2. 2.1. APROXIMACION HISTORICA AL ASOCIACIONISMO AGRARIO FRANCES El contexto de génesis Los orígenes del asociacionismo agrario en Francia se sitúan en la segunda mitad del siglo XIX, durante la coyuntura de crisis de la agricultura tradicional y como respuesta de los agricultores a los nuevos problemas surgidos por la creciente integración del sector agrario en el mercado. En efecto, la defensa ante los intermediarios, la lucha contra el fraude en los fertilizantes, la necesidad de créditos adaptados a las características de la financiación agraria, las garantías contra los riesgos provocados por algún tipo de calamidad sobre las cosechas o el ganado, el deseo de seguridad y mejora de las condiciones de vida en el medio rural, fueron, entre otras, demandas ante problemas concretos y tangibles a los cuales las estructuras tradicionales no ofrecían una respuesta adecuada. Hubo que esperar hasta la gran crisis agrícola de finales de siglo XIX para que las élites agrarias tomaran conciencia de la necesidad de encontrar una solución. En las últimas décadas del siglo, después de la revolución del transporte, se produjo una apertura de fronteras que puso de manifiesto las disparidades en materia de costes de producción entre Francia y los nuevos países del continente americano (EE.UU., Argentina, Canadá) yAustralia (T^cY, 1982). La liberalización del comercio trajo consigo importaciones masivas que hundieron los precios agrarios y provocaron una caída en las rentas agrarias del orden del 20 al 30%. Estos efectos, unidos a los problemas antes mencionados, crearon una sensación de malestar generalizado en los campos franceses. Sin embargo, no fueron los propios campesinos, generalmente fatalistas y poco amigos de la innovación, quienes reaccionaron, sino las élites rurales, que, tomando conciencia de que no se trataba de una crisis como las anteriores, sino de una auténtica crisis estructural, elaboraron un nuevo discurso sobre la agricultura y el mundo rural. Este nuevo discurso no consideraba, a diferencia de otros 187 países desarrollados, como el Reino Unido o Dinamarca, la necesidad de una modernización que transformara el mundo rural reduciendo la población agrícola y favoreciendo el éxodo masivo hacia las ciudades, sino que defendía un modelo tradicional de sociedad rural antepuesta a un mundo urbano, percibido como algo negativo (GERV.^s et al., 1976). El nuevo discurso, calificado como corporativista, partía de aceptar como un dato fijo e invariable la existencia de un número elevado de explotaciones familiares cuyos titulares debían asociarse para defender conjuntamente sus intereses. La respuesta asociativa sería unánimemente aceptada por parte de las élites rurales como la solución a los problemas de la agricultura, si bien la forma en que esta respuesta habría de materializarse en los campos franceses diferirá según la promovieran los «notables» tradicionales -ligados al movimiento monárquico- o los nuevos «notables» republicanos. Ambos proyectos doctrinales, a pesar de tener en común la defensa del mundo rural frente al urbano y el rechazo a un control directo del Estado, aparecían en la sociedad francesa como antagonistas. Por un lado, existía el proyecto de las élites tradicionales, inspiradas en el catolicismo social y aspirantes a implantar un modelo cerrado en sí mismo de organización corporativa; por otro lado, y compitiendo con aquél, estaba el proyecto de las nuevas élites rurales, basado en los principios de la solidaridad mutua e interesado en abrir al campesinado francés hacia el exterior e integrarlo en las instituciones republicanas. a) El1iroyecto de las élites tradicionales El movimiento asociativo que van a proponer las viejas élites para hacer frente a la situación de crisis se inspiraba en las ideas del catolicismo social y sería apoyado por aristócratas y nobles que políticamente eran monárquicos y socialmente querían preservar el orden tradicional, soñando, incluso, con volver a la sociedad de antes de la Revolución. Dicho movimiento se articulará, a partir de 1867, por medio de la Société des Agriculteurs de France (SAF) (BnRitni., 1968). 188 De una forma generalizada, las élites que apoyaban a este movimiento creían en una solidaridad de base geográfica o territorial, incorporando a su discurso la exaltación del localismo, una exaltación que se comprende si consideramos que sus « jefes naturales» (nobles y curas) temían una ruptura de las bases de la «antigua Francia» con la entrada del liberalismo, y una pérdida de su autoridad sobre las comunidades rurales con el surgimiento del poder centralizador del Estado republicano. Este discurso iba más allá de una simple ideología, materializándose a nivel práctico en la elaboración de un programa de reacción contra lo que entendía era «tiranía administrativa y la centralización burocrática» y en el intento de crear una especie de barrera entre el individuo (campesino) y el Estado, preconizando la existencia de un orden natural que había que respetar. En la agricultura y el mundo rural franceses esta doctrina se traducirá en el modelo del corporativismo, concebido como una organización autónoma a nivel local, cantonal y regional, para defenderse de otras profesiones y del Estado (BERGER, 1975). El sindicato corporativo aparece en este modelo como una contra-organización que se opone a aquellas otras de influencias sociales consideradas subversivas, especialmente las organizaciones obreras socialistas o anarquistas. Las élites rurales de ideología corporativista no pretendían negar el mundo moderno y sus efectos, sino controlarlos a través de su dominio sobre el proceso económico. Este dominio tenía que pasar, en su opinión, por crear una organización globalizadora basada en el sindicato local y destinada a la reconstrucción del orden social tradicional fundamentado en la autoridad de los jefes naturales. De hecho, esta concepción excluía la posibilidad de que los obreros agrícolas pudieran crear sus propias organizaciones, ya que no se les reconocían intereses propios que defender, sino los del grupo natural al que pertenecieran. El proyecto corporativo de las élites tradicionales consistía en crear asociaciones de carácter general no especializadas, vertebradas en el llamado sindicato boutique y con la 189 particularidad de agrupar en su seno a toda la población rural (propietarios rentistas, agricultores, arrendatarios, asalariados) . b) El proyecto de las nuevas élites El final del siglo XIX está enmarcado en la aparición de una nueva élite en el campo francés, constituida por una burguesía rural de médicos, veterinarios, abogados y profesores de agricultura, de ideas republicanas y seguidores de la doctrina solidarística incluso antes de que ésta cristalizase formalmente en el terreno mutualista. Frente al agrarismo de los nobles, nace un agrarismo republicano que se materializará, en 1880, en la SNEA (Société National d'Encouragement á 1'Agriculture), animada por Gambetta -presidente de la República- y que agrupaba desde grandes hombres políticos, como Viguer, Ruau, que serían ministros de Agricultura, o Meline, fundador del Crédit Agricole, hasta altos funcionarios y notables locales. ^Cómo caracterizar el proyecto agrario republicano? En su base era un modelo igualitario de pequeños propietarios con fundamentos democráticos jacobinos (PEDxo^`ri, 1985). Su perspectiva era fundamentalmente económica, basándose en que sólo a través de la ayuda mutua y la solidaridad el pequeño propietario podía integrarse en el nuevo sistema económico nacido de la revolución industrial y, por ende, en la nación y en la República. Mientras que el agrarismo tradicional se inscribía en la continuidad, en el caso republicano no existía ni tradición ni el carisma de los «notables». Necesitaba, por tanto, un tutor, que, según la lógica solidarista, no podía ser otro que el Estado. Las élites republicanas se erigirán, así, en interlocutores entre el ciudadano y el Estado y, admitiendo ciertos aspectos del liberalismo, tendrán por objetivo hacer llegar el Estado a la sociedad civil, lo que los diferenciaba profundamente del proyecto anterior, que pretendía actuar como barrera entre el campesinado y el poder estatal centralizador. 190 EI ámbito territorial de funcionamiento del modelo republicano será, sin embargo, la provincia, pero sólo por razones prácticas, ya que, si bien su proyecto asociativo descansaba en las iniciativas locales, el agente ejecutor, instrumento del Estado, era el préfet departemental (figura equivalente a nuestro gobernador civil de la provincia). A diferencia del proyecto de las élites tradicionales, el proyecto republicano no situaba en el sindicato boutique el eje aglutinador de todas las formas asociativas, sino que le reconocía a éstas un cierto grado de autonomía en su desarrollo y funcionamiento. Ello explica que el asociacionismo republicano estuviera constituido por una red extensa y diversificada de cooperativas, cajas, mutuas y sindicatos (HUBSCHER y RINAUDO, 1993). 2.2. a) La aparición de las primeras formas asociativas modernas Del sindicato a la coó[^erativa agrícola (1884-1906) Ya en el título N de la ley de 1867 sobre sociedades se preveía la creación de sociedades de capital variable. La ley contenía, sin embargo, grandes ambig^edades, sobre todo en el ámbito fiscal, ambig^edades que suponían un fuerte inconveniente para la creación de cooperativas en el medio rural. Sin embargo, serán las normas relativas a los sindicatos obreros las que, paradójicamente, constituirán el origen del modelo cooperativo en la agricultura francesa. Durante el segundo Imperio, el derecho de asociación estaba suprimido y es con la ley Waldeck Rousseau, de 21 de marzo de 1884, sobre la libertad sindical, que éste se restablece. El texto en cuestión, pensado para el sector no agrario, atribuía a los sindicatos la defensa de los intereses económicos, industriales y comerciales. Una enmienda del senador Oudet du Doubs permitió añadir la palabra «agricole», pensando, sobre todo, en la posibilidad de que se pudieran crear tambien sindicatos de obreros agrícolas, pero era evidente que el objetivo de los redactores del proyecto de ley era reflejar la dinámica que se estaba produciendo en los sectores industrial y comercial y no 191 las particularidades de lo que estaba ocurriendo en la agricultura. De esta manera, muchas de las asociaciones ya existentes, pero no legalizadas, en la agricultura, a las que nos hemos referido en el apartado anterior, y todas las que a partir de la promulgación de la citada ley se irían creando, se acogieron a esta ambigua fórmula sindical, dando lugar a la proliferación de los llamados sindicatos boutiques, que no eran más que asociaciones regidas por la ley de 21 de marzo de 1884, que mezclaban entre sus objetivos la defensa de los intereses agrarios y la prestación de numerosos servicios económicos y de gestión a sus afiliados. Esta nueva figura jurídica fue utilizada, sobre todo, por el movimiento corporativo de las élites tradicionales, ya que en ellas encontraba un ajuste casi perfecto su modelo vertebrado en torno al sindicato integrador de todas las iniciativas (BERGEx, 1975). La inadecuación de la mencionada normativa legal a la realidad asociativa de la agricultura francesa hizo que muchos sindicatos se orientasen hacia actividades de aprovisionamiento, mientras que otros lo hiciesen hacia la comercialización de la producción, constituyendo ambos casos formas precooperativas que realizaban operaciones comerciales formalmente prohibidas por la ley de 1884. El sindicato se vería así expuesto a un doble ataque, tanto por parte del fisco como por parte de los comerciantes, quienes le acusaban de competencia desleal, elevando sus protestas hasta los tribunales. Estos, en una interpretación restrictiva de la ley, comienzan a limitar la actividad económica del sindicato boutique, abriendo la vía para la creación de verdaderas cooperativas agrícolas. En estas condiciones, las élites, tanto desde dentro como desde fuera de los sindicatos, comienzan a promover la creación de cooperativas, pero entendidas inicialmente como asociaciones subordinadas a los sindicatos. En esta época, principios de siglo, el movimiento sindical era ya fuerte y poderoso. Todos los sindicatos importantes, ligados al movimiento de las élites tradicionales y situados principalmente en Bretaña y en el sureste, se reagrupan formando la UCSA (Union Centrale des Syndicats Agricoles). Por el lado republicano, sin embargo, la actividad asociativa era más diversificada y cada asociación tenía un ma- 192 yor nivel de autonomía en el seno del movimiento, siendo, además, de menor importancia las actividades estrictamente sindicalés, salvo algunas excepciones, como, por ejemplo, en Pais de Calais. Esto explica que en el movimiento de inspiración republicana el cooperativismo no tuviera el grado de subordinación al sindicato que encontramos en la corriente tradicional monárquica. Dos actividades van a consolidar una actividad cooperativa autónoma en el campo francés: la producción de leche y la de vino. En el año 1880 es cuando tuvo lugar el ataque de filoxera que arrasó casi totalmente las viñas de Charentes y departamentos vecinos. Ante la calamidad, muchos viticultores emigraron y los que quedaron intentaron organizarse para salir de la crisis. Así, se creó un sindicato para luchar contra la plaga, y es este mismo sindicato el que, finalmente, aconseja a sus socios reconvertirse hacia la producción lechera. Las dificultades de comercialización y el abuso que en los precios realizaban las industrias lácteas fue lo que motivó la aparición de la primera cooperativa lechera del oeste, en 1886. Una de las grandes actuaciones de esta cooperativa fue lograr un incremento de la renta de sus asociados en un 50%. Ante este éxito, la difusión del movimiento cooperativo por todo el oeste no se hizo esperar. Prueba de esta expansión es que, a principios de siglo, la Asamblea Central de Cooperativas Lecheras de Charentes Poitou, nacida en 1893, agrupaba ya a 102 lecherías de las 106 existentes y contaba con más de 50.000 socios ^PEDROTTI, 1985). Sin embargo, el movimiento cooperativo, en un principio impulsado por el sindicalismo, iría superando ya los límites de éste y la mayoría de los socios cooperativistas serían cada vez más ajenos a la estructura sindical. La otra gran actividad que ayudó a fijar los cimientos para el desarrollo autónomo del cooperativismo en el campo francés fue la eclosión de las cooperativas vinícolas del Midi Méditerranéen. En 1901, recuperados ya del ataque de filoxera, los viticultores de la zona se lanzaron a producir en masa, al mismo tiempo que se produjo una fuerte entrada de vino procedente de Argelia. El resultado fue un 193 exceso de oferta, que hundió los precios del mercado. Ante esta problemática, los productores de uva, deciden organizarse bajo el impulso del incipiente movimiento socialista, creando una cooperativa que reservaba el acceso sólo a los pequeños propietarios y se adheriría a una estructura superior, también socialista, denominada La Bourse. El modelo de cooperativas vitivinícolas se extendería por regiones vecinas, animado por la estructura de La Bourse, pero pronto surgirían conflictos. La Bourse, movimiento socialista que agrupaba también a cooperativas de consumo de los obreros urbanos, pretendía una colectivización de todos sus miembros y exigía a la cooperativa vinícola el reconocimiento de la «propiedad federada colectiva del proletariado». Tal reconocimiento Ilevaba consigo la obligación de entregar el excedente de la cooperativa agraria en beneficio de las cooperativas de consumo y del aparato de propaganda del movimiento, con la consiguiente pérdida de autonomía de los agricultores. Como cabía esperar, la ruptura de las cooperativas vitivinícolas con La Bourse ocurrió en la primera década del presente siglo, adquiriendo de esta forma el cooperativismo agrario su plena autonomía organizativa en el sector vitivinícola (GUESLIN, 1985b). Llegamos así a 1908, momento en que las cooperativas agrarias habían ya demostrado sobradamente en diversas regiones y sectores que eran capaces de existir por sí solas fuera de la tutela sindical o política. El poder público sancionó jurídicamente esta realidad, permitiendo la creación de asociaciones económicas de tipo cooperativo, separadas ya del statusjurídico de los sindicatos. b) La aparición de tas mutuas de seguros agrarios Durante la primera mitad del siglo XIX comienzan a surgir las primeras tentativas de las élites agrarias para organizar las «cajas mutuas de seguros»; estas asociaciones tenían todavía en su primera etapa una estructura muy rudimentaria, sin sobrepasar el ámbito local. 194 Bajo el Imperio, el Estado empieza a preocuparse por ayudar a la población rural a defenderse de las adversidades climáticas, promulgando, en 1868, un decreto que determinaba las condiciones de formación y funcionamiento de las «sociedades mutuas de seguros». El problema era que ese decreto mostraba un formalismo jurídico tal, que resultaba inadecuado para las pequeñas cajas que funcionaban a escala reducida, con lo cual la mayor parte de ellas se encontraron al margen de la nueva legalidad. Con la ya citada ley de libertad sindical de 1884, la mutualidad recibe un fuerte impulso, puesto que los sindicatos boutique hacen del seguro una de sus actividades principales. Sin embargo, este mecanismo fue concebido, en principio, sólo como un complemento de las cooperativas, por lo que sus actuaciones se desarrollaron con timidez, debido, en parte, a la falta de status jurídico propio. El movimiento republicano también se acomodaba mal a esa situación de incertidumbre e intentaba buscar una fórmula, conforme a sus ideales de solidaridad, para ayudar a los campesinos más pobres. A partir de 1879, el Parlamento propuso distintos planes de seguros agrarios, pero todos ellos pasaban por un control directo del Estado, lo cual era inaceptable no sólo para las élites monárquicas, tradicionalmente hostiles a todo proyecto estatalizador, sino también para los sectores republicanos más moderados. En 1888, Meline, a la sazón presidente de gobierno, intentó una solución parcial: la utilización de recursos del Estado para la financiación de seguros agrarios gestionados por instituciones privadas. Sin embargo, este proyecto no resolvía la cuestión fundamental del status jurídico y fiscal de la mutualidad. Fue Albert Viguer, futuro ministro de Agricultura, quien hizo la proposición que luego se transformaría en la ley del 4 de julio de 1900, llamada ley Viguer. En dicha ley se define el status juridico de las cajas de seguros, dotándolas de un status fiscal de favor; en contrapartida, la ley les exigía el carácter mutualista, esto es, gestión gratuita y ausencia de beneficios. Dotadas ya de un estatuto legal propio, las cajas mutuas de se- 195 guros agrarios empiezan a desarrollarse. Así, entre 1899 y 1912, el número de cajas pasa de 1.935 a 11.687, y el número de asegurados de 120.000 a 540.000. Tal expansión de las cajas mutuas de seguros planteó a los poderes públicos el problema de la concentración de riesgos financieros que dichas cajas iban progresivamente asumiendo, por lo que se hacía necesario promover la creación de cajas centrales que, alimentadas con fondos públicos procedentes de la Banque de France en forma de anticipos, actuaran como garantía de las cajas locales. En esta línea, el bloque monárquico crearía, en 1906, dos Caisses Centrales de Rassurances Mutuelles Agricoles, una sobre el riesgo de incendios y otra sobre la mortalidad del ganado. El bloque republicano, con apoyo del Estado, fundó, en 1912, la Caisse Nationale de Reassurance Mutuelle Agricole (GUESLIN, 1985b). En vísperas de la segunda guerra mundial, los seguros agrarios de las mutuas se encontraban en plena expansión, aunque su penetración en el medio rural variaba según ramas y zonas geográficas. De forma general, sin embargo, no puede hablarse de consolidación del sistema mutualista en el campo de los seguros agrarios por aquella época. De una parte, seguía existiendo la desconfianza de los campesinos y sus dificultades para pagar las cuotas regularmente. Por otra parte, la mutualidad se veía sometida al ataque de las grandes compañías aseguradoras, que, para evitar la competencia, pretendían impedir que las cajas constituyesen reservas y fuesen reaseguradas, condiciones indispensables para el desarrollo de la actividad. Ante esta situación de incertidumbre, las élites agrarias dirigieron su atención al desarrollo del crédito, cuyo status parecía mucho más sólido. c) La creación de las cajas cooperativas de crédito La creación de cajas cooperativas fue objeto de diversas tentativas por parte del Estado desde la segunda mitad del siglo XIX. El agrarismo tradicional estaba decidido a demostrar la viabilidad de un sistema de crédito agrícola sin la participa- 196 ción del Estado, a pesar del fuerte obstáculo que suponía la ausencia de legislación en la materia. El ejemplo más conocido, enmarcado en la ideología conservadora, era la Sociedad del Crédito Agrícola de Poligny, creada en 1885. Su fundador, Louis Milcout, consciente de las escasas garantías que el campesino podría ofrecer, creó la figura del «crédito personal», siendo la pertenencia al sindicato lo que demostraba la «calidad» del prestatario. Este modelo, fuertemente influenciado por la doctrina del padre Besse, tenía una evidente inspiración filantrópica. Así, por ejemplo, existían dos clases de aportadores de fondos: los filántrópos, que aportaban el grueso del capital remunerado al 3%, y los socios, cuyas aportaciones eran mínimas y remuneradas al 5%^GUESLIN, 1985a). Otras manifestaciones de esta filantropía eran la gratuidad de la gestión administrativa, confiada en la práctica a las élites, y el hecho de que sólo los socios podían beneficiarse de préstamos adaptados a las limitaciones de la actividad agraria. A pesar de la desconfianza inicial de los campesinos, este sistema alcanzó rápidamente éxito y se extendió a otras regiones, pero la dependencia de encontrar benefactores suponía un obstáculo importante para la expansión del movimiento. Siempre dentro de la línea conservadora, pero al margen del agrarismo, otro movimiento de entidades de crédito parecía tener un buen futuro: la Red Raiffeisen-Durand, creada a iniciativa de un abogado lionés, que, sensibilizado por el padre Besse, estudia el movimiento Raiffeisen alemán, y más concretamente su carácter cristiano, e intenta aplicarlo a la realidad de la agricultura francesa. La adaptación del modelo raiffesenista alemán en el caso francés se hizo amparándose en la ley de sociedades de 1867 y adoptando el principio de solidaridad ilimitada. En 1893 se funda así la Unión de Cajas Rurales y Obreras francesas, que, como su propio nombre indica, no eran de especificidad agraria, sino rural. Ideológicamente, el movimiento Durand se situaba dentro del catolicismo social en su rama más conservadora, lo que se traducía en una vida interna marcada fuertemente por la práctica religiosa. Las dos corrientes del crédito promovidas por los agraristas 197 tradicionales -el modelo Poligny y el modelo Durand- no tenían fuertes bases jurídicas, pero sí grandes exenciones fiscales, lo que provocaba la ira de los republicanos. La administración fiscal republicana comienza a finales de siglo a rescindir las exenciones fiscales a las cajas de crédito y, ante la nueva situación, muchas de estas cajas no pueden hacer frente a las cargas financieras, desapareciendo gran parte del movimiento entre 1897 y 1910. Por otro lado, los responsables políticos republicanos, basándose en el modelo de Poligny, reconocen que el sindicato es apto para distribuir el crédito, pero al mismo tiempo son conscientes de que las carencias jurídicas pueden suponer un fuerte obstáculo para una buena difusión del mismo. En 1890, Meline elabora una propuesta de ley con vistas a dotár de status jurídico al crédito agrícola, para lo cual se inspira en el proyecto raiffesenista. El proyecto de ley republicano no preveía la existencia de filántropos, como ocurría con las cajas de crédito autónomas creadas por los sindicatos del agrarismo tradicional, por lo que hacía necesario recurrir a la tutela del Estado para conseguir fondos y hacer posible el funcionamiento del crédito. La aplicación del proyecto republicano significará una ruptura total ^ on el antiguo modelo agrarista, denominado, a partir de entonces, del crédito libre, por su independencia del Estado. Las nuevas cajas republicanas recibirán en forma de anticipos del Banco de Francia la ayuda del Estado, pero como contrapartida deberán aceptar la tutela y control de los poderes públicos, convirtiéndose de esta forma en el llamado crédito oficzal. Meline, para evitar una centraliza ción demasiado fuerte, propone la creación de cajas regionales como escalón intermedio entre las cajas locales y el Estado. Este es el objeto de la ley del 31 de marzo de 1899, pero, además, con la existencia de estas cajas regionales, la ley pretendía que se asegurasen los riesgos contraídos por las cajas locales, cuya expansión económica había sido enorme desde el reconocimiento del status jurídico del crédito en 1890. A pesar de la impresión que pueda dar la denominación de crédito oficial a las nuevas cajas, no cabe hablar de estatalización en torno al proyecto republicano sobre el crédito. En primer lugar, porque la estructura mutualista de base jugaba 198 el papel de «barrera» -recordemos que las demandas de crédito se hacían a nivel local-; y en segundo lugar, porque los hombres que promovían el cr-édit agricole eran los primeros que rechazaban un modelo de control directo pór parte del Estado. Poco a poco, el modelo de crédito republicano, creado por Meline y conocido desde entonces como crédit agricole, penetra en todas las regiones de Francia, siendo aceptado incluso, aunque de forma tardía, por los sindicatos tradicionales. El modelo Durand continuará, sin embargo, como auténtico rival del crédit agricole en algunas regiones en donde había alcanzado fuerte implantación y su actividad era ya significativa entre los agricultores, si bien, globalmente, al nivel general de la agricultura francesa, dicho modelo quedará marginado, permaneciendo como una especie de reliquia histórica (GvESistv, 1985a). 2.3. Situación del asociacionismo agrario en vísperas de la primera Guerra Mundial Hemos comentado hasta ahora cómo y por qué fueron surgiendo las distintas formas asociativas en el mundo rural francés desde la mitad del siglo pasado hasta principios del presente siglo. Del análisis realizado puede deducirse que, a principios de siglo, las bases estructurales del asociacionismo económico estaban fijadas. En vísperas de la primera guerra mundial, cuyo impacto fue decisivo para toda la economía francesa, el cooperativismo, el crédito y la mutualidad tenían un status jurídico reconocido y una incipiente estructuración a nivel nacional. A pesar de que existía unidad de criterios sobre la necesidad de las fórmulas asociativas en el medio rural, el asociacionismo agrario francés se encontraba dividido en dos grandes bloques bien diferenciados, según la ideología política de sus dirigentes. Así, por ejemplo, existían las cooperativas de inspiración socialista, que se oponían a las cooperativas más próximas a los grupos monárquicos y al catolicismo social tutelado por la jerarquía eclesiástica. 199 El panorama que se presenta, por tanto, en las primeras décadas del siglo XX es algo confuso, coexistiendo numerosas y variadas formas asociativas, atravesadas por las diferencias de tipo ideológico antes mencionadas. A nivel de las estructuras representativas, los sindicatos boutiques, promovidos por los grupos de ideología corporativa tradicional, se articulaban en la UCSA, mientras que los sindicatos, cooperativas, cajas de crédito y de seguros, promovidos por las élites republicanas y apoyadas por el aparato del Ministerio de Agricultura, aún no habían logrado constituir una estructura organizativa dé ámbito nacional (GExv.^s et al., 1986). Desde el punto de vista organizativo, el sector republicano estaba, pues, más disperso, pero pronto dicho sector empezó a celebrar una serie de congresos de ámbito regional, que acabaron culminando en la constitución de estructuras nacionales. Así, en 1901, varias cajas regionales de crédito se reunieron en Béziers para celebrar un primer congreso, al que siguieron otros en Carcasonne (1902) y en Montpellier (1904), siendo en 1907, en Bordeaux, cuando tuvo lugar la reunión de todas las cajas regionales en lo que se ha considerado el primer Congreso del Crédito Agrario en Francia, cuyo principal resultado sería la constitución, en abril de 1908, de la Fédération Nationale des Caisses Regionales de Crédit Agricole Mutuel, integrada por 71 de las 90 cajas existentés. En ese mismo año, siguiendo el ejemplo de las cajas regionales de crédito, un número importante de cooperativas de orientación republicana creó la Fédération Nationale des Coopératives Agricoles de Production et de Uente. La actividad congresual en el movimiento asociativo de ideología republicana continuó con la celebración de reuniones conjuntas entre los sectores de cajas de crédito y de cooperativas -ambos ya articulados en sus respectivas federaciones nacionales- y el de cajas de seguros agrarios -aún no dotado de una estructura de coordinación-, destacando el denominado N Congreso de la Mutualidad y la Cooperación Agrarias, que tuvo lugar, en 1910, en París. En este congreso se decidió la fusión de las dos federaciones preexistentes -la de las cajas regionales de crédito y la de las cooperativas-, para dar lugar a la creación de una Fédération Nationale de la 200 Mutualité et de la Coopération Ag^zcoles (FNMCA), en cuya estructura se integraron, a título individual, las cajas mutuas de seguros agrarios. Con la constitución de dicha federación se cierra una primera fase en la historia del asociacionismo agrario en Francia. A1 final de ella existían 38.414 asociaciones de muy variada naturaleza, aunque todas ellas caracterizadas por el rasgo común de desarrollar sus actividades en el campo del cooperativismo, del crédito o de la mutualidad agraria; la articulación de esa variada realidad asociativa se hacía a través de las dos grandes estructuras nacionales ideológicamente diferenciadas: la corporativista UCSA y la republicana FNMCA, de reciente creación. Esta situación de relativa estabilidad en el movimiento asociativo agrario continuaría sin grandes cambios hasta la primera guerra mundial. Los cambios experimentados en la sociedad francesa como consecuencia del conflicto bélico y las nuevas orientaciones dadas a la política agraria por parte de los poderes públicos en el período de entreguerras serán factores que dinamizarán la estructura del asociacionismo económico agrario al introducir en ella nuevos elementos. 2.4. El período de entreguerras El período de entreguerras se caracterizó en Francia por la apertura de un debate sobre el estado de la economía nacional y su papel en el concierto mundial. Durante los años del conflicto bélico, la producción agrícola francesa no fue suficiente para alimentar al país, por lo que se hizo necesario recurrir a las importaciones que poco a poco fueron erosionando el equilibrio comercial de la balanza de pagos y haciendo que Francia perdiera progresivamente su posición de gran potencia en el concierto económico mundial. A1 final de la guerra, la situación de Francia era la de un país empobrecido, carente de medios y con una población activa muy mermada por la contienda bélica. La situación en la agricultura no era mucho mejor, ya que una tercera parte de los hombres en edad activa tuvo que abandonar el medio ru- 201 ral, y la producción agraria se volvió más de subsistencia que nunca (GERVAIS et al., 1976) . Una de las más claras manifestaciones que se reveló durante los años de guerra fue la insuficiencia y rigideces del aparato productivo agrícola francés. Los poderes públicos de entonces, conscientes de esta realidad, supieron comprender la necesidad de una modernización de la agricultura que actuase como motor de desarrollo económico y permitiera al país ir recuperando paulatinamente su posición he ^ emónica de antaño para evitar su dependencia del exterior y volver a una posición de equilibrio de la balanza comercial. La agricultura tenía que industrializarse haciendo uso de maquinaria y fertilizantes y aplicando nuevas técnicas de producción con el objetivo de elevar los rendimientos y aumentar la producción. Para ello, los poderes públicos entendieron que el papel que debía jugar el asociacionismo no sindical era clave. De ahí que se adoptasen importantes medidas incentivadoras (como la reducción de la presión fiscal o la ampliación del campo de actuación de las cooperativas) , encaminadas a favorecer la expansión del movimiento asociativo agrario. El cooperativismo sería, pues, concebido como uri elemento fundamental para impulsar el desarrollo económico del sector agrario, potenciándose al mismo tiempo el crédito y la mutualidad como instrumentos complementarios. Este impulso de los poderes públicos explica que el gran período de creación de cooperativas fuese precisamente el de entreguerras, en el que se percibe ya, además, una especialización de las asociaciones para defender los intereses específicos de los agricultores de una determinada rama productiva. Así, por ejemplo, durante esta época tuvo lugar una expansión del movimiento cooperativo vinícola desde Languedoc hasta el valle del Rhóne, surgiendo centenares de cooperativas lecheras semejantes a la de Charentes, y cubriéndose el conjunto del territorio francés de cooperativas, sobre todo en Languedoc, Provence, en el Bassin Parisien y en Bourgogne. Como dato ilustrativo podemos indicar que en 1938 existían ya 1.100 cooperativas cerealeras, que aseguraban el 85% de la colecta de trigo (Ctvlvtcca, 1987). 202 Entre las organizaciones especializadas que se crearon por esa época podemos citar la Confédéra ^on Générale des Planteurs de Betteraves (CGB), en 1921; la Associa ^on Générale des Producteurs de Blé (AGPB), en 1924; la Confédération Générale du Lait (CGL), etc. Este proceso de asociacionismo especializado era, en realidad, ^una consecuencia lógica de las mutaciones que se estaban produciendo en la agricultura francesa derivadas de la primera guerra mundial. Con la intensificación de las explotaciones, se produjo una pérdida de importancia de los grandes propietarios absentistas (^iroprietaires fonciers) y un ascenso de los pequeños y medianos agricultores que cul ^vaban directamente la ^erra y se veían obligados, así, a tener que abordar la problemá ^ca específica de su explotación. A1 nivel de la estructura representativa, también en el período de entreguerras se produjeron importantes cambios. En primer lugar, se intentó la unificación de las dos grandes corrientes asocia ^vas (UCSA y FNMCA), creándose, en 1919, la Confédération Nationale des Associations Agricoles (CNAA), con el objetivo de representar de forma unitaria a la agricultura francesa ante los poderes públicos y ante el resto de los grupos políticos y sociales. A pesar de que sus tradicionales diferencias políticas habían perdido gran parte de razón de ser ante el hecho de un Estado republicano mayoritariamente aceptado por la población francesa, el proyecto de unificación no tuvo el éxito esperado; UCSA y FNMCA siguieron actuando de forma independiente, tanto en materia reivindicativa como de prestación de servicios, por lo que la CNAA se reveló como una estructura inoperante y carente de sen ^do hasta su defini ^va desaparición en 1936 (GERV^us et al., 1976). En segundo lugar, con el ascenso de los pequeños y medianos agricultores y la pérdida de importancia de los proprietaires fonciers, se produjo un importante cambio en la facción conservadora. En 1934 la UCSA se convierte en UNSA (Union Na ^onale des Syndicats Agricoles), sus ^ tuyendo a las élites tradicionales por una nueva clase dirigente cons ^ tuida por nuevos agricultores con formación técnica vinculados a las asociaciones especializadas antes citadas. 203 2.5. El paréntesis de Vichy y la liberación En el_ marco de la ocupación alemana en 1940 y de la instauración de un régimen colaboracionista en Vichy, presidido por el mariscal Petain, se puso en marcha la organización corporativa de la agricultura francesa en la forma de, la Corporation Nationale Paysanne. La realización del proyecto corporativo significó la transferencia del poder representativo, y parte del poder reglamentario, a los nuevos sindicatos corporativos y la subordinación a éstos del resto de las asociaciones económicas en sus distintos niveles territoriales (Bouss.^tD, 1980). Así, la Corporation transformó las cooperativas, las cajas de crédito y las de la mutualidad en simples organismos económicos, y sus antiguos dirigentes, que habían sido elegidos democráticamente, fueron sustituidos por dirigentes designados por el poder jerárquicamente superior. Las Caisses Nationales de Reassurances de la FNMCA fueron absorbidas por las Caisses Centrales de la UCSA (cuyos líderes, de ideología conservadora, pasaron a ocupar los cargos principales en la Corporation Paysanne). Las federaciones de cooperativas, de cajas de crédito y de mutualidad fueron absorbidas también por una Fédération Corporative de la Mutualité Agricole. Una vez liberado el norte de Africa por los aliados y constituido en Argel el Comité Français de Libération Nationale, comenzó el proceso de reconstrucción democrática del movimiento asociativo agrario. Así, en 1943, el antiguo presidente de la FNMCA convocó el 28 Congrés National de la Mutualité, de la Cooperation et du Crédit Agricoles, que tuvo lugar en Argel ese mismo año, con participación de representántes de cooperativas y cajas de crédito y mutualidad ubicadas en territorios franceses ya liberados; en ese congreso se pusieron las bases del rol que debía jugar el movimiento asociativo no sindical en el proceso de reconstrucción nacional y, concretamente, en la reorganización de la ^irofession agricole después de la guerra. La reorganización sobre bases democráticas de la profession agricole francesa se hizo en torno a un proyectó unitario, representado por una nueva organización: la CGA (Confédéra- 204 tion Générale de 1'Agriculture), promovida por grupos de la izquierda y también por dirigentes de la FNMCA no colaboracionistas de la Corporation Paysanne. Con ese apoyo, el movimiento cooperativo recibe un nuevo impulso y tiene lugar una segunda oleada de creación de cooperativas. La ideología socialista privilegiaba a los agricultores frente a las industrias privadas y es por ello por lo que los nuevos dirigentes de la recién creada CGA apoyarán incondicionalmente la expansión del movimiento cooperativo. Por ejemplo, la mayoría de las cooperativas lecheras de la actualidad se crean en este período, surgiendo nuevas cooperativas de aprovisionamiento por todo el país y proliferando las cooperativas frutícolas y hortícolas en el Midi-Méditerranéen y en Aquitania. En el nivel de la estructura representativa, la CGA separó el crédito, la mutualidad y el cooperativismo, hasta ese momento siempre integrados en una misma organización, estructurándolos en federaciones diferentes, para que de forma autónoma consiguiesen un mayor desarrollo. A diferencia de las otras dos primeras ramas, la del cooperativismo no se articuló en la CGA de forma unitaria en una sola federación, sino que se dividió en dos: la FNCA Fédération Nationale de la Coopération Agricole), promovida por los dirigentes cooperativistas de tradición republicana, y la CGCA (Confédération Générale des Coopératives Agricoles), promovida por dirigentes vinculados a la conservadora UCSA, división que persistiría hasta 1966, año en que ambas organizaciones se fusionaron para crear la actual CFCA (Confédération Française de la Coopération Agricole). Los conflictos internos que asolaron a la CGA convirtieron en pocos años su proyecto unitario en un proyecto inviable. En esa dinámica conflictiva -protagonizada principalmente por los dirigentes de la rama sindical, FNSEA-, los dirigentes de las tres federaciones surgidas del tronco común de la antigua FNMCA comenzaron a coordinarse con el objetivo de tener construida una estructura sólida para el momento en que el proyecto de la CGA fuese, como era previsible, definitivamente abandonado. Así, en septiembre de 1947 se celebró en 205 La Rochelle el 29 Congrés National de la Mutualité, de la Coopération et du Crédit Agricoles -el primero tras la liberación-, al que siguieron otros tantos congresos anuales en los años siguientes. En el 34 Congreso, celebrado en junio de 1952 en París, y a la vista de la defunción, si no jurídica sí práctica, de la CGA, se adoptó el acuerdo de constituir un Comité Permanent de la Mutualité, de la Coopération et du Crédit Agricoles, encargado de reformar los estatutos de la vieja FNMCA, para adaptarlos a la nueva realidad, y preparar la creación de una federación. El 23 de enero de 1953 se reunió en París la asamblea constituyente de una nueva FNMCA (Fédération National de la Mutualité, de la Coopération et du Crédit Agricoles), en la que se aprobaron sus estatutos. La FNMCA surgida de esa asamblea era, pues, el resultado de la integración en una estructura confederal de las tres federaciones en que había estado articulado el movimiento asociativo no sindical durante el período de vida activa de la CGA. Años más tarde, en 1955, cambiaría sus siglas por las actuales de CNMCCA, sustituyendo la palabra «fédération» por la de «confédération» para reflejar mejor el carácter confederal de su estructura (MoY^io, 1988). 2.6. La V República y la historia reciente del asociacionismo cooperativo en Francia La descomposición de la N República provocó el ascenso al poder del general De Gaulle y la reforma constitucional que instauraría la V República. La existencia de un gobierno fuerte y estable permitiría llevar a cabo la modernización de la economía francesa tantas veces comenzada e interrumpida por los diferentes avatares políticos. El objetivo prioritario era la industrialización del país, con lo que el desarrollo de la agricultura debía estar supeditado al mismo. La nueva élite en el poder estaba constituida por personas de formación tecnocrática y no ligadas al mundo rural, con lo cual los problemas agrarios eran únicamente conside206 rados desde un punto de vista economicista, sin ninguna de las connotaciones ideológicas y morales de antaño. La política agraria era solamente un aspecto más de la política económica. El sector agrario, que aparecía como fuertemente atrasado, había que modernizarlo, pero no por sí mismo, sino para evitar que actuase como lastre al desarrollo general de la economía francesa (SExvor.itv, 1988). Comienza, por tanto, la era de la lógica productivista y se pone en marcha un proyecto modernizador que alterará las bases tradicionales del mundo agrario. Medidas de política estructural se combinarán, así, con las políticas de desarrollo y comercial para conseguir dicha modernización. Una vez más, el movimiento cooperativo es concebido como la pieza clave que puede promover la modernización y el desarrollo del medio rural, por lo que los poderes públicos deciden favorecer su expansión flexibilizando las limitaciones legales y otorgándole mayores ventajas fiscales. En los años 60, la agricultura francesa se encuentra en plena mutación: empiezan a conseguirse mejores rendimientos y mayores producciones. Por primera vez Francia vuelve a su posición de antes de la primera guerra mundial, produciendo más de lo que es capaz de consumir; ahora la necesidad ya no es producir, sino vender. En este contexto surgen las SICAs (Société d'Intérét Collective Agricole), como entidades complementarias a las cooperativas y cuyo status legal más flexible les permite mayor libertad de acción en el proceso de comercialización. La búsqueda de nuevos mercados, la evolución de los hábitos alimenticios y la necesidad de exportar para evitar los excedentes imponen, así, la valorización de la producción por medio de la transformación industrial. Las cooperativas, al menos las más grandes, se convierten en industrias agroalimentarias y empiezan a penetrar en todos los sectores, incluso en aquellos tradicionalmente en manos de las industrias privadas. Surgen, así, cooperativas y SICAs de comercialización en el sector lácteo, cárnico, hortícola y otras de aprovisionamiento, adaptadas a las necesidades de una agricultura cada vez más intensiva. Como respuesta a esta evolución, aparecen también las cooperativas polivalentes, sobre todo en el oeste, que cuentan con el apoyo de jóvenes agricultores liga207 dos ideológicamente a las Juventudes Agrícolas Cristianas (JAC) y ocupando ya puestos de responsabilidad en el sindica. lismo francés (en la FNSEA y en el CNJA) (MoY^vo, 1988) . A comienzos de los años 80, la era de la creación de las cooperativas parece definitivamente cerrada. Las formas cooperativas, integradas plenamente en una economía de mercado, tienden a fusionarse como una estrategia de crecimiento. El número de cooperativas se reduce, pero las uniones que se crean tienen un peso mayor en el conjunto de la economía, llegando a posiciones relevantes en el ranking de empresas exportadoras y con mayor volumen de ventas en el país. Un nuevo debate se plantea, así, en la actualidad en torno al modelo cooperativo. Multitud de agricultores y representantes de la profession ag^zcole se preguntan si a lo largo de esta evolución histórica los principios generales de la solidaridad económica y humana no se habrán quedado en el camino. 3. REGIMEN JURIDICO DEL COOPERATIVISMO AGRA RIO EN FRANCIA En este apartado se analizará el marco jurídico que regula las distintas formas de cooperativismo existentes en la agricultura francesa. Este análisis se iniciará exponiendo los rasgos más importantes que han caracterizado el Derecho cooperativo francés desde su génesis, a principios del presente siglo, hasta la actualidad. En un segundo apartado se analizarán las formas cooperativas reconocidas actualmente en el ordenamiento jurídico, finalizando con un comentario sobre los proyectos de reforma que en el momento de redactar este trabajo se estaban discutiendo en las instituciones legislativas francesas. 3.1. Génesis y desarrollo del Derecho cooperativo francés Por lo general, en los países en donde se ha desarrollado el cooperativismo, las cooperativas suelen ser concebidas como variaciones de una forma general de asociación en las cuales sus socios establecen estrechos lazos de solidaridad mu- 208