2. Aproximación histórica al asociacionismo agrario francés

Anuncio
2.
2.1.
APROXIMACION HISTORICA AL ASOCIACIONISMO
AGRARIO FRANCES
El contexto de génesis
Los orígenes del asociacionismo agrario en Francia se sitúan en la segunda mitad del siglo XIX, durante la coyuntura
de crisis de la agricultura tradicional y como respuesta de los
agricultores a los nuevos problemas surgidos por la creciente
integración del sector agrario en el mercado.
En efecto, la defensa ante los intermediarios, la lucha contra el fraude en los fertilizantes, la necesidad de créditos
adaptados a las características de la financiación agraria, las
garantías contra los riesgos provocados por algún tipo de calamidad sobre las cosechas o el ganado, el deseo de seguridad y
mejora de las condiciones de vida en el medio rural, fueron,
entre otras, demandas ante problemas concretos y tangibles a
los cuales las estructuras tradicionales no ofrecían una respuesta adecuada.
Hubo que esperar hasta la gran crisis agrícola de finales de
siglo XIX para que las élites agrarias tomaran conciencia de la
necesidad de encontrar una solución. En las últimas décadas
del siglo, después de la revolución del transporte, se produjo
una apertura de fronteras que puso de manifiesto las disparidades en materia de costes de producción entre Francia y los
nuevos países del continente americano (EE.UU., Argentina,
Canadá) yAustralia (T^cY, 1982).
La liberalización del comercio trajo consigo importaciones
masivas que hundieron los precios agrarios y provocaron una
caída en las rentas agrarias del orden del 20 al 30%. Estos
efectos, unidos a los problemas antes mencionados, crearon
una sensación de malestar generalizado en los campos franceses. Sin embargo, no fueron los propios campesinos, generalmente fatalistas y poco amigos de la innovación, quienes
reaccionaron, sino las élites rurales, que, tomando conciencia
de que no se trataba de una crisis como las anteriores, sino de
una auténtica crisis estructural, elaboraron un nuevo discurso
sobre la agricultura y el mundo rural.
Este nuevo discurso no consideraba, a diferencia de otros
187
países desarrollados, como el Reino Unido o Dinamarca, la
necesidad de una modernización que transformara el mundo
rural reduciendo la población agrícola y favoreciendo el
éxodo masivo hacia las ciudades, sino que defendía un modelo tradicional de sociedad rural antepuesta a un mundo urbano, percibido como algo negativo (GERV.^s et al., 1976). El
nuevo discurso, calificado como corporativista, partía de
aceptar como un dato fijo e invariable la existencia de un número elevado de explotaciones familiares cuyos titulares debían asociarse para defender conjuntamente sus intereses. La
respuesta asociativa sería unánimemente aceptada por parte
de las élites rurales como la solución a los problemas de la
agricultura, si bien la forma en que esta respuesta habría de
materializarse en los campos franceses diferirá según la promovieran los «notables» tradicionales -ligados al movimiento monárquico- o los nuevos «notables» republicanos.
Ambos proyectos doctrinales, a pesar de tener en común
la defensa del mundo rural frente al urbano y el rechazo a un
control directo del Estado, aparecían en la sociedad francesa
como antagonistas. Por un lado, existía el proyecto de las élites tradicionales, inspiradas en el catolicismo social y aspirantes a implantar un modelo cerrado en sí mismo de organización corporativa; por otro lado, y compitiendo con aquél,
estaba el proyecto de las nuevas élites rurales, basado en los
principios de la solidaridad mutua e interesado en abrir al
campesinado francés hacia el exterior e integrarlo en las instituciones republicanas.
a)
El1iroyecto de las élites tradicionales
El movimiento asociativo que van a proponer las viejas élites para hacer frente a la situación de crisis se inspiraba en las
ideas del catolicismo social y sería apoyado por aristócratas y
nobles que políticamente eran monárquicos y socialmente
querían preservar el orden tradicional, soñando, incluso, con
volver a la sociedad de antes de la Revolución. Dicho movimiento se articulará, a partir de 1867, por medio de la Société
des Agriculteurs de France (SAF) (BnRitni., 1968).
188
De una forma generalizada, las élites que apoyaban a este
movimiento creían en una solidaridad de base geográfica o
territorial, incorporando a su discurso la exaltación del localismo, una exaltación que se comprende si consideramos que
sus « jefes naturales» (nobles y curas) temían una ruptura de
las bases de la «antigua Francia» con la entrada del liberalismo, y una pérdida de su autoridad sobre las comunidades
rurales con el surgimiento del poder centralizador del Estado
republicano.
Este discurso iba más allá de una simple ideología, materializándose a nivel práctico en la elaboración de un programa de reacción contra lo que entendía era «tiranía administrativa y la centralización burocrática» y en el intento de
crear una especie de barrera entre el individuo (campesino) y
el Estado, preconizando la existencia de un orden natural
que había que respetar.
En la agricultura y el mundo rural franceses esta doctrina
se traducirá en el modelo del corporativismo, concebido
como una organización autónoma a nivel local, cantonal y regional, para defenderse de otras profesiones y del Estado
(BERGER, 1975).
El sindicato corporativo aparece en este modelo como una
contra-organización que se opone a aquellas otras de influencias sociales consideradas subversivas, especialmente las organizaciones obreras socialistas o anarquistas. Las élites rurales
de ideología corporativista no pretendían negar el mundo
moderno y sus efectos, sino controlarlos a través de su dominio sobre el proceso económico. Este dominio tenía que pasar, en su opinión, por crear una organización globalizadora
basada en el sindicato local y destinada a la reconstrucción
del orden social tradicional fundamentado en la autoridad de
los jefes naturales. De hecho, esta concepción excluía la posibilidad de que los obreros agrícolas pudieran crear sus propias organizaciones, ya que no se les reconocían intereses
propios que defender, sino los del grupo natural al que pertenecieran.
El proyecto corporativo de las élites tradicionales consistía en crear asociaciones de carácter general no especializadas, vertebradas en el llamado sindicato boutique y con la
189
particularidad de agrupar en su seno a toda la población rural (propietarios rentistas, agricultores, arrendatarios, asalariados) .
b)
El proyecto de las nuevas élites
El final del siglo XIX está enmarcado en la aparición de
una nueva élite en el campo francés, constituida por una burguesía rural de médicos, veterinarios, abogados y profesores
de agricultura, de ideas republicanas y seguidores de la doctrina solidarística incluso antes de que ésta cristalizase formalmente en el terreno mutualista.
Frente al agrarismo de los nobles, nace un agrarismo republicano que se materializará, en 1880, en la SNEA (Société National d'Encouragement á 1'Agriculture), animada por Gambetta -presidente de la República- y que agrupaba desde
grandes hombres políticos, como Viguer, Ruau, que serían ministros de Agricultura, o Meline, fundador del Crédit Agricole,
hasta altos funcionarios y notables locales.
^Cómo caracterizar el proyecto agrario republicano? En su
base era un modelo igualitario de pequeños propietarios con
fundamentos democráticos jacobinos (PEDxo^`ri, 1985).
Su perspectiva era fundamentalmente económica, basándose en que sólo a través de la ayuda mutua y la solidaridad el
pequeño propietario podía integrarse en el nuevo sistema
económico nacido de la revolución industrial y, por ende, en
la nación y en la República.
Mientras que el agrarismo tradicional se inscribía en la
continuidad, en el caso republicano no existía ni tradición ni
el carisma de los «notables». Necesitaba, por tanto, un tutor,
que, según la lógica solidarista, no podía ser otro que el Estado.
Las élites republicanas se erigirán, así, en interlocutores
entre el ciudadano y el Estado y, admitiendo ciertos aspectos
del liberalismo, tendrán por objetivo hacer llegar el Estado a
la sociedad civil, lo que los diferenciaba profundamente del
proyecto anterior, que pretendía actuar como barrera entre el
campesinado y el poder estatal centralizador.
190
EI ámbito territorial de funcionamiento del modelo republicano será, sin embargo, la provincia, pero sólo por razones
prácticas, ya que, si bien su proyecto asociativo descansaba en
las iniciativas locales, el agente ejecutor, instrumento del Estado, era el préfet departemental (figura equivalente a nuestro
gobernador civil de la provincia).
A diferencia del proyecto de las élites tradicionales, el proyecto republicano no situaba en el sindicato boutique el eje
aglutinador de todas las formas asociativas, sino que le reconocía a éstas un cierto grado de autonomía en su desarrollo y
funcionamiento. Ello explica que el asociacionismo republicano estuviera constituido por una red extensa y diversificada
de cooperativas, cajas, mutuas y sindicatos (HUBSCHER y RINAUDO, 1993).
2.2.
a)
La aparición de las primeras formas asociativas modernas
Del sindicato a la coó[^erativa agrícola (1884-1906)
Ya en el título N de la ley de 1867 sobre sociedades se preveía la creación de sociedades de capital variable. La ley contenía, sin embargo, grandes ambig^edades, sobre todo en el
ámbito fiscal, ambig^edades que suponían un fuerte inconveniente para la creación de cooperativas en el medio rural.
Sin embargo, serán las normas relativas a los sindicatos
obreros las que, paradójicamente, constituirán el origen del
modelo cooperativo en la agricultura francesa. Durante el segundo Imperio, el derecho de asociación estaba suprimido y
es con la ley Waldeck Rousseau, de 21 de marzo de 1884, sobre la libertad sindical, que éste se restablece. El texto en
cuestión, pensado para el sector no agrario, atribuía a los sindicatos la defensa de los intereses económicos, industriales y
comerciales. Una enmienda del senador Oudet du Doubs
permitió añadir la palabra «agricole», pensando, sobre todo,
en la posibilidad de que se pudieran crear tambien sindicatos
de obreros agrícolas, pero era evidente que el objetivo de los
redactores del proyecto de ley era reflejar la dinámica que se
estaba produciendo en los sectores industrial y comercial y no
191
las particularidades de lo que estaba ocurriendo en la agricultura.
De esta manera, muchas de las asociaciones ya existentes,
pero no legalizadas, en la agricultura, a las que nos hemos referido en el apartado anterior, y todas las que a partir de la promulgación de la citada ley se irían creando, se acogieron a esta
ambigua fórmula sindical, dando lugar a la proliferación de los
llamados sindicatos boutiques, que no eran más que asociaciones
regidas por la ley de 21 de marzo de 1884, que mezclaban entre
sus objetivos la defensa de los intereses agrarios y la prestación
de numerosos servicios económicos y de gestión a sus afiliados.
Esta nueva figura jurídica fue utilizada, sobre todo, por el movimiento corporativo de las élites tradicionales, ya que en ellas encontraba un ajuste casi perfecto su modelo vertebrado en torno
al sindicato integrador de todas las iniciativas (BERGEx, 1975).
La inadecuación de la mencionada normativa legal a la realidad asociativa de la agricultura francesa hizo que muchos
sindicatos se orientasen hacia actividades de aprovisionamiento, mientras que otros lo hiciesen hacia la comercialización de la producción, constituyendo ambos casos formas
precooperativas que realizaban operaciones comerciales formalmente prohibidas por la ley de 1884. El sindicato se vería
así expuesto a un doble ataque, tanto por parte del fisco
como por parte de los comerciantes, quienes le acusaban de
competencia desleal, elevando sus protestas hasta los tribunales. Estos, en una interpretación restrictiva de la ley, comienzan a limitar la actividad económica del sindicato boutique,
abriendo la vía para la creación de verdaderas cooperativas
agrícolas. En estas condiciones, las élites, tanto desde dentro
como desde fuera de los sindicatos, comienzan a promover la
creación de cooperativas, pero entendidas inicialmente como
asociaciones subordinadas a los sindicatos. En esta época,
principios de siglo, el movimiento sindical era ya fuerte y poderoso. Todos los sindicatos importantes, ligados al movimiento de las élites tradicionales y situados principalmente en
Bretaña y en el sureste, se reagrupan formando la UCSA
(Union Centrale des Syndicats Agricoles).
Por el lado republicano, sin embargo, la actividad asociativa era más diversificada y cada asociación tenía un ma-
192
yor nivel de autonomía en el seno del movimiento, siendo,
además, de menor importancia las actividades estrictamente sindicalés, salvo algunas excepciones, como, por
ejemplo, en Pais de Calais. Esto explica que en el movimiento de inspiración republicana el cooperativismo no tuviera el grado de subordinación al sindicato que encontramos en la corriente tradicional monárquica.
Dos actividades van a consolidar una actividad cooperativa
autónoma en el campo francés: la producción de leche y la de
vino.
En el año 1880 es cuando tuvo lugar el ataque de filoxera
que arrasó casi totalmente las viñas de Charentes y departamentos vecinos. Ante la calamidad, muchos viticultores emigraron y los que quedaron intentaron organizarse para salir
de la crisis. Así, se creó un sindicato para luchar contra la
plaga, y es este mismo sindicato el que, finalmente, aconseja a
sus socios reconvertirse hacia la producción lechera.
Las dificultades de comercialización y el abuso que en los
precios realizaban las industrias lácteas fue lo que motivó la
aparición de la primera cooperativa lechera del oeste, en
1886. Una de las grandes actuaciones de esta cooperativa fue
lograr un incremento de la renta de sus asociados en un 50%.
Ante este éxito, la difusión del movimiento cooperativo por
todo el oeste no se hizo esperar. Prueba de esta expansión es
que, a principios de siglo, la Asamblea Central de Cooperativas Lecheras de Charentes Poitou, nacida en 1893, agrupaba
ya a 102 lecherías de las 106 existentes y contaba con más de
50.000 socios ^PEDROTTI, 1985). Sin embargo, el movimiento
cooperativo, en un principio impulsado por el sindicalismo,
iría superando ya los límites de éste y la mayoría de los socios
cooperativistas serían cada vez más ajenos a la estructura sindical.
La otra gran actividad que ayudó a fijar los cimientos
para el desarrollo autónomo del cooperativismo en el campo francés fue la eclosión de las cooperativas vinícolas del
Midi Méditerranéen. En 1901, recuperados ya del ataque
de filoxera, los viticultores de la zona se lanzaron a producir en masa, al mismo tiempo que se produjo una fuerte
entrada de vino procedente de Argelia. El resultado fue un
193
exceso de oferta, que hundió los precios del mercado.
Ante esta problemática, los productores de uva, deciden
organizarse bajo el impulso del incipiente movimiento socialista, creando una cooperativa que reservaba el acceso
sólo a los pequeños propietarios y se adheriría a una estructura superior, también socialista, denominada La
Bourse. El modelo de cooperativas vitivinícolas se extendería por regiones vecinas, animado por la estructura de La
Bourse, pero pronto surgirían conflictos. La Bourse, movimiento socialista que agrupaba también a cooperativas de
consumo de los obreros urbanos, pretendía una colectivización de todos sus miembros y exigía a la cooperativa vinícola el reconocimiento de la «propiedad federada colectiva
del proletariado». Tal reconocimiento Ilevaba consigo la
obligación de entregar el excedente de la cooperativa agraria en beneficio de las cooperativas de consumo y del aparato de propaganda del movimiento, con la consiguiente
pérdida de autonomía de los agricultores. Como cabía esperar, la ruptura de las cooperativas vitivinícolas con La
Bourse ocurrió en la primera década del presente siglo, adquiriendo de esta forma el cooperativismo agrario su plena
autonomía organizativa en el sector vitivinícola (GUESLIN,
1985b).
Llegamos así a 1908, momento en que las cooperativas
agrarias habían ya demostrado sobradamente en diversas regiones y sectores que eran capaces de existir por sí solas
fuera de la tutela sindical o política. El poder público sancionó jurídicamente esta realidad, permitiendo la creación
de asociaciones económicas de tipo cooperativo, separadas
ya del statusjurídico de los sindicatos.
b)
La aparición de tas mutuas de seguros agrarios
Durante la primera mitad del siglo XIX comienzan a surgir las primeras tentativas de las élites agrarias para organizar
las «cajas mutuas de seguros»; estas asociaciones tenían todavía en su primera etapa una estructura muy rudimentaria, sin
sobrepasar el ámbito local.
194
Bajo el Imperio, el Estado empieza a preocuparse por ayudar a la población rural a defenderse de las adversidades climáticas, promulgando, en 1868, un decreto que determinaba
las condiciones de formación y funcionamiento de las «sociedades mutuas de seguros». El problema era que ese decreto
mostraba un formalismo jurídico tal, que resultaba inadecuado para las pequeñas cajas que funcionaban a escala reducida, con lo cual la mayor parte de ellas se encontraron al
margen de la nueva legalidad.
Con la ya citada ley de libertad sindical de 1884, la mutualidad recibe un fuerte impulso, puesto que los sindicatos boutique hacen del seguro una de sus actividades principales. Sin
embargo, este mecanismo fue concebido, en principio, sólo
como un complemento de las cooperativas, por lo que sus actuaciones se desarrollaron con timidez, debido, en parte, a la
falta de status jurídico propio.
El movimiento republicano también se acomodaba mal a
esa situación de incertidumbre e intentaba buscar una fórmula, conforme a sus ideales de solidaridad, para ayudar a los
campesinos más pobres.
A partir de 1879, el Parlamento propuso distintos planes
de seguros agrarios, pero todos ellos pasaban por un control
directo del Estado, lo cual era inaceptable no sólo para las élites monárquicas, tradicionalmente hostiles a todo proyecto
estatalizador, sino también para los sectores republicanos más
moderados.
En 1888, Meline, a la sazón presidente de gobierno, intentó una solución parcial: la utilización de recursos del Estado para la financiación de seguros agrarios gestionados por
instituciones privadas. Sin embargo, este proyecto no resolvía
la cuestión fundamental del status jurídico y fiscal de la mutualidad.
Fue Albert Viguer, futuro ministro de Agricultura, quien
hizo la proposición que luego se transformaría en la ley del 4
de julio de 1900, llamada ley Viguer. En dicha ley se define el
status juridico de las cajas de seguros, dotándolas de un status
fiscal de favor; en contrapartida, la ley les exigía el carácter
mutualista, esto es, gestión gratuita y ausencia de beneficios.
Dotadas ya de un estatuto legal propio, las cajas mutuas de se-
195
guros agrarios empiezan a desarrollarse. Así, entre 1899 y
1912, el número de cajas pasa de 1.935 a 11.687, y el número
de asegurados de 120.000 a 540.000. Tal expansión de las cajas mutuas de seguros planteó a los poderes públicos el problema de la concentración de riesgos financieros que dichas
cajas iban progresivamente asumiendo, por lo que se hacía
necesario promover la creación de cajas centrales que, alimentadas con fondos públicos procedentes de la Banque de
France en forma de anticipos, actuaran como garantía de las
cajas locales. En esta línea, el bloque monárquico crearía, en
1906, dos Caisses Centrales de Rassurances Mutuelles Agricoles, una sobre el riesgo de incendios y otra sobre la mortalidad del ganado. El bloque republicano, con apoyo del Estado, fundó, en 1912, la Caisse Nationale de Reassurance
Mutuelle Agricole (GUESLIN, 1985b).
En vísperas de la segunda guerra mundial, los seguros
agrarios de las mutuas se encontraban en plena expansión,
aunque su penetración en el medio rural variaba según ramas
y zonas geográficas.
De forma general, sin embargo, no puede hablarse de consolidación del sistema mutualista en el campo de los seguros
agrarios por aquella época. De una parte, seguía existiendo la
desconfianza de los campesinos y sus dificultades para pagar
las cuotas regularmente. Por otra parte, la mutualidad se veía
sometida al ataque de las grandes compañías aseguradoras,
que, para evitar la competencia, pretendían impedir que las
cajas constituyesen reservas y fuesen reaseguradas, condiciones indispensables para el desarrollo de la actividad.
Ante esta situación de incertidumbre, las élites agrarias dirigieron su atención al desarrollo del crédito, cuyo status parecía mucho más sólido.
c)
La creación de las cajas cooperativas de crédito
La creación de cajas cooperativas fue objeto de diversas
tentativas por parte del Estado desde la segunda mitad del siglo XIX. El agrarismo tradicional estaba decidido a demostrar
la viabilidad de un sistema de crédito agrícola sin la participa-
196
ción del Estado, a pesar del fuerte obstáculo que suponía la
ausencia de legislación en la materia.
El ejemplo más conocido, enmarcado en la ideología conservadora, era la Sociedad del Crédito Agrícola de Poligny,
creada en 1885. Su fundador, Louis Milcout, consciente de las
escasas garantías que el campesino podría ofrecer, creó la figura del «crédito personal», siendo la pertenencia al sindicato lo que demostraba la «calidad» del prestatario. Este modelo, fuertemente influenciado por la doctrina del padre
Besse, tenía una evidente inspiración filantrópica. Así, por
ejemplo, existían dos clases de aportadores de fondos: los filántrópos, que aportaban el grueso del capital remunerado al
3%, y los socios, cuyas aportaciones eran mínimas y remuneradas al 5%^GUESLIN, 1985a).
Otras manifestaciones de esta filantropía eran la gratuidad
de la gestión administrativa, confiada en la práctica a las élites, y el hecho de que sólo los socios podían beneficiarse de
préstamos adaptados a las limitaciones de la actividad agraria.
A pesar de la desconfianza inicial de los campesinos, este
sistema alcanzó rápidamente éxito y se extendió a otras regiones, pero la dependencia de encontrar benefactores suponía
un obstáculo importante para la expansión del movimiento.
Siempre dentro de la línea conservadora, pero al margen
del agrarismo, otro movimiento de entidades de crédito parecía tener un buen futuro: la Red Raiffeisen-Durand, creada a
iniciativa de un abogado lionés, que, sensibilizado por el padre Besse, estudia el movimiento Raiffeisen alemán, y más
concretamente su carácter cristiano, e intenta aplicarlo a la
realidad de la agricultura francesa.
La adaptación del modelo raiffesenista alemán en el caso
francés se hizo amparándose en la ley de sociedades de 1867 y
adoptando el principio de solidaridad ilimitada. En 1893 se
funda así la Unión de Cajas Rurales y Obreras francesas, que,
como su propio nombre indica, no eran de especificidad
agraria, sino rural. Ideológicamente, el movimiento Durand
se situaba dentro del catolicismo social en su rama más conservadora, lo que se traducía en una vida interna marcada
fuertemente por la práctica religiosa.
Las dos corrientes del crédito promovidas por los agraristas
197
tradicionales -el modelo Poligny y el modelo Durand- no
tenían fuertes bases jurídicas, pero sí grandes exenciones fiscales, lo que provocaba la ira de los republicanos. La administración fiscal republicana comienza a finales de siglo a rescindir
las exenciones fiscales a las cajas de crédito y, ante la nueva situación, muchas de estas cajas no pueden hacer frente a las
cargas financieras, desapareciendo gran parte del movimiento
entre 1897 y 1910.
Por otro lado, los responsables políticos republicanos, basándose en el modelo de Poligny, reconocen que el sindicato
es apto para distribuir el crédito, pero al mismo tiempo son
conscientes de que las carencias jurídicas pueden suponer un
fuerte obstáculo para una buena difusión del mismo. En 1890,
Meline elabora una propuesta de ley con vistas a dotár de status jurídico al crédito agrícola, para lo cual se inspira en el
proyecto raiffesenista. El proyecto de ley republicano no preveía la existencia de filántropos, como ocurría con las cajas de
crédito autónomas creadas por los sindicatos del agrarismo
tradicional, por lo que hacía necesario recurrir a la tutela del
Estado para conseguir fondos y hacer posible el funcionamiento del crédito. La aplicación del proyecto republicano significará una ruptura total ^ on el antiguo modelo agrarista, denominado, a partir de entonces, del crédito libre, por su
independencia del Estado. Las nuevas cajas republicanas recibirán en forma de anticipos del Banco de Francia la ayuda del
Estado, pero como contrapartida deberán aceptar la tutela y
control de los poderes públicos, convirtiéndose de esta forma
en el llamado crédito oficzal. Meline, para evitar una centraliza
ción demasiado fuerte, propone la creación de cajas regionales como escalón intermedio entre las cajas locales y el Estado.
Este es el objeto de la ley del 31 de marzo de 1899, pero, además, con la existencia de estas cajas regionales, la ley pretendía
que se asegurasen los riesgos contraídos por las cajas locales,
cuya expansión económica había sido enorme desde el reconocimiento del status jurídico del crédito en 1890.
A pesar de la impresión que pueda dar la denominación
de crédito oficial a las nuevas cajas, no cabe hablar de estatalización en torno al proyecto republicano sobre el crédito. En
primer lugar, porque la estructura mutualista de base jugaba
198
el papel de «barrera» -recordemos que las demandas de crédito se hacían a nivel local-; y en segundo lugar, porque los
hombres que promovían el cr-édit agricole eran los primeros
que rechazaban un modelo de control directo pór parte del
Estado.
Poco a poco, el modelo de crédito republicano, creado por
Meline y conocido desde entonces como crédit agricole, penetra
en todas las regiones de Francia, siendo aceptado incluso, aunque de forma tardía, por los sindicatos tradicionales. El modelo Durand continuará, sin embargo, como auténtico rival
del crédit agricole en algunas regiones en donde había alcanzado fuerte implantación y su actividad era ya significativa entre los agricultores, si bien, globalmente, al nivel general de la
agricultura francesa, dicho modelo quedará marginado, permaneciendo como una especie de reliquia histórica (GvESistv,
1985a).
2.3.
Situación del asociacionismo agrario en vísperas de la
primera Guerra Mundial
Hemos comentado hasta ahora cómo y por qué fueron
surgiendo las distintas formas asociativas en el mundo rural
francés desde la mitad del siglo pasado hasta principios del
presente siglo. Del análisis realizado puede deducirse que, a
principios de siglo, las bases estructurales del asociacionismo
económico estaban fijadas. En vísperas de la primera guerra
mundial, cuyo impacto fue decisivo para toda la economía
francesa, el cooperativismo, el crédito y la mutualidad tenían
un status jurídico reconocido y una incipiente estructuración
a nivel nacional.
A pesar de que existía unidad de criterios sobre la necesidad de las fórmulas asociativas en el medio rural, el asociacionismo agrario francés se encontraba dividido en dos grandes
bloques bien diferenciados, según la ideología política de sus
dirigentes. Así, por ejemplo, existían las cooperativas de inspiración socialista, que se oponían a las cooperativas más próximas a los grupos monárquicos y al catolicismo social tutelado
por la jerarquía eclesiástica.
199
El panorama que se presenta, por tanto, en las primeras
décadas del siglo XX es algo confuso, coexistiendo numerosas
y variadas formas asociativas, atravesadas por las diferencias
de tipo ideológico antes mencionadas. A nivel de las estructuras representativas, los sindicatos boutiques, promovidos por
los grupos de ideología corporativa tradicional, se articulaban
en la UCSA, mientras que los sindicatos, cooperativas, cajas
de crédito y de seguros, promovidos por las élites republicanas y apoyadas por el aparato del Ministerio de Agricultura,
aún no habían logrado constituir una estructura organizativa
dé ámbito nacional (GExv.^s et al., 1986).
Desde el punto de vista organizativo, el sector republicano
estaba, pues, más disperso, pero pronto dicho sector empezó
a celebrar una serie de congresos de ámbito regional, que
acabaron culminando en la constitución de estructuras nacionales. Así, en 1901, varias cajas regionales de crédito se reunieron en Béziers para celebrar un primer congreso, al que siguieron otros en Carcasonne (1902) y en Montpellier (1904),
siendo en 1907, en Bordeaux, cuando tuvo lugar la reunión
de todas las cajas regionales en lo que se ha considerado el
primer Congreso del Crédito Agrario en Francia, cuyo principal resultado sería la constitución, en abril de 1908, de la Fédération Nationale des Caisses Regionales de Crédit Agricole Mutuel,
integrada por 71 de las 90 cajas existentés. En ese mismo año,
siguiendo el ejemplo de las cajas regionales de crédito, un número importante de cooperativas de orientación republicana
creó la Fédération Nationale des Coopératives Agricoles de Production et de Uente.
La actividad congresual en el movimiento asociativo de
ideología republicana continuó con la celebración de reuniones conjuntas entre los sectores de cajas de crédito y de cooperativas -ambos ya articulados en sus respectivas federaciones nacionales- y el de cajas de seguros agrarios -aún no
dotado de una estructura de coordinación-, destacando el
denominado N Congreso de la Mutualidad y la Cooperación
Agrarias, que tuvo lugar, en 1910, en París. En este congreso
se decidió la fusión de las dos federaciones preexistentes -la
de las cajas regionales de crédito y la de las cooperativas-,
para dar lugar a la creación de una Fédération Nationale de la
200
Mutualité et de la Coopération Ag^zcoles (FNMCA), en cuya estructura se integraron, a título individual, las cajas mutuas de
seguros agrarios.
Con la constitución de dicha federación se cierra una primera fase en la historia del asociacionismo agrario en Francia. A1 final de ella existían 38.414 asociaciones de muy variada naturaleza, aunque todas ellas caracterizadas por el
rasgo común de desarrollar sus actividades en el campo del
cooperativismo, del crédito o de la mutualidad agraria; la articulación de esa variada realidad asociativa se hacía a través de
las dos grandes estructuras nacionales ideológicamente diferenciadas: la corporativista UCSA y la republicana FNMCA,
de reciente creación.
Esta situación de relativa estabilidad en el movimiento asociativo agrario continuaría sin grandes cambios hasta la primera guerra mundial. Los cambios experimentados en la sociedad francesa como consecuencia del conflicto bélico y las
nuevas orientaciones dadas a la política agraria por parte de
los poderes públicos en el período de entreguerras serán factores que dinamizarán la estructura del asociacionismo económico agrario al introducir en ella nuevos elementos.
2.4.
El período de entreguerras
El período de entreguerras se caracterizó en Francia por la
apertura de un debate sobre el estado de la economía nacional
y su papel en el concierto mundial. Durante los años del conflicto bélico, la producción agrícola francesa no fue suficiente
para alimentar al país, por lo que se hizo necesario recurrir a
las importaciones que poco a poco fueron erosionando el equilibrio comercial de la balanza de pagos y haciendo que Francia
perdiera progresivamente su posición de gran potencia en el
concierto económico mundial.
A1 final de la guerra, la situación de Francia era la de un
país empobrecido, carente de medios y con una población activa muy mermada por la contienda bélica. La situación en la
agricultura no era mucho mejor, ya que una tercera parte de
los hombres en edad activa tuvo que abandonar el medio ru-
201
ral, y la producción agraria se volvió más de subsistencia que
nunca (GERVAIS et al., 1976) .
Una de las más claras manifestaciones que se reveló durante los años de guerra fue la insuficiencia y rigideces del
aparato productivo agrícola francés. Los poderes públicos
de entonces, conscientes de esta realidad, supieron comprender la necesidad de una modernización de la agricultura que actuase como motor de desarrollo económico y
permitiera al país ir recuperando paulatinamente su posición he ^ emónica de antaño para evitar su dependencia del
exterior y volver a una posición de equilibrio de la balanza
comercial. La agricultura tenía que industrializarse haciendo uso de maquinaria y fertilizantes y aplicando nuevas
técnicas de producción con el objetivo de elevar los rendimientos y aumentar la producción. Para ello, los poderes
públicos entendieron que el papel que debía jugar el asociacionismo no sindical era clave. De ahí que se adoptasen importantes medidas incentivadoras (como la reducción de la
presión fiscal o la ampliación del campo de actuación de las
cooperativas) , encaminadas a favorecer la expansión del movimiento asociativo agrario. El cooperativismo sería, pues,
concebido como uri elemento fundamental para impulsar el
desarrollo económico del sector agrario, potenciándose al
mismo tiempo el crédito y la mutualidad como instrumentos
complementarios.
Este impulso de los poderes públicos explica que el gran
período de creación de cooperativas fuese precisamente el de
entreguerras, en el que se percibe ya, además, una especialización de las asociaciones para defender los intereses específicos de los agricultores de una determinada rama productiva.
Así, por ejemplo, durante esta época tuvo lugar una expansión del movimiento cooperativo vinícola desde Languedoc hasta el valle del Rhóne, surgiendo centenares de cooperativas lecheras semejantes a la de Charentes, y cubriéndose
el conjunto del territorio francés de cooperativas, sobre todo
en Languedoc, Provence, en el Bassin Parisien y en Bourgogne. Como dato ilustrativo podemos indicar que en 1938
existían ya 1.100 cooperativas cerealeras, que aseguraban el
85% de la colecta de trigo (Ctvlvtcca, 1987).
202
Entre las organizaciones especializadas que se crearon por
esa época podemos citar la Confédéra ^on Générale des Planteurs de Betteraves (CGB), en 1921; la Associa ^on Générale
des Producteurs de Blé (AGPB), en 1924; la Confédération
Générale du Lait (CGL), etc. Este proceso de asociacionismo
especializado era, en realidad, ^una consecuencia lógica de las
mutaciones que se estaban produciendo en la agricultura
francesa derivadas de la primera guerra mundial. Con la intensificación de las explotaciones, se produjo una pérdida de
importancia de los grandes propietarios absentistas (^iroprietaires fonciers) y un ascenso de los pequeños y medianos agricultores que cul ^vaban directamente la ^erra y se veían obligados, así, a tener que abordar la problemá ^ca específica de su
explotación.
A1 nivel de la estructura representativa, también en el período de entreguerras se produjeron importantes cambios.
En primer lugar, se intentó la unificación de las dos grandes
corrientes asocia ^vas (UCSA y FNMCA), creándose, en 1919,
la Confédération Nationale des Associations Agricoles
(CNAA), con el objetivo de representar de forma unitaria a
la agricultura francesa ante los poderes públicos y ante el
resto de los grupos políticos y sociales. A pesar de que sus tradicionales diferencias políticas habían perdido gran parte de
razón de ser ante el hecho de un Estado republicano mayoritariamente aceptado por la población francesa, el proyecto
de unificación no tuvo el éxito esperado; UCSA y FNMCA siguieron actuando de forma independiente, tanto en materia
reivindicativa como de prestación de servicios, por lo que la
CNAA se reveló como una estructura inoperante y carente
de sen ^do hasta su defini ^va desaparición en 1936 (GERV^us
et al., 1976).
En segundo lugar, con el ascenso de los pequeños y medianos agricultores y la pérdida de importancia de los proprietaires fonciers, se produjo un importante cambio en la facción
conservadora. En 1934 la UCSA se convierte en UNSA
(Union Na ^onale des Syndicats Agricoles), sus ^ tuyendo a las
élites tradicionales por una nueva clase dirigente cons ^ tuida
por nuevos agricultores con formación técnica vinculados a
las asociaciones especializadas antes citadas.
203
2.5.
El paréntesis de Vichy y la liberación
En el_ marco de la ocupación alemana en 1940 y de la instauración de un régimen colaboracionista en Vichy, presidido por el mariscal Petain, se puso en marcha la organización corporativa de la agricultura francesa en la forma de, la
Corporation Nationale Paysanne. La realización del proyecto corporativo significó la transferencia del poder representativo, y parte del poder reglamentario, a los nuevos sindicatos corporativos y la subordinación a éstos del resto de
las asociaciones económicas en sus distintos niveles territoriales (Bouss.^tD, 1980).
Así, la Corporation transformó las cooperativas, las cajas
de crédito y las de la mutualidad en simples organismos económicos, y sus antiguos dirigentes, que habían sido elegidos
democráticamente, fueron sustituidos por dirigentes designados por el poder jerárquicamente superior. Las Caisses Nationales de Reassurances de la FNMCA fueron absorbidas por las
Caisses Centrales de la UCSA (cuyos líderes, de ideología conservadora, pasaron a ocupar los cargos principales en la Corporation Paysanne). Las federaciones de cooperativas, de cajas de crédito y de mutualidad fueron absorbidas también por
una Fédération Corporative de la Mutualité Agricole.
Una vez liberado el norte de Africa por los aliados y constituido en Argel el Comité Français de Libération Nationale,
comenzó el proceso de reconstrucción democrática del movimiento asociativo agrario. Así, en 1943, el antiguo presidente
de la FNMCA convocó el 28 Congrés National de la Mutualité, de la Cooperation et du Crédit Agricoles, que tuvo lugar
en Argel ese mismo año, con participación de representántes
de cooperativas y cajas de crédito y mutualidad ubicadas en
territorios franceses ya liberados; en ese congreso se pusieron
las bases del rol que debía jugar el movimiento asociativo no
sindical en el proceso de reconstrucción nacional y, concretamente, en la reorganización de la ^irofession agricole después de
la guerra.
La reorganización sobre bases democráticas de la profession
agricole francesa se hizo en torno a un proyectó unitario, representado por una nueva organización: la CGA (Confédéra-
204
tion Générale de 1'Agriculture), promovida por grupos de la
izquierda y también por dirigentes de la FNMCA no colaboracionistas de la Corporation Paysanne.
Con ese apoyo, el movimiento cooperativo recibe un
nuevo impulso y tiene lugar una segunda oleada de creación
de cooperativas. La ideología socialista privilegiaba a los agricultores frente a las industrias privadas y es por ello por lo
que los nuevos dirigentes de la recién creada CGA apoyarán
incondicionalmente la expansión del movimiento cooperativo. Por ejemplo, la mayoría de las cooperativas lecheras de
la actualidad se crean en este período, surgiendo nuevas cooperativas de aprovisionamiento por todo el país y proliferando las cooperativas frutícolas y hortícolas en el Midi-Méditerranéen y en Aquitania.
En el nivel de la estructura representativa, la CGA separó el crédito, la mutualidad y el cooperativismo, hasta
ese momento siempre integrados en una misma organización, estructurándolos en federaciones diferentes, para
que de forma autónoma consiguiesen un mayor desarrollo.
A diferencia de las otras dos primeras ramas, la del cooperativismo no se articuló en la CGA de forma unitaria en
una sola federación, sino que se dividió en dos: la FNCA
Fédération Nationale de la Coopération Agricole), promovida por los dirigentes cooperativistas de tradición republicana, y la CGCA (Confédération Générale des Coopératives Agricoles), promovida por dirigentes vinculados a la
conservadora UCSA, división que persistiría hasta 1966,
año en que ambas organizaciones se fusionaron para crear
la actual CFCA (Confédération Française de la Coopération Agricole).
Los conflictos internos que asolaron a la CGA convirtieron
en pocos años su proyecto unitario en un proyecto inviable.
En esa dinámica conflictiva -protagonizada principalmente
por los dirigentes de la rama sindical, FNSEA-, los dirigentes
de las tres federaciones surgidas del tronco común de la antigua FNMCA comenzaron a coordinarse con el objetivo de tener construida una estructura sólida para el momento en que
el proyecto de la CGA fuese, como era previsible, definitivamente abandonado. Así, en septiembre de 1947 se celebró en
205
La Rochelle el 29 Congrés National de la Mutualité, de la Coopération et du Crédit Agricoles -el primero tras la liberación-, al que siguieron otros tantos congresos anuales en los
años siguientes.
En el 34 Congreso, celebrado en junio de 1952 en París, y
a la vista de la defunción, si no jurídica sí práctica, de la CGA,
se adoptó el acuerdo de constituir un Comité Permanent de
la Mutualité, de la Coopération et du Crédit Agricoles, encargado de reformar los estatutos de la vieja FNMCA, para adaptarlos a la nueva realidad, y preparar la creación de una federación. El 23 de enero de 1953 se reunió en París la asamblea
constituyente de una nueva FNMCA (Fédération National de
la Mutualité, de la Coopération et du Crédit Agricoles), en la
que se aprobaron sus estatutos. La FNMCA surgida de esa
asamblea era, pues, el resultado de la integración en una estructura confederal de las tres federaciones en que había estado articulado el movimiento asociativo no sindical durante
el período de vida activa de la CGA. Años más tarde, en 1955,
cambiaría sus siglas por las actuales de CNMCCA, sustituyendo la palabra «fédération» por la de «confédération» para
reflejar mejor el carácter confederal de su estructura (MoY^io, 1988).
2.6.
La V República y la historia reciente del asociacionismo
cooperativo en Francia
La descomposición de la N República provocó el ascenso
al poder del general De Gaulle y la reforma constitucional
que instauraría la V República.
La existencia de un gobierno fuerte y estable permitiría
llevar a cabo la modernización de la economía francesa tantas
veces comenzada e interrumpida por los diferentes avatares
políticos.
El objetivo prioritario era la industrialización del país, con
lo que el desarrollo de la agricultura debía estar supeditado al
mismo. La nueva élite en el poder estaba constituida por personas de formación tecnocrática y no ligadas al mundo rural,
con lo cual los problemas agrarios eran únicamente conside206
rados desde un punto de vista economicista, sin ninguna de
las connotaciones ideológicas y morales de antaño. La política
agraria era solamente un aspecto más de la política económica. El sector agrario, que aparecía como fuertemente atrasado, había que modernizarlo, pero no por sí mismo, sino
para evitar que actuase como lastre al desarrollo general de la
economía francesa (SExvor.itv, 1988).
Comienza, por tanto, la era de la lógica productivista y se
pone en marcha un proyecto modernizador que alterará las
bases tradicionales del mundo agrario. Medidas de política estructural se combinarán, así, con las políticas de desarrollo y
comercial para conseguir dicha modernización.
Una vez más, el movimiento cooperativo es concebido
como la pieza clave que puede promover la modernización y
el desarrollo del medio rural, por lo que los poderes públicos
deciden favorecer su expansión flexibilizando las limitaciones
legales y otorgándole mayores ventajas fiscales.
En los años 60, la agricultura francesa se encuentra en
plena mutación: empiezan a conseguirse mejores rendimientos y mayores producciones. Por primera vez Francia vuelve a
su posición de antes de la primera guerra mundial, produciendo más de lo que es capaz de consumir; ahora la necesidad ya no es producir, sino vender. En este contexto surgen las
SICAs (Société d'Intérét Collective Agricole), como entidades
complementarias a las cooperativas y cuyo status legal más flexible les permite mayor libertad de acción en el proceso de comercialización. La búsqueda de nuevos mercados, la evolución
de los hábitos alimenticios y la necesidad de exportar para evitar los excedentes imponen, así, la valorización de la producción por medio de la transformación industrial. Las cooperativas, al menos las más grandes, se convierten en industrias
agroalimentarias y empiezan a penetrar en todos los sectores,
incluso en aquellos tradicionalmente en manos de las industrias privadas. Surgen, así, cooperativas y SICAs de comercialización en el sector lácteo, cárnico, hortícola y otras de aprovisionamiento, adaptadas a las necesidades de una agricultura
cada vez más intensiva. Como respuesta a esta evolución, aparecen también las cooperativas polivalentes, sobre todo en el
oeste, que cuentan con el apoyo de jóvenes agricultores liga207
dos ideológicamente a las Juventudes Agrícolas Cristianas
(JAC) y ocupando ya puestos de responsabilidad en el sindica.
lismo francés (en la FNSEA y en el CNJA) (MoY^vo, 1988) .
A comienzos de los años 80, la era de la creación de las cooperativas parece definitivamente cerrada. Las formas cooperativas, integradas plenamente en una economía de mercado,
tienden a fusionarse como una estrategia de crecimiento. El
número de cooperativas se reduce, pero las uniones que se
crean tienen un peso mayor en el conjunto de la economía,
llegando a posiciones relevantes en el ranking de empresas exportadoras y con mayor volumen de ventas en el país.
Un nuevo debate se plantea, así, en la actualidad en torno
al modelo cooperativo. Multitud de agricultores y representantes de la profession ag^zcole se preguntan si a lo largo de esta
evolución histórica los principios generales de la solidaridad
económica y humana no se habrán quedado en el camino.
3.
REGIMEN JURIDICO DEL COOPERATIVISMO AGRA
RIO EN FRANCIA
En este apartado se analizará el marco jurídico que regula
las distintas formas de cooperativismo existentes en la agricultura francesa. Este análisis se iniciará exponiendo los rasgos
más importantes que han caracterizado el Derecho cooperativo
francés desde su génesis, a principios del presente siglo, hasta
la actualidad. En un segundo apartado se analizarán las formas
cooperativas reconocidas actualmente en el ordenamiento jurídico, finalizando con un comentario sobre los proyectos de reforma que en el momento de redactar este trabajo se estaban
discutiendo en las instituciones legislativas francesas.
3.1.
Génesis y desarrollo del Derecho cooperativo francés
Por lo general, en los países en donde se ha desarrollado
el cooperativismo, las cooperativas suelen ser concebidas
como variaciones de una forma general de asociación en las
cuales sus socios establecen estrechos lazos de solidaridad mu-
208
Descargar