EN TORNO A LA BURLA DE LOS LINAJES Alfredo Hermenegildo

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EN TORNO A LA BURLA DE LOS LINAJES
Alfredo Hermenegildo
Université de Montréal
La transformación de la sociedad española en los finales de la Edad
Media produjo una gran tensión, ya estudiada repetidas veces, entre los
marranos y los cristianos lindos. La tirantez social aparece concretada en
la preocupación por el linaje y en la necesidad constante que un buen
número de españoles tuvieron de justificar y demostrar la pureza de su
genealogía. Nacen así los estatutos de limpieza de sangre, primero en
ciertas agrupaciones privadas –cofradías de Jaén, Colegio de San
Bartolomé de Salamanca y otros–, que se multiplicaron suficientemente
como “para que el Papa Nicolás V, en una bula muchas veces alegada
después [fechada el 24 de septiembre de 1449], prohibiera so pena de
excomunión que a los convertidos a nuestra santa fe católica se les
hiciera injuria de palabra o de obra, o se les apartara de los cargos y
dignidades, a las que los demás cristianos tienen acceso”.1 No voy a
insistir sobre el tema, que ya ha sido estudiado en detalle por Domínguez
Ortiz2 y Sicroff.3 El hecho evidente es que, a partir de esta primera mitad
1
.- Domínguez Ortiz, Antonio, La clase social de los conversos en Castilla en la Edad Moderna,
Madrid, Edic. C.S.I.C., 1955, p. 15.
2
.- Id.
3
.- Sicroff. Albert A., Les controverses des statuts de pureté de sang en Espagne du XVe au XVIIe
siècle, París, Ed. Marcel Didier, 1960.
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del siglo XV, se desencadena en España una preocupación creciente por
demostrar la limpieza de sangre. Aquellos que no lograban aclarar toda
posible duda, se veían excluidos de los cargos y dignidades, tanto
eclesiásticos como civiles. Los estatutos expulsaron de la sociedad a un
número considerable de españoles, creando así una serie de ciudadanos
de segunda categoría, de individuos marginados, que marcaron
profundamente la historia y la cultura de toda la península ibérica. Los
magistrales trabajos de Américo Castro siguen abriendo cada día nuevas
veredas para la investigación futura, y numerosos son ya los escritores
que pueden estudiarse en función de su pertenencia al grupo de los
“españoles al margen”.
Ante la marea que aumentaba, los conversos reaccionaron de
manera diferente según la época. En la primera mitad del siglo XVI,
muchos individuos de sangre mezclada, sobre todo de la clase clerical,
tuvieron la audacia de querer acabar con los estatutos. Todavía era
posible luchar con ciertas probabilidades de éxito. Pero el estatuto de la
Iglesia de Toledo, en 1547, y su aplicación vigorosa por el cardenal Juan
Martínez Silíceo, fue la derrota definitiva de los conversos y el anuncio
de que toda tentativa contra dichos estatutos era inútil. A partir de aquí,
los conversos intentará, no defenderse, sino ocultarse, camuflarse,
hacerse pasar por cristianos viejos. Y sólo encontraremos –Castro ha
señalado múltiples casos– entre ciertos cristianos nuevos alusiones
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críticas veladas y una actitud vital trágicamente condicionada por un
pesimismo irreparable.
La tendencia había empezado a manifestarse en el siglo XV y se
concretó, en literatura, en las obras de los primitivos autores dramáticos
castellanos (Juan del Encina, Lucas Fernández, Sánchez de Badajoz, y
otro muchos). Es el caso igualmente de muchas obras literarias de fines
del siglo XVI y, sobre todos, de ese prodigio llamado novela picaresca.
La reacción conversa, iniciada con las agresivas y esperanzadas burlas
del teatro primitivo, termina en la negrura y violencia de la picaresca
clásica (Mateo Alemán, Juan de Luna, Antonio Enríquez Gómez, etc.).
Puesto que la manifestación exterior de todo este conflicto es la
búsqueda y afirmación del propio linaje, vamos a estudiar en las páginas
que siguen de qué manera se presenta la preocupación por la sangre
limpia en estos dos momentos de la historia española del fines del siglo
XV y primera mitad del XVI por una parte, y de la segunda mitad del
XVI y primera del XVII por otra, utilizando como objeto de observación
dos formas literarias predilectas de los cristianos nuevos: el teatro y la
novela picaresca.
No es puro capricho ni falta de rigor histórico el recurrir a textos
literarios para estudiar el problema de la genealogía. El enfrentamiento
entre la masa de cristianos viejos y los conversos obligó a estos últimos a
defenderse. “Il n’y avait cependant aucun espoir de succès pour les
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Conversos –dice atinadamente Sicroff4– s’ils voulaient se défendre par
les armes. Ce fut la plume plus que l’épée qui leur fournit leur arme de
défense.” La mejor manera de analizar el problema del linaje en su
vertiente conversa es, precisamente, la que parte de las obras escritas por
los cristianos nuevos.
Veamos unas cuantas respuestas de conversos al interrogante de la
genealogía. Los Cartagena, todavía en el siglo XIV, no ocultaban su
origen judío y orgullosamente se decían descendientes de la Virgen
María.5 En el mismo sentido responde el converso Mosén Diego de
Valera a los que le preguntaban: “Si los convertidos a nuestra fe [la
cristiana] que según su ley o seta eran nobles retienen la nobleza de su
linaje después de cristianos, a esto respondo, que no solamente los tales
retienen la nobleza o fidalguía después de convertidos, antes digo que la
acrecientan.”6 Los vientos habían cambiado en la época del Emperador.
Ya no era posible alardear de sangre judía. Y Fray Antonio de Guevara,
muy preocupado, a pesar de los pesares, por la creación de su propio
lugar en la sociedad española, quiere echar tierra encima del problema de
los linajes. Márquez Villanueva ha recogido en su Espiritualidad y
4
.- Id., p. 36.
.- Véanse los trabajos de Cantera Burgos, Francisco, Los conversos Don Pablo de Santa María
y Don Alfonso de Cartagena, Madrid, 1942; y Cantera Burgos, Francisco, Alvar García de Santa
María y su familia de conversos. Historia de la judería de Burgos y de sus conversos más
egregios, Madrid, 1952.
6
.- Citado por Segundo Serrano Poncela, en El secreto de Melibea y otros ensayos, Madrid,
Taurus, 1959, p. 18.
5
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literatura en el siglo XVI7 una serie de citas tomadas del Libro llamado
Monte Calvario (Valladolid, 1545) del obispo de Mondoñedo. El mismo
crítico, al estudiar el tema de Santa Teresa y el linaje,8 ha puesto de
relieve ciertos pasajes donde la Santa de Ávila reacciona contra la
preocupación por la limpieza genealógica.
Entre el orgullo de los Cartagena y el escepticismo del soneto de
Quevedo, recogido por Américo Castro,9 van a aparecer los autores
dramáticos primitivos y los novelistas de la picaresca. Veamos cómo
enfocaron el problema del linaje.
El primer teatro castellano fue obra de conversos y sirvió de
plataforma para atacar al grupo campesino, tradicionalmente identificado
como cristiano viejo de limpia ejecutoria. En mi artículo Sobre la
dimensión social del teatro primitivo español,10 he analizado el carácter
denunciador de autos, farsas y églogas y he llegado a la conclusión de
que los escritores pusieron en escena a los detestados campesinos –
símbolos, repito, de los cristianos viejos– cargados de las conocidas
“virtudes” de la ignorancia, la brutalidad, la malevolencia, la
desconfianza y el orgullo de su linaje. John Lihani ha señalado
ligeramente el tema del orgullo del linaje entre los pastores: “It must be
7
.- Márquez Villanueva, Francisco, Espiritualidad y literatura en el siglo XVI, Madrid, Ed.
Alfaguara, 1968, p. 27.
8
.- Id., 143, 165, etc.
9
.- Castro, Américo, De la edad conflictiva. I. El drama de la Honra en España y en su
literatura, Madrid, Taurus, 1961, pp. 35-36.
10
.- Hermenegildo, Alfredo, Sobre la dimensión social del teatro primitivo español, en Prohemio,
II, 1971, pp. 23-50.
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remembered –dice11– that the shepherd’s paradoxical pride in his humble
family background was a bit of dramatic irony and was used by the
authors as a comic device to entertain their noble audiences.” También
W. S. Hendrix habla del tema de la genealogía en su estudio Some Native
Comic Types in the Early Spanish Drama.12 La ironía de la paradoja
señalada por Lihani no es suficiente explicación si se afirma que
solamente servía para “entertain their noble audiences”. En todo el teatro
primitivo hay numerosos casos –algunos ya han sido señalados, otros
no– en los que se pone en escena de forma profundamente ridícula el
tema del linaje, que era la gran preocupación de los españoles y, sobre
todo, la bête noire de los conversos. Los escritores colocan en el
escenario del ridículo a aquellos miembros de la sociedad que
representaban el grupo triunfante. El pastor-campesino del teatro
primitivo es, en ciertos aspectos, la encarnación misma del campesino
castellano, cristiano viejo orgulloso de su genealogía, del paso del siglo
XV al siglo XVI y de la primera mitad de esta centuria. Veamos algunos
de los casos más significativos. Un inventario completo del problema de
los linajes en el teatro primitivo establecería la profunda diferencia que
le separa del teatro de Lope de Vega, construido sobre los pilares que
sostenían la sociedad apasionada por la obsesión de las genealogías. Hoy
no hago más que iniciar el estudio para comparar sus resultados con los
11
.- Lihani, John, “Lucas Fernández and the evolution of the shepherd’s family pride in early
spanish drama”, en Hispanic Review, XXV, 1957, p. 252.
12
.- Hendrix, W. S., Some Native Comic Types in the Early Spanish Drama, Columbus, Ed. Ohio
State University, 1924.
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obtenidos al observar cómo se presenta el linaje en las novelas
picarescas.
En Juan del Encina no abunda la exhibición orgullosa de la
genealogía. Pero hay, a pesar de todo, una tendencia constante a
identificar como “hijo de” a pastores y otros personajes. En la Égloga de
Cristino y Febea se pone en escena a dos pastores pregonando su
filiación y lugar de nacimiento en los términos siguientes:
“Justino:
Cristino:
Justino:
¡Nómbrate, hi de cornudo!
qué, ¿estás mudo?
¡Suene, suene tu lugar!
¡La venta del Cagalar
el hijo de Pezteñudo!
¡Assí! pésete [san] Pego]
con el juego,
y al cuerpo de sus poderes.
¡Sepan, Cristino, quién eres!”13
El principio de la Égloga de Plácida y Victoriano ofrece la figura
de un ridículo pastor que ostenta vanagloriosamente el nombre de su
progenitor:
“Gil: Ya acá estoy;
mas, ¿vos no sabéys quién soy?
Pues Gil cestero me llamo,
porque labro cestería
este nombre, miafé, tengo.
13
.- Encina, Juan del, Églogas completas, Ed., pról. y notas de Humberto López Morales,
Madrid, Escelicer, 1968, páginas 239-240.
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8
Soy hijo de Juan García
y carillo de Mencía,
la mujer de Pero Luengo.”14
John Lihani, en el artículo citado,15 ha dado otros ejemplos de
Encina: “el padre de Gil Vaquero”, “el sobrino del herrero”, “el hijo del
meseguero”, “la sobrina del Crego”, “la hija del herrero”, etc., que no
hacen más que confirmar la tendencia de Encina a presentar pastores en
actitud de exhibir ridículamente los linajes campesinos.
Lucas Fernández16 es, sin duda ninguna, el dramaturgo primitivo en
cuya obra aparece de forma más patente la preocupación por el linaje. En
la Comedia de Bras Gil y Beringuella, el protagonista es insultado de
manera hiriente para él, que poco después va a exhibir toda su
genealogía:
“Juan Benito:
¡O hy de puta mestizo,
hijo de cabra y de erizo!”
Más tarde, encontraremos a Bras Gil demostrando a Juan Benito
que la calidad de su familia le hace digno de la mano de Beringuella,
nieta de este último:
“Bras Gil: Nieto so yo de Pascual
14
.- Id., p. 303.
.- Lihani, Op. cit., pp. 253-254.
16
.- Fernández, Lucas, Teatro selecto clásico, Ed., pról. y notas de Hermenegildo, Alfredo,
Madrid, Escelicer, 1972, p. 74.
15
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y aun hijo de Gil Gilete,
sobrino de Juan Jarrete
el que viue en Verrocal.
Papiharto y el Çancudo
son mis primos caronales,
y Juan de los Bodonales
y Antón Prauos Bollorudo.
Brasco Moro y el Papudo
también son de mi terruño;
y el crego de Viconuño
que es vn hombre bien sesudo,
Antón Sánchez Rabilero,
Juan Xabato el sabidor,
Assienso y Mingo el pastor,
Llázar Allonso el gaytero,
Juan Cuajar el viñadero,
Espulgazorras, Lloreinte,
Prauos, Pascual, y Bicente
y otros que contar no quiero.”17
Una vez que la grotesca prueba del linaje ha terminado, el viejo
Juan Benito retira las sospechas que tenía sobre la genealogía de Bras
Gil:
“Digo ya, pues su nacencia
fue tan buena y los sus hados;
para que sean desposados
yo de aquí les doy licencia.”18
17
18
.- Id., p. 78.
.- Id., p. 79.
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10
La Égloga o farsa del Nascimiento es otra de las obras en que
Lucas Fernández muestra su manera de pensar. En las líneas iniciales
dedicadas a presentar el argumento de la égloga, se señala claramente el
carácter ridículamente presuntuoso del pastor-campesino. “Entra primero
–dice19– Bonifacio alabándose y jatándose de ser zagal muy sabido y
muy polido y esforçado, y mañoso y de buen linaje.” Ya dentro del
cuerpo dramático, el autor pone en boca del pastor la exhibición de su
genealogía:
“Bonifacio: Yo soy hijo del herrero
de Rubiales,
y nieto del messeguero.
Prauos, Pascual y el gaytero
son mis deudos caronales.
Y aun es mi madre señora
la hermitaña de San Bricio.”20
Inmediatamente después, otro personaje aclarará la identidad y
condiciones de tal ermitaña: “gran embaydora”, “gran diabro”,
“encantadora”, “medio bruxa”, “vieja maldita”, “gran puta vieja”,21 etc.,
dando así la verdadera dimensión del absurdo vanagloriarse del pastor
“linajudo”.
Lucas Fernández puso, pues, en la picota del ridículo al campesino
cristiano viejo en trance de probar la limpieza de su genealogía. Esa fue
19
.- Id., p. 203.
.- Id., p. 210.
21
.- Id., pp. 210-211.
20
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su manera de defenderse con la pluma contra la agresividad de los
cristianos lindos. Hay, sin embargo, un par de pasajes en su teatro en que
la reacción de Lucas Fernández toma caminos diferentes. En la misma
Égloga o farsa, el personaje Gil defiende abiertamente la nobleza del
linaje judío. Hablan de la genealogía de Cristo:
“Macario:
Gil:
Dígote cierto, en verdá,
que viene por línea reta
del gran tribu de Judá.
¡A la hé, mia fe, digo, ha!
qu’essa es casta bien perheta.” 22
Con lo que vemos renacer un leve destello de la tendencia notada
entre los Cartagena de Burgos. No es ésta, sin embargo, la línea más
constante del pensar de Fernández, que oscila entre la burla descarada,
ya apuntada, y el deseo de llegar a constituir una sociedad en la que los
distintos orígenes raciales o religiosos no sirvan para separar sino para
unir. Este es el sentido de los versos siguientes, tomados de la misma
Égloga o farsa:
“Gil: Todos somos de vn terruño.
Baxos, altos y mayores,
pobres, ricos y señores
de Aldrán viene todo alcuño.” 23
22
23
.- Id., p. 222.
.- Id., p. 212.
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12
Si todos los hombres descienden de mismo Adán, cualquier
diferencia que pueda surgir es accidental. Lucas Fernández habla por
boca de Gil para tratar de convencer al pastor Bonifacio, testarudo y
ridículo, de lo absurdo de sus pretensiones. Es importante aclarar bien en
qué lugar del juego dramático se sitúa el portavoz del autor y el objeto –o
sujeto– censurado. En el teatro primitivo la burla de los linajes se hace
presentando en escena a uno o varios individuos campesinos –arquetipo
del cristiano viejo– exhibiendo sus genealogías orgullosamente. El autor
ridiculiza una costumbre y se mofa de los que creen en ella y la
practican. La técnica usada en la novela picaresca, en el otro extremo del
período elegido, será muy diferente.
El teatro de Bartolomé de Torres Naharro, tan profundamente
marcado por el conflicto socio-religioso que enfrentaba a unos españoles
contra otros, es también un excelente terreno para analizar el
comportamiento literario del problema de los linajes burlados. En
principio, abunda muchísimo la identificación de los pastores por su
filiación. La variedad de ejemplos –tomados siempre de situaciones y
contextos ridiculizadores– hace suponer las por otro lado conocidas
intenciones del autor. Veamos algunos casos. En la Comedia Aquilana,
Galterio habla de
“… Luzía,
la nieta de Antón García,
que tiene mil perfecciones,
y avn diz que siega en vn día
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13
más que dos buenos peones.”24
Y Dandario se refiera a
“la hija de Antón Frontino,
que se maja, en hen[d]o assí,
media carreta de lino.”25
En la Comedia Trophea, el pastor que hace el introito se refiere, al
contar sus aventuras amorosas, a “Marenilla, la hija del molinero”.26 La
misma identificación tiene lugar en el cuerpo de la obra, aunque ahora
está teñida del orgullo de la casta ridiculizado en estas piezas dramáticas.
Habla Juan Tomillo, pastor:
“sabé que soi Juan Tomillo,
nieto d’Andrés Bachiller.”27
El mismo tono tienen los pasajes siguientes de dicha Comedia
Trophea:
“Caxcoluzio:
24
Vuestra quillotra sabrá
que me llaman Caxcoluzio,
sobrino de Pero Suzio
que murió mil años ha.”28
.- Torres Naharro, Bartolomé de, Propalladia and other Works, Ed. by Joseph E. Gillet, II,
Bryn Mawr, 1946, p. 531.
25
.- Id.
26
.- Id., p. 84.
27
.- Id., p. 124.
28
.- Id., p. 125.
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“Mingo Oveja:
“Gil Bragado:
14
Señor, aqueste que os habra
porná por vos la pelleja;
que se llama Mingo Oueja,
sobrino de Sancho Cabra.”29
Yo me llamo ciertamente
Gil Bragado,
y entiendo que so ahijado
del cura de San Pelayo.”30
El aire presuntuoso y los nombres dados a los pastores y a los
miembros de su familia (Tomillo, Caxcoluzio, Suzio, Oveja, Cabra,
Bragado) no necesitan ningún comentario adicional. Son claramente
expresivos de la voluntad irónica de Torres Naharro.
La Comedia Calamita ofrece otro buen ejemplo de cómo su autor
se enfrentó con el problema de los linajes. Pone en escena, al empezar la
obra, a dos campesinos, Jusquino y Torcazo, que se aclaran mutuamente
el parentesco que los une. Torres Naharro ha procedido de distinta
manera en este caso. En vez de hacer la enumeración de nombres
grotescos, ha descrito con apariencia complicada lo que no puede ser
más sencillo. Este creo que es el fondo del problema: poner de relieve la
falta de simplicidad que gobernaba la presencia de casa individuo en la
sociedad, al obligarle a demostrar la pureza de su genealogía. Jusquino le
cuenta a Torcazo la conversación que tuvo con Juan García, mientras
jugaba al mojón:
29
30
.- Id., p. 126.
.- Id., p. 127.
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15
“Me ha contado
que tu agüelo, Juan Parrado,
era padre de tu padre,
y era suegro de tu madre,
padrino de su ahijado.”31
En la misma comedia, Libina, mujer de Torcazo, hace gala también
de su linaje:
“No me tengan en España
por muger,
sobrina del Bachiller,
hija de Pero García,
si la injuria d’este día
no te la doy a beuer.”32
Las obras de Diego Sánchez de Badajoz son, posiblemente, el
latido más profundo de la conciencia de un cristiano nuevo contra el
problema del enfrentamiento de las castas. Américo Castro ha señalado
repetidas veces la importancia de su producción literaria. Sin embargo,
sigue sin estudiarse de forma conveniente. Sánchez de Badajoz no
enfocó el tema desde el mismo ángulo y en sus farsas no aparecen burlas
del linaje. Por ello queda excluido de este trabajo, aun cuando al estudiar
31
.- Id., pp. 378-379.
.- Id., p. 413. Gillet en su Torres Naharro and the Drama of the Renaissance (vol. IV de su
Propalladia and other Works of Bartolomé de Torres Naharro, pp. 35-37) ha dado varios
ejemplos en los que las burlas de los linajes es menos clara, aunque siempre se manifiesta la
tendencia a identificar a los personajes en función de su filiación.
32
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el tema de la honra en el teatro primitivo, su obra dramática adquiere una
importancia capital.
La Égloga interlocutoria, atribuida a veces a Encina sin
fundamento válido, forma parte, a pesar de todo, de la misma escuela de
pensamiento. No puedo hacer ahora un comentario exhaustivo de la obra,
pero sí merece la pena dar una breve nota sobre sus primeros versos. En
ellos aparece abiertamente la ideología predicada por todos estos
dramaturgos primitivos. Según los pastores, el nacimiento de Cristo ha
contrario profundamente a “la gente de Mahoma”33 y a los “acotros
marranos, confessos perros malditos”34 y ha producido el que
“Pascual, ya nunca veras
gente de largas narices.”35
es decir, judíos. Uno de los lugareños ha decidido marcharse a la ciudad.
La reacción del otro pastor, Benito, expresa la desconfianza profunda
que el campesino cristiano viejo tenía ante el ciudadano, de cuya
limpieza podía dudarse. Ese es el sentido que tienen los versos
siguientes. La alusión a que el que se va a la corte cobrará “el alcauala”
parece un dardo evidente lanzado contra los recaudadores de impuestos,
habitualmente conversos. La casta de un campesino no puede rebajarse.
33
.- “Égloga interlocutoria”, Ed. de Urban Cronan, Revue Hispanique, XXXVI, 1916, p. 477.
.- Id.
35
.- Id.
34
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17
Todo ello está envuelto en un ambiente burlesco producido por el
contexto general en que se mueven los pastores de la égloga:
“Pascual:
Benito:
Pascual:
Benito:
Pascual:
Benito:
¡A la fe, chapado consejo!
quiero mudar el pellejo,
que del aldea reniego.
Ni eres hombre de sala,
ni se te apega el palacio.
Andar mucho enoramala;
¿has de auer tu el alcauala?
No te viene de generacio.
No me viene de natio.
Mi fe, no mas que a vn mastin.”36
Diego de Ávila, en su Égloga ynterlocutoria, al presentar la
preparación de una boda entre pastores, recurre al esquema que ya hemos
señalado en diferentes obras. Se enumeran los parientes de los novios
haciendo, de pasada, alguna alusión a su riqueza. El contexto irónico es
el mismo apuntado anteriormente:
“Benito: Sábete que ando allá concertando
con Juana la Rubia, nuestra vecina,
porque nos dé á su hija Turpina
para tu hijo Tenorio Hernando.
Y luego para esto envio á llamar
á Pedro Domingo y á Pedro Bermejo,
y todos acuerdan de se la dar.
Son sus parientes del medio el lugar;
por eso, Hontoya, verás que me dices.
36
.- Id.
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18
Que juro, no digo, á Sahelices,
mejor parentía no puedes tomar.
Ella es sobrina de Pero García,
y nieta también de Andrés de Batán,
y prima segunda de Juan Sacristán,
y hermana carnal de Alonso Matía.
Y en Carrascalejo tiene una tía,
qu’en toda l’aldea no l’hay más rica.”37
Es difícil, en el estado actual de la investigación sobre Diego de
Ávila, encontrar datos sobre su identidad conversa o cristiano vieja. Lo
único que se puede afirmar, sin dejar lugar a dudas, es que en sus obras
muestra la misma preocupación por ridiculizar el problema de los linajes
que he señalado en Lucas Fernández, Torres Naharro y otros probables
conversos. En la misma Ëgloga ynterlocutoria se descubre al pastor
Tenorio, dispuesto a casarse sin mostrar el menor interés por saber cómo
es la novia. Lo único que le inquieta es la genealogía de la persona
“amada”:
“Tenorio: Que no sé, á la mi afé, que no la he mirado.
Sea qual se fuere, que no se me da nada.
¿Quién es su padre?
Benito:
Miguel dell’Arada,
y ella se llama Teresa Turpina.”38
37
38
.- Kohler, Eugen, Sieben spanische dramatische Eklogen, Ed. Dresden, 1911, p. 241.
.- Id., p. 249.
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19
El orgullo del linaje campesino aparece en boca del personaje
Ramón en otro lugar de la misma égloga:
“Ramón: Piénsaste tú que m’has de pisar,
porque presumes qu’eres d’igreja?
¿No só yo hijo de Mari-Bermeja
y tengo mi parte en este lugar?”39
La apelación de distintos personajes utilizando su filiación es caso
frecuente en otras muchas obras: la Égloga pastoril,40 la Égloga nueva,41
la Farsa nuevamente trobada de Fernando Díaz,42 la Égloga real del
bachiller de la Pradilla,43 la Comedia Tesorina de Jayme de Güete,44 la
Égloga pastoril,45 la Égloga Nueva,46 etc. La lista podría extenderse
mucho más, pero no añadiría nuevos detalles al tema de la burla de los
linajes, según aparece en el teatro primitivo.
A medida que avanzaba el siglo XVI, la situación de los cristianos
nuevos se iba empeorando notablemente. En la práctica, resultaba
imposible burlarse de las exhibiciones genealógicas tal como había
hecho el teatro de la primera mitad del siglo. Los estatutos de limpieza
de sangre –sobre todo el de Toledo de 1547, obra del campesino Guijarro
39
.- Id., p. 260.
.- Id., pp. 266-297.
41
.- Id., pp. 297-317.
42
.- Id., pp. 317-32843
.- Id., pp. 209-236.
44
.- Teatro español del siglo XVI, Ed. de Urban Cronan, I, Madrid, Ed. Fortanet, 1913, pp. 81170
45
.- Kohler, op. cit., pp. 333-365.
46
.- Id., pp. 367-389.
40
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20
transformado en Cardenal Martínez Silíceo– habían dejado a un grupo
considerable de españoles, sobre todo de intelectuales, indefensos ante la
obsesión colectiva de la honra. Los cristianos nuevos van a atacar el
problema del linaje desde un ángulo diferente. Se siente –y lo son–
ciudadanos marginados por la sociedad. Desde su especial situación
contemplan el espectáculo ofrecido por esa sociedad concebida con
criterios teocráticos y expresan su angustia por verse excluidos, su ironía
punzante y su ansia de redención. El género más representativo de la
mentalidad conversa de las Españas de los distintos Felipes, sobre todo
del segundo y el tercero, es la novela picaresca. En ella encontramos la
estabilización literaria de la angustia, la ironía y el ansia de redención de
sus autores.
La novela picaresca no es una unidad monolítica. Cada escritor
expresó sus propias vivencias, críticas y deseos adaptando y modificando
la elemental estructura novelesca lanzada por el Lazarillo de Tormes.
Sobre el tema que me ocupa a lo largo de este artículo, también la novela
picaresca adoptó un criterio diferente según los distintos escritores. Pero
hay una línea constante que marca la diferencia existente entre la manera
de presentar la burla del linaje en el teatro primitivo –en cuya época,
repito, era posible utilizar al campesino cristiano viejo como objeto de la
burla– y en la novela picaresca –en que esa misma posibilidad ya no
existía.
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21
Los autores de novelas picarescas, elementos marginados por y de
la sociedad española, eligen como protagonistas de sus creaciones
literarias a un individuo que se sitúa también fuera de los límites
aceptados
y
exhibe,
orgullosa
y
despreocupadamente,
un
comportamiento que de antemano es condenado por esa sociedad. Esa es
la diferencia fundamental entre el teatro primitivo y la novela picaresca.
Uno y otra son obras de conversos y atacan violentamente los prejuicios
y la obsesión del linaje. Pero el pastor del teatro primitivo es cristiano
viejo y los autores lo utilizan para contemplarlo en la picota del ridículo.
El pícaro, por el contrario, es converso y, situado al margen de la
sociedad, hace gala de no preocuparse de la honra y sus consecuencias.
Es natural que el pícaro presente su linaje. Y es lógico que toda su
genealogía esté manchada, sea desconocida o se caracterice por una serie
de notas capaces de hacer enrojecer a cualquier linajudo de los que con
tanta gracia ridiculizó Zabaleta. Vamos a hacer un breve recorrido por
los linajes de los pícaros más significativos y hallaremos la confirmación
de las ideas que preceden.
Oigamos a Lázaro de Tormes, “hijo de Tomé González y de
Antonia Pérez, naturales de Tejares, aldea de Salamanca”.47 A su padre
le acusaron de “ciertas sangrías mal hechas en los costales de los que allí
[el molino] a moler venían, por lo cual fue preso, y confesó y no negó, y
47
.- La novela picaresca española, Estudio preliminar, selección, prólogo y notas por Valbuena
Prat, Ángel, Madrid, Ed. Aguilar, 1956, p. 85.
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padeció persecución por la justicia”.48 Su madre, muerto el padre de
Lázaro en una batalla contra los moros, se amancebó con un negro y,
dice Lázaro, “vino a darme un negrito muy bonito, el cual yo brincaba y
ayudaba a calentar”.49 El negro Zaide fue acusado de ladrón. “Al triste de
mi padrastro –continúa Lázaro50– azotaron y pringaron, y a mi madre
pusieron pena por justicia, sobre el acostumbrado centenario…” Y el
pícaro no tiene ningún rebozo en confesar su linaje, haciendo así resaltar
el peligroso dilema en que los españoles se encontraban dentro de su
sociedad. Una vez que el pícaro, por haber descubierto las vergüenzas
familiares, se ha situado al margen de la sociedad, puede iniciar su
peregrinación a través de ella con el fin de airear algunas de sus lacras
más repugnantes.
Miguel de Cervantes, cuya filiación conversa parece no ofrecer
duda, ha dejado en una de sus “novelas ejemplares” algunos casos típicos
de esta versión picaresca de la burla de los linajes. En Rinconete y
Cortadillo, el primer encuentro de los dos pícaros es motivo de algunas
frases curiosas. La ceremonia desplegada en las primeras palabras de
ambos habla a las claras de la ironía destilada por Cervantes. Dos
individuos que no se conocen inician las presentaciones: “¿De qué tierra
es vuesa merced, señor gentihombre, y para dónde bueno camina? Mi
tierra, señor caballero –respondió el preguntado–, no la sé, ni para dónde
48
.- Id.
.- Id.
50
.- Id., p. 86.
49
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camino, tampoco.”51 ¿Quién podía responder en estos términos a un
desconocido sino alguien que, desvergonzadamente, se situaba al margen
de todo prejuicio sobre el linaje? Una vez que los dos pícaros se declaran
verdaderos amigos, no tienen inconveniente en descubrir la verdad de su
genealogía. Rinconete habla en los términos siguientes, repitiendo el
esquema ya apuntado en Lazarilllo de Tormes: “Yo, señor hidalgo, soy
natural de la Fuenfrida, lugar conocido y famoso por los ilustres viajeros
que por él de continuo pasan; mi nombre es Pedro del Rincón, mi padre
es persona de calidad, porque es ministro de la Santa Cruzada: quiero
decir que es bulero…”52 El segundo pícaro utiliza parecido criterio al
presentar su historia: “Yo nací en el piadoso lugar puesto entre
Salamanca y Medina del Campo; mi padre es sastre; enseñóme su oficio,
y de corte de tisera, con mi buen ingenio, salté a cortar bolsas.”53 Y
como siempre, una vez hecha la presentación, que es una auténtica
declaración de principios, los dos compadres pueden lanzarse al camino.
Como contraste con la filosofía pícara de Rincón y Cortado,
Cervantes ha presentado la de Monipodio y su sociedad, estructurada con
arreglo a criterios de tipo teocrático –¿no tiene un cierto aire eclesial el
patio de la casa donde se reúnen?– no lejanos de los que gobernaban,
según suelen denunciar los erasmistas del siglo XVI, la vida de los
españoles en aquellos tiempos. Monipodio vive y se expresa con los
51
.- Id., p. 177.
.- Id., p. 178.
53
.- Id.
52
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prejuicios típicos de la sociedad española sobre el linaje. Cuando Rincón
no quiere descubrirle su patria ni su familia, el hampón responde así:
“Vos, hijo mío, estáis en lo cierto, y es cosa muy acertada encubrir eso
que decís, porque si la suerte no corriere como debe, no es bien que
quede asentado debajo de signo de escribano ni en el libro de
las
entradas: «Fulano, hijo de Fulano, vecino de tal parte, tal día le
ahorcaron, o le azotaron» u otra cosa semejante que, por lo menos, suena
mal a los buenos oídos.”54
La obra máxima del género picaresco es el Guzmán de Alfarache
de Mateo Alemán. Guzmán nos ha de dar una medida muy precisa de
cómo se presenta la burla de los linajes. La obra empieza con una
declaración justificativa de por qué el pícaro ha de exponer las lacras de
su genealogía. Hablará de “quiénes y cuáles fueron mis padres y confuso
nacimiento”.55 Y añade : “Y a ninguno conviene tener la propiedad de la
hiena que resustenta desenterrando cuerpos muertos, yo aseguro, según
hay en el mundo censores, que no les falten cronistas [a los padres de
Guzmán]. Y no es de maravillar que aun esta pequeña sombra querrás
della inferir que les corto de tijera, y si temerariamente me darás mil
atributos; que será el menor dellos tonto o necio, porque, no guardando
mis faltas, mejor descubriré las ajenas”.56 Y empieza a contar que la
familia de su padre fue a residir a Génova, donde se dedicaba a “prestar
54
.- Id., p. 184.
.- Id., 240.
56
.- Id. (El subrayado es mío.)
55
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dinero”. En otras palabras, era de familia judía, o conversa. Su padre
estuvo preso y Guzmán habla de él en un tono que hace sospechar del
afeminamiento del genovés.
La aventura de éste con la madre de Guzmán, casada con un
hombre de una cierta edad, permite el nacimiento del pícaro, nacimiento
infamante, originado en unas relaciones ilícitas. Pero nuestro
protagonista no tiene ningún rebozo –todo lo contrario– en publicar que
“por la cuenta y reglas de la sciencia femenina, tuve dos padres […].
Ambos me conocieron por hijo: el uno me lo llamaba y el otro
también”.57 El sarcasmo de Mateo Alemán llega al colmo cuando hace
decir a su héroe: “Veisme aquí sin uno y otro padre, la hacienda gastada
y, lo peor de todo, cargado de honra y la casa sin persona de provecho
para podella sustentar. Por la parte de mi padre no me hizo el Cid
ventaja, porque atravesé la mejor partida de la señoría. Por la de mi
madre no me faltaban otros tantos y más cachivaches de los abuelos.
Tenía más enjertos que los cigarrales de Toledo, según después
entendí.”58
Marcel Bataillon ha dedicado frases elocuentes al tema de la honra
en La pícara Justina: “El éxito de la materia picaresca –dice el ilustre
hispanista francés59–, que se burla de los prejuicios de la honra externa y
social (de la más trivial «honorabilidad») que los estatutos de limpieza
57
.- Id., p. 252.
.- Id., p. 253.
59
.- Bataillon, Marcel, Pícaros y picaresca. La pícara Justina, Madrid, Taurus, 1969, pp. 184185.
58
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de sangre convertían en una carrera de obstáculos […]. Entre [… el]
temor y [… la] esperanza, toda la España «honrada» vivía sometida al
tormento de las encuestas genealógicas. Sobre esta situación funda su
burla el sarcástico autor de La pícara Justina. En efecto, la obra del
médico López de Úbeda es la burla más brutal de la pasión por los
linajes que atormentaba a los españoles.” Bataillon dice que “una de las
provocaciones del libro más curiosas se encuentra en las numerosas
páginas que la pícara dedica a su «abolengo»”.60 El título mismo del
libro primero, La pícara montañesa, es un tremendo sarcasmo contra los
que buscaban ascendientes en las montañas del norte empujados por la
voz popular que excluía la presencia judía de las regiones montañesas,
asturiana y vasca. Justina hace una desvergonzada muestra de un linaje
capaz de hacer enrojecer al más liberal de los cristianos viejos. La pícara
cuenta así la historia de sus antepasados: “Nació mi padre en un pueblo
que llaman Castillo de Luna, en el Condado de Luna, y mi madre era
natural de Zea […]. Es Zea junto a Sahagún.”61 Fue mi padre hijo de un
suplicacionero, el cual en barajas y cestos y gastos de bergantines
corsarios traía más de cincuenta escudos en trato. El fue el que inventó
traer los criados barajas, y por eso le llamaban por mal nombre el de
Barajas.” 62 El bisabuelo de Justina tuvo títeres en Sevilla y “mi tercer
abuelo de parte de padre alcanzó buen siglo. Fue de los primeros que
60
.- Id., p. 194.
.- Valbuena Prat, Ángel, La novela picaresca (Ed., prólogo y notas de), pp. 731-732.
62
.- Id., p. 732.
61
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trajeron el masicoral y tropelías a España”.63 La pícara no oculta ninguna
de las aficiones ni profesiones de sus antepasados. Pero donde insiste de
manera más desenvuelta es al trazar las líneas genealógicas de su familia
materna. “Los parientes de parte de madre –dice Justina confesando de
forma abierta que eran conversos– son cristianos más conocidos, que no
hay niño que no se acuerde de cuando se quedaron en España, por amor
que tomaron a la tierra y las muestras que dieron de cristianos, y con qué
gracia respondían al cura a cuanto les preguntaba.”64 Lo que todos
ocultaban, la pícara lo publicaba a los cuatro vientos bajo los títulos de
“abolengo alegre” y “abolengo festivo”. El padre de su madre fue
barbero, su bisabuelo “mascarero”, su tatarabuelo materno gaitero y
tamborilero del lugar de Malpartida, cerca de Plasencia. Los padres de
Justina se establecieron como mesoneros en Mansilla. Y la pícara cuenta,
siguiendo la pauta establecida al hablar del resto de la familia, la muerte
ridícula y vergonzosa de ambos. Al padre le mató de un “celeminazo” un
caballero a quien quería robar. El episodio del perrillo comiéndose las
orejas del difunto es el broche final de tan curiosa biografía. La madre
murió ahogada por una longaniza. Y Justina comenta: “Lo que más sentí
fue que quedó oliendo la casa a longaniza por más de seis meses.” 65 De
63
.- Id., p. 733.
.- id., pp. 733-734.
65
.- Id., p. 749. Resulta lógico que la madre de Justina, de linaje judío, muriera por culpa de una
longaniza hecha con carne y grasa de cerdo. Los esfuerzos realizados por la conversa para comer,
en aras del qué dirán, lo que le repugnaba, produjeron un efecto fatal. La frase de Justina en que
se duele –burlonamente– de que la casa siguió apestando a embutido cristiano viejo durante más
de seis meses, es el complemento necesario para explicar el sentido profundo del grotesco pasaje.
64
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esta forma completa el pavoroso cuadro de su linaje. El pícaro no cree en
nada relacionado con la genealogía. Él sale al camino de la vida para
contemplar a la sociedad estructurada sobre la obsesión por el linaje y
para denunciar todos sus defectos.
La obra de Antonio Enríquez Gómez, converso notorio y exilado
de España, lleva hasta el último extremo la precisión al enumerar los
distintos miembros de la familia de su protagonista. Hemos visto en La
pícara Justina dar detalles sobre padres y abuelos hasta la tercera o
cuarte generación. La Vida de Don Gregorio Guadaña ofrece incluso la
descripción de miembros marginales de la familia. El autor ha utilizado
un orden perfecto en la enumeración y ha tenido buen cuidado en marcar
a cada uno de los miembros de la tribu Guadaña con una de las
profesiones predilectas de los judíos o de los conversos. La novela, que
literariamente puede tener defectos demasiado evidentes, es, desde el
punto de vista de la burla de los linajes, de una contundencia notoria. Me
limitaré a citar, del capítulo primero en que “cuenta Don Gregorio su
patria y genealogía”, cada uno de los elementos del linaje:
– “Yo, señores míos, nací en Triana […] Mi padre fue doctor de
Medicina, y mi madre comadre; ella servía de sacar gente al
mundo, y él de sacarlos del mundo; uno les daba cuna, y otro
sepultura. Llamábase mi padre el doctor Guadaña, y mi madre la
comadre de la Luz.”66
66
.- Id., p. 1681.
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– “Un tío mío, hermano de mi padre, era boticario, pero tan
redomado, que haciendo un día su testamento, ordenaba que le
diesen sepultura en una redoma por venderse por droga.”67
– “Tenía mi madre un hermano cirujano; era la llave de mi padre, y
con ella abría todo el lugar. Llamábase Quiterio Ventosilla.”68
– “Mi abuelo por parte de padre era sacamuelas; llamábase Toribio
Quijada,69 y desempedraba una y aun dos a las mil maravillas.”70
– “Mi abuela, por parte de madre, se llamaba Aldonza71 Cristel, y
tenía por oficio ayudar con ellos a las damas.”72
– “Una prima hermana mía, hija de mi tío el cirujano Ambrosio
Jeringa, era maestra de niñas; llamábase Belona Lagartija, y era tan
extremada en todo género de costura, que labraba un enredo de
noche sobre la almohada tan bien como de día le zurcía.”73
– “Un primo mío, hijo de mi tío el boticario Ambrosio Jeringa, era
alquimista; llamábase Crisóstomo Candil, y sólo le faltaba
quemarse a sí para hallar la piedra filosofal, porque él lo era.”74
– “Mi bisabuelo, por parte de padre, era saludador, y su mujer
Casilda Pomada.”75
– “Mi bisabuela tiraba por otro rumbo; era barbera de las damas;
quiero decir, que les quitaba el vello, y a veces el pellejo.”76
Por si la larga enumeración de su linaje no era suficientemente
significativa de su manera de entender la vida, Gregorio Guadaña
67
.- Id.
.- Id.
69
.- ¡Como don Alonso Quijano, o Quijada, o Quesada, o…! Véase el libro de Américo Castro
Cervantes y los casticismos españoles, Madrid, Ed. Alfaguara, 1966, p. 80. Don Quijote es
personaje empujado por los resortes espirituales de un converso.
70
.- Valbuena Prat, La novela picaresca …, p. 1682.
71
.- ¡Como el personaje cervantino, de linaje morisco! Véase el libro de Castro Cervantes y los
casticismos, pp. 94-95.
72
.- Valbuena Prat, La novela picaresca…, p. 1682.
73
.- Id.
74
.- Id., p. 1683.
75
.- Id.
76
.- Id., p. 1684.
68
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termina el capítulo primero de su vida confesando de manera explícita la
norma de su conducta: “Estos fueron los más honrados de mi linaje, de
cuyos oficios saqué mis armas […] y si tengo nobleza, lo dirán mis obras
en el discurso de mi vida, pues a mi flaco juicio el más bien nacido fue
siempre el que vive mejor.”77
La cita ha sido larga pero su contenido lo merece y no exige ningún
comentario adicional. Enríquez Gómez descubre la razón explicativa de
la existencia en la novela picaresca de las genealogías de los
protagonistas. No se trata de una pura tradición literaria, vacía de
contenido humano y capaz de arrancar de la literatura decadente latina.
Es la solución dada por los conversos al problema planteado por la
presentación literaria de la burla de los linajes.78
Hemos visto la figura del campesino grotesco exhibiendo su
ridícula genealogía en el teatro primitivo. Y hemos estudiado el tipo del
pícaro mostrando desvergonzadamente las lacras de su linaje. Una y otra
fórmula son el haz y el envés literarios del ataque que los escritores
conversos lanzaron contra el orgullo de la sangre limpia, que se había
transformado en cimiento sólido de la sociedad española de los siglos
clásicos, al mismo tiempo que dejaba al margen de ella a muchos de sus
hijos más ilustres, a buen número de intelectuales de origen converso.
77
.- Id.
.- El problema del linaje en el Buscón de Quevedo presenta rasgos sociológicos que no se
adaptan al esquema trazado en este trabajo. Quevedo no parece ser de familia conversa. Y, sin
embargo, nos dio una novela picaresca con un protagonista cristiano nuevo que exhibe también
burlonamente las manchas del linaje. Es asunto del que trataré en un trabajo futuro.
78
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