[20] Están en el Japón en lucha abierta el budismo y el cristianismo. Como este, amparado por el rey, gana terreno, acuden los budistas a todos los medios que pueden asegurar la permanencia de los japoneses en su antigua fe. A semejanza de lo que hacen los misioneros evangelistas en la capital de México, y en casi todos los lugares donde intenten levantar un nuevo templo a su religión, para lo cual regalan vestidos, cuadritos y pequeñas sumas a los hijos de los pobres, los budistas se deshacen de algunas sumas de su cuantioso tesoro, y las invierten en pequeños préstamos, a personas que desean entrar en negocios, imponiendo como parte principal de la paga, la obligación de que el favorecido con el préstamo no ha de convertirse al cristianismo. Al barón von Haymerle, que acaba de dejar vacante con su muerte la Presidencia de ministros de Austria, y que fue notabilísima persona, por su ingenio, por su lealtad, y por una honradez tan acrisolada que el emperador ha tenido que hacerse cargo de la educación de sus hijos,ha sucedido en la Presidencia del consejo el conde von Kalnoky, perteneciente a una antigua familia de Moravia. A los 23 años comenzó la carrera que acaba de culminar a los 50. Ha estado de embajador en Berlín, en Londres, en Copenhague, en Roma y en San Petersburgo. Se ha distinguido mucho por la oportunidad de sus palabras, y por la de su silencio. Sabe ver y sabe no-decir, lo que es a veces mejor que saber decir. Cuando observa, parece que asiente, cuando en realidad juzga: y de eso viene que diversos partidos a un tiempo le crean su sectario. No da prendas y sabe tomarlas. Es tan gran trabajador, según dicen, como el conde de Cavour. Táchasele solo de poner demasiada atención a los detalles. Pero parece que esto le viene de avaricia de ver, para comprender mejor. Los hermosos libros de Fernán Caballero, tan consoladores, y tan sanos y tan sabrosos de leer, y tanto más adecuados a figurar en el costurero y en el velador de nuestras damas que las desconcertadas novelas de Pérez Escrich, y las narraciones de bandidos en que ha dejado extraviarse su fantasía Fernández y González,—acaban de ser traducidos al inglés y publicados en un volumen que ha alcanzado grande éxito. Ahora brilla entre los norteamericanos una joven escritora, ingenua y amable, que posee algunas de las cualidades que tanto distinguieron a la virtuosa Doña Cecilia Böhl. Este Fernán no es de los Estados Unidos, sino de Inglaterra, aunque en los Estados Unidos vive, y era, en tiempos del Presidente Hayes, una de las figuras más conspicuas del salón de la Casa Blanca en Washington. Se llama la novelista, que es al mismo tiempo excelente autora dramática, Francisca Hodgson Burnett: es nombre que debe conservarse, porque se hará ilustre. Entre los ingleses lo es ya, que consumieron en pocos días 30 000 ejemplares de una de sus novelas. Se asemeja a Fernán Caballero, como a Dickens, en el sincero amor con que ve a las clases pobres, en la vehemencia y verdad de sus emociones, en su complacencia en pintar cuadros populares, y en su hábito de adornar de dotes de virtud a sus protagonistas. No hace a los hombres mejores de lo que son: pero no gusta de pintar sino a los hombres buenos. Esta escritora, que ya los críticos de Norteamérica ponen al lado de la autora de La cabaña del tío Tom, tiene ahora 32 años. Se distinguía desde niña por su pasmosa facilidad para urdir cuentos y ya a los trece años tenía tramada y escrita una novela, que publicó con aplauso, y pagó bien un periódico de señoras. Desde entonces, no ha cesado de escribir novelas, tenidas todas por muy buenas, y en su mayor parte descriptivas de la vida norteamericana. Sus personajes salen de su pluma sonrientes y vivos, de modo que no parecen criaturas de novela, sino seres útiles, amables y reales. Cuando le hablan de sus éxitos, se echa a reír como una niña: le sonroja que le hablen de su mérito.—Tiene la seguridad del talento verdadero, y la timidez de la verdadera modestia. Como para aturdir el ruido de los dolores de la patria, están imprimiendo libros las prensas limeñas. Uno de los más recientes es un libro de poesías, en dos volúmenes: se llama Clamores del Occidente, y el autor lleva un nombre conocido: Numa Pompilio Llona. Se distingue el poeta Llona por la sonoridad de sus versos, la osadía de sus concepciones y una especie de forzada sublimidad con que quita la verdadera vibración poética a sus fantasías. Es arrebatado, altivo y exuberante. De lo que lleva escrito, lo más celebrado, y tal vez porque es aquello en que ha puesto más dolor propio, y menos propósitos, es la “Odisea del alma.” Este título da idea de toda su obra y encierra todas sus cualidades y defectos. Le extravía un afán premioso de grandeza. De los dos volúmenes ahora publicados, contiene el primero cien sonetos, por los que muestra el poeta del Ecuador predilección especial; y el segundo, varios poemas filosóficos, de los cuales es uno esa “Odisea del alma” de que hablamos, y otro, en que el poeta finca orgullo: “Los caballeros del Apocalipsis.” La Opinión Nacional. Caracas, 28 de enero de 1882 [Mf. en CEM]