Revista de Prensa

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Fecha:
24/07/2012
Sección: CONTRAPORTADA
MARTES 24 DE JULIO DE 2012
Páginas: 16
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JOSÉ SACRISTÁN Actor
Vuelve a encarnar a Alonso Quijano para representar en Olmedo ‘Yo soy Don Quijote de la Mancha’
«Vivimos un desmantelamiento moral,
demasiada gente mirando a otro lado»
J. TOVAR / Valladolid
Vuelve José Sacristán (Chinchón,
Madrid, 1937) a encarnar al viejo
Alonso Quijano. Regresa a los
huesos y la piel del hidalgo para
proclamar un ‘Yo soy Don Quijote
de la Mancha’, en un montaje escrito por José Ramón Fernández y
dirigido por Luis Bermejo, con Fernando Soto y Almudena Ramos en
los papeles de Sancho y Sanchica.
El próximo viernes cabalgarán en
la Corrala del Palacio del Caballero de Olmedo.
Pregunta.– ¿Qué tiene José Sacristán que vuelve a empuñar lanza en astillero y adarga antigua?
Respuesta.– El hombre de La
Mancha fue una propuesta que se
me hizo, y esta obra también viene
de la mano y voluntad de Natalia
Menéndez, directora del Festival
de Almagro. Para cualquier actor y, me atrevo a decir, para
cualquier ciudadano, es una figura muy tentadora.
Han sido planteamientos distintos. Entonces, el texto dramático
era el soporte de un musical muy
bien estudiado y realizado. En este
caso hay una mirada más próxima,
hay complicidad, es teatro dentro
del teatro, con unos actores de distintas generaciones que deciden recuperar a Sancho, a Sanchica y a
Don Quijote...
P.– ¿Entonces no se debe, con perdón, a su ‘triste figura’ o a un afán
compartido de ‘liarse a golpes’ con
gigantes, usted que se caracteriza
por ser un hombre que no se muerde la lengua?
R.– Celebro que hayan vuelto a
pensar en mí para encarnar al caballero, pero no es una decisión mía. Y
es oportuno señalar, porque ya lo he
comprobado en Almagro o en Segovia, donde he realizado un recital
con versos de Machado: en estos
tiempos, sin querer dar doctrina ni
decirle a nadie como vivir, no viene
mal rescatar figuras como la del poeta o la de Don Quijote, no sólo desde
un punto de vista cultural o dramático, sino desde un sentido moral. Te
hace sentir, al margen de la satisfacción de decir unos textos maravillosos, de cierta utilidad como ciudadano para tus compañeros de viaje.
P.– Dice José Ramón Fernández
que hoy hace falta su bondad.
R.– Don Quijote no está loco. Es
un hombre que no se para a medir
las dificultades con tal de cumplir con sus objetivos
de justicia y solidaridad, desde la lealtad y el
compromi-
so con el prójimo.
P.– Usted, de joven, descubrió la obra de Cervantes en las clases
que le daban
unos maestros repu-
blicanos represaliados...
R.– Vivían en un piso en la calle
Príncipe de Vergara, antes General
Mola. Yo estaba al lado, en una habitación con derecho a cocina. Éramos
cinco o seis alumnos. Tenían unos
trajes tan raídos que deduje que los
pobres habían sido maestros. En
lugar del Padre Nuestro y del
Ave María, con que se iniciaban
las clases entonces, nos hacían leer pasajes del
Quijote.
P.– ¿Y usted veía
algo más en esas líneas que las puras
andanzas de un caballero andante?
R.– Este capullo
que soy yo ya había
visto películas de Tyrone Power y Errol Flynn, y ya
quería ser el indio, el pirata y el gánster. Escribía novelas... Y chorradas...
El mundo de la imaginación y de la
fantasía, el juego del que sigo viviendo de hacer creer al otro que soy el
que no soy, ya estaba ahí latiendo.
P.– ‘Por la libertad, así como por la
honra, se puede y debe aventurar la
vida’, decía Cervantes por boca de su
caballero. En este país, ‘gobernado’
desde fuera, hoy no parece quedar
nada de eso.
R.– Los de fuera no están tan fuera. Sería muy fácil para nosotros
echarle la culpa a la Merkel, por
ejemplo; pero terapéuticamente sería totalmente improcedente. Lo
que hay que pensar es cómo coño se ha llegado a esta situación
tan desigual, entre otras cosas
porque los que tenemos más cerca son más responsables de lo
que nos pasa que los que están
más lejos. No hablo sólo de Rajoy
y los suyos, que lo hacen como el
culo... Sería de un cinismo apabullante pensar que esto ha empezado hace unos días... No, no.
P.– ¿Qué pensarán los Fabra,
Carlos Dívar o ese responsable
de Empleo en Andalucía que se
gasta el dinero en coca, por ejemplo, de aquello que decía Don
Quijote de ‘huir de la vida regalada, de la ambición y de la hipocresía’?
R.– ‘Mis intenciones siempre las
enderezo a buenos
fines, que son de
hacer bien a todos y
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mal a ninguno; si el que esto entiende, si el que esto obra, si el que desto
trata merece ser llamado bobo, díganlo vuestras grandezas...’. Lo que
está pasando es un desmantelamiento moral y ético, más allá de la cosa
financiera. Demasiada gente mirando a otro lado durante demasiado
tiempo, ni más ni menos. Pero que
nadie se rasgue las vestiduras. Esta
mierda lleva latiendo desde hace 15
o 20 años; y, ahora, mira...
P.– ¿La subida del IVA es una condena para los profesionales de la cultura? ¿Tienen futuro proyectos como
Yo soy Don Quijote y festivales como
Almagro y Olmedo?
R.– No nos condenan, nos aniquilan. Tenemos un futuro canijo. Lo
cierto es que lo que pasaba antes era
un espejismo. Los cachés fijos y el
precio bajo de las localidades no han
creado un público fijo. Ahora nos encontramos con otra cruda realidad
de este señoritismo de mierda en el
que hemos estado viviendo.
P.– ¿Será posible educar al espectador en la exigencia de que ha de
pagar el precio real de cada espectáculo?
R.– Tengo mis dudas, porque seguramente estará en el paro y no
querrá ver a Sacristán si antes lo veía por cinco y ahora tiene que pagar
20. Pero no podemos perder la no-
«Rescatar a Don
Quijote te hace
sentir de utilidad
como ciudadano»
bleza de una propuesta hecha desde
el escenario.
P.– ¿Quién divulgará todo este legado cultural?
R.– Hay que movilizarse, plantear
formas de asociación, relaciones con
los empresarios... Si insistimos en este modelo esto se va a hacer puñetas.
P.– Volviendo al Quijote, que ha sido interpretado por los más grandes,
¿uno, cuando lo encarna, aspira a dejar huella en el personaje, o sucede
lo contrario?
R.– Este Quijote es teatro dentro
del teatro. No ocultamos que somos
actores que queremos poner en evidencia todo cuanto se supone hay de
valor moral en la obra. No es un retrato habitual. Rocinante es un barril
y su rabo, una escoba que es la espada de Amadís de Gaula.
P.– Dónde pone el acento el director
R.– La propuesta de José Ramón
es el común denominador: desde
distintas generaciones coincidimos
en rescatar lo que tiene de ejemplo
moral.
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