Ensayos Universidad de San Carlos de Guatemala Dr. Estuardo Gálvez Rector Dr. Carlos Guillermo Alvarado Cerezo Secretario General Licda. Luz Arminda Barrios Jefa de la División de Publicidad e Información Rafael Gutiérrez Esquivel Director de Revista USAC La liviandad de la cultura urbana y la subjetividad contemporánea Carlos Orantes Tróccoli /5 Empirismo desde una sala de cine (David Hume rebobinado) Gustavo Maldonado /17 Anatomía de la violencia Aníbal Barillas /21 Aspectos estéticos en una película Francisco Nájera /33 Letras Comité Editorial Luz Arminda Barrios Gladys Tobar Roberto Ganddini Gudiel Raúl Monterroso Rafael Gutiérrez Esquivel Poemas Versión electrónica Jaime Cabrera Letona Relato Colaboradores Juan B. Juárez/José Mejía/Dina Posada/ Anabella Paiz/Miguel Ángel Barrios/ Luis Díaz/ Edelberto Torres-Rivas/ Moisés Barrios/ Javier Payeras Debate Andrea Estrada /39 Poemas Mónica Navarro /44 Relatos Sergio Palma /50 Ilustración de portada, separadores e ilustraciones interiores Manuel Morillo Diseño Rafael Gutiérrez Esquivel Hugo Rafael Diagramación Hugo Rafael Enero - Marzo / Número 27 / 2013 Correspondencia y canje Universidad de San Carlos de Guatemala Ciudad Universitaria, zona 12 Ciudad Guatemala Teléfono: (502) 24767215 Correo electrónico: [email protected] URL http://revista.usac.edu.gt/ Leonel Juracán/54 De la vergüenza del pasado a la indiferencia del presente Maria Luisa Cabrera /61 Arte Cazador de imágenes Francisco Alejandro Méndez /73 Comentarios La palabra cementerio Eduardo Villalobos /81 V er a través de una fotografía-presa en pequeños cuadros que nos van construyendo ¿deconstruyendo? la imagen de un bosque, un árbol, la carretera, ciudades lejanas, naves centrales de iglesias, malecones, paisajes, esquinas, ambientes cotidianos, intersticios urbanos, es como observar la realidad contemporánea fragmentada en su posmodernidad. Esta serie, vitralizada, convertida en pedazos, que unen al todo, ofrece un discurso que recrea lo que también la posmodernidad nos ofrece. Ocurre que estamos construidos con una identidad, consumidoramente, que nos ubica como entes híbridos, fragmentados en una serie de aspectos culturales que nos hacen percibirnos como pedazos de realidades. Podríamos decir que cada una de las partes de nosotros está unida a nuestro todo, pero nuestra imagen cultural nos hace vernos como un rompecabezas armado con piezas que se ensamblan perfectamente, pero que pertenecen a otros rompecabezas. Es decir, nuestros gustos estéticos no están enfocados solamente hacia un solo discurso, pues varían y en algún momento, podrían ser disímiles. Estas fotografías, armadas con fragmentos, que ofrecen un todo, cada una de ellas está separada de la otra y podrían carecer de unidad, si no las percibimos como un todo. Manuel Morillo forma con ellas un todo, que finalmente tenemos frente a nuestros ojos. Pero cada una toma su rumbo distinto en su propia identidad, atrapa al ojo, como queriendo protagonización estelar y logra que por un momento solamente lo veamos y desechemos el todo. Por eso, estas fotografías forman un discurso total, pero fragmentario en su individualidad. Observamos como una figura completa, pero al final, adquieren su propia identidad. Las identidades no son estáticas, ni perennes. Estas imágenes-ventanas que afortunadamente tienen la variedad de reacciones que produce el blanco y el negro son ventanas-grafiti, que fueron captadas antes de o después de, una cacería en la que la presa es el espectador. Es decir, nosotros. Recuerdan los vitrales de las catedrales renacentistas o las iglesias barrocas, en las que destacan por sus figuras. En las de Manuel Morillo observamos la raíz de la historia, pero, también los pedazos de ese rompecabezas incompleto. Nos maravillan, nos invitan a tocarlas, a sentirlas. Claro, mientras las vemos, estamos poniendo en marcha los cinco sentidos. Francisco Alejandro Méndez Ensayos La liviandad de la cultura urbana y la subjetividad contemporánea Carlos Orantes Tróccoli E El antropomorfismo, que busca lógicas de lo humano en realidades no humanas; el esquematismo que conjuga determinismos absurdos, polaridades imaginadas o secuencialidades mecánicas. Cauda negativa, son las dualidades rígidas, que al cabo omiten la relatividad y las lógicas de los procesos reales. De allí, también, el categoricismo y, me interesa indicar su empeño por ver aquellos procesos reales desde categorías puras. De la enajenación del producto del trabajo, pasamos a la mercancía y con ella a la primaria realidad virtual: el precio. Ese mercado fue vistiendo a la mercancía con publicidad y, poco a poco, la fue sustituyendo por sus apariencias. Finalmente no se venden l salto al objeto rompió con las esencialidades. Fue una especie de idealismo objetivo, pero abrió la puerta a las divagaciones subjetivas, entre la persona y su objeto. En algunos casos argumentando polaridades excluyentes y creando con eso, contradicciones pares. Se abstrajeron las realidades y se creó una metarealidad: el discurso. De allí, la teoría de la teoría y, finalmente, la suplantación de los procesos objetivos por enredijos epistemológicos. Hay que llamar la atención sobre algunos vicios en ese enjambre. Necesito mencionar cuatro: el absolutismo de las «cosas son como son», que deviene en ahistoricismo y postula otra forma de esencialismo: el dogma. 5 Carlos Orantes Tróccoli: La liviandad de la cultura urbana y la subjetividad contemporánea directos. Le generó otras necesidades, fincadas en la sensualidad, en la apariencia, en el estatus, en el hedonismo, en el individualismo y en el delirio de la movilidad social. Es el acceso al mundo semiocéntrico, al dominio de los grandes medios de cosas reales sino invenciones publicitarias o, para la exactitud, nos venden el deseo. Fue inevitable el paso de la industria y la circulación mercantil, al mundo de la especulación que dio vida a otra realidad: la realidad virtual. Y configuró al consumidor-más-allá-de-sus-satisfactores 6 Carlos Orantes Tróccoli: La liviandad de la cultura urbana y la subjetividad contemporánea 1958 (con capacidad de recepción, almacenamiento y retransmisión) y luego el Telstar 1 en 1962 (satélite privado de la ATT), que se utilizó para transmisiones televisivas, el desarrollo de la red de redes (1989) y entre eso, la animación informática. Para decirlo con certeza, destrozaron la intimidad y en gran medida hicieron de la subjetividad una urdimbre de lo ajeno. Somos un siendo privados de nuestra privacidad. Cada vez más pensamos desde lo ajeno o mejor aún, somos pensados por el otro, somos hablados por el otro, somos imaginados por el otro, y leemos, sentimos, amamos y soñamos desde lo ajeno. Reduzcamos lo dicho a la activación de la construcción de medios globalizantes: • la red de redes que permite el acceso a bibliotecas, a blogs, fuentes de documentación e información, y a imágenes estáticas y móviles. comunicación. McLuhan, el Arquímedes de los 60’, dijo: el medio es el mensaje. Y curioso, descompuso la palabra message. Dijo: mess-age, la era del revoltijo (La cultura es nuestro negocio. 1970). No estamos, pues, ante una sola realidad, sino en relación a diversas realidades que tienen su propia lógica histórica y que son procesos relativamente independientes. Entre ellas, la realidad física, la realidad social, la realidad subjetiva y la realidad virtual. Todas ellas son realidades para el humano, son conocidas como tales. Son realidades convertidas gnoseológicamente en objeto para. La realidad virtual Para lo que deseamos estudiar, revolucionaron la subjetivación la invención del transistor (1948), la comunicación satelital desarrollada a partir del Score en 7 Carlos Orantes Tróccoli: La liviandad de la cultura urbana y la subjetividad contemporánea es la mascarada de lo estándar: quieren homogeneizarnos subjetivamente y la criticidad cede lentamente ante la absorbente modernización tecnológica, imprescindible y enajenante. A la cual sólo podemos contraponerle la racionalidad utilitaria: lo mínimo y lo necesario para no caer en la cultura del upgrading. Ya no somos lo que hemos sido ni lo que seremos: ¡no somos, en tanto se dislocan los procesos constitutivos del ser! Somos, pues, virtualidad. Y en esta afirmación encaja otra conjura: se destruye la historia y se deshistoriza nuestra vida, somos circunstancia, fenómeno, somos sensualidad reactiva. Somos efímeras conductas. Somos casualidad: aquí aparece otra conspiración: la estupidez neopentecostal que vuelve al ambiente paranóico del dios omnipresente, omnisciente, del dios que sabe por qué hace las cosas, y que nada se mueve sin su voluntad. Consecuencia: hay que aceptar la realidad como es, agradecerlo y someterse. Es el tejido de las imágenes y los símbolos que nos configuran. Pasamos de una política transnacional a un proyecto transculturizador que aparece en las descaradas promociones del estilo de vida de la gente bonita, casual, cubierta de postizos, metida en el tren de la actualización de la apariencia, gente colectivizada –digo en otro trabajo (Orantes Tróccoli, Carlos): «El entramado del individualismo y colectivismo» publicado en Metaphora: Guatemala, No. 1). Pero igual, debemos advertir el riesgo de que bajo la bandera de la interculturalidad, la universalización configure un nuevo asimilacionismo. Difícil proyecto: ni la aldea global ni el aldeanismo. ¿Cómo culturalmente encarar el contraste entre el individualismo y el colectivismo? En realidad –agrego–, la globalización es un movimiento de extrañamiento, es decir, de hacernos más en lo ajeno, estar más en lo ajeno. Está dislocada la cotidianidad de la vida social y eso conmueve, afecta el equilibrio lógico del yo. La repercusión se da en la vivencia de lo diario y en la • • • La televisión por cable. El teléfono móvil multifuncional. Los medios de información y comunicación (persuasiva o sugestiva). • La transcomunicación. • Y los Ipods, Iphones y demás. Vivimos –sin metáfora alguna– un supramundo, en la instancia de los tejidos significados, en realidades no físicas sino simbólicas y en su enredo –que es un complejo e irregular intercambio–, somos consumidores consumidos. ¿Cuánto tiempo transcurrió para que nuestra convencida percepción sobre la acción militar de Estados Unidos en Irak cambiase? Nos dieron el entendimiento de la tenencia de «armas de destrucción masiva» (nuclear y químicas), del «diabólico» Hussein (vinculado a la Agencia Central de Inteligencia en la guerra contra Irán e interlocutor de ella pocos días antes de la invasión). ¿Cuánto tiempo tardaremos en conocer lo que ocurrió en la torres gemelas de Nueva York? Así, miles de ejemplos, que van desde el encantamiento de la imagen física de las señoras Angelina Jolie y Hally Berry, o de los señores Stallone y Schwartzeneger, hasta los grandes espectáculos en la «Alfombra Roja» o en «Latin American Idol». Y por allí, la seducción de los reality shows y los talk shows. En esta conjura de los dominadores del mundo, nosotros vivimos la realidad de las apariencias, el mundo de las imágenes, el mundo de lo virtual en el que cada uno de nosotros es componente de esa virtualidad. Somos lo que no somos, configurados por el mega poder del mercado. Somos configurados por otro. Por Otro concentrador de poder. Para ese gran poder, somos un cualquiera, individualizado y masificado, individuo y masa, tamizados por la capacidad de consumir. El resto –aunque numeroso– es estadística o folklore, no cosmético sino pintoresco. O mercancía para mendigar ayuda externa. Pero ¿qué nos homogeneíza? Para lo inmediato, pensamos en la moda. Pero esa 8 Carlos Orantes Tróccoli: La liviandad de la cultura urbana y la subjetividad contemporánea sujeción a la experiencia inmediata (porque el sentido me viene dado y no es expectativa) y, nos mueve particularmente, una búsqueda delirante de satisfacción (que jamás se alcanza). En tanto espectadores ese mundo nos estupidece: allí lo cool. Aquí, otra vez Freud (El malestar en la cultura) con su consideración de que las tres fuentes de infelicidad son el cuerpo –como espacio del deseo siempre insatisfecho–, el mundo exterior que nos abruma y disuelve, y nuestras relaciones con otros semejantes, que son relaciones de contraste. En este roce, el conflicto se torna motor para dejar de ser lo que soy y moverme hacia ideales imaginados. Ese vivir en la negación continua, es fértil para el cultivo y reproducción de la violencia, que no es simplemente violencia política o de un poder contra otros, sino son relaciones de avasallamiento, de imposición, de marca, de configuración ansiosa y violenta del mundo a mi manera, que es la pauta del otro imaginado. Ser víctima, es construcción del enajenante poder de la globalización. Víctima en tanto sometido, en tanto deficiente, en tanto vacío, en tanto incumplimiento, en tanto inferior a un designio superior. La víctima vive de la victimidad, se refocila en su inermidad y no sólo hace –ese hacer recíproco– al victimario, sino con él alimenta la escena subjetiva. La víctima –junto al victimario– necesita y se realiza en la impunidad, que la alimenta en tanto se somete y no se rebela. acumulación de factores desestabilizadores. Aparece una generalizada inculpación por lo que hemos sido y se acentúa la crisis de sentido. Por eso, las formaciones sociales tradicionales se desestructuran. Es la época de la destrucción de los entornos privados, inmediatos, locales, preconizada por una hegemonía que quiere domesticar al mundo. Este es el gran movimiento del colectivismo contemporáneo, con toda su red simbólica. Accedemos a un horizonte incierto. Los procesos de exclusión económica (la otra cara de la globalización), nos señalan. Avanzó demasiado la transculturización y no hemos arraigado siquiera una cultura propia. Termino mi propia cita. Es el mundo de la virtualidad, que impetuosa se desarrolla sobre todo a partir de los 90’, y es la suplantación de lo real por lo artificial, lo postizo, lo simbólico y por las imágenes. La virtualidad se torna en cultura y modos de vida dominantes, se torna en regulador de las relaciones entre los humanos y entre estos y sus entornos. El humano se vuelve virtualidad, también, poblado de los postizos del estilo y la cultura. Los postizos son la investidura de lo público y ajeno, en torno a una imagen que no soy yo, sino la estructura de lo ajeno, del me veo desde los ojos del otro, desde el deseo del otro, desde el poder del otro. En ese mundo de las imaginaciones, vivimos imaginadamente, es decir, generamos una vida virtual, con toda su complejidad, ya que es un tejido de cogniciones y percepciones, es un mundo de afectividades igualmente simuladas, de deseos desde lo inalcanzable, de inclinaciones, e incluso, conflictos en esa vida fantaseada. Es un absurdo con sentido o lo absurdo deja de serlo y es la normalidad. Quiero decir, entonces que esta virtualidad configura las pertinencias del actuar, del pensar, del esperar y del percibir. La realidad ante mí, no es como es, sino como debe ser. ¿Qué nos mueve en el mundo virtual? El hedonismo, el individualismo, el pliegue al dominio del otro, el inmediatismo en tanto El miedo y el riesgo como moduladores de la subjetividad Vivir en el miedo, asumir riesgos y amenazas, son construcciones subjetivas del poder globalizante. El miedo y la amenaza son vínculos a partir de lo ajeno y son elementales mecanismos de sometimiento al poder. El miedo y el riesgo son las condiciones subjetivas necesarias para la inclusión –por inducción o por imposición– en una disciplina social conveniente al gran poder. Estas no son casualidades. Es la 9 Carlos Orantes Tróccoli: La liviandad de la cultura urbana y la subjetividad contemporánea circunstancial, ahora porque está en oferta, ahora por el aguinaldo, ahora porque está en liquidación. La circunstancialidad, sin embargo, necesita de la zozobra. Vivimos en la zozobra. El poder necesita de ella para ejercer control social. Por eso, por la vía del mercado o a partir de semblantes de poder, ese es un vivir bajo advertencia, en situación de riesgo, con un miedo latente. Es el vivir bajo presión, con flujos sinuosos de ansiedad. El neoconductismo de Skinner lo enseñó: el sistema necesita del refuerzo operante para mantener ese clima de zozobra. Y ese refuerzo operante es la noticia o el rumor de escándalo, es el cadáver constante, es la limpieza social que no se reduce a la eliminación sino trasciende hacia la advertencia. Es la nota roja que alimenta el deleite enfermizo. Por eso, para la preservación de la dominación, en las actuales condiciones, es necesaria la violencia del poder. Y a esa violencia es necesario el delito, que la justifica y acrecienta. El discurso aterrorizante de las sectas neopentecostales, de todos esos cristianismos promulgación constante del just do it, del no fear, del shift the future. Es vivir en la cultura del riesgo. Es la cultura –como entramado– y el cultivo –como reproducción– del riesgo que implica un temor. Desde el cómprelo porque si no se acaba, hasta la conformidad y la obediencia. El capitalismo necesita de esta compulsión consumista. Para evitar la condición principal de sus crisis cíclicas, para evitar la sobreproducción. Esto no es un simplismo, sino consecuencia del aceleramiento de la producción, por el uso de nuevas tecnologías y del incremento de la incapacidad de consumir por la especulación del capital rentista. La expansión del mercado embute a la gente en el mundo de la oferta y genera incontables referentes de mercado. Sin exagerar, renueva el lenguaje. Vivimos a la carrera y nuestras expectativas –que en lo más cercano es decir nuestra agenda inmediata– están vinculadas al consumo, a lo que me hace falta, a lo que tengo comprar. El consumo, pues, nos lo organizan para lo 10 Carlos Orantes Tróccoli: La liviandad de la cultura urbana y la subjetividad contemporánea La soportable levedad del vivir (para jugar con Kundera) Aunque este sistema no logra la inclusión social, en la dinámica de la transculturación logra expandir el vasallaje. La línea en medio, en el peinado a lo mayamivais de los varones, ahora el estilo quishpinudo o los rayitos y matices castaños o rubios, en las mujeres, nos ponen en lo in. Morenas pintadas de dorado y con pelo castaño claro. Una característica de esta cultura del mercado, del emprendimiento, es que fuerza a la asunción del semblante. Hoy, el gesto homogeneíza lo heterogéneo. Esto evidencia sobradamente el reinado de la imagen y la acentuada superficialidad del vivir. Paradójicamente, el poder digestivo (antropofágico) del capitalismo dominante, nos mudó de productores y consumidores domésticos, a trabajadores en servicios. En Guatemala, predomina un capitalismo servil, que se reproduce en el terreno de los servicios. Por eso, ahora somos más dependientes. Y vivimos desde la escena del improductivo –que no crea algo y vende novedades–, cuyo valor de mercado es el de la pobreza, la resignación y el llanto –como los exorcismos carismáticos–, son una contribución premeditada al mantenimiento de este sistema. En última instancia normaliza sumisamente la pobreza, porque dios así lo quiere. La cultura de la violencia es la cultura de la penitencia. Hacernos penitentes es hacernos víctimas y culpables. El castigo –asomo de represión– se asume como justo y debido. Así es como los vejámenes y las intimidaciones son señales de tránsito, por donde ir o por donde no. Sin abundar, el discurso presidencial en EEUU ha sido obsesivamente, un discurso sobre el terror, para instituirlo como regulador político. Desde los años 70, cuando advirtieron sobre un holocausto o acontecimiento catastrófico que aglutinaría al mundo en torno a ese país (tardaron mucho en la producción del atentado a las Torres Gemelas. Y quedó su cauda: el fantasma de Ibn Laden, hasta que la farsa fue desechada). Por eso el lenguaje es un tejido cargado de violencias, activas o pasivas. Punitivas o autopunitivas. 11 Carlos Orantes Tróccoli: La liviandad de la cultura urbana y la subjetividad contemporánea estereotipos. Ese es el pensamiento simple. Acrítico. Pensamos lo pensado. Para pensar, traducimos lo ajeno. Lo cool es ahistórico. Es discurrir sin historia. El momento. Las identidades inmediatas se encubren en una ciudadanía trasnacional. Capturada por el lenguaje, que siempre es ajeno. El teléfono móvil, creó otra realidad virtual: hasta el límite del alcance de la señal, no importa dónde estés, el espacio, el lugar es la comunicación. Insisto: esa realidad es etérea. El lugar, como espacio inmediato de la identidad, es diluido por la comunicación. Lo nuevo, lo cool, nos atrae. Al tanto del I-Phone, de los teléfonos con MP3, del chateo y los nuevos ring tones. Del messenger o vía Skype. Soba que soba el touch pad. Antes beeper, ahora celular, teléfono y computadora personal inalámbricos, Internet en su móvil, IPod. IPhone. Permanentemente conectados. El mensaje al instante. Sincronía mundial. Mundo fascinante. Sin embargo, trae nuevas distorsiones civilizatorias. Entre tanta fuente de información, hoy se ha generalizado la superficialidad, la liviandad, la intrascendencia. Hoy se extiende una nueva adicción: al móvil. Hasta indagaciones tan serias, hoy se apresuran con la comunicación a distancia. Nos entrevista un desconocido reportero por medio del celular. Él ambula, yo en el carro. Habla que habla. Conversación entre anónimos. Al final, aparezco como quien no soy, diciendo cosas que no he dicho. Anonimizados (que es decir, cualquierizados: gesto, la apariencia, el estatus. Pero trabaja en el reino de la elasticidad laboral: sin leyes laborales que lo protejan y con el-otro-quehace-fila para conseguir el mismo empleo. Lentamente transitamos del homo faber al homo fictio. Del hombre cuyo valor principal fue su trabajo, al hombre cuyo aprecio es la presencia, la apariencia, las «relaciones humanas». Si aquél –el homo faber– fue expresivo, dueño de su trabajo, el homo fictio es reactivo, reacciona, se amolda. La televisión, sobre todo la televisión por cable, teje nuevas relaciones culturales. Nos envuelve una cultura exógena. Etérea. Que suplanta la inteligencia por la sensualidad. La inserción en ella no es para pensar, sino para reaccionar. No nos articula la razón sino el placer: just do it. Es una cultura del des-sujetamiento, de la objetualización: me constato y me place ser objeto de satisfacción para el otro. Entonces nos vestimos desde el placer del otro. El cuerpo es cuerpo del deseo del otro. Los varones andan con camiseta ceñida, bíceps al aire. Y las mujeres descubren sus senos con pronunciados escotes, y las caderas sirven para que el pantalón finalmente no caiga. Es el reinado del deseo, en una etapa civilizatoria que acentúa la insatisfacción y el inmediatismo. En esto, lo urbano y ladino, son dominantes y, como tales, marcan las tendencias. Porque el efecto es centrífugo: de la ciudad al campo. Del pensamiento dócil –incubado por el colonialismo– saltamos al pensamiento lineal. Plano. Chato. Algorítmico. De clishé y 12 Carlos Orantes Tróccoli: La liviandad de la cultura urbana y la subjetividad contemporánea Por eso, los reality shows, de verdad cautivan porque vivimos realidades ajenas. Nuestra historia es mejor vivida por lo que pasa con Madonna, Maradona o Britney (que son figuritas del show business). Lo guatemalteco, para el caso, es lo más trivial. Lo cool folkloriza lo propio (el folklore, lo sabemos, es una especie de gusto naif para el deslumbramiento del extraño). Y se deja seducir por lo fantasioso: que empieza La Academia y vota por Jhonny, que el lago de Atitlán, que la bandera. Se trata de marcar el asterisco y tres dígitos. Y hágalo ahora, porque puede ser uno de los diez… Desde lo cool, se vive con la elegancia de la ignorancia. No sabe dónde queda el Cerrito, pero conoce todos los vericuetos de Pradera-Los Próceres o, si tiene tiempo, Pradera-Concepción. Lugares para pasear el deseo y la implenitud. Andar como pendejo, sin saberlo. Es el mundo de la simulación, sin simular. Es, simplemente, la vida leve, la vida superficial. La vida light. La ropa de paca, la ropa barata de la importación china, la extraída de las maquilas, permite vestir una tishert con el letrerito Aeropostale o Tommy Hilfigger o Aberacrombie u otro por el estilo. En esto, insisto, nos mueve el hedonismo individualista. La apetencia. Ser uno y universal La realidad virtual es también un universo de nuevas adicciones, la más frecuente, al teléfono móvil. Y los Apps a la mano. Por su medio, las comunicaciones son baladíes. Y el zapping y el MP3. nombrados por el número de la tarjeta, del Nit o qué se yo). Ahí. Pegados al celular. Cada musiquita. El sonido del teléfono identifica la sintomática del usuario y ha trivializado al bueno de Mozart. Hoy, oír Carmen, ahuyenta porque nos recuerda el ruidito cansón de aquél teléfono. Nuevos síntomas. Hasta los aparatos más baratos tienen alarma de vibrador. Pero no: todo volumen y esa musiquita. Vea Usted. Ahí va ese don, con el teléfono prensado entre cachete y oreja. No se da cuenta del choque que iba producirme. Habla. Y la patoja, aquella otra también. La gracia de la conversación. Si usted la escucha, aprobará su encantamiento: Y qué te dijo vos… ¡ala, qué jevi! Pues yo lo mandé al chorizo… Así, la comunicación. Cada uno pendiente. Y le digo algo: no nos damos cuenta de quién va, ni del entorno. Ambulamos el otro mundo telecomunicado. Somos virtuales: no físicamente existentes sino seres virtuales. Nos regalan los gemidos de María Sharapova, si estamos hartos de la Pequeña música nocturna. O los alaridos de Shaquira. Al momento, donde quiera que estemos, hay comunicación entre uno cualquiera y otro cualquiera. Sin embargo, comemos con el celular al oído. Con la portátil que capta inalámbricamente la señal. Otro lenguaje. Tu aipod, tu pecé, echame un fonazo. El bi-bi. La casa es el teléfono. Se da Usted cuenta: estamos tan comunicados en un mundo de profunda y dramática incomunicación. 13 Carlos Orantes Tróccoli: La liviandad de la cultura urbana y la subjetividad contemporánea La despolitización de la política y la privatización del conflicto La vida virtual trivializa lo real. Lo deja fluir en imágenes y símbolos de la liviandad. Disgregadas las comunidades, somos suma de gustos de individuos. El nosotros se deshistoriza, es referencia al pasado, y cada uno marcando su diferencia, su dessemejanza. Lo político nos es ajeno. Lo reducimos a la corruptela de los administradores de lo público, los políticos, y no nos preocupa el dominio de nuestra ciudadanía. El Estado –como lo llaman– y la práctica política, están capturados por los intereses gremiales. En la medida en que lo público se ha privatizado, las posibilidades de cohesión nacional se han reducido. Cada quien en lo suyo. No interesa más. ¿Qué importa a la persona? Sus satisfactores inmediatos. Entonces, no se juegan plataformas y posiciones frente al poder No hay razón de patria. No se manifiestan posiciones de cara al poder, se han disuelto fronteras políticas. Es la imagen y el interés personal lo que mueven. La delincuencia ya no se ve como problema político, sino como problema personal o familiar. Es decir, es problema privado. Y las acciones son inmediatas: poner talanqueras, iluminar las calles. A la vez, se ha delincuentizado la política. De manera que es ajena cualquier lucha por el poder. Eso –suelen decir– es asunto de los políticos. Esa despolitización de la política es prohijada por discursos místicos, sobre los valores, lo proactivo, ahora sobre solidaridad y otras banalizaciones. Y la poblaciónobjetivo son los jóvenes: Yo a+, amo a mi Guatemala, etc. De hecho, en un clima de generalizada y normalizada impunidad, la violencia es una forma de hacer política. Es un modulador en lo social. Ante la ruptura de las formas tradicionales de lo privado y lo público, crecen la informalidad y la marginalidad. O, con más precisión, la informalidad es el espacio principal de la gestión y la marginalidad es la médula de lo público. 14 Carlos Orantes Tróccoli: La liviandad de la cultura urbana y la subjetividad contemporánea Estado, sociedad, Guatemala, se vuelven míticos, insustanciales y simples apelaciones esencialistas o románticas. Las transiciones La atmósfera es virtual. Esto no es casual. Está vinculada a la hegemonía del capital especulativo –que es profundamente virtual– y, por lo tanto, a las formas contemporáneas de reproducción del capital. Los valores no se refieren a capital fijo, sino al capital rentista. De alguna manera, no es cuánto tengo, sino cuánto puedo tener. Es también el reino de las sociedades anónimas, que convierten el capital real en capital ficticio. ¿Es ésta una realidad muy elitista? No. El acceso a internet y las negociaciones a futuro, dan lugar a especular con papel moneda. Los mediadores elevan el precio, pero son las nuevas formas de gestión del capital. Lo real es la mercancía en bruto, pero se negocian valores de papel. Pero en esta vida absurda, ¿qué transiciones han ocurrido? Está dicha la transición del capital productivo al capital especulativo, lo que dio lugar a megacapitales, grandes fusiones, a partir de negociaciones accionarias que han multiplicado los contratos en las cadenas del capital ficticio. Esto implica un tránsito de la reificación del trabajo a los criterios de rentabilidad y estatuto de consumo. Es la transfiguración del valor real en valor virtual. De lo tangible, al código. En Guatemala es el G-4 o el G-8. Los conciliábulos de los grandes capitales. Que acumulan ganancia hasta comercializando el carbono de nuestros bosques o la producción más limpia. Mucho de esto, ha estimulado a los ideólogos de los megacapitales. Hablan del fin de la historia, porque sobreponen lo casual, lo administrativo y gerencial. Los TLC’s, con toda su infamia, quisieron ser formas locales de administración de los intereses imperiales. Y cuando promovieron el tratado regional nos anunciaron que un millón de familias serían los nuevos beneficiarios por los empleos que generaría 15 Carlos Orantes Tróccoli: La liviandad de la cultura urbana y la subjetividad contemporánea malthusiano. Del «Estado de derecho» al Estado deshecho. Es la transición a los referentes esencialistas. Pero están en crisis las ciencias positivistas. Hay una tendencia hacia el pensamiento complejo y la transdisciplinariedad bajando el perfil de lo multi e interdisciplinario. Esto entra en contradicción con los principios de rentabilidad, de utilitarismo y del eficientismo. Aquí está la demanda a las nuevas funciones de las universidades. ese acuerdo, que con premura llegó al Congreso una noche antes ¡y en inglés! En este camino, las instituciones de la violencia organizada –el ejército y las policías, por la potestad del Estado–, devinieron en grupos corporativos capturados por las mafias. Es la transición de lo real a lo posible, del presente real, al sueño futurístico. Esta cultura especulativa, hace de la vida una lotería. Como tránsito a la postmodernidad, es el paso de la descripción a la divagación, de la norma a la anomia, de la regulación a la salvaje desregulación y libre juego 16 Empirismo desde una sala de cine (David Hume rebobinado) Gustavo Maldonado S I Las ideas son apenas evocaciones imperfectas de las impresiones sensibles, que pueden imitar o trasladar las impresiones de los sentidos, pero nunca alcanzar la fuerza o vivacidad de la experiencia inicial, dice Hume. Pasa entonces con las películas lo mismo que Hume sostiene en cuanto a las ideas, son el reflejo de una impresión anterior en el tiempo. Son el registro de un momento anterior a su proyección, por tanto, constituyen en su instancia más básica la interpretación de un momento pasado y una reflexión sobre el presente. egún Hume, la semejanza, la contigüidad espacio- temporal y la causalidad (causa/efecto), son los principios que determinan las asociaciones de ideas en nuestra mente. Contra ellos dirige su artillería. La conexión es una pura construcción mental; pues en el mundo, los fenómenos bailan al ritmo de un caos frenético. Los argumentos vertidos en sus «Investigaciones sobre el entendimiento humano», son un intento por desmitificar estos principios. Le interesaban dos cosas: establecer nuestras formas básicas de conocer el mundo y aportar algunos argumentos en contra de la presunta preeminencia de la razón sobre los sentidos, sostenida por el racionalismo, en cuanto a la relación cognoscitiva… II Los filmes son la interpretación de un momento pasado. Tomando en cuenta el 17 Gustavo Maldonado: Empirismo desde una sala de cine (David Hume rebobinado) principio del montaje –como trasposición de imágenes– y la labor del sujeto creador, de discriminar las imágenes y determinar el orden en que se colocan– para conformar la composición temporal de la cinta– podemos afirmar que una película es algo más que una simple representación. Como en toda creación, en el proceso de montaje de una película, existe la intención expresa de mostrar algo determinado. Son también una reflexión sobre el presente, no en el mero plano físico, como «reflejo de», si no en el sentido de que se produce un diálogo entre dos momentos que entran en contacto. Uno, el de la película, transfigurado y dirigido a través del recurso del montaje; El otro, el momento en que se observa, desde el cual cada quien percibe y digiere, según su propia sensibilidad. III Quien observa, entra en el tiempo del filme, mientras el filme invade el tiempo desde el que observamos para interpelarlo frente a nuestros ojos. IV Si hubiera alcanzado a conocer el cine, David Hume habría podido identificar en las posibilidades de este recurso, la concreción audiovisual y actualizada de uno de sus argumentos en contra del principio de causalidad. El clásico ejemplo de las bolas de billar: la Bola «A» golpea a la bola «B», la bola B se mueve. Esta presunta causalidad entre uno y otro fenómeno –el movimiento de la bola A y el movimiento posterior de la bola B–, nos da la impresión de una conexión entre ambos, pero… si los apreciamos por separado, no hay en la bola A, evidencia que nos diga que el movimiento de la otra, proviene de ella. Son objetos separados, sin conexión. Ningún fenómeno contiene en sí mismo la causa de otro. V Nuestros razonamientos acerca de este tipo de cuestiones se fundan en el principio 18 Gustavo Maldonado: Empirismo desde una sala de cine (David Hume rebobinado) en diferente tiempo y espacio, ideas inconexas, generando la apariencia lógica de esa otra unidad de significación que es la secuencia. de causa/ efecto; sin embargo, podemos realmente afirmar que existe en la bola A, algún indicio reconocible respecto de las causas que la originan y los efectos que pueda causar?...La mente no puede, por ningún medio a priori encontrar el efecto en la supuesta causa, pues el efecto es distinto de aquella. Siguiendo esa línea de argumentación se infiere que la creación imaginativa de un efecto respecto de la causa a la que lo atribuimos, es totalmente arbitraria. Solamente consultando la experiencia sensible nos es posible corroborar la supuesta conexión entre causa y efecto. Todas nuestras conclusiones descansan en el supuesto de que el mundo reaccionará en el futuro, como ha reaccionado en el pasado. VII El cine logra transmitirnos un sentido de continuidad narrativa, brindando la apariencia de unidad entre un plano y otro; el devenir del mundo, en cambio, se muestra como una trama inconexa, fragmentaria. Un caleidoscopio, un espejo roto, el mundo es el reino de lo contingente. VIII Es común que la contigüidad entre dos fenómenos en el espacio o en el tiempo, produzca en nosotros la ilusión de que están conectados. A este respecto, transcribo un párrafo, sumamente cinematográfico del pensador escocés: «Personas supersticiosas tienen apego a las reliquias de los santos, por la misma razón por la que buscan símbolos e imágenes para avivar su devoción y darles una representación más íntima e intensa a las vidas ejemplares que desean imitar…y si se consideran desde este punto de vista sus ropas y sus muebles, es porque estuvieron a su disposición y fueron usados por él. En este sentido se les debe considerar efectos imperfectos y ligados a él por una cadena de consecuencias más corta que cualquiera de aquellas por las que conocemos la realidad de su existencia». VI Cada uno de los planos que componen una película, es una unidad autónoma de significación. No existe en él, noción alguna de continuidad respecto de otros planos diferentes en tiempo y espacio. El efecto de continuidad se logra por medio de la concatenación de planos independientes con continuidad interna, que crean la impresión de unidad temporal. Narrativa, ficción, el principio mismo del montaje: crear una secuencia de fragmentos rigurosamente escogidos, que constituyan un nuevo universo. El montaje entonces, cumple en la creación cinematográfica las funciones que Hume atribuye al principio de causalidad, en relación a las conexiones de ideas en nuestra mente. Articula imágenes registradas IX La apariencia de contigüidad, lograda a través de un riguroso cuidado de la 19 Gustavo Maldonado: Empirismo desde una sala de cine (David Hume rebobinado) continuidad estética, es precisamente uno de los trucos de los que se vale el cine para ficcionar y darnos la impresión de un mundo que transcurre como en la realidad. El principio de contigüidad en el tiempo o en el espacio, sirve en el cine para brindarnos claves de interpretación, sugerirnos ideas, darnos información sobre algún suceso o alguno de los personajes, sin que resulte demasiado evidente. Es como ir sembrando pistas que produzcan en nuestra mente relaciones de ideas. El hilo narrativo, necesario para conectar la serie de sucesos que componen una trama. Si vemos un uniforme militar colgado en una cercha, pensaremos en un soldado, en la guerra. Ropa interior regada por el piso de una habitación, evoca en nosotros el preámbulo de una escena sexual. Si se nos muestra un avión, lo más probable es que pensemos a nuestro personaje surcando los cielos. X El cine, desde la capacidad que tiene de desglosar el mundo y volverlo a armar, logra incluso, hacernos sentir ese pasado –evocado en sus imágenes– como un presente desde el cual esperamos un acontecimiento que destrabe la tensión, un desenlace, ese momento siempre futuro. XI La semejanza. El cine es precisamente eso, semejanza: lo otro, lo que no está aquí, lo que no es esto. Puede que el sol no salga mañana, decía Hume, con cierta ironía, acerca de la certeza causal que se establece en nuestra mente– por medio de la semejanza– respecto de los fenómenos de la realidad. XII Entre el mundo y el cine se establece una relación dicotómica de presencia/ ausencia. El mundo es esa impresión primera sobre los sentidos, lo que está presente sin tregua. El cine es lo ausente, lo que sucede en otro lado. Aquel reflejo imperfecto de las sensaciones, pero un reflejo delirante, como trasladar de la mente a la pantalla un recuerdo. XIII Está claro que el paradigma científico desde el cual Hume aportaba estos planteamientos era uno, muy diferente del actual, sin embargo el ejercicio de cuestionamiento que realizó en relación al valor supremo de la razón como forma predominante de conocimiento, es de una vigencia extraordinaria y, en su tiempo, abrió nuevas posibilidades para lo que vino después, el pensamiento de Kant, por ejemplo. Mientras el ser humano no regrese del espacio con la prueba de la existencia de causas primeras, queda descartada cualquier ley universal o verdad absoluta. Y puede que mañana no veamos salir el sol, que se apague, que estalle, que se convierta en supernova. Sin embargo, si echamos a andar nuevamente el reproductor, aunque nos sugiera una nueva interpretación, el universo dentro de la película seguirá siendo el mismo. 20 Anatomía de la violencia (De la penitenciaria kafkiana a la anomia sistémica) Aníbal Barillas El vaciamiento de lo real-maravilloso T ese encuentro primigenio entre el conquistador sanguinario y las sociedades indígenas lo que determina la configuración de una particular forma de relacionamiento. La incursión del «hombre blanco» en el nuevo mundo a partir del siglo XVI desencadena todo un ejercicio de la violencia, que no se reduce exclusivamente a la instalación de una estructura económica de opresión, el despojo material será consustancial al despojo espiritual y a la agresión ideológica sobre los pueblos. Bajo la cruz y la pólvora se fundan los nuevos territorios conquistados, la maquinaria colonial ha dado inicio, el hombre-caballo, el hombre-fuego, el hombre de un solo dios, da paso a la génesis del horror, que con su odo acto de violencia en un tejido social tiene necesariamente una interpretación multicausal, para realizarla es preciso rastrear todos aquellos fenómenos que motivaron, modificaron y alimentaron la construcción de un tipo de comportamiento colectivo, gremial o sectorial. En ese sentido este texto intenta redescubrir los mundos que explicitan el origen y la arquitectura de ese fenómeno que afecta actualmente la vida de toda la ciudadanía y da como resultado no un mero acto aislado y sin vínculo histórico, sino una manifestación profunda de ciertas taras sistémicas. Para el caso de Guatemala la violencia tiene un origen particularmente colonial, es 21 Aníbal Barillas: Anatomía de la violencia monstruosidades, por demonios multifacéticos que deforman la realidad. Paradójicamente el conquistador se convierte a su vez en un «diablo blanco» que se da a la tarea de deformar el mundo que encuentra y homologarlo a su semejanza. Aquí se opera la «deformación originaria», no se instala únicamente un sistema patriarco-burgués La conceptualización del «sistema patriarcoburgués» define la forma compleja, que para el caso guatemalteco, funde características de sociedades propiamente agrarias y subdesarrolladas dentro del sistema capitalista global propio de países más desarrollados. Dicha mimetización caracteriza ciertas relaciones económicas y políticas actuales en función de la propiedad halo de enfermedades y atrocidades nos coloca en el primer escenario: un infierno dantesco retratado por el Bosco. La obra de este pintor neerlandés nos transporta a un mundo donde toda la realidad es irreconocible, criaturas deformes y mutaciones aberrantes se dan a la tarea de torturar a aquellos que caen en ese tejido simbólico; el mundo ha sido deformado por el castigo, por la ausencia de un Dios omnipresente que abandona a los pecadores a un sub-mundo de atrocidades, es este el retrato de una sociedad medieval dicotómica, formada bajo la vigilancia de un clero amparado por la monarquía, a un mundo normalizado por las leyes de Dios y del hombre, opone otro gobernado por 22 Aníbal Barillas: Anatomía de la violencia baile, será un ejercicio de memoria histórica a través de lo sagrado que impedirá borrar de la conciencia la agresión y permitirá mantener la complejidad cultural frente a la lógica bicéfala de occidente. Aquel ejercicio dualista, esa operación deformadora y simplificadora está presente tanto en las campañas de conquista en la mentalidad retrogada de los primeros españoles como siglos después en la mentalidad de muchos intelectuales. Esto queda de manifiesto en obras como la de Lévy-Bruhl cuando expresan todo el espíritu racionalista y racialista del siglo XX en obras como Las funciones mentales de las sociedades inferiores (1910), La mentalidad primitiva (1922) o Lo sobrenatural y la naturaleza de la mentalidad primitiva (1931). En una corriente de pensamiento aparentemente distinta y muchos años después encontramos similar comportamiento en el caso de Habermas (1981) que en reiteradas ocasiones hace uso del término «salvaje» de manera peculiar: …El progreso de la diferenciación y racionalización sociales tiene normalmente como resultante global (…) un distanciamiento cada vez mayor de los afectados por las técnicas y ordenamientos racionales, respecto de las bases racionales de esas técnicas y ordenamientos, las cuales, en conjunto les resultan más recónditas que al «salvaje» el sentido de los ritos de sus magos… (pág. 345). Tan sólo el hecho de establecer una relación comparativa entre lo superior y lo inferior, lo salvaje y lo civilizado, ya se manifiesta la dimensión colonialista del pensamiento occidental. En ese sentido todo sistema de ideas que no se asemeje en método y forma al pensamiento occidental es catalogado de inferior, de primitivo, y la inferioridad puede ser sometida a cualesquiera formas de rectificación, de normalización, lo primitivo debe civilizarse por la fuerza. Aquella deformación originaria del mundo opera como dicotomización y no es una casualidad que en los anteriores textos de la tierra (latifundio-minifundio), la concentración del capital en pocas manos (oligarquía) y el uso del poder político (Estado) para reproducir dichos intereses de clase. Barillas, Aníbal (2012). Revista «Pensar a contracorriente». Habana, Cuba. que impone la violencia y el sometimiento sobre el cuerpo como instrumento de un aparato de explotación, la violencia se sostiene sobre un andamiaje material e inmaterial que expresa las relaciones económicas y políticas de una sociedad donde el sujeto es objeto y la agresión es instrumento. Pero dicha degeneración pretende extinguir la vitalidad humana del indígena en una forma tridimensional, a través de una economía de la violencia sobre el cuerpo, una economía de la violencia sobre el espíritu -teología cristiana- y una economía de la violencia sobre el pensamiento. Esta última se realiza a través de la invisibilización de la cosmovisión indígena expresada en un primer momento en la destrucción de los códices mayas Cuatro son los Códices mayas que sobrevivieron a la barbarie intelectual de los españoles: el Códice de Dresde, el de Madrid, el de París y el de Grolier, todos ubicados fuera de Latinoamérica. Esa violencia simbólica y epistemológica se reduce a un mundo dicotómico, el universo de las dualidades occidentales entre el mal y el bien, la gracia y el pecado, la salvación y la condena, el cielo y el infierno, la normalidad y la anormalidad, el salvajismo y la civilización. De allí que la riqueza de una cosmovisión maya con grafía, simbología y ciencia propia es desterrada y deslegitimada por este nuevo poder, por esta barbarie civilizatoria y precisamente dicha sobre-simplificación garantiza el ejercicio propio de la dominación-domesticación. Huitzilopochtli es exiliado con sus fuerzas de cielo y tierra como pura abominación, pero la vitalidad de la cultura no permite ser borrada del todo, así que se hace invisible y ello quedará registrado en todo un proceso de sincretismo religioso, de asimilación de lo ajeno para conservar lo propio, de ritualización de la conquista a través del 23 Aníbal Barillas: Anatomía de la violencia substituye por lo que mejor sabe hacer, el llenado de la realidad por la lógica o peor aún, la substitución de un supuesto mito por otro, estamos frente a una remitificación científica-occidentalizante, donde el desmembramiento de los lenguajes ancestrales será substituido en un primer momento por los discursos teológicopolíticos y más tarde por las diferentes expresiones científicas desarrolladas en Europa: la ciencia como aparato de reproducción ideológica. El vaciamiento de lo real-maravilloso en los pueblos indígenas llevaba como presupuesto la imposición de una forma de desarrollo material, una forma de pensar y una forma de expresión metafísico-espiritual y para ello fue necesario un proceso de deformación del mundo. Un paisaje del Bosco, propio de una escena de tortura oscurantista plagada de demonios fue impuesto sobre una acuarela de Durero, matizada por la delicadeza de un mundo recóndito y espléndido. Con este vaciamiento del mundo evolucionarán también las formas de la violencia en el tejido histórico a partir de las luchas emancipatorias, por un lado se consolidaran viejos procedimientos de agresión y por otro se sofisticaran ciertos mecanismos de sometimiento. Pero el advenimiento de la república no desquebraja totalmente el sistema anterior, ha quedado como residuo histórico Un residuo histórico es un fenómeno sistémico del pasado que tiene la capacidad de reproducirse en un sistema del futuro. El residuo histórico es la herencia del pasado político, económico o sociocultural en cualesquiera de las formas pública o privada que un sistema y su sociedad han adquirido., no solamente un régimen de propiedad feudal, sino también un tejido de identidades dañadas, de conciencias sometidas donde la libre manifestación del yo no existe, ha sido soterrado, ha sido enviado a un mundo subterráneo, el manto de la oscuridad se cierne sobre las manifestaciones espirituales. El jinete de la violencia cabalgará desde el toda la relación con lo salvaje o lo civilizado tengan un vínculo estrecho con la presencia de lo que los autores denominan en sus particulares dimensiones como «lo racional» y lo racionalizado Cuando decimos proceso de racionalización del mundo hacemos referencia a lo que ya Weber hacía notar con la racionalización y la institucionalidad en los sistemas occidentales como rasgo particularmente de esa región en tanto existieron condiciones económico-políticas únicas. Weber (1922). Economía y Sociedad. México: Fondo de Cultura Económica. Se entiende pues que el uso del término salvaje está dado por lo irracional, lo mágico o el «no uso de la razón». Esa lectura monolítica y dualista atraviesa diversos tratados y ensayos dentro de la literatura y la ciencia social occidental a través de los siglos y tan solo pone de manifiesto una forma de justificar abierta o veladamente la exclusión o la dominación sobre lo que consideran «inferior»; recordemos la lucha de Bartolomé de las Casas por demostrar a la monarquía española el carácter «humano» de los indígenas en el nuevo mundo, en tanto estaban animalizados, anormalizados por el conquistador. La deshumanización de lo que se asume como «irracional» es un argumento para el supuesto proceso «civilizatorio», si en el caso del cristianismo ello encerraba el principio de «salvación del alma» para el caso de la ciencia moderna ello implicó la «civilización del espíritu». Siglos después la taxonomía de los naturalistas aplicada a los insectos y los animales es llevada al mundo de las ciencias sociales para esculcar las costumbres y las mentalidades de aquel «hombre primitivo»; ha nacido la antropología como ejercicio de observación, compartimentación y clasificación. Todo ello conlleva a disecar la intimidad de lo mágico y borrar todo escombro de trascendencia. Recordemos que el hombre blanco al desmitificar la vida, al teorizar el mito, al desmontar el ritual y la sociedad totémica entra en un lento proceso de vaciamiento de lo real maravilloso y lo 24 Aníbal Barillas: Anatomía de la violencia político-económico. La violencia siempre será amparada por una cúpula empresarial, el militar es apenas un verdugo que aplica la sentencia, pero el veredicto que será tatuado sobre la piel del pueblo por aquellas agujas de ese mecanismo de tortura no descansa en el despotismo de un personaje del régimen, sino en el dictado de un ser que permanece invisible pero que dirige la flagelación desde la oscuridad: el criollo. La violencia pues se aplica como una jurisprudencia de casta, el aparato jurídicolegal al servicio de una clase que impone un paradigma clasista-racialista y rescata aquel ejercicio de deformación de la realidad en una simbiosis paranoica alimentada por aquel erotismo ideológico entre el criollo y sus verdugos. Estado colonial a las repúblicas oligárquicas, lo que la independencia garantiza en 1821 es el divorcio administrativo de las castas criollas en relación a la corona española y lo que años más tarde la revolución liberal de 1871 va a consolidar es el ordenamiento territorial para una nueva clase de ricos cafetaleros, pero sobre todo, permitirá el nacimiento de la dependencia epistemológica con occidente, tal y como ocurrirá en todo el istmo, las ideologías se importaran entonces como materia prima para dinamizar la industria de las ideas. Si la revolución de 1944 es un intento por reformular esa maquinaria colonial-republicana, por sustituirla, la contrarrevolución es un retorno a la deformación, pero ya no es solamente la escena dantesca plagada de demonios, la maquinaria del Estado contrainsurgente es más cercana a la penitenciaria kafkiana, establece una panóptica foucaultiana de vigilancia permanente, el cuerpo del revolucionario, el cuerpo del que se revela o el cuerpo del que se atreve a expresar un disenso es el objeto del suplicio. Pero los centros penitenciarios que describe Foucault son arquitecturas particulares para la dominación, estructuras aisladas y especializadas que ocupan un determinado espacio dentro de un país, son instituciones de control-normalización que están fuera de la vista de una sociedad no inmersa en el castigo, que lo legitima pero se desentiende de sus métodos en tanto el vínculo es administrativo. Mientras que la maquinaria contra-revolucionaria establece un ojo orweliano y un sistema penitenciario sobre toda una nación, el país completo se ha convertido en una penitenciaria. Pero si en la visión foucaultiana el poder se diluía en la propia estructura arquitectónicaadministrativa como ejercicio efectivo del castigo a los transgresores, en el Estado de negación guatemalteco los brazos militares que aplicaban la desaparición del cuerpo y su desmembramiento son apenas fantasmas, son los títeres de una maquinaria económica y burocrática de un poder que no se diluye en una institución judicial sino en un aparato La memoria de las almas rotas El mundo de la barbarie colonial y su continuidad expresada en las repúblicas oligárquicas tan solo crean las bases de un sistema que articula sus fuerzas para administrar la violencia y ese proceso forma una cadena de residuos históricos que se cristalizan a través del oprimido, a través de la dominación de su cuerpo y su espíritu, en el que todo rastro de rebelión debe ser aplacado para convertirlo en sumisión, todo intento de desobediencia civil lleva consigo un procedimiento policial, represivo que retorna a la obediencia. Si en la colonia se funda la violencia simbólica, la república oligárquica fortalece este proceso y se articula al Estado contra-insurgente, un Estado orweliano que pronto se convierte en un enorme campo de concentración sin cercas, sin alambrados, sin fronteras definidas, la penitenciaria-país como un enorme territorio donde la maquinaria de vigilancia está decidida a detener toda insubordinación a través de un proceso de mutilación del tejido invisible. De ello emana el mundo kafkiano, donde todo el territorio se extiende como un espacio de vigilancia y castigo, como un laboratorio para perpetrar la violencia, para ejercitarse en la mancillación del cuerpo y del espíritu. 25 Aníbal Barillas: Anatomía de la violencia De dichos períodos queda como residuo histórico un estado psíquico entre el miedo y la auto-negación que da como resultado una sociedad que clandestiniza su identidad, un cuerpo social que niega su «yo» transformador en tanto la conciencia libre le ha sido arrebatada por fuerza de la dominación material, ideológica y espiritual. A partir de allí se puede construir una narrativa de la agresión permanente como conjunto de eslabones que construyen la personalidad nacional y como aquella variable histórico-pedagógica que modela el comportamiento político y la psicología social. La violencia entonces, nacida como parte de una política de Estado o por omisión de sus aparatos de justicia genera los instrumentos para desmovilizar las fuerzas creativas, culturales e intelectuales de una sociedad, en esa medida la agresión pasa a ser un desmovilizador de la praxis y la moral transformadora de un pueblo. Frente a la violencia el ejercicio libre del pensamiento se esfuma, se esconde, se aleja del campus público donde se siente vulnerable y se traslada a la seguridad de un refugio simbólico. La clandestinización de la identidad es entonces la consecuencia de un «Estado de negación», pero a la vez que expresa una retracción simbólica también representa una estrategia de sobrevivencia cultural, de tal manera que la opresión física-psicológica genera un proceso de segmentación del ser total. La autoestima dañada genera un proceso defensivo en la psicoogía social, el mundo interno del sujeto no encaja con el mundo externo, la relación entre cada uno es a-sintónica y ese divorcio entre lo público y privado es el reflejo de la ruptura comunicativa entre el sistema y su unidad mínima (el individuo) donde todo consenso es una ilusión. El cuerpo social está fraccionado en su psique, su espiritualidad profunda ha sido amputada por aquella maquinaria de vigilancia-tortura y se refleja en las contradicciones propias de la 26 Aníbal Barillas: Anatomía de la violencia d e los conciencia y la identidad, que se mezclan, chocan, se alejan. La conciencia es ese ser interno, la conciencia está allí como un refugio de expectativas, de esperanzas, de percepciones de realidad y de futuro, la identidad solo es el médium con que la conciencia se expande y se expresa hacia el exterior, la identidad es el vehículo que transporta y transmite los caracteres de la conciencia. La dimensión política de las secuelas de la agresión explica que somos conscientes de la verdad pero dicha consciencia no implica que podamos expresarla abiertamente en tanto el acto de reconocimiento de un tipo de realidad o expectativa pone en peligro nuestra integridad o vulnera nuestra dignidad. Sobrevivir a la agresión del sistema entonces implica generar formas de vida alternas aunque estas no ocurran en el mundo material sino se desplacen al mundo simbólico. El sujeto va a reprimir de tal forma sus impulsos racionales, emotivos y experienciales como producto de la agresión externa, que recurre a la creación de submundos cotidianos, políticos y socioculturales donde pueda desdoblar sus verdaderos deseos, sueños y tragedias sin ser alcanzado por esa panóptica focoultiana, ese ojo que todo lo ve, esa mirada policiva que todo lo sabe y transforma la información obtenida en acto punitivo. Pero el mundo alterno que el individuo construye no es mera recreación utópica, sino vivencia de lo deseable en el presente. El mundo alterno representa a veces esa sutura en el cuerpo del alma social que permite salvar los valores que no son posibles en El mundo real. Esta construcción de realidades periféricas a la ocurrencia institucional e ideológica del sistema expresa una suerte de submundos que se vacían en la religión, el ocio, la ideología u otras formas autónomas que cumplen la función de fuga inconsciente en la que el sujeto se rescata a sí mismo en tanto se sumerge en una expresión espiritual que salve su armonía dialéctico-estructural Entendemos lo dialéctico-estructural como representación 27 Aníbal Barillas: Anatomía de la violencia y por tanto la ignorancia de sus fuentes genera un proceso de incertidumbre, dispersión y aniquilamiento de las capacidades de reacción social. La violencia como mecanismo de neutralización ha logrado sus frutos, la conciencia colectiva ha sido amputada y el trauma del suceso violento la lleva a adherirse a expresiones neoconservadoras de salvación y purificación, desde movilizaciones a través de partidos de neo-fascistas hasta la incorporación al cristianismo católico o evangélico neoconservador. La respuesta a la violencia incorpora al sujeto a un tejido de solidaridades espirituales y simbólicas que no enfrentaran las fuentes de violencia en tanto sus líderes evitan descubrir el contenido político-económico que la agresión reviste. La sublimación de la conciencia se desplaza a lo divino-predestinado, a lo sagrado incomprensible e incuestionable. La fuga inconsciente del pueblo es absorbida por la dirigencia teológica-política dentro del aparato de domesticación del sistema patriarco-burgués. Su forma opuesta, ahora llevada a un grado más complejo se expresa en la fuga reflexiva donde el sujeto se salva a sí mismo no en el proceso pasivo de la evasión de realidad en que desterritorializa la agresión en sucesos de súbito desfogue social o imperativos religiosos que imponen una moral a través de la imagen de castigo divino, sino en el proceso proactivo de materializar el futuro deseable politizando la acción individual en tanto se vacía en un nicho de organización social. Aquí los mundos alternos se desplazan a la articulación o involucramiento dentro de núcleos autónomos que le den sentido a aquella agresión que por su carácter generalizado pierde corporeidad. Para el caso de la fuga reflexiva el cerco que ha impuesto la violencia en la cotidianeidad del pueblo se responde en forma crítica-analítica, la insubordinación frente a la maquinaria policiva se gesta en el marco de núcleos autónomos donde la acción violenta del sistema recibe una elementos internos y externos en el sujeto, la relación con su individualidad y su sociabilidad, con la libertad y la constricción social. El concepto encierra la unidad entre lo macro y lo micro en una realidad por demás compleja. Ver en: Barillas, Aníbal (2012). El despertar del pensamiento. Contra-aparadigmas. Cuba: Revista Pensar a Contracorriente. , en especial la que ocurre en su mundo interno. En ese sentido la anotación que hace Sergio Tischler (2008) sobre el «segundo mundo» y la temporalidad utópica planteada por Bajtín en su análisis sobre el carnaval del medioevo nos parece que guarda una similitud solo que ahora en el plano del divertimiento: «Para Bajtín, el carnaval medieval tiene en su interior el principio de la inversión de la vida cotidiana y la creación de «un segundo mundo» y de una «segunda vida». Los códigos, normas y valores que regían la vida cotidiana eran sustituidos por otros que expresaban la disolución de la temporalidad como orden del poder y de la dominación. En la temporalidad carnavalesca la gente vivía una vida colectiva donde el arriba y el abajo del orden habitual habían desaparecido (de manera momentánea). Esa forma cultural era inseparable de un lenguaje propio, de gran riqueza en imágenes, y cuya elaboración duró siglos: en su centro estaban la risa y las formas cómicas. Dicho lenguaje ofrecía una visión del mundo «deliberadamente nooficial». (Tischler, Sergio. (2008). Tiempo y emancipación, Mijaíl Bajtín y Walter Benjamin en la Selva Lacandona. 3 cuadernos del presente imperfecto. Guatemala: F&G Editores. pág.18). El anterior es un mundo de libertad momentánea que si bien capitaliza una forma de oponerse al canon moral impuesto por el sistema-poder a través de la risa o la expresión emotivo-corporal y cómica, su temporalidad es corta, en otro sentido su corporeidad social como expresión de libertad es fugaz y no por ello deja de ser valiosa como expresión cultural. Dentro de la fuga inconsciente la violencia sistémica ha sido desideologizada 28 Aníbal Barillas: Anatomía de la violencia colonial-republicano y su continuidad en el Estado contrainsurgente que capitaliza las lógicas de poder afincadas en el absolutismo ideológico y cultural. Lo anterior transcribe el relato de la memoria del cuerpo en el oprimido, pero será precisamente de aquella maquinaria kafkiana que surgirá la anomalía de la «violencia» como un defecto que se hereda y reproduce de un régimen a otro. respuesta ideologizada e interiorizada, la violencia sistémica aquí ha cobrado un sentido para los oprimidos, tiene un significado: la neutralización de las fuerzas sociales y la dispersión de sus capacidades expresivas. Bajo esta interpretación la agresión ya no es un hecho aislado o desarticulado de la estructura de poder, es producto del poder mismo, de sus fuerzas represivas y políticas o la permisividad que estos asumen frente a la violencia generalizada. Los dos tipos de fuga social tan solo expresan las consecuencias de aquella relación de dominación-subordinación que el sistema patriarco-burgués ha instalado en la sociedad y que consecuentemente es un subproducto, una secuela del viejo sistema El carácter anómico del sistema guatemalteco Hoy las fuentes de la violencia están diversificadas, las deformaciones del pasado han dejado como residuo histórico una maquinaria de dominación que reproduce su acción hegemónica sobre todo el thelos social. Por lo mismo debemos cerrar este 29 Aníbal Barillas: Anatomía de la violencia ciudadano común, que cumple con sus responsabilidades frente a la constitución y otra clase de individuos «desviados socialmente». El maniqueísmo en el tratamiento de los fenómenos sociales es abiertamente una estrategia mediática que conviene a ciertos sectores políticos en tanto el mundo en blanco y negro evita profundizar una realidad que si se escarba, puede transparentar la íntima relación entre agresión y estructura económica, entre violencia y relaciones históricas. Ya vimos como el dualismo occidental está íntimamente ligado a la deformación originaria que luego evoluciona en regímenes totalitarios más sofisticados, de allí que la polarización de las formas de pensamiento vaciadas en los aparatos de comunicación nos permitan descubrir el ropaje histórico de dicha estrategia. No deja de sorprender en ese sentido ciertas opiniones especializadas (Torres Rivas, 2001) que colocan el debate de la violencia bajo la interpretación de «anomia social», entendida ésta como una falta o carencia de normas sociales y reglas adecuadas para mantener dentro de límites apropiados el comportamiento del individuo, que de otra manera sería arrastrado por fuertes apetitos (Durkheim, 1897). La definición de este sociólogo francés es la que predomina en la academia contemporánea y está enmarcada en una visión que se centra en el “individuo” y la «colectividad» como portadores del delito y cuyo espíritu aspiraba a crear un sistema donde imperara el orden y control social a través de la norma. De atenernos a dichas prerrogativas y puntos de vista tendríamos que aceptar en primer lugar que texto aproximándonos a un análisis sobre la definición de este término que a todas luces parece claro y sencillo, pero que esconde los fantasmas de su propia abominación. Tentativamente podemos definir la violencia como todo acto que atenta contra la integridad de un individuo en su condición física o psicológica. Gallino (1995) nos facilita una definición más amplia y nos dice que: …la violencia es una forma extrema de agresión material, realizada por un sujeto individual o colectivo, consistente ya sea en el ataque físico, intencionalmente destructivo, contra personas o cosas que representan un valor para la víctima o para la sociedad en general (…) en tanto la violencia psicológica incluye cualquier forma de adoctrinamiento, de amenaza ideológica, de mentira u otra distorsión de las informaciones, ejercida por un conjunto de agentes no identificables individualmente…(pág. 907). Pero a dichos conceptos hay que hacerles algunas acotaciones. En el medio sociocultural guatemalteco se asume muchas veces o al menos así lo transmiten los medios de difusión, que la violencia expresa básicamente una relación inmediatista con la agresión, se socializa la idea de que la violencia se produce y reproduce por acción espontánea y se vincula con exclusividad a las formas de delincuencia organizada, a sujetos anti-sociales que violan permanentemente la ley en tanto el delito, sea robo, secuestro u homicidio, les reditúa alguna ganancia económica. Esta visión bastante simplificada de la violencia revela una lectura por demás dicotómica de la sociedad, en tanto coloca por un lado al 30 Aníbal Barillas: Anatomía de la violencia en el país existe una aberrante ausencia de leyes que regulen el comportamiento social y cuyo imperativo sería la creación o reforma de la actual constitución, nada más erróneo que eso. La violencia generalizada en el país no obedece a una «ausencia de normas o leyes», si pretendemos ser rigurosos deberíamos decir que obedece al «incumplimiento» de toda una estructura legal, siendo estrictos digamos que no existen las condiciones sociales y políticas para que se cumplan las leyes ni la estructura estatal está en la capacidad de hacerlas cumplir, pero la esencia del debate implica aceptar que la anomia no recae en el individuo y menos en la sociedad sino en el Estado y el sistema como construcción histórica. Bajo esa rúbrica el concepto de anomia social se diluye, en última instancia las deficiencias no son sociales, sino particularmente sistémicas, son estatales. Si corregimos la plana debemos decir entonces que estamos frente a una «anomia estructural» que no abarca con exclusividad a ciertos grupos de la sociedad y del estado, sino también a determinados grupos económicos. La anomia estructural entonces es una condición de violencia permanente que se manifiesta en determinadas sociedades y en tanto tiene profundas raíces históricas está íntimamente ligada a la estructura político-económica de un país y por lo mismo no tiene un carácter coyuntural sino sistémico, estructural, se manifiesta no como un descontrol social sino como una manifestación del poder mismo, como una materialización de la hegemonía. Anotemos finalmente que la violencia bajo el concepto de «anomia estructural» o de «violencia estructural» no está desterritorializada, no está des-ideologizada en una mente criminal sin más interés que el particular. La violencia está anclada a todo un sistema de producción, a una particular forma de ejercicio del poder que pretende invisibilizar toda diversidad ideológicocultural y reducirla a una lógica de dualidades bastante occidental. No existe tal cosa como una violencia desarraigada del sistema en el 31 Aníbal Barillas: Anatomía de la violencia como residuo de todo un proceso de deformación, es éste el hijo bastardo incubado en las prácticas de aquella clase anómica representada en una élite criolla que en su anemia espiritual e ideológica, dan mantenimiento y aceitan los engranajes de esa maquinaria que impone la represión y la vigilancia permanente. que se incuba, esa no es más que la imagen burda que presentan los medios de difusión para encubrir los verdaderos mecanismos que dinamizan la industria de la violencia física, psicológica y epistemológica. Y será precisamente la fusión de aquella escena dantesca del Bosco y la colonia penitenciaria de Kafka la que engendra el sistema anómico Fuentes consultadas Etzioni, Amitai y Etzioni, Eva. –compiladores– (1995). Los cambios sociales. Fuentes, tipos y consecuencias. México: Fondo de Cultura Económica. Foucault, Michael (1976). Vigilar y Castigar. Nacimiento de la prisión. México: editorial siglo xxi. Gallino, Luciano (1995). Diccionario de Sociología. México: Fondo de Cultura Económica. Habermas, Jurgen (2002). Teoría de la acción comunicativa I. Racionalidad de la acción y racionalización social. México: Alfaguara. Kafka, Franz (1914). En la colonia penitenciaria. Biblioteca virtual universal. Lefebvre, Henri. (1983). La presencia y la ausencia. Contribución a la teoría de las representaciones. México: Fondo de Cultura Económica. Panero, María (1990). Aviso a los civilizados. España: Editorial Libertarias/Prodhufi,S.A. Tischler, Sergio. (2008). Tiempo y emancipación, Mijaíl Bajtín y Walter Benjamin en la Selva Lacandona. 3 cuadernos del presente imperfecto. Guatemala: F&G Editores. Weber, Max (1922). Economía y Sociedad. México: Fondo de Cultura Económica. Welle-Schmidt, Friedhelm –coordinador– (2012). Culturas de la memoria. Teoría, historia y praxis simbólica. México: Siglo Veintiuno Editores. 32 Aspectos estéticos en una película (Notas para un curso) Francisco Nájera Para Ileana, compañera desde el principio en el aprendizaje del cine. Un poema no es lo que se halla impreso en la página. Lo que se halla impreso en la página es la ocasión para un poema. E. E. Cummings Una película no es únicamente una serie de imágenes, es lo que el/a director/a (cineasta) llega a hacer con esas imágenes, la trayectoria, el sentido que establece para ellas. Su trabajo consiste en elegir el tipo de imágenes necesarias para la película, establecer el ritmo apropiado para cada una de las tomas, y el de la secuencia de esas tomas, es decir, el de la secuencia total de la película. Este ritmo esta íntimamente relacionado con el estilo de edición que el/a director/a escoja para la película. El ritmo y el estilo de una película pertenecen al/a director/a, quien a través de su uso de cámara y micrófonos, iluminación, as películas son como los sueños. Poseen la misma elasticidad que estos en cuanto al tiempo y el espacio; la misma sensación de inmediatez y la misma intensidad que permite que los objetos y las personas se relacionen y dialoguen, no a través de su contigüidad espacio-temporal o causal, sino por medio de la matriz emocional que el/a soñador/a provee. En el cine, este/a soñador/a es, ante todo, el/a director/a, quien imagina y elabora la película y, más tarde, el/a espectador/a, que la «re-construye» frente a una pantalla, idealmente en la oscuridad de una sala cinematográfica. L 33 Francisco Nájera: Aspectos estéticos en una película (Notas para un curso) el mundo en el que vive. Pero la intensidad de sus sentimientos no es suficiente para elaborar formas artísticas. Es necesario, además, que le de forma a esos sentimientos y que los transforme en estructuras expresivas que posean sentido en y por sí mismas, independientemente de la persona que las ha elaborado, ya que es a través del aspecto formal que posee ese objeto visual que es la película, que los espectadores adquieren conciencia, no sólo del mundo en el que viven, sino de un mundo más amplio, con sentidos más dilatados y complejos. El/a director/a de cine expresa sus experiencias del mundo por medio de metáforas visuales. Es así que expande nuestras percepciones del mundo, ayudándonos a enriquecer nuestras vidas y a desenvolvernos intelectual y emocionalmente en formas más complejas y por lo tanto, más fecundas no sólo a nivel personal sino, idealmente, a nivel social. La búsqueda de todo artista al elaborar trabajos específicos es una búsqueda humana, una búsqueda por formas y experiencias que trasciendan nuestras vidas cotidianas. Así, una película, en cuanto experiencia artística, es una forma «viva» que no connota significaciones específicas, sino que las encarna y articula en toda su complejidad, para que éstas puedan ser experimentadas, interpretadas y juzgadas por los espectadores. El cine, como expresión artística, no dice o explica, sino que provee vivencias cuyo sentido y valor es siempre más amplio y complejo que aquellos a los que estamos acostumbrados. A través de una síntesis de luz y sombras, texturas, sonido, color y movimiento, una película nos ofrece sensaciones sinestésicas que experimentamos como la expresión de una compleja unidad, que imita la vida, pero que la trasciende al mismo tiempo. El cine es un arte temporal y, en este sentido, tiene mucho en común con la música y con la danza; aunque también tenga mucho en común con la fotografía, la novela y el cuento, y con el drama. Sin embargo, a diferencia de estos últimos, el cine, por ser dirección de actores, selección de locales y de sonido, aunado todo por medio de la edición, los determina. Una película personal, de «autor/a», desde el punto de vista estético, no necesita ser «real» sino auténtica. Es decir, sus imágenes necesitan ofrecer una experiencia lúcida y formal, que por ser vívida e inmediata, afecta no sólo nuestros sentidos físicos sino también nuestras emociones, nuestro intelecto y nuestras memorias, es decir, nuestra experiencia total del mundo. Aunque la función de cualquier trabajo artístico es el de proveer una experiencia estética, es decir auténtica en cuanto a las experiencias que sugiere, todo trabajo artístico se refiere siempre y, por lo tanto refleja, al espacio humano –social, político, económico– en el que se le elabora y en el que se le experimenta. El cine no es excepción. Una película personal, como todo trabajo estético, es una estructura intencional cuya propósito es el de expresarse en y por sí misma. Si afirma algo es, ante todo, su presencia en el mundo, su realidad, su materialidad. Su función consiste en ofrecernos posibilidades que, tras experimentarla, necesitamos desentrañar, analizar y juzgar. Al analizar una película, como al analizar todo trabajo de arte, lo importante es preguntarse: ¿Cómo funciona este objeto? En el caso de una película, objeto visual y narrativo. ¿De que manera se expresa? ¿Cómo concreta sus posibles sentidos/ significados? Puesto que las películas, como toda forma de expresión humana, se construyen a partir de sistemas imaginarios y por lo tanto ideológicos, estas reflejan formas de vida que se dan dentro de sistemas sociales específicos y, en este sentido, pueden confirmar, cuestionar o desafiar los sistemas sociales (morales, religiosos), políticos o económicos establecidos. El/a director/a de cine (cineasta) en cuanto artista, se caracteriza, en general, por la intensidad con que percibe y experimenta 34 Francisco Nájera: Aspectos estéticos en una película (Notas para un curso) un arte temporal, se enfoca en lo que ocurre en el presente, en ese momento que continuamente desaparece ante nuestra mirada para no volver a darse, en ese instante único que las imágenes nos ofrecen en la pantalla. Su lenguaje es pues el del movimiento –al igual que la danza y que la música–. La percepción de cualquier obra de arte exige siempre un proceso. En artes como la pintura, la fotografía o la escultura, el elemento temporal depende de lo que permanece fijo en las imágenes que constituyen el trabajo. En el cine, en cambio, el tiempo es un elemento expresado en toda su fluidez y evanescencia. Por lo tanto, la película no puede ser percibida como totalidad sino hasta después de haberla visto en su totalidad, desde el principio hasta el final. La experiencia de una película es, así, siempre retrospectiva. La experiencia que tenemos al ver una película, no es la de una historia, sino la de una serie de imágenes que nos muestran una progresión de eventos en múltiples espacios y tiempos que, como espectadores, vamos organizando, conforme vemos la película, en una historia. El espacio y el tiempo cinematográficos son fluidos y discontinuos y los espectadores, aunque los experimentan, no los pueden habitar. Lo son, además, en cuanto las escenas no siempre se desarrollan en continuidad espacial o temporal –la edición permite que se experimenten espacios y tiempos continuos o discontinuos, contiguos, paralelos, en flashbacks o flashforward, etc. Todos estos posible de encontrar en de una misma película. Los ojos de los espectadores se identifican necesariamente con el punto de vista de la cámara, y su relación con las imágenes –presencias imaginarias sobre una pantalla plana- es, al mismo tiempo, íntima e impersonal, ya que su trayectoria (la de las imágenes) –temporal, emocional, etc.–, su ritmo y su forma de fluir dentro de la película es totalmente indiferente a las reacciones que pueda tener la audiencia. 35 Francisco Nájera: Aspectos estéticos en una película (Notas para un curso) La cámara es un ojo indiferente que construye para el espectador, sobre la pantalla, a través de su enfoque, posición, movimientos, iluminación o uso de filtros, un primer plano y un plano de fondo. Estos dos elementos básicos permiten establecer el tono emocional de una toma o de una escena. Cada una de las tomas adquiere con posterioridad un sentido emocional aún más complejo a través de la edición, ya que, lo que hayamos visto antes o veamos después de cada escena, va a afectar su sentido. El/a director/a, al determinar estos elementos y su disposición en el contexto de la película que el/la quiere estructurar, es quien define, a través de las técnicas fílmicas que escoja, el sentido de cada toma, o secuencia. El/a espectador/a de una película se identifica con el punto de vista que la cámara establece al filmar la película, ya que la perspectiva que la cámara le ofrece es la única forma que tiene para acceder al mundo fílmico que, en la pantalla, se despliega ante él/ella. En una película, lo que los personajes dicen no es lo más importante. Lo más importante es lo que les vemos hacer y cómo esto queda registrado por la cámara. En términos de los diálogos, lo más importante, es la forma y el contexto en el que estos ocurren. Lo mismo habría de decirse de los sonidos que definen el espacio en el que se mueven los personajes. Por otra parte, la música no puede ser únicamente un relleno sónico, o un comentario exterior a las imágenes, sino que necesita realzar las imágenes al ofrecerles una base aural que enriquezca el ritmo interno, y el sentido, de las escenas y de las secuencias. A diferencia el actor teatral, que depende de los parlamentos para dar sentido a su personaje, el actor de una película necesita hacer uso de su cuerpo, filmado por una o más cámaras en un espacio abstracto y discontinuo, para expresar, por medio de las imágenes, emociones y motivaciones que deben poseer coherencia dentro de una secuencia de tomas. Esto no imposibilita que, en algunos casos, los actores en una película no puedan “salir” del espacio fílmico y, al confrontar la cámara, se dirijan al público. Uno de los aspectos característicos de una película es que para expresar las circunstancias y experiencias interiores que atraviesan los personajes, hace uso de las condiciones externas que los rodean, escenarios, objetos y otros personajes. En este sentido, una película personaliza, a través de los actores y personajes que encarnan, las formas y la realidad del mundo. La forma en que el/la directora/a de una película presenta la realidad objetiva –calles, casas, campos, etc.– para mostrar el estado anímico de los personajes, le permite mostrar en términos visuales quiénes son estas personas y lo que experimentan en el contexto de la película. Le permite además, expresar el sentido que ese mundo tiene para ellos. El cine, como metáfora de nuestra realidad, funciona como un análogo de nuestro ser/estar-en-el-mundo y en este sentido nos presenta con las paradojas de toda existencia humana, y nos alienta a percibirlas por medio la realidad creada por la película. Así, el/a director/a de cine personal nos ayuda a percibir la relación que existe entre nuestras experiencias como individuos y el mundo –personas, paisajes, objetos– que nos rodean y con los que convivimos en formas diversas. No nos lo explica, sino que nos lo muestra en formas más frescas, claras o directas y, así, nos ayuda a entenderlo. Finalmente, las películas nos atraen porque en ellas encontramos reverberaciones y reflejos de nuestras percepciones y sentimientos, es decir, de nuestras vivencias y experiencias. De este modo las películas nos proveen con la posibilidad de concebirlos y de articularlos con mayor precisión y claridad, es decir, de experimentarlos y de entenderlos. Esto es, por supuesto, la función, y la importancia, de toda forma estética, es decir, artística. 36 Letras Poemas de Andrea Estrada 9 de noviembre 2012 Escupo pedazos de carne con tu nombre bordado, lustro mis zapatos y levanto la [cabeza. Estoy cansada de comer. Reescribo en madera tus poema con las uñas / con dedos astillados acaricio tu pecho y beso tus entrañas a la espera de que un día; por casualidad, reconozcas mi dolor. Sentada en el frío piso, desnuda y eriza, tomo mis pechos arañándolos hasta sangrar. Trepo árboles / corto hojas / corto ramas / y construyo en fantasías nuestro hogar. al despertar / me doy cuenta de que amar es un poema y el sufrimiento una época. Sólo quedan los recuerdos / el eco de tu nombre gritado en el pasado. 10 de noviembre 2012 y así arrancamos cada una de las manzanas ensangrentadas y comimos sentados [bajo el árbol seco 39 Poemas de Andrea Estrada Diluimos nuestros besos para convertirlos en saliva e hidratarnos bajo la [luna blanca Reconocimos el pecado como mutuo / con la culpa sobre ambos nos enrollamos en el cuello la serpiente que escupió sobre nosotros la mancha del pecado original Embarrados / acariciamos el cuerpo y saboreamos poco a poco nuestros frutos 21 de noviembre de 2012 Nadie habla en la mesa, cabezas abajo trazando miedo; una ambulancia pasa de [prisa. Reviso el periódico buscando la muerte matutina / el dinero viaja por cuentas de [banco de un país a otro ya no es nuestro. La alegría humana me anuncia la llegada del silencio profundo. Cierro los ojos e imagino las manos de quienes adornaron con ilusión edificios [corruptos 21 de noviembre de 2012 El tiempo que trascurre alimenta este cuerpo que deambula entre tumbas humanas [y masas sangrientas. Se disipa la gracia, se congelan las sonrisas, se olvidan los llantos, se recuerdan los [silencios. Esta historia gira sobre su mismo eje. Humanos guatemalenses que comen y comen y comen y comen y comen pavo. Gracias, gracias, gracias, gracias. Olvidé las líneas de mi mano. Un ejército de poetas escribe basura con los dientes pelados en cocteles nocturnos, embriagan sus narices con historias faranduleras / regresan a casa / cagan y limpian [su culo. el ruido de esta ciudad se nubla con lágrimas contaminadas de historias cotidianas. 40 Poemas de Andrea Estrada 21 de noviembre de 2012 desnudar el cuerpo ya no es suficiente. 22 de noviembre de 2012 Lubricaré con la lengua las ideas cuadradas de tu mente. 27 de noviembre de 2012 Se nubla el cielo / escupo la banqueta que transcurro en silencio. Es noviembre. Hace frío / tengo frío. No miro la hora porque no tengo reloj y si tuviera reloj no miraría la hora. La noción del tiempo enferma las mentes de quienes recorren frascos de arena [contando cada grano. Me resbalo en elipsis de tiempo que ordenan la vida de forma inconveniente para [hacerla excitante. Rasguño las paredes queriendo escalar mi cuerpo. Visito a mi abuela para que me llame mierda y así poder sentirme humano nuevamente. Consigo extrañar. Escupo nuevamente la banqueta que transcurro en silencio / el cielo continúa nublado. Sigue siendo noviembre Tengo frío, hace frío. 15 de diciembre de 2012 la única manera posible de salir de esta cama es que vengás vos y me levantés de [la vagina apretujés mis cabelleras y me pongás en perrito para sudar esta flema amorosa que [sale verde de envidia por culpa de la gente No es un diario de orgasmos / solo un diario que transcurre cuando a diario implica [ver tus pupilas dilatadas y gozar de tu niñez adulterada 41 Poemas de Andrea Estrada Ya no goza la angustia en mi espacio atrincherado de recuerdos. Se diluye la sonrisa a carcajadas. 19 de enero de 2013 Hace un sueño atrás tuve un hijo al que llamé Alejandro. 21 de enero de 2013 Me abortó la gana de llorar, sangré el cuerpo. Escondida. Sufrí en cama ajena el luto. Alejandro te prometí el cielo y te perdí. Saliste como coágulo de sangre para exigirme madurez antes de pensarte otra vez. Me anestesiaron los recuerdos. 24 de marzo de 2013 No hay nada más placentero que un domingo de ramos en un templo católico; mi cerebro inundado de imágenes sexuales y mi vagina sudando el placer que provoca pensar en lo fiel que me vuelvo cuando estoy con vos, porque el dolor de tu pene penetrando mi trasero es inmensamente proporcional al pecado más excitante del que ningún fiel católico pueda arrepentirse. Te cojo dentro, en templos ajenos, templos sagrados, templos distintos. 23 de agosto de 2013 Me estoy gastando, sacudiéndome este polvo tan largo. -------------------------------------------------------------------------------------------------Viajamos sobre tiempos distintos, pudrimos las posibilidades de reencarnarnos juntos, ahora nos vemos acá, sentados en la cama, fumando un cigarro sin podernos descifrar, ya no te queda tiempo, ya no me queda paciencia, nos hemos gastado. 42 Poemas de Andrea Estrada Huyamos juntos y dejemos nuestros cuerpos, tirados en la cama, desnudos, erizando solo el recuerdo, ya no brillan nuestros ojos, ya no brillan. El tiempo es irrefutable, nos consume en cada movimiento, vos y yo bailábamos en tiempos similares, vos y yo jugábamos en tiempos similares, vos y yo estuvimos en tiempos similares, similares, como vos y yo. Hace siglos te encontré en un sueño y asfixié tu citoplasma, hace un siglo consumiste de mi leche, de mi cuerpo. Un siglo atrás estábamos solos en el desierto, navegando aquella barca ¿te acordás? Cada instante que pasa cambia, cambia cada célula, yo ya no respiro, me asfixio entre recuerdos y recuerdos y recuerdos, aún me asfixio cuando abrazo a mi madre, [aún me oculto entre sus senos. 43 Poemas de Mónica Navarro Embellece la nostalgia de mis labios la frágil y cálida caricia de tu ampo. Una invocación a la perfidia se abre paso desde tu meato y la lascivia jamás tuvo mejor aroma que sobre tu piel. Jamás me supo mejor esta flor obscena. Jamás me supo mejor la vulgaridad de tu amor turgente. En las mañanas sumergidas y sucias de belleza de la podredumbre de nuestros hastíos y de nuestras mejores horas marchitas sé que me gusta tocarte y lamer ese dolor en ti. Deja que cubramos la nobleza de nuestras mieles con el humo de todas estas intenciones execrables ámame prometo desde el centro de mis entrañas que algunos días voy a odiarte. *** Te prometo que doleré. Que te estallaré por dentro y sonreirás Para ti encontraré dentro de mí todo lo que imagino muerto 44 Poemas de Mónica Navarro te lo daré como la lluvia cuando empieza a caer. Quererme es como establecer un pacto es aceptar mi mente retorcida, mi perdición es ajustarse a la rendición de mis cuentas pendientes con la vida, aprender a escuchar sin la intención de imponerme las palabras que jamás he querido decir. Quererme es aprender a nacer una y otra vez antes y después de suicidarnos. Porque nadie tiene una voz tan mía como tu voz. En tu cariño de bestia me siento pequeña ven y déjame tu amor donde lo pueda lamer. La poesía, donde la pueda ensuciar la ensoñación de tus manos para las tardes de sol tras las cortinas cerradas asfixiándome susurrando cuánto me quieres al oído de los dos. Me quieres y este querer ahora es de nosotros. *** Me apetece tu carne su olor insensato. Lengua sensata. Tus embestidas elocuentes mi humedad inconfesable. El rocío de mis mieles que sólo sabes guardar tú. Tú, que me haces galopar las ansias 45 Poemas de Mónica Navarro y cabalgar la obscenidad de las palabras íntimas como una culpa. Somos una noche que no termina madrugadas olorosas a secreto. No te acabes nunca. *** Me acerqué sentí. Viví en la falsa oscuridad y casi me contagias la ceguera. No fuimos esa periodicidad. Bajaste tus verdades y yo subí mis convicciones mi estoica idea del amor una cumbre donde respiro la bruma un lugar lleno de gestos donde no hace calor conseguí refugiarme en el frío huir de tu morada del lugar donde es sordo el ruido. Tan sencillo quitaste la venda de mis ojos. Las palabras apuntaban al nacimiento de mis miedos y atrapé tus puñales en el aire. Te equivocaste confundiste la falta de ética con crueldad estoy aquí, al borde del abismo 46 Poemas de Mónica Navarro cerrándome de piernas y con el alma expuesta con estos ojos negros que intentaste ensuciar. Una y otra vez orbitaré como una fluctuación y evitaré la vulgar ausencia de luz del que busca emociones fáciles la mentira y su laurel sobre la preciosa cabeza del hipócrita. Es una pena que no entiendas que la caricia es la única herida que no sana nunca. *** X forma de decir adiós Ha dejado de sernos útil el juguete de soñar. Lo dejamos colgado girando en vano intento por hipnotizar este vacío. La cosificación de los momentos cuando nos amábamos. Los volvimos artefactos y esperamos volarlos con granadas de fragmentación. Contemplaremos extasiados cómo vuelan sus esquirlas. Al menos yo, así lo haré. Te veré llorar mientras sangras. Igual sangraré aunque tú debiste saber cómo. Recuerda: Jamás cerré los ojos con cada penetración con que me has dado placer tampoco voy a cerrarlos 47 Poemas de Mónica Navarro cuando te vea volar en pequeños trozos pegajosos de vísceras impregnando las cuatro paredes donde tuvimos preso al amor como animal maldito sin saber que lo pulverizaríamos por dentro desde su centro a pesar de haber blindado cada uno de sus muros. Jamás debiste mirarme fijamente. *** La estrategia del desconsuelo, esa que se obstina con hacerte brotar de cualquier parte, de ninguna parte. Nada puedo hacer con un ocaso que se me muere entre las manos. Nada puedo hacer con la insolencia malherida del amor, de tu nombre que revolví por debajo de la lengua y dejé tocar por las estrellas que me posaste blanquecinas en el cielo de la boca. Algunos días existes más que otros en el paladar de mi melancolía. Entonces viendo a la pared suelo gesticular cada una de las sílabas, la pronunciación exacta de tu nombre. *** 48 Poemas de Mónica Navarro Sería tan inmediato, tan fácil estar ahí donde han estado tantas. Pero no quiero. Hay algo en ti que no me apetece. No estando tú tan vivo y yo tan poco despierta. No mientras hables con el mismo lenguaje de las cosas e intentes penetrarme la mente con tus apreciaciones dignas de la plástica del mundo de los objetos. Porque sería tan fácil degollarte mientras cierras los ojos y bebo gota a gota tu sustancia; tal te expones y yo sonrío. Es así de sencillo maravillarte con el espejismo de turgencia, de pezones con olor a saliva, con palabras diestras, eres fácil. En el fondo eres un hombre sencillo que, intentando elevarse a las alturas e inmacularse inalcanzable, se deformó convirtiéndose en uno más de tantos; de todos esos que matarían por un momento de mis ojos. Quisiste ser distinto y te veo en todos los otros que me saben a ti. Por eso no me gustas. Porque estás allá tan lejos junto al resto, y es difícil para mí guiar tu caída hasta la profundidad del sitio de sombras donde permanezco dibujando mi ideal del amor. 49 Relatos de Sergio Palma Estamos rodeados, dijo él. Dijo eso y seguía sentado en el retrete buscando en las bolsas de su pantalón, en el suelo, los cigarrillos. Comenzaba a desesperarse. Al final los sacó, sacó uno, doblado, arrugado, y lo puso en su boca, entrecerró los ojos cuando lo encendió. Estamos o estaremos rodeados, en algún momento, dijo murmurando mientras encendía y jalaba, estamos o estaremos rodeados en algún momento, se escuchó un golpe en el agua y ella rio, cerdo, le dijo y el seguía mirando serio, estamos o estaremos rodeados en algún momento, tarde o temprano, ahora era casi solemne cuando hablaba, como si leyera, la frase ya era falsa, gastada, la consumió a fuerza de repetición. Ella miraba al suelo y sonrió otro rato, hasta que se acordó que estaba atada de pies y manos, como un becerro, tenía marcas moradas en los sus brazos blancos, parecía un mapa, tenía marcas verdes, moradas, negras. Sin embargo había reído y ahora miraba al suelo, la sonrisa desapareció poco a poco cuando recordó todo, los golpes, los besos, el dolor de estómago, el ardor en su sexo cuando él, después de todo lo que había pasado la había atado y la había tirado al suelo, ya no sonreía, ya no se acordaba de haber sonreído, el baño comenzaba a apestar. Estamos o estaremos rodeados en algún momento, tarde o temprano, y moriremos los dos, la frase ahora volvía a tener sentido, la había dicho triste, el cigarro estaba a dos caladas de morir. Igual que ellos. ** Siente miedo de su propia voz, que pregunta algo apenas comprensible, un ruido, un graznido pudo ser, un aleteo. La voz sale y se convierte en un objeto que se escapa de sus manos. Se inflaman, son dos extensiones regordetas que buscan su garganta. 50 Relatos de Sergio Palma La toca despacio, tratando de tener la seguridad de reconocerla, siente la saliva que baja junto con su miedo, que se desliza por su barba desigual, descuidada, busca sus orejas y lo detiene un impulso por estornudar que comienza a crecerle. Sus orejas tiemblan un poco y su mandíbula se endurece, se tensa, tiene que tragar de nuevo. Sus manos se buscan más nerviosamente, se encuentran y piensa en la voz de Lucía diciendo despacio que todo está en su mente, que es una enfermedad mental incurable, que el jueves van a internarlo, que eso es lo mejor, que estará bien, que nadie puede cuidarlo así. Tocan la puerta, el timbre, la puerta, insisten, se da cuenta de que no puede hablar, no sabe hablar, no quiere gritar, quiere preguntar tranquilamente, pedir que vuelvan más tarde. Pero tiembla todo, se estremece. Ahora todo su cuerpo está entumecido, adormecido, inmóvil. ** Caminar con algunos pensamientos metidos en las bolsas del saco y meter las manos para jugar con ellos, para no dejar que se escapen. Usar saco a propósito, aunque haga calor, para tenerlos cerca y sacar uno en una esquina, mientras cambia el semáforo, esperar a que la señal verde y mirar el pensamiento bajo la poca luz que queda, ¿qué hora es? Verlo y ver que está un poco desgastado, que tiene arrugas de libro, esas arrugas que te gusta que tenga. Y los pliegues que hiciste a propósito para recordar dónde te habías quedado. Caminas de regreso, muestras una parte de alguno a la chica que pasa al lado y ella te mira extrañada, vamos a ver a dónde llega éste, ¿le gusta? –preguntas– y ella camina más rápido. Hay algunos al fondo de la bolsa derecha, llenos de migas y piedras pequeñas y basura, pedacitos de papel, pero ahí está, un poco de limpieza no caería mal, vamos a un rincón, lo hueles, a ver hasta dónde llega este – repetís – y yo, que te he oído muchas veces decirlo, todavía sonrío. La chica le ha dicho a alguien en la esquina, alguien que quizás la esperaba ahí, que tú le hablaste y ahora vienen juntos, se dirigen serios hacia acá, querán alguno de mis pensamientos, digo, tus pensamientos? Nos alejamos rápidamente y ellos nos siguen, tropiezas, uno sale un poco de tu bolsa y ellos lo ven. Ahora caminan más rápido porque saben que los tengo, los tenés, los tenemos, me das la mano un momento y volvés a meter las manos en el bolsillo para asegurarte, es más importante mantenerlos en su lugar. Sonreís, sonreímos, sonrío. Parece que se han aburrido, hablan mucho y ahora discuten, podemos caminar despacio, ahora se besan y vos preferís tus pensamientos. ** Sobre un baúl mohoso Anoche lo encontré en el cuarto del fondo, la habitación que olvidaste decirme, la que nadie menciona cuando vienes a casa, que todos miran de reojo y mi tío había hablado de él en medio de una frase en la fiesta de mi cumpleaños y todos se quedaron callados, algunos inclusive bajaron las botellas y lo vieron severos, y Ana cortaba el pastel sonriendo e ignorando, nerviosa. Ahí encontré este baúl, esta caja azulada, verdosa, este cajón, esta puerta, este peldaño, esta ventana. Sé que vas a pensar que es demasiado vulgar, demasiado impertinente, demasiado cruel mencionarlo 51 Relatos de Sergio Palma y hablarte de él sin hablar de otra cosa, traerlo y ponértelo entre las palabras, ponerlo enfrente tuyo y mostrártelo sin abrirlo, lo siento, lo siento mucho, pero aquí esta y creo que lo justo es que lo veas, que no mires al cielo o las arrugas de tus manos sino lo mires directo, que lo veas sin abrirlo y me digas de una vez, por qué huimos? papá, de qué huimos? ** Marcas con un fondo verde, circulares, azuladas, parientes cercanas de algún misterio, de decisiones imprecisas, dibujos sobre una piel de muertos, incisiones y caminos para la sangre, que miré durante horas fascinado. La memoria se vuelve entonces esa cámara extraña que toma fotografías por el puro gusto de verlas luego arder. – No se entiende, explique, no se entiende, fue o no usted el que mordió a la fallecida? No sonríe, espera solemne y a mí lo que me pasa es que prefiero pensar en los gritos, en nuestros gritos, éramos un monstruo negro, ebrio, agonizante y eso, después nada. ¿Nada? – Nada señor juez, después, nada. ** El hombre vuelve, cargándose a sí mismo, desde ciertas palabras, desde unos abrazos, desde el café donde le dijeron aquellas frases dulces que sonaban tan bien al principio. y deja un rastro sin huellas, arrastrando los pies, haciendo caminos pequeños que nadie sigue. ** Amor, dulce ahogo, decía el viejo mirando la punta de su cigarrillo y sonriendo con la boca abierta, con pocos dientes, aislados en esa boca negra y podrida. Decía cosas así y rompía el silencio de muchos días y luego regresaba a su silencio, un silencio de cigarros y pensamientos, del que no volvía hasta dentro de otros días más. El viejo, Martin Nebber, era hermano de mi madre, y yo a veces llegaba a su negocio cuando tenía algún apuro, vos sabes a cuales me refiero, y me quedaba a dormir en el piso durante un tiempo, la incomodidad me ayudaba hasta que las cosas se calmaran y pudiera volver. El viejo entonces me miraba entrar sin decir nada, como si no me hubiera ido, a veces me alcanzaba una revista, señalando algo que quería que le leyera y yo eso hacía, se lo leía. Luego ella, o alguien me llamaban, discutíamos un rato y ya está, podía volver y me iba dejándolo con sus papeles y sus revistas, con un plato con comida fría sin que a él le importara demasiado lo que pasaba, y cuando volvía, si volvía, había otro plato igual justo a la par del anterior, y así iban acumulándose hasta que yo, o alguien le hacía el favor de limpiar su casa-negocio, donde vendía a veces, libros, revistas y periódicos A veces estas cosas que decía las decía solo, realmente no necesitaba decírselas a alguien, las decía quizás porque llegaba a ciertas conclusiones, no sé, tampoco es que haya pensado mucho en eso, no entendía, ni entiendo al viejo Nebber. Un día llegué y espere un poco antes de entrar, recostado en una pared, pensando en los problemas 52 Relatos de Sergio Palma que tenía, en este cuchillo, limpiando mis manos todavía con rastros de mierda y sangre y pensando en los gestos de Marcela, el negro gigantesco que corría casi desnudo, llorando o riendo como loco chorreando todo, muchas cosas, todo, y lo oí hablar, decía cosas como «aquí rara vez pasan ciertos presentimientos» y yo no entendía si hablaba con alguien y tampoco entendí esa frase, pero no podría decir que era algo raro, lo raro me pasaba a mí. Entré y lo vi sentado, sonriendo, hablaba solo, en su cuarto de 6x2 lleno de libros y revistas apilados. ** Un rumor de matadero, el golpeteo diminuto, una queja de lápiz arrastrando los pies, bailando, volviendo, dejando su zumbido, su rastro, su pólvora sangrando que ahora aleja de la sabana, lo suficiente para observar el corte, la herida insolente y gris, su violencia. De entre las manchas descifras cerrando un poco los ojos un cuerpo blanco que se nombra, uno que nace, unos senos redondos muy golpeados que apenas reconoces, unas nalgas amoratadas, un sexo abierto brillante y submarino, la línea describe al falo que lo penetra y hiere de nuevo, y éste se retuerce. Algunos estertores. La muerte acerca su dedo a tu ano y suplicas un poco, gimes. Cierras los ojos. – ¿Hay algo más que quieras decir? – No. ** Dejó de hablar a través de la puerta y al llenarse todo del silencio grueso e incómodo que siempre sientes en mi apartamento volví a oír el crujido en la madera arriba, el zumbido de la calle, hasta mis manos separándose de la ropa cuando intente moverme de nuevo. Ella había estado casi gritando aunque trató de contener todo mientras juntaba ansiosamente los labios a la tabla y hablaba despacio, humedeciéndola, sin que le importaran los tajos y la grasa en la superficie de esa placa asquerosa y negruzca, que alguna vez fue celeste, que fue perdiendo el color y después fue formando una mancha mugrienta, un mapa de golpes. Había parado de hablar, es lo que te he dicho, y sí, paró de decir lo que vino a decir y luego murió, se fue, desapareció, huyó, porque me acerqué despacio a buscarla, puse las manos sobre la puerta esperando tontamente, pensando que sentiría el calor de su cara y me costaría mantenerlas ahí, que me quemaría, pero no, no había ningún calor y mis manos sólo se acostumbraron a la superficie plana, llena de espacios, irregular, y esperé un poco más, esperé la vibración de su voz, rogándote, pidiendo que abrieras, que la vieras, que le tocaras las rodillas, que la besaras, pero tampoco, nada. Entendí que se había ido, abrí despacio y guardé los papeles que había dejado en el suelo, los acomodé torpemente en una bolsa plástica y me alejé de la puerta, yendo de espaldas, esperando que la voz golpeara de nuevo, pequeña y chillona, sollozando, maldiciendo y se detuviera un rato y volviera a hacerlo. Y no, nada. Aquí esta lo que dejó, sé que vas a tomar los papeles y los quemarás dentro de la bolsa, sin siquiera verlos. 53 Relato de Leonel Juracán EMMA Entre la matanza de los inocentes Y la travesía del espejo Sólo medía el intervalo De una noche serena. Max Ernst Fue sólo esa tarde que lo vio caminando por el parque. El sol tibio de junio caía sobre los árboles y los jardines florecidos llenaban el aire con su aroma. Él caminaba junto a una mujer desconocida. No fue como lo había imaginado, no hubo gritos o insultos, no dijo lo que por tanto tiempo había planeado decirle, esta vez, por acuerdo tácito, habían sido extraños. Desde la sombra de unos árboles pudo ver como él se dirigía a ella con afectada deferencia, mientras que su acompañante lo escuchaba con atención sujetándolo del brazo. Seis semanas más tarde, se sorprendió a sí misma dispersándose por el recuerdo. En esos años que llevaban separados, él había llegado a constituír el fin y causa de cuanto hacía, y ahora, un encuentro fortuito se lo desarmaba todo, convirtiendo esos años en un ensueño de arqueología. A Francisco llegaba sólo a través de otras cosas: Canciones, libros, fotografías, objetos inútiles que guardaba de cuando aún vivían juntos. Revisaba uno a uno los detalles de esa tarde, tratando de hallar un gesto, algo que lo salvara del olvido: y nada. Era lo mismo que cuando encontraba casualmente una de esas viejas fotografías y no lograba imaginar siquiera en qué fecha la habían tomado. 54 Relato de Leonel Juracán Era sábado por la mañana y se sentía miserable, no tanto por las cosas que de su vida junto a Francisco recordaba: Los vicios, las peleas, las borracheras. Sino porque a ella el tiempo se le había ido acumulando lentamente como una maraña de sinsentidos. Quería maltratarlo, gritarle, reclamarle todos los desvelos vertidos en su nombre, los llantos disimulados, y hasta la reserva de calabazas que siempre tuvo para con todo hombre que intentara acercársele desde que se habían separado. Era como si lo que hoy era fuese un castigo por no haberlo abandonado a tiempo. Por no haberse atrevido a su vez a ser La Otra. Por eso había bañado y cambiado al pequeño Jorge, y lo había llevado al parque, para ver si lo hallaba en ése sitio nuevamente. Jorgito era un niño taciturno y medroso que pasaba las tardes frente al televisor de una vecina, que prácticamente no hablaba, y tenía siempre la mirada ausente y reseca. –A saber si no tendrá anemia, decían las vecinas. –Es muy tímido, lo dejas mucho tiempo solo, decían sus amigas. Y ella se molestaba: ¡No! No está enfermo. Y tampoco es tímido, solo es un niño demasiado serio para su edad. Pero tenían razón. El niño no había comenzado a caminar hasta después de los tres años. No era común verlo contento, y cuando estaba con otros niños se mantenía alejado. ¿Pero qué podía hacer ella pese a todo? Se levantaba de madrugada todos los días para hacerle desayuno y pasar dejándolo en casa de una amiga, compañera suya de cuando estudiaba todavía. Luego corría al hospital, donde trabajaba hasta las seis, pero como vivía lejos, al volver eran ya casi las ocho y siempre lo encontraba dormido. Por eso trataba de aprovechar lo mejor posible los fines de semana, ya jugando con él en casa, o llevándolo de paseo. Aunque la verdad, era que le resultaba difícil empezar una conversación con él. Por el momento corría frente a ella como cualquier niño, pero en cuanto se detuvieran y se viera rodeado de más gente, seguramente se escondería entre su falda y no volvería a decir una palabra. –Mirá mamá, ¡Un caballito! –Sí, qué bonito, ¿Te querés subir? Eso era otra cosa. A veces, cuando lo llevaba cargado de regreso a casa, Jorgito se despertaba, y le contaba de sus juegos con los hijos de las vecinas, de los programas que le gustaban en la televisión y los juguetes que quería. Después de llorar un rato por algún carrito, muñeco u otra cosa, se volvía a quedar dormido. Hasta el día siguiente cuando se levantara otra vez para cambiarlo. – ¿Te querés subir? –¡No! No quiero. –dijo sujetándose a una cerca. –¿Me vas a decir que le tenés miedo? –No. –Saca música al echarle aquí monedas ¿Querés ver? –No –dijo, y salió corriendo nuevamente. ¿Por qué será así?, pensaba Emma, se queda callado mucho tiempo, mirando las 55 Relato de Leonel Juracán cosas, como si no entendiera, o entendiera algo más. Y luego, sin que pueda una saber si entendió algo o no, da la vuelta y se pone a hacer otra cosa. Como si tratara de mantener oculto lo que piensa. Si sigue así, va a terminar pareciéndose a su padre. Esta idea llegó a su mente sin premeditación alguna, pero al revisarla nuevamente, se angustió. Le preocupaba que su hijo se fuera volviendo cada vez más silencioso, y que pasados los años lo viera de repente hecho hombre, sin tener la menor idea de lo que había en sus pensamientos, resultándole desconocido, y aún temible. Se sentaron en una banca junto a la fuente a comer algodón de azúcar, mientras «La serenata para Adelina» se repetía una y otra vez en torno a ellos. Tres niños, seguramente hijos de la pareja que ocupaba la banca contigua, se perseguían pegándose de tirones y dando gritos. El menor corría con un globo, mientras los dos mayores, niño y niña, lo perseguìan jalándolo de la ropa. Jorge se levantó y fue a pararse cerca de ellos, mirando a los niños sin decir nada. Luego regresó a la banca con ella. Era obvio que ellos también se sentían incómodos por la presencia de Jorgito, pero Emma no sabía qué hacer, en parte temìa por su hijo, pero tampoco le parecía correcto quitarlo de ahí. –¿Tenés hambre Jorge?–le preguntó. El niño sólo parpadeó y fue a tomarla de la mano. –¿Qué querés? –Comida. –Sí, pero de qué tipo, qué querés comer. –Pan guisado con vaca blanca. Trató de imaginar lo que el niño quería decir con eso. Pensó en la vaca que había en los anuncios de helados, en la que adornaba las latas de leche, en anuncios de carnicerías y bisteces. Mejor preguntó. –¿Pan tostado, querés decir? –No, tostado no. Guisado. Emma pensó que si lo llevaba a algún restaurante donde tuvieran a la vista la comida que servían seguramente se le antojaría algo. Mientras la grabación de clavecín continuaba repitiendo la insoportable melodía, dio vuelta al parque mirando de un lado a otro. «Tal vez el otro día, lo hayan dado de baja» –murmuraba-, «Nunca se sabe con la gente que los manda. Tal vez hoy lo tengan manejando el taxi». Recordó que a su esposo lo había conocido haciendo de taxista, aunque más tarde él le contó que el taxi era sólo para disimular, porque su verdadera ocupación era la «vigilancia preventiva», pues habían allí, precisamente en su barrio, «malos ciudadanos», que no deseaban vivir en paz como Dios manda. –Mirá, ahí tenés carne, sopa, fideos, pollo, fijoles, ensalada ¿Qué querés? –Yo quiero pan guisado con vaca blanca. –Así no te entiendo, decime bien qué querés. Empezaba a perder la paciencia. El niño continuaba empecinado en su extraña receta, y Emma tuvo que obligarlo a sentarse frente a un plato de carne con puré, luego de hacer un escándalo con gritos y pataletas frente al mostrador. Tuvo que decirle que aunque no había modo de saber si la vaca era blanca, igual era carne de vaca, y que decir puré y pan guisado 56 Relato de Leonel Juracán venía a ser lo mismo. No bien convencido, pero temiendo la cólera de su madre, Jorgito acabó comiéndose el puré nada más y volvieron al parque para sentarse cerca de la fuente. El cielo empezaba a cubrirse de nubes negras. Quizá Emma jamás llegaría a entender el comportamiento de su hijo. Así como tampoco entendía el de Francisco. Al principio su esposo había sido festivo y alegre, ordenado y hasta un poco devoto; pero apenas unos meses después de casarse le dio por pasar muchas horas encerrado en una habitación de madera que la madre de Emma tenía al final del patio, en el caserón que vivían cerca de La Merced. Ella pensó que se debía a su trabajo como vigilante nocturno, los hábitos que se vuelven costumbre, y no quiso preguntar. Pero poco tiempo antes de que naciera Jorgito, ya veía sombras en la pared, escuchaba insectos por la noche, y se levantaba a buscarlos obsesivamente, o creía encontrar en el estampado de una cortina rostros amenazadores. A veces ella encendía la luz y lo hallaba espiando por el visillo de la puerta. –¿Qué esperás?, le preguntaba. –Nada, respondía él, y volvía a tumbarse en la cama. Fue entonces cuando empezó a tenerle miedo. –Nene ¿no querés que mejor vayamos por un helado? Jorge sólo parpadeó y la tomó de la mano. –¿De qué sabor van a querer? –preguntó la mujer bajo el toldo. –Yo quiero un sabor «guardado» dijo el niño. A Emma eso le pareció indescifrable. –Aquí no hay de eso, le gritó. Jorgito se quedó mirando nuevamente de ese modo extraño las muecas nerviosas de su madre, el rótulo luminoso y la vendedora que ofrecía otros sabores, esmerándose en conservar la sonrisa. Más lejos aún, los pájaros que se zambullían en la fuente, las nubes grises, la «Sonata para Adelina». –También hay de coco y mandarina ¿Cuál te gusta?, dijo la heladera con voz melosa. –Entonces no. Yo quería sabor «guardado». A la mente de Emma acudieron imágenes de chocolates rancios carcomidos por las ratas, los dulces típicos descompuestos que se acumularon durante años en la habitación húmeda enque dormía Francisco, ese olor a sangre, ropa sucia y diesel, el tintineo maldito del sereno para Adelita. Sin poder reprimirse más, tomó al niño por el pelo y comenzó a golpearlo furiosamente, con tanta rabia y desesperación, que hasta la vendedora tuvo que intervenir para que se detuviera, obsequiando al niño un helado doble para consolarlo por la golpiza. Había empezado a lloviznar. Emma tomó a su hijo en brazos y se lo llevó a toda prisa, pero con el aguacero que cayó y pese a lo poco que duró, no pudo evitar que ambos se mojaran. A pesar de todo, Jorgito no parecía estarla pasando mal, sonreía, contento mientras saltaba en los charcos, y en ella la rabia se comenzaba a transformar en tristeza, haciéndola sentir mucho peor. – ¡Dejá de estar brincando, te vas a mojar los calcetines! Recordaba que cuando Jorgito nació, a Franciso le habían asignado un trabajo con el que pasaba muchas horas vigilando el Cerrito del Carmen. Decidió alejarse de 57 Relato de Leonel Juracán él cuando comenzaron a poner las bombas. No fuera que también frente a su casa pusieran alguna. Esa tarde al volver tuvo la sensación de que todo terminaba siempre mal: Tanto ella como su hijo tenían las caras azuladas y estaban «mojados como zanates», como dijo la vecina cuando los vio llegar. Ya por la noche, ésta le contó a Emma que «vaca blanca con pan guisado» eran rellenos de plátano con crema y «sabor guardado» era como le decía el niño a los sorbetes de turrón. Antes de dormirse, Jorgito preguntó: –Mamá, y cómo se llaman esos pájaros negros. –«Clarineros», respondió con sorna. Aparecen sólo cuando está lloviendo. 58 Debate De la vergüenza del pasado a la indiferencia del presente Maria Luisa Cabrera Si morimos en silencio, como nuestros enemigos desean,El mundo no sabrá lo que el hombre ha sido capaz de hacer y lo que todavía puede hacer: el mundo no se conocerá a sí mismo. (Primo Levi, 1986, meses antes de suicidarse) De la vergüenza y otras culpas del pasado E guatemalteca, la política de repartir las responsabilidades y/o del «borrón y cuenta» nueva del pasado para evitar el reconocimiento debido, se ha ido adueñando de los imaginarios sociales y forjando nuevas adhesiones. Frente a esta tendencia muchas memorias colectivas expresan el esfuerzo por superar el pesimismo y la tristeza de posguerra transformando este impacto psicosocial en esperanza de lucha. La literatura científica sobre los genocidios recientes en la historia de la humanidad nos enseña que para entender estas vivencias duales y complejas debemos n el año 2007 dos profesores universitarios de Alemania nos visitaron en la escuela de Psicología de la USAC, compartiendo sus reflexiones sobre la vergüenza y la culpa como sentimientos de oprobio nacional por una historia de fascismo nazi que había engullido a la ciudadanía. Este diálogo abierto nos ayudó a distinguir la vergüenza como sentimiento escondido, de la culpabilidad como responsabilidad histórica y como deuda de la sociedad con la ciudadanía. A medida que el neoliberalismo se ha ido instalado en todos los ámbitos de la sociedad 61 María Luisa Cabrera: De la vergüenza del pasado a la indiferencia del presente las victimas se ven en la necesidad de justificar que sobrevivieron sufriendo la culpa de haber sobrevivido. Fue la desesperanza y la rabia por la indiferencia y la incapacidad ciudadana de entender el horror de los campos de concentración, lo que llevo a Primo Levi al suicidio como elección meditada (Anissimov, 2001). El debate social surgido a raíz del juicio por genocidio en Guatemala nos actualiza algunos de estos debates, que también representan desafíos de la coyuntura socio político y judicial. En el plano psicosocial, la vergüenza nace del señalamiento y la desaprobación y puede o no combinarse con la culpa, de la que se diferencia, porque ésta constituye un auto reproche; la vergüenza siempre revela un enojo oculto. Este complejo sentimiento pero con distinto alcance es compartido por las victimas y por la ciudadanía que se siente avergonzada más no responsable de la historia vivida. Debería alcanzar incluso a los responsables sí se hiciera justicia en el país y entonces nos atreveríamos a reinterpretar que el miedo y la negación de quienes propiciaron el genocidio, podrían expresar una vergüenza oculta. Pero aunque la esperanza es reclamo de utopía debemos aterrizar en una realidad más sombría. Nos enfocaremos en desentrañar el sustrato de culpa y vergüenza que existe detrás de los significados del silencio social, del cinismo que oculta la indiferencia y de la desesperanza como suicidio de futuro. Al plantear estas tres respuestas recogemos las visiones antagónicas por un lado, de los actores que testimoniaron los actos de genocidio enmarcados en políticas de terrorismo de estado y por el otro, de los actores que se desmarcaron negando el genocidio durante el conflicto armado interno. Para Primo Levi las preguntas quedaron sin respuesta y guiaron su desesperanza hasta el suicidio, después de haber sufrido una paradójica sensación de vergüenza post liberación experimentada como un distinguir los niveles de responsabilidad que competen a los colaboracionistas, la cadena de complicidades sistémicas y la ciudadanía indiferente y ajena que existe en cualquier sociedad dividida. Necesariamente estamos divididos por la pluralidad humana y el antagonismo ideológico que está presente en toda sociedad moderna. Consideremos también, la levedad del ser y la banalidad del mal que tanto Hanna Arendt (2000) como Browning (2002) diagnosticaron de aquellos exterminadores sin conciencia de tales, cuyos actos se revelaron como resultado de una planificación racional de la crueldad extrema y el horror. Primo Levi nos hablo de la zona gris como la franja de la ciudadanía atrapada en las redes colaboracionistas del nazismo. En su caracterización se destaca que la complejidad del colaboracionismo, no se explica tanto por compartir un proyecto ideológico sino por la destrucción del terror y la manipulación de la propaganda que es capaz de someter victimizando, en un intento deliberado por repartir las culpas de lo sucedido entre victimas y perpetradores. Lo paradójico resulta ser que aun con este injusto reparto, la desesperanza ha perseguido más a las víctimas que a los responsables. Los culpables gozan de la irresponsabilidad por no rendir cuentas de sus actos, mientras que 62 María Luisa Cabrera: De la vergüenza del pasado a la indiferencia del presente este sentimiento incomodo mediante el mecanismo del autoengaño, que les permite explicar sus acciones aniquiladoras con distancia emocional y despersonalizando a los sujetos de los que hablan. En el colmo del cinismo y la ausencia de empatía humana, transfieren el horror de las decisiones que tomaron –¿qué hubiera hecho usted?– en aquellos investigadores que se interesaron en averiguar sus motivaciones. «Sentimos vergüenza ajena cuando presenciamos la humillación de los Otros, sentimos vergüenza de nosotros mismos cuando violamos los ideales de nuestra conciencia» (Marks e Ilese, 2007). La vergüenza genera malestar y arrepentimiento, asociado a la impotencia de no haberlo podido evitar. Muchos nietos españoles de familias republicanas exiliadas, vivimos la rabia de no sentirnos culpables del franquismo pero sí avergonzados de haberlo tolerado tantos años. De tal manera que la vergüenza se lamenta más de la impotencia que del arrepentimiento, puesto que no nos consideramos culpables. La vergüenza se puede vivir como una especie de indignación silenciosa por la derrota experimentada. Por ello es un sentimiento escondido que se expresa con formas indirectas, que van desde la ironía y el sarcasmo al pesimismo más trágico causante del suicidio. sentimiento ambivalente, que le atormentaba la conciencia de no haber hecho lo suficiente para impedir un sistema que los había devorado. Pero también teñido por la culpa del sobreviviente, aquella que expresa el deseo de morir para no vivir con la culpa de seguir vivo mientras que otros no pudieron (Anissimov, 2001). Hemos contabilizado en Guatemala ¿Cuántos suicidios que han sido alarma de salud publica en el área Ixil, se debieron a estos sentimientos de vergüenza y de culpa innombradas? ¿Cuántos hijos arrastran la vergüenza por la actuación despiadada de un padre que fuera jefe de las patrullas de auto defensa civil o comisionado militar involucrado en violaciones a los derechos humanos? El señalamiento, la vergüenza y la culpa nunca dejarán impasibles a los hijos afectados. La vergüenza y su contrario el orgullo, se transmite a las generaciones siguientes. Los hijos pueden sentir la vergüenza de lo que hicieron los padres y generar problemas de estrés y dolor, desbordándose la capacidad de asimilar el trauma. ¿Cómo está siendo la comunicación de la experiencia del nazismo entre abuelos y nietos? es la pregunta que generó el debate sobre la vergüenza en Alemania y en Austria. En muchas de las investigaciones realizadas afloraba una reacción inesperada y compulsiva «por fin podemos hablar de esta vergüenza que cargamos». «Taller sobre la vergüenza». EE.CC.PP. USAC, 27 agosto 2007. Dr. Marks (Universidad Friburgo), Dra. Ilse (Universidad Libre, Berlín). La vergüenza es un sentimiento doloroso y llevado en secreto que cuando se destapa puede generar reacciones de furia y violencia. Se suele distinguir entre dos caminos opuestos, una «vergüenza patológica cuando se traspasan las barreras corporales, sociales y mentales, de otra vergüenza sana que necesitamos porque defiende nuestros límites morales» (Marks, Ilse, 2007). La vergüenza es principalmente sentida por las victimas y por la ciudadanía, pero no por los victimarios que se protegen de 63 María Luisa Cabrera: De la vergüenza del pasado a la indiferencia del presente familia las torturas sufridas. Imaginemos el efecto de esa confesión semipública cuando se ha demolido la identidad de una persona (Viñar, 1989). Una herida insondable es la sospecha de delación que planea como una sombra sobre su vida y que queda suspendida en el imaginario social de los amigos y cercanos de las personas torturadas. Este tipo de problemas han reactualizado la preocupación y el debate académico por los efectos insanos de la «banalidad del mal» (Ovejero, 2010, capítulo 11). En algunas experiencias de teatro comunitario y popular (Grupo de teatro comunitario juvenil de la aldea Pastores de Sacatepéquez. Laboratorio Teatral de Artes Landivar – espacio de encuentro– dirigido por Patricia Orantes, Universidad Rafael Landivar). se han dramatizado escenas traumáticas donde los jóvenes actores remueven los secretos de familia más abyectos e inconfesables, en un afán persistente por entender para poder asimilar el pasado. Si es posible como hijo llegar a perdonar o a reconciliarse con un padre o un abuelo asesino, para que esta experiencia no desgarre el futuro del joven, el acusado deberá enfrentar la justicia como castigo, para que también así se pueda rehabilitar su dignidad degradada. En una experiencia inversa, resulta sumamente doloroso y difícil revelar a la De la ruptura del silencio a la indiferencia cómplice Algunos aspectos de la dinámica psico historica de las memorias colectivas de la violencia en Guatemala son comparables a lo experimentado por los sobrevivientes de los campos de concentración nazis. Primo 64 María Luisa Cabrera: De la vergüenza del pasado a la indiferencia del presente inaceptable y que la historia oficial seguía negando (Anissimov, 2001 y Primo Levi, 2005). En Guatemala, la denuncia masiva como ruptura del silencio sobre el pasado Levi después de su liberación de Auswitchz sentía una imperiosa necesidad de contar, de testimoniar lo vivido para romper el silencio y dar a conocer lo que resultaba 65 María Luisa Cabrera: De la vergüenza del pasado a la indiferencia del presente vergüenza con la culpa como sentimientos paradójicos presentes en los sobrevivientes. Sería deseable que las autoridades también lo experimentaran, pero es precisamente la desfachatez y la insensibilidad que acompaña la impunidad, el sentimiento que encubre la exoneración de responsabilidad moral e histórica de las autoridades ante los acontecimientos sucedidos. Como vemos, la culpa tiene que ver con valores transgredidos, con leyes y con la legitimación social, mientras que la vergüenza tiene más que ver con sentimientos asociados a la humillación y a la desaprobación social de ideales no compartidos. En una dimensión política la culpabilidad es la expresión de una vergüenza negada. Mientras ese entorno de culpa y vergüenza atraviesa a la sociedad, sucede en Guatemala lo mismo que Levi acusaba en la Europa de los años 80s «hablar de los campos de concentración se consideraba una indelicadeza o impudor. Se corría el riesgo de ser acusado de victimismo… ¿Está justificado el silencio? ¿Debemos tolerarlo? ¿Debemos retener los testimonios recogidos que, a pesar de nuestros enemigos, la historia parece haber preservado?. No podemos olvidar, no podemos callar. Si nos callamos ¿Quién hablará? Seguro que no lo harán los culpables y los cómplices. Faltará nuestro testimonio y en un futuro próximo, la historia de la bestialidad nazi, por su propia enormidad, será relegada a la leyenda. Por eso resulta razonablemente y absolutamente necesario hablar, hablar siempre» (Anissimov; 2001; 375). Un pasado que no pasa, idea desarrollada por el filósofo francés Paul Ricouer en Memoria, Historia y Olvido, Editorial Trotta, Madrid, 2003. Al igual que sucedió en toda Europa, en Guatemala la ruptura del silencio resulta un camino recorrido en el que ya no se puede volver atrás, aunque los juicios se estanquen y se anulen las sentencias. Por eso grupos de población Ixil defienden que para ellos volvió verosímil lo innombrable, tal y como REHMI (1998) recogió en aquellos primeros testimonios que siempre terminaban con un implorante «¡créame, nos trataron peor que animales!». El informe de la Comisión de la Verdad (C.E.H., 1999) no solo enmarco lo sucedido y sus consecuencias en las políticas contrainsurgentes orientadas por la Doctrina de Seguridad Nacional, sino que además ahondo y amplifico las múltiples dimensiones de la brutalidad y el horror que se vivieron en Guatemala. Pero romper esta incredulidad ha durado décadas, dentro de un proceso dinámico y ascendente de lucha por la verdad, la justicia y la reparación. En los años 90 en Guatemala, se repitió la misma dinámica que los verdugos nazis habían vaticinado en la Europa de posguerra «raros eran los que estaban dispuestos a escuchar y a creer a los que se habían salvado» (Anissimov, 2001;360). La cultura del silencio que escondía esa vergüenza cargada como un fardo en la espalda llevo aparejada una mirada esquiva y agachada de la población afectada directamente o supuestamente incluida dentro de la categoría de «enemigo interno». Debemos a Primo Levi la explicación de que esa mirada agachada era la versión corporal de un sentimiento de exclusión y ninguneo por el trato degradante e inhumano recibido. La vergüenza ubicada en el rinencéfalo es una reacción más primitiva que la culpa que resulta un proceso más cognitivo por su racionalización (Marks e Ilese, 2007). Por ello la vergüenza puede hacer sonrojar y desviar la mirada casi de manera inconsciente. La vergüenza por lo vivido por mi o por los Otros esquiva mi mirada. El sustrato psicosocial es que el dolor espanta, es difícil compartirlo y por ello escondemos la vergüenza que sentimos. Todos los pueblos sienten en alguna medida la culpabilidad moral por los acontecimientos históricos en los que se han visto involucrados, sea por no haberlos evitado, sea por haberlos facilitado. Esta asociación, injustamente encadena la 66 María Luisa Cabrera: De la vergüenza del pasado a la indiferencia del presente colectiva del pasado confronta versiones antagónicas. Se han producido otros informes (AVEMILGUA, 2000 y 2013) que pretenden contrarrestar la fidelidad rigurosa de las primeras memorias colectivas de Verdad (REMHI y C.E.H.). Se minimizan los datos y se cuestionan las dimensiones de la violencia aplicada (Sabino, 2008) bajo la concepción de que se trataba de ciudadanía manipulable porque compartían una interpretación desideologizada de lo sucedido. Martín Baró (2003) señalaba que todo acto violento contiene un fondo ideológico, por lo tanto para entenderlo hay que conectar la psicología social con la historia. El debate social provocado por el juicio por genocidio representa la disputa por estas versiones bajo dos modalidades nuevas. La memoria se ha expresado y ha trascendido la verdad ya se esclareció, las evidencias ya fungieron y en consecuencia el enmarañamiento legal es una pura estrategia judicial de obstaculización de la aplicación de justicia, que no captura la complicidad ni el interés de la población. Desde la Alcaldía Indígena de Nebaj se ha manifestado pública y reiteradamente que «este Estado no es nuestro Estado» porque se niega a reconocer lo que el proceso judicial ya evidencio y sentencio. Roto el silencio, la dinámica psico histórica apuntaló las memorias colectivas locales y encamino los primeros juicios por masacres y torturas. Con la denuncia legal de hechos específicos del Conflicto Armado Interno se fue ampliando el sentido social de las memorias colectivas y profundizando en el significado y los riesgos del olvido. En los últimos años, la disputa por la memoria 67 María Luisa Cabrera: De la vergüenza del pasado a la indiferencia del presente y «¿por qué yo no?» La victima dedicara su futuro a intentar explicarse y comprender como fue posible que me sucediera a mí, porque tendemos a pensar ingenuamente que lo que les pasa a los otros no me sucederá a mí (ilusión de invulnerabilidad), así como también necesitará entender ¿cómo fue posible que sucediera?. Todas estas preguntas se asocian a las controversias que provocan las memorias colectivas sobre la violencia de un conflicto. En un principio la vergüenza de haber experimentado un horror increíble tiende a silenciarse, pero el recuerdo asedia a la víctima forjando la necesidad de contar para liberarse del dolor suyo y de los que ya no están para contarlo. En la memoria testimonial, el tiempo sesga el recuerdo tanto de las victimas como de los perpetradores, pero cuando prevalece el silencio se entierran los recuerdos en el mundo privado de los murmullos relatados y los silencios ausentes de los sobrevivientes. Se genera un efecto dominó por el cual la memoria que ha sido silenciada irrumpe como una catarsis imparable, porque dar a conocer lo sucedido libera una conciencia atrapada (Anissimov, 2001). Así podemos imaginar la dinámica psicosocial de los y las testigas del juicio, que vencieron el miedo y la vergüenza de hablar de lo que les hicieron, reubicando culpas y responsabilidades. Pero también podemos imaginar una humillación mayor que nos debe avergonzar como condición humana al observar el desprecio, el desdén, el cinismo y el negativismo de esa ciudadanía poderosa e ignorante, que permanece indiferente e insensible ante los hechos conocidos judicial y socialmente. Si para las victimas opera un efecto liberador, para los perpetradores opera un efecto rehabilitador que no descarta la necesidad de justicia como reparación publica de su rol. El juicio, como ceremonia simbólica de una reparación merecedora, delimita la responsabilidad y restituye la dignidad agraviada. Para los perpetradores resulta más vergonzosa la culpa y el señalamiento moral mas allá de las víctimas, sobrevivientes, testigos y círculos de derechos humanos involucrados en la lucha contra la impunidad en Guatemala. La catarata de manifiestos, declaraciones y artículos de opinión que se ha producido en los medios de comunicación incluyendo a las redes sociales ha activado el debate, reforzando una participación virtual que resulta menos arriesgada, pero más profusa. El seguimiento noticioso también ha contribuido a polarizar el debate porque su gancho es precisamente la persuasión tendenciosa más que la objetividad imparcial. La percepción de que el genocidio existió presenta datos contradictorios en los resultados de dos encuestas de opinión de la Universidad Rafael Landívar, una realizada en el mes de abril 2013 (Programa de Opinión Pública) con estudiantes universitarios de URL y USAC donde la mayoría entrevistada afirma que hubo genocidio aunque hay confusión sobre el significado. La otra encuesta realizada por INCEP de URL en el mes de mayo destaca la indiferencia y el desinterés que esta polémica causa en la mayoría de la población y especialmente en los sectores productivos. El estudio dice que el debate no ha sobrepasado los círculos de pertenencia (movimiento social y de derechos humanos) y que se ha restringido al ámbito urbano. Pero me permito relativizar este resultado al considerar que la vergüenza y la culpa como señalamientos provocaron en el ámbito local el silencio de la ciudadanía como autoprotección, resultando un escudo invisible para sobrellevar la convivencia cotidiana entre victimas-sobrevivientes y victimarios. Con estos precedentes resulta aun más valiente y esperanzador, el hecho de haber testimoniado en este juicio por genocidio, desafiando el pulso a una impunidad firmemente cimentada y protegida. Hablar de las experiencias atroces no es nada fácil porque humilla y degrada la dignidad humana, tanto del que infringe como del que sufre como del que escapa a esa situación. Este último ha de explicarse 68 María Luisa Cabrera: De la vergüenza del pasado a la indiferencia del presente generadora de condiciones malévolas e ignominiosas que cuando tienen que responder o responsabilizarse de acusaciones concretas, siempre transferibles a los subordinados. difuso de los hechos silenciados. Hemos visto en las controversias de la memoria, que las elites de poder económico y el Ejército de Guatemala han reaccionado con más virulencia defensiva cuando son acusados de propiciar una situación Corrompiendo creencias y valores Cuando la impunidad se estructura en base a mentiras institucionalizadas y estas son tan fácilmente desmoronables que no sostienen una contra argumentación fundamentada, estas mentiras no llegan a instalarse como verdades impuestas. Si a la impunidad que evita el castigo se suma la corrupción que compra las ideas, estamos ante un sistema ideológico perverso que como todo lo compra, también convierte los valores y las creencias en moneda de cambio. 69 María Luisa Cabrera: De la vergüenza del pasado a la indiferencia del presente lo cual nos replantea la importancia y el significado de la Verdad como valor absoluto, cuando se trata de hechos históricos que han sido negados por su carácter ideológico y que resultan inverosímiles porque trascendieron los límites humanos, mucho más allá de lo esperado. Como cierre es justo reconocer que aquel dialogo abierto por los dos profesores alemanes también nos dejo algunas luces de transformación para desbaratar la vergüenza, sugiriendo algunas tareas reparadoras a nivel individual y colectivo que van desde a) reconocer la vergüenza en nuestra propia biografía, b) reconocer las formas de vergüenza que se dan en mi grupo social y c) pasar de la cultura de la humillación a la cultura de la dignidad mediante el reconocimiento de la dignidad del Otro. Solo así podríamos restaurar la confianza perdida tanto en la sociedad como en la condición humana. Ahora me parece pertinente preguntar a los abogados de la defensa ¿Por qué defendían ustedes al General Ríos Montt? ¿Por las ideas compartidas o por los sustanciosos estipendios recibidos? Algunos sectores de ultraderecha han cuestionado la moralidad de las victimas acusándolas de haber recibido dinero a cambio de su testimonio. Hasta donde conozco, si así fuera, la mayoría de las victimas habrían salido de la extrema pobreza en la que continúan viviendo. Mas bien, parecen haber sido valores compartidos como un ineludible sentido de justicia, la matriz que impulso su decisión valiente y atrevida «de dar a conocer los hechos del pasado», sino para lograr justicia como deber ser de una sociedad, sí para esclarecer la verdad y evitar el borrón y cuenta nueva que nuestros adversarios desearían. El dilema de fondo es que las atrocidades y el horror son difíciles de creer porque trascienden los límites morales conocidos, BIBLIOGRAFIA ANISSIMOV, M. Primo Levi o la tragedia de un optimista. Ed. Complutense, España, abril 2001. ARENDT, H. Eichmann en Jerusalén. Un estudio sobre la banalidad del mal. Ed. Lumen, 3ª. Ed. 2000. BROWNING, C.R. Aquellos hombres grises. El Batallón 101 y la Solución Final en Polonia, Edhasa, 2002. INFORME DE LA COMISION DEL ESCLARECIMIENTOHISTORICO (C.E.H.). Memoria del Silencio. Guatemala, 1999. PRIMO LEVI, Trilogía de Auschwitz, El Aleph Editores, 2005. PROYECTO DE RECUPERACION DE LA MEMORIA HISTORICA (REMHI). Nunca Más. Tomo I. Oficina Derechos Humanos del Arzobispado de Guatemala (ODHAG), Guatemala, 1998. MARTIN BARO, I. Poder, Ideología y Violencia. Ed. Trotta, 2003. VIÑAR, M. et.al. «Exilio y Tortura. Fracturas de memoria». 1989 (Mimeógrafo). OVEJERO, A. Psicología Social. Algunas claves para entender la conducta humana. Ed. Biblioteca Nueva, Madrid 2010. SABINO, C. Guatemala, la Historia silenciada (1944-1989). Tomo II. El domino que no cayó. Fondo de Cultura Económica de Guatemala. Guatemala, 2008. RICOUER, P. Memoria, Historia y Olvido. Editorial Trotta, Madrid 2003. 70 Arte Cazador de imágenes Francisco Alejandro Méndez E captadas por el ojo-lente de Manuel Morillo Orozco, se asemejan a ese acto mágico, de un prestidigitador, son una metáfora de lo que ocurrió siglos antes. Este momento de planificar las imágenes, de apretar y disparar ráfagas es como un acto de fe humana. Es como sentarse alrededor de la fogata, dibujar para caaptar la esencia de un hecho histórico, novedoso, sentimental, panorámico, único, que ya de por sí es mágico. La cámara-escapulario de Manuel Morillo no es reciente. Pudo haber sido elaborada hace algunos años. Quizá fue la misma que fray Bartolomé de las Casas, de quien por ciento, tiene un extraño parecido, utilizó mientras redactaba La brevísima l hombre primitivo, el de las cavernas de Altamira por ejemplo, dibujaba a las bestias antes de salir a buscarlas. Ese acto, acto de magia, religioso, ecuménico constituía el momento más importante de la caza. Seguramente se sentaban, planeaban el dibujo, imaginaban a la presa agonizando, lanzando las últimas defensas en vida. Luego, el dibujo y posiblemente la danza. Al terminar, abandonaban la cueva en fila india, hacia la presa, a capturarla. Ese momento era crucial para ellos, pues era precisamente cuando ya estaba hecho todo. Era un arroz cocido, darle muerte al animal, pues lo más importante, ya había ocurrido. Creo que en ese sentido, las imágenes 73 Francisco Alejandro Méndez: Cazador de imágenes academia y bucear por los lares universitarios. Podríamos mencionar haber recibido cursos de Bellas Artes en Middlesex University en Londres; cursado Fine Art Foundation Couse, en el High Barnet College, también en Londres, estudios de fotografía y arquitectura en Sevilla, recibió talleres en de fotografía en Brasil, España, Colombia y Guatemala. Podríamos señalar, entonces que su formación es la cámara y su espíritu es la lente. La academia, quizá le ha ayudado seleccionar de mejor manera a su presa. Sin embargo, Manuel Morillo no solamente ha sido un fotógrafo, que lanza fotos fijas. También de las que se mueven, aquellas que dan vida a las continuas, la cinematográfica, pues. Ha hecho documentación de largometrajes, documentales y cortometrajes, entre ellos Gasolina, Distancia, Fe, Ovnis en Zacapa, Escrito en el cuerpo, Circo fúnebre, Papeles amarillos, El Coronel de la primavera, entre otros. Su currículum es extenso, pero vamos a adentrarnos un poco a lo que su experiencia y formación transforma en praxis. Entremos, pues a este mundo, en el que lo único que existe es el blanco y negro, pero cada uno relación de la destrucción de las Indias. Pudo haber sido la que Rafael Landívar utilizó mientras recordaba su patria desterrada. La cámara-lanza ancestral de Manuel Morillo captura, atrapa, conserva, congela, el momento propicio para salir a recoger la presa-imagen, que ya ha sido seleccionada siglos atrás. Quizá escribir sobre las poderosas imágenes que salen de su alma no sea solamente un acto de fe. También de contrición. O quizá es el resultado de haber observado las imágenes-cavernarias de Manuel Murillo, que espero, nos lleve al disfrute lo que su lente-halcón ha guardado para la eternidad. Morillo llega con la lente Manuel Morillo conoce a pie juntillas cada uno de los intersticios espaciales donde circula día con día. De la Antigua a la ciudad, de la ciudad hacia el laboratorio, del laboratorio hacia todos lados. Manuel Morillo no solamente es un fotógrafo-cazador con olfato e instinto natural, también ha sabido acercarse a la 74 Francisco Alejandro Méndez: Cazador de imágenes nos ofrece. Ocurre que estamos construidos con una identidad, consumidoramente, que nos ubica como entes híbridos, fragmentados en una serie de aspectos culturales que nos hacen percibirnos como pedazos de realidades. Podríamos decir que cada una de las partes de nosotros está unida a nuestro todo, pero nuestra imagen cultural nos hace vernos como un rompecabezas armado con piezas que se ensamblan perfectamente, pero que pertenecen a otros rompecabezas. Es decir, nuestros gustos estéticos no están enfocados solamente hacia un solo discurso, pues varían y en algún momento, podrían ser disímiles. Estas fotografías, armadas con fragmentos, que ofrecen un todo, cada una de ellas está separada de la otra y podrían de los colores están a la disposición del espectador, para que lo seleccione y los vaya ubicando en su palimpsesto de la memoria. Ventanorámicas Ver a través de una fotografía-presa en pequeños cuadros que nos van construyendo ¿deconstruyendo? la imagen de un bosque, un árbol, la carretera, ciudades lejanas, naves centrales de iglesias, malecones, paisajes, esquinas, ambientes cotidianos, intersticios urbanos, es como observar la realidad contemporánea fragmentada en su posmodernidad. Esta serie, vitralizada, convertida en pedazos, que unen al todo, ofrece un discurso que recrea lo que también la posmodernidad 75 Francisco Alejandro Méndez: Cazador de imágenes antes de o después de, una cacería en la que la presa es el espectador. Es decir, nosotros. Recuerdan los vitrales de las catedrales renacentistas o las iglesias barrocas, en las que destacan por sus figuras. En las de Manuel Morillo observamos la raíz de la historia, pero, también los pedazos de ese rompecabezas incompleto. Nos maravillan, nos invitan a tocarlas, a sentirlas. Claro, mientras las vemos, estamos poniendo en marcha los cinco sentidos. carecer de unidad, si no las percibimos como un todo. Manuel Morillo forma con ellas un todo, que finalmente tenemos frente a nuestros ojos. Pero cada una toma su rumbo distinto en su propia identidad, atrapa al ojo, como queriendo protagonización estelar y logra que por un momento solamente lo veamos y desechemos el todo. Por eso, estas fotografías forman un discurso total, pero fragmentario en su individualidad. Observamos como una figura completa, pero al final, adquieren su propia identidad. Las identidades no son estáticas, ni perennes. Estas imágenes-ventanas que afortunadamente tienen la variedad de reacciones que produce el blanco y el negro son ventanas-grafiti, que fueron captadas Series personajes Captar a los protagonistas de una historia es tarea titánica. Hay que soñarlos, primero. Luego hay que inventarlos y finalmente 76 Francisco Alejandro Méndez: Cazador de imágenes comenzarlos a describir. Lo anterior podría ser en la literatura, pero en la fotografías de Manuel Morillo, también se sueñan, se imaginan y luego se concretan. Hablemos de algunos de ellos, por ejemplo: Un perro nada entre desechos de basura, atrapa con sus fauces una presa, que posiblemente soñó mientras rumeaba al costado de sus dueños-cazadores. Las mujeres, quitan de la ropa el sudor que los convirtió en presas de la cotidianidad, otras prefieren acercarse al agua, establecerse con sus sobretodos multicolores, pero que los vemos en blanco y negro, como oradoras de la perpetuidad de la especie. Hay unas que erigieron un altar, se han hincado para implorar por el perdón a los suyos y a quienes las han fastidiado. El agua mansa siempre es testigo de ello. No emite juicio hacia los protagonistas-presas, pero sí aparece a sus anchas, a veces profunda, a veces transparente y otra, no tanto. Un giro, como el lanzamiento de un hueso a través de la mano de un homínido, provoca que nos topemos con seres urbanos, pequeños que emulan a los carpinteros, sin herramientas, pero con certezas y corazonadas de expertos. Una pareja podría estar bailando el manisero, mientras que los presentes los invitan a girar como trompos. La música, como la que emitían aquellos hombres de Altamira, provoca entusiasmo en cada uno de los integrantes de la banda. Hay baile, ritmo y pinturas en las paredes que quiere cobrar vida de inmediato. Una mujer posa sus arrugas mientras, orgullosa congela una sonrisa que guardó para ese momento. Otra madre ¿o abuela? nutre a su bebé de conocimiento, mostrándole cómo el aire gaseoso puede ser de beneficio cuando está fuera del cuerpo. La barbería es otro espacio de poder, de transmisión oral, de contacto con los otros, de emociones físicas y de transformaciones en el espejo. Un inodoro sin habitación, como en una obra de Artaud, recuerda el breve espacio que separa lo privado de lo público. Nos 77 Francisco Alejandro Méndez: Cazador de imágenes la ropa, como se exprimen las penas. Hay caminos que no conducen al cielo, pero tampoco al infierno, niñas que balancean el peso del almuerzo. Mujeres y hombres en plena jornada, afilando o partiendo la naturaleza aliada consecuente, necesaria para perpetuarnos. En fin, los fragmentos de esas imágenes que Manu Morillo ha recreado, contrariamente lo que parezcan, no están congeladas. Aún se mueven sus personajes. Todavía están frescas como pinturas rupestres recién descubiertas. Ya fueron preparadas para alcanzar la presa. Ya están listas, ya ocurrió lo más difícil, falta pues que las presas caigamos ante su poder, sean pues estás páginas para intentarlo. borborigmos, antes de tomar posesión de un trono que nadie acepta de esa manera. Serie pueblo Los espacios, también se sienten, se piensan y se dibujan en un recodo de la memoria. Es allí donde anidará la acción, donde lo que resplandece se oculta o lo que no está visible, de repente de materializa. Hablemos un poco de ellos, en esta serie: Pareciera que estamos ante retornados, que han vuelto, regresado a una patria que los sacó para no sacrificarlos. Son escenas cotidianas, pero únicas, un muchacho intenta cerrar los ojos por el poder del sol o del recuerdo. Otros observan a la madre exprimir 78 Comentarios La palabra cementerio Arnoldo Gálvez Suárez Editorial Santillana, S.A. Guatemala, Centroamérica, páginas 182. Comentario de Eduardo Villalobos Siempre he creído que, en narrativa, existen fundamentalmente dos tipos de escrituras: las que se basan sobre todo en el lenguaje y aquellas que prestan especial atención a la estructura. Me parece que Que viva la música, de Andrés Caicedo, es un ejemplo de lo primero, y Los detectives salvajes, de Roberto Bolaño, lo es de lo segundo. Lo que estoy utilizando, aclaro, son dos ejemplos que tengo a la mano. Esta impresión es a priori un reduccionismo puesto que toda escritura es ambas cosas desde un punto de vista formal, pero también es un tema: tanto el lenguaje como la estructura se utilizan para «decir algo». Y si no hay nada que decir, lo que tenemos es un ejercicio onanista, una caricatura o una mueca. Pero a mí por lo menos me sirve para darme cuenta de qué es lo que me gana como lector. Hay textos que atrapan por sus palabras, su musicalidad o su violencia lingüística y otros lo hacen por lo bien construidos que están (sin que ello signifique que carezcan o de estilo o de estructura), y uno se asombra por cómo y con qué recursos nos desvelan los recovecos de un 81 mundo, de un personaje o de una historia. La obra narrativa de Arnoldo Gálvez Suárez pertenece a este segundo grupo. Ya en Los jueces, su primera novela, es evidente una construcción sabia, que en muchos Eduardo Villalobos: La palabra cementerio casos recuerda los montajes cinematográficos. Y sus cuentos son un ejemplo bastante raro, por lo poco común en nuestra tradición, de arquitectura concienzuda y rigurosa. Creo que es en La palabra cementerio que estas herramientas se afinan con mayor lucidez. Todos los relatos, además, presentan estructuras concebidas para contarnos con precisión la historia. El autor elige puntos de vista, voces, tiempos, contrapuntos y recursos retóricos que se entrelazan para elaborar un edificio narrativo. Además, en la obra de Gálvez Suárez importan de una manera muy especial los silencios. Porque toda la elaboración formal parece estar al servicio no solo de lo que se cuenta sino sobre todo de lo que se calla. Pero, más allá de las consideraciones formales, en este libro el lector encontrará ríos narrativos que se entrecruzan y que con frecuencia se contraponen, y uno va descubriendo en la lectura que tal ejercicio, que tales esfuerzos están al servicio de un fin que no será develado sino hasta que, cerrado el libro, sigamos pensando en esa realidad a la que apenas nos hemos asomado como frente a una ventana. Lo subterráneo, que hemos entrevisto gracias al ojo quirúrgico del narrador, nos persigue, llega a nuestra intuición y nos deja ver un poco más allá de las sombras del mundo. Las historias de este libro son rotundas: las páginas se abren y asistimos a la fila de un banco, presenciamos los rostros cansados o indolentes, seguimos a un par de personajes, hasta que el ojo, como una cámara, se centra en un hombre que escucha en una cervecería, y casi contra su voluntad, una historia lejana, pero también muy familiar, de violencia suburbana. Su reacción es el cinismo pero también una complicidad que no quiere asumir. El siguiente relato es oscuro, definitivamente cruel. Es el asombro del muchacho que reconstruye una pesadilla de expiación y de culpa en el lecho de su amante. Uno apenas sospecha los pormenores de la historia por los fragmentos inteligentemente dispuestos para dárnosla a cucharadas. Y sin embargo uno puede reconstruir un mundo entero, casi un infierno, casi un paraíso desolado. El tercero de los textos tiene giros de tuerca especialmente retorcidos y brillantes. Parece, al principio, la clásica aventura de infidelidades. Pero en realidad se construye como un recuerdo desde la derrota y la soledad. Es el fracaso de un hombre y una mujer que, muy a su pesar, ven cómo se les destruye el deseo, y con el ello la posibilidad de redención, frente a una presencia amenazadora. Luego asistimos al encuentro de tres personajes que rearman un juego de traiciones en el apagado escenario del conflicto armado. El autor revisita una de las zonas más frecuentadas de nuestra literatura pero con una visión distinta. Acá no hay héroes, no hay villanos, ni siquiera antihéroes. Lo que nos queda es una radiografía truculenta y despiadada. Piscina, el siguiente relato, es una historia de ambición que ocurre alrededor de un abandonado complejo turístico rodeado por la miseria y la marginación. Pero Gálvez Suárez no parece embelesarse con el manido tratamiento del poder contra la resistencia. Yo diría que le interesa otra radiografía. Yo diría que más bien utiliza un escenario para descarnar un par de corazones muertos. La última historia es un impecable ejemplo de precisión y agudeza. El bisturí comienza con la inanición vital de un muchacho de 82 clase media. Luego, un viaje iniciático a Panajachel que encierra una inquietante agitación sexual y violenta. Y luego el terrible choque con un espejo, la resignación, el regreso. Y debajo de la realidad un manto turbio, espeso, turbulento. Los personajes de estos relatos son además, y aunque no lo sepan, seres entregados a una dinámica autodestructiva. A veces se dejan arrastrar por los acontecimientos con cierta desidia, otras asumen el sarcasmo o la evasión. Los personajes de Gálvez Suárez tienen mucho de esquizofrenia y muy poco de arquetipos. Aun en sus cuentos, los recovecos del carácter y el conflicto son múltiples en cada voz que habla. Pero también es necesario decir que hay un leit motiv en este libro y no es temático, estructural o estilístico, sino más bien podría percibirse como una mirada. Porque lo que el autor quiere mostrarnos no está dicho precisamente en los hechos contados, sino en algo más hondo y elusivo. Lo que intenta Gálvez Suárez, con muy buena fortuna, es que veamos lo que usualmente queda debajo del velo de la «realidad». En todas las historias es posible encontrar un relato secreto. En todas las historias hay algo que apenas sospechamos, que apenas sospechan sus personajes, pero que los determina, que nos determina en medio del mundo, y a las que llegamos por la intuición y el ojo implacable del autor. Y es la historia escondida, determinada en la sombra por la historia narrada, la que produce el milagro literario de la revelación. Los relatos de La palabra cementerio son, entonces, algo más que historias interesantes o truculentas. Son la develación del caos en que amamos o soñamos o aprendemos a morir. Son la presencia de otra realidad, una subterránea que apenas emerge a la superficie pero Eduardo Villalobos: La palabra cementerio que probablemente dé forma al mundo. Son la concreción de una enorme fe en la fabulación de historias. Son la confirmación de la posibilidad del lenguaje para mirar de frente aunque no de manera directa, como lo hacemos en un espejo, nuestros más escondidos conflictos. Construidos con la precisión de una arquitectura meticulosa, en la que los recursos 83 narrativos y las resonancias estilísticas se entrelazan para contarnos mucho más de lo que dicen, estos cuentos parecen confirmar aquellas palabras de Ricardo Piglia, que recuperó de Borges, de Chejov y de Katherine Mansfield, los maestros de la narrativa corta: «El cuento es un relato que encierra un relato secreto». Un libro que nos ilumina, definitivamente, pero con una luz oblicua e inquietante. Imágenes: Portada y Separadores: Portada: Bunker, San Fernando, Cádiz. Dimensiones variables. Fotografía digital (9 tomas). Ensayos: Centro culinario, Habana, Cuba. Dimensiones variables. Fotografía en negativo blanco y negro. 35mm (digitalizada, 20 tomas). Letras: Quetzaltenango, Guatemala. Dimensiones variables. Fotografía en negativo blanco y negro. 35mm (digitalizada, 4 tomas). Debate: Finca ocupada, Cobán, Guatemala. Dimensiones variables. Fotografía en negativo blanco y negro. 35mm (digitalizada, 5 tomas). Arte: Cascada, Ixcán, Guatemala. Dimensiones Variables. Fotografía Análoga. en exposición prolongada. Comentarios: Cascada, Ixcán, Guatemala. Dimensiones Variables. Fotografía en negativo blanco y negro 35mm (digitalizada, 8 tomas). Manuel Mourillo Manuel Morillo descubre la fotografía mientras cursa estudios de arquitectura en 1990. Posteriormente estudia publicidad y mercadeo y parte a Londres en 1995 por cuatro años, donde comienza estudios de Bellas Artes en la Universidad de Middlesex, los cuales abandona por una propuesta de trabajo en Guatemala con Fotokids, donde trabaja con jóvenes enseñando fotografía y diseño. En el año 2005 funda Casa del Mango, un espacio cultural en la ciudad de Antigua Guatemala, proyecto que dirige en la actualidad. Como fotógrafo documental ha trabajado para Comité Internacional de la Cruz Roja, Cooperación Española en Guatemala, FAO-Guatemala, ChildFund Internacional, CONGECOOP y otras. Como artista ha expuesto en las galerías Sol del Rio, CAOS, El Sitio, Cooperación Española en Antigua, Cantón Exposición y Casa del Mango en Guatemala, además de Fábrica de Imágenes en Morelia, Michoacán. Actualmente imparte clases de fotografía analógica en el diplomado de La Fototeca (avalado por la USAC) y realiza talleres de fotografía de manera independiente. Sobre los colaboradores: Carlos Orantes Tróccoli Guatemalteco. Filósofo y psicólogo. Investigador social. Cofundador de la Maestría en Psicología social de la USAC. Colabora para diversas publicaciones del país y del extranjero. Gustavo Maldonado Guatemalteco. Cineasta, abogado, poeta, gestor cultural, forma parte activa en el panorama de la discusión y debate cultural en el país. Colabora para distintas revistas culturales locales. Aníbal Barillas Guatemalteco. Investigador en ciencias sociales y ensayista, colabora para diversos periódicos y revistas del país y del extranjero. Radica actualmente en Berlín. Francisco Nájera Guatemalteco. Uno de los más solidos e interesantes poetas guatemaltecos. En permanente experimentación y movilidad poética, entre sus obras se cuentan, Cantos de María, Libro de Historia Universal y La letra a. Andrea Estrada Guatemalteca. Poeta y promotora cultural. Mantiene una activa presencia en las redes sociales. Mónica Navarro Guatemalteca. Poeta, su obra se encuentra en blogs, redes sociales. Dirige Nena de Letras, un sitio vanguardista de renovación permanente. Sergio Palma Guatemalteco. Narrador, pertenece a una de las promociones literarias más recientes. Tiene asimismo presencia en internet. Leonel Juracán Guatemalteco. Cursó estudios de Química y Farmacia en la USAC. Poeta, narrador y gestor cultural. Ha publicado varios libros de poesía y narrativa. Colabora en revistas culturales. Maria Luisa Cabrera Española. Doctora en Psicología social por la Universidad Complutense de Madrid. Francisco Alejandro Méndez Guatemalteco. Doctor en Literatura Hispanoamericana. Catedrático universitario. Narrador y ensayista. Eduardo Villalobos Guatemalteco. Posee una Maestría en edición. Colabora para distintos periódicos y revistas culturales publicando poemas, relatos y artículos de opinión. Imparte talleres de literatura. Ha publicado los libros de poesía El Ojo en la vela y Lunas sucias.