la subversion Maruja Mallo

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María Alejandra Zanetta
LA SUBVERSIÓN ENMASCARADA
Análisis de la obra de Maruja Mallo
BIBLIOTECA NUEVA
maruja mallo.indb 5
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grupo editorial
siglo veintiuno
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Zanetta, María Alejandra
La subversión enmascarada : análisis de la obra de Maruja Mallo. –
Madrid : Biblioteca Nueva, 2014
296 p. : il. ; 21 cm. – (Colección Singulares)
ISBN : 978-84-16095-41-4
1. Arte 2. Estética 3. Pintura. 4. Maruja Mallo
75
afc
7.036
acx
Cubierta: Gracia Fernández
© María Alejandra Zanetta, 2014
© Maruja Mallo, VEGAP, Madrid, 2014
© Editorial Biblioteca Nueva, S. L., Madrid, 2014
Almagro, 38
28010 Madrid
www.bibliotecanueva.es
[email protected]
ISBN: 978-84-16095-41-4
Depósito Legal: M-7.787-2014
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Impreso en España - Printed in Spain
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ÍNDICE
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índice
Introducción ........................................................................
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Agradecimientos ..................................................................
27
Orígenes .................................................................................
La Escuela de Vallecas y la serie CLOACAS Y CAMPA-
29
NARIOS ..................................................................................
Ilustraciones para la REVISTA DE OCCIDENTE ...................
ARQUITECTURAS MINERALES Y VEGETALES. CONSTRUCCIONES
RURALES ..............................................................................
LA SORPRESA DEL TRIGO (mayo de 1936) ...............................
Continuación de su compromiso social en el exilio: LA
RELIGIÓN DEL TRABAJO ..........................................................
NATURALEZAS VIVAS ...................................................................
RETRATOS BIDIMENSIONALES .....................................................
MÁSCARAS, DANZANTES Y ATLANTES ...........................................
Mural del cine LOS ÁNGELES .............................................
LOS MORADORES DEL VACÍO ....................................................
113
133
141
159
177
195
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217
229
239
Conclusiones ........................................................................
263
Bibliografía ..........................................................................
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A mi mentora, colega y amiga,
la profesora Shirley Mangini,
con profunda admiración y cariño
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INTRODUCCIÓN
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Introducción
Maruja Mallo es una de las artistas más interesantes de
la vanguardia española. En los últimos años han surgido
numerosos estudios1 que han ayudado a rescatar del olvido
no solo su obra y su trayectoria vital, sino también la profunda influencia que Mallo tuvo en sus contemporáneos.
Este libro propone un análisis interpretativo del simbolismo
de sus pinturas teniendo en cuenta el contexto en el que fueron creadas y las lecturas y vivencias personales que tuvieron un profundo impacto en su formación personal y profesional. Al analizar el arte de Mallo, me he concentrado en
los símbolos que forman parte de su personal iconografía,
interpretándolos en relación con los contextos y procesos
históricamente específicos y socialmente estructurados en
los cuales, y por medio de los cuales, estos se produjeron y
se transmitieron. Mi análisis de la obra de Mallo expande
algunas características de su obra ya señaladas por la crítica
a la vez que ofrece nuevas perspectivas interpretativas sobre
algunas de las pinturas de Mallo en particular y sobre el
desarrollo de su obra en general. Las páginas que siguen
1
Entre estos estudios destaca la biografía de Maruja Mallo recientemente publicada por Shirley Mangini (2012).
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son producto de mi continuada fascinación con la obra de
Maruja Mallo, para mí, una de las más originales de la vanguardia española. Dicha fascinación no solo se ha mantenido debido a la observación continuada de su obra, la cual
me sorprende siempre con algo nuevo y anteriormente no
notado, sino por los interesantes estudios que constituyen
el corpus de la crítica dedicada a elucidar aspectos de su
apasionante vida y de su compleja y variada obra. Por lo
anterior, el análisis que ofrezco es un eslabón más dentro
de la cadena de estudios dedicados a esclarecer, expandir y
difundir el significado y la importancia de la obra de esta
extraordinaria pintora.
Maruja Mallo se formó personal, intelectual y profesionalmente en una España en transición, en constante tensión entre las tendencias tradicionalistas y conservadoras
que pretendían mantener a España en el pasado y aquellas que pugnaban por ubicarla en el seno de la modernidad. Si bien la situación familiar de Mallo —el hecho de
ser una mujer en una familia muy numerosa de clase media
cuyos padres favorecían la educación de todos sus hijos,
incluyendo la de las mujeres— favoreció su desarrollo artístico, la sociedad en la que vivió aún mantenía unas divisiones genéricas rígidas y un concepto de la mujer anclado
en concepciones decimonónicas. Una gran parte de la sociedad española de las primeras décadas del siglo xx aún
veía con malos ojos que las mujeres estudiaran, que deambularan por el espacio público sin acompañantes, que se
desviaran de los códigos indumentarios que señalaban su
clase social y el destino biológico al que estaban destinadas, que tuvieran otras aspiraciones que no fueran las de
casarse y formar una familia y que se aventuraran en las
actividades consideradas hasta el momento como exclusivas del hombre. Mallo, al igual que el resto de las artistas,
poetas, escritoras e intelectuales de las décadas de los 20
y 30, a pesar de interactuar con el grupo de intelectuales
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hombres, de participar en varias actividades culturales y
de publicar o exhibir sus obras en las revistas o salones
más prestigiosos de la época, nunca llegó a ser considerada un igual, encarnando lo que Alice Gambrell denomina
como un «insider-outsider». Esta condición, como explica
Gambrell, «is not simply defined by one’s identity (which
is itself defined by an amalgamation of markers including
sex, nation, race, class, and so on) but also, perhaps especially, by the situation in which one produces work and
makes that work public» (22). De esta forma, si consideramos la misoginia predominante en los centros productores
y difusores de cultura de la época, la alteridad por el hecho
de ser mujer y artista de talento en un mundo de hombres
que dudaba y recelaba de la capacidad creativa e intelectual de la mujer, no es arriesgado afirmar que esto debió
influir profundamente no solo en el arte sino en la manera
de actuar de Mallo.
Como ya es sabido, Mallo asistió a la prestigiosa Academia de Arte de San Fernando, pasando el examen de ingreso sin ningún tipo de problemas a pesar de la marcada
misoginia que caracterizaba al profesorado de esa época2.
María Escribano comenta que la joven artista, obviamente
consciente de la animosidad hacia los deseos de las mujeres
de asistir a la Academia, alardeaba de haber sido la única
estudiante mujer que había pasado aquel difícil examen
de ingreso («Maruja Mallo», 46). Abundan los comentarios de otras estudiantes compañeras de Mallo que ofrecen un vivo testimonio del ambiente hostil hacia la mujer
2
Sobre el misoginismo de la Academia de San Fernando y la misoginia
predominante en la época de formación personal y profesional de Mallo
véase, entre otros estudios, la introducción y el capítulo «Contexto cultural e ideológico: Una contradictoria modernidad: surrealismo y vanguardia. En torno a André Breton y a Ortega y Gasset» de mi libro La otra
cara de la vanguardia (2006).
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con vocación de artista que allí se respiraba. Pitti (Francis)
Bartolozzi, muy amiga de Remedios Varo y compañera de
esta, de Delhy Tejero y de Maruja Mallo comentaba que
algunos de los profesores no eran demasiado partidarios
de que las mujeres estudiaran arte o quizá ninguna carrera
y pasa a relatar una experiencia con el profesor de dibujo
José Garnelo, muy ilustrativa de la mentalidad del profesorado de la época:
A mí me sucedió que hice el curso bien preparada y
con mucha afición, y según mi padre con muchas aptitudes, pero nos encontramos con la gran sorpresa de
que al abrir el sobre con las notas me había suspendido.
Se trataba de una injusticia y mi madre se fue a verle
al despacho de la Academia. El profesor ante la pregunta indignada de mi madre contestó: «Mire, señora,
le voy a ser franco, el primer año suspendo siempre a
las señoritas, para ver si no siguen, pero si insisten las
apruebo». Y así fue (Lozano Bartolozzi, 297).
De forma similar, Delhy Tejero, quien estudió en la Academia de San Fernando desde 1926 a 1929, recuerda que
toda su vida estuvo contra ella «la estúpida escuela de San
Fernando, con su profesorado anticuado» (Sánchez Santiago, 31). Si bien la postura reaccionaria que caracterizaba
a la Academia en esa época no era de sorprender, teniendo
en cuenta el tradicional rechazo por parte de las corrientes academicistas hacia las nuevas tendencias artísticas que
surgían afuera de sus puertas, sí es sorprendente el misoginismo que permeaba los círculos que se declaraban partidarios de la modernidad y del cambio. En concreto, sorprende encontrar en los artículos publicados en las revistas
liberales de la época, como por ejemplo, la famosa Revista
de Occidente dirigida por el filósofo Ortega y Gasset, un
sostenido argumento en contra de la capacidad intelectual
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y creativa de la mujer3. Estas opiniones que sistemáticamente colocaban a la mujer en un plano inferior al hombre
en cuanto a sus posibilidades como intelectual y artista, pasaban como verdades científicas que se avalaban a partir de
las teorías misóginas de varios científicos de la época como
por ejemplo Gregorio Marañón, Sigmund Freud, George
Simmel y Otto Weininger por solo nombrar a unos pocos4.
Incluso, los estudios que surgieron por esa época sobre
las civilizaciones matriarcales fueron utilizados, no para
rescatar modelos sociales alternativos al orden patriarcal,
como hubiese sido de esperar de unos intelectuales que se
declaraban como poseedores de una mentalidad abierta y
verdaderamente moderna, sino para corroborar la superioridad del orden establecido sobre modelos sociales que se
desviaran de él5. En cuanto a los movimientos artísticos
que proponían una ruptura radical con el arte del pasado y
que pretendían liberar a la sociedad de la mentalidad burguesa y conservadora, como por ejemplo el surrealismo, la
revolución que se proponía no incluía a la mujer, la cual
permanecía, dentro del imaginario surrealista en los roles
de musa, ángel, niña, ente irracional natural e intuitivo y
receptáculo de los deseos, fantasías sexuales y miedos del
sujeto masculino6. Como señala Patricia Mayayo, la mayo-
3
Sobre la opinión de la mujer expresada en la Revista de Occidente,
véase el artículo de Madgalena Mora, «La mujer y las mujeres».
4
Shirley Mangini se refiere a los intelectuales y profesionales de esta
época que se dedicaban a propagar las «verdades de sexo» con las que
pretendían mantener a la mujer apartada del ámbito cultural con el nombre de «misóginos ilustrados» (Las modernas).
5
Roberta Quance trata el tema del resurgimiento de las civilizaciones
matriarcales en esta época en su libro Mujer o árbol. Mitología y modernidad en el arte y la literatura de muestro tiempo.
6
En relación con este tema véase el artículo de Alicia Dujovne Ortiz
«Escandalosamente ellas, las surrealistas». Sobre la posición subordina-
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ría de las artistas, escritoras e intelectuales vanguardistas,
«se vieron atraídas inicialmente hacia el discurso antiburgués de los movimientos vanguardistas, pero tan solo para
descubrir, con desencanto, que dichos movimientos no eran
menos sexistas ni más tolerantes con las mujeres que las
rígidas familias de las que habían escapado» (Historias de
mujeres, 59). Dentro de los centros productores y difusores
de cultura de la época, como por ejemplo la prestigiosa Residencia de Estudiantes, de la que formaron parte muchos
de los amigos de Mallo, como por ejemplo Salvador Dalí,
Federico García Lorca y Luis Buñuel, la opinión sobre la
mujer no difería mucho de la que se difundía a partir de
las páginas de las revistas de la época. Pensemos sin ir más
lejos, el papel que lo femenino ocupó en la obra de Dalí,
o los prejuicios en contra de la mujer que reiteradamente
expresaba Luis Buñuel, por mencionar solo algunos ejemplos. Si bien la genialidad de Mallo fue reconocida por Ortega, quien le organizó en 1928 su primera exposición en
la Revista de Occidente, la opinión generalizada sobre la
creatividad femenina era negativa. A pesar de tener una
fuerte personalidad y una clara conciencia de su talento, el
misoginismo predominante en el ambiente en que se desenvolvió no pudo no haberla afectado o molestado. No es
arriesgado especular que, sabiéndose una artista de calidades excepcionales, dichos comentarios, chistes derogatorios y posturas presentes en sus colegas hombres, en los intelectuales de la época y en la sociedad en general, no solo
le molestaron sino que le indignaron. Teniendo en cuenta
la personalidad optimista, vital y combativa de Mallo y de
da de las mujeres dentro del grupo surrealista alrededor de Bretón véase
el libro de Jack J. Spector, Surrealist Art and Writing, en especial el capítulo «The Surrealist Woman and The Colonial Other» así como también
los trabajos de Robert Belton, Whitney Chadwick, Nancy Joyce Peters y
Jennifer Mundi citados en la bibliografía.
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su ácido sentido del humor, no es descabellado imaginar
que la misma se valiese de la ironía y de la crítica indirecta para burlarse y poner en evidencia lo absurdo, contradictorio y arcaico de semejante postura. Esta reacción
no surgió como consecuencia de una consciente militancia
feminista por parte de Mallo sino por el hecho de que ella
era una mujer de un talento y de una inteligencia fuera de
lo común en un mundo aún regulado por hombres que, a
pesar de declararse liberales y liberados, aún pretendían
mantener los mitos tradicionales sobre los roles de la mujer
y del hombre. En lo político, Maruja Mallo, abogó por la
revolución social, identificándose con la causa republicana
y abrazando el mensaje de igualdad social que esta propagaba. Pero, a diferencia de sus contemporáneos hombres,
la revolución a la que ella aspiraba, sí incluyó a la mujer.
Por tal motivo, el universo pictórico que desarrolló durante
su larga trayectoria artística ofrece un imaginario completamente diferente al de sus colegas hombres. Mallo adoptó
de los movimientos artísticos y de las corrientes intelectuales y espirituales de su época todo aquello que contribuía a
expresar su concepción de ella misma, de la vida, del arte,
de la sociedad y del universo y rechazó todo aquello que
contradecía u oscurecía la visión que se proponía expresar
en sus pinturas. Me parece apropiado, antes de comenzar
con el análisis de sus pinturas, reproducir una página de la
libreta de Mallo, a la cual me dio generosamente acceso su
sobrino, Antonio Gómez Conde, en la cual Maruja se describe a sí misma a partir de una lista de atributos con los
cuales se identificaba7:
7
Esta misma lista aparece reproducida en las dos biografías de Mallo
escritas por Shirley Mangini. En la página 183 de Maruja Mallo and the
Spanish Avant Garde y en la página 242 de Maruja Mallo.
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Análisis
Energía, equilibrio, talento
Locura metódica
---Muy pronunciado Apolo
Gran talento artístico y organizador
Espíritu creador masculino
Voluntad, Testarudez, Constancia
Larguísima y profunda línea de la suerte
Viajes
Por inclinación artística poco práctica
Hasta el fin con espíritu claro
Vitalidad, reserva de espíritu
Sensibilidad
Justicia
Humanitaria
Lealtad en la amistad
Capaz de engañar a un jesuita
Triple collar de la suerte, salud, dinero, alegría
Larga vida
Dominio de la felicidad con una sola cosa
Dos grandes contratiempos tuvo
Tendrá uno que le durará muchos años
Tendrá…
Capricornio
Eficaz éxito en todo el mundo (corrigiendo los defectos como hablar sin pensar, pisar sobre terreno
inseguro)
Al leer la lista que nos brinda Maruja, queda claro que
los argumentos misóginos a los que se vio expuesta durante
la época de su formación personal y profesional influyeron
profundamente en su psiquis. Dentro de los atributos con
los que se identifica, y con los que identifica principalmente
su talento creativo, Maruja utiliza la frase «espíritu creador
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masculino». Teniendo en cuenta la opinión generalizada entre sus colegas y mentores, de que la capacidad creativa de
la mujer era inferior a la del hombre, Mallo no se anima a
clasificarse, ni siquiera en la soledad e intimidad que le ofrece la página de su libreta, sin el adjetivo «masculino» al lado
de su talento. Mallo tuvo plena conciencia de los prejuicios
sociales con los que se enfrentaba y de las estrategias que debía emplear para no ser descalificada y expulsada del campo
de la cultura y de los centros productores y difusores de arte.
Maruja era una mujer y una artista en un momento de transición social marcado por profundas contradicciones. Habitó una modernidad que, como hemos dicho, si bien proponía cambiar los patrones de comportamiento sociales y los
parámetros de pensamiento tradicionales, todavía mantenía
un concepto de la mujer basado en deseos, necesidades y
miedos masculinos y no en la realidad. Por eso supo que,
para que la tomaran en cuenta debía resistir a toda costa
el que la etiquetaran. Como ha señalado la crítica, Mallo
fue una experta en el arte de evadir demarcaciones rígidas
y permanentes. Su arte, uno de los más variados en cuanto
a imaginería, estilo y géneros artísticos —no olvidemos que
Mallo no solo fue pintora sino que también fue grabadora,
ceramista y escenógrafa— se resiste a ser calificado desde
una sola tendencia, estilo o movimiento. De la misma forma,
Mallo rechazaba cualquier calificativo que pudiese restringirla, de ahí su aberración a ser tildada de surrealista, gallega o cualquier otro denominador común que disminuyera
la profunda y variada riqueza de su arte y de su persona.
Durante toda su vida Mallo supo vivir la situación contradictoria que suponía ser mujer y creadora al mismo tiempo.
Uno de los elementos que la artista menciona en su lista es
su habilidad en el arte del engaño al proclamarse «capaz de
engañar a un jesuita». La mascarada, tanto en su arte como
en su vida, fue una táctica que Mallo empleó desde los comienzos de su carrera por ser la estrategia que mejor servía
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para poder simultáneamente vivir y poner de manifiesto las
contradicciones de su tiempo. La misma Mallo encarnó en
su persona el androginismo esencial que se ve expresado en
muchas de sus pinturas a partir del cual se propone la erradicación del pensamiento binario y excluyente de la mente
patriarcal. Sobre este tema Shirley Mangini escribe:
Maruja Mallo solía vestirse al estilo moderno, con
falda corta (como muchas de las mujeres que pinta) o
con pantalones; llevaba el pelo corto, al estilo paje o a la
garçonne. Le gustaba pintarse de manera extravagante
hasta el punto en que el maquillaje acabó convirtiéndose
en su sello personal y lo fue exagerando a medida que se
hacía mayor. En los años de Madrid tan pronto parecía
un marimacho como una mujer seductora. Y si a menudo su estilo era transgresor, en ocasiones se vestía como
una señora. A veces era una mujer llamativa que mantenía relaciones románticas con uno o dos chicos a un
tiempo y otras se consideraba un «chico» vanguardista
más. Su habilidad para confundir a sus compañeros con
su conducta ambivalente le permitía subvertir el orden
patriarcal, diluir las fronteras entre los sexos en el trato
con sus amigos y taladrar la coraza protectora del núcleo patriarcal (Maruja Mallo, 76).
A Maruja Mallo y a las otras mujeres artistas y escritoras
de la vanguardia, no les quedaba mucha opción en cuanto a acercarse y adaptarse lo mejor que podían al mundo
«masculino». La falta de modelos femeninos intelectuales
con el peso, la influencia y los contactos como los que ofrecían Ortega y personalidades como Gómez de la Serna hizo
que estas sintiesen la necesidad de asimilarse a ese mundo
borrando todas aquellas marcas —entre las que figuraba el
ser «femenina»— que se veían como vestigios del arte y la
cultura decadente del pasado. La actitud de Mallo, recuerda
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a la de otra discípula de Ortega, la escritora Rosa Chacel
quien, durante toda su carrera, instó a la mujer intelectual a
asimilarse al mundo cultural masculino y a asumir una actitud dinámica equiparable a la del hombre8. Dicha estrategia, al igual que en el caso de Mallo, no surgía de una postura antifeminista sino que pretendía lograr la reivindicación
de la mujer utilizando una estrategia práctica y realista. Si
volvemos a la lista, vemos que junto a la racionalidad y al
talento creativo «masculino» aparecen atributos, que, dentro del pensamiento binario patriarcal se consideraban «femeninos», como por ejemplo, su «sensibilidad». Maruja,
con «un Apolo muy pronunciado», fue, al igual que el dios
griego, jefa de sus propias musas y musa de muchos de sus
contemporáneos. Encarnando lo uno y lo otro, creciendo y
adaptándose a las sorpresas que le fue presentando el destino, Maruja Mallo vivió su vida «hasta el fin con el espíritu
claro» e inigualable que expresa magistralmente en su arte.
Akron (Ohio), 2014
8
En relación con el efecto que la misoginia de la vanguardia masculina
tuvo en las escritoras, pensadoras y artistas como Mallo, Maite Zubiaurre escribe que, en el caso de Chacel, esta nefasta influencia se halla presente incluso en las cartas que esta le envía desde el exilio a su discípula
Ana María Moix. En su estudio de la narrativa autobiográfica de María
Zambrano y de Rosa Chacel, dicha autora comenta que el exilio de ambas intelectuales no solo les ayudó a separarse de España sino también a
terminar con la dependencia y la influencia intelectual que ejercieron en
ellas las figuras masculinas como Ortega. Estos intelectuales si bien ejercieron de mentores y de maestros también contribuyeron a la inseguridad
de ambas en el terreno profesional debido a la opinión que tenían sobre
la inherente incapacidad intelectual y creativa de la mujer: «Al cortar el
cordón umbilical con España, lo cortan sobre todo con esas figuras masculinas —epitomizadas en el Ortega real, y en el Falcón inventado— cuya
pesada ascendencia intelectual hacía muy difícil ejercitar con libertad las
propias alas de pensamiento» («España», 279).
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