¿Responde el anteproyecto de ley del aborto a la situación actual española? Francisco Güell 15 de Octubre de 2009 La ley de despenalización del aborto (Ley Orgánica 9/1985, de 5 de julio, de reforma del artículo 417 bis del Código Penal) buscaba, por un lado, reducir el número de abortos clandestinos y fuera del territorio nacional y, por otro lado, no tratar como “criminal” a la que, en cierto modo, era también víctima de una situación delicada. Despenalizando a las madres que abortaran en determinados supuestos (embarazo fruto de una violación, por mal formación del feto o grave peligro físico o psíquico de la madre) se pensó que se conseguirían los objetivos propuestos. Más de tres décadas después, la efectividad de la ley habla por sí sola: Por un lado el número de abortos, lejos de las expectativas que perseguía la ley, ha ido aumentando año tras año habiéndose duplicado entre 1998 (53.800) y el 2007 (112.000). Por otro lado, las tornas se han cambiado y España ha pasado a convertirse en un destino fácil para muchos países donde, aun sin leyes más restrictivas, hay un control efectivo de las mismas. Pero, además de estos efectos “empíricos” que demuestran la ineficacia de la ley, hay unos efectos reales gravísimos donde se ve con claridad que la sociedad no puede seguir su curso con normalidad asumiendo un genocidio silencioso. La nueva modificación de ley cuya razón de ser debería haber sido fruto de reflexión no ha querido prestar atención a efectos patentes en el plano médico, social y económico. Las ciencias biomédicas nos han demostrado y nos muestran día a día la aparición de una nueva persona desde el momento de la fecundación. Es significativo como en el anteproyecto no abordan la explicación biológica del porqué de los plazos arbitrariamente establecidos (14 y 22 semanas), desentendiéndose de la responsabilidad de justificarlos, o lo que es lo mismo, de la realidad del embrión en cuanto tal. La ruptura del vínculo afectivo que produce abortar deja secuelas y traumas psico-físicas en la madre bien estudiados a día de hoy por la comunidad científica, siendo un hecho que abortar jamás puede ser considerado una acción terapéutica. Además de la muerte de un niño, el aborto produce a corto, medio y/o largo plazo más dolor y sufrimiento para la madre del que se pretende evitar alejándose del “bienestar físico, psíquico y sociocultural” que promueve el anteproyecto. No hay duda de que el embarazo en sí mismo tiene un efecto beneficioso para la salud psíquica de la mujer. Cualquier problema psíquico durante el embarazo debe ser tratado, pero el aborto no es ni puede ser nunca tomado como medio terapéutico. No hay ninguna evidencia médica de que abortar reduzca los riesgos en salud mental de mujeres con embarazos no deseados. Por el contrario, la ruptura violenta del vínculo natural fruto de la interrupción del embarazo produce un efecto negativo para la salud psíquica de la embarazada que conlleva un aumento del riesgo de una gama de alteraciones de la ansiedad, del ánimo, y la conducta. Estudio de neuroimagen han confirmado el llamado Trastorno de Estrés Postraumático, uno de los catorce trastornos de los que aumenta el riesgo con el aborto. Por otro lado, los datos hablan por sí solos: El 97,91 % de los abortos del 2007 fueron en centros privados, de los cuales el 96, 93 se acogieron al supuesto de “salud materna”. El estatus de juez y parte de las clínicas privadas y la absoluta falta de control estatal por el cumplimiento de la ley ha transformado a España en uno de los coladeros a nivel internacional en la práctica del aborto. En el 2007 (últimos datos disponibles), de los 22.114 abortos llevados a cabo en la Comunidad de Madrid, 21970 se realizaron en las 7 clínicas privadas existentes. Hagan cuentas: a un media de 500 euros por intervención, hablamos de 11 millones de euros de ingresos (más de 2000 millones de las antiguas pesetas) en pequeños centros donde apenas se requiere personal (para que se hagan una idea, de las 21970 madres que abortaron en centros privados de Madrid, tan sólo 180 requirieron pasar una noche en el hospital). Hay otro dato a mi entender significativo. El 75 por cien de las madres que han abortado son solteras, divorciadas, separadas o viudas; es decir, no tienen pareja estable. Curiosamente, lo que en principio se vende como antorcha y logro feminista, ha terminado siendo una vía de escape para el varón al poder desentenderse de las consecuencias de sus actos en muchos casos empujando a la mujer embarazada a abortar. El aborto, lejos de lo que se quiere defender, se ha transformado en una acción puramente machista que fomenta la irresponsabilidad del varón frente a las relaciones sexuales dejando a la mujer sola frente al abismo que le supone abortar. En un nivel más general, por todos es conocido el problema de natalidad y las graves consecuencias que nuestro país va a sufrir a medio plazo… Pues bien, lejos de debatir la repercusión que el aborto ha tenido a lo largo de estas décadas y de, en todo caso, velar por el cumplimiento de la vigente Ley, la Proposición de Ley, aun anunciada como respuesta a la Ley del 85, se ha desvincula de la realidad biomédica y social conduciéndonos, a todas luces, a un mayor sufrimiento para las madres que abortan (ya más de un millón desde 1985) e injusticia para otras tantas vidas truncadas.