leer aquí - Diócesis de Barbastro

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Contenido
1.PRESENTACIÓN........................................................................... 2
2. CARTA PASTORAL DE LOS OBISPOS DE LAS
DIÓCESIS DE ARAGÓN A LOS FIELES CRISTIANOS
SOBRE LA VOCACIÓN AL APOSTOLADO SEGLAR.......... 3
3. CRÓNICA DEL II ENCUENTRO DEL LAICADO
CRISTIANO DE ARAGÓN ........................................................ 5
4. RADIOGRAFÍA DEL LAICADO CRISTIANO DE
ARAGÓN (2014)........................................................................... 7
5. PONENCIA “CRISTIANOS LAICOS: APÓSTOLES
Y SANTOS, DISCÍPULOS Y MISIONEROS. LA
VOCACIÓN CRISTIANA, VOCACIÓN AL
APOSTOLADO”............................................................................ 10
6. TALLERES SOBRE LA VOCACIÓN APOSTÓLICA,
EN EL II ENCUENTRO DEL LAICADO CRISTIANO
DE ARAGÓN................................................................................. 32
7. PRESENTACIÓN DE EXPERIENCIAS DE LAS
DIÓCESIS DE ARAGÓN............................................................. 36
8. ORACIÓN FINAL DE LA EXHORTACIÓN
APOSTÓLICA “EVANGELII GAUDIUM”.
PAPA FRANCISCO....................................................................... 49
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1. PRESENTACIÓN
Carlos Escribano Subías, obispo y presidente de la Comisión regional de apostolado seglar
Con motivo del 25 aniversario de la Exhortación “Christifideles Laici” de San Juan Pablo
II, tuvimos la oportunidad de celebrar el “II Encuentro del laicado cristiano en Aragón” bajo
el lema “Id también vosotros a mi viña”. En la intención de los organizadores, los Delegados
de Apostolado Seglar de las Diócesis Aragonesas, se albergaba la esperanza de que las
enseñanzas de aquel magnífico documento, sobre la vocación cristiana y el apostolado de los
laicos, no perdiesen actualidad. Fue un encuentro gozoso, con una rica ponencia dictada por
Doña Lourdes Azorín, unos talleres de trabajo y unas interesantes experiencias apostólicas
que sin duda nos enriquecieron a todos los participantes.
Hay que dar gracias a Dios por el encuentro realizado el pasado 24 de mayo de 2014.
Gracias a los organizadores y a los participantes de todas las diócesis aragonesas. Y, en
especial, dar gracias por todos los seglares, hombres y mujeres, que en nuestras diócesis
están abriendo su corazón a la fuerza del Espíritu y están dan dando testimonio de su fe
en su servicio generoso a la Iglesia y a los hermanos haciendo realidad la llamada del Papa
Francisco que nos exhorta a ser Evangelizadores con Espíritu, es decir “evangelizadores que
se abren sin temor a la acción del Espíritu Santo” (EG. 259). La toma de conciencia de ser
evangelizadores con Espíritu es un reto que compete a todos los bautizados. Estamos ante
uno de los grandes desafíos que tiene la Iglesia en este momento. Es cierto que ha crecido
la conciencia de la identidad y la misión del laico en la Iglesia. Pero, como recuerda el Papa
Francisco (cfr. EvG 102), esta toma de conciencia es todavía desigual y, en muchas ocasiones
deficiente, también en nuestras diócesis, en nuestros laicos y en nuestros movimientos y
asociaciones. Por eso debemos seguir redescubriendo y alentando la vocación y el papel de
los laicos en la tarea evangelizadora de la Iglesia en este momento.
Es un reto apasionante al que debemos dar respuesta también en nuestra tierra y en
nuestras Iglesias diocesanas. San Juan Pablo II en los últimos puntos de la Christifideles Laici,
nos decía: “Una grande, comprometedora y magnífica empresa ha sido confiada a la Iglesia:
la de una nueva evangelización, de la que el mundo actual tiene una gran necesidad. Los
fieles laicos han de sentirse parte viva y responsable de esta empresa, llamados como están
a anunciar y a vivir el Evangelio en el servicio a los valores y a las exigencias de las personas
y de la sociedad”.
Espero que el contenido de esta pequeña publicación nos ayude a seguir reflexionando
sobre la importancia que tiene la vocación apostólica de los laicos y a potenciar el
apostolado, tanto el que cada fiel cristiano puede y debe desarrollar de forma individual,
como el apostolado asociado que tiene una particular importancia por manifestar «mejor la
comunidad de la Iglesia» y por resultar «más eficaz» en las circunstancias de la sociedad en
que vivimos (cf AA 20).
+ Carlos Escribano Subías
Obispo de Teruel y de Albarracín
Presidente de la Comisión regional de apostolado seglar
Pag. 3
2. CARTA PASTORAL DE LOS OBISPOS DE LAS DIÓCESIS DE ARAGÓN A LOS FIELES
CRISTIANOS SOBRE LA VOCACIÓN AL APOSTOLADO SEGLAR
(Con motivo de la convocatoria del II Encuentro de laicos de Aragón, el 24 de mayo de 2014)
El pasado 24 de noviembre de 2013, Domingo de la Solemnidad de Jesucristo, Rey
del Universo, el Santo Padre el Papa Francisco clausuraba en Roma, junto con las Iglesias
particulares de todo el Orbe, el Año de la fe.
Siguiendo las huellas del Siervo de Dios, el Papa Pablo VI, y del Beato Papa Juan Pablo II,
Benedicto XVI convocó en 2011 el Año de la fe para que el Pueblo de Dios rememorara con
exactitud el contenido de la fe y, sobre todo, testimoniara la persona de Jesucristo, en su
doble naturaleza divina y humana, que es lo que hay que creer (objeto de la fe), a quien hay
que creer (motivo y causa de la fe) y a quien hay que seguir con la mente y con el corazón
en vida y en muerte (causa final de la fe); para que la fe se purificara, tanto en su objeto
(fides quae) como en su acto (fides qua), contemplándola a la luz del Concilio y del Catecismo
de la Iglesia; y, para que, revitalizada y purificada, fuera confesada plenamente de nuevo y
anunciada con fuerza y vigor a todas las gentes (Nueva Evangelización).
Y, tras la clausura del Año de la fe, ha venido el Adviento, cuya tercera semana comienza
hoy y uno de cuyos contenidos capitales es la conversión a la fe verdadera. En el horizonte,
pues, del Año de la fe y de la llamada a la conversión que nos dirige el Adviento convirtámonos,
y convirtámonos a Cristo, núcleo de nuestra fe, y a su Iglesia, cuya necesidad para la salvación
de los hombres fue afirmada por el propio Cristo. ¿Qué hemos de hacer los cristianos después
del Año de la fe? ¿Qué han de hacer los consagrados: religiosos y seculares? ¿Qué habremos
de hacer los sacerdotes, partícipes, por medio de los grados sacerdotales del sacramento del
Orden, del sacerdocio ministerial del Señor? Y, finalmente, ¿qué han de hacer los fieles laicos?
A todos nos pide Cristo, en el fondo, la misma cosa: que, anunciando el Evangelio a todos
los hombres, contribuyamos a su santificación mientras que obtenemos también nosotros,
heraldos del Evangelio, el don de la santidad. Ahora bien, la misión de transmitir la fe y de
vivirla cobra un carácter distinto en los cristianos según el estado o la vocación que cada uno
haya abrazado en la Iglesia siguiendo la voluntad de Dios.
Así las cosas, los obispos de las Iglesias particulares de Aragón hemos creído oportuno
dirigir una palabra de aliento, en este tiempo inmediatamente posterior a la clausura del
Año de la fe, a todos los fieles cristianos, pero de un modo especial a los fieles cristianos
seglares, a los laicos, aprovechando la feliz coyuntura del cumplimiento, en 30 de diciembre
de este año, del XXV aniversario de la publicación de la exhortación apostólica post-sinodal
“Christifideles laici”. En efecto, “fieles cristianos seglares” fue el título dado por Juan Pablo II
a aquella tan magnífica exhortación apostólica post-sinodal en la que nos ofreció el fruto del
Sínodo general de los obispos sobre la vocación cristiana y apostólica de los laicos en la Iglesia
y en el mundo.
Han pasado veinticinco años desde entonces y creemos conveniente traer de nuevo a la
memoria las enseñanzas de aquella exhortación exhortación apostólica con la que el Papa
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quiso desarrollar la doctrina del Concilio Vaticano II sobre la vocación cristiana y apostólica
de los laicos cristianos. Traemos aquéllas a la memoria con la intención de avivar en nuestras
Iglesias diocesanas la vocación al apostolado, que está indisolublemente unida a la existencia
cristiana. En este sentido, las enseñanzas del Concilio son muy precisas e interpelantes,
«porque la vocación cristiana, por su misma naturaleza, es también vocación al apostolado.
Así como en el conjunto de un cuerpo vivo no hay miembros pasivos, de igual manera ocurre
en el Cuerpo místico de Cristo, que es la Iglesia. Son tan estrechas la conexión y la trabazón de
los miembros en este Cuerpo, que el miembro que no contribuye según su propia capacidad
al aumento del cuerpo debe ser tenido como inútil para la Iglesia y para sí mismo» (AA 2).
A lo largo del Año de la fe y siguiendo la invitación del Papa Benedicto XVI, hemos vuelto
a meditar los textos conciliares. Creemos que dar un nuevo impulso a la vocación apostólica
de nuestros fieles cristianos ha de ser un fruto precioso de la celebración de este Año singular.
Por ello os invitamos, muy queridos hermanos y hermanas, hijos e hijas, a reflexionar
sobre el vigor que actualmente tiene en vosotros la vocación apostólica, a confrontaros con
las enseñanzas del Concilio Vaticano II sobre este punto y a buscar, con la participación de
todos, iniciativas que nos lleven a impulsar el apostolado, tanto el que cada fiel cristiano
puede y debe desarrollar de forma individual como el apostolado asociado, que tiene una
particular importancia por manifestar «mejor la comunidad de la Iglesia» y por resultar «más
eficaz» en las circunstancias de la sociedad en que vivimos (cf AA 20).
Entre los muchos retos que tienen nuestras Iglesias, la promoción del apostolado
asociado no es el menor. Es preciso que, conforme a la llamada del Concilio Vaticano II y de la
exhortación apostólica “Christifideles laici”, el apostolado seglar asociado recobre vitalidad y
se aplique con decisión a secundar los objetivos que la Iglesia le propone para la propagación
del Reino de Cristo y para la vida del mundo.
Os convocamos, pues, a secundar las tareas que las Delegaciones de Apostolado Seglar de
nuestras Diócesis aragonesas os van a proponer para el presente curso, con la intención de
llegar a un Encuentro regional el sábado, día 24 de mayo de 2014, en Zaragoza, que sirva para
impulsar en todos vosotros la vocación apostólica. Con gran fe en vosotros y con gran amor a
vosotros os impartimos la bendición de Dios.
III Domingo de Adviento, 15 de diciembre de 2013
† Manuel Ureña Pastor, arzobispo de Zaragoza
† Alfonso Milián Sorribas, obispo de Barbastro-Monzón
† Carlos Escribano Subías, obispo de Teruel y de Albarracín
† Julián Ruiz Martorell, obispo de Huesca y de Jaca
† Eusebio Hernández Sola OAR, obispo de Tarazona
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3. CRÓNICA DEL II ENCUENTRO DEL LAICADO CRISTIANO DE ARAGÓN
Comisión regional de Apostolado Seglar
El día 24 de mayo de 2014 , tuvo lugar en Zaragoza el II Encuentro del laicado cristiano de
Aragón con el lema “Id vosotros a mi viña”, al que asistieron unos 280 personas, entre ellos
4 obispos (D. Manuel, D. Elías, D. Carlos y D. Alfonso), un representante de la Conferencia
episcopal, D. Antonio Cartagena, y sacerdotes, religiosos y laicos de todas las diócesis de
Aragón, incluida la de Jaca. Hacía 10 años que no hacíamos un encuentro interdiocesano de
esta naturaleza, y en esta ocasión quisimos profundizar en el hecho de que nuestra vocación
cristiana nos tiene que llevar al apostolado y al compromiso en las realidades temporales.
Además de celebrar la fe y la eucaristía, reflexionar conjuntamente y compartir unas
emocionantes experiencias desde cinco diócesis, valoramos que fue un momento privilegiado
para que los laicos cristianos de Aragón pudiésemos convivir, conocernos mejor y apreciarnos
más, como hermanos que somos en la fe. Recogiendo las enseñanzas del Concilio Vaticano II
sobre la iglesia y la participación del laicado como sujeto eclesial de su misión en el mundo,
así como las urgencias señaladas por el Sínodo de 2012 para la nueva evangelización y, de
un modo particular, las incisivas llamadas del papa Francisco a “salir” decididamente hacia
la evangelización, nuestros obispos convocaron este Encuentro el 15 de diciembre de 2013
mediante la carta pastoral que precede a esta crónica.
Al mismo tiempo, con este Encuentro quisimos conmemorar los 25 años de la publicación
de la exhortación apostólica “Christifideles laici” de San Juan Pablo II que viene a ser la carta
magna del laicado católico y que a lo largo de 2014 la C.E.A.S., nos propone leerla desde
la “Evangelii Gaudium” del papa Francisco, para conseguir auténticos evangelizadores con
Espíritu en nuestras comunidades, parroquias y asociaciones, como nos re­clama el papa.
En cuanto al desarrollo del Encuentro, D. Julio Marín, delegado de apostolado seglar de
Teruel-Alabarracín, coordinó los actos litúrgicos y D. Angel Lorente, delegado de Zaragoza
hizo de “conductor” de las diversas actividades. Por su parte, D. Carlos Calvo, delegado
de apostolado seglar de Huesca presentó una radiografía del Laicado Cristiano de Aragón
con interesantes datos, a partir de los cuestionarios trabajados en las diócesis en el primer
trimestre. A continuación, tuvo lugar la ponencia La vocación cristiana es vocación al
apostolado, a cargo de Dª Lourdes Azorín, médico y miembro de Acción Católica General,
presentada por D. Pedro Escartín, delegado de Barbastro-Monzón.
Tras la comida, por la tarde se trabajó en grupos con una metodología de Talleres para, a
partir de la citada ponencia, plantearnos cómo podemos suscitar o incrementar la vocación
apostólica de diversos colectivos cristianos: los cristianos de Misa dominical, los que participan
en las tareas y misión de la parroquia, los miembros de los movimientos y asociaciones
apostólicas y los que participan en el voluntariado cristiano. A continuación, se presentó un
Panel de experiencias que gustaron mucho y hasta emocionaron por su contenido y por la
forma de comunicarlas, destacando la presencia de laicos jóvenes en esa presentación: el
Gesto diocesano con las víctimas de la crisis (diócesis de Zaragoza), el apoyo de militantes
jóvenes de A.C.G. a los confirmandos (diócesis de Huesca), los animadores de la Comunidad
en parroquias rurales en las celebraciones dominicales sin presbítero (diócesis de Barbastro-
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Monzón) y la llamada a jóvenes para volver a encontrarse con la Iglesia (diócesis de Teruel
y Albarracín). Concluyeron las experiencias con una intervención de Alba, como delegada
episcopal de Pastoral Juvenil de Zaragoza.
Concluyó este II Encuentro con la oración final, unas palabras de clausura y envío hecho
por el Sr. Arzobispo, D. Manuel Ureña, quien entregó como signo de envío un marcapáginas
con un texto del Vaticano II sobre los laicos.
Damos gracias a Dios por este II Encuentro interdiocesano de laicos de las iglesias de
Aragón y le pedimos que nos ilumine para seguir avanzando en corresponsabilidad y misión
en nuestras diócesis, a partir de todo lo que hemos aprendido y compartido entre nosotros.
Gracias también al colegio Santo Domingo de Silos por todas las facilidades que nos dio.
Deseamos que este folleto que ahora ponemos a disposición de nuestras diócesis
contribuya a despertar y consolidar la vocación apostólica de los laicos cristianos de Aragón.
Para ello hemos recogido las intervenciones del II Encuentro: la radiografía del laicado en
Aragón, la ponencia de Lourdes Azorín, las principales conclusiones de los Talleres y las
experiencias diocesanas de vocación apostólica. En el punto nº 6, tras las sugerencias que
aportaron los cuatro talleres sobre cómo despertar vocaciones apostólicas, ofrecemos un
breve cuestionario al lector de este folleto, con el fin de que él también quede interpelado.
Finaliza esta publicación con una oración que invitamos a rezar tras la realización de ese
cuestionario, dedicada a la Virgen como “estrella de la nueva evangelización”, en palabras del
papa Francisco. Que ella nos guíe para que los laicos y laicas de las diócesis de Aragón seamos
ahora y siempre “cristianos laicos, iglesia en el mundo.”
Zaragoza, 24 de mayo de 2014
LA COMISIÓN REGIONAL DE APOSTOLADO SEGLAR:
Angel Lorente, Delegado de Zaragoza
Pedro Escartín, Delegado de Barbastro-Monzón
Julio Marín, Delegado de Teruel y Albarracín
Carlos Calvo, Delegado de Huesca
José María Sánchez, Delegado de Tarazona
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4. RADIOGRAFÍA DEL LAICADO CRISTIANO DE ARAGÓN (2014)
Presentó: Carlos Calvo, delegado de apostolado seglar de Huesca
Para iniciar juntos un proceso de reflexión preparatorio del II Encuentro y disponer de
datos actualizados, la Comisión regional de Apostolado Seglar consideró imprescindible partir
de la realidad de cada diócesis, valorándola críticamente, pero destacando todo lo positivo
de las últimas décadas de actividad del apostolado seglar en Aragón. Por eso planteamos
un cuestionario con la metodología establecida en el Decreto Apostolicam actuositatem el
cual nos invita siempre a partir de la realidad que vivimos (Ver-Juzgar-Actuar). Invitamos a
analizar y valorar nuestra realidad sin pesimismo, con el fin de compartir los datos recabados,
invitar al debate y la reflexión en nuestras comunidades y parroquias, con el fin de afianzar
nuestra identidad de cristianos laicos para abrir nuevos horizontes a nuestros movimientos y
asociaciones laicales en el II Encuentro.
Con los cuestionarios recibidos, la Comisión regional de Apostolado seglar ha hecho un
análisis y valoración de la realidad en la que se encuentra el laicado asociado y no asociado en
las parroquias y los movimientos apostólicos, ajustado a la realidad, valorando los avances,
pero también las dificultades que tenemos, con vistas a abrir horizontes y renovar nuestra
vocación apostólica.
Los cuestionarios fueron dirigidos a laicos asociados, laicos de parroquias, religiosos y
sacerdotes de todas las diócesis de Aragón. Se remitieron dos modelos de cuestionarios: unos
dirigidos a las parroquias y otros a las asociaciones laicales y movimientos apostólicos que
están presentes y comprometidos con la vida diocesana.
En cuanto a las respuestas para hacer una síntesis interdiocesana a partir de los
dos modelos de cuestionarios cumplimentados en febrero-marzo de 2014, enviaron el
cuestionario cumplimentado:
• 96 parroquias (aproximadamente un 10% del total)
• 45 Asociaciones y Movimientos de todas las diócesis.
Aunque el porcentaje pueda parecer bajo, el hecho de que el número sea importante,
bastante homogéneo por diócesis, y que haya mucha coincidencia en las respuestas, nos
lleva a pensar que el contenido es bastante significativo sobre cómo nos vemos los laicos de
Aragón “desde dentro”.
1. Participación de los laicos en la parroquia
• Misa dominical: varía mucho entre ciudad y pueblos. En la mayoría de los casos,
aproximadamente un 10% de la población (500-800 personas por parroquia en ciudades)
• Colaboración en las tareas parroquiales: entre 15 y 100 por parroquia (aproximadamente
un 10% de los asistentes a la misa dominical)
2. Tareas apostólicas de los movimientos
Las tareas más habituales en las asociaciones laicales y en los movimientos apostólicos
son las siguientes:
• Colaboración vida parroquial (catequesis, caridad, liturgia)
• Testimonio cristiano en la vida social, familiar y profesional
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•
•
•
•
Voluntariado y caridad
Formación cristiana de laicos
Animación de grupos de jóvenes y niños
Actuaciones en el ámbito social
3. Aspectos POSITIVOS que se detectan en la situación del laicado hoy
Ofrecemos el siguiente cuadro para comparar los aspectos comunes y los diferentes,
detectados en las respuestas de parroquias y movimientos, en las cuales apreciamos lo
siguiente:
Cuestionarios de Parroquias
• Constancia y fidelidad de las personas que
acuden y participan en la parroquia
• Disponibilidad y dedicación
• Formación, crecimiento en la Fe
• Aumento de personas que colaboran
• Apertura a otros grupos
• Conciencia de pertenencia a Iglesia
Cuestionarios de Movimientos
• Constancia y fidelidad de los miembros de las
asociaciones y movimientos
• Impulso para la participación en la vida de la
parroquia
• Crecimiento en compromiso solidario
• Presencia en el entorno social parroquia
• Esfuerzo por mejorar la Formación
• Sentido eclesial y corresponsabilidad
Se aprecia bastante coincidencia en muchas de las respuestas que, parroquias por una parte
y movimientos o asociaciones por otra, han remitido a las Delegaciones de Apostolado Seglar.
4. EXPERIENCIAS de presencia evangelizadora de los laicos
Los laicos cristianos estamos presentes en realidades eclesiales y temporales para llevar a
cabo nuestra misión evangelizadora. Estas son las respuestas dadas:
Cuestionarios de Parroquias
• Cáritas, Manos Unidas, voluntariado
• Asociaciones vecinos, Asociaciones de
madres y padres de alumnos …
• Medios de comunicación, política
• Colaboración parroquial
Cuestionarios de Movimientos
• Cáritas, voluntariado, comedores, …
• Asociaciones, colectivos, política
• Entorno social parroquia, campañas
• Con motivo de la crisis económica: campañas,
acciones solidarias
5. DIFICULTADES que encontramos en la tarea evangelizadora de los laicos
En este apartado, las dificultades más relevantes son las siguientes
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Cuestionarios de Parroquias
• Cuesta llegar a niños, jóvenes, matrimonios
• Comodidad, miedo al compromiso
• Falta de formación à freno
• Secularización social, rechazo a lo religioso
• Envejecimiento de los feligreses
• Otras: Falta de tiempo, no hay renovación de
personas en los grupos, mayor compromiso
de los padres con la educación de los
hijos, sentimiento minoría, falta de aliento
diocesano, se necesita más apoyo de los
sacerdotes a los laicos
Cuestionarios de Movimientos
• Envejecimiento de los laicos asociados y falta
renovación
• Cuesta llegar a jóvenes, a matrimonios y a los
alejados
• Falta comunicación entre grupos, integración
• Más apoyo de los sacerdotes al papel de laicos
• Animar a más personas a participar
• Falta de tiempo para comprometerse
• Presión del entorno social, miedo a ser
etiquetados
• Miedo al compromiso social
Con esta breve radiografía presentada con power-point en el II Encuentro, pretendimos
que fuera una especie de VER para pasar a continuación a escuchar la ponencia de Lourdes
Azorín: La vocación cristiana es vocación al apostolado. Cristianos laicos: apóstoles y santos,
discípulos y misioneros, en la cual ella también hace referencia a más datos de esta realidad
que acabamos de exponer de forma muy sintética y, posteriormente, a trabajar en talleres
sobre las interpelaciones que nos habían surgido con los contenidos expuestos por la ponente.
RADIOGRAFÍA del Laicado Cristiano de Aragón
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5. PONENCIA “CRISTIANOS LAICOS: APÓSTOLES Y SANTOS, DISCÍPULOS Y MISIONEROS.
LA VOCACIÓN CRISTIANA, VOCACIÓN AL APOSTOLADO”
Lourdes Azorín, miembro de Acción Católica General
1. Introducción
Vamos a reflexionar sobre este tema a la luz del Concilio Vaticano II y de los textos que
concretan sus enseñanzas: Chl (87) y el CLIM (91).
A LA LUZ DEL CONCILIO VATICANO II: Éste va a ser el marco de nuestra reflexión, va dar el color,
el tono. El Concilio: 50 años, una nueva etapa en la vida de la Iglesia, una entrada de aire fresco,
lo inaugura Juan XXIII y lo clausura Pablo VI. El Concilio reconoce una rica realidad de laicos
organizados, primero fue la vida y después la doctrina. Es una brújula segura para orientarnos
en el siglo que hemos comenzado, os invito gustosa y alegre a conocerlo y aplicarlo a sacarle
todo el posible rendimiento. Recordamos la importancia de estos documentos del Magisterio:
• La exhortación apostólica Christifideles Laici
• Los Obispos españoles nos daban el documento colectivo Los cristianos laicos, Iglesia en el
mundo, publicado en 1991
• La exhortación apostólica Evangelii Gaudium del papa Francisco, a la cula me voy a referir
a lo largo de todo el texto de esta ponencia.
El Concilio conjuga constantemente estos tres elementos: Iglesia, mundo y laicos.
IGLESIA, ¿QUÉ DICES DE TI MISMA?
La Iglesia se define como Pueblo de Dios à El Vaticano II nos presenta a la Iglesia como Pueblo de
Dios, como comunidad con diferentes ministerios, toda ella al servicio de la evangelización, todos
trabajadores por cuenta del Padre. La imagen del cuerpo de San Pablo nos ayuda a entender a
la Iglesia como esa comunidad en la que hay muchos miembros, todos miembros de un mismo
cuerpo que desempeñando diferentes funciones hacen de éste un organismo vivo en la media
que cada una realiza su función en relación armónica con el resto. Miembros ensamblados.
La evangelización à es la tarea de la Iglesia, de todo el Pueblo de Dios. La Iglesia existe para
evangelizar, ésta es su dicha, su identidad más profunda y todo lo que en la Iglesia hay y se
hace es para evangelizar. “Evangelizar significa para la Iglesia llevar la Buena Nueva a todos
los ambientes de la humanidad y, con su influjo, transformar desde dentro, renovar a la misma
humanidad (...) si hubiera que resumirlo en una palabra, lo mejor sería decir que la Iglesia
evangeliza cuando, por la sola fuerza divina del Mensaje que proclama, trata de convertir al
mismo tiempo la conciencia personal y colectiva de los hombres, la actividad en la que ellos
están comprometidos, su vida y ambientes concretos” (EN, 18). Evangelizar es proponer la fe
a las personas con las que convivimos: Jesucristo, camino, verdad y vida. La fe es vía para la
experiencia del encuentro con una persona, con Jesucristo el viviente, ayer, hoy y siempre.
La fe es la fuente de la vida nueva. La fe no es una ideología, es una virtud teologal, es una
fuerza, una dinámica cuya iniciativa es de Dios. La fe también es adscribirse a un contenido a
una objetivación, formulación unánime y común: Creo en Dios Padre… Fuera de eso hay libertad
de opinión y de conciencia, supuesto el necesario y querido por todos, discernimiento cristiano
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y el respeto a los valores fundamentales y coherentes con la fe. En Evangelii Gaudium nos dice
el papa:
Invitación apremiante al encuentro con Jesucristo y a volver a empezar
3. Invito a cada cristiano, en cualquier lugar y situación en que se encuentre, a renovar
ahora mismo su encuentro personal con Jesucristo o, al menos, a tomar la decisión de dejarse
encontrar por Él, de intentarlo cada día sin descanso. No hay razón para que alguien piense
que esta invitación no es para él, porque «nadie queda excluido de la alegría reportada por el
Señor».[1] Al que arriesga, el Señor no lo defrauda, y cuando alguien da un pequeño paso hacia
Jesús, descubre que Él ya esperaba su llegada con los brazos abiertos. Éste es el momento para
decirle a Jesucristo: «Señor, me he dejado engañar, de mil maneras escapé de tu amor, pero
aquí estoy otra vez para renovar mi alianza contigo. Te necesito. Rescátame de nuevo, Señor,
acéptame una vez más entre tus brazos redentores». ¡Nos hace tanto bien volver a Él cuando
nos hemos perdido! Insisto una vez más: Dios no se cansa nunca de perdonar, somos nosotros
los que nos cansamos de acudir a su misericordia. Aquel que nos invitó a perdonar «setenta
veces siete» (Mt 18,22) nos da ejemplo: Él perdona setenta veces siete. Nos vuelve a cargar
sobre sus hombros una y otra vez. Nadie podrá quitarnos la dignidad que nos otorga este
amor infinito e inquebrantable. Él nos permite levantar la cabeza y volver a empezar, con una
ternura que nunca nos desilusiona y que siempre puede devolvernos la alegría. No huyamos de
la resurrección de Jesús, nunca nos declaremos muertos, pase lo que pase. ¡Que nada pueda
más que su vida que nos lanza hacia adelante!
¿Quiénes son los cristianos laicos? àLos laicos somos miembros indispensables del Pueblo
de Dios y sin nosotros no existiría la Iglesia. “La Iglesia no está verdaderamente formada, ni
vive plenamente, ni es representación perfecta de Cristo entre las gentes, mientras no exista y
trabaje con la Jerarquía un laicado propiamente dicho. Porque el Evangelio no puede penetrar
profundamente en las conciencias, en la vida y en el trabajo del pueblo sin la presencia activa
de los seglares. Por tanto, desde la fundación de la Iglesia hay que atender sobre todo a la
constitución de un laicado maduro” (AG 21).
2. LOS CRISTIANOS LAICOS: ¿QUIÉNES SON, CUÁL ES SU VOCACIÓN, DÓNDE Y CÓMO
REALIZAN SU MISIÓN?
Mt 5, 13-16: Vosotros sois la sal de la tierra. Si la sal se vuelve insípida, ¿con qué se le
devolverá su sabor? Sólo sirve para tirarla y que la pise la gente. Vosotros
sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad construida sobre
un monte. No se enciende un candil para taparlo con un celemín, sino
que se pone en el candelero para que alumbre a todos en la casa. Brille
igualmente vuestra luz ante los hombres, de modo que al ver vuestras
buenas obras, glorifiquen a vuestro Padre del cielo.
¿Quiénes son? Los laicos somos partícipes activos de la vida eclesial y corresponsables de
la misión de la Iglesia. Los laicos no solamente están en la Iglesia sino que son Iglesia. Como
miembros del cuerpo de Cristo, los laicos son partícipes activos de la vida íntima de la Iglesia
y de su misión, esta doble dimensión —edificar la Iglesia y ser corresponsables de su misión
hacia el mundo— no debe contraponerse. En ambos ámbitos el laico participa activamente en
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virtud de su ser cristiano. De la vida interna de la Iglesia brotan ministerios y servicios laicales
de vital importancia para la comunidad, que siempre han de vivirse dentro del horizonte de la
misión y desde la condición propia de los seglares. De la llamada a ser sal y luz en el mundo
brota la corresponsabilidad de los laicos con la misión eclesial.
Junto con los sacerdotes y religiosos forman el Pueblo de Dios, la mayoría del Pueblo de
Dios. Por el Bautismo somos sacerdotes, profetas y reyes. Unos cristianos llenos de dignidad,
necesarios para la vida y misión de la Iglesia. Como el alma en el cuerpo, así son los cristianos
en el mundo.
¿En qué consiste la vocación propia del laico? àLa vocación apostólica del laico es la
transformación del mundo. (LG 31).
¿Dónde y de qué manera los laicos realizan su vocación? à “Los seglares, cuya vocación
específica los coloca en el corazón del mundo y a la guía de las más variadas tareas
temporales, deben ejercer por lo mismo una forma singular de evangelización. (...) Su tarea
primera e inmediata no es la instalación y el desarrollo de la comunidad eclesial --ésta es la
función específica de los Pastores-, sino poner en práctica todas las posibilidades cristianas
y evangélicas escondidas, pero a su vez ya presentes y activas en las cosas del mundo: el
dilatado y complejo mundo de la política, de la realidad social, de la vida internacional, de
los órganos de comunicación social y también otras realidades particularmente abiertas a la
evangelización, como el amor, la familiar, la educación de los niños y de los adolescentes, el
trabajo profesional, el sufrimiento” (EN 70). Desde dentro, a modo de fermento, siendo ellos
sal y luz.
El Concilio Vaticano II nos propone una espiritualidad con estas características: LAICAL,
ADULTA y EVANGELIZADORA. Veámoslo.
ESPIRITUALIDAD LAICAL: laico es el cristiano que es consciente de lo que significa estar
bautizado, que se sabe miembro de la Iglesia comunidad - ministerios y que ha optado
consciente y responsablemente por contribuir a la misión evangelizadora de la Iglesia desde
su vocación específica. Plenamente centrado en su vocación, sabiendo que contribuye
especialmente a la misión de la Iglesia, siendo fermento evangélico en medio del mundo.
ADULTA: con madurez humana y cristiana, capaz de dar razón de su esperanza aquí y ahora.
Con criterios para hacer un juicio cristiano de la realidad y de las distintas situaciones que se
presentan y para vivir y actuar a la luz del Evangelio. Con iniciativas, en búsqueda, que se sabe
en proceso de maduración permanente en su identidad cristiana.
EVANGELIZADOR – MILITANTE:
El laico es el creyente que vive la experiencia profunda de Dios como Padre que le hace
sentirse hijo y hermano. De esa experiencia profunda le brota el anunciar a Jesucristo como
salvador de la historia personal y del mundo y por ello anuncia a Jesucristo como la respuesta
definitiva y plena a las necesidades más profundas de cada hombre y mujer concretos.
Es el cristiano de memoria y esperanza en la promesa de unos cielos y una tierra nuevos, cuyo
Pag. 13
cumplimiento anhela, anuncia y anticipa.
Empeñado en la tarea de transformar la sociedad, según el espíritu del Evangelio y de liberar
a los oprimidos. Por ello, está comprometido en su conversión personal (de donde brota su
sentir, su pensar y su actuar cristiano) y en la edificación de la Iglesia.
Y llega a ser un contemplativo, testigo de la acción del Espíritu en la historia y un comprometido
en esa acción y esa historia a través de su participación en la vida social y política.
Y bebe en la fuente del amor siempre más grande de Dios manifestado en Cristo, como nos
recuerda el Papa Francisco en EG:
7. La tentación aparece frecuentemente bajo forma de excusas y reclamos, como si
debieran darse innumerables condiciones para que sea posible la alegría. Esto suele suceder
porque «la sociedad tecnológica ha logrado multiplicar las ocasiones de placer, pero encuentra
muy difícil engendrar la alegría».[2] Puedo decir que los gozos más bellos y espontáneos que
he visto en mis años de vida son los de personas muy pobres que tienen poco a qué aferrarse.
También recuerdo la genuina alegría de aquellos que, aun en medio de grandes compromisos
profesionales, han sabido conservar un corazón creyente, desprendido y sencillo. De maneras
variadas, esas alegrías beben en la fuente del amor siempre más grande de Dios que se nos
manifestó en Jesucristo. No me cansaré de repetir aquellas palabras de Benedicto XVI que nos
llevan al centro del Evangelio: «No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran
idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte
a la vida y, con ello, una orientación decisiva».[3]
En el amor y la amistad con Dios está el manantial de la acción evangelizadora
8. Sólo gracias a ese encuentro –o reencuentro– con el amor de Dios, que se convierte
en feliz amistad, somos rescatados de nuestra conciencia aislada y de la autorreferencialidad.
Llegamos a ser plenamente humanos cuando somos más que humanos, cuando le permitimos
a Dios que nos lleve más allá de nosotros mismos para alcanzar nuestro ser más verdadero. Allí
está el manantial de la acción evangelizadora. Porque, si alguien ha acogido ese amor que le
devuelve el sentido de la vida, ¿cómo puede contener el deseo de comunicarlo a otros?
2.1. Identidad y misión del seglar cristiano
Lc 10, 25-37: Parábola del buen samaritano. En esto un doctor de la ley se levantó
y, para ponerlo a prueba, le preguntó: ---Maestro, ¿qué debo hacer
para heredar la vida eterna? Jesús le contestó: ---¿Qué está escrito en
la ley? ¿Qué es lo que lees? Respondió: ---Amarás al Señor tu Dios con
todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas, con toda tu
mente, y al prójimo como a ti mismo. Entonces le dijo: ---Has respondido
correctamente: obra así y vivirás. Él, queriendo justificarse, preguntó a
Jesús: ---¿Y quién es mi prójimo? Jesús le contestó: ---Un hombre bajaba
de Jerusalén a Jericó. Tropezó con unos asaltantes que lo desnudaron, lo
hirieron y se fueron dejándolo medio muerto. Coincidió que bajaba por
aquel camino un sacerdote y, al verlo, pasó de largo. Lo mismo un levita,
llegó al lugar, lo vio y pasó de largo. Un samaritano que iba de camino
llegó adonde estaba, lo vio y se compadeció. Le echó aceite y vino en
Pag. 14
las heridas y se las vendó. Después, montándolo en su cabalgadura, lo
condujo a una posada y lo cuidó. Al día siguiente sacó dos denarios, se
los dio al posadero y le encargó: Cuida de él, y lo que gastes de más te
lo pagaré a la vuelta.¿Quién de los tres te parece que se portó como
prójimo del que cayó en manos de los asaltantes? Contestó: ---El que lo
trató con misericordia. Y Jesús le dijo: ---Ve y haz tú lo mismo.
¿Cuál es, pues, el perfil del seglar cristiano? Podría describirse como el de una
persona que vive en la sociedad actual con voluntad decidida de estar y trabajar en ella como
creyente en Jesucristo y en comunión con la Iglesia, testimoniando, en el ejercicio de sus
tareas cotidianas, los valores evangélicos de la verdad, la justicia y la fraterni­dad.
En su vida diaria ha de llegar hasta el corazón del mundo para transformarlo según la
volun­tad de Dios. Ha de hacer llegar la fuerza dinamizadora de la fe, de la esperanza y de la
caridad a toda la realidad creada. Ha de estrenar en medio del mundo un nuevo estilo de ser
persona. Debe inyectar en las venas de la socie­dad actual el dinamismo del Evangelio a través
de la vivencia de las Bienaven­turanzas.
Hemos de convencernos de que no habrá una verdadera presencia evangelizadora de
la Iglesia en el mundo sin un laicado bien formado, maduro y comprometido. Los Obispos
españoles concluían el documento colectivo Los cristianos laicos, Iglesia en el mundo,
publicado en 1991, con estas palabras: «La nueva evangelización se hará, sobre todo, por los
laicos o no se hará.» (n. 148). En virtud de la fuerza que le confieren el bautismo, la confir­
mación y el sacerdocio común de los fieles, el laico está llamado a transformar el mundo
desde dentro, como la levadura, tal como señala el Concilio Vaticano II:
«El carácter secular es propio y peculiar de los laicos (...) A los laicos pertenece por propia
vocación buscar el reino de Dios tratando y ordenando, según Dios, los asuntos temporales.
Viven en el siglo, es decir, en todas y cada una de las actividades y profesiones, así como en
las condiciones ordinarias de la vida familiar y social con las que su existencia está como
entretejida. Allí están llamados por Dios a cumplir su propio cometido, guiándose por el espíritu
evangélico, de modo que, igual que la levadura, contribuyan desde dentro a la santificación del
mundo y de este modo descubran a Cristo a los demás, brillando ante todo, con el testimonio
de su vida, fe, esperanza y caridad. Por tanto, a ellos, muy en especial, corresponde iluminar
y organizar todos los asuntos temporales a los que están estrechamente vinculados, de tal
manera que se realicen continuamente según el espíritu de Jesucristo y se desarrollen y sean
para la gloria del Creador y del Redentor»1.
Recordemos que la levadura es pequeña, cuantitativamente desproporcionada en relación
con la masa; pero cualitativamente es muy activa, posee energía transformadora, a condición
de que esté en íntimo contac­to con la masa, fundida vitalmente con ella. A través del seglar
cristiano se realiza de un modo particularmente significativo la parábola de la levadura (cf Mt
1 Cf Concilio Vaticano II, Lumen gentium, 31.
Pag. 15
13, 33). Su misión le lleva a ser profeta de Dios en el interior de las estructuras de la sociedad.
Él debe actuar en medio del mundo y procurar que sus hermanos los hombres descubran el
valor humanizador y salvador del Evangelio de Jesús. Debe comunicarles la fe que él vive y
darles a conocer a Cristo a quien él mismo ha descubierto. El lugar propio del trabajo del laico
cristiano es el mundo. Tiene como carisma específico el de la secula­ridad. Su carácter propio
y peculiar es “ser-en-el-mundo”, o mejor aún, “ser-para-el-mundo”.
Como ya se ha señalado, la identidad de los laicos está estrechamente vinculada a la
evangelización desde su peculiar carácter o condición secular. Por ello, continúa diciendo el
Concilio Vaticano II:
«Los laicos están especialmente llamados a hacer presente y operante a la
Iglesia en aquellos lugares y circunstancias en que sólo puede llegar a ser la sal
de la tierra a través de ellos»2.
El Sínodo de los Obispos sobre la identidad y misión de los laicos afirmó en su mensaje
final: «En el mundo los seglares asumen, desde su fe, un papel insustituible. Son cada vez
más numerosos los hombres y mujeres que se comprometen cristiana­mente en los campos
de la cultura, de la ciencia, de la técni­ca, del trabajo, de la política y en múltiples formas del
ejercicio del poder (...) La mayoría de los fieles laicos viven su ser de seguidores y discípulos
de Cristo preferentemente en aquellos espacios que llamamos “el mundo”: la familia, el
trabajo, la comunidad local, etc. Ha sido siempre su tarea y debe serlo hoy con fuerza mayor,
impregnar estas realidades con el espíritu de Cristo y así santificar el mundo y colabo­rar en la
realización del Reino. Son igualmente llamados a testimo­niar la Buena Noticia y dialogar con
todos los hombres»3.
Para realizar esta tarea son necesarios unos movimientos apostólicos que animen y
sostengan la actuación evangelizadora de los laicos cuando se adentran en los ambien­tes de
la sociedad y en sus institucio­nes y asociacio­nes ciudadanas y políticas.
De este modo es como los laicos cristianos participan de la función profética, real y
sacerdotal de Jesucristo. Partici­pan de su función profética por el testimonio de su vida,
teniendo en cuenta que el verdadero testimonio nace de la palabra acreditada por la santidad
de vida. Participan de su función real al construir el mundo según el desig­nio de Dios4. Y
de su función sacerdotal, ofreciéndo­se a sí mismos y ofreciendo lo que hacen de modo que
consagren a Dios por Jesucristo el mismo mundo que ellos se esfuerzan por construir día a
día. En esto consiste, en gran medida, el ejercicio del sacerdocio común de los fieles.
2.2.
El laico cristiano debe ser ante todo persona, creyente en Jesucristo y apóstol
Col 3, 17:
Todo cuanto hagáis, de palabra o de obra, hacedlo todo en el nombre
del Señor Jesús... Actúe de árbitro en vuestra mente la paz del Mesías, a
la que habéis sido llamados para formar un cuerpo. Sed agradecidos. La
2 Concilio Vaticano II, Lumen gentium, 33.
3 Mensaje final del Sínodo de los Obispos sobre la vocación y misión de los laicos, 2-3.
4 Cf Concilio Vaticano II, Lumen gentium, 36.
Pag. 16
Palabra del Mesías habite entre vosotros en toda su riqueza; con toda
destreza enseñaos y exhortaos unos a otros. Con corazón agradecido
cantad a Dios salmos, himnos y cantos inspirados. Todo lo que hagáis,
de palabra o de obra, hacedlo invocando al Señor Jesús, dando gracias a
Dios Padre por medio de él.
Como ha señalado la Comisión Episcopal de Apostolado Seglar en la Guía-marco de
formación de Laicos, tres son las dimensiones de la vocación cristiana y apostólica del laico
cristiano a las que ya nos hemos referido: la de ser laico, adulto y militante5. Esto requiere
que en primer lugar, el laico cristiano sea una persona íntegra, de carácter, con competen­cia
profesional; una persona madura y psicológicamente adulta. ¿Cómo ha de entenderse esta
madurez? He aquí algunas características propias de una personalidad adulta:
• tener una personalidad unificada, es decir, que se conoce a sí misma en sus limitaciones y
cuali­dades y procura actuar siempre coherentemente, siguiendo con fidelidad las opciones
básicas que previamente se ha marcado;
• tener convicciones firmes y vivir de ellas, no dejándose llevar por “el qué dirán” o por la
última moda;
• sentirse responsable de la totalidad de sus actos;
• ser sociable y solidario, es decir, sentirse miembro activo de los diversos núcleos
comunitarios que le afectan, con las obligaciones y derechos que le son propios;
• ser realista: ver y juzgar la realidad desde una óptica crítica y actuar en ella con sentido
transformador;
• ser tolerante, es decir, saber aceptar y vivir el pluralis­mo, respetando —aunque no
siempre compartien­do— las ideas y puntos de vista de los otros.
Además, ha de ser un verdadero creyente en Jesucristo. Esto quiere decir que ha llegado
a hacer una opción personal, libre y consciente por Jesús y por su mensaje. Quien cree en
Jesucristo intenta vivir como vivió Él, plenamen­te comprometido con los grandes valores del
reinado de Dios, que son la justicia, la verdad, la libertad y la fraternidad. El laico cristiano
ha de examinar constantemente la calidad y la profundidad de su fe para lo cual le ayudarán
éstas o parecidas preguntas: ¿en quién creo?, ¿cómo vivo lo que creo?, ¿cómo celebro con
los demás mi fe?, ¿cómo comunico a los otros mi fe?
Jesucristo ha de ser el motor, el fundamento y la justificación de nuestra entrega generosa
a los demás. Nunca puede ser Jesús el descanso ficticio de aquéllos que viven tranquilos sin
amar al prójimo. Nuestras comunidades han de formar creyentes en Jesucristo, con un gran
sentido de la justicia, la caridad y la verdad; creyentes deseosos de transformar las estructuras
que son injus­tas; dispuestos a asumir cargos públicos en aquellos estamentos en los que se
forja la vida de la sociedad; creadores de paz y de fraterni­dad.
Y apóstol, es decir, enviado al mundo para descubrir a los hombres el valor humanizador
y salvador del Evangelio de Jesús y ofrecerles una palabra de esperanza, de verdadera espe­
5 Cf Comisión Episcopal de Apostolado Seglar, Guía-marco de formación de laicos, Madrid, 1996, pág. 1720. Conviene no olvidar que este Itinerario de Formación Cristiana de Adultos, que estamos recorriendo,
se ha elaborado para proporcionar los materiales de formación que dicha Guía propone.
Pag. 17
ranza en el más allá, que ya comienza a construirse ahora y aquí. El apóstol es un cristiano
con capacidad de comuni­car a los otros a Cristo, a quien él mismo ha descubierto. El apóstol,
como antes se ha dicho, sabe inyectar en las venas del mundo moderno el dinamis­mo del
Evangelio, mediante el testimonio coherente de las Bienaventuranzas proclamadas y vividas
por Jesús. Nuestros Obispos han señalado que los laicos son enviados a la sociedad para ser
«sembradores de fraternidad en todo momento y en todas las circunstancias de la vida» y es
preciso que sepan poner en sus «relaciones cotidianas de familia, amistad, vecindad, trabajo
y esparcimiento el sello del amor cristiano, que es sencillez, veracidad, fidelidad, mansedum­
bre, generosidad, solidaridad y alegría»6.
Diálogo Iglesia - Mundo à Pablo VI dijo que el Concilio había supuesto un triple acto de
amor: amor a Dios, a la iglesia y amor a la humanidad. Hemos de amar al mundo, escenario
de la presencia laical, lugar donde sucede la vida pública. El amor al mundo ocupa un lugar
central en el Nuevo Testamento, sobre todo en el Evangelio de San Juan 3, 16: “Tanto amó
Dios al mundo que entregó a su Hijo”. Hemos de amar al mundo, porque Dios lo ama, como Él
lo ama. Los laicos debemos ser unos apasionados por el mundo. La Iglesia, los Movimientos,
nuestras parroquias, grupos, los laicos tanto hemos de amar al mundo que nos entreguemos
sin condiciones, para ofrecerle la liberación que trae Jesucristo.
Peligra que contemplemos el mundo como algo extraño a nosotros, de forma pesimista,
como una realidad tan llena de limitaciones y contradicciones que pensemos que no es
posible construir el Reino de Dios. Esta mirada pesimista del mundo olvida la presencia en
él de Dios, de su Espíritu, la respuesta positiva de muchos cristianos, hombres y mujeres de
buena voluntad.
Hemos de amar al mundo con sentido crítico, con discernimiento, estando en el mundo, sin ser
del mundo porque si la sal se vuelve sosa sólo sirve para tirarla y que sea pisoteada. Para ello,
recordemos de nuevo al papa Francisco en EG con sus propias palabras
La dulce y confortadora alegría de evangelizar
El amor de Cristo nos apremia a evangelizar
9. El bien siempre tiende a comunicarse. Toda experiencia auténtica de verdad y de
belleza busca por sí misma su expansión, y cualquier persona que viva una profunda liberación
adquiere mayor sensibilidad ante las necesidades de los demás. Comunicándolo, el bien se
arraiga y se desarrolla. Por eso, quien quiera vivir con dignidad y plenitud no tiene otro camino
más que reconocer al otro y buscar su bien. No deberían asombrarnos entonces algunas
expresiones de san Pablo: «El amor de Cristo nos apremia» (2 Co 5,14); «¡Ay de mí si no
anunciara el Evangelio!» (1 Co 9,16).
No a tener siempre cara de funeral: La alegría de evangelizar
10. La propuesta es vivir en un nivel superior, pero no con menor intensidad: «La vida
se acrecienta dándola y se debilita en el aislamiento y la comodidad. De hecho, los que más
disfrutan de la vida son los que dejan la seguridad de la orilla y se apasionan en la misión
6 Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Española, Los católicos en la vida pública (1986), n. 111.
Pag. 18
de comunicar vida a los demás».[4] Cuando la Iglesia convoca a la tarea evangelizadora, no
hace más que indicar a los cristianos el verdadero dinamismo de la realización personal: «Aquí
descubrimos otra ley profunda de la realidad: que la vida se alcanza y madura a medida que
se la entrega para dar vida a los otros. Eso es en definitiva la misión».[5] Por consiguiente, un
evangelizador no debería tener permanentemente cara de funeral. Recobremos y acrecentemos
el fervor, «la dulce y confortadora alegría de evangelizar, incluso cuando hay que sembrar entre
lágrimas […] Y ojalá el mundo actual –que busca a veces con angustia, a veces con esperanza–
pueda así recibir la Buena Nueva, no a través de evangelizadores tristes y desalentados,
impacientes o ansiosos, sino a través de ministros del Evangelio, cuya vida irradia el fervor de
quienes han recibido, ante todo en sí mismos, la alegría de Cristo».[6]
En la acción evangelizadora el primado es siempre de Dios
12. Si bien esta misión nos reclama una entrega generosa, sería un error entenderla
como una heroica tarea personal, ya que la obra es ante todo de Él, más allá de lo que podamos
descubrir y entender. Jesús es «el primero y el más grande evangelizador».[9] En cualquier
forma de evangelización el primado es siempre de Dios, que quiso llamarnos a colaborar con
Él e impulsarnos con la fuerza de su Espíritu. La verdadera novedad es la que Dios mismo
misteriosamente quiere producir, la que Él inspira, la que Él provoca, la que Él orienta y
acompaña de mil maneras. En toda la vida de la Iglesia debe manifestarse siempre que la
iniciativa es de Dios, que «Él nos amó primero» (1 Jn 4,19) y que «es Dios quien hace crecer» (1
Co 3,7). Esta convicción nos permite conservar la alegría en medio de una tarea tan exigente y
desafiante que toma nuestra vida por entero. Nos pide todo, pero al mismo tiempo nos ofrece
todo.
2.3. Valores y signos de esperanza de nuestra cultura
Jn 3,16-17:
Tanto ha amado Dios al mundo... Tanto amó Dios al mundo, que entregó
a su Hijo único, para que quien crea en él no perezca, sino tenga vida
eterna. Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para
que el mundo se salve por medio de él.
Estamos en un cambio socio-cultural, sin precedentes, no debe llevarnos a la actitud
de los que el ya santo, Juan XIII, llamaba “profetas de desgracias”. De ellos afirmaba que
“andan diciendo que nuestra época, comparada con las anteriores, es mucho peor” y que “se
comportan como si no hubiera nada que aprender de la historia, que es maestra de la vida”7.
7 CEE (Ed). CONCILIO VATICANO II, BAC., “Discurso de Juan XXIII en la inauguración solemne del Concilio
Vaticano II” (11-10-62) pgs. 1091-92: “A menudo - lo comprobamos en nuestro ministerio apostólico
diario - nos llegan ciertas voces que no dejan de herir nuestros oídos. Se trata de personas sin duda muy
preocupados por la religión, pero que no juzgan las cosas con imparcialidad y prudencia. Estas personas,
en efecto, no son capaces de ver en la situación actual de la sociedad humana sino desgracias y desastres.
Andan diciendo que nuestra época, comparada con las anteriores, es mucho peor. Se comportan como
si no hubiera nada que aprender de la historia, que es maestra de la vida. [...] Nosotros creemos que de
ninguna manera se puede estar de acuerdo con estos profetas de desgracias que siempre anuncian lo
peor, como si estuviéramos ante el fin del mundo”.
Pag. 19
A pesar de que en las últimas décadas se han producido profundos cambios, en el
mundo y en España, respecto a los años sesenta, momento en el que él escribía esas palabras,
y de que el estado general de los ánimos es bien distinto al de entonces, no debemos caer
en una actitud negativa y pesimista. El mismo Juan XXIII decía que “en el curso actual de los
acontecimientos, en el que parece que los hombres empiezan un nuevo orden de cosas, hay
que reconocer más bien los designios misteriosos de la divina Providencia”8.
Conviene subrayar que esta sociedad nuestra a la que amamos tiene, sin duda,
numerosos valores positivos, estimulantes y esperanzadores que han de estar muy presentes
en nuestra conciencia. Enumeremos algunos:
• la fuerte sensibilidad en favor de la dignidad y de los derechos de la persona;
• la afirmación de la libertad como cualidad inalienable del hombre y de su actividad y la
estima de las libertades individuales y colectivas;
• la aspiración a la paz y la convicción cada vez más arraigada de la inutilidad y el horror de
la guerra;
• el pluralismo y la tolerancia entendidas como respeto a las convicciones ajenas y no como
imposición coactiva de las creencias o formas de comportamiento;
• la repulsa de las desigualdades en los derechos de la clases y naciones;
• la atención a los derechos de la mujer y el respeto a su dignidad,
• la preocupación por los desequilibrios ecológicos.
Amemos este mundo, porque en él tenemos la oportunidad de participar de la salvación
y de colaborar en la construcción del Reino de Dios que ya ha sido comenzado por
Jesucristo.
2.4. Valores y signos de esperanza de nuestra realidad eclesial
Quiero aportar valores y signos de esperanza en las diócesis de Aragón. Acabamos de escuchar
una exposición sobre lo que podría ser una radiografía del laicado en Aragón, en virtud de
las respuestas de los cuestionarios que se os envió. Por mi parte, querría subrayar los datos
positivos que aportáis a partir de esos cuestionarios que habéis contestado en las parroquias y
en los movimientos y asociaciones laicales de Aragón. Los aspectos positivos y de avance que se
mencionan de forma más generalizada son:
•
•
•
•
Constancia y fidelidad de las personas que colaboran
Disponibilidad y dedicación
Formación y crecimiento en la fe; o concienciación de su necesidad
En algunos casos se aprecia aumento (leve) de personas que colaboran en las
celebraciones, en catequesis, …
• En algunos casos se aprecian avances en salir de nuestros grupos para encontrarnos con
otros
• Conciencia de participación en la Eucaristía y en la vida de la Iglesia.
Otros aspectos que aparecen en vuestras respuestas son:
• Compromiso con los necesitados
8 Ib pg. 1092.
Pag. 20
• Testimonio
• Sacar adelante la catequesis, con todo lo que esto conlleva.
Los aspectos de avance que más aparecen en las respuestas de los movimientos y
asociaciones son:
• Fidelidad y constancia de muchos laicos
• Impulso a la participación en la parroquia, más predisposición para colaborar, mayor y
mejor participación en la vida parroquial
• Más predisposición a colaborar en compromiso solidario; potenciación de voluntariado y
solidaridad con necesitados entre los laicos asociados
• Presencia cristiana en entorno social de la parroquia, testimonio de los militantes, puesta
en práctica de algunas iniciativas
• Esfuerzo por mejorar y compartir la formación como laicos cristianos
• Otros aspectos positivos que se señalan en algunos casos:
• Ayuda que la asociación proporciona a sus miembros: formación, acompañamiento
mutuo, superación de la soledad del cristiano hoy
• Sentido de pertenencia y compromiso con la Iglesia, sobre todo a través de la parroquia
• Corresponsabilidad y participación con pastoral diocesana; avances en coordinación entre
movimientos dentro de la A.C.
• Crecimiento en vivencia y práctica de la fe
• Celebración más cristiana de la Semana Santa.
Experiencias de presencia evangelizadora en la sociedad
La experiencia que más se repite en las respuestas del laicado de Aragón, en todas las diócesis,
es la participación de los laicos en Cáritas. También en Manos Unidas, en otros voluntariados, y
en acciones solidarias convocadas por la parroquia.
Otras experiencias que se mencionan varias veces son las participaciones en asociaciones de
vecinos, APAs/AMYPAs, asociaciones culturales, etc.
Se mencionan otras experiencias de participación extraeclesial (algunos ejemplos: presencia en
medios de comunicación, compromiso en ámbito político, u otras experiencias de presencia
pública).
Asimismo se mencionan diversas experiencias de participación dentro de la parroquia:
catequesis, actividades pastorales en torno a la familia, participación en cofradías, animación de
liturgia en ausencia del sacerdote, etc.
Las experiencias de presencia evangelizadora que figuran en más respuestas recogidas son las
siguientes:
• Participación de los miembros en Cáritas, Manos Unidas, voluntariado, comedores,
recogida de alimentos, etc
• Participación como cristianos en asociaciones no eclesiales, colectivos, política, así como
entender el trabajo como lugar de evangelización
• Promoción campañas que inciden sobre el entorno social de la parroquia: desempleo,
Pag. 21
acogida inmigrantes, situación de los jóvenes, …
• Acciones relacionadas con la crisis: campañas, acciones solidarias, creación empresa social,
Gesto Diocesano Zaragoza, etc.
• Otras experiencias que se mencionan:
• Tareas educativas con niños y jóvenes (campamentos, voluntariado, participación en
Eucaristía, JMJ)
• Mayor participación en la vida y actividades de la parroquia, mayor sentimiento de la
parroquia como comunidad
• Celebración de la Semana Santa por la gente de forma más devota y adecuada a lo que
representa
• Presencia en medios de comunicación
• Vivir el trabajo desde el seguimiento a Jesús
• Impulsar la formación cristiana de los miembros
• Importancia de la educación de los hijos en la familia, matrimonios, cuidado de los
ancianos en la familia.
2.5. Retos de nuestro contexto socio-cultural
Junto a estos valores y signos de esperanza de vuestra realidad, hay que añadir que la
cultura pública española actual, inserta en el contexto europeo, se caracteriza, también, por
algunos contravalores que envuelven, como la niebla, la vida de las personas, las familias y
los grupos humanos.
De entre estos retos destacamos el consumismo, el hedonismo, el individualismo, el
relativismo y el secularismo.
“La implantación de un modelo de vida dominado por el consumo y disfrute del mayor
número posible de cosas induce a amplios sectores de nuestra sociedad, bautizados en su
mayor parte, a prescindir prácticamente de Dios y de la salvación eterna en su vida privada y
pública” (TDV 21).
Cuando el hombre llega a ser prisionero de estos contravalores aún los mismos valores
humanos y cristianos son vividos e interpretados desde claves que los deforman gravemente.
Pensemos, por ejemplo, en valores como la “libertad”, la “democracia”, la “sexualidad”
interpretados desde el absoluto relativismo y hedonismo.
Se extiende una mentalidad consumista y hedonista que llega hasta sacrificar en aras del
bienestar el valor supremo de la vida, especialmente de los no nacidos o de los ancianos. La
vida del hombre y su dignidad sagrada deja de ser un valor intangible frente a lo intereses
personales, familiares, económicos, sociales o ideológicos. Es el fenómeno que se viene
denominando “cultura de la insolidaridad”, e incluso, “cultura de la muerte”9.
El individualismo a ultranza comienza a caracterizar a amplios sectores sociales
precisamente en unos momentos en los que se agravan las desigualdades sociales. En el
mundo no deja de crecer la distancia entre países pobres y países ricos y la globalización de
9 Cf. EV 12.
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los circuitos financieros y económicos la acrecienta cada día. En nuestro país, con un paro
escandaloso, crece la precariedad del empleo, aparecen capas sociales que parecen estar
destinadas a la miseria y a la exclusión.
Bajo el influjo del relativismo está también muy difundida la persuasión de que no existe
la verdad. Si no existe “la verdad”, lo primero que se cuestiona de la afirmación “Cristo es la
Verdad”, es su segundo término (¿existe la verdad?) y, con ello, toda la frase10.
La aceptación de esta mentalidad entraña graves repercusiones para el bien del hombre
y de la sociedad: el Dios verdadero es suplantado por los ídolos de realidades finitas que
le esclavizan. El hombre se instala entonces en la finitud absolutizada y queda sometido a
fuerzas inferiores a él de las que no se puede liberar si no es por la ayuda de Alguien que
es superior a él y a ellas; la jerarquía de valores es sustituida por el aturdimiento moral o,
incluso por la amoralidad sistemática. Renacen los “dioses” del paganismo, la “religiosidad de
la Naturaleza y de la Vida”11.
“En la raíz de la pérdida de la esperanza está el intento de hacer prevalecer una antropología
sin Dios y sin Cristo. Esta forma de pensar ha llevado a considerar al hombre como el centro
absoluto de la realidad, haciéndolo ocupar así falsamente el lugar de Dios y olvidando que
no es el hombre el que hace a Dios, sino que es Dios quien hace al hombre. El olvido de
Dios condujo al abandono del hombre, por lo que, no es extraño que en este contexto se
haya abierto un amplísimo campo para el libre desarrollo del nihilismo, en la filosofía; del
relativismo en la gnoseología y en la moral; y del pragmatismo y hasta del hedonismo cínico
en la configuración de la existencia diaria. La cultura europea da la impresión de ser una
apostasía silenciosa por parte del hombre autosuficiente que vive como si Dios no existiera”
(EE 9).
2.6. Dificultades de nuestro contexto eclesial
Las dificultades que se apuntan en las respuestas a los cuestionarios que habéis trabajado en
vuestras diócesis son, de forma más reiterada, las siguientes:
• No saber cómo llegar desde las parroquias y movimientos a jóvenes, niños, matrimonios;
cómo convocarles
• Comodidad, falta de iniciativa para actuar y participar, miedo a comprometerse (o
compromiso “sólo a medias”)
• Falta de formación. Y en ocasiones, ser conscientes de esto nos supone un freno para
asumir tareas o responsabilidades
• Secularización social, cultura de increencia. Cuesta andar a contracorriente y hay miedo al
10 Ratzinger,J., “Situación actual de la fe y la teología” Ed. impresa desde Internet, pg. 2): “El relativismo se ha
convertido así en el problema central de la fe en la hora actual. Sin duda, ya no se presenta tan sólo con
su vestido de resignación ante la inmensidad de la verdad, sino también como una posición definida
positivamente por los conceptos de tolerancia, conocimiento dialógico y libertad, conceptos que
quedarían limitados si se afirmara la existencia de una verdad válida para todos”.
11 Cf. E. Bueno, España entre el cristianismo y el paganismo, pgs. 235-283.
Pag. 23
rechazo o la incomprensión
• La edad: las personas que están en la parroquia son cada vez más mayores
Además se mencionan algunas otras dificultades de diversa índole:
• Falta de renovación en los miembros de los grupos
• Falta de tiempo; difícil conciliación de trabajo, familia y participación
• Falta de compromiso de los padres en educación cristiana de sus hijos. Dificultad para que
participen más allá de la Comunión y la Confirmación
• Miedo al fracaso, miedo a liderar; sentimiento de minoría
• No saber cómo suscitar inquietud vocacional en los jóvenes
• Falta de aliento “diocesano” y afrontar por parte de los responsables, la actual situación de
forma esperanzada
• Dificultad de los sacerdotes para trabajar con laicos, ceder responsabilidades, apoyarles en
su compromiso
• Dificultad para que el compromiso social enriquezca a la parroquia
• Envejecimiento de los miembros sin que haya renovación, falta de animadores juveniles
en la Iglesia, ruptura en la franja 25-50 años. En los pueblos todavía se acrecienta más esta
situación
• Dificultad para llegar a los jóvenes, a los matrimonios jóvenes, a los alejados
• Falta de comunicación entre asociaciones, en algunos casos dificultad para sentirse
integrados en diócesis
• Falta de apoyo de sacerdotes en el papel protagonista de los laicos: por ejemplo dejar
trabajar más a los consejos pastorales; o dificultad para encontrar sacerdotes que apoyen
laicado asociado
• Cómo animar a las personas a que participen; dificultad para extender los movimientos y
asociaciones a más parroquias
• Falta de tiempo
• Entorno social: secularización, indiferencia religiosa, desfase entre sociedad e Iglesia,
rechazo o miedo al compromiso
• Miedo a testimonio cristiano público y explícito, a ser etiquetados como Iglesia
• Otras dificultades que se apuntan:
• Vivir como cristianos en soledad, sobre todo los jóvenes
• Falta de apoyo diocesano en algunas iniciativas
• Dentro de las asociaciones, falta de disponibilidad para aceptar cargos y responsabilidades
• Falta de conciencia de la necesidad del apostolado seglar: creer que es “cosa de curas”,
falta de sentido eclesial, inmovilismo, poca iniciativa
Sin embargo, antes de enunciar algunas causas de esta situación, concluyo este apartado con
este texto de la EG, nº 15 que debe animarnos en la dificultad a los laicos y a toda la iglesia:
La salida misionera es el paradigma de toda obra de la Iglesia
15. Juan Pablo II nos invitó a reconocer que «es necesario mantener viva la solicitud por
el anuncio» a los que están alejados de Cristo, «porque ésta es la tarea primordial de la Iglesia».
[14] La actividad misionera «representa aún hoy día el mayor desafío para la Iglesia»[15] y «la
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causa misionera debe ser la primera».[16] ¿Qué sucedería si nos tomáramos realmente en
serio esas palabras? Simplemente reconoceríamos que la salida misionera es el paradigma de
toda obra de la Iglesia.
2.7. Algunas causas de esta situación
Del análisis que he hecho anteriormente, creo que dos podrían ser las fuentes de ese
deterioro: la primera, como hemos apuntado, externa, producida por el ateísmo práctico,
la indiferencia religiosa y el brotar del neopaganismo, fruto del bienestar económico y de
la mentalidad consumista. Nos dicen nuestros obispos: “La cultura pública occidental
moderna se aleja consciente y decididamente de la fe cristiana y camina hacia un humanismo
inmanentista [...] Esta cultura inmanentista, que es el contexto actual en que vive la Iglesia en
España, se convierte en causa permanente de dificultades para su vida y misión”12.
La segunda, en relación con la anterior, interna a la Iglesia, causada por el contagio del
ambiente social general, por la incoherencia de la vida de muchos cristianos, por la rutina
de muchas de nuestras comunidades y por la deficiente imagen personal y social que, con
frecuencia, podemos estar dando.
Según los obispos españoles “el problema de fondo, al que una pastoral de futuro
tiene que prestar la máxima atención, es la secularización interna. [...] Entre los efectos de
esta situación de “secularización interna” destacamos: la débil transmisión de la fe a las
generaciones jóvenes; la disminución de vocaciones para el sacerdocio y para los institutos
de vida consagrada; el cansancio e incluso desorientación que afecta a un buen número
de sacerdotes, religiosos y laicos; la pobreza de vida litúrgica y sacramental de no pocas
comunidades cristianas”13.
Bastantes bautizados, viven ante el dilema de refugiarse en un modelo de religiosidad
tradicional, cerrando filas frente a un mundo que perciben como extraño o adverso, menos
en lo que tiene de bienestar, y privatizando su fe, o bien, de aceptar ­los criterios y estilos de
vida dominantes en esta sociedad, a costa de abandonar, en mayor o menor grado, la fe y la
identidad cristiana y eclesial.
“En la actualidad, en medio de la cultura secularizada, muchos no saben en ocasiones
cómo orientar la vida, el trabajo o el apostolado en sentido verdaderamente cristiano. Así, por
ejemplo, la insuficiente defensa del matrimonio y de la familia es un exponente destacado de
este tipo de carencias. Algo parecido se podría decir respecto a la presencia en la vida pública
en sus múltiples expresiones”14.
“El sentimiento de inferioridad y marginación que experimentan muchos católicos adultos,
incapaces de mostrar públicamente su identidad católica con sencillez y sin miedo, es lo más
12CEE, Plan Pastoral 2002-2005. Una Iglesia Esperanzada. ¡Mar adentro! (Lc 5,4), 7-8. Puede verse también
Ecclesia in Europa, en sus nn. 7-10: “El oscurecimiento de la esperanza”.
13 Ib 10-11.
14 CEE, Plan Pastoral 2002-2005. Una Iglesia Esperanzada. ¡Mar adentro! (Lc 5,4), 18.
Pag. 25
opuesto a una fe “martirial”, es decir, de testigos valientes de Jesucristo15.
En esa misma exhortación apostólica Christifideles laici, en la que recoge el trabajo del
Sínodo de los Obispos sobre «La vocación y misión de los laicos en la Iglesia y en el mundo»,
de 1987, señala dos tentacio­nes que el laicado católico ha sufrido después del Concilio
Vaticano II y que no siempre ha sabido superar con éxito: «la tentación de reservar un interés
tan marcado por los servicios y las tareas eclesiales, de tal modo que frecuentemente se ha
llegado a una práctica dejación de sus responsabili­dades específicas en el mundo profesional,
social, económico, cultural y político; y la tentación de legitimar la indebida separación entre
fe y vida, entre la acogida del Evangelio y la acción concreta en las más diversas realidades
temporales y terrenas»16.
En efecto, por su parte, el papa Francisco en E.G. se refiere en el capítulo segundo a la
crisis del compromiso comunitario y en concreto a una de las tentaciones de los agentes
pastorales. Dice Francisco:
No a la acedia egoísta
Cuidar con obsesión el propio tiempo personal y los espacios de autonomía
81. Cuando más necesitamos un dinamismo misionero que lleve sal y luz al mundo,
muchos laicos sienten el temor de que alguien les invite a realizar alguna tarea apostólica, y
tratan de escapar de cualquier compromiso que les pueda quitar su tiempo libre. Hoy se ha
vuelto muy difícil, por ejemplo, conseguir catequistas capacitados para las parroquias y que
perseveren en la tarea durante varios años. Pero algo semejante sucede con los sacerdotes,
que cuidan con obsesión su tiempo personal. Esto frecuentemente se debe a que las
personas necesitan imperiosamente preservar sus espacios de autonomía, como si una tarea
evangelizadora fuera un veneno peligroso y no una alegre respuesta al amor de Dios que nos
convoca a la misión y nos vuelve plenos y fecundos. Algunos se resisten a probar hasta el fondo
el gusto de la misión y quedan sumidos en una acedia paralizante.
Diversos orígenes de la acedia espiritual y pastoral
82. El problema no es siempre el exceso de actividades, sino sobre todo las actividades
mal vividas, sin las motivaciones adecuadas, sin una espiritualidad que impregne la acción y la
haga deseable. De ahí que las tareas cansen más de lo razonable, y a veces enfermen. No se
trata de un cansancio feliz, sino tenso, pesado, insatisfecho y, en definitiva, no aceptado. Esta
acedia pastoral puede tener diversos orígenes. Algunos caen en ella por sostener proyectos
irrealizables y no vivir con ganas lo que buenamente podrían hacer. Otros, por no aceptar
la costosa evolución de los procesos y querer que todo caiga del cielo. Otros, por apegarse
a algunos proyectos o a sueños de éxitos imaginados por su vanidad. Otros, por perder el
contacto real con el pueblo, en una despersonalización de la pastoral que lleva a prestar más
atención a la organización que a las personas, y entonces les entusiasma más la «hoja de ruta»
15Ib.
16 Juan Pablo II, Christifideles laici, 2.
Pag. 26
que la ruta misma. Otros caen en la acedia por no saber esperar y querer dominar el ritmo de
la vida. El inmediatismo ansioso de estos tiempos hace que los agentes pastorales no toleren
fácilmente lo que signifique alguna contradicción, un aparente fracaso, una crítica, una cruz.
El gris pragmatismo de la vida cotidiana de la Iglesia que degenera la fe
83. Así se gesta la mayor amenaza, que «es el gris pragmatismo de la vida cotidiana de
la Iglesia en el cual aparentemente todo procede con normalidad, pero en realidad la fe se va
desgastando y degenerando en mezquindad.
No al pesimismo estéril
No ser profetas de calamidades como decía Juan XXIII
84. La alegría del Evangelio es esa que nada ni nadie nos podrá quitar (cf. Jn 16,22).
Los males de nuestro mundo –y los de la Iglesia– no deberían ser excusas para reducir nuestra
entrega y nuestro fervor. Mirémoslos como desafíos para crecer. Además, la mirada creyente
es capaz de reconocer la luz que siempre derrama el Espíritu Santo en medio de la oscuridad,
sin olvidar que «donde abundó el pecado sobreabundó la gracia» (Rm 5,20). Nuestra fe es
desafiada a vislumbrar el vino en que puede convertirse el agua y a descubrir el trigo que
crece en medio de la cizaña. A cincuenta años del Concilio Vaticano II, aunque nos duelan las
miserias de nuestra época y estemos lejos de optimismos ingenuos, el mayor realismo no debe
significar menor confianza en el Espíritu ni menor generosidad. En ese sentido, podemos volver
a escuchar las palabras del beato Juan XXIII en aquella admirable jornada del 11 de octubre de
1962: «Llegan, a veces, a nuestros oídos, hiriéndolos, ciertas insinuaciones de algunas personas
que, aun en su celo ardiente, carecen del sentido de la discreción y de la medida. Ellas no
ven en los tiempos modernos sino prevaricación y ruina […] Nos parece justo disentir de tales
profetas de calamidades, avezados a anunciar siempre infaustos acontecimientos, como si el
fin de los tiempos estuviese inminente. En el presente momento histórico, la Providencia nos
está llevando a un nuevo orden de relaciones humanas que, por obra misma de los hombres
pero más aún por encima de sus mismas intenciones, se encaminan al cumplimiento de planes
superiores e inesperados; pues todo, aun las humanas adversidades, aquélla lo dispone para
mayor bien de la Iglesia».[65]
No ser pesimistas quejosos y desencantados con cara de vinagre
85. Una de las tentaciones más serias que ahogan el fervor y la audacia es la conciencia
de derrota que nos convierte en pesimistas quejosos y desencantados con cara de vinagre.
Nadie puede emprender una lucha si de antemano no confía plenamente en el triunfo. El que
comienza sin confiar perdió de antemano la mitad de la batalla y entierra sus talentos. Aun
con la dolorosa conciencia de las propias fragilidades, hay que seguir adelante sin declararse
vencidos, y recordar lo que el Señor dijo a san Pablo: «Te basta mi gracia, porque mi fuerza se
manifiesta en la debilidad» (2 Co 12,9). El triunfo cristiano es siempre una cruz, pero una cruz
que al mismo tiempo es bandera de victoria, que se lleva con una ternura combativa ante los
embates del mal. El mal espíritu de la derrota es hermano de la tentación de separar antes de
tiempo el trigo de la cizaña, producto de una desconfianza ansiosa y egocéntrica.
2.8. La vocación a la santidad
Pag. 27
Los laicos, como miembros de una Iglesia enviada al mundo para ser signo eficaz de
la salvación, están llamados a descubrir y a seguir la voluntad de Dios, y a dar testimonio de
su fe en todas las circunstancias de la vida. Pueden y deben evangelizar, por así decirlo, por
contagio. A través de ellos, la fe se hace testimonio y éste no deja de provocar la pregunta por
el significado que puede tener la existencia humana.
En estos momentos en los que nuestras Iglesias diocesanas son cada vez más conscientes
de la necesidad y urgencia de la evangelización, cada creyente, cada grupo y comunidad
de cristianos han de actualizar de modo creativo el testimonio de vida como dato cristiano
originario y el necesario anuncio explícito. No son las palabras y la doctrina el primer elemento
de la evangelización, sino los gestos y las obras que hablan de un vivir en coherencia con el
Evangelio.
El Concilio Vaticano II confirmó la vocación universal a la santidad. La santidad no es una
cosa de élites, todos los miembros de la Iglesia estamos llamados a la santidad. Los laicos
hemos de santificarnos en el mundo. “La vocación de los fieles laicos a la santidad implica
que la vida según el Espíritu se exprese particularmente en su inserción en las realidades
temporales y en su participación en las actividades terrenas (...) los laicos deben santificarse
en la vida profesional y social ordinaria. Por tanto, para que puedan responder a su vocación,
los fieles laicos deben considerar las actividades de la vida cotidiana como ocasión de unión
con Dios y de cumplimiento de su voluntad, así como también de servicio a los demás hombres,
llevándoles a la comunión con Dios en Cristo” (ChL 17).
El cristiano responde a la vocación a la santidad mediante un triple dinamismo:
A) el encuentro personal con Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo
B) el encuentro que lleva a vivir en el espíritu de las bienaventuranzas
C) desde la matriz de la Iglesia como misterio de comunión.
El carácter secular, lejos de distanciar al laico cristiano de este triple dinamismo, le impulsa a
vivirlo de acuerdo con su peculiar situación en el mundo y en la historia. El papa Juan Pablo
II, en la citada exhortación postsinodal sobre la identidad y misión de los laicos, sancionaba
definitivamente el valor teológico de esa condición secular con las siguientes palabras:
«Ellos [los laicos] son personas que viven la vida normal en el mundo, estudian,
trabajan, entablan relaciones de amistad, sociales, profesionales, culturales,
etc. El Concilio considera su condición no como un dato exterior y ambiental,
sino como una realidad destinada a obtener en Jesucristo la plenitud de su
significado. (...) De este modo, el ser y el actuar en el mundo son para los
fieles laicos no sólo una realidad antropológica y sociológica, sino también, y
específicamente, una realidad teológica y eclesial. En efecto, Dios les manifiesta
su designio en su situación intramundana, y les comunica la particular vocación
de ‘buscar el Reino de Dios tratando las realidades temporales y ordenándolas
según Dios’»17.
17
Juan Pablo II, Christifideles laici, 15.
Pag. 28
Por ello, todo cristiano laico consciente de su condición de bautizado ha de vivir el
entramado secular, con el que está tejida su existencia, en referencia a la fe. La espiritualidad
de los laicos reclama que su «vida en el Espíritu» se exprese sobre todo por su manera de
estar en el mundo y de participar en la historia humana.
El laico ha de situar las tres dimensiones comunes de la espiritualidad cristiana dentro
de las coordenadas que modulan constantemente su manera de ser, en Cristo, sacerdote,
profeta y rey, a saber, como ciudadano del mundo y, simultáneamente, miembro del cuerpo
de Cristo; y sintiéndose impulsado por el Espíritu a vivir, de forma eminente, la laicidad de la
Iglesia.
Como ciudadano del mundo está implicado en las responsabilidades de la historia
humana que le ha tocado vivir. Por decirlo con aquellas palabras memorables del papa
Pablo VI: «el campo propio de su actividad evangelizadora [de los seglares] es el dilatado y
complejo mundo de la política, de la realidad social, de la economía; así como también de la
cultura, de las ciencias y de las artes, de la vida internacional, de los órganos de comunicación
social; y también de otras realidades, particularmente abiertas a la evangelización, como el
amor, la familia, la educación de los niños y de los adolescentes, el trabajo profesional, el
sufrimiento»18.
Se trata, desde luego de un imperativo moral; pero también de una forma natural de vivir
en el Espíritu. Es el mismo Espíritu Santo quien impulsa a verificar, en esa tarea secular, la
maqueta de las Bienaventuranzas. Introducir el espíritu de las Bienaventuranzas en la vida
personal y pública, es todo un reto que muchas veces lleva aparejado el estigma de la cruz y
constituye el contenido operativo de su vocación a la santidad.
Por último, no hay que olvidar que la Iglesia como cuerpo visible de Cristo está en el mundo,
de un modo eminente, gracias a los laicos. Ellos son los que viven con mayor naturalidad la
tensión excéntrica de la Iglesia de vivir volcada hacia el mundo para anunciarle la gozosa
esperanza del Reino de Dios. Así lo han resaltado los Obispos españoles cuando dicen que
«la inserción de la Iglesia toda en el mundo y para el mundo» se hace concreta a través de la
vivencia eclesial y misionera de la índole secular de los laicos19.
Dice el documento “Cristianos Laicos Iglesia en el Mundo” en el Nº 100 que hoy la santidad no
es posible sin un compromiso por la justicia, y sin una solidaridad con los pobres y oprimidos. Y
Francisco en EG nos recuerda que:
El Evangelio nos invita a correr el riesgo del encuentro con el otro
88. El ideal cristiano siempre invitará a superar la sospecha, la desconfianza permanente,
el temor a ser invadidos, las actitudes defensivas que nos impone el mundo actual. Muchos
tratan de escapar de los demás hacia la privacidad cómoda o hacia el reducido círculo de los
más íntimos, y renuncian al realismo de la dimensión social del Evangelio. Porque, así como
algunos quisieran un Cristo puramente espiritual, sin carne y sin cruz, también se pretenden
18
19
Pablo VI, Evangelii nuntiandi, 70.
Conferencia Episcopal Española, Los cristianos laicos, Iglesia en el mundo, 26-29.
Pag. 29
relaciones interpersonales sólo mediadas por aparatos sofisticados, por pantallas y sistemas
que se puedan encender y apagar a voluntad. Mientras tanto, el Evangelio nos invita siempre
a correr el riesgo del encuentro con el rostro del otro, con su presencia física que interpela,
con su dolor y sus reclamos, con su alegría que contagia en un constante cuerpo a cuerpo. La
verdadera fe en el Hijo de Dios hecho carne es inseparable del don de sí, de la pertenencia a
la comunidad, del servicio, de la reconciliación con la carne de los otros. El Hijo de Dios, en su
encarnación, nos invitó a la revolución de la ternura.
Necesidad de vínculos profundos y estables con Dios y los demás
91. Un desafío importante es mostrar que la solución nunca consistirá en escapar de
una relación personal y comprometida con Dios que al mismo tiempo nos comprometa con los
otros. Eso es lo que hoy sucede cuando los creyentes procuran esconderse y quitarse de encima
a los demás, y cuando sutilmente escapan de un lugar a otro o de una tarea a otra, quedándose
sin vínculos profundos y estables: «Imaginatio locorum et mutatio multos fefellit», [esto es, «la
imaginación y mudanza de lugares engañó a muchos»].[68] Es un falso remedio que enferma
el corazón, y a veces el cuerpo. Hace falta ayudar a reconocer que el único camino consiste en
aprender a encontrarse con los demás con la actitud adecuada, que es valorarlos y aceptarlos
como compañeros de camino, sin resistencias internas. Mejor todavía, se trata de aprender a
descubrir a Jesús en el rostro de los demás, en su voz, en sus reclamos. También es aprender a
sufrir en un abrazo con Jesús crucificado cuando recibimos agresiones injustas o ingratitudes,
sin cansarnos jamás de optar por la fraternidad.[69]
2.9. ¿Pero cómo se construye este laico?
El cristiano laico que hemos ido describiendo siguiendo las enseñanzas del Concilio Vaticano II
debe ser el laico habitual de nuestros grupos, parroquias y diócesis, pero ¿de dónde salen estos
laicos?
Desde la experiencia y la reflexión que la misma Iglesia va realizando podemos decir que un
laico así, no nace sino que se hace. Se va construyendo mediante un proceso que requiere una
buena disposición personal, un trabajo comunitario y la acción del Espíritu. Se trata de un don
y una tarea.
En el documento “Los Cristianos laicos, Iglesia en el Mundo”, texto base para el Apostolado
Seglar hoy se nos proponen dos instrumentos:
• La formación de los laicos y
• El apostolado seglar asociado.
Dos instrumentos que no se pueden entender separadamente, de la unión de ambos depende
el logro de un laicado verdaderamente evangelizador y misionero.
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1. El apostolado seglar asociado
Razones:
En el Decreto del “Apostolado de los Seglares” del Concilio Vaticano II se dice que cada cristiano
está llamado a ejercer el apostolado individual en las variadas circunstancias de su vida, también
habla de la importancia del apostolado asociado para la evangelización y recomienda a los laicos
que actuemos asociadamente por estas razones:
La persona es un ser social por naturaleza que crece y se desarrolla en relación con otras
personas.
Para expresar el ser comunitario de la Iglesia. Si queremos hacer de nuestro mundo una nueva
humanidad los cristianos hemos de ser signos de comunión.
Por eficacia apostólica.
En las actuales circunstancias tan complejas y difíciles es de todo punto necesario el aliento y
apoyo del grupo, de la comunidad para mantenernos fieles a la vocación cristiana. Así, Francisco
en E.G. nos señala la Necesidad de espacios motivadores y sanadores para los agentes pastorales:
77. No obstante, como hijos de esta época, todos nos vemos afectados de algún modo
por la cultura globalizada actual que, sin dejar de mostrarnos valores y nuevas posibilidades,
también puede limitarnos, condicionarnos e incluso enfermarnos. Reconozco que necesitamos
crear espacios motivadores y sanadores para los agentes pastorales, «lugares donde regenerar
la propia fe en Jesús crucificado y resucitado, donde compartir las propias preguntas más
profundas y las preocupaciones cotidianas, donde discernir en profundidad con criterios
evangélicos sobre la propia existencia y experiencia, con la finalidad de orientar al bien y a la
belleza las propias elecciones individuales y sociales».[62] Al mismo tiempo, quiero llamar la
atención sobre algunas tentaciones que particularmente hoy afectan a los agentes pastorales.
2. La formación para el apostolado. El sentido de la formación
La formación de laicos es una prioridad de la máxima urgencia para nuestra iglesia. Es preciso
sensibilizar a todos los cristianos –sacerdotes, religiosos y laicos- sobre la importancia de la
formación para reconocer más plenamente y asumir más conscientemente sus responsabilidades
como laicos militantes en la vida y misión de la Iglesia, para superar la ruptura entre fe y vida,
entre Evangelio y cultura, y, en fin, sobre la necesidad de animar a todos a emprender –si no lo
están haciendo ya- un proceso de formación integral, espiritual, doctrinal y apostólica, a fin de
ser y vivir lo que confiesan y celebran, y anunciar lo que viven y esperan. Según Francisco, en
E.G.:
120. En virtud del Bautismo recibido, cada miembro del Pueblo de Dios se ha convertido
en discípulo misionero (cf. Mt 28,19). Cada uno de los bautizados, cualquiera que sea su
función en la Iglesia y el grado de ilustración de su fe, es un agente evangelizador, y sería
inadecuado pensar en un esquema de evangelización llevado adelante por actores calificados
donde el resto del pueblo fiel sea sólo receptivo de sus acciones. La nueva evangelización debe
implicar un nuevo protagonismo de cada uno de los bautizados. Esta convicción se convierte
Pag. 31
en un llamado dirigido a cada cristiano, para que nadie postergue su compromiso con la
evangelización, pues si uno de verdad ha hecho una experiencia del amor de Dios que lo salva,
no necesita mucho tiempo de preparación para salir a anunciarlo, no puede esperar que le
den muchos cursos o largas instrucciones. Todo cristiano es misionero en la medida en que
se ha encontrado con el amor de Dios en Cristo Jesús; ya no decimos que somos «discípulos»
y «misioneros», sino que somos siempre «discípulos misioneros». Si no nos convencemos,
miremos a los primeros discípulos, quienes inmediatamente después de conocer la mirada de
Jesús, salían a proclamarlo gozosos: «¡Hemos encontrado al Mesías!» (Jn 1,41). La samaritana,
apenas salió de su diálogo con Jesús, se convirtió en misionera, y muchos samaritanos creyeron
en Jesús «por la palabra de la mujer» (Jn 4,39). También san Pablo, a partir de su encuentro
con Jesucristo, «enseguida se puso a predicar que Jesús era el Hijo de Dios» (Hch 9,20). ¿A qué
esperamos nosotros?
La formación entendida como el logro progresivo de un modo de ser, de sentir, de pensar y de
actuar, personal y comunitariamente, que sea profundamente cristiano. Una formación para
estar en forma cristiana, para una mayor calidad en nuestra vida cristiana, para dar más y mejores
frutos. La formación como un proceso de profundización y maduración de la experiencia del
encuentro con Jesucristo es una tarea y un don permanentes en la vida de los fieles cristianos.
Gracias por vuestra atención y espero que en los talleres realicéis un buen trabajo con la ayuda
del Espíritu para despertar y consolidar vocaciones apostólicas entre el laicado de Aragón.
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6. TALLERES SOBRE LA VOCACIÓN APOSTÓLICA, EN EL II ENCUENTRO DEL LAICADO
CRISTIANO DE ARAGÓN
Comisión regional de apostolado seglar
Ofrecemos a continuación una síntesis de los cuatro talleres que trabajaron las cuestiones que
se plantearon después de escuchar la ponencia, así como un breve cuestionario al final que se
puede trabajar individualmente, en grupo o en el movimiento apostólico.
I.- SÍNTESIS DE LAS APORTACIONES
1.- La primera pregunta que se planteó en los cuatro Talleres fue la relativa a aspectos e
ideas principales que nos había planteado a los asistentes al II Encuentro la ponencia de
Lourdes Azorín. Una síntesis de las respuestas que se dieron es la siguiente:
• Lo importante es el encuentro con Dios.
• Cuando hacemos algo, debemos ser conscientes de que es Dios, Cristo el que está detrás.
Somos portadores de Cristo: “cristóforos”.
• Ser apóstoles, no solo actuando bien, sino además hablando y dando testimonio.
• Encuentro personal con Cristo y poderlo trasmitir; no se trasmite solo con la inteligencia.
• Reflexionar sobre la identidad del laico en la misión, y que esta la tenemos en la vida
cotidiana, en todo lo que hacemos.
• La frase: “La evangelización se hará con los laicos, o no se hará”.
• Tarea del EG nº 91 sobre el compromiso y su dificultad.
• Constancia, credibilidad y disponibilidad.
• Cómo animamos a la iglesia, sobre todo a los jóvenes.
• Quien soy yo para no amar al mundo.
• Hay que callejear y dejar de balconear.
• No perder la esperanza.
• Somos buenos, pero algo cobardes.
• Inventarse, pensar y arriesgarse; hay que trabajar y no esperar a que las ideas lleguen por
si solas.
• Oración, Palabra de Dios, sacramentos, nos ayudan en nuestra misión.
• Necesitamos ser comunidad para llevar a cabo nuestro compromiso: unir fe y vida.
• Cultura cristiano, cuidar los pequeños detalles.
• Necesidad de formación con el matiz de que con ella no se trata de adquirir más
conocimientos teológicos a nivel intelectual, sino de vivir y experimentar la fe.
• No podemos sustituir al sacerdote en su misión, debemos complementarnos.
• No desmoralizarse ante la sociedad que ve al creyente como alguien raro.
• No rendirnos y seguir siendo testigos ante nuestro entorno cercano en el que hay personas
no creyentes.
2.- La segunda pregunta que se trabajó en los talleres consistió en debatir y compartir qué
sugerencias nos había proporcionado la ponencia para impulsar la vocación apostólica de
Pag. 33
los laicos en cuatro tipología de cristianos, por lo que s ehizo una distribución en cuatro
talleres:
• Entre los cristianos que solo participan en la misa dominical (Taller 1)
• Entre los cristianos que participan, además, en las tareas y misión de la parroquia (Taller 2)
• Entre los laicos asociados, es decir, que son miembros de los movimientos y asociaciones
apostólicas (Taller 3)
• Entre los cristianos que participan en el voluntariado (Taller 4)?
A continuación ofrecemos una síntesis de las respuestas a esta pregunta de cada uno de los
talleres.
TALLER 1: Sugerencias para impulsar la vocación apostólica de los laicos que participan
únicamente en la eucaristía dominical
• Hablar con los fieles que acuden a misa y no sólo con los conocidos; hay que acercarse
también a los desconocidos.
• Importancia de la acogida de personas que se acercan por primera vez a la parroquia a
través de la eucaristía dominical.
• Es necesario un mayor acercamiento personal a las personas que solo acuden a la misa
dominical, informándoles y ofreciendo participar en actividades que se llevan a cabo en la
parroquia: coro, biblioteca, Cáritas, etc.
• Pedir la implicación de los padres en las catequesis de niños y en las misas en que éstos
participan de manera especial.
• Tenemos que celebrar unas Eucaristías más vivas y participativas, para no sentirnos solos
en la fe, sino con sentido de comunidad.
• Fomentar un mejor conocimiento de la Eucaristía, pues muchos de los asistentes no la
comprenden del todo.
TALLER 2: Sugerencias para impulsar la vocación apostólica de los laicos que, además de
participar en la eucaristía dominical, participan también en las tareas y en la misión de la
parroquia
• INVITAR A LA CORRESPONSABILIDAD:
A) Estar pendientes de aquellas personas que necesitan de algún empujón para actuar.
B) Mayor implicación de los propios laicos en las tareas parroquiales.
C) No conformarnos con mantener lo que tenemos: somos pescadores, no piscifactores
D) Facilitar la actuación de los laicos por parte de los sacerdotes.
E) Volver a la dirección espiritual, al acompañamiento de los sacerdotes ...
• COORDINACIÓN INTRAPARROQUIAL. Fomentar la coordinación de los grupos parroquiales
para sentirnos comunidad cristiana.
• FORMACIÓN:
A) Cuidar la continuidad en la formación con arreglo a un itinerario.
B) Incluir en los programas de formación temas sobre problemas sociales.
C) No olvidar la formación humana junto a la religiosa.
D) Animar a la lectura del Evangelio y de la Sagrada Escritura en general.
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• FOMENTAR EL APOSTOLADO ASOCIADO. Abrir las parroquias a los movimientos de
apostolado seglar.
• LOS POBRES. Atender preferentemente a pobres y desvalidos de cualquier necesidad.
• NIÑOS. En el caso de cristianos que trabajan en la pastoral de niños: atraer a los niños
a través de juegos y otras actividades, trabajar también con los padres de los niños de
catequesis.
• JÓVENES. Organizar para los jóvenes fiestas, tertulias, mesas redondas, recitales, cine
forum... Impulsar la Pastoral Juvenil diocesana.
• NOVIOS. Trabajar ya con los novios antes de la preparación para el matrimonio.
• ACOGIDA DENTRO Y APERTURA AL EXTERIOR:
A) Saber acoger y encauzar a las personas que llegan.
B) Invitación directa a determinadas personas a integrarse en la vida parroquial.
C) Incluir en el tablón de anuncios de la parroquia información sobre las actividades del
barrio.
D) Estar con la gente, simpatizar con la época que nos toca vivir.
TALLER 3: Sugerencias para impulsar la vocación apostólica de los laicos asociados que
participan en mayor o menor grado en los movimientos y asociaciones apostólicas en
nuestras diócesis:
• LA BASE DEL LAICADO ASOCIADO. Considerar la formación, el compromiso social y la
espiritualidad como los tres pilares de todo movimiento apostólico. Volver a las fuentes, al
carisma fundacional de cada asociación o movimiento apostólico.
• CELEBRAR LA FE. Saberse instrumentos en las manos de Dios. Celebraciones más alegres y
festivas
• INVITAR AL COMPROMISO EN LA SOCIEDAD:
A) Participar en los diferentes ambientes sociales, no solo en la parroquia
B) Denuncia de situaciones injustas.
C) Aprovechar en la vida diaria para, con pequeñas cosas dar algún testimonio (familia,
trabajo, amigos, etc.)
D) Al final son compromisos personales, con el apoyo del grupo.
E) Denuncia, la persona es lo primero. A veces desde la Iglesia no se denuncian situaciones
de pobreza
• RETOS DE LOS LAICOS ASOCIADOS CON LOS JÓVENES:
A) Plantearnos en los movimientos como llegar a los jóvenes, es una tarea fundamental.
B) Organizar jornadas de oración para jóvenes.
C) Invitar a los jóvenes de confirmación a participar en algún movimiento apostólico.
D) Dejar que los jóvenes organicen y protagonicen sus propias actividades
E) Jornada de oración para jóvenes.
F) Salir a la calle, teniendo en cuenta sobretodo los nuevos medios de comunicación:
páginas web, facebook, etc.
G) Mayor alegría en las celebraciones
H) Para trabajar con jóvenes, también hay que cuidar la pastoral de niños: Hay que
empezar por los niños, es un recorrido en el que no hay que tener prisa. Tener
paciencia y empezar sembrando. Es una labor educativa.
• MEJORAR LA COORDINACIÓN ENTRE LOS MOVIMIENTOS Y LAS PARROQUIAS
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A) La parroquia debe ser integradora de todos los grupos y carismas.
B) Actividades conjuntas de los grupos y movimientos. Abrirnos unos a otros.
C) Los sacerdotes deben contar más con los movimientos.
• NUEVAS INICIATIVAS Y ACTITUDES PARA EVANGELIZAR
A) Utilización de un lenguaje más actual para evangelizar, sobre todo con los jóvenes.
B) Utilizar las tecnologías de la información y los medios de comunicación modernos.
C) Organizar actividades abiertas a otras personas, como vigilias familiares.
D) Liberarse de la obsesión por conseguir resultados.
E) No quejarse: el pesimismo espanta y no construye.
F) Mirar hacia delante, no estar siempre recordando tiempos pasados.
TALLER 4: Sugerencias para impulsar la vocación apostólica de los laicos cristianos que
participan en el voluntariado social y otras realidades sociales
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Integrar también a los pobres y marginados en nuestras comunidades.
Dar más importancia a los temas sociales: se dejan para el final y no se llega.
Formación eficaz con un proceso de acompañamiento.
Estar abiertos a las situaciones que se nos presenten.
Hacer lo que estamos llamados a hacer sin pensar en los resultados.
Partir de la evangelización en los hogares: hablar en casa del hecho religioso.
Dar responsabilidades a los demás, no queramos que hagan las cosas como nosotros
Contar con los demás en la toma de decisiones.
Motivarse en las tareas concretas, buscar la realización personal y el gusto por lo que se
hace.
• Organizar círculos de silencio contra las injusticias sociales.
II.- CUESTIONARIO PARA LOS LECTORES
Hasta aquí las aportaciones de los cuatro talleres que se organizaron en el II Encuentro del
laicado en Aragón. Ahora es el momento de invitar a quienes lean este folleto y en particular
el texto de la ponencia de Lourdes Azorín y estas sugerencias a que ellos también queden
interpelados para afianzar o despertar su vocación apostólica.
Por eso, la Comisión regional de Apostolado seglar invita a quienes lean esta publicación
a reflexionar personalmente o en grupo sobre estas dos cuestiones:
• Destaca dos ideas de los contenidos expuestos en la ponencia de Lourdes Azorín. ¿Qué me
sugieren a mí, a mi parroquia y a mi movimiento apostólico?
• ¿Qué pasos voy a dar para despertar en mí y en otros la vocación apostólica, después de
conocer y reflexionar sobre algunas de las sugerencias que se han hecho en los Talleres y
que acabo de leer?
• ¿Qué primer paso voy a dar? ¿Cuándo voy a revisar si he llevado a cabo ese compromiso?
Tras la reflexión os proponemos rezar la oración a la Virgen, “estrella de la nueva evangelización”
que podéis localizar en la parte final de este folleto para que nos dé fuerzas para despertar entre
los cristianos más vocaciones apostólicas laicales.
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7. PRESENTACIÓN DE EXPERIENCIAS DE LAS DIÓCESIS DE ARAGÓN
7.1. EXPERIENCIA DE LA DIÓCESIS DE ZARAGOZA. “EL GESTO DIOCESANO SOLIDARIO:
CONTRA LA EXCLUSIÓN RESIDENCIAL Y LA POBREZA ENERGÉTICA”
Por Saúl Pérez
El 14 de junio de 2014 se cumplió el 1er trimestre de la presentación pública del Gesto
Diocesano Solidario contra la exclusión residencial y la pobreza energética en Zaragoza. Este
Gesto se ha materializado en un convenio firmado entre la Archidiócesis de Zaragoza y la
Sociedad Municipal Zaragoza Vivienda. El convenio ha permitido en estos tres meses, recoger
y destinar ayudas económicas provenientes de aportaciones solidarias a familias en situación
de exclusión residencial por un importe superior a 15.000 euros, la cesión de 5 viviendas de
propietarios particulares al Gesto para destinarlos a alquileres sociales reducidos, intervenir
y acompañar socialmente a15 familias y crear un equipo compuesto por más de 20 personas
voluntarias. A ello hay que añadir que la Coordinadora del Gesto Diocesano Solidario ha
conseguido trabajar en estrecha colaboración y comunión con las entidades que se han ido
sumando a ella: Cáritas, Manos Unidas, Delegaciones Diocesanas (Pastoral Obrera, Pastoral
Juvenil, Pastoral Penitenciaria, Enseñanza y Apostolado Seglar), Consejo de Acción Católica y
movimientos apostólicos (JOC, HOAC, Profesionales Cristianos, Movimiento Rural Cristiano y
Acción Católica General), órdenes religiosas (Jesuitas-Centro Pignatelli, Hermanas da la
Caridad de Santa Ana, Itaka-Escolapios).
HISTORIA
Hace seis años se ponía en marcha una iniciativa denominada “Gesto Diocesano
Solidario contra la Crisis”. El Gesto consistía en un acto, precedido de un trabajo y
reflexión, que cada curso pretendía sensibilizar en nuestra diócesis sobre algunas de las
consecuencias de la crisis. Han pretendido ser gestos constructivos y transformadores,
que nos pusieran en camino y trabajo para la búsqueda de alternativas concretas que
den respuesta a las situaciones de carencia o necesidad de nuestro entorno. En particular,
impulsando y apoyando proyectos comunitarios de implicación y de transformación.
El curso 2012-2013 el V Gesto Diocesano Solidario tuvo por lema “Primero, los últimos”,
que sirvió para contemplar y escuchar testimonios de personasvíctimas de esta crisis. La
Coordinadora del Gesto Diocesano decidimos entonces dar continuidad al Gesto, adoptando
un compromiso concreto, con la intención de que fuera una ayuda y un apoyo a los últimos, y
que pudiera servir al mismo tiempo para sensibilizar e implicar al mayor número de personas
de nuestra diócesis ante uno de los problemas que más está preocupando a lasociedad por
las terribles consecuencias que supone para las personas y familias que lo sufren: el drama
de los desahucios, la exclusión residencial y la pobreza energética.
EL POR QUÉ DE ESTE GESTO
Durante los sucesivos Gestos Diocesanos Solidarios de los últimos años ha quedado
constancia de un hecho: la crisis económica ha provocado que millones de personas hayan
perdido su trabajo y miles de familias su vivienda. Ya eran muchas las personas sin hogar.
Pero ahora muchas otras familias han tenido que suspender el pago de sus hipotecas o no
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pueden hacer frente a los alquileres o los pagos por los suministros básicos como la luz, el
gas o el agua. Las cifras de familias que lo han perdido todo, víctimas de los desahucios, son
pavorosas.
La crisis ha impedido acceder a una vivienda a cientos de miles de personas y ha dado lugar a
más de 400.000 ejecuciones hipotecarias en estos años en España. En la provincia de Zaragoza,
por su parte, solo durante el último año se produjeron más de 1.200 desahucios, lo que supone
una media de 3 o 4 lanzamientos diarios. Situación que puede agravarse pues, desde el inicio
de la crisis, el acceso al Ingreso Aragonés de Inserción (IAI) se ha convertido, por la vía de los
hechos, en una interminable carrera de obstáculos para sus solicitantes. Y, desgraciadamente,
ahora se plantea su reforma para limitar y reducir más este recurso último que permite a cubrir
las necesidades más básicas, especialmente la vivienda, a las familias más empobrecidas.
El Papa Francisco, después del rezo del Ángelus del domingo 22 de diciembre de 2013, decía:
“Hay tantas familias sin vivienda, o bien porque nunca han tenido o porque la han perdido por
diferentes motivos. ¡Familia y vivienda van de la mano! Es muy difícil para una familia salir
adelante sin una casa en la que vivir”.
Hace unos meses, en el mismo día que presentábamos en el Centro Pignatelli de Zaragoza el Gesto
Diocesano, Juan José Asenjo, Arzobispo de Sevilla, pronunciaba durante la ponencia inaugural del
I Congreso sobre vivienda social que “en las actuales circunstancias socioeconómicas, la Iglesia y
los cristianos, junto a otras instancias de la sociedad civil, debemos ser venero de esperanza para
tantas familias que han perdido su vivienda o que ni siquiera han podido acceder a ella. Su clamor
debe golpear nuestras conciencias y espolear nuestra generosidad y nuestro compromiso. Sin
una casa, sin un hogar, los derechos fundamentales de la persona no encuentran desarrollo ni
garantía” (Sevilla, 14/03/2014).
La presentación pública del compromiso adoptado tras el V Gesto Diocesano Solidario, y
materializado en el convenio anteriormente citado, cumple ahora su primer trimestre de
recorrido. Y nació precisamente con esa pretensión. La colaboración entre la Iglesia y los
cristianos con instancias de la sociedad civil para apoyar políticas públicas a favor y al servicio de
las personas y familias que han perdido su vivienda o tienen amenazada su situación residencial.
El tema de la vivienda forma parte de la llamada cuestión social, sobre la que la Iglesia viene
reflexionando desde la encíclica Rerum novarum de León XIII, a final del siglo XIX, hasta la
exhortación apostólica Evangelii Gaudium del Papa Francisco, que entienden la vivienda como un
derecho específico de la persona y como un aspecto clave del derecho a una vida humanamente
digna.
Hacemos nuestras las palabras de Monseñor Asenjo, que finalizaba su discurso inaugural del
I Congreso sobre vivienda social, señalando que “el liberalismo desenfrenado y sin entrañas
ha conducido al dolor y a la exclusión social de miles de familias, generando situaciones de
marginación y pobreza”. Apelaba por ello a que, “ante el clamor de los pobres, debemos seguir
poniéndonos manos a la obra, nunca mejor dicho, sin demora, sin excusas, con entusiasmo, sin
dejarnos arrastrar por el pesimismo, con la noble ambición de construir un mundo más justo,
humano y fraterno, tal como Dios lo soñó, lo que sin duda comienza por tener una vivienda
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digna para todos”. (+Juan José Asenjo, 14/03/2014).
7.2. EXPERIENCIA Y TESTIMONIO DESDE LA DIÓCESIS DE TERUEL Y ALBARRACÍN:
“ENCONTRARSE CON LA IGLESIA”
Maribel y Mª Carmen Ramos
Saludos, Paz y Bien.
Vaya por delante la sorpresa que ha supuesto esta invitación a participar en esta mesa de
experiencias del II Encuentro de laicos en Aragón. La hemos asumido con sencillez y trabajo
en grupo… Todo un reto por lo que supone dar testimonio.
Quizás en otros momentos de la Iglesia nuestra presencia en esta mesa no hubiera tenido
nada de novedoso. Sin embargo, partiendo de la realidad de nuestras diócesis, como se
ha visto y oído esta mañana, sí puede ser interesante compartirlo, por si pudiera aportar
alguna pista sobre cómo salir hacia los otros, y proponerles una vivencia cristiana gozosa sin
complejos y de tú a tú.
Que unos adultos entre 35 y 45 años anden buscando, se encuentren y formen un grupo
de revisión de vida, es aquí y ahora una Buena Noticia.
Varias de nosotras, de forma personal, andábamos rastreando las realidades grupales de
la diócesis de Teruel- Albarracín, sin llegar a ilusionarnos con ninguna de ellas. Sentíamos la
necesidad de compartir la propia vida a la Luz del Evangelio.
Las palabras del amigo Serafín: “si no encuentras lo que buscas, hay que crearlo”,
maduraron esa necesidad, alineando la idea y el esfuerzo de acercarnos a otras personas,
proponer, juntarnos, configurar el marco de trabajo, definir qué queríamos y qué no, y que
reglas básicas de juego se podían consensuar.
Tras esa convocatoria personal, con nombres y apellidos, cara a cara siguió una asamblea
conjunta. Algunas personas declinaron la oferta pues se veían saturadas por la agenda,
aunque también se reconocían necesitadas de un espacio de calidad donde revisar sus
quehaceres. De todo este proceso, ha cristalizado un grupo entre 6 y 8 personas.
Desde diferentes puntos de partida (desde aquellos que jamás estuvieron en asociación,
movimiento…hasta quienes nunca dejaron de estarlo), desde diferentes niveles de
compromiso sociales, con parroquia, diócesis, asociaciones…, con diferentes estilos (que van
de lo más estiloso a lo más tabernero), hemos empezado a compartir bajo el paraguas del
respeto, el acompañamiento mutuo y la corresponsabilidad.
En estos dos años de trabajo, nuestros encuentros quincenales, giran en torno a la
oración y a nuestra existencia. El objetivo es ver Qué y Cómo hacemos en cristiano, a través
de la Palabra, los hechos concretos del día a día, de nuestro proyecto vital presente y de la
participación con el resto de nuestra Iglesia doméstica.
A continuación transcribo las respuestas que hemos dado a unas sencillas preguntas, para
describir nuestra experiencia:
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¿Qué es el Grupo de Revisión de vida (GRV)?
• Un grupo de personas de mi edad (5 arriba/5 abajo) con inquietudes similares en cuanto a
la Iglesia, con las que comparto el evangelio, aplicándolo a la vida propia de cada uno, a la
sociedad actual.
• Un espacio de encuentro vivo donde hago visible mi fe, donde la comparto, la expreso y la
concreto.
• Para mí el GRV es un espacio que me ha abierto miras, me ha hecho darme cuenta del aquí
y ahora y de lo importante que es marcarme límites a corto plazo de forma que pueda ser
dueño de mi vida, siempre teniendo a Dios como referencia
• Para mí el GRV es un punto de encuentro con un grupo de adultos jóvenes creyentes y
practicantes donde siento viva mi fe, compartimos tanto el evangelio como los hechos de
la vida misma que nos inquietan y nos gusta analizar desde un punto de vista cristiano.
Comenzamos nuestras reuniones con una oración y las concluimos con una oración, una
canción o dando gracias.
¿Qué busco en el grupo?
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•
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•
superar mis contactos esporádicos con la iglesia
compartir la fe en comunidad
reenganchar con la realidad de Teruel
participar más, hay que hacer algo más
me sentí identificada con los otros integrantes
juntarme con cristianos para no vivir la fe sola
vivir en grupo
regulación, apoyo y corrección fraterna
¿Qué aportas tú al equipo de revisión de vida?
Respeto, libertad de expresión, confidencias, emoción, puntos de vista diferentes sobre la
iglesia, ilusión, ganas de aprender, inquietudes, juventud, frescura, debate, variedad, consejos,
propia experiencia, mi formación, optimismo, ganas de construir, apoyo y presencia, fidelidad,
compañía…
¿Qué te ha aportado hasta el momento, para qué te ha servido?
• Para conocer nuevas personas; para empujarme a participar en mi Parroquia; para
aprender a aplicar el evangelio a la actualidad; para obtener material, saber buscarlo;
para juntarme con personas que pertenecer a la Iglesia de una forma diferente a la misa
dominical.
• El GRV me sirve, sobre todo, para arraigar el Evangelio en mi vida (o mi vida en el
Evangelio). Para hacerlo concreto en hechos y acciones que de otra forma no se
materializarían nunca. Me sirve para formarme. Para orar en comunidad. Para reforzar mí
fe. Y para dar testimonio
• Primeramente me ayudó a superar barreras y obstáculos que yo misma me ponía
diariamente. Esto fue gracias a la óptica cristiana que mis compañeras en aquel entonces
me supieron vislumbrar.
• Me ha servido para dar naturalidad a muchas actuaciones cristianas. Me ha servido para
ver cómo puedo ayudarME y Mejorar y para ayudar a la gente, para tener más conciencia
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social. Y sobre todo me ha ayudado para tomar conciencia del aquí y ahora, para fijarme
en detalles cotidianos que pueden ayudarnos a mejorar. Para intentar VIVIR la vida
cogiendo las riendas: evitar que se me escape la vida sin haber hecho NADA!!!! .
• El GRV me ha servido hasta ahora para reforzar mi fe y ver que hay un grupo de gente
joven inquieta y con ganas de conocer más a Jesús y de comprometerse activamente en su
día a día con su fe y sus creencias religiosas . Un método claro para aplicar: VER-JUZGAR Y
ACTUAR.
¿Cuáles son los retos, llamadas y compromisos que recibo en el equipo de revisión de vida?
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•
•
•
actuar
vincularme a la parroquia
compromiso
acción social concreta
tomar conciencia de la realidad
dónde estoy, dónde quiero ir
compromiso económico
dar testimonio…
Concluimos la exposición de esta experiencia. Por delante quedan mucha ilusión e intuición
de que el Reino de Dios está ya, en nuestro camino diario, y la toma de conciencia de seguir
llevando a cabo compromisos concretos, sencillos, realizables, serios y humildes, ¡Cómo nuestra
vida misma!”
Gracias por vuestra atención
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7.3. EXPERIENCIA DE LA DIÓCESIS DE BARBASTRO-MONZÓN: “LAICOS ANIMADORES DE
CELEBRACIONES DOMINICALES SIN PRESBÍTERO”
Juan de Pano
Hola. Buenas tardes a todos.
Me llamo Juan y soy, desde hace algo más de 5 años, Animador de la Comunidad Cristiana en
ausencia de presbítero, en la Diócesis de Barbastro-Monzón.
Me han pedido que os dé a conocer la experiencia apostólica como “Animadores de la
Comunidad” que un grupo de laicos hemos asumido en nuestra Diócesis. Nuestra misión parte
de la llamada que un día hizo nuestro Obispo, invitando a los laicos cristianos de las parroquias
que sí tienen sacerdote a su servicio, para que aceptáramos el encargo de animar algunas de las
pequeñas comunidades rurales que sólo pueden contar con la presencia del sacerdote muy de
tarde en tarde, debido a la escasez de sacerdotes y a la gran dispersión demográfica de nuestra
tierra.
Así es como algunos domingos llevamos la Palabra de Dios a los pueblos donde nos envía el cura
responsable del grupo parroquial que atendemos y a los cuales él no puede llegar, y acercamos la
Comunión a las gentes de esos lugares, llevando en nuestras píxides a Cristo desde la Eucaristía
que hemos celebrado en nuestras parroquias.
Claro que, tanto el poner a Dios en nuestros labios, como ponerlo en nuestras manos para
ofrecerlo a los demás, es un privilegio de cercanía con el Señor y una sensación de estar
participando en sus planes tan grandes que dudo que os lo pueda transmitir adecuadamente. Lo
que siento cuando asciendo en mi coche a nuestro Pirineo llevando a Cristo en mí y conmigo, o lo
que disfruto anunciando y explicando la Palabra de Dios a quienes acuden a estas celebraciones
dominicales, o lo que me llena el compartir el pan de la comunión con quienes no tienen apenas
a nadie a su alrededor con quien compartir la vida, es una satisfacción que sólo yo me sé y que
no sabría cómo explicaros.
El grupo parroquial de Campo, donde yo ejerzo como animador, abarca 16 núcleos habitados,
que a su vez son parroquias con todo un bagaje de historia y de fe a sus espaldas. Ahora, todo
este grupo parroquial está encomendado a uno de los sacerdotes de Castejón de Sos, que
además, también tiene a su vez encomendados otros muchos pueblos del Valle de Benasque.
Esto os dará una idea de cuál es la fisonomía pastoral de nuestra Diócesis.
Con la humildad y el pudor que podéis imaginar, un grupo de unos 15 laicos le dimos nuestro sí
al Obispo y le dijimos que, si nos consideraba capaces, podía contar con nosotros; y al mismo
tiempo, entre dudas e ilusiones, le dimos un sí más grande a Cristo y le dijimos “lo que Tú quieras,
Señor. Tú sabrás lo que haces”.
Luego, vinieron las sesiones formativas, los intercambios de experiencias con los animadores
que ya nos precedían desde hacía unos años en esta misma labor y por fin, un Martes Santo, en
la Misa Crismal, nuestro Obispo nos instituyó como ministros extraordinarios de la Eucaristía,
nos encargó la atención de esas pequeñas comunidades y nos envió a ellas en presencia de la
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asamblea cristiana de la Diócesis.
Desde entonces, una o dos veces al mes, acudimos a estos pueblos. El día de nuestra intervención,
procuramos celebrar con nuestro párroco la Eucaristía y después, por parejas, llevamos el pan de
la Palabra y de la Eucaristía a estos buenos feligreses que ese día no hubieran podido celebrarla
de otro modo.
¡Y cómo nos reciben! El cariño y el agradecimiento de las gentes de la montaña a las que
atendemos son extraordinarios. Con nuestra presencia, se sienten acompañados y queridos por
su Iglesia, a pesar de que la rutina de sus vidas les devolverá, hasta nuestra siguiente visita, a
su situación de pueblos semiabandonados. La acogida que nos dan, de pequeña comunidad
cristiana que aguarda, recuerda el Libro de los Hechos y tiene sabor a primitiva Iglesia, y a lo que
debieron ser los encuentros de los apóstoles itinerantes en las primeras comunidades.
Cuando anunciamos nuestra visita, se la comunican de unos a otros e incluso se juntan de varios
pueblos; por más que siempre somos pocos, lo cual, indefectiblemente, me lleva a sentir la
grandeza de reconocerme desde nuestra pequeñez como parte integrante de la Iglesia universal
de Cristo. Nuestra acción concreta como animadores es muy sencilla. Todo comienza con un
repique de campana. Por cierto, dejadme que os diga que, sin saberlo, yo tenía vocación de
campanero: ¡Qué gozada lanzar al aire las campanas, compitiendo en altura con las montañas,
llamando a la oración, anunciando la presencia del Señor y convocando a su encuentro! Tras los
tres toques de rigor y procurando la participación de los que acuden, proclamamos la Palabra de
Dios, la comentamos y luego, con todo el respeto y la emoción contenida que podéis suponer,
les damos la comunión y comulgamos con ellos.
El ir de un valle a otro, de una ermita a una iglesia, de un pueblo a una aldea llevando en nuestro
coche y en nuestros corazones la píxide con la Eucaristía inunda el ánimo de certidumbre y
fortaleza. Pensad en un momento vuestro de especial cercanía con el Señor y creed que algo así
nos ocurre cada vez que nos llaman a la misión, y que el regreso a nuestras casas y a nuestras
familias se nos llena de una alegría que lo invade todo y de esa sensación, difícil de explicar, que
se nos apodera cuando sabemos que acabamos de hacer algo
A la luz de un candil, de unas velas o del sol de la mañana y en medio de cinco o seis hermanos en
Cristo, la lectura del Evangelio sabe a una alabanza nueva y a un sentimiento de intemporalidad
y de unión con Él inexplicables. Os hablaba antes de privilegio y lo reitero: cada uno de esos
domingos o fiestas litúrgicas especiales que vamos a celebrar la Palabra y a compartir la
Comunión es una delicia de reafirmación cristiana, profundamente entrañable y gratificante,
que nos ayuda a ser más creyentes y más hermanos.
A veces, nuestra disponibilidad, por culpa del tiempo y las distancias, es más limitada que
nuestro deseo y nuestra capacidad real de acompañarles. Por eso, cuando estamos entre ellos,
aprovechamos para hacerles sentir nuestro interés por sus cosas e implicarnos en sus vidas
porque, aunque nadie nos lo haya pedido, la convicción personal nos dicta que si de verdad
queremos sentirnos comunidad cristiana con esas buenas gentes, es imprescindible su trato y la
comunicación afectiva con ellos. Seguramente por eso, los signos sencillos que realizamos desde
nuestras capillas hacia afuera también nos encantan: Llegar con tiempo y dejarnos ver, saludar,
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charlar en la puerta de nuestras iglesias, tocar, como os he dicho, las campanas y alertar a todo
el valle, participar en sus fiestas y romerías, comprar el pan en sus tiendas, tomar un refresco
donde tienen bar, visitar sus casas, interesarnos por sus familiares… En fin, cualquier acción que
suponga presencia y acercamiento. Me consta que algunos de mis compañeros van más allá y
ejercen su apostolado ocupándose en atender y acompañar su estancia cada vez que deben
acudir al hospital de Barbastro.
Otro aspecto importante y precioso de nuestra misión es que cuando nos enteramos de que
hay un enfermo o un impedido en uno de nuestros pueblos, le llevamos la comunión a su casa.
¡Qué maravilla poder llevar a Cristo a la cama de un enfermo! La última comunión que recibió mi
amigo José, se la di yo y esa satisfacción no me lo quitará nadie mientras viva.
Somos laicos. Trabajamos como vosotros dentro de nuestras parroquias desde nuestra vocación
seglar. Yo tengo esposa y cuatro hijos, y sé que mi misión está en mi mundo diario, en mis
ambientes de trabajo, y de amistad, y de familia, que mi apostolado consiste en procurar
planteamientos cristianos en las asociaciones a las que pertenezco y en mostrar mi convicción
cristiana allí donde voy. Pero, al mismo tiempo, ante las necesidades actuales de nuestra Iglesia,
siento que mi corresponsabilidad de laico se está perfilando en una dimensión más amplia y
que Cristo me está pidiendo una parte de mi tiempo libre para acudir en ayuda de nuestros
sacerdotes en la labor de animar la fe de otras comunidades cristianas. Creo que la realidad
de nuestras comunidades exige una revisión de nuestro modo de entrega y nos llama a otros
aspectos del apostolado que hasta ahora no eran imprescindibles. Rezo con vosotros para que
nos hagamos dignos de esa llamada.
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7.4. EXPERIENCIA DE LA DIOCESIS DE HUESCA: “APOYO DE MILITANTES JÓVENES DE ACG A
LOS CONFIRMANDOS”
Antonio y Rosalía. Acción Católica General
Los últimos dos años nos hemos desempeñado en algo que quizás no resulte ninguna
novedad. En las parroquias que más conocemos vivimos ese fenómeno que quizás ya muchos
lo conocéis. Después del proceso de catequesis de confirmación la esperanza de que la
presencia de los jóvenes continúe en la Iglesia es una labor difícil.
Anteriormente teníamos la experiencia de las convocatorias “paracaidista”: al final del
proceso de catequesis llegábamos, casi no nos conocen de nada y les invitábamos a algo que
les resultaba demasiado desconocido. Desde la llamada que tenemos como ACG dentro de la
Iglesia, teníamos que dar respuesta apostando con esfuerzo.
<< La ACG no es para si misma sino para dinamizar espiritual y pastoralmente
la parroquia. Y para evangelizar los ambientes en los que desarrolla su
actividad pastoral la misma comunidad.>> A vino nuevo odres nuevos.
Proyecto de Acción Católica General.
Comenzamos ese curso desde pronto con la siguiente reflexión: nosotros estamos en un
único grupo de jóvenes (5 y el consiliario) pero no siempre con tiempo disponible por trabajo,
otros compromisos etc. Aun así dimos un paso adelante salimos a visitar a los párrocos con
el proyecto de ofrecer que: si hay jóvenes en la parroquia, nos comprometíamos a aportar
algunos jóvenes o adultos-jóvenes para acompañar o reforzar grupos de confirmación y postconfirmación para que vivamos con ellos para que transmitamos, Su mensaje de Vida y Su
mensaje de Amor que a nosotros nos merece la pena. Después uno a uno fuimos llamando a
más personas para ello.
¿Cuál puede ser el método para llegar más interiormente a ellos, y a otros jóvenes que
además ni siquiera están (un joven evangeliza a otro joven)? Surgió una convivencia de
principio de curso, una chocolatada solidaria en navidad, un encuentro inter-diocesano… A
veces las fuerzas nos flaquean, el curso avanza y hacia el final es duro conseguir mover a los
jóvenes entre tanta demanda de tecnología, de ocio…
Lo que descubrimos es que aunque somos pocos no somos cobardes y nuestro jefe es
excepcional. Los jóvenes merecen la pena y nos exigen constancia, esfuerzo e ilusión.
Han salido dos grupos de jóvenes de post-confirmación para seguir viviendo y compartiendo
su fe, caminando con nosotros. Tenemos que ser conscientes de que nosotros mismos nos
tenemos que creer este mensaje que nos hace felices y que si no lo transmitimos nadie va a
hacerlo por nosotros y si no quizás las iglesias poco a poco se van hundiendo.
Os invitamos a todos, a hacer ese esfuerzo en no perder la esperanza en transmitir trabajar
contagiar la alegría del evangelio porque cada joven merece la pena.
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7.5. UNA EXPERIENCIA DESDE PASTORAL JUVENIL DE ZARAGOZA
Alba Monaj, Delegada episcopal de Pastoral Juvenil de Zaragoza
La organización del II Encuentro del laicado cristiano (adulto) en Aragón en mayo de 2014
nos ha invitado expresamente a que participemos, con el fin de aportar nuestra experiencia
pastoral con los jóvenes de la diócesis de Zaragoza, porque entre el laicado de la diócesis
están también los jóvenes cristianos. Nosotros somos conscientes de que también tenemos
la misma misión que los laicos adultos. Con nuestra presencia aquí queremos subrayar cómo
hay un laicado joven comprometido eclesialmente y socialmente y un relevo generacional.
Desde nuestra Delegación también somos sensibles a ir despertando y afianzando vocaciones
cristianas entre los jóvenes de nuestra diócesis. Expondremos brevemente nuestra joven
historia e informaremos de la actividad que ahora estamos llevando a cabo.
1. Un poco de historia de la Pastoral Juvenil en Zaragoza
El Secretariado de Pastoral Juvenil (PJ) se creó a finales de 1978 y se comenzó a trabajar
en la elaboración de un Documento de Pastoral Juvenil que contenía las opciones básicas por
las que tenía que regirse esta pastoral específica. El Arzobispo nombra como primer director
al ya fallecido Teodoro Sánchez, sacerdote en el barrio de San José.
En el año 1980 comienza a reunirse la Coordinadora de PJ, reflejo de una de esas opciones
de la P.J. Al principio son pocos los grupos enviaban representante, pero poco a poco y como
fruto de visitas, encuentros, folletos etc. fue creciendo en participantes. Al mismo tiempo
nacen las primeras actividades: Las Pascuas Juveniles, vigilias, celebraciones con expresión
de los jóvenes, la revista “Apostamos”...
A nivel nacional, desde el principio y de forma activa se participó en el Consejo del Departamento
(antes subcomisión) de Juventud de la CEAS (Comisión Episcopal de Apostolado Seglar) de la CEE
(Conferencia Episcopal) así como en los encuentros nacionales convocados desde ella.
En 1985 se comenzó a trabajar en la elaboración de un nuevo Documento de PJ, incluyendo
las líneas fundamentales y un análisis de la realidad del momento que se hizo público en la
primavera de 1990. Al mismo tiempo, se participó también en la elaboración del Proyecto Marco
Pag. 46
a nivel nacional “Jóvenes en la Iglesia, Cristianos en el Mundo” . En torno al 1988 se comenzó
a trabajar en el proyecto de la Escuela de Animadores de PJ y se fue ampliando una pequeña
biblioteca llamada CEDAJ (Centro de Documentación en Animación Juvenil).
Un paso importante en el Secretariado es el que se da en 1991 cuando se plantea el relevo del
Director (Pepe Nerín, en aquel momento). Se introduce en la coordinadora el debate sobre
quién debería de asumir esta responsabilidad, y si existiría la posibilidad de que algún joven
lo asumiese, planteando una novedad diocesana importante, que fuera un o una joven laico o
laica.
2. Se abre una nueva etapa
La idea se trabajó por los grupos, el Arzobispo Yanes acepta la propuesta y comienza una nueva
etapa nombrado como nueva Directora del Secretariado a Mabel López, acompañada por Paco
González como Consiliario.
La contratación laboral fue asumida por la constituida asociación juvenil “Coordinadora
de Pastoral Juvenil” y los grupos que constituían la Coordinadora se responsabilizaron
económicamente para completar el presupuesto anual del Secretariado de Pastoral Juvenil de
Zaragoza.
En septiembre de 1994, el Arzobispo de Zaragoza nombró a Eva Pérez como nueva directora del
Secretariado, en 1997 José Ángel Gasca tomó el relevo a Eva y en el año 2000 la persona que
asume esta tarea, nombrada por el Arzobispo, es Beatriz Oliván.
Posteriormente Nuria Ibáñez, María Gómez, Daniel Sampériz y Alba Monaj son los jóvenes
laicos que han ido desempeñando este servicio eclesial hasta septiembre de 2014, fecha en la
que Mario toma el relevo.
Hace más de cinco años, el Secretariado pasó a ser nombrado oficialmente Delegación Episcopal,
con lo que cambió la nomenclatura de Director del Secretariado a Delegado Episcopal de
Pastoral Juvenil.
3. ¿Cómo nos organizamos?
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4. ¿Quiénes somos?
En esta diapositiva podéis apreciar la pluralidad de grupos, movimientos, parroquias y otras
instituciones de la iglesia, incluso con sentido ecuménico como Chemin Neuf (La Cartuja)
invitados a participar en nuestra Delegación:
4. ¿Qué actividades llevamos a cabo?
De todas ellas, querríamos hacer una referencia a una experiencia concreta “ORA PJ” desde el
mes de spetiembre de 2013 consitión básicamente en la invitación a UNA HORA de ORAción en
la parroquia de San Gil de Zaragoza, el tercer sábado del mes, con un estilo Taizé y ecuménico:
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5.- Gracias por invitarnos
Aunque lo hemos presentado muy esquemáticamente, esta es nuestra labor en la diócesis de
Zaragoza. Como veis, los jóvenes laicos nos sentimos en comunión eclesial con el laicado adulto
y con otras Delegaciones episcopales y por eso planificamos también nuestra presencia en
actos diocesanos como este II Encuentro del laicado de Aragón: gracias por invitarnos. De esta
manera, queremos subrayar cómo hay un laicado joven comprometido eclesialmente en el que
queremos despertar la vocación cristiana y proponer también a muchos de ellos que desarrollen
su vocación apostólica (tema de este Encuentro) entre los jóvenes de nuestra sociedad, como
nuevos evangelizadores.
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8. ORACIÓN FINAL DE LA EXHORTACIÓN APOSTÓLICA “EVANGELII GAUDIUM”. PAPA
FRANCISCO
A LA VIRGEN, ESTRELLA DE LA NUEVA EVANGELIZACIÓN
Virgen y Madre María,
tú que, movida por el Espíritu,
acogiste al Verbo de la vida
en la profundidad de tu humilde fe,
totalmente entregada al Eterno,
ayúdanos a decir nuestro «sí»
ante la urgencia, más imperiosa que nunca,
de hacer resonar la Buena Noticia de Jesús.
Tú, llena de la presencia de Cristo,
llevaste la alegría a Juan el Bautista,
haciéndolo exultar en el seno de su madre.
Tú, estremecida de gozo,
cantaste las maravillas del Señor.
Tú, que estuviste plantada ante la cruz
con una fe inquebrantable
y recibiste el alegre consuelo de la resurrección,
recogiste a los discípulos en la espera del Espíritu
para que naciera la Iglesia evangelizadora.
Consíguenos ahora un nuevo ardor de resucitados
para llevar a todos el Evangelio de la vida
que vence a la muerte.
Danos la santa audacia de buscar nuevos caminos
para que llegue a todos
el don de la belleza que no se apaga.
Tú, Virgen de la escucha y la contemplación,
madre del amor, esposa de las bodas eternas,
intercede por la Iglesia, de la cual eres el icono purísimo,
para que ella nunca se encierre ni se detenga
en su pasión por instaurar el Reino.
Estrella de la nueva evangelización,
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ayúdanos a resplandecer en el testimonio de la comunión,
del servicio, de la fe ardiente y generosa,
de la justicia y el amor a los pobres,
para que la alegría del Evangelio
llegue hasta los confines de la tierra
y ninguna periferia se prive de su luz.
Madre del Evangelio viviente,
manantial de alegría para los pequeños,
ruega por nosotros.
Amén. Aleluya.
Encuentro organizado por la
Comisión de Apostolado Seglar de Aragón
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