Barrio Santa Elena 2 Comuna de El Bosque, Región Metropolitana

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RECONSTRUCCIÓN DE LA HISTORIA DE SANTA ELENA 2
1
Agradecimientos
Se agradece a todas las pobladoras y pobladores que participaron y colaboraron
con mucho entusiasmo en la realización de este documento, y que con sus
testimonios, recuerdos y fotografías trajeron al presente la memoria y la identidad
de Santa Elena, en el contexto del Programa Quiero mi Barrio. Especialmente se
agradece a José Carrasco, Sara de las Mercedes Cerda, Tomás Flores, Gladis
Novoa, Herminia Olivares, Mireya Pérez, Rosa Román, Brina Trujillo y a la familia
Alarcón Sandoval. Por otra parte, se agradece a Joel Zúñiga que tuvo un rol
protagónico en la realización de varias entrevistas, mediante las cuales se recopiló
la información desde las voces de los fundadores y fundadoras de la población,
así como de quienes llegaron a habitarla en forma posterior; y a Rocío Garcés,
quien fue la persona que finalmente transformó los distintos relatos en este texto
de recuperación histórica de la población Santa Elena.
2
Historia de una lucha
Población Santa Elena (1967-1990)
Rocío Garcés
Licenciada en Historia
La población Santa Elena surge a fines de 1960 en un contexto de
efervescencia social, donde un gran número de familias reclamaban su derecho a
establecerse en un lugar propio, con condiciones dignas para habitar. Desde la
década de 1950, los pobladores habían tomado decididamente en sus manos las
herramientas para solucionar una de las necesidades más básicas del ser
humano, la vivienda. En este sentido, las tomas de terreno fueron una de las
tácticas más habituales en el período para hacerse escuchar ante las autoridades,
que veían como el problema habitacional se encrudecía cada vez más. La toma
más emblemática del período, y la primera a nivel latinoamericano, fue la de La
Victoria en el año 1957, en la cual un gran número de personas -provenientes de
la miseria existente en el Zanjón de la Aguada- ocuparon el terreno de la Chacra
La Feria, despertando la atención de la opinión pública y poniendo en el tapete la
participación de los pobladores en el contexto social.
A pesar de la construcción de distintos complejos habitacionales y del
proceso de urbanización de sectores, mayoritariamente en el área sur de la ciudad
que llevaba a cabo la CORVI (Corporación de la Vivienda), no era suficiente para
dar cabida a todas las demandas de los “sin casa” que se masificaban en la
ciudad mediante distintas formas de asentamiento, entre ellas, las “poblaciones
callampas”.
En distintas poblaciones de Santiago, varias familias pensaban en cómo
solucionar sus problemas habitacionales. Algunos vivían de allegados, otros
arrendaban con sacrificio un lugar donde vivir, que tampoco cumplía con las
condiciones básicas de salubridad y habitabilidad. Muchos de ellos buscaron
unirse a sus pares en las demandas, a través de los comités o diferentes formas
de organización social, que les permitieran avanzar un paso más hacia la
3
obtención de una vivienda. En este sentido Tomás Flores, dirigente fundador de
Santa Elena, nos cuenta lo siguiente: “yo vivía en La Legua, en la calle Cabildo,
estaba en un comité en ese entonces de los que estaban sin casa, donde se
empezó la posibilidad de conseguir una vivienda… teníamos necesidad de
vivienda porque vivíamos hacinados, la verdad es que dinero no teníamos, no
teníamos los medios económicos…”1.
La espera a veces se extendió por años, lo cual inevitablemente fue
agitando los ánimos de los demandantes, que veían acrecentadas sus dificultades
por las carencias materiales ocasionadas principalmente por el desempleo de los
jefes de familia. De esta forma, las posibilidades de conseguir la anhelada casa,
se desvanecían ante sus ojos, lo que propició que un gran número de personas se
organizaran y ocuparan un amplio sector en la comuna de San Miguel, frente a la
municipalidad. Así “se gestó un gran movimiento en el área sur que comenzó con
la toma de la carretera en Santa Adriana (…) y de ahí de tomarse la carretera se
pasó al proceso de San Miguel, frente a la municipalidad de San Miguel se creó un
movimiento de los “sin casa” de toda el área sur que componía Cerrillos, La
Legua, gente de la José María Caro, y toda esa gente se aglutinó en San Miguel
(…)”2. En esta acción se organizaron muchas familias que cansadas de esperar
que las autoridades les dieran solución, decidieron mostrar sus demandas de
manera explícita.
De esa forma se asentaron en este lugar, intentando proporcionarse de
distintas maneras los servicios básicos. Para obtener luz eléctrica se solía, a
través de mecanismos artesanales, colgarse de los “postes” establecidos en las
proximidades. Por otro lado, el agua siempre era adquirida mediante ayuda de los
organismos municipales que la llevaban en camiones cisternas, o bien, tenían que
recorrer grandes distancias hasta encontrar un grifo que se las suministrara. La
decisión de establecerse en un punto tan neurálgico de la ciudad, y en específico
de la comuna de San Miguel, cuya vía más importante es la Gran Avenida, no dejó
indiferentes a las autoridades de la época, quienes justo en el año 1964
preparaban la visita de Estado del presidente de Francia Charles de Gaulle. La
1
2
Tomas Flores.
Ibídem.
4
llegada de esta personalidad política, de gran importancia a nivel mundial,
implicaba la necesidad de mostrar la ciudad de la mejor forma para presentar una
buena imagen del país, evitando dar a conocer la presencia de problemáticas
sociales graves como la falta de vivienda de muchas familias de la ciudad. Es por
esto que era necesario trasladar a las cientos de familias ubicadas en este lugar, a
otro sector que no tuviera una visibilidad tan inmediata como lo era la Gran
Avenida, la que era el único acceso al sur y por consiguiente única posibilidad
para trasladar al presidente, específicamente a conmemorar el 150ª aniversario de
la Batalla de Rancagua.
Dadas estas circunstancias, fueron embarcadas las familias en camiones
municipales y trasladadas a un sector aledaño a FAMAE (Fábricas y Maestranzas
del Ejército de Chile), que era utilizado en ocasiones como canchas de fútbol. Con
respecto a esto, la pobladora Herminia Olivares dice: “del terreno tomado ahí en
Gran Avenida, nos sacaron y nos llevaron a Traslaviña, estuvimos harto tiempo
ahí y nos trajeron de la municipalidad y era un potrero pelado (…)”3. Las
condiciones que encontraron en este lugar no eran las más adecuadas, ya que al
ser un terreno eriazo, primero tuvieron que habilitarlo mínimamente para poder
establecerse ahí, como nos señala Tomás Flores: “nos sacaron de ahí y nos
llevaron al costado de FAMAE, lo que es ahora el parque Isabel Riquelme (…) nos
llevaron y nos hacinaron ahí, nos llevaron en los camiones municipales. Eran
canchas donde había suciedad, una suciedad inmensa, tuvimos que limpiar y de
ahí pusimos nuestras carpitas (…) con el tiempo nos pusieron unos grifos de agua
y unas casetas…”4.
Al encontrarse en pésimas condiciones de habitabilidad, las organizaciones
comenzaron a hacer cada vez más presión para encontrar una pronta respuesta a
sus problemas de vivienda, por la incertidumbre de no saber cuánto tiempo
permanecerían en aquel lugar. De esta forma, a través de gestiones de distintos
personeros políticos y de la municipalidad que apoyaban las peticiones de los
pobladores, además de cambios de directivas y asociaciones con otras
3
4
Herminia Olivares.
Tomás Flores.
5
organizaciones que perseguían el mismo fin, fueron considerados para optar a un
lugar propio donde vivir.
Al llegar al gobierno Eduardo Frei Montalva, propuso como objetivo central
la solución del problema habitacional, partiendo por disminuir el déficit de
viviendas, entendiéndolo como una de las principales dolencias que sufría el país
en la época. En este sentido, “la ejecución del Programa de Vivienda requería de
una estructura que facilitara una definición integral del sector vivienda; y por lo
tanto era necesario juntar bajo un mismo ministerio a las agencias que
desempeñaban las funciones esenciales de dichos programas. De este modo,
como una forma de estructurar el sector público, se crea el Ministerio de Vivienda
y Urbanismo en el año 1965. (MINVU. Ley No.16.391 del 16 de febrero de 1965)”5.
La creación de este Ministerio buscaba la construcción y equipamiento de
complejos habitacionales y procesos de remodelación urbana. Este cambio
administrativo fue tomado como la panacea, dada la organización que cobró,
articulada en distintos mecanismos reguladores, que dividían el trabajo para así
alcanzar mejores resultados y la fluidez de fondos al que podía acceder para la
solución del problema antes mencionado6.
Pero en el trascurso de su
funcionamiento, la situación país fue sufriendo distintas dificultades tales como “el
recrudecimiento de la inflación, motivo por el cual hubo que reducir el gasto
público. También se produjo durante este período una fuerte presión social que
condujo a que fuera impracticable proporcionar vivienda (casa o departamento
convencional), a todos quienes la requerían. Por ello se pusieron en práctica
programas especiales con fuerte contenido de participación de la comunidad,
como fue la auto-construcción, la operación sitio, etc.”7
Así, se implementó este mecanismo que buscó dar solución a través de la
entrega de un sitio, que contara con las condiciones básicas de urbanización y que
incorporaba como actor fundamental a la familia en el proceso de solución del
acceso a la vivienda. De esta forma, “la denominada operación sitio, un masivo
5
Alfonso Raposo Moyano (compilador), Espacio Urbano e Ideología: El paradigma de la Corporación de la
Vivienda en la arquitectura habitacional chilena. 1953-1976, Ediciones Universidad Central, 2001, p.179.
6
La división de funciones se realizó en organismos como: CORVI (Corporación de la Vivienda), CORHABIT
(Corporación habitacional), CORMU (Corporación de Mejoramiento Urbano) y la COU (Corporación de Obras
Urbanas)
7
Alfonso Raposo Moyano, Op. Cit., p. 183.
6
programa de ‘soluciones habitacionales’, consistió en la entrega de sitios
urbanizados, una instalación sanitaria mínima y mediaguas u otro tipo de vivienda
económica a familias de escasos recursos y en extrema necesidad de
habitación”8. En este proceso fue de vital importancia la existencia de comités y
organizaciones sociales, en los cuales se organizó la distribución de los terrenos a
través de la CORVI y CORHABIT.
La vida en Santa Elena
Producto del constante crecimiento demográfico que sufría Santiago, se
comenzó a desarrollar una progresiva expansión hacia la periferia de la ciudad,
principalmente al sector sur de ésta, como ya habíamos mencionado al principio
de este documento. En estos sectores se podían encontrar una serie de predios
rurales, propiedad de las familias más poderosas de épocas anteriores. Estos
terrenos paulatinamente fueron urbanizados a través de la intervención estatal,
que los veía como el escenario adecuado para establecer las viviendas de los
sectores populares de la sociedad, como menciona Armando de Ramón:
“comenzó a desarrollarse en la periferia santiaguina la subdivisión de terrenos
agrícolas para instalar allí poblaciones, tanto para grupos modestos como para
sectores de clase media acomodada”9. En este contexto, en la actual comuna de
El Bosque, pero en aquellos años en la jurisdicción de La Cisterna, estaba
emplazada la chacra Santa Elena, la que fue adquirida por los organismos
administrativos para establecer a cientos de familias de precarias condiciones
sociales. Precisamente a este lugar fueron trasladados, a través de gestiones
conjuntas de las directivas y miembros municipales, los pobladores que habían
sido ubicados circunstancialmente al lado de FAMAE, tal como nos menciona
Tomás Flores: “a través de las gestiones que hizo la directiva, nos tomaron en
cuenta en la Intendencia, y dimos cuenta de nuestro problema a parlamentarios
(…), y nos dieron solución y nos trajeron a Santa Elena (…) en el año 1967”10. El
8
Mario Garcés, Tomando su sitio, LOM Ediciones, 2002, p. 301.
Armando de Ramón, Santiago de Chile. Historia de una sociedad urbana, Catalonia, 2007, p. 189.
10
Tomás Flores.
9
7
traslado de las familias a este lugar fue realizado con camiones como nos señala
la familia Alarcón Sandoval: “del campamento del Zanjón de la Aguada del parque
Isabel Riquelme llegamos aquí a la Santa Elena trasportados en unos camiones
grandes, que parece que eran de los militares o la municipalidad, no sé (…) lo que
sí se vinieron puros matrimonios que tuvieran su libreta… los que se alcanzaron a
casar, pudieron llegar, los demás se quedaron no más…”11.
Pero las familias no sólo provenían del campamento ubicado al costado de
FAMAE, sino que también llegaron personas que arrendaban en otros sectores de
Santiago, como es el caso de Gladis Novoa: “Yo arrendaba en la población José
María Caro (…) estaba inscrita en el comité de San Ramón y el presidente del
comité se movió con los sitios (…), nos costó cuatro años tener el sitio que nos
asignó la gobernación de La Cisterna en el año 1967, yo tenía cuatro hijos”12. Así,
vemos la importancia de las organizaciones sociales en el proceso para acceder a
los sitios que posteriormente se transformarían en las viviendas definitivas de
cientos de familias, que llegaron en distintos momentos y las que provenían de
diferentes sectores, como es el caso de José Carrasco: “nosotros nos vinimos a
jugar acá con un club deportivo que habíamos formado en el campamento, se
llamaba club deportivo La Torre(…), entonces vinimos a jugar a unas canchas que
habían aquí de pura tierra(…) entonces cuando se formó la directiva, nosotros le
dimos a entender que habíamos visto un terreno(…) se armó una comitiva y
vinieron a ver, entonces se empezó a luchar pa´ que dieran el terreno (…) hasta
que al final nos dijeron que nos iban a trasladar pa´ acá, para Santa Elena, que se
llamó así por el nombre de la viña y las chacras que habían aquí”13.
Al llegar a Santa Elena, las familias se encontraron con un terreno marcado
y con un entorno que aún no era urbanizado por los organismos que hemos
mencionado anteriormente. En este sentido, podemos hablar que este sector fue
trabajado administrativamente desde dos enfoques, ya que si bien se trata de lo
que hemos mencionado como “operación sitio” por la existencia de una mediagua
en el lote asignado, tiene características de “operación tiza” dada la ausencia de
11
Familia Alarcón Sandoval.
Gladis Novoa.
13
José Carrasco.
12
8
elementos de urbanización como por ejemplo la pavimentación o un sistema de
alcantarillado.
De esta forma, y como nos referimos anteriormente, el terreno atribuido a
cada familia tenía una pequeña mediagua que iba a albergar provisoriamente a los
miembros de ésta, mientras se llevaba a cabo la construcción de la vivienda
definitiva. La familia Alarcón Sandoval nos señala cuáles eran las características
que pudieron apreciar del lugar: “cuando llegamos aquí, no había nada, no había
luz ni agua y sólo estaba una mediagua con dos piezas en el sitio y un baño de
pozo, así que sufrimos las consecuencias de todo poblador, de empezar a buscar
los recursos por intermedio de los mismos pobladores”14. En relación a esto, las
familias debieron buscar, en primera instancia, las formas para poder abastecerse
de los servicios básicos, tales como el agua potable y la luz eléctrica, los que se
obtuvieron por la colaboración y la organización entre los vecinos, que debieron
sortear distintos procesos para conseguirlos. José Carrasco nos da cuenta de
algunos de ellos: “Aquí nosotros llegamos sin agua y sin luz, no había nada,
entonces íbamos al Sauce, un sector ahí cerca, a conseguirnos agua, porque se
abrían unos grifos allá (…) después la municipalidad nos mandó camiones para
que nos trajeran agua, y ahí hacíamos las medias filas y se armaban peleas
porque era poca el agua… con la luz, como no teníamos, tuvimos que sacar los
postes del campamento, porque allá teníamos todo iluminado, así que trajimos los
postes y los cables de allá, y los otros sectores trajeron los de ellos, y ahí se
juntaron todos los cables y fuimos a sacar luz del Sauce a la mala…”15. Al parecer,
en una primera instancia, la población El Sauce se mostró solidaria con los recién
llegados, permitiéndoles obtener los servicios sin mayor dificultad. Posteriormente
comenzaron las rencillas debido a los problemas que comenzaron a sortear, dada
la sobrecarga que tenían los transformadores del alumbrado, y los cortes de
suministro que esto les ocasionaba, lo que fue dificultando aún más el acceso a la
electricidad de los pobladores de la Santa Elena, por la oposición de la población
vecina a ayudarles con el abastecimiento.
14
15
Familia Alarcón Sandoval.
José Carrasco.
9
Sin duda, dentro de las carencias que tenía la población en sus primeros
años, el agua fue la más complicada, ya que se desataban conflictos comúnmente
por la dificultad de acceder a ella, lo que queda de manifiesto en el testimonio de
la familia Alarcón Sandoval: “los camiones en la mañana traían el agua y teníamos
que tener los tarros listos, hubo muchos problemas igual, porque de repente no
alcanzaba el agua para todas las familias porque venían de otros lados a pedir
agua, y se armaban las peleas por el agua”16. En este sentido, José Carrasco
complementa: “nos faltaba agua de los camiones que abastecían a todas las
familias y lo que pasó es que habían muchas peleas, se agarraban a combos las
‘viejas’ por un tarro de agua… después a nosotros nos dieron unas ‘cubas’, así
cada sector tenía dos para toda la manzana y los camiones seguían viniendo a
traer agua, así estuvimos harto tiempo…”17. La dificultad de acceder a un
elemento tan básico como es el agua potable, alteró las rutinas de los pobladores
de Santa Elena, y quedaron impregnados en su memoria los sacrificios que
debieron realizar para obtenerla. Este es el caso de la pobladora Rosa Román, la
que recuerda esta época: “nosotros teníamos que dormir vestidos, porque no se
sabía a qué hora llegaba el camión… entonces alguien gritaba ¡el agua! ¡el agua!,
y salían todos corriendo a ver los tarros que habían dejado en las colas…entonces
la gente empezaba a sacarse los tarros, los ponía más atrás, que se yo, y se
armaban las peleas… Mi marido que salía como a las 3 de la mañana del trabajo,
me ponía los tarros…”18. Finalmente, como menciona José Carrasco, se pusieron
cubas que abastecieran de agua a toda la manzana en donde se ubicaban, lo que
puso fin a las largas colas y esperas por llenar el “tarro”, aunque trajo nuevos
conflictos, como la inevitable suciedad que adquiría el agua, al estar al aire libre.
16
Familia Alarcón Sandoval.
José Carrasco.
18
Rosa Román.
17
10
Luego de llegar a Santa Elena,
las organizaciones sociales - que
habían
sido
proceso
cruciales
de
en
el
postulación
y
asignación de sitios - perdieron
cierto protagonismo, al sentir que
llegaban a un lugar propio e
individual.
Pero
este
fue
retomado casi inmediatamente,
ya que sólo a través de una asociación férrea entre los vecinos se podría luchar
para comenzar a solucionar los problemas que los estaban aquejando.
Pero no sólo el agua y la luz eran los problemas de los pobladores de la
Santa Elena; el transporte también era un tema conflictivo, ya que debían recorrer
grandes distancias para poder optar a un medio de transporte que los llevara a
otros sectores de la ciudad, lo que se agravaba en invierno. Tomás Flores con
respecto a esto menciona lo siguiente: “no teníamos nada de locomoción, y
cuando llegó el invierno todo se convirtió en un barrial y la única locomoción que
teníamos cerca, era ir a Los Morros, era lo único que había para este sector…”19.
De esta forma, se buscó concertadamente la incorporación de un medio de
transporte que fuera en directa ayuda a la gente del sector, para que ya no fuera
necesario trasladarse a la población aledaña de El Sauce para poder movilizarse.
De esta forma, un recorrido de micro “la 33” fue la encargada de trasladar a los
vecinos en ese tiempo, aunque posteriormente, en la década de 1990, dejó de
transitar por dentro de la población, por motivos que más adelante serán
señalados.
Otro problema de equipamiento urbano que surge una vez establecidas las
familias en la Santa Elena es la falta de una escuela para que los niños –que en
esta época, generalmente no eran menos de 3 por familia- pudieran acceder a la
educación cerca de sus lugares de residencia. En este sentido, Tomas Flores nos
menciona: “cuando llegamos no teníamos colegio, y a través de la directiva
19
Tomás Flores.
11
general de la Santa Elena que comprendía a todos los sitios, se luchó a través de
las autoridades, para pelear por escuelas…y conseguimos una escuela provisoria
de madera, eso fue un gran logro…”20. Esta última frase nos muestra cuál era el
espíritu de los pobladores de Santa Elena, los que mediante el esfuerzo y la
constancia poco a poco fueron consiguiendo mejoras en sus calidades de vida,
entendiéndose que todos los avances que consiguieran serían definitivos y
propios. Para el caso de la escuela, los esfuerzos no pararon ahí, ya que
posteriormente iniciarían los planes de consolidar la infraestructura de manera que
estuviera a la altura de los niños que estudiarían en ella.
De esta forma,
como
y
es
mencionado por los
pobladores,
la
construcción de la
escuela
fue
un
procedimiento
realizado
en
conjunto,
con
asesoramientos
externos, pero con el
aporte del trabajo de las personas que lo recibían como parte de su comunidad.
En relación a esto, Rosa Román menciona: la escuela es de la época de la Unidad
Popular, pero la multicancha la hicimos nosotros, con aporte de todos los
apoderados, que hacíamos rifas y una serie de cosas pa´ reunir fondos y así poder
hacer la cancha (…) después teníamos la escuela bonita pero no teníamos
profesores (…) así que fuimos al ministerio, y como estábamos en Dictadura,
vieron a un montón y llegaron los carabineros altiro… pero nosotros les dijimos
que solo íbamos a pedir profesores… a la semana nos mandaron todos los
20
Ibídem.
12
profesores (…) hicimos actividades para reunir fondos y tener lo que nos
faltaba…”21.
Paralelo a los problemas de infraestructura y equipamiento que hemos
mencionado, la Santa Elena también tuvo que enfrentar inconvenientes de
seguridad interna, los que fueron enfrentados por los propios vecinos, los que no
permitirían que sus luchas por conseguir mejoras fueran empañadas por los malos
comportamientos de unos pocos. Sobre este tema, Mercedes Cerda relata: “aquí
hubo una pandilla muy grande (…) antes de que viniera el Golpe Militar… esta
gente atemorizaba a todos, porque era una banda grande que vivía aquí mismo…
mataban a los gatos, les cortaban la cabeza y los tiraban a las casas de los
vecinos…esos cabros les pegaban a sus mamás, si eran muy malos, se metían a
las casas, y asaltaban a propia gente de aquí (…) lo que sí en ese tiempo no
existía la droga (…) esa banda fue expulsada por los propios vecinos, con palas,
palos, piedras, fueron a la casa de ellos y los expulsaron de aquí, los echaron…”22.
Finalmente, se estaba conformando una comunidad –que si bien necesitaba
transformaciones aún mayores, y una intervención pública que incluyera la
solución definitiva de por ejemplo, los servicios básicos- se articularía en la
iniciativa propia y en el esfuerzo para conseguir un mejor estándar de vida. Pero
para esto, no solo era necesario obtener un adecuado equipamiento urbano, sino
que más bien, era urgente partir por el propio lugar donde se habita, en este caso,
la vivienda. Como ya quedó establecido en los testimonios, los sitios contaban con
una mediagua con dos habitaciones, que en la mayoría de los casos se hacía muy
pequeña para los integrantes de la familia, además de ser una edificación
provisoria, que necesariamente debía ser mejorada. En este sentido, diversas
fueron las mociones que buscaban la construcción de una casa ‘firme’ y óptima
para la habitabilidad, proceso que es señalado por Tomás Flores: “llegó el
gobierno popular y se nos dio el anhelo de que se nos construyeran 500 viviendas,
se hicieron varios movimientos a través de la directiva (…) pero hubo un cierto
problema con la gente de los sectores que querían otro tipo de casas (…) el
asunto que la primera etapa de la Santa Elena (fue) en el año 1973, y estaba
21
22
Rosa Román.
Mercedes Cerda.
13
contemplado construir el resto en el gobierno de la Unidad Popular, y vino el Golpe
de Estado y nos quedamos con las 500 viviendas no más…”23.
De esta manera, sólo un conjunto de viviendas fue construida de forma
continua, siendo las otras postergadas y finalmente descartadas por el panorama
político que vivía el país. José Carrasco, nos aporta otra visión con respecto a la
construcción de viviendas: “como nosotros vivíamos en mediaguas, empezamos a
luchar para que nos construyeran, en eso estaba metida la directiva…se había
formado un lío, porque unos querían de una forma la construcción y otros de otra,
y así se formó un lío y a las finales nos dejaron botados, y construyeron una parte
no más (…) nosotros pensábamos que eran muy chicas, que el material era malo,
entonces como nos regodeamos mucho, nos dejaron botados (…) entonces cada
quien empezó a construir con lo que tenía, entonces yo mismo de a poquito
empecé a construir la casa, porque a mi no me ayudó nadie (…) cada uno hacía
su casa, con los medios que tenía…”24.
El advenimiento de la Dictadura Militar estableció nuevas prácticas a nivel
administrativo, además de erradicar por completo las políticas sociales que se
estaban implementando en la Unidad Popular. De esta forma, no sólo la
construcción de las viviendas con apoyo del Estado fue estancada durante este
período, sino que también, todas las mejoras y equipamientos que se planteaban
para este sector, que se estaba conformando paulatinamente y con escasos
recursos. Por otro lado, durante el gobierno autoritario se propiciaron distintos
procesos a nivel vecinal, los cuales mencionamos a continuación.
La Santa Elena también fue escenario de persecuciones políticas, y
detenciones de individuos que eran ideológicamente contrarios a las ideas de la
Dictadura Militar. En este sentido, Mercedes Cerda dice lo siguiente: “yo en ese
tiempo tenía reja de palo, y unos matorrales así bien altos… entonces ahí nos
escondíamos, nos tirábamos de guata a mirar a quien se llevaban, a veces a los
amigos de nosotros que andaban tarde, como había ‘toque de queda’”25. De esta
23
Tomás Flores.
José Carrasco.
25
Mercedes Cerda.
24
14
forma, la presencia militar también fue un elemento significativo que debió
sobrellevar la comunidad de Santa Elena.
Por las circunstancias que trajo el nuevo régimen de gobierno, las
organizaciones vecinales cobraron vital importancia para por ejemplo, abastecerse
de los elementos básicos de alimentación. Con respecto a esto, Rosa Román nos
cuenta: “a nosotros nos daban 20 números, porque cada manzana tenía 20 casas
y a las delegadas nos daban 20 números para ir a comprar pollos, carne o lo que
llegaba… y los militares ahí con las metralletas… incluso me tocó ir a buscar el
pan allá a la panadería del Sauce en camión con los milicos y nosotras con las
canastas de pan repartiendo…”26.
Asimismo, otras organizaciones surgieron para enfrentar la escasez y las
dificultades tanto económicas como de abastecimiento. Este es el caso de la olla
común, la que significó una gran ayuda para los vecinos más necesitados y que
Mireya Pérez, actual dirigenta de la Olla Común que aun existe, nos describe: “la
olla común la paramos en el período de Pinochet, porque habían muchos cesantes
y se pasaban muchas miserias aquí (…) la Iglesia siempre nos ayudó mucho para
la olla común, porque al principio cocinábamos a leña, y después la Iglesia nos dio
un fogón y entre todas comprábamos gas… además se salía a pedir al matadero,
a las ferias… así que así cocinábamos las mujeres y le podíamos dar un plato de
‘comía’ a los niños, que no tenían por qué entender la miseria que se estaba
pasando…”27.
La olla común, además de mostrarnos la colaboración interna que surge en
Santa Elena para solucionar los temas de mayor relevancia, nos ratifica la
importancia de la labor femenina dentro de las actividades iniciales de esta
población. En este sentido, vemos a las mujeres como protagonistas de una serie
de actividades, las que tenían relación con la consolidación y el mejoramiento de
las condiciones de vida que tenían en los primeros años. Ellas fueron las artífices
de iniciativas para alcanzar adelantos, desempeñando distintas funciones que las
relevan de la ‘condición de sexo débil’, ya sea luchando por el agua, pero también
como activas dirigentas, capaces de organizar grandes grupos de personas en
26
27
Rosa Román.
Mireya Pérez.
15
torno a demandas o soluciones de los problemas que las aquejaban. Las precarias
condiciones económicas en las que vivían los vecinos de la población Santa
Elena, obligaba a las pobladoras no sólo quedarse en sus hogares cuidando de
sus hijos e hijas, sino que también, a colaborar económicamente a través de
pequeñas actividades que les permitieran apoyar la labor proveedora que
desempeñaban los hombres. Esta función propició a su vez que estos se
mantuvieran
alejados
de
las
labores
cotidianas,
las
que
las
mujeres
desempeñaban con ímpetu y sacrificio, ya fuera con martillo y serrucho o con un
cucharón y una olla.
Las primeras organizaciones
Una de las actividades que marcó a la Santa Elena desde sus comienzos
fue el fútbol, y entre los más antiguos clubes se encuentra el ‘Carlos Pereira’ y el
‘Pato Varela’, entre otros, los que obtenían sus nombres de personalidades
relevantes de la época, como este último denominado así por un conocido locutor
de radio Corporación. El fútbol fue una práctica de encuentro y a veces de
desencuentro, que no sólo tenía como protagonistas a los hombres, ya que las
mujeres también desarrollaron un papel central dentro de estas organizaciones.
Los clubes deportivos centraron gran parte de la atención de los vecinos,
realizándose actividades de distintas índoles en torno a ellos, como nos menciona
Mercedes Cerda: “El club Carlos Pereira se fundó con hartos jóvenes, que se
conocían, pero también entraron otros que no se conocían…y se le puso Carlos
Pereira, por el Alcalde de La Cisterna, porque todo esto antes pertenecía a La
Cisterna (…) las mujeres participábamos en todo con ellos… los acompañábamos
a las canchas con plumeros, era todo muy bonito en esos años (…) hasta íbamos
a paseos, se hacían fiestas, se celebraban los cumpleaños…”28.
Relacionados con el fútbol, los ‘Centros de Madres’ también surgieron en
Santa Elena, para agrupar a las mujeres y así realizar distintas actividades.
Mercedes Cerda, quién anteriormente se refería a los orígenes del club Carlos
28
Mercedes Cerda.
16
Pereira, menciona lo siguiente: “ahí también se fundó el Centro de Madres más
antiguo del sector, que se llamó ‘Las Clavelinas’ (…) hacían trabajos manuales y
hartas cosas… después se fundó el ‘Pato Varela’ cómo un año después del Carlos
Pereira… Las Clavelinas, la mayoría, eran las esposas o las familiares de los
hombres del Carlos Pereira, y ellas se consiguieron la sede (…) que eran dos
piezas como mediaguas…”29.
Las precarias condiciones en las que vivían los pobladores de Santa Elena
propiciaron una vida comunitaria intensa, además de un fortalecimiento de las
relaciones vecinales, las que se consolidaban en las organizaciones como las que
mencionamos anteriormente. De este modo, además de realizar las actividades
propias de cada grupo –fútbol y manualidades- se enlazaron en ricas amistades y
solidaridades mutuas que los llevaron a unirse en torno a ideales de mejoramiento
de su población. Con respecto a las relaciones entre las personas, la dirigenta
Brina Trujillo, quien llegó a Santa Elena en 1974 y que ha recogido distintos
testimonios, señala: “la gente aquí tuvo mucha convivencia (…) mucha gente de
acá son compadres, y para eso había que tener mucha relación (…) la gente
pasaba por entremedio de los sitios, porque habían unas mallas cuadradas así de
alambres, entonces se comunicaban por dentro, porque no había pavimentación y
era puro barro por fuera (…) eso hacía que fueran más solidarios, más cariñosos,
más afectivos…”30.
Como hemos visto a lo largo de este documento, los pobladores de Santa
Elena no sólo se relacionaron a través de lazos recreativos o ‘familiares’. Las
organizaciones sociales, y entre ellas la junta de vecinos, tiene presencia desde
los primeros años de la población, por intermedio de las cuales se buscaba
alcanzar de forma coordinada mejoras para su entorno más cercano. De esta
forma vimos como se utilizaba el mecanismo de delegaciones de manzana para
asignar recursos de forma equitativa, así como también para desarrollar labores
más focalizadas dentro de esta gran comunidad. En este sentido, la población
Santa Elena tiene una tradición de asociatividad importante, pero que estaba
aunada en una sola Junta de Vecinos que representaba a las que actualmente son
29
30
Ibídem.
Brina Trujillo.
17
dos comunidades (Santa Elena I y II). Esta condición produjo una serie de
inconvenientes para los vecinos y vecinas que vivían en el sector de Santa Elena
II, ya que gran parte de los logros y adelantos que conseguía la organización, eran
implementados en el otro sector, quedando desplazadas las necesidades del
lugar. Por otro lado, las principales mejoras conseguidas para toda la comunidad
fueron las relacionadas con los servicios básicos como la luz y el agua, pero no
así las relacionadas con el equipamiento urbano. En este sentido, Brina Trujillo
nos relata como fue el proceso para solucionar este problema: “la gente de acá
tenía necesidades propias de tener áreas verdes, plazas y ese tipo de cosas… lo
que había eran cosas individuales, como que cada uno plantaba un arbolito o que
se yo, cosas individuales… Un día pusieron una pantalla grande para ver a Juan
Gabriel (…) y apareció don Renato Vásquez (…) y empezó a hablar con la
directiva de la época, y dijo que si teníamos tantas necesidades que pusiéramos
una junta de vecinos acá…”31.
Este proceso de división de los dos sectores de Santa Elena, a través de la
creación de una nueva junta vecinal, se lleva a cabo durante la década de 1990.
Es precisamente este período el que está marcado por una serie de eventos que
inciden directamente en el mejoramiento y superación de muchas de las falencias
que presentaba Santa Elena en épocas anteriores. La centralización de las
demandas en una Junta de Vecinos propia, consciente de las dificultades y
carencias que presentaba el sector, creó una ofensiva de lucha que conseguiría
resultados provechosos.
Como habíamos mencionado, durante el gobierno del Régimen Militar
fueron truncadas muchas iniciativas que pretendían mejorar las condiciones de la
población Santa Elena. Es por esto que durante este período, la mayoría de los
adelantos alcanzados tuvieron que ver con iniciativas personales, enfocadas
básicamente a la autoconstrucción de las viviendas, y así frenar las posibilidades
de incendio, los que destruían manzanas completas por lo inflamable del material
con el que estaban edificadas las casas. En este sentido, sabemos que fueron
distintos los métodos para llevar a cabo esta titánica tarea –por la escasez de
31
Ibídem.
18
recursos de los pobladores- pero que fue enfrentada con el ingenio, la solidaridad
y la energía de construir un lugar mejor para albergar a las familias.
Los años 90 en Santa Elena, no sólo muestran los cambios a nivel
administrativo y burocrático que incidieron en el mejoramiento de muchos
aspectos del lugar, sino que también, muestran la cara menos amable de la
población, la que se relaciona principalmente con la introducción de las drogas y
los focos de delincuencia. En este sentido, el período está marcado por la
emergencia de estos elementos, que cambian las formas de relacionarse de los
vecinos, debido al clima de inseguridad propiciado por estas prácticas, que si bien
a nivel de delincuencia ya habíamos mencionado como parte de los primeros años
de Santa Elena, cobran otras implicancias, al estar relacionadas con lo que ha
significado a nivel mundial, el negativo poder del tráfico de drogas. Una de las
claras muestras del deterioro que ha causado este problema en la comunidad,
tiene relación con el transporte, el que como ya nos habíamos referido, estaba
presente en la población en un recorrido interno de micros, pero dado el panorama
de abusos e irregularidades, fue retirado por el miedo que esto infligía. Sobre esta
problemática, Brina Trujillo menciona: “aquí la locomoción comenzó a echarse a
perder cuando llegó el microtráfico y el tráfico de drogas…porque los chicos
empezaron a subirse a las micros a robar, a asaltar a los chóferes, y aparte de
eso, a cobrar peaje por transitar, lo que era insostenible (…) hasta que al final
retiraron las máquinas…”32. Los costos que han cobrado las actividades ilícitas
dentro de Santa Elena son significativos, y han dañado las relaciones vecinales, a
pesar de las distintas iniciativas por aplacar o prevenir la proliferación de este
fenómeno, aunque no han logrado destruir los cimientos de la identidad
poblacional.
Referente a los cambios traídos por la década de 1990 - además de la
creación de una propia Junta de vecinos - la emergencia de la Municipalidad de El
Bosque luego de la vuelta a la democracia en el país, también incidió en las
iniciativas que se desarrollarían en el barrio. Uno de los eventos más recordados,
al poner en jaque a las autoridades de turno y consolidar el espíritu luchador de
32
Brina Trujillo.
19
los pobladores de la Santa Elena, es el proceso de pavimentación, llevado a cabo
a comienzos de este período. El conflicto se originó por la imprecisión de las
obras, las que pretendían realizarse en un radio menor del correspondiente, lo que
dejaría a algunas calles de Santa Elena sin la pavimentación tan anhelada. Sobre
este proceso, Rosa Román, protagonista de este hecho, cuenta lo siguiente: “ellos
tenían en los planos que Santa Elena llegaba hasta una calle que no era (…) y un
caballero me llama y me dice hasta aquí vamos a llegar con la pavimentación
porque hasta aquí llega Santa Elena (…) entonces agarramos la bandera y nos
subimos arriba… eran como las 10 de la mañana y empezaron a llegar las
vecinas… y ahí se pusieron a mirar… después llegaron los trabajadores y los
jefes, y nosotros no nos movíamos de ahí (…) cuando llegó el arquitecto le
pedimos que viniera el Alcalde…”33. Luego de escuchar los argumentos
esbozados por los pobladores la autoridad de la época tomó las medidas
correspondientes, dándoles la razón a los vecinos, y finalmente pavimentando las
calles principales correspondiente a Santa Elena.
Posteriormente, y luego de iniciativas vecinales, se llevó a cabo la
pavimentación de los pasajes, mediante el aporte de los propios vecinos que en
un programa de ‘pavimentación participativa’ pudieron mejorar la calidad y el
aspecto de los suelos que estaban a su alrededor.
Además de estas iniciativas, la década de 1990 trajo consigo una serie de
obras de áreas verdes, mejorando así el aspecto del barrio y colaborando en el
desarrollo de los más pequeños, también mediante la habilitación de las canchas.
Así, se llevaron a cabo construcciones de plazas, a veces artesanalmente
equipadas con juegos, pero que materializaban el interés por dar cuerpo a la vida
al exterior de las casas, ya no con las condiciones que tenían los primeros años,
sino que con una infraestructura más cuidada, contando con el apoyo y los aportes
de las autoridades municipales, desafiando también, al clima hostil implantado por
unos pocos.
Por otro lado, la vida comunitaria de Santa Elena se nutrió de nuevas
organizaciones y centros que buscaron seguir mejorando la calidad de vida de las
33
Rosa Román.
20
personas que se integraron, a lo que contribuyó una efectiva colaboración
económica. En este sentido, Brina Trujillo relata como se produjeron estos
avances: “después de distintas gestiones, conseguimos que el Alcalde viniera para
acá a Santa Elena… se le avisó a todas las organizaciones, así que todos sabían
que venía… el Alcalde vino con toda una comitiva (…) y se plantearon todas las
mejoras y los proyectos que se querían hacer (…) se acordaron distintos
propósitos para el equipamiento de las organizaciones… para el Pato Varela, el
Escudo de Chile, el Santos, el Adulto Mayor Alegría de Vivir…juntamos a todos y
conseguimos equipamiento… después se mejoró el Auco, que necesitaba
arreglos… se hicieron muchas cosas…”34.
De esta forma, vemos cómo se consolidan una serie de prácticas y
actividades que buscaban la participación de gran parte de los vecinos de Santa
Elena, abarcando todos los grupos etáreos a través de las diferentes
organizaciones, dándole una forma más estructurada a la vida comunitaria que
llevaban desde los primeros años de asentamiento en este sector.
Esta rica historia, de la que sólo hemos dado cuenta de algunos elementos,
nos muestra una realidad particular existente en la gran ciudad de Santiago. En
ella vemos como un grupo de personas, deseosas de consolidarse en un lugar
propio donde vivir, encuentran en un desolado terreno las herramientas para
convertirse en grandes luchadores, consiguiendo ascender constantemente a
través del coraje y las iniciativas que les permitirían construir paulatinamente aquel
sueño, añorado por mucho tiempo. En este sentido, podemos observar como en
esos sitios conseguidos con esfuerzo por cada uno de los pobladores -los que no
contaban
con
ninguna
comodidad
ni
implemento
básico
para
subsistir
adecuadamente- fue el escenario de una batalla que se ganó con sacrificio,
atribuyéndoles una identidad de lucha y esfuerzo del que hemos tratado de dar
cuenta.
El ímpetu por mejorar día a día las condiciones iniciales con las que se
encontraron, y la identificación con el trabajo organizacional y la decisión por
conseguir lo que consideraban justo, nos habla de la construcción de una
34
Brina Trujillo.
21
población marcada por la iniciativa individual y colectiva que poseían los
pobladores de Santa Elena. En este sentido, también pudimos ver la vital
participación femenina en el proceso conformativo, ya que éstas se desempeñaron
como artífices y ejecutoras de las labores más básicas y cotidianas, pero también
las actividades comunitarias, teniendo que distribuir el tiempo en las labores
propias de la mujer y las reivindicativas.
Articulado en hitos, pudimos observar como la población Santa Elena ha
sorteado distintos procesos para convertirse en la comunidad que es actualmente.
Esta, ha luchado por cada uno de los avances que ha logrado, y que tuvo en
primera instancia, una iniciativa individual que la llevó a consolidar distintos
avances hasta comenzar el nuevo período, marcado por el retorno a la
Democracia, la que trajo consigo, nuevas formas de organización y de encause de
los logros que se han ido realizando.
De esta forma, vemos cómo podemos situar los antecedentes de las luchas
actuales –las que persiguen otros beneficios y nuevos mejoramientos acordes a la
situación de Santa Elena hoy en día- en los incansables deseos de perseverar de
los pobladores de los primeros años, los que luchaban por conseguir el agua, y
negociaban para abastecerse de luz. En este sentido, la existencia de una
identidad relacionada con la búsqueda constante de progreso, la podemos
observar desde los orígenes de la población Santa Elena, hasta el tiempo
presente, y que no se ha perdido totalmente con el paso de los años. Ya que,
mientras estén vivos los recuerdos de lo que fue la lucha inicial, podrá ser
transmitido a las nuevas generaciones, que sabrán que su entorno es producto del
esfuerzo y la perseverancia, lo que les ayudará a alejarse de las malas iniciativas
llevadas a cabo por determinados grupos en el sector, las que no logran derribar
los cimientos de la población basados en valores y virtudes.
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Finalmente, la población Santa Elena no sólo fue el escenario de la construcción
de familias, las que fueron creciendo con el pasar de los años, sino que también
de casas, escuelas y plazas, además de organizaciones y relaciones de
solidaridad en torno a ellas, que nos hablan de cómo a partir de una pequeña
base, se puede establecer una comunidad consolidada y valiosa, por el esfuerzo
de sus integrantes.
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Fuentes y Bibliografía
Fuentes Orales
•
José Carrasco
•
Sara de las Mercedes Cerda
•
Tomás Flores
•
Gladis Novoa
•
Herminia Olivares
•
Mireya Pérez
•
Rosa Román
•
Brina Trujillo
•
Familia Alarcón Sandoval
Bibliografía
•
Alfonso Raposo Moyano (compilador), Espacio Urbano e Ideología: El
paradigma de la Corporación de la Vivienda en la arquitectura habitacional
chilena. 1953-1976, Ediciones Universidad Central, 2001.
•
Armando de Ramón, Santiago de Chile. Historia de una sociedad urbana,
Catalonia, 2007.
•
Mario Garcés, Tomando su sitio, LOM Ediciones, 2002.
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