O.J.D.: 8192 E.G.M.: 32000 Tarifa: 1680 € Fecha: 24/07/2012 Sección: CONTRAPORTADA MARTES 24 DE JULIO DE 2012 Páginas: 16 VALLADOLID Redacción, Administración y Publicidad: Avda. de Burgos, 33. 47009. Teléfono: 983 42 17 00. Fax: 983 42 17 17. E-mail de Redacción: [email protected]; [email protected] E-mail de Publicidad: [email protected] JOSÉ SACRISTÁN Actor Vuelve a encarnar a Alonso Quijano para representar en Olmedo ‘Yo soy Don Quijote de la Mancha’ «Vivimos un desmantelamiento moral, demasiada gente mirando a otro lado» J. TOVAR / Valladolid Vuelve José Sacristán (Chinchón, Madrid, 1937) a encarnar al viejo Alonso Quijano. Regresa a los huesos y la piel del hidalgo para proclamar un ‘Yo soy Don Quijote de la Mancha’, en un montaje escrito por José Ramón Fernández y dirigido por Luis Bermejo, con Fernando Soto y Almudena Ramos en los papeles de Sancho y Sanchica. El próximo viernes cabalgarán en la Corrala del Palacio del Caballero de Olmedo. Pregunta.– ¿Qué tiene José Sacristán que vuelve a empuñar lanza en astillero y adarga antigua? Respuesta.– El hombre de La Mancha fue una propuesta que se me hizo, y esta obra también viene de la mano y voluntad de Natalia Menéndez, directora del Festival de Almagro. Para cualquier actor y, me atrevo a decir, para cualquier ciudadano, es una figura muy tentadora. Han sido planteamientos distintos. Entonces, el texto dramático era el soporte de un musical muy bien estudiado y realizado. En este caso hay una mirada más próxima, hay complicidad, es teatro dentro del teatro, con unos actores de distintas generaciones que deciden recuperar a Sancho, a Sanchica y a Don Quijote... P.– ¿Entonces no se debe, con perdón, a su ‘triste figura’ o a un afán compartido de ‘liarse a golpes’ con gigantes, usted que se caracteriza por ser un hombre que no se muerde la lengua? R.– Celebro que hayan vuelto a pensar en mí para encarnar al caballero, pero no es una decisión mía. Y es oportuno señalar, porque ya lo he comprobado en Almagro o en Segovia, donde he realizado un recital con versos de Machado: en estos tiempos, sin querer dar doctrina ni decirle a nadie como vivir, no viene mal rescatar figuras como la del poeta o la de Don Quijote, no sólo desde un punto de vista cultural o dramático, sino desde un sentido moral. Te hace sentir, al margen de la satisfacción de decir unos textos maravillosos, de cierta utilidad como ciudadano para tus compañeros de viaje. P.– Dice José Ramón Fernández que hoy hace falta su bondad. R.– Don Quijote no está loco. Es un hombre que no se para a medir las dificultades con tal de cumplir con sus objetivos de justicia y solidaridad, desde la lealtad y el compromi- so con el prójimo. P.– Usted, de joven, descubrió la obra de Cervantes en las clases que le daban unos maestros repu- blicanos represaliados... R.– Vivían en un piso en la calle Príncipe de Vergara, antes General Mola. Yo estaba al lado, en una habitación con derecho a cocina. Éramos cinco o seis alumnos. Tenían unos trajes tan raídos que deduje que los pobres habían sido maestros. En lugar del Padre Nuestro y del Ave María, con que se iniciaban las clases entonces, nos hacían leer pasajes del Quijote. P.– ¿Y usted veía algo más en esas líneas que las puras andanzas de un caballero andante? R.– Este capullo que soy yo ya había visto películas de Tyrone Power y Errol Flynn, y ya quería ser el indio, el pirata y el gánster. Escribía novelas... Y chorradas... El mundo de la imaginación y de la fantasía, el juego del que sigo viviendo de hacer creer al otro que soy el que no soy, ya estaba ahí latiendo. P.– ‘Por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida’, decía Cervantes por boca de su caballero. En este país, ‘gobernado’ desde fuera, hoy no parece quedar nada de eso. R.– Los de fuera no están tan fuera. Sería muy fácil para nosotros echarle la culpa a la Merkel, por ejemplo; pero terapéuticamente sería totalmente improcedente. Lo que hay que pensar es cómo coño se ha llegado a esta situación tan desigual, entre otras cosas porque los que tenemos más cerca son más responsables de lo que nos pasa que los que están más lejos. No hablo sólo de Rajoy y los suyos, que lo hacen como el culo... Sería de un cinismo apabullante pensar que esto ha empezado hace unos días... No, no. P.– ¿Qué pensarán los Fabra, Carlos Dívar o ese responsable de Empleo en Andalucía que se gasta el dinero en coca, por ejemplo, de aquello que decía Don Quijote de ‘huir de la vida regalada, de la ambición y de la hipocresía’? R.– ‘Mis intenciones siempre las enderezo a buenos fines, que son de hacer bien a todos y Sea cual sea su anuncio encontramos su espacio 983 42 17 00 mal a ninguno; si el que esto entiende, si el que esto obra, si el que desto trata merece ser llamado bobo, díganlo vuestras grandezas...’. Lo que está pasando es un desmantelamiento moral y ético, más allá de la cosa financiera. Demasiada gente mirando a otro lado durante demasiado tiempo, ni más ni menos. Pero que nadie se rasgue las vestiduras. Esta mierda lleva latiendo desde hace 15 o 20 años; y, ahora, mira... P.– ¿La subida del IVA es una condena para los profesionales de la cultura? ¿Tienen futuro proyectos como Yo soy Don Quijote y festivales como Almagro y Olmedo? R.– No nos condenan, nos aniquilan. Tenemos un futuro canijo. Lo cierto es que lo que pasaba antes era un espejismo. Los cachés fijos y el precio bajo de las localidades no han creado un público fijo. Ahora nos encontramos con otra cruda realidad de este señoritismo de mierda en el que hemos estado viviendo. P.– ¿Será posible educar al espectador en la exigencia de que ha de pagar el precio real de cada espectáculo? R.– Tengo mis dudas, porque seguramente estará en el paro y no querrá ver a Sacristán si antes lo veía por cinco y ahora tiene que pagar 20. Pero no podemos perder la no- «Rescatar a Don Quijote te hace sentir de utilidad como ciudadano» bleza de una propuesta hecha desde el escenario. P.– ¿Quién divulgará todo este legado cultural? R.– Hay que movilizarse, plantear formas de asociación, relaciones con los empresarios... Si insistimos en este modelo esto se va a hacer puñetas. P.– Volviendo al Quijote, que ha sido interpretado por los más grandes, ¿uno, cuando lo encarna, aspira a dejar huella en el personaje, o sucede lo contrario? R.– Este Quijote es teatro dentro del teatro. No ocultamos que somos actores que queremos poner en evidencia todo cuanto se supone hay de valor moral en la obra. No es un retrato habitual. Rocinante es un barril y su rabo, una escoba que es la espada de Amadís de Gaula. P.– Dónde pone el acento el director R.– La propuesta de José Ramón es el común denominador: desde distintas generaciones coincidimos en rescatar lo que tiene de ejemplo moral.