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LA REVISTA DEL FOMENT
INVIERNO 2015——Nº 2146
E S C R I B I R
E N
B A R C E L O N A
Cómo diez autores reescriben la geografía urbana en sus novelas
I MM A M O NS Ó
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SER GI PÀ MIES
EXTRANJERO EN CASA por Rafael Argullol / Dossier ARQUITECTURAS DEL PRÍNCIPE CARLOS DE INGLATERRA
por Ignacio Peyró / ¿PROSPERIDAD INCLUSIVA? por Joan Tugores Ques / Carta desde... LA HABANA por Juan Jesús Aznárez /
Artes&Co. INMENSIDAD Y PENSAMIENTO DE JAUME PLENSA por Sergi Doria / LOS PUENTES por César Antonio Molina
Panorama
NOTAS DEL PRESIDENTE
—— Barcelona crece como lugar de inspiración literaria,
escenario para la arquitectura y las artes, centro de actividad
económica y empresarial, destino del viaje buscado o el punto
de partida hacia otra parte. Una ciudad imaginada, novelada
en miles de páginas y reconstruida una y otra vez para
superarse ante los magníficos retos que se le han planteado
a lo largo de su historia. Barcelona toma en estas páginas
de la revista el protagonismo y observa el renacimiento
de La Habana en su acelerado cambio de régimen, desde el
estatismo hasta la privatización de los servicios. “Pocas veces
vivió La Habana una agitación semejante”, escribe Juan Jesús
Aznárez en la “Carta desde La Habana”.
Es cierto. La Habana conmueve. Una ciudad para
recuperar en un país que despierta inquieto con el deseo de
dar zancadas al futuro. Con toda probabilidad, Cuba es lo más
ilusionante que se nos pone por delante en estos momentos
tan poco dados al sosiego. Es cuestión de tiempo que todo
sea ciertamente previsible, incluso la democracia que, hoy
por hoy, no se ha incorporado a la hoja de ruta. El país cierra
ahora un paréntesis y reanuda el viaje que otros ya hicieron.
Las grandes ciudades nos representan. Proyectan las
ambiciones de sus ciudadanos, pero muestran también
sus descuidos. Por ello, son también radiografía de sus
empresarios y un termómetro bastante aproximado del
compromiso mutuo que hayamos sido capaces de forjar con
nuestras ciudades. Compromiso, ¡qué bueno recordarlo en
tiempos tan convulsos!, que se apunta en las páginas sobre
mecenazgo de empresa para el patrimonio arquitectónico.
Las grandes empresas dejan su impronta en la ciudad y es
a través de ella que permanecen más allá de su actividad
productiva, hasta formar parte de un paisaje urbano mejor y
abierto a la cultura para el disfrute de sus ciudadanos.
Joaquim Gay de Montellà
Presidente de Foment del Treball
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EDITORIAL
—— Cada gran ciudad tiene su clima simbólico, sus ciclos y aquel
LA REVISTA DEL FOMENT
INVIERNO 2015——Nº 2146
ESCRIBIR EN BARCELONA
Valentí Puig, director
poso histórico por el que las ciudades son y serán. Del Londres de
Dickens al París de Balzac o al Manhattan neoyorquino del novelista Dos Passos, la vida urbana genera formas literarias de modo
constante. La literatura sobre Barcelona se convierte en juego de
espejos para la ciudad abierta, la de personajes de ficción como el
Pijo Aparte, las protagonistas de Mercè Rodoreda o el tecnomundo
de las generaciones que están escribiendo con un pie en el recuerdo
de los antiguos merenderos de la Barceloneta que dejó de existir y
otro en los cibercafés pululantes de creatividad digital. Diez escritores de paisaje urbano y tempo generacional muy diversos hablan
para de sus complicidades con el magma urbano, de los lugares
en los que escriben asiduamente y que perfilan su modo de ver la
ciudad. Escriben en una plazuela apartada, en un bar que parece
evocar la época de los escritores de café, en la quietud de una biblioteca o en el hall de un hotel con solera. ¿Es Barcelona una tentación
para el escritor? ¿Se escribe mejor sobre Barcelona cuando se está
en otra parte? Esa es una reflexión de Rafael Argullol para este
número de .
En el dossier “Arquitecturas”, el enfoque es intencionadamente heterogéneo, tanto al ponderar el impacto del mecenazgo
empresarial en la conservación del patrimonio arquitectónico de
Barcelona, como al valorar las últimas innovaciones en la ciudad de
los arquitectos o las polémicas ideas del príncipe Carlos de Inglaterra sobre el urbanismo ideal. En “Temas de mañana”, el profesor
Joan Tugores perfila las posibilidades de una prosperidad que
acabe siendo inclusiva como rasgo del nuevo siglo en un contexto
de equilibrios razonables, mientras que el profesor Robert Tornabell explora las nuevas realidades de la industria 4.0 y, entre otros
aspectos, su repercusión en el PIB.
Para este número de la ciudad escogida como remitente de
nuestra carta habitual es La Habana. Era casi inevitable porque la
capital cubana está ante cambios de gran calado, a la espera de una
consolidación regulada de la economía de mercado y de las verificaciones necesarias para que la ley
garantice la libertad y la democracia. ¿Qué va de
La Habana de hoy a la geografía intricada de una
novela clásica como Tres tristes tigres? Lo cuenta
para Juan Jesús Aznárez, desde una Habana
que acelera su futuro y busca atraer inversores.
La escultura de Jaume Plensa, los cien años
del nacimiento de Ingrid Bergman, el arte que
destruye memoria, la sección “Geografías”, el
significado de leer o la personalidad de Marilynne
Robinson —la escritora preferida de Barack Obama— conjuntan la sección “Artes & Co”. En “De
autor” firma César Antonio Molina. Con lucidez
sutil, reflexiona para sobre el viejo puente en
el río Drina, lugar de confluencias y conflictos
sangrientos, puente del espléndido imperio austrohúngaro y hoy en la República Serbio Bosnia.
La vieja y la nueva Europa, sus inquietudes y
permanencias.
LA REVISTA DEL FOMENT
INVIERNO 2015——Nº 2146
E S C R I B I R
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B A R C E L O N A
Cómo diez autores reescriben la geografía urbana en sus novelas
IMMA MONSÓ
L LU C I A
RAMIS
A L B E RT
FO R N S
LLUÍS-ANTON
B AU L E N AS
Panorama
BEL OLID
EXTRANJERO EN CASA por Rafael Argullol /
ST E FA N I E
KREMSER
I G N AC I O
V I DA L-FO LC H
Dossier
JORDI
PUNTÍ
ENRIQUE
V I L A- M ATAS
S E R G I PÀ M I E S
ARQUITECTURAS DEL PRÍNCIPE CARLOS DE INGLATERRA
por Ignacio Peyró / ¿PROSPERIDAD INCLUSIVA? por Joan Tugores Ques / Carta desde... LA HABANA por Juan Jesús Aznárez /
Artes&Co. INMENSIDAD Y PENSAMIENTO DE JAUME PLENSA por Sergi Doria / LOS PUENTES por César Antonio Molina
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Edita
Foment del Treball
Dirección
Valentí Puig
Realización
Coordinación
Sergio Escartín
Diseño
Llorenç Perelló Alomar
Contacto
[email protected]
Depósito legal: B–17853–2014
ISSN: 2385-3891
se edita en castellano y catalán
Disponible en:
Foment del Treball no se hace
responsable de las opiniones vertidas
por los colaboradores en sus artículos.
© Foment del Treball. Reservados
todos los derechos. Prohibida su
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octubre de 2015 0,154%. Esta TAEVariable se ha calculado bajo la hipótesis de que los índices de referencia no varían; por tanto, esta TAEVariable variará con las revisiones del tipo de interés. Esta
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valores: valor de compra o valor de tasación de la vivienda. Duración máxima de la hipoteca 30 años. Oferta válida hasta el 31 de marzo de 2016 o hasta alcanzar el importe ofertado (750 millones
de euros). Nota: la concesión de la hipoteca está sujeta a la aprobación de la operación por parte de la Entidad. El diferencial 1,20% del resto de años está condicionado a la contratación de una Cuenta
Nómina o Profesional, un seguro de vida por el 100% del importe de la hipoteca, con Bankinter Seguros de Vida S.A. de Seguros y Reaseguros, un seguro multirriesgo del hogar por un contenido
mínimo de 30.000€ y un continente equivalente al valor de tasación a efectos de seguro, con Línea Directa Aseguradora S.A. y bajo la mediación de Bankinter S.A., Operador de Banca-Seguros.
Sumario
18
50
24
PANORAMA ——
DOSSIER ——
TEMAS DE MAÑANA ——
10 El peligroso encanto de escribir en Barcelona
18 Extranjero en casa
24 Diseños ‘made in Barcelona’
28 Arquitecturas de Carlos de Inglaterra
32 Mecenazgo empresarial para la conservación del patrimonio
38
42
44
50
Industria 4.0: ¿qué impacto tiene en la
producción y el empleo?
La economía del mercado negro digital
¿Prosperidad inclusiva?
La era del ocio
CARTAS DESDE ——
54 La Habana que acelera su futuro
ARTES&Co. ——
64 Entrevista Inmensidad y pensamiento de Jaume Plensa
68 El placer de leer Las letras vivas / 70 Identidades El arte manipulador
de la memoria / 72 Literatura Las verdades de Marilynne Robinson
74 Geografías Ironías de Copenhague / 76 Cine Una carta de Ingrid
Bergman / 78 De autor Los puentes
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Escribir en
Barcelona
—Con las grandes novelas del siglo XIX, la ciudad se convierte
en uno de los protagonistas más activos en todas las
literaturas. En Ulises, Jame Joyce presenta la vida de Dublín,
las veinticuatro horas del 16 de junio de 1904, como antes los
maestros de la novela rusa habían relatado vidas y conflictos
de San Petersburgo. Aparecen las grandes novelas de Viena,
Berlín, Londres, Nueva York, el Madrid de Pérez Galdós:
¿es que la ciudad ha acabado siendo el hábitat natural de
la novela? Barcelona, al modo de la Comedia humana de
Balzac, entra en escena con el realismo de Narcís Oller. En
novelas como La papallona (1882) o La febre d’or (1906) el
realismo retrata los primeros pasos de la burguesía industrial,
preámbulo de lo que será un escenario de confrontaciones
sociales. Estamos ya en la ciudad moderna, con sus avenidas,
bajos fondos, chimeneas y mitos. Toda una literatura del
Eixample llega hasta nuestros días. Y ahora, a finales de 2015,
¿qué significa escribir en Barcelona?
10
El peligroso encanto
de escribir en Barcelona
18
Extranjero en casa
por Rafael Argullol
por Jordi Nopca
9
LA CIUDAD DE LOS ESCRITORES
EL PELIGROSO ENCANTO DE
ESCRIBIR EN BARCELONA
¿Qué gusta y qué cambiarían de la capital catalana los autores que trabajan o que han
ambientado en ella algunos de sus libros? ¿Dónde acostumbran a escribir? ¿Trabajan
conscientes de la fructífera tradición que los precede? Diez de los nombres más
destacados de la actualidad cuentan a otros interrogantes sobre la ciudad y su literatura
texto Jordi Nopca
— fotografías Jordi Play
——El espacio desde donde los escritores construyen sus
libros termina filtrado con más preguntas que respuestas: el periodismo y la crónica viajan a plena luz del día,
exhibiendo todos los detalles con una impudicia a veces
cegadora; la narrativa, en cambio, esconde verdades —
que quizás no dejan de ser mentiras— bajo los contornos
amortiguados por una niebla espesa. Es una imagen
gótica e intrigante, seguramente discutible. La ciudad,
entendida como espectáculo o como sufrimiento diario,
es escenario de un porcentaje importante de ficciones.
Desde el nacimiento de la novela moderna, Barcelona
ha llamado la atención a cientos de autores y aparece en
una cantidad notable de textos que se han convertido
icónicos, desde el Quijote hasta Vida privada, Mariona
Rebull, La plaça del Diamant, Últimas tardes con Teresa
y La magnitud de la tragèdia. Su presencia literaria deviene algo más inconmensurable año tras año.
Las novelas de Enrique Vila-Matas transcurren
mayoritariamente en espacios urbanos. “Escribo ficción desde un espacio que acostumbran a ocupar sobre
todo los ensayistas, desde un lugar donde se me ve
tramando, pensando o escribiendo tras el avatar de un
narrador —cuenta—. Dicho narrador siempre se encuentra en Barcelona, que es donde he escrito el 95%
de toda mi producción literaria. Lo que pasa en mis
libros puede ocurrir en cualquier lugar, porque ocurre
en el interior de mi mente y, por tanto, incluso puede
suceder en Barcelona”. En su última novela, Kassel no
invita a la lógica (2014), su personaje se toma la estancia en el festival de arte contemporáneo alemán como
una huida de su ciudad. “Es cierto que siempre he
querido huir de Barcelona—admite—. Me siento menos
solo y más cómodo y comprendido en París, Nueva
York, México D.F. y Buenos Aires, por mencionar solo
cuatro lugares donde esto es evidente. Pero me quedo,
10
porque la mejor forma de huir es quedarse. Me pasa lo
mismo que a las moscas. ¿Donde están más seguras?
Junto al matamoscas”.
Vila-Matas, que ha ganado recientemente el
premio de la Feria del Libro de Guadalajara, tiene un
prestigio internacional incuestionable y podría llegar
a conseguir el Premio Nobel de Literatura. Se le puede
encontrar fácilmente en la librería +Bernat de la calle
Buenos Aires, casi siempre acompañado de su mujer,
Paula de Parma, a quien dedica todos los libros. Es uno
de los escenarios donde transcurre la novela Aire de
Dylan (2012). Cuando no está allí—o viajando— escribe desde casa. “Trabajo en el mismo bloque de pisos
en que José Mallorquí escribió la serie de El coyote,
novelas populares que llegaron a ser las más vendidas
durante la posguerra”, recuerda.
NOVELAS Y CIUDADES
Durante bastante tiempo, uno de los debates recurrentes en relación con la capital catalana era saber qué
novela la había retratado con más precisión aunque,
a menudo, en las conclusiones se mezclaban connotaciones políticas o incluso excusas comerciales.
Sergi Pàmies ironizó sobre el tema en La gran novel·la
sobre Barcelona (1999), un libro integrado por quince
cuentos que suman 144 páginas. “Me parece que es un
debate que no existe y que tampoco existía entonces
—afirma—. Solo de vez en cuando aparecía alguien que
lamentaba la ausencia de una gran novela sobre Barcelona. Sobre las razones por las que no hay debate, las
teorías son múltiples, pero creo que no existe porque,
tanto en castellano como en catalán, hay un montón de
novelas y de novelistas que explicaron literariamente
la ciudad de manera bastante digna para no insistir
más en esta lata”.
Enrique Vila-Matas
es un habitual de la
librería +Bernat de la
calle Buenos Aires
11
Pàmies nació en París en 1960 y
vivió en Gennevilliers —en la zona
metropolitana de París— hasta los
once años. Publicó su primer libro de
cuentos en 1986, T’hauria de caure la
cara de vergonya, donde predominan
los espacios urbanos no localizables,
al igual que ocurría en sus tres novelas, aparecidas
entre 1990 y 1995, editadas por Jaume Vallcorba
Plana. “Me parecía que sin nombre, sin biografía
y sin lugar concreto, las historias permitían que
todo ello transmitiera un sentimiento de desvalida
intemperie—reconoce—. Más adelante, empecé a
darme cuenta de que el esfuerzo de ocultar los detalles identificadores iba contra la historia y dejé de
hacerlo en función de si era necesario o no”. Esta
nueva estrategia narrativa se puede comprobar en
libros como La bicicleta estàtica (2010) y Cançons
d’amor i de pluja (2013), publicado el mismo año
que Tot allò que una tarda morí amb les bicicletes,
de Llucia Ramis. “La protagonista tiene que volver a casa de sus padres porque se ha quedado sin
trabajo y no tiene dinero —recuerda la escritora y
periodista, sobre el cambio forzado de escenario de la
narradora: debe dejar Barcelona e instalarse temporalmente en Palma de Mallorca—. La burbuja sobre
la que caminaba con cautela ha estallado, y ahora
está en caída libre. Además, se da cuenta de que,
por culpa de esa misma cautela, no ha construido
Sergi Pàmies se
siente cómodo
rodeado de las zonas
verdes del parque del
Turó Park
12
nada, todo ha sido provisional durante demasiado
tiempo y no ha contado nunca con un proyecto de
futuro”. Llucia Ramis, además de escribir desde su habitación, lo ha hecho
desde “las terrazas de los bares de GràLa plaza Masadas es
cia y La Sagrera” y tiempo atrás, cuando
un lugar ideal para
había trabajado de azafata una tempover a Llucia Ramis
rada, también había llenado libretas en
escribiendo en su
el bar que hay detrás de TV3.
libreta
LA CIUDAD DE LOS ESCRITORES
LA GRAN ‘MADAME’ DE LA BURBUJA
Llucia Ramis llegó a Barcelona a finales de la década de los noventa y la ciudad se ha convertido
en un personaje más de su narrativa. Así recuerda
el ambiente con el que se encontró: “Era una gran
madame que nos prostituía a todos. Se había operado tantas veces para ponerse guapa que empezaba
a parecerse a las demás, con tanto bótox en la cara y
silicona en los pechos. Era vulgar; lucía las mismas
tiendas y la estética que hay en el centro de todas
las ciudades del mundo occidental. Siempre estaba
en el quirófano, con las entrañas al aire, y las grúas
y perforadoras representaban una promesa que
no acababa de cumplirse nunca. Había obras en
todas partes. Ella se vendía a cualquiera, ya fuera
un constructor o el turismo, y nosotros, sus habitantes, no podíamos hacer nada más que agachar la
cabeza y vendernos con ella. Se encarecía para los
barceloneses, y en cambio, se ofrecía barata a los
demás”.
Un ambiente más negro y criminal que el de
Llucia Ramis es el que aparece en Calle de los olvidados, de Stefanie Kremser, que fue publicada en
alemán en 2011 y traducida al catalán y al castella-
El huerto comunitario
no un año después. “En ella hablo de la
de la plaza Pou de
Barceloneta, paseo por la especulación,
la Figuera inspira a
por el mobbing inmobiliario, por el boom
Stefanie Kremser
turístico y la construcción masiva de
hoteles en Ciutat Vella... Es una Barcelona con un casco antiguo a punto de
convertirse en escenario pintoresco
pero vacío, sin vida de barrio, sin espacio para sus
habitantes”, cuenta. El asesino que actúa en este
contexto es un perturbado que quiere detener la
gentrificación. Kremser nació en Alemania en 1967,
pero creció en São Paulo. Se instaló en Barcelona
desde hace algo más de una década, durante la cual
han sido publicadas novelas negras ambientadas
en la ciudad como La mala dona, de Marc Pastor (
2008), o Yo fui Johnny Thunders, de Carlos Zanón
(2014). Ella ha escrito libros como Der Tag, an dem
ich fliegen lernte —en proceso de traducción al catalán— y guiones para la serie de televisión Tatort: los
capítulos son de noventa minutos y cuentan historias cerradas, siempre estructuradas alrededor
de un crimen. “Como ciudad portuaria, Barcelona
tiene el rasgo especial de ser un punto de llegada
—dice Kremser—. Cuando camino por El Raval
13
me imagino que es semejante a una
Nueva York de hace cien años, a la São
Paulo de la década de los años sesenta.
Son ciudades que tienen una tradición
centenaria como melting pots. A pesar
de ser relativamente pequeña, tiene
el don de ser tolerante, sabe vivir con los muchos
idiomas que se hablan, con las diversas herencias
forasteras y sus respectivas creencias. Incluso con
los contrastes sociales tan extremos. Barcelona no
pide la asimilación completa ni la homogeneidad
absoluta, porque sabiamente ha aprendido que eso
no existe”. Además de denunciar la burbuja inmobiliaria en Calle de los olvidados, Kremser echa de
menos “el reconocimiento para las profesiones
intelectuales y artísticas”. Añade: “Si no hubiera
quedado atrás el respeto y apoyo a la creación cultural, podría ser una grandísima ciudad para escritores y artistas de todo tipo. De fuentes de inspiración tenemos muchas, aquí, pero no podemos vivir
únicamente de aires bonitos”.
La Biblioteca de
Catalunya es un lugar de
investigación perfecto
para Ignacio Vidal-Folch
DOS ESCRITORES EN LA BIBLIOTECA
La precariedad laboral del mundo de la cultura
asoma en Albert Serra (la novel·la no el cineasta),
14
primera novela de Albert Forns, publicada en 2012.
“Retrato la Barcelona de ahora, en concreto la de
mi día a día, pero siempre intentando recuperar
la visión extraña, la sorpresa, el punto de vista
distanciado de quien lo ve por primera vez, con el
objetivo de evitar la descripción gris y mecánica”,
dice. Forns es de Granollers, pero vive en el barrio
de Gràcia desde hace años. Albert Forns ha construido Albert Serra y su próximo libro desde bibliotecas, tanto públicas como privadas. “Soy un firme
partidario de la documentación y de leer mientras
escribo, para que una idea me lleve hasta otra. En
este sentido, las bibliotecas son una fuente inacabable de libros —sostiene—. También son un espacio
tranquilo, sobre todo por las mañanas cuando no
hay niños, confortable (hay calefacción) y sin el
alboroto, la multitud o lo que tendría que pagar si
trabajara en un bar”. Forns elogia también bibliotecas que requieren acreditación, como la del Ateneu
—frecuentada en otro tiempo por Josep Pla y donde
Sagarra escribió durante dos meses de verano Vida
privada—, la del MACBA o la de la Fundación Tàpies: “Puedes dejar el portátil en la mesa, pedir a la
persona de enfrente que lo vigile, y bajar a comer o
tomar un café sin problemas. Tienes todas las comodidades de un despacho sin tener que pagar por
un coworking”. Además de la tranquilidad, la seguridad y las bondades económicas de trabajar desde
una biblioteca, Forns también destaca que desde
allí no se distrae ni tiene obligaciones
como lavar platos o poner una lavadora:
“En casa todo serían excusas para dejar
Albert Forns devora
de escribir”.
los libros de la
También Ignacio Vidal-Folch, autor
biblioteca del Ateneu
de una extensa, robusta y sorprendente
Barcelonès
LA CIUDAD DE LOS ESCRITORES
obra narrativa, suele trabajar en bibliosus ideas, una relación fluida entre los
Imma Monsó toma
distancia de la ciudad
tecas. “La Biblioteca de Catalunya me
lugares urbanos y los de la pintura, la
desde los miradores
gusta por sus naves góticas, tan airosas y
literatura y el cine que infundieran una
de la Arrabassada
relativizadoras del día de hoy y, además,
nueva vida y un nuevo misterio al viejo
claro, porque puedo consultar libros
escenario”.
que no tengo en casa —matiza—. La del
Vidal-Folch comenzó publicando
MNAC es muy clara y tiene luz natural.
cómics en la Barcelona de principios
Como queda un poco apartada del museo suele
de la década de los ochenta, la misma por donde
estar vacía, lo que es muy agradable. Lástima que
corría el detective Pepe Carvalho, creado por Maen ambas, al igual que en otras bibliotecas de toda
nuel Vázquez Montalbán unos años atrás, donde se
España, los horarios no estén a la altura. Los sáincubaba La ciudad de los prodigios, que Eduardo
bados por la tarde están cerradas. Y también los
Mendoza publicaría en 1986, la que inspiraba al
domingos”.
Juan Marsé de El amante bilingüe (1990) y la que
En la misma Biblioteca de Catalunya que Eugeera escenario de numerosos cuentos y artículos de
ni d’Ors ayudó a impulsar durante la segunda décaQuim Monzó. ¿Qué ha cambiado entre aquella ciuda del siglo XX, mientras era secretario general del
dad y la de ahora? “La mayor diferencia es que en
Institut d’Estudis Catalans, Vidal-Folch ha trabajaaquella primera Barcelona yo era joven, y en la de
do en novelas como Contramundo (2006) o Pronto
ahora ya no —responde—. El cambio del punto desseremos felices (2014) y en los ensayos de Barcede donde se observa un fenómeno cambia el fenólona, museo secreto (2009): “El paso reiterado por
meno. Tal vez solo sea por este motivo que ahora la
los mismos lugares puede acabar convirtiendo una
ciudad de antes de los ‘malditos Juegos Olímpicos’
ciudad objetivamente bonita en un escenario rutime parece más roñosa y decaída y colapsada, pero
nario y casi invisible; en Barcelona, museo secreto
también más vital e ilusionada, con perspectivas
me propuse potenciar, con la ayuda de mi memoria
más abiertas. En general, el mundo entero se hace
cultural y la de algunos amigos que me contaron
más feo una década tras otra. Y yo también”.
15
LA CIUDAD DE LOS ESCRITORES
¿UN ESPACIO DONDE
como lugar donde es posible lo inverosímil, como
QUEDARSE O PARA HUIR DE ÉL?
espacio que admite las desviaciones de la norma
Imma Monsó vivió en Barcelona entre los 17 años y
con más facilidad que el pueblo, donde el control
los 32: “De pequeña soñaba vivir en ella, pero cuansocial es mayor —afirma—. También como lugar de
do llevaba tres años aquí ya deseaba marcharme
soledad compartida, por supuesto”. A Olid le cuesta
—recuerda—. Descubrí que lo que más me gusta es
escribir en casa y tiene su “mapa mental de bares
tenerla muy cerca, para poder llegar y marcharme”.
con calma y wifi” donde va a trabajar a menudo: “Es
Antes de debutar con No se sap mai (1996), Monsó
como si estuvieras en un aeropuerto o en un hotel,
ya hacía tiempo que vivía en Sant Cugat. “Desde casa
todo el tiempo que tengas hasta el próximo avión te
veo el Tibidabo y me gusta pensar que la ciudad está
pertenece, no te estorba nadie, puedes escribir sin
allí detrás, expectante y llena de vida pero a una disremordimientos de no estar haciendo algo útil”.
tancia prudencial. Lo que más me gusta es llegar por
El aislamiento del bar no estimula la creatividad
la carretera de la Arrabassada y ver su panorámica
de Lluís-Anton Baulenas. Cuando se documenta
formidable, pero cualquier otra entrada también me
para alguna de sus novelas —donde admite que “la
parece bien. Con las salidas me pasa igual: Barceaparición de Barcelona es constante”— sale con
lona, para mí, nunca ha sido la seguridad del hogar,
una cámara de fotos. “Después, en casa —añade—
sino la aventura”. La ciudad hace apariciones “muy
recupera la información que buscaba gracias a la
tangenciales” en las novelas de la autora, que ganó
imagen”. En La felicitat (2001), recreaba la transforel Premio Ramon Llull 2012 y el Nacional de Literamación de la ciudad a principios del siglo XX, y en
tura por La dona veloç: “El espacio del campo y del
Quan arribi el pirata i se m’emporti ( 2013) se fijaba
bosque es primordial en mi ficción”, reconoce.
en El Raval durante los años de la última crisis, en
Bel Olid debutó en 2011 con Una terra solitària,
las mismas calles donde tiene lugar la acción de
pero fue un año después que La mala reputació
las “indignadas” y muy recomendables El desertor
la afianzó como una autora con una voz literaria
en el camp de batalla, de Julià de Jòdar, y Carrer
perturbadora e incómoda. Algunos de los mejores
Robadors, de Mathias Énard, publicadas el mismo
relatos del libro están ambientados en
año que la novela de Baulenas. “Tanto en
Barcelona, sumándose a la heterogénea
las novelas que pasan ahora como en las
tradición de narradores que la precede,
que están ambientadas en el pasado—
La escritora Bel
desde Pere Calders, Mercè Rodoreda y
comenta— presento una imagen de una
Olid encuentra la
Jordi Sarsanedas hasta Pedro Zarraluki,
ciudad antiquísima, con muchas capas
tranquilidad que
Francesc Serés, Maria Barbal y Marta
de vivencias acumuladas, capaz de todo,
necesita en el bar Elsa
Rojals. “En general, me interesa la ciudad
de lo mejor y de lo peor”. Dos espacios
& Fred
16
sin nombre porque me interesa que se confunda con
otras ciudades, sobre todo
europeas: lugares en los que
el diseño ha triunfado, donde
todas las tiendas se parecen y las parejas se pelean en
el Ikea que hay en las afueras. En Maletes perdudes,
en cambio, Barcelona es importante y es el espacio
donde ambiento una historia de amor. La ciudad
ayuda a cruzar los destinos de los personajes, que se
pierden y se encuentran quizás decenas de veces; en
dicho proceso, el lector puede visitar una época y entiende los cambios que se producían [hay que retroceder hasta la década de los setenta del siglo XX], con
la llegada de la inmigración obrera y el crecimiento
de los barrios del extrarradio, por ejemplo, o con la
transformación del antiguo Camp de la Bota”.
Puntí ha vivido buena parte del último año en
Nueva York, donde investigaba la vida del músico y
director de orquesta Xavier Cugat, protagonista de
su próxima novela. Aunque pasó gran parte de su
vida en los Estados Unidos, en la década de los setenta—mientras Rodoreda escribía Mirall trencat—,
Cugat vivía en Cataluña y se alojó una larga temporada en una de las suites del Ritz. “Me imagino a Cugat
cuando vivía allí, con una nonchalance cultivada
durante toda la vida, quién sabe si añorando los días
en que reinaba en el Waldorf Astoria de Nueva York”,
comenta el autor en una de las historiadas salas del
actual Palace de Gran Via. En la próxima novela de
Puntí, Barcelona tendrá un papel más bien secundario, pero la ciudad volverá a lucir como un candelabro de hotel de lujo.
La gasolinera de
Meridiana con Felip
II es un observatorio
para Lluís-Anton
Baulenas
que aparecen de vez en cuando en sus novelas son
las áreas de servicio y las gasolineras: “Las anécdotas relacionadas con estos espacios son fruto de la
observación—afirma—. He escrito sobre un empleado de la tienda de una gasolinera leyendo un libro de
filosofía o sobre una gasolinera de la autopista elegida como lugar de intercambio de un hijo por parte
de una pareja separada porque es el punto medio
entre las dos casas”.
Los transportistas de Maletes perdudes, de Jordi
Puntí, podrían haber repostado en alguna de las
gasolineras barcelonesas de las novelas de Baulenas. Desde que se publicó en 2010, la novela ha sido
traducida a 15 lenguas: su éxito en el exterior tiene
pocos precedentes en las letras catalanas, y empezó
un año antes que el Jo confesso, de Jaume Cabré,
donde Barcelona también es uno de los escenarios
destacados de la acción. “Tanto en los libros de
cuentos Pell d’armadillo (1998) como en
Animals tristos ( 2002) la ciudad es una
El hotel El Palace
presencia velada, que describo a menutendrá protagonismo
do con detalle porque ayuda a definir los
en la próxima novela
personajes, pero que en cambio aparece
de Jordi Puntí
Jordi Nopca es escritor y periodista. Ha publicado
recientemente ‘Puja a casa’
18
EXILIOS Y RETORNOS
Extranjero en casa
CONFÍO EN AQUELLOS ESCRITORES QUE, PARA MIRAR MUY CERCA LO QUE HAY EN SU CASA,
BUSCAN LEJANOS MIRADORES DESDE DONDE OTEAR EL HORIZONTE. CREO EN LOS QUE
SE EXILIAN CON LA SECRETA ESPERANZA DE VOLVER UN DÍA Y COMPRENDER ALGO DE SU
PROPIA VIDA, PERO DESCONFÍO DE AQUELLOS QUE NUNCA HAN SALIDO DE SU HÁBITAT
por Rafael Argullol
—— La relación del escritor con su ciudad casi siempre ha sido tensa, contradictoria. De ahí los múltiples estatutos
de extranjería a los que hemos podido
asistir en la historia de la literatura. En
algunos casos el escritor es un exiliado
irreparable que lanza miradas alternativas de nostalgia y encono hacia los
paisajes de su patria. Prescindiendo de
la antigüedad, que ya deparó ejemplos
sobresalientes, como el de Ovidio, resultan inolvidables, por fundadoras de
una actitud, las miradas de Petrarca o,
antes, de Dante, nostálgica en el primero al evocar desde Provenza las suaves
colinas de Toscana, furibunda, aunque
también melancólica, la del segundo, al
penetrar en los laberintos de su amada
y odiada Florencia.
Sin embargo, como en muchos
otros asuntos, Dante y Petrarca señalan
caminos que muchos seguirán. Extranjero, exiliado, desterrado: figuras de la
distancia que marca el hijo pródigo con
respecto a la casa paterna. La extranjería existencial de Albert Camus llega
a necesitar el argumento de toda una
novela, El extranjero. En ocasiones la
extranjería voluntaria se carga de ira y
repudio. En la segunda mitad del siglo
XX, los relatos de Peter Handke o de
Thomas Bernhardt avanzan en esta
perspectiva. En la primera mitad de ese
siglo la furia de Ezra Pound o de Ferdinand Céline llega a traducirse en panfletos malignos y admirables. No faltan,
desde luego, miradas más suaves, más
taciturnas, si bien igualmente contundentes. Son autores que requieren la
travesía de océanos, como Henry James, para observar más detenidamente,
y con más agudeza, lo que ha quedado
allá lejos, en la patria.
Para mí el gran clásico del desplazamiento amoroso en relación con la pro-
pia ciudad es James Joyce. Es difícil en
la literatura moderna encontrar un artista que ame tanto a una ciudad y que, simultáneamente, necesite tanta distancia
respecto a ella. Nietzsche decía que el
gran amor era provocado por la lejanía y
provocaba lejanía. Ulises es el grandioso
monumento a este modo de ver las cosas. No hay ninguna novela comparable
en la tentativa de realizar la anatomía de
una ciudad: la anatomía, la fisiología, la
histología y, vuelto todo al revés, la taxidermia. Pero, para hacer su cirugía, para
hacer su alquimia, para hacer incluso su
espeleología sensorial, Joyce se obliga
a permanecer bien lejos de Dublín, convertido en un errante europeo que escarba en los recuerdos con el denuedo y
la precisión que otorgan la distancia. Es
dudoso que, de haber permanecido en
Dublín, Joyce hubiese conseguido lanzar
al mar de asfalto a su nuevo Odiseo para
culminar esta gigantesca cartografía de
la añoranza que es Ulises.
La relación del escritor con su
ciudad es conflictiva. Y lo es incluso
cuando aquél no huye de esta. O no
huye aparentemente. Me viene a la
cabeza la aventura de Baudelaire. Se ha
transformado en un lugar común que
Baudelaire es el poeta de la metrópolis
moderna en la época, claro está, en que
París era la capital del mundo. En todas
las universidades se enseña esto y, para
justificarlo, se recuerda la figura del
flanêur. Es cierto. Baudelaire sustituye al
caminante romántico, todavía rural, por
un viajero que atraviesa las calles de la
gran ciudad para obtener placer y conocimiento. Sin embargo, no es menos
cierto que una lectura pausada de Las
flores del mal, o de los ensayos, demostrará que aquella travesía está repleta
de trampas, de engañosos espejismos
que asedian la experiencia e invaden la
memoria. ¿Cuántas veces no se destierra Baudelaire a sí mismo para tratar de
hallar la esencia de su viaje? El verdadero morador de la ciudad es el habitante de los paraísos artificiales y de los
infiernos reales, de los subsuelos y de
las periferias, de los lugares remotos en
los que uno llega a perder los perfiles
del origen. El amor del poeta por París
se comprende en el momento en que
también se comprende que sus flores
del mal son, en realidad, una estética
del bien, una ética del bien y, aún, una
teología del bien.
A menudo el escritor tiene vínculos
invertidos, o subvertidos, con su ciudad.
Y creo que así debe ser si alguien aspira
a mantener esa libertad interior que es
el fundamento de toda creación. El adulador no ama a su ciudad y, desde luego, no está en condiciones de enfrentarse a su espíritu, la condición que se le
exige moralmente al escritor. El adulador aspira al reconocimiento de la ciudad oficial como el sacrificio necesario
para la pérdida de la ciudad verdadera.
Desconfío de aquellos autores precoces
a los que los mandatarios premian por
haber sabido recoger los valores de la
ciudad, en particular si estos autores,
como en la parábola bíblica, nunca han
salido de casa, quizá porque esperaban
que recibirían, más bien pronto, premios
y legados. Y, por el contrario, tiendo a
confiar en aquellos escritores que, para
mirar muy cerca lo que hay en su casa,
buscan lejanos miradores, desde donde
otear el horizonte es difícil y complejo.
Confío en los que se exilian con la secreta esperanza de volver un día y comprender algo de su propia vida. No hace
falta, por supuesto, partir hacia las antípodas: uno puede exiliarse sin mover un
pie y, si el exilio es fértil, regresar como
si hubiese recorrido varios universos.
19
EXILIOS Y RETORNOS
No considero fácil hablar de la
propia ciudad. A lo largo de mi vida he
recalado en varias ciudades, y no me
es fácil hablar literariamente de ellas.
Roma, la segunda ciudad en la que más
he vivido, es la que ocupa el penúltimo
tramo en el sendero de la dificultad. El
peor lugar lo ocupa Barcelona, la ciudad en la que he nacido y en la que he
pasado la mayoría de mis años. Pese
a todo, Roma es Roma, y puedes hablar de cualquier cosa sin extraviarte.
En un mundo con tantas muertes y
resurrecciones el extravío es un signo
de elegancia. Barcelona es una ciudad
mediana que ha pasado con discreción
por la historia. Pero es mi ciudad y, aunque frecuentemente camuflada en otros
escenarios, ha sido una materia prima
recurrente para mí. Está, diría, en todos
mis libros, si bien he procurado seguir
mis concepciones y me he declarado, a
menudo, un extranjero en mi propia ciudad. Esto me costó al principio; ahora
lo veo como un acierto. Especialmente
porque me ha librado, creo, del peligro
principal que acecha al sumiso amante de su ciudad: el costumbrismo y la
endogamia. De hecho, he pensado poco
en Barcelona mientras me encontraba
20
en ella y, sin embargo, mucho más al
hallarme lejos, sin sus obsesiones, sin la
coacción de la agobiante cercanía.
De hecho, la ciudad invisible es
más determinante que la abierta a
las miradas. Aunque, en realidad,
debería hablar más, en plural, de
ciudades, que se mueven caóticamente
hasta que uno hace la tentativa de
ordenarlas, dotándolas de topografías
reconocibles. En dos libros míos de
textos breves —para algunos, de
aforismos—, El cazador de instantes
(1979) y El puente de fuego (2001),
dejé, sencillamente, que el caos fluyera.
Eso quizá no lo supe en el momento
de la escritura, pero lo sé ahora,
años después, cuando reconozco,
incrustados en ellos, fragmentos de
Barcelona en forma de noches, o de
cuerpos, o de portales, o de rótulos
perennes que habían sobrevivido en el
torbellino del lenguaje. La ciudad surgía
y resurgía, con chorros discontinuos,
oculta, la mayor parte de las veces
en esa otra ciudad, la más decisiva
desde luego, a la que en ocasiones
llamamos existencia y, en otras
ocasiones, mundo. La ciudad es una
puerta de entrada para la existencia y,
simultáneamente, un aprendizaje para
el mundo. La ciudad natal —Barcelona,
en mi caso— es el lugar de las primeras
sensaciones y, por consiguiente,
de los primeros pensamientos, que
luego perdurarán despedazados,
traicionados, recuperados. Hay que
alejarse para reconocer el caudal,
del mismo modo que únicamente
desde la distancia somos capaces de
distinguir la envergadura de un río. En
El cazador de instantes o El puente de
fuego no pretendí, en absoluto, reparar
la memoria troceada que tenía de
Barcelona.
Sí lo pretendí, en cambio, en Visión
desde el fondo del mar (2010), el libro
con el que quise entrar en mi laberinto.
Necesité muchas páginas —casi dos mil
en el manuscrito original— para rozar
ese laberinto, aun sin la ilusión de encontrar el centro o la salida. Los paisajes se iban sucediendo con el mismo
rigor vertiginoso con el que contemplamos las cosas a través de la ventanilla
del tren. Traté de viajar al fondo de la
memoria sin esperar que los recuerdos,
tan misteriosamente arbitrarios, acudieran a mí. Me interné, por tanto, en
este firmamento oscuro que separa las
centellas de una evocación pasiva. En
este sentido, rescaté bastante de lo que
había en mí que ni siquiera sospechaba.
En el escenario aparecieron muchos
personajes y algunos protagonistas.
Barcelona era uno de ellos.
Naturalmente la Barcelona de Visión desde el fondo del mar no era la
ciudad que sale en los periódicos o en
la televisión. Era una ciudad secreta,
íntima y, sobre todo, plural. Intenté, con
el lenguaje, trazar unas topografías que
tendieran puentes entre lo invisible.
Entonces aparecieron, y yo quise que
aparecieran ante el lector, las Barcelonas paralelas que nadie encontrará
en ninguna guía. Descifré las calles del
extravío, las ventanas donde se ocultaban lejanas caricias, los lugares de exploraciones inconfesadas, las encrucijadas del goce y de la jovialidad. El caos
seguiría siendo el caos y, sin embargo,
un cierto orden sensitivo y espiritual sí
hallé a medida en que me adentraba en
el laberinto. En cuanto a Barcelona, me
pareció más real al mismo ritmo en que
se convertía en más fantasmagórica.
Creo que la propia ciudad únicamente puede ser abordada en su encarnación como fantasmagoría. Quizá
en ningún otro de mis libros está tan
presente Barcelona como en La razón
del mal (1993), una novela en la que
no es nombrada en ningún momento.
La ciudad de ese relato es cualquier
ciudad, pero indiscutiblemente es, en
esencia, Barcelona, no solo por su estructura física sino por una disposición
anímica que, siendo universal, parece
particularmente enraizada en mi ciudad. Con La razón del mal me di cuenta
de que solo es posible penetrar en el
espíritu de una ciudad si estableces
—en su significado literal, médico— su
radiografía o, si se quiere, más dinámicamente, su resonancia magnética.
El espíritu habita más allá de la piel,
en el infinito, y más acá de ella, en las
vísceras, en las sombras, en las ramificaciones del claroscuro. En esta novela
Barcelona me sirvió como metáfora del
mundo porque solo la propia ciudad es
la materia prima en que se conjuga y se
deforma el vínculo del yo con el bosque
excitante y arriesgado de lo que consideramos otro.
No obstante, las aproximaciones
al lugar azaroso del nacimiento deben
ser, pienso, oblicuas, pues el oráculo, si
lo hubiera, nos diría: “Ha sido este lugar
pero podría haber sido cualquier otro”.
Hay, en ello, una mezcla de escepticismo y pasión, de condena y amor, de
este amor brutal y un poco vergonzoso
que proporcionan los vínculos de sangre. Estos sentimientos contrapuestos
son palpables en mi último libro de
narrativa, Mi Gaudí espectral (2015), un
relato de ficción en el que, a través de
unos encuentros con el espectro del
arquitecto, se va dibujando la dura y
fecunda relación entre un artista y su
ciudad. Nadie mejor que Gaudí, que
creyó transformar la piedra en luz,
como guía involuntario para reconstruir
las almas que chocan bajo lo que denominamos Barcelona, a veces con furia
magníficamente creativa, a veces con
la somnolencia de los que, cobardes,
renuncian a sus sueños para proclamar
sus mediocridades. Gaudí, como todo
buen patriota, también fue un desterrado en la ciudad que le vio crecer como
artista. En realidad, no escribimos sino
sobre ciudades. La vida es una ciudad,
el cuerpo es una ciudad, y también la
muerte es una ciudad. Y nosotros somos únicamente sus habitantes.
Rafael Argullol es escritor
21
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Arquitecturas
—Del frontón neoclásico a la sinuosidad modernista,
los arquitectos dan cuerpo a las ciudades, en la medida de
sus ambiciones y retraimientos. Para Llàtzer Moix, desde
el nuevo Mercado de los Encants puede rebobinarse
toda la peripecia de una vitalidad arquitectónica que
es uno de los rasgos permanentes en el horizonte de
Barcelona, en plena promenade architecturale que hoy
fascina contingentes asiduos de turistas. Por contraste
con la alta modernidad arquitectónica, las concepciones
urbanísticas del príncipe Carlos de Inglaterra —
cuenta Ignacio Peyró— van mucho allá de la anécdota y
presentan un sentido comunitarista de una arquitectura
urbana dimensionada y personalizada. Y como experta
en análisis de mecenazgos, Francesca Minguella repasa
la Barcelona en la que las iniciativas empresariales están
siendo sustanciales para la conservación del patrimonio
arquitectónico.
24
Diseños ‘made in
Barcelona’
28
Arquitecturas de
Carlos de Inglaterra
32
Mecenazgo
empresarial
por Llàtzer Moix
por Ignacio Peyró
por Francesca Minguella
23
NUEVOS DISEÑOS
BARCELONA, DENTRO Y FUERA
La arquitectura diseñada por estudios catalanes se ha ganado un puesto de relevancia
mundial. Premios, distinciones y elogios ponen el colofón a unas obras que han sabido
combinar la economía de medios con el compromiso social y medioambiental
por Llàtzer Moix
—— En su última edición, la de 2015, el
Premio Mies Van der Rohe ha distinguido a dos estudios de arquitectura con
sede en Barcelona. El principal galardón
europeo de esta disciplina recayó en la
Filarmónica de Szczecin (Polonia), obra
de Barozzi y Veiga. Y la distinción para
arquitectos emergentes, también con el
respaldo de la Fundación Mies Van der
Rohe y de la Unión Europea, fue para la
Casa Luz, en Cilleros (Cáceres), de Arquitectura-G. De esto podrían extraerse
dos conclusiones, una cierta y otra discutible. La primera es que la gran arquitectura concebida aquí se materializa ya
dentro y fuera de la ciudad. La segunda,
que la arquitectura barcelonesa vive un
momento dulce. La prueba de que la
segunda conclusión puede discutirse es
palpable: en los últimos cinco años, la
24
ciudad ha incorporado pocas obras que
puedan considerarse como hitos, ya sea
por su significado disciplinar, su dimensión o su espectacularidad. La crisis se ha
dejado notar de manera muy particular
en el ámbito de la edificación: el número de visados concedido por el Colegio
Oficial de Arquitectos de Cataluña sufrió
una brutal caída —¡más del 90%!— en
el breve periodo que medió entre el
estallido de la burbuja inmobiliaria y el
pico más alto de la crisis. Este parón de
la actividad arquitectónica afectó por
igual a la promoción privada y a la obra
pública. La devastación resultó tremenda: la mitad de los estudios barceloneses
se vieron obligados a echar el cierre; y
la otra mitad, a reducir drásticamente
su actividad o buscar nuevos horizontes
allende las fronteras españolas.
La lista de construcciones de los últimos cinco años es pues necesariamente
limitada. En ella podrían figurar el Mercado de los Encants, el DHUB o la terminal
aeroportuaria T-1. Una ciudad como Barcelona, históricamente privada de los recursos de la capital de Estado, ha crecido,
en términos arquitectónicos, a golpe de
acontecimientos extraordinarios y gracias
a la contribución de genios singulares.
Quizás los momentos de transformación
más notorios, en la era moderna, hayan
sido los asociados a la pujanza industrial
catalana de inicios del siglo XX, es decir,
el modernismo y la obra de Antoni Gaudí,
todavía el mayor imán arquitectónico
barcelonés. Después, con la operación orquestada por el Ayuntamiento socialista
con vistas a los Juegos Olímpicos de 1992,
guiada por Oriol Bohigas, que renovó el
frente marítimo, reconquistó el espacio
público y redistribuyó el tráfico con las
rondas. Y, en menor medida, la operación
Fórum, ya entrado el siglo XXI, que tuvo
un eco acaso no tan experimental, pero
con resultados también apreciables en su
posterior expansión por el distrito 22@,
donde la ciudad ha esbozado un nuevo
rostro, parecido al de los downtowns de las
grandes ciudades occidentales o asiáticas,
pero que desfigura el suyo propio.
Fabrizio Barozzi y Alberto Veiga,
italiano el primero, gallego el segundo,
eligieron Barcelona como base, también
por los atractivos arquitectónicos de los
mencionados periodos, tras coincidir
y foguearse en el despacho sevillano
de Guillermo Vázquez Consuegra. Sin
embargo, son también hijos de una era
global. Su ambición y su lenguaje arquitectónicos son muy peculiares, están
exentos, por decirlo así, de rasgos locales.
Y, pese a tener obras en Águilas (Murcia)
y Roa del Duero (Burgos), a construir
museos en las localidades suizas de Lausana y Chur, y en otras urbes europeas,
carecen todavía de una obra en la propia
Barcelona.
Si atendemos al criterio del premio
Mies, su Filarmónica de Szcezin es la gran
obra ideada en Barcelona en los últimos
tiempos. Fue inaugurada en 2014 y es
un edificio blanco de cubierta angulosa
—como una cordillera de agudos picos
nevados—. Es en ese techo donde se concentra la expresividad de la edificación,
que reinterpreta un entorno urbano
donde conviven elementos góticos con
bloques de viviendas del extinto régimen
comunista; que en su interior combina
esencias del Movimiento Moderno con
cierta idea del ornato, patente en una
sala de conciertos de hechuras fractales
y revestida de pan de oro. “Este edificio
es fruto del análisis de la memoria del
lugar y también de nuestro pensamiento
independiente, de un procedimiento en
el que la poesía va por delante de la técnica”, indicaron sus autores al presentar el
proyecto en Barcelona.
Ciertamente, no es este el último edificio “catalán” que en los últimos tiempos
ha visto la luz lejos de la ciudad. Es obligado mencionar el Musée Soulages, en
Rodez (Francia), obra de RCR, que exhibe
la producción del pintor francés. He aquí
una construcción de acero —marca de la
casa— donde se articulan una sucesión de
volúmenes cúbicos, de distintas alturas,
muy bien colocados sobre un desnivel en
el límite del casco antiguo, de tal manera
que una de sus fachadas parece poco
más que una cancela urbana, mientras
que la otra se alza hacia el exterior como
una fortaleza, monumental. En el caso
de RCR, equipo radicado en Olot, pero
formado en Barcelona y con piezas en la
capital catalana, esta obra marca también
el inicio de una carrera internacional con
próximas paradas en Bélgica, Dubai o, de
nuevo, Francia.
Hemos mencionado hasta aquí dos
expresiones relevantes de la arquitectura levantada por catalanes en el exterior.
Y podríamos añadir otras, tan espectaculares como la Facultad de Estudios
Islámicos de Qatar, en Doha (Catar),
terminada este año siguiendo métodos
paramétricos por el estudio Myaa, de Ali
Mangera y Ada Yvars, con sedes en Barcelona y Londres.
Pero si enfocamos nuestro objetivo arquitectónico hacia la ciudad de
Barcelona, quizás la pieza reciente más
vistosa, de 2013, sea el nuevo Mercado de
los Encants, obra de b720, el estudio que
dirige Fermín Vázquez. Básicamente, una
enorme marquesina de 8.000 metros cuadrados: un palio fragmentado y dorado,
que se levanta sobre pilares a 25 metros y
refleja la febril actividad que acoge. Criticado inicialmente por su coste, quizás
excesivo para un mercado de ocasión,
también por problemas asociados a la
lluvia, este equipamiento lanza un mensaje optimista y goza del favor del público.
La Filarmónica de
Szczecin se percibe como
un elemento de luz: la
fachada de vidrio, iluminada
desde el interior, permite
diferentes percepciones
[Arquitectos: Estudio Barozzi Velga
/ Diseño de Iluminación: Anoche /
Foto de Jakub Certowicz]
25
NUEVOS DISEÑOS
En la misma área de Glòries se abrió en
2013 el DHUB, o Museo del Diseño, obra
tardía de Martorell, Bohigas y Mackay
(MBM), autores en su día del plan de la
Villa Olímpica. Si en este último proyecto
MBM acertó al basarse en un destilado de
sus muchos conocimientos urbanísticos,
en el DHUB, diseñado en 2001, cuando la
arquitectura icónica hacía furor, generó
controversia. El edificio salva con habilidad la diferencia de cota entre las zonas
de Glòries y La Llacuna. Pero se remata
con un cuerpo escultórico, revestido de
zinc, cuya manifiesta voluntad de afirmación no comporta excelencia formal:
una excelencia obligada en un museo del
diseño.
En los primeros lustros del siglo XXI
se han inaugurado en Barcelona otras
obras de interés, que ilustran la diversidad
de los lenguajes en boga, muy superior a
la de los años ochenta y noventa, cuando
Oriol Bohigas guiaba las expansiones de la
profesión local. Entre dichas obras cabría
mencionar la Filmoteca de Cataluña
(2011), de Map Arquitectes, con su mole
neobrutalista. O la sede del Colegio de
Economistas (2013), realizada por Roldán
y Berenguer en la Vía Augusta de Barcelona: un volumen cúbico de vidrio, que sobre una sucinta huella consigue articular
un espacio urbano arquitectónicamente
cacofónico. O el Instituto de Microcirugía
Ocular (2009), de Josep Llinàs, donde la
secuencia lumínica atiende con mimo
las necesidades de pacientes y médicos,
y donde se desarrollan las geometrías ya
apuntadas en la Biblioteca Joan Fuster.
O la T-1 (2009), nueva puerta aérea de
Barcelona, donde Ricardo Bofill trocó los
referentes neoclásicos por otros próximos al high-tech. Y, con mayor motivo,
cabe citar las obras del gran y malogrado
talento de la arquitectura barcelonesa de
finales del siglo XX, algunas de las principales —el Mercado de Santa Caterina
(2005), la sede de Gas Natural (2006)—,
terminadas después de su muerte en julio
del año 2000, que dejó en el gremio local
una tremenda sensación de orfandad.
La diversidad es también visible en la
operación de 22@, donde conviven desde
la iconicidad —rozando el bibelot— de la
Torre Agbar (2004) de Jean Nouvel, hasta
la muy afortunada hibridación de viejas
estructuras industriales con nueva arquitectura que se encuentra en Can Framis
26
(2009), de Jordi Badia. Pasando por la
elegancia miesiana de la Torre Mediapro
(2008), de Carlos Ferrater, o la experimentación verde del Mediatic (2009)
proyectado por Enric Ruiz Geli.
Sin embargo, el abanico hasta aquí
desplegado puede llamar a cierto engaño.
Ya dijimos al empezar esta nota que los
años de crisis habían dejado su impronta. Especialmente, en las nuevas generaciones, formadas y echadas al mundo
laboral en una época de precariedad.
Para sus integrantes, la idea del edificio
llamativo, del hito que acaba reproducido una y mil veces en la prensa sectorial
o de información general, se sitúa en las
antípodas de sus intereses. Cierto es que,
en los últimos años, jóvenes arquitectos
han dejado muestras de su buen hacer
en tipologías convencionales, como son
las de la vivienda o los equipamientos
sociales. El equipo Serrat, Egea y García
entregó en 2010 un espléndido grupo
de viviendas para la tercera edad en la
zona de Can Travi, que se distingue por
la juvenil destreza con la que se utiliza un
ritmo de huecos para componer la fachada. Ese mismo año, Vidal, Pons y Galiana
levantaron la Torre Julia, también en
las inmediaciones de la Ronda de Dalt,
un bloque de 17 plantas que transforma
la escalera de incendios, habitualmente un incordio a la hora de proyectar,
en sugerente espacio de relación que,
además, da carácter formal al edificio.
Y Oliveras Boix, por poner un tercer y
último ejemplo, de una lista más larga,
terminaron en 2012 sus equipamientos
sociales en la antigua fábrica Alchemika,
obra de Francesc Mitjans. Con respeto al
maestro y buen criterio, supieron articular allí una biblioteca, una guardería, un
centro cívico y un centro para mayores,
satisfaciendo las necesidades de cada
uno de ellos.
Pero más allá de estas apreciables
expresiones de talento arquitectónico
genuinamente barcelonés, las corrientes
más pujantes entre los jóvenes profesionales están dominadas por otras
pulsiones ideológicas. Autores como
Toni Gironès, Josep Bohigas (uno de los
tres miembros de BOPBAA Arquitectes)
o Xavier Ros (uno de los cuatro de Harquitectes) así lo atestiguan. Durante una
jornada de debate profesional celebrada
el pasado octubre en las bodegas Bell-
lloc, cerca de Palamós, una de las obras
más radicales y telúricas de RCR, tuvieron una nueva ocasión para expresar
sus posiciones. Mientras los más experimentados discutían sobre el Movimiento
Moderno, coincidiendo en la vigencia de
sus principios y, al tiempo, en la fatiga de
su lenguaje, los jóvenes planteaban un
ideario profesional que abomina de la arquitectura considerada como una fábrica
de formalismos y propugna estrategias
inclusivas, en las que los profesionales
acompañen la materialización de las
demandas sociales.
No nos estamos refiriendo a meros
teóricos. Toni Gironès, considerado un
referente de esta tendencia, ha terminado en los últimos años obras destacables
y muy premiadas, sin por ello escapar a la
precariedad que asfixia su generación. Su
Espacio transmisor del túmulo/dolmen
megalítico, en la localidad leridana de
El nuevo Mercado
de los Encants
plantea una
plataforma continua
en varios niveles
como superficie
idónea para todas
las actividades
mercantiles
[Foto de Joaquim Alves]
Seró (2013), es un trabajo planteado con
extrema modestia, cariño por los materiales discretos, respeto por un entorno
agrícola inspirador, capacidad innovadora y un talento singular para convertir la
promenade architecturale en una experiencia conmovedora. En una línea parecida, Harquitectes ha producido obras
donde la combinación de la economía de
medios, el compromiso medioambiental y el aprecio por materiales sencillos
como el hormigón o el ladrillo ha engendrado logros muy considerables. Y
eso, en distintas tipologías, incluyendo
desde equipamientos como el Centro de
investigación ICTA-ICP en el Campus de
la Universidad Autónoma de Barcelona
(2014), hasta viviendas colectivas como
las del campus de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura del Vallès (2011),
o particulares, como la Casa 1101 de Sant
Cugat (2013), con su espléndida relación
interior-exterior, o la Casa 1014 en Granollers (2014), con una gran secuencia de
espacios. El cambio de paradigma generacional es pues evidente. “Los estudiantes —dijo Gironès durante el mencionado
debate— entraban hasta hace pocos años
en la facultad con la idea de convertirse
en arquitectos estrella, en factores de
obras llamativas, deslumbrantes, únicas.
Ahora ya llegan conscientes de que el
escenario que les aguarda es de precariedad, de inestabilidad laboral, no solo para
ellos, sino también para sus potenciales
clientes. Y eso les obliga a otra aproximación a la disciplina”.
“La Escuela Técnica Superior de
Arquitectura de Barcelona”, que ha sido
el laboratorio de la arquitectura catalana
durante años, ha propuesto siempre un
trabajo muy relacionado con el lugar y
la materia. Eso sigue siendo válido. Pero
el acento hay que ponerlo ahora en una
arquitectura que mejore el servicio al
usuario. Lo más importante es pensar en
las necesidades de las personas que van a
ocupar nuestras obras”, afirmó Ros. “Para
mí —dijo Josep Bohigas— hay tres líneas
maestras de actuación: la movilidad, la
participación y la vivienda. No es razonable que el 70% del espacio urbanizado
esté secuestrado por los coches. Hay que
tomar decisiones compartidas. El arquitecto debe atender no a los sueños personales, sino a los colectivos, escuchar el
latido de los tiempos y ser empático con el
sueño colectivo, incorporándose a él”.
Estas son las voces jóvenes que ahora
se oyen en la escena profesional de Barcelona. Y estas serán quizás las que configuren su futuro.
Llàtzer Moix es periodista cultural.
Autor de ‘La ciudad de los arquitectos’
y ‘Arquitectura milagrosa’
27
CONTRACORRIENTE
ARQUITECTURAS DE CARLOS
DE INGLATERRA
El príncipe de Gales ha llevado el debate urbanístico y arquitectónico
al seno de la sociedad británica. Siempre criticado, el tiempo, esta vez,
parece haberle dado la razón
por Ignacio Peyró
——Windsor fue comparado con un sepulcro y Buckingham con unos grandes
almacenes; en cuanto al palacio de St.
James, Jorge III barajó demolerlo y plantar en su solar un campo de nabos. Como
puede verse, al trazar la pasión del príncipe Carlos por la arquitectura, debemos
descartar la vía genealógica: más aficionados a la cría caballar que al patrocinio
de las artes, los Hannover y los Windsor
se han ganado a pulso que nadie los confunda con los Medici. Quizá fuera —como
arguyen algunos— una vieja tradición
de filisteísmo dinástico; quizá solo haya
respondido al arraigado escepticismo de
los británicos ante todo grand projet. Sea
por un motivo o sea por otro, la Corona
más prestigiosa de la tierra ni siquiera
tuvo el prurito de erigirse un Versalles
para perpetuar su gloria.
Por eso mismo, la preocuLa Biblioteca
pación tan intensa —tan
de Birmingham,
excéntrica— del príncipe
ejemplo del estilo
de Gales por la arquitecbrutalista de
posguerra
tura ha causado mayor
28
asombro. Y ha alcanzado el empaque de
un debate nacional.
Entre quienes lo tienen por “la conciencia de la nación” y quienes lo consideran un diletante “mal informado”,
ese es el único mérito que le reconocen
todos: haber devuelto a la conversación
pública el que es, por antonomasia, el
gran arte público. Por lo demás, el propio
príncipe de Gales ha sabido desde siempre que sus opiniones iban a ceder mucho
terreno al descrédito. Partidario de un
urbanismo dotado de medida humana,
y de un lenguaje arquitectónico atento
al sentido del lugar, ha sido tentador, en
efecto, prejuzgar sus planteamientos
como propios de un amateur irresponsable. Ahí, la fijación estética del príncipe
Carlos sería no más que el hobby de un
heredero ocioso, tocado —para más inri—
de dandismos y nostalgias reaccionarias.
“Algunos juzgan mis opiniones’, confiesa
el propio príncipe de Gales, “opuestas al
progreso y las necesidades del mundo
contemporáneo”. Es una caricatura con
fácil venta: al fin y al cabo, hablamos de
un hombre que pinta a la acuarela, que se
solaza con Leopardi y que ha mostrado
un interés consistente por la agricultura
especulativa o la medicina natural. Esas
son causas menos populares que las carreras de caballos, y él mismo ha acusado
amargamente “las violentas y vitriólicas
reacciones” que su furor aedificandi ha
suscitado aquí y allá. No en vano, si la
vanguardia más mordiente censuraba sus
postulados estéticos, las franjas templadas de la sociedad también encontraron
motivo para el estupor: con sus ataques al
vedettariat de la arquitectura, el príncipe
parecía violentar esos sacros preceptos
que, del XIX en adelante, impiden a la
monarquía constitucional “entrar en los
combates de la política”.
Treinta años después de sus primeras arremetidas contra la arquitectura
hipertecnologizada, Carlos de Inglaterra, sin embargo, ha sabido ganarse un
respeto, afirmar una consideración de
seriedad. Méritos tiene. Ha liberado a las
gentes, doctas o indoctas, para criticar la
arrogancia de unos proyectos más fotogénicos que habitables. Ha contado —de
Leon Krier a Quinlan Terry— con no
pocos partidarios de calidad y peso. Ha
asentado, con discursos y con libros, un
cuerpo doctrinal. Y ha logrado incluso
—pensemos en el urbanismo comunitario de Poundbury— poner por obra su
pensamiento frente al priapismo de los
rascacielos y esos bloques de hormigón
donde solo prosperan el orín y la pintada.
De paso, el príncipe de Gales ha podido
demostrar que su querencia “no es resultado de buscar algo para llenar mi día”.
Es, más bien, la lucha por una arquitectura con vocación de comunidad y afán de
belleza y permanencia.
Si la pintura ha sido mejorable y la
poesía insuperable, la arquitectura ha
figurado como la más contenciosa de
las artes británicas. Tal vez por eso ya
mereciera la atención de un príncipe:
igualmente elocuente a la hora de expresar lo mejor y lo peor, la construcción
en Reino Unido ha propiciado tanto
los “satánicos telares” de la Revolución
Industrial como la pompa serena de las
grandes casas de campo. Baste con seguir
un pensamiento: la vida española puede
leerse a través de sus pintores; en cambio,
la dramaturgia de la arquitectura inglesa
acompaña naturalmente su recorrido
nacional. Lo vemos en los monásticos
colleges de Oxbridge y en las calles criminosas del Londres del Destripador. Está
lo mismo en la edad del optimismo de
sus estaciones que en sus tabernuchos
y orfanatos dickensianos. Aparece en la
liturgia solemne de su Parlamento, en
la barriada sin esperanza de Trainspotting y en las “ciudades-mercado” de las
dulzuras de Shakespeare. Brilla, en fin,
tanto en los pabellones indios que nos
hablan del Imperio como en las nuevas
viviendas para multimillonarios con
vistas sobrecogedoras sobre el Támesis.
No es ocioso recordar que los mayores
estetas británicos iban a hacer sentir su
influencia sobre arquitectura, urbanismo
y paisaje, de las sugestiones arcádicas
de Capability Brown a las ensoñaciones
gremialistas de William Morris, la fantasía arcaizante alla Beckford o la mirada al
“Una academia de
pasado, tan reverente, de
policía”. Es lo que le
John Ruskin.
pareció al príncipe
Si Inglaterra puede
la ampliación de la
leerse con lucidez a traBritish Library
vés de sus edificios, será
que —con la excepción
de cierta Holanda— no
ha habido una civilización más directamente vinculada a la domesticidad. No
son rasgos sin implicaciones políticas:
las casas son signo de esas contigüidades
propias de libertad y propiedad, de esa
intimacy que permitía afirmar que “la
casa de un inglés es su castillo”. Incluso
su estilo clasicista quiso entroncar con
una idea de virtud republicana. Más
prosaicamente, no hace falta leerse el
catálogo completo de la Jane Austen
29
CONTRACORRIENTE
Con sus fundaciones, libros y el proyecto Poundbury
logró cambiar la opinión de los críticos y ahora sus
posturas e ideas prácticas reciben elogios
para inferir que sus viviendas también
fueron el escenario para la belleza del arte,
para su modelo de hombre, para los deportes y los ritos sociales —té, caza, garden
parties— del caballero a la inglesa. Pero si
esas “casas de la vida” que eran las country
houses cifraron “la matriz de la cultura
británica”, tampoco pueden pasarse por
alto tantos triunfos en el tejido urbano.
Es un lugar común afirmar, con Lord
Kennett, que las ciudades inglesas son “un
fracaso”. Y, sin embargo, habrá que ponderar que Inglaterra fue el primero de los
grandes países donde se define la urbe moderna. A principios del XIX, solo Londres
tiene más de cien mil habitantes; en menos
de cien años, había veintitrés poblaciones
más por encima de esa cifra. Para la planificación ciudadana, los británicos iban a
acuñar un invento que equilibró la utilidad, la belleza y el
servicio a una alta densidad
de población: esas terraced
El Grand Hotel
houses georgianas y victoriade Brighton es
nas que, según Harry Mount,
una de las obras
han sido la mayor aportación
arquitectónicas del
del acervo constructivo inglés
agrado del príncipe
y que, según Nikolaus PevsCarlos de Inglaterra
30
ner, han sido, sencillamente, uno de los
mayores logros del XVIII europeo. Su
predicamento se conserva todavía: las
casas más deseadas del Londres de hoy,
en Campden Hill Square, son un plácido
conjunto de armonías georgianas. Es una
arquitectura de orden y de bienestar. Con
todo —hablamos de Gran Bretaña—, que
nadie se exceda por el lado del lirismo:
bien prácticas, las hileras de casas georgianas y victorianas podían extenderse de
modo interminable, y su ornamentación
podía afirmar variaciones, también interminables, sobre el mismo tema.
En el país de John Soane y de Robert
Adam hay, por tanto, una tradición inteligible que honrar y emular. Es un venero
tan vernáculo como abierto, enriquecido
con la aportación de esos visionarios y
utopistas —Titus Salt, Ebenezer Howard,
la Ciudad Jardín— que buscaron afianzar
la reforma social a partir de la mejora del
espacio urbano. Al final, la suma arroja
tal gravitación del pasado que hay una
congruencia en la afirmación de Scruton:
del XIX en adelante, el empeño conservacionista ha sido “el más fértil esfuerzo
intelectual de los británicos”.
No siempre se ha estado a la altura, o
no siempre se ha llegado a hora para evitar
la tropelía. En última instancia, el legado
arquitectónico inglés iba a sufrir más por
mano del hombre que por obra del tiempo.
Montgomery-Massingberd calcula que, entre 1875 y 1975, cayeron cerca de mil grandes casas de campo en Gran Bretaña. En
cuanto a las ciudades, las labores de reconstrucción de la posguerra —Sheffield, Coventry, el propio Londres— han merecido la
consideración de “orgía de vandalismo”. Al
criticar la política de vivienda del premier
—y antiguo ministro del ramo— Harold
Macmillan, Alan Clark cita textualmente
su comentario: “Solo los países agonizantes
intentan mantener los símbolos del pasado”. Con semejantes premisas, el corolario
estaba claro: la paulatina sustitución del
patrimonio arquitectónico por edificaciones “tan siniestras que su único defecto
salvador es su rápida capacidad de degradarse”. Corría el año 1987 cuando el príncipe Carlos dio un paso al frente y se atrevió
a denunciarlo. “Algo hay que concederle a
la Luftwaffe: al destruir nuestros edificios”
—comentó— “al menos no los sustituyeron
con algo peor que los escombros”.
Cualquiera que disfrute con las cimas
de la oratoria haría bien en prepararse
una buena copa y enchufarse los discursos
sobre arquitectura del príncipe Carlos.
Rara vez un royal se tomó tantas libertades;
rara vez dijo cosas con tanto sentido, las
creamos o no. Parecería que el príncipe ha
tomado sus mejores dardos de Tom Wolfe
y su irrisión — ¿Quién teme al Bauhaus
feroz?— de la modernidad arquitectónica.
Así, la Biblioteca Central de Birmingham
—de un brutalismo mazacótico—, le parece
“un lugar para incinerar los libros, no para
conservarlos”; en cuanto a la ampliación de
la British Library, acertó dolorosamente al
compararla con una academia de policía.
Con los planes para construir en torno a
la catedral de San Pablo no iba a mostrar
mayor misericordia: eran “edificios tan
mediocres que solo los podremos recordar
por la frustración que nos causan”. Desde
que, allá por 1984, diera en definir un plan
de ampliación de la National Gallery como
“un monstruoso absceso en la cara de un
buen amigo”, cada año hay voluntarios para
otorgar el premio “Absceso” a la construcción más aparatosamente fea de las islas.
Quizá lo importante de las palabras
principescas no era el humor, pero el hu-
mor —sin duda— le servía para socavar
la megalomanía de tantos narcisos de la
arquitectura que pudieron entender las
casas como “máquinas de vivir”, pero
nunca como espacios para la dignidad
de lo humano. Por supuesto, cuando el
príncipe censuró “la fealdad integral y
la mediocridad de los edificios (…) y los
conjuntos residenciales, por no mencionar el horror y la desolación de tantos
ensanches urbanos”, los arquitectos no
tardaron en replicar. Carlos de Inglaterra
—dijeron— debía corregir el tiro y disparar más bien a promotores, legisladores y
munícipes.
El príncipe, sin embargo, podía argumentar su posición —y así lo ha hecho
una y otra vez, con contundencia—. Para
él, es un cierto establishment profesoral
el que, “en los años cincuenta y sesenta”,
impone su “agenda cultural”. En términos
teóricos, se trataba de alzar una “nueva
arquitectura” adecuada a las necesidades
de la posguerra y capaz de reflejar “el
espíritu de la época” —un tiempo de tecnologías y progresos— a través de “ideas
novedosas” y “materiales revolucionarios
de construcción”. En términos prácticos,
lo generado fue más bien un mandarinato
que, sin apenas restricciones, podía permitirse, con un cierto abuso despótico de
la razón, entronizar sus ideas sin la menor
sensibilidad hacia un dato obvio: aquello
que la gente quiere que sea su casa y su
barrio. ¿El resultado final? El príncipe lo
ve poco halagüeño: “La destrucción sin
sentido en nombre del progreso (…) y la
proliferación de monstruos frankensteinianos, vacíos de carácter, ajenos y malqueridos de todos, salvo de los profesores
que los han ideado en sus laboratorios”.
Como coda última, queda —para el
príncipe— el lamento. La deploración de
una arquitectura que reniega del pasado
—“cuando un hombre pierde el pasado,
pierde su alma”— y del entorno. El llanto
por la arrogancia de haber hecho abstracción de la atención al clima, a los materiales locales, a los principios de siempre,
a todo cuanto apuntalaba “un sentido de
pertenencia y de orden” en la edificación.
El dolor por tanta belleza destruida. Y la
incomodidad por tener que vivir no como
uno quiere, sino como unos señores,
desde sus planos, deciden que uno tiene
que vivir. Curiosamente, la arquitectura
británica de posguerra —casi sin excepción— iba a ser solo capaz de deteriorarse,
no de envejecer.
Más chisposa o más grave, si el príncipe Carlos se hubiera ceñido a la crítica
arquitectónica, bien se podía haber ganado la acusación de inconsecuente. Sí,
con sus fundaciones y sus libros, no ha
cesado de explicar sus posturas e impulsar buenas prácticas. Sin embargo, fue
el proyecto de Poundbury el
Poundbury, en
Dorchester, apuesta
que terminó por asentar su
por una arquitectura
autoridad: se trataba, desde
sostenible y humana
principios de los noventa,
de trazar una prolongación
urbana en Dorchester, con el extra de
responsabilidad de respetar las hechuras
propias del país novelado por Thomas
Hardy. Era algo —decían— condenado
al fracaso. Pero también era la coartada
esperada para aplicar in vivo las ideas del
príncipe: escalas humanas, sin apenas
ruido de señalización, alturas controladas, espacios comunitarios, mezcla convivencial de viviendas y comercio, preocupación ecológica y un estilo ecléctico que
no perdiera de vista el clasicismo.
Aquí también hay resultados. Hoy,
el Poundbury alzado por Leon Krier es
—como Seaside en Florida— parangón
del “nuevo urbanismo” y, ante todo, un
modelo de éxito residencial: véase que, si
ya tiene más de mil viviendas, en apenas
unos años serán más del doble. Nada hay
allí que sea un mentís a la calidad de vida,
a la belleza. Al celebrar con un paseo los
primeros veinte años del pueblo, al príncipe se le escapó una reflexión: “Después de
todo, quizá valía la pena ser obstinado”.
Ignacio Peyró es autor de ‘Pompa
y circunstancia. Diccionario sentimental
de la cultura inglesa’
31
La Pedrera se ha
convertido en el buque
insignia de la Obra
Social de Caixa de
Catalunya
[Foto de Thinkstock]
32
ARQUITECTURA Y EMPRESA
MECENAZGO DE EMPRESA PARA
EL PATRIMONIO ARQUITECTÓNICO
DE BARCELONA
El interés por el capital arquitectónico barcelonés se ha ido trasladando a nuevos y distintos
sectores económicos. La banca, el diseño, empresas de la construcción, la hostelería e incluso
la gastronomía resultan ahora claves en la conservación de estas joyas de la construcción
por Francesca Minguella
—— Nada suscita tanto consenso cívico
como la conservación del patrimonio.
Este es el “mantra” central de la Fondation du Patrimoine, francesa, que atiende
al patrimonio de proximidad que no está
calificado como protegido y que por tanto
no es susceptible de recibir atención por
parte del Estado. Solo en épocas de miseria cívica la especulación gana la partida.
El patrimonio, este pasado que es presente y futuro, debe ser considerado, como
bien decía el título del Congreso del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco, en
Venecia en 2002, “Un legado compartido,
una responsabilidad común”. Constituye
de hecho un usufructo, y como tal debe ser
tratado. En este sentido, merece la pena
recordar el juramento de los ciudadanos
de las “polis” griegas, que se comprometían a dejar su ciudad “mejor y más bella”
de como la habían encontrado. Hoy en día
se habla de “paisajes culturales”, testimonio de la acción del trabajo del hombre
sobre el entorno.
La fuerte carga simbólica del patrimonio explica su atractivo como imagen
de la identidad de las empresas, que se
debaten entre asociarla a modernas
edificaciones icónicas o a la recuperación
de las del pasado. El dilema afecta también a edificios tan emblemáticos como
los museos, que en Barcelona veríamos
encarnados en las respectivas sedes del
MACBA y el MNAC, y que el Museo Guggenheim resolvió de forma distinta en
sus equipamientos de Venecia y Bilbao.
Esta alternativa llegó a plantearse en
algún momento en la reconstrucción del
Liceo, ejemplo mundial de implicación
de los mecenas empresariales en un
atrevido e innovador modelo que me-
reció numerosos premios, españoles e
internacionales.
Las empresas sitúan en entornos históricos tanto sus actividades productivas y
de representación, como la actividad filantrópica de sus propias fundaciones u obras
sociales, como su filantropía a favor de
terceros financiando la recuperación de
patrimonio que no les pertenece. Ejemplo
clásico es el de American Express, con el
patrocinio de la rehabilitación de monumentos de especial simbolismo, el primero la Estatua de la Libertad de Nueva York
y luego otros, como el Arco del Triunfo en
París, ligados a la noción de “privilegio”
que durante años fue el signo distintivo de
la política de comunicación e imagen de
su tarjeta. Italia y España son países con
numerosos rasgos en común. La importancia del patrimonio histórico arquitectónico es uno de ellos. Todos los recursos
son pocos para su mantenimiento y las
empresas participan en ello. En la región
del Lazio tiene lugar el programa “Invito
a Palazzo”, en que los bancos abren a la
ciudadanía sus sedes situadas en edificios
históricos. Y la empresa de moda y lujo
Fendi ha trasladado recientemente su
sede corporativa al que se proyectó como
Palazzo della Civiltà Italiana, en el barrio
romano del EUR, testimonio de lo que
debía ser el espacio de una Exposición
Universal a celebrar en 1942, el llamado
“Coliseo cuadrado”, representado en
obras metafísicas del artista De Chirico y
utilizado por cineastas como Rossellini,
Fellini, De Sica y Antonioni. En esta sede
ha abierto también un espacio expositivo
que se ha inaugurado precisamente con
obras del Novecento italiano, período
especialmente fecundo y al que la ciudad
de Milán ha dedicado un museo.
La fascinación de los barceloneses
por su ciudad es proverbial, y también
la comparten las empresas. En los años
setenta del pasado siglo llamó la atención
la temprana recuperación de la Central de
Vilanova por Hidroeléctrica de Cataluña,
presidida por el siempre innovador Pere
Duran Farrell, como sede de los servicios
comerciales de la empresa, con un cuidadoso proceso de restauración del edificio
de Pere Falqués, dirigido por el ingeniero
Antoni Torra, que realizó un importante
y sorprendente trabajo, manteniendo
la grúa puente, los cuadros de mando y
control, además de los elementos decorativos de hierro forjado. Es interesante
resaltar que los pioneros en la innovación
empresarial de la época, situados con frecuencia en la órbita de los bancos Urquijo
e Hispano Americano, como Juan Lladó
y Claudio Boada, entre otros, lo fueron
también en la actividad de mecenazgo. La
recuperación de la mencionada central
se vio replicada años después por la de la
central del Paralelo, con sus inconfundibles chimeneas.
Pero la moderna “riqueza de las naciones” ya no se encuentra en fábricas ni
en chimeneas, chimeneas que los industriales barceloneses inmortalizaron en los
frescos de la “pecera” del Círculo del Liceo, versión industrial de las celebérrimas
torres en el San Gimignano toscano. Y el
interés por el patrimonio arquitectónico
barcelonés ha ido pasando, con su protagonismo en la economía de la ciudad, a
nuevos y distintos sectores económicos.
De la industria a las finanzas. Caixa de Catalunya convirtió una ruinosa Pedrera en
un rutilante buque insignia de su Obra So-
33
ARQUITECTURA Y EMPRESA
El edificio de CaixaForum
es una pieza única de la
arquitectura modernista
industrial catalana de
principios del siglo XX
[Foto de Obra Social ”la Caixa”]
cial. La Caixa transformó la antigua fábrica Casarramona de Puig i Cadafalch, uno
de los mejores ejemplos de modernismo
industrial, en el primero de una serie de
CaixaForums donde ubica la suya. Y en la
actualidad la banca andorrana MoraBanc
convierte la gaudiniana Casa Vicens en
una casa-museo. Fundación Caja Madrid
invertía filantrópicamente en edificios tan
emblemáticos como el Institut d’Estudis
Catalans o la Casa Amatller, al tiempo que
mantenía una continuada actividad en
investigación y edición en el ámbito del
patrimonio que se mantiene después de la
crisis del banco.
Barcelona no sería la que es sin la
impronta del diseño, en línea con un modelo económico de industria ligera y de
intangibles. BD Barcelona Design —antes
BD Ediciones de Diseño, Bocaccio Design—, ocupó en 1979 un local en la Casa
Thomas de Domènech i Montaner, en la
calle Mallorca, en la derecha del Ensanche, y en 2011 pasó a uno industrial en el
Poblenou, como lo había hecho Mariscal
en Palo Alto, reivindicando el patrimonio
y la historia industrial de este barrio, para
algunos minusvalorados en la ordenación
urbanística de la Barcelona olímpica.
En cambio, el programa “Barcelona, ponte guapa”, creado en el entorno
de los Juegos Olímpicos de Barcelona
1992, constituyó un interesante ejemplo
34
de conjunción público-privada en la
defensa de los “paisajes culturales” y de
implicación de las empresas en un amplio
proyecto cívico que las investía de la consideración de empresas ciudadanas, algo
especialmente buscado en su actual enfoque de responsabilidad social, más allá
de los tradicionales beneficios de imagen
y comunicación ligados al mecenazgo. El
retorno publicitario fue también elevado
y es el que se ha mantenido en los programas municipales que han tomado su
alternativa desde el Instituto del Paisaje
Urbano. Precisamente en la vertiente de
responsabilidad social e implicación en
la comunidad en que se opera, resulta de
gran interés la interrelación de la labor de
las empresas con la de los Amigos del Patrimonio. Curiosamente en Cataluña, con
unos Amigos de los Museos pioneros en
España junto con los Amigos del Museo
del Prado, no se ha constituido una organización de este tipo con la que se soñaba
en los años de la Transición, manteniendo
siempre en el horizonte el modélico National Trust británico.
Las empresas constructoras, que se
implicaron en “Barcelona, ponte guapa”,
encuentran en el mecenazgo, además
de los retornos generales, la posibilidad
de experimentar diversas formas de innovación. Y, sobre innovación, esta vez
en la gestión del patrimonio, COTEC
realizó y publicó un interesante trabajo
en 2011 que reconocía la importancia de
este sector en la economía y la sociedad
españolas. Por otra parte, la gastronomía
y la hostelería son dos grandes pilares
de la economía barcelonesa actual. Y en
estos sectores no podía faltar la impronta,
especialmente adecuada, del patrimonio.
En los hoteles, desde la recuperación de
la antigua Fonda España, con elementos
dignos de los mejores museos, al de nuevo cuño Casa Fuster, al Neri en el barrio
Gótico o el más reciente Cotton House,
que mantiene elementos del negocio
textil algodonero en camisería en asociación con la reputadísima casa barcelonesa
Santa Eulàlia, o La Florida en la falda del
Tibidabo de cuyo perfil forma parte indisociable.
En la gastronomía, la gaudiniana Casa
Calvet es un modelo de recuperación
de espacios “menos nobles”, como
almacenes y oficinas, que tiene su
equivalente artístico en el espacio Volart
de la Fundación Vila Casas, que también
ha dado muestra de una elogiable
sensibilidad al mantener el nombre
anterior, en un elegante ejercicio de
memoria histórica económica digna
de preservación. También recupera un
espacio “poco noble”, un parking que
había conocido mejores tiempos ya que
nació como café-teatro, el espectacular
Unión Suiza ha restaurado
este emblemático espacio
modernista situado en
Diagonal con Vía Augusta
[Foto de Unión Suiza]
restaurante El Nacional, en un esquema
global para un paisaje cultural tan
peculiarmente barcelonés como es el
interior de una isla del Ensanche. Y,
demostrando que el tamaño aquí no
importa, algunas pastelerías mantienen
o incorporan elementos del patrimonio
arquitectónico. Reñé, en el Ensanche
derecho, convierte en restaurante y
café su antigua pastelería creada en
1910 y decorada por Enric Llardent.
La pastelería Escribà adquirió en 1986
el local de la antigua tienda de pasta
Figueras en La Rambla en el que ubicó
un establecimiento abierto al público
internacional y complementario del
tradicional de la Gran Vía, de especial
fama por sus espectaculares mones de
Pascua.
La hotelería atrae a un gran número
de los clientes de la industria de la moda y
sobre todo del lujo. Una tienda que forma
parte desde siempre del paisaje del paseo
de Gracia es Loewe, cuyas actuaciones se
guían por el buen gusto. Su tienda tradicional de las dos que ahora posee en esta
calle, en la esquina con Consejo de Ciento,
se ubica en la modernista Casa Lleó i
Morera y ha ejemplificado el movimiento
pendular en Barcelona de modernismoracionalismo, que desde hace unos años
parece haberse detenido definitivamente
en el primero, algo que no debería ser así
en honor a la verdad y a la diversidad de
la historia y la sociedad barcelonesa. En
la inauguración de su remodelación en
2012, realizada por el afamado arquitecto
Peter Marino, Loewe editó una publicación sobre el propio paseo de Gracia, una
suerte de declaración de amor.
Una casa familiar barcelonesa es
Unión Suiza, que en los años cuarenta
del pasado siglo formó parte del grupo de
tiendas que, manteniendo sus sedes tradicionales en paseo de Gracia y aledaños, se
aventuraron al territorio comercialmente
nuevo de Diagonal con Vía Augusta. Con
motivo de la celebración de su 175 aniversario ha lanzado una nueva marca, Misui,
más amplia que la joyería, y ha ampliado
el local en Vía Augusta con una realización del arquitecto Diego Ramos cargada
de referencias al devenir del diseño y la
estética barcelonesa. Se da la circunstancia de que en este nuevo espacio, antiguo
piso principal de un edificio de viviendas,
se sabe que residió por un tiempo el presidente de la Generalitat, Francesc Macià,
aunque no se dispone de documentación
de ningún tipo que lo avale. Y reciente es
la inauguración del nuevo y amplísimo
espacio de otra joyería, la Rabat, en la
Casa Codina, vecina de La Pedrera y con
reminiscencias de Ramon Casas.
Como en todos los ámbitos de la
cultura, una mejor consideración fiscal
podría animar a muchas empresas a
pagar sus impuestos de esta otra forma,
protegiendo el patrimonio, como sucede
en la vecina e imitable Francia. En una
mesa redonda titulada “El patrimonio
en el siglo XXI: herencia cultural y activo
económico” que tuvo lugar en la sede de
la Fundación Mapfre en Madrid en enero
de 2012, Francesco Bandarin, director
general adjunto de Cultura de la Unesco,
decía que es tal el interés y la capacidad
de atracción de patrimonio, de visitarlo,
de disfrutarlo, que el patrimonio existente resulta insuficiente y se fabrica uno
nuevo: los parques temáticos. Y es en
gran parte en esta posibilidad de visita y
disfrute donde reside el aspecto del patrimonio como activo económico, base del
desarrollo y la riqueza de muchos lugares.
En España lo sabemos bien. Pero en la
lógica de la contabilidad de partida doble
a toda partida del activo le corresponde
una del pasivo y así, el coste de la rehabilitación y mantenimiento del patrimonio
es elevado, y es ahí donde se debe apelar a
esta “común responsabilidad” de tantos
posibles agentes. Del Estado, ciertamente,
pero también del conjunto de la sociedad
y, dentro de ella, de las empresas.
Francesca Minguella es economista y
fundadora de la International Network of
Business-Arts Alliances y de la Asociación
Cultura y Alianzas
35
Cerca
del futuro
—El cómo prever el futuro es una de las reflexiones
más dinámicas de estos tiempos. Abarca
modelos de crecimiento, nuevas tendencias estéticas y
sociales, grandes horizontes estructurales. “Temas de
mañana” pretende ser uno de los bloques más sugestivos
de F., número tras número. Como núcleo central,
trasladamos a primera fila —de la mano del profesor Joan
Tugores— el concepto de prosperidad inclusiva. ¿Qué
futuro ofrece? ¿En qué medida hablamos de realidades
o de modelos fehacientes? En un mismo umbral de
futuro se encuentra la reflexión del profesor Robert
Tornabell sobre la industria 4.0 porque, entre otras cosas,
la información se desplaza hacia la nube. Apostamos
por una prospectiva realista y a la vez con la visión de un
mañana racional y creativo.
38
Industria 4.0
44
¿Prosperidad inclusiva?
por Robert Tornabell
por Joan Tugores Ques
42
Mercado negro digital
50
La era del ocio
por Keisha Gu
por Kyle Brown y Simona Arminaite
37
REINDUSTRIALIZACIÓN
INDUSTRIA 4.0:
¿QUÉ IMPACTO TIENE EN LA
PRODUCCIÓN Y EL EMPLEO?
La producción tiende a la automatización con la aplicación de nuevas tecnologías y los centros se ven
obligados a cambiar su organización. El resultado es la reducción de costes al tiempo
que mejoran las cadenas de producción aprovechando las soluciones de los Big Data
por Robert Tornabell
—— Al principio, la electricidad se generaba donde se consumía; ahora la
obtenemos de las redes. Lo mismo está
ocurriendo con los ordenadores de la
industria. Antes las empresas tenían
potentes equipos y servidores para
organizar los procesos de producción,
reducir los costes de la logística y los
inventarios. Ahora cada vez son más las
que hacen uso de las nubes de datos —
del inglés big data—, ya sea para poder
estar presentes en las redes sociales y
luego analizar los perfiles de sus clientes o bien para acumular la información
que necesitaría grandes servidores. En
Cataluña, la industria se creó en el siglo
XIX cuando aparecieron los motores de
vapor que revolucionaron la industria
textil, la electricidad a principios del
siglo XX y la automatización en los años
setenta del siglo pasado. Cada oleada de
avance tecnológico provocó la pérdida
de puestos de trabajo en la industria,
pero se crearon otros, aunque requerían
nuevas habilidades y conocimientos.
Pero algunos avances causaron en
Alemania una fuerte disminución del
empleo de las industrias entre los años
1997 y 2013, que disminuyó un dieciocho por ciento, a pesar de que el volumen de producción aumentaba.
Ahora estamos en presencia de una
nueva oleada, a la que llamamos “industria 4.0”. La producción tiende a la
automatización y aumenta la capacidad
38
de interactuar con los robots mediante
los sistemas de información. Y entre
otras variantes, el denominado “Internet de las cosas” va a cambiar la forma
de organizar los centros de producción.
La industria 4.0 tiene mucho que ver
con la creciente tendencia a desplazar
la información hacia la nube. Para
muchos ejecutivos, los nuevos procedimientos van a mejorar la productividad
y están convencidos de que los países
que entren en la digitalización de la
industria van a ser más competitivos en
los mercados internacionales. Sería una
exageración decir que estamos ante una
verdadera revolución industrial, pero
no deja de ser una forma innovadora
para reducir costes, mejorar las cadenas
de producción y aprovechar las nuevas
bases de datos —el negocio de los Big
Data—, sin pasar por alto los peligros
que sin duda son posibles, como toda
ruptura sobre la que podemos perder el
control. En el fondo, la industria 4.0 es
la convergencia de una serie de innovaciones, procedimientos y nuevas tecnologías que pueden contribuir a la mejora
de los procedimientos industriales, el
aumento de la productividad y la reducción de costes.
CLAVES DE LA INDUSTRIA 4.0.
Para la consultora global McKinsey &
Company, la industria 4.0 es la nueva
fase de digitalización del sector ma-
nufacturero y las fuerzas motrices que
la impulsan nacieron en esta década
como consecuencia de cuatro rupturas
o cambios generados por las innovaciones tecnológicas: (1) El aumento en
los volúmenes de datos de que podían
disponer las empresas industriales; (2)
El aumento de la capacidad de los ordenadores, en muchos casos con precios
a la baja, porque todavía se cumple la
denominada “ley de Moore” —es decir,
cada dos años se duplica la capacidad de
los chips— y así en los últimos veinticinco años el número de transistores en un
chip se ha multiplicado 3.200 veces, al
igual que la conectividad en redes que se
expanden sin cesar; (3) La capacidad de
analizar los datos de las operaciones de
los procesos industriales, almacenándolos en la nube y (4) La mejora en la creciente interacción de las personas con
las máquinas, que empezaron primero
con los robots y luego se extendieron
con las impresoras en tres dimensiones
(3-D). Estas cuatro tendencias no bastan para definir lo que es la industria
4.0, pues en realidad es la fase final de
los procesos que la industria japonesa introdujo en la década de los años
setenta, para eliminar los elementos
innecesarios en las cadenas de producción, el fenómeno de la subcontratación
(el outsourcing) de los años noventa y
la automatización de los procesos que
despegó a principios de siglo.
Un esquimal
preparado para la
caza sobre el hielo
del Ártico
[Foto de Ton Koene /
Getty Images]
39
REINDUSTRIALIZACIÓN
INDUSTRIA 4.0 y PIB. La industria
4.0 se ha expandido en la gran industria,
pero se aplica también en las empresas
medianas. Es el caso de un taller próximo
al cinturón industrial de Barcelona que
mecanizaba las piezas de la industria
auxiliar para motos de fabricación italiana y española. Recibía de las fundiciones
de aluminio inyectado los manillares y
los mecanizaba y pulía. En los años noventa, los robots y los tornos de control
numérico permitieron trabajar a tres
turnos, sustituyendo mano de obra, pero
los operarios tenían que ser altamente
especializados para diseñar el software
adecuado para cada máquina y las especificaciones de los clientes, para que las
máquinas realizaran de forma automática el acabado final. Hoy en día la producción se ha digitalizado un paso más y
pueden producirse piezas metálicas de
alta precisión para una compañía que
cotiza en el selectivo Ibex 35 gracias a los
sensores que mejoran la interacción de
los técnicos con los robots. Y la empresa
puede participar también en la industria
aeronáutica —Airbus; Toulouse— me-
diante redes de Internet y los datos de la
nube. Los gráficos ilustran de qué forma
ha evolucionado, gracias a la industria,
el producto interior bruto (PIB) mundial en miles de millones de dólares. El
crecimiento entre la segunda Revolución Industrial y la tercera fue exponencial, pero la expansión será mayor
entre la tercera y la que ya se anticipa
como la cuarta, en las proximidades
del año 2020. Inglaterra fue la fábrica
del mundo, pero fue desplazada por el
poderío industrial de Estados Unidos y
China se ha convertido en la gran potencia que evoluciona hacia tecnologías
y procedimientos, algunos de los cuales
son los propios de la industria 4.0. Una
empresa americana realizó encuestas a
principios de este año. Los resultados,
a partir de una muestra de trescientas
empresas manufactureras líderes en sus
sectores y actividades, revelaron que el
48% de los industriales se consideraban
preparados para aplicar los procedimientos de la industria 4.0, mientras
que el 78% de sus proveedores ya lo
estaban haciendo.
PRODUCTO INTERIOR BRUTO MUNDIAL
(miles de millones de $, ajustado por paridad de compra)
90.000
20.042
694
1880
1ª Revolución
industrial
40
2763
1913
2ª Revolución
industrial
1980
3ª Revolución
industrial
2020
4ª Revolución
industrial
¿CÓMO PROLIFERA LA INDUSTRIA 4.0? Las ramificaciones de la
industria 4 crecen sin cesar y ya no
es posible su descripción exhaustiva.
Muchas empresas industriales conocen
muy bien sus productos y servicios, pero
no saben cómo obtener valor de sus
propios datos. En Alemania, la empresa
líder en programas informáticos para
la gestión de inventarios, programas de
contabilidad, nóminas y aplicaciones de
logística ofrece actualmente a sus clientes servicios de consultoría basados en
los programas informáticos que antes
les vendieron. En Estados Unidos, el
gigante General Electric está vendiendo
sus filiales dedicadas a la financiación
de equipos y se concentra en la generación de servicios posventa, buena parte
de los cuales entrarían dentro de la
clasificación de la industria 4.0.
En el Reino Unido, las grandes empresas están cambiando sus políticas de
inversiones. Ante el avance tecnológico,
prefieren suscribirse a un servicio de
“pagar-por-el-uso” y dejan de comprar
los equipos que deberían renovarse.
De esta forma, se mantienen al día de
los avances de las nuevas tecnologías y
aligeran los balances, pues las partidas
de capital —del inglés capital expenditures o Capex—no tienen que financiarse
con deuda. Puesto que el Banco de Inglaterra sigue la misma política monetaria que la Reserva Federal de Estados
Unidos, ante el próximo aumento de los
tipos del dólar la libra esterlina tendrá
también tipos más elevados y las operaciones de compra recurriendo al arrendamiento serán más costosas, es decir,
el conocido leasing puede ser sustituido
por esta nueva modalidad “pagar-porel-uso”, especialmente cuando se trate
de máquinas y equipos que cada año
presentan nuevos modelos con las últimas innovaciones.
Por ejemplo, la empresa SCiO
diseñó un espectrómetro de bajo coste
para determinar la composición de los
materiales de piezas industriales. Se
basa en una tecnología de infrarrojos y
puede costar 250 dólares, mientras que
las máquinas actuales tienen un coste
por encima de diez mil dólares. Cada vez
CUOTA INDUSTRIA MANUFACTURERA EN EL PIB
10%
11%
13%
15%
16%
22%
Francia
Reino Unido
España
UE
Italia
Alemania
que se usa el espectrómetro se contribuye a formar una amplia base de datos de
los materiales que escanea. Una base de
datos de 270.000 científicos, disponible
desde una nube para las empresas, ha
resuelto los problemas de fabricación
de más de quinientas compañías industriales que cotizan en la Bolsa de valores
de Nueva York.
Alemania está integrando los procesos en cuatro sectores de la industria
manufacturera: electrónica, ingeniería
eléctrica, ingeniería mecánica y en las
tecnologías de la información —IT por sus
siglas en inglés—. Ocupa un lugar destacado en la Unión Europea por su valor añadido en la industria y su cuota es del 31%,
seguida de Francia y el Reino Unido con el
10%, y el 13% de España. Véanse datos del
año 2012, a partir de Eurostat.
EFECTOS EN EL EMPLEO Y LA
INDUSTRIA MANUFACTURERA. Al
analizar qué impacto tendrá la industria
4.0 en el empleo y el PIB de la industria
manufacturera, Boston Consulting
Group realizó encuestas en Alemania,
como el país más industrializado de la
UE, y mediante un modelo predictivo
estimó el impacto en el empleo de la
nueva oleada de innovaciones. Los resultados revelan que en esta oportunidad la
industria 4.0 aumentará el empleo en las
industrias, pero deberá mejorar la formación de obreros y empleados, pues se
trata de un cambio que exige una mayor
intensidad de capital y una mano de obra
más cualificada. Las mayores necesidades de capital van a tener consecuencias
indirectas para los países donde se deslocalizaron industrias que antes eran
intensivas en mano de obra, desde China
hasta India, Vietnam, Bangladesh, Indonesia y Filipinas. En Alemania, Austria
y Suiza se observa ya la repatriación de
las fábricas que se deslocalizaron en la
Cuenca del Pacífico y ahora regresan a
sus países de origen o bien encuentran
mejores condiciones en los países de
Europa del Este. Un fenómeno similar se
está produciendo también en Cataluña,
pues para muchos productos industriales tener una fábrica en Bratislava representa reducción de costes y, lo que es
más importante, si China exige pedidos
de hasta seis meses de entrega, en Eslovaquia los plazos de entrega son mucho
más cortos, con reducciones de costes de
financiar los stocks.
Si la evolución en el pasado puede
ser una posible guía de qué impacto
tendrá la industria 4.0 en la producción
industrial y el empleo, algunas de las
oleadas de avance tecnológico provocaron aumentos de la producción de los
que se beneficiaron los que supieron
adaptarse a las nuevas demandas del
mercado. En las fases de cambio no se
trata de vender lo que fabricamos, sino
de producir lo que los clientes necesitan
y piden. En este sentido, el avance que
representa la industria 4.0 va a cambiar la naturaleza de los mercados, la
forma de acceder a ellos y, desde luego,
aumentará la intensidad de capital en
muchas industrias y va a ser necesario
que aumenten las habilidades y los
conocimientos de los empleados. No
existen estimaciones para Cataluña,
pero la investigación de Boston Consulting Group para Alemania, en un escenario básico hasta el año 2025, revela
que el incremento del empleo industrial
será de 350.000 nuevos puestos de
trabajo, lo que representa un aumento
del 5% cuando se compara con la fuerza
de trabajo actual de siete millones de
personas en las 23 industrias que se
estudiaron. El mayor uso de robots y la
digitalización pueden reducir aproximadamente 620.000 empleos, pero podrían ser compensados por la creación
de 960.000 nuevos puestos de trabajo.
En conjunto, el efecto neto creará una
demanda adicional de 210.000 empleos
de alta cualificación en IT y el análisis
de datos, además de investigación y
desarrollo. En Cataluña, aumentan las
empresas que se adiestran en industria
4.0 y, como en otras ocasiones, podemos
estar en sintonía con los avances de
otros países industrializados.
Robert Tornabell es profesor emérito de la
URL y exdecano de ESADE Business School
41
PIRATERÍA
LA ECONOMÍA DEL
MERCADO NEGRO DIGITAL
Europol estima que hay cien personas en el mundo capaces de cometer ciberataques
realmente dañinos, pero la creciente facilidad de acceso al crimen como servicio está
favoreciendo la aparición de futuros y peligrosos cibercriminales
por Keisha Gu
—— La popular película de animación
japonesa Patrulla Especial Ghost (1995)
muestra cómo en el año 2029 la humanidad está mundialmente interconectada.
Cuerpos cibernéticos unidos a redes
electrónicas permiten a las personas
comunicarse y descargar conocimientos
unos de otros. Esta dependencia tecnológica crea en el filme una nueva clase de
sofisticados hackers capaces de controlar
a su víctima implantando en su mente
recuerdos falsos, un panorama sin duda
preocupante. Aunque este nivel de peligrosidad pueda parecer descabellado, es
evidente que existen paralelismos con
algunos de nuestros problemas actuales
42
como, por ejemplo, el de la suplantación
de la identidad. Cuando afirmamos que
la tecnología contribuye a la innovación a
veces nos olvidamos de que su influencia
no se limita solo a las industrias legítimas.
Nuestra obsesión con Internet está generando un ambiente en el que siempre
estamos conectados y en comunicación
con nuestra familia y amigos, lo que a su
vez ha provocado una creciente demanda
pública de privacidad en la red y de herramientas que garanticen el anonimato.
Algo que, simultáneamente, ayuda a la
digitalización de la economía sumergida
o del mercado negro, donde se comercia
con bienes y servicios ilegales.
La última evaluación de Europol
sobre la amenaza del crimen organizado destacó los peligros del modelo de
negocio del “crimen como servicio”,
que consiste en paquetes de actividades criminales listas para usar y
disponibles para su compra en foros
online. Lo que de otro modo sería una
industria fragmentada, consigue en
estos foros una monetización y que se
pueda acceder masivamente a trabajos
criminales como el hackeo o el robo
de datos personales y financieros para
su venta. Imaginemos por un instante
un empleado descontento que ha sido
despedido después de una profunda
restructuración en su empresa. Navegando por Reddit se topa con una serie
de subforos que contienen enlaces para
acceder a la Deep Web, la parte de la red
no indexada por los motores de búsqueda. Esta exploración le lleva hasta anuncios de servicios de hackers. La oferta
garantiza anonimato a precios bastante
baratos. A través de Skype se crea una
conversación privada en la que se indica
el objetivo a atacar y se intercambian los
datos de PayPal para el pago. Esto conduce al ataque de la web de la compañía,
que queda inactiva durante un tiempo, y
a la revelación de información delicada
sobre sus clientes.
Por supuesto este es un escenario
ficticio, pero no tan disparatado como
pudiese parecer. Aunque Europol estima
que actualmente solo hay cien personas
en el mundo lo bastante expertas como
para lanzar los ciberataques más dañinos,
la creciente facilidad de acceso al crimen
como servicio reduce las barreras de
entrada a un número mucho mayor de
aspirantes a ciberdelincuentes que, con el
tiempo, pueden evolucionar en peligrosos
cibercriminales.
Criptomonedas como Bitcoin han
conseguido que los pagos en estos mercados clandestinos sean cada vez más
sencillos. Estas divisas han aumentado
su protagonismo en las investigaciones
policiales sobre extorsión y ransomware
—software malicioso que bloquea el
acceso al sistema informático hasta que
no se realiza el pago requerido—. Estas
monedas resultan además muy atractivas
por el anonimato que proporcionan, el
método de distribución que ofrecen y sus
bajas tasas por transacción. Aunque las
actuales aún cuentan con cierto nivel de
transparencia debido a que las transacciones son grabadas en un registro público —el blockchain—, las innovaciones en
el ecosistema de las criptomonedas están
proporcionando un mayor anonimato
y menor capacidad de control. Estas
nuevas divisas se manejan en un número
limitado de foros criminales clandestinos
pero si el mercado negro sigue ampliando su tamaño y su cartera de productos,
pronto podremos ver cómo se intercambian en una red aún mayor de plataformas, facilitando la actividad ilícita de una
manera mucho más segura. Esto generará
más obstáculos para la aplicación de la
ley, que tendrá que esforzarse por seguir
el ritmo de las tecnologías que impulsan
estos mercados.
Por otra parte, el aumento de la
vigilancia corporativa y gubernamental
sigue copando titulares, lo que provoca
que los ciudadanos demanden más herramientas para salvaguardar su anonimato.
En este sentido, las darknet —redes oscuras—son tecnologías cruciales para estos
mercados, al ofrecer a sus usuarios una
navegación segura haciendo anónima
tanto la comunicación como el contenido.
Así pues, el deseo general de un mayor
anonimato empodera a la vez a los comerciantes del mercado negro. Por ejemplo,
el popular software de darknet Tor, que
se creó originariamente para proteger
las comunicaciones gubernamentales, es
muy utilizado en la próspera economía
online del mercado negro. Así, estas redes
legales están siendo explotadas cada vez
más por los cibercriminales ya que les
aportan la infraestructura que necesitan.
Por un lado, para los vendedores supone
una plataforma segura en la que publicitar su oferta de crimen como servicio
y se reduce el riesgo operativo mientras
consiguen atractivas recompensas económicas. Por el otro, a los proveedores
les permite operar en un mercado a largo
plazo, sin el riesgo de tener que saltar a
páginas alternativas cada vez que la aplicación de la ley provoque una redada. Los
operadores de este mercado negro suelen
optar, por lo tanto, por el proveedor de
darknet con el mayor nivel de opacidad.
La creciente comunidad de usuarios
de estas redes oscuras, tanto en esferas
legales como cibercriminales, alimentará
la evolución de las herramientas para
el anonimato que ya existen. Al mismo
tiempo, asistiremos a una mayor contundencia en la aplicación de la ley con el fin
de acabar con el mercado negro online,
como demostró el cierre de la célebre Silk
Road que en 2013 llevó a cabo el FBI. Se
puede afirmar que el futuro de las herramientas para preservar el anonimato
se concentrará en la descentralización
tecnológica mediante el sistema peerto-peer2 o P2P —es decir, intercambiar
información directamente entre computadoras a través de Internet— o las mesh
network, que son redes inalámbricas
malladas. Una red anónima descentralizada permitirá a los usuarios comerciar
directamente entre ellos, con sus ordenadores o smartphones, actuando como un
nodo dentro de la red. La ausencia de un
operador central hará los mercados más
esquivos al control porque, efectivamente, todas las relaciones entre vendedor y
comprador crearán su propio mercado.
De hecho, ya se están desarrollando varios
proyectos orientados a las redes descentralizadas P2P que pretenden convertirse
en el futuro en una plataforma de e-commerce tipo e-Bay —tanto para productos y
servicios legales como ilegales—.
Keisha Gu
©SCENARIO Magazine
43
EQUILIBRIOS RAZONABLES
¿PROSPERIDAD INCLUSIVA?
Es fundamental restablecer unos equilibrios razonables, a menudo perdidos en los caminos hacia las crisis,
potenciando complementariedades más que exacerbando contraposiciones y poniendo la
contraposición entre competitividad y cohesión social en perspectiva de futuro
por Joan Tugores Ques
—— Los debates sobre el alcance de una
eventual recuperación van mucho más
allá de la coyuntura para poner sobre
la mesa rasgos mucho más de fondo,
que van desde la solidez de los motores
del crecimiento económico —con unos
hablando de un nuevo estancamiento
secular y otros de una nueva ola de innovaciones disruptivas— hasta los aspectos
distributivos, con controversias que
van desde la polarización de la renta
y la riqueza hasta el malestar social
en unas zonas y crisis humanitarias
en otras. El legado del binomio globalización-crisis es profundo y obliga a
44
reflexionar sobre cuál será la “nueva
normalidad”, por utilizar una expresión
reiterada por el Fondo Monetario Internacional. La historia nos enseña que
las situaciones difíciles se resuelven en
ocasiones encauzando con solidez el
futuro o, por el contrario, con fragilidades que condenan a volver a las andadas. ¿Hacia cuál de estos escenarios
nos dirigimos ahora? Un aspecto clave
es la capacidad de aprender —o no— las
lecciones: tener un claro diagnóstico de
los factores que han provocado las dificultades así como la lucidez para remediarlo. Otra dimensión primordial es
restablecer los equilibrios razonables a
menudo perdidos en los caminos hacia
las crisis, potenciando complementariedades entre objetivos y mecanismos
más que exacerbando contraposiciones. Son debates que conviene repasar,
empezando por el clásico entre competitividad y cohesión social, y poniendo
en perspectiva de futuro algunas de las
lecciones de la historia.
¿COMPETITIVIDAD ‘VERSUS’
COHESIÓN SOCIAL? En 1975,
Arthur Okun se refirió a las tensiones entre los objetivos de eficiencia
e igualdad como el big trade off que
marcaba las grandes opciones no solo
de políticas económicas, sino también
de modelos sociales y políticos. En los
últimos tiempos, el binomio de contraposiciones a menudo se refiere, por
una parte, a la competitividad y a la
equidad o cohesión social, por otra. El
papel clave de las dos vertientes está
fuera de discusión: recuperar posicionamiento competitivo es un ingrediente fundamental de cualquier salida
razonablemente sólida de la crisis —si
no queremos repetir los errores que nos
llevaron a la de 2008— y, por otra parte,
mantener una percepción de cierta
equidad en la distribución de los eventuales “dividendos de la recuperación”
es un aspecto central del “crecimiento
inclusivo” al que se refieren instituciones tan ortodoxas como la OCDE o el
World Economic Forum. Esta última
entidad complementa recientemente
su ya tradicional Informe anual sobre
Competitividad Global con una referencia significativa a “crecimiento y
desarrollo inclusivo”.
La contraposición entre los requerimientos de la competitividad y de la
cohesión social se ha convertido en un
ingrediente reiterado en muchas polémicas sociopolíticas que a menudo genera planteamientos maniqueístas: para
unos, las exigencias de la competitividad
obligan a renunciar a metas en materia
de equidad o cohesión presentadas
como insostenibles, incluso determinadas cotas del estado del bienestar. Para
otros, el mantenimiento de los derechos
adquiridos sirve de coartada para bloquear avances en la adaptación a nuevas
realidades y nuevas reglas. En dichas
dialécticas y retóricas dominadas por
reduccionismos siempre empobrecedores se olvidan o desprecian importantes
aspectos de fértiles complementariedades. Por ejemplo, el derivado de la constatación de que en los primeros lugares
de los rankings de competitividad se
encuentran sistemáticamente países
nórdicos europeos con un importante
nivel del estado de bienestar. En el
momento de encontrar explicaciones
hay que apelar a la calidad institucional
como un factor que propicia de forma
complementaria —y no contrapuesta— una eficiente competitividad y una
equitativa cohesión social. En una línea
parecida, un sistema educativo de calidad que alcanza una masa crítica importante del conjunto de la población y que
permite extraer el máximo potencial del
capital humano de una sociedad permite
mejorar paralelamente en competitividad y en equidad.
Las sociedades que potencian las
complementariedades logran en general mejores resultados —económicos y
sociopolíticos— que los que exacerban
contraposiciones. De hecho, la historia
tiende a mostrar que cuando se sacrifica un extremo en el otro más allá de un
cierto umbral se pueden acabar degradando ambas vertientes.
La capacidad para articular equilibrios razonables es una estrategia más
fértil que la de insistir en tensiones
maniqueas. Sin embargo, llama la atención la facilidad con que las personas
y las sociedades entran y se deslizan
por planteamientos de todo blanco o
Líderes mundiales,
influyentes ejecutivos,
banqueros y políticos asistieron
al pasado mes de enero a la
45ª edición del Foro Económico
Mundial de Davos
[Foto de Jason Alden / Getty Images]
45
EQUILIBRIOS RAZONABLES
Cuando se conjugan ineficiencias en los mercados con
regulaciones pobres o “capturadas”, los resultados son
profundamente insatisfactorios
influents
todo negro en que se retroalimentan las
respuestas igualmente maniqueas de
las posiciones enfrentadas, y en las que
cada vez es más difícil revertir las dinámicas y retornar a constructivos equilibrios razonables que saquen provecho
de las complementariedades.
DINÁMICA DE LOS BINOMIOS.
Esta argumentación aplicada al binomio competitividad-cohesión es una
parte de una dinámica más general. Así,
a menudo se contraponen el papel de
los mercados y de las políticas públicas
—“mercados contra gobiernos”— y se
olvida que unos mercados que funcionen bien constituyen un “bien público”
por excelencia y requieren ser mantenidos y legitimados por los poderes públicos. Por el contrario, como demuestra el
camino que nos llevó a la crisis, cuando
se conjugan ineficiencias en mercados
con regulaciones pobres o “capturadas”,
los resultados son profundamente insatisfactorios. Unas regulaciones sensatas
son prerrequisitos para un buen funcionamiento de los mercados creadores de
riqueza, mientras que unos mercados
sometidos a más intervenciones que
desembocan en clientelismos terminan convergiendo a menudo —en una
aparente paradoja— con los efectos
distorsionadores de algunas desregulaciones. Como recordó Daron Acemoglu
(MIT), analizando la crisis financiera de
hace pocos años, para que los mercados
hagan bien su trabajo clave en la asignación eficiente de recursos y la creación
de riqueza no puede confundirse “mercados libres” con “mercados sin regular”. De nuevo un marco institucional
de calidad es el punto de complementariedades entre buenos mercados y buenas políticas públicas. Luigi Zingales
nos ha recordado algunas ideas similares en una reciente y lúcida formulación
de la necesidad de volver a convencer a
nuestras sociedades del papel beneficioso de los mercados financieros.
46
GLOBAL/LOCAL. Otro binomio
relevante es el relativo a las dimensiones globales y a las más locales o
nacionales. Es cierto que los avances en
las tecnologías de las comunicaciones y
de la información han facilitado que los
espacios para los negocios en sentido
amplio —flujos comerciales, financieros, articulación de la producción en
cadenas globales de valor, etc.— formen
parte cada vez más significativamente
del conjunto de la economía mundial.
Pero ello no anula el papel de los mecanismos sociopolíticos para modular y
legitimar las dinámicas económicas que
se han ido formando durante muchas
décadas principalmente en los espacios
locales, nacionales o estatales. Mecanismos de estabilidad macroeconómica,
fiscales, sociolaborales, y más recientemente también medioambientales,
forman parte del bagaje de lo que Dani
Rodrik ha descrito como el capitalismo
2.0 y que ahora parece encontrarse
amenazado bajo las presiones —¿coartadas?— de la globalización primero y
de la crisis después. También aquí se
necesitan equilibrios razonables en
términos, por una parte, de ver qué dimensiones se pueden supranacionalizar
para articular una gobernanza global
en aspectos sociopolíticos, y por otra,
qué funciones siguen desempeñando las
jurisdicciones más cercanas y que van
desde suministrar condiciones de entorno para la competitividad —incluso
algunas tan importantes como las infraestructuras, la salud y la educación o
los ecosistemas de innovación— hasta el
mantenimiento de la cohesión. Ya hace
tiempo el premio Nobel Douglass North
insistió en que las tareas esenciales de
las instituciones pueden resumirse en
proporcionar adecuados incentivos a la
modernización y resolver con sensatez
los conflictos distributivos que originan
todos los cambios de cierta profundidad
y rapidez. En un mundo globalizado el
requerimiento de los marcos locales
se ve aún más reforzado y marca claras
divergencias entre los casos que se
afrontan con eficacia y los que no.
EUROPA COMO PARADIGMA.
Cuando se hace balance de víctimas
de los efectos de la crisis que estalla en
2008, una de las más damnificadas es la
construcción europea. El Viejo Continente ha sido la región de la economía
mundial con tasas de recuperación más
lentas y preocupantes —solo recientemente el foco de las incertidumbres se
desplaza a algunas economías emergentes— y además la forma en que se ha
gestionado la crisis en la Unión Europea
ha reabierto recelos y reproches entre
los teóricos socios comunitarios. Una de
las razones de dichas tensiones probablemente radica en que la Unión Europea ha sido en buena medida, desde su
idea fundacional profundamente lúcida,
el paradigma de la búsqueda de complementariedades. Articular un entramado
de intereses compartidos que hiciera
impensable otra confrontación bélica
fue, reconocidamente, el punto de
partida. Más allá de ello, la integración
europea ha querido poner de manifiesto
no solo la compatibilidad sino también
la complementariedad entre democracia política, progreso económico y
bienestar social, logrando un mix de
estos tres ingredientes probablemente
no alcanzado ni en ningún otro lugar ni
en ningún otro momento de la historia.
No es casualidad que buena parte de las
críticas ahora en Europa se refieran a
la —presunta— necesidad de renunciar
a alguno de estos tres ítems, a la vista
de las eventuales exigencias de la competencia global o la crisis, o al menos la
forma con que esta se ha gestionado en
Europa. Un aspecto preocupante es ver
cómo la vehemencia de dichos discursos
encuentra rápida réplica en otras posiciones que van desde el “numantinismo” hasta el populismo antieuropeísta,
olvidando que en términos históricos el
La escultura del euro,
inaugurada el año 2001
en Fráncfort, se sometió
el pasado verano a una
restauración con nuevas
luces y paneles LED en azul
y amarillo [Foto de Hannelore
Foerster / Getty Images]
47
EQUILIBRIOS RAZONABLES
Una pregunta relevante es si el escenario posterior a la grave
crisis que estalló en 2008 está siendo una salida insensata como
la que se dio tras la Primera Guerra Mundial
gran hito de la integración europea ha
sido —y debería seguir siendo— la constatación de la complementariedad. La
defensa del sentido original del proyecto
europeo —con una vigencia reforzada por
la conveniencia de ofrecer un deseable
modelo de referencia basado en dicha
complementariedad— requiere de nuevo
ser capaces de enderezar equilibrios
razonables y realistas, hasta el punto
que la voluntad de encontrarlos sea un
requerimiento previo que hay que reconstituir.
PRECEDENTES DE ÉXITOS
Y FRACASOS. Uno de los dramas del
siglo XX fue que un cierre en falso de la
situación que produjo la Primera Guerra
Mundial condujo, tras dos décadas de
grandes turbulencias y crisis, a la segunda
gran guerra. Una interpretación sería la
incompetencia que llevó al Tratado de
Versalles (1919), lo que acentuó contraposiciones de intereses y puso en marcha
dinámicas económicas y sociales que
incluyeron hiperinflaciones en Alemania,
la Gran Depresión tras el crack de 1929, el
retorno a proteccionismos comerciales
y manipulaciones de los tipos de cambio,
fracasos en los intentos de coordinación
internacionales —desde la Sociedad de
Naciones hasta la fallida Conferencia de
Londres de 1933—, el aumento de la polarización en la distribución de la renta, la
degradación de las clases medias, el ascenso de planteamientos políticos de un
extremo y del otro y, finalmente, la escalada bélica. Los intentos de articular equilibrios razonables fueron infructuosos ante
dichas dinámicas. Las críticas de Keynes
al Tratado de Versalles fueron premonitorias, así como el fracaso de las propuestas
de dicho economista y otros para hacer
frente a la crisis de los años 1930.
Después de la Segunda Guerra
Mundial, el escenario que resumió los
48
acuerdos de Bretton Woods fue aparentemente más modesto pero sensato. Propiciaron un equilibrio entre lo que podían
o debían hacer los países —asumiendo
compromisos de estabilidad macroeconómica y desarrollando el estado del
bienestar— y un sistema internacional
que se fue abriendo gradualmente. La
convivencia entre los mercados y las políticas públicas, así como de las prioridades
entre eficiencia económica y equidad,
permitieron una recuperación de la economía mundial que encarriló la década
de los años sesenta del siglo pasado como
una década prodigiosa, probablemente la
de mayor rápido crecimiento de toda la
historia. Algunos análisis atribuyen el retorno a las inestabilidades y fragilidades
a la rotura, desde los años 1970-1980, de
algunos de dichos equilibrios razonables,
como las olas de desregulaciones financieras —como las impuestas a los Estados
Unidos por la Administración Roosevelt
en respuesta a la Gran Depresión— y el
retorno a pautas de polarización en la
distribución de la renta que hicieron que
en 2007-2008 algunos indicadores volvieran a estar a niveles de 1928-1929, en
una llamativa coincidencia que debería
hacer reflexionar sobre las interacciones
entre fragilidades económicas y vertientes distributivas sociales entre los dos
momentos de dificultades más serias del
capitalismo en los últimos dos siglos.
COMPLEMENTARIEDADES
Y EQUILIBRIOS RAZONABLES.
Ahora, a mitad de la segunda década del
siglo XXI, cuando se debate el alcance
de una eventual recuperación —y algunos expresan dudas sobre su magnitud y
solidez— una pregunta relevante es si
el escenario posterior a la grave crisis
que estalló en 2008 está siendo una
salida insensata como la que se dio tras
la Primera Guerra Mundial, o una más
sensata como la posterior a la segunda.
Un factor que marca diferencias es la
capacidad para restablecer —o no—
equilibrios razonables y, conectando
con ello, la voluntad y capacidad para
entender y aprender las lecciones de
la historia. Por optimista que se quiera
ser, hay demasiadas evidencias de que
los planteamientos y las dinámicas
reduccionistas de contraposiciones
todavía ganan terreno frente al deseable
restablecimiento de equilibrios, y hay
Oficiales aliados de pie
sobre las sillas y mesas para intentar
ver el interior del Salón de los
Espejos, donde se firmó el Tratado de
Paz de Versalles en 1919 [Foto de Henry
Guttmann/Getty Images]
que insistir en que enderezar esto constituye un prerrequisito para afrontar de
forma sólida y sostenible —socialmente
y cronológicamente— la recuperación.
Una de las paradojas más crudas de
los tiempos modernos radica precisamente en que, por una parte, se reconoce la evidencia de que las interconexiones, las interdependencias entre actores
—personas, grupos sociales, territorios— son mayores que nunca pero, por
otra parte, a la hora de afrontar dichas
complejas realidades se imponen los
planteamientos sin matices que reducen las opciones a elegir entre fórmulas
extremas, olvidando e incluso despreciando las vías de complementariedades
y “equilibrios razonables”. La historia
tiende a (de)mostrar que las respuestas
simplistas y de todo o nada que exacerban son habitualmente pobres y menos
fructíferas que las soluciones ponderadas que obtienen beneficios de las complementariedades. En muchos ámbitos
—competitividad y cohesión, mercados y
gobiernos, global y local— necesitamos
evitar o eludir las dinámicas de contraposiciones simplistas y restablecer de
forma constructiva y creativa la fértil
complementariedad de los equilibrios
tan razonables como necesarios: que
ello sea cada vez más difícil hace que sea
aún más imprescindible.
Joan Tugores Ques es catedrático de
Economía de la Universidad de Barcelona
49
50
TECNOLOGÍA
LA ERA DEL OCIO
Un nuevo escenario comodín en el que una parte sustancial y considerable
de la población está desempleada por elección o necesidad y es libre de
dedicar su tiempo a actividades lúdicas
por Kyle Brown y Simona Arminaite
—— La sociedad ha estado siempre
fascinada por la era del ocio. Cada invención tecnológica del último siglo ha
generado especulaciones sobre el final
del trabajo y la era del ocio que le seguiría. Ya en 1930, John Maynard Keynes
escribió un ensayo titulado Posibilidades económicas para nuestros nietos,
en el que predijo que las generaciones
futuras —una vez liberadas de la necesidad de trabajar y ahorrar— gastarían
la mayor parte de su tiempo en ocio,
encontrando maneras para “ocupar las
horas y los días de manera virtuosa y
adecuada”. Ese momento nunca llegó.
Incluso hoy, cuando el progreso tecnológico se está acelerando más rápido
que nunca, la era del ocio no parece
mucho más probable. Es muy difícil
imaginar un futuro próximo en que la
sociedad no esté gobernada principalmente por los mercados y las fuerzas
económicas, y esa realidad tendría además implicaciones drásticas y de gran
alcance para gobiernos, negocios y la
sociedad civil. La era del ocio se refiere a
un escenario comodín donde una parte
sustancial y considerable de la población está desempleada por elección o
necesidad y es libre de dedicar su tiempo a actividades lúdicas.
“LA TECNOLOGÍA NOS SALVARÁ”
La amenaza tecnológica sobre el empleo ha sido explorada en el contexto
actual por Erik Brynjolfsson y Andrew
McAfee en su libro de 2011 Race against
the Machine y de nuevo en su trabajo de
2014 The Second Machine Age. En ellos
presentan y explican el actual proceso de redistribución del trabajo y los
efectos que ello tendrá en el empleo y
en un orden social que en el futuro será
mucho más amplio. Según los autores,
el fracaso en la recuperación del empleo
tras la Gran Recesión del siglo XXI está
estrechamente relacionado con el nacimiento de tecnologías cada vez más
inteligentes como la robótica avanzada,
máquinas controladas numéricamente,
el software computarizado de gestión de
inventario, el reconocimiento de voz y
de patrones, la traducción, los vehículos
autónomos y los más sólidos sistemas
de comercio online. La tecnología ha
prometido siempre ser capaz de lograr
el fin del trabajo, pero por ahora no
ha podido cumplirlo. En vez de eso,
la adopción de nuevas tecnologías ha
dado como resultado nuevas formas
de trabajo que se han denominado de
“destrucción creativa”. Nos aproximamos a territorios inexplorados cuando
observamos que el uso corporativo de
la maquinaria y el software aumenta a
un ritmo más acelerado que el empleo.
Aceptamos sin problemas el hecho de
que todo trabajo que realicen trabajadores en una cadena de montaje de una fábrica pronto será automatizado por una
tecnología superior. Sin embargo, no
estamos preparados para aceptar esta
misma lógica cuando se trata de nuestra
apreciada economía del conocimiento.
Nos resulta difícil comprender que el
trabajo que hacen oficinistas, abogados,
físicos, analistas financieros, periodistas, bibliotecarios y otros profesionales
pueda ser suplantado por medios tecnológicos. Lo cierto es que puede ocurrir, y
ocurrirá, y en muchos casos ya ha empezado a suceder. Según Erik Brynjolfsson
y Andrew McAfee, la revolución de la
inteligencia artificial está haciendo a los
trabajos de cuello blanco —medicina,
leyes, finanzas, venta al por menor, e
incluso en el campo de los descubrimientos científicos— lo mismo que la
robótica a los de cuello azul.
Para demostrarlo fijémonos en Ross.
No es un compañero de habitación en
la universidad, sino la nueva persona de
Watson, el sistema de computación cognitiva de IBM. Ross es el nuevo servicio
de investigación legal del Watson de IBM
y ya está disponible para que los abogados le lancen consultas legales. Ross
examina miles de documentos, estatutos y casos para generar su respuesta,
incluyendo citaciones legales. También
sugiere artículos como lectura adicional
e incluso calcula un índice de confianza
para ayudar a los abogados a prepararse
los casos. Además, es autodidacta y mejora con cada consulta. Esto viene a demostrar que ningún trabajo está a salvo de las
garras de nuevas y futuras tecnologías en
un horizonte que resulta inevitable. De
nuevo no es cuestión de si es posible, sino
de cuándo, y se trata de una realidad que
con seguridad pondrá a prueba nuestra
capacidad de adaptación y cuestionará
nuestro papel en un panorama sociopolítico-económico más amplio. Sí, los
trabajos desaparecen, ya ha ocurrido
muchas veces, pero que se evaporen así
de rápido es algo completamente extraño
para nosotros. En 2013, la Oxford Martin
School estimó la probabilidad de informatización de 702 profesiones concretas
en EEUU, concluyendo que cerca del 47%
del empleo total de EEUU está en riesgo
en las dos próximas décadas.
51
TECNOLOGÍA
regularmente una suma incondicional
de dinero del gobierno u otra institución— puede sonar radical pero en realidad no es una idea nueva; fue propuesta
por primera vez por Tomás Moro en el
siglo XVI en su libro Utopía. Se trata de
un concepto que todas las ideologías
políticas han defendido ampliamente
a lo largo de la historia, también hoy en
día. Para la izquierda, la renta básica
universal significa justicia e igualdad,
mientras que entre la derecha se percibe
como una política para reducir la carga
del Estado de bienestar y que tiene como
resultado el ahorro debido a la reducción
de la sobrecarga burocrática asociada
con la seguridad social. Una renta básica
universal también otorga a las personas
la libertad de elegir cómo gastar su dinero, según sus prioridades personales
y familiares. Aquí, la individualización
es la clave. Lo más sorprendente es que
esto ya no es solo una idea atrapada en el
campo de la teoría, sino que ha comenzado a penetrar en el discurso popular
como nunca antes. Cada vez hay más
movimientos hacia esa dirección, sin
importar su motivación. En Suiza, por
ejemplo, la idea de garantizar a cada ciudadano un salario anual incondicional
de 25.000 francos suizos independientemente de su patrimonio o empleo ha
obtenido el apoyo suficiente como para
forzar la convocatoria de un referéndum
—el primero en el mundo sobre este
tema—. Propuesto en 2013, la moción
expresa la lógica de que la subsistencia
de los ciudadanos no es negociable por el
mercado. El referéndum se celebrará en
2016 con la subsiguiente legislación. El
debate también ha resurgido en Canadá,
donde se espera que entre en la agenda
de las elecciones federales de este año.
¿Pueden ser estos los primeros pasos
para hacer realidad esa era del ocio hasta
ahora inalcanzable?
la manera en la que percibimos actualmente la naturaleza del trabajo y de la
vida. Repensar el valor económico del
tiempo —y desafiar el tan persistente
lema “Tiempo es dinero”— es crucial. En
la era del ocio, el tiempo es todo menos
dinero. Aun así, permanece el estigma
social asociado al desempleo. No querer
trabajar es considerado una traición.
En vez de ello tenemos que luchar por
el desempleo remunerado, que contradice la eterna creencia de que debemos
o necesitamos trabajar. ¿Vivimos para
trabajar o trabajamos para vivir? El reto
aquí es gestionar nuestro consumo de
placer. Los mercados se verán entonces
obligados a adaptarse a esa dramática
transición del estilo de vida. Allí donde
la tecnología no haya intercedido, la
economía DIY (“hágalo usted mismo”)
llenará el vacío. Por ejemplo, en la era del
ocio la economía de servicios —automatizada o no— estará amenazada porque
los individuos tendrán más tiempo para
producir su propia comida, crear su
propio entretenimiento y desarrollar
sus propias soluciones. ¿Están la innovación y el descubrimiento impulsados
por la presión financiera o por la libertad
financiera?
De la misma manera, la era del ocio
reforzará con toda seguridad la sociedad civil. Crecerán las organizaciones
de voluntarios y las basadas en servicios
a la comunidad y aumentarán en importancia las redes e iniciativas colaborativas, libres de intereses económicos.
Emergerá así una nueva moneda social
que premiará a los individuos según sus
méritos, reputación y carácter, y no por
su estatus socioeconómico, con lo que
florecerá la autenticidad. No obstante,
que la era del ocio sea una realidad
depende de la aceptación social de un
sistema en que nuestras vidas ya no se
guíen por fines lucrativos y la educación
no sea un medio para un fin, sino un
“fin” en sí misma. Surgirá así una clase
perpetua de estudiantes y creativos,
líderes de una nueva revolución cultural
en la que las artes florezcan, las ideas se
propaguen sin limitación y el hombre
creativo triunfe. ¡Bienvenidos a la era
del ocio!
EL TIEMPO NO ES ORO. El mayor
obstáculo para llegar a la era del ocio es
Kyle Brown y Simona Arminaite
©SCENARIO Magazine
La economía de servicios estará amenazada
porque los individuos tendrán más tiempo para producir su
propia comida y crear su propio entretenimiento
DISCURSOS DESAFIANTES. El
escenario que se nos presenta es de
una distopía hipercapitalista; un futuro en que todas las recompensas son
susceptibles de caer en manos de las
personas que ocupan la horquilla salarial más alta, especialmente aquellos
que sean más hábiles trabajando con
máquinas inteligentes. Una gran parte
del discurso popular actual toma como
axiomática que las fuerzas económicas
son las únicas que importan. Esta idea
se ha plasmado también en la política,
al menos en Occidente. Pero ¿y si las
consideraciones sociales son capaces de
retar el statu quo, es decir, la prevalencia
de nuestro proceso actual de toma de
decisiones, siempre guiado por la economía? Nadie está seguro de cómo va a
acabar la aceleración de la desaparición
de puestos de trabajo combinada con la
amplia deflación. Pero lo que es seguro
es que el fin del trabajo representa una
oportunidad para abrazar la era del ocio
y deleitarnos con nuestros logros. Como
la historia demuestra, el progreso tecnológico por sí solo nunca ha sido suficiente para alcanzar la era del ocio. Tan
solo ha subsistido como un ideal utópico
en la ciencia ficción. Son necesarios
otros dos cambios radicales para ponerla
en marcha y que sustituya la realidad
socioeconómica caótica que siempre se
vislumbra al tratar el tema del fin del
trabajo. En primer lugar, la distribución
de la riqueza debe renegociarse para
reducir la elevada dependencia entre
trabajo y salario. En segundo lugar, nuestra percepción del trabajo, y por lo tanto
del ocio, debe cambiar. Si imaginamos
una sociedad en que la mitad de la población está desempleada y los políticos,
economistas y empresarios han conseguido resolver el reto de la distribución
del trabajo, lo más probable es que exista
un salario mínimo garantizado. Esta
renta básica universal —una especie de
seguridad social en la que todos los ciudadanos o residentes de un país reciban
52
53
LA HABANA
54
Carta desde
La Habana
—La Habana, fundada por Diego Velázquez de Cuéllar
en 1514, está pasando por una de sus capítulos históricos
de transformación y de incógnitas casi de vértigo. La
transición del régimen castrista hacia todavía no se sabe
dónde se ve incentivada por la reciente visita del papa
Francisco y con la materialización de nuevas relaciones
con Washington. Sus elementos que confluyen en la
concreción de otro escenario económico, de mucho
interés para los inversores extranjeros, como es el caso
de España, concretamente según las percepciones de la
CEOE en sus visitas a la que fue la ciudad de las columnas
de Alejo Carpentier. En su “Carta desde la Habana”, el
periodista Juan Jesús Aznárez, muy buen conocedor de
los avatares del castrismo, describe el interés mundial
por la que se prevé como una abertura económica que
desemboque en una transición democrática.
55
CARTA DESDE LA HABANA
LA HABANA QUE
ACELERA SU FUTURO
En pleno renacimiento de la capital de Cuba, la ciudad pasa página
al obsoleto estatismo y se encamina vertiginosamente hacia una
progresiva privatización de los servicios. La esperanza en un futuro
mejor ha regresado entre la mayoría de los cubanos
por Juan Jesús Aznárez
—— El remolino cultural y ciudadano observado en La Habana desde que la
conciliación se hizo Papa y habitó entre Estados Unidos y Cuba exige un breve
rebobinado histórico para entender la trascendente mutación de la ciudad
más poblada y jaranera del Caribe insular. La efervescencia comercial, la fiebre del oro y el vértigo emprendedor de sus calles y gentes son fenómenos de
anteayer pero con vocación de permanencia y emulación nacional. Se proyectan hacia el futuro con luces y sombras. No siempre fue así en la ciudad de las
columnas de Alejo Carpentier, fundada en 1514 por el conquistador español
Diego Velázquez de Cuéllar.
La abulia de los camareros en los restaurantes estatales durante los años
previos al derrumbe de la Unión Soviética resultaba exasperante y entendible
porque la desidia o la diligencia no determinaban ni el salario, ni el puesto de
trabajo. Todos cobraban y se esforzaban igual de poco. Como la poltrona laboral, en restaurantes, fábricas o ministerios, era casi vitalicia, no existían ni el
miedo, ni la motivación. Lo mismo les daba servirte a los postres la cerveza de
los aperitivos que tardar treinta minutos entre plato y plato. Corrían los años
ochenta y Cuba todavía no había perdido los multimillonarios subsidios de
Moscú, el sostén de su economía. Se desplomó el muro de Berlín y los cascotes
llegaron hasta la mayor de las Antillas. Las ayudas soviéticas se interrumpieron
en 1989 y aquello fue crujir de dientes y resistencia numantina: sin ahorros ni
suministros, la industria nacional entró en hibernación y el PIB cayó 36 puntos. La revolución cubana casi perece de inanición. La abulia se transformó en
desesperación, temblaron los muros de carga de la isla y su hermosa capital se
vino abajo, reducida a un estado catatónico, sin capacidad de respuesta, transfigurada en un lazareto de dos millones de personas obligadas a la inventiva para
sobrevivir. “Mi socio, aquello fue terrible”.
Un diplomático español me contó una historia que, “se non è vero, è ben
trovato”, ilustra la gravedad del trance padecido por los habitantes de una
metrópoli de alma festiva y arquitectura criolla, enmudecida por la tristeza
cuando pintaron bastos en las postrimerías de la guerra fría. Angustiado por las
penurias del trienio negro (1990-93), eufemísticamente denominado “período
especial”, un médico compró un cerdo para comerlo en familia. Pero como los
apagones eran diarios y los alimentos se corrompían en frigoríficos muertos el
hombre se echó al monte: troceó al animal sin sacrificarlo y lo convirtió en una
despensa andante con muñones y suturas.
Tres decenios después del truculento episodio, el renacimiento de La Habana es evidente para quienes hemos vivido en ella y la visitamos con frecuencia. El obsoleto estatismo se bate en retirada y la progresiva privatización de los
servicios obra el milagro del cambio de humor social a caballo de las liberalizaciones en marcha. La esperanza en un futuro más feliz, tantas veces malograda,
56
Cúpula del Museo
de la Revolución,
construido entre 1913
y 1920, y utilizado
por varios presidentes
de Cuba
57
CARTA DESDE LA HABANA
Cuba sigue siendo uno de los países del mundo con menor
tasa de conectividad a Internet. Solo un 5 % de los cubanos
puede conectarse a diario a la red desde su domicilio
ha retoñado en la mayoría de los cubanos, fatalmente ajenos a la
política porque no pueden ejercerla en libertad. El precio del tomate preocupa más. Bien lo saben los diplomáticos de la embajada española, estadounidense o de Mongolia, que reclaman más
medios y mano de obra porque la demanda de información se
amontona en la ventanilla desde el deshielo con Estados Unidos.
La legación española reúne sus dependencias en un palacio de
1912 orientado hacia el faro del Morro y la fortaleza de la Cabaña
y divisa el mar adentrándose en la bahía. Pero los embajadores,
consejeros, agregados y clase de tropa acreditada en La Habana
no escrutan el lírico horizonte sino el rumbo de las tendencias
ciudadanas, el comportamiento gubernamental y las resoluciones publicadas por la Gaceta Oficial de la República. Necesitan
documentarse sobre el sanctasanctórum del nuevo Eldorado,
engañoso en algunas de las trochas de acceso porque hay mucho
que desbrozar en la primavera del castrismo para que fructifique
y para evitar que la esgrima de florete entre Estados Unidos y
Cuba no regrese al intercambio de mandobles.
Los autónomos de un país con 800.000 universitarios y una
geografía feraz para el sembrado y las franquicias desearían asociarse con los autónomos catalanes, madrileños o canarios. Hay
prisas entre los embajadores que hoy preparan las entrevistas de
una delegación de la Confederación Española de Organizaciones
Empresariales (CEOE) en visita exploratoria, mañana enlazan
a un grupo de artistas con sus pares isleños y al día siguiente
atienden citas de grupos universitarios. El interés por la apertura, por participar empresarialmente en la reconstrucción y el
equipamiento de las ruinosas infraestructuras nacionales, es tan
grande como improbable la marcha atrás, so pena de reventar
motores. Un escenario de prohibiciones retroactivas entraría
en colisión frontal con inercias sociales que liberan pulsiones
libertarias represadas.
Pocas veces vivió La Habana una agitación semejante. Delegados de Barack Obama y del partido demócrata republicano
son viajeros frecuentes, y Francisco la visitó sin armar ruido ni
pedir democracia porque el cardenal cubano Jaime Ortega, que
susurra al Vaticano, le recordó que su reino no es este mundo y
que el régimen habrá de recompensar el silencio pontificio con
una ampliación de la autonomía católica. También la farándula
aterriza en la capital de un país que ha sido obsesión para Estados Unidos y vuelve a mirar hacia el norte, hacia las costas de
Florida, a 90 millas del malecón. Beyoncé, Mick Jagger, Paris
Hilton flipaban con los almendrones habaneros, la flota de Mercurys, Fords, Chevrolets y Cadillacs varada en la isla cuando
Fidel Castro entró triunfante en La Habana el primero de enero
de 1959 y lo nacionalizó todo. “¡Oh my God!”.
Albañiles y pintores trabajan a destajo en una ciudad progresivamente tomada por los andamios y el emprendimiento
en el sector de los servicios, y por los cubanos que emigraron a
58
Miami, Madrid, Barcelona o Estocolmo y regresan para invertir
sus ahorros en negocios familiares. El florecimiento de la Habana solo puede ser apreciado en toda su dimensión por quienes la
conocieron de rodillas. El Internet domiciliario es un bien escaso, la conexión, cara, los accesos wifi, limitados porque Cuba es
uno de los países con menor tasa de conectividad del mundo, con
solo el 5%, porcentaje que se reduce al 1% en el caso de la banda
ancha. Pero necesariamente esos índices se multiplicarán a corto
plazo, impulsados por la incorporación del país al concierto
internacional, y también por la voracidad de conocimiento de
las nuevas generaciones, y sus imparables ganas de comprar y de
tener. Mayoritariamente alejados de la retórica revolucionaria,
los jóvenes se las ingenian para disponer de un móvil, descargar
películas, música y navegar por portales interesantes. Excepto el
bloqueo de algunas páginas opositoras, la censura del ciberespacio es inútil.
La vida adquiere una aceleración desconocida en una urbe
costera de huella española y criolla, donde el trabajo por cuenta
propia, los establecimientos regentados por particulares avanzan del centro hacia la periferia y el peso nacional es una antigualla en el habla callejera, que solo entiende de dólares y euros.
El dinamismo emprendedor es ascendente en las rutas urbanas
transitadas por los turistas, y asoma por los arrabales de una
ciudad visiblemente divorciada de las quimeras igualitaristas y
los catecismos doctrinales. Pese al resurgir de una economía de
mercado a escala reducida, las trabas e incertidumbres afrontadas por los inversores que la quieren más abierta son tantas
como las posibilidades de que, progresivamente, los obstáculos
sean levantados.
Por primera vez, los vientos favorecen la pacífica cohabitación de dos naciones a cara de perro durante más de medio siglo,
hasta la epifanía del 17 de diciembre de 2014, solemnemente
anunciada por Barack Obama y Raúl Castro. Y si la convivencia
binacional funciona, los espacios económicos se amplían y los
negocios también. Un total de 242 empresas españolas, comercian con la isla, que alcanzó los tres millones de turistas en 2014,
un 5,3% más que el año anterior, y alcanzará los cinco millones
más pronto que tarde. Las cadenas que gestionan el 90% de la
oferta hotelera, y quieren crear 30. 000 plazas más, se frotan las
manos con el auge y reciben llamadas de ejecutivos estadounidenses que les proponen triangular inversiones. España es el
primer socio comercial de Cuba en la Unión Europea, con más
de 800 millones de euros.
“Amigo, ¿quiere probar el mejor mojito de la ciudad?”. “¿Hermano, le apetece relajarse en un spa moderno?. “¿Mi socio, un
viaje en carro americano del 57? ¿ Un chofer?”. “¿Una casa en
la playa a nombre de un amigo de confianza?”. El capitalismo al
menudeo y el atrevimiento se han multiplicado, y si el gobierno
levantara el pulgar las coaliciones hispano-cubanas podrían ser
Fachada del
Ministerio del Interior,
famoso por el enorme
mural del Che
Guevara
59
CARTA DESDE LA HABANA
España, con un total de 242 empresas situadas en
la isla, es el primer socio comercial de Cuba en la Unión
Europea, con más de 800 millones de euros
fundamentales en la creación de sociedades mixtas con una tutela estatal minoritaria. El aparato productivo, las grandes empresas nacionales, el sector farmacéutico y educativo seguirán siendo
propiedad del Estado, pero cada vez más sueltas. A la espera de
que ocurra, medio millón de autónomos se buscan la vida.
Los más dinámicos reparten flyers en las esquinas comerciales del Vedado, Centro Habana o Miramar, y el tradicional cebo
al extranjero, “¿puros, chicas?”, pierde terreno porque nació
una embrionaria clase media con mayor capacidad adquisitiva,
carburada fundamentalmente por las remesas familiares y la
pujanza de sus negocios, buena parte participados por nacionales que ahorraron durante un destino oficial fuera de Cuba y
por extranjeros emparejados con cubanas. En un país donde el
salario medio no llega a los 30 euros, algunos pagan cenas de 200
y hay familias que se gastan 400 euros en la fiesta de los 15 años
de la hija adolescente.
Menos la hegemonía del poder, en manos del partido y los
militares, casi todo está cambiando en Cuba, incluido el paisaje
urbano, los rótulos, los vehículos, las ropas, el lenguaje. El tiempo pasa tan rápidamente que algunas empresas españolas temen
perder su mercado si Estados Unidos levanta el embargo, abre
las compuertas y se produce el masivo desembarco de compa-
60
ñías norteamericanas, previsiblemente en 2017, después de las
presidenciales de noviembre de 2016. El despliegue americano
no será tan sencillo. El empresariado español consiguió cierta
ventaja: no se metió en política durante la confrontación con
Estados Unidos, ni secundó el embargo, elementos que todavía
influyen. Juegan a su favor la cercanía cultural, el idioma, la
convergencia de registros emocionales y el hecho de que quienes
ahora mandan en Cuba han sido educados en la desconfianza
hacia el gringo, se llame George W. Bush o John Smith de Oregón.
Las transformaciones en curso son variadas, pero ninguna
de ellas incorpora la libertad política, el pluripartidismo, los
sindicatos independientes, ni enmiendas a los reglamentos que
acotan las candidaturas a la Asamblea del Poder Popular, copada
por el partido y revolucionarios sin carné. La consigna de los
sesenta, “Con la revolución todo, contra la revolución, nada”,
continúa vigente y aunque la avenencia con Washington avanza,
la disidencia sigue bajo vigilancia, sofocada con una represión de
baja intensidad. Las colas de espera en la embajada de Estados
Unidos para solicitar visado son todavía diarias.
Los opositores que denunciaban dictadura y opresión fueron estigmatizados entre la población como cómplices de las
presidencias republicanas de Estados Unidos que endurecieron
el embargo y promovieron el aislamiento internacional de la
patria. Obama no planteó la democracia como condición sine
qua non para normalizar relaciones, y la disidencia quedó entonces a su suerte, en horas bajas. Los dignatarios extranjeros
no la reciben o lo hacen a hurtadillas. Socialmente irrelevante,
depende de la atención que quieran prestarles los medios de
comunicación extranjeros y las cancillerías. Salvo las simbólicas
concentraciones de las Damas de Blanco, su presencia es nula en
fábricas y plantillas y sus protestas, de comunicado de prensa y
diario digital. No acumularon fuerza política en Cuba porque el
hartazgo no se tradujo en activismo antigubernamental, castigado con detención o cárcel, sino en emigración.
El son cubano no sabe de política, tristezas, ni crisis. Es
paliativo contra las calamidades de la vida y fue crónica urbana
y guaracha con Juan Formell en La Habana no aguanta más,
que se refiere al éxodo de provincias hacia la capital durante las
crisis económicas y el cambalache. La afluencia continúa pero
más ilusionada, con la antena puesta en el dinero, en el escaneo
de oportunidades. El aeropuerto internacional José Martí lleva
camino de emparejarse con el de Palma de Mallorca, ya que son
incesantes los vuelos de Miami y Nueva York con pasajeros de
origen isleño y estadounidenses incluidos en las doce categorías
autorizadas por la Casa Blanca.
La ideología y el dogmatismo pliegan velas en la carismática
capital de un país constitucionalmente marxista leninista, pero
obligado a soltar lastre para salir adelante. El gobierno quiere
que la inversión extranjera y la futura asociación con el Fondo
Las calles de
Monetario Internacional y el Banco Mundial
La Habana se
inyecten los fondos necesarios para conseguirpreparan para la
lo. Los escépticos sostienen que con el aparato
llegada de nuevos y
productivo y la toma de decisiones en manos del
modernos vehículos
Estado, la inversión extranjera se asienta sobre
arenas movedizas. Quizás sí, quizás no, pero la
tendencia apunta hacia nuevas facilidades legislativas para animar la entrada de pymes y grandes
empresas.
La seguridad jurídica es la propia de países
en transición. Cuando Cuba sobrevivía estancada
en el inmovilismo y la flojera, la adivinación fue
pasatiempo en los jardines de las residencias
diplomáticas que organizaban cócteles para intercambiar información y pelotear rumores. Los oráculos de mojito y ron siguen
interpretando los movimientos del Palacio de la Revolución
pero más encaminados, con más elementos de juicio. Diplomáticos y empresarios, y los políticos de paso, porfían en sobremesas
y reuniones de trabajo sobre la profundidad, pros y contras
de las transformaciones castristas. No puede haber certezas
sobre su rumbo porque posiblemente Raúl Castro tampoco lo
sepa: maniobra sobre la marcha, a la cubana, sin modelos que le
cuadren completamente, sospechando que los palillos chinos y
vietnamitas no casan mucho con la maraca y el mambo.
Juan Jesús Aznárez ha sido corresponsal de la agencia
EFE en La Habana, corresponsal del diario ‘El País’ en América
Latina y enviado especial de este periódico a Cuba
61
Abertis es el líder mundial en la gestión de autopistas de peaje. Un grupo global, con
presencia en 12 países y más de 15.000 empleados, orientado a la creación de valor a través
de la inversión en infraestructuras que contribuyan al desarrollo económico y social de los
territorios y países donde opera.
abertis.com
Artes&Co.
64 Entrevista
Inmensidad y pensamiento
de Jaume Plensa
por Sergi Doria
68 El placer de leer
Las letras vivas
por Enric Sòria
70 Identidades
El arte manipulador de la memoria
por Fèlix Riera
72 Literatura
Las verdades de Marilynne Robinson
por Monika Zgustova
74 Geografías
Ironías de Copenhague
por Jacobo Zabalo
76 Cine
Una carta de Ingrid Bergman
por Valentí Puig
78 De autor
Los puentes
por César Antonio Molina
63
ENTREVISTA
INMENSIDAD Y PENSAMIENTO
DE JAUME PLENSA
Este artista universal elogiado en todo el mundo y que nunca ha terminado
de cuajar en España lamenta que la pereza de algunos políticos reacios a
dialogar con los artistas aleje el arte de los ciudadanos
texto Sergi Doria
—— Una puerta anodina de una nave industrial de Sant Feliu
de Llobregat da acceso al estudio de Jaume Plensa (Barcelona,
1955); en este “no lugar”, situado entre el centro de recogida
y el cementerio, nos reciben varias cabezas negras: de rictus
durmiente y forma alargada, como los seres espirituales del
Greco. La idea surgió hace quince años, cuando el escultor
filmó mil rostros para su Crown Fountain de Chicago: “No solo
alargo el volumen sino que también lo comprimo… como la
efigie de una moneda” —explica mientras damos la vuelta a la
pieza y escrutamos un reverso que no se limita a la previsible
nuca—. Y haciendo buena una de sus divisas artísticas —“la escultura, si no se puede tocar, no existe”—acariciamos la mejilla
de estas cabezas cuyos ojos cerrados no son los de la muerte
sino los de una paz interior que celebra la existencia. “Hierro
colado, como en los años ochenta, cuando trabajaba este material que nadie utilizaba”, comenta el creador. Vinieron después el cristal, el aluminio, el poliéster, la resina, el alabastro,
la fibra de vidrio… Retorno a la edad del hierro. “El problema
no es el material, sino la actitud hacia este”, matiza.
¿Cómo debía ser el Jaume Plensa veinteañero de la Llotja
y la Escuela Superior de Bellas Artes de Sant Jordi?: “Hice
muchos amigos, pero no me sentí cómodo; en este oficio, como
en tantos otros, los profesores aparecen en el transcurso de
la vida”. No obstante, el artista reconoce que las obsesiones
de aquellos tiempos han trazado una evolución creadora: “El
cuerpo humano que evoluciona a la ausencia de cuerpo, el
cambio de escala, el cuerpo y su sombra, el volumen-contenedor de ideas, la letra como célula del lenguaje…”. Ahora, con
sesenta años, todo se ha ido integrando hasta componer un
corpus: “Para llegar hasta aquí necesitas una vida”, recalca.
En otra parte del estudio, una escultura de letras nos
recuerda al Alma del Ebro que el artista realizó en Zaragoza
para la Exposición Internacional del Agua de 2008. Crecido en
una casa repleta de libros y con un padre al que le apasionaba
la lectura, no es extraño que Plensa deletreara el universo en
unos alfabetos que concuerdan con la geografía de una obra
global: latín, hebreo, árabe, japonés, griego, cirílico, coreano,
hindi. De la letra a la palabra y de ahí al tejido de las ideas. Con
motivo de su exposición en el Jeu de Paume parisino, le pidieron que llevara los libros que han guiado su inspiración: “Y yo
les contesté que trajeran también los libros que ellos creían
64
— fotografías Jordi Play
que me importaban: luego resultó que mis libros importantes
eran de poesía y los que me atribuían eran de filosofía”.
Entre sus frases predilectas, esta de William Blake en Los
proverbios del infierno: “Un pensamiento llena la inmensidad”;
o esta otra, del propio Plensa, en el libro Sombras y textos que
agavilla reflexiones y poemas breves de 1990 a 2007: “Entro en
tu boca para dormir con las palabras / Palabras como sábanas
simétricas como orejas”. Y todo Shakespeare con Macbeth en
el trono. Textos envolviendo una imagen humana de vocación
anímica. El artista lo ilustra con un verso de José Ángel Valente: “¿Y tú, de qué lado de mi cuerpo estabas, alma, que te
necesité y no me socorrías?”.
A las tierras roturadas por las guerras de religiones, Plensa
opone la espiritualidad compartida. Como ejemplo, su participación en la Bienal de Venecia de este año, esas dos piezas
en la iglesia de San Giorgio Maggiore: Together, la mano que
desciende de la cúpula frente al altar para bendecirnos con
las letras de los ocho alfabetos; Mist, retrato real con malla de
acero inoxidable de una niña china nacida en Barcelona. De
nuevo, el rostro que tiende a la elevación.
Este año ha sido Venecia, Nashville, Tampa, Céret, Stanford, Washington, Corea, México… Las horas de viaje y las esperas en los aeropuertos —esos “no-lugares” que tipificó Marc
Augé— no inquietan al artista. La obra en espacios públicos
sirve para crear vida en rincones condenados al olvido. Plensa parafraseando a Wilde: “Si el arte tiene fuerza es porque,
como la poesía, aparentemente no sirve para nada, aunque al
final es lo que más sirve”.
Entre sus recuerdos más gratos, Saint Helens, pueblo
minero de Liverpool clausurado que resucitó en 2009 con
Dreams: una niña de nueve años, veinte metros de silencio,
polvo de mármol y pigmentos, material con el que se fabrican
los sueños; o ese “no lugar” fronterizo entre Suecia y Noruega
que aguarda otro de sus rostros durmientes. De las risas de los
jóvenes filmados de la Crown Fountain, cuando el agua sale de
sus bocas, para regocijo de los niños de Chicago, a la expresión
maravillada de los bañistas en la playa de Botafogo: la estatua
blanca de Mirar en mis sueños con la silueta del Pão de Açúcar
de Río.
Este artista del mundo no encuentra acomodo en su país:
“Ahora no tengo galería ni en Barcelona ni en Madrid”, confiesa.
65
66
ENTREVISTA
“Cuando trabajas en un espacio público has de dialogar
con el paisaje y la arquitectura que rodea tu obra, saber que
te debes a una población que no es tu clientela habitual”
Residente en Berlín en el primer tramo de su vida, Plensa regresó en 1985 a una Barcelona que estaba a punto de situarse en
el mapa con los Juegos Olímpicos. Pero, ya entonces, estaba al
margen: “Nunca he acabado de cuajar en el coleccionismo catalán y español”. Mientras Francia le reconocía con la Medaille
des Chevaliers des Arts et Lettres (1993) o el premio de la Fondation Atelier Calder (1996) y la School of the Art Institute de
Chicago lo investía en 2002 doctor honoris causa, los galardones
españoles no llegaron hasta 2012 con el Premio Nacional de
Artes Plásticas, para culminar con el Velázquez de Artes Plásticas de 2013 —el Cervantes de la pintura—. Fue en ese bienio
cuando el artista realizó el cartel de las fiestas de la Mercè y
el alcalde Xavier Trias le propuso romper la maldición de no
contar con una escultura en su Barcelona natal: “El proyecto
existe y se lo regalo a mi ciudad y si el problema es el presupuesto, podría financiarse con capital privado. En Estados Unidos
aprendí que el mecenazgo no solo permite hacer cosas, sino que
sean diversas y cumplan con las expectativas de sus impulsores”. A su juicio, el problema de la Ciudad Condal no es tanto el
turismo sino la pereza de unos políticos reacios a dialogar con
los artistas. Esa falta de relación tiene como resultado un arte
público clientelar, localista y mediocre: “Barcelona no debería
ser diferente a otras ciudades con gran afluencia turística como
Londres o París… En estos momentos goza de un indudable
carisma internacional, pero carece de la pujanza cultural y los
recursos económicos de Londres y París”.
Cuando proyectó la Crown Fountain para el Ayuntamiento de Chicago —sobre el papel, una problemática simbiosis
de agua y electricidad—, era consciente de que estaba en una
capital del arte, un auténtico museo al aire libre: “Cuando
trabajas en un espacio público has de dialogar con el paisaje
y la arquitectura que rodea tu obra, saber que te debes a una
población que no es tu clientela habitual. La gente de Chicago
recibió la Crown Fountain como un enclave de la belleza y
libertad del que se enorgullece”.
Sentado ante una taza de café tan negro como el hierro
colado de sus hipnóticas esfinges, Plensa recuerda la escultura
temporal que ubicó en el jardín del Seminario, rincón anodino
entre Diputación y Balmes. Un estilista en vigilia rindiendo
tributo al poeta Vicent Andrés Estellés. Pasado el tiempo y retirada la escultura, le reconfortó recibir cartas de la gente que
la echaba de menos porque ya la había hecho suya. “Barcelona
necesita una inyección de cultura y dejar descansar a Gaudí…
Querría ofrecer a mis conciudadanos una pieza maravillosa
en un lugar con el que sueño desde niño”. Nos preguntamos
cuándo sonará la hora barcelonesa de nuestro artista más
internacional.
Sergi Doria es periodista cultural y autor de la novela
‘No digas que me conoces’
67
EL PLACER DE LEER
Imagen de la
remodelada
biblioteca
de Stuttgart
LAS LETRAS VIVAS
por Enric Sòria
—— Empecé a ir al colegio en otoño de 1963 o en invierno del 64,
a los cinco años. Cuando llegué, las monjas —había que llamarlas
hermanas— habían dibujado una mesa y una silla en la pizarra y,
debajo, unas figuras. Las señalaban y nos hacían decirM-E-S-A y
S-I-LL-A. Luego, nos hacían dibujar más figuras. Luego, silabear.
Yo no encontraba ningún sentido a todo lo que me parecía inútil y
aburrido. El tercer día me harté, y me negué en redondo a volver a
una escuela que no me gustaba y no aprovechaba para nada. Pero
mi madre se lo tomó muy mal y me llevó ella misma, arrastrándome por el camino, sin el menor ápice de piedad. Sin remedio, seguí
dedicándome a ejercicios aparentemente absurdos unos cuantos
días más, en medio de ese aburrimiento mortal, “monotonía de
lluvia tras los cristales”, que un poema de Machado acertó muy
bien a reflejar.
Era un niño enfermizo y, al poco, tuve que pasar unos días de
calentura en la cama, rodeado de los mudos tebeos de mis héroes
preferidos, el Capitán Trueno y el Jabato. Por supuesto, sabía
que mis queridas viñetas incluían una especie de globos llenos de
signos que, según me habían contado, representaban lo que los
personajes iban diciendo. Pero como no sabía leer, no les hacía
caso. Me conformaba en distraerme con la lujuriante riqueza de
68
los dibujos, e interpretaba como podía los momentos de la acción.
De pronto, tuve una revelación, y la palabra es justa. Descubrí
que algunos de aquellos signos secretos se parecían mucho a los
que trazaba en el tedio escolar. Y se hizo la luz. Miré la portada,
donde tenía que decir El Capitán Trueno, y enseguida reconocí las
vocales. Por tanto, los otros signos debían ser la l, la c, la p, la t, y
la r. Que la t y la n aparecieran dos veces en los lugares adecuados
fue una prueba suplementaria de la bondad del método. Dentro
del embrollo de letras del tebeo, palabras como trono y atacar se
hicieron inteligibles. Tenía en mis manos mi piedra Rossetta para
descifrar los arcanos de la escritura. Solo era necesario un ejercicio de combinatoria elemental para encontrar la solución.
Lo que ocurría era que, de repente, toda la aventura de mi
héroe preferido cobraba vida. El capitán decía cosas, formulaba
propósitos, se hacía el duro o se alegraba del buen resultado de sus
empresas. La acción sucedía en tierra de los kirguizos, un escenario de lo más exótico en la profunda Asia. Todo era nuevo y indescriptiblemente fantástico, una aventura muy superior a lo que hubiera podido imaginar. Estaba fascinado, apasionado, embrujado.
Y fui descifrando todo aquello con una lentitud exasperada, por el
afán de saber más y más. No paré hasta llegar al principio; después,
empecé de nuevo, hasta entenderlo todo. Al terminar, todavía excitadísimo, cogí otro tebeo, y otro y otro. Mi cuarto de enfermo había
dejado de ser un lugar solitario y, de repente, mi cama se había
convertido en el escenario más tumultuoso y más rico de maravillas de la tierra. Todo era vida palpitante, pasiones desbocadas y
acciones enérgicas, la sorpresa constante de las intrigas, el sonido
enfervorizado de la palabra. Ese día aprendí a leer. Fue el mejor
tesoro nunca encontrado. Un tesoro que un genio inusualmente
benévolo me regaló, la fuente de la vida que lo iluminaba todo y
que tenía la virtud de no agotarse nunca.
Los seres humanos somos lo que hacemos. También somos
lo que decimos, lo que pensamos y lo que sentimos. Porque decir,
pensar y sentir son acciones, acciones verbales. Las palabras, las
decimos y a la vez nos representan. Las vivimos y nos infunden a
ser lo que somos. Lo que somos, lo somos en la palabra. Por otra
parte, todo lo que es verbal puede ser transcrito. La escritura, en
definitiva, es una herrramienta —una tecnología, como decimos
ahora— que permite fijar, hacer perdurable la incesante aguaje
del verbo. Todo, absolutamente todo lo que se puede decir, pensar
o sentir, se puede escribir. Así, leer nos da acceso a todo lo que
alguna vez se ha hecho palabra, si alguien la ha transcrito y ha
sobrevivido a los avatares del tiempo. Quizás no lo es todo, pero sí
una inmensidad. Un regalo por mis cinco años: el acceso al universo humano entero: el conocimiento de las ciencias, los saberes
y las infinitamente vastas y variadas aventuras de la peripecia
humana. Las vividas y las imaginadas. Y de la palabra —que está
por todas partes y nos acompaña siempre— puede salir un libro
de relatos, un estudio erudito, un tebeo, un artículo de prensa,
una carta, un panfleto, un ciberdocumento. Como las partituras,
que solo serán música cuando las interprete alguien, cada texto
es un mundo germinal que nos reclama, un país donde habita una
chispa de la esencia del hombre. Toda palabra escrita vive cuando
la leemos. La resucitamos y es nuestra.
Solo lo que se transmite de unos hombres a otros puede
sortear los peligros del olvido y la muerte. Todavía hoy, la escritura es el medio de transmisión más eficaz de lo que somos.
Podemos leer los himnos que los sacerdotes egipcios grabaron en
la piedra de las pirámides hace cinco mil años, y su estruendoso
sentimiento de lo sagrado puede conmovernos aún; como puede
cautivarnos el dolor de Gilgamesh ante Enkidu muerto, y su fracaso en la empresa —ni siquiera al alcance de un héroe como él—
de ser inmortal, un llanto, escrito hace más de cuatro milenios
también es nuestro. Nos conmueven las lágrimas de Príamo ante
el asesino de su hijo, el ansia de Ulises por volver a casa, la visión
del viejo Sócrates discutiendo incansable entre ebrios dormidos
al final del Banquete, la jornada de Dante a través de infiernos y
paraísos, o el viaje de Quijote y Sancho a través de unos espacios
que son más prodigiosos porque construyen el sueño en lo cotidiano, o bien la extraña aventura de un niño que aprendió a leer
en una larga velada de fiebre y soledad y que aún agradece este
regalo inagotable. Leer es apoderarnos del mundo, una fiesta que
no termina nunca.
Enric Sòria es escritor
69
IDENTIDADES
EL ARTE MANIPULADOR
DE LA MEMORIA
En la búsqueda permanente de fijar y hacer estable la identidad individual y
colectiva, la memoria se ha convertido en uno de los principales campos de batalla
de la ciencia y el arte, con objeto de preservarla y repararla
por Fèlix Riera
—— Les sucedió a los hermanos Collyer
en 1947. Habían llegado a acumular alrededor de doscientas toneladas de objetos
heterogéneos, obsoletos y aparecieron
muertos en aquel caos. Langley murió
aplastado por el derrumbe de una gran
cantidad de objetos y Homer, ciego y paralítico, días más tarde moría de hambre
al no poder alimentarse sin la ayuda de
su hermano. En una ocasión, le preguntaron a Langley respecto a su manía por
acumular periódicos. Respondió que los
guardaba para que su hermano, una vez
se recuperara de su ceguera, pudiese leer
todo lo que había sucedido en todo ese
tiempo. Algo parecido pretende decirnos
el mundo del arte al destinar sus esfuerzos a la conservación de momentos de la
historia. Preservar emociones perdidas
para cuando volvamos a estar en condiciones de volver a ver.
Quién no se ha mirado en un espejo
y se ha preguntado: ¿soy yo?, intentando alcanzar en la imagen reflejada
una respuesta que fije la identidad que
resuelva el enigma de quién somos. Hay
un experimento que uno puede hacer
solo en su casa delante del espejo. Debe
mantenerse un buen rato mirándose
fijamente, como si intentara escrutar la
identidad del que ve. Tras unos minutos
sentirá una sensación de desequilibrio y
la impresión de que no reconoce al que
ve enfrente. Es tal la fragilidad de nuestra identidad que cinco minutos delante
de un espejo bastan para dudar acerca
de quién somos y sentir el vértigo de la
identidad. El hombre que domina la Tierra se siente débil y desprotegido frente
a su imagen en el espejo. En esta búsqueda de fijar y hacer estable la identidad
individual y colectiva, la memoria se
ha convertido en uno de los principales
campos de batalla de la ciencia y el arte,
con objeto de preservarla y repararla. La
70
atención del arte contemporáneo, gracias al impulso de las nuevas tecnologías,
ha sido convertir el archivo, la documentación, la clasificación y la apropiación
del pasado en expresión artística.
La respuesta para combatir la amnesia colectiva, la desmemoria y el olvido,
la encontramos en una serie de manifestaciones artísticas que nos hablan
de la necesidad de conservarlo todo, de
apropiarse de la historia, de clasificar
cada instante como coleccionistas de
mariposas. Esta inclinación a conservarlo todo la podemos observar en los museos o centros de arte contemporáneos,
que ya no son capaces de elegir sino de
ordenar y ordenar la cantidad ingente
de obras que les son cedidas. Agujeros
negros como los define Jean Clair: “Todo
entra en él, y nada sale: magias, creencias
religiosas, ideologías... coronas de reyes
y estandartes, ostentorios y dinosaurios,
obras de arte, pues, o al menos lo terminaremos por llamar así, una vez olvidado
lo que fueron esos objetos".
Una de las enfermedades que actúan
como metáfora de nuestro tiempo es el
Alzheimer, descubierta en 1906. Es la
pérdida progresiva de memoria, tanto en
lo que respecta a la mente, los automatismos que nos permiten controlar nuestro
cuerpo, como de la conciencia, el espacio
de la memoria. No es de extrañar que el
arte, que siempre anticipa el presente,
fundara una nueva época literaria en
1913 con la publicación de “Por el camino de Swann”, primer volumen de En
búsqueda del tiempo perdido que Marcel
Proust empezó a escribir en 1905. En
ella, el soñador y durmiente, el protagonista, Marcel, que nos habla recostado
en su cama, crea desde los lugares más
ocultos de la memoria imágenes evocadoras que nos sumergen en impresiones,
reflexiones, en las que se nos muestra el
pasado a través de una memoria involuntaria. En la obra de Proust hay la advertencia de que una nueva enfermedad
se revelará en nosotros: la pérdida de la
memoria, como si la cultura occidental
moderna estuviera condenada a saciar
su sed en las aguas de Leteo, el río del
olvido.
Hoy en el mundo se construye un
museo al mes. Archivos que no dejan de
crecer como obras de arte que, a través
de azarosos hallazgos de hechos y objetos, descubren al espectador la historia
como si fuera una exposición decadente
de bibelots. O la apropiación de la obra
de otros en un intento de prolongar un
momento ya extinguido, como en la obra
de Sherrie Levine After Walter Evans
(1980), fotografiando las instantáneas
de Walter Evans publicadas en su libro
Let Us Now Praise Famous Men (1941).
Abuso y manipulación de la memoria
que tiene en Google, el nuevo tonel
de Diógenes, el máximo exponente al
acumular imágenes, textos, audios que
ahora son trozos de nosotros errando
por la red; o siendo archivadas en la nube
que nos sobrevuela sin que sepamos
dónde se alojan nuestros documentos,
certificando que nuestra memoria ya no
nos pertenece. Su traducción estética la
encontramos en los googlegramas del fotógrafo Joan Foncuberta que, utilizando
unas 100.000 imágenes en Internet con
la técnica de mosaico, construye nuevas
imágenes como resultado del rastreo, de
una reelaboración de imágenes de otros,
que nos son devueltas como trozos de
memoria que, a su vez, se convertirán en
nuevas por el efecto de la combinación.
Un esfuerzo por mostrar críticamente
el presente recuperando fragmentos del
pasado.
Fèlix Riera es editor
'Googlegrama' de La
Gran Muralla china del
artista barcelonés
Joan Fontcuberta
71
NOVELA MEDITATIVA
LAS VERDADES DE
MARILYNNE ROBINSON
Los poderes inquietantes de la prosa de esta escritora estadounidense sumergen al lector en una
meditación que habla de las relaciones y las tensiones humanas
por Monika Zgustova
—— En la obra de Marilynne Robinson
todo el mundo tiene secretos. En su universo, los necesitados y los desheredados
son compasivos. Es una de las grandes
voces de la novela norteamericana, inasequible a la banalidad. La acción de la
trilogía Gilead (2004), En casa (2008) y
Lila (2012), por ejemplo, se sitúa en los
años cincuenta, en un pequeño pueblo
ficcional, Gilead, en medio de la América
rural del estado de Iowa. El lector conoce
a la protagonista de la novela Lila cuando
es una niña a la que una mujer encuentra
en los peldaños de una cabaña, llorando, y
la adopta, llevándosela consigo en su vida
de nómada sin medios económicos. Lila,
una chica salvaje sin educación formal,
acaba independizándose: sin techo, sobrevive como puede y su vida abunda en
amargas aventuras pero a la vez es capaz
de desarrollar un carácter firme y una
escala de valores. Así se fundamenta la lucidez moral de toda la obra de Marilynne
Robinson. Reencontramos a Lila en una
casa en ruinas, a orillas de un río. Un día,
busca resguardarse de un súbito aguacero
en la iglesia de un pueblo cercano, Gilead;
allí conoce al anciano reverendo John
Ames y tras un tiempo de tanteo, incertidumbre y titubeo que caracterizan el
paulatino acercamiento de la pareja, Lila
acaba casándose con Ames.
Lo que marca los poderes inquietantes de la prosa de Marilynne Robinson
(1943), tanto en Lila como en las demás
novelas, es la presentación magistral de
los minuciosos malentendidos que se
producen entre las parejas y los miembros de las familias. Sus lectores se sumergen en una especie de meditación al
seguir esa prosa pausada que habla de la
falibilidad de las relaciones humanas, de
la zozobra, las conjeturas y los temores
que nunca dejan de tener lugar entre dos
seres tan distintos como Lila, esa Magdalena más compasiva que penitente, y el
72
reflexivo reverendo poco acostumbrado
a los altibajos de la vida.
La novela En casa trata el tema del
hijo pródigo y, al igual que Lila, está escrita en una tercera persona muy íntima.
Jack Boughton, hijo del mejor amigo de
Ames, el también reverendo Boughton,
regresa a casa tras una larga y misteriosa
ausencia. El alcohólico Jack, un hombre
con un pasado oscuro, es la oveja negra
de la familia. Ese personaje, en la línea
del Dmitri Karamázov de Dostoievski,
se establece en la casa paterna donde
intenta transformarse combatiendo sus
hábitos, ayudado por su hermana Glory.
Cuando, tras un gran esfuerzo, está a
punto de conseguir el beneplácito de
toda la comunidad de Gilead, el reverendo Ames, en su sermón dominical, le da
un golpe de gracia: lo caricaturiza ante
los habitantes del pueblo, de modo que
los sueños de Jack se hacen añicos.
Gilead está escrita en forma de carta
que el reverendo Ames, de setenta y siete
años y enfermo terminal, dirige a su hijo
de siete, fruto de su matrimonio con Lila.
El tono de ese testamento es calmado,
meditativo, sabio. Y melancólico, porque
el reverendo intuye la proximidad de la
muerte y se siente desoladamente solo.
Confiesa su temor de que Jack Boughton podría interesarse por Lila y tal vez
suplantarlo como padre y marido tras su
muerte; por eso lanza contra el hombre
más joven el hostil sermón. Al final Ames
reconoce su error y se arrepiente amargamente por sus celos infundados. Impera el diálogo del hombre con su conciencia. Gilead —que, dicho sea a modo de
anécdota, es una de las lecturas preferidas de Barack Obama— es la novela más
épica de toda la creación de Robinson:
abarca doscientos años de la historia de
los Estados Unidos, con sus tensiones
raciales y étnicas, con su guerra y paz y
sus disputas entre Iglesia y Estado.
Son esos los secretos que cunden en
las novelas de Robinson. Lila no cuenta
a su marido ciertas cosas de su pasado,
Ames no comparte su lucha interior.
Jack no revela el secreto sobre su mujer
y Glory oculta la frustración de su vida
personal. Los personajes de Robinson
viven aislados en su propio mundo, no
se conocen mutuamente y no logran
comprenderse unos a otros. Como el rey
Lear shakespeariano, a quien la desgracia
vuelve compasivo, el reverendo Ames
llega a la compasión no por la lectura
de las Escrituras sino bajo la influencia
de Lila, más misericordiosa y altruista
que su religioso marido. Al igual que
las novelas de Dostoievski, la obra de
Robinson retrata a los humillados
y los ofendidos, los miserables y los
desamparados. También lo es Ruthie,
protagonista y narradora de la primera
novela de Robinson, Vida hogareña
(1980), una niña huérfana condenada a
vivir en una casa oscura y húmeda que,
por medio de su imaginación, convierte
en un hogar acogedor; la fantasía de la
niña transforma su vida desamparada
en un cuento de hadas a la manera de
Grimm.
En sus ensayos, Robinson indaga
en las tensiones entre ciencia y religión.
Toda su obra es un logro admirable de
la pasión humanista. Mientras los dos
ancianos reverendos, Ames y Boughton,
dialogan sobre la redención, la gracia y
la predestinación, Lila formula una pregunta aparentemente ingenua: “¿Puede
cambiar la gente?”. En esta pregunta se
halla la indagación esencial de Robinson.
Nos esforzamos por ser mejores, ¿pero
somos realmente capaces de llevar a cabo
esa transformación? La autora se limita
a formular su pregunta y deja que la conteste el lector, cada cual a su manera.
Monika Zgustova es escritora
Retrato de
la escritora
Marilynne
Robinson
[Foto de Clint
McLean/Corbis]
73
GEOGRAFÍAS
IRONÍAS
DE COPENHAGUE
Paseos melancólicos y celebración de las formas en movimiento. Reflejos de la
interioridad inaprensible, vistos a través de espías. La belleza que se muestra y se ausenta.
No se deja atrapar en la ciudad de Thorvaldsen, más conocida por la tópica Sirenita
por Jacobo Zabalo
—— El pensador danés Soren Kierkegaard, azote del hegelianismo en el ámbito
de la filosofía y de lo que consideró su
versión religiosa, el establishment luterano, gustaba de pasear siempre en
solitario —él junto a su tan reivindicado
y no obstante maltrecho ego— por las
callejuelas de Copenhague. Una ciudad
rodeada de mar y con canales en su
núcleo fundacional, que por aquel entonces no se había expandido más allá
de las antiguas murallas. Ambiente de
insalubridad no solamente sanitaria,
según diagnosticó Kierkegaard en sus
obras. La ciudad es llana, extensa en
nuestros días a pesar de no contar con
muchos habitantes, pues los edificios
respetan en altura a las construcciones
de los siglos XVIII y XIX, y no acos-
tumbran a exceder los cuatro pisos. En
las fachadas de las más antiguas, junto
a las ventanas, se observan unos objetos curiosos; espejos llamados espías,
pensados —de hecho— para que los
curiosos observen el exterior sin ser
vistos, cómodamente instalados en los
bien caldeados interiores. Ver sin ser
vistos, estar ahí sin realmente estar: el
refugio de la interioridad, el respectivo
“yo” —reflejo de quien uno cree saber
que es— en el siglo XX reaparece transformado como para el desplazamiento
en bicicleta.
Circulan las bicicletas de Copenhague. La mística de la locomoción parece
aliarse con la primera propuesta metafísica de Aristóteles: devenir motor inmóvil, fuente de movimiento que no es
afectado por nada externo. Una cualidad
inicialmente reservada a la abstracción
divina y que se materializa, encarnada
por doquier, en los nuevos canales de
asfalto que intercomunican la llanura de
Copenhague. La bicicleta y su jinete —
binomio inextricable— son el paradigma
de esa perfecta y hermosa imperturbabilidad, ese mundo propio que ya no se
queda en casa sino que se desplaza libre
y gustosamente, como si el movimiento
hubiera sido desde siempre con uno
mismo. Se reconoce al extranjero porque, queriendo participar de ese comercio con la realidad, infringe las normas
que nadie —de entre los autóctonos—
sabe, que simplemente son. Normas de
conducta, de cómo ser libre sin afectar a
los demás ni ser afectados. Sobreabunda
la elegancia, la celestial plasticidad de
los hombres y mujeres que desde sus
respectivos interiores se someten a la
ley invisible que rige el cosmos.
El museo dedicado al escultor Bertel
Thorvaldsen, inaugurado en 1848 —cuatro años después de su muerte— es una
caja de gusto exquisito y diseño equilibrado. Tanto, que parece construida
en nuestra propia época. Es el misterio
kitsch del buen Neoclasicismo, que no
puede no gustar incluso si el anhelo de
perfección es demasiado evidente, casi
obsceno. Thorvaldsen, que conoció al
maestro neoclásico Antonio Canova,
se adecua a los estándares de decencia
decimonónica, y el níveo mármol es distante en su perfección lisa, inabordable.
La presencia de la belleza —que simultáneamente se ausenta— es una constante
en Copenhague. Una dialéctica que se
comprueba en la sociedad, quién sabe si
fomentada por algunas de las historias
que han conformado el imaginario popular. La omnipresente y esquiva Reina
de las Nieves —hoy Frozen—, al igual
que la insatisfecha Sirenita, pertenecen
al acervo del cuentista Hans Christian
Andersen, hacia quien Søren Kierkegaard mostró un profundo desafecto por
la enrevesada moralina de sus historias:
el ser o no ser de personajes en perpetua
tensión espiritual, que las versiones Disney obviamente maquillan. Cierto que
Shakespeare había situado la problemática inacción del melancólico príncipe
en estas tierras —“Algo huele a podrido
en Dinamarca”— pero los olores que en
la actualidad más nos transportan a un
lugar ignoto, a altas horas de la madrugada, se acompañan de un runrún; un
traqueteo de motor de pocos caballos,
que permite desplazar a pie el chiringuito de las impensables salchichas, de
nombre genérico Pølser. Sale a flote un
submundo especialmente exitoso como
complemento etílico, que viene a ser el
siniestro reverso de aquella perfección
inalcanzable. La ciudad donde se encuentra Noma, el restaurante que sucedió a El Bulli en la primera posición de
la creatividad gastronómica —la alambicada recreación de las esencias—, acoge
esas carretas fantasmas, que deambulan
y esparcen un desasosegador efluvio en
el aire del canal.
Una caricatura de 1846 ubica a
Kierkegaard en el interior de un círculo
con las cosas del mundo gravitando a
su alrededor. Peter Klæstrup, autor del
dibujo, advertía con sorna cuán errado
pudo estar el modelo heliocéntrico de
Copérnico, a tenor de la cosmovisión
kierkegaardiana. Admirador de la ironía
socrática, el mismo Kierkegaard fue
alcanzado por su onda expansiva, difícil
de calcular. Como es sabido, el recurso
a la ironía resulta exitoso solo cuando
el interlocutor concede que lo que se
quiere decir en realidad difiere diametralmente de cuanto es expresado. Se
pone entre paréntesis la realidad de
lo comunicado, invitando a una interpretación que tanto puede despertar la
risa como la irritación. Socráticamente,
el sabio finge no saber a través de una
serie de preguntas capciosas, para que
su interlocutor acabe cayendo en la
cuenta de que quién no sabe es él. Semejantemente —entre víctima o tábano,
molestísimo instigador— Kierkegaard
pretendió reflotar en el contexto de su
ciudad ese mecanismo educacional. No
fueron las gentes de Copenhague muy
sensibles a los efectos de su fingimiento,
al disfraz de sus pseudónimos. Más que
trascender lo engañoso de la apariencia,
la provocación se volvió en contra del
apasionado Søren: aquel que rechazó en
vida todo tipo de retrato hubo de cargar
con el lastre postrero de la caricatura.
Jacobo Zabalo es doctor en Humanidades.
Imparte clases de filosofía en la Universidad
Pompeu Fabra y colabora con varios medios
publicando artículos sobre música y estética
CINE
UNA CARTA DE
INGRID BERGMAN
Al cumplirse los cien años del nacimiento de Ingrid Bergman, revisitar sus películas tiene un
rasgo de esplendor y un sutil autocontrol del talento que contrasta no solo con el cine de hoy sino
con lo que son las formas culturales de este principio de siglo. Ahí está su permanencia
por Valentí Puig
Ingrid Bergman,
iluminada por
las luces del
escenario, en una
representación
teatral en 1957
[Foto de Willy Rizzo/
Getty Images]
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—— Entre tantos cánones de la belleza hay un canon Ingrid
Bergman que capta una inusitada movilidad cinematográfica
de la armonía, de sus efectos de gracia y de luz, irónicos, serenos o dramáticos. Olvidó tanto como la gran duquesa Anastasia, fue Juana de Arco, supo escuchar el piano en un garito
de Casablanca, hizo su viaje a Italia, enloqueció como madre
de un niño suicida, iba a afrontar arduas decisiones como
Golda Meir, actuó como enfermera de Walter Matthau y logró
encarnarse en una misionera británica que salvó a cien niños
en la China invadida por Japón. Sus interpretaciones son
ingrávidas, dotadas de tanta luz propia que algo informulable
se sobrepone a los méritos del talento incontestable. Nació
en 1915, hace cien años, y falleció en 1982. En los estantes de
DVD reencontramos hoy la secuencia vital de una actriz que lo
fue todo en la fábrica de los sueños y solo se dejó impresionar
por lo que importa, algo que fuese leve y verdadero a la vez,
íntegro, arte crecido en la existencia de los seres humanos que
aman y huyen.
Así triunfa la imaginación cinematográfica, como una ilusión invencible que logra convertirse en arte. Lo había aprendido en los platós de la pujante cinematografía sueca, en los
años treinta, y en la añeja tradición teatral de Estocolmo. Luego embarcó en el Queen Mary y sedujo a un Hollywood que
estaba en sus mejores momentos. La adrenalina del productor
David O. Selznick fluía poderosamente y mientras trabajaba
en Lo que el viento se llevó, cuidó de la actuación de Ingrid
Bergman en Intermezzo (1939). Después vinieron películas
habitualmente consideradas como transitorias, pero siempre
tocadas por la gracia de la actriz. Por ejemplo, Los cuatro hijos
de Adán (1941), y el mismo año la no tan catastrófica Alma en
la sombra. Casablanca (1942), dirigida por Michael Curtiz, fue
una película de casualidades que tiene rango de malentendido
ya universal. No sería predilecta de Ingrid Bergman. Pero así
entró en las vidas de millones de espectadores. Y su presencia
en Por quién doblan las campanas (1943) logra a penas salvar
lo insalvable.
Es obligado rendir tributo al cine del director Leo McCarey,
bastante ninguneado probablemente porque supo aunar la emotividad y el feliz efecto narrativo, además de haber descubierto la
pareja Stan Laurel y Oliver Hardy, que es algo así como reciclar
personajes menores de Dickens. Sabiamente, Jean Renoir dijo
que Leo McCarey entendía a la gente mucho mejor que cualquier
otro director de Hollywood. Ingrid Bergman aparece con mucho
éxito de público en Las campanas de Santa María (1945), en un
jubiloso papel de madre superiora en competencia con un párroco Spencer Tracy que lleva canotier. Es una película dulzona pero
con una divertida escena en la que la madre superiora da clases
de boxeo a su alumno predilecto.
Tan secreto y laberíntico en sus deseos y afectos, Alfred
Hitchcock la respetó siempre. Compartieron champán en mo-
mentos privilegiados de sus vidas. Había en Ingrid Bergman
una sutil fortaleza, a veces frágil, pero capaz de esquivar las
enconadas relaciones de Hitchcock con sus grandes víctimas
rubias. De su etapa como actriz suprema de Hitchcock, Encadenados (1946) raya la perfección, después del paroxismo psicoanalítico de Recuerda (1945), con Gregory Peck. A su lado,
Cary Grant no va más allá de su condición de buena percha
y amigo fiel, actor con tics irreparables frente a la tan dúctil
Bergman, tan atractiva por su esplendor como por su inteligente timidez. Su destino se cruzó varias veces con el maestro
Claude Rains. Eso nos compensa por las dos películas que más
tarde hizo con Anthony Quinn. Ingrid Bergman demostraba
aquella fina ductilidad que le permitía pasar del plató a los
escenarios sin perder capacidad expresiva de emociones, turbación y humor, rachas de tensión interior que, más allá de su
fama mundial, certificaba un arte luminoso. De 1948 es Juana
de Arco. Volvía a uno de los personajes que más admiraba. Es
un film de peculiar magnitud, aunque sin gran eco.
En 1949, después de trabajar con Hitchcock, queda
fascinada por el cine que Rossellini estaba filmando en
las calles de la Italia saboteada por la guerra. Ve Roma,
ciudad abierta (1945). Le escribe y se ofrece para trabajar
en cualquiera de sus nuevas películas. En el dramatismo
desolador del paisaje de Stromboli, tierra de Dios (1950)
comienza una historia de amor entre la actriz —casada con
un dentista sueco y madre de un hijo— y el director, casado
y amante de Ana Magnani. La relación adúltera —pronto
con descendencia— escandalizó en la época y en los Estados
Unidos hay quien la denuncia como persona non grata. Con
Rossellini filma también Te querré siempre (1952) —Viaggio
in Italia— una de sus películas más osadas, en la que su
rostro resplandece como nunca más allá del desamor y la
soledad. ¿Un Rossellini precursor de Antonioni? A menudo la
genealogía nos ciega. Tal vez por ello Rossellini despreciaba
a los cinéfilos. Todavía se discute si Stromboli es una
película incoherente y fallida. Y Te querré siempre permite
interpretaciones muy contrapuestas. Lo que permanece
es la ambigüedad entre la distancia y el reencuentro. Para
sus partidarios, Te querré siempre es un relato único de la
confusión que es parte constitutiva de la vida.
De regreso a Estados Unidos, rueda Helena y los hombres
(1954) de Jean Renoir, Anastasia (1956), El albergue de la
sexta felicidad (1958), un episodio delicioso de El Rolls-Royce
amarillo (1964). Regresa al teatro. Asoma imparable en Asesinato en el Orient Express (1974). Luego tropieza con las morosidades de Ingmar Bergman en Sonata de otoño (1978). Cada
vez que se relativice la belleza, podemos recurrir a la realpolitik prodigiosa de un primer plano de Ingrid Bergman porque
así las grandes actrices transfiguran todo lo que les rodea, lo
hacen más bello o más trágico, de una máxima permanencia.
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DE AUTOR
César Antonio Molina
Los puentes
—— “Río-clepsidra metáfora de la eternidad/en ti entro cada
vez más distinto/podría ser nube, pez o roca/mas tú permaneces inmutable cual reloj que mesura/las transformaciones
del cuerpo y las caídas del espíritu/la lenta descomposición
de los tejidos y del amor”. Son versos del gran poeta polaco
Herbert. Y donde hay un río hay puentes: “De todo lo que el
hombre en su instinto de vida erige y construye, no hay nada
mejor y más valioso que los puentes. Son más importantes
que las casas, más sagrados que los templos, por ser más
universales. Para todos y para cada individuo son iguales, son
útiles, siempre tienen sentido, se construyen allí donde se entrecruza el mayor número de necesidades humanas ,son más
resistentes que otros edificios y no sirven para nada duradero
o vil. Todo es traspaso, todo es puente tendido en el infinito.
Nuestra esperanza siempre está del otro lado”.
Ivo Andrić conocía muy bien los ríos y los puentes. El río
Drina de su infancia y el puente de piedra de once ojos construido a finales del siglo XVI por el gran visir otomano Mehmed Paša Sokolović. Hoy río y puente están en la República
Srpska de Bosnia. Un puente entre Oriente y Occidente, un
puente entre culturas, civilizaciones, lenguas y religiones. De
niño cuando iba o venía del colegio —Visegrad pertenecía al
imperio austrohúngaro— se quedaba a escuchar las historias
que, en medio del puente, en un banco de piedra, el mismo en
el que ahora yo me siento, narraban las gentes del lugar. De
ahí salió una obra maestra de la literatura Un puente sobre el
Drina, también un tratado sobre la convivencia entre seres
humanos.
Veo el puente solitario al amanecer sobre el tajo que
hace el río entre montañas y espesos bosques, y por la noche
reflejándose fantasmalmente los ojos sobre las aguas. El río
y el puente creando permanentemente historias. El puente
de piedra como una esfinge, como un secreto a plena luz del
día. El puente como una materialización del tiempo que lo ve
todo, lo escucha todo y lo desvela todo. El puente no ajeno a la
generosa naturaleza sino como un elemento más. El puente
antigua historia contemporánea o simultánea.
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El puente como el viejo cárdigan azul de mi padre,
como dice Anne Carson: “Me lo pongo siempre que entro
en casa,/como él hacía, pateando el suelo/para quitarme
la nieve de las botas”. Sí, Visegrad, un lugar en el mundo y
el puente nuestra casa, la casa del padre. ¿Cuántos miles
de personas lo habrán atravesado? Y la mayor parte de
ellos, como los personajes de Chéjov, nunca a la altura de
sus ambiciones. El puente, el rumor del río. Kleos, la fama
que él lleva y a pocos reparte. El río Drina y el puente de
piedra: las alegrías de los amantes y las tristezas. “Usted
ha podido vivir ese amor de la única manera en que usted
podía hacerlo, perdiéndolo antes de que hubiera advenido” (Tristán e Isolda). No hay mayor dolor que recordar
la alegría en la desgracia (Dante). ¡Solo recordemos las
alegrías, como hoy sobre el puente silencioso! Paul Valéry
escribió que las civilizaciones son mortales y también las
naciones de Europa podrían conocer el mismo destino.
Alegría hoy apoyado sobre la barandilla viendo, por vez
primera, mi rostro reflejado sobre el Drina. Mi rostro que
permanece fijo mientras la corriente sigue. Mi rostro que
parece que surge de la sima de la eternidad.
El Drina, el puente y el deseo de estar solo mientras el
río pasa, el río que nace y desemboca en uno mismo. Dicen
que Sócrates, antes de suicidarse, se bañó para no dar trabajo a las mujeres. Seguro que se hubiera bañado en este río.
Las aguas en las que se bañó el filósofo equivalen a todas las
aguas, también a las del Drina. El puente de piedra, el Drina,
la ventana de mi habitación que los enmarca. Y yo asomado
para contemplarlo todo. Drina, puente de piedra. ¿Cuántas
piedras originales quedan? Y sin embargo el puente, como
el río, es el mismo. Drina, puente de piedra. En realidad, lo
que permanece lo fundamentan los poetas, lo fundamentan
quienes escriben sobre lo que permanece, o para hacer que
esto permanezca escriben. El Drina va por donde lo lleva el
corazón. El Drina me dice que me vaya por donde me lleve el
corazón. El Drina, el puente de piedra y yo el más mortal de
los tres. Me faltan palabras cuando me sobra el dolor.
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