CAOS, AZAR, CICLOS O PLAN ¿EXISTE LA METAHISTORIA? Conferencia pronunciada por el Dr. Carlos M. Regúnaga en la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, acto organizado por el Instituto de Investigación y Desarrollo Amílcar E. Argüelles en el Ciclo Ciencia y Visión, el 6 de diciembre de 2011 Presentación por el Director del Instituto de Investigación y Desarrolllo Académico Titular Dr. Fausto Tulio Gratton Dichosos los historiadores que investigan las causas de los hechos humanos. Invoco a Clío, la Musa que preside la Historia, para que nos acompañe e inspire en este encuentro. Causalidad es conexión entre entidades o eventos, tal que uno llamado efecto depende de otro llamado causa. Virgilio en la II Geórgica al escribir, ‘‘Feliz quien pudo conocer las causas de las cosas, y ha sometido bajo sus pies todo temor y el hado inexorable y el estrépito del avaro Aqueronte!’’ (Felix qui potuit rerum cognoscere causas, atque metus omnis et inexorabile fatum subiecit pedibus strepitumque Acheruntis auari, Georg. II, 490), se refería a las causas no tanto como concatenación de eventos del mundo físico, sino a las intenciones de los dioses que tenían influencia sobre el destino de los hombres como era común creencia en la antigüedad. Soy un físico profesional, especializado en el estudio de una provincia de la gran ciencia natural. No tengo ninguna competencia en historia, soy un lego. Pero la visito frecuentemente, viajo a menudo por ella y la disfruto como turista. Tiene mucho para enseñar, también a mi disciplina porque hay una historia de la física. Como toda ciencia, la física tiene una epistemología, es decir un estudio crítico de la metodología, los fundamentos, la validación y el significado de esa rama del conocimiento. También hay filosofías de la física, es decir, especulaciones acerca de su validez y opiniones acerca de la permanencia de sus resultados. Estas últimas son más o menos buenas y más o menos interesantes. Generalmente los científicos aprecian las que provienen de grandes físicos que reflexionan sobre su disciplina, o conjeturan sobre nuevos horizontes. Las filosofías de la física de filósofos que no han practicado las ciencias naturales generalmente interesan a otros filósofos y a un público intelectual al que las ciencias no son amigas. 3 El tema que nos reúne, denominado genéricamente ‘‘filosofía de la historia’’, es todo un mundo de reflexiones, problemas y especulaciones que no se podrían considerar acabadamente en una sola conferencia. Pero espero que esta reunión pueda iniciar una serie de otras similares. Como ciencia, la historia tiene una epistemología, métodos de investigación empírica, evaluación de fuentes históricas, validación de hipótesis, los problemas de la objetividad y de la interpretación, etc. Una epistemología, o reflexión crítica de la historia como ciencia, muy compleja y sutil, con sustanciales diferencias respecto de la epistemología de una ciencia natural como la física. La otra faceta es la filosofía de la historia, filosofía de la evolución de la humanidad, de carácter especulativo o ‘‘metafísico’’. Es la metahistoria del título que ha elegido el Dr. Regúnaga para su conferencia (nombre originado en un trabajo de Hyden White de 1973, Metahistory). En este aspecto interviene en gran medida el aporte de filósofos y más recientemente sociólogos, frecuentemente en vivo debate y separados en vertientes Europeas y Anglo-americanas. Desde Vico y Hume hasta nuestros días, dejando constancia que estos grandes pioneros, uno del mundo latino y el otro del mundo anglosajón, también cultivaron la investigación histórica. Sobre gustos non est disputandum, pero si yo he de leer filosofía de la historia (en el segundo sentido) prefiero la de los grandes historiadores, Toynbee valga como ejemplo. Convenza o no su gran visión, no se puede dejar de rendir homenaje a su grandísima erudición histórica. En suma, sobre los múltiples y complejos aspectos de la filosofía de la historia, comenzamos hoy una incursión sobre la faceta más especulativa de esa cuestión, mediante la colaboración del Dr. Regúnaga, apasionado estudioso de ciencias sociales. El Dr. Regúnaga es abogado de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires. Realizó estudios de postgrado en la New York University School of Law para el Master of Comparative Jurisprudence y en la Facultad de Derecho de la UBA para el programa de doctorado. El Dr. Regúnaga fue Profesor de Derecho Constitucional de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires. Ha sido también profesor en la Universidad de Belgrano, en la Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales y en la Universidad Luterana do Brasil, en Porto Alegre. Ha enseñado Procesos de Integración y Cooperación Económica Internacional. 4 El Dr. Regúnaga se desempeñó en la función pública como Jefe de Gabinete de la Secretaría de Comercio de la Nación. Al presente el Dr. Regúnaga, es consultor del CARI, Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales. Es Director de la Oficina Argentina del Center for Strategic & International Studies (CSIS) de Washington, DC, un ‘‘think tank’’ con base en Washington, D.C., EE.UU. Desde esta posición el Dr. Regúnaga ayuda a la promoción de las relaciones interparlamentarias Argentino - Norteamericanas. Recibe en Buenos Aires periódicamente visitas de delegaciones del Congreso de los EE.UU. y es viajero frecuente a Washington, DC. Hasta mediados de este año 2011 el Dr. Regúnaga fue Presidente del Club del Progreso, el más antiguo y prestigioso club social y cultural de la ciudad de Buenos Aires, fundado en tiempos de la institucionalización del país, en la época de la Constitución Nacional cuando Argentina se preparaba para ser una gran nación. Es actualmente su Vicepresidente. El Dr. Regúnaga frecuentó por muchos años los simposios anuales dedicados a la epistemología de las ciencias exactas y naturales y en tiempos más recientes a los de las ciencias sociales, sostenidos por CONICET y la Fundación Argentina de Cultura, que organiza el Centro de Investigaciones en Antropología Filosófica y Cultural, CIAFIC, en la Estancia Santa María de La Armonía, Cobos (Mar del Plata). En estos encuentros, donde se consideran visiones meditadas y profundas del quehacer científico y su relación con la filosofía, la sociedad y la reflexión teológica, representativas del pensamiento de varias corrientes contemporáneas, el Dr. Regúnaga ha disertado en varias ocasiones y participado activamente en los debates. Me es grato señalar que ha recibido en 2010, concretada con la ceremonia de la investidura este año 2011, una importante y honrosa distinción. Ha sido nombrado Caballero de la Orden del Santo Sepulcro de Jerusalén. La orden tiene una historia heroica y reúne una nobleza de la virtud y del intelecto. Para quien cultiva estudios de historia como el Dr. Regúnaga nada más apropiado que este premio a su capacidad y conducta. 5 CAOS, AZAR, CICLOS O PLAN ¿EXISTE LA METAHISTORIA? Dr. CARLOS MARÍA REGÚNAGA Resumen El término ‘‘metahistoria’’ ha sido aplicado a intentos de narrar los hechos históricos atribuyéndoles un sentido favorable a determinada ideología o movimiento político. También se usa como sinónimo de ‘‘filosofía de la historia’’, es decir, como una rama de la filosofía que guarda con la ciencia social ‘‘historia’’ una relación análoga a la de la metafísica con las ciencias naturales. El autor analiza la metahistoria en este segundo sentido y se manifiesta a favor del reconocimiento de su existencia como una legítima rama de la filosofía que busca la verdad histórica. Summary The term ‘‘metahistory’’ has been applied to attempts to portray historical events in a light favourable to certain ideology or political movement. However, it is used as well as a synonym of ‘‘philosophy of history’’, that is, a branch of philosophy related to the social science ‘‘history’’ analogously as metaphysics is related to the natural sciences. The author analyses metahistory in the latter sense and expresses his position in favour of the recognition of its existence as a legitimate branch of philosophy in search for historic truth. Definición y contenido de la metahistoria o filosofía de la historia El diccionario de la Lengua Española define la palabra ‘‘historia’’ como ‘‘Narración y exposición de los acontecimientos pasados y dignos de memoria, sean públicos y privados’’ y en su segunda acepción hace referencia a ‘‘La disciplina que estudia y narra estos sucesos’’. 7 Por su parte, el prefijo de origen griego ‘‘meta’’ significa según los casos ‘‘junto a’’, ‘‘después de’’, ‘‘entre’’ o ‘‘con’’. Así fue que se dio la denominación de ‘‘metafísica’’ a las obras de Aristóteles dedicadas a la filosofía primera cuando se los recopiló después de la física1. Por ello, siguiendo a Cristopher Dawson, voy a utilizar el vocablo ‘‘metahistoria’’ para referirme a una disciplina que guarda respecto de la historia una relación análoga a la relación entre la ‘‘física’’, que en su sentido clásico comprende todas las ciencias naturales, y la ‘‘metafísica’’. Es decir, así como las ciencias naturales son acompañadas a nivel filosófico por la metafísica, la historia tendría en la metahistoria un acompañante filosófico. En este sentido, el término ‘‘metahistoria’’ se emplea de manera coincidente con la expresión ‘‘filosofía de la historia’’. Para esta charla introductoria del tema utilizaré ambos términos como sinónimos. Generalmente se reconoce como precursor de la filosofía de la historia a san Agustín de Hipona, doctor de la Iglesia que vivió la decadencia de la civilización helénica, poco antes de la caída del Imperio Romano de Occidente. No hace falta que explique su teoría. Déjenme simplemente leer unas líneas de su obra La Ciudad de Dios que delinea una interpretación general de toda la historia humana. ‘‘…no obstante el haber tantas y tan dilatadas gentes y naciones esparcidas por todo el orbe, con diferentes leyes y costumbres, con diversidad de idiomas, armas y trajes, con todo no (ha) habido más que dos clases de sociedades, a quiénes, con justa causa podemos llamar dos ciudades…’’2. ‘‘Así que, dos amores fundaron dos ciudades; a saber: la terrena el amor propio hasta llegar a menospreciar a Dios, y la celestial el amor de Dios hasta llegar al desprecio de sí propio’’3. En su forma moderna la filosofía de la historia nace con la obra de Georg H. F. Hegel, a quién aún los más acérrimos críticos de su pensamiento le reconocen el haber instalado definitivamente esta disciplina4. 1 Real Academia Española, Diccionario de la Lengua Española, XXII edición, Villa Ballester, Espasa, 2002. 2 Agustín de Hipona, San, La Ciudad de Dios, L. XIV, cap. I. 3 Agustín de Hipona, op. cit., L. XIV, cap. XXIII. 4 Conf. Jacques Maritain, Philosophy of History, Jacques Maritain Center, cap. 1, ‘‘But as happens more often than not, error was the usher of truth in the human mind. Despite the errors of Hegel, and even, in a way, because of them –because of the way in which he was led to emphasize too strongly the aspect he had discovered in things– it is through Hegel that the philosophy of history was finally recognized as a philosophical discipline’’. 8 El sentido especial de metahistoria según White En este punto debo hacer una digresión porque el término ‘‘metahistoria’’ fue utilizada en un sentido distinto por el pensador estadounidense Hayden White en su libro Metahistory – The Historical Imagination in Nineteenth-Century Europe. Al comentar la obra de ocho historiadores europeos del siglo XIX White sostiene que es imposible analizar objetiva e imparcialmente el pasado. Por ello considera que un libro de historia es una obra literaria en la que los hechos reales se seleccionan, ordenan y exponen con el propósito deliberado de demostrar una conclusión elegida a priori o, al menos, obedeciendo a condicionamientos propios de la formación, época y visión filosófica del autor. De esa manera ‘‘history’’ se convierte en ‘‘story’’, es decir, la ‘‘historia’’ se transforma en un ‘‘cuento o relato’’. Es indudable que muchos libros que pretenden ser obras históricas son en realidad alegatos a favor de determinadas posiciones políticas o ideológicas. También es posible que aún los historiadores más serios sean esclavos de su formación previa, las circunstancias en las que actúan y las distorsiones provocadas por la deficiente información de manera que nunca sea posible alcanzar una verdad totalmente objetiva. Pero en todo caso, aunque White habla de ‘‘metahistoria’’ y algunos de los autores cuyas obras analiza son filósofos más que historiadores, su crítica se extiende a toda la exposición de los resultados de una investigación histórica. Se trata, por lo tanto, de una de las varias posiciones escépticas con respecto a la posibilidad de que la historia tenga la rigurosidad de una ciencia social y la metahistoria sea una legítima rama de la filosofía. Más adelante analizaremos algunas de ellas. Cuando digo ‘‘legítima’’ me refiero a una disciplina dedicada a la búsqueda de la verdad; una disciplina dedicada a buscar la verdad en el pasado como las ciencias naturales buscan la verdad en el cosmos y las ciencias sociales la buscan en las diversas manifestaciones o planos de la actividad humana. Objeto de la metahistoria o filosofía de la historia Volvamos entonces a la metahistoria en el sentido en que yo empleo este vocablo. Un sobrino que está presente en esta sala me envió una definición encontrada en Internet: The Free Dictionary dice que es ‘‘Saber relacionado con la historia y que la trasciende, pudien9 do ser una explicación, un fundamento o una motivación de la misma’’. Es una definición sencilla y directa. La mayoría de los autores, sin embargo, piensan que, tal como ocurre con la metafísica, la metahistoria debe definirse más bien describiendo los temas que toca o las preguntas que pretende contestar. Dawson dice que se trata básicamente de tres cuestiones fundamentales: a) la naturaleza de la historia; b) el significado de la historia; y c) la causa y el significado del cambio histórico5. Otros autores, aceptando la dificultad de dar una única definición, se han inclinado simplemente por contestar preguntas. La Standard Encyclopaedia of Philosophy6 propone las siguientes: a) ¿En qué consiste la historia? ¿acciones individuales, estructuras sociales, períodos y regiones, civilizaciones, largos procesos causales o intervención divina? b) ¿Tiene la historia en su conjunto algún sentido o significado, más allá de los hechos y acciones que la componen? c) ¿Qué involucra nuestro conocimiento, representación y explicación de la historia? Otros posibles interrogantes que distintos autores han procurado responder podrían expresarse de la siguiente manera: a) ¿Cuál es el campo mínimo inteligible para el estudio del pasado humano? ¿el individuo? ¿la unidad política soberana? ¿la civilización o cultura? ¿o toda la humanidad? b) ¿Existen procesos de largo plazo, más allá de los hechos individuales, que se puedan descubrir en el estudio del pasado humano? ¿Hay ciclos? ¿Es la historia determinista o todo ocurre al azar, o es el resultado del ejercicio de la libertad del hombre? ¿son los individuos excepcionales los que determinan la historia o existen fuerzas impersonales o trascendentes más poderosas? 5 Christopher Dawson, Dynamics of World History, Washington, ISI Books, Second Printing, 2007, p. 303. ‘‘When Aristotle had written his books on Physics, he proceeded to discuss the ultimate concepts that underlie his physical theories: the nature of matter, the nature of being and the cause of motion and change. In the same way, Metahistory is concerned with the nature of history, the meaning of history and the cause and significance of historical change’’. 6 Stanford Encyclopaedia of Philosophy: Philosophy of History, Electronic Edition. ‘‘…a) What does history consist of, individual actions, social structures, periods and regions, civilizations, large causal processes, divine intervention?; b) Does history as a whole have meaning, structure, or direction, beyond the individual events and actions that make it up?; c) What is involved in our knowing, representing and explaining history? 10 c) ¿Hay progreso en la historia? ¿Si así fuera, cuál es el sentido de ese progreso, y cuál la fuerza que lo impulsa? El objetivo de esta presentación Hoy trataré una sola de estas cuestiones: la que se refiere a la posibilidad de que la historia tenga un sentido, que se puedan descubrir en ella procesos de largo plazo más allá de los hechos individuales. Si después de esta charla la Academia sigue invitándome quizá podríamos analizar en otra oportunidad algún aspecto específico de la metahistoria. Pero para eso tenemos que determinar primero si existe. La situación más simple está repleta de detalles. Cuando una persona intenta describirla a otra que estuvo ausente relata sólo los aspectos que considera más significativos. De la misma manera, cuando un historiador registra hechos históricos o expone sobre ellos debe aplicar algún criterio para seleccionar lo relevante. Para ello todo historiador, lo advierta o no, tiene incorporado en su pensamiento un conjunto de ideas, valores y parámetros que son previos a su labor profesional. Y, más aún, cuando trata de sacar alguna conclusión se ve obligado a partir de algunos supuestos que son de naturaleza filosófica. El año pasado hablé en este mismo foro sobre la relación entre las ciencias naturales y la metafísica. Las ciencias se desarrollan necesariamente a partir de supuestos, axiomas, postulados que no pueden demostrarse científicamente y pertenecen al ámbito de la metafísica, es decir, de la filosofía. En esa oportunidad mencioné como ejemplos de tales postulados o axiomas las creencias en la racionalidad del universo y, consecuentemente, su inteligibilidad mediante la razón humana, y en la uniformidad y continuidad de la naturaleza. Es decir, que las leyes naturales probadas en la Tierra y en su contorno son válidas en todo el universo. Y que lo que es verdadero hoy será verdadero mañana porque el universo continuará comportándose de la misma manera. La tesis que pongo a consideración de ustedes es que lo mismo que dijimos en ese momento respecto de las ciencias naturales es cierto de una ciencia social como es la historia. Y que los presupuestos, axiomas o postulados son el objeto de otra rama de la filosofía, la filosofía de la historia o metahistoria. Además, debo reconocer que me daría lástima que llegáramos a la conclusión de que la metahistoria no existe porque presenta para 11 sus aficionados grandes ventajas con respecto a las ciencias a las cuales da soporte filosófico y de las que se nutre: la historia, la arqueología y la antropología. Los arqueólogos y antropólogos tienen que recorrer lugares inhóspitos, morirse de frío o de calor, arriesgarse en cuevas, cimas montañosas o fallas geológicas. Ellos y los historiadores pueden tener que investigar en países o regiones peligrosas por la naturaleza de sus habitantes o la existencia de conflictos políticos y militares o de enfermedades contagiosas y, al menos, buscar documentos originales en archivos polvorientos. Los filósofos de la historia, en cambio, pueden quedarse tranquilamente en sus casas o en cómodas oficinas modernas y leer los libros e informes que escriben los historiadores, arqueólogos y antropólogos. Visión escéptica Veamos rápidamente las opiniones contrarias a la existencia de esta disciplina. Ya hemos mencionado la asimilación de la historia a la literatura que hace White al considerar que las visiones históricas están condicionadas y tergiversadas necesariamente. Es claro que si la historia fuera lo que White dice que es no existirían ni la historia ni la metahistoria en el sentido de disciplinas que buscan la verdad como yo las he definido. Quizá la posición tan negativa de White sea una reacción al carácter muy esquemático y dogmático de las obras que critica en las que ocho autores han pretendido defender diversas explicaciones del devenir histórico. Como ejemplo de un rechazo más fundamental, basado más vale en una actitud escéptica general, se puede citar a Herbert Fisher, que nos confiesa: ‘‘Un placer intelectual me ha sido negado. Hombres más sabios e ilustrados que yo han percibido en la historia una trama, un ritmo, un curso predeterminado. Esas armonías permanecen ocultas para mí. Puedo ver tan sólo cómo un hecho sigue a otro, así como una ola sigue a otra. …solamente un regla segura para el historiador: que reconozca en el desarrollo de los destinos humanos el juego de lo contingente y de lo imprevisto’’7. 7 H. A. L. Fisher, A History of Europe, London, Eyre & Spottiswoode, 1935, vol.1, p. wii, citado en D. C. Somervell, A Study of History, Abridgement of Volumes VII-X of Arnold Toynbee’s book of the same title, New York, Oxford University Press, 1985. ‘‘One intellectual excitement has… been denied me. Men wiser and more 12 Una actitud similar es la que adopta el personaje de Macbeth en la obra de Shakespeare, cuando dice que la vida sería ‘‘un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y furia, sin ningún significado’’8. Visión fatalista Otros pensadores niegan sentido a la historia, o al menos rechazan la posibilidad de que investigadores humanos puedan encontrarlo, basando su actitud escéptica en cosmovisiones que así lo determinan. El escepticismo puede estar basado en una creencia religiosa, si se concibe a la divinidad como un ser caprichoso e impredecible. En ese sentido podemos citar al filósofo y poeta persa musulmán, Omar Khayyám, que en las bellísimas páginas de la Rubáiyát, compara nuestro mundo con un tablero de ajedrez donde los casilleros blancos representan los días y los negros, las noches. En ese tablero los seres humanos seríamos piezas impotentes, Dios haría todos los movimientos y luego guardaría las piezas una por una9. Otros párrafos de la misma composición ponen énfasis en la inexorabilidad del destino escrito por la divinidad y nos invitan simplemente a buscar la felicidad en el vino10. Esta visión escéptica está en línea con la concepción islámica de Dios. Como nos explica Benedicto XVI en su discurso en la Universidad de Ratisbona, para el Islam Dios es un ser absolutamente learned than I have discerned in History a plot, a rhythm, a predetermined pattern. These harmonies are concealed from me. I can see only one emergency following upon another as wave follows upon wave; ...only one safe rule for the historian: that he should recognize in the development of human destinies the play of the contingent and the unforeseen’’. La traducción es mía. 8 William Shakespeare, Macbeth, Complete Works, London, Oxford University Press, 1965, p. 868, Act V, Scene V. lines 24-28. ‘‘Life’s but a walking shadow, a poor player That struts and frets his hour upon the stage, and then is heard no more; it is a tale, Told by an idiot, full of sound and fury, signifying nothing’’. 9 Omar Khayyám, Rubáiyát, London, Collins, 1964. p. 74. ‘‘Impotent Pieces of the Game He plays upon this Chequer-board of Nights and Days; hither and thither moves, and checks and slays; and one by one back in the Closet lays’’. 10 Omar Khayyám, op. cit., p. 76: ‘‘The Moving Finger writes; and, having writ, Moves on: nor all your Piety nor Wit shall lure it back to cancel half a Line, nor all your Tears wash out a Word of it’’; pp. 55 y 56: ‘‘Oh, plagued no more with human or divine, tomorrow’s tangle to itself resign, and lose your fingers in the tresses of the Cypress-slender Minister of Wine. Waste nor your Hour, not in the vain pursuit of this and that endeavour and dispute; better be merry with the fruitful Grape than sadden after none, or bitter, fruit’’. 13 transcendente que no está limitado por ninguna de las categorías del pensamiento humano, no tiene ninguna obligación de revelarnos la verdad ni está restringido por su propia palabra. En la expresión del sabio persa, Al-Gazali ‘‘Dios construye y destruye el mundo en cada instante’’. Si todo está en manos de Dios y Dios es inescrutable e impredecible, no puede haber ciencia y ni metahistoria. El hombre genial, heroico como sujeto principal de la historia Por último, una visión de la historia que limita considerablemente el desarrollo de la metahistoria es la que considera sujeto y motor principal de la historia al hombre genial, heroico. La defensa de este punto de vista encuentra su máximo exponente en Thomas Carlyle. Para él, la historia universal es la historia de los grandes hombres que han habitado la tierra. La historia podría entonces agotarse en una serie de biografías. Y eso es lo que hace el propio Carlyle11. Carlyle habla de ‘‘héroes’’. Pero esa palabra tiene una connotación positiva. Hugo Bauzá, en El Mito del Héroe nos dice: ‘‘Si tuviéramos que escoger una nota distintiva con que caracterizarlos –una suerte de denominador común– diríamos que el aspecto más destacable y por el que el imaginario popular los ha entronizado como héroes, es el móvil ético de su acción orientada siempre a construir un mundo mejor’’12. Pese a ese móvil ético, Bauzá señala que un rasgo definitorio del concepto del héroe es su ambigüedad; ambigüedad de su naturaleza y, en consecuencia, de sus acciones13. Es claro que si la actuación de 11 Thomas Carlyle, On Heroes, Hero–worship and the Heroic in History, London, Oxford University Press, Lecture I, The Hero as Divinity, p. 1: ‘‘For, as I take it, Universal History, the history of what man has accomplished in this World, is at bottom the History of the Great Men who have worked here. They were the leaders of men, these great ones; the modellers, patterns, and in a wide sense creators, of whatsoever the general mass of men contrived to do or to attain; all things that we see standing accomplished in the world are properly the outer material result, the practical realization and embodiment, of Thoughts that dwelt in the Great Men sent into the world: the soul of the whole world’s history, it may justly be considered, were the history of these’’. 12 Hugo Francisco Bauzá, El Mito del Héroe, Morfología y semántica de la figura heroica, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2007, p. 7. 13 Hugo Francisco Bauzá, op. cit., p. 37. 14 los seres excepcionales fuera el objeto central de la metahistoria, debería necesariamente comprender tanto a los buenos como a los malos, cualquiera fuera su motivación e independientemente de que encontráramos en ellos ambigüedad o no. Debería comprender a Sócrates y a Pol Pot. Menciono la de Carlyle como otra posición escéptica respecto de la filosofía de la historia porque la aparición de seres excepcionales es impredecible, lo mismo que la naturaleza y el sentido de su actuación. Es difícil determinar en qué medida los líderes son auténticos motores del cambio histórico y en qué medida simplemente cabalgan sobre los procesos sin realmente dirigirlos. Es indudable el efecto transformador de líderes religiosos y pensadores cuya influencia se ha extendido a través de siglos y milenios. En cambio, tengo la sensación de que la mayoría de los líderes políticos y militares, cuando tienen éxito, son corchos que flotan sobre las olas, arrastrados por corrientes marinas que no controlan. La metahistoria se concentra principalmente en el descubrimiento y análisis de esas corrientes profundas en la historia. Admito, sin embargo, que aun cuando la mayor parte de los cambios políticos y económicos más relevantes hubieran ocurrido con diferencias de matices si en lugar de un líder los hubiera conducido otro, hay casos especiales en los que otro personaje probablemente hubiera actuado de manera muy distinta, con consecuencias históricas diferentes. El ejemplo en el que estoy pensando es el de Alejandro Magno. Su conquista del Imperio Persa ha tenido consecuencias colosales debido a la intensa interacción de las civilizaciones Helénica y Siríaca, principalmente. Esa amalgama ha tenido consecuencias enormes a través de la helenización parcial del judaísmo y luego, con mucho mayor intensidad, del cristianismo. Pero no me parece que esa conquista estuviera determinada por fuerzas superiores que se impusieran al monarca macedonio. El sucesor de Filipo podría haberse conformado con la hegemonía sobre Grecia alcanzada en Queronea y buscado ser un rey filósofo. Al fin y al cabo tenía como tutor a Aristóteles. Podría haber dirigido sus conquistas hacia el norte y el oeste, como hizo siglos después Julio César. O, debido a la fuerte relación entre Grecia y las zonas occidentales del Imperio Persa, podría haberse conformado con conquistar Asia Menor. Esa personalidad tan especial que lo llevó a continuar hasta la India es un caso que debo admitir entra dentro de 15 los hechos imprevisibles que hacen que la metahistoria sea una ciencia humana y no exacta. La visión positiva Los pensadores que se han dedicado a la filosofía de la historia naturalmente opinan que existe y le asignan gran importancia pero contestan las preguntas mencionadas más arriba y otras que ellos consideran relevantes de distinta manera. La civilización como transformación del ambiente Para el pensador británico Felipe Fernández Armesto, profesor de historia en la Universidad de Oxford, la distinción entre grandes civilizaciones y culturas más primitivas es artificial. Según su criterio, lo importante en todas las culturas o civilizaciones es la inevitable modificación del ambiente natural para satisfacer sus necesidades. Llama a esa característica generalizada en las sociedades humanas el ‘‘Efecto Amalia’’, tomando esa expresión del personaje de la novela de José Mármol, por considerar que la casa en la que habitaba Amalia no podía ser más diferente del ambiente que rodeaba a Buenos Aires por todos lados en 185114. Esa sofisticación y refinamiento europeos en una aldea rodeada de una pampa salvaje y un río enorme le parece la artificialidad por antonomasia. Por ello clasifica a las civilizaciones según el habitat en el que se han desarrollado. Así llega a siete grandes categorías de civilizaciones, las que se desarrollan: 1) en tierras heladas y en la tundra y en desiertos de arena; 2) en planicies escasamente cultivables como las sabanas y la estepa eurasiática; 3) en bosques y selvas; 4) a la vera de grandes ríos como el Nilo, el Tigris, el Éufrates, el Yangtzé y el Amarillo; 5) en terrenos montañosos como las grandes civilizaciones americanas y el Tibet; 6) en las costas marítimas como Hawaii y la 14 Felipe Fernández Armesto, Civilizations, Culture, Ambition and the Transformation of the Future, New York, Touchstone, 2002, pp. 3-4. ‘‘…Civilization is…a product of what I now like to think of as the Amalia Effect. Civilization makes its own habitat. It is civilized in direct proportion to its distance, its difference from the unmodified natural environment. What provokes the Amalia Effect? Not an instinct, because some individuals, some entire societies, are without it – but an impulse or irritant which is almost universal and which, as I argue below, no habitable environment can altogether resist’’. 16 Polinesia, Escandinavia, Japón, Grecia y Roma; y, por último, 7) la Occidental que ha domado los océanos. Las filosofías dialécticas Georg H. F. Hegel y Karl Marx son los dos pensadores más conocidos que han encontrado en la historia una sucesión de estadios en la que cada uno genera su propia contradicción (la antítesis) para ser reemplazado por otro estadio que supera la contradicción (síntesis). Y el ciclo se repite hasta alcanzar la consumación de la historia en algún estadio definitivo. Es imposible explicar la filosofía de la historia hegeliana en los pocos minutos que puedo dedicarle en esta oportunidad. Digamos simplemente que se trata de una visión muy esquemática, que consiste en la evolución de la conciencia espiritual y moral desde la simple sumisión a un monarca que actúa como mediador entre sus súbditos y el orden cósmico –el emperador de China o Hijo del Cielo es el ejemplo más claro– hasta llegar a la conciencia perfectamente desarrollada en la que se combinan libertad y solidaridad social. Esa historia se desarrolla geográficamente desde el este hacia el oeste y en el plano político desde el despotismo patriarcal del emperador de China hasta la monarquía ilustrada del rey de Prusia. Según Hegel, con la monarquía ilustrada europea la historia termina porque ha logrado su consumación: la perfección de un proceso en que el espíritu de la libertad alcanza, después de las distintas etapas por las que atraviesa, el equilibrio perfecto entre el derecho subjetivo, la conciencia moral individual y la organización estatal legítima, es decir, libremente reconocida como válida por los individuos, donde un monarca ilustrado asegura que las decisiones colectivas buscarán el bien común. Una versión actualizada de la filosofía de la historia de Hegel es la de Francis Fukuyama, quien, al terminar la Guerra Fría, llegó a la conclusión de que la historia había terminado, basándose en la misma estructura de análisis de Hegel pero llevando ese punto al triunfo ‘‘definitivo’’ de la democracia occidental y del capitalismo. Marx también divide la historia universal en etapas que se suceden en forma dialéctica tesis-antítesis-síntesis hacia un estadio final. Pero reemplaza el idealismo de Hegel con el materialismo. Para Marx el motor de la historia es la lucha de clases por el control de los medios de producción y de cambio. Todo lo demás, la religión, la fi17 losofía, el derecho, la estructura estatal y familiar, constituyen una superestructura determinada por las relaciones económicas fundamentales, que cambian cuando cambia la estructura de la economía. Esta lucha de clases que lleva a sucesivas modificaciones en las relaciones económicas y, por ende, en todo lo demás, sólo terminará cuando triunfe el proletariado y se establezca un régimen socialista, una sociedad en la que no haya clases. Las teorías cíclicas de la historia Los dos autores más importantes y conocidos que han expuesto teorías cíclicas de filosofía de la historia son el pensador alemán Oswald Spengler y el historiador inglés Arnold Toynbee. La primera coincidencia entre estos filósofos es que ambos toman como elemento central de la historia humana el surgimiento, desarrollo, colapso y desintegración de las civilizaciones. Aunque Spengler las llama ‘‘culturas’’, y aplica el término ‘‘civilización’’ únicamente a la última etapa de la vida de una cultura, se trata de una diferencia semántica: el objeto real es el mismo. Y así llegamos a la segunda coincidencia que quiero remarcar: en la terminología de estos autores, este fenómeno llamado ‘‘civilización’’ o ‘‘cultura’’ es un tipo de sociedad humana, de una naturaleza similar al término ‘‘nación’’ o ‘‘tribu’’. No es el conjunto de creencias, instituciones, religiones, filosofías o artes que las civilizaciones generan. Las culturas como realidades orgánicas Spengler considera que las culturas que surgen en la historia son realidades orgánicas como las plantas y los animales. Ligadas al ambiente en el cual nacen, se desarrollan de formas diversas y luego, cumplido su ciclo vital, se marchitan y mueren. ‘‘Es bien sabido que todo organismo tiene su ritmo, su figura, su duración determinada, e igual sucede a todas las manifestaciones de su vida… Pero cuando se trata de la historia de las grandes formas humanas, domina un optimismo ilimitadamente trivial respecto al futuro. Entonces enmudece toda experiencia histórica y orgánica y cada cual acierta a descubrir en el presente, cualquiera que sea, los síntomas o iniciaciones de un magnífico ‘progreso’ lineal, no porque lo demuestre la ciencia, sino porque así lo desea él. …Pero ‘la humanidad’ no tiene un 18 fin, una idea, un plan; como no tiene fin ni plan la especie de las mariposas o de las orquídeas… En lugar de la monótona imagen de una historia universal en línea recta…veo yo el fenómeno de múltiples culturas poderosas, que florecen con vigor cósmico en el seno de una tierra madre, a la que cada una de ellas está unida por todo el curso de su existencia… Cada cultura posee sus propias posibilidades de expresión, que germinan, maduran, se marchitan y no reviven jamás… Esas culturas, seres vivos de orden superior, crecen en una sublime ausencia de todo fin y propósito, como flores en el campo. …Yo veo en la historia universal la imagen de una eterna formación y deformación, de un maravilloso advenimiento y perecimiento de formas orgánicas’’15. Autodeterminación y determinismo en la historia La asimilación que hace Spengler de las culturas con los vegetales lo lleva a una visión determinista de la historia. Toynbee, en cambio, sostiene que el nacimiento y crecimiento de las civilizaciones se produce como resultado de respuestas exitosas a desafíos que una sociedad humana enfrenta, desafíos que pueden provenir de la naturaleza no humana pero que, a medida que la civilización crece, provienen cada vez con mayor frecuencia del ambiente humano, y plantean interrogantes cada vez más elevados intelectual y espiritualmente. El colapso de una civilización y su posterior desintegración son el resultado del fracaso de esa sociedad para responder adecuadamente a un desafío central. Si bien hasta ahora este resultado parece haber sido el destino de casi todas las civilizaciones anteriores a la nuestra, no hay ninguna necesidad en ello. El proceso desafío-respuesta adecuada-nuevo desafío podría en teoría seguir sin límite, porque, a diferencia de lo que piensa Spengler, para Toynbee las civilizaciones no son organismos de una especie superior de la que los seres humanos que las componen serían como las células de nuestro cuerpo. Los organismos somos nosotros. No las sociedades de las que formamos parte. En el mismo sentido, el Papa, cuando era el Cardenal Ratzinger, advirtió: ‘‘En la historia humana nunca podrá haber un orden social definitivamente estable e irreversible porque el hombre sigue siendo libre y también retiene la libertad de pasar del bien al mal’’16. 15 Oswald Spengler, La Decadencia de Occidente, Madrid, Espasa-Calpe, 1958, Tomo I, p. 47-49. 16 Cardinal Joseph Ratzinger, Church, Ecumenism & Politics, New York, Crossroad, 1988. Título original: Kirche, Ökumene und Politik, p. 257. ‘‘Within human history there can never be a definitively stable and irreversible social order because man remains free and hence also retains the freedom to turn good into bad’’. 19 Las visiones lineales - Las religiones como motores de la historia La naturaleza humana, si cambia, lo hace en períodos mucho más largos que los históricos. En tiempos históricos, la capacidad para el mal y el bien en promedio debe ser la misma. Lo que cambia en períodos históricos son los valores, las metas, los patrones para juzgar lo que está bien y lo que está mal. ¿Estamos de acuerdo con una explicación cíclica de la historia? Yo no. El mismo Toynbee señala que las civilizaciones parecen proclives a decaer y morir aunque no estén condenadas en forma determinista a ello. Pero señala un crecimiento acumulativo en línea recta hacia estadios de mayor conciencia espiritual. Ese crecimiento religioso gana impulso con cada debacle mundana. Abraham deja Ur cuando la Civilización Sumérica está en decadencia, el Éxodo tiene lugar durante el período imperial egipcio, el nacimiento de Jesucristo ocurre casi simultáneamente con el establecimiento formal del Imperio Romano. Cada uno de estos hechos coincide con un paso importante a lo largo de una línea de avance en la conciencia espiritual. La humanidad parece estar mejor dispuesta a oír el llamado de Dios durante los períodos de colapso y desintegración de las civilizaciones que en las etapas de crecimiento en que todas las metas terrenales parecen alcanzables. Teilhard de Chardin y el phylum de la conciencia Teilhard de Chardin, como Toynbee, describe una línea recta de aumento de la conciencia espiritual. Lo hace en una escala temporal mucho más vasta, que ya no sólo encuentra ese fenómeno en la historia humana sino en la del universo. Y postula la existencia de una ley de complejidad-conciencia que opera en sentido contrario de la segunda ley de la termodinámica. En ese contexto general, este biólogo jesuita dice que, ‘‘tomado exclusivamente como fenómeno natural, el cristianismo, por sus raíces en el Pasado y sus desarrollos incesantes, presenta las características de un phylum’’ para luego agregar que ese phylum ‘‘progresa exactamente en la dirección esperada por la flecha de la Biogénesis, hasta el punto de implicar que el cristianismo está en 20 relación actual con un Polo espiritual y trascendente de convergencia universal’’17. La obra de Teilhard combina la solidez de un científico con el estilo de un poeta. Recomiendo su lectura por lo interesante de sus teorías y por la belleza literaria de su prosa. Pero existe un riesgo en su postura del que nos advierte el propio Santo Padre: la posibilidad de caer nuevamente en el determinismo al adquirir en Teilhard la confianza en la ciencia ribetes míticos18. ‘‘La historia exige significado pero en última instancia no puede contener su significado dentro de sí misma. De manera que, o carece de significado o es llevada a su culminación fuera de sí misma y adquiere significado al trascender más allá de sí misma’’. ‘‘Por lo tanto, la escatología no está necesariamente vinculada a ninguna filosofía de la historia en particular sino con la ontología. Como no está ejecutando la lógica propia de la historia, puede vincularse con filosofías del progreso tanto como de la decadencia’’19. 17 Pierre Teilhard de Chardin, Le Phénomène Humain, Malesherbes, Edition Du Seuil, 1955. p. 300. ‘‘Considéré objectivement, à titre de phénomène, le mouvement chrétien, par son enracinement dans le Passé, et par ses dévelopements incessants, présente les caractères d’un phylum. Replacé dans une Evolution interprétée comme une montée de Conscience, ce phylum, par son orientation vers une synthèse a base d’amour, progresse exactement dans la direction présumée pour la flèche de la Biogénèse. Dans l’élan qui guide et soutient sa marche en avant, cette flèche montante implique essentiellement la conscience de se trouver en relations actuelle ave un Pôle spirituel et transcendant de convergence universelle’’. 18 Cardinal Joseph Ratzinger, op. cit., p. 251-252. ‘‘What is new about Teilhard de Chardin is that he tries to link Christian eschatology with the scientific theory of evolution. For him the history of nature and of man are stages of one and the same process which is characterized by progress from the simplest building elements of matter to ever more complex entities right up to ultracomplexity, in other words the fusion of man and the cosmos in a an all-embracing unity. The image of the body of Christ and of Christ as the head of the cosmos as outlined in the letters to the Ephesians and to the Colossians enabled Teilhard to identify this vision with the acknowledgment of Christ and his eschatological hope. …….His idea is that the progress of technology… forwards the single-mindedness of evolution, in which it falls to such progress to build up the noosphere beyond the biosphere as the penultimate state of complexity. … Belief in science here takes on mythical traits; lapsing into resignations, which withdraws into what is feasible, is always tangibly close with views of this kind’’. 19 Cardinal Joseph Ratzinger, op. cit., p. 248. ‘‘History demands meaning but cannot ultimately contain its meaning within itself. So either it is meaningless or it is brought to fulfilment as itself outside itself and has meaning by transcending itself. Hence eschatology is not necessarily linked with any particular philosophy of history but is with ontology. Because it is not history’s own logic that it is executing it can be linked with philosophies both of progress and of decadence’’. 21 Maritain – Leyes funcionales y vectoriales Jacques Maritain es otro autor que nos da una formulación cristiana de la filosofía de la historia. Pero en lugar de pretender responder a todos los interrogantes con una sola fórmula procura encontrar en la historia diversas leyes que expliquen fenómenos y procesos parciales y, en algunos casos, se complementen mutuamente. Distingue las leyes funcionales, a las que también denomina ‘‘fórmulas axiomáticas’’ y las leyes vectoriales. Leyes funcionales son las que expresan una relación inteligible entre ciertas características universales verificables en el desarrollo de la historia humana. Entre ellas menciona una ley por la cual la historia progresa tanto en dirección al bien como al mal. Una ley complementaria de la anterior es la de la ambivalencia de la historia ya que da lugar simultáneamente al optimismo y al pesimismo. Una tercera ley funcional es la que nos muestra que tanto el bien como el mal dan frutos en el largo plazo, de manera que los resultados y consecuencias de los hechos y procesos históricos no se pueden juzgar mientras están desarrollándose ni poco después. También se puede mencionar en este breve listado las dos leyes de la jerarquía de medios. Para fines espirituales, los medios temporales humildes son más eficaces que los medios temporales ricos. Para fines temporales, los medios espirituales son más eficaces que los medios materiales. Las leyes vectoriales, también llamadas ‘‘fórmulas tipológicas’’, por su parte, se refieren a la evolución histórica del hombre y de los pueblos a través de varios ‘‘estados’’ de la naturaleza humana, la ley del progreso de la conciencia moral y la ley de progreso hacia la maduración política y social de los pueblos20. Éxitos y coincidencias parciales Los filósofos de la historia se han criticado mutuamente sin piedad, poniendo así de relieve las falencias que afectan a todas las teorías y sistemas que se han propuesto hasta ahora. Sin embargo, como dice Maritain, una vez planteadas las cuestiones básicas la tentación de estudiarlas y explicarlas es demasiado grande y la 20 Conf. Jacques Maritain, Philosophy of History, Conferencias pronunciadas en la Universidad de Notre Dame, Notre Dame, Indiana, Estados Unidos de América, en 1955. 22 disciplina continúa su existencia, sobreviviendo a la caída sucesiva de cada intento. El defecto más general de las distintas teorías expuestas es que tratan de explicar todo, partiendo de esquemas demasiado simples. Pero eso no significa que no se haya avanzado nada. En los distintos trabajos se encuentran intuiciones y descubrimientos valiosos. Los cristianos sentimos que nuestra vida transcurre en dos planos tal como lo expuso San Agustín. Los seres humanos modificamos el ambiente natural mucho más que cualquier otro animal. Que hoy podamos referirnos a este fenómeno con una expresión precisa como el ‘‘Efecto Amalia’’ es un avance. La ley de complejidad-conciencia formulada por Teilhard de Chardin puede parecer demasiado ambiciosa. No sé si se aplica a todo el universo como pretende su autor, aunque las estructuras disipativas de Ilya Prigogine parecerían confirmarla en un ámbito de la química21. Pero sea cual fuere su alcance en el campo de la física, no creo que pueda discutirse en el campo de las sociedades humanas. Spengler peca de excesivo determinismo y organicismo. Sin embargo, su intuición sobre la influencia que la cosmovisión prevaleciente en una determinada sociedad tiene en la generación de una mentalidad que es patrimonio común de todos sus miembros y actúa de manera inconsciente es muy valiosa. Para enfatizar su importancia y su permanencia, Spengler la denomina ‘‘alma’’ y emplea términos poéticos para caracterizar las mentalidades prevalecientes en las pocas civilizaciones que analiza. Los intentos de Hegel y Marx de explicar toda la historia universal mediante el paso de un estadio a otro a través de un mecanismo dialéctico, y como si eso fuera poco, predecir el futuro con la misma certeza, resultan excesivamente presuntuosos e increíblemente simples. Merecen la crítica de White que casi mata la metahistoria en su bautismo. Pero la convicción de que el hombre es libre y de que, por lo tanto, la historia no es esencialmente determinista, no excluye a priori la existencia de procesos parciales de naturaleza determinista. La sucesión dialéctica hipótesis-tesis-síntesis podría darnos alguna explicación parcial. Toynbee ha combinado fenómenos cíclicos como los que caracterizan la vida de las civilizaciones con el avance lineal de las religio21 Ilya Prigogine and Isabelle Stengers, Order out of Chaos, New York, Bantam Books, 1984. 23 nes superiores, en una visión general no determinista y basada en mayor medida que otros autores sobre estudios históricos empíricos. Maritain ha tomado algunos procesos que en Hegel y Compte encontraron explicaciones generales y dogmáticas para buscar en ellos aspectos parciales verificables mediante métodos inductivos. Los fracasos globales no excluyen hallazgos parciales ni impiden la aplicación exitosa de los mismos métodos a procesos más limitados. Conclusión Para terminar esta exposición, voy a dar un ejemplo. En el año lectivo 1960-61, Toynbee dio tres conferencias en la Universidad de Pennsylvania. Emecé las publicó en castellano bajo el título Los Estados Unidos y la Revolución Mundial. El 19 de abril de 1775, sobre el puente de Concord en Massachusetts, se libró el primer combate de la guerra de la independencia estadounidense. Recordando ese episodio, el poeta Emerson acuñó una frase que Toynbee cita como basamento de sus reflexiones posteriores: ‘‘a shot that was heard around the World’’ y que podría traducirse como ‘‘el disparo que se oyó alrededor del mundo’’. Ese disparo, dice Toynbee, se desplazó alrededor del planeta: ‘‘se lo oyó en Francia antes de que terminara el siglo XVIII,… en la América española y en Grecia a principios del siglo XIX. En 1848… el estampido retumbó como un trueno en toda la Europa continental… En 1871 tornó a oírse aquel estampido en París, esta vez la respuesta que dio París fue la Comuna. En su viaje hacia el este,… desencadenó la revolución rusa de 1905, la revolución persa de 1906, la revolución turca de 1908. En esa época ya había hecho nacer a los padres fundadores del Congreso Nacional Indio… El Movimiento del Congreso Indio fue el padre de todos los movimientos de independencia… en todos los países asiáticos y africanos… que se hallaban bajo el gobierno de potencias coloniales…’’22. El eco de aquel disparo siguió produciendo terremotos sociales en sucesivas circunvalaciones de la Tierra: México en 1910, China en 1911, Rusia en 1917, Turquía en 1919, China nuevamente en 1948, Cuba en 1959. 22 Arnold Toynbee, Los Estados Unidos y la Revolución Mundial, Buenos Aires, Emecé, 1963, pp. 18-19. 24 Es evidente que muchos de estos movimientos fracasaron, dieron lugar a regímenes que tergiversaron los objetivos iniciales, reemplazaron a las viejas sociedades autoritarias y clasistas con sistemas totalitarios de partido único y concluyeron con monumentales descalabros económicos. El hilo conductor que Toynbee ve en ellos, sin embargo, es el afán de los pueblos en busca de mayor dignidad, libertad e igualdad. Afán en pueblos que empezaron a despertar al oír el eco de aquel combate ocurrido en 1775, en el siglo que vio nacer la Revolución Industrial. Hasta esa época, la productividad en el mundo era tan baja que sólo una pequeñísima minoría podía beneficiarse de la producción que excedía la mera subsistencia. La desigualdad era inevitable. A partir de aquella revolución productiva, la transformación de las sociedades hacia estadios de mayor libertad y mayor igualdad se hizo materialmente posible. Pero la naturaleza básica de la Revolución Mundial es espiritual. ‘‘La fuerza que está detrás de la revolución norteamericana es el espíritu del cristianismo. Aquella detonación es la voz de Dios que habla no sólo a través de todas las religiones históricas que predicaron sus evangelios a todo el mundo y que, entre todas, llegaron casi a todo el género humano’’23. Pronunciadas en el contexto de la Guerra Fría, hoy pueden echar alguna luz sobre la posición de Estados Unidos con respecto a las rebeliones que están alterando el mundo árabe. Toynbee expresó su consternación porque Estados Unidos, después de liderar la Revolución Mundial en los siglos XVIII y XIX, en el XX había cedido la antorcha a Rusia, la potencia archiconservadora de los períodos anteriores. A mi juicio, Estados Unidos ha cambiado nuevamente su papel y resuelto apoyar esa Revolución. El discurso pronunciado por Barak Obama en la Universidad del Cairo el 4 de junio de 2009 lo preanunció. Pero su actitud no es sólo la de un líder o de un partido. Aún la intervención militar en Irak, plagada de errores y de motivaciones espurias, logró apoyo en la sociedad estadounidense por la creencia de que a la caída de una monstruosa tiranía seguiría naturalmente la instauración de un sistema democrático, como en Alemania Occidental después de 1945. Esa apreciación podrá tildarse de ingenua pero es ilustrativa de una actitud positiva hacia la promoción de los cambios políticos y sociales que lleven a sociedades más libres y justas. 23 Arnold Toynbee, op. cit., p. 127. 25 Como ocurrió con la Revolución Mundial en sus diferentes ediciones en otras épocas y lugares, habrá fracasos y frustraciones. Y los Estados Unidos, como otros actores, cometerán errores. Probablemente veamos ambigüedades debidas a consideraciones prácticas. Pero el eco del combate de Concord ha sido oído en el mundo árabe y los Estados Unidos parecen dispuestos a apoyar las demandas de los pueblos. No sé si Obama leyó a Toynbee. Pero su discurso en el Cairo, luego de propugnar ‘‘un mundo donde los gobiernos sirvan a sus pueblos y los derechos de todos los hijos de Dios sean respetados’’ termina con citas del Corán, del Talmud y del Sermón de la Montaña. Su invocación de Dios coincide con la interpretación del historiador inglés de que el terreno de todo el planeta ha sido sembrado en ese sentido por las religiones superiores. En la frase final de su alocución, Obama convoca a trabajar para hacer germinar esa semilla. Es decir, la filosofía de la historia puede darnos una comprensión más completa y profunda de procesos complejos y largos, descubriendo similitudes, paralelos y coincidencias en la multitud de hechos que se suceden vertiginosamente en las sociedades humanas. Y, a veces, pueden permitirnos, si no predecir lo que va a ocurrir, al menos determinar cuales pueden ser los cauces por los que podría evolucionar cierta situación. A esa utilidad práctica general, para los creyentes la filosofía de la historia tiene un atractivo adicional. Así como la teología natural y las ciencias naturales que constituyen sus instrumentos, permiten a los cristianos buscar en el Cosmos el rostro de Dios, la filosofía de la historia, o metahistoria, puede ser un intento de encontrar en la historia el rastro de Dios. 26