ARCHIVOS DE LA SOCIEDAD OFTALMOLÓGICA HISPANO-AMERICANA 1916 – Agosto Patogenia de las queratitis con hipopión. Su terapéutica más eficaz por la optoquina Wieden417 La pigmentación congénita del nervio óptico M. Menacho436 Nuevo procedimiento de iridectoesclerectomía antiglaucomatosa Rodolfo del Castillo Ruiz440 ARCHIVOS DE OFTALMOLOGIA H IS P A N O -A M E R IC A N O S I — T R A B A J O S O R IG IN A L E S P A T O G E N IA SU DE T E R A P É U T IC A Por los D LAS MÁS Q U E R A T IT IS E F IC A Z octores W ied en CON POR H IP O P IÓ N LA O P T O Q U IN A (V a le n c ia ) El papel importante que tiene el neumococo en las infecciones . agudas de la córnea, ya había sido entrevisto por el gran oftalmólogo suizo P lüger; pero fué más tarde Gasparrini quien, habiendo estu­ diado la bacteriología en 25 casos de queratohipopión, encontró 21 veces el neumococo, ya solo, ya asociado al estreptococo y al esta­ filococo. Este autor fué el primero que puso en evidencia el papel del neumococo en las infecciones de la córnea. Las investigaciones de Uhthoff y Axenfeld después vinieron a confirmar y completar estos resultados en 1896, demostrando de un modo definitivo que el neumoco es el principal agente causal de las queratitis a hipopión. Debido a estos trabajos, se podían ya diferenciar claramente las úlceras serpiginosas a hipopión, debidas al neumococo, de las otras infecciones que afectan a aquella membrana y que en clínica presen­ tan síntomas muy parecidos. La úlcera serpiginosa de la córnea típica, en el período de es­ tado, aparece como una ulceración superficial tersa, en cuya perife­ ria aparece una zona de infiltración, de color gris amarillento. Al nivel del borde progresivo de la misma y en la secreción grisácea que cubre sus límites, se encuentra el neumococo durante toda la evolución de la lesión querática. Se ha observado, además, que en las zonas de nueva invasión el germen patógeno es reciente; por lo cual hay más probabilidades de poderle encontrar. O tras veces se encuentran los neumococos en la profundidad de los tejidos afectos y no en las capas superficiales. En ciertos casos, en vez de un proceso de ulceración superfi­ cial, el neumococo puede producir una infección más profunda en los tejidos de la córnea, siendo más limitada su extensión. El examen microscópico ha demostrado siempre un gran predo­ minio del neumococo, sobre los otros microbios, para proliferar en los tejidos de la córnea; parece, pues, que el neumococo tiene una acción electiva sobre la córnea. Uhthoff y Axenfeld han llegado a resultados de lo más intere­ santes desde el punto de vista de la frecuencia de la morfología y de la distribución del neumococo en la úlcera serpiginosa a hipopión. En 55 casos de úlceras serpiginosas, estos autores han encon­ trado 29 veces el neumococo, y entre estos 29 casos, 5 veces sola­ mente asociado a otros microbios. Es sabido, además, que un gran número de casos de úlceras a hipopión están ligados a una afección de las vías lagrimales. El roce de una pestaña, una esfoliación del epitelio o erosión de la córnea, son las puertas de entrada del pus cargado de neumococos que baña con frecuencia la superficie del ojo. Es notable que en el pus de las dacriocistitis el neumococo está asociado a microbios los más diversos (estafilococos, estreptococos, bacilos del ocena, etc.); en cambio, al nivel de la ulceración de la córnea no se encuentran sino neumococos solamente (Axenfeld). En la úlcera serpiginosa de la córnea, las toxinas debidas al neumococo se difunden radialmente del foco necròtico al punto de invasión microbiana, y son tan virulentas que paralizan la actividad de los tejidos de la córnea. Alrededor de la zona necròtica existe una zona de emigración, la cual se adelgaza siempre, más con el progreso de la úlcera, por­ que los leucocitos que provienen del margen de la córnea, cuando llegan a la proximidad de la parte necrosada se acumulan y mueren. La gravedad de esta enfermedad depende principalmente de la continua reinfección de la zona enferma por parte de los gérmenes virulentos contenidos en la conjuntiva ocular, por falta de actividad de los tejidos de la córnea, por las toxinas que provienen del foco infectivo y por el aumento de la tensión endoocular que existe en los primeros tiempos de la enfermedad en muchos casos, Por consecuencia, el poder de defensa natural de los tejidos de la córnea contra las infecciones graves, como se ve, es casi nulo (D r. A. Feria). Está demostrado, por investigaciones numerosas, que el pus del hipopión, que en general es muy espeso, es siempre estéril, en tanto que no haya sobrevenido la perforación de la membrana de Desceniet. Como lo había pensado Leber hace mucho tiempo, la acumula­ ción del pus en la cámara anterior es verosímilmente el resultado de la acción quimiotóxica ejercida por la toxina del neumococo. Está actualmente demostrado que la inmigración leucocitaria en la cámara anterior y que^constituye el hipopión, proviene, sobre todo, de los vasos irídeos y ciliares. La región del saco lagrimal debe ser explorada detenidamente ante un caso de ulceración de la córnea (T ru c ). Por eso, el estudio de la úlcera a hipopión no puede separarse del de las dacriocistitis. Se han hecho investigaciones realmente recientes sobre la bac­ teriología de las vías lagrimales, demostrando la gran frecuencia del neumococo en las dacriocistitis y de su asociación con microrganismos los más variados. Terson y Cuéuot, en 10 casos de mucocele, han encontrado 8 veces el neumococo, y de éstos, 5 veces al estado de pureza abso­ luta. Su virulencia estaba atenuada, y en los demás casos se encon­ tró asociado al estreptococo y al estafilococo. En 8 casos de dacriocistitis purulenta, subaguda, se ha encon­ trado 5 veces el neumococo solo, o asociado a bacterias diferentes, siendo mucho más virulento que el que se encuentra en las dacriocis­ titis catarrales. En todos estos casos, el número de neumococos que existe es muy considerable. Siempre el examen microscópico del pus de la úlcera de la cór­ nea podrá con frecuencia darnos indicaciones precisas y útiles para el enfermo en cada caso. La Oftalm ología se ha enriquecido, finalmente, durante estos últimos años, con nuevas y numerosas investigaciones bacteriológi­ cas que le permiten asignar al neumococo un lugar de los más impor­ tantes en la patogenia de las afecciones del ojo. La úlcera a hipopión debida al neumococo, está clasificada como una de las más graves y rebeldes (M orax) y con frecuencia de las más difíciles de curar (D r. E. Lagrange). El pronóstico es grave en toda úlcera a hipopión, porque siempre en las partes de la córnea invadidas por la infección está amenazada su integridad anatómica. Infecciones que siempre dejan opacidades, y si éstas alcanzan gran extensión e invaden la totalidad de la córnea, la visión es muy defectuosa o queda abolida por completo. La terapéutica profiláctica tiene por objeto corregir todas las afecciones de las vías lagrimales, los catarros crónicos de la conjun­ tiva, sus complicaciones, desviación de las pestañas, cuerpos extra­ ños, etc., y particularmente en la clase obrera y del campo, así como las personas de edad, deben ser avisadas del gran peligro que les amenazan estas afecciones oculares. La terapéutica de la úlcera a hipopión (ulcus serpeas) de Moo- ren, tiene numerosos métodos de curación. Se emplean los toques con solución de sulfato de cinc al 10 por 100 = toques de nitrato de plata en solución de 1 por 40; toques con tintura de yodo, inyeccio­ nes subconjuntivales de soluciones de cianuro de hidrargirio o de cloruro sódico solamente, aplicaciones de yodoformo, xeroformo, etc. Se sabe por experiencia, que a pesar de todos los tratamientos conocidos, como la cauterización ígnea, las inyecciones subconjunti­ vales, la operación de Saesmisch, la sueroterapia, las úlceras a hipopión progresan fatalmente. Por no haber tenido en cuenta la naturaleza de las diferentes infecciones de la córnea, la terapéutica, hasla estos últimos tiempos, ha sido vaga, con frecuencia incierta y poco afortunada en resulta­ dos positivos en muchos casos (M o rax ). Afortunadam ente, nos ha sido dado conocer un nuevo remedio, la etilhidrocupreína, eficaz y específico en las infecciones de la córnea debidas al neumococo. Las nuevas orientaciones de la terapéutica de las infecciones neumocócicas oculares por medio de la etilhidrocupreína, son debi­ das a los notables trabajos de Morgenroth y sus colaboradores, que iniciadas en el año 1911 han continuado hasta Diciembre del año 1914. Este notable investigador ha demostrado la posibilidad de una quimioterapia antineumocócica por medio de la etilhidrocupreína u optoquina, substancia que es de mayor eficacia que la hidroquinina y la quinina, de las cuales se obtiene por un proceso de substitución. M orgenroth y Levy estudiaron la acción terapéutica de este alcaloide en topos infectados con inyecciones intraperitoneales de cultivos de neumococos. Los notables resultados obtenidos por estos señores fueron confirmados además por otros autores (E ngw er, Neufeld, B oechcke) y por sucesivos estudios de Morgenroth y sus discípulos. Los numerosos trabajos publicados, sobre todo en Alemania, a partir de dicha época, son numerosos e importantes. Qinsberg y Kaufmann confirmaron, con numerosos experimen­ tos, la acción bactericida de la etilhidrocupreína sobre el neumococo de la córnea del conejo. W right hizo un estudio comparativo con varias substancias, entre ellas el lisol, creosal, guayacol y la etilhidrocupreína. La su­ perioridad de esta última sobre las demás substancias experimenta­ das, constituye el hecho de que ésta conserva su acción inalterable aunque se disuelva en el suero humano; en cambio, el lisol, guaya­ col y demás substancias, disueltas en tales medios, pierden casi del todo su acción bactericida. Neufeld y Scierm an han confirmado en sus investigaciones la acción bactericida antineumocócica de la etilhidrocupreína, demos­ trando que soluciones muy débiles de dicha substancia son capaces de impedir el desarrollo in vitro del neumococo. Tugendreich y Russo han practicado también interesantes estu­ dios de laboratorio respecto al poder bactericida hidrocupreína. \ in viiro de la etil­ Leber ha sido el primero que en el Congreso de Heidelberg, en el año 1915, comunicó los resultados obtenidos en el tratamiento de las úlceras serpiginosas de la córnea a neumococos, por medio de una solución oleosa de etilhidrocupreína. Sattler, en el Congreso Internacional de Medicina de Londres, en el mismo año, llamó la atención de los congresistas respecto a las investigaciones y resultados obtenidos en su clínica por su discí­ pulo Qoldschmldt. Este había usado la etilhidrocupreína en 31 casos: 22 de úlceras serpiginosas de la córnea, un caso de dacriocistitis y siete casos de conjuntivitis neumocócicas. En el segundo día de iramiento empezó a observar una esterilización de los tejidos. De sus observaciones deduce el autor que la optoquina ejerce una verdadera acción curativa en la infección neuniocócica de los ojos humanos; y que esta acción es específica lo demuestra la desaparición de los neumococos de la conjuntiva ocular, mientras no obra sobre los de­ más microrganismos. Al mismo tiempo que los estudios de Goldschm idt aparecieron en la K/inis. Monatsbl. / ’. A ugenheilk las observaciones de Max Schur, referentes a 55 casos de úlceras neumocócicas de la córnea con hipopión. En todos los casos, el autor confirma la gran eficacia del nuevo método de tratamiento por la optoquina, quedando sor­ prendido por sus buenos resultados. El autor no ha tenido que recu­ rrir a la electrocaustia después del uso de este alcaloide. Steindorff, en la Reunión de los médicos naturalistas ale­ manes, que se verificó en Viena, en Septiembre de 1913, refirió y numerosos casos de infecciones neumocócicas del saco lagrimal y de la córnea, curados con la aplicación de la optoquina, nuevos e instaba a los demás compañeros a seguir sus investigaciones en dichos casos. Kümell refiere 17 casos de queratohipopión por neumococos; los resultados obtenidos con la aplicación terapéutica de la optoquina han sido, en general, muy satisfactorios, superiores a los que se han obtenido con los antiguos métodos de curación, y considera el alcaloide Morgenroth como un arma poderosa contra el nea serpens. tilcus cor­ En las afecciones de las vías lagrimales por neumoco- eos, el tratamiento por dicho alcaloide ha hecho desaparecer la se­ creción purulenta. Schaw artzkopff presentó 27 casos de úlceras serpiginosas a hipopión, a la Sociedad O ftalm ológica de B erlín; su conclusión fué ésta: « S e puede afirmar hoy que nosotros poseemos con la optoquina un medio seguro de poder obtener y llegar a la curación satis­ factoria de toda úlcera de la córnea debida al neumococo en un pe­ ríodo no muy avanzado.» En la misma Sociedad, el Dr. Mühsan dijo que había curado cuatro casos de úlceras neumocócicas de la córnea con la etilhidrocupreína, y Paderstein repitió haber encontrado en ocho casos el medicamento de una eficacia sorprendente. Holth refirió en la Sociedad M édica de Cristiania, un caso muy favorable mediante el tratamiento por la optoquina. Neunohffer, W iem er, Qradle, D istler, Dim itrui, Kandiba y Natansou han obtenido buenos resultados, como en los casos ya refe­ ridos, con el empleo de la optoquina. Von Schleich y Clausnizer revelan lo tenue de las cicatrices corneales que se obtienen con esta terapéutica específica. El Dr. A. Darier, en Francia, publicó el 10 de Enero de 1914 dos casos de úlceras neumocócicas de la córnea tratadas por la optoquina, que curaron rápidam ente; pero al mismo tiempo aplicó otros remedios, como la dionina y el suero antidiftérico Roux. Esto desde luego quita valor probativo a la comunicación del autor. Entre los numerosos trabajos italianos citaré por lo notables el del D r. Francisco Alaggi, con 27 casos de queratohipopión por neumococos. En sus conclusiones, resumiendo los resultados obte­ nidos con la aplicación de la etilhidrocupreína, dice: «Jam ás he visto una serie de úlceras a hipopión curar tan bien como las que he tra­ tado con dicha moderna medicación.» El Dr. Victoriano Cavara ha publicado un luminoso trabajo clí­ nico, bacteriológico y experimental referente a la terapéutica espe­ cífica de las infecciones neumocócicas de la córnea tratadas por la etilhidrocupreína y avalorada con 55 casos prácticos. Éstos se descomponen en: 14 casos clínicos de úlceras serpiginosas simples; 18 casos de ulceras serpiginosas con hipopión; 6 casos de ulceras serpiginosas con dacriocistitis; y 17 casos de úlceras serpiginosas con hipopión y dacriocistitis. En todos los casos los resultados han superado a las esperanzas concebidas por esta nueva terapéutica. Morgenroth y Bumke han demostrado que la solución en suero de la optoquina al 1 por 320000 hasta el 1 por 400000 eran suficien­ tes para matar con seguridad el neumococo, cifras que concuerdan completamente con las dadas por W right. Neufeld y Schieman han encontrado que una solución de optoquina al 1 por 300000 impide el desarrollo del neumococo. Son evidentes la importancia de estas investigaciones, pues tenemos en este medicamento una combinación química que es capaz de matar con seguridad ¡n vitro como en el vivo, los neumococos, y además, que puede ser empleado sin ser perjudi­ cial para el organismo. La etilhidrocupreína u optoquina es un desinfectante bacteriotropo para el neumococo, apto para ejercer una acción quimioterápica en las afecciones debidas a este germen, y superior a los anti­ sépticos más comúnmente usados en terapéutica ocular (Morgenroth y Levy: Berliner. ¡din. Wochenschir., 1911). In vitro. La solución de optoquina al 1 por 4000 mata el neumococo en diez minutos de con­ tacto (Tungendreich y Russo: 7,eitschr. f. Imnuinitcits forsch, 1913); Klinisch la solución al 1 por 1000 los mata en cinco minutos (C avara: Mon. f. Augenheil., 1915). El diplobacilo, el estafilococo áureo y el estreptococo mueren después de cinco minutos de contacto con una solución al 1 por 100; el bacilo coli, después de diez minutos. El ba­ cilo piociánico no es influenciado y el de la xerosis opone una resis­ tencia tenaz (C av a ra ). Es, pues, la etilhidrocupreína una substancia que obra de un modo específico, pues está provista de una particular afinidad para ciertos gérmenes, especialmente el neumococo, siendo poco tóxica para el organismo (activam ente bacteriótropa y poco organótropa, según la definición de Ehrlich). El clorhidrato de etilhidrocupreína, en la concentración más co- múninente empleada es en solución al 1 por 100, siendo muy bien tole­ radas por la conjuntiva y córnea humanas, aun con instilaciones re­ petidas muchas veces durante el día. Deseando conocer y experimentar personalmente la acción de la etilhidrocupreína, así como el valor y los efectos tan sorprenden­ tes observados por numerosos autores en el tratamiento de las infec­ ciones neumocócicas oculares, he podido adquirir cierta cantidad, a pesar de las grandes dificultades que he tenido que vencer para traerla directamente de Alemania. He empleado el clorhidrato de etilhidrocupreína en soluciones del 1-2 por 100 y la etilhidrocupreína u optoquina básica en forma de pomada, según aconseja Goldschm idt, lo mismo, del 1-2 por 100. Siempre ante un enfermo de conjuntivitis, úlcera corrosiva de la córnea, con o sin dacriocistitis, y en los casos de dacriocistitis solamente, he seguido los métodos de investigación y prácticas de mi profesor, D r. Morax. Ante un enfermo de afección ocular sospechosa de neumococos, primero practico el examen clínico y después paso al examen bacte­ riológico. Para recoger la secreción es preferible escoger la que se en­ cuentra por la mañana al despertarse, en la proximidad de la ca­ rúncula. E l examen bacteriológico directo de la secreción es el que podrá darnos una indicación suficientemente exacta, como lo acon­ seja Axenfeld y es práctica corriente en la clínica de Friburgo. Este es el procedimiento ^ue sigo después de mis estudios de bacteriolo­ gía ocular en el Hospital de Lariboisiére de París. Reunidos todos los datos clínicos y de laboratorio es posible entonces hacer un diagnóstico con mayor seguridad y probabilidades de poner en práctica una terapéutica apropiada en cada caso clínico. A continuación expongo algunos casos prácticos en los que se ha experimentado los efectos y eficacia de la etilhidrocupreína en las úlceras a hipopión debidas al neumococo especialmente, O b s e r v a c i ó n I . — Día 17 de Marzo de 1915. — Isidro M. M ., de cincuenta y siete años, natural de Cullera, labrador. Manifiesta que hace seis días ha sufrido un traumatismo en el O . D . que le pro­ dujo una ulcerita en la córnea. Se le aprecia, en el momento del reconocimiento, una ulceración profunda y algo extensa en el centro y parte ínferoexterna de la córnea, con bordes infiltrados y progresi­ vos de avance en dirección del meridiano oblicuo interno superior del ojo; la inyección de la conjuntiva bulbar muy intensa; la secreción mucopurulenta poco abundante; en la cámara anterior se ve el hipopión limitado a su parte inferior; pupila contraída y fuertes dolores ciliares con irradiación a la frente y sien corres­ pondiente (fig. 1). Al examen microscópico de la secre­ ción conjuntival, se encuentran abundan­ tes leucocitos y neumococos típicos. Tratamiento. — Se le prescribe una solución de clorhidrato de etilhidrocupreína al 1 por 100 en instilaciones frecuentes cada dos horas. Se toca, durante unos segundos, la úlcera con una torundita de algodón impregnada de una solución de dicha sal al 2 por 100. La optoquina en pomada al 1 por 100, por la noche. Como no hay au­ mento de tensión, se le aplica un colirio de atropina. Día 19.— Detención de la úlcera; ésta no ha progresado; más transparente la córnea; se reabsorbe el exudado, hipopión; sin dolo­ res ciliares. Día 20. — Mejoría notable; la zona de avance aparece limpia; la úlcera toma mejor aspecto, sin secreción conjuntival; pupila dilatada. Día 25. — Aparece como una ulceración simple. Día 26. — Se suspende el tratamiento por la optoquina. Día 3 0 . — Curada. Queda una opacidad tenue que no afecta a la visión. O b s e r v a c i ó n II. — Día 21 de Septiembre de 1915. — J. B. T ., sesenta y un años, de Manuel, labrador. La afección del ojo intere­ sado data de diez días. Presenta en el O . I. una úlcera extensa situada en el cuadrante súperointerno de la córnea; infiltración amarillenta en sus bordes, especialmente la parte que ha pro­ gresado hacia el meridiano oblicuo súpero­ interno; el resto de la úlcera de aspecto amarillo grisáceo; en la cámara anterior se ve el hipopión; pupila contraída; inyección conjuntival intensa; secreción abundante F¡s-2 y fuertes dolores ciliares que hace días no le dejan conciliar el sueño; las vías lagrimales normales (fig. 2). El examen de la secreción conjuntival da a conocer la presencia de abundantes leucocitos y de neumococos. Tratamiento. — Toque de optoquina al 2 por 100 durante unos segundos cada día. Instilaciones de la misma substancia al 1 por 100, varias veces al día, y la pomada del alcaloide de Morgenroht por la noche. Colirio de atropina, dos veces al día. Tras pocas curaciones han cedido los dolores, pudiendo el en­ fermo conciliar el sueño. La úlcera detiene su progreso. Día 30. — La úlcera presenta un notable retroceso; disminuye la infiltración; sus bordes se cubren de epitelio; su fondo tiene un aspecto grisáceo claro; se reabsorbe el hipopión; sin secreción con­ juntiva!. Día 5 de Octubre. — La úlcera en franca curación, Se suspende la optoquina. Día 10. — Curada. Queda un ligero leucoma en la región del meridiano oblicuo súperointerno, muy tenue, que no afecta la visión. O b s e r v a c i ó n 111.— Día 10 de Noviembre de 1915. — A nto­ nia C. A ., de cuarenta y nueve años, casada, de Benaguacil. Padece, hace cuatro años, de dacriocistitis, con blenorrea del saco lagrimal, del O . D . Sufre una agudización de la dacriocistitis, y en el ojo una úlcera corro­ siva central, de color gris amarillo inten­ so; bordes de infiltración muy pronuncia­ dos y de malísimo aspecto; hipopión menos de media cámara anterior; secreción conjuntival abundante; mezclada con la del saco lagrimal, que fluye constantemente. Fl'g-3 La inyección conjuntival es notable; los dolores ciliares insufribles; la pobre enferma no puede conciliar el sueño hace ocho días; tiene inapetencia absoluta y presenta un es­ tado de gran depresión (fig. 3). Tratamiento. — A nte todo, lavados al saco lagrimal, previa ex­ presión, y después la solución de optoquina al 1 por 100. Instilaciones de la misma cada dos horas y curas por la noche con la pomada de la misma. Aplicación de un colirio de atropina con azul de metileno. A los cuatro días de tratamiento cedieron por completo los dolores. Día 20. — La úlcera no ha progresado; el hipopión ha dismi­ nuido en su nivel. Día 29. — La ulceración más limitada, menos profunda; su co­ loración ha cambiado en general; toma aspecto grisáceo; se repara el epitelio en sus bordes; el hipopión en período de reabsorción com­ pleta. Sin secreción conjuntival. Lavados diarios al saco lagrimal con ia solución de optoquina. Día 12 de Diciembre. — La úlcera en plena reparación. Día 15. — Curada. Deja una opacidad tenue, difusa, que al tra­ vés se ve la pupila redonda. O b s e r v a c ió n \ \ ¡. — Día 28 de Diciembre de 1915. — M a ­ nuel D . G ., de cincuenta y cuatro años, casado, del Cabañal, de oficio tonelero. El día 1.° de Diciembre se encontraba en Cette, trabajando en su oficio; de pronto le saltó una astilla en el O . I. que le molestó y le produjo lagrimeo durante unos momentos, a pesar de lo cual siguió trabajando. El día 10 del mismo mes, el sufrimiento que le producía el ojo afecto era tan intenso, que no pudo continuar sus ocupaciones ordinarias. Pasados unos días sin tratamiento, em­ barcó para Valencia en el vapor Cultera; la travesía fué muy penosa, porque el buque corrió fuerte temporal que alargó el viaje, y más dolorosos los sufrimientos del ojo lesionado. Cuando reconocía este enfermo, presentaba tumefacción del borde palpebral superior, dolorosa a la más suave presión; secreción abundante d é la conjuntiva; una gran inyección rojiza vinosa de la conjuntiva bulbar, con quemosis parcial inferior; una profunda y extensa ulcera­ ción que interesaba casi más de la mitad de la córnea; los tejidos corneales inva­ didos presentan esfacelo, con sus bordes profundos y una zona de infiltraciones pun­ teadas en su parte superior y bordes; iridociclitis con fuertes dolores. En la cá­ mara anterior, el hipopión era muy nota­ ble, más de la mitad de la misma (fig, 4). Fecha de la ulceración, unos veintiséis días. El traumatismo fué sin duda producido en la región central de la córnea. Vías lagrimales permeables. La visión, sólo percepción luminosa. Examen de la secreción conjuntiva!: leu­ cocitos y neumococos abundantes. Tratamiento. — Toques a la ulceración con la solución al 2 por 100. Instilaciones cada hora y pomada de optoquina por la noche, cada cuatro horas. Curas con atropina, dos veces al día. Día 30 de Diciembre. — La úlcera no progresa. Los dolores ciliares han cedido. Día 2 de Enero de 1916. — Es notable, en este día, la regresión de la úlcera; toma la forma de un corazón de naipe francés; sus bor­ des en plena reparación epitelial; la córnea aparece transparente en su margen inferior; disminuye un poco el hipopión y la secreción con­ juntiva! más disminuida. Día 4. — Ulcera más disminuida de tamaño. Día 10. — Aparecen unos vasos conjuntivales que van formando un pannus tenue, nutritivo de la lesión querática. Día 21. — La úlcera queda reducida a una mínima parte central de la córnea. Estando ya vascularizada y con mayor vitalidad los tejidos afectos, se procede a evacuar el resto del hipopión por medio de una queratomía lineal en la parte media inferior, que da salida a un pus espeso, quedando limpia por completo la cámara anterior. Se aplican midriásicos y se continúa el tratamiento por la optoquina. Día 7 de Febrero. — C icatrización completa de la ulceración central con cámara anterior; pupila dilatada en su parte superior externa; sinequias inferiores internas. Día 28. — Curado. Queda un leucoma central pequeño. Día 1,° de Abril. — Agudeza visual del O . I. = 0 ’06. O b s e r v a c i ó n V. — Día 29 de Diciembre de l l)15. — Fran­ cisca A. S ., de cuarenta años, casada, natural de Potríes, hornera. Antecedentes. — Refiere que hace nueve años sufre lagrimeo y tiene un flujo purulento por las vías lagrimales de ambos ojos, sin que esto le afectase gran cosa en sus ocupaciones habituales. El día 14 de Noviembre último, con motivo de las elecciones municipa­ les, hubo un gran motín en el pueblo; la enferma se afectó, y al día siguiente, al levantarse, notó en los ojos abundantes légañas y gran inyección en la conjuntiva ocular. El 7 de Diciembre aumentó la se­ creción conjuntiva) y aparecieron extensas úlceras en ambas cór­ neas, con fuertes dolores en los ojos. La enferma no podía condu­ cirse. Al examinarla se observan los párpados coloreados y tumefactos ligeramente, abundantísimo lagrimeo con secreción mucopurulenta, un fuerte blefarospasmo y grandes dolores oculares. Con dificultad F ig . 5 F ig . e se pueden separar los párpados y aparecen los ojos rubicundos, con gran inyección periquerática y quemosis poco pronunciado, particu­ larmente en el segmento inferior de ambos ojos. En el O . D . existe una extensa y profunda úlcera, de forma muy irregular, situada en el segmento inferior y medio de la córnea, toda ella de color gris ama­ rillento subido, más fuerte en sus bordes infiltrados y cortados a pico, con zonas de nueva infiltración que afectan coloración grisá­ cea. En el centro de esta gran úlcera es tal la destrucción de los tejidos propios de la córnea, que se aprecia claramente un queratocele. En la cámara anterior existe un hipopión poco manifiesto por la gran extensión y opacidad de la lesión querática. En el O . I. la blenorrea del saco lagrimal es más abundante que en el O . D .; la úlcera de la córnea es profunda, circunscrita clara­ mente por sus bordes infiltrados, de color amarillento blanquecino; afecta la forma semilunar y está situada en el cuadrante interno de la córnea. En la cámara anterior se aprecia el hipopión. Las pupilas contraídas, con aumento de tensión en ambos ojos. Examen de la secreción conjuntival y del saco lagrimal: leuco­ citos y neumococos típicos abundantes en ambos ojos (figs. 5 y 6). Tratamiento.— Lavados de ambos sacos lagrimales, previa ex­ presión, con suero fisiológico; después inyección por los puntos la­ grimales de la solución de optoquina a la dosis conocida. Instilaciones de la solución de etilhidrocupreína, cada dos horas. La pomada del mismo alcaloide al 2 por 100. Y un colirio de eserina dos veces al día. Día -31. — Detenido el progreso de las úlceras, es su colora­ ción más grisácea; se reabsorbe el hipopión de ambos ojos; los dolores han disminuido, • Día 1.° de Enero de 1916. — Las úlceras en plena reparación, sin dolores. Día 3 .— Sin secreción conjuntiva!, avanza la reparación epite­ lial de los bordes de las úlceras, no queda hipopión. Día 10. — Las úlceras muy limitada su extensión; sigue el blefarospasmo. Como tratamiento, sólo la pomada de optoquina, cada tres horas. Día 20. — Tan reducidas y reparadas las lesiones, que sólo se aprecia ya una zona gris transparente en el centro de lo que ha sido ulceración; cura perfectamente el queratocele y se cubre de epitelio con numerosos vasos conjuntivales, que invaden toda la peri­ feria de las úlceras. Se le recomienda un colirio de atropina, una vez al día, con observación de efectos; sigue la optoquina, así como en las vías lagrimales ha cedido por completo el blefarospasmo. Día 25. — Curación completa, que deja una opacidad semilunar, tenue, en ambas córneas. La secreción del saco lagrimal del O , D ., agotada. Día 1° de Febrero. — Antes de marcharse la enferma, se le extirpa el saco lagrimal del O . I., pues la blenorrea no se consigue agotarla por completo, a pesar de los lavados con optoquina en este caso. Día 7 .— Apósito levantado. Se suspende el tratam iento, y sólo se le aplica la pomada de óxido amarillo de hidraigii io al 2 por 100. Día 11 de Marzo.— Dada de alta, marcha a su pueblo con buena visión. O b s e r v a c i ó n V I .—Día 28 de Enero de 1916. —Casilda A . N ., de veinticinco años, de Valencia, soltera, camarera de un hotel. Hace un mes que sufre una úlcera en la córnea del O , I., con fuertes dolores y lagrimeo abundante. Las vías lagrimales normales. La úl­ cera afecta una forma circular, situada en la región central de la córnea, un poco inferior externa; bordes progresivos en su parle inferior interna. Examen de la secreción conjuntival: leu­ cocitos y neumococos (fig. 7). Tratamiento. — Lavados con suero fisiológico esterilizado. Pomada de optoquina, cada tres horas.'Un colirio de atro­ pina. Toque con la solución de la misma sal soluble, al 2 por 100, durante unos segundos. Una venda de protección suave al ojo, y gasas esterili­ zadas. Día 7 de. Febrero.— La úlcera cicatriza por completo. Se des­ tapa el ojo. Pomada de óxido amarillo de hidrargirio, al 2 por 100, por la mañana. Día 15.— Curada. Queda una opacidad ínferoexterna, fuera de la pupila, tan sutil que no afecta a la visión. O b s e r v a c i ó n V II. — Día 6 de Marzo de 1916.— Antonio J. P., de cuarenta y tres años, de Cullera, de oficio panadero. Presenta una úlcera corrosiva, muy profunda, situada en el segmento externo de la córnea del O . D. Los tejidos corneales invadidos presentan el esfa- celo, particularmente en su parte c e n tra l; sus bordes están infiltra­ dos de una coloración amarillo grisácea, siendo su fondo grisáceo solamente. Inyección conjuntival intensa y secreción no muy abun­ dante, con fuertes dolores ciliares, particularmente por la noche. En la cámara anterior, hipopión poco abundante, Las vías lagrimales permea­ bles y con secreción mucopurulenta. La úlcera hace diez y seis días que se ha manifestado espontáneamente. Examen de la secreción conjuntiva!: leucocitos y neu­ mococos (fig. 8 ). Tratamiento. — Lavados al saco laFig-8 grimal hasta que sale limpio el líquido, y después con la solución de optoquina al 2 por 100. Un toque a la úlcera de la córnea con la solución al 2 por 100. Curaciones con la pomada al 1 por 100, cada tres horas, y en la clínica, además, con la pomada al 2 por 100. Un colirio de atropina por la noche. Día 8. — Los dolores, que eran tan intensos, han desaparecido a los pocos días de tratamiento. La úlcera, en plena reparación, más disminuida su extensión y reabsorbido el hipopión. Día 15. — Aspecto de una ulceración simple y casi cicatrizada. Examen de la secreción de las vías lagrim ales: disminuido notable­ mente el número de los neumococos. Dia 21. — Curada la úlcera, sin secreción; en las vías lagrim a­ les sigue el empleo de la optoquina. O b s e r v a c i ó n V III. — Día 11 de Enero de 1916. — Afidalia N. H ., de veintitrés años, soltera, natural de Ledaña (C uenca). Hace unos quince días se inició una úlcera en el O . D. que ha ido progresando, acompañada de fuertes do­ lores en el ojo. A l reconocerla, se aprecia una ulceración de forma irregular, pro­ funda, situada en el cuadrante superior interno de la córnea, de bordes infiltra­ dos, con zona de progresión hacia arriba y adentro, del meridiano oblicuo interno d é l a córnea; notable inyección periqueF|s-9 rática; secreción mucosa con abundante lagrimeo; fotofobia y dolores ciliares. Las vías lagrimales, permea­ bles, y nada anormal se aprecia en las mismas. Examen de la se­ creción conjuntiva!: neumococos típicos abundantes (fig. 9). Tratamiento. — Pomada de optoquina al 1 por 100, cuatro veces al día. Un colirio midriásico por la noche. Día 15■ — Han cedido los dolores a las primeras curaciones; la úlcera ha cambiado su aspecto grisáceo amarillento al día siguiente, tomando el de una ulceración simple; se reparan sus bordes de epi­ telio y sigue una marcha regresiva, con reparación franca de los tejidos de la córnea. Día 21. — Curada completamente, apenas deja una ligera opa­ cidad tan tenue que no afecta la visión. O b s e r v a c ió n IX . — Día 2 de Marzo de 1916. — Fran­ cisco H. B ., de cincuenta y cuatro años, casado, del comercio, na­ tural de Valí de Uxó. H ace frecuentes viajes en diligencia, y al ir en la delantera de la misma el día 24 de Febrero último, observó cierta molestia en el O . D .; más tarde dificultad en la visión, dolores y abundante lagrimeo. Presenta una úlcera profunda, de co­ lor amarillo grisáceo, en forma de corazón de naipe francés, situada en el tercio in­ ferior y parte central de la córnea, con la zona de infiltración progresiva hacia Fis- 10 arriba, y en el centro pupilar una zona de infiltración punteada, muy fina. La pupila contraída, con hipopión en la cámara anterior. Los dolores ciliares son tan intensos hace tres días, que obligaron a su médico a darle una inyección hipodérmica de morfina la últim a noche que precedió a su presentación en la clínica. Tiene la conjuntiva bulbar muy in­ yectada, con abundante secreción m ucopurulenta; párpado superior ligeramente tumefacto. Las vías lagrimales permeables. Examen de la secreción conjuntiva!: neumococos típicos (fig. 10). Tratamiento. — Toque a la úlcera con la solución de clorhidrato de etilhidrocupreína al 2 por 100, una vez al día. Pomada de optoquina al 1 por 100, cada tres horas, y un colirio de atropina, dos veces al día. Día 9. — La ulceración de la córnea no ha progresado; ha cam ­ biado la coloración amarillogrisácea espesa por una coloración gris clara, transparente; reabsorbido el hipopión; los dolores ciliares han desaparecido; el iris está dilatado y rotas las sinequias posterio­ res. La úlcera en franca reparación y se repara el epitelio de un modo sorprendente, Día 14.— Ha desaparecido toda la infiltración intersticial; la ulceración reparada. Al análisis de la secreción conjuntival no se encuentran neumococos. Día 18. — Curado. Deja una ligera opacidad tan tenue, que per­ mite ver la pupila a través de la córnea. Día 14 de Abril. — Examen de la visión del O . D .: ==0’4 - 135o1’25 + 1 Diop. = 0’7 O + 2’50 Diop. Lee número 3. b s e r v a c ió n X. — Día 2 de Abril de 1916. — Leonor N. F ., de cuatro años, natural de Nules. Hace tres días, un niño, jugando con un látigo, le dió con la extremidad un golpe en el O . I. y le produjo una úlcera traumática. Vista la gravedad que tomaba la afec­ ción, vinieron a consultarnos. La niña presentaba una úlcera proF¡e- 11 funda en el tercio superior de la córnea, con perforación de la misma, sin cámara anterior; la pupila muy contraída e hipopión abundante, como puede verse en la figura 11. O La infiltración de color amarillento y sus bordes completamente limitados, con la córnea transparente. La inyección ciliar notable; mucho lagrim eo; poca secreción conjuntival. Los dolores ciliares muy acentuados producen llanto a la niña. Examen de la secreción conjuntival: neumococos abundantes. F ig . 12 F ig . 13 Tratamiento. — Pomada de optoquina, cada tres horas, Un coli­ rio de atropina, dos veces al día. Día 6. — Se ha reabsorbido el hipopión; hay cámara anterior; dilatada la pupila de un modo irregular, sin reacción ciliar, La úlcera no progresa (fig. 12). Día 9. — Sólo queda un punto opaco, cual el de una úlcera sim­ ple, en el punto donde estaba la perforación de la córnea (fig. 15). Día 15. — Completamente curada. A lta. En las diez historias clínicas en que se ha encontrado el neumo­ coco, sólo dos han sido úlceras simples; nueve, úlceras con hipopión, y de éstas, cuatro complicadas con dacriocistitis. Los casos en que se ha encontrado el neumococo asociado a otros microrganismos no forman parte de este trabajo, mereciendo estudio aparte. La duración del tratamiento ha oscilado entre los diez a los diez y ocho días en las úlceras leves; de trece a diez y nueve días en las úlceras de mediana gravedad, y de treinta y tres a sesenta y un días en las de mayor gravedad, El resultado del tratamiento con la optoquina ha sido bueno en cuanto a la visión, siendo de admirar la perfecta grum restitutio ad inte­ de los tejidos afectos por la infección. R e f l e x io n e s M ejor informados y con un poco de experiencia propia respecto al modo como obra la nueva sal de Morgenroth en las infecciones neumocócicas del ojo, nos ha de permitir hacer algunas, aunque lige­ ras, consideraciones respecto a sus efectos sobre los tejidos del ojo y a su acción terapéutica en las úlceras fagedénicas de la córnea con hipopión, en general, y en comparación con los tratamientos cono­ cidos. Se ha observado que la solución de clorhidrato de optoquina al 1 por 100 produce en la conjuntiva cierto escozor, a veces bastante intenso, que dura pocos minutos, dando lugar después a un cierto bienestar por su acción ligeramente anestésica; produce ligera in­ yección de la conjuntiva al mismo tiempo. Dosis más fuertes han provocado una gran reacción irritativa de la conjuntiva ocular y han dado lugar a opacidades de la córnea. Este alcaloide no tiene acción sobre el iris. Respecto a la tensión, he practicado con el tonómetro de Schioetz numerosos experimentos, antes y después de la aplicación de la optoquinina, y en nada modifica la tensión ocular, cosa com­ probada por otros autores. A nte un enfermo de úlcera de la córnea más o menos grave, y después de haber aplicado algunas veces el colirio de optoquina o después de pocos días de tratamiento, queda uno sorprendido del cambio tan favorable que sufren los tejidos invadidos por el neu­ mococo. Se detiene la marcha invasora de la úlcera; la coloración ama­ rillo grisácea que cubre su fondo toma el aspecto, a las pocas cura­ ciones, de una úlcera simple. El hipopión, en algunos casos, ha sido notable y rápida su reab­ sorción. En las úlceras fagedénicas graves, dada la gran infiltración y y abundante hipopión, la curación ha sido larga, pero la reparación de los tejidos de la córnea se ha conseguido con el mínimum de con­ secuencias en cuanto a la conservación del ojo y de la visión. Se agota la secreción conjuntiva! que acompaña a estas úlceras, calma los dolores ciliares y desaparecen a los pocos días, cuando no a las pocas curaciones; se modifica la secreción, que fluye de los puntos lagrimales en las dacriocistitis, y en algunos casos se ha agotado por completo, con disminución de los neumococos y su des­ aparición total en otros casos. El tratamiento específico por la optoquina tiene la gran ventaja, en las úlceras serpiginosas de la córnea, que las cicatrices resultado de las mismas no alcanzan jamás mayor extensión que la que tenía la úlcera primitiva, sino que, por el contrario, al aclararse las zonas limítrofes infiltradas por la infección, la opacidad es menor, más tenue y sutil, y a veces desaparecen del todo determinando un ligero astigmatismo irregular. La agudeza visual en los numerosos casos publicados, y en nues­ tras observaciones, han sido superiores al que se ha obtenido con los tratamientos médicos conocidos. En las afecciones infectivas de la córnea a neumococos, la tera­ péutica específica por la etilhidrocupreína tiene actualmente la ven­ taja, sobre la terapéutica ordinaria, no sólo de que ella puede detener pronto y con seguridad el proceso destructivo de la córnea, sino de que ya no es necesaria la aplicación del electrocauterio, una de las causas que contribuyen a las opacidades de la córnea en estos en­ fermos. El tratamiento por la optoquina representa un notable progreso. Hemos visto casos muy graves con mejorías, y curaciones que han dejado una cicatriz pequeña y una relativa buena visión. Tenemos observado que en los casos graves ha obrado bien la optoquina al 2 por 100 en toques a la úlcera directamente, así como las instilacio­ nes, y mejor la pomada, de mayor duración su contacto con los teji­ dos de la conjuntiva y de la córnea, la cual es muy bien tolerada. En la actualidad, se puede asegurar que es posible dominar con seguridad y rapidez el proceso ulcerativo de la córnea debido al neumococo. Finalmente, con la optoquina curan rápidamente y con gran re­ sultado, en cuanto a la visión, las úlceras neumocócicas de mediana gravedad, y con mayores ventajas las muy graves. LA P IG M E N T A C IÓ N C O N G E N IT A DEL N E R V IO Ó P T IC O Por el D r. M . M e n a c h o (B arcelona) La pigmentación de la extremidad terminal del nervio óptico propiamente dicho, es un hecho rarísimo; pero no la pigmentación que bajo el nombre de anillo coroideo forma una orla más o menos completa a la papila óptica (que esto se observa con bastante fre­ cuencia, en particular en los individuos fuertemente pigmentados), sino la pigmentación dentro del área papilar. Desde luego cabe distinguir dos clases de pigmentación de la papila: la que subsiste como consecuencia de una hemorragia del nervio, que insinuándose entre los hacecillos del mismo o fraguán­ dose camino por el paquete vascular central, aparece en su extre­ midad, visible al oftalmoscopio, y la que reconoce un origen congè­ nito, constituyendo una anomalía del desarrollo. He dicho que es un hecho rarísimo de observación, refiriéndome a lo que vemos en nuestra práctica; pero a juzgar por lo que dice el Dr. Oguchi \ el nervio óptico normal de los japoneses contiene numerosas células pigmentarias, que excepcionalmente, se reúnen 1 « D e la p ig m e n ta c ió n c o n g è n ita de l n e rv io ó p tic o .» (Arcìiiv f. Augen., tom o L X III, p á g in a 1 G0.) formando manchas obscuras de la papila, cuyo origen, según cree dicho autor, está en el pigmento coroideo, ya que sus granulaciones pigmentarias carecen de cristales, al paso que éstos existen en las granulaciones pigmentarias retinianas. D ufour y Gonin, en la Enciclopedia francesa de Oftalmología, dicen a propósito de estos casos, que se conocen unas veinte obser­ vaciones, de las cuales doce eran de origen congenital; pero estos son datos demasiado vagos para fundar sobre ellos afirmaciones categóricas; y algunas de ellas, como las de los casos de Liebreich, Knapp, Leber-Deutschmann, son debidas a traumatismos o a la fiebre tifoidea, y, por consiguiente, caen fuera de la pigmentación congè­ nita a que nos referimos. Entre las varias veces que hemos observado manchas pigmenta­ rias.de la papila, sólo en tres casos (entre un total de unos 40,000 individuos examinados al oftalmoscopio) creemos que se trataba de manchas de origen congènito. Dos de ellos no presentaban un aspecto que merezca la pena de ser descrito por su originalidad, pues se trataba de manchitas de 'Uo de diámetro papilar, situadas paracen- tralmente en la papila, sin relación aparente con ningún vaso. El otro caso es el siguiente: Andrés M ., de treinta y cinco años, acude a mi Dispensario en 1894 para asistirse por el tracoma que sufre, y los únicos antece­ dentes que facilita son los referentes a dicha dolencia, que viene su­ friendo desde los seis años. Su V = 'A sin mejorar con corrección. No hay antecedentes traumáticos. El fondo del ojo derecho es normal, pero el del izquierdo ofrece una apariencia originalísima : Alrededor del punto de emergencia de los vasos centrales, existe una corona pigmentaria de aspecto gru­ moso, cuya disposición y proporciones he dibujado fielmente en la figura 1 adjunta. Llama también la atención una mancha azulada, de forma irregular pero de aspecto homogéneo, situada en la parte alta de la córnea, según demuestra la figura 2, y que indica el adelgaza­ miento de la esclerótica, a cuyo través se percibe el color de la co ­ roides subyacente. La coexistencia de estas dos lesiones tiene un interés primordial, pues es un indicio que puede guiarnos en la inter­ pretación de la índole del caso, como luego veremos. Dejando aparte las manchas pigmentarias adquiridas de origen hemorrágico, por no interesarnos en este momento, y circunscri­ biéndonos a las congénitas; ¿cuál puede ser su origen? Cabe admitir, claro está, la posibilidad de que exista una forma­ ción pigmentaria de la papila, que, siendo congènita, reconozca un origen hemorrágico; pero entonces el proceso debería fraguarse \ \ \ durante el segundo período Jr ^ \ de la vida intrauterina, durante el períodofetal,cuan- \ \ yy'\ \ \/ 'li / / y ' a c'rcu'ac' ° n sanáuínea ya se ha establecido. Pero fuera de este caso, o el pigmento es de origen he­ morrágico o ha de depen­ der de una inclusión de ele­ mentos pigmentarios entre ¡ | Jh el tejido mesodérmico de la ]¡\ \ hendidura ocular fetal; y dichos elementos pigmen- Fig. ] tarios deben proceder: o dé la capa pigmentaria re ti­ ñí a na (epitelio poliédrico, originario de la pared externa de la ve­ sícula ocular secundaria), que aunque anatómicamente parezca corresponder a la coroides, embriológicamente es de filiación entoblástica (retina proximal); o del pigmento coroideo, o sea del de la lámina fusca. Pero la embriología nos demuestra que el epitelio poliédrico pigmentado aparece en el embrión a la cuarta semana, al paso que el de la lámina fusca no existe aún en el momento del nacimiento; por consiguiente, la pigmentación congènita no hemorrágica debe proceder del pigmento retiniano. ¿P or qué mecanismo puede ocurrir este trasplante de elementos extraños a la papila? Según los trabajos de Elschnig, se hallan habi­ tualmente en las hendiduras colobomatosas del nervio óptico elemen­ tos de la retina embrionaria. Por otra parte, una de las teorías lan­ zadas para explicar la formación del glioma, admite que es debido a la inclusión de células embrionarias no utilizadas en el curso del proceso del desarrollo, y que más tarde, por causas que aun ignora­ mos, proliferan, dando lugar a los diferentes tipos de células redon­ das, de rosetas y mixtos. Sabemos, pues, por estas teorías y por las que en general se han expuesto para explicar las heterocronias y las heterom orfas, que la inclusión de elementos extraños a un tejido es un hecho generalmente admitido, y que para explicar nues­ tro caso, es perfectamente admisible. Y ahora veamos cuál debió ser el origen en nuestro sujeto. La configuración perfectamente regular del depósito pigmentario papi­ lar, parece alejar de la mente la idea de un proceso hemorrágico, pues por su mecanismo, las hemorragias son esencialmente irregula­ res. A dem ás, existe un signo, cual es la mancha azulada de la escle­ rótica que he representado en mi dibujo de la figura 2, que es de origen congènito (embrionario o fe tal), pues en suma no es más que una aplasia de la esclerótica, que permite ver por transparencia la coloración de la membrana vascular subyacente. Por estas razones y por la muy importante de la impresión clínica que su observación producía, diagnostiqué el caso: «pigm entación congènita no hemorrágica de la papila». NUEVO P R O C E D IM IE N T O D E IR ID E C T O E S C L E R E C T O M ÍA A N T IG L A U C O M A T O S A Por el D r . R odolfo del C a st il l o R u iz Profesor de O ftalm ología del Instituto de la Encarnación Voy a tener el honor de someter a la consideración de los lecto­ res de los A r c h iv o s un nuevo procedimiento de iridectoesclerec- tomía antlglaucomatosa, que habiendo tenido ocasión de ensayar en nuestra práctica, nos ha dado excelentes resultados. No pienso hacer en esta comunicación un juicio crítico ni des­ criptivo de los múltiples procedimientos operatorios utilizados en el tratamiento del glaucoma, pues éste aumentaría la extensión de nuestra disertación, sin otro fin que repetir lo escrito en los diversos Tratados de O ftalm ología, y únicamente he de hacer presente a los señores que deseen consultar sobre el particular, que podrán satis­ facer su curiosidad consultando la notable comunicación que acerca del tratamiento del glaucoma presentó nuestro querido amigo e ilus­ tre colega el Profesor Márquez, en Mayo de 1910, a la Sociedad O ftalm ológica Hispano-Amerlcana ’. Nuestra comunicación se ha de limitar, pues, a hacer el juicio crítico de la operación de Lagrange y de E liot, y a describir la téc­ nica del procedimiento por nosotros empleado, cuyo fundamento es el mismo que el de las operaciones anteriormente apuntadas. Tanto la operación de Lagrange como la de Eliot, persiguen el fin de garantizar de un modo permanente el desagüe ocular, provocando una fístula escleral, combinada, la mayor parte de las veces, con la iridectomía, cuya bondad en el glaucoma está fuera de duda y todos los oculistas la admiten. Lagrange practica su operación del modo siguiente: Después de fijado el ojo, previa colocación del blefaróstato, hace una punción con un cuchillo de G rae ffefin o , en la unión del tercio superior con el tercio medio de la córnea, en plena esclerótica, a un milímetro del 1 A c ta de la V il A sa m b le a a nu al. L . C ., p ág . 87. 1910. limbo corneal que, penetrando en la cámara anterior por delante del iris, va a practicar la contrapunción en el punto diametralmente opuesto del ángulo irideocorneal, saliendo a un milímetro del limbo, y con suaves movimientos de sierra talla un colgajo escleroconjuntival en bisel, en la forma que indica la figura 1.a, 1 y 2, siendo F ig . 1.a — O p e ra c ió n de L a g ra n g e F ig . 2 .a — O p e ra c ió n de E liot 1 , c o lg a jo c o n ju n tiv a l; 2 , c o lg a jo e s c le ra l; 1 , c o lg a jo c o n ju n tiv a l; 2 , o rific io de tre ­ 3, he n d id u ra e s c le ra l; 4, c o lo b o m a irid ia n o p a n a c ió n ; 3, iride ctom ía pe riférica más extenso el colgajo conjuntival que el escleral; se invierte el pri­ mero, y con una tijera muy curva se reseca un trocito del vértice del colgajo especial, terminando la operación por una amplia iridectomía; recubriendo la herida con el colgajo conjuntival queda cons­ tituida una fístula (fig. 1.a, 3) que garantiza el desagüe permanente del ojo. E liot desprende un colgajo conjuntival (fig. 2.a, 1), que in­ vierte hacia abajo, y a un milímetro del limbo corneal, en el ex­ tremo del diámetro superior, practica una trepanación de la escleró­ tica (fig. 2 .a, 2), por cuyo orificio introduce una fina pinza de diente de ratón, haciendo una pequeña iridectotnía periférica a lo Abadie (fig. 2 .a, 3), y termina cubriendo el orificio de trepanación con el colgajo conjuntival, quedando constituida una fístula escleral. Tanto la operación de Eliot como la de Lagrange abren una nueva era en la terapéutica quirúrgica del glaucoma, pudiendo considerarse como un verdadero progreso de la misma si no fuera porque su técnica es de dificilísima ejecución, no exenta de graves peligros du­ rante el acto operatorio y a veces irrealizable. En efecto; debemos tener en cuenta que dichas intervenciones se realizan en ojos hipertónicos, en muchos de los cuales la cámara anterior es excesi­ vamente estrecha, y si bien se puede hacer la punción con el cuchillo F ig . 3.“ F ig . 4.“ 1 , c o lg a jo c o n ju n tiv a l; 2 , in c is ió n e s c le ra l he cha con c u c h illo la n c e o lar; 3, c o lo b o m a irid ia n o ; 4, o rific io fistuloso de Graeffe, cuando se practica la operación de Lagrange la contrapunción es irrealizable por colocarse el iris abombado delante de la punta del cuchillo, y aun en el caso en que tengamos la suerte de llevarla a efecto, al tallar el colgajo escleral corre grande riesgo el iris de ser arrollado y seccionado por el filó del instrumento, provo­ cando hemorragias y comprometiendo el éxito operatorio. Si difícil es la ejecución de la operación de Lagrange, tampoco está exenta de peligros la de Eliot, pues 110 pode­ mos medir a priori el espesor de la esclerótica, enormemente tensa, que debemos de trepanar, y el gran desequi­ librio de presión que se determina al realizarla puede ser causante de que se le vacíe el ojo. Con el fin de subsanar las dificul­ tades de técnica y evitar los peligros de que adolecen estas dos operaciones, nosotros hemos ideado un procedimiento, cuya ejecución resulta en extremo fácil en todos los casos del glaucoma que se presentan en la práctica, sin hacer correr grandes peligros al enfermo. Ir id e c t o e s c l e r e c t o m ía del D r . C a s t il lo R u i z . — Colocado el blefaróstato y fijado el ojo con pinza de Graeffe, se diseca con t i­ jera un colgajo conjuntival superior que se invierte (fig. 3 .a, 1) y se hace una punción con ancho cuchillo ianceolar de Landolt, a un milí- F ig . 6." metro y medio del limbo de la córnea, en la esclerótica desnuda de conjuntiva (fig. 3 .a, 2), que penetra en la cámara anterior por de­ lante del iris, practicando después una amplia iridectomía, siguiendo la técnica corriente; con una pinza fina de disecar se levanta el labio inferior de la herida escleral, y con nuestra pinza sacabocados (fig. 6 .a) se extirpa un trocito de esclerótica, y la misma maniobra se lleva a efecto en el labio superior de la herida escleral, quedando constituido un orificio fistuloso (fig , 4 .a , 4 ) semejante al que se practica en la operación de E lio t; se recubre la herida y trayecto fistuloso con el colgajo conjuntival y la operación queda term i­ nada (fig. 5 .a). Com o verán nuestros lectores, el procedimiento por nosotros empleado tiene el mismo fundamento y persigue el mismo fin que las operaciones de Eliot y Lagrange, teniendo la ventaja sobre aquéllos de ser su técnica más sencilla y realizable en todos los casos, sin graves peligros para el operado. II — PRENSA O F T A L M O L Ó G IC A Klinische Monatsblaetter für Atigenheilkunde A nálisis por el P r o f . E peron J u l i o -A g o s t o d e (L ausana) 1914 N u e v as in v e s ti g a c io n e s sobre la c i r c u la c i ó n l i n f á t i c a en el ojo vivo S u m e d id a . — D r . U ribh ; y T i í o n c o s o El autor resume del siguiente modo sus procedimientos de investi­ gación y los resultados obtenidos: El método Leber, que mide la filtra ­ ción en el ojo muerto, debe desecharse, porque se funda en la ¡dea falsa que la cantidad de líquido inyectado en la cámara anterior es igual a la que sale por las venas ciliares anteriores. Para establecer si existe una filtración de la linfa hacia fuera del ojo y para medirla, hay que estu­ diarlo en el ojo vivo. En el conejo se puede demostrar esta filtración por dichas venas y otros vasos abundantes alrededor de la córnea, despren­ diendo la conjuntiva de la córnea, cortando los músculos y sumergiendo el ojo luxado en un receptáculo lleno de aceite. Las gotitas de sangre y la linfa líquida, que se mezclan en el aceite, son sometidas a la ce ntri­ fugación. Igualmente, y como término de comparación, lo es la sangre obtenida de una vena de la oreja. En el primer filtrado, la cantidad de líquido claro es dos o tres veces mayor que el coágulo, mientras el suero de la sangre pura alcanza ordinariam ente un tercio del coágulo. Así, pues, la primera filtración contiene una gran cantidad de linfa. El término medio de esta cantidad en el conejo era de 3’5 milímetros cúbicos por minuto. No es exacto, como pretende W eiss, que pueda obtenerse el mismo resultado en cualquiera otra parte del cuerpo. En el testículo, por ejem­ plo, la cantidad de linfa excretada 110 llega a ser igual a la del ojo más que cuando se ha despojado de su envoltura serosa. Estas investigaciones vienen, pues, a demostrar que las cámaras del ojo son fisiológicam ente asimilables a las serosas. El canal de Schlemm no es, como dice Leber, un seno venoso, sino un canal linfático. En efecto, su sección da linfa y no sangre. Los pequeños Vasos que salen de él y perforan la esclerótica para llegar al borde de la córnea, deben ser considerados como vasos linfáticos; son simples tubos endotelianos y no conducen más que linfa. O tras ramitas ponen en com u­ nicación el canal de Schlemm con las venas ciliares anteriores; pero no hay en ello otra cosa más que una precaución de la naturaleza, destinada a precaver las consecuencias de un aumento brusco de la tensión ocular. En las venas del iris, la presión sanguínea es más elevada que la ten­ sión ocular, lo cual no significa que la secreción del humor acuoso tenga lugar por estas venas en las condiciones normales. Por el contrario, en las venas ciliares anteriores, durante su paso a través de la esclerótica, la presión debe ser inferior a la que reina en la cámara anterior y en el canal de Schlemm. SI la tensión aumenta bruscamente y excede a la de las venas del iris, puede establecerse una corriente de excreción por estas últimas, hasta la norm alización de la tensión. Im p o r t a n c i a , desde el p u n t o de v is ta de la l o c a liz a c i ó n ce re bra l, de la c o n s e r v a c i ó n del c a m p o m a c u l a r e n la h e m i a n o p s ia . — P r o f . L e n z Basándose en numerosas observaciones de hemianopsia homónima (varias de ellas con a u to p sia), el autor había adelantado ya en trabajos anteriores, que la conservación del campo visual macular es la regla en las lesiones corticales — que este fenómeno está abolido en las lesiones basales (a no ser que la lesión sea incom pleta)— ; que, por consiguiente, él no se puede explicar por la teoría de Saenger (bifurcación de las fibras maculares al nivel del quiasma), sino por su propia teoría, es decir, de las fibras comisurales, uniendo los dos centros visuales a tra ­ vés de los lóbulos parietales, y asegurando una enervación doble de cada mácula de la parte de la corteza occipital. Diferentes autores, entre ellos R onne ( Klin. Mon., 1911), han com batido esta teoría, apoyándose en casos de pretendida conservación macular en heinianopsias de origen basal. Lenz, discutiendo estas afecciones, muestra, por una parte, que este origen no está absolutamente probado; por otra parte, que, aun en caso de lesión basal, puede haber conservación parcial de las funciones maculares cuando la lesión es incom pleta; entonces se encuentra heiniacrotopsia (sobre todo para el verde), con línea de demarcación pasando por el punto de fijación. A porta nuevas observaciones clínicas y p a to ló ­ gicas (entre otras, un caso de tum or del lóbulo occipitoparietal autopsiado) que corroboran de un modo absoluto su tesis. F o r m a c i ó n de e s c o to m a s e i m p o r t a n c i a de la p u n c ió n l u m b a r en las af e c­ c io ne s lu étic as de los n e r v io s óp tic o s. — P r o f . I g k r s h e i m e r Las alteraciones de los nervios ópticos en la sífilis son más frecuen­ tes de lo que admiten las estadísticas publicadas hasta ahora; si se las desconoce, es porque no siempre se traducen por lesiones oftalmoscóplcas. C om o en la neuritis retrobulbar, puede estar la pupila intacta al principio; pero se encuentran, investigando cuidadosamente, escotomas centrales o paracentrales. En estos casos presta gran utilidad la punción lumbar, revelando, sobre todo, la linfocitosis exagerada del líquido cere­ broespinal. El autor ha com probado, a veces, un escotoma anular que, según opinión suya, no puede ser de origen uveal, sino que debe a tri­ buirse a una lesión retrobulbar del nervio óptico. Cree que las vainas de este último contienen espiroquetos, lo que también está ya admitido para explicar las neurorrecidivas. No obstante, hay también casos de altera­ ciones ópticas sin trastorno del líquido cerebroespinal y sin afección de las vainas; en estos casos hay que sospechar una intoxicación de origen sanguíneo análoga a la que produce la iritis. Un ca so de m e m b r a n a p u p i la r y c á p s ii lo p u p i l a r persistente, con c a t a r a t a p o l a r a n t e r i o r ; c o n t r i b u c ió n a la a n a t o m í a p a t o ló g ic a y a la p ato g e n ia de la h i d r o f t a l m í a co n g è n it a . — D r . B o h m . Las indicadas lesiones iban acompañadas de un aumento de volumen del globo ocular, con ausencia del canal de Schlemm y obliteración par­ cial del seno iridocorneal. El autor halla en ello unamueva prueba de la importancia de ciertas anomalías fetales para la etiología de la hidroftal­ mía, que hay la tendencia de atribuir a lesiones inflamatorias. La m e g a lo c ó r n e a . — D r . S ta c h li El autor, discípulo de la escuela de Zurich, insiste, como Haab y Horner ( ¡(Un. Mon., Junio de 1914), en la distinción absoluta que hay que establecer entre la megalocórnea y la hidroftalmía, aunque sea ati­ pica, aportando nuevas observaciones en apoyo de su aserto; después de lo cual hay que convenir en que la megalocórnea es un estado patológico, hiperplásico, cuya causa está por conocer. Los principales síntomas concomitantes, o complicaciones de esta anomalía, son la luxación es­ pontánea del cristalino (que puede conducir hasta a la pérdida del ojo), el arco senil precoz, alteraciones pigmentarias del iris y depósitos pig­ mentarios de la Descemet. L a p u p i la en f o r m a de h e n d i d u r a en el h o m b r e . — D r . T a m a m s c h e f f El autor, después de un examen rápido de los casos de este género publicados, refiere una observación personal concerniente a una mujer, cuyo ojo izquierdo presentaba una pupila oval horizontal, en la cual la curva superior era mucho menos pronunciada que la inferior, por lo menos en el estado de retracción, pues la contracción o relajación del esfínter modificaban mucho la forma de la pupila. Este hecho está conforme con la teoría que explica esta anomalía por la persistencia, a lo menos de dos de las incisuras que se observan en el borde de la vesícula ocular secun­ daria, persistencia que va acompañada de una anomalía en el desarrollo del esfínter pupilar. La enferma sufría a la Vez en este ojo de glaucoma juvenil, coincidencia observada ya muchas veces en casos semejantes, y que puede explicarse igualmente por alteraciones fetales (defecto de desarrollo del canal de Schlemm). C oatribución e1 est u d io de la i n f i l t r a c i ó n de la c ó rn e a , — D r . K u s a m a El autor presenta dos observaciones, con examen microscópico, de las cuales deduce que la sangre derramada en la cámara anterior, pierde, probablemente, su composición normal: la hemoglobina, separada de los glóbulos rojos, penetra por difusión en el parénquima corneal. Entonces se forma hemosiderina, la que, después de la eliminación del hierro, se transforma en corpúsculos pigmentarios particulares que se pueden cla­ sificar en el grupo de la melanosiderina de Unna. C a rc in o s is d if u s a de la c o n j u n t i v a ( b u lb a r y p alp ebrai). — D k . B urney Trátase de un carcinoma de células epiteliales planas, en parte cór­ neas, y con perlas epiteliales. Se presentó en la región del limbo, en el lugar de su mayor espesor, y desde allí invadió todo el saco conjuntiva!, comprendiendo las conjuntivas palpebrales. Además, el examen micros­ cópico evidenció que la neoplasia se había introducido en el interior del globo (cuerpo ciliar y coroides), proliferando a lo largo de los vasos ciliares anteriores. El autor recomienda también, en casos de cancroides, aunque sean poco avanzados, del limbo, para los cuales no se practica la enucleación, que se piense en estas prolongaciones intraoculares, que se pueden tra­ tar por los rayos X. En el caso de referencia, el tumor requirió la exenteración de la órbita, que fué llevada a cabo después de anestesia local por la cocaína adrenalina (empezando por inyecciones subcutáneas, se­ guidas de inyecciones profundas por las incisuras supra e infraorbitarias). La curación fué completa y, como de costumbre, en el carcinoma de células planas, no se comprobó metástasis. El autor termina su trabajo con bibliografía. C o n t r ib u c i o n e s a la a n a t o m í a p a t o ló g ic a del c a r c i n o m a m e t a s t à t i c o de la coro id es. — D r . I s h i h a r a El autor empieza refiriendo la observación de un caso, bien estu­ diado desde el punto de vista microscópico, de un carcinoma de células pavimentosas de la coroides, consecutivo a un cáncer primitivo del esó­ fago, lo que parece no haber sido nunca observado. El carcinoma metas­ tàtico de células planas es rarísimo (un solo caso de Perls). Allí se había desarrollado tan bien a lo largo de los vasos como de los espacios linfáticos y vainas nerviosas (dolores muy vivos). Hace después Ishihara la descripción de un globo, enucleado a una mujer de cuarenta años, operada por carcinoma de la mama, y que contenía, además de tres tumo­ res carcinomatosos, once focos embólicos diseminados, de células carcinomatosas, en compañía de glóbulos rojos. Todos estos focos se hallaban en los delgados Vasos de la coriocapilar, mientras los tumores propia­ mente dichos residían en la supracoroides, de tejido más flojo. Uü t u m o r de la c o n j u n t i v a t o d a v í a desc o no cido ( t u m o r de co rp ús cu lo s de R u s s e l l ) . — D r . K o m o t o Tomamos del propio autor el siguiente resumen de su trabajo: Se trataba de un tumor del todo singular, con residencia en el fondo de saco superior de la conjuntiva (ojo derecho); ésta no mostraba más que lige­ ras manifestaciones «catarrales». Histológicamente, el tumor presentaba el aspecto de la seudotuberculosis, y debía probablemente su origen a un cuerpo extraño. Por contener grandiosísimo número de corpúsculos de Russell, el autor lo denomina «tumor de corpúsculos de Rusell», en vista de que hasta el presente nunca se había visto tal abundancia de estos corpúsculos en un tumor conjuntival. Dichos corpúsculos se forman a expensas de las células plasmáticas. Como las células epiteloides tie­ nen el mismo origen, pueden también contener corpúsculos de Russell. Éstos se distinguen de los demás productos de la degeneración hialina por su pronunciada afinidad para el ácido pícrico en la coloración por el van Qieson. Se coloran en moreno obscuro por el método de coloración de las vainas medulares nerviosas de Kutschiuski. El tiempo necesario para su formación es de unos cinco meses. Se presentan en forma de glóbulos redondos, muy refringentes, homogéneos, hialinos, desde el tamaño de un estafilococo hasta el de una célula plasmática. Se tiñen fuertemente por los colores de anilina. Se agrupan en conglomerados como racimos y se ven ya en el interior, ya fuera de las células. C o n t r i b u c i ó n al e stu d io de los o s t e o m a s de la ó r b i t a . — D r . C ram er La órbita derecha de un hombre presenta síntomas de inflamación aguda, con globo ocular empujado hacia afuera. Una incisión practicada a lo largo de los bordes superior e interno de la órbita, hizo salir, pri­ mero, una pequeña cantidad de pus, y después, líquido negro en bastante cantidad; después de lo cual pudo observarse un tumor óseo ebúrneo, de forma irregular y del tamaño de una nuez grande. Este tumor, en apariencia adherido al hueso frontal y a la apófisis ascendente del maxi­ lar superior, se desprendió con facilidad mediante algunos tijeretazos, y pudo ser extraído con una pinza. Algo más atrás, en el lado de las células etmoidales, se hallaba un segundo osteoma, más pequeño, como una avellana, que fué extirpado del mismo modo. La herida, suturada, parecía curar normalmente cuando, algunos días después, la palpación hizo descubrir un tercer tumor, análogo al segundo, en la parte media del borde orbitario superior, que fué extraído con el mismo éxito que los anteriores. Éste no parecía estar en comunicación con el seno frontal. Después de haber analizado el modo de comenzar de estos osteo­ mas, el autor se declara partidario de la hipótesis de que provenían de un quiste de una célula etmoidal, cuya pared se había osificado hasta el punto de irritar las paredes de la órbita, las cuales proliferaron a su vez, El autor aconseja la extirpación, en todos los casos, de los osteonias de la órbita, después del examen precisado por la radiografía. La infiltración leucocitaria de la coroides en la leucemia D r . K a ya n a g i El autor ha podido hacer el examen m icroscópico de tres globos oculares de tres individuos atacados de leucemia, ya sea mieloidea, ya linfática. En los tres casos ha com probado, además de las lesiones co no­ cidas de la retina ( particularm ente hem orrágicas), una dilatación notable de los grandes vasos coroideos por cúmulos compuestos, sobre todo, de leucocitos. Estos cúmulos eran tan abundantes, que a primera Vista parecían ser una infiltración del propio tejido coroideo. Esta infiltración se produce en ciertos casos, según lo han observado ya diversos auto­ res; pero la acumulación de los linfocitos en los mismos vasos de la coroides, parece ser propia de la leucemia linfática. Estas alteraciones de la coroides contribuyen, sin duda, a dar al fondo del ojo el m atiz ca­ racterístico que presenta al oftalm oscopio. Movimientos oculares voluntarios anormales. — D k. L echner D iferentes autores han considerado como una anom alía singular el hecho de que ciertos individuos, atacados o 110 de estrabismo diver­ gente, puedan hacer volver a Voluntad el ojo desviado a su posición prim aria y aun hacerlo converger. Lechner pretende que no hay en ello nada extraordinario; que cada cual puede alcanzarlo mediante el ejerci­ cio. Se trata del mecanismo que realiza involuntariam ente el estrabismo convergente de los hiperm étropes, según la ley de los movimientos asociados de Hering. Este mecanismo puede ser puesto en acción por la voluntad; pero en todos los casos se produce concurrentemente un esfuerzo de acom odación. La ausencia de este esfuerzo es lo que constituye una anom alía verdaderamente curiosa en las raras observa­ ciones de este género, tales com o la que el autor había ya referido anteriorm ente y la que nos presenta, concerniente a un colega. Este últim o, afectado de estrabism o divergente en el ojo izquierdo (lige ra m iopia), podía, a voluntad, llevar este ojo a la fijación normal, con o sin estrabismo divergente del ojo derecho y sin esfuerzo alguno de acom o­ dación concom itante. La combinación de enfermedades orgánicas con trastornos funcionales D r . W is s m a n n Este trabajo está basado esencialmente en la observación de un enfermo que, después de haber presentado en el ojo izquierdo midriasis con amaurosis completa, atribuida a una neuritis retrobulbar, recobró al cabo de quince días una agudeza de 1/.j, con gran reducción concén­ trica del campo visual. Al mismo tiem po, el ojo derecho, antes normal, mostraba una reducción concéntrica progresiva del campo visual para el blanco y los colores, con V = l/2, sin alteración oftalm oscópica. E l exa­ men del sistema nervioso dió una mezcla de síntomas histéricos y de signos característicos de una esclerosis diseminada incipiente. Psamoma del ángulo anterior del quiasm a.— D r . H e i n r i c h s d o r f f Se trata de un hallazgo de autopsia. El tumor, del volumen de una cereza, no había dado lugar a síntoma alguno durante la vida. No obs­ tante, el autor dice algunas palabras acerca de la im portancia patológica de los psamomas que, a veces, llegan a com prim ir los nervios ópticos. VitÍligo de los párpados y poliosis consecutivos a contusión D r . K. S t e in d o r f f Una enferma de veinticinco años presentaba canicie parcial de las cejas y de las pestañas de los párpados, con manchas de vitÍligo de éstos, en el lado izquierdo, consecutivos a una contusión de la base frontal izquierda. Las mismas alteraciones se habían presentado en los cabellos y en la piel de la frente, pero habían desaparecido, mientras que las mencionadas persistían. Con este motivo, el autor hace un am­ plio análisis de los casos parecidos ya conocidos y de la influencia del sistema nervioso sobre la coloración de la piel y pelo. Admite que, en su caso, los nervios tróficos de la región habían sido lesionados por la contusión. Partícula de cobre en el cuerpo vitreo. — D r . von S peyr H istoria de un caso en que la partícula de cobre pudo ser fácilm ente localizada en el cuerpo vitreo y asimismo extraída, mediante una incisión meridional de la esclerótica hacia abajo y afuera. C uración rápida y duradera; V = 0 ’8 después de extraída, más tarde, una catarata traum á­ tica. Se trataba de un individuo joven; la partícula era muy pequeña (un milímetro cuadrado), El autor atribuye su éxito, sobre todo, a una intervención muy precoz (aproximadamente, treinta y seis horas después del accidente). El perímetro de cuerdas. — D r . H o l t h El autor llama así a su aparato, porque en vez de un semicírculo se compone esencialmente de dos reglas articuladas, que representan cada una la cuerda del semicírculo correspondiente. S u graduación es la p ro ­ yección de los grados del perímetro ordinario. O tras dos reglas articu­ ladas sobre las primeras sirven para fijar el aparato sobre la órbita del individuo que se examina. El conjunto es plegable, lo cual hace que se pueda transportar con facilidad. Este instrumento, que parece ingenioso y práctico, es a su Vez barato. (D ie z coronas en casa de M. Gallus, Pilastraedet, 7, C rlstianía.) Un instrumento para medir la distancia entre !a córnea y el cristal corrector. — D r . S a t t l e r Se com pone esencialmente de una regla provista de una lupa y de una división milimétrica. Puede servir también para medir el diám etro de la córnea o de la pupila. (M arco s 6’50 en casa D orffel, de B erlín.) Optómetro para la determinación subjetiva de la refracción D r . R. B i r k h á u s e r Descripción, con figuras, de un aparato empleado en la clínica de Berna, parecido al de C o oper, pero con muchos perfeccionamientos. Fabricado por Pfister y S treit, Berna (S u iz a ). Ophthalmology Análisis por el D r . T u tó O ctubre de 1915 Profilaxis para la desaparición presente y futura del tracoma, mediante la extirpación del cartílago tarso y conjuntiva palpebral. — D o c t o ­ res D a n if l W h it e y P e d r o C o pe W h it e . L o s autores han tratado cien mil (100,000) casos de tracoma entre la población india de N orte Am érica, y gran número de casos entre la po­ blación negra y blanca. Tienen su residencia en O klahom a, ciudad situada en los límites de las regiones tracom atosas de Texas, Arkansas y M issouri. En Oklahom a solamente, han tratado 80,000 casos; pero donde la afección hace más estragos es en el Estado de Arkansas. En esta región es frecuente ver, dicen los autores, el horripilante espectáculo de fam ilias enteras viviendo en la más espantosa miseria, cuyos individuos están todos com pleta­ mente ciegos a consecuencia de la oftalm ía granulosa. Describen los autores las grandes ventajas de la extirpación del cartílago tarso y conjuntiva, cuya operación han practicado en 402 casos, según el siguiente método: Anestesia general. Después de invertir el párpado superior, aplican fuertemente en el borde adherente del cartílago tarso dos pinzas espe­ ciales de garras muy robustas y mucho más anchas que las ordinarias de conjuntiva. C o n el auxilio de estas pinzas practican una segunda inver­ sión del párpado, quedando en este momento sobre la frente los mangos de las pinzas, y el fondo de saco superior al descubierto en toda su ex­ tensión. S obre la línea divisoria, entre la conjuntiva sana y tracom atosa que corresponde, poco más o menos, al relieve que forma el borde adherente del tarso, trazan una incisión que comprende y rebasa el borde del cartí­ lago. Levantan la conjuntiva sana del fondo de saco, prolongando la dirección de esta membrana en una gran extensión sobre el globo ocular. En el borde libre del colgajo conjuntiva! resultante pasan tres hilos, los cuales, en los primeros momentos, son utilizados para levantar la con­ juntiva y facilitar la disección de esta membrana, y, últim amente, para suturarla en el nuevo punto de inserción. Com pletada la disección de la conjuntiva sana, los mangos de las pinzas se levantan de la frente y vuelven a ocupar su primitiva posición sobre la cara. En el segundo tiempo de la operación se empieza por proteger el globo ocular mediante una placa especial de operaciones palpebrales. A dos milímetros del borde ciliar, en la cara conjuntiva!, practican los autores una profunda incisión semilunar, incisión que, empezando en el centro, se prolonga después, mediante una fina tijera, hacia ambos can­ tos. Esta incisión interesa la conjuntiva y todo el espesor del cartílago tarso, respetando la piel, cuidando de sostener aplicado el borde de la espátula contra el fondo de saco superior, para evitar lesionar el globo ocular. Introduciendo la punta de la tijera entre el dermis y el cartílago en el labio superior de la incisión, se diseca y elimina aquél con su con­ juntiva, respetando las fibras del músculo elevador. Y , por últim o, con los mismos hilos que en los primeros momentos de la operación se pasa­ ron por el borde del colgajo de la conjuntiva sana, se sutura éste a la mucosa que cubre la tira de cartílago que resta en el borde ciliar. Algunos estudios clínicos sobre el tracoma. Información respecto de las condiciones del Estado de Illinois para el desarrollo de esta afección. D r . E dmonson. Describe el autor la topografía médica de la región m eridional del E stado de Illinois (N o rte Am érica). De dicho estudio deduce que la com ­ posición del terreno de dicha región, en el cual abunda la arcilla en sus diversas clases, y las condiciones clim atológicas, muy húmedo en invierno y excesivamente caluroso en verano, convierten el país en un inmenso barrizal, barro que, convertido en polvo en la época calurosa, determina inflamaciones crónicas de las mucosas pulm onar y conjuntival, prepa­ rando el terreno para el desarrollo de los gérmenes tuberculoso y traco­ matoso. El número de tracom atosos de la región donde lia hecho el autor sus estudios, es enorme, y respecto a tuberculosis, las estadísticas oficiales dan un 13 por 100 de habitantes atacados de esta afección. D e las investigaciones del autor respecto a la relación entre el tra­ coma y la tuberculosis, afecciones que algunos autores atribuyen a un mismo origen, se desprenden las siguientes conclusiones: En la región meridional del Estado de Illinois, gran numero de enfer­ mos tracom atosos son tuberculosos. Es indiscutible la im portancia de la tuberculina para descubrir la tuberculosis latente y tratamiento de esta afección; pero esta substancia no tiene valor alguno contra el tracoma. La tuberculosis predispone al tracoma, debiendo ser tratadas sim ul­ tánea e independientemente ambas afecciones cuando se presentan en un mismo individuo. El mejor método operatorio para la eliminación de las granulaciones, será aquel que menos lesione la conjuntiva. El tratam iento quirúrgico es ineficaz si no va seguido por tiempo indefinido de tratam iento médico. La dionina, acelerando las corrientes sanguínea y linfática, deter­ mina la relajación de la conjuntiva del fondo de saco, y consecutivamente facilita la m ovilidad del globo ocular y contribuye a la desaparición del pannus. El mejor tratam iento de la úlcera tracomatosa será el que directa­ mente se dirija a combatir la causa: eliminación de los folículos y granu­ laciones y corrección del entropión. Carcinoma de la coroides; un caso.— D r . D e r m e h l (M ilw auk e e) Es particularm ente interesante el estudio del autor sobre em briolo­ gía e histología de la carúncula lagrimal, cuya complexa textura, dice el autor, predispone a esta región al desarrollo de toda clase de tumores, benignos y malignos. Entre estos últimos predomina el carcinoma y el sarcoma, siendo éste mucho más frecuente que aquél. Es muy reducido el número de casos publicados de carcinoma pri­ mario de la carúncula. Saemich, en un artículo publicado en 1904, mani­ fiesta que sólo ha encontrado en la literatura cinco casos auténticos. A éstos añade el autor cuatro casos, publicados por Petit y Aurand después de 1904. El caso que el autor aporta tiene de particular que la neoplasia se desarrolló simétricamente en ambas carúnculas. Ilustran el original Va­ rios grabados de gran tamaño sobre histología. Hemianopsia completa lateral izquierda consecutiva a ligero trauma acompañada de giicosuria. — D k. W o o d r u f f (S a n L uis) H om bre de sesenta y seis años, comerciante, de buena constitución física y excelente salud habitual. M ientras paseaba, resbaló, pudiendo sostener el equilibrio gracias a un enérgico esfuerzo muscular. Al llegar a su oficina, a poca distancia del punto donde ocurrió el accidente, tro ­ pezaba con las personas que pasaban por su lado Izquierdo, notando al emprender su trabajo de escritorio cierta dificultad en ordenar sus notas y demás documentos. E l examen general del paciente no descubría nada anormal, excep­ tuando ligera induración arterial. Presión sanguínea, 150 milímetros. La orina era examinada periódicamente por el médico de la familia. El últim o análisis databa de pocos días antes del accidente. Todos estos análisis dieron resultados negativos. El examen del campo visual mostraba hemianopsia izquierda com ­ pleta en ambos ojos, conservando el campo visual central en la exten­ sión de unos diez grados. No se com probó escotoma central para los colores. Tampoco se com probó ningún síntoma hemipléjico, anestésico o afásico. El análisis de la orina, practicado pocos días después del accidente, dió gran cantidad de azúcar. La giicosuria persistió, aunque algo dism i­ nuida, por largo tiempo, no desapareciendo completamente hasta pasa­ dos nueve meses del accidente, época en que empezó a norm alizarse el campo visual en ambos ojos. Pasa el autor en revista la literatura oftalm ológica en relación con su trabajo, emite un juicio crítico sobre la misma y deduce que los tras­ tornos del caso que expone tuvieron su origen en una hemorragia de la substancia gris del cunetis. Respecto a la causa directa del accidente, manifiesta que no es fácil precisar, en su caso, si la hemorragia cerebral fué consecuencia del es­ fuerzo muscular, o si la pérdida momentánea del equilibrio fué debida a dicha hemorragia. Triple rotura de la coroides con iridodialisis. — D r . A p p l e m a n (Filadelfi.a) La lesión coroidea fué consecutiva a un pelotazo que recibió el pa­ ciente en el ojo izquierdo. E n la serie de 289 casos de rotura de la coroides coleccionados por Polenz y O lm , se encuentran: rotura simple, 70 por 100; doble, 16 por 100; radiada, 10 por 100; rotura triple, ninguna. Un grabado que ilustra el original muestra la lesión coroidea del caso que describe el autor. ¿Es la jaqueca el anuncio del glaucoma? — D e . S o t t (W àsh in g to n ) El autor ha p o d id o c o m p ro b a r que gran número de enfermos glaucomatosos habían padecido, mucho tiempo antes de presentarse los primeros síntomas de la afección ocular, cefalea más o menos aguda, jaqueca en sus diversas form as y en algunos casos escotoma centellante. Sospechando la posibilidad que en muchos de estos individuos el ataque de cefalalgia pudiera ser un síntoma prodróm ico del ataque glaucomatoso, tuvo interés en practicar el examen del órgano de la vista a gran número de pacientes que aquejaban jaqueca, fijándose particularm ente en la tensión del globo ocular. D e sus observaciones deduce el autor que en muchos pacientes, durante el ataque de jaqueca, la tensión oscila entre T -f- y T -f- 1. No son raros los casos en que se presenta inyección periquerática y fotofo­ bia más o menos intensas. En la jaqueca y la gota, lo mismo que en el glaucoma, es frecuente encontrar antecedentes hereditarios. Muchos individuos gotosos padecen ataques de jaqueca y no es raro ver desarrollarse en estos pacientes el síndrom e glaucomatoso. Este hecho apoya la opinión de muchos autores que afirman que la gota, la jaqueca y el glaucoma tienen un mismo origen. Según observaciones del autor, el ojo atacado de jaqueca oftálm ica típica presenta el siguiente cuadro clínico: Exoftalm os de uno o dos milím etros, com probado con el instrumento de H ertel; ligera dilatación pupilar; cámara anterior algo reducida; ligera congestión ciliar; ligera hipertensión; dolor que irradia hacia la parte posterior del cuello; náuseas, y alguna vez vómitos y escotoma centellante. Este conjunto de síntomas desaparece con los m ióticos y con el empleo de la pilocarpina como diaforético. Pruebas de color. — D r . H e n r y T a y l o r Resultado de la inspección de mil candidatos a empleados del ferro­ carril de Nueva Gales del S ud (A u stralia). III. — ÍN D IC E Y A N Á L IS IS B IB L IO G R Á F IC O S Masa congènita inflamatoria ( ? ) en la papila. — D r. M ayou La descripción de este caso va acompañada de una lámina en colo­ res. La descripción es como sigue: «A lrededor de la papila hay una masa rosada que está levantada en torno del disco, y por debajo se dirige hacia delante en el vitreo, bajo la form a de una masa ancha. Los vasos retinianos pasan sobre la masa, están muy enlazados, y en las aberturas algo escondidos, englobados en la masa. Las papilas están borrosas y mal definidas. E l aspecto sugiere la idea de un origen inflam atorio, po­ siblemente un tubérculo antiguo de la coroides en las inmediaciones del nervio óptico, pero hay pocas pruebas de esto, fuera de la historia de fam ilia, no hallándose evidencia alguna de tubérculo en ninguna parte del cuerpo.» — ( Transactions Ophthalmological Socie/y, U. K., volu­ men X X X IV , 1914.) El glaucoma como factor etiológico de enajenación mental, — D r . W e lt o n W elton (de Persia) refiere el caso de una mujer de sesenta y nueve años, cuyos antecedentes personales e historia de fam ilia no indicaba tendencia alguna a la enajenación mental, pero que perdió la razón a con­ secuencia de un glaucom a que había sido tratado durante varios meses con narcóticos. Los síntomas mentales eran: pérdida de memoria y de inteligencia, insomnio, m elancolía y, ocasionalmente, manía con tenden­ cias suicidas, falta de orientación y alucinaciones del oído. Los ojos, cuando los examinó W e lto n , estaban muy doloridos, en un estado de glaucoma absoluto, con ectasia escleral. La trepanación alivió el dolor, pero, naturalmente, no se restableció la visión. No refiere el efecto del tratam iento operatorio en el estado mental. — ( Ophthalmic Record, M ayo de 1914.) Sífilis experimental de la córnea en el conejo. — D r . A t il io El autor cita los casos de tentativas de inoculación de la sífilis en el conejo y los resultados obtenidos por sus autores. De los diferentes procederes para la inoculación, el autor prefiere utilizar la serosidad de chancro, y los métodos de investigación del primer diagnóstico de las lesiones obtenidas con el ultram icroscopio, preparaciones con tinta china; reacción de W assermann. Describe después los períodos de la evolución de la sífilis en el conejo. Piensa el autor que ¡os vasos cornéanos de neoformación pudie­ ran ser los encargados de llevar a la circulación general el germen de la córnea y con ello la generalización del virus. Para poder probar la heredosífilis en estos animales, practica una serie de experiencias con resul­ tados afirmativos, pudiendo com probar en un caso la reinfección. Termina este estudio detallado con las siguientes conclusiones: 1.a La sífilis humana es inoculable al conejo. 2.a Se obtiene una lesión localizada en el punto de inoculación. 3.a La generalización de la sífilis queda demostrada, no tan sólo para el conejo inoculado, sino que aparece tam bién en la cría. 4.a La sífilis del conejo es transmisible al conejo por pasajes suce­ sivos. 5.“ La presencia de espiroquetos queda demostrada en la córnea, iris y humor acuoso. 6.a La reacción de W asserm ann es positiva en los conejos cuya c ó r­ nea ha respondido a la inoculación y en la cría de éstos. 7.a Las lesiones obtenidas por inoculación intraocular son más intensas que las que resultan de las escarificaciones. — {Tiscornia, B ue­ nos Aires, 1915. — Tesis del D octorado.) Traumatismo ocular debido a un mochuelo. — D r . C ollomb S e trata de un hombre que habiendo cogido un mochuelo joven de su nido, fué bruscamente herido con un picotazo en la córnea por la madre, que observaba la escena desde la proximidad. Fué tal la rapidez de la agresión que no le dió tiempo para resguardarse; y tan violento y fuerte el dolor, que le hizo caer al suelo sin sentido. El ojo se perdió. Con esta ocasión cita el caso, publicado por D ufour en el Bull, de la Soc. Méd. de la Suisse Rom., referente a dos agricultores jóvenes que para examinar mejor los mochuelitos de un nido que había en la pared de su casa, fueron cogiéndolos uno a uno y volviéndolos después con cui­ dado a su nido. Al día siguiente por la noche, pasando junto al muro los dos jóvenes, oyeron un brusco aleteo y uno de ellos fué violentamente herido por el mochuelo, el cual, apoyándose en el mentón, le dió un fuerte picotazo en el ojo derecho que afortunadam ente sólo produjo una V io le n t a contusión del párpado i n f e r i o r . Al día siguiente fué destruido el nido y muertos los pequeños, por lo cual los padres, que lograron esca­ par, estuvieron todo el día gritando y revolviendo hasta que por la noche, yendo al acecho el segundo joven con una escopeta para matar los m o­ chuelos, fué bruscamente atacado por uno de éstos, dándole un fuerte picotazo en el ojo izquierdo que le produjo herida penetrante de la có r­ nea, desgarro del iris y herida del cristalino, por lo cual D ufour deduce que el mochuelo puede atacar al hombre y que cuando lo hace sólo se dirige a los ojos. Según C ollom b, su caso corrobora las deducciones de D ufour. Hace notar la coincidencia de que todas las agresiones citadas han tenido lugar al anochecer. — (Revue Méd. de Ia Suisse Romande.) La extirpación del saco lagrimal en el tratamiento de la dacriocistitis D r . D olcet El autor, que ha empleado ampliamente este método, opina que se halla indicada com o previa cuando convenga proceder a una operación sobre el globo ocular; y tam bién «en las obstrucciones nasolagrimales producidas por el tejido conjuntivo óseo, en las secreciones y supuracio­ nes pertinaces y en las estrecheces Inveteradas que resisten a las inyec­ ciones antisépticas y al cateterismo, en la ectasia y tum or lagrimal y, por últim o, en las fístulas crónicas sin inflam ación periférica». Sobre las heridas oculares en los campos de batalla y asistencia oftal­ mológica de las tropas en campaña. — D r . H i r s c h f e l d (K onisberg) Presenta un cuadro de las heridas y enfermedades oculares que ha podido observar en los campos de batalla de la presente guerra europea. Encarece la importancia del oculista en los ejércitos en campaña, no sólo para el tratam iento de las heridas,oculares durante las acciones, sino también por la necesidad del examen de refracción y rectificación de cristales del personal que sirve la moderna artillería, en el mismo em­ plazamiento de las baterías de campaña frente al enemigo. ( Zeit. f. Augenheilkunde, 33, pág. 266.) ¿Cómo podemos oponernos a los progresos de la miopia y prevenir sus trastornos degenerativos? — D r . S i d l e r - H u g u k n i n (Z iiric h ) El autor basa su trabajo en la investigación de 150 casos de fuerte miopía, 4,000 ojos miopes en diverso grado, 150 miopes en los últim os grados, 62 pacientes con catarata zonular, 50 casos de facolisis y 134 ca­ sos de miopia con corrección completa. Sus conclusiones son análogas a las que form ula Steigner en sus trabajos sobre em briología: El grado de m iopia no es influido por factores externos, sino que está relacionado con las condiciones hereditarias de germen. No se apoyan sobre base científica suficientemente sólida los m étodos que hasta el presente se han empleado para detener los progresos de la m iopia y los trastornos que la acompañan. Selección del trabajo, corrección de la refracción, tratam iento de un estado diatèsico, etc., pueden beneficiar los ojos m io­ pes, pero el individuo al nacer lleva ya en germen el trastorno ocular. Los ojos con fuerte miopia, particularm ente si existen opacidades del vitreo y lesiones de las túnicas oculares, no deben ser abandonados en absoluto a su propia suerte, si bien, dice el autor, las armas de que dis­ ponemos para com batir dichos trastornos tienen sólo un Valor muy relativo. Concluye: No debe darse gran im portancia a la selección de la ocupación para evitar los progresos de la miopia. Los padres y los maestros deben tener presente que la miopia es una afección hereditaria, y que ai niño miope, en determinados casos, no es conveniente someterle a ciertos trabajos delicados y prolongados, no por deficiencia de agudeza visual, sino por los trastornos generales a que puede dar lugar el defecto visual. L a corrección total de la m iopia no es perjudicial, pero no detiene los progresos de la afección. En general, los cristales deben ser regulados en relación con la tolerancia del individuo. Los eskiagramas de Roetgen, de la órbita, muestran que no hay relación entre la extensión de esta cavidad y la refracción del ojo, lo cual echa por tierra las teorías de S tilling. — {Arch. f. Aug., 79, pág. 117.) Del poder opsóuico del humor acuoso en la diabetes. — D r. C a ld e r a r o En este trabajo presenta el autor los resultados de una serie de ex­ perimentos hechos en animales sujetos a diabetes artificial, haciendo la com paración con sus estudios clínicos. C om o notas clínicas, ha encontrado que en el hombre el humor acuoso no tiene prácticamente poder opsónico, pero que el fluido que llena la cámara anterior después de extraído el primero, tiene un poder igual a la mitad de el del suero de la sangre; en la diabetes, el po­ der opsónico del segundo acuoso es sólo como de una cuarta parte del poder del suero del mismo individuo. Ha notado que la desaparición del azúcar, gracias a la dieta apropiada, no va acompañada de alteración en el poder opsónico. En sus estudios experimentales ha encontrado condiciones similares y establece la conclusión que la dism inución del poder opsónico no es debida, en principio, al azúcar, sino al poder opsónico dism inuido del suero de la sangre. M ás adelante, al aumentar la gravedad de infecciones piógenas en animales hechos diabéticos por cualquier medio, depende de la dism inución del paso de opsoninas al hum or acuoso y a los espacios linfáticos de la córnea. Cree, sin embargo, que puede facilitarse el paso mediante inyecciones de fluoruro de sodio, el cual produce cambios en el epitelio c ilia r .— {La Clínica Oculística, Enero-Abril de 1915.) Los síntomas oculares de la enfermedad de Kaposi (xeroderma pigmen­ tosum ). — D r . F. R i c h a r d s o n En la descripción general de esta enfermedad, dice el autor que las manchas en form a de grandes pecas que se presentan en la superficie cutánea en el transcurso del primer o segundo año de Ja vida, son fre­ cuentemente precursoras de una gravísima afección de la piel, que fué descrita por primera vez por Kaposi, en 1870. Frecuentemente son ataca­ dos varios individuos de una misma fam ilia, y la muerte puede ocurrir en un período relativamente corto, a consecuencia de ulceraciones p ro ­ fundas que interesen el cerebro u otros órganos vitales, o por consun­ ción o hemorragia. Las superficies mucocutáneas, como los párpados, se adelgazan, arrugan y agrietan, y no es raro Ver producciones verrugosas en los bordes palpebrales. El globo ocular puede ser invadido en cualquier fase de la afe cción ; la conjuntiva se presenta inyectada, en algunos casos se observa pterigión, y la córnea se enturbia a consecuencia de infiltracio­ nes profundas o por engruesamiento de su epitelio. El nervio óptico y las túnicas profundas pueden ser atacadas en el últim o período de la en­ fermedad. E l masaje del globo ocular con la aplicación de aceite de calom ela­ nos obra desingurgitando los Vasos sanguíneos superficiales. C o n igual objeto se han empleado los rayos X , el masaje de la conjuntiva con el dorso de la cucharilla seguido de solución de salicilato de sosa. El autor describe la historia de dos niños atacados de xerodoma pigmentoso. — ( Animal Meeting of Ophth. Soc. United Kingdom, 1915.) Diagnóstico y tratamiento del glancoma simple. — D r . A l b k r t Lo mismo el tratamiento médico que el quirúrgico se dirigen a dis­ m inuir la tensión ocular. El tratam iento médico se reduce al empleo de los m ióticos, pilocarpina y eserina, y a com batir los factores predispo­ nentes, diátesis reumática y gotosa, arterioesclerosis, purgantes, masaje del globo ocular, preceptos higiénicos, etc. Entre los m étodos operatorios del glauconia, da el autor preferen­ cia a la trepanación esclerocorneal de E lliot. El autor opina que en la mayor parte de casos de glaucotna simple, es conveniente empezar por el tratam iento médico, particularmente el einpleo de los m ióticos, y proponer la intervención cuando la reducción progresiva del campo visual y la dism inución central de la visión indican la inutilidad del tratam iento médico. Todos los pacientes de cierta edad, dice el autor, que aquejan tras­ tornos visuales más o menos vagos, atribuyéndolos frecuentemente a fatiga Visual, necesidad de cambio de cristales, etc., deben someterse a frecuentes exámenes del aparato de la visión y muy particularmente a la exploración del campo Visual. M uchos fracasos en el tratam iento del glaucotna simple son debidos a haber pasado la oportunidad del trata­ m ie n to .— (Jour. Indiana Med. Assoc., Abril de 1915.) Hemianopsia izquierda completa con glicosuria, resultante de ligero trau­ matismo. — D k . W o o d r u f f El caso referido por el Dr. W o o d ru ff es el de un hombre de sesenta y seis años, al que, después de dar un tropezón en la calle, se le desarro­ lló glicosuria y hemianopsia izquierda con limitación del campo central a 10 grados. No había otros signos o síntomas. La presión de la sangre era 150. El diagnóstico aproximado del autor es «ruptura de un vaso sanguíneo en el lado mesial del lóbulo occipital en la región del cúneo». (American Journal of Oplithalmotogy, Mayo de 1915.) Plasmomn del saco lagrimal. — V e r h o e f f y D erby E stos Doctores presentan la nota del que consideran ser, hasta el presente, el único caso referido de plasmoma del saco lagrimal. Ha habido nueve casos de plasmoma de otras partes del ojo. Consideran que esta condición «no constituye una entidad patológica, sino que re­ presenta tan sólo un período precoz de la enfermedad conocida por los escritores anteriores como degeneración hialina y amiloidea de la con­ juntiva, de la que se ven unos 90 casos en la literatura». El cuadro pato­ lógico es extraordinariamente extenso en relación con el período en que se extirpa el tumor. En los casos muy incipientes no se ven más que cé­ lulas de plasma con poca o ninguna degeneración, mientras que los casos adelantados están caracterizados por el depósito de grandes cantidades de materia hialina o amiloidea. Estos depósitos representan una condi­ ción puramente local y no están asociados con la degeneración am iloidea de enfermedades con desnutrición. Los autores consideran ser la condi­ ción más bien inflam atoria que neoplásica. S u conexión con el tracoma se cree ser más que accidental. Es discutida la etiología. — ( Archives of Ophlhalmologi’, Mayo de 1915.) Esporotricosis primitiva de la órbita. — D u. Lnoz El Dr. Leoz da lectura a un caso de esporotricosis orbitaria obser­ vado por el Dr. F ernández'V albuena, de G ijón , y que fué com probado por medio del correspondiente análisis microscópico, y por medio de siembras del pus en el medio líquido de Sabouraud; las colonias no apa­ recieron hasta pasados dos meses, pero fueron suficientes para com pro­ bar la presencia del esporotricum . (P resenta la fotografía del caso y d i­ bujos de las diversas preparaciones.) Refiere después el Dr. Leoz la historia de otros casos por él obser­ vados. U no de ellos ofrecía un proceso nodular generalizado, con mani­ festaciones en el ojo, que justo es confesar no supo, dice, diagnosticar, falleciendo el paciente a los dos meses de esta observación. Hoy, uniendo el recuerdo de ese caso a otros vistos posteriormente, comprende que se trató de un enfermo de esporotricosis con localizaciones oculares. O tro de sus casos afectaba a una señora que presentaba en la con­ juntiva y la córnea muchos nodulos, y también algunos en los ganglios submaxilares. Hacía siete años que venía siendo sometida a diversos tra­ tamientos aunque sin resultado alguno, no conseguido ni aun con los mercuriales. La prescribió el tratam iento yodurado intenso, y con él y alguna cauterización de los nodulos, curó completamente. No se hizo en este caso diagnóstico bacteriológico, y tan sólo la impresión clínica, as­ pecto carnoso de los nodulos, fué la que le determinó a instituir el tra­ tamiento indicado, pues es característico de la esporotricosis ocular. En otro enfermo, que presenta a la Academia, existían dos nodulos carnosos en la córnea y otro en la conjuntiva en el lado derecho y en el izquierdo residuos de otros nodulos y dos pequeños en la conjuntiva. Tampoco dieron resultado los mercuriales, y, como el enFerino se agra­ vaba, decidió venir a M adrid. El diagnóstico era también fácil clíni­ camente. Le instituyó el tratam iento yodurado (6 gramos de yoduro potásico al día), que es verdaderamente específico de esta afección, y el enfermo curó por com pleto. No se hizo diagnóstico bacteriológico, pues no era ni necesario, y, además, porque para ello se requiere bastante tiempo. El D r. C oca dice que el diagnóstico de la esporotricosis por el labo­ ratorio tiene gran importancia y es nmy sencillo, porque es una serorreacción como la de la fiebre tifoidea, que se obtiene en el plazo de un día como máximo. La siembra es algo más lenta de obtener, aunque ya en la primera se­ mana se ve con facilidad la colum na blanca de la esporotricosis, que des­ pués sigue sus caracteres en el agar glucosado de Sabouraud. Respecto a la aglutinación, con ser sencilla, no deja de ofrecer ciertas dificultades. De los dos elementos que integran el esporotricum , el es­ poro y el micelio, hay que actuar sobre el primero y separarlo del mice­ lio. Para ello hay diversas técnicas, pero lo mejor consiste en triturar primero los cultivos antiguos de esporotricum , el resultado de esta ope­ ración se mezcla con suero fisiológico y después se filtra. La mayoría de los esporos no atraviesan el filtro y sí escasa cantidad de ellos. Se cen­ trifuga el líquido filtrado, y de lo contenido en el fondo, previa decanta­ ción del sobrante, se toma una gota con lo cual hay cantidad de esporos suficientes para la prueba de aglutinación. — (Academ ia M édico-Q ui­ rúrgica Española, Febrero de 1916.) Una gran bola de pigmento entre la retina desprendida y la coroides D octores A lt y Hardy En el caso referido por los D octores A lt y Hardy, el globo del ojo de un niño sufrió una herida penetrante, a consecuencia de la cual sobre­ vino la tisis del globo. Aunque dan los detalles de este examen, no acla­ ran el descubrimiento de una gran bola de pigmento denso, tan denso que 110 podían descubrirse las células individuales detrás de la retina desprendida y algo posterior a la ;>ars non plicata del cuerpo ciliar. La bola medía un m ilím etro de diám etro en la parte endurecida. Estaba rodeado por una envoltura de tejido fibroso conectivo. La envoltura estaba rota en un punto y las células de pigmento desparramadas sobre los bordes en alguna extensión, pareciendo como si la bola de pigmento se hubiese separado del tejido del cual dimanaba. Apenas existe duda de que fuera su origen las células epiteliales pigmentadas. Los autores no exponen su opinión respecto a las influencias que pudieron producir tan grande bo la .—{American Journal of Oplithalmology, Junio de 1915.) Glioma de la retina en un imicliaclio de trece años. — D r . P aparcone The Lancet menciona un caso referido por Paparcone, descrito a l t e r n a t i v a m e n t e por el a u t o r (después de examen m icroscópico) como glioma endotífico de la retina con metástasis en el V itreo, glioma neuroepitelial, gliosarcoma o glioma sarcomatodes. L o notable de e ste caso es que el tumor parece haberse desarrollado como r e s u l t a d o directo de un traum atism o, habiéndose dado el muchacho un golpe contra la rama de un árbol un mes antes de presentarse a la consulta médica. Paparcone ha encontrado un solo caso como éste en la literatura, pero no puede explicarse cómo un traum atism o puede dar origen a seme­ jante tumor. — ( Lo Sperimentale, Florencia, 1915. Volumen LX1V.) Queratitis intersticial. — D r . T s m p l e -S m i i h El autor describe los signos y síntomas apreciados en pacientes australianos afectos de queratitis intersticial, y cree que en semejantes casos una reacción negativa W asserm ann constituye una fuerte prueba en favor del origen tuberculoso. Para fines diagnósticos emplea 1 m iligram o de O . T. Si no resulta reacción, da 5 miligramos y después 10 miligramos. SI consigue reac­ ción somete al paciente a un tratam iento de tuberculina. Ha empleado emulsión bacilar, empezando por 1/40000 miligram os y doblando la do­ sis cada tres días a no ser que hubiese reacción. M ás tarde, reducía el aumento a la mitad de la dosis hasta 1/a m iligramo. S i no lograba mejoría substituía la tuberculina por otra nueva de origen bovino. Al propio tiempo se practican inyecciones de solución salina normal, siendo por lo común notable el alivio después de transcurridas de dos a cuatro semanas. — ( Medical Journal of Australia, '22 de Mayo de 1915.) Ophtalmologle du médecin praticien D r. (Oftalmología del médico práctico) A lb e r to T krson 1 Ha sabido demostrar el Dr. Terson, que eliminando el ropaje, los adornos, puede decirse mucho y bueno en 471 páginas. El libro va diri­ gido a los médicos no especializados en la O ftalm o lo g ía; pero no obs­ tante esto, los que se dediquen a su estudio, y aun los que la ejerzan, no perderán el tiempo al enterarse en form a concisa del estado actual de la O ftalm ología, en muchas cuestiones que se rozan con la Patología ge­ neral. El método adoptado por el autor y el desarrollo que da a los distin­ tos capítulos, lo juzgamos muy adecuado para los estudiantes de M edi­ cina que deseen aprender fácilmente y bien las superficialidades de la O ftalm ología, pues es una obra que reúne la difícil facilidad de estudiar cuestiones complejas resolviéndolas de una manera sencilla, prescin­ diendo (com o es natural) de las demostraciones, que no encajan en una obra de tan reducidas proporciones, cuyo fin es principalm ente el diag­ nóstico y el tratam iento de las enfermedades del aparato visual. La obra va ilustrada con 347 grabados y esquemas, en los que se ha 1 V o lu m e n de 471 p á g in a s , en 8 .°; M asson y C . a , E d ito re s . P a r ís , 101(3, 120, B o u le v ard S ain t- G e rm a in , V I. buscado más la claridad que la perfección, ahorrándose con ello prolijas explicaciones. Si el D r. Terson 110 hubiera dado otras pruebas de su saber y de su método expositivo, sencillo y lógico, bastara con ésta para reservarle un distinguido lugar. — M . IV .— N O T A S T E R A P É U T IC A S Inyecciones subconjuntivales de sales inorgánicas y la teoría de la disociación. — D u. B a d e r El D r. Bader empieza haciendo una descripción retrospectiva de las opiniones que han sido sostenidas para explicar la acción de las inyec­ ciones subconjuntivales de soluciones de sales inorgánicas. Parece que ya Rothm und practicó en 1866 una inyección de una solución hipertónica de cloruro de sodio; fué dada en substitución del ungüento de Pagenstecher, para tratar de aclarar una opacidad resultante de queratitis in­ tersticial. La segunda parte de la com unicación, la parte teórica, trata de explicar la acción por la teoría de disociación de la solución, debida a Arnheims, que fué el primero en pensar que una solución electrolítica de una sal contiene no solamente moléculas completas de aquella sal, sino también grupos de disociación, los llamados iones. Los iones son: cationes o aniones. Si la solución está bien diluida, la sal estará ente­ ramente disociada en iones. Una solución rica en iones es químicamente activa y puede actuar de varios modos sobre los tejidos. Una solución de una substancia como azúcar de caña 110 se disocia; el líquido no con­ tiene cationes ni aniones, sino sólo moléculas; es, por lo tanto, inactiva. O tro ejemplo que se le ocurre al comunicante ha de encontrarse en la potencia relativa del nitrato de plata, del protargol y del argirol. Este último es relativamente inerte; contiene un alto porcentaje de plata, pero su solución no es electrolítica. Por otra parte, las soluciones de protar­ gol y de nitrato de plata están altamente ionizadas, siendo grande su acción terapéutica. Poulsson ha dem ostrado que el ion activo es aquel que es más ex­ traño al tejido. Por ejemplo, la sangre y la linfa son ricas en sodio, pues las sales de sodio tienen débil acción iónica y actúan meramente exci­ tando el fenómeno puramente físico de esoriasis; son químicamente indiferentes. Las sales mercuriales son extrañas al cuerpo y ejercen una poderosa acción iónica. Por esta razón tienen muchas desventajas cuando se inyectan subconjuntivalmente, causando dolor y reacción inflamatoria. Las sales de potasio ocupan un lugar entre las dos y, en consecuencia, Bader emprendió la investigación experimental de su acción. En su tra­ bajo hacía notar su acción general sobre el ojo y, finalmente, la influen­ cia que ejercen sobre el contenido en albúm ina del humor acuoso. E ncontró que las inyecciones subconjuntivales de las sales neutras de potasio eran bien toleradas por el ojo del conejo. En comparación con las inyecciones salinas normales, causan ligera inyección, blefarospasmo y miosis, síntomas que desaparecen en veinticuatro horas. Ambas sales, las de sodio y las de potasio, aceleran la absorción de tinta china en el ojo, pero las de potasio obran con más rapidez. Ambas sales aumentan el contenido en albúm ina del humor acuoso, pero la acción de las sales de potasio es 10-14 veces mayor que la de la sal de sodio. La diferencia es menor cuando se experimenta en ojos m uertos . — (Zeitschrift ftír Augenheilkunde, Enero-Febrero de 1915.) El tratamiento intranasal de la dacriocistitis. — D k . H a r m e r Muchos casos de dacriocistitis son, indudablemente, consecutivos a enfermedades nasales; pero no suele dar resultado satisfactorio el intentar la curación de los primeros mediante el tratam iento nasal. Harmer cree haber encontrado una anom alía nasal común a todos los casos de dacriocistitis, un aplastam iento del cornete inferior que casi oblitera la parte anterior del meato inferior del lado afectado, el cual puede ocasionar una rinitis local indicando la abertura del canal. É l autor da una ojeada a las operaciones ideadas por Toti (1904), W est y Polyak (1913), describiendo luego sus propias experiencias en diez operaciones practicadas según el método de W est. La operación es relativamente fácil a los que están acostum brados al trabajo intranasal, y puede hacerse con anestesia local. Para poder obtener mayor espacio, en tres de los casos fué preciso hacer previamente una resección subtnucosa del tabique. C om o complicaciones desagradables, hubo hemorra­ gias y exudados. De los diez casos, curaron seis, en uno hubo alivio y en dos no se consiguió beneficio alguno. Las curaciones se han sostenido en períodos que variaban desde tres semanas a un año. Harmer deduce que la dacricitostom ía es una buena operación. Puede añadirse que de los cuatro casos tratados por Harmer con la operación de Yankaner, en dos hubo m ejoría y en los dos restantes no se consiguió.— ( Trans. Ophlh. Socie/y U. K., vol. X X X V , 1915, pág. 232.) Tratamieuto específico de la conjuntivitis de Morax-Axenfeld D r . O r a d l e (C h ic a g o ) Som ete las áreas infectadas durante veinticuatro horas a un baño de solución de cincfluorecina al 1 por 1000, substancia que posee evidente­ mente un gran poder bactericida. Qradle presenta 15 casos de conjunti­ vitis de M orax-Axenfeld tratados por este procedim iento y afirma que, con raras excepciones, una sola sesión basta para obtener la des­ aparición completa del agente específico y de las otras manifestaciones patológicas que acompañan dicha afección. — ( Ophth. Record., Abril de 1915.) Tubérculo del iris curado por los cuerpos inmunizantes de Spengler D r . B och Bocli (L a ib a c h ) publicó hace dos años en el Wiener Med. Wochensc?///v'/7 (1913, núms. 19 y 20) una com unicación de los buenos resultados que .había obtenido en casos de enfermedades escrofulosas o tuber­ culosas del ojo mediante cuerpos inmunizantes, según el D r. Karl Spengler. En la presente com unicación ensalza Boch el valor de esta preparación, y en apoyo de su opinión refiere la curación, a plazo algo largo, de graves iridoqueratitis tuberculosas en un muchacho de trece años de edad, en el que la enfermedad ocular estaba com plicada con tisis pulm onar. — ( Centralb. f.prak. Augenheillainde, Junio de 1915.) Noviformo. Tratamiento ambulatorio de las afecciones oculares externas D r . B e r n o u il l i No es irritante, ni doloroso su empleo. Prefiere la pomada de novi­ form o del 5 al 10 por 100 en las blefaritis escamosa y ulcerosa; después de la extracción de cuerpos extraños oculares, para evitar la infección, empléese en la proporción del 2 al 3 por 100; en los intervalos de las constipaciones, en la blenorrea de los recién nacidos, al 10 por 100. ( Muncher Med. Wonclienscli., núm. 3, 1915.) El salvarsán en la queratitis intersticial y en las lesioues del nervio óptico D r . K napp Es ésta una interesante com unicación sobre el tratamiento por el salvarsán en las queratitis intersticiales y en algunas lesiones, como son atrofia y neuritis del nervio óptico. Los enfermos de queratitis intersticial ingresaron en el hospital y fueron tratados de un modo uniforme. Se les practicaron inyecciones de mercurio, se les dieron pequeñas dosis de yoduro potasio y cinco in­ yecciones de neosalvarsán, a la dosis de una mitad, con intervalos de tres días. Se hizo un intervalo de dos semanas. Entonces se dió el sal­ varsán a la dosis de una mitad cada tres días, en cinco ocasiones. Se co n ­ tinuó con el mercurio y el yoduro de potasio. Com o resultado de su experiencia, halla K napp que las manifestaciones inflam atorias de que­ ratitis intersticial se dominan pronto y que el salvarsán actúa mejor en los casos inflam atorios. Por el contrario, su acción es muy ligera cuando la infiltración corneal no va acompañada de vascularización. Muchos de los casos parece que se com portan mejor que con el antiguo tratamiento. En muchas ocasiones, si se persevera en el tratam iento, se obtiene buen resultado. S in embargo, el salvarsán no impidió que fuese atacado el se­ gundo ojo. La mejoría en el estado general de salud, resultó notable. Dos casos de neuritis óptica mejoraron bajo el tratam iento por el neosalvarsán, adm inistrando al propio tiempo mercurio y yoduro po­ tásico. C inco casos de atrofia óptica (dos, acompañados de d iplo pia) fue­ ron tratados por suero salvarsanizado inyectado en líquido cerebroes­ pinal, y sólo uno de ellos respondió favorablemente. Knapp sugiere la idea de que si el método intravenoso de adm inistrar salvarsán se adop­ tara desde el principio, sus efectos serían com probados por repetidos exámenes del líquido cerebroespinal. Si las condiciones anormales del líquido no se corrigen con las inyecciones intravenosas, se propinará el salvarsán intraespinalmente hasta tanto que el fluido sea y permanezca normal. Adm inistrado el remedio por la vía espinal, es probable que a l­ cance a las partes periféricas de los nervios ópticos. El autor considera como preventivo el tratam iento de la atrofia ta­ bética. Cuando los pacientes consultan al oculista es, frecuentemente, tarde para una eficaz intervención. Por otra parte, se encuentra en me­ jores condiciones cuando, aunque la pupila o los músculos estén afectos, el nervio óptico permanece libre de alteraciones morbosas. En estas circunstancias debe examinarse el flúido cerebroespinal y se liarán pasos para corregir cualquier anorm alidad que pueda encontrarse, con la espe­ ranza de prevenir una futura atrofia de los nervios ópticos. — ( Transat­ lantic American Ophthal. Society, vol. X IV , part. I, 1915, pág. 124.) La flora bacteriana de la conjuntiva y de la nariz después de la dacriorrinostomía. — D k . C i r i n c i o n e La introducción de la operación de la dacriorrinostom ía ha sido, según el autor, un gran paso dado hacia la solución del problema de la prevención de infección ocular en casos de enfermedad de las vías lagri­ males, siendo de verdadera importancia para aliviar la inflam ación de las vías y para proporcionar una com unicación entre el saco conjuntiva! y la nariz. Puede haberse creído probable que la operación, abriendo el saco nasal directamente en el centro del meato (u n a cavidad rica en bac­ terias), podrá haber dejado la conjuntiva más expuesta a la infección, y C irincione ha emprendido esta serie de investigaciones, en parte, con la intención de examinar este punto. Deseaba, además, conocer cuánto tiempo podría transcurrir entre la dacriorrinostom ía y otra cualquiera operación en el globo para producir los resultados más beneficiosos. Vió claramente que fracasaba con frecuencia el intento de la com­ pleta extirpación del saco, la cual había sido propuesta ampliamente con la esperanza de hacer posible la operación sobre el globo, porque que­ daba allí algo de descarga purulenta de una pequeña cavidad cística revestida de epitelio que había junto al canalículo. Después, el lagrimeo constante, inevitable después de la excisión, dejó la conjuntiva irritable y, por lo tanto, en un estado más apto para el desarrollo de las bacte­ rias. C alderaro dem ostró que la abolición de la afluencia de las lágrimas después de la destrucción de los conductos, producía un aumento de la flora bacteriana. Por esta razón aconsejaba un largo intervalo entre la extirpación del saco y cualquiera operación en el globo. De las investigaciones hechas para este trabajo, saca Cirincione la conclusión siguiente: que la flora de la conjuntiva difiere de la d é la nariz, después de la dacriorrinostom ía, aun examinando la región más cerca de la abertura del canalículo. Por este hecho y por otras eviden­ cias experimentales, prueba que las bacterias de la nariz no pasan al saco conjuntiva!, aun cuando las bacterias sean movibles y la parte inferior de la nariz esté obstruida. Cree que el tiempo más oportuno para la opera­ ción en el globo es un mes después de la dacriorrinostom ía. — (La Clí­ nica Oculística, Mayo-Junio de 1915.) Método para la maduración artificial de la catarata que permite la pronta extracción. — D k . G r a y La noche anterior a la operación dilata la pupila con atropina. A través de la incisión corneal practica, mediante la espátula de iris, el masaje directo sobre la cápsula, a lo cual sigue el masaje indirecto con el dorso de la cucharilla. Se instila atropina, y si la reacción es ligera, no se repite la instilación de esta substancia hasta el día de la extrac­ ción. Frecuentemente, después de ocho días, el ojo se ha norm alizado y puede procederse a la extracción con o sin iridectomía. M ediante este método, dice el autor, el paciente puede verse libre de la catarata en unas tres semanas de tratam iento.— ( Ophth. Soc. United Kingdom. Me­ dical Press., 12 de M ayo de 1915.) V.— V A R IA Trastornos visuales por lesiones de las vías ópticas intracraneanas pro­ ducidas por heridas de arma de fuego en el encéfalo. — D o c t o r e s P ie r r e M a r ie y C h . C h a t e l in . Los autores han presentado a la Academ ia de Medicina de París un extenso trabajo sobre este im portante punto de la patología ocular. En las condiciones de la guerra actual, las heridas del cráneo y del encéfalo son muy frecuentes, y entre los trastornos que pueden produ­ cirse, los autores llaman la atención sobre los síntomas que se presentan cuando se lesionan las fibras ópticas intracraneanas y la esfera Visual cortical, es decir, la neurona occipital, prescindiendo de los fenómenos patológicos que se presentan cuando son atacados las cintas ópticas, el quiasma y el nervio óptico (neurona fr o n ta l). La región occipital es el sitio en que las heridas de arma de fuego producen trastornos de la esfera Visual; una herida penetrante situada entre la protuberancia occipital externa y las suturas occípitoparietales, lesiona casi con seguridad la esfera visual. Se sabe que el fascículo óptico cerebral situado profundamente en la substancia blanca del lóbulo temporal, se extiende desde la parte infe­ rior y posterior de la capa óptica hasta la cara interna del polo occipital. Form a una lámina de substancia blanca vertical de dos centímetros de altura, que contornea la pared externa del ventrículo lateral, se ensancha en el lóbulo occipital y termina en la cisura calcarina, cuyos labios supe­ rior e inferior constituyen el centro visual cortical; una interrupción completa de las vías ópticas intracerebrales de un einisferio se traduce por una m odificación del campo visual que constituye la hemianopsia homónima lateral. Las heridas penetrantes del cráneo que atacan a las fibras ópticas de la corteza cerebral, producen trastornos muy variados: ceguera cor­ tical, hemianopsia inferior, hemianopsia en cuadrante, escotomas hemianópsicos de todas form as, únicos o múltiples. Estas alteraciones del campo visual presentan siempre el carácter esencial de que el déficit encontrado es absolutamente, o casi absoluta­ mente, sim étrico en cada campo visual. Este déficit presenta el carácter hem ianópsico, es decir, que se repite idéntico en la mitad vertical hom ó­ nima del campo visual de cada ojo. La lesión que le produce es única y está situada en el lado opuesto. Dicha com probación permite afirm ar que la lesión interesa a las vías ópticas detrás del quiasma. La falta de modificaciones de la papila y de los síntomas propios de las lesiones de las cintas ópticas, nos autorizan para decir que la lesión interesa las vías intracerebrales. Este diagnóstico se confirm a por la existencia de otros sintonías de­ bidos a lesiones asociadas del lóbulo temporal o parietal, por el sitio y la dirección de la herida, y en fin, por la radiografía. Se puede, por lo tanto, estar seguro de que se trata de una lesión de las radiaciones ó p ti­ cas o de la esfera visual. El autor, en un total de 300 heridos del cráneo, encontró más de 30 casos en que existían alteraciones del campo visual que presentaban los caracteres arriba señalados y que pueden agruparse del siguiente m odo: 1.° Ceguera cortical. — Esta ceguera depende siempre de un trau­ matismo grave de la región occipital, es decir, de una lesión bilateral d i­ recta cíe la esfera visual. En los casos que hemos observado, esta ceguera ha persistido durante semanas y meses sin m odificación apreciable, con­ servando el enfermo solamente una vaga sensación de lum inosidad. Des­ pués, la visión distinta reapareció acompañada de una dism inución muy marcada del campo visual. Es interesante notar que, en la mayor parte de las otras variedades que vamos a estudiar, la herida del cráneo fué se­ guida inmediatamente y durante unas horas o algunos días de una ce­ guera de tipo cortical, que retrocedió completamente para dar lugar a modificaciones definitivas del campo visual de otro tipo. 2.° Hemianopsia inferior. — Es un síndrome muy raro en la patolo­ gía nerviosa en tiempo de paz. El profesor Lapersonne ha sido el primero en insistir sobre la existencia de este tipo de hemianopsia; Varios de nuestros heridos presentan este síntoma de una manera completamente característica. Se trata siempre de un traum atism o craneano, teniendo asiento por encima de la protuberancia occipital externa sobre la linea media, y que frecuentemente presenta al principio ceguera cortical. El herido dice que su vista se ha ilum inado progresivamente por la parte superior, y el examen perimetrico muestra una desaparición de la Visión en la mitad inferior del campo visual, déficit que puede englobar el campo macular y que ordinariamente no se limita exactamente al meridiano horizontal. 3.° Hemianopsia 1alerai homónima de tipo clásico. — Estas hemianopsias de tipo clásico proceden casi siempre de una herida de la re­ gión tém poroparietal, acom pañada de destrucción profunda de la subs­ tancia cerebral o de penetración lejana del proyectil qué secciona las radiaciones ópticas en el lóbulo temporal. Es raro que este tipo de hemianopsia proceda de una lesión directa de la esfera visual por herida occipital; en este últim o caso, en efecto, si el traumatism o es extenso, la lesión de la esfera visual es bilateral y hay ceguera cortical o hem ianop­ sia horizontal inferior; si, por el contrario, el traum atismo es ligero, el área visual no es más que parcialmente lesionada y no hay hemianop­ sia lateral hom ónim a com pleta. 4.° Hemiacromatopsia. — En uno de los heridos, M arie y Chatelin han podido com probar la desaparición de la visión de los colores en la mitad homónima lateral izquierda del campo visual, esta alteración es muy rara, puesto que no la han podido com probar en ningún otro caso. Hemianopsia en cuadrante. —En esta variedad el déficit ocupa el cuarto hom ónim o de cada campo visual. Los casos de hemianopsia en cua­ drante son relativamente poco numerosos en la ciencia, y a menudo atri­ buidos a una lesión de la cinta óptica o del cuerpo geniculado; los cinco casos que han observado procedían de una lesión intracerebral que inte­ resaba las radiaciones ópticas, y más particularmente de una lesión de la esfera visual. D os de aquellos casos son ejemplos típicos de hemi­ anopsia en cuadrante; en los otros tres casos, la lesión se extendía ligera­ mente sobre los cuadrantes vecinos. Es de notar que todos los casos de hemianopsia han sido en cuadrante superior y no han observado hemiacrom atopsia en el cuadrante superior com plem entario. El examen radio­ gráfico ha permitido imputar esta hemianopsia en cuadrante inferior a una lesión lim itada al borde superior de la cisura calcarina de un solo lado. Se comprende la im portancia teórica de esta com probación, que autoriza a pensar que la mitad superior de la retina se proyecta sobre el borde superior de la cisura calcarina. Escotomns hemianópsicos.—Constituyen la variedad de trastornos visuales más frecuentes en los heridos. Se trata siempre de escotoma negativo, es decir, no proyectándose en negro en el campo visual y, por consiguiente, casi siempre ignorado del herido. S on escotomas absolu­ tos, al nivel de los cuales la pérdida de la visión es completa, revisten to­ das las formas y su extensión puede ser de algunos grados solamente. Su topografía en la extensión del campo visual y, por consiguiente, en el campo macular, es muy variable: escotomas puramente maculares, macu­ lares y paratnaculares (lo s más num erosos) y periféricos. El escotoma puede ser único, pero han observado varios casos de escotomas m últi­ ples homolaterales o heterolaterales y hasta un caso de triple escotoma derecho asociado a una hemianopsia izquierda. El carácter esencial de estos escotomas es el de ser siempre homónim os, constantes en su form a, no m odificándose con el tiempo y de una congruencia absoluta o casi absoluta de un lado al otro. Todos estos caracteres son de la ma­ yor im portancia para afirm ar que estos escotomas son debidos a una lesión de las vías ópticas centrales y no a una lesión del nervio óptico o de la mácula. P or otra parte, en todos los casos se trataba ya de heridas occipita­ les, próximas a la protuberancia occipital, cerca de la línea media, ya de lesiones por proyectiles penetrados al nivel de la bóveda del cráneo y detenidos en las radiaciones ópticas, inmediatamente al lado de la co r­ teza, como mostraba la radiografía. Se comprende toda la importancia que presenta esta variedad, como la variedad de hemianopsia en cua­ drante, para la teoría de la proyección cortical de la retina. Todas las observaciones, en número de 30, han sido recogidas du­ rante algunos meses por el examen m etódico de más de 300 heridas del cráneo, o sea el 10 por 100 de los casos; la lesión de las vías visuales es, pues, infinitam ente más frecuente de lo que se hubiese podido creer. Nimier, en su notable obra sobre Las heridas por arma de fuego del cráneo y del encéfalo, no señala más que 10 casos de trastornos v i­ suales, de tipo hemianópsico, de los cuales algunos proceden de la prác­ tica civil. Tatsuji Inouye, que ha hecho un trabajo sobre los trastornos Visuales producidos por heridas de guerra en la esfera visual cortical, ha' reunido 28 casos sobre más de 80,000 heridos de la guerra rusojaponesa. Com o decíamos, esta extremada frecuencia de las lesiones visuales por herida de arma de fuego en el cráneo procede de las condiciones de la guerra actual; haremos notar que en muchos casos estas modificaciones de la visión pasan totalm ente desapercibidas, porque no van acom paña­ das de ningún trastorno subjetivo persistente. Estas observaciones no tienen solamente un interés teórico, sino que desde el punto de vista terapéutico tienen una importancia cierta: 1.° La com probación de la m odificación del campo visual ha inci­ tado siempre a los autores a hacer practicar la radiografía, que en más de la mitad de los casos ha mostrado la presencia de un cuerpo extraño intracerebral no sospechado. 2.° La medida del campo visual con la com probación de un escotom a hem ianópsico, da un medio precioso de diagnosticar precozmente una supuración intracerebral; un crecimiento rápido de este escotoma debe hacer pensar en la posibilidad de un absceso. 3.“ A parte de esta últim a circunstancia, la intervención quirúrgica está contraindicada en la mayor parte de los casos, aun existiendo un cuerpo extraño mostrado por la radiografía. La operación tendría el peligro de aumentar el déficit del campo Vi­ sual, y no tendría, por consiguiente, ninguna ventaja el practicar esta in­ tervención. —(Bulletin de l'Académie de Médecine, míni. 46, Noviem ­ bre de 1915.) Noticia La X Asamblea de la Sociedad O ftalm o lógica Hispano-Americana, a tenor de lo que disponen los Estatutos y de lo acordado en la últim a sesión que se celebró en Barcelona, se reunirá en Valencia en los días 20-23 de Septiem bre del corriente año de 1916. Al participarlo a los individuos de nuestra Sociedad, les recordamos que con la debida antelación deben enviar los títulos de sus com unica­ ciones al Secretario general, Dr. Leoz O rtín (C uesta de Santo D o ­ mingo, 20, principal, M ad rid ), a fin de incluirlas en el Orden del día de las Sesionés, agrupadas por materias afines. E l tenia oficial será: ¿Cuál es la técnica actualmente preferible para la extracción de la catarata?, siendo ponentes del mismo los Doctores J. Santos Fernández (de la Habana) y M. M árquez (C a te d r á ­ tico en la Universidad de M ad rid ). El Dr. Santos Fernández, dando una nueva prueba de su entusiasmo científico y de su predilección por la Sociedad O ftalm ológica Hispar.oAmericana, ha anunciado su propósito de asistir a dicha Asamblea. Libros recibidos Resultados de la inspección médica de las escuelas en el Distrito federal, durante los últimos cinco años, por el D r. M, U ribe y Troncoso (M é jic o ). Zur Gesc/tich/e eines optischen Instrumentes, por el D r. Emil Berger. Helmliotlz's description of an Ophthalmoscope. Traducido al in­ glés de la edición alemana de 1851, por el D r. T. H. Shastid. Sociedad A n ó n im a L a N e o t i p i a . — R a m bla de C a ta lu ñ a , 116, T eléfono 7908. — B a r c e l o n a