voluminosos. Apenas llegaba a rozarlos, cuando notó la tensión de los pezones, que parecían querer arañar sus palmas. Estrujó con fuerza los pechos de Raquel, mientras ella besaba su cuello, JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios mientras mordía el lóbulo de su oreja con denostada lujuria. Fernán estaba fuera de sí en su excitación, notaba el vello púbico de Raquel rozando su vientre, lo que le hizo lanzarse a acariciarlo, lo agarró con fuerza, con una de sus manos. Luego alargó los dedos, buscando su vagina, que encontró con facilidad. Pudo sentir un cálido líquido, ligeramente viscoso, derramándose lentamente sobre la palma de su mano. Sin más dilación, Raquel introdujo su mano en el calzón de Fernán, deslizó la prenda hasta sus rodillas, después se terminó de sacar el camisón, quedando completamente desnuda sobre él. Apenas hizo falta más para disponer de toda su virilidad desplegada por parte joven mozo. Él pudo sentir lentamente el calor de la vagina de Raquel sobre su glande. Raquel se introducía el pene con precaución, pues era virgen y notaba algunas molestias. No era menos cierto que ella se sentía muy excitada, pues aquel muchacho la hacía vibrar, sentir, la hacía volar, porque sabía, tan bien como se conocía en su propia anatomía, que aquel mozo la amaba, que la deseaba como mujer, como hembra, como amiga y compañera, en cada rincón de su cuerpo y de su alma, desde el mismo instante en que se cruzaron sus vidas, en el Alacava… no podría entregarse más a nadie, porque nadie podría ofrecerle más a cambio. Para cuando Fernán la penetró por completo, sintió el calor de la humedad de Raquel, contrastando con el frescor de su piel. El escaso vello de Fernán se erizaba en contacto con la tersura de la moza, cuando ella empezó a agitarse, a contornear la cadera, suavemente al principio, luego con energía. A pesar de su virginidad, era tal su excitación, que recibía con soltura los JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios envites de su amante, cada vez más a dentro, cada vez más cálidos. La humedad de Raquel se iba derramando sobre las caderas de Fernán, mientras ella le agarraba con energía de la cabellera. Ella empezó a gemir, de manera descontrolada, tanto, que Fernán temió por que se despertaran sus primos, acostados a algo más de una vara de distancia. Consciente de la situación, a pesar del calor del momento, tapó con fuerza la boca de Raquel, que seguía agitándose a lomos de Fernán, desbocada como estaba. La mano de Fernán entrecortaba la respiración a Raquel, pero ella no cesaba en sus contoneos. Controlada la situación y los gemidos, Fernán se reencontró con el cielo al notar a Raquel impasible mientras Él oprimía con fuerza sus labios, sin que ella dejara de moverse, entre jadeos discontinuos. Ello encabritó aún más al muchacho, quien ya perdió el sentido, para, pocos instantes después, derramarse por completo en una serie de prolongadas eyaculaciones, mientras notaba cómo su amante se agitaba también con unos leves espasmos. Recién profesado el orgasmo, aparentemente mutuo, de la pareja, Raquel retiró gentilmente la mano de Fernán de su boca, mientras se recostaba sobre él, a horcajadas aún, a lomos de la hombría del muchacho. Permanecieron así, abrazados, ella sobre él, él dentro de ella, largo rato. Un par de ocasiones se removieron los primos de la moza en sus camastros, mas no les prestaron ya atención, estaban totalmente dedicados el uno al otro, sin más. Para cuando recuperaron el sentido de la realidad de nuevo, desfogados de la pasión de unos minutos atrás, Raquel se ajustó levemente en su posición, susurrando unas palabras al oído de JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Fernán: ‹‹…Ahora, mi amor, seré tuya, solo tuya, para siempre…››. Raquel se incorporó sonriente, con soltura y delicadeza, tomó su camisón en sus manos y se deslizó a hurtadillas, aún desnuda, de vuelta a su habitación. Desde el rellano, lanzó un beso a Fernán, quien yacía, también sonriente, sobre su jergón de lana, observando las perfectas curvas de Raquel en las tinieblas. Tras la despedida, Fernán apenas tardó unos breves instantes en sumirse en un sueño cálido y reconfortante. El joven, descuidado del futuro, seguía dando pasos hacia un precipicio de tristeza y de desgracia. Amaneció una hermosa mañana al día siguiente, una cálida mañana del veinte de julio del año de nuestro señor Jesucristo de 1195. La ciudad amanecía inquieta, no había noticias del ejército ni del Rey de Castilla en Alarcos, lo cual, no era en sí buena noticia. Los jóvenes amantes, no obstante, permanecían abstraídos de todo lo que les rodeaba. Mientras tomaban un frugal desayuno, intercambiaban los dos sendas sonrisas de complicidad. Este hecho no pasaba por alto al insigne Hayyim, que se regocijaba de que la pareja se volviera a llevarse bien. En aquel momento entró la abuela Shula con una prenda en las manos, ni corta ni perezosa se dirigió a su nieta para preguntarle, sobre la mesa: ‒Hija, has manchado el camisón en la noche—decía la abuela, mientras mostraba el camisón, con una pequeña mancha de sangre, a todos alrededor de la mesa. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒¡Madre por favor, estamos desayunando!—alzó la voz Hayyim, reprochando la actitud de la abuela Shula. ‒Sí, he debido manchar esta noche—respondía Raquel intentando cubrir sus huellas. ‒Pues se te ha adelantado mucho, ¿no?—La abuela Shula tenía muy controlados todos los aspectos de la vida de su nieta. Raquel se ruborizó ligeramente ante la tosquedad de su abuela, que no solía mostrarse diplomática ni discreta. Ante las afirmaciones de la abuela Shula, la espontánea reconciliación de los dos jóvenes, el rubor en las mejillas de Raquel y la evidencia física de una probable cópula con rotura del himen virginal de su hija, al médico sefardí no le llevó echar más cuentas para averiguar lo que había pasado. Entre las figuraciones que se hacía Hayyim, a propósito de las notables evidencias, tan solo había una idea errónea: no, no fue Fernán, quien se había colado en la habitación de Raquel, aquella misma noche, para hacerle el amor a su hija, más bien, fue al revés. Acto seguido, Hayyim se atragantó con la comida, fruto de la impresión, lo que terminó de sobresaltar a todos en la mesa. A partir de aquel momento, y durante el resto de la mañana, estuvo muy pendiente de los dos amantes. Se sentía indignado por lo sucedido. Raquel le preguntó a su padre por qué no acudía, como todas las mañanas, a abrir su dispensario en el Alacava, máxime, con el buen negocio que se hacía en estas fechas. El insigne Hayyim, por su parte, respondió con evasivas JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios a su hija. Sin saber cómo, el abierto y vivaracho Hayyim se comportaba como un viejo huraño que cuidaba de su tesoro dorado; malhumorado y vigilante, envió a Fernán a la Escuela de Traductores a que hiciera una gestión, para cuando por fin se quedó a solas con su hija, decidió presionarla para que hablara: ‒Raquel, hija mía—inquirió Hayyim a Raquel—. Debería hacerte una revisión, es extraño que mancharas esta noche; por precaución, ya sabes… ‒No pasa nada padre—respondió Raquel agobiada—, es una pequeña pérdida, nada más. A veces nos pasa a las mujeres. Lo sabrás tú mejor que nadie. ‒Me preocupa que tengas alguna pequeña hemorragia, ya sabes que se pueden tener complicaciones, me sentiría más tranquilo. ‒¡Basta ya padre!, os lo ruego, son cosas de mujeres…— sancionó Raquel con severidad. El insigne Hayyim torció el gesto, indignado, quería hablar a las claras a su hija, pero era incapaz. Se sentía traicionado, casi violado, por el engaño de los dos jóvenes. Ciertamente, se comportaba como el perfecto estúpido, después de todo, era lo que siempre había deseado para ellos dos. Sin embargo, hubiera preferido una petición formal del mozo Fernán. En JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios cambio, pensaba: ‹‹… ese gañán se ha deslizado como una serpiente en la noche para metérsela a mi hija…››. Fernán, en cambio, rebosante de optimismo, tras pasar la noche más feliz de su vida, caminaba, henchido de alegría hacia el Alacava. Pensaba, para sí mismo, que ese mismo día iba a pedir la mano de Raquel a Hayyim: ¿por qué perder más el tiempo, por qué esconderse?. Se desvió de su camino hacia la escuela, abstraído por completo en sus planes de casamiento, en busca de la tienda del prestigioso orfebre donde el propio Hayyim encargó, tiempo atrás, los brazaletes que él mismo lucía en sus roídas muñecas. Una vez allí, tiró de todos sus caudales para comprarle un hermoso anillo de plata a Raquel. No quería perder más tiempo, volvería esa misma mañana a declarar sus intenciones abiertamente. Al salir de la pequeña tienda, se dio de bruces con Triguero, quien le vigilaba desde fuera: ‒Te he venido siguiendo hace un rato—decía Triguero—. Me preguntaba a dónde demonios ibas. Y ya he visto a qué…—El cuadrillero se sonreía con malicia. ‒Bueno, es un pequeño regalo—Fernán, se hacía el remolón. ‒¡Ahí va!, no me digas más, ¡ya se la has metido a Raquel!— Triguero no contaba con la delicadeza entre sus mayores virtudes. ‒¿Por qué eres tan retorcido?—Fernán intentaba mostrarse indignado mientras se sorprendía de la clarividencia de Triguero. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒Un hombre solo acudirá como loco a comprar una alhaja a una mujer, cuando esta le haya entregado algo digno de tal presea. Cuenta: ¿qué tal te fue?, debías estar hecho un toro… porque tú, ¡tú lo que es folgar, folgas poco o nada!. Triguero irrumpió en una sonora carcajada allí en medio de la calle, a lo que Fernán se ruborizó también, ligeramente, mirando a su alrededor con vergüenza. Sin embargo, le importaba poco aquello, se sentía feliz, gustoso de poder reírse junto a Triguero de aquella circunstancia. Respondió entonces: ‒Escúchame Triguero, pues no ha estar entre los defectos de un caballero el hablar de sus intimidades, ni revelar las virtudes de su dama. ‒¡Ja, ja, ja!... lo sabía, sabía que te la habías tirado… ¡por fin!. ‒Basta ya, Triguero. ‒Hacíamos apuestas, ¿sabes?: algún cabrón apostó que a ti lo que te gustaban de verdad eran los machos… Entonces, prorrumpieron carcajadas entre ambos. Los dos continuaron la sonora risotada en medio del Alacava por largo rato. Una vez recuperados, presa los dos de fuertes dolores abdominales, Triguero terminó apostillando: ‒Disculpa amigo mío, de veras, tenía que decirlo. Me alegro mucho, es lo que todos os deseábamos. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒Gracias, Triguero. ‒Ahora échale huevos y vete a hablar con Hayyim, conociendo al físico, no tardará en atar cabos y notar que te has beneficiado a su hija. ¡Uff, te compadezco!, el viejo médico es muy abierto para todo, hasta que hablamos de su hija, entonces saca el león a pasear. ‒Y qué más me da, nos queremos, nos amamos… y ahora lo sé—Fernán flotaba en una nube. ‒Anda, polluelo, tanta cursilería amaga con darme arcadas, vuela ya. Voy contigo, si vas en serio, quiero presenciarlo. Además, alguien tendrá que parar los golpes. Volvieron hacia la Aljama los dos amigos, entre bromas y más risas. Triguero detallaba los aspectos de las apuestas alrededor de la pareja, incluso ofrecieron al mismísimo comendador entrar en la timba. Triguero explicaba a su vez la alegría que le producía al ilustre Ordóñez la buena ventura que había entre Raquel y Fernán y como procuraba que no se le notase, si quiera, a espaldas del propio Fernán. Salían ya del Alacava, cuando se toparon con el interfecto. El comendador Ordóñez acudía, serio y circunspecto, acompañado de tres… ¡amazonas!. No pudieron evitar la enorme sorpresa que les produjo el encuentro, no solo por la inesperada visita del calatravo, si no por su extraña compañía. El comendador se dirigió, sin más miramientos, a los dos compañeros: JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒Y Hayyim, ¿está en su dispensario?.—No había prerrogativas por parte del ilustre Ordóñez. ‒No, hoy no ha salido, se halla en su casa—respondió Fernán, ahora más serio. ‒Perfecto, en ese caso, vamos para allá todos. ‒Pero, ¿qué sucede, por qué tanta discreción?—inquirió Triguero. ‒No debemos hablar nada aquí, estamos en plena calle, ¡rápido demonios!—El comendador se mostraba extremadamente contrariado. Avanzaban raudos hacia la casa del insigne Hayyim. Triguero no quitaba el ojo de las tres équites femeninas mientras que alguna de ellas, a su vez, no se lo quitaba al propio Triguero. Pronto llegaron al hogar de los Al-Fakhar . Pareciera que el médico estuviera esperando intencionadamente a Fernán, para darle un sonoro responso, en reproche por su actitud, pues se encontraba sentado en su enorme puff, con cara de pocos amigos, enfilado hacia la puerta. Por suerte para Fernán, no era aquel el momento para recibir reprimenda alguna. Al aparecerse la figura seria del comendador por la puerta, lo primero que pensó Hayyim fue: ‹‹Este pecador de Fernán ha acudido a confesarse a su querido comendador, para que venga a dar la cara por él, el muy rufián… ¡pues no se va a ahorrar la JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios riña!››. El ilustre Ordóñez, expeditivo, sacó de sus divagaciones al médico judío, ya en el umbral de la entrada: ‒Malas noticias Hayyim, estalló la guerra… ‒¡¿Dios mío, pero cuando?!.—El desestabilizó al pobre Hayyim. bofetón de realidad ‒Dos jornadas hace que se encontraron los dos ejércitos, el del moro y el castellano, a las puertas de Alarcos. Los ismaelitas amagaron la contienda. Hasta ayer mismo, parece ser que los cristianos no se esperaban la reacción del Miramamolín, se retiraron a dormir plácidamente; al amanecer del segundo día, los almohades desplegaron su ejército por completo. Apenas llegaron a rearmarse las tropas castellanas, frotándose las legañas mientras formaban... ¡Por eso dormimos con la armadura los calatravos, por eso profesamos la regla, maldita sea!.—Ahora estaba pensando en alto el ilustre Ordóñez. ‒Contad, qué más pasó—insistió Hayyim. ‒La contienda se inició con la carga de la caballería cristiana, los haces de combate fueron acaudillados por el mismo López de Haro en persona. Desbastaron la primera columna almohade. Pusieron en desbandada al cuerpo de infantería del moro. ‒¡¿Y qué sucedió, entonces?!. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒Fue un espejismo, una táctica magistralmente ejercida por los sarracenos: el grueso de la caballería se hallaba desperdigado y escondido a espaldas de un cerro cercano. Atacaron por sorpresa, de una sola vez, rodearon a las tropas cristianas, tomando la retaguardia y cortando la retirada. ‒¡Dios mío!. ‒El Rey de Castilla salió a campo abierto, espoleado por el desarrollo de la contienda. De milagro salió con vida, de vuelta a las almenas de Alarcos. ‒En ese caso, afortunadamente no hemos perdido a nuestro rey. ‒No iría yo tan lejos, Hayyim: el rey resultó malherido. Una flecha se le ha hincado en el hombro. Todo el mundo se sintió aterrorizado en la habitación, Raquel, que se acababa de incorporar al cónclave, se llevaba las manos a la boca en señal de sorpresa: ‒Escuchad, Hayyim—proseguía el ilustre Ordóñez—, debemos ser totalmente discretos. Hay órdenes de que no trascienda en absoluto la situación del rey. Nos han traído el mensaje estas tres amazonas, son atalayeras de la Orden: las hermanas Monzón. Han llegado de madrugada directamente a la comendadura, a fin de que acudiéramos en busca de ayuda. ‒¿Ayuda, qué clase de ayuda?—preguntó Fernán. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒El médico del rey en persona ha solicitado con urgencia el concurso de un prestigioso físico y cirujano del Alacava, de nombre Hayyim Al-Fakhar . ‒don Diego del Villar…—respondió, lánguido, Hayyim. ‒¿Le conocéis?—interrogaba Raquel. ‒Somos colegas, por supuesto que nos conocemos. Aunque no tanto como para ponerme en semejante trance. ‒Escuchad, Hayyim, llevan al rey en volandas a Guadalerzas— continuó el ilustre Ordóñez—, no hay quien se atreva a hurgar en la flecha que porta en su hombro. Don Diego del Villar ha solicitado que acudáis a intervenir vos mismo al rey. Hayyim se quedó mudo, pensativo, tratando de asimilar la situación. Breves instantes, pues, olvidados ya los recelos para con la situación surgida entre Fernán y Raquel, aceptó de inmediato su concurso para resolver un entuerto, que podía traer grandes beneficios a la aljama de Toledo, sino precipitar su hundimiento. Retornó de un golpe el galeno de prestigio, el sabio judío, que no tardó en aviarse y en tomar sus bártulos para acudir, raudo, a la llamada de su rey castellano, protector de los sefardíes. Era hora de devolver a la corona algo de la ayuda prestada desde algunas generaciones atrás. Mientras tomaba precipitadamente el instrumental en su despacho, observaba de reojo a su hija, quien le ayudaba a empaquetar todo. Reflexionó, brevemente, en aquel instante, JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios pues no pensaba dejar a su hija a solas otra noche más con Fernán, mientras no se aclarara el asunto entre los dos. Así que tomó una decisión, una mala decisión, fatídica, a la postre, dictaminando: ‒Hija, tú vienes conmigo, necesitaré tu asistencia. Naturalmente, la joven no dudó en ponerse de inmediato al servicio de su padre, tal y como le había solicitado. Tiempo habría de resolver lo suyo con Fernán. Tiempo habría para los fastos y las celebraciones varias, ahora lo importante era asistir a su padre en la salvación del Rey de Castilla. Con cierto resquemor, atendió Fernán a los dictados de Hayyim y de Ordóñez, en lo referente a ser acompañados por Raquel. El mismo comendador le dijo al joven caballero que no se preocupase, que estaría bien cuidada: calatrava respondería de ella. De haber sabido el pobre Fernán la desgracia que se cernía sobre ambos, habría hecho lo imposible por retener a Raquel en la ciudad, pesara a quien pesase. Pero nadie es oráculo en su tiempo y nadie puede volver atrás en sus pasos. La suerte estaba echada, partían presurosos el médico judío y su hermosa hija, de la mano de las tres hermanas Monzón. A las afueras de Toledo les aguardaba una guarnición de escolta; oculta a cierta distancia, para no llamar la atención de los toledanos. Mediando el día partieron, mientras Raquel dedicaba una amplia sonrisa a Fernán, en tanto que se alejaba a lomos de su JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios montura, en la cuesta del Ángel. El mismo sitio donde siempre parecían encontrarse y separarse sus destinos, en aquella calle ancha y alargada, envuelta en los aromas de la vida diaria, la metáfora de la vida del pobre Fernán, de una felicidad pasajera que volaba hacia el fondo de una amargura insondable. Por su parte, comendador y ayo, García Ordóñez y Fernán, retornaron a la Aceca esa misma tarde. Había que disponer los recursos remanentes en la mejor defensa de los restos, que quedasen en pie, del orgulloso ejército castellano. Cerraba el día hondamente preocupado el joven Fernán, asomado a las almenas del castillo de la Aceca. Observaba fijamente a poniente, hacia Guadalerzas, preguntándose por la suerte de su amantísima Raquel. Mientras, las tibias nubes de evolución de la tarde, se teñían de rojo al ocaso, tanto, que le pareció a Fernán que aquella tarde ardió el cielo, entornándose la luz del sol, tal vez, en la sangre derramada a los pies de Alarcos. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios CAPÍTULO XV. LA NOCHE QUE TODO CAMBIÓ JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Amanece entre montañas claras y verdeazuladas. Mudan los colores la mañana, mientras los imponentes macizos que rodean a don Alfonso VIII de Castilla rivalizan con los visos de la rosa o el crispado del clavel, penetran en su mirada hasta donde no alcanza la vista; llamaradas de arco iris refulgen, iluminando lo más hondo de su alma. El atardecer, sin embargo, se hunde en un corazón constreñido de maravillas: barrancos insondables de vergel ahormado en piedra de alabastro, caminos imposibles de pardo cetrino, grisáceos llambriados, amarillos apaisados sobre un horizonte flamígero, añiles botarates que se remueven al fondo de un desfiladero o azules de fulgor iridiscente resonando al borde yagus eternos. Aquellas montañas son el color hecho pasión, cincelado a conciencia, arrullado en las alturas. Aquellas montañas, son color en esencia. Don Alfonso, allí presente, pregunta: ‒¿Dónde estamos, dónde me hallo?... Sigue un sendero recogido y enjuto, menguado en solana, hendido, aún tallado, en la memoria del macizo montañoso. Sigue los pasos de aquel extraño caballero enmascarado, quien se le apareció tras la rota de Alarcos. El misterioso équite no atisba a retirarse el facial, motivo por el que aún no ha sido reconocido por don Alfonso. El caballero habla ahora: ‒Severa garganta parte de los arrabales de este pueblo. El osado que la afrenta, se bate con el Cares, de camino a la JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios libertad, a extramuros. Es esta una escuela de gigantes, mi querido Alfonso. Aquí tocan dos macizos indolentes, separados, tan sólo, por un hilo de agua brava, que sondean los contendientes: El Cornión y los Urrieles. Diríase que creció este pueblo de entre los bloques precipitados desde las cumbres, que en derredor bailan, al son de una danza de armas, en la que parecen querer tiznar las nubes de herrumbre cimera. ¡Oh mi amado Alfonso!, quisiera estar hundido en las entrañas del infierno, para poder contemplar eternamente así majadas o prados yermos, tan altos, que sintiera estar en el firmamento. Pero sus pasos les llevan lejos, saliendo de aquel valle angosto. Remontan una canal herbosa, a ratos peñascosa, esencialmente abrupta. Se confunden el día y la noche, la brisa y el resuello, se conjugan las emociones con el pastoreo de los sentimientos. Don Alfonso de Castilla se siente reconfortado mientras camina. Se le aparecen las curvas sobre el horizonte, un infinito responso loando a la naturaleza creadora: ‒¿Dónde vamos?—insiste don Alfonso. ‒Al cielo—responde el caballero, a lomos de su caballo. ‒¿Dónde quedó Alarcos?... ‒Allá abajo, en el suelo. ‒¿Y mi derrota? ‒Hecha trizas, como vuestro coraje. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒¿Muero acaso?. El misterioso jinete se para, gira su montura y mira fijamente a don Alfonso de Castilla: ‒No morís, pues Dios no lo quiere… Tras lo cual, vuelve a seguir su camino. De nuevo brillan los colores, los matices, si bien, nunca se fueron. Una platea de gayubas, saxifragas y helechos, a ratos más dura, a ratos de mullida turbera, ofrece un espectáculo digno de mención. Son las olas colosales de un mar de piedra que se abre a ninguna parte, si acaso en su extremo, adonde se distingue, a zancada de titán, un paso cimero: ‒Me siento desfallecer ahora…—insiste don Alfonso. Su interlocutor no responde, en esta ocasión. Los colores bailan, se agitan y contornean, se precipitan turquesas al vacío desde cascadas enriscadas, repta el verdón por contrafuertes de piedra agotada de portar tan basto hórreo a sus espaldas, raspan de blanco las superficies vapores de niebla revirada; cianótica, la cúspide de brillo hiende tan largo la mirada que se atisba el infinito y aún las estrellas en el día, como los destellos minerales en el lecho de un arroyo ligero: ‒¿Do está mi bravo López de Haro?, señor de mis ejércitos— don Alfonso lanza cuestiones al viento, parece que nadie las atiende. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒Él luchara por vos, hasta donde sea necesario—responde el misterioso caballero. ‒¿Y mi reino?. ‒Os hayáis en la frontera, la frontera con León. Un aceitunado prado se desliza ladera abajo con ansiedad y denuedo, se hace plomizo, la roca se entalla a sí misma y oscurece en las quebradas, nada persiste todo patina, se cae, se arroja al vacío al que empujan las sombras de la tarde. Llegan a unas majadas, para tomar un respiro, tomar agua. Don Alfonso de Castilla, reposa, piensa en cómo pudo llegar tanta luz, tanta maravilla de colores y formas, a lugar tan incierto: ‒Y mi amada Leonor, mis hijos, ¿están lejos?—pregunta don Alfonso. ‒Vuestra esposa os ama, con denuedo, matará por vos. Vuestra hija, Berenguela, es fuerte y perspicaz, deberéis confiar en ella, bien pudiera regir un imperio. Vuestro infante, Fernando, es honroso caballero, valiente y sincero. Alcanzan una amplia hondonada en la ladera, un leve tono oscuro entrevela los colores, las peñas asoman ya, huelgan unas sobre otras. Las cumbres navegan sobre mares de algodón, asoman la coronilla, recalcando su presencia. Las sombras crecen y expanden su dominio, atrapan los colores, para no dejarlos marchar, pero el macizo resiste y aún, malqueriendo, cientos de destellos brotan, saltan y menudean por doquier; JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios presentan batalla, esperan que mude el cielo, que el sol saque sus galas de ocaso, y que proyecte de aurea presencia sus dominios. Don Alfonso se siente agotado, y pregunta: ‒Anochece ahora, ¿no tomaremos un descanso?—pregunta don Alfonso. ‒¿Queréis recostaros sobre el prado?—responde el caballero—. ¿A qué, acaso que haga presa la mohín y la pereza sobre vuestros hombros; acaso a que os tapice el humus el alma, reduciros a un manto de flores que aguarda marchitarse en invierno?. Habéis de continuar, si os paráis, Castilla se cubrirá con la herrumbre almohade. Las nieblas del atardecer se avienen, y enturbian el trasfondo, el primer plano y la postrera, a la diestra y a siniestra. Empero, el sol reina en las alturas, envía los nimbos a pastar las bajeras. El astro se guarda con desdén, se deja ver al ojo sencillo, se hace mortal, se viste de anaranjado, dibuja un disco perfecto, no difuminado de fulgor. Los colores del día quedan, escondidos, agazapados, retraídos en fin, tras la negrura: ‒Es una noche hermosa, nadie diría que acabo de perder la más triste de las batallas. Sucedió hace tanto tiempo ya—habla don Alfonso de Castilla. ‒El cielo fue creado, como todas las cosas; el hombre les da sentido, forma y colorido. Cómo pintaréis vuestra derrota, don JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Alfonso: ¿con gris perdición?. El cielo caiga a vuestros pies si no hacéis valer la sangre cristiana derramada ayer. ‒No es mi imaginación, ¿estaré soñando acaso?—don Alfonso duda, se hace preguntas. ‒¿Dudáis de mi existencia, seriamente?—responde con acritud el extraño caballero. ‒¿No había de dudar?, no sé dónde estoy. Pero sé dónde estaba: camino de la fortaleza de Guadalerzas. El caballero desenvaina la espada y se abalanza sobre don Alfonso, le golpea con el mango, haciéndole caer. Una vez allí, postrado, arrima el filo de su acero al gaznate del rey castellano: ‒¡Yo soy el apocalipsis, soy la perdición, soy vuestra tragedia y vuestra amargura. Arderé en vuestras entrañas, así os lleven los demonio... pero os daré, sin embargo, fuerza y coraje, todo el que habéis perdido en Alarcos, por vuestra soberbia y vuestra torpeza. Iracundo y postrado, hará el Rey de Castilla arder a sus enemigos, empero, el califa será postrero… Yo soy la miseria de la derrota, el condumio de los gusanos, yo he de enterrar vuestra incompetencia!. ¡Devoraré vuestro corazón, vuestra alma y vuestra familia, así no cumpláis con la promesa!. Debéis oblación a Dios, oblación suprema, debéis responder al infiel, al bastardo agareno, abalanzar a Castilla sobre todos sus sitiadores. Os fue dado un reino… ¡dad vos la guerra!; no dudéis de mí, don Alfonso, porque estoy dentro, tan dentro de JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios vos, que solo tenéis una salida, pues he de arrastraros al infierno de la locura, antes que permitiros cejar en el empeño. Amanece de nuevo, regresan los colores a las montañas, rosados que mudan a rojo y luego a anaranjado. A media asta ya enturbia el firmamento, asoman más allá los barrancos profundos. Don Alfonso ha querido ver el mar a lo lejos. El sol enarbola ya una faena inolvidable, lanzando destellos al aire, recibe los claveles y rosales que le llueven del rocío de la mañana y no llega a dar cortesía, pues está por salir de lleno, y de lleno está ya fuera: ‒El calor reconforta ahora—afirma don Alfonso. Asiste embobado y ascético al espectáculo cotidiano del amanecer, tras una noche de sueños a golpe de piedra en el costillar y de frío pasajero, sabe a infinito descubrimiento. Es el sol de siempre, el que llena las ventanas, el que marca el mediodía, pero en estas montañas, allá en lo alto, tiene mucho más de místico y esencial. Se muestra más cercano, y por eso más hirsuto; don Alfonso se sabe mortal ante esto y, como una estatua de sal, puede tornar la mirada hacia el fin de los tiempos. Desperezan las ericas, suculentas y las brañas; acuden las sombras al monte, reunidas pastan las nubes, guardadas en el aprisco del valle. El astro ya toma fuerza, se va pasando la tregua, con luz blanca, yerma, dura, riega las praderas, las riberas y lapiaces, las cumbres, los llambriales, las canales JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios hondas y los pedernales. Los dientes afilados de los Urrieles se alinean, aserrando las primeras brisas que cardan frescor en sus crestas. El verde aparece de nuevo, embozado en la negrura, se destapa con el fuego de la cuita en que le sumía la noche, desciende desde las cimas, chorreando la veredas, las canales, bordeando los llambriales, agrietando las rocas abiertas, con respingos de amarillos, de púrpura, de magenta, florecillas de amalgama de los prados y empedradas lisonjeras, labradas por agua tibia escurrida de las cuevas. La orquesta ya está en apogeo, el arcoíris ha vuelto, de cobrizo, a amarillento, de canela a pardo y cemento; rebosa vida y se arrienda todo hueco, no deja nada en balde, todo se pinta y colorea, brilla y se sombrea, al paso de los vientos. Devora al sepia y al blanquinegro, se extiende como una alfombra que se abre y se visara con la venia del Dios Helios. Habla ahora el caballlero: ‒Somos humanos, con sentimientos, vemos esperanza y porvenir en estos predios, porque tanta vida desbordada da sentido a lo vivido, porque los colores nos traen la fuerza del recuerdo, la alegría de la luz, el ímpetu del fulgor; no somos identidades, ni números de una hilera, no idolatramos a héroes de trapo, no tenemos tierras, no tenemos brillantes ni otras gemas, no pedimos caridades, ni atendemos fueros, no respondemos al tirano, ni repoblamos los incendios, ya no seremos, don Alfonso, cabales caballeros. Seremos bocetos de nos mismos, contemplando lo que somos, en lo que vemos, con el tiempo suspendido en un hilo de corales que refleja el tiempo perdido, y que azota el recuerdo al romperse desvaído, JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios haciendo trizas, a nuestros pies, el pasado, ya vetusto y decrépito. Sobre un collado pétreo se asombra don Alfonso ante la magnificencia de aquellas moles calcáreas, frisando el cielo, acomodándose el firmamento, derramando cordones de agua cristalina, vistiendo girones de verdor. El caballero continúa: ‒¿Creéis acaso, don Alfonso, que hayan visto esto, moradores del desierto?... Descienden de las montañas ahora, entre praderías de verdor inimaginable. La naturaleza embriaga ya los sentidos. La sangre derramada sobre secarrales en Alarcos es apenas un mal recuerdo. Un arroyo refresca los pinreles y el espíritu de don Alfonso de Castilla, corre entre los dedos de sus pies, cada palmo de su cuerpo palpa el medio que le rodea. Trinan alegres pájaros por doquier, se agitan saltamontes entre los zarzos, truchas menudean los zancos del rey castellano. Está lleno de vigor, de energía, ya no atisba el sopor de la curia ni los desvelos de la regencia: ‒¡Cuánta paz, cuánta belleza!, ignota… repleta. El deseo de otra vida: tranquila… queda. No quiero volver, no deseo volver ahora. Permaneceré aquí para siempre, embadurnado entre los recuerdos de mi esposa, de mis hijos, de mis victorias… ‒Aún no hemos llegado, mi querido Alfonso. Sigamos. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Se hallan a los pies de dos lagos de montaña, aguas verdeazuladas, presididas por un cerro apuntado, vertical. Don Alfonso de Castilla observa a su alrededor, espera. El misterioso caballero reza, alzado sobre una roca. Permanece sumido en honda meditación. Aun no distingue si es mañana o tarde, si es día o noche, si se trata de hoy, de ayer o de mañana. No hay nadie, nadie existe, nadie que pueda reconocer ni resultarle cercano. Todo son bagatelas de la memoria, nada parece ya importar, tan solo la magnificencia de aquel lugar recóndito: ‒¿Esto es, acaso, el paraíso, es la una elipsis de mi salvación?— pregunta don Alfonso. ‒Como ya os he afirmado, ni sois muerto, ni habéis de morir, pues Dios no lo quiere—responde el caballero. ‒¿Está Dios aquí, con nos?... ‒Mirad a vuestro alrededor, mi querido Alfonso. Aquí comenzó todo. ‒¿A qué os referís?. ‒La cristiandad perecía, ahogada por la marea venida desde África. Habían domeñado todas las tierras, esclavizado a familias. Las traiciones y veleidades de los Visigodos hicieron diluir su estirpe, borrando su existencia de la memoria. Tan solo quedaban eremitas, locos sacristanes, lejanos a las escrituras sagradas, pero bien pegados a Dios. Junto a ellos, si JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios quiera, algunos poblados cristianos. Otros muchos se habían vendido al agareno: pagaban gabelas por mantener su fe, renunciaron a sus tradiciones y se sumieron en rituales paganos, traidores, ofensivos, vendidos, los mozárabes. El hombre se entrega a la fe, en el sacrifico del hijo de Dios. La fe no se compra como una bagatela o concesión, se muere con ella, igual que se vive, se detenta y no se oculta. Tiempo era de poner pie en pared. Embozados los cristianos por los hijos de Agar, trocaron su suerte al albur de estas paredes cetrinas. Alfonso, escúchame, ¡escúchame bien!, pues el auténtico cristiano, almenaró estos riscos, plantó cara al sarraceno, rechazó su credo y concesiones, se embarcó en la reconquista de la fe. Nada ha cambiado desde entonces. De las cuevas, salieron a los prados, en los prados levantaron las iglesias, las iglesias reunieron las parroquias y el sol inundó los campos, quebró las acequias y agostó los sillares de los minaretes. Nada ha cambiado desde entonces. Vos, Alfonso, tenéis un solo encargo que atender en esta vida, uno y no más… El cielo azul se nubla entonces, de golpe. Jirones de nubes de azabache se abalanzan sobre los lagos de altura. Don Alfonso de Castilla se estremece, se postra, grita, mientras la oscuridad que vuela sobre sus cabezas se termina de contornear como una andanada de flechas. El quejido del Rey de Castilla retumba en la montaña al sentir la flecha clavada en el hombro, de nuevo. El rey llora, desesperado, es un niño de corta edad, huérfano, lo que siempre fue, y que ahora se ve reflejado desde lo más profundo de su alma. El misterioso caballero le toma por los JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios hombros, aún con el facial, cubierta su cara. Está mirando fijamente al rey, que llora, brama, gimotea. El caballero le grita: ‒Aquí rechazó don Pelayo a los moros, aquí acabó su quimera. Retornaron los bosques de saetas hacia el sarraceno. Hincó sus hierros, dobló sus espuelas, empaló sus monturas. ¡Me oyes, Alfonso!. Don Alfonso de Castilla se retuerce en el suelo y llora desconsoladamente, una fuerte tormenta se abate sobre ellos ahora. El caballero toma la punta de flecha que lleva clavada el rey en su hombro, apenas tira de ella, mientras continúa: ‒La luz viene de Roma, baña los cielos, recorre los caminos del jubileo, limpia de moros las tierras: ¡me oyes Alfonso!... la luz de Dios te bendice, te ama, pero te exige, te exige ser rey, ser rey de Hispania. Alarcos será tu tumba, pues ya has muerto en esa guerra. Ahora naces de nuevo, sin comedimientos, sin penas. Ahora reinarás primero, devorarás, harás arder en el infierno al agareno: ¡me oyes Alfonso!. Dios bendecirá tus campos, reemplazará tus mesnadas, debilitará a tus enemigos, los subyugará a su voluntad: ¡me oyes Alfonso! El caballero aprieta su mano alrededor de la flecha, y sanciona: ‒Castilla no caerá, Alfonso, ¡o caeréis vos con ella!. Tira de la flecha, la arranca del hombro del rey. El dolor es indescriptible, los ecos de los truenos parecen estallar en su herida, el caballero toma la saeta en su mano, le da la espalda, JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios se aleja. La tormenta ha cesado, el cielo se despeja… Don Alfonso de Castilla abre los ojos, está postrado en una mesa. A su lado, distingue a Hayyim Al-Fakhar , que acaba de intervenir la herida y ha extraído la punta de hierro de su maltrecho hombro. El rey deliraba, sin duda. Tal vez soñaba, o sufría una pesadilla. Probablemente mezclaba la inconsciencia con la terrible operación de la que estaba siendo intervenido. O tal vez no, aquel extraño caballero enmascarado, todo aquello, le resultaba tan real, tan cercano. Sin embargo, el hecho es que se encuentra recostado, en Guadalerzas, cerca de la que ha sido su derrota, empapado de la sangre emanada de su propio hombro. Y en aquel mismo instante, recuperando el sentido, le estaba siendo extirpando el dardo al rey castellano. El médico sefarad se sobresalta al ver consciente a don Alfonso. Reposa su mano sobre el pecho del mismo, para tranquilizarle: ‒Todo está bien, majestad. Ahora, estáis a salvo. Y pierde el sentido de nuevo. Tras encadenar varios sueños extraños y entreverados de vivencias, vuelve a despertar, algo más calmado que antes. Lleva horas, días, confundiendo realidad y subconsciencia. Retazos que venían a su mente en osaciones. Lo primero que distinguió, al recuperar el sentido definitivamente, fue una bella joven, sentada a su vera, en una cama ancha; le aplicaba paños húmedos en la cabeza. Ella, as su vez, también se sobresaltó, al ver al rey despierto. Don Alfonso de Castilla balbuceó: JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒¿Qui… quien sois vos?. ‒Me llamo Raquel Al-Fakhar , ayudo a mi padre, Hayyim, que os ha intervenido para extraeros la flecha del hombro. Tal parece que os recuperaréis. ‒Creí que erais un ángel… ‒Soy de carne y hueso majestad. Voy a dar aviso de que os habéis despertado—La muchacha se despegó de la cama en dirección a la puerta de la habitación. ‒No, no por favor, ¡aún no, quedaos a mi lado, os lo ruego!— Don Alfonso estiró el brazo hacia Raquel, pidiendo su mano. ‒De acuerdo, majestad, aquí me quedaré si así lo deseáis. Don Alfonso de Castilla estaba acongojado en aquellos momentos. Habían sido muchos malos ratos, la confusión, la desorientación, los agudos dolores. La fiebre devoraba su cuerpo, que permanecía envuelto en escalofríos. Sin embargo, lo que más le atemorizaba era aquella extraña figura enmascarada que se le aparecía en sueños, quién sabe si en la consciencia. Temía, gravemente, que en cualquier momento se apareciera ante su mirada. La presencia de Raquel, por el contrario, le reconfortaba justo en aquellos trágicos y cruciales momentos de su vida. La rota de Alarcos, la terrible herida, las pesadillas y las apariciones. Y en medio de su desazón, aquella hermosa muchacha, de largos cabellos castaños, tan dulce, tan delicada. Cada instante de las últimas horas se fijaba en el JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios subconsciente de don Alfonso. Cada detalle era relevante, después de las terribles punzadas, del miedo y la angustia, una caricia era un tesoro, un rostro hermoso, un vívido recuerdo, una pequeña atención, un alivio inconmensurable. Nada de lo que sucedía pasaba por alto al rey castellano, quien estaba atravesando la experiencia más atroz de su vida. El tiempo podría curar las heridas del cuerpo, sin embargo, algunos pasajes de la mente, son inicuos, gustan albergar nuestras peores experiencias, como un resorte, dispuesto a saltar en el momento adecuado. Don Alfonso acumulaba cicatrices en el alma que no se cerrarían, en apariencia, durante largo el tiempo. Menos aún, sumido en la presteza por reconstruir el reino y afrontar los envites de sus enemigos. El rey castellano no acudiría a reponerse a un sanatorio, a unos baños, a darse un respiro de sus obligaciones, pues estaba más obligado que nunca a atenderlas. Nadie se baña vestido, y el caso es que el Rey de Castilla, no podría lavar sus pecados, compuesto en galas de guerra. Al menos, en aquellos momentos, el sosiego y la paz que le transmitieron los cuidados y la delicadeza de aquella hermosa judía, resultaban un bálsamo de alivio. Incapaz de desprenderse de ella, en algunos momentos, el rey recorría levemente el antebrazo de Raquel con aquellas toscas manos, peladas por el cuero de la espiga de su espada. Don Alfonso no quería que aquel instante terminase, quería quedarse allí, petrificado, de la mano de aquella lozana desconocida. Permanecieron así por espacio de dos horas, al cabo de las cuales apareció Hayyim Al-Fakhar , a interesarse por el estado del rey. Comprobó, con alegría, que este ya estaba JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios despierto y consciente; tomaba del brazo con fuerza a Raquel, como queriendo retenerla: ‒¿Os encontráis mejor, majestad?; temimos gravemente por la naturaleza de vuestra herida. Me alegra comprobar que habéis recuperado el sentido. ‒¿Cuánto tiempo he estado inconsciente?—pregunta el rey medio atontado. ‒Casi tres días, perdisteis el sentido en el camino a Guadalerzas. Entre sus muros es donde os halláis ahora. ‒¿Hay noticias de los moros, a dónde se dirigen, y López de Haro, dónde están los demás señores?—El Rey hacía el amago de incorporarse, aunque se encontraba muy débil aún. ‒Ahora tenéis que velar por vos y nada más. Debéis dormir todo lo posible, os preparé unas tisanas. Yo voy a dar aviso a los señores y a vuestro médico del Villar. Mi hija permanecerá aquí con vos mientras tanto. ‒Sí, ella… ella se quedará aquí conmigo—repetía, ahora más calmado, don Alfonso, mientras se recostaba de nuevo. Salió de la estancia el insigne Hayyim a transmitir la nueva a los señores de Lerma y de la Finojosa, que aguardaban en el castillo la recuperación del rey. Los restos de la mesnada real acampaban junto a la fortaleza: un antigüo bastión musulmán reconvertido hospital de los calatravos. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Todos recibieron con gran regocijo la noticia, además de deshacerse en halagos hacia las habilidades terapéuticas del médico judío. Diego del Villar, sanador del rey, respiraba aliviado. La lesión no resultó de mayor gravedad, pero la extracción de la flecha requería una manipulación cuidadosa. Ahora le tocaba al rey afrontar las subsecuentes fiebres, propias de estos cuadros, esperando que la cuestión no se tornara en una úlcera o una purulencia letal. Habría mucha gente pendiente de mantener la herida del monarca limpia y cuidada. El cuadro de médicos del rey acordaron que descansara al menos dos jornadas más en Guadalerzas, si quiera, antes de volver a Toledo. El Conde Manrique y los Lara impusieron la ley del silencio, de manera que no se había de transmitir noticia de la herida ni el estado de salud del rey. La noticia había de ser que el don Alfonso de Castilla había vuelto derrotado, que no herido, de Alarcos. Muy entrada la tarde, paseaba Raquel por el adarve del castillo, dejándose ver y apreciando la naturaleza del entorno. A los pies de Guadalerzas se extendía la almofalla del ejército del rey, junto a los de los señores acompañantes. Había un enorme trasiego de paisanos, soldados, caballeros, escuderos, palafreneros, aguadores, guarnicioneros y otros. Muchos ya se disponían a retornar a sus tierras, vencida como estaba ya la llamada al fonsado. Había que volver con los cadáveres de los familiares y amigos a cuestas, con los pertrechos, de regresos a los hogares. Retornar a cada aldea, a cada ciudad, dar parte del vecino, el primo, el padre o el hermano caídos en guerra. Nadie traería esta vez regalos ni caudales del botín. Todos retornaban JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios con sangre reseca en las manos, cuarteadas de agitar piquetas, lanzones o espadas, si no de acarrear cuerpos y tirar de yugadas. El corazón de Raquel sentía tristeza por la derrota y las muertes; pero también una honda melancolía por su querido Fernán. Por fin se había decidido a dar el paso, por fin había conseguido arrancar la verdadera pasión oculta tras el absurdo apocamiento del joven caballero. Y es que la moza judía largo tiempo hacía que deseaba poder sentirse en brazos de Fernán, sin embargo, la torpe galantería del muchacho no daba de sí demasiado. Raquel sentía que había mucho tiempo perdido y que, para cuando se decidió a dar el paso, entregando su virginidad y sus más profundos anhelos, ya estaban en manos de los acontecimientos, más que de su deseo de permanecer juntos. Cayó la noche sobre Guadalerzas, Hayyim era quien asomaba ahora a las almenas del castillo. Se encontraba en el lugar que no quería, en medio de un conflicto terrible. Reflexionaba acerca de su actitud para con el joven Fernán en jornadas precedentes. El muchacho siempre había sido ejemplar en su conducta y en su moral. Sea lo que fuere que hubiere pasado entre el joven caballero y su hija, tal vez no mereciera una indignación tan notoria por su parte. Seguramente todo se podría explicar. Asomado al abismo de la guerra y la miseria, retornando a las puertas de Toledo, viendo el florecimiento de los años perecederos, marchitándose al ritmo que supuraba la herida del Rey de Castilla, el insigne Hayyim padecía por la JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios quietud perdida, la paz seccionada, por las alegrías no disfrutadas, por los enfados injustificados; en definitiva: por la angustia y desazón venideras. En estas estaba el físico sefardí, cuando se arrimó a su vera el señor de la Finojosa, de nombre Martín Muñoz. Venía también a respirar algo de aire fresco y de tranquilidad, lejos de las intrigas y maquinaciones de los condes de Lara. Se hallaban ambos dos apoyados sobre las almenas, inhalando el aroma tardío de las coscojas y las lavándulas, cuando pidió la vez el de la Finojosa: ‒Habéis obrado brillantemente, no os lo había dicho aún— insuanaba el de la Finojosa. ‒Gracias, mi señor, solo hago mi trabajo. ‒El médico del rey no se atrevía a meter mano a la herida. ‒Supongo que pensaba que un médico judío sería más fácil de ajusticiar, si es que algo iba mal. ‒Conozco a don Diego hace algún tiempo y os puedo asegurar que solo quería lo mejor para el rey don Alfonso. ‒Sois joven, señor de la Finojosa, ¿acaso hace mucho que seguís al Rey de Castilla?. ‒Mi linaje siempre ha permanecido cerca del rey. Pero nunca tan cerca como los Lara, supongo. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒Os olvidáis de los de Haro… ‒Los de Haro son otro linaje más, bien cierto es que los amoríos de su hermana Urraca con el malhadado Rey de León, don Fernando II, o la notoriedad de su otra hermana, la abadesa Doña Mencía, les han sacado lustre. Sin embargo, don Diego López de Haro está por encima de todo aquello. Por encima de los Lara, incluso. ‒¿A qué os referís? ‒López de Haro es el señor del Norte, el muro de contención frente al monarca de Navarra. Es un ricohombre marcial y disciplinado, comparte muchos de los gustos e ideas de nuestro rey don Alfonso. Pero, por encima de todo, es un líder: sus tropas le obedecen, sus hombres le idolatran. Con él al frente, cualquier ejército adquiere mayor empaque, si cabe. ‒Habrá más generales en Castilla. ‒No como este. Haceos cargo de algo: el Rey de Castilla ha nacido, crecido y prosperado bajo la amenaza continua de la invasión, de la usurpación de su trono y de la pérdida del territorio. No ha conocido apenas tiempos de paz. Tan solo interludios breves. Los cartularios están repletos de autos, decretos y cartas pueblas emitidas por nuestro rey. No conoce un hogar de verdad, pues viaja casi de continuo por el reino negociando acuerdos, instituyendo poblados, afianzando alianzas o reforzando las fronteras. Nuestro rey, querido JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Hayyim, parece haber nacido por y para la guerra. Y en ese sentido, no es extraño que considere a su mejor amigo y consejero al que es, sin duda, el mejor capitán de las Españas. ‒Fascinante… ‒Fasciante no, mas aburrido, ciertamente. Dejemos estas sandeces y hablemos de cuestiones más trascendentales: tengo entendido que fomentáis una prolífica escuela de traducción en la judería de Toledo. Habladme de ella, por favor. ‒No hay mucho que decir. Es un proyecto incipiente. Cierto es que el rey se ha mostrado muy interesado en el mecenazgo, no de manera directa. Pero ha implicado al Nasí y algunos notables prestamistas del Alacava. Todos quieren gozar del favor del rey. Sin embargo, por ahora al menos, nos resulta difícil de consolidar la escuela como tal. No hay muchas vocaciones, ¿sabéis?. ‒El rey planeaba atraer a su corte a figuras del romance; el fenómeno trovadoresco se extiende al norte de los pirineos. Cada vez se habla menos latín, o bien se ha difuminado tanto, que se ha convertido en raras fablas que varían de unos valles a otros. Nos estamos aislando de nosotros mismos, en cierta manera. ‒¿A qué os referís?. ‒Veréis, don Alfonso es ante todo un guerrero. Mas no permanece ajeno a la importancia de la difusión de la cultura en JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios su reino. La cultura trovadoresca, per se, no es nada aparentemente. Sin embargo, goza de gran predicamento entre los señores de la corte y aledaños. Nuestros señores buscan entretenimiento, en definitiva. El romance palatino, es la palabra de moda. ‒¿Entretenimiento, decís?. ‒Entended que no siempre se está de guerra o folgando, o bien de caza, en ocasiones, hay que tener algo más con que pasar el tiempo. ‒Hay muchas formas de pasar el tiempo, y muchas responsabilidades que atender. ‒No me comprendéis Hayyim. Los señores y ricoshombres de Hispania provienen de viejos linajes de guerreros muy notables, si no de agudos administradores, que supieron acaparar riquezas y negocio en un tiempo en el que la presura permitía a los villanos hacerse con las tierras, con la venia del rey. El rey, por su parte, debía hacerlo así, por que aquellos villanos, venidos a más, eran los que de verdad complementaban su exiguo ejército, pasando a ser condes más que ricoshombres. Sea como fuere, era una nobleza ruda y asilvestrada, perfecta para defender las fronteras e intereses de los reinos respectivos. Mas levantisca y traicionera. ‒¿Y qué tiene que ver eso con el fenómeno trovadoresco, don Martín?. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒Han pasado más de cuatrocientos años. Las fronteras se han ido asentando, los señores como yo ya no tenemos que estar pendientes de manera continua de la defensa de las tierras, más bien de los fonsados y de las llamadas a la guerra. Hace tiempo que los señores aquí, como en otros reinos, empleamos más tiempo en la corte que en la ampliación de nuestros territorios. El poder, en definitiva, se ejerce acudiendo a la corte y es toda una moda. ‒¿Y qué sucede en la corte, además de tomar decisiones de calado, supongo?. ‒Sucede que los ricoshombres se transforman en señores. Los señores tienen modales, virtudes, una buena imagen; gustan alardear de ello, quieren ser reconocidos como tales, no como simples acumuladores de riqueza y poder. Rivalizan unos con otros, como los pavos reales cuando despliegan sus hermosos plumajes. Se constituyen en miembros de la corte: ejercen la cortesía. Esto, querido Hayyim, les está volviendo locos, a mis ojos, al menos. ‒¿En qué sentido?. ‒ En muchos sentidos, cada vez son más importantes las apariencias, los ropajes y complementos. Las noticias y los cotilleos bailan y bambolean por doquier. Se procura estar en boca de todos, que el nombre y el escudo destaquen por encima de los demás. Es curioso, porque se trata de una carrera a JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ninguna parte. Y es que en Castilla, querido Hayyim, mandan siempre los mismos estén, o no, de moda en la corte. ‒Y en qué contribuyen los cantares y las poesías o las chanzas de juglares y trovadores en todo esto. ‒don Alfonso, casó con la hija del monarca inglés, don Enrique II de Plantagenet. Es nuestra reina, a su vez, hija de una dama simpar en Europa: la Reina Leonor de Aquitania, una mujer de fuerte carácter y descaro legendarios. Buenas influencias para nuestra reina, quien ha transmitido estas tendencias a don Alfonso. De este modo, le ha hecho partícipe de la relevancia y el poder que otorgan la propaganda de acontecimientos. Los anglosajones, lo llaman “deeds”. Largo tiempo hace que en la corte del rey de Inglaterra se fomentan los valores de la caballería, las virtudes del noble “auténtico”. ‒Algo he oído sobre ello. ‒Sapientia, fortitudo, mansuetudo, clementia, affabilitas, decorum, facetia… hay que sacar brillo a las virtudes del auténtico caballero, el protagonista único y emergente de las crónicas épicas. Seguramente, esa es una de las ideas que hay detrás de fomentar la escuela de traducción: hay que importar algunas de estas ideas de afuera. ‒Me sorprende escuchar un análisis tan sesudo como poco clemente de la corte, realizado por parte de un miembro activo de la misma. Si no estoy entendiendo bien, afirmáis que el rey, JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios instigado por su esposa, pretende amansar a las fieras de la nobleza, ofreciéndoles la adquisición de renombre y abolengo en las escrituras y legajos de caballerías. ‒Efectivamente, a cambio, les exige comportarse como auténticos caballeros: virtuosos, alegres, mansos y, sobre todo, fieles. ‒Es una manipulación. ‒El rey no quiere tener señores díscolos, al frente de grandes ejércitos, que se comporten como sus rústicos ancestros, guerreros salvajes y pendencieros. En su lugar, la nobleza del siglo XII, habrá de ser equilibrada y virtuosa si es que quiere figurar en los anales. A juzgar por las apariencias, querido Hayyim, hay una larga cola para pedir la vez. El mensaje ha calado. En consecuencia, hacen falta los orfebres del lenguaje, para fomentar esta incipiente cruzada. ‒Y dónde queda todo ello ahora, tras la derrota de Alarcos… ‒No os confundáis, querido Hayyim, ahora, más que nunca, la imagen será clave: la exaltación de la fidelidad, de la lealtad. Por eso se fomentará, más que nunca. Y junto a ello, la corte se rodea de eruditos, casi todos pertenecientes al clérigo, como difusores de dicha cultura. ‒¿Difusores?. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒Ciertamente, la cultura requiere creación, claro, pero también difusión. La mayor parte de nuestros nobles son, por desgracia, iletrados. Si no pueden leer los libros de su propia épica, será necesario adoptar a eruditos encargados de transmitirla en la corte. La erudición, mana de los monasterios o de las escolanías ‒No puedo negar que vuestra clarividencia me asombra, don Martín. ‒No soy más que un noble de la corte, querido Hayyim, de rancio abolengo, mas de poca relevancia. Pero creo firmemente en lo que está haciendo don Alfonso de Castilla, al menos hasta el día de ayer. Por eso, permaneceré a su lado, aparezca o no en sus crónicas de épica caballeresca. Ahora por favor, seguidme hablando de vuestras traducciones, asunto mucho más interesante que estas divagaciones políticas… Ambos interlocutores continuaron su ilustrado debate largo rato aún. Mientras tanto, Raquel acudía a los aposentos del rey a supervisar su estado. Al entrar en su estancia lo halló dormido, recogido en su cama, con sudor en su frente, si bien, portando una expresión relajada. Raquel se acercó a una mesa sobre la que reposaban paños de gasa y agua limpia. Se distrajo un unos minutos preparando los medios necesarios para lavar la herida del rey. La joven giró presta a atender el hombro del paciente real, cuando cuál no fue su sorpresa al encararlo allí de pie, a penas a una vara de su espalda. Don Alfonso de Castilla permanecía JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios petrificado ante ella. Desconocía la joven cuánto tiempo llevaba el mismo incorporado de su lecho. El rey la miraba fijamente sin mudar palabra, lo que empezó a incomodar a la joven: ‒Habéis de guardar reposo, mi señor, os he de lavar la herida— decía la aturullada muchacha, agachando la cabeza. don Alfonso no respondía. La tensión es notable, la fijación en la mirada de él no resulta nada halagüeña: ‒¿Qué os sucede mi señor?...—volvía a preguntar Raquel, muy inquieta ahora. El rey seguía sin responder: ‒Iré a buscar ayuda, no os preocupéis… Raquel buscaba una excusa para abandonar la estancia. Se encamina la joven hacia la puerta, apenas llegaba a abrirla cuando don Alfonso, desde atrás, la empujó con inusitada energía, para cerrarla de nuevo: ‒No os he dado la venia para retiraros…—dice el rey con severidad, mientras clava la mirada en Raquel. Corrían gotas de sudor sobre la frente de don Alfonso, tal vez sea un delirio, tal vez estuiviera sonámbulo, tal vez no deseara nada malo a la atemorizada Raquel. Sea como fuere, ella permanecía arrinconada contra la pared, mientras él la rodeaba con un brazo, apoyado aún contra la puerta. Raquel estaba JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios atolondrada y confusa, no sabía muy bien cómo actuar. La expresión de don Alfonso era extraña, pareciera rabia, si no deseo. El rey apretaba el mentón, tragaba saliva y respiraba hondamente, a tiempo de ceder un poco el pie, presa del agotamiento. Se bamboló levemente, antes de ser retenido por Raquel, en previsión de que se precipitara al suelo. A duras penas la moza consiguió acarrear al debilitado caballero de vuelta a su cama. Una vez en ella, don Alfonso se mostró más cordial y calmadao, estiraba su mano, como queriendo acariciar el rostro trémulo de Raquel: ‒Sois mi ángel, mi ángel de la guarda… ¡cuánta hermosura, cuántos cuidados!—don Alfonso se mostraba herrático y difuso, a ojos de Raquel, lo que la muchacha interpretaba como un claro síntoma de delirios febriles. ‒Descansad, mi señor—decía ella mientras toma suavemente la mano del rey, para retirarla. ‒Os amaría, os amaría toda mi vida, mi ángel…—Tras estas últimas palabras, don Alfonso perdió el sentido de nuevo. Aquella noche, tras el extraño incidente, la joven Raquel se sintió turbada. Al día siguiente volvería a atender las heridas del rey, mas no sabía cómo reaccionaría en esta ocasión. Ciertamente, los delirios asociados a las fiebres y la naturaleza de sus heridas bien pudieran ser la causa. Aun así, la fútil racionalización de la situación no dejaba más que un poso amargo a la pobre judía. Aquel hecho no pasó por alto tampoco JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios al insigne Hayyim, quien notó cierta desazón en su hija: parquedad de palabras y una ligera irritabilidad, al cenar juntos en la noche. Raquel quería pedirle a su padre ser relevada de los cuidados al monarca, pero sabía que era ponerle en un compromiso muy delicado, más si cabe, siendo judíos como así lo eran. Terminaron la cena comentando la animada conversación entre el propio Hayyim y el señor de la Finojosa, para retirarse a dormir temprano. Afortunadamente para ella, había otras damas para vigilar las evoluciones del rey durante la noche. Amaneció el nuevo día y se llegaban ya las noticias de la rendición de Alarcos. El Conde Manrique, desatendiendo los consejos de los médicos y del de la Finojosa, no dudó en trasladar la noticia prontamente al rey, quien se hallaba muy recuperado en la mañana. La noticia le sentó como un jarro de agua fría a don Alfonso. El Conde Manrique, por su parte, no pretendía otra cosa que mejorar su posición desmejorando la del alférez real, don López de Haro. Don Alfonso de Castilla, tras recibir las nuevas, dio orden de no ser molestado y se enclaustró en sus aposentos. Esto dio un respiro ciertamente a la joven Raquel, que se alegró de poder salir a tomar el fresco, en lugar de tener que volver a enfrentarse a la mirada obsesiva del propio don Alfonso. Bien entrada la mañana, permanecía Raquel en las almenas, distraída en el trino de los pájaros y los girones de nubes en el cielo, cuando recibió una feliz visita. Desfilando a los pies del muro, se apareció la figura de un joven atractivo y espigado, JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios portando un escapulario con una cruz negra flordelisada en el pecho. A poco distinguió la elegancia desenvuelta del joven Fernán García de la Aceca. Sorprendida por la inesperada visita, aguardó, con cierta guasa, las lisonjas de su amado desde los aproches de la fortaleza: ‒¡Disculpad mi señor!—gritó desde lo alto Raquel, al despistado Fernán. Fernán, por su parte, elevó la mirada, desconcertado. Enarboló una sonrisa de oreja a oreja al toparse con Raquel a intramuros. El joven caballero optó por dar continuidad a la comedia: ‒Decidme, mi señora: ¿en qué os puedo ayudar?. ‒Busco un noble caballero, tal vez le conozcáis. ‒Decidme, ¿es apuesto acaso?. ‒No tanto como él pueda creer… ‒Capaz de las mejores líneas… ‒Apocado y deslucido, más bien. ‒Suspiro de muchas damas… ‒Por no tenerle cerca, tal vez. ‒Azote de los moros… JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒Más le valdrá correr. ‒Virtud de la caballería… ‒¿Peor escudero?, no habría. ‒Tal vez le conozca, mi señora… ‒Ya lo quisiera él. ‒Pues lo tenéis aquí en pie... ‒Hace falta más que eso, para captar mi atención. ‒Algo más que eso habré captado, a juzgar por mis memorias… Raquel bajó a prisa del adarve y salió por un portón trasero. Alejados del gentío y la acampada alrededor del castillo, los dos amantes se fundieron en un tierno abrazo y múltiples caricias y besos. De buena gana hubiera repetido Fernán la escena de la habitación en casa de los Al-Fakhar , escasas noches atrás. Mas no había tiempo: ‒¿Has pensado en mí, Fernán?—preguntaba, coqueta, la joven judía. ‒Cada minuto del día. ¿Y tú?. ‒Tal vez… JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒Te echaba de menos, no sabes cuánto. No sabes en cuántas ocasiones. ‒Yo también, Fernán. Esto es de locos: ¿a qué has venido aquí? ‒Mi primera misión. El comendador quiere acercarse en persona a husmear la situación de la cibdad vieja de Calatrava. ‒Aquí hablan mucho de eso, dicen que el moro la va a hacer arder, que no es posible defenderla… ¡tened mucho cuidado, Fernán, por Dios!—acto seguido, abrazó con fuerza al muchacho. ‒Escucha, vamos a avizorar, nada más. Nos acompañan tres atalayeras que están al servicio de la Orden—Fernán se intentó despegar con suavidad de Raquel para poder hablar con ella cara a cara. ‒¿Son las mujeres con quienes acudisteis a casa?. ‒Las mismas. Las hermanas Monzón. ‒Mujeres trabajando para la orden, como espías, es curioso. ‒Te sorprenderías, probablemente rastreadoras en toda Castilla. no haya mejores ‒Temo que te pase algo, Fernán, ahora, precisamente: ¿qué vamos a hacer?. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒Tranquilízate, en cuanto regrese hablaré con tu padre… y le pediré tu mano. En aquellos instantes, sacó Fernán el anillo que adquirió en el Alacava días atrás, que introdujo con delicadeza en el dedo anular de Raquel. Era un anillo de plata fina, con una filacteria en hebreo, ancho y encastrado con un topacio de pequeñas dimensiones. Los dos jóvenes se fundieron de nuevo en un abrazo, para descubrir, al soltarse, que Hayyim les observaba con expresión severa: ‒Qué alegría verte, Fernán… ¡¿qué hacéis así abrazados?!— Parecía asomar de nuevo el viejo uraño frente al meritorio físico que reflexionaba la noche anterior sobre los méritos de la pareja. ‒¡Nos queremos, nos amamos, padre!—respondió Raquel indignada, a lo que Hayyim resopló, sin más. ‒¡Pero, pero…!—Hayyim no era capaz de articular palabra. ‒No te comportes como un energúmeno. Es así de cierto.— Raquel no tenía dificultades en desafiar a su desatinado padre. ‒¡Tú, tú has desflorado a mi pobre hija, desgraciado!—Hayyim señalaba con el dedo acusador, al pobre Fernán. ‒No padre—repuso de inmediato Raquel—, Fernán siempre ha sido honesto y caballeroso. Nunca se ha propasado y ha JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios respetado las reglas de nuesta casa. ¿No entiendes padre, que simplemente nos queremos?. ‒Pero… ¿lo vas a negar, hija mía?. ‒Nada niego, salvo que ponagáis en duda la honestidad y conducta de Fernán. No le culpéis a él, si me habéis de culpar a mí. Hayyim se había hinchado y ruborizado como un tomate. Fernán estaba sobresaltado por la reacción de aquel médico sosegado y paciente que creía conocer desde hace años. Sin embargo, se trataba de su hija, su tesoro más preciado, motivo por el que el joven caballero comprendía la situación. Intervino Fernán, determinado, para calmar los ánimos. Y lo hizo de la manera más torpe, cual fue hincando la rodilla, para pedir formalmente la mano de Raquel a su padre Hayyim. La escena era peculiar. Un grupo nutrido de soldados se habían acercado a curiosear el escándalo. Al ver a Fernán de rodillas, con la moza a sus espaldas, algunos empezaron a aplaudir y a jalear, lo que avergonzó, aún más si cabe, al pobre Hayyim. El médico judío miraba a su alrededor, intentando buscar la desaprobación de alguien, pero el público congregado no quería jolgorio. Finalmente, Hayyim encontró caras amigas entre el gentío: el ilustre Ordóñez y Alejo, quienes observaban la escena intentando, aparentemente, contener la risa, para mayor sorna. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios La soldadesca y demás cortejo disfrutaba la escena. Se escuchaban frases de entre los espectadores, lanzando alharacas, requiebros y chanzas: ‹‹… ¡si no queréis la moza, me la quedo yo!... ¡Un anillo solo, os daba yo todos los tesoros de Córdoba, reina mora!... ¡pues si ya la han desflorado, déjala ir paisano!... ¡si hay que ser familia, que no sea de un calatravo!...››. El gentío aumentaba y, finalmente, Hayyim optó por tirar del brazo de su hija, de vuelta a la tranquilidad del castillo. Antes de dar un paso, la joven judía se zafó de su padre, para abalanzarse sobre Fernán, a quien dió un largo y profundo beso, tan embriagador, que el joven caballero casi pierde el resuello. Finalmente, accedió a retirarse con su padre, quien ya se hallaba en estado de ebullición plena, ante los gritos ensordecedores de la caballería, tal que se había entusiasmado sonoramente con la lengüetada entre los dos amantes. El jolgorio duró unos minutos y sirvió, al menos, para olvidar durante unos instantes la amargura y los sinsabores de jornadas precedentes. Se despidieron con largas miradas los dos jóvenes, una desde las almenas, el otro desde su arzón, como en las crónicas caballerescas, esas con que quería el Rey de Castilla acicalar a sus señores. Al fin y al cabo, el rey podía tener en el pobre Fernán un modelo perfecto de caballería cortés: leal, honesto y gentil. De camino a los a cruzar los Montes de Toledo departían ayo y comendador: JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒Me alegro por ti, querido Fernán—dice amablemente el ilustre Ordóñez—, largo tiempo hace que suspiras por la muchacha de Hayyim. ‒Nos casaremos en cuanto vuelva a Toledo—responde Fernán—, si no tenéis inconveniente. ‒Fernán, tú ya has recibido el espaldarazo de manos de tu padre don Pedro. Ya eres mayor de edad, tu destino está en tus manos. Me temo que lejos de la orden. ‒Puedo seguir trabajando para la orden, padre. ‒Seguirás siendo ayo de la comendadura. Tus servicios serán bienvenidos. Pero debes atender tu formación en la escuela de traductores. La reina Leonor quiere traer libros antifonarios, martirologios y otras letras de los sajones y francos. Luego están los ricos tratados de medicina, de astronomía o de matemáticas de los judíos y los árabes. En fin, yo no he sido dotado para el conocimiento, mas reconozco su relevancia en nuestro mundo. Me inclino a pensar que quien domine las ciencias y la filosofía, dominara el mundo, con la ayuda de Dios. ‒Reconozco que no soléis conjugar vuestra apariencia con vuestra riqueza humana, padre. A ojos del mundo siempre os mostráis como un serio, arrojado y afeado freire. Mas luego, en la intimidad, sois cálido y reflexivo. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒No vine a este mundo a ganarme la vida ni la gracia de Dios con las apariencias. No te engañes, Fernán, mantengo mi fe intacta, así se nos caiga encima el moro con todas sus cohortes. Jamás he apoyado ni apoyaré nada que vaya en contra de las daciones de su ilustrísima el Papa, ni que atente contra los preceptos de nuestra Santa Madre Iglesia. ‒Sois un buen hombre, padre. ‒No soy más que un siervo de Dios, con la clarividencia suficiente como para saber que te ha enviado para que hagas grandes cosas. ‒¿Gestas, acaso?—Fernán se mostraba mordaz. ‒No bromees, Fernán. Sé muy bien de lo que hablo. Grandes cosas, son simple y llanamente las cosas que quiere Dios que hagas tú dentro de su gran plan. ‒Entonces, entiendo que tuvisteis más bien una epifanía el día que me visteis abandonado sobre un pesebre en aquella aldea de Moceisón—Fernán bromeba ya con el comendador de la Aceca. ‒Tal vez Dios me impulsó a sentir suficiente compasión por ti como para sacarte de aquel aprieto… ¡queriéndome infligir, de paso, severa penitencia para el resto de mi vida!—Mientras decía esto, el calatravo también bromeaba dando un cariñoso pescozón a Fernán. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒Os preocupa mucho la situación de la cibdad vieja , ¿verdad?— Era momento para ponerse serios. ‒Es de esperar que se parapeten sus habitantes y freires en ella. La cibdad vieja es el símbolo, la huella, el santo y seña de la orden sobre los campos de calatrava. Es nuestro sentido. ‒La situación no pinta bien. Tal vez deba obrarse un milagro. ‒Tal parece que estos días Dios no está de nuestro lado. No cabe esperar milagros. Acaso, qué se podría esperar: ¿que arrojase fuego sobre los agarenos, como en Sodoma y Gomorra, bien que riegue las siete plagas en los aproches de la muralla, justo sobre las avanzadas del Miramamolín?. No lo creo, la salvación hoy solo se hallará de una manera: huyendo, huyendo muy lejos. ‒¿Creéis que huirán sus habitantes?. ‒Cuando yo salí de la cibdad vieja de Calatrava, recuerdo que todos allí dentro teníamos una proclama por encima de todas las demás: proteger el convento a toda costa. Hasta donde tengo conocimiento, nada ha cambiado en estos años. ‒¿Qué haremos entonces?. ‒Mi querido Fernán, muy a mi pesar, solo observar e informar—Agachó la cabeza apesadumbrado del comendador—. De buena gana me inmolaría cortando cabezas de sarracenos hasta mi último hálito, siendo en defensa de mis JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios votos. Mas, debo reconocer, que este extremo me privaría de verte casar con tu hermosa judía. Tal vez no tenga, en el fondo, tantas ganas de morir ahora. No soy justo con los míos. ‒Sois humano padre, eso es todo. Yo, por mi parte, lamentaría lo indecible perderos en esas lides. No es mi deseo que así sea, lo he de reconocer, ni siquiera por mor de vuestros votos. Pero también entiendo que ahora toda alma cristiana que quede de aquí hasta el Tajo ha de preservar su vida, ponerse a salvo, para volver a tiempo de luchar, otro día. ‒Por ahora dejaremos los cumplidos y nos centraremos en nuestra misión, Fernán. De aquí en adelante podríamos no ser los únicos atalayeros, pues el enemigo también tiene espías. Movámonos en silencio y muy pendientes. A fe que no hay rastreadoras más sagaces que las hermanas Monzón, ellas nos guiarán por sendas bien resguardadas. Se encaminaban así hacia el monte, faldeando el peligro. Por delante podría estar salpicado de moros entregados al pillaje o a la observación; sabe Dios, dado el contingente desplazado por el califa Yusuf. El ilustre Ordóñez no podía ya quitarse de la cabeza el funesto destino de la cibdad vieja de Calatrava, el santuario de la orden. La desazón de perder el hogar fundador y capital cristianizadora del sur del Tajo. De regreso a la plaza de Guadalerzas, las angustias no eran menores: el Conde Manrique era presa de los remordimientos acerca de la situación de su hijo García Pérez de Lara; se JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios preguntaba por qué no se había quedado él mismo vigilando al lobo de López de Haro, en lugar de haber abandonado a su primogénito en aquella fortaleza sitiada y vencida. Tomó la decisión en caliente, pues no deseaba apartarse del lado de su doliente rey, ni dejar de lado su oportuno concurso en la gestión en la derrota de Alarcos. Por haber querido tocar todos los palos, se hallaba ahora sumido en la mayor de las desazones. El otro gran Lara, don Fernando Núñez, reposaba aliviado de la angustia y los esfuerzos que desgastaban al guerrero en los conflictos como el que acababan de vivir. En líneas generales, atendía a la discrecionalidad de su primo el Conde Manrique, que tan bien sabía moverse entre los altos estamentos, al igual que antaño lo hiciera también su padre. El Maestre de la Orden de Calatrava: don Nuño Pérez de Quiñones, no era menos ajeno a la congoja y el sinsabor que le producía la perenne capitulación de los cristianos en Alarcos, antes bien, desarbolado por la perentoria derrota de sus huestes en la cibdad vieja . La sangre había corrido por el Guadiana, y la mancha carmesí debiera circular ya por el corazón de los montes de Toledo. En las jornadas siguientes, cabía esperar aún más tiña aguas arriba, esta vez más oscura, como así lo era la cruz en el pecho de los calatravos, en cuanto el ejército del Miramamolín sitiara el baluarte calatravo. El de la Finojosa reflexionaba por dar sentido a todo aquello; aquella noche, más que nunca, añoraba la quietud y soledad de JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios los recios campos de Deza, el verdor de las laderas del Moncayo, tan magnífico, tan gigantesco, que atrapaba las nubes con sus propias manos, exprimiendo las aguas que tanto se resistían luego a regar los cerros sorianos. El señor de la Finojosa y Deza luchaba al lado mismo del rey castellano, con o sin León, desde varias generaciones atrás. Sin embargo, tal vez ninguno de sus predecesores tuvo que padecer las consecuencias de una derrota tan brutal y extendida. ¿Qué podría él hacer ahora, hacer con el futuro, para revertir algo de esta terrible situación?: poco por ahora. Castilla no era más que una valiente dama que había quedado desnuda a la intemperie, a la que solo le restaba defender, con uñas y dientes, su honradez, antes que ser desflorada. Sin duda, era el Rey de Castilla quien navegaba y zozobraba más que todos sobre el mar de la amargura. Las melindres de la felicidad y el orgullo, detraídos de un reino fuerte y consolidado, se vaciaban en la vacuidad de su orgullo de arzón y espada. No había lugar a la esperanza en él. El caballero de sus sueños era, tal vez, un fantasma del pasado, tal vez, el respingo de una conciencia atormentada, tal vez, la personalidad oculta de un rey atormentado o quien sabe, si un demonio enviado desde el mismo infierno, a hacerle pagar por su desmaña y soberbia. Sea como fuere, no bastaba, por ahora, para sacarle, enrocado como estaba, de su hastío y depresión. Tan solo los Al-Fakhar parecían abstraerse a la miseria de alegrías de que estaban rodeados. El muy obcecado Hayyim llevaba todo el día dándole vueltas al asunto de su hija con JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Fernán, de modo que, nuevamente lo veía con buenos ojos, desdeñando los devaneos carnales que hubieran podido acontecer entre ellos. Era una situación estúpida para él dado que, en presencia del muchacho, perdía el control de sí mismo, tornándose agresivo y protector. Realmente, lo que esperaba con ansia era que el joven Fernán tuviera la dignidad de postrarse para pedir formalmente la mano de su hija, lo cual no era mucho pedir. Sin embargo, hacía falta un poco de tranquilidad, y hasta ahora, los acontecimientos no daban cuartel. Andaba inquieta la joven judía Raquel, recostada en su camastro, en una reconfortante celda que le había sido proporcionada en el interior del castillo, próxima a la habitación del rey. Es así que su padre tocó a la puerta: ‒¿Puedo pasar hija?...—preguntaba Hayyim. ‒Por supuesto padre—respondió su hija, apenas alumbrada por dos cirios, en el fondo de la estancia. Entraba el galeno y se acomodó junto al lecho de su hija, tomándole la mano con firmeza: ‒Quería hablar contigo sobre lo de Fernán y tú… ‒¡Padre, vas a empezar otra vez!. ‒No hija, quería disculparme. Sabes que aprecio a ese mozo como a un hijo mío. Pero me duele que hayáis actuado a mis espaldas. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒No hemos actuado a espaldas de nadie padre, somos adultos y nos amamos. En realidad, con tanta gente de por medio, nunca encontraríamos el momento de querernos de verdad. ¡Todo por mantener las apariencias!. ‒Bueno, entiéndeme hija, soy tu padre. Me preocupo por ti. ‒En ese caso, sabes que la decisión es mía, y que no hay mejor hombre en el mundo para mí que Fernán. Siempre he estado a vuestro lado, obedecido de manera diligente, satisfecho todas vuestras exigencias de formación y estudio. ‒Lo sé y quiero… ‒… no padre, no lo entendéis: ahora, yo también necesito un poco de espacio y de tiempo. Por fin disfruto de la alegría de saberme en brazos de Fernán y resulta que tenemos que permanecer separados: yo cuidando la herida del rey y él, ¡él jugándose el pellejo en favor de los intereses de los dichosos calatravos! ‒No es justo, lo entiendo. ‒¡No lo es, no lo es en absoluto!. Meses enteros compartidos bajo el mismo techo en la aljama de Toledo, incapaces de hablarnos a la cara. Cuando por fin damos el paso…—Raquel emitió un hondo sollozo— ¡no quiero perderlo ahora, padre, no puedo!. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios El insigne Hayyim abrazó entonces a su hija para intentar consolarla. Ella se aferró al hombro de su padre como la niña que aún era en muchos aspectos, tan vulnerable, tan delicada. Hayyim se esforzó en explicarse: ‒Tu madre tejía unos hermosos tapices de lino, los teñía con sus propias manos. Su familia pertenecía a un gremio importante. Yo era un simple jovenzuelo que ansiaba viajar a Egipto y Palestina. Fueron buenos tiempos, cuando mi padre, que era comerciante en Granada, me mandó a estudiar medicina a Córdoba. Allí aprendí de la mano del mismísmo Averroes, conocí las maravillas de Medina Azhara, la ciudad de las mil arcadas. Paseando por el zoco, tu madre derramó un balde de tinte bermellón sobre mi toga. Recuerdo haberme comportado entonces de manera condescendiente y tosca. ‒¡Padre!, ¿de verdad?—Raquel parecía haberse distraído de sus preocupaciones, a la mención de su madre. ‒Sí hija, yo era un bravucón de mucho cuidado, seguía empecinado en aventuras y correrías. ¡Demonios!, si hasta pensaba en participar de las razzias de los malditos almohades. Afortunadamente, me encontraba entre los más aventajados estudiantes de Averroes, no tanto, como mi buen amigo ben Maimón. ‒¿Os referís a Maimónides, el desterrado?. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒Sí, hija, el mismo. Afortunadamente para mí, verme rodeado de hombres tan notables y sabios resultó fundamental, al menos, para rebajar mis expectativas y exigencias. Ben Maimón invertía mucho tiempo conmigo, era sorprendente su conocimiento de la razón y de la lógica, la manera en la que racionalizaba la fe. Con él comprendí muchas cosas, sobre todo, a desinhibirme de esos rabinos descarnados que tanto insisten en adoctrinar sobre el Talmud. Mientras tanto, los almohades ejecutaban en público a disidentes, pronto tuvieron en el punto de mira al mismo Averroes. Arrancaban las piedras de Medina Azahara para levantar empalizadas y muros de defensa, despreciando el mayor de tesoro del perdido califato. El mismo Ben Maimón hubo de huir con su familia, a Almería, le obligaron a ser converso. Yo, por mi parte, no sufría presiones aún, pues mi prosapia provenía de Granada. Me sentía solo y desolado, todas mis creencias se habían desvanecido, ya no aspiraba a reprimir a cristinanos, mi relación con Dios no era la misma. Para aquel entonces, yo hablaba directamente a Dios, aunque no obtenía respuestas. ‒¿Qué clase de respuestas?. ‒Dar sentido a la vida, a la sinrazón desatada por los bereberes almohades, a la progresiva destrucción de la riqueza de nuestros antepasados, a la progresión del fundamentalismo, no solo árabe, también judío. Nuestros hermanos se empecinaban en imponer tradiciones absurdas, que yo rechazaba. Me acusaron de caraísmo incluso. Pensaba en retornar a Granada cuanto antes, ya no había nada en Córdoba que me retuviera. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Averroes estaba siendo depauperado, mi gran colega Ben Maimón había huído y, para colmo, ni si quiera me comprendían los judíos. ‒¿Y qué hay de madre?. ‒Hacía los preparativos de vuelta, y desfilaba por el zoco, una vez más, desinteresado, distraído, buscando alguna baratija o algún tejido que retornar a Granada. Allí estaba el puesto de tu madre; me costó un poco al principio, sin embargo, opté por acercarme y comprar uno de aquellos hermosos tapices. Eran de un factura excelente, debo decir. Recordaba la mirada de tu madre, pues mantenía el rostro cubierto desde siempre, por imposición almohade. No dejé pasar la ocasión, y pedí disculpas por mi mala educación, la última vez que nos encontramos, cuando ella derramó el balde de tinte sobre mis ropajes. ‒¿Hacía mucho tiempo?. ‒Ciertamente, bastante, pero tu madre me recordaba, lo cual me alegró, ciertamente. ‒¿Y qué más le dijiste?. ‒Nada… ‒¡¿Cómo?!. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒Cierto, nada, no pude decirle nada. Así es que, al día siguiente, volví, y… compré otro tapiz. ‒Pero… ¡padre!. ‒Así fue hasta en cinco ocasiones. Para cuando prometía tapizar las casas de todos mis familiares en Granada, fue tu madre la que me invitó a pasear, a la luz del día, y acompañados de su madre, a la vera del Guadalquivir. Finalmente, retrasé mi retorno a Granada más de lo esperado. Al cabo de un mes, tu madre se quitó el velo, y vi su rostro por primera vez… ‒…padre. ‒¿Sabes qué me dijo entonces?. ‒Que os amaba, supongo. ‒¡Ja ja, en absoluto!...—el insigne Hayyim trastocó gesto en seriedad— me dijo que me echó el balde de tinte encima para llamar mi atención. Sin embargo, mi torpeza, no dio para más. ‒¡En serio!—Raquel no daba crédito a esta revelación. ‒Hija, algunos hombres son, digamos, ignorantes, obstinados o simplemente incompetentes en el cortejo. Sin embargo, puedo decir, a ciencia cierta, que serán de los más honestos y comprometidos. Debo reconocer, en este sentido, que la torpeza JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios de tu querido Fernán, ¡bien podría ser legendaria!; tan grande, al menos, como lo es su corazón. ‒Gracias padre, de veras… ‒Hija, perdóname, pues perder a tu madre fue la peor experiencia de mi vida. Murió en mis manos, durante el parto. La naturaleza es así. Desde entonces, tú y solamente tú has sido mi razón para vivir, para seguir adelante. Todo ha tenido sentido gracias a ti, no puedo decir más. Tan sólo, que la zozobra que produce entregarte a tu futuro marido me desborda el alma, y me produce un vértigo que apenas consigo contener. Soy un egosita, supongo, y he pagado mi frustración con el pobre Fernán. ‒No me vas a perder padre, siempre estaré contigo. ‒Lo que quiero decir, en definitiva, es que tienes todo mi apoyo: os casaréis, haremos tres días de fastuos, ¡que se entere toda la Aljama, que se casa la hija del médico Al-Fakhar !. Que la joya más hermosa que atesora la judería, se ha de poner en manos de su más noble y digno caballero… y yo con gusto la entrego. Tienes mi bendición, hija, eso es todo lo que te quería decir… ‒¡Gracias padre!. Los dos se fundieron en un largo abrazo de nuevo. Finalmente, ambos, con lágrimas resecas, se desearon buenas noches. Había que retirarse a dormir, definitivamente. El día había sido largo. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Avanzada estaba ya la noche, y una fresca brisa aliviaba el descanso de las tropas y los señores acantonados en Guadalerzas y sus aproches. Dormían plácidamente casi todos en el campamento real. Mientras, en los salones del castillo, un atribulado Conde Manrique rastrojaba los matojos de angustia que le consumían, en busca de indicios en los que justificarse por sus decisiones. Mal no lamentaría no volver a ver a su hijo, asesinado a manos de López de Haro; peor aún, jamás sabría cuál fue su destino ni si recibió cristiana sepultura. Esta sería una maldición que haría arder por dentro al Manrique el resto de su vida; y en esa hoguera, ardería mucha más gente. Absorto e insomne en sus divagaciones, apareció el Rey de Castilla a su espalda, como alma en pena. Don Alfonso de Castilla no se había mostrado a nadie desde que despertara tras su intervención, tan solo a su cuidadora Raquel y a sus médicos. Había permanecido recluido todo aquel día. Sin embargo, a altas horas de la madrugada, se deslizó en silencio, como sonámbulo, junto al otro desvelado de la noche. El Conde Manrique, sobresaltado por la presencia del rey, se incorporó de inmediato, para dirigirse al mismo: ‒Mi señor rey, ¿qué hacéis levantado?... El rey no respondía, permanecía en pie, con la mirada perdida: ‒Debéis descansar, majestad, mañana emprendemos el viaje de vuelta. Habéis de recuperar fuerzas… JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios El rey no movía un ápice, ni respondía. Sí que levantó la mirada al cabo de unos instantes, haciendo un gesto al Conde, a fin de que le acompañara. El Manrique así lo hizo, a las plantas superiores. Allí se pararon junto a una de las estancias, no la del propio rey, era otra. Don Alfonso de Castilla dio una orden tajante al Conde Manrique: ‒Aguardadme Manrique, aquí afuera. Vigilad, que nadie entre ni salga de esta celda… Raquel ya duerme plácidamente desde hace un rato. Las palabras de su padre habían sido una catarsis para ambos. Después de aquello, no le costó apenas coger el sueño, tras una larga jornada de trabajo. Los goznes de la puerta chirrían al abrirse y la joven se desvela. Con los pelos alborozados, entre luces y sombras, la muchacha entorna los ojos, sin apenas divisar a nadie. Siente que algo extraño pasa; no está sola en la habitación. Aún adormilada, alcanza a preguntar: ‒Padre… ¿sois vos, estáis ahí?. Mas no hay respuesta, y la moza se inquieta de veras. Se despereza de golpe, asustada por el corpóreo silencio que se halla a su lado, sus ojos distinguen en la penumbra una forma. La judía se atemoriza e incorpora, pegada a la pared: ‒Quién sois, hablad o gritaré, ¡gritaré pidiendo ayuda!. Alguien responde, con voz firme entre las sombras: JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒Tranquilizaos Raquel, soy vuestro rey. ‒Alteza, me habéis asustado…—la joven está francamente preocupada por la actitud errática pero retorcida del rey. ‒No habéis de asustaros, pues soy vuestro señor. ‒Os ruego que descanséis, os hace mucha falta, ¿queréis que os acompañe a vuestro lecho?—La joven se querría desembarazar de la turbadora presencia de don Alfonso de Castilla. Lentamente don Alfonso avanza hasta el jergón de la joven, tomando asiento. Extiende su brazo sano al punto de acariciar la faz de la muchacha: ‒Sois hermosa, de veras lo sois…—dice el rey, observando las facciones de la joven judía. ‒No os entiendo, majestad… ‒¡Callaos, os lo ordeno!... dejad hablar a vuestro rey…—don Alfonso se comporta como un demente, cambiando el tono y las palabras, con la mirada fija, obsesiva—Sabéis lo que es perder un reino, la gloria de cuarenta años de guerra y sufrimiento… Sabéis cuántos buenos caballeros y amigos he perdido en el camino… no, no lo sabéis… La muchacha empieza a estar francamente aterrorizada, mientras el rey mesa los bucles de sus cabellos con delicadeza: JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒…¿Sabéis cuántas veces me han querido asesinar?. Perdí a un padre en el sitio a Cuenca, cuando un puñado de bravos almorávides se zafaron de la albarrada montada a extramuros, a tiempo de venirme a degollar en la noche. Yo me salvé del escuadrón suicida, más no así para mi tutor, don Nuño Pérez de Lara, empalado por un lanzón. Perdí a otro en el sitio a Huete, ensartado por un Castro traidor. Odio a mi primo el Rey de León, como odié a mi tío, su padre, lo cual creo que es mutuo, como odio al gigante de Navarra y al miserable reptil que mora entre Marrakech y Sevilla, el que me ha lanzado a los tizones de la derrota… lo cierto, es que odio a todo el mundo, Raquel, odio al cobarde que ha dejado atrás la batalla en la que teníamos que haber caído todos, mientras a mí me traían en volandas, y contra mi voluntad, a perder mi honor huyendo del Miramamolín… ¿qué dirán ahora los cantares de gesta sobre mi persona?: don Alfonso VIII, de nombre “el pávido”. Las pesadillas me apesadumbran, recordándome lo que he perdido y lo que debo hacer en el futuro. Debo incendiar los hogares y las cosechas de mis enemigos, sin compasión. Pero no sé cómo: mis mesnadas son escasas y solo han quedado de ellas aquellos miserables que han huido en primer lugar del combate. El rey permanece absorto y Raquel siente encontrarse ante un caballero muy desesperado, con toda la carga del poder y de la tragedia, arrojada sobre sus hombros, a la sazón, malheridos: ‒Sed fuerte mi señor, pensad en vuestra familia, en vuestra esposa—responde Raquel a las divagaciones del rey. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒…Mi esposa, Doña Leonor, ¡mi amada esposa!—A don Alfonso se le dibuja una leve sonrisa—. Me ha dado tanto, once hijos ya. La última, este año: mi querida Constanza. Y Berenguela, es pálida e inteligente, como su madre. Luego está Urraca, tan pía, o mi hermosa Doña Blanca. ¡Mi gran lucero, mi heredero y sucesor, mi orgulloso y digno Fernando!… —Don Alfonso divaga—Fernando, ¡qué le voy a dejar a mi hijo como rey!… tan solo desechos de lo que otrora fue un reino de justos y de libertad. Una escombrera, un albañal de miserias y traiciones, de señores levantiscos y de vecinos ávidos de ampliar sus territorios… Debí fenecer allá en Alarcos, caer en batalla, como mis nobles antepasados, ahora, en cambio, solo me resta desaparecer de las crónicas y levantar mi pie de la huella de la memoria… don Alfonso, Rey de Castilla, es muerto… Don Alfonso guarda silencio durante un breve lapso. Raquel no sabe que esperar, tan solo está aterrorizada. Aquel hombre, perdido en sus pensamientos y pesadillas, razonando sus desazones ante ella. Como un pañuelo de lágrimas, presto a ser malgastado, una distracción pasajera, un lugar donde ejubarse los negros presagios, para luego arrojarlos al suelo, mancillados y desprendidos. Qué puede esperar Raquel de aquel caballero que se adentra en sus aposentos, descorazonado y taciturno,mas con taimada determinación. Pronto ahonda don Alfonso en su aserto: ‒Sin embargo vos, ahí estábais, al despertarme del tormento y el dolor, cuidando de mí. Solo vos, ayudando a ahogar mis JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios lamentos en pos de un leve consuelo. Con vuestra delicadeza, con vuestra hermosura. Tan grácil, aliviando mis pecados y mi carga… Os necesito, Raquel, ¡os necesito!… ahora más que nunca. La mirada perdida de don Alfonso no es nada halagüeña. Raquel está arrinconada y aterrorizada. El rey se recuesta lentamente sobre ella, mientras empieza a deslizar sus manos sobre los pechos de la moza. Raquel se sobresalta y apenas se quita de encima a su asaltante. Se precipita a la puerta para encontrarla cerrada, desesperada, intenta abrirla; antes del tercer tirón el brazo hábil del rey la toma por la espalda y la arroja con fuerza de nuevo sobre el lecho. Con una rapidez asombrosa, el fornido hombre se abalanza sobre ella, descargando casi todo su peso. A pesar de las punzadas del hombro, don Alfonso se encuentra en un estado de febril excitación. Besa y acaricia el cuerpo de una agitada Raquel que se zafa a tiempo de descargar un bofetón en la cara del rey. Con el anillo de compromiso que lleva en la mano, ha dejado, además, un profundo corte en la mejilla de don Alfonso. Un breve lapso, el rey se lanza con furia a tomar del cuello de la muchacha, apretándolo con fuerza, tanto, que llega a cortar la respiración de la pobre Raquel. Ella se agita, más que nunca, el rey, en su estado, apenas consigue contenerla, al tiempo que le susurra a la judía: ‒¿Osáis resistiros, de veras?... seguid, seguid resistiéndoos, pero estará en mi mano poner en llamas la aljama de Toledo, desterraré a vuestra familia, de vuelta con esos sucios JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios almohades, haré prender a cada uno de vuestros familiares y amigos, a vuestros más allegados. ¿Os vais a resistir a mi voluntad?, diez años en las mazmorras de Zorita y no reconoceréis el cadáver de vuestro padre… Raquel comprende muy bien las palabras del rey, y sabe que goza del poder y la determinación para hacerlo. Así es que, lentamente, relaja su tenso cuerpo, se intenta recostar levemente, ofreciéndose a don Alfonso. El rey, a su vez, no duda ni un instante, se remanga el camisón, a tiempo de mostrar todos sus atributos en plena erección. Con violencia desmadeja los ropajes de Raquel hasta alcanzar la desnudez de sus caderas. Sin miramientos, introduce su miembro entre las faldas de la muchacha, a la vez que ella siente un enorme quemazón en su interior por el ímpetu de su asaltante. Don Alfonso empieza a violarla con fuerza, recostando todo su peso sobre ella, pues apenas puede sostenerse sobre su hombro maltrecho. El rey está extasiado, desahogando toda su frustración contra las virtudes de la pobre Raquel. Cada punzada en el hombro recuerda a don Alfonso el pozo en el que se halla sumido, haciéndole hincarse más hondo, más profundo, queriendo vomitar todo su malcontento entre las piernas de la joven. La pobre judía estaba pagando en sus carnes por cada cristiano caído en Alarcos, en cada rejón acometido por don Alfonso. La muchacha apenas empezaba a gemir, no como le sucedió con Fernando, mas bien con hondos lamentos. La mala conciencia del rey ante los leves sollozos de la joven se subsana tapándole la boca, mientras termina la faena. Finalmente, don Alfonso de derrama por completo JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios dentro de Raquel, tan profundo como puede. Al terminar la terrible escena, el rey se incorpora algo aturdido por el esfuerzo, mientras susurra a la moza: ‒…habéis servido bien a vuestro rey… don Alfonso se aproxima a las puerta de la estancia, al abrirla, Raquel distingue desde el interior la mirada impenitente y cómplice del Conde Manrique en el pasillo, observándola con desdén. Al cerrarla, se apagan las dos velas, quedando la muchacha a oscuras, sumida en la soledad de la peor de las pesadillas. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios CAPÍTULO XVI. CALATRAVA EN LLAMAS JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Llegaron anochecido el ilustre Ordóñez y su compañía junto a la aldea de Fuenfresca. La hallaron desierta, como era de esperar. Los habitantes, alertados, abandonaron sus hogares al abrigo del séquito real o bien se habían dispersado por los montes, a la espera de acontecimientos. La escena resultaba tétrica. Las hermanas Monzón supervisaron los alrededores no encontrando indicios de Agarenos, por lo que consideraron seguro hacer noche en la aldea. Las tres hermanas Monzón procedían de una próspera aldea situada al sur de Cuenca. En aquellos tiempos se consideraba una tierra segura, sobre todo desde que fuera reconquistada por el rey castellano. Sin embargo, una aceifa almohade lanzada desde Alcaraz hizo estragos en la población. Sus padres fueron degollados y ellas se salvaron al encontrarse jugando en el bosque. Al volver a su hogar, lo hallaron en llamas junto a los cadáveres de la familia y vecinos. Los demás fueron hechos prisioneros. Una expedición de santiaguistas partió desde Uclés, semanas después, tras la huellas de los moros, a tiempo de encontrar a las tres mozas. Aparentemente, se las habían apañado bien. Sus padres les habían enseñado a cazar y manejar ciertas técnicas que les permitieron sobrellevar el desastre. Recogidas por los santiaguistas, sorprendidos por su gran soltura para moverse y sobrevivir entre los montes, las acogieron en el convento de Uclés y, siendo más talluditas, empezaron a proporcionar servicios como atalayeras y avanzadillas. Se encontraban entre los mejores rastreadores de la orden, aunque un lío de faldas con algunos freires dieron con su honra por los suelos y se saldaron con su expulsión del JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios convento. Un viejo amigo del ilustre Ordóñez se ofreció a ayudarlas al no encontrar muy justo que el castigo impuesto fuera tan duro y únicamente dirigido a ellas. Este amigo intercedió ante Ordóñez, quien no dudó en ofrecerles un hogar en la próspera Aceca. En realidad, pasaban la mayor parte del año husmeando desde los Montes de Toledo hasta las Sierra de Cuenca, que cruzaban con sigilo total, y manteniéndose virtualmente invisibles. Informaban oportunamente al comendador Ordóñez de todo lo que se movía en la frontera, resultando, con el paso del tiempo, ser una pieza clave de la orden. Se llamaban, por orden de edad: María, Antonia y Gortrunda. María era la mayor, siempre velaba por las otras, muy fuerte de carácter, no era especialmente hermosa, pero muy atlética y bien formada; su hermana mediana, Antonia, era más rellenita, muy fornida, más que muchos hombres, de carácter alegre y desenfadado, sin apenas complejos; por último, Gortrunda, la pequeña, era la más guapa y delicada, muy ágil, la mejor cazadora y de una habilidad con el arco inmejorable. El joven Fernán, por su parte, hizo muy buenas migas con ellas. No cabía duda de que el ilustre Ordóñez armaba equipos muy competentes, pues reconocía el talento y la audacia. Así pasaron la noche, aunque antes del ocaso, María despertó a todos: una columna cristiana se aproximaba desde Alarcos. A fin de evitar sorpresas, el ilustre Ordóñez hizo arriar un pendón calatravo bien alto, que se viera desde lejos. Para cuando llegó la avanzadilla, a media mañana, informaron que acudían, JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios desarmados, los restos del ejército derrotado en Alarcos. Al frente de la marcha: don Diego López de Haro. En retaguardia, armados hasta los dientes, las mesnadas del don Pedro Fernández de Castro. El comendador Ordóñez decidió esperar la arribada de don López de Haro. A su llegada a la aldea, se juntaron para hablar, ambos se reconocieron a primera vista, señal de que habían tratado antes. El joven Fernán se sorprendía con la red de contactos de que disponía el ilustre Ordóñez. En una cabaña apartada, comentaron las noticias: ‒La situación no es buena, Ordóñez—decía con sopor López de Haro—. El Miramamolín reordena sus fuerzas para atacar la cibdad vieja de Calatrava. No hay esperanza. ‒¿Y vos, cómo se resolvió el sitio?. ‒Medió el tal Pedro Gutiérrez de Castro, que nos sigue a rebufo con sus hombres. Me jugaría el cuello a que ese bastardo traidor ha tramado algo con el Rey de León, para sacar ventaja de la situación. Sea como fuere, nobleza obliga, y hemos pactado su readmisión, a tenor de su intercesión ante el califa. Se han salvado muchas vidas, Dios mediante. ‒¿Cuándo esperáis que lleguen a la cibdad vieja ?. ‒Sin duda hoy montarán la almofalla a los pies de vuestro convento, a orillas del Guadiana. Mañana podría fácilmente iniciar el asalto. Portan aljamaneques y otros artilugios de JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios asedio. No entiendo qué pretendéis yendo allí a observar, don García. No debéis torturaros, vuestro lugar está en la Aceca, hay que rearmar a los soldados que nos queden en pie. ‒Hemos de recabar información, ver cómo están dotados, quién comanda, cómo actúan… ‒Son una maldita plaga de langostas, Ordóñez, simple y llanamente. Hay que dejarles los despojos de las cosechas, bastante trabajo será contenerles más allá del Tajo. Calatrava está perdida… solo puedo decir eso. No se entretuvieron más por no ser vistos por el Castro que llegaba siguiéndoles los pasos. Así fue que partió la compañía de Ordóñez en pos de la cibdad vieja de Calatrava, a avizorar algo de la perdición que se abocaba sobre ella. Mientras, entre los muros de la cibdad vieja, a orillas del Guadiana, se organizaban las defensas. Un flujo intermitente de freires acudían, casi desnudos, procedentes de Alarcos. Habían entregado inmediatamente sus armas con la sola intención de acudir, lo antes posible, a reintegrarse en las líneas de defensa del convento. Que aquello era una guerra perdida, estaba claro. Mas era la cuestión en juego la sede conventual, sin ella, se perdería el sentido de la orden; y es por ello, que sus moradores preferían dar la vida, antes que ver su casa perdida y arruinada. Precisamente en estas estaba, entre aquellos muros, el freire Andrés a, y pegado a sus faldas, una niña de apenas ocho años, de nombre Sarah. El freire Andrés era su tío. Se había hecho JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios cargo de la niña a la muerte de sus padres por una plaga de disentería que asoló la población, al menos, hasta que alguien terminó por deducir que el motivo de sus males tendría que ver con el agua estancada que consumían. La niña quedó a cargo de su tío, quien debía sacar tiempo para atenderla. Ella, muy despierta desde siempre, lo adoraba a su vez, siendo la única familia que le quedaba. Mantenía la casa limpia y preparaba su comida. Se movía con soltura por la aldea y la ciudad, haciendo alarde de una voluntad y unas ganas de vivir encomiables. Cuando su tío se tropezó con ella, que andaba zascandileando entre sus piernas, se detuvo el freire a echar una notable bronca a la niña: ‒¡Maldita sea, Sarah!, ¿qué haces aquí en medio?. ¡Te harás daño muchacha!. ‒¡No quiero quedarme en casa, quiero estar aquí contigo, tío Andrés!. ‒Luego acudiré a casa, pero necesito que estés allí. ¿Preparaste lo que te dije?. ‒¿El manojo de sarmientos enrollados?, sí. ‒¿Y la talega con comida y navajuela? ‒También, con el queso, el jamón y la morcilla. ‒¿Y dónde está, si puede saberse?. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒… pues, en casa—la niña respondía remolona a esta última pregunta. ‒Ahí se puede quedar—respondía, irónico, el freire Andrés—. A ver: ¿a dónde tienes que llevar todo? ‒Al albañal del río.—La niña jugueteba con sus deditos. ‒¡Pues anda y ve!—decía el freire. La niña acudió a su palloza y retornó con el fajo de sarmientos y la talega. Con cuidado se arrimó al pestilente albañal de la ciudad, por donde un escaso orificio al final de una estrecha coracha daba salida al Guadiana. Allí dejó en seco los pertrechos, para luego encaminarse de vuelta a buscar a su tío, enfrascado en montar las defensas. Poco después, el freire Andrés se la llevó a un lugar apartado y tranquilo, a explicarle a aquella niña de ocho años la situación calamitosa en la que se hallaban: ‒Escúchame Sarah, escúchame bien: ¿sabes lo que sucede, verdad?. ‒Viene el moro a castigarnos… ‒¿Y qué vamos a hacer nosotros?... ‒Armarnos y responder, dentro de la ciudad. ‒Todos vamos a entrar dentro de los muros. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒Todos, sí, todos…—la niña asentía a cada palabra del freire Andrés. ‒Los mayores lucharemos, y tú: ¿qué vas a hacer?. ‒Llevar flechas a los arqueros. ‒¿Si suena el cuerno una vez?... ‒Sigo llevando flechas, pues estamos luchando. ‒¿Si suena dos veces?... ‒Me acerco a la coracha, pues nos están asaltando. ‒¿Si suena tres y no me encuentras?... ‒Me voy al albañal, agarro la talega y me meto al río… ¡Pero tío, huele muy mal y está lleno de cacas!. ‒¡Escúchame pequeña mía!…—Al freire le brotaban las lágrimas, inevitablemente—, no dudes en hacerlo, tu tío Andrés saldrá después a por ti. Aun así, tú sales y te cruzas a los carrizos de la otra orilla. Y te quedas quieta, muy quieta. Y por la noche te irás, hacia el norte, hacia los montes. Luego tomarás la trocha que va hacia Malagón, y no dejarás de caminar, no hasta que encuentres a más cristianos. ‒¡Pero yo quiero que vengas conmigo, tío Andrés!. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒Escucha y no te distraigas, si ves jinetes o extraños en el camino, ¿qué harás?. ‒Salir de él y esconderme… ‒Yo iré en cuanto pueda, pero los moros nos van a entretener, y no queremos que te vean los moros, ¿verdad?. ‒Sí tío… ¡pero no quiero que te quedes!—la niña también lloraba profusamente. ‒Yo estaré contigo, pase lo que pase, aunque no me puedas ver, pero tienes que hacer lo que te digo, por mí, por mamá y por papá. ¿Entendido?. El freire Andrés abraza con fuerza a su sobrina. Estaba muy apesadumbrado, se sentía responsable de la desgracias de su familia, pues fue él quien recomendó a su hermana y cuñado acudir a la prosperidad de las tierras de Calatrava, dejando atrás el Alfoz de Castroverde en Valladolid. Primero la disentería y ahora la aceifa mora, amenazaban con aniquilar a toda su estirpe. Antes de mandar a la niña a completar otros recados, le espeta una última pregunta: ‒Sarah, no habrás metido las piedras de mamá en la talega, ¡no te las puedes llevar en la talega…! ‒¿Por qué no?. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Se trataba de dos cantos rodados que su madre calentaba junto al fuego para ponerlos luego en el lecho de la niña, en las largas y frías noches de invierno en Calatrava. La pobre Sarah, las guardaba como un tesoro: ‒Ve y sácalas, por Dios, ¡haz lo que te digo!. Mientras, lejos de allí, avanzaba la compañía de Ordóñez. Gortrunda informaba que ya habían distinguido la columna almohade faldeando Alarcos. Sin duda, acudían hacia la cibdad vieja. La compañía se ubicó a media legua de distancia, donde no alcanzaran a ser divisados, para dejar sus monturas. Las hermanas Monzón se dedicaron durante el resto de la jornada a otear el despliegue de fuerzas de los almohades. Al atardecer, volvieron al escondrijo donde aguardaban el joven Fernán y el angustiado Ordóñez: ‒No han dado cuartel, ni han pedido la rendición de la plaza— dice María Monzón. ‒Va a ser una masacre—continúa, desconsolada, Antonia, que perdía su alegre naturaleza por momentos. ‒Saben la respuesta que van a recibir: Calatrava no se entrega— proseguía el afligido Ordóñez—, ningún cristiano de los que aguardan entre esos muros la dejar en manos de un perro agareno para que orine en sus muros. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒Sea como fuere aquí nos jugamos el pellejo, Ordóñez—afirmó, secamente, María—, ¡maese Ordóñez, no deberíamos estar aquí!. ‒Vuelve a insinuar tu cobardía de nuevo y te arranco la lengua…—el ilustre Ordóñez asomaba el espíritu del viejo calatravo, agrio y malencarado, que parecía haberse difuminado en los últimos años. Nadie más mudó palabra esa tarde. Bien entrada la noche, el propio Ordóñez conminó a todos los demás a descansar: el mismo haría guardia toda la noche. Mientras, entre los muros de Calatrava, se hallaban todos rezando en la iglesia. La multitud era tal, que muchos freires y otros ciudadanos, todos ellos fieles al sello de la orden, rezaban de rodillas por la salvación de su hogar y covento. Eran muchos, con sus familias, quienes aguardaban en el interior, dispuestos a proteger su casa espiritual, antes que huir y echarse al monte. Aquellas gentes sabían lo que había costado levantar aquellos muros, arar aquellas tierras. La voluntad se hizo fe y la fe embaucó los corazones de todos los ahora sitiados. Todos habían formado aquella comunidad sumidos en un concepto fundamentalista de desarrollo urbano. En realidad, eran una secta dispuesta a sacrificarse antes que perder su bien supremo: esa era su elección. Tampoco les faltaba razón, una vez en manos de los moros, pasarían diecisiete años hasta que se pudiera recuperar y para entonces, no fue nada más que un lugar baldío y maldito para todos. En realidad, la cibdad vieja JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios iba morir para siempre, borrando ya su impronta de los futuros cartularios. El freire Andrés, sin embargo, no deseaba esa suerte para su sobrina. Permaneció aquella noche abrazado a la pequeña. Repasó con ella el plan de fuga hasta la saciedad, porque, si bien quería garantizar un escape para la pequeña, no la consideraba bajo ningún concepto para sí. Aquella noche se derramaron las pellejas de vino y se comió a reventar. Muchos de los congregados, entre la borrachera y la pasión desatada, proclamaban en voz alta la salvación, mediando en milagro, de la cibdad vieja en la jornada siguiente. La mayoría de los freires permanecieron en vela, guardando las armas. Sin embargo, dentro de la cibdad vieja había un amasijo de fe desmedida, actitud marcial, valentía y locura a parte iguales. Lo que iban a asaltar las tropas almohades al día siguiente no era sino que un avispero de cristianos locos, un manicomio de aqueos reconvertidos en fieles guardianes, dispuestos a derramar toda su sangre por aquello en lo que creían. Una lucha perdida y sin sentido, un gesto de valentía suprema hacia ninguna parte: estaban solos, y no se esperaban refuerzos, no había esperanza de mantener el sitio hasta recibir ayuda. Realmente, aquello era heroicidad destilada en esencia pura. Cuando la pequeña Sarah se durmió, agotada de repetir el plan de fuga con su tío, el pobre Andrés se echó a llorar desconsoladamente. La imaginaba vagando entre los carrizos, perdida, sin destino. Con su talega llena de comida mojada, tal vez atacada por perros salvajes, bien por lobos. Tal vez raptada JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios por alguno de esos miserables que se llevaban a los niños de las aldeas sin dejar ni rastro. Todo aquello aterraba al pobre freire, tanto, que en dos ocasiones arrimó una fina daga al pescuezo de la niña, presto a acabar con el sufrimiento que la podría estar esperando allí afuera. Tan solo sus firmes creencias religiosas le conminaron a no hacerlo. Pensaba para sí ‹‹…tu destino está en las manos de Dios, mi pequeña Sarah…››. Bien entrada la madrugada, presa del agotamiento, el freire Andrés también se sumió en un profundo sueño. Antes del amanecer despertó Fernán, aturullado, encontró a las tres hermanas Monzón a la vera de Ordóñez, quien aguardaba de rodillas, espada en mano, clavada en el suelo, rezando por las almas de sus compañeros. Poco antes del alba se inició el asalto. Primero el ruido ensordecedor de los tambores y acto seguido los almohades empezaron a arrojar majanos de más de tres cahíces sobre los muros de Calatrava. Con una cadencia escalofriante, los impactos cada vez iban más atinados y causaban más daño. Los muros de Calatrava no durarían mucho sobre aquel escaso promontorio rodeado de llanos. Llanos proclives a esparcir el desproporcionado ejército del califa, como sus juguetes de asedios. El visir no contemplaba perder hombres a flechazos en un asalto loco y costoso a una fortaleza llena de freires armados. Esperaría a tirar los muros de la ciudad, para entonces penetrar en ella como el agua de regadío entre los surcos al abrir la tajadera. El ilustre Ordóñez observaba la escena con estupor. Hasta su posición llegaban claros y sonoros los impactos de las rocas al JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios golpear los sillarejos. Antes del mediodía la pared sur casi se había desmoronado en una sección de más de diez varas. Un nutrido grupo de milites aguardaba en el interior la arribada de los moros. Ya había sonado el cuerno dos veces cuando el freire Andrés acudió en busca de Sarah, a fin de empujarla a escapar por el albañal. La niña protestaba ante su tío: ‒¡Pero tío, el cuerno solo ha sonado dos veces!. ‒¡Maldita sea Sarah, corre, haz lo que te dice tu tío! ‒¡No quiero tío, no me quiero ir. No le tengo miedo al moro. Además, yo no sé nadar! El freire tomó por los hombros a la niña, la miró fijamente: ‒Escúchame Sarah, vas a hacerlo por mí, por tu papá y tu por mamá. Yo saldré luego a buscarte. ‒¡No, no, no…! He oído a todos los hombres decir que el moro nos quiere matar a todos. Ven conmigo ahora tío, no te puedes quedar aquí. ‒Yo no puedo escapar Sarah, el hueco es muy grande. Además, lo que quiere el moro es nuestro tesoro apreciado. Nada más que eso. Tendremos que entregarlo para que se marche y nos deje en paz. ‒¿Y por qué me tengo que ir entonces…? JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Los almohades iniciaban ya el asalto sobre el muro derruido, las fuerzas se concentraban y empezaban a restañar los aceros y a volar las flechas. Al freire Andrés se le agotaba el tiempo, como a la pequeña Sara. Sin embargo, debía convencer a la pequeña para que no dudase ni por un instante en arrastrarse entre las heces del albañal, en busca de su libertad. No había tiempo, el freire Andrés se serenó, a pesar de la gravedad de la situación, para contar un pequeño cuento a la niña: ‒Cariño, verás, al moro le gustan mucho las niñas. A nosotros nos dejará en paz, pero a ti te querrá llevar de esclava… al desierto africano, ¿quieres ir a vivir al desierto acaso? ‒¡No tío, no!—la niña negaba ostensiblemente con la cabeza. ‒¿Quieres beber leche de camella todos los días?. ‒¡No, puagh!. ‒¿Y desayunar alacranes y escorpiones?. ‒¡Qué asco, no, tío!. ‒¡Pues huye, ahora!. La niña y su tío se dan un último abrazo. El freire besa la frente de su sobrina y la empuja levemente. La niña se encamina remoloneando hacia la coracha del albañal. Tuerce la mirada una última vez para distinguir a contraluz la figura de su tío desenvainando la espada y gritando por Dios mientras se JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios abalanza sobre el marasmo de moros que ya entran por la brecha del muro. Sarah se desliza por la coracha antes de que nadie repare en su presencia. Poco antes su tío, que lucha ferozmente, se distrae por un segundo distinguiendo la leve figura de sus sobrina doblando la esquina que da acceso al albañal. Eso es lo último que alcanza a ver, antes que un golpe seco en la cabeza le haga perder el conocimiento. La niña se desliza por el albañal hasta el muro frontal que comunica con el río. A duras penas consigue enfilar el manojo de sarmientos, debido a los empujones de la niña y a su premura en hacerlos pasar por el agujero, hace que se desmaneen ligeramente. Finalmente, la pobre Sara se desliza como puede afuera del albañal, entre los desechos e inmundicias que por ella se esparcen. Se introduce, poco a poco, entre los carrizos, a la orilla del Guadiana y, aterrada, lentamente introduce sus piernecitas en el agua verdosa y enlodada del río. Sarah no se atreve a avanzar más allá, la negrura de las aguas y los carrizos no la dejan ver. Apenas consigue acarrear el manojo de sarmientos y la talega. Por unos instantes se para, llorando, volviendo la mirada hacia los muros de la cibdad vieja. Quiere volver, abrazar a su tío Andrés, retornar a la seguridad y al calor de sus muros. Mas eso es ya una quimera: la pobre niña se halla en una encrucijada entre las aguas negras del Guadiana y las espadas de los almohades a su espalda. En ese momento recuerda lo que le dijo su tío Andrés sobre la vida en el desierto. Se la llevarían lejos y… ¡desayunaría alacranes y escorpiones!. Eso la aterrorizaba aún más, razón para avanzar aguas a dentro, más no sin dudas JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios razonables. Finalmente, se despejan los carrizos, el agua le llega ya por la barriga, no está muy fría. Pero ya no se atreve a avanzar. No, ya no puede avanzar más. Tan solo está a unas varas de distancia de los muros; allí pronto darán con ella, apenas se inspeccionen los aproches de la cibdad vieja. Sarah está sola y acobardada, tan solo es una cría, incapaz ya de asumir más riesgos, de comprar más coraje para sí. Es entonces cuando distingue a alguien al otro lado. Es una mujer de apariencia montaraz, aunque cristiana. Le hace gestos ostensibles, gritando a la niña. Sarah se infunde del valor suficiente como para echarse a las aguas del río, navegando sobre sus sarmientos. La cosa marcha bien, la niña se siente segura abrazada a su isla flotante. Sin embargo, el manojo de sarmientos se deshilacha como resultado de los meneos padecidos durante su transporte. La niña empieza a agitar los brazos desesperada. Porta la talega con la comida y, desobedeciendo las órdenes de su tío, conserva los dos cantos rodados de su madre, que la arrastran al fondo del Guadiana, sin remedio. Ya sumergida y sin poder contener apenas la respiración, azorándose en salir a flote, una mano recia la recoge del fondo jalándola a la superficie: es Gortrunda Monzón, quien se ha lanzado de inmediato al río al ver en dificultades a la pequeña. A duras penas consigue arrastrar a la Sarah hasta la otra orilla, justo al tiempo que dobla la esquina una generosa patrulla almohade, buscando a fugitivos. Lenta y sigilosamente, Gortrunda y Sarah avanzan entre los caños hasta encontrarse con Antonia; las dos atalayeras se JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios habían adelantado a inspeccionar. Se ven sitiadas por la patrulla almohade de la otra orilla. No deben moverse ahora, pues podrían ser fácilmente localizadas. Antonia abraza a la pequeña para calmarla, mientras le quita los restos de verdín en la cara, a tiempo de susúrrarle con delicadeza: ‒Tranquila, cariño, ahora nos vamos a quedar quietas y en silencio. Mientras, un poco más lejos, el ilustre Ordóñez mantiene el alma en vilo observando el fatal desenlace del acontecimiento. María Monzón y el joven Fernán se mantienen expectantes a la posible reacción del calatravo, al que encuentran fuera de sí. No era de extrañar, pues estaba asistiendo a la demolición de lo que daba sentido a su vida, su vocación y su fe. Gotas de sudor se derramaban de su frente, armado con su loriga y su alpartaz, abrasado por la canícula del verano, el calatravo si quiera pestañeaba. Parecía estar meditando a cada segundo la conveniencia o no de abalanzarse sobre los moros, delatando su posición. Rara vez había podido Fernán contemplar a un comendador tan alterado y enfurecido. Así pasaron los minutos y las horas. Entraba bien la tarde cuando la cibdad vieja ya era tomada. Muy cerca de sus muros arriman a los prisioneros, capturados en Alarcos, en jornadas precedentes. Entre ellos, el bravo Íñigo Sánchez de Villafoz, inmolado por ayudar a otro cristiano. Una soga de recio esparto anudada al cuello comenzaba a causarle severas laceraciones mientras que las de las manos se hacían JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios más llevaderas. No habían probado gota de agua y la sed devoraba sus entrañas. Ahora nadie les iba a atender, pues los almohades estaban sacando a palos y cortes a los pocos oponentes que restaban entre los muros de Calatrava. Tan solo quedaban ya campesinos, mujeres, niños, junto a los escasos milites con vida. Todos estaban siendo alineados al pie de los muros, en una ancha explanada. El noble Íñigo observaba la escena con frustración y padecimiento, pues no cabía esperar nada bueno. Al cabo de una hora los musulmanes habían rastrojado toda la hojarasca de cristianos que quedaba esparcida en el interior de los muros de la cibdad vieja. Entre ellos, en volandas, recuperando poco a poco el sentido, el freire Andrés. La tienda roja del califa se hallaba ya extendida cerca de los muros. El noble Íñigo no perdía detalle de lo que sucedía. Tras un largo rato de conciliábulo, salieron varios oficiales, caídes y el nuevo adalid de los ejércitos almohades: el siniestro nakib de negro, llamado Hicham Abd—el Walif. El joven oficial gobernaba ahora las tropas regulares hintatas, los auténticos soldados de entre el tropel almohade. Discutía con un oficial andalusí de relevancia: ibn Jutahm. El tal Jutahm tenía razones para recelar de sus adláteres, pues era uno de los caídes del emir de Murcia, afín a la herencia del Rey Lobo ibn Mardanish, depuesto casi dos décadas atrás. La Cora de Murcia se mostró siempre reacia al poderío almohade, de modo que solo el yugo de los fundamentalistas mantenía el orden en aquellos territorios, altamente permeables al cristianismo de Aragón y de los Condados Catalanes. Ibn Jutahm recibía noticias que no JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios eran de su agrado, motivo por el cual, discutía con el pérfido Hicham: ‒Son las órdenes del califa, hacedlas cumplir—ordena con inistencia Hicham. ‒Cuál es el motivo de esta sinrazón, hablad con vuestro tío, el califa lo atenderá—protesta Ibn Jutahm. ‒La orden es clara: pasar a todos los prisioneros a cuchillo. Todos habrán de ser degollados. ‒Dejad a las mujeres y los niños, no hay razón para ejecutarlos, serán valiosos como esclavos. ‒Es la maldita Calatrava, ibn Jutahm, foco de purulencia cristiana. Es el preludio de las algaradas enfiladas desde Toledo desde tiempos inmemoriales. Casi todos los ejércitos cristianos han partido de estos muros a causar estrago entre nuestros hogares. Ya era tiempo de arrebatar este bastión de miseria y corrupción a los cristianos. Es la hora de hacerlo arder. ‒¿Y en ese empeño hemos de sacrificar a los inocentes que moraban entre sus muros?...—Ibn Jutahm toma del hombro a Hicham, haciéndole parar en seco. ‒Todo cristiano de aquí está condenado, es un escarmiento, y yo, lo imparto con gran satisfacción, en el nombre de Alá y la voluntad de mi tío. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Dicho lo cual, el pérfido Hicham toma de los cabellos a una mujer arrodillada entre los prisioneros, sin apenas mediar palabra, le secciona la garganta con una larga daga. La mujer se derrumba sobre el suelo entre estertores y toses licuadas por la sangre que brota de su pescuezo. Su hijo se abalanza llorando sobre ella, acto seguido, Hicham lo aparta de una patada, para terminar ordenando en alto a sus hombres: ‒¡Terminad la tarea que se os ha encomendado, no hagáis que tenga que manchar más mis propias manos!. Ibn Jutahm da un paso atrás y ordena a sus hombres traer su caballo. Los árabes y algunos andalusíes se entregan de pleno al degüello de los cristianos. Ibn Jutahm, por su parte, se encabalga, a tiempo de dirigir una última mirada de indignación a su homólogo Hicham, mientras le dice: ‒¡Que Alá os perdone por esto, Hicham, a vos y vuestra estirpe…! Ibn Jutahm espolea su caballo para abandonar la acampada almohade junto a algunos hombres, mientras se acomete el genocidio de los prisioneros de la Cibdad vieja. Apenas se está alejando, cuando escucha a sus espaldas la voz de Hicham, gritando en alto: ‒¡Dios lo quiere, ibn Jutahm… Dios lo quiere!. El freire Andrés asiste a la escena de su ejecución, en compañía de los que eran sus vecinos y correligionarios. Aún está turbado JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios por la fuerte conmoción que sufre, si bien, no padece más de lo necesario. No tiene miedo, pues se echa en brazos de Dios; tan solo busca a su alrededor a la pequeña Sarah, poniéndose en pie incluso, para otear con más facilidad. Siente un lanzón que le golpea fuertemente en la espalda para hacerle hincar las rodillas de nuevo. Sin embargo, él ya está seguro: Sarah ha escapado por el río, sin duda. En sus últimos instantes, dibuja una tibia sonrisa de satisfacción, la que le produce haber puesto a salvo a su sobrina. De manera casi inconsciente, torna su mirada hacia las aguas mansas del Guadiana. Allí, a cierta distancia, aguarda escondida Sarah, junto a las hermanas Monzón. La pequeña alcanza a distinguir la mirada lánguida pero sosegada de su tío, convencida de que es a ella a quien está observando. Nada más lejos de la realidad: el freire Andrés no hace más que vagabundear con la vista por entre los carrizos, evocando la salvación de su querida Sarah en ellos. Para la pequeña, en cambio, es la cándida mirada de su tío, antes de que una sucia daga, medio oxidada, abra las carnes de su cuello, quebrante el cartílago de su garganta, y derrame la vida del milite a los pies del convento de la orden. La niña rompe a llorar desconsolada, tan solo el abrazo cálido de Antonia Monzón le sirve de apoyo frente al terror a una soledad inconmensurable. La pobre Sarah ha dejado un pedazo de su alma en aquel lugar que nunca podrá recuperar. Toda su familia ha de quedar sepultada entre los muros de la Cibdad vieja Calatrava, lugar maldito para siempre. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Al anochecer, consiguen deslizarse fuera del alcance de las miradas de los almohades, que comienzan a patrullar la orilla en busca de más cristianos. Ya no queda ni uno en pie en el Convento ni aledaños, dos mil almas entregadas en el sacrificio por la causa. Esa noche reza el noble Íñigo de Villafoz, trastornado por la atrocidad que había presenciado. También reza Fernán, en silencio, por las almas de los inocentes. Las hermanas Monzón abrigan a la pequeña Sarah, rescatada entre los carrizos, sin mudar palabra. Mientras tanto, el ilustre Ordóñez ruega entre dientes, ruega a Dios, no por las almas de los muertos, no por la sinrazón y la locura ejecutadas horas antes; reza por la venganza divina, por el fuego y la ira, por la furia que trastorna al cuerdo, que envilece al sereno. Cómo recomponer las resmas que se han desgajado del alma, impresas con sangre en títulos de sinsentido y muerte. A la jornada siguiente, todos los muertos cristianos serán enterrados en una fosa común, allá mismo, a escasos metros de los muros de la cibdad vieja. Serán el testigo incólume de la desaparición del espíritu de Calatrava, el más genuino y original. Tal parece que Castilla se ha partido por el medio, ha perdido el báculo que tan firmemente la sustentaba. Quedan años duros por delante, para el ilustre Ordóñez y los suyos, para el noble Íñigo, para don López de Haro, para el de la Finojosa y Deza, para los Laras y los Manriques, para el bravo Girón, para Miguel Sonseca, para la pequeña Sarah y las hermanas Monzón… para Fernán, y su querida Raquel, quedaba menos que eso: las cenizas y los restos de una felicidad que, si bien prometida, fue condenada desde el mismo JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios momento en que la derrota de Alarcos había de traer la amargura, el odio y la frustración al corazón del Rey de Castilla, don Alfonso “el noble”. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios CAPÍTULO XVII. UN RETORNO AMARGO JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Al anochecer, la compañía del comendador Ordóñez volvió sobre sus pasos, alejándose lentamente de la Cibdad vieja de Calatrava. Retumbaban en la mente todos los gritos desesperados de los cristianos sitiados, pasados a cuchillo, como puercos, por sus matarifes almohades. A cada recuerdo evocado, el ilustre Ordóñez apretaba los dientes. Jamás había padecido frustración semejante, solo aplacable por una muerte justa y digna en combate con el enemigo, aquel que había profanado los muros del Convento. Mas no era momento propicio para venganzas. Debía el comendador trasladar mensaje urgente de lo sucedido en aquella jornada funesta. Al poco de retornar, a una distancia prudencial del enemigo, la compañía se disgregó, partiendo las hermanas Monzón en tres direcciones: Antonia Monzón, en dirección a Santa Olalla y Talavera; María Monzón, a alertar a los castillos de Bogas, Peñas Negras, dar aviso en Ocaña y retornar a la Aceca; Gortrunda Monzón, la más ligera, haría largo el recorrido hasta Almoguera y Zorita. Había que avisar, asimismo, a las tropas de la orden que acudían desde Aragón. Lastimosamente, nunca llegarían a tiempo de defender el convento, que ya había sido perdido por completo. El resto siguieron su camino hacia la aldea de la Fuenfresca, con cuidado y paciencia. La pequeña Sarah iba durmiendo en brazos del escudero Alejo, quien recibía con reservas el encargo. Sin embargo, la niña había mostrado preferencia por las faldas del pobre pasmado frente a las de sus otros acompañantes. Poco a poco, el atribulado Alejo se iba haciendo con el cuidado de la pequeña, envolviéndola, con delicadeza, JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios de los rigores del camino. Amaneciendo casi, retornabanan a la fantasmagórica aldea de la Fuenfresca. El sitio parecía mantener el mismo estado de abandono, no había moros en la costa. Tras revisar diligentemente los alrededores, decidieron parar brevemente a recuperar fuerzas. El ilustre Ordóñez se arrodilló a rezar en voz baja, espada en mano, mientras Alejo acomodaba a la pequeña Sarah en un jergón. Fernán observaba con comedimiento cómo algunas lágrimas escapaban levemente por la comisura del eminente calatravo, prestas a perderse en el mar de vellos de su barba, como reminiscencias de una debilidad que no debía ser mostrada en público. El caballero Fernán, que nunca daba un paso atrás, en cuestiones de sentimientos, se acercó a Ordóñez para posar su mano en el hombro del calatravo. Ante el estímulo, este reaccionó levemente, incorporándose y enjugando las escasas lágrimas que aún enlodaban la polvareda que llevaban en la cara. Miró fijamente a Fernán: ‒Todo está perdido…—decía el ilustre Ordóñez, compungido. ‒No, mi señor, ¿por qué decís eso?. ‒Ha caído el Convento de la Orden, no habrá levas para recuperarlo, los quintales de la orden se han ajado y esparcido su coraje por las faldas del castillo… ¿con qué sopesaremos nuestras fuerzas mañana, dime, Fernán?. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒Con lo que sea necesario mi señor, pero antes que nada, con las alforjas de valor que queden en hombres como vos. No desesperéis, padre. ‒¿No he de desesperar?. ¡Yo debí morir allá, junto a los míos!— El comendador volvía a mostrarse fuera de sí—. Yo me hice caballero entre aquellos muros, comandé ejércitos y batallé en campo del moro. Ahora firmo legajos y observo en lontananza como lavan mi legado con la sangre que se escurre del pescuezo de los calatravos. No queda nada para mí, Fernán, no queda nada, ahora… Un largo silencio media entre los dos caballeros, apesadumbrados. La congoja del comendador no tiene parangón desde que Fernán tiene memoria. Por otra parte, Fernán no está dispuesto a permitir que su padre adoptivo consienta en despilfarrar su vida solo en pos de un remordimiento mal entendido. El joven caballero no puede perder más de lo que se ha dilapidado hasta ahora. Con el corazón en la mano, conviene en hablar de nuevo al comendador: ‒… ¿y qué hay de mí, padre, qué queda para los que os amamos?. No habrá comendadura sin vos. No habrá voluntad, ni unión, ni liderazgo. ¿Es que no lo veis?, la orden pende de un hilo, las tenencias han de afianzarse, hay que dar esperanza a los collazos y a los villanos. Si no intercedéis y os hacéis fuerte, el cabildo de Toledo afanará todos los bienes de la orden, desde Zorita, hasta Talavera. ¿Y todo eso por qué?... porque vuestro JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios orgullo y malcontento no os dejan ver que la auténtica derrota no es caer; la auténtica derrota es no levantarse de nuevo. El ilustre Ordóñez medita las palabras de Fernán, sabe la razón que hay en ellas. Vienen a su mente los recuerdos de un guiñapo de cuatro años tendido sobre un pesebre con ligaduras de esparto, tan duramente criado, sacado adelante con esfuerzo y atención. Convertido en un noble hombre, resabiado como para poder humillar al poderoso y enamorado feliz de la más hermosa dama de Toledo. Tal vez no todo fuera un sinsentido. Tal vez aquel joven caballero, de nombre Fernán, podría aún mantener la cordura y la fe en su aterido corazón. Tal vez, después de todo, aún había esperanza, si no en la cristiandad, sí en sus cristianos. Y así es que el ilustre Ordóñez vuelve a reposar su mano en el hombro de Fernán, con el rostro relajado, leyendo entre líneas calma chica en su fuero interno. Aún duele, pero no tanto como para volverse loco. El sonido afilado de una flecha interrumpe la escena. Un gesto de dolor retuerce la mirada del comendador. La saeta se ha clavado en su pierna. El caballero Fernán alza la mirada a tiempo de reconocer a dos guerreros guzz que se dirigen al galope hacia ellos. Han disparado de lejos para no hacerse notar, de ahí la falta de tino. Están armando una nueva punta. Fernán pone a salvo al comendador, casi en volandas, en el interior de una palloza. Allí, el cojo calatravo arma su espada, no será presa fácil. Fernán sale de nuevo, casi a tiempo de JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios esquivar otra salva de los arqueros persas. En el entramado de callejuelas entre las chozas lo tendrán difícil con los arcos. Los guzz hacen una pasada a galope y a distancia prudencial tornan. No pretenden otra cosa que matar a golpe flechas. Se dividen, uno permanece a la vista mientras otro se desdobla. Pretenden tomarle la espalda. Fernán aguarda el sitio, justo antes de que el guzz que viene de frente arme el disparo, se oculta en una esquina. La flecha golpea contra las piedras del muro. Antes de rebasar la esquina, Fernán descarga un fino tajo sobre la montura del guerrero persa. La espada que le regaló el comendador hace gala de su precisión, abre un tajo notable en la pierna del guzz, a la vez que en el hombro de su montura. Jinete y caballo se dan de bruces contra una choza, saliendo el guzz despedido por los aires. Antes de poder reaccionar, Fernán distingue a su espalda al segundo arquero, que ha dado un rodeo para situarse a su retaguardia. Tiene el arco tensado, Fernán no tendrá tiempo de reaccionar en esta ocasión. Vuela un madero de casi dos varas por el aire hasta impactar en la cara del arquero en posición. Cae al suelo el segundo guzz. Se abalanza sobre él Alejo el escudero, quien acto seguido esparce los sesos del guerrero a golpe de madero, como si de un mortero se tratara. Reacciona el caballero Fernán en pos del otro guzz, que yace medio inconsciente a causa del fuerte golpe contra la choza. Se dispone a rematarlo, es el momento de la verdad: ha de matar a un hombre, por primera vez. La espada está en lo alto, presta a acabar con la exigua resistencia que quiera ofrecer el enemigo. Mas no puede hacerlo, no se siente capaz. Hace unos instantes, tal vez; ahora ahí, postrado en el JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios suelo, no le es posible. Otra espada aparece ahora, atravesando el cráneo del yaciente guerrero guzz. El comendador ha dado buena cuenta del mismo, donde Fernán no era capaz. De paso, ha descargado parte de sus frustraciones, a qué negarlo, sobre la cuenca ocular de su enemigo. El ilustre Ordóñez habla: ‒Espero que este bastardo fuera el que me ha empalado la pierna. ¡Recoged todo, a prisa, hemos de irnos, son atalayeros, soldados de reconocimiento. Su haz de combate no andará lejos!. Se preparan rápidos para la partida, reunidos ya de nuevo, casi a lomos de sus monturas, suena un cuerno de guerra cercano. El enemigo andaba más cerca de lo que pensaban. Miran a su alrededor, para verse rodeados. La columna de soldados no estaba tan lejos como pensaban, pues debían estar apostados cerca; se ve que los dos arqueros guzz, no eran más que unos espontáneos que alertaron de la situación inadvertidamente a este otro grupo de musulmanes. Antes de poder reaccionar, hay un cerco formado en derredor de la aldea. La compañía cristiana del comendador se halla en el centro, no hay salida. Se distinguen como caballería andalusí. El ilustre Ordóñez alcanza a distinguir los ropajes y alguna lina, a modo de estandarte. El calatravo se dirige en voz baja a Fernán: ‒Parecen ser murcianos, no son almohades. Se desprende del grupo un oficial, que se distingue por su bandera respectiva. Se adelanta solo, señal de que viene en son JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios de paz. Lenta y pausadamente, se sitúa a la vera de las tres monturas cristianas. Despreocupado, se baja de su caballo y se acerca, distraído, hacia Ordóñez y los suyos. Fernán mantiene la espada desenvainada, aunque hacia abajo, evidenciando que no está en guardia. El oficial murciano clava su mirada en la espada de Fernán, llamativa por su elegancia y diseño. Aún corre reseca la sangre que generó el hábil mandoble descargado por el joven caballero minutos antes. Dirige entonces la mirada al propio Fernán y, sin mentar palabra, el oficial le hace un gesto claro para que le sea entregada la hoja que porta. Fernán recela, se hace el remolón. El oficial insiste, haciendo gestos más ostensibles. Ante la insistencia del oficial, Fernán accede a rendir su espada. El murciano toma el arma entre sus manos, con finura y delicadeza, como quien toma una joya extraña y valiosa. Acaricia la hoja mientras la ve resplandecer a contraluz, a tiempo de leer la filacteria que lleva inscrita, en un perfecto y entendible latín: ‒La fortuna favorece a los audaces… —el murciano conoce el latín, aún más que eso— de la Eneida, hermosa hoja: ¿es vuestra?. ‒Por su puesto que es mía—responde Fernán—, ¿habláis latín?. ‒Si me comprendéis es porque lo hablo, sin duda—afirma socarronamente el murciano, que parece relajado y distendido—. ¿Dónde la conseguisteis?. ‒Me fue entregada, fue un regalo. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒¿Un regalo?, os aprecian, sin duda, es un obsequio digno de un señor. ‒Decidnos qué queréis, o acabad con esta encerrona.— interrumpe con acritud el ilustre Ordóñez ‒Ahora mismo no hablo con vos, guerrero por la cruz—replica con desprendimiento el murciano—. Hablo con vuestro joven compañero. Para vuestra información, nos conviene seguir hablando en paz. Ahora bien: ¿podría saber vuestros nombres?. ‒Yo me llamo Fernán, Fernán García de la Aceca; él es el caballero don García Ordóñez de Valdelabuena, junto a nuestro escudero, el noble Alejo de Turiégano. ‒Más bien parece que lleváis oculto un bulto sospechoso bajo la pelliza, mi noble Alejo—inquiere el descreído murciano—. Mostrad vuestro pasajero, ¡inmediatamente!. Alejo acuerda mostrar levemente el rostro de la pequeña Sarah. El oficial andalusí emite entonces un hondo suspiro, algo le ha turbado al ver la cara de la niña. Se yergue de nuevo, sin embargo, para seguir hablando: ‒¿Puedo saber a dónde os dirigís?. ‒De vuelta a Toledo, sabemos de la derrota de Alarcos, así que retornamos al albur de otros muros. ‒No habéis participado de ella, supongo… JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒No, efectivamente. ‒Es extraño, ¿sabéis?—El murciano se dirige ahora al ilustre Ordóñez—. No hemos encontrado un alma cristiana peinando el Guadiana desde Calatrava. Nos apostamos cerca de aquí, ayer noche, controlando el camino desde el sur. Sin embargo, os aparecéis de la nada, mientras afirmáis huir de Alarcos. Parece ser, más bien, que venís de espiar en la ciudad de Calatrava, habiendo llegado hasta aquí, atrochando por el monte. ‒Venimos de Consuegra, por sendas ocultas, eso es todo— insiste Fernán. ‒Sin duda… salvo porque ayer mismo vi a esta mocita que lleváis escondida escurrirse entre los muros de la ciudad de Calatrava por el albañal. No ha podido llegar tan lejos ella sola. ‒Si pensáis pasarnos a cuchillo—interrumpe definitivamente Ordóñez—, como a todas las almas cristianas que habéis degradado en Calatrava, sabed que no os será tan fácil, en esta ocasión. ‒Ergo sois espías, para mi satisfacción. Motivo para haceros prender—responde ahora desafiante el murciano—. Debéis ser caballeros de la orden. En ese caso, no es de esperar rescate alguno por vos. ‒Parecéis hombre cabal. Dejadnos ir en paz, no somos amenaza—dice Fernán. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒Pero sois botín de guerra, solo esta espada me sale más a cuenta que las cuatro cabezas cristianas. ‒¿Cuánta sangre y desgracia habéis de derramar en pos de vuestra aceifa?...–toma la iniciativa el ilustre Ordóñez—. Habéis tomado las dos plazas grandes, rendido al ejército del rey y ejecutado impunemente a cientos de cristianos en Calatrava. ¿No se saciará la sed del califa?. Prendedme a mí, que soy comendador de la orden, dejadlos marchar a ellos. ‒¡Padre, no!. El murciano cavila tras las palabras del calatravo, no está claro el porqué. Nada le impide llevarlos a todos prisioneros o ejecutar a voluntad a cualesquiera. Tras el interludio, el murciano monta de nuevo a caballo. Parece que ha tomado una decisión: ‒Me llamo Hassan, ibn Jutahm, ibn Khalid. Soy caíd de Murcia, orgulloso heredero de la gloria del Rey Lobo, ibn Mardanish. He de hacer honor a la alianza que durante tanto tiempo nos unió a los reyes de Castilla y de Aragón. En el día de ayer se desvanecieron las almas de todos los cristianos que defendieron Calatrava, con bravura, y hasta el último aliento. Que el coraje que me faltó para evitar semejante sinrazón, sea bendecido hoy con la vida de esa niña, que ha de ser, tal parece, la única superviviente. Nosotros, murcianos, hemos de acabar aquí la aceifa que ha proclamado el califa, regresaremos pronto, con el botín recabado, al calor de nuestras tierras. Mas aquí os dejo JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios también un mensaje, al comendador calatravo, que bien sabrá trasponer al maestre de su orden: no han de hoyar los guerreros de la cruz el reino de Murcia, ni mancillarlo, ni asaltarlo desde Cuenca, ni Uclés, ni Zorita. No habrá el Rey de Castilla volver a causar estrago a las puertas de Jaén, ni colgar moros en Baza. Pues somos hermanos bajo el Corán y la ley sagrada, lo mismo en Córdoba que en Marrakech; de no ser así, he de traer más furia, si cabe, sobre vuestras almas, y la compasión no hará lugar, en el corazón, vahído y oscuro, de la venganza y la guerra santa. Tomad la bendición que se os otorga hoy y haced honor a la mima. Si volvéis a colegir la rabia y la audacia de Alá, el único y el grande, habréis de temer mi furia antes que la del califa… ahora, marchad en paz. Tras exponer su alegato, el murciano gira sobre sí mismo, mientras jalea a sus hombres, partiendo todos al galope hacia el sur, presumiblemente, a Consuegra. Antes de alejarse demasiado, el murciano vuelve sobre sus pasos, hasta la posición de los desconcertados cristianos. Ibn Jutahm alarga la mano, para entregar la espada de vuelta al joven caballero Fernán. Antes de volverse, de nuevo, hace una última objeción: ‒Es un arma digna y hermosa, es de esperar que estéis a su altura… Tras lo cual, tornó, definitivamente, a reincorporarse con sus hombres. Pasado el susto inicial, se encaminaron con urgencia hacia Guadalerzas. Con suerte, allí podrían atender al ilustre Ordóñez, quien debería reposar largo tiempo para poder JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios recuperarse de semejante herida. Lo primero era, antes que nada, sacar con cuidado la punta, cauterizar y coser. Cierto es que la mayor parte de físicos y cirujanos habían partido con el rey la jornada anterior. Por otra parte, los rezagados de Alarcos, con don Diego López de Haro al frente, estarían tomándose su tiempo en Guadalerzas a estas alturas de la historia. Si todo iba bien, estarían arreglando el desperfecto en la pierna del calatravo al anochecer. Y es que el séquito real, como decimos, había partido justo la jornada anterior: mientras los almohades tomaban la cibdad vieja de Calatrava, el rey castellano salía de su encierro en Guadalerzas, presto, hacia Toledo. El retorno a la capital del arzobispado fue casi tan triste y quejumbroso como la huida al propio castillo de Guadalerzas. En realidad, la estadía de Guadalerzas había supuesto unas jornadas de holganza, alejados de la triste realidad. Todos portaban una enseña de desilusión y penuria. Todos, menos la pobre Raquel, quien había sido víctima de una atroz violación cometida por el mismo Rey de Castilla. Raquel siempre escuchó hablar de las virtudes de tan noble y valiente rey, curtido en muchas batallas, amante esposo y político encomiable. ¿En qué momento se tornó en un transgresor despojado de sentimientos y empatía?. Tal vez la tensión de los últimos años, las frustraciones, el padecimiento de verse enfrentado a familiares como a señores, de defender las fronteras de un reino que era asediado de continuo. Tal vez la presión fue demasiada, y la derrota de Alarcos, el detonante; tal vez era el cuerpo y el alma JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios de aquella hermosa judía el único paliativo para sus demonios interiores, el único remanso de paz para un rey agobiado desde su más tierna edad por el apremio de asegurar su reino. Sea como fuere, la pobre muchacha estaba siendo consumida por una angustia irrefrenable y un profundo sentimiento de culpabilidad. Se sentía sucia, mancillada, e indigna; sin embargo, no tenía alternativa: la amenaza del rey castellano era para tomar muy en consideración. Durante el retorno intentó olvidar lo sucedido. Había llorado amargamente al amanecer cuando, tras una noche de pesadillas y desvelos, pudo salir de su celda, con las primeras luces del alba, y abandonar el castillo de Guadalerzas. Allí dentro se sentía agotada, sofocada y trémula. Entre el silencio de la mañana y la escasa guardia se escurrió hasta un arroyo cercano, donde se lavó con denuedo sus intimidades, que habían sido segadas con brutalidad. Se lavó con insistencia, irracionalmente, como queriendo expeler de sí el escalofriante recuerdo de la noche anterior, como queriendo deshacer la impureza que sentía aún arder entre sus piernas. Fue entonces cuando comprendió lo sucedido, fue consciente de lo que le había pasado. En aquel momento, no pudo más que echarse a llorar, tanto, que apenas podía mantenerse en pie, tanto, que no había honduras para calificar su tormento. Pudo rehacerse lo suficiente para ocultar lo sucedido. Aguardó fuera del castillo, pues no estaba dispuesta a entrar de nuevo, bajo ningún concepto. Bien temprano salió su padre, el insigne Hayyim, en su busca, dando con ella a extramuros. Extrañado JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios por la actitud errática de su hija, el médico no pudo hacer otra cosa que preguntarle por el motivo sus males: ‒¿Qué te pasa hija, que te pasa, Raquel?. ‒Nada, padre, estoy angustiada por Fernán; escuchar a todos esos señores hablando del desastre de Alarcos y de la que se nos viene encima me causa desazón. Por favor, padre, ¡vámonos!. ‒De acuerdo hija, pero no puedo marcharme así como así, me tengo que excusar. ‒¡Pues hazlo padre, yo no pienso entrar otra vez ahí dentro, ni atender a rey!. ‒Pero… qué sucede hija, ¡cuéntamelo!. ‒Por favor, por favor padre… ¡vámonos!. Ante la insistencia y el estado fuera de sí de su hija, el insigne Hayyim optó por pedir a don Diego del Villar ser excusado ante el rey por tener que retornar urgentemente a Toledo. Don Diego del Villar accedió amablemente a los requisitos de Hayyim, no sin antes agradecerle sinceramente el servicio prestado. La joven necesitaba alejarse lo máximo posible del rey don Alfonso, así como de su insidioso cómplice, el hierático Conde Manrique, señor de La Molina. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Era un día extraño, unos iban y otros venían. Todos ellos, sin embargo, con un nexo en común: la derrota de Alarcos. Aquel acontecimiento supuso un punto de inflexión en sus vidas. La mayoría de los cristianos regresaban a sus hogares, a intentar reconstruir sus vidas, junto a sus familias y amigos, o al menos, lo que quedase de ellos. Se habrían de olvidar de aquella triste campaña, rezar por que no volviera la llamada al fonsado a sus puertas, al menos, hasta la siguiente estación. Para algunos, como el bravo capitán de La Molina, Girón Sanchís, no era así de sencillo. Había sido el capitán encargado de la guardia y escolta del heredero del Conde Manrique: el malogrado don García Pérez de Lara; sin embargo, había fallado encargo; asumía ya que don García Pérez de Lara había sido asesinado, mas no tenía pruebas ni evidencias. Mientras que el rey castellano y sus próceres andaban ya cerca de Toledo, el séquito del derrotado don Diego López de Haro llegaba apenas a Guadalerzas, tras negociar la entrega de Alarcos, días atrás. Montaban a la par el bravo capitán de La Molina, junto a aquel recio francés, de nombre Bertrand Caillou, al que tan bien se le daba el manejo del látigo de guerra, así como amedrentar a los oficiales del de Haro: ‒No habéis mudado palabra apenas desde que salimos de Alarcos, Girón—decía el espigado Bertrand—. La tropa está preocupada por la ausencia del señor don García. ‒No hay rastro de él, ya os lo dije—respondía evasivamente el bravo Girón. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒Pero vos sabéis algo, Girón, hablad en confianza. Sabéis que yo no rindo cuentas a nadie: ¿qué puede haber sucedido con el heredero del Conde Manrique?. ‒No lo sé, tal vez… ‒… ¿Tal vez está muerto?. ‒¡Callad por Dios, no insinuéis siquiera la posibilidad!—Girón se alteró bastante con la insinuación del espigado Bertrand, este hecho no pasó desapercibido al gabacho. ‒Si es así, estamos en problemas… ¿qué le váis a contar al Conde Manrique, Girón?. ‒La verdad, que no es otra que lo que sé de la mano de don Diego López de Haro: partió del sitio para dar noticia a su padre, lo antes posible, de que el propio don López de Haro planeaba entregar la plaza de Alarcos a cambio de salvar su pellejo, entregando lo que fuera necesario. ‒Pero vos no creéis semejante cuento. Todos conocemos a don García, era un mocoso arrogante, pero valiente, al fin y al cabo, no habría dejado el sitio de Alarcos sin sus hombres. ‒O tal vez sí… ‒No lo creo. ¿Pensáis que ha podido ser ese malnacido de López de Haro, verdad?. Ese bastardo es duro de carácter, un ejecutor de sus planes. He luchado a su lado contra el Rey de JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Navarra y puede ser despiadado. Es un guerrero encomiable, no duda, ni tiene reservas. ‒Es una grave acusación contra el señor de Vizcaya, Bertrand, mide tus palabras. ‒No juegues conmigo Girón, sabes lo fácil que es para nosotros quitarle la vida a un hombre, sobre todo si ese hombre es un obstáculo para tus planes. Yo estoy contigo, Girón, eres el único soldado que de verdad respeto. Todos los demás idiotas que tiene a su alrededor el Conde Manrique son una panda de adoradores. Sé que tú habrías dado tu vida por salvar la del muchacho, seguro… Antes de terminar la frase, Girón desenvaina su larga espada y en un instante pone su afilada hoja sobre el pescuezo de Bertrand. Ambos paran sus monturas en seco, mientras el bravo Girón sanciona: ‒Vuelve a insinuar la muerte del heredero de La Molina, vuelve a insinuar que ha tenido que ver con López de Haro, vuelve a insinuar que estoy en aprietos… ¡y te juro que rebano como a un puerco!. Lejos de amedrentarse, el espigado Bertrand se creció. Estaba claro el desasosiego de su capitán. En realidad, Bertrand disfrutaba con el sufrimiento de los demás, no era maldad en el sentido estricto de la palabra, más bien, era su propia naturaleza. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Llegados a la escasa fortaleza de Guadalerzas, don Diego López de Haro se instaló con sus adláteres en el castillo. De otra parte, el traidor de Castro se acomodó a extramuros rodeado de sus trescientos hombres escasos. Un oficial de La Molina salió al encuentro de los Lara, que acudían comandados por Girón Sanchís, en solitario. El oficial se acercó al bravo Girón, al no dar con don García Pérez de Lara, al frente de las huestes de Lara y de La Molina: ‒¿Do está el heredero del Conde Manrique?—preguntaba el oficial molinés. ‒Debería hallarse aquí, entre estos muros—responde Girón, nerviosamente. ‒¿De qué habláis?, aquí no está, obviamente. Su padre, el Conde Manrique, partió hacia Toledo en la mañana, junto al rey. Me ha dejado el encargo de recibir información del mismo don García, su hijo, para acudir hoy mismo, y de inmediato, a trasladarle las nuevas. ‒Pues no se haya entre nosotros—Girón se quedaba sin respuestas. ‒¿No sabe el capitán do se halla su señor?. ‒Esa pregunta ya le ha sido formulada antes, pero no por vos— volvía a aparecer en escena Bertrand, no estando muy claro si para ayudar, o para enredar—. Mas no fuisteis vos quien preguntó, pues fue un oficial vascón de la guardia de don JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Diego López de Haro, al que de buena gana le habría partido la espalda con mi látigo de guerra. ‒¿Y qué tiene que ver esto con la localización de mi señor don García Pérez?—requería el oficial molinés. ‒Bueno, lo cierto es que don García se retiró a capítulo con don Diego López de Haro—Bertrand se estaba excediendo en sus atribuciones, y hablando más de lo necesario, lo cual, no parecía preocuparle demasiado, por otra parte—. Después de esto, no le hemos vuelto a ver. Don Diego López de Haro afirma que el joven salió del castillo por si solo y a lomos de su montura, presto a informar de primera mano a su padre, el Conde Manrique, de los maniqueos que se traía entre manos el alférez del rey. Aparentemente, no le dejó otra opción. Girón estaba tenso, aunque en el fondo le aliviaba las explicaciones que estaba dando Bertrand en su lugar. Finalmente, se recompuso para continuar con la mentira por sí mismo, sobreponiéndose al francés: ‒Don Diego López de Haro me mostró una prenda que le habría dejado mi señor don García, atendiendo a su disposición. ‒¿Y qué prenda dejó don García, si se puede saber?. ‒Le cedió el privilegio de La Molina. ‒¿El anillo del señor?... ¡no es posible!. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒Lo vi con mis propios ojos, ¿lo ponéis en duda?. ‒¿Ese es el mensaje que he de trasponer?. ‒Ese y no otro, aclararemos el entuerto en Toledo. ‒Pero mientras, el heredero del Conde Manrique, ¡está desaparecido!. Más nos vale que aparezca pronto, más nos vale, ¡a todos!. Hincó espuelas y partió hacia Toledo el oficial molinés. El bravo Girón mantenía un nudo en el estómago. No temía a la represalia del Conde Manrique, de haberla, contra su persona. Temía al deshonor de la derrota, a la malaventura del fallido; el capitán molinés no tenían nada si no era capaz de cumplir su cometido primigenio: salvaguardar a su señor de todo mal. Ni siquiera las argucias de don Diego López de Haro debieran ser excusa para su incumplimiento. El bravo Girón lo rumiaba con angustia, porque tenían claro que, a su debido tiempo, habría de confesar la triste realidad a su señor, el Conde Manrique: el más poderoso y despiadado Lara que había en Castilla. No apartaba el bravo Girón la vista de don Diego López de Haro, si bien, de la frialdad de los gestos del alférez real no se deducía expresión de remordimiento, pesadumbre o desazón. Tan sólo, recordaba Girón, breves instantes antes de la capitulación de Alarcos, había distinguido entonces cierto resquemor desprendido del porte altivo de López de Haro. Y es que el comandante de los ejércitos cristianos, se enfrentaba a problemas mayores. Sabía que no había dejado huellas tras de JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios sí del asesinato del don García Pérez de Lerma, hijo del Conde Manrique. Su involuntario cómplice: el noble Íñigo de Villafoz, había sido hecho preso por los almohades. Tan solo quedaba un alfeñique, aquel torpe soldado que acompañaba al noble Íñigo la noche de autos, al corriente de la ejecución del joven Lara. Ciertamente, el alférez real no iba a arriesgarse a exponer sus pecados al Conde Manrique, solo por no borrar de mapa a un simple soldado cristiano. don Diego López de Haro maduraba su estrategia. Esa jornada descansarían en Alarcos. Sin embargo, a la mañana siguiente partiría raudo a Toledo. No pensaba evitar la mirada del Rey de Castilla, no iba a arredrarse por lo sucedido, dejando el terreno expedito para que los Lara terminaran de copar el olimpo castellano. Se sentía un baluarte del rey, así en la victoria, como en la derrota. Había perdido a algunos de sus más notables caballeros, empezando por el noble Íñigo de Villafoz: ‹‹¡Dios como echaré de menos su brazo armado! ››, se repetía a sí mismo en ocasiones. Quedaban pocos miembros de entre sus huestes y fonsados. Ahora, más que nunca, debería actuar con desfachatez y sin escrúpulos si es que quería preservar sus tierras del Norte. El mismo rey castellano quiso en algún momento tomar posesión de su dote de boda: la Gascuña francesa, mas la entrada obligada era por Fuenterrabía. Si el Rey de Castilla decidía implantarse en los condados vascones, lo haría mediante la concesión de fueros y la instauración de concejos. Esto suponía poner braojos en el campo de recreo de los señores. Ningún magnate quería prósperas poblaciones independientes y autónomas, al abrigo del poder regio, JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios entrando en dura competencia, en lo tocante a repoblaciones, con los territorios señoriales. Los collazos emigraban a los concejos donde podían ser libres y ganarse el jornal sin ser avasallados. Grave alternativa a los predios de los ricoshombres. La competencia asustaba a los nobles como don Diego López de Haro. Su bravura y carácter no eran óbice para que renegara de su condición de ambicioso latifundista. Urgía a don López de Haro acudir a Toledo a medir el malcontento del rey don Alfonso, pues de ello podía depender que en un futuro, no muy lejano, decidiera el monarca empezar a dejarse caer por Logroño, Durango o San Sebastián, firmando cartas pueblas. Todos convergían hacia Toledo, de nuevo, como siempre. La ciudad que atraía todas las miradas, el faro del reino, la cumbre en la que se ensillaban hacía largo tiempo el rey de cristiano por excelencia, junto al primado de las Españas. Todos se verían allí, para mirarse en el espejo roto por las derrotas de Alarcos y Calatrava. Anticiparon al Rey de Castilla la llegada de su primo carnal, el rey Alfonso IX de León, a Toledo también. Aparentemente, el leonés venía rezagado, lento de reflejos para contener la marea almohade. Aparentemente, también, el castellano era quien había mostrado demasiado nervio adelantándose en Alarcos. Sea como fuere, no había razones para fiarse mutuamente; para colmo, acudía en procesión un traidor cristiano, de la prosapia de los Castros, que parecía no ser otra cosa que un doble espía del mismo Rey de León. Era un retorno amargo, que tendría su colofón en cuanto se vieran las caras los dos primos y reyes. Lo que empezó con una derrota a los pies del cerro de Alarcos, se JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios iba convirtiendo, poco a poco, a merced de los acontecimientos, en una pesadilla que reeditaba los peores tiempos vividos por el rey castellano, siendo un niño, viendo violadas sus tierras por los cuatro costados. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios CAPÍTULO XVIII. LA FURIA DEL REY DE LEÓN JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Pocas jornadas después del desastre de Alarcos, se hallaba todo el mundo reunido en Toledo. El Rey de León acababa de arribar recientemente, encontrándose con las noticias de la derrota de Alarcos y con el desmoronamiento de la tropa cristiana. El ilustre Ordóñez se hallaba en el castillo de la Aceca, recuperándose de sus heridas. No tardó en llegar la noticia a oídos del insigne Hayyim, quien acudió con premura a atender en persona al comendador. Tras examinar el médico judío a su amigo el calatravo, encontraron un rato para conversar tranquilamente: ‒¿Qué tal está Fernán?—decía el ilustre Ordóñez—, no quería dejarme solo, mas notaba su inquietud por reunirse con Raquel. ‒Está bien; nada más llegar a casa me informó de lo sucedido. Esos malditos arqueros persas bien podrían haber acabado con vos. A veces untan ponzoña en las puntas de sus flechas, venenos potentes. Habéis tenido mucha suerte. Con un poco de suerte, para el otoño estaréis recuperado, si bien, temo que arrastraréis una cierta cojera de por vida. ‒No vine a este mundo a vivir sin mácula. Todo soldado ha de tener sus marcas. Sabéis que agradezco vuestra premura en acudir. ‒Vine lo antes que me fue posible. He empleado mucho tiempo en el nosocomio de campaña montado a los pies de Toledo. Hay muchos heridos Ordóñez, ahora viene lo peor: esas terribles fiebres que sufren los heridos, muchos pierden el JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios conocimiento entre sudores y ya no despiertan. A menudo se piensa que los caballeros mueren en el campo de batalla. Si fueren médicos, verían a muchos más morir luego en los hospicios, a causa de las heridas y las fiebres postreras. ‒Tuvimos suerte, nos topamos con murcianos, de haber sido andalusíes, alárabes o bereberes, habríamos corrido distinta suerte. ‒Me contó Fernán que los comandaba un tal ibn Jutahm, ¿cierto?. ‒Cierto. ‒Yo conocí a un Jutahm ibn Khalid, hace mucho tiempo, en Granada. Era un juez, un hombre justo. Tal vez este caíd que se topó con vos fuera su hijo. Veréis, la maldición almohade alcanzó Granada en el tiempo en que las noticias no eran otras que las de la muerte del rey castellano: Sancho III. Los almohades pasaron a cuchillo a todos los representantes del linaje Tasufin. Fue una masacre cuando entraron en la ciudadela. Recuerdo que aquel juez consiguió escapar a duras penas, probablemente camino de Murcia, ya no volvimos a saber de él ni de su familia. Unos años más tarde, éramos nosotros quienes huíamos de Granada, antes de que esos “malasangre” fundamentalistas nos deportaran a Túnez o a Egipto. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒No hablemos más de esta tragedia, Hayyim; habladme, más bien, de cómo le va a la joven pareja. ‒No sabría deciros…—Hayyim se mostraba dubitativo. ‒No os entiendo, ¿sucede algo acaso?—Ordóñez se reincorporaba de su asiento, preocupado por la falta de expresividad del insigne Hayyim. ‒Mi hija Raquel ha estado muy extraña desde que volvimos de Guadalerzas. Tiene una conducta rara, se muestra muy irritable y la he encontrado llorando a solas en un par de ocasiones. No me dice nada. ‒¿Será por Fernán tal vez?. ‒En absoluto, el mozo es un hombre honesto y la ama. Se desvive por ella. Los dos estamos descorazonados por la situación. Hablan poco entre ellos; es absurdo, pero me da la sensación que mi hija nos evita, tanto a Fernán, como a mí mismo. ‒Son unos acontecimientos terribles, estos que estamos viviendo. Tal vez sea eso lo que le causa congoja, ¿no?. Ahora que se iban casar, después de todo lo que han pasado, ni siquiera está claro el futuro. ‒No, mi querido Ordóñez, no es tan liviana su queja. Hay algo más, algo profundo y lúgubre. Y yo… yo me veo incapaz de averiguarlo y ella de describirlo. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒Entonces, Hayyim: ¿hay planes de boda?. ‒El mismo día que llegamos a Toledo acudí al Sofer a hablar con el rabino Rachav; Triguero, por su parte, lo iba a organizar con el clérigo de San Román, don Miguel. Raquel nos echó una reprimenda excedida por ello. Me dijo que quién era yo para decidir cuándo se tenía que celebrar su boda o ninguna otra. ‒Preocupante, sin duda. ‒Les he dejado allí solos con sus cosas. No puedo permitir que duerman en la misma habitación, claro está. Pero acuden juntos a la escuela de traductores y tienen muchos ratos para sus intimidades y amoríos. Ordóñez, en serio opino que Fernán ha de centrarse en sus estudios, incluso ahora. Ese muchacho vale más con una pluma entre sus manos que con una espada. ‒No diríais lo mismo si le vierais practicando, ha mejorado mucho en los últimos tiempos. Sin embargo, tenéis razón. No pretendo mantener al muchacho apegado a las armas ni a la orden. Tiene una oportunidad de ser feliz y aportar algo importante. Sin embargo, tened en cuenta que ha sido armado caballero por un miembro de la curia. Habrá de atender a la llamada del fonsado cuando así sea requerido. ‒Les daremos tiempo entonces, será lo mejor. Departieron largo rato el ilustre Ordóñez y el insigne Hayyim. Analizaban la situación tras la derrota de Alarcos. Su charla se vio inesperadamente interrumpida por la llegada del JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios mismísimo maestre de la Orden: don Nuño Pérez de Quiñones. Llegó Maese Nuño acompañado de una compañía de fieles, escasa, como lo eran las tropas que quedaban para entresacar de las menguantes tenencias de la orden. Desde que Maese Nuño partiera con el rey hacia Alarcos, no se habían visto. No pasó por alto al ilustre Ordóñez la expresión desencajada y sombría del maestre don Nuño. Se había transfigurado; el maestre calatravo mostraba en su seriedad la decrepitud de su mandato. Las arrugas del maestrazgo se abrían con los tajos de los sarracenos, dejando ver el papiro de sueños que fue alguna vez la orden, convertido en un legajo vetusto, una hagiografía de mártires anónimos. De inmediato celebraron capítulo. Antes de que el insigne Hayyim se retirara, el mismo maestre le conminó a quedarse, dado que podría considerarse parte de la curia real, a juzgar por las intenciones del rey. La reparación que hizo de la herida en el hombro del monarca le elevó casi a ser un prohombre de la corte, al menos, de manera eventual. Involuntariamente, había atraído la admiración del rey sobre sí mismo. Sea como fuere, convinieron sentarse a cenar los tres, para comentar las nuevas que portaba don Nuño Pérez de Quiñones: ‒Ayer se reunieron el rey castellano y el leonés—expone maese Nuño—, a las puertas de Toledo. Montaron una enorme carpa en la almofalla de las huestes leonesas. El de León se negaba a subir al alcázar del Toledo. ‒Mal comienzo, sin duda—espeta el ilustre Ordóñez. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒Recordad lo que nos expuso semanas atrás, aquí mismo, don Pedro García de Lerma: El rey se adelantaría en Alarcos, a abarcar la fama y la gloria para sí—responde maese Nuño—. La desconfianza generada por la maniobra traicionera del Castro, supuestamente al servicio del Rey de León, puso en jaque a la corona castellana. ‒Recuerdo aquel debate…—se expresa, con cierta amargura, la ironía del ilustre Ordóñez. ‒El traidor cristiano, Pedro Fernández de Castro, se sentó al lado de su rey leonés en los parlamentos; cierto es que el de León le acogió con comedimiento, pero le acogió, al fin y al cabo. El Castro expuso entonces los planes del califa, tal y como los tenía concebidos. La verdad es que apuntaba a Toledo, con tan magno ejército, no contaba más que con conquistarlo de una vez por todas. ‒La actitud del Rey de León debió ser de reproche—afirmaba el insigne Hayyim. ‒No solo reproche—proseguía maese Nuño—, el Rey de León estaba colérico, fuera de sí. Llamó descarado y montaraz a su primo, nuestro amado rey. Le espetó que le había dado la espalda, ahora, como en el tratado de Tordehumos. Que los agravios eran muchos. ‒Y nuestro rey don Alfonso, ¿no respondió a la afrenta?— pregunta, sorprendido, el ilustre Ordóñez. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒Hay un matiz, querido Ordóñez—lacónico, resolvió maese Nuño—. El Rey de León mantenía no menos de tres mil hombres frescos y armados a las puertas de Toledo. El Rey de Castilla, por su parte, disponía de los restos desvencijados recuperados de Alarcos. Nada habría impedido al leonés haber usurpado la capital en esa misma jornada, solo la rebelión de los habitantes a intramuros. ‒Y el miedo al mismo Papa—adujo el insigne Hayyim, para completar la resolución de maese Nuño. ‒El cónclave fue un desastre, en resumidas cuentas—concluía el ilustre Ordóñez. ‒Más que eso—proseguía maese Nuño—, el rey leonés resolvió marchar con viento fresco, abandonado a los toledanos y a Castilla a su suerte. Hizo constar en acta que la afrenta del rey castellano suponía trasgresión del Tratado de Tordehumos, pues la fidelidad mutua entre ambos reinos se veía rota. ¡Demonios, juraría haber visto dibujarse una leve sonrisa de malicia en la cara del jodido Castro, maldito traidor!—Apretó los dientes y los puños el calatravo, a tiempo de golpear la mesa. ‒¡Dios mío!, el Rey de León se verá libre de atacar de nuevo el Infantazgo—repouso, angustiado, el ilustre Ordóñez—. ¡Qué será de mi familia ahora!. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒Tengamos fe y paciencia Ordóñez, hemos de esperar acontecimientos. ‒Y el cabrón del Navarro, ¿do se halla?—preguntaba, ya encabritado, el ilustre Ordóñez. ‒Ni está, ni se le espera, parece que ha dado la vuelta sin llegar si quiera a Soria. ‒No queda esperanza para Castilla—sancionó, rotundo, el insigne Hayyim—, las huestes se mueren en nosocomios, los soldados en pie han entregado sus armas en Alarcos, el Rey de Castilla no se atreve a dar réplica a su vasallo de León, el gigante Navarro no atiende a razones y el piadoso Rey de Aragón no atiende ya a sus alianzas del pasado. ‒Ordóñez, hay algo más, algo muy preocupante para los intereses de la orden—refería ahora maese Nuño—. Acudo a capítulo a celebrar en la fortaleza de Zorita. He de verme allí con Frey Garcí López de Moventa, Comendador Mayor de Aragón. No somos ajenos al mal que acosa a Castilla ahora. Los freires castellanos escasean, por no decir que son extintos, mientras que los aragoneses conservan sus fuerzas intactas, favorecidos, además, por la misma corona de Aragón. Con el Convento destruido y nuestras huestes mermadas, no sé qué se le estará pasando por la mente los de Alcañiz… ‒¿Usurpar el poder, eso insinuáis?—inquiere el ilustre Ordóñez, visiblemente angustiado ya. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒Cualquier cosa, Ordóñez, cualquier cosa. Habré de recurrir a nuesto amado rey Alfonso en busca de algún soporte en añadidura. Conservamos las comendaduras, heredades y tenencias al norte del Tajo, mas perdamos la esperanza de mantener lo que hay hacia el sur, desde luego, más allá del Guadiana. La orden era ahora la sombra trémula del Reino de Castilla, había sufrido un impacto igual o peor y se desgajaba sin remedio. Maese Nuño nunca imaginó verse en semejante tesitura: gestionar la desintegración de la orden. El ilustre Ordóñez era devorado por la ira en sus entrañas. Tantos años de estricto servicio y trabajo desechados por la voluntad negligente del rey. El insigne Hayyim, no encontraba ahora paz tampoco: estando su hija en tan precario estado emocional, su apoyo fundamental, el caballero Fernán, se vería en la tesitura de apoyar en lo que fuera necesario a su padre adoptivo y mentor, a la vista de la crisis que se les venía encima. De otra manera, qué iba a hacer el pobre Fernán, más que ayudar a quién tanto le había dado en esta vida, a quien tanto amaba y respetaba. Mientras tanto, en la catedral de Toledo, el arzobispo Martín López de Pisuerga, el Magno, se recuperaba de sus heridas y magulladuras, además de unas leves fiebres que arrastraba desde el desastre de Alarcos. Se hallaba en sus aposentos, sentado en su sillón, con los pies en remojo con agua caliente, ingiriendo tisana de tomillo y perejil, envuelto en una gruesa capa de lana fina. Llamaron a su puerta; presentándose JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios respetuosamente el Arcediando Eleucadio, accedió a la estancia, en compañía del arzobispo: ‒don Eleucadio, buenas noches, importunado a estas horas tardías. no contaba con ser ‒Disculpadme, su ilustrísima, habéis regresado tarde de las negociaciones entre los reyes. ‒Las negociaciones han sido breves y broncas. Posteriormente hemos optado por celebrar capítulo con el rey don Alfonso. ‒¿Y puedo saber cuáles fueron los avatares de la negociación?. ‒¿Avatares?... avatares fueron los de Alarcos. Esto ha sido la guerra. El Rey de León casi escupe sobre el ciclatón de nuestro amado rey Alfonso. Allí estábamos, aguantando el sitio y el castellano casi agachando la cabeza. ‒¿Cómo nos ilustrísima?. repondremos de tan notable descosido, ‒Hablad con todos los clérigos de aquí a Talamanca, pues no han de regresar ni la mitad de los villanos que partieron; y la mitad de ellos volverán desnudos; la mitad de los cuales habrá perdido el coraje para siempre. Hablad con los clérigos, los abades, que infundan la fe perdida en las jornadas de atrás. Que forniquen los collazos con alegría y traigan vástagos al servicio del cabildo. Nos quedamos sin soldada ni aportaciones. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒Harán falta caudales. ‒Tantos como sea posible, buscarlos bajo las piedras, robar a las viudas… bueno, es un decir. ‒Largo tiempo hace que los codiciosos sefardíes del Alacava guardan sus preciadas joyas, embaucando y prestando. ‒No volváis con ese cuento de nuevo, don Eleucadio. Ya os lo he escuchado. Como a vos, los judíos no me gustan a mí tampoco, mas no es óbice para negar su existencia. Son unos pellejos usureros, aunque la ciudad ha prosperado con ellos también. Hay servicios que solo pueden esos malditos sefarad. Por si eso fuera poco, están bajo la protección del Rey de Castilla. Maldita sea, si un maldito judío ha sido quien ha salvado a su majestad de una herida que no se atrevía a remedar el mismo médico real, don Diego del Villar. ‒Pero vos lo habéis dicho, harán falta caudales, los habremos de sacar de allí o de donde sea. Se han de forjar espadas, coser briales, reparar muros… ‒Cierto, y alguien habrá de prestar el dinero que no tenemos ahora nosotros. Atended, don Eleucadio, husmead en el Alacava lo que os parezca, pero con tino y cuidado. Si encontráis manera de meter mano sin que suponga contravenir el favor real, no pienso oponerme. Ahora, por favor, dejad de molestar y permitidme descansar. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios El Arcediano Eleucadio se retira molesto. La actitud del arzobispo siempre fue prepotente y desconsiderada con él, tal vez por su prosapia mozárabe. Sea como fuere, abría la puerta a la posibilidad de beneficiarse de los negocios del Alacava, a lo que consideraba una fuente lucrativa como pocas. Para alguien acostumbrado a manejar e intervenir en las principales transacciones y negocios que se llevaban a cabo en Toledo, la situación aislada y relativamente independiente de los judíos era algo que no acababa de asimilar. Su determinación no era otra que encontrar la llave que le abriera las puertas del Alacava. Contaría por ahora con la información que le pudiera aportar su infiltrado: Luján Alpolichén, quien ya llevaba algún tiempo asistiendo a la incipiente escuela de traductores que articulaban, entre otros, el insigne Hayyim. La mañana siguiente se reorganizaban las huestes acampadas en Toledo. El Rey de León había dado la orden de volver a casa. Aparentemente, el traidor cristiano, don Pedro Fernández de Castro, retornaba al servicio de su señor leonés. Extraña parábola para alguien que había decidido enajenarse de su rey, contra su religión, realinearse de nuevo con su señor natural, tras unas semanas de ausencia. La mayoría de señores y prohombres del cortejo del rey castellano apreciaban los tintes de la traición del Castro, más bien en contra de la propia Castilla, que de la cristiandad en sí. Sea como fuere, el Castro, de manera deliberada o no, había prestado un servicio impagable al Rey de León. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios A toda esta situación, sin embargo, permanecía abstraído el Conde Manrique, don Pedro Manrique de Lara, señor de La Molina. Su hijo mayor, don García Pérez de Lara, seguía sin dar señales de vida desde que fuera asignado al cargo de sus tropas y las de su sobrino, don Fernando Núñez de Lara, allá en el sitio de Alarcos, varias jornadas atrás. Habiendo quedado atrás el complicado retorno con el rey hasta Toledo, más las duras negociaciones con el Rey de León, era tiempo ahora de sentarse a averiguar qué demonios había sucedido con su heredero y primogénito. No levantaba campamento el Conde Manrique, esperando la llegada de su hijo. Sin embargo, ahora tenía oportunidad de pedir explicaciones al capitán de La Molina, el noble Girón, quien se enfrentaba ya a la confesión que tanto temía desde hace días. Acudió así, el noble Girón, a la tienda de su señor, quien dio órdenes de retirarse a todo el mundo, con la intención de hablar a solas con su capitán: ‒Es tiempo de aclaraciones, mi noble Girón—recita el Conde Manrique, sentado en una suntuosa jamuga de piel—. Hace días que no tengo noticias de mi hijo. El mensajero que dejé en Guadalerzas me expuso que, de acuerdo con vuestra versión, mi hijo abandonó el sitio con motivo de acudir a notificarme en persona, y con urgencia, que don Diego López de Haro sabía de la presencia de un Castro entre los almohades, lo cual sería favorecedor de cara una tregua y negociación por la rendición de Alarcos. ¿Es eso cierto?. ‒Así es, mi señor, de labios del mismo López de Haro. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒En ese caso, explicadme por qué aún no ha dado señales de vida mi hijo. ‒Lo desconozco, pero puedo deciros que don López de Haro me mostró el privilegio de La Molina, lo cual vi con mis propios ojos, aludiendo este a su vez, que le había sido entregado en prenda por vuestro propio hijo. ‒Mi hijo jamás, repito, ¡jamás, habría dejado en prenda su anillo señorial a ningún bastardo Vascón como prueba de nada!... ¡Mi hijo nunca habría abandonado a sus hombres, saliendo como un cobarde por la puerta de atrás!. En cambio vos estabais al cargo de su seguridad personal, ahora decidme: ¡¿do estabais, Girón, do estabais vos mientras mi hijo se esfumaba y entregaba el privilegio de La Molina al cabrón de López de Haro?!. ‒No he venido a pedir disculpas, mi señor, si no a asumir mi culpa. Don López de Haro se empecinó en celebrar capítulo a solas con vuestro hijo, a lo cual este accedió. Para cuando acudí en su búsqueda, no pude recalar otra cosa que el testimonio del mismo López de Haro. El Conde Manrique, visiblemente irritado, contiene la respiración, tal vez no sea momento de dirigir sus iras sobre su capitán. Al fin y al cabo, fue el mismo quien dejó a su propio hijo en el brete de defender el puesto de Lara en el sitio de Alarcos, solo por figurar adecuadamente en los anales. En cualquier caso, él era el señor y los señores no pagan por sus JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios errores. Alguien sería el culpable, cualquiera menos él mismo. De todos modos, no era tiempo de tomar represalias. Tal vez Girón sepa algo más, algo que oculta. Finalmente, el Conde Manrique resuelve lo siguiente: ‒Mi bravo capitán Girón, haceos cargo, ahora mismo soy un padre que ha perdido a su hijo. Estoy desesperado, no quisiera descargar el desatino de mi angustia sobre vos. Siempre habéis sido el mejor oficial de La Molina, no hay motivo por el que hayáis podido fallar. Resolveremos esta cuestión pronto. Mientras tanto, haced lo posible por averiguar el paradero de mi hijo. ‒Así será, mi señor—responde con vehemencia el noble Girón, quien se niega a sí mismo la mayor, y es que el heredero del Conde Manrique, no puede sino que estar muerto… muerto y enterrado. Se levanta la almofalla, más lentamente, aún llevará días. El que se apresura es don Alfonso IX de León, tendrá prisa por recomponerse para guerrear abiertamente con su primo castellano. Pero eso no será en Toledo, demasiado arriesgado. Tal vez, el leonés disponga de un plan más elaborado de lo que cabía pensar. En medio del desastre no dejan de buscar consuelo los allí reunidos. Cayendo la noche una amalgama de supervivientes, de vividores y de desconsolados, se arraciman para lisonjear a las putas y rendir honor al vino y al aguardiente. Todos quieren olvidar y, a pesar de haber retornado con los bolsillos más vacíos de lo que partieron, JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios exprimen los que pueden su soldada en disfrutar de algunas veleidades antes de retornar a la tristeza de sus hogares. En esas andaba el espigado Bertrand, Bertrand Caillou de Aigues—Blanches, el siniestro francés. No bebía desde su reconversión en Cuenca. Sabía que blasfemaba y abjuraba de Dios cuando se embriagaba, motivo por el cual optó por una vida de abstinencia. Se alejó del fornicio también, pues consideraba la pulsión sexual como mezquina y sucia. Además, en cierta ocasión, estuvo a punto de matar a alguna buena mujer, pues en sus arrebatos de pasión, encontraba a menudo que la forma de mantener su miembro eréctil, era estrangulando a su acompañante. En aquella ocasión, de milagro que él mismo se derramó antes de que la pobre dama perdiera definitivamente el resuello. Mejor que no, sin lugar a dudas, mejor mantenerse alejado de las mujeres y del alcohol. Nada de lo cual era menoscabo para que el alargado francés se divirtiera buscando alguna gresca o pelea con borrachos, tan fácil de encontrar en esas ocasiones. Por tal motivo deambulaba entre los puestos donde meretrices y meseros hacían su agosto, teniendo ocasión de arrimarse a un ebrio grupo de vascones, probablemente compañía del noble don López de Haro. Se sentó allí, entre aquella panda de borrachos, esperando escuchar alguna noticia interesante, bien algún motivo para abrirle a algún abombado soldado la cabeza. La cuestión es que la noche dio sus frutos, sin duda, cuando un alcoholizado soldado empezó a contar la historia de un joven caído del cielo: JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒Ahí estaba yo… ¡hic!, aguardando junto al valiente Íñigo de Villafoz, al pie de la torre del homenaje… ¡hic!, cuando cayó del cielo aquel mozo… llevaba el cuello rebanaaaado, como un puerco… ¡hic!, mi capitán Íñigo me ordenó ayudarle a deshacernos del cuerpo. ¡Que me aspen si no era el mismo hijo del Conde Manrique, aquel mocoso creído y prepotente de García Pérez de Lara!... Siguió despotricando el borracho, entre otros tantos como el, motivo por el que nadie daría cuentas de aquello a la mañana siguiente. En medio de la juerga todos los hombres y mujeres, ebrios por completo, proferían todo tipo de discursos y chanzas, estando claro que todo tipo de estupideces e inconsistencias se escapaban entre sus labios. Sin embargo, ahí había un no tan ebrio Gascón, de aguda perspicacia e ideas claras. Sabía que podría sacar partido del error cometido por el noble Girón, al dejar ir a su señor, presto a ser asesinado por el mismo Diego López de Haro. No obstante a lo cual, no esperaba encontrarse con una evidencia tan contundente. Reunidos ya todos en los brazos de Morfeo, el espigado Bertrand atinó a recoger al inconsciente soldado, testigo ocular del asesinato del don García Pérez de Lara, llevándoselo a hombros hasta la orilla del río. Allí lo reanimó a cubos de agua y sopapos bien medidos. El sobresaltado y aún ebrio soldado se despertó con una espada enfilada en su pescuezo, al final de la cual se hallaba el malencarado Gascón. Bertrand empezó el interrogatorio, con crueldad y sin comedimientos. El pobre soldado confesó la historia completa: cómo recogieron el JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios cuerpo, cómo el noble Íñigo tomó la mano del muchacho en sus últimos instantes y cerró sus ojos, cómo sepultaron el cadáver, finalmente. Bertrand tenía un testigo, poco fiable, aunque su versión era muy verosímil. Primero pensó el gascón en llevar a aquel borracho a rastras ante la presencia del mismo Conde Manrique. Sin embargo, podría recelar del testimonio el Manrique, quien no se tomaría a la ligera las intenciones de Bertrand. Necesitaba poner en evidencia a Girón; si el Conde Manrique veía comprometida la honestidad de su noble capitán molinés, no necesitaría más argucias para beneficiarse de aquello. La gran ventaja de Bertrand sobre otros caballeros eran sus motivaciones. En realidad no era la ambición, la codicia o el sueño de una heredad fértil lo que le movía. Bertrand disfrutaba, sin quererlo, con las desgracias de los demás. En esta ocasión, había encontrado una pieza de gran valor que sacrificar, en pos de su ego sádico e impenitente. Como no pretendía suplantar al capitán de La Molina, al menos no era su intención primera, decidió tomar la situación con calma y explotar la información recibida. Antes que nada, se había de deshacer del informador, pues era peligroso dejarle vivo, por ahí, cantando a los cuatro vientos cómo sacó el volandas el cadáver exangüe del heredero del Conde Manrique, de entre los rescoldos de Alarcos. En consecuencia, el pobre soldado amaneció ahogado en una azuda cercana a los pies del Torno del Tajo. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Bertrand se acercó temprano a la tienda del bravo Girón, a ver si conseguía tirarle de la lengua, no hallándolo en ella. Sin más cavilaciones, decidió husmear entre los enseres del capitán molinés, aprovechando su ausencia. Cuál no fue su sorpresa, al encontrar un trapo con la enseña de los Manrique, con una notable mancha de sangre seca. El paño tenía un fino bordado, con hilos de oro, no muy propio de un soldado, mas de un hombre con posibilidades. En realidad, un rico paño como ese era una seña de identidad propia de nobles señores. Bertrand pensó que ahí podía tener la clave para terminar de enredar el asunto. No tenía muy claro si aquel rico paño tenía que ver con la historia, si hubiera pertenecido al fenecido don García Pérez de Lerma, pero le merecería la pena apostar con el Conde Manrique, portando esa enseña ensangrentada, junto a una hipótesis, más que plausible, sobre el asesinato de su hijo. Con las mismas se dirigió ahora en busca del Conde Manrique en persona. A Bertrand no le gustaba perder el tiempo. Pidió audiencia en la tienda del Conde, quien no aceptaba visitas en aquel momento. Ante la negativa, decidió jugársela definitivamente: sacó el rico paño con la mancha de sangre; dirigiéndose a los guardias, les dijo: ‒Traigo esta prenda para el Conde Manrique, es importante que le sea entregada. ‒¿A qué os sorprendido. referís?—pregunta JUAN M NAVARRO © 2016 uno de los guardias, CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒Mostrádsela y decidle al Conde que el portador aguarda fuera… Los guardias optaron por atender las razones del espigado Bertrand. Sin duda, temían más a las represalias del gascón que a la bronca de un Conde Manrique que no quería ser molestado. Cuando le fue presentado el paño, la expresión del Conde Manrique se cambió por completo. De inmediato hizo entrar al expectante Bertrand. Para cuando entró el gascón en la morada del Conde Manrique, halló a este con los ojos enrojecidos y los restos de las lágrimas en las comisuras. El temible Manrique, don Pedro Manrique, había estado llorando desconsoladamente, sin duda, por la más que probable pérdida de su hijo. Era el momento perfecto para Bertrand, para hundir, más si cabe, el puñal en la herida del corazón del noble molinés: ‒Decidme de dónde habéis sacado esta enseña—apremió el Manrique—, ¡hablad, inmediatamente!. ‒Antes que eso, debemos hablar de aquello que tanto os preocupa—a Bertrand no le tiembla el pulso. ‒Os apremio, gabacho gascón, por no haceros sacar la confesión a hierro quemado… ‒¿Qué opináis sobre la desaparición de vuestro hijo?—Bertrand jugaba con fuego. ‒No es de vuestra incumbencia, ni os conviene saberlo. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒Sin duda, este paño tiene algo que ver. ‒Si vos lo portáis, vos tenéis algo que ver. Si vos tenéis algo que ver, os haré encadenar a mi montura por los pies y os llevaré arrastrando hasta La Molina... ‒Los dos queremos saber lo sucedido. Mi señor, yo estaba allí cuando nuestro capitán Girón solicitó ver al noble López de Haro. Por poco no nos liamos a tajones unos y otros. La cuestión, mi señor, es que mi capitán Girón optó a entrar en audiencia con el mismo de Haro. A su retorno volvió transformado, distraído, errático. Agarró a algunos hombres y se fue a rastrear los alrededores de la fortaleza de Alarcos. No sabíamos muy bien qué buscaba, pero llegó a confesar que andaba tras vuestro hijo, don García Pérez—El Conde Manrique mordía sus nudillos, en señal de desesperación. ‒No puede ser, no puede ser, no puede ser…—negaba con vehemencia, desquiciado, el Manrique. ‒Debo deciros, mi señor, que un deslenguado soldado de las huestes de López de Haro, ayer dio testimonio, si bien ebrio, de una angustiosa noticia. ‒¡¿A qué os referís?!.—Manrique estaba a punto de enloquecer, pero Bertrand quería dirigir la voluntad del Conde mientras le fuera posible—. Después de todo, aún podía terminar enganchado por una cuerda al arzón de su señor, arrastrado por los pies. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒Mi señor, me preocupa de veras. Pero no estoy aquí a verter acusaciones infundadas, tan solo os cuento lo que he visto, lo que he oído y lo que creo ha sucedido. ‒Hablad con franqueza, os lo pido, cuento con el servicio que me prestáis—El Conde Manrique se rehízo ligeramente, para intentar transmitir algo de cordura. Bertrand, por su parte, viendo más entero al Conde, se decidió a exponer todos sus argumentos. ‒Siguiendo con mi relato, como os exponía anteriormente, he notado al capitán muy raro desde aquel día. Algo muy extraño le ha sucedido, unido a la desaparición de vuestro hijo. Cierto es que nadie más entre nosotros sabe de su paradero ni de su suerte, os lo juro. Sin embargo, me daba la sensación de que el capitán sabe algo más. Hoy he acudido a verle, tras el extraño testimonio que anoche escuché de labios de aquel soldado de las huestes de Haro. Al no hallar al capitán Girón en su sitio, me atreví a investigar entre sus pertrechos, pensando, no sé, tal vez, que podría encontrar alguna clave. ‒¡Ha sido ese cabrón de López de Haro, ha sido él…! ‒… no lo sé mi señor, el paño apareció entre las pertenencias de mi capitán Girón. No sabría qué decir, por eso me urgía consultaros. Pensé que reconoceríais el paño. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒El paño es la enseña de mi hijo, ¡fijaos bien, pues tiene sus iniciales bordadas!.—En el paño, inadvertidas por el manchón de sangre, estaban las iniciales de don García Pérez de Lara. ‒No sabría qué decir. La verdad, nadie ha visto a don Diego López de Haro retirarse con vuestro hijo, salvo el propio Girón. Nadie más. ‒¡¿Qué insinuáis, que he sido traicionado por mi propio capitán?!... ‒Mi señor, lo que digo es que la tropa estaba nerviosa por quedar en manos de don Diego López de Haro, me consta que esto no agradaba a nadie, menos al capitán, que insistió en salir del sitio, contraviniendo vuestras órdenes. ‒Eso no es cierto… ¡mentís!, conozco a Girón desde hace mucho tiempo. ‒Como os estoy explicando, solo puedo hablar de lo que he visto y oído. No de lo que presuma ni lo que pretenda hacer creer. Ahora pensad un poco, vuestro hijo, siguiendo vuestras indicaciones, era quien se oponía a la idea de que nadie abandonara el sitio. En cambio, Girón hace mucho tiempo que me habló de las legendarias cuitas entre los Castro y los Lara, desde la batalla del Lobregal, hasta la de Huete. Girón tenía muy claro que las huestes de Lara caeríamos en desgracia si había un Castro decidiendo entre el enemigo. Sin embargo, vuestro hijo, sin mácula, no cejó en ningún momento ni dio JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios muestra de debilidad alguna, era su firme decisión atender vuestras órdenes. El Conde Manrique comenzaba a creer en la composición del insidioso Bertrand. Las evidencias eran escasas. Por si fuera poco, suponía poner en duda la honorabilidad del más valiente capitán de La Molina. En cambio, dando por hecho la más que probable ejecución de su hijo, motivo por el cual había desaparecido, la hipótesis de un firme señor de La Molina anteponiéndose al miedo en tan terrible posición, manteniendo el pulso, uniendo a la tropa, mientras un traidor oficial se deslizaba para quitarlo de en medio, a fin de poder huir, cuan sabandija, de semejante encierro, seducía notablemente la imaginación del Manrique. El Conde, dispuesto ya para guardar duelo por la muerte de su hijo, quiso concluir la conversación: ‒En ese caso, decidme, mi noble Bertrand. ¿Qué os confeso aquel soldado ebrio de las huestes del de Haro?, el que habéis citado anteriormente. ‒Bueno, mi señor, es delicado… aquel borracho afirmaba haber reconocido el cadáver de vuestro hijo, con el pescuezo rebanado—El corazón del Conde Manrique dio un vuelco. ‒¿Y luego encontráis esta enseña manchada de sangre entre las pertenencias de mi capitán Girón?. ‒Así es, mi señor. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒Agradezco la nobleza y sinceridad de vuestras palabras. Me reconforta saber que aún hay soldados dispuestos a servir, con audacia, a su señor. Retiraos ahora Bertrand, desde hoy quedáis directamente a mi servicio. Llegado el momento, os daré las indicaciones oportunas. No perdáis de vista mientras tanto al capitán Girón. Se ha marchado temprano con algunos hombres a batir los montes cerca de Guadalerzas, en busca de mi traicionado hijo. Yo, por mi parte, haré algunas averiguaciones. Bertrand abandonó la tienda del Conde Manrique, quien había apartado el pavor, la angustia y la pesadumbre de un padre que creía perder a su hijo, desbancada por por la ira y la sed de venganza de un afrentado señor de La Molina. Sin embargo, décadas de fiel servicio del noble Girón no podían quedar desmerecidas por el testimonio de aquel gabacho desvergonzado. Así fue que el Conde Manrique optó por hacer sus propias averiguaciones. Saliendo raudo hacia el campamento de López de Haro, a escasa distancia del suyo. Una vez allí solicitó audiencia, la cual le fue concedida de inmediato, dada la relevancia del sujeto. A solas, hablaron ahora don Diego López de Haro, alférez real, tenente de Alarcos, Señor de La Bureba, Briviesca y Vizcaya, con don Pedro Manrique de Lara, señor de La Molina y tenente de la plaza de Toledo: ‒Mi noble Manrique—dice con ironía don López de Haro—, me sorprende vuestra visita. Pensé que tras el desaire del Rey de León, deshaciendo la campaña de contragolpe contra el Miramamolín, retornarían las huestes de La Molina a su señorío. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒No seáis sarcástico conmigo de Haro, pues no estoy de humor para chanzas. ‒¿Qué os trae a mis aposentos, entonces?. ‒Sabéis que busco a mi hijo, don García Pérez. No se le halla desde que se vio a solas con vos en el sitio de Alarcos. ‒¿Quién afirma tal extremo?... ‒Lo afirma el señor de La Molina. ‒Bebed de mejores fuentes, pues yo no me he visto a solas con vuestro hijo. El manejaba sus asuntos y yo, como tenente, los míos—López de Haro intentaba borrar sus huellas, sin ser consciente de que, indirectamente, se estaba beneficiando de la ponzoña vertida por el espigado Bertrand. No hacía otra cosa que reforzar la hipótesis del gabacho. ‒Os conmino, en vuestra condición de nobleza, a que juréis no tener nada que ver con la muerte de mi hijo. ‒¿Muerte, quién ha hablado de muerte?—López de Haro mentía sin pestañear—. Desde que levantamos el sitio de Alarcos es cierto que no coincidí en ningún momento con vuestro hijo, entre el tumulto de hombres, la negociación, en la que perdí a doce notables de entre mis filas, incluido mi adalid, la caravana de vuelta y toda la precipitación de los acontecimientos. Es la primera noticia que tengo, de hecho: ¿acaso han hallado su cuerpo?. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒Juradlo por Dios, don Diego, nobleza obliga… ‒Vuestro tono es ofensivo, don Pedro. ‒¡Juradlo por Dios, de Haro!—Manrique vuelve a estar fuera de sí. ‒Si lo deseáis resolveremos esta cuita con la espada y ante testigos, de otra manera, dad por buena la palabra que os he dado y buscad culpables en otro lugar. El Manrique tuvo que admitir la realidad, sea lo que fuere, no sacaría nada en claro de López de Haro. Se sentía tan apesadumbrado, que ni si quiera valoró la opción de retar a su oponente. Simplemente asintió, retirándose, derrotado por los acontecimientos. Antes de salir de la tienda de López de Haro, le dijo unas últimas palabras. ‒Vos sabéis algo, de Haro, lo sabéis… como sabíais lo del traidor Castro. ‒Recordad, Manrique, que fue decisión vuestra, y solo vuestra, dejar vuestro propio hijo a cargo de las huestes de Lara, en el peor de los sitios. Asumid vuestra responsabilidad. Manrique ya no olvidaría aquella afrenta de López de Haro. Sabía que algo no encajaba bien en toda aquella historia. Sin embargo, los hechos y los testimonios abocaban al castigo del capitán de La Molina. El noble Girón habría de pagar por sus pecados, fuera o no el responsable de la muerte del heredero JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios del Conde Manrique, no dejaba de ser el responsable de su seguridad. Alguien había de pagar por todo, por la mala decisión del Manrique, dejando a su hijo atrás en el sitio de Alarcos, por las mentiras de Bertrand, por la zafiedad y el hermetismo de don Diego López de Haro, por la inexperiencia y bisoñez del propio asesinado, don García Pérez de Lara; todos tenían algo que reprochar a la nobleza auténtica del bravo Girón, motivo por el cual, el capitán de La Molina pagaría un precio muy caro. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios CAPÍTULO XIX. LAS MIL Y UNA NOCHES JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Transcurría ya más de un mes desde los tristes acontecimientos de Alarcos y Calatrava; desde la violación sufrida por la pobre Raquel, a manos del desquiciado monarca castellano. No habían vuelto a tener noticias del rey en el hogar de los AlFakhar. El insigne Hayyim dedicaba incontables horas en salvar a los heridos que aún permanecían en el nosocomio de Toledo. La mayoría de los señores ya había retornado a sus tierras y heredades. Las milicias concejiles, de los concejos, las villas y los alfoces de toda Castilla, mucho antes. Era tiempo de llantos y lamentaciones, por lo perdido hasta entonces y por lo que se perderían en el futuro. Las noticias que llegaban eran de razzias de almohades por doquier al sur del Tajo, llevando la destrucción hasta Yébenes, que fue arrasado, siendo hechos prisioneros muchos de sus pobladores, Guadalerzas, el breve refugio del Rey de Castilla, retornaba a manos de almohades. Todos los bastiones de la Orden de Calatrava alrededor de la cibdad vieja caían. Tan solo aguantaría la fortaleza de Consuegra, en manos de los Hospitalarios de San Juan. El Castillo de la Muela era un bastión casi infranqueable en el que el gloriosa califa Yusuf II no centraría sus preocupaciones, teniendo tanto terreno llano que arrasar. Refugiados en Toledo, los dos jóvenes amantes apenas conseguían apurar unas gotas de cariño y dedicación mutuos. La actitud errática e irascible de Raquel, comenzaba a pasar factura a su relación. Por el momento no se podía hablar de boda en casa de los Al-Fakhar , lo que desasosegó a todo el mundo. Incluso la abuela Shula había acogido la idea con JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios regocijo cuando su hijo Hayyim se la expuso. La familia se sentía inquieta por el chancro que devoraba el alma de su niña más querida. Al principio, Fernán achacó la manera de actuar de Raquel a las nada extrañas extravagancias de las mujeres, en las que tanto le había insistido el ilustre Ordóñez, de manera piadosa, diciéndole: ‹‹…mi querido Fernán, Dios creó a las mujeres para hacer esclavos de los hombres primero, y volverles locos después…››. De hecho, el mismo Triguero ahondaba en aquella hipótesis, cuando explicaba a Fernán que: ‹‹…están todas como putas cabras…››. Por desgracia, el tiempo pasaba y la situación no mejoraba, antes bien, iba a peor. La pobre Raquel se aislaba en sí misma. No hablaba casi, borró su habitual sonrisa por completo. Fernán se empezó a preocupar de verás, mas no daba con la llave para abrir el baúl de las congojas de Raquel. En algunas ocasiones, la muchacha se echaba en brazos de un desconcertado Fernán, gimiendo y explicándole lo mucho que sentía lo que estaba pasando, que todo era culpa de ella misma. Para no terminar de perder la cordura dispusieron que la pareja asistiera a su formación en la escuela de traductores. Allí acudían todos los días, caminando juntos, sin apenas cruzar palabra, como extraños. Dos extraños que no podían vivir el uno sin el otro. La pobre Raquel, por su parte, tenía pavor a la idea de que Fernán terminase irritándose con la situación, decidiendo abandonarla. Sin embargo, se sentía bloqueada, incapaz de pedir ayuda, avergonzada, humillada, sucia, en definitiva, por lo que le había pasado. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Las horas que invertían en la escuela de traducción les servían a los dos para olvidarse de sus problemas, se imbuían en sus estudios y trabajos prácticos. Trabajaban en atriles independientes, ricamente dotados con las generosas donaciones del Nasí, algunos usureros del Alacava y el mismo rey castellano. De vez en cuando, Raquel deslizaba su mano con delicadeza sobre la pierna de Fernán, quien solía permanecer abstraído en sus lecturas y traducciones. Cuando sentía la mano de Raquel, levantaba la cabeza y sonreía a su moza, abiertamente, lanzándole algún beso o una caricia. Pronto, la muchacha guardaba la mano y volvía a enfrascarse en sus asuntos. A partir de ahí, hasta el final del día, no habría más gestos entre los amantes. Estas cuestiones y muchas otras eran observadas y vigiladas por Luján Alpolichén, el flemático canónigo del cabildo toledano, que había infiltrado el Arcediano Eleucadio entre las paredes de la escuela. Siempre tenía los oídos atentos y los ojos bien abiertos. Supervisaba lo que se escribía, lo que se traducía, quienes estaban al frente, quiénes aportaban caudales. Tampoco perdía de vista los trasiegos de los judíos que comerciaban o que llevaban sus negocios por allí cerca. Todo el mundo sabía que era un espía del cabildo, un solplón, pero no podían hacer nada por remediarlo. El espía Luján se había tomado su papel muy enserio, era un fiel servidor del Arcediano Eleucadio, más que del Deán, del Maestrescuela o el Sacristán. Bien está decir que, como en tantas ocasiones, los encantos y la belleza de Raquel también sirvieron para caldear el frío corazón del espía Luján, quien sentía unos incipientes JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios deseos de lujuria con aquella muchacha. De alguna manera había despertado una cierta inquietud no seglar en su interior, tan dedicada en los tiempos pretéritos al servicio de la orden y en atención de la devoción y las sagradas escrituras. Sin duda, el efecto balsámico de los hermosos ojos y del escote desbocado de Raquel, repoblaban el desierto de emociones que albergaba Luján en sus adentros, haciendo correr algo de hombría por sus venas, que parcamente calentaban su marmóreo ser. Fernán, por su parte, se sentía descorazonado. Se sentía incapaz de llegar a rincón donde guardaba sus recelos su querida Raquel. Se veía abocado a una felicidad que solo se mostraba levemente, en ocasiones, tan corto como el amanecer, tan infecundo como lo es el anochecer ocaso. Los visos del amor con la judía de sus desvelos le circundaban ya el cuello y estrangulaban la fe que alguna vez puso en el futuro. Y es que para Fernán, no había futuro si no era con Raquel. La cuestión era que el mozo no iba a permanecer impertrérrito ante esta nueva paradoja en la conducta de Raquel. Largos años estuvo jugando a un noviazgo revestido de complicidad a las faldas de la familia Al-Fakhar . Raquel le había pedido que no la abandonara nunca, eso es algo que Fernán estaba decidido a afrontar. Hace tiempo que la hermosura de la muchacha era una circunstancia pasajera. Fernán amaba la amabilidad de aquella joven que le rescató casi bajo el arquillo del Alacava, amante de las prosas de los clásicos, eficaz traductora, cuidadosa y dedicada; Fernán adoraba la manera en que cuidaba y jugaba con sus primos, como mesaba los cabellos de JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios su abuela Shula, o la manera en que reprochaba a su padre cuando se comportaba como un morueco. Hasta el propio comendador, el ilustre Ordóñez, sentía una reverente devoción y respeto por las formas y la dignidad de aquella moza, a quien no negaba jamás el más cortés de los saludos, si quiera la más ancha de las sonrisas. Para Fernán, luchar por mantener el único tesoro que había conocido en vida, era una cuestión de fe. Un día, al salir de la escuela de traductores, mediado el día, Fernán decidió sorprender a Raquel, proponiéndoles un paseo en barca. Había apalabrado con un aparcero amigo de Triguero la cesión de una de sus embarcaciones. A regañadientes, la muchacha aceptó, al fin y al cabo, también necesitaba alejarse un poco de sus rutinas diarias y de aquella ciudad de adarves aprisionados. Fernán llevaba algo de comida preparada, pues era su intención echar la tarde. El Tajo remansaba sus aguas en aquella época del año, por lo que cruzaron tranquilamente de una orilla a otra. Allí improvisaron su acampada entre unas rocas y una chopera, resguardados de la canícula de Agosto: ‒Fernán, no debiéramos andar tan descuidados a este lado del Tajo—Raquel se mostraba inquieta. ‒Tranquila, parece ser que los moros se retiran a Sevilla, ya han recuperado botín de sobra—afirmaba, con seguridad, Fernán, mientras se acomodaba en una pequeña braña a la sombra de los chopos. ‒Pero volverán, ¿verdad? JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒No hemos venido aquí a hablar de eso. ‒¿Y de qué hemos venido a hablar?, ¡yo no quiero hablar de nada!.—Tal y como era ya habitual en Raquel, se enrocaba rápidamente, si es que intuía que la conminaban a exhibir sus preocupaciones. ‒He venido a comer contigo algo a solas, alejados de la ciudad. No pretendo hablar de nada, no tenemos planes ni diligencias, ¿no es así?. ‒Supongo que no… ‒Siéntate aquí, a mi vera, siéntate Raquel—Fernán acomodó un mullido pellejo de cabra mientras se dirigía a Raquel. ‒¿Qué sucede Fernán?.—Raquel no podía evitar sufrir un estado constante de tensión desde el incidente. La incomodaba, incluso, estar allí a solas con Fernán. ‒Solo quiero que te relajes un poco, nada más. ‒¡No vamos a folgar Fernán, no pienso…! Fernán acarició la cara de Raquel con delicadeza y candor, el suficiente, al menos, para que la muchacha depusiera su actitud reprobatoria: JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒¿Alguna vez observas el cielo, los girones de nubes?— pregunta distraídamente el Fernán—. Puede parecer una estupidez, pero dibujan formas, cosa de brujería. ‒Solía hacerlo…—Raquel juguetea con una florecilla de espliego, algo más calmada. ‒¿Solías?... ‒Bueno, a veces cuando bajo al río a por agua, me entretengo un rato, observando el cielo azul. Me gusta recostarme sobre la hierba e inhalar el aire cargado de la ribera. ‒Nunca me lo habías contado. ‒No te lo cuento todo, ¡tonto!... algunas cosas nos las guardamos, quiero decir, las mujeres. ‒Yo lo hacía mucho, también, en el torreón de la Aceca. Sin embargo, cuando iba al río, ¡uhm!, había unas lavanderas que se arrebujaban las camisas por debajo de los hombros y… bueno, algunas cosas nos las guardamos, ya sabes, los hombres…—Raquel reía ahora, a las bromas de Fernán. ‒No te veo espiando a lavanderas, ¡joven caballero Fernán!. ‒No eran simples lavanderas, en realidad, eran musas, más bien. ‒Tú no eres un artista, eres un resabiado, que no es lo mismo. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒¿Osáis poner en duda mi talento, noble Raquel Al-Fakhar ?. ‒No os entreguéis ahora a la arrogancia y la egolatría, caballero Fernán García, pues nunca ha estado entre vuestros defectos.— Los dos amantes bromeaban de manera distendida. ‒Comamos algo Raquel, tengo apetito y me muero por probar las tortas de la abuela Shula. La pareja comió confortablemente a la sombra de los chopos y los alisos, que se mecían con una leve brisa levantina, del mismo viento abrasador que batía en esas fechas las mieses y los cigarrales en las planicies del sur del Tajo. A la vera del río se estaba relativamente fresco. La hierbaluisa y el tomillo que había entre los enseres espantaban algo a las moscas y otros insectos, que parecían abstenerse de estropear el momento. Raquel disfrutó de la comida con gusto, hacía tiempo que no le sentaba tan bien probar bocado, lo que agradó a Fernán sobremanera. Al menos, tenían unos instantes de paz y tranquilidad, después de todo. Después del almuerzo remojaron los pies, juguetearon, salpicándose agua hasta casi quedar empapados; finalmente, se tumbaron, extenuados, a echar una siesta. Raquel durmió plácidamente al menos una hora. Al despertar vio a Fernán a su lado, quien observaba fijamente al cielo, mientras la abrigaba con su brazo. Con el otro libre, agasajaba con delicadeza el brazo de Raquel, con trémulas caricias. Sin girar la mirada, Fernán habló, pues había notado despierta a Raquel: JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒¿Conoces los cuentos de Hazr Afasán?—pregunta Fernán, distraídamente. ‒Tu árabe es un poco limitado—responde Raquel entre bostezos—, aunque pareces querer decir “los mil cuentos”. Nunca había oído hablar de ellos. ‒Hay un raro manuscrito en el Alacava, redactado en árabe, llamado así: “Las mil y una noches”. Me lo enseñó tu padre, hace algún tiempo, está lleno de magia, de aventuras y emociones; de amores, lujuria, pasión, sexo... No es un libro nada habitual. ‒Sin duda, entiendo porque mi padre lo ha escondido a mis ojos… ¡nunca cambiará!. ‒Cuenta que un joven rey, llamado Schariar, es víctima de un terrible desengaño amoroso. Mas el rey decide huir, alejarse de todo, por mor del desengaño sufrido; durante su huida y, fruto de sus experiencias, llega a la conclusión de que las mujeres son ladinas y falaces. En el colmo de sus fabulaciones, regresa a su reino y, muy expedito, ordena ejecutar a la sultana, su esposa. Más aún, la congoja que sufre es tal, que él mismo cercena la cabeza de todas las mujeres de la corte… ‒¡Pero eso es terrible, Fernán!—Raquel se espabilaba de golpe. ‒Bueno, es un cuento antiguo, nada más; ahora déjame continuar: el rey, desalmado, ordena a su visir que le sirva a una virgen cada día, sacándola de donde sea menester, la cual, JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios a la mañana siguiente, ha de ser igualmente ejecutada, seccionando su cabeza. ‒Basta Fernán, es una locura… ‒…el rey, sea como fuere, estaba determinado a no ser engañado por mujer alguna en su vida. Sin embargo, la hija del propio visir, concibe un plan para frenar la absurda matanza… ‒Menos mal, un poco de cordura: ¿y en qué consiste?. ‒La hija del visir, de nombre Sheherezade, se entrega al trastornado rey Schariar, a fin de poner en práctica el plan trazado. La princesa Sheherezade le cuenta un cuento por la noche, el rey atiende con interés la historia y al llegar la mañana… ‒¿Qué, qué sucede en la mañana?. ‒Pues la princesa Sheherezade simplemente deja la historia inconclusa, prometiendo al rey contar el desenlace al anochecer siguiente. El rey, fascinado por la historia, no ejecuta a la princesa esa mañana, esperando a la resolución del cuento en la noche. ‒Pero, cuándo ella cuente el final de la historia, el rey la ejecutará. ‒Ahí está la clave. La princesa irá encadenando cuentos, de modo que cada uno, queda enmarcado dentro del anterior, JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios cada historia, lejos de resolverse, abre otra nueva, lo que permite a la princesa postergar su ejecución durante mil noches más. ‒¿Y después de las mil noches, qué sucederá?. ‒¿Quieres que te lo cuente?. ‒¡Claro que sí Fernán!. ‒Te lo contaré mañana. ‒¡Tramposo, y así harás como en la historia de la princesa Sheherezade! ‒Lo haré así una y mil noches, aún cien mil, Raquel, hasta que tú no tengas miedo de contar tu propia historia, de hablar de tus temores, de tus pesares, de tus mayores congojas. ‒Fernán, no puedes pedirme eso… ‒No te pido nada, Raquel. Esto es solo un cuento, ¿no lo entiendes?. Pero tengo muchos más aquí dentro—Tomando la mano de Raquel, Fernán se la llevó al pecho. En cada golpe, en cada latido, los recitaré por ti, Raquel, aguardando al día siguiente, dejándolo abierto cada mañana, pues siempre estará esperando a recibirte. ‒Fernán… JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒No digas nada, pues lo he dicho yo todo. Sé que algo te preocupa, te amordaza y te apesadumbra. Mas no pretendo arrancarlo de ti, no he de salvarte, pues no soy dueño de tu alma ni amo de tu conciencia; Raquel, seré el ayo de tus sueños y el guardián de tus alegrías, y tan solo pretendo que sepas que estaré donde me necesites, y cuando estés preparada, podremos concluir este cuento, y serán nuestras mil y una noches. Raquel se abrazó a Fernán, se abrazó con fuerza, pues sabía que él siempre estaría allí, por ella. Sabía que Fernán podría perdonar y comprender lo que le había sucedido, prescindir de su mancilla, de la virtud que, según sentía, le había sido arrebatada. Eran tiempos en los que el recato y la sobriedad de una mujer eran demasiado valorados, como para ser víctima de una violación. Sin embargo, después de todo, ¿qué importaba aquello?. Raquel pensó que todo se olvidaría, fue un incidente, uno de tantos que sucedían en aquellas tierras de locos. Estaban en guerra, y en guerra la gente comete locuras, atrocidades. Pero también puede olvidar, pasado un tiempo. Raquel estaba decidida a olvidar, a dejar todo aquello atrás. De repente se sintió excitada, irrefrenablemente, tal vez, irracionalmente. Comenzó a besar el cuello de Fernán. El joven caballero, sorprendido, preguntó a Raquel si estaba segura, a lo que Raquel respondió que deseaba sentirle dentro de nuevo. Fernán, sorprendido por el cambiante humor de Raquel, no necesitó muchos más visos para acceder, con presteza, a complacer a su pareja. Desbocados, en breves instantes se hallaron los copulando, ella a horcajas de él, como sucedió semanas atrás. Raquel estaba desatada, evisceraba los gemidos, JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios sobreactuaba en deseo, quería dejar atrás Guadalerzas, sus fantasmas interiores. Cerró los ojos, pensando entregarse a aquel en quien confiaba, aquel que mejor la hacía sentir. Al cabo de unos instantes, fue la expresión fantasmagórica de don Alfonso de Castilla, a la luz de unas leves candelas, lo que cruzó su mente, fueron sus empellones los que sintió entre las piernas, fue la pesadilla de aquella minúscula celda de Guadalerzas lo que evocó, en lugar del frescor de un revolcón con su amado Fernán, a escondidas de Toledo. Se incorporó de golpe Raquel, sollozando casi, le faltó el aire incluso, tal que se negaba a penetrar en sus pulmones. Fernán se recompuso para intentar calmarla, ella le empujó, alejándolo de sí, se arrojó al agua y, entre arcadas, empezó a vomitar. Algo más calmados, posteriormente, retornaban a Toledo, sin cruzar palabra alguna. De regreso al hogar de los Al-Fakhar, ya anocheciendo, aguardaba Fernán en el balcón de la casa, mirando al cielo, melancólico y preocupado. Raquel salió a su encuentro, tomándole de la mano, apoyada en la barandilla, como en otras ocasiones. Acudió más tranquila ahora al lugar de Fernán: ‒Perdóname Fernán, necesito tiempo—dijo Raquel, cabizbaja. ‒Vamos abajo Raquel, te contaré una historia—Fernán tomó suavemente de la barbilla a Raquel, hasta que ella levantó la mirada—, mas hoy no te habré de contar el final de ese cuento. ‒Cierto, ¡hoy no me contarás el final del cuento!. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Pasaron algunas semanas más, entrando ya casi al mes de Octubre. La pareja se reconciliaba poco a poco, Raquel dejaba atrás los malos sueños y la confianza que le daba Fernán incentivaba su rehabilitación espitirual. Compartían charlas durante largos paseos, debatiendo, comentando, riendo. Fernán escribía breves poemas en legajos que pasaba a escondidas a Raquel; era como un juego entre los dos; en ocasiones, durante la comida, Fernán se los ofrecía con un guiño y ella los tomaba por debajo de la mesa, los leía y sonreía. Hayyim celebraba con júbilo ver como la sonrisa y el desprendimiento retornaban a la vida de su hija Raquel y, con ella, volvía la luz al hogar de los Al-Fakhar . Después de todo, bien pudieran los dos jóvenes amantes tener su propia versión de “Las mil y una noches”. Recién entrado el mes de Octubre, volvía la pareja de la escuela de traducción, cuando, al pasar el arquillo, encontraron a cinco fornidos freires calatravos aguardando en la cuesta del Ángel. Esto disparó las sospechas de Fernán quien, sin embargo, no atinaba a reconocer a ninguno de aquellos caballeros como miembros de la comendadura de la Aceca. Algo sucedía, sin duda, raro era ver por allí a los calatravos, salvo por sus tratos con el Almojarife. Parecían más una escolta que una columna. Se podía intuir que alguien de la orden había acudido a la judería, alguien importante. Al llegar a casa de los Al-Fakhar , salió a recibirles Hayyim: ‒Fernán, acompáñame, por favor, tienes una visita. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Sin más dilación, acudieron al castillo de la judería. El castillo no era sino que una albacara dentro de la ciudad, un segundo muro de contención, aún más guarecido que los adarves toledanos. De paso, el recinto era el centro de armas de la aljama, administrado por el consejo de ancianos, delegado en el denominado capitán de la judería. El capitán de la judería no manejaba tropas regulares ni caballería, pero sí un contingente de sefardíes al que daba adiestramiento y marcialidad. Todo ello por si, eventualmente, la judería había de defenderse a sí misma o a la propia ciudad. Naturalmente, el capitán de la judería tenía una estrecha relación y colaboración con Triguero el cuadrillero. Entraron en el recinto amurallado, que albergaba en su interior un chamizo con caballos, más una casa de dos plantas. Penetraron en ella y, cuál no fue la sorpresa de Fernán al encontrarse al mismísimo maestre de la orden: don Nuño Pérez de Quiñones. Fue amablemente invitado a sentarse, junto al Nasí de Toledo, Yosef ben Solomón, haciendo de auspiciador en este extraño encuentro. Había otro freire calatravo, que permanecía en pie observando la escena, con semblante serio: ‒Buenas tardes, Fernán—saludó maese Nuño. ‒Mi señor, maese Nuño—respondió Fernán. ‒Lamento lo peculiar de nuestro encuentro, pero hay nuevas sobre la orden; tristes nuevas. Veréis, Fernán, Días atrás solicité el concurso de nuestro amado rey, don Alfonso, tras la pérdida JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios de la sede conventual de la orden, en añadido a la notable merma de efectivos que hemos sufrido tras la campaña de este verano. ‒¿Y cuál fue el resultado?. ‒Bueno, expuse al rey la enorme pérdida de la orden, incluyendo las fortalezas de Salvatierra, Caracuel, Benavente, Miraflores, La Ciruela, Malagón y Guadalherzas. Don Alfonso lamenta gravemente el enorme quebranto producido en la orden, estando en su mayor empeño el ayudarnos a repoblar y sustentar los remanentes que tenemos en Castilla. El golpe ha sido casi letal, mas podemos rehacernos. ‒Podremos cursar un prestamo en favor de la orden—prosigue el Nasí—, a fin de colaborar en la repoblación y puesta en marcha de las nuevas tenencias y heredades que tenga a bien dar nuestro amado rey. ‒¿Los judíos de Toledo van a financiar a los calatravos?— preguntaba, incrédulo, Fernán. ‒Así es, no es de extrañar—repuso el Nasí—, pues el cabildo catedralicio se amontona en derredor de Toledo; no debemos permitir que se expandan tanto como para poner sitio al Alacava. ‒Naturalmente Fernán, esto que comentamos no puede salir de aquí—responde maese Nuño. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒Lo sé, maese Nuño, mas, por qué ponéis esto en mi conocimiento. ¿Qué puedo aportar yo?. ‒El rey me ha garantizado personalmente la tenencia de Ronda, perteneciente a los freires truillenses. Los de Trujillo han sido arrasados, ya solo queda un escaso número de efectivos abaluartados Albalate, Cabañas y Santa Cruz, todos ellos cerca del ámbito de León. Por lo tanto, nuestro amado rey resuelve entregarnos la villa de Ronda y sus heredades. Así mismo, procede a entregarnos la villa y castillo de Ciruelos, que, por su ubicación, podría ser la nueva sede conventual. ‒Si se me permite el comentario—respondió el Nasí—, no comprendo el empecinamiento de los calatravos en ahondar en las llanuras al sur del Tajo, instalando allí vuestra sede conventual. Allí está más expuesta a los embates del moro. Notad que los santiaguistas la tienen en Uclés, en un lugar más resguardado, sin duda. Los hospitalarios, por su parte, se encierran en la inexpugnable fortaleza de la Muela, en Consuegra, de donde nadie les ha movido durante largo tiempo. ‒Mi querido Yosef—proseguía maese Nuño—, la vocación de la sede es la defensa de la cristiandad ante el infiel. Si el moro da un paso adelante, nosotros no lo debemos dar atrás. Va contra nuestros principios. No temáis, pues vuestros caudales han de ser bien retornados. Hace mucho tiempo que el moro abandonó los territorios al sur de Toledo y de Cuenca. Ahora penetra embistiendo con sus razzias y nosotros con nuestras JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios algaradas. Los castillos diseminados por los campos de Calatrava han de retornar, tarde o temprano, a la orden. ‒Eso llevará su tiempo, maese Nuño—aseveró Fernán, que no dudaba en participar del debate. ‒Ahí es donde entráis vos, mi querido Fernán. No cabe duda que instalar la nueva sede conventual en Ciruelos es una tarea ardua y arriesgada, mas factible. No en vano, nos hemos reagrupado entre Zorita y Ocaña. El aquí presente, frey Martín Martínez, está llamado a ser designado mi sucesor—Maese Nuño señalaba al otro freire que aguardaba, de pie, junto al maestre de la orden—. A no mucho tardar estaremos en condiciones de rearmarnos y contratacar con una notable algarada, en pos de recuperar posiciones. ‒¡Pero eso es suicida, no ahora!—cuestiona Fernán. ‒Os recuerdo, Fernán, que está en los preceptos de la orden. No ha de quedar ningún freire en pie, si es por mor de ceder terreno al agareno. ‒¿Y yo, en qué os puedo ayudar, en ese caso?. ‒Mirad Fernán, es difícil de exponer pero, en resumen: hay un cisma en la orden. ‒¿Cómo es posible?. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒La orden ha sido muy bien dotada en el reino vecino por parte del rey Alfonso II de Aragón, fijando la sede de una gran comendadura en Alcañiz, frisando con el señorío de La Molina. ‒¿La Molina del tal Conde Manrique?—preguntó a estas razones el Nasí. ‒Cierto es, son ambas tierras duras, mas feudos inestimables contra los almohades. ‒Hace unas semanas acudí a capítulo con el comendador de Alcañiz, Frey don Garcí López de Moventa, celebrado en nuestra fortaleza de Zorita de los Canes. El aragonés lamentó grandemente la pérdida de la orden, las almas de los freires asesinados y su disposición para apoyarnos en lo que fuera necesario. Palabras amables para endulzar los oídos, respecto al asunto que realmente deseaba transmitir. ‒No eran buenas noticias, obviamente—remataba Fernán. ‒En absoluto, resulta que el tropel aragonés de la orden, pese a acudir a la batalla, no llegó a tiempo a las puertas de Alarcos, lo cual, a la postre les ha hecho afortunados, teniendo en cuenta el postrero desenlace. Recibidas las noticias de la práctica aniquilación de los calatravos castellanos y de sus tenencias, retornaron con tristeza a su sede para, una vez allí, celebrar capítulo y erigirse en sede conventual para Aragón. ‒¿Cómo es posible?. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios ‒No solo eso, en una primera valoración, se determinó que mi persona incluso debiera haber caído en combate, motivo por el cual se dio por hecho que la orden quedaba descabezada. Cuál no fue mi sorpresa cuando Frey don Garcí López de Moventa se presentó ante mí como el Magister in pectore de la orden. ‒El comendador de Alcañiz, por su cuenta y riesgo os ha suplantado… ¿dándoos por muerto en Alarcos?. ‒Así es, no hicieron falta más consultas. ‒Ahora bien, maese Nuño—el Nasí expone sus argumentos—, resuelto el entuerto, no hay más discusión, el Maestre de la Orden, vos mismo, sigue en pie y al mando. ‒Tal vez no sea tan fácil como pensamos; me temo que hay algo más que devoción en la figura de Frey don Garcí López. No reconoce mi autoridad sobre sus milites, considera mutilados mis recursos y asume el liderazgo de los restos a cuenta y riesgo. ‒¿Entonces, qué hay que hacer ahora, maese Nuño?— Fernán impelía soluciones del calatravo. ‒Se ha de celebrar capítulo en Alcañiz, he de ser escuchado y presentados mis argumentos. En concilio se ha de decidir, entre delegados de ambas partes, qué liderazgo es el que ha de sobrevenir y en base a qué. Para mí, no admite discusión, mas hemos entrado en las cenagosas aguas del poder y la ambición; temo que solo podemos hacer que arredrar al afanoso Frey don JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Garcí López para que desista de sus pretensiones sin fundamento. Ahí es donde entráis vos, Fernán. ‒¿Yo?.—El joven caballero Fernán se sorprendía por la afirmación del mismísimo maestre de la Orden. ‒Cierto, bien sabido es de todos la soltura que tienes con las letras, la memoria que tienes para los códices y, tras el espectáculo de meses atrás, en la plaza del Zocodover, tu capacidad argumentativa. Los principales comendadores y figuras de la orden han de acudir al concilio que se ha de celebrar en Alcañiz. Vos, Fernán, podéis ser un valioso consejero y asesor, pese a vuestra mocedad. No deseo poneros en el brete de semejante cuestión, tan solo os pido acudir con nos en calidad de consejero. Me consta que largo tiempo habéis empleado en leer y ordenar todos los legajos y cartularios de la comendadura de la Aceca. Habéis de atesorar un cierto conocimiento de la regla que nos une y los fundamentos de la orden. Quisiera contar con esos conocimientos y soltura de ideas para mí mismo. ‒Por su puesto, maese Nuño, contad con ello. ‒No, Fernán, no afirméis tan rápido. Estoy aquí en persona, por que no era mi intención poner en compromiso a don García Ordóñez, comendador de la Aceca, por quien los dos sentimos gran predilección. Vuestro padre adoptivo no desea apartaros de nuevo de aquello que tanto amáis que, según tengo entendido, se halla entre estos muros de la judería. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios Fernán agachó la cabeza, meditabundo. Mas hace tiempo aceptó ser ordenado caballero. Ahora sus obligaciones primeras eran con la cristiandad de Castilla, con sus vasallos. Resueltamente respondió: ‒No dudéis, mases Nuño, contar con mi ayuda. La orden me ha dado todo, es hora de que yo le dé algo a ella. Yo mismo lo expondré al comendador. ‒Querido Fernán, no cabe duda de que ambos, el comendador Ordóñez y vos, os tenéis en alta estima. Todo un ejemplo para la orden.—El maestre Nuño se incorpora de su asiento, disponiéndose a cerrar la reuniónYo parto ahora de Toledo, habrás de acudir a la comendadura dentro de tres días. Luego nos veremos todos en la casa del Conde Manrique, en La Molina, pues dispone agasajarnos antes de acudir a Alcañiz. Allí meditaremos la estrategia a seguir. Tomando sus pertenencias, el maestre Nuño se dispuso a atravesar el umbral de la puerta. Antes de cruzarlo, secundado por el otro caballero calatravo, que había aguardado manteniendo silencio, se volvió para hacer una puntualización a Fernán: ‒Ah, querido Fernán, una última cuestión… procuraos una buena pelliza o una aljuba, son tierras agrestes y frías. Ahora, hasta pronto. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios El caballero Fernán y el insigne Hayyim retornaron a casa cabizbajos, nuevamente los designios del destino se interponían en su camino. La tan añorada tranquilidad, el sosiego que pedían para construir sus vidas y sus familias, se deshojaba de manera cíclica, ante los envites de la belicosidad de los señores que domeñaban el reino. Sea como fuere, se había de solventar los problemas de la orden y colaborar en lo necesario para recuperar, asegurar y fortalecer las fronteras. Nadie podía abstraerse de aquella realidad, máxime, siendo un caballero armado como lo era Fernán. El ilustre Ordóñez, a su vez, quería también proteger al joven caballero y preservar, en lo posible, las opciones a una vida feliz por parte del buen Fernán. Sin embargo, era el caballero Fernán ya un hombre adulto, con todas las de la ley y no había más que ir tomando sus decisiones y andando su propio camino. Naturalmente, Raquel acogió con inquietud la nueva leva asumida por Fernán, mas la comprendía. Se alegraba, por otra parte, de que no fuera esta una misión de combate. La partida del joven caballero Fernán hizo precipitarse los acontecimientos. La joven Raquel se había estado meciendo en la paciencia y las buenas palabras de Fernán y ya estaba, por qué no, preparada para asumir sus tormentos, para dejarlos atrás, uniéndose a Fernán, en sagrado matrimonio. Y así fue que concertaron los desposorios para cuando retornara Fernán, probablemente, en diciembre. Llegó al tercer día Fernán a la comendadura de la Aceca. Salió a recibirle Alejo junto a la pequeña Sarah, la niña rescatada de los JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios muros de la cibdad vieja de Calatrava. Los dos se habían hecho inseparables, la niña veía en Alejo una especie de hermano mayor que la cuidaba y protegía de todo mal. Fue este el encargo que le dejó el propio Fernán asignado a su inseparable Alejo. El comendador decidió que se quedaran en la comendadura durante un tiempo, hasta que Fernán solventara sus problemas sentimentales con Raquel. El pobre Alejo no tenía la sutileza entre sus cualidades, por lo que se inmiscuía torpemente con frecuencia en las cosas de la pareja. El propio comendador se hizo también cargo de la educación de Sarah pues, de alguna manera, le recordaba a su querido Fernán. Afortunadamente, todo parecía irse alineando en la dirección adecuada. Para cuando se juntaron con el ilustre Ordóñez ambos, maestro y pupilo, se fundieron en un largo y cálido abrazo: ‒Mi querido Fernán, qué gusto tenerte aquí de nuevo. Me informó maese Nuño de tu incorporación a esta misión, como consejero. ‒Es un gusto poder ayudar a la orden, padre. ‒Lamento que nuestros asuntos se hayan enredado de nuevo en tus planes de futuro, no era mi intención; ya eres un hombre adulto, después de todo. ‒Sabes que la orden siempre contará conmigo en lo que sea menester. Además padre, no os apesadumbréis. Parece que hemos solucionado nuestros problemas internos y os puedo JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios anunciar, sin recato alguno, que a nuestro retorno, estaréis invitado a asistir a mi boda con la dama Raquel Al-Fakhar . ‒¡Esa es una noticia estupenda, Fernán!. Vamos a tomar un poco de vino caliente a vuestra salud y me cuentas un poco más. Las hermanas Monzón se unirán a nosotros en Uclés… por cierto, Antonia me pregunta mucho por tu amigo Triguero, esa moza siempre fue la más descarriada de las tres. JUAN M NAVARRO © 2016 CONJURA DE INFIELES – Reino de Necios CONTINUARÁ… JUAN M NAVARRO © 2016