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LA VIOLENCIA ESCOLAR
El cine americano ha tratado muchas veces el maltrato a los docentes, describiendo con tintes
sombríos esas escuelas multirraciales en barrios deprimidos donde el profesor es sistemáticamente
agredido por pandilleros desmotivados que hacen de las aulas su hábitat de protesta y desarraigo.
Podemos creer que eso es cosa de otros y que nunca iba a llegar aquí. Pero lo cierto es que el
fenómeno ha irrumpido entre nosotros de una manera preocupante. Según datos del catedrático Javier
Urra, quince de cada cien profesores de secundaria han sido agredidos físicamente alguna vez y un 73%
verbalmente, y son muchos los que manifiestan sentir miedo al entrar en clase. De ahí que el 80% reclame
instrumentos para ejercer más y mejor la autoridad docente. Lo cierto es que hasta ahora el profesor
carece de medios para luchar contra unos alumnos que no le dejan dar la clase y no permiten a sus
compañeros estudiar y aprender en condiciones. El resultado es ese estrés permanente de muchos
docentes y su deseo de salir cuanto antes del sistema.
Por ello, propuestas como las de la Comunidad de Madrid de conferir a los profesores la
condición de «autoridad pública» deben ser bienvenidas. Pero esa deseable medida no lo va a resolver
todo. Resulta muy turbador que más del 60% de los profesores consideren que la indisciplina de los
alumnos en las clases está directamente relacionada con una excesiva permisividad en el hogar familiar.
Educar a los hijos exige oficio y tiempo y los padres que trabajan no siempre lo tienen. Pero esa situación
no justifica que se comporten siempre como abogados defensores de sus hijos. Deberían actuar más
veces como fiscales ante comportamientos desviados de lo razonable. Así que bien estará la ley, pero no
servirá de mucho sin una mayor implicación de los padres en el proceso educativo.
ABC
RAFAEL PUYOL
COMENTARIO DE “La violencia escolar”,
Nos encontramos ante un texto periodístico recogido en la prensa generalista de ámbito
estatal, ABC, que podemos situar dentro del subgénero de opinión – artículo-, ya que un autor nominal
expresa su punto de vista ante un tema de actualidad, en este caso presente ya en el título: la violencia
escolar.
El autor muestra una intención subjetiva, con el evidente deseo de convencer o persuadir al
lector, unida a un interés divulgativo ya que el texto destaca por su sencillez gramatical, semántica y
estructural: ausencia de estructuras sintácticas complejas, empleo de un léxico de uso habitual, escasez
de recursos estilísticos o valores polisémicos, ausencia de tecnicismos y cultismos, progresión temática
que responde a la estructura ordinaria de los textos expositivo- argumentativos…, por lo que está
dirigido a un receptor muy amplio, profesores, padres, alumnos; lectores en general. Así pues, por este
interés comunicativo y por su propia tipología textual la función predominante es la apelativa o
conativa, junto con la representativa.
El tema o asunto, como hemos indicado, se recoge claramente en el título: la violencia escolar,
lo que desde el inicio facilita la unidad del texto y su coherencia. Rafael Puyol manifiesta la necesidad de
dotar al profesor de una mayor autoridad ante el auge de la indisciplina de los alumnos de modo que pueda
ser considerado autoridad pública. Pero esa medida debe ir complementada con la mayor implicación de
los padres en la educación responsable de sus hijos.
El autor utiliza una estructura inductiva, pues parte de los hechos concretos (analogía con
otros países, datos, ejemplos…) para justificar su tesis, que encontramos al concluir el último párrafo,
introducida por un marcador textual que adquiere un valor conclusivo (“Así que bien estará la ley, pero no
servirá de mucho sin una mayor implicación de los padres en el proceso educativo”).
Para dar la coherencia estructural necesaria al texto, se observan tres partes que responden
a la organización textual más frecuente en los textos expositivo-argumentativos y que favorecen la
progresión temática: una introducción, que abarcaría el primer párrafo y el comienzo del segundo, en la
que se destaca la importancia y extensión del problema; un cuerpo argumental o desarrollo donde, por
medio de razonamientos de diferente tipo, el autor va perfilando su punto de vista sobre el tema; y una
conclusión, planteada en la última oración del texto en la que sintetiza su opinión a modo de tesis. Esta
organización no se corresponde con la presentación formal del texto, que se distribuye en tres párrafos.
El asunto que trata el texto adquiere especial actualidad no sólo por hechos recientes de
trascendencia nacional relacionados con el tema: agresiones a directores y profesores, reacciones
políticas y sociales, fracaso escolar, sino por otros acontecimientos que también están vinculados:
violencia juvenil, botellón, agresiones de hijos a padres…
En la argumentación de su tesis, el autor parte de una analogía al relacionar lo que está
sucediendo con lo acontecido en
otros países,
recogido en las películas
americanas, valorando
posiblemente el carácter inevitable del problema. Para mostrar la gravedad y extensión de la violencia
escolar en nuestro país utiliza un argumento de autoridad basado en las cifras aportadas por un
catedrático. Esto le lleva a emplear un argumento de evidencia (la ausencia de medios para el profesor)
que tiene sus consecuencias: la desmotivación y el
deseo de abandono del profesorado. El ejemplo de
la propuesta de la Comunidad de Madrid le permite completar su tesis por medio de un argumento basado
en datos que muestran la necesidad de afrontar otro aspecto: el papel de la familia. Por último, admite un
hecho (la falta de tiempo y dedicación de los padres) para a continuación contraargumentar situando la
responsabilidad ineludible de los progenitores.
Por lo que se refiere a los rasgos de estilo, en el nivel léxico-semántico cabe destacar el
empleo de términos relacionados con los dos campos semánticos o asociativos que configuran el tema y
dan unidad al texto: la violencia (maltrato, agredido, pandilleros, miedo, autoridad, indisciplina…) y la
escuela (docentes, profesor, aula, secundaria, clase, estudiar, aprender…). Entre estos últimos
encontramos ejemplos de sinonimia (docentes-profesor, aula-clase). Estas repeticiones léxico-semánticas
apoyan la necesaria cohesión textual. El léxico está utilizado de modo denotativo, sin presencia de
tecnicismos, cultismos o valores connotativos, lo que favorece el carácter divulgativo anteriormente
señalado.
En el nivel morfosintáctico destaca la escasez de la adjetivación calificativa, si bien en algunos
casos emplea adjetivos explicativos o valorativos que suponen subjetividad (pandilleros desmotivados,
deseable medida, excesiva permisividad). Esta subjetividad la podemos observar en el empleo de la
primera persona del plural en el comienzo del segundo párrafo, implicando al lector al inicio del desarrollo
argumental; si bien en el resto del texto se utiliza la tercera persona, aportando una sensación de
alejamiento o aparente objetividad del autor, actuando frecuentemente como sujetos los implicados en el
problema: profesores y padres. Otro uso verbal destacable es el empleo puntual de valores imperativos,
propio del carácter argumentativo -función apelativa-del texto (deben ser bienvenidas, deberían
actuar…). Como conclusión lógica de lo apuntado anteriormente, la modalidad oracional utilizada es la
enunciativa con la ausencia de otros recursos lingüísticos que refuercen el carácter subjetivo del texto:
interrogaciones retóricas, expresiones desiderativas o dubitativas, etc.
En el nivel textual debemos resaltar la repetición de marcadores con valor de contraste u
oposición (Pero esa deseable medida no lo va a resolver todo…; Pero lo cierto es que el fenómeno ha
irrumpido…; Pero esa situación no justifica que se comporten…); este recurso favorece el desarrollo
argumental, y con ello la cohesión textual, al contraponer ideas y resaltar la que interesa al autor.
También hay que destacar los marcadores textuales con valor consecutivo (De ahí que…; Por ello…; Así
que…), este último aporta también un valor conclusivo o de cierre al texto.
En mi opinión, todos deberíamos tener la convicción de que el maltrato, sea en la forma que
sea, es intolerable. El mensaje que las familias deben transmitir a sus hijos y adolescentes respecto al
ejercicio de la solidaridad con el otro, de la preocupación de unos a otros, es la base de la educación para
la vida y la convivencia. Pero es obvio que esto no es así, puesto que se ha demostrado que los niños que
ejercen de matones de escuela repiten a lo largo de su vida comportamientos de acoso, en el ámbito
familiar o en el laboral. En algunos casos, los acosadores se convierten en personas violentas o
delincuentes; en otros, seguirán teniendo actitudes de acoso.
Por desgracia, el bulling se ha instalado en nuestras vidas como un virus más contra el que hay
que tratar de combatir a diario. Entiéndase por este término, que tan de moda se ha puesto, la
intimidación y maltrato entre escolares, de forma repetida, lejos de los ojos de los adultos, con la
intención de humillar y de someter abusivamente a una víctima indefensa, por parte de uno o varios
agresores. Así pues, aquí caben insultos, peleas, palizas o simplemente “collejas”, destrozo de materiales
personales, pequeños hurtos, motes, hablar mal de alguien, sembrar rumores, amenazas para provocar
miedo, para lograr algún objeto o dinero, o simplemente obligar a la víctima a hacer cosas… En definitiva,
agresiones físicas, aislamiento social, acoso racial o sexual y amenazas a través de mail o móvil.
Con todo ello, la víctima o acosado no sólo es quien sufre estas vejaciones, sino también el
espectador que mira hacia otro lado por creerse que es justo que así sea o que se metan con ese niño
porque es un “pringao” reforzando de este modo posturas egoístas (“mientras no me toque a mí”). Esta
actitud puede llevar a los niños a no valorar la violencia que ocurre a su alrededor, produciendo en ellos
una cierta insensibilización.
Lo cierto es que mientras nuestros valores no alcancen más allá de las modas impuestas por los
medios, según las cuales quien más grita y golpea es el más valorado, quien más arremete verbalmente
contra el otro es más considerado y tenido en cuenta, mientras las instituciones sociales y políticas,
responsables de video juegos, programas televisivos, cine y prensa que incitan a la violencia no tengan a
bien reconsiderar que sus beneficios económicos no pueden jamás estar por encima de la educación de
nuestros ciudadanos del mañana, individualmente los más implicados y sensibilizados con este problema
debemos aportar nuestro granito de arena.
Por tanto, las familias, en primer lugar, deben escuchar a sus hijos sin menospreciarlos e
indagar discretamente para contactar con el centro educativo y solicitar la intervención y cooperación del
profesorado, fijando una estrategia de intervención. Y por encima de todo prevenir estos casos,
potenciando su autoestima y confianza en sí mismos Los centros, por su parte, deben tener normas claras
contra el bullying, con programas específicos que detecten los casos y actúen en consecuencia.
En definitiva, no parece una tarea fácil evitar que haya en cualquier ámbito de la vida y en
cualquier época alguien que considerándose el más fuerte arremeta contra el más débil. Sin embargo,
quiero creer que todos podemos ayudar a cambiar un poco las situaciones que no nos permiten vivir en
armonía. Todos deberíamos recordar que la humanidad solo se liberará de la violencia por medio de la no
violencia. Es de esperar, asimismo, que los expertos en temas de acoso sean oídos definitivamente por los
Tribunales que, última instancia, pueden hacer triunfar las leyes contra todo lo que incite al ser humano a
ser violento.
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