Periodismo y Divulgación Científica: especialización vs. espectáculo

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P ERIODISMO Y DIVULGACIÓN C IENTÍFICA: E SPECIALIZACIÓN VS. E SPECTÁCULO Ángel L. Rubio Mor aga Dpto. de Historia de la Comunicación Social­ Facultad de Ciencias de la Información Universidad Complutense de Madrid “La divulgación de la ciencia tiene éxito si, de entrada, no hace más que encender la chispa del asombro” Carl Sagan, científico y divulgador La información científica ocupa un lugar cada vez más destacado en el panorama de los medios audiovisuales. La ciencia, como motor de los avances de la sociedad, es cada vez más frecuentemente, objeto de interés por parte del ciudadano, que quiere estar informado sobre determinadas cuestiones científicas. No obstante, la información científica presenta una serie de obstáculos que dificultan su comprensión por parte del ciudadano medio. Estos obstáculos van principalmente ligados al lenguaje empleado, el cual dificulta considerablemente la difusión del saber científico. A pesar de ello, hoy en día podemos encontrar numerosos programas de carácter científico –sobre todo documentales­ capaces de hacer llegar de forma clara y directa el mensaje de la ciencia. 1. La divulgación científica a tr avés de la histor ia Según Calvo Hernando, “el nacimiento de la divulgación se produce en los siglos XVII y XVIII y es posible gracias al abandono del latín como lengua del conocimiento, lo que permite que algunos saberes científicos se sitúen al alcance de los profanos” 1 . En este período –el siglo XVII­ se produce el nacimiento de la ciencia moderna, basada en la lógica matemática y que impone la experimentación como único procedimiento para acceder al conocimiento del mundo. Sin embargo, esta nueva ciencia se construye a través de un lenguaje especializado, basado en consideraciones de difícil comprensión para aquellos que no conocen sus fundamentos, por lo que se hace imprescindible un nuevo lenguaje que posibilite el acceso de la sociedad a los conocimientos científicos y a sus resultados. En la búsqueda de ese lenguaje destacará la labor de importantes figuras de la ciencia y la comunicación. Tal es el caso de Teofrasto Renaudot que incluirá en las páginas de su periódico –la Gazzette de France­ numerosos artículos de carácter científico dirigidos, no ya a la comunidad científica, sino al público en general. De carácter más estrictamente científico encontramos el Journal des Savants –fundado por Denis de Sallo en 1664­, Philosophical Transactions (1665), Nouvelles découvertes dans toutes les parties de la Médecine –editada por Nicolas Blégny desde 1679­ y Acta Eruditorum (publicada en Alemania desde 1682). En las últimas décadas del siglo XVII se produce igualmente el nacimiento de un nuevo género literario cuyo objetivo es la divulgación de la ciencia utilizando para ello un lenguaje que no resulte demasiado áspero para el público en general, ni demasiado frívolo para la comunidad
­ 1 ­ científica. En este contexto encontramos la obra de Bernard de Fontenelle, Entretiens sur la pluralité des momdes (1686). Del mismo modo, se editan libros de carácter divulgativo que llegarán a alcanzar considerables tiradas, como es el caso de la obra de Voltaire, Elements de la Philosophie de Newton. Poco a poco los diferentes gobiernos irán introduciendo las disciplinas científicas en los programas de educación, lo que conllevará un mayor interés por la ciencia y su divulgación. A ello también contribuirá la publicación en 1780 de la Enciclopedia de D’Alembert y Diderot (Enciclopédie ou dictionnaire raisonné des sciences, des arts et des métiers, par une societé de gens de lettres), con la que se lleva a cabo una importante tarea de compilación y divulgación de unos conocimientos científicos hasta entonces reservados a una minoría. Sin embargo, será en el siglo XIX cuando de comienzo la verdadera edad de oro de la divulgación científica 2 . Este siglo pondrá en entredicho muchos de los postulados científicos que habían permanecido inmutables desde la antigüedad clásica y dará a luz algunos de los descubrimientos e investigaciones más relevantes de la historia (Pasteur, Darwin, Curie, etc.). Fruto de esta efervescencia científica será la aparición de las primeras revistas especializadas en ciencia (Scientific American, 1845), así como la creación de numerosas sociedades y fundaciones científicas (Sociedad para la Divulgación del Conocimiento Útil, en Gran Bretaña, 1828), cuyas actividades suelen quedar reflejadas en la prensa de la época. A pesar de ello, los periódicos mostrarán menor interés por la ciencia que en siglos precedentes, quedando relegada la información científica a escuetas secciones especiales o breves folletos, que informan semanalmente de cuestiones relacionadas con distintas áreas de la ciencia. La divulgación científica como género literario también alcanzará importantes cotas en el siglo XIX, destacando los trabajados de Goethe (Anuarios de crítica científica, 1830) o de Arthur Mangin, quien afirma que una obra de divulgación científica debe conjuntar dos elementos: “Uno accesorio, que es la ficción, la pequeña trama que ameniza el diálogo; y otro esencial, que es la serie de lecciones científicas que constituyen el objeto del diálogo” 3 . En los últimos años del siglo, la ciencia pasa a ocupar un lugar muy destacado en la sociedad gracias a descubrimientos como la luz eléctrica y a la importante función divulgadora de las exposiciones universales, en donde se exhiben los últimos inventos y los principales avances científicos. Todo ello será oportunamente recogido por la prensa de la época que busca ofrecer a sus lectores informaciones de marcado carácter práctico. Poco a poco los científicos van dejando la tarea de divulgación en manos de los propios periodistas, quienes tratarán de encontrar en el marco de la ciencia noticias que llamen poderosamente la atención de sus lectores. La prensa popular y el sensacionalismo de la época tendrán bastante que ver con el escepticismo y la desconfianza actual de la comunidad científica hacia los periodistas. Será ya en el siglo XX, hacia finales de la década de los veinte, cuando periódicos como el New York Times intentarán reparar el daño que la prensa sensacionalista causó a la ciencia, y para ello incorporarán a personas de la valía de Waldemar Kaemppfert, a quien algunos autores atribuyen el honor de ser el creador del periodismo científico. A su rápido desarrollo contribuirá también el empresario Edwin Scripss, creador junto al zoólogo William Ritter, del primer servicio de distribución de noticias científicas, Science Service (1921), con el que pretende traducir la ciencia a un lenguaje
­ 2 ­ sencillo que la gente pueda entender. Siete años más tarde, el periodismo científico se convierte en asignatura universitaria de la Universidad de Berlín, cuyo primer catedrático sería Emil Dovifat. La II Guerra Mundial marcará el punto de arranque de la nueva revolución tecnológica que tendrá lugar en el último tercio del siglo XX. En este período el interés del público por la ciencia ha crecido intensamente y los constantes avances científicos (la manipulación del átomo, la conquista del espacio, los últimos descubrimientos en genética, etc.), unidos a la creciente preocupación por las cuestiones relacionadas con el medio ambiente, han llevado a los medios de comunicación actuales a conceder un espacio cada vez mayor a la ciencia. Los medios audiovisuales han canalizado gran parte de los esfuerzos divulgadores de la ciencia, ya que, a pesar de las reticencias de la comunidad científica, el cine, y posteriormente la televisión, permiten la observación de fenómenos que el ojo humano no podría percibir por sí mismo. 2. Los pr oblemas de la divulgación científica en los medios. A lo largo de la historia los científicos han mantenido un peculiar escepticismo sobre la posibilidad de transmitir sus conocimientos al resto de la sociedad. Sin embargo, a partir del siglo XVII la ciencia se convierte en objeto de interés por parte de determinados sectores de la sociedad e importantes científicos y divulgadores van a contribuir a su difusión masiva. A pesar de ello, seguirán siendo muchos los que piensan que la ciencia sólo puede ser comprendida por los especialistas en cada materia y que cualquier intento de divulgarla resulta infructuoso, ya que dicha divulgación exige que el “saber quede despojado de su propia verdad” 4 . Para que la ciencia pueda ser accesible a un público amplio es necesario que la distancia existente entre el conocimiento científico y la sociedad lega en materias científicas se reduzca considerablemente, y para ello será clave la labor tanto de los propios científicos –a través de conferencias, demostraciones, cursos, etc.­ como de los comunicadores profesionales –en revistas, periódicos, medios audiovisuales, etc­. Al respecto, es necesario plantearse una serie de cuestiones en torno a las características que ha de tener el mensaje divulgativo científico, así como la idoneidad o no de determinados medios de comunicación para llevar a cabo la divulgación de la ciencia. Los medios de comunicación social seleccionan preferentemente aquella información que creen que va a interesar al público en función de una serie de criterios que no suelen coincidir con los que hacen que una cuestión sea interesante desde el punto de vista científico. A ello hay que sumar el rechazo por parte de la comunidad científica a transmitir sus conocimientos en los medios de comunicación, al no considerarlos adecuados dada la premisa de inmediatez que rige el funcionamiento de dichos medios frente al análisis sistemático y meditado que prima en la actividad científica. Las reticencias de los científicos aumentan cuando hablamos de los medios audiovisuales – especialmente del cine y la televisión­ puesto que la narración en los mismos se aleja de los planteamientos y procedimientos científicos en uso, restando verosimilitud al mensaje transmitido. Los medios audiovisuales siguen una lógica que pretende elaborar enunciados atractivos, dotados de interés práctico para el espectador y para ello recurren a estructuras narrativas de índole poética y dramática que no transmiten conocimientos estrictamente científicos.
­ 3 ­ 2.1. Concepto y niveles de divulgación científica. La divulgación científica se ha convertido en una cuestión de difícil realización y de poca importancia para un amplio número de científicos, a pesar de que la historia de la Ciencia está repleta de ejemplos de grandes científicos­divulgadores como Darwin, Freud, Huxley, Sagan, etc. Para los más pesimistas, la divulgación científica tiende cada vez más a poner de manifiesto las posibles aplicaciones del saber científico, alejándose así de la ciencia para acercarse a la tecnología. Partidarios de esta afirmación se muestran autores como Philippe Roqueplo, para quien la divulgación científica favorece la asimilación del discurso y refuerza su descontextualización del saber objetivo, convirtiéndose en un “discurso­espectáculo” 5 . El enunciado divulgativo –así considerado­ puede estar exento de cualquier relación con la ciencia, buscando únicamente suscitar el interés del espectador. Para Roqueplo la divulgación científica se define por ser a­práctica , al no permitir al espectador realizar ninguna práctica efectiva y limitar su participación a la interpretación del discurso propuesto, y unilateral, dada la naturaleza de los medios que utiliza (prensa, televisión, radio, cine, ...). El espectador carece de control crítico sobre el discurso divulgativo. –su única opción es negarse a recibirlo­ por lo que aumenta la distancia que separa el conocimiento científico puro de la divulgación científica. Precisamente, para reducir esa distancia existente entre conocimiento científico y saber vulgar recurrimos a la información periodística especializada 6 . A este respecto se hace preciso establecer los diferentes niveles que podemos encontrar en la divulgación. Autores como Flesh 7 han establecido tres niveles de divulgación en función de la relación de proximidad entre el enunciado científico y el divulgativo: 1.­ Comunicación de los resultados y aspectos útiles de la investigación para el receptor. 2.­ Comunicación del significado del descubrimiento y el procedimiento seguido durante la investigación. 3.­ Explicación científica del hecho presentado y que va dirigido principalmente a la comunidad científica. Para otros autores, como Manuel Calvo Hernando 8 , es el canal de divulgación el que nos lleva a hablar de uno u otro nivel. En función de este criterio podemos hablar de dos niveles: 1.­ Nivel de comunicación rápida (radio y televisión): se caracteriza por su falta de profundidad en los temas tratados, suele carecer del rigor necesario y sólo pretende atraer la atención del espectador. 2.­ Nivel de divulgación mediata (revistas especializadas, conferencias, secciones especializadas de la prensa, etc.): presenta una mayor profundidad en los temas. Un último filtro a la hora de delimitar los niveles de la divulgación es el receptor de dicha información. Así, según Fernández del Moral y Esteve Ramírez podemos hablar de tres niveles 9 : 1.­ Nivel de divulgación científica simple (medios de periodicidad diaria: prensa, radio y televisión), que sería aquel que establece la comunicación entre los científicos y el público en general. 2.­ Nivel de divulgación intermedia (programas y publicaciones especializadas de periodicidad semanal), a través del cual se relaciona la elite científica con la cultura de masas.
­ 4 ­ 3.­ Nivel de divulgación especializada (monografías y revistas especializadas), con el que se establecen relaciones entre la elite científica y la elite cultural. Dada la diversidad de criterios y la dificultad para definir de forma unívoca el concepto de divulgación científica, conviene al menos delimitarlo como la actividad comunicativa cuyo objetivo es dar a conocer al público en general determinados saberes científicos, “para lo cual emplea un nuevo discurso cuyos fines y formas no son necesariamente científicos” 10 . 2.2. Los pr oblemas del lenguaje divulgativo Sin duda, el conocimiento científico tiene un gran interés para la sociedad. Por ello, es necesario que el lenguaje divulgativo sea intersubjetivo, sin ningún tipo de ornato, con el objetivo de conseguir que los conocimientos puedan ser intercambiados entre los miembros de la comunidad con la mayor brevedad y precisión posibles. Los científicos, desde el inicio de la corriente empírica, contemplan el lenguaje como instrumento que les permite mostrar la realidad de forma precisa y unívoca. Hasta cierto punto, podemos afirmar que la divulgación también comparte ese carácter de precisión y univocidad que caracteriza al lenguaje científico. Sin embargo, las diferencias entre el lenguaje divulgativo y el lenguaje científico son notorias. Una de las más interesantes es la diferente posición asumida por el emisor en uno u otro discurso. Así, el texto científico presenta un mayor grado de anonimato, puesto que el autor no forma parte del enunciado y aparece en un estatus idéntico al de otros autores citados. En cambio, en el lenguaje divulgativo, la presencia del propio autor y su credibilidad van a ser garantía suficiente para el espectador, por lo que desaparecen citas o referencias críticas al estilo del lenguaje científico. A pesar de ello, y sobre todo en los medios audiovisuales, el enunciado divulgativo suele incluir intervenciones de especialistas que, a su manera, cumplen una función similar a las referencias críticas del texto científico. La expresión de cuestiones relacionadas con la ciencia y la tecnología presenta además una serie de problemas específicos, tal y como afirma Calvo Hernando 11 : 1. Hoy en día, existe un profundo desconocimiento del idioma por parte de los profesionales de la divulgación y, en general, de los periodistas. Este problema es aún más grave cuando hablamos de divulgación científica 2. Dado el carácter complejo del lenguaje científico, el proceso de construcción de un mensaje efectivo no resulta sencillo 3. La progresiva especialización de la Ciencia, junto a la actitud de hermetismo mantenida por algunos científicos, contribuye al oscurecimiento del lenguaje. Para solventar estas dificultades el lenguaje divulgativo ha de guardar una serie de cualidades, entre las que destacan la claridad y la precisión. 2.2.1. Claridad del Lenguaje La claridad es uno de los fundamentos para establecer una adecuada comunicación científica, pero para que esta claridad de expresión sea posible primero se necesita claridad en el pensamiento. Para Aristóteles, la claridad es una de las virtudes necesarias para que un discurso produzca en el
­ 5 ­ receptor el efecto buscado. Es evidente, pues, que la claridad es una característica indispensable para una correcta divulgación, sin embargo lo verdaderamente difícil es saber como llegar a conseguirla. Para determinar el nivel de claridad de los enunciados, algunos autores 12 han establecido fórmulas para determinar el índice de legibilidad de los mismos, entendido por legibilidad “la aptitud de un texto para ser leído lo más rápidamente posible, comprendido y memorizado”. Para ello, han tenido en cuenta una serie de criterios cuantitativos que van desde el número de palabras de mayor dificultad de comprensión hasta la longitud de las palabras o frases. Otros autores 13 , en cambio, prefieren determinar la claridad del enunciado en función de una serie de criterios estilísticos. Para estos autores, la claridad no se consigue mediante la simplificación del mensaje informativo, sino con la adaptación de los contenidos de un nivel determinado a la “norma común estándar”, es decir, a un lenguaje cotidiano, respetando al máximo las reglas gramaticales establecidas y evitando el lenguaje técnico superfluo. A este respecto, Manuel Calvo Hernando 14 afirma que una buena divulgación ha de evitar los términos de la jerga científica y las fórmulas matemáticas, ya que con ellos se desalienta al lector, aunque en ocasiones no podamos evitar su empleo, ya que dichas palabras técnicas nos permiten profundizar en el conocimiento científico. En tal caso, sería recomendable explicar el significado de todas aquellas palabras cuya utilización es obligada y que pueden resultar desconocidas para el receptor de la información. Algo parecido sucede con las fórmulas, cuyo empleo es defendido por algunos científicos, al considerar que sólo a través de las fórmulas es posible expresar cientos planteamientos. En el ámbito de los medios audiovisuales, la claridad afecta fundamental al modo en que el autor presenta las imágenes y sonidos, así como a la relación de éstos con la información estrictamente verbal. 2.2.2. La precisión en el lenguaje Un lenguaje preciso es aquel que designa al objeto de forma exacta e inequívoca, para lo cual, y dado que cada palabra tiene sus propios matices, habrá que escoger los términos que designen de forma más explícita e inequívoca al objeto que se refieren. Sin embargo, este objetivo tan sencillo de plantear es complicado de alcanzar, ya que el lenguaje es siempre interpretativo –siempre implica un juicio de habla­, por lo que es imposible establecer una relación absolutamente unívoca entre lenguaje y objeto. A pesar de ello, es posible establecer una relación más clara entre lenguaje y objeto utilizando términos concretos para designarlo, lo cual reduce las posibilidades de interpretaciones distintas. Esto no siempre es fácil para el divulgador, el cual en ocasiones no puede evitar determinadas imprecisiones provocadas por su falta de conocimiento en profundidad de la materia científica a la que se refiere. Junto a estas imprecisiones semánticas, la ambigüedad reduce igualmente el nivel de precisión de un enunciado. Para evitarla, es conveniente utilizar frases breves, sin recurrir en exceso a la subordinación y evitar las oraciones “cargadas de conjunciones y pronombres relativos, que desdibujan o confunden las relaciones y pueden llevar a interpretaciones divergentes” 15 . Otra de las diferencias entre el lenguaje científico y el divulgativo, y que determinan un mayor nivel de precisión en el primero que en el segundo, es la inclusión de partículas anafóricas en el
­ 6 ­ lenguaje divulgativo de los medios de comunicación. Este recurso tiene como finalidad evitar la repetición de términos y agilizar la narración, limitando así la precisión del texto. Por el contrario, el lenguaje científico trata de evitar elementos referenciales –como los pronombres relativos­, aunque ello implique la repetición de algunos términos, con lo cual el texto pierde en agilidad pero gana en precisión. En el ámbito de los medios audiovisuales, la precisión, por norma general, es superior a la claridad. Tanto en el cine como en la televisión las imágenes representan objetos concretos, por lo que demuestran una gran capacidad para referirse con precisión a un objeto científico. Sin embargo, la ciencia también requiere expresar ideas abstractas y para ello las imágenes ya no son de tanta ayuda, aunque puedan servirse de varios procedimientos narrativos para tal fin. Uno de esos procedimientos consiste en la generalización, a través de la voz del narrador, de aquello que las imágenes muestran de forma concreta. Tampoco hay que olvidar el recurso del montaje, a través del cual la unión de imágenes puede dar lugar a significados bastante más abstractos que la imagen concreta que muestran cada uno de los planos. Por último, habría que destacar las posibilidades que ofrece la imagen generada por ordenador –imagen de síntesis­ para abordar cuestiones no concretas. A pesar de poder contar con estos recursos –generalización, montaje, imagen de síntesis­ para tratar los temas abstractos de carácter científico, el discurso audiovisual no es el medio más apropiado para hacerlo. Por tal motivo, los divulgadores científicos que realizan su labor en los medios audiovisuales han de intentar siempre sacar el máximo provecho a las posibilidades del medio y buscar modos narrativos que compensen las limitaciones expuestas. 2.3. La difícil comunicación entr e Ciencia y Sociedad A pesar del crecimiento de la información sobre ciencia y técnica a través de los medios de comunicación y de los instrumentos de educación generalizada y de información pública, la separación entre ciencia­tecnología y sociedad sigue siendo un problema que dificulta o impide una real integración del individuo y del grupo social en la civilización tecnológica. En el siglo XX la Ciencia experimentó un proceso de extrema especialización y de multiplicación de los conocimientos científicos, lo cual no hizo sino complicar aún más tanto su comprensión por parte del público en general, como la propia comunicación entre los distintos especialistas. Esta falta de comunicación se presenta como el mayor reto que ha de afrontar la ciencia moderna. Según García­Noblejas 16 , el científico actual no puede poner sus conocimientos en la perspectiva del saber general, por lo que sus hallazgos resultan de interés para un reducido grupo de expertos en esa materia. Por otra parte, la ciencia y la tecnología cumplen una importante función en el mantenimiento de la sociedad de principios del siglo XXI, siendo cada vez más numerosas e importantes las decisiones políticas en las que la ciencia juega un papel destacado. De tal forma que, si no se produce una divulgación auténtica, no será posible un debate efectivo sobre aquellas cuestiones sobre las que los ciudadanos han de decidir, directa o indirectamente. Por todo ello, la divulgación científica cobra especial relevancia, ya sea para reestructurar la vida del sujeto o para solventar la manifiesta inadaptación del hombre a un mundo fuertemente marcado por la ciencia y la técnica. En este sentido,
­ 7 ­ podemos hablar de la triple función que el periodista o divulgador científico desempeña en la sociedad: 1.­ Informa y estimula la curiosidad del público, su sensibilidad. 2.­ Actúa como intérprete, delimitando el significado y el sentido de los descubrimientos científicos. 3.­ Ejerce un cierto control en nombre del público, para conseguir que los avances científicos sean tenidos en cuenta en las decisiones políticas. La divulgación científica es igualmente imprescindible para apoyar a la enseñanza y mantener actualizados los conocimientos de los científicos sobre cualquier campo de la ciencia, siendo además un medio eficaz para fomentar las vocaciones científicas entre los miembros de la sociedad. Pero, a pesar de la enorme importancia que la divulgación científica tiene, para la sociedad en general, y la comunicación social en particular, el divulgador ha de afrontar una serie de dificultades derivadas de la propia concepción social de la ciencia. Ésta se presenta envuelta en un halo de misterio provocado por el sentimiento de inaccesibilidad que la ciencia genera en la mayoría de los ciudadanos. De hecho, la propia divulgación científica contribuye a crear esta sensación, al persuadirnos de que nunca lograremos estar en condiciones de acceder a ella, dando lugar así al denominado “efecto vitrina”: La divulgación nos “muestra” la ciencia, nos hace ver a sus actores y a sus productos; pero al mismo tiempo nos convence de que no seremos jamás lo bastante ricos como para apropiarnos de esos productos y sitúa a los propios científicos detrás 17 de la vitrina, en un lugar inaccesible . A este efecto contribuye también el temor que el mensaje divulgativo trasmite, de forma implícita, sobre los científicos, a los que presenta como poseedores de un saber definitivo y sin límites, dando lugar así a la creación de una serie de mitos científicos que escapan a la comprensión del gran público. Frente a esta aptitud debe insistirse en que la ciencia y la técnica no sólo nos dan el saber, la explicación del universo y del hombre y el poder que conlleva el conocimiento, sino que son indispensables para desarrollar la actual civilización, para afrontar las situaciones actuales generadoras de conflictos y para tratar de encontrar soluciones a los problemas de supervivencia con los que hoy se enfrenta la humanidad. Pero esta aptitud de la ciencia y la técnica para afrontar los grandes problemas de la humanidad sólo será viable si ciencia y tecnología se integran en la vida social, de modo que el público pueda comprenderlas, por lo menos en sus líneas generales o de un modo aproximado. Por ello “es urgente tender puentes entre las distintas ramas de la ciencia y entre la ciencia y la sociedad, principalmente a través de la comunicación” 18 . 3. El dilema de la divulgación científica: ¿atr aer y/o convencer ? Lamentablemente, los medios de comunicación actuales van progresivamente reduciendo su vertiente informativa para ceder espacio al espectáculo y el entretenimiento. No en vano, el periodismo centra su atención en aquellos hechos que, por su carácter insólito o espectacular,
­ 8 ­ despiertan el interés de la sociedad. Sin embargo, es evidente que los científicos no son pródigos en este tipo de acontecimientos impactantes de los que tanto gusta el periodismo actual, e igualmente no están capacitados para trabajar al ritmo acelerado que caracteriza la profesión periodística. Esta, a priori, falta de espectacularidad de la información científica es compensada en muchos casos por el divulgador mediante la aplicación de técnicas narrativas que priman tan sólo aquellos factores que atraen el interés del público, provocando en muchas ocasiones la plena desvirtuación de la información científica. En este sentido el error más frecuente que nos encontramos es el denominado “almanaquismo”, o tendencia a convertir la información educativa, científica y tecnológica en curiosidades, registro de récords o anécdotas 19 . Esta tendencia sólo podrá evitarse en la medida en que el divulgador sea consciente de que divulgar no es trivializar, sino integrar nuevos conocimientos, lo cual exige sobre todo un esfuerzo en los modelos de comunicación. Este fenómeno de trivialización de los enunciados científicos se repite con mayor frecuencia en el caso de los medios audiovisuales, donde las exigencias de la puesta en escena se hacen más evidentes. A pesar de ello, y tal y como afirma Bettetini 20 , no es imposible establecer un punto de equilibrio entre esas exigencias escénicas y el rigor científico del enunciado. Realizar un programa que haga verdadera divulgación científica, que sea verdaderamente un vehículo de comunicación, y que al mismo tiempo tenga presentes las exigencias de la audiencia: no siempre es posible, pero es posible [...]. El problema surge cuando se pasa de la compatibilidad de la finalidad científica y de la exigencia de espectacularidad a la subordinación de uno a otro. Para intentar lograr este objetivo, los divulgadores suelen introducir en sus obras y enunciados algunos elementos cuya finalidad es lograr que el relato resulte ameno. La utilización de estos recursos no es exclusiva de los medios audiovisuales, sino que es un recurso igualmente frecuente en la creación literaria, donde elementos como las anécdotas o hipérboles se muestran útiles herramientas para mantener el interés del espectador/lector. Sobre estas técnicas, muchas de las cuales se aprecian claramente en los programas científicos más prestigiosos de la actualidad, hablaremos a continuación. Ø Para atraer la atención del espectador, son eficaces las alusiones a aspectos de la realidad que resultan poco corrientes o extraños. Estos elementos inusuales difícilmente pueden constituir, por sí mismos, un enunciado riguroso. Sin embargo, bien situados en el entramado narrativo, son un factor de interés añadido que además logra despertar la curiosidad del espectador, como primer paso para conseguir su admiración hacia la ciencia. Ø Una de las operaciones clave en un enunciado divulgativo es la simplificación del contenido. Esta simplificación comienza con la determinación de un hilo conductor o idea central de cada serie y de cada programa. A través de esta línea argumental, es posible construir un enunciado que evita las múltiples ramificaciones propias del discurso científico y se acerca al todo unitario característico de la obra artística. Ø Además de la vía fundamental de simplificación a través de la secuencia de ideas, se utilizan también otras, como la reducción de dimensiones hasta una escala que la mente del espectador pueda abarcar con facilidad. Estas reducciones resultan adecuadas para la divulgación, ya que
­ 9 ­ ponen al alcance del espectador magnitudes espaciales o temporales que, en su verdadera dimensión, resultan difíciles de asimilar. Ø La supresión de controversias es otra forma de simplificar la realidad, que resulta especialmente adecuada para determinados documentales científicos. En algunos discursos se consigue mantener el interés a través de la presentación de puntos de vista contrapuestos. Por el contrario, en otros casos, al eliminar la contraposición de ideas se consigue que el espectador entienda más fácilmente el mensaje que se le transmite. Este tipo de simplificación resulta apropiado para aquellos asuntos en los que existe un conflicto interno, suficiente para mantener el interés del público. Ø Una forma frecuente de acercar el objeto del discurso hasta el espectador, consiste en aplicar en aquél, determinadas características y actitudes propias del hombre. Es el fenómeno conocido como antropomorfismo. Sin embargo, conviene caer en la cuenta de que esta técnica constituye una tendencia general del lenguaje y del conocimiento humano, mediante la cual el hombre trata de aproximar aquellas realidades que escapan a su conocimiento, hasta estructuras mentales que domina. Ø Al interés narrativo de la divulgación científica contribuye también la inclusión de determinadas anécdotas y otros elementos puntuales, a través de los cuales se refuerza la amenidad de los documentales. La utilización de este tipo de recursos en la divulgación ha sido criticada, por considerarse que el conocimiento que de ellos se deriva carece del necesario rigor científico. Sin embargo, estos elementos pueden utilizarse de forma esporádica, sin que el peso de la narración descanse sobre ellos y, por tanto, sin que se produzca una distorsión en el sentido del mensaje, al elevar lo accesorio a la categoría de esencial. Ø Una forma de adaptar los saberes científicos a los modos de entender del público consiste en utilizar estructuras dramáticas. Sin embargo, la utilización de este recurso en la divulgación de la ciencia puede plantear diversos problemas. Uno de ellos es el que se deriva de la reducción de hechos y circunstancias tomados del mundo real a categorías fácilmente inteligibles y atractivas pero, en última instancia, falsas (por ejemplo, héroes y villanos). Sin embargo, este peligro puede evitarse, siempre que la búsqueda de estructuras dramáticas no se lleve hasta el extremo de distorsionar la realidad, para adaptarla a dichas categorías. Hay que considerar que, cuando se emplean adecuadamente, las técnicas dramáticas resultan útiles para la divulgación de saberes tomados de la ciencia, ya que a través de ellas es posible presentar determinados contenidos de una forma interesante e inteligible para el público. Entre las técnicas dramáticas empleadas destaca, en primer lugar, la de organizar los contenidos en torno a relatos. Resulta deseable que estos relatos desarrollen acciones completas; es decir, con principio, medio y final. En ellas se reproducen determinadas situaciones del mundo real, que contribuyen a reforzar la verosimilitud del enunciado, por cuanto el artificio de la representación se hace menos evidente y el espectador puede llegar a creer que está presenciando la realidad misma y no su representación.
­ 10 ­ Ø Para que estas historias puedan desarrollarse, se hace necesario que los seres reales aparezcan caracterizados como personajes que se ven envueltos en conflictos. Dado que el conflicto es un elemento esencial para mantener el interés del espectador, resulta más sencilla la divulgación de aquellos temas en los que el conflicto está presente. Por ejemplo, en el caso concreto de los documentales sobre la naturaleza, aparecen numerosos conflictos, dado que en el comportamiento de los seres vivos se presentan con frecuencia situaciones conflictivas. Ø Cuando se cuentan historias en las que unos personajes tienen objetivos, es posible conseguir también que el documental tenga suspense. Este elemento narrativo resulta de gran importancia para mantener el interés del espectador por lo que se está narrando. Generalmente, el suspense se consigue en situaciones en las que se mantiene cierta incertidumbre sobre la resolución de un conflicto. Ø La comunicación de saberes tomados de la ciencia requiere que se establezca una comunión eficaz entre el divulgador y el público al que se dirige. Hay diversas formas de intensificar esta comunidad de intereses, que tienen que ver con alguno de los tres elementos de toda situación comunicativa: el sujeto enunciador, el público y el discurso. A través de ellas, el divulgador trata de conseguir que el espectador perciba su trabajo como veraz e interesante. 1. En el discurso divulgativo, tiene gran importancia la consideración que el público tenga del sujeto enunciador . En esta consideración están implicadas principalmente la reputación ética del orador y su competencia respecto al tema que trata. El hecho de que en los discursos divulgativos no se hagan referencias a fuentes científicas, hace que la credibilidad del enunciado recaiga sobre el presentador. Por eso, su imagen y su reputación resultan determinantes para la acogida que el público dispense a este tipo de enunciados. 2. Las intervenciones del presentador frente a la cámara son un elemento determinante para reforzar su credibilidad y, como consecuencia, la del enunciado. En estas intervenciones se pone de manifiesto la importancia de diversas formas de argumentación no verbal. Tienen especial relevancia la cualidad de la voz del narrador, el hecho de que emplee un lenguaje coloquial, el tipo de plano en que aparece en imagen y la indumentaria que utiliza. 3. La eficacia del discurso divulgativo no depende únicamente de su capacidad intelectual para transmitir saberes, sino de la aceptación que el público dispense al enunciado, la cual implica también aspectos afectivos. Por ello, resulta útil emplear determinados recursos dirigidos a conseguir una predisposición favorable del público hacia el discurso. Con este fin, los divulgadores utilizan algunas técnicas, tales como la inclusión de elementos humorísticos y la utilización de imágenes de gran espectacularidad, con las que se consigue que el público no caiga en el aburrimiento y, como consecuencia, mantenga una actitud favorable hacia su discurso. Ø El enunciado que se dedica a la divulgación de los saberes tomados de la ciencia está estrechamente conectado con el género humilde de la retórica clásica, en el cual el espectador mantiene una posición neutra acerca del tema que se le presenta. Por ello, tiene gran importancia que el divulgador sepa atraer la atención del espectador sobre los asuntos que trata de comunicar. Además, el orden natural resulta adecuado para el discurso divulgativo, ya
­ 11 ­ que presenta una estructura lógica, que contribuye a reforzar su credibilidad como enunciado que transmite conocimientos tomados de la ciencia. Ø La utilización de determinadas figuras retóricas refuerza la inteligibilidad del enunciado divulgativo, ya que con ellas se consigue adaptar los conocimientos científicos a las formas de entender del espectador. En este tipo de documentales se emplean con frecuencia diversas operaciones dirigidas a intensificar el contacto del sujeto enunciador con el público. En el discurso divulgativo resultan eficaces algunas operaciones retóricas que se refieren al modo en que el orador se enfrenta con el asunto tratado. Entre ellas, destacan algunas figuras que tratan de facilitar que el espectador tenga presente el objeto del enunciado. Al mimo fin sirven algunas figuras afectivas, como la expolitio, la evidencia y la sermocinatio. A través de ellas se consigue que el enunciado resulte más claro y verosímil, ya que el asunto se desarrolla con la extensión suficiente para que la imagen que se sitúa ante la mente del espectador contenga todo el detalle necesario. Otras figuras afectivas destacadas son el símil, y la personificación. Con ellas se logra relacionar el objeto del enunciado con realidades de la vida humana, que permiten al espectador entender con mayor claridad las cuestiones que se presentan. Algunas operaciones retóricas que también resultan eficaces, para lograr una mayor claridad expositiva, son las de inmutación o sustitución de un pensamiento principal por otro subsidiario. Entre ellas, destacan la metáfora y la hipérbole, cuya función principal es la de ofrecer una imagen a través de la cual el espectador puede entender, con mayor claridad, el asunto tratado. Ø Finalmente, a la vista de las consideraciones arriba realizadas, conviene caer en la cuenta de que la divulgación científica que se realiza a través de los medios audiovisuales se construye con un tipo de enunciado peculiar , cuyos medios y fines no son necesariamente científicos. El discurso divulgativo no es propiamente un discurso científico simplificado, sino que se erige en un tipo de enunciado con características propias, a través del cual es posible dar a conocer determinados conocimientos tomados de la ciencia, de una forma capaz de interesar y resultar comprensible para el público no experto. Ahora bien, no siempre es el divulgador el que tiende a teatralizar la presentación al público del saber científico. En los últimos años, y cada vez más frecuentemente, observamos actos de carácter público a través de los cuales se presentan a la sociedad los últimos descubrimientos científicos –la presentación, en directo y para millones de habitantes de todo el mundo, del descubrimiento del genoma humano, realizada por el entonces presidente norteamericano, Bill Clinton, es el caso más reciente y espectacular­. Sin duda, y a través del análisis de algunos de los programas científicos de mayor reconocimiento entre el público y la comunidad científica (Nature, National Geographic, Cosmos), podemos afirmar que la espectacularidad o impacto de la divulgación científica, sobre todo en los medios audiovisuales, no menoscaba su rigor informativo. Es más, el entretenimiento se presenta como uno de los pilares de toda actividad educativa, ya que podríamos afirmar que no se puede educar sin entretener.
­ 12 ­ A pesar de ello, no conviene olvidar que, cuando se busca el entretenimiento por encima de todo, el criterio de selección de los temas y el contenido de los documentales deja de ser el de su relevancia científica o interés para la audiencia, como fuente de conocimiento sobre el mundo. Por el contrario, en ese caso adquieren preponderancia otras consideraciones, tales como el posible impacto de las imágenes y su capacidad para despertar emociones. Y, en este contexto, los documentales supuestamente dedicados a divulgar la ciencia se llenan de asuntos triviales e intrascendentes, tan sólo porque resultan entretenidos. La situación aquí planteada nos obliga –como divulgadores­ a establecer puentes sólidos entre la ciencia y el saber común, propiciando una divulgación capaz de hacer compatibles las exigencias del periodismo con las de la ciencia. Sólo así será posible que el ciudadano tenga un conocimiento adecuado de la ciencia que le permita entender mejor el mundo en el que vive. 4. Conclusiones Para lograr una comunicación científica eficaz es necesario primero eliminar la distancia que separa el conocimiento científico del saber común. Para ello será preciso construir un enunciado capaz de acomodar a los conocimientos del público los conceptos y saberes tomados de la ciencia. Para conseguir dicho objetivo no es necesaria la utilización de técnicas narrativas –muy del uso de los medios audiovisuales­ que logran hacer el mensaje más atractivo e inteligible. Muy al contrario, la buena divulgación destaca por su capacidad de aproximar el contenido científico a los intereses y las formas de entender del público. Esta capacidad de aproximación de la ciencia al público es de enorme importancia, puesto que la ciencia, en general, no suele encontrarse en el ranking de preferencias informativas del gran público. Por lo tanto, el periodista científico ha de conseguir establecer esa relación entre una realidad desconocida –el saber científico­, y otra conocida –la experiencia cotidiana del gran público­. Este proceso presenta una serie de riesgos que ya hemos tratado, si bien el más importante es la posibilidad de que el enunciado científico pierda todo su rigor como consecuencia de la adaptación a los modos de entender del público para hacerlo más inteligible. Esto no nos debe llevar a pensar que rigor científico e inteligibilidad son incompatibles. Bien al contrario, una de las características que distingue el trabajo de los buenos divulgadores es que sus obras transmiten, de forma rigurosa, conocimientos científicos que han sido contrastados por especialistas de primera fila. Para que el enunciado científico consiga su objetivo es, por lo tanto, imprescindible que las ideas transmitidas mantengan el necesario rigor científico, de forma que el espectador acceda a un conocimiento certero de la realidad. En ocasiones puede resultar útil la inclusión por parte del divulgador de técnicas que ayuden a que el enunciado resulte interesante, verosímil y comprensible, pero su utilización no ha de distorsionar la realidad, hasta el punto de que dicho enunciado llegue a carecer del necesario rigor científico. La función del divulgador científico se presenta pues como un delicado ejercicio de equilibrio entre la fidelidad al contenido científico y el intento de construir un discurso interesante para el público no versado en tales temas. Para conseguirlo, el profesional de la información científica no ha de actuar como un mero traductor del enunciado científico a un lenguaje inteligible para el público,
­ 13 ­ sino que ha de construir un nuevo tipo de discurso informativo, partiendo siempre de los conocimientos científicos. El oficio del divulgador científico ha sido definido como un intermediario entre el científico y el público, entre un investigador hermético casi por definición y un lector ignorante también por definición. El periodismo tiene la misión de informar y no de enseñar, pero el redactor científico no es un periodista que cuente sólo hechos, como el reportero de sucesos o de espectáculos. Es forzoso que explique, que precise, que aclare, el sentido y los antecedentes y consecuentes del descubrimiento. Vivimos en una sociedad caracterizada por el cambio y uno de los grandes retos de nuestro tiempo consiste precisamente en informar al hombre de la calle sobre la grandeza y los riesgos de ese cambio. Estamos ante una verdadera transformación, que no es sólo de orden técnico, sino que afecta a los sistemas de pensamiento, a los valores, a las formas de comunicación, a las relaciones humanas y sociales, al trabajo y al descanso. Y todo esto es lo que el periodista científico debe hacer llegar al público, de modo sencillo y sugestivo. Notas 1 CALVO HERNANDO, Manuel: Periodismo científico. Madrid, Paraninfo (2ª Edic.), 1992. Págs. 85­86. 2 RAICHVARG, Daniel y JACQUES, Jean: Savants et ignorants. Una historie de la vulgarisation des sciences. París, Seuil, 1991. Pág. 14. 3 Cfr. en RAICHVARG, Daniel y JACQUES, Jean: Op. Cit., 1991, Pág. 111. 4 LEÓN, Bienvenido: El documental de divulgación científica. Barcelona, Paidós comunicación, 1999. Pág. 21 5 ROQUEPLO, Philippe: El reparto del saber: ciencia, cultura, divulgación. Barcelona, Gedisa, 1983. Pág. 139 6 FERNÁNDEZ DEL MORAL, Javier y ESTEVE RAMÍREZ, Francisco: Fundamentos de la información periodística especializada. Madrid, Síntesis, 1994. Pág. 27. 7 FLESCH, Rudolf: How to Write, Speak and Think More Efficiently. New York, New American Library, 1960. Págs. 79­84. 8 CALVO HERNANDO, Manuel: Op. Cit. 1992, Pág. 105. 9 FERNÁNDEZ DEL MORAL, Javier y ESTEVE RAMÍREZ, Francisco: Op. Cit. 1994, Págs. 127­128. 10 LEÓN, Bienvenido: Op. Cit., 1999. Pág. 42. 11 CALVO HERNANDO, Manuel: Op. Cit. 1992. Págs. 91­92. 12 Véase FERNÁNDEZ DEL MORAL, Javier y ESTEVE RAMÍREZ, Francisco: Op. Cit. 1994. Pág. 28. 13 NÚÑEZ LADEVEZE, Luis: Manual para periodismo, Barcelona, Ariel, 1991. Pág. 151. 14 CALVO HERNANDO, Manuel: Op. Cit., 1992. Pág. 196. 15 HERRANZ, Gonzalo: “Cualidades y defectos”, en VILARROYA, O. (comp..): Manuel de estilo. Publicaciones biomédicas, Barcelona, Doyma, 1993. Pág. 74. 16 GARCÍA­NOBLEJAS, Juan J.: Comunicación y mundos posibles. Pamplona, Eunsa, 1996. Págs. 219­220. 17 ROQUEPLO, Philippe: Op. Cit. 1983. Pág. 127. 18 CALVO HERNANDO, Manuel: Ciencia y Periodismo. Barcelona, Centro de Estudios para el Fomento de la Investigación (CEFI), 1990. Pág. 61 19 CALVO HERNANDO, Manuel (coord..): Primer Congreso Iberoamericano de Periodismo Científico, 1977, Pág. 81 20 BETTETINI, Gianfranco: “La divulgazione della scienza”, en Documenti di laboro, Núm. 60, diciembre, 1995. Pág. 29.
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