pancreatitis aguda - Enfermeria en Atención al Enfermo Crítico

Anuncio
PANCREATITIS AGUDA GRAVE
El presente artículo es una actualización al mes de enero del 2006 del Capítulo del Dr. Carlos
Lovesio, del Libro Medicina Intensiva, Dr. Carlos Lovesio, Editorial El Ateneo, Buenos Aires (2001)
DEFINICIÓN
Un Simposio realizado en Cambridge en 1984 definió a la pancreatitis aguda como
cualquier episodio con características clínicas de inflamación aguda del parénquima pancreático, sea
cual fuere el estado morfológico o funcional de la glándula antes o después del ataque. En cambio,
se denominó pancreatitis crónica a la inflamación continuada e irreversible de la glándula, asociada
a la pérdida progresiva de la función pancreática. En el año 1988 un nuevo Simposio efectuado en
Marsella aceptó las mismas definiciones.
La definición precedente es anatómica, y a ella no se le pueden superponer en forma
precisa las manifestaciones clínicas. En efecto, la pancreatitis aguda se presenta con cuadros
clínicos variables, desde las formas graves, colapsantes, hasta las formas silenciosas, que se revelan
tardíamente por la aparición de un derrame pleural o de un seudoquiste del páncreas.
Debido a que la terminología utilizada en la literatura en relación con la pancreatitis aguda
era muy variable, confusa y en ocasiones conflictiva, en 1992 se reunieron en Atlanta, EE.UU, 40
expertos internacionales a los fines de establecer un sistema de clasificación basado en la clínica
(Bradley E.: Arch Surg 128:586-1993). Si bien no constituye un sistema de clasificación perfecto,
puesto que existen formas intermedias de la enfermedad, el mismo proporciona una base más exacta
para los estudios experimentales y para el manejo clínico de la enfermedad. Las definiciones
aceptadas son:
Pancreatitis aguda. Es un proceso inflamatorio agudo del páncreas, con compromiso
variable de otros tejidos regionales o de sistemas orgánicos a distancia.
Pancreatitis aguda severa (PAS). La PAS se caracteriza por la presencia de necrosis
parenquimatosa, necrosis de la grasa retroperitoneal, fallo sistémico, un cuadro clínico tormentoso y
el desarrollo de complicaciones potencialmente letales. Afecta al 20 al 25% de los pacientes que
desarrollan una pancreatitis. Se considera que un paciente es portador de PAS si presenta alguno de
los siguientes criterios:
1. Fallo orgánico con uno o más de los siguientes: shock (presión arterial sistólica <
90 mm Hg), insuficiencia respiratoria (PaO2 <60 mmHg), insuficiencia renal
(creatinina sérica > 2 mg/dl luego de la hidratación) y sangrado gastrointestinal
(> 500 ml en 24 horas)
2. Complicaciones locales tales como necrosis, pseudoquistes o abscesos
3. Al menos 3 de los criterios de Ranson (ver más adelante)
4. Al menos 8 de los criterios del APACHE II.
Se ha comprobado que la falla orgánica que se presenta en la primera semana, si se
resuelve dentro de las 48 horas, no es un indicador de un ataque severo de pancreatitis aguda.
Pancreatitis aguda leve (PAL). La PAL se asocia con mínima disfunción orgánica y con una
recuperación sin inconvenientes, y no presenta las manifestaciones citadas para la PAS.
Colecciones fluidas agudas. Las colecciones fluidas agudas se producen precozmente en el
curso de la pancreatitis aguda, en general asociadas a las formas severas de la enfermedad. Se
localizan en o próximas al páncreas, y generalmente carecen de pared, ya sea de tejido de
granulación o fibroso.
Necrosis pancreática. Es un área o áreas localizada o difusa de parénquima pancreático no
viable, que habitualmente se asocia con necrosis grasa peripancreática. La tomografía axial
computada dinámica con contraste es la técnica diagnóstica para establecer la presencia de necrosis
pancreática (ver más adelante). La necrosis se desarrolla precozmente en el curso de la pancreatitis
aguda, y habitualmente está bien establecida a las 96 horas luego del inicio de los síntomas clínicos.
La distinción clínica entre necrosis pancreática estéril e infectada es muy importante,
puesto que la aparición de infección en los tejidos necrosados se asocia con una elevada morbilidad
y mortalidad. Debido a que los hallazgos clínicos y de laboratorio son similares en ambos casos,
esta importante distinción debe ser realizada con cultivos obtenidos por punción aspiración
transcutanea.
Pseudoquiste agudo. Es una colección de jugo pancreático dentro de una pared de tejido
fibroso o de granulación que se produce como consecuencia de una pérdida persistente de jugo
pancreático desde el conducto pancreático, y que persiste por más de cuatro semanas.
Absceso peripancreático. Es una colección circunscripta de pus intraabdominal,
habitualmente en la proximidad del páncreas, conteniendo escasa o nula cantidad de necrosis
pancreática, que se produce como consecuencia de una pancreatitis aguda o de un traumatismo
pancreático.
En la Fig. 1, tomada de Beger y colaboradores, se indica el curso y las probabilidades
evolutivas de la pancreatitis aguda, adaptados a la clasificación precedente.
Comienzo
PANCREATITIS AGUDA
Día 1-4
Leve
Día 6-21
Resolución
sin complicaciones
Semana 4-7
Grave
(necrotizante -10 a 20%)
Necrosis
estéril (60%)
Necrosis
infectada (40%)
Pseudoquiste
Absceso (3-4%)
Fig. 1- Curso y posibilidades evolutivas de la pancreatitis aguda.
ETIOLOGÍA
La enfermedad litiásica del tracto biliar, en particular la litiasis coledociana, es el proceso
patológico más frecuentemente relacionado etiológicamente con la pancreatitis aguda. En la
estadística de nuestro medio, la litiasis biliar se registra en alrededor del 70% de los casos de
pancreatitis aguda. Diehl y colaboradores han demostrado que el factor de riesgo más importante es
el tamaño de los cálculos, ya que los pacientes portadores de al menos un cálculo de menos de 5
mm de diámetro, tienen un riesgo cuatro veces mayor de presentar un episodio de pancreatitis
aguda.
Los autores estadounidenses y franceses destacan la frecuente asociación del alcoholismo
con la pancreatitis aguda. Olsen, en una evaluación prospectiva de 100 pacientes con pancreatitis
aguda, encontró que en el 54% de ellos el alcohol era el factor causal. El mecanismo por el cual el
alcohol produce pancreatitis es desconocido; se ha sugerido que actúa directamente sobre las células
acinosas del páncreas.
Los traumatismos cerrados del abdomen, así como la cirugía abdominal, en particular la
exploración de la vía biliar, pueden determinar un tipo particular de pancreatitis aguda. La litotricia
extracorpórea para la desintegración de cálculos en la vía biliar se ha asociado con una frecuencia
de pancreatitis aguda del 0,003 al 3%. La pancreatitis es una complicación a tener presente luego de
la colangiopancreatografía endoscópica retrógrada.
El transplante de órganos se asocia con un aumento del riesgo de desarrollo de pancreatitis
aguda. En una serie reciente, se demostró una incidencia de 1,8% en recipientes de transplante
cardiaco, de 1,6% en recipientes de transplante renal, y en el 1,5% de transplantes hepáticos. La
pancreatitis aguda asociada con el transplante de órganos tiene una alta mortalidad si se presenta
precozmente luego del procedimiento.
La hipertrigliceridemia marcada, con un nivel de triglicéridos habitualmente superior a los
1.000 mg/dl, puede ser una causa ocasional de pancreatitis. La patente habitual es la del tipo V de
dislipidemia. La hipercolesterolemia, en contraste con la hipertrigliceridemia, no produce
pancreatitis.
La causa infecciosa más frecuente de pancreatitis es el virus de la parotiditis. Causas menos
frecuentes incluyen la infección por el virus de la inmunodeficiencia humana, el citomegalovirus, la
fiebre tifoidea, la salmonelosis y la leptospirosis.
Una causa rara de pancreatitis es el hiperparatiroidismo. En estos casos la enfermedad cursa
con hipercalcemia.
Ciertas drogas, tales como la azatioprina, diuréticos tiacídicos, fursemida, ácido etacrínico,
sulfas, metronidazol, pentamidina, tetraciclina, eritromicina, estrógenos, ddI y ácido valproico se
han mencionado como factores causales de pancreatitis aguda.
Una serie de causas misceláneas pueden producir pancreatitis aguda: tumores pancreáticos
o ampulares, cuerpos extraños obstruyendo la papila, coledococele, hipertensión del esfínter de
Oddi, enfermedad de Crohn, síndrome de Reye, hipotermia, hemólisis intravascular aguda, porfiria,
lupus sistémico, poliarteritis nodosa, hipertensión maligna y otras.
En el 15 al 25% de los casos de pancreatitis aguda no se logra identificar ninguna causa;
esto se define como pancreatitis idiopática. Estudios recientes mediante el examen de la bilis
obtenida por endoscopía duodenal y seguidos con ecografías seriadas establecen que hasta el 70%
de estos casos pueden ser originados por una microlitiasis biliar oculta o por la presencia de barro
biliar.
ANATOMÍA PATOLÓGICA
La pancreatitis aguda se caracteriza por lesiones macroscópicas de edema, de hemorragia y
de necrosis. La hemorragia y la necrosis no son hallazgos constantes. Clásicamente, se distinguen
dos variedades anatómicas: la pancreatitis edematosa o intersticial y la pancreatitis necrosante y
hemorrágica.
En la pancreatitis aguda edematosa, el páncreas está tumefacto, turgente, y al corte es friable
y muestra los lóbulos separados por edema (Fig. 2). La necrosis grasa es muy limitada. Este proceso
inflamatorio tiende a recidivar varias veces, no progresa hacia formas más graves y cura en general
sin secuelas.
En la pancreatitis aguda necrosante se observan, además de las lesiones precedentes, signos
de necrosis de la glándula, originados en particular por la acción de enzimas lipolíticas y
proteolíticas. La necrosis grasa, o citoesteatonecrosis, es signo de pancreatitis aguda necrosante.
Esta se presenta
bajo forma de pequeñas placas opacas, sobreelevadas, dispersas por la cavidad peritoneal. El
páncreas es el punto de partida de lesiones necróticas y hemorrágicas que varían considerablemente
en extensión y que pueden englobar la casi totalidad del órgano (formas masivas) o segmentos
aislados de éste (formas parciales o de pequeños focos) (Fig. 3). En la histología, se observa en la
periferia de los focos de necrosis lengüetas destructivas que se extienden a lo largo de los espacios
interlobulares. Se aprecian además importantes lesiones vasculares y linfáticas, con inflamación y
necrosis de la pared de los vasos.
Fig. 2.- Pancreatitis edematosa.
Fig. 3.- Pancreatitis necrotizante. Obsérvense las manchas de citoesteatonecrosis sobre el
páncreas y el material extraído en el acto quirúrgico.
En adición a la presencia de necrosis parenquimatosa pancreática, la extensión del proceso
necrotizante a los tejidos retroperitoneales extrapancreáticos, incluyendo los compartimentos
retroperitoneal para y retrocólico, fosas perirenales y tejidos perivasculares, es un factor importante
en el curso de la enfermedad y afecta considerablemente la severidad clínica y la mortalidad.
Los procesos necróticos quedan localizados en la retrocavidad de los epiplones o invaden la
gran cavidad peritoneal, dando lugar a distintas formas clínicas. Por otra parte, los focos de necrosis
pueden evolucionar hacia la resolución, creando una cicatriz fibrosa, o sobreinfectarse
secundariamente y originar un absceso. Los restos necróticos y el jugo pancreático pueden
organizarse y generar un seudoquiste, de localización extrapancreática, peripancreática o
intrapancreática.
Las formas necrohemorrágicas de pancreatitis aguda presentan como base fisiopatológica
una agresión vascular intensa brusca, que produce rápidamente necrosis; no progresa ni recidiva,
pero su magnitud puede ser tal que con frecuencia variable conduce a la muerte.
Se debe tener presente que las lesiones patológicas de la pancreatitis aguda pueden tener
distintos patrones evolutivos, tal como se indicará en el apartado de complicaciones locales.
FISIOPATOLOGÍA
A pesar de existir una gran cantidad de datos experimentales y clínicos, la patogenia de la
pancreatitis aguda es aún motivo de controversia.
Si bien se admite que en la pancreatitis asociada con la enfermedad litiásica la migración de
un cálculo a través de la ampolla de Vater puede relacionarse con el inicio del episodio (Acosta,
Kelly), la explicación de porque esto ocurre no es clara. De acuerdo a Kelly y colaboradores, si bien
los cálculos pueden iniciar un ataque, no son los causantes de la progresión de la enfermedad.
Aunque muchos factores etiológicos pueden desencadenar una pancreatitis aguda, sin
embargo, una vez que el proceso inflamatorio se ha iniciado, la evolución final es relativamente
independiente del agente causal. Por otra parte, la pancreatitis aguda tiene un amplio espectro de
manifestaciones clínicas, que varían entre las formas edematosas, autolimitadas, con un pronóstico
benigno, hasta la inflamación necrotizante severa con una evolución fatal. La pancreatitis aguda
severa frecuentemente produce una respuesta inflamatoria sistémica, caracterizada por el deterioro
de la fisiología normal y por el desarrollo de falla multiorgánica.
Muchas investigaciones experimentales recientes tienden a aceptar que la lesión inicial en
la pancreatitis aguda afecta a la célula acinar. La liberación no controlada y la activación
intrapancreática de las enzimas digestivas desencadenan una compleja cascada de eventos en los
cuales los blancos más prominentes son los vasos capilares y las células endoteliales. Las
alteraciones resultantes en la hemodinámica pancreática, el aporte de oxígeno, y la liberación de
mediadores inflamatorios desempeñan un rol significativo en la progresión rápida a la necrosis y a
la autodigestión. Los disturbios del calcio intracelular son eventos precoces en la pancreatitis aguda.
La liberación de moléculas inflamatorias también produce efectos sistémicos, tales como el
síndrome de pérdida capilar, fiebre e hipotensión. Estos efectos combinados pueden producir
necrosis del páncreas y estimular la apoptosis (Fig. 4).
Abuso de alcohol
Obstrucción del tracto biliar
Otras causas
Daño de las células acinares
Inflamación local del páncreas
Activación de células dendríticas, macrófagos, fibroblastos, células T y células endoteliales
TNF
IL-1β
IL-6
Quemoquinas (IL-8)
PAF
Sustancia P
Respuesta proinflamatoria local
Respuesta local contenida
Pro
Anti
Receptores solubles TNF
IL-10
Agonistas receptor IL-1
Respuesta antiinflamatoria sistémica
Migración de mediadores
proinflamatorios a la circulación
Pro
Anti
Resolución
SRIS - FMO
Fig. 4.- Posibles factores mediadores de la injuria e inflamación en la pancreatitis aguda.
Recientemente se ha establecido que durante los primeros 30 minutos de un ataque agudo
de pancreatitis, y dependiendo de la presencia y grado de lesión pancreática, se producen y liberan
una variedad de compuestos tóxicos, biológicamente activos, al torrente circulatorio. Se han
detectado niveles elevados de tripsinógeno en sangre y orina, péptidos activados por el tripsinógeno,
fosfolipasa A2 y elastasa de polimorfonucleares en pacientes con pancreatitis aguda. Por otra parte,
una gran cantidad de mediadores inflamatorios del tipo de las citoquinas también son producidos en
la pancreatitis aguda y aislados de sangre y líquido ascítico.
La segunda fase de la enfermedad está caracterizada por la repercusión sistémica.
Actualmente existen numerosas evidencias de que tanto el síndrome inflamatorio como la falla
pluriparenquimatosa son la consecuencia de una respuesta inmunometabólica descontrolada, similar
a la que origina el síndrome de falla pluriparenquimatosa en la sepsis y el politraumatismo. Esta
respuesta consiste en la activación en cascada de los sistemas del complemento, quininas,
coagulación, fibrinolisis, interleuquinas y otros. Las células efectoras son los neutrófilos,
macrófagos y plaquetas, que a través de múltiples mediadores inflamatorios determinan los dos
fenómenos probablemente responsables de la falla multiorgánica: la inadecuada disponibilidad de
oxígeno a nivel tisular y el inadecuado empleo de oxígeno por falla celular.
Los detonantes de esta respuesta en la pancreatitis aguda podrían ser el brusco desequilibrio
entre proteasas y antiproteasas, por agotamiento de estas últimas, la acción del foco inflamatorio
representado por las lesiones locales y el efecto sistémico de la sepsis.
CUADRO CLÍNICO
Síntomas
El síntoma fundamental de la pancreatitis aguda es el dolor abdominal, habitualmente
intenso, gravativo, terebrante, que sume al paciente en un estado de creciente intranquilidad y
temor. Sin embargo, en ocasiones el proceso es indoloro o casi indoloro. El dolor comienza muy
frecuentemente en el epigastrio, y puede quedar localizado allí cuando el ataque es leve. Más a
menudo, se propaga a todo el abdomen e incluso a las regiones torácica inferior y dorsolumbar.
Si bien el comienzo del dolor en la pancreatitis aguda puede ser abrupto e intenso, con
mayor frecuencia se desarrolla en forma paulatina y desaparece del mismo modo. La presentación
abrupta e intensa es la que ocurre de ordinario cuando existen cálculos vesiculares o coledocianos.
Desde el comienzo hasta que finaliza, el dolor de la pancreatitis aguda es la mayoría de las
veces constante, pero ciertos dolores pueden aumentar y disminuir en intensidad siguiendo las
alternativas de la distensión gaseosa, el peristaltismo, los movimientos diafragmáticos, la tos, los
vómitos, etc.
Los vómitos son frecuentes en la pancreatitis aguda. En los primeros momentos de la
enfermedad pueden contener alimentos, son por lo general acuosos, biliosos y en ocasiones
sanguinolentos. No son fecaloides, a diferencia de los de la obstrucción intestinal.
Signos físicos
Los signos físicos suelen mostrar amplias variaciones en su localización, extensión,
intensidad y calidad, todo ello en relación con la zona pancreática interesada, la gravedad y
naturaleza de los hallazgos patológicos, el estadío del ataque, la presencia, extensión o ausencia de
peritonitis, ileo o ascitis, la participación de otros órganos abdominales, etcétera.
El espasmo de los músculos abdominales, que inicialmente es epigástrico y moderado, se
generaliza a medida que la irritación peritoneal se extiende a todo el abdomen. Falta la rigidez en
tabla, característica de las perforaciones de vísceras huecas. Al tiempo que el proceso agudo
evoluciona, el abdomen se distiende cada vez más por el ileo y, en algunos casos, por la ascitis.
Junto con estos cambios, la percusión del abdomen demuestra timpanismo o matidez, según que se
la realice sobre órganos distendidos por el meteorismo o sobre zonas de ascitis.
Con el progreso del cuadro, cada vez hay menos ruidos intestinales normales, y llegan a
desaparecer por completo cuando aquél alcanza su plenitud.
La presencia de febrícula es común en la pancreatitis aguda. Si la temperatura se prolonga
y excede en 2ºC la normal, es probable que existan una necrosis infectada o un absceso pancreático.
Cuando la fiebre es elevada, en picos, y se presenta junto con escalofríos e ictericia, se debe
sospechar una colangitis ascendente, posiblemente con litiasis coledociana y bacteriemia.
En la mayoría de los pacientes se comprueba un aumento moderado de la frecuencia
cardíaca, con presión arterial normal. La taquicardia persistente se asocia con una evolución
desfavorable. En efecto, Olsen cita que de 19 pacientes cuya frecuencia cardíaca se mantuvo por
encima de 120, 4 fallecieron dentro de las 48 horas del inicio de la enfermedad.
En las formas más graves de pancreatitis aguda hay disnea y aun ortopnea, causadas por
diversos grados de ileo, distensión abdominal, ascitis, derrame pleural, atelectasia pulmonar o
condensación, hipovolemia y shock.
En ocasiones se observa la aparición de signos cutáneos y subcutáneos, bajo la forma de
lesiones de necrosis grasa o extravasación de sangre que contiene líquido ascítico (signo de GreyTurner: equimosis en los flancos; y signo de Cullen: equimosis periumbilical).
LABORATORIO
Determinaciones enzimáticas. La determinación de amilasemia y amilasuria es la prueba
más sensible para la confirmación del diagnóstico de pancreatitis aguda. La amilasemia fisiológica
es menor de 120 unidades internacionales por dL, mientras que la amilasuria no debe superar las
500 unidades por litro.
Los valores sanguíneos y urinarios de la amilasa tienden a elevarse durante las dos o tres
horas siguientes al comienzo de la pancreatitis aguda. En los ataques leves o relativamente graves
retornan a la normalidad en tres a cinco días. Una elevación más prolongada es propia de la
pancreatitis grave o de una recrudescencia del proceso agudo durante la recuperación.
Las elevaciones séricas y urinarias de la amilasa no guardan correspondencia cierta con la
naturaleza o la gravedad de la pancreatitis aguda. Por ejemplo, una pancreatitis necrótica extensa
puede producir elevaciones relativamente pequeñas de las enzimas, mientras que una pancreatitis
edematosa aguda puede acompañarse de valores elevados. Por otra parte, los valores obtenidos
variarán en función del tiempo transcurrido desde el inicio de la pancreatitis.
Con frecuencia, la elevación de los valores enzimáticos en el abdomen agudo refleja la
existencia de una pancreatitis, pero deberán excluirse las causas extrapancreáticas: perforación de
víscera hueca, parotiditis aguda, obstrucción del intestino delgado, rotura de embarazo tubario,
trombosis de arteria mesentérica, etc. En estos casos en general la elevación no es significativa.
Algunos autores han demostrado que la amilasa sérica puede ser normal en pacientes con
pancreatitis aguda e hiperlipidemia. Se ha sugerido que el suero hiperlipémico puede afectar los
procedimientos de laboratorio utilizados para la determinación de la amilasa, o que un inhibidor
enzimático está presente en el suero de estos pacientes. En tal caso, la dilución del suero con
solución salina reduce la interferencia con la determinación enzimática y permite detectar los
valores reales de amilasemia.
El clearance de amilasa está aumentado en casos de pancreatitis aguda. Se debe tener en
cuenta, no obstante, para interpretar los resultados, el estado de la función renal. Se ha comprobado
que existe una alta incidencia de resultados normales en pacientes con pancreatitis, motivo por el
cual este test no se utiliza actualmente.
En años recientes se han evaluado otras enzimas con el propósito de mejorar la
inespecificidad de la amilasemia. En tal sentido, se estudiaron la lipasa, isoenzimas de la amilasa,
elastasa, tripsina inmunoreactiva y fosfolipasa A2. Las ventajas de la determinación de la lipasa son
que la actividad de la misma permanece aumentada por un periodo más largo que la de la amilasa en
el suero, y que no existe otra fuente de lipasa en el organismo, lo que hace a este examen de elevada
especificidad.
Hemograma. El recuento de glóbulos blancos se encuentra elevado en alrededor del 50%
de los pacientes con pancreatitis aguda. La hemoglobina y los valores del hematocrito superan
habitualmente las cifras normales, a causa de la hemoconcentración.
Bilirrubinemia. A pesar de informarse que del 15 al 20% de los pacientes con pancreatitis
aguda presentan ictericia, es más común hallar cifras elevadas de bilirrubina sérica sin que haya
ictericia. Por lo general no hay más de 4 a 10 mg/dl. Se deben verificar los niveles de bilirrubina en
los pacientes con abdomen agudo al examinarlos por primera vez y reiterar las determinaciones,
porque las cifras elevadas indican a menudo una lesión en el eje bilioduodenopancreático.
Calcemia. Las modificaciones de los niveles de calcio en la pancreatitis aguda se han
considerado importantes. La presencia de hipocalcemia refleja una pancreatitis aguda grave. Por el
contrario, si se detectan valores de calcio por encima de lo normal, debe descartarse el
hiperparatiroidismo u otro proceso productor de hipercalcemia.
Glucemia. En forma inconstante se detectan hiperglicemia y glucosuria, como
manifestación de la inhibición, en general transitoria, de la actividad de los islotes de Langerhans.
En algunos casos, se ha descrito el desencadenamiento de coma diabético, cetogénico o
hiperosmolar, como consecuencia de una pancreatitis aguda. Por excepción la pancreatitis aguda
deja como secuela una diabetes.
Uremia. La pancreatitis aguda suele alterar la función renal, de tal modo que se ha descrito
un incremento de la urea y la creatinina plasmáticas en el 11 al 20% de los pacientes.
Marcadores de necrosis. Recientemente se ha utilizado la determinación de la proteína C
reactiva, la alfa1 antitripsina y la alfa2 macroglobulina para establecer la presencia de necrosis
pancreática. Si bien estos marcadores séricos pueden ser altamente sensibles para la detección de la
necrosis pancreática definida histológicamente, los mismos no son lo suficientemente específicos
como para predecir adecuadamente que pacientes requerirán en definitiva un tratamiento quirúrgico.
Se admite que un nivel de proteína C reactiva mayor de 150 mg/l después de 48 horas del inicio del
dolor es indicativo de un ataque severo.
Examen del líquido peritoneal. Si se detecta fluido peritoneal por una técnica de imagen en
ausencia de otros elementos bioquímicos o radiológicos de pancreatitis, el fluido debe ser
examinado. La evaluación microscópica del mismo puede revelar una contaminación bacteriana
sugestiva de perforación. Un elevado contenido de amilasa en el fluido puede sugerir pancreatitis,
aunque también puede aparecer en otras condiciones de abdomen agudo. El color del fluido
peritoneal en la pancreatitis aguda varía entre claro, de color cereza o rojo-marrón, y aunque esto es
de importancia pronóstica, la aspiración del mismo no es recomendable como procedimiento de
rutina.
DIAGNÓSTICO POR IMÁGENES
Radiografías simples
En la radiografía de abdomen se puede constatar la presencia de una opacidad prevertebral,
colocada trasversalmente sobre las dos primeras vértebras lumbares y rebasándolas hacia la
izquierda. Esta opacidad corresponde a la infiltración de los tejidos peripancreáticos y al exudado
coleccionado en la trascavidad de los epiplones. Con frecuencia se observa un ileo segmentario, que
afecta a las vísceras huecas directamente relacionadas con el proceso pancreático. Es muy raro que
en la pancreatitis aguda se detecte la presencia de neumoperitoneo. El valor de la radiografía directa
no está en su capacidad para confirmar el diagnóstico de pancreatitis aguda sino en excluir la
presencia de otras patologías tales como perforación intestinal, isquemia intestinal u obstrucción
intestinal. La radiografía de tórax permite demostrar la sobreelevacion del hemidiafragma izquierdo
e, inconstantemente, derrame pleural o atelectasias basales en el mismo lado. En los casos severos
se puede reconocer un infiltrado alveolar difuso que sugiere un síndrome de dificultad respiratoria
aguda.
Ecografía abdominal
La ecografía es una técnica de diagnóstico muy recomendable para la evaluación inicial de
la pancreatitis aguda, a causa de su bajo costo y la facilidad de realización y repetición a la cabecera
del paciente. Sin embargo, la ecografía en la pancreatitis aguda requiere de un equipo de alta
resolución y de un operador competente. Resultan imprescindibles los cambios de posición del
enfermo y el relleno con líquido del estómago y del duodeno. Cuando se reúnen todas estas
condiciones, tanto la vesícula como las vías biliares y el páncreas pueden ser reconocidos en la casi
totalidad de las pancreatitis leves y moderadas. En la presentación de Oria, el 20% de 60 pacientes
con pancreatitis aguda biliar presentaron ecografía normal, mientras que en el 80% restante existían
uno o más signos de inflamación pancreática aguda (Fig. 5).
Fig. 5.- Ecografía de abdomen.
Pancreatitis aguda edematosa.
Fig. 6.- Ecografía de abdomen. Pancreatitis aguda.
Agrandamiento pancreático con líquido peripancreático. Litiasis superpuesta a la cabeza
del páncreas.
La ecografía es el método de elección para investigar las vías biliares durante la
pancreatitis aguda (Fig. 6). Aun en presencia de abundante gas intestinal, tanto la vesícula como la
vía biliar proximal pueden ser fácilmente identificadas si se utiliza la ventana adecuada. En la serie
de Neoptolemos y colaboradores, la vesícula se visualizó en el 80% de los casos y se detectaron
cálculos en el 92% de estos pacientes. Conviene realizar la ecografía al ingreso y en caso de no
obtenerse una buena visualización repetirla a las 24-48 horas.
Si bien la ecografía es el estudio de elección para el diagnóstico de la colelitiasis, en un
tercio de los casos sus resultados no son concluyentes. En tales casos es conveniente utilizar los
criterios de Bloney y colaboradores. Según los mismos, cinco factores permiten establecer el origen
litiásico de la pancreatitis aguda, a saber: fosfatasa alcalina >300 UI/l, edad > 50 años, TGO > 100
UI/L, sexo femenino y amilasa > 4.000 UI/L. Cuando estos factores se analizan en pacientes sin
colecistectomía previa, la presencia de tres o más permite predecir la presencia de cálculos con una
certeza del 77%.
El páncreas normal es visualizado por ecografía en más del 90% de los pacientes. La
presencia de gas intestinal y la obesidad son factores que pueden limitar la evaluación. El páncreas
normal es similar en ecogenicidad al hígado y al bazo. La pancreatitis leve produce un
agrandamiento difuso de la glándula y en muchos casos, disminución de la ecogenicidad. Menos
frecuentemente, el páncreas puede ser isoecoico o presentar un aumento de la intensidad. En la
pancreatitis moderada o severa la ecografía no es tan útil como la TAC debido a su limitada
capacidad para evaluar las colecciones fluidas peripancreáticas y la distribución extrapancreática de
la enfermedad. La ecografía en cambio, permite reconocer los pseudoquistes, la dilatación del
conducto pancreático y las calcificaciones pancreáticas.
Endoultrasonografia
La endoultrasonografia (EUS) es una combinación de la endoscopia con la ultrasonografia
de alta frecuencia. Es menos invasiva que la duodenopancreatografia y se ha informado como útil
para el diagnóstico de la pancreatitis aguda y la coledocolitiasis. La EUS se ha recomendado cuando
la TAC y la ultrasonografia transabdominal no reconocen la presencia de litiasis en los conductos
biliares. También se ha utilizado para seleccionar aquellos pacientes que se podrían beneficiar de
una extracción endoscópica de los cálculos.
Tomografía axial computada
Las ventajas de la TAC con contraste en la estadificación de la pancreatitis aguda se basan
en su capacidad de evaluar en forma directa la morfología de la glándula y el compromiso del tejido
retroperitoneal peripancreático. Su particular capacidad para diagnosticar y cuantificar la necrosis
pancreática representa un valioso aporte para evaluar la severidad de un ataque agudo. Además, las
características de la lesión pueden servir para establecer una gradación pronóstica.
Balthazar y colaboradores han sugerido una serie de guías para el empleo eficaz de la TAC
en pacientes con sospecha de pancreatitis aguda. Se debe realizar una TAC inicial en a) pacientes en
los cuales el diagnóstico clínico es dudoso; b) pacientes con hiperamilasemia y pancreatitis clínica
severa, distensión abdominal, rigidez parietal, fiebre alta y leucocitosis; c) pacientes con un escore
de Ranson > 3 o un APACHE II > 8; d) pacientes que no presentan una mejoría clínica rápida
dentro de las 72 horas del inicio de la terapéutica médica conservadora, y e) pacientes que
demuestran mejoría clínica inicial pero luego agravan su cuadro clínico o presentan complicaciones,
incluyendo fiebre, dolor, incapacidad de tolerar la dieta oral, hipotensión o descenso del
hematocrito.
Una tomografía de control es recomendable en los pacientes con pancreatitis leve, sólo si se
observa un cambio en el estado clínico que sugiere el desarrollo de una complicación. En los
pacientes con pancreatitis grave de inicio, es recomendable realizar una TAC de control a los 7-10
días de evolución, independientemente de la evolución clínica, debido a que algunas
complicaciones importantes pueden desarrollarse sin evidencias clínicas prematuras.
La TAC dinámica se debe realizar en el momento del pico de perfusión arterial pancreática,
utilizando un gran volumen de medio de contraste yodado. El páncreas normal sin contraste tiene un
número de atenuación por TAC de 30 a 50 HU, y muestra un refuerzo homogéneo con la
administración de contraste, alcanzando un número de atenuación de 100-150 HU.
Las características tomográficas de la pancreatitis aguda leve o moderada incluyen un
espectro de cambios variables entre una apariencia normal de la glándula sin anormalidades
peripancreáticas, hasta el agrandamiento difuso, con bordes esfumados, y una leve alteración de la
atenuación con la sustancia de contraste (Fig. 7). El proceso inflamatorio en general es difuso y
compromete a toda la glándula. En estos casos la red capilar parenquimatosa está intacta, en general
existe vasodilatación, y toda la glándula muestra un refuerzo difuso y homogéneo con aumento de
al menos 50 a 60 HU sobre los valores basales de atenuación. En un pequeño número de pacientes,
el diagnóstico de pancreatitis es exclusivamente clínico, ya que los estudios de imágenes no
muestran anormalidades.
Fig. 7.- Pancreatitis aguda dislipidémica. Necrosis peripancreática en la cabeza del páncreas. Se
observa la característica lechosa del plasma (Colesterol 1200 mg/dl; triglicéridos: 1400 mg/dl).
En los pacientes en los cuales la red capilar está dañada, existe una disminución marcada o
una falta total de refuerzo con el contraste, en relación con el desarrollo de zonas pancreáticas de
isquemia y necrosis (Fig. 8).
Fig. 8.- TAC de abdomen. Pancreatitis aguda grave. Necrosis de gran parte del páncreas con
reacción peripancreática.
Una zona focal o difusa, bien marginada de parénquima sin refuerzo, mayor de 3 cm de
diámetro o mayor del 30% del área del páncreas, se considera diagnóstica de necrosis pancreática.
La exactitud total de la TAC dinámica en la detección de la necrosis pancreática es del 80 al 90%.
Cuando el porcentaje de necrosis de la glándula es mayor del 30%, la especificidad de la TAC es
del 100%, pero alcanza al 50% cuando sólo existen pequeñas áreas de necrosis. La presencia y
extensión de la necrosis grasa peripancreática no se pueden determinar adecuadamente con la
tomografía. En la pancreatitis aguda severa, existe una falta del refuerzo normal de una porción o
de toda la glándula, que es consistente con el diagnóstico de necrosis pancreática. Las áreas
necróticas muestran una alteración definida de la apariencia y la textura del parénquima pancreático,
con disolución de los elementos blandos y licuefacción. La presencia de necrosis generalmente es
conspicua alrededor de las 72-96 horas del inicio del proceso. En muchos pacientes, existen
colecciones fluidas heterogéneas peripancreáticas (Fig. 9), y en ocasiones ascitis (Fig. 10).
Fig. 9.- Pancreatitis necrohemorrágica. Colecciones
fluidas peripancreáticas.
Fig. 10.- Pancreatitis severa con ascitis
hemorrágica.
En el apartado de complicaciones locales se indican los hallazgos tomográficos de cada
situación en particular.
La TAC puede ser utilizada como un indicador pronóstico de la severidad de un ataque de
pancreatitis aguda. Esto se consigue estimando la presencia y el grado de la inflamación
peripancreática y o de las colecciones fluidas; y por la detección de la presencia y extensión de la
necrosis pancreática (Ver Pronóstico).
Resonancia magnética por imágenes
Una serie de estudios recientes muestran que la MRI es un método alternativo aceptable de
la TAC con contraste para evaluar la severidad y predecir la evolución de la pancreatitis aguda. La
MRI permite evaluar la distribución de las colecciones fluidas agudas pancreáticas y
extrapancreáticas, así como la extensión de la necrosis. Las ventajas de la MRI incluyen la
detección de la necrosis sin la necesidad del empleo de material de contraste iodado, la capacidad de
generar una colangiopancrea-tografía por RMI, y la detección de disrupciones en el conducto
pancreático cuando se utiliza en forma concomitante secretina. Se debe tener en cuenta, sin
embargo, que la colangiopancreatografia por RMI es una técnica reciente, y los resultados podrán
mejorar con el aumento de la experiencia y equipos más desarrollados.
Colangiopancreatografía retrógrada endoscópica (ERCP)
La colangiopancreatografía retrógrada endoscópica (ERCP) es un método sensible y
especifico para la detección de los cálculos en el conducto biliar y la obstrucción biliar. Esta ventaja
debe ser balanceada contra la naturaleza invasiva de la ERCP y el riesgo conocido de
complicaciones así como la frecuencia de canulación sin éxito, que varía entre el 5 y el 20%. Se
admite que el rol de la ERCP precoz en la pancreatitis aguda biliar severa parece estar establecido
cuando se asocia con sepsis biliar u obstrucción.
El rol principal de la ERCP en la pancreatitis es la identificación o confirmación de
cálculos en el colédoco si la ecografía o la TAC no son concluyentes, y proveer acceso para una
serie de intervenciones terapéuticas incluyendo la esfinterotomía, la remoción de cálculos o la
colocación de stents. Las pérdidas ductales y las fístulas que pueden aparecer en la pancreatitis
crónica o en la pancreatitis traumática también son mejor evaluadas con ERCP.
Se debe tener en cuenta que la ERCP puede producir una pancreatitis aguda. Se admite que
la hipertensión del esfínter de Oddi, la edad joven, el sexo femenino, la pancreatitis previa, las
dificultades en la canulación, las inyecciones múltiples y la realización de una esfinterotomía
pancreática son factores que aumentan el riesgo de pancreatitis por ERCP. Murray y colaboradores
comprobaron que la administración previa de diclofenac puede reducir la incidencia de pancreatitis
aguda en pacientes con alto riesgo de pancreatitis por ERCP.
En la Tabla 1 (Turner M.) se comparan las características de la ecografia, tomografia y
colangiopancreatografia en el manejo de la pancreatitis aguda.
Tabla 1.- Comparación de la US/CT/ERCP.
Imágenes PD/CBP
Imágenes del parénquima pancreático
Imágenes de las estructuras peripancreáticas
Exclusión de otras enfermedades
Acceso para intervenciones terapéuticas
Intervenciones guiadas
Invasivo
PD: conducto pancreático; CBP: colédoco
US
+
+
+
+
++
-
CT
+
++
++
++
++
-
ERCP
++
++
++
++
DIAGNÓSTICO
El diagnóstico de la pancreatitis aguda se basa en la presencia de la tríada de cuadro clínico,
hiperamilasemia y evidencia morfológica de inflamación pancreática. Esta última puede ser
demostrada mediante métodos por imágenes (ecografía y/o TAC), cirugía o anatomía patológica.
La obligatoriedad de la presencia de los tres criterios para definir el ataque es especialmente
útil para aumentar la especificidad diagnóstica.
COMPLICACIONES
En la pancreatitis no complicada, el paciente responde habitualmente bien al tratamiento
médico, y es descargado del hospital dentro de los 7 a 15 días de su internación. Sin embargo,
diversas complicaciones pueden ensombrecer el pronóstico de la afección y conducir a una
evolución prolongada o fatal.
Las complicaciones que ocurren durante y después de un episodio de pancreatitis aguda son
responsables del 2 al 10% de mortalidad asociada con esta enfermedad. La detección precoz de
estas complicaciones por el cuadro clínico, los exámenes de laboratorio o los estudios de imágenes
es esencial para el adecuado manejo de las mismas.
Durante la última década se ha establecido que la mayoría de las complicaciones que ponen
en riesgo la vida se desarrollan casi exclusivamente en pacientes con necrosis pancreática. Es útil
recordar que las complicaciones graves, potencialmente letales, pueden coexistir y pueden ocurrir
en cualquier momento de la historia natural de la pancreatitis aguda. Estas complicaciones pueden
exhibir manifestaciones tóxicas sistémicas asociadas con falla multiorgánica, o pueden reflejar
fenómenos patológicos locales confinados al páncreas y a los tejidos peripancreáticos. Una
clasificación temporal de las complicaciones en precoces, intermedias y tardías es útil en la práctica
clínica, debido a que las mismas tienden a ocurrir en diferentes periodos de tiempo luego del inicio
de la pancreatitis aguda. Aunque existe cierta superposición en el tiempo de su ocurrencia, las
complicaciones precoces que se desarrollan al inicio o dentro de la primera semana de un ataque
agudo son fundamentalmente sistémicas. Las complicaciones locales y abdominales habitualmente
ocurren en forma tardía, semanas o incluso meses luego del episodio agudo de pancreatitis.
La naturaleza dinámica de los fallos orgánicos que se producen durante la primera semana
de un ataque de pancreatitis aguda severa tienen un sustancial efecto pronóstico. Los pacientes con
fallos orgánicos que se resuelven dentro de las primeras 48 horas tienen un riesgo mínimo de
desarrollar complicaciones locales y muerte. En contraste, los pacientes que tienen fallos orgánicos
que persisten por tres o más días tienen un riesgo de uno en tres de presentar una evolución fatal.
Las complicaciones locales se producen en la mayoría de los pacientes con fallo orgánico
persistente. En contraste, los pacientes con fallo orgánico transitorio tienen un riesgo del 25% de
presentar complicaciones locales sintomáticas y estos pacientes excepcionalmente mueren.
En la Tabla 2 (Jonson C. y colaboradores) se demuestra la relación existente entre la
presencia o ausencia, y duración de la falla orgánica en la primera semana, y la subsiguiente
mortalidad en 290 pacientes con pancreatitis aguda severa.
Tabla 2. - Relación entre fallos orgánicos y pronóstico en pancreatitis aguda severa.
Sin fallo orgánico
Fallo orgánico al ingreso
Transitorio
Persistente
Nuevo fallo orgánico dentro de los 7 días
Transitorio
Persistente
Sobrevivientes
113
Muertos
3
Total
116
59
56
1
32
60
88
11
11
0
4
11
15
Complicaciones precoces
Las complicaciones sistémicas precoces asociadas con la falla multiorgánica son
responsables del 20 al 50% de la mortalidad asociada con la pancreatitis aguda. En un informe
reciente, el 47% de las muertes se produjeron en una media de ocho días, secundarias a la falla
sistémica y a la comorbilidad, mientras que el 53% se produjo tardíamente, con una media de 56
días, y fueron secundarias a la infección pancreática y retroperitoneal.
Pancreatitis aguda y shock. Si bien el shock asociado a la pancreatitis aguda no tiene
características particulares, conviene recordar, en favor del origen pancreático, su instalación en el
curso de una crisis dolorosa epigástrica con vómitos y estado suboclusivo, la facies lila por
combinación de cianosis y subictericia, y la posibilidad de demostrar hematomas o áreas de
citoesteatonecrosis subcutánea.
Desde el punto de vista fisiopatológico, se trata de un shock hipovolémico con reducción
considerable del volumen sanguíneo circulante, a lo cual se puede agregar la vasodilatación
asociada con la respuesta inflamatoria sistémica y la depresión miocárdica inducida por sustancias
vasoactivas liberadas por el páncreas necrosado. La reducción del volumen depende de la
acumulación de plasma y sangre en la zona peripancreática, y su extravasación a la luz intestinal por
el ileo. Habitualmente existe hemoconcentración que se traduce por el aumento del hematocrito.
En un período tardío de la enfermedad, ciertos colapsos irreversibles son causados por
procesos sépticos que tienen su origen en el foco de necrosis pancreática.
El shock en el curso de la pancreatitis aguda es un accidente grave, cualquiera que sea el
momento de su aparición, y suele ser resistente al reemplazo de fluidos y a la administración de
drogas vasoactivas. En tales casos, la evaluación hemodinámica con catéter de arteria pulmonar es
fundamental para poder establecer la mejor conducta terapéutica destinada a optimizar la
disponibilidad de oxígeno tisular.
Pancreatitis aguda e insuficiencia respiratoria. Con frecuencia aparecen complicaciones
respiratorias en la pancreatitis aguda. Los fenómenos más frecuentes son elevación diafragmática,
derrame pleural, atelectasias laminares y, menos a menudo, neumonía bacteriana. Se admite que las
complicaciones respiratorias son la principal causa de muerte dentro de los primeros siete días en la
pancreatitis aguda.
La determinación de gases en sangre con frecuencia demuestra una hipoxemia arterial
clínicamente oculta en los pacientes con pancreatitis aguda. Esta hipoxemia precoz habitualmente se
asocia con una alcalosis respiratoria moderada. En la mayoría de los pacientes, esta hipoxemia se
resuelve con rapidez a medida que la pancreatitis mejora.
El Síndrome de distress respiratorio agudo es una complicación frecuente de la pancreatitis
aguda. El cuadro clínico se caracteriza por disnea progresiva con taquipnea y cianosis. Existe
hipoxemia acentuada y refractaria al tratamiento con oxígeno, y el examen radiográfico demuestra
un edema intersticial o alveolar progresivo.
Pancreatitis aguda e insuficiencia renal aguda. La asociación de pancreatitis aguda e
insuficiencia renal aguda (IRA) es relativamente frecuente, variando en las distintas series entre el
6 y el 30%.
Recientemente, Kes y colaboradores comprobaron, en una serie de 563 pacientes con
pancreatitis aguda, una prevalencia de insuficiencia renal aguda del 14%, pero sólo el 3,8% de los
pacientes con insuficiencia renal aguda tenían una falla renal aislada. En el 68,4% se produjo un
fallo multiorgánico precediendo al inicio de la IRA. Los pacientes con IRA eran significativamente
mayores, tenían enfermedades crónicas preexistentes, habitualmente falla multiorgánica y
complicaciones pancreáticas mayores. La mortalidad en los pacientes con IRA fue del 74,4%, en
comparación con una mortalidad del 7,4% en los pacientes con pancreatitis aguda y función renal
normal. En los pacientes que requirieron dialisis, la mortalidad ascendió al 95%.
Muchos factores de riesgo se han implicado en el desarrollo de IRA durante la pancreatitis
aguda, pero el mecanismo exacto involucrado se desconoce. Probablemente, la etiología sea
multifactorial. Dentro de los factores de riesgo más importantes se incluyen la hipovolemia con
deterioro de la perfusión renal, eventos vasculares y humorales mal conocidos, la coagulación
intravascular y las infecciones sistémicas.
Pancreatitis aguda y encefalopatía. En 1941, Rothermuch y von Hamm describieron una
encefalopatía específicamente ligada a la pancreatitis. Desprovista de signos neurológicos
específicos, solo puede ser reconocida por el contexto de aparición, que permite sospechar su
etiología. El cuadro clínico es totalmente inespecífico: estado confusional, disartria, signos focales,
trastornos del tono muscular, y evolución fluctuante.
Los mecanismos responsables de esta encefalopatía son desconocidos, pero se debe tener
presente que antes de establecer una relación causal directa es preciso eliminar la participación de
trastornos metabólicos específicos, tales como deshidratación, hiperosmolaridad, cetoacidosis, etc.;
y también el compromiso cerebral imputable a la alteración hemodinámica o a la sepsis.
Pancreatitis aguda y coagulopatías. Los niveles de plaquetas y de fibrinógeno pueden estar
alterados, y el tiempo de protrombina puede estar elevado durante las primeras horas que siguen a la
pancreatitis aguda. La CID ha sido documentada en pacientes con pancreatitis grave. Se ha sugerido
que la misma sería un factor en la patogénesis de las complicaciones locales y sistémicas de la
enfermedad. En general se constata una trombocitopenia con niveles elevados de PDF circulantes.
Tardíamente, en el curso de la enfermedad, la CID puede ser secundaria a la presencia de sepsis.
Complicaciones metabólicas. Hasta en el 50% de los pacientes con pancreatitis aguda se
constata una hiperglucemia transitoria, siendo de mal pronóstico. La progresión a una cetoacidosis
diabética o a un coma hiperosmolar ha sido descripta, pero parece ser más frecuente en pacientes
con hiperlipidemia. Los pacientes con cetoacidosis diabética pero sin pancreatitis pueden presentar
hiperamilasemia, y el dolor abdominal simular un ataque agudo de pancreatitis severa.
Una alteración metabólica comprobada en el 30 al 60% de los pacientes con pancreatitis
aguda es la hipocalcemia, definida por un nivel de calcio sérico menor de 8 mg/dL. Esta
anormalidad ocurre precozmente y constituye un indicador pronóstico de severidad de la
enfermedad. La patogénesis de este trastorno metabólico está controvertida, siendo probablemente
multifactorial. La saponificación de las sales de calcio que se produce luego de la necrosis grasa
extensa puede secuestrar calcio y explicar la hipocalcemia.
Hipertensión intraabdominal y síndrome compartimental abdominal. La falta de un
diagnóstico y tratamiento adecuado de un Síndrome compartimental abdominal (SCA) es un factor
contribuyente potencial para el desarrollo de un Síndrome de falla pluriparenquimatosa precoz en
pacientes con pancreatitis aguda severa.
De Waele y col. comprobaron en un grupo de pacientes con pancreatitis aguda grave, que
el 78% presentaban hipertensión intraabdominal (HIA). En un estudio de 297 pacientes tratados por
pancreatitis aguda severa en China (Tao H. y col.) se comprobó una incidencia total de HIA
(definida por una presión intraabdominal mayor de 15 mm Hg) del 36%. La estimación corriente de
la prevalencia de HIA en la pancreatitis aguda severa es de alrededor del 40%, con alrededor del
10% progresando a un SCA asociado con un aumento de la mortalidad hospitalaria.
En la mayoría de los casos, el desarrollo de HIA es rápido y debido a los efectos
combinados de una resucitación agresiva con fluidos y el proceso inflamatorio en el retroperitoneo
que conduce al desarrollo de edema visceral y ascitis pancreática dentro de días o incluso horas de
la admisión, aunque en algunos casos se ha descrito una forma tardía de SCA asociada con la
emergencia de necrosis pancreática y peripancreática infectada. En el estudio de Tao y col., los
pacientes que desarrollaron disfunción orgánica dentro de las 72 horas del comienzo de los síntomas
presentaron una incidencia de HIA del 78%, comparado con el 23% en pacientes con pancreatitis
grave sin disfunción orgánica precoz. Ello ha llevado a que se proponga la inclusión del monitoraje
precoz y el tratamiento del SCA en los algoritmos de manejo de pacientes con pancreatitis aguda
grave.
Existe una evidencia clínica creciente que la mayor parte de las muertes en la etapa precoz
de la enfermedad, que durante años se atribuyeron a una respuesta inflamatoria aguda excesiva que
conducía a una falla pluriparenquimatosa precoz, en realidad está asociada con un SCA no
diagnosticado y no tratado. En el estudio de de Waele, se comprobó que en los pacientes que
presentaban HIA, la incidencia de insuficiencia respiratoria alcanzaba al 94%, de fallo
cardiovascular al 94% y de fallo renal al 89%. En un estudio que comparó pacientes con y sin SCA
tratados en terapia intensiva por pancreatitis aguda grave, la mortalidad hospitalaria para los
pacientes con SCA fue del 50%, comparada con el 15% de los pacientes sin SCA. Existió una clara
correlación entre el valor máximo de PIA dentro de las primeras dos semanas y la incidencia de
mortalidad.
Complicaciones intermedias
Las complicaciones intermedias se producen como consecuencia de fenómenos locales a
nivel de la lesión pancreática y peripancreática. Se desarrollan luego de que se resuelven las
manifestaciones sistémicas. Las mismas ocurren predominantemente durante la segunda a quinta
semana luego del ataque agudo. Las complicaciones locales se desarrollan en pacientes con
pancreatitis severa y generalmente en presencia de necrosis pancreática. La detección precoz y el
adecuado tratamiento de estas complicaciones es esencial, debido a que son responsables de más del
50% de la mortalidad reportada en la pancreatitis aguda.
El término necrosis pancreática hace referencia a la presencia de tejido pancreático no
viable. Característicamente, existe una decoloración grisácea o negruzca y una consistencia pastosa
de los tejidos que pueden ser removidos por disección digital durante el acto quirúrgico. La necrosis
puede ser superficial o extenderse a través de la profundidad del parénquima. La necrosis
pancreática no tiene límites bien definidos y se puede extender difusamente a través de los recesos
del retroperitoneo. La necrosis se evidencia en la pancreatografía dinámica durante la TAC como
áreas que no refuerzan con el contraste por la existencia de compromiso microvascular.
La necrosis peripancreática implica la presencia de tejido retroperitoneal no viable fuera de
los límites de la glándula. Es difícil realizar una distinción anatómica entre la necrosis pancreática y
la necrosis peripancreática.
La necrosis pancreática es de gran trascendencia en la evolución de la pancreatitis aguda.
La mortalidad de la pancreatitis intersticial es menor del 1%, aumentando dramáticamente al 10 al
23% cuando se produce necrosis pancreática. Por otra parte, virtualmente todas las complicaciones
graves se producen en pacientes con pancreatitis necrotizante. La contaminación bacteriana
secundaria afecta al 40 al 70% de los pacientes con necrosis pancreática, constituyendo un factor de
riesgo mayor de muerte. La mayoría de los pacientes con pancreatitis aguda que presentan fallo
multiorgánico tienen pancreatitis necrotizante, y más del 80% de las muertes que se producen en
pacientes con pancreatitis afectan a aquellos con necrosis pancreática.
La necrosis infectada. En el 1 al 6% de los pacientes con pancreatitis aguda se produce
infección local, y la misma es responsable del 80% de las muertes debidas a la enfermedad. A pesar
de la mejoría en el tratamiento, la infección pancreática continúa asociándose con una mortalidad
del 10 al 70%, y una morbilidad del 60 al 90%. El riesgo de infección se correlaciona con la
severidad de la pancreatitis determinada por los criterios de Ranson u otros esquemas de
estratificación pronóstica. En sólo el 3% de los pacientes con menos de tres signos de Ranson se
produce una infección severa, el riesgo aumenta al 32% en pacientes con tres a cinco signos y al 5080% en pacientes con más de cinco signos.
La infección en la pancreatitis aguda se considera la resultante de la contaminación
secundaria de la zona de inflamación retroperitoneal. Los microorganismos infectantes se originan
en forma endógena, a partir de un sitio abdominal extrapancreático, tal como el colon o la vía biliar,
y se diseminan por migración trasmural o por transporte linfático. Se admite que la pancreatitis
aguda sería una causa promotora de traslocación bacteriana desde el intestino. Se ha comprobado
que varios mecanismos promueven la translocación bacteriana y la infección secundaria, incluyendo
la disrupción de la microflora indígena intestinal, el daño de la mucosa intestinal con el
consiguiente aumento de la permeabilidad, y el deterioro de la inmunidad del huésped. La necrosis
pancreática se considera un prerequisito para la infección bacteriana. La infección se produce en el
40% de los pacientes con necrosis demostrada quirúrgicamente, y la frecuencia de infección se
correlaciona con la extensión de la necrosis. Se observa una mayor incidencia de infección en
pacientes con necrosis extensa, necrosis peripancreática y ascitis pancreática. Si bien se acepta que
la infección es una complicación tardía de la necrosis, en el 24% de los pacientes operados en la
primera semana ya se puede detectar la infección.
Los gérmenes predominantes son la E. coli, Klebsiella pneumoniae y S. faecalis. Otros
gérmenes hallados son S. aureus, Pseudomonas, Streptococus sp., Enterobacter aerogenes y
Bacteroides fragilis. Los anaerobios se hallan en el 20-30%. En el 50-75% de los casos la infección
es polimicrobiana. La infección con Candida se ha reportado en el 10-20% de los casos. Se
especula que el aumento del empleo de antibióticos profilácticos en la pancreatitis necrotizante
podría promover cambios en el espectro bacteriano, conduciendo a la selección de bacterias Gram
positivas y hongos.
En un estudio reciente de Luiten y colaboradores, evaluando la descontaminación selectiva
en pacientes con pancreatitis aguda severa, se comprobó que la presencia de gérmenes Gram
negativos o de flora mixta en la necrosis era de mal pronóstico, no así si los gérmenes hallados eran
exclusivamente Gram positivos: estafilococo epidermidis o enterococo. Los mismos autores han
comprobado que la colonización intestinal con gérmenes Gram negativos, exceptuando la E.coli, es
un parámetro pronóstico precoz en pacientes en los cuales todavía no se ha producido la infección
pancreática, ya que se asocia con un aumento significativo del riesgo de infección local y
mortalidad. Hoerauf y colaboradores, por su parte, constataron un aumento de la incidencia de
infecciones por Candida albicans en los pacientes con pancreatitis necrótica, y una mayor
mortalidad en estos casos, en particular en los pacientes con alto escore APACHE II al ingreso.
Isenmann y colaboradores encontraron la misma asociación, pero destacan que la mayoría de los
pacientes presentan Candida en combinación con otras bacterias, y todas las muertes fueron una
secuela de la sepsis asociada, siendo difícil o imposible establecer un porcentaje de muertes
directamente atribuibles a la infección por Candida.
La semiología y el laboratorio de la infección pancreática abarcan un amplio espectro, que
incluye desde la falla pluriparenquimatosa hasta la ausencia de signos clínicos y de laboratorio
compatibles con infección. En la mayoría de las series los hallazgos más comunes en el momento
del diagnóstico son la fiebre, la leucocitosis, una masa palpable y la insuficiencia renal o
respiratoria (Tabla 3). El curso clínico de pacientes con necrosis infectada se caracteriza por una
elevada incidencia de complicaciones cardiorespiratorias, renales y sistémicas.
La tomografía axial computada es el mejor método diagnóstico en la evaluación de las
complicaciones infecciosas locales. Sin embargo, aun los hallazgos tomográficos no permiten
diferenciar la necrosis estéril de la necrosis infectada.
La presencia de gas en la región del páncreas por lo general es indicativa de infección, pero
también puede ser secundaria a una fístula entérica con el área de necrosis (Fig. 11).
Tabla 3.- Incidencia de hallazgos clínicos y de laboratorio en 18 pacientes con infección
localizada secundaria a pancreatitis (Ranson).
Hallazgo
Fiebre de > 38ºC
Distensión abdominal
Albúmina sérica < 3,5 g/dl
Bilirrubina > 1,5 mg/dl
Masa abdominal palpable
Plaquetopenia < 175.000 /mm3
Hipotensión arterial < 90 mm Hg
Necesidad de asistencia respiratoria
Falla renal o urea > 40 mg/dl
Transtornos neurológicos
Aumento de amilasa
Leucocitosis > 10.000 /mm3
Porcentaje
100
94
75
70
71
55
39
39
39
28
28
28
La presencia de infección puede ser establecida con certeza por la realización de una
punción aspirativa con aguja bajo control tomográfico. El material obtenido debe ser evaluado por
tinción directa y por cultivo. La ruta de acceso percutanea debe evitar atravesar el aparato digestivo
para prevenir los resultados falsos positivos y evitar la contaminación de un páncreas estéril. La
punción está indicada en pacientes seleccionados con un curso clínico sospechoso de infección
evidenciado por fiebre, leucocitosis y una tomografía que demuestra una necrosis pancreática,
colecciones pancreáticas o peripancreáticas o áreas sin refuerzo en la pancreatografía dinámica. En
dos estudios comparando los resultados de la punción con aguja fina con el estándar de referencia
de cultivos tisulares obtenidos luego de la intervención quirúrgica o percutanea en pacientes con
sospecha clínica de infección pancreática, los valores predictivos positivos y negativos de la
punción alcanzaron o excedieron el 90%. Es importante no desestimar el riesgo de la contaminación
de una necrosis estéril por la punción si se atraviesa un asa intestinal.
Fig. 11.- Necrosis infectada de páncreas con gas en su interior. A la izquierda se muestra la
punción diagnóstica realizada con aguda fina, destinada a la evaluación microbiológica.
Es esencial reconocer que la necrosis estéril no necesariamente permanece estéril y es
imprescindible una vigilancia continuada, incluyendo repetidas punciones aspirativas, hasta que se
certifique que el paciente está totalmente recuperado.
Las manifestaciones específicas de infección influencian el tratamiento y la sobrevida. Los
pseudoquistes infectados y los abscesos pancreáticos tratados por drenaje externo presentan una
mortalidad respectiva del 5 al 10% y del 5 al 25%. La necrosis pancreática infectada requiere un
debridamiento más extenso y drenaje y presenta una mortalidad del 30 al 50%. En 114
pacientes operados por Beyer y colaboradores, por pancreatitis necrotizante, la mortalidad fue del
38% en presencia de infección, comparada con el 9% cuando el tejido necrótico era estéril. La
cirugía en los pacientes con falla pluriparenquimatosa se asocia con una mortalidad superior al 80%,
mientras que esta cifra disminuye al 10-20% en pacientes sin falla de otros órganos o sistemas.
Las colecciones fluidas agudas son colecciones de jugo pancreático que se producen
precozmente en el curso de la enfermedad en alrededor del 40% de los pacientes. Se resuelven
espontáneamente en alrededor del 50% de los casos. Las que no se resuelven pueden evolucionar a
un pseudoquiste, o pueden asociarse con una variedad de complicaciones, las más comunes de las
cuales son dolor, infección secundaria y hemorragias.
Las colecciones fluidas carecen de cápsula fibrosa o inflamatoria y por tanto están
confinadas solamente por los espacios anatómicos entre los que se desarrollan, más habitualmente
el espacio pararenal anterior y el saco menor. Las colecciones agudas se comportan en la TAC
como áreas de baja atenuación, pobremente definidas, sin cápsula reconocible ni pared, lo que las
distingue de los pseudoquistes (Fig. 12 y 13). Las áreas heterogéneas, de baja atenuación en el
espacio peripancreático, habitualmente presentes en el comienzo de un episodio agudo de
pancreatitis, representan una combinación de necrosis grasa, fluido pancreático extravasado,
inflamación inespecífica y hemorragia.
El absceso pancreático se define como una colección pobremente encapsulada de pus
localizada habitualmente en la proximidad pero fuera del páncreas. El mismo se produce en el 3%
de los casos de pancreatitis aguda, habitualmente tres a cuatro semanas luego del inicio de la
enfermedad en pacientes que han desarrollado colecciones fluidas peripancreaticas.
Fig. 12. Pancreatitis aguda grave de origen biliar
asociada a colecistitis. Se observa un catéter de
colecistostomía, el gran cálculo enclavado en el
bacinete y una colección fluida en la cola.
Fig. 13. Pancreatitis aguda grave. Se observa ascitis
y una colección fluida retrogástrica.
La extravasación de enzimas pancreáticas activadas en el retroperitoneo crea áreas
localizadas de necrosis grasa que luego se licuan e interfieren con la reabsorcion normal del fluido
retroperitoneal. Estas colecciones sufren una infección secundaria, generalmente polimicrobiana,
con gérmenes de origen intestinal, dando origen a los abscesos.
El diagnóstico tomográfico del absceso pancreático está basado en la presencia de una
colección fluida de baja atenuación con el contraste, con una pared relativamente fina que puede
contener burbujas aéreas (Fig. 14 y 15). Tales burbujas no son patognomónicas de infección, y sólo
la punción percutanea con aguja fina con el consiguiente reconocimiento de pus permite establecer
el diagnóstico.
Fig. 14.- Absceso pancreático ulterior a pancreatitis aguda en paciente VIH positivo. A la izquierda
se observa el material obtenido por punción. Germen aislado: Staphylococcus aureus.
Fig. 15.- Absceso tabicado de páncreas ulterior a pancreatitis aguda. A la izquierda se
observa el material purulento que emerge de la zona pancreática durante el acto operatorio.
Es importante distinguir entre absceso y necrosis infectada, debido a que el riesgo de
mortalidad de la necrosis infectada es elevado en relación con el de los abscesos, y la terapéutica
específica para cada condición es diferente. Los abscesos pueden ser tratados con drenaje
percutaneo, mientras que la necrosis infectada en general requiere el debridamiento quirúrgico.
Los pseudoquistes son colecciones encapsuladas de fluido pancreático, redondeadas u
ovales. Evolucionan a partir de una colección fluida aguda en alrededor del 30-50% de los pacientes
con pancreatitis aguda. Este proceso evolutivo requiere cuatro o más semanas para desarrollarse. La
pared del quiste no es epitelizada, y está compuesta de tejido inflamatorio, granulomatoso o
fibrótico dependiendo del tiempo del examen. En la tomografía, los pseudoquistes son redondos u
ovales, y tienen una cápsula fina y simétrica, y un contenido fluido de <15 UH. Varían
considerablemente en tamaño (Fig. 16).
El fallo en la reabsorción de secreciones pancreáticas extravasadas, y el mantenimiento de
un tracto de comunicación con el sistema ductal del páncreas, explica el desarrollo de los
pseudoquistes. En la mayoría de los casos están asociados y se desarrollan en el lugar de una
necrosis pancreática.
Pueden existir bacterias dentro de un pseudoquiste, pero en general no tienen significación
clínica, puesto que representan una contaminación y no una infección clínica. Cuando aparece pus,
la lesión se debe considerar un absceso pancreático.
Alrededor de la mitad de los pseudoquistes se resuelven espontáneamente. La otra mitad se
puede estabilizar y resolver parcialmente sin producir secuelas clínicas, o pueden agrandarse o
causar complicaciones: dolor, infección secundaria, hemorragia, obstrucción ductal, o compromiso
del tracto digestivo, bajo la forma de obstrucción, fístula o hemorragia. En general los quistes de
más de 6 cm de diámetro requieren tratamiento quirúrgico más frecuentemente que los menores de
ese diámetro. Es importante distinguir entre absceso y necrosis infectada, debido a que el riesgo de
mortalidad de la necrosis infectada es elevado en relación con el de los abscesos, y la terapéutica
específica para cada condición es diferente. Los abscesos pueden ser tratados con drenaje
percutaneo, mientras que la necrosis infectada en general requiere el debridamiento quirúrgico.
Fig. 16.- Pseudoquiste de páncreas.
Las fístulas gastrointestinales y la disrupción del conducto pancreático son comunes en la
pancreatitis severa (Fig. 17). La mortalidad y la estadía en el hospital están influencias por las
severidad de la enfermedad, por la presencia de necrosis, y por la infección, pero no por la presencia
de estas complicaciones.
Aunque la patogénesis exacta de las fístulas gastrointestinales en la pancreatitis severa
puede ser multifactorial y no se ha definido totalmente, se pueden reconocer algunos factores
predisponentes. Las fístulas gastrointestinales pueden ser consecuencia de la necrosis pancreática o
de los tejidos peripancreáticos, o de una injuria iatrogénica. La necrosis y la resultante respuesta
inflamatoria puede crear una disección retroperitoneal extensa que involucra la vasculatura de la
transcavidad y del mesocolon transverso, con trombosis potencial. Esta cascada de eventos
compromete el flujo sanguíneo del segmento gastrointestinal involucrado, produciendo inicialmente
isquemia, luego necrosis focal y eventualmente una fístula. Tardíamente, la necrosis infectada
puede requerir necrosectomía, predisponiendo al tracto digestivo a injurias iatrogénicas no
solamente durante la operación sino también en la etapa postoperatoria. Las fístulas pancreáticas,
por su parte, pueden resultar de la necrosis del parénquima pancreático que compromete los
conductos pancreáticos principales o tributarios.
En la serie reciente de Ch. Frey, en 136 pacientes portadores de pancreatitis severa, se
reconocieron 25 fístulas gastrointestinales (18,5%) en 23 pacientes: 3 gástricas, 5 duodenales, 5
yeyunales y 12 colónicas. La presencia de necrosis e infección fue el factor predisponente más
importante en el desarrollo de estas fístulas. Además, 21 pacientes desarrollaron fístulas
pancreáticas durante la evolución, todos menos uno tenían necrosis y todos fueron sometidos a
necrosectomía.
Se han descripto en el curso de la pancreatitis aguda obstrucciones intestinales,
involucrando el duodeno, colédoco e intestino.
Fig. 17.- Fístula pancreático-duodenal en paciente portador de pancreatitis necrótica. La
misma se hizo evidente dos meses después del episodio agudo de pancreatitis.
Complicaciones tardías
Algunas complicaciones graves tienen tendencia a ocurrir en forma tardía, meses o incluso
años luego de uno o varios episodios de pancreatitis aguda, o cuando se ha desarrollado una
pancreatitis crónica. Su presentación insidiosa o incluso la ausencia del antecedente de una
pancreatitis bien documentada hacen dificultoso el diagnóstico o la sospecha clínica. En este caso
desempeñan un rol principal los métodos de diagnóstico por imágenes.
La hemorragia local, complicación de alta morbimortalidad, es causada por la erosión de un
vaso mayor por las enzimas pancreáticas o por la infección. Las arterias más afectadas son la
esplénica (45%) (Fig. 18), la gastroduodenal (18%), las arterias de las arcadas gastroduodenales
(18%) y ocasionalmente la arteria hepática. En general es una complicación tardía de la enfermedad.
La mayoría de las complicaciones hemorrágicas son secundarias al sangrado de un
pseudoaneurisma, que es aparentemente común en la pancreatitis. Aunque la mayoría de los
pacientes con hemorragia masiva luego de la pancreatitis tienen un pseudoaneurisma roto; la
hemorragia también puede ser producida por el sangrado venoso o capilar extenso en un área de
necrosis pancreática.
Fig. 18.- Hemorragia masiva en pacientes
con pancreatitis necrohemorrágica. En la
operación se comprobó la ruptura de la
arteria esplénica, que aparece seccionada y
ligada en la imagen.
La pronta detección y evaluación de las complicaciones hemorrágicas es de particular
importancia. En pacientes con un descenso súbito del hematocrito, la detección precoz es
imprescindible para evitar la muerte. Ante la sospecha clínica, la realización de una TAC helicoidal
con un bolo intravenoso de contraste, la evaluación angiográfica con embolización, y en caso
necesario, el tratamiento quirúrgico agresivo, pueden disminuir la elevada mortalidad asociada con
esta complicación. La embolización arterial es el tratamiento de elección cuando es posible
realizarlo, estando reservada la cirugía para la hemorragia venosa severa o la hemorragia en los
pseudoquistes.
La trombosis del sistema venoso afecta principalmente a la vena esplénica debido a su
proximidad con el cuerpo y cola del páncreas, pero se puede extender hacia el sistema portal y la
vena mesentérica superior. La trombosis de la vena esplénica se produce en el 1 al 3% de las
pancreatitis, siendo su expresión clínica silenciosa, habitualmente hasta el desarrollo de
esplenomegalia o hematemesis. A nivel del hilio se desarrolla una circulación colateral con
agrandamiento de las venas cortas y de las venas gastroepiploicas, pudiendo formarse varices
gástricas en la pared posterior del fundus gástrico.
La ascitis pancreática, definida como una disrupción permanente del conducto pancreático
principal con el establecimiento de una comunicación entre el páncreas y la cavidad peritoneal,
induciendo una ascitis masiva crónica, es rara. Probablemente sea la consecuencia de una necrosis
pancreática con la extravasación continua de fluido o a la ruptura de un pseudoquiste, que mantiene
su conexión con el sistema ductal del páncreas.
La presentación clínica de la ascitis pancreática incluye aumento del diámetro abdominal,
dolor abdominal, pérdida de peso, y ocasionalmente nauseas y vómitos. El examen tomográfico
muestra líquido intraperitoneal abundante y en ocasiones los estigmas de una pancreatitis previa,
tales como dilatación de los conductos pancreáticos, colecciones fluidas en el páncreas o en su
adyacencia y o calcificaciones. El aspirado de líquido peritoneal permite establecer el diagnóstico
cuando el contenido proteico es mayor de 3 g/dL y la amilasa se encuentra por encima de 1.000 UI.
El tratamiento es quirúrgico, debiendo recordarse que esta complicación tiene una mortalidad
operatoria de un 20% y un índice de recurrencia del 15%.
PRONÓSTICO
La pancreatitis aguda no es una enfermedad estática, caracterizándose por una evolución en
el tiempo variable, asociada a manifestaciones clínicas, morfológicas e imagenológicas específicas.
En aproximadamente las dos terceras partes de los pacientes la enfermedad sigue un curso
leve o moderado, asociándose con mínima disfunción orgánica. La mejoría clínica se puede lograr
fácilmente con un adecuado reemplazo de volemia, tratamiento del dolor y nutrición parenteral, no
observándose complicaciones mayores.
Las primeras 24-48 horas ulteriores al inicio de los síntomas definen habitualmente el
pronóstico, ya que en este período un 20 a 30% de todos los pacientes progresan hacia una forma
grave de la enfermedad. Por lo dicho, resulta obvia la importancia práctica que tiene realizar un
pronóstico en las primeras 48 horas de la enfermedad.
El sistema pronóstico ideal aún no ha sido descripto porque en la pancreatitis aguda existen
dos formas de gravedad: una inicial y otra tardía. La gravedad inicial es el resultado de la
repercusión sistémica de la enfermedad, cuya expresión más grave es la falla pluriparenquimatosa
de causa no séptica. La gravedad tardía es la consecuencia de las complicaciones locales y está en
relación con la magnitud de la necrosis local. Si bien existe relación entre ambas formas de
gravedad, ya que las pancreatitis inicialmente graves son las que con mayor frecuencia desarrollan
complicaciones alejadas, las excepciones prueban que un solo sistema pronóstico puede no ser
efectivo para ambas formas de gravedad.
Dado que la gravedad de la pancreatitis aguda es muy variable, la selección y evaluación de
un tratamiento apropiado requiere la identificación rápida de los pacientes críticamente enfermos y
con alto riesgo de complicaciones o muerte. La World Association ha establecido una serie de
hallazgos que pueden predecir un ataque severo, presentes dentro de las 48 horas de la admisión al
hospital (Tabla 4). El trabajo de varios investigadores ha hecho posible identificar indicadores
precoces de riesgo de desarrollo de enfermedad grave y estratificar a los pacientes con pancreatitis
aguda de acuerdo con la morbilidad y mortalidad probables.
Tabla 4.- Hallazgos que pueden predecir un ataque severo, dentro de las 48 horas de la
admisión.
Evaluación inicial
24 horas luego de la admisión
48 horas luego de la admisión
Impresión clínica de severidad
Indice de masa corporal >30
Derrame pleural en la radiografía de tórax
Escore APACHE II >8
Impresión clínica de severidad
Escore APACHE II >8
Escore de Glasgow 3 o más
Persistencia de falla orgánica, en especial múltiple
Proteína C reactiva >150 mg/l
Impresión clínica de severidad
Escore de Glasgow 3 o más
Proteína C reactiva >150 mg/l
Persistencia de la falla orgánica por 48 horas
Falla orgánica múltiple o progresiva
Ranson estableció un patrón pronóstico para la evaluación de la pancreatitis aguda (Tabla
5). El mismo se basa en 11 signos objetivos; cinco determinados al ingreso, y seis durante las
primeras 48 horas.
Tabla 5.- Signos pronósticos tempranos de riesgo de complicaciones mayores en pacientes
con pancreatitis aguda (Ranson).
A la internación
Edad mayor de
Leucocitosis mayor de
Glucosa mayor de
LDH mayor de
TGO mayor de
A las 48 horas
Disminución del hematocrito
Aumento de la urea
Calcemia menor de
PaO2 menor de
Ex. Base menor de
Secuestro fluido mayor de
Pancreatitis no
litiásica
Pancreatitis
litiásica
55 años
16.000/mm3
200 mg/dl
350 UI/l
240 UI/l
70 años
18.000/mm3
220 mg/dl
400 UI/l
250 UI/l
> 10 %
> 5 mg
8 mg
60 mm Hg
4 mEq/l
6.000 ml
> 2 mg
8 mg
5 mEq/l
4.000 ml
A medida que aumenta el número de factores de riesgo, existe un aumento correspondiente
en la morbilidad y la mortalidad. En un estudio de 450 pacientes, los que tenían menos de tres
signos presentaban un riesgo escaso de muerte o de desarrollar complicaciones mayores; mientras
que en pacientes con seis o más signos positivos, el riesgo de muerte o de complicaciones pasibles
de un cuidado intensivo prolongado aumentaba considerablemente. Los individuos con más de seis
signos de gravedad habitualmente tenían pancreatitis necrotizante. La correlación de la severidad de
la enfermedad o el desarrollo de necrosis en pacientes con tres a cinco signos, que es un escore
habitual, es deficiente. El patrón pronóstico, si bien no es definitivo para casos particulares, permite
identificar a los pacientes que deben ser sometidos a monitoreo o a tratamiento intensivo. Un
inconveniente importante del escore de Ranson es que el mismo sólo es aplicable durante las
primeras 48 horas de la enfermedad, y no ha sido validado para ser utilizado días o semanas más
tarde, cuando el paciente puede ser transferido desde otra institución.
Utilizando un sistema similar, Imrie y colaboradores, describieron nueve variables para
estadificar la gravedad de la pancreatitis aguda (Tabla 6). La pancreatitis fue grave y la mortalidad
elevada si durante las primeras 48 horas se presentaban tres o más factores.
Tabla 6.- Sistema de escore de Glasgow para la prediccion inicial de la severidad de la
pancreatitis aguda (Imrie y colaboradores).
Edad
Recuento de glóbulos blancos
Glucosa
Urea
PaO2
Calcio
Albúmina
Lactatodeshidrogenasa (LDH)
Aspartato alanino aminotransferasa
> 55 años
> 15.000
> 10 mmol/litro
> 50 mg/dL
< 60 mm Hg
< 2 mmol/l
< 3,2 g/dl
> 600 unidades/litro
> 100 unidades/litro
Mc Mahon y colaboradores utilizaron el lavado peritoneal diagnóstico en la admisión como
un indicador temprano de la gravedad de la pancreatitis aguda. Los criterios originales de
positividad incluían la presencia de más de 10 ml de líquido en la punción, cualquiera que fuese su
color; líquido de color oscuro, tipo jarabe de grosellas, cualquiera fuera su cantidad; y líquido rojizo
en el retorno de lavado peritoneal. En un estudio más reciente, el umbral de 10 ml fue elevado a 20
ml para evitar los falsos positivos. El lavado demostró ser eficaz en el pronóstico de la gravedad
temprana, sobre todo de las pancreatitis biliares.
El valor de estos indicadores para la predicción temprana de la gravedad ha sido
comparado prospectivamente. A las 48 horas los criterios de Ranson prevén correctamente la
enfermedad grave con un 82% de exactitud, comparado con 72% utilizando los criterios de Imrie.
Mc Mahon y colaboradores evaluaron la utilidad del sistema APACHE II para establecer la
gravedad y el pronóstico de la pancreatitis aguda. El APACHE II puede ser utilizado para evaluar la
severidad inicial de la enfermedad y las posibilidades de desarrollo de una complicación ulterior.
Un escore de 9 o más indica un ataque severo, pero ello no significa que muchos pacientes con un
escore menor no desarrollen complicaciones. Un escore APACHE II de 8 o más prácticamente
incluye todos los pacientes que desarrollarán complicaciones (sensibilidad 95%), pero sólo la mitad
de ellos desarrollará complicaciones (valor predictivo 50%). El APACHE II fue especialmente útil
para monitorizar el progreso de los pacientes con necrosis pancreática, aunque se considera esencial
la información provista por otros métodos diagnósticos, en particular la tomografía computada.
En la Reunión de Consenso sobre Pancreatitis Aguda del Club del Páncreas de la Argentina
(1998), se propuso, en función de su simplicidad, al Score de evaluación de la falla orgánica
secuencial (SOFA), para definir y cuantificar las disfunciones orgánicas en los pacientes con
pancreatitis aguda (Tabla 7).
Tabla 7. Escore de evaluación de la falla orgánica secuencial (SOFA) (Vincent J., y col.: Intensive
Care Med 22:707-1996)
Sistema orgánico
Respiración
(PaO2/FiO2 mm Hg)
Coagulación
(Plaquetas
x103/mm3)
1
2
3
4
<400
<300
<200 con ARM
<100 con ARM
<150
<100
<50
<20
Hígado (Bilirrubina,
mg/dl)
Cardiovascular
(Hipotensión)
(dosis en µ
g/Kg.min)
SNC (Glasgow)
Renal (Creatinina,
mg/dl o diuresis)
1,2-1,9
PAM < 70 mm Hg
2,0-5,9
Dopamina < 5 o
dobutamina
cualquier dosis
6,0-11,9
Dopamina > 5 o
epinefrina <0,1 o
norepinefrina <0,1
>12
Dopamina >15 o
epinefrina > 0,1 o
norepinefrina >0,1
13-14
1,2-1,9
10-12
2,0-3,4
6-9
3,5-4,9 o
< 500 ml/día
<6
> 5,0 o
< 200 ml/día
La tomografía computada ha demostrado tener valor pronóstico tanto en la etapa temprana
como tardía de la pancreatitis aguda. En la etapa temprana se considera que la inyección en bolo de
sustancia de contraste durante el estudio permite separar a las pancreatitis edematosas de las
necróticas. En las primeras se observa una intensificación homogénea de la densidad radiológica del
páncreas, y en las segundas aparece un defecto localizado o difuso. El hallazgo de un área glandular
que no se intensifica en la tomografía dinámica, asociada a lesiones peripancreáticas, es un signo de
gran valor para anticipar las complicaciones locales tardías.
El valor de la tomografía con contraste para establecer el pronóstico de la gravedad tardía
es bien conocido, y se han descripto diversas clasificaciones basadas en el grado de compromiso
pancreático y peripancreático.
Considerando la magnitud de la necrosis pancreática y la presencia de necrosis
peripancreática en la tomografía axial computada, Balthazar, Ranson y colaboradores han
desarrollado un índice de gravedad, tal se expone en la Tabla 8.
Tabla 8.- Indice de severidad tomográfica en la pancreatitis aguda.
NECROSIS PANCREÁTICA
Ausente
0
Necrosis de un tercio de la glándula
2
Necrosis de la mitad de la glándula
4
Necrosis de más de la mitad del páncreas
6
GRADO DE SEVERIDAD DE PANCREATITIS AGUDA
A: tejido pancreático y peripancreático radiológicamente normal
0
B: agrandamiento pancreático exclusivo sin cambios inflamatorios en el 1
tejido peripancreático
C: cambios inflamatorios confinados al páncreas y grasa peripancreática 2
D: una colección fluida peripancreática
3
E: dos o más colecciones fluidas peripancreáticas
4
En función de los hallazgos precedentes, los autores comprobaron que existía una relación
estrecha entre el puntaje obtenido y el grado de morbimortalidad de la enfermedad, tal como se
establece en la Tabla 9.
El índice de severidad tomográfica es un intento de mejorar el valor pronóstico de la TAC
en la pancreatitis aguda. A los pacientes con grados A-E de pancreatitis se le asignan cero a cuatro
puntos más dos puntos para necrosis de hasta 30%, cuatro puntos para necrosis de 30 a 50%, y seis
puntos para necrosis de más del 50%. En este caso, un paciente con un grado D tiene un valor de
tres puntos; si, en adición, el paciente tiene más del 50% de necrosis, se le asignan seis puntos
adicionales, presentando un índice total de nueve. Balthazar y colaboradores hallaron una
correlación estadísticamente significativa, con un aumento continuo de la incidencia de morbilidad
y mortalidad en pacientes estratificados de acuerdo al índice de severidad tomográfica (Tabla 8).
Esta correlación, sin embargo, no fue confirmada por otros autores.
Tabla 9.- Relación entre los hallazgos tomográficos y la morbimortalidad en la pancreatitis aguda.
Indice de
Puntaje
Morbilidad (%)
Mortalidad (%)
severidad
1
0a3
8
3
2
4a6
35
6
3
7 a 10
92
17
Meyer y colaboradores, utilizando una clasificación similar constataron que cuando no
existía necrosis extrapancreática en el examen tomográfico, el 90% de los pacientes presentaban un
curso clínico benigno, y sólo el 10% presentaban complicaciones, consistentes en pseudoquistes no
infectados que se resolvieron espontáneamente. Por el contrario, cuando existieron tres o más
colecciones extrapancreáticas, el 78% de los casos fue severo, con un 19% de mortalidad, y sólo el
22% siguió un curso benigno. Finalmente, en el grupo intermedio, aproximadamente la mitad de los
pacientes presentaron una pancreatitis severa con un 1,5% de mortalidad.
Kemppenen y colaboradores han comprobado que la determinación del sitio de la necrosis
es útil para establecer la predicción evolutiva. En un estudio de 161 TAC de pacientes con
pancreatitis aguda, comprobaron que el sitio anatómico de la necrosis era un mejor indicador que la
extensión de la misma para predecir el riesgo de complicaciones, siendo particularmente riesgosa la
necrosis de la cabeza del páncreas, probablemente por producir una obstrucción del conducto
pancreático y un aumento de la presión a nivel acinar.
MORTALIDAD
Basado en la experiencia clínica y experimental, se ha comprobado que tanto la presencia
como la extensión de la necrosis pancreática son responsables del curso clínico de los pacientes con
pancreatitis severa. Las complicaciones sépticas locales de las pancreatitis agudas severas son
responsables en la actualidad de la mayoría de las muertes asociadas con la enfermedad. En efecto,
se ha comprobado que en los pacientes con necrosis, la presencia de infección bacteriana dentro de
la necrosis es un hecho ominoso, siendo causal de más del 80% de las muertes en la enfermedad.
La mortalidad reportada para las pancreatitis agudas severas en la literatura oscila entre 14
y 25%. En la serie de Howard y colaboradores, de 15 años (1977-1992), la mortalidad total fue del
21%, pero disminuyó al 12% en los últimos cinco años, lo cual es coincidente con otras series
recientes. Es de destacar que la mayor mortalidad se evidenció en el grupo de pacientes con necrosis
infectada, pudiendo alcanzar en estos casos al 50%. En un estudio multicéntrico español (Fernandez
Cruz y colaboradores), los factores con mayor valor predictivo con respecto a la mortalidad fueron
la edad avanzada, la presencia de insuficiencia renal o respiratoria, y el desarrollo de shock.
Gotzinger y colaboradores evaluaron 340 pacientes con pancreatitis aguda severa que
requirieron tratamiento quirúrgico. Comprobaron que la extensión de la necrosis pancreática fue
menor del 50% en 202 pacientes y mayor del 50% en 138 pacientes. La infección, la falla orgánica
y la mortalidad fueron significativamente mayores en pacientes con >50% de necrosis en
comparación con los pacientes con menos necrosis. La extensión de la necrosis también influenció
la sobrevida. Seis factores se correlacionaron con la evolución fatal en este estudio. Los pacientes
que murieron tenían un escore APACHE II significativamente mayor a la admisión que los
sobrevivientes, eran mayores, tenían una incidencia mayor de fallo orgánico simple o múltiple,
tenían una extensión mayor de la necrosis, y sufrieron más frecuentemente de infección bacteriana
local.
TRATAMIENTO
La pancreatitis aguda constituye un espectro de enfermedad que varía entre una forma leve,
de curso autolimitado que sólo requiere una breve internación, hasta una enfermedad rápidamente
progresiva y fulminante que produce un síndrome de falla orgánica múltiple con o sin sepsis
acompañante. Sólo una minoría de pacientes con pancreatitis tienen una enfermedad
suficientemente severa como para requerir la admisión en terapia intensiva. Estos pacientes tienen
una incidencia de mortalidad que oscila entre el 30 y el 50%, y una estadía media en el hospital
mayor de un mes, lo que evidencia la severidad de la pancreatitis en este extremo del espectro.
Tratamiento médico
Los pacientes con pancreatitis aguda grave se benefician de un entorno de control más
estricto, dado el potencial a la progresión a la disfunción orgánica progresiva y/o al desarrollo de
complicaciones locales que comprometen la vida. En una Reunión de Consenso realizada en Nueva
York en abril del 2004, se fijaron una serie de recomendaciones para el tratamiento de la forma
grave de pancreatitis aguda (Nathens A. y col.). En las mismas, se recomienda la admisión a terapia
intensiva para los pacientes que reúnen los criterios convencionales de admisión (deterioro
hemodinámico, falla respiratoria, deterioro renal, progresión a la falla multiorgánica). Además, la
internación en UTI se debe considerar en pacientes que se encuentran en alto riesgo de deterioro
rápido, tales como los ancianos, los obesos, los pacientes que requieren un alto volumen de
resucitación, y los pacientes con necrosis pancreática sustancial.
Una vez ingresado el paciente a terapia intensiva, deberá ser asistido por un grupo
multidisciplinario liderado por un intensivista, con acceso rápido a expertos en endoscopia,
colangiopancreatografia endoscópica retrógrada (ERCP), cirugía, y radiología intervencionista. Este
grupo de asistencia deberá implementar una serie de medidas diagnósticas y terapéuticas. Se
analizan a continuación algunos aspectos específicos de las medidas propuestas.
Alivio del dolor.- Es una necesidad inmediata en el tratamiento de pacientes con pancreatitis
aguda. Está contraindicado el empleo de morfina, ya que produce un aumento en la presión
intracanalicular de las vías biliares y eleva las cifras de amilasa y lipasa séricas. Es útil recurrir a los
analgésicos antiespasmódicos, que a la vez que alivian el dolor, producen distensión de los
conductos biliares extrahepáticos.
Aspiración nasogástrica. Si bien no existen estudios comparativos que demuestren la
eficacia de la aspiración nasogástrica en la evolución de la pancreatitis aguda, su realización permite
aliviar la dilatación gástrica y evitar los estímulos secretorios pancreáticos del ácido clorhídrico.
Optimización hemodinámica. Recientemente, Rivers y colaboradores han demostrado que
una terapéutica precoz destinada a lograr una alta disponibilidad de oxígeno en los pacientes con
sepsis y shock séptico se asocia con una mejoría significativa en la sobrevida. El trabajo se realizó
en unidades de emergencia, en las cuales se tomó como punto de resucitación adecuada el lograr en
las primeras seis horas de asistencia del paciente una presión venosa central entre 8 y 12 mm Hg,
una presión arterial media mayor de 65 mm Hg, un volumen minuto urinario mayor de 0,5 ml/kg/h,
y como carácter diferencial con el grupo control, una saturación venosa en la vena cava superior
(SvcO2) obtenido a través de un catéter de presión venosa central mayor de 70%. Para ello, se
administraban cristaloides, y en caso de no lograr los resultados propuestos, se transfunde sangre
hasta obtener un hematocrito ≥30% y/o una infusión de dobutamina hasta un máximo de 20 µ
g/kg/min. Comparativamente con el grupo control, en el cual se buscaban los mismos objetivos
anteriores pero no la obtención de una saturación venosa de oxígeno predeterminada, los enfermos
en el grupo tratado tuvieron una mortalidad del 30,5% comparada con una del 46,5% en el grupo
asignado a tratamiento convencional. Durante el periodo de resucitación ulterior en terapia
intensiva, los escores APACHE II y los requerimientos de reemplazo de volemia fueron
significativamente menores en el grupo tratado, indicando menos disfunción orgánica severa en los
pacientes asignados a la terapéutica de recuperación rápida. Este estudio provee un fuerte soporte a
la noción que la terapéutica de la sepsis debe ser iniciada tan pronto como sea posible y debe estar
dirigida a end points claramente definidos.
En la Reunión de Consenso antes citada, se recomienda el empleo de la técnica de Rivers y
col., de resucitación volumétrica precoz, en el tratamiento de la pancreatitis aguda grave.
Cuidado respiratorio. Una insuficiencia respiratoria insidiosa, no reconocible clínicamente,
ocurre en alrededor del 40% de los pacientes. El método diagnóstico en estos casos es la
determinación seriada de gases en sangre, constatándose una hipoxemia progresiva. En la mayoría
de los pacientes, esta hipoxemia precoz mejora en la medida en que lo hace la pancreatitis, y la
única recomendación terapéutica es el aporte suplementario de oxígeno. En pacientes con
pancreatitis grave o que requieren una laparotomía precoz, el riesgo de insuficiencia respiratoria
aumenta y estos pacientes deben ser intubados y asistidos mecánicamente. En caso de utilizarse
asistencia rspiratoria mecánica, se recomienda el empleo de las estrategias de protección pulmonar
destinadas a evitar la injuria pulmonar asociada a ventilador.
Empleo de antibióticos. Los ensayos iniciales con antibioticoterapia profiláctica en la
pancreatitis aguda no demostraron beneficios. Dos estudios recientes, sin embargo, utilizando
cefuroxima e imipenem, respectivamente, demostraron una reducción de la incidencia de infección
y una tendencia a disminuir la mortalidad. Ambos estudios presentan algunos problemas
metodológicos, a pesar de lo cual, la tendencia de los últimos años ha sido el empleo de antibióticos
profilácticos en los casos de pancreatitis aguda grave, utilizando un carbapenem (imipenem o
meropenem) o la combinación ciprofloxacina-metronidazol. La terapéutica debe iniciarse tan pronto
como se realiza el diagnóstico de pancreatitis aguda necrotizante, y se debe continuar al menos por
dos a cuatro semanas.
La propuesta precedente, sin embargo, no esta exenta de problemas. En efecto, los
antibióticos pueden producir efectos colaterales significativos tales como colitis
pseudomembranosa, emergencia de infecciones por gérmenes multiresistentes o infecciones
micóticas. Sería de gran interés, por tanto, contar con marcadores precoces para identificar a los
pacientes que presentan más riesgo de desarrollar infección de la necrosis. En este sentido, Riche y
colaboradores han comprobado que la determinación precoz de los niveles séricos de procalcitonina
y de IL-6 podría ser útil para diferenciar los pacientes que van a desarrollar infección, a fin de acotar
la terapéutica antimicrobiana para este grupo en particular. En el estudio de los autores, la
combinación de un nivel de IL-6 <400 pg/l y de procalcitonina <2 ng/l parecen identificar
adecuadamente a los pacientes que no se encuentran en riesgo de infección de la necrosis.
De Waele y colaboradores, en una serie reciente, reconocieron una elevada incidencia de
infección micótica en pacientes tratados por pancreatitis aguda severa. El empleo prolongado de
antibióticos profilácticos y el retardo en la cirugía son explicaciones posibles para estos hallazgos.
La mortalidad no estuvo aumentada en presencia de infección micótica, por lo que no es claro al
momento actual si existe alguna ventaja en utilizar profilaxis antifúngica en pacientes con esta
patología.
Si bien dos meta-análisis recientes (Sharma y col., y Golub y col.) indican que los
antibióticos profilácticos probablemente tengan un efecto positivo en el curso de pacientes con
pancreatitis necrotizante, un estudio controlado (Isenmann R. and the German antibiotics in severe
acute pancreatitis study group) de ciproflaxina-metronidazol contra placebo no reconoció ningún
beneficio con el empleo de antibióticos profilácticos con respecto al riesgo de desarrollar infección
en la necrosis pancreática. Es de destacar la política del grupo de iniciar tratamiento antibiótico
precozmente en pacientes con un curso severo de pancreatitis aguda, cuando se cumplen los
siguientes criterios: desarrollo de sepsis de novo o síndrome de respuesta inflamatoria sistémica,
fallo de novo de dos o más sistemas orgánicos, infección comprobada pancreática o
extrapancreática, y un aumento en la proteína C reactiva en combinación con evidencia de infección
pancreática o extrapancreática. Esta estrategia de tratamiento antibiótico “a la demanda“ evita los
inconvenientes citados de la profilaxis universal, y además se ha demostrado efectiva en términos
de costos de tratamiento.
Un concepto reciente se relaciona con el empleo de la descontaminación selectiva intestinal.
Aceptando que el aparato digestivo es la fuente de la infección en la pancreatitis, la reducción de la
flora intestinal podría ser beneficiosa para prevenir la infección pancreática. En tal sentido, si bien
existen algunos estudios experimentales y clínicos que avalan su empleo en la pancreatitis aguda
(Luiten y col.), el empleo de la descontaminación selectiva en estas circunstancias no ha logrado
aceptación.
En función de los resultados anteriores, la Reunión de Consenso de Nueva York no
recomienda el empleo rutinario de antibacterianos o antifúngicos sistémicos profilácticos en
pacientes con pancreatitis necrotizante a la luz de las evidencias no concluyentes y de la dividida
opinión de los expertos. Grupos especiales de pacientes que se podrían beneficiar del tratamiento
profiláctico deben ser identificados por investigaciones subsecuentes. En la Reunión tampoco se
recomienda el empleo rutinario de la decontaminación selectiva del tracto digestivo para el manejo
de la pancreatitis necrotizante.
A partir del quinto día del comienzo de una pancreatitis aguda, si existen elementos en
favor de un proceso infeccioso (fiebre, escalofríos, leucocitosis) es necesario establecer si la
necrosis pancreática está o no infectada. El estado bacteriológico del páncreas debe ser determinado
por una punción guiada bajo tomografía de los tejidos pancreáticos o peripancreáticos.
En presencia de necrosis infectada, el tratamiento antibiótico solo difícilmente podrá
controlar el proceso, siendo recomendable recurrir al tratamiento quirúrgico. La justificación de esta
metodología se basa en varios factores. Los compuestos tóxicos bacterianos liberados desde el área
de necrosis en la circulación son la causa de sepsis y contribuyen a la falla pluriparenquimatosa, por
lo que la remoción del foco séptico es necesaria para prevenir y terminar este círculo vicioso. En
adición, la remoción de los restos infectados puede prevenir complicaciones tardías tales como los
abscesos pancreáticos.
La infección pancreática establecida constituye una de las infecciones más difíciles de
controlar, en parte debido a que el huésped ya ha experimentado un insulto, el de la pancreatitis
severa, y en parte debido a que la flora microbiana presente será más resistente. Para estas
infecciones, que se producen en pacientes con tratamiento antibiótico previo, existe una gran
probabilidad de que se presenten organismos resistentes. El agente exacto a utilizar dependerá de la
experiencia individual con la infección nosocomial. En este sentido es particularmente importante
contar con cultivos adecuados y estudios de sensibilidad.
La recomendación habitual de tratamiento de la necrosis infectada es la cirugía inmediata,
debido a que se asume que el manejo no operatorio en general no es efectivo. Runzi y col., sin
embargo, han presentado recientemente un informe sobre el empleo efectivo de medidas de sostén
con la adaptación antibiótica específica en función de los gérmenes aislados de la punción de la
zona de necrosis, con resultados favorables, reservando la cirugía para los casos que no responden a
esta actitud terapéutica.
Empleo de antiácidos. La hemorragia digestiva alta por úlceras agudas es una complicación
frecuente en pacientes con pancreatitis aguda grave. La incidencia de tales hemorragias puede ser
reducida manteniendo el pH gástrico por encima de 4 con antiácidos y bloqueantes H2.
Soporte nutricional. La inflamación pancreática genera una respuesta primaria de estrés que
se asocia con un aumento del gasto energético, catabolismo proteico, mala asimilación de los
nutrientes, disrupción del metabolismo de los substratos, y reducción de la ingesta de nutrientes
exógenos. Todo ello deteriora el estado nutricional y la respuesta inmune. Estos procesos pueden
ser agravados por la pérdida de la integridad de la mucosa intestinal, que genera una respuesta
secundaria, pudiendo facilitar la translocación bacteriana y convirtiéndose en el motor de la
respuesta inflamatoria sistémica y de la falla pluriparenquimatosa.
La gravedad de la enfermedad es el aspecto fundamental que determina la necesidad y el
tipo de soporte nutricional en la pancreatitis. Los pacientes con pancreatitis severa (Ranson ≥ 3,
APACHE ≥ 10, evidencia de falla orgánica múltiple, y presencia de necrosis en la TAC dinámica),
requieren un soporte nutricional agresivo y tienen pocas posibilidades de restablecer su ingreso oral
antes de los 7-10 días de enfermedad. El obtener un acceso digestivo y comenzar la nutrición enteral
dentro de las 48-72 horas del inicio de la enfermedad a los fines de mantener la integridad del
intestino es muy importante, habiéndose demostrado que la ruta de soporte nutricional afecta la
evolución clínica en este grupo de pacientes.
La falta de nutrición enteral produce la atrofia de la mucosa gastrointestinal,
sobrecrecimiento bacteriano, aumento de la permeabilidad intestinal, y traslocación de bacterias o
sus productos a la circulación. La nutrición parenteral total puede promover la traslocación
bacteriana en pacientes con pancreatitis. En modelos experimentales de pancreatitis, la nutrición
enteral, en comparación con la nutrición parenteral total, reduce la endotoxemia sistémica, la
traslocación bacteriana, y el recuento de colonias bacterianas en los ganglios linfáticos
mesentéricos, el páncreas y el pulmón. La nutrición enteral, por otra parte, podría proveer una mejor
respuesta genética al desafío infeccioso.
Existen cada vez más informes sobre el empleo de la nutrición enteral en la pancreatitis
aguda, en contra del dogma impuesto sobre la necesidad de nutrición parenteral en esta patología.
Cuando se utiliza nutrición enteral, se sugiere que la misma se administre en forma distal al
ligamento de Treitz, para evitar los efectos estimulantes de la secreción pancreática de las enzimas
que se liberan por arriba del mismo. Existen estudios comparativos de nutrición enteral versus
nutrición parenteral en la pancreatitis aguda grave, que demuestran que la nutrición enteral es bien
tolerada, no presentando efectos adversos en el curso de la enfermedad. Estudios recientes, incluso,
han sugerido que la nutrición enteral en el yeyuno en pacientes con pancreatitis aguda es útil para
moderar la respuesta inflamatoria y posiblemente séptica, en especial en los casos severos. Un
estudio experimental en animales de Kotani y colaboradores comprobó que la nutrición enteral
atenúa el sobrecrecimiento bacteriano cecal, mantiene la integridad de la mucosa intestinal y la
permeabilidad, y mantiene la respuesta inmune del huésped; pero comparada con la nutrición
parenteral, no mejora el pronóstico final.
El acceso enteral se logra más fácilmente por radioscopía o mediante técnica endoscópica,
debiendo hacerse avanzar la sonda de alimentación más allá del ligamento de Treitz. Si el paciente
es intervenido quirúrgicamente, se deberá dejar una yeyunostomía. Eatock y col. recientemente han
comprobado que la alimentación nasogástrica es tolerable y aparentemente no exacerba la
pancreatitis, informando niveles similares de proteína C reactiva y escores de dolor luego de la
introducción de nutrición nasogástrica en comparación con la nasoyeyunal.
En la Fig. 19 se indican las recomendaciones actuales sobre el manejo nutricional en la
pancreatitis aguda grave.
Se debe tener presente que el gasto energético en reposo de estos enfermos está aumentado.
Según Grant, al GMB calculado por la fórmula de Harris-Benedict se le debe añadir hasta un 3040% como suplemento calórico. Los hidratos de carbono, aunque son la fuente calórica ideal, en
esta enfermedad deben ser utilizados con control estricto. Su metabolización está alterada, tal como
ocurre en la sepsis. Se recomienda no utilizar un aporte de glucosa mayor de 5 mg/kg/min, ya que
por encima de este nivel se puede producir hiperglucemia no controlable o desviación del
metabolismo de la glucosa hacia la lipogénesis. En los pacientes críticos con pancreatitis aguda
grave, y en particular en aquellos que reciben nutrición parenteral, se deben utilizar protocolos que
involucren un estricto control de la glucemia.
EVALUAR SEVERIDAD
PANCREATITIS LEVE O MODERADA
PANCREATITIS GRAVE
Ranson < 2
APACHE II < 9
Sin falla orgánica
Sin necrosis pancreática
CUIDADO DE SOPORTE
Ranson > 3
APACHE II > 10
Falla orgánica múltiple
Necrosis pancreática
Complicaciones
Resucitación con fluidos
Analgesia
SOPORTE NUTRICIONAL
AGRESIVO
Intolerancia
NPT
NET
Aumento de la inflamación
RESOLUCIÓN DE LA PANCREATITIS
NPT: nutrición parenteral total
NET: nutrición enteral
Dieta oral
Fig. 19.- Manejo nutricional de la pancreatitis aguda.
Mucho se ha discutido el empleo de lípidos en la nutrición de pacientes con pancreatitis
aguda. Actualmente, su uso es cada vez más aceptado, sobre la base de que disminuyen la secreción
gástrica y pancreática, permiten disminuir la cantidad de glucosa, y en dosis que no superan los 2
g/kg/día, no producen efectos secundarios clínicos ni bioquímicos. Su empleo, sin embargo, es
desaconsejable en la pancreatitis dislepidémica. La administración de lípidos debe suspenderse si se
constatan valores de triglicéridos en la sangre superiores a los 1.000 mg/dl.
Para conseguir un correcto balance nitrogenado, es necesario un aporte de aminoácidos
elevado, dado el hipercatabolismo presente. Se debe recurrir a una relación calorías no
proteicas:gramos de nitrógeno muy baja (100:1). En caso de utilizarse nutrición parenteral, la
misma deberá ser enriquecida con glutamina para evitar el deterioro metabólico intestinal.
A partir de la resolución del ileo, se deberá instalar una nutrición enteral elemental, la cual
se mantendrá hasta resolver totalmente la inflamación pancreática. En este momento puede iniciarse
una dieta oral exenta de grasas, hasta la normalización total, con control ante el posible rebrote de
manifestaciones clínicas.
Lavado peritoneal. Ha sido recomendado para el tratamiento de las formas graves de
pancreatitis aguda sobre la base de estudios experimentales y clínicos. El empleo del lavado
peritoneal encuentra su justificación en las características del exudado peritoneal que complica
frecuente y precozmente las formas necrohemorrágicas de pancreatitis aguda. El beneficio del
lavado peritoneal está asociado a la eliminación de una serie de sustancias tóxicas, como histamina,
bradiquinina, prostaglandinas, enzimas proteolíticas y sustancias capaces de aumentar la
permeabilidad vascular, y que al ser reabsorbidas en la circulación pueden generar manifestaciones
sistémicas graves.
El lavado peritoneal es útil cuando existe evidencia temprana de pérdida significativa de
volumen plasmático, hipotensión, pulso mayor de 140 por minuto o deterioro clínico evidente. El
lavado debe ser instituido dentro de las 24 horas del inicio de la enfermedad.
El lavado se realiza a través de un catéter de diálisis insertado por vía percutanea. En cada
pasaje se utilizan uno o dos litros de dializado. El fluido no necesita equilibrarse como en la diálisis
peritoneal, y debe ser evacuado inmediatamente. Los dos problemas secundarios descritos con el
lavado peritoneal son la insuficiencia respiratoria secundaria a la distensión abdominal con
elevación diafragmática y las alteraciones del metabolismo de la glucosa.
La experiencia inicial de Ranson utilizando el lavado peritoneal durante dos a cuatro días
en pacientes con pancreatitis aguda grave demostró una mejoría dramática en las funciones
cardiovascular y respiratoria. Ello se asoció con una reducción en la mortalidad temprana de la
enfermedad. Sin embargo, la mortalidad hospitalaria total se redujo muy escasamente. Esto se debe
a que el lavaje no modifica la frecuencia ni la mortalidad de la infección tardía de los tejidos
pancreático y peripancreático desvitalizados. En una experiencia ulterior, sin embargo, el mismo
autor logró disminuir en forma significa la incidencia de sepsis tardía mediante el empleo del lavado
peritoneal durante un tiempo prolongado, mayor de siete días. Se desconoce el mecanismo de este
efecto beneficioso.
Tratamiento quirúrgico
El tratamiento quirúrgico es una eventualidad necesaria en muchos pacientes con
pancreatitis aguda grave (Tabla 10). Las medidas operativas que han sido propuestas pueden ser
clasificadas en varias categorías, como se indica en la Tabla 11.
Tabla 10.- Indicaciones de cirugía en la pancreatitis aguda grave.
Aceptadas
Diagnóstico diferencial
Obstrucción biliar persistente
Necrosis pancreática infectada
Controvertidas
>50% de necrosis pancreática estéril
Imposibilidad de restablecer la alimentación
Deterioro del estado clínico
Absceso pancreático
Síndrome compartimental abdominal
Falla pluriparenquimatosa
Tabla 11.- Medidas quirúrgicas en la pancreatitis aguda.
1.- Para limitar la gravedad de la inflamación pancreática:
a. Cirugía sobre la vía biliar
b. Endoscopía retrógrada con o sin esfinterotomía
2.- Para interrumpir la patogénesis de las complicaciones:
a. Resección y drenaje pancreático (necrosis infectada)
b. Lavado peritoneal
3.- Para el tratamiento de las complicaciones:
a. Drenaje de abscesos
Operaciones sobre la vía biliar. En nuestro medio, Acosta ha propuesto la cirugía precoz,
dentro de las 48 horas del inicio de la enfermedad, para el tratamiento de la obstrucción biliar
persistente en enfermos con pancreatitis aguda. Ranson y Welch, por su parte, son partidarios de la
cirugía diferida en estas condiciones, ya que, según ellos, el riesgo de la cirugía precoz es muy
elevado en pacientes con pancreatitis aguda grave.
El estudio de Kelly y Wagner, confirma la idea de que la cirugía inmediata o temprana
agrava el compromiso cardiovascular, respiratorio y renal de la pancreatitis grave, y que por lo
tanto, no debería ser indicada. Por el contrario, en los enfermos estables la cirugía no agrava la
pancreatitis a menos que se realicen procedimientos sobre el páncreas o maniobras excesivas a nivel
de la papila.
Esfinterotomía endoscópica. La colangiopancreatografía endoscópica retrógrada (ERCP)
con o sin esfinterotomía ha sido propuesta como una terapéutica adecuada y posible de ser realizada
en las primeras horas que siguen a una pancreatitis aguda. La misma puede ser realizada en forma
segura por endoscopistas entrenados en el 90% de los casos de pancreatitis biliar. Cuanto más
pronto se realice, más frecuentemente se hallarán cálculos impactados. Cuando se encuentra un
cálculo impactado y se puede efectuar una esfinterotomía con extracción del mismo, se constata una
rápida mejoría clínica. En los pacientes con un cálculo impactado, ictericia creciente y sepsis, la
descompresión de urgencia es de gran beneficio. En estos casos se debe admitir que existe una
colangitis concomitante, y el tratamiento de ésta es lo que explica los beneficios de la técnica.
Neoptolemos ha publicado un estudio randomizado de 121 pacientes con pancreatitis biliar,
en los cuales se evalúo la esfinterotomía endoscópica dentro de las 72 horas del inicio de los
síntomas, en relación con el tratamiento convencional. En pacientes con pancreatitis leve a
moderada, no se encontraron diferencias entre los dos grupos de tratamiento en relación a las
complicaciones y al tiempo de internación. En contraste, en los pacientes con pancreatitis severa
que fueron sometidos a una esfinterotomía de urgencia se constató una menor incidencia de
complicaciones (24% vs 61%), una menor estadía en el hospital (9,5 vs 17 días) y un menor número
de muertes (1 vs 5).
En un estudio similar al precedente, Fan S. y colaboradores estudiaron 195 pacientes con
pancreatitis aguda que fueron asignados al azar a uno de dos grupos. Noventa y siete pacientes
fueron sometidos a ERCP con papilotomía endoscópica dentro de las 24 horas de la admisión, y 98
pacientes recibieron tratamiento conservador y ERCP con o sin papilotomía selectiva sólo si se
producía un deterioro clínico. Comprobaron que la ERCP con o sin papilotomía resultó en una
reducción de la sepsis biliar en comparación con el tratamiento conservador. Se produjeron
complicaciones en el 18% de los pacientes sometidos a ERCP de emergencia y en el 29% de los
asignados a tratamiento conservador, con una mortalidad total del 5 y 9%, respectivamente.
Estudios recientes de Folsch y Nowak han reproducido los resultados anteriores. En adición, se ha
realizado una revisión sistemática que incluye los cuatro estudios anteriores (Sharma y col.).
Acosta y col., recientemente, compararon la eficacia de la ERCP con o sin esfinterotomía
endoscópica versus el tratamiento conservador en un grupo de pacientes con pancreatitis biliar con
obstrucción ampular persistente. Los pacientes del primer grupo eran sometidos a ERCP con o sin
esfinterotomía dentro de las 48 horas del inicio de los síntomas si la obstrucción persistía por 24
horas o más, mientras que en el grupo control la ERCP era realizada si se consideraba necesaria
después de las 48 horas. El estudio demostró que en pacientes con pancreatitis biliar y obstrucción
ampular, la limitación de la duración de la obstrucción a no más de 48 horas disminuía la
morbilidad.
Los estudios precedentes han demostrado la ventaja de la realización de la esfinterotomía
endoscópica con liberación de los cálculos, realizada entre las 24 y 72 horas de la admisión, en
relación con el tratamiento médico exclusivo, en particular en aquellos pacientes cuyos síntomas se
consideran severos desde el inicio, de acuerdo con los sistemas pronósticos descriptos. La ERCP
siempre se debe realizar bajo cobertura antibiótica.
Las recomendaciones de la Reunión de Consenso relativas al empleo del tratamiento
endoscópico de la pancreatitis biliar incluyen:
a.- En el contexto de una ictericia obstructiva, u otra evidencia de obstrucción aguda de la
vía biliar y/o del tracto pancreático y pancreatitis aguda debida a litiasis sospechada o confirmada,
se recomienda la realización de una ERCP urgente dentro de las 72 horas del comienzo de los
síntomas. Si la ERCP no puede ser realizada, se deben considerar métodos alternativos de drenaje
biliar.
b.- En ausencia de ictericia obstructiva, pero con una pancreatitis aguda grave debida a
litiasis sospechada o confirmada, se recomienda la ERCP dentro de las 72 horas del comienzo de los
síntomas.
Tratamiento definitivo de la patología biliar. La incidencia de pancreatitis aguda recurrente
en pacientes que superan un episodio de oclusión biliar por cálculo es de 32 a 63%, y es muy
recomendable la realización de una cirugía biliar definitiva una vez que el episodio de pancreatitis
aguda se ha estabilizado. En la mayoría de los pacientes esto debe realizarse durante la misma
hospitalización. La colecistectomía laparoscópica es la técnica recomendable en esta circunstancia.
En la Fig. 20 se indica un algoritmo aceptable para el tratamiento de la pancreatitis de
origen biliar. Obviamente, la ERCP y la esfinterotomía endoscópica deben ser realizadas por un
profesional con experiencia en la técnica.
Pancreatitis aguda biliar
Moderada (Ranson < 3)
Grave (Ranson > 3)
ERCP + esfinterotomía
endoscópica urgente (72 hs)
Cuidado de soporte continuo
Mejoría
Deterioro clínico o signos de sepsis
Colecistectomía laparoscópica
electiva
TAC dinámica
No
Necrosis pancreática
Si
Punción aspiración
Sin infección
Infección
Cirugía a requerimiento
Debridamiento y
colecistectomía
Fig. 20.- Propuesta de tratamiento de la pancreatitis de origen biliar.
El momento de realización de la colecistectomía depende de la situación clínica. En los
casos leves la colecistectomía se debe realizar tan pronto como el paciente se recupere, y
preferiblemente durante la misma hospitalización que llevó a la admisión, a fin de prevenir una
pancreatitis recurrente. En la pancreatitis aguda severa la colecistectomía se debe realizar
tardíamente, cuando el proceso inflamatorio se ha resuelto y el procedimiento se puede realizar
fácilmente. Si se desarrollan complicaciones locales, tales como necrosis infectada o pseudoquistes,
la colecistectomía se debe realizar cuando se trata quirúrgicamente la complicación.
Nealon y colaboradores han abordado el tema particular del momento de realización de la
colecistectomía en pacientes que sobreviven a un episodio de pancreatitis aguda moderada a severa
y que presentan colecciones fluidas peripancreáticas o pseudoquistes. En estos casos, los autores
recomiendan demorar la operación hasta la resolución de los pseudoquistes o si estos persisten por
más de seis semanas, proceder a su drenaje conjuntamente con la colecistectomía a partir de este
momento.
Tratamiento del síndrome compartimental abdominal. El tratamiento del SCA en pacientes
con pancreatitis aguda severa se basa en el reconocimiento de las causas de aumento de la PIA. Si
en un examen ecográfico se confirma la presencia de grandes cantidades de ascitis, el primer
tratamiento será el drenaje percutaneo del exudado intraperitoneal, lo que se puede asociar con una
significativa disminución de la PIA. En muchos casos, sin embargo, el edema visceral es el
principal factor que contribuye al desarrollo de SCA, y la laparotomía descompresiva con cierre
abdominal temporaria con una bolsa de Bogotá o similar constituye la manera más efectiva del
disminuir la PIA. En estos casos se recomienda realizar una incisión vertical supra e infraumbilical,
sin acceder al retroperitoneo. Si la decomprensión es realizada después de la segunda o tercera
semana desde el inicio de la enfermedad y existe evidencia de necrosis extensa en la TAC o una
infección establecida, se deberá realizar una necrosectomía en conjunto con la laparotomía
decompresiva.
Aunque la sobrevida informada de pacientes sometidos a decomprensión abdominal por un
SCA en la pancreatitis aguda severa es baja, la decomprensión precoz se asocia con una mejor
evolución que la decomprensión tardía o la falta de ella.
Debridamiento quirúrgico del páncreas o necrosectomía. Se admite que aproximadamente
el 40% de los pacientes con necrosis pancreática o peripancreática presentan una infección
secundaria del área de necrosis. En tal circunstancia, es necesario recurrir a la necrosectomía. Existe
un grupo de pacientes que necesitan una laparotomía en ausencia de infección para descomprimir un
síndrome compartimental abdominal (SCA) significativo. El SCA se manifiesta clínicamente por
aumento de la presión en la vía aérea, disminución del volumen minuto cardiaco, y oliguria o anuria
a pesar de un reemplazo de volemia adecuado.
El momento de la intervención quirúrgica en la pancreatitis aguda severa aún es tema de
discusión. La tendencia es demorar lo más posible las intervenciones sobre el páncreas, con el
objeto de permitir la delimitación de los procesos patológicos. Las intervenciones precoces, en la
primera semana de la enfermedad, sólo están indicadas en el pequeño grupo de pacientes con
formas fulminantes de pancreatitis o con contaminación bacteriana comprobada de la necrosis. Cada
vez son más los pacientes con necrosis estéril que pueden ser tratados adecuadamente con
tratamiento médico intensivo, sin la necesidad de intervención quirúrgica. El riesgo de las
operaciones precoces en pacientes con necrosis estéril es convertir la necrosis remanente luego de la
necrosectomía inicial en una necrosis infectada por contaminación bacteriana secundaria. La
mortalidad operatoria es baja en pacientes con necrosis estéril operados después de la primera
semana. Las colecciones pequeñas probablemente se resuelvan de manera espontanea, y las
colecciones grandes se operarán en función de la signología y de la evolución tomográfica.
La mayoría de los cirujanos recomiendan una laparotomía amplia. Se considera que un
drenaje adecuado consiste no sólo en la evacuación de las colecciones purulentas, sino sobre todo en
la extirpación de los tejidos necróticos peripancreáticos. Es habitual dejar gruesos tubos de drenaje
en la zona operatoria para proceder al lavaje continuo durante el posoperatorio. Una observación
importante es que el proceso necrótico es dinámico y continuo, pudiendo persistir hasta dos
semanas luego del debridamiento inicial. Una segunda exploración es la forma de tratamiento más
empleada en la necrosis persistente, aunque si existe localización precisa del foco y las condiciones
son favorables, se puede utilizar el abordaje posterior o la vía percutanea.
En casos seleccionados se recomienda dejar el abdomen abierto. Las ventajas del método
derivan de no cerrar la pared abdominal y poder realizar curaciones repetidas. Esto puede beneficiar
al paciente crítico al disminuir la presión intraabdominal, lo cual favorece las funciones respiratoria
y renal y mejora la circulación esplácnica. La principal ventaja del método es la evacuación repetida
de los tejidos necróticos neoformados que no se eliminan por los tubos de drenaje. Su mayor
inconveniente es el riesgo de fistulización intestinal y de hemorragias.
La elevada mortalidad en la necrosis pancreática infectada a pesar de la cirugía ha
conducido al desarrollo de varias técnicas mínimamente invasivas, incluyendo procedimientos
radiológicos, endoscópicos y laparoscópicos. La razón es minimizar el estrés peri y posoperatorio
en pacientes críticamente enfermos con falla multiorgánica. Adicionalmente, estas técnicas pueden
ser utilizadas para controlar inicialmente la sepsis y demorar la cirugía hasta que se logre una mejor
demarcación del tejido necrótico.
En los últimos años se ha reportado una experiencia creciente con el empleo de
procedimientos laparoscópicos para el tratamiento de la necrosis pancreática. El abordaje
laparoscópico se puede realizar por distintas vías, incluyendo la transmesocólica, transgástrica,
transgastrocólica y retroperitoneal. Antes de completar la operación, se deben colocar gruesos tubos
para realizar lavaje posoperatorio, aunque la necesidad exacta de esta medida aún es controvertida.
Recientemente se ha informado sobre la posibilidad del drenaje percutaneo de los abscesos
pancreáticos (Freeny y col). La mayor dificultad del drenaje percutaneo es la imposibilidad de
debridar los tejidos necróticos y exponer toda la extensión y las loculaciones de una cavidad
laberíntica. En tal sentido, el concepto aceptado es que si bien los abscesos son susceptibles del
drenaje percutáneo, rara vez es posible obtener resultados satisfactorios en presencia de una necrosis
infectada.
Gambiez y colaboradores han propuesto una vía de acceso retroperitoneal de las
colecciones necróticas retroperitoneales, lo cual evitaría la apertura de la cavidad abdominal. La
técnica no es excluyente, y puede combinarse secundariamente con una laparotomía si es necesario.
La indicación preferencial de este método es la presencia de colecciones heterogéneas de necrosis
con contaminación bacteriana. Castellanos y colaboradores, por su parte, han utilizado la técnica
combinada con la retroperitoneoscopía para el tratamiento y el control evolutivo de la necrosis
pancreática infectada.
En la Reunión de Consenso precitada (Nathens y col.) se establecieron recomendaciones
con respecto al tratamiento de la necrosis pancreática estéril. Varias series de casos describen el
curso de pacientes con pancreatitis aguda severa y necrosis estéril tratados sin debridamiento. A
partir de estos datos, es claro que los pacientes sin evidencias de infección pancreática pueden ser
manejados sin cirugía con baja incidencia de morbilidad y mortalidad, aun en la etapa de disfunción
orgánica. El deterioro clínico no es necesariamente una indicación para el debridamiento quirúrgico.
El riesgo significativo de injuria intestinal iatrogénica, hemorragia, y abdomen abierto, y de
infección de la necrosis pancreática estéril debe ser cuidadosamente considerado cuando se plantea
esta posibilidad. Una excepción sería el paciente con imposibilidad de retomar la alimentación
enteral, por agravamiento y dolor persistente, en cuyo caso puede ser imprescindible el
debridamiento del área de necrosis.
BIBLIOGRAFIA
Acosta J., Ledesma C.: Gallstone migration as a cause of acute pancreatitis. N Engl J Med 290:4941974
Acosta J., Katkhouda N., Debian K.: Early ductal decompression versus conservative management
for gallstone pancreatitis with ampullary obstruction. A prospective randomized clinical trial. Ann Surg
243:33-2006
Advanitakis M., Delhaye M., Maertelaere V.: Computed tomography and magnetic resonance
imaging in the assessment of acute pancreatitis. Gastroenterology 126:715-2004
Almofarreh M., Laajan M., Tikoo N.: The role of ERCP in the management of gallstone-associated
acute pancreatitis. Ann of Saudi Medic 12:334-1992
Ammori B.: Role of the gut in the course of severe acute pancreatitis. Pancreas 26:122-2003
Arnell T., Virgilio C., Chang L.: Admission factors can predict the need for ICU monitoring in
gallstone pancreatitis. American Surgeon 62:815-1996
Baker C., Toan Huynh : Acute pancreatitis: surgical management. Crit Care Clin 11:311-1995
Balthazar E., Robinson D.: Acute pancreatitis: value of CT in establishing prognosis. Radiology
174:331-1990
Balthazar E., Freeny P.: Imaging and intervention in acute pancreatitis. Radiology 193:297-1994
Balthazar E.: Staging of acute pancreatitis. Radiol Clin N Am 40:1199-2002
Balthazar E.: Complications of acute pancreatitis. Clinical and CT evaluation. Radiol Clin N Am
40:1211-2002
Balthazar E.: Acute pancreatitis: assessment of severity with clinical and CT evaluation. Radiology
223:603-2002
Barie P.: A critical review of antibiotic prophylaxis in severe acute pancreatitis. Amer J Surg
170:38S-1996
Baril N., Ralls P., Wren S.: Does an infected peripancreatic fluid collection or abscess mandate
operation? Ann Surg 231:361-2000
Baron T., Morgan D.: Acute necrotizing pancreatitis. N Engl J Med 340:1412-1999
Baxter J., Imrie C., McKay C.: Acute pancreatitis and octreotide. Lancet 338-1991
Beger H.: Results of surgical treatment of necrotizing pancreatitis. World J Surg 9:972-1985
Beger H., Rau B., Mayer J.: Natural course of acute pancreatitis. World J Surg 21:130-1997
Blomey S., Osborne H.: The early identification of patients with gallstone associated pancreatitis
using clinical and biochemical factors only. Ann Surg 198:574-1983
Bourke J., Nead G.: Drug associated primary acute pancreatitis. Lancet 1:706-1978
Bradley E. (III): A clinically based classification system for acute pancreatitis. Summary of the
International Symposium on Acute Pancreatitis. Atlanta. Arch Surg 128:586-1993
British Society of Gastroenterology: United Kingdom guidelines for the management of acute
pancreatitis. Gut 42 (Suppl 2):S1-1998
Buchler M., Gloor B., Muller Ch.: Acute necrotizing pancreatitis: treatment strategy according to
the status of infection. Ann Surg 232:619-2000
Burns G., Bank S.: Disorders of the pancreas: current issues in diagnosis and management. Mc
Graw-Hill Inc New York 1992
Carballo Alvarez F.: Somatostatina en el tratamiento de la pancreatitis aguda humana: meta análisis.
Acta Chir Cataloniae 12: 119-1991
Carr Locke D.: Role of endoscopy in gallstone pancreatitis. Amer J Surg 165:519-1993
Castellanos G., Piñero A., Serrano A.: Infected pancreatic necrosis: translumbar approach and
management with retroperitoneoscopy. Arch Surg 137:1060-2002
Chi-Leung Liu, Chung Mau Lo: Acute biliary pancreatitis: diagnosis and management. World J
Surg 21:149-1997
Club del Páncreas Argentina: Reunión de Consenso sobre Pancreatitis Aguda. Buenos Aires, 1998
Dassopoulos T., Ehrenpreis E.: Acute pancreatitis in HIV-infected patients: a review. Amer J Med
107:78-1999
Deziel D., Doolas A.: Pancreatic abscess and pancreatic necrosis: Current concepts and
controversies. Problems in General Surg 7:415-1990
De Waele J., Vogelaers D., Blot S.: Fungal infections in patients with severe acute pancreatitis and
the use of prophylactic therapy. Clin Infect Dis 37:208-2003
De Waele J., Blot S., Colardyn F.: Bloodstream infections after surgery for severe acute
pancreatitis. Pancreas 28:391-2004
De Waele J., Hoste E., Blot S.: Intra-abdominal hypertension in patients with severe acute
pancreatitis. Critical Care 9:R452 (DOI 10.1186/cc3754)-2005
Diehl A., Holleman D., Chapman J.: Gallstone size and risk of pancreatitis. Arch Intern Med
157:1674-1997
Doglietto G., Gui D., Pacelli F.: Open vs closed treatment of secondary pancreatic infection. Arch
Surg 129:689-1994
Eatock F., Chong P., Menezes N.: Nasogastric feeding is a safe and practical alternative feeding in
severe acute pancreatitis: a randomized controlled trial. Pancreatology 1:A149-2001
Escot J., Fournier D.: Diagnostic clinic et biologique des pancreatitis aigues. Rev Prat 31:243-1981
Fan S.T., Lai E., Mok F.: Early treatment of acute biliary pancreatitis by endoscopic papillotomy. N
Engl J Med 328:228-1993
Ferguson C., Bradley E.: Can markers for pancreatic necrosis be used as indicators for surgery?
Amer J of Surg 160:459-1990
Fernandez Cruz L., Navarro S., Valderrama R.: Acute necrotizing pancreatitis: a multicenter study.
Hepatogastroenterology 41:185-1994
Fernandez Cruz L., Navarro S.: Late outcome after acute pancreatitis. World J Surg 21:169-1997
Fiedler F., Jauernig G., Keim V.: Octreotide treatment in patients with necrotizing pancreatitis and
pulmonary failure. Intensive Care Med 22:909-1996
Foitzik T., Fernandez C., Ferraro M.: Pathogenesis and prevention of early pancreatic infection in
experimental acute necrotizing pancreatitis. Ann Surg 222:179-1995
Folsch U., Nitsche R., Ludtke R.: Early ERCP and papillotomy compared with conservative
treatment for acute biliary pancreatitis. N Engl J Med 336:237-1997
Forsmark C., Toskes P.: Acute pancreatitis: medical management. Crit Care Clin 11:311-1995
Freeny P., Hauptmann E., Althous S.: Percutaneous CT-guided catheter drainage of infected acute
necrotizing pancreatitis. Am J Roentgenol 170:969-1998
Frey Ch.: Management of necrotizing pancreatitis. West J Med 159:675-1993
Gambiez L., Denimal F., Porte H.: Retroperitoneal approach and endoscopic management of
peripancreatic necrosis collections. Arch Surg 133:66-1998
Golub R., Siddiqi F., Pohl D.: Role of antiotics in acute pancreatitis: a meta-analysis. J Gastrointest
Surg 2:496-1998
Gotzinger P., Sutner T., Kriwanek S.: Surgical treatment for severe acute pancreatitis: extent and
surgical control of necrosis determine outcome. World J Surg 26:474-2002
Granger J., Remick D.: Acute pancreatitis: models, markers, and mediators. Shock 24:(Suppl 1) 452005
Grendell J.: Acute pancreatitis. Curr Opinion in Gastroent 14:376-1998
Hauser H.: Acute pancreatitis: radiological evaluation. Helvetica Chir Acta 59:35-1992
Heinerman M., Mayer F.: Combined endoscopic surgical management of acute biliary pancreatitis.
Wiener Klin Wochensch 104:448-1992
Hill M., Huntington D.: Computed tomography and acute pancreatitis. Gastroent Clin of North
Amer 19:811-1990
Ho H., Frey C.: Gastrointestinal and pancreatic complications associated with severe pancreatitis.
Arch Surg 130:817-1995
Hoerauf A., Hammer S., Muller B.: Intra-abdominal Candida infection during acute necrotizing
pancreatitis has a high prevalence and is associated with increased mortality. Crit Care Med 26:2010-1998
Howard T., Wiebke E., Mogavero G.: Classification and treatment of local septic complications in
acute pancreatitis. Amer J Surg 170:44-1995
Isenmann R., Schwarz M., Rau B.: Characteristics of infection with Candida species in patients
with necrotizing pancreatitis. World J Surg 25:372-2002
Isenmann R., and the German Antibiotics in Severe Acute Pancreatitis (ASAP) Study Group:
Prophylactic antibiotic treatment in patients with predicted severe acute pancreatitis: a placebo-controlled,
double-blind trial. Gastroenterology 126:997-2004
Johnson C., Abu-Hilal M.: Persistent organ failure during the first week as a marker of fatal
outcome in acute pancreatitis. Gut 53:1340-2004
Kalfarentzos F., Kahagias J., Mead N.: Enteral nutrition is superior to parenteral nutrition in severe
acute pancreatitis: results of a randomized prospective trial. Br J Surg 85:1665-1997
Karne S., Gorelick F.: Etiopathogenesis of acute pancreatitis. Surg Clin North Amer 79:699-1999
Kelly T., Wagner D.: Gallstone pancreatitis: a prospective randomized trial of the timing of surgery.
Surgery 104:600-1988
Kelly T., Elliot D.: Proper timing of surgery for gallstone pancreatitis. Amer J Surg 159:361-1990
Kelly T., Elliot D.: The management of gallstone pancreatitis in the era of laparoscopic
cholecystectomy. Amer J Surg 172:225-1996
Kemppenen E., Sainio H., Haapianen L.: Early localization of necrosis by contrast-enhanced CT can
predict outcome in severe acute pancreatitis. Br J Surg 83:924-1996
Kes P., Vucicevic Z.: Acute renal failure complicating severe acute pancreatitis. Renal Failure
18:621-1996
Kirchner R., Lausen M.: Acute gallstone pancreatitis. Dig Surg 7:1-1990
Klar E.: Etiology and pathogenesis of acute pancreatitis. Helvetica Chir Acta 59:7-1992
Kotani J., Usami M., Nomura H.: Enteral nutrition prevents bacterial translocation but does not
improve survival during acute pancreatitis. Arch Surg 134:287-1999
Larvin M., McMahon M.: APACHE II escore for assessment and monitoring of acute pancreatitis.
Lancet 201-July 22-1989
Latifi R., McIntosh J., Dudrick S.: Nutritional management of acute and chronic pancreatitis. Surg
Clin North Amer 71:579-1991
Leach S., Gorelick F.: New perspectives on acute pancreatitis. Scand J of Gastroent 27:S1992-291992
Lee S., Nichols J.: Biliary sludge as a cause of acute pancreatitis. N Engl J Med 326:589-1992
Leppaniemi A., Kemppainen E.: Recent advances in the surgical management of necrotizing
pancreatitis Curr Opin Crit Care 11:349-2005
Leppaniemi A., Kirkpatrick A., Salazar A.: Miscellaneous conditions and ACS: severe acute
pancreatitis. En Abdominal Compartment Syndrome, edited by Rao Ivatury, Michael Cheatham, Manu
Malbrain and Michael Sugrue. Eurekah.com. 2005
Luiten E., Hop W., Lange J.: Differential prognosis of Gram negative versus Gram positive infected
and sterile pancreati necrosis: results of a randomized trial in patients with severe acute pancreatitis treated
with adjuvant selective decontamination. Clin Infect Dis 25:811-1997
Luiten E., Hop W., Endtz H.: Prognostic importance of gram-negative intestinal colonization
preceding pancreatic infection in severe acute pancreatitis. Intensive Care Med 24:438-1998
Malcynski J., Iwanow I.: Severe pancreatitis: determinants of mortality in a tertiary referral center.
Arch Surg 131:242-1996
Manes G., Rabitti P., Menchise A.: Prophylaxis with meropenem of septic complications in acute
pancreatitis. Pancreas 27:e79-2003
Maravi Poma E., Gener J., Alvarez Lerma F.: Early antibiotic treatment of septic complications in
severe acute necrotizing pancreatitis. Intensive Care Med 29:1974-2003
Marik P., Zaloga G.: Meta-analysis of parenteral nutrition versus enteral nutrition in patients with
acute pancreatitis. BMJ, doi:10.1136/bmj.38118.593900.55 (published 2 june 2004)
Marshall J.: Acute pancreatitis: a review with an emphasis on new developments. Arch Intern Med
153:1185-1993
McClave S., Spain D., Snider H.: Nutritional support in acute and chronic pancreatitis.
Gastroenterol Clin North Amer 27:421-1998
McClave S., Snider H.: The gut in nutritional management of acute pancreatitis. Clin Perspectives
in Gastroenterol 86: March/April 1999
Medich D., Lee T., Melhem M.: Pathogenesis of pancreatic sepsis. Amer J of Surg 165:46-1993
Meyer P., Clavieu P., Robert J.: Role of imaging technics in the classification of acute pancreatitis.
Dig Dis 10:330-1992
Millat B., Fingerhut A.: Predictability of clinicobiochemical scoring systems for early identification
of severe gallstone associated pancreatitis. Amer J Surg 164:32-1992
Mizuguchi T., Mukaiya M., Imaizumi H.: Successful management of severe acute pancreatitis with
multiple organ failure. Pancreas 28:211-2004
Mosimann F.: Diagnosis of acute pancreatitis. Helvetica Chir Acta 59:17-1992
Murray B., Carter R., Imrie C.: Diclofenac reduces the incidence of acute pancreatitis after
endoscopic retrograde cholangiopancreatography. Gastroenterology 124:1786-2003
Nagar A., Gorelick S.: Acute pancreatitis. Curr Opin Gastroenterol 20:439-2004
Nathens A., Curtis J., Beale R.: Management of the critically ill patient with severe acute
pancreatitis. Crit Care Med 32:2524-2004
Nealon W., Bawduniak J., Walser E.: Appropriate timing of cholecystectomy in patients who
present with moderate to severe gallstone-associated acute pancreatitis with peripancreatic fluid collections.
Ann Surg 239:741-2004
Neoptolemos J., Carr Locke D., y colaboradores: Controlled trial of urgent endoscopic retrograde
cholangiopancreatography and endoscopic sphincterotomy versus conservative treatment for acute
pancreatitis due to gallstones. Lancet 2:979-1988
Niederau C., Hippenstiel J.: Conservative management of acute pancreatitis: complications and
outcome in a community-based hospital. Pancreas 32:67-2006
Nowak A., Nowakowska E., Marek T.: Final results of the prospective, randomised, controlled
study on endoscopic sphincterotomy versus conventional management in acute biliary pancreatitis.
Gastroenterology 108:A380-1995
Olsen H.: Pancreatitis: a prospective clinical evaluation of 100 cases and review of the literature.
Amer J Digest Dis 19:1077-1974
Oria A.: Adelantos en el diagnóstico y tratamiento de la patología pancreática benigna. Rev Arg de
Cirugía N° Extraordinario 1989
Patti M., Pellegrini C.: Gallstone pancreatitis. Surg Clin of North Amer 70:1277-1990
Pederzoli P., Bassi C., Vesentini S.: A randomized multicenter trial of antibiotic prophylaxis of
septic complications in acute necrotizing pancreatitis with imipenem. Surg Gynecol Obstet 176:480-1993
Pellegrini C.: Surgery for gallstone pancreatitis. Amer J Surg 165:515-1993
Perez Mateo M., Boix V.: Analisis critico de los ensayos clínicos de pancreatitis aguda publicados
entre 1983 y 1989. Med Clin (Barc) 96:371-1991
Pisters P., Ranson J.: Nutritional support for acute pancreatitis. Surg Gyn Obst 175:275-1992
Ranson J.: Acute pancreatitis: where are we? Surg Clin North Amer 61:55-1981
Ranson J.: The role of surgery in the management of acute pancreatitis Ann Surg 211:382-1990
Ranson J., Berman R.: Long peritoneal lavage decreases pancreatic sepsis in acute pancreatitis. Ann
of Surg 211:708-1990
Ranson J.: Complications of pancreatitis. En Taylor M.: Gastrointestinal emergencies. Williams and
Wilkins. Baltimore 1992
Rau B., Uhl W., Buchler M.: Surgical treatment of infected necrosis. World J Surg 21:155-1997
Reynaert M., Dugernier T.: Clinical evaluation, evolution, and intensive care treatment of severe
acute pancreatitis. Helvetica Chir Acta 59:27-1992
Riche F., Cholley B., Laisne M.: Inflammatory cytokines, C reactive protein, and procalcitonin as
early predictors of necrosis infection in acute necrotizing pancreatitis. Surgery 133:257-2003
Rivers E., Nguyen B., Havstad S.: Early goal-directed therapy in the treatment of severe sepsis and
septic shock. N Engl J Med 345:1368-2001
Robin A., Campbell R., Palani C.: Total parenteral nutrition during acute pancreatitis: Clinical
experience with 156 patients. World J Surg 14:572-1990
Rottner D., Warshaw A.: Surgical intervention in acute pancreatitis. Crit Care Med 16:89-1988
Runzi M., Niebel W., Goebell H.: Severe acute pancreatitis: nonsurgical treatment of infected
necroses. Pancreas 30:195-2005
Sainio V., Kemppainen E., Puolakkainen P.: Early antibiotic treatment in acute necrotising
pancreatitis. Lancet 346:663-1995
Santhi Swarrop V., Chari S., Clain J. : Severe acute pancreatitis. JAMA 291:2865-2004
Shanmugam N., Isenmann R., Barkin J.: Pancreatic fungal infection. Pancreas 27:133-2003
Sharma V., Howden C.: Metaanalysis of randomized controlled trials of endoscopic retrograde
cholangiography and endoscopic sphincterotomy for the treatment of acute biliary pancreatitis. Am J
Gastroenterol 94:3211-1999
Sharma V., Howden C.: Prophylactic antibiotic administration reduces sepsis and mortality in acute
necrotizing pancreatitis: a meta-analysis. Pancreas: 22:28-2001
Simchuk E., Traverso W., Nukui Y.: Computed tomography severity index is a predictor of
outcomes for severe pancreatitis. Am J Surg 179:352-2000
Slakey D., Johnson C.: Management of severe pancreatitis in renal transplant recipients. Ann Surg
225:217-1997
Solomkin J., Umansky K.: Intraabdominal sepsis: newer interventional and antimicrobial therapies
for infected necrotizing pancreatitis. Curr Opin Crit Care 9:424-2003
Steer M.: Acute pancreatitis. En Taylor M.: Gastrointestinal emergencies. Williams and Wilkins.
Baltimore 1992
Steinberg W.: Predictors of severity of acute pancreatitis. Gastroent Clin of North Amer 19:8491990
Sternby B., Brien J.: What is the best biochemical test to diagnose acute pancreatitis? Mayo Clin
Proc 71:1138-1996
Tao H., Zhang J., Zou S.: Clinical characteristics and management of patients with early acute
severe pancreatitis. Experience from a medical center in China. World J Gastroenterol 10:919-2004
Tenner S., Banks P.: Acute pancreatitis: nonsurgical management. World J Surg 21:143-1997
Traverso L., Kozarek R.: Interventional management of peripancreatic fluid collections. Surg Clin
North Amer 79:745-1999
Turner M.: The role of US and CT in pancreatitis. Gastrointestinal Endosc 56(Suppl)S241-2002
UK Working Party on Acute Pancreatitis: UK guidelines for the management of acute pancreatitis.
Gut 54:(Suppl III):iii1, doi:10.1136-2005
Vincent J.: Organ dysfunction as an outcome measure: The SOFA Score. Sepsis 1:53-1997
Warshaw A.: Pancreatic necrosis: to debride or not to debride: that is the question. Ann Surg
232:627-2000
Weber C., Adler G.: Acute pancreatitis. Curr Opin Gstroenterol 19:447-2003
Werner J., Feuerbach S., Uhl W.: Management of acute pancreatitis: from surgery to interventional
intensive care. Gut 54:426-2005
Wilson C., Imrie C.: Current concepts in the management of pancreatitis. Drugs 41:358-1991
Wyncoll D.: The management of severe acute necrotizing pancreatitis: an evidence-based review of
the literature. Intensive Care Med 25:146-1999
Yadav D., Pitchumoni C.: Issues in hyperlipidemic pancreatitis. J Clin Gastroenterol 36:54-2003
Yousaf M., McCallion K., Diamond T.: Management of severe acute pancreatitis. Brit J Surg
90:407-2003
Z’graggen K., Aronsky D.: Acute postoperative pancreatitis after laparoscopic cholecystectomy.
Arch Surg 132:1026-1997
Descargar