COLECCION D I A M Carlos Frontaura DE SILUETAS Y SEMBLANZAS ANTONIO LÓPEZ : EDITOR RAMBLA D E L C E N T R O , 20 : B A R C E L O N A ANTE Diputación Provincial Biblioteca COLECCIÓN TOMO DIAMANTE 19 CARLOS FRONTAURA GESTE DE MADRID SILUETAS Y SEMBLANZAS A N T O N I O L Ó P E Z , L I B K E K Í A ESPAÑOLA E a m b l a del Centro, 20 BARCELONA Antonio López, impresor : Olmo, 8 : Barcelona I LUISA L A PEINADORA N a c i ó en el barrio m á s popular y populoso de M a d r i d : en l a calle de Toledo, en l a casa de l a esquina derecha de l a de las Maldonadas. S u padre era sastre de corto, es decir, que se dedicaba á l a especialidad de trajes para los buenos mozos del barrio, siendo extremada su habilidad en el difícil corte de chaquetillas airosas y de pantalones ajustados de cadera; y cazadora que él confeccionara, parecía propiamente pintada, por lo bien que le caía al parroquiano. Y hubiera hecho dinero y podido abrir, con el tiempo, una sastrería que h a b r í a sido una mina; pero se dio á las malas c o m p a ñ í a s , y entre e juego, l a bebida y otras locuras, vino el hombre á no tener nunca una peseta ahorrada y á descuidar el trabajo y no c u m p l i r con los clientes, 8 CABLOS FRONTATJRA con l o que p e r d i ó la parroquia, y cuando se m u r i ó , dejó á su mujer y su hija en la s i t u a c i ó n que pueden ustedes suponer. L u i s a era sastra, pero no le gustaba el oficio, ni tampoco el de modista, n i el de costurera en blanco; v i v a , inquieta, nerviosa, no se avenía al trabajo sedentario; lenseguida iba ella á desojarse cosiendo en el p a ñ o obscuro, y á romperse los dedos, ó, por lo menos, á llenárselos de pinchazos de la aguja; n i tampoco tenía calma para sufrir los caprichos de las señoras si se dedicaba al arte de la m o d i s t e r í a , ni iba á estar todo el d í a pespunteando camisas ó calzoncillos, para ganar cada veinticuatro horas tres ó cuatro reales! Necesitaba ella aire, movimiento, salir y entrar, ver gente, hablar con la gente, y que esta gente no fuera l a poco recomendable con que trataba su padre. Instintivamente repugnaba todo lo ordinario, lo grosero, el lenguaje desvergonzado, el olor á vinazo, todo l o que tan de cerca habla podido conocer en eu pobre hogar desde que el autor de sus d í a s se e n c e n a g ó en el v i c i o y se encanalló. U n a vecina, l a única que demostraba a l g ú n interés por ella y no p a r e c í a envidiarle l a hermosura y el donaire, ú n i c o bien que poseía, le dijo, a y u d á n d o l a á discurrir, en q u é p o d r í a G E N T E D E MADRID ocuparse para ganar el pan honradamente: — M i r a , L u i s a : y o , si tuviera t u edad y tus manos, y t u fisonomía y t u desparpajo, ¿sabes lo que me hacía? Pues iba y me p o n í a á peinadora. ¿Tú sabes lo que gana l a Dolores, la hija del carpintero? Pues no baja de veinte duros a l mes, con lo que está hecha una reina, y no tiene que sucumbir, pongo por caso, á n i n g ú n hombre, y no se casará sino quien gane triple que ella, y sea, si á mano viene, un señor. Pues si no fuera porque se puso á peinadora, como digo, h a b r í a tenido que casarse con a l g ú n peón de albañil, que se caería de la obra el mejor día y la dejaría con tres 6 cuatro demonios de chiquillos en mitad del arroyo. P e r o a h í l a tienes, que parece una señorita, con su sombrilla y todo; y , como digo, sus veinte duros como veinte soles no hay quien se los quite el ú l t i m o día de cada mes; y en l a verbena de San L o renzo, el año pasado, se g a n ó en L a v a p i é s , peinando á todo el señorío del barrio, por encima de m i l reales... De modo y forma que, ella misma nos l o ha dicho, y a tiene en l a Caja de Ahorros cuatro m i l , y está bien mantenida y bien vestida, y no hay mujer m á s libre que ella en todo M a d r i d . Conque yo por t u bien te lo digo; ahora, t ú h a r á s lo que quieras. Bueno fué el consejo de la vecina, y L u i s a lo 10 CARLOS FRONTAURA siguió con entusiasmo. Sigilosamente, sin que lo supiera otra persona que su consejera, averig u ó la existencia de cierto eminente peluquero que daba lecciones de peinado. Este maestro era u n buen peine, m á s enamorado que el mism í s i m o Cupido, y c o r a z ó n tierno y compasivo. E n viendo una mujer guapa y desgraciada, el hombre se deshacía por servirla y consolarla Cuando L u i s a le dijo su cuita y su deseo, derretido, hecho una pegajosísima jalea, le prom e t i ó enseñarla á peinar con todas las reglas del arte, y todo sin otro interés que el de sacar una d i s c í p u l a que honrara al maestro. Y , en efecto, L u i s a a p r e n d i ó en poco tiempo el difícil arte, y se ejercitó en el salón reservado de señoras que tenía el peluquero en su establecimiento, llegando á superar en habilidad y ligereza y buen gusto á aquella Dolores que, s e g ú n su amiga y vecina, se ganaba sus veinte duros al mes. L a a d q u i s i c i ó n de clientela no fué tan r á p i d a como ella hubiera querido; lentamente creció el n ú m e r o de sus parroquianas, y no pocos meses tuvo que v i v i r con escasez; pero ¿qué no puede la constancia?... L u i s a , al cabo de cuatro ó cinco años de trabajo perseverante y de econ o m í a y buena conducta, ha llegado á realizar sus deseos. Y a ha podido abandonar el barrio GENTE D E MADRID 11 donde nació, para establecerse en sitio m á s céntrico; y aunque conserva no pocas parroquianas entre l a gente rica de las calles de Toledo, Calatrava, Embajadores, H u m i l l a d e r o , Mesón de Paredes, de la R i b e r a de Curtidores y de l a P l a z a de la Cebada, el núcleo principal de sus favorecedoras lo tiene en el centro de M a d r i d y en los barrios aristocráticos del ensanche. Nadie d i r í a , al verla ahora, que n a c i ó y se crió en los barrios de l a c h u l e r í a m a d r i l e ñ a . Vestida con elegante sencillez, graciosamente prendida l a airosa mantilla, afable y expansiva á l a vez que discreta y prudente, s e g ú n las circunstancias, L u i s a es recibida con igual agrado en la casa de l a señora Engracia, l a m á s adinerada carnicera de P u e r t a Cerrada, que en e l elegantísimo tocador de la dama m á s linajuda ó en el caprichoso y perfumado boudoir de las más temibles de las vengadoras. L u i s a , con su aire modesto, su lenguaje culto, porque al propio tiempo que ha aprendido á peinar ha aprendido á hablar bien; con su afable y acariciadora sonrisa, y sobre todo, con su buen gusto para embellecer á las damas por medio del peinado, se ha hecho indispensable para ellas, y y a no puede admitir m á s parroquianas que las que sirve en l a actualidad, t 12 CAELOS FRONTATJRA Cuando L u i s a manipula en una cabellera esp l é n d i d a , se complace en hacer los m á s lindos primores, imposibles de imitar. S i , por el contrario, la señora á quien peina es mujer de poco pelo, ella hace de modo que l a falta quede disimulada, supliendo, ahuecando, haciendo, en fin, prodigios de habilidad. S i peina un pelo suave, fino, flexible, forma por encanto una cabeza ideal; si el pelo que peina es á s p e r o y e n m a r a ñ a d o , lo domina, lo amolda, lo suaviza con singular m a e s t r í a . L a s buenas mozas de L a v a p i é s lucen en las corridas de toros el peinado que les hace L u i s a , y m á s llama la a t e n c i ó n el peinado que lucen que los pendientes de brillantes y collares de perlas y el rico pañolón de M a n i l a , lleno de chinos con caritas de marfil. Y en las grandes recepciones, en el teatro E e a l , en las fiestas palatinas, sus parroquianas de l a aristocracia atraen todas las miradas, m á s que por otra cosa, por el peinado, obra de l a m á s l i n d a peinadora de l a corte. H a y algunas damas que tienen peluquero, pero no hay peluquero que posea la suavidad de mano, l a ligereza, el gusto y l a graoia que l a hija de aquel sastre b o r r a c h í n que l a dejó sin un c é n t i m o en este mundo, en que todo es cuest i ó n de c é n t i m o s . L u i s a tiene y a sus ahorros en la Caja que (JUNTE D E 18 MADRID fundó el p r e s b í t e r o Piquer; vive con holgura, pero sin despilfarro, y t o d a v í a no ha encontrado entre sus pretendientes quien l a interese lo bastante para sacrificarle su hermosa y honrada independencia. E l travieso peluquero que le dio las primeras lecciones l a ha perseguido m u cho tiempo, m á s en vano. L u i s a le está m u y agradecida; pero l a gratitud, en este caso, no sé ha convertido en amor. E l d í a que L u i s a se enamore y se case, l l o r a r á n muchas damas l a irreparable p é r d i d a de una peinadora irreemplazable. Conoce los secretos de muchas, es la confidente de no pocas, y ha servido en apurados trances á algunas. S i ella no tuviera tan nobles sentimientos, como digna ¡hija que es del pueblo m á s generoso de l a tierra, p o d r í a haber explotado grandemente en su provecho los misterios que conoce de l a v i d a del gran mundo, especialmente, que es el mundo en que suele haber misterios m á s inverosímiles; pero Luisa es la prudencia misma y tiene buen corazón, y a d e m á s . . . sabe lo que le conviene. I FELISA Probablemente no c o n o c e r á n ustedes á F e l i sa, que es l a muchacha m á s bonita de M a d r i d . Y l o digo así, en absoluto, porque esta es l a verdad l i s a y llana. N o h a y muchacha m á s bonita en M a d r i d , y si no fuera tan modesta como es y supiera algo de literatura, p o d r í a repetir constantemente: «lAy, infeliz de la que nace hermosa!» iPobre Felisal H i j a de rey, 6 de infante, ó de duque, ó de banquero, ó siquiera de ministro fusionista, d e b í a haber nacido esta chica para l u c i r en el mundo, y seguramente ninguna- otra hubiera lucido como ella. Pero Felisa ha nacido hija de D . A b u n d i o y D . * Nicanora, el matrimonio m á s insignificante G E N T E D E MADRID 15 de cuantos andan por a h í arrastrando una vida perra. E l padre es feo y l a madre feísima, y cuando ésta se hallaba en estado interesante, á los doce años de su boda, los pocos amigos de D . A b u n a dio t e m í a n que D . Nicanora diera a l u z un fenomenillo de lo m á s singular, y y a estaba prevenido u n m é d i c o , p r i m o de a q u é l , para cogerlo en cuanto naciera y llevarlo al gabinete anatómico de l a F a c u l t a d , seguro de que sería u n ejemplar curiosísimo y digno de estudio. Pero no fué fenómeno el que dio á l u z doña Nicanora, de ella n a c i ó Felisa, u n ser perfecto, un cuerpecito de á n g e l , que el mismo m é d i c o pensó si en aquel punto un hada invisible le había arrebatado de las manos el f e n ó m e n o , cambiándole por aquella maravilla de belleza. Otras niñas nacen feas y defectuosas, y luego, creciendo, mejoran, se corrigen y se perfeccionan; así como otras, que han nacido bonitas, se vuelven luego feas sin que h a y a poder humano que lo remedie. Felisa no; desde su venida a l mundo ha sido un modelo de perfecciones físicas y morales también, porque es l a bondad misma. Pero n i su belleza física n i sus cualidades de carácter son conocidas, porque el medio en que vive no lo permite. 16 CAELOS rEONTATJEA S u padre es u n empleado de 6,000 reales, que cuando manda el partido á que se afilió, creyendo que con esto iba á ser un hombre de pro, tiene destino, y en cuanto viene el partido contrario, l o pierde. V u e l v e n al cabo de tiempo los suyos, y vuelve á tener el destino, nunca m á s de 6,000 reales; y ahora, que está otra vez cesante, el pobre hombre piensa con l a m á s profunda amargura que y a no v o l v e r á á tener el destino, porque «cuando vuelvan los m í o s , dice, y a seré un carcamal, y y a se h a b r á muerto el senador C o l m i l l o , el p r i m ó de ésta (su mujer), que ha sido m i protector, y l a diabetes le v a dejando seco.» S u madre, D . a Nicanora, es l a mujer m á s averiada que existe en este mundo, y l a que necesita m á s medicinas. E l droguero de l a esquina y el boticario de m á s abajo cobran, á cambio de drogas y medicinas, una buena parte de lo que D . A b u n d i o percibe cuando está empleado, ó a r a ñ a cuando está cesante. U n o y otro están m u y agradecidos á tan excelente parroquiano, y por d e m o s t r á r s e l o esta Nochebuena pasada, el primero le r e g a l ó u n p a p e l ó n de espliego, y el segundo media docena de sinapismos de papel Kigollot. E l pobre hombre hubiera preferido u n pavo ó un par de capones, bien que y a no tiene humor para nada, y ha G E N T E D E MADRID 17 perdido el gusto, y lo mismo le da comer pavo trufado, que berza ó rejones de dos filos. Su mala suerte política y b u r o c r á t i c a , sus constantes apuros, las diarias indisposiciones de su mujer, los accidentes, arrebatos, convulsiones, flatos y papeletas con que le ameniza l a vida, le han agriado el c a r á c t e r de tal modo, que l a portera de l a casa en que habita este matrimonio ha puesto a l marido el apodo de él puerco espín, y á l a mujer l a llama el emplasto. Felisa, hermosa, dulce, tierna, compasiva y generosa, vive en este medio, amando á sus padres, de quienes rara vez oye una palabra amable, sirviéndoles con l a m a y o r solicitud y ejemplar sumisión, procurando aplacar sus iras y calmar sus doloreB, administrando los escasos fondos de que dispone D . A b u n d i o con una economía i n v e r o s í m i l y con una rectitud increíble, como que para ella, para cosa de su gusto, nunca distrae n i u n c é n t i m o . . . , n i siquiera cuando llega el tiempo de las lilas, que tanto le gustan y tan de buena gana t e n d r í a u n ramo de ellas... iQué invierno en l a casa de D . A b u n d i o ! D.* Nicanora en l a cama, D , A b u n d i o cesante, corriendo por esas calles todo el d í a , buscando para eomer: un d í a gana u n duro haciéndole l a cuenta á u n carbonero que no sabe escribir, 2 18 CARLOS TRONTAÜRA pero que está ganando u n dineral, otro d í a tres pesetas por copiar un escrito de u n abogadillo de mala letra; otro nada; otro diez reales por asistir de hombre bueno á un juicio; otro siete pesetas que le dieron en l a c e r e r í a por el resto de una vela que llevó en el entierro de u n Grande de E s p a ñ a , cuya vela le regaló el administrador del muerto... Y Felisa cuidando á su madre, haciendo l a comida, lavando, cosiendo, remendando l a ropa, sufriendo las reconvenciones de l a enferma, los sofiones del padre, comiendo m a l y escasamente, muertecita de frío, durmiendo poco... y esperando con una resignación maravillosa que llegue el tiempo de las lilas..., porque en este tiempo su madre mejora, se levanta y sale con ella, que l a lleva despacito, del brazo, y van las dos á l a iglesia, y algunas m a ñ a n a s al E e t i r o , donde F e l i s a disfruta un placer infinito contemplando las lilas y aspirando el perfume incomparable de l a primavera. a E n ese tiempo, D . N i c a n o r a , aliviada de sus males, reconoce los merecimientos de su hija, y no la reconviene; h a b í a l a con cariño, se enorgullece de ser madre de tan buena y hermosa criatura; y F e l i s a se considera dichosa porque su madre l a quiere, y se culpa de haberlo dudado en el invierno... G E N T E D E MADRID 19 Felisa ¿cómo no?... ha soñado alguna vez ser amada, casarse con el hombre amado, tener hijos... P e r o iqué poco ha durado esta ilusiónl ¿Quién ha de amarla?... N a d i e la ve, nadie repara en ella, nadie se fija en una hermosura tan pobremente ataviada... P e r o sí; en el cuarto principal de l a casa en que v i v e habita u n viejo solterón, que parece u n h i p o p ó t a m o , y éste l a ha visto y l a ha hablado, y le ha hecho proposiciones vergonzosas, y u n d í a le enseñó un b i llete de Banco de m i l pesetas, y otro d í a , que la detuvo en l a escalera, cuando Felisa bajaba a á buscar u n calmante para D . Nicanora, él la dijo no se q u é , pero m u y grave sería cuando Felisa, que es l a d u l z u r a misma, g r i t ó con acento de profunda i n d i g n a c i ó n : — l í a he dicho que no, canallal iDesventurada hermosura de alma y cuerpo, que se consume en l a obscuridad y en l a miserial ¡Qué feliz h a r í a á un hombre de bien!... Y a no sueña esta ventura. Piensa que cuando se quede sola en el mundo, p e d i r á por Dios que l a reciban en el Noviciado de las Hijas de l a Caridad de San V i c e n t e de P a ú l . III LA PACA H a y en este mundo muchas morenas guapas, airosas, gallardas, encantadoras, pero dificulto que haya ninguna superior á l a P a c a . A h o r a l a pobre y a no es sombra de lo que fué, pero todavía es una mujer hermosa. H i j a de una señora que a l a ñ o de morir su marido se casó con u n comandante de artillería y tuvo de éste otros hijos, se q u e d ó , cuando aquélla m u r i ó , sin otros bienes que su hermosura, y ¿qué h a b í a de hacer?... Casarse con el primero que l a quiso con buen f i n , un andaluz m u y zaragatero; que h a b í a derrochado una fortuna y tenía una voz de bajo bastante buena. Esto le valió para ser admitido como corista en el teatro Real, donde ganaba sus cuatro pesetas, que malgastaba alegremente, con lo que CIENTE DE MADRID 21 siempre estaba tronado y perseguido por los ingleses. L a Paca puso orden en l a a d m i n i s t r a c i ó n de las cuatro pesetas, y el corista pareció otro hombre, y p e r d i ó l a costumbre de l a juerga y de l a trampa, gracias todo al buen sentido y excelentes consejos de su mujer. — M i P a c a es u n alhaja—decía a los compañeros.—Yo era antes u n perdido, y ahora soy una persona decente: como bien, bebo bien, visto bien, fumo, tomo café y todo, con cuatro pesetas, que en manos de m i mujer parecen doce ó catorce. E l corista, que h a b í a aprendido muchos papeles de diversas óperas, sentía vivos deseos de ser escriturado como bajo en alguna modesta c o m p a ñ í a veraniega, y al f i n , á los seis años de su casamiento, y cuando y a t e n í a tres hijos de su Paca, recibió una proposición ventajosa para Buenos A i r e s . E n medio año i r í a y v o l v e r í a , ganando u n m o n t ó n de pesos. L a proposición era tentadora; pero P a c a no q u e r í a separarse de su marido, y no era posible que con él fueran ella y sus hijos. E l corista, que muchas veces h a b í a cedido ante las razones de P a c a , se mantuvo firme, ilusionado con l a idea de salir de la ínfima categoría de corista y con l a ganancia segura 22 CARLOS FRONTAURA que iba á obtener. F i r m ó l a escritura, dejó á l a P a c a quinientas pesetas que le h a b í a adelantado l a Empresa, y se fué á Buenos A i r e s . Cuando P a c a , resignada, pero no convencida, le despidió, díjole: — A d i ó s , m i esposo querido, padre amado de mis hijos; tengo el presentimiento de que este viaje será nuestra desgracia, Dios quiera que me e n g a ñ e . N o se e n g a ñ a b a . E l corista no v o l v i ó . E n Buenos A i r e s logró una gran ovación desemp e ñ a n d o la parte de D o n Basilio en El Barbero de Sevilla, y aquella noche venturosa, como no estaba allí su F a c a , se dejó llevar á una juerga en celebridad de su triunfo, y á l a mañ a n a se r e t i r ó á l a casa donde se hospedaba con otros de sus c o m p a ñ e r o s . Cuando quisieron despertarle para i r al teatro, el desgraciado artista no los conoció... L a congestión cerebral le m a t ó en pocas horas. Y l a P a c a volvió á encontrarse sin recursos, pero con tres hijos. A m a b a l a excelente madre á su marido y lloró amargamente su des- gracia. —¿Qué haré?—se preguntaba en medio de su desolación, contemplando á las tres inocentes criaturas que tenía obligación de mantener. I n t e n t ó trabajar, pero era tan escaso el fruto GENTE D E MADRID 28 de su trabajo de costura... Pasaba las noches en vela mientras d o r m í a n sus hijos, trabajando nerviosamente, y este trabajo, de ínfimo producto, minaba su salud... L o s hijos se quedar í a n pronto sin madre. E s t a idea l a enloquecía. ¿Qué sería de los tres n i ñ o s sin madre? L a pobre mujer seguía p r i v á n d o s e del sueño y del alimento, y se sentía morir. U n a mañana, cuando y a estaba resuelta a pedir para sus hijos albergue en u n asilo de caridad, p e n s ó , en medio de su fiebre, que ella t a m b i é n p o d r í a ser corista. Mejor sería ser corista que lo que le había propuesto una vieja de l a vecindad. Esta vieja le h a b í a dicho: — H i j a m í a , si y o tuviera los años y l a cara que usted tiene, no p a s a r í a apuros, n i t e n d r í a a los chicos muertecitos de hambre. N o sea usted tonta. N o era tonta, pero era honrada; conservaba en el alma l a memoria del padre de su3 hijos, y antes e n t r e g a r í a estos hijos á la caridad, y ella se dejaría m o r i r , que vender su marchita hermosura. Dios se c o m p a d e c i ó de tanta desdicha, y u n empresario galante y aficionado á lo bueno l a contrató. L a P a c a f o r m ó parte del coro de una compañía de zarzuela alegre, m á s que por su voz por su buena presencia, el empresario le 24 CARLOS PRONTAURA asignó doce reales por función, con promesa de aumentar este sueldo. Y todas las noches puede el lector, si vive en M a d r i d , ver á la P a c a en el coro del teatro de... luciendo los m á s caprichosos trajes; enseñ a n d o las piernas, por exigirlo a s í e l gusto do l a parte m á s numerosa del p ú b l i c o , y alguna vez se ve obligada a brincar y saltar al c o m p á s de l a m ú s i c a . C o n los doce reales l a P a c a y sus hijos viven, y éstos están cada d í a m á s hermosos, y ella ha mejorado de salud n o t a . blemente, y su melancólica belleza tiene indefinible encanto... E s la corista m á s perseguida de los galanes de todas cataduras que frecuentan el teatro. Raro es el d í a que no tiene que o i r P a c a proposiciones de a l g ú n enamorado, y si ella no fuera tonta, como dicen sus c o m p a ñ e r a s , en coche de dos caballos la v e r í a m o s en el R e t i r o y l a Castellana, P a c a oye á sus adoradores, y con una amarga sonrisa contesta á las proposiciones que le hacen: —Tengo tres hijos, y soy buena madre. N o puedo ser una mujer perdida. S i quiere usted casarse conmigo y tiene l a abnegación necesaria para mantener y educar, por amor a l a madre, tres hijos de otro... GENTE DE MADRID 25 Hasta ahora ninguno se ha presentado capaz de esta a b n e g a c i ó n . Y l a P a c a sigue cantando en el coro, y danzando al c o m p á s de l a m ú s i c a , s e g ú n las i n d i caciones del director de escena... Y muchas veces canta y danza con los ojos llenos de lágrimas. IV DON BLAS TRUCHIMAN i Conocí esta N o v i e m b r e ú l t i m o , en casa de m i vecina l a v i u d a de Cerrojillo, una pensionista que tiene reuniones para que se distraigan sus dos bijas, conocí, digo, á D . Blas T r u c h i m á n , que iba allí con intenciones hostiles contra l a mayor de las muchachas. D o n Blas era un hombre m u y desahogado, es decir, m u y francote, m u y hablador, que trataba con l a mayor confianza á l a viuda, á sus hijas y á todos los que nos c o n g r e g á b a m o s en aquella casa. E l llevaba siempre l a v o z cantante, es decir, que se lo hablaba todo, sin dejar á n i n g ú n otro meter baza. L a v i u d a estaba encantada y le oía extática, G E N T E D E MADRID 27 persuadida de que era D . Blas una de las mejores proporciones de la época. U n a noche p r e g u n t é á l a viuda, que antes de que éste se presentara me h a c í a de él exagerado elogio: —Diga usted D . " Bibiana, ¿y q u é profesión es la de D . Blas?... — A h o r a está cesante; pero y a v e r á usted en viniendo Sagasta. E n efecto, Sagasta era su Í n t i m o amigo, según él aseguraba. —Esto no puede d u r a r — d e c í a D . Blas, aludiendo a l Gobierno conservdor;—esto se v a por la posta, y no hay m á s recurso sino que vengamos nosotros los liberales; E l hombre r e p e t í a lo que decía todo el mundo, presintiendo el resultado da lo que tramaban los rusos contra D . A n t o n i o . —Hoy mismo continuaba diciendo D . Blas —he escrito á Sagasta que se prepare y que no sea tonto, y que se deja guiar por m í , y no haga caso de otros. ¿Tan amigo de usted es?... —Somos u ñ a y carne. Y a ve usted, en La Iberia escribíamos juntos. —iHombrel —Sí, señor. Y nunca publicaba n i n g ú n artículo sin leérmelo antes. Conque no digo m á s . . . 28 CARLOS ÍTtONTATJRA —¿Y c ó m o en las diversas épocas que ha sido poder no ha figurado usted en el Congreso ni en l a A d m i n i s t r a c i ó n ? . . . —Porque no he querido; porque yo no soy de los amigos que estorban... como otros. Siempre le he cedido m i distrito para un compromiso. —¿Tiene usted su distrito propio?... —lHombrel T a lo creo, tengo dos: uno en l a M a n c h a y otro en Extremadura, y en ninguno de ellos sale nunca otro que el que yo digo. —Pues es una a b n e g a c i ó n l a de usted de que no se ven muchos ejemplares. —¿Qué quiere usted?... Y o soy así. Y no sólo he podido ser diputado; sino Director de Penales ó de lo que hubiera querido, y Subsecretario. L o que es ahora, si venimos al poder, no h a r é lo que he hecho antes. Y a le he escrito á Sagasta que esta vez tengo el capricho de ser diputado, y que puede disponer de uno de mis distritos, pero del otro no. E l otro me lo reservo, porque no quiero que se incomoden conmigo, los electores, que á regañadientes me han obedecido cuando les he dicho que no me voten. L a v i u d a de Cerrojillo no p o d í a disimular la emoción que experimentaba oyendo á su futu- G E N T E D E MADRID 29 ro yerno y á l a m a y o r de sus hijas, l a sensible Elena, se le p o n í a n los ojos tan tiernos, que daba c o m p a s i ó n verla. L a otra muchacha tampoco podía disimular el pesar de no tener otro T r u c h i m á n como el de su hermana. ii Subieron los fusionistas al poder, y l a v i u d a y su hija creyeron llegada l a hora de su ventura. D o n Blas rebosaba de alegría, y l a noche del 11 de Diciembre, con el fausto motivo de la jura d e l nuevo Gabinete, llevó á casa de su novia unos bartolillos de l a p a s t e l e r í a de l a calle de l a Go/guera, y nos hizo participar de tan delicado obsequio á todos los tertulios. Felicitárnosle todos sinceramente, y estuvo el hombre m á s expansivo que nunca. —¿Quién será Gobernador de Madrid?—le preguntó un c u ñ a d o de l a v i u d a , buen sujeto, que tiene muchas ganas de pertenecer a l a secreta, no porque lo necesite, sino porque es m u y curioso y se ha e m p e ñ a d o en que posee aptitu- 30 CARLOS TRONTATJRA des extraordinarias para d e s e m p e ñ a r comisiones de policía... —Precisamente—dijo D . Blas—me han ofrecido el puesto; pero y o no lo he querido... — i Q u é lástimal —¿Y por q u é ? . . . A s í exclamaron l a v i u d a y l a novia. —Porque y o — c o n t e s t ó —tengo m u y malas pulgas, y si fuera Gobernador, todos los días m e t e r í a en l a cárcel á medio M a d r i d . —Pues entonces—observé—en dos días acababa usted su m i s i ó n . —Conozco—prosiguió—que esto no se puede hacer; pero yo no soy de la madera de los que se doblan y transigen... A s í es que le dije á P r á x e d e s esta tarde: «Déjame de gobiernos que no te quiero comprometer. T a sabes m i genio... Y o no puedo tomar otro cargo que uno en que nadie me pueda hacer observaciones y en que yo haga lo que me de l a gana.> Puede que me haga Consejero de Estado... T o le he dicho que me haga l o que quiera, porque tampoco he de tener exigencias n i poner dificultades á u n amigo. D a asco ver el s i n n ú m e r o de prete& dientes que andan y a por esos Ministerios, T o no me" quiero confundir con semejante turba de p e d i g ü e ñ o s . lAsí está el país perdidol Todos los tertulios oían con a d m i r a c i ó n á G E N T E D E MADRID 81 Don Blas, contemplando al hombre superior, modelo de a b n e g a c i ó n , de independencia y desinterés, a l m i s m o tiempo que de acrisolada lealtad y firme consecuencia política. A l a viuda se le pasaban buenas ganas de darle un abrazo, y l a novia se esponjaba orgu llosa como si estuviera y a en posesión de marido de tan revelantes circunstancias. L a futura suegra, D O pudiendo expresar su satisfacción de otra manera, nos obsequió á todos con chocolate con canela y Píos nonos, que m a n d ó traer de l a bollería de l a esquina. m He estado malo, y h a c í a días que no iba á l a tertulia de l a v i u d a . A y e r me la e n c o n t r é . —¿Y D . Blas?—la p r e g u n t é — ¿ C u á n d o es la boda?... —¡Calle ustedl—me d i j o . — S i no se le puede echar la vista encima. Apenas v a á casa, porque está m u y ocupado. L o s Ministros no le dejan un momento. Y l a chica se está desesperando y desmejorando de una manera... 32 CARLOS JRONTAURA Y anoche leí en La Correspondencia: «Ha sido destinado á uno de los fielatos de esta corte D . Blas T r u c h i m á n , que y a perteneció al Cuerpo de Consumos en otra época.» Temo que en leyendo esta noticia se mueran de repente l a v i u d a y su hija. V DIPUTADO ELEOTO Todo j ú b i l o es boy, no l a gran Toledo, sino la reducida h a b i t a c i ó n en el piso tercero de la calle de los Negros, donde v i v e D . J u a n L ó p e z y Pérez, diputado electo. Y a era hora que D . J u a n recibiera el justo premio á su insignificancia. Hace cinco años que todos los días v a por la mañana á casa del ministro D . P e r e g r í n , sin otro objeto que saber como h a pasado l a noche el perspicuo hombre político, y vuelve por l a noche un ratito. E n La Iberia ha escrito dos artículos en d e m o s t r a c i ó n de que fuera del fusionismo no hay salvación para este p a í s . T o m ó 3 34 CARLOS FRONTAURA parte activa en l a manifestación aquella tan culta contra C á n o v a s . P o r todos estos méritoB ahora le han encasillado en el distrito de Sal si puedes, e c h á n d o l e á luchar con D . J u a n P é r e z y L ó p e z , que le ha representado antes, y que t e n í a a l g ú n arraigo, aunque poco, en aquellos pueblos. É l es agente de negocios; pero como el país está tan perdido y h a y pocos negocios y muchos agentes, D . J u a n L ó p e z cada vez r e ú n e menos ingresos, viendo d i s m i n u i r notablemente su clientela. Y le dijo á su m u j e r : — « H i j a , es preciso que me dedique á otra cosa, y ha de ser cosa que no tenga que estudiar, porque y a tengo los huesos duros para meterme en estudios. H e pensado que lo mejor sería hacerme diputado. >—« E s o es lo mejor, contestó l a señora. ¿ P o r q u é no le hablas á D . P e r e g r í n ? A h o r a es M i n i s t r o , y si no te hace diputado será porque no le d é l a gana, y entonces y a te' puedes i r con Bosch, que dice que te quiere tanto; porque, hijo, amigo que no sirve y cuchillo que no corta, que se pierdan poco importa. Cinco años hace que pagas el círculo y que vas todos los d í a s á dar los buenos d í a s á D . P e r e g r í n , y buenos ramos de flores hemos regalado á su mujer; y cuando se le casó l a c u ñ a d a , me desp r e n d í yo, para regalárselo, de aquel medio GKNTK D E MADRID 35 aderezo de r u b í e s , amatistas y topacios de m i abuela, y bien lo hizo poner don P e r e g r í n en la lista que dio á los periódicos; guardada tengo l a lista en u n n ú m e r o de La Iberia. «Un soberbio medio aderezo de r u b í e s , amatistas y topacios, de D . J u a n L ó p e z y P é r e z y señora. > Conque me parece que no h a b r á muchos que reúnan las circunstancias que t ú para ser diputado.» D o n J u a n ha tenido suerte: llegó á exponer su pretensión en momento oportuno; precisamente estaba el M i n i s t r o discurriendo c ó m o echaría del distrito, de Sal si puedes, á D . J u a n Pérez y L ó p e z , á quien tiene S u Excelencia mucha tirria desde que sabe que P é r e z y L ó pez dijo en l a tertulia de l a Marquesa de l a Manta, una noche en que no sé q u i é n hablaba de hombres feos:—«No hay que darle vueltas, señoras y señores, e l hombre m á s feo del globo es D . P e r e g r í n . » L a candidatura de D . J u a n López y P é r e z f u é aceptada, recomendada a l Gobernador y á toda l a c a c i q u e r í a del distrito, y D . J u a n L ó p e z , mediante u n e m p r é s t i t o contratado con otro agente de negocios que está rabiando por tener u n diputado cogido para que le sirva en ciertos y ciertos asuntos peliagudos, se fué á Sal si puedes á recomendarse, y tuvo diversas entrevistas con el cacique mayor, u n 36 CARLOS ÍRONTATJRA t í o gordo, llamado de mote Iscariote, que tiene dominada por el terror toda l a comarca, y un yerno en presidio, por homicidio con agravantes, y h a declarado la guerra á D , J u a n P é r e z y L ó p e z ; porque éste, mientras ha sido .diputado, no h a sacado el indulto de aquel inocente cordero. D o n J u a n L ó p e z y P é r e z ha prometido á Iscariote, que ese indulto será el primer servicio que él haga á l a n a c i ó n . E n l a cabeza del distrito, el flamante candidato se hizo dar una serenata y p a g ó medio ciento de cohetes para festejar su llegada; fué padrino de u n chico que acababa de dar á l u z la señ o r a d e l A l c a l d e , y que hace el n ú m e r o quince de los hijos de l a dizna autoridad, como dice el Secretario del Ayuntamiento; ofreció el despa cho de tabacos de la A r r e n d a t a r i a á una viuda bastante guapa, que se ha quedado sola en el mundo, y p r o m e t i ó que se r e s o l v e r í a en favor de Sal si puedes una cuestión de aguas que tiene este pueblo hace diez y ocho siglos y tres meses, con otros dos pueblos nominados Pulgar í n y P u l g a r o n , cuestión que todos los años produce varios garrotazos y algunos tiros, y la c o n c e n t r a c i ó n de l a G u a r d i a c i v i l . D o n J u a n L ó p e z y P é r e z , merced á las artes de Iscariote, ha derrotado por tres votos á don J u a n P é r e z y L ó p e z , brillante resultado que GENTE D E MADRID 37 atribuye exclusivamente á su prestigio entre aquellos honrados habitantes; y no crean ustedes que exagero si les digo que D . J u a n L ó p e z y P é r e z , electo diputado, parece otro hom- bre. L e he visto en l a calle y me ha impresionado mucho su presencia: derecho, circunspecto, serio, con g a b á n nuevo gris y guantes de color de c a ñ a , marcha el hombre con aire decidido, mirando á los t r a n s e ú n t e s con cierta benevolencia compasiva y protectora, como quien tiene l a conciencia de su superioridad y l a cabeza rellena de ideas salvadoras de l a sociedad... D o n J u a n L ó p e z y P é r e z no v a y a á casa del ministro D . P e r e g r í n con aquel aire de mansedumbre y s u m i s i ó n . A h o r a y a puede ver don P e r e g r í n lo que hace, porque D . J u a n L ó p e z y Pérez es u n diputado de l a nación, y si no le sirve D . P e r e g r í n , él es m u y independiente y con él no juega D . P e r e g r í n n i nadie. E n su casa t a m b i é n es otro hombre D . J u a n ; ya no da importancia alguna á l a o p i n i ó n de su mujer y de su suegra, que antes nunca se atrevió á contradecirla; les ha perdido el miedo, y el otro d í a , que l a suegra le dijo con su acostumbrada a m a b i l i d a d : — « J u a n i t o , ¿ y q u é vas á hablar t ú en el Congreso?», l a contestó con desabrimiento y dignidad: — « S e ñ o r a , h a r á usted 38 CAELOS IROSTAUKA bien en meterse en sus enaguas, y no en lo que no le i m p o r t a . » A y e r recibió una cocinera, y le dijo: —«Advierto á usted, para que no lo olvide, que cuando hable usted de m í , diga usted siempre: «Su señoría.» P o r supuesto que se muda del cuarto tercero a l principal, y y a se ha hecho tarjetas como esta: - Otro detalle que demuestra [ ^ u a t v =£ópe* íEé-fce* DIPUTADO A CORTES Negros, 90, pral. lo poseído que D . J u a n está de su m i s i ó n parlamentaria. N o se habla en su presencia de cosa alguna, sin que a ñ a d a t r a n q u i l a m e n t e : — « D e eso h a b r á que tratar en las Cortes. Y a tengo yo m i idea.» D o n J u a n tiene ideas y hasta soluciones y remedios para l a cuestión obrera, para el pauperismo, para la e m p l e o m a n í a , para el conflicto financiero, para l a r u i n a de los vinicultores, para l a situación del teatro español, para el cólera y el trancazo, para las embestidas del anarquismo, para l a glosopeda y para los estragos que hace el tabaco de la C o m p a ñ í a Arrendataria. . . . L o malo será que no p o d r á explanar sus ideas, porque en l a primera legislatura se pre- GENTE D E MADRID 39 p a r a r á para la segunda, y en cuanto empiece l a segunda le d a r á n un destino bueno, pero bueno...; porque s i n o , lay de D . P e r e g r í n y del partido liberal, y hasta del sistema representativo! VI JUANITO RETAMA Y a está en San S e b a s t i á n Juanito Retama, y este año ba de c u m p l i r su p r o p ó s i t o , porque y a no puede esperar m á s . Hace cuatro veranos i m a g i n ó el plan que se propone realizar ahora á todo trance. Como que l a realización de ese plan es su ú n i c a salvación. Y a no tiene una peseta, n i crédito. R o r milagro ha dado con un usurero que le preste seis m i l reales mediante una escritura de depósito de tres m i l pesetas; y el sastre, á quien debe l a ropa del a ñ o pasado, le ha hecho un traje de m a ñ a n a y otro de sociedad para que pueda i r á l a capital guipuzcoana y realizar el plan. E l sasre m i r a con cierta consideración á Juanito, porque le ha proporcionado mucha parroquia. Juanito es u n elegante de l o m á s chic, y ha « E N T E D E MADRID 41 servido de figurín al sastre. Y si Juanito, que en otro tiempo le pagaba bien, ahora le paga mal, ó no le paga, en cambio los parroquianos que le ha proporcionado le pagan m u y caro el gusto de que les vista el sastre de mejor tijera de la corte. A d e m á s , el sastre, que conoce el plan de Juanito, no duda que lo l l e v a r á á término, y en llegando ese día, espera cobrar todo lo que le debe. Gracias, pues, a l sastre, Juanito es t a m b i é n este año en San S e b a s t i á n el caballero mejor portado que se pasea por el boulevard y baila en el Casino y se deja ver en l a p l a y a . ¿Y q u é p l a n es e l que l l e v a Juanito á San Sebastián? U n plan m u y sencillo: casarse H e r e d ó l a fortuna de sus padres, y se gastó alegramente una m i t a d y se j u g ó l a otra; heredó luego á una t í a , y lo mismo. Tiene a ú n otra tía, pero ésta, que h a visto lo que ha hecho con las dos herencias, le ha anunciado que y a tiene dictada su disposición testamentaria en favor de los niños de l a Inclusa, que seguramente no derrocharán el caudal. Juanito Retama no halla otro medio de evitar la ruina estrepitosa que le amenaza; se casará con una mujer rica, y en casándose, se meterá de hoz y de coz en l a política, y poco ha 42 CARLOS JTRONTATTRA de podor sino logra que le hagan diputado; y una vez diputado, será todo lo que le d é la gana de ser... Hace cuatro años que persigue este honesto fin. P e n s ó primero ser yerno de ministro, ó de c a p i t á n general, ó de Presidente de a l g ú n alto cuerpo, pero y a estaban cogidas todas esas buenas proporciones; y si alguna quedaba, hallábase t o d a v í a en el colegio ó en el p e r í o d o de la lactancia. T u v o , pues, que renunciar forzosamente á elegir su v í c t i m a entre las hijas de los grandes personajes. Se h a b í a n acabado las útiles. Entre las hijas de banqueros, que a ú n habla algunas, no logró mucha aceptación. L o s padres olieron que el mozo estaba con e l agua a l cuello, y le hicieron cruda guerra U n a , m á s fea que el pecado mortal, estuvo á punto de escaparse con Juanito; pero el padre, vigilante siempre, lo estorbó, y propuso a l raptor que eligiera entre recibir m i l duros de gratificación como premio de su desistimiento, ó una paliza. Juanito, puesto en esta alternativa, o p t ó por lo primero. A los cuatro días, n i uno siquiera le quedaba de los m i l . T r a t ó de enderezar sus exploraciones hacia el ramo de viudas de buen ver, y no fué m á s afortunado. Son muchos los ejemplos de viudas que GENTE D E MADRID 43 han pagado m u y cara l a satisfacción de contraer segundas nupcias, y y a no se conmueven fácilmente. U n a e n c o n t r ó que pasaba de los cincuenta, que en los conciertos, en el Casino de San Sebastián l u c í a vistosísimos trajes, y por las tardes paseaba en una ligera cesta arrastrada por dos briosas jacas, y en el teatro t e n í a palco, y no faltaba nunca en Beti- J a i . . . Juanito se propuso conquistarla, y pronto comprendió que l a dama le miraba con interés. Y a se consideraba d u e ñ o de l a opulenta v i u d a y discurría c ó m o comprometerla á casarse con él, cuando una noche, a l separarse de su enamorada, á q u i é n h a b í a a c o m p a ñ a d o a l hotel desde el teatro, se le acercó u n arrogante capitán de caballería que p a r e c í a u n gigante y le dijo: —¿Usted es J u a n i t o Retama? —Servidor de usted. ¿Qué tiene usted que decirme? —Poquita cosa. M í r e m e usted b i e n . —¿Qué significa?.,.. —¿Le parece á usted que yo tengo cara de aguantar que u n perdis c ó m o usted se llame m i p a p á político? —Esa broma... —No es broma. Y o soy h i j o de l a señora á quien usted está e n g a ñ a n d o miserablemente. 44 CARLOS FRONTAURA U n amigo fiel me h a avisado de lo que ocurre, y desde Sevilla he venido á h a c e r a usted l a pregunta que acaba de o i r . —ICaballero, usted no tiene derechoI... — N o tengo derecho, pero tengo un sable m u y hermoso, con el que pienso cortar a usted las orejas si vuelve á acercarse á m i madre, á la que debe usted respetar por sus años y por el reblandecimiento cerebral que padece. Juanito c o m p r e n d i ó que las orejas c o r r í a n peligro, desistió l a conquista. E l c a p i t á n se llev ó consigo á l a pobre loca, que lloraba por su Juanito como si hubiera perdido una alhaja. Juanito está y a escarmentado y no quiere na da con mujeres que tengan familia. S u bello ideal es una vieja verde, y esta ganga es l a que piensa haber encontrado en San Sebastián. H a y algunas, pero l a que entre todas merece su preferencia es una dama extravagante que hace dos años c o m p r ó un hotel en la Concha y allí pasó el verano anterior, y allí se encuentra desde principios de J u n i o ú l t i m o . J u a n i t o a v e r i g u ó el a ñ o pasado todas las circunstancias de l a vieja. É s t a es americana, viuda, y tiene casa propia en P a r í s y en Barcelona y en el Puerto de Santa M a r í a . Todas las noches en el teatro, Retama, desde su butaca, contempla, sin quitarle ojo, á la vie- G E N T E D E MADRID 45 ja, que ostenta en s u palco los trajes m á s exagerados é impropios de su edad, y deslumhra á su enamorado con los brillantes que luce en el cuello, en las orejas y en las manos. A c o m p a ñ a en el palco á l a vetusta dama una l i n d a joven, hija del administrador de sus propiedades, una muchacha verdaderamente encantadora, y es de ver que todo e l mundo m i r a con deleite á la muchacha, y sólo Retama tiene fija l a vista en la vieja, por donde todo el mundo se h a enterado y a de las intenciones del buen mozo. L a situación no puede ser, ciertamente, m á s ridicula para él, pero no le importa, Consiga é l lo que se ha propuesto, y l o d e m á s poco le importa. Luego que se apodere de l a vieja y de su fortuna, los que ahora se r í e n no d e j a r á n de hacerse sus Intimos, s i pueden, y s i abre su casa y se muestra expansivo y espléndido, no le faltarán aduladores, y hasta h a b r á poeta que cante las virtudes de l a vieja y de su marido. N o es tonto Retama, eso no, n i le falta instrucción, y si quisiera trabajar, l o que hiciera lo h a r í a bien; p o d r í a utilizar con honra su título de abogado, pero no tiene él paciencia para hacer su camino lentamente por medio del estudio y del trabajo. « P a r a ser u n personaje en este país, piensa, el camino m á s largo os el del trabajo.» Y recuerda cien ejemplos de persona- 46 CARLOS FRONTAURA jes que todos mis lectores conocen de vista ó de oidas, y que l a posición que disfrutan d é b e n l a exclusivamente á su desparpajo y poca aprensión, por no decir poca v e r g ü e n z a . L o que es Juanito, este verano compromete á la vieja á casarse con él. Y a v e r á n ustedes como en Octubre ó N o viembre se anuncia l a boda en los papeles p ú blicos. VII B L NOVIO F I N D E SIGLO i Creo y o que casi se h a perdido l a raza de los novios de esquina, paseantes de l a acera de enfrente, sobornadores de criadas y porteros, estorbo del t r a n s e ú n t e y d i v e r s i ó n del vecindario desocupado. Las costumbres han variado notablemente. Los padres y los tíos h a n perdido aquella severidad legendaria; las muchachas han aprendido mucho, y no son y a aquellas candidas palomas, cuya inocencia las e x p o n í a , al menor descuido, á caer en las garras de u n g a v i l á n con carrik, comprometiendo l a tranquilidad del hogar y el honor de la familia. A s i , y a no se usan aquellas exageradas pre 48 CARLOS F R O N T A U R A cauciones que tomaban los padres, á fin de evitar que u n g a l á n entrara en la casa antes de saberse con certeza que era de fiar, que venía con buen fin, y que se le p o d í a llamar, sin riesgo de equivocarse, una buena proporción. Ahora y a no existen los obstáculos tradicionales, y toda doncella tiene el novio que le da l a gana, y á todo galán se le franquea l a casa y se le allana el camino del matrimonio. Y todo esto, y m á s , es preciso para que el g a l á n se decida á casarse, no siendo l a novia hija de ministro presente ó futuro, ó de capitalista inquebrable ó de capitán general de ejército.... Pero t o d a v í a existe a l g ú n ejemplar de novio de esquina, y en l a calle donde yo v i v o , sin i r m á s lejos, pueden ustedes ver uno. Y o me levanto á las ocho, y lo primero que hago es levantar el v i s i l l o para ver que tal car i z presenta el día, y lo primero que veo es al joven de l a esquina, con su capita bastante traída y su honguito de color de café. M e gusta el galán: tiene aire resuelto, ó indudablemente no es de aquellos inocentones novios callejeros que florecieron en los tiempos en que llamaban al general Serrano el ministro bonito. E l galán se pasea inquieto, fuma cigarrillos, y de cuando en cuando m i r a á los balcones de l a casa de la otra esquina, donde vive l a novia. Cuando ésta G E N T E jDE MADRID 49 aparece en el mirador, el g a l á n Be desemboza graciosamente, se quita el sombrero y saluda cortés y elegantemente á l a dama de sus pensamientos. P o c o d e s p u é s se le acerca un criado y hablan los dos. E l criado es el mensajero de l a señorita; le lleva una carta y toma l a que é l le da, y váse para volver m á s tarde, y cuando ella sale en coche con l a voluminosa madre, allí está mi hombre, que saluda bizarramente á l a novia y á l a m a m á . . . . N o , no es este novio de l a madera de aquellos simples y medrosos del tiempo pasado. Este es un tuno que v a á su negocio, u n novio fin de siglo, inteligente, audaz, y h a r á su camino.... Bin trabajar. II Los novios de aquel tiempo se enamoraban como unos tontos y se casaban como unos infelices. N o miraban si la novia tenía dote ó tíos que heredar. E l l o s trabajaban en su oficio ó en su carrera; v i v í a n con suma economía, pasaban m i l trabajos, sufrían cien m i l contrariedades y se acortaban l a v i d a con heroica y todo lo soportaban mansedumbre, complaciéndose, cuando y a la mujer h a b í a perdido todos su? PÍ4 60 CAELOS PRONTAURA atractivos, en recordar lo guapa que era cuando novia, l o modosita, l o t í m i d a , l o inocente y angelical, y lo remonlsima que estaba el d í a de la boda con s u traje nuevo, su ramito de azahar en el pecho, etc., etc. Triunfaban en toda l a línea en aquel tiempo el amor y el d e s i n t e r é s . P e r o este novio que pasea por m i calle de to do tiene menos desinterés, porque su proyecto es hacer fortuna por medio del matrimonio. L a novia, á quien ha trastornado el poco j u i c i o de que l a d o t ó l a D i v i n a Providencia, es felta como u n coco; pero su padre es senador de los vitalicios, y presta dinero con usura por mano de un agente que, por tanto m á s cuanto, carga con el sambenito de usurero, mientras él pasa por uno de los prohombres m á s rectos y de m á s severas costumbres. Claro es que á los padres de la novia no les conviene para ésta u n mocito sin oficio n i beneficio, y que no tiene una peseta, y que tienen por seguro que persona de mejor posición bocial q u e r r á casarse con su hija; pero no dejará el arriscado joven que otro se lleve l a ganga de una mujer rica, hija de padre que siempre está en candelero, mande quien mande. Él cuenta con la voluntad de la fea, y lo dem á s le i m p o r t a poco. U n d í a la muchacha se p o n d r á de acuerdo con él, y y a b u s c a r á n l a manera de obligar á los padres á que los deje ca- G E N T E D E MADRID 61 sarse como Dios manda. U n a vez d u e ñ o legítimo de l a hija, de cuenta del padre corre l a carrera del yerno. É l le h a r á diputado, él le h a r á alto funcionario, y todo esto no le h a b r á costado m á s trabajo que pasear la calle de l a novia un par de meses, escribirla dos ó tres docenas de cartas incendiarias, recibir otras tantas con poca ortografía, y dar un disgusto á l a familia, exponiendo á l a madre á una congestión cerebral... É l h a b r á hecho su suerte, y se r e i r á grandemente de los que t o d a v í a se casan por amor y no se preocupan de que tenga l a novia otros encantos que los de l a belleza y l a v i r t u d . III Cuando veas, ¡oh lector! en l a esquina a l g ú n individuo de buen porte contemplando los b a l cones de l a casa de enfrente, has de tener por seguro que es e l pretendiente de alguna hembra de circunstancias superiores de posición y fortuna, y que no el amor, sino el propio interés de hacer carrera por medio del matrimonio, es lo que le obliga i hacer el oso desde la calle, como lo h a c í a n los novios de buena fé y verdaderamente enamorados en los pasados tiempos; aquellos novios b e n e m é r i t o s que están hoy, los 62 CARLOS I 8 0 N T A U K A que v i v e n , padeciendo reuma ó catarro crónico, ó m a l de piedra, ó el terrible lumbago, ó reblandecimiento cerebral, ó alguna otra de las mucbas enfermedades con que l a p r ó v i d a naturaleza obsequia á los mortales. VIII U N M A R I D O MÁRTIR Iba yo por el viaducto y v i un sujeto arrimado á la baranda, como si estuviera honestamente entretenido en l a c o n t e m p l a c i ó n del panorama que desde aquel punto se descubre. Cerca del sujeto, a s í como d i s t r a í d o s , pero m i r á n d o l e de reojo, estaban dos guardias del orden, atentos á la consigna de impedir que desde aquella al tura se dirijan á la eternidad los desesperados. lEste es Nicomedes! p e n s é , y f u í m e hacia el sujeto' y poniendo l a mano sobre su hombro, díjele: —iNicomedesl ¿Qué haces a q u í ? . . . M i r ó m e sorprendido y como si no me conociera. —¿No eres Nicomedes? — S i , es decir, no estoy seguro de ser N i c o - 54 CARLOS FRONTAURA medes. Y a no conozco á nadie n i á m i mismo. —¿Es posible?... —Pero á t í sí, abora te reconozco, y me alegro de verte bueno. A d i ó s , me v o y m á s allá... M e cargan estos guardias que no me quitan ojo. —Pero ¿qué te pasa? ¿qué intenciones son las tuyas? ¿qué baces a q u í con este sol de justicia? ¿qué vas á hacer?,.. — V o y á saltar á la calle de Segovia en cuanto se descuiden esos u n momento. — i Q u é disparatel N o te lo consiento. A h o r a mismo te vienes conmigo y vas á contarme tus cuitas, por si puedo proporcionarte remedio. — A h no, no hay remedio, para m í . —¿Qué sabes t ú ? . . . Vente, vente conmigo, ó ta denuncio acusándote de delito de tentativa de suicidio. —Vamos, no te quiero contrariar. Volveré m á s tarde, cuando releven á esos dos otros guardias menos celosos. —Entraremos en aquel café, tomaremos un refresco... M e parece que t ú lo necesitas... — E n efecto, estoy a b r a s á n d o m e v i v o . — E l café está solitario; nadie nos oye n i nos interrumpe. C u é n t a m e , pues, tus penas, desaho ga tu pecho... —Sí, lo necesito; te lo d i r é todo, todo lo que me ha pasado en seis años que h a r á que no nos G E N T E D E MADRID 56 vemos. Sabes mis vicisitudes anteriores, mis pérdidas en la Bolsa, m i ruina por haber garantizado los p a g a r é s de aquel amigo que se fué á Buenos A i r e s . . . —Sí, todo eso lo sé. —Tuve que aceptar un destino de seis m i l reales para v i v i r . . . N o tenía condiciones administrativas, n i t í t u l o a c a d é m i c o , y no pudieron darme cosa mejor. M e c o n f o r m é con m i suerte, y vivía tranquilo en casa de doña P e t r a . —¿Quién es d o ñ a Petra? — L a m á s caritativa, gentil y dadivosa de las patronas; una mujer y ejemplar por lo benéfica y generosa. F i g ú r a t e que los h u é s p e d e s solían irse de su casa sin pagar, y en vez de perseguirlos, como otra hubiera hecho, los perdonaba, los c o m p a d e c í a y hasta lloraba su ausencia. ¿Has visto pupilera semejante?... E n su casa era yo dichoso, te digo que completamente d i choso, y creo firmemente que los mortales que no han sido h u é s p e d e s de d o ñ a P e t r a no han conocido l a felicidad... l A y l . . . ¿ p o r q u e me sacaron de allí?... —¿Quién te sacó de allí?... — E l demonio, es decir, una señora... V e r á s , Y o , d e s p u é s de comer, solía salir al b a l c ó n ; cerca de este balcón h a b í a otro de la casa inmediata, una gra casa, y en éste manifestábase 56 CAELOS FRONTATTRA una gran señora, m u y bien aderazada, vistosa, que me miraba mucho, valiéndose de un impertinente, y a sabes, u n lente con mango largo... U n a tarde me saludó, correspondiendo yo finamente; otra me h a b l ó de l a temperatura de Agosto; me dijo que sólo t e n í a puestas la camisa y l a bata, y no p o d í a resistir el calor, y que era de Extremadura, donde h a b í a enviudado h a c í a a ñ o y medio, y se a b u r r í a allí y se vino á M a d r i d ó v i v i r de sus rentas. E l d í a siguiente me regaló u n j a m ó n , como lo oyes, u n jamón e x t r e m e ñ o , m u y rico, del que participaron todos los huéspedes de doña Petra, que por cierto hab í a m o s perdido hasta l a idea del sabor de manj a r tan exquisito... Todos lo probaron con singular regocijo y encarecieron la importancia de tan suculento obsequio. Unicamente l a patroca, l a sin par d o ñ a Petra, se mantuvo reservada y reflexiva ante aquel j a m ó n . L a incomparable pupilera tuvo, s i n duda, el presentimiento de que aquel j a m ó n iba á ser la perdición de su h u é s p e d predilecto. —¿Te casaste con l a viuda?... —Sí; el hombre es d é b i l . . . q u é quieres? Me sacó de aquel asilo de beneficencia fundado por d o ñ a Petra, y me llevó á l a iglesia. l A y , amigo míol Entre seis m i l reales de sueldo y una mujer r i q u í s i m a , ¿qué hubiera hecho el mismísimo G E N T E D E MADRID 57 C a t ó n ? . . . P e r o iqué expiaciónl Confieso m i flaqueza; aquella mujer, antes de ser m i señora, me inspiraba respeto y gratitud, luego que se apoderó de m í y a no me i n s p i r ó tan gratos sentimientos... M e d o m i n ó por el terror, lo que oyes, por el terror. Dio en ser celosa... T ú no sabes lo que es una vieja enamorada. Siento que estemos en u n café, donde puede entrar cualquiera, porque no puedo mostrarte como me h a puesto m i mujer. Si quieres iremos luego á t u casa, y me verás en cueros vivos. —iHombre; ¿para q u é ? . . . —Para que veas las cicatrices que tengo en mi cuerpo. - ¿Heridas? —Pellizcos, unos pellizcos retorcidos de que ella sola posee el secreto. —iQué atrocidadl —Sí, á toda hora, en toda ocasión, con el más fútil pretexto me aplica ese cruel castigo. Vamos en carretela por Recoletos a l Retiro, y si yo miro á la derecha me arrima u n pellizco que me vuelve loco, porque imagina que dirijo la vista á l a elegante que pasa en su victoria abanicándose: y si m i r o á l a izquierda, otro pellizco, porque supone que me g u i ñ a el ojo l a amazona rubia del Circo que viene haciendo monerías en su caballote inglés. O b l í g a m e á no 58 CARLOS FRONTAUKA mirar m á s que á los grandes botones de la l i brea del cochero. Cuando volvemos de paseo en coche, no traigo nunca menos de veinte cardenales de otros tantos pellizcos. E n el teatro no cesa m i martirio. S i en l a comedia u n marido se queja de que su mujer es una sierpe, l a m í a me da u n pellizco, s u p o n i é n d o m e inspirador del autor del chiste; si me atrevo á decir que la graciosa canta bien unos couplets salpimentados, el pellizco es seguro, lo mismo que si aparento indiferencia ante l a gracia y desenvoltura de la artista, porque m i mujer supone que m i actitud es disimulo refinado y c r i m i n a l hipocresía. —iPues estás divertidol - -Las criadas da m i casa son dos orangutanes con faldas, lo m á s feo que ha encontrado m i mujer; y el otro d í a , porque m i r é á una de ellas, m i ena. morada esposa me tiró la vinagrera á la cabeza... Pero, en cambio de tus contrariedades, tienes una bueua, posición, t u mujer es rica... —iHombrel si no tengo u n cuarto; ella me lo compra todo, hasta los fósferos. Dice que no careciendo de nada, para nada necesito dinero. — E n eso no le falta l a r a z ó n . —Pues y o te digo que no puedo v i v i r así... E n m i lugar te quisiera ver. Como los manjares m á s exquisitos, y para m í tienen u n sabor m á s amargo que l a hiél; habito en un hotel que m i G E N T E D E MADRID 59 mujer ha comprado para que estemos sólitos los dos, y recuerdo con deleite l a h a b i t a c i ó n obscura y las sillas cojas de casa de d o ñ a Petra; duermo, cuando ella me deja dormir, en u n lecho de colchones de p l u m a y seda entre cortinajes de rico damasco, y envidio al estudiante desvalido que duerme en u n catre ó en u n tablado verde, sobre u n j e r g ó n de terliz y p a ñ o ja... Y en fin, todo lo sufriría, los malos tratamientos, los pellizcos, l a carencia absoluta de dinero, la a b d i c a c i ó n completa de m i voluntad, la humillación de que'me mantenga m i mujer..,; pero lo que no puedo sufrir es su ternura, sus frases de amor... N o p u e d o . n o puedo, te digo... Cuando me dice: <lMonín míoa.ponien- do un hociquito m u y afilado, siento impulsos de estrangularla... Y antes de que esto suceda, quiero tirarme del viaducto abajo. H o y me he escapado de casa, y hoy ha de ser el d í a de m i libertad... — H o y no, porque y o no te dejo que hagas ese disparate. —Pero, ¿qué puedo hacer en m i situación?... —Ser hombre, tener energía, imponerte & tu mujer. —Ilmposible! L a e n e r g í a , la dignidad, todo lo p e r d í al casarme con una mujer rica siendo yo pobre. N o hay remedio para m i . 60 CARLOS FRONTAURA —Pues sufre, come y calla, y déjate querer. — ¡Dejarme querer!... [Horrible! ihorrible! Ihorrible!... N o me t i r a r é hoy desde el viaducto por no darte u n disgusto pero me t i r a r é otro d í a . ¡Pobre Nicomedesl ¡Y hay quien le envidia l a suerte de haberse casado con una mujer rica, aunque fea y entrada en años! IX LAS TEES CLASES DE VAPOE N o crean ustedes que sólo en Barcelona y su término existen estas renombradas clases de vapor que tanto se agitan y suelen producir algún que otro disgusto á los gobernadores y á los fabricantes. Y o creía eso t a m b i é n , que solamente allí se disfrutaban las ventajas que proporcionan esas sonadas clases; pero me ha sacado de m i error D . J e s ú s de l a Gazuza, empleado en Hacienda con 5.000 pesetas, que en el presente momento h i s t ó r i c o está el pobre temblando ser una de las v í c t i m a s del furor de economías que se ha apoderado de nuestros legisladores. Mucho lo sentiría y o , no sólo por el debido amor al p r ó j i m o y porque para éste no quiero lo que no quiero para m i mismo, sino porque el triste D . J e s ú s , sobre ser un empleado b e n e m é - 62 CARLOS FRONTAURA rito, de los que no se prestan á chanchullos, ni faltan a l a oficina, n i dejan dormir los expedientes, n i posee otros bienes en l a tierra que su empleo, tiene que mantener y sufrir en su casa, según el mismo dice, las tres clases de vapor. L e a n ustedes como se explica el estimado Don Jesús: M e rio y o , dice, de las dificultades y conflictos que á lo mejor encuentra l a autoridad en Barcelona por efecto de discusiones, determinaciones, manifestaciones é imposiciones de las tres clases de vapor. E n m i lugar h a b í a n de verse el gobernador y el c a p i t á n general, y seguro estoy de que n i sabrían q u é hacer, n i se v e r í a n libres de fuertes dolores de caheza ni t e n d r í a n l a paciencia que yo tengo, n i hallarían manera de resolver el conflicto de todos los días en que yo me veo. Que no me hablen de l a trascendencia de l a actitud de las tres clases de vapor... Y o no tengo el gusto de conocer esas clases, que deben ser de lo m á s zaragatero que se ha visto en el mundo; pero conozco las que tengo en casa, y esas sí que son clases de vapor. Son tres hijas solteras que Dios me ha dado, y así me salve S u D i v i n a Majestad como y a no puedo con ellas, y m á s fácilmente me las habría y o solo con las tres clases de vapor de Barcelona, aunque fuera á brazo partido, que con esas G E N T E D E MADRID 63 niñas de mis ojos, que han de acabar conmigo BÍ Dios no lo remedia. Se asusta mucho l a gente porque se declaran en huelga alguna vez las tres clases de vapor. L a s de m i casa están en huelga constantemente. L a mayor parte de los días no tengo quien me haga el chocolate por l a mañana; l a criada ha salido con recados de las tres clases de vapor, y á las diez no ha vuelto; l a primera de aquéllas está mala; l a segunda duerme profundamente, porque se acostó tarde, como que estuvo leyendo una novela de Z o l a que le p r e s t ó el vecino, y la tercera no sabe hacer chocolate. T o m o en crudo l a triste onza del de peseta de l a Colonial y u n vaso de agua y á la oficina. Terminadas las seis horas de trabajo b u r o c r á t i c o , vuelvo a casa con buenas ganas de comer, que, á pesar de l a arrastrada vida que paso, no pierdo el apetito; pero no hay ejemplo de que y o coma c o n aquella tranquilidad y aquel gusto con que debe de comer quien paga puntualmente lo que come. Siempre ha ocurrido algo mientras estuve en l a oficina, algo que h a impedido l a indispensable preparación de l a comida. O l a criada r i ñ ó con mis hijas, y se ha ido á l a calle, d e s p u é s de ponerlas de oro y azul, y de tirar á la cara á l a mayor el tocino, habiendo armado un escándalo fenomenal, que me cuenta con todos sus detalles, ó CARLOS TROHTATJRA han sido ellas tres las que han reñido y me las encuentro sofocadas, m i r á n d o s e con enojo, amen a z á n d o s e , l a mayor roja de ira, l a mediana pajiza de cólera, y l a menor verde de rabia, y en cuanto nos ponemos á comer reprodúcese la disputa, y la mayor estalla, y l a segunda salta, y l a tercera revienta, y me quedo sin comer, porque no t e n d r í a y o sangre paternal en las venas s i pudiera presenciar con estoica indiferencia el lamentable espectáculo de las tres clases de vapor en violentísima ebullición; ó no puedo comer porque la sopa está ahumada, y los fideos hechos engrudo, y los garbanzos duros como balines, y l a carne no se c o r t a r í a con una sierra, como que la criada, en vez de cuidar el puchero, estuvo en la calle ejerciendo de espía para enterarse de que rumbo tomaba en saliendo de guardia del cuartel un teniente primero que ha dado palabra de casamiento á m i chica mediana, y probablemente se la tiene dada á otras, y por lo visto se la da á toda mujer incauta que enouentra en su camino. E n suma, y para no cansar, no hay d í a en que yo coma á m i gusto, y muchas veces me veo en la necesidad de echarme á l a calle y meterme en el r i n c ó n más obscuro de u n café y tomar uno con media tostada, y y a me ha sucedido que el camarero, viendo que caían l á g r i m a s de mis ojos s ó b r e l a rancia G E N T E D E MADRID 66 manteca del pedazo de tostada que me llevaba á la boca, me ha dicho con m a l modo: «Oiga usted, si piensa usted matarse en c o m i é n d o s e l a tostada, d í g a m e l o con franqueza, para llamar á l a pareja, que el otro d í a , a h í donde está usted, se mató un sujeto, que t a m b i é n estuvo u n ratito llorando, a l m i s m o tiempo que se c o m í a un bollo, y el amo no quiere compromisos.» P o r esta v e r g ü e n z a tiene que pasar un padre amantlsimo. L a noche es para detcansar, ¿ v e r d a d ? . . . Pues en m i casa no es así; l a noche en m i casa es para bailar, para jugar á juegos de prendas, para cantar á lo flamenco, ó por lo fino, que es peor, y para que y o padezca bajo el poder de las tres clases de vapor que tengo en m i c o m p a ñ í a . A l guna vez que he querido apuntar una prudente observación acerca del desordenado afán de recibir en casa l a gente m á s cursi de l a cristiandad, mis hijas se han sublevado, a f r e n t á n d o m e con la calificación de tirano y obscurantista. Militares y paisanos, las hijas de la v i u d a de arriba, los h u é s p e d e s de enfrente, la alumna del Conservatorio, sobrina del flautista de abajo; las dos hermanas jamonas del tercero, que tienen un señor mayor que les paga la casa, un curial, que canta de b a r í t o n o de afición; u n cesante de Hacienda que canta de tenor opaco, y 6 66 CAELOS 3TKONTAÜEA una hija del curial que canta de tiple de fogata, ó q u é sé yo como se dice, vociferan todas las óperas con a c o m p a ñ a m i e n t o de a c o r d e ó n , que lo toca u n maestro de primeras letras, y me hacen odiar el divino arte de l a m ú s i c a . Y o , en estas reuniones, hago el m á s triste papel que puede imaginarse; nadie me hace caso, y una noche u n joven de caballería p r e g u n t ó á m i hija mayor: «¿Quién es ese fenómeno?» Y o era el fen ó m e n o . M i hija lo contó luego, celebrando el chiste. P a r a evitar estos incidentes, me retiro á m i cuarto, donde rezo mis cortas oraciones, y cuento mis cuitas á m i mujer, que esté en gloria, para que sepa como me ha dejado en este mundo, y me acuesto y no duermo hasta que, ya cerca del amanecer, cesa e l ruido de l a tertulia y me rinde la fatiga. Omito hablar de l o que me gastan mis hijas: me gastan todo l o que tengo y algo m á s , porque siempre estoy en deuda con el habilitado... A l g u n a vez leo en La Correspondencia las noticias de los movimientos y exigencias de las tres clases de vapor, y pienso que si y o no tuviera m á s trabajo que gobernar y reducir á esos importantes elementos de l a fabricación catalana, poco trabajo me costaría lo que parece tan difícil empresa. L a s tres clases de vapor irreducibles é indomables son, en puridad, las tres G E N T E D E MADRID 67 hijas que he tenido en m i matrimonio con m i malograda Engracia, que de Dios goce, y que era la mujer m á s tranquila, m á s insípida, m á s sosa y m á s simple que v i n o a l mundo. ¿ C ó m o de una mujer tan pava como aquella, Dios la haya perdonado, y de u n hombre tan infeliz como yo, han podido nacer esas tres clases de vapor?... ¡Misterios son éstos de l a naturaleza que no es dado profundizar á un humilde subordinado de m i digno jefe, el respetable señor Ministro de Hacienda! X [ABAJO L A F I N U R A l Se h a b í a hecho la t r a n s f o r m a c i ó n social sin derramar una gota de sangre. L o s burgueses, convencidos de que eran unos picarones, y arrepentidos de haberlo sido, h a b í a n s e prestado gustosos á los deseos del socialismo, y este sistema de desgobierno se habla establecido de l a manera m á s pacífica y correcta que puede imaginarse. L o s bienes se hablan repartido, con la posible equidad, por medio de una rifa colosal. Cada cual se h a b í a contentado con l o que la suerte le designó. E l palacio del M a r q u é s de Linares h a b í a correspondido al señor Liendres, un ropavejero, m u y buena persona, aunque algo borracho, que se h a b í a instalado en aquel suntuoso edificio con todos sus parientes y los de su mujer, l a seña Tecla. L o s Marqueses ha- G E S T E D E MADRID «9 bían Bido favorecidos con un cuartito interior de una casa de la calle de l a Ventosa, y se habían ido tan contentos á su nueva residencia, quedando m u y amigos de la familia Liendres. A D . P r á x e d e s le h a b í a correspondido una huevería de l a calle de las Maldonadas, y todo el día estaba allí despachando su m e r c a n c í a , como si en su vida hubiera hecho otra cosa. M a r t í n e z Campos era vecino de l a misma casa, en una guardillita, y como se h a b í a suprimido el ejército y él no p o d í a perder l a afición á la v i d a militar, no h a b í a parado hasta obtener el nombramiento de cabo de una c o m p a ñ í a de la m i l i cia sedentaria. E s t a m i l i c i a no hacía servicio más que en el Manzanares, donde solía ocurrir alguna que otra cuestión entre las familias que iban allí á lavarse l a ropita, porque y a no h a b í a lavanderas de oficio; el que p r e t e n d í a llevar l a camisa limpia, necesitaba lavársela él mismo, Gamazo h a b í a tenido bastante suerte. Se le había adjudicado un a l m a c é n de ultramarinos en la calle de l a D i n a m i t a (antes de Preciados), y le iba m u y bien. N o echaba de menos su bufete, n i le importaba que se hubiera prohibido el ejercicio de la abogacía. Echegaray, d e s p u é s de haber fracasado varias obras suyas, por parecer de molde antiguo, h a b í a renunciado á escribir comedias; pero, gracias á que se reconoció 70 CARLOS FRONTAURA su extraordinaria competencia científica, pudo obtener una p l a z a de fogonero en l a línea del t r a n v í a de vapor á Valleeas; t a m b i é n se le h a b í a adjudicado en e l puente del mismo nombre l a m i t a d de una casita de planta baja, donde vivía tan ricamente con su familia, bien que los vecinos le miraban de reojo, porque le consideraban m u y echado para a t r á s . T a no habitaba Castelar en su casa de l a calle de Serrano, que h a b í a tocado en suerte á u n distinguido picapedrero. H a b í a agraciado la fortuna al eminente orador con u n cuartito bajo de l a llamada de l a Escaliaata, y como n i n g ú n editor q u e r í a correr el riesgo de publicar sus libros, por sus tendencias reaccionarias, h a b í a s e dedicado á la fabricación de palillos para los dientes, y los v e n d í a m u y bien en l a plaza de la Igualdad (antes Puerta del Sol). L a aristocracia y l a b u r g u e s í a h a b í a n dado una gran prueba de elevación de ideas aceptando el sistema socialista, y por esto, como digo, se h a b í a implantado este sistema sin l a menor p e r t u r b a c i ó n ; pero y a amenazaba u n conflicto g r a v í s i m o , y no por culpa de aquellas clases antes privilegiadas, y que y a no t e n í a n n i m á s bienes n i m á s derechos que el trabajo, las ocho horas de trabajo, porque t a m b i é n se h a b í a realizado esta aspiración de los trabajadores, y na- GJCNTE D E MADK D 73 die trabajaba m á s que ocho horas, y muchos no trabajaban ninguna. Las marquesas, las duquesas y condesas, las propietarias, en fin, toda l a parte hermosa de l a ex-buena sociedad, h a b í a s e dedicado á vender en los grandes mercados los frutos de l a tierra ó del mar. E r a un espectáculo encantador el que en l a plaza de la H u m a n i d a d (antes de l a Cebada) presentaban las ex señoras y ex-señoritas de l a abolida hig Ufe, vendiendo cebollas y cebolletas, perejil, patatas, cardo, r á b a n o s , coliflores, pimientos de casco duro, e s p á r r a g o s , bacalao en remojo, sardinas y escabeche, etcétera., etc. E l l a s se h a b í a n despojado, en aras del socialismo triunfante, de todas sus galas, de todas sus riquezas; pero no h a b í a n podido despojarse de sus encantos personales, del atractivo de sus distinguidas maneras, de su ameno y culto lenguaje, y estaban elegantísimas con sus vestidos de percal y su p a ñ u e l o de algodón á la cabeza, y a t r a í a n á todo el mundo, y todo el que iba á comprar prefería los puestos donde encontraba vendedoras tan afables y bien educadas, que no llamaban morral a l comprador que ofrecía un c é n t i m o menos de lo justo por un manojo de espinacas, n i tiraban á nadie las pesas á la cabeza, y con todo el mundo se mostraban a m a b i l í s i m a s . Esta natural preferencia 72 CAELOS FRONTAURA del comprador irritaba en gran manera á las verduleras de oficio y de t r a d i c i ó n , que vendían p o q u í s i m o , y y a empezaban éstas a concertarse para organizar u n m o t í n contra las verduleras finas, al grito de: /Abajo la finura! /Muera la buena crianza! /Fuera las burguesas disfrazas! \Abajo la educación y las pamplinas! E l c o m p a ñ e r o P a b l o Iglesias, que h a b í a sido elegido por sufragio c o m p a ñ e r o n ú m e r o uno de la Asociación de compañeros m a d r i l e ñ o s , enterado de l a actitud de las verduleras, h a b í a salido de su palacio, que era e l antiguo de las extinguidas Cortes, donde tenía su residencia, y se dirigió á l a plaza con objeto de hacer reflexiones á aquellas c o m p a ñ e r a s ; pero apenas emp e z ó su arenga, llovieron sobre é l patatas, tomates, pepinos y nabos; y no pudiendo contestar á estos argumentos, decidió volverse á su palacio, bastante m o h í n o , seguido de una mult i t u d de c o m p a ñ e r i t o s , hijos de las m a l humoradas c o m p a ñ e r a s de l a plazuela, que le silba ban y acosaban l l a m á n d o l e , burgués, traidor y mal compañero. E n este momento me d e s p e r t é . . . M e a s o m é al balcón y no se oía nada. Solamente el acompasado andar de dos guardias de orden público que paseaban por l a acera. C o n esto me t r a n q u i l i c é y me v o l v í á l a cama. XI UNA FAMILIA FENOMENAL Y a se encuentra en San Sebastián, en su v i l l a denominada El Paraíso, la familia Tafilete, tan conocida y estimada en l a buena sociedad madrileña. ¿ Q u i é n no conoce á Tafilete? Hace treinta y tantos años era la m á s gallarda figura que se paseaba por M a d r i d , y hoy, que y a es un viejo, conserva t o d a v í a mucho de aquella gallardía tan admirada por las mujeres de su tiempo. H o m b r e de las m á s ventajosas prendas no p o d í a menos de hacer un gran casamiento. D i s p u t á r o n s e muchas l a posesión de tan arrogante mozo, y al fin obtuvo la victoria l a ú n i c a heredera de Tragacantos, poderoso comerciante en pieles de toda clase de animales, que á fuerza de trabajo, de e c o n o m í a y de buen golpe do vista en negocios de todo linaje, pues no sólo 74 CARLOS FRONTAURA despellejaba á los animales, sino t a m b i é n con singular habilidad á los racionales, h a b í a reunido una fortuna m u y importante y saneada. E l bueno de Tí.fllete, á lo noble de su origen, á l o esmerado de su educación, a l natural despejo, al cultivado talento y á la guapeza y elegancia que todo el mundo le reconocía, necesitaba a ñ a d i r la fortuna, y no e n c o n t r ó manera m á s fácil de adquirirla que tomar l a que le ofrecía Tragacantos con l a mano de la hija amada. E s o sí, hallábase la pobre desprovista de todo encanto personal, y sólo sintiendo mucha necesidad de ser rico p o d í a el hombre avenirse á la coyunda con mujer tan poco agradable, que a d e m á s de ser superiormente fea, estaba enamorada, pero m u y enamorada del que iba á ser su marido, lo que era bastante para que el agraciado se echara á temblar, por m á s valiente que fuese. ¿ S i n embargo, Tafilete no tuvo motivo de arrepentirse de haberse cassdo con mujer fea, porque ésta, en compensación de lo incorrecto del rostro y l o desgarbado del cuerpo, poseía, para hacerse amar, una exquisita bondad, inagotable ternura, ardiente caridad, y además una prudencia y una sensatez que no son m u y comunes entre las feas, y tampoco entre las bonitas. D e suerte que el indolente buen mozo, G E N T E D E MADRID 76 casado con l a fea, se encontró m u y ricamente en el soberbio hotel que en el barrio de Arguelles le regaló Tragacantos, y se holgó mucho de v i v i r tan c ó m o d a y lujosamente, sin preocuparse y a del porvenir, que no lo veía m u y claro antes de resolverse á casarse con l a fortuna del pellejero. Y como era hombre de entendi- miento, si no se apasionó de su mujer, l a e s t i m ó por sus buenas cualidades y no le fué infiel, que hubiera sido insigne felonía. L o que h a sido, y es, el amigo Tafilete, un excelente marido que muchas buenas mozss se lo envidian á l a fea, y un padre d é familia como pocos por lo prolífico, pues es de saber que Tafilete tiene siete hijas y un hijo. Y por cierto que hombre de tan buenas prendas como es no m e r e c í a el castigo que le ha dado la naturaleza, sin duda por haberse casado con una fea: no m e r e c í a que sus hijas sean todas más feas que l a madre, y el hijo, el p r i m o g é nito, un sietemesino que parece propiamente u n fenomenillo escapado de una vitrina del Museo anatómico de l a F a c u l t a d de Medicina. E l primer a ñ o que apareció en San S e b a s t i á n la familia Tafilete, l a gente del p a í s miraba con asombro á las chicas, y se c r e y ó como verdad la invención de u n chusco que dijo que procedían de los A n t í p o d a s ; pero luego que l a gente 76 CARLOS FRONTAURA del país conoció á l a mujer y las hijas de Tafilete y pudo apreciar su amabilidad, y sobre todo su esplendidez, convino todo el mundo en que eran sumamente estimables y dignas de ser recibidas con los brazos abiertos en todo pueblo civilizado. E n cuanto llegaba l a distinguida fam i l i a a la capital guipuzcoana, el comercio y la industria prosperaban notablemente, porque l a madre y las hijas frecuentaban las tiendas y en todas compraban de todo lo necesario y de todo lo superfluo, sin regatear j a m á s el precio, con lo que en viendo el comerciante, l a modista, el confitero, el pastelero, el fondista, el cafetero, el perfumista, que las ocho feas entraban en su establecimiento; parecíanles ocho ángeles propiamente. E l segundo año y a eran populares en San S e b a s t i á n y pueblos vecinos las de Tafilete, y ahora, que tienen allí su hotel propio, todo el mundo considera á l a familia fea como cosa propia, y el mismo d í a que se abren las ventanas y las puertas del Paraíso, es el primero en que toca la m ú s i c a municipal en el Boulevard, y se inaugura, por consiguiente, la temporada veraniega, y y a todas las tardes anima aquellas bonitas calles el ruido de los cascabeles y campanillas de los caballos que arrastran las dos cestas en que va á paseo l a familia Tafilete. Luego qua lleguen otras familias amigas de la del buen G E N T E D E MADRID 77 mozo, las cestas s e r á n tres ó cuatro ó cinco, todas pagadas por Tafilete, y no h a b r á tarde en que no vayan de expedición á Hernani ó á P a sajes, á R e n t e r í a , á P u e n t e r r a b í a , á L o y o l a , llevando á todas partes la alegría y el buen humor y las mejores disposiciones para gastar el dinero, y no d e j a r á n de hacer varias excursiones á Hendaya de donde t r a e r á n infinidad de m6tros de telas de todas clases, impermeables, paraguas, en-tout-cas y s i n n ú m e r o de objetos diversos, y , cosa rara, sin contrabandear, como otros veraneantes, y pagando religiosamente los derechos de i n t r o d u c c i ó n , que Tafilete no quiere que su mujer y sus hijas se vean en n i n g ú n m a l paso, y y a que son tan feas y no lo puede remediar, no le gusta que hagan ninguna cosa fea. L a corrección en todo es l a condición característica del señor Tafilete, y así ha educado con el mayor esmero á sus hijas, que son lo m á s amables, lo m á s cariñosas, lo m á s expansivas que pueden ustedes imaginar, y tienen, ciertamente, todas las prendas que seducen y encantan en l a mujer, todas layl menos l a hermosura. Y ellas se conocen, no so hacen ilusiones acerca de sus m é r i t o s físicos, y procuran con el mayor empeño que las gentes, en gracia de sus excelentes cualidades, las perdonen l a fealdad. N o les faltan, sin embargo, pretendientes á 78 CARLOS J R C N T A Ü R A las cinco primeras, que son las casaderas, pero demasiado comprende el padre que lo que buscan aquéllos es el dote respetable que tocará á cada una de ellas, lo mismo precisamente que él b u s c ó cuando e n a m o r ó á l a h i j a de Tragacantos; pero él a m ó luego á l a fea como si hubiera sido hermosa, y duda que los pretendientes de sus hijas sean tan buenos maridos como es él, y teme fundadamente que sus hijas, casándose, vengan á ser m u y desgraciadas, mucho m á s que ahora, que sólo les aflige l a desgracia de tener mala cara, m a l cuerpo y m a l color... A s í que les recomienda mucho que sean fuertes y no se dejen dominar por el amor, y que sino lo pueden remediar y se enamoran, vean bien de quién y no lo oculten á la amante madre, para que él l o Bepa y pueda indagar s i el novio es u n pillastre ó persona capaz de amar las cualidades morales y de hacer feliz á una fea, como él ha hecho á l a que les ha dado el ser. Hasta ahora, ninguna de las muchachas se ha enamorado, por fortuna de uno solo; e s t á n enamoradas de todos, es decir, que les gustan todos en general: pero con el conocimiento que poseen de los propios defectos y con el discreto consejo paternal tienen bastante defensa contra las malas artes de los buscadores de fortuna, y les dan calabazas con naucho donaire. OÍ.NTE D E MADRID 7!) L a madre ha dicho alguna vez á su marido, cuando éste habla con ella del peligro en que se hallan sus hijas de casarse con alguno de esos perseguidores de gangas: —Pero, hombre, y o era bien fea cuando me casé contigo, y somos m u y felices. T ú , entonces, no me q u e r í a s , t ú mismo me lo has confesado, y luego me quisiste mucho. —Es verdad, te he querido y te quiero; pero dime, ¿y si no te hubiera querido?... — l A y l N o lo quiero pensar; h a b r í a sido m u y desventurada... M e hubiera muerto de pena... Las chicas de Tafilete no se casan, probablemente no se casarán, si Dios no les quita el j u i cio, que ahora tienen m u y firme; pero el que se va á casar es el chico, Roberto Tafilete, que es mucho m á s feo que ellas, m á s esmirriado y m á s ridículo, y tartajoso, y con un hombro m á s alto que otro, con unos pies de aguador, y algo g i boso, y se casa con l a chica m á s bonita que ha ido este a ñ o á San Sebastián, una chica m á s hermosa que l a Bella Chiquita, hija de u n personaje de muchas pretensiones y poco dinero. Roberto t e n d r á quince m i l duros de renta, y aunque es tan defectuoso y algo memo, le ha p a r e c i d o á s u prometida el m á s gallardo de todos sus pretendientes. XII D. MODESTO i N o puede negarse que el pelotarismo, que durante largo tiempo ha sido visto con injusta indiferencia, es una gran cosa, un elemento de cultura; como si dijéramos, y de higiene y desarrollo de la especie humana. Se ha probado que en lo antiguo existía el pelotarismo, en l a edad de piedra, y en la edad media. Luego, cuando l a especie e m p e z ó a degenerar, c a y ó en desuso ejercicio tan noble y tan ú t i l , y se convirtió en juego de chicos novilleros. P o r fortuna, los briosos navarros y vascos, fieles á l a t r a d i c i ó n , ejercitados desde l a infancia en el manejo de l a pelota, han devuelto á G E N T E D E MADRID 81 esta gimnasia todo su esplendor, y en la actualidad, en todas partes se levantan frontones y cunde l a afición de tal suerte, que el pelotarismo ha llegado á ser una de las m á s lucrativas profesiones, y seguramente antes de que acabe el siglo, los pelotaris g a n a r á n tanto como los toreros de mayor fama y los tenores de mejor escuela. Este universal desarrollo del pelotarismo, contribuirá grandemente á que en el siglo x x l a raza humana, que en el siglo x i x es, sin agraviarla, bastante enteca y esmirriada, sea fuerte y vigorosa, que harto necesitarán esta fuerza y este vigor para l a l u c h a por l a existencia, si no mienten las señas, nuestros dignos sucesores en este picaro mundo. II N o sólo á lo airoso, gallardo y noble de ese ejercicio corporal, se debe el triunfo del pelotarismo; débese t a m b i é n , y m u y principalmente, á la felicísima i n v e n c i ó n de las apuestas. E l juego en este fin de siglo ha llegado a l mayor grado de perfección. Y como y a no bastaban ciertamente las combinaciones todas que pueden hacerse con los cuarenta naipes, n i l a caprichosa ruleta, n i e l ingenioso divertimiento 6 82 CABL0S FKONTAUBÁ de los caballitos, las carreras hípicas, y el pelotarismo han servido á maravilla para satisfacer hasta cierto punto, l a devoradora sed de ganancia que aqueja á l a humanidad m á s ó menos tronada. Pero basta de observaciones inútiles, que no tienen, como veis, lohl carísimos leyentes, ninguna novedad, y vengamos a l drama iniciado en el hogar de D . Modesto. ni D . Modesto Bolea de la Cesta es un caballero particular, empleado de Hacienda, m u y temeroso de Dios y de sus jefes, que, siendo ya maduro, se casó con una muchacha de quince años m u y desarrollada, aunque no jugaba á la pelota, que ahora tiene treinta y cinco y parece propiamente hermana mayor de su hija de diecinueve. Tranquilo y en paz v i v í a D . Modesto con su mujer y su hija, m u y ufano de no tener nunca motivo de arrepentirse de haberse casado con una jovencita, siendo él y a , como digo, maduro. S u mujer era el prototipo de l a fidelidad conyugal; aunque fueron muchos los que se e m p e ñ a r o n en enamorarla y rendirla, ningún G E N T E D E MADRID 88 lindo de los que tal empresa acometieron, pudo obtener de ella otra cosa que burlas ó desprecios, por donde el bueno de D . Modesto ha sido el marido m á s envidiado de l a v i l l a y corte. Mas, lay! nadie puede ufanarse de tener asegurada l a felicidad. Y de esta verdad es u n ejemplo v i v o D . Modesto. Este celoso funcionario no h a b í a visto nunca el frontón, pero se abrió Jai-Alai y luego Fiesta Alegre, y los periódicos empezaron á dar cuenta de los partidos que se jugaban y á poner en los cuernos de l a luna á los pelotaris m á s h á b i l e s . L o s compañeros de l a oficina y hasta los superiores iban todos á la fiesta alegre y m á s hablaban de saques, boleas y cestas y de las pelotas de D . M o desto S á i n z , de Pamplona, que de los expedientes encomendados á su celo y diligencia. Don Modesto c a y ó en l a t e n t a c i ó n de i r al juego de pelota; verdaderamente, su nombre y sus apellidos le obligaban. F u é D . Modesto á Jai-Alai, y aquello le g u s t ó muchísimo; estimulado por u n amigo a p o s t ó , y ganó diez y ocho duros como diez y ocho soles. Realmente este juego le g u s t ó m á s que el de pelota. E l d í a siguiente fué á Fiesta Alegre, y g a n ó veintitrés duros, con lo que p e n s ó que no h a b í a en el mundo distracción m á s bonita y de mejor gusto. E n pocos días g a n ó doscientos pesos, y 84 CARLOS FRONTAURA e m p e z ó á tener menos miedo al Ministro y á ocuparse menos en los expedientes. A fuer de buen marido, c r e y ó que su mujer y su hija debían participar de su fortuna, y á la primera l a regaló u n abrigo de p. p . y w. y a la segunda un vestido de faya amarillo que es lo que hay que ver. E n todo esto c u m p l i ó como bueno D . Modesto, pero en lo que no hizo bien fué en querer que su mujer y su hija se aficionaran al pelotarismo. V a l i é r a l e m á s haber dejado á estas prendas de su c o r a z ó n en la deleitosa ignorancia en que se hallaban, y no haberlas hecho conocer á los gallardos guipuzcoanos de los frontones matritenses. L a señora y l a hija de D . Modesto se aficionaron desde el primer d í a á tan ameno espect á c u l o , holgándose mucho el digno funcionario. V e r d a d es que el primer día, Conchita, que así se llama l a señora de Bolea, g a n ó seis pesetas... Pero m á s que l a ganancia de seis pesetas, le adm i r ó l a incomparable g a l l a r d í a de ios pelotaris, y le produjeron profunda i m p r e s i ó n aquella espléndida fuerza muscular, aquella ligereza prodigiosa de que h a c í a n alarde en el bizarro juego de l a pelota. Conchita c o m p a r ó aquellos atletas con el menguado D . Modesto, su señor y d u e ñ o , y l a c o m p a r a c i ó n no p o d í a ser favorable á este averiado y rancio b u r ó c r a t a . G E N T E B E MADRID 85 Y sucedió, que á medida que crecía l a afición de l a esposa a l pelotarismo, menguaba el amor á su marido, sin que ella lo pudiera remediar. Aquellos jugadores de pelota eran hombres, verdaderos hombres; su marido no pasaba de la categoría de hombrecillo. Esto pensaba l a cuitada. Holgóse D . Modesto, como digo, de que el espectáculo fuera tan del agrado de su mujer y de su hija, pero nunca i m a g i n ó que las entrara la afición con tanta violencia que no quisieran perder partido. «Bueno es que á las damas les guste el juego de l a pelota, pero con moderación». A s í p e n s ó D . Modesto luego que vio á s u mujer y su hija i r todos los días a l partido aunque él no fuera, porque es de saber que h a b í a empezado á perder, y no le hacía tanta gracia el juego como cuando ganaba. U n a tarde p e r d i ó treinta duros, una buena parte de su sueldo del mes y r e n e g ó de todos los pelotaris habidos y por haber, pero m á s renegó l a tarde siguiente que, con l a esperanza de reponerse de l a p é r d i d a , j u g ó y perdió sesenta. D e vuelta en casa, con u n humor de todos los diablos. D . Modesto t r o n ó contra el juego de pelota y los pelotaris, y j u r ó que no volvería á semejante fiesta, que si al principio le había parecido entretenimiento culto y supe- 86 CARLOS F R O N T A U R A rior, p a r e c í a l e ahora cosa abominable y peligrosa para l a tranquilidad del hogar. ¿Y c u á l no sería el asombro de D . Modesto oyendo á su mujer y á su hija defender con gran energía el pelotarismo y sostener que no habla nada m á s hermoso que u n pelotari en el ejercicio de su arte?... T u v o D . Modesto una grave discusión con su mujer y su hija, y por primera vez l a dulce esposa irritada le llamó mamarracho. D . Modesto consideró perdida la felicidad conyugal, y naturalmente, por la noche no pudo dormir... E l l a si d o r m í a , sin cuidarse del mamarracho que á su lado sufría un tormento, que n i el m i s m í s i m o Dante hubiera acertado á describir; d o r m í a l a esposa, como digo, y soñaba... D . Modesto l a o y ó murmurar: tíAyl chiquito, chiquito!...* D . Modesto l a m i r ó con espanto, y no pudo contener su indignación: —Mujer, gritó con voz de trueno, ¿quién es el chiquito!... —IJesús exclamó l a esposa, despertándose... — i Q u é pesadilla!... —¿Quién es el chiquito...? volvió á preguntar airado el esposo. — D é j a m e en paz, hombre, y no seas mamarracho,—contestó m a l humorada Conchita, y se volvió á d o r m i r . . . G E N T E D E MADRID 87 Desde esa noche funesta D . Modesto vive en una situación p e n o s í s i m a , abrumado por l a obsesión de que su mujer está enamorada de uno de los chiquitos que lucen s u g a l l a r d í a en los frontones. N o sabe si matar á Conchita ó al pelotari, bien que éste no tiene l a culpa y seguramente no sabe que ha inspirado amor á la mujer de D . Modesto. Otra circunstancia hace m á s terrible l a s i t u a c i ó n de D . Modesto. S u hija, prometida á un chico de l a prensa, que tiene gran porvenir, h a despedido á este novio, á pre texto de que es u n figurilla enteco y desmedrado, y está enamorada de un pelotari, acaso del mismo chiquito de los sueños de su madre. Con todo esto, y con l a amenaza de l a supre sión de su destino en el p r ó x i m o presupuesto, puede el lector figurarse el estado en que se hallará D . Modesto, y el efecto que h a r á en su ánimo el cartel de Fiesta Alegre. Perdida l a dicha conyugal, desconocida su autoridad paternal, celoso de todos los chiquitos, temblando que le descabelle el M i n i s t r o , el triste D o n Modesto es e l hombre m á s desventurado de la tierra... XIII E L CEMENTERIO D E D O N SANTOS —Calvario, 20, bajo, tiene usted su casa, me dijo D . Santos, despidiéndose de m í en la calle de l a C r u z , donde le e n c o n t r é l a otra tarde. V a y a usted por casa y le enseñaré m i cementerio. —¿Qué dice usted?... ¿Cementerio en un cuarto bajo? —Sí, señor, sí; v a y a usted y lo v e r é . Y siguió D . Santos su camino, dejándome con las ganas de saber q u é cementerio era el de su casa, y con la sospecha de que el hombre no t e n í a l a cabeza sana. D . Santos R i s u e ñ o es u n filósofo de medio c a r á c t e r , ó de medio pelo, solterón independiente, que t a m b i é n hay solterones que viven en l a m á s humillante dependencia, hombre sin G E N T E D E MADRID 89 vicios n i virtudes, poseedor de una modesta rentita segura, con l a que atiende á sus necesidades, que no son muchas, porque n i viste con lujo, n i gasta una peseta n i media con mujer alguna, obrando en esto como sabio, sin serlo; ni emplea m á s de cien c é n t i m o s en ver la mejor comedia l a entrada general, ú n i c a localidad, según dice, en que nada distrae de l a escena a l espectador; n i compra libros, pues l o que quiere leer l o lee en l a Biblioteca Nacional; n i admite sablazos de n i n g ú n amigo; n i da m á s de catorce reales diarios á l a patrona que, hace muchos años, por esa corta cantidad le mantiene, le asiste, le lava, le plancha, le zurce y en todo le sirve con l a m a y o r solicitud. Es la de D . Santos una de esas b e n e m é r i t a s patronas—de que no queda en el mundo m á s que algún r a r í s i m o ejemplar—que disfrutamos en mejores tiempos los que y a somos viejos, patronas propiamente dignas de este nombre, que cuando u n h u é s p e d les entraba p o r el ojo derecho, c o n s a g r á b a n l e todos sus desvelos, le daban todos los gustos, le perdonaban todas las faltas, sobre todo l a de dinero, y le h a c í a n , en fin, fácil y alegre l a v i d a en medio de los afanes del estudio y l a penuria de l a bolsa. N o h a b í a entonces tantos suicidios como ahora, y nadie me quita de l a cabeza l a idea de 90 CARLOS F R O N T A U R A que l a munificencia de las patronas evitaba que se malograsen en flor preciados ejemplares de l a juventud estudiantil de aquel tiempo venturoso... P e r o en otra ocasión dedicaré á las patronas que florecieron en aquella época el epitalamio que merecen. D . Santos es u n egoísta desocupado que se burla de todo lo humano, de l o social como de lo político, de lo militar como de l o c i v i l , y no lee m á s p e r i ó d i c o que La Correspondencia de España, y no repasa este apreciable diario por saber noticias que no le importan u n pito, n i por saborear los folletines; lo compra por los avisos mortuorios. A s í me lo dijo él mismo el d í a siguiente al de nuestro encuentro, que f u i á visitarle ansioso de ver lo que h a b í a prometido e n s e ñ a r m e ó de convencerme de que h a b í a perdido el juicio. D . Santos es u n coleccionista fúnebre. Así como otros r e ú n e n sellos de correo, pipas, abanicos, cajas de fósforos, etc., etc., D o n Santos tiene cortados y pegados avisos mortuorios en las hojas de u n libro del t a m a ñ o d e l Mayor de los comerciantes y al margen de cada una escribe sus observaciones. Posee diez tomos, tantos como años hace que dio en tan rara afición, y verdaderamente no deja de ser curioso este cementerio de D . Santos. A l l í están todos G E N T E D E MADRID 91 los muertos conocidos que en los ú l t i m o s diez años han figurado en la cuarta plana del periódico noticiero. A l l í los hombres políticos de quien nadie se acuerda; los invictos generales olvidados por sus enemigos y por sus amigos; los nombres m á s linajudos; las hermosas m á s celebradas; los ricos m á s e s p l é n d i d o s y los ricos más pobres, por avaros; los grandes negociantes...; en fin, miles de personas que hemos viBto desaparecer de entre nosotros, precediéndonos en la v i d a eterna... — V e a usted, me dijo D . Santos abriendo el tomo del 1883, el primero de su cementerio, y leyendo un aviso mortuorio del t a m a ñ o de media plana de La Correspondencia: «El excelentísimo Sr. D . Tadeo P é r e z y P é r e z , banquero. Falleció el 1." de Enero de 1883. Sus desconsolados sobrinos, etc.» P o r el t a m a ñ o del aviso puede usted calcular el desconsuelo de los so brinos. — E n efecto, lo menos les costó m i l pesetas el anuncio. Pues vea usted ahora otro mayor á los ocho días, anunciando el funeral por el alma de dicho sujeto. E n esos ocho días, sabiendo y a probablemente cada sobrino lo que heredaba, se a u m e n t ó su desconsuelo. Fíjese usted en que ya no dicen, como en l a primera, «sus desconso- 92 CARLOS FRONTAURA lados sobrinos.* A h o r a dice «sus inconsolables sobrinos > ¿ N o conmueve esto?... Veamos ahora el tomo de 1884. E n el aniversario t o d a v í a se acuerdan del t í o , pero y a dicen ú n i c a m e n t e : «Sus sobrinos, lo que indica que los inconsolables se consolaron en 365 d í a s . Y y a no han vuelto á acordarse del muerto, porque en los ocho años siguientes no aparece aviso de funeral, misas ó exequias, etc., etc., por el alma del r i q u í s i m o D . Tadeo, que tantos años estuvo amontonando riquezas y viviendo con una econ o m í a parecida á l a miseria. —Ese es el mundo, amigo D . Santos. A b r i ó D . Santos otro tomo, el de 1890, y leyó un aviso mortuorio en el mes de Eebrero, en que l a afligidísima inconsolable v i u d a del te- niente coronel D . J o s é Cintarazo p e d í a para el alma del bizarro m i l i t a r las oraciones de los numerosos amigos y les invitaba a l entierro. —Pues en el tomo de 1892, en Eebrero, vea usted otro aviso en que l a m i s m a afligida señora D o ñ a Catalina Ternezas y P é r e z y su esposo el coronel D . C á n d i d o de l a Espuela comunican á sus numerosos amigos que ha subido á la gloria su hijo Eicardito, á los tres meses de edad. ¿ Q u e le parece á usted de l a aflicción de l a v i u da del teniente coronel?... N o t a r d ó mucho en procurarse el ascenso. G E N T E DS MADRID 93 —Esa es una a s p i r a c i ó n l e g í t i m a en lo m i l i t a r y en lo c i v i l . — A q u í tiene usted en el mismo n ú m e r o , dos avisos fúnebres, de gran t a m a ñ o los dos, anunciando funeral en diferentes iglesias por el alma de D . N . F e r n á n d e z , el acaudalado propietario de cuarenta y tantas casas en M a d r i d . E n uno de estos avisos convida á las exequias su v i u d a , con la que casó siendo viudo; y en el otro, su hija, del p r i m e r matrimonio, s u hijo político, sus nietos, etc., etc., todos afligidos y desconsolados y d i s p u t á n d o s e l a herencia del muerto, de la que a l fln y á l a postre será l a mejor parte para los eminentes letrados y los diligentes curiales que entienden en los pleitos á que ha dado ocasión esta embrollada testamentaria. E n cuanto se resuelva e l litigio, que amenaza durar lo que resta de siglo y el otro, se a c a b a r á n los avisos de honras fúnebres por el rico difunto. —Supongo que se a c a b a r á n t a m b i é n los herederos. —Vea usted este recuerdo piadoso que consagra todos los años el conde del A t o m o á l a memoria de su mujer. Todos los años paga los diez duros por el anuncio del aniversario. ¿Usted no conoció á aquella m á r t i r ? . . . —Sí, recuerdo que todo el mundo l a compadecía. 94 CAELOS FRONTAURA —Como que el marido, que ú n i c a m e n t e se casó con ella por l a considerable dote que le llevaba, la m a t ó á disgustos, y dicen que también ó golpes... Todo l o soportó con una abnegación heroica aquella infeliz hasta que no pudo más, y a b a n d o n ó este mundo en que tan dura suerte h a b í a sufrido. T a m b i é n este marido que malt r a t ó á su mujer y no tuvo piedad de ella invita afligido al entierro, y luego cada año dedica á su v í c t i m a , en la cuarta plana del periódico popular, u n recuerdo de 50 pesetas. ¿Es remordimiento? ¿Es hipoeresla?... — T sin embargo, y a sabe usted que el conde del A t o m o es una persona m u y considerada en M a d r i d , aunque se conocen sus malas cualidades y su perversa historia... — A s í hay muchos... —Este es el mundo... N o todos los criminales arrastran cadena; los hay sueltos y con muchos humos... —Quiere usted ver m á s muertos?... — S i he de hablar á usted con franqueza, no encuentro demasiado alegre el entretenimiento. N o niego, sin embargo, que es curioso este cementerio, y que la idea de formarlo es sumamente original. Dificulto que haya otro que se ocupe en semejante trabajo. —Como no tengo nada que hacer... Y crea G E N T E D E MADRID 'Jo usted que me entretiene sobre manera formar m i colección y consultarla diariamente. Tengo hechas observaciones m u y curiosas. P o r ejemplo: en Diciembre, Enero, y Febrero es cuando mueren los personajes y los médicos, aquéllos por exceso de cuidado, éstos por exceso de trabajo. E n los mismos meses se produce el mayor n ú m e r o de vacantes en e l Estado mayor del ejército. E n verano mueren m á s casados que en invierno. L a clase que menos contingente da á mi cementerio es l a b e n e m é r i t a de prestamistas sobre alhajas y ropas en buen uso y sueldos d e l Estado. P o r ú l t i m o , en m i colección sólo se encuentran dos ó tres avisos mortuorios en que no se ha puesto e l signo de l a cruz, y se h a omitido la frase cristiana se sirvan encomendarle á Dios y se indica que el c a d á v e r será conducido a l cementerio c i v i l , para demostrar que e l difunto no tenía creencias religiosas... —Eso prueba que h a y en nuestro p a í s m u y pocos que tengan esa desgracia... y m u y pocas familias que se atrevan á hacer p ú b l i c o alarde de que e l padre ó el hijo ó el hermano que han perdido h a muerto impenitente. —Precisamente ahora en todos los avisos de fallecimientos, insertos en los periódicos, se expresa que «falleció d e s p u é s de recibir los Santos Sacramentos». 96 CARLOS FRONTAURA —Bs una excelente costumbre, u n cristiano y saludable ejemplo y una lección oportuna para los que en vano pretenden descatolizar á l a nación católica por excelencia, que á l a religión debe sus mayores glorias. — N o crea usted, dijo por ú l t i m o el amigo R i s u e ñ o , que esta copiosa colección de avisos fúnebres es sólo un entretenimiento... E n esta m u l t i t u d de recuerdos de las personas que hemos visto entre nosotros, cuyas cualidades, buenas ó malas, hemos conocido, cuyos triunfos y cuyas derrotas hemos presenciado, encuentra el espíritu cristiano fortaleza y aliento para esperar con serenidad l a hora de morir. Esta colección se c e r r a r á con el aviso mortuorio que en m i testamento dispongo se inserte en La Correspondencia y que y a tengo redactado... bien que he dejado en blanco l a fecha. T cuidando mucho m i salud de alma y cuerpo, y pudiendo vencer las sugestiones de l a envidia, no haciendo d a ñ o á nadie y llamando poco al m é d i c o , creo que t a r d a r á t o d a v í a bastante l a hora de que mi testamentario llene el blanco de la fecha. Y con esto me despedí del bueno de Risueño, dejándole con su fúnebre m a n í a . XIV CINCO MARIDOS DE L A ÚLTIMA PROMOCIÓN i JUANITO iQué buena noche he pasado! iQué gusto! iHoy es l a primera vez que d e s p u é s de once meses de matrimonio he e n g a ñ a d o á m i mujer! iDiez meses! iDiez meses sin hablar con ninguna mujer m á s que con la m í a y con m i suegra! IDiez meses de gran s e ñ o r , de pasear en coche, de comer servido por criados de frac y guante blanco! iDiez meses sin tomar un café con media tostada en l a amable c o m p a ñ í a de. una de las chicas del coro de A p o l o ! . . . L a verdad es que á m i mujer le debo todas las comodidades 7 98 CAELOS F R O N T A U R A y grandezas de que disfruto, pero, ¿por q u é es tan fea, Dios soberano?... Y a no p o d í a yo más. P o r fin, esta noche, mientras m i mujer y mi suegra h a c í a n hilas y vendajes para los heridos del E i f f , con las marquesas y duquesas de su amistad, me escurrí, diciendo que iba á una junta de l a C r u z roja, y m i mujer, para que no se enamorase de m í alguna de sus amigas, me dejó marchar, no sospechando que su maridito iba á correrla. H e estado en Eslava; allí he visto á l a Dolores; que me ha llamado mamarracho., pero, Icón q u é gracial... L a he regalado una libra de dulces y otra de caramelos, y su madre me ha llamado picarón... l Y q u é cara puso aquel de las barbas que estaba en el cuartol L a madre me dijo que era un primo, y lo creo. L u e g o estuve en A p o l o , y J u a n i t a y la Conchilla han cenado conmigo en l a V i ñ a P . . . iQué platazo de r í ñ o n e s se h a comido l a Conchillal iquó barbaridad!.., E s t o y mareado. Necesito andar media hora por las calles antes de entrar en casa. N o vaya á conocer aquella... fea que vengo u n poco congestionado... M e habla caído l a lotería... L a verdad es que v i v o m u y bien, que no tengo apuros, que no me persiguen los ingleses, pero, layl ¿ y m i dulce libertad?... E n fin, Icómo ha de ser!... V o y , aunque pesado de cabeza y de e s t ó m a g o , un poco aliviado de la GENTE D E MADRID nostalgia que vengo padeciendo hácjí $\éz meses. Esto de ser hombre formal cuesta r4tíohó trabajo á quien ha sido tanto tiempo un perdido. ii SETERINO ¿Que si estoy contento en m i nuevo estado?... Y a lo creo. Hace once meses que estoy como en la gloria... i Cuando pienso que estuve á punto de volverme a t r á s en l a misma puerta de l a iglesiaI... T a l era el miedo que tenía, habiendo oído á mis c o m p a ñ e r o s de oficina decir que era un gran desatino casarse, ponderando todos lo mal que les i b a . . . A m í me v a m u y ricamente... Es verdad que no tengo una peseta, pero he aprendido á hacer el chocolate, que no quiero que m i mujer se levante de l a cama temprano... y sé freir u n par de huevos, y poner el puchero... porque como m i mujer ha tenido tan mal embarazo nueve meses, y ahora tiene bastante con atender al n i ñ o . . . i V a y a si estoy entretenido!... Antes, salía de l a oficina de ganar mis cuatro pesetas, y no s a b í a q u é hacer, y me_ iba al café y a l billar y alguna vez, m e ^ f ^ r - f g ü e n z a recordarlo, á l a timba y siempjfícfe^ía 100 CARLOS FRONTAURA cuenta pendiente con el habilitado... A h o r a , lo repito, no tengo una peseta que gastar fuera de m i casa, pero no debo nada y duermo tan tranquilo... E s decir, l o que es d o r m i r no duermo, porque el niño, langelito! no me lo permite... E n cuanto me acuesto empieza á llorar, pero de q u é modo, y tengo que levantarme á pasearlo, á darle papilla, con l o que se calla... hasta que me acuesto otra vez, que vuelve á desgañifarse... iPobrecillo! es m i retrato enteramente; no le falta m á s que el bigote... E n cuanto lo tenga nos v a á confundir l a gente... IQué gusto tener u n c h i c o l . . . Y t e n d r é m á s de uno, y a lo creo; me parece que m i mujer es de esas que no se contentan con menos de uno cada año... iMaría Santísimal si m i mujer es de esas, ¿qué vamos á hacer con mis seis m i l reales de sueldo?... i E h l ino importal... Dios proveerá. E l cura nos dijo cuando nos casamos que multiplic á r a m o s . . . y soy m u y obediente á l a iglesia. Sumaremos y. multiplicaremos, y sea lo que Dios quiera. L o cierto es que me v a m u y ricamente sin fumar, sin tomar café, sin pagar carambolas, sin poder disponer de una peseta y sin dormir... m á s que a l g ú n ratito en la oficina. G E N T E D E MADRID 101 III CAMILO ¡Maldita sea m i suerte!... ¿Quién me mandaba "casarme?... Parece imposible que me haya dejado coger como un cordero. V e r d a d es que á cualquiera le hubiese pasado l o que á m í ; porque novia m á s suave, m á s dulce, m á s sumisa, más tierna y cariñosa que m i mujer no se ha conocido j a m á s . . . P e r o ¡cómo ha variado l a p i caral Cuando é r a m o s novios no q u e r í a salir á paseo, n i ir a l teatro con sus primas, n i hallaba placer m á s grato que estar hablando bajito conmigo en aquella banqueta del ' r i n c ó n del gabinete que m i suegra llamaba h i p e r b ó l i c a m e n t e el diván. ¡Maldito .diván!... A q u e l l o fué como una encerrona... N o puedo olvidar aquella noche que m i suegra, cuando y o creía que estaba durmiendo, se l e v a n t ó del sofá, y con solemne y amenazador a d e m á n me dijo: «¡Don Camilo, ó se casa usted con l a n i ñ a ó no vuelve usted más tequí, y t e n d r á usted que 'entenderse con mi hermano el comandante de lanceros!» i N o volver á ver á m i novia!... ¡ E n t e n d e r m e con el comandante de lanceros!... L o primero me hubiera producido una mortal pasión de ái>imo, y 102 CARLOS FRONTAURA lo segundo un sablazo que me hubiera partido por l a mitad... i M e casél H o y hace nueve meses, y dudo si m i mujer es aquella misma que hablaba conmigo bajito en el d i v á n derrengado... A h o r a no habla bajito n i suave; me habla alto y duro; ahora no me m i r a tierna, sino airada, y no se viste modestamente como entonces, sino que me exige;lo que no puedo pagar; entonces no q u e r í a ver á nadie m á s que á m í , y ahora siempre está de visitas. Entonces no ten í a primos, y ahora y a son cuatro los que vienen á casa y se quedan á almorzar y á comer, y recuerdan los tiempos en que m i mujer y ellos se criaron juntitos en el pueblo... E n fin, que me cargan mucho esos cuatro monos, y que á los ocho meses de casado lamento mucho, muc h í s i m o , haber entrado en esta santa cofradía... Mejor hubiera sido que me partiera de un sablazo el lancero. IV ROBERTO [Pues señor, estoy a v i a d o l . . . E n seis meses de matrimonio he pagado al m é d i c o 267 visitas, unas á duro y otras á dos, 'las que han sido á deshora. iPobrecillal I n é s sufre mucho, mu- GENTE D E MADRID 103 cho, con sus diarias indisposiciones; pero y o sufro mucho t a m b i é n y pago mucho. E s t o de ver al médico en casa todos los dias, y l a mayor parte de las noches, es una diversión casera que me abruma. L a m a m á de m i mujer y a me dijo que su hija era una n i ñ a m u y delicada; pero yo creí que lo decía en otro sentido, encomiando BUS bellas prendas de c a r á c t e r . . . Quien está conmigo m u y contento es el boticario de l a esquina. Siempre que paso se quita el gorro salud á n d o m e , y el d í a de Pascua me regaló una botella de jarabe de azahar... T a lo creo, como que con las recetas que le pago diariamente no necesita m á s para sostener l a botica. Pues ¿ y el olor á é t e r y á c i d o fénico de que disfruto constantemente en el domicilio conyugal?... P o r suerte, me asegura el doctor que l a enfermedad de m i mujer es de difícil c u r a c i ó n , pero que me la c o n s e r v a r á mucho tiempo. Esto es u n consuelo. D i c e que el matrimonio no le prueba bien. E s mucha verdad... y á m i tampoco. V DON JUDAS M e e q u i v o q u é , tengo que confesar que me e q u i v o q u é . Creí que á mis años no me conve- 104 CARLOS FRONTAURA n í a casarme con una señorita inexperta, n i con una jamona verde, n i con una v i u d a que tuviera demasiada experiencia... y d e s p u é s de pensarlo mucho me casé con l a Gregoria... lAyl pero esta Gregoria no es l a Gregoria que me ha cuidado tan amorosamente, diez años, a cinco duros al mes, que me guisaba tan admirablemente, que me adivinaba los pensamien- tos... A h o r a que y a es m i mujer, n i me cuida, n i me guisa, n i me adivina cosa alguna, n i me cuesta cinco duros al mes, sino muchísimos duros... Y he tenido que colocar a su hermano y á su primo, y tengo á éste en casa, porque dice l a Gregoria que como se sabe que estoy rico, nos conviene que v i v a con nosotros u n hombre de armas tomar como su primo. I V á l g a m e Dios!... iParece imposible que todo un a c a d é m i c o correspondiente de l a "Historia como yo acabe sus días en poder de l a Gregoria y de su p r i m o , que me v o y figurando que es un anarquista de siete suelas! XV LA AGENDA —¡Salud, hombre de j u i c i o y de orden! —¿Por q u é me dices eso, amigo Pepe? —Porque veo, amigo J u a n , que acabas de comprar l a Agenda para el a ñ o 1895. — E n efecto, este libro lo compro todos los años. Pago á Bailly-Bailliére una renta anual de dos pesetas. E s u n libro indispensable en toda casa bien ordenada. Todas las noches anoto mis ingresos y m i s gastos, detallándolos con l a mayor escrupulosidad... Y las p á g i n a s de este libro, me e n s e ñ a n m á s que todos los escritos por los economistas del reino y extranjeros las ventajas de l a e c o n o m í a y el ahorro. E l d í a ú l t i m o del año hago el balance general, y no puedes figurarte con cuanta satisfacción veo el resultado. E l a ñ o pasado, bien sumados los ingresos 106 CAELOS T E O N T A U R A y los gastos, me q u e d ó u n saldo de 79 céntimos. — N o fué cosa mayor. —Este a ñ o calculo que me q u e d a r á n dos pesetas. —¡Dichoso t ú ! Pues yo detesto, abomino ese libro, y no lo uso. M e ha proporcionado muchos disgustos l a costumbre de anotar mis gastos y mis ingresos. —¿Disgustos?... —Como te l o digo. Sobre que nunca h a b í a exactitud en mis apuntes, como no l a h a b r á en los tuyos... — L o que es eso... te aseguro... —iHombrel Isi s a b r é y o l . . . S i lo anotaras todo con sus pelos y señales, y t u mujer te cogiera un d í a el l i b r o . . . —Para casos tales he adoptado una fórmula que me permite dejar l a Agenda sobre l a mesa sin temor de que aquella se alarme ó l a curiosee. — | A h ! ibribón! —Pongo:—« Obras de Misericordia.* Y en esta partida incluyo los sablazos que me dan los amigos y las señoras menesterosas de complicada historia, las cenas extraordinarias, etc. etc. — Y tu mujer queda tan convencida. l O h , inverosímil candidez! — Y me excita á l a caridad, como tan buena cristiana que es. G E N T E D E MADRID 107 —Pues hijo, y o no quiero Agenda. E l a ñ o pasado la tuve, y no puedes figurarte que h u mor de todos los demonios el m í o , el d í a ú l t i m o de Diciembre, al repasar todas las partidas para hacer el balance. E n los doce meses h a b í a m o s tenido sesenta y seis criadas. ¿Te parece esto un recuerdo agradable?... H a b í a m o s ido setenta y cinco días á comer á la fonda, por no tener criada que nos hiciera l a comida en casa. A consecuencia de las comidas en l a fonda, nos había hecho el m é d i c o á m i mujer, al chico y á m í , noventa y ocho visitas á duro, y en magnesia efervescente, manzanilla, tila, carne L i e b i g , sinapismos Kigollot, harina de linaza, enolaturo, agua de O a r a b a ñ a , pastillas de V i c h y , vino de peptona, etc., etc., h a b í a m o s gastado ciento noventa y cuatro pesetas. Y en gastos de otro orden s u m é once sombreros para m i hija, á cinco duros uno con otro, que l a pobre, eso sí, los compra de los m á s baratos; doscientas pesetas en reposición de piezas de loza y de cristal rotas por las sesenta y seis criadas, ¡malditas sean ellasl, setecientas cincuenta pesetas en estudios del chico, que, en efecto, fué reprobado en los exámenes; m i l pesetas en aguas azoadas, baños de m a r de m i mujer y el chico, hospedaje en San Sebastián, asistencia á J a i - A l a i y viaje á Bayona para comprar unos impermea- 108 CARLOS TRCNTATTRA bles y pasarlos de matute por l a frontera; trescientas pesetas en buscar un premio grande de l a lotería, descontando de las trescientas treinta que me tocaron en u n sorteo de los de tres pesetas el d é c i m o . . . Y por no cansarte no te digo m á s ; pero c r é e m e , chico, la Agenda para m í es u n libro funesto que me llevaría al sepulcro un d í a ú l t i m o ó primero del año, porque su examen me p r o d u c i r í a una congestión cerebral. E n ñ n , en el a ñ o pasado de 1894, el tal librito, me dio este resultado: Ingresos, 10.000 pesetas; gastos, 12.505 con 78 c é n t i m o s . iTenga usted Agenda para esto! iDichoso t ú que cierras tu cuenta del a ñ o con dos pesetas de superávit!... S i no te hacen ministro de Hacienda cuando vengan tus amigos al poder, será porque no quieren que se arregle de una vez l a pavorosa cuestión e c o n ó m i c a . . . XVI DON APOLINAR E l mes de enero h a b í a sido c r u d í s i m o y La Correspondencia de España h a b í a cobrado u n dineral por avisos mortuorios. L o s lectores del popular periódico espantábanse todas las noches contemplando en la cuarta plana quince ó veinte cruces en otros tantos avisos chicos y grandes, de fallecimientos. Entre los muertos los había de todas edades y de todas condiciones; burgueses, desconocidos fuera del círculo de sus deudos y amigos; banqueros de mayor ó menor cuantía; viejos ilustres, académicos, ex-diputados, ex-senadores, ex-ministros, ex-conseje- ros; literatos, músicos, pintores, militares de coronel arriba, concejales, comerciantes, etcétera., etc. E r a aquello un relevo sin tambor que HO CARLOS FRONTAURA h a c í a temblar á los p u s i l á n i m e s y á los enfermizos temerosos de l a muerte. L a gente no hablaba de otra cosa. — i J e s ú s ! ¡Fulano!... Anteayer le v i en la Puerta del S o l con su mujer y por la noche le a c o m e t i ó l a p u l m o n í a que le h a llevado al otro mundo en veinticuatro horas. —iZutanol iQué desgracia! l U n hombre tan feliz, con unos hijos tan hermosos, con una mujer que es el tipo de l a m á s perfecta belleza, con l a fortuna hecha!... iMorirse tan joven!... N o t e n d r í a m á s de cuarenta años. — l E o d r í g u e z l P e r o si parece mentira. U n hombre que rebosaba salud y acababa de ascender á coronel. —¡La marquesa del P l á t a n o ! . . . iJesús! I Jesús! A l a ñ o de casarse, cuando todo l a sonreía, cuando triunfaba en los salones. L o s m é d i c o s de fama no t e n í a n tiempo ni de rascarse. L a s veinticuatro horas del día no les bastaban para visitar á los enfermos de verdad y á los aprensivos y miedosos, y a d e m á s tenían que extender diariamente unas cuantas certificaciones de fallecimiento, que es como refrendar pasaportes para el otro mundo. Frotábanse de gusto las manos los empresarios de pompas fúnebres, y los cocheros y lacayos de estas empresas no se quitaban en todo el d í a el siniestro G E N T E D E MADRID 111 y ridículo vestido á l a Federica, pues en verdad no comprendo por q u é han de vestirse de m á s cara estos sirvientes para llevar muertos a l l u gar del eterno descanso. L a p r e o c u p a c i ó n general, en tan duro invierno, n o t á b a s e en todas partes; los teatros estaban llenos de tifus, es decir de gorrones que no pagaban el billete; en los círculos, después de las diez de l a noche, no quedaban otros socios que los banqueros y los puntos, á quienes aterraba m á s una cochina sota en puerta que l a desaparición de la mitad de sus consocios. E n el casino de M a d r i d r e u n í a n s e todas las noches varios amigos que no jugaban, y que antes de notarse tan excesivo aumento de mortalidad pasaban allí, en u n gabinetito confortable, l a mayor parte de l a noche, hablando de las cosas de l a v i l l a , de política, de mujeres, de recuerdos de otro tiempo; todos eran y a señores mayores. Pero l a grave a l t e r a c i ó n de la salud p ú b l i c a hizo retraerse á varios de asistir á l a agradable tertulia, y los que a s i s t í a n r e t i r á b a n s e prudentemente antes de las diez, como digo: uno sólo se quedaba allí leyendo los periódicos en la biblioteca ó contemplando á los jugadores. E r a éste D o n Apolinar G ó m e z , persona m u y distinguida, m i litar retirado, perfecto caballero, m u y estimado de cuantos le trataban y que en otro tiompo fl-