Untitled - Biblioteca Digital de la Comunidad de Madrid

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COLECCION D I A M
Carlos Frontaura
DE
SILUETAS
Y
SEMBLANZAS
ANTONIO LÓPEZ : EDITOR
RAMBLA
D E L C E N T R O , 20 : B A R C E L O N A
ANTE
Diputación
Provincial
Biblioteca
COLECCIÓN
TOMO
DIAMANTE
19
CARLOS FRONTAURA
GESTE DE MADRID
SILUETAS Y SEMBLANZAS
A N T O N I O L Ó P E Z , L I B K E K Í A ESPAÑOLA
E a m b l a del Centro, 20
BARCELONA
Antonio López, impresor : Olmo, 8 : Barcelona
I
LUISA L A PEINADORA
N a c i ó en el barrio m á s popular y populoso
de M a d r i d : en l a calle de Toledo, en l a casa de
l a esquina derecha de l a de las Maldonadas. S u
padre era sastre de corto, es decir, que se dedicaba á l a especialidad de trajes para los buenos
mozos del barrio, siendo extremada su habilidad en el difícil corte de chaquetillas airosas
y de pantalones ajustados de cadera; y cazadora que él confeccionara, parecía propiamente
pintada, por lo bien que le caía al parroquiano.
Y hubiera hecho dinero y podido abrir, con el
tiempo, una sastrería que h a b r í a sido una mina;
pero se dio á las malas c o m p a ñ í a s , y entre e
juego, l a bebida y otras locuras, vino el hombre
á no tener nunca una peseta ahorrada y á descuidar el trabajo y no c u m p l i r con los clientes,
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CABLOS
FRONTATJRA
con l o que p e r d i ó la parroquia, y cuando se
m u r i ó , dejó á su mujer y su hija en la s i t u a c i ó n
que pueden ustedes suponer.
L u i s a era sastra, pero no le gustaba el oficio,
ni tampoco el de modista, n i el de costurera en
blanco; v i v a , inquieta, nerviosa, no se avenía al
trabajo sedentario; lenseguida iba ella á desojarse cosiendo en el p a ñ o obscuro, y á romperse
los dedos, ó, por lo menos, á llenárselos de pinchazos de la aguja; n i tampoco tenía calma
para sufrir los caprichos de las señoras si se dedicaba al arte de la m o d i s t e r í a , ni iba á estar
todo el d í a pespunteando camisas ó calzoncillos, para ganar cada veinticuatro horas tres
ó cuatro reales!
Necesitaba ella aire, movimiento, salir y entrar, ver gente, hablar con la gente, y que esta
gente no fuera l a poco recomendable con que
trataba su padre. Instintivamente repugnaba
todo lo ordinario, lo grosero, el lenguaje desvergonzado, el olor á vinazo, todo l o que tan de
cerca habla podido conocer en eu pobre hogar
desde que el autor de sus d í a s se e n c e n a g ó en el
v i c i o y se encanalló.
U n a vecina, l a única que demostraba a l g ú n
interés por ella y no p a r e c í a envidiarle l a hermosura y el donaire, ú n i c o bien que poseía, le
dijo, a y u d á n d o l a á discurrir, en q u é p o d r í a
G E N T E D E MADRID
ocuparse para ganar el pan
honradamente:
— M i r a , L u i s a : y o , si tuviera t u edad y tus
manos, y t u fisonomía y t u desparpajo, ¿sabes
lo que me hacía? Pues iba y me p o n í a á peinadora. ¿Tú sabes lo que gana l a Dolores, la hija
del carpintero? Pues no baja de veinte duros a l
mes, con lo que está hecha una reina, y no tiene
que sucumbir, pongo por caso, á n i n g ú n hombre, y no se casará sino quien gane triple que
ella, y sea, si á mano viene, un señor. Pues si
no fuera porque se puso á peinadora, como
digo, h a b r í a tenido que casarse con a l g ú n peón
de albañil, que se caería de la obra el mejor día
y la dejaría con tres 6 cuatro demonios de chiquillos en mitad del arroyo. P e r o a h í l a tienes,
que parece una señorita, con su sombrilla y
todo; y , como digo, sus veinte duros como
veinte soles no hay quien se los quite el ú l t i m o
día de cada mes; y en l a verbena de San L o renzo, el año pasado, se g a n ó en L a v a p i é s ,
peinando á todo el señorío del barrio, por encima de m i l reales... De modo y forma que, ella
misma nos l o ha dicho, y a tiene en l a Caja de
Ahorros cuatro m i l , y está bien mantenida y
bien vestida, y no hay mujer m á s libre que
ella en todo M a d r i d . Conque yo por t u bien te
lo digo; ahora, t ú h a r á s lo que quieras.
Bueno fué el consejo de la vecina, y L u i s a lo
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CARLOS
FRONTAURA
siguió con entusiasmo. Sigilosamente, sin que
lo supiera otra persona que su consejera, averig u ó la existencia de cierto eminente peluquero
que daba lecciones de peinado. Este maestro
era u n buen peine, m á s enamorado que el mism í s i m o Cupido, y c o r a z ó n tierno y compasivo.
E n viendo una mujer guapa y desgraciada, el
hombre se deshacía por servirla y consolarla
Cuando L u i s a le dijo su cuita y su deseo, derretido, hecho una pegajosísima jalea, le prom e t i ó enseñarla á peinar con todas las reglas
del arte, y todo sin otro interés que el de sacar
una d i s c í p u l a que honrara al maestro. Y , en
efecto, L u i s a a p r e n d i ó en poco tiempo el difícil
arte, y se ejercitó en el salón reservado de señoras que tenía el peluquero en su establecimiento, llegando á superar en habilidad y ligereza y buen gusto á aquella Dolores que, s e g ú n
su amiga y vecina, se ganaba sus veinte duros
al mes.
L a a d q u i s i c i ó n de clientela no fué tan r á p i d a
como ella hubiera querido; lentamente creció
el n ú m e r o de sus parroquianas, y no pocos meses tuvo que v i v i r con escasez; pero ¿qué no
puede la constancia?... L u i s a , al cabo de cuatro
ó cinco años de trabajo perseverante y de econ o m í a y buena conducta, ha llegado á realizar
sus deseos. Y a ha podido abandonar el barrio
GENTE
D E MADRID
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donde nació, para establecerse en sitio m á s
céntrico; y aunque conserva no pocas parroquianas entre l a gente rica de las calles de Toledo, Calatrava, Embajadores, H u m i l l a d e r o ,
Mesón de Paredes, de la R i b e r a de Curtidores
y de l a P l a z a de la Cebada, el núcleo principal
de sus favorecedoras lo tiene en el centro de
M a d r i d y en los barrios aristocráticos del ensanche.
Nadie d i r í a , al verla ahora, que n a c i ó y se
crió en los barrios de l a c h u l e r í a m a d r i l e ñ a .
Vestida con elegante sencillez, graciosamente
prendida l a airosa mantilla, afable y expansiva
á l a vez que discreta y prudente, s e g ú n las circunstancias, L u i s a es recibida con igual agrado
en la casa de l a señora Engracia, l a m á s adinerada carnicera de P u e r t a Cerrada, que en e l
elegantísimo tocador de la dama m á s linajuda
ó en el caprichoso y perfumado boudoir de las
más temibles de las vengadoras. L u i s a , con su
aire modesto, su lenguaje culto, porque al propio tiempo que ha aprendido á peinar ha aprendido á hablar bien; con su afable y acariciadora
sonrisa, y sobre todo, con su buen gusto para
embellecer á las damas por medio del peinado,
se ha hecho indispensable para ellas, y y a no
puede admitir m á s parroquianas que las que
sirve en l a actualidad,
t
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CAELOS
FRONTATJRA
Cuando L u i s a manipula en una cabellera esp l é n d i d a , se complace en hacer los m á s lindos
primores, imposibles de imitar. S i , por el contrario, la señora á quien peina es mujer de poco
pelo, ella hace de modo que l a falta quede
disimulada,
supliendo, ahuecando,
haciendo,
en fin, prodigios de habilidad.
S i peina un pelo suave, fino, flexible, forma
por encanto una cabeza ideal; si el pelo que
peina es á s p e r o y e n m a r a ñ a d o , lo domina, lo
amolda, lo suaviza con singular m a e s t r í a . L a s
buenas mozas de L a v a p i é s lucen en las corridas
de toros el peinado que les hace L u i s a , y m á s
llama la a t e n c i ó n el peinado que lucen que los
pendientes de brillantes y collares de perlas y
el rico pañolón de M a n i l a , lleno de chinos con
caritas de marfil. Y en las grandes recepciones,
en el teatro E e a l , en las fiestas palatinas, sus
parroquianas
de l a aristocracia atraen todas
las miradas, m á s que por otra cosa, por el peinado, obra de l a m á s l i n d a peinadora de l a
corte. H a y algunas damas que tienen peluquero,
pero no hay peluquero que posea la suavidad
de mano, l a ligereza, el gusto y l a graoia que l a
hija de aquel sastre b o r r a c h í n que l a dejó sin
un c é n t i m o en este mundo, en que todo es cuest i ó n de c é n t i m o s .
L u i s a tiene y a sus ahorros en la Caja que
(JUNTE
D E
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MADRID
fundó el p r e s b í t e r o Piquer; vive con holgura,
pero sin despilfarro, y t o d a v í a no ha encontrado entre sus pretendientes quien l a interese lo
bastante para sacrificarle su hermosa y honrada
independencia. E l travieso peluquero que le
dio las primeras lecciones l a ha perseguido m u cho tiempo, m á s en vano. L u i s a le está m u y
agradecida; pero l a gratitud, en este caso, no sé
ha convertido en amor. E l d í a que L u i s a se
enamore y se case, l l o r a r á n muchas damas l a
irreparable p é r d i d a de una peinadora irreemplazable. Conoce los secretos de muchas, es la
confidente de no pocas, y ha servido en apurados trances á algunas. S i ella no tuviera tan nobles sentimientos, como digna ¡hija
que es
del pueblo m á s generoso de l a tierra, p o d r í a
haber explotado grandemente en su provecho
los misterios que conoce de l a v i d a del gran
mundo, especialmente, que es el mundo en que
suele haber misterios m á s inverosímiles; pero
Luisa es la prudencia misma y tiene buen corazón, y a d e m á s . . . sabe lo que le conviene.
I
FELISA
Probablemente no c o n o c e r á n ustedes á F e l i sa, que es l a muchacha m á s bonita de M a d r i d .
Y l o digo así, en absoluto, porque esta es l a
verdad l i s a y llana. N o h a y muchacha m á s bonita en M a d r i d , y si no fuera tan modesta como
es y supiera algo de literatura, p o d r í a repetir
constantemente:
«lAy, infeliz de la que nace hermosa!»
iPobre Felisal H i j a de rey, 6 de infante, ó de
duque, ó de banquero, ó siquiera de ministro
fusionista, d e b í a haber nacido esta chica para
l u c i r en el mundo, y seguramente ninguna- otra
hubiera lucido como ella.
Pero Felisa ha nacido hija de D . A b u n d i o y
D . * Nicanora, el matrimonio m á s insignificante
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de cuantos andan por a h í arrastrando una vida
perra.
E l padre es feo y l a madre feísima, y cuando
ésta se hallaba en estado interesante, á los doce
años de su boda, los pocos amigos de D . A b u n a
dio t e m í a n que D . Nicanora diera a l u z un fenomenillo de lo m á s singular, y y a estaba prevenido u n m é d i c o , p r i m o de a q u é l , para cogerlo
en cuanto naciera y llevarlo al gabinete anatómico de l a F a c u l t a d , seguro de que sería u n
ejemplar curiosísimo y digno de estudio.
Pero no fué fenómeno el que dio á l u z doña
Nicanora, de ella n a c i ó Felisa, u n ser perfecto,
un cuerpecito de á n g e l , que el mismo m é d i c o
pensó si en aquel punto un hada invisible le
había arrebatado de las manos el f e n ó m e n o ,
cambiándole por aquella maravilla de belleza.
Otras niñas nacen feas y defectuosas, y luego,
creciendo, mejoran, se corrigen y se perfeccionan; así como otras, que han nacido bonitas, se
vuelven luego feas sin que h a y a poder humano
que lo remedie.
Felisa no; desde su venida a l mundo ha sido
un modelo de perfecciones físicas y morales
también, porque es l a bondad misma.
Pero n i su belleza física n i sus cualidades de
carácter son conocidas, porque el medio en que
vive no lo permite.
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CAELOS rEONTATJEA
S u padre es u n empleado de 6,000 reales, que
cuando manda el partido á que se afilió, creyendo que con esto iba á ser un hombre de
pro, tiene destino, y en cuanto viene el partido
contrario, l o pierde. V u e l v e n al cabo de tiempo
los suyos, y vuelve á tener el destino, nunca
m á s de 6,000 reales; y ahora, que está otra vez
cesante, el pobre hombre piensa con l a m á s profunda amargura que y a no v o l v e r á á tener el
destino, porque «cuando vuelvan los m í o s , dice,
y a seré un carcamal, y y a se h a b r á muerto el
senador C o l m i l l o , el p r i m ó de ésta (su mujer),
que ha sido m i protector, y l a diabetes le v a
dejando seco.»
S u madre, D .
a
Nicanora, es l a mujer m á s
averiada que existe en este mundo, y l a que
necesita m á s medicinas. E l droguero de l a esquina y el boticario de m á s abajo cobran, á
cambio de drogas y medicinas, una buena parte
de lo que D . A b u n d i o percibe cuando está
empleado, ó a r a ñ a cuando está cesante. U n o y
otro están m u y agradecidos á tan excelente parroquiano, y por d e m o s t r á r s e l o esta Nochebuena pasada, el primero le r e g a l ó u n p a p e l ó n
de espliego, y el segundo media docena de sinapismos de papel Kigollot. E l pobre hombre
hubiera preferido u n pavo ó un par de capones,
bien que y a no tiene humor para nada, y ha
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perdido el gusto, y lo mismo le da comer pavo
trufado,
que
berza ó rejones de dos
filos.
Su mala suerte política y b u r o c r á t i c a , sus constantes apuros, las diarias indisposiciones de su
mujer, los accidentes, arrebatos, convulsiones,
flatos y papeletas con que le ameniza l a vida,
le han agriado el c a r á c t e r de tal modo, que l a
portera de l a casa en que habita este matrimonio ha puesto a l marido el apodo de él puerco
espín, y á l a mujer l a llama el emplasto.
Felisa, hermosa, dulce, tierna, compasiva y
generosa, vive en este medio, amando á sus padres, de quienes rara vez oye una palabra amable, sirviéndoles con l a m a y o r solicitud y ejemplar sumisión, procurando aplacar sus iras y
calmar sus doloreB, administrando los escasos
fondos de que dispone D . A b u n d i o con una
economía i n v e r o s í m i l y con una rectitud increíble, como que para ella, para cosa de su gusto,
nunca distrae
n i u n c é n t i m o . . . , n i siquiera
cuando llega el tiempo de las lilas, que tanto le
gustan y tan de buena gana t e n d r í a u n ramo de
ellas...
iQué invierno en l a casa de D . A b u n d i o !
D.* Nicanora en l a cama, D , A b u n d i o cesante,
corriendo por esas calles todo el d í a , buscando
para eomer: un d í a gana u n duro haciéndole l a
cuenta á u n carbonero que no sabe escribir,
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CARLOS TRONTAÜRA
pero que está ganando u n dineral, otro d í a
tres pesetas por copiar un escrito de u n abogadillo de mala letra; otro nada; otro diez reales
por asistir de hombre bueno á un juicio; otro
siete pesetas que le dieron en l a c e r e r í a por el
resto de una vela que llevó en el entierro de u n
Grande de E s p a ñ a , cuya vela le regaló el administrador del muerto... Y Felisa cuidando á su
madre, haciendo l a comida, lavando, cosiendo,
remendando l a ropa, sufriendo las reconvenciones de l a enferma, los sofiones del padre, comiendo m a l y escasamente, muertecita de frío,
durmiendo poco... y esperando con una resignación maravillosa que llegue el tiempo de las
lilas..., porque en este tiempo su madre mejora,
se levanta y sale con ella, que l a lleva despacito, del brazo, y van las dos á l a iglesia, y algunas m a ñ a n a s al E e t i r o , donde F e l i s a disfruta
un placer infinito contemplando las lilas y aspirando el perfume incomparable de l a primavera.
a
E n ese tiempo, D . N i c a n o r a , aliviada de sus
males, reconoce los merecimientos de su hija,
y no la reconviene; h a b í a l a con cariño, se enorgullece de ser madre de tan buena y hermosa
criatura; y F e l i s a se considera dichosa porque
su madre l a quiere, y se culpa de haberlo dudado en el invierno...
G E N T E D E MADRID
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Felisa ¿cómo no?... ha soñado alguna vez
ser amada, casarse con el hombre amado, tener
hijos... P e r o iqué poco ha durado esta ilusiónl
¿Quién ha de amarla?... N a d i e la ve, nadie repara en ella, nadie se fija en una hermosura tan
pobremente ataviada... P e r o sí; en el cuarto
principal de l a casa en que v i v e habita u n viejo
solterón, que parece u n h i p o p ó t a m o , y éste l a
ha visto y l a ha hablado, y le ha hecho proposiciones vergonzosas, y u n d í a le enseñó un b i llete de Banco de m i l pesetas, y otro d í a , que
la detuvo en l a escalera, cuando Felisa bajaba
a
á buscar u n calmante para D . Nicanora, él la
dijo no se q u é , pero m u y grave sería cuando
Felisa, que es l a d u l z u r a misma, g r i t ó con
acento de profunda i n d i g n a c i ó n :
— l í a he dicho que no, canallal
iDesventurada hermosura de alma y cuerpo,
que se consume en l a obscuridad y en l a miserial ¡Qué feliz h a r í a á un hombre de bien!... Y a
no sueña esta ventura. Piensa que cuando se
quede sola en el mundo, p e d i r á por Dios que l a
reciban en el Noviciado de las Hijas de l a Caridad de San V i c e n t e de P a ú l .
III
LA
PACA
H a y en este mundo muchas morenas guapas,
airosas, gallardas, encantadoras, pero dificulto
que haya ninguna superior á l a P a c a . A h o r a l a
pobre y a no es sombra de lo que fué, pero todavía es una mujer hermosa.
H i j a de una señora que a l a ñ o de morir su
marido se casó con u n comandante de artillería
y tuvo de éste otros hijos, se q u e d ó , cuando
aquélla m u r i ó , sin otros bienes que su hermosura, y ¿qué h a b í a de hacer?... Casarse con el
primero que l a quiso con buen f i n , un andaluz
m u y zaragatero; que h a b í a derrochado una fortuna y tenía una voz de bajo bastante buena.
Esto le valió para ser admitido como corista en
el teatro Real, donde ganaba sus cuatro pesetas, que malgastaba alegremente, con lo que
CIENTE DE MADRID
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siempre estaba tronado y perseguido por los
ingleses.
L a Paca puso orden en l a a d m i n i s t r a c i ó n de
las cuatro pesetas, y el corista pareció otro hombre, y p e r d i ó l a costumbre de l a juerga y de l a
trampa, gracias todo al buen sentido y excelentes consejos de su mujer.
— M i P a c a es u n alhaja—decía a los compañeros.—Yo era antes u n perdido, y ahora soy
una persona decente: como bien, bebo bien,
visto bien, fumo, tomo café y todo, con cuatro
pesetas, que en manos de m i mujer parecen
doce ó catorce.
E l corista, que h a b í a aprendido muchos papeles de diversas óperas, sentía vivos deseos de
ser escriturado como bajo en alguna modesta
c o m p a ñ í a veraniega, y al f i n , á los seis años de
su casamiento, y cuando y a t e n í a tres hijos de
su Paca, recibió una proposición ventajosa para
Buenos A i r e s . E n medio año i r í a y v o l v e r í a ,
ganando u n m o n t ó n de pesos. L a proposición
era tentadora; pero P a c a no q u e r í a separarse de
su marido, y no era posible que con él fueran
ella y sus hijos.
E l corista, que muchas veces h a b í a cedido
ante las razones de P a c a , se mantuvo firme,
ilusionado con l a idea de salir de la ínfima
categoría de corista y con l a ganancia segura
22
CARLOS FRONTAURA
que iba á obtener. F i r m ó l a escritura, dejó á
l a P a c a quinientas pesetas que le h a b í a adelantado l a Empresa, y se fué á Buenos A i r e s .
Cuando P a c a , resignada, pero no convencida,
le despidió, díjole:
— A d i ó s , m i esposo querido, padre amado
de mis hijos; tengo el presentimiento de que
este viaje será nuestra desgracia, Dios quiera
que me e n g a ñ e .
N o se e n g a ñ a b a . E l corista no v o l v i ó . E n
Buenos A i r e s logró una gran ovación desemp e ñ a n d o la parte de D o n Basilio en El Barbero
de Sevilla, y aquella noche venturosa, como
no estaba allí su F a c a , se dejó llevar á una
juerga en celebridad de su triunfo, y á l a mañ a n a se r e t i r ó á l a casa donde se hospedaba
con otros de sus c o m p a ñ e r o s . Cuando quisieron
despertarle para i r al teatro, el desgraciado
artista no los conoció... L a congestión cerebral
le m a t ó en pocas horas.
Y l a P a c a volvió á encontrarse sin recursos,
pero con tres hijos. A m a b a l a excelente madre
á su marido y lloró
amargamente
su des-
gracia.
—¿Qué haré?—se preguntaba en medio de su
desolación, contemplando á las tres inocentes
criaturas que tenía obligación
de mantener.
I n t e n t ó trabajar, pero era tan escaso el fruto
GENTE D E
MADRID
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de su trabajo de costura... Pasaba las noches
en vela mientras d o r m í a n sus hijos, trabajando
nerviosamente, y este trabajo, de ínfimo producto, minaba su salud... L o s hijos se quedar í a n pronto sin madre. E s t a idea l a enloquecía.
¿Qué sería de los tres n i ñ o s sin madre? L a pobre mujer seguía p r i v á n d o s e del sueño y del
alimento, y se sentía
morir. U n a
mañana,
cuando y a estaba resuelta a pedir para sus hijos
albergue en u n asilo de caridad, p e n s ó , en medio de su fiebre, que ella t a m b i é n p o d r í a ser
corista. Mejor sería ser corista que lo que le
había propuesto una vieja de l a vecindad. Esta
vieja le h a b í a dicho:
— H i j a m í a , si y o tuviera los años y l a cara
que usted tiene, no p a s a r í a apuros, n i t e n d r í a
a los chicos muertecitos de hambre. N o sea
usted tonta.
N o era tonta, pero era honrada; conservaba
en el alma l a memoria del padre de su3 hijos, y
antes e n t r e g a r í a estos hijos á la caridad, y ella
se dejaría m o r i r , que vender su marchita hermosura.
Dios se c o m p a d e c i ó de tanta desdicha, y u n
empresario galante y aficionado á lo bueno l a
contrató. L a P a c a f o r m ó parte del coro de una
compañía de zarzuela alegre, m á s que por su
voz por su buena presencia, el empresario le
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CARLOS PRONTAURA
asignó doce reales por función, con promesa de
aumentar este sueldo.
Y todas las noches puede el lector, si vive
en M a d r i d , ver á la P a c a en el coro del teatro
de... luciendo los m á s caprichosos trajes; enseñ a n d o las piernas, por exigirlo a s í e l gusto do
l a parte m á s numerosa del p ú b l i c o , y alguna
vez se ve obligada a brincar y saltar al c o m p á s
de l a m ú s i c a . C o n los doce reales l a P a c a y
sus hijos viven, y éstos están cada d í a m á s
hermosos, y ella ha mejorado de salud n o t a .
blemente, y su melancólica belleza tiene indefinible encanto... E s la corista m á s perseguida
de los galanes de todas cataduras que frecuentan el teatro.
Raro es el d í a que no tiene que o i r P a c a
proposiciones de a l g ú n enamorado, y si ella
no fuera tonta, como dicen sus c o m p a ñ e r a s , en
coche de dos caballos la v e r í a m o s en el R e t i r o
y l a Castellana,
P a c a oye á sus adoradores, y con una amarga sonrisa contesta á las proposiciones que le
hacen:
—Tengo tres hijos, y soy buena madre. N o
puedo ser una mujer perdida. S i quiere usted
casarse conmigo y tiene l a abnegación necesaria para mantener y educar, por amor a l a madre, tres hijos de otro...
GENTE
DE
MADRID
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Hasta ahora ninguno se ha presentado capaz
de esta a b n e g a c i ó n .
Y l a P a c a sigue cantando en el coro, y danzando al c o m p á s de l a m ú s i c a , s e g ú n las i n d i caciones del director de escena... Y
muchas
veces canta y danza con los ojos llenos de lágrimas.
IV
DON BLAS
TRUCHIMAN
i
Conocí esta N o v i e m b r e ú l t i m o , en casa de
m i vecina l a v i u d a de Cerrojillo, una pensionista que tiene reuniones para que se distraigan
sus dos bijas, conocí, digo, á D . Blas T r u c h i m á n , que iba allí con intenciones hostiles contra l a mayor de las muchachas.
D o n Blas era un hombre m u y desahogado,
es decir, m u y francote, m u y hablador, que
trataba con l a mayor confianza á l a viuda, á sus
hijas y á todos los que nos c o n g r e g á b a m o s en
aquella casa. E l llevaba siempre l a v o z cantante, es decir, que se lo hablaba todo, sin dejar á
n i n g ú n otro meter baza.
L a v i u d a estaba encantada y le oía extática,
G E N T E D E MADRID
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persuadida de que era D . Blas una de las mejores proporciones de la época.
U n a noche p r e g u n t é á l a viuda, que antes de
que éste se presentara me h a c í a de él exagerado
elogio:
—Diga usted D . " Bibiana, ¿y q u é profesión
es la de D . Blas?...
— A h o r a está cesante; pero y a v e r á usted en
viniendo Sagasta.
E n efecto, Sagasta era su Í n t i m o amigo, según él aseguraba.
—Esto no puede d u r a r — d e c í a D . Blas, aludiendo a l Gobierno conservdor;—esto se v a por
la posta, y no hay m á s recurso sino que vengamos nosotros los liberales;
E l hombre r e p e t í a lo que decía todo el mundo, presintiendo el resultado da lo que tramaban los rusos contra D . A n t o n i o .
—Hoy mismo continuaba diciendo D . Blas
—he escrito á Sagasta que se prepare y que no
sea tonto, y que se deja guiar por m í , y no
haga caso de otros.
¿Tan amigo de usted es?...
—Somos u ñ a y carne. Y a ve usted, en La
Iberia escribíamos juntos.
—iHombrel
—Sí, señor. Y nunca publicaba n i n g ú n artículo sin leérmelo antes. Conque no digo m á s . . .
28
CARLOS ÍTtONTATJRA
—¿Y c ó m o en las diversas épocas que ha sido
poder no ha figurado usted en el Congreso ni
en l a A d m i n i s t r a c i ó n ? . . .
—Porque no he querido; porque yo no soy
de los amigos que estorban...
como otros.
Siempre le he cedido m i distrito para un compromiso.
—¿Tiene usted su distrito propio?...
—lHombrel T a lo creo, tengo dos: uno en
l a M a n c h a y otro en Extremadura, y en ninguno de ellos sale nunca otro que el que yo
digo.
—Pues es una a b n e g a c i ó n l a de usted de
que no se ven muchos ejemplares.
—¿Qué quiere usted?... Y o soy así. Y no
sólo he podido ser diputado; sino Director de
Penales ó de lo que hubiera querido, y Subsecretario. L o que es ahora, si venimos al poder,
no h a r é lo que he hecho antes. Y a le he escrito á Sagasta que esta vez tengo el capricho de
ser diputado, y que puede disponer de uno de
mis distritos, pero del otro no. E l otro me lo
reservo, porque no quiero que se incomoden
conmigo, los electores, que á regañadientes me
han obedecido cuando les he dicho que no me
voten.
L a v i u d a de Cerrojillo no p o d í a disimular la
emoción que experimentaba oyendo á su futu-
G E N T E D E MADRID
29
ro yerno y á l a m a y o r de sus hijas, l a sensible
Elena, se le p o n í a n los ojos tan tiernos, que
daba c o m p a s i ó n verla.
L a otra muchacha tampoco podía disimular
el pesar de no tener otro T r u c h i m á n como el de
su hermana.
ii
Subieron los fusionistas al poder, y l a v i u d a
y su hija creyeron llegada l a hora de su ventura. D o n Blas rebosaba de alegría, y l a noche
del 11 de Diciembre, con el fausto motivo de
la jura d e l nuevo Gabinete, llevó á casa de su
novia unos bartolillos de l a p a s t e l e r í a de l a
calle de l a Go/guera, y nos hizo participar de
tan delicado obsequio á todos los tertulios.
Felicitárnosle todos sinceramente, y
estuvo
el hombre m á s expansivo que nunca.
—¿Quién será Gobernador de Madrid?—le
preguntó un c u ñ a d o de l a v i u d a , buen sujeto,
que tiene muchas ganas de pertenecer a l a secreta, no porque lo necesite, sino porque es m u y
curioso y se ha e m p e ñ a d o en que posee aptitu-
30
CARLOS TRONTATJRA
des extraordinarias para d e s e m p e ñ a r comisiones de policía...
—Precisamente—dijo D . Blas—me han ofrecido el puesto; pero y o no lo he querido...
— i Q u é lástimal
—¿Y por q u é ? . . .
A s í exclamaron l a v i u d a y l a novia.
—Porque y o — c o n t e s t ó —tengo m u y malas
pulgas, y si fuera Gobernador, todos los días
m e t e r í a en l a cárcel á medio M a d r i d .
—Pues entonces—observé—en dos días acababa usted su m i s i ó n .
—Conozco—prosiguió—que esto no se puede
hacer; pero yo no soy de la madera de los que
se doblan y transigen... A s í es que le dije á
P r á x e d e s esta tarde: «Déjame de gobiernos que
no te quiero comprometer. T a sabes m i genio...
Y o no puedo tomar otro cargo que uno en que
nadie me pueda hacer observaciones y en que
yo haga lo que me de l a gana.> Puede que
me haga Consejero de Estado... T o le he dicho
que me haga l o que quiera, porque tampoco
he de tener exigencias n i poner dificultades á
u n amigo. D a asco ver el s i n n ú m e r o de prete& dientes que andan y a por esos Ministerios, T o
no me" quiero confundir con semejante
turba
de p e d i g ü e ñ o s . lAsí está el país perdidol
Todos los tertulios oían con a d m i r a c i ó n á
G E N T E D E MADRID
81
Don Blas, contemplando al hombre superior,
modelo de a b n e g a c i ó n , de independencia y desinterés, a l m i s m o tiempo que de acrisolada
lealtad y firme consecuencia política.
A l a viuda se le pasaban buenas ganas de
darle un abrazo, y l a novia se esponjaba orgu
llosa como si estuviera y a en posesión de marido de tan revelantes circunstancias.
L a futura suegra, D O pudiendo expresar su
satisfacción de otra manera, nos obsequió á
todos con chocolate con canela y Píos nonos,
que m a n d ó traer de l a bollería de l a esquina.
m
He estado malo, y h a c í a días que no iba á l a
tertulia de l a v i u d a .
A y e r me la e n c o n t r é .
—¿Y D . Blas?—la p r e g u n t é — ¿ C u á n d o es la
boda?...
—¡Calle ustedl—me d i j o . — S i no se le puede
echar la vista encima. Apenas v a á casa, porque está m u y ocupado. L o s Ministros no le dejan un momento. Y l a chica se está desesperando y desmejorando de una manera...
32
CARLOS
JRONTAURA
Y anoche leí en La Correspondencia:
«Ha sido destinado á uno de los fielatos de
esta corte D . Blas T r u c h i m á n , que y a perteneció al Cuerpo de Consumos en otra época.»
Temo que en leyendo esta noticia se mueran
de repente l a v i u d a y su hija.
V
DIPUTADO ELEOTO
Todo j ú b i l o es boy, no l a gran Toledo, sino
la reducida h a b i t a c i ó n en el piso tercero de la
calle de los Negros, donde v i v e D . J u a n L ó p e z
y Pérez, diputado electo.
Y a era hora que D . J u a n recibiera el justo
premio á su insignificancia.
Hace cinco años que todos los días v a por la
mañana á casa del ministro D . P e r e g r í n , sin
otro objeto que saber como h a pasado l a noche
el perspicuo hombre político, y vuelve por l a
noche un ratito. E n La Iberia ha escrito dos artículos en d e m o s t r a c i ó n de que fuera del fusionismo no hay salvación para este p a í s . T o m ó
3
34
CARLOS FRONTAURA
parte activa en l a manifestación aquella tan
culta contra C á n o v a s . P o r todos estos méritoB
ahora le han encasillado en el distrito de Sal si
puedes, e c h á n d o l e á luchar con D . J u a n P é r e z
y L ó p e z , que le ha representado antes, y que
t e n í a a l g ú n arraigo, aunque poco, en aquellos
pueblos.
É l es agente de negocios; pero como el país
está tan perdido y h a y pocos negocios y muchos agentes, D . J u a n L ó p e z cada vez r e ú n e
menos ingresos, viendo d i s m i n u i r notablemente su clientela. Y le dijo á su m u j e r : — « H i j a , es
preciso que me dedique á otra cosa, y ha de ser
cosa que no tenga que estudiar, porque y a tengo los huesos duros para meterme en estudios.
H e pensado que lo mejor sería hacerme diputado. >—« E s o es lo mejor, contestó l a señora.
¿ P o r q u é no le hablas á D . P e r e g r í n ? A h o r a
es M i n i s t r o , y si no te hace diputado será porque no le d é l a gana, y entonces y a te' puedes
i r con Bosch, que dice que te quiere tanto; porque, hijo, amigo que no sirve y cuchillo que
no corta, que se pierdan poco importa. Cinco
años hace que pagas el círculo y que vas todos
los d í a s á dar los buenos d í a s á D . P e r e g r í n ,
y buenos ramos de flores hemos regalado á su
mujer; y cuando se le casó l a c u ñ a d a , me desp r e n d í yo, para regalárselo, de aquel medio
GKNTK D E MADRID
35
aderezo de r u b í e s , amatistas y topacios de m i
abuela, y bien lo hizo poner don P e r e g r í n en
la lista que dio á los periódicos; guardada tengo l a lista en u n n ú m e r o de La Iberia. «Un soberbio medio aderezo de r u b í e s , amatistas y topacios, de D . J u a n L ó p e z y P é r e z y señora. >
Conque me parece que no h a b r á muchos que
reúnan las circunstancias que t ú para ser diputado.»
D o n J u a n ha tenido suerte: llegó á exponer
su pretensión en momento oportuno; precisamente estaba el M i n i s t r o discurriendo c ó m o
echaría del distrito, de Sal si puedes, á D . J u a n
Pérez y L ó p e z , á quien tiene S u Excelencia
mucha tirria desde que sabe que P é r e z y L ó pez dijo en l a tertulia de l a Marquesa de l a
Manta, una noche en que no sé q u i é n hablaba
de hombres feos:—«No hay que darle vueltas,
señoras y señores, e l hombre m á s feo del globo
es D . P e r e g r í n . » L a candidatura de D . J u a n
López y P é r e z f u é aceptada, recomendada a l
Gobernador y á toda l a c a c i q u e r í a del distrito,
y D . J u a n L ó p e z , mediante u n e m p r é s t i t o contratado con otro agente de negocios que está rabiando por tener u n diputado cogido para que
le sirva en ciertos y ciertos asuntos peliagudos,
se fué á Sal si puedes á recomendarse, y tuvo
diversas entrevistas con el cacique mayor, u n
36
CARLOS
ÍRONTATJRA
t í o gordo, llamado de mote Iscariote, que tiene
dominada por el terror toda l a comarca, y un
yerno en presidio, por homicidio con agravantes, y h a declarado la guerra á D , J u a n P é r e z
y L ó p e z ; porque éste, mientras ha sido .diputado, no h a sacado el indulto de aquel inocente
cordero. D o n J u a n L ó p e z y P é r e z ha prometido á Iscariote, que ese indulto será el primer
servicio que él haga á l a n a c i ó n .
E n l a cabeza del distrito, el flamante candidato se hizo dar una serenata y p a g ó medio ciento
de cohetes para festejar su llegada; fué padrino de u n chico que acababa de dar á l u z la señ o r a d e l A l c a l d e , y que hace el n ú m e r o quince
de los hijos de l a dizna autoridad, como dice el
Secretario del Ayuntamiento; ofreció el despa
cho de tabacos de la A r r e n d a t a r i a á una viuda
bastante guapa, que se ha quedado sola en el
mundo, y p r o m e t i ó que se r e s o l v e r í a en favor
de Sal si puedes una cuestión de aguas que tiene este pueblo hace diez y ocho siglos y tres
meses, con otros dos pueblos nominados Pulgar í n y P u l g a r o n , cuestión que todos los años
produce varios garrotazos y algunos tiros, y la
c o n c e n t r a c i ó n de l a G u a r d i a c i v i l .
D o n J u a n L ó p e z y P é r e z , merced á las artes
de Iscariote, ha derrotado por tres votos á don
J u a n P é r e z y L ó p e z , brillante resultado
que
GENTE D E MADRID
37
atribuye exclusivamente á su prestigio entre
aquellos honrados habitantes; y no crean ustedes que exagero si les digo que D . J u a n L ó p e z
y P é r e z , electo diputado, parece
otro hom-
bre. L e he visto en l a calle y me ha impresionado mucho su presencia: derecho, circunspecto, serio, con g a b á n nuevo gris y guantes de color de c a ñ a , marcha el hombre con aire decidido, mirando á los t r a n s e ú n t e s con cierta benevolencia compasiva y protectora, como quien
tiene l a conciencia de su superioridad y l a cabeza rellena de ideas salvadoras de l a sociedad...
D o n J u a n L ó p e z y P é r e z no v a y a á casa del
ministro D . P e r e g r í n con aquel aire de mansedumbre y s u m i s i ó n . A h o r a y a puede ver don
P e r e g r í n lo que hace, porque D . J u a n L ó p e z y
Pérez es u n diputado de l a nación, y si no le
sirve D . P e r e g r í n , él es m u y independiente y
con él no juega D . P e r e g r í n n i nadie.
E n su casa t a m b i é n es otro hombre D . J u a n ;
ya no da importancia alguna á l a o p i n i ó n de su
mujer y de su suegra, que antes nunca se atrevió á contradecirla; les ha perdido el miedo, y
el otro d í a , que l a suegra le dijo con su acostumbrada a m a b i l i d a d : — « J u a n i t o , ¿ y q u é vas á
hablar t ú en el Congreso?», l a contestó con desabrimiento y dignidad: — « S e ñ o r a , h a r á usted
38
CAELOS
IROSTAUKA
bien en meterse en sus enaguas, y no en lo que
no le i m p o r t a . »
A y e r recibió una cocinera, y le dijo: —«Advierto á usted, para que no lo olvide, que cuando hable usted de m í , diga usted siempre: «Su
señoría.»
P o r supuesto que se muda del cuarto tercero a l principal, y y a se ha
hecho tarjetas
como esta:
- Otro detalle
que demuestra
[
^ u a t v =£ópe*
íEé-fce*
DIPUTADO A CORTES
Negros, 90, pral.
lo poseído que
D . J u a n está de su m i s i ó n parlamentaria. N o
se habla en su presencia de cosa alguna, sin
que a ñ a d a t r a n q u i l a m e n t e : — « D e eso h a b r á que
tratar en las Cortes. Y a tengo yo m i idea.» D o n
J u a n tiene ideas y hasta soluciones y remedios
para l a cuestión obrera, para el pauperismo,
para la e m p l e o m a n í a , para el conflicto financiero, para l a r u i n a de los vinicultores, para l a situación del teatro español, para el cólera y el
trancazo, para las embestidas del anarquismo,
para l a glosopeda y para los estragos que hace
el tabaco de la C o m p a ñ í a Arrendataria.
. . . L o malo será que no p o d r á explanar sus
ideas, porque en l a primera legislatura se pre-
GENTE
D E
MADRID
39
p a r a r á para la segunda, y en cuanto empiece l a
segunda le d a r á n un destino bueno, pero bueno...; porque s i n o , lay de D . P e r e g r í n y del
partido liberal, y hasta del sistema representativo!
VI
JUANITO
RETAMA
Y a está en San S e b a s t i á n Juanito Retama, y
este año ba de c u m p l i r su p r o p ó s i t o , porque y a
no puede esperar m á s . Hace cuatro veranos
i m a g i n ó el plan que se propone realizar ahora
á todo trance. Como que l a realización de ese
plan es su ú n i c a salvación. Y a no tiene una peseta, n i crédito. R o r milagro ha dado con un
usurero que le preste seis m i l reales mediante
una escritura de depósito de tres m i l pesetas;
y el sastre, á quien debe l a ropa del a ñ o pasado,
le ha hecho un traje de m a ñ a n a y otro de sociedad para que pueda i r á l a capital guipuzcoana
y realizar el plan. E l sasre m i r a con cierta consideración á Juanito, porque le ha proporcionado mucha parroquia.
Juanito es u n elegante de l o m á s chic, y ha
« E N T E D E MADRID
41
servido de figurín al sastre. Y si Juanito, que
en otro tiempo le pagaba bien, ahora le paga
mal, ó no le paga, en cambio los parroquianos
que le ha proporcionado le pagan m u y caro el
gusto de que les vista el sastre de mejor tijera
de la corte. A d e m á s , el sastre, que conoce el
plan de Juanito, no duda que lo l l e v a r á á término, y en llegando ese día, espera cobrar todo
lo que le debe.
Gracias, pues, a l sastre, Juanito es t a m b i é n
este año en San S e b a s t i á n el caballero mejor
portado que se pasea por el boulevard y baila en
el Casino y se deja ver en l a p l a y a .
¿Y q u é p l a n es e l que l l e v a Juanito á San
Sebastián?
U n plan m u y sencillo: casarse
H e r e d ó l a fortuna de sus padres, y se gastó
alegramente una m i t a d y se j u g ó l a otra; heredó luego á una t í a , y lo mismo. Tiene a ú n otra
tía, pero ésta, que h a visto lo que ha hecho con
las dos herencias, le ha anunciado que y a tiene
dictada su disposición testamentaria en favor
de los niños de l a Inclusa, que seguramente no
derrocharán el caudal.
Juanito Retama no halla otro medio de evitar la ruina estrepitosa que le amenaza; se casará con una mujer rica, y en casándose, se meterá de hoz y de coz en l a política, y poco ha
42
CARLOS JTRONTATTRA
de podor sino logra que le hagan diputado; y
una vez diputado, será todo lo que le d é la gana de ser...
Hace cuatro años que persigue este honesto
fin. P e n s ó primero ser yerno de ministro, ó de
c a p i t á n general, ó de Presidente de a l g ú n alto
cuerpo, pero y a estaban cogidas todas esas buenas proporciones; y si alguna quedaba, hallábase t o d a v í a en el colegio ó en el p e r í o d o de la
lactancia. T u v o , pues, que renunciar forzosamente á elegir su v í c t i m a entre las hijas de los
grandes personajes. Se h a b í a n acabado las útiles.
Entre las hijas de banqueros, que a ú n habla
algunas, no logró mucha aceptación. L o s padres olieron que el mozo estaba con e l agua a l
cuello, y le hicieron cruda guerra U n a , m á s fea
que el pecado mortal, estuvo á punto de escaparse con Juanito; pero el padre,
vigilante
siempre, lo estorbó, y propuso a l raptor
que
eligiera entre recibir m i l duros de gratificación
como premio de su desistimiento, ó una paliza.
Juanito, puesto en esta alternativa, o p t ó por lo
primero. A los cuatro días, n i uno siquiera le
quedaba de los m i l .
T r a t ó de enderezar sus exploraciones hacia el
ramo de viudas de buen ver, y no fué m á s afortunado. Son muchos los ejemplos de viudas que
GENTE D E
MADRID
43
han pagado m u y cara l a satisfacción de contraer
segundas nupcias, y y a no se conmueven fácilmente. U n a e n c o n t r ó que pasaba de los cincuenta, que en los conciertos, en el Casino de San
Sebastián l u c í a vistosísimos trajes, y por las
tardes paseaba en una ligera cesta arrastrada
por dos briosas jacas, y en el teatro t e n í a palco,
y no faltaba nunca en Beti- J a i . . .
Juanito se propuso conquistarla, y pronto
comprendió que l a dama le miraba con interés.
Y a se consideraba d u e ñ o de l a opulenta v i u d a
y discurría c ó m o comprometerla á casarse con
él, cuando una noche, a l separarse de su enamorada, á q u i é n h a b í a a c o m p a ñ a d o a l hotel
desde el teatro, se le acercó u n arrogante capitán de caballería que p a r e c í a u n gigante y le
dijo:
—¿Usted es J u a n i t o Retama?
—Servidor de usted. ¿Qué tiene usted que decirme?
—Poquita cosa. M í r e m e usted b i e n .
—¿Qué significa?.,..
—¿Le parece á usted que yo tengo cara de
aguantar que u n perdis c ó m o usted se llame m i
p a p á político?
—Esa broma...
—No es broma. Y o soy h i j o de l a señora á
quien usted está e n g a ñ a n d o miserablemente.
44
CARLOS
FRONTAURA
U n amigo fiel me h a avisado de lo que ocurre,
y desde Sevilla he venido á h a c e r a usted l a
pregunta que acaba de o i r .
—ICaballero, usted no tiene derechoI...
— N o tengo derecho, pero tengo un sable
m u y hermoso, con el que pienso cortar a usted
las orejas si vuelve á acercarse á m i madre, á
la que debe usted respetar por sus años y por el
reblandecimiento cerebral que padece.
Juanito c o m p r e n d i ó que las orejas c o r r í a n
peligro, desistió l a conquista. E l c a p i t á n se llev ó consigo á l a pobre loca, que lloraba por su
Juanito como si hubiera perdido una alhaja.
Juanito está y a escarmentado y no quiere na
da con mujeres que tengan familia. S u bello
ideal es una vieja verde, y esta ganga es l a que
piensa haber encontrado en San Sebastián. H a y
algunas, pero l a que entre todas merece su preferencia es una dama extravagante que hace dos
años c o m p r ó un hotel en la Concha y allí pasó
el verano anterior, y allí se encuentra desde
principios de J u n i o ú l t i m o . J u a n i t o a v e r i g u ó el
a ñ o pasado todas las circunstancias de l a vieja.
É s t a es americana, viuda, y tiene casa propia
en P a r í s y en Barcelona y en el Puerto de Santa M a r í a .
Todas las noches en el teatro, Retama, desde
su butaca, contempla, sin quitarle ojo, á la vie-
G E N T E D E MADRID
45
ja, que ostenta en s u palco los trajes m á s exagerados é impropios de su edad, y deslumhra á
su enamorado con los brillantes que luce en el
cuello, en las orejas y en las manos. A c o m p a ñ a
en el palco á l a vetusta dama una l i n d a joven,
hija del administrador de sus propiedades, una
muchacha verdaderamente encantadora, y es
de ver que todo e l mundo m i r a con deleite á la
muchacha, y sólo Retama tiene fija l a vista en
la vieja, por donde todo el mundo se h a enterado y a de las intenciones del buen mozo. L a situación no puede ser, ciertamente, m á s ridicula para él, pero no le importa, Consiga é l lo que
se ha propuesto, y l o d e m á s poco le importa.
Luego que se apodere de l a vieja y de su fortuna, los que ahora se r í e n no d e j a r á n de hacerse
sus Intimos, s i pueden, y s i abre su casa y se
muestra expansivo y espléndido, no le faltarán
aduladores, y hasta h a b r á poeta que cante las
virtudes de l a vieja y de su marido.
N o es tonto Retama, eso no, n i le falta instrucción, y si quisiera trabajar, l o que hiciera
lo h a r í a bien; p o d r í a utilizar con honra su título de abogado, pero no tiene él paciencia para
hacer su camino lentamente por medio del estudio y del trabajo. « P a r a ser u n personaje en
este país, piensa, el camino m á s largo os el del
trabajo.» Y recuerda cien ejemplos de persona-
46
CARLOS FRONTAURA
jes que todos mis lectores conocen de vista ó de
oidas, y que l a posición que disfrutan d é b e n l a
exclusivamente á su desparpajo y poca aprensión, por no decir poca v e r g ü e n z a .
L o que es Juanito, este verano
compromete
á la vieja á casarse con él.
Y a v e r á n ustedes como en Octubre ó N o viembre se anuncia l a boda en los papeles p ú blicos.
VII
B L NOVIO F I N D E SIGLO
i
Creo y o que casi se h a perdido l a raza de los
novios de esquina, paseantes de l a acera de enfrente, sobornadores de criadas y porteros, estorbo del t r a n s e ú n t e y d i v e r s i ó n del vecindario
desocupado.
Las costumbres han variado notablemente.
Los padres y los tíos h a n perdido aquella severidad legendaria; las muchachas han aprendido
mucho, y no son y a aquellas candidas palomas,
cuya inocencia las e x p o n í a , al menor descuido,
á caer en las garras de u n g a v i l á n con carrik,
comprometiendo l a tranquilidad del hogar y el
honor de la familia.
A s i , y a no se usan aquellas exageradas pre
48
CARLOS F R O N T A U R A
cauciones que tomaban los padres, á fin de evitar que u n g a l á n entrara en la casa antes de
saberse con certeza que era de fiar, que venía
con buen fin, y que se le p o d í a llamar, sin riesgo de equivocarse, una buena proporción.
Ahora
y a no existen los obstáculos tradicionales, y toda doncella tiene el novio que le da l a gana, y
á todo galán se le franquea l a casa y se le allana
el camino del matrimonio. Y todo esto, y m á s ,
es preciso para que el g a l á n se decida á casarse,
no siendo l a novia hija de ministro presente ó
futuro, ó de capitalista inquebrable ó de capitán
general de ejército....
Pero t o d a v í a existe a l g ú n ejemplar de novio
de esquina, y en l a calle donde yo v i v o , sin i r
m á s lejos, pueden ustedes ver uno.
Y o me levanto á las ocho, y lo primero que
hago es levantar el v i s i l l o para ver que tal car i z presenta el día, y lo primero que veo es al
joven de l a esquina, con su capita bastante traída y su honguito de color de café. M e gusta el
galán: tiene aire resuelto, ó indudablemente no
es de aquellos inocentones novios callejeros que
florecieron en los tiempos en que llamaban al
general Serrano el ministro bonito. E l galán se
pasea inquieto, fuma cigarrillos, y de cuando
en cuando m i r a á los balcones de l a casa de la
otra esquina, donde vive l a novia. Cuando ésta
G E N T E jDE MADRID
49
aparece en el mirador, el g a l á n Be desemboza
graciosamente, se quita el sombrero y saluda
cortés y elegantemente á l a dama de sus pensamientos. P o c o d e s p u é s se le acerca un criado y
hablan los dos. E l criado es el mensajero de l a
señorita; le lleva una carta y toma l a que é l le
da, y váse para volver m á s tarde, y cuando ella
sale en coche con l a voluminosa madre, allí está
mi hombre, que saluda bizarramente á l a novia y á l a m a m á . . . .
N o , no es este novio de l a madera de aquellos
simples y medrosos del tiempo pasado. Este es
un tuno que v a á su negocio, u n novio fin de
siglo, inteligente, audaz, y h a r á su camino....
Bin trabajar.
II
Los novios de aquel tiempo se enamoraban
como unos tontos y se casaban como unos infelices. N o miraban si la novia tenía dote ó tíos
que heredar. E l l o s trabajaban en su oficio ó en
su carrera; v i v í a n con suma economía, pasaban
m i l trabajos, sufrían cien m i l contrariedades y
se acortaban l a v i d a
con heroica
y todo lo soportaban
mansedumbre,
complaciéndose,
cuando y a la mujer h a b í a perdido todos su?
PÍ4
60
CAELOS PRONTAURA
atractivos, en recordar lo guapa que era cuando
novia, l o modosita, l o t í m i d a , l o inocente y angelical, y lo remonlsima que estaba el d í a de la
boda con s u traje nuevo, su ramito de azahar
en el pecho, etc., etc. Triunfaban en toda l a línea en aquel tiempo el amor y el d e s i n t e r é s .
P e r o este novio que pasea por m i calle de to
do tiene menos desinterés, porque su proyecto
es hacer fortuna por medio del matrimonio. L a
novia, á quien ha trastornado el poco j u i c i o de
que l a d o t ó l a D i v i n a Providencia, es felta como u n coco; pero su padre es senador de los
vitalicios, y presta dinero con usura por mano
de un agente que, por tanto m á s cuanto, carga
con el sambenito de usurero, mientras él pasa
por uno de los prohombres m á s rectos y de m á s
severas costumbres. Claro es que á los padres
de la novia no les conviene para ésta u n mocito
sin oficio n i beneficio, y que no tiene una peseta,
y que tienen por seguro que persona de mejor
posición bocial q u e r r á casarse con su hija; pero
no dejará el arriscado joven que otro se lleve
l a ganga de una mujer rica, hija de padre que
siempre está en candelero, mande quien mande.
Él cuenta con la voluntad de la fea, y lo dem á s le i m p o r t a poco. U n d í a la muchacha se
p o n d r á de acuerdo con él, y y a b u s c a r á n l a manera de obligar á los padres á que los deje ca-
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61
sarse como Dios manda. U n a vez d u e ñ o legítimo de l a hija, de cuenta del padre corre l a carrera del yerno. É l le h a r á diputado, él le h a r á
alto funcionario, y todo esto no le h a b r á costado m á s trabajo que pasear la calle de l a novia
un par de meses, escribirla dos ó tres docenas
de cartas incendiarias, recibir otras tantas con
poca ortografía, y dar un disgusto á l a familia,
exponiendo á l a madre á una congestión cerebral... É l h a b r á hecho su suerte, y se r e i r á
grandemente de los que t o d a v í a se casan por
amor y no se preocupan de que tenga l a novia
otros encantos que los de l a belleza y l a v i r t u d .
III
Cuando veas, ¡oh lector! en l a esquina a l g ú n
individuo de buen porte contemplando los b a l
cones de l a casa de enfrente, has de tener por
seguro que es e l pretendiente de alguna hembra
de circunstancias superiores de posición y fortuna, y que no el amor, sino el propio interés
de hacer carrera por medio del matrimonio, es
lo que le obliga i hacer el oso desde la calle, como lo h a c í a n los novios de buena fé y verdaderamente enamorados en los pasados tiempos;
aquellos novios b e n e m é r i t o s que están hoy, los
62
CARLOS I 8 0 N T A U K A
que v i v e n , padeciendo reuma ó catarro crónico,
ó m a l de piedra, ó el terrible lumbago, ó reblandecimiento cerebral, ó alguna otra de las
mucbas enfermedades con que l a p r ó v i d a naturaleza obsequia á los mortales.
VIII
U N M A R I D O MÁRTIR
Iba yo por el viaducto y v i un sujeto arrimado á la baranda, como si estuviera honestamente entretenido en l a c o n t e m p l a c i ó n del panorama que desde aquel punto se descubre. Cerca
del sujeto, a s í como d i s t r a í d o s , pero m i r á n d o l e
de reojo, estaban dos guardias del orden, atentos
á la consigna de impedir que desde aquella al
tura se dirijan á la eternidad los
desesperados.
lEste es Nicomedes! p e n s é , y f u í m e hacia el
sujeto' y poniendo l a mano sobre su hombro,
díjele:
—iNicomedesl ¿Qué haces a q u í ? . . .
M i r ó m e sorprendido y como si no me conociera.
—¿No eres Nicomedes?
— S i , es decir, no estoy seguro de ser N i c o -
54
CARLOS FRONTAURA
medes. Y a no conozco á nadie n i á m i mismo.
—¿Es posible?...
—Pero á t í sí, abora te reconozco, y me alegro de verte bueno. A d i ó s , me v o y m á s allá...
M e cargan estos guardias que no me quitan ojo.
—Pero ¿qué te pasa? ¿qué intenciones son las
tuyas? ¿qué baces a q u í con este sol de justicia?
¿qué vas á hacer?,..
— V o y á saltar á la calle de Segovia en cuanto se descuiden esos u n momento.
— i Q u é disparatel N o te lo consiento. A h o r a
mismo te vienes conmigo y vas á contarme tus
cuitas, por si puedo proporcionarte remedio.
— A h no, no hay remedio, para m í .
—¿Qué sabes t ú ? . . . Vente, vente conmigo, ó
ta denuncio acusándote de delito de tentativa
de suicidio.
—Vamos, no te quiero contrariar. Volveré
m á s tarde, cuando releven á esos dos otros guardias menos celosos.
—Entraremos en aquel café, tomaremos un
refresco... M e parece que t ú lo necesitas...
— E n efecto, estoy a b r a s á n d o m e v i v o .
— E l café está solitario; nadie nos oye n i nos
interrumpe. C u é n t a m e , pues, tus penas, desaho
ga tu pecho...
—Sí, lo necesito; te lo d i r é todo, todo lo que
me ha pasado en seis años que h a r á que no nos
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56
vemos. Sabes mis vicisitudes anteriores, mis
pérdidas en la Bolsa, m i ruina por haber garantizado los p a g a r é s de aquel amigo que se fué á
Buenos A i r e s . . .
—Sí, todo eso lo sé.
—Tuve que aceptar un destino de seis m i l
reales para v i v i r . . . N o tenía condiciones administrativas, n i t í t u l o a c a d é m i c o , y no pudieron
darme cosa mejor. M e c o n f o r m é con m i suerte,
y vivía tranquilo en casa de doña P e t r a .
—¿Quién es d o ñ a Petra?
— L a m á s caritativa, gentil y dadivosa de las
patronas; una mujer y ejemplar por lo benéfica
y generosa. F i g ú r a t e que los h u é s p e d e s solían
irse de su casa sin pagar, y en vez de perseguirlos, como otra hubiera hecho, los perdonaba,
los c o m p a d e c í a y hasta lloraba su ausencia.
¿Has visto pupilera semejante?... E n su casa
era yo dichoso, te digo que completamente d i choso, y creo firmemente que los mortales que
no han sido h u é s p e d e s de d o ñ a P e t r a no han
conocido l a felicidad... l A y l . . . ¿ p o r q u e me sacaron de allí?...
—¿Quién te sacó de allí?...
— E l demonio, es decir, una señora... V e r á s ,
Y o , d e s p u é s de comer, solía salir al b a l c ó n ;
cerca de este balcón h a b í a otro de la casa inmediata, una gra casa, y en éste
manifestábase
56
CAELOS FRONTATTRA
una gran señora, m u y bien aderazada, vistosa,
que me miraba mucho, valiéndose de un impertinente, y a sabes, u n lente con mango largo...
U n a tarde me saludó, correspondiendo yo finamente; otra me h a b l ó de l a temperatura de
Agosto; me dijo que sólo t e n í a puestas la camisa y l a bata, y no p o d í a resistir el calor, y que
era de Extremadura, donde h a b í a enviudado
h a c í a a ñ o y medio, y se a b u r r í a allí y se vino
á M a d r i d ó v i v i r de sus rentas. E l d í a siguiente
me regaló u n j a m ó n , como lo oyes, u n jamón
e x t r e m e ñ o , m u y rico, del que participaron todos
los huéspedes de doña Petra, que por cierto hab í a m o s perdido hasta l a idea del sabor de manj a r tan exquisito... Todos lo probaron con singular regocijo y encarecieron la importancia de
tan suculento obsequio. Unicamente l a patroca,
l a sin par d o ñ a Petra, se mantuvo reservada y
reflexiva ante aquel j a m ó n . L a incomparable
pupilera tuvo, s i n duda, el presentimiento de
que aquel j a m ó n iba á ser la perdición de su
h u é s p e d predilecto.
—¿Te casaste con l a viuda?...
—Sí; el hombre es d é b i l . . . q u é quieres? Me
sacó de aquel asilo de beneficencia fundado por
d o ñ a Petra, y me llevó á l a iglesia. l A y , amigo
míol Entre seis m i l reales de sueldo y una mujer r i q u í s i m a , ¿qué hubiera hecho el mismísimo
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57
C a t ó n ? . . . P e r o iqué expiaciónl Confieso m i flaqueza; aquella mujer, antes de ser m i señora,
me inspiraba respeto y gratitud, luego que se
apoderó de m í y a no me i n s p i r ó tan gratos sentimientos... M e d o m i n ó por el terror, lo que
oyes, por el terror. Dio en ser celosa... T ú no
sabes lo que es una vieja enamorada. Siento que
estemos en u n café, donde puede entrar cualquiera, porque no puedo mostrarte como me h a
puesto m i mujer. Si quieres iremos luego á t u
casa, y me verás en cueros vivos.
—iHombre; ¿para q u é ? . . .
—Para que veas las cicatrices que tengo en
mi cuerpo.
- ¿Heridas?
—Pellizcos, unos pellizcos retorcidos de que
ella sola posee el secreto.
—iQué atrocidadl
—Sí, á toda hora, en toda ocasión, con el
más fútil pretexto me aplica ese cruel castigo.
Vamos en carretela por Recoletos a l Retiro, y
si yo miro á la derecha me arrima u n pellizco
que me vuelve loco, porque imagina que dirijo
la vista á l a elegante que pasa en su victoria
abanicándose: y si m i r o á l a izquierda, otro pellizco, porque supone que me g u i ñ a el ojo l a
amazona rubia del Circo que viene haciendo
monerías en su caballote inglés. O b l í g a m e á no
58
CARLOS FRONTAUKA
mirar m á s que á los grandes botones de la l i brea del cochero. Cuando volvemos de paseo en
coche, no traigo nunca menos de veinte cardenales de otros tantos pellizcos. E n el teatro no
cesa m i martirio. S i en l a comedia u n marido
se queja de que su mujer es una sierpe, l a m í a
me da u n pellizco, s u p o n i é n d o m e inspirador
del autor del chiste; si me atrevo á decir que la
graciosa canta bien unos couplets salpimentados,
el pellizco es seguro, lo mismo que si aparento
indiferencia ante l a gracia y desenvoltura de la
artista, porque m i mujer supone que m i actitud es disimulo refinado y c r i m i n a l hipocresía.
—iPues estás divertidol
- -Las criadas da m i casa son dos orangutanes con
faldas, lo m á s feo que ha encontrado m i mujer;
y el otro d í a , porque m i r é á una de ellas, m i ena.
morada esposa me tiró la vinagrera á la cabeza...
Pero, en cambio de tus contrariedades, tienes
una bueua, posición, t u mujer es rica...
—iHombrel si no tengo u n cuarto; ella me lo
compra todo, hasta los fósferos. Dice que no
careciendo de nada, para nada necesito dinero.
— E n eso no le falta l a r a z ó n .
—Pues y o te digo que no puedo v i v i r así...
E n m i lugar te quisiera ver. Como los manjares
m á s exquisitos, y para m í tienen u n sabor m á s
amargo que l a hiél; habito en un hotel que m i
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59
mujer ha comprado para que estemos sólitos
los dos, y recuerdo con deleite l a h a b i t a c i ó n
obscura y las sillas cojas de casa de d o ñ a Petra;
duermo, cuando ella me deja dormir, en u n lecho de colchones de p l u m a y seda entre cortinajes de rico damasco, y envidio al estudiante
desvalido que duerme en u n catre ó en u n tablado verde, sobre u n j e r g ó n de terliz y p a ñ o
ja... Y en fin, todo lo sufriría, los malos tratamientos, los pellizcos, l a carencia absoluta de
dinero, la a b d i c a c i ó n completa de m i voluntad,
la humillación de que'me mantenga m i mujer..,; pero lo que no puedo sufrir es su ternura,
sus frases de amor... N o p u e d o . n o puedo, te
digo... Cuando me dice: <lMonín
míoa.ponien-
do un hociquito m u y afilado, siento impulsos
de estrangularla... Y antes de que esto suceda,
quiero tirarme del viaducto abajo. H o y me he
escapado de casa, y hoy ha de ser el d í a de m i
libertad...
— H o y no, porque y o no te dejo que hagas
ese disparate.
—Pero, ¿qué puedo hacer en m i situación?...
—Ser hombre, tener energía, imponerte & tu
mujer.
—Ilmposible! L a e n e r g í a , la dignidad, todo
lo p e r d í al casarme con una mujer rica siendo
yo pobre. N o hay remedio para m i .
60
CARLOS FRONTAURA
—Pues sufre, come y calla, y déjate querer.
— ¡Dejarme
querer!... [Horrible!
ihorrible!
Ihorrible!... N o me t i r a r é hoy desde el viaducto por no
darte u n disgusto pero me t i r a r é
otro d í a .
¡Pobre Nicomedesl ¡Y hay quien le envidia
l a suerte de haberse casado con una mujer rica,
aunque fea y entrada en años!
IX
LAS TEES CLASES DE VAPOE
N o crean ustedes que sólo en Barcelona y su
término existen estas renombradas clases de
vapor que tanto se agitan y suelen producir algún que otro disgusto á los gobernadores y á
los fabricantes. Y o creía eso t a m b i é n , que solamente allí se disfrutaban las ventajas que proporcionan esas sonadas clases; pero me ha sacado de m i error D . J e s ú s de l a Gazuza, empleado
en Hacienda con 5.000 pesetas, que en el presente momento h i s t ó r i c o está el pobre temblando ser una de las v í c t i m a s del furor de economías que se ha apoderado de nuestros legisladores. Mucho lo sentiría y o , no sólo por el debido
amor al p r ó j i m o y porque para éste no quiero
lo que no quiero para m i mismo, sino porque el
triste D . J e s ú s , sobre ser un empleado b e n e m é -
62
CARLOS FRONTAURA
rito, de los que no se prestan á chanchullos, ni
faltan a l a oficina, n i dejan dormir los expedientes, n i posee otros bienes en l a tierra que su
empleo, tiene que mantener y sufrir en su casa,
según el mismo dice, las tres clases de vapor.
L e a n ustedes como se explica el estimado
Don Jesús:
M e rio y o , dice, de las dificultades y conflictos que á lo mejor encuentra l a autoridad en
Barcelona por efecto de discusiones, determinaciones, manifestaciones é imposiciones de las
tres clases de vapor. E n m i lugar h a b í a n de
verse el gobernador y el c a p i t á n general, y seguro estoy de que n i sabrían q u é hacer, n i se
v e r í a n libres de fuertes dolores de caheza ni
t e n d r í a n l a paciencia que yo tengo, n i hallarían
manera de resolver el conflicto de todos los días
en que yo me veo. Que no me hablen de l a trascendencia de l a actitud de las tres clases de vapor... Y o no tengo el gusto de conocer esas clases, que deben ser de lo m á s zaragatero que se
ha visto en el mundo; pero conozco las que
tengo en casa, y esas sí que son clases de vapor.
Son tres hijas solteras que Dios me ha dado, y
así me salve S u D i v i n a Majestad como y a no
puedo con ellas, y m á s fácilmente me las habría
y o solo con las tres clases de vapor de Barcelona, aunque fuera á brazo partido, que con esas
G E N T E D E MADRID
63
niñas de mis ojos, que han de acabar conmigo
BÍ Dios no lo remedia. Se asusta mucho l a gente
porque se declaran en huelga alguna vez las tres
clases de vapor. L a s de m i casa están en huelga
constantemente. L a mayor parte de los días no
tengo quien me haga el chocolate por l a mañana; l a criada ha salido con recados de las tres
clases de vapor, y á las diez no ha vuelto; l a
primera de aquéllas está mala; l a
segunda
duerme profundamente, porque se acostó tarde,
como que estuvo leyendo una novela de Z o l a
que le p r e s t ó el vecino, y la tercera no sabe
hacer chocolate. T o m o en crudo l a triste onza
del de peseta de l a Colonial y u n vaso de agua
y á la oficina. Terminadas las seis horas de trabajo b u r o c r á t i c o , vuelvo a casa con buenas
ganas de comer, que, á pesar de l a arrastrada
vida que paso, no pierdo el apetito; pero no hay
ejemplo de que y o coma c o n aquella tranquilidad y aquel gusto con que debe de comer
quien paga puntualmente lo que come. Siempre
ha ocurrido algo mientras estuve en l a oficina,
algo que h a impedido l a indispensable preparación de l a comida. O l a criada r i ñ ó con mis
hijas, y se ha ido á l a calle, d e s p u é s de ponerlas
de oro y azul, y de tirar á la cara á l a mayor el
tocino, habiendo armado un escándalo fenomenal, que me cuenta con todos sus detalles, ó
CARLOS TROHTATJRA
han sido ellas tres las que han reñido y me las
encuentro sofocadas, m i r á n d o s e con enojo, amen a z á n d o s e , l a mayor roja de ira, l a mediana
pajiza de cólera, y l a menor verde de rabia, y
en cuanto nos ponemos á comer reprodúcese la
disputa, y la mayor estalla, y l a segunda salta,
y l a tercera revienta, y me quedo sin comer,
porque no t e n d r í a y o sangre paternal en las
venas s i pudiera presenciar con estoica indiferencia el lamentable espectáculo de las tres
clases de vapor en violentísima ebullición; ó no
puedo comer porque la sopa está ahumada, y
los fideos hechos engrudo, y los garbanzos duros
como balines, y l a carne no se c o r t a r í a con una
sierra, como que la criada, en vez de cuidar el
puchero, estuvo en la calle ejerciendo de espía
para enterarse de que rumbo tomaba en saliendo
de guardia del cuartel un teniente primero que ha
dado palabra de casamiento á m i chica mediana,
y probablemente se la tiene dada á otras, y por
lo visto se la da á toda mujer incauta que enouentra en su camino. E n suma, y para no
cansar, no hay d í a en que yo coma á m i gusto,
y muchas veces me veo en la necesidad de
echarme á l a calle y meterme en el r i n c ó n más
obscuro de u n café y tomar uno con media tostada, y y a me ha sucedido que el camarero, viendo que caían l á g r i m a s de mis ojos s ó b r e l a rancia
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66
manteca del pedazo de tostada que me llevaba á
la boca, me ha dicho con m a l modo: «Oiga usted,
si piensa usted matarse en c o m i é n d o s e l a tostada, d í g a m e l o con franqueza, para llamar á l a
pareja, que el otro d í a , a h í donde está usted, se
mató un sujeto, que t a m b i é n estuvo u n ratito
llorando, a l m i s m o tiempo que se c o m í a un
bollo, y el amo no quiere compromisos.» P o r
esta v e r g ü e n z a tiene que pasar un padre amantlsimo.
L a noche es para detcansar, ¿ v e r d a d ? . . . Pues
en m i casa no es así; l a noche en m i casa es para
bailar, para jugar á juegos de prendas, para cantar á lo flamenco, ó por lo fino, que es peor, y
para que y o padezca bajo el poder de las tres
clases de vapor que tengo en m i c o m p a ñ í a . A l guna vez que he querido apuntar una prudente
observación acerca del desordenado afán de recibir en casa l a gente m á s cursi de l a cristiandad, mis hijas se han sublevado, a f r e n t á n d o m e
con la calificación de tirano y obscurantista.
Militares y paisanos, las hijas de la v i u d a de
arriba, los h u é s p e d e s de enfrente, la alumna del
Conservatorio, sobrina del flautista de abajo;
las dos hermanas jamonas del tercero, que tienen un señor mayor que les paga la casa, un
curial, que canta de b a r í t o n o de afición; u n cesante de Hacienda que canta de tenor opaco, y
6
66
CAELOS 3TKONTAÜEA
una hija del curial que canta de tiple de fogata,
ó q u é sé yo como se dice, vociferan todas las
óperas con a c o m p a ñ a m i e n t o de a c o r d e ó n , que
lo toca u n maestro de primeras letras, y me hacen odiar el divino arte de l a m ú s i c a . Y o , en
estas reuniones, hago el m á s triste papel que
puede imaginarse; nadie me hace caso, y una
noche u n joven de caballería p r e g u n t ó á m i hija
mayor: «¿Quién es ese fenómeno?» Y o era el fen ó m e n o . M i hija lo contó luego, celebrando el
chiste. P a r a evitar estos incidentes, me retiro á
m i cuarto, donde rezo mis cortas oraciones, y
cuento mis cuitas á m i mujer, que esté en gloria,
para que sepa como me ha dejado en este mundo, y me acuesto y no duermo hasta que, ya
cerca del amanecer, cesa e l ruido de l a tertulia
y me rinde la fatiga. Omito hablar de l o que me
gastan mis hijas: me gastan todo l o que tengo y
algo m á s , porque siempre estoy en deuda con el
habilitado...
A l g u n a vez leo en La Correspondencia las noticias de los movimientos y exigencias de las
tres clases de vapor, y pienso que si y o no tuviera m á s trabajo que gobernar y reducir á esos
importantes elementos de l a fabricación catalana, poco trabajo me costaría lo que parece tan
difícil empresa. L a s tres clases de vapor irreducibles é indomables son, en puridad, las tres
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67
hijas que he tenido en m i matrimonio con m i
malograda Engracia, que de Dios goce, y que
era la mujer m á s tranquila, m á s insípida, m á s
sosa y m á s simple que v i n o a l mundo. ¿ C ó m o
de una mujer tan pava como aquella, Dios la
haya perdonado, y de u n hombre tan infeliz
como yo, han podido nacer esas tres clases de
vapor?... ¡Misterios son éstos de l a naturaleza
que no es dado profundizar á un humilde subordinado de m i digno jefe, el respetable señor
Ministro de Hacienda!
X
[ABAJO L A F I N U R A l
Se h a b í a hecho la t r a n s f o r m a c i ó n social sin
derramar una gota de sangre. L o s burgueses,
convencidos de que eran unos picarones, y arrepentidos de haberlo sido, h a b í a n s e prestado gustosos á los deseos del socialismo, y este sistema
de desgobierno se habla establecido de l a manera m á s pacífica y correcta que puede imaginarse. L o s bienes se hablan repartido, con la
posible equidad, por medio de una rifa colosal.
Cada cual se h a b í a contentado con l o que la
suerte le designó. E l palacio del M a r q u é s de
Linares h a b í a correspondido al señor Liendres,
un ropavejero, m u y buena persona,
aunque
algo borracho, que se h a b í a instalado en aquel
suntuoso edificio con todos sus parientes y los
de su mujer, l a seña Tecla. L o s Marqueses ha-
G E S T E D E MADRID
«9
bían Bido favorecidos con un cuartito interior
de una casa de la calle de l a Ventosa, y se habían ido tan contentos á su nueva residencia,
quedando m u y amigos de la familia Liendres.
A D . P r á x e d e s le h a b í a correspondido una huevería de l a calle de las Maldonadas, y todo el
día estaba allí despachando su m e r c a n c í a , como
si en su vida hubiera hecho otra cosa. M a r t í n e z
Campos era vecino de l a misma casa, en una
guardillita, y como se h a b í a suprimido el ejército y él no p o d í a perder l a afición á la v i d a
militar, no h a b í a parado hasta obtener el nombramiento de cabo de una c o m p a ñ í a de la m i l i cia sedentaria. E s t a m i l i c i a no hacía servicio
más que en el Manzanares, donde solía ocurrir
alguna que otra cuestión entre las familias que
iban allí á lavarse l a ropita, porque y a no h a b í a
lavanderas de oficio; el que p r e t e n d í a llevar l a
camisa limpia, necesitaba lavársela él mismo,
Gamazo h a b í a tenido bastante suerte. Se le
había adjudicado un a l m a c é n de ultramarinos
en la calle de l a D i n a m i t a (antes de Preciados),
y le iba m u y bien. N o echaba de menos su bufete, n i le importaba que se hubiera prohibido
el ejercicio de la abogacía. Echegaray, d e s p u é s
de haber fracasado varias obras suyas, por parecer de molde antiguo, h a b í a renunciado á escribir comedias; pero, gracias á que se reconoció
70
CARLOS FRONTAURA
su extraordinaria competencia científica, pudo
obtener una p l a z a de fogonero en l a línea del
t r a n v í a de vapor á Valleeas; t a m b i é n se le h a b í a
adjudicado en e l puente del mismo nombre l a
m i t a d de una casita de planta baja, donde vivía
tan ricamente con su familia, bien que los vecinos le miraban de reojo, porque le consideraban
m u y echado para a t r á s . T a no habitaba Castelar en su casa de l a calle de Serrano, que h a b í a
tocado en suerte á u n distinguido picapedrero.
H a b í a agraciado la fortuna al eminente orador
con u n cuartito bajo de l a llamada de l a Escaliaata, y como n i n g ú n editor q u e r í a correr el
riesgo de publicar sus libros, por sus tendencias
reaccionarias, h a b í a s e dedicado á la fabricación
de palillos para los dientes, y los v e n d í a m u y
bien en l a plaza de la Igualdad (antes Puerta
del Sol).
L a aristocracia y l a b u r g u e s í a h a b í a n dado
una gran prueba de elevación de ideas aceptando el sistema socialista, y por esto, como digo,
se h a b í a implantado este sistema sin l a menor
p e r t u r b a c i ó n ; pero y a amenazaba u n conflicto
g r a v í s i m o , y no por culpa de aquellas clases
antes privilegiadas, y que y a no t e n í a n n i m á s
bienes n i m á s derechos que el trabajo, las ocho
horas de trabajo, porque t a m b i é n se h a b í a realizado esta aspiración de los trabajadores, y na-
GJCNTE D E MADK D
73
die trabajaba m á s que ocho horas, y muchos no
trabajaban ninguna.
Las marquesas, las duquesas y condesas, las
propietarias, en fin, toda l a parte hermosa de l a
ex-buena sociedad, h a b í a s e dedicado á vender
en los grandes mercados los frutos de l a tierra
ó del mar. E r a un espectáculo encantador el
que en l a plaza de la H u m a n i d a d (antes de l a
Cebada) presentaban las ex señoras y ex-señoritas de l a abolida hig Ufe, vendiendo cebollas y
cebolletas, perejil, patatas, cardo, r á b a n o s , coliflores, pimientos de casco duro, e s p á r r a g o s ,
bacalao en remojo, sardinas y escabeche, etcétera., etc. E l l a s se h a b í a n despojado, en aras del
socialismo triunfante, de todas sus galas, de
todas sus riquezas; pero no h a b í a n podido despojarse de sus encantos personales, del atractivo
de sus distinguidas maneras, de su ameno y
culto lenguaje, y estaban elegantísimas con sus
vestidos de percal y su p a ñ u e l o de algodón á la
cabeza, y a t r a í a n á todo el mundo, y todo el
que iba á comprar prefería los puestos donde
encontraba vendedoras tan afables y bien educadas, que no llamaban morral a l comprador
que ofrecía un c é n t i m o menos de lo justo por
un manojo de espinacas, n i tiraban á nadie las
pesas á la cabeza, y con todo el mundo se mostraban a m a b i l í s i m a s . Esta natural preferencia
72
CAELOS FRONTAURA
del comprador irritaba en gran manera á las
verduleras de oficio y de t r a d i c i ó n , que vendían
p o q u í s i m o , y y a empezaban éstas a concertarse
para organizar u n m o t í n contra las verduleras
finas, al grito de: /Abajo la finura! /Muera la
buena crianza! /Fuera las burguesas disfrazas!
\Abajo la educación y las pamplinas!
E l c o m p a ñ e r o P a b l o Iglesias, que h a b í a sido
elegido por sufragio c o m p a ñ e r o n ú m e r o uno de
la Asociación de compañeros m a d r i l e ñ o s , enterado de l a actitud de las verduleras, h a b í a salido de su palacio, que era e l antiguo de las
extinguidas Cortes, donde tenía su residencia,
y se dirigió á l a plaza con objeto de hacer reflexiones á aquellas c o m p a ñ e r a s ; pero apenas emp e z ó su arenga, llovieron sobre é l patatas,
tomates, pepinos y nabos; y no pudiendo contestar á estos argumentos, decidió volverse á su
palacio, bastante m o h í n o , seguido de una mult i t u d de c o m p a ñ e r i t o s , hijos de las m a l humoradas c o m p a ñ e r a s de l a plazuela, que le silba
ban y acosaban l l a m á n d o l e , burgués,
traidor y
mal compañero.
E n este momento me d e s p e r t é . . . M e a s o m é al
balcón y no se oía nada. Solamente el acompasado andar de dos guardias de orden público
que paseaban por l a acera.
C o n esto me t r a n q u i l i c é y me v o l v í á l a cama.
XI
UNA FAMILIA
FENOMENAL
Y a se encuentra en San Sebastián, en su v i l l a
denominada El Paraíso,
la familia Tafilete, tan
conocida y estimada en l a buena sociedad madrileña. ¿ Q u i é n no conoce á Tafilete? Hace
treinta y tantos años era la m á s gallarda figura
que se paseaba por M a d r i d , y hoy, que y a es un
viejo, conserva t o d a v í a mucho de aquella gallardía tan admirada por las mujeres de su
tiempo. H o m b r e de las m á s ventajosas
prendas
no p o d í a menos de hacer un gran casamiento.
D i s p u t á r o n s e muchas l a posesión de tan arrogante mozo, y al fin obtuvo la victoria l a ú n i c a
heredera de Tragacantos, poderoso comerciante
en pieles de toda clase de animales, que á fuerza
de trabajo, de e c o n o m í a y de buen golpe do
vista en negocios de todo linaje, pues no sólo
74
CARLOS FRONTAURA
despellejaba á los animales, sino t a m b i é n con
singular habilidad á los racionales, h a b í a reunido una fortuna m u y importante y saneada.
E l bueno de Tí.fllete, á lo noble de su origen,
á l o esmerado de su educación, a l natural despejo, al cultivado talento y á la guapeza y elegancia que todo el mundo le reconocía, necesitaba a ñ a d i r la fortuna, y no e n c o n t r ó manera
m á s fácil de adquirirla que tomar l a que le
ofrecía Tragacantos con l a mano de la hija
amada. E s o sí, hallábase la pobre desprovista
de todo encanto personal, y sólo sintiendo mucha necesidad de ser rico p o d í a el hombre avenirse á la coyunda con mujer tan poco agradable, que a d e m á s de ser superiormente
fea,
estaba enamorada, pero m u y enamorada del que
iba á ser su marido, lo que era bastante para
que el agraciado se echara á temblar, por m á s
valiente que fuese. ¿
S i n embargo, Tafilete no tuvo motivo de
arrepentirse de haberse cassdo con mujer fea,
porque ésta, en compensación de lo incorrecto
del rostro y l o desgarbado del cuerpo, poseía,
para hacerse amar, una exquisita bondad, inagotable ternura, ardiente caridad, y además
una prudencia y una sensatez que no son m u y
comunes entre las feas, y tampoco entre las bonitas. D e suerte que el indolente buen mozo,
G E N T E D E MADRID
76
casado con l a fea, se encontró m u y
ricamente
en el soberbio hotel que en el barrio de Arguelles le regaló Tragacantos, y se holgó mucho de
v i v i r tan c ó m o d a y lujosamente, sin preocuparse y a del porvenir, que no lo veía m u y claro
antes de resolverse á casarse con l a fortuna del
pellejero. Y como era hombre
de
entendi-
miento, si no se apasionó de su mujer, l a e s t i m ó
por sus buenas cualidades y no le fué infiel, que
hubiera sido insigne felonía. L o que h a sido, y
es, el amigo Tafilete, un excelente marido que
muchas buenas mozss se lo envidian á l a fea, y
un padre d é familia como pocos por lo prolífico,
pues es de saber que Tafilete tiene siete hijas y
un hijo.
Y por cierto que hombre de tan buenas prendas como es no m e r e c í a el castigo que le ha
dado la naturaleza, sin duda por haberse casado
con una fea: no m e r e c í a que sus hijas sean todas
más feas que l a madre, y el hijo, el p r i m o g é nito, un sietemesino que parece propiamente u n
fenomenillo escapado de una vitrina del Museo
anatómico de l a F a c u l t a d de Medicina.
E l primer a ñ o que apareció en San S e b a s t i á n
la familia Tafilete, l a gente del p a í s miraba con
asombro á las chicas, y se c r e y ó como verdad
la invención de u n chusco que dijo que procedían de los A n t í p o d a s ; pero luego que l a gente
76
CARLOS FRONTAURA
del país conoció á l a mujer y las hijas de Tafilete y pudo apreciar su amabilidad, y sobre todo
su esplendidez, convino todo el mundo en que
eran sumamente estimables y dignas de ser recibidas con los brazos abiertos en todo pueblo
civilizado. E n cuanto llegaba l a distinguida fam i l i a a la capital guipuzcoana, el comercio y la
industria prosperaban notablemente, porque l a
madre y las hijas frecuentaban las tiendas y en
todas compraban de todo lo necesario y de todo
lo superfluo, sin regatear j a m á s el precio, con lo
que en viendo el comerciante, l a modista, el
confitero, el pastelero, el fondista, el cafetero,
el perfumista, que las ocho feas entraban en su
establecimiento; parecíanles ocho ángeles propiamente. E l segundo año y a eran populares en
San S e b a s t i á n y pueblos vecinos las de Tafilete,
y ahora, que tienen allí su hotel propio, todo el
mundo considera á l a familia fea como cosa propia, y el mismo d í a que se abren las ventanas y
las puertas del Paraíso,
es el primero en que toca
la m ú s i c a municipal en el Boulevard, y se inaugura, por consiguiente, la temporada veraniega,
y y a todas las tardes anima aquellas bonitas
calles el ruido de los cascabeles y campanillas
de los caballos que arrastran las dos cestas en
que va á paseo l a familia Tafilete. Luego qua
lleguen otras familias amigas de la del buen
G E N T E D E MADRID
77
mozo, las cestas s e r á n tres ó cuatro ó cinco, todas pagadas por Tafilete, y no h a b r á tarde en
que no vayan de expedición á Hernani ó á P a
sajes, á R e n t e r í a , á P u e n t e r r a b í a , á L o y o l a ,
llevando á todas partes la alegría y el buen humor y las mejores disposiciones para gastar el
dinero, y no d e j a r á n de hacer varias excursiones á Hendaya de donde t r a e r á n infinidad de
m6tros de telas de todas clases, impermeables,
paraguas, en-tout-cas y s i n n ú m e r o de objetos
diversos, y , cosa rara, sin contrabandear, como
otros veraneantes, y pagando religiosamente los
derechos de i n t r o d u c c i ó n , que Tafilete no quiere
que su mujer y sus hijas se vean en n i n g ú n m a l
paso, y y a que son tan feas y no lo puede remediar, no le gusta que hagan ninguna cosa fea.
L a corrección en todo es l a condición característica del señor Tafilete, y así ha educado con
el mayor esmero á sus hijas, que son lo m á s
amables, lo m á s cariñosas, lo m á s expansivas
que pueden ustedes imaginar, y tienen, ciertamente, todas las prendas que seducen y encantan en l a mujer, todas layl menos l a hermosura.
Y ellas se conocen, no so hacen ilusiones acerca
de sus m é r i t o s físicos, y procuran con el mayor
empeño que las gentes, en gracia de sus excelentes cualidades, las perdonen l a fealdad.
N o les faltan, sin embargo, pretendientes á
78
CARLOS J R C N T A Ü R A
las cinco primeras, que son las casaderas, pero
demasiado comprende el padre que lo que buscan aquéllos es el dote respetable que tocará á
cada una de ellas, lo mismo precisamente que él
b u s c ó cuando e n a m o r ó á l a h i j a de Tragacantos;
pero él a m ó luego á l a fea como si hubiera sido
hermosa, y duda que los pretendientes de sus
hijas sean tan buenos maridos como es él, y
teme fundadamente que sus hijas, casándose,
vengan á ser m u y desgraciadas, mucho m á s que
ahora, que sólo les aflige l a desgracia de tener
mala cara, m a l cuerpo y m a l color... A s í que
les recomienda mucho que sean fuertes y no se
dejen dominar por el amor, y que sino lo pueden remediar y se enamoran, vean bien de quién
y no lo oculten á la amante madre, para que él
l o Bepa y pueda indagar s i el novio es u n pillastre ó persona capaz de amar las cualidades morales y de hacer feliz á una fea, como él ha
hecho á l a que les ha dado el ser. Hasta ahora,
ninguna de las muchachas se ha enamorado,
por fortuna de uno solo; e s t á n enamoradas de
todos, es decir, que les gustan todos en general:
pero con el conocimiento que poseen de los propios defectos y con el discreto consejo paternal
tienen bastante defensa contra las malas artes
de los buscadores de fortuna, y les dan calabazas con naucho donaire.
OÍ.NTE D E MADRID
7!)
L a madre ha dicho alguna vez á su marido,
cuando éste habla con ella del peligro en que
se hallan sus hijas de casarse con alguno de
esos perseguidores de gangas:
—Pero, hombre, y o era bien fea cuando me
casé contigo, y somos m u y felices. T ú , entonces, no me q u e r í a s , t ú mismo me lo has confesado, y luego me quisiste mucho.
—Es verdad, te he querido y te quiero; pero
dime, ¿y si no te hubiera querido?...
— l A y l N o lo quiero pensar; h a b r í a sido m u y
desventurada... M e hubiera muerto de pena...
Las chicas de Tafilete no se casan, probablemente no se casarán, si Dios no les quita el j u i cio, que ahora tienen m u y firme; pero el que se
va á casar es el chico, Roberto Tafilete, que es
mucho m á s feo que ellas, m á s esmirriado y m á s
ridículo, y tartajoso, y con un hombro m á s alto
que otro, con unos pies de aguador, y algo g i boso, y se casa con l a chica m á s bonita que ha
ido este a ñ o á San Sebastián, una chica m á s
hermosa que l a Bella Chiquita, hija de u n personaje de muchas pretensiones y poco dinero.
Roberto t e n d r á quince m i l duros de renta, y
aunque es tan defectuoso y algo memo, le ha
p a r e c i d o á s u prometida el m á s gallardo de todos
sus pretendientes.
XII
D. MODESTO
i
N o puede negarse que el pelotarismo, que
durante largo tiempo ha sido visto con injusta
indiferencia, es una gran cosa, un elemento de
cultura; como si dijéramos, y de higiene y desarrollo de la especie humana.
Se ha probado que en lo antiguo existía el
pelotarismo, en l a edad de piedra, y en la edad
media. Luego, cuando l a especie e m p e z ó a degenerar, c a y ó en desuso ejercicio tan noble y
tan ú t i l , y se convirtió en juego de chicos novilleros.
P o r fortuna, los briosos navarros y vascos,
fieles á l a t r a d i c i ó n , ejercitados desde l a infancia en el manejo de l a pelota, han devuelto á
G E N T E D E MADRID
81
esta gimnasia todo su esplendor, y en la actualidad, en todas partes se levantan frontones y
cunde l a afición de tal suerte, que el pelotarismo ha llegado á ser una de las m á s lucrativas
profesiones, y seguramente antes de que acabe
el siglo, los pelotaris g a n a r á n tanto como los
toreros de mayor fama y los tenores de mejor
escuela.
Este universal desarrollo del
pelotarismo,
contribuirá grandemente á que en el siglo x x l a
raza humana, que en el siglo x i x es, sin agraviarla, bastante enteca y esmirriada, sea fuerte
y vigorosa, que harto necesitarán esta fuerza y
este vigor para l a l u c h a por l a existencia, si no
mienten las señas, nuestros dignos sucesores en
este picaro mundo.
II
N o sólo á lo airoso, gallardo y noble de ese
ejercicio corporal, se debe el triunfo del pelotarismo; débese t a m b i é n , y m u y principalmente,
á la felicísima i n v e n c i ó n de las apuestas.
E l juego en este fin de siglo ha llegado a l
mayor grado de perfección. Y como y a no bastaban ciertamente las combinaciones todas que
pueden hacerse con los cuarenta naipes, n i l a
caprichosa ruleta, n i e l ingenioso divertimiento
6
82
CABL0S FKONTAUBÁ
de los caballitos, las carreras hípicas, y el pelotarismo han servido á maravilla para satisfacer
hasta cierto punto, l a devoradora sed de ganancia que aqueja á l a humanidad m á s ó menos
tronada.
Pero basta de observaciones inútiles, que no
tienen, como veis, lohl carísimos leyentes, ninguna novedad, y vengamos a l drama iniciado
en el hogar de D . Modesto.
ni
D . Modesto Bolea de la Cesta es un caballero particular, empleado de Hacienda, m u y temeroso de Dios y de sus jefes, que, siendo ya
maduro, se casó con una muchacha de quince
años m u y desarrollada, aunque no jugaba á la
pelota, que ahora tiene treinta y cinco y parece
propiamente hermana mayor de su hija de diecinueve.
Tranquilo y en paz v i v í a D . Modesto con su
mujer y su hija, m u y ufano de no tener nunca
motivo de arrepentirse de haberse casado con
una jovencita, siendo él y a , como digo, maduro. S u mujer era el prototipo de l a fidelidad
conyugal; aunque fueron muchos los que se
e m p e ñ a r o n en enamorarla y rendirla, ningún
G E N T E D E MADRID
88
lindo de los que tal empresa acometieron, pudo
obtener de ella otra cosa que burlas ó desprecios, por donde el bueno de D . Modesto ha sido
el marido m á s envidiado de l a v i l l a y corte.
Mas, lay! nadie puede ufanarse de tener asegurada l a felicidad. Y de esta verdad es u n
ejemplo v i v o D . Modesto. Este celoso funcionario no h a b í a visto nunca el frontón, pero se
abrió Jai-Alai y luego Fiesta Alegre, y los periódicos empezaron á dar cuenta de los partidos
que se jugaban y á poner en los cuernos de l a
luna á los pelotaris m á s h á b i l e s . L o s compañeros de l a oficina y hasta los superiores iban
todos á la fiesta alegre y m á s hablaban de saques, boleas y cestas y de las pelotas de D . M o desto S á i n z , de Pamplona, que de los expedientes encomendados á su celo y diligencia.
Don Modesto c a y ó en l a t e n t a c i ó n de i r al juego
de pelota; verdaderamente,
su nombre y sus
apellidos le obligaban.
F u é D . Modesto á Jai-Alai, y aquello le g u s t ó
muchísimo; estimulado por u n amigo a p o s t ó , y
ganó diez y ocho duros como diez y ocho soles.
Realmente este juego le g u s t ó m á s que el de pelota. E l d í a siguiente fué á Fiesta Alegre, y g a n ó
veintitrés duros, con lo que p e n s ó que no h a b í a
en el mundo distracción m á s bonita y de mejor
gusto. E n pocos días g a n ó doscientos pesos, y
84
CARLOS FRONTAURA
e m p e z ó á tener menos miedo al Ministro y á ocuparse menos en los expedientes. A fuer de buen
marido, c r e y ó que su mujer y su hija debían
participar de su fortuna, y á la primera l a regaló
u n abrigo de p. p . y w. y a la segunda un vestido
de faya amarillo que es lo que hay que ver.
E n todo esto c u m p l i ó como bueno D . Modesto, pero en lo que no hizo bien fué en querer
que su mujer y su hija se aficionaran al pelotarismo. V a l i é r a l e m á s haber dejado á estas prendas de su c o r a z ó n en la deleitosa ignorancia en
que se hallaban, y no haberlas hecho conocer á
los gallardos guipuzcoanos de los frontones matritenses.
L a señora y l a hija de D . Modesto se aficionaron desde el primer d í a á tan ameno espect á c u l o , holgándose mucho el digno funcionario.
V e r d a d es que el primer día, Conchita, que así
se llama l a señora de Bolea, g a n ó seis pesetas...
Pero m á s que l a ganancia de seis pesetas, le adm i r ó l a incomparable g a l l a r d í a de ios pelotaris,
y le produjeron profunda i m p r e s i ó n aquella
espléndida fuerza muscular, aquella ligereza
prodigiosa de que h a c í a n alarde en el bizarro
juego de l a pelota. Conchita c o m p a r ó aquellos
atletas con el menguado D . Modesto, su señor
y d u e ñ o , y l a c o m p a r a c i ó n no p o d í a ser favorable á este averiado y rancio b u r ó c r a t a .
G E N T E B E MADRID
85
Y sucedió, que á medida que crecía l a afición
de l a esposa a l pelotarismo, menguaba el amor
á su marido, sin que ella lo pudiera remediar.
Aquellos jugadores de pelota eran hombres,
verdaderos hombres; su marido no pasaba de
la categoría de hombrecillo. Esto pensaba l a
cuitada.
Holgóse D . Modesto, como digo, de que el
espectáculo fuera tan del agrado de su mujer y
de su hija, pero nunca i m a g i n ó que las entrara
la afición con tanta violencia que no quisieran
perder partido. «Bueno es que á las damas les
guste el juego de l a pelota, pero con moderación». A s í p e n s ó D . Modesto luego que vio á s u
mujer y su hija i r todos los días a l partido aunque él no fuera, porque es de saber que h a b í a
empezado á perder, y no le hacía tanta gracia
el juego como cuando ganaba.
U n a tarde p e r d i ó treinta duros, una buena
parte de su sueldo del mes y r e n e g ó de todos
los pelotaris habidos y por haber, pero m á s renegó l a tarde siguiente que, con l a esperanza
de reponerse de l a p é r d i d a , j u g ó y
perdió
sesenta. D e vuelta en casa, con u n humor de
todos los diablos. D . Modesto t r o n ó contra el
juego de pelota y los pelotaris, y j u r ó que no
volvería á semejante fiesta, que si al principio
le había parecido entretenimiento culto y supe-
86
CARLOS F R O N T A U R A
rior, p a r e c í a l e ahora cosa abominable y peligrosa para l a tranquilidad del hogar.
¿Y c u á l no sería el asombro de D . Modesto
oyendo á su mujer y á su hija defender con
gran energía el pelotarismo y sostener que no
habla nada m á s hermoso que u n pelotari en el
ejercicio de su arte?... T u v o D . Modesto una
grave discusión con su mujer y su hija, y por
primera vez l a dulce esposa irritada le llamó
mamarracho. D . Modesto consideró perdida la
felicidad conyugal, y
naturalmente,
por la
noche no pudo dormir... E l l a si d o r m í a , sin
cuidarse del mamarracho que á su lado sufría
un tormento, que n i el m i s m í s i m o Dante hubiera acertado á describir; d o r m í a l a esposa,
como digo, y soñaba... D . Modesto l a o y ó murmurar: tíAyl chiquito, chiquito!...* D . Modesto
l a m i r ó con espanto, y no pudo contener su indignación:
—Mujer, gritó con voz de trueno, ¿quién es
el chiquito!...
—IJesús exclamó l a esposa, despertándose...
— i Q u é pesadilla!...
—¿Quién es el chiquito...? volvió á preguntar
airado el esposo.
— D é j a m e en paz, hombre, y no seas mamarracho,—contestó m a l humorada Conchita, y
se volvió á d o r m i r . . .
G E N T E D E MADRID
87
Desde esa noche funesta D . Modesto vive en
una situación p e n o s í s i m a , abrumado por l a obsesión de que su mujer está enamorada de uno
de los chiquitos que lucen s u g a l l a r d í a en los
frontones. N o sabe si matar á Conchita ó al pelotari, bien que éste no tiene l a culpa y seguramente no sabe que ha inspirado amor á la mujer
de D . Modesto. Otra circunstancia hace m á s
terrible l a s i t u a c i ó n de D . Modesto. S u hija,
prometida á un chico de l a prensa, que tiene
gran porvenir, h a despedido á este novio, á pre
texto de que es u n figurilla enteco y desmedrado, y está enamorada de un pelotari, acaso del
mismo chiquito de los sueños de su madre.
Con todo esto, y con l a amenaza de l a supre
sión de su destino en el p r ó x i m o presupuesto,
puede el lector figurarse el estado en que se hallará D . Modesto, y el efecto que h a r á en su
ánimo el cartel de Fiesta Alegre.
Perdida l a dicha conyugal, desconocida su
autoridad paternal, celoso de todos los chiquitos,
temblando que le descabelle el M i n i s t r o , el triste
D o n Modesto es e l hombre m á s desventurado de
la tierra...
XIII
E L CEMENTERIO D E D O N SANTOS
—Calvario, 20, bajo, tiene usted su casa, me
dijo D . Santos, despidiéndose de m í en la calle
de l a C r u z , donde le e n c o n t r é l a otra tarde.
V a y a usted por casa y le enseñaré m i cementerio.
—¿Qué dice usted?...
¿Cementerio
en un
cuarto bajo?
—Sí, señor, sí; v a y a usted y lo v e r é .
Y siguió D . Santos su camino, dejándome
con las ganas de saber q u é cementerio era el de
su casa, y con la sospecha de que el hombre no
t e n í a l a cabeza sana.
D . Santos R i s u e ñ o es u n filósofo de medio
c a r á c t e r , ó de medio pelo, solterón independiente, que t a m b i é n hay solterones que viven
en l a m á s humillante dependencia, hombre sin
G E N T E D E MADRID
89
vicios n i virtudes, poseedor de una modesta
rentita segura, con l a que atiende á sus necesidades, que no son muchas, porque n i viste con
lujo, n i gasta una peseta n i media con mujer
alguna, obrando en esto como sabio, sin serlo;
ni emplea m á s de cien c é n t i m o s en ver la mejor
comedia l a entrada general, ú n i c a localidad,
según dice, en que nada distrae de l a escena a l
espectador; n i compra libros, pues l o que quiere
leer l o lee en l a Biblioteca Nacional; n i admite
sablazos de n i n g ú n amigo; n i da m á s de catorce
reales diarios á l a patrona que, hace muchos
años, por esa corta cantidad le mantiene, le
asiste, le lava, le plancha, le zurce y en todo le
sirve con l a m a y o r solicitud.
Es la de D . Santos una de esas b e n e m é r i t a s
patronas—de que no queda en el mundo m á s
que algún r a r í s i m o ejemplar—que disfrutamos
en mejores tiempos los que y a somos viejos,
patronas propiamente dignas de este nombre,
que cuando u n h u é s p e d les entraba p o r el ojo
derecho, c o n s a g r á b a n l e todos sus desvelos, le
daban todos los gustos, le perdonaban todas las
faltas, sobre todo l a de dinero, y le h a c í a n , en
fin, fácil y alegre l a v i d a en medio de los afanes
del estudio y l a penuria de l a bolsa.
N o h a b í a entonces
tantos suicidios como
ahora, y nadie me quita de l a cabeza l a idea de
90
CARLOS F R O N T A U R A
que l a munificencia de las patronas evitaba que
se malograsen en flor preciados ejemplares de
l a juventud estudiantil de aquel tiempo venturoso... P e r o en otra ocasión dedicaré á las patronas que florecieron en aquella época el epitalamio que merecen.
D . Santos es u n egoísta desocupado que se
burla de todo lo humano, de l o social como de
lo político, de lo militar como de l o c i v i l , y no
lee m á s p e r i ó d i c o que La Correspondencia de
España, y no repasa este apreciable diario por
saber noticias que no le importan u n pito, n i
por saborear los folletines; lo compra por los
avisos mortuorios.
A s í me lo dijo él mismo el d í a siguiente al
de nuestro encuentro, que f u i á visitarle ansioso
de ver lo que h a b í a prometido e n s e ñ a r m e ó de
convencerme de que h a b í a perdido el juicio.
D . Santos es u n coleccionista fúnebre. Así
como otros r e ú n e n sellos de correo, pipas, abanicos, cajas de fósforos, etc., etc., D o n Santos
tiene cortados y pegados avisos mortuorios en
las hojas de u n libro del t a m a ñ o d e l Mayor de
los comerciantes y al margen de cada una escribe sus observaciones.
Posee
diez tomos,
tantos como años hace que dio en tan rara afición, y verdaderamente no deja de ser curioso
este cementerio de D . Santos. A l l í están todos
G E N T E D E MADRID
91
los muertos conocidos que en los ú l t i m o s diez
años han figurado en la cuarta plana del periódico noticiero. A l l í los hombres políticos de
quien nadie se acuerda; los invictos generales
olvidados por sus enemigos y por sus amigos;
los nombres m á s linajudos; las hermosas m á s
celebradas; los ricos m á s e s p l é n d i d o s y los ricos
más pobres, por avaros; los grandes negociantes...; en fin, miles de personas que hemos viBto
desaparecer de entre nosotros, precediéndonos
en la v i d a eterna...
— V e a usted, me dijo D . Santos abriendo el
tomo del 1883, el primero de su cementerio, y
leyendo un aviso mortuorio del t a m a ñ o de media plana de La Correspondencia: «El excelentísimo Sr. D . Tadeo P é r e z y P é r e z , banquero.
Falleció el 1." de Enero de 1883. Sus desconsolados sobrinos, etc.» P o r el t a m a ñ o del aviso
puede usted calcular el desconsuelo de los so
brinos.
— E n efecto, lo menos les costó m i l pesetas el
anuncio.
Pues vea usted ahora otro mayor á los ocho
días, anunciando el funeral por el alma de dicho
sujeto. E n esos ocho días, sabiendo y a probablemente cada sobrino lo que heredaba, se
a u m e n t ó su desconsuelo. Fíjese usted en que
ya no dicen, como en l a primera, «sus desconso-
92
CARLOS FRONTAURA
lados sobrinos.* A h o r a dice «sus inconsolables
sobrinos > ¿ N o conmueve esto?... Veamos ahora
el tomo de 1884. E n el aniversario t o d a v í a se
acuerdan del t í o , pero y a dicen ú n i c a m e n t e :
«Sus sobrinos, lo que indica que los inconsolables se consolaron en 365 d í a s . Y y a no han
vuelto á acordarse del muerto, porque en los
ocho años siguientes no aparece aviso de funeral, misas ó exequias, etc., etc., por el alma del
r i q u í s i m o D . Tadeo, que tantos años estuvo
amontonando riquezas y viviendo con una econ o m í a parecida á l a miseria.
—Ese es el mundo, amigo D . Santos.
A b r i ó D . Santos otro tomo, el de 1890, y leyó
un aviso mortuorio en el mes de Eebrero, en
que l a afligidísima
inconsolable v i u d a del te-
niente coronel D . J o s é Cintarazo p e d í a para el
alma del bizarro m i l i t a r las oraciones de los numerosos amigos y les invitaba a l entierro.
—Pues en el tomo de 1892, en Eebrero, vea
usted otro aviso en que l a m i s m a afligida señora
D o ñ a Catalina Ternezas y P é r e z y su esposo el
coronel D . C á n d i d o de l a Espuela comunican á
sus numerosos amigos que ha subido á la gloria
su hijo Eicardito, á los tres meses de edad.
¿ Q u e le parece á usted de l a aflicción de l a v i u da del teniente coronel?... N o t a r d ó mucho en
procurarse el ascenso.
G E N T E DS MADRID
93
—Esa es una a s p i r a c i ó n l e g í t i m a en lo m i l i t a r
y en lo c i v i l .
— A q u í tiene usted en el mismo n ú m e r o , dos
avisos fúnebres, de gran t a m a ñ o los dos, anunciando funeral en diferentes iglesias por el alma
de D . N . F e r n á n d e z , el acaudalado propietario
de cuarenta y tantas casas en M a d r i d . E n uno
de estos avisos convida á las exequias su v i u d a ,
con la que casó siendo viudo; y en el otro, su
hija, del p r i m e r matrimonio, s u hijo político,
sus nietos, etc., etc., todos afligidos y desconsolados y d i s p u t á n d o s e l a herencia del muerto, de
la que a l fln y á l a postre será l a mejor parte
para los eminentes letrados y los diligentes curiales que entienden en los pleitos á que ha dado ocasión esta embrollada testamentaria. E n
cuanto se resuelva e l litigio, que amenaza durar
lo que resta de siglo y el otro, se a c a b a r á n los
avisos de honras fúnebres por el rico difunto.
—Supongo que se a c a b a r á n t a m b i é n los herederos.
—Vea usted este recuerdo piadoso que consagra todos los años el conde del A t o m o á l a
memoria de su mujer. Todos los años paga los
diez duros por el anuncio del aniversario. ¿Usted no conoció á aquella m á r t i r ? . . .
—Sí, recuerdo que todo el mundo l a compadecía.
94
CAELOS FRONTAURA
—Como que el marido, que ú n i c a m e n t e se
casó con ella por l a considerable dote que le llevaba, la m a t ó á disgustos, y dicen que también
ó golpes... Todo l o soportó con una abnegación
heroica aquella infeliz hasta que no pudo más,
y a b a n d o n ó este mundo en que tan dura suerte
h a b í a sufrido. T a m b i é n este marido que malt r a t ó á su mujer y no tuvo piedad de ella invita
afligido al entierro, y luego cada año dedica á
su v í c t i m a , en la cuarta plana del periódico popular, u n recuerdo de 50 pesetas. ¿Es remordimiento? ¿Es hipoeresla?...
— T sin embargo, y a sabe usted que el conde
del A t o m o es una persona m u y considerada en
M a d r i d , aunque se conocen sus malas cualidades y su perversa historia...
— A s í hay muchos...
—Este es el mundo... N o todos los criminales
arrastran cadena; los hay sueltos y con muchos
humos...
—Quiere usted ver m á s muertos?...
— S i he de hablar á usted con franqueza, no
encuentro demasiado alegre el entretenimiento.
N o niego, sin embargo, que es curioso este cementerio, y que la idea de formarlo es sumamente original. Dificulto que haya otro que se
ocupe en semejante trabajo.
—Como no tengo nada que hacer... Y crea
G E N T E D E MADRID
'Jo
usted que me entretiene sobre manera formar
m i colección y consultarla diariamente. Tengo
hechas observaciones m u y curiosas. P o r ejemplo: en Diciembre, Enero, y Febrero es cuando
mueren los personajes y los médicos, aquéllos
por exceso de cuidado, éstos por exceso de trabajo. E n los mismos meses se produce el mayor
n ú m e r o de vacantes en e l Estado mayor del
ejército. E n verano mueren m á s casados que en
invierno. L a clase que menos contingente da á
mi cementerio es l a b e n e m é r i t a de prestamistas
sobre alhajas y ropas en buen uso y sueldos d e l
Estado. P o r ú l t i m o , en m i colección sólo se encuentran dos ó tres avisos mortuorios en que no
se ha puesto e l signo de l a cruz, y se h a omitido
la frase cristiana se sirvan encomendarle á Dios
y se indica que el c a d á v e r será conducido a l cementerio c i v i l , para demostrar que e l difunto
no tenía creencias religiosas...
—Eso prueba que h a y en nuestro p a í s m u y
pocos que tengan esa desgracia... y m u y pocas
familias que se atrevan á hacer p ú b l i c o alarde
de que e l padre ó el hijo ó el hermano que han
perdido h a muerto impenitente.
—Precisamente ahora en todos los avisos de
fallecimientos, insertos en los periódicos, se expresa que «falleció d e s p u é s de recibir los Santos
Sacramentos».
96
CARLOS FRONTAURA
—Bs una excelente costumbre, u n cristiano y
saludable ejemplo y una lección oportuna para
los que en vano pretenden descatolizar á l a nación católica por excelencia, que á l a religión
debe sus mayores glorias.
— N o crea usted, dijo por ú l t i m o el amigo
R i s u e ñ o , que esta copiosa colección de avisos
fúnebres es sólo un entretenimiento... E n esta
m u l t i t u d de recuerdos de las personas que hemos visto entre nosotros,
cuyas
cualidades,
buenas ó malas, hemos conocido, cuyos triunfos
y cuyas derrotas hemos presenciado, encuentra
el espíritu cristiano fortaleza y aliento para esperar con serenidad l a hora de morir. Esta colección se c e r r a r á con el aviso mortuorio que
en m i testamento dispongo se inserte en La Correspondencia y que y a tengo redactado... bien
que he dejado en blanco l a fecha. T cuidando
mucho m i salud de alma y cuerpo, y pudiendo
vencer las sugestiones de l a envidia, no haciendo
d a ñ o á nadie y llamando poco al m é d i c o , creo
que t a r d a r á t o d a v í a bastante l a hora de que mi
testamentario llene el blanco de la fecha.
Y con esto me despedí del bueno de Risueño,
dejándole con su fúnebre m a n í a .
XIV
CINCO MARIDOS
DE L A ÚLTIMA
PROMOCIÓN
i
JUANITO
iQué buena noche he pasado! iQué gusto!
iHoy es l a primera vez que d e s p u é s de once
meses de matrimonio he e n g a ñ a d o á m i mujer!
iDiez meses! iDiez meses sin hablar con ninguna
mujer m á s que con la m í a y con m i suegra!
IDiez meses de gran s e ñ o r , de pasear en coche,
de comer servido por criados de frac y guante
blanco! iDiez meses sin tomar un café con media tostada en l a amable c o m p a ñ í a de. una de
las chicas del coro de A p o l o ! . . . L a verdad es
que á m i mujer le debo todas las comodidades
7
98
CAELOS F R O N T A U R A
y grandezas de que disfruto, pero, ¿por q u é es
tan fea, Dios soberano?... Y a no p o d í a yo más.
P o r fin, esta noche, mientras m i mujer y mi
suegra h a c í a n hilas y vendajes para los heridos
del E i f f , con las marquesas y duquesas de su
amistad, me escurrí, diciendo que iba á una
junta de l a C r u z roja, y m i mujer, para que no
se enamorase de m í alguna de sus amigas, me
dejó marchar, no sospechando que su maridito
iba á correrla. H e estado en Eslava; allí he visto
á l a Dolores; que me ha llamado mamarracho.,
pero, Icón q u é gracial... L a he regalado una
libra de dulces y otra de caramelos, y su madre
me ha llamado picarón...
l Y q u é cara puso
aquel de las barbas que estaba en el cuartol L a
madre me dijo que era un primo, y lo creo.
L u e g o estuve en A p o l o , y J u a n i t a y la Conchilla han cenado conmigo en l a V i ñ a P . . . iQué
platazo de r í ñ o n e s se h a comido l a Conchillal
iquó barbaridad!.., E s t o y mareado. Necesito
andar media hora por las calles antes de entrar
en casa. N o vaya á conocer aquella... fea que
vengo u n poco congestionado... M e habla caído
l a lotería... L a verdad es que v i v o m u y bien,
que no tengo apuros, que no me persiguen los
ingleses, pero, layl ¿ y m i dulce libertad?... E n
fin, Icómo ha de ser!... V o y , aunque pesado de
cabeza y de e s t ó m a g o , un poco aliviado de la
GENTE D E MADRID
nostalgia
que
vengo padeciendo hácjí $\éz
meses. Esto de ser hombre formal cuesta r4tíohó
trabajo á quien ha sido tanto tiempo un perdido.
ii
SETERINO
¿Que si estoy contento en m i nuevo estado?...
Y a lo creo. Hace once meses que estoy como en
la gloria... i Cuando pienso que estuve á punto
de volverme a t r á s en l a misma puerta de l a
iglesiaI... T a l era el miedo que tenía, habiendo
oído á mis c o m p a ñ e r o s de oficina decir que era
un gran desatino casarse, ponderando todos lo
mal que les i b a . . . A m í me v a m u y ricamente...
Es verdad que no tengo una peseta, pero he
aprendido á hacer el chocolate, que no quiero
que m i mujer se levante de l a cama temprano...
y sé freir u n par de huevos, y poner el puchero... porque como m i mujer ha tenido tan
mal embarazo nueve meses, y ahora tiene bastante con atender al n i ñ o . . . i V a y a si estoy entretenido!... Antes, salía de l a oficina de ganar
mis cuatro pesetas, y no s a b í a q u é hacer, y me_
iba al café y a l billar y alguna vez, m e ^ f ^ r - f
g ü e n z a recordarlo, á l a timba y siempjfícfe^ía
100
CARLOS FRONTAURA
cuenta pendiente con el habilitado... A h o r a , lo
repito, no tengo una peseta que gastar fuera de
m i casa, pero no debo nada y duermo tan tranquilo... E s decir, l o que es d o r m i r no duermo,
porque el niño, langelito! no me lo permite...
E n cuanto me acuesto empieza á llorar, pero de
q u é modo, y tengo que levantarme á pasearlo,
á darle papilla, con l o que se calla... hasta que
me acuesto otra vez, que vuelve á desgañifarse... iPobrecillo! es m i retrato enteramente;
no le falta m á s que el bigote... E n cuanto lo
tenga nos v a á confundir l a gente... IQué gusto
tener u n c h i c o l . . . Y t e n d r é m á s de uno, y a lo
creo; me parece que m i mujer es de esas que no
se contentan con menos de uno cada año...
iMaría Santísimal si m i mujer es de esas, ¿qué
vamos á hacer con mis seis m i l reales de sueldo?... i E h l ino importal... Dios proveerá. E l
cura nos dijo cuando nos casamos que multiplic á r a m o s . . . y soy m u y obediente á l a iglesia.
Sumaremos y. multiplicaremos, y sea lo que
Dios quiera. L o cierto es que me v a m u y ricamente sin fumar, sin tomar café, sin pagar carambolas, sin poder disponer de una peseta y
sin dormir... m á s que a l g ú n ratito en la oficina.
G E N T E D E MADRID
101
III
CAMILO
¡Maldita sea m i suerte!... ¿Quién me mandaba "casarme?... Parece imposible que me haya
dejado coger como un cordero. V e r d a d es que
á cualquiera le hubiese pasado l o que á m í ; porque novia m á s suave, m á s dulce, m á s sumisa,
más tierna y cariñosa que m i mujer no se ha
conocido j a m á s . . . P e r o ¡cómo ha variado l a p i caral Cuando é r a m o s novios no q u e r í a salir á
paseo, n i ir a l teatro con sus primas, n i hallaba
placer m á s grato que estar hablando bajito conmigo en aquella banqueta del ' r i n c ó n del gabinete que m i suegra llamaba h i p e r b ó l i c a m e n t e
el diván. ¡Maldito .diván!... A q u e l l o fué como
una encerrona... N o puedo olvidar aquella noche que m i suegra, cuando y o creía que estaba
durmiendo, se l e v a n t ó del sofá, y con solemne
y amenazador a d e m á n me dijo: «¡Don Camilo,
ó se casa usted con l a n i ñ a ó no vuelve usted
más tequí, y t e n d r á usted que 'entenderse con
mi hermano el comandante de lanceros!» i N o
volver á ver á m i novia!... ¡ E n t e n d e r m e con el
comandante de lanceros!... L o primero me hubiera producido una mortal pasión de ái>imo, y
102
CARLOS
FRONTAURA
lo segundo un sablazo que me hubiera partido
por l a mitad... i M e casél H o y hace nueve meses, y dudo si m i mujer es aquella misma que
hablaba conmigo bajito en el d i v á n derrengado... A h o r a no habla bajito n i suave; me habla
alto y duro; ahora no me m i r a tierna, sino airada, y no se viste modestamente como entonces, sino que me exige;lo que no puedo pagar;
entonces no q u e r í a ver á nadie m á s que á m í , y
ahora siempre está de visitas. Entonces no ten í a primos, y ahora y a son cuatro los que vienen á casa y se quedan á almorzar y á comer, y
recuerdan los tiempos en que m i mujer y ellos
se criaron juntitos en el pueblo... E n fin, que
me cargan mucho esos cuatro monos, y que á
los ocho meses de casado lamento mucho, muc h í s i m o , haber entrado en esta santa cofradía...
Mejor hubiera sido que me partiera de un sablazo el lancero.
IV
ROBERTO
[Pues señor, estoy a v i a d o l . . . E n seis meses
de matrimonio he pagado al m é d i c o 267 visitas,
unas á duro y otras á dos, 'las que han sido á
deshora. iPobrecillal I n é s sufre mucho, mu-
GENTE D E MADRID
103
cho, con sus diarias indisposiciones; pero y o sufro mucho t a m b i é n y pago mucho. E s t o de ver
al médico en casa todos los dias, y l a mayor
parte de las noches, es una diversión casera que
me abruma. L a m a m á de m i mujer y a me dijo
que su hija era una n i ñ a m u y delicada; pero yo
creí que lo decía en otro sentido, encomiando
BUS bellas prendas de c a r á c t e r . . . Quien
está
conmigo m u y contento es el boticario de l a esquina. Siempre que paso se quita el gorro salud á n d o m e , y el d í a de Pascua me regaló una
botella de jarabe de azahar... T a lo creo, como
que con las recetas que le pago diariamente no
necesita m á s para sostener l a botica. Pues ¿ y el
olor á é t e r y á c i d o fénico de que disfruto constantemente en el domicilio conyugal?... P o r
suerte, me asegura el doctor que l a enfermedad
de m i mujer es de difícil c u r a c i ó n , pero que me
la c o n s e r v a r á mucho tiempo. Esto es u n consuelo. D i c e que el matrimonio no le prueba
bien. E s mucha verdad... y á m i tampoco.
V
DON
JUDAS
M e e q u i v o q u é , tengo que confesar que me
e q u i v o q u é . Creí que á mis años no me conve-
104
CARLOS FRONTAURA
n í a casarme con una señorita inexperta, n i con
una jamona verde, n i con una v i u d a que tuviera demasiada experiencia... y d e s p u é s de pensarlo mucho me casé con l a Gregoria...
lAyl
pero esta Gregoria no es l a Gregoria que me ha
cuidado tan amorosamente, diez años, a cinco
duros al mes, que me guisaba tan admirablemente,
que
me adivinaba los pensamien-
tos... A h o r a que y a es m i mujer, n i me cuida, n i me guisa, n i me adivina cosa alguna,
n i me cuesta cinco duros al mes, sino muchísimos duros... Y he tenido que colocar a su
hermano y á su primo, y tengo á éste en casa,
porque dice l a Gregoria que como se sabe que
estoy rico, nos conviene que v i v a con nosotros
u n hombre de armas tomar como su primo.
I V á l g a m e Dios!... iParece imposible que todo
un a c a d é m i c o correspondiente de l a "Historia
como yo acabe sus días en poder de l a Gregoria y de su p r i m o , que me v o y figurando que
es un anarquista de siete suelas!
XV
LA
AGENDA
—¡Salud, hombre de j u i c i o y de orden!
—¿Por q u é me dices eso, amigo Pepe?
—Porque veo, amigo J u a n , que acabas de
comprar l a Agenda para el a ñ o 1895.
— E n efecto, este libro lo compro todos los
años. Pago á Bailly-Bailliére una renta anual
de dos pesetas. E s u n libro indispensable en
toda casa bien ordenada. Todas las noches anoto
mis ingresos y m i s gastos, detallándolos con l a
mayor escrupulosidad... Y las p á g i n a s de este
libro, me e n s e ñ a n m á s que todos los escritos por
los economistas del reino y extranjeros las ventajas de l a e c o n o m í a y el ahorro. E l d í a ú l t i m o
del año hago el balance general, y no puedes
figurarte con cuanta satisfacción veo el resultado. E l a ñ o pasado, bien sumados los ingresos
106
CAELOS T E O N T A U R A
y los gastos, me q u e d ó u n saldo de 79 céntimos.
— N o fué cosa mayor.
—Este a ñ o calculo que me q u e d a r á n dos pesetas.
—¡Dichoso t ú ! Pues yo detesto, abomino ese
libro, y no lo uso. M e ha proporcionado muchos disgustos l a costumbre
de
anotar
mis
gastos y mis ingresos.
—¿Disgustos?...
—Como te l o digo. Sobre que nunca h a b í a
exactitud en mis apuntes, como no l a h a b r á en
los tuyos...
— L o que es eso... te aseguro...
—iHombrel Isi s a b r é y o l . . . S i lo anotaras todo
con sus pelos y señales, y t u mujer te cogiera
un d í a el l i b r o . . .
—Para casos tales he adoptado una fórmula
que me permite dejar l a Agenda sobre l a mesa
sin temor de que aquella se alarme ó l a curiosee.
— | A h ! ibribón!
—Pongo:—« Obras de Misericordia.* Y en esta
partida incluyo los sablazos que me dan los
amigos y las señoras menesterosas de complicada historia, las cenas extraordinarias, etc. etc.
— Y tu mujer queda tan convencida. l O h , inverosímil candidez!
— Y me excita á l a caridad, como tan buena
cristiana que es.
G E N T E D E MADRID
107
—Pues hijo, y o no quiero Agenda. E l a ñ o
pasado la tuve, y no puedes figurarte que h u mor de todos los demonios el m í o , el d í a ú l t i m o
de Diciembre, al repasar todas las partidas para
hacer el balance. E n los doce meses h a b í a m o s
tenido sesenta y seis criadas. ¿Te parece esto un
recuerdo agradable?... H a b í a m o s ido setenta y
cinco días á comer á la fonda, por no tener
criada que nos hiciera l a comida en casa. A
consecuencia de las comidas en l a fonda, nos
había hecho el m é d i c o á m i mujer, al chico y á
m í , noventa y ocho visitas á duro, y en magnesia efervescente, manzanilla, tila, carne L i e b i g ,
sinapismos Kigollot, harina de linaza, enolaturo, agua de O a r a b a ñ a , pastillas de V i c h y ,
vino de peptona, etc., etc., h a b í a m o s gastado
ciento noventa y cuatro pesetas. Y en gastos de
otro orden s u m é once sombreros para m i hija,
á cinco duros uno con otro, que l a pobre, eso sí,
los compra de los m á s baratos; doscientas pesetas en reposición de piezas de loza y de cristal
rotas por las sesenta y seis criadas, ¡malditas
sean ellasl, setecientas cincuenta pesetas en estudios del chico, que, en efecto, fué reprobado
en los exámenes; m i l pesetas en aguas azoadas,
baños de m a r de m i mujer y el chico, hospedaje en San Sebastián, asistencia á J a i - A l a i y
viaje á Bayona para comprar unos impermea-
108
CARLOS TRCNTATTRA
bles y pasarlos de matute por l a frontera; trescientas pesetas en buscar un premio grande de
l a lotería, descontando de las trescientas treinta
que me tocaron en u n sorteo de los de tres pesetas el d é c i m o . . . Y por no cansarte no te digo
m á s ; pero c r é e m e , chico, la Agenda para m í es
u n libro funesto que me llevaría al sepulcro un
d í a ú l t i m o ó primero del año, porque su examen me p r o d u c i r í a una congestión cerebral. E n
ñ n , en el a ñ o pasado de 1894, el tal librito, me
dio este resultado: Ingresos,
10.000 pesetas;
gastos, 12.505 con 78 c é n t i m o s . iTenga usted
Agenda para esto! iDichoso t ú que cierras tu
cuenta del a ñ o con dos pesetas de
superávit!...
S i no te hacen ministro de Hacienda cuando
vengan tus amigos al poder, será porque no
quieren que se arregle de una vez l a pavorosa
cuestión e c o n ó m i c a . . .
XVI
DON
APOLINAR
E l mes de enero h a b í a sido c r u d í s i m o y La
Correspondencia de España
h a b í a cobrado u n
dineral por avisos mortuorios. L o s lectores del
popular periódico espantábanse todas las noches
contemplando en la cuarta plana quince ó veinte cruces en otros tantos avisos chicos y grandes, de fallecimientos. Entre los muertos los
había de todas edades y de todas condiciones;
burgueses, desconocidos fuera del círculo de sus
deudos y amigos; banqueros de mayor ó menor
cuantía; viejos ilustres, académicos, ex-diputados, ex-senadores,
ex-ministros,
ex-conseje-
ros; literatos, músicos, pintores, militares de
coronel arriba, concejales, comerciantes, etcétera., etc. E r a aquello un relevo sin tambor que
HO
CARLOS FRONTAURA
h a c í a temblar á los p u s i l á n i m e s y á los enfermizos temerosos de l a muerte.
L a gente no hablaba de otra cosa.
— i J e s ú s ! ¡Fulano!... Anteayer le v i en la
Puerta del S o l con su mujer y por la noche le
a c o m e t i ó l a p u l m o n í a que le h a llevado al otro
mundo en veinticuatro horas.
—iZutanol iQué desgracia! l U n hombre tan
feliz, con unos hijos tan hermosos, con una
mujer que es el tipo de l a m á s perfecta belleza,
con l a fortuna hecha!... iMorirse tan joven!...
N o t e n d r í a m á s de cuarenta años.
— l E o d r í g u e z l P e r o si parece mentira. U n
hombre que rebosaba salud y acababa de ascender á coronel.
—¡La marquesa del P l á t a n o ! . . . iJesús! I Jesús!
A l a ñ o de casarse, cuando todo l a sonreía,
cuando triunfaba en los salones.
L o s m é d i c o s de fama no t e n í a n tiempo ni de
rascarse. L a s veinticuatro horas del día no les
bastaban para visitar á los enfermos de verdad
y á los aprensivos y miedosos, y a d e m á s tenían
que extender diariamente unas cuantas certificaciones de fallecimiento, que es como refrendar pasaportes para el otro mundo. Frotábanse
de gusto las manos los empresarios de pompas
fúnebres, y los cocheros y lacayos de estas empresas no se quitaban en todo el d í a el siniestro
G E N T E D E MADRID
111
y ridículo vestido á l a Federica, pues en verdad
no comprendo por q u é han de vestirse de m á s cara estos sirvientes para llevar muertos a l l u gar del eterno descanso.
L a p r e o c u p a c i ó n general, en tan duro invierno, n o t á b a s e en todas partes; los teatros estaban
llenos de tifus, es decir de gorrones que no pagaban el billete; en los círculos, después de las
diez de l a noche, no quedaban otros socios que
los banqueros y los puntos, á quienes aterraba
m á s una cochina sota en puerta que l a desaparición de la mitad de sus consocios. E n el casino
de M a d r i d r e u n í a n s e todas las noches varios
amigos que no jugaban, y que antes de notarse
tan excesivo aumento de mortalidad pasaban
allí, en u n gabinetito confortable, l a mayor parte
de l a noche, hablando de las cosas de l a v i l l a ,
de política, de mujeres, de recuerdos de otro
tiempo; todos eran y a señores mayores. Pero l a
grave a l t e r a c i ó n de la salud p ú b l i c a hizo retraerse á varios de asistir á l a agradable tertulia, y
los que a s i s t í a n r e t i r á b a n s e prudentemente antes de las diez, como digo: uno sólo se quedaba
allí leyendo los periódicos en la biblioteca ó
contemplando á los jugadores. E r a éste D o n
Apolinar G ó m e z , persona m u y distinguida, m i litar retirado, perfecto caballero, m u y estimado
de cuantos le trataban y que en otro tiompo fl-
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