EL GRITO DEL CÓNDOR La Epopeya de la Masacre Indígena JORGE BOJACÁ ACOSTA LOGOS EDIT λογος Misión Logos-edit trabajará por la investigación, la elaboración, la publicación y socialización de libros, revistas, folletos y demás medios de comunicación tanto impresa como digital o de otras técnicas de punta, que promuevan los valores integrales del pueblo colombiano, latinoamericano y de la humanidad en función de la paz, la justicia social y el desarrollo integral de los individuos y las colectividades. Editor ©Logos Edit, 2004 Tel: (57-1) 2118059 - 5351585 Bogotá, D.C. - Colombia www.logos-edit.com [email protected] Iluistración Carátula Luis Cabrera Montenegro Ilustraciones Lida Bobadilla Efraín González Diagramación e Impresión Apice Primera Edición en Español 2004, Bogotá, D.C - Colombia La reproducción total o parcial de esta obra sin el consentimiento expreso de la Editorial y el Autor acarreará la aplicación de las leyes vigentes. Hecho el Depósito Legal ISBN: 958-33-5813-4 Impreso en Colombia Printed in Colombia Índice Introducción ..................................................................................................... 9 CAPÍTULO PRIMERO: Bachué “madre, senos a flor de aire”. .................................................................. 13 CAPÍTULO SEGUNDO: Saguanmachica “al fin la luna dominará la noche”. ......................................... 29 CAPÍTULO TERCERO: Los Sue “pájaros blancos”. .................................................................... 53 CAPÍTULO CUARTO: Gaulcovang haba – se “la madre pene”. .................................................. 71 CAPÍTULO QUINTO: Tisquesusa “canción del bosque de la paja blanca”. ........................................ 93 CAPÍTULO SEXTO: Quemuenchatocha “gran señor de las alturas”. ............................................... 107 CAPÍTULO SÉPTIMO: Zoratama “un par de senderos”. ............................................................. 129 CAPÍTULO OCTAVO: La flauta yuruparí. ......................................................................................... 149 CAPÍTULO NOVENO: Cundur curi marca “el reino dorado del dios del viento” ........................... 167 Lexico Indígena .................................................................................... 205 Bibliografía ........................................................................................... 251 “No es la verdad la que engrandece al hombre; es el hombre el que da grandeza a la verdad” Confucio. “Mi verdad asusta por hasta ahora se ha llamado verdad a la mentira” Nietzsche. “¿Quién es la soledad? Es una mujer que acompaña la Naturaleza y que ambas tomaron la llave para abrir el Ministerio donde debía penetrar el indio que ha sido odiado, calumniado, encadenado, encarcelado, ultrajado de palabra y obra por los descendientes de españoles que llegaron el 12 de Octubre de 1492 a ocupar este suelo en busca de fortuna”; Quintín Lame. Dedicatoria A las etnias indígenas, raíces originarias de mi pueblo, arrancadas y de su propia tierra, masacradas y postergadas por los invasores, relegadas al olvido por la Historia. Introducción EL GRITO DEL CÓNDOR Este libro es un viaje por la historia indígena de nuestra cultura, de nuestra raza, de nuestros pueblos olvidados, despreciados, negados no sólo por los europeos sino por nosotros mismos; un viaje por la historia que nos hará revivir los valores geográficos, étnicos, económicos, sociales, políticos, religiosos, artísticos, ideológicos, lingüísticos, científicos de los indígenas, muchos de los cuales yacen soterrados física o mentalmente, o fosilizados en museos como un mudo testimonio del pasado, listos a saltar pletóricos de ideas y vivencias si los tocamos con inteligencia y amor; culturas masacradas en un momento histórico de años, que arranca ese 12 de Octubre de 1492, fecha representativa del inicio de uno de los crímenes más horribles cometidos contra la humanidad por las entonces España, Inglaterra, Francia, Portugal y Holanda, en el intento de dominar al mundo y absorber la riqueza colonial con todo y hombres. La masacre indígena no sólo es del pasado; es actualidad; responsabilidad de quienes durante la colonia, la independencia, la república y en el momento presente en los albores del Siglo XXI han continuado el proceso de frustración del desarrollo integral de las masas indígenas, mestizas; masacre indígena unida a la esclavitud de la raza negra y a la opresión de las masas sobrevivientes; masacre física por el puñal, la espada, el arcabuz, el cañón, la pólvora, la peste y las enfermedades importadas de Europa; masacre psicológica por la humillación y deshumanización; masacre política y social por la ruptura de la familia, la aniquilación del poder y la implantación de instituciones ultra – marinas; masacre cultural por la destrucción del arte, por la profanación de los templos consagrados a los dioses lares, la aniquilación de las leyendas, ritos, creencias; por la conversión de los ídolos en lingotes de oro a beneficio de la Corona, de la Iglesia Romana, de los grandes comerciantes de la época; por la reducción de las lenguas indígenas hasta llevar a muchas de ellas hasta la muerte; masacre moral por el cambio de valores naturales y la implantación de pseudo - valores mal llamados cristianos; masacre de costumbres, frustración de la evolución de los pueblos indígenas en el contexto de la civilización universal. Hemos perdido la identidad que si bien no es sólo indígena sino también negra y europea, profundiza las raíces en la primera; volver al pasado, no para vivir en él, 9 JORGE BOJACÁ ACOSTA sino para alimentar la savia actual de la vida y el árbol del futuro; volver a la naturaleza diosa del indio, ahora que la ecología se halla contaminada; volver a la moral natural ahora que la moral religiosa, la social y la política se hallan conculcadas; volver a ser nosotros mismos para presentarnos de cara al mundo; volver a ser indígenas con la asimilación de los valores africanos, europeos, universales que nos sirvan para ser más positivos, más auténticos, más libres. Recorramos estas páginas sobre los puntales de la historia, de la geografía, de la etnología, de la antropología, de la lingüística, de la psicología, de la sociología, con la frente despejada de academias, historicismo, prejuicios, a fin de poder contemplar el paisaje poético y trágico del indio en los remansos sobrevivientes de las lenguas, las selvas, los ríos, la fauna, la flora, que han escapado de la civilización occidental. 10 Capítulo Primero Bachué «madre, senos a flor de aire» 2 5 4 1 3 (1) – CULTURA MUISCA – Tunjo. “El indio Pisco guardaba un ídolo diminuto en oro que representaba una mujer medio desnuda con desorbitados senos a flor de aire”. (2) – CULTURA QUIMBAYA – Poporo. “Ambrosio Pisco masticó unas hojas de coca “árbol de la vida”; sintió en medio de los dientes, la sangre amarga del pájaro de nieve; extrajo del poporo cal blanca de yarumo y la inyectó a la sangre del pájaro de nieve” (3) – CULTURA TAYRONA – Pectoral. “Los rayos de Chiminigagua se dispersaron por el universo en forma de arco iris de nueve colores, cada uno cristalizado en el pico de un ave gigante”. (4) – CULTURA MUISCA – El cóndor. “Los pichones huérfanos del cóndor “dios del viento”, anidan en los pechos más altos de los Andes “montes madre”, porque allí el frío les da calor”. (5) –CULTURA CALIMA - Colgantes. “Por la misma época, diversas tribus indígenas, cada una bajo el mando de un cacique, se establecieron en Cundur – curi – marca “el reino dorado del dios del viento”. Capítulo Primero EL GRITO DEL CÓNDOR Bachué “madre, senos a flor de aire” (1) Octubre 12, 2003: Otra vez se conmemora en América la fiesta de la raza, con una solemne acción de gracias al Todopoderoso por haber inundado estas tierras con civilización europea y cristianismo. Octubre 12, 1792: En una falda desolada del monte Quiba, fue hallado el cadáver de Ambrosio Pisco. El loco Pisco, como lo llamaban, había desaparecido nueve días antes y nadie daba razón de su paradero; en uno de los bolsillos del pantalón, el indio Pisco guardaba un ídolo diminuto en oro que representaba una mujer medio desnuda con desorbitados senos a flor de aire. Su hija Uzema acompañada de algunos indios amigos recogieron el cadáver y lo condujeron en guando hasta el cementerio de Bosa el pueblo natal en donde le dieron cristiana sepultura. La chicha, el catecismo y la corona hicieron perder a mi pueblo la memoria de su antepasado; de generación a generación, de tatarabuelos a bisabuelos, de bisabuelos a abuelos, de abuelos a padres, de padres a hijos, de hijos a nietos, de nietos a choznos, mi pueblo descubrió su origen y el desarrollo de la historia por medio de cantos, leyendas habladas y pictogramas grabados sobre las rocas. Meses antes, viejo y abandonado, Ambrosio Pisco subió al páramo Choachí “balcón de la luna” y logró descifrar unos pictogramas acerca de mi pueblo. Ideas incoloras e inconclusas asediaban el andar del anciano. Ambrosio Pisco repasó pajonales y chusques amasados en neblina, mujer diluida en humo blanco. Monte abajo, un matorral de retamo hacía gorgoritos amarillos; el frailejón vestido en felpa blanca, alargaba los estambres también amarillos. Ambrosio Pisco se sentó sobre la roca milenaria; bajo los pies del indígena corría una alfombra de musgo, liquen y algas, entumecida y mojada. 13 JORGE BOJACÁ ACOSTA Ambrosio Pisco masticó unas hojas de coca “el árbol de la vida”; sintió en medio de los dientes, la sangre amarga del pájaro de nieve; extrajo del poporo, cal blanca de yarumo y la inyectó a la sangre del pájaro de nieve; el cerebro de Ambrosio Pisco adquirió tales dimensiones que amenazaba romper el cráneo. Un higo chumbo, pencas verdes, tunas rojas, flores amarillas, pelos espinas, hacía muecas horribles y grotescas. Dos mariposas amarillas, hembra y macho, realizaban en el aire el rito sexual. La roca, color hierro encendido, abrió sus riscos sobre los que Ambrosio Pisco descubrió unos pictogramas desdibujados por la lluvia y el tiempo. Alguien, siglos antes, pintó ranas, buitres, lagartijas, leones, soles, lunas, culebras, tinajas, múcuras, pájaros, amalgama psicodélica del pasado hecho presente, presente hecho futuro, futuro hecho pasado. Eran las 5:40 de la tarde porque allá en el precipicio oriental, una bandada de mochileros diseñaba un pentagrama longitudinal. Una pequeña mariposa amarilla tambaleó; parecía llegar al final de su existencia. Ambrosio Pisco trató de salvarla; la agarró de las alas. El gusano cayó muerto sobre una mata de mortiño; era sólo eso: un gusano. Los dedos de Ambrosio Pisco quedaron untados con polvo amarillo, sudor de oro, sangre de sol, hálito de dios. Era lo único que quedaba de la mariposa amarilla que hacía el amor. El rasgueo de una bandola despertó al viejo indígena. Ambrosio Pisco bajó del monte; retornó al altiplano de Cundur- Curi- marca, antiguo reino dorado del dios del viento, formado por cuencas de viejos lagos pleistocénicos y se internó durante nueve días en una biblioteca, cueva abandonada por un intelectual muerto. Como un cuervo alucinado por la droga, Ambrosio Pisco escarbó todos los entresijos de los libros. Los lomos chocolate, cueros viejos se abrían al pasar los dedos. Las ideas saltaban de las hojas como abejas embriagadas con amapola. Ambrosio Pisco mambeó la ciencia. Uno a uno y en tropel, cayeron los ídolos al barro. En el caos vertiginoso, Ambrosio Pisco se agarró al muro y alargó las manos crispadas. Ambrosio Pisco diluye la figura en la niebla; nadie lo vuelve a ver hasta ese 12 de Octubre de 1792 cuando encuentran el cadáver del indio tirado, como el de un perro, medio oculto por las florescencias blancas y sucias del chilco, monte Quiba arriba. * Todo comenzó hace 999.999.999 años. Quicagua “el mundo”, yacía envuelto en tinieblas, espesas legumbres color negro. Fosforece en el horizonte hiperbóreo, Chiminichagua “substancia de luz creadora”, con vientre preñado de vida, en ansias de parir. Los rayos de Chiminigagua se dispersaron por el universo en forma de arco iris de nueve colores, cada uno cristalizado en el pico de un ave gigante; cada pajarraco batió alas y emprendió vuelo en dirección diversa: uno de pico rojo, otro de pico anaranjado, otro de pico amarillo, otro de pico verde, otro de pico azul, otro de pico añil, otro 14 EL GRITO DEL CÓNDOR de pico violeta, otro de pico blanco, otro de pico negro. El de pico negro lucía majestuoso, ostentaba cuello y cabeza desnudos, gola en lechugas blancas y plumaje bruno; surcó el azul sur – este rumbo al sol naciente “Ni-Pon”, engulló carroña sobre las sierras de Kuen – Lun y Chin – Gan, anidó sobre las rocas del monte sagrado Fuyi – Yama y divisó al fondo el camino de los dioses Shinto. El ave de pico negro es el cóndor “dios del viento”; anida sobre Popocatepetl “el monte humeante”, sobre Ixtaccíhuall “la dama blanca” sobre la que hace el amor con el águila Quauhtli hasta poblar con polluelos la meseta Anáhuac. Todavía se ve sobre una penca, el buitre – serpiente Quetzal – Coatl, uno de sus hijos; al sobrevolar la sierra madre viste en algodón hielo; luego apacigua los remos en las alturas de Cundur – curi – marca “el reino dorado del dios del viento”, brazo oriental de los Andes “montes madre”, donde el cielo es más bajo que la tierra. Sólo la sombra sesgada de las pirámides truncas dejan ver la cultura maya pletórica de arcanos ya desaparecidos. Mogul “el hombre” comenzó a darle sentido a cada elemento de la naturaleza, a cada monte, a cada llanura, a cada planta, a cada animal y a sí mismo. Pasó el tiempo a vuelo de cóndor; hacia el 2.500 A. C., ocurrió en Mongolia una explosión demográfica; algunos hijos de Mogul “el hombre”, abandonaron sus yurtas o viviendas sobre el Sayán y emprendieron una penosa marcha hacia el reino dorado del dios del viento donde la tierra es más elevada que el cielo; atrás quedó el imperio que en el siglo XIII caería en manos del gran Khan, el Yablonoi, el Altai, el Chingán; los Mogul se embarcaron al revuelo de la corriente de Kuroshiwo, copularon varón y hembra, nacieron, vivieron, se multiplicaron, murieron y se perpetuaron durante 333 generaciones; olvidaron los rastros del Asia y emprendieron un viaje sin retorno. El norte de Quicagua se fue poblando de gentes y culturas: En Alaska el eskimo “comedor de carne cruda”, hijo del gran Mogul, cazador de focas y morsas, viste y protege el cuerpo con piel de reno y adorna el cuello con colmillos de marfil. La ballena azul aletea sobre el hielo antes de teñir con sangre el arpón del pescador. El Eskimo vive bajo el iglú, casa piel cónica cubierta con bloques de hielo y aventura a remo sobre el kayac, pequeña embarcación que fluye corriente abajo del río Yucón. El cadáver del esquimal es un témpano, hielo amarillo que vuela al cielo – cal de Alaska; el eskimo es hermano del lapón y los dos son hijos del gran mogul. Los esquimales extienden su territorio por el norte de Canadá hasta el lago superior. Más hacia el sur, el algonquino de piel roja, arcilla roja, calzado mocasín tosco, pipa fina en humo de tabaco, se alimenta con pescado, fríjol, maíz, calabaza, caza bisontes de esas manadas que afelpan la pradera y corre detrás de opossum “la bestia blanca” que habita en los árboles; el algonquino busca protección espiritual bajo el tótem de cada clan: los cheyenne de pies negros, los arapaho, los ojibwa, los shawnee, los abenaki, los delaware. 15 JORGE BOJACÁ ACOSTA El resto de la pradera está poblado por etnias y culturas variadas: iroqués, cayuga, mohawak, onadega, oneida, seneca, hurón, atapasco, navajo, apache, cochise, tribus guerreras que defienden el territorio donde el sol anega la cresta sobre el azul pacífico en alaridos redondos, dorados, untados con sangre de búfalo, reteñidos por la imaginación indígena y la arena terracota del desierto colorado. El pueblo navajo dinee´ defenderá hasta el extermino, la tierra de los abuelos nali y náli´. Cinco naciones iroqueses convivían a la vera de los grandes lagos; los sioux, los kiowa, los caddo, los chipewa, los dakota sobre las llanuras centrales; por las praderas florecidas del sur este, los muscogi, los seminol, los pueblo; en cada recodo, el castor roía la pradera con afilados dientes y míticas leyendas. El maíz era la madre de los pueblos indígenas del norte; el bisonte, la carne; el caballo salvaje, el galope; el tabaco, la ilusión perdida más allá de los Apalaches. Los indígenas convivían con el susurro de las hojas en la primavera, el ronroneo de las alas de los insectos, el grito del pájaro nocturno y el diálogo verde del croar de las ranas en el estanco. Aún se palpan las huellas calcadas en códices, de los sacerdotes teomama Tezcacóatl, Iztacmixcoatl, Apanécatl y la mujer chimalma portadores del dios azteca de la guerra Huitzilopochtli, quienes habían salido de Aztlán, recorrido Coatepec, Apazco, Tecpayocan y Chapultepec y llegado a la laguna Metztliapan o Texcoco en donde hallaron el águila símbolo del dios - sol y del dios de la guerra, posada sobre el nopal de tunas rojas y espinosas y pencas verde – amarillas; allí fundaron México – Tenochtitán la capital del imperio que más tarde caería con todo y cultura bajo las botas militares de los depredadores blancos. * El sol hecho dios, apuntó tras la cadena volcánica de Cosegüina en cuyas arenas permanecen entalladas las huellas de los Mogul. Los viajeros arribaron a Bonda, pie de monte de la Sierra Nevada, donde agoniza Cundur - Curi –Marca “el reino dorado del dios del viento”; Sierra Nevada, un grito terroso de más de 5.000 metros de altura que se ahoga en el mar caribe. Anciano ya, acosado por más de cien años, murió Chibchacún “el protector de la tribu”; los hijos de Chibchacún se dispersaron en cinco direcciones: Tule “el hombre” al Darién; Nasa “el guerrero” al Cauca; Barí “el cazador” al Catatumbo; Gaulcovang “la bisexual” permanece en la Sierra Nevada; Bachué “la de los senos afuera” emprende el viaje a Cundur – Curi – Marca “el reino dorado del dios del viento”; sólo la coca “árbol de la vida” les proporciona fuerza en el largo viaje. Bachué y su compañero Muisca navegan Yuma “río madre” arriba y escalan la cresta de la cordillera en busca ilusoria de la cuna del sol sua; imágenes verdes de 16 EL GRITO DEL CÓNDOR sauces guane dibujan dejos cristalinos, lacustres. Bocotoya “llanura de dios” es un oasis frío en medio de arboledas a ras de viento. Noche Hizca o noche de luna llena cuando sua “el sol” introduce tenue pero rígido su divino pene nacua en la vagina virginal nieta de la luna chía; el brillo de la luna chía bambolea las campánulas del yupa o borrachero. Bachué “tetas a flor de aire” se aproxima a la burundanga; la burundanga es una flor seductora de vulva roja y felpa amarilla; campánulas rojizas que despiden al atardecer una fuerte fragancia somnífera; entre las flores, las hojas, la corteza y el fruto se mimetiza una sustancia tóxica de párpados estupefacientes y alucinógenos; Bachué aspira profunda la fragancia somnífera. Los pétalos del yupa se tornan blancos; Bachué se transmuta en una diosa de 18 años, pupilas oscuras en amatista, senos apretados como sus labios; extiende la mano y brinda la flor de la burundanga al compañero Muisca “el hombre”. Una serpiente repta por entre el chusque; Bachué y Muisca consumen la burundanga “árbol de la sabiduría” y se ahuecan en un torbellino verde y gris de alucinaciones; realizan el rito del chinta – bzyscua “amor sexual”; copulan hasta constituir un solo cuerpo revestido con algodón; durante el rito chinta – bzyscua, bajo los efectos de la burundanga, Bachué siente el pene nacua de Muisca, protuberante, ardoroso; los cerebros se anublan en el lila del infinito; el sauce guane hace muecas macabras; Muisca arranca más sépalos del Yupa y los devora; la sangre tóxica de la escopolamina, espíritu del mal, envenena sus intestinos. Bachué “senos afuera”, vive la visión sobrenatural de Chiminigagua “substancia de luz creadora” que engendra la vida. Muy – sua “el sol blando” enreda a la pareja en un hondo sueño del que no volverá a salir Muisca. Sua – sagasca “el sol naciente” humedece los labios en las aguas de Iguaque “el arroyo del compañero”; ahora la laguna Igaque luce cristal helado, rodeada de robles, encenillos, laureles, frailejones, mortiños y gaques; iesúa, la rana sagrada, salta de charco en charco para que el sol se la trague de una; el croar verde de iesúa despierta a Bachué; al lado de Bachué “madre senos afuera”, yace el cadáver del compañero de viaje. El alma de Muisca se metamorfosea en una rana y se multiplica sobre las lagunas de la sabana Bocotoya; por eso, para los futuros hijos de Muisca, la rana iesúa es el alimento sagrado de sua, el dios sol. Bachué llora y las lágrimas resbalan senos abajo hasta cuajarse en gotas de rocío e hinchar las aguadijas del páramo; Muisca ha muerto pero ha engendrado la vida; Bachué embalsama el cadáver envuelto en hojas amarillas y rojas de sábila; lo acuclilla bajo tierra y se aleja solitaria: vaga durante nueve meses por el altiplano, el de peluche verde, el de turmas de la tierra, el de tomates silvestres, el del río Funza “río negro” de guapuchas; sobre el páramo, las piñuelas verdes abren 18 piernas para que el sol altanero lama sus vaginas y las fertilice con el semen de cristal. Cada Sua – samiscua “sol poniente”, Bachué aspira la flor del borrachero y trasciende al infinito mítico de la raza. Al amanecer “Sua – sagasca” del noveno mes, Bachué regresa a la laguna de Iguaque “la del compañero”; siente contrac17 JORGE BOJACÁ ACOSTA ciones intra – vaginales, se reclina desnuda sobre la yerba musgosa y a horcajadas frente a Sua dios – sol, pare al primogénito al que llama Muisca “el hombre”. Bachué es la madre “guaia” y muisca, el hijo “chytty”; la madre llena de ternura, corta el cordón umbilical, frota al bebe con verdolaga “chiguaca”, lo eleva al cielo en ofrenda a sua sol, consigna un beso en su pene “nacua”, en acción de gracias por haberlo hecho varón y así poder perpetuar la raza; al rito sacerdotal asisten los pececillos del río “guapuchas”, vestidos en oro pardo, las guabinas en marrón y las ranas “iesua” en esmeralda “chuecuta”. A lo largo de 18 años, Bachué y Muisca deambulan por la sabana de Bocotoya, en medio de los lamentos del sauce “guane” y el rumor de las lagunas xiua; Bachué enseña al hijo a adorar al sol “sua”, a la luna “chía”, a la diosa “sie”, alma transparente de las aguas. En noche “ubchihica” de luna brillante, cristal de sábila amarilla, principio de mes, Muisca nota cómo su pene “nacua” crece hacia arriba, tratando de alcanzar a fagua “la estrella diosa”. Muisca entiende ahora qué es ser varón; el pipilongo “chavica” también apunta a las estrellas. Muisca ha sido dotado por Chibchacún, con estatura media para compensar el cielo con la tierra; piel trigueña y amarilla para asimilar el sol sua; caja torácica “chiguasuca” abultada, para absorber el aire de la nieve hichu en el Cocuy; pies pequeños y extremidades cortas para correr tras el tigre “comba”; dientes blancos y parejos para poder comer los mortiños, las uchuvas, los cubios, las ibias, las chuguas, las curubas; pómulos salientes por los que aflora la vida; ojos pequeños, alargados para comprender el horizonte más allá de la línea gris; cerebro zysquy organizado para captar la naturaleza dios y el dios – naturaleza; hombros anchos para soportar la tragedia; labios cerrados para rumiar en silencio el misterio del Yupa; pene “nacua” acerado, creador, ardoroso, para vivir a plenitud la vida y procrear hijos para la tierra. * En otra noche “hizca”, sua sol logra el contacto sexual “chinta bzyscua” con la luna “chia”; emana un semen brillante que se transmuta en nueve mil luceros de oro luminoso. Bachué entiende que el único modo de perpetuar la raza es por medio del rito del “chinta – bzyscua” o amor sexual; Muisca el hijo, es el único varón; aparece guahaioque “señal del muerto”, el demonio acosador; Muisca descifra el pensamiento sexual de la madre incestuosa; la flor del Yupa cae desmayada, ajada entre cuatro manos, madre e hijo son una misma carne; madre e hijo desnudos, copulan ante las estrellas fagua; la luna chía maldice a Bachué y a Muisca; el cóndor “dios del viento” golpea la gola contra una roca de Zuque y tiñe de rojo las lechugas blancas. Sua – sagasca es el despertar del sol tras la sierra madre; xie “caminito de agua”, fluye de la laguna Ubaque “sangre del bosque”, monte abajo; faoa “la virgen niebla” blanquea el paisaje sabanero; Bachué y Muisca deslizan los pies hacia el altiplano, sin mirarse; las siluetas rocosas los increpan por el pecado del incesto; fiba “el 18 EL GRITO DEL CÓNDOR viento” silba maldiciones en medio de los sauces “guane”; fu “el demonio” corroe los cerebros zysquy; pimpollos verdes en florecillas blancas hacen del páramo una muchedumbre de cabecitas vegetales. Pasan nueve meses enredados en patas de guatinajo; los pichones huérfanos del cóndor “dios del viento”, anidan en los pechos más altos de los Andes “montes – madre” porque allí el frío les da calor. Guaia “la madre” y Muisca “el hombre”, hijo, padre, esposo, marchan a la laguna de Ubaque “sangre en el bosque”. Son las cinco y media de la tarde “sasca”, pues sua – guahaia la cigarra “madre del sol” revienta fuente a punto de cantar; en rito a la vida, a horcajadas frente al sol, Bachué pare a intervalos cuatro varones; desde una breva, la lechuza “simte” observa la escena con mirada perspicaz. Bachué amó los cuatro hijos – nietos y comprendió que su destino incestuoso no había terminado porque en toda la extensión de la sabana Bocotoya, ella era la única mujer “fura”. Años después, Bachué parirá hijas, hermosas muchachas achocolatadas, senos al aire, quienes competirán en el amor con la madre y le aligerarán la carga de serlo. En sua – sagasca “el amanecer”, en sua – mena “la mañana”, en sua – meca “la tarde”, en sua – samiscua “el anochecer”, en zasca “la noche”, madre e hijo, abuela y nietos, hermano y hermana, primo y prima, realizan el rito chinta bzyscua “acto sexual”, estimulados por zapcua la chicha de maíz y por la fragancia del yupa borrachero. Los muiscas multiplicaron la raza a punta de partos de cuatro; se multiplicaron las ranas iesúa en los estancos por cada muerto; muiscas y ranas poblaron a Cundur – curi – marca “el reino dorado del dios del viento”. El pececillo “guapucha” hinchó los ríos de la sabana Bocotoya; la noche “za” paría estrellas a millares y las ensartaba una a una en el firmamento; Quicagua “el mundo” es una plétora de vivientes y colores sobre fondo verde; el páramo Chingaza aborta riachuelos quebrados, cristalinos que acrecientan caudal monte abajo a punta de golpes contra las rocas. El primer día de los tres de la semana, Bachué “senos al aire”, funda un pueblo “quira”, capital del naciente imperio muisca, pueblo al que da el nombre de Bogotá “tierra de dios”, situado sobre la franja occidental de los montes Zoque y Zuque, margen izquierdo del río Vicachá. Los muiscas construyen 99 bohíos circulares gue, techos de paja iraca “sangre divina”, paredes de bambú entrelazadas con cordeles de agave; sobre la entrada cuelgan filamentos, patenas y campanillas en oro que el viento “fiba” bambolea en jugarretas de susurro amarillo. En cada bohío, sobre piso de esparto, a un metro de altura, se yergue una barbacoa rectangular a manera de cama, cubierta con una manta de algodón coloreado, altar sobre el cual los muiscas realizan el chinta – bzyscua “rito sexual”; colgandejos en cárice adornan las paredes. En el centro del conjunto de bohíos gue, se yergue el palacio “cusmoy”, vivienda del jefe de la tribu zipa, comunicado con el templo al sol “sua – muxi” por una calzada de piedra “hica”. 19 JORGE BOJACÁ ACOSTA Bachué “madre de senos afuera” y Muisca “el hombre”, dividieron al pueblo en cuatro cacicazgos, cada uno presidido por un hijo: Bogotá “tierra de dios” gobernada por el zipa, hijo primogénito; Hunza “piedra preciosa”, gobernada por el zaque; Iraca “sangre divina”, gobernada por el sumo sacerdote; Tundama “a mí el tributo”, gobernada por el defensor del imperio. Bachué estatuyó el derecho de herencia al trono, sobre el hijo de la primera hermana del cacique a fin de asegurar el hilo de la sangre iraca. La madre de los senos afuera educó a los hijos en el amor a la naturaleza y en el culto a lo dioses del universo: Sua “sol”, chía “la luna”, sie “el agua”; Bachué les enseñó a venerar al padre Chibchacún “el protector de la tribu”. Los muiscas festejaron la fundación de Bogotá “tierra de dios” con el baile de la bzahanasuca: todos en corro, cogidos de la mano como un cordón de muchas maromas, a melodía de fotutos, ocarinas y sonajeras; todos comieron el suque, cocido de mazamorra de maíz, cubios, ibias, chuguas, arracacha y papa; todos bebieron la chicha “zapcua”; la totuma “zocaz” circuló de boca en boca. Cada instrumento emitía un sonido personal y un mensaje a veces contrario al mensaje total aunque parte del mismo. Así nació mi pueblo, aterido en niebla contra el azul del cielo; verde croar de iesúa en el estanco; estridente chirriar de chicharra en el cucharo; chicha macha y ocarina dulce; baile a vuelo de fotutos y ocarinas; raza vivaz, pura como el aire del páramo, pichón de cóndor “dios del viento”: así nació mi pueblo. (2) Los años se hacían cada vez más viejos. Guahaioque “la señal del muerto” merodeaba en medio de rocas y muecas. Bachué “senos laxos afuera”, cumplía noventa años; Muisca “el hombre”, setenta y dos. Bachué llamó a solas a la primera hija Fura; el cuerpo de Fura era remedo de la belleza materna. “Fura, hija, le dice Bachué, respeta siempre al varón porque él es inteligente y fuerte; sólo él te hará madre y será parte de tu vida; perpetúa con él la raza de Muisca “el hombre”; con tu belleza y tu sagacidad dominarás Quicagua “el mundo”; si eres buena “fuerachoga”, la tierra será buena; si eres mala, la tierra se corromperá”. A lo largo de la noche entera, noche de luna brillante “ubchihica”, Bachué y Muisca seguidos por hijos, nietos, bisnietos y tataranietos, emprendieron una romería hacia la laguna de Iguaque “la del compañero”. Bachué “senos al aire” y Muisca entienden el suicidio como el rito final y aunque 20 EL GRITO DEL CÓNDOR sienten nostalgia por la vida, caminan a la propia inmolación para convertirse en dioses. Prendidos de la mano, Bachué y Muisca escalan la roca mientras toda la tribu los observa en silencio; desde la cima, los dos ancianos se lanzan a las gélidas aguas; los cadáveres quedan enredados en las algas del pantano; las almas se entorchan en serpientes zeta; serpientes y todo, siguen fornicando y paren hijos hasta atestar con culebras zeta, lagunas, juncales, ríos y pantanos. Por nueve meses, los fotutos en tubo de cardón, lloran la muerte de los padres de mi pueblo y zeta “la culebra” se convierte en animal totémico de los muiscas. Crece la vida en Bocotoya; la extensa sabana se puebla con culebras, sapos, ranas, lagartijas, gusanos “chisa”, micos mize-güi, tigres comba, leones “chihisaba”, pájaros “sue”, desde el diminuto colibrí “quynza” hasta el majestuoso cóndor “dios del viento”. (3) Bogotá, el hijo mayor de Bachué, fijó el trono en el bohío de bahareque suhuzy-muy, previo el rito de inmersión: rodeado de jeques, sacerdotes y pueblo, se desnudó de pies a cabeza zysque; ungió la piel con resina; recamó el cuerpo eba con oro myia en polvo; de las orejas pendían candongas en oro myia y esmeraldas chuecuta; de la nariz colgaba una patena en oro; una lámina cubría su pene nacua macilento por el frío; otra lámina le cubría el ano io – hosa; la cara lucía pintada de achiote. Bogotá empina el pie sobre la balsa “zine” que desliza la piel sobre la laguna de Guatavita “al extremo de la sierra”; el sol sua irisa el agua sie y la balsa “zine” deja una cinta a modo de silueta sobre el camino. La multitud guarda un silencio azul cielo; la rana iesúa “alimento del sol” encarna el alma del viejo muisca; el cuerpo cetrino del zipa Bogotá se sumerge en el lago verde gris al croar coralino de iesúa; todos a una, jeques, sacerdotes y pueblo, gritan; al anochecer, se prenden las fogatas en sacrificio a gata “el dios fuego”. Por nueve días y nueve noches, los muiscas bailan la bzahanasuca y circulan por los labios el suque o mazamorra de maíz, la chicha de maíz zapcua y el olor alucinante del yupa, mientras cantan las caracolas, los sonajeros y los fotutos en piel de cardón. El zipa “gran señor”, organizó un grupo de guechas “varones fuertes”, encargados de la disciplina y el control sobre el pueblo, cada guecha armado con un palo en punta coa y una pesada macana – bolillo, a fin de exigir respeto a la ley. En días despejados, los muiscas observaban a sua sol nacer en la sierra Chingaza y morir ahogado en el Yuma “río madre” caribe. Hunza “joya preciosa”, el segundo hijo de Muisca, marchó hacia el nordeste de Cundur – curi – marca “el reino dorado del dios del viento”; se coronó como zaque y fundó una quira o ciudad en el territorio de Boyacá “manta divina” a la que dio el mismo nombre de Hunza. Sobre el reino del Zaque, sua era un sol sangriento que untaba con achiote las nubes de bucles blancos. 21 JORGE BOJACÁ ACOSTA El tercer hijo de Muisca, Iraca “sangre divina” se instaló al margen de la laguna de Tota “cielo invertido”, donde fue coronado sumo sacerdote; allí hizo construir un templo al sol “Suamuxi”, todo recubierto en oro myia. Tundama “a mí el tributo”, cuarto hijo de Muisca, construyó el reino a pie de cuesta de los montes de Paya y llamó a la capital, Duitama. El último hijo de Muisca, Guane “el sauce”, emprendió un largo camino hacia el norte y demarcó el propio reino cerca al cañón del Chicamocha, cuya agreste y brutal hendidura proporcionó a los hijos, temple de guerreros. El zipa Bogotá tuvo de Fura doce hijos: nueve varones y tres mujeres; cada uno fundó el propio caserío y se coronó “titúa” o jefe del pueblo. Los titúa estaban sometidos al gran zipa; a poco tiempo, la sabana Bocotoya era una dilatada franja verde tapizada con yerba subaca, árboles, lagos, riachuelos y motas de bohíos. Los hijos de Bogotá “tierra de dios”, fueron: Ubaté “sangre derramada”, Guachetá “labranza del varón fuerte”, Chocontá “labranza del amigo bueno”, Nemocón “furia del león”, Ubaque “arroyo de sangre”, Pasca “el castillo”, Tibacuy “capitán de los orfebres”, Zipaquirá “recreo del jefe”; las hijas fueron: Chía “la luna”, Fusagasugá “la mujer que se oculta allá” y Bosa “la vecindad”, la menor o “cuba” de todos, quien siempre permaneció al lado del padre. A los noventa años, el señor de Bogotá “tierra de dios”, bajó al socavón de la muerte; los chyquy o sacerdotes abrieron el cadáver, extrajeron las entrañas chihiba, llenaron el pellejo huca con resina derretida, lo acuclillaron, lo envolvieron en mantas de algodón blanco quihiza, encajaron la momia en un tronco de palma hueca y la entapizaron todo en oro myia; luego sacrificaron a Fura la esposa y a nueve de las más bellas doncellas tigüi, para que lo acompañaran a lo largo del camino de piedra hica, en el rito sexual del chinta – bzyscua. Los hermosos cadáveres fueron embalsamados y acuclillados junto al zipa. Los sacerdotes chyquy enterraron al señor de Bogotá en un lugar secreto de la falda oriental del monte Zuque; en torno a él, Fura y las nueve tigüi; todas las momias adornadas con oro myia y esmeraldas chuecuta. Más hacia la periferia, soterraron nueve tinajas zie rebosantes de chicha de maíz zapcua y nueve tinajas más, pletóricas de oro muia en chunzos o idolillos; los hijos del zipa lloraron al padre paba por nueve días y nueve noches. (4) Por la misma época, diversas tribus indígenas, cada una bajo el mando de un cacique, se establecieron en Cundur – curi – marca “el reino dorado del dios del viento”. 22 EL GRITO DEL CÓNDOR Un grupo llegó de la lejana Melanesia - Polinesia, bajo el mando del gran Caribe, hijo del huracán, monstruo marino que se arremolina en ira y tempestad y desgarra los platanales. Los caribes vagaban por las llanuras de Bonda, por las selvas del Chocó, por los valles del río Cauca y del Yuma “río madre”, por las llanuras del Vaupés y del Caquetá. Los caribes se encaramaron a la serranía del Perijá y otearon el horizonte tupido del Catatumbo. Otras quince tribus del Arawak, provenientes del Paraná, sientan malocas y bohíos sobre las llanuras de Micaya; doce más logran refugio en la llanura norte de la Guajira. Los tucanos poblaron las riberas del Vaupés, del Papurí, del Caquetá, del Orteguaza, del Putumayo; los guahibos, las riberas del Meta, del Cravo, del Ariari, del Vichada; los Huitotos, las riberas del Araracuara, del Apaporis, del Sibundoy, del Guamués; los hijos de Inti el sol quechua, el valle del Cauca. Y llegaron y llegaron y llegaron más y más y más tribus; cada una en su vida libertaria, procreaba estirpe, mitos, leyendas, ritos, dioses, creencias, arte, filosofía; cada una luchaba por sobrevivir en medio de la manigua; por proyectarse a la oquedad infinita del destino; cada tribu amaba la naturaleza, la disfrutaba y se embriagaba con sus jugos; cada tribu era hija del padre sol; mamá tierra alimentaba a los indígenas con las mazorcas doradas de sus ubres. El cóndor “dios del viento” volaba muy alto sobre Quicagua “conjunto de montes, ríos y valles”; dios, multiplicado en nueve mil caretas, hizo de Quicagua un paraíso. (5) Transcurrieron nueve generaciones de zipas Bogotá; la labranza “ta” era parte vital del titúa jefe y de su extensa familia. Hacía tiempo yacían ahogados en la laguna Iguaque, Bachué – Fuerachoga “la madre buena de senos al aire” y el hijo – esposo Muisca “el hombre”. Los muiscas disfrutaban con frenesí del chinta – bzyscua “amor sexual” y bebían la chicha zapcua” hasta la borrachera biohote con yupa; ya por entonces, Bachué se había convertido en una diosa. Un día subió al trono de bahareque y oro, un zipa misterioso, hijo de la hermana del último Bogotá “tierra de dios”, de nombre Saguanmachica “al fin la luna dominará la noche”. Saguanmachica heredó de sus ascendientes tres caracteres: vigor para vivir y expandir el imperio; ardor sexual hasta convertir el palacio “cusmoy” en torbellinos de orgías; melancolía profunda que anegaba en chicha zapcua, fermento de maíz aba. Para ser reconocido como zipa, Saguanmachica “al fin la luna dominará la noche”, ejecutó como todos sus antecesores, el rito de la inmersión en Guatavita “la laguna que queda al extremo de la cordillera”; Saguanmachica se revistió con agua sie, rodeado de varones fuertes y mujeres bellas; bailó música de fotutos, ocarinas, caracolas y sonajeras a ritmo de bzahanasuca; consumió chicha zapcua; devoró la mazamorra suque. 23 JORGE BOJACÁ ACOSTA Saguanmachica ordenó la reconstrucción del palacio cusmoy y con el ánimo de alejar los malos espíritus, realizó un rito extraño y espantoso: los guechas “varones fuertes” capturan cuatro niñas para que sirvan de soporte a los cuatro palos de macana del edificio; las niñas eran, Cucunuba “aroma de las flores” de la labranza de Ubaté “sangre derramada”, Abcuba “la flor del maíz” de la labranza de Ubaque “arroyo de sangre”, Cuscuba “la flor azul” de la labranza de Chía “la luna” y Tyuba “canción de la flor” de la labranza de Bosa “la vecindad”. Cada cuerpecito desnudo fue colocado vivo sobre el hueco en cada esquina; cayó la punta del pesado coa o macana sobre el corazón latente puycuy de cada niña; ojitos de terror; gritos de dolor; sangre eba saltarina. El holocausto demoníaco está consumado; el palacio cusmoy se tiñe de ángel. Cuatro impotentes madres presencian el sacrificio y maldicen en el corazón puycuy a Saguanmachica. Al rito macabro sigue el rito de la chienuca o borrachera. Por nueve noches za crispadas con trocitos de sangre luminosa recortada por una tijera negra, Ubaté, Ubaque, Chía y Bosa lloran a las hijas. El alma de cada niña se transmuta en una mariposa: la de Cucunuba, gris; la de Abcuba, blanca; la de Cuscuba, azul; la de Tyuba, amarilla. (6) Los sutagao, guerreros caribes bajo el mando de Fusunga, invadieron el imperio muisca, atraídos por las mantas de algodón quihiza, las patenas, las narigueras, los collares, los brazaletes, los tunjos en oro, las esmeraldas chuecuta, la sal y las vaginas túrgidas de las jóvenes muiscas. Fusunga reunió a sus guerreros bajo los nueve metros del caracolí; los sutagao pintaron las caras con achiote para parecer más bestiales y se mimetizaron con el mata ratón, árbol corpulento y ensombrecedor, sobre la alfombra verde y gris del valle del Yuma “río madre”; marcharon primero en silencio y luego en alaridos, hasta la sombra del guásimo, el de cabecitas negras; prepararon el asalto; impregnaron las flechas con veneno de cáñamo y curare; extrajeron del cáñamo la marihuana; el sabor picante y resinoso del cáñamo los enloqueció y los hizo correr y correr en busca desenfrenada de sexo y sangre. Relucen los tunjos en figuras antropomorfas, planas y prolongadas que representan caciques, sacerdotes, guerreros, madres, todos en triángulo como ofrendarios a lo dioses de la naturaleza. Desde el cerro Chingaza se ven los bohíos muisca, manojos de bahareque, conos de paja que apuntan al cielo; tiembla fiba “el viento” contra las campanillas y patenas en oro myia. El jefe “titúa” y los guerreros “guecha” repelen al invasor. Saguanmachica “al fin la luna dominará la noche”, se coloca frente al ejército como un valeroso general. Chocan los dos bandos, el caribe y el muisca en medio de la gritería y los chillidos; por cada muisca herido por flecha envenenada, caen nueve sutagaos atravesados por palos coa y macanas. Saguanmachica “al fin la luna dominará la noche”, se halla frente a frente con Fusunga el jefe sutagao; lleno de ira y orgullo, el zipa ensarta la coa en el 24 EL GRITO DEL CÓNDOR corazón guerrero de Fusunga quien cae en medio de espumas de sangre y baba roja. Espantados por la muerte del jefe el Fusunga, huyen los sutagao por los montes del sur – oeste. Los muiscas recogen sus muertos y retornan a los gue con los cadáveres a cuestas. Los pulmones de Saguanmachica se oxigenan; Saguanmachica está resuelto a ensanchar los límites del imperio; cae con los guecha “varones fuertes” sobre Uzatama “un par de nidos” y sobre Tibacuy “el capitán de los orfebres” y los reduce a tributarios en medio del raspar de carracas, gritos de guerra caque, gargajos de burundanga y pétalos alucinantes de yupa. Las cuatro madres espían la hora de la venganza. Los panche eran guerreros caribes enclavados en Tocarema y Tocaima, a la vera izquierda del Yuma “río madre”; hombres altos, fornidos, cetrinos, verracos que vestían semidesnudos y ceñían los genitales con maure o tapa – rabo, cubre – sexo fabricado en algodón, con muchas vueltas; llevaban sobre la espalda, una manta pintada. Las mujeres lucían garbosas, con naguas desde la cintura hasta los pies, ataviadas con plaquetas y estrellas en oro; senos al aire en ofrenda a la vida y a la naturaleza; los varones fumaban tabaco y marihuana y fortalecían el cuerpo con yuca, plátano y pescado bagre. Los panche declaran la guerra a los muisca y corren por entre los platanales y los cámbulos. Atento y prevenido, Saguanmachica aguarda al cacique Tocarema y a sus guerreros panche; salta el gurre entre la maleza; Saguanmachica rodeado los titúa y los guecha; el titúa es el jefe de la tribu y el guecha es el varón fuerte. Tena “tierra baja” y Zipacón “el aliado del jefe” son las puertas del imperio muisca. Por cada gota de sangre muisca, manan nueve de sangre panche. Huyen los intrusos hacia el Yuma. Saguanmachica se hincha con orgullo; la maldición de las cuatro madres no ha hecho mella en el zipa. Saguanmachica convoca a los titúa en busca de apoyo para lanzar los ejércitos contra el zaque de Hunza “joya preciosa” y extender su dominio hasta la cuchilla del Chicamocha. El zaque de Hunza se alía con el cacique Ubaque “sangre del bosque”; zipa y zaque se traban en guerra “caque”. Saguanmachica somete los pueblos Usme y Pasca y los obliga a pagar tributo. Saguanmachica pasea en guando por la hica o camino de piedra que comunica una labranza ta con otra; los sub – jefes uzaque inclinan la frente quygua al paso del zipa; resuenan a ritmo sonajeras, narigueras, candongas y caracolas; seis guecha “varones fuertes” rodean al soberano; los guecha arrastran a tres prisioneros, apresados en el boquerón de Chipaque “arroyo de nuestro padre”; los prisioneros son chasquy, mensajeros incas que vienen del lejano Tahuantisuyo; caminan y caminan sin sentir hambre ni cansancio; mastican hojas de cochua “árbol de la vida”; llevan hojas de cochua en el bolso huallqui. Inti, el dios – sol quechua, curte las hojas de la vida con sus rayos; los chasquy extraen del bolso huallqui las hojas de coca, cuatro veces al día e introducen la hoja partida a la boca; la “cachan” o mastican hasta formar el acullico o bola e introducen un palito delgado y húmedo hecho de pata de garza o de jaguar; el calero “chipina” guarda el sexo y la alucinación. 25 JORGE BOJACÁ ACOSTA Saguanmachica “al fin la luna dominará la noche”, observa con atención a los quechua quienes tragan saliva, yapan el aullico, trascienden en espíritu a los Andes “montes madre” donde el cóndor “dios del viento” agarra las nubes con los garfios; los posesos bailan el rito de la burundanga. El zipa y los titúa mambean la coca; Saguanmachica siente mareo, descubre un mundo ilusorio y emprende un viaje interminable; Quicagua significa “olor a monte”. El palacio cusmoy danza en orgía y borrachera; las mujeres bellas “tigüi” preparan la fiesta de Nemcatacoa “dios del placer”. Saguanmachica adora a su hija Suaita “la mano del sol”, joven de 16 años; Suaita “la mano del sol” reúne a las demás niñas de Bogotá; las doncellas cuecen los bollos de maíz bun; Suaita junta el maíz blanco aba, el de mejor calidad; las niñas parten maíz aba en un pilón con el metate o piedra de moler; mastican el grano agua y lo escupen en burbujas blancas; lo introducen en una tinaja zie de barro cocido; entierran la tinaja zie durante doce días; sapcua el maíz fermentado burbujea como trocitos de rana iesúa blanca; las niñas retiran el grano blando agua, lo muelen otra vez, lo envuelven en hojas de alpaxaca, cocinan los bollos bun por tres días, colocan la masa en un barril con agua y miel; remuelen la masa en cedazos, la rinden con agua hasta dejarla por completo colada y limpia; repiten el rito del agua y la miel por tres días más. Ya todo está listo para la fiesta de Nemcatacoa “el dios del placer”; cuatro madres resentidas acechan en silencio; pensamientos de venganza a vuelo torpe de murciélago supcua, aletean en el cerebro zysquy. Cusmoy el palacio real, brilla en oro rojo myia; las fogatas sacan desaforadas lenguas amarillas; es noche de hizca: los muisca fijan la mirada en el cielo; en medio de manojos de estrellas fagua, sua – sol introduce el pene luminoso en la vagina de la luna chía. Los muisca llaman al pene nacua y a la vagina nieta; hierve a tajos la zie múcura de chicha “para nosotros los hombres”; los varones circulan de boca en boca, la totuma zocaz desde Saguanmachica hasta el último de los guecha; la chicha zapcua ha sido condimentada con yupa y cochua. Suaita “la mano del sol”, encabeza el baile bzahanasuca y el desfile de 33 doncellas tigüi; suenan fotutos, ocarinas, sonajeras y caracolas; cada niña viste manta cuadrada chircate cintura abajo; adorna los hombros con una pequeña manta líquira rematada en dos topos: un alfiler de plata nyia y un alfiler de oro myia; cada joven ciñe chumbe y maure o faja ancha roja. Los muisca lucen cara pintada con jagua y achiote. Bachué “diosa senos a flor de aire” se encarnó en Suaita “la mano del sol”. Mujeres y hombres bailan en corro la bzahanasuca; el diablo guahaioque “señal del muerto” y el diablo fomagata atizan la fogata; los chunzo, ídolos dorados, color rojizo, almidonan las crestas que semejan gallos amarillos y martillados. Por nueve noches za, Cundur – curi – marca “el reino dorado del dios del viento” gira en torno a Saguanmachica; cuatro madres acechan la venganza. Ya a filo de la novena noche za, la madre de Tyuba “canción de la flor” de la labranza de Bosa la vecindad, da a beber a Suaita una poción. Amanece el sol sua – sagasca con 26 EL GRITO DEL CÓNDOR ojos de vidrio roto; chienuca, diosa de la borrachera ha hecho estragos en el cerebro muisca zote. Suaita “la mano del sol” ha muerto; la cara de Suaita es pálida, color violeta. El dolor desgarra a Saguanmachica; una coa de macana taladra el alma de Saguanmachica como había perforado el corazón de cada niña, el día de la construcción del palacio cusmoy. Un fotuto abre las alas de pájaro pardo y jeta de hombre para despedir a Suaita, con un monograma melódico que se entorcha en el chusque del monte Zoque. Los sacerdotes embalsaman el cadáver de Suaita, lo llevan en guando al hipogeo, cubierto con algodón blanco como la mano de dios, envuelto en cartuchos fríos de color blanco, en azucenas blancas, en umbelas blancas de agapanto blanco. El alma de Suaita se transforma en una mariposa blanca que vuela al Cocuy donde anida Hichu la diosa nieve. Alguien trata de asir la mariposa blanca pero el polvillo de las alas se dispersa por el páramo en vaho de neblina faoa; Muyhyzyso “el lagarto” cuida la tumba de Suaita “la mano del sol”. 27