LA REVISTA DEL FOMENT INVIERNO 2015——Nº 2146 E S C R I B I R E N B A R C E L O N A Cómo diez autores reescriben la geografía urbana en sus novelas I MM A M O NS Ó L LU C I A RA M I S ALB ERT FOR N S LLUÍS-ANTON B AU L E N AS BE L O LI D IGN ACIO VIDA L-FOLCH STEFA N IE KR EMSER JOR DI PU N TÍ EN RIQU E V IL A- MATAS SER GI PÀ MIES EXTRANJERO EN CASA por Rafael Argullol / Dossier ARQUITECTURAS DEL PRÍNCIPE CARLOS DE INGLATERRA por Ignacio Peyró / ¿PROSPERIDAD INCLUSIVA? por Joan Tugores Ques / Carta desde... LA HABANA por Juan Jesús Aznárez / Artes&Co. INMENSIDAD Y PENSAMIENTO DE JAUME PLENSA por Sergi Doria / LOS PUENTES por César Antonio Molina Panorama NOTAS DEL PRESIDENTE —— Barcelona crece como lugar de inspiración literaria, escenario para la arquitectura y las artes, centro de actividad económica y empresarial, destino del viaje buscado o el punto de partida hacia otra parte. Una ciudad imaginada, novelada en miles de páginas y reconstruida una y otra vez para superarse ante los magníficos retos que se le han planteado a lo largo de su historia. Barcelona toma en estas páginas de la revista el protagonismo y observa el renacimiento de La Habana en su acelerado cambio de régimen, desde el estatismo hasta la privatización de los servicios. “Pocas veces vivió La Habana una agitación semejante”, escribe Juan Jesús Aznárez en la “Carta desde La Habana”. Es cierto. La Habana conmueve. Una ciudad para recuperar en un país que despierta inquieto con el deseo de dar zancadas al futuro. Con toda probabilidad, Cuba es lo más ilusionante que se nos pone por delante en estos momentos tan poco dados al sosiego. Es cuestión de tiempo que todo sea ciertamente previsible, incluso la democracia que, hoy por hoy, no se ha incorporado a la hoja de ruta. El país cierra ahora un paréntesis y reanuda el viaje que otros ya hicieron. Las grandes ciudades nos representan. Proyectan las ambiciones de sus ciudadanos, pero muestran también sus descuidos. Por ello, son también radiografía de sus empresarios y un termómetro bastante aproximado del compromiso mutuo que hayamos sido capaces de forjar con nuestras ciudades. Compromiso, ¡qué bueno recordarlo en tiempos tan convulsos!, que se apunta en las páginas sobre mecenazgo de empresa para el patrimonio arquitectónico. Las grandes empresas dejan su impronta en la ciudad y es a través de ella que permanecen más allá de su actividad productiva, hasta formar parte de un paisaje urbano mejor y abierto a la cultura para el disfrute de sus ciudadanos. Joaquim Gay de Montellà Presidente de Foment del Treball 3 GENERA GAMES - Sevilla Queremos que la historia de tu negocio sea una larga historia. Por eso, cumpliendo condiciones*, te ayudamos mes a mes con tus gastos, bonificándote en: Nóminas y Seguros sociales. Impuestos estatales: IVA, IRPF, Sociedades... Suministros, seguridad privada y seguros de protección. 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La literatura sobre Barcelona se convierte en juego de espejos para la ciudad abierta, la de personajes de ficción como el Pijo Aparte, las protagonistas de Mercè Rodoreda o el tecnomundo de las generaciones que están escribiendo con un pie en el recuerdo de los antiguos merenderos de la Barceloneta que dejó de existir y otro en los cibercafés pululantes de creatividad digital. Diez escritores de paisaje urbano y tempo generacional muy diversos hablan para de sus complicidades con el magma urbano, de los lugares en los que escriben asiduamente y que perfilan su modo de ver la ciudad. Escriben en una plazuela apartada, en un bar que parece evocar la época de los escritores de café, en la quietud de una biblioteca o en el hall de un hotel con solera. ¿Es Barcelona una tentación para el escritor? ¿Se escribe mejor sobre Barcelona cuando se está en otra parte? Esa es una reflexión de Rafael Argullol para este número de . En el dossier “Arquitecturas”, el enfoque es intencionadamente heterogéneo, tanto al ponderar el impacto del mecenazgo empresarial en la conservación del patrimonio arquitectónico de Barcelona, como al valorar las últimas innovaciones en la ciudad de los arquitectos o las polémicas ideas del príncipe Carlos de Inglaterra sobre el urbanismo ideal. En “Temas de mañana”, el profesor Joan Tugores perfila las posibilidades de una prosperidad que acabe siendo inclusiva como rasgo del nuevo siglo en un contexto de equilibrios razonables, mientras que el profesor Robert Tornabell explora las nuevas realidades de la industria 4.0 y, entre otros aspectos, su repercusión en el PIB. Para este número de la ciudad escogida como remitente de nuestra carta habitual es La Habana. Era casi inevitable porque la capital cubana está ante cambios de gran calado, a la espera de una consolidación regulada de la economía de mercado y de las verificaciones necesarias para que la ley garantice la libertad y la democracia. ¿Qué va de La Habana de hoy a la geografía intricada de una novela clásica como Tres tristes tigres? Lo cuenta para Juan Jesús Aznárez, desde una Habana que acelera su futuro y busca atraer inversores. La escultura de Jaume Plensa, los cien años del nacimiento de Ingrid Bergman, el arte que destruye memoria, la sección “Geografías”, el significado de leer o la personalidad de Marilynne Robinson —la escritora preferida de Barack Obama— conjuntan la sección “Artes & Co”. En “De autor” firma César Antonio Molina. Con lucidez sutil, reflexiona para sobre el viejo puente en el río Drina, lugar de confluencias y conflictos sangrientos, puente del espléndido imperio austrohúngaro y hoy en la República Serbio Bosnia. La vieja y la nueva Europa, sus inquietudes y permanencias. LA REVISTA DEL FOMENT INVIERNO 2015——Nº 2146 E S C R I B I R E N B A R C E L O N A Cómo diez autores reescriben la geografía urbana en sus novelas IMMA MONSÓ L LU C I A RAMIS A L B E RT FO R N S LLUÍS-ANTON B AU L E N AS Panorama BEL OLID EXTRANJERO EN CASA por Rafael Argullol / ST E FA N I E KREMSER I G N AC I O V I DA L-FO LC H Dossier JORDI PUNTÍ ENRIQUE V I L A- M ATAS S E R G I PÀ M I E S ARQUITECTURAS DEL PRÍNCIPE CARLOS DE INGLATERRA por Ignacio Peyró / ¿PROSPERIDAD INCLUSIVA? por Joan Tugores Ques / Carta desde... LA HABANA por Juan Jesús Aznárez / Artes&Co. INMENSIDAD Y PENSAMIENTO DE JAUME PLENSA por Sergi Doria / LOS PUENTES por César Antonio Molina 01 F06 Cover_ESP.indd 1 27/11/15 11:37 Edita Foment del Treball Dirección Valentí Puig Realización Coordinación Sergio Escartín Diseño Llorenç Perelló Alomar Contacto [email protected] Depósito legal: B–17853–2014 ISSN: 2385-3891 se edita en castellano y catalán Disponible en: Foment del Treball no se hace responsable de las opiniones vertidas por los colaboradores en sus artículos. © Foment del Treball. Reservados todos los derechos. Prohibida su reproducción, edición o transmisión total o parcial por cualquier medio y en cualquier soporte sin la autorización escrita de Foment del Treball. PVP: 10 euros. 5 Hipoteca personalizada 1,20 Euribor + % 2,52% TAEVariable 1,50% TIN primer año La hipoteca que no solo quieres por el interés. Infórmate en: oficinas 901 810 440 bankinter.com Decididamente personal. TAEVariable del 2,52% calculada para una operación de 100.000€ a 25 años. 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Euribor a un año calculado con la media mensual del Euribor del mes de septiembre publicado en el BOE el 2 de octubre de 2015 0,154%. Esta TAEVariable se ha calculado bajo la hipótesis de que los índices de referencia no varían; por tanto, esta TAEVariable variará con las revisiones del tipo de interés. Esta oferta de hipoteca está condicionada a unos ingresos totales de los titulares superiores a 2.000€ mensuales. Para adquisición de vivienda habitual. Préstamo no superior al 80% del menor de los dos valores: valor de compra o valor de tasación de la vivienda. Duración máxima de la hipoteca 30 años. Oferta válida hasta el 31 de marzo de 2016 o hasta alcanzar el importe ofertado (750 millones de euros). Nota: la concesión de la hipoteca está sujeta a la aprobación de la operación por parte de la Entidad. El diferencial 1,20% del resto de años está condicionado a la contratación de una Cuenta Nómina o Profesional, un seguro de vida por el 100% del importe de la hipoteca, con Bankinter Seguros de Vida S.A. de Seguros y Reaseguros, un seguro multirriesgo del hogar por un contenido mínimo de 30.000€ y un continente equivalente al valor de tasación a efectos de seguro, con Línea Directa Aseguradora S.A. y bajo la mediación de Bankinter S.A., Operador de Banca-Seguros. Sumario 18 50 24 PANORAMA —— DOSSIER —— TEMAS DE MAÑANA —— 10 El peligroso encanto de escribir en Barcelona 18 Extranjero en casa 24 Diseños ‘made in Barcelona’ 28 Arquitecturas de Carlos de Inglaterra 32 Mecenazgo empresarial para la conservación del patrimonio 38 42 44 50 Industria 4.0: ¿qué impacto tiene en la producción y el empleo? La economía del mercado negro digital ¿Prosperidad inclusiva? La era del ocio CARTAS DESDE —— 54 La Habana que acelera su futuro ARTES&Co. —— 64 Entrevista Inmensidad y pensamiento de Jaume Plensa 68 El placer de leer Las letras vivas / 70 Identidades El arte manipulador de la memoria / 72 Literatura Las verdades de Marilynne Robinson 74 Geografías Ironías de Copenhague / 76 Cine Una carta de Ingrid Bergman / 78 De autor Los puentes 7 Date de alta en SOLRED y disfruta de todas las ventajas que te ofrece por ser socio: Diesel Neotech: 1,20 cént.€/l en todas las Estaciones de Servicio + 4,80 cént.€/l en las Estaciones de Servicio Seleccionadas*. Diesel Neotech: 1,20 cént.€/l en todas las Estaciones de Servicio + 6,80 cént.€/l en las Estaciones de Servicio Seleccionadas.* Efitec 95 Neotech: 1,80 cént.€/l en todas las Estaciones de Servicio. Efitec 98 Neotech: 3,00 cént.€/ l en todas las Estaciones de Servicio. 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Barcelona, al modo de la Comedia humana de Balzac, entra en escena con el realismo de Narcís Oller. En novelas como La papallona (1882) o La febre d’or (1906) el realismo retrata los primeros pasos de la burguesía industrial, preámbulo de lo que será un escenario de confrontaciones sociales. Estamos ya en la ciudad moderna, con sus avenidas, bajos fondos, chimeneas y mitos. Toda una literatura del Eixample llega hasta nuestros días. Y ahora, a finales de 2015, ¿qué significa escribir en Barcelona? 10 El peligroso encanto de escribir en Barcelona 18 Extranjero en casa por Rafael Argullol por Jordi Nopca 9 LA CIUDAD DE LOS ESCRITORES EL PELIGROSO ENCANTO DE ESCRIBIR EN BARCELONA ¿Qué gusta y qué cambiarían de la capital catalana los autores que trabajan o que han ambientado en ella algunos de sus libros? ¿Dónde acostumbran a escribir? ¿Trabajan conscientes de la fructífera tradición que los precede? Diez de los nombres más destacados de la actualidad cuentan a otros interrogantes sobre la ciudad y su literatura texto Jordi Nopca — fotografías Jordi Play ——El espacio desde donde los escritores construyen sus libros termina filtrado con más preguntas que respuestas: el periodismo y la crónica viajan a plena luz del día, exhibiendo todos los detalles con una impudicia a veces cegadora; la narrativa, en cambio, esconde verdades — que quizás no dejan de ser mentiras— bajo los contornos amortiguados por una niebla espesa. Es una imagen gótica e intrigante, seguramente discutible. La ciudad, entendida como espectáculo o como sufrimiento diario, es escenario de un porcentaje importante de ficciones. Desde el nacimiento de la novela moderna, Barcelona ha llamado la atención a cientos de autores y aparece en una cantidad notable de textos que se han convertido icónicos, desde el Quijote hasta Vida privada, Mariona Rebull, La plaça del Diamant, Últimas tardes con Teresa y La magnitud de la tragèdia. Su presencia literaria deviene algo más inconmensurable año tras año. Las novelas de Enrique Vila-Matas transcurren mayoritariamente en espacios urbanos. “Escribo ficción desde un espacio que acostumbran a ocupar sobre todo los ensayistas, desde un lugar donde se me ve tramando, pensando o escribiendo tras el avatar de un narrador —cuenta—. Dicho narrador siempre se encuentra en Barcelona, que es donde he escrito el 95% de toda mi producción literaria. Lo que pasa en mis libros puede ocurrir en cualquier lugar, porque ocurre en el interior de mi mente y, por tanto, incluso puede suceder en Barcelona”. En su última novela, Kassel no invita a la lógica (2014), su personaje se toma la estancia en el festival de arte contemporáneo alemán como una huida de su ciudad. “Es cierto que siempre he querido huir de Barcelona—admite—. Me siento menos solo y más cómodo y comprendido en París, Nueva York, México D.F. y Buenos Aires, por mencionar solo cuatro lugares donde esto es evidente. Pero me quedo, 10 porque la mejor forma de huir es quedarse. Me pasa lo mismo que a las moscas. ¿Donde están más seguras? Junto al matamoscas”. Vila-Matas, que ha ganado recientemente el premio de la Feria del Libro de Guadalajara, tiene un prestigio internacional incuestionable y podría llegar a conseguir el Premio Nobel de Literatura. Se le puede encontrar fácilmente en la librería +Bernat de la calle Buenos Aires, casi siempre acompañado de su mujer, Paula de Parma, a quien dedica todos los libros. Es uno de los escenarios donde transcurre la novela Aire de Dylan (2012). Cuando no está allí—o viajando— escribe desde casa. “Trabajo en el mismo bloque de pisos en que José Mallorquí escribió la serie de El coyote, novelas populares que llegaron a ser las más vendidas durante la posguerra”, recuerda. NOVELAS Y CIUDADES Durante bastante tiempo, uno de los debates recurrentes en relación con la capital catalana era saber qué novela la había retratado con más precisión aunque, a menudo, en las conclusiones se mezclaban connotaciones políticas o incluso excusas comerciales. Sergi Pàmies ironizó sobre el tema en La gran novel·la sobre Barcelona (1999), un libro integrado por quince cuentos que suman 144 páginas. “Me parece que es un debate que no existe y que tampoco existía entonces —afirma—. Solo de vez en cuando aparecía alguien que lamentaba la ausencia de una gran novela sobre Barcelona. Sobre las razones por las que no hay debate, las teorías son múltiples, pero creo que no existe porque, tanto en castellano como en catalán, hay un montón de novelas y de novelistas que explicaron literariamente la ciudad de manera bastante digna para no insistir más en esta lata”. Enrique Vila-Matas es un habitual de la librería +Bernat de la calle Buenos Aires 11 Pàmies nació en París en 1960 y vivió en Gennevilliers —en la zona metropolitana de París— hasta los once años. Publicó su primer libro de cuentos en 1986, T’hauria de caure la cara de vergonya, donde predominan los espacios urbanos no localizables, al igual que ocurría en sus tres novelas, aparecidas entre 1990 y 1995, editadas por Jaume Vallcorba Plana. “Me parecía que sin nombre, sin biografía y sin lugar concreto, las historias permitían que todo ello transmitiera un sentimiento de desvalida intemperie—reconoce—. Más adelante, empecé a darme cuenta de que el esfuerzo de ocultar los detalles identificadores iba contra la historia y dejé de hacerlo en función de si era necesario o no”. Esta nueva estrategia narrativa se puede comprobar en libros como La bicicleta estàtica (2010) y Cançons d’amor i de pluja (2013), publicado el mismo año que Tot allò que una tarda morí amb les bicicletes, de Llucia Ramis. “La protagonista tiene que volver a casa de sus padres porque se ha quedado sin trabajo y no tiene dinero —recuerda la escritora y periodista, sobre el cambio forzado de escenario de la narradora: debe dejar Barcelona e instalarse temporalmente en Palma de Mallorca—. La burbuja sobre la que caminaba con cautela ha estallado, y ahora está en caída libre. Además, se da cuenta de que, por culpa de esa misma cautela, no ha construido Sergi Pàmies se siente cómodo rodeado de las zonas verdes del parque del Turó Park 12 nada, todo ha sido provisional durante demasiado tiempo y no ha contado nunca con un proyecto de futuro”. Llucia Ramis, además de escribir desde su habitación, lo ha hecho desde “las terrazas de los bares de GràLa plaza Masadas es cia y La Sagrera” y tiempo atrás, cuando un lugar ideal para había trabajado de azafata una tempover a Llucia Ramis rada, también había llenado libretas en escribiendo en su el bar que hay detrás de TV3. libreta LA CIUDAD DE LOS ESCRITORES LA GRAN ‘MADAME’ DE LA BURBUJA Llucia Ramis llegó a Barcelona a finales de la década de los noventa y la ciudad se ha convertido en un personaje más de su narrativa. Así recuerda el ambiente con el que se encontró: “Era una gran madame que nos prostituía a todos. Se había operado tantas veces para ponerse guapa que empezaba a parecerse a las demás, con tanto bótox en la cara y silicona en los pechos. Era vulgar; lucía las mismas tiendas y la estética que hay en el centro de todas las ciudades del mundo occidental. Siempre estaba en el quirófano, con las entrañas al aire, y las grúas y perforadoras representaban una promesa que no acababa de cumplirse nunca. Había obras en todas partes. Ella se vendía a cualquiera, ya fuera un constructor o el turismo, y nosotros, sus habitantes, no podíamos hacer nada más que agachar la cabeza y vendernos con ella. Se encarecía para los barceloneses, y en cambio, se ofrecía barata a los demás”. Un ambiente más negro y criminal que el de Llucia Ramis es el que aparece en Calle de los olvidados, de Stefanie Kremser, que fue publicada en alemán en 2011 y traducida al catalán y al castella- El huerto comunitario no un año después. “En ella hablo de la de la plaza Pou de Barceloneta, paseo por la especulación, la Figuera inspira a por el mobbing inmobiliario, por el boom Stefanie Kremser turístico y la construcción masiva de hoteles en Ciutat Vella... Es una Barcelona con un casco antiguo a punto de convertirse en escenario pintoresco pero vacío, sin vida de barrio, sin espacio para sus habitantes”, cuenta. El asesino que actúa en este contexto es un perturbado que quiere detener la gentrificación. Kremser nació en Alemania en 1967, pero creció en São Paulo. Se instaló en Barcelona desde hace algo más de una década, durante la cual han sido publicadas novelas negras ambientadas en la ciudad como La mala dona, de Marc Pastor ( 2008), o Yo fui Johnny Thunders, de Carlos Zanón (2014). Ella ha escrito libros como Der Tag, an dem ich fliegen lernte —en proceso de traducción al catalán— y guiones para la serie de televisión Tatort: los capítulos son de noventa minutos y cuentan historias cerradas, siempre estructuradas alrededor de un crimen. “Como ciudad portuaria, Barcelona tiene el rasgo especial de ser un punto de llegada —dice Kremser—. Cuando camino por El Raval 13 me imagino que es semejante a una Nueva York de hace cien años, a la São Paulo de la década de los años sesenta. Son ciudades que tienen una tradición centenaria como melting pots. A pesar de ser relativamente pequeña, tiene el don de ser tolerante, sabe vivir con los muchos idiomas que se hablan, con las diversas herencias forasteras y sus respectivas creencias. Incluso con los contrastes sociales tan extremos. Barcelona no pide la asimilación completa ni la homogeneidad absoluta, porque sabiamente ha aprendido que eso no existe”. Además de denunciar la burbuja inmobiliaria en Calle de los olvidados, Kremser echa de menos “el reconocimiento para las profesiones intelectuales y artísticas”. Añade: “Si no hubiera quedado atrás el respeto y apoyo a la creación cultural, podría ser una grandísima ciudad para escritores y artistas de todo tipo. De fuentes de inspiración tenemos muchas, aquí, pero no podemos vivir únicamente de aires bonitos”. La Biblioteca de Catalunya es un lugar de investigación perfecto para Ignacio Vidal-Folch DOS ESCRITORES EN LA BIBLIOTECA La precariedad laboral del mundo de la cultura asoma en Albert Serra (la novel·la no el cineasta), 14 primera novela de Albert Forns, publicada en 2012. “Retrato la Barcelona de ahora, en concreto la de mi día a día, pero siempre intentando recuperar la visión extraña, la sorpresa, el punto de vista distanciado de quien lo ve por primera vez, con el objetivo de evitar la descripción gris y mecánica”, dice. Forns es de Granollers, pero vive en el barrio de Gràcia desde hace años. Albert Forns ha construido Albert Serra y su próximo libro desde bibliotecas, tanto públicas como privadas. “Soy un firme partidario de la documentación y de leer mientras escribo, para que una idea me lleve hasta otra. En este sentido, las bibliotecas son una fuente inacabable de libros —sostiene—. También son un espacio tranquilo, sobre todo por las mañanas cuando no hay niños, confortable (hay calefacción) y sin el alboroto, la multitud o lo que tendría que pagar si trabajara en un bar”. Forns elogia también bibliotecas que requieren acreditación, como la del Ateneu —frecuentada en otro tiempo por Josep Pla y donde Sagarra escribió durante dos meses de verano Vida privada—, la del MACBA o la de la Fundación Tàpies: “Puedes dejar el portátil en la mesa, pedir a la persona de enfrente que lo vigile, y bajar a comer o tomar un café sin problemas. Tienes todas las comodidades de un despacho sin tener que pagar por un coworking”. Además de la tranquilidad, la seguridad y las bondades económicas de trabajar desde una biblioteca, Forns también destaca que desde allí no se distrae ni tiene obligaciones como lavar platos o poner una lavadora: “En casa todo serían excusas para dejar Albert Forns devora de escribir”. los libros de la También Ignacio Vidal-Folch, autor biblioteca del Ateneu de una extensa, robusta y sorprendente Barcelonès LA CIUDAD DE LOS ESCRITORES obra narrativa, suele trabajar en bibliosus ideas, una relación fluida entre los Imma Monsó toma distancia de la ciudad tecas. “La Biblioteca de Catalunya me lugares urbanos y los de la pintura, la desde los miradores gusta por sus naves góticas, tan airosas y literatura y el cine que infundieran una de la Arrabassada relativizadoras del día de hoy y, además, nueva vida y un nuevo misterio al viejo claro, porque puedo consultar libros escenario”. que no tengo en casa —matiza—. La del Vidal-Folch comenzó publicando MNAC es muy clara y tiene luz natural. cómics en la Barcelona de principios Como queda un poco apartada del museo suele de la década de los ochenta, la misma por donde estar vacía, lo que es muy agradable. Lástima que corría el detective Pepe Carvalho, creado por Maen ambas, al igual que en otras bibliotecas de toda nuel Vázquez Montalbán unos años atrás, donde se España, los horarios no estén a la altura. Los sáincubaba La ciudad de los prodigios, que Eduardo bados por la tarde están cerradas. Y también los Mendoza publicaría en 1986, la que inspiraba al domingos”. Juan Marsé de El amante bilingüe (1990) y la que En la misma Biblioteca de Catalunya que Eugeera escenario de numerosos cuentos y artículos de ni d’Ors ayudó a impulsar durante la segunda décaQuim Monzó. ¿Qué ha cambiado entre aquella ciuda del siglo XX, mientras era secretario general del dad y la de ahora? “La mayor diferencia es que en Institut d’Estudis Catalans, Vidal-Folch ha trabajaaquella primera Barcelona yo era joven, y en la de do en novelas como Contramundo (2006) o Pronto ahora ya no —responde—. El cambio del punto desseremos felices (2014) y en los ensayos de Barcede donde se observa un fenómeno cambia el fenólona, museo secreto (2009): “El paso reiterado por meno. Tal vez solo sea por este motivo que ahora la los mismos lugares puede acabar convirtiendo una ciudad de antes de los ‘malditos Juegos Olímpicos’ ciudad objetivamente bonita en un escenario rutime parece más roñosa y decaída y colapsada, pero nario y casi invisible; en Barcelona, museo secreto también más vital e ilusionada, con perspectivas me propuse potenciar, con la ayuda de mi memoria más abiertas. En general, el mundo entero se hace cultural y la de algunos amigos que me contaron más feo una década tras otra. Y yo también”. 15 LA CIUDAD DE LOS ESCRITORES ¿UN ESPACIO DONDE como lugar donde es posible lo inverosímil, como QUEDARSE O PARA HUIR DE ÉL? espacio que admite las desviaciones de la norma Imma Monsó vivió en Barcelona entre los 17 años y con más facilidad que el pueblo, donde el control los 32: “De pequeña soñaba vivir en ella, pero cuansocial es mayor —afirma—. También como lugar de do llevaba tres años aquí ya deseaba marcharme soledad compartida, por supuesto”. A Olid le cuesta —recuerda—. Descubrí que lo que más me gusta es escribir en casa y tiene su “mapa mental de bares tenerla muy cerca, para poder llegar y marcharme”. con calma y wifi” donde va a trabajar a menudo: “Es Antes de debutar con No se sap mai (1996), Monsó como si estuvieras en un aeropuerto o en un hotel, ya hacía tiempo que vivía en Sant Cugat. “Desde casa todo el tiempo que tengas hasta el próximo avión te veo el Tibidabo y me gusta pensar que la ciudad está pertenece, no te estorba nadie, puedes escribir sin allí detrás, expectante y llena de vida pero a una disremordimientos de no estar haciendo algo útil”. tancia prudencial. Lo que más me gusta es llegar por El aislamiento del bar no estimula la creatividad la carretera de la Arrabassada y ver su panorámica de Lluís-Anton Baulenas. Cuando se documenta formidable, pero cualquier otra entrada también me para alguna de sus novelas —donde admite que “la parece bien. Con las salidas me pasa igual: Barceaparición de Barcelona es constante”— sale con lona, para mí, nunca ha sido la seguridad del hogar, una cámara de fotos. “Después, en casa —añade— sino la aventura”. La ciudad hace apariciones “muy recupera la información que buscaba gracias a la tangenciales” en las novelas de la autora, que ganó imagen”. En La felicitat (2001), recreaba la transforel Premio Ramon Llull 2012 y el Nacional de Literamación de la ciudad a principios del siglo XX, y en tura por La dona veloç: “El espacio del campo y del Quan arribi el pirata i se m’emporti ( 2013) se fijaba bosque es primordial en mi ficción”, reconoce. en El Raval durante los años de la última crisis, en Bel Olid debutó en 2011 con Una terra solitària, las mismas calles donde tiene lugar la acción de pero fue un año después que La mala reputació las “indignadas” y muy recomendables El desertor la afianzó como una autora con una voz literaria en el camp de batalla, de Julià de Jòdar, y Carrer perturbadora e incómoda. Algunos de los mejores Robadors, de Mathias Énard, publicadas el mismo relatos del libro están ambientados en año que la novela de Baulenas. “Tanto en Barcelona, sumándose a la heterogénea las novelas que pasan ahora como en las tradición de narradores que la precede, que están ambientadas en el pasado— La escritora Bel desde Pere Calders, Mercè Rodoreda y comenta— presento una imagen de una Olid encuentra la Jordi Sarsanedas hasta Pedro Zarraluki, ciudad antiquísima, con muchas capas tranquilidad que Francesc Serés, Maria Barbal y Marta de vivencias acumuladas, capaz de todo, necesita en el bar Elsa Rojals. “En general, me interesa la ciudad de lo mejor y de lo peor”. Dos espacios & Fred 16 sin nombre porque me interesa que se confunda con otras ciudades, sobre todo europeas: lugares en los que el diseño ha triunfado, donde todas las tiendas se parecen y las parejas se pelean en el Ikea que hay en las afueras. En Maletes perdudes, en cambio, Barcelona es importante y es el espacio donde ambiento una historia de amor. La ciudad ayuda a cruzar los destinos de los personajes, que se pierden y se encuentran quizás decenas de veces; en dicho proceso, el lector puede visitar una época y entiende los cambios que se producían [hay que retroceder hasta la década de los setenta del siglo XX], con la llegada de la inmigración obrera y el crecimiento de los barrios del extrarradio, por ejemplo, o con la transformación del antiguo Camp de la Bota”. Puntí ha vivido buena parte del último año en Nueva York, donde investigaba la vida del músico y director de orquesta Xavier Cugat, protagonista de su próxima novela. Aunque pasó gran parte de su vida en los Estados Unidos, en la década de los setenta—mientras Rodoreda escribía Mirall trencat—, Cugat vivía en Cataluña y se alojó una larga temporada en una de las suites del Ritz. “Me imagino a Cugat cuando vivía allí, con una nonchalance cultivada durante toda la vida, quién sabe si añorando los días en que reinaba en el Waldorf Astoria de Nueva York”, comenta el autor en una de las historiadas salas del actual Palace de Gran Via. En la próxima novela de Puntí, Barcelona tendrá un papel más bien secundario, pero la ciudad volverá a lucir como un candelabro de hotel de lujo. La gasolinera de Meridiana con Felip II es un observatorio para Lluís-Anton Baulenas que aparecen de vez en cuando en sus novelas son las áreas de servicio y las gasolineras: “Las anécdotas relacionadas con estos espacios son fruto de la observación—afirma—. He escrito sobre un empleado de la tienda de una gasolinera leyendo un libro de filosofía o sobre una gasolinera de la autopista elegida como lugar de intercambio de un hijo por parte de una pareja separada porque es el punto medio entre las dos casas”. Los transportistas de Maletes perdudes, de Jordi Puntí, podrían haber repostado en alguna de las gasolineras barcelonesas de las novelas de Baulenas. Desde que se publicó en 2010, la novela ha sido traducida a 15 lenguas: su éxito en el exterior tiene pocos precedentes en las letras catalanas, y empezó un año antes que el Jo confesso, de Jaume Cabré, donde Barcelona también es uno de los escenarios destacados de la acción. “Tanto en los libros de cuentos Pell d’armadillo (1998) como en Animals tristos ( 2002) la ciudad es una El hotel El Palace presencia velada, que describo a menutendrá protagonismo do con detalle porque ayuda a definir los en la próxima novela personajes, pero que en cambio aparece de Jordi Puntí Jordi Nopca es escritor y periodista. Ha publicado recientemente ‘Puja a casa’ 18 EXILIOS Y RETORNOS Extranjero en casa CONFÍO EN AQUELLOS ESCRITORES QUE, PARA MIRAR MUY CERCA LO QUE HAY EN SU CASA, BUSCAN LEJANOS MIRADORES DESDE DONDE OTEAR EL HORIZONTE. CREO EN LOS QUE SE EXILIAN CON LA SECRETA ESPERANZA DE VOLVER UN DÍA Y COMPRENDER ALGO DE SU PROPIA VIDA, PERO DESCONFÍO DE AQUELLOS QUE NUNCA HAN SALIDO DE SU HÁBITAT por Rafael Argullol —— La relación del escritor con su ciudad casi siempre ha sido tensa, contradictoria. De ahí los múltiples estatutos de extranjería a los que hemos podido asistir en la historia de la literatura. En algunos casos el escritor es un exiliado irreparable que lanza miradas alternativas de nostalgia y encono hacia los paisajes de su patria. Prescindiendo de la antigüedad, que ya deparó ejemplos sobresalientes, como el de Ovidio, resultan inolvidables, por fundadoras de una actitud, las miradas de Petrarca o, antes, de Dante, nostálgica en el primero al evocar desde Provenza las suaves colinas de Toscana, furibunda, aunque también melancólica, la del segundo, al penetrar en los laberintos de su amada y odiada Florencia. Sin embargo, como en muchos otros asuntos, Dante y Petrarca señalan caminos que muchos seguirán. Extranjero, exiliado, desterrado: figuras de la distancia que marca el hijo pródigo con respecto a la casa paterna. La extranjería existencial de Albert Camus llega a necesitar el argumento de toda una novela, El extranjero. En ocasiones la extranjería voluntaria se carga de ira y repudio. En la segunda mitad del siglo XX, los relatos de Peter Handke o de Thomas Bernhardt avanzan en esta perspectiva. En la primera mitad de ese siglo la furia de Ezra Pound o de Ferdinand Céline llega a traducirse en panfletos malignos y admirables. No faltan, desde luego, miradas más suaves, más taciturnas, si bien igualmente contundentes. Son autores que requieren la travesía de océanos, como Henry James, para observar más detenidamente, y con más agudeza, lo que ha quedado allá lejos, en la patria. Para mí el gran clásico del desplazamiento amoroso en relación con la pro- pia ciudad es James Joyce. Es difícil en la literatura moderna encontrar un artista que ame tanto a una ciudad y que, simultáneamente, necesite tanta distancia respecto a ella. Nietzsche decía que el gran amor era provocado por la lejanía y provocaba lejanía. Ulises es el grandioso monumento a este modo de ver las cosas. No hay ninguna novela comparable en la tentativa de realizar la anatomía de una ciudad: la anatomía, la fisiología, la histología y, vuelto todo al revés, la taxidermia. Pero, para hacer su cirugía, para hacer su alquimia, para hacer incluso su espeleología sensorial, Joyce se obliga a permanecer bien lejos de Dublín, convertido en un errante europeo que escarba en los recuerdos con el denuedo y la precisión que otorgan la distancia. Es dudoso que, de haber permanecido en Dublín, Joyce hubiese conseguido lanzar al mar de asfalto a su nuevo Odiseo para culminar esta gigantesca cartografía de la añoranza que es Ulises. La relación del escritor con su ciudad es conflictiva. Y lo es incluso cuando aquél no huye de esta. O no huye aparentemente. Me viene a la cabeza la aventura de Baudelaire. Se ha transformado en un lugar común que Baudelaire es el poeta de la metrópolis moderna en la época, claro está, en que París era la capital del mundo. En todas las universidades se enseña esto y, para justificarlo, se recuerda la figura del flanêur. Es cierto. Baudelaire sustituye al caminante romántico, todavía rural, por un viajero que atraviesa las calles de la gran ciudad para obtener placer y conocimiento. Sin embargo, no es menos cierto que una lectura pausada de Las flores del mal, o de los ensayos, demostrará que aquella travesía está repleta de trampas, de engañosos espejismos que asedian la experiencia e invaden la memoria. ¿Cuántas veces no se destierra Baudelaire a sí mismo para tratar de hallar la esencia de su viaje? El verdadero morador de la ciudad es el habitante de los paraísos artificiales y de los infiernos reales, de los subsuelos y de las periferias, de los lugares remotos en los que uno llega a perder los perfiles del origen. El amor del poeta por París se comprende en el momento en que también se comprende que sus flores del mal son, en realidad, una estética del bien, una ética del bien y, aún, una teología del bien. A menudo el escritor tiene vínculos invertidos, o subvertidos, con su ciudad. Y creo que así debe ser si alguien aspira a mantener esa libertad interior que es el fundamento de toda creación. El adulador no ama a su ciudad y, desde luego, no está en condiciones de enfrentarse a su espíritu, la condición que se le exige moralmente al escritor. El adulador aspira al reconocimiento de la ciudad oficial como el sacrificio necesario para la pérdida de la ciudad verdadera. Desconfío de aquellos autores precoces a los que los mandatarios premian por haber sabido recoger los valores de la ciudad, en particular si estos autores, como en la parábola bíblica, nunca han salido de casa, quizá porque esperaban que recibirían, más bien pronto, premios y legados. Y, por el contrario, tiendo a confiar en aquellos escritores que, para mirar muy cerca lo que hay en su casa, buscan lejanos miradores, desde donde otear el horizonte es difícil y complejo. Confío en los que se exilian con la secreta esperanza de volver un día y comprender algo de su propia vida. No hace falta, por supuesto, partir hacia las antípodas: uno puede exiliarse sin mover un pie y, si el exilio es fértil, regresar como si hubiese recorrido varios universos. 19 EXILIOS Y RETORNOS No considero fácil hablar de la propia ciudad. A lo largo de mi vida he recalado en varias ciudades, y no me es fácil hablar literariamente de ellas. Roma, la segunda ciudad en la que más he vivido, es la que ocupa el penúltimo tramo en el sendero de la dificultad. El peor lugar lo ocupa Barcelona, la ciudad en la que he nacido y en la que he pasado la mayoría de mis años. Pese a todo, Roma es Roma, y puedes hablar de cualquier cosa sin extraviarte. En un mundo con tantas muertes y resurrecciones el extravío es un signo de elegancia. Barcelona es una ciudad mediana que ha pasado con discreción por la historia. Pero es mi ciudad y, aunque frecuentemente camuflada en otros escenarios, ha sido una materia prima recurrente para mí. Está, diría, en todos mis libros, si bien he procurado seguir mis concepciones y me he declarado, a menudo, un extranjero en mi propia ciudad. Esto me costó al principio; ahora lo veo como un acierto. Especialmente porque me ha librado, creo, del peligro principal que acecha al sumiso amante de su ciudad: el costumbrismo y la endogamia. De hecho, he pensado poco en Barcelona mientras me encontraba 20 en ella y, sin embargo, mucho más al hallarme lejos, sin sus obsesiones, sin la coacción de la agobiante cercanía. De hecho, la ciudad invisible es más determinante que la abierta a las miradas. Aunque, en realidad, debería hablar más, en plural, de ciudades, que se mueven caóticamente hasta que uno hace la tentativa de ordenarlas, dotándolas de topografías reconocibles. En dos libros míos de textos breves —para algunos, de aforismos—, El cazador de instantes (1979) y El puente de fuego (2001), dejé, sencillamente, que el caos fluyera. Eso quizá no lo supe en el momento de la escritura, pero lo sé ahora, años después, cuando reconozco, incrustados en ellos, fragmentos de Barcelona en forma de noches, o de cuerpos, o de portales, o de rótulos perennes que habían sobrevivido en el torbellino del lenguaje. La ciudad surgía y resurgía, con chorros discontinuos, oculta, la mayor parte de las veces en esa otra ciudad, la más decisiva desde luego, a la que en ocasiones llamamos existencia y, en otras ocasiones, mundo. La ciudad es una puerta de entrada para la existencia y, simultáneamente, un aprendizaje para el mundo. La ciudad natal —Barcelona, en mi caso— es el lugar de las primeras sensaciones y, por consiguiente, de los primeros pensamientos, que luego perdurarán despedazados, traicionados, recuperados. Hay que alejarse para reconocer el caudal, del mismo modo que únicamente desde la distancia somos capaces de distinguir la envergadura de un río. En El cazador de instantes o El puente de fuego no pretendí, en absoluto, reparar la memoria troceada que tenía de Barcelona. Sí lo pretendí, en cambio, en Visión desde el fondo del mar (2010), el libro con el que quise entrar en mi laberinto. Necesité muchas páginas —casi dos mil en el manuscrito original— para rozar ese laberinto, aun sin la ilusión de encontrar el centro o la salida. Los paisajes se iban sucediendo con el mismo rigor vertiginoso con el que contemplamos las cosas a través de la ventanilla del tren. Traté de viajar al fondo de la memoria sin esperar que los recuerdos, tan misteriosamente arbitrarios, acudieran a mí. Me interné, por tanto, en este firmamento oscuro que separa las centellas de una evocación pasiva. En este sentido, rescaté bastante de lo que había en mí que ni siquiera sospechaba. En el escenario aparecieron muchos personajes y algunos protagonistas. Barcelona era uno de ellos. Naturalmente la Barcelona de Visión desde el fondo del mar no era la ciudad que sale en los periódicos o en la televisión. Era una ciudad secreta, íntima y, sobre todo, plural. Intenté, con el lenguaje, trazar unas topografías que tendieran puentes entre lo invisible. Entonces aparecieron, y yo quise que aparecieran ante el lector, las Barcelonas paralelas que nadie encontrará en ninguna guía. Descifré las calles del extravío, las ventanas donde se ocultaban lejanas caricias, los lugares de exploraciones inconfesadas, las encrucijadas del goce y de la jovialidad. El caos seguiría siendo el caos y, sin embargo, un cierto orden sensitivo y espiritual sí hallé a medida en que me adentraba en el laberinto. En cuanto a Barcelona, me pareció más real al mismo ritmo en que se convertía en más fantasmagórica. Creo que la propia ciudad únicamente puede ser abordada en su encarnación como fantasmagoría. Quizá en ningún otro de mis libros está tan presente Barcelona como en La razón del mal (1993), una novela en la que no es nombrada en ningún momento. La ciudad de ese relato es cualquier ciudad, pero indiscutiblemente es, en esencia, Barcelona, no solo por su estructura física sino por una disposición anímica que, siendo universal, parece particularmente enraizada en mi ciudad. Con La razón del mal me di cuenta de que solo es posible penetrar en el espíritu de una ciudad si estableces —en su significado literal, médico— su radiografía o, si se quiere, más dinámicamente, su resonancia magnética. El espíritu habita más allá de la piel, en el infinito, y más acá de ella, en las vísceras, en las sombras, en las ramificaciones del claroscuro. En esta novela Barcelona me sirvió como metáfora del mundo porque solo la propia ciudad es la materia prima en que se conjuga y se deforma el vínculo del yo con el bosque excitante y arriesgado de lo que consideramos otro. No obstante, las aproximaciones al lugar azaroso del nacimiento deben ser, pienso, oblicuas, pues el oráculo, si lo hubiera, nos diría: “Ha sido este lugar pero podría haber sido cualquier otro”. Hay, en ello, una mezcla de escepticismo y pasión, de condena y amor, de este amor brutal y un poco vergonzoso que proporcionan los vínculos de sangre. Estos sentimientos contrapuestos son palpables en mi último libro de narrativa, Mi Gaudí espectral (2015), un relato de ficción en el que, a través de unos encuentros con el espectro del arquitecto, se va dibujando la dura y fecunda relación entre un artista y su ciudad. Nadie mejor que Gaudí, que creyó transformar la piedra en luz, como guía involuntario para reconstruir las almas que chocan bajo lo que denominamos Barcelona, a veces con furia magníficamente creativa, a veces con la somnolencia de los que, cobardes, renuncian a sus sueños para proclamar sus mediocridades. Gaudí, como todo buen patriota, también fue un desterrado en la ciudad que le vio crecer como artista. En realidad, no escribimos sino sobre ciudades. La vida es una ciudad, el cuerpo es una ciudad, y también la muerte es una ciudad. Y nosotros somos únicamente sus habitantes. Rafael Argullol es escritor 21 Estamos siempre al lado de las pymes Si tienes una pyme, en Gas Natural Fenosa te asesoramos con soluciones energéticas para que puedas mejorar su eficiencia y ahorres dinero. Porque hoy las pymes ya no quieren que les digamos que estamos “a su lado”, quieren que les ayudemos a ahorrar. Porque lo importante no es lo que dices, es lo que haces. www.gasnaturalfenosa.es *Porcentaje calculado tomando como base los consumos indicados en la “Guía de Eficiencia Energética en Pastelerías y Panaderías” de 2009 de la Comunidad de Madrid. 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Y como experta en análisis de mecenazgos, Francesca Minguella repasa la Barcelona en la que las iniciativas empresariales están siendo sustanciales para la conservación del patrimonio arquitectónico. 24 Diseños ‘made in Barcelona’ 28 Arquitecturas de Carlos de Inglaterra 32 Mecenazgo empresarial por Llàtzer Moix por Ignacio Peyró por Francesca Minguella 23 NUEVOS DISEÑOS BARCELONA, DENTRO Y FUERA La arquitectura diseñada por estudios catalanes se ha ganado un puesto de relevancia mundial. Premios, distinciones y elogios ponen el colofón a unas obras que han sabido combinar la economía de medios con el compromiso social y medioambiental por Llàtzer Moix —— En su última edición, la de 2015, el Premio Mies Van der Rohe ha distinguido a dos estudios de arquitectura con sede en Barcelona. El principal galardón europeo de esta disciplina recayó en la Filarmónica de Szczecin (Polonia), obra de Barozzi y Veiga. Y la distinción para arquitectos emergentes, también con el respaldo de la Fundación Mies Van der Rohe y de la Unión Europea, fue para la Casa Luz, en Cilleros (Cáceres), de Arquitectura-G. De esto podrían extraerse dos conclusiones, una cierta y otra discutible. La primera es que la gran arquitectura concebida aquí se materializa ya dentro y fuera de la ciudad. La segunda, que la arquitectura barcelonesa vive un momento dulce. La prueba de que la segunda conclusión puede discutirse es palpable: en los últimos cinco años, la 24 ciudad ha incorporado pocas obras que puedan considerarse como hitos, ya sea por su significado disciplinar, su dimensión o su espectacularidad. La crisis se ha dejado notar de manera muy particular en el ámbito de la edificación: el número de visados concedido por el Colegio Oficial de Arquitectos de Cataluña sufrió una brutal caída —¡más del 90%!— en el breve periodo que medió entre el estallido de la burbuja inmobiliaria y el pico más alto de la crisis. Este parón de la actividad arquitectónica afectó por igual a la promoción privada y a la obra pública. La devastación resultó tremenda: la mitad de los estudios barceloneses se vieron obligados a echar el cierre; y la otra mitad, a reducir drásticamente su actividad o buscar nuevos horizontes allende las fronteras españolas. La lista de construcciones de los últimos cinco años es pues necesariamente limitada. En ella podrían figurar el Mercado de los Encants, el DHUB o la terminal aeroportuaria T-1. Una ciudad como Barcelona, históricamente privada de los recursos de la capital de Estado, ha crecido, en términos arquitectónicos, a golpe de acontecimientos extraordinarios y gracias a la contribución de genios singulares. Quizás los momentos de transformación más notorios, en la era moderna, hayan sido los asociados a la pujanza industrial catalana de inicios del siglo XX, es decir, el modernismo y la obra de Antoni Gaudí, todavía el mayor imán arquitectónico barcelonés. Después, con la operación orquestada por el Ayuntamiento socialista con vistas a los Juegos Olímpicos de 1992, guiada por Oriol Bohigas, que renovó el frente marítimo, reconquistó el espacio público y redistribuyó el tráfico con las rondas. Y, en menor medida, la operación Fórum, ya entrado el siglo XXI, que tuvo un eco acaso no tan experimental, pero con resultados también apreciables en su posterior expansión por el distrito 22@, donde la ciudad ha esbozado un nuevo rostro, parecido al de los downtowns de las grandes ciudades occidentales o asiáticas, pero que desfigura el suyo propio. Fabrizio Barozzi y Alberto Veiga, italiano el primero, gallego el segundo, eligieron Barcelona como base, también por los atractivos arquitectónicos de los mencionados periodos, tras coincidir y foguearse en el despacho sevillano de Guillermo Vázquez Consuegra. Sin embargo, son también hijos de una era global. Su ambición y su lenguaje arquitectónicos son muy peculiares, están exentos, por decirlo así, de rasgos locales. Y, pese a tener obras en Águilas (Murcia) y Roa del Duero (Burgos), a construir museos en las localidades suizas de Lausana y Chur, y en otras urbes europeas, carecen todavía de una obra en la propia Barcelona. Si atendemos al criterio del premio Mies, su Filarmónica de Szcezin es la gran obra ideada en Barcelona en los últimos tiempos. Fue inaugurada en 2014 y es un edificio blanco de cubierta angulosa —como una cordillera de agudos picos nevados—. Es en ese techo donde se concentra la expresividad de la edificación, que reinterpreta un entorno urbano donde conviven elementos góticos con bloques de viviendas del extinto régimen comunista; que en su interior combina esencias del Movimiento Moderno con cierta idea del ornato, patente en una sala de conciertos de hechuras fractales y revestida de pan de oro. “Este edificio es fruto del análisis de la memoria del lugar y también de nuestro pensamiento independiente, de un procedimiento en el que la poesía va por delante de la técnica”, indicaron sus autores al presentar el proyecto en Barcelona. Ciertamente, no es este el último edificio “catalán” que en los últimos tiempos ha visto la luz lejos de la ciudad. Es obligado mencionar el Musée Soulages, en Rodez (Francia), obra de RCR, que exhibe la producción del pintor francés. He aquí una construcción de acero —marca de la casa— donde se articulan una sucesión de volúmenes cúbicos, de distintas alturas, muy bien colocados sobre un desnivel en el límite del casco antiguo, de tal manera que una de sus fachadas parece poco más que una cancela urbana, mientras que la otra se alza hacia el exterior como una fortaleza, monumental. En el caso de RCR, equipo radicado en Olot, pero formado en Barcelona y con piezas en la capital catalana, esta obra marca también el inicio de una carrera internacional con próximas paradas en Bélgica, Dubai o, de nuevo, Francia. Hemos mencionado hasta aquí dos expresiones relevantes de la arquitectura levantada por catalanes en el exterior. Y podríamos añadir otras, tan espectaculares como la Facultad de Estudios Islámicos de Qatar, en Doha (Catar), terminada este año siguiendo métodos paramétricos por el estudio Myaa, de Ali Mangera y Ada Yvars, con sedes en Barcelona y Londres. Pero si enfocamos nuestro objetivo arquitectónico hacia la ciudad de Barcelona, quizás la pieza reciente más vistosa, de 2013, sea el nuevo Mercado de los Encants, obra de b720, el estudio que dirige Fermín Vázquez. Básicamente, una enorme marquesina de 8.000 metros cuadrados: un palio fragmentado y dorado, que se levanta sobre pilares a 25 metros y refleja la febril actividad que acoge. Criticado inicialmente por su coste, quizás excesivo para un mercado de ocasión, también por problemas asociados a la lluvia, este equipamiento lanza un mensaje optimista y goza del favor del público. La Filarmónica de Szczecin se percibe como un elemento de luz: la fachada de vidrio, iluminada desde el interior, permite diferentes percepciones [Arquitectos: Estudio Barozzi Velga / Diseño de Iluminación: Anoche / Foto de Jakub Certowicz] 25 NUEVOS DISEÑOS En la misma área de Glòries se abrió en 2013 el DHUB, o Museo del Diseño, obra tardía de Martorell, Bohigas y Mackay (MBM), autores en su día del plan de la Villa Olímpica. Si en este último proyecto MBM acertó al basarse en un destilado de sus muchos conocimientos urbanísticos, en el DHUB, diseñado en 2001, cuando la arquitectura icónica hacía furor, generó controversia. El edificio salva con habilidad la diferencia de cota entre las zonas de Glòries y La Llacuna. Pero se remata con un cuerpo escultórico, revestido de zinc, cuya manifiesta voluntad de afirmación no comporta excelencia formal: una excelencia obligada en un museo del diseño. En los primeros lustros del siglo XXI se han inaugurado en Barcelona otras obras de interés, que ilustran la diversidad de los lenguajes en boga, muy superior a la de los años ochenta y noventa, cuando Oriol Bohigas guiaba las expansiones de la profesión local. Entre dichas obras cabría mencionar la Filmoteca de Cataluña (2011), de Map Arquitectes, con su mole neobrutalista. O la sede del Colegio de Economistas (2013), realizada por Roldán y Berenguer en la Vía Augusta de Barcelona: un volumen cúbico de vidrio, que sobre una sucinta huella consigue articular un espacio urbano arquitectónicamente cacofónico. O el Instituto de Microcirugía Ocular (2009), de Josep Llinàs, donde la secuencia lumínica atiende con mimo las necesidades de pacientes y médicos, y donde se desarrollan las geometrías ya apuntadas en la Biblioteca Joan Fuster. O la T-1 (2009), nueva puerta aérea de Barcelona, donde Ricardo Bofill trocó los referentes neoclásicos por otros próximos al high-tech. Y, con mayor motivo, cabe citar las obras del gran y malogrado talento de la arquitectura barcelonesa de finales del siglo XX, algunas de las principales —el Mercado de Santa Caterina (2005), la sede de Gas Natural (2006)—, terminadas después de su muerte en julio del año 2000, que dejó en el gremio local una tremenda sensación de orfandad. La diversidad es también visible en la operación de 22@, donde conviven desde la iconicidad —rozando el bibelot— de la Torre Agbar (2004) de Jean Nouvel, hasta la muy afortunada hibridación de viejas estructuras industriales con nueva arquitectura que se encuentra en Can Framis 26 (2009), de Jordi Badia. Pasando por la elegancia miesiana de la Torre Mediapro (2008), de Carlos Ferrater, o la experimentación verde del Mediatic (2009) proyectado por Enric Ruiz Geli. Sin embargo, el abanico hasta aquí desplegado puede llamar a cierto engaño. Ya dijimos al empezar esta nota que los años de crisis habían dejado su impronta. Especialmente, en las nuevas generaciones, formadas y echadas al mundo laboral en una época de precariedad. Para sus integrantes, la idea del edificio llamativo, del hito que acaba reproducido una y mil veces en la prensa sectorial o de información general, se sitúa en las antípodas de sus intereses. Cierto es que, en los últimos años, jóvenes arquitectos han dejado muestras de su buen hacer en tipologías convencionales, como son las de la vivienda o los equipamientos sociales. El equipo Serrat, Egea y García entregó en 2010 un espléndido grupo de viviendas para la tercera edad en la zona de Can Travi, que se distingue por la juvenil destreza con la que se utiliza un ritmo de huecos para componer la fachada. Ese mismo año, Vidal, Pons y Galiana levantaron la Torre Julia, también en las inmediaciones de la Ronda de Dalt, un bloque de 17 plantas que transforma la escalera de incendios, habitualmente un incordio a la hora de proyectar, en sugerente espacio de relación que, además, da carácter formal al edificio. Y Oliveras Boix, por poner un tercer y último ejemplo, de una lista más larga, terminaron en 2012 sus equipamientos sociales en la antigua fábrica Alchemika, obra de Francesc Mitjans. Con respeto al maestro y buen criterio, supieron articular allí una biblioteca, una guardería, un centro cívico y un centro para mayores, satisfaciendo las necesidades de cada uno de ellos. Pero más allá de estas apreciables expresiones de talento arquitectónico genuinamente barcelonés, las corrientes más pujantes entre los jóvenes profesionales están dominadas por otras pulsiones ideológicas. Autores como Toni Gironès, Josep Bohigas (uno de los tres miembros de BOPBAA Arquitectes) o Xavier Ros (uno de los cuatro de Harquitectes) así lo atestiguan. Durante una jornada de debate profesional celebrada el pasado octubre en las bodegas Bell- lloc, cerca de Palamós, una de las obras más radicales y telúricas de RCR, tuvieron una nueva ocasión para expresar sus posiciones. Mientras los más experimentados discutían sobre el Movimiento Moderno, coincidiendo en la vigencia de sus principios y, al tiempo, en la fatiga de su lenguaje, los jóvenes planteaban un ideario profesional que abomina de la arquitectura considerada como una fábrica de formalismos y propugna estrategias inclusivas, en las que los profesionales acompañen la materialización de las demandas sociales. No nos estamos refiriendo a meros teóricos. Toni Gironès, considerado un referente de esta tendencia, ha terminado en los últimos años obras destacables y muy premiadas, sin por ello escapar a la precariedad que asfixia su generación. Su Espacio transmisor del túmulo/dolmen megalítico, en la localidad leridana de El nuevo Mercado de los Encants plantea una plataforma continua en varios niveles como superficie idónea para todas las actividades mercantiles [Foto de Joaquim Alves] Seró (2013), es un trabajo planteado con extrema modestia, cariño por los materiales discretos, respeto por un entorno agrícola inspirador, capacidad innovadora y un talento singular para convertir la promenade architecturale en una experiencia conmovedora. En una línea parecida, Harquitectes ha producido obras donde la combinación de la economía de medios, el compromiso medioambiental y el aprecio por materiales sencillos como el hormigón o el ladrillo ha engendrado logros muy considerables. Y eso, en distintas tipologías, incluyendo desde equipamientos como el Centro de investigación ICTA-ICP en el Campus de la Universidad Autónoma de Barcelona (2014), hasta viviendas colectivas como las del campus de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura del Vallès (2011), o particulares, como la Casa 1101 de Sant Cugat (2013), con su espléndida relación interior-exterior, o la Casa 1014 en Granollers (2014), con una gran secuencia de espacios. El cambio de paradigma generacional es pues evidente. “Los estudiantes —dijo Gironès durante el mencionado debate— entraban hasta hace pocos años en la facultad con la idea de convertirse en arquitectos estrella, en factores de obras llamativas, deslumbrantes, únicas. Ahora ya llegan conscientes de que el escenario que les aguarda es de precariedad, de inestabilidad laboral, no solo para ellos, sino también para sus potenciales clientes. Y eso les obliga a otra aproximación a la disciplina”. “La Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona”, que ha sido el laboratorio de la arquitectura catalana durante años, ha propuesto siempre un trabajo muy relacionado con el lugar y la materia. Eso sigue siendo válido. Pero el acento hay que ponerlo ahora en una arquitectura que mejore el servicio al usuario. Lo más importante es pensar en las necesidades de las personas que van a ocupar nuestras obras”, afirmó Ros. “Para mí —dijo Josep Bohigas— hay tres líneas maestras de actuación: la movilidad, la participación y la vivienda. No es razonable que el 70% del espacio urbanizado esté secuestrado por los coches. Hay que tomar decisiones compartidas. El arquitecto debe atender no a los sueños personales, sino a los colectivos, escuchar el latido de los tiempos y ser empático con el sueño colectivo, incorporándose a él”. Estas son las voces jóvenes que ahora se oyen en la escena profesional de Barcelona. Y estas serán quizás las que configuren su futuro. Llàtzer Moix es periodista cultural. Autor de ‘La ciudad de los arquitectos’ y ‘Arquitectura milagrosa’ 27 CONTRACORRIENTE ARQUITECTURAS DE CARLOS DE INGLATERRA El príncipe de Gales ha llevado el debate urbanístico y arquitectónico al seno de la sociedad británica. Siempre criticado, el tiempo, esta vez, parece haberle dado la razón por Ignacio Peyró ——Windsor fue comparado con un sepulcro y Buckingham con unos grandes almacenes; en cuanto al palacio de St. James, Jorge III barajó demolerlo y plantar en su solar un campo de nabos. Como puede verse, al trazar la pasión del príncipe Carlos por la arquitectura, debemos descartar la vía genealógica: más aficionados a la cría caballar que al patrocinio de las artes, los Hannover y los Windsor se han ganado a pulso que nadie los confunda con los Medici. Quizá fuera —como arguyen algunos— una vieja tradición de filisteísmo dinástico; quizá solo haya respondido al arraigado escepticismo de los británicos ante todo grand projet. Sea por un motivo o sea por otro, la Corona más prestigiosa de la tierra ni siquiera tuvo el prurito de erigirse un Versalles para perpetuar su gloria. Por eso mismo, la preocuLa Biblioteca pación tan intensa —tan de Birmingham, excéntrica— del príncipe ejemplo del estilo de Gales por la arquitecbrutalista de posguerra tura ha causado mayor 28 asombro. Y ha alcanzado el empaque de un debate nacional. Entre quienes lo tienen por “la conciencia de la nación” y quienes lo consideran un diletante “mal informado”, ese es el único mérito que le reconocen todos: haber devuelto a la conversación pública el que es, por antonomasia, el gran arte público. Por lo demás, el propio príncipe de Gales ha sabido desde siempre que sus opiniones iban a ceder mucho terreno al descrédito. Partidario de un urbanismo dotado de medida humana, y de un lenguaje arquitectónico atento al sentido del lugar, ha sido tentador, en efecto, prejuzgar sus planteamientos como propios de un amateur irresponsable. Ahí, la fijación estética del príncipe Carlos sería no más que el hobby de un heredero ocioso, tocado —para más inri— de dandismos y nostalgias reaccionarias. “Algunos juzgan mis opiniones’, confiesa el propio príncipe de Gales, “opuestas al progreso y las necesidades del mundo contemporáneo”. Es una caricatura con fácil venta: al fin y al cabo, hablamos de un hombre que pinta a la acuarela, que se solaza con Leopardi y que ha mostrado un interés consistente por la agricultura especulativa o la medicina natural. Esas son causas menos populares que las carreras de caballos, y él mismo ha acusado amargamente “las violentas y vitriólicas reacciones” que su furor aedificandi ha suscitado aquí y allá. No en vano, si la vanguardia más mordiente censuraba sus postulados estéticos, las franjas templadas de la sociedad también encontraron motivo para el estupor: con sus ataques al vedettariat de la arquitectura, el príncipe parecía violentar esos sacros preceptos que, del XIX en adelante, impiden a la monarquía constitucional “entrar en los combates de la política”. Treinta años después de sus primeras arremetidas contra la arquitectura hipertecnologizada, Carlos de Inglaterra, sin embargo, ha sabido ganarse un respeto, afirmar una consideración de seriedad. Méritos tiene. Ha liberado a las gentes, doctas o indoctas, para criticar la arrogancia de unos proyectos más fotogénicos que habitables. Ha contado —de Leon Krier a Quinlan Terry— con no pocos partidarios de calidad y peso. Ha asentado, con discursos y con libros, un cuerpo doctrinal. Y ha logrado incluso —pensemos en el urbanismo comunitario de Poundbury— poner por obra su pensamiento frente al priapismo de los rascacielos y esos bloques de hormigón donde solo prosperan el orín y la pintada. De paso, el príncipe de Gales ha podido demostrar que su querencia “no es resultado de buscar algo para llenar mi día”. Es, más bien, la lucha por una arquitectura con vocación de comunidad y afán de belleza y permanencia. Si la pintura ha sido mejorable y la poesía insuperable, la arquitectura ha figurado como la más contenciosa de las artes británicas. Tal vez por eso ya mereciera la atención de un príncipe: igualmente elocuente a la hora de expresar lo mejor y lo peor, la construcción en Reino Unido ha propiciado tanto los “satánicos telares” de la Revolución Industrial como la pompa serena de las grandes casas de campo. Baste con seguir un pensamiento: la vida española puede leerse a través de sus pintores; en cambio, la dramaturgia de la arquitectura inglesa acompaña naturalmente su recorrido nacional. Lo vemos en los monásticos colleges de Oxbridge y en las calles criminosas del Londres del Destripador. Está lo mismo en la edad del optimismo de sus estaciones que en sus tabernuchos y orfanatos dickensianos. Aparece en la liturgia solemne de su Parlamento, en la barriada sin esperanza de Trainspotting y en las “ciudades-mercado” de las dulzuras de Shakespeare. Brilla, en fin, tanto en los pabellones indios que nos hablan del Imperio como en las nuevas viviendas para multimillonarios con vistas sobrecogedoras sobre el Támesis. No es ocioso recordar que los mayores estetas británicos iban a hacer sentir su influencia sobre arquitectura, urbanismo y paisaje, de las sugestiones arcádicas de Capability Brown a las ensoñaciones gremialistas de William Morris, la fantasía arcaizante alla Beckford o la mirada al “Una academia de pasado, tan reverente, de policía”. Es lo que le John Ruskin. pareció al príncipe Si Inglaterra puede la ampliación de la leerse con lucidez a traBritish Library vés de sus edificios, será que —con la excepción de cierta Holanda— no ha habido una civilización más directamente vinculada a la domesticidad. No son rasgos sin implicaciones políticas: las casas son signo de esas contigüidades propias de libertad y propiedad, de esa intimacy que permitía afirmar que “la casa de un inglés es su castillo”. Incluso su estilo clasicista quiso entroncar con una idea de virtud republicana. Más prosaicamente, no hace falta leerse el catálogo completo de la Jane Austen 29 CONTRACORRIENTE Con sus fundaciones, libros y el proyecto Poundbury logró cambiar la opinión de los críticos y ahora sus posturas e ideas prácticas reciben elogios para inferir que sus viviendas también fueron el escenario para la belleza del arte, para su modelo de hombre, para los deportes y los ritos sociales —té, caza, garden parties— del caballero a la inglesa. Pero si esas “casas de la vida” que eran las country houses cifraron “la matriz de la cultura británica”, tampoco pueden pasarse por alto tantos triunfos en el tejido urbano. Es un lugar común afirmar, con Lord Kennett, que las ciudades inglesas son “un fracaso”. Y, sin embargo, habrá que ponderar que Inglaterra fue el primero de los grandes países donde se define la urbe moderna. A principios del XIX, solo Londres tiene más de cien mil habitantes; en menos de cien años, había veintitrés poblaciones más por encima de esa cifra. Para la planificación ciudadana, los británicos iban a acuñar un invento que equilibró la utilidad, la belleza y el servicio a una alta densidad de población: esas terraced El Grand Hotel houses georgianas y victoriade Brighton es nas que, según Harry Mount, una de las obras han sido la mayor aportación arquitectónicas del del acervo constructivo inglés agrado del príncipe y que, según Nikolaus PevsCarlos de Inglaterra 30 ner, han sido, sencillamente, uno de los mayores logros del XVIII europeo. Su predicamento se conserva todavía: las casas más deseadas del Londres de hoy, en Campden Hill Square, son un plácido conjunto de armonías georgianas. Es una arquitectura de orden y de bienestar. Con todo —hablamos de Gran Bretaña—, que nadie se exceda por el lado del lirismo: bien prácticas, las hileras de casas georgianas y victorianas podían extenderse de modo interminable, y su ornamentación podía afirmar variaciones, también interminables, sobre el mismo tema. En el país de John Soane y de Robert Adam hay, por tanto, una tradición inteligible que honrar y emular. Es un venero tan vernáculo como abierto, enriquecido con la aportación de esos visionarios y utopistas —Titus Salt, Ebenezer Howard, la Ciudad Jardín— que buscaron afianzar la reforma social a partir de la mejora del espacio urbano. Al final, la suma arroja tal gravitación del pasado que hay una congruencia en la afirmación de Scruton: del XIX en adelante, el empeño conservacionista ha sido “el más fértil esfuerzo intelectual de los británicos”. No siempre se ha estado a la altura, o no siempre se ha llegado a hora para evitar la tropelía. En última instancia, el legado arquitectónico inglés iba a sufrir más por mano del hombre que por obra del tiempo. Montgomery-Massingberd calcula que, entre 1875 y 1975, cayeron cerca de mil grandes casas de campo en Gran Bretaña. En cuanto a las ciudades, las labores de reconstrucción de la posguerra —Sheffield, Coventry, el propio Londres— han merecido la consideración de “orgía de vandalismo”. Al criticar la política de vivienda del premier —y antiguo ministro del ramo— Harold Macmillan, Alan Clark cita textualmente su comentario: “Solo los países agonizantes intentan mantener los símbolos del pasado”. Con semejantes premisas, el corolario estaba claro: la paulatina sustitución del patrimonio arquitectónico por edificaciones “tan siniestras que su único defecto salvador es su rápida capacidad de degradarse”. Corría el año 1987 cuando el príncipe Carlos dio un paso al frente y se atrevió a denunciarlo. “Algo hay que concederle a la Luftwaffe: al destruir nuestros edificios” —comentó— “al menos no los sustituyeron con algo peor que los escombros”. Cualquiera que disfrute con las cimas de la oratoria haría bien en prepararse una buena copa y enchufarse los discursos sobre arquitectura del príncipe Carlos. Rara vez un royal se tomó tantas libertades; rara vez dijo cosas con tanto sentido, las creamos o no. Parecería que el príncipe ha tomado sus mejores dardos de Tom Wolfe y su irrisión — ¿Quién teme al Bauhaus feroz?— de la modernidad arquitectónica. Así, la Biblioteca Central de Birmingham —de un brutalismo mazacótico—, le parece “un lugar para incinerar los libros, no para conservarlos”; en cuanto a la ampliación de la British Library, acertó dolorosamente al compararla con una academia de policía. Con los planes para construir en torno a la catedral de San Pablo no iba a mostrar mayor misericordia: eran “edificios tan mediocres que solo los podremos recordar por la frustración que nos causan”. Desde que, allá por 1984, diera en definir un plan de ampliación de la National Gallery como “un monstruoso absceso en la cara de un buen amigo”, cada año hay voluntarios para otorgar el premio “Absceso” a la construcción más aparatosamente fea de las islas. Quizá lo importante de las palabras principescas no era el humor, pero el hu- mor —sin duda— le servía para socavar la megalomanía de tantos narcisos de la arquitectura que pudieron entender las casas como “máquinas de vivir”, pero nunca como espacios para la dignidad de lo humano. Por supuesto, cuando el príncipe censuró “la fealdad integral y la mediocridad de los edificios (…) y los conjuntos residenciales, por no mencionar el horror y la desolación de tantos ensanches urbanos”, los arquitectos no tardaron en replicar. Carlos de Inglaterra —dijeron— debía corregir el tiro y disparar más bien a promotores, legisladores y munícipes. El príncipe, sin embargo, podía argumentar su posición —y así lo ha hecho una y otra vez, con contundencia—. Para él, es un cierto establishment profesoral el que, “en los años cincuenta y sesenta”, impone su “agenda cultural”. En términos teóricos, se trataba de alzar una “nueva arquitectura” adecuada a las necesidades de la posguerra y capaz de reflejar “el espíritu de la época” —un tiempo de tecnologías y progresos— a través de “ideas novedosas” y “materiales revolucionarios de construcción”. En términos prácticos, lo generado fue más bien un mandarinato que, sin apenas restricciones, podía permitirse, con un cierto abuso despótico de la razón, entronizar sus ideas sin la menor sensibilidad hacia un dato obvio: aquello que la gente quiere que sea su casa y su barrio. ¿El resultado final? El príncipe lo ve poco halagüeño: “La destrucción sin sentido en nombre del progreso (…) y la proliferación de monstruos frankensteinianos, vacíos de carácter, ajenos y malqueridos de todos, salvo de los profesores que los han ideado en sus laboratorios”. Como coda última, queda —para el príncipe— el lamento. La deploración de una arquitectura que reniega del pasado —“cuando un hombre pierde el pasado, pierde su alma”— y del entorno. El llanto por la arrogancia de haber hecho abstracción de la atención al clima, a los materiales locales, a los principios de siempre, a todo cuanto apuntalaba “un sentido de pertenencia y de orden” en la edificación. El dolor por tanta belleza destruida. Y la incomodidad por tener que vivir no como uno quiere, sino como unos señores, desde sus planos, deciden que uno tiene que vivir. Curiosamente, la arquitectura británica de posguerra —casi sin excepción— iba a ser solo capaz de deteriorarse, no de envejecer. Más chisposa o más grave, si el príncipe Carlos se hubiera ceñido a la crítica arquitectónica, bien se podía haber ganado la acusación de inconsecuente. Sí, con sus fundaciones y sus libros, no ha cesado de explicar sus posturas e impulsar buenas prácticas. Sin embargo, fue el proyecto de Poundbury el Poundbury, en Dorchester, apuesta que terminó por asentar su por una arquitectura autoridad: se trataba, desde sostenible y humana principios de los noventa, de trazar una prolongación urbana en Dorchester, con el extra de responsabilidad de respetar las hechuras propias del país novelado por Thomas Hardy. Era algo —decían— condenado al fracaso. Pero también era la coartada esperada para aplicar in vivo las ideas del príncipe: escalas humanas, sin apenas ruido de señalización, alturas controladas, espacios comunitarios, mezcla convivencial de viviendas y comercio, preocupación ecológica y un estilo ecléctico que no perdiera de vista el clasicismo. Aquí también hay resultados. Hoy, el Poundbury alzado por Leon Krier es —como Seaside en Florida— parangón del “nuevo urbanismo” y, ante todo, un modelo de éxito residencial: véase que, si ya tiene más de mil viviendas, en apenas unos años serán más del doble. Nada hay allí que sea un mentís a la calidad de vida, a la belleza. Al celebrar con un paseo los primeros veinte años del pueblo, al príncipe se le escapó una reflexión: “Después de todo, quizá valía la pena ser obstinado”. Ignacio Peyró es autor de ‘Pompa y circunstancia. Diccionario sentimental de la cultura inglesa’ 31 La Pedrera se ha convertido en el buque insignia de la Obra Social de Caixa de Catalunya [Foto de Thinkstock] 32 ARQUITECTURA Y EMPRESA MECENAZGO DE EMPRESA PARA EL PATRIMONIO ARQUITECTÓNICO DE BARCELONA El interés por el capital arquitectónico barcelonés se ha ido trasladando a nuevos y distintos sectores económicos. La banca, el diseño, empresas de la construcción, la hostelería e incluso la gastronomía resultan ahora claves en la conservación de estas joyas de la construcción por Francesca Minguella —— Nada suscita tanto consenso cívico como la conservación del patrimonio. Este es el “mantra” central de la Fondation du Patrimoine, francesa, que atiende al patrimonio de proximidad que no está calificado como protegido y que por tanto no es susceptible de recibir atención por parte del Estado. Solo en épocas de miseria cívica la especulación gana la partida. El patrimonio, este pasado que es presente y futuro, debe ser considerado, como bien decía el título del Congreso del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco, en Venecia en 2002, “Un legado compartido, una responsabilidad común”. Constituye de hecho un usufructo, y como tal debe ser tratado. En este sentido, merece la pena recordar el juramento de los ciudadanos de las “polis” griegas, que se comprometían a dejar su ciudad “mejor y más bella” de como la habían encontrado. Hoy en día se habla de “paisajes culturales”, testimonio de la acción del trabajo del hombre sobre el entorno. La fuerte carga simbólica del patrimonio explica su atractivo como imagen de la identidad de las empresas, que se debaten entre asociarla a modernas edificaciones icónicas o a la recuperación de las del pasado. El dilema afecta también a edificios tan emblemáticos como los museos, que en Barcelona veríamos encarnados en las respectivas sedes del MACBA y el MNAC, y que el Museo Guggenheim resolvió de forma distinta en sus equipamientos de Venecia y Bilbao. Esta alternativa llegó a plantearse en algún momento en la reconstrucción del Liceo, ejemplo mundial de implicación de los mecenas empresariales en un atrevido e innovador modelo que me- reció numerosos premios, españoles e internacionales. Las empresas sitúan en entornos históricos tanto sus actividades productivas y de representación, como la actividad filantrópica de sus propias fundaciones u obras sociales, como su filantropía a favor de terceros financiando la recuperación de patrimonio que no les pertenece. Ejemplo clásico es el de American Express, con el patrocinio de la rehabilitación de monumentos de especial simbolismo, el primero la Estatua de la Libertad de Nueva York y luego otros, como el Arco del Triunfo en París, ligados a la noción de “privilegio” que durante años fue el signo distintivo de la política de comunicación e imagen de su tarjeta. Italia y España son países con numerosos rasgos en común. La importancia del patrimonio histórico arquitectónico es uno de ellos. Todos los recursos son pocos para su mantenimiento y las empresas participan en ello. En la región del Lazio tiene lugar el programa “Invito a Palazzo”, en que los bancos abren a la ciudadanía sus sedes situadas en edificios históricos. Y la empresa de moda y lujo Fendi ha trasladado recientemente su sede corporativa al que se proyectó como Palazzo della Civiltà Italiana, en el barrio romano del EUR, testimonio de lo que debía ser el espacio de una Exposición Universal a celebrar en 1942, el llamado “Coliseo cuadrado”, representado en obras metafísicas del artista De Chirico y utilizado por cineastas como Rossellini, Fellini, De Sica y Antonioni. En esta sede ha abierto también un espacio expositivo que se ha inaugurado precisamente con obras del Novecento italiano, período especialmente fecundo y al que la ciudad de Milán ha dedicado un museo. La fascinación de los barceloneses por su ciudad es proverbial, y también la comparten las empresas. En los años setenta del pasado siglo llamó la atención la temprana recuperación de la Central de Vilanova por Hidroeléctrica de Cataluña, presidida por el siempre innovador Pere Duran Farrell, como sede de los servicios comerciales de la empresa, con un cuidadoso proceso de restauración del edificio de Pere Falqués, dirigido por el ingeniero Antoni Torra, que realizó un importante y sorprendente trabajo, manteniendo la grúa puente, los cuadros de mando y control, además de los elementos decorativos de hierro forjado. Es interesante resaltar que los pioneros en la innovación empresarial de la época, situados con frecuencia en la órbita de los bancos Urquijo e Hispano Americano, como Juan Lladó y Claudio Boada, entre otros, lo fueron también en la actividad de mecenazgo. La recuperación de la mencionada central se vio replicada años después por la de la central del Paralelo, con sus inconfundibles chimeneas. Pero la moderna “riqueza de las naciones” ya no se encuentra en fábricas ni en chimeneas, chimeneas que los industriales barceloneses inmortalizaron en los frescos de la “pecera” del Círculo del Liceo, versión industrial de las celebérrimas torres en el San Gimignano toscano. Y el interés por el patrimonio arquitectónico barcelonés ha ido pasando, con su protagonismo en la economía de la ciudad, a nuevos y distintos sectores económicos. De la industria a las finanzas. Caixa de Catalunya convirtió una ruinosa Pedrera en un rutilante buque insignia de su Obra So- 33 ARQUITECTURA Y EMPRESA El edificio de CaixaForum es una pieza única de la arquitectura modernista industrial catalana de principios del siglo XX [Foto de Obra Social ”la Caixa”] cial. La Caixa transformó la antigua fábrica Casarramona de Puig i Cadafalch, uno de los mejores ejemplos de modernismo industrial, en el primero de una serie de CaixaForums donde ubica la suya. Y en la actualidad la banca andorrana MoraBanc convierte la gaudiniana Casa Vicens en una casa-museo. Fundación Caja Madrid invertía filantrópicamente en edificios tan emblemáticos como el Institut d’Estudis Catalans o la Casa Amatller, al tiempo que mantenía una continuada actividad en investigación y edición en el ámbito del patrimonio que se mantiene después de la crisis del banco. Barcelona no sería la que es sin la impronta del diseño, en línea con un modelo económico de industria ligera y de intangibles. BD Barcelona Design —antes BD Ediciones de Diseño, Bocaccio Design—, ocupó en 1979 un local en la Casa Thomas de Domènech i Montaner, en la calle Mallorca, en la derecha del Ensanche, y en 2011 pasó a uno industrial en el Poblenou, como lo había hecho Mariscal en Palo Alto, reivindicando el patrimonio y la historia industrial de este barrio, para algunos minusvalorados en la ordenación urbanística de la Barcelona olímpica. En cambio, el programa “Barcelona, ponte guapa”, creado en el entorno de los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992, constituyó un interesante ejemplo 34 de conjunción público-privada en la defensa de los “paisajes culturales” y de implicación de las empresas en un amplio proyecto cívico que las investía de la consideración de empresas ciudadanas, algo especialmente buscado en su actual enfoque de responsabilidad social, más allá de los tradicionales beneficios de imagen y comunicación ligados al mecenazgo. El retorno publicitario fue también elevado y es el que se ha mantenido en los programas municipales que han tomado su alternativa desde el Instituto del Paisaje Urbano. Precisamente en la vertiente de responsabilidad social e implicación en la comunidad en que se opera, resulta de gran interés la interrelación de la labor de las empresas con la de los Amigos del Patrimonio. Curiosamente en Cataluña, con unos Amigos de los Museos pioneros en España junto con los Amigos del Museo del Prado, no se ha constituido una organización de este tipo con la que se soñaba en los años de la Transición, manteniendo siempre en el horizonte el modélico National Trust británico. Las empresas constructoras, que se implicaron en “Barcelona, ponte guapa”, encuentran en el mecenazgo, además de los retornos generales, la posibilidad de experimentar diversas formas de innovación. Y, sobre innovación, esta vez en la gestión del patrimonio, COTEC realizó y publicó un interesante trabajo en 2011 que reconocía la importancia de este sector en la economía y la sociedad españolas. Por otra parte, la gastronomía y la hostelería son dos grandes pilares de la economía barcelonesa actual. Y en estos sectores no podía faltar la impronta, especialmente adecuada, del patrimonio. En los hoteles, desde la recuperación de la antigua Fonda España, con elementos dignos de los mejores museos, al de nuevo cuño Casa Fuster, al Neri en el barrio Gótico o el más reciente Cotton House, que mantiene elementos del negocio textil algodonero en camisería en asociación con la reputadísima casa barcelonesa Santa Eulàlia, o La Florida en la falda del Tibidabo de cuyo perfil forma parte indisociable. En la gastronomía, la gaudiniana Casa Calvet es un modelo de recuperación de espacios “menos nobles”, como almacenes y oficinas, que tiene su equivalente artístico en el espacio Volart de la Fundación Vila Casas, que también ha dado muestra de una elogiable sensibilidad al mantener el nombre anterior, en un elegante ejercicio de memoria histórica económica digna de preservación. También recupera un espacio “poco noble”, un parking que había conocido mejores tiempos ya que nació como café-teatro, el espectacular Unión Suiza ha restaurado este emblemático espacio modernista situado en Diagonal con Vía Augusta [Foto de Unión Suiza] restaurante El Nacional, en un esquema global para un paisaje cultural tan peculiarmente barcelonés como es el interior de una isla del Ensanche. Y, demostrando que el tamaño aquí no importa, algunas pastelerías mantienen o incorporan elementos del patrimonio arquitectónico. Reñé, en el Ensanche derecho, convierte en restaurante y café su antigua pastelería creada en 1910 y decorada por Enric Llardent. La pastelería Escribà adquirió en 1986 el local de la antigua tienda de pasta Figueras en La Rambla en el que ubicó un establecimiento abierto al público internacional y complementario del tradicional de la Gran Vía, de especial fama por sus espectaculares mones de Pascua. La hotelería atrae a un gran número de los clientes de la industria de la moda y sobre todo del lujo. Una tienda que forma parte desde siempre del paisaje del paseo de Gracia es Loewe, cuyas actuaciones se guían por el buen gusto. Su tienda tradicional de las dos que ahora posee en esta calle, en la esquina con Consejo de Ciento, se ubica en la modernista Casa Lleó i Morera y ha ejemplificado el movimiento pendular en Barcelona de modernismoracionalismo, que desde hace unos años parece haberse detenido definitivamente en el primero, algo que no debería ser así en honor a la verdad y a la diversidad de la historia y la sociedad barcelonesa. En la inauguración de su remodelación en 2012, realizada por el afamado arquitecto Peter Marino, Loewe editó una publicación sobre el propio paseo de Gracia, una suerte de declaración de amor. Una casa familiar barcelonesa es Unión Suiza, que en los años cuarenta del pasado siglo formó parte del grupo de tiendas que, manteniendo sus sedes tradicionales en paseo de Gracia y aledaños, se aventuraron al territorio comercialmente nuevo de Diagonal con Vía Augusta. Con motivo de la celebración de su 175 aniversario ha lanzado una nueva marca, Misui, más amplia que la joyería, y ha ampliado el local en Vía Augusta con una realización del arquitecto Diego Ramos cargada de referencias al devenir del diseño y la estética barcelonesa. Se da la circunstancia de que en este nuevo espacio, antiguo piso principal de un edificio de viviendas, se sabe que residió por un tiempo el presidente de la Generalitat, Francesc Macià, aunque no se dispone de documentación de ningún tipo que lo avale. Y reciente es la inauguración del nuevo y amplísimo espacio de otra joyería, la Rabat, en la Casa Codina, vecina de La Pedrera y con reminiscencias de Ramon Casas. Como en todos los ámbitos de la cultura, una mejor consideración fiscal podría animar a muchas empresas a pagar sus impuestos de esta otra forma, protegiendo el patrimonio, como sucede en la vecina e imitable Francia. En una mesa redonda titulada “El patrimonio en el siglo XXI: herencia cultural y activo económico” que tuvo lugar en la sede de la Fundación Mapfre en Madrid en enero de 2012, Francesco Bandarin, director general adjunto de Cultura de la Unesco, decía que es tal el interés y la capacidad de atracción de patrimonio, de visitarlo, de disfrutarlo, que el patrimonio existente resulta insuficiente y se fabrica uno nuevo: los parques temáticos. Y es en gran parte en esta posibilidad de visita y disfrute donde reside el aspecto del patrimonio como activo económico, base del desarrollo y la riqueza de muchos lugares. En España lo sabemos bien. Pero en la lógica de la contabilidad de partida doble a toda partida del activo le corresponde una del pasivo y así, el coste de la rehabilitación y mantenimiento del patrimonio es elevado, y es ahí donde se debe apelar a esta “común responsabilidad” de tantos posibles agentes. Del Estado, ciertamente, pero también del conjunto de la sociedad y, dentro de ella, de las empresas. Francesca Minguella es economista y fundadora de la International Network of Business-Arts Alliances y de la Asociación Cultura y Alianzas 35 Cerca del futuro —El cómo prever el futuro es una de las reflexiones más dinámicas de estos tiempos. Abarca modelos de crecimiento, nuevas tendencias estéticas y sociales, grandes horizontes estructurales. “Temas de mañana” pretende ser uno de los bloques más sugestivos de F., número tras número. Como núcleo central, trasladamos a primera fila —de la mano del profesor Joan Tugores— el concepto de prosperidad inclusiva. ¿Qué futuro ofrece? ¿En qué medida hablamos de realidades o de modelos fehacientes? En un mismo umbral de futuro se encuentra la reflexión del profesor Robert Tornabell sobre la industria 4.0 porque, entre otras cosas, la información se desplaza hacia la nube. Apostamos por una prospectiva realista y a la vez con la visión de un mañana racional y creativo. 38 Industria 4.0 44 ¿Prosperidad inclusiva? por Robert Tornabell por Joan Tugores Ques 42 Mercado negro digital 50 La era del ocio por Keisha Gu por Kyle Brown y Simona Arminaite 37 REINDUSTRIALIZACIÓN INDUSTRIA 4.0: ¿QUÉ IMPACTO TIENE EN LA PRODUCCIÓN Y EL EMPLEO? La producción tiende a la automatización con la aplicación de nuevas tecnologías y los centros se ven obligados a cambiar su organización. El resultado es la reducción de costes al tiempo que mejoran las cadenas de producción aprovechando las soluciones de los Big Data por Robert Tornabell —— Al principio, la electricidad se generaba donde se consumía; ahora la obtenemos de las redes. Lo mismo está ocurriendo con los ordenadores de la industria. Antes las empresas tenían potentes equipos y servidores para organizar los procesos de producción, reducir los costes de la logística y los inventarios. Ahora cada vez son más las que hacen uso de las nubes de datos — del inglés big data—, ya sea para poder estar presentes en las redes sociales y luego analizar los perfiles de sus clientes o bien para acumular la información que necesitaría grandes servidores. En Cataluña, la industria se creó en el siglo XIX cuando aparecieron los motores de vapor que revolucionaron la industria textil, la electricidad a principios del siglo XX y la automatización en los años setenta del siglo pasado. Cada oleada de avance tecnológico provocó la pérdida de puestos de trabajo en la industria, pero se crearon otros, aunque requerían nuevas habilidades y conocimientos. Pero algunos avances causaron en Alemania una fuerte disminución del empleo de las industrias entre los años 1997 y 2013, que disminuyó un dieciocho por ciento, a pesar de que el volumen de producción aumentaba. Ahora estamos en presencia de una nueva oleada, a la que llamamos “industria 4.0”. La producción tiende a la automatización y aumenta la capacidad 38 de interactuar con los robots mediante los sistemas de información. Y entre otras variantes, el denominado “Internet de las cosas” va a cambiar la forma de organizar los centros de producción. La industria 4.0 tiene mucho que ver con la creciente tendencia a desplazar la información hacia la nube. Para muchos ejecutivos, los nuevos procedimientos van a mejorar la productividad y están convencidos de que los países que entren en la digitalización de la industria van a ser más competitivos en los mercados internacionales. Sería una exageración decir que estamos ante una verdadera revolución industrial, pero no deja de ser una forma innovadora para reducir costes, mejorar las cadenas de producción y aprovechar las nuevas bases de datos —el negocio de los Big Data—, sin pasar por alto los peligros que sin duda son posibles, como toda ruptura sobre la que podemos perder el control. En el fondo, la industria 4.0 es la convergencia de una serie de innovaciones, procedimientos y nuevas tecnologías que pueden contribuir a la mejora de los procedimientos industriales, el aumento de la productividad y la reducción de costes. CLAVES DE LA INDUSTRIA 4.0. Para la consultora global McKinsey & Company, la industria 4.0 es la nueva fase de digitalización del sector ma- nufacturero y las fuerzas motrices que la impulsan nacieron en esta década como consecuencia de cuatro rupturas o cambios generados por las innovaciones tecnológicas: (1) El aumento en los volúmenes de datos de que podían disponer las empresas industriales; (2) El aumento de la capacidad de los ordenadores, en muchos casos con precios a la baja, porque todavía se cumple la denominada “ley de Moore” —es decir, cada dos años se duplica la capacidad de los chips— y así en los últimos veinticinco años el número de transistores en un chip se ha multiplicado 3.200 veces, al igual que la conectividad en redes que se expanden sin cesar; (3) La capacidad de analizar los datos de las operaciones de los procesos industriales, almacenándolos en la nube y (4) La mejora en la creciente interacción de las personas con las máquinas, que empezaron primero con los robots y luego se extendieron con las impresoras en tres dimensiones (3-D). Estas cuatro tendencias no bastan para definir lo que es la industria 4.0, pues en realidad es la fase final de los procesos que la industria japonesa introdujo en la década de los años setenta, para eliminar los elementos innecesarios en las cadenas de producción, el fenómeno de la subcontratación (el outsourcing) de los años noventa y la automatización de los procesos que despegó a principios de siglo. Un esquimal preparado para la caza sobre el hielo del Ártico [Foto de Ton Koene / Getty Images] 39 REINDUSTRIALIZACIÓN INDUSTRIA 4.0 y PIB. La industria 4.0 se ha expandido en la gran industria, pero se aplica también en las empresas medianas. Es el caso de un taller próximo al cinturón industrial de Barcelona que mecanizaba las piezas de la industria auxiliar para motos de fabricación italiana y española. Recibía de las fundiciones de aluminio inyectado los manillares y los mecanizaba y pulía. En los años noventa, los robots y los tornos de control numérico permitieron trabajar a tres turnos, sustituyendo mano de obra, pero los operarios tenían que ser altamente especializados para diseñar el software adecuado para cada máquina y las especificaciones de los clientes, para que las máquinas realizaran de forma automática el acabado final. Hoy en día la producción se ha digitalizado un paso más y pueden producirse piezas metálicas de alta precisión para una compañía que cotiza en el selectivo Ibex 35 gracias a los sensores que mejoran la interacción de los técnicos con los robots. Y la empresa puede participar también en la industria aeronáutica —Airbus; Toulouse— me- diante redes de Internet y los datos de la nube. Los gráficos ilustran de qué forma ha evolucionado, gracias a la industria, el producto interior bruto (PIB) mundial en miles de millones de dólares. El crecimiento entre la segunda Revolución Industrial y la tercera fue exponencial, pero la expansión será mayor entre la tercera y la que ya se anticipa como la cuarta, en las proximidades del año 2020. Inglaterra fue la fábrica del mundo, pero fue desplazada por el poderío industrial de Estados Unidos y China se ha convertido en la gran potencia que evoluciona hacia tecnologías y procedimientos, algunos de los cuales son los propios de la industria 4.0. Una empresa americana realizó encuestas a principios de este año. Los resultados, a partir de una muestra de trescientas empresas manufactureras líderes en sus sectores y actividades, revelaron que el 48% de los industriales se consideraban preparados para aplicar los procedimientos de la industria 4.0, mientras que el 78% de sus proveedores ya lo estaban haciendo. PRODUCTO INTERIOR BRUTO MUNDIAL (miles de millones de $, ajustado por paridad de compra) 90.000 20.042 694 1880 1ª Revolución industrial 40 2763 1913 2ª Revolución industrial 1980 3ª Revolución industrial 2020 4ª Revolución industrial ¿CÓMO PROLIFERA LA INDUSTRIA 4.0? Las ramificaciones de la industria 4 crecen sin cesar y ya no es posible su descripción exhaustiva. Muchas empresas industriales conocen muy bien sus productos y servicios, pero no saben cómo obtener valor de sus propios datos. En Alemania, la empresa líder en programas informáticos para la gestión de inventarios, programas de contabilidad, nóminas y aplicaciones de logística ofrece actualmente a sus clientes servicios de consultoría basados en los programas informáticos que antes les vendieron. En Estados Unidos, el gigante General Electric está vendiendo sus filiales dedicadas a la financiación de equipos y se concentra en la generación de servicios posventa, buena parte de los cuales entrarían dentro de la clasificación de la industria 4.0. En el Reino Unido, las grandes empresas están cambiando sus políticas de inversiones. Ante el avance tecnológico, prefieren suscribirse a un servicio de “pagar-por-el-uso” y dejan de comprar los equipos que deberían renovarse. De esta forma, se mantienen al día de los avances de las nuevas tecnologías y aligeran los balances, pues las partidas de capital —del inglés capital expenditures o Capex—no tienen que financiarse con deuda. Puesto que el Banco de Inglaterra sigue la misma política monetaria que la Reserva Federal de Estados Unidos, ante el próximo aumento de los tipos del dólar la libra esterlina tendrá también tipos más elevados y las operaciones de compra recurriendo al arrendamiento serán más costosas, es decir, el conocido leasing puede ser sustituido por esta nueva modalidad “pagar-porel-uso”, especialmente cuando se trate de máquinas y equipos que cada año presentan nuevos modelos con las últimas innovaciones. Por ejemplo, la empresa SCiO diseñó un espectrómetro de bajo coste para determinar la composición de los materiales de piezas industriales. Se basa en una tecnología de infrarrojos y puede costar 250 dólares, mientras que las máquinas actuales tienen un coste por encima de diez mil dólares. Cada vez CUOTA INDUSTRIA MANUFACTURERA EN EL PIB 10% 11% 13% 15% 16% 22% Francia Reino Unido España UE Italia Alemania que se usa el espectrómetro se contribuye a formar una amplia base de datos de los materiales que escanea. Una base de datos de 270.000 científicos, disponible desde una nube para las empresas, ha resuelto los problemas de fabricación de más de quinientas compañías industriales que cotizan en la Bolsa de valores de Nueva York. Alemania está integrando los procesos en cuatro sectores de la industria manufacturera: electrónica, ingeniería eléctrica, ingeniería mecánica y en las tecnologías de la información —IT por sus siglas en inglés—. Ocupa un lugar destacado en la Unión Europea por su valor añadido en la industria y su cuota es del 31%, seguida de Francia y el Reino Unido con el 10%, y el 13% de España. Véanse datos del año 2012, a partir de Eurostat. EFECTOS EN EL EMPLEO Y LA INDUSTRIA MANUFACTURERA. Al analizar qué impacto tendrá la industria 4.0 en el empleo y el PIB de la industria manufacturera, Boston Consulting Group realizó encuestas en Alemania, como el país más industrializado de la UE, y mediante un modelo predictivo estimó el impacto en el empleo de la nueva oleada de innovaciones. Los resultados revelan que en esta oportunidad la industria 4.0 aumentará el empleo en las industrias, pero deberá mejorar la formación de obreros y empleados, pues se trata de un cambio que exige una mayor intensidad de capital y una mano de obra más cualificada. Las mayores necesidades de capital van a tener consecuencias indirectas para los países donde se deslocalizaron industrias que antes eran intensivas en mano de obra, desde China hasta India, Vietnam, Bangladesh, Indonesia y Filipinas. En Alemania, Austria y Suiza se observa ya la repatriación de las fábricas que se deslocalizaron en la Cuenca del Pacífico y ahora regresan a sus países de origen o bien encuentran mejores condiciones en los países de Europa del Este. Un fenómeno similar se está produciendo también en Cataluña, pues para muchos productos industriales tener una fábrica en Bratislava representa reducción de costes y, lo que es más importante, si China exige pedidos de hasta seis meses de entrega, en Eslovaquia los plazos de entrega son mucho más cortos, con reducciones de costes de financiar los stocks. Si la evolución en el pasado puede ser una posible guía de qué impacto tendrá la industria 4.0 en la producción industrial y el empleo, algunas de las oleadas de avance tecnológico provocaron aumentos de la producción de los que se beneficiaron los que supieron adaptarse a las nuevas demandas del mercado. En las fases de cambio no se trata de vender lo que fabricamos, sino de producir lo que los clientes necesitan y piden. En este sentido, el avance que representa la industria 4.0 va a cambiar la naturaleza de los mercados, la forma de acceder a ellos y, desde luego, aumentará la intensidad de capital en muchas industrias y va a ser necesario que aumenten las habilidades y los conocimientos de los empleados. No existen estimaciones para Cataluña, pero la investigación de Boston Consulting Group para Alemania, en un escenario básico hasta el año 2025, revela que el incremento del empleo industrial será de 350.000 nuevos puestos de trabajo, lo que representa un aumento del 5% cuando se compara con la fuerza de trabajo actual de siete millones de personas en las 23 industrias que se estudiaron. El mayor uso de robots y la digitalización pueden reducir aproximadamente 620.000 empleos, pero podrían ser compensados por la creación de 960.000 nuevos puestos de trabajo. En conjunto, el efecto neto creará una demanda adicional de 210.000 empleos de alta cualificación en IT y el análisis de datos, además de investigación y desarrollo. En Cataluña, aumentan las empresas que se adiestran en industria 4.0 y, como en otras ocasiones, podemos estar en sintonía con los avances de otros países industrializados. Robert Tornabell es profesor emérito de la URL y exdecano de ESADE Business School 41 PIRATERÍA LA ECONOMÍA DEL MERCADO NEGRO DIGITAL Europol estima que hay cien personas en el mundo capaces de cometer ciberataques realmente dañinos, pero la creciente facilidad de acceso al crimen como servicio está favoreciendo la aparición de futuros y peligrosos cibercriminales por Keisha Gu —— La popular película de animación japonesa Patrulla Especial Ghost (1995) muestra cómo en el año 2029 la humanidad está mundialmente interconectada. Cuerpos cibernéticos unidos a redes electrónicas permiten a las personas comunicarse y descargar conocimientos unos de otros. Esta dependencia tecnológica crea en el filme una nueva clase de sofisticados hackers capaces de controlar a su víctima implantando en su mente recuerdos falsos, un panorama sin duda preocupante. Aunque este nivel de peligrosidad pueda parecer descabellado, es evidente que existen paralelismos con algunos de nuestros problemas actuales 42 como, por ejemplo, el de la suplantación de la identidad. Cuando afirmamos que la tecnología contribuye a la innovación a veces nos olvidamos de que su influencia no se limita solo a las industrias legítimas. Nuestra obsesión con Internet está generando un ambiente en el que siempre estamos conectados y en comunicación con nuestra familia y amigos, lo que a su vez ha provocado una creciente demanda pública de privacidad en la red y de herramientas que garanticen el anonimato. Algo que, simultáneamente, ayuda a la digitalización de la economía sumergida o del mercado negro, donde se comercia con bienes y servicios ilegales. La última evaluación de Europol sobre la amenaza del crimen organizado destacó los peligros del modelo de negocio del “crimen como servicio”, que consiste en paquetes de actividades criminales listas para usar y disponibles para su compra en foros online. Lo que de otro modo sería una industria fragmentada, consigue en estos foros una monetización y que se pueda acceder masivamente a trabajos criminales como el hackeo o el robo de datos personales y financieros para su venta. Imaginemos por un instante un empleado descontento que ha sido despedido después de una profunda restructuración en su empresa. Navegando por Reddit se topa con una serie de subforos que contienen enlaces para acceder a la Deep Web, la parte de la red no indexada por los motores de búsqueda. Esta exploración le lleva hasta anuncios de servicios de hackers. La oferta garantiza anonimato a precios bastante baratos. A través de Skype se crea una conversación privada en la que se indica el objetivo a atacar y se intercambian los datos de PayPal para el pago. Esto conduce al ataque de la web de la compañía, que queda inactiva durante un tiempo, y a la revelación de información delicada sobre sus clientes. Por supuesto este es un escenario ficticio, pero no tan disparatado como pudiese parecer. Aunque Europol estima que actualmente solo hay cien personas en el mundo lo bastante expertas como para lanzar los ciberataques más dañinos, la creciente facilidad de acceso al crimen como servicio reduce las barreras de entrada a un número mucho mayor de aspirantes a ciberdelincuentes que, con el tiempo, pueden evolucionar en peligrosos cibercriminales. Criptomonedas como Bitcoin han conseguido que los pagos en estos mercados clandestinos sean cada vez más sencillos. Estas divisas han aumentado su protagonismo en las investigaciones policiales sobre extorsión y ransomware —software malicioso que bloquea el acceso al sistema informático hasta que no se realiza el pago requerido—. Estas monedas resultan además muy atractivas por el anonimato que proporcionan, el método de distribución que ofrecen y sus bajas tasas por transacción. Aunque las actuales aún cuentan con cierto nivel de transparencia debido a que las transacciones son grabadas en un registro público —el blockchain—, las innovaciones en el ecosistema de las criptomonedas están proporcionando un mayor anonimato y menor capacidad de control. Estas nuevas divisas se manejan en un número limitado de foros criminales clandestinos pero si el mercado negro sigue ampliando su tamaño y su cartera de productos, pronto podremos ver cómo se intercambian en una red aún mayor de plataformas, facilitando la actividad ilícita de una manera mucho más segura. Esto generará más obstáculos para la aplicación de la ley, que tendrá que esforzarse por seguir el ritmo de las tecnologías que impulsan estos mercados. Por otra parte, el aumento de la vigilancia corporativa y gubernamental sigue copando titulares, lo que provoca que los ciudadanos demanden más herramientas para salvaguardar su anonimato. En este sentido, las darknet —redes oscuras—son tecnologías cruciales para estos mercados, al ofrecer a sus usuarios una navegación segura haciendo anónima tanto la comunicación como el contenido. Así pues, el deseo general de un mayor anonimato empodera a la vez a los comerciantes del mercado negro. Por ejemplo, el popular software de darknet Tor, que se creó originariamente para proteger las comunicaciones gubernamentales, es muy utilizado en la próspera economía online del mercado negro. Así, estas redes legales están siendo explotadas cada vez más por los cibercriminales ya que les aportan la infraestructura que necesitan. Por un lado, para los vendedores supone una plataforma segura en la que publicitar su oferta de crimen como servicio y se reduce el riesgo operativo mientras consiguen atractivas recompensas económicas. Por el otro, a los proveedores les permite operar en un mercado a largo plazo, sin el riesgo de tener que saltar a páginas alternativas cada vez que la aplicación de la ley provoque una redada. Los operadores de este mercado negro suelen optar, por lo tanto, por el proveedor de darknet con el mayor nivel de opacidad. La creciente comunidad de usuarios de estas redes oscuras, tanto en esferas legales como cibercriminales, alimentará la evolución de las herramientas para el anonimato que ya existen. Al mismo tiempo, asistiremos a una mayor contundencia en la aplicación de la ley con el fin de acabar con el mercado negro online, como demostró el cierre de la célebre Silk Road que en 2013 llevó a cabo el FBI. Se puede afirmar que el futuro de las herramientas para preservar el anonimato se concentrará en la descentralización tecnológica mediante el sistema peerto-peer2 o P2P —es decir, intercambiar información directamente entre computadoras a través de Internet— o las mesh network, que son redes inalámbricas malladas. Una red anónima descentralizada permitirá a los usuarios comerciar directamente entre ellos, con sus ordenadores o smartphones, actuando como un nodo dentro de la red. La ausencia de un operador central hará los mercados más esquivos al control porque, efectivamente, todas las relaciones entre vendedor y comprador crearán su propio mercado. De hecho, ya se están desarrollando varios proyectos orientados a las redes descentralizadas P2P que pretenden convertirse en el futuro en una plataforma de e-commerce tipo e-Bay —tanto para productos y servicios legales como ilegales—. Keisha Gu ©SCENARIO Magazine 43 EQUILIBRIOS RAZONABLES ¿PROSPERIDAD INCLUSIVA? Es fundamental restablecer unos equilibrios razonables, a menudo perdidos en los caminos hacia las crisis, potenciando complementariedades más que exacerbando contraposiciones y poniendo la contraposición entre competitividad y cohesión social en perspectiva de futuro por Joan Tugores Ques —— Los debates sobre el alcance de una eventual recuperación van mucho más allá de la coyuntura para poner sobre la mesa rasgos mucho más de fondo, que van desde la solidez de los motores del crecimiento económico —con unos hablando de un nuevo estancamiento secular y otros de una nueva ola de innovaciones disruptivas— hasta los aspectos distributivos, con controversias que van desde la polarización de la renta y la riqueza hasta el malestar social en unas zonas y crisis humanitarias en otras. El legado del binomio globalización-crisis es profundo y obliga a 44 reflexionar sobre cuál será la “nueva normalidad”, por utilizar una expresión reiterada por el Fondo Monetario Internacional. La historia nos enseña que las situaciones difíciles se resuelven en ocasiones encauzando con solidez el futuro o, por el contrario, con fragilidades que condenan a volver a las andadas. ¿Hacia cuál de estos escenarios nos dirigimos ahora? Un aspecto clave es la capacidad de aprender —o no— las lecciones: tener un claro diagnóstico de los factores que han provocado las dificultades así como la lucidez para remediarlo. Otra dimensión primordial es restablecer los equilibrios razonables a menudo perdidos en los caminos hacia las crisis, potenciando complementariedades entre objetivos y mecanismos más que exacerbando contraposiciones. Son debates que conviene repasar, empezando por el clásico entre competitividad y cohesión social, y poniendo en perspectiva de futuro algunas de las lecciones de la historia. ¿COMPETITIVIDAD ‘VERSUS’ COHESIÓN SOCIAL? En 1975, Arthur Okun se refirió a las tensiones entre los objetivos de eficiencia e igualdad como el big trade off que marcaba las grandes opciones no solo de políticas económicas, sino también de modelos sociales y políticos. En los últimos tiempos, el binomio de contraposiciones a menudo se refiere, por una parte, a la competitividad y a la equidad o cohesión social, por otra. El papel clave de las dos vertientes está fuera de discusión: recuperar posicionamiento competitivo es un ingrediente fundamental de cualquier salida razonablemente sólida de la crisis —si no queremos repetir los errores que nos llevaron a la de 2008— y, por otra parte, mantener una percepción de cierta equidad en la distribución de los eventuales “dividendos de la recuperación” es un aspecto central del “crecimiento inclusivo” al que se refieren instituciones tan ortodoxas como la OCDE o el World Economic Forum. Esta última entidad complementa recientemente su ya tradicional Informe anual sobre Competitividad Global con una referencia significativa a “crecimiento y desarrollo inclusivo”. La contraposición entre los requerimientos de la competitividad y de la cohesión social se ha convertido en un ingrediente reiterado en muchas polémicas sociopolíticas que a menudo genera planteamientos maniqueístas: para unos, las exigencias de la competitividad obligan a renunciar a metas en materia de equidad o cohesión presentadas como insostenibles, incluso determinadas cotas del estado del bienestar. Para otros, el mantenimiento de los derechos adquiridos sirve de coartada para bloquear avances en la adaptación a nuevas realidades y nuevas reglas. En dichas dialécticas y retóricas dominadas por reduccionismos siempre empobrecedores se olvidan o desprecian importantes aspectos de fértiles complementariedades. Por ejemplo, el derivado de la constatación de que en los primeros lugares de los rankings de competitividad se encuentran sistemáticamente países nórdicos europeos con un importante nivel del estado de bienestar. En el momento de encontrar explicaciones hay que apelar a la calidad institucional como un factor que propicia de forma complementaria —y no contrapuesta— una eficiente competitividad y una equitativa cohesión social. En una línea parecida, un sistema educativo de calidad que alcanza una masa crítica importante del conjunto de la población y que permite extraer el máximo potencial del capital humano de una sociedad permite mejorar paralelamente en competitividad y en equidad. Las sociedades que potencian las complementariedades logran en general mejores resultados —económicos y sociopolíticos— que los que exacerban contraposiciones. De hecho, la historia tiende a mostrar que cuando se sacrifica un extremo en el otro más allá de un cierto umbral se pueden acabar degradando ambas vertientes. La capacidad para articular equilibrios razonables es una estrategia más fértil que la de insistir en tensiones maniqueas. Sin embargo, llama la atención la facilidad con que las personas y las sociedades entran y se deslizan por planteamientos de todo blanco o Líderes mundiales, influyentes ejecutivos, banqueros y políticos asistieron al pasado mes de enero a la 45ª edición del Foro Económico Mundial de Davos [Foto de Jason Alden / Getty Images] 45 EQUILIBRIOS RAZONABLES Cuando se conjugan ineficiencias en los mercados con regulaciones pobres o “capturadas”, los resultados son profundamente insatisfactorios influents todo negro en que se retroalimentan las respuestas igualmente maniqueas de las posiciones enfrentadas, y en las que cada vez es más difícil revertir las dinámicas y retornar a constructivos equilibrios razonables que saquen provecho de las complementariedades. DINÁMICA DE LOS BINOMIOS. Esta argumentación aplicada al binomio competitividad-cohesión es una parte de una dinámica más general. Así, a menudo se contraponen el papel de los mercados y de las políticas públicas —“mercados contra gobiernos”— y se olvida que unos mercados que funcionen bien constituyen un “bien público” por excelencia y requieren ser mantenidos y legitimados por los poderes públicos. Por el contrario, como demuestra el camino que nos llevó a la crisis, cuando se conjugan ineficiencias en mercados con regulaciones pobres o “capturadas”, los resultados son profundamente insatisfactorios. Unas regulaciones sensatas son prerrequisitos para un buen funcionamiento de los mercados creadores de riqueza, mientras que unos mercados sometidos a más intervenciones que desembocan en clientelismos terminan convergiendo a menudo —en una aparente paradoja— con los efectos distorsionadores de algunas desregulaciones. Como recordó Daron Acemoglu (MIT), analizando la crisis financiera de hace pocos años, para que los mercados hagan bien su trabajo clave en la asignación eficiente de recursos y la creación de riqueza no puede confundirse “mercados libres” con “mercados sin regular”. De nuevo un marco institucional de calidad es el punto de complementariedades entre buenos mercados y buenas políticas públicas. Luigi Zingales nos ha recordado algunas ideas similares en una reciente y lúcida formulación de la necesidad de volver a convencer a nuestras sociedades del papel beneficioso de los mercados financieros. 46 GLOBAL/LOCAL. Otro binomio relevante es el relativo a las dimensiones globales y a las más locales o nacionales. Es cierto que los avances en las tecnologías de las comunicaciones y de la información han facilitado que los espacios para los negocios en sentido amplio —flujos comerciales, financieros, articulación de la producción en cadenas globales de valor, etc.— formen parte cada vez más significativamente del conjunto de la economía mundial. Pero ello no anula el papel de los mecanismos sociopolíticos para modular y legitimar las dinámicas económicas que se han ido formando durante muchas décadas principalmente en los espacios locales, nacionales o estatales. Mecanismos de estabilidad macroeconómica, fiscales, sociolaborales, y más recientemente también medioambientales, forman parte del bagaje de lo que Dani Rodrik ha descrito como el capitalismo 2.0 y que ahora parece encontrarse amenazado bajo las presiones —¿coartadas?— de la globalización primero y de la crisis después. También aquí se necesitan equilibrios razonables en términos, por una parte, de ver qué dimensiones se pueden supranacionalizar para articular una gobernanza global en aspectos sociopolíticos, y por otra, qué funciones siguen desempeñando las jurisdicciones más cercanas y que van desde suministrar condiciones de entorno para la competitividad —incluso algunas tan importantes como las infraestructuras, la salud y la educación o los ecosistemas de innovación— hasta el mantenimiento de la cohesión. Ya hace tiempo el premio Nobel Douglass North insistió en que las tareas esenciales de las instituciones pueden resumirse en proporcionar adecuados incentivos a la modernización y resolver con sensatez los conflictos distributivos que originan todos los cambios de cierta profundidad y rapidez. En un mundo globalizado el requerimiento de los marcos locales se ve aún más reforzado y marca claras divergencias entre los casos que se afrontan con eficacia y los que no. EUROPA COMO PARADIGMA. Cuando se hace balance de víctimas de los efectos de la crisis que estalla en 2008, una de las más damnificadas es la construcción europea. El Viejo Continente ha sido la región de la economía mundial con tasas de recuperación más lentas y preocupantes —solo recientemente el foco de las incertidumbres se desplaza a algunas economías emergentes— y además la forma en que se ha gestionado la crisis en la Unión Europea ha reabierto recelos y reproches entre los teóricos socios comunitarios. Una de las razones de dichas tensiones probablemente radica en que la Unión Europea ha sido en buena medida, desde su idea fundacional profundamente lúcida, el paradigma de la búsqueda de complementariedades. Articular un entramado de intereses compartidos que hiciera impensable otra confrontación bélica fue, reconocidamente, el punto de partida. Más allá de ello, la integración europea ha querido poner de manifiesto no solo la compatibilidad sino también la complementariedad entre democracia política, progreso económico y bienestar social, logrando un mix de estos tres ingredientes probablemente no alcanzado ni en ningún otro lugar ni en ningún otro momento de la historia. No es casualidad que buena parte de las críticas ahora en Europa se refieran a la —presunta— necesidad de renunciar a alguno de estos tres ítems, a la vista de las eventuales exigencias de la competencia global o la crisis, o al menos la forma con que esta se ha gestionado en Europa. Un aspecto preocupante es ver cómo la vehemencia de dichos discursos encuentra rápida réplica en otras posiciones que van desde el “numantinismo” hasta el populismo antieuropeísta, olvidando que en términos históricos el La escultura del euro, inaugurada el año 2001 en Fráncfort, se sometió el pasado verano a una restauración con nuevas luces y paneles LED en azul y amarillo [Foto de Hannelore Foerster / Getty Images] 47 EQUILIBRIOS RAZONABLES Una pregunta relevante es si el escenario posterior a la grave crisis que estalló en 2008 está siendo una salida insensata como la que se dio tras la Primera Guerra Mundial gran hito de la integración europea ha sido —y debería seguir siendo— la constatación de la complementariedad. La defensa del sentido original del proyecto europeo —con una vigencia reforzada por la conveniencia de ofrecer un deseable modelo de referencia basado en dicha complementariedad— requiere de nuevo ser capaces de enderezar equilibrios razonables y realistas, hasta el punto que la voluntad de encontrarlos sea un requerimiento previo que hay que reconstituir. PRECEDENTES DE ÉXITOS Y FRACASOS. Uno de los dramas del siglo XX fue que un cierre en falso de la situación que produjo la Primera Guerra Mundial condujo, tras dos décadas de grandes turbulencias y crisis, a la segunda gran guerra. Una interpretación sería la incompetencia que llevó al Tratado de Versalles (1919), lo que acentuó contraposiciones de intereses y puso en marcha dinámicas económicas y sociales que incluyeron hiperinflaciones en Alemania, la Gran Depresión tras el crack de 1929, el retorno a proteccionismos comerciales y manipulaciones de los tipos de cambio, fracasos en los intentos de coordinación internacionales —desde la Sociedad de Naciones hasta la fallida Conferencia de Londres de 1933—, el aumento de la polarización en la distribución de la renta, la degradación de las clases medias, el ascenso de planteamientos políticos de un extremo y del otro y, finalmente, la escalada bélica. Los intentos de articular equilibrios razonables fueron infructuosos ante dichas dinámicas. Las críticas de Keynes al Tratado de Versalles fueron premonitorias, así como el fracaso de las propuestas de dicho economista y otros para hacer frente a la crisis de los años 1930. Después de la Segunda Guerra Mundial, el escenario que resumió los 48 acuerdos de Bretton Woods fue aparentemente más modesto pero sensato. Propiciaron un equilibrio entre lo que podían o debían hacer los países —asumiendo compromisos de estabilidad macroeconómica y desarrollando el estado del bienestar— y un sistema internacional que se fue abriendo gradualmente. La convivencia entre los mercados y las políticas públicas, así como de las prioridades entre eficiencia económica y equidad, permitieron una recuperación de la economía mundial que encarriló la década de los años sesenta del siglo pasado como una década prodigiosa, probablemente la de mayor rápido crecimiento de toda la historia. Algunos análisis atribuyen el retorno a las inestabilidades y fragilidades a la rotura, desde los años 1970-1980, de algunos de dichos equilibrios razonables, como las olas de desregulaciones financieras —como las impuestas a los Estados Unidos por la Administración Roosevelt en respuesta a la Gran Depresión— y el retorno a pautas de polarización en la distribución de la renta que hicieron que en 2007-2008 algunos indicadores volvieran a estar a niveles de 1928-1929, en una llamativa coincidencia que debería hacer reflexionar sobre las interacciones entre fragilidades económicas y vertientes distributivas sociales entre los dos momentos de dificultades más serias del capitalismo en los últimos dos siglos. COMPLEMENTARIEDADES Y EQUILIBRIOS RAZONABLES. Ahora, a mitad de la segunda década del siglo XXI, cuando se debate el alcance de una eventual recuperación —y algunos expresan dudas sobre su magnitud y solidez— una pregunta relevante es si el escenario posterior a la grave crisis que estalló en 2008 está siendo una salida insensata como la que se dio tras la Primera Guerra Mundial, o una más sensata como la posterior a la segunda. Un factor que marca diferencias es la capacidad para restablecer —o no— equilibrios razonables y, conectando con ello, la voluntad y capacidad para entender y aprender las lecciones de la historia. Por optimista que se quiera ser, hay demasiadas evidencias de que los planteamientos y las dinámicas reduccionistas de contraposiciones todavía ganan terreno frente al deseable restablecimiento de equilibrios, y hay Oficiales aliados de pie sobre las sillas y mesas para intentar ver el interior del Salón de los Espejos, donde se firmó el Tratado de Paz de Versalles en 1919 [Foto de Henry Guttmann/Getty Images] que insistir en que enderezar esto constituye un prerrequisito para afrontar de forma sólida y sostenible —socialmente y cronológicamente— la recuperación. Una de las paradojas más crudas de los tiempos modernos radica precisamente en que, por una parte, se reconoce la evidencia de que las interconexiones, las interdependencias entre actores —personas, grupos sociales, territorios— son mayores que nunca pero, por otra parte, a la hora de afrontar dichas complejas realidades se imponen los planteamientos sin matices que reducen las opciones a elegir entre fórmulas extremas, olvidando e incluso despreciando las vías de complementariedades y “equilibrios razonables”. La historia tiende a (de)mostrar que las respuestas simplistas y de todo o nada que exacerban son habitualmente pobres y menos fructíferas que las soluciones ponderadas que obtienen beneficios de las complementariedades. En muchos ámbitos —competitividad y cohesión, mercados y gobiernos, global y local— necesitamos evitar o eludir las dinámicas de contraposiciones simplistas y restablecer de forma constructiva y creativa la fértil complementariedad de los equilibrios tan razonables como necesarios: que ello sea cada vez más difícil hace que sea aún más imprescindible. Joan Tugores Ques es catedrático de Economía de la Universidad de Barcelona 49 50 TECNOLOGÍA LA ERA DEL OCIO Un nuevo escenario comodín en el que una parte sustancial y considerable de la población está desempleada por elección o necesidad y es libre de dedicar su tiempo a actividades lúdicas por Kyle Brown y Simona Arminaite —— La sociedad ha estado siempre fascinada por la era del ocio. Cada invención tecnológica del último siglo ha generado especulaciones sobre el final del trabajo y la era del ocio que le seguiría. Ya en 1930, John Maynard Keynes escribió un ensayo titulado Posibilidades económicas para nuestros nietos, en el que predijo que las generaciones futuras —una vez liberadas de la necesidad de trabajar y ahorrar— gastarían la mayor parte de su tiempo en ocio, encontrando maneras para “ocupar las horas y los días de manera virtuosa y adecuada”. Ese momento nunca llegó. Incluso hoy, cuando el progreso tecnológico se está acelerando más rápido que nunca, la era del ocio no parece mucho más probable. Es muy difícil imaginar un futuro próximo en que la sociedad no esté gobernada principalmente por los mercados y las fuerzas económicas, y esa realidad tendría además implicaciones drásticas y de gran alcance para gobiernos, negocios y la sociedad civil. La era del ocio se refiere a un escenario comodín donde una parte sustancial y considerable de la población está desempleada por elección o necesidad y es libre de dedicar su tiempo a actividades lúdicas. “LA TECNOLOGÍA NOS SALVARÁ” La amenaza tecnológica sobre el empleo ha sido explorada en el contexto actual por Erik Brynjolfsson y Andrew McAfee en su libro de 2011 Race against the Machine y de nuevo en su trabajo de 2014 The Second Machine Age. En ellos presentan y explican el actual proceso de redistribución del trabajo y los efectos que ello tendrá en el empleo y en un orden social que en el futuro será mucho más amplio. Según los autores, el fracaso en la recuperación del empleo tras la Gran Recesión del siglo XXI está estrechamente relacionado con el nacimiento de tecnologías cada vez más inteligentes como la robótica avanzada, máquinas controladas numéricamente, el software computarizado de gestión de inventario, el reconocimiento de voz y de patrones, la traducción, los vehículos autónomos y los más sólidos sistemas de comercio online. La tecnología ha prometido siempre ser capaz de lograr el fin del trabajo, pero por ahora no ha podido cumplirlo. En vez de eso, la adopción de nuevas tecnologías ha dado como resultado nuevas formas de trabajo que se han denominado de “destrucción creativa”. Nos aproximamos a territorios inexplorados cuando observamos que el uso corporativo de la maquinaria y el software aumenta a un ritmo más acelerado que el empleo. Aceptamos sin problemas el hecho de que todo trabajo que realicen trabajadores en una cadena de montaje de una fábrica pronto será automatizado por una tecnología superior. Sin embargo, no estamos preparados para aceptar esta misma lógica cuando se trata de nuestra apreciada economía del conocimiento. Nos resulta difícil comprender que el trabajo que hacen oficinistas, abogados, físicos, analistas financieros, periodistas, bibliotecarios y otros profesionales pueda ser suplantado por medios tecnológicos. Lo cierto es que puede ocurrir, y ocurrirá, y en muchos casos ya ha empezado a suceder. Según Erik Brynjolfsson y Andrew McAfee, la revolución de la inteligencia artificial está haciendo a los trabajos de cuello blanco —medicina, leyes, finanzas, venta al por menor, e incluso en el campo de los descubrimientos científicos— lo mismo que la robótica a los de cuello azul. Para demostrarlo fijémonos en Ross. No es un compañero de habitación en la universidad, sino la nueva persona de Watson, el sistema de computación cognitiva de IBM. Ross es el nuevo servicio de investigación legal del Watson de IBM y ya está disponible para que los abogados le lancen consultas legales. Ross examina miles de documentos, estatutos y casos para generar su respuesta, incluyendo citaciones legales. También sugiere artículos como lectura adicional e incluso calcula un índice de confianza para ayudar a los abogados a prepararse los casos. Además, es autodidacta y mejora con cada consulta. Esto viene a demostrar que ningún trabajo está a salvo de las garras de nuevas y futuras tecnologías en un horizonte que resulta inevitable. De nuevo no es cuestión de si es posible, sino de cuándo, y se trata de una realidad que con seguridad pondrá a prueba nuestra capacidad de adaptación y cuestionará nuestro papel en un panorama sociopolítico-económico más amplio. Sí, los trabajos desaparecen, ya ha ocurrido muchas veces, pero que se evaporen así de rápido es algo completamente extraño para nosotros. En 2013, la Oxford Martin School estimó la probabilidad de informatización de 702 profesiones concretas en EEUU, concluyendo que cerca del 47% del empleo total de EEUU está en riesgo en las dos próximas décadas. 51 TECNOLOGÍA regularmente una suma incondicional de dinero del gobierno u otra institución— puede sonar radical pero en realidad no es una idea nueva; fue propuesta por primera vez por Tomás Moro en el siglo XVI en su libro Utopía. Se trata de un concepto que todas las ideologías políticas han defendido ampliamente a lo largo de la historia, también hoy en día. Para la izquierda, la renta básica universal significa justicia e igualdad, mientras que entre la derecha se percibe como una política para reducir la carga del Estado de bienestar y que tiene como resultado el ahorro debido a la reducción de la sobrecarga burocrática asociada con la seguridad social. Una renta básica universal también otorga a las personas la libertad de elegir cómo gastar su dinero, según sus prioridades personales y familiares. Aquí, la individualización es la clave. Lo más sorprendente es que esto ya no es solo una idea atrapada en el campo de la teoría, sino que ha comenzado a penetrar en el discurso popular como nunca antes. Cada vez hay más movimientos hacia esa dirección, sin importar su motivación. En Suiza, por ejemplo, la idea de garantizar a cada ciudadano un salario anual incondicional de 25.000 francos suizos independientemente de su patrimonio o empleo ha obtenido el apoyo suficiente como para forzar la convocatoria de un referéndum —el primero en el mundo sobre este tema—. Propuesto en 2013, la moción expresa la lógica de que la subsistencia de los ciudadanos no es negociable por el mercado. El referéndum se celebrará en 2016 con la subsiguiente legislación. El debate también ha resurgido en Canadá, donde se espera que entre en la agenda de las elecciones federales de este año. ¿Pueden ser estos los primeros pasos para hacer realidad esa era del ocio hasta ahora inalcanzable? la manera en la que percibimos actualmente la naturaleza del trabajo y de la vida. Repensar el valor económico del tiempo —y desafiar el tan persistente lema “Tiempo es dinero”— es crucial. En la era del ocio, el tiempo es todo menos dinero. Aun así, permanece el estigma social asociado al desempleo. No querer trabajar es considerado una traición. En vez de ello tenemos que luchar por el desempleo remunerado, que contradice la eterna creencia de que debemos o necesitamos trabajar. ¿Vivimos para trabajar o trabajamos para vivir? El reto aquí es gestionar nuestro consumo de placer. Los mercados se verán entonces obligados a adaptarse a esa dramática transición del estilo de vida. Allí donde la tecnología no haya intercedido, la economía DIY (“hágalo usted mismo”) llenará el vacío. Por ejemplo, en la era del ocio la economía de servicios —automatizada o no— estará amenazada porque los individuos tendrán más tiempo para producir su propia comida, crear su propio entretenimiento y desarrollar sus propias soluciones. ¿Están la innovación y el descubrimiento impulsados por la presión financiera o por la libertad financiera? De la misma manera, la era del ocio reforzará con toda seguridad la sociedad civil. Crecerán las organizaciones de voluntarios y las basadas en servicios a la comunidad y aumentarán en importancia las redes e iniciativas colaborativas, libres de intereses económicos. Emergerá así una nueva moneda social que premiará a los individuos según sus méritos, reputación y carácter, y no por su estatus socioeconómico, con lo que florecerá la autenticidad. No obstante, que la era del ocio sea una realidad depende de la aceptación social de un sistema en que nuestras vidas ya no se guíen por fines lucrativos y la educación no sea un medio para un fin, sino un “fin” en sí misma. Surgirá así una clase perpetua de estudiantes y creativos, líderes de una nueva revolución cultural en la que las artes florezcan, las ideas se propaguen sin limitación y el hombre creativo triunfe. ¡Bienvenidos a la era del ocio! EL TIEMPO NO ES ORO. El mayor obstáculo para llegar a la era del ocio es Kyle Brown y Simona Arminaite ©SCENARIO Magazine La economía de servicios estará amenazada porque los individuos tendrán más tiempo para producir su propia comida y crear su propio entretenimiento DISCURSOS DESAFIANTES. El escenario que se nos presenta es de una distopía hipercapitalista; un futuro en que todas las recompensas son susceptibles de caer en manos de las personas que ocupan la horquilla salarial más alta, especialmente aquellos que sean más hábiles trabajando con máquinas inteligentes. Una gran parte del discurso popular actual toma como axiomática que las fuerzas económicas son las únicas que importan. Esta idea se ha plasmado también en la política, al menos en Occidente. Pero ¿y si las consideraciones sociales son capaces de retar el statu quo, es decir, la prevalencia de nuestro proceso actual de toma de decisiones, siempre guiado por la economía? Nadie está seguro de cómo va a acabar la aceleración de la desaparición de puestos de trabajo combinada con la amplia deflación. Pero lo que es seguro es que el fin del trabajo representa una oportunidad para abrazar la era del ocio y deleitarnos con nuestros logros. Como la historia demuestra, el progreso tecnológico por sí solo nunca ha sido suficiente para alcanzar la era del ocio. Tan solo ha subsistido como un ideal utópico en la ciencia ficción. Son necesarios otros dos cambios radicales para ponerla en marcha y que sustituya la realidad socioeconómica caótica que siempre se vislumbra al tratar el tema del fin del trabajo. En primer lugar, la distribución de la riqueza debe renegociarse para reducir la elevada dependencia entre trabajo y salario. En segundo lugar, nuestra percepción del trabajo, y por lo tanto del ocio, debe cambiar. Si imaginamos una sociedad en que la mitad de la población está desempleada y los políticos, economistas y empresarios han conseguido resolver el reto de la distribución del trabajo, lo más probable es que exista un salario mínimo garantizado. Esta renta básica universal —una especie de seguridad social en la que todos los ciudadanos o residentes de un país reciban 52 53 LA HABANA 54 Carta desde La Habana —La Habana, fundada por Diego Velázquez de Cuéllar en 1514, está pasando por una de sus capítulos históricos de transformación y de incógnitas casi de vértigo. La transición del régimen castrista hacia todavía no se sabe dónde se ve incentivada por la reciente visita del papa Francisco y con la materialización de nuevas relaciones con Washington. Sus elementos que confluyen en la concreción de otro escenario económico, de mucho interés para los inversores extranjeros, como es el caso de España, concretamente según las percepciones de la CEOE en sus visitas a la que fue la ciudad de las columnas de Alejo Carpentier. En su “Carta desde la Habana”, el periodista Juan Jesús Aznárez, muy buen conocedor de los avatares del castrismo, describe el interés mundial por la que se prevé como una abertura económica que desemboque en una transición democrática. 55 CARTA DESDE LA HABANA LA HABANA QUE ACELERA SU FUTURO En pleno renacimiento de la capital de Cuba, la ciudad pasa página al obsoleto estatismo y se encamina vertiginosamente hacia una progresiva privatización de los servicios. La esperanza en un futuro mejor ha regresado entre la mayoría de los cubanos por Juan Jesús Aznárez —— El remolino cultural y ciudadano observado en La Habana desde que la conciliación se hizo Papa y habitó entre Estados Unidos y Cuba exige un breve rebobinado histórico para entender la trascendente mutación de la ciudad más poblada y jaranera del Caribe insular. La efervescencia comercial, la fiebre del oro y el vértigo emprendedor de sus calles y gentes son fenómenos de anteayer pero con vocación de permanencia y emulación nacional. Se proyectan hacia el futuro con luces y sombras. No siempre fue así en la ciudad de las columnas de Alejo Carpentier, fundada en 1514 por el conquistador español Diego Velázquez de Cuéllar. La abulia de los camareros en los restaurantes estatales durante los años previos al derrumbe de la Unión Soviética resultaba exasperante y entendible porque la desidia o la diligencia no determinaban ni el salario, ni el puesto de trabajo. Todos cobraban y se esforzaban igual de poco. Como la poltrona laboral, en restaurantes, fábricas o ministerios, era casi vitalicia, no existían ni el miedo, ni la motivación. Lo mismo les daba servirte a los postres la cerveza de los aperitivos que tardar treinta minutos entre plato y plato. Corrían los años ochenta y Cuba todavía no había perdido los multimillonarios subsidios de Moscú, el sostén de su economía. Se desplomó el muro de Berlín y los cascotes llegaron hasta la mayor de las Antillas. Las ayudas soviéticas se interrumpieron en 1989 y aquello fue crujir de dientes y resistencia numantina: sin ahorros ni suministros, la industria nacional entró en hibernación y el PIB cayó 36 puntos. La revolución cubana casi perece de inanición. La abulia se transformó en desesperación, temblaron los muros de carga de la isla y su hermosa capital se vino abajo, reducida a un estado catatónico, sin capacidad de respuesta, transfigurada en un lazareto de dos millones de personas obligadas a la inventiva para sobrevivir. “Mi socio, aquello fue terrible”. Un diplomático español me contó una historia que, “se non è vero, è ben trovato”, ilustra la gravedad del trance padecido por los habitantes de una metrópoli de alma festiva y arquitectura criolla, enmudecida por la tristeza cuando pintaron bastos en las postrimerías de la guerra fría. Angustiado por las penurias del trienio negro (1990-93), eufemísticamente denominado “período especial”, un médico compró un cerdo para comerlo en familia. Pero como los apagones eran diarios y los alimentos se corrompían en frigoríficos muertos el hombre se echó al monte: troceó al animal sin sacrificarlo y lo convirtió en una despensa andante con muñones y suturas. Tres decenios después del truculento episodio, el renacimiento de La Habana es evidente para quienes hemos vivido en ella y la visitamos con frecuencia. El obsoleto estatismo se bate en retirada y la progresiva privatización de los servicios obra el milagro del cambio de humor social a caballo de las liberalizaciones en marcha. La esperanza en un futuro más feliz, tantas veces malograda, 56 Cúpula del Museo de la Revolución, construido entre 1913 y 1920, y utilizado por varios presidentes de Cuba 57 CARTA DESDE LA HABANA Cuba sigue siendo uno de los países del mundo con menor tasa de conectividad a Internet. Solo un 5 % de los cubanos puede conectarse a diario a la red desde su domicilio ha retoñado en la mayoría de los cubanos, fatalmente ajenos a la política porque no pueden ejercerla en libertad. El precio del tomate preocupa más. Bien lo saben los diplomáticos de la embajada española, estadounidense o de Mongolia, que reclaman más medios y mano de obra porque la demanda de información se amontona en la ventanilla desde el deshielo con Estados Unidos. La legación española reúne sus dependencias en un palacio de 1912 orientado hacia el faro del Morro y la fortaleza de la Cabaña y divisa el mar adentrándose en la bahía. Pero los embajadores, consejeros, agregados y clase de tropa acreditada en La Habana no escrutan el lírico horizonte sino el rumbo de las tendencias ciudadanas, el comportamiento gubernamental y las resoluciones publicadas por la Gaceta Oficial de la República. Necesitan documentarse sobre el sanctasanctórum del nuevo Eldorado, engañoso en algunas de las trochas de acceso porque hay mucho que desbrozar en la primavera del castrismo para que fructifique y para evitar que la esgrima de florete entre Estados Unidos y Cuba no regrese al intercambio de mandobles. Los autónomos de un país con 800.000 universitarios y una geografía feraz para el sembrado y las franquicias desearían asociarse con los autónomos catalanes, madrileños o canarios. Hay prisas entre los embajadores que hoy preparan las entrevistas de una delegación de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE) en visita exploratoria, mañana enlazan a un grupo de artistas con sus pares isleños y al día siguiente atienden citas de grupos universitarios. El interés por la apertura, por participar empresarialmente en la reconstrucción y el equipamiento de las ruinosas infraestructuras nacionales, es tan grande como improbable la marcha atrás, so pena de reventar motores. Un escenario de prohibiciones retroactivas entraría en colisión frontal con inercias sociales que liberan pulsiones libertarias represadas. Pocas veces vivió La Habana una agitación semejante. Delegados de Barack Obama y del partido demócrata republicano son viajeros frecuentes, y Francisco la visitó sin armar ruido ni pedir democracia porque el cardenal cubano Jaime Ortega, que susurra al Vaticano, le recordó que su reino no es este mundo y que el régimen habrá de recompensar el silencio pontificio con una ampliación de la autonomía católica. También la farándula aterriza en la capital de un país que ha sido obsesión para Estados Unidos y vuelve a mirar hacia el norte, hacia las costas de Florida, a 90 millas del malecón. Beyoncé, Mick Jagger, Paris Hilton flipaban con los almendrones habaneros, la flota de Mercurys, Fords, Chevrolets y Cadillacs varada en la isla cuando Fidel Castro entró triunfante en La Habana el primero de enero de 1959 y lo nacionalizó todo. “¡Oh my God!”. Albañiles y pintores trabajan a destajo en una ciudad progresivamente tomada por los andamios y el emprendimiento en el sector de los servicios, y por los cubanos que emigraron a 58 Miami, Madrid, Barcelona o Estocolmo y regresan para invertir sus ahorros en negocios familiares. El florecimiento de la Habana solo puede ser apreciado en toda su dimensión por quienes la conocieron de rodillas. El Internet domiciliario es un bien escaso, la conexión, cara, los accesos wifi, limitados porque Cuba es uno de los países con menor tasa de conectividad del mundo, con solo el 5%, porcentaje que se reduce al 1% en el caso de la banda ancha. Pero necesariamente esos índices se multiplicarán a corto plazo, impulsados por la incorporación del país al concierto internacional, y también por la voracidad de conocimiento de las nuevas generaciones, y sus imparables ganas de comprar y de tener. Mayoritariamente alejados de la retórica revolucionaria, los jóvenes se las ingenian para disponer de un móvil, descargar películas, música y navegar por portales interesantes. Excepto el bloqueo de algunas páginas opositoras, la censura del ciberespacio es inútil. La vida adquiere una aceleración desconocida en una urbe costera de huella española y criolla, donde el trabajo por cuenta propia, los establecimientos regentados por particulares avanzan del centro hacia la periferia y el peso nacional es una antigualla en el habla callejera, que solo entiende de dólares y euros. El dinamismo emprendedor es ascendente en las rutas urbanas transitadas por los turistas, y asoma por los arrabales de una ciudad visiblemente divorciada de las quimeras igualitaristas y los catecismos doctrinales. Pese al resurgir de una economía de mercado a escala reducida, las trabas e incertidumbres afrontadas por los inversores que la quieren más abierta son tantas como las posibilidades de que, progresivamente, los obstáculos sean levantados. Por primera vez, los vientos favorecen la pacífica cohabitación de dos naciones a cara de perro durante más de medio siglo, hasta la epifanía del 17 de diciembre de 2014, solemnemente anunciada por Barack Obama y Raúl Castro. Y si la convivencia binacional funciona, los espacios económicos se amplían y los negocios también. Un total de 242 empresas españolas, comercian con la isla, que alcanzó los tres millones de turistas en 2014, un 5,3% más que el año anterior, y alcanzará los cinco millones más pronto que tarde. Las cadenas que gestionan el 90% de la oferta hotelera, y quieren crear 30. 000 plazas más, se frotan las manos con el auge y reciben llamadas de ejecutivos estadounidenses que les proponen triangular inversiones. España es el primer socio comercial de Cuba en la Unión Europea, con más de 800 millones de euros. “Amigo, ¿quiere probar el mejor mojito de la ciudad?”. “¿Hermano, le apetece relajarse en un spa moderno?. “¿Mi socio, un viaje en carro americano del 57? ¿ Un chofer?”. “¿Una casa en la playa a nombre de un amigo de confianza?”. El capitalismo al menudeo y el atrevimiento se han multiplicado, y si el gobierno levantara el pulgar las coaliciones hispano-cubanas podrían ser Fachada del Ministerio del Interior, famoso por el enorme mural del Che Guevara 59 CARTA DESDE LA HABANA España, con un total de 242 empresas situadas en la isla, es el primer socio comercial de Cuba en la Unión Europea, con más de 800 millones de euros fundamentales en la creación de sociedades mixtas con una tutela estatal minoritaria. El aparato productivo, las grandes empresas nacionales, el sector farmacéutico y educativo seguirán siendo propiedad del Estado, pero cada vez más sueltas. A la espera de que ocurra, medio millón de autónomos se buscan la vida. Los más dinámicos reparten flyers en las esquinas comerciales del Vedado, Centro Habana o Miramar, y el tradicional cebo al extranjero, “¿puros, chicas?”, pierde terreno porque nació una embrionaria clase media con mayor capacidad adquisitiva, carburada fundamentalmente por las remesas familiares y la pujanza de sus negocios, buena parte participados por nacionales que ahorraron durante un destino oficial fuera de Cuba y por extranjeros emparejados con cubanas. En un país donde el salario medio no llega a los 30 euros, algunos pagan cenas de 200 y hay familias que se gastan 400 euros en la fiesta de los 15 años de la hija adolescente. Menos la hegemonía del poder, en manos del partido y los militares, casi todo está cambiando en Cuba, incluido el paisaje urbano, los rótulos, los vehículos, las ropas, el lenguaje. El tiempo pasa tan rápidamente que algunas empresas españolas temen perder su mercado si Estados Unidos levanta el embargo, abre las compuertas y se produce el masivo desembarco de compa- 60 ñías norteamericanas, previsiblemente en 2017, después de las presidenciales de noviembre de 2016. El despliegue americano no será tan sencillo. El empresariado español consiguió cierta ventaja: no se metió en política durante la confrontación con Estados Unidos, ni secundó el embargo, elementos que todavía influyen. Juegan a su favor la cercanía cultural, el idioma, la convergencia de registros emocionales y el hecho de que quienes ahora mandan en Cuba han sido educados en la desconfianza hacia el gringo, se llame George W. Bush o John Smith de Oregón. Las transformaciones en curso son variadas, pero ninguna de ellas incorpora la libertad política, el pluripartidismo, los sindicatos independientes, ni enmiendas a los reglamentos que acotan las candidaturas a la Asamblea del Poder Popular, copada por el partido y revolucionarios sin carné. La consigna de los sesenta, “Con la revolución todo, contra la revolución, nada”, continúa vigente y aunque la avenencia con Washington avanza, la disidencia sigue bajo vigilancia, sofocada con una represión de baja intensidad. Las colas de espera en la embajada de Estados Unidos para solicitar visado son todavía diarias. Los opositores que denunciaban dictadura y opresión fueron estigmatizados entre la población como cómplices de las presidencias republicanas de Estados Unidos que endurecieron el embargo y promovieron el aislamiento internacional de la patria. Obama no planteó la democracia como condición sine qua non para normalizar relaciones, y la disidencia quedó entonces a su suerte, en horas bajas. Los dignatarios extranjeros no la reciben o lo hacen a hurtadillas. Socialmente irrelevante, depende de la atención que quieran prestarles los medios de comunicación extranjeros y las cancillerías. Salvo las simbólicas concentraciones de las Damas de Blanco, su presencia es nula en fábricas y plantillas y sus protestas, de comunicado de prensa y diario digital. No acumularon fuerza política en Cuba porque el hartazgo no se tradujo en activismo antigubernamental, castigado con detención o cárcel, sino en emigración. El son cubano no sabe de política, tristezas, ni crisis. Es paliativo contra las calamidades de la vida y fue crónica urbana y guaracha con Juan Formell en La Habana no aguanta más, que se refiere al éxodo de provincias hacia la capital durante las crisis económicas y el cambalache. La afluencia continúa pero más ilusionada, con la antena puesta en el dinero, en el escaneo de oportunidades. El aeropuerto internacional José Martí lleva camino de emparejarse con el de Palma de Mallorca, ya que son incesantes los vuelos de Miami y Nueva York con pasajeros de origen isleño y estadounidenses incluidos en las doce categorías autorizadas por la Casa Blanca. La ideología y el dogmatismo pliegan velas en la carismática capital de un país constitucionalmente marxista leninista, pero obligado a soltar lastre para salir adelante. El gobierno quiere que la inversión extranjera y la futura asociación con el Fondo Las calles de Monetario Internacional y el Banco Mundial La Habana se inyecten los fondos necesarios para conseguirpreparan para la lo. Los escépticos sostienen que con el aparato llegada de nuevos y productivo y la toma de decisiones en manos del modernos vehículos Estado, la inversión extranjera se asienta sobre arenas movedizas. Quizás sí, quizás no, pero la tendencia apunta hacia nuevas facilidades legislativas para animar la entrada de pymes y grandes empresas. La seguridad jurídica es la propia de países en transición. Cuando Cuba sobrevivía estancada en el inmovilismo y la flojera, la adivinación fue pasatiempo en los jardines de las residencias diplomáticas que organizaban cócteles para intercambiar información y pelotear rumores. Los oráculos de mojito y ron siguen interpretando los movimientos del Palacio de la Revolución pero más encaminados, con más elementos de juicio. Diplomáticos y empresarios, y los políticos de paso, porfían en sobremesas y reuniones de trabajo sobre la profundidad, pros y contras de las transformaciones castristas. No puede haber certezas sobre su rumbo porque posiblemente Raúl Castro tampoco lo sepa: maniobra sobre la marcha, a la cubana, sin modelos que le cuadren completamente, sospechando que los palillos chinos y vietnamitas no casan mucho con la maraca y el mambo. Juan Jesús Aznárez ha sido corresponsal de la agencia EFE en La Habana, corresponsal del diario ‘El País’ en América Latina y enviado especial de este periódico a Cuba 61 Abertis es el líder mundial en la gestión de autopistas de peaje. Un grupo global, con presencia en 12 países y más de 15.000 empleados, orientado a la creación de valor a través de la inversión en infraestructuras que contribuyan al desarrollo económico y social de los territorios y países donde opera. abertis.com Artes&Co. 64 Entrevista Inmensidad y pensamiento de Jaume Plensa por Sergi Doria 68 El placer de leer Las letras vivas por Enric Sòria 70 Identidades El arte manipulador de la memoria por Fèlix Riera 72 Literatura Las verdades de Marilynne Robinson por Monika Zgustova 74 Geografías Ironías de Copenhague por Jacobo Zabalo 76 Cine Una carta de Ingrid Bergman por Valentí Puig 78 De autor Los puentes por César Antonio Molina 63 ENTREVISTA INMENSIDAD Y PENSAMIENTO DE JAUME PLENSA Este artista universal elogiado en todo el mundo y que nunca ha terminado de cuajar en España lamenta que la pereza de algunos políticos reacios a dialogar con los artistas aleje el arte de los ciudadanos texto Sergi Doria —— Una puerta anodina de una nave industrial de Sant Feliu de Llobregat da acceso al estudio de Jaume Plensa (Barcelona, 1955); en este “no lugar”, situado entre el centro de recogida y el cementerio, nos reciben varias cabezas negras: de rictus durmiente y forma alargada, como los seres espirituales del Greco. La idea surgió hace quince años, cuando el escultor filmó mil rostros para su Crown Fountain de Chicago: “No solo alargo el volumen sino que también lo comprimo… como la efigie de una moneda” —explica mientras damos la vuelta a la pieza y escrutamos un reverso que no se limita a la previsible nuca—. Y haciendo buena una de sus divisas artísticas —“la escultura, si no se puede tocar, no existe”—acariciamos la mejilla de estas cabezas cuyos ojos cerrados no son los de la muerte sino los de una paz interior que celebra la existencia. “Hierro colado, como en los años ochenta, cuando trabajaba este material que nadie utilizaba”, comenta el creador. Vinieron después el cristal, el aluminio, el poliéster, la resina, el alabastro, la fibra de vidrio… Retorno a la edad del hierro. “El problema no es el material, sino la actitud hacia este”, matiza. ¿Cómo debía ser el Jaume Plensa veinteañero de la Llotja y la Escuela Superior de Bellas Artes de Sant Jordi?: “Hice muchos amigos, pero no me sentí cómodo; en este oficio, como en tantos otros, los profesores aparecen en el transcurso de la vida”. No obstante, el artista reconoce que las obsesiones de aquellos tiempos han trazado una evolución creadora: “El cuerpo humano que evoluciona a la ausencia de cuerpo, el cambio de escala, el cuerpo y su sombra, el volumen-contenedor de ideas, la letra como célula del lenguaje…”. Ahora, con sesenta años, todo se ha ido integrando hasta componer un corpus: “Para llegar hasta aquí necesitas una vida”, recalca. En otra parte del estudio, una escultura de letras nos recuerda al Alma del Ebro que el artista realizó en Zaragoza para la Exposición Internacional del Agua de 2008. Crecido en una casa repleta de libros y con un padre al que le apasionaba la lectura, no es extraño que Plensa deletreara el universo en unos alfabetos que concuerdan con la geografía de una obra global: latín, hebreo, árabe, japonés, griego, cirílico, coreano, hindi. De la letra a la palabra y de ahí al tejido de las ideas. Con motivo de su exposición en el Jeu de Paume parisino, le pidieron que llevara los libros que han guiado su inspiración: “Y yo les contesté que trajeran también los libros que ellos creían 64 — fotografías Jordi Play que me importaban: luego resultó que mis libros importantes eran de poesía y los que me atribuían eran de filosofía”. Entre sus frases predilectas, esta de William Blake en Los proverbios del infierno: “Un pensamiento llena la inmensidad”; o esta otra, del propio Plensa, en el libro Sombras y textos que agavilla reflexiones y poemas breves de 1990 a 2007: “Entro en tu boca para dormir con las palabras / Palabras como sábanas simétricas como orejas”. Y todo Shakespeare con Macbeth en el trono. Textos envolviendo una imagen humana de vocación anímica. El artista lo ilustra con un verso de José Ángel Valente: “¿Y tú, de qué lado de mi cuerpo estabas, alma, que te necesité y no me socorrías?”. A las tierras roturadas por las guerras de religiones, Plensa opone la espiritualidad compartida. Como ejemplo, su participación en la Bienal de Venecia de este año, esas dos piezas en la iglesia de San Giorgio Maggiore: Together, la mano que desciende de la cúpula frente al altar para bendecirnos con las letras de los ocho alfabetos; Mist, retrato real con malla de acero inoxidable de una niña china nacida en Barcelona. De nuevo, el rostro que tiende a la elevación. Este año ha sido Venecia, Nashville, Tampa, Céret, Stanford, Washington, Corea, México… Las horas de viaje y las esperas en los aeropuertos —esos “no-lugares” que tipificó Marc Augé— no inquietan al artista. La obra en espacios públicos sirve para crear vida en rincones condenados al olvido. Plensa parafraseando a Wilde: “Si el arte tiene fuerza es porque, como la poesía, aparentemente no sirve para nada, aunque al final es lo que más sirve”. Entre sus recuerdos más gratos, Saint Helens, pueblo minero de Liverpool clausurado que resucitó en 2009 con Dreams: una niña de nueve años, veinte metros de silencio, polvo de mármol y pigmentos, material con el que se fabrican los sueños; o ese “no lugar” fronterizo entre Suecia y Noruega que aguarda otro de sus rostros durmientes. De las risas de los jóvenes filmados de la Crown Fountain, cuando el agua sale de sus bocas, para regocijo de los niños de Chicago, a la expresión maravillada de los bañistas en la playa de Botafogo: la estatua blanca de Mirar en mis sueños con la silueta del Pão de Açúcar de Río. Este artista del mundo no encuentra acomodo en su país: “Ahora no tengo galería ni en Barcelona ni en Madrid”, confiesa. 65 66 ENTREVISTA “Cuando trabajas en un espacio público has de dialogar con el paisaje y la arquitectura que rodea tu obra, saber que te debes a una población que no es tu clientela habitual” Residente en Berlín en el primer tramo de su vida, Plensa regresó en 1985 a una Barcelona que estaba a punto de situarse en el mapa con los Juegos Olímpicos. Pero, ya entonces, estaba al margen: “Nunca he acabado de cuajar en el coleccionismo catalán y español”. Mientras Francia le reconocía con la Medaille des Chevaliers des Arts et Lettres (1993) o el premio de la Fondation Atelier Calder (1996) y la School of the Art Institute de Chicago lo investía en 2002 doctor honoris causa, los galardones españoles no llegaron hasta 2012 con el Premio Nacional de Artes Plásticas, para culminar con el Velázquez de Artes Plásticas de 2013 —el Cervantes de la pintura—. Fue en ese bienio cuando el artista realizó el cartel de las fiestas de la Mercè y el alcalde Xavier Trias le propuso romper la maldición de no contar con una escultura en su Barcelona natal: “El proyecto existe y se lo regalo a mi ciudad y si el problema es el presupuesto, podría financiarse con capital privado. En Estados Unidos aprendí que el mecenazgo no solo permite hacer cosas, sino que sean diversas y cumplan con las expectativas de sus impulsores”. A su juicio, el problema de la Ciudad Condal no es tanto el turismo sino la pereza de unos políticos reacios a dialogar con los artistas. Esa falta de relación tiene como resultado un arte público clientelar, localista y mediocre: “Barcelona no debería ser diferente a otras ciudades con gran afluencia turística como Londres o París… En estos momentos goza de un indudable carisma internacional, pero carece de la pujanza cultural y los recursos económicos de Londres y París”. Cuando proyectó la Crown Fountain para el Ayuntamiento de Chicago —sobre el papel, una problemática simbiosis de agua y electricidad—, era consciente de que estaba en una capital del arte, un auténtico museo al aire libre: “Cuando trabajas en un espacio público has de dialogar con el paisaje y la arquitectura que rodea tu obra, saber que te debes a una población que no es tu clientela habitual. La gente de Chicago recibió la Crown Fountain como un enclave de la belleza y libertad del que se enorgullece”. Sentado ante una taza de café tan negro como el hierro colado de sus hipnóticas esfinges, Plensa recuerda la escultura temporal que ubicó en el jardín del Seminario, rincón anodino entre Diputación y Balmes. Un estilista en vigilia rindiendo tributo al poeta Vicent Andrés Estellés. Pasado el tiempo y retirada la escultura, le reconfortó recibir cartas de la gente que la echaba de menos porque ya la había hecho suya. “Barcelona necesita una inyección de cultura y dejar descansar a Gaudí… Querría ofrecer a mis conciudadanos una pieza maravillosa en un lugar con el que sueño desde niño”. Nos preguntamos cuándo sonará la hora barcelonesa de nuestro artista más internacional. Sergi Doria es periodista cultural y autor de la novela ‘No digas que me conoces’ 67 EL PLACER DE LEER Imagen de la remodelada biblioteca de Stuttgart LAS LETRAS VIVAS por Enric Sòria —— Empecé a ir al colegio en otoño de 1963 o en invierno del 64, a los cinco años. Cuando llegué, las monjas —había que llamarlas hermanas— habían dibujado una mesa y una silla en la pizarra y, debajo, unas figuras. Las señalaban y nos hacían decirM-E-S-A y S-I-LL-A. Luego, nos hacían dibujar más figuras. Luego, silabear. Yo no encontraba ningún sentido a todo lo que me parecía inútil y aburrido. El tercer día me harté, y me negué en redondo a volver a una escuela que no me gustaba y no aprovechaba para nada. Pero mi madre se lo tomó muy mal y me llevó ella misma, arrastrándome por el camino, sin el menor ápice de piedad. Sin remedio, seguí dedicándome a ejercicios aparentemente absurdos unos cuantos días más, en medio de ese aburrimiento mortal, “monotonía de lluvia tras los cristales”, que un poema de Machado acertó muy bien a reflejar. Era un niño enfermizo y, al poco, tuve que pasar unos días de calentura en la cama, rodeado de los mudos tebeos de mis héroes preferidos, el Capitán Trueno y el Jabato. Por supuesto, sabía que mis queridas viñetas incluían una especie de globos llenos de signos que, según me habían contado, representaban lo que los personajes iban diciendo. Pero como no sabía leer, no les hacía caso. Me conformaba en distraerme con la lujuriante riqueza de 68 los dibujos, e interpretaba como podía los momentos de la acción. De pronto, tuve una revelación, y la palabra es justa. Descubrí que algunos de aquellos signos secretos se parecían mucho a los que trazaba en el tedio escolar. Y se hizo la luz. Miré la portada, donde tenía que decir El Capitán Trueno, y enseguida reconocí las vocales. Por tanto, los otros signos debían ser la l, la c, la p, la t, y la r. Que la t y la n aparecieran dos veces en los lugares adecuados fue una prueba suplementaria de la bondad del método. Dentro del embrollo de letras del tebeo, palabras como trono y atacar se hicieron inteligibles. Tenía en mis manos mi piedra Rossetta para descifrar los arcanos de la escritura. Solo era necesario un ejercicio de combinatoria elemental para encontrar la solución. Lo que ocurría era que, de repente, toda la aventura de mi héroe preferido cobraba vida. El capitán decía cosas, formulaba propósitos, se hacía el duro o se alegraba del buen resultado de sus empresas. La acción sucedía en tierra de los kirguizos, un escenario de lo más exótico en la profunda Asia. Todo era nuevo y indescriptiblemente fantástico, una aventura muy superior a lo que hubiera podido imaginar. Estaba fascinado, apasionado, embrujado. Y fui descifrando todo aquello con una lentitud exasperada, por el afán de saber más y más. No paré hasta llegar al principio; después, empecé de nuevo, hasta entenderlo todo. Al terminar, todavía excitadísimo, cogí otro tebeo, y otro y otro. Mi cuarto de enfermo había dejado de ser un lugar solitario y, de repente, mi cama se había convertido en el escenario más tumultuoso y más rico de maravillas de la tierra. Todo era vida palpitante, pasiones desbocadas y acciones enérgicas, la sorpresa constante de las intrigas, el sonido enfervorizado de la palabra. Ese día aprendí a leer. Fue el mejor tesoro nunca encontrado. Un tesoro que un genio inusualmente benévolo me regaló, la fuente de la vida que lo iluminaba todo y que tenía la virtud de no agotarse nunca. Los seres humanos somos lo que hacemos. También somos lo que decimos, lo que pensamos y lo que sentimos. Porque decir, pensar y sentir son acciones, acciones verbales. Las palabras, las decimos y a la vez nos representan. Las vivimos y nos infunden a ser lo que somos. Lo que somos, lo somos en la palabra. Por otra parte, todo lo que es verbal puede ser transcrito. La escritura, en definitiva, es una herrramienta —una tecnología, como decimos ahora— que permite fijar, hacer perdurable la incesante aguaje del verbo. Todo, absolutamente todo lo que se puede decir, pensar o sentir, se puede escribir. Así, leer nos da acceso a todo lo que alguna vez se ha hecho palabra, si alguien la ha transcrito y ha sobrevivido a los avatares del tiempo. Quizás no lo es todo, pero sí una inmensidad. Un regalo por mis cinco años: el acceso al universo humano entero: el conocimiento de las ciencias, los saberes y las infinitamente vastas y variadas aventuras de la peripecia humana. Las vividas y las imaginadas. Y de la palabra —que está por todas partes y nos acompaña siempre— puede salir un libro de relatos, un estudio erudito, un tebeo, un artículo de prensa, una carta, un panfleto, un ciberdocumento. Como las partituras, que solo serán música cuando las interprete alguien, cada texto es un mundo germinal que nos reclama, un país donde habita una chispa de la esencia del hombre. Toda palabra escrita vive cuando la leemos. La resucitamos y es nuestra. Solo lo que se transmite de unos hombres a otros puede sortear los peligros del olvido y la muerte. Todavía hoy, la escritura es el medio de transmisión más eficaz de lo que somos. Podemos leer los himnos que los sacerdotes egipcios grabaron en la piedra de las pirámides hace cinco mil años, y su estruendoso sentimiento de lo sagrado puede conmovernos aún; como puede cautivarnos el dolor de Gilgamesh ante Enkidu muerto, y su fracaso en la empresa —ni siquiera al alcance de un héroe como él— de ser inmortal, un llanto, escrito hace más de cuatro milenios también es nuestro. Nos conmueven las lágrimas de Príamo ante el asesino de su hijo, el ansia de Ulises por volver a casa, la visión del viejo Sócrates discutiendo incansable entre ebrios dormidos al final del Banquete, la jornada de Dante a través de infiernos y paraísos, o el viaje de Quijote y Sancho a través de unos espacios que son más prodigiosos porque construyen el sueño en lo cotidiano, o bien la extraña aventura de un niño que aprendió a leer en una larga velada de fiebre y soledad y que aún agradece este regalo inagotable. Leer es apoderarnos del mundo, una fiesta que no termina nunca. Enric Sòria es escritor 69 IDENTIDADES EL ARTE MANIPULADOR DE LA MEMORIA En la búsqueda permanente de fijar y hacer estable la identidad individual y colectiva, la memoria se ha convertido en uno de los principales campos de batalla de la ciencia y el arte, con objeto de preservarla y repararla por Fèlix Riera —— Les sucedió a los hermanos Collyer en 1947. Habían llegado a acumular alrededor de doscientas toneladas de objetos heterogéneos, obsoletos y aparecieron muertos en aquel caos. Langley murió aplastado por el derrumbe de una gran cantidad de objetos y Homer, ciego y paralítico, días más tarde moría de hambre al no poder alimentarse sin la ayuda de su hermano. En una ocasión, le preguntaron a Langley respecto a su manía por acumular periódicos. Respondió que los guardaba para que su hermano, una vez se recuperara de su ceguera, pudiese leer todo lo que había sucedido en todo ese tiempo. Algo parecido pretende decirnos el mundo del arte al destinar sus esfuerzos a la conservación de momentos de la historia. Preservar emociones perdidas para cuando volvamos a estar en condiciones de volver a ver. Quién no se ha mirado en un espejo y se ha preguntado: ¿soy yo?, intentando alcanzar en la imagen reflejada una respuesta que fije la identidad que resuelva el enigma de quién somos. Hay un experimento que uno puede hacer solo en su casa delante del espejo. Debe mantenerse un buen rato mirándose fijamente, como si intentara escrutar la identidad del que ve. Tras unos minutos sentirá una sensación de desequilibrio y la impresión de que no reconoce al que ve enfrente. Es tal la fragilidad de nuestra identidad que cinco minutos delante de un espejo bastan para dudar acerca de quién somos y sentir el vértigo de la identidad. El hombre que domina la Tierra se siente débil y desprotegido frente a su imagen en el espejo. En esta búsqueda de fijar y hacer estable la identidad individual y colectiva, la memoria se ha convertido en uno de los principales campos de batalla de la ciencia y el arte, con objeto de preservarla y repararla. La 70 atención del arte contemporáneo, gracias al impulso de las nuevas tecnologías, ha sido convertir el archivo, la documentación, la clasificación y la apropiación del pasado en expresión artística. La respuesta para combatir la amnesia colectiva, la desmemoria y el olvido, la encontramos en una serie de manifestaciones artísticas que nos hablan de la necesidad de conservarlo todo, de apropiarse de la historia, de clasificar cada instante como coleccionistas de mariposas. Esta inclinación a conservarlo todo la podemos observar en los museos o centros de arte contemporáneos, que ya no son capaces de elegir sino de ordenar y ordenar la cantidad ingente de obras que les son cedidas. Agujeros negros como los define Jean Clair: “Todo entra en él, y nada sale: magias, creencias religiosas, ideologías... coronas de reyes y estandartes, ostentorios y dinosaurios, obras de arte, pues, o al menos lo terminaremos por llamar así, una vez olvidado lo que fueron esos objetos". Una de las enfermedades que actúan como metáfora de nuestro tiempo es el Alzheimer, descubierta en 1906. Es la pérdida progresiva de memoria, tanto en lo que respecta a la mente, los automatismos que nos permiten controlar nuestro cuerpo, como de la conciencia, el espacio de la memoria. No es de extrañar que el arte, que siempre anticipa el presente, fundara una nueva época literaria en 1913 con la publicación de “Por el camino de Swann”, primer volumen de En búsqueda del tiempo perdido que Marcel Proust empezó a escribir en 1905. En ella, el soñador y durmiente, el protagonista, Marcel, que nos habla recostado en su cama, crea desde los lugares más ocultos de la memoria imágenes evocadoras que nos sumergen en impresiones, reflexiones, en las que se nos muestra el pasado a través de una memoria involuntaria. En la obra de Proust hay la advertencia de que una nueva enfermedad se revelará en nosotros: la pérdida de la memoria, como si la cultura occidental moderna estuviera condenada a saciar su sed en las aguas de Leteo, el río del olvido. Hoy en el mundo se construye un museo al mes. Archivos que no dejan de crecer como obras de arte que, a través de azarosos hallazgos de hechos y objetos, descubren al espectador la historia como si fuera una exposición decadente de bibelots. O la apropiación de la obra de otros en un intento de prolongar un momento ya extinguido, como en la obra de Sherrie Levine After Walter Evans (1980), fotografiando las instantáneas de Walter Evans publicadas en su libro Let Us Now Praise Famous Men (1941). Abuso y manipulación de la memoria que tiene en Google, el nuevo tonel de Diógenes, el máximo exponente al acumular imágenes, textos, audios que ahora son trozos de nosotros errando por la red; o siendo archivadas en la nube que nos sobrevuela sin que sepamos dónde se alojan nuestros documentos, certificando que nuestra memoria ya no nos pertenece. Su traducción estética la encontramos en los googlegramas del fotógrafo Joan Foncuberta que, utilizando unas 100.000 imágenes en Internet con la técnica de mosaico, construye nuevas imágenes como resultado del rastreo, de una reelaboración de imágenes de otros, que nos son devueltas como trozos de memoria que, a su vez, se convertirán en nuevas por el efecto de la combinación. Un esfuerzo por mostrar críticamente el presente recuperando fragmentos del pasado. Fèlix Riera es editor 'Googlegrama' de La Gran Muralla china del artista barcelonés Joan Fontcuberta 71 NOVELA MEDITATIVA LAS VERDADES DE MARILYNNE ROBINSON Los poderes inquietantes de la prosa de esta escritora estadounidense sumergen al lector en una meditación que habla de las relaciones y las tensiones humanas por Monika Zgustova —— En la obra de Marilynne Robinson todo el mundo tiene secretos. En su universo, los necesitados y los desheredados son compasivos. Es una de las grandes voces de la novela norteamericana, inasequible a la banalidad. La acción de la trilogía Gilead (2004), En casa (2008) y Lila (2012), por ejemplo, se sitúa en los años cincuenta, en un pequeño pueblo ficcional, Gilead, en medio de la América rural del estado de Iowa. El lector conoce a la protagonista de la novela Lila cuando es una niña a la que una mujer encuentra en los peldaños de una cabaña, llorando, y la adopta, llevándosela consigo en su vida de nómada sin medios económicos. Lila, una chica salvaje sin educación formal, acaba independizándose: sin techo, sobrevive como puede y su vida abunda en amargas aventuras pero a la vez es capaz de desarrollar un carácter firme y una escala de valores. Así se fundamenta la lucidez moral de toda la obra de Marilynne Robinson. Reencontramos a Lila en una casa en ruinas, a orillas de un río. Un día, busca resguardarse de un súbito aguacero en la iglesia de un pueblo cercano, Gilead; allí conoce al anciano reverendo John Ames y tras un tiempo de tanteo, incertidumbre y titubeo que caracterizan el paulatino acercamiento de la pareja, Lila acaba casándose con Ames. Lo que marca los poderes inquietantes de la prosa de Marilynne Robinson (1943), tanto en Lila como en las demás novelas, es la presentación magistral de los minuciosos malentendidos que se producen entre las parejas y los miembros de las familias. Sus lectores se sumergen en una especie de meditación al seguir esa prosa pausada que habla de la falibilidad de las relaciones humanas, de la zozobra, las conjeturas y los temores que nunca dejan de tener lugar entre dos seres tan distintos como Lila, esa Magdalena más compasiva que penitente, y el 72 reflexivo reverendo poco acostumbrado a los altibajos de la vida. La novela En casa trata el tema del hijo pródigo y, al igual que Lila, está escrita en una tercera persona muy íntima. Jack Boughton, hijo del mejor amigo de Ames, el también reverendo Boughton, regresa a casa tras una larga y misteriosa ausencia. El alcohólico Jack, un hombre con un pasado oscuro, es la oveja negra de la familia. Ese personaje, en la línea del Dmitri Karamázov de Dostoievski, se establece en la casa paterna donde intenta transformarse combatiendo sus hábitos, ayudado por su hermana Glory. Cuando, tras un gran esfuerzo, está a punto de conseguir el beneplácito de toda la comunidad de Gilead, el reverendo Ames, en su sermón dominical, le da un golpe de gracia: lo caricaturiza ante los habitantes del pueblo, de modo que los sueños de Jack se hacen añicos. Gilead está escrita en forma de carta que el reverendo Ames, de setenta y siete años y enfermo terminal, dirige a su hijo de siete, fruto de su matrimonio con Lila. El tono de ese testamento es calmado, meditativo, sabio. Y melancólico, porque el reverendo intuye la proximidad de la muerte y se siente desoladamente solo. Confiesa su temor de que Jack Boughton podría interesarse por Lila y tal vez suplantarlo como padre y marido tras su muerte; por eso lanza contra el hombre más joven el hostil sermón. Al final Ames reconoce su error y se arrepiente amargamente por sus celos infundados. Impera el diálogo del hombre con su conciencia. Gilead —que, dicho sea a modo de anécdota, es una de las lecturas preferidas de Barack Obama— es la novela más épica de toda la creación de Robinson: abarca doscientos años de la historia de los Estados Unidos, con sus tensiones raciales y étnicas, con su guerra y paz y sus disputas entre Iglesia y Estado. Son esos los secretos que cunden en las novelas de Robinson. Lila no cuenta a su marido ciertas cosas de su pasado, Ames no comparte su lucha interior. Jack no revela el secreto sobre su mujer y Glory oculta la frustración de su vida personal. Los personajes de Robinson viven aislados en su propio mundo, no se conocen mutuamente y no logran comprenderse unos a otros. Como el rey Lear shakespeariano, a quien la desgracia vuelve compasivo, el reverendo Ames llega a la compasión no por la lectura de las Escrituras sino bajo la influencia de Lila, más misericordiosa y altruista que su religioso marido. Al igual que las novelas de Dostoievski, la obra de Robinson retrata a los humillados y los ofendidos, los miserables y los desamparados. También lo es Ruthie, protagonista y narradora de la primera novela de Robinson, Vida hogareña (1980), una niña huérfana condenada a vivir en una casa oscura y húmeda que, por medio de su imaginación, convierte en un hogar acogedor; la fantasía de la niña transforma su vida desamparada en un cuento de hadas a la manera de Grimm. En sus ensayos, Robinson indaga en las tensiones entre ciencia y religión. Toda su obra es un logro admirable de la pasión humanista. Mientras los dos ancianos reverendos, Ames y Boughton, dialogan sobre la redención, la gracia y la predestinación, Lila formula una pregunta aparentemente ingenua: “¿Puede cambiar la gente?”. En esta pregunta se halla la indagación esencial de Robinson. Nos esforzamos por ser mejores, ¿pero somos realmente capaces de llevar a cabo esa transformación? La autora se limita a formular su pregunta y deja que la conteste el lector, cada cual a su manera. Monika Zgustova es escritora Retrato de la escritora Marilynne Robinson [Foto de Clint McLean/Corbis] 73 GEOGRAFÍAS IRONÍAS DE COPENHAGUE Paseos melancólicos y celebración de las formas en movimiento. Reflejos de la interioridad inaprensible, vistos a través de espías. La belleza que se muestra y se ausenta. No se deja atrapar en la ciudad de Thorvaldsen, más conocida por la tópica Sirenita por Jacobo Zabalo —— El pensador danés Soren Kierkegaard, azote del hegelianismo en el ámbito de la filosofía y de lo que consideró su versión religiosa, el establishment luterano, gustaba de pasear siempre en solitario —él junto a su tan reivindicado y no obstante maltrecho ego— por las callejuelas de Copenhague. Una ciudad rodeada de mar y con canales en su núcleo fundacional, que por aquel entonces no se había expandido más allá de las antiguas murallas. Ambiente de insalubridad no solamente sanitaria, según diagnosticó Kierkegaard en sus obras. La ciudad es llana, extensa en nuestros días a pesar de no contar con muchos habitantes, pues los edificios respetan en altura a las construcciones de los siglos XVIII y XIX, y no acos- tumbran a exceder los cuatro pisos. En las fachadas de las más antiguas, junto a las ventanas, se observan unos objetos curiosos; espejos llamados espías, pensados —de hecho— para que los curiosos observen el exterior sin ser vistos, cómodamente instalados en los bien caldeados interiores. Ver sin ser vistos, estar ahí sin realmente estar: el refugio de la interioridad, el respectivo “yo” —reflejo de quien uno cree saber que es— en el siglo XX reaparece transformado como para el desplazamiento en bicicleta. Circulan las bicicletas de Copenhague. La mística de la locomoción parece aliarse con la primera propuesta metafísica de Aristóteles: devenir motor inmóvil, fuente de movimiento que no es afectado por nada externo. Una cualidad inicialmente reservada a la abstracción divina y que se materializa, encarnada por doquier, en los nuevos canales de asfalto que intercomunican la llanura de Copenhague. La bicicleta y su jinete — binomio inextricable— son el paradigma de esa perfecta y hermosa imperturbabilidad, ese mundo propio que ya no se queda en casa sino que se desplaza libre y gustosamente, como si el movimiento hubiera sido desde siempre con uno mismo. Se reconoce al extranjero porque, queriendo participar de ese comercio con la realidad, infringe las normas que nadie —de entre los autóctonos— sabe, que simplemente son. Normas de conducta, de cómo ser libre sin afectar a los demás ni ser afectados. Sobreabunda la elegancia, la celestial plasticidad de los hombres y mujeres que desde sus respectivos interiores se someten a la ley invisible que rige el cosmos. El museo dedicado al escultor Bertel Thorvaldsen, inaugurado en 1848 —cuatro años después de su muerte— es una caja de gusto exquisito y diseño equilibrado. Tanto, que parece construida en nuestra propia época. Es el misterio kitsch del buen Neoclasicismo, que no puede no gustar incluso si el anhelo de perfección es demasiado evidente, casi obsceno. Thorvaldsen, que conoció al maestro neoclásico Antonio Canova, se adecua a los estándares de decencia decimonónica, y el níveo mármol es distante en su perfección lisa, inabordable. La presencia de la belleza —que simultáneamente se ausenta— es una constante en Copenhague. Una dialéctica que se comprueba en la sociedad, quién sabe si fomentada por algunas de las historias que han conformado el imaginario popular. La omnipresente y esquiva Reina de las Nieves —hoy Frozen—, al igual que la insatisfecha Sirenita, pertenecen al acervo del cuentista Hans Christian Andersen, hacia quien Søren Kierkegaard mostró un profundo desafecto por la enrevesada moralina de sus historias: el ser o no ser de personajes en perpetua tensión espiritual, que las versiones Disney obviamente maquillan. Cierto que Shakespeare había situado la problemática inacción del melancólico príncipe en estas tierras —“Algo huele a podrido en Dinamarca”— pero los olores que en la actualidad más nos transportan a un lugar ignoto, a altas horas de la madrugada, se acompañan de un runrún; un traqueteo de motor de pocos caballos, que permite desplazar a pie el chiringuito de las impensables salchichas, de nombre genérico Pølser. Sale a flote un submundo especialmente exitoso como complemento etílico, que viene a ser el siniestro reverso de aquella perfección inalcanzable. La ciudad donde se encuentra Noma, el restaurante que sucedió a El Bulli en la primera posición de la creatividad gastronómica —la alambicada recreación de las esencias—, acoge esas carretas fantasmas, que deambulan y esparcen un desasosegador efluvio en el aire del canal. Una caricatura de 1846 ubica a Kierkegaard en el interior de un círculo con las cosas del mundo gravitando a su alrededor. Peter Klæstrup, autor del dibujo, advertía con sorna cuán errado pudo estar el modelo heliocéntrico de Copérnico, a tenor de la cosmovisión kierkegaardiana. Admirador de la ironía socrática, el mismo Kierkegaard fue alcanzado por su onda expansiva, difícil de calcular. Como es sabido, el recurso a la ironía resulta exitoso solo cuando el interlocutor concede que lo que se quiere decir en realidad difiere diametralmente de cuanto es expresado. Se pone entre paréntesis la realidad de lo comunicado, invitando a una interpretación que tanto puede despertar la risa como la irritación. Socráticamente, el sabio finge no saber a través de una serie de preguntas capciosas, para que su interlocutor acabe cayendo en la cuenta de que quién no sabe es él. Semejantemente —entre víctima o tábano, molestísimo instigador— Kierkegaard pretendió reflotar en el contexto de su ciudad ese mecanismo educacional. No fueron las gentes de Copenhague muy sensibles a los efectos de su fingimiento, al disfraz de sus pseudónimos. Más que trascender lo engañoso de la apariencia, la provocación se volvió en contra del apasionado Søren: aquel que rechazó en vida todo tipo de retrato hubo de cargar con el lastre postrero de la caricatura. Jacobo Zabalo es doctor en Humanidades. Imparte clases de filosofía en la Universidad Pompeu Fabra y colabora con varios medios publicando artículos sobre música y estética CINE UNA CARTA DE INGRID BERGMAN Al cumplirse los cien años del nacimiento de Ingrid Bergman, revisitar sus películas tiene un rasgo de esplendor y un sutil autocontrol del talento que contrasta no solo con el cine de hoy sino con lo que son las formas culturales de este principio de siglo. Ahí está su permanencia por Valentí Puig Ingrid Bergman, iluminada por las luces del escenario, en una representación teatral en 1957 [Foto de Willy Rizzo/ Getty Images] 76 —— Entre tantos cánones de la belleza hay un canon Ingrid Bergman que capta una inusitada movilidad cinematográfica de la armonía, de sus efectos de gracia y de luz, irónicos, serenos o dramáticos. Olvidó tanto como la gran duquesa Anastasia, fue Juana de Arco, supo escuchar el piano en un garito de Casablanca, hizo su viaje a Italia, enloqueció como madre de un niño suicida, iba a afrontar arduas decisiones como Golda Meir, actuó como enfermera de Walter Matthau y logró encarnarse en una misionera británica que salvó a cien niños en la China invadida por Japón. Sus interpretaciones son ingrávidas, dotadas de tanta luz propia que algo informulable se sobrepone a los méritos del talento incontestable. Nació en 1915, hace cien años, y falleció en 1982. En los estantes de DVD reencontramos hoy la secuencia vital de una actriz que lo fue todo en la fábrica de los sueños y solo se dejó impresionar por lo que importa, algo que fuese leve y verdadero a la vez, íntegro, arte crecido en la existencia de los seres humanos que aman y huyen. Así triunfa la imaginación cinematográfica, como una ilusión invencible que logra convertirse en arte. Lo había aprendido en los platós de la pujante cinematografía sueca, en los años treinta, y en la añeja tradición teatral de Estocolmo. Luego embarcó en el Queen Mary y sedujo a un Hollywood que estaba en sus mejores momentos. La adrenalina del productor David O. Selznick fluía poderosamente y mientras trabajaba en Lo que el viento se llevó, cuidó de la actuación de Ingrid Bergman en Intermezzo (1939). Después vinieron películas habitualmente consideradas como transitorias, pero siempre tocadas por la gracia de la actriz. Por ejemplo, Los cuatro hijos de Adán (1941), y el mismo año la no tan catastrófica Alma en la sombra. Casablanca (1942), dirigida por Michael Curtiz, fue una película de casualidades que tiene rango de malentendido ya universal. No sería predilecta de Ingrid Bergman. Pero así entró en las vidas de millones de espectadores. Y su presencia en Por quién doblan las campanas (1943) logra a penas salvar lo insalvable. Es obligado rendir tributo al cine del director Leo McCarey, bastante ninguneado probablemente porque supo aunar la emotividad y el feliz efecto narrativo, además de haber descubierto la pareja Stan Laurel y Oliver Hardy, que es algo así como reciclar personajes menores de Dickens. Sabiamente, Jean Renoir dijo que Leo McCarey entendía a la gente mucho mejor que cualquier otro director de Hollywood. Ingrid Bergman aparece con mucho éxito de público en Las campanas de Santa María (1945), en un jubiloso papel de madre superiora en competencia con un párroco Spencer Tracy que lleva canotier. Es una película dulzona pero con una divertida escena en la que la madre superiora da clases de boxeo a su alumno predilecto. Tan secreto y laberíntico en sus deseos y afectos, Alfred Hitchcock la respetó siempre. Compartieron champán en mo- mentos privilegiados de sus vidas. Había en Ingrid Bergman una sutil fortaleza, a veces frágil, pero capaz de esquivar las enconadas relaciones de Hitchcock con sus grandes víctimas rubias. De su etapa como actriz suprema de Hitchcock, Encadenados (1946) raya la perfección, después del paroxismo psicoanalítico de Recuerda (1945), con Gregory Peck. A su lado, Cary Grant no va más allá de su condición de buena percha y amigo fiel, actor con tics irreparables frente a la tan dúctil Bergman, tan atractiva por su esplendor como por su inteligente timidez. Su destino se cruzó varias veces con el maestro Claude Rains. Eso nos compensa por las dos películas que más tarde hizo con Anthony Quinn. Ingrid Bergman demostraba aquella fina ductilidad que le permitía pasar del plató a los escenarios sin perder capacidad expresiva de emociones, turbación y humor, rachas de tensión interior que, más allá de su fama mundial, certificaba un arte luminoso. De 1948 es Juana de Arco. Volvía a uno de los personajes que más admiraba. Es un film de peculiar magnitud, aunque sin gran eco. En 1949, después de trabajar con Hitchcock, queda fascinada por el cine que Rossellini estaba filmando en las calles de la Italia saboteada por la guerra. Ve Roma, ciudad abierta (1945). Le escribe y se ofrece para trabajar en cualquiera de sus nuevas películas. En el dramatismo desolador del paisaje de Stromboli, tierra de Dios (1950) comienza una historia de amor entre la actriz —casada con un dentista sueco y madre de un hijo— y el director, casado y amante de Ana Magnani. La relación adúltera —pronto con descendencia— escandalizó en la época y en los Estados Unidos hay quien la denuncia como persona non grata. Con Rossellini filma también Te querré siempre (1952) —Viaggio in Italia— una de sus películas más osadas, en la que su rostro resplandece como nunca más allá del desamor y la soledad. ¿Un Rossellini precursor de Antonioni? A menudo la genealogía nos ciega. Tal vez por ello Rossellini despreciaba a los cinéfilos. Todavía se discute si Stromboli es una película incoherente y fallida. Y Te querré siempre permite interpretaciones muy contrapuestas. Lo que permanece es la ambigüedad entre la distancia y el reencuentro. Para sus partidarios, Te querré siempre es un relato único de la confusión que es parte constitutiva de la vida. De regreso a Estados Unidos, rueda Helena y los hombres (1954) de Jean Renoir, Anastasia (1956), El albergue de la sexta felicidad (1958), un episodio delicioso de El Rolls-Royce amarillo (1964). Regresa al teatro. Asoma imparable en Asesinato en el Orient Express (1974). Luego tropieza con las morosidades de Ingmar Bergman en Sonata de otoño (1978). Cada vez que se relativice la belleza, podemos recurrir a la realpolitik prodigiosa de un primer plano de Ingrid Bergman porque así las grandes actrices transfiguran todo lo que les rodea, lo hacen más bello o más trágico, de una máxima permanencia. 77 DE AUTOR César Antonio Molina Los puentes —— “Río-clepsidra metáfora de la eternidad/en ti entro cada vez más distinto/podría ser nube, pez o roca/mas tú permaneces inmutable cual reloj que mesura/las transformaciones del cuerpo y las caídas del espíritu/la lenta descomposición de los tejidos y del amor”. Son versos del gran poeta polaco Herbert. Y donde hay un río hay puentes: “De todo lo que el hombre en su instinto de vida erige y construye, no hay nada mejor y más valioso que los puentes. Son más importantes que las casas, más sagrados que los templos, por ser más universales. Para todos y para cada individuo son iguales, son útiles, siempre tienen sentido, se construyen allí donde se entrecruza el mayor número de necesidades humanas ,son más resistentes que otros edificios y no sirven para nada duradero o vil. Todo es traspaso, todo es puente tendido en el infinito. Nuestra esperanza siempre está del otro lado”. Ivo Andrić conocía muy bien los ríos y los puentes. El río Drina de su infancia y el puente de piedra de once ojos construido a finales del siglo XVI por el gran visir otomano Mehmed Paša Sokolović. Hoy río y puente están en la República Srpska de Bosnia. Un puente entre Oriente y Occidente, un puente entre culturas, civilizaciones, lenguas y religiones. De niño cuando iba o venía del colegio —Visegrad pertenecía al imperio austrohúngaro— se quedaba a escuchar las historias que, en medio del puente, en un banco de piedra, el mismo en el que ahora yo me siento, narraban las gentes del lugar. De ahí salió una obra maestra de la literatura Un puente sobre el Drina, también un tratado sobre la convivencia entre seres humanos. Veo el puente solitario al amanecer sobre el tajo que hace el río entre montañas y espesos bosques, y por la noche reflejándose fantasmalmente los ojos sobre las aguas. El río y el puente creando permanentemente historias. El puente de piedra como una esfinge, como un secreto a plena luz del día. El puente como una materialización del tiempo que lo ve todo, lo escucha todo y lo desvela todo. El puente no ajeno a la generosa naturaleza sino como un elemento más. El puente antigua historia contemporánea o simultánea. 78 El puente como el viejo cárdigan azul de mi padre, como dice Anne Carson: “Me lo pongo siempre que entro en casa,/como él hacía, pateando el suelo/para quitarme la nieve de las botas”. Sí, Visegrad, un lugar en el mundo y el puente nuestra casa, la casa del padre. ¿Cuántos miles de personas lo habrán atravesado? Y la mayor parte de ellos, como los personajes de Chéjov, nunca a la altura de sus ambiciones. El puente, el rumor del río. Kleos, la fama que él lleva y a pocos reparte. El río Drina y el puente de piedra: las alegrías de los amantes y las tristezas. “Usted ha podido vivir ese amor de la única manera en que usted podía hacerlo, perdiéndolo antes de que hubiera advenido” (Tristán e Isolda). No hay mayor dolor que recordar la alegría en la desgracia (Dante). ¡Solo recordemos las alegrías, como hoy sobre el puente silencioso! Paul Valéry escribió que las civilizaciones son mortales y también las naciones de Europa podrían conocer el mismo destino. Alegría hoy apoyado sobre la barandilla viendo, por vez primera, mi rostro reflejado sobre el Drina. Mi rostro que permanece fijo mientras la corriente sigue. Mi rostro que parece que surge de la sima de la eternidad. El Drina, el puente y el deseo de estar solo mientras el río pasa, el río que nace y desemboca en uno mismo. Dicen que Sócrates, antes de suicidarse, se bañó para no dar trabajo a las mujeres. Seguro que se hubiera bañado en este río. Las aguas en las que se bañó el filósofo equivalen a todas las aguas, también a las del Drina. El puente de piedra, el Drina, la ventana de mi habitación que los enmarca. Y yo asomado para contemplarlo todo. Drina, puente de piedra. ¿Cuántas piedras originales quedan? Y sin embargo el puente, como el río, es el mismo. Drina, puente de piedra. En realidad, lo que permanece lo fundamentan los poetas, lo fundamentan quienes escriben sobre lo que permanece, o para hacer que esto permanezca escriben. El Drina va por donde lo lleva el corazón. El Drina me dice que me vaya por donde me lleve el corazón. El Drina, el puente de piedra y yo el más mortal de los tres. Me faltan palabras cuando me sobra el dolor. 6