cance de los niños", publicado en el diario El Espectador en julio 23 de 1994, y el cual parece ser un mero adorno sin mayor relación con el resto de la propuesta de los comisionados, el resultado final de la Misión ha despertado un interés restringido a ciertos medios académicos y oficiales. Despotismo ilustrado para el siglo XXI: el sueño de un país sin oportunidad* Mauricio Nieto** "En el mundo están ocurriendo cosas increíbles... Ahí mismo, al otro lado del río, hay toda clase de aparatos mágicos, mientras nosotros seguimos viviendo como los burros". José Arcadio Buendía Cien años de soledad Gracias a su reconocimiento internacional, Gabriel García Márquez, Manuel Elkin Patarroyo, Rodolfo Llinás, junto con otros destacados intelectuales y científicos del país, se han convertido en los símbolos de esa Colombia civilizada y culta que todos soñamos. Algunos de ellos han sido elegidos para esbozar el camino que la nación debe seguir para realizar sus aspiraciones de progreso, civilización y autonomía. El resultado es el documento de la Misión de Ciencia, Educación y Desarrollo: Colombia: al filo de la oportunidad1, presentado al gobierno de César Gaviria y más tarde al de Ernesto Samper. Un proyecto de tal naturaleza debería ser objeto de un debate abierto al mayor número de interesados posible. Con la excepción del texto de García Márquez, "Por un país al al- Nuestro premio Nóbel de literatura, autor predilecto de toda reina de belleza, profesor universitario y colombiano que se respete, ha tenido un talento indiscutible para describir nuestro país, nuestro sentimiento de soledad y abandono. Pero cuando su nombre se convierte en bandera de proyectos políticos y planes "civilizadores" y de modernización científica y tecnológica, su inimitable genialidad deja mucho que desear. El epílogo de Colombia: al filo de la oportunidad es una invitación a todos los colombianos a participar en la "Misión". Una invitación que no podemos ignorar. Las nociones de ciencia y tecnología que se encuentran a lo largo del documento son en extremo predecibles, para algunos demasiado obvias para ser explicadas. Para los comisionados parece incuestionable que la modernización científica y tecnológica es el único camino hacia la riqueza, el progreso y el bienestar del país. Pero es en verdad sorprendente la forma como se ha sabido conservar la ingenuidad provinciana de José Arca- Este artículo ha sido aceptado para ser leído en el Congreso Internacional de Tecnología, Desarrollo Sostenible y Desequilibrios, Terrassa-Barcelona, diciembre 14-16,1995. BA, MSc, PhD. Departamento de Historia, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia. Los comisionados son Eduardo Aldana Valdés, Luis Fernando Chaparro Osorio, Gabriel García Márquez, Rodrigo Gutiérrez Duque, Rodolfo Llinás, Marco Palacios Rozo, Manuel Elkin Patarroyo Murillo, Eduardo Posada Flórez, Ángel Restrepo Moreno y Carlos Eduardo Vasco Uribe. dio Buendía y su admiración incondicional por los deslumbrantes conocimientos de los gitanos que visitan Macondo para comercializar sus últimos descubrimientos. A pesar de algunas cifras actualizadas y algunas gráficas dignas de todo trabajo técnico, hay un sospechoso parecido, casi literal, de dicho documento con textos escritos hace dos siglos, cuando la ideología de la Ilustración le permitía a Europa Occidental apropiarse de otros continentes y de sus culturas. Francisco José de Caldas, el primero de nuestros "sabios", se lamentaba igual que José Arcadio: "Qué triste destino es ser un americano, después de años de investigación, si encontramos algo nuevo sólo podemos decir: no está en mis libros"2. Desde entonces y antes de que las naciones americanas declararan su "independencia", ya era común entre la élite ilustrada de la colonia identificar los avances científicos y tecnológicos europeos con ideales de civilización, progreso, crecimiento económico y libertad. Al igual que hoy, entonces era común no sólo ignorar sino en ocasiones celebrar que el control y los intereses de esas prácticas estaban profundamente arraigados y centralizados por fuera del país. Aún más, no sería una exageración afirmar que la historia de la ciencia en Colombia no es más que un continuo esfuerzo por estrechar nuestros 2 3 4 5 6 lazos y ganar la aceptación del "mundo civilizado"3. Tal como lo presenta el doctor Rodolfo Llinás, el panorama de la ciencia y la tecnología en nuestro país es lamentable. Por medio de cifras contundentes y gráficas reveladoras se señala, por ejemplo, que al examinar el porcentaje mundial de científicos encontramos que el 94% de éstos pertenecen a naciones industrializadas, que Latinoamérica sólo aporta el 1% y Colombia el 0,01% de los científicos activos en el planeta4. Llinás y los demás comisionados parecen entender el subdesarrollo como una consecuencia directa de la poca actividad científica de talante internacional que existe en el Tercer Mundo. Partiendo del supuesto de que "el nuevo orden económico mundial está determinado actualmente por el liderazgo en ciencia y tecnología", los comisionados insisten en que "Colombia ingrese en el menor lapso posible al nuevo orden científico y tecnológico y que emprenda una revolución civilizadora"5. ¿Pero el liderazgo en ciencia y tecnología no está acaso determinado a su vez por el nuevo orden económico mundial? Y como bien lo señala Rodolfo Llinás, "No es una coincidencia que el 94% del número total de científicos pertenezcan al Primer Mundo"6. Nuestro ilustre neurólogo no se preocupa por señalar los orígenes de sus datos ni explicar, por ejemplo, para quién trabaja ni cuál es el motor de la actividad científica en países como los Estados Unidos, Alemania, Japón, que tanto soñamos imitar. No parece relevante tener en cuenta las numerosas publicaciones en el área de estudios sociales sobre ciencia ni señalar lo más obvio, como por ejemplo que las principales fuentes de financiación para la investigación en ciencia y tecnología provienen de la industria militar, las compañías farmacéuticas, la producción de energía nuclear, los megaproyectos espaciales de carácter político militar, y desde luego la industria privada; las cuales, sobra decir, no sólo hacen posible las más sofisticadas formas de violencia sino que son agentes de los más serios problemas de contaminación ambiental. Esa imagen de los científicos como un ejército de santos trabajando para el bienestar de la humanidad entera no sólo es ingenua sino obviamente distorsionada. Las cifras de Llinás, que parecen ser el punto de partida y la justificación de toda la propuesta de la Misión de Ciencia, Educación y Desarrollo, no son para nada útiles a menos que sean examinadas en una perspectiva más realista en lo que se refiere a la naturaleza de la actividad científica y su relación con nuestra sociedad, con nuestras prioridades y deseos. Bajo el supuesto de que las diferencias entre los países ricos y pobres son el resultado directo del monopolio de los primeros sobre la producción Francisco José de Caldas, Obras completas, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 1966, p. 155. El uso de términos odiosos como "civilizado" es deliberado teniendo en cuenta su repetida aparición en el documento Colombia: al filo de la oportunidad. Colombia: al filo de la oportunidad, p. 37. (No se mencionan las fuentes). Ibid., p. 32. Ibid., p. 35. industrial y la tecnología que mantiene dicha industria, los países latinoamericanos han luchado por adoptar tecnologías occidentales como una política central en sus programas de desarrollo. En este proceso, en nuestro afán por "ingresar al concierto internacional", podríamos fácilmente heredar los mismos errores de las naciones más industrializadas7. El carácter del documento no es extraño entre nosotros, como tampoco original. Generación tras generación la ciencia y la tecnología han sido presentadas como actividades intrínsecamente progresivas. (Parece mentira que aún sea necesario repetirlo). La ciencia se ha divulgado y enseñado como una forma de conocimiento universal, neutro, apolítico, libre de intereses particulares y como indiscutible fuente de bienestar y desarrollo. Esto es en gran parte innegable. Lo preocupante no es que se fomenten la educación y la investigación científica en el país ¡nada mejor!. Lo aterrador son el desconocimiento y la falta de una reflexión crítica sobre las raíces políticas e intereses que producen y legitiman una práctica científica o una innovación tecnológica. Un proyecto de modernización basado en criterios cientifistas que no incluye un espacio reflexivo no es más que la expresión de una ideología que no sólo define, sino que muchas veces fomenta nuestra condición de subdesarrollo y dependencia. 7 8 La historia y, en particular, el mundo moderno nos exigen una posición ambivalente frente a la ciencia y la tecnología, nos obligan a reconocer que éstas llevan consigo elementos tanto progresivos como progresivos, que si bien su institucionalización puede incrementar el poder y el control de ciertas naciones y ciertos grupos sociales, también puede contribuir a despojar a "otros" del poder que tienen sobre la naturaleza y sobre sus propias vidas. Si la modernización y la globalización son el único camino posible, y si este proceso está determinado por los intereses de los países industrializados, entonces no podemos como repetidamente lo hacen los promotores de la modernización hablar de autonomía e independencia nacional. Veamos brevemente algunos de los temas que deben ser examinados con mayor cuidado: Dentro del plan de modernización de los sabios se hace mención a la Constitución Política de Colombia de 1991. "Colombia es un país pluricultural y multiétnico que podría utilizar con provecho el acceso a los legados occidental, amerindio y afroamericano... e incorporar una variedad de ilustraciones culturales al dominio de la racionalidad científica y de la tecnología contemporánea"8. Con el debido respeto y la sincera admiración por los autores del documento, parecería necesario empezar por educar a nuestros sabios. La falta de un apropiado entendimiento de la naturaleza social y política de la ciencia y la tecnología occidentales hace que la idea de integrar saberes locales e indígenas en un proceso de modernización y competitividad científica a nivel internacional sea contradictoria e irreal. No es la primera vez que la ciencia occidental se interesa en utilizar saberes locales. Desde el siglo XVIII y con el auge de la exploración científica de la Ilustración española que traería a América personalidades como José Celestino Mutis, uno de los principales propósitos de estas expediciones fue rescatar el conocimiento indígena en botánica y medicina. Pero, ¿cuál fue el resultado? Ciertamente los saberes locales constituyeron una fuente de conocimiento fundamental para los naturalistas europeos, quienes participaron en un proceso de apropiación y traducción de dichos saberes "irracionales" y "supersticiosos" a un lenguaje y una racionalidad más acordes con los intereses europeos. En el proceso se incrementaron el poder y el control de los nuevos portavoces, pero simultáneamente se despojó a los nativos del control que tenían sobre sus recursos naturales y sobre sus cuerpos. Si se examina la función de la ciencia moderna desde el siglo XVIII, cuando Europa vive un creciente proceso de expansión y control sobre la naturaleza y otras culturas, y cuando en el Nuevo Mundo se inicia la creación de una tradición científica, se encuentra con que esa Ver: Margarita Peña Borrero, "Los estudios de ciencia, tecnología y sociedad en el contexto latinoamericano", en Manuel Medina y José Sanmartín (eds.), Ciencia, tecnología y sociedad, Barcelona, Editorial Anthropos, 1990. Colombia: al filo de la oportunidad, p. 71. es la función explícita de las empresas científicas de la Ilustración europea. El naturalista que recolecta, clasifica y representa objetos naturales establece cierta relación con la naturaleza que se traduce en posesión y por ende en poder; el cartógrafo y el astrónomo ponen el mundo entero al alcance de Europa; el médico contribuye a legitimar un nuevo orden social, y las universidades en general contribuyen a establecer una nueva jerarquía social y económica. Otro de los temas por revisar es la supuesta relación entre democracia, autonomía y modernización científica. En la tercera parte del documento de la Misión se plantea la necesidad de integrar la ciencia y la tecnología a la sociedad y la cultura colombiana, se habla de un "proceso de endogenización de la ciencia y la tecnología", de una "apropiación social de estas últimas", cuyo primer objetivo es "fortalecer la decisión política de impulsar la ciencia y la tecnología como parte de la estrategia para el desarrollo del país"9. En nuestro mundo los ciudadanos no están en capacidad de entender o participar de forma activa en la toma de decisiones relacionadas con la ciencia y la tecnología. Se puede ver que mientras más se estimula el conocimiento de expertos y por lo tanto la especialización, más se centraliza la capacidad de toma de decisiones, facilitando la desinformación. Para darle al ciudadano una participación real en la toma de decisiones con el fin de que el público pueda apropiarse críticamente de la ciencia, no es suficiente una campaña publicitaria de divulgación. Como ya lo hemos señalado, la ciencia es inseparable de intereses políticos y comerciales. Una educación científica integrada tiene que incluir una comprensión de esos factores e intereses sociales que forman parte de toda actividad humana. La historia de la ciencia y la historia en general, en demasiadas ocasiones han sido poderosos instrumentos para quienes se interesan en legitimar el presente. Es común encontrar reconstrucciones del pasado que se presentan como una cadena de hechos que inexorablemente conducen a la ciencia y tecnología modernas. Se describe una ruta de sucesi- vos logros tecnológicos y científicos que constituyen el ascenso del hombre y de paso se legitima una idea de progreso que se suele identificar con la superioridad económica de las naciones industrializadas. Todo lo que conduce a repetir los procesos de industrialización que se han visto crecer y, por qué no, infestar otras naciones se define como avanzado, sin que se permita concebir otras formas válidas para la configuración de la sociedad, la economía o el conocimiento. Cualquier otra alternativa, cualquier otro camino a la luz de dicha "historia túnel" parece utópico, retrógrado o irrealizable. Y es precisamente por eso que una visión renovada y crítica del pasado es tan urgente, porque permite explicar los intereses que legitiman las verdades de hoy. Aún más interesante porque hace posible entender el pasado y el presente como encrucijadas que nos llevan a reconocer y considerar opciones diferentes. El punto es mostrar que nuestra historia pudo ser otra y que no hay razón que nos impida pensar que las cosas pueden ser diferentes.