La Semifeudalidad en Bolivia y su impacto en la vida

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Bolivia: algunos rasgos de la
semifeudalidad en el campo
Equipo de Investigación del
Centro de Estudios Populares
(CEP)
Septiembre de 2011
La Paz, Bolivia
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Bolivia: algunos rasgos de la semifeudalidad en el campo
El problema agrario en Bolivia ha sido analizado desde distintas perspectivas con el propósito de
explicar su dinámica, su aspecto productivo y las relaciones sociales que le son inherentes. En términos
generales, los investigadores han concluido que el país atravesó por una etapa feudal para dirigirse
hacia el capitalismo luego de las reformas estatales de 1952. Eso significa que la sociedad boliviana
está inmersa en un sistema capitalista desde hace sesenta años. En términos generales esa sentencia
académica no se ha modificado hasta hoy, a pesar de la permanente interpelación que procede de la
realidad, con un campesinado sumido en la pobreza, relaciones de servidumbre, la pervivencia del
latifundio y las prácticas gamonales de los terratenientes. La caracterización de Bolivia como país
capitalista a secas, entonces, no es coherente con la realidad.
Lo que intentamos explorar en este ensayo es que ni la feudalidad fue barrida del todo, ni se ha
consolidado un sistema plenamente capitalista en el país. En Bolivia está vigente un capitalismo
impuesto por el capital imperialista que se ha desarrollado sobre relaciones semifeudales, un
capitalismo que llamamos burocrático y que atraviesa todos los aspectos de la vida política, económica
y social.
Nuestra premisa es que las relaciones feudales no se han extinguido, pero es obvio que no se presentan
igual que en la colonia o en la temprana época republicana. Han evolucionado en formas nuevas y han
adquirido nuevos contenidos. Han devenido en formas semifeudales de las que sabemos
cotidianamente a través de denuncias de organizaciones de derechos humanos, de investigaciones
sociales, de noticias de prensa y del resultado de pugnas políticas de los sectores dominantes.
Las clases dominantes en el país han administrado la herencia colonial desde la fundación de la
República1. En la década de los 40 del siglo XX surgió la propuesta de construir el Estado nacional con
la intención discursiva de eliminar las relaciones feudales y acabar con el “entreguismo” de las clases
dominantes al imperialismo. Así se produjo una insurrección popular en 1952, en un hecho histórico
conocido como la “revolución nacional”.
Los estudios académicos coinciden en que la “revolución nacional” inauguró una etapa capitalista. Los
dirigentes del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) aplicaron la nacionalización de las
minas y la Reforma Agraria bajo la idea de integración del país, la creación de un mercado nacional y
la consolidación de una burguesía nacional productiva. El discurso oficial calificó este hecho como una
revolución democrática en el proceso de creación de la nación boliviana.
¿Pero es posible hacer la revolución democrática, entendida como la superación de la etapa feudal y el
cumplimiento de las tareas democráticas de la burguesía, sin romper con la dominación del
imperialismo ni acabar con el poder de los terratenientes feudales? La respuesta es negativa porque una
revolución democrática tiene la tarea de acabar con ambas formas de opresión (el imperialismo y la
semifeudalidad).
El imperialismo y los grandes monopolios se aliaron con las fuerzas feudales y semifeudales en los
países semicoloniales como Bolivia, fueron estas fuerzas las que fungieron de burguesía y sirvieron de
intermediarios con el capital imperialista, siendo así, las burguesías que nacieron en nuestros países
carecieron de carácter revolucionario para acabar con la feudalidad, su reproducción está marcada por
las formas heredadas de la colonia española. La Reforma Agraria, inicialmente impulsada por los
1
Bolivia está denominada legalmente como “Estado Plurinacional” desde enero de 2009.
1
explotados pero luego canalizada por las clases dominantes, no ha podido acabar con este lastre. Si bien
transformó en buena parte la realidad socioeconómica específicamente en el campo y particularmente
en el occidente del país, las viejas relaciones semifeudales aún perviven bajo diversas modalidades.
En la problemática agraria, los académicos liberales han ensayado varias explicaciones sobre el
“desarrollo capitalista de la agricultura” pasando por alto (o minimizando) la persistencia verificable de
relaciones semifeudales. Los intelectuales que pretendieron aplicar conceptos marxistas (Paz: 1989;
Ybarnegaray: 1992; Romero: 2008), lo hicieron de manera mecánica sin haber detectado la esencia del
problema agrario. Las investigaciones más recientes contienen una visión etnicista y culturalista –
concentrada en identificar exclusión, desigualdad, racismo y discriminación– en una línea consecuente
con la coyuntura política del autodenominado “proceso de cambio” del gobierno de Evo Morales.
Influenciados por el postmodernismo, en su versión cultural-indigenista, los miembros de la nueva
“academia” se rehúsan a entrar en la discusión de caracterizar la sociedad desde una visión objetiva y
materialista.
Todo esto hace necesario abordar el estudio de la semifeudalidad desde el enfoque de un desarrollo
capitalista particular, tardío, atrasado. Un capitalismo burocrático que no ha logrado acabar con las
relaciones semifeudales y continúa bajo la dominación imperialista.
El estudio de las “relaciones semifeudales en Bolivia” implica el análisis de tres variables: el
latifundio/minifundio (latifundismo), la servidumbre y el gamonalismo. Estas características aparecen
en diversos grados y en diferentes regiones del país, desde el altiplano y los valles donde pervive el
minifundio hasta las tierras bajas (llanos, bosques y chaco) donde se asienta el latifundio. La
semifeudalidad forma parte estructural de la vida económica y política del país.
CATEGORÍAS DE LA SEMIFEUDALIDAD
Han pasado 185 años de vida republicana y 57 años desde la aplicación de la Reforma Agraria, y aún el
latifundio y la servidumbre forman parte de la realidad agraria del país. Bolivia sigue siendo un país
semicolonial y semifeudal, pobre y con un particular atraso en el campo. Los funcionarios de gobierno
resumen así este asunto: “Al cabo de 54 años [de Reforma Agraria y relanzamiento del proceso en
1996] el resultado es la distribución inequitativa de la tierra representada por el latifundio en el oriente
y el minifundio en el occidente”2 (INRA; 2008: 127).
Sobre esa base estructural de latifundismo se desarrollan relaciones sociales como la servidumbre y el
gamonalismo, que han evolucionado a formas modernas más sutiles. La pervivencia de estas relaciones
se muestra, por ejemplo, en los planes de gobierno para el campo. Un ejemplo de esto es la orientación
del Plan Nacional de Desarrollo del gobierno de Evo Morales que señala como uno de sus objetivos la
“Descolonización de las estructuras agrarias, por medio de la liquidación del latifundio, la eliminación
de la servidumbre y la explotación del trabajo, así como la restitución de los territorios a los pueblos
indígenas originarios” (Ibíd.: 163). Esto muestra la vigencia actualísima del viejo problema de la
semifeudalidad.
La dinámica agraria en la que se debaten los campesinos bolivianos está repleta de relaciones de
producción arcaicas constituidas por intercambios de trabajo gratuito, pagos de trabajo mixto (especie y
dinero), sistema de aparcería y relaciones “comunitarias” que antiguamente sirvieron a la explotación
hacendataria, entre otras formas. Y junto a esto una penetración del capitalismo en la agricultura 3 que
2
3
Juan Carlos Rojas, director interino del Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA).
Fundamentalmente de la región de Santa Cruz.
2
no termina de afianzarse debido a las relaciones atrasadas y a la ausencia de espíritu capitalista en la
clase social dominante.
Algunos autores (Paz: 1989; Ybarnegaray: 1992; Romero: 2008) han tratado de explicar el fenómeno
agrario señalando que una vía junker o una vía farmer4 se ha aplicado en una y otra parte del país. Sin
embargo, la realidad cuestiona que cualquiera de esos caminos hacia el capitalismo en el agro se
hubiera consolidado. El atraso de la realidad agraria se explica por la supervivencia de la
semifeudalidad en todos los ámbitos de la vida del país.
La semifeudalidad supone tres elementos claves que son el latifundismo, la servidumbre y el
gamonalismo. “La semifeudalidad significa principalmente que el campesino sigue atado a la tierra por
múltiples procedimientos extraeconómicos, para que el gran propietario no tenga problemas en cuanto
a la disposición absoluta de mano de obra abundante, superexplotada y a bajo coste”, señala Víctor
Martín Martín en su trabajo sobre la isla española de Fuerteventura. Esto se consigue a través de un
sinnúmero de formas no capitalistas, que configuran un modelo de producción terrateniente, tales
como:
1. La pervivencia de relaciones de producción (regímenes de tenencia) de naturaleza
precapitalista: sistema de pago en trabajo (medianerías, aparcerías en riego, salarios en
especie, trabajo a destajo, trabajo gratuito, entrega de pequeñas parcelas, entrega de
parcelas a cambio de trabajo en la hacienda, trabajo de mujeres y niños de las familias
campesinas, etc.).
2. La pervivencia y reproducción de un campesinado minifundista (con formas colectivas o
privadas): nacido en la época feudal (practicado incluso por la nobleza feudal a través de
repartos de haciendas en el Sur de Europa o América Latina), pero desarrollado durante
los procesos de desamortización de tierras públicas o del clero (apropiadas de forma legal
o no) y por la política de reforma agraria y colonización desarrollada por el Estado a largo
de los siglos XIX y XX. Se debe tener también en cuenta la cuestión ideológica que subyace
en la posibilidad de que el jornalero sin tierra llegue a ser propietario y como los repartos
de pequeñas parcelas atenúan la conflictividad campesina (tanto en dictaduras como en
regímenes democráticos formales monárquicos y republicanos).
3. Leyes, decretos, acciones y otras disposiciones de naturaleza jurídica, política e ideológica
que ataban al campesino a la tierra: alojamientos, obras públicas, necesidad de
salvoconductos para que el campesino pudiera desplazarse fuera de su población o
emigrar, la usura, las “cocinas económicas”, la represión por parte del aparato del Estado,
el control político de los jornaleros, las denominadas actitudes clientelares (patriarcales,
de patronazgo o padrinazgo) por parte de los grandes propietarios. (Martín; 2005: 8)
4
Lenin (1981: 15) identifica, durante el período pre revolucionario en Rusia, dos formas opuestas de alcanzar el capitalismo
en el campo, la vía prusiana o junker y la vía farmer o norteamericana:
Sobre la base económica concreta de la revolución rusa, son objetivamente posibles dos caminos fundamentales de su
desarrollo y desenlace: O bien la vieja hacienda terrateniente, ligada por millares de lazos al derecho de servidumbre, se
conserva, transformándose en una hacienda puramente capitalista, de tipo “junker”. En este caso la base del tránsito
definitivo del sistema de pago en trabajo al capitalismo es la transformación interna de la hacienda terrateniente basada en
la servidumbre. O bien la revolución rompe la vieja hacienda terrateniente, destruyendo todos los restos de la servidumbre
y, en primer término, la gran propiedad. La base del tránsito definitivo del sistema de pago en trabajo al capitalismo es el
libre desarrollo de la pequeña hacienda campesina, que recibe un enorme impulso gracias a la expropiación de las fincas
de los terratenientes a favor de los campesinos; y todo el régimen agrario se transforma en capitalista, puesto que la
diferenciación del campesinado se realiza con tanta mayor rapidez, cuanto más radicalmente son eliminados los vestigios
de la servidumbre.
3
En esta larga cita encontramos muchas características del campo boliviano: estructura de la tenencia de
la tierra, relaciones sociales de servidumbre y el manejo político de los terratenientes (gamonalismo o
caciquismo), todas estas relaciones en variadas y diversas formas. Se muestra la semifeudalidad como
un fenómeno dinámico capaz de evolucionar en la estructura económica y en las manifestaciones
ideológicas de las clases.
La semifeudalidad implica a la vez un entrelazamiento dentro de la relación feudalidad-capitalismo.
Las antiguas relaciones feudales (incluidas las “relaciones comunitarias”, que poco a poco van
perdiendo su carácter original) se articulan con las relaciones capitalistas, no como modos de
producción separados sino como un solo proceso para evolucionar y adaptarse al modo general de
desarrollo capitalista específico (capitalismo burocrático) de los países semicoloniales como Bolivia.
“Las relaciones feudales han sido modificadas en mayor o menor grado por su subordinación más
directa al gran capital. Por eso hablamos de relaciones semifeudales y la semifeudalidad” (Serrano;
1991: 22).
Dentro de esta dinámica la semifeudalidad no necesariamente es contradictoria con el capitalismo. De
tiempo en tiempo, el vínculo entre ambos entra en crisis y se hace necesario evolucionar con parte de
las relaciones atrasadas. Esto sucede particularmente cuando el campesinado se levanta en lucha para
destruir esa opresión o por la necesidad del imperialismo y la gran burguesía nativa de explotar nuevos
sectores agrarios de su interés.
El latifundismo se expresa en la relación indisoluble entre latifundio/minifundio. Éste también fue uno
de los resultados de la Reforma Agraria de 1953.
La Reforma generó un campesino parcelario, cada vez con menos tierra debido al crecimiento
demográfico y cada vez más pobre. La parcelación excesiva ha tenido incluso la denominación de
surcofundio y produjo una emigración masiva del campo a las ciudades. Esta masa de pequeños
propietarios empobrecidos, concentrada en el occidente del país, no ha podido proletarizarse en los
escasos rubros industriales. Por eso los investigadores Danilo Paz (1989) y Mario Arrieta (1992) hablan
de la imposibilidad de proletarización de todos los pequeños campesinos debido a la incipiente
industria del país. Las actividades de quienes migran del campo a las ciudades son el comercio
informal, el trabajo doméstico, muchas veces empleos totalmente precarios o trabajadores en negro.
Estas actividades suelen dividirse con el trabajo de sus tierras cuando llegan las temporadas de cosecha.
Por otro lado, la Reforma Agraria consolidó la propiedad terrateniente, especialmente en el norte y
oriente del país. Este latifundio ha sido calificado como concreción del capitalismo en el campo, debido
a la inversión en tecnología y la introducción de salario, y por tanto ha sido relativizado en su carácter
semifeudal. Pero, sólo para poner un ejemplo, las pervivencias semifeudales están en las formas de
enganche de mano de obra para la producción agroindustrial azucarera, castañera, ganadera y maderera.
La introducción de relaciones capitalistas en la gran propiedad no significa la pérdida automática de
relaciones de servidumbre y prácticas gamonales, éstas se operan por ejemplo sobre jornaleros sin
tierra y campesinos pobres minifundistas. Acerca de la introducción de capitalismo en la gran
propiedad terrateniente, Isidro Serrano señala que:
Lo que ha cambiado es que la producción en estas tierras ha asumido pautas más o menos
capitalistas, decimos “más o menos” porque formas abiertamente semifeudales como la
aparcería, el sistema de enganche y endeudamiento, el trabajo gratuito, etc. todavía se
practican en varios grados en una parte de estas tierras de la gran propiedad y la producción
4
extensiva que todavía no alcanza la típica dinámica capitalista persiste sobre todo en grandes
extensiones de tierra dedicada a la ganadería (Ibid:22).
Entonces la relación entre gran propiedad y pequeña propiedad está unida por el cordón umbilical de la
semifeudalidad, por lo tanto “no se trata de fragmentos desconectados o de economías distintas. Se
trata de dos polos de un solo sistema, de una relación necesaria” (Ibíd.).
Los teóricos agrarios bolivianos llegaron a la conclusión de que uno de los éxitos de la Reforma
Agraria fue haber eliminado la servidumbre. A pesar de esa cantada victoria, la supresión de esa tara
es todavía un objetivo en los planes del gobierno actual. La realidad muestra que en algunas regiones
existen aún “comunidades empatronadas” (poblaciones cautivas en la hacienda), con campesinos
prácticamente sometidos al sistema de colonato. La dependencia es muy grande y algunos proyectos
para “liberarlos”, por parte de la Iglesia Católica, han fracasado cuando los comunarios, una vez
“liberados”, han vuelto a la casa del patrón. Estos son los casos más graves en Bolivia, sin embargo
existen relaciones de servidumbre en otras actividades importantes en la economía rural.
La ausencia de servidumbre supone que los trabajadores del campo venden su fuerza de trabajo libres
de toda coacción extraeconómica, es decir por pura presión económica y sólo a cambio de dinero. Esto
último implica que no existen prestaciones personales, trabajo gratuito (como el de mujeres y niños),
trabajo con salario mixto (dinero y especie), etcétera, sin embargo las formas enganche para la zafra de
caña de azúcar y la castaña, en las estancias ganaderas y la explotación maderera, incluso en las
relaciones de trabajo entre campesinos minifundistas, revelan las formas de trabajo no libre.
El asalariamiento ha sido visto como un signo de muerte de la feudalidad, sin embargo, en muchas
zonas rurales el salario constituye sólo una parte de los ingresos del campesino. José Rodríguez
Acevedo habla de un salario semifeudal en relación al pago que recibe el campesino en su trabajo sobre
las Islas de Tenerife en el primer tercio del siglo XX:
En esos años era suficiente que el marido trabajara por las mañanas como jornalero (en fincas,
galerías de agua, construcción de carreteras, etc.) y por las tardes y noches se ocupara, junto
al resto de su familia, de atender las fincas que llevaban en aparcería. Los jornales en el campo
continuaban siendo tan reducidos que no permitían al marido mantener a su familia con la sola
contribución de su salario. Seguía tratándose, por tanto, de un salario semifeudal. En la
economía capitalista, el salario del obrero debe permitir al trabajador mantenerse él y su
familia, debe permitir, por tanto, la reproducción de la fuerza de trabajo, aunque sea en unas
condiciones de pobreza. Si los salarios se mantienen muy por debajo de este mínimo vital es
porque una parte de la subsistencia familiar se cubre con los productos obtenidos por la
familia trabajadora en las fincas explotadas en aparcería o incluso en sus pequeñas parcelas
en propiedad (2009).
En la dinámica capitalista, el jornalero asalariado que se ha convertido en un proletario del campo vive
fundamentalmente de su salario, pero la característica general del asalariamiento en el campo boliviano
no es ese, sino es más aproximado a lo que describe Rodríguez, es decir, el salario cubre una parte de
los ingresos del campesino, en la gran mayoría de casos esta cobertura no es la principal como veremos
más adelante.
5
La bibliografía sobre la agricultura en el departamento de Santa Cruz 5 hace afirmaciones sobre el
desarrollo de una vía junker en el agro a partir del jornal en dinero. Engels dice al respecto: “el salario
es condición necesaria, pero no suficiente para generar por sí solo una sociedad plenamente capitalista.
Para que el jornal pueda desarrollarse hasta hacerse capitalista, se necesita el empleo de máquinas, el
desarrollo técnico de la agricultura, pues son esas máquinas las que piden, al propietario o arrendatario,
que eleve los salarios y cambie el trato que le da a los trabajadores” (Citado en Rodríguez Acevedo;
2009).
Por supuesto que en Bolivia, particularmente en el departamento de Santa Cruz, ha habido una
penetración capitalista con inversión de capital constante en la llamada agroindustria. Sin embargo, las
relaciones sociales internas contienen pagos de jornal mixto o pago con ciertas prestaciones personales,
enganche con endeudamientos, servidumbre por deudas, todas éstas formas de trabajo no libres. El
“habilito” es la relación más conocida en la agricultura de tierras bajas (donde se encuentra la
agroindustria y ganadería) que consiste en adelantar el pago en dinero al trabajador con el propósito de
endeudarlo. En ese contexto es usual que los campesinos terminen trabajando sólo para pagar las
deudas contraídas previamente.
Los jornales en las zonas de minifundio también están atravesados por relaciones atrasadas. El trabajo
gratuito, el intercambio de trabajo, el pago mixto, el pago en especie y la aparcería son prácticas
comunes entre los pequeños campesinos; incluso las formas llamadas comunitarias como el ayni, la
mink‟a y la faena sirven a esta opresión semifeudal en la economía campesina, depreciando el valor de
la fuerza de trabajo o sirviendo como trabajo gratuito en los proyectos estatales. Si bien todo lo anterior
hace que surja una diferenciación campesina como señalaba Lenin, la regla general es la ruina de los
campesinos minifundistas.
La servidumbre se presenta en el campo pero también en la ciudad, como señala Rodríguez “la
impronta de la semiservidumbre es tan marcada que no puede ser explicada como un simple vestigio
secundario, como un simple anacronismo. Por el contrario, se erige en un elemento constitutivo
fundamental de la formación social canaria, llegando a entrelazarse con las propias relaciones salariales
que el imperialismo impulsa en las áreas plataneras” (2009). En Bolivia la condición del pequeño
propietario minifundista arruinado produce una emigración hacia un circuito de servidumbre en las
ciudades. Tenemos como ejemplo la constante migración a Buenos Aires o Sao Paulo de bolivianos
que ingresan a circuitos de trabajo servidumbral, principalmente en los talleres textiles. Otra forma es
la migración de hijos de campesinos que salen de la comunidad a casas de familiares o conocidos, ellos
van a trabajar en servicio doméstico o ayudantes a cambio de casa, comida y asistir a la escuela.
La aparcería, que en Bolivia va desde la típica renta en producto hasta compartir el capital de inversión,
es otra relación precapitalista generalizada en la zona de minifundio, si bien no es una relación que se
da con los terratenientes expresa muchas veces la relación entre los que tienen más tierra con los que
tienen poca o no la tienen. Esto contribuye a la diferenciación campesina.
En síntesis la servidumbre no está desligada de la propiedad de la tierra y del poder de los patrones
(gamonalismo). Engels decía que “la semiservidumbre6 en que se mantiene de hecho a los obreros
agrícolas del este del Elba es la base principal en que se asienta la dominación de los junkers en Prusia
y, por tanto, la base fundamental en que descansa la supremacía prusiana específica en Alemania”
5
Roxana Ibarnegaray (1992), Danilo Paz (1989), Carlos Romero (2008) entre otros.
En Engels y Rodríguez que hablan de la “semiservidumbre” no hemos encontrado diferencias, más allá de la idea de una
evolución, que nos hagan suponer que este concepto es distinto al de “servidumbre” utilizado en este trabajo.
6
6
(1984: 501). La opresión del poder terrateniente está orientada a sacar el plustrabajo del campesino de
muchas formas, desde la renta en trabajo hasta la renta en dinero.
En ese sentido una característica importante de la semifeudalidad es la forma en que los terratenientes
manejan el poder político, éste es un factor que conocemos como gamonalismo (o caciquismo). José
Carlos Mariátegui dice al respecto:
El término „gamonalismo‟ no designa sólo una categoría social y económica: la de los
latifundistas o grandes propietarios agrarios. Designa todo un fenómeno. El gamonalismo no
está representado sólo por los gamonales propiamente dichos. Comprende una larga jerarquía
de funcionarios, intermediarios, agentes, parásitos, etc. El indio alfabeto se transforma en un
explotador de su propia raza porque se pone al servicio del gamonalismo. El factor central del
fenómeno es la hegemonía de la gran propiedad semifeudal en la política y el mecanismo del
Estado. (1985; 37)
Los hilos del poder terrateniente en Bolivia han estado representados en los tres poderes del Estado. El
gobierno militar de Hugo Banzer Suárez, en la década del 70, favoreció como ningún otro a este sector
y consolidó el latifundismo (con la servidumbre y el gamonalismo que implica).
La institucionalidad estatal se puso al servicio de la gran propiedad terrateniente en instancias de
gobierno local y regional, particularmente en los departamentos del norte amazónico, el oriente y la
región del Chaco.
El gamonalismo pone en práctica la coacción extraeconómica a través de políticas, disposiciones y
leyes para retener la mano de obra en la “industria agrícola” o destinar conscriptos militares como
mano de obra gratuita para las haciendas; la opresión mediante relaciones de compadrazgo y
padrinazgo con los campesinos, especialmente en comunidades cautivas o empatronadas del Chaco; la
violencia, el uso de mercenarios y grupos de choque para defender la propiedad terrateniente o
enfrentarse al adversario; y la cooptación de dirigentes campesinos e indígenas a través de los partidos
políticos que tienen presencia en el campo.
Este último rasgo merece más atención debido a que ha devenido en formas corporativas de cooptación
de dirigentes campesinos, a través de mecanismos de corrupción, prebendalismo e ingreso a cargos en
la administración estatal regional, etcétera.
Kevin Healy (1984), en su trabajo “Caciques y patrones”, describe las características del poder de los
terratenientes en el sur de Chuquisaca y el comportamiento de las “élites rurales”, que nos da una
visión bastante clara del gamonalismo como todo un sistema dinámico bien montado destinado a la
explotación del campesino.
Las características del poder terrateniente en el Chaco descritas por Healy son:
1. Tiene vínculos políticos y presencia directa en las esferas estatales (ministerios, alcaldías,
prefecturas, fuerzas armadas), bancarias y judiciales a través de parientes y amigos. Los
terratenientes utilizaron estos vínculos para evitar que sus propiedades sean calificadas como
“latifundio” durante la aplicación de la Reforma Agraria y luego para hacerse de más tierras.
2. Tiene el control político de los recursos económicos y controla los circuitos mercantiles de la
hacienda al mercado, es decir, el hacendado es el intermediario.
7
3. Se infiltra en el sindicato campesino a través de prebendas en dinero o tierras, con el propósito
de diluir el reclamo de los campesinos por tierras. Recurre al asesinato de dirigentes opositores
cuando no se puede controlar el sindicato.
4. Practican los matrimonios intraélite para mantener la propiedad dentro de la familia.
5. Tiene garantizado el apoyo de la iglesia para calmar el levantamiento de los campesinos.
Estas características se afianzaban en una estructura de clases conformada por los grandes propietarios
en el poder y con los campesinos de la hacienda en último lugar.
La hacienda chuquisaqueña, en plena década de los 70 del siglo XX, se sostiene sobre relaciones
semifeudales nítidas y crea una estructura ideológica para reproducirse a sí misma como elemento
dominante.
La naturaleza patriarcal de la Hacienda otorga una estructura rígida, jerárquica, con poder
absoluto y extrema autoridad, e inviste al patrón del “don” de la empresa territorial, dándole
la más alta categoría social. El rige las familias de chiriguanos7 incorporados y, de una
manera diferente, su propia familia, en virtud de sus roles tradicionales de figura patriarcal,
“civilizador”, juez, supervisor laboral, proveedor y protector, además recipiente y fuente de
valores culturales superiores. […]Esta relación de dependencia, establecida dentro de la
estructura de la Hacienda, condiciona a los chiriguanos a proveer ilímite servicio al patrón,
aceptando la explotación, degradación y control sobre muchas facetas de su existencia social a
cambio de la satisfacción de sus precarias necesidades y un corto periodo de vida. (1984: 131)
Para mantener esta estructura que marca la relación de superior e inferior hay todo un proceso de
educación que hacen los patrones con los hijos de los campesinos chiriguanos.
Durante la infancia y su adolescencia, los niños cambas son “educados” dentro de un proceso
de condicionamiento penetrante y riguroso que hace hincapié en su condición de subordinados,
señalándoles cuidadosamente sus papeles de servidumbre y posición social con una serie de
creencias, normas y reglas de conducta que apuntalan el funcionamiento normal y armónico de
la hacienda […] En lugar de asistir a la escuela, los niños cambas están ocupados sirviendo al
patrón y la patrona, realizando innumerables tareas de recadero o mandadero. Estos procesos
sociales internos son parte del aprendizaje y la domesticación de los jóvenes para garantizar la
perpetuación de la hacienda como una estructura de dependencia y explotación (Ibíd.: 134135).
Si bien Healy describe la realidad de las comunidades empatronadas en el chaco Boliviano a finales de
la década de los 70, su estudio mantiene actualidad porque esas poblaciones cautivas existen todavía.
Además las características descritas por Healy muestran un gamonalismo en su forma más “pura”,
precisamente por eso nos sirve para ver cómo se ejerce actualmente y qué similitudes y diferencias
presenta en otras regiones del país.
El concepto de semifeudalidad es importante para poder explicar el atraso de la realidad agraria de
Bolivia. Entendemos el atraso como el problema irresuelto de la tierra: la incapacidad del aparato
productivo agrario de satisfacer las demandas del mercado interno que nos hacen dependientes de la
7
Healy señala que en la región se llama chiriguano, camba o guaraní a estos campesinos que sirven en la hacienda, ellos se
diferencian de los campesinos collas que sí obtuvieron tierras en la Reforma Agraria.
8
importación de productos, la enorme desigualdad en la distribución de la tierra, un campesinado
empobrecido y relaciones sociales precapitalistas.
EL CAPITALISMO BUROCRÁTICO
Hablar de la existencia de semifeudalidad no implica desconocer la existencia y desarrollo capitalista
en nuestro país. No es posible desconocer la presencia de este capitalismo burocrático que es un
capitalismo tardío, deformado y sometido.
Este concepto marxista fue desarrollado durante la revolución china por Mao Tse-tung para explicar el
desarrollo del capitalismo en una sociedad donde existen relaciones feudales y sometimiento a las
fuerzas del imperialismo.
En 1945 Mao calificaba al capitalismo burocrático en China como “El capital de los terratenientes, los
grandes banqueros y los magnates de la burguesía compradora, [que] monopoliza las palancas de la
economía china y oprime sin piedad a los campesinos, los obreros, la pequeña burguesía y la burguesía
no monopolista” (1972: 225).
Esta definición supone el rasgo monopolista de la era del imperialismo y señala como agentes de
dominación a los terratenientes, los banqueros y la burguesía compradora que oprimen a los sectores
populares clásicos (campesinos, obreros y pequeña burguesía) pero también a la burguesía no
monopolista, es decir, la burguesía media que se diferencia de la gran burguesía compradora por no
estar directamente ligada a los capitales imperialistas.
Mao (1976) analiza la sociedad china en el momento de penetración del capital extranjero, lo que
acelera la transformación de la economía mercantil y desintegra los cimientos de la economía feudal a
la vez que va creando condiciones para el desarrollo de la producción capitalista.
Pero Mao señala que éste es un aspecto del desarrollo del capitalismo en China. “Hay otro aspecto que
es concomitante con el primero y que, a la vez, lo obstaculiza: la colusión del imperialismo con las
fuerzas feudales chinas para impedir el desarrollo del capitalismo chino” (1976: 322). Este análisis, que
puede parecer contradictorio, expresa la dialéctica del capitalismo burocrático: por un lado un cierto
desarrollo capitalista y por el otro la pervivencia de relaciones semifeudales en la estructura económica
del país.
El capitalismo burocrático se desarrolla pero controlado por el imperialismo que le impide desarrollarse
a profundidad. “Al penetrar en nuestro país, las potencias imperialistas de ningún modo se proponían
transformar a la China feudal en una China capitalista. Su objetivo era todo lo contrario: hacer de ella
una semicolonia o colonia” (Ibíd.).
Tenemos entonces que el capitalismo burocrático evoluciona el país de colonia en semicolonia y de
feudal en semifeudal. Mao, para la sociedad china, resume de la siguiente manera: “…con su agresión
contra China, las potencias imperialistas, por una parte, han acelerado la desintegración de la sociedad
feudal china y el crecimiento de elementos de capitalismo, convirtiendo así la sociedad feudal en
semifeudal, y, por la otra, han impuesto sobre China su cruel dominación transformándola de país
independiente en país semicolonial y colonial” (Ibíd.: 324).
De esta forma podemos ver que el capitalismo burocrático es un concepto central que permite explicar
la formación social boliviana. Una breve revisión de nuestra historia muestra que en el siglo XIX,
cuando se funda Bolivia, reinaba la feudalidad en el campo y el imperialismo determinaba la vida del
9
país. Tuvieron que pasar más de 100 años (1952) para que estas relaciones evolucionaran. Hoy, a más
de 50 años de aquella “Revolución Nacional”, la semifeudalidad y el imperialismo siguen configurando
el particular tipo de capitalismo en el país.
Sobre la importancia de este concepto citamos las palabras de Rodríguez Acevedo que bien se aplican a
la realidad boliviana.
La tesis del capitalismo burocrático encierra una gran potencialidad explicativa para analizar
el proceso histórico contemporáneo de la Isla. Es indudable que la penetración imperialista
supone un impulso al limitado proceso de proletarización de la mano de obra que había tenido
lugar hasta ese momento. Este impulso –en la etapa de Desarrollo del capitalismo burocráticodará lugar al surgimiento de un creciente proletariado urbano y rural y, por tanto, supondrá el
significativo desarrollo de un cierto capitalismo en Tenerife. Pero también es verdad que la
generalización de ese cierto capitalismo se verá frenado por la fuerte pervivencia de relaciones
semiserviles con las que la terratenencia continuará explotando al campesino pobre de la Isla.
Ese cierto capitalismo, generado por el imperialismo y atado a la semifeudalidad, es lo que
denominamos Capitalismo Burocrático. (2008: 1230) [Resaltado en el original]
LA SEMIFEUDALIDAD RURAL: RELACIONES SOCIALES EN EL MINIFUNDIO
Diversas relaciones precapitalistas se desarrollan en la economía de los pequeños campesinos
propietarios. Estas relaciones se dan entre pequeños productores, fundamentalmente productores
minifundistas, que conviven en un proceso de diferenciación campesina con base en la concentración
de tierras. Está poco estudiada esta diferenciación en cifras debido a la inexistencia de un saneamiento
de tierras de minifundio desde 1953. En este panorama los campesinos entablan diferentes relaciones
como la aparcería, el ayni, la mink‟a o la faena en modalidades que distan de ser relaciones capitalistas
en el campo, y más bien contienen elementos de servidumbre o formas de trabajo no libre.
El trabajo al partir o aparcería8 conocido también en algunas zonas como waki es una relación
bastante generalizada en las zonas minifundistas y consiste en que un campesino pone la tierra y otro
pone el trabajo. Los insumos y maquinaria de producción varían según la tradición de la zona o por
acuerdo de ambas partes. Esta es una relación no capitalista heredada de la hacienda feudal y que
actualmente se expresa en varias modalidades, desde la más feudal en la que el propietario pone
solamente la tierra, hasta la forma en que el dueño coloca insumos y a veces maquinaria, lo que
representa una relación semifeudal.
Aunque se practica a veces entre campesinos que poseen igual cantidad de tierras, por lo general
representa una relación donde un campesino tiene más tierras de las que puede trabajar o tiene tierras y
no se dedica al cultivo, como el caso de los residentes o vecinos de la comunidad 9, frente a otro
campesino sin tierras o con tierras insuficientes para sobrevivir. Esto configura una dinámica de
diferenciación al interior de las comunidades.
8
Los datos sobre las relaciones sociales en minifundio como el trabajo en partida (aparcería), el ayni, la mink‟a, están
basados en trabajos de Perales (2008), Cantoral (2010) Ponencia en el Congreso de Sociología Rural, Cantoral y el trabajo
inédito s/f de Cantoral “Producción de papa en Cairoma: relaciones de producción, tecnología y adaptación climática” entre
otros.
9
Muchos estudios de caso señalan esta relación entre vecinos y comunarios. Los vecinos (conocidos también como
residentes) suelen ser personas con cierto poder local debido a linajes de los patrones o son personas que poseen mayor
cantidad de tierras en la comunidad, se han formado en las ciudades y desarrollan sus actividades principales fuera de la
comunidad. Por ello suelen entregar sus tierras al partir a otros campesinos y regresan al pueblo de tiempo en tiempo con
fines de control o para la cosecha que es donde recibirán la renta en producto.
10
La forma más común del trabajo al partir es la división a mitades. Esto significa que el dueño de la
tierra y el trabajador se dividen el costo de la semilla, los fertilizantes y el abono natural. No es común
pero puede darse alguna vez que el dueño de terreno coloque fuerza de trabajo en este proceso.
Generalmente es el aparcero el que coloca toda la fuerza de trabajo que se requiere en la producción,
incluido los arados de tiro. Cuando se usa tractor en algunas fases del proceso productivo se comparte
el gasto del uso o alquiler de la maquinaria.
El aparcero coloca la fuerza de trabajo durante todo el proceso, el dueño de la tierra suele contribuir
con fuerza de trabajo en la cosecha, aunque en algunos lugares no aporta en nada. El producto de la
cosecha se divide a mitades. En comunidades con tierras poco productivas se dan casos en que el dueño
de la tierra pone todo menos la fuerza de trabajo, ahí también la división de la cosecha es a mitades.
Otra modalidad más típicamente feudal es cuando el dueño sólo pone la tierra y el aparcero coloca
absolutamente todo lo demás, aquí el esfuerzo y la inversión recae con mayor fuerza sobre el aparcero,
sin embargo la cosecha se hace bajo la modalidad del dos por uno, dos surcos del terreno cosecha el
aparcero y un surco es para el dueño de la tierra.
Estas tres modalidades son las más practicadas aunque existen otras. No son modalidades fijas y
depende a veces del acuerdo al que llegan las partes, incluso los acuerdos previos pueden variar durante
el proceso de producción debido a alguna necesidad10. En estas zonas el trabajo al partir cumple la
función de acceder a tierras extra para el campesino que no las tiene y, por el otro lado, obtener una
renta en producto para los que tienen tierras y no las trabajan por diferentes razones 11. Siendo que no
son zonas de latifundio, la relación fundamental es entre pequeños campesinos que se adaptan a las
necesidades de los miembros de la comunidad, poseedores de cantidades variables de tierras que van
normalmente desde media hectárea hasta 5 o 10 hectáreas.
Existen también las llamadas relaciones comunitarias como el ayni y la mink‟a, claramente
sobrevivientes de la comunidad indígena, aunque modificadas y adaptadas a las necesidades del
mercado. El ayni consiste en el intercambio de trabajo equivalente, un campesino trabaja en la tierra del
otro que a su vez deberá devolver el trabajo en un futuro próximo, a simple solicitud y en condiciones
similares. El ayni supone una relación de igualdad y de cooperación que “resiste” a la penetración de
las relaciones mercantiles en la economía campesina, sin embargo su impacto se ve en la reducción del
valor de la fuerza de trabajo que sirve al mercado. La práctica del ayni se ha ido reduciendo a la familia
o a los parientes rituales (compadres). Algunos estudios antropológicos (Gose: 2001; Esteva: 1972) han
señalado que ésta es una relación equivalente y se realiza solamente entre comunarios y no entre
comunarios y vecinos.
Por su parte la mink‟a consiste en un trabajo a cambio de un pago en dinero y comida.
Tradicionalmente en esta relación el monto del dinero era simbólico, sin embargo hoy el pago
monetario es más significativo y por ello la mink‟a se asemeja más a un jornal en dinero (aunque en
ciertas temporadas se paga en producto). Esta relación al consistir en contrato de fuerza de trabajo
10
Escasez de algún insumo, variación de los costos de los mismos, etc.
Estas razones pueden ser que se tiene una cierta cantidad de tierras donde la fuerza de trabajo familiar no alcanza a
trabajar (caso de campesinos que han concentrado tierras en la comunidad); pueden ser también “vecinos” o campesinos
acomodados o aquellos que incursionaron en otras actividades (negocios, algún cargo en la alcaldía, etc.) y/o que ya no
viven en la comunidad; la incursión en nuevas actividades puede suceder incluso en aquellos que tienen pocas tierras; otro
caso bastante común es de las familias en decadencia, es decir, familias conformados por ancianos de los cuáles sus hijos
migraron a las ciudades (otro reflejo de la crisis del campo) y trabajan pequeñas parcelas o simplemente no pueden trabajar
la tierra y reciben del trabajo en partida una cierta cantidad de productos para su reproducción.
11
11
contiene elementos potenciales de explotación (Gose), es una relación que se ha ido adecuando a las
necesidades de la fuerza de trabajo y al mercado.
Si bien la mink‟a se parece a una relación de asalariamiento, esto no significa la aparición de obreros
asalariados. Estos jornaleros de mink‟a tienen como elemento fundamental de reproducción el trabajo
de sus tierras y la fuerza de trabajo familiar; el trabajo en el jornal es esporádico y por temporadas. El
pago que se recibe por jornal en el campo es muy ínfimo, incluso tratándose del pago a los trabajos
pesados. Los trabajos más livianos, como colocar la semilla a diferencia de arar la tierra, son menos
pagados. Cuando son niños los que trabajan el pago es mucho menor. El mejor pago del jornal en el
campo se equipara al pago que recibe un ayudante de cocina o limpieza en la ciudad o a la tercera o
cuarta parte de lo que gana un ayudante en la construcción.
Este ciclo del salario en las zonas de minifundio aparece en las épocas de preparación de la tierra,
siembra y el aporque; finalmente se vuelve a contratar fuerza de trabajo en la cosecha y se paga
principalmente en producto. El salario existente en estas zonas corresponde a una forma
complementaria en la reproducción de las familias campesinas, esto explica también la existencia de
pagos muy bajos. En general estas relaciones precapitalistas contribuyen a generar mano de obra barata
para las ciudades, las familias campesinas soportan el peso del mercado en la fuerza de trabajo familiar.
El trabajo de faena es también conocido como otra forma de trabajo comunitario. Originalmente está
concebida como un trabajo de solidaridad en la comunidad, por ejemplo limpiar las tomas de agua para
el riego de las parcelas es una forma tradicional en beneficio de toda la comunidad, sin embargo la
faena es bastante utilizada por instituciones estatales y ONG‟s para la ejecución de proyectos. El
“trabajo comunal” se constituye en contraparte de los proyectos de las organizaciones no
gubernamentales o instancias estatales (alcaldía o gobierno central) en la construcción de escuelas,
caminos y otros. Aquí se despliega trabajo gratuito de la comunidad. Así como la mita en la colonia fue
funcionalizada para la explotación minera, la faena ha sido cooptada por el Estado y las ONG‟s como
trabajo obligatorio o, caso contrario, trabajo repuesto por el pago de una multa equivalente a un jornal.
En las zonas minifundistas se practican también relaciones abiertamente servidumbrales, que recaen
especialmente en campesinos sin tierra y sin posibilidades de migrar a la ciudad. Suelen someterse a
esta relación los huérfanos de la comunidad y campesinos que migran dentro del área rural. La tenencia
de la tierra (hablando incluso de zonas de minifundio) juega un papel importante en esta relación.
Las personas en servidumbre ponen a disposición del patrón su fuerza de trabajo a cambio de comida,
techo y a veces algo de dinero. En algunos casos el patrón les da una pequeña parcela para producir. Si
bien aquí no existe un enganche por deudas y la persona se puede ir de la casa del patrón, se tejen
múltiples relaciones que lo atan al patrón, como promesas de que a futuro obtendrán un pedazo de
tierra en propiedad.
Respecto a esta relación, Alison Spedding, en un estudio en los Yungas, una zona cocalera altamente
integrada al mercado urbano, señala las características de “dependencia servil” de estas personas a las
que llama utawawa:
Utawawa es una persona sin tierras, que vive en la casa de otra persona, su utani. El utani le
da de comer, le provee de coca, y le paga algo de dinero; puede darle también tierras en
usufructo. A cambio de esto, el utawawa tiene que ayudar al utani en todos sus trabajos. Sólo
puede ayudar a otros con permiso del utani. También debe pedir permiso si quiere ir a otro
lado, por ejemplo a la feria del pueblo. Cuando ayuda a otros, recibe el jornal del mercado
12
libre, excepto en el caso que esté mandado a devolver aynis de su utani; en este caso no recibe
más que el salario que éste le proporciona, que suele ser reducido. (Spedding, 1994:80)
Esta definición del trabajo de servidumbre de los utawawas nos muestra varios elementos de las
relaciones semifeudales. Por un lado el hecho de ser personas sin tierra que se emplean en familias
acomodadas; la tenencia de la tierra se encuentra en la base de esta relación de servidumbre. Las
formas de pago del utani al utawawa en comida, casa, especie y algo de dinero, incluso un pedazo de
tierra para trabajar, sigue expresando características feudales a pesar de la presencia del dinero. El
pequeño salario recibido no satisface su reproducción, por lo que está lejos ser un jornalero capitalista,
su reproducción está supeditada a lo que el utani (patrón) le dé (en comida, casa, incluso ropa), en tanto
que el pequeño salario reducido le obliga a jornalear para otros con la finalidad de tener ingresos extras.
Se trata de un trabajo no libre en el sentido en que el utawawa tiene que pedir permiso para trabajar
para otros o para transitar por la comunidad, salir a otra comunidad o ir a la feria. El utawawa no
decide de manera libre, mientras viva bajo el techo del utani depende de éste. El utani dispone de la
fuerza de trabajo del utawawa cuando tiene que devolver un ayni, es decir que usa la fuerza de trabajo
del utawawa como algo de su propiedad y para pagar deudas.
La descripción de la investigadora, acerca de quiénes se someten a este tipo de relación, revela más su
condición de clase.
La mayoría de los utawawa son hombres solteros, sin padre o con muchos hermanos, que no
tienen posibilidades de heredar nada en su lugar de origen, y tampoco tienen habilidades o
conocimientos para irse a la ciudad. Otros son hombres viejos, solterones, separados o viudos.
Algunos son parejas sin hijos o con uno solo, o mujeres, con o sin hijos. (Ibíd.: 81) (Resaltado
nuestro)
Si bien Spedding señala que en esta zona (los Yungas) no existe minifundio, en el sentido de que los
comunarios tienen suficiente tierra para la reproducción familiar, tampoco es una zona de latifundio.
Los utawawas son principalmente migrantes que van a los Yungas debido a la dinámica comercial y
productiva de la zona. Una descripción de la relación de los utawawas y sus utanis nos muestra la
clarísima dependencia servil como herencia feudal.
Cuando la unidad doméstica tiene bastantes recursos para mantener otro adulto, reciben
mucho beneficio del utawawa porque no cuesta mucho más que su comida, aunque suelen
quejarse que los utawawa de hoy quieren pago para todo, hasta las medias jornadas, y
protestan de la cantidad de productos de autoconsumo que comen. Los utani demoran en
cancelar los jornales y los rebajan por conceptos como alquiler, si el utawawa tiene cuarto
aparte, o porque no avanzan y pasan demasiado tiempo en aculli12. A veces, en vez de pagarles,
se les da ropa, como se hace también con las empleadas en la ciudad. La gente dice de sus
enemigos que hacían trabajar un mes entero a un utawawa, sin darle comida, y luego lo
botaban con nada más que una chamarra barata. La tacañería de los utani conduce a los
utawawa a moverse de casa en casa. (Ibíd.: 82-83)
El hecho de que mantener otro adulto sea beneficioso para estas familias acomodadas explica cómo la
fuerza de trabajo en el campo reduce su valor. El beneficio está en tener servidumbre, los descuentos
por el cuarto aparte o el pago en ropa muestran que el pago del salario es en parte nominal y refleja
12
Periodo de descanso en el trabajo campesino cuando se mastica (acullica) coca.
13
ciertos niveles de enganche y endeudamiento. Estas condiciones permiten a los utani cometer abusos
como demorar el pago o no pagar jornal. Si el utawawa se mueve de casa en casa es el reflejo de que
así es la base de la producción campesina, incluso en zonas como los Yungas, donde las relaciones
mercantiles están altamente desarrolladas por su articulación al mercado y por su especialización de
productos para la ciudad (coca).
LA SEMIFEUDALIDAD RURAL: RELACIONES SOCIALES EN EL LATIFUNDIO
La realidad de las comunidades cautivas o familias empatronadas es otra vivencia de los indígenas
guaraníes bolivianos en la región del Chaco. En esta zona se consolidaron grandes terratenientes que
han mantenido prácticamente vivo el régimen de la hacienda semifeudal sometiendo a familias enteras
al empatronamiento. El Chaco es una región que hace parte de tres departamentos, Santa Cruz, Tarija y
Chuquisaca, en estas tierras se consolidó la propiedad terrateniente después de la Reforma Agraria de
1953.
El informe del Relator especial sobre la situación de los DDHH y las libertades fundamentales de los
indígenas, Rodolfo Stavenhagen, señala que “en el Chaco boliviano la población fue sometida a un
sistema de explotación y semiesclavitud en las grandes haciendas desde fines del siglo XIX. Más de 10
millones de las 13 millones de hectáreas de tierra que comprende esta región, territorio tradicional del
pueblo guaraní, fueron acaparadas sobre todo por ganaderos” (2007:20). El factor fundamental del
sometimiento a la servidumbre descansa en la consolidación de los terratenientes, como señala un
documento de trabajo del Servicio Alemán de Cooperación Social Técnica: “Esta forma local de
latifundio se sustenta en una alta concentración de tierras y en un uso prioritario de la fuerza laboral no
remunerada” (2008).
Esta situación de trabajo en la que se encuentran las familias guaraníes es conocida en la realidad
nacional como comunidades cautivas o comunidades empatronadas, ellas refieren a una situación
donde las familias guaraníes viven dentro de las haciendas agrícolas o ganaderas de los terratenientes,
trabajan en condiciones de superexplotación a cambio de comida, ropa, un pago ínfimo y una parcela.
El pago por jornada de trabajo no llega a dos dólares en el mejor de los casos, las tierras que se les da
son de las peores en términos de rendimiento, la jornada de trabajo es extenuante, el tránsito por la zona
no es permitido sin autorización, las mujeres y los niños hacen trabajo gratuito para el patrón. Los
peones trabajan a cuenta de lo que el hacendado les adelanta en ropa, comida, casa, el propio
hacendado les vende estas cosas y los engancha con una deuda que no pueden pagar. El terrateniente
está encargado incluso de la educación de sus peones, las escuelas están dentro de la hacienda y a veces
el propio patrón imparte las clases y es remunerado por el Estado.
Los intentos de organización de los peones son reprimidos por los hacendados, que han creado un
poder político local apoyado en entidades estatales, como la alcaldía, la gobernación, la policía, entre
otros. Cuando un campesino guaraní trata de afiliarse a la organización campesina en las comunidades
“libres” es expulsado de la hacienda incluso separándolo de su familia. En casos más agudos los
terratenientes se han enfrentado armadamente las acciones políticas de los dirigentes sindicales para
acabar con esta situación. La existencia de un verdadero poder gamonal es evidente.
El sistema de empatronamiento refleja con claridad la supervivencia de las relaciones feudales y
semifeudales, la presencia del dinero en realidad es un barniz de las relaciones feudales y marcan cierta
evolución de las viejas relaciones. Veinte años atrás los terratenientes no pagaban dinero:
14
Existen testimonios de los años noventa de casos en los que los trabajadores no recibían pago
monetario alguno. El pago se recibía en alimentos, coca, alcohol, yerba mate u otros. El patrón
se responsabilizaba de los trabajadores y también, en caso se enfermasen, les proporcionaba
medicamentos y al final del año como pago adicional, recibían un pantalón, una camisa y un
sombrero. Aunque estos casos aún se reproducen, lo más probable es que sea una minoría de
hacendados los que no den a los guaraníes pago alguno. Aunque no ha sido hasta de manera
relativamente reciente cuando los patrones han introducido el pago en jornal o dinero, este
hecho les ha permitido utilizarlo como argumento para defenderse de quienes los caracterizan
como esclavistas. En todo caso, aunque la práctica de la remuneración monetaria parece que
existe en la mayoría de las situaciones, esta se puede considerar que tiene un carácter más bien
simbólico, dado que de forma arbitraria, los salarios son sumamente bajos, las deudas muy
altas y durante casi todo el año la abrumadora mayoría de los guaraníes viven endeudados.
(Bedoya y Bedoya; 2005: 54)
La introducción del pago en dinero aparece como una estrategia para disfrazar el régimen de
servidumbre y no como un quiebre de las viejas relaciones en función de la creación de un
asalariamiento capitalista. A la vez es también una estrategia para atraer mano de obra, en particular la
que se encuentra fuera de la hacienda:
Un dirigente guaraní… explicó que en general, cuando el patrón hacendado paga a sus
trabajadores, lo hace porque muchos de ellos residen fuera de la hacienda, o en el límite o al
borde de la misma, por lo que el referido patrón necesita atraer a sus trabajadores. Sin
embargo ello no excluye el peonaje por deudas. El indicado dirigente también señala que entre
los campesinos que residen dentro de los límites de la hacienda suelen ser más frecuentes los
casos de jornales sumamente bajos o casi inexistentes. (Ibíd.).
Un informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos publicada el 2009 narra testimonios
sobre lo bajo que pueden llegar a ser los salarios.
Según una mujer guaraní que estuvo sometida a esas condiciones [de empatronamiento] tenía
que trabajar de 6 de la mañana al anochecer aún cuando estuvieran enfermos y siempre le
pagaron 2 bolivianos por su trabajo. (CIDH: 2009a:35)
Como se puede apreciar aquí este salario (2 Bolivianos) es solamente simbólico (equivale a 5 panes) y
no tiene casi ningún peso en su subsistencia. Otros informes y testimonios dan cuenta de que el salario
del varón fluctúa entre los 10 y 15 Bolivianos. Este jornal por debajo de las normas legales refleja el
grado de sobreexplotación de la fuerza de trabajo del campesino. La larga jornada de trabajo también es
otra forma de sobreexplotación.
El maltrato dado por los hacendados incluye también castigos corporales al estilo de las viejas
haciendas coloniales.
Los testimonios recogidos durante las visitas del 2006 y 2008, continúan evidenciando el
maltrato físico de guaraníes mediante "huasqueadas" (latigazos), quema de sus cultivos y
muerte de sus animales como castigo por “desobediencia” o por querer terminar la relación
servidumbral. Esta situación ha sido corroborada por las respuestas de algunos propietarios
que fueron cuestionados al respecto y que expresaron que los guaraníes no tienen iniciativa
para nada y que hay que “aguijonearlos” para que trabajen. (CIDH: 2009b: 41).
15
El maltrato físico es el primer eslabón del poder gamonal que se aplica directamente al campesino para
exprimir la fuerza de trabajo despojada de todo derecho. Otro elemento que refuerza esta dependencia
es la falta de libertad para transitar los caminos, los terratenientes ejercen control sobre estos aduciendo
que están en su propiedad. La CIDH constató que los caminos se encuentran “trancados” con candado,
los terratenientes alegan que son dueños de estos caminos.
Por otra parte, los testimonios recogidos de miembros de las comunidades guaraníes también
se refieren al hecho de que no se les permite trasladarse de un lugar a otro, dado que los únicos
caminos existentes en la zona para acceder a la vía pública son “trancados con candados o con
portones” por los patrones. (Ibíd.).
El endeudamiento como elemento de coacción refuerza el lazo de servidumbre y empatronamiento, el
“salario” es muchas veces un formalismo en la contabilidad del hacendado.
La situación de endeudamiento se genera mediante el registro que tienen los patrones de sus
trabajadores en un cuaderno donde anotan su nombre, las actividades que realizan, los
adelantos entregados en especie o el dinero que se entrega en pago al trabajo desarrollado.
Este cuaderno es el único documento para realizar los “arreglos” que se efectúan y, en casi
todos los casos, los trabajadores resultan debiéndole al patrón (CIDH; 2009a: 37)
El mecanismo de la deuda ha sido un elemento central para retener la fuerza de trabajo, el terrateniente
usa la estafa para acrecentar la deuda del campesino y así estrechar el lazo de la servidumbre. Varios
testimonios recogidos por la OIT y la CIDH señalan esto, aquí colocamos un testimonio recogido en un
periódico de Santa Cruz.
Un bolo de coca en la boca es el único aliciente que tiene Marcos M. (20) para empezar a
trabajar, desde las 6:00 hasta las 17:00. Está resignado porque sabe que su sacrificio no vale
un peso, pues según su „patrón‟ tiene una deuda que pagar por los tres meses que estuvo
inhabilitado por la lesión que sufrió en su tobillo izquierdo, cuando estaba en la cosecha. (El
Deber, 11/01/2004 En: Bedoya y Bedoya)
Esta es una de las formas usuales en que los hacendados acrecientan la deuda de sus trabajadores,
descuentos por comida, por enfermedad, por perdida de algún bien, etcétera, todo pasa a engrosar la
lista de deudas que el campesino tiene con el patrón. Esta forma de sometimiento sucede con los
peones dentro de la hacienda pero también con los peones temporales llamados mozos.
Xavier Albó señala que los trabajadores temporales en la hacienda que hacen de vaqueros, conocidos
como mozos, también son retenidos por deuda:
El patrón para evitar que abandonen la hacienda ganadera, mantiene una deuda permanente
con ellos, puesto que nunca les termina de pagar lo acordado. Algunos patrones dan comida a
los mozos en sus propias casas, otros les entregan víveres (maíz, azúcar, sal, etc.) puesto que
los mozos no tienen parcelas propias en el interior del fundo ganadero, además cada mozo
recibe como pago adicional una cabeza de ganado al año y leche de una ordeñada al mes. Las
esposas de los mozos suelen trabajar de cocineras de los patrones. (Albó en: Bedoya y Bedoya:
52)
Como podemos ver aquí el sistema de endeudamiento se practica no solo con los peones permanentes
que viven cautivos o empatronados sino también con los peones temporales, a los que algunos
16
estudiosos han calificado como proletarios del campo. Esta forma de retención por la deuda implica
otra forma de trabajo no libre, que se refuerza con el trabajo gratuito (servidumbral) de la esposa del
vaquero. En departamentos como el Beni y Pando, los informes de derechos humanos han denunciado
la explotación del trabajo infantil y de la mujer en las haciendas ganaderas, se contrata al varón para
vaquero, éste va con su familia a la estancia ganadera y trabaja en algunas actividades de la hacienda.
El patrón no reconoce el trabajo de la esposa y los hijos por considerarlos como una ayuda al vaquero,
en fin se trata de trabajo de servidumbre “oculto” dentro de la relación salarial del patrón y el vaquero.
Un sinnúmero de otras relaciones refuerzan la relación servidumbral en las comunidades cautivas. Los
terratenientes suelen entablar relaciones de compadrazgo con sus “cautivos” con el fin de atarlos más al
trabajo de la hacienda “se observa que los trabajadores de las haciendas se dirigen usualmente a sus
patrones como „papi‟ o „mami‟. Ello describe en gran medida el tipo de relaciones verticales que
existen entre hacendados y trabajadores, pero también es un reflejo lingüístico de que dichas relaciones
verticales se encuentran influidas por comportamientos paternalistas” (Bedoya y Bedoya: 54).
Otro elemento que refuerza estos lazos es la educación. En manos de los hacendados, la educación
reafirma los roles sociales que cumple cada quien en la sociedad como señalaba Healy, los
terratenientes reproducen la idea de que ellos nacieron para dirigir y los guaraníes para trabajar, así van
los guaraníes van “aprendiendo” desde pequeños cuál es su rol en este mundo.
Las organizaciones de derechos humanos y las misiones internacionales afirman que uno de los
principales problemas es la ausencia del Estado y la falta de aplicación de las leyes laborales. En
realidad los terratenientes se consolidaron por la propia acción del Estado, se convirtieron en la
representación local del Estado y tienen el control de las instituciones municipales, judiciales,
policiales, todo un sistema gamonal (o caciquil). Este poder político, articulado con la propiedad de la
tierra, cae sobre las espaldas del campesino sometiéndolo a la servidumbre.
La OIT calcula que entre 5.000 y 7.000 personas están sometidas a este régimen. La Cooperación
Alemana, citando cifras del Proyecto para la Liberación de las Comunidades Cautivas Empatronadas
Guaraníes, de la Asamblea del Pueblo Guaraní (consideradas cifras serias), calcula que en el Chaco de
Santa Cruz y Chuquisaca existen al menos 1.049 familias empatronadas, si multiplicamos esa cifra por
un promedio modesto de 5 personas por familia, tenemos más de 5.200 personas, sin tener datos del
Chaco tarijeño.
Enganche por deudas en la zafra de la caña y la castaña
La producción azucarera y castañera en Bolivia es vista como parte de la agroindustria del país,
sinónimo del exitoso desarrollo capitalista en la agricultura. Volúmenes de producción, cantidades de
dinero en transacciones, porcentaje de aporte al PIB, entre otras, son las razones principales para
señalar que las relaciones atrasadas se acabaron en el campo y se ha concretado la vía junker en la
agricultura en la zona oriental13.
Sin embargo una revisión a las relaciones sociales en la zafra azucarera y castañera muestra una
semifeudalidad persistente, en particular en las formas de enganche de la fuerza de trabajo a través del
“habilito”, sistema que consiste en el adelanto de dinero al trabajador para asegurar su fuerza de
trabajo.
13
Véase el trabajo de Enrique Ormachea Saavedra (2008)
17
El enganche consiste en la utilización de intermediarios contratistas con el objetivo de reclutar
trabajadores. Inicialmente el contratista –también denominado enganchador o “negrero”recibe un dinero de una empresa en Santa Cruz para reclutar trabajadores en otras regiones
del país (Chuquisaca, Potosí y otras) y, en menor medida, en zonas del Departamento de Santa
Cruz. (Bedoya y Bedoya; 1)
Este sistema conecta a trabajadores de zonas de minifundio y los integra a las tierras latifundistas en el
oriente. En muchos casos existe un subcontratista, es decir dependiente del contratista, esto evita la
relación directa entre la empresa y los trabajadores. La empresa suele tener un contrato con el
contratista a quien adelanta el dinero, el contratista y los subcontratistas tienen acuerdos verbales, y por
último los subcontratistas van en busca de peones a quienes engancharán con el “habilito”.
El subcontratista recluta al campesino a través de un adelanto en dinero para trabajar en la zafra, en
muchas ocasiones el campesino no sabe a qué tierras irá. Muchos de estos enganchadores suelen añadir
un interés del 10% por el adelanto que entregan al campesino, esto va acrecentando la deuda desde el
principio. El adelanto genera automáticamente una obligación ineludible, una vez aceptado el adelanto
tiene que cumplir el compromiso. Los enganchadores suelen ir a los pueblos en épocas de carnaval o de
fiestas a reclutar gente, saben por experiencia que en esas fechas los campesinos necesitan dinero.
Cuando el campesino llega a la zafra, normalmente no tiene dinero, lo que le obliga a pedir otro
adelanto para sus primeros gastos así como para los de su familia. En la gran mayoría de casos (un 85%
según Bedoya y Bedoya) el campesino va acompañado de su familia, esposa e hijos, a la zafra de
azúcar dura entre 7 y 8 meses.
Para completar el círculo, el enganchador es el dueño de la tienda o pulpería que provee productos al
trabajador en la zafra y su familia, de esta forma la deuda se acrecienta igual que la dependencia al
enganchador.
Aunque el régimen de servidumbre de la goma duró hasta mediados del siglo XIX, estas formas de
enganche de la fuerza de trabajo no han variado mucho hasta ahora. Este sistema de enganche por
deudas implica relaciones de dependencia que limitan la libertad de los trabajadores, una vez
comprometidos con el habilito, ellos pierden la opción de vender su fuerza de trabajo a otra persona por
un mejor pago. La única forma que tienen para librarse de la obligación contraída es cumpliendo con el
trabajo y pagando la deuda. La existencia del salario se ve relativizada por los descuentos que hace el
enganchador en su libro de contabilidad, muchas veces la deuda generada es tan grande que el salario
resultante es ínfimo.
El trabajo de la familia, la esposa e hijos, no es reconocido por el contratista, este trabajo es gratuito o
no remunerado y visto como “ayuda al esposo”, esto implica una sobre explotación de la fuerza de
trabajo.
Se trata de un sistema que conviene a las empresas porque así no adquieren responsabilidades sobre los
trabajadores, y conviene a los intermediarios que se benefician del trabajo gratuito y la sobre
explotación de los peones. Si bien el peso cae sobre las espaldas de los zafreros, el habilito es una
costumbre generalizada y nadie trabajará si no se le adelanta una cantidad de dinero. Los pobladores
del norte amazónico ven incluso en este sistema una ocasión para resolver algún problema urgente,
aunque después tengan que pagar en condiciones de servidumbre este adelanto.
18
Un estudio de Humberto Rodríguez Pastor (1989) sobre la migración china al Perú en el siglo XIX
describe las mismas características del enganche de chinos en las haciendas algodoneras de la costa
peruana: adelantos de dinero para el trabajo de peón, porcentaje de ganancias según cantidad de
enganchados para el contratista, responsabilidad del contratista sobre los trabajadores enganchados,
utilización de subcontratistas para enganchar trabajadores, derecho del contratista de hacer comercio
entre la gente que engancha, aquí incluso los contratistas tuvieron el monopolio de la venta de opio a
los chinos. Estas características son bastante parecidas a las relaciones que tienen los obreros
enganchados en la zafra del azúcar en el departamento de Santa Cruz.
En la zafra cruceña el endeudamiento alcanza también a peones no enganchados, es decir, peones que
se presentan voluntariamente a la zafra, estos empiezan a endeudarse sacando productos de las tiendas
del enganchador.
Existen otros elementos adicionales de coacción, según el estudio de Bedoya, para retener la mano de
obra. En su investigación, un cuaderno de anotaciones de un enganchador consigna una retención de
dinero, aparte de la deuda del trabajador, de un 30% a 50% en calidad de “ahorro”. El argumento es
que el campesino pueda tener un “nivel de ahorro luego de su paso por la empresa”. Esta retención no
es otra cosa que la forma de asegurarse de que la fuerza de trabajo, de la cual gana comisión, trabaje
hasta el final de la temporada. En caso de querer marcharse, en el trabajador se cierne la amenaza de no
recibir el “ahorro”. Este mecanismo actúa como coacción extraeconómica para atar, reforzar la
dependencia, de la fuerza de trabajo del zafrero al enganchador.
Otro elemento de retención de la fuerza de trabajo es el alargamiento del pago por el trabajo realizado,
este atraso en el pago hace que el campesino no pueda irse a su región hasta terminar el trabajo. Otros
elementos más abiertos son la especificación en el contrato de la obligación de quedarse en el lugar de
trabajo hasta terminar el periodo de la zafra o la amenaza, también establecida como cláusula de
contrato, de que en caso el trabajador no cubra las deudas contraídas, “el garante será quien asuma esta
obligación cubriendo los mismos con sus garantías prendarias dejadas en la empresa o campamento”
(Op. Cit, 13).
Todos estos elementos son parte de la coacción extraeconómica en el trabajo de la zafra azucarera
cruceña. Según Bedoya y Bedoya, aproximadamente 21 mil personas se convierten en “peones por
deuda” cada año en la zafra.
Las características de la zafra castañera en el norte amazónico son similares a la zafra azucarera. El
“habilito” es su principal forma de enganche y el endeudamiento de los zafreros se constituye en la
principal forma de retención de la mano de obra.
Algunos autores como Stoian (2000) y Bojanic (2001) señalan que ya no existe trabajo forzoso en la
zafra castañera y que la racionalidad del habilito, como endeudamiento, ya no es algo real. Sin
embargo, señala Bedoya y Bedoya que estudios de campo de investigaciones en la zona dan otros
resultados:
El patrón… depende en gran medida de la mano de obra barata. Necesita darles a los
trabajadores incentivos para que permanezcan en la barraca o impedir su salida de alguna
forma, por ejemplo, logrando que ellos se endeuden con él. El sistema de habilitación todavía
funciona bien para este propósito, porque la remota barraca permanece casi completamente
aislada de los centros urbanos y el patrón puede ejercer un buen control del transporte de los
productos extractivos salientes y de la entrada de productos alimenticios. Todo el sistema está
19
basado en hacer que los trabajadores se endeuden con él, o en hacerlos pensar que lo están.
(Henkemans 2001: En Bedoya y Bedoya: 24).
De igual manera se registra el reclamo de los trabajadores zafreros en el año 2000 de una queja a la
Defensoría del Pueblo:
La entrega de alimentos registrados sólo por el empleador o barraquero sin ningún control o
constancia por nuestra parte, se ha convertido en una forma de endeudamiento progresivo
difícil de frenar y casi imposible de pagar si se tiene en cuenta el precio y la falta de control en
cantidad de almendra recibida por el empleador o barraquero. (Ibíd.)
El endeudamiento sigue siendo una forma eficaz de retención de mano de obra. Aunque en estas zonas
no se hereda la deuda, el propio endeudamiento y las condiciones de trabajo bajo el control del
contratista que actúa como agente de las empresas (que muchas veces son a la vez dueñas de grandes
tierras) generan formas de trabajo no libres.
Trabajo en las estancias ganaderas
La ganadería y la actividad castañera son las actividades principales en el departamento del Beni. Las
estancias ganaderas ocupan cerca del 40% de la mano de obra de la población de manera directa e
indirecta (Aguilera en: Defensor del Pueblo, 2008) y aportan el 40% al consumo nacional de carne.
Los peones de las estancias ganaderas, también conocidos como mozos, son los trabajadores que en
mayor cantidad participan en esta actividad de manera directa. No existen muchos estudios sobre las
condiciones en las que trabajan. El habilito sigue siendo el instrumento de retención de fuerza de
trabajo que atrae consigo al peón y su familia en relaciones de trabajo gratuito.
En la ganadería se conserva la institución heredada de la explotación del caucho, es decir el
habilito, que consiste en que el trabajador camba, para trabajar pide primero una cantidad
adelantada de dinero, lo que le ocasiona un déficit económico inicial que luego no puede
nivelar en el corto tiempo. Esta situación acarrea el mayor número de conflictos y demandas
policiales por incumplimiento de contrato, por ello para conseguir mayor estabilidad laboral,
el contratista prefiere que el trabajador lleve a su familia lo que implica que puede usar la
fuerza de trabajo de la mujer en la cocina, la limpieza del lugar, el cuidado de los animales
domésticos y otros oficios sin remuneración. (Rea en: Defensor del Pueblo, 2008: 97)
El ganadero consigue peones a través de avisos en la radio o la televisión e inmediatamente la relación
laboral se da en esta forma tradicional del habilito, es decir del adelanto que supone el endeudamiento.
El adelanto se hace generalmente por tres meses, los contratos son verbales y muchas veces no se
especifica con claridad el monto del sueldo ni las obligaciones del vaquero.
Las condiciones geográfico-espaciales juegan un rol específico en la realización del habilito, la falta de
mercados en las estancias condiciona a que el trabajador pida el adelanto y compre productos de
primera necesidad para dejarlos a su familia. Para el ganadero, el adelanto es una necesidad para
retener la mano de obra, aunque no elimina el recelo de que el trabajador no asista al trabajo o se
escape luego de trabajar un tiempo corto.
De ahí la exigencia de que el trabajador vaya con su familia a la estancia ganadera. Una vez más la
intención del ganadero es retener la fuerza de trabajo, garantizar que su inversión no se pierda, esto se
presta a la sobre explotación del trabajo y a la exacción de trabajo gratuito de la esposa y los hijos.
20
El pago del salario no es mensual (fin de mes), dentro de este sistema de empadronamiento
funciona el “anticipo” y los “arreglos”, recibe un anticipo de dos a tres sueldos (Bs. 1500),
con este monto se instala y cubre algunas necesidades familiares, a partir de este momento el
trabajador contrae una deuda, adquiere una obligación con el empleador, la célula familiar
(esposa e hijos) ingresa en la espiral de los “anticipos”, estos montos desembolsa el patrón de
acuerdo a los requerimientos del trabajador y en la medida de sus posibilidades económicas de
disposición en efectivo en ese momento; por tanto el salario, cancela en cómodas cuotas, los
montos más fuertes de “anticipo” desembolsa para la fiesta del pueblo donde acude el
trabajador a divertirse y celebrar un hecho cultural y costumbrista donde dispone de sus pocos
recursos económicos (Informe de campo de un técnico del Defensor del Pueblo, noviembre
2007) (Ibíd.: 45)
Los ganaderos dan una ración de alimentos a los peones y sus familias que consiste en carne, leche,
azúcar, harina, manteca, fideo, jabón, entre otros alimentos. Los peones se quejan constantemente de
que esta dotación no les alcanza. Esto lleva a que los trabajadores pacten ciertos arreglos que consisten
en adquirir ciertos productos o necesidades extras. Según el Defensor del Pueblo:
Los „arreglos‟ constituyen una práctica tradicional que vulnera toda norma legal. Usualmente
a fin de año el empleador lleva su libro de anotación, así como algunos trabajadores cuentan
con el suyo para poder contrastar, y quien se lleva la peor parte es el trabajador debido a los
altos costos de los alimentos entregados por el empleador, así como las enfermedades de la
pareja e hijos que hubiera soportado el trabajador, su líquido pagable será de unos centavos o
saldrá con alguna deuda para ser cubierta mediante su propio trabajo. (Ibíd., 264)
El patrón tiene el control de la entrega de alimentos y medicinas. Si el peón no quisiera comprar de la
tienda del patrón y hacerlo en los pueblos cercanos, es también el patrón o el administrador quien
deberá traer el producto teniendo la opción de colocar el precio que le parezca. De esta forma estos
arreglos refuerzan el endeudamiento y la dependencia servil del peón.
La dotación de alimentos en realidad figura como pago en especie por el trabajo del mozo, sumados a
los adelantos en productos, el salario a veces llega a ser nominal. Esto está prohibido en la legislación
boliviana pero así funciona la estancia ganadera, como muchos de los trabajos en las zonas
latifundistas. Una buena cantidad de quejas de los trabajadores en las estancias es el bajo salario, sin
embargo las oportunidades de trabajo en el departamento tampoco son muchas.
[N]o es porque nos guste que nos paguen un sueldo bajo, es por la necesidad, la mayoría en las
estancias, nuestras mujeres no ganan, ni nuestros hijos, salen de nuestros sueldos, habemos
trabajadores que trabajamos 4 y 5 años y no tenemos beneficios, es la verdad, así sea que no
les guste a los patrones, la verdad hay que decirla (trabajador, San Ramón). (Ibíd.: 109-110)
Los testimonios en el trabajo de investigación de la Defensoría muestran que un 57.9% de trabajadores
se queja por los bajos salarios y un 45% de encuestados gana menos del salario mínimo nacional (Bs.
525). El ganadero justifica este bajo salario aduciendo que otorga dotaciones de alimentos, es decir,
reconoce que hay pago en alimentos. El salario bajo y la dotación precaria se correlacionan con el
habilito y los arreglos, así funciona el sistema en la ganadería.
La ambigüedad en los contratos verbales (que son la mayoría) es otra característica en las estancias
ganaderas:
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[H]ace 10 años yo entré a trabajar, ganando 450 bolivianos, ahora no he arreglado mi cuenta,
no sé cuánto estoy ganando, más o menos 100 dólares, o sea yo ganaba 450 cuando recién me
vine, hace 10 años atrás, o sea me daban cinco torillos, cada año (trabajador de estancia,
Santa Ana) (106).
En esta relación ambigua el ganadero tiene el mando, éste fija el salario del peón de manera unilateral y
también las condiciones. La queja de los peones siempre es porque este salario es realmente bajo.
A esto se debe añadir, como en casos anteriores, el trabajo de la esposa y los hijos, trabajo que no es
remunerado a pesar de que muchas veces consiste en trabajo directo para el patrón. Diversos
testimonios resaltan esta situación, el trabajo impago revela las relaciones servidumbrales.
[M]i esposa no ganaba ni un sueldo, a pesar que ella era pa‟todo, era cocinera, nunca
reconoció nada, gratis trabajaba, atender, lavar ropa, yo ganaba 500 bolivianos mensual, hay
explotación en las estancias, yo he visto casos, por eso me he decidido ya no trabajar, yo mismo
vine a mi comunidad a trabajar mis tierras (trabajador de estancia Exaltación)
[Y]o cocino aquí, cuando ellos vienen yo trabajo, es sacudida la cosa, los atiendo a toditos,
cuando vienen de otras estancias también se les da, yo cocino, en el caso del alimento nos dan
2 arrobitas de harina, de ahí nos dan 15 bolsas de azúcar de kilo para un mes, pero no nos da
pues, ellos mismos y nos traen para ellos, no alcanza (mujer trabajadora, esposa, Exaltación)
[Q]ué va dar para ahorro con esa economía, con esta crisis que hay, yo le digo a mi marido,
todo caro, todo sube, menos el trabajo, cuesta que salgan las mujeres, cada año, tienen que
pedir permisos al patrón, como si ganara, a qué va ir, cuánto tiempo va estar, por qué va ir, yo
lo que quería era hacerme ver, sólo había paracetamol en la estancia (mujer trabajadora,
esposa, Santa Ana)
El trabajo de la mujer y de los niños es gratuito en beneficio del ganadero, aparte de cocina y limpieza
de la casa grande (del patrón), la mujer y los niños cuidan los animales domésticos y los animales
pequeños. También se puede ver el control que ejerce el patrón sobre la mujer, cuando ella no ha hecho
contrato con éste. La investigación del Defensor del Pueblo concluye que se trata de una relación de
semiservidumbre.
Finalmente, los intentos de organización de los trabajadores en las haciendas se ven dificultados por las
distancias que existen entre las estancias, por el desconocimiento de sus derechos y por la presión de
los ganaderos para evitar su organización. Cuando los trabajadores buscan instituciones que le brinden
justicia ante un atropello, se topan con el poder gamonal (caciquil) de los ganaderos.
Además hay que tomar en cuenta las características de los servidores públicos y sus
articulaciones con otros intereses corporativos, que generalmente responden a las partes
patronales por una serie de factores, entre ellos su propia pertenencia a ese sector social. Por
ejemplo actualmente entre autoridades locales estatales se interponen ambos roles, de tal
manera que a veces hablan como autoridades estatales y luego como actores ganaderos. No se
puede olvidar que las redes sociales entre autoridades judiciales y funcionarios administrativos
en los niveles locales son fuertes, hecho que de alguna forma condiciona las actuaciones en los
momentos de ejercer competencias jurídicas, situación que no se puede desconocer si se
22
observa la forma en que la acción política incide en el comportamiento de la función pública,
sobre todo con la lealtad por los favores recibidos. (Ibíd.: 151)
Este poder local que se erige en función del sector dominante, los ganaderos, no es otra cosa que el
gamonalismo. Este poder se ha construido en base a las relaciones antiguas con el Estado, incluso
generando nuevas normas y costumbres al margen de las leyes nacionales. Si bien aparece como un
abuso debido a la ausencia del Estado, ha sido el Estado quien ha permitido históricamente su
consolidación.
Estas relaciones tienen como elemento central la propiedad, en este caso propiedad ganadera. Según
Tatiana Paniagua, el 43,73% del hato ganadero se encuentra en el 5,11% de grandes y medianos
propietarios. La relación propiedad ganadera (y por tanto de grandes extensiones de tierra) con el poder
gamonal imponen la sobreexplotación y el trabajo servidumbral de los peones y sus familias.
Los casos vistos señalan un panorama sobre la dinámica agraria en el país: Diferencias grandes en la
tenencia de la tierra que muestran la vigencia del problema de la tierra; existencia de relaciones sociales
precapitalistas; relaciones de servidumbre asociadas a la gran propiedad y al poder del gamonalismo.
En grados diversos que van de mayor atraso a mayor evolución estas relaciones se encuentran incluso
en las zonas de mayor desarrollo capitalista que tiene la producción agraria del país. La dinámica de la
semifeudalidad como base de las relaciones capitalistas revela cómo funciona el capitalismo
burocrático en el campo.
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