Acapantzingo desde la perspectiva de doña Margarita

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Suplemento Cultural
DOMINGO 22 DE MARZO DE 2009
NÚM. 356
Patrimonio de Morelos
Acapantzingo desde la perspectiva de doña Margarita
Miguel García Poujol
¿
D
ónde queda la voz y la
memoria de quienes
nos han precedido?
La señora Margarita vive
cerca de nuestro centro de trabajo y me ha platicado muchas
cosas acerca del predio que ocupamos en Acapantzingo. Un día
me decidí a grabar algunas de
las memorias que habitualmente comparte conmigo cuando tenemos un minuto para platicar
entre nuestros itinerarios.
Descubrí que Margarita es
originaria del estado de Hidalgo, pero salió muy joven de ahí,
a los trece años, para trabajar
como cocinera en la casa de un
funcionario federal. Ella vivía
en Chapultepec, en el Distrito
Federal. De cuando en cuando,
su jefe venía de visita a Cuernavaca y a otras regiones de Morelos y ella lo acompañaba. En
1946 se casó con un ejidatario de
Acapantzingo y se quedó a vivir
en la comunidad.
A partir de 1949, doña Margarita vivió durante diez años en
el terreno que había pertenecido
a “Maxilimiano de Austria”, ya
que el abuelo de su marido era
el encargado de cuidar ese lugar
“propiedad de la nación”.
Acapantzingo era entonces,
nos dice, “sólo tierras de siembra” y sólo había una terminal
de camiones; cada hora había un
camión que iba a Cuernavaca y
a Jiquilpan y salían la actual calle Rufino Tamayo, que es donde
desemboca la calle de Matamoros, donde se encuentra el Centro
INAH Morelos. Recuerda Margarita que entonces había tecorrales separando los terrenos, y el
camino no estaba siquiera empedrado como estaban entonces las
calles del centro de Cuernavaca.
Me explicó nuestra vecina
que a Maximiliano le gustaba
andar a caballo cuando venía
a su casa en el centro de Cuernavaca en el Jardín Borda, y
como Acapantzingo tenía unos
terrenos muy fértiles, con árboles frutales y mucha vegetación,
a él le gustaba pasar por aquí
en sus recorridos. “Por si fuera
poco”, nos refiere Margarita,
en la calle que ahora se llama
Matamoros, el austriaco conoció a una bella joven “legítima
de Acapantzingo” de quien se
cuenta, el emperador importado
quedó muy enamorado. Entonces fue como decidió hacerse de
alrededor de seis terrenos de diferentes dueños, y en ese predio
construyó una casa. Se decía
que a cambio de que le concedieran esos terrenos, Maximiliano
ofreció a los propietarios, pobladores de Acapantzingo, arreglar
la iglesia de San Miguel que con
muchas dificultades los campesinos estaban construyendo; así
lo cuenta nuestra entrevistada.
Señala Margarita que si se
observa bien, es evidente la diferencia de los materiales de construcción utilizados en la base de
la iglesia mencionada, respecto
a los que se encuentran en las
últimas secciones, contruidas
del templo. Desafortunadamen-
te para la iglesia, nos refiere que
Maximiliano no pudo terminar
de cumplir el acuerdo: “apenas
alcanzó a subir las campanas”,
pero le faltaron los acabados al
interior de la iglesia y el atrio.
¿Cómo eran entonces el terreno y las edificaciones del
actual Centro INAH?
Se nos dice que en los terrenos ocupados actualmente por
el INAH, se sembraba maíz para
evitar que los vecinos amarraran ahí a sus animales, como
sucedía entonces en otros terrenos baldíos. No se cuidaban los
jardines como pasa en la actualidad, pero sí había muchos árboles, cuya plantación atribuye
Margarita a su primer dueño:
“Estaban unos eucaliptos muy
bonitos, unos arbolotes grandes,
hermosos”; añade: “había… un
tabachín donde terminan éstas
casas (se refiere a la edificación actualmente ocupada por
las oficinas administrativas) y
se veían preciosas sus flores…
y hartos mangos. Y la alberca… pobrecita alberca… llena
de hierbas”. Los “balnearios”
eran, según ella, los aposentos
de la casa que aloja actualmente al Museo de Medicina Tradicional y Herbolaria el cual de
acuerdo con Margarita habría
funcionado como vestidores de
la alberca. “A esos vestidores
nomás les faltaba el techo, porque eran de tabique” a diferencia de las otras construcciones
que eran de adobe, de acuerdo
con lo que nos menciona.
Tampoco existía prácticamente la barda que limita la
propiedad: “Entonces no había
bardas, más que pedacitos así”
(de no más de un metro). También recuerda que la entrada actual y su reja han sido las mis-
mas desde que ella habitó esta
casa, al igual que el corredor de
las habitaciones, cuya pequeña
barda utilizaba como parte de
su cocina de leña.
¿Cómo era un día normal
cuando vivía ahí?
“Mi día era trabajando… Allí
crié marranos, gallinas en cantidad, conejos, allí tuve cuatro
hijos. Me señala doña Margarita el lugar donde vivió, de visita
en la sede actual del INAH:
“Mira, en ese cuarto, el que
está bajando (refiriéndose a las
habitaciones ubicadas a la derecha de la entrada). Esos cuartos
siempre estuvieron tapados, con
techo, porque el encargado, que
era el abuelito de mi esposo, procuraba que cuando se podría una
viga la cambiaba, y todo lo demás
se mojaba… todo era de adobe.”
-“Es todavía”, aclara Estela,
otra vecina que conoce Acapantzingo desde hace muchos años,
quien escucha la entrevista
mientras espera a miembros de
su familia para salir de paseo.
Parecía que me hablaban de
una vida muy saludable, en un
ambiente casi rural, aparentemente en armonía… pero después conocí una historia que
me impactó.
Despojo y Corrupción
Margarita no puede evitar
hablarme de una situación que
vivió de cerca, relativa a los
terrenos donde hoy se ubica el
fraccionamiento “Tabachines”;
ella recuerda aún con coraje:
“... eso eran terrenos de siembra,
nos los quitaron unos desgraciados. Ya los que se murieron han
de estar con el diablo. Nos los
quitaron a la brava”. Le pedí que
me explicara mejor, a lo que refiere: “En el cuarenta yo no estaba por aquí, pero me platicaron
que un extranjero llamado Juan
B. de Carranza le preguntó al
comisariado, que era tío de mi
esposo, que en cuánto les vendía
Antigua casa de Maximiliano. Fuente: Fototeca Centro INAH-Morelos
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| Domingo 22 de Marzo de 2009
Vida y retos de los recolectores de plantas medicinales
Emiliano Soriano Vicente
E
n el curso de las investigaciones que realizamos
conjuntamente en el programa Actores Sociales
de la Flora Medicinal en México, he ido reflexionando sobre situaciones de mi propia vida sucedidas
en los municipios de Atenango del río y de Copalillo,
en Guerrero, donde he vivido desde mi infancia y desde donde tuve que emigrar a otros estados del país y
también al extranjero. Así, inicié colaborando en el
programa en el año del dos mil cinco, participando en
trabajos etnográficos y en los registros de cambios habidos en las temporadas de lluvias de la región, lo que
refleja parte de la vida de los pobladores más viejos y
que a continuación presento.
Mis abuelos me comentaron que antes de 1975, la
agricultura daba sustento suficiente a la población sin
necesidad de fertilizantes y las lluvias eran abundantes,
lo que contribuía a buenas cosechas. Anteriormente mis
abuelos conservaban su maíz criollo en las trojes, lo que
ayudaba a que el maíz no se picara toda la sequía. Obtenían los alimentos de la caza, la pesca y de las plantas
silvestres sin problemas, y también realizaban trabajo artesanal, dando sustento económico a las familias,
trabajando el barro, la palma, la madera y el maguey de
nombres “zacatoro” y “cacalotentle”. Así los pobladores
no tenían que emigrar a otros estados ni al extranjero.
El barro lo aprovechaban para elaborar ollas donde
depositaban el agua para beber, así como platos, los comales para cocer tortillas hechas a mano y las cazuelas
para la comida; también trabajaban las antiguas piedras para moler el nixtamal y los molcajetes para hacer
Techo de palma en una construcción tradicional. Fuente: Archivo
ASFM-INAH
la salsa picante; de madera, hacían la montura de animales, máscaras para los danzantes, cucharas que se
ocupaba en las fiestas tradicionales y bandejas, que se
utilizaban para amasar la masa. De la palma, a la fecha
se sigue aprovechando la hoja para la construcción de
los techos de las casas, y los cogollos (brotes) de la palma eran aprovechados para hacer hilos para amarres
pequeños, así como para fabricar cintas, abanicos, sombreros (“zoyapijpil”), escobillas para limpiar el comal,
petates para dormir, morrales y canastas. Del maguey
se elaboraban el ixtle para hacer hilos, reatas, morra-
Los animales alimentados de plástico de la basura mueren al
lado de la basura. Fuente: Archivo ASFM-INAH
Un recolector sacando la raíz de la planta llamada Cancerina. Fuente: Archivo ASFM-INAH
les y costales que eran vendidos y/o cambiados en el región es el corte desmedido por parte de recolectores,
mercado de Chilapa de Álvarez por otros productos.
que buscan las especies medicinales para su venta en
En esa época no se comercializaban las plantas medi- los mercados.
cinales ni la resina de los copales aromáticos, recursos
Lo anterior contribuyó engañosamente a la econoque solo eran usados principalmente por los curanderos mía de las familias de los recolectores, porque al final
para las ofrendas de San Miguel y de otras celebracio- han agotado sus propios recursos naturales.
nes, y las ramas de las plantas, hojas, cáscaras y frutos
Considero que a partir de los últimos años, los temmedicinales se seleccionaban solo para las curaciones, porales y las cosechas se vuelven cada vez más pobres.
no para vender.
Los ríos de Amacuzac y del Balsas se contaminaron
Según los abuelos, a partir del año 1985 y hasta 1990 y se acabaron algunas especies que había antes de laaproximadamente, unos comerciantes provenientes de garto, escuincle, camarón y la trucha entre otros; todo
Jolalpan en Puebla y de Axochiapan, en Morelos, vinie- ello se ha acabado, y la causa es por los contenidos conron a la comunidad, Tlalcozotitlán, a comprar plantas taminantes que producen del ingenios de Zacatepec,
medicinales. Eso ocasionó que los habitantes de la co- en Morelos, así como los drenajes y otros desechos que
munidad cortaran sin ninguna clase de reforestación son arrojados al río. Es triste, por que yo he visto, al
las plantas que los compradores buscaban.
bucear con visor en el río, los peces alimentándose
En el caso del bejuco que se llama Cancerina, la gente de pañales desechables, de basura. También he visto
la arrancaba desde la raíz; fue sacada en las orillas del cómo otros animales silvestres que se alimentan en
río hasta el final del terreno comunal; de la raíz se des- los lugares donde se junta la basura se mueren, y los
prendía la cáscara, que se machacaba y era luego colgada y extendida para secarla; a lo lejos parecía
carne fresca. También se aprovechaba el árbol de Brasil: su tronco
era cortado porque se compraba el
corazón; fue recogido en los parajes
de Azisintla y Hueyaxahle; al árbol
de la quina amarilla se le desprendía su cáscara para venderla, y los
sobrantes se utilizaban como leña.
Los parajes que fueron mas explotados fueron los de Tlaxcuapa, el
rincón Tzompepeltsin, Tonalapa y
Tlalcuescontitlan.
Sin duda, los acopiadores siguen
buscando y comprando las mismas
plantas, pero como hay menos, empiezan a recolectar en otras áreas Acarreando agua del río para beber y para preparar la comida. Fuente: Archivo ASFMcomunales de la misma manera, y INAH
han ocasionado grandes problemas
con los pueblos colindantes.
demás habitantes desconocen el peligro que ocasiona
También ocasiona la pérdida de las plantas, una la basura en nuestro organismo, incluyendo los desepráctica de la agricultura tradicional conocida como chos tóxicos que echan al río los pobladores cercanos
Tlacolol que ha contribuido al agotamiento de algunas en la región. Los habitantes también contribuyen a
especies de plantas medicinales. El trabajo del tlacolol que el río se contamine: cuando los animales domésticonsiste en seleccionar un terreno, talar los árboles y cos como el cerdo, gallinas, perros, caballos y burros,
finalmente quemar las plantas restantes, entre ellas se mueren por alguna causa tóxica, son echados al río
algunas especies medicinales. De esta manera se habi- sin pensar en el daño y las infecciones que ocasionan,
lita el terreno para la siembra, pero se pierden muchas por que los habitantes mismos beben el agua, lavan la
plantas útiles. Esta práctica se realiza cada año en la ropa, se bañan en ese mismo río.
época de temporal.
Últimamente se ha prohibido la caza de la vida silLa ganadería y los incendios también son factores vestre, como el venado principalmente y las demás espeimportantes en la pérdida de especies, pero sin duda la cies; pero los campesinos, por la pura necesidad, siguen
práctica que ha devastado más a la flora medicinal de la cazando y pescando hasta la fecha lo poco que queda,
Domingo 22 de Marzo de 2009 | CHAC-MOOL REAPARECE EN
LA SIERRA DE ZONGOLICA
C
on referencia al Dios prehispánico Chac, se ha escrito:
“... el agua es un Dios que sabe muchos caminos y tiene
mucha fuerza, pues se sube á el cielo para llover” (Antonio de Fuentes y Guzmán. Historia de Guatemala o Recordación florida, Luis Navarro Editor, Madrid, 1881, pág. 319).
La imagen fue captada durante un taller de elaboración
de piezas tradicionales de barro en la Escuela Primaria Bilingüe de Atlahuilapa, municipio de Atlahuilco, en la sierra
de Zongolica, Veracruz. Resulta curioso que Chac-mool sea
una representación de la lluvia y que en las mejillas del niño
sentado como un chac-mool actual, hayan dejado su huella
unas enormes lágrimas, como una metáfora de una región
donde en verano y parte del invierno llueve mucho, pero
que en primavera la gente sufre la escasez de agua. Las personas mayores refieren que esto es porque sus manantiales
se están secando y acumulan basura, mientras que diversos
investigadores han señalado y documentado la alteración y
contaminación de las cuencas hidrológicas de esta región
predominantemente boscosa. pero con serios problemas de
deforestación y erosión del suelo.
Una escultura maya de Chac-mool del periodo postclásico temprano (900-1250 a.C.) se encuentra en exhibición permanente en el Museo Nacional de Antropología, en la ciudad
de México.
Foto y texto: Ignacio García Madrid, tomada el 17 de noviembre de 2008
Generando empleos
Una tranca moderna y los nuevos materiales en espera de sustituir a los locales. Fuente: Archivo ASFM-INAH
por que han comparado los precios: el comprar pollos
de granja es más elevado en su costo, mientras que es
mas económico comer venado que pollo: sólo tienes que
comprar una bala que cuesta $12.00 (doce pesos 00/100)
para una familia de 5 personas, cuando el pollo cuesta
en la comunidad $80.00 c/u (ochenta pesos 00/100).
Quizás esto ocasionó que los habitantes encontraran
en la recolección una actividad complementaria para
sus economías, con lo que algunos comerciantes de otros
pueblos ahora llegan a vender a la comunidad aparatos
domésticos y materiales desechables, como ayates, morrales, comales de metal, platos, cucharas, ollas de peltre y de aluminio, alimentos chatarras, lo que también
ocasionó otra crisis en la economía familiar, porque entonces empieza a decaer la venta de ixtle y de palma, así
como el consumo de las verduras y frutas silvestres. En
mucha ocasiones vemos que la gente de fuera nunca ha
comido una fruta silvestre, y no sabe que eso no ocasiona
ningún daño a la salud.
El día de hoy ya para muchos la salsa la hace la li-
cuadora, el nixtamal lo muele el molino eléctrico, los
tlicuiles ahora son estufas, las tortillas son hechas en
la tortillera de metal, la olla de barro en que el agua se
conservaba fría naturalmente, ahora se pone en el refrigerador, el petate ahora es el colchón, el huarache de
correa ahora es de plástico, el calzón de manta es ahora
de mezclilla, las trancas que eran de madera ahora son
de fierro, las trojes ahora son tambos y el maíz es curado con una pastilla.
Se empiezan a vender los alimentos que la televisión
los promociona; actualmente las amas de casa son aficionadas a las telenovelas y a sus bebés los alimentan
con Danone o Gerber entre otras cosas. Es aquí donde
empiezo a observar cambios también: los niños ya no
consumen verduras ni frutas silvestres, prefieren papas fritas o churrumaiz, lo mismo con los adultos, que
cuando van a trabajar la tierra en el temporal, llevan
los alimentos al minuto, como la “sopa marucha”, sus
continua en la página siguiente
C
uando se habla de la creación de nuevos empleos, no reparamos en que muchos de ellos
son como el que desempeña la mujer de la
fotografía. Ella ha recargado su letrero en un poste y ahí lo detiene: cuando no hay poste, lo debe
sostener. Además de los salarios bajísimos y sin
prestaciones, ¿qué oportunidad de gratificación o
de desarrollo humano puede brindar un empleo
que obliga a estar de pie durante horas sosteniendo un anuncio publicitario?. Y el anuncio, ¿a qué
realidad nos refiere?.
Foto y texto: Ignacio García Madrid
| Domingo 22 de Marzo de 2009
Vida y retos...
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cocas colas de 2.50 litros, el pan Bimbo en lugar de memelas, y las bolsa y los envases desechables los dejan
tirados en los montes.
Comienzan los problemas físicos, niños con capacidades diferentes, diabetes, hernias y tumores cancerígenos, soplos en el corazón, carnosidades y la obesidad
entre los adultos.
He observado que la migración se intensificó a
partir de 1985. Los pobladores comenzaron a migrar
al interior de la República y fuera del país. Las causas pueden ser muchas: cosechas pobres, trabajo mal
remunerado, programas gubernamentales poco efectivos, etc. La migración se ha convertido en la única
alternativa, aparente, para el progreso de las familias.
Actualmente los migrantes que han regresado se visten uniformados de “duranguense” (botas, pantalón
mezclilla, sombrero y aretes, cabello corto) la mayoría
cuentan con camioneta del extranjero, “casas de material” con aire acondicionado, dos de ellos cuentan con
casetas telefónicas, sky y pequeñas tiendas de refrescos y cosas chatarras.
En consecuencia, para que una recolección de plantas medicinales sea consciente e inteligente y eficiente, para que haya propagación y rescate de la flora, los
habitantes de la comunidad deben buscar alternativas
para un aprovechamiento de los recursos naturales
que ayude a que las plantas sigan dando vida a mucha
gente que las necesita en el país y no tan sólo en la comunidad, para no dejar que se pierdan.
Como una pequeña reflexión
La recolección de plantas medicinales forma parte
de una realidad más amplia en la vida del campesino.
Las comunidades rurales hoy están viviendo nuevas
situaciones y enfrentando nuevos problemas, entre
ellos los cambios en la cultura y en el medio ambiente.
Es cierto que los recursos de las comunidades necesitan ser protegidos, pero para ello se necesita que las
condiciones de vida de los campesinos mejoren. Y que
el abandono en que se tiene a las comunidades rurales
acabe. Los campesinos debemos de tener un mejor lugar y una mayor participación en el presente y el futuro de nuestro país.
Programa Actores Sociales de la Flora Medicinal en México.
Acapantzingo desde...
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(los terrenos)”. “Y él dijo: Yo no puedo
vender, porque son terrenos ejidales, de
los ejidatarios de Acapantzingo” “- No,
pero que te doy tanto y que no se qué”.
Sin embargo, nos refiere que el comisario no quiso el dinero, pues quería ser un
buen comisario ante sus compañeros y el
extranjero se tuvo que ir.
El extranjero se infartó antes de obtener lo que quería, pero después otros
vinieron con una estrategia que incluyó
comprar autoridades agrarias federales,
militares de la 24° zona, policía judicial
y municipal, comprar “a todos”, refiere
nuestra informante, así como a todos los
ejidatarios que pudieron comprar. Y luego se reprimió a los ejidatarios que se resistían al despojo, habiendo entonces encarcelamientos y secuestros : “Gracias a
Dios, de mi familia, nadie: mi cuñado se
brincó por un alambrado, mi suegra se
voló bajo un alambre...”
Así, el 24 de diciembre de 1964 no hubo
celebración de Navidad en Acapantzingo:
todo eran máquinas y tristeza. Por todas
las parcelas, nos refiere Margarita, les
dieron a los ejidatarios 35 mil pesos. Así
se construyó el fraccionamiento que ahora se llama Tabachines, en el terreno antes denominado “El Plan” campo privilegiado además por tener tres ojos de agua
dentro de sus límites, afirma Margarita.
Los ejidatarios presos fueron liberados gracias a una “coronela de la guerra de 1910”, afirma nuestra vecina: esa
Fuente: Fototeca Centro INAH-Morelos
“coronela” atajó con veinte ejidatarios al
gobernador en la avenida Morelos y después de insultarlo le exigió que liberara a
sus compañeros, “o corto cartucho, dijo”.
“Se llamaba Rosa Bobadilla, con su sombrerote de astilla… siempre andaba en la
calle con sus pistolotas y sus cartuchos”,
recuerda Margarita.
“Y sabes dónde los tenían?”, me pregunta Margarita… “En Lecumberri, en
unas bartolinas y dejados en un baño
lleno de agua; a un pobre viejito de los
ejidatarios de Acapantzingo, cuando lo
sacaron, lo bajaron en un taxi aquí mis-
mo, estaba con las piernas encojidas…”
al igual que refiere de los otros mayores
que cayeron presos: “si no ha sido por esa
coronela, ahí quedan”.
De ahí, los ejidatarios que luchaban se
enfermaron, nos dice: “ … a unos les dio
un infarto, otros se hicieron diabéticos,
otros se murieron del coraje o de la tristeza… ¿y quién crees que se hizo rico?”
“Lo que es la colonia Jardines de Acapantzingo, eso se lo dieron al gobernador,
un señor López. Ese gobernador vendió
como casas de infonavit. Jardines no eran
terrenos propios, también eran terrenos
ejidales de Acapantzingo”, menciona.
Cuernavaca hoy
La perspectiva de doña Margarita respecto a los cambios que ha sufrido y sigue
sufriendo Cuernavaca, forman parte de
una vivencia compartida aún por muchos hoy: “Todo lo que es Cuernavaca,
Temixco, Tejalpa, Jiutepec, Tepoztlán, ni
siquiera me imaginaba nunca que se iban
a unir”, porque cuando ella llegó por primera vez de visita en 1939 a Acapantzingo, mucho antes de que se casara, lo único
que había era el rastro, la “casa de piedra”
que está en lo que ahora se llama “Plan de
Ayala”, y mucho después, la escuela.
Para ir a Cuernavaca desde Acapantzingo, había que tomar un camino que
pasaba primero por unos prados, donde los adultos mayores solían estar “de
enamorados”; después se cruzaba por un
Fuente: Fototeca Centro INAH-Morelos
puente, llamado de San Pedro, en la calle actual de Rufino Tamayo, para cuya
construcción, nos refiere Margarita, se
tuvo que sacrificar la vida de cuatro trabajadores oriundos de Tepoztlán, pues el
puente “se caía y se caía” y los tuvieron
que dejar enterrados en los cimientos.
Acapantzingo y todo el país, refiere
Margarita, eran muy bonitos, “se vivía
en tranquilidad, sin crímenes ni violencia en las calles… a partir de los años
setentas el mundo se volteó de cabeza”.
Y reconoce a Lázaro Cárdenas como “el
único presidente bueno…, honrado y trabajador. De ahí para acá puro ratero”.
Además de compartir lo que Margarita me ha confiado, me resulta inevitable
reflexionar como ciudadano y como clínico acerca de la relación existente entre
las situaciones adversas que de acuerdo
con este relato vivieron los ejidatarios
de Acapantzingo, y los efectos adversos
reflejados en su estado de salud y narrados por nuestra vecina, lo que resulta
evidente al tratar de manera cotidiana
con las enfermedades que surgen en una
sociedad y/o una forma de vida que nos
provee generosamente de agresiones permanentes o casi permanentes como individuos o como organismos. Las agresiones son de muy diverso tipo. Se generan
y se reciben. Tienen alcance individual y
colectivo. Se pueden evitar.
Programa Actores Sociales de la Flora Medicinal en México.
Organo de difusión de la comunidad de técnicos e investigadores del centro INAH Morelos
Consejo Editorial
l
INAH
Eduardo Corona Martínez
Jesús Monjarás-Ruiz
Paul Hersch Martínez
Luis Miguel Morayta Mendoza
Gilberto López y Rivas
Lizandra Patricia Salazar Goroztieta
Ricardo Melgar Bao
Coordinación de este número: Paul Hersch Martínez
Formación: Arturo Mendoza Vázquez
Matamoros 14, Acapantzingo.Cuernavaca, Morelos
CONTACTO: [email protected]
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