La liviandad de la cultura urbana y la subjetividad

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Ensayos
Universidad de San Carlos
de Guatemala
Dr. Estuardo Gálvez
Rector
Dr. Carlos Guillermo Alvarado Cerezo
Secretario General
Licda. Luz Arminda Barrios
Jefa de la División de
Publicidad e Información
Rafael Gutiérrez Esquivel
Director de Revista USAC
La liviandad de la cultura urbana y la subjetividad contemporánea
Carlos Orantes Tróccoli /5
Empirismo desde una sala de cine (David Hume rebobinado)
Gustavo Maldonado /17
Anatomía de la violencia
Aníbal Barillas /21
Aspectos estéticos en una película
Francisco Nájera /33
Letras
Comité Editorial
Luz Arminda Barrios
Gladys Tobar
Roberto Ganddini Gudiel
Raúl Monterroso
Rafael Gutiérrez Esquivel
Poemas
Versión electrónica
Jaime Cabrera Letona
Relato
Colaboradores
Juan B. Juárez/José Mejía/Dina Posada/
Anabella Paiz/Miguel Ángel Barrios/
Luis Díaz/ Edelberto Torres-Rivas/
Moisés Barrios/ Javier Payeras
Debate
Andrea Estrada /39
Poemas
Mónica Navarro /44
Relatos
Sergio Palma /50
Ilustración de portada,
separadores e ilustraciones interiores
Manuel Morillo
Diseño
Rafael Gutiérrez Esquivel
Hugo Rafael
Diagramación
Hugo Rafael
Enero - Marzo / Número 27 / 2013
Correspondencia y canje
Universidad de San Carlos de Guatemala
Ciudad Universitaria, zona 12
Ciudad Guatemala
Teléfono: (502) 24767215
Correo electrónico:
[email protected]
URL
http://revista.usac.edu.gt/
Leonel Juracán/54
De la vergüenza del pasado a la indiferencia del presente
Maria Luisa Cabrera /61
Arte
Cazador de imágenes
Francisco Alejandro Méndez /73
Comentarios
La palabra cementerio
Eduardo Villalobos /81
V
er a través de una fotografía-presa en pequeños cuadros que nos
van construyendo ¿deconstruyendo? la imagen de un bosque, un
árbol, la carretera, ciudades lejanas, naves centrales de iglesias,
malecones, paisajes, esquinas, ambientes cotidianos, intersticios
urbanos, es como observar la realidad contemporánea fragmentada
en su posmodernidad.
Esta serie, vitralizada, convertida en pedazos, que unen al todo, ofrece un
discurso que recrea lo que también la posmodernidad nos ofrece. Ocurre que
estamos construidos con una identidad, consumidoramente, que nos ubica
como entes híbridos, fragmentados en una serie de aspectos culturales que
nos hacen percibirnos como pedazos de realidades. Podríamos decir que cada
una de las partes de nosotros está unida a nuestro todo, pero nuestra imagen
cultural nos hace vernos como un rompecabezas armado con piezas que se
ensamblan perfectamente, pero que pertenecen a otros rompecabezas. Es
decir, nuestros gustos estéticos no están enfocados solamente hacia un solo
discurso, pues varían y en algún momento, podrían ser disímiles.
Estas fotografías, armadas con fragmentos, que ofrecen un todo, cada una
de ellas está separada de la otra y podrían carecer de unidad, si no las
percibimos como un todo. Manuel Morillo forma con ellas un todo, que
finalmente tenemos frente a nuestros ojos. Pero cada una toma su rumbo
distinto en su propia identidad, atrapa al ojo, como queriendo protagonización
estelar y logra que por un momento solamente lo veamos y desechemos el
todo.
Por eso, estas fotografías forman un discurso total, pero fragmentario en
su individualidad. Observamos como una figura completa, pero al final,
adquieren su propia identidad. Las identidades no son estáticas, ni perennes.
Estas imágenes-ventanas que afortunadamente tienen la variedad de
reacciones que produce el blanco y el negro son ventanas-grafiti, que fueron
captadas antes de o después de, una cacería en la que la presa es el espectador.
Es decir, nosotros.
Recuerdan los vitrales de las catedrales renacentistas o las iglesias barrocas,
en las que destacan por sus figuras. En las de Manuel Morillo observamos
la raíz de la historia, pero, también los pedazos de ese rompecabezas incompleto.
Nos maravillan, nos invitan a tocarlas, a sentirlas. Claro, mientras las vemos,
estamos poniendo en marcha los cinco sentidos.
Francisco Alejandro Méndez
Ensayos
La liviandad de la cultura
urbana y la subjetividad
contemporánea
Carlos Orantes Tróccoli
E
El antropomorfismo, que busca lógicas de
lo humano en realidades no humanas; el
esquematismo que conjuga determinismos
absurdos, polaridades imaginadas o
secuencialidades mecánicas. Cauda negativa,
son las dualidades rígidas, que al cabo omiten
la relatividad y las lógicas de los procesos
reales. De allí, también, el categoricismo y,
me interesa indicar su empeño por ver
aquellos procesos reales desde categorías
puras.
De la enajenación del producto del
trabajo, pasamos a la mercancía y con ella
a la primaria realidad virtual: el precio. Ese
mercado fue vistiendo a la mercancía con
publicidad y, poco a poco, la fue sustituyendo
por sus apariencias. Finalmente no se venden
l salto al objeto rompió con las
esencialidades. Fue una especie de
idealismo objetivo, pero abrió la
puerta a las divagaciones subjetivas, entre
la persona y su objeto. En algunos casos
argumentando polaridades excluyentes y
creando con eso, contradicciones pares. Se
abstrajeron las realidades y se creó una
metarealidad: el discurso. De allí, la teoría
de la teoría y, finalmente, la suplantación de
los procesos objetivos por enredijos
epistemológicos.
Hay que llamar la atención sobre algunos
vicios en ese enjambre. Necesito mencionar
cuatro: el absolutismo de las «cosas son
como son», que deviene en ahistoricismo y
postula otra forma de esencialismo: el dogma.
5
Carlos Orantes Tróccoli: La liviandad de la cultura urbana y la subjetividad contemporánea
directos. Le generó otras necesidades,
fincadas en la sensualidad, en la apariencia,
en el estatus, en el hedonismo, en el
individualismo y en el delirio de la movilidad
social.
Es el acceso al mundo semiocéntrico, al
dominio de los grandes medios de
cosas reales sino invenciones publicitarias
o, para la exactitud, nos venden el deseo.
Fue inevitable el paso de la industria y
la circulación mercantil, al mundo de la
especulación que dio vida a otra realidad:
la realidad virtual. Y configuró al
consumidor-más-allá-de-sus-satisfactores
6
Carlos Orantes Tróccoli: La liviandad de la cultura urbana y la subjetividad contemporánea
1958 (con capacidad de recepción,
almacenamiento y retransmisión) y luego el
Telstar 1 en 1962 (satélite privado de la
ATT), que se utilizó para transmisiones
televisivas, el desarrollo de la red de redes
(1989) y entre eso, la animación informática.
Para decirlo con certeza, destrozaron la
intimidad y en gran medida hicieron de la
subjetividad una urdimbre de lo ajeno. Somos
un siendo privados de nuestra privacidad.
Cada vez más pensamos desde lo ajeno o
mejor aún, somos pensados por el otro,
somos hablados por el otro, somos
imaginados por el otro, y leemos, sentimos,
amamos y soñamos desde lo ajeno.
Reduzcamos lo dicho a la activación de la
construcción de medios globalizantes:
• la red de redes que permite el acceso a
bibliotecas, a blogs, fuentes de
documentación e información, y a
imágenes estáticas y móviles.
comunicación. McLuhan, el Arquímedes de
los 60’, dijo: el medio es el mensaje. Y
curioso, descompuso la palabra message.
Dijo: mess-age, la era del revoltijo (La
cultura es nuestro negocio. 1970).
No estamos, pues, ante una sola realidad,
sino en relación a diversas realidades que
tienen su propia lógica histórica y que son
procesos relativamente independientes. Entre
ellas, la realidad física, la realidad social, la
realidad subjetiva y la realidad virtual. Todas
ellas son realidades para el humano, son
conocidas como tales. Son realidades
convertidas gnoseológicamente en objeto
para.
La realidad virtual
Para lo que deseamos estudiar,
revolucionaron la subjetivación la invención
del transistor (1948), la comunicación
satelital desarrollada a partir del Score en
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Carlos Orantes Tróccoli: La liviandad de la cultura urbana y la subjetividad contemporánea
es la mascarada de lo estándar: quieren
homogeneizarnos subjetivamente y la
criticidad cede lentamente ante la absorbente
modernización tecnológica, imprescindible
y enajenante. A la cual sólo podemos
contraponerle la racionalidad utilitaria: lo
mínimo y lo necesario para no caer en la
cultura del upgrading.
Ya no somos lo que hemos sido ni lo
que seremos: ¡no somos, en tanto se dislocan
los procesos constitutivos del ser! Somos,
pues, virtualidad. Y en esta afirmación encaja
otra conjura: se destruye la historia y se
deshistoriza nuestra vida, somos
circunstancia, fenómeno, somos sensualidad
reactiva. Somos efímeras conductas. Somos
casualidad: aquí aparece otra conspiración:
la estupidez neopentecostal que vuelve al
ambiente paranóico del dios omnipresente,
omnisciente, del dios que sabe por qué hace
las cosas, y que nada se mueve sin su
voluntad. Consecuencia: hay que aceptar la
realidad como es, agradecerlo y someterse.
Es el tejido de las imágenes y los símbolos
que nos configuran.
Pasamos de una política transnacional
a un proyecto transculturizador que aparece
en las descaradas promociones del estilo
de vida de la gente bonita, casual, cubierta
de postizos, metida en el tren de la
actualización de la apariencia, gente
colectivizada –digo en otro trabajo (Orantes
Tróccoli, Carlos): «El entramado del
individualismo y colectivismo» publicado
en Metaphora: Guatemala, No. 1). Pero
igual, debemos advertir el riesgo de que
bajo la bandera de la interculturalidad, la
universalización configure un nuevo
asimilacionismo. Difícil proyecto: ni la aldea
global ni el aldeanismo. ¿Cómo
culturalmente encarar el contraste entre el
individualismo y el colectivismo?
En realidad –agrego–, la globalización es
un movimiento de extrañamiento, es decir,
de hacernos más en lo ajeno, estar más en
lo ajeno. Está dislocada la cotidianidad de
la vida social y eso conmueve, afecta el
equilibrio lógico del yo. La repercusión se
da en la vivencia de lo diario y en la
•
•
•
La televisión por cable.
El teléfono móvil multifuncional.
Los medios de información y
comunicación (persuasiva o sugestiva).
• La transcomunicación.
• Y los Ipods, Iphones y demás.
Vivimos –sin metáfora alguna– un
supramundo, en la instancia de los tejidos
significados, en realidades no físicas sino
simbólicas y en su enredo –que es un
complejo e irregular intercambio–, somos
consumidores consumidos.
¿Cuánto tiempo transcurrió para que
nuestra convencida percepción sobre la
acción militar de Estados Unidos en Irak
cambiase? Nos dieron el entendimiento de
la tenencia de «armas de destrucción masiva»
(nuclear y químicas), del «diabólico» Hussein
(vinculado a la Agencia Central de
Inteligencia en la guerra contra Irán e
interlocutor de ella pocos días antes de la
invasión). ¿Cuánto tiempo tardaremos en
conocer lo que ocurrió en la torres gemelas
de Nueva York?
Así, miles de ejemplos, que van desde
el encantamiento de la imagen física de las
señoras Angelina Jolie y Hally Berry, o de
los señores Stallone y Schwartzeneger, hasta
los grandes espectáculos en la «Alfombra
Roja» o en «Latin American Idol».
Y por allí, la seducción de los reality shows
y los talk shows.
En esta conjura de los dominadores del
mundo, nosotros vivimos la realidad de las
apariencias, el mundo de las imágenes, el
mundo de lo virtual en el que cada uno de
nosotros es componente de esa virtualidad.
Somos lo que no somos, configurados por el
mega poder del mercado.
Somos configurados por otro. Por Otro
concentrador de poder. Para ese gran poder,
somos un cualquiera, individualizado y
masificado, individuo y masa, tamizados
por la capacidad de consumir. El resto
–aunque numeroso– es estadística o folklore,
no cosmético sino pintoresco. O mercancía
para mendigar ayuda externa.
Pero ¿qué nos homogeneíza? Para lo
inmediato, pensamos en la moda. Pero esa
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Carlos Orantes Tróccoli: La liviandad de la cultura urbana y la subjetividad contemporánea
sujeción a la experiencia inmediata (porque
el sentido me viene dado y no es expectativa)
y, nos mueve particularmente, una búsqueda
delirante de satisfacción (que jamás se
alcanza). En tanto espectadores ese mundo
nos estupidece: allí lo cool.
Aquí, otra vez Freud (El malestar en la
cultura) con su consideración de que las tres
fuentes de infelicidad son el cuerpo –como
espacio del deseo siempre insatisfecho–, el
mundo exterior que nos abruma y disuelve,
y nuestras relaciones con otros semejantes,
que son relaciones de contraste. En este roce,
el conflicto se torna motor para dejar de ser
lo que soy y moverme hacia ideales
imaginados.
Ese vivir en la negación continua, es
fértil para el cultivo y reproducción de la
violencia, que no es simplemente violencia
política o de un poder contra otros, sino son
relaciones de avasallamiento, de imposición,
de marca, de configuración ansiosa y
violenta del mundo a mi manera, que es la
pauta del otro imaginado.
Ser víctima, es construcción del
enajenante poder de la globalización. Víctima
en tanto sometido, en tanto deficiente, en
tanto vacío, en tanto incumplimiento, en
tanto inferior a un designio superior. La
víctima vive de la victimidad, se refocila en
su inermidad y no sólo hace –ese hacer
recíproco– al victimario, sino con él alimenta
la escena subjetiva. La víctima –junto al
victimario– necesita y se realiza en la
impunidad, que la alimenta en tanto se
somete y no se rebela.
acumulación de factores desestabilizadores.
Aparece una generalizada inculpación por
lo que hemos sido y se acentúa la crisis de
sentido. Por eso, las formaciones sociales
tradicionales se desestructuran. Es la época
de la destrucción de los entornos privados,
inmediatos, locales, preconizada por una
hegemonía que quiere domesticar al mundo.
Este es el gran movimiento del colectivismo
contemporáneo, con toda su red simbólica.
Accedemos a un horizonte incierto. Los
procesos de exclusión económica (la otra
cara de la globalización), nos señalan.
Avanzó demasiado la transculturización y
no hemos arraigado siquiera una cultura
propia. Termino mi propia cita.
Es el mundo de la virtualidad, que
impetuosa se desarrolla sobre todo a partir
de los 90’, y es la suplantación de lo real
por lo artificial, lo postizo, lo simbólico y
por las imágenes.
La virtualidad se torna en cultura y
modos de vida dominantes, se torna en
regulador de las relaciones entre los humanos
y entre estos y sus entornos. El humano se
vuelve virtualidad, también, poblado de los
postizos del estilo y la cultura. Los postizos
son la investidura de lo público y ajeno, en
torno a una imagen que no soy yo, sino la
estructura de lo ajeno, del me veo desde los
ojos del otro, desde el deseo del otro, desde
el poder del otro.
En ese mundo de las imaginaciones,
vivimos imaginadamente, es decir,
generamos una vida virtual, con toda su
complejidad, ya que es un tejido de
cogniciones y percepciones, es un mundo
de afectividades igualmente simuladas, de
deseos desde lo inalcanzable, de
inclinaciones, e incluso, conflictos en esa
vida fantaseada. Es un absurdo con sentido
o lo absurdo deja de serlo y es la normalidad.
Quiero decir, entonces que esta virtualidad
configura las pertinencias del actuar, del
pensar, del esperar y del percibir. La realidad
ante mí, no es como es, sino como debe ser.
¿Qué nos mueve en el mundo virtual? El
hedonismo, el individualismo, el pliegue al
dominio del otro, el inmediatismo en tanto
El miedo y el riesgo como moduladores
de la subjetividad
Vivir en el miedo, asumir riesgos y
amenazas, son construcciones subjetivas del
poder globalizante. El miedo y la amenaza
son vínculos a partir de lo ajeno y son
elementales mecanismos de sometimiento
al poder. El miedo y el riesgo son las
condiciones subjetivas necesarias para la
inclusión –por inducción o por imposición–
en una disciplina social conveniente al gran
poder. Estas no son casualidades. Es la
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Carlos Orantes Tróccoli: La liviandad de la cultura urbana y la subjetividad contemporánea
circunstancial, ahora porque está en oferta,
ahora por el aguinaldo, ahora porque está
en liquidación.
La circunstancialidad, sin embargo,
necesita de la zozobra. Vivimos en la
zozobra. El poder necesita de ella para ejercer
control social. Por eso, por la vía del mercado
o a partir de semblantes de poder, ese es un
vivir bajo advertencia, en situación de riesgo,
con un miedo latente. Es el vivir bajo presión,
con flujos sinuosos de ansiedad.
El neoconductismo de Skinner lo enseñó:
el sistema necesita del refuerzo operante
para mantener ese clima de zozobra. Y ese
refuerzo operante es la noticia o el rumor de
escándalo, es el cadáver constante, es la
limpieza social que no se reduce a la
eliminación sino trasciende hacia la
advertencia. Es la nota roja que alimenta el
deleite enfermizo. Por eso, para la
preservación de la dominación, en las
actuales condiciones, es necesaria la violencia
del poder. Y a esa violencia es necesario el
delito, que la justifica y acrecienta.
El discurso aterrorizante de las sectas
neopentecostales, de todos esos cristianismos
promulgación constante del just do it, del
no fear, del shift the future. Es vivir en la
cultura del riesgo.
Es la cultura –como entramado– y el
cultivo –como reproducción– del riesgo que
implica un temor. Desde el cómprelo porque
si no se acaba, hasta la conformidad y la
obediencia.
El capitalismo necesita de esta
compulsión consumista. Para evitar la
condición principal de sus crisis cíclicas,
para evitar la sobreproducción. Esto no es
un simplismo, sino consecuencia del
aceleramiento de la producción, por el uso
de nuevas tecnologías y del incremento de
la incapacidad de consumir por la
especulación del capital rentista.
La expansión del mercado embute a la
gente en el mundo de la oferta y genera
incontables referentes de mercado. Sin
exagerar, renueva el lenguaje. Vivimos a la
carrera y nuestras expectativas –que en lo
más cercano es decir nuestra agenda
inmediata– están vinculadas al consumo, a
lo que me hace falta, a lo que tengo comprar.
El consumo, pues, nos lo organizan para lo
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Carlos Orantes Tróccoli: La liviandad de la cultura urbana y la subjetividad contemporánea
La soportable levedad del vivir (para
jugar con Kundera)
Aunque este sistema no logra la inclusión
social, en la dinámica de la transculturación
logra expandir el vasallaje. La línea en medio,
en el peinado a lo mayamivais de los varones,
ahora el estilo quishpinudo o los rayitos y
matices castaños o rubios, en las mujeres,
nos ponen en lo in. Morenas pintadas de
dorado y con pelo castaño claro. Una
característica de esta cultura del mercado,
del emprendimiento, es que fuerza a la
asunción del semblante. Hoy, el gesto
homogeneíza lo heterogéneo. Esto evidencia
sobradamente el reinado de la imagen y la
acentuada superficialidad del vivir.
Paradójicamente, el poder digestivo
(antropofágico) del capitalismo dominante,
nos mudó de productores y consumidores
domésticos, a trabajadores en servicios. En
Guatemala, predomina un capitalismo servil,
que se reproduce en el terreno de los
servicios. Por eso, ahora somos más
dependientes. Y vivimos desde la escena del
improductivo –que no crea algo y vende
novedades–, cuyo valor de mercado es el
de la pobreza, la resignación y el llanto
–como los exorcismos carismáticos–, son
una contribución premeditada al
mantenimiento de este sistema. En última
instancia normaliza sumisamente la pobreza,
porque dios así lo quiere. La cultura de la
violencia es la cultura de la penitencia.
Hacernos penitentes es hacernos víctimas y
culpables. El castigo –asomo de represión–
se asume como justo y debido.
Así es como los vejámenes y las
intimidaciones son señales de tránsito, por
donde ir o por donde no.
Sin abundar, el discurso presidencial en
EEUU ha sido obsesivamente, un discurso
sobre el terror, para instituirlo como regulador
político. Desde los años 70, cuando
advirtieron sobre un holocausto o
acontecimiento catastrófico que aglutinaría
al mundo en torno a ese país (tardaron mucho
en la producción del atentado a las Torres
Gemelas. Y quedó su cauda: el fantasma de
Ibn Laden, hasta que la farsa fue desechada).
Por eso el lenguaje es un tejido cargado
de violencias, activas o pasivas. Punitivas o
autopunitivas.
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Carlos Orantes Tróccoli: La liviandad de la cultura urbana y la subjetividad contemporánea
estereotipos. Ese es el pensamiento simple.
Acrítico. Pensamos lo pensado. Para pensar,
traducimos lo ajeno.
Lo cool es ahistórico. Es discurrir sin
historia. El momento. Las identidades
inmediatas se encubren en una ciudadanía
trasnacional. Capturada por el lenguaje, que
siempre es ajeno. El teléfono móvil, creó
otra realidad virtual: hasta el límite del
alcance de la señal, no importa dónde estés,
el espacio, el lugar es la comunicación.
Insisto: esa realidad es etérea. El lugar, como
espacio inmediato de la identidad, es diluido
por la comunicación.
Lo nuevo, lo cool, nos atrae. Al tanto
del I-Phone, de los teléfonos con MP3, del
chateo y los nuevos ring tones. Del
messenger o vía Skype. Soba que soba el
touch pad.
Antes beeper, ahora celular, teléfono y
computadora personal inalámbricos, Internet
en su móvil, IPod. IPhone. Permanentemente
conectados. El mensaje al instante. Sincronía
mundial.
Mundo fascinante. Sin embargo, trae
nuevas distorsiones civilizatorias. Entre tanta
fuente de información, hoy se ha generalizado
la superficialidad, la liviandad, la
intrascendencia. Hoy se extiende una nueva
adicción: al móvil.
Hasta indagaciones tan serias, hoy se
apresuran con la comunicación a distancia.
Nos entrevista un desconocido reportero por
medio del celular. Él ambula, yo en el carro.
Habla que habla. Conversación entre
anónimos. Al final, aparezco como quien no
soy, diciendo cosas que no he dicho.
Anonimizados (que es decir, cualquierizados:
gesto, la apariencia, el estatus. Pero trabaja
en el reino de la elasticidad laboral: sin leyes
laborales que lo protejan y con el-otro-quehace-fila para conseguir el mismo empleo.
Lentamente transitamos del homo faber
al homo fictio. Del hombre cuyo valor
principal fue su trabajo, al hombre cuyo
aprecio es la presencia, la apariencia, las
«relaciones humanas». Si aquél –el homo
faber– fue expresivo, dueño de su trabajo,
el homo fictio es reactivo, reacciona, se
amolda.
La televisión, sobre todo la televisión
por cable, teje nuevas relaciones culturales.
Nos envuelve una cultura exógena. Etérea.
Que suplanta la inteligencia por la
sensualidad. La inserción en ella no es para
pensar, sino para reaccionar. No nos articula
la razón sino el placer: just do it. Es una
cultura del des-sujetamiento, de la
objetualización: me constato y me place ser
objeto de satisfacción para el otro.
Entonces nos vestimos desde el placer
del otro. El cuerpo es cuerpo del deseo del
otro. Los varones andan con camiseta ceñida,
bíceps al aire. Y las mujeres descubren sus
senos con pronunciados escotes, y las caderas
sirven para que el pantalón finalmente no
caiga. Es el reinado del deseo, en una etapa
civilizatoria que acentúa la insatisfacción y
el inmediatismo.
En esto, lo urbano y ladino, son
dominantes y, como tales, marcan las
tendencias. Porque el efecto es centrífugo:
de la ciudad al campo.
Del pensamiento dócil –incubado por el
colonialismo– saltamos al pensamiento lineal.
Plano. Chato. Algorítmico. De clishé y
12
Carlos Orantes Tróccoli: La liviandad de la cultura urbana y la subjetividad contemporánea
Por eso, los reality shows, de verdad
cautivan porque vivimos realidades ajenas.
Nuestra historia es mejor vivida por lo
que pasa con Madonna, Maradona o Britney
(que son figuritas del show business).
Lo guatemalteco, para el caso, es lo
más trivial. Lo cool folkloriza lo propio (el
folklore, lo sabemos, es una especie de gusto
naif para el deslumbramiento del extraño).
Y se deja seducir por lo fantasioso: que
empieza La Academia y vota por Jhonny,
que el lago de Atitlán, que la bandera. Se
trata de marcar el asterisco y tres dígitos. Y
hágalo ahora, porque puede ser uno de los
diez…
Desde lo cool, se vive con la elegancia
de la ignorancia. No sabe dónde queda el
Cerrito, pero conoce todos los vericuetos de
Pradera-Los Próceres o, si tiene tiempo,
Pradera-Concepción. Lugares para pasear el
deseo y la implenitud. Andar como pendejo,
sin saberlo. Es el mundo de la simulación,
sin simular. Es, simplemente, la vida leve,
la vida superficial. La vida light.
La ropa de paca, la ropa barata de la
importación china, la extraída de las
maquilas, permite vestir una tishert con el
letrerito Aeropostale o Tommy Hilfigger o
Aberacrombie u otro por el estilo.
En esto, insisto, nos mueve el hedonismo
individualista. La apetencia. Ser uno y
universal
La realidad virtual es también un
universo de nuevas adicciones, la más
frecuente, al teléfono móvil. Y los Apps a
la mano. Por su medio, las comunicaciones
son baladíes. Y el zapping y el MP3.
nombrados por el número de la tarjeta, del
Nit o qué se yo).
Ahí. Pegados al celular. Cada musiquita.
El sonido del teléfono identifica la
sintomática del usuario y ha trivializado al
bueno de Mozart. Hoy, oír Carmen, ahuyenta
porque nos recuerda el ruidito cansón de
aquél teléfono.
Nuevos síntomas. Hasta los aparatos
más baratos tienen alarma de vibrador. Pero
no: todo volumen y esa musiquita.
Vea Usted. Ahí va ese don, con el
teléfono prensado entre cachete y oreja. No
se da cuenta del choque que iba producirme.
Habla. Y la patoja, aquella otra también. La
gracia de la conversación. Si usted la escucha,
aprobará su encantamiento: Y qué te dijo
vos… ¡ala, qué jevi! Pues yo lo mandé al
chorizo…
Así, la comunicación. Cada uno
pendiente. Y le digo algo: no nos damos
cuenta de quién va, ni del entorno.
Ambulamos el otro mundo telecomunicado.
Somos virtuales: no físicamente existentes
sino seres virtuales.
Nos regalan los gemidos de María
Sharapova, si estamos hartos de la Pequeña
música nocturna. O los alaridos de Shaquira.
Al momento, donde quiera que estemos,
hay comunicación entre uno cualquiera y
otro cualquiera.
Sin embargo, comemos con el celular
al oído. Con la portátil que capta
inalámbricamente la señal.
Otro lenguaje. Tu aipod, tu pecé, echame
un fonazo. El bi-bi. La casa es el teléfono.
Se da Usted cuenta: estamos tan
comunicados en un mundo de profunda y
dramática incomunicación.
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Carlos Orantes Tróccoli: La liviandad de la cultura urbana y la subjetividad contemporánea
La despolitización de la política y la
privatización del conflicto
La vida virtual trivializa lo real. Lo deja
fluir en imágenes y símbolos de la liviandad.
Disgregadas las comunidades, somos suma
de gustos de individuos. El nosotros se
deshistoriza, es referencia al pasado, y cada
uno marcando su diferencia, su dessemejanza. Lo político nos es ajeno. Lo
reducimos a la corruptela de los
administradores de lo público, los políticos,
y no nos preocupa el dominio de nuestra
ciudadanía. El Estado –como lo llaman– y
la práctica política, están capturados por los
intereses gremiales. En la medida en que lo
público se ha privatizado, las posibilidades
de cohesión nacional se han reducido. Cada
quien en lo suyo. No interesa más.
¿Qué importa a la persona? Sus
satisfactores inmediatos. Entonces, no se
juegan plataformas y posiciones frente al
poder No hay razón de patria. No se
manifiestan posiciones de cara al poder, se
han disuelto fronteras políticas. Es la imagen
y el interés personal lo que mueven.
La delincuencia ya no se ve como
problema político, sino como problema
personal o familiar. Es decir, es problema
privado. Y las acciones son inmediatas: poner
talanqueras, iluminar las calles. A la vez, se
ha delincuentizado la política. De manera
que es ajena cualquier lucha por el poder.
Eso –suelen decir– es asunto de los políticos.
Esa despolitización de la política es
prohijada por discursos místicos, sobre los
valores, lo proactivo, ahora sobre solidaridad
y otras banalizaciones. Y la poblaciónobjetivo son los jóvenes: Yo a+, amo a mi
Guatemala, etc.
De hecho, en un clima de generalizada
y normalizada impunidad, la violencia es
una forma de hacer política. Es un modulador
en lo social.
Ante la ruptura de las formas
tradicionales de lo privado y lo público,
crecen la informalidad y la marginalidad. O,
con más precisión, la informalidad es el
espacio principal de la gestión y la
marginalidad es la médula de lo público.
14
Carlos Orantes Tróccoli: La liviandad de la cultura urbana y la subjetividad contemporánea
Estado, sociedad, Guatemala, se vuelven
míticos, insustanciales y simples apelaciones
esencialistas o románticas.
Las transiciones
La atmósfera es virtual. Esto no es casual.
Está vinculada a la hegemonía del capital
especulativo –que es profundamente virtual–
y, por lo tanto, a las formas contemporáneas
de reproducción del capital. Los valores no
se refieren a capital fijo, sino al capital
rentista. De alguna manera, no es cuánto
tengo, sino cuánto puedo tener. Es también
el reino de las sociedades anónimas, que
convierten el capital real en capital ficticio.
¿Es ésta una realidad muy elitista? No.
El acceso a internet y las negociaciones a
futuro, dan lugar a especular con papel
moneda. Los mediadores elevan el precio,
pero son las nuevas formas de gestión del
capital. Lo real es la mercancía en bruto,
pero se negocian valores de papel.
Pero en esta vida absurda, ¿qué
transiciones han ocurrido?
Está dicha la transición del capital
productivo al capital especulativo, lo que
dio lugar a megacapitales, grandes fusiones,
a partir de negociaciones accionarias que
han multiplicado los contratos en las cadenas
del capital ficticio. Esto implica un tránsito
de la reificación del trabajo a los criterios
de rentabilidad y estatuto de consumo. Es la
transfiguración del valor real en valor virtual.
De lo tangible, al código.
En Guatemala es el G-4 o el G-8. Los
conciliábulos de los grandes capitales. Que
acumulan ganancia hasta comercializando
el carbono de nuestros bosques o la
producción más limpia.
Mucho de esto, ha estimulado a los
ideólogos de los megacapitales. Hablan del
fin de la historia, porque sobreponen lo
casual, lo administrativo y gerencial. Los
TLC’s, con toda su infamia, quisieron ser
formas locales de administración de los
intereses imperiales. Y cuando promovieron
el tratado regional nos anunciaron que un
millón de familias serían los nuevos
beneficiarios por los empleos que generaría
15
Carlos Orantes Tróccoli: La liviandad de la cultura urbana y la subjetividad contemporánea
malthusiano. Del «Estado de derecho» al
Estado deshecho.
Es la transición a los referentes
esencialistas.
Pero están en crisis las ciencias
positivistas. Hay una tendencia hacia el
pensamiento complejo y la
transdisciplinariedad bajando el perfil de lo
multi e interdisciplinario. Esto entra en
contradicción con los principios de
rentabilidad, de utilitarismo y del
eficientismo. Aquí está la demanda a las
nuevas funciones de las universidades.
ese acuerdo, que con premura llegó al
Congreso una noche antes ¡y en inglés!
En este camino, las instituciones de la
violencia organizada –el ejército y las
policías, por la potestad del Estado–,
devinieron en grupos corporativos capturados
por las mafias.
Es la transición de lo real a lo posible,
del presente real, al sueño futurístico. Esta
cultura especulativa, hace de la vida una
lotería. Como tránsito a la postmodernidad,
es el paso de la descripción a la divagación,
de la norma a la anomia, de la regulación a
la salvaje desregulación y libre juego
16
Empirismo desde una sala de
cine (David Hume rebobinado)
Gustavo Maldonado
S
I
Las ideas son apenas evocaciones
imperfectas de las impresiones sensibles,
que pueden imitar o trasladar las impresiones
de los sentidos, pero nunca alcanzar la fuerza
o vivacidad de la experiencia inicial, dice
Hume. Pasa entonces con las películas lo
mismo que Hume sostiene en cuanto a las
ideas, son el reflejo de una impresión anterior
en el tiempo. Son el registro de un momento
anterior a su proyección, por tanto,
constituyen en su instancia más básica la
interpretación de un momento pasado y una
reflexión sobre el presente.
egún Hume, la semejanza, la
contigüidad espacio- temporal y la
causalidad (causa/efecto), son los
principios que determinan las asociaciones de
ideas en nuestra mente. Contra ellos dirige su
artillería. La conexión es una pura construcción
mental; pues en el mundo, los fenómenos bailan
al ritmo de un caos frenético. Los argumentos
vertidos en sus «Investigaciones sobre el
entendimiento humano», son un intento por
desmitificar estos principios. Le interesaban
dos cosas: establecer nuestras formas básicas
de conocer el mundo y aportar algunos
argumentos en contra de la presunta
preeminencia de la razón sobre los sentidos,
sostenida por el racionalismo, en cuanto a la
relación cognoscitiva…
II
Los filmes son la interpretación de un
momento pasado. Tomando en cuenta el
17
Gustavo Maldonado: Empirismo desde una sala de cine (David Hume rebobinado)
principio del montaje –como trasposición
de imágenes– y la labor del sujeto creador,
de discriminar las imágenes y determinar el
orden en que se colocan– para conformar la
composición temporal de la cinta– podemos
afirmar que una película es algo más que
una simple representación. Como en toda
creación, en el proceso de montaje de una
película, existe la intención expresa de
mostrar algo determinado.
Son también una reflexión sobre el
presente, no en el mero plano físico, como
«reflejo de», si no en el sentido de que se
produce un diálogo entre dos momentos que
entran en contacto. Uno, el de la película,
transfigurado y dirigido a través del recurso
del montaje; El otro, el momento en que se
observa, desde el cual cada quien percibe y
digiere, según su propia sensibilidad.
III
Quien observa, entra en el tiempo del
filme, mientras el filme invade el tiempo
desde el que observamos para interpelarlo
frente a nuestros ojos.
IV
Si hubiera alcanzado a conocer el cine,
David Hume habría podido identificar en
las posibilidades de este recurso, la
concreción audiovisual y actualizada de uno
de sus argumentos en contra del principio
de causalidad. El clásico ejemplo de las bolas
de billar: la Bola «A» golpea a la bola «B»,
la bola B se mueve.
Esta presunta causalidad entre uno y
otro fenómeno –el movimiento de la bola A
y el movimiento posterior de la bola B–, nos
da la impresión de una conexión entre ambos,
pero… si los apreciamos por separado, no
hay en la bola A, evidencia que nos diga que
el movimiento de la otra, proviene de ella.
Son objetos separados, sin conexión. Ningún
fenómeno contiene en sí mismo la causa de
otro.
V
Nuestros razonamientos acerca de este
tipo de cuestiones se fundan en el principio
18
Gustavo Maldonado: Empirismo desde una sala de cine (David Hume rebobinado)
en diferente tiempo y espacio, ideas
inconexas, generando la apariencia lógica
de esa otra unidad de significación que es la
secuencia.
de causa/ efecto; sin embargo, podemos
realmente afirmar que existe en la bola A,
algún indicio reconocible respecto de las
causas que la originan y los efectos que
pueda causar?...La mente no puede, por
ningún medio a priori encontrar el efecto en
la supuesta causa, pues el efecto es distinto
de aquella.
Siguiendo esa línea de argumentación
se infiere que la creación imaginativa de un
efecto respecto de la causa a la que lo
atribuimos, es totalmente arbitraria.
Solamente consultando la experiencia
sensible nos es posible corroborar la supuesta
conexión entre causa y efecto. Todas nuestras
conclusiones descansan en el supuesto de
que el mundo reaccionará en el futuro, como
ha reaccionado en el pasado.
VII
El cine logra transmitirnos un sentido
de continuidad narrativa, brindando la
apariencia de unidad entre un plano y otro;
el devenir del mundo, en cambio, se muestra
como una trama inconexa, fragmentaria. Un
caleidoscopio, un espejo roto, el mundo es
el reino de lo contingente.
VIII
Es común que la contigüidad entre dos
fenómenos en el espacio o en el tiempo,
produzca en nosotros la ilusión de que están
conectados. A este respecto, transcribo un
párrafo, sumamente cinematográfico del
pensador escocés: «Personas supersticiosas
tienen apego a las reliquias de los santos,
por la misma razón por la que buscan
símbolos e imágenes para avivar su devoción
y darles una representación más íntima e
intensa a las vidas ejemplares que desean
imitar…y si se consideran desde este punto
de vista sus ropas y sus muebles, es porque
estuvieron a su disposición y fueron usados
por él. En este sentido se les debe considerar
efectos imperfectos y ligados a él por una
cadena de consecuencias más corta que
cualquiera de aquellas por las que conocemos
la realidad de su existencia».
VI
Cada uno de los planos que componen
una película, es una unidad autónoma de
significación. No existe en él, noción alguna
de continuidad respecto de otros planos
diferentes en tiempo y espacio. El efecto de
continuidad se logra por medio de la
concatenación de planos independientes con
continuidad interna, que crean la impresión
de unidad temporal. Narrativa, ficción, el
principio mismo del montaje: crear una
secuencia de fragmentos rigurosamente
escogidos, que constituyan un nuevo
universo.
El montaje entonces, cumple en la
creación cinematográfica las funciones que
Hume atribuye al principio de causalidad,
en relación a las conexiones de ideas en
nuestra mente. Articula imágenes registradas
IX
La apariencia de contigüidad, lograda a
través de un riguroso cuidado de la
19
Gustavo Maldonado: Empirismo desde una sala de cine (David Hume rebobinado)
continuidad estética, es precisamente uno
de los trucos de los que se vale el cine para
ficcionar y darnos la impresión de un mundo
que transcurre como en la realidad. El
principio de contigüidad en el tiempo o en
el espacio, sirve en el cine para brindarnos
claves de interpretación, sugerirnos ideas,
darnos información sobre algún suceso o
alguno de los personajes, sin que resulte
demasiado evidente.
Es como ir sembrando pistas que
produzcan en nuestra mente relaciones de
ideas. El hilo narrativo, necesario para
conectar la serie de sucesos que componen
una trama. Si vemos un uniforme militar
colgado en una cercha, pensaremos en un
soldado, en la guerra. Ropa interior regada
por el piso de una habitación, evoca en
nosotros el preámbulo de una escena sexual.
Si se nos muestra un avión, lo más probable
es que pensemos a nuestro personaje
surcando los cielos.
X
El cine, desde la capacidad que tiene de
desglosar el mundo y volverlo a armar, logra
incluso, hacernos sentir ese pasado –evocado
en sus imágenes– como un presente desde
el cual esperamos un acontecimiento que
destrabe la tensión, un desenlace, ese
momento siempre futuro.
XI
La semejanza. El cine es precisamente
eso, semejanza: lo otro, lo que no está aquí,
lo que no es esto. Puede que el sol no salga
mañana, decía Hume, con cierta ironía,
acerca de la certeza causal que se establece
en nuestra mente– por medio de la
semejanza– respecto de los fenómenos de
la realidad.
XII
Entre el mundo y el cine se establece
una relación dicotómica de presencia/
ausencia. El mundo es esa impresión primera
sobre los sentidos, lo que está presente sin
tregua. El cine es lo ausente, lo que sucede
en otro lado. Aquel reflejo imperfecto de
las sensaciones, pero un reflejo delirante,
como trasladar de la mente a la pantalla un
recuerdo.
XIII
Está claro que el paradigma científico
desde el cual Hume aportaba estos
planteamientos era uno, muy diferente del
actual, sin embargo el ejercicio de
cuestionamiento que realizó en relación al
valor supremo de la razón como forma
predominante de conocimiento, es de una
vigencia extraordinaria y, en su tiempo, abrió
nuevas posibilidades para lo que vino
después, el pensamiento de Kant, por
ejemplo.
Mientras el ser humano no regrese del
espacio con la prueba de la existencia de
causas primeras, queda descartada cualquier
ley universal o verdad absoluta. Y puede
que mañana no veamos salir el sol, que se
apague, que estalle, que se convierta en
supernova. Sin embargo, si echamos a andar
nuevamente el reproductor, aunque nos
sugiera una nueva interpretación, el universo
dentro de la película seguirá siendo el mismo.
20
Anatomía de la violencia
(De la penitenciaria kafkiana a la anomia sistémica)
Aníbal Barillas
El vaciamiento de lo real-maravilloso
T
ese encuentro primigenio entre el
conquistador sanguinario y las sociedades
indígenas lo que determina la configuración
de una particular forma de relacionamiento.
La incursión del «hombre blanco» en el
nuevo mundo a partir del siglo XVI
desencadena todo un ejercicio de la violencia,
que no se reduce exclusivamente a la
instalación de una estructura económica de
opresión, el despojo material será
consustancial al despojo espiritual y a la
agresión ideológica sobre los pueblos. Bajo
la cruz y la pólvora se fundan los nuevos
territorios conquistados, la maquinaria
colonial ha dado inicio, el hombre-caballo,
el hombre-fuego, el hombre de un solo dios,
da paso a la génesis del horror, que con su
odo acto de violencia en un tejido
social tiene necesariamente una
interpretación multicausal, para
realizarla es preciso rastrear todos aquellos
fenómenos que motivaron, modificaron y
alimentaron la construcción de un tipo de
comportamiento colectivo, gremial o
sectorial. En ese sentido este texto intenta
redescubrir los mundos que explicitan el
origen y la arquitectura de ese fenómeno
que afecta actualmente la vida de toda la
ciudadanía y da como resultado no un mero
acto aislado y sin vínculo histórico, sino una
manifestación profunda de ciertas taras
sistémicas.
Para el caso de Guatemala la violencia
tiene un origen particularmente colonial, es
21
Aníbal Barillas: Anatomía de la violencia
monstruosidades, por demonios
multifacéticos que deforman la realidad.
Paradójicamente el conquistador se convierte
a su vez en un «diablo blanco» que se da a
la tarea de deformar el mundo que encuentra
y homologarlo a su semejanza. Aquí se opera
la «deformación originaria», no se instala
únicamente un sistema patriarco-burgués La
conceptualización del «sistema patriarcoburgués» define la forma compleja, que para
el caso guatemalteco, funde características
de sociedades propiamente agrarias y
subdesarrolladas dentro del sistema
capitalista global propio de países más
desarrollados. Dicha mimetización
caracteriza ciertas relaciones económicas y
políticas actuales en función de la propiedad
halo de enfermedades y atrocidades nos
coloca en el primer escenario: un infierno
dantesco retratado por el Bosco.
La obra de este pintor neerlandés nos
transporta a un mundo donde toda la realidad
es irreconocible, criaturas deformes y
mutaciones aberrantes se dan a la tarea de
torturar a aquellos que caen en ese tejido
simbólico; el mundo ha sido deformado por
el castigo, por la ausencia de un Dios
omnipresente que abandona a los pecadores
a un sub-mundo de atrocidades, es este el
retrato de una sociedad medieval dicotómica,
formada bajo la vigilancia de un clero
amparado por la monarquía, a un mundo
normalizado por las leyes de Dios y del
hombre, opone otro gobernado por
22
Aníbal Barillas: Anatomía de la violencia
baile, será un ejercicio de memoria histórica
a través de lo sagrado que impedirá borrar
de la conciencia la agresión y permitirá
mantener la complejidad cultural frente a la
lógica bicéfala de occidente.
Aquel ejercicio dualista, esa operación
deformadora y simplificadora está presente
tanto en las campañas de conquista en la
mentalidad retrogada de los primeros
españoles como siglos después en la
mentalidad de muchos intelectuales. Esto
queda de manifiesto en obras como la de
Lévy-Bruhl cuando expresan todo el espíritu
racionalista y racialista del siglo XX en obras
como Las funciones mentales de las
sociedades inferiores (1910), La mentalidad
primitiva (1922) o Lo sobrenatural y la
naturaleza de la mentalidad primitiva (1931).
En una corriente de pensamiento
aparentemente distinta y muchos años
después encontramos similar
comportamiento en el caso de Habermas
(1981) que en reiteradas ocasiones hace uso
del término «salvaje» de manera peculiar:
…El progreso de la diferenciación y
racionalización sociales tiene normalmente
como resultante global (…) un
distanciamiento cada vez mayor de los
afectados por las técnicas y ordenamientos
racionales, respecto de las bases racionales
de esas técnicas y ordenamientos, las cuales,
en conjunto les resultan más recónditas que
al «salvaje» el sentido de los ritos de sus
magos… (pág. 345).
Tan sólo el hecho de establecer una
relación comparativa entre lo superior y lo
inferior, lo salvaje y lo civilizado, ya se
manifiesta la dimensión colonialista del
pensamiento occidental. En ese sentido todo
sistema de ideas que no se asemeje en método
y forma al pensamiento occidental es
catalogado de inferior, de primitivo, y la
inferioridad puede ser sometida a
cualesquiera formas de rectificación, de
normalización, lo primitivo debe civilizarse
por la fuerza.
Aquella deformación originaria del
mundo opera como dicotomización y no es
una casualidad que en los anteriores textos
de la tierra (latifundio-minifundio), la
concentración del capital en pocas manos
(oligarquía) y el uso del poder político
(Estado) para reproducir dichos intereses de
clase. Barillas, Aníbal (2012). Revista
«Pensar a contracorriente». Habana, Cuba.
que impone la violencia y el sometimiento
sobre el cuerpo como instrumento de un
aparato de explotación, la violencia se
sostiene sobre un andamiaje material e
inmaterial que expresa las relaciones
económicas y políticas de una sociedad
donde el sujeto es objeto y la agresión es
instrumento. Pero dicha degeneración
pretende extinguir la vitalidad humana del
indígena en una forma tridimensional, a
través de una economía de la violencia sobre
el cuerpo, una economía de la violencia sobre
el espíritu -teología cristiana- y una economía
de la violencia sobre el pensamiento. Esta
última se realiza a través de la invisibilización
de la cosmovisión indígena expresada en un
primer momento en la destrucción de los
códices mayas Cuatro son los Códices mayas
que sobrevivieron a la barbarie intelectual
de los españoles: el Códice de Dresde, el de
Madrid, el de París y el de Grolier, todos
ubicados fuera de Latinoamérica.
Esa violencia simbólica y epistemológica
se reduce a un mundo dicotómico, el universo
de las dualidades occidentales entre el mal
y el bien, la gracia y el pecado, la salvación
y la condena, el cielo y el infierno, la
normalidad y la anormalidad, el salvajismo
y la civilización. De allí que la riqueza de
una cosmovisión maya con grafía,
simbología y ciencia propia es desterrada y
deslegitimada por este nuevo poder, por esta
barbarie civilizatoria y precisamente dicha
sobre-simplificación garantiza el ejercicio
propio de la dominación-domesticación.
Huitzilopochtli es exiliado con sus fuerzas
de cielo y tierra como pura abominación,
pero la vitalidad de la cultura no permite ser
borrada del todo, así que se hace invisible y
ello quedará registrado en todo un proceso
de sincretismo religioso, de asimilación de
lo ajeno para conservar lo propio, de
ritualización de la conquista a través del
23
Aníbal Barillas: Anatomía de la violencia
substituye por lo que mejor sabe hacer, el
llenado de la realidad por la lógica o peor
aún, la substitución de un supuesto mito por
otro, estamos frente a una remitificación
científica-occidentalizante, donde el
desmembramiento de los lenguajes
ancestrales será substituido en un primer
momento por los discursos teológicopolíticos y más tarde por las diferentes
expresiones científicas desarrolladas en
Europa: la ciencia como aparato de
reproducción ideológica.
El vaciamiento de lo real-maravilloso
en los pueblos indígenas llevaba como
presupuesto la imposición de una forma de
desarrollo material, una forma de pensar y
una forma de expresión metafísico-espiritual
y para ello fue necesario un proceso de
deformación del mundo. Un paisaje del
Bosco, propio de una escena de tortura
oscurantista plagada de demonios fue
impuesto sobre una acuarela de Durero,
matizada por la delicadeza de un mundo
recóndito y espléndido.
Con este vaciamiento del mundo
evolucionarán también las formas de la
violencia en el tejido histórico a partir de las
luchas emancipatorias, por un lado se
consolidaran viejos procedimientos de
agresión y por otro se sofisticaran ciertos
mecanismos de sometimiento. Pero el
advenimiento de la república no desquebraja
totalmente el sistema anterior, ha quedado
como residuo histórico Un residuo histórico
es un fenómeno sistémico del pasado que
tiene la capacidad de reproducirse en un
sistema del futuro. El residuo histórico es la
herencia del pasado político, económico o
sociocultural en cualesquiera de las formas
pública o privada que un sistema y su
sociedad han adquirido., no solamente un
régimen de propiedad feudal, sino también
un tejido de identidades dañadas, de
conciencias sometidas donde la libre
manifestación del yo no existe, ha sido
soterrado, ha sido enviado a un mundo
subterráneo, el manto de la oscuridad se
cierne sobre las manifestaciones espirituales.
El jinete de la violencia cabalgará desde el
toda la relación con lo salvaje o lo civilizado
tengan un vínculo estrecho con la presencia
de lo que los autores denominan en sus
particulares dimensiones como «lo racional»
y lo racionalizado Cuando decimos proceso
de racionalización del mundo hacemos
referencia a lo que ya Weber hacía notar con
la racionalización y la institucionalidad en
los sistemas occidentales como rasgo
particularmente de esa región en tanto
existieron condiciones económico-políticas
únicas. Weber (1922). Economía y Sociedad.
México: Fondo de Cultura Económica. Se
entiende pues que el uso del término salvaje
está dado por lo irracional, lo mágico o el
«no uso de la razón». Esa lectura monolítica
y dualista atraviesa diversos tratados y
ensayos dentro de la literatura y la ciencia
social occidental a través de los siglos y tan
solo pone de manifiesto una forma de
justificar abierta o veladamente la exclusión
o la dominación sobre lo que consideran
«inferior»; recordemos la lucha de Bartolomé
de las Casas por demostrar a la monarquía
española el carácter «humano» de los
indígenas en el nuevo mundo, en tanto
estaban animalizados, anormalizados por el
conquistador.
La deshumanización de lo que se asume
como «irracional» es un argumento para el
supuesto proceso «civilizatorio», si en el
caso del cristianismo ello encerraba el
principio de «salvación del alma» para el
caso de la ciencia moderna ello implicó la
«civilización del espíritu». Siglos después
la taxonomía de los naturalistas aplicada a
los insectos y los animales es llevada al
mundo de las ciencias sociales para esculcar
las costumbres y las mentalidades de aquel
«hombre primitivo»; ha nacido la
antropología como ejercicio de observación,
compartimentación y clasificación. Todo
ello conlleva a disecar la intimidad de lo
mágico y borrar todo escombro de
trascendencia. Recordemos que el hombre
blanco al desmitificar la vida, al teorizar el
mito, al desmontar el ritual y la sociedad
totémica entra en un lento proceso de
vaciamiento de lo real maravilloso y lo
24
Aníbal Barillas: Anatomía de la violencia
político-económico. La violencia siempre
será amparada por una cúpula empresarial,
el militar es apenas un verdugo que aplica
la sentencia, pero el veredicto que será
tatuado sobre la piel del pueblo por aquellas
agujas de ese mecanismo de tortura no
descansa en el despotismo de un personaje
del régimen, sino en el dictado de un ser que
permanece invisible pero que dirige la
flagelación desde la oscuridad: el criollo. La
violencia pues se aplica como una
jurisprudencia de casta, el aparato jurídicolegal al servicio de una clase que impone un
paradigma clasista-racialista y rescata aquel
ejercicio de deformación de la realidad en
una simbiosis paranoica alimentada por aquel
erotismo ideológico entre el criollo y sus
verdugos.
Estado colonial a las repúblicas oligárquicas,
lo que la independencia garantiza en 1821
es el divorcio administrativo de las castas
criollas en relación a la corona española y
lo que años más tarde la revolución liberal
de 1871 va a consolidar es el ordenamiento
territorial para una nueva clase de ricos
cafetaleros, pero sobre todo, permitirá el
nacimiento de la dependencia epistemológica
con occidente, tal y como ocurrirá en todo
el istmo, las ideologías se importaran
entonces como materia prima para dinamizar
la industria de las ideas. Si la revolución de
1944 es un intento por reformular esa
maquinaria colonial-republicana, por
sustituirla, la contrarrevolución es un retorno
a la deformación, pero ya no es solamente
la escena dantesca plagada de demonios, la
maquinaria del Estado contrainsurgente es
más cercana a la penitenciaria kafkiana,
establece una panóptica foucaultiana de
vigilancia permanente, el cuerpo del
revolucionario, el cuerpo del que se revela
o el cuerpo del que se atreve a expresar un
disenso es el objeto del suplicio. Pero los
centros penitenciarios que describe Foucault
son arquitecturas particulares para la
dominación, estructuras aisladas y
especializadas que ocupan un determinado
espacio dentro de un país, son instituciones
de control-normalización que están fuera de
la vista de una sociedad no inmersa en el
castigo, que lo legitima pero se desentiende
de sus métodos en tanto el vínculo es
administrativo. Mientras que la maquinaria
contra-revolucionaria establece un ojo
orweliano y un sistema penitenciario sobre
toda una nación, el país completo se ha
convertido en una penitenciaria. Pero si en
la visión foucaultiana el poder se diluía en
la propia estructura arquitectónicaadministrativa como ejercicio efectivo del
castigo a los transgresores, en el Estado de
negación guatemalteco los brazos militares
que aplicaban la desaparición del cuerpo y
su desmembramiento son apenas fantasmas,
son los títeres de una maquinaria económica
y burocrática de un poder que no se diluye
en una institución judicial sino en un aparato
La memoria de las almas rotas
El mundo de la barbarie colonial y su
continuidad expresada en las repúblicas
oligárquicas tan solo crean las bases de un
sistema que articula sus fuerzas para
administrar la violencia y ese proceso forma
una cadena de residuos históricos que se
cristalizan a través del oprimido, a través de
la dominación de su cuerpo y su espíritu, en
el que todo rastro de rebelión debe ser
aplacado para convertirlo en sumisión, todo
intento de desobediencia civil lleva consigo
un procedimiento policial, represivo que
retorna a la obediencia. Si en la colonia se
funda la violencia simbólica, la república
oligárquica fortalece este proceso y se articula
al Estado contra-insurgente, un Estado
orweliano que pronto se convierte en un
enorme campo de concentración sin cercas,
sin alambrados, sin fronteras definidas, la
penitenciaria-país como un enorme territorio
donde la maquinaria de vigilancia está
decidida a detener toda insubordinación a
través de un proceso de mutilación del tejido
invisible. De ello emana el mundo kafkiano,
donde todo el territorio se extiende como un
espacio de vigilancia y castigo, como un
laboratorio para perpetrar la violencia, para
ejercitarse en la mancillación del cuerpo y
del espíritu.
25
Aníbal Barillas: Anatomía de la violencia
De dichos períodos queda como residuo
histórico un estado psíquico entre el miedo
y la auto-negación que da como resultado
una sociedad que clandestiniza su identidad,
un cuerpo social que niega su «yo»
transformador en tanto la conciencia libre
le ha sido arrebatada por fuerza de la
dominación material, ideológica y espiritual.
A partir de allí se puede construir una
narrativa de la agresión permanente como
conjunto de eslabones que construyen la
personalidad nacional y como aquella
variable histórico-pedagógica que modela
el comportamiento político y la psicología
social.
La violencia entonces, nacida como parte
de una política de Estado o por omisión de
sus aparatos de justicia genera los
instrumentos para desmovilizar las fuerzas
creativas, culturales e intelectuales de una
sociedad, en esa medida la agresión pasa a
ser un desmovilizador de la praxis y la moral
transformadora de un pueblo. Frente a la
violencia el ejercicio libre del pensamiento
se esfuma, se esconde, se aleja del campus
público donde se siente vulnerable y se
traslada a la seguridad de un refugio
simbólico.
La clandestinización de la identidad es
entonces la consecuencia de un «Estado de
negación», pero a la vez que expresa una
retracción simbólica también representa una
estrategia de sobrevivencia cultural, de tal
manera que la opresión física-psicológica
genera un proceso de segmentación del ser
total. La autoestima dañada genera un
proceso defensivo en la psicoogía social, el
mundo interno del sujeto no encaja con el
mundo externo, la relación entre cada uno
es a-sintónica y ese divorcio entre lo público
y privado es el reflejo de la ruptura
comunicativa entre el sistema y su unidad
mínima (el individuo) donde todo consenso
es una ilusión. El cuerpo social está
fraccionado en su psique, su espiritualidad
profunda ha sido amputada por aquella
maquinaria de vigilancia-tortura y se refleja
en las contradicciones propias de la
26
Aníbal Barillas: Anatomía de la violencia
d e
los
conciencia y la identidad, que se mezclan,
chocan, se alejan.
La conciencia es ese ser interno, la
conciencia está allí como un refugio de
expectativas, de esperanzas, de percepciones
de realidad y de futuro, la identidad solo es
el médium con que la conciencia se expande
y se expresa hacia el exterior, la identidad
es el vehículo que transporta y transmite los
caracteres de la conciencia. La dimensión
política de las secuelas de la agresión explica
que somos conscientes de la verdad pero
dicha consciencia no implica que podamos
expresarla abiertamente en tanto el acto de
reconocimiento de un tipo de realidad o
expectativa pone en peligro nuestra integridad
o vulnera nuestra dignidad.
Sobrevivir a la agresión del sistema
entonces implica generar formas de vida
alternas aunque estas no ocurran en el mundo
material sino se desplacen al mundo
simbólico. El sujeto va a reprimir de tal
forma sus impulsos racionales, emotivos y
experienciales como producto de la agresión
externa, que recurre a la creación de submundos cotidianos, políticos y socioculturales donde pueda desdoblar sus
verdaderos deseos, sueños y tragedias sin
ser alcanzado por esa panóptica focoultiana,
ese ojo que todo lo ve, esa mirada policiva
que todo lo sabe y transforma la información
obtenida en acto punitivo.
Pero el mundo alterno que el individuo
construye no es mera recreación utópica,
sino vivencia de lo deseable en el presente.
El mundo alterno representa a veces esa
sutura en el cuerpo del alma social que
permite salvar los valores que no son posibles
en El mundo real. Esta construcción de
realidades periféricas a la ocurrencia
institucional e ideológica del sistema expresa
una suerte de submundos que se vacían en
la religión, el ocio, la ideología u otras formas
autónomas que cumplen la función de fuga
inconsciente en la que el sujeto se rescata a
sí mismo en tanto se sumerge en una
expresión espiritual que salve su armonía
dialéctico-estructural Entendemos lo
dialéctico-estructural como representación
27
Aníbal Barillas: Anatomía de la violencia
y por tanto la ignorancia de sus fuentes
genera un proceso de incertidumbre,
dispersión y aniquilamiento de las
capacidades de reacción social. La violencia
como mecanismo de neutralización ha
logrado sus frutos, la conciencia colectiva
ha sido amputada y el trauma del suceso
violento la lleva a adherirse a expresiones
neoconservadoras de salvación y
purificación, desde movilizaciones a través
de partidos de neo-fascistas hasta la
incorporación al cristianismo católico o
evangélico neoconservador. La respuesta a
la violencia incorpora al sujeto a un tejido
de solidaridades espirituales y simbólicas
que no enfrentaran las fuentes de violencia
en tanto sus líderes evitan descubrir el
contenido político-económico que la agresión
reviste. La sublimación de la conciencia se
desplaza a lo divino-predestinado, a lo
sagrado incomprensible e incuestionable. La
fuga inconsciente del pueblo es absorbida
por la dirigencia teológica-política dentro
del aparato de domesticación del sistema
patriarco-burgués.
Su forma opuesta, ahora llevada a un
grado más complejo se expresa en la fuga
reflexiva donde el sujeto se salva a sí mismo
no en el proceso pasivo de la evasión de
realidad en que desterritorializa la agresión
en sucesos de súbito desfogue social o
imperativos religiosos que imponen una
moral a través de la imagen de castigo divino,
sino en el proceso proactivo de materializar
el futuro deseable politizando la acción
individual en tanto se vacía en un nicho de
organización social. Aquí los mundos
alternos se desplazan a la articulación o
involucramiento dentro de núcleos
autónomos que le den sentido a aquella
agresión que por su carácter generalizado
pierde corporeidad.
Para el caso de la fuga reflexiva el cerco
que ha impuesto la violencia en la
cotidianeidad del pueblo se responde en
forma crítica-analítica, la insubordinación
frente a la maquinaria policiva se gesta en
el marco de núcleos autónomos donde la
acción violenta del sistema recibe una
elementos internos y externos en el sujeto,
la relación con su individualidad y su
sociabilidad, con la libertad y la constricción
social. El concepto encierra la unidad entre
lo macro y lo micro en una realidad por
demás compleja. Ver en: Barillas, Aníbal
(2012). El despertar del pensamiento.
Contra-aparadigmas. Cuba: Revista Pensar
a Contracorriente. , en especial la que ocurre
en su mundo interno. En ese sentido la
anotación que hace Sergio Tischler (2008)
sobre el «segundo mundo» y la temporalidad
utópica planteada por Bajtín en su análisis
sobre el carnaval del medioevo nos parece
que guarda una similitud solo que ahora en
el plano del divertimiento:
«Para Bajtín, el carnaval medieval tiene
en su interior el principio de la inversión de
la vida cotidiana y la creación de «un segundo
mundo» y de una «segunda vida». Los
códigos, normas y valores que regían la vida
cotidiana eran sustituidos por otros que
expresaban la disolución de la temporalidad
como orden del poder y de la dominación.
En la temporalidad carnavalesca la gente
vivía una vida colectiva donde el arriba y el
abajo del orden habitual habían desaparecido
(de manera momentánea). Esa forma cultural
era inseparable de un lenguaje propio, de
gran riqueza en imágenes, y cuya elaboración
duró siglos: en su centro estaban la risa y
las formas cómicas. Dicho lenguaje ofrecía
una visión del mundo «deliberadamente nooficial». (Tischler, Sergio. (2008). Tiempo
y emancipación, Mijaíl Bajtín y Walter
Benjamin en la Selva Lacandona. 3
cuadernos del presente imperfecto.
Guatemala: F&G Editores. pág.18).
El anterior es un mundo de libertad
momentánea que si bien capitaliza una forma
de oponerse al canon moral impuesto por el
sistema-poder a través de la risa o la
expresión emotivo-corporal y cómica, su
temporalidad es corta, en otro sentido su
corporeidad social como expresión de
libertad es fugaz y no por ello deja de ser
valiosa como expresión cultural.
Dentro de la fuga inconsciente la
violencia sistémica ha sido desideologizada
28
Aníbal Barillas: Anatomía de la violencia
colonial-republicano y su continuidad en el
Estado contrainsurgente que capitaliza las
lógicas de poder afincadas en el absolutismo
ideológico y cultural. Lo anterior transcribe
el relato de la memoria del cuerpo en el
oprimido, pero será precisamente de aquella
maquinaria kafkiana que surgirá la anomalía
de la «violencia» como un defecto que se
hereda y reproduce de un régimen a otro.
respuesta ideologizada e interiorizada, la
violencia sistémica aquí ha cobrado un
sentido para los oprimidos, tiene un
significado: la neutralización de las fuerzas
sociales y la dispersión de sus capacidades
expresivas. Bajo esta interpretación la
agresión ya no es un hecho aislado o
desarticulado de la estructura de poder, es
producto del poder mismo, de sus fuerzas
represivas y políticas o la permisividad que
estos asumen frente a la violencia
generalizada.
Los dos tipos de fuga social tan solo
expresan las consecuencias de aquella
relación de dominación-subordinación que
el sistema patriarco-burgués ha instalado en
la sociedad y que consecuentemente es un
subproducto, una secuela del viejo sistema
El carácter anómico del sistema
guatemalteco
Hoy las fuentes de la violencia están
diversificadas, las deformaciones del pasado
han dejado como residuo histórico una
maquinaria de dominación que reproduce
su acción hegemónica sobre todo el thelos
social. Por lo mismo debemos cerrar este
29
Aníbal Barillas: Anatomía de la violencia
ciudadano común, que cumple con sus
responsabilidades frente a la constitución y
otra clase de individuos «desviados
socialmente».
El maniqueísmo en el tratamiento de los
fenómenos sociales es abiertamente una
estrategia mediática que conviene a ciertos
sectores políticos en tanto el mundo en blanco
y negro evita profundizar una realidad que
si se escarba, puede transparentar la íntima
relación entre agresión y estructura
económica, entre violencia y relaciones
históricas. Ya vimos como el dualismo
occidental está íntimamente ligado a la
deformación originaria que luego evoluciona
en regímenes totalitarios más sofisticados,
de allí que la polarización de las formas de
pensamiento vaciadas en los aparatos de
comunicación nos permitan descubrir el
ropaje histórico de dicha estrategia.
No deja de sorprender en ese sentido ciertas
opiniones especializadas (Torres Rivas, 2001)
que colocan el debate de la violencia bajo
la interpretación de «anomia social»,
entendida ésta como una falta o carencia de
normas sociales y reglas adecuadas para
mantener dentro de límites apropiados el
comportamiento del individuo, que de otra
manera sería arrastrado por fuertes apetitos
(Durkheim, 1897). La definición de este
sociólogo francés es la que predomina en la
academia contemporánea y está enmarcada
en una visión que se centra en el “individuo”
y la «colectividad» como portadores del
delito y cuyo espíritu aspiraba a crear un
sistema donde imperara el orden y control
social a través de la norma. De atenernos a
dichas prerrogativas y puntos de vista
tendríamos que aceptar en primer lugar que
texto aproximándonos a un análisis sobre la
definición de este término que a todas luces
parece claro y sencillo, pero que esconde los
fantasmas de su propia abominación.
Tentativamente podemos definir la violencia
como todo acto que atenta contra la
integridad de un individuo en su condición
física o psicológica. Gallino (1995) nos
facilita una definición más amplia y nos dice
que:
…la violencia es una forma extrema de
agresión material, realizada por un sujeto
individual o colectivo, consistente ya sea en
el ataque físico, intencionalmente destructivo,
contra personas o cosas que representan un
valor para la víctima o para la sociedad en
general (…) en tanto la violencia psicológica
incluye cualquier forma de adoctrinamiento,
de amenaza ideológica, de mentira u otra
distorsión de las informaciones, ejercida
por un conjunto de agentes no identificables
individualmente…(pág. 907).
Pero a dichos conceptos hay que hacerles
algunas acotaciones. En el medio sociocultural guatemalteco se asume muchas veces
o al menos así lo transmiten los medios de
difusión, que la violencia expresa
básicamente una relación inmediatista con
la agresión, se socializa la idea de que la
violencia se produce y reproduce por acción
espontánea y se vincula con exclusividad a
las formas de delincuencia organizada, a
sujetos anti-sociales que violan
permanentemente la ley en tanto el delito,
sea robo, secuestro u homicidio, les reditúa
alguna ganancia económica. Esta visión
bastante simplificada de la violencia revela
una lectura por demás dicotómica de la
sociedad, en tanto coloca por un lado al
30
Aníbal Barillas: Anatomía de la violencia
en el país existe una aberrante ausencia de
leyes que regulen el comportamiento social
y cuyo imperativo sería la creación o reforma
de la actual constitución, nada más erróneo
que eso. La violencia generalizada en el país
no obedece a una «ausencia de normas o
leyes», si pretendemos ser rigurosos
deberíamos decir que obedece al
«incumplimiento» de toda una estructura
legal, siendo estrictos digamos que no existen
las condiciones sociales y políticas para que
se cumplan las leyes ni la estructura estatal
está en la capacidad de hacerlas cumplir,
pero la esencia del debate implica aceptar
que la anomia no recae en el individuo y
menos en la sociedad sino en el Estado y el
sistema como construcción histórica. Bajo
esa rúbrica el concepto de anomia social se
diluye, en última instancia las deficiencias
no son sociales, sino particularmente
sistémicas, son estatales.
Si corregimos la plana debemos decir
entonces que estamos frente a una «anomia
estructural» que no abarca con exclusividad
a ciertos grupos de la sociedad y del estado,
sino también a determinados grupos
económicos. La anomia estructural entonces
es una condición de violencia permanente
que se manifiesta en determinadas sociedades
y en tanto tiene profundas raíces históricas
está íntimamente ligada a la estructura
político-económica de un país y por lo mismo
no tiene un carácter coyuntural sino
sistémico, estructural, se manifiesta no como
un descontrol social sino como una
manifestación del poder mismo, como una
materialización de la hegemonía.
Anotemos finalmente que la violencia bajo
el concepto de «anomia estructural» o de
«violencia estructural» no está
desterritorializada, no está des-ideologizada
en una mente criminal sin más interés que
el particular. La violencia está anclada a todo
un sistema de producción, a una particular
forma de ejercicio del poder que pretende
invisibilizar toda diversidad ideológicocultural y reducirla a una lógica de dualidades
bastante occidental. No existe tal cosa como
una violencia desarraigada del sistema en el
31
Aníbal Barillas: Anatomía de la violencia
como residuo de todo un proceso de
deformación, es éste el hijo bastardo
incubado en las prácticas de aquella clase
anómica representada en una élite criolla
que en su anemia espiritual e ideológica,
dan mantenimiento y aceitan los engranajes
de esa maquinaria que impone la represión
y la vigilancia permanente.
que se incuba, esa no es más que la imagen
burda que presentan los medios de difusión
para encubrir los verdaderos mecanismos
que dinamizan la industria de la violencia
física, psicológica y epistemológica. Y será
precisamente la fusión de aquella escena
dantesca del Bosco y la colonia penitenciaria
de Kafka la que engendra el sistema anómico
Fuentes consultadas
Etzioni, Amitai y Etzioni, Eva. –compiladores– (1995). Los
cambios sociales. Fuentes, tipos y consecuencias. México:
Fondo de Cultura Económica.
Foucault, Michael (1976). Vigilar y Castigar. Nacimiento
de la prisión. México: editorial siglo xxi.
Gallino, Luciano (1995). Diccionario de Sociología. México:
Fondo de Cultura Económica.
Habermas, Jurgen (2002). Teoría de la acción comunicativa
I. Racionalidad de la acción y racionalización social. México:
Alfaguara.
Kafka, Franz (1914). En la colonia penitenciaria. Biblioteca
virtual universal.
Lefebvre, Henri. (1983). La presencia y la ausencia.
Contribución a la teoría de las representaciones. México:
Fondo de Cultura Económica.
Panero, María (1990). Aviso a los civilizados. España: Editorial
Libertarias/Prodhufi,S.A.
Tischler, Sergio. (2008). Tiempo y emancipación, Mijaíl
Bajtín y Walter Benjamin en la Selva Lacandona. 3 cuadernos
del presente imperfecto. Guatemala: F&G Editores.
Weber, Max (1922). Economía y Sociedad. México: Fondo
de Cultura Económica.
Welle-Schmidt, Friedhelm –coordinador– (2012). Culturas
de la memoria. Teoría, historia y praxis simbólica. México:
Siglo Veintiuno Editores.
32
Aspectos estéticos en una
película
(Notas para un curso)
Francisco Nájera
Para Ileana, compañera desde el principio en el aprendizaje del cine.
Un poema no es lo que se halla impreso en la página.
Lo que se halla impreso en la página es la ocasión para un poema.
E. E. Cummings
Una película no es únicamente una serie
de imágenes, es lo que el/a director/a
(cineasta) llega a hacer con esas imágenes,
la trayectoria, el sentido que establece para
ellas. Su trabajo consiste en elegir el tipo de
imágenes necesarias para la película,
establecer el ritmo apropiado para cada una
de las tomas, y el de la secuencia de esas
tomas, es decir, el de la secuencia total de
la película. Este ritmo esta íntimamente
relacionado con el estilo de edición que el/a
director/a escoja para la película.
El ritmo y el estilo de una película
pertenecen al/a director/a, quien a través de
su uso de cámara y micrófonos, iluminación,
as películas son como los sueños.
Poseen la misma elasticidad que
estos en cuanto al tiempo y el
espacio; la misma sensación de inmediatez
y la misma intensidad que permite que los
objetos y las personas se relacionen y
dialoguen, no a través de su contigüidad
espacio-temporal o causal, sino por medio
de la matriz emocional que el/a soñador/a
provee. En el cine, este/a soñador/a es, ante
todo, el/a director/a, quien imagina y elabora
la película y, más tarde, el/a espectador/a,
que la «re-construye» frente a una pantalla,
idealmente en la oscuridad de una sala
cinematográfica.
L
33
Francisco Nájera: Aspectos estéticos en una película (Notas para un curso)
el mundo en el que vive. Pero la intensidad
de sus sentimientos no es suficiente para
elaborar formas artísticas. Es necesario,
además, que le de forma a esos sentimientos
y que los transforme en estructuras expresivas
que posean sentido en y por sí mismas,
independientemente de la persona que las
ha elaborado, ya que es a través del aspecto
formal que posee ese objeto visual que es la
película, que los espectadores adquieren
conciencia, no sólo del mundo en el que
viven, sino de un mundo más amplio, con
sentidos más dilatados y complejos.
El/a director/a de cine expresa sus
experiencias del mundo por medio de
metáforas visuales. Es así que expande
nuestras percepciones del mundo,
ayudándonos a enriquecer nuestras vidas y
a desenvolvernos intelectual y
emocionalmente en formas más complejas
y por lo tanto, más fecundas no sólo a nivel
personal sino, idealmente, a nivel social.
La búsqueda de todo artista al elaborar
trabajos específicos es una búsqueda humana,
una búsqueda por formas y experiencias
que trasciendan nuestras vidas cotidianas.
Así, una película, en cuanto experiencia
artística, es una forma «viva» que no connota
significaciones específicas, sino que las
encarna y articula en toda su complejidad,
para que éstas puedan ser experimentadas,
interpretadas y juzgadas por los espectadores.
El cine, como expresión artística, no
dice o explica, sino que provee vivencias
cuyo sentido y valor es siempre más amplio
y complejo que aquellos a los que estamos
acostumbrados. A través de una síntesis de
luz y sombras, texturas, sonido, color y
movimiento, una película nos ofrece
sensaciones sinestésicas que experimentamos
como la expresión de una compleja unidad,
que imita la vida, pero que la trasciende al
mismo tiempo.
El cine es un arte temporal y, en este
sentido, tiene mucho en común con la música
y con la danza; aunque también tenga mucho
en común con la fotografía, la novela y el
cuento, y con el drama. Sin embargo, a
diferencia de estos últimos, el cine, por ser
dirección de actores, selección de locales y
de sonido, aunado todo por medio de la
edición, los determina.
Una película personal, de «autor/a»,
desde el punto de vista estético, no necesita
ser «real» sino auténtica. Es decir, sus
imágenes necesitan ofrecer una experiencia
lúcida y formal, que por ser vívida e
inmediata, afecta no sólo nuestros sentidos
físicos sino también nuestras emociones,
nuestro intelecto y nuestras memorias, es
decir, nuestra experiencia total del mundo.
Aunque la función de cualquier trabajo
artístico es el de proveer una experiencia
estética, es decir auténtica en cuanto a las
experiencias que sugiere, todo trabajo
artístico se refiere siempre y, por lo tanto
refleja, al espacio humano –social, político,
económico– en el que se le elabora y en el
que se le experimenta. El cine no es
excepción.
Una película personal, como todo trabajo
estético, es una estructura intencional cuya
propósito es el de expresarse en y por sí
misma. Si afirma algo es, ante todo, su
presencia en el mundo, su realidad, su
materialidad. Su función consiste en
ofrecernos posibilidades que, tras
experimentarla, necesitamos desentrañar,
analizar y juzgar.
Al analizar una película, como al analizar
todo trabajo de arte, lo importante es
preguntarse: ¿Cómo funciona este objeto?
En el caso de una película, objeto visual y
narrativo. ¿De que manera se expresa?
¿Cómo concreta sus posibles sentidos/
significados?
Puesto que las películas, como toda
forma de expresión humana, se construyen
a partir de sistemas imaginarios y por lo
tanto ideológicos, estas reflejan formas de
vida que se dan dentro de sistemas sociales
específicos y, en este sentido, pueden
confirmar, cuestionar o desafiar los sistemas
sociales (morales, religiosos), políticos o
económicos establecidos.
El/a director/a de cine (cineasta) en
cuanto artista, se caracteriza, en general, por
la intensidad con que percibe y experimenta
34
Francisco Nájera: Aspectos estéticos en una película (Notas para un curso)
un arte temporal, se enfoca en lo que ocurre
en el presente, en ese momento que
continuamente desaparece ante nuestra
mirada para no volver a darse, en ese instante
único que las imágenes nos ofrecen en la
pantalla. Su lenguaje es pues el del
movimiento –al igual que la danza y que la
música–.
La percepción de cualquier obra de arte
exige siempre un proceso. En artes como la
pintura, la fotografía o la escultura, el
elemento temporal depende de lo que
permanece fijo en las imágenes que
constituyen el trabajo. En el cine, en cambio,
el tiempo es un elemento expresado en toda
su fluidez y evanescencia. Por lo tanto, la
película no puede ser percibida como
totalidad sino hasta después de haberla visto
en su totalidad, desde el principio hasta el
final. La experiencia de una película es, así,
siempre retrospectiva.
La experiencia que tenemos al ver una
película, no es la de una historia, sino la de
una serie de imágenes que nos muestran una
progresión de eventos en múltiples espacios
y tiempos que, como espectadores, vamos
organizando, conforme vemos la película,
en una historia.
El espacio y el tiempo cinematográficos
son fluidos y discontinuos y los espectadores,
aunque los experimentan, no los pueden
habitar. Lo son, además, en cuanto las escenas
no siempre se desarrollan en continuidad
espacial o temporal –la edición permite que
se experimenten espacios y tiempos
continuos o discontinuos, contiguos,
paralelos, en flashbacks o flashforward, etc.
Todos estos posible de encontrar en de una
misma película.
Los ojos de los espectadores se
identifican necesariamente con el punto de
vista de la cámara, y su relación con las
imágenes –presencias imaginarias sobre una
pantalla plana- es, al mismo tiempo, íntima
e impersonal, ya que su trayectoria (la de
las imágenes) –temporal, emocional, etc.–,
su ritmo y su forma de fluir dentro de la
película es totalmente indiferente a las
reacciones que pueda tener la audiencia.
35
Francisco Nájera: Aspectos estéticos en una película (Notas para un curso)
La cámara es un ojo indiferente que
construye para el espectador, sobre la
pantalla, a través de su enfoque, posición,
movimientos, iluminación o uso de filtros,
un primer plano y un plano de fondo. Estos
dos elementos básicos permiten establecer
el tono emocional de una toma o de una
escena. Cada una de las tomas adquiere con
posterioridad un sentido emocional aún más
complejo a través de la edición, ya que, lo
que hayamos visto antes o veamos después
de cada escena, va a afectar su sentido. El/a
director/a, al determinar estos elementos y
su disposición en el contexto de la película
que el/la quiere estructurar, es quien define,
a través de las técnicas fílmicas que escoja,
el sentido de cada toma, o secuencia.
El/a espectador/a de una película se
identifica con el punto de vista que la cámara
establece al filmar la película, ya que la
perspectiva que la cámara le ofrece es la
única forma que tiene para acceder al mundo
fílmico que, en la pantalla, se despliega ante
él/ella.
En una película, lo que los personajes
dicen no es lo más importante. Lo más
importante es lo que les vemos hacer y cómo
esto queda registrado por la cámara. En
términos de los diálogos, lo más importante,
es la forma y el contexto en el que estos
ocurren. Lo mismo habría de decirse de los
sonidos que definen el espacio en el que se
mueven los personajes. Por otra parte, la
música no puede ser únicamente un relleno
sónico, o un comentario exterior a las
imágenes, sino que necesita realzar las
imágenes al ofrecerles una base aural que
enriquezca el ritmo interno, y el sentido, de
las escenas y de las secuencias.
A diferencia el actor teatral, que depende
de los parlamentos para dar sentido a su
personaje, el actor de una película necesita
hacer uso de su cuerpo, filmado por una o
más cámaras en un espacio abstracto y
discontinuo, para expresar, por medio de las
imágenes, emociones y motivaciones que
deben poseer coherencia dentro de una
secuencia de tomas. Esto no imposibilita
que, en algunos casos, los actores en una
película no puedan “salir” del espacio fílmico
y, al confrontar la cámara, se dirijan al
público.
Uno de los aspectos característicos de
una película es que para expresar las
circunstancias y experiencias interiores que
atraviesan los personajes, hace uso de las
condiciones externas que los rodean,
escenarios, objetos y otros personajes. En
este sentido, una película personaliza, a
través de los actores y personajes que
encarnan, las formas y la realidad del mundo.
La forma en que el/la directora/a de una
película presenta la realidad objetiva –calles,
casas, campos, etc.– para mostrar el estado
anímico de los personajes, le permite mostrar
en términos visuales quiénes son estas
personas y lo que experimentan en el
contexto de la película. Le permite además,
expresar el sentido que ese mundo tiene para
ellos.
El cine, como metáfora de nuestra
realidad, funciona como un análogo de
nuestro ser/estar-en-el-mundo y en este
sentido nos presenta con las paradojas de
toda existencia humana, y nos alienta a
percibirlas por medio la realidad creada por
la película. Así, el/a director/a de cine
personal nos ayuda a percibir la relación que
existe entre nuestras experiencias como
individuos y el mundo –personas, paisajes,
objetos– que nos rodean y con los que
convivimos en formas diversas. No nos lo
explica, sino que nos lo muestra en formas
más frescas, claras o directas y, así, nos
ayuda a entenderlo.
Finalmente, las películas nos atraen
porque en ellas encontramos reverberaciones
y reflejos de nuestras percepciones y
sentimientos, es decir, de nuestras vivencias
y experiencias. De este modo las películas
nos proveen con la posibilidad de concebirlos
y de articularlos con mayor precisión y
claridad, es decir, de experimentarlos y de
entenderlos. Esto es, por supuesto, la función,
y la importancia, de toda forma estética, es
decir, artística.
36
Letras
Poemas de Andrea Estrada
9 de noviembre 2012
Escupo pedazos de carne con tu nombre bordado, lustro mis zapatos y levanto la
[cabeza.
Estoy cansada de comer.
Reescribo en madera tus poema con las uñas / con dedos astillados acaricio tu pecho
y beso tus entrañas a la espera de que un día; por casualidad, reconozcas mi dolor.
Sentada en el frío piso, desnuda y eriza, tomo mis pechos arañándolos hasta sangrar.
Trepo árboles / corto hojas / corto ramas / y construyo en fantasías nuestro hogar.
al despertar / me doy cuenta de que amar es un poema y el sufrimiento una época.
Sólo quedan los recuerdos / el eco de tu nombre gritado en el pasado.
10 de noviembre 2012
y así arrancamos cada una de las manzanas ensangrentadas y comimos sentados
[bajo el árbol seco
39
Poemas de Andrea Estrada
Diluimos nuestros besos para convertirlos en saliva e hidratarnos bajo la
[luna blanca
Reconocimos el pecado como mutuo / con la culpa sobre ambos nos enrollamos en
el cuello la serpiente que escupió sobre nosotros la mancha del pecado original
Embarrados / acariciamos el cuerpo y saboreamos poco a poco nuestros frutos
21 de noviembre de 2012
Nadie habla en la mesa, cabezas abajo trazando miedo; una ambulancia pasa de
[prisa.
Reviso el periódico buscando la muerte matutina / el dinero viaja por cuentas de
[banco de un país a otro ya no es nuestro.
La alegría humana me anuncia la llegada del silencio profundo.
Cierro los ojos e imagino las manos de quienes adornaron con ilusión edificios
[corruptos
21 de noviembre de 2012
El tiempo que trascurre alimenta este cuerpo que deambula entre tumbas humanas
[y masas sangrientas.
Se disipa la gracia, se congelan las sonrisas, se olvidan los llantos, se recuerdan los
[silencios. Esta historia gira sobre su mismo eje.
Humanos guatemalenses que comen y comen y comen y comen y comen pavo.
Gracias, gracias, gracias, gracias.
Olvidé las líneas de mi mano.
Un ejército de poetas escribe basura con los dientes pelados en cocteles nocturnos,
embriagan sus narices con historias faranduleras / regresan a casa / cagan y limpian
[su culo.
el ruido de esta ciudad se nubla con lágrimas contaminadas de historias cotidianas.
40
Poemas de Andrea Estrada
21 de noviembre de 2012
desnudar el cuerpo ya no es suficiente.
22 de noviembre de 2012
Lubricaré con la lengua las ideas cuadradas de tu mente.
27 de noviembre de 2012
Se nubla el cielo / escupo la banqueta que transcurro en silencio.
Es noviembre.
Hace frío / tengo frío.
No miro la hora porque no tengo reloj y si tuviera reloj no miraría la hora.
La noción del tiempo enferma las mentes de quienes recorren frascos de arena
[contando cada grano.
Me resbalo en elipsis de tiempo que ordenan la vida de forma inconveniente para
[hacerla excitante.
Rasguño las paredes queriendo escalar mi cuerpo.
Visito a mi abuela para que me llame mierda y así poder sentirme humano nuevamente.
Consigo extrañar.
Escupo nuevamente la banqueta que transcurro en silencio / el cielo continúa nublado.
Sigue siendo noviembre
Tengo frío, hace frío.
15 de diciembre de 2012
la única manera posible de salir de esta cama es que vengás vos y me levantés de
[la vagina
apretujés mis cabelleras y me pongás en perrito para sudar esta flema amorosa que
[sale verde de envidia por culpa de la gente
No es un diario de orgasmos / solo un diario que transcurre cuando a diario implica
[ver tus pupilas dilatadas y gozar de tu niñez adulterada
41
Poemas de Andrea Estrada
Ya no goza la angustia en mi espacio atrincherado de recuerdos.
Se diluye la sonrisa a carcajadas.
19 de enero de 2013
Hace un sueño atrás tuve un hijo al que llamé Alejandro.
21 de enero de 2013
Me abortó la gana de llorar, sangré el cuerpo.
Escondida.
Sufrí en cama ajena el luto.
Alejandro
te prometí el cielo y te perdí.
Saliste como coágulo de sangre para exigirme madurez antes de pensarte otra vez.
Me anestesiaron los recuerdos.
24 de marzo de 2013
No hay nada más placentero que un domingo de ramos en un templo católico; mi
cerebro inundado de imágenes sexuales y mi vagina sudando el placer que provoca
pensar en lo fiel que me vuelvo cuando estoy con vos, porque el dolor de tu pene
penetrando mi trasero es inmensamente proporcional al pecado más excitante del
que ningún fiel católico pueda arrepentirse.
Te cojo dentro, en templos ajenos, templos sagrados, templos distintos.
23 de agosto de 2013
Me estoy gastando, sacudiéndome este polvo tan largo.
-------------------------------------------------------------------------------------------------Viajamos sobre tiempos distintos, pudrimos las posibilidades de reencarnarnos
juntos, ahora nos vemos acá, sentados en la cama, fumando un cigarro sin podernos
descifrar, ya no te queda tiempo, ya no me queda paciencia, nos hemos gastado.
42
Poemas de Andrea Estrada
Huyamos juntos y dejemos nuestros cuerpos, tirados en la cama, desnudos, erizando
solo el recuerdo, ya no brillan nuestros ojos, ya no brillan.
El tiempo es irrefutable, nos consume en cada movimiento, vos y yo bailábamos
en tiempos similares, vos y yo jugábamos en tiempos similares, vos y yo estuvimos
en tiempos similares, similares, como vos y yo.
Hace siglos te encontré en un sueño y asfixié tu citoplasma, hace un siglo consumiste
de mi leche, de mi cuerpo. Un siglo atrás estábamos solos en el desierto, navegando
aquella barca ¿te acordás?
Cada instante que pasa cambia, cambia cada célula, yo ya no respiro, me asfixio
entre recuerdos y recuerdos y recuerdos, aún me asfixio cuando abrazo a mi madre,
[aún me oculto entre sus senos.
43
Poemas de Mónica Navarro
Embellece la nostalgia de mis labios la frágil y cálida caricia de tu ampo.
Una invocación a la perfidia se abre paso desde tu meato
y la lascivia jamás tuvo mejor aroma que sobre tu piel.
Jamás me supo mejor esta flor obscena.
Jamás me supo mejor la vulgaridad
de tu amor turgente.
En las mañanas sumergidas y sucias de belleza
de la podredumbre de nuestros hastíos
y de nuestras mejores horas marchitas
sé que me gusta tocarte y lamer ese dolor en ti.
Deja que cubramos la nobleza de nuestras mieles
con el humo de todas estas intenciones execrables
ámame
prometo desde el centro de mis entrañas
que algunos días
voy a odiarte.
***
Te prometo que doleré.
Que te estallaré por dentro y sonreirás
Para ti encontraré dentro de mí
todo lo que imagino muerto
44
Poemas de Mónica Navarro
te lo daré
como la lluvia cuando empieza a caer.
Quererme es como establecer un pacto
es aceptar mi mente retorcida, mi perdición
es ajustarse
a la rendición de mis cuentas pendientes
con la vida,
aprender a escuchar sin la intención
de imponerme las palabras
que jamás he querido decir.
Quererme es aprender a nacer
una y otra vez
antes y después de suicidarnos.
Porque nadie tiene una voz tan mía
como tu voz.
En tu cariño de bestia me siento pequeña
ven y déjame tu amor donde lo pueda lamer.
La poesía, donde la pueda ensuciar
la ensoñación de tus manos
para las tardes de sol tras las cortinas cerradas
asfixiándome
susurrando cuánto me quieres
al oído de los dos.
Me quieres
y este querer ahora es de nosotros.
***
Me apetece tu carne
su olor insensato.
Lengua sensata.
Tus embestidas elocuentes
mi humedad inconfesable.
El rocío de mis mieles
que sólo sabes guardar tú.
Tú, que me haces galopar las ansias
45
Poemas de Mónica Navarro
y cabalgar la obscenidad de las palabras
íntimas como una culpa.
Somos una noche que no termina
madrugadas olorosas a secreto.
No te acabes nunca.
***
Me acerqué
sentí.
Viví en la falsa oscuridad y casi
me contagias la ceguera.
No fuimos esa periodicidad.
Bajaste tus verdades y yo subí mis convicciones
mi estoica idea del amor
una cumbre donde respiro la bruma
un lugar lleno de gestos donde no hace calor
conseguí refugiarme en el frío
huir de tu morada
del lugar donde es sordo el ruido.
Tan sencillo quitaste la venda de mis ojos.
Las palabras apuntaban al nacimiento de mis miedos
y atrapé tus puñales en el aire.
Te equivocaste
confundiste la falta de ética con crueldad
estoy aquí, al borde del abismo
46
Poemas de Mónica Navarro
cerrándome de piernas y con el alma expuesta
con estos ojos negros que intentaste ensuciar.
Una y otra vez orbitaré como una fluctuación
y evitaré la vulgar ausencia de luz
del que busca emociones fáciles
la mentira y su laurel sobre
la preciosa cabeza del hipócrita.
Es una pena que no entiendas
que la caricia es la única herida que no sana nunca.
***
X forma de decir adiós
Ha dejado de sernos útil
el juguete de soñar.
Lo dejamos colgado girando
en vano intento por hipnotizar este vacío.
La cosificación de los momentos
cuando nos amábamos.
Los volvimos artefactos
y esperamos volarlos
con granadas de fragmentación.
Contemplaremos extasiados
cómo vuelan sus esquirlas.
Al menos yo, así lo haré.
Te veré llorar mientras sangras.
Igual sangraré aunque tú debiste saber cómo.
Recuerda: Jamás cerré los ojos con cada penetración
con que me has dado placer
tampoco voy a cerrarlos
47
Poemas de Mónica Navarro
cuando te vea volar
en pequeños trozos pegajosos de vísceras
impregnando las cuatro paredes
donde tuvimos preso al amor como animal maldito
sin saber que lo pulverizaríamos por dentro
desde su centro
a pesar de haber blindado
cada uno de sus muros.
Jamás debiste mirarme fijamente.
***
La estrategia del desconsuelo, esa
que se obstina con hacerte brotar
de cualquier parte, de ninguna parte.
Nada puedo hacer con un ocaso
que se me muere entre las manos.
Nada puedo hacer con la insolencia malherida
del amor, de tu nombre que revolví
por debajo de la lengua y dejé tocar
por las estrellas que me posaste blanquecinas
en el cielo de la boca.
Algunos días existes más que otros en el paladar
de mi melancolía.
Entonces viendo a la pared suelo gesticular
cada una de las sílabas,
la pronunciación exacta de tu nombre.
***
48
Poemas de Mónica Navarro
Sería tan inmediato, tan fácil estar ahí donde han estado tantas.
Pero no quiero.
Hay algo en ti que no me apetece. No estando tú tan vivo y yo tan poco despierta.
No mientras hables con el mismo lenguaje de las cosas e intentes penetrarme la
mente con tus apreciaciones dignas de la plástica del mundo de los objetos.
Porque sería tan fácil degollarte mientras cierras los ojos y bebo gota a gota tu
sustancia; tal te expones y yo sonrío.
Es así de sencillo maravillarte con el espejismo de turgencia, de pezones con olor
a saliva, con palabras diestras, eres fácil. En el fondo eres un hombre sencillo que,
intentando elevarse a las alturas e inmacularse inalcanzable, se deformó convirtiéndose
en uno más de tantos; de todos esos que matarían por un momento de mis ojos.
Quisiste ser distinto y te veo en todos los otros que me saben a ti.
Por eso no me gustas.
Porque estás allá tan lejos junto al resto, y es difícil para mí guiar tu caída hasta la
profundidad del sitio de sombras donde permanezco dibujando mi ideal del amor.
49
Relatos de Sergio Palma
Estamos rodeados, dijo él. Dijo eso y seguía sentado en el retrete buscando en las
bolsas de su pantalón, en el suelo, los cigarrillos. Comenzaba a desesperarse. Al
final los sacó, sacó uno, doblado, arrugado, y lo puso en su boca, entrecerró los ojos
cuando lo encendió. Estamos o estaremos rodeados, en algún momento, dijo
murmurando mientras encendía y jalaba, estamos o estaremos rodeados en algún
momento, se escuchó un golpe en el agua y ella rio, cerdo, le dijo y el seguía mirando
serio, estamos o estaremos rodeados en algún momento, tarde o temprano, ahora era
casi solemne cuando hablaba, como si leyera, la frase ya era falsa, gastada, la
consumió a fuerza de repetición.
Ella miraba al suelo y sonrió otro rato, hasta que se acordó que estaba atada de
pies y manos, como un becerro, tenía marcas moradas en los sus brazos blancos,
parecía un mapa, tenía marcas verdes, moradas, negras. Sin embargo había reído y
ahora miraba al suelo, la sonrisa desapareció poco a poco cuando recordó todo, los
golpes, los besos, el dolor de estómago, el ardor en su sexo cuando él, después de
todo lo que había pasado la había atado y la había tirado al suelo, ya no sonreía, ya
no se acordaba de haber sonreído, el baño comenzaba a apestar. Estamos o estaremos
rodeados en algún momento, tarde o temprano, y moriremos los dos, la frase ahora
volvía a tener sentido, la había dicho triste, el cigarro estaba a dos caladas de morir.
Igual que ellos.
**
Siente miedo de su propia voz, que pregunta algo apenas comprensible, un ruido,
un graznido pudo ser, un aleteo. La voz sale y se convierte en un objeto que se escapa
de sus manos. Se inflaman, son dos extensiones regordetas que buscan su garganta.
50
Relatos de Sergio Palma
La toca despacio, tratando de tener la seguridad de reconocerla, siente la
saliva que baja junto con su miedo, que se desliza por su barba desigual, descuidada,
busca sus orejas y lo detiene un impulso por estornudar que comienza a crecerle.
Sus orejas tiemblan un poco y su mandíbula se endurece, se tensa, tiene que tragar
de nuevo. Sus manos se buscan más nerviosamente, se encuentran y piensa en la
voz de Lucía diciendo despacio que todo está en su mente, que es una enfermedad
mental incurable, que el jueves van a internarlo, que eso es lo mejor, que estará
bien, que nadie puede cuidarlo así.
Tocan la puerta, el timbre, la puerta, insisten, se da cuenta de que no puede
hablar, no sabe hablar, no quiere gritar, quiere preguntar tranquilamente, pedir que
vuelvan más tarde. Pero tiembla todo, se estremece. Ahora todo su cuerpo está
entumecido, adormecido, inmóvil.
**
Caminar con algunos pensamientos metidos en las bolsas del saco y meter las
manos para jugar con ellos, para no dejar que se escapen. Usar saco a propósito,
aunque haga calor, para tenerlos cerca y sacar uno en una esquina, mientras cambia
el semáforo, esperar a que la señal verde y mirar el pensamiento bajo la poca luz
que queda, ¿qué hora es? Verlo y ver que está un poco desgastado, que tiene arrugas
de libro, esas arrugas que te gusta que tenga. Y los pliegues que hiciste a propósito
para recordar dónde te habías quedado. Caminas de regreso, muestras una parte de
alguno a la chica que pasa al lado y ella te mira extrañada, vamos a ver a dónde
llega éste, ¿le gusta? –preguntas– y ella camina más rápido. Hay algunos al fondo
de la bolsa derecha, llenos de migas y piedras pequeñas y basura, pedacitos de papel,
pero ahí está, un poco de limpieza no caería mal, vamos a un rincón, lo hueles, a
ver hasta dónde llega este – repetís – y yo, que te he oído muchas veces decirlo,
todavía sonrío. La chica le ha dicho a alguien en la esquina, alguien que quizás la
esperaba ahí, que tú le hablaste y ahora vienen juntos, se dirigen serios hacia acá,
querán alguno de mis pensamientos, digo, tus pensamientos? Nos alejamos rápidamente
y ellos nos siguen, tropiezas, uno sale un poco de tu bolsa y ellos lo ven. Ahora
caminan más rápido porque saben que los tengo, los tenés, los tenemos, me das la
mano un momento y volvés a meter las manos en el bolsillo para asegurarte, es más
importante mantenerlos en su lugar. Sonreís, sonreímos, sonrío. Parece que se han
aburrido, hablan mucho y ahora discuten, podemos caminar despacio, ahora se besan
y vos preferís tus pensamientos.
**
Sobre un baúl mohoso
Anoche lo encontré en el cuarto del fondo, la habitación que olvidaste decirme,
la que nadie menciona cuando vienes a casa, que todos miran de reojo y mi tío había
hablado de él en medio de una frase en la fiesta de mi cumpleaños y todos se
quedaron callados, algunos inclusive bajaron las botellas y lo vieron severos, y Ana
cortaba el pastel sonriendo e ignorando, nerviosa. Ahí encontré este baúl, esta caja
azulada, verdosa, este cajón, esta puerta, este peldaño, esta ventana. Sé que vas a
pensar que es demasiado vulgar, demasiado impertinente, demasiado cruel mencionarlo
51
Relatos de Sergio Palma
y hablarte de él sin hablar de otra cosa, traerlo y ponértelo entre las palabras, ponerlo
enfrente tuyo y mostrártelo sin abrirlo, lo siento, lo siento mucho, pero aquí esta y
creo que lo justo es que lo veas, que no mires al cielo o las arrugas de tus manos
sino lo mires directo, que lo veas sin abrirlo y me digas de una vez, por qué huimos?
papá, de qué huimos?
**
Marcas con un fondo verde, circulares, azuladas, parientes cercanas de algún
misterio, de decisiones imprecisas, dibujos sobre una piel de muertos, incisiones
y caminos para la sangre, que miré durante horas fascinado.
La memoria se vuelve entonces esa cámara extraña que toma fotografías por el puro
gusto de verlas luego arder.
– No se entiende, explique, no se entiende, fue o no usted el que mordió a la fallecida?
No sonríe, espera solemne y a mí lo que me pasa es que prefiero pensar en los
gritos, en nuestros gritos, éramos un monstruo negro, ebrio, agonizante y eso,
después nada.
¿Nada?
– Nada señor juez, después, nada.
**
El hombre vuelve, cargándose a sí mismo, desde ciertas palabras, desde unos
abrazos, desde el café donde le dijeron aquellas frases dulces que sonaban tan bien
al principio. y deja un rastro sin huellas, arrastrando los pies, haciendo caminos
pequeños que nadie sigue.
**
Amor, dulce ahogo, decía el viejo mirando la punta de su cigarrillo y sonriendo
con la boca abierta, con pocos dientes, aislados en esa boca negra y podrida. Decía
cosas así y rompía el silencio de muchos días y luego regresaba a su silencio, un
silencio de cigarros y pensamientos, del que no volvía hasta dentro de otros días
más. El viejo, Martin Nebber, era hermano de mi madre, y yo a veces llegaba a su
negocio cuando tenía algún apuro, vos sabes a cuales me refiero, y me quedaba a
dormir en el piso durante un tiempo, la incomodidad me ayudaba hasta que las cosas
se calmaran y pudiera volver. El viejo entonces me miraba entrar sin decir nada,
como si no me hubiera ido, a veces me alcanzaba una revista, señalando algo que
quería que le leyera y yo eso hacía, se lo leía. Luego ella, o alguien me llamaban,
discutíamos un rato y ya está, podía volver y me iba dejándolo con sus papeles y
sus revistas, con un plato con comida fría sin que a él le importara demasiado lo
que pasaba, y cuando volvía, si volvía, había otro plato igual justo a la par del
anterior, y así iban acumulándose hasta que yo, o alguien le hacía el favor de limpiar
su casa-negocio, donde vendía a veces, libros, revistas y periódicos A veces estas
cosas que decía las decía solo, realmente no necesitaba decírselas a alguien, las
decía quizás porque llegaba a ciertas conclusiones, no sé, tampoco es que haya
pensado mucho en eso, no entendía, ni entiendo al viejo Nebber. Un día llegué y
espere un poco antes de entrar, recostado en una pared, pensando en los problemas
52
Relatos de Sergio Palma
que tenía, en este cuchillo, limpiando mis manos todavía con rastros de mierda y
sangre y pensando en los gestos de Marcela, el negro gigantesco que corría casi
desnudo, llorando o riendo como loco chorreando todo, muchas cosas, todo, y lo
oí hablar, decía cosas como «aquí rara vez pasan ciertos presentimientos» y yo no
entendía si hablaba con alguien y tampoco entendí esa frase, pero no podría decir
que era algo raro, lo raro me pasaba a mí. Entré y lo vi sentado, sonriendo, hablaba
solo, en su cuarto de 6x2 lleno de libros y revistas apilados.
**
Un rumor de matadero, el golpeteo diminuto, una queja de lápiz arrastrando los
pies, bailando, volviendo, dejando su zumbido, su rastro, su pólvora sangrando que
ahora aleja de la sabana, lo suficiente para observar el corte, la herida insolente y
gris, su violencia. De entre las manchas descifras cerrando un poco los ojos un
cuerpo blanco que se nombra, uno que nace, unos senos redondos muy golpeados
que apenas reconoces, unas nalgas amoratadas, un sexo abierto brillante y submarino,
la línea describe al falo que lo penetra y hiere de nuevo, y éste se retuerce. Algunos
estertores. La muerte acerca su dedo a tu ano y suplicas un poco, gimes. Cierras los
ojos.
– ¿Hay algo más que quieras decir?
– No.
**
Dejó de hablar a través de la puerta y al llenarse todo del silencio grueso e incómodo
que siempre sientes en mi apartamento volví a oír el crujido en la madera arriba,
el zumbido de la calle, hasta mis manos separándose de la ropa cuando intente
moverme de nuevo. Ella había estado casi gritando aunque trató de contener todo
mientras juntaba ansiosamente los labios a la tabla y hablaba despacio, humedeciéndola,
sin que le importaran los tajos y la grasa en la superficie de esa placa asquerosa y
negruzca, que alguna vez fue celeste, que fue perdiendo el color y después fue
formando una mancha mugrienta, un mapa de golpes. Había parado de hablar, es
lo que te he dicho, y sí, paró de decir lo que vino a decir y luego murió, se fue,
desapareció, huyó, porque me acerqué despacio a buscarla, puse las manos sobre
la puerta esperando tontamente, pensando que sentiría el calor de su cara y me
costaría mantenerlas ahí, que me quemaría, pero no, no había ningún calor y mis
manos sólo se acostumbraron a la superficie plana, llena de espacios, irregular, y
esperé un poco más, esperé la vibración de su voz, rogándote, pidiendo que abrieras,
que la vieras, que le tocaras las rodillas, que la besaras, pero tampoco, nada. Entendí
que se había ido, abrí despacio y guardé los papeles que había dejado en el suelo,
los acomodé torpemente en una bolsa plástica y me alejé de la puerta, yendo de
espaldas, esperando que la voz golpeara de nuevo, pequeña y chillona, sollozando,
maldiciendo y se detuviera un rato y volviera a hacerlo. Y no, nada. Aquí esta lo
que dejó, sé que vas a tomar los papeles y los quemarás dentro de la bolsa, sin
siquiera verlos.
53
Relato de Leonel Juracán
EMMA
Entre la matanza de los inocentes
Y la travesía del espejo
Sólo medía el intervalo
De una noche serena.
Max Ernst
Fue sólo esa tarde que lo vio caminando por el parque. El sol tibio de junio caía
sobre los árboles y los jardines florecidos llenaban el aire con su aroma. Él caminaba
junto a una mujer desconocida. No fue como lo había imaginado, no hubo gritos o
insultos, no dijo lo que por tanto tiempo había planeado decirle, esta vez, por acuerdo
tácito, habían sido extraños.
Desde la sombra de unos árboles pudo ver como él se dirigía a ella con afectada
deferencia, mientras que su acompañante lo escuchaba con atención sujetándolo del
brazo.
Seis semanas más tarde, se sorprendió a sí misma dispersándose por el recuerdo.
En esos años que llevaban separados, él había llegado a constituír el fin y causa de
cuanto hacía, y ahora, un encuentro fortuito se lo desarmaba todo, convirtiendo esos
años en un ensueño de arqueología.
A Francisco llegaba sólo a través de otras cosas: Canciones, libros, fotografías,
objetos inútiles que guardaba de cuando aún vivían juntos. Revisaba uno a uno los
detalles de esa tarde, tratando de hallar un gesto, algo que lo salvara del olvido: y
nada. Era lo mismo que cuando encontraba casualmente una de esas viejas fotografías
y no lograba imaginar siquiera en qué fecha la habían tomado.
54
Relato de Leonel Juracán
Era sábado por la mañana y se sentía miserable, no tanto por las cosas que de
su vida junto a Francisco recordaba: Los vicios, las peleas, las borracheras. Sino
porque a ella el tiempo se le había ido acumulando lentamente como una maraña
de sinsentidos. Quería maltratarlo, gritarle, reclamarle todos los desvelos vertidos
en su nombre, los llantos disimulados, y hasta la reserva de calabazas que siempre
tuvo para con todo hombre que intentara acercársele desde que se habían separado.
Era como si lo que hoy era fuese un castigo por no haberlo abandonado a tiempo.
Por no haberse atrevido a su vez a ser La Otra.
Por eso había bañado y cambiado al pequeño Jorge, y lo había llevado al parque,
para ver si lo hallaba en ése sitio nuevamente.
Jorgito era un niño taciturno y medroso que pasaba las tardes frente al televisor
de una vecina, que prácticamente no hablaba, y tenía siempre la mirada ausente y
reseca.
–A saber si no tendrá anemia, decían las vecinas.
–Es muy tímido, lo dejas mucho tiempo solo, decían sus amigas. Y ella se molestaba:
¡No! No está enfermo. Y tampoco es tímido, solo es un niño demasiado serio para
su edad. Pero tenían razón. El niño no había comenzado a caminar hasta después
de los tres años. No era común verlo contento, y cuando estaba con otros niños se
mantenía alejado.
¿Pero qué podía hacer ella pese a todo? Se levantaba de madrugada todos los días
para hacerle desayuno y pasar dejándolo en casa de una amiga, compañera suya de
cuando estudiaba todavía. Luego corría al hospital, donde trabajaba hasta las seis,
pero como vivía lejos, al volver eran ya casi las ocho y siempre lo encontraba
dormido. Por eso trataba de aprovechar lo mejor posible los fines de semana, ya
jugando con él en casa, o llevándolo de paseo. Aunque la verdad, era que le resultaba
difícil empezar una conversación con él.
Por el momento corría frente a ella como cualquier niño, pero en cuanto se
detuvieran y se viera rodeado de más gente, seguramente se escondería entre su
falda y no volvería a decir una palabra.
–Mirá mamá, ¡Un caballito!
–Sí, qué bonito, ¿Te querés subir?
Eso era otra cosa. A veces, cuando lo llevaba cargado de regreso a casa, Jorgito
se despertaba, y le contaba de sus juegos con los hijos de las vecinas, de los programas
que le gustaban en la televisión y los juguetes que quería. Después de llorar un rato
por algún carrito, muñeco u otra cosa, se volvía a quedar dormido. Hasta el día
siguiente cuando se levantara otra vez para cambiarlo.
– ¿Te querés subir?
–¡No! No quiero. –dijo sujetándose a una cerca.
–¿Me vas a decir que le tenés miedo?
–No.
–Saca música al echarle aquí monedas ¿Querés ver?
–No –dijo, y salió corriendo nuevamente.
¿Por qué será así?, pensaba Emma, se queda callado mucho tiempo, mirando las
55
Relato de Leonel Juracán
cosas, como si no entendiera, o entendiera algo más. Y luego, sin que pueda una
saber si entendió algo o no, da la vuelta y se pone a hacer otra cosa. Como si tratara
de mantener oculto lo que piensa. Si sigue así, va a terminar pareciéndose a su padre.
Esta idea llegó a su mente sin premeditación alguna, pero al revisarla nuevamente,
se angustió. Le preocupaba que su hijo se fuera volviendo cada vez más silencioso,
y que pasados los años lo viera de repente hecho hombre, sin tener la menor idea
de lo que había en sus pensamientos, resultándole desconocido, y aún temible.
Se sentaron en una banca junto a la fuente a comer algodón de azúcar, mientras
«La serenata para Adelina» se repetía una y otra vez en torno a ellos.
Tres niños, seguramente hijos de la pareja que ocupaba la banca contigua, se
perseguían pegándose de tirones y dando gritos. El menor corría con un globo,
mientras los dos mayores, niño y niña, lo perseguìan jalándolo de la ropa. Jorge se
levantó y fue a pararse cerca de ellos, mirando a los niños sin decir nada. Luego
regresó a la banca con ella. Era obvio que ellos también se sentían incómodos por
la presencia de Jorgito, pero Emma no sabía qué hacer, en parte temìa por su hijo,
pero tampoco le parecía correcto quitarlo de ahí.
–¿Tenés hambre Jorge?–le preguntó. El niño sólo parpadeó y fue a tomarla de la
mano.
–¿Qué querés?
–Comida.
–Sí, pero de qué tipo, qué querés comer.
–Pan guisado con vaca blanca.
Trató de imaginar lo que el niño quería decir con eso. Pensó en la vaca que había
en los anuncios de helados, en la que adornaba las latas de leche, en anuncios de
carnicerías y bisteces. Mejor preguntó.
–¿Pan tostado, querés decir?
–No, tostado no. Guisado.
Emma pensó que si lo llevaba a algún restaurante donde tuvieran a la vista la
comida que servían seguramente se le antojaría algo. Mientras la grabación de
clavecín continuaba repitiendo la insoportable melodía, dio vuelta al parque mirando
de un lado a otro. «Tal vez el otro día, lo hayan dado de baja» –murmuraba-, «Nunca
se sabe con la gente que los manda. Tal vez hoy lo tengan manejando el taxi».
Recordó que a su esposo lo había conocido haciendo de taxista, aunque más tarde
él le contó que el taxi era sólo para disimular, porque su verdadera ocupación era
la «vigilancia preventiva», pues habían allí, precisamente en su barrio, «malos
ciudadanos», que no deseaban vivir en paz como Dios manda.
–Mirá, ahí tenés carne, sopa, fideos, pollo, fijoles, ensalada ¿Qué querés?
–Yo quiero pan guisado con vaca blanca.
–Así no te entiendo, decime bien qué querés. Empezaba a perder la paciencia.
El niño continuaba empecinado en su extraña receta, y Emma tuvo que obligarlo
a sentarse frente a un plato de carne con puré, luego de hacer un escándalo con
gritos y pataletas frente al mostrador. Tuvo que decirle que aunque no había modo
de saber si la vaca era blanca, igual era carne de vaca, y que decir puré y pan guisado
56
Relato de Leonel Juracán
venía a ser lo mismo. No bien convencido, pero temiendo la cólera de su madre,
Jorgito acabó comiéndose el puré nada más y volvieron al parque para sentarse
cerca de la fuente. El cielo empezaba a cubrirse de nubes negras.
Quizá Emma jamás llegaría a entender el comportamiento de su hijo. Así como
tampoco entendía el de Francisco. Al principio su esposo había sido festivo y alegre,
ordenado y hasta un poco devoto; pero apenas unos meses después de casarse le dio
por pasar muchas horas encerrado en una habitación de madera que la madre de
Emma tenía al final del patio, en el caserón que vivían cerca de La Merced. Ella
pensó que se debía a su trabajo como vigilante nocturno, los hábitos que se vuelven
costumbre, y no quiso preguntar. Pero poco tiempo antes de que naciera Jorgito, ya
veía sombras en la pared, escuchaba insectos por la noche, y se levantaba a buscarlos
obsesivamente, o creía encontrar en el estampado de una cortina rostros amenazadores.
A veces ella encendía la luz y lo hallaba espiando por el visillo de la puerta.
–¿Qué esperás?, le preguntaba.
–Nada, respondía él, y volvía a tumbarse en la cama. Fue entonces cuando empezó
a tenerle miedo.
–Nene ¿no querés que mejor vayamos por un helado?
Jorge sólo parpadeó y la tomó de la mano.
–¿De qué sabor van a querer? –preguntó la mujer bajo el toldo.
–Yo quiero un sabor «guardado» dijo el niño.
A Emma eso le pareció indescifrable.
–Aquí no hay de eso, le gritó.
Jorgito se quedó mirando nuevamente de ese modo extraño las muecas nerviosas
de su madre, el rótulo luminoso y la vendedora que ofrecía otros sabores, esmerándose
en conservar la sonrisa. Más lejos aún, los pájaros que se zambullían en la fuente,
las nubes grises, la «Sonata para Adelina».
–También hay de coco y mandarina ¿Cuál te gusta?, dijo la heladera con voz melosa.
–Entonces no. Yo quería sabor «guardado».
A la mente de Emma acudieron imágenes de chocolates rancios carcomidos por
las ratas, los dulces típicos descompuestos que se acumularon durante años en la
habitación húmeda enque dormía Francisco, ese olor a sangre, ropa sucia y diesel,
el tintineo maldito del sereno para Adelita. Sin poder reprimirse más, tomó al niño
por el pelo y comenzó a golpearlo furiosamente, con tanta rabia y desesperación,
que hasta la vendedora tuvo que intervenir para que se detuviera, obsequiando al
niño un helado doble para consolarlo por la golpiza.
Había empezado a lloviznar. Emma tomó a su hijo en brazos y se lo llevó a toda
prisa, pero con el aguacero que cayó y pese a lo poco que duró, no pudo evitar que
ambos se mojaran. A pesar de todo, Jorgito no parecía estarla pasando mal, sonreía,
contento mientras saltaba en los charcos, y en ella la rabia se comenzaba a transformar
en tristeza, haciéndola sentir mucho peor.
– ¡Dejá de estar brincando, te vas a mojar los calcetines!
Recordaba que cuando Jorgito nació, a Franciso le habían asignado un trabajo con
el que pasaba muchas horas vigilando el Cerrito del Carmen. Decidió alejarse de
57
Relato de Leonel Juracán
él cuando comenzaron a poner las bombas. No fuera que también frente a su casa
pusieran alguna.
Esa tarde al volver tuvo la sensación de que todo terminaba siempre mal: Tanto
ella como su hijo tenían las caras azuladas y estaban «mojados como zanates», como
dijo la vecina cuando los vio llegar. Ya por la noche, ésta le contó a Emma que
«vaca blanca con pan guisado» eran rellenos de plátano con crema y «sabor guardado»
era como le decía el niño a los sorbetes de turrón.
Antes de dormirse, Jorgito preguntó:
–Mamá, y cómo se llaman esos pájaros negros.
–«Clarineros», respondió con sorna. Aparecen sólo cuando está lloviendo.
58
Debate
De la vergüenza del pasado a la
indiferencia del presente
Maria Luisa Cabrera
Si morimos en silencio, como nuestros enemigos desean,El mundo no sabrá lo que el hombre ha sido capaz
de hacer y lo que todavía puede hacer: el mundo no se conocerá a sí mismo. (Primo Levi, 1986, meses antes
de suicidarse)
De la vergüenza y otras culpas del pasado
E
guatemalteca, la política de repartir las
responsabilidades y/o del «borrón y cuenta»
nueva del pasado para evitar el
reconocimiento debido, se ha ido adueñando
de los imaginarios sociales y forjando nuevas
adhesiones. Frente a esta tendencia muchas
memorias colectivas expresan el esfuerzo
por superar el pesimismo y la tristeza de
posguerra transformando este impacto
psicosocial en esperanza de lucha.
La literatura científica sobre los
genocidios recientes en la historia de la
humanidad nos enseña que para entender
estas vivencias duales y complejas debemos
n el año 2007 dos profesores
universitarios de Alemania nos
visitaron en la escuela de Psicología
de la USAC, compartiendo sus reflexiones
sobre la vergüenza y la culpa como
sentimientos de oprobio nacional por una
historia de fascismo nazi que había engullido
a la ciudadanía. Este diálogo abierto nos
ayudó a distinguir la vergüenza como
sentimiento escondido, de la culpabilidad
como responsabilidad histórica y como deuda
de la sociedad con la ciudadanía. A medida
que el neoliberalismo se ha ido instalado en
todos los ámbitos de la sociedad
61
María Luisa Cabrera: De la vergüenza del pasado a la indiferencia del presente
las victimas se ven en la necesidad de
justificar que sobrevivieron sufriendo la
culpa de haber sobrevivido. Fue la
desesperanza y la rabia por la indiferencia
y la incapacidad ciudadana de entender el
horror de los campos de concentración, lo
que llevo a Primo Levi al suicidio como
elección meditada (Anissimov, 2001).
El debate social surgido a raíz del juicio por
genocidio en Guatemala nos actualiza
algunos de estos debates, que también
representan desafíos de la coyuntura socio
político y judicial.
En el plano psicosocial, la vergüenza
nace del señalamiento y la desaprobación
y puede o no combinarse con la culpa, de la
que se diferencia, porque ésta constituye un
auto reproche; la vergüenza siempre revela
un enojo oculto. Este complejo sentimiento
pero con distinto alcance es compartido por
las victimas y por la ciudadanía que se siente
avergonzada más no responsable de la
historia vivida.
Debería alcanzar incluso a los
responsables sí se hiciera justicia en el país
y entonces nos atreveríamos a reinterpretar
que el miedo y la negación de quienes
propiciaron el genocidio, podrían expresar
una vergüenza oculta. Pero aunque la
esperanza es reclamo de utopía debemos
aterrizar en una realidad más sombría.
Nos enfocaremos en desentrañar el
sustrato de culpa y vergüenza que existe
detrás de los significados del silencio social,
del cinismo que oculta la indiferencia y de
la desesperanza como suicidio de futuro. Al
plantear estas tres respuestas recogemos las
visiones antagónicas por un lado, de los
actores que testimoniaron los actos de
genocidio enmarcados en políticas de
terrorismo de estado y por el otro, de los
actores que se desmarcaron negando el
genocidio durante el conflicto armado
interno.
Para Primo Levi las preguntas quedaron
sin respuesta y guiaron su desesperanza hasta
el suicidio, después de haber sufrido una
paradójica sensación de vergüenza post
liberación experimentada como un
distinguir los niveles de responsabilidad
que competen a los colaboracionistas, la
cadena de complicidades sistémicas y la
ciudadanía indiferente y ajena que existe en
cualquier sociedad dividida. Necesariamente
estamos divididos por la pluralidad humana
y el antagonismo ideológico que está presente
en toda sociedad moderna. Consideremos
también, la levedad del ser y la banalidad
del mal que tanto Hanna Arendt (2000) como
Browning (2002) diagnosticaron de aquellos
exterminadores sin conciencia de tales, cuyos
actos se revelaron como resultado de una
planificación racional de la crueldad extrema
y el horror.
Primo Levi nos hablo de la zona gris
como la franja de la ciudadanía atrapada en
las redes colaboracionistas del nazismo. En
su caracterización se destaca que la
complejidad del colaboracionismo, no se
explica tanto por compartir un proyecto
ideológico sino por la destrucción del terror
y la manipulación de la propaganda que es
capaz de someter victimizando, en un intento
deliberado por repartir las culpas de lo
sucedido entre victimas y perpetradores. Lo
paradójico resulta ser que aun con este injusto
reparto, la desesperanza ha perseguido más
a las víctimas que a los responsables. Los
culpables gozan de la irresponsabilidad por
no rendir cuentas de sus actos, mientras que
62
María Luisa Cabrera: De la vergüenza del pasado a la indiferencia del presente
este sentimiento incomodo mediante el
mecanismo del autoengaño, que les permite
explicar sus acciones aniquiladoras con
distancia emocional y despersonalizando a
los sujetos de los que hablan. En el colmo
del cinismo y la ausencia de empatía humana,
transfieren el horror de las decisiones que
tomaron –¿qué hubiera hecho usted?– en
aquellos investigadores que se interesaron
en averiguar sus motivaciones.
«Sentimos vergüenza ajena cuando
presenciamos la humillación de los Otros,
sentimos vergüenza de nosotros mismos
cuando violamos los ideales de nuestra
conciencia» (Marks e Ilese, 2007). La
vergüenza genera malestar y arrepentimiento,
asociado a la impotencia de no haberlo
podido evitar. Muchos nietos españoles de
familias republicanas exiliadas, vivimos la
rabia de no sentirnos culpables del
franquismo pero sí avergonzados de haberlo
tolerado tantos años. De tal manera que la
vergüenza se lamenta más de la impotencia
que del arrepentimiento, puesto que no nos
consideramos culpables. La vergüenza se
puede vivir como una especie de indignación
silenciosa por la derrota experimentada. Por
ello es un sentimiento escondido que se
expresa con formas indirectas, que van desde
la ironía y el sarcasmo al pesimismo más
trágico causante del suicidio.
sentimiento ambivalente, que le atormentaba
la conciencia de no haber hecho lo suficiente
para impedir un sistema que los había
devorado. Pero también teñido por la culpa
del sobreviviente, aquella que expresa el
deseo de morir para no vivir con la culpa de
seguir vivo mientras que otros no pudieron
(Anissimov, 2001).
Hemos contabilizado en Guatemala
¿Cuántos suicidios que han sido alarma de
salud publica en el área Ixil, se debieron a
estos sentimientos de vergüenza y de culpa
innombradas? ¿Cuántos hijos arrastran la
vergüenza por la actuación despiadada de
un padre que fuera jefe de las patrullas de
auto defensa civil o comisionado militar
involucrado en violaciones a los derechos
humanos? El señalamiento, la vergüenza y
la culpa nunca dejarán impasibles a los hijos
afectados.
La vergüenza y su contrario el orgullo,
se transmite a las generaciones siguientes.
Los hijos pueden sentir la vergüenza de lo
que hicieron los padres y generar problemas
de estrés y dolor, desbordándose la capacidad
de asimilar el trauma. ¿Cómo está siendo la
comunicación de la experiencia del nazismo
entre abuelos y nietos? es la pregunta que
generó el debate sobre la vergüenza en
Alemania y en Austria. En muchas de las
investigaciones realizadas afloraba una
reacción inesperada y compulsiva «por fin
podemos hablar de esta vergüenza que
cargamos». «Taller sobre la vergüenza».
EE.CC.PP. USAC, 27 agosto 2007. Dr.
Marks (Universidad Friburgo), Dra. Ilse
(Universidad Libre, Berlín).
La vergüenza es un sentimiento doloroso
y llevado en secreto que cuando se destapa
puede generar reacciones de furia y violencia.
Se suele distinguir entre dos caminos
opuestos, una «vergüenza patológica cuando
se traspasan las barreras corporales, sociales
y mentales, de otra vergüenza sana que
necesitamos porque defiende nuestros límites
morales» (Marks, Ilse, 2007).
La vergüenza es principalmente sentida
por las victimas y por la ciudadanía, pero
no por los victimarios que se protegen de
63
María Luisa Cabrera: De la vergüenza del pasado a la indiferencia del presente
familia las torturas sufridas. Imaginemos el
efecto de esa confesión semipública cuando
se ha demolido la identidad de una persona
(Viñar, 1989). Una herida insondable es la
sospecha de delación que planea como una
sombra sobre su vida y que queda suspendida
en el imaginario social de los amigos y
cercanos de las personas torturadas. Este
tipo de problemas han reactualizado la
preocupación y el debate académico por los
efectos insanos de la «banalidad del mal»
(Ovejero, 2010, capítulo 11).
En algunas experiencias de teatro
comunitario y popular (Grupo de teatro
comunitario juvenil de la aldea Pastores de
Sacatepéquez. Laboratorio Teatral de Artes
Landivar – espacio de encuentro– dirigido
por Patricia Orantes, Universidad Rafael
Landivar). se han dramatizado escenas
traumáticas donde los jóvenes actores
remueven los secretos de familia más
abyectos e inconfesables, en un afán
persistente por entender para poder asimilar
el pasado. Si es posible como hijo llegar a
perdonar o a reconciliarse con un padre o
un abuelo asesino, para que esta experiencia
no desgarre el futuro del joven, el acusado
deberá enfrentar la justicia como castigo,
para que también así se pueda rehabilitar su
dignidad degradada.
En una experiencia inversa, resulta
sumamente doloroso y difícil revelar a la
De la ruptura del silencio a la indiferencia
cómplice
Algunos aspectos de la dinámica psico
historica de las memorias colectivas de la
violencia en Guatemala son comparables a
lo experimentado por los sobrevivientes de
los campos de concentración nazis. Primo
64
María Luisa Cabrera: De la vergüenza del pasado a la indiferencia del presente
inaceptable y que la historia oficial seguía
negando (Anissimov, 2001 y Primo Levi,
2005). En Guatemala, la denuncia masiva
como ruptura del silencio sobre el pasado
Levi después de su liberación de Auswitchz
sentía una imperiosa necesidad de contar,
de testimoniar lo vivido para romper el
silencio y dar a conocer lo que resultaba
65
María Luisa Cabrera: De la vergüenza del pasado a la indiferencia del presente
vergüenza con la culpa como sentimientos
paradójicos presentes en los sobrevivientes.
Sería deseable que las autoridades
también lo experimentaran, pero es
precisamente la desfachatez y la
insensibilidad que acompaña la impunidad,
el sentimiento que encubre la exoneración
de responsabilidad moral e histórica de las
autoridades ante los acontecimientos
sucedidos.
Como vemos, la culpa tiene que ver con
valores transgredidos, con leyes y con la
legitimación social, mientras que la
vergüenza tiene más que ver con
sentimientos asociados a la humillación y a
la desaprobación social de ideales no
compartidos. En una dimensión política la
culpabilidad es la expresión de una vergüenza
negada.
Mientras ese entorno de culpa y
vergüenza atraviesa a la sociedad, sucede en
Guatemala lo mismo que Levi acusaba en
la Europa de los años 80s «hablar de los
campos de concentración se consideraba una
indelicadeza o impudor. Se corría el riesgo
de ser acusado de victimismo… ¿Está
justificado el silencio? ¿Debemos tolerarlo?
¿Debemos retener los testimonios recogidos
que, a pesar de nuestros enemigos, la historia
parece haber preservado?. No podemos
olvidar, no podemos callar. Si nos callamos
¿Quién hablará? Seguro que no lo harán los
culpables y los cómplices. Faltará nuestro
testimonio y en un futuro próximo, la historia
de la bestialidad nazi, por su propia
enormidad, será relegada a la leyenda. Por
eso resulta razonablemente y absolutamente
necesario hablar, hablar siempre»
(Anissimov; 2001; 375).
Un pasado que no pasa, idea desarrollada
por el filósofo francés Paul Ricouer en
Memoria, Historia y Olvido, Editorial Trotta,
Madrid, 2003.
Al igual que sucedió en toda Europa, en
Guatemala la ruptura del silencio resulta un
camino recorrido en el que ya no se puede
volver atrás, aunque los juicios se estanquen
y se anulen las sentencias. Por eso grupos
de población Ixil defienden que para ellos
volvió verosímil lo innombrable, tal y como
REHMI (1998) recogió en aquellos primeros
testimonios que siempre terminaban con un
implorante «¡créame, nos trataron peor que
animales!».
El informe de la Comisión de la Verdad
(C.E.H., 1999) no solo enmarco lo sucedido
y sus consecuencias en las políticas
contrainsurgentes orientadas por la Doctrina
de Seguridad Nacional, sino que además
ahondo y amplifico las múltiples dimensiones
de la brutalidad y el horror que se vivieron
en Guatemala. Pero romper esta incredulidad
ha durado décadas, dentro de un proceso
dinámico y ascendente de lucha por la
verdad, la justicia y la reparación. En los
años 90 en Guatemala, se repitió la misma
dinámica que los verdugos nazis habían
vaticinado en la Europa de posguerra «raros
eran los que estaban dispuestos a escuchar
y a creer a los que se habían salvado»
(Anissimov, 2001;360).
La cultura del silencio que escondía esa
vergüenza cargada como un fardo en la
espalda llevo aparejada una mirada esquiva
y agachada de la población afectada
directamente o supuestamente incluida dentro
de la categoría de «enemigo interno».
Debemos a Primo Levi la explicación
de que esa mirada agachada era la versión
corporal de un sentimiento de exclusión y
ninguneo por el trato degradante e inhumano
recibido. La vergüenza ubicada en el
rinencéfalo es una reacción más primitiva
que la culpa que resulta un proceso más
cognitivo por su racionalización (Marks e
Ilese, 2007). Por ello la vergüenza puede
hacer sonrojar y desviar la mirada casi de
manera inconsciente. La vergüenza por lo
vivido por mi o por los Otros esquiva mi
mirada. El sustrato psicosocial es que el
dolor espanta, es difícil compartirlo y por
ello escondemos la vergüenza que sentimos.
Todos los pueblos sienten en alguna
medida la culpabilidad moral por los
acontecimientos históricos en los que se han
visto involucrados, sea por no haberlos
evitado, sea por haberlos facilitado. Esta
asociación, injustamente encadena la
66
María Luisa Cabrera: De la vergüenza del pasado a la indiferencia del presente
colectiva del pasado confronta versiones
antagónicas. Se han producido otros informes
(AVEMILGUA, 2000 y 2013) que pretenden
contrarrestar la fidelidad rigurosa de las
primeras memorias colectivas de Verdad
(REMHI y C.E.H.). Se minimizan los datos
y se cuestionan las dimensiones de la
violencia aplicada (Sabino, 2008) bajo la
concepción de que se trataba de ciudadanía
manipulable porque compartían una
interpretación desideologizada de lo
sucedido. Martín Baró (2003) señalaba que
todo acto violento contiene un fondo
ideológico, por lo tanto para entenderlo hay
que conectar la psicología social con la
historia.
El debate social provocado por el juicio
por genocidio representa la disputa por estas
versiones bajo dos modalidades nuevas. La
memoria se ha expresado y ha trascendido
la verdad ya se esclareció, las evidencias ya
fungieron y en consecuencia el
enmarañamiento legal es una pura estrategia
judicial de obstaculización de la aplicación
de justicia, que no captura la complicidad
ni el interés de la población. Desde la
Alcaldía Indígena de Nebaj se ha manifestado
pública y reiteradamente que «este Estado
no es nuestro Estado» porque se niega a
reconocer lo que el proceso judicial ya
evidencio y sentencio.
Roto el silencio, la dinámica psico
histórica apuntaló las memorias colectivas
locales y encamino los primeros juicios por
masacres y torturas. Con la denuncia legal
de hechos específicos del Conflicto Armado
Interno se fue ampliando el sentido social
de las memorias colectivas y profundizando
en el significado y los riesgos del olvido. En
los últimos años, la disputa por la memoria
67
María Luisa Cabrera: De la vergüenza del pasado a la indiferencia del presente
y «¿por qué yo no?» La victima dedicara su
futuro a intentar explicarse y comprender
como fue posible que me sucediera a mí,
porque tendemos a pensar ingenuamente que
lo que les pasa a los otros no me sucederá a
mí (ilusión de invulnerabilidad), así como
también necesitará entender ¿cómo fue
posible que sucediera?. Todas estas preguntas
se asocian a las controversias que provocan
las memorias colectivas sobre la violencia
de un conflicto.
En un principio la vergüenza de haber
experimentado un horror increíble tiende a
silenciarse, pero el recuerdo asedia a la
víctima forjando la necesidad de contar para
liberarse del dolor suyo y de los que ya no
están para contarlo. En la memoria
testimonial, el tiempo sesga el recuerdo tanto
de las victimas como de los perpetradores,
pero cuando prevalece el silencio se entierran
los recuerdos en el mundo privado de los
murmullos relatados y los silencios ausentes
de los sobrevivientes. Se genera un efecto
dominó por el cual la memoria que ha sido
silenciada irrumpe como una catarsis
imparable, porque dar a conocer lo sucedido
libera una conciencia atrapada (Anissimov,
2001).
Así podemos imaginar la dinámica
psicosocial de los y las testigas del juicio,
que vencieron el miedo y la vergüenza de
hablar de lo que les hicieron, reubicando
culpas y responsabilidades. Pero también
podemos imaginar una humillación mayor
que nos debe avergonzar como condición
humana al observar el desprecio, el desdén,
el cinismo y el negativismo de esa ciudadanía
poderosa e ignorante, que permanece
indiferente e insensible ante los hechos
conocidos judicial y socialmente.
Si para las victimas opera un efecto liberador,
para los perpetradores opera un efecto
rehabilitador que no descarta la necesidad
de justicia como reparación publica de su
rol. El juicio, como ceremonia simbólica de
una reparación merecedora, delimita la
responsabilidad y restituye la dignidad
agraviada. Para los perpetradores resulta más
vergonzosa la culpa y el señalamiento moral
mas allá de las víctimas, sobrevivientes,
testigos y círculos de derechos humanos
involucrados en la lucha contra la impunidad
en Guatemala. La catarata de manifiestos,
declaraciones y artículos de opinión que se
ha producido en los medios de comunicación
incluyendo a las redes sociales ha activado
el debate, reforzando una participación virtual
que resulta menos arriesgada, pero más
profusa. El seguimiento noticioso también
ha contribuido a polarizar el debate porque
su gancho es precisamente la persuasión
tendenciosa más que la objetividad imparcial.
La percepción de que el genocidio existió
presenta datos contradictorios en los
resultados de dos encuestas de opinión de la
Universidad Rafael Landívar, una realizada
en el mes de abril 2013 (Programa de
Opinión Pública) con estudiantes
universitarios de URL y USAC donde la
mayoría entrevistada afirma que hubo
genocidio aunque hay confusión sobre el
significado. La otra encuesta realizada por
INCEP de URL en el mes de mayo destaca
la indiferencia y el desinterés que esta
polémica causa en la mayoría de la población
y especialmente en los sectores productivos.
El estudio dice que el debate no ha
sobrepasado los círculos de pertenencia
(movimiento social y de derechos humanos)
y que se ha restringido al ámbito urbano.
Pero me permito relativizar este resultado
al considerar que la vergüenza y la culpa
como señalamientos provocaron en el ámbito
local el silencio de la ciudadanía como
autoprotección, resultando un escudo
invisible para sobrellevar la convivencia
cotidiana entre victimas-sobrevivientes y
victimarios. Con estos precedentes resulta
aun más valiente y esperanzador, el hecho
de haber testimoniado en este juicio por
genocidio, desafiando el pulso a una
impunidad firmemente cimentada y
protegida.
Hablar de las experiencias atroces no es
nada fácil porque humilla y degrada la
dignidad humana, tanto del que infringe
como del que sufre como del que escapa a
esa situación. Este último ha de explicarse
68
María Luisa Cabrera: De la vergüenza del pasado a la indiferencia del presente
generadora de condiciones malévolas e
ignominiosas que cuando tienen que
responder o responsabilizarse de acusaciones
concretas, siempre transferibles a los
subordinados.
difuso de los hechos silenciados. Hemos
visto en las controversias de la memoria,
que las elites de poder económico y el
Ejército de Guatemala han reaccionado con
más virulencia defensiva cuando son
acusados de propiciar una situación
Corrompiendo creencias y valores
Cuando la impunidad se estructura en
base a mentiras institucionalizadas y estas
son tan fácilmente desmoronables que no
sostienen una contra argumentación
fundamentada, estas mentiras no llegan a
instalarse como verdades impuestas. Si a la
impunidad que evita el castigo se suma la
corrupción que compra las ideas, estamos
ante un sistema ideológico perverso que
como todo lo compra, también convierte los
valores y las creencias en moneda de cambio.
69
María Luisa Cabrera: De la vergüenza del pasado a la indiferencia del presente
lo cual nos replantea la importancia y el
significado de la Verdad como valor absoluto,
cuando se trata de hechos históricos que han
sido negados por su carácter ideológico y
que resultan inverosímiles porque
trascendieron los límites humanos, mucho
más allá de lo esperado.
Como cierre es justo reconocer que aquel
dialogo abierto por los dos profesores
alemanes también nos dejo algunas luces de
transformación para desbaratar la vergüenza,
sugiriendo algunas tareas reparadoras a nivel
individual y colectivo que van desde a)
reconocer la vergüenza en nuestra propia
biografía, b) reconocer las formas de
vergüenza que se dan en mi grupo social y
c) pasar de la cultura de la humillación a la
cultura de la dignidad mediante el
reconocimiento de la dignidad del Otro. Solo
así podríamos restaurar la confianza perdida
tanto en la sociedad como en la condición
humana.
Ahora me parece pertinente preguntar a
los abogados de la defensa ¿Por qué
defendían ustedes al General Ríos Montt?
¿Por las ideas compartidas o por los
sustanciosos estipendios recibidos? Algunos
sectores de ultraderecha han cuestionado la
moralidad de las victimas acusándolas de
haber recibido dinero a cambio de su
testimonio. Hasta donde conozco, si así fuera,
la mayoría de las victimas habrían salido
de la extrema pobreza en la que continúan
viviendo. Mas bien, parecen haber sido
valores compartidos como un ineludible
sentido de justicia, la matriz que impulso
su decisión valiente y atrevida «de dar a
conocer los hechos del pasado», sino para
lograr justicia como deber ser de una
sociedad, sí para esclarecer la verdad y evitar
el borrón y cuenta nueva que nuestros
adversarios desearían.
El dilema de fondo es que las atrocidades
y el horror son difíciles de creer porque
trascienden los límites morales conocidos,
BIBLIOGRAFIA
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RICOUER, P. Memoria, Historia y Olvido. Editorial Trotta,
Madrid 2003.
70
Arte
Cazador de imágenes
Francisco Alejandro Méndez
E
captadas por el ojo-lente de Manuel Morillo
Orozco, se asemejan a ese acto mágico, de
un prestidigitador, son una metáfora de lo
que ocurrió siglos antes.
Este momento de planificar las
imágenes, de apretar y disparar ráfagas es
como un acto de fe humana. Es como
sentarse alrededor de la fogata, dibujar para
caaptar la esencia de un hecho histórico,
novedoso, sentimental, panorámico, único,
que ya de por sí es mágico.
La cámara-escapulario de Manuel
Morillo no es reciente. Pudo haber sido
elaborada hace algunos años. Quizá fue la
misma que fray Bartolomé de las Casas, de
quien por ciento, tiene un extraño parecido,
utilizó mientras redactaba La brevísima
l hombre primitivo, el de las cavernas
de Altamira por ejemplo, dibujaba
a las bestias antes de salir a buscarlas.
Ese acto, acto de magia, religioso, ecuménico
constituía el momento más importante de la
caza.
Seguramente se sentaban, planeaban el
dibujo, imaginaban a la presa agonizando,
lanzando las últimas defensas en vida. Luego,
el dibujo y posiblemente la danza. Al
terminar, abandonaban la cueva en fila india,
hacia la presa, a capturarla. Ese momento
era crucial para ellos, pues era precisamente
cuando ya estaba hecho todo. Era un arroz
cocido, darle muerte al animal, pues lo más
importante, ya había ocurrido.
Creo que en ese sentido, las imágenes
73
Francisco Alejandro Méndez: Cazador de imágenes
academia y bucear por los lares
universitarios. Podríamos mencionar haber
recibido cursos de Bellas Artes en Middlesex
University en Londres; cursado Fine Art
Foundation Couse, en el High Barnet
College, también en Londres, estudios de
fotografía y arquitectura en Sevilla, recibió
talleres en de fotografía en Brasil, España,
Colombia y Guatemala.
Podríamos señalar, entonces que su
formación es la cámara y su espíritu es la
lente. La academia, quizá le ha ayudado
seleccionar de mejor manera a su presa.
Sin embargo, Manuel Morillo no solamente
ha sido un fotógrafo, que lanza fotos fijas.
También de las que se mueven, aquellas que
dan vida a las continuas, la cinematográfica,
pues. Ha hecho documentación de
largometrajes, documentales y cortometrajes,
entre ellos Gasolina, Distancia, Fe, Ovnis
en Zacapa, Escrito en el cuerpo, Circo
fúnebre, Papeles amarillos, El Coronel de la
primavera, entre otros.
Su currículum es extenso, pero vamos
a adentrarnos un poco a lo que su experiencia
y formación transforma en praxis. Entremos,
pues a este mundo, en el que lo único que
existe es el blanco y negro, pero cada uno
relación de la destrucción de las Indias.
Pudo haber sido la que Rafael Landívar
utilizó mientras recordaba su patria
desterrada.
La cámara-lanza ancestral de Manuel
Morillo captura, atrapa, conserva, congela,
el momento propicio para salir a recoger la
presa-imagen, que ya ha sido seleccionada
siglos atrás.
Quizá escribir sobre las poderosas
imágenes que salen de su alma no sea
solamente un acto de fe. También de
contrición. O quizá es el resultado de haber
observado las imágenes-cavernarias de
Manuel Murillo, que espero, nos lleve al
disfrute lo que su lente-halcón ha guardado
para la eternidad.
Morillo llega con la lente
Manuel Morillo conoce a pie juntillas
cada uno de los intersticios espaciales donde
circula día con día. De la Antigua a la ciudad,
de la ciudad hacia el laboratorio, del
laboratorio hacia todos lados.
Manuel Morillo no solamente es un
fotógrafo-cazador con olfato e instinto
natural, también ha sabido acercarse a la
74
Francisco Alejandro Méndez: Cazador de imágenes
nos ofrece. Ocurre que estamos construidos
con una identidad, consumidoramente, que
nos ubica como entes híbridos, fragmentados
en una serie de aspectos culturales que nos
hacen percibirnos como pedazos de
realidades. Podríamos decir que cada una
de las partes de nosotros está unida a nuestro
todo, pero nuestra imagen cultural nos hace
vernos como un rompecabezas armado con
piezas que se ensamblan perfectamente, pero
que pertenecen a otros rompecabezas. Es
decir, nuestros gustos estéticos no están
enfocados solamente hacia un solo discurso,
pues varían y en algún momento, podrían
ser disímiles.
Estas fotografías, armadas con
fragmentos, que ofrecen un todo, cada una
de ellas está separada de la otra y podrían
de los colores están a la disposición del
espectador, para que lo seleccione y los vaya
ubicando en su palimpsesto de la memoria.
Ventanorámicas
Ver a través de una fotografía-presa en
pequeños cuadros que nos van construyendo
¿deconstruyendo? la imagen de un bosque,
un árbol, la carretera, ciudades lejanas, naves
centrales de iglesias, malecones, paisajes,
esquinas, ambientes cotidianos, intersticios
urbanos, es como observar la realidad
contemporánea fragmentada en su
posmodernidad.
Esta serie, vitralizada, convertida en
pedazos, que unen al todo, ofrece un discurso
que recrea lo que también la posmodernidad
75
Francisco Alejandro Méndez: Cazador de imágenes
antes de o después de, una cacería en la que
la presa es el espectador. Es decir, nosotros.
Recuerdan los vitrales de las catedrales
renacentistas o las iglesias barrocas, en las
que destacan por sus figuras. En las de
Manuel Morillo observamos la raíz de la
historia, pero, también los pedazos de ese
rompecabezas incompleto. Nos maravillan,
nos invitan a tocarlas, a sentirlas. Claro,
mientras las vemos, estamos poniendo en
marcha los cinco sentidos.
carecer de unidad, si no las percibimos como
un todo. Manuel Morillo forma con ellas un
todo, que finalmente tenemos frente a
nuestros ojos. Pero cada una toma su rumbo
distinto en su propia identidad, atrapa al ojo,
como queriendo protagonización estelar y
logra que por un momento solamente lo
veamos y desechemos el todo.
Por eso, estas fotografías forman un
discurso total, pero fragmentario en su
individualidad. Observamos como una figura
completa, pero al final, adquieren su propia
identidad. Las identidades no son estáticas,
ni perennes.
Estas imágenes-ventanas que
afortunadamente tienen la variedad de
reacciones que produce el blanco y el negro
son ventanas-grafiti, que fueron captadas
Series personajes
Captar a los protagonistas de una historia
es tarea titánica. Hay que soñarlos, primero.
Luego hay que inventarlos y finalmente
76
Francisco Alejandro Méndez: Cazador de imágenes
comenzarlos a describir. Lo anterior podría
ser en la literatura, pero en la fotografías de
Manuel Morillo, también se sueñan, se
imaginan y luego se concretan.
Hablemos de algunos de ellos, por
ejemplo: Un perro nada entre desechos de
basura, atrapa con sus fauces una presa, que
posiblemente soñó mientras rumeaba al
costado de sus dueños-cazadores. Las
mujeres, quitan de la ropa el sudor que los
convirtió en presas de la cotidianidad, otras
prefieren acercarse al agua, establecerse con
sus sobretodos multicolores, pero que los
vemos en blanco y negro, como oradoras de
la perpetuidad de la especie. Hay unas que
erigieron un altar, se han hincado para
implorar por el perdón a los suyos y a quienes
las han fastidiado. El agua mansa siempre
es testigo de ello. No emite juicio hacia los
protagonistas-presas, pero sí aparece a sus
anchas, a veces profunda, a veces
transparente y otra, no tanto.
Un giro, como el lanzamiento de un
hueso a través de la mano de un homínido,
provoca que nos topemos con seres urbanos,
pequeños que emulan a los carpinteros, sin
herramientas, pero con certezas y
corazonadas de expertos.
Una pareja podría estar bailando el
manisero, mientras que los presentes los
invitan a girar como trompos. La música,
como la que emitían aquellos hombres de
Altamira, provoca entusiasmo en cada uno
de los integrantes de la banda. Hay baile,
ritmo y pinturas en las paredes que quiere
cobrar vida de inmediato.
Una mujer posa sus arrugas mientras,
orgullosa congela una sonrisa que guardó
para ese momento. Otra madre ¿o abuela?
nutre a su bebé de conocimiento, mostrándole
cómo el aire gaseoso puede ser de beneficio
cuando está fuera del cuerpo.
La barbería es otro espacio de poder, de
transmisión oral, de contacto con los otros,
de emociones físicas y de transformaciones
en el espejo.
Un inodoro sin habitación, como en una
obra de Artaud, recuerda el breve espacio
que separa lo privado de lo público. Nos
77
Francisco Alejandro Méndez: Cazador de imágenes
la ropa, como se exprimen las penas. Hay
caminos que no conducen al cielo, pero
tampoco al infierno, niñas que balancean el
peso del almuerzo. Mujeres y hombres en
plena jornada, afilando o partiendo la
naturaleza aliada consecuente, necesaria
para perpetuarnos.
En fin, los fragmentos de esas imágenes
que Manu Morillo ha recreado,
contrariamente lo que parezcan, no están
congeladas. Aún se mueven sus personajes.
Todavía están frescas como pinturas rupestres
recién descubiertas. Ya fueron preparadas
para alcanzar la presa. Ya están listas, ya
ocurrió lo más difícil, falta pues que las
presas caigamos ante su poder, sean pues
estás páginas para intentarlo.
borborigmos, antes de tomar posesión de un
trono que nadie acepta de esa manera.
Serie pueblo
Los espacios, también se sienten, se piensan
y se dibujan en un recodo de la memoria.
Es allí donde anidará la acción, donde lo que
resplandece se oculta o lo que no está visible,
de repente de materializa. Hablemos un poco
de ellos, en esta serie:
Pareciera que estamos ante retornados,
que han vuelto, regresado a una patria que
los sacó para no sacrificarlos. Son escenas
cotidianas, pero únicas, un muchacho intenta
cerrar los ojos por el poder del sol o del
recuerdo. Otros observan a la madre exprimir
78
Comentarios
La palabra cementerio
Arnoldo Gálvez Suárez
Editorial Santillana, S.A.
Guatemala, Centroamérica,
páginas 182.
Comentario de
Eduardo Villalobos
Siempre he creído que, en narrativa,
existen fundamentalmente dos tipos
de escrituras: las que se basan sobre
todo en el lenguaje y aquellas que
prestan especial atención a la
estructura. Me parece que Que viva
la música, de Andrés Caicedo, es un
ejemplo de lo primero, y Los
detectives salvajes, de Roberto
Bolaño, lo es de lo segundo. Lo que
estoy utilizando, aclaro, son dos
ejemplos que tengo a la mano.
Esta impresión es a priori un
reduccionismo puesto que toda
escritura es ambas cosas desde un
punto de vista formal, pero también
es un tema: tanto el lenguaje como
la estructura se utilizan para «decir
algo». Y si no hay nada que decir, lo
que tenemos es un ejercicio onanista,
una caricatura o una mueca. Pero a
mí por lo menos me sirve para darme
cuenta de qué es lo que me gana como
lector. Hay textos que atrapan por sus
palabras, su musicalidad o su
violencia lingüística y otros lo hacen
por lo bien construidos que están (sin
que ello signifique que carezcan o de
estilo o de estructura), y uno se
asombra por cómo y con qué recursos
nos desvelan los recovecos de un
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mundo, de un personaje o de una
historia.
La obra narrativa de Arnoldo
Gálvez Suárez pertenece a este
segundo grupo. Ya en Los jueces, su
primera novela, es evidente una
construcción sabia, que en muchos
Eduardo Villalobos: La palabra cementerio
casos recuerda los montajes
cinematográficos. Y sus cuentos son
un ejemplo bastante raro, por lo poco
común en nuestra tradición, de
arquitectura concienzuda y rigurosa.
Creo que es en La palabra cementerio
que estas herramientas se afinan con
mayor lucidez. Todos los relatos,
además, presentan estructuras
concebidas para contarnos con
precisión la historia. El autor elige
puntos de vista, voces, tiempos,
contrapuntos y recursos retóricos que
se entrelazan para elaborar un edificio
narrativo. Además, en la obra de
Gálvez Suárez importan de una
manera muy especial los silencios.
Porque toda la elaboración formal
parece estar al servicio no solo de lo
que se cuenta sino sobre todo de lo
que se calla.
Pero, más allá de las
consideraciones formales, en este
libro el lector encontrará ríos
narrativos que se entrecruzan y que
con frecuencia se contraponen, y uno
va descubriendo en la lectura que tal
ejercicio, que tales esfuerzos están al
servicio de un fin que no será
develado sino hasta que, cerrado el
libro, sigamos pensando en esa
realidad a la que apenas nos hemos
asomado como frente a una ventana.
Lo subterráneo, que hemos entrevisto
gracias al ojo quirúrgico del narrador,
nos persigue, llega a nuestra intuición
y nos deja ver un poco más allá de
las sombras del mundo.
Las historias de este libro son
rotundas: las páginas se abren y
asistimos a la fila de un banco,
presenciamos los rostros cansados o
indolentes, seguimos a un par de
personajes, hasta que el ojo, como
una cámara, se centra en un hombre
que escucha en una cervecería, y casi
contra su voluntad, una historia lejana,
pero también muy familiar, de
violencia suburbana. Su reacción es
el cinismo pero también una
complicidad que no quiere asumir.
El siguiente relato es oscuro,
definitivamente cruel. Es el asombro
del muchacho que reconstruye una
pesadilla de expiación y de culpa en
el lecho de su amante. Uno apenas
sospecha los pormenores de la historia
por los fragmentos inteligentemente
dispuestos para dárnosla a cucharadas.
Y sin embargo uno puede reconstruir
un mundo entero, casi un infierno,
casi un paraíso desolado.
El tercero de los textos tiene
giros de tuerca especialmente
retorcidos y brillantes. Parece, al
principio, la clásica aventura de
infidelidades. Pero en realidad se
construye como un recuerdo desde
la derrota y la soledad. Es el fracaso
de un hombre y una mujer que, muy
a su pesar, ven cómo se les destruye
el deseo, y con el ello la posibilidad
de redención, frente a una presencia
amenazadora.
Luego asistimos al encuentro de
tres personajes que rearman un juego
de traiciones en el apagado escenario
del conflicto armado. El autor revisita
una de las zonas más frecuentadas de
nuestra literatura pero con una visión
distinta. Acá no hay héroes, no hay
villanos, ni siquiera antihéroes. Lo
que nos queda es una radiografía
truculenta y despiadada.
Piscina, el siguiente relato, es
una historia de ambición que ocurre
alrededor de un abandonado complejo
turístico rodeado por la miseria y la
marginación. Pero Gálvez Suárez no
parece embelesarse con el manido
tratamiento del poder contra la
resistencia. Yo diría que le interesa
otra radiografía. Yo diría que más
bien utiliza un escenario para
descarnar un par de corazones
muertos.
La última historia es un
impecable ejemplo de precisión y
agudeza. El bisturí comienza con la
inanición vital de un muchacho de
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clase media. Luego, un viaje iniciático
a Panajachel que encierra una
inquietante agitación sexual y
violenta. Y luego el terrible choque
con un espejo, la resignación, el
regreso. Y debajo de la realidad un
manto turbio, espeso, turbulento.
Los personajes de estos relatos
son además, y aunque no lo sepan,
seres entregados a una dinámica
autodestructiva. A veces se dejan
arrastrar por los acontecimientos con
cierta desidia, otras asumen el
sarcasmo o la evasión. Los personajes
de Gálvez Suárez tienen mucho de
esquizofrenia y muy poco de
arquetipos. Aun en sus cuentos, los
recovecos del carácter y el conflicto
son múltiples en cada voz que habla.
Pero también es necesario decir
que hay un leit motiv en este libro y
no es temático, estructural o estilístico,
sino más bien podría percibirse como
una mirada. Porque lo que el autor
quiere mostrarnos no está dicho
precisamente en los hechos contados,
sino en algo más hondo y elusivo. Lo
que intenta Gálvez Suárez, con muy
buena fortuna, es que veamos lo que
usualmente queda debajo del velo de
la «realidad». En todas las historias
es posible encontrar un relato secreto.
En todas las historias hay algo que
apenas sospechamos, que apenas
sospechan sus personajes, pero que
los determina, que nos determina en
medio del mundo, y a las que
llegamos por la intuición y el ojo
implacable del autor. Y es la historia
escondida, determinada en la sombra
por la historia narrada, la que produce
el milagro literario de la revelación.
Los relatos de La palabra
cementerio son, entonces, algo más
que historias interesantes o
truculentas. Son la develación del
caos en que amamos o soñamos o
aprendemos a morir. Son la presencia
de otra realidad, una subterránea que
apenas emerge a la superficie pero
Eduardo Villalobos: La palabra cementerio
que probablemente dé forma al
mundo. Son la concreción de una
enorme fe en la fabulación de
historias. Son la confirmación de la
posibilidad del lenguaje para mirar
de frente aunque no de manera
directa, como lo hacemos en un
espejo, nuestros más escondidos
conflictos. Construidos con la
precisión de una arquitectura
meticulosa, en la que los recursos
83
narrativos y las resonancias estilísticas
se entrelazan para contarnos mucho
más de lo que dicen, estos cuentos
parecen confirmar aquellas palabras
de Ricardo Piglia, que recuperó de
Borges, de Chejov y de Katherine
Mansfield, los maestros de la
narrativa corta: «El cuento es un relato
que encierra un relato secreto».
Un libro que nos ilumina,
definitivamente, pero con una luz
oblicua e inquietante.
Imágenes:
Portada y Separadores:
Portada:
Bunker, San Fernando, Cádiz.
Dimensiones variables.
Fotografía digital (9 tomas).
Ensayos:
Centro culinario, Habana, Cuba.
Dimensiones variables.
Fotografía en negativo blanco y negro.
35mm (digitalizada, 20 tomas).
Letras:
Quetzaltenango, Guatemala.
Dimensiones variables.
Fotografía en negativo blanco y negro.
35mm (digitalizada, 4 tomas).
Debate:
Finca ocupada, Cobán, Guatemala.
Dimensiones variables.
Fotografía en negativo blanco y negro.
35mm (digitalizada, 5 tomas).
Arte:
Cascada, Ixcán, Guatemala.
Dimensiones Variables.
Fotografía Análoga.
en exposición prolongada.
Comentarios:
Cascada, Ixcán, Guatemala.
Dimensiones Variables.
Fotografía en negativo blanco y negro
35mm (digitalizada, 8 tomas).
Manuel Mourillo
Manuel Morillo descubre la fotografía
mientras cursa estudios de arquitectura en
1990. Posteriormente estudia publicidad y
mercadeo y parte a Londres en 1995 por
cuatro años, donde comienza estudios de
Bellas Artes en la Universidad de Middlesex,
los cuales abandona por una propuesta de
trabajo en Guatemala con Fotokids, donde
trabaja con jóvenes enseñando fotografía y
diseño. En el año 2005 funda Casa del Mango,
un espacio cultural en la ciudad de Antigua
Guatemala, proyecto que dirige en la
actualidad.
Como fotógrafo documental ha
trabajado para Comité Internacional de la
Cruz Roja, Cooperación Española en
Guatemala, FAO-Guatemala, ChildFund
Internacional, CONGECOOP y otras.
Como artista ha expuesto en las galerías
Sol del Rio, CAOS, El Sitio, Cooperación
Española en Antigua, Cantón Exposición y
Casa del Mango en Guatemala, además de
Fábrica de Imágenes en Morelia, Michoacán.
Actualmente imparte clases de fotografía
analógica en el diplomado de La Fototeca
(avalado por la USAC) y realiza talleres de
fotografía de manera independiente.
Sobre los colaboradores:
Carlos Orantes Tróccoli
Guatemalteco. Filósofo y psicólogo. Investigador social. Cofundador de la
Maestría en Psicología social de la USAC. Colabora para diversas
publicaciones del país y del extranjero.
Gustavo Maldonado
Guatemalteco. Cineasta, abogado, poeta, gestor cultural, forma parte activa
en el panorama de la discusión y debate cultural en el país. Colabora para
distintas revistas culturales locales.
Aníbal Barillas
Guatemalteco. Investigador en ciencias sociales y ensayista, colabora para
diversos periódicos y revistas del país y del extranjero. Radica actualmente
en Berlín.
Francisco Nájera
Guatemalteco. Uno de los más solidos e interesantes poetas guatemaltecos.
En permanente experimentación y movilidad poética, entre sus obras se
cuentan, Cantos de María, Libro de Historia Universal y La letra a.
Andrea Estrada
Guatemalteca. Poeta y promotora cultural. Mantiene una activa presencia
en las redes sociales.
Mónica Navarro
Guatemalteca. Poeta, su obra se encuentra en blogs, redes sociales. Dirige
Nena de Letras, un sitio vanguardista de renovación permanente.
Sergio Palma
Guatemalteco. Narrador, pertenece a una de las promociones literarias más
recientes. Tiene asimismo presencia en internet.
Leonel Juracán
Guatemalteco. Cursó estudios de Química y Farmacia en la USAC. Poeta,
narrador y gestor cultural. Ha publicado varios libros de poesía y narrativa.
Colabora en revistas culturales.
Maria Luisa Cabrera
Española. Doctora en Psicología social por la Universidad Complutense de
Madrid.
Francisco Alejandro Méndez
Guatemalteco. Doctor en Literatura Hispanoamericana. Catedrático
universitario. Narrador y ensayista.
Eduardo Villalobos
Guatemalteco. Posee una Maestría en edición. Colabora para distintos
periódicos y revistas culturales publicando poemas, relatos y artículos de
opinión. Imparte talleres de literatura. Ha publicado los libros de poesía El
Ojo en la vela y Lunas sucias.
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