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Siglo nuevo
NUESTRO MUNDO
El gran bazar
Pilar Díaz Rivera
I
r de compras en Estambul, es una
experiencia única. Lo que lo hace tan
atractivo es que se puede encontrar tal
variedad de artículos como en ninguna otra ciudad. Los turcos son grandes
mercaderes, orgullosos de su cultura
–un contraste de civilizaciones no mezcladas y con una historia gloriosa de
sueños y deseos.
El gran bazar (mercado techado) fue
establecido inmediatamente después de
la conquista de Estambul. Se ubica en el
distrito de Sultanahmet, cerca de la majestuosa Mezquita Azul y el Hagia Sofia.
Todo lo inimaginable se encuentra en
las cuatro mil cuatrocientas tiendas y
almacenes que lo conforman, aparte de
cuarenta oficinas, varias mezquitas, baños, fuentes de ornato… casi una ciudad
en sí. Hay cuatro entradas principales:
la puerta de la orfebrería; la de la ropa y
lencería; la de la cerámica y azulejos; y la
de alfombras y tapices.
La mayoría de los comercios son
atendidos por los familiares de los dueños y procuran hacerlo con cierta fraternidad; sin faltar el ofrecimiento de una
taza de té de manzana (muy famoso en
Turquía) o de café.
Al inicio de nuestro recorrido, nos
detenemos en uno de los almacenes de
artículos de metal: jarras, vasos, samovares en bronce, latón y plata. Cajas y
cofres de plata con diseños islámicos
en varios tamaños, platones y charolas
de cobre y latón en diferentes medidas.
Una de las mejores compras en Estambul es la de las piezas de plata hechas a
mano.
En la siguiente parada quedamos
fascinadas con las lámparas de aceite
colgantes, que se usaban en las mezquitas otomanas. Están suspendidas
por globos de porcelana decorados con
diseños florales pintados a mano. Estos
globos, a su vez, cuelgan del techo y nos
explicaron que ayudaban a incrementar
la acústica de las mezquitas cuando el
‘iman’ (líder de la oración en el Islam) ha-
blaba; además impedían que los ratones
bebieran el aceite de las lámparas.
Unos pasos adelante están los almacenes de las cerámicas porcelanizadas y
azulejos decorados con reproducciones
de diseños florales y geométricos. Algunas de estas piezas son muy baratas.
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Hay que tener cuidado
con las imitaciones,
algunas de ellas casi
perfectas. Parte
de la diversión de comprar
en el bazar es el regateo,
nunca se debe pagar
el precio que nos ofrecen
Continuando por el laberinto de pasajes, llegamos al almacén Sengor, uno
de los más antiguos y afamados distribuidores de telas, ‘klims’ (cubre camas)
y afaganes. Al fondo, bien acomodados,
cientos de rollos de diferentes telas. Sobre las paredes, varios ‘suzanis’ –pendones de algodón en colores brillantes
procedentes de Afganistán.
Entre las tiendas pequeñas destaca el
almacán de Yosekel, que ofrece hermosos tapetes de pelo de cabras de Anatolia
y cinturones de hilo de oro y plata tan finamente tejidos que parecen listones.
En la sección de las especies es increíble LA variedad y la manera como
están ordenadas: en cajones a granel, en
frascos, costalitos de tela… los intensos
aromas del comino, azafrán, clavo, etcétera, saturan la atmósfera.
Las tiendas más tentadoras para los
hombres son las armerías en las que se
pueden comprar dagas, espadas y pistolas otomanas. Las más recomendables
son las de Arnaki Bey, muy reconocido
por su honorabilidad. De cualquier manera hay que tener cuidado con las imitaciones, algunas de ellas casi perfectas.
Parte de la diversión de comprar en el
bazar es el regateo, nunca se debe pagar
el precio que nos ofrecen.
En las espectaculares tiendas de antigüedades, destaca el almacén Antikarnas, en donde a la entrada, un chango
pendiente de una cadena saluda a los
visitantes. Ahí destacan los hermosos
candiles que cuelgan de techos de madera labrada. En desplegado, auténticas
obras de arte en joyas, piezas de porcelana, incensarios de plata, batas estilo
faquir usadas por los nómadas, fumadores islámicos de plata. En aparadores
sobresalen los joyeros con incrustaciones de madre perla, todo esto junto a la
joyería y objetos de adorno que revelan
el lujo en el que vivían los sultanes.
Lucen muy elegantes los pendones
en seda y en piel con frases del Corán escritas en la caligrafía islámica, con hoja
de oro y tinta negra. La caligrafía funcionaba como arte porque a los musulmanes se les prohibía reproducir la figura
humana.
Correo-e: institutomariacristina@prodigy.
net.mx
Exitado por fantasmas
Frino
L
eí mucho para convencer mucho pero
se me fue la mano porque mi gente, sin
altura para entenderme y sin valor para seSn • 45
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