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Toledo 24, 25 y 26 de octubre de 2012
La evolución de la visita de inspección a los centros:
pasado, presente, futuro
Conferenciante: Eduardo Soler Fiérrez
0. Introducción
El título de esta conferencia me lo ha propuesto la Inspectora central Concha Vidorreta y lo
acepté con gusto porque desde que publiqué mi libro La visita de inspección este tema se
ha asociado a mi nombre y me siento obligado a replanteármelo de nuevo cuando me
invitan a tratarlo. Porque es verdad que nunca he repetido esta misma conferencia o
ponencia, pese a las veces en que me he visto obligado a darla, y no sólo porque el tema
sea tan rico que tiene siempre matices inexplorados en los que me gusta entrar, sino porque
no hay nada que deteste más que el ir de un sitio para otro con un portafolios repitiendo lo
mismo; antes con las mismas transparencia, ahora con el mismo power-point. Creo,
además, que esto sería una falta de ética, que los temas requieren actualizarlos y sobre
todo profundizar en ellos hasta llegar a sus últimas consecuencias, pues para mí cada
audiencia es digna del esfuerzo de presentarle contenidos actualizados y adecuados a cada
situación, aunque figuren con un título idéntico al de otros programas.
Desde que me jubilé he hablado de la visita de inspección en muy pocas ocasiones y ahora,
al enfrentarme de nuevo con ella y al afrontar el doble reto que supone, por una parte el
tratar la visita de inspección con los que la están practicando continuamente y por otra, el
intentar vislumbrar qué va a ser de ella en el futuro, lo hago con la intención de entrar en
aspectos que hasta el momento no había tratado, más con el ánimo de provocar la reflexión
de todos, que el de dar recetas o hacer futuribles.
1. El pasado
El pasado de la visita de inspección es conocido por todos los que estamos aquí porque
está en el mismo origen de la función inspectora; es decir, si existe la Inspección es por la
necesidad que en un momento determinado se sintió de visitar los centros educativos.
Dejemos esto, desde el principio, como una verdad asentada, por indiscutible. Nuestra
historia ratifica lo que acabamos de afirmar.
Cuando se investiga en la Historia de la educación esa premisa es incuestionable: de
cualquier ideología que sea, la Administración que se empeñe en mejorar la enseñanza
tiene como primera tarea la de conocer la realidad en la que tendrá que operar si quiere
modificarla y mejorarla y este conocimiento no se obtiene, o no es fiable, si no se entra en
contacto directo con ella. Cuando tal contacto no se da, las decisiones de la Administración
caen en el vacío y por ende son inútiles. La necesidad de conocer la realidad sobre la que
se va a actuar es indiscutible. La Administración necesita a la Inspección con el fin de
conocer, planificar, impulsar, controlar y corregir el funcionamiento del propio sistema
escolar.
Las Inspección como función especializada está unidad desde sus comienzos a los sistemas
escolares y cuando el Estado estableció estos sistemas con carácter público, crea el
organismo que se encargará de velar por ellos y este velar exige el contacto directo y
cercano con la realidad, tan próximo que adopta como forma habitual de trabajo la entrada
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en sus organizaciones. Allí donde ha habido un centro ha llegado la Inspección con la
intención de observación y análisis, de ayuda e impulso al mismo tiempo.
En un hallazgo impagable en la Biblioteca Nacional, esos premios que a veces los archivos
tiene reservado a los tenaces historiadores, fue el encontrar unas Memorias del jurista
decimonónico Juan de la Cruz Martínez Ruíz a las que acudí por razón de paisanaje, pues
por su título nada predecía que en ellas pudiera encontrar algo sobre los temas que estaba
investigando para mi tesis doctoral, ya que su contenido se refería a los montes de la Sierra
de Segura y a su riqueza forestal; pero cuál sería mi sorpresa al ver que “La Memoria
Tercera” trataba monográficamente de “la educación y de su estado en el partido de Segura”
y en ella no sólo exponía este ilustre lugareño, que era individuo correspondiente de la Real
Academia de la Historia y de la Matritense de Jurisprudencia, además de Notario y Diputado
en Cortes, el estado tan lamentable que presentaba la enseñanza en los pueblos del partido
de Segura, sino que aludía también a la necesidad de crear una Inspección especializada
para remediar tan desastrosa situación. Él había actuado como visitador de escuelas por
encargo de la Administración y en estas Memorias insistía en la necesidad de vigilar el
cumplimento de las disposiciones legales porque se tiende a no cumplirlas, sobre todo en
los lugares más alejados de los órganos de gobierno y resalta lo importante que es el que en
todas partes se deje sentir la mano de la administración con influencia vivificadora:
“La prueba de esta verdad la encontrará VS. en la relación que hago del estado de las
escuelas del partido de Segura; y según mi pobre parecer no hay otro medio más, si se han
de remediar estos males, y si se ha de fomentar la instrucción, que nombrar un inspector
que reúna las cualidades que son de desear y se apetecen, para que organice y mejore este
ramo[…] No faltarán personas de saber, de probidad, de justicia que quieran hacer el
sacrificio de su comodidad en beneficio de la patria y de su país, a quienes confiar este
encargo de inspector señalándoles algunas cantidades para gastos extraordinarios, pero
era necesario facultar a estos inspectores lo bastante a hacerse respetar, y que se
respetasen sus disposiciones encaminadas al bien; de otro modo nunca adelantaremos gran
cosa ni en éste, ni en los demás ramos que abarca la ciencia de la administración”. 1
Deteniéndonos unos momentos en este texto, observamos que a su autor no se le escapa
ninguno de los requisitos que deben reunir los inspectores:
a)
b)
c)
d)
Personas de saber, es decir, sólidamente preparadas.
Personas cuya honradez profesional esté por encima de todo.
Personas independientes, que puedan emitir dictámenes justos.
Personas que tienen que hacerse respetar y que hay que procurar que sean
respetadas.
e) Funcionarios que deben contar con los medios necesarios para cumplir su cometido.
Si tenemos en cuenta la fecha de estas Memorias, 1842, nos encontramos con el más claro
precedente escrito sobre la necesidad de la Inspección unos años antes de que el R. D. de
1849 (artículos 17 a 23) la creara, creación que alcanzó el mayor rango legal con la Ley
Moyano, de 9 de septiembre de 1857 (artículo 294). Esto por lo que respecta a la Inspección
de enseñanza Primaria, que fue la primera que se estableció habida cuentas del número y la
dispersión de estas escuelas y colegios.
1
Martínez, Juan de la Cruz (1842): Memoria sobre el Partido Judicial de Segura de la Sierra;
Imprenta de D.F. Moreno, Baeza; pp. 61-63. Edición facsímil de 1991 hecha por Juan Pedro Cano
Munera, Artes Gráficas Vera-Cruz, Orcera.
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Por lo que respecta a la Inspección de Enseñanza Media, hay también algún precedente
paralelo al que acabamos de comentar, el de Santiago Fernández Negrete, que ocupó el
cargo de Director General de Enseñanza:
“Había sido empleado por D. Juan Bravo Murillo en visitar algunos institutos, adquiriendo de
esta suerte la convicción de cuán necesarios son los inspectores, acordó que en el
presupuesto se incluyese una cantidad para planear esta institución […]”2
En ambos casos, tanto en el de Juan de la Cruz Martínez como en el de Fernández Negrete,
la conclusión es bien clara: hay que crear un órgano facultativo que asuma la inspección de
la enseñanza.
Una frase feliz, que hoy día es uno de los axiomas de los que podemos presumir los
inspectores por estar en el preámbulo de una de las primeras disposiciones que
reglamentaron nuestras tareas (el Real Decreto de 30 de marzo de 1849) es esta tan
conocida:
“Crear una institución ha tiempo reclamada y sin la cual en vano se afanará el Gobierno en
promover mejoras, perdiendo en gran parte el fruto de sus desvelos y sacrificios. Esta
institución es la de los inspectores. Si en todos los ramos del servicio público es conveniente
esta clase de funcionarios, en la instrucción primaria es indispensable. Sin ellos, la
Administración nada ve, nada sabe, nada puede remediar. Las autoridades no tienen
tiempo para vigilar por sí solas tan gran número de establecimientos, ni menos para entrar
en la infinidad de pormenores que esta vigilancia exige. Carecen, además, de los
conocimientos que necesitan para observar muchas cosas que sólo se descubren a los ojos
de personas facultativas amaestradas en esta clase de indagaciones.”
“Si la necesidad de los inspectores no estuviese tan reconocida, los resultados obtenidos en
el corto tiempo transcurrido desde su creación serían el mejor comprobante de su utilidad e
importancia. No hay reformas en que estos funcionarios no puedan reclamar su parte.
Donde quiera que ha llegado su acción, allí ha sido provechosa”. Fue nada menos que
Américo Castro el que con toda contundencia afirmó: “El punto vital de la educación pública
se halla en la Inspección escolar”.
Giner de los Ríos, en uno de sus artículos titulado “Maestros y catedráticos” (1884)
reconoce: “Los pueblos como Francia e Inglaterra, cuando han querido, sobre todo, dar un
impulso enérgico a su enseñanza popular […] han llamado a la inspección […] a pedagogos
y hombres de la importancia de un Pécaut, o un Mathew Arnold3. Cuando entre nosotros se
ha querido hacer algo semejante, tampoco se ha hecho otra cosa. Por ejemplo, en los
tiempos de Montesino, bien cortos para nuestra desdicha”. En España entraron también a
formar parte de la Inspección en los primeros años de su historia intelectuales ilustres como
Laureano Figueroa, Rafael Altamira o Lorenzo Luzuriaga. Uno de los primeros cultivadores
de la prehistoria fue inspector también y su nombre figura en cualquier libro de prehistoria
cuando se trata los primeros cultivadores de esta disciplina: Teógenes Ortego.
2
Gil de Zárate, Antonio (1885): De la instrucción pública en España. Madrid. Imprenta del Colegio de
Sordo-Mudos, T. 1, p. 52.
3
Uno de los escritores más prestigiosos de la época victoriana en Inglaterra, fue inspector de
enseñanza. Algunos de sus informes, de indudable calidad literaria, han sido publicados. Era muy
escrupuloso en informar puntualmente a la Administración sobre todo lo que ocurría en los centros y
partidario de perfilar el sueldo de los maestros con incentivos económicos en función de su celo
profesional y rendimiento.
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En la república se confió mucho en la Inspección y se estableció por los tratadistas el modo
de llevar a cabo las visitas, que explayé en un artículo al respecto:
1. Iniciación de la visita creando un clima de confianza en el que todos se sientan
cómodos.
2. Examen de la documentación de la escuela.
3. Observación de la actuación del profesor.
4. Valoración.
5. Actuación modelo por parte del inspector.
6. Examen del material pedagógico.
7. Examen de los trabajos de los alumnos.
8. Entrevista final con el profesor.
9. Informe.
El célebre Decreto de 1932 reconocía que la Inspección era una función con personalidad
propia, pues la consideraba como “un órgano encargado de orientar, impulsar y dirigir el
funcionamiento de las escuelas nacionales y de las instituciones educativas auxiliares de las
mismas.”
Si bien la Inspección actúa sobre el conjunto del sistema educativo se detiene en los centros
de enseñanza como estaciones que van configurando la red que articula la educación en
cualquier región o país. Va la Inspección de lo particular a lo más general, para actuar
eficientemente sobre la educación y para sacar conclusiones sobre el rendimiento que se
está obteniendo en un determinado momento.
El inspector cuando visita un centro ve lo que todo el mundo ve, pero es capaz de ir a más,
de ver también lo que los demás no ven, sencillamente por una razón muy simple, porque
está facultado para ver. Y la primera conclusión para que eso sea posible es que hay que
tener una preparación adecuada a la función. No se ha insistido lo suficiente en la
importancia de la preparación específica de los miembros de la inspección, pues cada uno
ve sólo lo que es capaz de ver, ve según la sensibilidad que tiene para ver ciertas cosas. El
inspector que no sabe que la evaluación continua y formativa es esencial para un buen
aprendizaje no recogerá nunca en sus informes que en el aula que ha visitado se practica o
no y mucho menos podrá orientarla. La preparación y práctica llevan a la curiosidad, la
curiosidad a la pregunta, el inspector tiene que saber preguntar, y las preguntas llevan a
descubrir lo que ocultan lo que pueden ser meras apariencias. Cuando los inspectores dejan
una demarcación o zona sin que su paso por ella no haya tenido ninguna repercusión es la
mejor prueba de que no están preparados para ejercer esta profesión, pues el territorio que
inspeccionan siempre les está pidiendo soluciones a una serie de problemas que no tienen
resueltos o bien resueltos.
Hay una extendida confusión con respecto a la visita cuando se considera como una función
y no como un recursos para cumplir las funciones, cuando ha ocurrido esto se ha caído a
veces en el “visiteo”, en la visita por la visita, que puede ser un vicio profesional como
intuyera otro gran inspector español, el primer director general de enseñanza con Raúl
Castro, Herminio Almendros. La visita es ocasión, pero no es función; es una atribución, un
procedimiento supervisor que hace posible que se puedan cumplir las funciones inspectoras,
pero ella, en sí misma, no es una función.
Nadie mejor que el sociólogo Charles Booth (1840-1916), un pionero de la sociología
científica por haber introducido en ella los estudios empíricos, para documentar la
importancia de los informes consecuencia de las visitas de los inspectores de educación.
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Booth era un acomodado hombre de negocios británico (armador en Liverpool), preocupado
por la miseria que sufrían las clases bajas de su tiempo. Tal vez influenciado por su esposa
Mary Macaulay, empezó por luchar contra la pobreza en el terreno político, pero el fracaso
en este campo le condujo hacia el estudio científico de las causas de esta lacra social y la
búsqueda de posibles soluciones con el ánimo de ofrecérselas a los políticos ya que él no
había llegado a serlo. Su nombre ha pasado a formar parte de la historia de la sociología y
hoy se estudia en la Universidades dentro de esta especialidad.
Su trabajo se basó en la aplicación de una extensa encuesta en los barrios obreros de
Londres en 1886-89. Pero, juntamente con este instrumento, utilizó información previa,
sobre todo los informes oficiales que los inspectores de educación hacían sobre las
escuelas de estos barrios; la existencia de estos inspectores, que estaban en contacto
directo con la realidad social, fue aprovechada a fondo por el sociólogo, pero además, el
quipo de encuestadores de Booth los entrevistaron sistemáticamente sobre las condiciones
de vida de las familias con hijos escolares y los problemas que presentaban estos durante
su escolarización. Ciertamente, los informes dependían mucho de la capacidad de
observación y análisis de los inspectores, es decir, que no estaban exentos de subjetividad,
pero su estudio alcanzó el rigor necesario gracias a toda esta información. Por Booth, los
informes de los inspectores de educación se conocen en la Historia de la Sociología
científica como fuente importante para sus estudios.
El resultado final fue un informe muy rico en datos, titulado El trabajo y la vida del pueblo,
Londres oriental, cuya primera edición fue de 1889, germen de su obra clásica, El trabajo y
la vida del pueblo en Londres.
Booth llegó a la conclusión de que la pobreza era un problema muy grave y muy extendió en
el Londres de su época. Él, como gran empresario, era un hombre conservador y rechazaba
de plano las ideas socialistas, por lo que no llevó su razonamiento hasta las últimas
consecuencias. No obstante, precisamente por su conservadurismo y porque procedía del
mundo empresarial, sus estudios fueron tenidos en cuenta por las clases dominantes de
Gran Bretaña y por el gobierno, ambos quedaron escandalizados porque la pobreza
constituyera una realidad tan arraigada en el país más poderoso y rico de la Tierra, de
manera que se extendió entre la opinión pública un clamor pidiendo reformas sociales. Se
afirma en Sociología que los estudios de Booth sentaron las bases para el estado del
bienestar británico en los comienzos del siglo XX, creando pensiones de vejez, seguros de
desempleo y enfermedad, salarios mínimos y comedores gratuitos en las escuelas. Hasta
entonces, nunca los informes de los inspectores habían servido para tanto. Cuando los
inspectores nos acercamos a la obra de Booth nos sentimos orgullosos al comprobar el
provecho que se le pueden sacar a nuestros informes al ser una de las fuentes que en cada
momento histórico retratan la realidad socio-educativa.
En el franquismo la visita adquirió un nuevo matiz consecuencia de darse en un régimen
dictatorial, era la visita un mecanismo de dominio, que en la postguerra ponía de manifiesto
con su parafernalia la autoridad del que pisaba la escuela como inspector o inspectora.
Concluimos esta breve visión sobre el pasado afirmando que la visita es la acción más
propia y característica de la Inspección educativa, surgió antes que el mismo servicio de
Inspección, pues cuando todavía no había inspectores, los visitadores cumplían esta función
de manera esporádica4 y este servicio se creó y desarrolló precisamente para que las visitas
4
Soler Fiérrez, E. (1995): “Veedores y visitadores en los orígenes de la Inspección educativa”, en
AA.VV. : Estudios históricos sobre la Inspección educativa; Escuela Española, Madrid, pp. 15-42.
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a las instituciones escolares fueran realizadas por personal preparado, conocedor del sector
y capacitado para llevarlas a cabo con solvencia y tuvieran una repercusión beneficiosa
sobre el sistema escolar. Debido a su importancia, el visitar centros es la actividad más
sobresaliente y específica de la Inspección desde el momento mismo de su creación y en
ella emplean los inspectores la mayor parte de su tiempo y ponen a prueba sus dotes
profesionales; gracias a las visitas la Administración tiene conocimiento de cómo funcionan y
los profesores reciben información y orientaciones directas y realistas para hacer mejor su
trabajo.
2. La visita en la actualidad
Cada una de las Comunidades Autónomas tiene reglamentadas las formas que deben
adoptar las visitas de inspección, reglamentación que deben seguir los inspectores de la
Comunidad en la que ejerzan. Nosotros nos vamos a fijar en los sistemas
inspectores/supervisores de los distintos países de mundo desarrollado; en ellos podemos
observar que por medio de sus visitas los inspectores:

Obtienen información sobre los centros, servicios, programas, actividades y
proyectos educativos sobre los que recae su tarea supervisora.

Emiten informes con objeto de que quede constancia de la situación en que se
encuentra el centro que visitan y para que las decisiones que les correspondan tomar
a las autoridades educativas queden fundamentadas en la realidad escolar y en las
necesidades que en cada caso tiene el sector. Pues aunque el visitar y redactar el
informe se hagan en momentos distintos forman parte de un mismo proyecto, pues la
visita no surtirá efectos hasta que no se emite el correspondiente informe.

Orientan a los directivos de la enseñanza y hacen que sus decisiones se ajusten, por
una parte, a los parámetros que fija la ley y, por otra, a los resultados de la
investigación pedagógica en cuento a la administración y organización de los centros
y a la didáctica que emplean los profesores.

Intervienen en la formación y orientación de los docentes en función de las
necesidades detectadas en la observación de las aulas de clase.

Mantienen actualizadas estadísticas, fichas, datos de todo tipo, necesidades etc.
para facilitar la actividad de planificación y de toma de decisiones y aconsejan la
forma en que debe actuar la Administración para que sus decisiones contribuyan a
un mejoramiento del sector.
Dada su importancia no hay que esforzarse en demostrar el empeño que debe poner el
personal supervisor en que sus visitas se hagan con todo esmero y eficacia. Por eso, la
realización de una buena visita requiere:

Configurarla convenientemente teniendo en cuenta el tipo de institución con la que
se va a entrar en contacto, la comunidad educativa del centro, sus antecedentes, sus
problemas, sus necesidades, etc. El estudio de la documentación previa es
fundamental para que los inspectores no caigan en el centro sin tener un
conocimiento de sus características y de su trayectoria anterior con objeto de
situarnos en su auténtica realidad. Es decir, la visita de inspección debe estar bien
ideada, bien pensada.

Planificarla en función del tipo de centro que se va a visitar y de los objetivos que se
busquen. Habrá que hacer un plan de visita en el que se recojan los pasos que se
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darán durante su desarrollo: entrevistas que se van a mantener, clases que se
piensan visitar, reuniones que se realizarán, etc. La visita debe estar bien preparada.

Proveerse del material técnico necesario que facilite una realización controlada que
llegue a obtener los datos con los que posteriormente se puedan realizar los estudios
e informes que sean necesarios. Las técnicas y métodos actuales de supervisión nos
ponen a nuestra disposición los instrumentos para que esto sea posible. La visita
estará bien documentada. Una especialidad que no existe actualmente en la
Inspección y que sería necesaria es la de documentalista, para que, entre otras
cosas, el que se hace cargo por primera vez de una circunscripción escolar puede
disponer de los antecedentes necesarios para situarse con acierto en el punto de
partida.

Esmerarse en su realización, para lo que no es suficiente una buena estrategia de
visita, sino también el talante con que se afronte y la preparación y experiencia que
el inspector posea. En conclusión, la visita deberá estar bien realizada.

Finalmente, a raíz de la visita, los funcionarios de la Inspección deberán realizar los
informes y gestiones pertinentes para la mejora de todo lo que hayan visto como
deficitario. La visita debe estar bien terminada, bien informada.
Conforme a los objetivos que nos propongamos, la estrategia de realización cambiará en
todo lo que concierne a la visita; así podrá ser unitaria o en equipo, según los miembros que
intervengan; única o periódica, según la intención que la mueva; de control, pedagógica, de
orientación o de evaluación, en función de las necesidades del centro visitado; de
planificación, si se van a llevar a cabo reformas o arreglos en el centro o en el distrito;
administrativa, si son estos los aspectos que requieren atención prioritaria; de mediación, si
los problemas que presenta una determinada situación están siendo un obstáculo para la
buena marcha de la enseñanza, etc., etc.
Después de todo lo dicho es necesario tener en cuenta que las Administraciones Públicas
deben prestar a las visitas de los inspectores todo su apoyo poniendo a su disposición los
medios necesarios para su buena realización, que fundamentalmente consisten en:

Dotar a los Servicios de Inspección de una legislación que garantice estas
actividades para que puedan llevarse a cabo con la mayor solvencia y eficacia. La
reglamentación de las visitas debe contemplar su temporalización, la documentación
previa de la que conviene disponer, modelos de los informes que se deben emitir, así
como la necesidad de hacer propuestas que lleguen a los superiores jerárquicos.
Cuando visitan un centro o servicio, los inspectores son considerados como
autoridad pública con todo lo que esto lleva consigo.

Dar al personal inspector los medios necesarios para su realización, tanto en el plano
económico (viáticos y dietas suficientes), como en el plano técnico (documentos e
instrumentos para que se realicen con seriedad y solvencia profesional y
actualización profesional).

Considerar, en las decisiones que tome la administración, todo aquello que los
Servicios de Inspección han propuesto en sus informes de visitas con objeto de que
estén enfocadas hacia la mejora de la calidad, pues, a la postre, es la Inspección la
garante de ella.
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Un Servicio de Inspección que dispone de todos estos medios puede llevar adelante sus
visitas con todas las garantías, y puede estar seguro de que sus acciones redundarán de
manera positiva en el sistema escolar al que dedican su trabajo.
En mi libro La visita de inspección establecí y desarrollé las notas que caracterizan a estas
acciones inspectoras para que puedan considerarse con todo rigor visitas de inspección. No
voy aquí a detenerme en estas notas ya conocidas, pero quiero sólo recordarlas para que se
tome completa conciencia de lo que supone el acto visitador si se quiere que rinda los frutos
esperados:
a) oportunidad (visitas aprovechando que la situación exige la presencia de los
inspectores, sean estas ordinarias o de carácter extraordinario),
b) continuidad (como las acciones de cualquier otro profesional, las de los inspectores
deben ser constantes, según un calendario establecido),
c)
progresividad (cuando se visita un centro no puede hacerse como si siempre fuera la
primera vez, hay que profundizar en un plan de conocimiento y observación con
objeto de lograr un examen profundo del centro que se visita),
d) sistematicidad (deben responder a un plan supervisor en función de unos objetivos y
necesidades),
e) comprehensividad (deben de abarcar todos los aspectos de la vida escolar y a todo
su personal),
f) comunicación (abren un diálogo con todos los miembros de la comunidad escolar
que debe ser fecundo y constante),
g) participación (el inspector llega al centro no como alguien extraño, sino como un
componente del sistema escolar que trabaja buscando su mejora),
h) solvencia profesional (realizadas por profesionales de la inspección, los inspectores
accidentales deben nombrarse sólo en casos muy excepcionales).
Los informes consecuencia de estas visitas puede ser:
a) Informes parciales (sólo recogen algún aspecto de la realidad del centro visitado),
b) Informes globales, cuando después de un período de visitas se redacta el informe
sobre el funcionamiento general del centro escolar y
c) Estudios y memorias que recojan la situación educativa de una zona de inspección.
3. El futuro
Partimos de la proposición de que todas las funciones profesionales que asume la
Inspección como tal tienen que ser clasificables como controladoras, mediadoras, asesoras
y orientadoras, o evaluadoras y a todas debe concedérsele la misma atención, dependiendo
la insistencia en unas u otras en un determinado momento sólo de las circunstancias:
a) espaciales (zonas urbanas o rurales, centros nuevos, centros de un tipo o de otro o
lugares a los que se está dedicando una determinada política y es necesario el
control de su ejecución, preferencia de unos distritos u otros por el desarrollo de
ciertos programas o de ciertas necesidades, etc.) o
b) temporales (momentos más oportunos, necesidades derivadas de exigencias reales
o legales, tiempos impuestos por planes de acción, etc.).
Pese a la distinción indicada, no se da una separación absoluta entre las formas de esta
clasificación que en la realidad se encuentran entreveradas siendo a veces difícil distinguir
cuando se están ejerciendo unas u otras, hasta el punto de que se da cierto equilibrio entre
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ellas, equilibrio que hace que la Inspección se mantenga en un fiel que le garantiza la
imparcialidad y credibilidad en el sistema escolar. Porque, ¿hasta qué punto la evaluación
no es también una forma de control? ¿No desemboca a veces el control en asesoramiento,
siendo éste exigido por los resultados de aquél? ¿No viene la mediación en ciertos casos
como consecuencia obligada del control? ¿No se requiere la orientación cuando la
evaluación ha puesto de manifiesto ciertas necesidades?
La hipertrofia de algunas de las funciones antedichas ha derivado en formas de inspección
anómalas que han provocado desconfianza o devaluación de su misión. La preferencia de la
función de control se ha identificado con una Inspección utilizada por los sistemas totalitarios
para garantizar el orden, derivando a veces en una inspección-policíaca puesta al servicio
del poder constituido que se aleja mucho de lo que es la Inspección educativa. No hay
críticas que más nos hagan sufrir a los inspectores que las que nos consideran vendidos al
poder político: “Yo tuve la fortuna, pese a mi edad, de ir a uno de éstos [colegios privados],
el “Estudio”, el único de Madrid entonces junto con los extranjeros […], fuera de la
jurisdicción de la dictadura. “Estudio” debía engañar, desde luego: he contado más de una
vez cómo, cuando venía un inspector, los chicos y las chicas que solíamos estar juntos
teníamos que correr a separarnos en diferentes aulas, para hacerle creer al enviado
franquista que, aunque el colegio admitiera a alumnos de ambos sexos, no coincidíamos en
el mismo espacio físico ni nos rozábamos”5. Diatribas así las encontramos también en el
filósofo francés Mounier, pero el que sea Javier Marías el autor de este párrafo, es más
doloroso si cabe, pues él conoció muy bien a uno de los mejores inspectores del franquismo,
que empezó siendo uno de los depurados, y que se convirtió pronto en una autoridad moral
para todos sus compañeros y del que el novelista recibió clases y orientaciones que han
influido sin duda en que hoy sea un futuro premio Nobel.
La función de asesoramiento, sin estar arropada por las demás, ha hecho que en ciertos
sistemas la Inspección haya caído en la inoperancia o la de evaluación en una función
técnica sin capacidad de influencia sobre las necesidades que pone de manifiesto. El
equilibrio funcional derivado de la proposición de que hemos partido resulta fundamental
para que el sistema inspector pueda operar según exige su misma naturaleza.
Siempre predecir lo que ocurrirá en el medio y largo plazo es algo muy aventurado y el
futuro de la acción inspectora no escapa a esta afirmación, pues sencillamente puede
suceder que evolucione de forma distinta a lo previsto si tenemos en cuenta los continuos
cambios que caracterizan a nuestra época. Sin embargo, pese a este riesgo, y
amparándome en el sentido “inspectivo” que a los inspectores se nos reconoce, nos vamos
a aventurar con aquello que parece que es necesario hacer o reformar al respecto.
La Inspección tiene planteados ciertos retos que habrá que afrontar:
a) Intervención positiva y eficaz frente a formas de supervisión negativas y
obstaculizadoras de los avances tanto en las organizaciones escolares como en la
didáctica de los docentes. La Inspección sigue teniendo un fuerte poder motivador en
la comunidad escolar que hay que saber aprovechar en todo momento. La más
elemental ética profesional aconseja a los inspectores no declinar sus ánimos e
infundirlos en sus visitas a todos aquellos que vean.
b) Ser garante del derecho a la educación reconocido para todos los ciudadanos
(nacidos españoles y residentes en España). El absentismo tiene que ser combatido
de manera decidida si no queremos que el sistema retroceda a los momentos en los
5
Marías, Javier (2012): “Adiós a una esperanza”, El País Semanal.
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que niños y adolescentes eran explotados en el trabajo o deambulen perdidos
propensos al gamberrismo, al delito y a la delincuencia.
c) Garantizar una educación con la calidad que exige el tiempo en el que vivimos.
d) Contribuir a la vertebración de la enseñanza en todo el territorio de nuestro país,
frente a una descentralización que está derivando en un sistema escolar
fragmentado que fomenta la desigualdad educativa entre las Comunidades
Autónomas.
Hay que garantizar para el futuro formas de intervención que mejoren las prácticas
inspectoras, pues hay que tener en cuenta que la inspección educativa nació en contextos
muy distintos a los actuales, por lo que habrá que hacer el esfuerzo de adaptarla a la
realidad presente y futura, ya que los supuestos en los que se basó su nacimiento están hoy
fuera del tiempo: extensión del sistema educativo a todo el territorio nacional fue el más
importante y el conseguir que las aulas tuvieran al frente profesores titulados con los
requisitos exigidos. Pero no sólo esto, sino también:
a) El que sirviese de instrumento para que la Administración “viese”, “oyese” y
“estuviese informada” de lo que ocurre en el sistema escolar. El nuevo modelo de
organización, basado en la autonomía y en la responsabilidad, en una renovada
concepción de la dirección, en órganos de participación y control social, en una
amplia divulgación de las normas que determinan dos derechos y las obligaciones de
todos los integrantes de la comunidad educativa, etc., aportan “mecanismos”
enormemente sensibles para “ver”, “oír” y “conocer” lo que ocurre en las escuelas,
sin que sea necesario utilizar a la inspección como instrumento sistemático de
recogida de datos (han pasado los tiempos en los que se iba a los centros a contar
alumnos, a comprobar si el mobiliario estaba en buen uso, o a ver cuántos utilizaban
el servicio de comedor) o de control policiaco (hoy hay un fuerte control social que
antes no existía y la función se reparte entre directores y jefes de estudios o
empresarios en caso de la enseñanza privada). Pero, habida cuenta de esto, la
información de la Inspección, si no la primera, tiene que ser forzosamente la más
solvente (la verificación en casos de duda sigue siendo necesaria).
b) El que asumiese una cierta tutela pedagógica y científica de los profesores, hecha a
través de la orientación directa en el aula (la vieja y lesiva, para el profesor, imagen
del inspector que durante su visita imparte un modelo de lo que es una lección
magistral, el inspector no sólo iba a tomarle la lección al maestro, también a dársela),
o mediante centros de colaboración pedagógica. En los sistemas educativos de los
países más desarrollados, el grado de preparación de los docentes en la disciplina
que imparten y en las técnicas didácticas que utilizan son excelentes, por lo que ya
es tiempo de reconocer que están capacitados para ejercer sus funciones y para
perfeccionarse a través de las vías establecidas para ello: investigación, formación
continua mediante cursos, ampliación de estudios, etc. Los inspectores no tendrán
por qué ejercer esa labor de perfeccionamiento en el futuro, cosa a la que muchos
han estado muy ligados, y en sus visitas podrán informar sobre las opciones del
sistema para este perfeccionamiento profesional, sin tener que asumirlo.
c) El hecho de que las instituciones educativas de hoy, y más aún las del mañana
inmediato, sean bien diferentes a lo que fueron en el pasado, obliga a revisar,
también en profundidad, el tipo de relación que con ellas ha de mantener la
Inspección y para que esto sea posible hay que repensar algunos aspectos de la
propia inspección de educación.
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d) Repensar la concepción de una organización exige no sólo elaborar nuevos diseños
de su propio organigrama y del organigrama de la estructura en la que se inscribe
(sin duda, la Administración educativa), sino que requiere también identificar nuevas
funciones que sean acordes con lo que es la institución escolar y formar y
seleccionar inspectores capacitados, científica y actitudinalmente, para desempeñar
tales funciones, soslayando en este propósito cualquier tentación de restaurar
modelos que pudieron haber sido eficaces en el pasado, pero que están hoy fuera
del espacio y del tiempo que viven los sistemas educativos.
Desde luego, una conclusión clara que debemos sacar de esta intervención es que los
países desarrollados y en vías de desarrollo no podrán prescindir en el futuro de uno de los
elementos que más influyen y más directamente lo hacen en la calidad de la educación: la
Inspección. Debemos de salir de aquí dando por sentado que la inspección es una profesión
acreditada e imprescindible en los sistemas escolares modernos. Y esto no sólo es válido en
educación, sino también para los distintos sectores de la actividad humana con una
repercusión importante en la sociedad; el impacto supervisor resulta enormemente positivo y
se extiendo por todos ellos. Hoy no se discute que la eficiencia de los sistemas productores
de bienes o de servicios, cualquiera que se a su naturaleza, requieren una forma de
supervisión, aunque sea sólo, como en el caso de Hacienda, de simple fiscalización,
vigilancia y poder sancionador. En tal sentido, a la Supervisión educativa le ocurre como a la
de los otros sectores, que es reconocida como imprescindible; el que en la actualidad esté
instaurada en todos los países desarrollados, desde luego en todos los de la Unión Europea,
es la mejor razón para argumentar a favor de su eficacia.
Sin embargo, es curioso advertir que al mismo tiempo que se reconoce como una
necesidad, es ignorada en ciertos gobiernos a los que les resulta incómoda porque introduce
una mayor garantía para el cumplimiento de los principios de equidad y calidad. Los
gobiernos poco sensibles a estos principios, el que la Inspección les recuerde
constantemente que no los están favoreciendo con sus políticas educativas, les resulta
incómodo, si no intolerable, y más todavía, cuando se lo hace patente con sus informes un
organismo prestigioso de su propia administración. Por eso la Inspección debe caminar
hacia la consecución de una mayor autonomía profesional que hasta ahora ha sido difícil de
conseguir con cualquier tipo de gobierno, para que pueda enfocar su mirada hacia aquellos
aspectos que más necesiten de ayuda. Sin embargo, hay quien todavía quiere una
Inspección al servicio de sus políticas educativas, cualquiera que estas sean, y no tenga una
posición crítica con ellas. Es decir, una inspección que ayude al político, no a los ciudadanos
que se están educando.
4. ¿Cómo debe evolucionar la visita en el futuro?
Hemos visto que en la historia de la inspección la visita ha sido el acto que la justificaba y
hemos insistido también que fue la necesidad de girarlas la que hizo que esta profesión se
creara:
La visita ha sido, es y seguirá siendo esencial para la función inspectora.
Sin embargo, debe evolucionar y cambiar tanto en sus cometidos como en sus formas de
realización. Ha habido momentos y los hay ahora también, que el trabajo de la Inspección
no han girado en torno a su acción con los centros sino que se han centrado más bien en los
asuntos administrativos, que han sido siempre una rémora para sus funcionarios. Les han
ocupado tanto tiempo que les ha quedado poco para su función básica: supervisar el
sistema escolar.
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Puestos a ver razones y como estamos entre colegas y podemos hablar con la sinceridad
que esto nos permite, tendremos que reconocer que tal situación se ha debido a un conjunto
de razones:

Para la Administración ha sido siempre una garantía que los inspectores participaran
los procesos administrativos o en comisiones de concursos de cualquier tipo en las
que se tenía que baremar, examinar documentación, etc, porque entendían mejor
que otros miembros de la administración los documentos que iban analizar. Para
algunos inspectores, el participar en estas tareas lo consideraban una deferencia de
la Administración y lo aceptaban con gusto, es más, veían como un desprecio el que
se pudiera prescindir ellos en estas tareas.
A ciertos inspectores la acción de visitar les ha resultado incómoda y muy
comprometida, porque no sabían muy bien lo que en las visitas debían hacer, ni qué
orientación dar. En muchos casos se limitaban a hacer lo que habían visto hacer a
los que les precedían y de esta manera no había forma de que se fueran adaptando
a las necesidades de los nuevos tiempos. He de confesar que el que yo me decidiera
a ocuparme de estudiar la visita de inspección y dedicarle todo un libro fue debido a
una pura contingencia, pues no estaba entre mis proyectos en aquel momento. Pero
Ángela Abós, a la sazón Subdirectora General de Inspección cuando participé en un
concurso de méritos para el puesto de Inspector Central, me pidió que tratara este
tema por las noticias que estaba recibiendo referidas a que para los inspectores que
estaban entrando en el servicio era la tarea que más les costaba afrontar, les
resultaba problemático el visitar centros y había recibido quejas de cómo lo hacían.
Además había pedido información para recomendarles alguna bibliografía al
respecto y no la había. Resultaba paradójico que la acción más propia de los
inspectores no hubiera sido tema de estudio y de investigación, habida cuenta
además, que nuestros colegas no han sido nunca ágrafos, pues a ellos se deben
muchas de las obras más importantes de la bibliografía pedagógica española del
siglo XX.

Unas de las razones que a mi parecer justificaban este retraimiento, bastante
frecuente, ante la acción visitadora se debe a que el inspector o la inspectora se
manifiestan plenamente en la acción de visitar y ponen en riesgo todas sus
habilidades, pues en ella entran en juego:
a) Su personalidad
b) Su talante
c) Su preparación
d) Su liderazgo
e) Su experiencia
f) Su capacidad de comunicación.
Este conjunto de factores hace que se sienta cierto miedo. Estudié a fondo estos problemas
en mi tesis doctoral y voy a resaltar sólo algunas ideas:

Hay colegas que la visita les supone una amenaza profesional y experimentan
cierto miedo a realizarla. Unas veces es porque personalmente no se sienten
legitimados, ¿qué le van a decir ellos a los que están en la brega día a día?,
¿aceptarán los profesores sus indicaciones y consejos? Afrontan la visita no como
una situación de convivencia profesional para ayudar a las necesidades que vayan
detectando y para ir orientando y reconduciendo situaciones, sino como algo que
les resulta insuperable. Cuando esto ocurre las visitas se acortan y se limitan a los
directivos de la institución prescindiendo de todos los demás. Se utilizan estos
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escapes. Cuando los profesores se lamentan de que hace mucho tiempo que no
han visto al inspector no es porque la inspección no vaya a su centro, sino porque
de ellos no se ocupa, porque es una inspección que sólo se centra en el director, el
jefe de estudios y el secretario.

El talante con que se afronta la visita es muy importante también, pues de él
depende el que se consiga la empatía necesaria con la comunidad escolar y es,
desde luego, una derivación de la personalidad del inspector. A la inspección se le
reconoce una alta capacidad de motivación, puede alentar un proyecto e incluso,
hablo con la Historia en la mano, sacar adelante una reforma educativa. Pero, a
veces, el talante del inspector provoca rechazo por la forma que tiene de afrontar
los problemas, rechazo que puede venir tanto porque para él nada sea problema o
por lo contrario, porque vea problemas en todo lo que se le comenta. Un talante
abierto, imparcial y positivo, dinámico y de disponibilidad es fundamental para
ejercer esta profesión.

La preparación es un factor, lógicamente decisivo, preparación específica como
inspector. Los inspectores sabemos que en las visitas nos encontramos con
situaciones imprevistas y que para esto no sirve el que las hayamos planificado y
preparado muy bien, pues en ellas no sabemos con qué nos vamos a encontrar.
Hemos tenido a veces que mediar en una pelea entre alumnos en el patio, ser
testigos e intervenir en una protesta masiva de padres en el vestíbulo de colegio,
escuchar la denuncia de un alumno en la propia clase aprovechando que estamos
en ella, etc. En el acto de la visita se dan alguna vez este tipo de situaciones no
esperadas y el inspector tiene que afrontar lo no previsto echando mano de sus
recursos. Además esto se puede obviar salvo que nos importe poco nuestro
prestigio profesional y el papel que estamos llamados a ejercer como inspectores.
Hay que tener presente que en las visitas en ningún momento el inspector pasa
desapercibido porque es el eje de la misma.

El liderazgo de los inspectores les viene por el mero hecho de serlo, pero además
se lo tienen que ganar constantemente y es en la visita donde se manifiesta de
forma principal.

La experiencia, como en cualquier otra profesión, es fundamental en la Inspección,
pero una experiencia crítica que no vaya a resolver las cosas por pura rutina o nos
vaya dictando cómo salir al paso de conflictos y situaciones complicadas sin
comprometernos. Esta experiencia que lleva a la rutina es una rémora profesional
que empobrece a la profesión. La experiencia reflexiva, crítica, es la que nos puede
hacer progresar en nuestro desarrollo profesional.

Capacidad de comunicación. Me voy a detener en este aspecto por creerlo
fundamental. El que el inspector sea el eje de la visita de inspección significa, entre
otras cosas, que todos sus actos se van a interpretar como actos de comunicación,
lo que quiere decir que se les va a buscar significado (sea explícito u oculto) y esto,
a veces, muy a su pesar. Pero tenemos que ser conscientes de ello y tenerlo muy
presente.

El inspector en sus visitas tiene que saber preguntar, la capacidad interrogativa
merecería toda una conferencia porque es fundamental. Seguramente que todos
los presentes tendréis ejemplos personales de lo que acabo de decir, también los
tengo yo. Visitando un centro privado en Barcelona “de los de más prestigio”, en el
primer quinquenio de la década de los setenta, un sábado, presencié montones de
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pruebas que se habían hecho a los alumnos que querían ingresar en él el curso
siguiente en 1º de EGB. Puestos encima de la mesa del salón de actos dos
grandes montones de ejercicios, en uno los que habían superado la prueba y en
otro los que no, bastó esta pregunta al director: “¿a quién va a dar preferencia para
la admisión, a los que han superado la prueba o a los que no?”; después de un
silencio que aguantamos los dos (el inspector debe también saber callar, aunque
tiene que saber que a veces su silencios son muy elocuentes), ordenó a los
profesores que clasificaban los ejercicios que los guardaran porque ese curso se
iban a adoptar otros criterios para la admisión de los alumnos. No fueron
necesarias más palabras. Yo entonces justifiqué ante los profesores la decisión
que acababa de adoptar el hermano director: “piensen que si todos los colegios
decidieran no admitir a los niños de seis años que no saben leer y escribir
condenaríamos al analfabetismo a todos ellos impidiéndoles escolarizarse, cuando
ese primer curso tiene entre sus objetivos esos aprendizajes”.
Ya he adelantado que el inspector en sus visitas debe saber callar, precisaré un poco más,
saber callar salvo cuando la situación exija una respuesta para que el silencio del inspector
no se haga cómplice: un director de un pequeño centro privado seglar, al que el inspector
llega por una equivocación provocada por la homonimia tan frecuente que se da en los
nombres de los centros educativos (Virgen del Carmen, Nuestra Señora del Carmen, El
Carmen, Santa María del Carmen), y ante la situación desconcertante que provocó la
presencia del inspector un día no esperado (pues en las oficinas tenían quien les anunciaba
cuando el inspector tenía planificado presentarse), en un largo paseo en busca del edificio
anexo, el director, previendo lo que se le venía encima, le dice al inspector: “La inspectora
Dª […] le ha dicho al director del colegio […] que mientras gobiernen los socialistas ella no
quita una subvención a ningún centro privado”; el inspector no tardó en contestar: “pues yo,
gobierne quien gobierne, propondré que se retire la subvención al centro que descubra que
no reúne los requisitos para tenerla”. El callar en este caso hubiera supuesto el
solidarizarme con lo que había dicho tal inspectora y había que dejar claras las cosas desde
un primer momento, y mucho más en un centro que por ese sentido inspectivo al que ya me
he referido y que desde luego poseemos los que estamos en esta profesión, se adivinaban
problemas insalvables.
Pero no todo el fenómeno de comunicación en las visitas se centra en hablar o callar; hay
que tener en cuenta que la comunicación es mucho más rica y que todo va a ser
interpretado: la cara que se pone en un determinado momento, a quién se saluda y a quién
no, dónde se hacen paradas largas y por dónde se pasa de largo, etc. y hasta el recorrido
por el edificio tiene su significado o se lo van a buscar. (El inspector adivina ruidos
inexplicables en un lugar donde no tiene por qué haber alumnos y ante tal situación tiene
dos opciones, distanciarse de ese sitio que no tiene por qué entrar en su recorrido o por el
contrario ir tratando de acercarse más y más hasta preguntar ¿quién hay ahí? En las visitas
la comunicación es esencial, tanto la presencial como la escrita que después se concretará
en escritos dirigidos a la dirección del centro como los informes correspondientes.
Cuando a veces los profesores se quejan de que llevan tanto tiempo sin que hayan visto a
los inspectores por su clase no se dan cuenta de que a veces el número de centros que
tiene asignado cada inspector no permite el hacerlo. La enseñanza se ha desarrollado
considerablemente, la escolaridad obligatoria ha aumentado, los centros de bachillerato
como los de formación profesional se han multiplicado etc. y todo esto hace imposible el
poder atender a los centros como se había en otros momentos y la profesión de una
manera más personalizada.
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Las visitas de inspección se seguirán haciendo, como se han hecho siempre de manera
ineludible, por denuncias y por petición de informes sobre cualquier aspecto que a la
administración le preocupe. Pero las visitas que a la inspección le interesan, que además
son las que la justifican como tal, deberían adoptar en el futuro dos formas básicas:

Visitas generales, de posicionamiento, cuando el inspector se hace cargo de un
centro por primera vez, o tras un período que aconseje repetirlas, o cuando se inicia
un plan de supervisión, con objeto de llevar a cabo una evaluación que sirva de
punto de partida para acciones encaminadas a mantener lo positivo y corregir lo que
se crea deficitario. Estas acciones tienen que terminar con propuestas al centro y a la
administración y dar pie para iniciar un plan de actuación.

Visitas particulares, de seguimiento, con la periodicidad que permita el número de
centros del territorio que se inspecciona, basadas en la comprobación del
cumplimiento de los objetivos que se hayan consensuado tras la visita general.

Tras un tiempo en un territorio o demarcación de inspección y con ocasión de cambio
se deben realizar visitas conclusivas de evaluación final que comprueben la situación
en este momento con respecto al inicial, para que los que sucedan en la inspección
del centro tengan un punto de partida fiable.
En todas estas visitas la inspección se tiene que proponer el control de la calidad de los
centros que tiene asignados junto con la consecución de la eficacia no se consiga a
cualquier precio sino que esté respaldad por el mejor aprovechamiento de los recurso y esto
no se consigue si estos no son los idóneos y no tiene una distribución y utilización
adecuadas.
Me vais a permitir que termine con unas palabras de la profesora de ética de la Universidad
de Valencia, Adela Cortina, que me dirigió en un artículo sobre la Inspección:
“Efectivamente [para la Inspección educativa] es necesario un cierto reconocimiento y el
reconocimiento viene de que los demás se den cuenta de la tarea que se está haciendo.
Alguno de mis amigos inspectores, como es el caso de Eduardo Soler Fiérrez, que ha
escrito muchos libros sobre el tema y muy valiosos, dicen que hay que conocer la historia de
la Inspección y creo que hay que hacerlo. Hay que contar a veces las historias de lo que se
ha conseguido, lo que se ha hecho y lo que se ha logrado porque si no, la gente no lo sabe y
no lo saben los mismos de la profesión. Hay que comunicar por qué una profesión ha sido
verdaderamente de ayuda para la educación, que es una tarea tan importante. Si no se
cuenta, si la gente no tiene noticia de ello, a fin de cuentas se acaba pensando que el
inspector es alguien que a lo que viene es a controlarnos, a prohibirnos y a cerrarnos el
colegio si hay problemas”6
Aprovecho estas palabras que provienen de una autoridad tan reconocida como la de Adela
Cortina para invitaros a trabajar en las líneas que ella abre en el texto que he citado:
a) ¿Qué debe el sistema escolar de nuestro país a la inspección de educación?
b) ¿Cuál es la historia de esta profesión?
c) Cuáles han sido los problemas con que se ha tenido que enfrentar a los largo de
sus historia?
6
Cortina, Adela (2009): Adela Cortina: Hacia una ética de la Inspección educativa. Conferencia
inaugural del Congreso Iberoamericano de Supervisión Educativa; Comillas, 15 de junio de 2009.
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Algunos de estos interrogantes han sido contestados por la inspectora María Teresa López
del Castillo, que desde que se jubiló desarrolla un importante trabajo de investigación sobre
la profesión que dejó atrás, por lo que se refiere a la historia de la extinta inspección de
Enseñanza Media, publicado por la UNED, obra que se suele citar por los historiadores
como ejemplo de microhistoria profesional, pues ha dejado para siempre escrito lo que fue
esta inspección que tuvo una corta duración en España; también con respecto a la historia
de la Inspección de Enseñanza Primaria, de más raigambre, dispone ya de un original que el
Ministerio de Educación está estudiando su publicación. No debería dejar pasar USITE la
ocasión de ayudar a la publicación de esta obra que sin duda completaría la Historia de la
Inspección, escrita por una de las inspectoras que con más solvencia y dedicación la han
ejercido en la segunda mitad del siglo XX.
5. Bibliografía del autor sobre Inspección/Supervisión.
La visita de Inspección, encuentro con la realidad educativa, Editorial La Muralla, Madrid, 1991.
Nueva versión de esta obra, edición 2002; 3ª edición en prensa.
Fuentes documentales para el estudio histórico-comparado de la Inspección educativa en
España y en Iberoamérica, Editorial Escuela Española, Madrid, 1992. (Agotado)
Fundamentos de Supervisión educativa, (coordinador); Editorial La Muralla, Madrid, 1993.
Técnicas y procedimientos de Inspección educativa, (varios autores); Editorial Escuela
Española, Madrid, 1993. (Agotado)
Estudios históricos sobre la inspección educativa; (coord.); Edit. Escuela Española, Madrid,
1995. (Agotado)
La práctica de la inspección en el sistema escolar; Editorial Narcea, Madrid, 1995.
La Supervisión educativa en sus fuentes, Editorial Santillana, Madrid, 2001 (Con un CD con la
bibliografía sobre Inspección hasta 2001)
La Inspección en las distintas concepciones y sistemas pedagógicos: características y
funciones, (tesis doctoral); Universidad Complutense, Madrid, 1992, publicada en CD.
“Prólogo” al libro de los inspectores cubanos Elfio Pérez Figueiras y Dimas Camejo
Echemendía: Síntesis gráfica de supervisión educativa; La Muralla, Madrid, 2009.
“El inspector, investigador de la productividad escolar", en Comunidad escolar, nº 261, 17 de
Enero, 1990, p. 3; y en Apuntes de educación, Boletín informativo, Ed. Anaya, Madrid, 10 de
febrero de 1990.
"Una Inspección para la mejora de la calidad de la educación", en Comunidad educativa, nº
187, abril, 1991, pp. 18-26.
"La bibliografía en castellano sobre Inspección Educativa", en Revista de Ciencias de la
Educación, años XXXVII, nº 147, julio-septiembre, 1991, pp. 419-433.
"Fuentes documentales para el estudio de la historia de la Inspección educativa en España", en
Historia de la Educación. Revista Interuniversitaria, Universidad de Salamanca, nº 10, enerodiciembre, 1991, pp. 381-408.
"La Inspección educativa en la Revista de Ciencias de la Educación", en Revista de Ciencias
de la Educación, nº 150, abril-junio, 1992, pp. 143-144.
"Supervisión escolar y práctica inspectora", en Revista de Ciencias de la Educación, nº 150,
abril-junio, 1992, pp. 167-185.
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“Comentario a los libros sobre Supervisión e Inspección", en Revista de Ciencias de la
Educación, nº 150, abril-junio, 1992, pp.333-354 (en colaboración).
"La inspección, entre la ciencia y la práctica", en Nuestra Escuela, nº 133, junio 1992, pp. 4-7.
"Alocución en homenaje a María González Alonso con motivo de su jubilación como Inspectora
de educación de Madrid", en Revista de Ciencias de la Educación, nº 151, julio-septiembre,
1992, pp. 378-383.
"Perspectiva sociológica de la supervisión escolar", en Bordón, vol. 45, nº 1, 1993, pp. 77-87.
"La observación del aula de clase", en Nuestra Escuela, nº 143, septiembre, 1993, pp. 9-12.
"Maestra de inspectores" (con motivo de la jubilación de María Teresa López del Castillo como
Inspectora de Madrid), en Escuela Española, año LIII, nº 3.161, 14 de octubre de 1993, p. 12.
"Ambiente del centro en la educación personalizada", en Cuadernos de Pensamiento, nº 8,
Fundación Universitaria Española, Madrid, 1993, pp.15-24.
"Guía para realizar las visitas de inspección", en La escuela en acción, curso 1993-94, enero,
1994, vol. IV, pp. 55-58.
"La Inspección de la burocracia", en Organización y Gestión educativa, (dossier-coleccionable),
nº 2, 1994, pp. 21-28.
"Las visitas de inspección en la Orden Ministerial de 27 de septiembre de 1990", en Revista de
Ciencias de la Educación, nº 158, abril-junio, 1994, pp. 229-252.
"La entrevista de seguimiento del Inspector", en Magisterio español, nº 11.241, 8 de Febrero de
1995, p. 2.
”La supervisión con las visitas de seguimiento”, en El Magisterio español, nº 11.242, 16 de
febrero de 1995, p. 2.
"Inspección y educación de calidad", en ABC, martes, 19 de septiembre de 1995, p. 58.
"La Inspección, factor de calidad", en El Magisterio Español, nº 11.268, 11 de octubre de 1995,
(Foro Abierto), p. 2.
“La Inspección en las distintas concepciones y sistemas pedagógicos: características y
funciones" (ficha de tesis doctoral); en Revista investigación educativa, nº 25, 1er. semestre,
1995, pp.167-168.
"El inspector necesita reciclarse"; en La Escuela en acción, vol II, curso 1995/96, noviembre,
1995, pp. 23-26.
"Control de calidad e innovación educativa", en Bordón, vol. 47, nº 2, 1995, pp. 235-256.
"La formación permanente de los inspectores de educación", en AA.VV.: Formación de
profesores para la educación personalizada, Tratado de Educación Personalizada, vol. 32,
Rialp, Madrid, 1966, pp. 346-386.
"Evolución histórico-semántica de los términos inspección y supervisión", en Bordón, vol. 49, nº
3, pp. 213-220.
"La perspectiva personalizada en el tratamiento de la Inspección educativa”; en Bordón, vol. 51,
nº 2, 1999; pp. 219-224.
Presentación del número monográfico "150 años de Inspección educativa", Bordón, vol. 51, nº
3, p. 243. (Número monográfico coordinado por E. Soler Fiérrez)
"La visita de inspección educativa en la II República española (1931-1936)", en Bordón, vol. 51,
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nº 3, pp. 277-284.
"En el sesquicentenario de la Inspección educativa", en Congreso Nacional de Inspección
Educativa (150 años de Inspección educativa: la Inspección ante el siglo XXI). Acto de
presentación en el Consejo Escolar del Estado, Barcelona, edit. Vicens Vives, pp. 3-9.
Resumido por El Magisterio Español, 26-X-99.
"En el sesquicentenario de la Inspección educativa", en Congreso Nacional de Inspección
Educativa, Valladolid 28, 29 y 30 de octubre de 1999, Actas, Edit. Anaya, pp.21-24.
Edición de las Actas del Congreso Nacional de Inspección educativa, Valladolid, 28, 29 y 30 de
octubre de 1999, Edit. Anaya.
“La Inspección educativa ante el siglo XXI”, en La Inspección ante los retos de la educación
actual, Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, Madrid, 2001, pp. 13-18.
“Sobre los inspectores de educación”, en Organización y gestión, nº1, enero-febrero, pp. 16-20.
“El Ego de los inspectores, condicionante del trabajo docente”, Cap. 1º de la obra de A. De la
Herranz Gascón: El ego docente, edit. Universitas, Madrid, pp. 343-350.
“La función mediadora de la Inspección”; Escuela, Madrid, nº 3625, pp.608-609. “Una función
inspectora no reconocida: la mediación en los conflictos escolares”; Revista de Ciencias de la
Educación, núms. 198-99, abril-septiembre de 2004, pp. 209-226.
“La función mediadora”; Revista Internacional Magisterio. Educación y Pedagogía, nº9, Bogotá
2004.
“Funciones, técnicas, formas y estilos de supervisión”; Actualidades Pedagógicas. Revista de
la Facultad de Ciencias de la Educación; Colombia nº 46, enero-junio de 2005, pp. 51-74.
“La Inspección en la sociedad del conocimiento”; OGE, Organización y Gestión educativa.
Forum europeo de administradores de la educación, nº 6, noviembre-diciembre, 2010, pp. 4-6.
"Inspección y supervisión", en Educación, La Habana, nº 87, enero-abril, pp.15-21.
"La necesidad del perfeccionamiento profesional de los supervisores", en Seguimiento,
Secretaría de Estado de Educación y Cultura, Santo Domingo, República Dominicana, 2000,
p.45 y ss.
"Necesidad de las visitas de supervisión", en Seguimiento, Secretaría de Estado de Educación
y Cultura, Santo Domingo, República Dominicana, 2000, p.47-48.
"Supervisión formativa: factor de calidad", en Revista Internacional Magisterio; Bogotá,
Colombia; nº 003, junio-julio, 2003, pp.48-51.
“La función mediadora”, en Revista Internacional Magisterio. Educación y Pedagogía; Bogotá,
Colombia; nº 9, junio-julio, 2004, pp.56-58.
“Evaluación externa. La función evaluadora de la inspección de educación: naturaleza y
alcance”; Bogotá, Actualidades Pedagógicas, Revista de la Facultad de Ciencias de la
Educación, nº 44, junio, 2004, pp. 57-84.
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ANEXO
Mi experiencia profesional
La Inspección en la que entré y la Inspección que he dejado.
Desde 1969 en que oposité por primera vez a la entonces Inspección de Educación Básica,
a 2009 en el que acabo de jubilarme, han transcurrido 40 años. Lógicamente en cuarenta
años la profesión de inspector de educación ha sufrido cambios muy profundos al compás
de los acontecimientos ocurridos en España durante ese tiempo.
Ingresé en la Inspección y obtuve plaza en Barcelona por oposición libre y directa. Lo normal
era que a Madrid y Barcelona se llegara después de ser inspector en alguna otra provincia,
pero la oposición podía abreviar ese trámite. Tal vez una de las circunstancias mejores de
mi vida profesional haya sido la de empezar ejerciendo en Barcelona. Era una Inspección
muy bien organizada y durante casi todo el tiempo en que estuve allí, sabiamente dirigida
por Mª Teresa López del Castillo. Gozaba de gran prestigio en el sector educativo y sus
acciones se hacían sentir sobre los centros de enseñanza de manera muy positiva.
La Inspección era entonces nivelar, había una Inspección para los centros de EGB y otra
para Bachillerato. La FP, cenicienta del sistema, sólo contaba con unos coordinadores para
las labores administrativas de las Delegaciones Provinciales. Esta división por niveles era
uno de los lastres que había para ejercer la función con eficacia, pues, a veces, sobre todo
en los centros privados que eran internivelares, la actuación descoordinada de dos
inspectores originaba disfunciones que dificultaban la unidad de acción.
Este problema fue resuelto por la LOGSE que unificó los distintos cuerpos inspectores
resultando el actual de la unión de tres inspecciones: la de Educación Básica, la de
Bachillerato y la de Formación Profesional, pues para entonces ya estaba creada esta
última. Era algo que celebramos mucho los que habíamos sufrido las trabas de una función
dividida en compartimentos nivelares que no tenían sentido, mucho más cuando las etapas
educativas no son fijas sino muy cambiantes. Pero surgieron otros problemas, sobre todo a
raíz del cambio en la forma de acceso. La oposición, que garantizaba una preparación
específica y sólida e independencia ante el poder político, fue sustituida por una forma de
concurso que no garantizaba ni la objetividad ni la preparación y la estabilidad profesional se
vio amenazada por la eventualidad en una profesión que tanto exige a los que la tienen que
ejercer. Pero afortunadamente tales desatinos fueron corregidos en la LOPEGCE,
volviéndose a lo que nunca se debía haber cambiado: la oposición como forma de acceso y
la estabilidad como forma de permanencia en la función inspectora.
Me voy con la satisfacción de ver tales problemas resueltos.
Otro cambio, tal vez el más importante, es el derivado de la nueva forma de Estado: el de
las Autonomías. No es que la Administración se haya descentralizado, sino que cada
Comunidad Autónoma tiene la capacidad de organizar la Inspección de educación, eso sí,
respetando las leyes orgánicas. Esto ha hecho que se hayan diversificado las formas de
organizarse y las formas de ejercerla, pero no se puede concluir, como se suele hacer, con
el catastrofismo de que actualmente haya 17 Inspecciones diferentes en el territorio español.
Una profesión que está implantada en todos los países más desarrollados, de la que no
pueden prescindir los sistemas educativos, tiene muy homologadas sus funciones, su
organización y sus formas de actuar y las diferencias no pueden ser significativas.
La evolución de la visita de inspección a los centros: pasado, presente, futuro. Eduardo Soler Fiérrez
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Toledo 24, 25 y 26 de octubre de 2012
Por lo que respecta a la Inspección Central del Ministerio de Educación, en la que yo he
ejercido la última mitad de mi vida profesional, los cambios han sido profundos también.
Cuando el Estado español era fuertemente centralizado, la Inspección tenía como principal
misión la de supervisar el trabajo de las inspecciones provinciales; al perderse esta función
conforme se fueron traspasando competencias educativas a las Autonomías, la Inspección
Central asumió la vigilancia de los centros españoles en el exterior en todas sus variedades.
La contribución que presta este organismo a la ordenación, orientación y control de las
enseñanzas españolas fuera de España es realmente positivo pues conoce muy bien el
funcionamiento de los centros en una red tan dispersa, ya que prácticamente se extienden
por muchos países del mundo y es elemento clave para la planificación y racionalización de
unas enseñanzas que gozan de gran prestigio en los países en los que están implantadas.
Conferencia inaugural del Congreso Iberoamericano de Supervisión educativa.
Comillas, 15 de junio de 2009.
Eduardo Soler Fiérrez
La evolución de la visita de inspección a los centros: pasado, presente, futuro. Eduardo Soler Fiérrez
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